cinco siglos de historia militar española

211

Upload: juan-barba-lagomazzini

Post on 10-Jul-2016

75 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Cinco Siglos de Historia Militar Española

TRANSCRIPT

Page 1: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 2: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Universidad Nacional de Educación a Distancia

ENTEMU

APORTACIONES A CINCO SIGLOS DE LA HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA

Evaristo Martínez-Radío Garrido

(Editor)

2013

Centro Asociado de Asturias

Vol. XVII Gijón

Page 3: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Datos de catalogación bibliográfica

ENTEMU – 2013 – Volumen XVII Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España Evaristo Martínez-Radío Garrido (Editor)

UNED Centro Asociado de Asturias, Gijón, 2013 ISBN: 84-88642-16-4 ISSN: 1130-314X Área: Universitarios

Formato: 148 x 210 mm Páginas: 206

ENTEMU – APORTACIONES A CINCO SIGLOS DE LA HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA Director Mario Menéndez Fernández Secretario Luis Suero Menéndez Editor Evaristo Martínez-Radío Garrido Fotografía Asociación de Recreación Histórico Cultural de Asturias Maquetación Carlota Loureiro Arredondas Redacción: Entemu

Av. del Jardín Botánico 1345 33203-Gijón ESPAÑA

ENTEMU – 2013 Edita: UNED Centro Asociado de Asturias Depósito Legal: AS-1151-92 ISBN: 84-88642-16-4 ISSN: 1130-314X

Fotocomposición e Impresión: IMPRE-OFFSET

Page 4: Cinco Siglos de Historia Militar Española

ÍNDICE Página

PRÓLOGO …………………………........................................................................... 1

PRESENTACIÓN …………..………........................................................................ 3

RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A. J. – El reclutamiento de asturianos para el ejército de Flandes durante el reinado de Carlos II ....................................... 7

MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C. – Los prisioneros en el siglo XVIII y el ejemplo de la Guerra de Sucesión ................................................................. 49

VÁZQUEZ CIENFUEGOS, S. – Preparativos para la defensa de la isla de Cuba ante un ataque británico en 1808 ……………………………………………………. 75

MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C. – El ciudadano-combatiente, la ciudadanía y la Constitución de 1812 …………………………….………….……………… 101

GONZÁLEZ-POLA DE LA GRANJA, P. – El pensamiento militar antes y después de la Constitución de 1812 ………………….………………………………………. 125

ERICE SEBARES, F. – Los asturianos ante la guerra de Cuba (1895-1898) ….. 147

RAMOS OLIVER, F. – Las Guerras de Marruecos ………….………………………....... 165

SEGURA GARCÍA, G. – La guerra civil desde la perspectiva de la historia militar ……………………………….……………………………………………………………………… 187

Page 5: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 6: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

1

PRÓLOGO La historiografía, es decir, la forma en que los profesionales escriben la Historia, ha

variado sustancialmente en los últimos años. Sin perder rigor en el manejo de las fuentes se ha ido a un relato más ameno y atractivo al lector. Incluso se analizan los tradicionales temas que ocupan a la historiografía desde lo cotidiano, lo familiar, los valores o contravalores, el miedo o la fiesta, el género o la edad, por citar algunos ejes del relato. Es decir, desde lo que realmente constituye la vida. Y este nuevo relato historiográfico llega a la sociedad con mucha más fuerza que los eruditos textos de antaño. Incluso algunos temas antes reservados a los iniciados, ahora forman parte del debate social.

La historia militar, seguramente por su apego a los valores castrenses, se ha resistido a este cambio y se ha mantenido más en los datos y en lo descriptivo, con un modelo narrativo técnico y distante del lector, sin concesiones a lo que nos conmueve del relato histórico. Rigor en lo literario, disciplina en el ordenamiento cronológico y atención positivista, o historicista, a los datos que sustentan la pretendida objetividad del hecho analizado. En definitiva, una proyección del carácter y los valores más tradicionales del estamento militar. Sin embargo, en los últimos años la historiografía militar también se ha “humanizado” y aborda temas de mayor interés social, con una exposición más próxima al lenguaje cotidiano y a los valores “civiles”, paralelamente al diálogo mucho más fluido entre sociedad y ejército. En esta línea se debe situar el texto que el lector tiene en sus manos, sin duda muy atractivo para el lector universitario interesado por nuestra historia moderna y contemporánea.

El presente número de Entemu resume diversos encuentros entre historiadores militares y nuestros alumnos, abierto también a un público ajeno a la UNED pero interesado en estos temas que han configurado nuestra historia, la Historia de España, desde el Siglo XVII y XVIII en Europa, el Siglo XIX en las colonias o en nuestra convulsa historia peninsular del Siglo XX. Desde el Centro Universitario de la UNED en Asturias queremos agradecer a quienes han participado en las actividades que han dado como resultado el número monográfico de nuestra revista dedicado a la Historia Militar que tengo el honor de presentar, y singularmente al profesor-tutor de Historia Moderna de este centro, el Dr. Evaristo Martínez Radío, por su organización y labor como editor de este volumen. A todos ellos, muchas gracias por su excelente trabajo.

Mario Menéndez Fernández

Director de la UNED-Asturias

Page 7: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 8: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

3

PRESENTACIÓN Es un placer ser el editor de una obra como la presente, tanto por el tema que aborda

como por la calidad de la misma. Este monográfico se ocupa de la historia militar, un aspecto fundamental a la hora de tratar la génesis de una nación o Estado así como su devenir. No es únicamente reseñas de batallas o hechos épicos, sino que refleja la salud y relevancia de un país abarcando campos como son el social, el político, el cultural, el religioso o el económico. Igualmente, y por tanto, se detecta en ella el fondo y espíritu de aquél. Sin embargo, a pesar de tal importancia, muy evidente en el caso español, no es lo suficientemente conocida. Teniendo estos factores en cuenta, el compromiso del Centro Asociado de la UNED en Asturias hacia la sociedad del Principado y el ámbito del conocimiento, no pudo dejarla de lado en un año de tanta trascendencia como el del Bicentenario de la primera Constitución nacional. Así promovió tanto un curso de Extensión Universitaria como un ciclo de conferencias, fruto de los cuales surge la presente publicación. Y no sin esfuerzo se logró reunir y contar con la colaboración de una serie de reconocidos especialistas que nos acercaron a interesantes aspectos que fueron guía para contextos y situaciones hoy casi olvidadas o poco tratadas en general. La calidad de los textos aquí presentados se mostrará evidente. Pero en todo momento, debido al compromiso aludido, se trató de que el binomio Ejército-sociedad civil estuviera siempre presente. Esto es que la idea subyacente no fue únicamente constreñir las actividades a un público académico, sino que estuvieran igualmente abiertas tanto a estudiantes como a un público general. Así destacamos precisamente su vertiente social, pues es evidente el componente humano en los temas abordados, de los cuales se extractan varias de las aportaciones aquí mostradas.

Así pues, la primera de las actividades que tuvo lugar fue el curso Acercamiento a la Historia Militar de España. De Flandes a Afganistán. Dirigido por el catedrático D. Luis Ribot García y coordinado por el profesor-tutor de la UNED D. Evaristo C. Martínez-Radío Garrido, tuvo lugar en el propio Centro Asociado entre el 16 y el 20 de abril de 2012. Contando con una muy buena acogida por parte de los alumnos y asistentes, en él se trató de realizar un recorrido por aspectos particulares que sirvieran para conocer los generales desde el siglo XVI hasta la actualidad. Las exposiciones intentaron respetar un orden cronológico de cara a comprender mejor la evolución temporal y asimilar de manera óptima las exposiciones. De este modo, insistiendo en que fueran charlas académicas aunque no por ello menos amenas, se abordaron y nos acercamos a cuestiones como pudiera ser el día a día en la guarnición española en el castillo de Milán a finales del siglo XVI, por parte de D. Luis Ribot; el doctor y profesor de la UNED Antonio José Rodríguez Hernández nos explicó cómo se estructuraba el Ejército de los Austrias; nos acercamos y en parte desmitificamos nuestras concepciones sobre el devenir de los prisioneros de guerra en el siglo XVIII con el doctor D. Evaristo Martínez-Radío, así como a la vida del soldado en tal centuria con la reconocida especialista y catedrática Dª Cristina Borreguero Beltrán. Avanzamos en el tiempo, y ya contemplando los cambios producidos precisamente con y a raíz de la Guerra de la Independencia, el profesor del CEU D. Pablo González-Pola de la Granja nos allegó a un momento crucial y al pensamiento militar antes y después de la Constitución de 1812. Con todo y evidentemente, al tratar de Historia Militar no podíamos dejar de lado a los protagonistas, los militares. En este punto, aparte de contar con un nutrido grupo de

Page 9: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

4

miembros del Regimiento Príncipe, asistieron algunas autoridades castrenses en Asturias, como fue el propio Delegado de Defensa en el Principado D. Baldomero Argüelles. Y es también de reconocer su interés y con él apoyo del curso. Y es que por fortuna contamos con la presencia de especialistas que reúnen en sí tanto la pluma como la espada, dando precisamente una imagen más cercana de los miembros de las Fuerzas Armadas en la sociedad y el mundo del saber. Así, el primer militar en tomar la palabra fue el General D. Francisco Ramos Oliver, a su vez historiador y director del Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid). Con sus palabras y apoyado en una base cartográfica del Instituto, ubicando perfectamente al oyente en tiempo y lugar, hicimos un recorrido a lo que supusieron las guerras de Marruecos en las vertientes tanto político-sociales como estratégico-militares. En el mismo sentido, el capitán y doctor en Historia D. Germán Segura García, nos acercó “quirúrgicamente” a lo que supuso la Guerra Civil desde un punto de vista claramente profesional. Y en este conflicto nos detuvimos un tanto, intentando además ver la Historia como algo vivo. Teniendo en cuenta que el Principado de Asturias cuenta con una importante base arqueológica sobre el mismo, realizamos una visita a Candamo y al espacio recuperado del Frente del Nalón. Primeramente en San Román, en el palacio Valdés Bazán, se visitó una exposición a cargo de la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana (ARAMA 1936/37), para lo que contamos con la colaboración tanto del Ayuntamiento de Candamo, y en concreto de su concejal de Cultura Dª Gloria Aranda, y, por supuesto, de los autores de tal muestra. Fueron precisamente estos miembros quienes después nos llevaron y explicaron las posiciones defensivas que todavía se conservan en la zona y que se encargan de recuperar. No obstante, como dijimos, buscamos abarcar un recorrido que nos acercara no sólo a fechas pasadas, sino actuales. Es decir, es importante conocer el pasado, pero también el presente, relacionar y entender que las Fuerzas Armadas son parte de nuestra sociedad, cercanas y que se ocupan de intereses que sobrepasan el conflicto armado. En este sentido, si hay una unidad que merece ser tenida en cuenta y conocida por su peculiar labor, es el Batallón de Asuntos Civiles, en la actualidad con misiones en lugares como Afganistán. Lleva a cabo una labor humanitaria, de reconstrucción y de ayuda a la población civil que debe ser conocida y reconocida. Así pues, desde Valencia donde está su base, se acercó el capitán D. Ramón Cabrera Caballero, quien nos descubrió en qué consiste la cooperación cívico-militar en operaciones. Pero, como apuntamos, el curso no se trató de una actividad académica cerrada, con simples clases magistrales, sino que se contempló que los asistentes pudieran igualmente participar. De este modo, aparte de realizar preguntas pertinentes a los especialistas, vieron la luz interesantes debates tras las exposiciones en los que el público también tomó la palabra.

Sin esperar a que se enfriara la primera iniciativa, llegó el Ciclo de conferencias Asturias en Armas. Convivencia del Mundo Civil y Militar en el Principado, dirigido por el editor de esta publicación. Incidiendo en el espíritu al que aludimos más arriba, quisimos centrarnos en un ámbito más local pero que se complementara con aquél. Se trató de varias exposiciones que tuvieron lugar entre el 11 de mayo y el 8 de noviembre en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, para lo que se contó con la colaboración municipal y en concreto con la del director del centro D. Javier Rodríguez Gutiérrez, facilitándonos en gran manera que se pudieran desarrollar. Atendiendo a la mencionada relevancia del Bicentenario de la primera Constitución española, se abrió y cerró el ciclo relacionando y

Page 10: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

5

evidenciando la importancia y papel del Principado respecto a la misma. La primera exposición, a cargo de D. Evaristo Martínez-Radío, se centró en el componente humano y los nuevos conceptos políticos que afectaron tanto a la sociedad como a quien debía protegerla en ese momento: el ciudadano, aspecto en el cual podemos afirmar que el Principado tuvo mucho que decir. Enlazando con ello, el broche final lo puso el profesor de la Universidad de León Francisco Carantoña Álvarez, quien realizó un análisis destacando precisamente que, a pesar de su pequeño tamaño y situación periférica, Asturias jugó un papel muy relevante en el levantamiento de 1808 y el proceso político posterior. Pero con ello y para la presente publicación, consideramos que no sería justo olvidar los territorios de Ultramar, españoles por entonces, y relacionarlos tanto con los momentos trascendentales que acabamos de aludir como también con la sociedad asturiana. Así, presentamos dos aportaciones sobre Cuba, en la que subyace una conexión afectiva e histórica evidente con nuestra tierra. Cronológicamente, comenzamos en el año de 1808, justo antes de los cambios de alianzas y el estallido de la guerra nacional. El notable investigador americanista D. Sigfrido Vázquez Cienfuegos nos acerca en esta publicación a la defensa de la isla ante el, en aquél preciso momento, enemigo británico. Avanzando en el siglo XIX, es conocido que España pierde sus colonias y, entre ellas, estaba Cuba. El profesor de la Universidad de Oviedo D. Francisco Erice Sebares, abordó las reacciones asturianas ante el conflicto que allí tuvo lugar en sus distintas fases, partiendo de la existencia previa de fuertes vínculos económicos, sociales y culturales entre la región y la colonia. Por último, si atendemos a la conexión de Asturias y el componente humano, tampoco se podría olvidar a aquellos que cumplen con sus deberes de defensa en momentos puntuales a lo largo de la Historia. El profesor D. Francisco Díaz de Otazú Güerri abordó la cuestión del reservismo militar en el Principado, sus antecedentes y futuro, mostrando un aspecto vivo y de conexión ente la sociedad civil y el mundo castrense desde el siglo XVIII hasta la actualidad.

Pero ambas actividades, y el presente monográfico, no hubieran visto la luz sin el apoyo que desde el primer momento mostró e incentivó el director del Centro D. Mario Menéndez Fernández. Junto a él estuvo el Coordinador de Extensión del mismo D. Pablo Núñez Díaz y así, tras unas primeras simples ideas y propuestas, se comenzó a trabajar en su realización. Mereció la pena y tuvo ecos más allá del Principado, abriendo la puerta a nuevas iniciativas. Por tanto, como investigador, como profesor-tutor de la UNED o como simple aficionado, muchas gracias. En mi nombre y en el de quienes hicieron posible esta publicación, creo que podemos afirmar que el lector valorará el esfuerzo y la calidad de las aportaciones y, por tanto, disfrutará de la presente publicación.

Evaristo C. Martínez-Radío Garrido

Editor

Page 11: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 12: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

7

EL RECLUTAMIENTO DE ASTURIANOS PARA EL EJÉRCITO DE FLANDES DURANTE EL REINADO DE CARLOS II

Antonio José Rodríguez Hernández∗

[email protected]

Resumen:

En este trabajo se aborda un tema poco conocido, la aportación militar de Asturias durante el reinado de Carlos II. Ante la falta de espacio nos hemos tenido que centrar en un aspecto más concreto, el envío de asturianos al ejército de Flandes, principal destino de los soldados asturianos que se reclutaron entre 1668 y 1684. A lo largo de este periodo llegaron a los Países Bajos al menos cuatro expediciones navales que transportaron a cientos de hombres reclutados en el Principado. Todas ellas han sido analizadas y estudiadas desde diferentes puntos de vista, para poder obtener una amplia imagen de lo que significó para un asturiano del siglo XVII servir en el Ejército de Flandes.

Palabras clave:

Reclutamiento, Asturias, Ejército de Flandes, Siglo XVII, soldados, transporte marítimo.

Abstract:

This article approaches a little known topic, the military contribution of Asturias in the reign of Carlos II. Due to the lack of space, we have centered on a more concrete aspect, the Asturians who were sent to the army of Flanders, principal destiny of the Asturian levies who were raised between 1668 and 1684. Along this period at least four naval expeditions arrived to the Low Countries carrying hundreds of men recruited in Asturias. All of the dispatch have been analyzed and studied from different points of view, to be able to obtain a wide image of what meant for an Asturian of the 17th century to serve in the Army of Flanders.

Key words:

Recruitment, Asturias, Army of Flanders, 17th century, soldiers, maritime transport.

Aún hoy sabemos muy poco los sistemas de reclutamiento empleados en Asturias para reunir hombres para los ejércitos de la Monarquía Hispánica, especialmente si lo

∗ Abreviaturas utilizadas: Archivo General de Simancas (AGS): Guerra Antigua (GA), Estado (E), CMC (Contaduría Mayor de Cuentas), Servicios Militares (SM); Archivo Histórico Nacional (AHN): Sección Nobleza (N), Ordenes Militares (OM); Archives Générales du Rouyaume de Bruselas (AGRB): Secrétariat d'État et de Guerre (SEG); documento (doc.); legajo (Leg.) Este trabajo ha sido realizado gracias a la ayuda de los proyectos financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad: Comercio y Finanzas Internacionales en una España en Transición, 1680-1721 (HAR2011-25907) y Conservación de la Monarquía y Equilibrio Europeoentre los siglos XVII y XVIII (HAR2012-37560-C02-01).

Page 13: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

8

comparamos con otros periodos posteriores donde últimamente ha habido más avances1. Quizá el estudio de este capítulo de la Historia de España y de Asturias no ha tenido excesiva importancia para los historiadores debido a las particulares condiciones de la época, ya que el siglo XVII ha estado marcado por la larga sombra de la decadencia. Lo cierto es que a lo largo de este siglo las regiones de la periferia castellana cobraron una mayor importancia económica y demográfica, al verse menos afectadas por la crisis generalizada, lo que se plasmó en el hecho de que los reinos y principados de la cornisa cantábrica –especialmente Galicia y Asturias– tuvieran un mayor peso específico en los impuestos y reclutamientos efectuados a lo largo del siglo XVII. En el caso de concreto de Asturias, su contribución humana creció exponencialmente a lo largo de esta centuria. Dentro de este tema las aportaciones de soldados, y los sistemas de reclutamiento empleados, nunca han sido objeto de análisis, como tampoco la aportación concreta de la región al ejército de Flandes, la cual fue especialmente importante en el reinado del último rey de los Austrias.

1. El Camino a Flandes por Mar, los antecedentes de Asturias

Nunca fue fácil enviar españoles a Flandes, ya fuera por mar o por tierra, a través del Camino Español2, corredor militar que cruzaba media Europa a lo largo de aproximadamente 1.000 kilómetros3. La distancia, las inclemencias del tiempo, la actividad enemiga o las relaciones diplomáticas internacionales eran factores muy a tener en cuenta para que la empresa fuera un éxito. Durante la primera mitad del siglo XVII, a pesar del fracaso de la Armada Invencible (1588), se comenzaron a enviar periódicamente refuerzos desde la península por mar con mucha mayor asiduidad, gracias a una nueva política naval más ambiciosa que intentaba frenar a los holandeses, pero también gracias a que se contaba con la neutralidad que ofrecían los puertos ingleses. Especialmente desde la década de 1630 los puertos del Cantábrico empezaron a tener una mayor importancia dentro de los envíos de tropas a Flandes, ante la activación de nuevas rutas de comunicación en la que empezaron a participar muy activamente las fragatas construidas en los Países Bajos, ya fueran de la Armada de Flandes o de armadores particulares de corso. Estos navíos estaban mucho mejor adaptados para la navegación por el litoral flamenco, lleno de bancos de arena que podían ser una trampa para otros navíos más pesados y de mayor calado. Las fragatas de la Armada de Flandes y sus expertos marinos 1 En este sentido cabe destacar las recientes aportaciones sobre el panorama militar asturiano a partir de la Guerra de Sucesión: MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E.: La Guerra de Sucesión y Asturias. Oviedo. 2007; “Levas y reclutas en la Asturias de la Guerra de Sucesión: el caso del Tercio del Principado”. En Revista de Historia Militar, 103. 2008, pp. 127-166; “La Junta General del Principado, la institución militar y la defensa de Asturias en el siglo XVIII”. En Milicia y sociedad ilustrada en España y América: (1750-1800). Sevilla. 2003. Vol. 1, pp. 383-402. 2 Para este tema tenemos la excelente monografía de: PARKER, G.: El ejército de Flandes y el Camino Español 1567-1659. Madrid. 1991. (primera edición en inglés de 1972) 3 Desde Génova o el puerto español del Finale –donde desembarcaban los españoles de su viaje por mar desde las costas mediterráneas– hasta Namur, pasando previamente por Milán, los pasos alpinos, el Franco Condado, Lorena y Luxemburgo.

Page 14: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

9

cosecharon notables victorias desde la década de 1620, realizando expediciones punitivas contra los holandeses, acciones de corso y también de transporte de tropas entre la península y los puertos flamencos.

A lo largo de la década de 1630 se sucedieron hasta siete expediciones marítimas que tenían como objetivo enviar tropas a Flandes desde los puertos cantábricos, la mayoría de las cuales salieron desde La Coruña, cuyo puerto se fue convirtiendo progresivamente en una base naval de primer orden4. De entre los miles de reclutas que se condujeron a Flandes en ellas –más de 25.000 soldados españoles en una década– también hubo asturianos. A finales de 1636 el Gobernador del Principado recibió la orden de que la provincia debía servir al rey reuniendo 200 soldados para Flandes, los cuales se enviarían a La Coruña para embarcarse5. En poco tiempo se pudieron reunir los hombres que fueron despachados a dicho puerto a lo largo de los meses de abril y mayo de 1637, sin formarse ninguna compañía con ellos6. Tras permanecer en Galicia durante meses, produciéndose bajas y deserciones entre ellos, los hombres se embarcaron junto con todas las tropas que se iban concentrando de las levas que se efectuaban en Galicia, Andalucía y Castilla7. La expedición partió rumbo a Flandes el 7 de diciembre de 1637 en los navíos de guerra y mercantes de flete que capitaneaba el Almirante don Lope de Hoces y Córdoba, llevando a Flandes 4.126 efectivos8. La flota llegó al puerto flamenco de Mardick sin contratiempos tras 12 días de navegación9.

En los años siguientes Asturias siguió aportando gran cantidad de hombres para las operaciones militares de la monarquía, apercibiendo miles de hombres para actuar en la frontera guipuzcoana y engrosar el ejército de Cantabria, a la vez que aportaba reclutas para reforzar los presidios, y marinería para la Armada. Así, por ejemplo, el Principado se comprometió a servir al rey con 1.000 hombres sacados de las milicias para la campaña de 163810. Con el asedio francés sobre Fuenterrabía (junio-septiembre de 1638)11 las

4SAAVEDRA VÁZQUEZ, M.C.: Galicia en el Camino de Flandes. La Coruña. 1996; y La Coruña durante el reinado de Felipe II. La Coruña. 1989. 5 Junta de Ejecución del ejército, 18 de noviembre 1636. AGS, GA, leg. 1.150. 6 Carta del Gobernador del Principado de Asturias, don Pedro de Alarcón, Oviedo, 23 de mayo 1637. AGS, GA, Leg. 1.202. Junta de Coroneles, 14 de enero 1637. Cartas del Gobernador del Principado de Asturias, Oviedo, 8 de diciembre 1636 y 5 de abril 1637. Relación de los costes de la leva, Oviedo, 28 de mayo 1637. Cartas de Diego Portillo, La Coruña, 11 y 24 de mayo 1637. AGS, GA, Leg. 1.205. 7 Relación de la infantería de las nuevas levas que el día de la fecha se halla en el presidio de La Coruña, 10 de junio 1637. Relación de lo obrado con los corregidores de Castilla la Vieja y Andalucía, hasta 18 de abril 1637. AGS, GA, Legs. 1.206 y 1.211. 8 Relación de la infantería de nuevas levas que se embarcó en la Armada con que don Lope de Hoces y Córdoba salió en 7 de este mes, La Coruña, 9 de diciembre 1637. AGS, GA, Leg. 1.209. 9 ALCALÁ-ZAMORA Y QUEIPO DE LLANO, J.: España, Flandes y el Mar del Norte (1618-1639). La última ofensiva europea de los Austrias madrileños. Barcelona. 1975, pp. 390-394. 10 Consulta del Consejo de Guerra, 10 de diciembre 1637. AGS, GA, Leg. 1.184.

Page 15: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

10

contribuciones militares asturianas aumentaron, solapándose entre sí, ante la salida de las milicias y la hidalguía para socorrer la ciudad, además de otros servicios y levas posteriores para reforzar las fortificaciones fronterizas12. Todo ello estuvo salpicado con importantes miedos a que se produjera alguna invasión costera a gran escala, como la que sucedió en Laredo en 1639, siendo saqueada la villa por la Armada francesa a la vez que se destruían varios navíos de la Armada que se encontraban en construcción13. Poco antes de lo ocurrido la provincia pedía expresamente al rey una moderación en sus servicios de armas, a la vez que las zonas costeras fueran relevadas de esa obligación, para así poder concentrarse en la defensa de sus propios hogares y puertos ante las cada vez más numerosas agresiones francesas14.

En 1639 tuvo lugar la expedición naval más importante y ambiciosa de todas las que se dispusieron, ya que pretendía transportar hasta Flandes 9.000 infantes que se congregaban en el puerto de La Coruña. La derrota de la expedición naval del almirante Oquendo, enviada por la monarquía para intentar no sólo transportar tropas a Flandes, sino también, para destruir a la Armada holandesa, fue un enorme fracaso que dejó maltrecha la flota hispana, aunque buena parte de los hombres que transportaba pudieron llegar a Flandes. Aunque no tenemos datos particulares sobre la participación asturiana en la empresa, otras fuentes paralelas nos informan de que en ese año se reunieron en el Principado 400 infantes y marineros para dicha Armada. Esta aportación, junto con las que se sucedieron los años siguientes para Cataluña, hicieron que hasta 1642 Asturias aportara más de 4.000 infantes a los ejércitos de la monarquía15. La mayoría pudieron volver a sus casas al acabar la operación para la que fueron convocados, como los aportados para el socorro de Fuenterrabía, pero sin duda la cifra fue elevada, y muchos, como los que fueron a Flandes, no tuvieron tan fácil el regreso a sus hogares.

El desastre de la Armada de Oquendo (1639), junto con el cierre del corredor militar terrestre ante la caída de la plaza de Breisach en el Rin (1638) se han interpretado en muchos casos como el fin del Camino Español y de esta vía marítima para llegar a Flandes. Hoy sabemos que no fue así, la vía marítima continuó y durante la segunda mitad del siglo

11 PALAFOX Y MENDOZA, J. de: Sitio y socorro de Fuenterrabía, y sucesos del año de 1638. Madrid. 1793. 12 Junta de Ejecución, 30 de abril 1639. Relación de la gente que hay en el ejército de Cantabria. AGS, GA, Leg. 1.256. Consulta del Consejo de Guerra, 13 de octubre 1638. Consulta del Consejo pleno de Estado y Guerra, 24 de mayo 1639. AGS, GA, Leg. 1.260. Relación de las compañías de la gente de Asturias y del número de gente que tienen, 1639. AGS, GA, Leg. 1.277. 13 FERNÁNDEZ DURO, C.: Historia de la Armada española. Desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Madrid. 1972. Tomo IV, pp. 201-204. 14 Consulta del Consejo de Guerra, 27 de abril 1639. AGS, GA, Leg. 1.255. Sobre el panorama general de la defensa costera entre los siglos XVII y XVIII: MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E.: “Obligaciones y necesidades en defensa del Principado de Asturias en el tránsito del siglo XVII al XVIII”. En Revista de Historia Militar, 101. 2007, pp. 205-230. 15 Relación de servicios de don Juan de Caso, caballero de la orden de Santiago y Diputado general del Principado de Asturias, 25 de octubre 1655. AGS, GA, SM, Leg. 39 f. 89.

Page 16: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

11

XVII nunca dejaron de llegar españoles a Flandes16. A partir de la década de 1640 se debió buscar una solución para poder enviar soldados españoles a Flandes, ya que a pesar de contar con el abrigo de los puertos aliados cualquier expedición naval a esas latitudes tenía el peligro de ser apresada. La monarquía experimentó sus peores momentos en esa fatídica fecha de 1640, ante las sublevaciones de catalanes y portugueses, por lo que se debieron multiplicar los reclutamientos en todas partes, quedando el envío de españoles a los Países Bajos seriamente limitado, a la vez que se comenzó a reclamar al Ejército de Flandes una parte de sus efectivos extranjeros para formar un ejército profesional y de importancia en la Península17. La unión entre la Península y los puertos flamencos, a pesar de la precariedad del sistema, siguió realizándose gracias a los navíos de la Armada de Flandes y otros navíos de corso, que en pequeñas expediciones se encargaron de transportar tropas de un lado a otro: españoles a Flandes, y soldados de naciones a los nuevos ejércitos que se formaban en España18.

A diferencia de las expediciones pasadas, o las que se realizaban por vía terrestre, éstas eran limitadas, y en muchos casos estaban protagonizadas por barcos individuales o pequeñas expediciones de pocos buques que gracias a su pericia y poco calado intentaban zafarse del bloqueo holandés, no sin que algunos terminaran siendo capturados por éstos. La paz con Holanda (1648) y el posterior acercamiento diplomático con la república neerlandesa allanaron el camino19, que aun así sería complicado ya que se tardarían varias décadas en saldar viejas heridas y que se permitiera que los navíos mercantes holandeses se encargasen directamente del transporte de tropas20.

Dentro de este largo proceso uno de los momentos más álgidos se vivió durante la guerra con la Inglaterra de Cromwell (1654-59)21, en la que se fraguó la definitiva pérdida de la base naval de Dunquerque. Durante este paréntesis fue tremendamente complicado enviar españoles a Flandes, lo que debilitó al Ejército de Flandes y contribuyó a la definitiva derrota española ante Francia, rematada por la Paz de los Pirineos. A lo largo de esta coyuntura, y ante la imposibilidad de utilizar los puertos holandeses, se intentó comunicar los puertos asturianos con el de Ostende. En esos momentos en la Península se combatía

16 Durante el reinado de Calos II llegaron a Flandes más de 32.000 españoles. RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “El Reclutamiento de españoles para el Ejército de Flandes durante la segunda mitad del siglo XVII”. En GARCÍA HERNÁN, E. y MAFFI, D. (eds.). Guerra y sociedad en la Monarquía Hispánica: Política, Estrategia y Cultura en la Europa Moderna (1500-1700). Madrid. 2006, Volumen II, pp. 395-434. 17 RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “Los primeros ejércitos peninsulares y su influencia en la formación del Estado Moderno durante el siglo XVII”. En GONZÁLEZ ENCISO, A. (ed.), Un Estado Militar. España, 1650-1820. Madrid. 2012, pp. 19-64, en especial pp. 31-32. 18 STRADLING, R.A.: La Armada de Flandes. Política naval española y guerra europea 1568-1668. Madrid. 1992, pp. 165-169. PARKER, G.: El ejército de Flandes…, Op. Cit. p. 118. 19 HERRERO SÁNCHEZ, M.: El acercamiento hispano-neerlandés (1648-1678). Madrid. 2000. 20 RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “De Galicia a Flandes: Reclutamiento y servicio de soldados gallegos en el Ejército de Flandes (1648-1700)”. En Obradoiro de Historia Moderna, 16. 2007, pp. 213-251. 21 STRADLING, R.A.: Europa y el declive de la estructura imperial española 1580-1720. Madrid. 1992, pp. 193-195.

Page 17: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

12

en dos frentes, contra Francia en Cataluña y contra Portugal a lo largo de toda la frontera, por lo que pocas zonas habían quedado exentas de reclutamientos masivos. Entre las pocas que no se veían afectadas por ellos estaban León y Asturias, por lo que se pensó que allí se podrían reclutar algunos cientos de hombres para reforzar el Ejército de Flandes, los cuales serían enviados por los puertos asturianos en bajeles de armadores de corso, los únicos capaces de realizar el viaje en invierno22. La idea era demasiado arriesgada, por lo que pronto debió ser desechada, a la vez que en Asturias y León comenzaron a ejecutarse otros reclutamientos a cargo del Príncipe de Stigliano, que tendrían por destino el Ejército de Galicia23.

2. Los servicios de Asturias a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII

En Asturias aún perduraba en tiempos de los Austrias un sistema de reclutamiento –con claros tintes medievales– que aportaba hombres al ejército a través de los denominados servicios24, apercibimientos con un carácter temporal y que podían reclamarse año tras año. Estas aportaciones se encuadran dentro del sistema intermediario de reclutamiento, término que acuñó el profesor I.A.A. Thompson hace ya más de 35 años. Todavía a finales del siglo XVI el sistema de reclutamiento directo a través de banderines de enganche –bajo comisión real y ejecutado por capitanes reclutadores enviados por el Consejo de Guerra que trataban de alistar voluntarios– apenas había llegado a la cornisa cantábrica. Allí el rey reclutaba a través de intermediarios locales con influencia o la nobleza local, que llegaban donde el rey no podía llegar25.

La petición de servicios de tropas llegó a ser muy común en Asturias, logrando que dichas demandas fuesen abordadas como si se tratase de un impuesto o un donativo más, aunque no siempre era fácil que los representantes de las diputaciones y concejos acordaran unánimemente cualquier aportación. La fórmula era sencilla. El rey, mediante una carta o una cédula real, cursaba una petición para que se sirviera con un número de hombres fijado de antemano en un ejército determinado. Tras su llamamiento, las Juntas Generales se reunían para tratar la petición, votándose el servicio y aprobándose la aportación de un número concreto de hombres encuadrado en compañías. Muchas veces la cifra final de hombres era inferior a la pedida por la Corona, ya que la provincia decidía su aportación según sus posibilidades económicas y humanas. La clave del sistema era la negociación entre la Corona y la provincia, ya que siempre el servicio podía reportar contrapartidas de todo tipo, especialmente a los encargados de aprobar y cumplir con las

22 Consulta del Consejo de Estado, 14 de noviembre 1658. AGS, E. Flandes, Leg. 2.092. 23 Carta del Consejo de Guerra al Príncipe de Astillano (Stigliano), 12 de abril 1659. AGS, GA, Libro 257, f. 97. Consulta del Consejo de Guerra, 16 de marzo 1659. AGS, GA, Leg. 1.934. 24 Para el caso de los servicios de las provincias vascas: TRUCHUELO GARCÍA, S.: “El deber de servicio militar al monarca: los casos alavés y guipuzcoano (siglos XVI-XVII)”. En Iuravasconiae: revista de derecho histórico y autonómico de Vasconia, 4. 2007, pp. 239-284. 25 THOMPSON, I.A.A.: Guerra y decadencia. Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620. Barcelona. 1981, p. 146-47.

Page 18: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

13

peticiones del soberano: la élite local que participaba en ese ámbito de decisión. Así fue común que los gobernadores y corregidores del Principado, y algunos importantes representantes de concejos que se señalaban en las aprobaciones de servicios –encabezando opiniones proclives a éstos y al servicio a la monarquía–, consiguieran del soberano mercedes y honores para ellos y sus familias, especialmente hábitos de las órdenes militares26. Entre los Gobernadores del Principado que consiguieron este honor destacó en esta época don Pedro de Gamarra, que gracias a sus gestiones como gobernador y su colaboración en los reclutamientos de tropas y marinería logró que dos de sus hijos obtuvieran un hábito de Santiago en 166627.

Entre 1648 y 1655 el Principado de Asturias sirvió anualmente a la monarquía con una media de entre 240 y 300 soldados que se aplicaron al ejército de Cataluña. Dichos soldados se sacaban de las distintas ciudades, villas, concejos y cotos del Principado, utilizando cupos establecidos en base a la población de cada uno28. Según algunos datos, por cada soldado aportado por Asturias habría a unos 130 vecinos, que multiplicado por el coeficiente habitual de vecinos-habitantes (4,5) nos daría 585 habitantes por soldado repartido29. El problema de esta clase de servicios estaba en que eran temporales y no implicaban la permanencia de los soldados en el frente más allá de la campaña militar, acaeciendo entre ellos numerosas deserciones incluso antes de llegar al frente30. Esto, unido a otras circunstancias, como el agotamiento del Principado y la enorme distancia que lo separaba de Cataluña, hicieron que a partir de 1656 la Corona aceptara que el servicio se compusiera a dinero, ya que con esa cantidad se pretendía reclutar voluntarios en otras partes. Ese año el Principado decidió servir con 12.000 ducados, mitad en vellón y mitad en plata31, contribución que permanecerá como fija durante algunos años, aprobándose el cambio por parte del Consejo de Guerra32.

26 RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “Servir al rey con hombres. Recompensas concedidas a élites y representantes del rey por su colaboración en el reclutamiento (1630-1700)”. En ESTEBAN ESTRÍNGANA, A. (ed.), Servir al rey en la Monarquía de los Austrias. Medios, fines y logros del servicio al soberano en los siglos XVI y XVII, Madrid, Sílex, 2012, pp. 415-443. 27 Junta de Armadas, 23 de abril 1668. AGS, GA, Leg. 3.505. Pruebas para la concesión de los títulos de caballeros de la Orden de Santiago de Juan Alonso de Gamarra y Arriaga y Santiago de Pedro de Gamarra y Arriaga, 1666. AHN, N, OM, Caballeros de Santiago, exps. 3.234 y 3.235. 28 RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: Los Tambores de Marte. El Reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII (1648-1700). Valladolid. 2011, pp. 237-239. 29 Ibídem. pp. 244-245. 30 Ibídem. pp. 255-256. 31 Junta de Guerra de España, 21 de marzo 1656. AGS, GA, Leg. 1877. Cartas del Consejo de Guerra al Principado de Asturias, 31 de marzo y 25 de abril 1656. AGS, GA, Libro 245 f. 195 y 202. 32Diputación del 25 de febrero, Junta General del 8 de abril y Diputación del 11 de abril de 1658. Actas de las Juntas y Diputaciones del Principado de Asturias, Tomo VII (1652-1672), Transcripción e índices por ANDÚJAR POLO, M.D. Oviedo. 1964, pp. 69-72.

Page 19: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

14

A partir de 1661 la Corona fue necesitando cada vez más fondos y hombres para proseguir su lucha contra Portugal, cada vez más activa en la frontera33. Ese año la cuantía entregada por Asturias aumentó hasta los 14.000 ducados, mitad en vellón y mitad en plata, esta vez ya no para la guerra contra Francia sino para la recuperación de Portugal, estableciéndose que los 2.000 ducados de aumento eran ofrecidos por vía de donativo34. Al año siguiente la cuantía aumentó hasta los 20.000 ducados35, y en 1663 Asturias volvió a servir a la monarquía con hombres formando un Tercio de 500 efectivos para el ejército de Galicia36, unidad que permaneció activa hasta 1664, aunque en ese año se debieron reclutar otros 436 soldados para remplazar las bajas iniciales37.

3. Los primeros intentos de reclutar hombres para Flandes durante el reinado de Carlos II

A comienzos del año 1665 desde Flandes se pidió que se enviaran españoles para los Tercios que aún quedaban en el ejército, debido a que hacía ya mucho tiempo que éstos no se reclutaban. En un primer momento el Gobernador de los Países Bajos, el marqués de Castel-Rodrigo, pedía el envío de 2.000 soldados que se intentarían reclutar en diferentes partes, sacándose 500 de ellos de Asturias, otros 500 de León y los 1.000 restantes de las islas Canarias. La elección de estos lugares estaba motivada por la continuidad con la guerra con Portugal, que tenía empeñada a buena parte de la monarquía con hombres y dinero. Estas regiones parecían más desembarazadas de compromisos bélicos, a la vez que estaban cercanas a regiones costeras desde donde sería fácil el embarque, por lo que parecían idóneas para la recluta38. Tras desestimarse una recluta directa en Asturias se debatieron otras fórmulas para reunir los hombres que se necesitaban en Flandes. Entre ellas se valoró la oferta de un conocido asentista, Juan de Miranda, el cual a lo largo de los 20 años

33 Sobre el tema: VALLADARES, R.: Felipe IV y la restauración de Portugal. Málaga. 1994, pp. 39-40. DORES COSTA, F.: A guerra da Restauração 1641-1668. Lisboa. 2004. WHITE, L.: “Guerra y revolución militar en la Iberia del siglo XVII”. En Manuscrits, 21. 2003, pp. 63-93; y “Estrategia geográfica y fracaso en la reconquista de Portugal por la monarquía hispánica”. En Studia Histórica. Historia Moderna, 25. 2003, pp. 59-91. 34 Diputación del 17 y 23 de junio 1661. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. Tomo VII, pp. 94-96. Consulta del Consejo de Guerra, 18 julio 1661. AGS, GA, Leg. 1.980. 35 Carta de la Secretaría de Guerra al Principado de Asturias en respuesta de la proposición de su procurador general don Fernando Vigil de Quiñones, 1 de julio 1662. AGS, GA, Libro 282 f. 5. Consulta del Consejo de Guerra, 20 de septiembre 1662. AGS, GA, Leg. 2.003. 36 Diputación del 3 de febrero 1663. Auto de repartimiento del 4 de febrero 1663. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 102-106 y 112-121. 37 Repartimiento de los infantes con que sirve el Principado de Asturias, 20 de abril 1664. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 161-167. 38 Consultas del Consejo de Estado, 8 y 17 de enero 1665. AGS, E. Flandes, Leg. 2.104. Consultas del Consejo de Guerra, 14 de septiembre y 27 de diciembre 1665. AGS, GA, Leg. 2.084. Minutas sobre las levas pedidas, Madrid, 12 de enero 1665. AGS, GA, Leg. 2.075.

Page 20: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

15

anteriores había suministrado notables contingentes de tropas en Madrid y toda Castilla para los ejércitos de la monarquía, y que por tanto tenía una notable experiencia en la materia39. En un primer momento se intentó que reuniera 2.000 infantes para Flandes en la meseta norte, Galicia, León y Asturias, desde donde se pensaba que más fácilmente se podría embarcar a los contingentes, pagándosele por cada uno 200 reales de vellón. Pero pronto la monarquía desaconsejó la formalización del asiento debido a que se necesitaban hombres para el frente portugués debido a la derrota de Villaviciosa40.

Todos estos intentos no tuvieron el efecto deseado, y no se consiguió nada, teniéndose que buscar otras fórmulas para el tan ansiado refuerzo. En Asturias cualquier nuevo servicio de tropas chocaba con el hecho de que esta obligación se había terminado componiendo a dinero, y que en los acuerdos estaba implícito que el Principado no estaba obligado a más, quedando cerrada la puerta de cualquier otro reclutamiento. Si bien en otros lugares de Castilla se llegaron a acuerdos parecidos con la aparición de los Tercios Provinciales (1663-64), continuamente el rey incumplía lo pactado y seguía reclutando voluntarios a través de la vía tradicional –enviando capitanes y arbolando banderas– en los partidos que habían transformado su obligación militar a dinero41. Pese a ello los servicios presentados por Asturias durante 1665 fueron sólo de carácter económico, suministrando a las arcas del Tercio Provincial de Burgos 25.000 escudos de vellón para respaldar el mantenimiento de esta unidad en el frente extremeño, por lo que la corona se terminó conformando sin pedir nada más42.

Al año siguiente se intentó nuevamente que una parte de los hombres que se reclutaban para Flandes se levantaran en Asturias, llegando a ordenar el Consejo de Guerra que se despacharan 20.000 escudos para comenzar los preparativos, pretendiendo que se llegaran a levantar hasta 6 compañías de infantería43. Poco después el Consejo de Guerra reconocía la “imposibilidad de hacer gente en Asturias”, debido a “…la conveniencia de que no se saque quintada, que se use de los ociosos, malentretenidos, presos de las cárceles por delitos leves y de los que han sido soldados, obligándoles a estos que vuelvan a servir”. Tras ello resolvía que la leva en ningún caso debía ser gravosa para el Principado, aunque ello supondría que fuera mucho menos numerosa. De esta manera estimaba que con el envío de dos capitanes a Asturias sería más que suficiente. Éstos debían reclutar todos los voluntarios que pudieran por sus propios medios, además de intentar que las autoridades 39 Sobre este personaje: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “Patentes por soldados: Reclutamiento y venalidad en el ejército durante la segunda mitad del siglo XVII”. En Chronica Nova, 33. 2007, pp. 37-56, en especial p. 45. 40 Consultas del Consejo de Guerra, 18 de mayo y 23 de julio 1665. AGS, GA, Legs. 2.084 y 2.085. Orden real, Madrid, 4 de agosto 1665. Proposiciones de don Juan de Miranda, Madrid, 8 de marzo 1665. AGS, GA, Leg. 2.103. 41 RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “Los primeros ejércitos peninsulares y su influencia en la formación del Estado Moderno durante el siglo XVII”. En GONZÁLEZ ENCISO, A. (ed.), Un Estado Militar. España, 1650-1820. Madrid. 2012, pp. 19-64; en especial pp. 46-51. 42 Carta del Consejo de Guerra al Principado de Asturias, 15 de junio 1665. AGS, GA, Libro 282 f. 107. 43 Consulta del Consejo de guerra, 15 de enero 1666. AGS, GA, Leg. 2.110.

Page 21: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

16

les apoyaran alistando en sus compañías a otras clases de hombres sin provecho para el común, para evitar así un nuevo repartimiento y el tener que establecer cupos a los concejos, como se había hecho durante las décadas anteriores44.

Al final nada se llegó a ejecutar durante este año, en parte debido al poco interés de la Junta del Principado de Asturias por alargar sus contribuciones a la Corona, ya que colaboraba económicamente al sustento de los Tercios Provinciales que luchaban en la frontera extremeña. Cada año el Principado abonaba en Madrid 15.000 ducados para sufragar el mantenimiento de los soldados del Tercio Provincial de Burgos-Valladolid, a condición de que no se le pidiera sacar gente para la guerra con Portugal45.

En cambio ese año Asturias si que colaboró reuniendo marinería para los barcos de la Armada. A principios de año la Junta de Armadas había establecido que para tripular los 20 bajeles de la administración real faltaban 1.000 marineros, por lo que necesitaba que al menos 200 se reunieran en Asturias, alistándose la mayoría de los restantes en Cantabria y las provincias vascas46. La leva de marineros se realizó con celeridad, gracias en parte a que no se levantaba ningún soldado en la región, por lo que el corregidor de Oviedo pudo despachar desde mediados de febrero dos tropas que ascendían a 202 plazas de marinería, entre marineros, artilleros y grumetes. Todos debieron ir por tierra hasta Cádiz, atravesando toda la Península, ya que en ese momento no había en los puertos cantábricos barcos apropiados para transportarlos47. A pesar del éxito relativo de la leva, la calidad de los marineros debió ser mala. Aunque fueron los primeros en llegar a Cádiz, el Almirante General Diego de Ibarra se quejó al Consejo de Guerra de la mala calidad de los asturianos, afirmando “pues los más no conocen cavo, y es compasión salir con tal gente a la mar”. Con su queja, Diego de Ibarra sin duda se refería a que observaba marineros muy jóvenes y con poca experiencia marinera, muchos de los cuales se debieron alistar obligados o tentados por las pagas ofrecidas, mientras que los marineros más curtidos prefirieron quedarse en sus casas y continuar con sus labores48.

Las cosas cambiaron al año siguiente, debido a las necesidades de la frontera gallega y castellana con Portugal. La necesidad de tropas en Galicia hizo que su nuevo gobernador, el Condestable de Castilla, pidiera a la Corona que con urgencia enviase tropas de fuera del reino, porque sus milicias no eran de provecho para la guerra. En el Consejo de Guerra se debatió el envío de diversos contingentes de tropas, siendo una de las ideas el volver a formar el tercio de Asturias de nuevo con 500 hombres. Esta opción fue estudiada detenidamente, aunque ya desde el principio se veía poco probable este servicio por “la poca aplicación a la guerra que tenían los naturales” y por el servicio económico que se daba para los Tercios Provinciales. Pese a todo la Corona pidió el servicio en especie, 44 Consulta del Consejo de Guerra, 25 de enero 1666. AGS, GA, Leg. 2.110. 45 Consulta del Consejo de Guerra, 7 de abril 1666. AGS, GA, Leg. 2.110. 46 Consulta de la Junta de Armadas, 17 de enero 1666. AGS, GA, Leg. 3.482. 47 Consulta de la Junta de Armadas, 9 de marzo 1666. Relación y memoria del estado de las levas de marinería de Cantabria y Asturias, 26 de abril 1666. AGS, GA, Leg. 3.482. 48 Carta del Almirante General don Diego de Ibarra, Cádiz, 11 de abril 1666. AGS, GA, Leg. 3.490.

Page 22: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

17

ofreciendo a cambio la vuelta a sus casas de los soldados después de la campaña y la conmutación del servicio económico que se venía aportando. Finalmente la Corona optó por anular su petición de hombres ante la dificultad de juntarlos y los enormes gastos que conllevaría, contentándose sólo con una aportación económica para los Tercios Provinciales. Servicio que incluso era menos gravoso, al reducirse éste con respecto al anterior, sirviendo Asturias con 24.000 escudos de vellón49.

Pero esta petición de hombres a Asturias para Galicia no fue única, ya que también se pidieron 500 hombres para asistir temporalmente en las fronteras de Castilla, fuertemente amenazadas ese año. Aunque la necesidad de gente era grande, Asturias seguía aportando 15.000 ducados anualmente a cargo de la composición de sus milicias50 y a condición de que no se pudiera sacar gente para el servicio real. Por ello el Consejo de Guerra desestimó nuevamente la petición por su inviabilidad, pese a las grandes necesidades bélicas, ya que la leva habría topado con innumerables problemas y falta de colaboración local, ya que sólo se podrían haber reclutado voluntarios51.

4. La Guerra de Devolución (1667-1668)

Durante 1667-1668 los frentes bélicos donde actuaba la Monarquía Hispánica se ensancharon a raíz de un nuevo enfrentamiento con Francia, la llamada Guerra de Devolución. En mayo de 1667 Luis XIV invadió Flandes con un ejército de 70.000 hombres, lo que motivó que desde la península se tomaron diversas medidas, entre las que destacó el reclutamiento masivo de tropas cuyo destino era Flandes52. Por este motivo a partir de septiembre de 1667 se intentaron reclutar más hombres en Asturias, a pesar de que inicialmente para mismo año se había pedido el servicio económico habitual, esta vez de 20.000 escudos de vellón para el Tercio Provincial de Burgos-Valladolid53. A partir del verano se formularon diversas peticiones a los diferentes reinos y provincias del norte peninsular para que sirvieran con cierto número de tropas para nutrir el ejército de Flandes, a la par que se reforzaba el ejército de Cataluña y las tropas que luchaban contra

49 Consejo de Guerra sobre la carta recibida del Condestable de Castilla, Gobernador de Galicia, 27 de abril 1666 y 17 mayo de 1666. AGS, GA, Libro 294 f. 142 y 161. Carta del Consejo de Guerra al Principado de Asturias, 31 de julio 1666. AGS, GA, Libro 282 f. 149. 50 Sobre este impuesto: RIBOT GARCÍA, L.: “El Reclutamiento Militar en España a mediados del siglo XVII. La "Composición" de las milicias de Castilla”. En Cuadernos de Investigación Histórica, 9. 1986, pp. 63-89, y CONTRERAS GAY, J.: “Las milicias pecuniarias en la corona de Castilla (1650-1715)”. En Studia Historica. Historia moderna, 25. 2003, pp. 93-121. 51 Consulta del Consejo de Guerra, 7 de abril 1666. AGS, GA, Leg. 2.110. 52 Sobre este conflicto: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: España, Flandes y la Guerra de Devolución (1667-1668). Guerra, reclutamiento y movilización para el mantenimiento de los Países Bajos españoles. Madrid. 2007. 53 Carta del Consejo de Guerra al Principado de Asturias, 23 de enero 1667. AGS, GA, Libro 282 f. 166. Cuentas del pagador del Tercio Provincial de Burgos y Valladolid, de 1666 a 1669. AGS, CMC 3ª época, Leg. 3.263 doc. 11.

Page 23: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

18

los portugueses. Por este motivo –al igual que a Galicia, las Cuatro Villas de Costa o las provincias vascas–, a Asturias se la pidió que sirviese reuniendo dos compañías de infantería para luchar en el ejército Flandes.

El servicio consistiría en el reclutamiento de dos compañías de 100 hombres, formadas por voluntarios naturales del Principado. Los costes de vestir, armar, socorrer correrían a cargo de la provincia, al igual que su transporte hasta La Coruña, desde donde partirían a Flandes con las tropas reclutadas en Galicia. Para facilitar la leva la Corona ofrecía las patentes de los capitanes y el resto de los oficiales en blanco, para que se asignasen por los representantes del Principado a las personas que considerara más convenientes para esos cargos, siendo la misión más importante de éstos disciplinar y conservar a sus hombres. Los soldados debían estar listos a mediados del mes de diciembre, ya que se pensaba enviar estas tropas con prontitud, para que estuviesen en Flandes antes de que empezara la siguiente campaña. Estas compañías, junto con el resto de las reclutadas en el norte peninsular, se incluirían en el Tercio que se formaba a don Francisco Antonio de Agurto54.

Pero eran muchos los que creían que el Principado podía aportar más a la monarquía, como afirmó el Condestable de Castilla, porque “…muy bien se podría sacar de aquella parte 1.000 hombres sin que hicieran falta ninguna porque demás de ser tan poblada de gente y que jamás a alojado, es aquel Principado de lo más descansado y aliviado que ay en España”55. También en Marqués de Aytona reconocía que en Asturias había más gente, por lo que esos 200 hombres parecían pocos, determinando en su parecer que debían reclutarse más hombres56. Ante estas informaciones el Consejo de Guerra decidió ordenar el reclutamiento de 400 hombres más en el Principado, pero esta vez voluntarios reclutados arbolando banderas a costa de la real hacienda. Estos se incluirían al servicio de los 200 hombres pedidos anteriormente. La leva se encomendó a don Sancho Miranda, hijo de la tierra, que podría facilitar su término, por su experiencia y por los parientes y séquito que tenía en el Principado. Para realizarla se le enviaron tres patentes más de capitanes, además de una de Maestre de Campo, ya que se planeaba la formación de un nuevo Tercio. Éste se formaría de los 600 hombres que debían sacarse de Asturias, y de los 300 que se reunían en León, además de una compañía que debía reclutar el Conde de Benavente, siendo elegido Sancho Miranda su oficial al mando. Pero al final no se reunieron hombres en Asturias, León no llegó a aportar hombres, y tampoco el Conde de Benavente, por lo que pronto se debió desechar la idea de formar un nuevo Tercio57.

54 Carta del Condestable de Castilla, 29 de septiembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.132. Carta del Consejo de Guerra al Condestable de Castilla, Gobernador del Reino de Galicia, 20 de octubre 1667. AGS, GA, Libro 307 f. 65. Carta del Consejo de Guerra y Cédula real mandada al Principado de Asturias para que sirviese con 200 hombres para Flandes, 25 de octubre 1667. AGS, GA, Libro 264 f. 176. 55 Carta del Condestable de Castilla, 29 de septiembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.132. 56 Carta del Marqués de Aytona, Madrid, 4 de noviembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.152. 57 Consulta del Consejo de Guerra, 7 de diciembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.132. Patentes de infantería en blanco para levantar tres compañías en Asturias y carta al gobernador de Asturias Pedro Gómez de Ribera, 24 de diciembre 1667. AGS, GA, Libro 264 f. 199. Minuta del Consejo de Guerra, Madrid, 28 de enero 1667. Orden real al Marqués de Aytona, Madrid, 19 de septiembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.152.

Page 24: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

19

De hecho el resultado de las aportaciones pedidas a Asturias fue muy diferente. Por un lado el Principado se excusó de poder cumplir con el servicio pedido, alegando el nuevo corregidor “el poco fruto que se ha sacado deste género de lebas en aquella parte manifiesta ahora la misma desconfianza”58. En compensación a este servicio de 200 hombres el Principado ofrecía servir a su majestad con 10.000 escudos de vellón, que servirían para pagar parte de los costes de la leva voluntaria que se hacia a cargo de Sancho Miranda. La nueva proposición se aceptó por la Corona conmutándose a un servicio económico, exigiendo además los 20.000 escudos que ofrecía anualmente para el mantenimiento de los Tercios Provinciales, cantidad que no se perdonó pese a que se reclutaran tropas, ya que éstas se reclutaron voluntariamente y a cargo de la Real Hacienda. La monarquía conmutó el servicio a pesar de su extrema necesidad de tropas, ya que los ánimos de la provincia indicaban que nunca se cumpliría con el cupo pedido. A cambio conseguía dinero, aunque una cantidad algo menor que lo que se estimaba necesario para formar dos compañías de 100 hombres, a razón de 6.000 escudos por cada una59. La rápida aceptación de la composición a dinero fue criticada por algunos sectores cortesanos como el Marqués de Aytona. Éstas se centraban en el hecho de que en Asturias había suficiente población, y además había aumentado, ya que se creía que en los últimos años se habían pasado más de 20.000 familias desde Galicia huyendo de las continuas aportaciones para la guerra contra Portugal. Por ello no se entendía que la provincia hubiera reusado un servicio que parecía corto, y menos aún que ofreciera tan poco dinero a cambio, ya que en su opinión eso valdría de poco para defenderse de los franceses. De hecho el marqués llegaba a afirmar desazonado: “siendo así que con el dinero no nos redimiremos si no ay infantería y buenos mosqueteros que nos defiendan”60.

La leva a cargo de Sancho Miranda se terminó realizando, encaminándose finalmente a La Coruña cerca de 200 hombres en grupos más reducidos. Aunque la leva empezó en el mes de diciembre de 1667, arbolándose banderas en Oviedo y otras villas de todo el Principado, el reclutamiento duró más de seis meses, hasta el mes de mayo, teniendo unos resultados algo mediocres. A comienzos de marzo se pudieron enviar 50 hombres a La Coruña de la compañía que se reclutaba en Oviedo, pasando Sancho Miranda a los cuerpos de guardia del resto de las banderas arboladas para programar la salida de los soldados ya reclutados. A finales de ese mes ya se preparaba la salida de otra partida hacía Galicia de los reclutados en Oviedo, aunque se reconocía que en el resto de las banderas no se estaba reclutando ni un solo hombre. Pese al contratiempo a mediados de abril se logró reunir a una tropa de 50 hombres que fueron despachados con uno de los capitanes, y ya a comienzos de mayo se envió a otro capitán con 60 hombres, dándose por finalizada la

58 Carta del corregidor de Asturias al Consejo de Guerra, Oviedo, 19 de noviembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.160. 59 Carta del corregidor de Asturias al Consejo de Guerra, Oviedo, 19 de noviembre 1667. Consulta del Consejo de Guerra, 7 de diciembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.132. Carta del Principado de Asturias, Oviedo, 31 de diciembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.190. Memoria de lo resuelto tocante a las levas para Flandes, s/f. AGS, GA, Leg. 2.152. Carta del Consejo de Guerra al gobernador de Asturias, 19 diciembre 1667. AGS, GA, Libro 300 f. 6. 60 Carta del Marqués de Aytona, Palacio, 11 de diciembre 1667. AGS, GA, Leg. 2.154.

Page 25: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

20

recluta, que se había dilatado demasiado en el tiempo y no había sido satisfactoria. Por eso se resolvió no reclutar la última compañía de las pedidas, mandándose al capitán sobrante a Galicia para que se le destinara el mando de una nueva compañía que se reclutaría allí. En total salieron del Principado 210 hombres con dos capitanes, aunque no llegaron todos a Galicia. Los gastos de esta recluta se financiaron gracias a los distintos servicios aportados por la provincia, tanto el ofrecido ese año como otros pendientes61.

Las tropas fueron llegando de manera irregular en barcos pequeños a Galicia, en donde los hombres fueron socorridos hasta el embarque a Flandes. En marzo la primera compañía reclutada en Asturias, la de Diego de la Concha, llegó a La Coruña, en donde permaneció cerca de un mes hasta que se embarcó. Otras tropas continuaron llegando durante los meses siguientes, hasta que finalmente a comienzos del verano se decretó el final de la leva ante la incapacidad de poder reclutar más voluntarios. En total 185 plazas, entre oficiales y soldados, se embarcaron para Flandes entre las dos compañías reclutadas en Asturias. La cifra final fue inferior a la esperada, aunque quedó claro que con la leva de voluntarios no se podía conseguir más, a pesar de la clara implicación de un noble local del calado de Sancho Miranda62.

Tabla 1: Compañías reclutadas en Asturias para Flandes en 1668:

Capitanes Lugar desde donde embarcaron

Plazas embarcadas (oficiales y soldados)

Día de llegada a Galicia

Embarque a Flandes

D. Diego de la Concha y Miera

La Coruña 104 22 de marzo 27 de abril

Ídem. Vigo 21 18 de julio

D. Diego de Miranda Arango

La Coruña 60 30 de mayo 3 de agosto

Total: 185

Fuente: AGS, GA, Leg. 2.194.

Esta leva ocasionó diferentes perjuicios en el Principado por los excesos cometidos por los militares, al alterarse el orden público. Un altercado en el puerto de Gijón entre los soldados y paisanos costó al vida a un vecino de la villa que murió herido de un

61 Cartas de don Sancho Miranda, Oviedo, 31 de diciembre 1667, 3 y 24 de marzo, 14 de abril, 26 de mayo y 11 de junio 1668. AGS, GA, Leg. 2.190. Diputación del 2 de noviembre 1668. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 177-178. 62 Consulta del Consejo de Guerra, 24 de mayo 1669, con la carta inclusa: Relación del dinero remitido y aplicado a las levas que se levantó en el reino de Galicia, Pontevedra, 12 de abril 1669. AGS, GA, Leg. 2.194. Cuentas de Antonio del Río, pagador de los ejércitos y presidios del reino de Galicia (1664-69). AGS, CMC 3ª época, Leg. 860.

Page 26: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

21

mosquetazo, mientras que otros dos quedaron heridos tras la reyerta, lo cual costo cierta cantidad de dinero a la provincia por la indemnización pagada63.

5. El reclutamiento durante la Guerra de Holanda (1672-1679) Durante el año 1669 sabemos que la provincia asistió sólo económicamente a los

ejércitos reales, aunque esta vez para recaudar el dinero la Corona concedió un arbitrio que permitía grabar dos reales en cada fanega de sal, para que el dinero obtenido se aplicase al socorro y mantenimiento de la guerra64.

En los dos años sucesivos el Principado participó económicamente en el impuesto de la composición de milicias, dándose noticia al Principado de su reducción a 20 ducados cada soldado65. Para el año de 1670 la junta del Principado resolvió servir con 6.000 ducados, a pesar de las mayores cantidades que se pidieron por la corona, que pretendía 10.000 ducados en vez del servicio en hombres. Estos 6.000 correspondían a los 300 hombres que tradicionalmente se pedían al Principado, pagando por cada uno la nueva cifra que se solicitaba en la composición66.

A finales de 1671 se resolvió realizar una cuantiosa leva de tropas para Flandes en diversos lugares de la geografía española, entre los que destacaban Galicia, la meseta norte y Asturias. La propuesta venía formulada por personajes tan importantes como el conde de Monterrey y don Diego Sarmiento –éste último Comisario General de la infantería y caballería de España, máximo responsable de todas las levas y alojamientos que se realizaban–, que a instancias de los Consejos de Estado y Guerra intentaban que el Ejército de Flandes recobrara el esplendor de tiempos pasados. En la opinión de Diego Sarmiento, de Galicia y Asturias se podían sacar bastantes soldados para Flandes, siendo él quien formuló la siguiente propuesta, la cual daría bastante que hablar durante los años siguientes:

“Para mayor refuerzo del exército de Flandes se podría también sacar del Principado de Asturias que abunda más de gente que otro ningún reyno, hasta 1.200 hombres de las 234 compañías que tienen de milicias, de a 300 hombres, y en todas 39.777 y sacando 5 de cada una de los que no sean sacados y menos falta hacen en la republica porque en todas partes hay ociosos serán 1.170 hombres y quando queden en los 1000 nos podemos contentar escriviendo en la misma conformidad al Principado y encargando la execución al gobernador del para que lo disponga con los sargentos mayores que hay de aquellos partidos remitiéndole asimismo 8 patentes suplidas como se hizo al reyno de Galicia y las emplee enlos hombres de calidad del Principado que quieran servir, o a soldados que lo ayan sido; encargándole mucho solicite este servicio con toda instancia

63 Junta general de 11 de agosto 1668. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. p. 175. 64 Junta general de 13 de mayo 1669. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 181-182. 65 RIBOT GARCÍA, L.: “El Reclutamiento Militar en España…”, Op. Cit, p. 80. 66 Diputación de 8 de diciembre 1669 y Juntas del 10 y 12 de septiembre 1670. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 190 y 194.

Page 27: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

22

y sin violencia, por la importancia de él y lo agradable que será a su magestad, y que avisse lo que dispusiere para que luego se le envíen los medios para embarcar la gente en el Principado y pasarla a La Coruña”67.

Tras las decisiones tomadas, con cierta previsión se mandaron cartas al Corregidor y al obispo de Oviedo para ir tanteando las posibilidades de reclutamiento que podía ofrecer la provincia, amén de las formas y maneras que se podían levantar estos hombres, intentado así causar la menor molestia posible a los pueblos y menos coste de la Real Hacienda, desechándose finalmente el recurso de sacar soldados de las milicias del Principado68. Los resultados de estas indagaciones fueron mucho más pobres de lo esperado. Por un lado el obispo afirmaba en su informe que allí sólo se podrían reclutar hasta 200 hombres. La cifra parecía demasiado escasa, y pese a las expectativas, el Consejo de Guerra procuró aumentarla, pidiendo al Principado 400 hombres. Esta cantidad parecía más cercana a las posibilidades reales, ante las dimensiones y lo poblado que estaba el Principado, además de la poca gente que había salido de éste en los últimos años para servir al rey, afirmándose que el Principado: “…no habiendo en todas las ocurrencias que ha tenido la monarquía de muchos años ha esta parte contribuydo con servicio de gente”69.

Las averiguaciones no sólo hablaban de la cantidad de hombres que se podrían reclutar, sino también de la manera de hacerlo. Las fórmulas que se sugerían para llegar a esta escasa cifra, según el obispo, eran dos: Primeramente, la concesión de varias patentes en blanco para caballeros conocidos de la provincia, que gracias a su séquito les sería fácil captar voluntarios. En segundo lugar se proponía juntar a todos los que habían sido soldados y habían huido del Ejército, o se hallaban sin licencia oficial en sus casas, para lo cual se emitirían órdenes para que ninguna persona, ya fuera seglar o eclesiástico, refugiara en su casa a cualquiera de éstos, imponiendo penas tanto a los soldados como a los que los ocultaran. A su vez también se emitieron sugerencias para mejorar la eficacia de las levas. Así se decía que el embarque se debía realizar desde el puerto de Gijón para evitar fugas y mayores gastos en la conducción de los soldados, a la par que era necesario proveer medios para el gasto de vestir, conducir y socorrer a los soldados, ya que allí no había los suficientes70.

Mediante estos lúcidos informes, el Consejo de Guerra realizó una petición de hombres cabal con unas instrucciones muy afinadas al respecto, en las que nada se dejaba al azar, para así poder encontrar la mejor manera de cumplir y hacer efectivo el reclutamiento que se pretendía realizar. La petición de la Corona fue cursada oficialmente a finales de 67 Informe de don Diego Sarmiento, Madrid, 25 de septiembre 1671. AGS, GA, Leg. 2.220. 68 Consultas del Consejo de Guerra, 24 de octubre y 7 de diciembre 1671. AGS, GA, Leg. 2.247. Carta a don Luis de Varona Sarabia, corregidor y capitán a guerra del Principado de Asturias, 1 de noviembre 1671. AGS, GA, Libro 316 f. 71. 69 Consulta del Consejo de Guerra, 7 diciembre 1671. Carta inclusa del Obispo de Asturias, 21 de noviembre 1671. AGS, GA, Leg. 2.247. Carta al licenciado don Luis de Varona Saravia, Gobernador del Principado de Asturias, 22 de diciembre 1671. AGS, GA, Libro 264 f. 231. 70 Consejo de Guerra, 7 diciembre 1671. Carta inclusa del Obispo de Asturias, 21 de noviembre 1671. AGS, GA, Legs. 2.220 y 2.247.

Page 28: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

23

diciembre de 1671 mediante una cédula real. El 2 de enero de 1672 la Diputación acordó convocar una junta general para debatir el servicio, algo que tuvo lugar los días 20 y 23 de enero de ese mismo año. En la junta del día 20, después de pasar lista a los diferentes representantes de los concejos del Principado, se leyeron en público varias cartas reales y la cédula en la que se pedía el servicio. En ella se reclamaba una aportación de 400 hombres vestidos, socorridos y puestos a costa del Principado en el puerto de Gijón, en donde estarían prevenidas las embarcaciones para enviarlos a Flandes71. Se creía, por tanto, que no sería demasiado gravoso para al Principado el hecho de vestir y socorrer estos hombres, aunque se dieron instrucciones para que si no se entraba en ello se utilizaran los medios más prontos de la Real Hacienda para acudir a este gasto72, a la vez que se establecía que en caso de no acceder la provincia al servicio la leva correría a cargo del rey73.

La recluta estaría estructurada en cuatro compañías. Para que la provincia realizase los nombramientos se mandaron las patentes en blanco para cuatro capitanes naturales del Principado, prefiriendo que fueran personas de séquito, aunque si no había personas de esa calidad que quisieran servir se elegirían soldados naturales con alguna experiencia, que eran denominados por la Corona como “soldados de fortuna”. Con esta pauta quedaba claro que se prefería la sangre a la hora de ser capitanes en lugar de tener experiencia en la profesión militar74. Las órdenes indicaban que dos de las patentes se podrían usar para comenzar la leva inmediatamente, mientras que las otras dos debían reservarse para más adelante. Si en el Principado no se juntaban los 400 hombres deseados esas patentes se deberían emplear para reunir hombres en León u otros partidos, dejando claro la monarquía que lo importante era reunir a los hombres, independientemente de donde se sacaran75.

La Corona también prefijó las personas susceptibles de formar parte de estas compañías, siguiendo las observaciones de los informes antecedentes para así cumplir con el cupo pedido. Siempre se insistió a que la leva se hiciese sin extorsiones ni violencia, sin entrar en ella los casados, sino sólo solteros ociosos y voluntarios, a la par que se recogerían todos los soldados que estuviesen retirados sin licencia o causa legítima76.

71 Diputación del 2 de enero, Junta del 20 de enero y Junta del 23 de enero de 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 217-234. 72 Carta al licenciado don Luis de Varona Saravia, Gobernador del Principado de Asturias, 22 de diciembre 1671. AGS, GA, Libro 264 f. 231. 73 Resumen del estado en que se hallan las levas de infantería y desmontados que se hacen para los estados de Flandes, 1672. AGS, E. España, Leg. 2.694. 74 Carta al licenciado don Luis de Varona Saravia, Gobernador del Principado de Asturias, y al Obispo de Oviedo, 22 de diciembre 1671. Patentes en blanco con suplimientos para la leva, 22 de diciembre 1671. AGS, GA, Libro 264 f. 231 y ss. 75 Resumen del estado en que se hallan las levas de infantería y desmontados que se hacen para los estados de Flandes, 1672. AGS, E. España, Leg. 2.694. 76 Carta al licenciado don Luis de Varona Saravia, gobernador del Principado de Asturias, 22 de diciembre 1671. AGS, GA, Libro 264 f. 231. Cédula real, 13 de diciembre 1671. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 221-222.

Page 29: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

24

Los representantes del Principado debatieron y votaron en la junta del día 23 de enero el servicio pedido por la Corona. El caballo de batalla principal era el económico, que se traducía en la pretensión de la provincia de ser escusada del servicio de Milicias que realizaba a través de los Tercios Provinciales, con lo que el arbitrio que se utilizaba para hacer frente a estos pagos, que era la imposición de dos reales por cada fanega de sal por dos años, se podría utilizar para pagar los costes de la leva. Al final las votaciones, pese a las quejas sobre los grandes aprietos que pasaba la provincia, fueron positivas en cuanto al servicio, aunque se pidió la condonación de servir con milicianos, a cambio de lo cual el Principado serviría con 4.000 ducados de los medios más prontos que se pudieran encontrar como ayuda de costa para esta leva77, para lo que se mandó a un representante a la Corte para tratar la exención de Milicias78. Ante la dilación de la respuesta del Principado la Corona se vio obligada a volver a pedir el servicio por medio de dos cartas reales que instaban a la provincia a que se reuniese para tratar el tema79, aunque cuando éstas llegaron el servicio ya se había aprobado.

La Corona dejo claras las pautas a seguir por medio de unas instrucciones que se dieron al Corregidor del Principado, con lo que esta leva fue rigurosamente controlada. Por un lado, Luis de Varona recibió la ayuda del contador de muestras Francisco de Herrera, que pasó de Pontevedra, donde ejercía, a Oviedo para encargarse de la cuenta y razón de todos los gastos que se planteasen80. También se dio orden para tener informado en todo momento al Condestable de Castilla, que en ese momento ejercía como Gobernador de los Países Bajos.

A pesar de lo que sabemos para otros años gracias a las actas de las Juntas del Principado y los listados de los repartimientos realizados anteriormente, poco sabemos de esta leva, aunque lo más probable es que no se pusiera un número fijo de hombres a cada concejo, como decían las órdenes reales, sacándose a la fuerza a los ociosos, malentretenidos y soldados sin licencia. De nuevo, poco después, se insistió a través de las instrucciones en la necesidad de que:

“los cavalleros y personas de su posición no recojan ni oculten en sus casas los que han sido soldados, ni gente que por ociossa y malentretenida mereciere salir de esse principado, en que usareis de la autoridad del puesto que eserceis para no tolerar semejante desorden”81.

77 Juntas del 20 y 23 de enero 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 217-234. Carta al Corregidor de Asturias, 15 de febrero 1672. AGS, GA, Libro 316, f. 83. 78 Junta del 24 de enero 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 234-238. Esta exención no se consiguió finalmente, por lo que sabemos, a pesar de las acciones del representante de Asturias. Diputación del 17 de marzo 1672. Ibídem. pp. 261-265. 79 Cartas reales del 14 de enero 1672. Junta del 24 enero 1672. Ibídem. pp. 239-242. Carta al Corregidor de Asturias, 15 de enero 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 80. 80 Carta al Arzobispo de Santiago, gobernador en interinidad del Reino de Galicia, 5 de enero 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 77. 81 Carta al Corregidor de Asturias, 15 de enero 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 80.

Page 30: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

25

Por lo que hemos podido comprobar con algún caso particular las calidades pedidas se cumplieron, y a menudo provocaron las quejas de los condenados, como don Antonio de Caso, que fue condenado por ocioso y vagabundo a cuatro campañas en Flandes, aunque se escapó y fue a la Corte en donde pidió audiencia para ser oído y perdonado82.

En cuanto al dinero hubo cierta preocupación por los socorros que se debían dar a los soldados, para lo cual la asistencia del nuevo comisario de muestras seria providencial. Por ese motivo en la Junta del Principado se estableció que los socorros de los soldados correría a cargo de cada concejo, siendo de real y medio cada día, dos reales en el camino y otros tres a cada guarda que cuidase la leva. Este dinero corría a cargo de los concejos, que debían sacarlo de sus bienes de propios. A la vez se ordenó que los vestidos de munición se realizasen en el Principado, buscándose a algún particular que se ofreciese a fabricarlos y entregar las espadas para los 400 hombres, por lo que se pidieron medios al Presidente de la Hacienda para costearlo todo, ante los enormes gastos que supondría traer géneros y telas de otras partes para confeccionar los uniformes, ante la imposibilidad de encontrarlos en el Principado83.

La leva no cumplió los objetivos fijados ya que costó mucho que la gente se alistara, algo que el corregidor expresó con estas palabras: “gran mortificación de esta recluta, porque la gente es sumamente opuesta a la profesión, y cada mozo malentretenido tenía muchos valedores, de que ha resultado no pocas quejas”84. Por este motivo, conforme pasaba el tiempo, la monarquía debió emplear otros métodos para llenar el número de 400 hombres, y poder así cumplir con el cupo que se pretendían embarcar. Así se acudió al reino vecino de León para que allí, de la mano de su Corregidor y el Sargento Mayor, se reclutasen hombres para que vinieran a Asturias a ser embarcados, dando dinero para ello. Esto generó discusiones en la diputación del Principado, que pretendía que se la excusara de ello, por las molestias y gastos que ocasionaría a los naturales el alojamiento de estos hombres y sus tránsitos por el territorio, algo que finalmente no se concedió, aunque se buscó el medio para una conducción más segura y menos gravosa para el Principado85.

El dinero fue un problema constante, ya que a pesar de las muchas reuniones la concesión del servicio fue siendo aplazada, y finalmente el Principado no se comprometió a aportar los 400 hombres pedidos y costear su reclutamiento, vestuario y transporte hasta Flandes. Aunque parte de los socorros dados a los soldados corrieron a cargo de los concejos, éstos sólo cubrían a una parte de los reclutados, por lo que se necesitaba más dinero. La demora en el pago de los 4.000 ducados ofrecidos por Asturias complicó la situación, por lo que desde Madrid se debieron enviar fondos para paliar la situación, enviándose al menos 2.000 escudos a lo largo del mes de febrero, además de atender a la

82 Carta del Consejo de Guerra al gobernador de Asturias, 20 de agosto 1672. AGS, GA, Leg. 2.282. 83 Diputación del 25 de enero 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 242-245. Carta al Corregidor de Asturias, 15 de enero 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 80. 84 Carta del Corregidor de Asturias, Oviedo, 4 de junio 1672. AGS, GA, Leg. 2.243. 85 Carta al Corregidor de Asturias, 15 de febrero 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 83. Diputaciones de 15 de febrero y 17 de marzo 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 257-264.

Page 31: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

26

confección de los vestidos a crédito. También desde el Consejo de Hacienda se debieron encontrar fondos para pagar los hombres que se alistaban en León, y cubrir los fletes y gastos de las embarcaciones que los llevarían a todos86.

Los informes finales realizados por el Corregidor del Principado nos informan de que se embarcaron 410 hombres desde el Principado con destino Flandes y La Coruña, de los cuales 231 se reclutaron en Asturias y 167 en León, una cifra que no coincide en la suma final, aunque es posible que las 12 plazas que faltaban podían ser oficiales de las cuatro compañías que se formaron. Lo que está claro es que con los reclutas de León se cumplió, más o menos, con el número de hombres pedido por la Corona87, con lo que finalmente el Principado afirmó que ese año el servicio consistió en 200 hombres y 4.000 ducados88.

El transporte de estos hombres fue complicado ya que según las órdenes e instrucciones originales se debía intentar transportarlos directamente desde Gijón a Flandes. Pronto se determinó que si no era posible esta opción, al no encontrarse un navío capaz para 400 hombres, se optase por mandarlos en pequeñas embarcaciones costeras hasta La Coruña, en donde sí que había los barcos apropiados. Los barcos tuvieron que ser prevenidos desde Galicia, en donde se ajustó con un mercader el transporte de los hombres hasta Ostende, a razón de 9 reales de a ocho por plaza en navíos mercantes particulares. Parte de las tropas se enviaron en estas embarcaciones directamente a Flandes desde Gijón, mientras que otras fueron a Galicia para pasar junto con los soldados que se reclutaban en ese reino. El primer transporte pudo salir de Gijón a mediados de marzo sin realizar más escalas89. Al menos otros 100 hombres pudieron salir de La Coruña el día 28 de mayo en una fragata particular llamada San Jorge junto con otras tropas reclutadas en Galicia y Valladolid90.

Las compañías reclutadas en Asturias rápidamente se pudieron incorporar en el Ejército de Flandes91, pero parece que muy pronto la mayoría fueron reformadas, agregándose sus soldados a otras debido a la falta de tropa que padecían las unidades de españoles más veteranas. El 26 de mayo de 1672 dos de las compañías reclutadas en Asturias y León, junto con otras compañías formadas en Galicia, y que por lo tanto acababan de llegar a Flandes, 86 Carta del Consejo de Guerra al Gobernador del Principado de Asturias, 15 de febrero de 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 83. Resumen del estado en que se hallan las levas de infantería y desmontados que se hacen para los estados de Flandes, 1672. AGS, E. España, Leg. 2.694. 87 Carta del Corregidor de Asturias, Oviedo 4 de junio 1672. AGS, GA, Leg. 2.243. 88 Diputación del 19 de agosto 1672. Actas de las Juntas y Diputaciones…, Op. Cit. pp. 276-277. 89 Cartas del Consejo de Guerra al Gobernador del Principado de Asturias, 15 de enero y 15 de febrero de 1672, y carta al veedor general Pedro Vázquez Torrero, 10 de marzo y 29 de abril 1672. AGS, GA, Libro 316 f. 80, 83, 89 y 95v. Cuentas de Antonio del Río. Datta de los maravedíes que entraron en su poder aplicados para las levas de infantería que se hicieron en el reino de Galicia para Flandes en los años de 1672 hasta 1677. AGS, CMC 3ª época, Leg. 203 doc. 12. 90 Carta del Arzobispo de Santiago en la que se incluyen las relaciones del gasto que de la leva a Flandes, 4 de septiembre 1672. AGS, GA, Leg. 2.284. 91 Consulta del Consejo de Estado, 5 de agosto 1672. AGS, E. Flandes, Leg. 2.118.

Page 32: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

27

fueron reformadas por orden del Gobernador de los Países Bajos. De esta manera al menos sabemos los nombres de dos de los capitanes que reclutaron en Asturias mediante las patentes en blanco enviadas: Gregorio de Argüelles Quiñones y Baltasar de Valdés y Prada92.

En 1673 se volvió a pensar en Asturias para la recluta de alguna compañía de refuerzo para el Tercio de León, que se hallaba en Cataluña muy falto hombres, por el gran número de gente que habitaba en la provincia. El refuerzo a esta unidad que permanecía en Cataluña desde 1646 parecía más que conveniente, ya que años atrás, cuando los servicios aportados por Asturias tenían con destino Cataluña, las compañías de Asturias se habían incluido en esta unidad93. A pesar de los intentos y las órdenes cursadas, finalmente se resolvió que sólo se reclutaran dos compañías en el Reino de León, contribuyendo el Principado durante ese año solo con dinero94.

El siguiente servicio ofrecido por Asturias tuvo lugar en 1674. Pese a que ya antes se había pedido al Principado enviar más soldados a Flandes al comenzar una la nueva guerra contra Francia, al final no se realizó ningún servicio. La nueva guerra aumentó la necesidad de hombres en todos los frentes, pero especialmente en la frontera flamenca en donde se habían comenzado las hostilidades fruto de la guerra de Holanda de 167295. Para este nuevo envío de tropas se estudiaron los informes previos realizados en el Principado para la realización de anteriores levas. Gracias a estos informes se tenía una visión muy particular de Asturias:

“…en el Principado de Asturias que abunda de gente más que otra ninguna provincia”, “…que abunda tanto de gente no puede hacer falta para el trabajo, mayormente que antes ay muchos ociosos, y es combeniente purgar la república dellos, siendo el medio mas suave sacarlos a servir haciendo mérito el mismo principado”96.

Ante estas informaciones, en el verano de 1673 se propuso sacar de cada una de las compañías de milicias del Principado cinco hombres, los cuales no debían estar casados. Se sabía que las compañías eran muy numerosas (234), muchas de las cuales tenían hasta 300

92 Reforma del 26 de mayo de 1672. AGRB, SEG, T 100 Libro 61. 93 Sobre la recluta de este año en León: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: Los Tambores de Marte…, Op. Cit. pp. 128 y 129; y sobre el Tercio de León: pp. 276-282. 94 Consulta del Consejo de Guerra, 15 y 29 de mayo 1673. AGS, GA, Leg. 2.285. 95 Cartas del Consejo de Guerra a don Andrés de Barrenechea y Campo, corregidor y Capitán de Guerra de las Cuatro Villas de costa de la mar, 15 de diciembre 1673. En la cual se informaba de la declaración de la guerra con Francia, lo que hacia forzoso reclutar gente en todas partes. AGS, GA, Libro 325 f. 91. Carta del Consejo de Guerra a don Luis de Varona Saravia, corregidor y capitán de guerra del Principado de Asturias, 6 de diciembre 1673. “Haviendo el rey Chistianísimo declarado la guerra a esta corona, y conviniendo tanto acudir a la defensa de estos reynos, y especialmente a los estados de Flandes, para oponerse a sus designios”. AGS, GA, Libro 325 f. 82. 96 Carta de don Pedro Coloma, secretario del Consejo de Guerra, 19 de julio 1673. AGS, GA, Leg. 2.286.

Page 33: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

28

milicianos entre sus filas97, por lo que creía que por este medio se podrían mandar a Flandes más de 1.000 hombres98.

Meses después de estas proposiciones iniciales, en noviembre de 1673, el Consejo de Guerra concretó la petición de un servicio a Asturias99. Se pidió, como ya había adelantado, que se levantaran cinco soldados por cada compañía de milicias que había en el Principado, que al ser 234100 el servicio consistiría en 1.170 hombres. Éstos se debían sacar de entre los solteros y los que menos falta hiciesen en sus pueblos, eligiendo a los “más apropósito para la guerra”, y sin recurrir a la violencia, ya que se reconocía que en todos los lugares habría ociosos de los que echar mano. Con ellos se debía formar un Tercio de 10 compañías. Para que la ejecución fuera más rápida y hubiera más aprobación en el seno de la diputación, se ofrecieron al Principado las patentes en blanco con suplimientos101, tanto para los capitanes como para el resto de los oficiales, para que éste las concediese a los caballeros de séquito naturales de la provincia que pudieran facilitar la leva y quisieran ir a servir, y en los soldados de experiencia que se pudieran encontrar en el Principado. A estos capitanes se les señalaría la parte en donde debían formar su compañía, siendo ayudados por los Sargentos Mayores, que conocían de primera mano las compañías de milicia. Después de formada la compañía se realizarían listas por el escribano del ayuntamiento del lugar donde se formaba, tomando nota de los nombres, características físicas, edades y filiaciones de los alistados, para que posteriormente quedara constancia de quienes formaban parte de las compañías y tenerlos controlados. Estos soldados estarían sustentados con un socorro de 4 reales diarios, desde que asentaran plaza hasta que se embarcaran con destino a La Coruña, cobrando sus oficiales la paga entera102.

Para evitar demoras, desordenes y deserciones, se ordenó enviar a los reclutados en tropas de 100 o 200 hombres cada vez, con sus capitanes, en pequeños navíos hasta Galicia, en donde se les volvería a pasar lista, recibiéndoles al sueldo, para posteriormente 97 En 1683 la compañía de milicia del Concejo de Cabrales tenía 399 milicianos. Memoria de los vecinos del Concejo de Cabrales pertenecientes a la compañía de milicia vacante por muerte de don Gomez Pérez de Areba Noriega, Oviedo, 3 de septiembre 1683. AGS, GA, Leg. 2.569. 98 Carta de don Pedro Coloma, secretario del Consejo de Guerra, 19 de julio 1673. Minuta del Consejo de Guerra, enero 1674. AGS, GA, Legs. 2.286 y 2.242. 99 Cédula Real, Madrid, 22 de noviembre 1673. AGS, GA, Leg. 2.297. 100 En 1662 se estimaba que en Asturias en las 234 compañías de milicias había 39.777 hombres. Consulta del Consejo de Guerra, 20 de septiembre 1662. AGS, GA, Leg. 2.003. 101 Estos documentos que eximían a los poseedores de cumplir con el tiempo de servicio estimado a la hora de desempeñar un cargo de oficial dentro del ejército. Su posesión permitía que una persona sin servicio previo incumpliera las Ordenanzas Militares, y así pudiera servir como capitán sin cumplir con los 10 años de servicio necesarios. 102 Carta del Consejo de Guerra a don Luis de Varona Saravia, Corregidor y Capitán de Guerra del Principado de Asturias, 6 de diciembre 1673. Carta del Consejo de Guerra al concejo, justicia, regidores caballeros escuderos oficiales y hombres buenos de las ciudades villas y lugares del Principado de Asturias de Oviedo, 6 de diciembre 1673. AGS, GA, Libro 325 f. 82 y 85. Consulta del Consejo de Guerra, 26 de febrero 1674. AGS, GA, Leg. 2.301.

Page 34: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

29

ser embarcados con destino a Flandes, según la disponibilidad de buques, junto con las levas que en ese reino se estaban realizando103. Allí también recibirían sus vestidos el día que se embarcaran, ya que la corona había contratado a un asentista para obtener así un mayor ahorro y calidad en sus materiales y confección104. Incluso para agilizar la recluta se determinó que un caballero asturiano que andaba por la Corte, cuyo nombre no ha trascendido, se le permitiese ser capitán de una de las compañías que se debían reclutar en el Principado. Todo esto fue negociado por la vía interna al ser éste un allegado de uno de los secretarios del consejo, seguramente de Francisco Gabriel Bernaldo de Quirós, que era de origen asturiano105.

La gestión de esta recluta correría a cargo del Gobernador de Principado, que debía instar a que este servicio fuera concedido por la Junta General, que se mandó convocar por la Corona repetidas veces, ante la necesidad de que el envío de tropas a Flandes fuera realizado con brevedad. Se temía que la Armada enemiga ocupara posiciones en el Canal de la Mancha, dificultando así la llegada de más refuerzos por vía marítima, por lo que la rapidez era esencial106. A pesar de la premura lo cierto es que la negociación se fue desarrollando muy lentamente, algo que por otro lado desde Madrid se esperaba. De hecho, el informe esbozado por Comisario General Diego Sarmiento, estimaba que con 1.000 hombres el rey se podría conformar, ya que sería difícil obtener más. Este ministro reconocía que sería difícil conseguir la leva prevista, y más aún que se sacara a los milicianos, pero las necesidades de la monarquía eran superiores a todo ello, por lo que la petición debía seguir su curso independientemente del resultado previsto. Diego Sarmiento expresaba su opinión con estas palabras tan directas:

“…bien creo que en Asturias repugnaran la saca de ella (la gente de las milicias), como lo han echo siempre, pero quando a los demás reynos se les pide servicio difícilmente se podrán escusar para la presente ocasión, y en caso de no conseguirle de la gente se podrá conmutar a dinero, y éste servirá para ayuda de transporte de la que se juntase en La Coruña”107.

La tardanza en tomar una decisión sobre el servicio estaba provocada por la falta de acuerdo en el seno del Principado, ya que muchos lo veían como una carga demasiado onerosa para las gentes que vivían allí, ya que un número de sus naturales, nunca antes visto hasta entonces, tendría que ir a Flandes a luchar por Su Majestad. Por este motivo

103 Carta del Consejo de Guerra a don Luis de Varona Saravia, Corregidor y Capitán de Guerra del Principado de Asturias, 8 de febrero 1674. AGS, GA, Libro 325 f. 119. Consulta del Consejo de Guerra, 6 de febrero 1674. AGS, GA, Leg. 2.301. 104 Carta del Consejo de Guerra a don Luis de Varona Saravia, Corregidor y Capitán de Guerra del Principado de Asturias, 6 de diciembre 1673. AGS, GA, Libro 325 f. 82. Carta al Conde de Aranda, Gobernador y Capitán General de Galicia, 6 de diciembre 1673. AGS, GA, Libro 325 f. 80. 105 Minuta de despacho, 20 de diciembre 1673. AGS, GA, Leg. 2.338. 106 Consulta del Consejo de Guerra, 6 de febrero 1674. AGS, GA, Leg. 2.301. 107 Informe de don Diego Sarmiento, Comisario General de Infantería y Caballería, Madrid, 14 de noviembre 1673. AGS, GA, Leg. 2.297.

Page 35: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

30

repetidas veces la Corona se vio obligada a escribir al Principado y a su gobernador, intentado obtener noticias del resultado de la negociación. En esta correspondencia se incluyó, para agilizar la recluta, una patente de Maestre de Campo en blanco, para que la provincia decidiese al candidato, a la par que se pedía el apoyo de la nobleza para la concesión del servicio108.

A pesar de todos los intentos realizados por la Corona y sus representantes locales, el servicio –tal y como se pidió– no fue concedido. El problema estaba en la falta de apoyo de la nobleza, la iglesia y de varios Sargentos Mayores de las milicias. En su lugar la provincia propuso otra aportación militar, que en su opinión era menos perjudicial para sus intereses, y también menos numerosa. Ésta consistía en un servicio voluntario de 490 soldados, que incluyendo a los oficiales daría el número de 511 plazas, advirtiéndose que los soldados serían solteros. Esta proposición fue finalmente aceptada, aunque la Corona se quejó de la falta de colaboración que se estaba mostrando, ya que en su opinión servía muy por debajo de sus posibilidades, como lo expresaban estas palabras:

"...quando no ay en Castilla ninguna provincia que pueda eximirse de esta obligación, teniendo mayores motibos para ello de falta de gente y sobra de otras contribuciones, siendo en Asturias más moderadas y abundando tanto de gente en diferencia grande de toda Castilla”109.

Si bien desde el Consejo de Guerra se daba como válido el servicio, parece que en la Junta del Principado no todo el mundo quedó de acuerdo con la proposición, por lo que se intentó renegociar el asunto, dando nuevamente largas a los ministros reales y demorando el comienzo del reclutamiento. El Conde de Toreno, en nombre del Principado, que contaba con el apoyo de las dos terceras partes de los concejos y jurisdicciones, se trasladó a Madrid para intentar renegociar el servicio, en donde redactó un memorial ofreciendo un nuevo servicio de carácter económico para excusar la salida de los milicianos o de cualquier soldado casado o que no fuera de su propia voluntad. Gracias a sus contactos en los círculos cortesanos consiguió que su propuesta fuera aprobada en apenas unos días. El Principado se comprometía por ese año a aportar a las arcas reales 20.000 ducados de vellón en dos pagos que empezarían a contar en pocos meses, y a cambio conseguía que por ese año no hubiera ningún tipo de leva, ni voluntaria ni forzada. El servicio continuaría los años siguientes hasta que se terminara la guerra con Francia, pagando anualmente 12.000 ducados en dos plazos que vencerían en junio y diciembre, comprometiéndose la monarquía a que sólo se sacarían voluntarios de Asturias, nombrando comisarios locales para controlar el reclutamiento, y que bajo ningún pretexto se sacaría por la fuerza a nadie,

108 Carta del Consejo de Guerra al concejo, justicia, regidores caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de las ciudades villas y lugares del Principado de Asturias, 27 de enero 1674. AGS, GA, Libro 325 f. 111. Cartas a don Luis de Varona Saravia, Corregidor y Capitán de Guerra del Principado de Asturias, 6 de diciembre 1673, 27 de enero, 8 y 12 de febrero 1674. AGS, GA, Libro 325 f. 82, 109, 119 y 125. 109 Consulta del Consejo de Guerra, 6 de febrero 1674. AGS, GA, Leg. 2.301.

Page 36: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

31

aunque fueran ociosos y vagabundos110. Posteriormente se consiguió que la Junta del Principado aumentase su aportación de ese año hasta los 25.000 ducados, pudiendo elegir la Corona si en los años venideros reclamaba un servicio en dinero o en hombres. Pero ante las demoras en la entrega de los fondos el Consejo de Guerra se conformó con los primeros 20.000 ducados ofrecidos, no dejando en punto fijo los servicios que se pedirían para los años siguientes111. Estas cantidades se abonaron en 1674 y 1675, años en los que Asturias sólo aportó dinero, ayudando esos 32.000 ducados a pagar al asentista del tren de artillería del ejército de Cataluña112.

A lo largo del año 1675 la situación de la monarquía comenzó a ser especialmente grave, ya que a los focos de tensión anteriores se había unido la Guerra de Mesina, que había le obligado a reforzar sus fuerzas militares en Italia y formar un ejército para contrarrestar el levantamiento de dicha ciudad y la ayuda ofrecida por los franceses113. En ese punto álgido de la Guerra de Holanda se necesitaban más españoles que nunca para consolidar la posición de España en Italia y nutrir los ejércitos de Flandes y Cataluña. En un primer momento se pensó que en Asturias se podría reclutar al menos 500 hombres para Cataluña, recuperándose así los tradicionales servicios de décadas anteriores, ya que en toda Andalucía se reclutaban hombres para Italia, pero dicha recluta nunca se puso en práctica siendo sólo uno de los muchos proyectos que se plantearon114.

Desde finales de 1675 se intentó reunir más hombres en Asturias para Flandes, ya que el servicio económico no bastaba, pues se necesitaban hombres para combatir en el ejército. En un primer momento se volvió a recurrir al proyecto de sacar algunos soldados de las compañías de milicias, tema que había sido recurrente durante los últimos cinco años, disponiéndose unos términos parecidos a las anteriores veces115, negociación que

110 Memorial del Conde de Toreno, Madrid, 31 de marzo 1674. Orden Real, Madrid, 6 de abril 1674. AGS, GA, Leg. 2.316. 111 Carta del Consejo de Guerra al Gobernador de Asturias, 26 de agosto 1674. AGS, GA, Libro 331 f. 16. 112 Carta de la Reina Gobernadora al Presidente del Consejo de Hacienda, Madrid, 16 de julio 1675. AGS, GA, Leg. 2.338. 113 Sobre este conflicto: RIBOT GARCÍA, L.: La Monarquía de España y la Guerra de Mesina (1674-1678). Madrid. 2002. 114 Consulta del Consejo de Guerra, 6 de septiembre 1675. AGS, GA, Leg. 2.338. 115 Consulta del Consejo de Guerra, 6 de septiembre 1675. Carta del Marqués de Ontiveros al secretario don Francisco Gabriel Bernaldo de Quirós, Madrid, 31 de agosto 1675. AGS, GA, Leg. 2.338.La petición era la siguiente: “al Principado de Asturias abunda demás jente que otros reynos y sus milicias se componen de 234 compañías de a 300 hombres cada una y todas de 39.777 hombres, y se podría disponer sacar destas milicias asta 500 hombres de los que no sean casados y menos falta hagan en la república, encargando la negociación al gobernador del principado, que lo disponga con los sargentos mayores que ay en aquellos partidos, ymbiando las patentes que pareciere al consejo al mismo Principado para emplearlas en los hombres de calidad que quisieran salir a servir o soldados que lo ayan sido y en aquellos que puedan facilitar mas la materia por que recelo mucho se consiga leva de jente voluntaria en aquella parte, y para los socorros de esta jente, vestirla y mantenerla se enviará dinero, 12.000 escudos”.

Page 37: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

32

nuevamente no fue ni tan siquiera cursada ante el reconocimiento de que no tendría el menor apoyo por parte del Principado. En cambio se pidió que la provincia sirviese con 500 voluntarios en cinco compañías, con lo que se anularía el pago de los 12.000 ducados que debían entregar cada año para que no se sacara gente. La petición de esta recluta se encuadraba en otra mucho más general que se estaba desarrollando en toda Castilla por distintos ministros togados116, estando la que se cursaba en Asturias a cargo del gobernador del Principado, don Juan Santos de San Pedro, Oidor de la Chancillería de Valladolid117. Los gastos de la leva, en cambio, se harían a cargo de la Hacienda Real, que remitió a Oviedo 20.000 escudos para el pago de los gastos más urgentes. Pero conforme iba pasando el tiempo el servicio se iba dilatando, por lo que la Corona ordenó que para su rápida ejecución se sacaran dos hombres de cada compañía de milicia del Reino, “valiéndose de los que huviere mas ociosos, y que menos falta hagan, siendo áviles, y capaces para servir, pero con presupuesto, que no sean inboluntarios…”, porque “…haviendo en el tantas compañías de milicia, y tan numerosas de gente, no es gravosa la saca de dos hombres de cada una”118. La leva estaría también compuesta por toda la gente voluntaria que asentasen plaza, además de los vagabundos y presos que estuvieran en las cárceles por delitos leves –como ya se había pedido anteriormente–, y por dos milicianos de cada compañía del Principado, los cuales debían ir voluntariamente119.

Para todo esto se le remitían dos patentes con los suplimientos en blanco para emplearlas en naturales que fueran “de prendas y séquito”, para facilitar el reclutamiento, porque el resto de los capitanes habían sido elegidos por la Corona y ya se les habían dado las aprobaciones y patentes correspondientes, siendo la mayoría de los elegidos oficiales sobrantes de la leva que se estaba realizando en Galicia a cargo del Marqués de Arcos y Tenorio. Esto provocó las quejas de la Junta General que pedía que siempre los capitanes y oficiales fueran naturales del Principado, algo que en su opinión ayudaba y facilitaba la leva, alentando a los que quisiesen sentar plaza120. Uno de los elegidos para estas compañías fue el alférez don Dionisio Antonio de Granda, para el que el Principado pidió expresamente una patente en blanco por la importancia de su familia, a la par que a su hermano Lorenzo se le recompensaba con una ventaja de seis escudos. Ambos estaban en

116 Sobre esta recluta: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: Los Tambores de Marte…, Op. Cit, pp. 179 y 192-194. 117 Carta de don Pedro Fernández del Campo y Angulo, Madrid, 24 de enero 1676. AGS, GA, Leg. 2.364. 118 Carta del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 14 de abril 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 23. Carta del Consejo de Guerra al concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de las ciudades, villas y lugares del Principado de Asturias, 14 de abril 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 25. 119 Orden Real al Principado de Asturias, 14 de abril 1676. AGS, GA, Leg. 2.363. 120 Cartas del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, corregidor y capitán a Guerra del Principado de Asturias, 14 de abril y 22 de julio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 23v y 98v. Consejo de Guerra, 1 de julio 1676. AGS, GA, Leg. 2.347. Patente de capitán para don Antonio de Villarroel (ya elegido para la recluta de Galicia), 6 de abril 1676. AGS, GA, Leg. 2.363.

Page 38: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

33

ese momento sirviendo en Flandes121, aunque parece que Dionisio Antonio de Granda pudo llegar a tiempo a Oviedo para hacerse cargo de sus hombres122.

Pero las nuevas órdenes dadas por la Corona en razón a la lentitud del servicio y las acciones del gobernador no sentaron bien en el seno de la Junta General del Principado, que por medio del procurador general mando un memorial constatando su queja ante tal hecho. En éste se hacía eco de la novedad que se había hecho en ese reino, ya que no se habían seguido las pautas reales, al ordenar el gobernador –por su cuenta y riesgo, y sin el visto bueno de Madrid o la provincia–, un repartimiento en todos los lugares del Principado del número requerido, sin haber dado previamente cuenta de ello a la Junta General ni a la Diputación del Principado. El método empleado por Juan Santos de San Pedro era asignándose cupos a los concejos, como tradicionalmente se había venido haciendo en los servicios de tropas entregados para Cataluña y Galicia una década atrás. Con ello no sólo se contradecían las órdenes anteriores, si no también las prerrogativas en las que se eximía a la provincia de sacar gente forzada para las guerras de fuera de España, y el anterior contrato firmado en 1674 en el que se concedía un servicio económico a cambio de no pedir servicios de gente. Además, en el repartimiento ajustado por el Corregidor se habían cometido muchas desigualdades, al estar exentas amplias jurisdicciones, que no aportaban hombres, como la ciudad de Oviedo y el Concejo de Valdés, lo que suponía un importante agravio para el resto de las jurisdicciones123.

Por todo ello el Principado pedía en el memorial que se terminara con el repartimiento, volviendo la leva a ser voluntaria y de malentretenidos, lo que ahora parecía más apropiado. El alistamiento de voluntarios y de algunos ociosos, que debían tener “causas porque merezcan destierro de sus lugares, las cuales vengan ante el gobernador para su determinación”, permitiría la vuelta a la normalidad, evitando las molestias a los pueblos y mejorando la calidad de los reclutados. El pensamiento del Principado sobre lo que el repartimiento forzoso conseguiría era claro, afirmado que “lo más sensible es que cuatro de los que ban forçados, (por lo rústico de sus naturales) no son tan de provecho como uno de los que ban voluntarios”. Ante ello expresó a la Corona su interés para que la leva siguiera el curso que había tenido anteriormente, ya que según el Diputado General del Principado, desde el mes de marzo –que dio comienzo la leva–, y hasta primeros de abril, se habían

121 Consulta del Consejo de Guerra, 1 de julio 1676. AGS, GA, Leg. 2.347. Cartas del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, y al concejo, justicia, regidores caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de las ciudades villas y lugares del Principado de Asturias, 6 de mayo y 22 de julio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 30v, 95v y 98v.

6 de mayo 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 30v. 122 Datta de los maravedíes que pagó y se gastaron por Joseph de Toro en el sustento, vestuario y conducción de los 500 infantes que se levantaron en la ciudad de Oviedo y su Principado en 1676. AGS, CMC 3ª época Leg. 1.934 doc. 9. 123 Carta del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 6 de mayo 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 30v. Memorial del Principado de Asturias realizado por don Felipe Bernardo de Quirós, Diputado General del Principado, Oviedo 11 de abril 1676. AGS, GA, Leg. 2.365.

Page 39: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

34

alistado cerca de 200 hombres gracias a la asistencia y ayuda prestada por toda la nobleza del Principado124.

El final de la recluta de forzados parecía evitar hechos como que los hombres “por eximirse de los rigores de la prisión se uyen solteros y casados, i quedan por beneficiar heredades”, algo que sin duda afectaría notablemente a la precaria economía asturiana, que necesitaba en los meses siguientes mano de obra para asistir a la siembra del maíz, producto que era el principal alimento de los más desfavorecidos125.

Con respecto a la saca de dos soldados de cada compañía de milicias se dieron nuevas instrucciones al gobernador. En ellas se ajustaba que los milicianos destinados a Flandes debían ser elegidos por el gobernador con la ayuda del resto de los diputados, intentando que estos fueran de los malentretenidos y ociosos, ya que se pensaba que siempre habría alguno de este género en cada compañía, aportando la justificación apropiada para su selección. Si no había ningún hombre de esta calidad, se instaba a que se eligiera a los que menos falta hicieran en sus hogares. Mediante esta fórmula se pretendía ayudar a que junto con los voluntarios se formara un cuerpo de 500 soldados. De cada uno de los voluntarios que se asentasen se sacaría un miliciano menos, entendiéndose que de los lugares donde hubiere voluntarios no habría de salir gente de milicias para esta leva, ya que así se aliviaba a los pueblos de esta contribución.

Otro punto importante en las instrucciones encomendadas al gobernador era evitar cualquier tipo de fraude o violencia provocado por la elección de forzados. A menudo la elección de los candidatos a soldados era muy poco objetiva. Por ello se debía cuidar de que los elegidos no fueran: “…los pobres y desvalidos, echando mano de ellos para la guerra”. Esta elección interesada por parte de las autoridades de los sujetos que debían ir a servir, hacía que se quedara en sus casas los que tenían más dinero, contactos con las élites locales o los gobiernos efectivos de los concejos, haciendo que al final los sujetos más adecuados para servir en el ejército, y que tampoco ejercían un oficio, se quedaran en sus casas, o como se decía: “quedándose en la paz los que tienen favor, y son más apropósito para ella (la guerra), pues en esto se contravienen el servicio…”126.

A pesar de todo lo tratado por la diputación hasta el momento, en su seno se empezaron a oír voces discordantes. Así, el Procurador General y varios de los representantes de la diputación en un memorial contradijeron la concesión del servicio de la saca de milicianos, alegando diversos motivos, suplicando que la leva fuese sólo de gente voluntaria y malentretenida, conforme a la primera orden recibida. Por ello se tuvo que convocar una Junta General de urgencia para tratar estos nuevos asuntos. En ella el 124 Informe de las levas que está resuelto que se hagan para Flandes, 1676. Memorial del Principado de Asturias realizado por don Felipe Bernardo de Quirós, Diputado General del Principado, Oviedo, 11 de abril 1676. AGS, GA, Leg. 2.364 y 2.365. 125 Memorial del Principado de Asturias…, Oviedo, 11 de abril 1676. AGS, GA, Leg. 2.365. 126 Cartas del Consejo de Guerra al concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de las ciudades, villas y lugares del Principado de Asturias y a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 6 de mayo 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 33v y 30v.

Page 40: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

35

gobernador intentó que se concediera voluntariamente el servicio de los milicianos por la diputación, a través de una votación previa a la reunión de ésta. A cambio del servicio el Principado quedaría libre de pagar los 12.000 ducados de su servicio económico aprobado anteriormente. En este servicio también entrarían todos los voluntarios que quisieran sentar plaza junto con los malentretenidos y penados por delitos leves, a los que se les obligaría a servir en esta leva en vez de cumplir otras penas ordinarias127.

Finalmente, y a pesar de la oposición del Procurador principal y de varios diputados, el Principado aceptó todos los términos del servicio propuesto por la corona, no sin antes una dura negociación en su núcleo interno. En contrapartida se obtuvo la condonación del servicio económico y el compromiso de la Corona de nombrar siempre por capitanes de las compañías reclutadas en Asturias a naturales del reino, como se había hecho en otras ocasiones128.

Pese a las duras negociaciones para conseguir el servicio, en general, el Principado y su Junta se mostraron colaboradores, siempre que se respetaran escrupulosamente las formalidades, costumbres y la observancia de los privilegios que tenía Asturias. Las quejas demostradas contra el Corregidor no fueron realmente por realizar una leva forzada, sino por no contar con la Junta, la Diputación y sus comisarios, que siempre se habían encargado de ello.

Al margen de la polémica, los debates y memoriales emitidos desde el Principado sobre las fórmulas que se debían emplear para alistar a las tropas, el reclutamiento de los soldados proseguía paralelamente. Éste se fue ejecutando lentamente, y mientras iban llegando más soldados los problemas y gastos aumentaban al tener que estar todos alojados en Oviedo antes de ser conducidos a Gijón para ser embarcados hasta Flandes. Ante tal situación, con urgencia desde Asturias se pedía dinero y el rápido transporte de los hombres, por la falta de socorros para dar a los soldados y la aparición de los primeros enfermos129.

La leva se prolongó desde el 2 de marzo hasta el 8 de octubre, fecha en la que se puso fin al reclutamiento y partieron de Oviedo los últimos hombres130. Este tuvo un carácter voluntario, concentrándose la captación fundamentalmente en la ciudad de Oviedo, aunque también de varios concejos salieron penados por las justicias, enviándose guardias para su custodia, y se capturaron ociosos, de ahí que se tuvieran que hacer reparaciones en

127 Carta del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 11 de junio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 54v. 128 Carta del Consejo de Guerra al concejo, justicia, regidores caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de las ciudades villas y lugares del Principado de Asturias, 22 de julio 1674. AGS, GA, Libro 336 f. 98v. 129 Carta del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, corregidor y capitán a Guerra del Principado de Asturias, 11 de junio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 56. Consulta del Consejo de Guerra, 14 de agosto 1676. AGS, GA, Leg. 2.346. 130 Cuenta que el gobernador del Principado tomó a Tomas Vélez pagador de la leva de 500 infantes que en este Principado se han levantado, 19 de octubre 1676. AGS, GA, Leg. 2.372.

Page 41: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

36

los lugares habitados para su alojamiento, tapiándose puertas y ventanas, a la vez que se pagaron sueldos y ayudas de costa a varios porteros que atendían a su custodia. Otros factores que confirman el carácter forzado de los soldados es que varios alguaciles tuvieron que encargarse de la persecución de algunos fugitivos. También se pagó a un cerrajero por 150 esposas para que los hombres no se fugaran durante su transalado a Gijón, reaprovechándose estas esposas cada vez que se enviaban hombres a embarcar, siendo acompañadas las tropas de varios guardas. El tiempo de recluta fue demasiado largo, 7 meses, lo que produjo notables gastos y problemas. No todos podían ser alojados en un mismo sitio, por lo que se debieron usar tres alojamientos diferentes. Por un lado el seminario, que estuvo ocupado al menos 167 días, siendo el cuartel principal de la mayoría de los soldados. En el edificio se debieron realizar diferentes arreglos, y hubo de ser encalado, asegurándose puertas y ventanas para evitar la fuga de los soldados, arreglándose una fuente para que éstos pudieran beber agua e instalándose más de 200 tablones para que los soldados pudieran dormir sobre ellos. En la casa de comedias también se instaló un pequeño cuartel, que ocupaba parte de su patio, tapiándose puertas y ventanas. También se usó la fortaleza y cárcel real, en donde también se debieron realizar arreglos para tener encerrados a más soldados, seguramente los que previamente habían sido penados e iban forzados131.

Los datos indican que se alistaron 586 soldados, pero fueron muchos menos los que pasaron a Flandes (435), ya que 151 no llegaron a embarcarse, un número a todas luces demasiado elevado. De entre éstos últimos, muchos murieron o enfermaron, algunos se fugaron, y los menos fueron declarados no aptos para el servicio. Por un lado gran cantidad de hombres que murieron antes de ser embarcados (alrededor de 80132), quedando muchos otros enfermos “de achaques tan incurables”, por lo que se les debió liberar. En total se enviaron a Flandes 7 oficiales mayores del Tercio, 65 oficiales de las nueve compañías formadas y 435 soldados, con lo que todos hicieron 507 plazas133.

Las tropas se fueron despachando desde Oviedo cuando se conocía que los navíos de transporte iban a llegar a Gijón. En total hubo tres grandes envíos de soldados, el primero el 5 de agosto, el segundo el día 21 del mismo, y el último y más numeroso el 8 de octubre. Todos ellos transportaban a Gijón tres compañías, con más de un centenar de hombres en cada envío, a los que sumaban varios carros para los bagajes e impedimenta, además de algunas caballerías para que los oficiales hicieran el trayecto montados. Entremedias hubo otros menos numerosos, generalmente alguna decena de hombres de las compañías ya despachadas a Gijón que se habían quedado en Oviedo al estar enfermos, siendo éstos

131 Cuentas de Joseph de Toro. AGS, CMC 3ª época Leg. 1.934 doc. 9 y Leg. 3.454 doc. 22. Cartas de pago de la de Asturias, 1676. AGS, CMC 3ª época Leg. 3.440 doc. 6. 132 De hecho, según las cuentas se hicieron 79 mortajas en Oviedo para el entierro de los difuntos. Cuenta de Joseph de Toro. AGS, CMC 3ª época Leg. 1.934 doc. 9. 133 Carta de la diputación del Principado de Asturias al Consejo de Guerra, Oviedo 15 de octubre 1676. Cuenta que el gobernador del Principado tomó a Tomas Vélez pagador de la leva de 500 infantes que en este Principado se han levantado, 19 octubre 1676. AGS, GA, Legs. 2.370 y 2.372. Diferentes cuentas de la leva reclutada en Asturias, 1676. AGS, CMC 3ª época, Leg. 1.934 doc. 9, Leg. 2.495 doc. 18. y Leg. 3.454 doc. 22.

Page 42: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

37

siempre trasladados en carros vigilados por algunos guardas134. A medio camino de Gijón, a dos leguas y media de Oviedo, se solía hacer alto en la Venta de las Rodrigueras135, dándose a los soldados un refresco a cargo de la administración, que solía consistir en algo para beber, pan y queso136.

El coste total de la recluta corrió a cargo de la Real Hacienda, que destinó para ello lo obtenido de diferentes impuestos cobrados en Asturias. En total se proveyeron 470.854 reales de vellón. Más de la mitad procedían de las salinas del Principado, saliendo el resto de lo cobrado del Estanco del Tabaco, las alcabalas o los servicios de millones y unos por cientos137. Todo el dinero proveído se gastó en la recluta, aunque una parte fue reclamado posteriormente debido a que se había suministrado por servicios no realizados; cantidades que se terminaron perdonando138. Los socorros diarios que se dieron a los soldados a cargo de sus sueldos fueron 65% de lo gastado, mientras que los 500 vestidos de munición confeccionados costaron cada uno 25 ducados, por lo que en el conjunto total esto supuso el 29% del gasto. Los gastos administrativos fueron un 3% del total, y las restantes partidas, entre las que destaca la compra de medicinas y el cuidado de enfermos, no tuvieron una excesiva repercusión en el coste total. Si comparamos los costes de esta recluta con otras realizadas ese mismo año, comprobamos que en ella se gastó mucho más por cada recluta que se consiguió alistar. Así, en Valladolid gastándose 8.850 reales menos se consiguieron reunir 1.100 plazas, más del doble que en Asturias139. Esta enorme diferencia en parte bien justificada por el largo periodo de recluta, la adscripción voluntaria de muchos reclutados, el gran número de muertos y enfermos, y unos elevados gastos administrativos y de intermediación.

134 Diferentes cuentas de la leva reclutada en Asturias, 1676. AGS, CMC 3ª época, Leg. 1.934 doc. 9, Leg. 2.495 doc. 18. y Leg. 3.454 doc. 22. 135 Este establecimiento aún durante el siglo XVIII seguía siendo un punto de tránsito importante para los correos que iban a Gijón. RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, P.: Itinerario de carreteras de posta de dentro y fuera del reino. Imprenta de Antonio Pérez, Madrid. 1761, p. 34. 136 Para los sistemas de tránsito y alojamiento ver: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: “El alojamiento de soldados, un factor de conflictividad en la Castilla del siglo XVII”. En CARRASCO MARTÍNEZ, A. (Ed.), Conflictos y sociedades en la Historia de Castilla y León. Valladolid. 2010, pp. 341-357. 137 AGS, CMC 3ª época, Leg. 2.495 doc. 18. 138 Carta de Joseph de Toro, vecino de Oviedo, 5 de abril 1680. AGS, GA, Leg. 2.500. 139 Memoria de lo que se libró a los ministros que se han ocupado de las levas…, 1676. AGS, GA, Leg. 2.395.

Page 43: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

38

Gastos de la recluta de 1676: Reales vellón Socorros a los soldados 304.991 Correos 2.001 Vestidos de munición 138.570 Banderas, cajas y ayudas de costa a los capitanes 2.900 Compra de papel 116 Reparos y obras en los alojamientos 529 Gasto en guardas y apresamiento de soldados 456 Bagajes y refresco a las tropas en su marcha a Gijón 2.081 Asistencia, medicinas, médicos y curación de enfermos 4.213 Misas y mortajas a los difuntos 1.434 Cerrajero y compra de esposas 550 Ayudas de costa a porteros y alcaldes 2.955 Sueldo del escribano y su ayudante 2.964 Sueldo del depositario-pagador 7.060

Fuente: AGS, CMC 3ª época, Legs. 1.934, 2.495, 3.440 y 3.454.

Salinas55%

Estanco del Tabaco

13%

Alcabalas13%

Millones y %

19%

Procedencia de los fondos de la Hacienda aplicados al reclutamiento

(1676)

Page 44: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

39

Capitanes de la leva de 1676:

Gregorio Laredo

Pedro de Andrade

Pedro Santos

Alonso Rodríguez Dumont

Antonio Ruíz Gallo

Antonio de Villarroel

Pedro Bernaldo de Quirós

Dionisio Antonio de Granda

Baltasar Costales

Para que esta tropa estuviese más atendida se decidió que las compañías reclutadas en el Principado formasen parte de un nuevo Tercio que formaba el Marqués de Arcos Tenorio en Galicia140. Con este motivo, y para acelerar todos los preparativos, el Sargento Mayor de

140 Este noble era don Fernando Yáñez Álvarez de Sotomayor, que había servido 8 años en las fronteras de Castilla y Galicia como capitán de caballos. Carta del Consejo de Guerra al Conde de Aranda, Capitán General del Reino de Galicia, 14 y 23 de enero 1675. AGS, GA, Libro329 f. 45 y 48v. Títulos de Maestre de Campo y Sargento Mayor, 1 de enero 1675. AGS, GA, Leg. 2.301.

Socorros a los soldados

65%

Vestidos de munición

29%

Gastos administrativos: correos, sueldos, ayudas de costa

3%

Gastos de transporte:

guardas, esposas, bagajes, refreso,…

1%

Gasto sanitario, misas y entierros y reparos en los

alojamientos1%

Banderas, cajas y ayudas de costa a

los capitanes1%

Representatividad de las partidas de gasto de la leva de 1676:

Page 45: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

40

la unidad, don Juan de Paz141, viajó desde Galicia al puerto de Gijón142. También parte de los capitanes ya nombrados que sobraban de la leva de este Tercio se incluyeron como capitanes de las compañías del Principado. Así fue como a don Antonio de Villarroel se le ordenó pasar a Asturias, para que allí el gobernador le formase una compañía de los reclutas que iban llegando143.

No se pudieron encontrar navíos de la Armada del Mar Océano para el transporte, por lo que se tuvo que recurrir a un asentista. La Corona intentó por todos los medios encontrar alguna fragata ligera en las provincias vascas para transportar estos 500 hombres, pero no tuvo ningún éxito144. Así que el transporte se encargó a don Adrián de Roo, un armador de flamenco dedicado al corso avecindado en La Coruña, con el que se acordó el transporte de las levas tanto de Asturias como de Galicia, a razón de 12 pesos por hombre145.

El transporte a Flandes fue realizado en dos envíos. El primero por medio de una fragata que llegó desde La Coruña con 186 hombres reclutados para el Tercio del Marqués de Arcos y Tenorio. El día 8 de agosto en Gijón se pudieron embarcar algo más de cien hombres en dos compañías junto con el Sargento Mayor, ya que el barco tenía capacidad para 300 hombres. Todos llegaron sin problemas a Ostende el día 22 de agosto. Pero el barco que debía conducir el resto de los reclutas asturianos corrió peor suerte, y tras salir de Ostende para recoger en Gijón a los nuevos reclutas se hundió a la altura de San Vicente de la Barquera el día 29 de julio146. El resto de los hombres se debieron transportar en otro barco del asentista Adrián de Roo, que se hizo a la vela rumbo a Ostende la tarde del día 8 de octubre. En este navío se embarcaron 327 soldados junto con los capitanes y oficiales

141 El Sargento Mayor era soldado veterano, capitán de Caballos, que había servido 18 años en Cataluña, Extremadura y el Regimiento de Guardia. 142 Cartas del Consejo de Guerra al Conde de Aranda, gobernador y Capitán General del Reino de Galicia, 5 de junio y 18 de julio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 49v, 50v y 88v. Carta del Consejo de Estado al Duque de Villahermosa, Gobernador de los estados de Flandes, Madrid, 3 de mayo 1676. AGS, E. Flandes, Leg. 2.131. 143 Carta del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 5 de junio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 51. 144 Cartas del Consejo de Guerra a don Bernabé de Otálora Guevara, corregidor y Capitán a Guerra de la provincia de Guipúzcoa y a don Juan de Santos de San Pedro, corregidor y capitán a Guerra del Principado de Asturias, 11 de junio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 54v y 56. 145 Cartas del Consejo de Guerra a don Juan de Santos de San Pedro, Corregidor y Capitán a Guerra del Principado de Asturias, 11 de junio y 1 de julio 1676, y carta al Conde de Aranda, gobernador y capitán general del reino de Galicia, 1 de julio 1676. AGS, GA, Libro 336 f. 56, 75 y 75v. 146 Consulta del Consejo de Guerra, 14 de agosto 1676. Cartas del Sargento Mayor don Juan de la Paz, Gijón, 8 de agosto, y Ostende, 22 de agosto 1676. AGS, GA, Legs. 2.346 y 2.371. Certificación de don Juan Antonio de Zarate, secretario en el Consejo de Guerra, parte de tierra, 23 de abril 1679. AGS, GA, Leg. 2.467. Papel para ver en el consejo, 4 de diciembre 1676. AGS, GA, Leg. 2.364.

Page 46: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

41

que faltaban, con lo que la leva quedó concluida, aunque ni la Corona ni la provincia quedaron satisfechas de ella, tanto por su calidad como por su número147.

Tras la llegada de las tropas a Flandes se comprobó que los alistados eran de escasa calidad, algo que pronto puso de manifiesto el Sargento Mayor don Juan de Paz al embarcarse con las primeras compañías, afirmando que la gente del Principado era dejativa y de mala calidad, además de decir que de los reclutados que quedaban en el Principado pocos serían de provecho148. Los informes realizados en Flandes llegaban incluso más allá, al afirmar que los hombres llegados de Asturias eran inútiles para servir en la milicia, y que la mayor parte eran verdaderos niños de 11 a 13 años, a la par que otra gran parte demasiado viejos e imposibilitados con lo que se decía: “es lástima verlos, y más de la mitad no son de servicio”. Incluso las quejas afectaban a parte de los oficiales, ya que se demostró que uno de los capitanes que llegaron, don Alonso Rodríguez Dumont, había servido con anterioridad en Flandes como sargento, como reconocieron algunos capitanes veteranos, aunque se había marchado a España sin licencia. Esto suponía una afrenta, por lo que este sujeto fue arrestado por el Maestre de Campo de la unidad por desertor, dictando el Gobernador de los Países Bajos que su compañía sería reformada para que otros tomaran ejemplo149.

Debido a estas apreciaciones el Consejo de Estado afirmaba que los asturianos no eran apropiados para enviarlos a Flandes, prefiriendo el envió de gallegos, los cuales parecían más aptos para el servicio en esas latitudes150. Otras indagaciones realizadas poco después incidieron en este tema, afirmando que parte del problema era que los oficiales al mando de las compañías no traían una declaración escrita de la edad y calidad de los soldados, por lo que a la hora de pasar muestra se excusaban diciendo que al embarcarlos los comisarios cambiaban algunos soldados por otros. Además, se apostillaba que “aunque la gente de aquel país (Asturias) es de sumo valor, pruevan en este (Flandes) tan mal, que es raro el que escapa de enfermedad peligrosa, y muchos los que mueren en el hospital”, de ahí que se pensara que los gallegos eran más apropiados para servir en Flandes, ya que ellos no habían padecido y muerto por alguna enfermedad contagiosa como había pasado con los asturianos, puesto que no era normal tal índice de mortandad. Además, el informe incidía en el hecho de que los vestidos de munición eran de muy mala calidad, hasta el punto que los soldados cuando llegaban parecían desnudos, lo que motivaba la “risa” de las tropas de las otras nacionalidades del ejército151. A pesar de todo realmente los asturianos sirvieron en las mismas unidades que los gallegos, ya que el Tercio del Marqués de Arcos y Tenorio 147 Consulta del Consejo de Guerra, 23 de octubre 1676. AGS, GA, Leg. 2.347. 148 Carta del Sargento Mayor don Juan de la Paz, Ostende, 22 de agosto 1676. AGS, GA, Leg. 2.371. 149 Copia del capítulo de la carta de don Pedro de Oreytia para don Pedro Coloma, Bruselas, 6 de enero 1677. AGS, GA, Leg. 2.397. Carta de don Pedro de Oreytia, Bruselas, 6 de enero 1677. AGS, E. Flandes, Leg. 2.133. Orden de reforma, 24 de diciembre 1676. AGRB, SEG, T 100 Libro 66. 150 Consultas del Consejo de Estado, 5 de febrero y 5 de octubre 1677. AGS, E. Flandes, Legs. 2.133 y 4.102. 151 Orden Real, San Lorenzo del Escorial, 9 de octubre 1677. Carta de don Pedro de Oreytia, Bruselas, septiembre 1677. AGS, GA, Leg. 2.393.

Page 47: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

42

estaba compuesto por 15 compañías. Cinco de ellas se habían reclutado en Galicia, una en León y las nueve restantes en Asturias. En la muestra pasada a los Tercios españoles en Flandes lo largo de noviembre, esta unidad tenía en sus compañías 137 oficiales y 766 soldados, lo que suponía ya una merma considerable, ya que según los informes de embarque habían llegado a Flandes 1.037 plazas desde Galicia y Asturias152. La unidad no tardó en ser reformada, pasando sus soldados a engrosar otros tres de los Tercios del ejército, los cuales se habían reclutado en Galicia153.

Durante lo siguientes años de la década de 1670 el Principado siguió contribuyendo económicamente, no realizándose ninguna recluta más. Asturias no participó en la composición de las milicias, por lo que no enviaba dinero para el mantenimiento de ninguno de los Tercios Provinciales154, pero tenía la obligación de entregar 12.000 ducados anuales como donativo a cambio de no contribuir con hombres. Entre los días 28 y 29 de septiembre de 1676 sucedió una fuerte inundación en el Principado, ante las fuertes lluvias caídas. Los destrozos fueron importantísimos, llevándose las riadas muchos puentes, casas, iglesias y hórreos, y causando 400 muertos. Las pérdidas fueron cuantificadas por la diputación del Principado en más de 2.000.000 de ducados. Tal excepcional situación hizo que el rey concediese una rebaja en los encabezamientos de la Rentas Reales de Alcabalas, Sisas y Millones, además de que perdonase el servicio de los 12.000 ducados durante los años de 1678 y 1679, aunque el Principado debía abonar su donativo ese año de 1677 y ponerse al día con los atrasos, cuantificados en 24.000 ducados, ya que no había hecho frente a los pagos de los dos años anteriores155.

6. La aportación de Asturias en la década de 1680 En 1680 se planteó la recluta para Flandes de 2.000 hombres, de los cuales 1.400

debían salir del Reino de Galicia, mientras que el resto se intentarían reclutar en Navarra, León, Asturias y las Cuatro Villas de Costa. Se intentó que la recluta se efectuase por caballeros de prendas y séquito de estas zonas en cuestión, además de por algunos militares de experiencia, pero estas órdenes no llegaron a tener efecto por lo complicada que era la leva, reclutándose el grueso de las fuerzas pedidas en Galicia156.

152 Relación de los oficiales y soldados que hay en los Tercios de infantería española del ejército…, noviembre de 1676. AGS, E. Flandes, Leg. 2.133. 153 Orden de reforma, 11 de julio 1677. AGRB, SEG, T 100 Libro 67. 154 Carta del Consejo de Guerra al Conde de Humanes, Presidente del Consejo de Hacienda, 14 de octubre 1677. AGS, GA, Libro 345 f. 56v y 75. 155 Memorial impreso de los diputados de Asturias al rey, 1677. Carta real a don Juan Santos de San Pedro, corregidor y capitán a guerra del principado, Madrid, 7 de julio 1677. Carta al Principado de Asturias, 20 de diciembre 1682. AGS, GA, Legs. 2.395, 2.468 y 2.499. 156 Consulta del Consejo de Guerra, 12 de enero 1680. Relación de los sujetos y pretendientes para las levas, 31 de enero 1680. AGS, GA, Legs. 2.476 y 2.496.

Page 48: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

43

En el invierno del año 1682 debido a que los movimientos de tropas francesas en la frontera Navarra hacían temer una invasión, se estimó reforzar aquellas fronteras con más hombres y medios, por lo que Asturias en un primer momento quedó comprendida como posible lugar en donde se podría reclutar alguna compañía para este fin, aunque finalmente nada se llevó a cabo157. A pesar de no realizarse ninguna recluta, y de quedar relevado de servir con dinero en 1678 y 1679, el Principado debía seguir contribuyendo con dinero a cambio de aportar soldados al ejército o dinero para la composición de milicias. Pero los atrasos estaban siendo importantes, y en 1682 Asturias debía 36.000 ducados de los últimos tres años, en los que no había entregado dinero alguno, además de otros 4.000 de los servicios atrasados de la década de 1670158.

En 1684 con motivo de la nueva entrada en hostilidades con Francia, la llamada Guerra de Luxemburgo, se volvió a pedir al Principado Asturias que realizara reclutamientos en su territorio. Esta petición difiere de las formuladas anteriormente, por su cumplimiento y porque la propuesta realizada a Asturias es idéntica a la que se hizo al resto del reino de Castilla, en donde se pidió a las ciudades que realizaran un servicio de alguna compañía de soldados para Flandes a su costa, cediendo la Corona para costearlo arbitrios en forma de réditos de impuestos159. Incluso se pidió al cabildo de Oviedo que participase con hombres o medios, pero al igual que la mayoría de arzobispados y obispados del Reino se excusó por su falta de medios160.

Al Principado se le pidió que sirviera a su costa con dos compañías de voluntarios, ya que se veía en esto el medio menos gravoso, por lo exhausta que se hallaba la real hacienda. Para la realización del servicio se daban al Principado dos patentes de capitanes con suplimientos en blanco, para que las empleara en sujetos de calidad y séquito para que facilitaran la leva, pidiendo al principado: “…que buscara personas que dándoles patentes y suplimientos en blanco lebanten sus compañías, sino en todo en parte supliendo lo que fuere menester de mi real hacienda...”. Con lo último se decía a las claras que se buscaban personas que pudieran costear al menos parte de las compañías a su costa, para llegar así al grado de capitán, lo que a la larga les produciría beneficios, ya fueran económicos o sociales161.

El servicio propuesto de las dos compañías se aceptó en Junta General, que además ofreció 6.000 escudos para los gastos de vestir, armar y conducir la gente, para lo que pedía

157 Consultas del Consejo de Guerra, 4 y 9 de febrero 1682. AGS, GA, Leg. 2.543. 158 Carta al Principado de Asturias, 20 de diciembre 1682. Minuta para la Junta de Milicias, Madrid, 26 de septiembre 1683. AGS, GA, Leg. 2.499. 159 Consultas del Consejo de Guerra, 24 de diciembre 1683 y 6 de enero 1684. Consejo de Guerra, 24 de diciembre 1683. AGS, GA, Legs. 2.581 y 2.615. 160 Consulta del Consejo de Guerra, 23 de febrero 1684. AGS, GA, Leg. 2.615. 161 Cédula Real mandada al Principado de Asturias, 3 de enero 1684. Inserta en la Cuenta que don Gregorio Rodríguez de Cisneros y Mendoza, Gobernador y Capitán general del Principado de Asturias, tomo a Antonio Contreras vecino de esta ciudad para la paga de las dos compañías que se han levantado para Flandes, 15 de noviembre 1685. AGS, GA, Leg. 2.680.

Page 49: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

44

el arbitrio de un real en cada fanega de sal que se consumiera en el Principado por espacio de dos años. La Corona respondió dando las gracias a la concesión, a la vez que incidía sobre que lo que se pedía era una leva de voluntarios y no de gente obligada a servir, malentretenidos o penados por delitos leves. También desde el Consejo de Guerra se informó, para evitar excesos y fraudes, que los costes de cada compañía debían ser de 5.000 escudos. El transporte, por la cercanía de la costa, se encomendaba que se hiciera desde los puertos del Principado, estimándose los gastos en otros 10.000 escudos. Si esto no era posible, las tropas se enviarían a Galicia o a San Sebastián, en donde se estaban aprestando embarcaciones para el trasporte del resto de las levas pedidas para Flandes162.

Los elegidos como capitanes de las dos compañías fueron dos personas influyentes y bien relacionadas: don Felipe Antonio Bernardo de Quirós, que había sido paje del rey, y don Bartolomé González de Cienfuegos, hermano del Conde Marcel de Peñalva. Para el nombramiento el Consejo de Guerra envió las patentes en blanco con suplimientos, tanto para ellos como para sus oficiales, para así acelerar el cumplimiento de la leva163.

El reclutamiento transcurrió sin demasiadas complicaciones y ya a mediados de mayo se habían arbolado las banderas para la captación de voluntarios. La primera compañía se reclutó entre los días 11 de mayo al 28 de junio, marchando el 5 de julio. La segunda del 1 al 27 de julio, saliendo el 29 de ese mismo mes. Entre ambas se alistaron un total de 205 hombres, de los que cinco no fueron a servir. Tres no se recibieron al sueldo, dos por inútiles y tullidos, y otro por viejo, huyendo uno antes de embarcar, quedando el último enfermo en el puerto. Cada compañía estuvo formada por 100 soldados, que junto con los oficiales hacían 103 plazas en cada una164.

La primera compañía se envió directamente desde el puerto de Gijón en el mes de julio165. Pero la segunda compañía, ante la falta de barcos, debió seguir las nuevas directrices marcadas por el Consejo de Guerra y se embarcó para La Coruña. Allí se le agregaron los 23 enfermos que quedaban sin embarcar de las levas que se habían realizado en Galicia y que estaban alojados en los presidios del Reino, realizándose su viaje a Flandes en una fragata holandesa particular el día 15 de agosto a costa de la real hacienda166. Al

162 Consejo de Guerra, 20 de marzo y 29 mayo 1684. AGS, GA, Legs. 2.612 y 2.610. Cartas del Consejo de Guerra al Principado de Asturias y al Gobernador, 26 de marzo y al Gobernador de Asturias 25 de abril 1684. AGS, GA, Libro 365 f. 55 y ss. 163 Ibídem. 164 Cartas del Consejo de Guerra al Gobernador del Principado de Asturias, 7 de junio 1684 y 10 de febrero 1685. AGS, GA, Libro 365 y 387 f. 53. Cuenta que don Gregorio Rodríguez de Cisneros y Mendoza, Gobernador y Capitán General del Principado de Asturias, tomo a Antonio Contreras vecino de esta ciudad para la paga de las dos compañías que se han levantado para Flandes, 15 de noviembre 1685. AGS, GA, Leg. 2.680. 165 Consulta del Consejo de Guerra, 3 de julio 1684. AGS, GA, Leg. 2.611. 166 Cartas del Consejo de Guerra al Duque de Uceda, Gobernador del Reino de Galicia, 20 de julio y 6 de septiembre 1684. AGS, GA, Libro 365. Consulta del Consejo de Guerra, 6 de septiembre 1684. AGS, GA, Leg. 2.609.

Page 50: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

45

poco de llegar a Flandes las compañías de Asturias fueron reformadas junto con otras que recientemente habían llegado de Galicia167.

Los costes totales de las dos compañías ascendieron a 63.433 reales y medio, por lo que sobraron 2.566 reales y medio de los 6.000 ducados ofrecidos por el Principado. Los gastos más grandes se tuvieron con los vestidos de munición, ya que costaron cada uno 13 ducados y medio, y en los fletes de las dos compañías, que costaron 15.300 reales en la que se envió a Flandes, y otros 1.200 la que se envió a La Coruña. Todos los desembolsos juntos hacen que la media de gasto entre las 206 plazas fuera de 307 reales y 31 maravedíes por hombre168.

Los años posteriores hasta el final de la década se intentó de nuevo por la Corona que Asturias volviera a asistir al pago de la composición de las milicias. Pero siempre la provincia se excusó alegando sus privilegios y su condición de estar obligada a defender sus puertos y socorrer, si llegaba el caso, otros puntos costeros de fuera de su territorio, entre ellos Fuenterrabía como ya lo había hecho en 1638. También el Principado se eximió de pagar los 12.000 ducados, que se sacaban del arbitrio de dos reales de cada fanega de sal que se consumía en el Principado, que por acuerdo se habían ofrecido al rey en caso de guerra contra Francia, por estar en ese momento en paz169.

7. Conclusiones

En cuanto al reclutamiento practicado en Asturias, el reinado de Carlos II se puede dividir en dos grandes periodos. El primero está marcado inicialmente por las contribuciones previas a la frontera portuguesa, y se identifica por las aportaciones de tropas a Flandes, fuente de conflicto más importante durante los 25 primeros años del reinado. Entre 1665 y 1684 fueron varias las expediciones navales que condujeron asturianos a luchar a Flandes. Ninguna de ellas siguió los parámetros habituales de las aportaciones realizadas previamente a la monarquía, caracterizadas por los servicios de tropas que repartían la cantidad de hombres requerida por el monarca entre los distintos concejos. Estos reclutamientos no serán servicios ofrecidos por el Principado, y los alistados tendrán un carácter voluntario o serán ociosos o penados por las autoridades locales, no repartiéndose cupo alguno entre los concejos. Esto sin duda estaba marcado por el hecho de que convenía no enviar forzados a Flandes, ante el coste de su reclutamiento y transporte, pero también a que las autoridades locales sabían que estos hombres no volverían a sus casas al terminar la campaña militar– al contrario que lo que ocurría con los servicios ajustados durante las décadas de 1630, 1640 y 1650 para la frontera guipuzcoana

167 Órdenes de reforma, septiembre-octubre 1680. AGRB, SEG, T 100 Libro 79. 168 Consulta del Consejo de Guerra, 29 de enero 1685. Cuenta que don Gregorio Rodríguez de Cisneros y Mendoza, Gobernador y Capitán General del Principado de Asturias, tomó a Antonio Contreras vecino de esta ciudad para la paga de las dos compañías que se han levantado para Flandes, 15 de noviembre 1685. AGS, GA, Legs. 2.613 y 2.680. Carta del Consejo de Guerra al Gobernador del Principado de Asturias, 10 de febrero 1685. AGS, GA, Libro 365. 169 Carta del Gobernador del Principado de Asturias, Oviedo 28 de junio 1686. AGS, GA, Leg. 2.718.

Page 51: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

46

o Cataluña–, lo que parece que influyó en las elites locales para que no se comprometieran a reclutar por cupos o a que salieran algunos milicianos como pedían las autoridades madrileñas.

En conjunto el número de tropas reclutado en este primer periodo no fue muy elevado, por lo que queda claro que Asturias sirvió por debajo de sus posibilidades. Todo esto cambió a finales del reinado de Carlos II, al estallar la Guerra de los Nueve años (1689-1697), ya que las fuertes necesidades de tropas hicieron que se pidiera a Asturias un nuevo servicio de gente, tras años sin realizar ninguna aportación170. Durante los años de 1690 a 1693 el Principado recuperó sus tradicionales servicios de tropas en el frente catalán, aunque en una cuantía algo inferior a la de tiempos pasados. Todo ello influyó a que en 1694 se adoptaran en el Principado otros sistemas de reclutamiento obligatorio que se generalizaban en Castilla y que dejaban al margen a las juntas y diputaciones locales, que perdieron su capacidad de gestión y control del reclutamiento. En ese año de 1694 se sacaron de Asturias dos soldados por cada 100 vecinos, en teoría 725 hombres para formar el Tercio Nuevo de León171, continuando este sistema de sacar gente según la población durante los dos años siguientes172. Este segundo periodo estará marcado por mayores aportaciones de hombres, reclutados por cupos poblacionales o repartimientos, que tendrán como destino el ejército de Cataluña.

Tabla 2: Envíos de soldados asturianos a Flandes desde 1665-1700:

Año Fecha de embarque

Puerto Número aproximado de plazas

Compañías

1668 27 de abril La Coruña 104 1

1668 16 de julio Vigo 21

1668 3 de agosto La Coruña 60 1

Total 185 2

1672 mediado marzo Gijón 310 3

1672 28 de mayo La Coruña 100 1

Total 410 (167 reclutados en León)

4

170 Junta de disposiciones de la campaña, 23 de junio 1690. Sobre una carta anterior del Gobernador de Asturias de 1 de abril 1690. AGS, GA, Leg. 2.828. 171 Junta de los Tenientes Generales, 11 de febrero 1694. AGS, GA, Leg. 2.917. 172 Sobre este sistema de reclutamiento: RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, A.J.: Los Tambores de Marte…, Op. Cit, pp. 197-211.

Page 52: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

47

Año Fecha de embarque

Puerto Número aproximado de plazas

Compañías

1676 8 de agosto Gijón 180 3

1676 8 de octubre Gijón 327 6

Total 507 9

1684 principio julio Gijón 103 1

1684 8 de octubre La Coruña 103 1

Total 206 2

Fuente: AGS, GA, Legs. 2.194, 2.243, 2.248, 2.346, 2.347, 2.371, 2.467 y 2.680. AGS, GA, Libros 316, 365 y 387.

Page 53: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 54: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

49

LOS PRISIONEROS EN EL SIGLO XVIII Y EL EJEMPLO DE LA GUERRA DE SUCESIÓN

Evaristo C. Martínez-Radío Garrido

Doctor en Historia. Profesor-tutor de la UNED – Centro Asociado de Asturias. Avenida del Jardín Botánico 1345 (calle interior). 33203 Gijón-Asturias –

[email protected]

Resumen:

El futuro de aquellos militares apresados en campaña dependía de unas normas morales más o menos compartidas y observadas entre los bandos contendientes. En ellas, a pesar del horror que supone una guerra, y que también abordamos, encontramos un sitio para el honor y el respeto, que mitigaban su situación.

Palabras clave:

Capitulación, cautivos, pan de munición, prisionero de guerra, Prisioneros, vecinos.

Abstract:

The fate of those military men captured in action of war depended on moral rules more or less shared by the contenders. In spite of the horror involved in a war, that we also display, we find a place for the honor and respect, which mitigated their situation.

Keywords:

Capitulation, captives, inhabitants, prisoner of war, Prisoners, sustenance.

1. Delimitación del tema

A lo largo de estas líneas abordaremos algunos aspectos que rompen con los esquemas de las concepciones de la guerra actuales, pero entendemos que son de muy fácil comprensión por su temática humana. Una vez tomado el concepto, sólo nos queda adornarlo con datos concretos, pero sin ser tediosos. Por otro lado, queremos destacar que, aunque aludamos a ejemplos del Principado (al ser el caso que el autor tiene más estudiado), no se trata de una exposición localista, si bien esta tierra del norte nos ofrece datos y una visión que nos acerca al detalle. No obstante, a fin de cuentas, y respecto a lo que nos ocupa, entendemos que es a nivel más local donde precisamente encontramos más información de los pormenores. En este punto, partimos de un trabajo previo, que entendemos ineludible, y la base de la conferencia homónima impartida en el Curso de Extensión Universitaria de la UNED Acercamiento a la Historia Militar de España. De

Page 55: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

50

Flandes a Afganistán1. Profundizaremos en lo apuntado y, por supuesto, ofreceremos nuevos datos para que sea una buena aportación. Para ello, utilizaremos textos seleccionados, españoles y extranjeros.

Respecto al objeto de estudio, entendemos que a lo largo del siglo XVIII no hubo cambios sustanciales en la consideración hacia los prisioneros, guardándose unas normas que eran eminentemente morales. En el mismo sentido, el siglo de Las Luces también es heredero de su etapa inmediata anterior y, como es lógico, veremos las mismas problemáticas y mentalidades en ambas. Por tanto, aludiremos a ejemplos de textos que abarcan etapas anteriores y también posteriores, pues se repiten. Los cambios realmente aparecerán ya en el XIX y sobre todo, en el siglo XX2.

Comenzamos pues por un aspecto que endentemos básico y que se suele confundir: de qué términos hablaremos y por qué. Nos centraremos en los prisioneros de guerra y de distinta nacionalidad a la del captor tomando el contexto general para tales concepciones de la Europa del XVIII, con casos concretos españoles. Y hemos de precisarlo para que no haya confusiones. Las razones son que no es lo mismo un aprehendido extranjero, por rendición-captura por ejemplo, que uno nacional. Con ello, hay diferencias en cuanto al por qué está cautivo y si es noble o religioso (al igual que si lo fuera de guerra en este caso, como veremos) o si compartía la misma religión de su enemigo o no. Si es nacional, podría serlo por causas políticas, religiosas y morales (ej. las disposiciones sobre vagos y malentretenidos de este siglo), no cumplir con determinadas normas sociales, por negligencia, levas3 o por un delito. Y aquí este último punto, también nos llevaría a diferenciar entre prisioneros y presos –en breve veremos por qué-. Junto a ello, si eran de 1 El primero bajo título “Campesinos y cautivos en la Guerra de Sucesión y el ejemplo de ‘Almansa a Asturias’”. En PÉREZ ÁLVAREZ, Mª J. y MARTÍN GARCÍA, A. (eds.): Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas políticas en el mundo hispano. T. II. Fundación Española de Historia Moderna. León, 2012, pp. 567-577. La segunda, en el curso coordinado por el autor y dirigido por el catedrático D. Luis Ribot, celebrado en el Centro Asociado de Gijón entre el 16 y el 20 de abril de 2012. Igualmente, tomamos algún aspecto ya tratado en la conferencia Prisioneros de la batalla de Almansa: su resonancia en Asturias, impartida por el autor el 23 de noviembre de 2011 en la Sala de Cultura de Almansa (Albacete), como actividad patrocinada por el Ayuntamiento de dicha localidad y organizada por la Asociación 1707 Almansa Histórica. En el mismo sentido, se complementa con el artículo del mismo autor “Prisioneros de guerra en el siglo XVIII. Formas, usos, derechos y deberes del cautivo”, en Actas del I Congreso Internacional sobre historia de la prisión y de las instituciones punitivas. Universidad de Castilla la Mancha, Ciudad Real, 10-12 de abril de 2013 (en prensa). 2 Siguiendo a James William Brodman, nuestros conceptos sobre los prisioneros es un fenómeno moderno que comenzaría a mitad del siglo XIX producto de: por un lado la noción moderna de los derechos individuales propagados por la Revolución Francesa y, por otro, la formación de los Ejércitos permanentes, que crecientemente ha hecho a la guerra como un acto de Estado. Las etapas premoderna y medieval estaban menos definidas y eran más confusas en este campo. BRODMAN, J. W.: “Captives or prisoners: Society an obligation in medieval Iberia”. En Anuario de Historia de la Iglesia, 20. 2011, p. 202. 3 Aquí, para el caso asturiano, vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: “Levas y reclutas en la Asturias de la Guerra de Sucesión; el caso del Tercio del Principado”. En Revista de Historia Militar, 103. Madrid. 2008, pp. 127- 166. No sólo se centra y expone detalladamente la creación de tal unidad, sino que alude a toda la problemática y modo de proceder en las levas de forma general en el Principado.

Page 56: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

51

Mar o Tierra, oficiales o tropa o podrían desempeñar determinadas funciones estando cautivos, según su profesión. Por las razones que acabamos de apuntar, había varios tipos y diferencias de trato, como pudieran ser desde la libertad bajo palabra, el semilibre, los apresados en corso4, los confinados, las condenas a galeras o la simple esclavitud (entre musulmanes y cristianos, por ejemplo)5.

Y hablaremos de prisioneros, no presos, ya que un prisionero es un militar que en campaña cae en poder del enemigo, no un delincuente6. Otra cosa sería que cometieran un delito durante su cautiverio. En ese caso, sí podrían ser encarcelados como reos7.

Pero también queremos destacar otros dos factores. Aludimos a que no era lo mismo ser un prisionero de origen noble (por otra parte más vinculado a la oficialidad) que de un extracto llano. Y es éste el que más nos interesaría, pues sus condiciones de cautiverio serían más duras. Con ello, y sobre prisioneros, la guerra y el tercer estamento, entendemos que es doblemente protagonista. Lo uno por tales condiciones de cautiverio; lo otro porque tampoco fue fácil para las clases populares mantener contingentes humanos que les podrían causar inconvenientes económicos, políticos o sociales (más dependiendo de qué conflicto tratemos durante la centuria)8. Volveremos sobre ello9.

4 “El corso tiene sus propias normas y no acepta pactos parciales con sus hipotéticas víctimas, como se pone de manifiesto cuando los argelinos comienzan a capturar embarcaciones francesas [siglo XVII]”. BARRIO GOZALO, M.: “El corso y el cautiverio en tiempos de Cervantes”. En Investigaciones Históricas: Época Moderna y Contemporánea, 26. 2006, p. 86. El corso tenía por su parte unas normas especiales y hasta una regulación propia. Pero no nos adentramos en este trabajo en ellas. 5 De hecho, el 18 de marzo de 1726 se dio una Real Cédula de corso contra moros y turcos en la que se recoge su esclavitud. Incluso el Marqués de Campoflorido se buscó esclavos moros en 1733. Vid.Real Academia de la Historia [RAH] (Madrid). Croquer y Cabezas, legs. 9/7434 y 9/7431. Archivo Histórico Nacional [AHN] (Madrid). Estado, Almirantazgo, Marina, leg. 3489. 6 Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: “Campesinos y cautivos…”, ob. cit., p. 274. 7 Cuestión que muestra DEFOE, D.: Memorias de guerra del capitán George Carleton: los españoles vistos por un oficial inglés durante la Guerra de Sucesión. Estudio preliminar y notas de Virginia León Sanz. Publicaciones de la Universidad de Alicante. 2002, pp. 290 y 291. Aunque se trate de un relato literario, según parece el capitán Carleton existió y estuvo en escenarios en que Defoe lo sitúa, pero no escribió sus memorias. Como material básico utilizó lo recogido por otros militares así como recuerdos de cuando había estado en España de joven. Pero lo que más nos interesa y le da valor es que es contemporáneo de lo que cuenta, estuvo al tanto del conflicto y coincide con otras fuentes. Henry Philip Stanhope, Lord Mahon, toma por verdaderos los testimonios extractados de esta obra y comprobó que, efectivamente, hubo un capitán Carleton tomado prisionero en Denia. 8 Así pues, no es lo mismo y dado el caso, capturar a un oficial francés de la Guerra de Sucesión que a uno de la de la Convención. El primero sería simplemente un militar cautivo pero sin mayor novedad en los esquemas del Antiguo Régimen; el segundo podía ser peligroso como persona que propagara las ideas de un nuevo orden que alteraría las bases de la sociedad existente, aparte de un enemigo de la fe. 9 Por último, habría también que aludir a que el cautiverio, en caso de ser duro, podría afectar al apresado más allá de su liberación. Esto es, dejarle secuelas psicológicas o afectarle a su vida en tanto haberse arruinado él o su familia para costear el rescate, o a su forma o visión de afrontar la vida.

Page 57: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

52

Finalmente, en este trabajo abordamos el caso de aquellos que pudieron contarlo, porque en una guerra, tras la victoria y la tensión del combate, el vencedor puede embriagarse con la sangre y no respetar al vencido. Evidentemente de los infortunados de tales acciones hay poco más que contar.

2. Prisioneros como carga o beneficio

La visión acerca del prisionero variaba según se pudiera obtener un provecho del mismo o fuera una carga (económica, social o política como apuntamos) y la liberación de éste se contemplaría y llevaría a cabo con tales percepciones. Lo que nos debemos preguntar entonces es, ¿para qué mantenerlo? Apuntamos varias respuestas primeras:

- Para restar capacidad de acción al enemigo, de fuerza o de mando. - “ realizar intercambios que ayuden a reforzar algún aspecto al captor. - “ obtener un beneficio económico (canjes y rescates). - “ presionar al contrario (sobre todo si se cuenta con algún prisionero de calidad y

relevancia) de cara a obtener un provecho. - Como trofeo (que es, por otro lado, un buen instrumento político), una muestra de

lo que la nación/Corona había derrotado. Sería el caso de la expedición española desembarcada en 1719 en Escocia para apoyar a los jacobitas. Fue finalmente derrotada y los cautivos llevados a Londres como tal trofeo.

- Por otro lado, los prisioneros también podrían ser utilizados para levantar la moral a las propias tropas (sobre todo si son bisoñas) haciendo al enemigo menos terrible. Así, se podrían mostrar enemigos de aspecto débil, abatido y poco marcial para que los vieran los soldados como imagen total de las fuerzas contrarias. Por la misma razón, se apartarían aquellos que sí mostraran un aspecto más combativo10.

- Obtener o contrastar información acerca del adversario.

Con ello y como decimos, mantener vivo a un prisionero era un costo que se debía afrontar o bien para evitar un mal mayor (mismamente restar fuerzas o capacidad de mando al enemigo) o para obtener un beneficio de intercambio –ejemplo por un personaje determinado, por sus cualidades militares, mismamente- o simplemente económico. Aquí tenemos entonces la fórmula del rescate (convirtiéndose por tanto el prisionero en botín) o incluso que el propio cautivo pagara por su libertad, con su trabajo o sus propios haberes. En el caso de los canjes (esto es: cambio, trueque o sustitución), debemos contemplar que también podrían ir acompañados de una suma de dinero. En este sentido, tenemos que aludir a los agentes y negociadores. Incluso alguna orden religiosa contemplaba que sus miembros pudieran ser intercambiados por los desafortunados, caso de los mercedarios.

10 BACALLAR Y SANNA, V.: Comentarios de la Guerra de España e historia de su Rey Phelipe V el Animoso, T. II. Génova: Matheo Garvizza. 1725, p. 218. NAVIA OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, A.: Compendio de los veinte libros de Reflexiones Militares que en diez tomos en quarto escribió el teniente general don Álvaro Navia Osorio, Vizconde del Puerto, y Marqués de Santa Cruz de Marcenado. Por el capitán de Infantería don Juan Senén de Contreras, teniente del Regimiento Provincial de Alcázar de San Juan, T. II. Madrid: Imprenta Real. 1787, p. 592.

Page 58: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

53

Las potencias beligerantes acordaban el canje de los prisioneros y el trato recíproco que se les debía dar. Así, lo regular era que se trocaran según su grado, es decir y por ejemplo, un teniente general con un teniente general, un alférez con otro, etc. En el caso de los soldados, se canjearían hombre por hombre. No obstante, como no solía ser más o menos igual el número y calidad (esto es grados militares y estrato social) de prisioneros por una y otra parte, se estabecía una cantidad de rescate para el número de diferencia entre ambas. Es decir, respecto al dinero que decimos y hablando del siglo XVIII, cada prisionero tenía un valor que podía traducirse en un precio de canje. Por ejemplo, en 1780 entre Francia e Inglaterra, un almirante o comandante en jefe “valdrían” 60 libras esterlinas, mientras que un marinero, sólo 111.

Pero estos casos que acabamos ver, es evidente de que se dan entre militares y en un contexto de guerra en el que no es tan importante el negocio, o menos el comercio con los cautivos. Para este último punto es muy claro el fenómeno corsario, destacando el berberisco y argelino. Un ejemplo es el que se evidencia en el Ayuntamiento de Gijón el 23 de enero de 1747, cuando el escribano (Jácome Cifuentes) presenta un memorial del gremio de mareantes comunicando que once marineros de la villa habían sido apresados por corsarios y en el momento estaban cautivos en Argel. Así, se solicitaba al Ayuntamiento alguna limosna para contribuir a su rescate. Para ello, el Alférez mayor de la villa, Francisco Gregorio Jovellanos propuso, y se aceptó, el imponer 2 maravedís en libra de vaca y carnero. Es decir, vemos que, además de ser tal negocio para los corsarios, podía afectar al día a día de una villa en contribuciones especiales12.

11 Por otro lado, si bien aludimos y tratamos con militares, no siempre los tratos sobre prisioneros incumbían únicamente a éstos. Podían caer en manos de paisanos o miembros del clero. Este es el caso que detectamos en el contexto de las guerras con Francia en el siglo XVII en Hostalric (Gerona) el 12 de junio de 1674, ya que el Obispo de Cádiz, Rector de los Huertos, tenía allí prisioneros y se los intentan canjear junto con otros de los franceses. WHEATON, E.: Historia de los progresos del derecho de gentes en Europa y América desde la paz de Westfalia hasta nuestros días, con una introducción sobre los progresos del derecho de gentes en Europa antes de la paz de Westfalia. Traducida y aumentada con un apéndice por Carlos Calvo. T. I. Besanzon: Imprenta de José Jacquin. 1861, pp. 206-208. PEÑA Y FARELL, N. F. de: Anales de Cataluña y epílogo breve de los progresos y famosos hechos de la nación catalana, de sus santos, reliquias, conventos y singulares grandezas y de los más señalados y eminentes varones,, que en santidad, armas y letras han florecido desde la primera población de España año del mundo 1788, antes del nacimiento de Cristo 2714, y del diluvio 143, hasta el presente 1709. Divididos en tres tomos. T. III. Barcelona: Juan Pablo Martí. 1709, p. 362. 12 Archivo Municipal de Gijón [AMGj] (Asturias). Libro de Acuerdos de 1747, ff. 1 r.- 2 r. El corso berberisco necesitaba a los cristianos. Si bien centrado en el siglo XVI y primera mitad del XVII, Barrio Gozalo apunta que “las capturas se reconvierten en dinero por la venta de las mercancías y por el rescate de los cautivos, y la abundancia de dinero y mercancías que se acumula en las ciudades corsarias se convierte en un reclamo para los comerciantes europeos, pues los corsarios dependen de los aportes técnicos continentales, tanto náuticos como armamentísticos para seguir desempeñando sus acciones. El dinero de los rescates vuelve a recalar en Europa por medio de las transacciones de los mercaderes sin escrúpulos que violan la prohibición de comerciar con materias prohibidas con los musulmanes”. Así en el Magreb se podrían encontrar tanto armas, como paños u otros objetos de manufactura europea. BARRIO GOZALO, M.: “El corso…”, ob. cit., p. 86.

Page 59: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

54

Casos de corso y comercio de cautivos aparte, los prisioneros eran un gasto de la Corona. Como vemos en el ejemplo asturiano, en última instancia eran los concejos quienes los debían mantener, sumándose al resto de contribuciones, tanto ordinarias como derivadas del conflicto del momento13, como podían ser los de levas y reclutas, contribuciones para manutención de ejércitos, para llevar a cabo acciones militares concretas, etc. A éstas se unían, por supuesto, las de los propios concejos y los de la provincia en cuestión, para conseguir medidas de protección propias a falta de las que les proporcionara la Corona, como podían ser buscar sus propios pertrechos defensivos o creación de ciertas unidades. Por si fuera poco, hubo otros tipos de gastos “extra”, como contribuir a una boda real o enviar algún obsequio a un príncipe recién nacido. Por supuesto, y como es sabido, quienes más se resentirían por tales contribuciones serían nuevamente las clases populares. La fórmula para poder mantener y, por tanto, de contribuir, era la del lasto. Esto es que cada concejo mantenía los prisioneros que se le repartían y tales gastos deberían ser rembolsados por la Corona, cuestión ésta que se mostró un tanto problemática14.

La solución a la manutención de los prisioneros podía adoptar también varias fórmulas. Tomamos ahora el caso de Marchena (Sevilla), donde en junio de 1707 le llegan 100 portugueses. Debía hacerse cargo de ellos la justicia local. En un principio los encarcelan, pero el problema, como decimos, fue a quién correspondía su sustento diario. Se planteó utilizar dinero de la recaudación destinada a la Hacienda Real, aunque para evitar costes rápidamente se optó por dejarlos libres y desencarcelarlos para que ellos mismos se procuraran su manutención, con la intimidación del castigo si se fugaban (peligro que se podría dar al no tener tal sustento). Sin embargo, el problema no terminó ahí y al final se mantuvieron hasta julio de 1708 asignados a los vecinos de la villa, quienes debían hacerse cargo de la misma15.

13 En el ejemplo asturiano durante la Guerra de Sucesión valoramos ocho apartados respecto a las contribuciones durante el conflicto: los impuestos directos (incluyendo los gastos de prisioneros de guerra y las contraprestaciones de hombres), los indirectos, los donativos “voluntarios”, las refacciones a la Iglesia y el 4 %, las condonaciones de dinero, la Real Orden de tomar una tercera parte de réditos del Reino, sal como hipoteca y pertrechos y material de guerra. Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, Evaristo C.: La Guerra de Sucesión y Asturias. Oviedo: Consejería de Educación y Turismo del Principado de Asturias y KRK Ediciones. 2009, pp. 239-331. 14 En el tratado de Paz y amistad entre la Corona de España y los Estados Generales de 26 de junio de 1714, en su artículo 32º se recogía precisamente que los prisioneros de ambos bandos debían ser liberados y las deudas ocasionadas por éstos deberían ser costeadas por sus respectivos Estados. MIRAFLORES, M. de: Juicio imparcial de la cuestión de sucesión a la Corona de España, suscitada por la Inglaterra y la Francia con motivo del casamiento de la Serenísima Señora Infanta de España Doña María Luisa Fernanda con el Serenísimo Señor Duque de Montpensier. Madrid: Imprenta de la viuda de Calero. 1847, pp. 156 y 157. Archivo General de Simancas [AGS] (Valladolid). Estado, leg. 8023. 15 GUTIÉRREZ NÚÑEZ, F. J.: Gobierno municipal y coyuntura bélica. Marchena y Morón de la Frontera durante la Guerra de Sucesión. Universidad de Sevilla, abril 2002. Tesina inédita cortesía del autor.

Page 60: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

55

Como apuntamos, un caso que tenemos estudiado y claro es el asturiano, muy evidente en el marco de una tierra paupérrima16. Y si no sobraba para los habitantes del Principado difícilmente podía haber para los prisioneros. Como decimos, debían ser mantenidos por sus habitantes (y hablamos no sólo ya de las autoridades, sino de los propios vecinos, como veremos). Sus ecos se siguen oyendo mucho después, como en el Gijón de 173117. Con todos los impuestos de la guerra y su devenir, incluso un particular, Miguel García Infanzón y Osorio, adelantó 4.500 reales al efecto18.

Tales contribuciones eran gravosas. De este modo, en junio de 1707, y por tanto sólo dos meses después de los hechos de Almansa (25 de abril de tal año), ya tenemos la queja del gasto que supone la manutención de los más de 800 que habían sido repartidos por los concejos asturianos y que la Corona no cubría. Las cosas no parece que mejoraran mucho en esta política, porque en Junta del Principado de 8 de octubre del año siguiente el Marqués de Valdecarzana pide que se reintegrara por la Real Hacienda a los concejos el dinero que habían gastado para su mantenimiento y que importaba más de 100.000 reales (cuestión que se aprobó). En abril de 1709 siguen las quejas de los concejos, que afirman no poder seguir manteniéndolos por su pobreza. Y la situación de incomodidad se prolongará. En la Diputación de 30 de mayo de 1713 el Procurador General, José Miguel de Heredia, se quejaba de “los crecidos caudales que los prisioneros que estuvieron en este país dejaron, pues casi consumían todas las rentas reales poniéndolas sus corresponsales en Madrid (…)”. No obstante, los diputados siempre consideraron que no se les debía dejar de asistir y siguieron contribuyendo con la Corona en este punto. De hecho, la Diputación de 12 de abril de 1709 sólo tiene un cometido: “dar providencia para que se asista con el pan diario a los prisioneros que se hayan en el Principado y para que no haya falta alguna en su socorro”19.

16 El propio Felipe V reconocerá en 1714 que Asturias es la región más pobre de España y que no debía contribuir en los impuestos como las provincias más ricas. La situación no cambia y a mediados del siglo XVIII continuaba siéndolo con una renta “per capita” de 264 reales. Archivo de la Biblioteca de la Junta General del Principado de Asturias [BJGPA] (Asturias). Libros de Juntas y Diputaciones, signatura XI, ff. 186 y 187 (en este caso todos los documentos son r.), recogido en MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E.C.: La Guerra de Sucesión…, ob. cit., p. 75; OCAMPO Y SUÁREZ-VALDÉS, J.: La economía asturiana al final del Antiguo Régimen. Las manufacturas, 1750-1850. Oviedo: Principado de Asturias, Consejería de Educación, Cultura y Deportes, Servicio de Publicaciones. 1987, p. 7. 17 Así se constata en la sesión del Ayuntamiento de Gijón de 11 de septiembre de 1731, cuando expresa que a esas alturas todavía no se le había reintegrado el dinero de manutención de los prisioneros de la batalla de Almansa que habían estado en la villa. AMGj, Libro de Acuerdos de 1731, f. 2 v. 18 Regidor de Oviedo y Tesorero de las Rentas Reales, quien estaba en la Corte en 1709 en representación de intereses asturianos. Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Guerra de Sucesión…, ob. cit., p. 271. El problema económico en el Principado fue muy grave. Para afrontar los distintos gastos e impuestos el dinero de las distintas contribuciones se utilizó en varios fines en los cuales y en ocasiones enlazó con el destinado a los prisioneros. Vid., Ibíd., pp. 267 y ss. 19 Archivo Histórico de Asturias [AHA] (Asturias). Libros de Actas Históricas de la Junta General del Principado, signatura 90, doc. cit., ff. 199 v. y 200 r. Exposición del diputado en AHA, Libros de Actas…, signatura 91, ff. 51 v.- 54 r.

Page 61: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

56

Al igual que en las contribuciones de hombres y dinero, el Principado y los concejos buscaban cumplir rápidamente para que no se les sancionara. Un ejemplo claro lo tenemos en Luanco en diciembre de 1708, cuando un prisionero portugués pidió su pan de manutención (el cual podía ser tanto en alimento como en metálico, como veremos). Para ello hubo que ratear en las cáñamas y vecinos del concejo que no contribuían en ese momento con ningún soldado. Se debía hacer “con brevedad por no demorar cosa tan importante y excusar salarios y ministros por la omisión y excusar gastos a la república [el concejo]”20.

3. La captura, el prisionero de guerra y el valor de la palabra El momento de captura de un prisionero, en general (pues también podría entregarse),

se debería a un revés militar y una situación involuntaria en la que es muy importante la entereza de quien va a sufrir tal suerte, una zozobra de un devenir incierto que dependía de la voluntad de su captor -y no sólo por sí mismo, sino también por sus seres queridos-21.

Una vez apuntada tal consideración, cuando hablamos entonces de estos cautivos son, como vimos, militares que caen en poder del enemigo en campaña. Tomar muchos era una buena señal de superioridad y éxito, pero no se debía hacer en cualquier momento. Cargarse con ellos antes de tener asegurada la victoria podría ser una carga en tanto ocuparían efectivos para su custodia y traslado, aparte de que, por un posible revés de suertes en el combate, podrían tomar las armas de nuevo (que mismamente encontrarían en el campo). Eso sí, esta consideración no comprendería a los oficiales de distinción, que deberían ser enviados al último cuerpo de reserva. La razón es sencilla: que no se reintegraran en su ejército en caso de que la batalla cambiara de suerte22.

Así, desde un primer momento, a éstos se les reconocerá además esa condición según como hayan depuesto las armas. Si de forma honrosa, en una plaza o campo abierto, etc. Interesantes en este punto son las capitulaciones, algo que se suele confundir, pues, salvo excepciones y en la época que tratamos, sería la rendición de una plaza o puesto fortificado, así como sus condiciones pactadas con las que se rinde, negociadas por parlamentarios. La capitulación influía en el trato que recibiría el prisionero23. Y hemos de decir que era muy importante la condición explícita de prisionero de guerra, lo cual garantizaba unos derechos de trato más humanitario y honroso frente a otro tipo de

20 Archivo Municipal de Gozón [AMGz] (Asturias). Libro de Acuerdos de 1708, f. 141 r. 21 “Algunas obras de la época [siglos XVI y XVII] hablan del asombro y la angustia que les ha puesto la fortuna en un instante [a los capturados], de forma que no saben si llorar o reír; otras muestran una actitud de fortaleza”. BARRIO GOZALO, M.: “El corso…”, ob. cit., p. 95. 22 Para cuidar de estos últimos debería ir una persona de confianza que no aceptara sobornos para dejarlos escapar. NAVIA OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, Á.: Compendio…, ob. cit., pp. 107 y 108. 23 Daniel Defoe lo deja ver cuando trata la rendición del castillo de Denia en noviembre de 1708. Los soldados quedaron a expensas de que su comandante los rindiera con las condiciones que tuviera por oportunas. DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., p. 253.

Page 62: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

57

cautivos. Precisamente, para ser reconocido como tal se precisaría de la previa capitulación24; lo común era que, de darse el caso, se especificara de tal forma. Así sucedió en las rendiciones españolas de Bérgamo o Palazzuolo (Italia) en 1705 o en la capitulación de Stanhope en Brihuega, cuya tal condición ya viene recogida en el punto 1º de la misma25. Por otro lado, ante tal condición, los corregidores no tenían jurisdicción sobre ellos (deberían contar con autorización superior), ni tampoco la Inquisición –lo que facilitaría que los protestantes no pudieran ser condenados por herejes, por ejemplo-. Pero, incidimos, no había una regulación, unas leyes internacionales claras, y la suerte del vencido dependía de las buenas disposiciones de su captor (Corona o mando militar determinado). Bien es cierto que lo general era que entre las naciones europeas se esperara un trato humano, cristiano:

“Si verdaderamente [un general vencedor] es hombre grande y buen político, será modesto en medio de sus brillantes victorias; ejercitará toda especie de humanidad para con los heridos y moribundos, aunque sean enemigos, y prisioneros; cuidará de ellos por cuantos modos le sean posibles; hará curarlos, alojarlos, mantenerlos, hasta el grado que lo permitan las circunstancias; y podrá vivir persuadido de que esta conducta caritativa le conciliará la admiración del universo, en lugar de que una conducta opuesta sólo le colocará en la clase de los semihéroes.

…Un príncipe que en nuestros días envenenase los ríos que dirigen su curso hacia el enemigo; que hiciese matar a sangre fría a los prisioneros de guerra; y que ejercitase alguna inhumanidad o hiciese una injusticia manifiesta a otro soberano, pasaría por un príncipe bárbaro, y no borraría esta idea ni de la Europa ni de las edades futuras”26.

Entonces el prisionero estaba unido al concepto de la rendición y la capitulación, en la que un militar debía cumplir con lo pactado obligado por su palabra dada. En este punto,

24 Así se recoge en REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (ed.): Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Madrid: Joachín Ibarra. 1780, p. 751. 25 Igualmente se concedió que los oficiales y los soldados de cada regimiento no fueran separados unos de otros (punto 3º). En el 4º, que los prisioneros, de una vez o en partes, serían enviados a villas de mar hasta ser canjeados. Igualmente, las marchas no serían superiores a tres leguas diarias. El 5º expone que Vendôme garantizaría la seguridad de los prisioneros respecto de los ataques que pudieran sufrir de la población civil u otros. Sin embargo, parece ser que las capitulaciones fueron violadas: los soldados fueron dispersos por villas y a ninguno de sus oficiales se les permitió acompañarlos, además a algunos se les encadenó como si fueran galeotes y les hicieron pagar por el mismo agua que bebían (con lo que podrían pagarla, por otro lado). The present State of Europe: or, the historical and political Monthly Mercury, living an account of all the publick and private occurrences, civil, ecclesiastical, and military, that are most considerable in every court: the interest of princes, their pretensions and intrigues, &c. Vol. XVI. Londres: impreso por Henry Rhodes and the assigns of Eliz. Harris. Enero de 1705, p. 225; STANHOPE, H. P.: History of the War of the Succession in Spain. Londres: John Murray. 1832, pp. 337-340. 26 BIELFELD, B. de: Instituciones políticas. Obra en que se trata de la sociedad civil; de las leyes, de la policía, de la Real Hacienda, del comercio, de las fuerzas de un Estado: y en general de todo cuanto pertenece al gobierno, T. III. Traducida por Domingo de la Torre y Mollinedo. Madrid: Andrés Ortega. 1771, pp. 306, 307, 422 y 423.

Page 63: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

58

era importante el honor unido al valor de la misma. Y contravenirla podría perjudicar mucho a quien actuara de tal modo y además podía repercutir en la población del lugar y los civiles (tanto si habían tomado partido por algún contendiente como por las acciones de quien rompiera su palabra)27. Según Grocio, la palabra dada, como de no escapar, era vinculante. Incluso se le podría dejar libre con la promesa de volver a su cautiverio. La palabra de tal cautivo podría ser vinculante, en tanto que su condición no podría empeorar28. Un ejemplo documentado es el caso que encontramos de la concesión de un permiso a un sargento portugués prisionero por seis meses para que fuera a su tierra, con la condición de que pasara por Burgos29. Tanto fue así en este siglo que, en el momento de ser apresado, igualmente se contemplaba que el cautivo confesara su graduación para que lo que se acordara sobre él no fuera engañoso, arreglándose un importe según su calidad (su precio de canje). Incluso debía dar su palabra de honor de no combatir en la guerra, pudiendo incluso retirarse a su casa. Este hecho está unido entonces a otro que se dio bastante a menudo, como era el de dejar unidades libres bajo palabra. Hay muchos ejemplos. Uno sería el de la rendición de Mesina a los españoles el 30 de septiembre de 1718. Se dejó salir libre a la guarnición (3.500 hombres), con sus armas, bandera desplegada y tambor batiente para embarcarse a un puerto amigo. A la par que se rindió también el castillo del Salvador y dos naves que había en el puerto, se permitió al Conde de Ricio y a otros que no eran militares desalojar la Ciudadela con destino a Calabria y se restituyeron los prisioneros de parte a parte30. En este punto, también es cierto que 27 Un ejemplo sobre lo que comentamos en tiempos de la Guerra de Sucesión, tomando rehenes como garantía, cómo se podía rendir una plaza, así como las consecuencias de la falta de la palabra dada, lo encontramos en las vísperas de la batalla de Almansa. El Conde de Pinto fue a rendir la villa de Ayora, que contaba con un castillo defendido por unos 60 migueletes. Al frente de los defensores se hallaba un tal Dávila, quien ofreció su rendición a los borbónicos dando rehenes como garantía. Se adelantaron a tomarlos cien soldados walones pero, cuando estuvieron a tiro, dispararon sobre éstos causándoles varios muertos y heridos. En respuesta los walones mataron de un disparo a un rehén, comenzando luego los borbónicos a abrir fuego de artillería sobre la plaza, preparándose para asaltarla y ahorcar a los migueletes. Aunque recibieron orden de Berwick de reagruparse con él, no lo hicieron sin antes quemar la villa como represalia. Archivo de la Asociación Almansa Histórica 1707 [AH1707] (Albacete): ANÓNIMO: Notas de la relación diaria y singular de la gran batalla que dieron las armas del Rey nuestro Señor en los campos de Almansa, el día 25 de abril de este año de 1707, hasta la feliz restitución de los reinos de Valencia y Aragón, y todo lo sucedido hasta el día de hoy 14 de julio, con las listas de prisioneros y heridos de los enemigos. Madrid: Antonio Bizarrón. 1707, pp. 2 y 3. 28 GROTIUS, H.: Of the Rights of War and Peace, in three volumes; in which are explain’d the laws and claims of nature and nations, and the principal points that relate either to publick government, or the conduct of private life. Londres: imprenta de D. Brown. 1715, pp. 345 y 346. 29 Archivo General Militar de Madrid. Colección del Marqués de la Mina, vol. 1: caja 1, doc. 31, carpetilla 1. 30 Otro hecho bastante anterior fue la liberación por parte del Gran Capitán de 1.200 prisioneros franceses en Gaeta a comienzos de 1504, incluyendo personas “de mucha calidad. Hubo quien no vio bien la decisión de Fernández de Córdoba”. “Decían que con paciencia, pues era señor del campo, pudiera sujetar aquella plaza y las demás y no ponerse al riesgo de que tales capitanes podían ser ocasión que la guerra se renovase. A esto el Gran Capitán respondía que de pólvora y balas se gastaría más de lo que importaba aquel peligro. Que era más conveniente cerrar aquella llaga presente que rezclar(?) las que el de Aubeni y los otros prisioneros podrían hacer con sus lanzas; que perro muerto

Page 64: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

59

entendemos que no convenía continuar la lucha ni tanto al sitiado (pues se podría dar por perdida), como al sitiador, que una dura defensa le podría causar muchas bajas. Es por esta razón que, una vez ofrecido un alto el fuego en una plaza sitiada, de no aceptarse, se pudiera amenazar con no tomar prisioneros. Es decir, si se plantea una resistencia que lo único que puede plantear es un hecho sumamente sangriento (como era entrar por una brecha), las condiciones serían más duras por el coste que ello suponía. También es cierto que, por necesidades militares y no perder tiempo, se podría amenazar con no dar cuartel si no se aceptaran unas condiciones de rendición rápidas31.

A nivel particular en este punto es evidente que la palabra en general sería la de los oficiales y jefes, más que la de los soldados de origen campesino. Con todo, por tanto y de alguna manera, mientras llevaran uniforme o simplemente fueran tales prisioneros de un estado Soberano, eran representantes de su nación. Además, si se trataba de un oficial, sería un caballero (seguramente por cuna y luego por su digna profesión y grado) y, por tanto, de faltar a su palabra o demostrar actitudes reprochables, sería una conducta tres veces reprobable: como caballero, como militar y como representante de su nación. No obstante y como es lógico, no siempre era una medida segura. El Marqués de Santa Cruz desconfiaba de tomar la palabra a los prisioneros (y, suponemos, que si no eran oficiales y nobles, más), porque podrían volver a reincorporarse al combate. Por cierto que se les podría tomar en mitad de una acción militar. Es muy explícito al exponer que “yo nunca dejaría mi seguridad al capricho de mi enemigo”32.

Junto a ello, no se debía ser cruel con el enemigo para favorecer una rendición menos problemática. Es decir, una actitud inhumana o deshonrosa para con los vencidos, podría acarrear más defensa por parte de éstos y que se rindieran (si lo hacían) con mayor dificultad. En el mismo sentido, el Marqués de Santa Cruz expone que, una vez que la victoria estaba clara, los oficiales no debían permitir que se asesinara ni hiriera a ningún rendido, como tampoco que se les maltratara de palabra. Por otro lado, un trato más humano podía evitar tentativas de fuga. No obstante, el punto de inflexión sería realmente no ladra y huido no hace mal. Que, de ser muertos o idos no podían los prisioneros escapar”. BACALLAR Y SANNA, V.: Comentarios…, ob. cit., p. 200. MARIANA, I. de: Historia General de España, compuesta, enmendada y añadida por el Padre Iván de Mariana, de la Compañía de Jesús, con el sumario y tablas y ahora nuevamente añadido en esta última impresión por don Félix Lucio de Espinosa y Malo, todo lo sucedido desde el año de mil y seiscienttos y sesenta y nueve hasta el de setenta y ocho, T. II. Madrid: Andrés García de la Iglesia y Gabriel de León. 1678, p. 246. 31 Podría ser el caso de Brihuega, cuando un Stanhope asediado pidió capitulación y, a cambio, recibió un ultimátum de rendición en una hora o de lo contrario no obtendrían cuartel. 32 OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, Á.: Compendio…, ob. cit., pp. 108 y 330. OLMEDA Y LEÓN, J.: Elementos del derecho público de la paz y de la guerra, ilustrados con noticias históricas, leyes y doctrinas del derecho español, por don José Olmeda y León, Caballero de la Orden de Santiago y colegial huésped en el Mayor de Cuenca de la Universidad de Salamanca, T. II. Madrid,: Oficina de la viuda de Manuel Fernández. 1771, pp. 146 y 148. En Oviedo, el 27 de abril de 1712, el Gobernador comunica que, como se había dado orden a los jueces de Oviedo para que nombraran diariamente cuatro vecinos para custodiar los soldados que estaban en la fortaleza, cuestión que les perjudicaba, dispuso que cuatro soldados prisioneros “asistiesen por guardar en dicha fortaleza con un real de salario cada uno diariamente”, mientras durase la recluta del momento. Archivo Municipal de Oviedo [AMO] (Asturias), Libro de Acuerdos de 1712, f. 58 r.

Page 65: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

60

la victoria clara que decimos, pues el mismo Marqués era de la opinión de que en el asalto de una plaza es más conveniente no dar cuartel en un principio para no cargarse de prisioneros hasta que no fuera así, que es cuando llegado el caso habría que mostrar piedad.

Una vez aquí, una cuestión que nos llamará la atención es el respeto por el vencido, lo que nos lleva a plantearnos el por qué no escapaba o se entregaba al enemigo de darse el caso. Las razones podían ser varias. Apuntamos algunas evidentes. Por ejemplo, porque para entregarse no se sabía si efectivamente se le iba a respetar la vida (caso de los portugueses en Almansa pasados a cuchillo); luego estaba bajo vigilancia de las autoridades y los vecinos -más o menos efectiva o dura según la situación-; sus propios mandos tomarían medidas para que no sucediera, mismamente haciendo que se les temiera a ellos más que al adversario; porque tendrían que ir solos cruzando el territorio hostil (pudiendo ser identificados, más si eran de otra nacionalidad, hablaban otra lengua y/o profesaban otra religión), etc. Aquí, es evidentemente que esto no siempre se cumplía y en ocasiones la humanidad brillaba por su ausencia. Philip Stanhope coincide con las memorias de Couto afirmando que a los vencidos de Almansa unas veces se les cogía prisioneros pero otras se les pasaba a cuchillo33.

Enlazamos entonces con dejar la puerta abierta a las represalias, que paradójicamente, a su vez, podían constituir una medida para que el enemigo mudara de conducta. Incluso podría ser un inconveniente para el propio ejército, pues recelaría que, en caso de acabar en manos del enemigo, les pudieran hacer lo mismo34. Hay muchos testimonios de ello. Un ejemplo de lo que decimos es lo que detectamos con la caída de Barcelona frente a las tropas austracistas en 1705. En ella, la población civil favoreció la labor a los asaltantes y, según Narciso Felíu de la Peña, atacaba a los soldados borbónicos, a pesar de que conocían que éstos ahorcaban a los que cogían prisioneros. Por esta razón, a los que ellos prendían “les pagaban con la misma moneda”. Otro sería el posterior pacto de capitulación del castillo de San Felipe de Mahón, que contemplaba que los franceses tomados cautivos fueran conducidos a Francia. Pero no se respetó, como represalia por su comportamiento en Játiva, y fueron llevados a Mallorca “para que aprendan a cumplir y a guardar la palabra”35. Este no es un hecho aislado del siglo XVIII, sino que es común a lo observado en la guerra.

Por otro lado, en el XVIII no siempre todos los cautivos se convertían necesariamente en prisioneros. Dependiendo de determinadas profesiones u ocupaciones se podían dejar en libertad al no ser considerados prisioneros de guerra, como médicos, criados, o

33 Hay muchos ejemplos. Por poner algún otro del conflicto sucesorio, en 1713 había sobre unos 3.000 catalanes rebeldes a Felipe V bajo el mando de Dalmao y Nabot. Feliciano Bracamonte atacó las fuerzas de Nabot cerca de Tarrasa, las venció y ahorcó a muchos prisioneros. STANHOPE, H. P.: History of the War…, ob. cit., pp. 233, 234 y 312. BACALLAR Y SANNA, V.: Comentarios…, ob. cit., p. 105. Por nuestra parte y este hecho concreto, planteamos la hipótesis de que precisamente sería por ser rebeldes, sin la bandera de una Corona y, por tanto, podrían no ser considerados prisioneros de guerra. 34 OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, Á.: Compendio…, ob. cit., p. 135. 35 PEÑA Y FARELL, N. F. de: Anales de Cataluña…, ob. cit., pp. 614 y 615.

Page 66: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

61

prebostes36. Además, hubo quienes pudieron optar por cambiarse de bando y continuar combatiendo. Es el caso de la caída ante los austracistas del castillo de San Felipe de Mahón, que acabamos de aludir. La mayoría de los españoles capturados (sin defenderse) se unieron al hasta entonces su enemigo.

4. Distribución de los prisioneros

Los prisioneros serían enviados, por razones lógicas, a lugares seguros. Nuevamente volvemos al ejemplo del Principado de Asturias durante la Guerra de Sucesión, pues no se trató de invadir en ningún momento ni tampoco sufrió movimientos de tropas de paso adversarias. Seguramente por ello mismo y la dificultad que le hubiera supuesto a los austracistas, junto con que su fidelidad a Felipe V parecía clara37, se asentaron en él prisioneros de la contienda y se mantuvieron con calma. Es más, los hubo en localidades costeras, como Gijón, Caravia o Luanco, donde sería más fácil dar un golpe de mano. De hecho, la villa de Colunga, al lado de Caravia, había sido bombardeada por una fragata holandesa en 1703, y en el Cabo de Peñas se habían visto pasar embarcaciones enemigas durante el conflicto. Como hechos consumados, se había saqueado la rada de Vigo y desembarcado en Rota y Puerto de Santa María en 1702 o tomado Gibraltar en 1704. Es decir, había precedentes de desembarco en el litoral peninsular, estando Asturias más cerca por mar de Holanda o Inglaterra y Portugal cerca. No obstante, entendemos que el Principado no fue un objetivo militar y, en caso de desembarco, los aliados habrían tenido serias dificultades de desplazamiento por su orografía38.

En el Principado hubo prisioneros holandeses, ingleses, flamencos y portugueses. A modo de curiosidad, diremos que parece que los portugueses no se debían mezclar más de lo necesario con el resto ya que pedían su pan de munición39 por separado (cada dos

36 Vid. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia. Los prisioneros de guerra en España y Francia a finales del Antiguo Régimen. Gijón: Trea. 2011 p. 63. 37 La cuestión de la fidelidad a este respecto es tratada en MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La milicia asturiana en la Guerra de Sucesión. Madrid: Fundación Cultural de la Milicia Universitaria. 2005. Por poner otro ejemplo lejano al Principado, tomamos uno sobre Canarias, en las localidades tinerfeñas de La laguna y La Orotava. En ellas hubo un contingente de 400 prisioneros franceses provenientes del Rosellón en el contexto de la Guerra Contra la Convención. La razón de tal presencia precisamente se debió al aislamiento propio de la isla, a más de mil millas náuticas de la Península y que, por su condición geográfica, facilitaría el control de los mismos. Sus condiciones fueron de cierta libertad dentro del recinto penal, incluso llegando a mostrar aires de altanería y arrogancia. PÉREZ BLÁZQUEZ, A.: “La situación de algunos prisioneros franceses en Málaga durante la Guerra contra la Convención”. En VILLAR GARCÍA, Mª B., y PEZZI CRISTÓBAL, P., (eds. congr.): Actas del I Coloquio Internacional “Los Extranjeros en la España moderna”. T. II. Málaga: Ministerio de Ciencia y Tecnología. 2003, p. 614. En la Guerra de Sucesión, siguiendo las memorias del capitán inglés George Carleton, éste habría sido enviado de Valencia a San Clemente (La Mancha), por considerarla más segura al estar en el interior. DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., p. 256. 38 Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Guerra…, ob. cit., pp. 204-209. 39 Como contempla el Diccionario de la RAE de 1737 (t. V, p. 102) era el que se daba a los soldados, hecho de harina sin cerner.

Page 67: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

62

meses). En la sesión del Ayuntamiento de Oviedo de 26 de octubre de 1708 vemos cómo solicitan el mismo aparte de holandeses e ingleses, quizás también porque éstos llevaban ya un año en la ciudad y los otros eran recién llegados (se custodiaban tanto en la fortaleza como por el concejo). Por lo tanto, tenemos documentada la presencia de tales prisioneros desde 1707, lo que nos hace suponer que, precisamente, fueran de la batalla de Almansa. Esto se corroboraría porque pasados bastantes años tras la guerra, en Gijón se alude explícitamente a que tuvieron gastos de manutención de prisioneros por tal batalla40, y que precisamente en tal año subieron mucho los costes de manutención de prisioneros. Almansa disparó el número de cautivos en Asturias, como se puede ver en Caravia o Gozón en junio de 1707. A nivel del Principado, ese mes y año albergó más de 800 (un porcentaje nada despreciable). Oviedo fue la ciudad que acogió mayor número. No perdemos de vista que en ella estaba la cárcel-fortaleza; 100 en 1708 de las nacionalidades ingleses, portugueses y holandeses.

Continuando con el caso asturiano, que sería análogo al general, se enviaban a Oviedo, la capital, y una vez allí el Gobernador del Principado los repartía entre los concejos, cotos y jurisdicciones, de forma equitativa conforme a su número de vecindad. Se dirigían después a los jueces de tales lugares, quienes los podrían repartir a su vez entre los vecinos, dejándolos encargados de mantenerlos.

Y este es un caso interesante y que nos sirve de ejemplo para los hechos generales. Las primeras referencias a prisioneros en Asturias las encontramos en Gijón en octubre de 1706, cuando debe acoger a 18 soldados portugueses, en su mayoría enfermos y en malas condiciones. Pero realmente la carga vendrá a consecuencia de la batalla de Almansa, como dijimos viéndolos en Asturias en poco menos de dos meses41. Esto nos indica que no se quedaron mucho tiempo en el lugar de los hechos, sino que desde la propia localidad albaceteña ya fueron dirigidos hasta el Principado. Lo mismo lo podemos sospechar si atendemos a la rapidez con las que se dieron otras batallas consecutivas, como pudieran haber sido las de Brihuega y Villaviciosa en 1710. Es de suponer que no habrían ido a la siguiente batalla con miles de prisioneros cautivos y con la carga que esto supondría para desarrollar las acciones42. En este punto, sabemos que en las horas siguientes fueron recluidos en las iglesias y casas de pudientes de la zona para, sin tardar demasiado como decimos, hacerse las caravanas para sus lugares definitivos de cautiverio, probablemente

40 Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Guerra…, ob. cit. Al igual que en Oviedo, donde el cabo holandés Antonio de Corvile, cautivo en la batalla de Almansa, sería quien pedía el pan de munición para sí y sus 14 compañeros. 41 Tenemos constancia de la llegada Luanco de prisioneros el 19 de junio, entrando unos portugueses el día 27. En el Concejo de Caravia vemos que el 18 de junio llegan tres holandeses. 42 De hecho, tras la batalla de Brihuega, de comienzos de diciembre de 1710, se enviaron los prisioneros con varias escoltas sin perder tiempo y por distintos lugares al interior de Castilla, “con orden de que toda aquella noche y al otro día los hiciesen marchar sin hacer alto”. BACALLAR Y SANNA, V.: Comentarios…, ob. cit., p. 52. Tal hecho coincide con lo apuntado por Philip Stanhope cuando apunta a que los prisioneros marcharon temprano al día siguiente por temor a que fueran rescatados.

Page 68: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

63

en un itinerario más o menos improvisado43. Así, es muy probable que fueran en varias columnas hasta algún lugar más o menos céntrico o de concentración para, desde el mismo, salir los diferentes convoyes hasta los distintos destinos finales44. Así es como Defoe pone en boca del capitán Carleton, tomado prisionero en Denia45, que los cautivos fueron dispersados a diferentes destinos, incluso a “lugares tan lejanos como Oviedo”46. En cuanto a la ruta que llevaron hasta llegar a Asturias, suponemos que, desde donde fuera posible, siguieran las mismas que los reclutados y levados, pero a la inversa. No obstante, entendemos que no debía haber una fija, pues dependería del lugar en el que se hubiera dado la batalla, así como los avances y retrocesos del enemigo, que la podría interferir. De hecho, también se consideraba en la época que se pudiera dar el caso de entablar combate llevando prisioneros. De ser así, la guardia de los mismos los debía desarmar y les mandaría sentarse bajo amenaza de muerte en caso de intento de fuga. La guardia de éstos debería ser de Caballería porque, en caso de que los cautivos echaran a correr, la Infantería sólo podría alcanzar a algunos haciendo fuego47.

4.1. Lugar de cautiverio y trato

En lo que hace a su lugar de cautiverio, se suele tener la imagen de celdas, grilletes, cárceles… No obstante no siempre era así. De hecho, lo primero que deberíamos es

43 También es cierto que parece que en la villa se obligó a trabajar a los prisioneros, seguramente por la carga que hubo de soportar y haber quedado desolada por la manutención de los ejércitos. Evidentemente, no es el caso asturiano. Igualmente, al parecer los muertos en combate fueron enterrados en improvisadas tumbas, como el pozo de nieve de la localidad. No se podría perder mucho tiempo en hacer un cementerio digno al efecto y menos por la cantidad de cadáveres acumulados. Por otro lado, no se debían dilatar en un campamento habilitado al efecto ni quedarse con el Ejército vencedor, por cuestiones evidentes como que esquilmaban los recursos de la zona o restarían capacidad de maniobra a aquél (unido a los recursos humanos destinados a su custodia). No fue un caso único y esta práctica continuó en el tiempo. 44 Por nuestra parte conocemos un itinerario desde Almansa a Bayona (probablemente en parte compartido con aquellos que se dirigieron a Asturias), a saber: Almansa-Albacete-Fuente Santa-Sisanto y San Clemente-Belmonte-La Puebla-Tarancón-Estremera-Villarejo-Arganda-Bayona. Desde Almansa hasta Arganda, fallecieron nada menos que 3.037 hombres, que suponemos que ya no sólo por posibles condiciones insalubres que pudiera haber, sino por infecciones de heridas, pues en la época, y como es notorio, todavía no había adelantos como pudiera ser la penicilina (vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C. “Levas y reclutas…”, ob. cit., p. 140). En tal itinerario, también iban quedando por el camino heridos (y prisioneros, lógicamente). Tampoco era una suma despreciable: 3.711 entre los lugares de Belmonte, La Puebla, Tarancón, Extremera, Villarejo y Arganda. Lógicamente y como apuntamos, esto incidía en la población civil. Coincide con las Memorias del Capitán Carleton, quien expresa claramente que deben dejarlo atrás hasta que se recuperara para su traslado. AH1707: ANÓNIMO: Notas de la relación…, ob. cit., pp. 23 y 24; DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., p. 253. 45 Cayó el sábado el sábado 17 de noviembre de 1708, a las 8 de la mañana. El mismo día se informaba al Duque de Gandía que, en consecuencia, los prisioneros de guerra y los paisanos de dicha villa quedaron a disposición del rey. Nótese que se diferencia entre prisioneros de guerra y paisanos, todos cautivos. AHN, Nobleza, Osuna, CT. 142, D. 65. 46 DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit. 47 OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, Á.: Compendio…, ob. cit., p. 444.

Page 69: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

64

diferenciar entre los lugares más o menos improvisados para su alojamiento y luego los que ya serían fijos. Así tendríamos desde cuadras, iglesias y conventos, casas de particulares, fondas, cuarteles a palacios y, por supuesto, pontones, fortalezas y cárceles. Los prisioneros podrían, además, ir cambiando de localidad por razones como los movimientos de los ejércitos enemigos o por saturación del lugar. Es decir, podrían variar según la urgencia del momento y si la localidad para albergarlos estaba más o menos preparada para ello. También fueron ahijados por las parroquias y no todo eran las dichas cárceles y fortalezas, sino que podían custodiarse en edificios habilitados al efecto. Además, igualmente los custodiaban, o mejor dicho atendían, los propios vecinos, si bien es cierto que entendemos que no necesariamente significa que los tuvieran alojados en sus propios hogares, aunque sí pudiera darse el caso.

En cuanto a su día a día, se vería influido por el trato y consideración del captor (lógicamente). Ya aludimos a que no era lo mismo caer prisionero del corso argelino, por ejemplo, que de una potencia europea y cristiana. Entre éstas, al prisionero no se le podía esclavizar, por lo que su captor únicamente tenía el derecho de privarle de libertad. Sin embargo, con los musulmanes sí se observa un derecho de esclavitud (y viceversa). Por esta misma razón, y en teoría, no se podía despojar de su ropa al cautivo exponiéndolo a una vergonzosa desnudez. Tal cosa se solía disimular con la licencia militar, sobre todo con aquellos de bajo estrato social. En lo que hace a algunas alhajas de valor “que no son de adorno el más preciso para la persona”, sí se les podrán tomar como botín de guerra justa. Incluso subastar48. No obstante, si éstos las recobraran, no podrían despojarles de ellas. Con los oficiales y personas de distinción sería indecente que se les desnudara y, de ser así, los soldados que lo hicieran debían ser castigados severamente por su general. Pero esto es la teoría y buenas intenciones, porque no siempre era así, como les sucedió a los españoles bajo mando de Gaztañeta que cayeron prisioneros en cabo Passaro en 171849. Rescatamos igualmente el caso del Coronel António do Couto Castelo Branco, quien mandó el Terço de Chaves, interlineado con la Caballería portuguesa en la primera línea de la batalla de Almansa. Cuando lo tomaron prisionero le cambiaron el sombrero, poniéndole uno de galón de lana blanca por el suyo, que era de galón de oro, le quitaron la casaca (roja), y así lo dejaron. Es decir, lo desnudan y le quitan sus distinciones. Se quedó a pie y lo llevaron a otros para que lo condujeran a Almansa. Por el camino, algunos borbónicos decían a sus guardianes que lo mataran, respondiéndoles éstos que no, que era un coronel. Le quitaron todo, incluso las botas, quedándose básicamente con su camisa y nada más. Les dijo que tenía sed y le proporcionaron agua caliente para beber, lo cual le ayudó a resistir el frío que tenía. Luego le dieron unos calzones que le habían quitado a otro y le cogió una casaca a un muerto. Se dirigió al final a la casa donde tenía Berwick su cuartel, donde otro oficial portugués le proporcionó unas medias50. 48 Ej. la orden de Luis Jerónimo Pastor en la zona de Alicante en septiembre de 1707 con una remesa. AHN, Nobleza, Osuna, CT. 142, D. 23-24. 49 OLMEDA Y LEÓN, J.: Elementos…, ob. cit., pp. 144 y 145. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia…, ob. cit., p. 16. 50 COUTO CASTELO BRANCO, A. do: Comentários de António do Couto Castelo Branco sôbre as campanhas de 1706 e 1707 em Espanha. Coimbra: Edición anotada de Gastão de Melo de Matos. 1930, pp. 140 y 141.

Page 70: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

65

Como decimos, el día a día del prisionero podría variar según su captor. Así, por tanto, tendremos testimonios desde grandes crueldades con ellos hasta un trato ciertamente vehemente. Sobre el primero de los casos entendemos que no hace falta decir mucho más en tanto es una imagen más extendida. Sin embargo, sobre el segundo, que nos parece más interesante, le dedicamos unas líneas más adelante.

5. Gastos de manutención

Ya comentamos que los prisioneros podían suponer una carga para la población civil por deber de mantenerlos. En tiempos de la Guerra de Sucesión se les debía proporcionar casi 700 grs. de pan51 o su equivalente en dinero: 18 maravedís de vellón52. Una libra de pan valdría por su parte unos 3 cuartos53. En este sentido es similar a lo que se contemplaba a los soldados, como los levados, si bien variando las cantidades. Igualmente, entendemos que si se les daba dinero a los prisioneros obviamente sería para que lo utilizaran, comerciaran con él. Por tanto, los prisioneros mantenían tales relaciones comerciales con los que serían sus “enemigos” o, incluso, contratar determinados servicios como el de lavandería.

Aludimos a que los vecinos podrían ser los encargados directos de su manutención. Literalmente se habla de ser ahijados por las feligresías54. Un ejemplo muy claro de lo que decimos lo encontramos en el concejo asturiano de Caravia. Allí son enviados en junio de 1707 tres prisioneros holandeses. Para mantenerlos, hubo de hacerse un prorrateo entre los vecinos y luego debieron ser mantenidos por éstos en un orden preestablecido:

“…Y resulta (…) haberse entregado a dichos señores jueces [del concejo] por don Antonio García Valle, ministro del Tribunal de Su Señoría el señor Gobernador de este Principado y su comisión, el día dieciocho del mes de junio pasado de mil setecientos y siete años, tres soldados, que dijeron ser prisioneros y de nación holandeses. Y, según sus declaraciones, llamarse el uno Eromas Bigu, y el otro Joan Rinquefort, y el otro Luis

51 Esto era libra y media de pan de 16 onzas al día: unos 688,8 grs. Esta medida se mantendrá más allá del conflicto. 52 Viene a ser parecido a lo recogido por Daniel Defoe al aludir a que al capitán Carleton le daban en Valencia 18 onzas de carnero diarias (y 9 a su asistente, por lo que podía disponer de personas a su servicio, como veremos), mas pan y vino. DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., p. 254. 53 Es cierto que se alude a que se les debía proporcionar libra y media de pan de 16 onzas al día o su equivalente en dinero: 16 maravedís de vellón. Creemos que esta lectura puede llevar a error. Siguiendo lo indicado en el Diccionario de la RAE, 1 cuarto serían 4 maravedís de vellón. Así, 3 cuartos serían 12 maravedís. Tomaban 1,5 libras, con lo cual serían 4,5 cuartos. De este modo, si 1 cuarto son 4 maravedís y tomaban 4,5 cuartos al día, serían 18 maravedís (resultado de multiplicar 4,5 cuartos por 4 maravedís de vellón). Entendemos por tanto, que se refiera a que 1 onza pudiera valer 1 maravedí. 54 Por tanto, importancia de la parroquia en las labores de distribución. Caso con lo que decimos, y por su parte, de Luanco (concejo de Gozón), donde hubo diez prisioneros que habían entrado el 19 de junio de 1707, y a donde el día 27 llegan dos portugueses. Vemos que el Marqués de Santiago había mandado que se les diera todo lo necesario para su manutención. Hay prisioneros holandeses, flamencos, ingleses y portugueses en el concejo. AMGz, Libro de Acuerdos de 1707, f. 88 r.

Page 71: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

66

Ytré. Y dicho día consta de dichos autos haberse entregado por dichos señores jueces a Patricio de la Isla, vecino de este concejo, a quien mandaron les dé a cada uno libra y media de pan, como se les ordenaba por dicha orden, y, pasado dicho día, los entregue al vecino que se siguiese de este concejo para que, en la misma forma, les dé a cada uno de dichos prisioneros el pan referido”55.

Otro ejemplo lo vemos en Avilés. En 1711 los prisioneros que allí había piden su pan de munición. Se acuerda pagarles, al igual que desde el 1 de septiembre se hiciera una lista de los vecinos de la villa y sus rieras, y que luego

“se les repartan los referidos prisioneros para que les paguen diariamente, haciéndoles notorio el repartimiento para que sepan cuántos son los que se deben de hacer cargo de cada soldado”56.

Por otro lado, no nos consta mala relación entre prisioneros y vecinos57.

En Oviedo vemos que el gasto, sólo en pan de munición (que aunque se aludiera a éste, podía ser dinero)58, más bajo sufragado en un mes serían unos 100 reales de vellón (diciembre de 1708), y el más alto unos 1.700 (si bien con algún mes de atraso, en agosto de 1709). Y, como media, en 1712 el costo anual supuso unos 2.000 reales. Para hacernos una idea de gasto anual, en la Diputación de 26 de junio de 1709 se expuso el gasto final del Principado en manutención de prisioneros en el año de 1708: 106.694 reales y 25 maravedís59. El 26 de junio de 1709 en Diputación, se trata

“sobre que don Miguel García Infanzón, en virtud de poder de la Diputación había conseguido el abono de las cantidades del importe del pan diario lastado por el Principado, sobre que dio memoria dicho don Miguel”60.

Por otro lado, el pan diario de los prisioneros de Almansa que hubo en Gijón, le costaron a la villa más de 17.000 reales61.

El problema es hacernos a la idea de cuál era el valor del dinero. Para ello exponemos los siguientes artículos, más del día a día, como son la carne y el vino62. En Asturias: 55 272 días de su manutención ascendieron a 432 reales y 3 maravedís. AHA. Archivo de la Casa de Aurelio de Llano Roza de Ampudia y de Valle, caja 11.513, Libro I, ff. 10 r.- 11 v. Hay que fijarse que se les toma declaración, fiándose de ella. 56 AMO, Libro de Acuerdos de 1711, f. 33 v. 57 Por lo que nos planteamos que no se trató de un conflicto popular, con un carácter político más propio de etapas bastante posteriores 58 Y, como vemos por las peticiones de los prisioneros, era lo que más se les daba cuando lo solicitaban. 59 En el memorial se expone que el gasto del Principado en “el pan provisto de prisioneros” del año de 1708 fueron 114.700 reales con 25 maravedís, a los que hubo que restar 8.006 reales “que se incluyeron en carta de pago de mayor cantidad dada en las alcabalas”, con lo que quedaron 106.694 reales y 25 maravedís. AHA. Libros de Actas..., signatura 90, doc. cit., f. 155 v. 60 BJGPA. Libros de Juntas…, signatura X, ff. 212 y 213. 61 MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Guerra de Sucesión…, ob. cit., p 271.

Page 72: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

67

- Una libra (460 grs.)63 de carne de carnero, 26-28 maravedís. - Una de vaca, 20 maravedís. - Vino, caro, lo compraron los tratantes a 5’5 cuartos el cuartillo llegándose a vender

a 9 el cuartillo (es decir, 36 maravedís sobre medio litro)64.

Por tanto, si un prisionero percibía 18 maravedís, le alcanzaría el dinero para comprarse al día, en el caso dado, casi medio kilo de carne de vaca.

5.1. Comparación de sueldos y honorarios

Para entender si esto es mucho o poco, exponemos los siguientes datos: en Asturias se pagó entre 1 y 3 reales diarios a los reclutados/levados durante la guerra de Sucesión65. Así, sabemos que en Oviedo, en marzo de 1703, se llegó a pagar al soldado que se alistara voluntario 3 reales al día y 2 doblones de enganche hasta que dependieran de la Corona (siendo mucho y como atractivo ante la urgencia). En el mismo lugar, sin tanta prisa y ya en agosto de 1711, se le daba al voluntario 1 doblón y 1 real y medio de sueldo. Igualmente en la capital asturiana, en abril de 1709, a un soldado inválido66 se le daba de sueldo 1 real y medio al día. Por su parte, el Sargento Mayor del Principado Fernando León cobraba 54 reales al año (según nos consta a fecha de 24 de marzo de 1711).

Comparando sueldos, en 1706 en la provincia de Segovia se pagaron a soldados milicianos para llevar levados 2 reales al día y, desde Segovia a Madrid, se les dio a los levados 4 reales de plata diarios. Fuera de la Guerra de Sucesión, en 1731 en Asturias se asistía a los soldados con 8 cuartos de prest y 4 de pan al día. Según el artículo 21º de las Ordenanzas para Milicias de enero de 1734, a los cadetes y soldados se les debía dar el prest y pan de su manutención. En caso de no poder darles el pan en especie, su 62 En este sentido, igualmente a modo de orientación y con artículos militares: una espada de fábrica vendría a costar unos 15 reales. Por su parte un fusil liso, 46 reales ¾; una bayoneta 4 reales; una carabina lisa, 41; un par de pistolas, 54 y un fusil rayado, 90. AGS, Secretaría de Guerra, leg. 886. 63 Es decir, sobre medio kilo. 64 Una vaca, 6-7’5 ducados -66- 82’5 reales-. AMO. Libros de Acuerdos de Acuerdos de 1710 y 1711, ff. ff. 125 v. y 126 r. y 4 r., 4 v. y 167 v.- 169 v. respectivamente. 65 Esto es, entre 51 y 102 maravedís si atendemos a que 1 real equivale a 34 maravedís. 66 Un inválido era un militar que había quedado inhábil al servicio regular debido a sus achaques, heridas o edad. Aquellos que pudieran tomar las armas en algún momento, se enviaban a los fuertes y plazas donde harían el servicio de tropa reglada y continuarían con un sueldo. Con ello, podían realizar tareas administrativas y de vigilancia. SANZ, R. (trad. del francés): Diccionario Militar, o recolección alfabética de todos los términos propios al Arte de la Guerra. Explicación y práctica de los trabajos que sirven al ataque y defensa de las plazas; sus ventajas y defectos; según sus diferentes situaciones; con un detalle histórico del origen y naturaleza de diferentes especies; tanto de empleos antiguos y modernos; como de las armas que se han usado en diferentes tiempos de la Monarquía Francesa hasta hoy. Barcelona: imprenta de Juan Piferrer. 1749, pp. 208 y 209. WARTELET, J. de: Diccionario Militar. Madrid: Imprenta de D. Luis Palacios. 1863, p. 446; MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La organización de las Milicias en Asturias bajo el reinado de Felipe V y el Regimiento Provincial de Oviedo. Madrid: Universidad San Pablo-CEU. Tesis Doctoral defendida el 11 de junio de 2010, pp. 878 y 879 -de próxima publicación por el Ministerio de Defensa-.

Page 73: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

68

equivalente de 12 maravedís. Siete meses después vemos que el tambor municipal de Oviedo gozaba de un salario de 2 reales de vellón al día. En 1739, se contemplaba conceder en las Milicias Provinciales 25 reales al mes a sargentos y tambores mayores y 16 a los cabos y tambores menores. Siguiendo con las Milicias, en cuanto a su alojamiento sabemos que en la asamblea de noviembre de 1741 celebrada en Oviedo y según las boletas dadas por los tres jueces de la ciudad: sale a 2 reales diarios el alojamiento de un soldado, por un capitán 6 reales; por un alférez 3, por un sargento o un teniente, 4. Respecto a los soldados que eran levados o reclutados, había dos gastos principales en tal hecho: el del propio levado o reclutado y los gastos de quienes los debían prender, escoltar o custodiar. En Gozón en diciembre de 1726, al encargado de llevar levados a Oviedo, Diego González Pola, se le da el salario de 10 reales cada día desde la salida de Luanco hasta su vuelta. A los guardas que se le asignaron para acompañarlo se les debía proporcionar comida y 4 reales diarios. En este sentido, nos consta que en 1742, a los sargentos que debían escoltarlos se les dio 10 reales diarios (en Asturias, aunque debían ser 14 cuartos); el soldado de escolta recibía 5 reales. En Avilés y marzo de 1733, a un soldado del Regimiento de Murcia que había venido para una leva, 4 reales al día; en junio, a los comisarios enviados para velar porque se cumpliera con una leva, 15 reales, y en julio al Alférez de Infantería don Pedro Muñoz, quien había estado de apremio en la villa, por sus salarios 34 (en marzo se le habían dado 30). En las mismas fechas y motivos, pero en Gijón, se dio a unos capitanes 30 reales diarios, mientras que a sus soldados 4. Tal cifra subió ante la morosidad de la villa para aportar los hombres de la leva, debiendo dar 30 para el cabo oficial y los 8 para los soldados que venían a por hombres. En cuanto a la Armada en tiempos de Felipe V, los artilleros, recibirían 9 escudos67; marineros 7; grumetes, con 4 ½ escudos y pajes 3, y todos con una ración diaria. En tiempos ya de Carlos III tenemos algún documento que alude a que ningún cadete en el Regimiento de Reales Guardias Españolas puede mantenerse con menos de 17 reales diarios, contando en ellos su manutención, viajes y otros gastos estando de servicio; si se mantenían en sus hogares, 6 reales diarios68.

5.2. Peticiones de los prisioneros y desconcierto

Si continuamos con el ejemplo asturiano, los propios prisioneros se atrevían a solicitar su manutención, e incluso quejarse, y las autoridades intentaban responder a sus peticiones. Por tanto, podemos deducir que sus condiciones no debían ser tan tiránicas y que entonces los cautivos eran conscientes de que tenían ese derecho. No obstante, también es cierto que las atenciones no debían ser siempre las mejores, como lo demuestra que en junio de 1709 unos soldados portugueses lleguen a solicitar que se les asignara una aldea del concejo de Oviedo porque la Ciudad no los mantenía como debía.

67 1 escudo equivaldría a unos 10 reales. 68 Archivo Histórico Municipal de Cuéllar (Segovia). Sección II, leg. 28, nº 7. 1706. BJGPA. Libros de Juntas…, sig. XIV, ff. 258- 260. AHA, Libros de Actas y de Documentos de la Junta General y Diputaciones del Principado, Comisión provincial, Comisión de Gobierno y de otras Comisiones y Organismos, signatura 22. Visto en la Junta de 25 de mayo de 1742. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La organización de las Milicias…, ob. cit., p. 555. Archivo del Museo Naval (Madrid). Colección Vargas Ponce, Doc. 161, tomo 1-B, 1717- 1829. AHN, Estado, Proyectos, Guerra, Siglo XVIII, leg. 3220-2, Carpeta 6, exp. 152.

Page 74: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

69

Alegaron que incluso peligraba su vida69. Opinamos que también pudo influir el contexto que se dio ese año de carestía general.

Siguiendo con la capital asturiana y 1709, ponemos otro ejemplo cuando el gobernador comunica en agosto que oficiales y soldados holandeses, ingleses y portugueses, se habían quejado varias veces de que no se les proporcionaba el pan diario que les correspondía. Ordena que se atiendan sus súplicas. Se acordó en el Ayuntamiento que se les dieran 1.500 reales de vellón a ingleses y holandeses, y a los portugueses 200 “por cuenta de dicho pan diario”. En el mismo sentido, el 15 de abril de 1711, el cabo prisionero holandés Antonio de Corvile, pide que se les dé a los prisioneros el pan diario que se les debía de los meses de febrero y marzo70. Se acordó que se les pagara de ser así. Hace lo propio en mayo del año siguiente y no se les abonará hasta septiembre. Por tanto, llegaron a pasar meses sin que recibieran su pan diario, en dinero. Esto nos lleva a deducir que su manutención constaba tanto de alimentos como de tal dinero, ya que no podrían estar meses sin comer y parece que se les proporcionaba de tal modo a tenor de sus solicitudes.

Igualmente, como ocurrió en Oviedo en 1709 y 1711, hubo momentos que no se sabía exactamente cuántos prisioneros albergaba (por traslados, fallecimientos...) con lo que debía hacer recuento de los mismos y de su estado. Pero la vetusta ciudad no era la única que tenía ciertas dificultades a este respecto. En Avilés, el 31 de agosto de 1711, vemos que hay soldados prisioneros que piden el pan de munición. El Ayuntamiento acuerda pagarles y que desde el 1 de septiembre se hiciera una lista de los vecinos de la villa y sus rieras, tras lo cual “se les repartan los referidos prisioneros para que les paguen diariamente, haciéndoles notorio el repartimiento para que sepan cuántos son los que se deben de hacer cargo de cada soldado”71.

5.3. Prisioneros sanos y vestidos

Por otro lado, la manutención de los prisioneros no supuso únicamente alimentos, sino que debían mantenerlos sanos y vestidos. Lo vemos muy claramente en Gijón en octubre de 1706 cuando llega la remesa de 18 portugueses que se encontraban “muy enfermos y desnudos y mucho más”, debiendo dirigir al hospital de la villa a diez de ellos. Los capitulares acordaron que el juez dispusiera que se

“busque extramuros de esta villa una casa donde alojar a todos los dichos prisioneros, haciéndoles poner en ella alguna cantidad de paja u otra cosa en que puedan dormir y abrigarse; cuya providencia se toma a causa de que dichos prisioneros tengan algún alivio y que estén separados del comercio de esta villa, preservando a sus vecinos que acaso no sean infectados”72.

69 AMO, Libro de Acuerdos de 1709, ff. 106 r. y 106 v. 70 Parece que los prisioneros delegaban en uno de sus compañeros, generalmente un oficial. 71 Archivo Municipal de Avilés. Libro de Acuerdos de 1711, f. 33 r. 72 El juez manda que así se hiciera, encargando de las gestiones a Juan de la Espriella. AMGj, Libro de Acuerdos de 1706, ff. 138 r. y 138 v.

Page 75: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

70

En el mismo sentido, en la Diputación de 25 de noviembre de ese año, evidenciamos la falta de odio entre los bandos, entre las gentes que se ven en una guerra que no desean. Esto es la petición por parte de Sebastián Bernardo de limosna a los soldados prisioneros enfermos que estaban en los hospitales de Oviedo. Se conceden 4 doblones de a 2 escudos de oro. Entendemos que la cuestión podía ser también peligrosa tanto por no cumplir correctamente frente a la Corona, como por poder ser una posible fuente de infección a los gijoneses, aparte de las caridades cristiana o humana, por supuesto.

Como sea, lo cierto es que lo normal era que no se desatendiera a los prisioneros heridos aún en malas condiciones sanitarias o higiénicas. Este hecho afectó directamente a la población civil en varios sentidos: primero porque era un contingente a mantener y más si necesitaba atenciones especiales; segundo porque podía ser un foco de infección según el caso; tercero porque alteraba la vida cotidiana del lugar, más si se trataba de un sitio pequeño y la cantidad del contingente a albergar. Y esta alteración podía ser de carácter tanto económico, como de rutina diaria de los habitantes de lugar, como político o ideológico según los prisioneros compartieran la misma religión, orden político o incluso la nacionalidad (razones de idioma, costumbres, etc.). Este es el caso de Almansa justo tras la batalla que allí tuvo lugar. Alteró totalmente la villa, que ya había sufrido la presencia de los importantes contingentes militares borbónicos (con lo que ello suponía mismamente por su abastecimiento). Herminio Gómez Gascón, investigador sobre tal batalla y presidente de la Asociación Almansa Histórica 1707, utilizando fondos conservados en su archivo, expone que en los días siguientes a la misma precisamente se requisaron todas las camas y ajuares domésticos para atender a los miles de heridos que había, lo que la convirtió durante semanas en un inmenso hospital73. Y aquí, precisamente respecto a los ecos en la población civil, enfermaron y murieron numerosos vecinos en los meses siguientes a causa de las deficientes condiciones higiénicas. Aparte, muchos debieron de dormir en el suelo, sufriendo escasez de alimentos y viendo sus cosechas arruinadas. Por otro lado, debemos tener en cuenta el problema de los miles de muertos, que hubieron de ser enterrados en varios kilómetros alrededor74.

73 Las cifras sobre los prisioneros en tal villa varían sensiblemente según la bibliografía consultada. Para Berwick y el historiador británico Dupuy (contemporáneo), los aliados tuvieron 10.000 prisioneros. El Marqués de San Felipe lo eleva a 12.000. Para Winston Churchill, serían 3.000. Las fuentes inglesas se acercan a las del portugués Frei Domingos da Conceiçao, capellán del Ejército luso, que también da la cifra de 3.000. Por su parte, Carreira de Melo indica que cayeron prisioneros nada menos que 12 regimientos portugueses, que Luz Soriano asciende a 13. A estas cifras habría que añadir las de los desertores (se habla de unos 5.000), que también se podrían hacer notar, y los miles de muertos, heridos y animales muertos. VIEIRA BORGES, J.: “A batalha de Almansa: o sangue da afirmaçâo de Portugal”. En COMISSÂO PORTUGUESA DE HISTÓRIA MILITAR: Actas del XV Colóquio de História Militar, vol. II. Lisboa. 2006, pp. 142 y 143; CARREIRA DE MELO, J. L.: Compendio da historia de Portugal desde os primeiros povoadores até nossos dias. Lisboa: Tipografía de Castro & Irmdo. 1853, p. 150; LUZ SORIANO, S. J.: Historia do reinado de El-Rei D. José e da administração do Marquez de Pombal precedida de uma breve noticia dos antecedentes reinados a começar no de El-Rei D. João IV, em 1640, T. I. Lisboa: Typographia Universal. 1867, p. 121. COUTO CASTELO BRANCO, A. do: Comentários…, ob. cit., p. 144. 74 Incluso el citado pozo de nieve, de gran importancia en la vida cotidiana del S. XVIII como almacén de hielo para el verano, queda inservible al ser utilizado como lugar de enterramiento”. GÓMEZ GASCÓN,

Page 76: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

71

6. La parte más “humana”

Entre las conductas contempladas en el siglo XVIII respecto a los prisioneros, que difieren de forma evidente con las actuales, destacamos algunas. Por un lado, no parece que fuera extraño que los cautivos, entendemos que oficiales y de suponer con un origen noble, tuvieran personas a su servicio, más allá de una actividad remunerada puntual75. Por otro, ya aludimos a que respecto a su lugar de cautiverio se suele pensar en grilletes, mazmorras, celdas oscuras o incluso en grandes fortalezas y no siempre era así. Pero lo que nos puede llamar la atención es la caballerosidad con el vencido (evidentemente cuando se daba), superando las atenciones sanitarias o necesidades básicas primarias. Era común tener actitudes hacia ellos como reconocimiento por su valor, que entendemos que “unían” a los militares de ambos bandos tras sufrir un riesgo y una suerte incierta y aliviar la tensión sufrida. Afortunadamente, también abundan ejemplos en este sentido. Es el caso nuevamente de Almansa, cuando tras la batalla y organizar a los prisioneros y localizar a los de mayor grado, Berwick les ofrece a éstos una cena en la casa que le sirve de alojamiento, la de D. Luis Enríquez de Navarra, la noche del día 27. Tras la misma, los altos mandos Confederados supervivientes firman allí mismo las actas de rendición76. Un trato caballeresco que, podemos decir afortunadamente, volveremos a encontrar ejemplos incluso hasta en el siglo XX77.

Del mismo modo se les podía conceder, no ya un trato honorífico en su captura, sino incluso medidas excepcionales en reconocimiento de su conducta. Esto fue lo que sucedió en el sitio español de Mesina en 1718. Habían avanzado mucho por los trincherones (tanto como hasta la torre de la Linterna, en el llano de San Rainiero, entre la Ciudadela y el Salvador), con lo que el Marqués de Lede ordena retroceder un tanto para no estar entre dos fuegos. No fue tarea sencilla, porque iban persiguiendo a los enemigos. Tanto, que cinco granaderos se adentraron por las puertas de la ciudadela y cayeron prisioneros. Pero, en premio a su valor, el Marqués de Andorno les concedió la libertad78.

En este punto y entre todo el terror que supone una guerra, encontramos en ocasiones variadas anécdotas que parecen mitigarlo en parte, dándonos esa otra visión que escapa del miedo. Rescatamos una por lo pintoresco que nos supone y que nos da una idea de la

H.: “Batalla de Almansa”. En la página web de la Asociación Almansa Histórica 1707: <http://almansa2007.usuarios.tvalmansa.com/pag/labatalla.htm> [ref. 14-IX-2011]. 75 Aparte del citado caso del capitán Carleton, así lo veríamos en Oviedo en octubre de 1708 con una solicitud de pan de munición de ingleses y holandeses al afirmar “que los amos ni sus criados no habían recibido pan y que nunca se había pedido”. AMO, Libro de Acuerdos de 1708, ff. 147 v. y 148 r. 76 GÓMEZ GASCÓN, H.: “Batalla de Almansa”, ob. cit. 77 Por citar sólo uno, sería el del barco de guerra alemán Möwe durante la I Guerra Mundial, donde observamos en su primera campaña el compromiso de unos prisioneros de no tomar las armas una vez libres, así como una buena relación con ellos e, incluso en algún punto, colaboración por parte de éstos. DOHNA SCHLODIEN, N. de: Las hazañas del “Moewe”. Madrid: Imprenta Blass y Cía. 1917, pp. 66, 79 y 113. 78 BACALLAR Y SANNA, V.: Comentarios…, ob. cit., pp. 199 y 200.

Page 77: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

72

mentalidad o las concepciones de la época. Habla de una fragata holandesa que sufre un motín debido a un temporal y que el capitán no quería entrar en puerto español (estaba a 3 leguas de Guetaria). Al final, el capitán, para que no lo entregaran a un maestre francés que llevaba prisionero, se orientó a Guetaria, aunque al parecer quien dirigió la fragata fue el propio francés. En puerto la tripulación se dio por prisionera. El francés llevó por la noche a tal tripulación a una posada donde le ofreció una cena abundante y la emborrachó (a los holandeses) convenciéndoles de que se entregaran a él, quien los llevaría a San Juan de Luz y a sus tierras. Los holandeses, al final dirán que firmaron un papel que no sabían qué contenía, excepto que se negaban a ser presa de España y sí del francés “porque les salvare las vidas”. El intérprete, que era irlandés y también iba prisionero en la fragata, corrobora todo excepto que estaban ebrios cuando firmaron el papel, sólo que en su presencia el francés le había dado al capitán holandés unas hebillas de plata “y quedaron muy amigos”79.

Por otro lado, los prisioneros podrían mantener correspondencia con familiares, amigos o, incluso, sus autoridades. Un claro ejemplo es la publicación en el Reino Unido del número 1923 (de 11 a 13 de septiembre de 1707) del The Post Boy, con las listas de oficiales prisioneros de Almansa, facilitadas precisamente por las autoridades borbónicas80. Tal hecho lo detectamos durante todo el siglo81. Así nos lo deja ver claramente Daniel Defoe en las Memorias del capitán Carleton, al escribir a su pagador mayor a Barcelona (ciudad en ese momento ya enemiga de los borbónicos) pidiéndole dinero. Y es que no sólo lo pide, sino que se lo envían y le llega -con ello, es más, en el siglo XVIII también se daban caso de préstamos de dinero y ayuda de ropa o comida entre prisioneros-. Igualmente recibe correo desde Inglaterra por el que se le informaba de las negociaciones de paz. Estas prácticas continuaron e incluso los prisioneros podrían escribir hasta quejándose de sus condiciones a su gobierno respectivo. Aquí hay una lectura que es que se les respetaba y sus captores debían ser honrados. No obstante, la red de correspondencia no siempre era fluida ni tan libre82.

Tomamos ahora una anécdota que evidencia que un cautiverio no necesariamente era algo arduo. Bien es cierto que no se trata de un preso común y sí un personaje notable, quien pudo mantener correspondencia con el enemigo. Nos referimos al que va a ser Gobernador del Principado, el Mariscal don Pedro Espinosa de los Monteros, que en 1712 estaba prisionero de los austracistas (lo que evidencia además la lealtad por éste al Borbón). En este sentido se le envía una carta a su cautiverio - algo que muestra que no debió ser muy duro al permitirle correspondencia y más de este tipo. Es decir, a pesar de que pudieran intervenir el correo, se observa una correspondencia sobre ocupar un cargo

79 AHN. Estado, Legajo 804, Guerra de Sucesión, años 1700- 1712. 80 AH1707. Cortesía de Herminio Gómez Gascón. 81 Los prisioneros franceses de la guerra del Rosellón que estuvieron en la isla de Tenerife recibían correspondencia y paquetes, pudiendo ellos posiblemente enviar también correo y estar así en contacto con sus familias. PÉREZ BLÁZQUEZ, A.: “La situación de algunos prisioneros…”, ob. cit., p. 614. 82 Ej. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia…, ob. cit., vid. pp. 73, 81, 82, 128 y 129; DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., pp. 253, 295.

Page 78: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

73

de gobierno apoyando, por tanto, la causa del enemigo-. La primera carta, firmada en Palacio el 6 de marzo por José Grimaldo dice así:

“Respecto de hallarse Vuestra Señoría prisionero (lo que el Rey no ha tenido hasta ahora presente), me manda Su Majestad decir a Vuestra Señoría que, hasta estar canjeado, suspenda Vuestra Señoría el parar a servir el Gobierno de Asturias que le ha conferido”83.

Una carta que no necesita mayor explicación en cuanto a su contenido por evidente. Pasan los meses y la siguiente noticia aparece el 2 de septiembre, con otra misiva en Oviedo por la que Pedro de Espinosa comunica que, una vez canjeado, el Rey le había dado la orden de tomar el gobierno del Principado y que se preparara el acto de posesión el último día de ese mes, que es cuando contaba entrar en la capital asturiana.

Y, dentro de tales medidas con los prisioneros, hoy llamaría la atención que se les permitiera llevar armas84. Y así era. En la época se contempló que, en un principio y tras las previas medidas lógicas y comunes, devolvérselas. Así lo hizo el Zar Pedro I con los oficiales suecos tras la batalla de Poltava (8 de julio de 1709). Una lectura de tal medida sería la de dar a entender que los prisioneros estaban más seguros bajo su palabra de honor que con todas las precauciones que dictara la desconfianza85.

Igualmente, podrían salir a pasear, charlar y trabar amistad con los habitantes del lugar de su cautiverio. Del mismo modo, hubo quienes en el siglo XVIII pudieron desarrollar una actividad profesional o artística incluso remunerada86. Carleton, a tenor de su alimentación, comentaba que

“bastaba para que un hombre se sintiera a gusto y casi olvidara su falta de libertad. Más aún si se considera que, en mi caso, la falta de libertad consistía tan sólo en que tenía prohibido abandonar la ciudad más agradable de España [Valencia]”87.

En este sentido, también deja ver cómo puede trabar amistades con españoles y conversar con ellos libremente. Incluso, siendo inglés y protestante, se acerca a los religiosos y las monjas de la villa (San Clemente). Pero no sólo eso, sino que mantuvo una conversación con el ingeniero francés (por tanto, enemigo) que había hecho la mina del

83 BJGPA, Libros de Juntas…, signatura XI, doc. cit., ff. 6 y 7. 84 Entendemos que fuera más fácil que los oficiales portaran sobre todo espada, pero esto no ya únicamente por un uso militar, sino como signo de distinción y parte del atuendo. 85 Se les tomaban las armas, espuelas y buenos caballos para que no necesitaran de muchos guardias hasta terminar la acción. OLMEDA Y LEÓN, J.: Elementos…, ob. cit., p. 146. OSORIO Y VIGIL ARGÜELLES DE LA RÚA, Á.: Compendio…, ob. cit., p. 108. Ej. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia…, ob. cit., pp. 17 y 59. 86 Como curiosidad, García Hurtado incluso recoge un testimonio de una descendiente de prisioneros en cautiverio, lo que hace evidente un trato más que cercano con la población donde estuvieron. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia…, ob. cit., pp. 25, 26 y 28. 87 DEFOE, D.: Memorias…, ob. cit., p. 254.

Page 79: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

74

castillo de Alicante88. Asimismo, asistió a algún espectáculo, como una corrida de toros, realizó alguna excursión (y hasta a Madrid a protestar por un religioso irlandés) y dio limosnas a los pobres. Llegó a sentirse como uno más. Ante los reveses militares del bando de los captores, la población de donde estaba prisionero buscó complacerle (caso de las batallas de Almenara y Zaragoza de 1710), “convencidos de que, si el ejército victorioso aparecía por allí, yo estaría en condiciones de devolverles multiplicada cualquier atención que hubiesen tenido conmigo”89. De darse el caso de que anduvieran tan libres, que lógicamente no siempre era así, una medida para controlarlos era pasarles revista90.

Así pues, la complejidad de las formas de vida y de lo que sufrieron, o incluso disfrutaron, los prisioneros no fue un todo homogéneo, adoptando diversas formas más o menos duras o laxas.

88 Habla tranquilamente, por tanto, con el enemigo en activo. Lo cual nos dice que no había una animadversión personal. El oficial cumplía con su deber cuando debía hacerlo y fuera de su obligación en el momento dado, no hay disputas ni animadversiones de carácter ideológico. 89 Ibíd., pp. 254 y ss. 90 Ibíd., 262. Lo mismo vemos en la Francia de la Revolución, cuando se les pasaba lista a las 7 de la mañana, 12 del mediodía y 8 de la noche. GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia…, ob. cit., p. 110.

Page 80: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

75

PREPARATIVOS PARA LA DEFENSA DE LA ISLA DE CUBA ANTE UN ATAQUE BRITÁNICO EN 1808

Sigfrido Vázquez Cienfuegos

Universidad de Sevilla – [email protected]

Resumen:

A principios de 1808 un nuevo factor vino a desestabilizar más la situación política en Cuba: la amenaza de un ataque británico. El peligro de que una expedición inglesa se dirigiese contra las costas cubanas se convirtió en un problema real, más allá de las intenciones auténticas que tuviesen los británicos. El riesgo de ataque se tornó en un argumento de peso esgrimido por el capitán general para poner en estado de defensa toda la isla, contando con la colaboración del Real Consulado, Intendencia, Comandancia de Marina y distintos cabildos a lo largo de la isla, especialmente La Habana y Santiago de Cuba. En estos preparativos se puso de manifiesto la incapacidad de las tropas veteranas, así como la gran importancia de los cuerpos milicianos.

Palabras clave:

Cuba, 1808, ataque británico, veteranos, milicianos, voluntarios.

Abstract:

At the beginning of 1808 a new factor destabilized the political situation in Cuba: the threat of a British attack. The danger of a British expedition directed against the Cuban coast became a real problem, beyond the real intentions of the British. The risk of attack became an important argument held by the Captain General to put the island into a state of defence with the collaboration of the Royal Consulate, Intendancy, Naval Command and various town councils throughout the island, especially Havana and Santiago de Cuba. These arrangements revealed the inability of the veteran troops, as well as the great importance of the militia.

Key words:

Cuba, 1808, British attack, veterans, militia, volunteers.

1. Antecedentes Cuba había sido durante todo el periodo colonial la principal pieza del dispositivo

defensivo español en la estratégica área del Caribe. La isla estaba en la posición central de la línea de defensa que iba desde Florida hasta Cartagena de Indias y que de forma teórica debía impedir el acceso a un enemigo al interior del seno mexicano y el istmo de Panamá. La Habana era la clave de este sistema ya que desempeñaba las funciones más importantes al ser punto de reunión y refugio de la flota que retornaba a la Península con la plata

Page 81: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

76

americana. Junto a San Agustín de la Florida, era el baluarte que guarnecía el canal de las Bahamas. Además la capital cubana contaba con un puerto también importante por la presencia de un astillero y un arsenal destacables.

En 1762 quedó en entredicho el dispositivo defensivo cuando en el transcurso de la Guerra de los Siete Años Inglaterra logró tomar La Habana tras sólo unas semanas de asedio. La decepción fue importante ya que había sido considerada hasta entonces como punto fuerte bien dotado y fortificado, casi inexpugnable1. La recuperación once meses después de la plaza de manera negociada por la Paz de París, hizo que en Madrid tomaran conciencia de las deficiencias defensivas que habían dado lugar a la derrota2. Los estudios concluyeron que la clave del fracaso había estado en la indisciplina de la tropa. Durante el sitio no se pudieron sostener ni tres compañías completas y algunas de éstas llegaron a estar mandadas por un alférez por no haber oficial de mayor graduación3.

La solución planteada fue tratar de que en adelante el peso de la defensa recayese sobre tropas veteranas, es decir, profesionales. Los regimientos fijos debían ser sustituidos por unidades provenientes de la península y por oficialidad con experiencia en combate con tropas europeas. Sin embargo, esta solución presentaba un inconveniente principal: el elevado costo que suponía enviar y mantener estas unidades expedicionarias. La solución a los problemas defensivos había que buscarlos en una reorganización que mantuviese los regimientos fijos ya existentes, pero que hiciese efectiva la fuerza de las Milicias, sin abandonar la opción de enviar temporalmente tropas europeas en caso de necesidad.4 De este modo quedó constituido el modelo de organización de los cuerpos militares que debían encargarse de la defensa de la isla y por extensión de toda América, en el que la responsabilidad final recaía en una conjunción del esfuerzo del Estado y la implicación de los propios cubanos. La única manera viable de mantener el control sobre los dominios españoles en América era que sus habitantes se involucrasen en conservar los mismo bajo la soberanía española.

En la defensa de la isla, voluntarios y profesionales debían satisfacer las necesidades de efectivos de las plazas fuertes y poblaciones; guarnicionar las principales fortificaciones; vigilar almacenes, arsenales y puertas; servir de guardia de corps de las autoridades; realizar patrullas en el interior de la isla; constituir destacamentos en lugares de la costa que pudieran ser objeto de ataques enemigos, o salir al encuentro de estos ataques; dotar de guarnición los navíos reales que llegaban a los puertos de Santiago de Cuba y,

1 MARCHENA FERNÁNDEZ, J.: Ejército y milicias en el mundo colonial americano. Madrid: MAPFRE. 1992, p. 135. 2 MARTÍN REBOLO, J. F.: Ejército y sociedad en las Antillas en el siglo XVIII. Sevilla: Ministerio de Defensa. 1991, p. 54. Ver también PARCERO TORRES, C. M.: La pérdida de La Habana y las reformas borbónicas en Cuba (1760-1773), Valladolid: Junta de Castilla y León, 1998; y KUETHE, A. J., Cuba, 1753-1815. Crown, Military and Society. Knoxville: The University of Tennessee. 1986. 3 TORRES RAMÍREZ, B.: “Alejandro O’Reilly en Cuba”, Anuario de Estudios Americanos, Tomo XXIII, 1966, p. 1368. 4 MARCHENA FERNÁNDEZ, J.: Ejército y milicias..., Ob. cit., pp. 110, 140-144.

Page 82: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

77

principalmente, La Habana; atajar posibles movimientos subversivos; conducir y custodiar presos; y todas aquellas operaciones dentro de la isla que requirieran defensa y vigilancia.

Sin embargo, este sistema tenía algunas deficiencias. Los efectivos veteranos variaban continuamente y su número dependía de que recibieran o no refuerzos de sus respectivas banderas de reclutamiento. Por su parte, las tropas milicianas, que debían auxiliar a las primeras, tenían la limitación de que aunque preveían un número determinado de soldados en caso de necesidad, no había certeza de cuántos hombres acudirían realmente a prestar su servicio llegado el momento.

2. Fuerzas veteranas para defensa de la isla Las unidades veteranas debían constituir el cuerpo principal de defensa al ser la tropa

profesional. Sobre ellas debía recaer el peso fundamental de la capacidad bélica de la capitanía general. Estas fuerzas se dividían en cuerpos propios de la isla, que habían sido creados expresamente para este destino, así como otras que, si bien estaban adscritas a otras demarcaciones, habían llegado como cuerpos de refuerzo. En Cuba se encontraban en 1808 varios cuerpos veteranos que servían como auxilio a los propios, donde habían sido desplazados por su situación en el eje defensivo de las islas mayores del Caribe, así como las propias necesidades de las fortificaciones de los principales puertos cubanos, en especial el de La Habana.

Cuadro 1. Cuerpos veteranos en la isla de Cuba 1808

Cuerpos propios de la isla Regimiento de Infantería Fijo de La Habana Regimiento de Infantería Fijo de Cuba Escuadrón de Dragones de América Compañías de Artillería Compañías Catalanas de Infantería Fijas en La Habana Cuerpos de refuerzo Regimiento de Infantería de México Regimiento de Infantería de Puebla

Las fuerzas veteranas fijas de la isla estaban formadas mayoritariamente por tropas de Infantería, estando la Caballería representada sólo por los Dragones. Los cuerpos más importantes eran los Regimientos de La Habana y Cuba, mientras que los otros cuerpos tenían un papel secundario, como en el caso del Escuadrón de Dragones, o casi testimonial en el de las Compañías Catalanas, por su reducido número.

El Regimiento de Infantería Fijo de La Habana estaba compuesto por tres Batallones, en 1808 bajo el mando del teniente coronel Francisco Montalvo, hombre con un papel fundamental en el caso a estudio como veremos. Los Batallones primero y tercero estaban destinados a la guarnición de la Plaza de La Habana, mientras que el segundo prestaba servicio en Santiago de Cuba. Mantuvo hasta 1808, además, una pequeña partida de

Page 83: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

78

recluta en Canarias5. Los dos Batallones en La Habana estuvieron destinados a guarnecer las distintas fortificaciones de la Plaza, quedando repartidos entre el castillo del Príncipe6, el torreón de la Chorrera7, y el torreón de Atarés8.

La fuerza completa de este cuerpo suponía, incluido el comandante y el estado mayor, unos 1.879 hombres, lo que significaba de manera teórica cerca de la mitad de los efectivos veteranos propios de la isla. Sin embargo su número había ido disminuyendo de manera paulatina desde 1793, cuando habían sido destinados tanto a Nueva Orleáns9 como, sobre todo, a Santo Domingo, donde había sufrido gran número de bajas en la guerra contra Francia10. En 1797 el regimiento completo sólo contaba con 895 hombres11. El descenso a partir de esta fecha fue continuo siendo la fuerza efectiva en 1808 de 680 soldados12, lo que suponía sólo un 36% del total teórico. La operatividad del cuerpo quedaba además limitada por el estado poco aceptable de los pertrechos. El armamento y el correaje que usaba el 1er Batallón era anticuado y con un prolongado uso, pues fueron recibidos el 3 de enero de 1790. Los fusiles estaban “en mediano estado” algo menos del 50 por ciento de ellos, y el resto inútiles; el correaje, cuya calidad no era buena, se hallaba inutilizado. En cuanto al 2º Batallón, había recibido armamento el 21 de julio de 1792, mientras que el correaje lo había recibido el 12 de noviembre de 1784, estando enteramente inútil en 180813. Esta mala situación del armamento y demás pertrechos fue algo común en todos los cuerpos veteranos de la isla.

El Regimiento de Infantería Fijo de Cuba, cuya fuerza completa eran unos 1.880 hombres, se encontraba repartido en 1808 por el área caribeña. El tercer Batallón estuvo destinado en San Agustín de La Florida desde 1793, por lo que no formó parte real de los cuerpos que defendían la isla14. Los dos Batallones que estaban en Cuba en la fecha que

5 Con un teniente, cuatro sargentos segundos, un cabo primero, 3 cabos segundos y 9 soldados. 6 Con un subalterno, un sargento, un tambor, un cabo y 22 soldados. 7 Donde el destacamento estaba formado por un subalterno, un sargento, un cabo y 20 soldados. 8 Atarés contaba con 20 hombres. Archivo General de Indias [AGI], Cuba, 1743, Nº 1795, “Someruelos a Guerra, La Habana, 8 de abril de 1805”. 9 AGI, Cuba, 1740, Nº856, “Someruelos a Guerra, La Habana, 21 de julio de 1802”. 10 FRANCO, J. L.: La batalla por el dominio del Caribe y el golfo de México (vol.II): Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe 1789-1854. La Habana: Instituto de Historia, Academia de Ciencias. 1965, p. 41. 11 KUETHE, A. J.: Cuba…, ob. cit., p. 141. 12 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 1 de marzo de 1808”. 13 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Estado de fuerzas del regimiento de infantería de La Habana, La Habana, 1 de marzo de 1808”.

14 También estaba desplazada en las islas Canarias una partida, con un subteniente, un sargento segundo, un cabo primero y otro segundo, y 10 soldados. Este destacamento se unió al Ejército de Extremadura en 1809, estando entonces comandado por el teniente Santa-Cilia, con un sargento, tres

Page 84: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

79

aquí nos interesa debían contar al completo con 1.022 unidades15, aunque su número ascendía a sólo 478 hombres16, el 46% del total. Los dos primeros Batallones del Fijo de Cuba que habían estado destinados hasta 1799 a las operaciones en la isla de Santo Domingo, fueron encargados de la defensa la plaza de La Habana, encargándose del Castillo del Morro y el torreón de Cojímar, siendo auxiliados por unidades de las Milicias de Guanabacoa17. La primera compañía del 1er Batallón de este regimiento estaba destinada a guardia de corps de la Capitanía General18. Del armamento que había sido recibido el 1 de julio de 1807, unos 528 fusiles procedentes de los Reales Almacenes de Artillería, se encontraba inutilizados 260 mientras que los 268 restantes estaba sólo en mediano estado19.

El Escuadrón de Dragones de América Fijo en La Habana era la única unidad de Caballería de los cuerpos veteranos. Estaba compuesta por cuatro compañías, que debían tener cada una 40 dragones y un tambor, con sus respectivos caballos. Esto daba un total de 160 dragones, cuatro tambores y sus correspondientes monturas y en 1808 eran 129 efectivos, el 80% del total20. Su eficacia residía no en su número sino en su movilidad. Los dragones eran soldados de caballería que podían enviarse con rapidez allá donde hiciera falta. En caso de necesidad, podían desempeñar funciones de soldados de Infantería, pues eran capaces de detener a un enemigo hasta la llegada del auxilio de las fuerzas principales21, como habían demostrado en 1806 cuando el navío de guerra Pomona fue atacado en la ensenada de San Lázaro, a la vista de las murallas de la ciudad22. Su emplazamiento principal era la Plaza de La Habana, aunque tenía unidades destacadas en diferentes lugares, algo que fue común en este periodo dada su condición de unidad de rápida movilidad. Hubo avanzadas en el Castillo de San Carlos de la Cabaña23, San Agustín

cabos y cinco soldados. AGI, Cuba, 1748, Nº 2652, “Estado de fuerzas del regimiento de infantería de Cuba, La Habana, 1 de marzo de 1810”

15 KUETHE, A. J., Cuba…, ob. Cit., p. 141. 16 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 1 de marzo de 1808”.

17 AGI, Cuba, 1739B, Nº 438, “Someruelos a Guerra, La Habana, 28 de febrero de 1801”.

18 AGI, Cuba, 1739B, Nº 450, “Someruelos a Guerra, La Habana, 21 de abril de 1801”.

19 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Estado de fuerzas del regimiento de infantería de Cuba, La Habana, 1 de marzo de 1808”.

20 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 4 de abril de 1808”. 21 MARCHENA FERNÁNDEZ, J.: Oficiales y soldados en el ejército de América. Sevilla: EEHA. 1983, p. 66.

22 Archivo General de la Marina “Álvaro de Bazán” [AGMAB], Expediciones de Indias, 42, 1188, nº 7, “Villavicencio a Iturrigaray, La Habana, 26 de agosto de 1806”.

2314 dragones, incluido un sargento, en los años 1806 y 1807 AGI, Cuba, 1744, Nº 1992, “Someruelos a Guerra, La Habana, 28 de febrero de 1806”.

Page 85: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

80

de la Florida24, o unidades sueltas según las necesidades de vigilancia como por ejemplo en Güines25 o Vuelta Abajo26.

Las tres Compañías Catalanas de Infantería Ligera Fijas en La Habana contaban con sólo 102 unidades cada una, de las cuales 90 plazas eran de soldados27, por lo que la fuerza de las tres compañías debía ser de 306 hombres. Sin embargo en 1808 contaba en total con 67 hombres, es decir un 21% de la fuerza completa. Estaban destinados en el fuerte avanzado de San Diego Nº 428 hasta noviembre que pasaron a formar parte de la guarnición en la fortaleza de San Carlos de La Cabaña29. En cuanto a su armamento estaban en uso en 1808 sólo 57 fusiles con sus bayonetas. En 18 de diciembre de 1802 habían recibido 300 pares de pistolas, siendo por su tamaño y peso inútiles para el servicio, a excepción de 30 pares que eran del propio instituto de las compañías30.

Cuadro 2. Efectivos de los cuerpos propios (1808)

Regimiento de La Habana

Regimiento de Cuba

Escuadrón Dragones

Compañías Catalanas Total

680 478 129 67 1.354

AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 4 de abril de 1808”

Los efectivos regulares destinados a Cuba que como vemos en el cuadro 2 ascendían a 1.354 hombres, eran escasos dado que la bandera de recluta situada en las islas Canarias no había dado los resultados deseados y los criollos cubanos siempre mostraban poca disposición a alistarse en los cuerpos veteranos. Sólo un flujo fijo de soldados desde la Península podría haber mantenido los niveles deseados de tropas, algo que no se produjo.

Los cuerpos propios de la isla eran a todas luces insuficientes para defender Cuba ante un ataque de gran entidad, por lo que fueron trasladados cuerpos de refuerzo. La isla había servido como base de operaciones para los cuerpos mexicanos destinados a Saint Domingue en la guerra contra Francia entre 1793 y 1795. Sin embargo, una vez finalizado el conflicto, el capitán general Las Casas ordenó que los regimientos novohispanos fueran

24 Donde se encontraban 15 hombres, un sargento y 15 caballos, a las órdenes de un oficial. AGI, Cuba, 1739B, Nº 588, “Someruelos a Guerra, La Habana, 31 de julio de 1801”. 25 Dos dragones a cada destino en 1805. AGI, Cuba, 1743, Nº 1773, “Someruelos a Guerra, La Habana, 28 de febrero de 1805”. 26 AGI, Cuba, 1744, Nº 1992, “Someruelos a Guerra, La Habana, 28 de febrero de 1806”. 27 AGI, Cuba, 1740, Nº 792, “Someruelos a Guerra, La Habana, 13 de mayo de 1802”. 28 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 4 de abril de 1808”. 29 AGI, Cuba, 1747, Nº 2427, “Someruelos a Guerra, La Habana, 1 de marzo de 1809”. 30 AGI, Cuba, 1746, Nº 2334, “Someruelos a Guerra, La Habana, 4 de abril de 1808”.

Page 86: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

81

retenidos, arguyendo, con bastante justificación, que las fuerzas cubanas eran muy débiles31.

En 1798 los servicios de espionaje informaron de una posible amenaza de los Estados Unidos sobre la Florida y la propia ciudad de La Habana. El entonces Virrey de Nueva España Miguel de Azanza recibió órdenes de enviar a La Habana más fuerzas y efectivamente despachó 760 hombres, que representaban un alto porcentaje de soldados veteranos de los 2 regimientos regulares de Infantería de que disponía, el de la Corona y el de Nueva España. Este número servía para rellenar las 400 vacantes en los Regimientos de Puebla y México, aumentando en 180 soldados a cada cuerpo32. La Paz de Amiens en 1802 trajo una tregua que vino a suavizar la situación. El Virrey, aprovechando la coyuntura, presionó a Madrid y al Capitán General de La Habana marqués de Someruelos para que los dos regimientos mexicanos en Cuba retornasen. Éste último consideró que, si bien la falta de tropas era grave en Nueva España, en Cuba eran mucho más necesarias33. El Virrey apeló al ministro de Guerra para obtener el regreso de los regimientos mexicanos. El nuevo Virrey José de Iturrigaray portaba la real orden de 2 de julio de 1802 disponiendo la vuelta de los regimientos de México y Puebla34. Sin embargo Someruelos demoró su cumplimiento considerando que necesitaba a los soldados, pues los cuerpos fijos de esta isla disminuían su fuerza “cada día”35. Con la reanudación de las hostilidades en 1804 sólo regresaron a Nueva España tres Compañías del Regimiento de México36.

El descenso de la fuerza efectiva de los cuerpos de México y Puebla en Cuba fue continuo. Si en 1799 el primer Batallón de México y el Regimiento de Puebla estaban dotados efectivamente con 1.296 hombres, siendo entonces la fuerza más importante de la isla37, para 1803 los regimientos mexicanos se encontraban a la mitad de fuerza que debían tener y en 1810 habían descendido a solo un 20 por ciento del completo38. La dedicación principal de los regimientos mexicanos durante su estancia en la isla fue la de guarnecer diferentes fortificaciones de La Habana en apoyo de las fuerzas propias39. En definitiva, si bien inicialmente las unidades mexicanas, que habían llegando incluso a constituir la fuerza principal de la isla, para 1808 contaban con una reducida capacidad de acción por su limitado número aunque podían desempeñar funciones de auxilio.

31 KUETHE, A. J.: Cuba…, ob. cit., pp. 141-143. 32 ARCHER, C. I.: El ejército en el México borbónico 1760-1810. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. 1983, p. 76. 33 AGI, Cuba, 1740, Nº 835, “Someruelos a Guerra, La Habana, 28 de junio de 1802”. 34 CALDERÓN QUIJANO, J. A.: Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV. Tomo II. Sevilla: EEHA, 1972, p. 217. 35 AGI, Cuba, 1740, Nº 955, “Someruelos a Guerra, La Habana, 22 de septiembre de 1802”. 36 CALDERÓN QUIJANO, J. A.: Los virreyes de Nueva España…, ob. cit., p. 227. 37 AGI, Cuba, 1739A, Nº 174, “Someruelos a Guerra, La Habana, 30 de octubre de 1799”. 38 KUETHE, A. J.: Cuba…, ob. cit., p. 143. 39 ARCHER, C. I.: El ejército en el México borbónico…, ob. cit., p. 250.

Page 87: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

82

Como un cuerpo que cumplía funciones de fijo pero que estaba dotado por Milicias se contaba con las Compañías de Artillería. Éstas tenían una plantilla de 172 plazas sin incluir los oficiales40, siendo su total unos 230 hombres. Estaban compuestas por cuatro compañías veteranas divididas en dos brigadas de dos compañías sueltas y de seis milicianas de Artillería, con siete oficiales de plana mayor41. Las milicias que las dotaban estaban compuestas por hombres de color, lo que confería un carácter mixto (blancos y hombres de color) a esta unidad. Su función específica era defender las fortalezas de la ciudad, principalmente, enviando destacamentos a fortificaciones menores u otras poblaciones importantes como Matanzas. Estas compañías nunca se movían de las fortificaciones, pues no tenían funciones como unidades de artillería de campaña, debido a que las piezas de costa, con auténtica efectividad en sus disparos, eran de enorme calibre y casi de imposible transporte42.

3. La responsabilidad de las milicias Tras el primer Tratado de San Ildefonso de 1796, el peligro de invasión de Cuba se tornó

real cuando la isla de Trinidad fue tomada por los ingleses en 1797. El riesgo de ataque británico sirvió para activar los sistemas defensivos en el Caribe. Las autoridades de Cuba y Puerto Rico iniciaron los preparativos para la defensa. El Capitán General de La Habana, entonces el marqués de Santa Clara, inició un programa para la construcción de trincheras en torno a la capital y pidió refuerzos a Nueva España para completar los dos Regimientos de Infantería mexicanos que debían estar bajo su mando, como hemos visto43. Cuba no se vio finalmente afectada porque el ataque británico dirigido contra Puerto Rico supuso su mayor fracaso en el Caribe por la eficaz defensa que protagonizaron las Milicias de la isla, demostrando la efectividad del sistema mixto de defensa por veteranos y milicianos44.

Como hemos visto, las fuerzas veteranas eran a todas luces insuficientes para la defensa de la isla. Por ello las Milicias debían tener un papel de apoyo ante cualquier situación de eventual ataque, con una función como tropas auxiliares que basaban su efectividad en su movilidad y conocimiento del terreno. Las Milicias estaban nutridas por personal reclutado entre los habitantes y naturales del país que en tiempos de paz debían hacer alguna instrucción para que durante la guerra u otras contingencias fuesen movilizados con rapidez y operatividad45.

40 GÓMEZ RUIZ, M., y ALONSO JUANOLA, V.: El ejército de los Borbones: organización, uniformidad, divisas, armamento. Vol. III/2, Madrid: Servicio Histórico Militar. 1989, p. 38. 41 AGI, Cuba, 1742, Nº 1668, “Someruelos a Guerra, La Habana, 29 de noviembre de 1804”. Real orden de 25 de mayo 1804. 42 MARCHENA FERNÁNDEZ, J.: Oficiales y soldados…, ob. cit., pp. 65-66. 43 ARCHER, C. I.: El ejército en el México borbónico…, ob. cit., pp. 67-68. 44 TORRES RAMÍREZ, B.: La isla de Puerto Rico (1765-1800). San Juan de Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968, pp. 248-258; ZAPATERO, J. M.: La guerra del Caribe en el siglo XVIII. Madrid: Servicio Histórico y Museo del Ejército. 1990, pp. 389-437. 45 SEMPRÚN, J. y Bullón de Mendoza, A.: El ejército realista en la independencia americana. Madrid: MAPFRE. 1992, p. 44.

Page 88: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

83

Las Milicias habían sido en Cuba desde principios de la colonia la primera fuerza armada y organizada de la isla, aunque su regulación no se hizo hasta 1763. La agrupación de los efectivos se hizo según el color de la piel y la reducida población de la isla obligó a incorporar a las armas la abundante población de mulatos y negros libres (cuerpos de color), pero manteniendo el régimen social establecido, estableciendo compañías también de blancos46.

El reglamento que propuso Alejandro de O’Reilly47 preveía la creación de 6.700 plazas de Infantería y 800 de Caballería y Dragones, organizados en cinco batallones de Infantería de blancos, siendo los dos primeros los integrantes del Regimiento de Voluntarios de Infantería de La Habana, y los tres restantes los Batallones de Cuba y Bayamo, Puerto Príncipe y de las Cuatro Villas48; dos batallones de pardos libres, el primero con el nombre de Pardos Libres de La Habana y el segundo de Pardos Libres de Cuba y Bayamo; por último un Batallón de Morenos Libres de La Habana. Con respecto a la Caballería se preveía la presencia de dos regimientos, uno el de Voluntarios de Caballería de La Habana y otro denominado como Dragones de Matanzas49. La organización de las unidades milicianas a partir de 1764 era, por lo tanto, de ocho batallones de Infantería, un regimiento de Caballería y otro de Dragones.

Cuadro 3. Cuerpos de milicias regladas en 1763

La Habana Regimiento de Infantería de Blancos Batallón de Infantería de Pardos Batallón de Infantería de Morenos Libres Regimiento de Voluntarios de Caballería

Cuba y Bayamo Batallón de Infantería de Voluntarios Blancos Batallón de Infantería de Pardos Libres

Las Cuatro Villas Batallón de Infantería Voluntarios Blancos Matanzas Regimiento de Dragones

Puerto Príncipe Batallón de Infantería de Blancos

Fuentes bibliográficas previamente citadas.

Este ordenamiento fue llevado a la práctica de inmediato, siendo aprobado definitivamente el 19 de enero de 176950, con la promulgación del Reglamento para las

46 KUETHE, A. J.: “Estructura social y las milicias americanas: los casos de La Habana y la costa de Nueva Granada”, En IX Congreso Internacional de Historia de América. Sevilla: AHILA. 1992, p. 446. 47 TORRES RAMÍREZ, B.: “Alejandro O’Reilly”, ob. cit., pp. 1374-1375. 48 Este último, llamado así por estar formado por vecinos de Trinidad, Santa Clara, San Juan de los Remedios y Santo Espíritu. 49 SALAS LÓPEZ, F.: Ordenanzas militares en España e Hispanoamérica. Madrid: MAPFRE. 1992, p. 154. 50 MARTÍN REBOLO, J. F.: Ejército y sociedad en las Antillas, ob. cit., p. 91.

Page 89: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

84

Milicias de Infantería y Caballería de la isla de Cuba, aunque se le realizaron algunos cambios en 177151.

Los demás habitantes de la isla que eran llamados a las armas en caso de necesidad no fueron encuadrados en estos cuerpos reglados, sino que quedaron formando unidades de Milicias urbanas o dispersas, sin la organización y estructura de las disciplinadas. Con el tiempo fueron creadas nuevas compañías de milicias regladas independientes de las que inicialmente instauró O’Reilly. Por ejemplo, la real orden del 19 de abril de 1780 autorizaba la creación de las Milicias de Artillería de La Habana, que estuvieron formadas por dos compañías, una de pardos y otra de morenos, que se integraron como hemos visto en las Compañías de Artillería52.

Durante los primeros años del siglo XIX, las diferentes unidades estuvieron rozando el completo de su fuerza. Según los estudios realizados y teniendo en cuenta las plantillas teóricas de los diferentes cuerpos, el número de soldados milicianos alcanzaba casi los 12.680, de los cuales de infantería casi eran 11.000 y casi 2.000 de caballería.

Cuadro 4. Efectivos milicianos teóricos cubanos en 1808

Infantería Artillería Caballería Total

Blancos Pardos Morenos Pardos Morenos Blancos

La Habana 3256 809 809 102 102 636 5.714

Guanabacoa 162 162

Güines 59 59

Matanzas 81 81 450 612

Filipinas 81 81

Hanabana 59 59

Guanajay 162 162

Camarones 81 81

Cuatro Villas 728 243 324 236 1.531

Puerto Príncipe 728 81 81 59 949

Álvarez 59 59

51 AGI, Indiferente General, 1885. 52 GÓMEZ RUIZ, M., y ALONSO JUANOLA, V.: El ejército de los Borbones, ob. cit., p. 25.

Page 90: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

85

Infantería Artillería Caballería Total

Blancos Pardos Morenos Pardos Morenos Blancos

Cuba y Bayamo 809 728 405 118 2.060

Baracoa 81 81 81 243

Holguín 162 81 59 302

Manzanillo 81 81

Caney 81 81

Jiguaní 162 81 243

Sin adscripción 201 201

6.775 2.185 1.781 102 102 1.735 12.680

Elaboración propia teniendo en cuenta los cuadros teóricos de todas las milicias de cada jurisdicción53.

Nota: En gris la jurisdicción de La Habana y sin color la de Santiago de Cuba.

Todas estas cifras son relativas y, como hemos dicho antes, teóricas, pues los cuerpos milicianos sólo se ponían sobre las armas en caso de peligro y con grandes dificultades al estar sus componentes dispersos en torno a las poblaciones. Además las fuerzas estaban muy fragmentadas y repartidas por toda la isla, y tan sólo La Habana y poblaciones cercanas, tenía la posibilidad de movilizar un contingente de más de 6.000 milicianos; y Santiago de Cuba, con más de 2.000, tenían la capacidad de establecer formaciones suficientemente importantes que podían sumarse a los efectivos veteranos.

La organización de todo este entramado militar requería de una gran capacidad de administración, puesto que como hemos señalado el número de soldados nunca fue muy alto y la situación de todos estos territorios se fue volviendo cada vez más precaria. A finales del siglo XVIII las posesiones españolas en el Caribe se habían convertido en claros objetivos para la expansión de potencias europeas como Inglaterra y Francia, pero también de nuevas naciones como los Estados Unidos. Por estas razones, el mando de la capitanía

53 Hemos considerado que cada batallón de infantería tenía 728 soldados efectivos; una compañía de fusileros 81 soldados; la compañía de artillería 102; y cada compañía de caballería 59. Se han tenido en cuenta los trabajos de KUETHE, A. J.: Cuba…, ob. cit., pp. 145-146; MARTÍN REBOLO, J. F.: Ejército y sociedad en las Antillas, ob. cit., pp. 91-92. Para los datos del número de cuerpos milicianos han sido atendiendo los criterios de GÓMEZ RUIZ, M., y ALONSO JUANOLA, V.: El ejército de los Borbones, ob. cit., pp. 20-27. También los informes de Someruelos al secretario de Guerra. AGI, Cuba, 1739B, Nº 564. Someruelos a Guerra, La Habana, 30 de septiembre de 1801. Éste daba cuenta de que el número de efectivos de las milicias disciplinadas eran 9.990 hombres, 7.560 de Infantería y 2.430 de Caballería.

Page 91: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

86

general había recaído durante el siglo XVIII en militares de prestigio54 como era el caso en 1808 de Salvador Muro y Salazar, marqués de Someruelos, que había sido elegido en 1799 por su reputación adquirida durante la Guerra contra la Convención francesas (1793-1795) en el frente pirenaico occidental, en la que había demostrado una gran capacidad para la administración de unos recursos humanos y económicos muy limitados55.

La Capitanía General de La Habana tenía que sumar a las atenciones propias de la isla, la responsabilidad de organizar la defensa también de los territorios dependientes de ésta, como eran las dos Floridas y Luisiana (1764-1804). Además Cuba tuvo la obligación de atender las urgencias de defensa en aquellos puntos del Caribe donde el conflicto lo requiriese, como ocurrió durante la colaboración española en la guerra de independencia de los Estados Unidos (1778-1781), o con la intervención en el Santo Domingo francés a partir de 1793 tras la revolución iniciada por los esclavos dos años antes.

4. Un precedente de ataque En 1800 la guerra en Europa en la que se dirimía la hegemonía principalmente entre

Francia e Inglaterra, había quedado bloqueada, planteándose como necesaria la apertura de un nuevo frente que descongestionara la situación56. En los meses de marzo y abril de 1800 el gabinete británico se planteó la posibilidad de atacar los objetivos de Buenos Aires o Nueva Orleáns, aunque entonces no fueron concretados. La urgencia por llevar un proyecto contra las colonias españolas residía en que la situación política de España era apreciada desde Gran Bretaña como muy inestable. Anticipando lo que ocurriría 8 años después, se consideraba que la influencia francesa en la península Ibérica podía estar destinada a que las colonias españolas pasasen a ser dependientes de Francia. La cesión en 1800 de Santo Domingo a la nación vecina, no hizo sino confirmar las sospechas. En julio de 1800 se puso sobre el papel la mayor operación nunca planteada en el Caribe destinada contra la isla de Cuba57.

Sin embargo la propuesta contó con una gran oposición dentro del propio gabinete de Jorge III. Las operaciones desarrolladas entre 1794 y 1799 en el área caribeña habían sido en conjunto muy poco productivas. Las tropas británicas habían tomado pequeñas islas francesas y de otras potencias europeas de segundo orden como Holanda. El mayor éxito había sido la toma de la desprotegida isla española de Trinidad en 1797, como hemos visto. Sin embargo, los fracasos habían sido considerables en Saint Domingue y Puerto Rico. Las pérdidas en vidas humanas habían sido muy cuantiosas y los gastos muy altos, pues tras cada expedición había sido necesaria la organización de un nuevo y completo cuerpo

54 GUERRA Y SÁNCHEZ, R.; SANTOVENIA, E. S., y RIVERO MUÑIZ, J.: Historia de la nación cubana. Tomo III. La Habana. 1952, p. 13. 55 Archivo General de Simancas, Guerra Moderna, 5911, 6671, 6675. 56 DUFFY, M.: Soldiers, sugar, and seapower. The Birtish expeditions to the West Indies and the war against revolucionary France. Oxford: Claredon Press. 1987, pp. 318-320. 57 National Library of Scotland, M.S. 1075, Nº 110-127, “Memorandum secreto de Henry Dundas a Jorge III, Julio de 1800”.

Page 92: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

87

expedicionario58. La que hubiera sido la mayor expedición británica al Caribe dirigida contra la isla de Cuba y que debió tener lugar hacia 1800 nunca fue llevada a cabo, pues aunque la fuerza que llegó a organizarse en Gibraltar finalmente fue destinada a Egipto para acabar con la campaña que Napoleón había comenzado dos años antes59.

En cualquier caso, en Cuba se tuvo información concreta de los planes por lo que los sistemas defensivos de la isla fueron activados. El recién llegado Capitán General de La Habana marqués de Someruelos aprovechó los trabajos ya iniciados en la anterior amenaza por el Capitán General Santa Clara y como principal recurso defensivo puso sobre las armas numerosas Compañías Urbanas en bases provisionales a través de toda la isla60.

5. Planes ingleses después de 1805

Sólo cinco años después la derrota hispano-francesa en Trafalgar había dejado vía libre a los británicos para desarrollar planes de ataque que ayudasen a debilitar a España como principal aliado de Napoleón. La presencia del insurrecto venezolano Francisco de Miranda en Londres desde 1805 había relanzado el área caribeña como escenario de operaciones61, el cual había permanecido como secundario desde el fracaso en conjunto de las campañas desarrolladas entre 1793 y 179862.

La inferioridad española quedó de manifiesto en las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807, pero también una vez más se mostró la incapacidad inglesa para concretar una conquista en la América española a gran escala63. Inglaterra tenía también sus intereses directos en el área antillana y ante la previsión de un posible conflicto con los Estados Unidos, especialmente a partir de 1807 preparó planes para contar con una mejor situación estratégica. En ese año en Inglaterra, tras la derrota del general Whitelocke en el Río de la Plata a manos de Santiago Liniers, se llegó a proponer la conquista de Nueva España para situar en su trono al duque de Orleáns. En enero de 1808 Miranda volvió a realizar propuestas al gobierno británico para la independencia de Hispanoamérica que

58 National Library of Scotland, M.S. 1075, Nº 110-127, “Memorandum secreto de Henry Dundas a Jorge III, Julio de 1800”. 59 DUFFY, M.: Soldiers, sugar, and seapower…, ob., cit., p. 320. 60 KUETHE, A. J.: Cuba…, ob. cit., p. Véase Vázquez Cienfuegos, S.: “El proyecto de ataque británico a Cuba de 1800”. En Gutiérrez Escudero, A., y Laviana Cuetos, M., L.: Estudios sobre América, siglos XVI-XX. La Asociación Española de Americanistas en su Vigésimo Aniversario. Sevilla: AEA. 2005, pp. 1227-1236. 61 Miranda había dirigido una expedición a Venezuela en 1806 que fracasó al no encontrar apoyo popular alguno. La bibliografía sobre Miranda es extensa, la obra más reciente LUCENA GIRALDO, M.: Francisco de Miranda, la aventura de la política, Madrid, EDAF. 2011. 62 DUFFY, M.: Soldiers, sugar, and seapower: The British expeditions to the West Indies and the war against revolutionary France. Oxford: Clarendon Press. 1987, pp. 318-320. 63 Sobre el asunto de las invasiones inglesas del Río de la Plata véase: GRAHAM-YOOLL, A.: Ocupación y reconquista 1806-1807: a 200 años de las invasiones inglesas. Buenos Aires: Lumiere, 2006; GALLO, K.: Las invasiones inglesas. Buenos Aires: Eudeba. 2004.

Page 93: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

88

fueron compartidas por Arthur Wellesley, el que sería futuro duque de Wellington. El fracaso en Buenos Aires y Montevideo hacía necesario dirigir la mirada a otra región y la presencia de Miranda en Londres hacía más factible la opción antillana, incluido el seno mexicano o las costas de Tierra Firme64. Wellesley propuso que se empezase por México situando el punto de concentración en Jamaica, para que una vez que ésta fuese independiente, preparar un ataque a Venezuela. En este plan el resto de las Antillas, incluida Cuba, debían ser escenarios secundarios. El levantamiento español contra las tropas napoleónicas del 2 de mayo de 1808 hizo variar definitivamente estos planes y desviar dicha expedición que se encontraba ya preparada contra México en junio de dicho año y dirigirlo a la península Ibérica. En lo que respecta a Cuba, los planes eran reales aunque nunca se consideró su territorio objetivo prioritario65.

Como siempre la información con que contaba el Capitán General fue de gran calidad. El 7 de enero de 1808 Someruelos recibió por vía del encargado de negocios en los Estados Unidos la noticia de que algunas gacetas aseguraban que se estaba formando una expedición de 20.000 hombres en Inglaterra con la posible intención de dirigirse a la isla de Cuba66. Es muy difícil que estos planes fueran los de Wellesley y Miranda, pero es muy posible que los informantes norteamericanos hubiesen detectado las intenciones generales o bien les interesase estratégicamente asegurarse una colaboración activa cubana ante una posible agresión británica. De todos modos era algo fácil de creer cuando los navíos británicos continuamente cruzaban frente a La Habana. En agosto de 1806 la Royal Navy se había atrevido a atacar el navío de guerra Pomona en las mismas inmediaciones de la capital cubana, como hemos visto67. En julio de 1807 se produjo otro ataque inglés contra la población de Baracoa (en el extremo este de la isla), en el oriente de la isla, que fue rechazado por la acción de sus milicias y en 1808 se produjeron desembarcos a pequeña escala en Bahía Honda (al este de la capital), Arcos de Canasí (en la costa al este de La Habana), Casilda (puerto de la ciudad de Trinidad al sur de la isla), entre otros lugares, aunque casi siempre con la intención de robar a los esclavos68.

En cualquier caso Someruelos no tuvo dudas y nada más recibir la noticia comunicó la amenaza al comandante general de Marina Juan de Villavicencio. Éste aprovechó el aviso para dar cuenta a los distintos puertos de la isla y prevenir a sus capitanes, así como para dar la orden de que los guardacostas auxiliasen a los comandantes y justicias territoriales a

64 También barajaron un proyecto contra Chile. 65 ROBERTS, C.: Las invasiones inglesas al Río de la Plata (1806-1807). Buenos Aires: Talleres Gráficos, 1938, pp. 319-327. 66 AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Valentín Foronda a Someruelos, Filadelfia, 5 de diciembre de 1807”. 67 AGMAB, Expediciones de Indias, 42, 1188, nº 7, “Villavicencio a Iturrigaray, La Habana, 26 de agosto de 1806”. 68 PONTE DOMÍNGUEZ, F. J.: La junta de la Habana en 1808 (antecedentes para la historia de la autonomía colonial en Cuba). La Habana: Editorial Guerrero. 1947, p. 17.

Page 94: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

89

tal efecto69. El mismo día avisaba al gobernador de Santiago de Cuba Sebastián Kindelán del peligro que parecía avecinarse, incluida la posibilidad de que Estados Unidos e Inglaterra estuviesen muy próximos a romper relaciones. Las órdenes fueron que tomara las previsiones necesarias para el caso70. El 27 de enero de 1808 Someruelos emitió una proclama contra Gran Bretaña con la intención de exaltar a la población71.

6. Organización defensiva en 1808

El 14 de enero Someruelos dispuso la puesta sobre las armas de todas las Milicias, tanto disciplinadas como urbanas de la isla, tomando todas las providencias que creyó necesaria por si el enemigo atacaba la capital, teniendo en cuenta “el corto número de tropas veteranas de la guarnición” y la “escasez de caudales”. Ordenó la instrucción en el uso del fusil a todos los paisanos y al uso del cañón a aquellos con mejores condiciones. Así como dio disposiciones a los ramos de Ingenieros y de Artillería para la defensa de La Habana. Someruelos no tenía duda de que todos los naturales de la isla cumplirían “con valor y lealtad” y no cederían “en nada a los que otros vasallos de nuestro amado rey y señor han ejecutado en la posesiones de América y recientemente en Buenos Aires”72. Con ello quedaba constatada una vez más la importancia de las Milicias en la defensa de América como había ocurrido también en Puerto Rico en 179773. Al mismo tiempo Someruelos vinculaba los intereses de las élites cubanas que conformaban los cuadros de mando de dichos cuerpos en la defensa de la isla, consciente de que sin ellos, no había opción posible de rechazar un ataque.

La organización de las fuerza milicianas recayó en las autoridades civiles y militares en las diferentes poblaciones de toda la isla. Éstas debían seleccionar a las personas indicadas para dirigir de manera correcta las unidades a las que debían incorporarse. Debían estar formadas por personas de prudencia, tino e instrucción, capaces de asumir el verdadero objeto de su formación. A cambio obtuvieron el fuero militar para asuntos criminales, en el momento de entrar en acción contra el enemigo74.

El ejemplo más significativo fue la creación de una nueva unidad de Milicias urbanas que debían atender la debilidad defensiva de La Habana. Estas Milicias fueron organizadas en cuanto a las provincias españolas de origen de los alistados y era denominada como

69 AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Someruelos a Villavicencio, La Habana, 7 de enero de 1808”. 70 Archivo Nacional de Cuba [ANC], Fondo Asuntos Políticos, 142, 11. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba. Guerras de Independencia en Hispanoamérica 1800-1830. La Habana: Ed. Política. 2011, pp. 11-12. 71 PONTE DOMÍNGUEZ, F. J.: La junta de La Habana, ob. cit., p. 30. 72 AGI, Cuba, 1746, nº 2315. “Someruelos a Guerra, La Habana, 16 de enero de 1808”. 73 ZAPATERO, J. M., La guerra del Caribe en el siglo XVIII. Madrid: Servicio histórico y Museo del Ejército. 1990, pp. 389-437. 74 HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 18.

Page 95: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

90

“tropas urbanas nacionales […] en clase de voluntarios”, aunque fueron conocidas inicialmente con el significativo nombre de “Voluntarios Españoles”. Este cuerpo, apenas estudiado, ha sido erróneamente denominado como “Compañías de Urbanos Voluntarios de Fernando VII”, nombre que adquirió por cuestiones patrióticas a partir de julio de 1808, lo que ha llevado al equívoco de creer que fue constituida por el hecho de la guerra contra Francia y en favor de los derechos de Fernando VII75. También la creación de un cuerpo por adscripción de lugar de nacimiento ha ayudado a crear una de las principales controversias historiográficas al considerar que se iniciaban entonces las diferencias entre criollos y peninsulares76. En nuestra opinión se trató de una cuestión relacionada con la presencia de otros cuerpos de voluntarios extranjeros, en este caso franceses, como ahora veremos. La razón para crear un cuerpo miliciano dotado sólo con españoles estaba motivada por el hecho de que los nacidos en la isla ya contaban con cuerpos creados tiempo atrás y hubo de crearse unos específicamente para peninsulares y con una funcionalidad meramente coyuntural. En cualquier caso, aunque de origen peninsular, los mandos y muchos de los miembros de los “Voluntarios Españoles” tenían sus intereses afincados en La Habana desde hacía años.

El cuerpo fue organizado en siete divisiones formando en total 16 compañías de 100 hombres cada una que estaban obligados a servir aportando su propio fusil. Los componentes de las mismas eran tanto hacendados como comerciantes. La fuerza fue comandada por coronel Juan Tirry y Lacy77, como segundo comandante José de Soto78, y completando la Plana Mayor por ser sargento mayor Alfonso de Viana79. Sumaban una fuerza total de 1.800 hombres. Una vez formadas las 16 compañías, cada capitán solicitó un instructor. Los castellanos fueron instruidos por Ventura Díez, sargento del Regimiento de La Habana; los asturianos por Francisco Garci-Mexías, sargento de Granaderos del Regimiento Fijo de La Habana; las cuatro Compañías de Catalanes por Antonio de Acosta, sargento primero de las Compañías de Fusileros de Cataluña; los andaluces por Antonio Carrión, capitán del Regimiento de Infantería de Puebla y José Camadurán, sargento primero del Regimiento Fijo de La Habana; la primera de gallegos y las de isleños de Canarias por Francisco Rodríguez, sargento de Granaderos del Regimiento de Cuba. La primera Compañía de vizcaínos y navarros, fue instruida por Salvador de la Luz y Berrio, cadete del Regimiento de Infantería de Cuba, que contó con un gran apoyo del primer teniente Francisco Layseca que contribuyó al lucimiento de la compañía. La segunda y la tercera de las mismas provincias fueron mandadas en los ejercicios generales por su propio teniente segundo José Echarry, que a pesar de ser paisano sorprendió con su disposición para la enseñanza de principios y conocimientos, como si se tratase del mejor veterano. La 75 ZARAGOZA, J., Las insurrecciones en Cuba. Tomo I. Madrid: Imprenta de Manuel G. Hernández. 1872, pp. 177 y 738-739. 76 PONTE DOMÍNGUEZ, F. J.: La junta de La Habana…, ob. cit., p. 17. 77 Natural del Puerto de Santa María, era coronel agregado al Escuadrón de Dragones de América fijo de La Habana. 78 Natural de Málaga, era teniente coronel del Regimiento de Infantería de Cuba. 79 Era natural de Almazán, dentro del corregimiento de Soria, aunque vecino de La Habana desde hacía tiempo.

Page 96: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

91

segunda de gallegos fue enseñada por Ignacio Rueda, teniente de veteranos del primer Batallón de Milicias Disciplinadas de La Habana. La instrucción se hizo según táctica y nuevo reglamento, en diferentes lugares públicos con gran concurrencia, generalmente en el foso. Llegaron a hacer un alarde militar, con ejercicio general de fuego, demostrando gran destreza en las maniobras y buena instrucción80.

Cuadro 5. Organización de las Compañía de “Voluntarios Españoles”, 1808.

Primera División de naturales de Castilla81 Primera compañía Capitán Pedro María Ramírez Teniente 1º Pedro de la Cuesta Manzanal Teniente 2º Santiago de la Cuesta Manzanal Alférez Isidro Sáenz de Cavia Ayudante Gabriel Lombillo *En esta compañía servía Bernabé Martínez de Pinillos, de 11 años, hijo del homónimo. Segunda compañía Capitán Joaquín Pérez de Urria Teniente 1º Joaquín Gómez Teniente 2º Francisco Pérez de Urria Alférez Ramón de Bustillo Ayudante Juan López Salazar *En ésta servía José María Pérez Urria, de 12 años e hijo del capitán. Segunda División de naturales de Asturias Capitán José Matías Acebal Teniente 1º Juan Nepumoceno Cabrales Teniente 2º Francisco González del Valle Alférez Antonio González Vigil Ayudante Manuel Entralgo

Cuarta División de naturales de Navarra y Vizcaya82 Primera compañía Capitán Bonifacio González Larrinaga Teniente 1º Francisco Layseca Teniente 2º Miguel Herrerías Alférez Francisco Bengochea Ayudante Zacarías Garaycochea Segunda compañía Capitán Pedro Juan de Erice Teniente 1º Manuel Zavaleta Teniente 2º José Echarry Alférez Martín Zavala Ayudante Manuel Bereterbide *En esta compañía servía Pedro Juan de Erice, de 12 años he hijo del capitán. Tercera compañía Capitán Juan José de Iguarán Teniente 1º Francisco de Ajuria Teniente 2º Martín Elzaurdy Alférez Manuel Urbizu Ayudante Baltasar de Azuvia Sarasola

80 Biblioteca Nacional de España [BNE], VE, 632, 144, “A.V., A la bizarría y patriotismo que los naturales de los reinos de Castilla e isla Canarias se han presentado a tomar las armas y ejercitarse en el manejo de ellas y evoluciones militares formando un cuerpo denominado de Voluntarios Españoles, La Habana, 27 de mayo de 1808”. 81 Fue considerada esta la primera división, por tener este lugar en las Cortes. 82 Aparecen ambas regiones juntas, según el texto laudatorio “porque a la tropa satisfaga”.

Page 97: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

92

Tercera División de naturales de Cataluña Primera compañía Capitán Pablo Serra Teniente 1º Juan Puig Teniente 2º Martín Serra Alférez José Rubira Ayudante Isidro Inglada Segunda compañía Capitán Raimundo Queraltó Teniente 1º José Pie Teniente 2º José Antonio Márquez Alférez José Blanch Ayudante Félix Crucet Tercera compañía Capitán José Antonio Vidal y Pascual Teniente 1º José Vidal y Rosett Teniente 2º Pedro Oliver Alférez Pablo Samá Ayudante Magín Tarafa Cuarta compañía Capitán Jaime Vilardevó y Ferrer Teniente 1º Isidro Escardó Teniente 2º Pedro Puig e Ibern Alférez José Martí Arqué Ayudante Salvador Canellas

Quinta división de naturales de Andalucía Capitán Santiago Malagamba Teniente 1º Manuel González Villarroel Teniente 2º Claudio García Alférez Serafín Cabo y Landeras Ayudante Antonio Chomat *En esta división servía Guillermo Tirry y Loynaz, hijo del comandante del cuerpo, de 11 años y Manuel González Villarroel, hijo del teniente de esta compañía, de 10 años. Sexta División de naturales de Galicia Primera compañía Capitán Francisco Hernández Teniente 1º Genaro Montoto Teniente 2º José de la Peña Alférez Tomás Amate Ayudante Francisco Antonio Iglesias Segunda compañía Capitán Pedro Antonio Zamora Teniente 1º Antonio Rueda Teniente 2º Francisco Ferrer Salomer Alférez Rafael Bertemati Ayudante Nicolás de Lema

Séptima División de naturales de las islas Canarias Primera compañía Capitán Joaquín Madan Teniente 1º Antonio Hernández Braza Teniente 2º Nicolás de Frías Alférez José Manuel Martínez Ayudante Bartolomé Siberio Segunda compañía Capitán José Padrón de la Peña Teniente1º Mateo Bonito Teniente 2º Antonio Escalante

Page 98: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

93

Alférez Domingo Hernández Ayudante Antonio Álvarez Tercera compañía Capitán Antonio de Frías Teniente 1º Miguel Franquis Alfaro Teniente 2º Ricardo Madan Alférez Sebastián Espinosa Ayudante Antonio González Acevedo.

BNE, VE, 632, 144.

Nota: Los cuadros de mando fueron elegidos por sufragio secreto.

Puede darnos una idea de la sensación de peligro real o la intención de que se considerase factible el ataque británico el que entre las fuerzas puestas sobre las armas se formasen nada menos que compañías compuestas por extranjeros, concretamente por franceses, las cuales estuvieron comandadas por Luis Rusak y José E. Enrique y llegaron a ser dotadas con 120 fusiles.83 Éstas realizaron junto a las Milicias urbanas “españolas” ejercicios militares en el manejo de armas, tiro y marchas, bajo el mando de sus respectivos capitanes84.

7. Colaboración entre Ejército y Marina

A partir del mes de enero de 1808 Someruelos inició los distintos preparativos para la defensa y la Comandancia mostró una colaboración activa mediante la entrega de suministros para las fuerzas de tierra o el destino de hombres a la obras de mejora del castillo del Morro85. El estado de la corta guarnición de La Habana y de sus fortalezas86, exigía no perder un momento en el aumento de las dotaciones y en el arreglo las defensas con útiles de guerra y alimentos. A pesar de las dificultades económicas por las que entonces pasaba la isla, el intendente Rafael Gómez Roubaud también se ofreció a facilitar los auxilios necesarios de caudales y colaborando en el empadronamiento de “gentes del país”.

El 8 de enero el comandante Villavicencio comunicó al gobernador que ponía a su disposición un brigadier, dos capitanes de navío, dos de fragata y entre doce y catorce

83 Tras los sucesos de mayo, con la invasión francesa de España, estas unidades fueron desarmadas. AGI, Cuba, 1595, “Aguilar a Someruelos, La Habana, 11 de agosto de 1808”. 84 ANC, Fondo Asuntos Políticos, 142. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 19. 85 AGI, Cuba, 1608, “Correspondencia cruzada Someruelos y Villavicencio, La Habana, enero de 1808”. 86 VÁZQUEZ CIENFUEGOS, S.: Tan difíciles tiempos para Cuba. El gobierno del marqués de Someruelos (1799-1812). Sevilla: Universidad de Sevilla. 2008, pp. 57-108.

Page 99: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

94

oficiales subalternos e igualmente los oficiales del cuerpo de ingenieros de marina87. Los obreros de la Maestranza que estaban trabajando en el Arsenal fueron destinados a las obras de conservación que se necesitaban en las fortalezas del Morro y la Cabaña para la urgente reparación de puertas, rastrillos, puentes levadizos, explanadas y otros objetos muy deteriorados por la intemperie y la falta de mantenimiento. Los materiales se estaban obteniendo del desguace del navío Argel88. A las fuerzas iniciales pronto se sumaron otras destinadas a labores puramente de Marina. La Comandancia aportó auxilios en Artillería con cuatro oficiales del Apostadero, 150 marineros de las lanchas cañoneras para trabajos en las fortalezas, 56 carpinteros de rivera, tres lanchas y dos botes con sus dotaciones destinadas a facilitar el paso de gente y pertrechos dentro de la bahía, además del hierro y otros efectos que diariamente pedían desde el Arsenal y de los que carecían los almacenes de la ciudad. Aumentó las fuerzas de mar con lanchas cañoneras u otras embarcaciones similares, ya que además de las 14 que ya estaban armadas, mandó la habilitación de cuantas lanchas, lanchones, gánguiles y pontones estaban disponibles, montando en cada una de estas embarcaciones el cañón o mortero proporcionado para su clase, con lo que en total debían sumar unas 40 unidades navales más, a las que había que unir el navío San Lorenzo o su dotación si era necesario. El 21 de enero Villavicencio decretó el indulto a desertores, convocando al mismo tiempo para el caso de arribo de enemigos a la gente matriculada de todas clases y consideraba que podría contarse con algo más de 2.000 hombres útiles acostumbrados a los trabajos de mar y de la guerra89. El propio Villavicencio se ofreció personalmente90, así como Antonio María Arturo, ministro principal de Marina, que también ofreció a Someruelos todos los hombres bajo su mando para la defensa91.

Sin embargo, los viejos desencuentros entre Comandancia y Capitanía General, que caracterizaban las relaciones institucionales en La Habana desde hacía años, pronto se hicieron notar cuando Villavicencio notificó la queja de que el capitán general no le había comunicado sus planes de defensa, a excepción de las señales de alarma92. Es significativo

87 AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Villavicencio a Someruelos, La Habana, 8 de enero de 1808”. 88 AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Villavicencio a Someruelos, La Habana, 9 de enero de 1808”. Someruelos contestó agradeciendo el ofrecimiento el 13 de enero. 89 AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Villavicencio a Francisco Gil de Lemos, La Habana, 2 de febrero de 1808”. Fue recibido el 12 de junio de 1808. 90 Aunque eso sí, “sin faltar a mis atenciones”. AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20, “Villavicencio a Someruelos, La Habana, 8 de enero de 1808”. Someruelos respondió en el día agradeciendo el ofrecimiento. 91 AGI, Cuba, 1610, “Someruelos al ministro principal de Marina, La Habana, 16 de enero de 1808”. La situación debía ser de gran temor porque Arturo llegó a ofrecer incluso a sus hijas y esposa para lo que pudiese ser necesario ante el ataque inglés. 92 El Castillo del Morro pondría las señales establecidas para el número de barcos que se descubran y además pondrá en el asta de la bandera el pabellón real y debajo un gallardete blanco con las armas del rey. Se tirarán tres salvas con un intervalo de 1 minuto cada una y si es en la noche, después 3 cohetes seguidos (lo mismo en las demás fortalezas). AGMAB, Expediciones de Indias, 43, 1388, nº 20,

Page 100: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

95

que a pesar de la supuesta gravedad de la situación y del esfuerzo que se estaba realizando, Someruelos no hubiese diseñado un plan específico ni hubiese convocado una junta de generales o estado mayor en la que indefectiblemente debía haber estado presente el comandante de Marina.

El Capitán General había tratado de fortalecer el mando realizando promociones en cargo y ascenso en el grado a personas de su confianza. Fueron ascendidos el coronel Fermín Montaño a comandante del Real Cuerpo de Ingenieros y para mayor general al coronel Mauricio Zúñiga, comandante del tercer Batallón del Regimiento de Infantería de La Habana. El caso más importante fue el del habanero Francisco Montalvo, brigadier y teniente coronel del tercer batallón del Regimiento de Infantería de La Habana93. Montalvo se convirtió en el hombre fuerte del capitán general al ser nombrado comandante general de las tropas de campo, es decir, todos los hombres armados que habían podido reunirse, ascendiendo el total en toda la isla “con el corto número de tropas veteranas que hay”, las Milicias regladas, las urbanas y el paisanaje alistado, a más de 26.000 hombres de infantería y 3.200 de Caballería94. Por tanto el capitán general no dudó en delegar el poder de todas las fuerza militares justo en un momento tan supuestamente crítico, en un miembro de una de las más importantes familias habaneras.

8. Disposiciones tomadas en el Oriente de la isla

El día 7 de enero Someruelos ya había mandado aviso a Santiago de Cuba, por si la expedición optase por dirigirse a aquella parte de la isla. La intención era que se pudiese concurrir con las fuerzas que hubiese en cada distrito al paraje que fuese necesario95. En Santiago el 31 de enero fueron puestas sobre las armas por orden del gobernador Sebastián Kindelán todas las Milicias tanto disciplinadas como urbanas, al mismo tiempo que se trabajaba en fortificar la plaza lo mejor posible96.

El peligro de que la expedición británica tuviese previsto realizar desembarcos en el este de la isla provocó que en febrero se incrementasen los preparativos, especialmente en Santiago y Baracoa. Kindelán solicitó a Someruelos 2.000 ó 3.000 fusiles, pues sólo contaba con 3.563 fusiles y 128 escopetas para armar a las Milicias. En Holguín y Bayamo informaron de falta de municiones y de otros problemas con el armamento por parte del

“Someruelos a Villavicencio, La Habana, 12 de enero de 1808”. Dice no tener nuevas noticias sobre el ataque. 93 El brigadier Francisco Montalvo fue el hombre fuerte de Someruelos tras este encargo. AGI, Santo Domingo, 2078. En GÓMEZ RUIZ, M., y ALONSO JUANOLA, V.: El ejército de los Borbones: organización, uniformidad, divisas, armamento. Vol. III/2. Madrid: Servicio Histórico Militar. 1989, p. 11-12. 94 AGI, Cuba, 1747, nº 2502, “Someruelos a Guerra, La Habana, 26 de agosto de 1809”. 95 AGI, Cuba, 1746, nº 2315, “Someruelos a Guerra, La Habana, 16 de enero de 1808”. 96 AGI, Cuba, 1601, “Nicolás de Campos a Someruelos, La Habana, 17 de febrero de 1808”. Entre las medidas tomadas por Kindelán fue la de efectuar un censo para contabilizar los 732 esclavos, las 380 bestias de carga, 150 yuntas de bueyes y 80 carretas. ANC, Fondos Asuntos Políticos, 142, 83. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 20.

Page 101: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

96

segundo Batallón del Regimiento de Infantería de La Habana desplazado a aquella zona en funciones defensivas. Y hasta de El Caney, población a pocas leguas de Santiago, se solicitaron a Kindelán 60 fusiles con sus bayonetas para dotar a las compañías de “naturales”97. Sin embargo, dada la situación, el capitán general informó que nada podía enviarse y que tratasen de organizarse con lo que ya contasen. También solicitaron fondos para vestuario porque no contaban con uniformes, ni divisas, pero Someruelos les hizo ver que las Milicias urbanas de La Habana tampoco contaban con éstos y no les impedía cumplir satisfactoriamente con su responsabilidad98.

El capitán José Repilado, teniente de gobernador de Baracoa, realizó en febrero un plan destinado a prevenir una agresión contando con la experiencia que ya habían tenido el 29 de julio del año anterior cuando rechazaron un desembarco británico. El plan preveía el tipo de participación de toda la población, definiendo la acción de comerciantes, pescadores y hacendados, e incluyendo mujeres, jóvenes y niños, así como la población de color. También se planeó la actuación de los oficiales reales con respecto a los fondos de Real Hacienda. En las previsiones se fijaban las misiones tanto de tropas regulares como milicianas, distinguiendo entre las fuerzas francesas y españolas. En todos los casos estaba fijada la distribución de las fuerzas y distintos puntos de defensa99. Contrasta esta actitud con la de Someruelos, denunciada por Villavicencio donde no había plan alguno parecido con respecto a la defensa de La Habana100.

En Santiago se organizaron cuatro Compañías Urbanas, una de ellas de caballería organizada por el santiaguino Miguel Ferrer y otra por Pablo Bori formada por los catalanes en la ciudad. En este mismo sentido habría que observar el ofrecimiento del guardián del convento de San Francisco fray Pedro Sánchez quién manifestó al gobernador que se encontraban preparados para actuar como enfermeros o capellanes “pues así lo exige de nosotros el amor a nuestro católico monarca y su patria”101.

En abril las Compañías Urbanas de Santiago y Baracoa se hallaban armadas permaneciendo preparadas y en servicio102. La plana mayor de oficiales tanto veteranos

97 El Caney era considerado uno de los pueblos de Cuba que a principios del XIX aún conservaba población aborigen americana. Sobre la presencia de nativos americanos en Cuba hasta el siglo XIX véase VÁZQUEZ CIENFUEGOS, S., y SANTAMARÍA GARCÍA, A.: “Indios foráneos en Cuba a principios del siglo XIX". En Colonial Latin American Historical Review (CLAHR). 2012 (en prensa). 98 HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., pp. 12-13, 18. 99 ANC, Fondos Asuntos Políticos, 142, 92, “Plan de batalla que forma el capitán José Repilado gobernador de esta ciudad por si el enemigo intenta batalla. Baracoa, 1 de febrero de 1808”. HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., pp. 171-175. 100 ¿Es posible que Someruelos tuviese alguna información más detallada que le hiciese descartar realmente el ataque? Es difícil saber esto. 101 ANC, Fondo Asuntos Políticos, 142. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 19-20. 102 AGI, Cuba, 1746, nº 2342, “Someruelos a Guerra, La Habana, 21 de abril de 1808”.

Page 102: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

97

como milicianos estaba presidida por Antonio Mozo de la Torre 103, criollo santiaguino y a la sazón, suegro del gobernador Kindelán. En algunos pueblos hubo dificultades por hallarse las Milicias urbanas sin armamento, por lo que Someruelos mandó que les fuese enviado el sobrante que tuviesen los cuerpos de Milicias disciplinadas, por las bajas que regularmente tenían104.

Como en La Habana, se organizaron cuerpos compuestos por franceses en la capital oriental donde su peso poblacional era mayor. Se alistaron 1.276 personas de esta nacionalidad con la que se crearon dos batallones completos de Infantería con un total de 993 plazas y otro de Caballería con 283 unidades. Someruelos, preocupado por unos cuerpos de extranjeros tan numerosos, no aprobó la presencia de oficiales franceses y ordenó el nombramiento de tres jefes peninsulares, precisando que tales unidades se empleasen sobre las armas sólo en los momentos de mayor urgencia105.

Las escasas fuerzas navales orientales fueron también preparadas. En aguas de la bahía santiaguina se contaba con la fragata San Jorge, el bergantín Dolores, y dos goletas francesas, así como las embarcaciones menores: seis bongos, 16 canoas, tres botes, una lancha y un número indeterminado de cayucos. Estos estaban dotados con 194 hombres, a los que se sumaban 47 dedicados a la pesca y tráfico interno. A éstas debían sumarse las goletas corsarias españolas en tránsito Tigre y Venganza, así como las armadas dedicadas al transporte aunque en corso Santiago, Napoleón, Siervo y Tartazo. Estos empleaban 250 marineros, a los que se estimaban se podían sumar otros 150 hombres de otras próximas embarcaciones de paso o de tripulaciones tomadas al enemigo106.

9. Fondos empleados en el dispositivo La amenaza de un desembarco británico en la isla había permitido tener en guardia a la

población107, pero todo este despliegue requirió un aumento del gasto justo en uno de los momentos más críticos de la tesorería habanera. Los dispendios militares durante los primeros cuatro meses de 1808 fueron muy elevados. Lo pagado a la tropa de la guarnición de La Habana con inclusión de los sueldos de Capitán General, Teniente de Rey, Real Cuerpo de Ingenieros, Estado Mayor y compañía fue de 401.194 pesos. Los operarios de fortificación, obra de plaza, Casa-blanca, cañerías, artillería, incluido importe de materiales y otros gastos, costaron 10.910 pesos. El pago a los contratistas de la provisión de todos los géneros y efectos para el hospital de San Ambrosio, a los de maderas, a los de víveres y 103 En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 23. 104 Las milicias urbanas debían ser instruidas en los días feriados, sin perjuicio de sus ocupaciones, declarando fuero militar en las causas criminales a estos individuos. AGI, Cuba, 1746, nº 2342, “Someruelos a Guerra, La Habana, 21 de abril de 1808”. 105 ANC, Fondo Asuntos Políticos, 142. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 19. 106 HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 22. 107 PIQUERAS, J. A.: “La siempre fiel isla de Cuba o la lealtad interesada”, Historia Mexicana, LVIII, 1. 2008, p. 438.

Page 103: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

98

demás útiles para el almacén general y para repuestos de fortalezas, “que en las presentes circunstancias de defensa fueron indispensables”, sumó 250.240 pesos. El desembolso por distintas atenciones como depósitos, reintegros a préstamos y devoluciones de derechos, fletes de buques para conducir pliegos, compras menores y lanchas cañoneras, cuyo pago mensual de 6.300 pesos era del cargo de la tesorería, fue de 143.613 pesos. Los pagos por socorros y víveres a la Florida, así como dinero remitido allí dieron un total de 61.581 pesos. Para los gastos de Marina fueron transferidos a sus cajas, en calidad de reintegro para pago de sueldos de sus empleados y distintas atenciones, 145.700 pesos. Y por lo pagado a las Milicias de Infantería y Caballería, ministerio militar y político, asentistas, operarios de fabricación, sueldos de empleados y pensiones y talleres de artillería y Casa-Blanca se sumaron otros 97.656 pesos. A esto había que unir otros gastos de Hacienda no referidos a la situación de guerra como el pago al ministro de Hacienda, resguardo, pensionistas de los fondos, emigrados de Santo Domingo y Florida, pagos de la caja de la Real Hacienda para distintos objetos, que ascendía a 73.757 pesos; al suplemento a la caja de Consolidación para pago de réditos y en reintegros a la misma caja, como comprendidos en varios ramos de los de Estado de valores de la administración general de tierra, por 82.047 pesos; y en certificaciones de crédito despachadas por la Real Factoría de Tabacos y pagados a la Tesorería General por otros 61.398 pesos; lo que sumaba 217.202 pesos más. El total del gasto había ascendido a nada menos que 1.328.096 de pesos. En las cajas habían entrado de manera directa en la tesorería 741.484 pesos, a los que sólo se sumaron los 313.270 por los productos de la aduana de mar y 236.896 por la aduana de tierra, en total 1.331.549 de pesos, incluida la existencia que quedó en fin de diciembre de 1807 de 39.899 pesos. En abril de 1808 sólo quedaban en caja 3.441 pesos108. Es decir, que hubo de emplearse casi todos los recursos disponibles entonces sólo para los preparativos de defensa, lo que nos permite hacernos una idea muy cercana a los gastos que suponía una acción bélica defensiva en aquellas fechas. Pero para tratar de aliviar los gastos el Capitán General ordenó que las Milicias se dedicaran a ejecutar su instrucción dos días en semana durante algunas horas, y a ser posible los días feriados109.

Cuadro 6. Estado de la tesorería de La Habana en abril de 1808

Ingresos Gastos En caja

Entrada directa (incluida Consolidación)

741.484 Sueldos 401.194

Aduana de mar 313.270 Obras 10.910

Aduana de tierra 236.896 Contratistas 250.240

Existencias 12/1807 39.899 Distintas atenciones 143.613

Florida 61.581

108 AGI, Cuba, 1769, “Estado de cargo y data de la tesorería de ejército de La Habana, 4 de mayo de 1808”. 109 ANC, Fondo de Asuntos Políticos, 142. En HERNÁNDEZ SUÁREZ, R.: Capitanía General de Cuba, ob. cit., p. 13.

Page 104: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

99

Ingresos Gastos En caja

Marina 145.700

Milicias 97.656

Gastos de Hacienda 73.757

Pago de réditos (Consolidación)

82.047

Tabacos 61.398

Total ingresos 1.331.549 Total gastos 1.328.096 3.453

AGI, Cuba, 1769, “Estado de cargo y data de la tesorería de ejército de La Habana, 4 de mayo de 1808”.

Nota: datos en pesos.

Pero en mayo de 1808 la situación económica siguió empeorando pues los aportes empezaron a ser entonces insuficientes. La tesorería general de ejército sólo tenía en caja 11.126 pesos, cuando se requerían 85.872 para las necesidades más urgentes, especialmente pago de la tropa, sin contar el pago de los sueldos a la plana mayor, de los oficiales, ingenieros ni los empleados de hacienda, lo que aumentaba en 25.000 pesos las necesidades. Según el intendente Roubaud no quedaba otro recurso que el que se trasladasen a la tesorería general, en calidad de reintegros (préstamos), los fondos de vestuario, subvención de guerra, avería, además de los de Consolidación, Almirantazgo y difuntos, sólo para cubrir las atenciones de abril y mayo. Los fondos de vestuario estaban destinados íntegramente a “gastos de Milicias”, de bienes de difuntos quedaban 10.031 pesos y en Consolidación, en abril ya se habían tomado los 31.073 pesos con que contaba, pero no se había vuelto a introducir nada desde entonces. Roubaud propuso que se facilitasen los ingresos de la caja de subvención, en calidad de reintegrarlos en libranzas contra el reino de Nueva España. Sin embargo, tras consulta del gobernador al Consulado que custodiaba los fondos de subvención, se requirió al intendente que dada la escasez de caudales se economizase cuanto pudiese. Los comerciantes y hacendados representados en el Consulado tenían muy pocas intenciones de deshacerse de una parcela bajo su control para dejarla en manos de la Intendencia, con la que habían tenido numerosos desencuentros. Someruelos expresó su opinión de que con el producto de las Aduanas se fuese pagando a los cuerpos militares y que en ese fin de mes, y sólo en el caso de que faltase alguna cantidad y no hubiese llegado remesa de Veracruz, dispondría se sacase de dicho fondo de subvención. Roubaud le reiteró que sólo para abril debía cubrir las atenciones de tropas, lanchas cañoneras, hospital, campo volante, plana mayor, ingenieros, oficiales sueltos y el forraje de los Dragones, por lo que necesitaba de la caja de subvención 27.000 pesos. Los ingresos de Aduanas no debían dar entonces ni para esa cantidad por lo que Someruelos ordenó finalmente al Consulado que entregase 26.000 pesos del fondo citado para los gastos de abril. En ese momento todos los fondos disponibles en tesorería

Page 105: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

100

de La Habana estaban ya agotados110. De continuar la situación por ese derrotero hubiese sido muy difícil el mantenimiento de todo el aparato militar levantado. De haberse producido el ataque británico si bien los cuerpos militares estaban preparados para la defensa, no contaban con dinero para haberla sostenido durante mucho tiempo.

Someruelos preocupado por la situación, solicitó en mayo de 1808 al comandante de Marina algún buque que fuese de manera urgente por caudales a Veracruz ante la extrema necesidad en que se encontraban. Villavicencio le contestó que sólo podía contarse con el navío San Lorenzo, pero que de enviar una expedición, esta caería irremisiblemente en manos enemigas dado el dominio total del mar por parte de los británicos111.

Finalmente el giro radical de la situación política en el mismo mes de mayo de 1808, cuando Napoleón obligó a la familia real española a abandonar Madrid con destino a Bayona, evitó que se concretase el supuesto ataque contra la isla, si es que alguna vez éste había sido planteado realmente por Inglaterra.

Mapa de la Isla de Cuba en 1808

110 AGI, Cuba, 1608, “Someruelos a Juan de Villavicencio, La Habana, 15 de mayo de 1808”. 111 AGI, Cuba, 1608, “Juan de Villavicencio a Someruelos, La Habana, 26 de mayo de 1808”.

Page 106: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

101

EL CIUDADANO-COMBATIENTE, LA CIUDADANÍA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812

Evaristo C. Martínez-Radío Garrido

Doctor en Historia. Profesor-tutor de la UNED – Centro Asociado de Asturias Avenida del Jardín Botánico 1345 (calle interior). 33203 Gijón-Asturias –

[email protected]

Resumen:

Nos centramos en una etapa trascendental en la Historia de España como fue su guerra de la Independencia. Aquí, surgen cambios en las concepciones del momento sobre quiénes conformaban la nación, los ciudadanos. Nos adentraremos precisamente en tales cambios fijándonos en aquellos que debían enfrentarse físicamente con el invasor imperial y su relación con la Constitución gaditana.

Palabras clave:

Ciudadano, combatiente, Constitución de 1812, España, Guerra de Independencia, Revolución Francesa.

Abstract:

We deal with a momentous of the Spanish History, as it was its War of Independence. Then emerged changes in the spanish concepts about who formed the nation, the citizens. We go precisely into those changes noticing in who had to face up to the imperial invaders and its relationship with the Constitution of Cádiz.

Key words:

Citizen, combatant, Constitution of 1812, French Revolution, Peninsular War, Spain.

1. Contexto

Este año celebramos los dos siglos de la primera Constitución española. Vio la luz en el contexto de una guerra que no fue cualquiera, sino la de Independencia. Es por eso que en este trabajo y en las jornadas que dieron pie al mismo1, le demos especial importancia

1 La base del presente artículo está en la conferencia del autor Los ciudadanos-combatientes asturianos en los albores de la Constitución de 1812, inserta en el ciclo de conferencias que dirigió el autor Asturias en Armas. Convivencia del Mundo Civil y Militar en el Principado, organizado por el Centro Asociado de Gijón de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y celebrado en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón entre el 11 de mayo y el 8 de octubre de 2012. Igualmente recoge lo expuesto en MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E.C.: “Ciudadanos en armas: ecos de la Constitución de 1812 antes de sí misma y el caso de la Alarma asturiana”. En BUTRÓN PRIDA, G. (ed.): Las Españas y las Américas: los españoles de ambos hemisferios ante la crisis de independencia. Servicio de Publicaciones

Page 107: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

102

precisamente al conflicto, encarnado en el ciudadano, el combatiente, con una nueva concepción de sí, en sus derechos y obligaciones frente al Estado, frente a su Patria. Y lo decimos porque no podemos entender la importancia de los cambios de concepciones sin tener en cuenta de donde surgen. Es sabido que la Guerra de la Independencia aceleró transformaciones en los mismos y en las mentalidades del momento, si bien no se podía borrar de un plumazo el peso de lo heredado. Tales nuevas ideas fueron dirigidas precisamente a la base de las de nacionalidad y derechos de ciudadanía que enlazan con la soberanía. Tampoco podemos desligar la relevancia del período de conflicto, que ocupó a toda la sociedad en todos los niveles. Y es este sentido el que queremos rescatar, pues no se puede dejar de lado el papel de las fuerzas armadas (regulares e irregulares) y el reflejo de aquellas modernas ideas en sus miembros y su relación con la sociedad. En la efervescencia y cambios producidos, los choques de concepciones ante el vacío de poder (la Corona que debería regir todos los cambios y políticas), no fue fácil llegando a darse un enfrentamiento precisamente entre los que se veían protagonistas de estos cambios: el Ejército y los políticos2.

Otra cuestión es que, evidentemente, no hubo un único modelo de combatiente. Es decir, tal término abarcaría desde al soldado regular, como a los miembros de las guerrillas, los cuerpos defensivos populares del momento, a aquellos estudiantes que se armaron para luchar contra el invasor o a un simple habitante que en un momento concreto tomó las armas para defender su Patria y religión. Esto es cierto, no obstante, nuestra intención es destacar una nueva concepción que sería compartida por todos ellos y relacionándolo con la Carta Magna de 1812. Respecto a este punto, en España el conflicto fue especial al cambiar el tipo de operaciones. Se superpusieron dos tipos de guerra frente al enemigo: la clásica, con las tropas regulares españolas y aliadas, y la irregular, que le creaba permanente inseguridad3. En esta última es más conocido el papel de la guerrilla, que dio lugar a infinidad de escritos y obras literarias de toda clase.

En lo que hace al contexto general, tras los sucesos de los levantamientos en contra del Imperio por toda España, se crearon diversas Juntas supremas a lo largo de su geografía de la Universidad de Cádiz, 2012, pp. 285-302; y del mismo autor “La ciudadanía y Jovellanos en los albores de la Constitución de 1812”, en REPETO GARCÍA, D. (coord.): The Cortes of Cadiz and Parliamentary History. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. 2012, pp. 41-51. Si bien, como es lógico, en el presente aportaremos nuevos datos que completen a aquéllos. 2 Y ante el vacío de poder, se dio la necesidad de entendimiento entre las juntas y los militares en el modo de llevar a cabo la guerra, lo que dio lugar a no pocos enfrentamientos entre ellos. Gabriel Cardona nos expone al respecto que “la necesidad de contar con una nueva legalidad, que invalidara la ofensiva del poder militar contra los políticos civiles, aceleró la convocatoria de las Cortes Constituyentes que se establecieron en septiembre de 1810”. CARDONA ESCANERO, G.: El problema militar en España. Madrid: Alba Libros. 2005, pp. 18-20. 3 Según las memorias del oficial de húsares francés Naylies, hablando de los habitantes de España sublevados y de la inseguridad que vivían, sufrieron más bajas por los asesinatos que en los campos de batalla. NAYLIES, M. de: Mémoires sur la guerre d’Espagne, pendant les anées 1808, 1809, 1810 et 1811. París, 1817, pp. 60 y 61. CHALINE, O.: “El Ejército francés y la ‘gran nación’. Desde el final del antiguo Régimen al imperialismo napoleónico”. En CÓZAR NAVARRO, Mª del C. (dir.): El inicio de la Guerra de la Independencia y sus consecuencias americanas. Cádiz: Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2009, p. 92.

Page 108: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

103

que manifestaban en la práctica el derrumbe del Antiguo Régimen y el surgimiento de un nuevo receptor de la soberanía: el pueblo4, en quien realmente nos centramos. La guerra entonces deja de ser un simple recurso del Estado, íntimamente ligado a la Corona, para serlo de la nación. La diferencia estaría precisamente en que hasta ese momento el pueblo no decidía al respecto, pero ahora su voluntad de lucha cobra relevancia y sería donde los ciudadanos armados dan pie a la nación en armas como tales, relegando las ideas de vasallos o súbditos. La defensa de la Patria será una obligación recogida precisamente en la Constitución gaditana, si bien veremos que antes de la misma ya estaban ocupados en ella.

Por otro lado, las operaciones militares debían llevarse a cabo de manera coordinada, con un orden y unidad, aunque no siempre tuvo un impulso único y donde se entremezclaron igualmente la búsqueda de protagonismos y recelos personales. Así, siguiendo a Sánchez Agesta, a raíz de la batalla de Bailén y el repliegue de los ejércitos franceses, se constituye en Aranjuez un organismo que se autodenominaría Junta Central, presidida por Floridablanca. Trataba de

“coordinar el impulso provincial un tanto anárquico de la guerra, sujetando las Junta provinciales a su dirección. Y, en uno de sus primeros acuerdos, decretó que ‘las juntas que se titularon y fueron supremas hasta que quedó constituido el gobierno soberano nacional, deberán llamarse Juntas Superiores provinciales de observación y defensa’. Así, la red de juntas que constituyeron la estructura básica del alzamiento frente a Napoleón y José Bonaparte quedan subordinadas como Juntas provinciales bajo la autoridad de un nuevo Gobierno soberano nacional. La Junta Central ha heredado o asumido la soberanía de las anteriores. Cuando más tarde la Junta Central entrega sus poderes a la regencia, ésta recibe como representante del rey ausente esa soberanía. Todos estos hechos explican en cierta manera la afirmación del principio de soberanía nacional que será proclamado solemnemente al reunirse las Cortes en septiembre de 1810” 5.

Respecto a esa necesidad de coordinación y cooperación y el contexto al que aludimos, rescatamos un fragmento que entendemos claro al respecto. Nos referimos a las palabras del Capitán General de Castilla la Vieja, cuando escribía a los capitanes o juntas de cada provincia desde Benavente el 4 de julio de 1808 (por tanto, en los albores del levantamiento). Les exponía la necesidad de la unión de todas las provincias, que no lucharan cada una de forma independiente y abogaba por una regencia colegiada. De este modo leemos:

4 MARTÍNEZ RUIZ, E.: “España 1808-1810, de la sublevación a la guerra nacional”. En CÓZAR NAVARRO, Mª del C. (dir.): El inicio de la Guerra…, ob. cit., pp. 65 y 70. Del mismo autor, “La Guerra de la Independencia española: planteamiento nacional y repercusión internacional”. En PALACIO RAMOS, R. (coord.): Monte Buciero 13. La Guerra de la Independencia en Cantabria. Ayuntamiento de Santoña, Santoña. 2008, p. 31. 5 SÁNCHEZ AGESTA, L: “La revolución de las instituciones”. En COMELLAS GARCÍA-LLERA, J.L. (coord.): Historia General de España y América. Del Antiguo Régimen hasta la muerte de Fernando VII. T. XII. Madrid: Rialp. 1981, p. 306.

Page 109: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

104

“no sólo hemos tomado las armas para defender los derechos de nuestro soberano legítimo, sino también para conservar nuestra sagrada Religión, nuestra constitución6, nuestras propiedades y nuestra libertad civil7, que son los mayores bienes del hombre sobre la tierra (…). …Resta saber cómo y por quién ha de ser constituida esta autoridad suprema. La necesidad de adoptar este medio proviene de la ausencia y opresión de nuestro legítimo Rey; por consiguiente, es en su real nombre que dicha autoridad deberá regir el Estado. La autoridad de uno sólo, atendidas las actuales circunstancias y la ambición de los hombres, podría ser arriesgada para el Estado y repartida en muchos produciría la indecisión y retardo en todos los negocios. Parece pues que una regencia confiada a tres, o cinco a lo más, evitaría ambos extremos. En la imposibilidad de ser nombrada por el Rey, parece indubitable que este derecho recae en la nación o en sus representantes. Según nuestra constitución serían las Cortes a quien corresponde la determinación y elección de una regencia, puesto que la perfidia de nuestro enemigo nos ha privado también de todas las personas reales, en quienes debería depositarse la primera autoridad. Pero la convocación formal de las Cortes sufre dificultades y dilaciones invencibles, que pondrían en mayor riesgo nuestra situación. Por consiguiente, parece que no queda otro arbitrio que congregar una junta compuesta de diputados de todas las provincias o capitanías generales hacia el centro de todas ellas, con poderes para nombrar y establecer una regencia que sea el punto de reunión y cabeza de todos los dominios del Rey y cuyas facultades absolutas puedan unir y emplear nuestros medios, recursos y operaciones para salvar nuestra Patria, que si subsiste entregada a la división e independencia de cada provincia, van a ser todas subyugadas por nuestros enemigos”8.

6 No se refiere a una carta magna, sino a los usos, costumbres y estado de las circunstancias españolas. También se utilizaba el término para referirse al sistema de gobierno del Estado, que no tenía por qué ser constitucional en el sentido moderno. 7 Nos interesa el término de libertad, más allá de un estudio desde el campo de vista jurídico. Tiene varias acepciones que destacamos. Según una del Diccionario de la RAE de 1803, “hablando de un estado o de un país, es la forma de gobierno aristocrático o democrático”. Acompaña otra que podríamos relacionar, que es la que la define como “prerrogativa, privilegio, licencia”. Más interesante por lo que nos toca es la que añade la edición de 1822, del entonces Trienio Liberal, cuando expresa que es “la facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas de hacer y de decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres”. En el mismo sentido también contempla “la desenfrenada contravención a las leyes y buenas costumbres. En este sentido tiene también uso en plural”. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (ed.): Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. Sexta edición. Madrid: Imprenta Nacional, 1822, p. 492. Vid. con ello, FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J. y SUÁREZ CABAL, C.: “El concepto de ‘independencia’ y otras nociones conexas en la España de los siglos XVIII y XIX”. En Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, vol. 9, Nº1. Santiago de Chile: Centro de Estudios Bicentenario. 2010, pp. 19 y 20. Asimismo, y por ejemplo respecto a lo que estamos viendo, estos autores aluden precisamente a que en el siglo XIX “también el ideal republicano del ciudadano virtuoso presupone su independencia política, basada en la autosuficiencia económica”. Este punto tiene conexión con lo que veremos unas líneas más adelante sobre el ciudadano instruido y productivo. 8 CANGA ARGÜELLES, J.: Apéndice a las observaciones sobre la historia de la guerra de España, que escribieron los señores Clarke, Southey, Londonderry y Napier. T. II. Londres. 1829, pp. 11 y 12.

Page 110: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

105

A pesar del protagonismo castrense, se dio una escasa regulación de la fuerza militar en la Constitución9. Ya avanzada la guerra y tras la proclamación de la Constitución, no parece que llegara al final el reglamento para la Milicia Nacional, cuyos trabajos habían comenzado en las Cortes Extraordinarias.

“La comisión Militar presentó el proyecto a las Cortes ordinarias en la sesión del día 27 de marzo [de 1813], y aunque su discusión fue fácil y fluida, aprobándose con rapidez sus artículos, no hay noticia alguna de fecha posterior a la que consta en la sesión del día 15 de abril”,

en la que Laínez leyó redactada la minuta del proyecto de reglamento de las Milicias Nacionales10.

Por otro lado, se habló mucho en estos años de la Guerra de la Independencia como una guerra nacional, donde se encuadran los conceptos que vamos a tratar, más con el motivo de su bicentenario. Por tanto, no volveremos sobre puntos repetidos y dar notas sobre ello. Lo que sí queremos ahora es aportar nuestra investigación para cubrir algunos huecos que parece que no fueron tan tratados o que muestran lagunas. Estas lagunas enlazan precisamente con la base misma de la guerra y con un trasfondo que continuará a lo largo de todo el siglo XIX.

Entonces, destacamos que, no siendo la única guerra nacional de aquellos años11, sí fue la primera en declararse en el contexto napoleónico y la última en terminar, lo que la convierte en la más larga dentro de las de ese tiempo, con todas sus consecuencias. Se toma como el elemento fundante de la España contemporánea que, dejando al margen

9 “Igual carácter, de colectividad nacional, tiene la escasa regulación que la Constitución dedica a la fuerza militar; y, dentro de ella, la institución de la Milicia Nacional será también susceptible de dar vida a la democracia española. Lo mismo que el capítulo dedicado a la instrucción pública, con su creación de una Dirección general de Estudios, y su promesa de creación de escuelas elementales y de universidades y otros centros que atienden a la enseñanza de todas las ciencias, de la literatura y de las Bellas Artes, estas disposiciones necesitan el complemento de una regulación especial o reglamentaria, que entre 1812 y 1814 apenas habrá tiempo de esbozar. La cosa quedará para la siguiente época constitucional”. FERNÁNDEZ DE PINEDO, E.; GIL NOVALES, A.; DÉROZIER, A.: “Centralismo, Ilustración y agonía del Antiguo Régimen (1715-1833)”. En TUÑÓN DE LARA, M. (dir.): Historia de España, vol. 7. Barcelona: Labor. 1982, p. 280. 10 SÁNCHEZ AGESTA, L.: “La revolución…”, ob. cit., p. 306. 11 También se consideraron como tal la rusa y la alemana. Como curiosidad, se podría observar un caso que, con un contexto similar y también enlazando con la población civil, no fue un factor nacional determinante. Es el de los países nórdicos y las guerras escandinavas de 1807-1814, donde no se puede hablar de identidad nacional, patriotismo o nacionalismo en un sentido moderno ni la población se comprometió tanto como en España. NORDHAGEN OTTOSEN, M.: “Popular participation in the escandinavian wars, 1807-1814”. En POLÓNIA, A.; MARTELO, D.; COSTA MONTEIRO, I.B. da, y MARTINS RIBEIRO, J. (coords.): Warfare in the age of Napoleon. Precedents, military campaigns and lasting impacts. T. I. Lisboa: Comissâo Portuguesa de História Militar. 2010, p. 275.

Page 111: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

106

factores etnoculturales, económicos o de otro tipo, jugó un papel determinante en tal afirmación nacional la defensa frente a un enemigo exterior, claro y común12.

Lo que acabamos de exponer es cierto. No obstante, debemos hacer una consideración antes de proseguir. No seríamos justos si no significáramos que, a pesar de ellos, es cierto que realmente no hubo una homogeneidad dentro del llamado bando “patriótico”, afrancesados aparte, con intrigas internas –o como también acabamos de ver con las llamadas a la unión y coordinación en la lucha–. Y, por otro lado, al terminar la contienda España se mostró dividida y las medidas y decisiones liberales adoptadas no tuvieron una implantación real en el país. En este sentido, el profesor Sánchez Gómez nos dice que tal falta de homogeneidad impediría hablar de una resistencia nacional o de una resistencia popular. Según él, la población no se incorporó en masa a la resistencia armada contra las fuerzas francesas, resignándose paciente en su mayor parte “a que pasara la tormenta, cuando no hubo otros que colaboraron abiertamente con las autoridades ocupantes”. Destaca el componente rural de la sociedad del momento. Incide entonces en el papel de los campesinos que centrarían sus esfuerzos en proteger sus familias y propiedades, más que una causa nacional como decimos, donde influiría por otro lado que se veían afectados por las acciones de rapiña de ambos bandos13. Por otro lado, Álvarez Junco no ve tampoco una madurez política en el levantamiento y comenta que “un ingrediente que puede entenderse como una forma de afirmación nacional fue la dosis de xenofobia, específicamente antifrancesa, que indiscutiblemente existió en la reacción popular”14.

Evidentemente no todo fue desunión o apatía, sino que hubo comportamientos ejemplares de patriotas hasta la expulsión final del invasor. Simplemente se trató de una parte más de la contienda, que tampoco podemos olvidar. Y con todo y a pesar de ello, el

12 Según el profesor Emilio de Diego “quizás (…) fue el último gran catalizador de la nación española”. DIEGO, E. de: “La Guerra de la Independencia. Una guerra dentro de otras guerras”, en PALACIO RAMOS, R. (coord.): Monte Buciero 13…, ob. cit., pp. 47 y 48. 13 SÁNCHEZ GÓMEZ, M. Á.: “La invasión napoleónica. ¿Guerra de independencia o guerra civil?”. En PALACIO RAMOS, R. (coord.): Monte Buciero 13…, ob. cit., p. 98. Igualmente Jean-René Aymes nos habla de la importancia de crear una causa nacional. Vid. AYMES, J.-R.: “La ‘Guerra gran’ (1793-1795) como prefiguración de la ‘Guerra del francés’ (1808-1814)”. En AYMES, J.-R. (ed.): España y la revolución Francesa. Barcelona: Crítica. 1989, p. 351. 14 Y, tomando las palabras de Canga Argüelles, “los españoles exhibieron en el curso de la guerra ‘más odio personal a los franceses que entusiasmo por la causa’; y los testimonios que poseemos sobre la crucial jornada del Dos de Mayo coinciden en señalar que abundaron aquel día los gritos de ‘¡mueran los franceses! Mientras que apenas se oyó algún ‘¡viva España’. La agresividad contra los franceses dio lugar a insultos difíciles de superar” (…) No se trataba tanto de una exaltación de ‘lo propio’, todavía mal definido, como de un odio a lo foráneo, y en especial a lo francés”. ÁLVAREZ JUNCO, J: Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX. Madrid. 2001, p. 121. Sobre el caso concreto asturiano, vid. MARTÍNEZ-RADIO GARRIDO, E. C.: “Las guerras’ de Independencia española en Asturias”. En MARTÍNEZ RODA, F. (dir.): Actas del Congreso Internacional sobre la Guerra de la Independencia y los cambios institucionales. Valencia: Generalitat Valenciana y Federico Martínez Roda (eds.). 2009, pp. 63-88; del mismo autor “1810, un año de confrontación interna y externa en Asturias”. En Actas del I Congreso de Estudios Asturianos, t. III. Oviedo: Real Instituto de Estudios Asturianos. 2007, pp. 135- 167.

Page 112: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

107

verdadero alcance y la novedad de la contienda la hemos de buscar en su condición de “guerra de liberación” o, como decimos, “guerra nacional”, que para algunos constituyó el verdadero comienzo del siglo XIX. En tales conflagraciones de liberación es evidente la participación y los efectos del conflicto sobre los sectores populares, en los que nos basamos para el presente trabajo.

2. Influencia francesa

Al tratar las nuevas concepciones sobre los españoles, debemos fijarnos en qué influyó en ellas. El antecedente inmediato, es obvio: la Revolución Francesa. Ésta dio a la luz la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que sería la piedra angular donde se sustentaría la Constitución que significaba, desde un punto de vista teórico, el paso del Antiguo al Nuevo Régimen15. Se llega entonces al imperio de la ley, igual para todos, que estaba por encima de cualquier poder, incluido el del monarca, a la par que los súbditos se transformaban en ciudadanos.

La Francia revolucionaria buscó extender sus ideas, chocando con una España hermética que trató de ponerles freno16. Sin embargo, fueron penetrando y así hubo personajes que demostraron conocerlas, como el ilustrado Jovellanos. Precisamente, la Pepa17 surgió en un ambiente en el que estaban presentes las de los pensadores del siglo XVIII y los escritos revolucionarios. Siguiendo los diarios del prócer asturiano o las cartas de Cabarrús, vemos que se consultaban directamente los textos fundamentales galos, sobre todo la declaración de los Derechos y la Constitución de 179118. Al estallar la Guerra contra la Convención (1793-95), esas ideas calaron más. Para ello y entre otros, entendemos que un factor para su difusión sería el contacto hombre-hombre, a todos los niveles, pero más en una sociedad en la que no todo el mundo podría disfrutar del igual acceso a las letras. Tomamos el ejemplo de los prisioneros españoles que estuvieron en Francia y a la inversa los prisioneros franceses cautivos en España. Los primeros porque tuvieron la oportunidad de verlas de primera mano en el país vecino; los segundos porque las traían consigo y las 15 Pero no perdemos de vista su antecedente, pues la Declaración de Derechos francesa está tomada en su conjunto de los Bills of Right o Declarations of Rights de los recientemente independientes Estados Unidos de Norteamérica, si bien la primera evidentemente no consistió en una imitación servil de las americanas. Está claro que las condiciones políticas de Francia en el año 1789 no eran las de América en 1776. Por otro lado, también podríamos aludir a la influencia previa del parlamentarismo inglés, pero sería desviarnos realmente del tema que nos ocupa. JELLINEK, G.: La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México. 2000, pp. 62, 82, 89 y 90. 16 A modo general vid. por ej., VALDEÓN, J.; PÉREZ, J. y JULIÁ, S.: Historia de España. Madrid: Espasa. 2003, p. 312.

17 Sobre los ecos de ésta y su problemática, entendemos sugerente la consulta de la correspondencia de QUINTANA, M. J., en MORENO ALONSO, M. (ed.): Cartas a Lord Holland sobre los sucesos políticos de España en la segunda época constitucional. Sevilla: Alfar. 2010, pp. 108 y ss. 18 SÁNCHEZ AGESTA, L.: “La revolución…”, ob. cit., pp. 310 y 311. Igualmente, en este trabajo no podemos profundizar en ellos, pero sobre los términos y concepciones desde un punto de vista más detallado, vid. del mismo autor: Principios de Teoría Política. Madrid: Editora Nacional. 1983.

Page 113: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

108

podían comunicar allí a donde se les enviara19. Es debido a ese conocimiento previo y los hechos que apuntamos que los eruditos españoles precisamente pudieran contar con algún libro prohibido en su biblioteca o que, incluso, se diera cierto contrabando de ideas (independientemente de que las compartieran en su totalidad o las matizaran)20. De esta manera se explica cómo unos días después del alzamiento contra el Imperio en 1808 ya surgen con fuerza las mismas, como vemos muy claramente en Asturias con la figura de Álvaro Flórez Estrada el 1 de junio de ese año -la declaración de guerra del Principado se había dado el 25 de mayo-. Evidentemente, si no las conocían y las habían meditado previamente, era imposible que en una semana se formaran y maduraran. Después, y ya en el marco de la invasión de las tropas napoleónicas, continuaron introduciéndose esos conceptos. Los imperiales llegaron desde 1807 trayendo consigo conceptos de nación, constitución, ciudadanos, separación de poderes o igualdad ante la ley, lo que era muy diferente a los esquemas políticos en los que se asentaba la estructura de la España de Carlos IV21.

Por otro lado, entendemos que las clases populares no contaban con una formación política madurada y lo común sería que acataran lo que “debían” acatar y utilizaran unos términos más o menos “impuestos” (esto es, sin un conocimiento profundo de los mismos). No podemos perder de vista que el nivel de analfabetismo rondaría un 80 % de la población. Evidentemente carecían de un conocimiento de la política internacional (ni del mismo mundo exterior con el que comparar), de una conciencia política argumentada con la que defender derechos y libertades, basados estos últimos en tal maduración racional -más allá de lo que les hicieran llegar las clases dominantes o lo que ellos por sí mismos pudieran sentir en un mundo rutinario generalmente agrario22. Todos estos hechos los detectamos nuevamente en las palabras de un asturiano destacado como fue el aludido

19 Vid. PÉREZ BLÁZQUEZ, A.: “La situación de algunos prisioneros franceses en Málaga durante la guerra contra la Convención”. En VILLAR GARCÍA, Mª B., y PEZZI CRISTÓBAL, P. (eds. congr.): Actas del I Coloquio Internacional “Los Extranjeros en la España moderna”, t. II. Málaga: Ministerio de Ciencia y Tecnología. 2003, p. 613; GARCÍA HURTADO, M.-R.: Soldados sin historia. Los prisioneros de guerra en España y Francia a finales del Antiguo Régimen. Gijón: Trea. 2011, pp. 84 y 85. Por otro lado, nos planteamos que hubiera quien en este punto sintiera curiosidad hacia el enemigo, más si finalmente sale victorioso con sus ideales por bandera. 20 En este punto, como recoge Concepción Anguita Olmedo: “aunque Floridablanca prohibió la difusión de la Enciclopedia francesa y la publicación de cualquier folleto, libro o periódico sospechosos de pro-revolucionario, no evitó que desde la clandestinidad los españoles conocieran la caída de la Bastilla y la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”. ANGUITA OLMEDO, C., en CASTAÑEDA DELGADO, Paulino (coord.): Las guerras en el primero tercio del siglo XIX en España y América, T. I. Sevilla: Cátedra General Castaños. 2005, p. 342. 21 CALVO POYATO, J: “Los antecedentes del conflicto. El escenario político”. En INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL (ed.): XXXV Jornadas de Historia Marítima. La Marina en la Guerra de la Independencia I. Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval. 2007, pp. 25 y 34. 22 FERNÁNDEZ GARCÍA, A.; DIEGO GARCÍA, E. de, y RUÍZ DE AZÚA Y MARTÍNEZ DE EZQUERECOCHA, E.: “La crisis del Antiguo Régimen”. En PRATS ESTIVILL, J. Mª (coord.): Historia de España, vol. 11. Barcelona: Instituto Gallach. 1994, p. 2169. Vid. MARTÍNEZ-RADIO GARRIDO, E. C.: 1810, un año de confrontación…”, ob. cit., pp. 135-167.

Page 114: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

109

Álvaro Flórez Estrada, Procurador General del Principado, quien, en 1810 y manejando los nuevos conceptos de los que tratamos, nos alude a la soberanía nacional como “base fundamental” de la sociedad. Pero tal base habría de contar con el pueblo, el cual debería conocer los debates y las posturas a defender por sus representantes. Lo que nos dice entonces es que éste habría de tener una preparación pero que, en realidad, no era así23. Por ello se refiere a un proceso de cambio que había que abordar y corregir las deficiencias en este sentido. Respecto al contexto general, comenta que hasta el momento de la Guerra los españoles habían sido

“educados en la ignorancia por las fuertes trabas del gobierno que para nada ha tenido tanto vigor como para cuidar el que se les ocultase la verdad, valiéndose de todos los medios que ha inventado el despotismo a fin de que no llegasen a conocer y reclamar sus verdaderos derechos”24.

Enlazando con ello, es evidente que tratamos con el pensamiento liberal, el cual debía entonces ser aceptado con todas las dificultades que esto suponía, tanto por oposición a éste como por la falta de base política del pueblo. Pero tales concepciones no eran compartidas por una mayoría de la sociedad, como decimos, sino que eran postuladas por unas minorías intelectuales. Esos principios, que cristalizarán en la Constitución de 1812, debieron enfrentarse a tales inconvenientes25. Se dieron distintos problemas para la aplicación de las medidas tomadas de carácter liberal, que hubieron de ser salvados interinamente durante la guerra hasta la llegada de Fernando VII, quien, evidentemente, no las reconocerá a nivel general.

Otro síntoma de cambio, más centrado en el protagonista de este trabajo, es que las Cortes de 1811-1812 reglamentaron una nueva ordenación castrense e introdujeron la idea del ciudadano-soldado mientras que limitaron el requisito de nobleza para ser oficial. Por su parte, la Constitución de 1812 estableció un Ejército permanente, las Milicias Nacionales (por tanto, no del Rey, sino de la nación) recogidas las disposiciones 23 En un punto de vista precisamente francés, se encuadran los comentarios de Theófile Lavallee, que, desde luego, le quita lo que pudiera haber de romanticismo en nuestra Guerra de la Independencia. Según él, de lo más generoso respecto a la situación española a la llegada de los imperiales en 1808, sería que todavía estaba en la Edad Media y con una dinastía decrépita. Los Borbones, en lugar de conseguir que España se modernizara, fueron convertidos a la barbarie antigua española (absorbidos por ésta). Los mayores y únicos logros fueron los realizados por Carlos III. En cuanto a la guerra en sí, fue llevada a cabo por legiones de brutos, con matanzas de franceses descontroladas. En su opinión, el mayor error de Napoleón fue haber dado importancia a destronar a los Borbones; debía haber dejado a Fernando en el trono, el cual habría acabado cayendo. Opina que la guerra fue un desastre, la primera causa de las desgracias de Francia y lo que acabó con el Emperador. LAVALLEE, M. T.: Histoire des français depuis le temps des Gaulois jusqu’en 1830. París: Paulin et Hetzel. 1840, pp. 468 y ss. Agradecemos la traducción de Ana Martínez-Radío Álvarez y Christophe Pissavin para el presente trabajo. 24 FLÓREZ ESTRADA, Á.: Introducción para la historia de la revolución de España. Londres: Imprenta de R. Juigné. 1810, pp. 47, 250 y 251. 25 Tal y como detectamos en LAFUENTE, M.: Historia General de España. Desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII, t. VI. Barcelona: Montaner y Simón. 1882, p. III. Tal obra fue escrita por Lafuente hasta el período de Fernando VII incluido, para después continuarla Juan Varela.

Page 115: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

110

en la Constitución de 1812, título VIII, capítulo II, artículos 362º a 365º. Asistimos con ello al establecimiento de un servicio militar obligatorio sin exenciones (es decir, sin privilegiados), si bien es cierto que se contempló la posibilidad de sustituirlo con un pago en metálico al Estado que perjudicará a los menos acomodados. A este último aspecto, rescatamos lo que apunta el profesor Fernández Bastarreche:

“desde la perspectiva de la tropa asistimos al nacimiento de un ejército nacional al que se llega mediante el cumplimiento de lo que, en adelante, será un precepto constitucional: la obligación de todos los españoles a servir a la Patria con las armas cuando fueran llamados para ello”26.

Tal principio es universal y seguía el modelo prefijado por las constituciones de la Francia Revolucionaria.

3. El nuevo concepto de ciudadano Llegamos ahora al fondo de este trabajo: quiénes eran los ciudadanos, las bases de la

nueva nación. Para adentrarnos en el presente apartado, primeramente debemos recordar dos puntos importantes y evidentes (aunque lo evidente muchas veces, por serlo, deba ser recordado). El primero es que, como vamos apuntando, la Revolución Francesa había triunfado unos años atrás. El segundo, que aludimos a aspectos que nos aparecen en las fuentes antes de que se promulgue la Constitución de 1812. Ambos hechos –al que unimos el de la previa independencia de los Estados Unidos27- significaron una nueva concepción jurídica del individuo. Llegados a este punto nos preguntamos qué reflejan las fuentes de la época, qué se entendía por ciudadano, si tenía entonces relación con esos hechos. Unido a ello, también buscamos conocer si esa concepción era compartida y entendida por toda la sociedad del momento en todos los niveles. Evidentemente, responder a estas preguntas merece un trabajo por sí sólo. No obstante, en lo que hace a la última cuestión planteada, es obvio que no, por lo que apuntamos unas líneas atrás y como demostró la historia de nuestro país del siglo XIX, y menos si atendemos a la formación e información que podían tener las gentes llanas de aquella época (por ejemplo un campesino para defender unos valores, derechos y obligaciones comunes). Ahora debemos aclarar los nuevos términos y concepciones que se empezaron a barajar con más o menos fuerza en aquellos días de zozobra.

La gran innovación es que el concepto de ciudadano que detectamos en este momento rompe con la sociedad estamental; es evidente que aquí ya no hay grupos definidos por su función y, en este caso (al tratar de una guerra y la defensa del Estado), el de la nobleza pierde su primitivo valor defensivo -proveniente de los bellatores medievales- al pasar tal 26 FERNÁNDEZ BASTARRECHE, F.: “La Guerra de la Independencia como factor de cambio en el Ejército”. En CÓZAR NAVARRO, Mª del C. (dir.): El inicio de la Guerra…, ob. cit., p. 49. Recordar aquí que estas medidas se toman con una guerra de liberación, con el país invadido. 27 “Si los Estados del Continente […] admiten en su Derecho constitucional los Derechos del hombre y del ciudadano, lo deben a los franceses, que han encontrado, a su vez, el principio de América”. JELLINEK, G.: La declaración…, op. cit., p. 151. No obstante, tal influencia no es tan reconocida, aunque fuera a través de Francia.

Page 116: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

111

obligación a todos los componentes de la comunidad sin distinción. Un claro ejemplo es la promoción que se dio de oficiales y altos mandos surgidos de las capas populares. No se habla siquiera de súbditos; el rey ya no es lo importante, sino los ciudadanos que defienden y forman la nación. El monarca puede ser símbolo aglutinante, pero no esencial28. Por otro lado, junto a ello y por supuesto, los miembros del clero también deberían colaborar en la causa común y como ciudadanos29.

4. Significados y evolución del término ciudadano Es claro que la palabra ciudadano no era nueva y se utilizaba en la época, lo que nos

planteamos es en qué sentido. Sin ánimo de remontarnos a tiempos de la antigua Grecia o Roma, la dificultad estriba en conocer el vínculo político que expresa la relación jurídica entre el Estado y los individuos que lo componen y que lleva implícitos derechos y deberes. En el contexto europeo, en el XIX la ciudadanía adquirió un carácter predominantemente político y los ciudadanos serían los que gozaban de la plenitud de los derechos en este sentido. Hoy en día contamos con un concepto que se fue forjando entre los siglos XVIII y XX mediante un proceso acumulativo30.

Respecto a la Guerra de la Independencia y nuestro país, cuando nos detuvimos en las fuentes observando lo que detallamos, creímos conveniente la consulta de obras que reflejaran las acepciones al uso corriente, que contrastamos con otras más especializadas y documentos coetáneos pertinentes. Así, si hablamos de conceptos al uso, partimos de los diccionarios del momento. Como es lógico, nuestra primera referencia es el de la RAE que estaba en vigor, del año de 1803, el cual nos ofrece cuatro acepciones, a saber:

1ª) “S. m. Lo mismo que hombre bueno”; 2ª) “El vecino de alguna ciudad. Civis”; 3ª) “Ant. El que en el pueblo de su domicilio tiene un estado medio entre el de caballero y el de oficial mecánico. Hoy se usa en Cataluña y otras partes. Nobilitas gradus equestri ordini proximus”; 4ª) “Adj. Lo perteneciente a la ciudad o los ciudadanos. Civilis”31.

28 Tanto, que en el decreto de 2 de febrero de 1814 sobre las Reglas y precauciones para recibir al Sr. D. Fernando VII en caso de presentarse en las fronteras del Reino, las Cortes dejan claro “no se reconocerá por libre al Rey, ni por lo tanto se le prestará obediencia hasta que en el seno del congreso nacional preste el juramento prescrito en el artículo 173 de la Constitución”. Siguiendo el decreto dado por las Cortes de 1 de enero de 1811 y en un contexto en el que debía acatarlas, como es evidente, sin contravenirlas. Del mismo modo, tampoco se le permitiría entrar con fuerzas armadas, en caso contrario sería rechazado por la fuerza. CANGA ARGÜELLES, J.: Apéndice a las observaciones…, ob. cit., pp. 301- 304. 29 Resaltamos este hecho como el resquebrajamiento de la sociedad estamental aludido. Debemos tener en cuenta que era un sistema de siglos, por tanto enraizado. 30 BORJA, J.; DOURTHE, G.; PEUGEOT, V.: La ciudadanía europea. Barcelona: Península, 2001, p. 38. 31 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (ed.): Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso. Madrid: Real Academia Española. 1803, p. 199.

Page 117: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

112

Éstas son coincidentes con las de las ediciones anteriores de 1783 y 1791 y muy semejantes a la siguiente, ya de tiempos de Fernando VII, de 1817. Evidentemente aquí no están recogidas las disposiciones de la Constitución gaditana. Entre tanto, Fernández Sebastián recoge que “en el diccionario de los hombres libres”, se puede leer en La Abeja Española de fecha de 26 de septiembre de 1812 que un ciudadano ya no era el simple habitante de la ciudad, sino “el que entra en parte al goce de la soberanía”32.

No obstante y según se evidencia, comparando los diccionarios al uso con las fuentes y ciertos puntos a los que aludiremos en breve, realmente parece que no recogen el sentido que en ellas se refleja, en tanto unos deberes independientemente de la clase social, que repercuten en toda una comunidad que forma la nación (y, en el caso que nos ocupa de la Guerra de Independencia, una nación en armas)33. Tales concepciones son del período constitucional, aunque haya que esperar para verlas en el Diccionario. Es de notar en este sentido lo que recoge entonces García de Valdeavellano cuando expone que

“en el período del régimen constitucional, la palabra ciudadano amplió su significación y se hizo, en cierto modo, equivalente a la de súbdito o sometido al poder de un Estado, pero con el sentido de un súbdito que es miembro activo del Estado y participa, en una u otra forma, en sus funciones”34.

Ya tenemos un cambio, más moderno. Seguiremos con ello.

Por el momento, nos planteamos cómo evolucionó el término y, sobre todo y a donde vamos, hacia qué acepciones. Ya que partimos de influencias francesas, tomamos una obra de comienzos del siglo XX (sobre 1910). En ella apreciamos otras definiciones que nos interesan al hablar de aquél que disfruta del derecho de ciudadanía en una comunidad política por un lado y, por otro un “miembro del Estado considerado desde el punto de vista del cumplimiento de sus deberes hacia la Patria”35. Acercándonos en tiempo y lugar, son más parecidas a las que encontramos en el Diccionario de la RAE de hogaño, del que la acepción que más nos interesa es la tercera: “Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país”36. La diferencia es evidente: se habla de derechos políticos.

32 FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J.: “La crisis de 1808 y el advenimiento de un nuevo lenguaje político. ¿Una revolución conceptual?”. En Congreso Internacional Las experiencias de 1808. Conmemoración del Bicentenario, Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Cátedra Simón Bolívar, y Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto de Investigaciones Históricas, Alcalá de Henares 26-30 de mayo de 2008. 33 Sobre la nación en armas vid. PUELL DE LA VILLA, F.: Historia del ejército en España. Madrid: Alianza Editorial. 2000, pp. 56 y 57. 34 Contemplado en la definición de ciudadano ofrecida por GARCÍA VALDEAVELLANO, L., en BLEIBERG, G. (dir.): Diccionario de Historia de España. T. I, Madrid: Revista de Occidente. 1968, p. 842. 35 Respecto a la primera: “En Francia, los diputados son elegidos por el conjunto de los ciudadanos”. En cuanto a la segunda, distingue entre un buen y un mal ciudadano. AUGÉ, C. (dir): Nouveau Larousse Illustré. T. 3. París: Librairie Larousse. Circa 1910, p. 29. 36 Tal acepción ya se recoge en el Diccionario de la RAE de 1936. Hasta ese momento no hay modificaciones significativas en las definiciones de los diccionarios. Los cambios más interesantes en

Page 118: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

113

En lo que hace al Antiguo Régimen, rescatamos algún documento previo a la Guerra de la Independencia donde nos aparece además relacionándola con el mundo castrense, pero con unos matices que, evidentemente, no son los mismos. Por poner un ejemplo bastante anterior, recordamos el de las Ordenanzas militares para los capitanes de Milicias de Asturias del año de 1656 (que deben ser retomadas en 1700), cuando en su punto 4º se mandaba que los nobles hicieran las centinelas junto con los ciudadanos –habitantes de la ciudad–, diferenciándolos de los campesinos37. El segundo, acercándonos ya a la época del conflicto, es de febrero de 1785 (y por tanto muy próximo a la Revolución Francesa), escrito por don Miguel Bañuelos, Intendente General del Ejército del Reino de Galicia. En él alude al esfuerzo y mérito de quienes se ocupan de la carrera de las armas comparándola con las ocupaciones de los ciudadanos, pues

“Estos actos [de armas] son muy superiores a todos los demás en que se ocupan los ciudadanos. Las recomendables letras se adquieren en las aulas, en las universidades y en los estudios particulares, no sin fatiga, pero en horas determinadas, sin peligros, sin perjuicio de las regulares al sustento y al sueño, en la recreación de las propias familias o de las sociedades de las ciencias, que encuentran en lo eclesiástico y lo civil menos escollos que el militar, por más que le eleven las circunstancias de su naturaleza; su dilatada serie de servicios y experiencias, su capacidad, sus heridas y su crédito en las acciones de la guerra, pues el que llega a mandar las armas no goza otro premio pecuniario del Real Tesoro, como sueldo, que el de doce mil escudos al año, cuando por otras vías se manifiesta más risueña y generosa la fortuna”38.

Entonces en este fragmento no nos habla de una condición jurídica de derechos y deberes, sino de una persona sin especificar su grupo social, con un grado de formación (más si desempeña una profesión liberal) y bien diferenciado del mundo castrense. No sería entonces de extrañar el fragmento de las memorias del capitán Henry Thomas Browne, recogido por Charles Esdaile, aludiendo a los abusos británicos sobre la población civil en la Guerra de la Independencia:

“los [soldados comunes] cada día me parecen más feroces y menos aptos para reintegrarse a las obligaciones de los ciudadanos, y en ocasiones considero que si se les

las mismas los tenemos en la edición de 1843, puesto que aparece la de ciudadanía como “la calidad y el derecho de ciudadano. Civitatis jus.”; la de 1884, ya que añade una nueva exponiendo que es “el que está en posesión de los derechos de ciudadanía”; en la de 1927 la definición de ciudadanía en una acepción la hace sinónima de civismo y, ya por fin, la de 1936 que acabamos de aludir. No obstante, queremos resaltar otra definición de 1846, porque es paralela por tanto a las definiciones de la RAE y sugiere que también estaba en uso. Así, recoge que “se entiende por este nombre la persona que goza el derecho de ciudadanía o sean los privilegios y derechos que bajo ciertas condiciones concede la constitución del Estado. Estos derechos se extienden también a los extranjeros que hayan fijado su residencia o se hayan naturalizado en el país”. PAULA MELLADO, F. Y OTROS: Diccionario Universal de Historia y de Geografía, t. II. Madrid: Francisco de Paula Mellado. 1846, p. 226. 37 Recogidas en MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Guerra de Sucesión y Asturias. Oviedo: Consejería de Cultura del Principado de Asturias y KRK Ediciones. 2009, pp. 385- 390. 38 Archivo Histórico Nacional [AHN] (Madrid). Estado, leg. 3.207, carpeta 10, expediente 8.

Page 119: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

114

diera rienda suelta en Inglaterra una vez restaurada la paz, el país quedaría atestado de rateros y merodeadores de todo tipo”39.

Informándonos sobre tal diferencia, también encontramos en una obra general, civil y del siglo XX, una definición que encajaría en los mismos parámetros: “En el tecnicismo militar se llaman así y también ‘paisanos’ o ‘habitantes’, los individuos de un país que no pertenecen al Ejército”40. Tal concepto no es un caso único en España. Tomamos un ejemplo de una obra de consulta precisamente francesa y sobre las mismas fechas que afirma que el ciudadano es “aquel que se entrega a funciones civiles, a la inversa de las funciones militares”41. Por tanto, tal concepto perduró y coexistió con otros más modernos, al igual que aquellos como el de habitante de una ciudad. No obstante, esa diferencia no fue compartida por toda la sociedad. La definición del diccionario militar de José Almirante –cuya primera edición es del igualmente convulso año de 1869, de ahí que hayamos de comprender sus explicaciones– contempla que no debe haber una distinción entre un ciudadano y un militar:

“Citamos esta voz [de ciudadano], porque en el desconcierto a que nos han traído las pasiones políticas, se ha trastornado su significación, haciéndola casi antitética de soldado. El Ejército español, (…) ni tiende (…) a segregarse de la masa común, llámese como se quiera, Estado, pueblo, nación. Los que se empeñan en llamar la milicia nacional, milicia ciudadana, o los que, yendo más allá, quieren resucitar quizá el citoyen francés de 1793, son los que ciegamente se obstinan en separar al ciudadano del soldado”42.

Sin embargo, Almirante, lo que nos dice al negar tal diferencia es que, fuera con mayor propiedad o no, tal acepción era utilizada.

5. Un ciudadano formado y productivo

La formación es un punto estrechamente ligado a la ciudadanía en las concepciones del siglo XIX. Ya si nos fijamos en la Ilustración, el progreso de la lectura y los avances de la imprenta facilitaron la difusión a sus conceptos. Además, para muchos la educación en su sentido más amplio fue el motor de los cambios al ser la difusora de ideas y conocimientos así como la modeladora de la conciencia del individuo. Si bien en el XVIII se dio una amplia campaña pedagógica basada en la alfabetización, en muchos aspectos siguió fiel a la tradición, aunque se introdujeron novedades como resultado de la influencia lockiana.

39 ESDAILE, C.: La Guerra de la Independencia. Una nueva historia. Barcelona. 2004, p. 213. 40 ESPASA-CALPE (ed.): Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. T. XIII. Madrid: Espasa-Calpe. 1988, p. 570. Vid. también pp. 566 y ss. Aunque reeditada más recientemente, se trata de una obra (un volumen de la misma) del primer cuarto de siglo XX. 41 AUGÉ, C. (dir): Nouveau…, op. cit., p. 29. 42 ALMIRANTE, J.: Diccionario Militar, vol. I. Madrid: Ministerio de Defensa. Ed. 2002, p. 246.

Page 120: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

115

Igualmente se optó por una enseñanza profesional, técnica y especializada, caso de la agricultura. Aspectos modernizadores que tendrán su eco Constitución gaditana43.

Un ejemplo lo tenemos en Jovellanos, para quien el digno ciudadano formado en su profesión colaboraría en la prosperidad nacional: “la instrucción del ciudadano abraza además el conocimiento de los medios de concurrir particularmente a la prosperidad del Estado a que pertenece”. Los conocimientos “forman la ciencia del ciudadano y son la guía y el apoyo del amor público y de la felicidad social”44.

Por otro lado, no debemos olvidar la Asamblea Constituyente de 1789, donde nos aparece un concepto que está ligado a derechos y obligaciones, personales e impositivas, haciendo distinción de dos tipos de ciudadanía: los ciudadanos activos y los ciudadanos pasivos. Ciertamente. Los primeros eran aquellos que fueran mayores de 25 años y estuvieran domiciliados con un período mínimo de un año, al igual que debían ser contribuyentes de tres jornadas de trabajo. Esta clase nombraba a los electores de segundo grado y debían pagar un empadronamiento igual a diez jornadas de trabajo. Igualmente debían prestar el juramento cívico y hacer servicio en la Guardia Nacional (o Guardia Cívica)45. Por su parte, los ciudadanos pasivos eran aquellos que no reunían las condiciones 43 HERRERO SUÁREZ, H.: “La Ilustración, la Cultura y la Religión”. En RIBOT, L. (coord.): Historia del Mundo Moderno. Madrid: Actas. 2010, pp. 535 y 537. Vid. PÉREZ GARZÓN, J. S.: Cortes y Constitución en Cádiz. La revolución española (1808-1814). Madrid: Anaya. 2012, pp. 79-81. 44 JOVELLANOS, G. M. de: Obras completas. Iniciadas por José Miguel Caso González. T. XI. Escritos Políticos. Oviedo: Ayuntamiento de Gijón, Instituto Feijoo del Siglo XVIII y KRK Ediciones. 2006, pp. 855 y 856. Recogido en MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: “La ciudadanía y Jovellanos…”, ob. cit., p. 46. Vid. con ello, SOLÉ TURA, J. y AJA, E.: Constituciones y períodos constituyentes en España (1808-1936). Madrid: Siglo XXI. 2002, p. 15. 45 Esta Guardia había nacido de un movimiento espontáneo que en 1789 había una especie de resurrección de las antiguas milicias burguesas. Fue legalmente organizada por una serie de leyes y decretos dados en 1790, 1791 y 1793. Tiene ciertos aspectos que recuerdan a la Alarma asturiana (que veremos unas líneas más adelante) por el modo de designación de oficiales así como por la edad de sus miembros y la obligación de defensa de la patria en tanto que ciudadanos. Por un lado, en ella se comprendían todos los ciudadanos válidos de 16 a 60 años. Estaba compuesta por compañías de Infantería agrupadas en batallones, los cuales formaban brigadas de 2, 3 o 4. Por otro lado, los suboficiales eran elegidos. En 1805, fue constituida una Guardia Nacional sedentaria, formada en cohortes de 10 compañías, reunidas en legiones. Los oficiales eran nombrados por el Emperador, los suboficiales y los cabos por los jefes de cohortes y los capitanes. La Guardia Nacional podía ser movilizada por decreto imperial. El ciudadano armado que formaba parte de la Guardia Cívica era llamado soldado ciudadano. Y hemos de decir aquí que, precisamente, tales nomenclaturas recuerdan las disposiciones josefinas de las Milicias Cívicas a las que nos referiremos en breve. En el caso español, “el carácter nacional de nuestra guerra de la Independencia se ha concretado en tres dimensiones: el levantamiento espontáneo al que alude el conde de Toreno, propio de los sectores urbanos y de los comienzos de la contienda; la formación de un ejército nacional que da cabida en él a la nación en armas; y la guerrilla, forma específica de los medios rurales para intervenir en la lucha. (…) El segundo elemento, el tránsito de un ejército real a un ejército nacional se plantea en el plano teórico y en la práctica”. En la Constitución gaditana vemos la creación precisamente de tal Ejército nacional, basado en las Milicias Provinciales. Por otro lado, en la Provincia de Santander se implantó igualmente una Guardia Nacional (término francés). “Según lo decretado por Napoleón (orden que se trató en el Ayuntamiento el 6 de enero de 1809), la formación de una tropa ciudadana encargada teóricamente

Page 121: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

116

que acabamos de mentar y, por tanto, estaban excluidos de las asambleas primarias46. Y aquí hemos de fijarnos en un punto importante: un ciudadano debe producir para la comunidad, para el Estado, tanto económicamente como con la defensa del suelo patrio. De no hacerlo, no se consideraba un ciudadano activo. Es decir, hubo una división entre los ciudadanos donde el factor económico fue determinante. Hemos de decir que el factor productivo es otro punto clave estrechamente ligado al de la formación y al ciudadano. Ya en su momento nuestro ilustre Jovellanos, en su Informe de la Sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley Agraria, había insistido en la necesidad de instruir a los labradores (saber leer, escribir y contar) para que hubiera progreso47. Tal planteamiento coincide con lo que se contemplará en la Constitución de 1812 (artículo 25º, párrafo 6º)48. Es decir, una sociedad instruida, al menos en lo básico, y productiva. Evidentemente, por otro lado, un ciudadano que no fuera analfabeto, podría tener más criterio político a la hora de designar sus representantes, contribuiría en mayor modo al progreso, al igual que sería más difícilmente influenciable o maleable por determinados grupos sociales de presión.

El concepto de que debía ser una persona productiva vendrá igualmente recogido claramente en la Constitución gaditana. Un ciudadano debía contribuir para la comunidad y así sería considerado como tal. De hecho, el no productivo podría incluso perder tal consideración. Reseñamos pues los artículos 20º y, en negativo por la pérdida de tal consideración, los 24º, 25º y 26º49. Y es que fue tan importante, que no ser productivo incluso podía ser causa de exclusión de tal consideración50. La productividad del ciudadano,

de la defensa de la población ante el continuado acecho de los patriotas, así como de mantener el orden público, en un complicado estado de inseguridad y miedos. Sin embargo, la Guardia Nacional fue más nominativa que funcional”. GUERRERO ELECALDE, R.: “Colaborar con el invasor. Los afrancesados cántabros durante la Guerra de la Independencia”. En Palacio Ramos, R. (coord.): Monte Buciero 13…, op. cit., pp. 184 y 185. MARTÍNEZ RUIZ, E.: “España 1808-1810…”, ob. cit., pp. 74 y 75. 46 Bien es cierto que tal sistema de elección en dos grados produce numerosas objeciones y desaparece en 1792. 47 JOVELLANOS, G. M. de: Informe de la Sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley Agraria. Palma: Imprenta de Miguel Domingo, 1814; ed. facs. Gijón: Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias. 2000, p. 157. 48 Y realizará de manera absoluta el principio de igualdad contributiva. ARTOLA GALLEGO, M.: “La España de Fernando VII. La Guerra de la Independencia y los orígenes del constitucionalismo”. Vol. I. En JOVER ZAMORA, J. M. (dir.): Historia de España Ramón Menéndez Pidal. T. XXXII. Madrid: Espasa-Calpe. 1996, p. 485. 49 Respecto al primero, que trata de los extranjeros que se nacionalicen españoles, es muy evidente al requerírseles “alguna invención o industria apreciable o [haber] adquirido bienes raíces por los que pague una contribución directa o establecídose en el comercio con un capital propio y considerable”. Constitución política de la Monarquía Española promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812. Cádiz: Universidad de Cádiz. 2010; ed. facs. Cádiz: Imprenta Real, 1813, p. 8. Sobre pérdida de la condición, incidimos en el art. 25, párrafos 2º, 3º, 4º y 6º. 50 En realidad penalizar al no productivo no era una idea realmente nueva si atendemos a las normas dictadas contra malentretenidos del siglo XVIII. La diferencia es que ahora se insiste en servir a la comunidad de la que forman parte, la cual busca una sociedad más igualitaria en derechos y

Page 122: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

117

al menos en el caso asturiano, influirá en el arma de combate, como veremos en el siguiente apartado.

Por tanto, la productividad otorgaba derechos políticos51 en un marco recíproco de solidaridad hacia la comunidad. En ese mismo sentido estaría la aplicación y acatamiento de la ley “igual para todos, así en gozar de los beneficios de la sociedad, como igual la obligación de concurrir a su seguridad y prosperidad”52. Es decir, dar y recibir a cambio, lo que redundará en progreso. Esto mismo lo vemos con el ejemplo del cuerpo defensivo de la Alarma en el Principado de Asturias respecto a las contribuciones de sus miembros53. Entre otras, detectamos dos coincidencias:

a) Respecto a la Alarma: la dicha clasificación de ciudadanos con un factor económico; la capacidad de elección de sus representantes y la defensa de la nación con las armas.

b) Respecto a la Constitución de 1812: la importancia de ser productivo; la defensa de la nación y la creación de las Milicias Nacionales y, con ello, el servicio militar obligatorio.

Sobre lo que estamos apuntando, Artola nos expone que en este momento la reestructuración social va a partir de un hombre nuevo: el ciudadano, quien será la piedra funcional de la sociedad clasista y del estado liberal. La formulación que hace de sus derechos (libertad, igualdad, propiedad y seguridad) es al mismo tiempo una exposición de los fines que persigue al reunirse en sociedad. Por supuesto y como vemos, se debe superar el principio de diversificación funcional que se refleja en los privilegios, que supone un obstáculo legal para sus fines. Aquí, la Constitución va a realizar de manera absoluta el principio económico de la igualdad contributiva, así como de un modo tan sólo relativo los referentes a la realidad jurídica (igualdad civil y política)54.

Pero una persona no era ciudadana por simple nacimiento en un solar nacional. La productividad y la voluntad eran determinantes para tal concepto. Volveremos sobre ello.

obligaciones. Estas obligaciones inciden en producir para el resto y recibir a cambio igualmente productividad, independientemente de las disposiciones reales. 51 Son claras las medidas en este sentido de junio de 1813. Vid., SUÁREZ VERDEGUER, F.: “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz. La década final”. En COMELLAS GARCÍA-LLERA, J. L. (coord.): Historia General de España y América. Del Antiguo Régimen hasta la muerte de Fernando VII. T. XII. Madrid: Rialp. 1981, p. 294. Enlazando con ello, vid. sobre el siglo XIX FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J. y SUÁREZ CABAL, C.: “El concepto de ‘independencia’…, ob. cit., p. 20. 52 CIENFUEGOS, F.: Jovellanos. Antología. Gijón: Francisco Cienfuegos e Ilustre Ayuntamiento de Gijón. 1969, p. 115. 53 Si tomamos la Alarma asturiana como un ejemplo que nos permite explicar lo que abordamos, debemos aludir entonces a los tres únicos trabajos que nos constan efectuados a este cuerpo de por sí. Uno es el artículo de André Fugier “Les ‘alarmas’ asturiennes pendant la guerre de l’Indépendance”, en el Bulletin Hispanique, t. XXXII, nº 1. Universidades de Burdeos y Toulouse, 1930; el monográfico de Evaristo Martínez-Radío La Alarma asturiana ante la ocupación francesa de 1810. Madrid: Fundación Cultural de la Milicia Universitaria, 2009. Por último y de éste mismo autor, La Alarma asturiana: ciudadanos y armados contra Napoleón. Gijón: Fundación Alvargonzález (en prensa). 54 ARTOLA GALLEGO, M.: “La España de Fernando VII…”, ob. cit., p. 485.

Page 123: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

118

6. Las armas del ciudadano

Evidentemente, si hablamos de un combatiente debemos fijarnos en cómo se organizaba, luchaba y con qué medios contaba. Centrándonos en la Guerra de la Independencia, retomamos nuevamente el ejemplo asturiano de la Alarma, pues encontramos con él un matiz que data de los albores del conflicto y que detectamos en un documento singular. Se trata del proyecto de fabricación de chuzos de 24 de diciembre de 1808 presentado a la Junta del Principado55. En tal proyecto se propone que se debían hacer tantos como miembros de la Alarma hubiera, distinguiendo al hablar de las armas de fuego, las propias de los ciudadanos: “Estas lanzas [los chuzos] se deben hacer tantas cuantos sean los listados para la Alarma, con inclusión de los enfermos y los que manejen armas de fuego, a los que no se degradarán de las propias de ciudadano”. En el mismo documento encontramos igualmente otro aspecto que nos llama la atención y que reflejamos: para costear la fabricación de los chuzos, en caso de que los Ayuntamientos no tuvieran fondos para ello, se propone que se pagaran con una división de los vecinos en ciudadanos (habitantes de la ciudad, que entendemos que extensible a las villas) y labradores por un lado, y pobres indigentes por otro –los no productivos56. Es decir, sería una división por ocupación y dinero, pues serían quienes tendrían medios, lo que enlazaría con la productividad de los miembros de la sociedad, como acabamos de ver. A modo de hipótesis planteamos que, de darse un matiz de ciudadano respecto al habitante en tanto tales factores económicos, lógicamente influiría en su arma para el combate. Es evidente que no sería lo mismo mantener una de fuego (que necesitaría más cuidados y medios) que una lanza. En este punto añadimos que el tipo de arma influía en el modo de lucha (lógicamente) y las movilizaciones del portador, pues los que tuvieran arma de fuego podrían ser llamados a encontrarse con los imperiales fuera de sus hogares durante más tiempo que los chuceros57. No obstante, entendemos que son los primeros momentos del conflicto y estas divisiones de la población y la clasificación de los ciudadanos todavía están a matizar. Pero, eso sí, fuera como fuera, todos los grupos sociales debían proteger la nación.

En el mismo sentido es claro lo que detectamos en la reestructuración de la Alarma de 1 de julio de 181058. En ella se hace muy evidente una división de los ciudadanos según sus posibilidades: los que podían obtener armas de fuego y los que no (aparte de la evidente escasez de éstas). Aquellos chuceros que no fueran movilizados debían asimismo de contribuir económicamente según sus posibilidades (según una división en tres clases59 o, 55 AHN. Consejos, 11996, exp. 15. Cortesía del estudioso asturiano José Luis Calvo Pérez. 56 El dinero de éstos proveniente de “diezmos seculares y regulares, curas y prelados”, ya que en su mayor parte estarían dedicados a la caridad. 57 Nos planteamos entonces que tal esfuerzo también influyera en su consideración social. 58 Archivo de la Biblioteca de la Junta General del Principado de Asturias [BJGPA] (Asturias). Libros de Juntas y Diputaciones, nº 127. 59 Durante la guerra se establecieron tres clases por concejos para contribuir con las cargas impositivas. Sobre ellas vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: “1810, un año de confrontación…”, ob. cit., pp. 142-145.

Page 124: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

119

en este caso, quizás sea más correcto decir subgrupos). Entonces, lo que nos dice esto es que se establecían por las autoridades de los concejos estas tres clases de contribuyentes entre, asimismo, las que fueran a repartir. Por ejemplo, ya no entre ricos, hacendados y pobres, sino que, como es el caso, entre chuceros, que pertenecerían a un grupo económicamente definido. Es decir, miembros de una misma división (consideración si hablamos únicamente de un criterio económico). Nos recuerda igualmente una disposición de la Francia revolucionaria. No podemos decir que sea una copia asturiana de aquella, pero sí que es muy parecido el artículo 13º de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 26 de agosto de 1789, que expresa que “para mantener una fuerza pública [que garantice los Derechos del Hombre y del Ciudadano], y para los gastos de administración, es indispensable una contribución común: debe ser igualmente repartida entre todos los ciudadanos, en razón de sus posibilidades”60.

Con todo, en la nueva concepción del ciudadano, todavía realmente en configuración y desarrollo, detectamos en Asturias que no era así un concepto único. En el plan anónimo de reforma de la Alarma fechado el 13 de enero de 180961, cuando aborda el punto sobre las Levas y estructuración de las unidades, se debían realizar unas listas de hombres, preferiblemente casados y viudos “sin distinción de clases ni empleos”. De estas listas, se extractarían por sorteo los designados, que formarían escuadras de diez hombres por parroquia (como apuntamos, muestra de nuevos conceptos en la guerra en pie de igualdad con el protagonismo de la palabra y voluntad). No obstante, si bien esto es cierto, también lo es que se dieron todavía privilegios a los nobles y más acomodados por esos días. Este es el caso del servicio de Milicias (Provinciales, luego Nacionales), al tratarse en 1808 de las exenciones de nobles junto a las de quienes tuvieran una renta de más de 2.000 ducados62.

Una vez apuntados los ejemplos que acabamos de ver, es justo y obligado decir que la Alarma no fue un concepto único asturiano ni, por supuesto, el único cuerpo formado por ciudadanos para combatir al enemigo. Así es, ya que también hubo una Alarma gallega e incluso de forma análoga en la España napoleónica operó la Milicia Cívica, que del mismo modo armaba a los vecinos para su protección frente a los “bandidos”. Fue formada ante las revueltas por la invasión y desde tiempo realmente temprano, como son las disposiciones de 31 de marzo de 1808 (no era rey José I, pero se habían dado algaradas y, por esas fechas, el motín de Aranjuez). Ésta debía tomar las medidas necesarias para la defensa de su población, incluso de labores de fortificación (a escala menor), así como estar al tanto de dónde se encontraban las fuerzas de línea que les pudieran socorrer llegado el caso. Igualmente, hemos de aludir a los migueletes o al somatén catalán, de tiempos de la

60 JELLINEK, G.: La declaración…, op. cit., p. 169. 61 Según parece dirigido a Álvaro Flórez, que debía ser finalmente, como cualquier otro, aprobado por la Junta. AHN. Consejos, leg. 11996, exp.17. 62 Acuerdos publicados en septiembre de ese año. El propio Flórez Estrada, que pronto defenderá la supresión de los privilegios de la nobleza, en 1808 los llegó a defender. En opinión de Carantoña, la razón de esta defensa sería probablemente un intercambio de apoyos políticos. CARANTOÑA ÁLVAREZ, F.: “Soberanía y derechos constitucionales: la Junta Suprema de Asturias (1808-1809)”. En Trienio Ilustración y Liberalismo, nº 55. 2010, pp. 29-31. Por otro lado, también evidenciaríamos el interés por las personas productivas, sean de la clase que sean.

Page 125: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

120

Guerra de Sucesión y que actuaba de forma muy similar al cuerpo asturiano (o viceversa). Tales cuerpos en estos tiempos también actuaron contra el invasor63.

7. Deberes del ciudadano Aludimos más arriba con un texto de 1785 a que un ciudadano debía estar instruido.

Pero no sólo eso, pues podemos entender que era una responsabilidad por la que debería cumplir y vigilar por el mantenimiento del orden social y la ley. Es decir, un ciudadano debería ser una persona de orden, concepto que se perpetuará como veremos a continuación. Así lo deja ver nuevamente Jovellanos poco después en una carta al Conde de Floridablanca: “es lícito a cualquier ciudadano dirigir sus reflexiones al Gobierno y sugerirle las buenas máximas que la meditación o el estudio le hubiesen inspirado”64.

En los años de la Guerra, los ciudadanos debían ganarse tal consideración. En este punto, rescatamos un texto de Flórez Estrada, a través de Álvarez Valdés, que enlaza con las nuevas concepciones que estamos viendo, aludiendo a la necesidad de unión y orden ante un enemigo tan formidable como era el imperial. La fecha es tan temprana como el 1 de junio de 1808, cuando dice que:

“El primer deber del ciudadano es la obediencia a las leyes y a las legítimas potestades. El hombre en sociedad está precisado a renunciar una parte pequeña de su independencia para asegurarse el resto y todos los bienes de los pueblos civilizados. Esta sujeción dictada por la razón, establece la confianza, la tranquilidad y el orden. […] Sus miembros [de la Junta del Principado], en representación de la universalidad del pueblo, tienen derecho a daros leyes y vosotros debéis obedecerlas [acatamiento de las leyes]. Todo lo que contraría estas instituciones y principios destruye la constitución y, de consiguiente, la salud del pueblo y de la Patria que depende de ella. Tened pues entendido, amados ciudadanos, que el tumulto, el desorden y la confusión popular, cualquiera que sea el pretexto que la fomente, es contrario a las leyes y no debe ni puede tolerarse por la potestad suprema. Confiad pues en los depositarios de la Soberanía que vosotros mismos elegisteis y reconocisteis. […] Que los legisladores desde el recinto en donde se reúnen para el bien de la Patria, manden seguros de vuestra obediencia y vuestro respeto, y que los que osasen perderle a este centro del poder soberano, sean reputados por verdaderos enemigos de la Patria y castigados como tales”65.

Por tanto, un ciudadano debe aceptar una pérdida de su libertad personal en beneficio

63 Vid. AYMES, J.-R.: “La ‘Guerra gran’ (1793-1795) como prefiguración de la ‘Guerra del francés’ (1808-1814)”, en AYMES, J.-R. (ed.): España y la revolución Francesa. Barcelona: Crítica. 1989, p. 327. 64 Noviembre de 1787. JOVELLANOS, G. M. de: Obras Completas. Correspondencia. T. II, 1º (1767-Junio de 1794). Oviedo: Centro de Estudios del Siglo XVIII-Ilustre Ayuntamiento de Gijón. 1985, p. 220. En el mismo sentido, Jovellanos, en otra carta a Juan Alejandro Nais (diciembre de 1800), expone que un ciudadano debe respetar el gobierno y las leyes -t. III, 2º (Julio 1794-Marzo 1801), p. 590. 65 ÁLVAREZ VALDÉS, R.: Memorias del levantamiento de Asturias en 1808. Oviedo: Imprenta del Hospicio Provincial. 1889, p. 206.

Page 126: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

121

de la Nación de la que forma parte66. Su conducta es regulada y debe seguir las normas para ello, dadas por los políticos que él mismo elige. Tales normas son garantes de prosperidad y tranquilidad67. Así pues, entendemos que si él elige a quienes luego dictarán las normas de convivencia, derechos y obligaciones respecto a la Nación, tiene un compromiso tácito de respetar sus dictámenes. Del mismo modo, no acatar a tales representantes sería atacar al propio pueblo al que representan y merecerían castigo. Entonces, y ya en 1808 en Asturias, se plantea que el pueblo cuente con representantes en un parlamento donde resida la soberanía. Son evidentes las coincidencias con los planteamientos de las futuras cortes gaditanas (cuatro años después).

Pero tampoco olvidamos que tales normas se dan en un contexto de guerra de liberación. Y tendrá su eco respecto a los deberes de defensa de la Patria. En un informe del comandante de la Alarma Francisco Arias de Velasco, de agosto de 1809, encontramos una alusión explicita a la palabra como al deber que implicaba ser ciudadano: el de defender la Patria; también un honor:

“Si en un ciudadano constituido en el encargo de la defensa de la Patria es el mayor crimen cualquiera falta voluntaria o nacida de indiferencia y descuido, en el que ha desempeñado hasta lo posible sus obligaciones, es un servicio que, aunque efecto de su propio deber, reconoce como mérito que le distingue la Patria misma”68.

Por tanto, la comunidad a la que sirve le reconoce sus méritos. En la constitución gaditana tenemos ecos de ello, pero con matices, pues tales acepciones, aunque muy parecidas, no son exactas. Nos referimos concretamente a los artículos 6º y 9º (título I, capítulo II), que, respectivamente, establecen que “el amor de la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles” y “está asimismo obligado todo español a defender la Patria con las armas, cuando sea llamado por la ley”69.

En el mismo sentido, en cuanto a que ya no hay distinción de estamentos en la defensa del suelo patrio, aludimos más arriba a los religiosos, reforzándose ahora la idea de ser también movilizados como ciudadanos, independientemente de que pertenecieran al estado eclesiástico (el valor de la nación antes que la Iglesia, también es algo a tener presente, entrando a no deber ser distinguidos en sus obligaciones, no decimos ya en las formas, del resto de sus convecinos)70. Así se dieron normas en un contexto de guerra de

66 Entendemos que la debe aceptar libremente, pues su pérdida de libertad es en beneficio de la comunidad –y, a consecuencia, de sí mismo-. 67 Precisamente Álvaro Flórez Estrada dirá poco después que “cuando las leyes no son respetadas en un Estado, sus naturales no tienen patria ni amor al bien público”. FLÓREZ ESTRADA, Á.: Introducción para la historia…, op. cit., pp. 46 y 47. 68 AHN. Consejos, leg. 11995, exp. 28. 69 Recogidos en RODRÍGUEZ-SOLÍS, E.: Los guerrilleros de 1808. Historia popular de la Guerra de la Independencia. T. II. Barcelona: La Enciclopedia Democrática. 1895, p. 378. 70 Es cierto que en otros conflictos anteriores, como el caso de la Guerra de Sucesión un siglo atrás por poner un ejemplo, hubo religiosos movilizados. La cuestión en este punto es que ahora se trata de una obligación en tanto su consideración de ciudadanos.

Page 127: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

122

liberación que tendrán eco respecto a los deberes de defensa de la Patria. Un ejemplo es el reglamento sobre desertores dado en Sevilla el 5 de diciembre de 1809, cuyo artículo X recogía que, estando la nación española sufriendo la justa guerra, “todos los ciudadanos, sin distinción, tienen la más estrecha obligación de concurrir [a servir]”71.

Aquí, la Constitución declaró la igualdad de todos los españoles ante la ley, y todos debían contribuir al sostenimiento de las cargas del Estado. Se va modificando la estructura social con un conjunto de medidas, como la orden de que el pueblo y el clero voten juntos en pie de igualdad en tanto que individuos o ciudadanos. En este mismo orden de modificaciones, poco después (marzo de 1813) se prohibirán las pruebas de nobleza a la par que aquellas expresiones o distinciones que pudieran fomentar ideas de desigualdad legal o rivalidad de clases. Incluso a los ayuntamientos se les encarga la demolición de cualquier signo de vasallaje que hubiera en las entradas de los pueblos y otros lugares72. La reforma de la Alarma de julio de 1810 establecía que el clero quedaba también sujeto a tal obligación:

“Se declara que todo párroco, clérigo y religioso que no llegue a la edad de sesenta años, <queda/está> comprendido bajo la consideración de ciudadano y a defender, por consiguiente, los derechos y libertad de la Patria”73.

Y aquí un punto interesante, pues se alude a merecer formar parte de la Patria, que redunda en la voluntad del individuo (y su soberanía), como leemos en el punto 3º al referirse a los comandantes que no cumplieran con su deber, siendo entonces “indignos de merecer la ocupación del suelo que les dispensa la Patria”74.

Por otro lado, aunque entendemos que hubiera una nueva visión del individuo que así se reflejaba por escrito y por las clases políticas (las elites), no perdemos tampoco de vista que es evidente que, fuera de nuevas concepciones jurídicas, se estaba ante un invasor y la cuestión era echarlo del terreno; aquél que no quisiera colaborar en la tarea podía ser considerado traidor y, en el mejor de los casos, ser repudiado por sus paisanos. Es decir, había que defender la Patria por voluntad propia o coercitivamente, como también dejan ver estas medidas que estamos viendo.

Por poner un ejemplo español, pero de un lugar muy diferenciado de Asturias, tomamos las instrucciones de creación de un regimiento de de Milicias Honradas en el

71 VELASCO ROZADO, J., y TUÑÓN BÁRZANA, J. (eds.): Papeles de la Guerra de la Independencia, 1 (1808-1810): de la constitución de la Junta Central a la convocatoria de las Cortes. Oviedo: Junta General del Principado de Asturias. 2008, p. 115. 72 SUÁREZ VERDEGUER, F.: “Génesis y obra de las Cortes de Cádiz. La década final”. En COMELLAS GARCÍA-LLERA, J. L. (coord.): Historia General de España y América. Del Antiguo Régimen hasta la muerte de Fernando VII. T. XII. Madrid: Rialp. 1981, p. 294. 73 BJGPA. Libros de Juntas y Diputaciones, libro 127. Si bien el clero colaboró con la Alarma desde el principio, son muy claras las disposiciones políticas que mostramos de 1810 (no provenientes de la jerarquía eclesiástica y en tanto que tales ciudadanos). 74 Aquí apuntamos la hipótesis de un concepto de Patria como madre, quien le dio su ser y a la que, por tanto, le debe estar agradecido, con una obligación moral de protegerla.

Page 128: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

123

Puerto de la Cruz (Tenerife), de 6 de marzo de 1809. Ahí encontramos lo que estamos comentando, expresamente el punto 4º:

“…servir a la Patria sin interés ninguno, ni aún de distinciones es el supremo honor a que debe aspirar un buen ciudadano, el empleo de mero soldado voluntario en estas Milicias honradas será el más preferente y distinguido, guardándose sin embargo en todo lo relativo al servicio la debida subordinación a los oficiales, sargentos y cabos cuyas graduaciones se conferirán a aquellas personas que por su aptitud, despejo y desocupación sean más aptas para desempeñarlas, sin tener ninguna consideración a su nobleza, profesión ni riquezas”75.

Aquí encontramos pues el honor y obligación de defensa de la Patria, independientemente de su extracto social y sin espera de recompensas. De hecho, los voluntarios no recibirían sueldo ninguno y deberían ser ellos mismos quienes se procuraran vestirse y pertrecharse a su costa (lo que incide en la importancia de que fueran personas con posibles, como se especifica en el punto 1º). Igualmente vemos que la cuna no es determinante para la promoción militar.

8. Condenas al mal ciudadano No bastaba con ser ciudadano y, como ya apuntamos, sobre todo en tiempo de guerra

se debía ser un buen ciudadano. En el ejemplo de la Alarma asturiana se penaron las faltas en este sentido y variaban según la urgencia, momento y status social. Así, y a modo general, de no acudir a la llamada al combate en cuatro horas, a los nobles se les podrían confiscar sus bienes para la causa nacional, al igual que al pueblo llano, con la diferencia de que a éste último le aplicarían también 12 palos. En caso de resistencia al servicio, pérdida de nobleza (en su caso), multas y confiscaciones según posibilidades. De esconderse para no cumplir, pena de muerte, fueran nobles o no. De faltar o atentar contra los bienes de un conciudadano, aplicación del código militar76, con lo que, en el momento de ser activados éstos tendrían una consideración análoga a los militares:

“…Si alguno, indigno del nombre de ciudadano, no se prestase a hacer este servicio al primer llamamiento que se le dé por su comandante respectivo, queda privado de la consideración de tal y además se le multará según su haber y circunstancias”77.

Esto es muy relevante, pues nos refiere una consideración social, un reconocimiento. Por otro lado y por consiguiente, no habla de súbditos ni vasallos, sino, como decimos, de ciudadanos, quienes además tenían una obligación moral de defender la nación. Pero, incidimos, obligación moral, pues no era un factor realmente cerrado durante todo el conflicto, y asistimos al protagonismo de la voluntad, decisoria, la misma que entronizó

75 Archivo Municipal de Puerto de la Cruz [AMPC] (Santa Cruz de Tenerife). Leg. nº 2, A·2, años 1808-1813, Libro de Acuerdos del Ayuntamiento 1809- 1810, ff. 16 r. y ss. 76 Planteamos la hipótesis de que debemos tener presente que sería, no ya una falta y no sólo el robo a un paisano, sino a otro ciudadano y, por tanto, un robo a la nación (aparte de a sus derechos como tal). 77 Reforma de la Alarma de julio de 1810 dirigiéndose a los escopeteros.

Page 129: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

124

nuevamente a Fernando VII y configurará la Constitución de 1812 –por contra y paralelamente, en 1810 hubo quien no hizo el servicio de armas pagando una suma de dinero variable según sus posibilidades “por su debilidad y cobardía” como contraprestación, mientras que el tirador que huyera para no servir sería sancionado económicamente–78. Esa misma voluntad es la que entonces daría pie a la elección de sus representantes políticos y, por tanto, a los que debería acatar. Nos hallamos ante una nueva concepción revolucionaria (no en un sentido sangriento de por sí, evidentemente). Cuando tome forma la Pepa, y como acabamos de ver, también se contemplarán las sanciones y pérdida de la condición de ciudadanía.

No obstante, a pesar de que podemos detectar que tal obligación moral ya se utilizó antes de la Pepa, lo cierto es que en el título segundo de la misma y bajo el enunciado “De los españoles”,

“después de haber definido sintéticamente la nacionalidad, regula los deberes de los españoles: el amor a la patria, la justicia y la beneficencia, la fidelidad a la Constitución, la obediencia a las leyes y el respeto de las autoridades establecidas, la contribución en proporción de sus haberes para los gastos del Estado y la defensa de la Patria con las armas (artículos sexto a noveno)”79.

En un apartado anterior, precisamente nos habíamos referido a que no se disfrutaba de la consideración de ciudadano simplemente por nacimiento en suelo español. Fernández Sebastián recoge un hecho que enlaza precisamente con lo que apuntamos. Esto sería a raíz de la publicación del Diccionario crítico-burlesco, de Bartolomé José Gallardo (1811), cuando un autor anónimo, “desde posiciones cristiano-liberales, arremete contra Gallardo, a quien acusa de ser un libertino disfrazado de liberal, (…) Contra el libertinage [sic] descubierto en el Diccionario crítico-burlesco. Petición al soberano Congreso para que el diccionarista sea excluido del rango de los ciudadanos”80.

Lo mismo ocurría con el concepto de español, pues la misma Constitución de 1812, mientras afirmaba la nueva concepción del ciudadano frente a la de súbdito, definía España como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”81, diferenciándose entre “españoles con derechos básicos”, y los “españoles ciudadanos”, quienes disfrutaban de derecho al voto y a ser elegibles.

78 La contraprestación osciló entre 300 y 1.000 reales, según la reforma de 1 de julio de 1810. La sanción, de 50 ducados, a partir del 30 de agosto de ese año. Vid. MARTÍNEZ-RADÍO GARRIDO, E. C.: La Alarma asturiana…, op. cit., pp. 23, 27 y 75. Tomamos otro ejemplo, tan lejano de Asturias como son las islas Canarias: “…El ciudadano que en cualquiera tiempo se niega a servir al Rey y a la Patria, merece el menosprecio universal, pues el que se excusara en circunstancias tan críticas como las presentes se granjearía infaliblemente el odio de sus compatriotas y la indignación del Gobierno”. AMPC. Leg. nº 2, A·2, años 1808-1813, Libro de Acuerdos del Ayuntamiento 1809- 1810, año de 1809. Nótese que no se habla de castigos, sino de una consideración de desprecio. 79 SÁNCHEZ AGESTA, L.: “La revolución…”, ob. cit., pp. 319 y 320. 80 FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, J.: “La crisis de 1808…”, ob. cit. 81 Si bien debían ser libres “nacidos y avecindados en cualquier pueblo de las Españas”, así como aquellos “libertos que adquieran la libertad en las Españas”.

Page 130: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

125

EL PENSAMIENTO MILITAR ANTES Y DESPUÉS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812

Pablo González-Pola de la Granja

Fundación CEU-San Pablo – Aracena 25, 28023 Madrid – [email protected]

Resumen:

El presente trabajo pretende reflexionar sobre la influencia de la guerra de la Independencia, la Constitución de 1812 y los debates en las Cortes gaditanas, en la mentalidad del ejército decimonónico. Con una breve cita, a modo de antecedente del ejército de nueva planta diseñado por los primeros Borbones, se tratan las razones de los recelos que los patriotas reunidos en Cádiz para redactar la Constitución liberal, tenían sobre los militares.

Estas prevenciones, no sólo influyeron en el texto constitucional, sino que marcaron el desarrollo de la propia contienda contra el francés.

Trata también del nacimiento del liberalismo castrense, consecuente con los cambios que se producen tanto en Cádiz, como en la propia guerra.

Palabras clave:

Guerra de la Independencia, Constitución de 1812, Ejército, doctrina militar de las Cortes de Cádiz.

Abstract:

This work tries to reflect on the Spanish War of Independence, the Spanish Constitution of 1812 and the debates of the Cortes of Cádiz ad the influence they had on the 19th century Army mentality. Briefly, we allude to the Army of the first Borbons as antecedent, and we deal with the suspicions about the Military men by the patriots gathered in Cádiz to write the liberal Constitution.

These warnings had an influence on the constitutional text, but also on the war itself against the French.

This work deals with the military liberalism as well, which was consequent with the changes in Cádiz and the war itself.

Key words:

Spanish War of Independence (Peninsular War), Spanish Constitution of 1812, Army, Military doctrine.

Page 131: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

126

1. Introducción

Si nos fijamos detenidamente en el célebre cuadro de Salvador Viniegra que recoge la primera lectura de la Constitución de 1812 a las puertas del oratorio de San Felipe Neri, nos llamaría la atención la actitud de los militares que se encuentran en primer plano. En efecto entre grandes muestras de alegría manifestadas por el pueblo llano y los burgueses que componen el cuadro, los jóvenes oficiales adoptan una postura más bien fría que contrasta con el entusiasmo que manifiesta el ambiente que los rodea.

Intentemos hacer un ejercicio teórico de interpretación del pensamiento de estos militares que podían representar al resto de sus compañeros. Veamos, nos encontramos en 1812, en lucha contra el ejército más poderoso del mundo, en aquella época desde hacía ya cuatro años. La situación bélica era penosa y probablemente estos militares habían sido testigos de los intensos debates suscitados entre los patriotas diputados en Cádiz. Podrían haber llegado a la misma conclusión que, años después llegaba el general Alonso Baquer al estudiar la doctrina militar de los diputados gaditanos:

“Resulta verdaderamente sorprendente que en plena guerra de la Independencia se piense mucho más que en ganarla, en la forma de sostener, frente al rey y a su ejército, las libertades individuales y municipales”1.

Bien esto no deja de ser más que un pensamiento subjetivo, pero pudiera haber ocurrido. Es más, no tengo la menor duda de que muchos de los mandos militares profesionales de aquella época, en aquel momento, pensaban algo parecido.

¿Cómo podían haber llegado a esta conclusión? ¿Por qué el pesimismo? En primer lugar habría que decir que la mentalidad militar no era unánime. Como en todo colectivo profesional, las diferentes tendencias ideológicas se ponen de manifiesto constantemente.

En Cádiz, como veremos más adelante, los diputados intentan, sobre todo evitar que los militares terminaran con el régimen de libertades que se proponían instaurar en España.

¿Por qué estas prevenciones de los diputados de Cádiz? ¿Por qué no se fían de los militares? ¿Qué les hace obrar así? ¿Qué temían de los militares?

Las respuestas a estas preguntas nos obligan a dar una mirada al pasado. En un primer punto deberíamos ver como era el Ejército de los últimos Borbones, y después sería preciso estudiar como había respondido el Ejército español a la guerra contra Napoleón y cuales han sido sus relaciones con las autoridades civiles que se hacen cargo del poder en vista del vacío dejado, tras la ausencia de la familia Real.

La mentalidad militar, el pensamiento de los militares como conjunto de actitudes comunes más generalizada en el colectivo castrense, está íntimamente relacionada, en toda sociedad avanzada, con la relación establecida entre el grupo militar y la sociedad civil. De ahí que, si queremos analizar como se sienten los militares, sea preciso estudiar

1 ALONSO BAQUER, M.: “La doctrina militar de los diputados de Cádiz”. En Revista de Historia Militar, 33. 1972, p. 143.

Page 132: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

127

aquellos aspectos de la actuación de los civiles, autoridades, políticos, periodistas o sociedad civil en general, que pueden provocar una reacción en los militares.

Por sistematizar este estudio lo dividiremos en varios apartados:

1. Comentar las características del ejército del Antiguo Régimen y el especial protagonismo que tuvieron los altos cargos militares en la administración borbónica Esto nos permitirá entender las prevenciones de los diputados de Cádiz y su consiguiente repercusión sobre la mentalidad militar.

2. A continuación veremos aquellos aspectos que provocaron roces entre los militares y las autoridades civiles representadas por las Juntas, durante la guerra de la Independencia. También estos determinaron muchas de las actitudes de los diputados gaditanos y su lógica reacción en la mentalidad de los militares.

3. La actuación de las Cortes con respecto al ejército, tanto en la propia Constitución, como en los decretos que emitieron de cara al desarrollo de la guerra, nos marcará la reacción posterior del colectivo militar.

4. Por último veremos como todos estos elementos han determinado el nacimiento del ejército nacional, con una fuerte carga liberal. Este Ejército se pronunciará por la Constitución ante el absolutismo de Fernando VII, pero lo hará, también por el abandono al que le somete el llamado Rey felón.

2. El Ejército del Antiguo Régimen y el protagonismo militar en la administración borbónica

Tras la guerra de Sucesión, Felipe V se propone levantar un ejército de nueva planta de acuerdo con el modelo francés. Atrás quedan los famosos tercios de los Austrias formados en su mayoría por tropas mercenarias de origen francés, alemán, suizo, italiano, etc.

El nuevo ejército presenta las siguientes características2:

1. Se trata de un ejército permanente, es decir constituido en regimientos que se mantienen en paz y en guerra. Por tanto también se modifica la condición de los militares que pasan de oficio temporal, a profesión permanente.

2. Una de las principales innovaciones de la política militar borbónica es la disciplina de las tropas. La unidad de movimiento que va a caracterizar las evoluciones en el campo de batalla, exige una coordinación perfecta y una disciplina férrea y exacta. Frente a la indisciplina clásica de los tercios, en la que los combatientes sólo atendían las ordenes generales, a los soldados profesionales del nuevo ejército se les exige una obediencia ciega al mando.

2 CASADO BURBANO, P.: Las Fuerzas Armadas en el inicio del constitucionalismo español. Madrid. Ed. Revista de Derecho. 1982, pp. 33-39. Y ANDUJAR CASTILLO, F.: Los militares en la España del siglo XVIII. Un estudio social. Granada. Universidad de Granada. 1991, pp. 28-31.

Page 133: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

128

3. Esta subordinación incuestionable, tiene como referente superior al Monarca, decisor absoluto en la política de ascensos y recompensas. En la cúspide de la pirámide se encontraba el Rey, después el Secretario del Despacho de la Guerra, a modo de ministro de la guerra. Los regimientos dependían de los inspectores de las armas y los cuerpos, que a su vez rendían cuentas al Secretario del despacho. Un órgano consultivo, el Consejo de Guerra, formado por generales, también realizaba labores jurídicas.

4. La estructura castrense reproduce exactamente la de la sociedad de la época. Los nobles copaban los empleos de oficiales y generales, de modo que los soldados pertenecían al estado llano. Sólo en muy contadas ocasiones, un soldado, por sus especiales condiciones, podía llegar al empleo de capitán, siendo esta una forma de trepar por la escala social, porque sus hijos sí podían ingresar en el cuerpo de oficiales sin pertenecer, de origen a la nobleza.

5. Por último, los militares gozaban de un fuero especial que les permitía ciertos privilegios frente a los civiles.

En resumen, desde el punto de vista castrense, el Ejército de los Borbones ostentaba el dominio de la fuerza y estaba en manos de un solo hombre: el Rey. Este dirigía con férrea disciplina al grupo de nobles oficiales cuya sumisión incondicional era la única manera de escalar en el escalafón. Este recuerdo, la fuerza del Rey con el Ejército incondicionalmente a su servicio, era lo que preocupaba a los diputados de Cádiz, de ahí su interés por controlar las prerrogativas que el Monarca debería tener en el naciente estado liberal.

Pero había algo más. Otro recuerdo afectaba a los patriotas gaditanos, la fuerte presencia militar en la administración borbónica derivada de los decretos de Nueva Planta aplicados por Felipe V, en principio, a los territorios pertenecientes a la antigua Corona de Aragón que durante la guerra de Sucesión se pusieron del lado del archiduque Carlos. Lo explica muy bien el profesor Enrique Giménez cuando describe como el ejército permanente arropaba a

“una administración fuertemente militarizada en cuyo vértice se hallaba un Capitán General, con audiencias sometidas a su autoridad, y con una maya corregimental extendida sobre el territorio para asegurar su control, y a cuyo frente se situaron oficiales generales (Tenientes Generales, Mariscales de Campo y Brigadieres) u oficiales (Coroneles y Tenientes Coroneles), según el rango del corregimiento”3.

Como es fácil suponer los roces entre las autoridades civiles y militares eran continuos, así como la de estas con los ciudadanos que sentían el rigor castrense en sus personas y haciendas.

Poco a poco, esta militarización de la administración fue extendiéndose a otros territorios españoles, si bien no con tanto rigor con el que se hacía en los castigados por su infidelidad a Felipe V. De hecho en informe que se le encarga en 1721, la Cámara de Castilla desaconseja la presencia de militares en corregimientos por la excepcionalidad de la 3 GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: “El debate civilismo-militarismo y el régimen de Nueva Planta en la España del siglo XVIII”. En Cuadernos de Historia Moderna, 15. Madrid. 1994, p.43.

Page 134: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

129

medida y además por el temor expresado en el citado informe por el excesivo protagonismo castrense en la cosa pública y en el favor Real.

“haviendo también en las demás clases y profesiones sujetos veneméritos dignos de las demostraciones de la Real gratitud y que no pocas veces se ha bisto y se vée, vencer más los Príncipes con el consejo que con las armas”4.

El autor de la respuesta a la consulta regia aprovecha para destacar este incremento de los privilegios castrenses denunciando como la mayor parte de las rentas se dedican al ramo de la guerra, el aumento del número de generales o la acaparación de empleos en America, por parte de militares, entre otras cosas.

Las cosas comenzaron a cambiar con la llegada al trono de Carlos III en 1759, gracias a la política civilista de Campomanes al frente de la fiscalía del Consejo de Castilla. Las variaciones en la política de militarización gubernativa fueron alternándose según ocupaban el poder Aranda con su partido militar, o también llamado aragonés, o Floridablanca al frente del partido civilista conocido como golilla.

Carlos IV volvió decididamente al programa militarista, sobre todo cuando Godoy se hizo cargo del poder. Así entre 1800 y 1805 los Presidentes Togados (civiles) de las Chancillerías de Valladolid y Granada, pasaron a la condición de regentes, al ser desplazados en sus presidencias por los Capitanes Generales de Castilla la Vieja y Costa de Granada, respectivamente. También en 1805 se creó una nueva Capitanía General, segregada de la Castilla la Vieja, que afectaba a los territorios de Asturias y Cantabria, por lo que la Audiencia de Asturias quedaba presidida por el Capitán General5.

Esta supremacía política, administrativa y por supuesto militar de los altos mandos del ejército, en vísperas de la guerra de la Independencia, podría hacer suponer que el Ejército estaba bien preparado y dotado. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El generalísimo Godoy nos da un panorama desolador de un ejército sometido a las economías que el Estado tuvo que adoptar a partir de la guerra contra Inglaterra en 1783. Desde entonces, la escasa participación en conflictos bélicos hizo decaer la moral y combatividad de unos militares poco aficionados a aprovechar los periodos de paz para aumentar su formación castrense. A excepción de los ilustrados que tanto hicieron por el desarrollo de la ciencia en España.

Godoy describe la situación del Ejército de esta manera en sus memorias:

“iban poco más allá de treinta y seis mil hombres de todas armas en servicio activo, la caballería casi desmontada, mal provistos los arsenales, nuestras Fábricas militares en mayor penuria, y el servicio militar casi todo en falta”6.

4 Ibíd., p. 59. 5 Ibíd., p. 74. 6 PRÍNCIPE DE LA PAZ: Memorias. Madrid. Atlas. 1965, p.18.

Page 135: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

130

Godoy acometió la reforma del Ejército como lo haría un ilustrado de su época. Formó una junta de generales y les encargó el programa de regeneración militar que, según el profesor Andujar incidía en cuatro aspectos fundamentales:

1. El reclutamiento de un contingente adecuado de tropa, optando por el remplazo anual por sorteo.

2. La definición de un planeamiento orgánico de unidades adecuado a las necesidades reales.

3. La formación profesional de los mandos, muy baja por entonces.

4. Una serie de cuestiones técnicas de reforma como la introducción de los campos de maniobras, la organización de los cuerpos de Artillería e Ingenieros, la modernización de las Fábricas de Armas, la creación de la Escuela de Veterinaria, los arsenales, etc.

Pero para los diputados de Cádiz y para los civiles que componían las juntas, era el ejército diseñado por una de las personas más odiadas del momento, Manuel Godoy.

3. El Ejército español durante la Guerra de la Independencia

Pocos testimonios tan contundentes como el del capitán Francisco Javier Cabanes, militar catalán que lucho en la contienda y se convirtió en historiador de la guerra de la Independencia:

“con generales sin talento, con oficialidad sin entusiasmo, con paisanos insubordinados, con tropas insubordinadas, hambrientas y desnudas, es locura que se pueda pensar que se puede resistir por algún tiempo a las falanges del tirano”7.

Algunas de las causas de esta certera descripción que hace Cabanes las hemos visto más arriba, pero también tenemos que tener en cuenta las especiales condiciones en las que se produce el levantamiento contra los franceses el 2 de mayo de 1808. El coronel Sañudo las resume de la forma siguiente8:

1. La importante fracción de las tropas españolas ocupadas en ese momento, fuera de España, en otras acciones de apoyo a Napoleón, en virtud de los acuerdos de este con Carlos IV y lo derivados del tratado de Fontainebleau. Según el general Salas Larrazabal, un total de 23.755 hombres, 2.314 caballos y 44 piezas de caballería9. Esta cifra incluía unos 7.000 hombres enviados al Caribe para prevenir posibles ataques ingleses.

7 CANALES GIL, L, E.: “Ejército y población civil durante la guerra de la Independencia: unas relaciones conflictivas”. En Hispania Nova, 3. 2003, p.3. 8 SAÑUDO, J.: “El Ejército español en la guerra de la Independencia”. En II seminario sobre la guerra de la Independencia. Madrid. 1996, P.180. 9 SALAS LARRAZABAL, R.:“Los ejércitos reales en 1808”. En Temas de historia militar, T.I. Servicio de Publicaciones del EME. Madrid. 1983, p. 436.

Page 136: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

131

2. El incumplimiento por parte de los franceses del tratado de Fontainebleau, que no permitía una fuerza de paso hacia Portugal, mayor a 100.000 hombres, suponía que esta cifra se había sobrepasado con creces. Y lo que es más importante, ocupaban las principales ciudades españolas.

Desde luego, no habría sido lo mismo si los franceses hubieran iniciado la invasión de España a partir de su territorio, al otro lado de los Pirineos.

3. Por último hay que tener bien presente que la mayoría de los altos mandos militares eran afrancesados, o no veían con buenos ojos la resistencia ante el ejército mejor dotado del mundo.

Este último aspecto es muy importante y tiene mucho que ver con la fuerte carga disciplinaria que, como hemos visto, tenía el ejército español a finales del siglo XVIII. Disciplinadamente se pusieron a las órdenes del nuevo Rey José I por indicación de su anterior jefe natural, Fernando VII, aceptando la ocupación de un ejército que, por otra parte admiraban profundamente y junto al que muchos habían luchado poco tiempo atrás.

Tampoco hay que desmerecer el número de oficiales afrancesados. Según fuentes francesas, unos 830 oficiales españoles acompañaron al exilio al gobierno de Bonaparte10 .

De hecho el primer enfrentamiento entre las Juntas y los generales se produce al poco de constituirse aquellas entre mayo y junio de 1808. Por una parte, las Juntas instaron a los altos mandos militares a sumar las tropas regulares a su mando al alzamiento nacional, y por otra parte convocaron a las armas al pueblo, sobre todo en aquellos lugares en los que no había guarnición permanente. Las actitudes de los mandos militares ante estos requerimientos junteros resultaros de tres formas11:

1. Los mínimos en número fueron los generales y demás mandos superiores, que se sumaron inmediatamente a la rebelión contra los franceses convocados por la Juntas.

2. Los más fueron aquellos que se unieron a la lucha tras la presión ejercida por las juntas provinciales y locales.

3. Otro grupo minoritario que se opuso abiertamente a las Juntas. Algunos fueron destituidos fulminantemente por las autoridades junteras y otros incluso fueron pasados por las armas.12

Pero los problemas entre las Juntas y los mandos militares fueron continuos durante toda la contienda y podemos resumirlos de la siguiente forma:

1. Ascensos y nombramientos injustificados a juicio de los militares.

10 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823. Siglo XXI. Madrid. 1988, p. 53. 11 Ibíd., p. 53. 12 ALONSO, J.R.: Historia Política del Ejército Español. Madrid. Editora Nacional. 1974, p. 19.

Page 137: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

132

2. Exigencia de obtener unos resultados rápidos.

3. Desconfianza en los mandos y exigencia de responsabilidades.

4. Falta de una política coordinada entre las diferentes juntas

5. No permitir la unidad de mando. Hasta el nombramiento de Wellington 1812, como general en jefe de todas las fuerzas militares españolas.

El primer punto fue la consecuencia lógica del llamamiento universal a filas que las Juntas realizaron para luchar contra las tropas de Napoleón. Así en Asturias que antes del 2 de mayo contaba con una guarnición de poco más de 1.500 soldados regulares, de pronto se encontró con un cuerpo más o menos armado compuesto por algo menos de 20.000 hombres13. Para atender las necesidades de la contienda y dirigir tamaño contingente. Las juntas se aprestaron a nombrar oficiales y ascender a los que estaban bajo su jurisdicción. Justo las mismas atribuciones que antes tenían los monarcas del antiguo régimen.

Sobre los nuevos oficiales, dice Toreno que las Juntas

“echaron mano de estudiantes o personas consideradas como aptas, y en verdad que de los nuevos salieron excelentes oficiales que, o se sacrificaron por su patria, o la honraron con su conducta, denuedo y adelantamiento en la ciencia militar”.14

En cuanto a los ascensos meteóricos de los ya profesionales antes de guerra y ascendidos por las Juntas sirvan los ejemplos de capitán Santa Cruz de Marcenado, que llegó a Capitán General, o el de Diez Porlier, que mandó un cuerpo de ejército habiendo iniciado la contienda de guardiamarina.

Pero las juntas también depuraron a aquellos mandos que consideraron sospechosos de colaborar con los franceses o que no demostraron el suficiente entusiasmo. Por contra, también hubo sitios donde las tornas se volvieron y fueron los militares los que terminaron disolviendo las Juntas, como el caso del marqués de la Romana con la junta asturiana.

El tema de los nombramientos militares por parte de las juntas provinciales, fue una constante fuente de conflictos entre los militares profesionales y los políticos junteros. De hecho fue el motivo principal de una de las crisis más graves por la que pasó el modelo revolucionario, cuando los generales Palafox y el marqués de la Romana dieron un golpe de mano a finales de enero de 1810 que acabó con la Junta Suprema. Aunque los sublevados no consiguieron ocupar mucho tiempo el poder, lo cierto es que el 29 de enero la Junta Suprema nombraba una Regencia en la que se encontraba el general Castaños. El efecto se había conseguido. No obstante, es de destacar que si el golpe contra la Junta fracasó, fue porque no fue apoyado por el resto del Ejército. Dato importante, destacado por la

13 GONZÁLEZ-POLA DE LA GRANJA, P.: El concejo asturiano de Gozón en la guerra de la Independencia. Gozón: Museo Marítimo de Asturias. 2008, p. 57. 14 TORENO conde de: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. T.I. Madrid. Círculo de Amigos de la Historia. 1974, p. 154.

Page 138: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

133

profesora Martínez Quintero15, que da indicio del escaso predicamento que tenían los generales conservadores en el seno del Ejército allá por 1810.

Por lo que respecta a las ingerencias de las Juntas en el devenir de la guerra, la principal queja de los militares se centra en la obsesión por obtener rápidos resultados. Lo explica perfectamente el coronel Sañudo, uno de los mejores estudiosos de la Guerra de la Independencia, desde la óptica militar:

“el dominio estratégico perteneció al bando imperial, contra el cual, los españoles desarrollaron una estrategia reiterada de esfuerzos convergentes sobre el centro, lógicamente conducentes al fracaso por su difícil coordinación. Las campañas de Rioseco, Talavera y Ocaña son claros ejemplos de obcecación española, donde se malgastaron los escasos recursos disponibles, a la búsqueda de un objetivo político que fortaleciera la débil situación de la Junta Suprema”16.

Un caso digno de destacar que resume lo que fueron las difíciles relaciones entre los generales y las Juntas, es el del general Castaños. Este se encontraba al iniciar el alzamiento al frente del ejército del Sur, el mejor dotado de toda la Península, instalado allí para controlar cualquier acción inglesa que tomase Gibraltar como cabeza de puente. Castaños se sometió a la Junta de Sevilla, llamada ya Suprema. Su presidente Francisco Saavedra realizó un viaje a Utrera, donde estaba instalado el campamento base y donde se entrevisto con Castaños. A su vuelta informó en los siguientes términos al resto de la Junta:

“era indispensable que la Junta franquease al General las facultades más amplias, pues su prudencia, su moderación y su cordura aseguraban que no abusaría de ella, y lo crítico de las circunstancias exigía en él que mandase una autoridad extraordinaria.”17.

En esta intervención de Saavedra podemos adivinar algunas de las reticencias que las autoridades civiles tenían sobre los altos mandos militares. La prudencia y moderación son dos de las virtudes que destaca Saavedra. Por otra parte, liga éstas y su cordura a la previsión más probable de que no abusaría de las amplias facultades que se le otorgaban. Debe referirse al manejo en exclusiva de todo un cuerpo de ejército capaz de imponer su capricho por la fuerza. Justo lo que más temían tanto los junteros, como los diputados reunidos en Cádiz.

Castaños venció en Bailén a las tropas del mariscal Dupont. Cuando propuso seguir hasta Madrid con las tres divisiones de que disponía, la Junta de Sevilla tan sólo le permitió marchar con una, lo que provocó el consiguiente enfado del general. Cuando fue sustituido en 1909, se lamentaba de esta manera:

“La voz de traición ya no significa lo que hasta ahora hemos entendido: traidor es un General que no ataca cuando se le antoja a un soldado o a un cualquiera que está a 200

15 MARTÍNEZ QUINTERO, M.E.: “Actitudes políticas de los militares antes de la restauración de Fernando VII”. En Revista de Estudios Políticos, 215. 1977, p. 267. 16 SAÑUDO BAYON J.: “El ejército español en la guerra de la Independencia”. En Revista Ejército, 805. 2008, p. 35. 17 MORENO ALONSO, M.: La Junta Suprema de Sevilla. Sevilla. Alfar. 2001, p. 198.

Page 139: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

134

leguas del enemigo; traidor si retira el ejército que va a ser envuelto y sacrificado sin recurso y sin utilidad para la patria (…) traición, se dice, si alguna vez falta el socorro o el pan al soldado; traición si el enemigo ataca, porque se supone ha sido avisado por el general para entregarle el ejército, y traidores todos los jefes si por desgracia se pierde una acción”18.

El dramatismo de estas palabras de Castaños es patente y muestra una situación muy complicada para los generales y demás profesionales de las armas ante unos políticos y un pueblo que no acepta los resultados de la guerra y busca culpables a toda costa. La moral de los militares, sin duda se vio afectada por estos acontecimientos.

Esta situación de crítica al mando fue bastante generalizada. Así en Cataluña, el Capitán General Vives dimitió ante las críticas por un par de derrotas y el general Coupigny llegó a publicar un bando anunciando sanciones para quienes propagasen

“que las tropas de nuestro augusto soberano Fernando VII no cumplen con los sagrados deberes de soldados y que los paisanos son suficientes para aniquilar y exterminar del Principado a los franceses que hay en él”19.

De hecho las Cortes estuvieron debatiendo, en septiembre de 1811 una propuesta del diputado Torrero, con modificaciones introducidas por el valenciano Sombiela, según la cual se nombraban una especie de comisarios del Congreso capaces de instruir sumarias sobre las derrotas del Ejército español. Estos auténticos consejos de guerra, serían sometidos a una comisión especial de las Cortes que había de revisar las sumarias y controlar los acuerdos que la Regencia habría de tomar sobre la fuerza militar derrotada. En la práctica, como advierte Blanco Valdés, era una forma de controlar la dirección de la guerra, por parte del parlamento gaditano. Al final la propuesta ni siquiera se debatió20.

Es más que probable que las desconfianzas y acusaciones de traición y connivencia con el enemigo, no fueran más que un reflejo de las pésimas condiciones en las que intentaba operar el ejército y que tan certeramente recogió el capitán Cabanes: ineptitud de los mandos completamente desmotivados al mandar una con poca disciplina y menos preparación, frente a un ejército como el francés que llevaba años batiéndose con los primeros ejércitos del mundo.

Ahora tenemos algunos testimonios de lo que pensaban algunos militares españoles con respecto a la fidelidad al rey Fernando, sirva como ejemplo lo que dice en sus memorias el mayor Gallardo de Mendoza:

“Por otra parte, consideraba que nos batíamos por un rey de origen francés, que se había comportado muy mal con su padre y la nación, y que se había sometido servilmente al Emperador. Este rey era indigno de nuestros sacrificios. Pensaba que

18 Reales Órdenes de la Junta Central y representaciones de la de Sevilla y del general Castaños acerca de su separación del mando. Sevilla. 1809, p. 70. 19 CANALES GIL, L, E.: “Ejército y población civil….. ob. cit, p. 7. 20 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., pp. 102 y 103.

Page 140: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

135

francés por francés, tanto valía el rey Pepe como él, y que a fin de cuentas no hacíamos más que cambiar de báculo, a la espera de que pudiéramos echarle por tierra”21.

La falta de coordinación entre las diferentes juntas en beneficio de una acción común contra el enemigo fue otro de los motivos de roce entre los militares y los políticos junteros. Algunos ejemplos resultaron clamorosos, como la Batalla de Medina de Rioseco. Cuando la Junta de Castilla León pidió ayuda a la de Galicia para expulsar de su territorio a los franceses, esta mandó un pequeño contingente al mando del general Blake y con la condición de que éste no se sometiera a la autoridad de Cuesta, general que mandaba las tropas castellano-leonesas. La pésima colocación de las tropas de ambos generales españolas en el campo de batalla, propició una victoria francesa clamorosa, seguida de la consiguiente entrada de las tropas en Medina de Rioseco y su consiguiente saqueo.

Este regionalismo patriotero, fue destacado en sus informes por algunos oficiales de enlace británicos tal como recoge Esdaile, del inglés William Parker, quien decía de las Juntas que

“sólo se regían por medidas políticas de concepción estrecha y miras cortas, sin ampliar sus puntos de vista más allá de los confines de sus regiones respectivas”22.

El último punto de enfrentamiento entre autoridades civiles y militares en torno al conflicto bélico se refiere a la unidad de mando. Desde el principio los principales generales españoles abogaron por la unidad de mando. Un solo general debía asumir todas las operaciones contra el enemigo. Sin embargo las Cortes siempre fueron reticentes precisamente por el peligro de una dictadura militar que, a la postre acabara con el régimen de libertades que proyectaban para el futuro. Pero, como apunta Blanco Valdés, precisamente las tensiones entre civiles y militares llevaron a las Cortes a iniciar una retirada calculada y medida de los asuntos militares, cuyo punto culminante fue el nombramiento del duque de Wellington como general con mando sobre todas las tropas españolas en la Península23 el 2 de octubre de 1812. Esto, como es natural sentó muy mal a los generales españoles. Incluso el general Ballesteros intentó sublevar a sus tropas no siendo correspondido por estas, optando por el exilio.

En efecto Wellington había dado suficientes pruebas, más que sobradas de eficacia en la guerra, si bien al no estar sometido a ninguna presión, su táctica fue la de no entrar en conflictos abiertos, sino obligar al desgaste del enemigo, justo lo que no hacían sus colegas españoles. De todas formas no hay duda de que los ejércitos ingleses se aprovecharon y mucho de las acciones de los españoles, sobre todo del desgaste que la guerrilla causaba en las tropas francesas. Además el general inglés, tal y como apunta el coronel Priego, tenía clara su estrategia inglesa frente a Napoleón por la hegemonía europea, de alargar lo más

21 GUERRERO ACOSTA, J.M.: (ed.) Memorias de soldados españoles durante la Guerra de la Independencia (1806-1815). Madrid. Ministerio de Defensa. 2009, p. 30. 22 ESDAILE, CH.: La Guerra de la Independencia. Una nueva historia. Madrid. Crítica. 2003, p. 139. 23 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., p. 112.

Page 141: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

136

posible la guerra en España. Se trataba de mantener abierta lo más posible la úlcera española, entreteniendo los flancos del Imperio24.

No obstante las condiciones impuestas a Wellington para el desarrollo de su generalato eran bastante restrictivas. En realidad se pasaba el protagonismo, de las Cortes a la Regencia. El nombramiento tenía cinco condiciones:

1. “La Regencia seguiría nombrando a los generales, jefes y oficiales subalternos de todos los ejércitos.

2. El duque de Ciudad Rodrigo podría reemplazarlos provisionalmente, dando después cuenta al gobierno, al que haría las propuestas de sustitución que le pareciesen oportunas.

3. El plan general de campaña, en lo referente a los ejércitos españoles, se formaría con conocimiento y aprobación de la Regencia.

4. Dicho plan sería examinado por el Estado Mayor General o por una Junta Militar, según decisión de la Regencia.

5. El duque podría nombrar un comisionado interventor de los socorros dispensados por los británicos al ejército español”25.

Con respecto al mando militar, español y unificado para la dirección de la guerra, hay que decir que las dificultades hubieran sido enormes. De hecho la rivalidad entre los propios generales impidió una propuesta en este sentido del general Cuesta. Incluso se organizaron varias reuniones en Madrid de generales en las que intervinieron, el propio Cuesta, Castaños, el duque del Infantado, Blake y el teniente general González Llamas, diputado en Cádiz y representante de la facción más conservadora. El compromiso por hacer oír una voz militar unificada sobre los diferentes aspectos de la guerra fue imposible, debido al carácter de los reunidos.26

4. La actuación de las Cortes de Cádiz con respecto al Ejército Digamos en primer lugar, que entre los propios diputados de Cádiz había una buena

proporción de militares, casi el 14%, según las cifras aportadas por Raúl Morodo y Elías Díaz. Según estos autores, los diputados militares, unidos a los burgueses, formaron el núcleo del grupo más liberal de las Cortes. En contra, se alinearon los representantes de la aristocracia y el clero. Propuestas tan importantes como la abolición de los señoríos de los nobles y la inquisición, además de la libertad de prensa e imprenta, fueron posibles, gracias al apoyo de los diputados militares en mayoría27. Lo que no quita para que también el 24 PRIEGO DEL CAMPO, J.: Guerra de la Independencia. T.IX. Madrid. San Martín. 2007, p. 239. 25 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., p. 111. 26 Ibíd., p. 74. 27 MORODO, R y DÍAZ, E.: “Tendencias y grupos en las Cortes de Cádiz y en las de 1820”. En Cuadernos Hispano Americanos, 201. 1966.

Page 142: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

137

realismo conservador estuviera representado en las Cortes por diputados militares. Incluso hubo algunos enfrentamientos dialécticos muy interesantes entre diputados militares de uno y otro signo como el protagonizado, en torno a la creación del cuerpo de Estado Mayor entre el teniente general Pedro González Llamas, conservador y el coronel de Artillería Manuel de Llano, representante del ala más liberal del foro gaditano28.

A la hora de analizar nuestro propósito, lo primero que se nos ocurre preguntarnos es ¿en que planos de actuación se movieron las cortes de Cádiz que afectaran al ámbito militar? Tendremos que considerar aquí, no sólo lo referido a la elaboración de la propia Constitución, sino la labor legislativa, por vía de los decretos reformistas que afectaron, tanto a los militares profesionales, como a la propia conducción de la guerra.

En toda la actuación de los diputados gaditanos se aprecian claramente dos preocupaciones, con respecto al papel que debe jugar el Ejército en el nuevo régimen liberal y como debe quedar plasmado en la primera Constitución liberal española:

1. Por una parte el encaje del Ejército en sus relaciones con la cúpula del poder. La soberanía residirá en el pueblo, pero el Rey será el jefe de las fuerzas armadas. El detalle era que el Rey era reconocido por la Cortes como el titular del poder ejecutivo del Estado. Las fuerzas armadas, por tanto se encajaban perfectamente en la estructura del Estado, dentro del poder ejecutivo, a través de la figura del soberano.

El problema surge ante la prevención de que el Rey utilice al Ejército para acabar con las libertades. Para contrarrestar esto, se crea la Milicia Nacional, cuerpo de voluntarios sin estructura castrense, al que se hace depender, directamente de las Cortes, sin ninguna relación con el monarca. A la milicia se le encarga la defensa directa de la Constitución.

2. Por otra parte, se pretende separar a los altos mandos militares de la administración pública que no sea la exclusiva y relativa a la política militar. Justo lo contrario de los que se había venido haciendo durante todo el siglo XVIII.

Toda la actuación de las Cortes, tanto en la dirección de la guerra, como pensando en el futuro, está marcada por estos dos principios. Prevención contra los militares. Lo expresa perfectamente el manifiesto de la Junta de Sevilla de 3 de agosto de 1808:

“Convence lo mismo la necesidad indispensable en toda Nación de un gobierno civil que atienda a la felicidad general del Reyno, y al cual esté subordinado el militar. La confianza de la Nación y por consiguiente sus fondos y capitales, necesariamente se apoyan en el gobierno civil. Sin él indispensablemente el militar se vería en la necesidad de usar de violencias para adquirir aquella confianza que jamás obtendría y conseguir aquellos capitales que jamás tampoco podría alcanzar, por cuyos medios vendría a destruir el bien y dicha pública, único fin de todo gobierno”29.

28 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., pp. 255-258. 29 Ibíd., p. 72.

Page 143: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

138

Recuérdese que esta era la misma Junta que acordó, con ciertas reticencias, otorgar todos los poderes al general Castaños para operar en Bailén.

Podemos definir una serie de planos de intervención directa de las Cortes en los asuntos meramente castrenses, siempre siguiendo los principios que hasta aquí hemos visto:

1. Creación del Cuerpo de Estado Mayor

2. El acceso a las academias militares

3. La creación de la Milicia Nacional

La creación del Estado Mayor Central y Cuerpo de Estado Mayor, lo que Blanco Valdés llama “la subordinación técnica-militar”30, no es más que una de las dos acciones que el poder ejecutivo del Estado ejerció para someter a la cúpula del mando militar. La otra, “la subordinación político-administrativa”, se había conseguido al hacer depender del Rey las fuerzas de tierra y armada. Mediante el Estado Mayor Central, a cuya cabeza se colocaba al Secretario del Despacho de la Guerra, se pretendía hacer un cuerpo muy técnico, con los militares más capaces, que de alguna manera pudiera contrarrestar las negligencias que estaban mostrando los generales del antiguo régimen.

Nada más iniciarse la discusión en las Cortes, se apreció una reacción en contra por parte de los militares más conservadores. Concretamente llevó la voz cantante el general realista González Llamas. La oposición se centraba en que al depender el Estado Mayor directamente del Secretario de Despacho, lo hacía a su vez del ejecutivo e indirectamente, por tanto, de las Cortes. González Llamas y demás correligionarios conservadores propusieron el establecimiento de una Junta Suprema de Guerra. Esta propuesta fue desestimada y se creó el Estado Mayor, con su cuerpo específico de generales y ayudantes primeros y segundos. El Jefe del estado Mayor, es decir el secretario del Despacho de Guerra sería el encargado de seleccionar el personal entre los oficiales con más mérito del ejército.

Una vez la Comisión de Guerra informó del estatuto del Cuerpo y en el debate previo a la votación, volvió a combatir la propuesta el teniente general González-Llamas. Argüelles relata lo sucedido de la siguiente forma:

“las Cortes, oída la Comisión de su seno que apoyó enteramente la propuesta de la Regencia, la hubiera aprobado sin detenerse, a no ser porque algunos generales de la antigua escuela, que eran diputados, hicieron una vigorosa oposición, sin fundarse más que en lugares comunes aplicables a todas las reformas que alteran lo establecido”31.

Y es en este debate precisamente en el que se produce el enfrentamiento entre diputados militares conservadores y liberales, representados por el coronel de Artillería Manuel de Llano, quien reitera la necesidad de que el mando militar dependa del ejecutivo sin ninguna duda. El Estado Mayor obtiene la aprobación el 9 de junio de 1810.

30BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., p. 254. 31 Ibíd., p. 257

Page 144: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

139

Otra reforma importante de la Cortes en el ámbito militar, fue el acceso a la carrera militar. Se trataba, como apunta el general Alonso Baquer, de reformar las ordenanzas de Carlos III de 1768, según las cuales, los cadetes de nuevo ingreso debería ser hijo de hidalgo notorio, con una asistencia, para su mantenimiento diario, no inferior a cuatro reales32. Por decreto de 17 de agosto de 1811, quedaba sin efecto la exigencia de pruebas de nobleza para acceder a la carrera militar. Uno de los más activos en la defensa de la citada abolición fue el coronel Francisco Fernández Golfin, quien aprovecho para hacer una fuerte crítica a los miembros de la nobleza, a quienes acusó de haberse afrancesado y haber emigrado en cuanto comenzó la guerra.

Es interesante la motivación que se hizo en las Cortes para conseguir su aprobación, porque nos da una idea del concepto de la milicia que tenían, aún los más liberales:

“que los hijos de tantos valientes les quede abierta la puerta al honor y la gloria, juntando al valor que heredaron de sus padres la instrucción que puedan adquirir en los Colegios Militares”33.

Sin embargo, se mantenían los gastos que el aspirante a los centros de enseñanza militares tenía que desembolsar. En palabras de Blanco Valdés, la nueva clave del sistema consistía en “la sustitución del nacimiento por los gastos, del estamento por la clase”34.

La creación de la Milicia Nacional, se plantea desde el principio como una auténtica “teoría de equilibrio armado de poderes”35. Nace a semejanza de la Garde Nationale francesa que tan buenos resultados había dado en la Revolución burguesa en el país vecino. Se trataba de un contrapunto a las posibilidades del Ejército regular en manos del Rey. Por eso se le apartaba de toda elación con el cuerpo armado, a quien se hacía depender directamente de las Cortes. La principal misión de la Milicia Nacional era defender la Constitución.

El diputado asturiano Arguelles, lo decía con toda claridad en la discusión sobre su creación:

“Para afianzar estas precauciones se ha ideado la milicia nacional. El origen del mal existe en el funesto sistema de ejércitos permanentes. Es un axioma que las Fuerzas Armadas es esencialmente obediente.

La milicia nacional será el baluarte de nuestra libertad”36.

32 ALONSO BAQUER, M.: “La doctrina militar de los diputados ……ob.cit., p. 146. 33 NEVADO-BATALLA, P.: “El militar en las postrimerías del S. XVIII e inicios del S.XIX: entre un ejército real y un ejército nacional”. En Revista de Estudios. Salamanca, 40. 1997, p. 167. 34 BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada….ob.cit., p. 177. 35 Ibíd., p. 191 36 ALONSO BAQUER, M.: “La doctrina militar de los diputados……ob.cit., p. 149.

Page 145: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

140

La defensa de la Milicia por parte de los militares liberales se basaba en la conveniencia de que el Ejército regular se especializase en la defensa exterior del Reino. Dejando el orden público interior en manos de la Milicia.

Aunque no fuera exactamente lo pretendido por los diputados liberales, lo cierto es que la Milicia siempre mantuvo un fuerte antagonismo con el Ejército, como lo prueba los enfrentamientos, a menudo armados que jalonaron el convulso siglo XIX español.

Por otra parte, las Corte se arrogaban la facultad de poder nombrar a quienes les pareciera para el mando de unidades militares en guerra. Así se dictaminó en sesión secreta de 11 de marzo de 1811:

“se convino que se discutiese la proposición del Sr. Morales de los ríos sobre que se dijese al Consejo de Regencia que las Cortes declaran expresamente que está en sus facultades dar siempre que lo crean conveniente el mando de los ejércitos, divisiones, regimientos, etc., á cualquiera individuo, por inferior que sea en su grado”37.

5. La formación del Ejército nacional. El pensamiento militar tras 1812.

Tal y como hemos visto, tanto el propio devenir de la Guerra de la Independencia, como la acción de las Cortes de Cádiz, en sus decretos y en la Constitución de 1812, llevaron a una transformación, en teoría, de un Ejército Real, en el que el monarca ejercía un poder absoluto, a un Ejército nacional, creado para la defensa de la patria.

Es indudable que el Ejército salido de la Guerra de la Independencia, el Ejército que recibía con los brazos abiertos a Fernando VII como toda la Nación, había sufrido una transformación durante la contienda y la acción legislativa de las Cortes. De alguna forma podemos decir que se había liberalizado. Es más podemos decir que había nacido el liberalismo castrense a nivel de grupo, porque como hemos tenido ocasión de ver había en las Cortes diputados militares muy liberales.

Podemos definir las bases de ese liberalismo castrense de la siguiente forma, siguiendo a Julio Busquets38:

1. La lógica desaparición de militares del antiguo régimen, los más conservadores. Como hemos visto muchos, cerca de 800 cruzaron la frontera con José Bonaparte. Otros murieron en la contienda, o se habían jubilado al terminar la Guerra de la Independencia.

2. De los 4.000 oficiales españoles que son capturados por los franceses y sufren prisión en Francia, muchos de ellos ingresaron en la masonería y allí conocieron las doctrinas liberales a las que se apuntaron decididamente. Se apoya Busquets en algunos nombres como Méndez Vigo, Quiroga, Evaristo San Miguel o el propio Rafael del Riego. Hombres que después demostraron claramente su talante liberal.

37 RUIZ JIMENEZ, M.: La Comisión de Guerra en las Cortes de Cádiz (1810-1813). Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Ediciones Doce Calles. 2008, p. 60. 38 BUSQUETS, J.: El militar de carrera en España. Barcelona: Ariel. 1984, pp. 58 a 61.

Page 146: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

141

Durante el confinamiento en Francia, además aprovecharon para empaparse del enciclopedismo, tal y como nos cuenta en sus memorias el mayor Gallardo de Mendoza:

“Aproveché mi ocio para leer mucho. Consulté las obras de Voltaire, Rousseau, el Sistema de la Naturaleza de Miraveau d’Holbach y los encieclopedistas. Siempre había sido muy ortodoxo, y esas lecturas me ofrecieron otro punto de vista. Poco después, la lectura de Locke, Malebranche, Spinoza y la gran obra de Dupuis, me conmovieron aún más”39

De estos oficiales presos en Francia, muchos se unieron a las tropas napoleónicas, como forma de dejar la prisión, aunque pidieron el no combatir en la Península Ibérica y lucharon sobre todo en el frente ruso. Otros como Riego consiguieron escapar de los campos de prisioneros, regresando a España, tras mil peripecias40.

3. Otro grupo de oficiales que formaban el Ejército que acababa la guerra, lo componían aquellos que ingresaron procedentes de las academias durante la contienda. Para ellos se abolieron las pruebas de nobleza y se supone que su mentalidad era más abierta que las de los aristócratas del antiguo régimen. Muchos procedían de las universidades que vieron interrumpida su actividad con la guerra. Por ejemplo los de la Universidad de Toledo, se incorporaron al Colegio Militar de Sevilla. Este es el caso del que sería el paradigma del liberalismo militar, el generalísimo Espartero.

4. Por último, el nutrido grupo de oficiales procedentes de la guerrilla. Este es el caso de Porlier, por ejemplo.

Todo esto nos hace pensar que el tono general del Ejército que recibe a Fernando VII, es más bien liberal en su conjunto. Al menos en empleos de jefes y oficiales, probablemente, no así en el generalato. Entre estos podemos recordar la oposición a la Junta Central y a las propias Cortes, de generales como Palafox o Cuesta.

Indudablemente, desde que Fernando VII puso de nuevo el pie en España, se sintió muy arropado por este cuerpo de generales absolutistas que le permitieron muy rápidamente actuar contra todos los avances conseguidos por los liberales. Si el 4 de mayo de 1814 declaraba nula y sin ningún valor la Constitución y los decretos de las Cortes, la circular de 8 de julio vuelve a los Capitanes Generales la presidencia de las Chancillerías y Audiencias, volviendo al viejo modelo que tanto irritaba a los políticos liberales. Ya en junio del mismo 1814, había dispuesto el monarca que no se exigiese a los militares el juramento de la Constitución, al tiempo que eximía del juramento prestado a quienes lo habían hecho.

Apoyado en sus generales, Fernando se dedicó a reformar un Ejército muy sobredimensionado debido a la guerra y a la vuelta de los oficiales prisioneros en Francia. Desapareció el Estado Mayor, se volvió a las exenciones y privilegios para los hidalgos en la

39 GUERRERO ACOSTA. : Memorias de soldados…ob.cit., p. 59. 40 GONZÁLEZ-POLA, P.: “Biografía del general don Rafael del Riego”. En El Madrid Militar. II. El Ejército en Madrid y su Territorio (1813-1931). Madrid: Ministerio de Defensa. 2006, pp. 271-285.

Page 147: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

142

prestación del servicio militar, acabando así con unos de los más característicos logros del liberalismo de la época, el servicio militar universal obligatorio para todas las clases. La reducción y la falta de medios económicos debido a lo exhausto de la hacienda, provocó situaciones muy injustas para los hombres que habían soportado el peso de la larga contienda. Por supuesto los más afectados fueron los más liberales.

Las famosas purificaciones fueron implacables. Todo el que había recibido un empleo de las Juntas durante la guerra, debía revalidarla ante el nuevo gobierno41. La penuria de medios en la que vivían los militares era notable, con fuertes retrasos en el recibo de sus pagas.

En el Museo Regional de A Coruña se expone un documento muy ilustrativo a este respecto. Se trata de un parte oficial de un teniente que abandona la guardia y le explica las razones a su coronel:

“No teniendo que comer En el dia de oi y hallando la proposicion de un amigo que me ofrecio saciar el grande apetito que me acompaña, me es muy sensible no poder entrar de guardia pues si pierdo semejante proposicion no me sera facil encontrar otra sin haber perecido". Coruña 14 de septiembre de 1823 Firma: Antonio Velez

Más dramática, si cabe, es el decreto del coronel del 4º Regimiento de Artillería de guarnición en La Coruña:

“Que coma para una semana y entre de guardia siguiente El Coronel”

No es de extrañar que en estas circunstancias los oficiales, así de maltratados por el hombre por el que habían arriesgado su vida y visto morir a tantos compañeros, se dedicasen a conspirar y a pasar a la acción en los pronunciamientos que ocurren en esta época para restaurar la Constitución hasta el que triunfo el primero de enero de 1823 a cargo del teniente coronel Rafael del Riego. Esta acción daba entrada al llamado Trienio

41 NEVADO-BATALLA, P.: “El militar en las postrimerías del S. XVIII e inicios del S.XIX…”, ob. cit. p. 170.

Page 148: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

143

Liberal. El éxito del pronunciamiento indicaba que el espíritu liberal realmente había anidado en el Ejército.

Confluían, por tanto varios factores en el pronunciamiento de Riego en las Cabezas. Por una parte el malestar de los militares con la política absolutista al regreso del rey Fernando. Esto evidentemente sería más dramático en el caso de aquellos oficiales de talante más liberal que debieron sentirse postergados después del enorme esfuerzo realizado durante la larga campaña iniciada en 1808. Y por otra, la trama civil de la conspiración que existió, sin duda42.

Pero lo más relevante es que, tras la experiencia absolutista al regreso de Fernando, los liberales que se pronuncian en 1820, y no sólo los militares, se dan cuenta que para blindar el estado liberal en España, no tenían más remedio que acudir al Ejército. Así la Ley sobre el conocimiento y modo de proceder en las causas de conspiración o maquinación contra la observancia de la Constitución de 17-IV-1821, contemplaba que los delitos relacionados con el orden público y la defensa de la Constitución, debían pasar a la jurisdicción castrense.

A partir de aquí, quedará siempre una importante facción liberal en el Ejército español que superará las nuevas purificaciones tras la vuelta al absolutismo fernandino de la mano del duque de Angulema y los llamados Cien Mil Hijos de San Luis. Este Ejército progresista es el que se opone, tras el fallecimiento de Fernando VII, a los partidarios de pretendiente D. Carlos representante de la facción más reaccionaria del panorama político del momento.

Después vendrá el llamado régimen de los generales, bajo el reinado de la hija de Fernando, Isabel II. Aquí el Ejército, en su conjunto, se ve marcado por los generales de prestigio que son utilizados por los partidos políticos para llegar al poder utilizando la fórmula del pronunciamiento. El cariz de casi todos ellos es liberal. Ante la debilidad del poder civil, el Ejército actúa como árbitro.

Nada mejor que este comentario recogido a finales del siglo XIX en el diario El Imparcial:

“Sin el Ejército los partidos reformadores no hubieran llegado al poder, pero sin el Ejército, una vez llegados, no lo habrían dejado jamás y no habría habido esos periodos de resistencia y de reposo y aún de inevitable reacción durante los cuales se produce la conveniente selección de las reformas, germinan, crecen y maduran estas”43.

La aparición de la izquierda política internacional y su antimilitarismo, provocó en el ejército una reacción antiparlamentarista, sobre todo a partir de la primera República.

42 FERNÁNDEZ BASTARRECHE, F.: “La guerra de la Independencia como factor de cambio en el Ejército”, El inicio de la Guerra de la Independencia y sus consecuencias americanas. Cádiz: Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2009, p. 62. 43 El Imparcial, 24-II-1894.

Page 149: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

144

6. Bibliografía

ALONSO, J.R.: Historia Política del Ejército Español. Madrid: Editora Nacional. 1974.

ALONSO BAQUER, M.: “La doctrina militar de los diputados de Cádiz”. En Revista de Historia Militar, 33. 1972.

ANDUJAR CASTILLO, F.: Los militares en la España del siglo XVIII. Un estudio social. Granada: Universidad de Granada. 1991.

BLANCO VALDÉS, R.: Rey, Cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823. Madrid: Siglo XXI. 1988.

BUSQUETS, J.: El militar de carrera en España. Barcelona. Ariel. 1984.

CANALES GIL, L, E.: “Ejército y población civil durante la guerra de la Independencia: unas relaciones conflictivas”. En Hispania Nova, 3. 2003.

CASADO BURBANO, P.: Las Fuerzas Armadas en el inicio del constitucionalismo español. Madrid: Ed. Revista de Derecho. 1982, pp. 33-39.

ESDAILE, CH.: La Guerra de la Independencia. Una nueva historia. Madrid. Crítica. 2003.

FERNÁNDEZ BASTARRECHE, F.: “La guerra de la Independencia como factor de cambio en el Ejército”, El inicio de la Guerra de la Independencia y sus consecuencias americanas. Cádiz: Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2009.

GUERRERO ACOSTA, J.M.: (ed.) Memorias de soldados españoles durante la Guerra de la Independencia (1806-1815). Madrid: Ministerio de Defensa. 2009.

GIMÉNEZ LÓPEZ, E.: “El debate civilismo-militarismo y el régimen de Nueva Planta en la España del siglo XVIII”. En Cuadernos de Historia Moderna,15. Madrid. 1994.

GONZÁLEZ-POLA, P.: “Biografía del general don Rafael del Riego”. En El Madrid Militar. II. El Ejército en Madrid y su Territorio (1813-1931). Madrid: Ministerio de Defensa. 2006.

GONZÁLEZ-POLA DE LA GRANJA, P.: El concejo asturiano de Gozón en la guerra de la Independencia. Gozón: Museo Marítimo de Asturias. 2008.

MARTÍNEZ QUINTERO, M.E.: “Actitudes políticas de los militares antes de la restauración de Fernando VII”. En Revista de Estudios Políticos, 215. 1977.

MORENO ALONSO, M.: La Junta Suprema de Sevilla. Sevilla: Alfar. 2001.

MORODO, R y DÍAZ, E.: “Tendencias y grupos en las Cortes de Cádiz y en las de 1820”. En Cuadernos Hispano Americanos, 201. 1966.

NEVADO-BATALLA, P.: “El militar en las postrimerías del S. XVIII e inicios del S.XIX: entre un ejército real y un ejército nacional”. En Revista de Estudios. Salamanca, 40.

PRIEGO DEL CAMPO, J.: Guerra de la Independencia. T.IX. Madrid. San Martín. 2007.

PRÍNCIPE DE LA PAZ: Memorias. Madrid: Atlas. 1965.

Page 150: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

145

Reales Ordenes de la Junta Central….y representaciones de la de Sevilla y del general Castaños acerca de su separación del mando. Sevilla. 1809.

RUIZ JIMENEZ, M.: La Comisión de Guerra en las Cortes de Cádiz (1810-1813). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Ediciones Doce Calles. 2008.

SALAS LARRAZABAL, R.:“Los ejércitos reales en 1808”. En Temas de historia militar, T.I. Madrid: Servicio de Publicaciones del EME. 1983.

SAÑUDO, J.: “El Ejército español en la guerra de la Independencia”. En II seminario sobre la guerra de la Independencia. Madrid. 1996.

SAÑUDO BAYON J.: “El ejército español en la guerra de la Independencia”. En Revista Ejército, 805. 2008.

TORENO conde de: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. T.I. Madrid: Círculo de Amigos de la Historia. 1974.

Page 151: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 152: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

147

LOS ASTURIANOS ANTE LA GUERRA DE CUBA (1895-1898)1

Francisco Erice Sebares

Profesor titular del Departamento de Historia, Facultad Filosofìa y Letras, Universidad de Oviedo – [email protected]

Resumen:

La guerra de Cuba (1895-1898) provocó en Asturias una profunda conmoción, derivada de la fuerte presencia de emigrantes asturianos en la Isla y de los intensos vínculos materiales y emocionales existentes entre nuestra región y la Gran Antilla. Este trabajo parte de la importancia de esa relación y el peso de la colectividad asturiana en la Isla para analizar las actitudes mantenidas en Asturias ante la pugna contra los independentistas cubanos y frente a la intervención de los Estados Unidos en la contienda, desde el entusiasmo inicial al desencanto posterior y la revitalización final de un patriotismo popular sin esperanzas, toda vez que la desproporción militar condenaba a España, casi inexorablemente, a la derrota.

Palabras clave:

Guerra de Cuba, crisis del 98, emigración asturiana, patriotismo español.

Abstract:

A deep social upheaval was caused, in Asturias, by the War of Cuba (1895-1898), which resulted from the large presence of Asturian emigrants on the island and the intense material possessions and emotional bonds existing between our region and the Great Antilla. This work takes us from the importance of that relationship and the weight of the Asturian community on that island to analyze the attitudes in the Principality with regards to the fight against the Cuban independentists and also the United States intervention in the conflict; from the initial enthusiasm, to the later disillusion and the final revitalization of a popular patriotism without hope, since the lack of military proportion condemned Spain, almost inexorably, to be defeated.

Keywords:

War of Cuba, crisis of 98, Asturian emigration, Spanish patriotism.

1 El texto es una versión ampliada y dotada de un mínimo aparato crítico de la conferencia pronunciada en Gijón, el 22 de junio de 2012, dentro del ciclo “Asturias en armas. Convivencia del mundo civil y militar en el Principado”, organizado por el Centro Asociado de la UNED en Asturias.

Page 153: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

148

1. ¿Más se perdió en Cuba?

Como sucede en general con las guerras, el conflicto que conduce a la independencia de Cuba representa en España un momento fundamental de exaltación del sentimiento patriótico colectivo2. Pero además de ello, en el caso que nos ocupa, el recuerdo de la contienda evoca la idea amarga de la derrota o, más aún, el Desastre (con mayúsculas), una crisis de gran calado en la conciencia nacional ligada al presunto finis Hispaniae o desaparición de la nación española. Es esta imagen de enfermedad casi terminal la que se expresa en metáforas médicas o biológicas como la de la “España sin pulso” de Silvela, o la “infección general del organismo” de la que hablaba el regeneracionista Macías Picavea; o la que, de manera algo más florida, enunciaba el joven poeta nicaragüense Ruben Darío, por entonces afincado en España, al describir una “atmósfera cargada de una exhalación de organismo descompuesto”3.

Tal es la idea o la visión que la sabiduría popular traduciría con la frase hecha “más se perdió en Cuba”, como frágil consuelo o compensación de otras desgracias posteriores. Sin embargo, conviene relativizar el alcance real de la crisis o, al menos, contextualizarla en procesos más generales dentro de los cuales nuestro país debe ser inevitablemente analizado. La crisis española, como señalaron hace ya tiempo los historiadores Pabón o José María Jover, debe entenderse en una coyuntura mundial de conflictos inter-imperialistas y debates sobre la “decadencia de las razas latinas” que jalonan las últimas décadas del siglo XIX. En plena conflagración con cubanos y norteamericanos, en 1898, el primer ministro británico Lord Salisbury pronunciaba un impactante discurso, en el cual distinguía nítidamente entre “naciones vivas” y “naciones moribundas”; obviamente, España reunía todas las condiciones para ser catalogada entre estas últimas4.

La guerra hay que entenderla, además, en el contexto general del expansionismo norteamericano, que aprovechó el conflicto hispano-cubano para fortalecer su posición en el Caribe y lograr, aparentemente, que Cuba cayera por fin en sus manos, según un viejo designio que se remonta muchas décadas atrás5. Actitud ésta que generó, por cierto,

2 ÁLVAREZ JUNCO, J.: “El nacionalismo español como mito movilizador. Cuatro guerras”. En CRUZ, R., y PÉREZ LEDESMA, M. (ed.): Cultura y movilización en la España contemporánea. Madrid: Alianza. 1997. pp. 35-67. 3 ERICE SEBARES, F.: “La crisis de 1898 en Asturias: desarrollo y consecuencias”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 156. Oviedo. 2000. pp. 149-150. 4 PAN MONTOJO, J. (coord.): Más se perdió en Cuba. España, 1898 y la crisis de fin de siglo. Madrid: Alianza, 1998. JOVER ZAMORA, J.M.: 1898. Teoría y práctica de la redistribución colonial. Madrid: Fundación Universitaria Española. 1979. PABÓN, J.: Días de ayer. Historia e historiadores contemporáneos. Barcelona: Alpha. 1963. TORRE DEL RÍO, R.: ”La prensa madrileña y el discurso de lord Salisbury sobre las naciones moribundas (Londres, Albert Hall, 4 mayo 1898)”. En Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, 6. Madrid. 1985. pp. 163-180. 5 GUERRA, R.: La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países hispanoamericanos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975. FONER, Ph.S.: La guerra hispano-cubana-americana y el nacimiento del imperialismo americano (1895-1902).2 vols. Madrid: Akal. 1975. COMPANYS, J.: “La posición norteamericana”. En LAÍN ENTRALGO, P., y SECO SERRANO, C. (ed.):

Page 154: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

149

apreciables reacciones de solidaridad con España en muchos países de América Latina, temerosos también del poder amenazante del “gigante del Norte”, y que se plasmó, entre otras cosas, en una literatura que exaltaba la contraposición entre el espiritualismo de los pueblos hispánicos y el crudo materialismo anglosajón6.

Parece lógico pensar que la angustia colectiva que provocó el Desastre no fue sentida de igual manera por todos los sectores de la sociedad española; los datos apuntan a una mayor intensidad entre los intelectuales o la pequeña burguesía, y no es descabellado suponer que los sectores populares más humildes, que fueron además las principales víctimas de la guerra, superaron pronto la sensación de derrota, en la medida en que estaban afectados por problemas más acuciantes, como el de la misma supervivencia7. Es cierto, en todo caso, que resulta mucho más fácil analizar las actitudes de los intelectuales (puesto que se manifiestan directamente en la prensa o en los libros), o incluso de grupos sociales acomodados que poseen otros medios de expresión pública, que las de los sectores populares, que rara vez aparecen hablando con su propia voz. Se ha dicho, con bastante razón, que la primera víctima de las guerras es la verdad; la presión oficial o la propaganda, por ejemplo, podrían dar una imagen falseada de los sentimientos de estos u otros colectivos, por lo cual las informaciones que aparecen en la prensa –principal fuente que utilizaremos para ilustrar el impacto del conflicto-, deben ser siempre tomadas con cautela.

2. Cuba como algo nuestro El impacto de la guerra de Cuba, además de ser, seguramente, diferente para los

distintos grupos sociales o ideológicos, también tuvo que serlo para las diversas regiones españolas, teniendo en cuenta la solidez de los vínculos de cada una de ellas con la Gran Antilla. En el caso de Asturias, la emigración a la Isla se inició muy tempranamente y se intensificó de manera evidente ya desde antes de la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Para entonces la colonia asturiana en Cuba era amplia e influyente, y las relaciones entre Cuba y Asturias se desarrollaban con fluidez8. No es extraño que el estallido de la insurrección de 1868 provocara una reacción cuyas razones expresaba bien el llamamiento

España en 1898. Las claves del Desastre. Madrid: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 1998, pp. 189-231. 6 ABELLÁN, J.L., y otros: El 98 iberoamericano. Madrid: Pablo Igleisas, 1998. CORTÉS ZABALA, M.T., y otros (ed.): El Caribe y América Latina. El 98 en la coyuntura imperial. 2 vols. México: Instituto de Investigaciones Históricas. 1998. 7 TUÑÓN DE LARA, M.: Costa y Unamuno en la crisis de fin de siglo. Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1974. CALVO CARILLA, J.L.: La cara ocvulta del 98. Místicos e intelectuales en la España de fin de siglo (1895-1902). Madrid: Cátedra. 1998. 8 ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba y sus vínculos con Asturias: rasgos y desarrollo de una colectividad regional en la etapa final del colonialismo español”. En GÓMEZ GÓMEZ, P. (coord.): De Asturias a América. Cuba (1850-1930). La comunidad asturiana de Cuba. Oviedo: Principado de Asturias. 1996, pp. 73-84.

Page 155: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

150

a organizar el batallón de voluntarios con el que el Principado de Asturias apoyaba los esfuerzos bélicos:

“¿Quién de vosotros no tiene allí un hijo, un hermano, un pariente, y no llora el recuerdo de nuestros mayores que en aquella isla dejaron de existir. ¿Quién de vosotros, no se encuentra dispuesto a hacer toda clase de sacrificios para salvar a Cuba, vuestros intereses, los de vuestras familias y el porvenir mismo de la provincia?”9.

Años después, en 1896, el arzobispo de Oviedo lo formularía de manera similar, con el fin de alentar el apoyo a un nuevo batallón enviado desde Asturias para defender la españolidad de la Isla:

“Cuba es algo especialmente nuestro, porque Cuba ha correspondido a nuestros desvelos, fomentando con sus riquezas materiales la prosperidad de nuestro suelo, rejuveneciendo nuestras ciudades y villas, nuestras casas solariegas, nuestros campos y nuestros templos. Si Cuba se pierde, si Cuba deja de ser española, Cuba será desgraciada (…) y España recibirá un golpe mortal, como potencia colonizadora y americana, pero para Asturias será una verdadera causa de ruina material”10.

Volviendo a la Guerra de los Diez Años, en Asturias se fundaron por entonces sendos Círculos ultramarinos en Gijón y Avilés. Se trataba de grupos de presión, que se extendieron por toda la geografía española, con el fin de impedir que los gobiernos del Sexenio llevaran a Cuba las reformas que la Revolución de1868 había introducido en nuestro país. La identificación de patriotismo español con integrismo político y las acusaciones de antiespañolismo a quienes querían aplicar reformas democráticas en la Isla se convirtieron entonces en un argumento reiterado, para desdicha por ejemplo de reformistas de origen asturiano, que también los hubo, como Rafael María de Labra11.

Este integrismo, desde luego, fue también común denominador de la mayoría de los asturianos afincados en Cuba. Los naturales de Asturias nutrieron una porción importante de los batallones de Voluntarios, que pueden identificarse grosso modo como el “brazo armado” del integrismo peninsular. Fueron estos Voluntarios los que lograron la destitución del General Dulce, proclive a las reformas, o los que –por señalar un episodio significativo– consiguieron presionar para que fueran fusilados, a fines de 1871, ocho estudiantes de Medicina acusados de profanar la tumba de Gonzalo Castañón, asturiano de origen y acérrimo españolista, que había sido director del periódico La Voz de Cuba12. De una

9 Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, Oviedo, 27 de septiembre de 1869. En Asturias, como en otras provincias, se formó un batallón con 1.000 plazas de voluntarios, financiado por la Diputación provincial mediante la emisión de un préstamo al 6% que atrajo a numerosos suscriptores particulares, muchos de ellos, por cierto, con intereses en Cuba. Se denominó Batallón de Cazadores de Covadonga. 10 Citado en El Carbayón, Oviedo, 6 de marzo de 1896. 11 ERICE, F.:”Los asturianos en Cuba…”, ob. cit., pp. 84-89. ERICE, F.:”Patriotismo burgués y patriotismo popular: los asturianos ante la guerra de Cuba (1895-1898)”. En URÍA GONZÁLEZ, J. (ed.): Asturias y Cuba en torno al 98. Sociedad, economía, política y cultura en la crisis de entresiglos. Barcelona: Labor. 1994, pp. 142-145. 12 La terrible profanación de la que se les acusaba –que luego se demostró que era falsa– consistía en haber rayado el cristal que cubría la tumba de Castañón.

Page 156: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

151

muestra de Voluntarios de La Habana-Matanzas analizada por el historiador cubano Moreno Fraginals, se concluye que el número de asturianos dentro del cuerpo suponía un 20,9% del total, proporción algo inferior a la de canarios (24,8%) pero superior a las de las demás regiones peninsulares (seguían los catalanes con un 17,8%)13.

Con posterioridad a la Guerra de los Diez Años, la emigración asturiana se intensificó de forma acelerada. Sólo entre 1885 y 1895, llegaron a la Isla unos 33.000 emigrantes procedentes de nuestra región. En vísperas de la guerra de 1895 vivían en Cuba probablemente unos 50.000 asturianos, cantidad sólo sobrepasada por la colectividad de canarios y probablemente superior a la de gallegos; para que nos hagamos una idea de lo que eso suponía, baste pensar que en 1897 Asturias contaba con una población de 612.000 habitantes, lo que supone que había en Cuba más o menos un asturiano por cada doce que habitaban en el Principado14.

La comunidad asturiana en Cuba, fundamentalmente urbana, era, además, variada y heterogénea. Como patronos o como trabajadores, los asturianos aparecen en casi todos los sectores económicos y laborales, desde la banca y el ferrocarril hasta la industria, pero particularmente en el pujante sector tabaquero y, de manera muy especial, en el comercio, en calidad de dueños de establecimientos o de dependientes. De hecho, el colectivo asturiano era tal vez el grupo regional económica y socialmente más fuerte e influyente, al menos en La Habana, según testimonios como los de un cronista catalán, precisamente en 1895, que lo describía en estos términos:

“No sé a punto fijo el número de colonos que tiene Asturias en Cuba; lo que sí puede asegurarse es que las pequeñas industrias y los comercios más ricos están en manos de los hijos del Cantábrico (…). Forman los asturianos en La Habana una legión nutrida y compacta. Pobres y ricos mantienen el tacto de codos que da fuerza al individuo y a la comunidad, y levantan la casa pairal en el mejor sitio de La Habana, con una ostentación y riqueza capaces de atestiguar, de decir en síntesis expresiva: somos aquí los primeros y los mejores”15.

La casa pairal a la que se refiere era el Centro Asturiano (1886), inicialmente afincado en el edificio que ocupara el Casino Español y que, desde 1892, disfrutaba de una nueva y suntuosa sede. Se trataba, sin duda, de la más poderosa entidad asturiana en la Isla (en 1890-91 agrupaba a 4.391 afiliados), pero no era la única. Estaban también las asociaciones asturianas de beneficencia, empezando por la de La Habana (1877) y siguiendo al menos con media docena más, esparcidos, en la década siguiente, por otras tantas localidades cubanas. Pero, además, los asturianos nutrían mayoritariamente o controlaban las direcciones de importantes entidades no estrictamente regionales, como la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana (que en 1895 contaba nada menos que con

13 MORENO FRAGINALS, M.R., y MORENO MASÓ, J.J.: Guera, migración y muerte (El ejército español en Cuba como vía migratoria). Colombres (Asturias): Fundación Archivo de Indianos. 1993, p. 97. 14 ERICE, F.: “”Los asturianos en cuba…”, ob. cit., p. 89. ANES ÁLVAREZ, R.:”Asturias ante la guerra de Cuba”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 156. Oviedo. 2000, pp. 69-71. 15 Citado en El Carbayón, 15 de mayo de 1895.

Page 157: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

152

10.300 afiliados) o la patronal Unión de Fabricantes de Tabaco (según el cronista Elices Montes, “asturiana en su casi totalidad”)16.

La colectividad asturiana no era un simple agregado numérico integrado por los naturales del Principado asentados en la Isla. Se articulaba de manera funcionalmente estratificada y contaba con dos poderosos elementos de cohesión: el paternalismo y el patriotismo españolista. Las jerarquías sociales se reproducían en todo el tejido asociativo de ámbito regional. Así, el Centro Asturiano, creado por un grupo de modestos trabajadores, pronto pasó a ser controlado por los notables, especialmente por el industrial Manuel del Valle, cuya presidencia contribuyó sobremanera, al parecer, a la prosperidad de la asociación, según una cronista del momento:

“Todos sabemos que sin la caja de D. Manuel Valle no habría Centro Asturiano (…). Cincuenta hijos del trabajo sujetos al jornal con ansia esperando al sábado para cubrir las atenciones de le semana, no pueden aprontar otra cosa que entusiasmo y buen deseo”17.

Las sociedades de beneficencia cumplían también, ciertamente, su consabido papel de resaltar las jerarquías sociales, al diluir las relaciones conflictivas en vínculos de protección de los de abajo por parte de los de arriba; por eso, entre otras cosas, estaban presididas siempre por destacados industriales, comerciantes o banqueros. Concretamente la de La Habana la encabezó de manera continuada, entre 1880 y 1909, Leopoldo González Carbajal, gran propietario tabaquero de origen avilesino y marqués de Pinar del Río desde 1885. El artículo 3º del Reglamento de la Sociedad Asturiana de Beneficencia de La Habana le atribuía además funciones de inserción laboral de los inmigrantes asturianos: “[La Asociación] hará (…) recomendación en favor de los asturianos recién llegados a la Isla, que acrediten su honradez y laboriosidad, para que consigan colocación inmediata”. La misma Asociación de Dependientes, pese a su denominación, no era dirigida por los propios trabajadores del comercio, sino por su patronos; a modo de ejemplo, entre 1894 y 1897 la presidió el asturiano Segundo García Tuñón, comerciante notable y futuro marqués de las Regueras, ostentando la vicepresidencia Fernando Loriente, “apreciable y acomodado comerciantes de esta plaza”, según se le definía en crónica de la época18.

El modelo de relaciones sociales establecido dentro de la comunidad asturiana se basaba, pues, en el paternalismo protector de las clases adineradas y la deferencia respetuosa de los trabajadores y los sectores más modestos hacia sus patronos y superiores. Las propias relaciones laborales fortalecieron este género de vínculos, algo menos en el sector tabaquero, donde los conflictos obrero-patronales no estuvieron ausentes, que en el del comercio, en el que la promoción social del dependiente dependía estrechamente de un comerciante a menudo procedente de su mismo pueblo, que lo

16 ERICE, F.: Los asturianos en Cuba…”, ob. cit., pp. 107-117. ELICES MONTES, R.: Los asturianos en el Norte y los asturianos en Cuba. La Habana: Imprenta y Papelería la Universal. 1893, p. 148. 17 CANEL, E.: Magosto. Colección de tradiciones, novelas y conferencias asturianas. La Habana: Imprenta y Papelería La Universal de Ruiz y Hermano. 1894, pp. 85-98. 18 ERICE, F.:”Los asturianos en Cuba…”, ob cit., pp. 108-109.

Page 158: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

153

empleaba a veces desde su llegada a Cuba y, tras años de duras y agotadoras jornadas (solía hablarse de los “esclavos del mostrador”), le permitía independizarse y montar negocio propio19. La “coincidencia de intereses”, según señalaba el rotativo astur-habanero El Eco de Covadonga, ayudaba al dependiente cobijándolo y aminorando en él “la amargura que se siente cuando se abandonan los patrios lares”; pero, obviamente, favorecía también a los patronos, fomentando la fidelidad y las altas prestaciones en trabajo de los dependientes, y, claro está, a los intereses “muy sagrados de España en América”20. Otro cronista del momento recogía bastante bien este sentimiento de adhesión de los dependientes, ligado a sus posibilidades de ascenso social:

“Su condición trabajadora les ofrece un porvenir risueño. Saben que con el trabajo y el ahorro, los grandes comerciantes de hoy, los capitalistas del día, fueron dependientes como ellos, y por eso trabajan y esperan días de mayores prosperidades”21.

El otro factor aglutinante fundamental era, sin duda, el patriotismo. La mayoría de los dependientes y muchos otros trabajadores asturianos formaban parte de los cuerpos de Voluntarios, en cuyo seno, por cierto, se reproducían las jerarquías sociales establecidas (en la base, los trabajadores, y entre la oficialidad, los empresarios del comercio o la industria y los notables). De hecho, según Tesifonte Gallego, el encuadramiento en dicho cuerpo era prácticamente obligado: en tiempos anteriores, los dependientes de comercio, al convertirse en tales, recibían la inscripción de socios del Casino Español; luego, se les incorporaba obligadamente a los Cuerpos de Voluntarios. Eso no significa negar un patriotismo subjetivo sin duda ampliamente compartido, por más que tal sentimiento estuviera vinculado, además, a unas posibilidades de promoción social en gran medida en manos de sus patronos que eran, asimismo, fuertemente españolistas22. Incluso cuando los dependientes llegaron a reclamar, a comienzos de los años 80, el descanso dominical, tal vez la única reivindicación que chocaba con los intereses de sus patronos, al transmitir la petición al Capitán General, dejaban claramente sentados su religiosidad y su patriotismo:

“…Treinta mil dependientes del comercio, treinta mil voluntarios que estarán a vuestro lado… ‘al primer toque del clarín guerrero’, o de paz, que es la que desean, os ruegan que no echéis en olvido su petición justificadísima, digna, santa y moral, Excmo. Sr.: porque la Iglesia condena el trabajo en los días festivos, y condenándolo la Iglesia lo condenan ellos, es decir, nosotros, porque somos católicos, apostólicos, romanos, y creemos y confesamos cuanto nuestra Santa Madre Iglesia cree y confiesa”23.

Este españolismo se vinculaba políticamente a los sectores y corrientes ideológicas más intransigentes24. La mayoría de los notables asturianos militaban en Unión Constitucional, 19 ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba…”, ob. cit., pp. 99-107 20 El Eco de Covadonga, La Habana, 10 de abril de 1894. 21 GALLEGO, T.: Cuba por fuera (Apuntes del natural). La Habana: La Propaganda Literaria. 1890, pp. 22-23 y 219. 22 ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba…”, ob. cit., pp. 117-123. 23 El Eco de Covadonga, La Habana, 9 de octubre de 1883. 24 CARRERAS, J.A.: Cuba. Contradicciones de clase en el siglo XIX. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1985, p. 221.

Page 159: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

154

el partido integrista por antonomasia. En cuanto a la masa de dependientes o asturianos de a pie, ante todo formaban parte de los batallones de Voluntarios; las estimaciones para los años 90, antes y después de iniciarse la contienda, cifraban la proporción de asturianos dentro de este cuerpo entre la cuarta parte y el 40%. Los jefes, nombrados por el Capitán General, se escogían entre “personas de intachable conducta y fama, reconocida ilustración, arraigo y ventajosa o desahogada posición social”; o sea, entre los sectores acomodados. Luego, jefes y voluntarios rasos ofrecían un espectáculo patriótico de pedagógico interclasismo, tal como lo describía el periódico El Oriente de Asturias a propósito de una parada militar protagonizada Batallón Urbano de La Habana, organizado fundamentalmente por el banquero y gran comerciante Ramón Argüelles, marqués de Argüelles, en plena guerra:

“Allí, en el Paseo del Prado, en correcta y brillante formación estaban unos 20.000 hombres, entre los cuales figuraban los más opulentos capitalistas de La Habana, junto a los jóvenes dependientes de las tiendas de tejidos, que, a su vez, alineaban con braceros modestísimos: que el patriotismo y la lealtad no son patrimonio exclusivo de los ricos. Jóvenes robustos, de espaldas atléticas, junto a hombres de edad madura, pero vigorosos, duros, con la agilidad de los niños y el aliento de los héroes”25.

Los vínculos que esta colectividad asturiana mantenía con su región de origen eran múltiples y variados. No destacaba especialmente la densidad del intercambio comercial, pues no eran muchos ni muy cuantiosos los productos asturianos demandados en la Isla. La relación económica fundamental radicaba probablemente en las remesas de dinero enviadas por los emigrantes en Cuba a su región de origen para ayudar a sus familias o adquirir bienes y propiedades. También menudeaban los contactos humanos epistolares (el correo marítimo llegaba dos o tres veces al mes), o el tráfico de noticias a través de los periódicos asturianos, alguno de los cuales, como el ovetense El Carbayón, llegó a contar con corresponsal propio en La Habana. O los viajes periódicos de los emigrantes a su patria de origen, que fueron haciéndose más frecuentes y asequibles. Todo ello generaba un flujo de sentimentalidad compartida, alimentada además por un cultivo permanente de la nostalgia y de una asturianía no exenta de folkorismo (fiestas y romerías asturianas, consumo de sidra, etc.) que reforzaba los vínculos de cohesión dentro de la colectividad asturiana y de identificación con la Asturias natal26.

3. Las reacciones ante la guerra. La etapa de exaltación inicial (1895-1896)

La guerra final de independencia cubana (1895-1898) provocó, como era de esperar, un súbito aumento del interés de los asturianos por la situación de la Isla, manifestado en la proliferación de informaciones en la prensa y de actos patrióticos de distinto tipo. Hay que tener en cuenta que, a los lazos prexistentes ya descritos, que por sí mismos justificaban este interés, se añadía ahora la movilización del que fue el mayor ejército que cruzó el

25 El Oriente de Asturias, Llanes, 10 de mayo de 1896. 26 ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba…”, ob. cit., pp. 14-17 y 127-136.

Page 160: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

155

Atlántico antes de la Segunda Guerra mundial: unos 200.000 hombres en total, de los que varios miles eran asturianos27

A lo largo del conflicto, sin embargo, se fueron produciendo cambios evidentes en las actitudes de la población. En 1895 destacó la lenta reacción, seguida del entusiasmo colectivo. En 1896, culminaba la exaltación españolista. En 1897, el frente patriótico unánime empezó a resquebrajarse, pudiendo detectarse un aumento de las actitudes de desánimo y el surgimiento de las primeras protestas. Finalmente, en 1898, sobre todo tras la intervención de Estados Unidos, tendría lugar un claro rebrote del patriotismo popular, a menudo teñido de cierta desesperanza28.

La sublevación del 24 de febrero de 1895 estaba, sin duda, mejor preparada que la de 1868, y contaba con una amplia base popular. Ello permitió a los insurrectos, en los dos primeros años, llevar la guerra hasta el occidente de la Isla, gracias a una estrategia de guerrillas bastante eficaz, y dominar el campo, aunque no las ciudades, que siguieron bajo control de las autoridades españolas. La conducción inicial de la guerra por parte española correspondió al general Martínez Campos (abril de 1895-enero de 1896), que pretendió adoptar posiciones conciliadoras y se negó a secundar posturas represivas, alegando que su conciencia se lo impedía. Le sustituyó el general Weyler quien, por el contrario, asumió una línea de particular dureza (“a la guerra con la guerra”)29.

Si nos adentramos en la prensa asturiana del momento, nuestra principal fuente de información en esta parte del trabajo, lo más llamativo es, desde luego, la abundancia de noticias y crónicas sobre el conflicto que, poco a poco, abarrotan los periódicos, relegando casi siempre a segundo plano la restante temática o reduciendo sustancialmente su presencia. El tono triunfalista y la descripción de la guerra como un enfrentamiento entre heroicos españoles y cobardes e “ingratos” mambises son, como cabía esperar, rasgos centrales en el tratamiento de lo que sucedía en la mayor de las Antillas. Al comportamiento bárbaro de los insurrectos se añade, además, otro elemento clave en la interpretación de la contienda: el componente racial. Ya en 1895 las alusiones tanto al supuesto salvajismo de los cubanos rebeldes como a la presencia de cabecillas de color es, ciertamente, constante. Si Cuba se apartaba del dominio de España –se asegura– no sería independiente, ni siquiera propiedad de Estados Unidos, sino “de los negros”30. La brutalidad de los mambises se ejemplifica incluso con comportamientos que, a tenor de lo sucedido con las guerras del siglo XX, suenan hoy tremendamente ingenuos, como cuando se reprocha al enemigo el uso de la dinamita:

27 MORO BARREÑADA, J.M.: “El servicio militar en Astuyrias y la guerra de Cuba”. En URÍA GONZÁLEZ, J.: Asturias y Cuba…, ob. cit., p. 127. 28 ERICE, F.: “Patriotismo burgués…”, ob. cit. ALLENDE VAQUERO, C.: “Cuba, ‘La Perla de Avilés’: actitud de la burguesía avilesina ante el conflicto colonial”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Astiurianos, 156. Oviedo. 2000, pp. 9-67. 29 ELORZA, A., ARTOLA, R., y HERNÁNDEZ SANDOICA, E.: La guerra de Cuba (1895-1898). Madrid: Alianza. 1998. 30 ERICE, F.: “”Patriotismo burgués…”, ob. cit., pp. 148-158.

Page 161: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

156

“Ya no se conforman con los robos, incendios, saqueos, asesinatos aislados y la destrucción de cuanto encuentran a mano, fuera del alcance de las balas de nuestros ejército, sino que ya apelan a un procedimiento salvaje que ni los moros emplearon cunado la guerra de Melilla: a la dinamita, arma de los enemigos de la sociedad, que tan general protesta alcanzó no ha mucho en toda Europa”31.

Esta equiparación de los combatientes cubanos a lo que hoy llamaríamos terroristas (la frase anterior evoca los atentados anarquistas o nihilistas en la Europa de la época) y su identificación con individuos de raza negra se mantiene en 1896, cuando proliferan observaciones sobre “las hordas africanas” que predominan en la insurrección, acerca de la supuesta obsesión de los negros de poseer a mujeres blancas, o incluso pintorescas historias sobre ejércitos de mujeres de Colón, como la de aquella partida de 88 mulatas vestidas de hombre que deambulaban por los campos32. Por eso el entusiasmo se desbordó especialmente, en Asturias, al conocerse la noticia de la muerte de Maceo, personaje que añadía a su cualidad de jefe carismático y especialmente capaz de los rebeldes, su condición racial. Brindis incesantes, repiqueteo de campanas y lanzamiento de cohetes acompañaron en Asturias al fallecimiento del Titán de Bronce, con constantes alusiones a su “baja ralea” y calificativos infamantes como “porcón” o “negrazu”33.

Otro elemento que se engarza desde muy pronto en el análisis de la guerra es el anti-yanquismo, réplica a la más que evidente intromisión, directa o indirecta, de los norteamericanos en el conflicto. Que el tema era bastante popular lo demuestran cuplés alusivos como éste que, a finales de 1895, despidiendo a tropas españolas, se cantaron en el teatro Campoamor de Oviedo:

“Los mambises allá en Cuba / Se quieren emancipar, / Sin contar con la brabura [sic] / de las tropas que allí van / Y pretenden, los ingratos / un gobierno establecer / con auxilio de los…yankies… / ejem! ejem!”34.

La irrupción del Senado norteamericano en el conflicto suscitó en Asturias reacciones tales como algunas manifestaciones patrióticas de estudiantes, pero, sobre todo, parece haber sido el desencadenante de la creación de la denominada Junta del Principado, organismo que se encargaría de formar un nuevo batallón de voluntarios y enviarlo a Cuba. El arzobispo de Oviedo, que la presidía, llamaba en discurso público a mostrar el patriotismo de Asturias de manera práctica, “no cantando rondallas, ni gastando el tiempo en manifestaciones estériles, que ni derrotan a los mambises, ni rechazan los insultos de los yankées”35.

31 “Carta de Cuba” en El Carbayón, Oviedo, 12 de noviembre de 1895. 32 “Valiente ejército –añadía el corresponsal– formarán esas catedráticas”. Sobre éste y episodios similares, véase El Carbayón, Oviedo, 3, 6, 10 y 20 de febrero y 7 de julio de 1896. 33 Algunas reacciones en El Carbayón, Oviedo, 10, 12, 13 y 30 de diciembre de 1896. 34 El Carbayón, Oviedo, 11 de noviembre de 1895. 35 El Carbayón, Oviedo, 6 de marzo de 1896. Obsérvese la fluctuante ortografía al referirse a los norteamericanos.

Page 162: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

157

Es difícil calibrar el grado de espontaneidad de las manifestaciones patrióticas que proliferaron en estos primeros años de la guerra. No cabe duda, en cambio, del papel fundamental de la Iglesia en la canalización de dicho impulso, al menos desde septiembre de 1895, momento clave para recuperar los símbolos de la Cruz de la Victoria y Covadonga y reforzar una interpretación religiosa de la guerra (la “espada y la cruz” unidas) e incluso providencialista36.

Fue, indudablemente, crucial este protagonimso eclesiástico en la creación de un nuevo destacamento militar (el Batallón del Principado) que ahora, a diferencia de la Guerra de los Diez Años, sólo Asturias se mostró capaz de organizar. El batallón constaba de 1.000 plazas, y su puesta en marcha correspondió a la mencionada Junta del Principado, presidida por el prelado ovetense y con participación de personajes notables de la vida política, económica y social. Diferentes Juntas locales se encargaron de canalizar una suscripción popular que también algunas empresas (como la Sociedad Santa Bárbara de La Manjoya o la Fábrica de Mieres) se esforzaron en estimular entre sus trabajadores. Obviamente los notables también hicieron su aportación pecuniaria (la suma más alta de un particular alcanzó las 10.000 pesetas), a la vez que, muchos de ellos, participaban, asimismo, en el empréstito lanzado por el estado en 1896 para afrontar las necesidades de la guerra. Bien es cierto que, en este último caso, además de los sentimientos patrióticos, aparecía como un factor no desdeñable el interés nominal del 6’5%, la garantía de la renta de Aduanas, la cotización en Bolsa de los títulos, la admisión como fianza por el Estado y la exención de contribuciones y gravámenes37.

La exaltación nacionalista canalizada por las fuerzas vivas puede hacer dudar de la espontaneidad del sentimiento popular, y es evidente que en algunas suscripciones, por ejemplo, la presión de patronos, párrocos o personas notables pudo ser más persuasiva que la previa voluntad de los donantes. Pero hay otros indicios al menos de la inquietud de las gentes del pueblo, ante acontecimientos que afectaban con mucha frecuencia a sus familiares o antiguos vecinos afincados al otro lado del Atlántico, o a sus allegados enrolados en el ejército.

Así, en noviembre de 1895, la prensa glosaba las solemnes despedidas en Gijón y Oviedo al regimiento del Príncipe, que embarcaba hacia el escenario de la guerra, mostrando, más allá de posibles exageraciones de los periodistas, el indudable impacto popular de los actos. En Gijón, al banquete patriótico ofrecido por Ayuntamiento y Casino a oficiales y algunos soldados se sumó la marcha hacia la estación del ferrocarril en medio de los vítores de un “inmenso gentío”. En Oviedo, los actos duraron varios días, incluyendo jura de banderas e imposición de medallas en una catedral abarrotada; al salir del cuartel el batallón, la afluencia de gente era tal que “no se podía dar por allí un paso”. Luego los soldados marcharon hacia la estación, precedidos por estudiantes portando banderas y aclamados por la multitud38. 36 VAQUERO IGLESIAS, J.A.: “La Iglesia asturianas y el 98 (1895-1898)”. En URÍA GONZÁLEZ, J. (ed.): Asturias y Cuba…”, ob. cit., pp. 85-97. 37 ERICE, F.: “Patriotismo burgués…”, ob. cit., pp. 155-158. 38 ERICE, F.: “Patriotismo burgués…”, ob. cit., pp. 151-152.

Page 163: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

158

La despedida del Batallón del Principado, un año más tarde, registró un impacto semejante y una participación igualmente jerarquizada de autoridades y notables por un lado y del pueblo llano por otro. Hubo también banquete, con presencia del Obispo y “las personas de más arraigo y representación en Asturias”, así como desfiles que se desarrollaron –si hemos de creer a la prensa– entre constantes vítores del público. En Gijón, llegaron a cerrarse comercios y fábricas para facilitar la asistencia a lo actos de despedida39.

Escenas de entusiasmo parecidas o equiparables se verifican –una vez más, según las crónicas periodísticas– entre los asturianos de La Habana, más afectados, además, por la proximidad de la guerra. El estallido de la contienda provocó una extensa movilización de comerciantes y dependientes para organizar batallones y guerrillas; el Centro Asturiano, la Asociación de Dependientes y muchos particulares adinerados marcaron la pauta de estas actividades. Luego, la breve estancia en La Habana del batallón Asturias fue jalonada de agasajos de las autoridades y actos multitudinarios, en los que se gastaron nada menos que 25.000 pesos. Meses más tarde, la llegada de Weyler fue saludada por un manifiesto de los periódicos regionales de La Habana urgiéndole a lograr la paz “por medio de una guerra de brilladores triunfos”. Después, el ilustre militar fue aclamado por las multitudes en las calles. Como en Asturias, el sentimiento patriótico a se alimentó también del rechazo contra las injerencias norteamericanas, incluso de manera más viva. Nuevamente la prensa regional reaccionó con dureza contra “los eructos” de los norteamericanos, e instaba al “insigne caudillo” Weyler a que llevara a buen término la “gran batalla moral entre el orden y la anarquía”40.

4. De las primeras muestras de desencanto al rebrote patriótico (1897-1898)

El “empate técnico” militar de 1897, pese a la dura política de reconcentración impulsada por Weyler, debió ir minando el entusiasmo inicial, tanto en Asturias como en la propia Cuba. Tal vez por ello las manifestaciones patrióticas empezaron a ser menos frecuentes y menos entusiásticas. Otros factores que influyen en la percepción del conflicto fueron, desde 1897, el progresivo involucramiento norteamericano, la muerte de Cánovas (agosto) y el posterior acceso al gobierno del liberal Sagasta, que supondrá la sustitución de Weyler y la concesión a Cuba de una autonomía que, sin duda, llegaba tarde para frenar el conflicto.

Los españoles –y por ende los asturianos– se encontraron además sacudidos por los efectos de una crisis económica a la que los esfuerzos de guerra no eran ajenos, y que de alguna manera fijaba sus prioridades frente al seguimiento del conflicto. El motín de consumos desencadenado en Mieres en junio de 1897 es una manifestación especialmente

39 ERICE, F.: “Patriotismo burgués…”, ob. cit., p. 157. 40 ERICE, F.: ·”Patriotismo burgués…”, ob. cit., pp. 150-154. La Unión Constitucional, La Habana, 4 y 23 de febrero y 10 de marzo de 1896. Entre los periódicos calificados de prensa regional estaban El Correo de Asturias y El Heraldo de Asturias.

Page 164: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

159

llamativa de esta situación. Posteriormente, ya en 1898, en los primeros días de mayo, se producirán nuevos amotinamientos de este tipo en Gijón y Oviedo41.

A lo largo de 1897, las noticias de Cuba siguieron llenando las páginas de los periódicos, pero su presencia –y sobre todo la intensidad de las reacciones colectivas que suscitaban– parecen bajar de tono. Además, se publicaban cada vez más noticias críticas o que venían a ilustrar, más que el heroísmo o las glorias militares, la sordidez y la miseria de la guerra. Tal vez no resulte extraño, dada su condición republicana, que el periódico El Noroeste diera a la luz, en abril de 1897, una crónica en la que un soldado relataba la muerte por hambre de una mujer, subrayando el carácter habitual de estos sucesos y ligándolos a la política de Weyler de reconcentrar a la población. Pero llama algo más la atención, por ejemplo, que el conservador El Carbayón recogiera, en septiembre de 1897, una crónica del habanero Diario de la Marina en la que se describían las “caras descarnadas, manos terrosas y ojos hundidos” de los soldados heridos, “las víctimas y al propio tiempo los héroes de la guerra, lozana juventud de ayer, cuyos alegres veinte años, llenos de promesas y esperanzas, quedaron enterrados entre la manigua traidora o bajo las verdinegras aguas del pantano infecto”; o que añadiera a esta descripción otra sobre los sufrimientos de la población civil, de una “turba famélica que inspira compasión y espanto al mismo tiempo”, refiriéndose a “niñas laceradas por la miseria y la prostitución” o a “hombres macilentos y escuálidos, casi autómatas, con el hambre pintada en el amarillento rostro”. Que luego se achacaran estos males, de manera genérica, a la contienda, o incluso a la responsabilidad de los rebeldes, no impide que fueran, a la vez, una denuncia de las desgracias de la guerra y el reflejo de una imagen escasamente heroica o marcial42.

Guerra, hambre y enfermedades tropicales que diezman las tropas españolas aparecen ahora evocadas con creciente frecuencia en las crónicas y noticias. El conocido periodista republicano Alfredo Calderón recordaba, en una de ellas, que a nuestros puertos llegaban desde Cuba buques “cargados de espectros”, y que la contienda estaba generando una mortandad espantosa incluso entre la parte de la población civil cubana que no era hostil a España. El mismo jefe del Batallón del Principado, Teniente Coronel Manjón, declaraba en septiembre de 1897, tras su desembarco en La Coruña, que el enemigo principal no eran los insurrectos, sino las enfermedades, “que van mermando el ejército hasta dejar sin gente los batallones”43.

Asimismo, en 1897 surgen en Asturias las primeras manifestaciones significativas de oposición a la guerra en una u otra forma. Algunas parecen más o menos espontáneas, como la de las madres o esposas de movilizados que, en Gijón, en octubre de 1897, intentan repetir una algarada anterior acontecida en Zaragoza, colocándose delante de los trenes con gritos contra la guerra y por el servicio militar obligatorio (es decir, contra las

41 ORTEGA VALCÁRCEL, E.: “Los partidos de izquierda y las reacciones populares en Asturias ante la crisis colonial”. En URÍA GONZÁLEZ, J.: Asturias y Cuba…, ob. cit., pp. 135-137. 42 “La guerra en Cuba. Apuntes del natural”, en El Noroeste, Gijón., 8 de abril de 1897. “Los que lloran y los que ríen”, en El Carbayón, Oviedo, 24 de septiembre de 1897. 43 “Política humana”, en El Noroeste, Gijón, 123 de octubre de 1897. El Comercio. Gijón, 22 de septiembre de 1897.

Page 165: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

160

quintas); o la protesta, poco después, en el entierro de un soldado socialista que se había suicidado, y que congregó, según el diario El Noroeste, a más de 3.000 personas; o, en fin, el conato de motín en Gijón, ya finalizando el año, donde no sólo se gritó contra la guerra, sino también “¡Viva la anarquía!”, “¡Viva Cuba libre!” o “¡Abajo los burgueses!”44.

En el trasfondo de muchas de estas movilizaciones está el rechazo del sistema militar entonces vigente, que eximía a los ricos a cambio del pago de una determinada cantidad de dinero o la contratación de un sustituto. Los republicanos, aunque en su discurso mantenían un patriotismo español a veces muy acentuado, protestaron contra esta injusticia social en campañas específicas, sobre todo a finales de 1897, en las que clamaban asimismo contra los negocios hechos en la guerra a costa del sufrimiento de los soldados. Algo parecido hicieron los socialistas, bajo el lema “¡O todos o ninguno!”, que aludía precisamente a la exención de los ricos45.

Los acontecimientos del año 98 vinieron a confirmar los pronósticos derrotistas del año anterior y, sobre todo, a introducir un elemento nuevo, con la intervención directa de los norteamericanos, que veían así la oportunidad de conseguir su viejo objetivo de asumir el control de Cuba, recogiéndola –según la clásica expresión de los expansionistas estadounidenses- como una “fruta madura” que caía del árbol. No vamos a relatar ahora–no es el objeto de este trabajo- cómo se justificó la intervención de Estados Unidos, los avatares de la corta guerra entre abril y agosto y las consecuencias ulteriores selladas en la Paz de París al finalizar el año. En cuanto a las reacciones en Asturias, oscilaron entre la lúcida desesperanza de los más expertos y la súbita revitalización del patriotismo popular.

No cabe duda de que muchos consideraban “segura la derrota desde que la guerra se declaró” y que algunos pensaron que había que aceptar el envite tan sólo “por decoro”.46 Por eso tal vez el patriotismo burgués o de inspiración eclesiástica se muestra esta vez menos ostentoso, pese a que las declaraciones públicas de los políticos, de los conservadores a los republicanos, se tiñen de solemne e impostado españolismo. Por el contrario, el entusiasmo popular parece ahora más vivo y espontáneo.

Lo cierto es que, en los pocos meses que duró la guerra con Estados Unidos, las manifestaciones y actos patrióticos proliferaron, afectando a múltiples aspectos de la vida cotidiana. Las rogativas y procesiones; las despedidas a los soldados; las sesiones teatrales solidarias o las interrupciones de los mismos espectáculos para interpretar La Marcha de Cádiz (que funcionaba como himno oficioso) entre el aplauso popular; la proliferación de cinturones y cintas rojigualdas en las calles y los cafés; o las aglomeraciones ante estaciones de telégrafos y redacciones de prensa en busca ávida de noticias… muestran unos niveles de sensibilización social tal vez sin precedentes, en torno a la guerra47.

44 ORTEGA VALCÁRCEL, E.: “Los partidos de izquierda…”, ob. cit., pp. 129-130. 45 MORO BARREÑADA, J.M.: “El servicio militar…”, ob. cit. ORTEGA VALCÁRCEL, E.:”Los partidos de izquierda…”, ob. cit., pp. 137-140. 46 Véase El Comercio, Gijón, 14 y 29 de mayo y 15 y 16 de julio de 1898. 47 ERICE, F.: “Patriotismo burgués…”, ob. cit., pp. 162-163.

Page 166: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

161

El argumento esencial que, en estos momentos, nutre las protestas, es un anti-norteamericanismo invasivo, que a menudo contrapone, en términos ideológicamente tradicionalistas, el “honor” español a la codicia de un “pueblo advenedizo” o “pueblo sin historia” como los Estados Unidos. La psicosis frente a una posible extensión del frente a nuestra Península provocó, en aquellas días, episodios tan anecdóticos como el de la detención en Gijón de un individuo “a quien por su aspecto y trazas se le tomó en los primeros momentos por un yankee”, y que al parecer había sido visto mirando con anteojos el puerto y la zona artillada de Santa Catalina48.

5. La derrota y las imágenes finales Con la derrota ante los Estados Unidos se imponía la evidencia de la desproporción de

fuerzas, que la exaltación de los primeros momentos o el desconocimiento de algunos les había impedido asumir. Pero llegaba también una nueva imagen impactante: la de los repatriados. “Esqueletos que asustan, con sus rostros demacrados y con sus ojos hundidos, con sus piernas temblorosas y su cabeza caída sobre el pecho”; así describía un diario asturiano la llegada de algunos de los supervivientes49, mientras la Sociedad Filantrópica Gijonesa se esforzaba en suministrar un mínimo socorro a quienes regresaban prácticamente desamparados y desprovistos de cualquier protección oficial. El propio periódico republicano El Noroeste ofrecía también alguno de los balances más amargos de la guerra, como éste publicado finalizando el fatídico año del Desastre:

“¿Dónde están los acompasados sones de la marcha de Cádiz? ¿Qué se hacen ahora de aquellos valientes que emulaban con sus gritos guerreros al tradicional capitán Araña? ¿A dónde se fue la gloria que entre bendiciones y latines prometían nuestros obispos a los pobres soldados que abandonaban sus lares, lleno el corazón de risueñas esperanzas y dejando en el de sus madres y deudos dolorosa incertidumbre e inacabable tristeza?”50

Bueno es señalar para concluir, que ni la crisis del 98 fue tan extrema en sus consecuencias ni se rompieron radicalmente los vínculos entre la metrópoli y la antigua colonia. En primer lugar, no hubo un retorno masivo de asturianos, que siguieron mayoritariamente afincados en Cuba, protegidos primero por las tropas norteamericanas y luego por el presidente Estrada Palma, aunque, a decir verdad, las actitudes hostiles contra ellos fueron más escasas y ocasionales que persistentes. Además, pronto se reanudó la emigración a la Isla que, entre 1902 y 1907, alcanzó la considerable cifra de 27.000 nuevos asturianos (el 21% de todos los españoles arribados). El Centro Asturiano de La Habana, que entre 1900 y 1905 estableció una veintena de sucursales por distintas localidades de la Isla, contaba ese último año con más de 25.000 afiliados (recordemos que en 1895 sólo tenía 6.500). Tampoco se cercenó el proceso de españolización cultural de Cuba; no cabe olvidar que, como nos recuerda Moreno Fraginals, el mismo Martí, el “apóstol de la

48 Ibíd., pp. 162 y 164. 49 Descripciones de las llegadas en El Carbayón, El Comercio o El Noroeste en los últimos meses del 98. 50 El Noroeste, Gijón, 2 de noviembre de 1898.

Page 167: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

162

independencia”, era hijo de padre valenciano y madre canaria. Y en Asturias, las novedades (el auge económico, el regeneracionismo, la Extensión Universitaria, o diversiones como el cine o el fútbol que llegaban pegando fuerte…) no hicieron olvidar a Cuba, siempre presente y con la cual las relaciones siguieron siendo estrechas, pero sí relegaron a un segundo plano los peores efectos del trauma generado pro la fractura colonial51.

6. Bibliografía citada

ABELLÁN, J. L. y otros: El 98 Iberoamericano. Madrid: Pablo Iglesias. 1998.

ALLENDE VAQUERO, C.: “Cuba, ‘La Perla de Avilés’: actitud de la burguesía avilesina ante el conflicto colonial”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 156. Oviedo. 2000, pp. 9-67.

ÁLVAREZ JUNCO, J.: “El nacionalismo español como mito movilizador. Cuatro guerras”. En CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M. (ed.): Cultura y movilización en la España contemporánea. Madrid: Alianza. 1997, pp. 35-67.

ANES ÁLVAREZ, R.: “Asturias ante la guerra de Cuba”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 156. Oviedo. 2000, pp. 61-81.

CALVO CARILLA, J. L.: La cara oculta del 98. Místicos e intelectuales en la España de fin de siglo (1895-1902). Madrid: Cátedra. 1998.

CANEL, E.: Magosto. Colección de tradiciones, novelas y conferencias asturianas originales. La Habana: Imprenta y Papelería La Universal de Ruiz y Hermano. 1894.

CARRERAS, J. A.: Cuba. Contradicciones de clase en el siglo XIX. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1985.

COMPANYS, J.: “La posición norteamericana”. En LAÍN ENTRALGO, P. y SECO SERRANO, C. (ed.): España en 1898. Las claves del Desastre. Madrid: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 1998, pp. 189-231.

CORTÉS ZAVALA, M. T. y otros (eds.): El Caribe y América Latina. El 98 en la coyuntura imperial. 2 vols. México: Instituto de Investigaciones Históricas. 1998.

ELICES MONTES, R.: Los asturianos en el Norte y los asturianos en Cuba. La Habana: Imprenta y Papelería La Universal. 1893.

ELORZA, A., ARTOLA, R. y HERNÁNDEZ SANDOICA, E.: La guerra de Cuba (1895-1898): historia política de un derrota colonial. Madrid: Alianza. 1998

ERICE, F.: “Patriotismo burgués y patriotismo popular: los asturianos ante la guerra de Cuba (1895-1898)”. En URÍA GONZÁLESZ, J. (ed.): Asturias y Cuba en torno al 98. Sociedad, economía, política y cultura en La crisis de entresiglos. Barcelona: Labor. 1994, pp. 141-165.

51 MORENO FRAGINALS, M.: Cuba/España, España/Cuba. Historia común. Barcelona Crítica, 1995, pp. 299-300. ERICE, F.: “La crisis de 1898…”,ob. cit. ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba…”, ob. cit..

Page 168: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

163

ERICE, F.: “Los asturianos en Cuba y sus vínculos con Asturias: rasgos y desarrollo de una colectividad regional en la etapa final del colonialismo español”. En GÓMEZ GÓMEZ, P. (coord.): De Asturias a América. Cuba (1850-1930). La comunidad asturiana de Cuba. Oviedo: Principado de Asturias. 1996, pp. 71-152.

ERICE, F.: “La crisis de 1898 en Asturias: desarrollo y consecuencias”. En Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 156. Oviedo. 2000, p. 149-164.

FONER, Ph.S.: La guerra hispano-cubana-americana y el nacimiento del imperialismo americano (1895-1902). 2 vols. Madrid: Akal. 1975.

GALLEGO, T.: Cuba por fuera (Apuntes del natural). La Habana: La Propaganda Literaria. 1890.

GUERRA, R.: La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países hispanoamericanos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1975.

JOVER ZAMORA, J. M.: 1898. Teoría y práctica de la redistribución colonial. Madrid: Fundación Universitaria Española. 1979.

MORENO FRAGINALS, M.: Cuba/España, España Cuba. Historia común. Barcelona: Crítica. 1995.

MORENO FRAGINALS, M. R. y MORENO MASÓ J.J.: Guerra, migración y muerte (El ejército español en Cuba como vía migratoria). Colombres (Asturias): Fundación Archivo de Indianos. 1993.

MORO BARREÑADA, J. M.: “El servicio militar en Asturias y la guerra de Cuba”. En URÍA GONZÁLEZ, J. (ed.): Asturias y Cuba en torno al 98. Sociedad, economía, política y cultura en La crisis de entresiglos. Barcelona: Labor. 1994, pp. 99-122.

ORTEGA VALCÁRCEL, E.: “Los partidos de izquierda y las reacciones populares en Asturias ante la crisis colonial”. En URÍA GONZÁLEZ, J. (ed.): Asturias y Cuba en torno al 98. Sociedad, economía, política y cultura en La crisis de entresiglos. Barcelona: Labor. 1994, pp. 123-140.

PABÓN, J.: Días de ayer. Historias e historiadores contemporáneos. Barcelona: Alpha. 1963.

PAN MONTOJO, J. (coOrd.): Más se perdió en Cuba. España, 1898 y la crisis de fin de siglo. Madrid: Alianza. 1998.

TORRE DEL RÍO, R.: “La prensa madrileña y el discurso de lord Salisbury sobre las naciones moribundas (Londres, Albert Hall, 4 mayo 1898)”. En Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, 6. Madrid. 1985, pp. 163-180.

TUÑÓN DE LARA, M.: Costa y Unamuno en la crisis de fin de siglo. Madrid: Cuadernos para el Diálogo. 1974.

VAQUERO IGLESIAS, J.A.: “la Iglesia asturiana y el 98 (1895-1898)”. En URÍA GONZÁLEZ, J. (ed.), Asturias y Cuba en torno al 98. Sociedad, economía, política y cultura en La crisis de entresiglos. Barcelona: Labor. 1994, pp. 85-97.

Page 169: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 170: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

165

LAS GUERRAS DE MARRUECOS

Francisco Ramos Oliver

General de División, ex Director del Instituto de Historia y Cultura Militar

Resumen:

En la Historia Militar de España ocupan un lugar importante las campañas mantenidas por sus ejércitos en el territorio de Marruecos, con notables repercusiones en la política interna de nuestra Patria y cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. En este artículo se pretende dar una visión general de todas ellas, empezando por la única llevada a cabo contra el Reino de Marruecos, la llamada “Guerra de África (1859-1860)”, para continuar con las desarrolladas contra las tribus rebeldes a la autoridad del Sultán, que culminan con la pacificación del territorio y el definitivo establecimiento del Protectorado en 1927.

Palabras clave:

Guerra de África, Guerra de Margallo, Campaña del Rif, Campaña del Kert, Guerra de Marruecos, Protectorado.

Abstract:

In the Spanish Military History, the campaigns fought by the Spanish army in Moroccan territory occupy a preeminent place, with relevant impact in the domestic politics of our homeland, and whose consequences stretch out to the present days. In this article we pretend to give a general view of all of them, starting with the only one carried out against the Kingdom of Morocco, the so called “War of Africa (1859-1860)”, then we continue with the ones fought against the tribes dissenting with the authority of the Sultan that culminate with the pacification of the region and the establishment of the Protectorate in 1927.

Key words:

War of Africa, War of Margallo, War of the Kert, Campaign of the Rif, Morocco war, Protectorate.

1. Introducción

El rey Fernando III el Santo, allá por la primera mitad del siglo XIII, ya concibió una expedición para continuar la lucha contra los musulmanes en su propio territorio. Su muerte impidió llevarla a cabo, pero más adelante, en 1496 durante el reinado de los Reyes Católicos, una expedición al mando de Pedro de Estopiñán se apodera de Melilla. Los portugueses habían hecho lo mismo con Ceuta en 1415.

La reina Isabel I la Católica, al morir en 1505 dejó dicho en su testamento “…e que no çesen en la conquista de África…”. Sus sucesores, Fernando de Aragón, el cardenal Cisneros y Carlos I conquistaron en la costa norte de la región que hoy conocemos como El Magreb

Page 171: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

166

una serie de plazas –Mazalquivir, Orán, Bujía, Argel, Túnez, Trípoli…– que posteriormente se van perdiendo. En el siglo XVIII se recuperan Mazalquivir y Orán, que se acaban perdiendo definitivamente en 1792.

2. La Guerra de África (1859-1860)

Al comienzo del reinado de Isabel II se inician los problemas con Marruecos, a raíz de la ocupación por los cabileños de Anyera de unos terrenos colindantes con la plaza de Ceuta, que ponían en peligro su defensa, y de unos ataques a la plaza de Melilla. La intervención mediadora de Francia y Gran Bretaña facilitó la firma de los convenios de Tánger (1844) y Larache (1845), convenios que no se cumplieron continuando las agresiones. La construcción por España de una línea de fuertes en el campo exterior de Ceuta provocó la ruptura de hostilidades de los anyeríes, que destruyeron el escudo de España en un mojón de delimitación de los límites de la ciudad.

La falta de respuesta satisfactoria por parte del Sultán a las reclamaciones españolas por las agresiones motivó la declaración de guerra a Marruecos el 22 de octubre de 1859, de cuyo texto podemos deducir la finalidad a alcanzar:

No nos lleva un espíritu de conquista (…) vamos a: lavar nuestra honra (…), exigir garantías (…), exigir indemnización (…) y satisfacción de los agravios1.

Se trata pues de una operación de castigo de objetivo limitado, que una vez alcanzado supone el repliegue de la fuerza. Para la guerra se organizó un ejército expedicionario al mando del general D. Leopoldo O´Donnell, a la sazón primer ministro del gobierno, que se articuló en tres cuerpos de ejército bajo el mando de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, respectivamente, una división de reserva al mando del general Prim y otra de caballería mandada por el general Alcalá Galiano. Total 35.000 hombres, de ellos 90 guardias civiles, 3.000 caballerías y 74 piezas de artillería.

Se designó como objetivo Tánger y para alcanzarlo se eligió una acción terrestre que teniendo a Ceuta como base de operaciones, progresaría por la costa hasta conquistar Tetuán y después llegar a Tánger por el paso de El Fondak. El apoyo logístico hasta Tetuán correría a cargo de la Armada y después se realizaría por tierra. (Fig. 1).

1 DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO, 22 de octubre de 1859.

Page 172: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

167

Fig. 1. Zona de operaciones de la Guerra de África. Centro Geográfico del Ejército.

El 1 de enero de 1860 se inicia el avance y se produce el primer encuentro en Castillejos, dando lugar a la famosa batalla en la que alcanza la gloria el general Prim, a la que siguen Monte Negrón, Tetuán, Samsa y Uad-Ras. (Fig. 2).

La victoria de las fuerzas españolas fue total y el día 26 de abril de .860, a los seis meses de iniciadas las operaciones, se firma el Tratado de Tetuán, por el que se fijan definitivamente los límites de Ceuta y Melilla, se cede el territorio de lo que será Ifni, se fija una indemnización de guerra de 100 millones de pesetas, se ocupa Tetuán como garantía de satisfacción de la deuda (estuvo ocupada dos años) y se obtiene la promesa de un tratado comercial, además de otras cláusulas menos interesantes para la finalidad de este trabajo.

Para Marruecos, la consecuencia inmediata de su derrota fue la quiebra económica y la consiguiente inestabilidad política y social, que acabará desembocando en el Protectorado hispano-francés, aunque también supuso el inicio de su apertura al mundo occidental y el final del aislamiento en el que estaba sumido.

Page 173: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

168

Fig. 2. La batalla de Tetuán. Óleo. Francisco Sans y Cabot. Museo del Ejército.

Es el primer intento de penetración en Marruecos y el comienzo de la intervención de España en los asuntos marroquíes. Es en esta época cuando cobra auge el movimiento “africanista” o de atracción hacia una civilización que, aunque próxima, se percibía como exótica. Es un movimiento cultural que acompaña al impulso colonial que se lleva a cabo con acciones militares, diplomáticas y económicas. El escritor Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), el arabista Juan Ribera Tarragó (1858-1934) o los pintores Mariano Fortuny (1838-1874) y Enrique Simonet Lombardo (1866-1927), son algunos fieles exponentes de este movimiento.

España se enfrenta a la guerra en Marruecos con unos conocimientos muy escasos sobre el vecino país, lo que dará lugar a la publicación, algo apresurada, de literatura de itinerarios o memorias militares y análisis geográficos que tratan de llenar ese vacío, algunos de los cuales se conservan en el Centro Geográfico del Ejército.

Con la victoria militar se inicia la penetración en un mundo hasta ese momento casi desconocido y aparecen los primeros intentos de sistematización de los conocimientos. Sólo un pequeño grupo de políticos e intelectuales sostenía la necesidad de la presencia de España al otro lado del Estrecho, frente a la general indiferencia de la población. Resultado de las actividades de estas minorías y de los hombres de negocios interesados en el comercio con Marruecos y el Sáhara, nace en 1884 la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, uno de cuyos miembros, Francisco Codera (1836-1917), maestro de Ribera Tarragó (1858-1934), inicia la escuela científica del arabismo español, preconizando la enseñanza del árabe a los militares y no dudando en proponer un ambicioso programa de

Page 174: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

169

estudio, tanto en las academias como en los destinos, difícil de implantar en aquella época pero que no por ello deja de ser modélico2 .

También algunos militares, como Cervera Baviera (Expedición geográfico-militar al interior y costas de Marruecos, 1885), Bonelli Hernando (El Sahara. Descripción geográfica, comercial y agrícola, 1887 y El Imperio de Marruecos y su constitución, 1892) o Álvarez Cabrera (Apuntes militares sobre el Imperio de Marruecos, 1892), van a participar en este movimiento formando parte de las expediciones científico-exploratorias en estos territorios, mientras que otros lo hicieron desde la perspectiva de aportar sus conocimientos prácticos al estudio de la lengua marroquí, como es el caso del capitán de estado mayor Máximo Aza Álvarez, natural de Pola de Lena, que publica su obra “Ejercicios de Árabe Marroquí, temas geográfico-militares” con un mapa del Imperio de Marruecos rotulado en árabe.

Ahora bien, en el ejército, estos afanes expansivos están bastante marginados, no existiendo más que tangencialmente este movimiento africanista. En el pensamiento del ejército de la Restauración prima el anticolonialismo y el oficial formado en la Academia será por regla general neutral frente a Europa y prudente hasta el recelo en cuestiones de colonialismo. Sin embargo, no todos los militares son de la misma opinión y algunos participan en aventuras coloniales, como el ya citado Bonelli Hernando en la ocupación de Río de Oro en 1883, con la que se inicia nuestra presencia efectiva en el Sahara. Pero se puede afirmar que a finales del siglo XIX no existe en el conjunto del ejército un sentimiento colonialista africano.

3. La “Guerra de Margallo” (1893) Entre 1860 y 1893, reinó la paz entre España y Marruecos tan solo alterada por

incidentes provocados por las cabilas, entre otros el secuestro de seis españoles que, al parecer, fueron vendidos como esclavos. No obstante, la fortificación de los límites de Melilla generaba una tensión con las cabilas vecinas. Esta tensión estalló en agresión el día 3 de octubre de 1893 cuando los españoles comenzaron las obras de un fuerte en Sidi Guariach, en las inmediaciones de un terreno considerado sagrado por los musulmanes.

La escasa guarnición se vio obligada a hacer frente a unos 6.000 rifeños que habían bajado de las montañas cercanas, resistencia que fue posible gracias a la actuación de la artillería y a la superioridad del armamento ligero. Uno de los disparos de la artillería destruyó una mezquita, lo que enfureció todavía más a los rifeños, que declararon la guerra santa.

España envió una flota que sometió a las tribus rifeñas a un duro bombardeo y el día 28, en el transcurso de un contraataque para recuperar los fuertes de Cabrerizas y Rostro Gordo, muere el general gobernador de la plaza Juan García Margallo en la puerta del fuerte de Cabrerizas Altas y ganan la Cruz Laureada de San Fernando el capitán Juan Picasso y el teniente Miguel Primo de Rivera. (Fig. 3).

2 MARÍN, M.: “Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial en Marruecos (1849-1943)”. En Hispania, Revista Española de Historia, 231, Madrid. 2009, p. 141.

Page 175: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

170

Fig. 3. Fuerte de Cabrerizas Altas. Foto en el Archivo del Centro de Historia y Cultura Militar de Melilla.

El sultán de Marruecos es incapaz de dominar a las cabilas y España envía tropas peninsulares hasta formar un Ejército Expedicionario al mando del Capitán General D. Arsenio Martínez Campos y Antón, que se articula en dos cuerpos de ejército, el primero al mando del Teniente General D. Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, Marqués de Estella, y al del Teniente General D. José Chinchilla y Díez de Oñate el segundo, al tiempo que intensifica los bombardeos navales. El 27 de noviembre llega a Melilla el general Martínez Campos con criterios claramente pacifistas y negociadores y el 5 de marzo de 1894 firma con el sultán el tratado de paz de Marrakech, por el que se indemniza a España con 20 millones de pesetas, se autoriza el desarme y castigo de los agresores de Sidi Guariach y el estacionamiento de tropas españolas en los terrenos inmediatos a la plaza de Melilla.

Como en el caso de la Guerra de África de 1859, se traslada desde la Península al norte de África un ejército expedicionario, que una vez terminadas las operaciones regresa a sus guarniciones de origen. La llamada Guerra de Margallo va a poner de relieve los defectos del ejército español, que harán decir al Estado Mayor Central:

La organización era tan deficiente, que hubo que desorganizar todos los servicios para poner en Melilla, con sensible retraso y falta de numerosos elementos, un ejército de 22.000 hombres3.

3 ESTADO MAYOR CENTRAL: Historia de las campañas de Marruecos, T-1, Madrid. 1947, p. 428.

Page 176: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

171

Quizás esta fuera una de las enseñanzas de esta desastrosa campaña, que sirvió para mejorar algunos aspectos, no todos, cuando en 1909 de nuevo hubo que enviar otra expedición a Melilla.

Pero antes se va producir otro hecho importante, la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam y las Carolinas en 1898, que deja como secuelas un Ejército que se siente herido y aislado, que cree amenazada la unidad y esencia de la patria, que en su interior empieza a romperse la unidad moral hasta entonces mantenida y que en gran parte está burocratizado.

4. La Campaña de Melilla o Guerra del Rif (1909-1910) Los antecedentes inmediatos de la Campaña de Melilla de 1909, hay que buscarlos en

la situación de anarquía en la que vivía el Imperio Cherifiano desde antes de la Conferencia de Algeciras de 1906, agravada por la aparición de un pretendiente al trono conocido por El Roghi Bu Hamara, que decía ser el hermano mayor del Sultán Abd el Aziz. En 1907, El Roghi firma un acuerdo con dos compañías mineras para la explotación de las minas de plomo de Afra y de las de hierro de Beni bu Ifrur, para lo que ambas sociedades iniciaron a principios de 1908 la construcción de sendas líneas de ferrocarril desde Melilla, bajo la creciente oposición de los cabileños de la zona.

Esta situación de inestabilidad y de luchas entre distintas facciones, afecta tanto a la seguridad como al normal desenvolvimiento de la vida en Melilla. Durante el año 1908 son constantes y graves los ataques a los trabajadores del ferrocarril, que continúan en 1909 culminando el día 9 de julio con la muerte a manos de los cabileños de varios obreros.

Esta agresión no cogió desprevenida a la guarnición de Melilla, cuyas fuerzas salen inmediatamente de la Plaza y en esa misma mañana ocupan los contrafuertes de Sidi Ahmed el Hach, Sidi Musa y Sidi Ali, donde se establecieron tres posiciones. Poco después se ocupa El Atalayón. (Fig. 4 y 5).

Ante el riesgo evidente, el gobierno había ordenado el alistamiento de las Brigadas de Cazadores números 1, 2 y 3, de guarnición en Madrid, Campo de Gibraltar y Barcelona respectivamente, para su envío urgente a Melilla si hacía falta. Gracias a estas previsiones, la tercera Brigada estaba preparada a los tres días de la agresión rifeña y desembarca en Melilla el día 16 de julio.

Y entra en fuego al día siguiente, en el que se inicia una fuerte ofensiva enemiga sobre las posiciones de Sidi Ahmed el Hach y Sidi Ali, que es rechazada, reproduciéndose el ataque el día 20, esta vez sobre Sidi Musa, que es también rechazado, en ambos casos con sensibles pérdidas, entre las que cabe recordar las del comandante Royo y el capitán Guiloche, de Artillería.

Ese mismo día llega la primera Brigada de Cazadores, de guarnición en Madrid, que entra en fuego dos días después sin haber terminado de desembarcar en su totalidad, sufriendo su batallón “Figueras” nº 6 numerosas bajas en una operación sobre Ait Aixa en la que pierde la vida el coronel Álvarez Cabrera.

Page 177: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

172

Fig. 4. Tropas de infantería de la guarnición de Melilla.

Fig. 5. Posiciones españolas en los contrafuertes del Gurugú.

Page 178: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

173

Tras un corto período de calma, al amanecer del día 27 se comprobó que los harqueños habían levantado unos 300m de vía férrea, lo que imposibilitaba la circulación del tren con los abastecimientos necesarios, principalmente agua.

Inmediatamente se organizó una columna para hacer llegar los abastecimientos y reparar la vía, mientras la primera Brigada de Cazadores daba protección y vigilaba las desembocaduras de los barrancos del Lobo y del Infierno. Desde el primer momento, la oposición enemiga al avance de la Brigada fue muy intensa causando numerosas bajas, principalmente de cuadros de mando, entre ellas la de su jefe el general Pintos. En el transcurso de esta operación se produce la acción en la que dos compañías del Batallón “Llerena” son aplastadas por la masa enemiga en el barranco del Lobo. Cumplida la misión y reparada la vía, la Brigada se repliega sobre Melilla. (Fig. 6).

Fig. 6. Barranco del Lobo. Al fondo, Melilla. Foto de Miguel González Novo. Melilla.

El general Marina, comandante general de la Plaza, a la vista de la terrible experiencia de estas duras jornadas, decidió que antes de continuar las operaciones era preciso instruir y cohesionar el Ejército Expedicionario y pedir refuerzos.

A partir de primeros de agosto, se entra en una fase de relativa tranquilidad durante la que llegan a Melilla la segunda Brigada de Cazadores, la primera División Orgánica reforzada (primera División Expedicionaria), una compañía de ferrocarriles, el Tren de aerostación y alumbrado en campaña y la segunda División Expedicionaria, al mando esta última del general Álvarez de Sotomayor y formada por la primera Brigada de la 12 División Orgánica (Vitoria) y la primera Brigada de la 13 División Orgánica (Oviedo), a la que pertenecía el Regimiento de Infantería “Príncipe” nº 3, que pone pie en Melilla el día 14 de septiembre. Con él llegaba el Cabo de Infantería Luis Noval Ferrao. Las fuerzas concentradas en Melilla rondan los 40.000 hombres, proyectados desde la Península en tan solo dos meses.

Page 179: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

174

En esencia, el plan de campaña consiste en envolver y ocupar el macizo del Gurugú para impedir a los cabileños su aprovechamiento. Se inician las operaciones con el sometimiento de Qebdana por una columna al mando del coronel Larrea, creador de la Policía Indígena. A continuación, se desarrollan las operaciones para aislar la península de las Tres Forcas, en el transcurso de las cuales se produce en Taxdirt la famosa carga del Escuadrón “Alfonso XII” al mando del teniente coronel Cavalcanti y la muerte heroica del Cabo Noval en el Zoco el Had de Beni Sicar. Ambos son recompensados con la Cruz Laureada de San Fernando (Fig. 7 y 8).

Fig. 7. Cabilas de Guelaya y Quebdana. Archivo General Militar de Madrid.

Durante el mes de septiembre, con la ocupación del Zoco el Had de Beni Sicar, Nador y Zeluán, se consigue rodear el Gurugú, que es ocupado el 29. El 26 de noviembre se ocupa Atlaten y se extiende el protectorado a las cabilas de Qebdana y Guelaya. Es el fin de la campaña y en enero de 1910 se somete el cabecilla Abd-el-Kader, desde ese momento fiel aliado de España. Se establece como límite de la zona oriental el río Kert.

En la zona occidental el general Alfau ocupa una serie de posiciones en la línea exterior de Ceuta y lleva a cabo una política de acercamiento a las cabilas próximas a Ceuta y Tetuán. En mayo de 1911 se ocupa Tetuán y en junio Larache y Alcazarquivir, haciéndose cargo del mando de las fuerzas el teniente coronel D. Manuel Fernández Silvestre, que inicia una política de acercamiento y de amor-odio con el cabecilla Al Raisuni.

Page 180: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

175

Fig. 8. Operaciones en la península de Tres Forcas. Estado Mayor Central. Historia de las campañas de Marruecos, 1947.

5. La Campaña del Kert (1911-1912)

En la zona de Melilla, el año 1911 conoce la campaña de agitación contra España encabezada por el cabecilla El Mizzian, período que coincide con la creación por el teniente coronel D. Dámaso Berenguer Fusté de las Fuerzas Regulares Indígenas el 30 de junio de dicho año.

La guerra de África de 1859-60, la de 1893 llamada “de Margallo” y la de 1909, se plantearon sobre la base del empleo de sendos ejércitos expedicionarios muy numerosos, pero desconocedores del enemigo y del terreno, carentes de cartografía adecuada, con una defectuosa inteligencia y con un grado de instrucción insuficiente y no orientada al tipo de operaciones al que se enfrentaban. En los tres casos, la experiencia demostró que el rendimiento obtenido fue muy bajo en relación con el enorme esfuerzo realizado y se llegó a la lógica conclusión de que el modelo “Ejército Expedicionario” no era el medio más adecuado para resolver el problema de Marruecos.

Los oficiales estaban formados en el modelo prusiano, cuya organización y táctica conocían perfectamente. Nada de lo que se practicaba como combate colonial en África, donde se preferían las operaciones a cargo de columnas a cualquier despliegue

Page 181: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

176

reglamentario, se enseñaba en las academias y escuelas. De hecho, la condición de los militares coloniales estaba más cerca de la política que de la militar.

Como consecuencia, el Ejército español estaba concebido para intervenir en una guerra convencional en Europa, para enfrentarse con unidades de características similares a las suyas en batallas y combates en campo abierto en las que predominara el despliegue y la maniobra. Pero la realidad es que al llegar a tierras africanas se enfrentaban a una situación muy distinta a la prevista que, paradójicamente y como tantas veces ocurre en la historia, nunca se presentó a los oficiales españoles.

Cuando se desencadena la campaña del Rif en 1909, buena parte de la oficialidad había participado en la guerra de Cuba y, sin embargo, no aprovecharon las enseñanzas que su experiencia les deparaba. Quizás su convencimiento de que no habían sido militarmente derrotados les llevó a dar por buena su actuación y no realizar un estudio y análisis crítico de la campaña caribeña, o por el contrario, sintieron un íntimo rechazo a leer en una página de la historia militar que percibían como humillante y que ya no merecía ser estudiada pues no se volvería a repetir.

Tampoco había estudiado, y por tanto desconocía, la actuación del ejército francés en las campañas coloniales de Túnez y Argelia, que hacia 1900 había culminado una ocupación progresiva de grandes territorios con un empleo masivo de fuerzas indígenas y de voluntarios europeos, incentivados por ventajas profesionales y económicas, además de haber estudiado profundamente las características de ese tipo de guerra y especializar a los cuadros de mando en las peculiaridades de su desarrollo.

En ninguna de las campañas marroquíes anteriores a la del Kert en 1911 se emplearon indígenas en las operaciones y tan solo algunos “moros amigos” actuaron como guías, por lo que no se dispuso de un servicio de información adecuado que proporcionara la necesaria inteligencia y supliera el profundo desconocimiento del terreno y la carencia de cartografía.

Por otra parte, el envío de unidades peninsulares nutridas por soldados de reemplazo y reservistas a una guerra no bien entendida, provocó serias alteraciones del orden público y la hizo enormemente impopular, con la derivada del rechazo al Ejército, situación que empeoró con el elevado número de bajas.

Estaba claro que si el gobierno español se decantaba por una solución militar al problema marroquí, era necesario utilizar en la campaña fuerzas integradas por personal indígena, conocedoras del país, su terreno y sus habitantes, de sus formas de combatir, e implicarlos en el proceso de organización y pacificación, lo que redundaría en un menor empleo de fuerzas expedicionarias y la consiguiente reducción de bajas de soldados españoles.

En la zona de Melilla, desde la finalización de la campaña de 1909, las fuerzas españolas, sin oposición de los indígenas, se dedicaban a la consolidación de las posiciones alcanzadas, sobre todo en la margen derecha del río Kert. La agresión, cerca de Ishafen, contra una Comisión de Estado Mayor dedicada a trabajos topográficos, señaló el comienzo de una nueva campaña el 24 de agosto de 1911. (Fig. 9).

Page 182: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

177

Fig. 9. Zona de operaciones de la campaña del Kert.

Es una campaña puramente defensiva sin grandes operaciones, en la que encuentra la muerte el general de división ovetense D. Salvador Díaz Ordóñez. Con la muerte de El Mizzian en combate con los Regulares, se da por terminada la campaña en mayo de 1912 y se mantienen los límites de la zona de Melilla en el río Kert.

6. Operaciones en la zona occidental

El 27 de noviembre de ese mismo año se firma el tratado hispano-francés por el que se establece el Protectorado y se fijan los derechos y obligaciones de ambas naciones frente a Marruecos. Se crea la figura del Alto Comisario y el territorio se divide en tres Comandancias Generales: Ceuta, Larache y Melilla. Por parte marroquí, la administración y el gobierno corresponden al Jalifa como delegado del Sultán, un Gran Visir y el Majzén o gobierno jalifiano, que disponía de unas unidades militares, llamadas “mehal-las”, formadas por tropa indígena encuadrada y mandada por oficiales españoles.

En la zona de Melilla quedaba por resolver el problema de la rebeldía latente de Alhucemas y en las otras dos zonas, ocupados Tetuán, Larache y Alcazarquivir, había un problema común a ambas: Muley Ahmed ibn Muhammad ibn Al Raisuli (El Raisuni).

El Protectorado da comienzo oficialmente con el desembarco del Jalifa Muley el Mehdí en Río Martín el 27 de abril de 1913 y empezaba en la zona occidental con la hostilidad de El Raisuni, despechado por no haber sido nombrado Jalifa y por sus diferencias con Silvestre.

La rebeldía que empezaba a cundir, entorpecía la labor política del general Alfau, primer Alto Comisario, y perdidas las esperanzas de un arreglo pacífico se decidió por el empleo de la fuerza, lo que da lugar a una serie de operaciones que culminan con la ocupación de Laucien, en las proximidades de Tetuán, por el general D. Miguel Primo de Rivera al mando de la Brigada de Cazadores el 11 de junio. Los combates continúan no obstante y son enviados a Tetuán los Regulares de Melilla.

Page 183: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

178

En la zona de Larache se rebelan los Beni Gorfet que amenazan Alcazarquivir, de donde son rechazados el 7 de julio por una brillantísima carga del Grupo de Escuadrones de Larache al mando del comandante Queipo de Llano. La sublevación de las cabilas de Anyera y Uad Ras en las inmediaciones de Ceuta obliga al establecimiento de unas posiciones que aseguren las comunicaciones entre Ceuta, Tetuán y Tánger, esta última, zona internacional. (Fig. 10).

Fig. 10. Zona de operaciones occidental.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, las operaciones se ralentizan pero se produce un hecho que va a tener gran trascendencia. A instancias del gobierno francés se encarcela en Melilla a un rifeño, hasta entonces amigo de España, llamado Muhammad ibn Abd Al-Karim Al-Khattabi (Abd-el-Krim) acusado de pro alemán. En 1919 es puesto en libertad y repuesto en sus cargos, pero jamás perdonará esta humillación.

Mediante la acción política se consigue la colaboración de El Raisuni y en combinación con él se desarrollan una serie de operaciones, en las que destacan la ocupación de la estratégica posición de El Fondak de Ain Yedida, en el camino de Tetuán a Tánger, y el combate de El Biutz el 29 de junio de 1916, en el que resulta gravemente herido el capitán de Regulares D. Francisco Franco.

Poco dura esta colaboración y en 1920 se emprenden acciones políticas y militares que consiguen el sometimiento de las cabilas rebeldes y la ocupación del macizo del Gorgues, Ben Karrich, Zoco el Arbaa de Beni Hassan, Dar Akobba y la ciudad santa de Xauen. En Larache se ocupa el macizo de Beni Gorfet y en la zona de Melilla, el general Fernández Silvestre cruza el Kert y ocupa Dar Drius. (Fig. 11).

Page 184: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

179

Fig. 11. Zona de operaciones Ceuta-Tetuán-Larache-Xauen.

En este año de 1920 se produce otro hecho importante: la creación por el teniente coronel D. José Millán Astray del Tercio de Extranjeros, hoy conocida como La Legión. Con la aparición de estas unidades voluntarias, esta vez nutridas por europeos, se completa la creación de fuerzas profesionales para el tipo de guerra que se libra en Marruecos y se articula el nervio del ejército de operaciones.

7. La Campaña de 1921 y la retirada de Xauen (1924) En enero de 1921, Silvestre ocupa Afrau y Annual, en mayo Sidi Dris y el 1 de junio

Abarrán, que se pierde pocas horas después. Es el primer enfrentamiento de Abd-el-Krim y el ejército español, que se salda a favor del primero. El 7 de junio se ocupa Igueriben que el 14 sufre el primer ataque rifeño y cae el 21, arrastrando en su caída al Campamento General en Annual y a la muerte del general Silvestre. Da comienzo la retirada de Annual, en la que habrá episodios heroicos, como las cargas de los escuadrones del Regimiento “Cazadores de Alcántara”, 14º de Caballería, mandado por el teniente coronel D. Fernando Primo de Rivera, que culminará el 9 de agosto con la rendición y matanza de españoles a manos de los rifeños en Monte Arruit. (Fig. 12).

Melilla está en grave peligro de caer en poder de los rifeños, pero la pronta reacción del ejército español con el rápido envío de la Legión, los Regulares y fuerzas peninsulares, salva la situación. Tras las primeras operaciones en torno a Melilla, el 14 de octubre se ocupa Zeluán, con lo que se restituye la situación de 1909.

El Alto Comisario, general D. Dámaso Berenguer, diseña un plan de operaciones en cuatro fases:

1.- En la zona oriental, recuperar la situación anterior a la retirada de Annual.

2.- En la zona occidental, someter las cabilas rebeldes y reducir a El Raisuni.

3.- Desembarcar en Alhucemas.

Page 185: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

180

4.- Establecer puestos costeros en Beni Said, Tensaman, Bocoya y Metuza.

Fig. 12. Croquis de la situación relativa de las posiciones en la zona de Annual. CARRASCO GARCÍA, A.: Annual 1921. Las imágenes del desastre. Madrid 1999.

Siguiendo este plan, en la zona de Melilla, entre finales de 1921 y principios de 1922 se recupera la casi totalidad de los territorios perdidos en 1921. En 1923, en Tizzi-Assa, encuentra la muerte al frente de sus legionarios el teniente coronel Valenzuela, jefe de La Legión.

En la zona de Ceuta-Tetuán-Larache se ocupa Tazarut, bastión de El Raisuni que se refugia en Buhaxen, combates en los que muere el teniente coronel González Tablas al frente de sus fieles Regulares.

El 13 de septiembre de 1923 se produce el golpe de estado del general D. Miguel Primo de Rivera, que se hace con el poder y se plantea la posibilidad del abandono de Marruecos y el repliegue de las fuerzas. Tras una visita a la zona de operaciones, modifica sus planes de abandono y ordena un repliegue en la zona occidental sobre la llamada “Línea Estella” o también “Línea Primo”, repliegue que se conoce como la retirada de Xauen, que se lleva a cabo en 1924 con grandes dificultades y sensibles pérdidas. Abd-el-Krim ocupa la ciudad santa y coge prisionero a El Raisuni, que morirá en abril de 1925. (Fig. 13).

Page 186: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

181

Fig. 13. Línea Estella (1924).

El 30 de marzo de 1925 se ocupa Alcázarseguer, puerto entre Ceuta y Tánger, mediante una operación conjunta naval y terrestre y en el mes de abril Abd-el-Krim ataca la zona francesa en los puestos de la línea del Uarga, con la intención de llegar a Fez. Los franceses reaccionan con rapidez y envían cerca de 200.000 hombres a la zona de operaciones al mando del mariscal Petain, que sustituye al general Lyautey hasta entonces Residente General, cargo equivalente al Alto Comisario español.

8. El Desembarco en Alhucemas (1925) y últimas operaciones

Como consecuencia, en la Conferencia de Madrid celebrada en los meses de junio y julio de 1925, los gobiernos español y francés acuerdan actuar de forma combinada con acciones políticas y militares. Primo de Rivera y Petain planifican una operación anfibia conjunta y combinada que será conocida como el Desembarco de Alhucemas.

Bajo el mando supremo de Primo de Rivera y el operacional del general José Sanjurjo Sacanell, participan en la operación 13.000 hombres encuadrados en dos brigadas: la de Ceuta al mando del general Saro Marín y la de Melilla al mando del general Fernández Pérez. A destacar en la primera la presencia de una unidad de carros de combate, que por primera vez en la historia militar intervienen en una operación de este tipo.

Las fuerzas navales hispano-francesas se componían del portaaviones Dédalo, tres acorazados, seis cruceros, 36 buques menores, ente ellos 26 barcazas de desembarco, y 25 transportes, además de tres buques hospital.

La fuerza aérea dispuso de tres escuadrillas compuesta cada una de ellas por un grupo de reconocimiento y otro de bombardeo, seis hidroaviones de caza y reconocimiento, seis hidroaviones de bombardeo, una escuadrilla de bombardeo francesa, un globo cautivo, un dirigible y dos aviones para evacuaciones sanitarias.

Después de simular unas maniobras de desembarco en diversos puntos de la costa marroquí para distraer al enemigo, el 8 de septiembre de 1925, tras una intensa preparación por el fuego de la artillería naval y bombardeos aéreos, se lleva a cabo el

Page 187: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

182

desembarco de la brigada de Ceuta en las playas de Ixdain y La Cebadilla, protegido por el fuego naval, consolidando la cabeza de desembarco con la ocupación de las alturas que dominan las playas. Sucesivamente van desembarcando el resto de las fuerzas y los abastecimientos y el día 23 se reanuda el avance. (Fig. 14).

Fig. 14. Playas del desembarco en Alhucemas.

Es esta la primera vez en la historia moderna en la que las fuerzas armadas españolas planifican, organizan y ejecutan una operación de desembarco conjunto-combinada bajo un mando unificado, cuyo antecedente más inmediato era el tremendo fracaso anglo-francés en Gallípoli en 1915. Se estudiaron las causas de este fracaso y se planificó la operación con sumo detalle, con especial hincapié en la consecución de la sorpresa, en la ejecución de los fuegos y en la maniobra logística. El Desembarco de Alhucemas fue minuciosamente estudiado por el general Eisenhower para planificar el de Normandía en 1.944 y sirvió de base para la formulación del concepto doctrinal de operaciones anfibias.

Las operaciones de la División desembarcada se dieron por terminadas el 13 de octubre con la ocupación de Axdir, capital de la “República del Rif”. Continúan las operaciones de las fuerzas españolas y de las combinadas hispano-francesas en las dos zonas de operaciones y la ocupación del Gorgues en la occidental y de Temasint y Targuist en la oriental fuerzan a Abd-el-Krim a entregarse a las autoridades francesas el 22 de mayo de 1926, que lo confinan en la isla de Reunión. En junio las fuerzas españolas llegaban a Gomara y el comandante Capaz, al frente de su harka, realiza un raid por territorios centrales hasta entonces insumisos que quedan sometidos. En agosto se ocupa definitivamente Xauen. En 1927 prosiguen las operaciones de pacificación y sumisión principalmente en la zona occidental y de Gomara-Xauen y la campaña se da por finalizada el 10 de julio de 1927.

Page 188: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

183

9. Conclusiones

Las campañas que España mantiene en territorio marroquí entre 1909 y 1927, tuvieron como objetivo la ocupación, control y pacificación de un territorio hostil y rebelde al Sultán de Marruecos. Fueron un crisol de formación militar y se pasó de un Ejército débil, mal instruido, desmoralizado y con problemas de cohesión interna que sufrió un duro desgaste y graves descalabros, a un ejército curtido, disciplinado y eficaz, que fue capaz de realizar, cuando recibe la misión clara y sin vacilaciones del mando político, operaciones como el Desembarco en Alhucemas y de pacificar el territorio en poco tiempo. No tiene nada que ver el ejército posterior al desembarco con el que opera en Marruecos con anterioridad.

La campaña de 1909 se caracteriza por la rapidez de respuesta y de proyección de fuerzas, por el empleo de unidades orgánicas y por la utilización de medios modernos: fusiles “Mauser”, ametralladoras “Hotchkiss”, granadas de mano y de fusil, aerostación, cañones “Schneider” de tiro rápido, vehículos a motor, telegrafía óptica, radiotelegrafía y por hilo, proyectores iluminantes, una unidad de ferrocarriles y nuevos servicios higiénicos.

En la campaña del Kert se hace amplio empleo de la maniobra de esfuerzos convergentes y acciones desbordantes y conoce el nacimiento de las unidades indígenas: la Policía Indígena y los Regulares. En la ocupación de Quebdana, el coronel Larrea demostró lo que debía ser la guerra en Marruecos, con el empleo de columnas ofensivas, amplio uso de la maniobra, vivaquear al término de la jornada y reanudar el avance al día siguiente, no retirarse jamás, castigo de los rebeldes en sus intereses materiales, exigencia de la entrega del armamento, no dejar en el interior de la zona ninguna posición española y sí autoridades indígenas y utilización de indígenas en las operaciones.

Al tratar sobre las campañas de Marruecos, parece obligado detenerse en la retirada de Annual en julio de 1921. Esta retirada no fue provocada por la derrota en una batalla campal, lo fue por porque el despliegue de las fuerzas, previsto para una ocupación política de la zona, no era sostenible militarmente ante una insurrección generalizada. Hubo una rapidísima evolución del enemigo en actitud, entidad y liderazgo que no fue debidamente valorada por el mando español. La clave fue la pérdida de Igueriben a la vista del cuerpo principal de las fuerzas españolas y del cuartel general. El hecho psicológico de tener a los compañeros a la vista, hizo empeñar y gastar inútilmente las reservas y produjo el hundimiento físico y moral de mandos y tropa. Las operaciones de apoyo a la posición de Igueriben se hicieron por esfuerzos sucesivos e insuficientes, sin conseguir en ninguno la superioridad necesaria y a costa de un desgaste progresivo. La retirada se ordenó precipitadamente y no se tomaron las medidas esenciales en este tipo de maniobra. Pero lo más importante es que, a pesar de la magnitud del descalabro, no se quebró la voluntad de lucha y de victoria de los españoles, como lo prueba que la reacción fue rápida y contundente hasta conseguir la victoria y la pacificación del territorio.

En la retirada no todo fue traición, incompetencia y cobardía, como determinada literatura ha tratado de hacernos creer. Hubo guarniciones que defendieron sus posiciones hasta la muerte de sus componentes, mandos y tropa que supieron cumplir con su deber hasta el final y unidades que se replegaron en orden, como los Regulares, o que cumplieron con su misión de forma heroica, como el Regimiento de Caballería “Cazadores de

Page 189: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

184

Alcántara” nº 14, recientemente recompensado con la Laureada de San Fernando Colectiva.

A lo largo de la exposición, hemos ido viendo junto a enormes fallos y descalabros, hechos meritorios y heroicos, pero tal y como se apunta al principio, el Ejército Español no estaba preparado, ni mental ni materialmente, para emprender aventuras coloniales ni para asumir la tarea del Protectorado. Pero lo hizo con disciplina y un gran esfuerzo y sacrificio.

Fue una larga lucha en la que quedó de manifiesto, quizás por inexperiencia, la falta de sintonía y compenetración entre el mando político y el militar, que en muchos casos careció de la necesaria libertad de acción.

Sistemáticamente se repitieron enormes errores y fallos en la organización y en el planeamiento, conducción y ejecución de las operaciones, sin tener en cuenta las experiencias de campañas anteriores. También es verdad que la dificultad del terreno y la falta de una cartografía adecuada y verdaderamente útil, complicaba la acción del mando y la ejecución táctica por parte de las unidades.

Hasta el desembarco en Alhucemas, no se explota el éxito de las operaciones. El triunfo en una operación conducía inmediatamente a las conversaciones de paz y a la acción política, para poder repatriar soldados, lo que aprovechaba el enemigo para reorganizarse y atacar de nuevo. Y vuelta a empezar.

Fue el descalabro de Annual, con sus grandes fallos puestos al descubierto en el informe Picasso, el que sirvió como revulsivo y acicate para adoptar una actitud enérgica, decidida y resolutiva para acabar en poco tiempo con el problema de la insurrección y dar comienzo, por fin, a la acción de Protectorado, en la que los militares españoles tuvieron una destacada participación.

10. Bibliografía ACADEMA GENERAL MILITAR: Historia Militar. Apuntes. Campañas de Marruecos (1859-

1927). Zaragoza. 1.952.

ACASO DELTELL, S.: Una guerra olvidada: la Campaña de Marruecos de 1859. Barcelona. 2007.

ALCALÁ, C. La Campaña de Marruecos, 1859 – 1860. Valladolid. 2005.

CARRASCO GARCÍA, A. y DE MESA GUTIERREZ, J.L.: Las tropas de África en las campañas de Marruecos. Especial SERGA nº 1, Madrid. 2000.

CUERPO DE ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO. DEPÓSITO DE LA GUERRA: Atlas histórico y topográfico de la Guerra de África en 1859 y 1860. Madrid. 1861.

ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO, SERVICIO HISTÓRICO MILITAR: Historia de las campañas de Marruecos. Tomos 1 al 4. Madrid. 1947.

MARÍN, M.: Orientalismo en España: estudios árabes y acción colonial en Marruecos (1849-1943). En Hispania, Revista Española de Historia. Vol. LXIX, nº 231. 2009.

Page 190: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

185

MARTÍN ARRUE, F.: Guerra Hispano-Marroquí de 1859 y 1860. Estudio histórico. Toledo. 1916.

MAS CHAO, A.: La formación del africanismo en el ejército español (1909-1926). Madrid. 1988.

PIELTAIN DE LA PEÑA, R.: Panorama general de la Guerra de África (1859-60). En Revista de Historia Militar nº 6, Madrid. 1960.

VV.AA.: Historia de la Infantería española. Tomos 3 y 4. Madrid. 1998 y 2000.

Page 191: Cinco Siglos de Historia Militar Española
Page 192: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

187

LA GUERRA CIVIL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA MILITAR

Germán Segura García

Ministerio de Defensa. Doctor en Historia.

Resumen:

El objeto de este artículo es hacer un recorrido somero por las principales campañas de la Guerra Civil española (1936-1939) para analizar aquellos aspectos militares, tanto desde el punto de vista táctico como del estratégico, que pueden ayudar a explicar la derrota del Ejército Popular de la República y el resultado final de la contienda. Para estudiar este episodio de la historia de España hemos recurrido principalmente a los testimonios de Manuel Azaña (Presidente de la República) y Vicente Rojo (Jefe del Estado Mayor Central de la República), que escribieron sus reflexiones sobre la guerra justo después de su conclusión y que fueron testigos de excepción de algunos de los acontecimientos que a continuación reseñamos.

Palabras clave:

Guerra Civil española, Historia militar, Principios de la guerra, Ejército Popular de la República, Vicente Rojo, Manuel Azaña

Abstract:

The aim of this article is to review the major campaigns of the Spanish Civil War (1936-1939) so as to discuss some military aspects, from both the tactical and strategic point of view, which may help to explain the defeat of the Popular Army of the Republic and the final outcome of the contest. In order to study this period of the history of Spain, we have mainly included the testimony of Manuel Azaña (President of the Republic) and Vicente Rojo (Chief of the Central General Staff of the Republic), who wrote their thoughts on the war right after its conclusion and who witnessed some of the events that are examined below.

Key words:

Spanish Civil War, Military History, Art of War, Popular Army of the Republic, Vicente Rojo, Manuel Azaña

1. Introducción La Guerra Civil (1936-1939) constituye, sin duda, la circunstancia más traumática que

experimentó el pueblo español durante la pasada centuria, un conflicto que ha sido profusamente historiado, con mayor o menor fortuna, por los especialistas de todas las tendencias y de todos los colores. Sin embargo, la opinión de los historiadores en relación a este sombrío episodio de la Historia de España ha sido relegada a un segundo plano,

Page 193: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

188

ocultada tras el velo de furia y prejuicio que ofusca no tanto a los que sufrieron la guerra y sus consecuencias –cada día quedan menos– sino más bien a las personas que se consideran herederos de una de aquellas dos Españas escindidas ideológicamente y enfrentadas con una pasión cainita. Esta radicalización que padecemos ha sido obra de distintos agentes sociales, que han infundido en la ciudadanía, de forma harto irresponsable, una visión de los hechos que dista mucho de ser justa, adentrándose en una senda de difícil retorno. Más que la reconciliación, cosecha tardía de un pueblo maduro y consecuente con su historia, está renaciendo, ante el asombro de los más íntegros, aquel odio estéril que ya envenenó en el pasado nuestra sangre y que ha comprometido siempre nuestro futuro. Las soluciones maniqueas, esas que de forma sistemática nos están siendo inculcadas, nunca han ayudado a entender en toda su complejidad la Guerra Civil, un fenómeno que se resiste a quedar reducido a una simple cuestión de buenos y malos.

Si los historiadores más imparciales de nuestra guerra no gozan de mucho crédito entre una ciudadanía confusa intelectualmente por buena parte de la clase política y de los medios de comunicación, todavía tiene menos suerte el que se dedica a una de las facetas paradójicamente más subestimadas del conflicto: la Historia Militar. Los especialistas han analizado las causas políticas, sociales y económicas que condujeron a la lucha, sus consecuencias, las masacres de uno y otro bando, el papel de las potencias extranjeras… pero se ha pasado rápidamente por alto la guerra en el sentido estricto del término, de forma que suele ser poco lo que se conoce sobre la organización, las tácticas y las acciones militares llevadas a cabo por las fuerzas contendientes.

El estudio de la Historia Militar nos permite comprender mejor la naturaleza del conflicto, el desarrollo de las operaciones y la adaptación del ser humano a la violencia irracional de la guerra. Sólo al integrar el factor bélico dentro de la reflexión histórica podremos alcanzar una visión más completa y precisa de la guerra. Además, cuando profundizamos en las circunstancias de aquellas personas que se vieron arrastradas al conflicto, que combatieron honradamente por sus ideales y que, en ocasiones, se dejaron la vida, les estamos haciendo justicia y, al tiempo, cumplimos con nuestro deber de historiadores. El ser humano es el verdadero protagonista de la Historia y estamos convencidos de que el sacrificio de todos los que tomaron parte en nuestra Guerra Civil, sin importar la bandera que siguieron, debería servir de lección a las generaciones futuras para que hechos tan luctuosos y cruentos no se volvieran a repetir. Esperamos que algún día este deseo pueda ser una realidad.

2. Situación inicial y fuerzas enfrentadas Iniciaremos nuestro trabajo analizando sucintamente el contexto español y la entidad

de las fuerzas que entraron en lid. En vísperas de la guerra, España tenía una población cercana a los 25.000 millones de habitantes, de los cuales la mitad vivían en la fachada atlántica y mediterránea, y un cuarto del total en las capitales de provincia. Según el censo oficial de 1930, el último realizado antes de iniciarse el conflicto, las ciudades de Barcelona y Madrid rondaban el millón de habitantes, seguidas por Valencia y Sevilla, con 320.000 y

Page 194: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

189

230.000 habitantes respectivamente1. Las provincias con densidad de población más baja, inferior a 20 h/km2, eran Cuenca, Teruel, Guadalajara, Huesca y Soria, esta última apenas con 15 h/km2.

En cuanto a las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en 1936, había en el Ejército de Tierra aproximadamente 150.000 militares (34.000 de ellos en el Protectorado de Marruecos), en la Armada cerca de 12.000 entre oficiales y marinería, fuerzas a las que habría que añadir 34.000 guardias civiles, 15.000 carabineros y 17.500 guardias de asalto.

En julio de 1936 regía los destinos de España un gobierno republicano que había accedido al poder tras la victoria del Frente Popular (coalición de partidos de izquierdas) en las elecciones de febrero de ese año. Sin embargo, la progresiva radicalización política de la vida española había puesto a la República contra las cuerdas, asediada por fuerzas ideológicas de distinto signo. El general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor Central de la República durante la guerra, resumió la situación con las siguientes palabras:

«Se encastillan los españoles en bandos antagónicos que anteponen los postulados de doctrinas partidarias a los principios elementales de convivencia nacional; (…) el concepto de fraternidad se ha substituido por el sistema del odio, que no se detiene ya en el hombre sino que entra, profundiza y ataca la familia y el Estado, y que perduró en toda nuestra contienda y aún después de ella»2.

La división de la sociedad se reprodujo también en la institución militar, de cuyo seno surgió el golpe fallido de 1932, la Unión Militar Española (asociación pro-monárquica) y la Junta de Generales. Los militares conspiradores, liderados por el general Emilio Mola, preparaban en 1936 un golpe militar rápido y violento que derrocara el gobierno de la República y redujera sin mayor problema a las fuerzas sociales contrarias al movimiento insurgente. El gobierno era consciente de la trama, pero las medidas que tomó para conjurarla no fueron eficaces. Aún así, las autoridades sorprendieron la tarde del 17 de julio los preparativos de una célula sediciosa en Melilla, dándose inicio a la sublevación (proyectada para dos días más tarde) y extendiéndose a la Península a partir del 18 de julio. Como escribió el presidente de la República, Manuel Azaña, «Lo que esperaban golpe rápido, que en 48 horas les diese el dominio del país, se convirtió en guerra civil, en la que inmediatamente se insertó la intervención extranjera»3.

La Guerra Civil fue el resultado de un fracasado golpe de Estado que ni fue simultáneo ni contaba en algunos lugares con el factor sorpresa. La insuficiente amplitud de la conjura y la indecisión de multitud de mandos intermedios, en un periodo del año en el que muchos soldados y mandos se hallaban de permiso, impidieron la consecución del triunfo completo y decisivo que esperaba Mola. El hecho de que parte del Ejército y de las Fuerzas

1 Anuario de 1936, Fondo documental del Instituto Nacional de estadística. 2 ROJO, V.: España Heroica (Diez bocetos de la guerra española). Editorial Americalee, Buenos Aires. 1942, p. 31. 3 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España (Prólogo de Gabriel Jackson). Crítica, Barcelona. 2009, p. 31.

Page 195: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

190

de Seguridad permanecieran leales a la República y se enfrentaran con los rebeldes condujo a la escisión de España entre dos bandos irreconciliables y al desencadenamiento de una cruenta guerra civil. Rojo apunta que: «Las instituciones armadas, como todas las del Estado, estaban divididas, e influidas por distintas tendencias. Fueron muchos los miembros del viejo Ejército regular que encontraron su deber al servicio del pueblo y del gobierno legítimo que aquél sostenía»4.

La sublevación había fracasado en los principales núcleos urbanos del territorio peninsular, mientras que los espacios norteafricano e insular (con la excepción de Menorca), la Meseta norte, Galicia, Cáceres, Navarra, Aragón y el sudoeste de Andalucía quedaban en manos de los rebeldes. El gobierno de la República mantenía en su poder las zonas más industrializadas, aunque la fachada cantábrica había quedado separada del resto de la España republicana. Sin embargo, no se supo aprovechar la ventaja inicial para aplastar el levantamiento y se tomaron una serie de medidas que acabaron por debilitar la capacidad de reacción de la República. En primer lugar, el presidente del gobierno, Santiago Casares Quiroga, decidió licenciar las tropas cuyos cuadros de mando se habían colocado contra la legalidad republicana, además de disolver todas las unidades militares sublevadas5. Estos dos decretos tan sólo fueron obedecidos en la zona controlada por el gobierno, de manera que la República se quedó en un primer momento sin soldados, que fueron desligados de la obediencia de sus jefes y abandonaron los cuarteles. Perdida momentáneamente la disciplina en la zona controlada por el gobierno, los recursos militares se esfumaron bajo la presión de un pueblo exacerbado. Como señaló amargamente Azaña: «Al comienzo de una guerra que se anunciaba terrible, las masas alucinadas destruían los últimos restos de la máquina militar, que iba a hacer tanta falta»6.

El 19 de julio, con José Giral como presidente del gobierno, se tomó la decisión de armar las milicias políticas y sindicales para oponerlas a las fuerzas sublevadas. El espíritu revolucionario de parte de las izquierdas inspiró graves desmanes en el territorio controlado por la República, dejándola en una situación de extrema debilidad y desacreditándola en el extranjero. Muchas personas y grupos consideraron que la guerra era una buena ocasión para ajustar definitivamente las cuentas pendientes con el Ejército o la Iglesia, y esta conducta fue la causa de la descoordinación e indisciplina que imperaron en las filas republicanas en los primeros meses. En palabras de Azaña:

«La amenaza más fuerte era sin duda, el alzamiento militar, pero su fuerza principal venía, por el momento, de que las masas desmandadas dejaban inerme al gobierno frente a los enemigos de la República. Reducir aquellas masas a la disciplina, hacerlas entrar en una organización militar del Estado, ha constituido el problema capital de la República»7.

El bando rebelde, al inicio de la guerra, contaba con las siguientes fuerzas: 55.000 militares (34.000 de los cuales se hallaban en África), 25.000 miembros de las Fuerzas de

4 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 42. 5 Gaceta de Madrid, Diario Oficial de la República núm. 201, de 19/07/1936, p. 724. 6 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 71. 7 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p.31.

Page 196: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

191

Seguridad (entre guardias civiles, carabineros y guardias de asalto), además de 70.000 milicianos, principalmente falangistas y carlistas. Las fuerzas leales a la República sumaban 40.000 militares (la mayoría, como hemos visto, licenciados), 30.000 miembros de las Fuerzas de Seguridad y 150.000 milicianos. En cuanto a la aviación, que tendría un papel importante en la contienda, la República tenía en su poder 188 aparatos y la mayoría de los pilotos. Sin embargo, muchos de éstos fueron acusados de apoyar la rebelión y huyeron o fueron encarcelados. De esta manera, los sublevados sumaron 90 aviadores más a sus ya 160 iniciales, para un centenar de aparatos, mientras los republicanos se quedaron con 162 pilotos. En la Armada ocurrió otro tanto, estando en posesión del gobierno la parte principal de la flota y todos los submarinos. Sin embargo, las tripulaciones habían abortado los conatos de sublevación de sus oficiales y mataron a muchos de éstos, de forma que las naves estuvieron inicialmente en manos de un personal poco cualificado, hecho que conllevó la inoperatividad inicial de la Armada republicana. Por último, la ayuda internacional se concretó en la llegada de contingentes de tropas y partidas de material que, en términos totales, estuvo muy equilibrada en ambos bandos, aunque el sublevado contó con un apoyo más decidido y continuo de Alemania e Italia, mientras que la República, al no poder acudir a las potencias democráticas que habían consignado el Pacto de no-intervención, tuvo que buscar la cicatera ayuda soviética: «Durante todo el curso de la guerra, la afluencia de material comprado en la URSS ha sido siempre lenta, problemática y nunca suficiente para las necesidades del ejército»8. El gobierno republicano contó con las Brigadas Internacionales (50.000 hombres), reclutadas por el Partido Comunista, y recibió armamento principalmente de la URSS, Francia y México. Para auxiliar a los rebeldes, Mussolini destacó a España el Cuerpo de Tropas Voluntarias italiano (CTV) fuerte en 35.000 hombres, mientras que Hitler envió los aviadores y personal de tierra de la Legión Cóndor (5.000 hombres). En cuanto al material, italianos, alemanes y algunas empresas norteamericanas auxiliaron al bando rebelde durante toda la guerra.

El 9 de septiembre de 1936, se constituyó en Londres un Comité para vigilar el cumplimiento del Pacto de no-intervención y evitar la internacionalización del conflicto español. Sin embargo, ciertas potencias signatarias (en especial, Italia, Alemania y la URSS) siguieron alimentando la guerra, mientras las democracias, que podían haberse alineado con el gobierno republicano, intentaron mantenerse al margen para evitar la escalada bélica en el continente. Azaña criticó la ineficacia de esta política de no-intervención: «Realmente, lo peor del Comité de Londres, no fue que existiera, sino su fracaso. Implantada en teoría la no-intervención, lo más deseable, lo más útil, era que el Comité cumpliera efectivamente la misión oficial que le habían asignado, hasta acabar con la acción, en todas sus formas, de los extranjeros en España»9.

3. Síntesis de las principales operaciones y batallas

El plan del general Mola consistía en hacer converger sobre Madrid, centro del poder político, cuatro columnas militares provenientes de Valencia, Zaragoza, Burgos y Valladolid.

8 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 49. 9 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 42.

Page 197: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

192

Sin embargo, al adelantarse el golpe de Estado y fracasar en la zona levantina, sólo se pudieron destacar tres columnas pobremente equipadas que no llegaron a cruzar el Sistema Central. El gobierno republicano, tras hacerse con el control de la capital, fue capaz de barrearles el paso en la montaña con las milicias y las pocas unidades militares que pudo constituir. Sin embargo, en Andalucía, el general Queipo de Llano tuvo un éxito inesperado al hacerse con el control de Sevilla y, posteriormente, con el resto de capitales andaluzas exceptuando Jaén, Málaga y Almería. Al otro lado del Estrecho, el general Franco tenía bajo su mando las tropas más preparadas del Ejército, dispuestas a cruzar a la Península para inclinar la balanza hacia los sublevados. La ayuda alemana fue vital en este punto, al ceder aviones con los que se pudo habilitar un puente aéreo que permitió pasar a Andalucía 15.000 hombres en los primeros dos meses del conflicto.

Mientras tanto, en la zona republicana se habían formado heterogéneas columnas de milicianos que desde las principales ciudades (en especial, Barcelona y Valencia) marchaban en busca del enemigo hasta ser detenidas a las puertas de Córdoba y de las tres capitales aragonesas, donde se consolidó el frente. Por otro lado, la Generalitat de Cataluña enviaba por su cuenta y riesgo una infructuosa expedición para recuperar Mallorca, y el gobierno de Madrid intentaba ampliar su zona de control ocupando Guadalajara y Toledo. El gran error estratégico cometido por la República en los primeros meses del conflicto fue no oponer una mayor resistencia en el Estrecho, aunque la superioridad aérea estaba en manos de los sublevados.

Concentrado el Ejército de Marruecos en Andalucía, Franco decidió avanzar rápidamente hacia Madrid apoyando su flanco izquierdo en la frontera portuguesa y desechando la ruta directa por Despeñaperros, donde le esperaba el general Miaja con fuerzas leales a la República. La progresión por Extremadura de las columnas rebeldes se hizo con rapidez, a pesar de la resistencia encontrada en Badajoz y Mérida, enlazando al sur de Cáceres con las fuerzas de Mola y llegando a las proximidades de Talavera a finales de agosto. Deshechas las tropas republicanas en el valle del Tajo, Franco optó por socorrer el Alcázar de Toledo, donde aún resistía un grupo de sublevados, en lugar de avanzar directamente sobre Madrid. El papel decisivo que había tenido el general Franco al recabar la ayuda germano-italiana (negociada personalmente), al aportar la principal masa de maniobra de los rebeldes (el Ejército de África) y al llevar a cabo la liberación del Alcázar (que tuvo un gran impacto mediático a nivel internacional), le granjearon el nombramiento, por parte de la Junta de Defensa Nacional, de Generalísimo de las fuerzas sublevadas y jefe del gobierno del Estado español (29/09/1936). En el bando republicano, Francisco Largo Caballero sustituyó a José Giral (05/09/1936), asumiendo personalmente la dirección político-militar de la guerra y la creación del Ejército Popular de la República a base de la militarización de las milicias. Por aquel entonces, las ofensivas republicanas no habían tenido los resultados apetecidos en ninguno de los frentes de combate, en especial, en la zona cantábrica, donde Mola había conseguido cerrar la frontera vasco-francesa y fuerzas sublevadas seguían resistiendo en Oviedo. Sin embargo, la tarea más importante para la República radicaba en la defensa de Madrid, amenazada de cerca por las tropas del general Franco.

La batalla por Madrid sería el primer gran enfrentamiento de la Guerra Civil, un combate de carácter urbano en el que las tropas republicanas, en un clima psicológico con

Page 198: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

193

tintes numantinos, consiguieron frenar el avance de las columnas rebeldes (desde el 01/10/1936, fuerzas del Ejército Nacional) en los suburbios de la ciudad, donde quedó estabilizado el frente durante toda la guerra. La llegada providencial de las primeras Brigadas Internacionales y de las columnas de milicianos anarquistas, unido a la movilización de los voluntarios madrileños y a la recomposición de las unidades que habían venido retrocediendo desde Talavera y Toledo, lograron lo que parecía imposible, si bien las tropas nacionales llegaban exhaustas a la ciudad y estaban lejos de sus bases logísticas. Los primeros aviones y carros de combate soviéticos empezaron a entrar en acción, mientras la Junta de Defensa de Madrid, dirigida por el general Miaja, asumía el mando único en la capital. La Legión Cóndor alemana también hizo acto de presencia, pero las fuerzas nacionales no pudieron progresar dentro del casco urbano y sólo pudieron poner pie en la Ciudad Universitaria. El 23 de noviembre, tras más de dos semanas de duros combates, Franco ordenó suspender la ofensiva a la espera de poder concentrar nuevos contingentes. La resistencia de Madrid, según Azaña, fue un acto del todo inesperado al realizarse en condiciones militares lastimosas: «A todo suplió el entusiasmo de los combatientes, tropas voluntarias, poseídas de un espíritu exaltado hasta el paroxismo, seguras de la victoria. A fuerza de arrojo, de buena voluntad, muchas veces de heroísmo, hicieron cosas utilísimas para la defensa, y como no había otras mejor pensadas y ejecutadas, eran insustituibles»10.

Después de dar un respiro a sus tropas, Franco volvió a ordenar el ataque sobre Madrid, aunque esta vez se dio mayor amplitud a la maniobra tratando de envolver la ciudad por el noroeste. A finales de 1936, las fuerzas nacionales iniciaron el avance hacia la carretera de La Coruña, que interceptaron parcialmente, hasta quedar detenidas en el monte del Pardo. Un mes más tarde, en febrero de 1937, se desencadenó una nueva ofensiva para tratar de cortar por el sur la carretera de Valencia, línea principal de abastecimiento de la capital. La batalla del Jarama fue un banco de pruebas del material recientemente adquirido por ambos bandos, en especial la aviación, dando lugar a una guerra de desgaste que causó un enorme número de bajas y donde el nuevo Ejército Popular demostró ser capaz de afrontar en campo abierto a un enemigo más maniobrero. Según Rojo:

«En el aspecto táctico fue la primera batalla de material librada en nuestra guerra: ataques preparados y apoyados muy potentemente con un rigor técnico y un verdadero derroche de medios materiales, jugando los tanques especialmente un papel extraordinariamente útil. (…) Pero la técnica y el armamento se estrellaron contra la firme decisión de defender el terreno; la batalla había carecido de arte en todo su desarrollo, limitándose a un bárbaro forcejeo»11.

Por las mismas fechas que se combatía en el Jarama, las fuerzas republicanas en Asturias lanzaban sin éxito una ofensiva sobre el Nalón con el fin de cortar el corredor que enlazaba Oviedo con las tropas nacionales provenientes de Galicia. El CTV italiano, mientras tanto, llevó el esfuerzo principal en la reducción de Málaga antes de ser enviado al norte

10 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 75. 11 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 31.

Page 199: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

194

para tomar parte en otro ataque nacional sobre Madrid. La batalla de Guadalajara, en marzo de 1937, fue el fracaso más estrepitoso del Ejército Nacional durante la guerra. El objetivo era embolsar Madrid combinando un ataque por el sudoeste (Jarama) con otro por el nordeste (Guadalajara). Sin embargo, la maniobra no se pudo ejecutar de forma simultánea y la ofensiva italiana empezó cuando la batalla del Jarama había terminado. Por otro lado, los italianos, envalentonados por su éxito en Andalucía, subestimaron la capacidad de resistencia del Ejército Popular y no evaluaron el terreno donde se iba a efectuar el avance. La carencia de buenos caminos para las unidades motorizadas italianas, unido al mal tiempo, que dificultó los apoyos aéreos, y la firme reacción republicana neutralizaron el ataque de los nacionales, provocando la retirada de los italianos y el fin de la ofensiva.

Desde el principio de la guerra, los nacionales habían concentrado su esfuerzo militar sobre Madrid, principal objetivo estratégico, sin ningún resultado práctico ya que las unidades del Ejército Popular que se encontraban en la capital de España eran las más aguerridas de la República. Por otro lado, el enfrentamiento entre anarquistas y comunistas en Barcelona se acabó saldando con la dimisión del presidente del gobierno, sustituido por Juan Negrín, y con la disolución del Ejército de Cataluña, que no había estado bajo control del Estado Mayor republicano. En la primavera de 1937, tras los reveses en Guadalajara y Pozoblanco (intento de socorrer el Santuario de Santa María de la Cabeza), Franco optó por trasladar su esfuerzo principal al norte para proceder a la reducción de la zona vasco-cantábrica. El Ejército de Euskadi, independiente del Ejército Popular, había intentado recuperar Vitoria en noviembre de 1936, mientras Mola, escaso de fuerzas, se había contentado con contener al enemigo en la línea del Deva. Reforzado con tropas y material, Mola inició la ofensiva a finales de marzo de 1937, rompiendo el frente de Vizcaya y avanzando decididamente hacia Bilbao, donde le esperaba una línea de fortificaciones conocida como Cinturón de Hierro. Al objeto de paralizar el avance nacional en el norte y obligarle a atender otros frentes, el Ejército Popular desencadenó en junio las ofensivas de La Granja y de Huesca. Estas acciones no impidieron la caída de Bilbao (19/06/1937), que la República quiso contrarrestar inmediatamente con una gran ofensiva en el frente de Madrid que dio lugar a la batalla de Brunete: «La situación en el Norte era cada vez más grave; no había más remedio, para evitar la caída de aquel teatro de operaciones, que operar enérgicamente en el nuestro a fin de obligar al adversario a retirar de aquél tropas y medios de los que utilizaba en su ofensiva»12.

En Brunete, las fuerzas republicanas tenían como objetivo levantar el cerco de Madrid, embolsando por el sur a las tropas nacionales próximas a la capital. La fase ofensiva duró diez días, tras los cuales, las unidades del Ejército Popular quedaron detenidas por la tenaz resistencia del enemigo y el sol abrasador. El Ejército Nacional contraatacó inmediatamente y consiguió recuperar la localidad de Brunete, hasta la conclusión de la batalla por agotamiento de ambos contendientes. En paralelo, y al objeto de distraer fuerzas nacionales de otros frentes, los republicanos también llevaron a cabo ofensivas limitadas en Jaén, Extremadura y Albarracín.

12 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 101.

Page 200: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

195

Tras la batalla de Brunete, el Ejército Nacional reinició el avance por Cantabria, que los republicanos respondieron con la batalla de Zaragoza en un intento de paralizar de nuevo las operaciones en el norte. El Ejército Popular, organizado en dos masas de maniobra, ejecutó una ofensiva al norte y al sur del Ebro para envolver y rendir la capital aragonesa. Sin embargo, la maniobra norte apenas alcanzó el río Gállego, mientras que la sur, ralentizada por la enconada resistencia encontrada en Belchite, tampoco tuvo la suficiente profundidad y quedó frenada lejos del objetivo. De poco sirvió este ataque ni el llevado a cabo al norte de Huesca, ya que los nacionales ocuparon Santander a finales de agosto y, tras reducir Asturias dos meses más tarde, completaron la conquista de la fachada cantábrica.

A finales de 1937, el Ejército Nacional podía concentrar todo su potencial militar sobre Madrid o escoger cualquier otro punto del frente. Sin embargo, el Estado Mayor Central de la República, dirigido por el general Rojo, se adelantó a los planes de Franco y proyectó una ofensiva que permitiera suspender la acumulación de medios nacionales frente a Madrid y facilitara un éxito que elevara la moral del Ejército Popular. La batalla de Teruel se desarrolló a lo largo de un pronunciado y estrecho saliente que terminaba en la ciudad aragonesa, bajo condiciones atmosféricas extremas y sobre un terreno accidentado y mal comunicado. Cercada en los primeros días de la ofensiva, Teruel cayó en manos republicanas antes de que Franco pudiera reaccionar con energía. Pero el triunfo inicial del Ejército Popular se vio pronto empañado por la avalancha de fuerzas nacionales que se desplazaron hacia el este dando lugar a intensos combates en torno a la ciudad y a la subsiguiente batalla del Alfambra, que terminó con la recuperación de la ciudad por las tropas de Franco. Balanceado todo el Ejército Nacional hacia el Mediterráneo, sus unidades de refresco no dieron reposo a un exhausto Ejército Popular que se vio compelido a ceder mucho terreno en la cuenca del Ebro. A mediados de abril de 1938, las fuerzas nacionales situaban el frente en el Segre y llegaban al mar en Vinaroz, consumando la división del territorio de la República en dos: «El resultado [de la llamada batalla de Aragón] fue victorioso para el bando nacional y aseguró de un modo rotundo el resultado final de la contienda. Esta enorme operación ejecutada entre el Pirineo y las últimas estribaciones del Maestrazgo es sin duda la maniobra de mayor envergadura ejecutada en la Guerra de España»13.

Mientras las fuerzas republicanas se reorganizaban en dos grupos de Ejército, el oriental o GERO (en Cataluña) y el central o GERC (en el resto de la Península), Franco decidía continuar la ofensiva hacia Valencia en lugar de Cataluña, quizás con la intención de dar reposo a la unidades que combatían en el Ebro. Cuando parecía que ya nada podría contener el avance nacional, las tropas del GERC, apoyadas en la aspereza del terreno y contraatacando poderosamente, acabaron por frenar la ofensiva, primero en la línea del Mijares (junio) y luego al norte de Sagunto (julio):

«La batalla de Levante cierra un largo proceso de reveses republicanos que comenzaron al ser reconquistado Teruel por el enemigo y que no se interrumpieron durante cinco meses, sin que fuese posible a nuestras tropas reaccionar victoriosamente en tan largo

13 ALONSO, L. - MARTÍNEZ-KLEISER, L.: Introducción a la Historia Militar. Siglo XX (1900-1939). Academia General Militar de Zaragoza. 1988, p. 793.

Page 201: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

196

período, debido a la penuria de medios y a la imposibilidad de tomar la iniciativa en ningún frente»14.

Al norte del Ebro, unidades del GERO intentaron sin éxito recuperar las centrales hidroeléctricas del Noguera Pallaresa y contactar con la bolsa de Bielsa, donde había quedado incomunicada una división (la 43 republicana) que no tuvo más remedio que pasar a Cataluña a través de Francia. Sin embargo, una operación de mayor envergadura se estaba fraguando en la orilla norte del Ebro y que daría lugar a la batalla más decisiva de la guerra. El día de Santiago de 1938, el GERO cruzaba el río en un frente entre Fayón y Cherta para profundizar hacia el sur y tratar de contactar con el GERC al norte de Valencia. El cruce masivo de cerca de 100.000 republicanos sorprendió inicialmente a las fuerzas nacionales, que cedieron terreno hasta posicionarse firmemente en torno a Gandesa. Contenida la primera embestida, Franco desplazó sus fuerzas hacia el Ebro con el fin de aprovechar la delicada posición del GERO (con un río caudaloso a sus espaldas) para destruirlo. Desde la segunda semana de agosto, las tropas nacionales pasan a la ofensiva, primero atacando las alas republicanas, al norte de Fallón y en la sierra de Pàndols, después realizando ataques frontales a lo largo del valle del Sec, al norte de Gandesa, y por último, apoderándose de la sierra de Cavalls. Este último envite, cuando ambos ejércitos habían llegado al borde de la extenuación, provocó el desplome de las unidades republicanas, que debieron recruzar el Ebro dejando atrás buena parte del material y 20.000 prisioneros.

«Fue la batalla del Ebro una pelea cruentísima; un combate que se libró durante tres meses y medio con breves intermitencias en tierra y sin ellas en el aire; una batalla de material, en la que jugaron, en frentes estrechos y con una potencia arrolladora, todas las armas e ingenios de guerra, excepto los gases; una pugna en la que se batían las tropas de choque propias y enemigas de mejor organización y de más sólida moral; una lucha desigual y terrible del hombre contra la máquina, de la fortificación contra los elementos destructores, de los medios del aire contra los de tierra, de la abundancia contra la pobreza, de la terquedad contra la tenacidad, de la audacia contra la osadía, y también, justo es decirlo, del valor contra el valor, y del heroísmo contra el heroísmo, porque, al fin, era una batalla de españoles contra españoles»15.

Tras la batalla del Ebro, el GERO ya no pudo contener en Cataluña el avance victorioso del Ejército Nacional: Barcelona fue ocupada sin combate el 26 de enero de 1939 y, dos semanas más tarde, las tropas de Franco obligaban al resto de unidades republicanas a cruzar la frontera francesa. De poco sirvieron las líneas defensivas proyectadas por Rojo ni las acciones de distracción llevadas a cabo en Extremadura y Brunete; el GERO ya no se repondría del desastre, mientras que el GERC se encontraba en proceso de reorganización para quedar en manos de destacados militares del Partido Comunista, partidarios de la resistencia a ultranza. Sin embargo, el general Miaja y el coronel Casado constituyeron un Consejo Nacional de Defensa para tratar de negociar una capitulación que no querían los comunistas y que acabó desencadenando la lucha intestina en Madrid. Descompuesta la

14 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p.149. 15 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., pp.181-182.

Page 202: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

197

República, Franco ordenó el avance en todos los frentes y ocupaba sin apenas resistencia la zona republicana, dando la guerra por concluida el 1 de abril de 1939.

4. Aplicación de los principios de la guerra Al objeto de analizar la Guerra Civil desde una perspectiva militar, de examinar de cerca las operaciones militares desarrolladas por ambos bandos, sus aciertos y deficiencias, hemos de adentrarnos en el campo de la Estrategia y de la Táctica, dos conceptos interrelacionados, pero que pueden y deben diferenciarse.

Por Estrategia entendemos el planeamiento y la conducción de las operaciones militares de un ejército al más alto nivel, incluido el político, con la finalidad de alcanzar la paz mediante la fuerza de las armas. Según Rojo, la Estrategia «coordina acciones, problemas, necesidades y fines de significado más permanente que accidental, y de índole política, económica y militar, aplicándolos al fin general de llegar a la paz por la victoria de las armas… Prepara y monta la decisión de la lucha [y], en la guerra de nuestros días, se halla estrechamente condicionada por la Política»16.

Mientras la Estrategia es especulativa, la Táctica es práctica, coordina realidades y ejecuta posibilidades concretas para conseguir el triunfo en el campo de batalla, sin conocer, al menos teóricamente, la influencia de la política: «La Batalla es para la Estrategia un medio, mientras que para la Táctica es lo esencial de su actividad»17.

Una vez señalada esta distinción, que más adelante irá reapareciendo en nuestro discurso, debemos introducir unos principios que son fruto de la experiencia guerrera adquirida por el hombre a lo largo de la historia y de cuya aplicación depende en gran medida el éxito de las operaciones militares. La Doctrina actual de las Fuerzas Armadas españolas define los principios fundamentales del arte militar como «conceptos básicos y generales que se apoyan en verdades confirmadas que rigen de una manera permanente las acciones victoriosas de los ejércitos, según se desprende del examen de la historia. Conocerlos no es suficiente para lograr el éxito, pero ignorarlos es, a menudo, suficiente para el fracaso»18. Dichos principios fundamentales son: voluntad de vencer, libertad de acción y capacidad de ejecución.

4.1. Voluntad de Vencer Según la actual Doctrina española, «la voluntad de vencer debe entenderse como el

firme propósito del mando y de las tropas de imponerse al adversario y cumplir la misión en cualquier situación por desfavorable que ésta sea. Implica fe en el triunfo, tenacidad para alcanzarlo y actividad insuperable en la ejecución. Se basa en los valores morales que

16 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra. Ministerio de Defensa. Madrid. 1988, p. 27. 17 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra…, ob. cit., p. 27. 18 Mando de Adiestramiento y Doctrina (DIDOM): Empleo de las Fuerzas Terrestres. Ministerio de Defensa. Madrid. 2011, p. 3-1.

Page 203: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

198

constituyen el primordial exponente de la valía de un ejército»19. El general Rojo la definía como «el deseo permanente de batirse e imponerse, dominando la voluntad adversaria por el triunfo y a cualquier precio»20, y consideraba manifestaciones de este principio la iniciativa, la audacia y la actividad.

Durante la Guerra Civil, el Ejército Nacional mantuvo en todo momento una actitud predominantemente ofensiva, dirigiendo enérgicamente sus tropas hacia los objetivos establecidos y buscando siempre la aniquilación de las fuerzas enemigas. El general Franco se erigió tempranamente en mando único (Generalísimo de los Ejércitos desde finales de septiembre de 1936), dominando las discrepancias entre las heterogéneas fuerzas políticas que apoyaron la rebelión contra la República (en especial, carlistas y falangistas) y dejando la conducción de las operaciones militares en manos de profesionales. El respeto a la jerarquía militar y la observación de la disciplina fueron los pilares en los que se sustentó la potencia moral del Ejército Nacional, unas tropas tenaces y muy sufridas, concentradas en destruir al enemigo y convencidas de la victoria. Los nacionales dispusieron de una buena reserva de oficiales, y las carencias fueron eficientemente suplidas con los mandos subalternos que el sistema de alféreces provisionales pudo proporcionar. Incluso sus milicias estuvieron en todo momento bajo el mando de oficiales profesionales y su integración en el ejército fue más sencilla que en el bando republicano. A nivel estratégico, los nacionales tuvieron relevantes aciertos al inicio del conflicto como fueron el paso del estrecho, el cierre de la frontera vasco-francesa y la liberación del Alcázar de Toledo. El rápido alineamiento con Italia y Alemania, unido a la transigencia de las potencias democráticas y al deterioro de la imagen de la República a nivel internacional, fueron factores psicológicos que Franco supo aprovechar, tan determinantes como la moral de victoria que siempre cultivó entre sus tropas.

El gobierno de la República no aplicó este principio fundamental, al menos a nivel estratégico, con tanta contundencia como el bando nacional. Las ofensivas republicanas, aún realizadas tácticamente con firmeza, solían tener una finalidad defensiva o de carácter dilatorio, incluso se desencadenaron muchas veces con el objeto de distraer fuerzas nacionales de otros frentes más activos. La República no se dotó de un centro conjunto de toma de decisiones militares hasta mediados de 1937 (creación del Estado Mayor Central) y no declaró el Estado de Guerra hasta enero de 1939, como si no quisiera aceptar la realidad del conflicto ni actuar con la energía política que tal situación precisaba. El mando único fue respetado tardíamente, si bien el Ejército de Euskadi actuó siempre de forma independiente, al igual que el de Cataluña hasta el momento en que fue integrado en el Ejército Popular por el gobierno de Negrín. La República trató de jugar la baza de una conflagración bélica a nivel europeo entre democracias y fascismos, más que concentrar todos sus esfuerzos en sofocar por las armas la rebelión. Ante los primeros fracasos producto de la improvisación y de la multiplicidad de intereses, el desánimo ganó influencia en la retaguardia republicana, debilitando gravemente la capacidad ofensiva y la moral de su ejército. Indalecio Prieto, Ministro de Defensa en mayo de 1937, achacó la pérdida de la zona cantábrica, entre otros motivos, a la conducta errónea de la retaguardia, a la

19 DIDOM: Empleo de las Fuerzas Terrestres..., ob. cit., p. 3-2. 20 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra…, ob. cit., p. 72.

Page 204: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

199

intromisión de la política en lo militar, a los recelos hacia los mandos profesionales y al excesivo número de soldados en funciones no-combativas. En abril de 1938, según Azaña, «las posiciones extremas eran: resistir es vencer; la resistencia es la única política posible; o bien: la guerra está perdida; aprovechemos la resistencia para concertar la paz»21.

La política dilatoria fue un verdadero fracaso. Los gobiernos de Gran Bretaña y Francia no querían que la guerra se extendiera al continente y se mostraron excesivamente generosos frente a las ambiciones de la Alemania nacionalsocialista. Hitler movió sus peones de forma calculada para no anticipar la guerra mundial, utilizando el conflicto español para poner a prueba sus materiales, ensayar tácticas y conseguir recursos económicos para su industria militar. Los soviéticos, por otro lado, también enviaron armamento y asesores militares a España para dar alguna consistencia al Ejército Popular. A pesar del esfuerzo realizado para crear un ejército maniobrero y combativo, sólo se pudo conseguir poner a punto algunas unidades realmente operativas y todas sufrieron la intromisión política (figura del Comisariado22) incluso en decisiones tácticas que incumbían sólo a los profesionales. En estas condiciones, la moral de combate del Ejército Popular sufrió un decaimiento progresivo que tuvo su punto más bajo a partir de la batalla del Ebro, el último gran esfuerzo republicano por alargar la guerra y enlazar con la mundial. Según Azaña, el problema radicó en que la República, a diferencia de su ejército, nunca realizó ni quizás nunca pudo realizar el esfuerzo supremo que se precisaba para ganar militarmente la guerra, es decir, no tuvo la necesaria voluntad de vencer: «El Estado Mayor –decían– asegura que se puede ganar la guerra. Se omitía lo más importante: ¿estamos en condiciones de hacer lo que el EM cree necesario para ganarla? Eso era todo el problema»23.

4.2. Libertad de acción Siguiendo con la Doctrina, «la libertad de acción es la posibilidad de decidir, preparar y

ejecutar los planes a pesar de la voluntad del adversario. El mando procurará conservarla a todo trance y, si la pierde, tratará de recuperarla lo antes posible utilizando todos los medios a su alcance. El arte militar consiste fundamentalmente en una lucha por alcanzar la libertad de acción. Reposa sobre la capacidad de conocer al adversario, el entorno y los medios propios»24. El general Rojo considera que la libertad de acción consiste en disponer de tiempo y espacio para decidir y obrar, y la engloba dentro de un principio superior al que llama sorpresa, en el sentido de «acción inesperada que obra sobre la moral enemiga, deprimiéndola y favoreciendo la destrucción, o sobre las fuerzas organizadas, en condiciones de forma, situación o tiempo que facilitan la victoria sobre un enemigo potencialmente más fuerte»25.

21 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 137. 22 CASTILLO, F.: “La figura del Comisariado político en la Guerra Civil española”. En Aproximación a la Historia militar de España, vol. 2. Ministerio de Defensa, Madrid. 2006, pp. 651-667. 23 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 140. 24 DIDOM: Empleo de las Fuerzas Terrestres..., ob. cit., p. 3-2. 25 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra…, ob. cit., p. 75.

Page 205: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

200

El bando nacional siempre contó con una superioridad estratégica que le granjeó la libertad de acción necesaria para llevar a cabo sus planes. Franco y sus generales tenían claros los objetivos militares y tuvieron tiempo y medios para ejecutar las operaciones proyectadas. El fracaso ante Madrid conllevó la búsqueda de otros frentes donde decidir la suerte de la guerra, sin que los republicanos consiguieran poder llevar en ningún momento la iniciativa estratégica. Aún así, a nivel táctico, el Ejército Popular hizo una buena utilización del factor sorpresa, desencadenando ofensivas que cogieron desprevenidos a los nacionales, aunque la ejecución de las mismas careció de continuidad en el esfuerzo (Teruel y Ebro) o no se realizó con toda la energía que requerían (Brunete y Zaragoza). El Ejército Popular había demostrado que podía resistir en frentes apoyados en obras defensivas y sacar el máximo partido del terreno, como fue el caso de Madrid, pero en la guerra siempre es necesario maniobrar para combatir y, por ello, el general Rojo puso gran interés en formar e instruir unidades que fueran capaces de ejecutar los movimientos ofensivos planeados por el Estado Mayor: «Nuestro hombre había probado ya que sabía resistir y contraatacar en acciones de limitado alcance. Pero para poder operar ofensivamente era necesario algo más: en la tropa una instrucción ofensiva y una aptitud maniobrera de que carecía; en los Mandos una preparación de que también carecían por ser en su mayor parte improvisados»26. Precisamente, uno de los problemas del Ejército Popular fue la escasa preparación y la falta de iniciativa de los mandos subalternos:

«La raíz del mal era la falta de cuadros de mando. El gobierno los fabricaba en serie porque la guerra consumía muchos. La celeridad en formarlos cedía en menoscabo de la calidad. No por falta de valor sino de preparación. En ese aspecto, el ejército era una masa sin esqueleto. El resultado tenía que ser desastroso. (…) El arrojo personal, o ciertas dotes de mando, no bastan para ponerse al frente de una gran unidad o de un ejército en campaña»27.

Los oficiales profesionales leales a la República fueron considerados sospechosos desde el primer momento y fueron, sin duda, menos favorecidos que los procedentes de milicias o de nueva creación. Además, dada la indisciplina de los milicianos, todos los mandos se hallaban en una situación difícil: «Su autoridad no siempre era acatada. Tenían que convencer a sus subordinados para que cumpliesen las órdenes. Y tener mucho cuidado para no incurrir en sospecha de deslealtad. Si la tropa se desbandaba, o desobedecía, o cumplía mal alguna orden, el jefe no podía ser riguroso con ella»28.

El Ejército Nacional, por su lado, preservó en todo momento la cohesión de las unidades y fomentó el espíritu audaz de sus tropas, explotando al máximo cualquier posibilidad de éxito que pudiera presentarse, como por ejemplo en la carrera hacia el mar Mediterráneo. Aunque sorprendido por algunas ofensivas del enemigo y obligado a combatir en tiempo y lugar inesperados, supo adaptarse rápidamente a las nuevas

26 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 100. 27 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., pp. 78-79. 28 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 74.

Page 206: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

201

circunstancias y resolver bien las amenazas planteadas. También, y no menos importante, tuvo pocas fallas en materia de seguridad, a diferencia de los republicanos, minados por las acciones quintacolumnistas29 y por las constantes filtraciones de información.

4.3. Capacidad de ejecución

Por último, «la capacidad de ejecución es la facultad de saber determinar y adecuar los medios y su forma de empleo a las misiones asignadas, estableciendo los planes necesarios para el desarrollo de las operaciones, ejecutándolos de la forma prevista y modificándolos en función de los cambios que la situación aconseje»30. Rojo llama a este principio acción de conjunto, que define como «la disposición, manejo y aplicación combinada y coordinada de los medios de acción en condiciones de crear la superioridad sobre el adversario»31.

Las operaciones militares proyectadas por el Estado Mayor Central se realizaron de acuerdo con los medios que dispuso en cada momento el Ejército Popular. Sin embargo, las ofensivas republicanas adolecieron de falta de empuje, deteniéndose el avance con demasiada facilidad en los núcleos de resistencia enemigos y sin alcanzar completamente los objetivos tácticos. Las unidades republicanas, salvo contadas excepciones, se mostraron incapaces de explotar el éxito inicial que era producto de la sorpresa de su embestida, como ocurrió en la ofensiva sobre Zaragoza en verano de 1937: «Los jefes, acostumbrados a combatir en posiciones y con un enemigo fijado en ellas, sienten temor al vacío, sobre todo cuando el espacio en que han de caer supera sus posibilidades de combate. En una palabra, se sabe combatir en posiciones pero no maniobrar»32. Además, en innumerables ocasiones, las tropas republicanas tuvieron graves crisis de pánico que les hizo desguarnecer, sin causa justificada, posiciones costosamente conquistadas. El general Rojo señaló varios casos, entre ellos algunos momentos de las ofensivas de Brunete y Teruel: «Un pánico producido al atardecer en los elementos avanzados provocó inesperadamente el repliegue a la base de partida de todas las unidades que con gran esfuerzo habían logrado penetrar en la organización defensiva adversaria»33; «El pánico, al que nuestras tropas, fáciles a la sugestión, han sido propensas durante toda la campaña, se manifestaba en Teruel con graves caracteres»34. El miedo al vacío, junto a las inesperadas espantadas de algunas unidades y la progresiva insuficiencia de los apoyos de fuego encorsetaban la

29 Según la RAE, se define “quinta columna” a aquel grupo organizado que en un país en guerra actúa clandestinamente en favor del enemigo. La expresión parece haber sido acuñada por el general Mola en referencia a los activistas contrarios a la República que se hallaban en Madrid después del alzamiento y que debían facilitar la ocupación de la ciudad a las cuatro columnas que se tenía proyectado enviar hacia la misma. 30 DIDOM: Empleo de las Fuerzas Terrestres..., ob. cit., p. 3-2. 31 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra…, ob. cit., p. 73. 32 Ibíd., p. 123. 33 Ibíd., p. 106. 34 Ibíd., p. 141.

Page 207: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

202

maniobra del Ejército Popular, que tan sólo pudo conseguir algunos éxitos limitados, nunca una victoria decisiva.

En relación a los apoyos de fuego, un factor importante a reseñar es el poder del arma aérea, estrenada en todas sus capacidades durante la Guerra Civil35. España fue un verdadero banco de pruebas de la aviación, utilizada a efectos militares en el norte de África y en la 1ª Guerra Mundial. Sin embargo, es ahora cuando se pone en práctica la diversidad de las misiones aéreas, desde la utilización en apoyo táctico a las unidades terrestres al transporte de tropas y a los bombardeos estratégicos con efecto psicológico sobre las poblaciones. Desde el principio de la guerra se hizo evidente que el movimiento de las columnas, en especial de las unidades motorizadas o blindadas, no se podía realizar con seguridad sin la cobertura de la aviación, que podía dar continuidad a los apoyos de fuego allí donde no llegaba la artillería. Recordemos que una de las causas del desastre italiano en Guadalajara fue la imposibilidad de recibir apoyos aéreos en su avance, ya que las pistas de aviación nacionales habían quedado inservibles debido a las inclemencias del tiempo, circunstancia que perjudicó menos a los republicanos, ya que su aviación podía contar con pistas asfaltadas. Por otro lado, los bombardeos a poblaciones tuvieron un escaso valor táctico y graves consecuencias mediáticas, como el caso de Guernica o el de Cabra. En cambio, a nivel estratégico, sí que dieron mejor resultado a costa de la muerte de personas no-combatientes, aumentando la sensación de vulnerabilidad de las poblaciones y sembrando dudas sobre la victoria final. Aunque harto inhumano, sería un procedimiento utilizado profusamente en la 2ª Guerra Mundial.

Ambos bandos iniciarían una carrera armamentística para conseguir la superioridad aérea, siendo el nacional el que conseguiría una primera ventaja en el verano de 1936, que facilitaría el paso del Estrecho de sus mejores tropas. La adquisición de material soviético por la República le permitió disfrutar de cierta ventaja que se hizo patente en el Jarama y en Guadalajara. Sin embargo, la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana reequilibraron la balanza en el verano de 1937 y, a partir de la caída del frente Norte, la aviación nacional ya no perdió la superioridad en el aire. La pérdida del tejido industrial en la fachada cantábrica y la concentración de los esfuerzos nacionales en un único frente fueron fatales para la República, que ya sólo podía contar con el factor sorpresa para imponerse, aunque fuera momentáneamente, al Ejército Nacional. En palabras de Azaña, «durante la última campaña de Cataluña, la aviación del enemigo era seis o siete veces más numerosa que la republicana. La artillería, diez veces superior en cuanto al número»36. Por otro lado, Franco concentró la gestión de su aviación en un único mando y con una visión de conjunto, a pesar de que alemanes e italianos obraron en ocasiones de forma independiente, mientras que la aviación republicana mantuvo sus recursos disgregados, física y operativamente, en hasta ocho regiones aéreas, cada una de ellas con su propio Estado Mayor y con responsabilidad en un determinado frente.

Salvo contadas excepciones, el Ejército Nacional fue capaz de obtener rápidamente la superioridad local en apoyos de fuego, facilitando la consecución de sus objetivos tácticos, 35 SALAS, J. M.: “Apoyo aéreo en la Guerra Civil española”. En Aproximación a la Historia militar de España, vol. 2. Ministerio de Defensa, Madrid. 2006, pp. 669-681. 36 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 77.

Page 208: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

203

buscados siempre con gran intensidad y siguiendo la máxima de avanzar y avanzar. Sin embargo, al infravalorar casi siempre la fuerza del enemigo y su capacidad de reacción, se encontró a veces con situaciones inesperadas que hubo de reconducir con gran esfuerzo y sacrificio, dos de las virtudes principales de las tropas nacionales.

5. Conclusiones

Del análisis de las circunstancias planteadas en el apartado anterior se desprende que el bando nacional consiguió aplicar con mayor acierto los principios fundamentales de la guerra y que esa fue la causa fundamental de su victoria por las armas. Sin embargo, en la guerra valen de poco los dogmas, tan sólo la certeza del resultado final. El general Rojo considera que «los principios son ideas; que la guerra es acción, y que la acción bien conducida es la que está gobernada por un Jefe con ideas claras, precisas, que hayan creado en él la persuasión de que su Decisión, no será buena por sabia, sino porque, en cada caso, sea la que resuelva del modo más concluyente y absoluto la situación planteada»37. Pocas opciones tuvo la República de sobreponerse a los graves errores cometidos al comienzo del conflicto, véase la autodestrucción de sus recursos militares, la indisciplina de las milicias, la heterogeneidad de intereses de sus partidarios o la falta de solidaridad entre los distintos organismos políticos. El desamparo de los regímenes democráticos, mientras los nacionales recibían una ayuda inestimable por parte de las potencias totalitarias, y la estrategia dilatoria con objeto de redimensionar la guerra a una escala europea, o quizás mundial, sellaron, sin duda, el destino de la República. A pesar de la voluntad del Ejército Popular, levantado precipitadamente y siempre lastrado por la falta de medios y por la intromisión política, fue derrotado plenamente en el campo de batalla y no pudo imponerse a su rival más allá de los pocos éxitos puntuales que alcanzó a nivel táctico.

Una de las primeras lecciones que podemos extraer de la Guerra Civil es la realidad del padecimiento del pueblo español: «A lo largo del calvario pasado y presente de España, la verdad del sacrificio del hombre español es la lección que se perpetúa para alumbrar los derroteros del destino de nuestro pueblo»38. La lucha fue muy intensa y no escasearon por ambas partes los hechos heroicos protagonizados por el soldado español. Buena prueba de ello es que el bando nacional concedió 67 Cruces Laureadas de San Fernando individuales (máxima condecoración militar en tiempo de guerra), 23 de las cuales fueron impuestas durante la guerra; mientras que en el bando republicano se entregaron 18 Placas Laureadas de Madrid (equivalente a la anterior), teniendo en cuenta que, al ser derrotado, no entregó ninguna más después de 1939. En cuanto a las pérdidas humanas, las cifras generalmente aceptadas rondan el medio millón de muertos y otro tanto de exiliados, sin contar los mutilados y el impacto demográfico que dejó en la siguiente generación el descenso drástico de la tasa de nacimientos. Según los datos estadísticos, mientras que la mortalidad aumentaba tres puntos y medio entre 1935-1938 (15,58-19,02 por mil), los nacimientos disminuyeron en más de ocho puntos durante el periodo 1936-1939 (24,59-16,29 por mil),

37 ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra…, ob. cit., p. 89. 38 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 200.

Page 209: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

204

llegando incluso a ser negativo el crecimiento vegetativo en el año 1939 (-1,95 por mil)39. Otras secuelas que dejó la guerra fueron el hambre, las destrucciones y los odios desatados entre la población. Como señaló Azaña, con la guerra, «iban a perderse los más preciados valores del patrimonio nacional. Vidas y bienes, para siempre. Hábitos de trabajo, independencia del espíritu, captado por todos los fanatismos. Se ganarían odios incurables y la lesión moral recibida por las generaciones más jóvenes. En España, a ambos lados de las trincheras, y en el extranjero, se hacían cábalas sobre quién ganaría la guerra. En realidad, la guerra no la han perdido sólo la República y sus defensores. La han perdido todos los españoles»40.

La represión política desatada por el régimen franquista provocó rencores que han llegado hasta nuestros días. Faltó generosidad, como tampoco la hubo por parte de algunas instancias republicanas durante el conflicto, un comportamiento distinto al vivido, más allá de la dureza de los combates, en las trincheras por los combatientes de ambos bandos. En el último avance nacional, los soldados republicanos, cansados de la guerra y convencidos de la derrota, no opusieron gran resistencia y, en algunos casos, abandonaron las posiciones para dar la bienvenida a sus enemigos y celebrar juntos el fin de la guerra:

«Tan espontáneos brotes de fraternidad hicieron exclamar a Casado: “¡Quiere usted nada más elocuente y más hermoso que la paz haya empezado por abajo!” Lamentablemente, las autoridades del bando vencedor no suscribieron aquel esperanzador anhelo de pacífica convivencia. Durante casi cuarenta años, decididas a no olvidar ni perdonar, mantuvieron vivo el clima bélico, sin parecer advertir que la inmensa mayoría de la población, tanto la que había combatido como sus hijos, había asumido y sintonizado plenamente con el ambiente vivido en las trincheras en los tres últimos días de la guerra»41.

Otra lección que debemos extraer de estas enseñanzas es que pocas cosas en la historia suelen ocurrir al azar y que la derrota de la República responde a una serie de circunstancias que la condujeron inevitablemente a ese final. Hemos señalado algunas de ellas, pero quizás algunas de las no menos importantes fueron la insolidaridad y el derrotismo (sexta columna), que se manifestaron pronto en las filas republicanas. Azaña describió así una de las claves de la derrota:

«Es un hecho innegable que la voluntad de resistencia fue general, mientras las masas creyeron en la eficacia de resistir para salvar a la República. Era también evidente que en perdiéndose la esperanza, nadie podría obtener, ni por persuasión ni por la violencia, un sacrificio más. Esto es así, por las condiciones actuales de la guerra, que no se hace únicamente con los ejércitos en línea, sino con toda la retaguardia, de cuya moral se alimenta la del soldado. Es necesario recordar, para levantarla a la altura de su mérito, la abnegación de una gran masa, clase media y obreros, sacrificando, quién su trabajo, quién su bienestar, todos la tranquilidad y la alegría, muchos la vida. De cuanto se ha visto en el campo republicano, eso es lo más puro, lo intachable sin disputa. Que unos sacripantes, 39 Anuario de 1943, Fondo documental del Instituto Nacional de Estadística. 40 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 138. 41 PUELL, F. - HUERTA, J. A.: Atlas de la Guerra Civil española. Antecedentes, operaciones y secuelas militares (1931-1945). Editorial Síntesis, Madrid. 2007, p. 224.

Page 210: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

205

altos o bajos, hayan realizado, por diversos estilos, un sabotaje siniestro, esclarece la humilde virtud de los que han cumplido con su deber. Derrumbarse la República les ha arrancado lágrimas de rabia; una rabia que no se dirigirá siempre contra los vencedores»42.

El general Rojo es aún más contundente y apunta que las políticas de partido hicieron insostenible la II República española y entorpecieron gravemente el buen funcionamiento de su aparato militar:

«Al contemplar el cuadro del drama español, podemos decir que hemos perdido la guerra porque fuimos cobardes por inacción política antes y durante la guerra: al no tener valor para destruir corruptelas, venalidades y toda la gama de vicios de que no supo curarse la República, conformándose con la sanción fácil y el menor esfuerzo; al no afrontar resueltamente las aspiraciones de regeneración, respetando en cambio, servidumbre o influencias de poderes extraños, y al preferir egoístamente que se perpetuasen los mezquinos intereses partidarios, o personales, o de secta, o de casta. Todo ello creaba la desunión, la desconfianza, el descrédito, la desmoralización y la discordia, haciendo imposible que se pudieran recoger, exaltar y manejar útilmente, antes de la guerra y durante ésta, las virtudes y características raciales de nuestro pueblo y, con el inmenso poder creador que éste ha demostrado, realizar la obra ansiada por la nación española»43.

Terminaremos este trabajo con la última de las lecciones que creemos es nuestra obligación de historiador exponer. Han pasado 73 años desde el final de la Guerra Civil y 37 años desde la muerte del general Franco. Pocos son ya los testigos directos de aquella guerra fratricida cuya memoria nos ha enfrentado ideológicamente a los españoles durante varias generaciones. Hora es quizás de asumir el pasado como fue y de no utilizarlo en el presente con fines electoralistas ni con la funesta intención de mantener artificialmente el cisma político en nuestra sociedad, como parece que es el deseo de muchos. Ni que decir tiene que toda guerra, pero en especial una guerra civil, evidencia el fracaso de la razón y que es siempre el producto de una serie de desajustes sociales, económicos o de cualquier tipo que pueden subsistir en una comunidad política, incoherencias que no han podido ser resueltas de manera conveniente y que acaban por conducir a las sociedades al borde del abismo y al enfrentamiento. Romper este ciclo no es fácil, pero siempre posible, aunque depende mucho de la calidad humana de su clase política; en ocasiones la guerra puede ser conjurada por los buenos oficios de los diplomáticos, otras veces, cuando el entendimiento entre las partes es imposible, puede llegar a ser inevitable.

Azaña consideraba que la Guerra Civil no estaba justificada, que la República podría haber solventado con éxito sus deficiencias, incluso aquellos males que le achacaban sus detractores. Éstos, por su lado, no estaban tan convencidos y atentaron conscientemente contra el poder establecido por las urnas para imponer otro que consideraban más acorde con la realidad socio-histórica del pueblo español. El hecho es que hubo una conflagración bélica y que el bando rebelde consiguió la victoria por las armas, ante la impotencia de las fuerzas de la República. Hemos apuntado en las páginas anteriores las deficiencias militares que condujeron a la derrota del Ejército Popular, poco más nos resta añadir cuando los

42 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., pp. 133-134. 43 ROJO, V.: España Heroica…, ob. cit., p. 208.

Page 211: Cinco Siglos de Historia Militar Española

Entemu XVII – Aportaciones a cinco siglos de la Historia Militar de España

206

mismos dirigentes republicanos reconocieron casi contemporáneamente sus deficiencias. Después llegó la represión llevada a cabo por el régimen franquista surgido de la guerra, la transición hacia la democracia y la Constitución española de 1978, que cierra este ciclo histórico. Con la llegada de la democracia se trabajó para cerrar las heridas de la Guerra Civil y, por un momento, parecía que sería posible gozar al fin de la paz que no tuvieron nuestros padres y abuelos. Sin embargo, muy pronto volvería la escisión. Los españoles de un color se identificaron con una España ya desaparecida y señalaron a los del otro color como los herederos de aquella otra España, también extinta, que habían combatido en la Guerra Civil. Más que asumir la historia y mirar abiertamente hacia el futuro, como hace cualquier pueblo sensato, los españoles de todos los bandos siguen buscando en un pasado idealizado la justificación de su presente y se creen en la obligación de desenmascarar al enemigo irreconciliable que vive en sus casas. Éste es un síntoma de nuestro fracaso como pueblo, incapaz de enterrar para siempre sus miserias y de aprender a extraer aquellas enseñanzas de la historia que le puedan servir para afrontar mejor su futuro como colectividad. Si persistimos en esta conducta suicida nos tememos que recobrará de nuevo todo su sentido aquella frase de Azaña que sentenciaba: «la experiencia implacable repartirá sus lecciones a quienes más falta les hagan»44.

6. Referencias

AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España (Prólogo de Gabriel Jackson). Crítica, Barcelona. 2009.

ALONSO, L. - MARTÍNEZ-KLEISER, L.: Introducción a la Historia Militar. Siglo XX (1900-1939). Academia General Militar de Zaragoza. 1988.

CASTILLO, F.: “La figura del Comisariado político en la Guerra Civil española”. En Aproximación a la Historia militar de España, vol. 2. Ministerio de Defensa, Madrid. 2006, pp. 651-667.

Mando de Adiestramiento y Doctrina (DIDOM): Empleo de las Fuerzas Terrestres. Ministerio de Defensa, Madrid. 2011.

MUÑOZ, R.: “La Guerra Civil (1936-1939)”. En Aproximación a la Historia militar de España, vol. 2. Ministerio de Defensa, Madrid. 2006, pp. 627-649.

PUELL, F. - HUERTA, J. A.: Atlas de la Guerra Civil española. Antecedentes, operaciones y secuelas militares (1931-1945). Editorial Síntesis, Madrid. 2007.

ROJO, V.: España Heroica (Diez bocetos de la guerra española). Editorial Americalee, Buenos Aires. 1942.

ROJO, V.: Elementos del arte de la Guerra. Ministerio de Defensa, Madrid. 1988.

SALAS, J. M.: “Apoyo aéreo en la Guerra Civil española”. En Aproximación a la Historia militar de España, vol. 2. Ministerio de Defensa, Madrid. 2006, pp. 669-681.

44 AZAÑA, M.: Causas de la guerra de España…, ob. cit., p. 90.