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Presentación:Estamos reunidos aquí para dar inicio al ciclo de conferencias sobre Nuevo Urbanismo,que será impartido por el arquitecto Andrés Duany, cofundador y líder del Movimientode este nombre, en quien reconocemos a uno de los más importantes teóricosdel Urbanismo del mundo contemporáneo. Sus vastos conocimientos serán de granutilidad para los estudiantes, arquitectos e ingenieros presentes en estos encuentros.Los proyectos y las doctrinas del arquitecto Duany se imparten en el segundo y terceraños de la carrera, no solamente en las asignaturas de Proyecto y de Teoría e Historiade la Arquitectura y el Urbanismo, sino también en la asignatura de AcondicionamientoAmbiental. Junto al decano saliente, arquitecto Rubén Bancroft, quisiéramos aprovechar estaoportunidad para agradecer a los arquitectos Andrés Duany y Sonia Chao por su sistemáticacolaboración, los inestimables aportes para elevar la calidad de instrucción delos estudiantes, y sus desinteresadas donaciones a nuestra Facultad de Arquitecturade La Habana. En este marco también quisiera agradecer al arquitecto José AntonioChoy por haber facilitado estas relaciones de colaboración. Al final de la conferencia de hoy se realizará, en los salones adyacentes a este hemiciclo,el lanzamiento del libro Prácticas de Post-Suburbanismo, de los arquitectos Andrés Duanyy Elizabeth Plater-Zyberk, publicado por la Editorial Unión. Doy las gracias al público presente por su asistencia a pesar de las inclemencias del tiempo con que amanecimos hoy.Ada Esther Portero Ricol,Decana de la Facultad de Arquitectura de La Habana.

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C o l e c c i ó n A R Q U I T E C T U R A y C I U D A D

E d i c i o n e s U N I Ó N

Charlas en el Capitolio de La Habana

sobre El Nuevo Urbanismo

C o l e c c i ó n A R Q U I T E C T U R A y C I U D A D

E d i c i o n e s U N I Ó N

Andrés DuanyPresentacion Ada Portero

Editores Invitados Gustavo Sánchez Hugalde y Sonia Cháo

Page 3: Charlas en el Capitolio de La Habana sobre el Nuevo Urbanismo. Andres Duany
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C o l e c c i ó n A R Q U I T E C T U R A y C I U D A D

E d i c i o n e s U N I Ó N

Charlas en el Capitolio de La Habana

sobre El Nuevo Urbanismo

C o l e c c i ó n A R Q U I T E C T U R A y C I U D A D

E d i c i o n e s U N I Ó N

Andrés DuanyPresentacion Ada Portero

Editores Invitados Gustavo Sánchez Hugalde y Sonia Cháo

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Editores invitados: Gustavo Sánchez Hugalde Sonia Cháo

Presentación: Ada Portero

Transcripción: María Victoria Zardoya

Versión de lectura especializada: Enid Santos Buch Gustavo Sánchez Hugalde

Edición: Lourdes Torres de la Fe

Diseño: Miguel Arturo Padrón Hidalgo

Imágenes: Demetrio Cobas Andrés Duany Gustavo Sánchez Hugalde Miguel Arturo Padrón Hidalgo

Cubierta y portadillas: José A. Choy y Antonio Villar

© Andrés Duany, 2010

© Sobre la presente edición: Ediciones Unión y Andrés Duany, 2010

ISBN: 959-209-PENDIENTE

Ediciones Unión Unión de Escritores y Artistas de Cuba Calle 17, no. 354, entre G y H, El Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba

Impresión de PENDIENTE

Agradecemos esta publicación a The J. M. Kaplan Fund y The Seaside Institute.

La presente edición es sólo para distribuir en Cuba a estudiantes y profesionales

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Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Sobre el autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Conferencia 120 de marzo del 2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Conferencia 221 de marzo del 2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

Conferencia 322 de marzo del 2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

Índice

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PresentaciónEstamos reunidos aquí para dar inicio al ciclo de conferencias sobre Nuevo Urbanis-mo, que será impartido por el arquitecto Andrés Duany, cofundador y líder del Movi-miento de este nombre, en quien reconocemos a uno de los más importantes teóricos del Urbanismo del mundo contemporáneo. Sus vastos conocimientos serán de gran utilidad para los estudiantes, arquitectos e ingenieros presentes en estos encuentros.

Los proyectos y las doctrinas del arquitecto Duany se imparten en el segundo y tercer años de la carrera, no solamente en las asignaturas de Proyecto y de Teoría e Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, sino también en la asignatura de Acondiciona- miento Ambiental.

Junto al decano saliente, arquitecto Rubén Bancroft, quisiéramos aprovechar esta oportunidad para agradecer a los arquitectos Andrés Duany y Sonia Chao por su sis-temática colaboración, los inestimables aportes para elevar la calidad de instrucción de los estudiantes, y sus desinteresadas donaciones a nuestra Facultad de Arquitectura de La Habana. En este marco también quisiera agradecer al arquitecto José Antonio Choy por haber facilitado estas relaciones de colaboración.

Al final de la conferencia de hoy se realizará, en los salones adyacentes a este hemici-clo, el lanzamiento del libro Prácticas de Post-Suburbanismo, de los arquitectos Andrés Duany y Elizabeth Plater-Zyberk, publicado por la Editorial Unión.

Doy las gracias al público presente por su asistencia a pesar de las inclemencias del tiempo con que amanecimos hoy.

A continuación, la arquitecta Gina Rey hará comentarios sobre la profesionalidad y maestría del arquitecto Andrés Duany.

Dra. Arq. Ada Esther Portero Ricol,

Decana de la Facultad de Arquitectura de La Habana.

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Estimados compañeros y compañeras, queridos estudiantes:

Constituye una satisfacción presentarles al arquitecto Andrés Duany, una de las prin-cipales figuras del Movimiento del Nuevo Urbanismo en Estados Unidos, cuyas ideas han sido tan influyentes también en otros países. Desde sus inicios, este movimiento ha estado enfocado en la búsqueda de soluciones para enfrentar la compleja problemá-tica de las ciudades norteamericanas, como el desarraigo de los suburbios, el deterioro de las zonas centrales, la separación y segregación de las comunidades por catego-rías sociales y económicas, los problemas de la educación de los niños y los impactos medioambientales que genera la dependencia del automóvil como principal medio de transporte. El Nuevo Urbanismo, procura, en consecuencia, la recuperación de los centros urbanos, la reconfiguración de los suburbios, la conservación de los recursos naturales, la reducción del uso del automóvil y el respeto a la tradición arquitectónica, entre otros aspectos.

El arquitecto Andrés Duany ha asumido una misión educativa que lo ha llevado a im-partir talleres en diferentes ciudades del mundo, entre ellas La Habana, donde están, además, sus raíces culturales. Desde sus primeras visitas, la Facultad de Arquitectura estuvo interesada en que impartiera una conferencia. Al fin esta mañana tendremos ese honor. Sólo me queda, en lo personal, agradecer a Duany por su contribución al debate sobre la arquitectura y el urbanismo en nuestro país, por su paciencia al escuchar nuestras enconadas discusiones, y por el respeto que ha manifestado por los profesionales cubanos, tanto cuando hemos coincidido como en los momentos en que han existido diferencias.

Debemos agradecerle, además, por ayudarnos a entender y apreciar los valores patri-moniales y culturales de nuestras ciudades, así como a desentramar el camino para encontrar un pensamiento arquitectónico y urbanístico acorde con el momento actual. Por último, antes de escuchar a Duany, deseo agradecer a todos ustedes su presencia y exhortarlos a seguir trabajando con este mismo espíritu y entusiasmo por nuestra ciudad, por esta maravillosa ciudad en la que nos ha tocado la suerte vivir.

Muchas gracias.

Msc. Arq. Gina Rey,

Profesora Titular de la Facultad de Arquitectura de La Habana.

Sobre el autor

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Señora decana, arquitecta Gina Rey, muchas gracias por su presentación. Les agra-dezco a todos su presencia. Sé que en Cuba, y en particular en La Habana, es un pro-blema serio poder llegar a un lugar cuando llueve tanto como en la mañana de hoy.

Esta es la primera de tres conferencias que aún estoy ajustando mentalmente según voy entendiendo la realidad cubana, no sólo las características de la ciudad de La Habana, que conozco desde hace siete u ocho años, sino también la de sus profesio-nales, los que ejercen aquí en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo. También es la ciudad del alumnado al que todavía no he tenido la oportunidad de conocer en profundidad. Por ello, resulta inevitable el riesgo de explicar conceptos que quizás no sean necesarios porque ya los conocen, y también el de omitir otros que ustedes no sepan. Entonces, tendré que ir ajustando estas conferencias sobre la marcha según los vaya conociendo mejor.

Conferencia 120 de marzo del 2004

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A N D R É S D U A N Y , C O N F E R E N C I A S E N E L C A P I T O L I O D E L A H A B A N A

El Nuevo UrbanismoComo explicó la profesora Rey, el Nuevo Urbanismo es un movimiento de reforma que surgió como contrapartida a la práctica del modelo de dispersión suburbana que domina Norteamérica desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

La promesa de la ciudad de la posguerra norteamericana consiste en suburbios donde cada familia posee su generoso lote privado con casa y jardín, buscando el ideal de la vivienda unifamiliar vinculada a la naturaleza. En estos suburbios se puede privatizar no sólo el lote, sino también la calle y hasta el vecindario entero. En ellos se aboga por una vivienda unifamiliar donde todo se puede personalizar.

Los que viven en estos vecindarios pagan impuestos adicionales y tienen un nivel de servicio municipal mucho más alto que el resto de la población. En sus calles no hay basura, todo está impecable, no hay ni un papel en el césped y este nunca es mayor de dos pulgadas. Son lugares donde no se cometen delitos. Es algo tan extraordinario que cuando se pierde un gato se alerta a la policía, o cuando el gato se sube a un árbol vienen los bomberos (risas). No es ninguna exageración.

Este nivel de servicios de los suburbios privados es extraordinariamente caro, aunque muy atractivo, y provocó la desvalorización de la ciudad tradicional en Estados Unidos, además de constituir la principal causa de su gran abandono.

La ciudad tradicional norteamericana es de alta calidad, aunque depreciada en la ma-yoría de los casos porque los municipios no pueden proporcionar el mismo nivel de servicios que los desarrollos privados.

Las áreas de dispersión suburbanas son de grandes extensiones territoriales, desconec-tadas de la trama de la ciudad, cerradas, con entradas controladas, donde una persona ajena al lugar se siente externa a causa del diseño morfológico. Estas áreas tienen mu-chas implicaciones negativas en extremo. El mecanismo de crecimiento de la ciudad con este modelo genera segregación de la población, dependencia del automóvil, op-ciones restringidas de acceso a los centros urbanos con gran acumulación de tráfico en horas pico, concentración de riqueza, alienación social, deterioro de la ciudad tra-dicional, destrucción de áreas agrícolas y degradación del medio ambiente. El Nuevo Urbanismo propone reformas ante estos problemas.

Hablarles de una situación tan diferente de la que ustedes tienen aquí es como si les estuviera describiendo una realidad marciana o de una civilización ajena por comple-to. Para lograr un mejor entendimiento voy a tratar de conectar de modo constante la realidad de La Habana con lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Es importante aclarar, además, que el modelo de dispersión suburbana generado en Estados Unidos se ha proyectado al mundo, como a Canadá y Australia, donde existen historias ur-banas muy similares. También ocurre con Europa; por ejemplo, en Francia, Bélgica y Alemania hay suburbios del llamado modelo norteamericano que están generando el mismo problema de abandono y desvalorización, no del centro histórico de la ciudad en estos casos, sino del anillo secundario, el anillo de los años 20, 30 y 40 del siglo xx.

Para una ciudad como La Habana, ese es un modelo que resultaría mortal, y al que se le debe oponer resistencia. La Habana es una entidad intrínsecamente inteligente. La Habana funciona como anhelan funcionar las ciudades del Nuevo Urbanismo.

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Alerta para La HabanaCuando yo veo las diferentes tramas urbanas de La Habana, la posibilidad del trans-porte colectivo, el sistema de vecindarios, el sistema de bodegas, el orden peatonal, el hecho de que la mayor parte de la población de aquí puede vivir de una manera peatonal, veo cualidades que los europeos han llegado a valorar y que con el Nuevo Urbanismo buscamos e incentivamos. No obstante, tememos que con la entrada de ideas extranjeras se valorice un tipo de urbanismo que destruya esta ciudad, de cierta manera tan perfecta. Las labores que estamos haciendo aquí son como una vacunación para La Habana y para Cuba, contra la entrada de este virus del suburbio mal logrado.

Se ha vuelto algo común que los extranjeros hablen bien de La Habana y que digan que es una ciudad de primerísima calidad. No sé lo que ustedes piensan acerca de cuál pueda ser la razón que causa ese elogio... casi extravagante (risas). Está el mar, el trópico, la historia interesantísima de esta ciudad que es apasionante, y también está el pueblo cubano, que es un actor protagónico dentro del teatro urbano. No hay nada como un cubano dentro de una ciudad para incrementar su interés (risas). Es un pro-tagonista que fascina a los que no están acostumbrados a ciudades activas.

Pero lo que yo diría que es excepcional de La Habana es que existe una altísima coin-cidencia entre el urbanismo y la arquitectura en las diferentes Habanas que aquí tienen. Está la Habana Vieja con su urbanismo y sus edificaciones que corresponden al mismo periodo histórico. Ahí existen muy pocos edificios excepcionales, fuera de tipología y tiempo. Centro Habana, El Vedado y los repartos al otro lado del río Almendares tam-bién mantienen el carácter urbano y arquitectónico con el que fueron concebidos.

¿Qué ha ocurrido en otras ciudades del mundo? En muchas ciudades el casco urbano se ha destruido casi por completo y la correspondencia original entre las tipologías urbanas y las arquitectónicas es muy confusa. Por ejemplo, en las áreas medievales de Londres hay edificios de los años 20 y también edificios modernísimos de Richard Ro-gers. El contraste es muy interesante, la arquitectura es de una calidad muy alta, pero se ha perdido esa coincidencia entre el urbanismo y la arquitectura. Esto no sucede en La Habana, que es como un texto de historia urbana y arquitectónica. Es clarísima la trayectoria histórica seguida por esta serie concatenada de ciudades que se autodefi-nen con asombrosa autenticidad y que ustedes deben preservar con rigor.

¿Qué es lo que no ocurrió aquí? Lo que no se produjo aquí después del triunfo de la Revolución fue precisamente la ciudad jardín en su versión final. Aquí se formó la ciu-dad jardín en su versión inicial, cuya manifestación es todo lo que está al otro lado del río Almendares o hacia el sur de la ciudad, en La Víbora, en Lawton y en muchos otros repartos.

Pero no es de esas ciudades de las que hablo. El Nuevo Urbanismo se opone a aquellas ciudades que surgieron cuando la idea de vivir en el jardín se tecnocratizó, cuando chocó con el urbanismo moderno tecnocrático en el que todo se concibe a partir de cantidades, en el que se cuentan las viviendas, los habitantes, los automóviles, y todo lo que se pueda contabilizar que defina la zonificación.

Ese es el urbanismo que no llegó a cruzarse con la ciudad jardín de ustedes, el urbanis-mo basado en una estricta zonificación en el que todos los edificios de apartamentos

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están juntos en un lugar y las casas grandes en otro. Tuvieron la suerte de que tam-poco les llegó el urbanismo en el que las calles sólo están ajustadas al tráfico; es decir, se calculan todas las dimensiones y se construyen las vías de circulación en función del número de automóviles que circulan. Ese urbanismo moderno tecnocrático, que llevó a la reforma que propone el Nuevo Urbanismo, nunca llegó a Cuba, quizás ape-nas en el Biltmore con sus entradas cerradas y sus culs de sac. Aquí no existe un lugar como el que les voy a describir, pero quiero mostrárselo a ustedes y desglosar sus implicaciones negativas.

Hablarles de un tipo de urbanismo al que ustedes no han sido expuestos es más difícil de lo que parece. Cuando yo les explique que este urbanismo requiere un automóvil por cada adulto para funcionar, creo que a muchos no les parecerá muy mal. Cuando les diga que los lotes son enormes tampoco les sonará mal, así que todas las implica-ciones negativas de un urbanismo así son difíciles de transmitir a una audiencia que no las ha vivido.

Este urbanismo utópico tiene que ver con una riqueza que hubo en Estados Unidos durante los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, y que además de no llegar nunca a Cuba, el propio Estados Unidos ya no posee. En estos momentos Estados Unidos no tiene el dinero para construir las autopistas necesarias que sustenten dicho modelo. En Nor-teamérica ya no se dispone del capital necesario para que cada persona adulta posea un automóvil. Aunque los norteamericanos tengan crédito casi infinito para comprar automóviles, casas y muebles, ya no existe la riqueza para mantenerlos. Resulta obvio que este no es un modelo viable en Cuba.

Tenemos que impedir que entre aquí este sueño absurdo, que además es caduco, y ustedes no tienen por qué asimilarlo; porque, como espero poderlos convencer al final de estas tres conferencias, son los que viven en esos lugares los que anhelan tener ciu-dades como las de ustedes.

De cierta manera, los que viven aquí en La Habana y en Cuba en general, tienen una situación ventajosa, tienen la posibilidad de omitir el modelo de crecimiento tecno-crático de la posguerra, y aceptar las condiciones del presente y del futuro. Ustedes cuentan, además, con otro elemento muy valioso: la dinámica entre el contexto urbano y el rural. Es importante que exista esa dinámica en Cuba. Es un valor agregado que ha desaparecido en Estados Unidos. Cuando vuelo sobre La Habana, me maravillo al ver cuán cerca de la ciudad está el campo, pues el campo desarrollado a bajo nivel ha desaparecido en muchos otros lugares. El campo y la naturaleza pueden desaparecer si no se cuidan.

Otro punto valioso que ustedes tienen son los llamados barrios informales, con su urbanismo y su expresión arquitectónica propios. También deben estudiarse esos ba-rrios informales, pues tienen su inteligencia intrínseca. Hay muy pocos en Estados Unidos. Yo no conozco personalmente ninguno. Dejar a la gente construir por sí mis-ma es una manera de proveer vivienda autónoma. Al enfrentarse a esos barrios in-formales es importante recordar que muchas de las grandes ciudades como Florencia o las ciudades norteamericanas en sus inicios, nacieron como barrios informales. No había desarrolladores (promotores), no había alcantarillados, no había tiendas para comprar ladrillos y, sin embargo, llegaron a ser grandes ciudades. Hay diferentes formas de concebir la transformación de estos barrios informales en grandes ciuda- des, pero eso hay que estudiarlo. Porque el urbanismo es orgánico, siempre está mejorando o empeorando; es necesario que estos barrios, que representan una gran

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inversión del pueblo cubano, mejoren y no empeoren, y que lleguen a ser el núcleo original de ciudades futuras. Eso también se tiene que estudiar.

En Cuba hay todavía un urbanismo más, el de los grandes paneles, de los bloques prefabricados. Cuando vengo a Cuba la gente no me quiere hablar de esta experiencia, pero a mí me interesa muchísimo verlos y no me llevan nunca. No me quieren dar los libros técnicos para adquirir la información al respecto. Es una inversión que no se puede abandonar. Yo diría, mirando a Cuba y a la gran inversión que se hizo en estos barrios de la Revolución –Alamar, por ejemplo–, que todo estudiante debe analizar y generar propuestas de revitalización para estos barrios. Deberían estudiar cómo com-pletarlos para que maduren como ciudades. Porque el problema que tiene este tipo de barrios, como hemos visto en Alemania del Este, es que son inorgánicos. No nacieron y se desarrollaron de forma orgánica por la decisión de muchos en secuencia, sino que se crearon por decisión de muy pocos y de una vez. Por ser inorgánicos tienen problemas evolutivos. No es como el urbanismo tradicional que sabe evolucionar, que se ajusta con el uso y el paso del tiempo y que se va volviendo más sofisticado. Estos repartos son como se diseñaron; y los que los desvían de su diseño, los empeoran. Se debe estu-diar, además, lo que se está haciendo en Alemania del Este, donde se están recuperan-do estos barrios sin demolerlos, sin abandonarlos y sin ignorarlos, tal y como ocurre en Cuba. Fueron, en su momento, una gran inversión y todavía tienen posibilidades de revitalizarse. No se deben ni desechar ni ocultar a los visitantes.

Tecnocratización del urbanismoVamos a hablar de la situación norteamericana. En Estados Unidos hay dos tipos de urbanismo que funcionan en paralelo. Hay un urbanismo tradicional muy similar al de Miramar, quizás de menor calidad, que fomenta el movimiento peatonal, donde el espacio público funciona y la calle es un organismo social con cierta complejidad. En paralelo está el urbanismo de la posguerra.

La imagen de la figura 1, aunque parezca increíble, es considerada un centro de ciu-dad. Este centro tiene características suburbanas, con autopistas de varios carriles vehiculares, áreas de estacionamiento enormes, y edificios muy alejados de las vías principales de circulación vehicular. Lo que se ve en la imagen no es una locura. Es muy racional dentro del sistema en el que se zonifica todo por usos, en el que las tien-das, las casas y las enormes escuelas tienen su ubicación específica. Para este sistema lo racional es tener 12 carriles vehiculares.

Al enclave de viviendas se le denomina subdivisión. Este enclave está en la zona “resi-dencial”, consta de un único acceso y una serie de culs de sac. En otra zona está el área donde se trabaja; por lo que resulta exclusivamente de oficinas, y no hay ni adonde ir a almorzar. Hay distritos enteros en que tienes que llevar tu almuerzo o conducir el automóvil hasta los distritos comerciales para ir a almorzar.

Las escuelas secundarias son enormes. Un high school norteamericano tiene alrededor de 1 500 estudiantes, lo que causa problemas, pues el estudiante necesita automóvil para poder asistir a clases. Todos ustedes quieren poseer un automóvil, pero es muy diferente a decir que todos necesitan automóvil. Esta necesidad crea una gran presión sobre los que no tienen la posibilidad de comprarlo, pues si no lo poseen, su vida se vuelve disfuncional. Hay escuelas en las que el estacionamiento es tan grande o mayor que las propias instalaciones para la docencia.

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Fig. 1. Centro de suburbio.

Fig. 3. Ejemplos de áreas residenciales suburbanas.

Fig. 2. Otro ejemplo de centro de suburbio.

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La figura 2 no muestra una autopista. Este es otro ejemplo de un centro de suburbio, muy típico de lo que se ve en Miami. El área de estacionamiento de este shopping center (centro comercial) debe de tener casi el mismo tamaño de la Habana Vieja (risas). Su tamaño responde al cálculo de los estacionamientos necesarios para llenar de usuarios el shopping center el sábado por la mañana o, como se dice, “el sábado antes de Navidad”. Por esta misma razón, el resto del tiempo está semivacío.

Los proyectistas de este shopping center creen que intervinieron con premisas ecológi-cas porque preservaron algunos de los arbolitos existentes. Es absurdo pretender que sólo por mantener estos árboles se haya contribuido a conservar la naturaleza.

Antes del Nuevo Urbanismo ya se hablaba de realizar reformas. Se decía que eran tres: conservar los árboles, tener aceras y no poner anuncios grandes. Esas reformas fueron solamente estéticas, superficiales. En el condado de Palm Beach se trabajó con unos códigos muy estrictos de señalización y de espacios verdes. Estas normativas dieron un resultado fantástico: no se ven los estacionamientos, hay muchas plantas, etc. No obstante, sigue siendo tan disfuncional como los otros: es apenas un camuflaje de lo que es en realidad.

¿Por qué hay tantos carriles de automóviles? Porque la trama urbana está cortada. Una trama tradicional ofrece muchas maneras de llegar de un lugar a otro. Por ejem-plo, aquí en Centro Habana hay mucho tráfico en el Malecón, mucho más tráfico del que debe tener porque por las calles interiores de Centro Habana casi nadie circula a causa de los baches. El tráfico, por consiguiente, se concentra en una arteria y esa arte-ria adquiere las características de una autopista. Si en La Habana estuvieran abiertas todas las calles, el tráfico se podría dispersar y cada calle tendría su pequeño tráfico.

Pero en las ciudades nuevas hay un sistema dendrítico, un sistema como el de un árbol. Hay un tronco, que es la autopista; las ramas, que son las arterias; las ramas menores son los colectores, y al final quedan los culs de sac. Las personas que viven en esas ciudades nuevas tienen una manera única de llegar de un lugar a otro, y eso suele recargar las arterias, que toman características de autopistas, y se vuelven dis-funcionales. No existe la posibilidad de una ruta alternativa. Es muy diferente a lo que ocurre en La Habana. Cuando yo camino por las mañanas desde el hotel en la Habana Vieja hasta el Taller en Centro Habana, cada día tomo una trayectoria diferente; hay una variedad casi infinita de trayectorias. En Estados Unidos no se ven peatones en la mayoría de las calles porque estas son hostiles al peatón. Los automóviles viajan a muy alta velocidad, y por ello deterioran el espacio público. El predominio del espacio privado sobre el público es una característica que define a este tipo de urbanismo.

Un shopping center normal y corriente cuenta con un supermercado, una droguería, un banco, y unas 50 tiendas pequeñas. Posee todos los locales comerciales que se encontrarían en un centro de barrio, pero al shopping center sólo se puede llegar en automóvil. Nadie puede llegar a él caminando aunque quiera. Ahí no vive nadie, sólo se compra por el día, y durante la noche se cierra, por lo que se convierte en un lugar potencial para el crimen.

La figura 3 muestra dos suburbios residenciales típicos. Dentro de cada subdivisión las casas son todas parecidas –si no iguales– y representativas de la misma clase social; además, estas se hallan segregadas de las otras subdivisiones, donde se alberga una clase social diferente. Otro punto importante en un suburbio norteamericano es que tenga mucho verde, aunque nadie camine por sus aceras; en realidad el señor que las construyó fue el último peatón que estuvo en ellas (risas).

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Arquitectura contemporánea en los suburbiosEn Estados Unidos es difícil hacer arquitectura contemporánea para el sector residen-cial. Esto se debe en gran parte a que hay poca demanda de este tipo de arquitectura y, por esta razón, la oferta es mínima en un mercado en el que no se pueden restringir las opciones.

Déjenme que les explique:

Si uno desea comprar una casa no encuentra sólo una casa a la venta, sino que existen muchos repartos y cada uno de ellos posee muchos modelos de vivienda unifamiliar, aun para la gente de pocos recursos.

La cuestión de las opciones es muy importante para el desarrollador norteamericano y por eso es tan difícil concentrarse en una sola estética arquitectónica. Esto también ocurre muy a menudo en lugares como Canadá y Australia.

En Estados Unidos los arquitectos entienden y admiran la arquitectura contemporá-nea. Sin embargo, no se han transmitido con claridad estas ideas al público en general; por consiguiente, la población no ha podido ser educada para valorar la arquitectura contemporánea. Si alguien proyecta una casa moderna, a muy poca gente le gusta, y por ello, la gente prefiere escoger otra opción. Esta es la explicación de por qué los en-claves norteamericanos casi siempre están constituidos por casas tradicionales.

Esto se convierte en un círculo vicioso: sin demanda no es factible proporcionar ar-quitectura contemporánea, y viceversa. O lo que es lo mismo: si la gente no compra viviendas de arquitectura contemporánea, simplemente se deja de construir de ese modo, y así el pueblo se educa, cada vez más, admirando los techitos en pendientes, las ventanitas, las columnas y los demás elementos decorativos tradicionales. Eso es lo que se valora.

Por su parte, los arquitectos se aíslan con mayor frecuencia de ese público y trabajan sólo para clientes especiales, oficinas culturales, y casi siempre para el Gobierno, pero nunca proyectan en el mercado de la clase media.

Los arquitectos del Nuevo Urbanismo también fuimos educados en la admiración de la arquitectura contemporánea. Lo que nos separa de la intelectualidad arquitectóni-ca es que buscamos trabajar para mejorar la calidad de vida de la clase media.

Nuestro propósito es hacer una reforma urbana y no arquitectónica. Nuestra agenda de reformas no está concebida para reformar la arquitectura, sino para reformar el ur-banismo, y una herramienta para llegar a reformar el urbanismo es asimilar las formas tradicionales de la arquitectura, que son las que se reconocen como válidas.

En realidad no tenemos opción. Podemos diseñar un pueblo nuevo con arquitectura contemporánea y podemos convencer a alguien para que lo construya, pero la gente no lo compra. Es una situación crítica. Se construyen dos o tres casas, no se venden y, por tanto, no se termina de construir el proyecto.

Yo considero que en Cuba, como ocurre en Europa, con una situación restringida de mercado en la que la gente en realidad no tiene muchas opciones, se puede hacer ar-quitectura muy buena y moderna. En Estados Unidos no tenemos la opción porque hay demasiada oferta, y lamentablemente se vende más rápido la casa más kitsch con más columnitas que la que tiene menos columnitas. Cada vez se manipula más la ima-gen de la arquitectura tradicional para lograr más ventas.

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El pueblo tradicional y el suburbioEn los suburbios de la posguerra no existen opciones. Entre el shopping center y las casas hay una separación física tal que todo el mundo tiene que conducir. En este mo-delo nadie puede caminar, nadie vive cerca del centro del barrio, pues aunque estés al lado del centro del barrio, la zonificación no permite ninguna conexión. Así, aunque todos vivan a tan sólo un minuto de distancia a pie de un lugar a otro, están obligados a utilizar el automóvil, salir por el colector y estacionarse en el shopping center (fig. 4a).

El pueblo norteamericano tradicional –que es el modelo del Nuevo Urbanismo– tie-ne en efecto muchas opciones. En el pueblo tradicional está la opción de vivir sobre la tienda, cerca del centro en una casa con jardín y, si uno posee grandes medios, de residir más alejado, en lotes grandes, aunque siempre a distancia peatonal de las nece-sidades básicas diarias (fig. 4b).

En Estados Unidos la gente joven prefiere vivir sobre la tienda, en el centro de la ciu-dad, porque hay mucha más acción; como se dice allá, hay más material genético en el centro del pueblo (risas). Cuando forman el núcleo familiar y tienen hijos, prefieren vivir a una distancia media del centro, y luego, si acumulan gran capital, que suele ocurrir en un porcentaje alto, pueden comprar más terreno en algún lugar incluso más apartado.

A menudo ocurre algo interesante. Cuando la gente envejece, deja de conducir, ya no sale de noche ni en invierno. Esto se suele producir a una edad baja en general. Se vuelve tan pesado manejar en estas autopistas que la gente vende su casa aunque les encante y se van a los repartos de retiro. Es un fenómeno difícil de creer que existan re-partos enteros de gente vieja y retirada sin ninguna integración a la sociedad, muertos de aburrimiento, con muy poco que hacer y con muy poco que contribuir a la sociedad. Esa es la gente que se encuentra envejeciendo en sus casas sin poder conducir.

Fig. 4. Enclaves residenciales: a) suburbio; b) pueblo tradicional.

a b

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¿Qué es lo que se hacía antes? Lo que ocurría antes era que esa gente vendía su casa y volvía al centro de la ciudad, no a vivir sobre la tienda sino en un buen apartamento donde podían seguir caminando para cubrir sus necesidades diarias. Así que era un flujo muy orgánico desde el centro hacia las afueras y viceversa, en relación con la edad de las personas. Ahora ya no es así.

Tipologías edilicias

Las implicaciones de las tipologías edilicias en el urbanismo son muy importantes. Por ejemplo, las bodegas de esquina son una gran contribución al vecindario. Estas tiendas son muy apreciadas como centros sociales.

En un típico supermercado pequeño, 7/11, se vende lo mismo que en un pequeño puesto de fiambres, como jugo de naranja, comida de gato, etc., pero el hecho de que se tenga que ir en automóvil y estacionarlo en el frente, crea una hostilidad tal que nadie quiere vivir cerca de él (fig. 5a). Si le preguntas a un norteamericano si quiere tener tiendas cerca de su casa, te responderá que no las quieren, porque se imaginan esta situación.

Los arquitectos del Nuevo Urbanismo escribimos códigos muy precisos en relación con las tipologías edilicias porque sabemos que codificar la función no es suficiente. Hay que precisar la tipología, no solo la función. Uno no puede simplemente decir “una bodega de esquina”, porque la gente puede imaginarse ese supermercado que es negativo para ellos, y por consiguiente lo rechazan.

Por eso los códigos nuevo-urbanistas son de una precisión tipológica muy estricta, a diferencia de los que sólo especifican la función edilicia –en este caso, bodega– y a lo mejor establecen que sea de esquina o de un determinado tamaño. Se ha de decir dónde construirla, qué colocar sobre el frente; se ha de precisar, además, que el edificio sea de dos pisos y de ladrillo, como el de al lado, por ejemplo. Lo que hemos descubierto es que cuando esa bodega se proyecta o se construye de esta manera, el precio de las casas cercanas en vez de bajar, sube. Esto es un hecho positivo que atrae compradores que no encuentran esta condición urbana en los repartos suburbanos convencionales (fig. 5b).

Fig. 5. Tiendas de supermercado: a) en un suburbio; b) en un barrio tradicional.

a b

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Fig. 7. Ejemplo de subdivisiones.

Fig. 6. Variedad tipológica de edificaciones tradicionales.

Segregación socialLa segregación social es una situación muy típica del presente en el que vivimos. Siem-pre ha existido diferenciación social por esnobismo: la Quinta Avenida en Nueva York es más elegante que la Séptima. Decir que se vive en la Quinta Avenida define un es-tatus dentro de la sociedad. Pero en este sistema de diferenciación social espontánea se suelen integrar todas las clases en un mismo territorio. Eso se reflejaba antes de una forma diferente a como se manifiesta en los suburbios de la posguerra. Por ejemplo, en una calle de una ciudad consolidada antes de 1945, podemos encontrar a los dos lados edificios de apartamentos no muy caros; en otra hay casas un poco más costosas y en otra hay mansiones aun más lujosas. Una calle puede convertirse en más prestigiosa que otra. No sólo la familia rica, sino también la maestra del hijo de esa familia, convi-ven en el mismo territorio (fig. 6).

¿Qué ocurre ahora? La segregación social ocurre por territorio. En este caso tenemos una subdivisión de casas carísimas, y aquí hay otra subdivisión de casas algo caras y en este otro punto hay apartamentos bastantes baratos, segregados y con muy poca integración social (fig. 7).

Esta falta de integración se extiende y afecta todo. Los shopping centers se especializan en una determinada población socioeconómica y se ubican según las características poblacionales de cada territorio. Uno agrupa todas las tiendas costosas; otro, las tien-das menos caras, y otro posee las tiendas más baratas.

La problemática a la que se enfrenta el Nuevo Urbanismo es que la crítica tiene que ser sutil, porque si le preguntas a la gente si quiere vivir en las zonas socioeconómicas altas, sin duda te responden que sí. El problema es que al señor de clase media no le gusta convivir con el que es más pobre, y este, a su vez, tampoco lo quiere hacer con el que es más pobre aun. No se puede decir a las claras que deben estar juntos, porque todos en su interior quieren esa separación.

El argumento nuevo-urbanista no es “vamos a hacer lo correcto”. Le decimos a la gen-te que esto de vivir en un área de su misma posición socioeconómica es disfuncional por completo, que no es bueno para él, sobre todo porque las personas más perjudica-

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das pueden ser las de su familia. Le decimos: “Tu hijo, cuando crezca, no podrá vivir cerca de ti porque no va a encontrar una casa que él pueda pagar; tendrá que vivir en otro pueblo”. Existen lugares tan caros, como el Condado de Palm Beach, que los hi-jos no poseen los medios para pagarlo y están obligados a vivir en el condado vecino para estar cerca de la familia. Esta es una de las explicaciones que damos. No es una explicación ética: los arquitectos del Nuevo Urbanismo damos explicaciones prácticas. Cuando nos toca explicar por qué no funciona el modelo suburbano de repartos deci-mos: “Esto te funciona a ti, pero tu padre viudo, ¿dónde va a vivir?” Si decides hacerle un apartamentito en tu lote, te dirán que “no es legal”. “El código del reparto estable- ce una zonificación en que todas las casas deben tener la misma tipología edilicia e igual categoría socioeconómica; y que este apartamento, al cambiar las condiciones morfológicas, es de categoría socioeconómica más baja y, afecta el valor de las otras. Tu pobre padre viudo no puede vivir cerca de ti. Tiene que vivir en otro lugar, lejos de su familia”. Si le explicas esto a un norteamericano, a un australiano o a un canadiense, se dan cuenta de que el modelo no funciona. La crítica del Nuevo Urbanismo no es moralista sino pragmática, “a la americana”. Se dice “esto no funciona”, se lo explicas y lo entienden bien; por eso tiene validez lo que decimos.

PrivacidadOtro aspecto importante que se desprende de las tipologías edilicias es la necesidad de privacidad.

En la figura 8 se muestran casas construidas en lotes grandes, con probabilidad de 20 por 30 y de 30 por 30 m. ¿Por qué son necesarios lotes tan grandes? Porque la tipología es tan básica que no posee otros medios para establecer privacidad que el uso de más terreno. Es tan básica que si digo que no quiero ver a mi vecino, ese vecino tiene que estar a 30 m. Es el nivel de complejidad más estúpido que tiene el urbanismo: la distancia. Mientras más lejos, mejor.

Pero hay tipologías de origen mediterráneo que hoy son parte de la cultura latinoa-mericana; los arquitectos del Nuevo Urbanismo las hemos introducido en la dialéctica norteamericana, como la casa de patio y la de semipatio.

La imagen de la figura 9 corresponde a una casa en uno de los pueblos que hemos diseñado. Cuando le explicamos a un americano que este lote tiene tan sólo 10 m de ancho, no lo creen. Es como decir una locura. ¿Cómo se puede vivir en un lote de 10 m de ancho, de 10 por 30 m? Esta casa tiene lo que se llama en inglés un back-building, un brazo que sale por un lado, obstruye las vistas y proporciona privacidad. En el fondo del lote hay otra edificación separada del edificio principal, que no se ve en la imagen, y que se llama outbuilding. En esta última se encuentra el garaje, con un apartamento que puede ser de alguien de la familia, como un hijo mayor o un abuelo, y que a su vez bloquea la vista de atrás. Además, la edificación del vecino termina de envolver un espacio muy íntimo. ¿Cómo se venden estas dos tipologías, la vivienda unifamiliar y la de patio? Estas dos casas son muy atractivas en el mercado inmobiliario, cuestan igual, y una de ellas tiene mucho más terreno. Por ello, hay que demostrarle al comprador que una es mejor que la otra, y que no es mejor por necesidad la que tiene más terreno. Se le dice: “Vaya a estas casas y siéntese en el jardín o en el patio. Cuando se siente, pregúntese si alguien lo ve”. Cuando reparan en que efectivamente en las casas de patio nadie los ve, se dan cuenta de que tienen privacidad. Al ir a la vivienda unifami-liar y sentarse en el jardín de atrás, las personas se dan cuenta de que, por el contrario,

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Fig. 8. Viviendas suburbanas.

Fig. 9. Patio interior de una vivienda en una urbanización del Nuevo Urbanismo.

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pueden ser observadas desde las seis casas vecinas. Entonces de inmediato reconocen cuánto más inteligente es vivir en un lote con características nuevo-urbanistas.

A ustedes les parecen muy normales estas tipologías porque aquí son muy conscien-tes de sus características y ventajas, pero en nuestro mercado, integrar las tipologías edilicias también fue una introducción del Nuevo Urbanismo. Los códigos de zonifi-cación establecen sólo, por ejemplo, cinco casas por acre. Los arquitectos del Nuevo Urbanismo no decimos diez o 15 casas por acre, sino que especificamos, además, las tipologías edilicias que deben usarse. Si no es así, no se crea una noción de comunidad. Si sólo se precisa una cantidad determinada de casas por acre, se obtienen edificacio-nes sin ninguna sofisticación espacial y ocurre que todo el desarrollo pierde valor a largo plazo. Por eso, las tipologías tienen que integrarse con exactitud en los códigos nuevo-urbanistas. No es porque sea interesante, es porque resulta fundamental para la diversificación del pueblo.

Nivel de vida y calidad de vida Hay muchas zonas en los suburbios de la posguerra, que sólo son de oficinas con es-tacionamientos enormes (fig. 10). Cuando se hacen los proyectos se dibuja un peatón en las perspectivas para humanizar la presentación. Pero eso es sólo una posibilidad teórica. En la realidad sucede que aunque existan aceras, nadie camina entre el aburri-miento de un estacionamiento de un lado y el peligro que representa una vía arterial de alta velocidad por el otro.

En oficinas como estas, a la hora del almuerzo todo el mundo sale en automóvil; esto genera una gran congestión de tráfico al mediodía por algo tan elemental como com-prarse una hamburguesa, por algo tan simple como ir a almorzar.

Esto contrasta con la realidad de un pueblo tradicional (fig. 11). En la ciudad de Princeton, un pueblo universitario en Nueva Jersey, se pueden observar oficinas, comercios, apartamentos y una clara jerarquía de calles con estacionamiento en los laterales. Resulta interesante caminar por ahí, debido a la atracción de las tiendas por un lado y la protección que da el automóvil estacionado en el otro, lo cual pro-porciona una mejor calidad de vida al peatón. El Malecón de ustedes y los pequeños restaurantes que están surgiendo necesitan los automóviles estacionados a partir de las seis de la tarde para proteger la calidad del ambiente peatonal.

El hecho de que existan tiendas debajo de los lugares de trabajo significa que la expe-riencia de vida de esta gente es mucho más dinámica: bajan a almorzar, caminan cinco minutos, almuerzan en 25 minutos y les queda media hora para ir de compras o hacer lo que quieran. En el modelo anterior les toma 15 minutos ir a buscar el almuerzo, media hora comérselo y 15 minutos volver sin haber podido distraerse, por no contar con tiempo adicional.

La calidad de vida es mucho más alta en Princeton, aunque es posible, según cier-tos parámetros técnicos, que el edificio del otro modelo pueda parecer más eficiente porque tiene muchos más estacionamientos, es más nuevo, etc. Considerado desde el punto de vista de la estadística, Estados Unidos tiene un nivel de vida muy alto por-que existen más automóviles por persona, más pies cuadrados, más autopistas… En lo que se puede medir, los índices son los más altos, pero ¿cómo es el día típico de un norteamericano? Tiene que pasar gran cantidad de tiempo conduciendo para realizar funciones elementales como almorzar, buscar a sus hijos; le queda muy poco tiempo

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Fig. 12. Calle tradicional.

Fig. 11. Calle de uso mixto en Princeton.

Fig. 10. Zonas suburbanas de oficinas y comercio.

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libre. En Europa, por ejemplo, los índices cuantificables de nivel de vida son más bajos, pero la calidad de vida es mejor. Son dos medidas diferentes por completo y hay que entender por qué son diferentes.

En Estados Unidos también se ha eliminado el gran potencial con el que se contó durante muchos años para crear un negocio propio. Hoy es imposible empezar por la tienda que se ve en todos los filmes del oeste norteamericano, locales comerciales baratos en los que se puede iniciar una compañía pequeña y acaba convirtiéndose en la General Electric. Esa posibilidad se ha eliminado porque la zonificación no permite lotes pequeños. El lote pequeño individual de uso mixto se ha eliminado. Hay zonas grandes en las que sólo pueden actuar los desarrolladores.

Ese fenómeno está comenzando a encontrarse en La Habana. Aquí tienen lotes de di-mensiones normales, y los desarrolladores extranjeros no entienden eso porque están acostumbrados a áreas de mucho mayor tamaño. No quieren construir edificios en un lote pequeño. Se produce un choque cultural, ya que en lugar de fabricar tres hoteles pequeños, quieren edificar un gran hotel, donde la administración puede ser más efi-ciente y porque sus estándares y normas son para proyectos de grandes dimensiones. La zonificación ha eliminado no sólo el proyecto pequeño, sino que ha descartado también la posibilidad de la autoconstrucción.

La zonificación también ha eliminado la posibilidad de transformación de una tipolo-gía residencial en una comercial o de uso mixto. Es decir, la coexistencia de dos o más funciones en una misma tipología edilicia. Aquí (fig. 12) se ven casas que a nivel de calle fueron transformadas en unos locales comerciales, tales como una farmacia, un restaurante. Esto ocurre de una manera orgánica porque es una tipología simplísima.

Esta tipología norteamericana de casa tan sencilla, con sólo cuatro o cinco ventanas y una puerta en la fachada, es muy fácil de transformar en comercio. Las tipologías de la arquitectura contemporánea son muy específicas en su expresión, por lo que no tienen la posibilidad de adición y de transformación orgánica.

La tectónicaCuando ustedes ven a los arquitectos del Nuevo Urbanismo creando códigos y normativas sobre aspectos tectónicos, cuando hablamos del ladrillo, de la madera, se preguntan qué es lo que estamos haciendo, por qué estamos limitando la creatividad del arquitecto. La respuesta es que nos hemos dado cuenta de algo muy obvio: la tectónica innovadora del arquitecto moderno, en la que se crea un elemento morfológico único e irrepetible, es muy poco flexible.

Por ejemplo, en estos momentos estoy lidiando con un proyecto en Holanda, en un barrio donde se usaron paneles de construcción que fueron fabricados en Italia hace 25 años. Se quieren modificar, pero ya no se producen esos paneles. Entonces no se puede cambiar el edificio para modernizarlo. Se quiere convertir ese barrio en uno más comercial y la tectónica no lo resiste. Si en ese barrio, en lugar de importar paneles desde Italia hace 25 años, se hubiera construido con ladrillo, un elemento constructivo muy holandés, hoy habría sido más fácil la modificación.

El estuco vulgar y corriente que se usa aquí en Cuba es lo más flexible que existe desde el punto de vista urbanístico. Para nosotros el estuco es un material con implicaciones muy

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positivas para el urbanismo, porque se usa en una tienda, y diez años después se lo puedes quitar; le puedes hacer una ventana más grande, una más pequeña, incluso se le puede instalar un aire acondicionado sin ningún problema. Si cambia la moda del color, también es fácil de modificar, como cuando se pintó el Malecón. Esa fue una moda que encantó a mucha gente y ahora, diez años más tarde, si lo que está de moda es el blanco, se puede cambiar con facilidad.

Nuestros pueblos nuevos, Seaside por ejemplo, han tenido muchos colores. El que es-tamos haciendo ahora es blanco. El estuco tampoco tiene problemas con texturas, pero otras tectónicas sí los tienen. Las tectónicas específicas pueden pasar de moda. Aunque cueste admitirlo, la moda existe. Hay casas que están de moda y hay casas que están pasadas de moda. Siempre hay una casa en la que a uno le encantaría vivir y otra que no la podemos ni ver. Pero esta última, a lo mejor, estuvo de moda hace 15 años. El es-tuco permite una transformación constante de la tectónica, por lo que se puede ajustar culturalmente. Se le quitan o se le ponen columnas. Se hacen ventanas horizontales o no. Para un urbanista, la tectónica primitiva del estuco, que es lo que ustedes tienen, es adecuada.

El problema con el sistema de grandes paneles –la gran resistencia que manifiesta el gran panel de Alamar– radica en que posee una tectónica específica muy difícil de cambiar, debido a que se resiste a cualquier cambio. Cada vez que alguien quiere cam-biar la fachada por razones funcionales, queda mal. El sistema prefabricado rechaza las modificaciones, lucen desordenadas, lucen muy mal. Por eso se tiene que controlar también la sintaxis constructiva.

Espacios abiertosUstedes tienen un gran problema con los espacios abiertos. Aquí existe una gran pa-sión por el espacio verde como en todos los países del mundo: siempre quieren más espacio verde. Nosotros hemos descubierto que es más importante la tipología que el tamaño de ese espacio verde. Por ejemplo, en las subdivisiones que se muestran en la figura 8 hay mucho espacio verde, pero es un espacio residual entre las subdivisiones o entre las viviendas unifamiliares.

En Estados Unidos, por lo menos, ese espacio verde se mantiene. Aquí ni eso. Lo que queda es un espacio residual en muy mal estado. Los arquitectos del Nuevo Urba-nismo no hablamos de crear de modo indiscriminado más espacio verde, sino de su tipología. Porque no hay que olvidar que cuesta mucho dinero realizar y mantener los espacios verdes.

Por todo esto, preferimos diferenciar si estamos diseñando una plaza, una square o plaza verde, un parque, un jardín o una reserva natural. Y no nos confundimos. No se puede confundir lo que es un parque y lo que es una square o plaza verde. Cada uno tiene una escala y un carácter muy definido. Quizás ustedes lo llamen aquí jardín público. Nosotros usamos el término parque cuando se trata de un espacio más natural. Pero existen más diferencias: un parque es de grandes dimensiones, se mide en hec-táreas; mientras que una square tiene la escala de la manzana. El Nuevo Urbanismo también hace la distinción entre la square y la plaza, ya que se considera plaza sólo aque-lla que está pavimentada. La square está entre el parque y la plaza. Ustedes no tienen squares, porque es más propio de la tradición anglosajona. En la tradición hispana se

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Fig. 14. Espacios verdes residuales.

Fig. 13. Plaza verde en Nueva Orleans.

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observan con más frecuencia las tipologías de plazas y parques, las cuales tienen una presencia cívica, como este ejemplo en Nueva Orleans (fig. 13).

Lo que ha ocurrido aquí en el Malecón al colocar esas rocas que ahora están quitando, y con esos senderos que están haciendo en estos momentos entre los grandes monu-mentos a los héroes cubanos, es que han trasladado a lugares urbanos elementos que son rurales. Es el resultado de una confusión tipológica sobre el espacio abierto que afecta al mundo entero, no sólo a Cuba, aunque aquí es bastante extrema. Por esta razón, hay que codificar también el espacio verde.

Se debe especificar que un espacio verde no puede sobrepasar determinado tamaño, porque si lo excede se crea un área que potencia la delincuencia, pues lo que mantiene la adecuada vigilancia de un área son las ventanas de los edificios de alrededor.

Cuando se deja un espacio verde detrás de un lote, como sucede con mucha frecuencia en el suburbio, cualquier persona que pasee con su perro vulnera la privacidad del lote. Por el contrario, si se pasea por delante, no.

Aunque parezca increíble hay que especificar que el espacio público esté en el frente, porque de lo contrario pueden producirse situaciones negativas. También se ha de es-pecificar que el espacio público tenga árboles, que estos se planten alineados con la calle y con el espacio adecuado, de manera que generen bóvedas de verde con sus copas. Se debe requerir que los espacios públicos incorporen áreas de sombra y áreas de sol.

Los parques deben tener una cerca por si hay que cerrarlos (fig. 14). Los grandes par-ques urbanos tienen cercas que se abren de día y se cierran de noche, como una válvu-la, según sus características.

Es necesario que todo se codifique, porque si sólo se requiere destinar determinado porcentaje del terreno a espacio abierto, como establecen los códigos de zonificación –por ejemplo, 35 %– existe un gran riesgo de que el espacio resulte inútil por comple-to. Un espacio que nadie quiera usar ni mantener y que la misma gente lo privatice sicológicamente. Empiezan a poner sus cercas, sus vallas, sus plantas, se apropian de él porque está por detrás de los lotes.

Frente y fondoTodos los lotes tienen un frente y un fondo. Es lógico que las actividades que se rea-lizan en ambos lugares sean diferentes. Los arquitectos del Nuevo Urbanismo codi-ficamos con especificidad cuál es el frente porque es ese el que afecta al resto de la comunidad y existe una responsabilidad colectiva que se aplica a través de este. Lo que ocurre en la parte trasera del lote tiene menos necesidad de ser codificado. Allí es donde la gente se expresa, se entretiene con sus pasatiempos, sale en ropa interior (risas), hace lo que quiere.

Uno de los problemas fundamentales de Alamar es que los edificios no responden de diferentes maneras a su frente y a su fondo. No hay un lugar de dignidad o responsa-bilidad colectiva ni tampoco un “detrás” privado donde la gente tenga más libertad y pueda hacer lo que quiera o deba con sus automóviles y sus demás necesidades pri-vadas. Los dos lados acaban teniendo carácter de fondo, porque no hay una dialéctica clara. Cuando no se determina dónde va uno u otro, se da un semidesorden en ambos lados. Son situaciones críticas como consecuencia de la pérdida de la tradición del urbanismo, cosas que se sabían y por desgracia se han perdido.

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La calle curvilíneaLa calle curvilínea se da poco en Cuba, pero la manía que hay por ese tipo de calle es una situación crítica en Estados Unidos. Aun si el terreno es plano, la usan para que resulte de una manera “algo natural”. Y aunque sea bastante atractivo tener la curva, esto desorienta. No hay manera de orientarse. Uno encuentra que una misma calle que va hacia el norte, de repente se dirige al sur, o del este gira al oeste. Es como una broma pesada. Uno no puede encontrar una dirección en Estados Unidos. Uno no puede decir la calle G y 3ra… No, tienes siempre que llamar de antemano y explicar: “la primera izquierda, la segunda derecha, vete a tal lugar… y te abriré mi garaje o saco el automó-vil rojo para que sepas cuál es mi casa”.

Parece ser “más ecológica” la calle curvilínea, pero no lo es. Lo que es más ecológico es aprender de los agricultores, como los que ustedes tienen por toda Cuba. Esta es una tierra en la que los seres humanos están desarrollándose desde hace más de 400 años; por esta razón, en el terreno cubano hay una experiencia práctica depositada, una inteligencia que tuvo en cuenta dónde están los ríos, a qué distancia me puedo ubicar del río, hasta dónde se puede subir la loma, cuál es la trayectoria adecuada de la calle, dónde se plantaron las palmas. Es una inteligencia práctica de siglos que los agricul-tores siempre tienen y que se debe heredar casi sin dudar. Es lo que da el terreno, y se debe asimilar.

Los arquitectos del Nuevo Urbanismo siempre integramos todo trillito natural. La vía, el caminito a través del cual la vaca llegó al río resulta más inteligente que lo que pueda hacer un urbanista en un pedazo de papel. Esa inteligencia la heredamos en nuestros planos.

Al mirar un plano nuevo-urbanista alguien puede preguntarse: ¿qué concepto se uti-lizó aquí?, ¿por qué se hizo esto o lo otro?, ¿por qué hay aquí una curva con tan poca gracia? Puede que tenga poca gracia desde el punto de vista gráfico, pero en el terreno es portadora de una gran inteligencia que se heredó. Cuando uno mira la inteligencia de La Habana, uno encuentra que esto tiene que ver con la dialéctica de rutas pre-existentes. Las calzadas son casi todas sinuosas porque nacieron como caminos en la zona de extramuros y a partir de ellas se trazaron de modo racional los barrios que ellas delimitan. En La Habana hay una dialéctica entre lo orgánico que se logró a lo largo de siglos, el racionalismo de las áreas intermedias como El Vedado y luego las correcciones como las que hizo Forestier, con sus grandes avenidas. Son tres etapas. No es sólo heredar lo orgánico, hay que aplicar después lo racional y así se produce una secuencia que es la que crea las grandes ciudades. Pero si esa inteligencia se bo-rra, se ha perdido un bien cultural.

El placer de caminarOtra de las cosas valiosas de La Habana, de las que no se tiene mucha conciencia, es el placer de caminar, porque aquí tienen que hacerlo les guste o no. En esta ciudad resul-ta muy fácil caminar porque la ciudad en sí es muy interesante. Los norteamericanos caminan por ejercicio, no por placer, porque no hay placer en caminar por la mayoría de sus calles, por esas autopistas y tampoco hay destinos que resulten tan cerca como para ir caminando. La tienda existe, pero siempre está demasiado lejos para el que prefiere caminar. Entonces cuando se camina es sólo por ejercicio.

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Fig. 16. Casa típica de antes de la Segunda Guerra Mundial.

Fig. 15. Típica calle suburbana.

Es muy aburrido caminar en el suburbio. La naturaleza es muy interesante para ca-minar, pero las áreas verdes suburbanas son aburridas. Ese verde, aunque esté bien cuidado, aburre.

En Estados Unidos muchos de los centros turísticos son sitios urbanos tradicionales. Los norteamericanos se suben en aviones y recorren grandes distancias para pasar sus vacaciones en estos sitios. Lo que fascinará a los turistas norteamericanos en Cuba no serán las playas, porque playas hay en todos lados. La Florida está llena de playas, hay playas por todo el mundo. Lo que no hay es otra ciudad como La Habana. En toda América no existe una ciudad como esta, y esto de poder caminarla es fascinante, un tesoro.

Yo siempre les digo a los norteamericanos que La Habana es el petróleo de Cuba. Es lo que el turista va a querer ver. No es que no haya grandes ciudades norteamericanas caminables, pero son muy pocas. Quedan algunos pueblos pequeños que son destinos turísticos distorsionados. Ya no les queda nada auténtico. Todo tiene ya una finalidad: “para turistas”; nos queda tan poco urbanismo caminable que el que permanece está distorsionado por el turismo.

La casa no es de mala calidad. El árbol no está mal: está muy bien cuidado. Aquí no ocurre ningún crimen. ¡El problema es que es un aburrimiento! Porque cuando hay un lote de este tipo y hay dos o tres garajes, uno al lado de otro la expresión del garaje es demasiado muda (fig. 15). La casa tiene muy poco interés, sobre todo por la expresión de su garaje. Esto parece increíble porque es como si fuera otra cultura, algo raro. ¿Cómo llegamos al hecho de que lo que más se destaca en el frente de una casa, que es adonde se llega, son los garajes?

La figura 16 muestra una casita típica norteamericana de antes de la guerra. En teoría no es superior a la anterior; tiene un techito, unas ventanitas, pero a la gente le gusta más caminar delante de estos lotes porque expresan vida humana.

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La teoría del Nuevo Urbanismo sobre la expresión arquitectónica es que si la arquitectu-ra expresa vida humana, les interesará a todos. El arquitecto moderno se preocupa por expresar la circulación, la manera de ensamblaje, la concepción artística, ecológica, solar, todo ese tipo de cosas, pero ese es un lenguaje interno entre arquitecto y arquitecto. Una persona que no es arquitecto lo mira y dice: “¿Qué estoy mirando aquí?” Al explicarle acerca de la circulación, de cómo se colocaron los paneles, o el concepto artístico expre-sionista del arquitecto, la gente casi siempre entiende. El problema es que el arquitecto no está ahí el día entero para explicarle a la gente, sino que la gente sola se pregunta: “¿Qué me dice esto?”

Hay algo que la arquitectura tradicional o moderna puede trasmitir, y esto es la vida humana, en extremo interesante para los otros seres humanos. No tiene que estar una persona parada en la ventana para imaginarnos que allí vive alguien. Este pequeño por-tal no tiene que estar habitado para que la gente pueda imaginar que ahí se sienta una persona. La arquitectura que se ve aquí –con sus ventanas, sus torres y sus balcones– se explica por sí misma. Cuando alguien la mira, piensa y puede decir: “Yo sé cómo se vive ahí”.

Estamos convencidos de que el problema de la arquitectura contemporánea no es que sea demasiado abstracta, no es que carezca de ornamento, es que no expresa la vida de la gente. La arquitectura que expresa la vida es entendida por el peatón, y como la entiende le gusta verla y por eso camina. Aquella persona que no tiene que caminar por necesidad, para que lo haga debe tener una motivación. Siempre existe la opción de movilizarse en automóvil, así que el reto, el desafío del arquitecto norteamericano, es cómo hacer una arquitectura lo suficientemente interesante para que una persona común la entienda, y que la entienda lo suficiente para que camine y disfrute caminar mientras la ve. Porque si se aburre se mete en el automóvil y se va al shopping center, que le resulta mucho más cómodo.

Como arquitectos tenemos un tremendo reto: lograr hacer una arquitectura que mantenga el interés de la gente. La proposición de los nuevo-urbanistas es que se mantenga la expresión de la casa habitada por seres humanos.

La ciudad subordinada al automóvil. Consecuencias negativas¿Qué ocurre cuando se altera la ciudad en función del automóvil? El automóvil no sólo requiere una vía para su movimiento, sino también un lugar para estacionarlo. En La Habana hay muy pocos estacionamientos porque hay muy pocos automóviles. Si ustedes empiezan a ajustar esta ciudad al automóvil, además de tener que pavimentar las calles, tendrán que crear lugares para estacionar de una manera masiva. Nadie puede comprar edificios de estacionamientos porque son demasiado caros. Lo que va a ocurrir es que van a tener que demoler manzanas enteras. Resulta difícil explicar esto en Cuba porque ustedes no pueden llegar a creer que una manzana sin edificar, des-tinada sólo para estacionamientos, pueda valer más que una construida. Hay muchas ciudades bellas en Norteamérica que se han transformado por esa razón. La presión es tal que si un edificio no tiene un estacionamiento asignado, pierde su valor. A causa de esto la ciudad se convierte en un tablero de ajedrez, con manzanas edificadas y manzanas demolidas. La opción de usar parqueos soterrados sólo es posible para los edificios nuevos. Por esta razón, si ustedes se atienen a una ciudad para automóviles y empiezan a proveer y a requerir estacionamientos, lo que ocurrirá será que los edifi-cios sin estacionamientos se desvalorizarán.

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Fig. 17. Vista aérea del centro de Detroit.

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Esto ya está sucediendo de alguna manera. La gente sólo quiere vivir en las casas que tienen estacionamientos, y las que no lo tienen valen mucho menos y acaban siendo demolidas. Deberían ver, si no lo han hecho ya, lo que les ha sucedido a ciudades como Detroit que eran casi tan hermosas como La Habana.

¿Cómo se acaba cuando se transforma el urbanismo basado en el peatón por uno ba-sado en el automóvil?

Mi gran temor desde que vine a Cuba por primera vez es que le pueda llegar algún día este virus del automóvil y se destruya el urbanismo que hay aquí, basado en el peatón, para hacer un urbanismo subordinado al automóvil (fig. 17).

Hay que partir de que siempre va a existir congestión de tráfico. No podemos preten-der eliminarla; es mejor partir de que va a existir y contar con ella. No importa cuántas calles se ensanchen, se arreglen o se construyan, siempre se llega al nivel de fallo.

Utilicen lo que ustedes tienen aunque se produzca congestión de tráfico, pero que esa congestión sea con las tramas urbanas que ustedes tienen. Si partimos del hecho de que siempre habrá congestión de tráfico, es mejor que esto se produzca en las calles existentes en lugar de sacrificar la mitad de la ciudad demoliéndola para en-sanchar las vías de tráfico y acabar con la misma congestión que teníamos antes de empezar. Eliminar la congestión de tráfico no es una opción para ninguna ciudad del mundo, ni París, ni Londres, ni Estocolmo. Nadie que viva en una ciudad está exento de la congestión de tráfico.

Si ustedes deciden eliminar la congestión de tráfico demoliendo zonas de la ciudad, a la larga se darán cuenta de que fue por gusto pues eso no se resuelve. Tener como propósito que no haya congestión es ridículo. Me han hablado de varios estudios rea-lizados para eliminarla en algunas vías de La Habana, entre ellas el Malecón. Yo creo que va a haber congestión de todos modos. Eso no se resuelve. Por eso es mejor tener la ciudad como la tienen, que por lo menos funciona para el transporte público y también para el peatón.

Otras consecuencias negativas de la subordinación de la ciudad al automóvilEn Estados Unidos, muchas veces frente a una casa humilde se ven cinco automóviles estacionados. Eso es una muestra de la dependencia respecto a este vehículo. Tener cinco automóviles es carísimo, pero allí la gente por fuerza tiene que comprar un au-tomóvil por adulto. Aunque sea un país de mucha abundancia, las casas son malas, construidas con materiales indignos. La calidad de una casa norteamericana actual es malísima. Incluso las más grandes se construyen con tablitas, con cartón, con vinilo en el exterior, y tienen puertas tan ligeras que casi flotan (risas), puertas vacías. Y uno se pregunta: ¿Cómo una sociedad tan rica tiene casas construidas con tan poca calidad tectónica? Dense cuenta de que hasta las casas más grandes están muy mal construidas y es porque los ahorros hay que destinarlos a solventar esta dependencia establecida con el automóvil. El mantenimiento y los pagos mensuales de estos cinco automóviles pueden ser cuatro veces más que los de la casa.

Los estándares mínimos establecidos para calles también empobrecen los proyectos urbanos. Por ejemplo, en las calles del estado de Virginia, la sección mínima de la calzada es de 12 m de ancho (fig. 18).Imagínense la inversión, totalmente inútil, que esto significa. Los nuevo-urbanistas, y yo en lo personal, estamos escribiendo están-

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dares nuevos, de calles mucho más pequeñas, mucho más accesibles para el peatón, y nuestra referencia para estos estándares es que los niños puedan jugar en ellas de una manera segura.

Ustedes tienen niños jugando en Centro Habana y están muy orgullosos de ello. No-sotros también estamos muy orgullosos de que en nuestros pueblos nuevos los niños pueden jugar en las calles igual que en Centro Habana, pero es una pelea tremenda hacer calles en las que el automóvil no pueda correr a causa de los estándares que tenemos. Y no es sólo por el ancho de la calle, y esto es algo sobre lo que los quiero sen-sibilizar, es también por el radio del contén en las esquinas. La Habana tiene radios de curvatura pequeños, y por ello es bastante fácil cruzar una calle de 6 m, por ejemplo.

Pero en un suburbio norteamericano, al peatón la calle de 6 m se le ha convertido en un cruce de alrededor de 12 m, con el agravante de que el contén posee un radio de curvatura de alrededor de 8 m para el giro del automóvil en las esquinas, que es el mínimo de ahora, y donde resulta muy difícil cruzar la calle. El peatón se desvía y duplica la distancia que se necesita para cruzarla. Además, como el automóvil puede doblar con más facilidad, lo hace a mayor velocidad con el subsecuente incremento del riesgo para el peatón. Si existe un radio menor el automóvil tiene que frenar y doblar de una manera mucho más cuidadosa. Tampoco es cuestión de eliminar el automóvil. Esas fueron ideas de los años 60. Cuando se eliminó el automóvil, murieron áreas importantes de las ciudades por falta de accesibilidad, entre otras razones. Nosotros mantenemos el automóvil en nuestros pueblos pero en igualdad de condiciones con el peatón. Es un poco más incómodo para el automóvil andar por una calle así (fig. 19), al igual que para el peatón el tráfico del automóvil, pero es un equilibrio al que los dos tienen derecho.

Aquí en La Habana los peatones tienen mucho derecho, pero he notado que a los cantones les están agrandando los radios de giro en las esquinas. La vía vehicular que existe ahora en el Malecón no es la de los años 20; aquella era de una geometría ajustada para que el automóvil se desplazara más despacio. Lo que ocurrió después en los años 30, 40 y 50, fue que a esta vía vehicular se le proporcionó geometría y detalles característicos de una autopista. Frente al Parque Maceo original, el Malecón tenía una geometría que provocaba la desaceleración del automóvil y entonces se modificó, según me explicaron, porque el automóvil “tuvo problemas”. Lo que esto quiere decir en realidad es que el peatón era el que podía cruzarlo. Si todo se adapta

Fig. 19. Calle tradicional.

Fig. 18. Calle suburbana típica en Virginia.

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Fig. 21. Bulevar en París.

Fig. 20. Avenida suburbana típica.

para que el automóvil pueda ir rápido, el peatón no puede cruzar. Es muy difícil y peligroso cruzar el Malecón ahora porque lo que ustedes tienen ya es una autopis-ta, tiene geometría de autopista, y por eso es tan hostil para el peatón. En eso estamos trabajando en el Taller, para recuperar el Malecón para el peatón, que no sea sólo una arteria de circulación vehicular.

La geometría que se emplee tiene muchas otras implicaciones. Puede que se usen sólo cuatro hileras de tráfico, pero si se emplean las geometrías de alta velocidad, las ciuda-des pueden quedar cortadas en dos (fig. 20).

Los que están de un lado de la vía no tienen nada que ver con los que están al otro lado. Y no sólo eso: los que viven cerca de las vías viven en áreas residenciales de baja cate-goría como consecuencia del ruido y el peligro del automóvil, debido a esa geometría de alta velocidad que les mencionaba.

En París sucede otra cosa (fig. 21). En un bulevar típico de París hay cuatro carriles de tráfico rápido, dos carriles de tráfico lento y seis filas de estacionamiento. Es una má-quina de acomodar estacionamiento sin que este afecte la calidad del espacio público. Y cualquiera se puede tomar un capuchino, encantado de la vida, en París, sin darse cuenta de que está junto a esas 12 hileras de tráfico. En cambio, en Estados Unidos nadie haría eso.

La cuestión no es el número de hileras, es la geometría y composición de las calles. Hemos traído, a propósito del Taller de Malecón, dos libros escritos por el norteame-ricano Allan Jacobs sobre bulevares. La Habana está hecha para bulevares. El Prado es un gran bulevar. No traigan libros sobre geometría de alta velocidad. Me doy cuen-ta de que en los estándares que se usan aquí hay una infiltración de geometría de alta velocidad que se vuelve progresivamente normativa. Estas geometrías son ade-cuadas sólo para las autopistas que circundan la ciudad, no las traigan al interior de la ciudad porque la destruirán.

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El argumento que damos para Estados Unidos es que un gran porcentaje de la pobla-ción no conduce, unos por ser niños, otros por muy viejos y otros por ser muy pobres. El argumento político que usamos es que no se puede hacer una ciudad en la que sea necesario manejar para la supervivencia elemental. El hecho de que si uno no tiene un automóvil su existencia se ve limitada en lo esencial para la supervivencia, como el salir a comprar comida, es injusto y nada pragmático.

En los suburbios norteamericanos los niños y adolescentes no pueden llegar solos a los clubes o campos de béisbol, tienen que ser llevados. Entonces la madre se convierte en lo que se llama soccer mom, es decir, que los padres se pasan la vida llevando a sus hijos a todas partes: a casa del amigo, a estudiar música, a jugar fútbol o béisbol. Los llevan y los recogen, de manera que se convierten en choferes de sus propios hijos.

La próxima conferenciaEl Nuevo Urbanismo se fundó hace 13 años. Estamos en una segunda etapa en la que nos damos cuenta de que la fuerza política actual es ecológica. El argumento que es preciso dar para provocar un impacto capaz de cambiar el modelo actual, tiene que concatenarse con el problema ecológico.

Mañana les voy a presentar una teoría con la cual los que están dedicados a la trans- formación de la naturaleza podrán entender que el hábitat humano está en cri-sis, que no sólo están en peligro de extinción peces y aves sino también la clase media, porque su hábitat también está siendo amenazado.

Pero no es suficiente el decirlo, al igual que todo en Estados Unidos, es necesario demostrarlo. Es como si el estudio empírico no existiera. Una de las cosas más refres-cantes en Cuba –y lo he sentido en las discusiones que hemos mantenido sobre el Ma-lecón, además de las que tuvimos sobre El Vedado– son los planteamientos realizados a partir de observaciones empíricas; aquellas en las que la gente dice que los niños o los viejos hacen esto o hacen lo otro. Por ejemplo, tuvimos una discusión muy interesante sobre cómo la gente usa el mar en el Malecón. Se hicieron dos o tres observaciones em-píricas sobre el Malecón y se dijo: “Bueno, visto eso, se va a hacer lo siguiente”.

En Estados Unidos, por razones culturales, tecnocráticas y legales, hay que compro-barlo todo. No puedes decir que los niños cruzan o no cruzan la calle. Hay que hacer un estudio. Pero al no haber una coordinación de estudios, hay montones de ellos sobre jóvenes, viejos, del sur, del norte, hispanos, de todo tipo, pero no se coordinan en una teoría que conduzca a una acción en la que se integre lo natural con lo social.

Mañana, en la próxima conferencia, les enseñaré la manera en que los ecologistas en Estados Unidos analizan la ciudad sujeta a todas las leyes ecológicas, ya que en cier-tos estados tienen leyes específicas para la pureza del agua, la ocupación de terreno y la preservación de la naturaleza, entre otras. Pero sucede que aunque se apli- quen totalmente esas leyes a una ciudad, al final no se obtienen mejoras substanciales en las vivencias cotidianas. La campaña ecológica no llega a crear ciudad, crea áreas con mucho verde de muy baja densidad en las que nadie camina, aunque haya trillos sin fin. La crisis de la que partimos es que la ecología no consigue resolver el problema del suburbio. Los ecologistas pensaron que las leyes ecológicas por su racionalismo y por su ética resolverían con integralidad el problema urbano, y resulta que no ha sido así, que las ciudades actuales son más suburbanas todavía.

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La teoría de la segunda generación del Nuevo Urbanismo, de la que les voy a hablar el lunes, es una vieja teoría en la que se propone integrar la ciudad de una forma dife-rente. No es nada radical, es una teoría que tiene más de 200 años y que ahora se está presentando de nuevo. Así que nos vemos el lunes.

(Aplausos).

Intervenciones

Arq. José Antonio Choy. Antes de proceder a la presentación del libro, veremos si hay preguntas.

Lic. Ricardo Núñez. La literatura y muchas evidencias de las ciudades montadas so-bre modelos capitalistas de producción declaran que el mercado de suelo es el que mejor asigna los usos más eficientes de las ciudades; lo que ha hecho este mercado de suelo y de propiedades es montarse en cuatro ruedas. Desde que el Nuevo Urbanismo está desempeñando esta labor, ¿ha existido algún cambio de pautas significativas que haya modificado los elementos –que para mí son los más perversos del mercado– de la especulación y la segregación? Y un segundo tema: planteaste que existen otros países como Francia, Alemania, Bélgica que lamentablemente, en apariencia, están in-corporando estas tendencias muy norteamericanas. Y estás intentando vacunar ciertas ciudades y países, entre ellos a La Habana, en un mundo donde está globalizado el capital, donde el dinero muchas veces no mira la historia arquitectónica y urbana, sino que busca especular y rentabilizar ese capital; ¿crees que esta labor, a la que yo me sumaría como defensor, tendrá éxito?

Arq. Andrés Duany. A nosotros nos ha tomado muchos años entender cómo funciona el sistema desde el punto de vista estructural. Se sabe que hay especulación en el mer-cado, en particular en ciertos estados porque Estados Unidos no es un país homogé-neo. Cada estado tiene sus leyes; en Oregón o en California podemos ver que existen leyes opuestas a las que hay en Georgia, por ejemplo. Así que vamos a hablar de luga-res como el sur de Estados Unidos, donde hay mucha especulación y muy poco control de lo que ocurre. Lo que sucede en Oregón, o en Portland, es mucho más parecido a lo que está pasando en Europa. Pero vamos a hablar de lo general.

Lo que acabas de decir es lo que nosotros pensamos. El mercado está muy distorsio-nado en Estados Unidos porque hay subsidios muy fuertes de construcción de carre-teras relacionados con el hecho de que el impuesto de la gasolina está dedicado sólo a la construcción de calles. De ahí que aunque no haya dinero para escuelas, cada vez que se vende un galón de gasolina, de modo automático ciertos centavos se usan para construir calles, y es lógico, hasta cierto punto, que quien compra gasolina es quien debe pagar por la calle.

El problema es que los otros medios de transporte, como el tranvía de alta velocidad, que requieren subsidio, no lo tienen. Entonces el mercado no está operando de la for-ma correcta. El mercado está distorsionado para la construcción de calles.

Nos tomó tiempo darnos cuenta de una cosa tan simple como esa. Y es un gran shock por la enorme escala de inversión. Por ejemplo, el fondo del retiro de los maestros del estado de California tiene que invertir cada año billones de dólares. Entonces, ¿qué es lo que ocurre? Ellos no son desarrolladores. Ellos compran proyectos ya hechos.

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Invertir billones de dólares al año es muy difícil y no hay tiempo ni para ir a ver el pro-yecto que uno va a comprar. Hemos hablado con esta gente y nos dicen que tienen que comprar decenas de shopping centers a la vez, no uno, sino decenas. Resulta que hay un mercado que precompra estos shopping centers, los acumula en grupos y los vende al retiro del estado de California. Pero para hacer eso existe una norma que establece que deben tener entre 15 000 y 25 000 pies cuadrados, por lo menos un supermercado de categoría nacional, un banco, y estar ubicados en una carretera por donde pasen como mínimo 35 000 autos por día. Si un shopping center reúne estos elementos, lo compran y puede formar parte del paquete sin inspeccionarlo siquiera.

Además ocurre que al desarrollador que quiere construir un shopping center no le dan financiamiento para hacerlo a menos que tenga esos elementos, porque de lo contrario no se puede comercializar. Es un sistema automático, rústico, con tres o cuatro criterios que están afectando nuestras vidas. Cuando decimos “aquí tene-mos una main street (calle comercial primaria) que tiene gente, con tiendas que fun-cionan de modo perfecto”, el banquero te responde que eso está muy bien, pero que no te puede dar dinero porque no puede venderle esa variante al señor que lo empaca para el funcionario del estado de California.

Está, además, la automatización internacional. Se habla mucho de la cuestión de la agricultura, el problema internacional de la agricultura. También ocurre con ella y no-sotros no sabemos qué hacer. El problema es tan grande porque no hay nadie que se responsabilice. Es una crisis que nosotros tenemos ahora en el Nuevo Urbanismo. ¿Cómo afectar ese sector? Porque ya es mucho más que la especulación. Es un pro-

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blema muy relacionado con protocolos automáticos, casi computarizados, a los que uno no tiene acceso porque no dependen de un ser humano al que uno le puede decir “déjame hablar con la persona encargada“, porque no hay nadie a cargo. Es un sistema automático que da miedo.

En Bélgica y Estocolmo se ha formado en los dos últimos años un grupo que se llama ceu (Congreso de Urbanistas Europeos), una asociación aliada a la nuestra, el cnu (Congreso del Nuevo Urbanismo). Están tomando la Carta del Nuevo Urbanismo y la están traduciendo a los problemas europeos, que son algo diferentes, no en todo, a los de Estados Unidos.

Nosotros creemos que en cuanto se estabilice el problema europeo, con mucha proba-bilidad sería de mutuo interés que ustedes los cubanos se reunieran con ellos, porque los problemas de acá se parecen más a los de Europa. Podrían entonces vacunarse antes de coger el virus.

Wall Mart es un hipermercado que vende de todo, y yo podría estar un día entero ha-blándoles de lo dañino que es para la ciudad, pero tienen precios muy, muy baratos. Imagínense lo que significaría en Cuba la venta de bienes buenos y baratos. En Canadá entró hace seis años y ya es la tienda más grande de Canadá. Está entrando en Méxi-co y en pocos años será la más grande. Lo que ocurre es que mata todo lo que está a su alrededor. Es como el marabú. No es porque sea grande, es por su eficiencia, por su capacidad de negociar precios bajos, y por eso logra eliminar todo comercio local que les hace competencia. Es un desastre que ya está ocurriendo en Europa y en el futuro pudiera afectar a Cuba. Esa organización europea, ceu, es el futuro de los que aquí se interesen por el Nuevo Urbanismo.

Arq. Felicia Chateloín. Mi pregunta responde a una curiosidad. El urbanismo no hace al hombre, sino que el hombre hace el urbanismo. Entonces, el Nuevo Urbanis-mo, supongo que para encontrar compradores, tiene que encontrar personas conse-cuentes con la propia idea; pero esas personas viven en una sociedad que tiene una forma de ser generalizada. Mi pregunta es, a 15 años de empezar el Nuevo Urbanismo, ¿qué ha ocurrido en las áreas construidas a partir de sus principios y si la realidad no ha provocado que este mismo Nuevo Urbanismo haya tenido que adaptarse a ella?

Arq. Andrés Duany. Toma mucho tiempo construir el urbanismo. En Kentlands, Was-hington D. C., pudimos observar que al cabo de cinco años solo había casas; después de diez años había casas y apartamentos, y 15 años más tarde hay casas, apartamentos, comercio de todo tipo, cines, oficinas; quizás, en cinco años más, exista transporte pú-blico y pase un tranvía por ahí.

El problema, al analizar el urbanismo nuevo o viejo, es que se requiere tiempo para ver cómo se desarrolla. No es la simple inauguración del lugar, sino ver qué resulta después del tiempo y el uso. Muchas de las ciudades socialmente responsables en Europa fueron diseñadas por reyes o duques a los que muchas veces no les importaba el pueblo para nada; así que las ciudades pueden empezar de una manera y acabar de otra. Para asesorar al Nuevo Urbanismo necesitamos tiempo, pero les puedo decir algo preliminar: lo bueno es que la gente camina mucho, hay un buen sentido co-lectivo, hay una comunidad fuerte, hasta los vecinos se conocen, y los niños andan por todas partes. El problema es que estos barrios se vuelven caros, luego carísimos

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y luego hipercaros, y pierden toda su diversidad social original. Esto sucede porque no hay suficientes barrios de estas características y la gran demanda que generan provoca que suban los precios.

Las ciudades norteamericanas viejas que han sobrevivido son hoy muy caras porque hay escasez de ese urbanismo que la gente añora y anhela. No sabemos qué hacer. En 20 años la población de Estados Unidos va a crecer hasta 40 millones de personas, a un ritmo de dos millones al año. La cantidad de proyectos nuevo-urbanistas necesarios para dar respuesta a tal crecimiento va a hacer que el Movimiento no dé abasto. Puede que sea nuestro destino, que lo que destruya al Nuevo Urbanismo sea la falta de diver-sidad social que deseamos, porque no podemos satisfacer su demanda.

Son comunidades de superricos, pero no siempre lo fueron. En Seaside, por ejemplo, había casitas para maestros y para gente sencilla, pero las propiedades fueron subien-do y vendiéndose cada vez más caras. Nadie puede quitarle a una persona el derecho de vender su casa sólo porque tuvo la suficiente inteligencia para comprar en esta co-munidad al principio. Por ello, suele ocurrir que cuando su casa crece mucho en valor, desean venderla. Ese es uno de los problemas que tenemos.

Arq. Dania González. Mi pregunta está en relación con la imagen que usted mostró al comparar una urbanización abierta con las viviendas aisladas y la urbanización del lote de 10 m de ancho, y cómo se convencía al cliente de que en efecto allí tenían mayor pri-vacidad que en la otra. ¿Existen todavía urbanizaciones de este tipo, abiertas en su tota-lidad, con los problemas de seguridad que hay; y la gente vive en ellas así, sin cercas?

Arq. Andrés Duany. Sí. La sociedad norteamericana desde lejos parece muy coheren-te, muy homogénea, pero Estados Unidos es un país que contiene 50 estados, y cada estado tiene su propia Constitución. Cada estado toma su curso; hay algunos que tie-nen problemas sociales altos y segregación racial, y hay otros donde no hay este tipo de problemas. Es un país muy diverso.

Dentro de una ciudad como Miami hay áreas de un nivel muy alto de criminalidad y áreas donde el crimen es mínimo porque están bajo gobiernos diferentes. Es algo como lo que ustedes tienen aquí con el Historiador de la Ciudad. Es evidente que den-tro de La Habana, el municipio de la Habana Vieja de cierta manera funciona de una manera diferente.

El Condado de Miami-Dade contiene 27 municipios. Son ciudades que se constitu-yeron históricamente, y la mitad de ellas tienen su propio gobierno, su alcalde, sus leyes y su departamento de policía diferente. Hay áreas de Miami que son pobres y con crimen, otras que son ricas y con crimen e incluso hay áreas ricas y sin crimen. Se encuentra de todo. Por ejemplo, yo vivo en un área que se llama Coral Gables, que es abierta por completo. Tengo una alarma y nunca la he utilizado en 25 años. Nunca he tenido problemas.

Así que lo que ustedes leen de Estados Unidos está geográficamente determinado, la gente rica esta geográficamente determinada, es un mosaico de situaciones y por eso siempre se habla del experimento norteamericano en el que hay muchas maneras de hacer cosas, y con tal de que el mercado opere, lo que funciona mejor, gana.

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Los norteamericanos tienen que visitar Cuba y viceversa para que vean cómo son las cosas. Los dos son lugares complicados en extremo, y hay visiones muy simplifica-das de cada lado.

Arq. Alex Leandro (ex estudiante colombiano). En definitiva La Habana no tiene comparación con el resto de lo que sucede en las ciudades de Latinoamérica. ¿Cómo asume Latinoamérica las nuevas tendencias del urbanismo, sobre todo teniendo en cuenta la gran desvalorización de las ciudades latinoamericanas por muchas razones, la emigración rural, la desigualdad social; y qué ejemplos existen después de 15 años del Nuevo Urbanismo en Latinoamérica?

Arq. Andrés Duany. Mire, lo que dice es cierto en su totalidad. Yo no he visitado todas las ciudades latinoamericanas, pero las capitales en particular están muy destruidas por dos razones. Una es la emigración rural, que en Cuba se controló mucho. La Haba-na ha crecido bastante poco en relación con otras capitales. Ese ha sido un gran logro, aquí la población rural no se ha trasladado para La Habana. Ocurre también que en las ciudades latinoamericanas se han construido muchas autopistas que separan y cortan sobremanera la trama urbana. Yo no he estado en Caracas, pero me dicen que cuando hicieron la autopista por el valle se cortó la ciudad. Aquí no han construido autopistas a través de la ciudad; todas son rurales, y están todas en el campo, donde deben estar; por eso La Habana sigue siendo todavía tan coherente.

Por otro lado, como en el sistema socialista el terreno en sí no es de especulación y lo que vale es el edificio y no el terreno, no se derriban edificios. En las ciudades de otros

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países se han tumbado barrios enteros; en la ciudad de México se han demolido ba-rrios enteros. Aquí en Cuba esa concatenación del valor del terreno con la especulación no existe. Se han caído edificios, pero se han perdido poquísimos en comparación con los que se habrían tumbado si hubiera continuado el sistema anterior. [En Latinoamé-rica] se sabe lo que ocurrió en los años 50; se derribaron no sólo casas privadas, sino también edificios muy buenos. Incluso se demolieron monasterios. Eso no ha ocurrido aquí [en Cuba] y me parece que tampoco va a ocurrir, porque por lo visto acá existe una conciencia muy alta del valor urbano.

Arq. Alex Leandro. ¿Existe alguna ciudad latinoamericana que haya asumido las ten-dencias del Nuevo Urbanismo?

Arq. Andrés Duany. A las conferencias de los nuevo-urbanistas van muy pocos lati-noamericanos. Bueno, vienen de todo el mundo, vienen de Japón, de Israel. A veces vienen a hablar conmigo y tengo que decirles que no conozco todas las situaciones locales de cada país. No les quiero dar opinión de lo que no conozco. Son proble-mas diferentes. A los congresos va gente de Latinoamérica, pero los congresos son de 2 000 personas. Sé que hay latinoamericanos, pero no los conozco por nombres.

Arq. José Antonio Choy. Andrés, la pregunta de él es muy interesante. Yo he visitado muchas ciudades latinoamericanas y hay mucho interés por las teorías del Nuevo Ur-banismo, y Latinoamérica tiene un legado de ciudades históricas importantísimas, al-gunas como tú decías, destruidas, semidestruidas, o en peligro. Con certeza sería mag-nífico, extraordinario, que existiera un movimiento del Nuevo Urbanismo o de algo similar entre los urbanistas latinoamericanos, porque Latinoamérica necesita tener esa conciencia de conservación del legado urbano de sus ciudades y pienso que en ese sen-tido está encaminada la pregunta de Alex. Sí, hay nuevo-urbanistas en Latinoamérica, y yo me atrevo a proponer que se piense cómo crear en Latinoamérica una especie de movimiento de pensamiento que agrupe a esas personas que ya están motivadas. En Bogotá, en Santo Domingo, en Buenos Aires, hay muchos arquitectos interesados y deberían unirse para tener más fuerza en sus diferentes países y ciudades.

Arq. Andrés Duany. A veces ocurre algo diferente. Existen nuevo-urbanistas que han hecho proyectos en México, y suceden cosas que parecen extraordinarias. Va-mos a México y hacemos casas de patio mexicanas, y los mexicanos no lo pueden creer, no se les ocurrió hacer una casa de patio mexicana. Es necesario revalorizar la tradición de las tipologías locales, que se haga un espacio público, una plaza mexicana. Hace 25 años que no se hace una plaza en México.

Nosotros observamos. Observamos lo que funciona, lo que no funciona y recuperamos las tipologías que son válidas. Por ejemplo, nosotros hacemos casas de patio, pero con el automóvil por atrás, y nos damos cuenta de que los mexicanos muchas veces agre-gan tiendas a sus casas por el frente, así que eso lo incorporamos desde el principio, ponemos la infraestructura eléctrica para que funcione desde el principio, y hacemos estas cosas que son tan evidentes, que son tan obvias, tan visibles, son cosas que fun-cionan. Y la gente de ahí no nos discute, sino que dicen: “¡Qué maravilla! ¿Cómo no se nos ocurrió?” Y es que están mirando a Norteamérica, a los patrones norteamericanos, en lugar de mirar sus propias tradiciones.

Lo mismo está pasando en Asia. A nosotros nos han pedido la realización de varios proyectos en China, como tres o cuatro. Tenemos dos personas de forma permanente

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en Asia y hacemos el proyecto basado en la tradición china o la tradición filipina, se-gún el caso. Cuando los presentamos, nos han dicho los chinos: “¿Qué es esto? Noso-tros no queremos esto, nosotros queríamos una ciudad como en California. ¿Usted no es norteamericano?” (risas).

Nos contrataron como arquitectos y urbanistas famosos norteamericanos, sin pensar que nosotros tenemos una ideología basada en asimilar la tradición de cada lugar. Ningún proyecto nuestro en Asia ha sobrevivido a la primera presentación. Los pre-sentamos y nos dicen que no, que no es lo que quieren, que quieren una ciudad como California. Es una tragedia lo que está sucediendo ahora en China: están haciendo un urbanismo que depende del automóvil; ¿se imaginan lo que va a ocurrir cuando cada chino tenga un automóvil? Pero es lo que están haciendo; es absurdo. Visitamos sus ba-rrios, que son barrios fantásticos, barrios chinos tradicionales de una gran flexibilidad orgánica, que han funcionado bien durante cientos de años, que siguen funcionando. Y ellos no quieren ni que los miremos. Es como si sintieran vergüenza por su propia cultura, lo cual, por cierto, es algo que no ocurre en Cuba. Hay una gran diferencia. Aquí ustedes están muy orgullosos de lo que tienen y de su tradición. Los chinos no lo están, quieren ser “como California”. ¡Es tan ridículo! No sé hasta dónde llegarán porque hay suficientes urbanistas norteamericanos que van y les hacen los proyectos que ellos quieren. Si esto sigue adelante, verán que en 20 años China se convierte en un lugar dominado por el automóvil. Están tumbando Beijing. Es increíble lo que se oye de China. Me gustaría saber más de Bogotá, de donde tú eres, y de Buenos Aires, pero la verdad es que no las conozco lo suficiente para especular.

Arq. José Antonio Choy. Vamos a dejar las próximas preguntas para el lunes y el martes.

En nombre de la Editorial Unión tengo el gusto de presentarles el libro Prácticas del Post-Suburbanismo de Andrés Duany y Elizabeth Plater-Zyberk.

Me acompaña en la mañana de hoy Olga Marta Pérez, directora de la Editorial Unión. Por allá atrás, medio escondida, está Vivian Lechuga, editora de la colección que inau-guramos con este libro.

Después de la presentación, estos libros se venderán. Los estudiantes de arquitectura ya los tienen en sus Facultades, porque se les van a obsequiar tanto a los que están par-ticipando en este ciclo de conferencias como a los de las escuelas de Santiago de Cuba, Camagüey y Villa Clara.

Hoy es un día muy especial para todos nosotros por la presentación del libro Prácticas del Post-Suburbanismo de Andrés Duany y Elizabeth Plater-Zyberk. Inauguramos la primera colección de publicaciones de textos especializados sobre temas de arquitectu-ra y urbanismo en la historia editorial de nuestro país. Debemos agradecer en primer lugar a Andrés Duany, que desde su primera visita a Cuba hace ya casi diez años, mostró su preocupación por la carencia de información en la profesión y en el medio universitario, sin dejar de realizar esfuerzos a favor de la divulgación del conocimiento del urbanismo y la arquitectura entre nosotros; a la editorial Unión, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, uneac, por haber acogido este proyecto que hoy es una realidad; también en especial a la doctora Graziella Pogolotti, quien por problemas personales no pudo acompañarnos hoy, que apoyó de manera permanente esta idea, como hace siempre que se trata de promover un propósito a favor de la proyección

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cultural de la arquitectura y del urbanismo en Cuba. Otra vez a Andrés Duany, a Eli-zabeth Plater-Zyberk y a los autores de los ensayos de este volumen por haber donado sus derechos de autor a favor de la edición cubana. A Sonia Chao por su esmerada co-ordinación de la edición y a todas las personas que trabajaron en el proceso de traduc-ción, diseño y edición. Agradecemos asimismo a la Fundación Amistad, la Fundación Kaplan y al Seaside Institute que apoyaron este proyecto.

El valioso libro que a partir de hoy ponemos en manos de estudiantes, arquitectos, urbanistas y estudiosos, es el tercer volumen de una trilogía de ensayos sobre la pro-blemática y teoría del urbanismo contemporáneo, de nuestro proyecto editorial. En él se exponen las formas prácticas con la que los autores han resuelto problemas agudos del urbanismo actual, marcadamente críticos en las ciudades norteamericanas, a partir de ejemplos de poblados, pueblos y ciudades diseñados por ellos con una perspectiva basada en la experiencia de la tradición y la observación constante y analítica de las ciudades históricas.

Al igual que el ciclo de conferencias que se ha iniciado hoy, este esfuerzo editorial va dirigido en especial a las nuevas generaciones de arquitectos de Cuba representadas hoy de forma mayoritaria en esta sala, y no por casualidad hemos comenzado la colec-ción por los temas de discusión del urbanismo actual.

A ustedes junto a nosotros nos corresponde la enorme responsabilidad de la salva-guarda del patrimonio urbano de las ciudades cubanas y con una acción enriquecedo-ra y no destructiva, insertar la impronta de la contemporaneidad en su desarrollo.

Yo quería finalizar la presentación leyendo la introducción que nos hizo Andrés en especial a los cubanos para esta edición en español. Me parece que es el mejor colofón, la manera más adecuada de presentar el libro, mejor que con mis palabras. Si me lo permiten leeré la introducción que preparó Andrés para esta edición.

Introducción

El objeto de vida es la satisfacción del anhelo

de la perfecta hermosura; porque como la virtud

hace hermosos los lugares en que obra,

así los lugares hermosos obran sobre la virtud.

José Martí

Este es el primero de tres libros dedicados a la arquitectura y el urbanismo para los cubanos preocupados por el destino de sus ciudades.

Hoy Cuba atraviesa una de las más difíciles etapas de su historia económica, sin embargo, sus ciudades siguen siendo magníficas y son el ejemplo y el anhelo de todas las Américas.

Este sería un comentario absurdo para aquellos que sólo ven las condiciones actuales de su mantenimiento diferido. Sí, las ciudades cubanas están deteriora-das, pero lo extraordinario es que todavía existen. En los otros países de Latino-américa, el verdadero sentido urbano de sus capitales ha sido erradicado. Bajo el

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asalto insostenible del desarrollo al estilo norteamericano y el de las favelas que brotan como consecuencia de la pobreza, el urbanismo de sus ciudades está desam-parado. Ya no existen sino como estadísticas aglomeradas, careciendo de ámbito y calidad.

Pero no es así en Cuba.

Y sin embargo hoy, cuando la política oficial del gobierno cubano consiste en atraer inversiones inmobiliarias del extranjero, este milagro de ciudades sobrevivientes está en peligro. La evidencia ya se observa: con la excepción del espectacular re-surgimiento de la Habana Vieja, el desarrollo que ocurrió en la última década del siglo xx no ha sido menos perjudicial que el que estaba surgiendo antes de la Re-volución. Los arrogantes rascacielos, los exclusivos enclaves turísticos, y la mono-cultura suburbana del automóvil ya reaparecen.

Los que se han dedicado a la protección de las ciudades de Cuba corren el riesgo de perder el trabajo de toda una vida.

Pero este no es el único destino; hay otros posibles. El futuro del urbanismo perte-necerá a ciudades como las que ya existen en Cuba: compactas, caminables, de uso mixto y adaptables al tránsito público. Toda nueva edificación de ahora en adelan-te debería ser contextual a este modelo. O sea, tradicional en el sentido de hacerse a la manera de lo que ya se sabe ha dado buenos resultados por largo tiempo. La defensa de nuestras ciudades consiste en evitar los proyectos derivados de una cierta vanguardia internacional, seductora, simultáneamente frívola y pesimista.

Y no sólo peligran las ciudades sino las costas también. La industria turística es la motriz económica indicada para esta bella y agradable isla. Pero actualmente se re-piten y emulan hoteles como los que ya destruyeron las playas de España, México y de la Florida, y que tarde o temprano están destinados al turismo barato.

Tampoco esto tiene que ser así. El Nuevo Urbanismo ha comprobado que los pue-blos de veraneo pueden ser utopías vivientes, preferidas por personas que desean la experiencia temporal de una realidad más agradable. Así son los pueblos coste-ros de Grecia, Italia y Francia, referencias que no se desvalorizan como sucede por ejemplo con los “mastodónticos” hoteles de Cancún.

Este libro, que fue publicado hace 15 años y que no ha cesado de distribuirse, ofre-ce aún hoy una opción viable de cómo asumir la responsabilidad del desarrollo de nuestras ciudades.

Fue impreso originalmente por la Universidad de Harvard para acompañar una exhibición que tuvo lugar en su Graduate School of Design. En esos tiempos la construcción de ciudades tradicionales se consideraba radical. Hoy en día este modelo ha sido tan asimilado en la práctica que la polémica se hace superflua y el libro sólo sirve de guía.

Con tristeza se ve que estas ideas han resurgido demasiado tarde para las Amé-ricas. Por doquier se encuentran los interminables crecimientos suburbanos, las paralizaciones del tráfico, la considerable desilusión causada por las promesas del urbanismo moderno.

Pero aún nos queda Cuba.

Andrés Duany

Muchas gracias.

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La conferencia de hoy, segunda de esta serie de encuentros no estrictamente relaciona-dos, retoma el tema de la anterior.

En la conferencia pasada describí la situación vigente en Estados Unidos. También les comenté que la realidad allí es similar a la de otros países como Australia, Canadá, el norte de Europa y China, debido a que han tomado el mismo modelo de crecimiento urbano. Expliqué que este es un sistema subordinado al uso del automóvil; lo que trae grandes consecuencias negativas, no sólo morfológicas para la ciudad, sino también para la vida diaria de los que habitan en ese urbanismo. Enfaticé, además, que resulta-ría en un sistema terrible para una ciudad tradicional como La Habana.

Conferencia 221 de marzo del 2004

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Al final de la conferencia hablé sobre los Congresos del Nuevo Urbanismo y el pro-blema político al que nos enfrentamos al llevar a la práctica los cambios que propo-nemos. En la mayoría de los casos nos encontramos que las personas no están de acuerdo. Cuando reúnes al alcalde, el ingeniero, el paisajista, el arquitecto, e incluso el inversionista, y les explicas que va a existir un cambio, todos lo entienden. Saben que las cosas no pueden seguir como están. Pero sigue ocurriendo una resistencia impersonal a este cambio, que es impresionante.

Hemos logrado llevar a la práctica proyectos que representan pequeñas victorias, ba-tallas ganadas, pero si a uno le interesa ganar la guerra completa no puede estar tra-bajando a la escala de pequeñas batallas aquí y allá. En un país que crece a un ritmo aproximado a los dos millones de habitantes al año, y donde se construye también por año un millón de viviendas, el impacto de un proyecto de mil o dos mil unidades residenciales es insignificante.

ZonificaciónHemos comprendido que el problema no reside en que un grupo de individuos se re-sistan al cambio, sino que es un problema sistémico. Hay un sistema relacionado con una idea estructurada a un nivel casi inaccesible. En el urbanismo hay un paradigma basado en una idea tecnocrática que consiste en contar sus componentes, y creen que ese es el procedimiento correcto. El sistema está basado en separar todo por usos y densidades a través de una zonificación. El sistema ordena todos los apartamentos de una cierta densidad en un área específica; todas las casas, al tener otra densidad, están en otra área; todas las tiendas se ubican en una tercera. Los campos de juego están en una cuarta área, los lugares de trabajo en una quinta, y así en lo sucesivo. En el típico código de zonificación norteamericano nos encontramos con 25, 30 o 40 categorías de uso. ¿Por qué esta obsesión con la separación de los diferentes usos?

Se sabe muy bien sobre la necesidad de separar ciertos usos no apropiados al hábitat. Los mataderos, por ejemplo, o ciertos tipos de industria como las que requieren del movimiento de grandes camiones, se deben aislar del resto de la ciudad. Pero la gran mayoría de las funciones pueden estar próximas a las zonas residenciales. Incluso se puede trabajar dentro de una casa, se puede tener un comedor dentro del mismo edifi-cio y no pasa nada, nadie se muere por los olores de la cocina. No existe una razón que justifique la segregación de una manera tan precisa.

Sin embargo, se segrega todo porque de ese modo se pueden contabilizar mejor sus componentes. Por ejemplo: en una zona designada R-19 –que quiere decir Resi-dencial de 19 unidades por acre– se conoce a ciencia cierta que no solamente van a existir 19 unidades por acre, sino que también se va a usar un cierto tipo de aparta-mentos para núcleos familiares de 2,1 personas; si la zona es R-4 –Residencial-4– se entiende que suelen construirse casas para un núcleo familiar de 2,7 personas. Así se puede calcular con facilidad el tamaño para el colegio según el número de habitantes; el tráfico que este va a generar, el tipo de calle y el número de carriles que requiere. Esta visión tecnocrática se considera justa y moderna, donde todo está bajo control. También se pueden calcular los impuestos que se pagarán y lo que le costará al muni-cipio la provisión de servicios para la zona. Un apartamento, por ejemplo, paga menos impuestos que una casa. Todo se puede cuantificar.

Por todo lo anterior es necesario proponer una teoría alternativa, un sistema diferente, orgánico y que tenga a su vez la posibilidad de ajustarse a los lineamientos de una

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administración tecnocrática. Pero a los que están administrando las ciudades, a los urbanistas que se ocupan de eso, no se les puede dejar sin trabajo. Siempre ha existi-do resistencia a la eliminación de la burocracia. Nos damos cuenta de que debemos proponerles algo que pueda tener reglas, que sea posible cuantificar. Por esta razón, la teoría que voy a presentarles no sólo tiene que ser orgánica y administrable, sino, además, simple: una de las razones por las que la zonificación persiste es porque al separarlo todo, es muy fácil contar y entender. Así cualquiera puede asimilarlo.

Ética de la ecología Como bien se conoce, los sistemas orgánicos son muy complejos. Por eso nos ha lleva-do mucho tiempo, unos diez años, buscar una teoría que los respalde. Resulta que la teoría que descubrimos –y digo descubrimos porque no la inventamos nosotros, sino que sus principios ya existían– se basa en la ecología. Tuvimos mucha suerte, ya que la ecología es hoy en día una de las fuentes éticas más potentes del mundo.

Ustedes también saben que en Estados Unidos la fuerza que siempre ha tenido más peso es la economía. Cuando alguien quiere ensanchar una calle o construir una nue-va autopista, siempre hay resistencia, y el argumento que siempre acaba sobreponién-dose a los demás es el de la economía: se tiene que construir esta autopista, aunque destruya el territorio, aunque se tengan que demoler las casas o arrasar pueblos en-teros; hay que hacerlo por razones económicas. Ese ha sido siempre el argumento del sistema en Estados Unidos.

Para oponerse a la construcción de una autopista, uno no puede decir: “los pobres seres humanos que están viviendo en esa calle o en ese pueblo se perjudicarán”, ya que todo el mundo sabe que a esos pobres seres humanos se les puede trasladar de un lugar a otro sin ningún problema y, por consiguiente, ese no es un argumento de suficiente peso. Lo que sí surte efecto es argumentar que hay un pequeño animal en peligro de extinción (risas). Por ejemplo, hace 20 años se iba a construir en Nueva York lo que se llama el West Side Highway, una autopista en el río, al oeste de la isla, sobre los muelles que ya no se utilizaban. Era algo racional, pero obstruía las vistas del río a los edificios de la zona. Ante eso, los vecinos no se apoyaron en su derecho a tener la vista del río; por el contrario: dijeron que había un pececito muy pequeño que estaba en peligro de extinción, y ese pececito fue el héroe que impidió la construcción de la autopista.

Al analizar todo esto, nos dimos cuenta de que la ética de la ecología es la ética del siglo xxi, y este es el argumento que debe respaldar cualquier idea actual. Como resul-tado, llegamos a una teoría basada en la ecología. De esta forma coinciden dos fuerzas muy interesantes: la necesidad de poseer una teoría nueva, y también el impulso polí-tico que proporciona esa teoría al estar basada en la ecología.

Tenemos un tercer problema y del cual ustedes no tienen experiencia. En Estados Uni-dos existen muchas reglas, muchas regulaciones ecológicas. Por ejemplo, aquí ustedes tienen una regla que dice que en Centro Habana el máximo permisible de ocupación de cada lote es de 85%. Por esta razón, hay que dejar un espacio abierto –en muchos casos es el patio– para que sirva de fuente de luz e iluminación de las edificaciones, y no mucho más.

La cuestión ecológica en Estados Unidos ha alcanzado tal punto que se llega a exigir que cuando se construye, se mantenga la misma capacidad de absorción pluvial que

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poseía el lote antes de que se construyera en él. Esta es una regla excelente porque de esa forma el drenaje no va al vecino; además, el agua se filtra y se evita el traslado del agua contaminada hacia el río a través del alcantarillado; es mucho mejor que el agua pluvial se absorba en el mismo lote. Esta es sólo una de tantas reglas vigentes con las que tenemos que lidiar.

Pero, ¿qué ocurre cuando se aplica esta regla al urbanismo? Simplemente no se puede hacer urbanismo, no se puede hacer una ciudad como la Habana Vieja o como Centro Habana, no se puede hacer El Vedado ni los repartos del municipio Playa. ¿Saben lo que se puede hacer? El reparto Siboney (antiguo Biltmore), o edificios torres. También se puede hacer la Habana del Este, porque son torres altas en medio de áreas verdes.

Los nuevo-urbanistas, después de 15 años de trabajo, hemos aprendido a construir ciudades otra vez. Si nos piden que hagamos una Habana, un Centro Habana, Char-leston o Santa Fe, lo sabemos hacer, tenemos las técnicas de análisis, y las técnicas de codificación para hacerlas. Por fin hemos recuperado la habilidad de hacer urbanismo y ¿qué nos encontramos? Que a los que tenemos en contra son nada menos que a nues-tros amigos ecologistas.

Fue una sorpresa muy desagradable. Si ustedes analizan los proyectos creados por el Nuevo Urbanismo se darán cuenta de que muchos de ellos son de bastante baja den-sidad, son muy verdes; tienen la definición espacial bastante debilucha y las tramas urbanas están muy desconectadas: un pedacito de pueblo por un lado, un pedacito de pueblo por otro, un tercer pedacito de pueblo más allá. Las tramas no se conectan de la manera continua requerida para crear ciudades. Quedan fragmentos de ciudad

Fig. 22. Imagen de una festividad en un pueblo tradicional.

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con naturaleza entre ellos porque se tiene que salvar cada pequeño arroyito con sus re-glas. Tenemos entonces una tremenda contradicción, una agonía ética porque la gente mejor intencionada que conocemos, los ecologistas, no nos deja hacer ciudades.

Les dije que el movimiento ecológico en Estados Unidos ha tenidos grandes éxitos. En 30 años sus leyes se han vuelto draconianas. Un pequeño pececito puede parar la construcción de una autopista para darles un símbolo trascendental de poder. Nuestra organización, el Nuevo Urbanismo, tiene alrededor de 2 400 miembros y un presu-puesto de 400 000 dólares al año; y sólo una de las 300 organizaciones ecológicas de Estados Unidos, nada más que el Sierra Club, por ejemplo, tiene 750 000 miembros y un presupuesto de 80 millones de dólares.

Lo que nosotros tratamos de hacer es interesar a los ecologistas en el hábitat humano. Decirle a algunos de esos 750 000 ecologistas que no sólo sean expertos en árboles, aves, peces, el agua o el aire, sino que se hagan expertos en el hábitat humano, porque el pobre norteamericano de clase media vive en un hábitat que le es adverso. Trabaja du- ro para tener lo que tiene, pero su hábitat, el que se le ofrece, es disfuncional, le deja muy poco tiempo de ocio y le consume mucho dinero. De la misma forma que ocurre con un pajarito u otro animal, los seres humanos pueden ser afectados por su hábitat.

¿Cómo restauramos la imagen urbana y social que se muestra en la figura 22? Aquí vemos gente mayor y gente joven, gente pobre y gente rica; vemos una calle por la que se puede caminar, un edificio cívico: una iglesia o un ayuntamiento de altísima categoría, un edificio caro, elegante, bien hecho, duradero. Si uno visita hoy Estados Unidos, los ayuntamientos no lucen como ese, ahora lucen como fábricas de motorci-tos; hay muy poca diferencia entre un edificio de supermercado y un ayuntamiento. No hay suficiente dinero para construir la infraestructura vertical que usan los seres humanos porque el dinero público se está destinando a la infraestructura ho-rizontal que se extiende para abastecer la dispersión suburbana de calles, desagües, alcantarillados, etc.

Anteriormente se asignaba más dinero a la infraestructura vertical. Ahora se asigna más dinero a la horizontal, mientras que la vertical, la social, queda desabastecida. Ya no se construyen grandes colegios, todo se construye de la manera más barata posible. ¡Pero nuestras autopistas son magníficas! Los museos no sirven, ¡pero las autopistas norteamericanas son las mejores del mundo!, tienen un nivel de diseño enorme; como nosotros decimos, “están cubiertas de oro”.

“Más verde”Esta situación tiene que cambiar, pero, para hacerlo, es preciso que los ecologistas im-plicados entiendan que la solución no es sólo introducir “más zonas verdes”. Cuando los ecologistas entran en la ciudad, lo que quieren son más parques, más árboles, en fin “más verde”, pero el mejor urbanismo no es siempre el que tiene “más verde”, sino el que posee numerosos atributos.

Nunca he contado los árboles que existen en la Habana Vieja. Algún día cuéntenlos, por curiosidad. Pero sí he contado los árboles de la famosa ciudad italiana de Pienza. Esa excelente y fabulosa ciudad tiene exactamente un árbol dentro de sus muros, un sólo árbol. Incluso les diré que ese árbol está en un cortijo y no se ve desde la calle. Sin embargo, Pienza es una ciudad de altísima calidad. No digo que sea la única manera de hacer ciudad, pero tenemos que darnos cuenta de que tener “más verde” no resuel-ve el problema ambiental urbano.

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Ciudad de PortlandNo sé si ustedes saben que el gran éxito de la planificación regional en Estados Unidos, según dicen los ecologistas, es la ciudad de Portland. En esa ciudad, hace 25 años, se dibujó una línea de límite y los planificadores dijeron que iban a crecer hasta ahí y no más (fig. 23).

Eso nunca se había hecho en Estados Unidos porque siempre se crece todo lo que se quiere. Esa línea es única en el país. Es una línea que se dibujó hace 25 años para los próximos 20 años. Bueno, pasaron los 20 años y hubo una gran celebración porque se mantuvo la línea. Yo fui a visitar Portland durante la celebración.

Cuando fui, me llevaron a unas áreas magníficas. Caminé, visité diferentes barrios, el río, todo me parecía muy interesante y placentero, pero me escapé porque quise ver cómo lucía la línea o el borde físico. Yo no sospechaba nada, pero quería verla. Salí del centro de la ciudad y lo que encontré yendo hacia el famoso borde urbano, que es como se llama, es que todo lo que se había construido, todo lo que se ve en verde claro en esta imagen, es suburbano, basado en el uso del automóvil, como si no hu-biera existido esa línea (fig. 24).

En realidad, todo el urbanismo que sirve es el de la preguerra y todo lo que se ha he-cho en los últimos años es suburbano. Y todos los ecologistas estaban contentísimos, bailando de alegría gritando: “¡lo conseguimos, se mantuvo!”

Esta línea continua que se observa en la figura 23 es el fin de la ciudad. Pero miren lo que es la ciudad. La ciudad responde a una monocultura social que no está pensada para el peatón, y en la que se accede a todo únicamente en automóvil. La ecología fue la razón por la que se mantuvo esa línea, pero lo que se hizo dentro de ella fue disfun-cional desde el punto de vista social, y este hecho les pasó inadvertido.

Teorías ecológicasOtro problema al que nos enfrentamos hoy es el de algunas de las teorías que se han puesto muy de moda. A partir de un análisis reciente de la ciudad de Washington D. C., según criterios ecológicos, se dice que la zona donde se encuentran el eje y el Capitolio es la parte menos adecuada para construir. Si L‘Enfant, en 1793, hubiera considerado los criterios ecológicos, no hubiera podido diseñarla así (fig. 25). Se hu-biera visto obligado a hacer una serie de pueblecitos pequeños y desconectados, sin líneas rectas. Entonces no existiría un Capitolio, no existiría el eje, ni nada por el estilo. Washington, que es una gran ciudad, no existiría. Lo mismo que La Habana, ¡La Habana que ustedes aman hubiera sido imposible si se hubiera hecho un análisis ecológico previo!

Hay un libro de una profesora del Massachusetts Institute of Technology (mit) que se llama Anne Whiston Spirn; buenísima persona, muy inteligente. Es un libro muy influyente que habla de cómo hacer una ciudad más ecológica. A la autora le encanta la ciudad de Boston, ama Boston. En la portada del libro aparece una imagen de la ciudad (fig. 26).

El único problema que tiene el libro es que lo que ella propone no coincide en lo abso-luto con las fotos que muestra. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Es como si fueran dos mentes separadas quirúrgicamente. Lo que uno lee y lo que ve en las fotos son cosas incompatibles en su totalidad. El sistema ecológico original de la península de Boston no era en línea recta tal y como es hoy. Este es otro punto de desacuerdo en-

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Fig. 24. Área suburbana de los alrededores de Portland.

Fig. 25. Vista de uno de los ejes hacia el Capitolio en Washington D. C.

Fig. 26. Portada del libro El jardín de granito, de Anne Whiston Spirn.

Fig. 23. Borde urbano de la ciudad de Portland..

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tre ecologistas y urbanistas, ya que el hábitat natural previo no tenía la cultura de ubi-car árboles exóticos, adecuada para las avenidas y parques urbanos. De ello se infiere que los espacios verdes urbanos no siempre deben responder a un análisis ecológico.

La crisis siempre se oculta. Lo que se precisa en el pragmatismo del Nuevo Urbanis-mo es la manera de ver las cosas claras para decir que aunque las fotos seducen tanto como la teoría de Anne Whiston Spirn, la verdad es que ninguna de las dos acaba de coincidir. Ustedes hablan del río Almendares, un río encantador que se debe recu-perar para formar parte del Gran Parque Metropolitano. ¿Pero se dan cuenta de que la misma mentalidad que valoriza al río Almendares no permitiría la construcción del Malecón? El Malecón no se hubiera podido construir, pues según las teorías ecológi-cas vigentes, la ciudad se tiene que mantener separada de los ríos y del mar por una gran distancia. Todo lo ribereño, toda la bahía, tendría que permanecer en su estado natural, un pantano. Según los ecologistas, el ser humano y su hábitat urbano nunca pueden estar próximos al agua.

En París, esa gran ciudad, se ha construido un Malecón a lo largo del río Sena (fig. 27). Ese Malecón permite acercarse al agua del Sena, así es que esa porción de la ribera ha sido destruida desde el punto de vista de la ecología. Aunque todos sepamos que eso valió la pena, ¿cómo se justifica que eso se pueda hacer hoy?

Nuestra propuesta es que el uso de ese Malecón contribuye al capital ecológico de ocho millones de parisienses. La diversidad y la aglomeración social que permite la existencia del transporte público, la posibilidad de que la gente esté concentrada y no esté usando grandes áreas de la naturaleza, es lo que constituye el capital ecológico. En las afueras de París no se está viviendo a 200 unidades por acre alrededor del río Sena. Allí los franceses están viviendo en densidades más suburbanas, con sus automóviles iguales a los norteamericanos. A esos habitantes no se les permite estar cerca del río, porque la contribución ecológica natural es más importante que la social en ese caso.

Debemos crear una teoría en que lo natural y lo social formen parte de la misma fór-mula para que se pueda juzgar una ciudad por su contribución social ecológica y no sólo porque destruya más o menos la naturaleza. Hay ciudades con poco verde o muy próximas a ríos que por sus características tienen mucho menos impacto sobre la na-turaleza que otras supuestamente más ecológicas.

El transectoExiste un concepto, el de transecto, proveniente del inglés transect. El transect de áreas naturales corresponde a un corte transversal geográfico a través de zonas bioclimá-ticas, donde se pueden distinguir claramente tanto los diferentes hábitats como sus transiciones contiguas (fig. 28).

Por ejemplo, en este transecto hecho en Australia en 1974 por un ecologista muy bue-no, se explica por qué en este hábitat hay ciertos peces que viven en determinada salinidad; que donde hay más sol aparecen las algas; que el hábitat de la playa es una transición al de las dunas, y así continúa hasta que se llega al hábitat de montaña. Se conoce que en un transecto hay líquenes a cierta altura y que las algas viven en otro lugar. Nadie se confunde, todos saben que el liquen vive en la montaña y el alga vive en la playa.

Sabemos que la flora y la fauna coexisten en lo que se denomina una comunidad don-de existe una cadena alimentaria en la que un tipo de árbol genera un tipo de semilla

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Fig. 27. Vista del río Sena y su Malecón.

Fig. 28. Transecto natural.

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Fig. 29. Transecto del volcán Chimborazo realizado por Alexander von Humboldt.

Fig. 30. Sección del Valle. Dibujo de Sir Patrick Geddes.

que le gusta a un ratón; que a la lechuza le gusta ese ratón, y por esta razón, esa lechu-za, ese ratón y esa semilla coexisten todos en una comunidad ecológica.

Aunque parezca natural, hubo que conceptualizar y entender todo esto, porque como ustedes saben, en el siglo xix la gente se llevaba los árboles desde donde quería y hacia donde quería. Se exportaban especies exóticas y se consideraba normal coger la caña de un lugar y llevarla para otro; el buey de allá traerlo para acá y el árbol de aquí para allá. No se tenía conciencia de que las cosas no se podían mover.

Esa conceptualización del hábitat integral la hizo un profesor norteamericano llamado Edward Clement y tuvo gran repercusión. El concepto del hábitat integral permitió que el pequeño pececito detuviera la construcción de la autopista, porque de lo con-trario, se hubiera tomado el pececito, se hubiera sacado del río y se hubiera colocado, contentísimo de la vida, en un laguito, en un laboratorio, o en otro río igual.

Así es que la cuestión ecológica sólo se puede administrar desde una perspectiva geo-gráfica, basándose en el concepto del hábitat, porque si no fuera así, todo se podría mover de un lugar a otro. El concepto de hábitat es muy interesante y un transecto no es más que una secuencia de hábitats naturales.

El primero que dibujó un transecto –no el hábitat pero sí un transecto– fue Alexander von Humboldt. Lo hizo justo antes de venir a Cuba. Si ustedes visitan la casa Hum-boldt que está en la Habana Vieja, sabrán que Von Humboldt venía de Latinoamérica después de haber hecho esto (fig. 29).

Este dibujo de Humboldt es un transecto que hizo desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico, y lo que demuestra aquí no sólo es la topografía comprimida horizontalmen-te, sino que describe, además, la atmósfera, los seres vivos que habitan los distintos microclimas según la altura, e incluso los estratos y minerales del suelo.

Se conoce que después de estar en La Habana, Humboldt fue a visitar a Tomás Jeffer-son, segundo presidente de Estados Unidos, quien escribió parte de la Constitución, y también un libro llamado Notas sobre el estado de Virginia, donde conjugaba lo social y lo natural por primera vez de una forma integrada. No usó un diagrama de transecto, pero el hecho de que hubiera analizado ambos aspectos en el mismo libro fue algo muy importante.

El transecto de Humboldt es sólo natural. Humboldt estuvo estudiando América a principios del siglo xix. Un siglo más tarde, en 1910, el urbanista escocés Sir Patrick

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Fig. 31. Páginas del libro Diseño con la naturaleza, escrito por Ian McHarg.

Geddes, quien hizo el Plan Maestro de Bombay y diseñó la ciudad nueva de Tel Aviv, pensaba que antes de proyectar un plan maestro se tenía que analizar lo que hay en la ciudad. Él elaboró este transecto al que él llamó la Sección del Valle (fig. 30).

En esta sección se ve con claridad cómo nace en un río, cómo el valle sube hasta el al-tiplano y al final llega hasta la montaña. Dibujó no sólo la geografía, sino la naturaleza existente e integró al hombre, por primera vez, en un diagrama donde relaciona sus actividades habituales según los diferentes hábitats. Por eso podemos ubicar al minero en la montaña; en el bosque, el leñador, el cazador; en la pradera, el pastor, el agricul-tor, el jardinero; y en el río, el pescador. Esto tan elemental había sido pasado por alto. El problema que tuvo fue que integró al hombre como explotador de la naturaleza. Ese era el concepto que primaba en el siglo xix. En Cuba, si se veía un árbol de caoba, era para cortarlo. Si había cobre era para extraerlo, aunque hubiese que abrir la ladera de la montaña. La actitud que tuvo vigencia hasta 1950 era que la naturaleza estaba para ser explotada.

Esta conceptualización de Geddes es hoy muy poco conocida entre los ecologistas, y, de hecho, muchos no saben que existe.

Hubo otro escocés a quien es probable que ustedes conozcan, el famoso arquitecto del paisaje, Ian McHarg. Vino a Norteamérica, fue profesor en la Universidad de Pennsil-vania durante 50 años y reintrodujo un sistema de análisis que tenía que ver con el transecto (fig. 31).

En su libro Diseño con la naturaleza, que se debería publicar aquí en Cuba, expone de forma magistral cómo analizar la complejidad de las interrelaciones que existen en la naturaleza mediante transectos fotográficos, ilustraciones, cuadros, gráficos y sinopsis. Fue un profesor muy influyente e incluso incursionó en una pro-puesta urbanística y medioambiental que se materializó en Texas, Virginia y Maryland. En estos proyectos el análisis ecológico es siempre el correcto, pero con los mismos

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problemas de segregación social y funcional que encontramos en los suburbios, donde todo está supeditado al automóvil. El mismo shopping center con una impronta muy ecológica, escondido detrás de los árboles, pero de todas maneras uno no puede ir a ningún lugar sin tener que usar un automóvil. El problema que nosotros tenemos es que sus pueblos nuevos, de los cuales hay por lo menos cinco, no sólo son muy admira-dos por los ecologistas, sino que representan las regulaciones bajo las cuales nosotros estamos operando. McHarg creó unas regulaciones ecológicas que no tienen impacto en el urbanismo. No es que sean incorrectas, pero no derivan en una propuesta que mejore la calidad de vida urbana.

Variedad de alternativas en las ciudadesLos nuevo-urbanistas hemos propuesto un transecto que integra al hombre con la naturaleza a través de una serie de hábitats concatenados que van desde la naturaleza prístina, pasando por el rural, el suburbio, el urbano general, el centro urbano, hasta el corazón o núcleo urbano, donde también absorbemos las excepciones circunscrip-tas en los distritos. Los conceptos de McHarg se relacionan más con los tres primeros hábitats, el natural, el rural y el suburbano, pero jamás tienen en cuenta el resto del urbanismo, ya que según los análisis ecológicos la ciudad es nociva para el medio am-biente. Entonces, la ciudad como se conoció, ya no se debe volver a construir.

Como pueden observar en la figura 32, el transecto del Nuevo Urbanismo consta de seis hábitats a los que también llamamos zonas. Lo interesante de estas zonas es que son sencillas de entender y de fácil administración por la misma burocracia a cargo de la zonificación segregacionista en los departamentos de planificación de las ciudades de hoy. De esta manera se logra hacer la transición entre la administración de zonas monofuncionales o de monotonía formal a zonas mixtas complejas y de diversidad, como son las del transecto, sin demasiados problemas.

Normas de zonificaciónEn nuestro código, basado en el transecto que les acabo de mostrar, existen seis zonas a las que, a su vez, les corresponde un rango específico de intensidad de uso o de relaciones entre los elementos que las definen. Por ejemplo, tipos y tamaños de calles, de aceras, parterres, cantón, árboles, retiros, alturas de edificios. En fin, de cada ele-mento que interviene en la creación del espacio público y del privado y que afecta al urbanismo. Entonces, si se va a determinar el nivel de iluminación, este no se puede regular para que sólo sea magnífico ver las estrellas por las noches y que esta manera sea la única forma ética para no desorientar a los pájaros por culpa de la iluminación artificial. En ciertas áreas es oportuno incentivar una iluminación apropiada para la diversión nocturna y la seguridad de los centros de ciudades. Ustedes saben muy bien lo importante que es la vida nocturna (risas); es muy importante, ya que si los jóvenes no tienen vida nocturna se van de la ciudad. Una de las razones por la que los jóvenes se quieren ir de los pueblos o de las ciudades es porque no hay suficiente actividad las 24 horas.

Nosotros pedimos que se determinen seis rangos diferentes como estándares para cada una de las zonas del transecto, en concordancia con el estilo de vida de cada una (fig. 33). De esta manera, a cada elemento se le otorga una ubicación que es la adecuada para los usos y estilos de vida que representa cada zona, con lo cual se asegura la diver-sidad demográfica y de usos en un entorno urbano.

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Fig. 32. Imagen del transecto. Dibujo de Duany Plater-Zyberk & Co.

Fig. 33. Ilustración del transecto.

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A veces nos critican porque limitamos las variables a sólo seis, y yo les respondo que es cierto, que resulta mucho mejor que lo vigente ahora, donde existe un único estándar. En muchas ciudades de Estados Unidos las aceras tienen cuatro pies de ancho porque es lo que requerido por norma. ¿Cómo se puede hacer una ciudad entera con aceras de cua-tro pies? En una ciudad hay necesidad de construir aceras de cuatro, de seis, inclusive de 25 pies, porque las aceras de Nueva York tienen 25 pies de ancho. Nosotros enrique-cemos las normativas vigentes. No se pueden quitar las reglas actuales porque entonces tendríamos un caos, y eso tampoco funciona. Cuando se combinan estas zonas del tran-secto, todas con sus complejidades específicas, se puede hacer urbanismo (fig. 34).

Existen tres tipologías de asentamientos urbanos: ciudades o centros urbanos, pueblos y poblados.

Imagínense, para propósitos cubanos, una ciudad como La Habana, un pueblo como Trinidad y un poblado como Viñales. Todos estos conceptos urbanos se construyen con los mismos ingredientes.

Fig. 34. Diagrama de relaciones entre las zonas del transecto y el tipo de asentamiento urbano.

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Fig. 35. Cuadro comparativo de zonas de transectos en diferentes ciudades de Estados Unidos.

Un poblado como Viñales tiene alrededor de 50 % mínimo de T2 (Zona 2 del transecto o Zona Rural); 10 a 30% de T3 (Zona 3 del transecto o Zona Suburbana), y 30 a 40% de T4 (Zona 4 del transecto o Zona Urbana General). Ustedes pueden observar que Viñales tiene su centro de acuerdo con la escala de un poblado: edificios de tres pisos, edificios cívicos y la infaltable placita, o sea, que el poblado consta desde el T1 hasta el T4. Como ven, no presenta las zonas T5 (Zona Urbana Central) y T6 (Zona de Corazón Urbana).

El pueblo de Trinidad es de mayor tamaño y más dinámico; por consiguiente, cuenta con otra proporción de zonas de transecto. Trinidad, además de tener T2, T3 y T4, se puede decir que consta de un T5 por su intensidad en las calles comerciales.

La ciudad de La Habana contiene todo el espectro de zonas, por lo tanto, es diversa, dinámica, y ofrece una amplia gama de opciones. Aquí incluso se puede observar T6, como en la Rampa, y distritos como el puerto o la zona industrial de sus alrededo-res. Cuando se integran estos elementos de zonificación se puede desarrollar todo tipo de urbanismo, y no cabe duda de que se podrían aplicar aquí en Cuba también.

Les hablé de la diferencia que existe entre vivir en el centro del pueblo, en la media distancia o distante del centro, en un pueblo norteamericano. Por ejemplo, un pueblo que tiene tres zonas del transecto, permite que en él se puedan elegir tres maneras de vivir, y no sólo eso, sino que cada día uno puede disfrutar de las tres. Lo bueno que tiene un pueblo bien diseñado es que uno puede vivir en la naturaleza, y me-diante un corto trayecto peatonal puede acceder a un centro urbano. La vida en un pueblo no siempre es inferior. En La Habana hay mucho urbanismo, muchas activi-dades, pero para disfrutar de la naturaleza hay que desplazarse largas distancias. Hay que usar el autobús o el automóvil. La Habana tiene muchos atractivos, pero un pueblo también los tiene.

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Fig. 37. Rollo de pintura china.

Fig. 36. Dibujo de zonas de transecto en Virginia.

A su vez un pueblo quizás tenga la misma densidad y los mismos usos que los que encontramos en los suburbios, pero en los suburbios nadie tiene la opción de esco-ger desplazarse a pie: todos tienen que manejar para llegar al centro. En el suburbio no hay relación entre el centro y el área residencial porque no hay transecto. Sólo hay zonificación de uso. Todas las ciudades tienen un transecto, y el transecto de cada ciudad define su carácter (fig. 35). Por ejemplo, Nueva Orleans (fila superior de imáge-nes) tiene T6, T5, T4, T3, al igual que Washington (fila del centro) o San Francisco (fila inferior). El transecto de San Francisco tiene los mismos elementos propios de cada zona que el de Nueva Orleans, aunque su carácter es diferente. Podríamos reconocer muy bien un T4 sin confundirnos de ciudad. Por esto mismo, cuando uno desea crear urbanismo en una ciudad se debe calibrar bien los elementos del transecto.

En una foto aérea de La Habana se ve muy bien su transecto. Cualquier proyecto ur-bano despierta un interés público muy grande, como está ocurriendo aquí con la pro-puesta que estamos haciendo para el Malecón.

Al público se le debe explicar perfectamente qué es lo que se está produciendo. Reali-zamos dibujos como estos de Virginia (fig. 36) que explican lo que es un T5, un T4 y un T3, y se estudian los elementos del espacio público y del privado que afectan el espacio urbano, como son los tipos de calle, de aceras, las variaciones de los árboles, los retiros de las edificaciones y su relación con la calle, entre otros. Estos gráficos que siempre hacemos son lo que yo llamo “dibujos políticos”, son para explicarle a la gente qué es lo que se está zonificando.

En el aeropuerto de Taipei hay un bellísimo rollo horizontal de pintura china antigua, que es un transecto perfecto (fig. 37). De él seleccioné y tomé de modo arbitrario estas cuatro imágenes. Considero que, mirándolo de izquierda a derecha, muestra T1-T2, T3, T4 y T5. Es como una lección de urbanismo de principio a fin, una lección de cómo se apropian de un territorio natural hasta las áreas más urbanas, cada uno con sus re-glas. Tiene todas las lecciones. Explica cómo es la manzana, los diferentes usos como

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la tienda, la casa, el palacio, las diferentes intensidades de actividades a medida que nos acercamos al centro. Esto nos demuestra que la noción del transecto existía desde hace mucho tiempo y el Nuevo Urbanismo la ha re-conceptualizado y adaptado a los tiempos modernos.

Ojalá tuviéramos códigos tan elegantes como estos. La expresión gráfica es muy im-portante a la hora de crear códigos, ya que a la mayoría de las personas se les presenta más ameno e inteligible que leer las normativas.

Análisis del transectoAl diseñar pueblos nuevos, primero realizamos un análisis inicial de los ejemplos ur-banos paradigmáticos cercanos al proyecto, y luego los dibujamos para que la gente, sobre todo la que tiene que tomar decisiones, los entienda.

Cuando se hace un Plan Maestro se suele estudiar todo. Si se va a hacer un Plan Maes-tro de Centro Habana, el urbanista realiza un estudio previo de todas las calles, las cuadras, las viviendas y los elementos estadísticos sobre esas viviendas. Es un trabajo enorme, monumental. Lo importante es no ahogarse en la complejidad de los estu-dios, hay que saber decantar la información porque al fin y al cabo los códigos tienen que ser conceptualmente simples, y lograr esa simplicidad requiere mucho tiempo y esfuerzo.

Si le das a un ecologista un territorio para que lo analice, el ecologista no lo camina entero durante días, sino que selecciona las situaciones típicas, como un bosque, unas lomas rocosas, o un pantano, y generaliza sus observaciones. Los ecologistas, al igual que los ingenieros, eligen situaciones típicas y/o paradigmáticas de un territorio, les sacan una muestra y las analizan en profundidad, desglosan sus componentes y los cuantifican. La muestra de un hábitat puede ser de 10 m2.

Fig. 38. Trabajo de análisis del transecto de Charleston por los estudiantes de la Universidad de Yale.

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Fig. 39. Comparación de tamaño entre los códigos convencionales y los basados en el transecto (el inferior).

Fig. 40. Ilustración de un local comercial y una casa.

¿Qué es lo que hace un nuevo-urbanista? Un nuevo-urbanista no va a Charleston y camina toda la ciudad calle por calle. Es una labor casi imposible. Hacemos otra cosa, y muchas veces son los estudiantes quienes realizan el análisis. Recorren la ciudad hasta que encuentran las situaciones paradigmáticas que representan las zonas del transecto. Se pasan dos días caminando, seleccionando, analizando, haciendo lo que los ecologistas llaman un análisis sinóptico. Por ejemplo, si se hace un Plan Maestro de Centro Habana, se seleccionan y analizan las situaciones paradigmáticas relacio-nadas con las zonas del transecto que se quiere codificar. Cuando en Charleston se elige una zona como T5, se hace un análisis completo, desglosado, dimensionado y cuantificado de cada elemento del espacio público y privado. De esta manera se ob-tiene el material genético urbano que se utilizará para calibrar las zonas del transecto del futuro código (fig. 38).

Las ciudades que les he mostrado fueron analizadas por estudiantes del 5to. año de Arquitectura de la Universidad de Yale. Se dividieron en varios grupos que trabajaron en diez ciudades diferentes, tres días en cada una. Los estudiantes ni se cansaron, ya que es muy atrayente estar un par de días caminando por una ciudad, tomar café, observar el urbanismo y cómo lo usan sus habitantes; fumar un cigarrito (risas), ver lo que sirve y lo que no funciona, y al tercer día, seleccionar las zonas y realizar más tarde su correspondiente análisis.

Esta constituye una metodología de estudio de antecedentes urbanos bastante eficien-te, y está basada, como ya dijimos, en los métodos de los ecologistas para el estudio de la naturaleza.

Nuestros códigos se fundamentan en el transecto. Por el contrario, los códigos con-vencionales son mucho más complejos porque los elementos no se hallan integrados (fig. 39). El pobre arquitecto que trata de diseñar un edificio tiene que coordinar todos los códigos que los organismos gubernamentales no han coordinado antes. Cuando los especialistas no se hablan entre ellos, y esto es algo constante en el mun-do entero, el arquitecto se enfrenta a grandes contradicciones porque no hay un sis-tema estructural como el del transecto.

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Aspectos expresivos de la arquitectura y el espacio públicoComo he manifestado antes, la expresión de la arquitectura está en crisis. La mayor parte del tiempo que nosotros los urbanistas dedicamos al debate tiene que ver con el estilo, con la sintaxis de la arquitectura, incluso en el taller que estamos haciendo aho-ra en el Malecón. La sintaxis arquitectónica está en crisis porque hay muy poco en lo que se está de acuerdo. Se habla de la arquitectura cubana, de la arquitectura tropical, de la arquitectura socialista, pero el problema es de sintaxis, que no tiene que ver con el socialismo o con la arquitectura contemporánea. La cuestión es determinar dónde está esa arquitectura en el transecto.

En Jamaica, por poner un ejemplo, cualquier habitante que jamás haya estudiado ar-quitectura reconoce muy bien que la expresión de una casa no es la misma que la de un local comercial (fig. 40).

En los pueblos franceses, cuando uno se acerca al centro del pueblo, puede observar que el pavimento es de piedra cortada a máquina, y que en las zonas más alejadas del centro de la ciudad se usan piedras mucho más naturales Eso se sabía antes, pero se ha olvidado, tal y como lo han olvidado ustedes en La Habana al traer piedras naturales a los parques urbanos.

Las autopistas norteamericanas de hoy son odiadas por la gente porque su expresión tectónica es incorrecta. En la figura 41 vemos una autopista construida en 1937, que a todo el mundo le encanta. Esta autopista debería protegerse, ya que la expresión de sus elementos es acorde a su ubicación en la zona rural del transecto. En Chicago, el Metro elevado se llama el Loop o circuito cerrado, y este también debería protegerse, porque se halla construido con los materiales y la estética apropiados para el centro de la ciudad.

La expresión arquitectónica y urbanística constituye un factor fundamental en la cali-dad del medio ambiente, aunque también existen otros temas que deben ser estudiados

Fig. 41. Autopista construida en 1937.

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Fig. 42. Código gráfico de la ciudad de Estocolmo.

Fig. 43. Central Park de Nueva York.

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y regulados. Por ejemplo, la agricultura está muy vinculada con el transecto. En la ciudad no se debe practicar una agricultura que requiera tractor. Lo que es apropiado en la ciudad es el pequeño jardín, el jardín en el techo, o incluso el cultivo en pequeña escala, como puede ser una huerta en el jardín de la parte posterior de la vivienda. No debe existir confusión en cuanto a la escala de la agricultura, si es urbana o es rural. En estos momentos estamos estudiando qué tipo de agricultura se puede usar en cada zona del transecto.

Codificación del transectoEstocolmo tiene un nuevo y muy interesante código urbano. Se comenzó a discutir en 1995 y el año pasado se completó. Allí se determinaron 14 zonas de contexto y las reglas están escritas respetando la identidad urbana y arquitectónica con que fue con-cebida cada una de ellas.

En el código de Estolmo se regulan todos los elementos de la expresión arquitectónica, incluso los materiales de construcción, la proporción de las ventanas o la inclinación de los techos. En la zona de la ciudad que fue construida en la Edad Media, los nuevos edi-ficios deben mimetizarse con el contexto; al igual que la que fue construida entre 1930 y 1940, no se permiten los techos inclinados porque la arquitectura de allí es moderna y de techos planos (fig. 42).

Cuando se escriben los códigos basados en el transecto también se pueden crear ciu-dades con cambios radicales de intensidad urbana.

El transecto, aunque se analiza como si fuera una continuidad porque así se escriben las normas del código, permite proponer ciertas adyacencias radicales. Por ejemplo, se puede poner un T1 al lado de un T6, cada uno con su intensidad. Esto es lo que ocurre en el Central Park de Nueva York, donde se permite a sus habitantes experimentar situaciones radicales, y desconectarse del contexto habitual (fig. 43).

En la ciudad de Siracusa se puede observar una avenida que es T6, y detrás es po-sible encontrar un T3 casi rural, que ha sobrevivido. Caminar desde un T6 lleno de rascacielos y hallar a no más de 200 m un lugar básicamente rural, constituye una experiencia extraordinaria.

La zonificación por uso no representa en lo absoluto esa realidad. El uso no tiene nada que ver con el nivel de intensidad urbana. Los códigos que les muestro a continuación son una comparación entre el vigente y nuestra propuesta (fig. 44).

En un análisis teórico similar que tuvo mucha influencia en los años 20 en Escandina-via, se propuso que los edificios de apartamentos estuvieran sobre avenidas, con un fuerte urbanismo de acera corta, de gran definición espacial, de uso mixto, mientras por detrás se creaba un transecto T2 o T3 de pueblo. En vez de intentar encontrar un promedio entre las dos zonas, se buscaba un contraste entre una y otra.

El problema del sistema norteamericano de la pequeña casa en su lote consiste en que no se encuentra en un contexto ni natural ni urbano. Está en una posición que tiene una perfecta ausencia de carácter. Sería mejor si se decidiera por uno o por otro. El retiro de 25 pies de jardín delantero, que es normativo en Estados Unidos, es de ca-rácter rural. Es cierto que hay algunos que quieren vivir una vida urbana y otros que quieren vivir una vida rural. Pero lo que está sucediendo es que se les está vendiendo

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Fig. 44 Barrio urbano de Butternut, determinación de zonas de transecto.

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una imagen de vida rural que no es real, porque cuando se vende esa imagen a todo el mundo, acaba perdiendo su carácter original.

Un grupo de arquitectos españoles, trabajando para una conferencia, compusieron su ciudad ideal en una imagen digital. Para ello colocaron Manhattan en un lado, las islas del centro de París como centro, San Francisco del otro lado, y dijeron: “Nos encantaría vivir en San Francisco, cenar en París e ir al teatro en Nueva York” (risas).

Ustedes se ríen, pero La Habana tiene mucho de eso. Es quizás uno de los elementos mágicos de La Habana: al desplazase de un lugar a otro se percibe una gran dife-rencia. Uno nunca llega al mismo lugar. Desplazarse en esta ciudad es descubrir situaciones muy diferentes, nuevas. Vale la pena moverse en La Habana. Al despla-zarse en la típica ciudad norteamericana da la impresión de que uno siempre llega al mismo lugar. Aunque sea un hotel grandísimo, su urbanismo es tan suburbano que la sensación es la misma que la de la casa suburbana que uno dejó. No hay diferencia de experiencias. Hay diferencias de usos, pero no hay diferencia de experiencias.

Crecimiento de la ciudadEl crecimiento de las ciudades es un problema del urbanismo actual. ¿Cómo se con-trola la secuencia evolutiva que acontece en una ciudad? En Estados Unidos las casas de primera o segunda generación se reemplazan por edificios de tercera generación y todos los habitantes están descontentos. La ciudad crece, pero hay una gran resistencia a ese crecimiento. Si les preguntan, dicen: “No me cambien nada”. Y es porque no hay previsión del crecimiento ni evolución predecible de las ciudades.

Este fantástico dibujo (fig. 45) del urbanista francés Henri Prost, amigo de Jean Claude Nicolas Forestier, nos enseña cómo podemos prever con claridad la transformación progresiva y evolutiva de una calle rural a una avenida comercial de una ciudad a través del tiempo.

A las calzadas de La Habana las precedieron caminos rurales. A medida que el tiempo fue pasando, los bohíos originales fueron reemplazados por casas más sólidas, lue-go por palacios y edificaciones de mayores dimensiones, y más tarde rascacielos. La Habana ha podido crecer de una manera sucesiva, es una ciudad que ha tenido un crecimiento orgánico.

Por el otro lado, la zonificación por usos es inorgánica, necesita transformaciones de gran escala para poder evolucionar, justamente porque no tiene diversidad ni comple-jidad de interacción de los componentes.

Los códigos basados en el transecto especifican que cada 20 años los habitantes de cada zona –y no los codificadores– tienen la posibilidad de considerar un aumento en las capacidades de desarrollo, es decir, habilitar el área donde van a proseguir con las normativas de la próxima zona del transecto. De esta manera se elimina ese gran problema político en el que la población se opone al crecimiento; por lo tanto, al no existir una manera de predecir y consensuar, se crece de modo desordenado. Para evitar ese desarrollo sin control se presenta una propuesta ante la opinión pública, quien debate la posibilidad de crecer y de qué manera. Una vez tomada la decisión, la morfología del edificio, la intensidad de uso, las leyes de estacionamiento, la seña-lización y cada uno de los elementos que componen el urbanismo, pasan al próximo nivel de transecto de un modo ordenado, como sucede en la naturaleza.

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Fig. 45. Estadios de transformación evolutiva de una calle. Dibujo de Henri Prost.

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He participado en ese tipo de consultas con la población en pueblos norteamerica-nos. Uno piensa que siempre van a elegir el “No, nos vamos a quedar con lo que conocemos”, pero no es así, porque los pueblos quieren crecer cuando las reglas son claras, cuando existe un modo de predicción. La gente en general se resiste al creci-miento, pero cuando se les dice que pueden hacer un apartamento sobre su garaje y rentarlo, o que pueden comenzar un negocio legal en su casa, muchas veces están listos para aceptar eso, pues de hecho ya lo están haciendo ilegalmente (risas). Por consiguiente, se puede producir una discusión inteligente en la que se analice que todo suba al próximo nivel de transecto.

Nivel de clímaxEl transecto contempla algo que es propio de la naturaleza, la sucesión ecológica, que conduce de forma paulatina a sistemas cada vez más complejos y diversos. La colo-nización de una duna o de un campo cuyo cultivo se ha abandonado, hasta llegar a reconstituir el bosque, son ejemplos de sucesiones. El ecosistema de máximo grado de organización posible en una determinada localidad se denomina clímax.

Esto también ocurre en el urbanismo: es posible llegar al punto en que se puede de-cidir no seguir transformándolo. ¿Qué ocurre cuando el pueblo decide en qué áreas no se debe crecer más? Ese es el nivel de clímax urbano, y constituye el momento de comenzar a preservar el patrimonio construido. De esta manera, y en este contexto, se tiene que definir normativas de intensidades de actuación según el grado de preser-vación de la zona.

Es evidente que grandes áreas de La Habana llegaron al nivel de clímax urbano, y que se deben escribir no sólo normas de preservación específicas para cada edificio, sino también para conjuntos urbanos, como por ejemplo, en el Taller del Malecón. En el Malecón tradicional la cuestión no es analizar un edificio en particular o estable-cer su valor constitutivo, ya que es el valor de conjunto lo que ha permitido que sea reconocido en el mundo entero. El otro Malecón, el que está del otro lado del hospital Hermanos Amejeiras, no ha llegado a su nivel de clímax y se observa con claridad que aún queda mucho por transformar de manera orgánica.

Concluyo esta conferencia de hoy con el problema del crecimiento de las ciudades porque es uno de los que ustedes enfrentan en estos momentos. La Habana ha cre-cido mucho desde el punto de vista estadístico. Hay muchos más habaneros que los que hubo hace diez o 20 años y nos preguntamos: ¿Cómo La Habana va a crecer en el futuro? ¿Crecerá a partir de normas de zonificación por usos y dependientes del au-tomóvil, o el crecimiento de esta gran ciudad se va a integrar de una manera orgánica y abarcadora?

(Aplausos)

Intervenciones

Arq. José Antonio Choy. Comienza ahora la sesión de intervenciones, preguntas y comentarios.

Reinaldo Garmendía (estudiante). Me interesó mucho esta parte. Tengo dos pregun-tas. Usted plantea que La Habana va a crecer y eso es indudable. Mi interrogante es si

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crecerá como ha crecido a través de su historia, ocupando nuevos terrenos, o si usted considera que va a ser una renovación de la arquitectura sobre el área ya construida.

Arq. Andrés Duany. Como urbanista yo siempre contesto que ocurrirá de las dos, las tres, o las cuatro maneras. Cuando hay ideas que se debaten, casi siempre en todas existe razón. Pero hay que decir cómo y dónde. Hay partes de La Habana que se deben renovar. Hay otras que se deben densificar de una manera brutal pues están muy poco densificadas y, por supuesto, que La Habana va a crecer en área verde también. De este modo sería hacerlo de una manera integral. El gran éxito de La Habana en los últimos 40 años es que no se ha producido un éxodo masivo de las provincias del interior para vivir en La Habana. Se ha mantenido un balance entre La Habana y el resto del país que ningún otro país latinoamericano ha logrado. Así que La Habana no está aplastada y se puede todavía pensar en un futuro de la manera en que tú lo haces.

Reinaldo Garmendía. La segunda pregunta se particulariza con el caso de Estados Uni-dos, pero también trasciende a otros lugares y tiene que ver con los ecologistas. ¿Cómo ustedes les hacen entender a estos señores que el urbanismo se debe leer como tal, sin decirles que van a hacer un urbanismo totalmente agresivo con la naturaleza?

Arq. Andrés Duany. Hay un problema fundamental y es que los ecologistas están tan bien localizados en el sistema de poder de Estados Unidos que no tienen por qué con-versar con nosotros. Los invitamos a venir a nuestras conferencias, pero unos pocos vienen y por lo general se van temprano. No les importan nuestras discusiones. No obstante, hemos aprendido a atacarlos, a hacer que se sientan dolidos. Atacamos su gran éxito, su paradigma, que es la ciudad de Portland.

Decimos en cualquier lugar que Portland es un suburbio igual que otro. Así se sien-ten dolidos y vienen a conversar con nosotros. Pero cuando vienen, les decimos que nuestro propósito no es quitarles poder, que nuestro propósito es que también tengan poder sobre la ciudad. Así ya se interesan un poco más. Nos rendimos, pero con condi-ciones. Nuestra condición es que aprendan a hacer una ciudad con hábitats humanos, y se interesan muchísimo porque intrínsecamente la presentación del transecto es de ellos, estamos hablándoles en el lenguaje de ellos.

Arq. Ángela Rojas. De acuerdo con la propuesta de ustedes como grupo, ¿qué suce-dería con zonas de alto valor histórico como la zona de la Escuela de Chicago, que se halla incluso en la lista indicativa para proponerla en un futuro dentro de la lista del Patrimonio Mundial, u otros casos como Savannah, en Georgia, o el barrio francés en Nueva Orleans? ¿El criterio para pasar a protegerlas sería sólo a partir de la opi-nión de los residentes? ¿Cómo intervendrían las otras personas que se identifican con esas zonas?

Arq. Andrés Duany. A los planificadores norteamericanos se les dio mucho poder en la posguerra y cometieron grandes fallos en los años 50 y los 60 del siglo pasado con barrios similares a Alamar, aunque allá fue mucho peor porque Alamar se construyó en terrenos libres, pero en Estados Unidos se demolieron grandes sectores para hacer las nuevas urbanizaciones. Eso salió tan mal que se le quitó el poder al urbanista y hoy tienen que hacer toda su actividad en consulta con la población. Esa fue la solución.

En los últimos 20 años a la población le interesa muy poco el uso mixto y la conexión vial; no les gusta vivir de forma compacta. Prefieren vivir en una calle que otras per-

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sonas no estén usando. Si le preguntas a la población, compruebas que las personas prefieren encerrarse y no les gusta la diversidad social. La crisis que nosotros here-damos es que tenemos que contar con la consulta pública y sabemos que en principio están en contra del urbanismo que nosotros amamos. ¿Cómo se puede resolver eso?

En realidad los que están en contra de las ideas son los que se afectan de modo directo. Si se va a hacer un club, los que objetan son los que tienen la vista a la playa. A esos diez se les permite formar una gran protesta y matar el proyecto de un nuevo club.

Nosotros decimos que eso no es democracia porque la democracia no es invitar sólo a los vecinos inmediatos, porque los vecinos son especialistas en su territorio. Hay que invitar al pueblo entero porque así funciona la democracia. La democracia funciona cuando se le pregunta a mucha gente, no sólo a los afectados. Estamos empezando a utilizar un sistema de invitación, pero no a los que viven próximos al proyecto, sino una invitación al azar. Puedes ir a la guía de teléfonos y elegir al azar 50 personas, por ejemplo, a todos los que comiencen con C. Eso representa al pueblo mucho más que esos diez que viven frente al problema. Y de verdad que hay sabiduría cuando se le pregunta al pueblo entero. Hay sabiduría popular. Cuando se le pregunta al vecino inmediato, no la hay.

Arq. Ángela Rojas. Entonces habría casos en los cuales hay que preguntarles a mu-chas más personas.

Arq. Andrés Duany. Los hay. Cuando sólo se le pregunta al vecino, las cosas salen mal. ¿Quién quiere un parque al lado de su casa aquí en La Habana? Me han contado que cuando propones un parque, te dicen: “Yo no quiero un parque porque tienen bancos y porque la gente se queda la noche entera, hacen bulla y no puedes dormir. Yo no quiero un árbol porque la gente se trepa y me roba por la ventana”. Si nos guiamos por eso, entonces jamás se va a hacer un parque. Se tiene que consultar al pueblo en-tero, no sólo a los vecinos.

Por lo general es más fácil establecer una zona de preservación que moverse al próximo nivel del transecto. Así que no es difícil decirle a un barrio que los vamos a estabilizar. Ellos entienden eso y aunque hay algunos que quieren hacer cosas, eso de saber que el futuro no incluye cambios es bastante fácil de aceptar.

Usted sabe que la Milla Magnífica de Chicago es una carretera que se hizo frente a edificios que estaban junto al lago, y para esto no se les preguntó a los vecinos. Si se les hubiera preguntado no se hubiera hecho esa avenida y hubiera seguido privatizada la zona. En la ciudad de Sarasota en la Florida, una villa entera estaba privatizada y se les hizo una avenida, un Malecón al frente sin consultarle a nadie, porque, por supuesto, no lo habrían aceptado. Pero esos eran los buenos tiempos (risas).

Estudiante argentino. Estuve viendo el libro que se publicó y encuentro una contradic-ción. Por un lado se plantea que los norteamericanos se van de las ciudades, abandonan el anillo secundario y lo dejan a merced de la gente de escasos recursos, pero por otro lado veo que la propuesta, la práctica del Nuevo Urbanismo, es no crear nuevos subur-bios, pero sí crear nuevas ciudades fuera de las ciudades que quizás funcionen como satélites de otras.

Arq. Andrés Duany. Dos tercios de ese libro se dedican a proyectos hechos en los green fields o áreas verdes y un tercio son proyectos hechos en ciudades ya existentes. Cuan-

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do uno trabaja en ciudades existentes deja muy poca evidencia porque después no se recuerda que los espacios antes estaban vacíos. La gente siempre recuerda que los espacios estuvieron llenos. Hemos hecho muchos trabajos. No es más fácil proyectar en un área nueva que en un área vieja. Tienen dificultades diferentes.

Dijimos que en Estados Unidos se hacía casi un millón de casas nuevas al año. No-sotros debemos tomar parte en eso porque si no participamos en los proyectos para nuevas urbanizaciones en espacios libres, se van a construir de todas maneras y va a ser mucho peor. Mucha gente nos pide que no construyamos en esas áreas, pero aun-que nosotros no intervengamos otros lo seguirán haciendo. Nosotros somos la única espina que tienen los desarrolladores en el suburbio y si los dejamos o les decimos que no vamos a hacer eso, siguen sin interrupciones.

El problema que afrontamos no es que se construya en los green fields o áreas verdes porque se tiene que construir en esas áreas verdes; el problema consiste en que las áreas verdes que los urbanizadores han comprado no son las apropiadas para cons-truir en ellas. No es un problema de áreas verdes o no. La compra y venta no está controlada, el campesino vende un área sea esta apropiada o no para urbanizar. Pero los nuevo-urbanistas siempre enfrentamos los problemas, y lo que hemos hecho en los últimos tiempos es crear un fondo nuevo-urbanista que compra el terreno apropiado. En lugar de esperar a que los desarrolladores compren el terreno mal elegido y nos inviten a hacer un proyecto, tenemos ya un terreno bien elegido con anterioridad. Se puede empezar así a trabajar en lugares correctos, porque tenemos que admitir que la mayor parte de los pueblos nuevos de nuestra oficina no están en lugares correctos. El

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campesino vendió el terreno y no contábamos con otra alternativa. Hasta que se nos ocurrió tomar las riendas y buscar el terreno apropiado con antelación.

Arq. Eliana Cárdenas. En estos dos días usted se ha referido a algunas estrategias de-sarrolladas por el grupo para irse adaptando a una serie de condiciones, pero quisiera saber qué repercusión han tenido estos 15 años de práctica del Nuevo Urbanismo en la teoría interna del Movimiento.

Arq. Andrés Duany. Ha sucedido algo interesante. La práctica del Nuevo Urbanismo ha sido el centro del debate internacional en los últimos años. Los urbanistas actuales o están en contra o están en pro del Nuevo Urbanismo. Hay una organización que se llama el Urban Landscape Institute, que constituye el gremio de los desarrolladores de Estados Unidos. Esta organización publica dos o tres libros al año, considerados las reglas cardinales del urbanismo, y de los últimos 13 libros publicados, 11 son del Nuevo Urbanismo, y ellos son el enemigo. Aquí está la constancia de que el Nuevo Urbanismo se ha asimilado completamente.

¿Qué ocurre cuando se asimila una idea en Estados Unidos? De inmediato se hiper-comercializa. Todo se comercializa. Lo que nosotros hacemos se tiene que vender. Si no se vende, no se construye. Hay que tener un buen ojo para saber qué le gusta a la gente y qué no le gusta. Comercialización siempre hay. Pero la hipercomercialización nos está matando porque lo que están haciendo los desarrolladores es tomar del Ur-banismo todo lo superficial y fácil de llevar a la práctica, mientras que dejan a un lado lo más difícil, como, por ejemplo, lograr el uso mixto; están vendiendo solamente una imagen superficial.

Si usted visita una ciudad norteamericana cualquiera y pide que le enseñen proyectos nuevo-urbanistas, puede que le lleven a proyectos que no tienen ninguna integración social ni funcional, pero lucen perfectos. La foto es idéntica y eso es lo que ocurre con todas las ideas en Estados Unidos. Todas las ideas se vuelven comerciales. Así le ocu-rrió a la arquitectura moderna. Llegó la arquitectura moderna a Norteamérica como una expresión de un futuro más responsable desde el punto de vista social, y en dos años se convirtió en propia de los millonarios. El primero que construyó una casa mo-derna fue Rockefeller y ahí se olvidó todo. Es lo que siempre ocurre. Nosotros estamos ocupándonos de ese problema y no sé cómo lo vamos a resolver.

En el Nuevo Urbanismo estamos perfeccionando la Carta del Urbanismo que se firmó hace diez años, y le vamos a hacer ahora dos enmiendas. La primera es incorporar el transecto como norma porque mucha gente está estudiando lo que se llama diseño contextual, y a los ingenieros de tráfico se les ha ocurrido hacer carreteras que res-pondan al contexto. ¡Imagínense qué concepto! Están muy excitados, quieren hacer eso y les hemos dicho que hagan eso, pero usando el transecto como concepto común. Entonces vamos a incorporar esto.

Lo segundo que vamos a discutir es cuál será la definición del área verde sobre la cual se debe construir. Eso está muy poco definido en el Nuevo Urbanismo, es un vacío que hemos dejado. Así que en los próximos años se van a agregar esas dos enmiendas.

Nosotros seguimos teniendo discusiones internas muy intensas. Si usted le pregunta a un típico miembro del Nuevo Urbanismo, le dirá que nos llevamos muy mal porque seguimos discutiendo de una manera muy intensa. La discusión por Internet es vio-lenta todos los días. Son gente a las que les gusta pelear.

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Arq. Yaser Farrés. Traigo dos preguntas. Usted se refería a que la intención de los nuevo-urbanistas es el urbanismo, y que en el caso de Estados Unidos, consideran- do aspectos elementales del comercio, de la oferta, etc., la arquitectura que se ha estado haciendo es una arquitectura muy historicista. ¿Cómo considera que se debe insertar la arquitectura contemporánea dentro de un urbanismo consolidado? Y una segunda pregunta: ¿Qué cree usted de la inserción de la arquitectura contemporánea en los centros históricos, particularmente en el caso del centro histórico de La Habana?

Arq. Andrés Duany. Esas son preguntas que le interesan a mucha gente y se tienen que discutir. La situación en Norteamérica es y será diferente a la situación en otros lugares. En Norteamérica hay más ofertas de casas que gente para comprarlas. Si vas a un lugar, a un reparto nuevo y no te gusta la casa que te venden allí, te vas a otra que te pueda gustar. En la mayor parte del mundo, por ejemplo en Europa, la gente no tiene tanta posibilidad de elección. Si vas a Amsterdam y consigues un apartamento estás muy contento y no se te ocurre decir que no te gusta ese y que te vas a otro.

Yo creo que si en La Habana se hiciera un edificio moderno en su totalidad, no habría ningún problema para que la gente lo aceptara. Esos edificios vulgares que hicieron los españoles en Miramar en los años 90 del siglo xx, son la respuesta de un español que no entendió la realidad de aquí, porque en La Habana se podía haber construido edificios no solo vanguardistas, sino incluso incómodos, y se hubieran vendido de todas maneras porque hay muy poca oferta. Ustedes tienen un futuro en que se puede hacer arquitectura contemporánea y todo el mundo la aceptará.

¿Por qué los nuevo-urbanistas escribimos reglas de sintaxis? ¿Por qué me interesa a mí como urbanista el decir que un edificio debe tener este color, una proporción vertical, si no viene al caso? ¿Por qué estoy haciendo esto?

Hay dos razones. El estilo controlado permite mucho más el uso mixto que cuando no está controlado. Si yo quiero que construyan un edifico de oficinas al lado de un edificio de apartamentos o al lado de una casita, si estos tienen una sintaxis común, a la gente le gusta mucho más que si la casita es española, la casa de apartamentos es de balcones y el edifico de oficinas es todo de cristal. Cuando eso sucede la gente dice que no le gusta el uso mixto. Pero en realidad lo que detestan no es la diversidad de funciones, es la expresión del uso mixto. Para mí, como urbanista, es mucho más importante garantizar el uso mixto que facilitarle libertad al arquitecto, así que yo controlo la sintaxis como camuflaje del uso mixto.

Lo segundo es que cuando el arquitecto nos pide que no codifiquemos, se imagina que así su arquitectura va a ser la que va a marcar las pautas. No quieren que les escriba reglas. Pero lo que predomina en la arquitectura a escala mundial no es la buena arquitectura, es el kitsch. Si tú no codificas, no te va a salir un edificio único y excelente, te va salir uno como el de esos españoles –que comentaba antes– con sus techitos inclinados. Si tú no regulas el diapasón, no se llega a la obra maestra, se llega al kitsch, un arquito, las tejitas y demás. Nosotros codificamos para eliminar el kitsch. Por ejemplo, yo siempre estoy codificando que los arquitos no son legales. Establecemos austeridad, lo que no podemos establecer es un idioma moderno por-que a la gente no le gusta; pero sí establecemos una sintaxis basada en lo tradicional de construcción.

Seaside, que imagino que conoces por las fotos, tiene muy poca codificación estilís-tica. De los 340 edificios que se construyeron, 15 fueron hechos con los códigos de

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la arquitectura contemporánea y 330 con códigos tradicionales. Cuando tú le das a la gente la posibilidad de elección y ellos mismos eligen sus arquitectos, eligen arquitectos tradicionalistas. Sólo una minoría elige arquitectos que proyectan ar-quitectura contemporánea. Seaside ejemplifica eso. Sólo hay 15 edificios y son muy buenos, pero sólo hubo 15 personas interesadas en ese tipo de arquitectura. Ustedes no tienen aquí ese problema. Ese es un problema nuestro.

Arq. Yaser Farrés. Es contradictorio entonces ver lo que está pasando en las nuevas inserciones en el centro histórico de nuestra ciudad. Es muy difícil insertar un edifi-cio moderno porque las diferentes instancias y regulaciones que hay suelen ser tan fuertes que resulta casi imposible hacer arquitectura contemporánea, y lo peor es que se construyen edificios supuestamente tradicionales que en realidad se inclinan más al kitsch.

Arq. Andrés Duany. El problema que tiene la arquitectura contemporánea es que una proporción muy alta de los edificios modernos han salido malos. Hay edificios modernos en la Habana Vieja, pero la mayor parte son malos. Si te digo que me busques en toda La Habana un edificio tradicional malo, tienes que pensar dónde lo encuentras y debes ir bastante lejos para encontrar uno. Pero si te dicen que busques un edifico moderno malo lo encuentras enseguida, no tienes ni que girar la cabeza. Lo que la arquitectura contemporánea tiene que hacer es lograr una proporción mu-cho más alta de edificios buenos que los que existen ahora. ¿Cómo se establece esto? Si vas a Tel Aviv, que se hizo en los años 30 y 40 del siglo xx, ves una ciudad moderna, y la mayor parte de los edificios son muy buenos. ¿Cómo se logró? Porque los arquitectos se pusieron de acuerdo acerca de la visión de su arquitectura contemporánea.

Hacer arquitectura contemporánea hoy se ha convertido en un propósito individualis-ta y todos los arquitectos jóvenes son muy individualistas. Por esa razón, sus proyectos son muy difíciles de incorporar en el pueblo nuevo, y el edificio que hace uno y el que hace otro son mutuamente hostiles. Se odian visualmente entre ellos casi siempre. No se ponen de acuerdo. Cuando surgió Tel Aviv, los arquitectos sí estaban de acuerdo. También en La Habana, en los años 50, muchos arquitectos estaban de acuerdo y se ve en casa tras casa, edificio tras edificio. Estaban de acuerdo en buscar una arquitectura cubana. Se ven calles enteras de arquitectura contemporánea muy coherentes. Esa es la belleza de Miramar, por ejemplo.

Arq. José Antonio Choy. Estaban regulados.

Arq. Andrés Duany. Sí, pero además los arquitectos estaban de acuerdo. Los arqui-tectos de La Habana querían establecer una arquitectura de La Habana. No era cues-tión de establecerse cada uno como individuo, como “yo soy más genio que el otro”. Eso es algo que ha destruido la arquitectura. El arquitecto debe establecer un pacto de responsabilidad con la sociedad.

Arq. José Antonio Choy. Parece que ya se han agotado las intervenciones. Entonces le damos las gracias a Andrés Duany y mañana a las dos y media seguimos aquí.

(Aplausos).

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Durante estos días estamos participando en un Taller donde se elabora un proyecto de intervención para el llamado Malecón tradicional, es decir, el área comprendida desde Paseo de Martí (Prado) hasta Padre Varela (Belascoaín). Es un Taller muy complejo, quizás el más complejo de todos en los que he participado.

En las dos charlas anteriores traté sobre realidades muy diferentes a la de Cuba, y acer-ca de ideas que aunque interesantes y pertinentes en un futuro, quizás no tienen tanto que ver con las exigencias que el contexto particular de ustedes les impone. Como estudiantes, sobre todo quienes ya están próximos a graduarse, ustedes tienen que analizar y discutir mucho sobre su realidad, porque dentro de muy poco tiempo van a enfrentarse a lo que estamos enfrentados nosotros esta semana.

Conferencia 322 de marzo del 2004

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Por lo tanto, la charla de hoy será muy diferente a las dos anteriores. En aquellas abordé temas de los cuales yo sé mucho y ustedes saben muy poco, porque son con-diciones y situaciones que se están presentando en Estados Unidos y otros países que han asimilado el modelo gestado allí. Hoy les voy a hablar de temas de los cuales ustedes saben mucho y yo muy poco: voy a hablar de su propia ciudad y de su pro-pia situación. Creo que si me lanzo a hacer este tipo de presentación puedo tener la oportunidad de que me corrijan y me ayuden a ajustar mis ideas sobre la realidad de ustedes. Por eso es importante que si escuchan algo que no sea verídico o si notan que estoy desorientado, por favor, tomen nota para discutirlo al final.

En el currículo de estas charlas se anunció que hoy iba a conversar sobre El Vedado, zona de la ciudad de La Habana que constituyó el objeto de estudio del último Taller que realizamos hace alrededor de un año. Hay muchos aspectos interesantes para comentar en relación con El Vedado, aunque hoy no sólo hablaré de estos.

Enseñanza de la arquitecturaLa arquitecta Sonia Chao, que forma parte de nuestro equipo y ha coordinado esta campaña tan compleja, la de realizar Talleres y proyectos de investigación en Cuba, me recordó que hace dos años concebimos la idea de preparar un foro con profesores de Estados Unidos y Cuba para desarrollar un programa académico de arquitectura experimental y llamarlo Programa de Arquitectura Experimental para Cuba, o Pro-grama de Educación Arquitectónica en Cuba. ¿Por qué “en Cuba”?

La educación arquitectónica en Estados Unidos, y quizás en el mundo entero, está en crisis. El tipo de arquitecto que se logró educar hasta los años 40 o 50 del siglo xx, ca-paz de diseñar un edificio como este –El Capitolio, un edificio absolutamente increíble desde el punto de vista funcional, técnico y estético–, ese arquitecto ya no existe. El hecho de que esos arquitectos hayan sido capaces de concebir no sólo un edificio como este, sino como todos los otros grandes edificios que se ven aquí, está relacionado con un sistema de educación que no tenemos en el presente. ¿Cómo se explica? Cuando yo miro el mármol de este piso, admiro su diseño tan complejo, y acertadísimo desde el punto de vista estético; admiro que se mantenga en tan buenas condiciones. Admiro estas columnas de piedra entera, la complejidad geométrica y estructural de lo que tenemos sobre nosotros, y pienso que esto pareciera haber sido diseñado y construido por una especie diferente a la humana (risas), como si hubiese sido construido por unos dioses.

¿Quiénes fueron esos arquitectos que tanto en Cuba como en Francia, Estados Unidos, Latinoamérica o la India podían hacer obras así, cuando a nosotros nos es tan difícil concebir obras que alcancen este esplendor? El reto de la educación en las universida-des de arquitectura del mundo es poder presentar edificios como este, pero no como algo de un pasado ya inaccesible, sino como un proyecto del presente con un nivel comparable al de los grandes arquitectos de la historia. ¿Pero cómo se nos va a com-parar con ellos si lo que se hace hoy es muy inferior a lo que se hizo antes? Nosotros seguimos adelante consolándonos con que lo que hacemos “es bastante bueno para ser del siglo xx”.

Hace como seis años fui a una ciudad nueva en Holanda que se llama Almeres. Los holandeses hacen muy bien las ciudades nuevas. Me interesaba saber por qué querían que yo asesorara en Almeres.

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Entonces fui a Almeres, ya que para entender y evaluar el urbanismo hay que vivirlo. Hay que levantarse por la mañana y ver dónde está el café, dónde está el periódi-co, cómo se llega al trabajo, ver si hay vida hasta las 12 de la noche. Si no se puede conseguir un trago a las 12 de la noche, detectas un problema urbano. Estuve cinco días analizando todas esas experiencias y me di cuenta de que Almeres es un ejemplo muy bueno de pueblo nuevo de la segunda mitad del siglo xx, aunque no se puede comparar con el urbanismo desarrollado en Amsterdam durante los siglos xviii y xix, ni tampoco desde el punto de vista arquitectónico con la obra de Hendrik Berlage en los años 20 y 30 del siglo xx.

¿Cómo nos vamos a perdonar que en este pueblo, con todos los medios y recursos con que se cuenta hoy para pensar, diseñar y construir, no se hubiera desarrollado un urba-nismo tan bueno como el de antes, sin préstamos, dibujado a mano y sin computadoras ni Internet, sólo con la labor humana? Nos comparamos con nuestros contemporáneos en lugar de hacerlo con todo el espectro y legado histórico. Yo siempre comparo lo que nosotros hacemos con lo mejor que existe o que ha existido.

La situación crítica que sirvió de punto de partida para esta Conferencia fue la de pre-guntarnos qué ocurre con el sistema de enseñanza de la arquitectura vigente en todo el mundo, incapaz de crear diseñadores a los que no sólo no les interesa hacer un edi-ficio como este, sino que los hace incapaces de construirlo, de diseñarlo, de resolverlo, e incluso de dibujarlo.

Partimos entonces de pensar en un Programa de Estudios para Cuba, y seleccionamos Cuba porque aquí siempre está la posibilidad de la búsqueda de la idea. Ustedes le dan un gran valor a la idea, y poseen la capacidad de comprender lo que es una idea conceptual. Lo he apreciado en los Talleres en los que he estado. A un cubano le puedo hablar de ideas. En Cuba le puedo hablar de ideas a un barrendero. Si hablas con un norteamericano encuentras una tendencia a no entender lo que es una idea; pero sí tiene en general una actitud pragmática que analiza primero cómo funciona lo que se está estudiando y cómo lograr hacerlo más eficiente. Ustedes tienen una formación muy especial en ese sentido, que constituye parte de su cultura. Quien viene de afuera lo nota enseguida y a mí, en particular, me encanta.

Sabiendo que en Cuba las ideas tienen validez, se concibió un Programa académico ajustado a ustedes. En Estados Unidos la mayoría de las universidades de Arquitectu-ra están en crisis porque sus estudiantes acaban trabajando en otras ramas relaciona-das. En estas universidades la preparación se halla tan poco vinculada con la realidad que los mejores talentos se van al cine, a diseñar sitios de Internet, o a realizar otras actividades que los arquitectos podemos hacer; y muchos de ellos no acaban trabajan-do como tales.

Y no es que no haya necesidad de generar arquitectura, pues se requiere muchísimo de ella. En un país que crece a una velocidad extraordinaria, la mayor parte de lo que se construye no es concebido por arquitectos. ¿Por qué existen arquitectos sin trabajo que terminan desarrollándose en otras ramas, mientras que muchos edificios se cons-truyen sin ser diseñados por arquitectos?

La causa es que la formación está muy mal concebida en relación con la realidad y las necesidades de la sociedad. El pragmatismo sistémico norteamericano no permite un cambio de paradigmas. Por eso se nos ocurrió la idea de hablar de una transformación en el programa académico para las universidades de Arquitectura en Cuba. Esto atrajo a 20 o 25 profesores, la mitad de ellos decanos de universidades muy reconocidas,

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y nos reunimos durante tres días a diseñar este programa. Como resultado salió un libro que se va a publicar ahora, basado en la ficción de que no era para la universidad de uno o de otro de los presentes, sino que era para Cuba. Esto nos liberó la mente y pudimos preparar cuatro programas alternativos. El profesor Orestes del Castillo es-tuvo presente como representante de Cuba, y en la reunión se concluyó que la ciudad y su historia son la base principal de la educación del arquitecto. No sería el texto, no sería el genio del profesor, no sería la opinión del profesor lo más importante, sino la ciudad. El deber del profesor es enseñar al estudiante a ver y analizar críticamente lo que sucedió o está sucediendo en la ciudad.

La Habana, un texto para aprenderPartimos, en esta reunión, de que en el mundo existen pocas ciudades como La Habana, que sean tan buenas como texto para aprender. Estudiar y aprender de las ciudades no es algo sin precedentes. Las universidades de arquitectura son muy recientes. Surgie-ron en el siglo xix en Francia, y aunque el primer curso universitario de arquitectura en Estados Unidos tuvo lugar en el Massachusetts Institute of Technology en 1865, hasta los años 20 y 30 del siglo xx la mayoría de los arquitectos norteamericanos estudiaron en Francia. La escuela de arquitectura como concepto es algo muy reciente. En Cuba se fundó en 1900. ¿Cómo aprendían los arquitectos? Los arquitectos, estos maravillo-sos arquitectos que hicieron estas ciudades, aprendieron observando, proponiendo y construyendo ellos mismos. Por esta razón, resulta muy sano y productivo aprender de la experiencia de la ciudad. ¿Qué es lo que se puede aprender de La Habana?

Lo más importante es la suerte que ustedes tienen de vivir aquí. Se levantan por la mañana, caminan por las calles, observan dónde para el autobús, a qué distancia se tiene que ir para comprar los víveres, dónde está la escuela. La experiencia que ustedes poseen en La Habana es mucho más rica que la de un estudiante de Estados Unidos que ha vivido en ciudades como las que les he nombrado en mis charlas anteriores. Hay estudiantes que van a la Universidad y que jamás han experimentado una calle tradicional. Han estado manejando grandes distancias desde jóvenes, sobre autopis-tas, para satisfacer sus necesidades diarias, pero no han vivido en una calle o en una

Fig. 46. Plaza de La Catedral en la Habana Vieja. Fig. 47. Palacio de Pedroso.

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Fig. 48. Casa de la Obra Pía y calle Espada.

ciudad donde se pueda caminar. Cuando los traes a una calle como las que ustedes tienen aquí se azoran y me dicen: “Ahora entiendo lo que usted estaba explicando”.

A los estudiantes norteamericanos se les suele llevar a lugares como Nueva York o Chicago, y entonces terminan creyendo que todas las ciudades deben ser de rascacie-los. Y lo dije el otro día: lo fascinante de La Habana es la correspondencia que existe entre las tipologías arquitectónicas y el urbanismo respecto a la contemporaneidad de su concepción. Cuando estás en la Habana Vieja, las plazas, las calles, el trazado y sus edificaciones coinciden en su época de concepción y construcción y otorgan una hermosa homogeneidad y armonía estética. Te encuentras en un lugar que es íntegro. La Habana Vieja pareciera ser un gran patio, las casas son patios, las plazas y las calles son patios (fig. 46).

A su vez, todo es irregular: la plaza por razones funcionales y de perspectivas; los lo-tes y sus casas también lo son, aunque estas irregularidades no son un problema, sino más bien permiten soluciones brillantes y dinámicas.

La Habana Vieja consta de una sola tipología edilicia sin que sus soluciones espaciales se repitan, uno no se aburre en sus patios. Entro a diez, a 20 casas de patio, y cada patio es diferente: con diagonales, con triángulos, con zaguanes de este y otro tipo, con un juego espacial que recuerda a los diseñados por Giovanni Piranesi. Muy pocas casas, sólo las mejores de Le Corbusier que expresaban ambiciones de espacios más dinámi-cos, llegan a la riqueza espacial de las que se encuentran en la Habana Vieja. Casi todas tienen una sofisticación espacial sorprendente (fig. 47).

Un aspecto muy importante de la arquitectura de la Habana Vieja es que tiene la capa-cidad de absorber sus malas terminaciones, y esto le otorga incluso un carácter idio-sincrático a ella, una determinada manera de manifestarse y diferenciarse del resto de las construcciones (fig. 48).

En cambio, los edificios modernos exigen una mayor precisión en sus terminaciones y, por consiguiente, más profesionalismo en la mano de obra. Cada vez que algo no alinea, cada vez que un escalón no es perfecto, cada vez que un pasamanos o que un piso no funciona, la arquitectura en lugar de absorberlo lo pone en evidencia.

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La Habana Vieja también tiene una integración funcional, no tiene ninguna zonifica-ción. Todo pasa de modo espontáneo en cualquier lugar, y en las casas también. Hay un concepto íntegro de ciudad que se puede estudiar con mucha facilidad. Las edifi-caciones que no se integran en cuanto a su tipología son muy pocas, como el edificio Bacardí y ciertas tiendas que son excepcionales, pero en este caso por ser tan puntua-les son bienvenidas.

Uno sale del casco antiguo, y en el área donde estuvieron las murallas de La Habana existe todo lo que uno tiene que aprender de París. Ustedes no tienen París, pero tie-nen una gran manifestación de sus principios, con edificios de primerísima calidad, de una escala muy controlada, que ocupan una manzana completa con balcones y cornisas continuas. Sus espacios públicos y edificaciones son de tipologías diferentes a las de la Habana Vieja, mucho más racionales. Se puede observar y analizar cómo es, qué es lo que se hizo –bueno y malo–; entrar, recorrer y descubrir las diferencias de experiencias de El Prado y sus edificaciones con las de las calles de la Habana Vieja (fig. 49).

Centro HabanaCentro Habana afronta circunstancias muy difíciles. Cuando yo lo visité por primera vez pensé en el futuro de La Habana, en el futuro de una ciudad sobreviviente a las inclemencias del siglo xx (fig. 50). En esta zona, aunque ustedes saben que se está per-diendo la ciudad, con lo que se ha perdido, lo que se ha caído, no se daña el espíritu de la época. Centro Habana surgió, según me explicaron ustedes mismos, en una época de especulación. Una época en la que el patio se achicó hasta perder su esencia. Un patio de dos metros por tres metros es una maravilla en una casa de un piso y acepta-ble quizás en una de dos pisos. En un edificio de seis pisos es un tragaluz maloliente, húmedo y espantoso. Se corrompió la tipología.

Lo que conozco de Centro Habana representa un problema de carácter intransigen-te. No creo que los que pueden vivir en otras áreas de la ciudad elegirían vivir en Centro Habana. Yo veo Centro Habana como el área más vulnerable a ser ignorada porque las tipologías edilicias se resisten a los cambios. Ustedes deben pensar con seriedad en eso porque es un área importante de La Habana. No se puede abando-nar Centro Habana ni su legado patrimonial urbano y arquitectónico. Es necesario

Fig. 50. Edificación en la calle Manrique, Centro Habana.

Fig. 49. Paseo del Prado, con el Capitolio al fondo.

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estudiar cuáles son las transformaciones que se pueden hacer allí, qué se puede aprender; qué se debe hacer y qué no se debe hacer.

En Europa se produjo la misma especulación, los mismos tragaluces. Yo viví en Europa hace muchos años y recuerdo que había apartamentos muy húmedos y oscurísimos, casi imposibles de tolerar. Quien tenía un poco de dinero no vivía en esos apartamen-tos. He podido apreciar que muchos de esos patios han sido renovados en espacios muy agradables, y quizás esas experiencias pudieran inspirar una transformación de Centro Habana.

El VedadoHablemos ahora del barrio que considero el más interesante de La Habana y que fue el que estudiamos en el primer Taller: El Vedado. Esa fue una experiencia nueva para mí, porque el concepto del ingeniero Luis Iboleón –quien concibió la urbanización de las fincas El Carmelo y El Vedado en fechas tan lejanas como 1859 y 1860, respectiva-mente– fue por completo racional. Las nuevas urbanizaciones fueron concebidas sobre la base de unas normativas muy simples que en unas 200 palabras establecieron las dimensiones de calles, aceras, manzanas, lotes y retiros; así como las especificaciones para su arboleda, franja de jardín y portal característico, que definen un medio am-biente singular en La Habana (fig. 51).

Fig. 51. Plano de El Vedado, del ingeniero Luis Iboleón.

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* El código a que hace referencia el autor fue publicado con el título Regulaciones urbanísticas, Ciudad de La Habana, El Vedado, Municipio Plaza de

la Revolución, en mayo de 2007, en una edición conjunta de Ediciones Boloña y Ediciones Unión.

Basado en estas condicionales, se obtuvo una casa independiente (fig. 52) que forma tejido urbano, muy diferente de la independencia de la casa norteamericana.

El Vedado hace ciudad, y de altísima categoría. En El Vedado se pueden estudiar mu-chos detalles que constituyen lecciones de cómo hacer buena arquitectura y buen ur-banismo; por ejemplo, estudiar la transformación de la tipología cuando en las tiendas de esquina el jardín se pavimenta y el mismo portal no es elevado para proveer mayor accesibilidad a los compradores (fig. 53). Es una transformación extraordinaria, de una austeridad asombrosa. ¿Qué otra ciudad puede ofrecer tantas variables de una misma tipología? La casa de un piso, la casa de cinco pisos, la tienda, todo cumple con lo es-tablecido por el ingeniero Iboleón.

Importancia de los códigos urbanosUn arquitecto habanero tiene que conocer por obligación las Ordenanzas de Construc-ción de 1861. Ese es el reglamento urbano más importante que se ha hecho en Cuba en todos los tiempos. Es un código ordenado en 23 capítulos, subdivididos en artículos numerados en forma consecutiva, que tuvo una trascendental repercusión en la de-finición de la imagen de la ciudad de La Habana. Estuvo vigente hasta 1963, período durante el cual se conformó más de la mitad del territorio actual de la ciudad. Las Ordenanzas de Construcción de 1861 fueron la base de las que les sucedieron en 1963, y también de las Regulaciones Urbanísticas que comenzaron a elaborarse a partir de 1985 para cada municipio, entre ellos el de Plaza de la Revolución, al que pertenece El Vedado. Por ende, fueron con las que se comenzó a trabajar en el Taller de El Vedado. Partimos de esos más de 350 artículos, y los estudiamos, ordenamos y modernizamos. Así es que el código que ustedes verán –porque se va a publicar a corto plazo aquí en La Habana– es un código basado en otro que tiene más de 140 años. *

Resulta inconcebible que alguno de ustedes desconozca ese código, que no lo haya leído. Este código lo llevo conmigo, y cuando lo muestro todos me comentan que es de una categoría y una importancia trascendentales para el urbanismo, porque de cierta manera resuelve un problema que nosotros tenemos, el problema fundamental de la tipología anglosajona: cómo hacer urbanismo con edificios independientes.

Cualquiera puede hacer urbanismo con edificios adosados, pero lograr tanta variedad con edificios independientes es muy difícil. Para estudiar arquitectura en Cuba, o por lo menos en La Habana, en algunas de las asignaturas del Plan de Estudios se tiene que contemplar el análisis de ese código de principio a fin. Los estudiantes deberían conocerlo de manera que no sólo lo entiendan, sino que también lo sepan utilizar; que se los pudiese examinar sobre la base de talleres de diseño de edificios basados en ese código. Esta es la única manera en que ustedes pueden sentir como diseñadores la fuerza de un código, detrás del cual está la fuerza de una idea.

Las Ordenanzas de Construcción de 1861 son el resultado de la fuerza de una idea que integra normativas vinculadas al medio ambiente, al urbanismo, a la relación en-tre los diferentes usos, los espacios públicos y privados, y que establece patrones de crecimiento orgánico.

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Fig. 53. Bodega de esquina en El Vedado.

Fig. 52. Residencia en El Vedado.

¿Qué ocurrió con el Cohíba, el hotel menos amado del mundo? Si al Cohíba se lo ubica en otro contexto, no es un problema; es un hotel corriente como los que se hacen a menudo. El Cohíba en La Habana es un problema tremendo porque no se adhiere al código; por eso la ciudad no lo incorporó. El valor de conjunto es más importante que el individual. El Hotel Presidente contribuye de una manera positiva a la ciudad, y deja al descubierto, con mucha claridad, la diferencia entre las dos actitudes.

Arquitectura moderna de La HabanaHacia el oeste de la ciudad encontramos Miramar, en el municipio Playa. Miramar es un barrio que no está construido en su totalidad, y que cuenta con áreas de transición. En sus comienzos continuó las tipologías de El Vedado, aunque luego la arquitectura moderna definió su esencia.

Los arquitectos que admiramos a Cuba sentimos un respeto muy fuerte por la arqui-tectura moderna cubana de los años 40 y 50. Sí, nos gusta la Habana Vieja, pero lo que de verdad nos produce gran placer es ver una arquitectura moderna tan exitosa, ya que la historia de la arquitectura moderna en el mundo, en general, ha sido una histo-ria de fallos. Siempre se persigue la próxima idea, y dicen: “Olvídate del último fallo, no mires eso, eso falló; lo próximo va a quedar bien”.

Ha habido generaciones de arquitectura moderna fallida, fuera de moda, mal con-cebida. El arquitecto moderno siempre quiere ser intrínsecamente vanguardista. No puede participar ni crear una tradición, su propuesta no es orgánica.

Pero lo que ocurre con la arquitectura moderna de Miramar y de otras muchas partes de la ciudad de La Habana, es que tuvo éxito (fig. 54). La miras hoy y la ves perfecta. Te dan ganas de vivir en ella. La mayor parte de la arquitectura moderna, después que el fotógrafo se va, empieza a decaer y a uno no le dan deseos de vivir ahí. En Miramar o en El Vedado se mira hacia arriba y se ve edificio tras edificio, apartamento tras apar-tamento, balcón tras balcón y uno quiere vivir detrás de esas ventanas, entrar por esas escaleras, y se piensa en lo interesante que sería vivir en uno de esos edificios moder-nos. Eso no se encuentra a menudo en el mundo y vale la pena estudiarlo.

Fig. 54. Casa Angela Espina. A, esquina Zapata no. 707

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El hecho de que la arquitectura moderna esté tan bien ajustada al clima tropical de Cuba es lo que la hizo tan exitosa. La expresión que resulta de las aberturas hacia el exterior, esos balcones que entran y salen, los esbeltos planos que dan ventilación cruzada, eso funciona en el trópico, pero no en el norte. La arquitectura moderna en el norte es hermética y envejece muy mal con la nieve y el frío.

Los edificios de Richard Meier o los de Peter Eisenman necesitan mucha inversión para su mantenimiento. Ustedes deben conocer los edificios de El Vedado tan bien o mejor que a cualquiera de los que aparecen en libros y revistas. Ustedes, los estudian-tes, deben conversar entre sí e invitarse los unos a los otros a ver un edificio que les llamó la atención. Deben caminar, hacer tours, descubrir, y mostrar su descubrimiento a los otros, para asimilar lo que se logró en esa época. Fue un periodo en el que se hizo una arquitectura que además de moderna era también cubana. Algunos de los arqui-tectos que trabajaron durante esos años están vivos todavía.

Hacer arquitectura cubana no es usar la arquitectura moderna y ponerle tejas españo-las por arriba y vidrios coloreados. Esa es una idea muy superficial de lo que es la ar-quitectura cubana. La generación de los 50 no hizo eso. Así lo están haciendo algunos ahora. Para mí eso es una distracción posmodernista y considero que la arquitectura cubana no se determina trayendo elementos españoles y mucho menos africanos. Esa es otra infección que he visto ahora en Cuba, un folklore conectado con África y que degenera en una arquitectura folklórica.

Tanto la arquitectura africana como la española son muy interesantes, pero asumir los elementos tradicionales no es empezar desde el inicio, cuando estos elementos llega-ron de España o de África. Aquí hay mucho sobre lo cual se puede seguir construyen-do sin estar reintroduciendo el folklore.

Invenciones sin precedentesDespués de El Vedado, que es lo mejor que ustedes tienen, los estudiantes de arquitectura deben estudiar Alamar, La Habana del Este y la urbanización Ciudad Camilo Cienfue-gos. Hay muchas razones para hacerlo. Ustedes saben que Alamar ha sido un fallo socio-lógico y técnico, aunque no lo conversen. Cuando ustedes me han hablado un poco de Alamar, lo han hecho con mucha culpa y comentan que se hicieron urbanizaciones así porque existía la necesidad de construir muchas viviendas y muy rápido. Ese fenómeno no es solo cubano, eso ocurrió en el mundo entero. Hay edificios idénticos en Estados Unidos, Canadá, Francia, España, Polonia, Rusia, Italia. Están en todos lados y siempre han constituido un fallo. No es una cuestión de las circunstancias locales de acá.

Ese fue un modo de hacer, el resultado de una idea arquitectónica errónea, y ustedes deben estudiar esas urbanizaciones para ver cómo la imposición de una idea errada implica graves consecuencias, de la misma forma que al estudiar la Habana Vieja pue-den saber cuáles son los lineamientos de una idea correcta. Así podrán vacunarse con-tra una idea mala, una idea simplista y tecnocrática, una idea que valoriza demasiado los números y la invención sin precedentes.

Nunca se deben hacer grandes experimentos sin precedentes. Se deben realizar pe-queños experimentos, pero todo lo que se hace a gran escala se tiene que hacer con un precedente comprobado. No es solo un problema de desperdicio de recursos eco-nómicos, por la inversión que representa Alamar; sino porque afecta la vida de su población, de las generaciones que pudieron haber vivido de otra manera si no se les hubiese impuesto esta idea sin precedente arquitectónico comprobado.

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¿Qué se hace con ese tipo de edificios en el mundo entero? Se derrumban. En Estados Unidos se han derrumbado con explosiones casi 200 000 unidades en los últimos cinco años. En Francia se han derrumbado 10 000 o 20 000 unidades. En Alemania del Este se están desmantelando todos estos edificios.

El problema es que en Cuba no se puede hacer eso. Este país es muchas cosas, pero no es un país rico. Aquí uno no puede tirar edificios. Creo que cada arquitecto o estu-diante cubano tiene que pensar qué se va a hacer en la isla entera con esa tipología representada por Alamar. Es preciso determinar estrategias donde se asuma que esas urbanizaciones son el punto de partida de ciudades que deben completarse; el propósito debe ser que estos lugares como Alamar acaben siendo ciudades. Para eso hay que estudiar cómo se completa ese urbanismo, cómo se transforma esa enorme inversión que ustedes hicieron en algo mucho más positivo para todos.

Frente y fondoUno de los principales problemas de esas urbanizaciones consiste en que sus edificios no tienen un frente y un fondo definidos. No hay un frente público para la gente ni tampoco se sabe cuál es la parte de atrás. No se sabe dónde se puede permitir el patio, dónde pueden guardar el carro, o tener un gallinero. En Alamar existe una confusión extrema entre lo que es del frente y lo que es de atrás. Toda unidad familiar posee un frente que se les puede exigir que mantengan, pero también tienen objetos que no pueden esconder, y tienen el derecho a expresarlas en el exterior. Por ejemplo: dónde va la lavandería, dónde guardar las cosas que no se quieren tirar, pero que no tienen un lugar dónde colocarlas adentro. Ese edificio no es capaz de dar una respuesta a eso, y entonces sucede que todo se convierte en una basura por fuera. Hay apartamentos que por dentro lucen muy bien, pero eso se logra a base de exteriorizar el problema, de sacar al exterior todo lo que luciría mal dentro de las viviendas.

Calidad de los espacios exterioresEn Alamar es muy difícil caminar y no es porque no existan aceras. He oído que le echan la culpa a que no hay aceras. En Alamar hay aceras y también una enorme can-tidad de espacio abierto. También me han dicho que el problema de Alamar es que necesitan tener más espacio abierto. ¿Cómo se puede decir eso si lo que más abunda en Alamar es espacio abierto? Lo que sucede es que está tan mal concebido, tan mal diseñado, que nada funciona.

Todas las mañanas camino desde el hotel Santa Isabel en la Habana Vieja hasta donde trabajamos en el Malecón. Son unos 2 km. A la hora del almuerzo camino 1 km y por la noche camino otros 2 km y me parece que el tiempo vuela. Caminar en La Habana no es un problema. El tiempo pasa porque la ciudad es muy interesante, porque siempre estoy en algún lugar, porque sicológicamente la ciudad me permite ca- minar. Dentro de Alamar uno camina un poco y se cansa de inmediato. Para recorrer una distancia de medio kilómetro hay que meterse en el automóvil, pues aunque se camine poco cualquiera se cansa y se aburre enseguida.

La arquitectura y el urbanismo fallidos tienen el poder de agobiar a una persona y lograr que el simple hecho de estar en un lugar constituya un problema insoportable. Sólo estar parado –no sólo caminar sino sólo estar parado– llega a ser un problema insoportable de la misma forma que una ciudad tradicional como La Habana tiene la capacidad de hacer desaparecer el tiempo porque es muy atractivo caminar en ella.

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Esto lo tienen que saber y lo tienen que estudiar. Frente a ustedes hay tremendos éxitos arquitectónicos y tremendos fallos. Tienen que estudiarlos y sacar experiencias de lo bueno para asimilarlas y de lo malo para no repetirlas. El hecho de que uno de ustedes cometa los mismos errores otra vez es una cuestión ética. Sería un crimen cultural. No se pueden proponer repetir errores tan evidentes como los que tienen frente a ustedes. Indicaría una gran ignorancia y una gran arrogancia.

El campoUstedes tienen esta ciudad y también tienen un campo. ¡Cuba es increíble! El hecho de que uno puede estar en una carretera, en el campo, y ver el pueblo como artefacto independiente; ver una calle y decir “ahí está Camagüey”, eso es increíble, porque el resto del mundo ha tenido un crecimiento desordenado y no hay distinción entre cam-po y pueblo. Eso es algo extraordinario y único. Cada vez que vengo a Cuba salgo de La Habana, voy a visitar algún pueblo, voy de una ciudad a otra sólo para poder sentir esa experiencia tan única de tener ciudades con linderos. Es fantástico.

Balance ecológicoUstedes tienen la suerte de vivir en una isla grande con poca gente. Esta mañana le pregunté a Eusebio Leal y me dijo: “Cuba tiene 11 millones de habitantes”. ¡Gracias a Dios! Por suerte somos pocos. Cuba no tiene el problema del crecimiento desordenado y de superpoblación que existe en otros países de Latinoamérica. Esta es una isla ca-paz de mantener un balance ecológico. En otros lugares es muy tarde.

¿Qué representa este balance ecológico para Cuba? En otros lugares el balance ecoló-gico requiere el mantenimiento a ultranza del espacio abierto. Las personas tienen que ponerse frente a los buldóceres a riesgo de que las aplasten con tal de evitar que desaparezca el espacio abierto. Pero aquí no tiene sentido que un sistema ecológico tenga como campaña primaria mantener el espacio abierto. Este es un problema que no tienen ustedes ni los canadienses. Pero hay muchos otros problemas ecológicos en Cuba.

De todas maneras ustedes, los jóvenes, se deben dedicar a campañas ecológicas. El problema ecológico en Cuba está relacionado con el hecho de que el paisaje cultural existente se halla muy deteriorado.

La falta de mantenimiento no sólo es por arriba de la calle sino también por debajo. Yo no tengo experiencia en esto porque como turista estoy en un hotel en el que todo funciona. Pero en el último Taller me explicaron las condiciones de la infraestructura en La Habana y me contaron dónde estaban las cañerías, los conductos, y la verdad es que no quiero recordar lo que oí. Lo que está pasando aquí es algo trágico porque no se puede reparar. Ya es, con probabilidad, muy tarde.

La infraestructura que ustedes poseen, propia del siglo xix, de primera generación, es la de la mayoría de las ciudades del mundo, la que existe en París o en Nueva York, y tiene que recibir mantenimiento con mucha frecuencia, o por lo menos se tuvo que haber mantenido de forma continua. En San Francisco o en Nueva York nunca se dejó decaer la infraestructura. Fue una inversión enorme, pero nunca decayó. Eso consti-tuye un problema para esas ciudades, pues como la infraestructura está en buenas condiciones nunca se va a sustituir por una más moderna. Los avances ecológicos en

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los procesos de tratamiento de aguas grises y negras, por ejemplo, todo ese progreso que se ha hecho, no se puede implementar porque en esas ciudades funcionan bien las cosas como están.

Aquí, donde los servicios urbanos casi no funcionan, se puede concebir un futuro ecológico en el que no se repare la infraestructura del siglo xix, sino que se vaya de modo directo a la del siglo xxi. Pero tendría que hacerse poco a poco. Una manzana primero, después otras cuatro y así en lo sucesivo. En lugar de calcular reparaciones que costarían cientos de millones de dólares, se pueden elegir tres o cuatro cuadras e imponerles de un golpe y con bastante baja inversión una infraestructura que procese las aguas negras y grises, y cuando eso esté hecho, se hacen otras cuatro manzanas. Porque ese es el futuro.

También me han dicho que hay una compañía extranjera que ha mejorado los servi-cios telefónicos en el país. Mejorar el teléfono es una buena cosa, pero el futuro de la telefonía es la del celular. Lo que se está haciendo en Asia entera y en la India, donde no había líneas de teléfono, es ir de forma directa a los celulares.

Hay otras importantes innovaciones con beneficios ecológicos, que se están imponien-do o se impondrán pronto. Por ejemplo, la generación de electricidad por los propios automóviles. Ahora la Toyota tiene una segunda generación de motores casi eléctricos. Han sacado un automóvil con un motor eléctrico y otro de gasolina. El motor de gaso-lina crea electricidad para la batería, y en cuanto existe suficiente electricidad, el motor de gasolina se cierra y se usa sólo la batería. Pudiera constituir también un híbrido; por la noche se podría encender el motor y generar electricidad para cada vivienda. De esta forma, el automóvil en el garaje, en lugar de ser algo muerto por la noche, produce energía. Se va a la tecnología del siglo xxi.

En La Habana se habla ahora de agricultura urbana. La creación de cultivos hidropó-nicos y similares constituye una manera muy integral no sólo de producir lo que hay que comer, sino también de ocupar a la gente que no tiene mucho que hacer; a esos que se les ve sentados por todos lados sin hacer nada. Supongo que a ellos les interesaría bastante producir su propia comida sin irse al campo, es decir, obtenerla aquí mismo en las áreas verdes que ustedes tienen.

Esas son posibilidades fundamentadas en una visión ecológica con las que se sueña en otros lugares, posibilidades que se conciben y se quiere que ocurran, pero que no van a ser realidad porque nunca se dejó de invertir. Si ustedes analizan lo que habría que invertir aquí para reparar la infraestructura, se darán cuenta de que es una cifra muy alta –no sólo para Cuba–, y ustedes tienen muchas otras necesidades. Se preci-sa ser innovadores hasta el extremo en cuanto al tipo de solución, y los arquitectos son los que poseen la formación más adecuada para abordar estos temas con una visión integradora, desde los puntos de vista estético, técnico y social. Esto es solo una propuesta. Yo no soy especialista en estos temas porque donde yo trabajo no se necesita saber de estas cosas, pero ustedes sí necesitan saberlas y pueden llegar a ser los precursores en estos temas que el mundo identifica como el futuro del urbanismo y la ecología. Ustedes tienen la forma y la posibilidad de convertir eso tan negativo en algo positivo, está en sus manos.

Resulta desafortunado que muchos arquitectos dirijan su interés hacia otros lugares y no al propio. Muchas veces aquí, cuando hablo con un arquitecto joven, él sabe bastante de lo último que se construyó en Berlín, o lo que hizo aquel arquitecto suizo importante, porque está al tanto de las revistas. Anhela estar siempre en otro lugar;

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siempre dice que si pudiese hacer un edificio como ese, él sería un gran arquitecto. Yo le contestaría que no sería un gran arquitecto, entre otras razones, porque ese edificio que vio en Suiza, Francia o Alemania, en Cuba va a quedar mal porque us-tedes no tienen la tecnología para estar metiéndose con esas formas que requieren una manufactura industrializada que sólo se da bien en países muy ricos, en los que la arquitectura se convierte en un material de construcción. Es una cultura diferente basada en la idea de que se hace arquitectura solo para divertir a la gente.

Es bueno que la arquitectura divierta, pero eso no viene al caso aquí. Ustedes tienen otros tipos de problemas. Las condiciones en las que ustedes han de trabajar consti-tuyen en sí mismas un reto para crear grandes cosas. No quiere decir que no deban conocer sobre otras cosas, pero siempre después de saber lo que viene al caso en el contexto de ustedes y lo que no viene al caso en sus circunstancias.

Bueno, son las cuatro de la tarde. Seguramente ustedes tienen preguntas; por esta razón me gustaría que emprendiéramos una discusión tanto de lo que dije hoy como sobre las dos charlas anteriores.

(Aplausos).

Intervenciones

Gina (estudiante). Yo tengo una pregunta relacionada con la enseñanza de la arqui-tectura. Pienso que tenemos algo a favor en la enseñanza de la arquitectura en Cuba: damos, en un sólo espacio, urbanismo y arquitectura. Yo quisiera preguntarle lo si-guiente: ¿cómo cree que debe ser este equilibrio entre el estudio del urbanismo y la arquitectura para trabajar en función de La Habana, de la ciudad en su conjunto, de esta ciudad tan linda de la que acaba de hablar, y que necesita estudiarse, necesita entenderse? Los medios están, pero ¿cómo ve usted el equilibrio?

Arq. Andrés Duany. Entre las cosas que decidieron en el Programa Académico que les comentaba, se determinó que se debía enseñar primero el urbanismo, luego la arquitectura y finalizar con el detalle. Algunos de los profesores ponentes dijeron que la idea de comenzar la enseñanza de la arquitectura haciendo proyectos peque-ños abstractos, es como estudiar el detalle primero. Eso es lo que se hace en general: después de estudiar el detalle se va a la escala de la arquitectura, y se concluye con el urbanismo.

Suele ocurrir que el detalle determina la forma del edificio, que acaba siendo como un detalle muy grande; incluso la ciudad termina por ser un detalle enorme. Se con-sidera el urbanismo como un gran ornamento de cierta complejidad. No debe ser así. El estudiante debe comenzar su aprendizaje desde el urbanismo. El primer proyecto debe ser diseñar un pueblo, para que el estudiante entienda bien que el edificio siem-pre participa de la ciudad. Primero debe preguntarse sobre la ubicación del edificio: si es de esquina, cuál sería la tipología más adecuada; también debe investigar si hay que completar un espacio o debe concebir un edificio cívico, un ayuntamiento, un teatro, una iglesia o una escuela.

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El edificio cívico no tiene que participar por necesidad en el orden de la ciudad, puede ser excepcional, puede tener una expresión diferenciada. Si le dan al estudiante un lote en determinada cuadra para poner un edificio de apartamentos, la cuestión no es lucirse, la cuestión es calmarse, hacer su trabajo, completar la calle y se acabó. Pero si le dan la tarea de proyectar un teatro o un ayuntamiento, sí debe hacerse algo singu-lar, porque esa es la dialéctica del urbanismo. Después de aprender eso, el estudiante debería estudiar el detalle. Cómo hacer la forma excepcional, se estudia al final.

Lo tenemos todo al revés, pues al empezar con el detalle esto repercute en todo. A lo largo de los cinco años de educación y después de concluir su formación, el problema del arquitecto es hacer objetos interesantes; mientras que si la disciplina del urbanismo viene primero, esa disciplina informa al arquitecto sobre el grado de modestia, de si-lencio o de expresión que debe tener el edificio que él proyecte según el caso.

Los arquitectos están muy distorsionados porque en la historia de la arquitectura que reciben, al menos en Estados Unidos, se les enseña la historia como una concatenación de genios: el gran Le Corbusier, el gran Frank Lloyd Wrigth, el gran Frank Ghery. Por esta razón, la formación del arquitecto está distorsionada, y se piensa que si uno no es genio, por necesidad es un fallo. El problema es que en cada generación sólo hay dos o tres genios y cientos de fraudes. Y lo que ocurre es que si no los designan como genios arquitectónicos, sienten que han fallado y se esfuerzan aun más por serlo.

En ese evento se decidió también que es necesario enseñar la arquitectura sin arqui-tectos, enseñarle al estudiante la arquitectura vernácula del mundo, cómo se hacen las edificaciones tradicionales en China, Turquía, Estados Unidos, o Latinoamérica. Se debe aprender la arquitectura anónima al principio, y luego introducirlos en el conoci-miento de los grandes de la arquitectura. Porque tal como se hace ahora, el estudio de la historia crea un trauma sicológico en el estudiante de arquitectura.

En mis cinco años de estudio nunca me enseñaron un edificio normal, siempre eran las obras excepcionales. Salí de esa escuela con el cerebro quemado en su totalidad. En cada casita que me daban, en cada trabajito al que apenas debía hacerle una adición, yo pretendía realizar la próxima obra maestra. Hasta que no me calmé, no me fue posible obtener algún éxito. Eso es parte de la educación.

Reynaldo Garmendía (estudiante). Al principio de la conferencia usted hablaba del ejemplo que asesoró y les decía a quienes lo habían buscado, que aquella es una ciudad magnífica, pero no tan magnífica como las anteriores. Quería preguntarle cuál es su opinión, porque yo pienso, y lo aprendí de los libros y lo he ido reafirmando, que la ciudad es un organismo que evoluciona, y quizás una ciudad joven no tiene todas las relaciones sociales intrínsecas que le permiten ser lo que se dice una ciudad fenome-nal, y esto ocasiona fallos. ¿Qué piensa usted de eso?

Arq. Andrés Duany. Yo creo que el urbanista debe crear la posibilidad de que otros puedan actuar después de él, en secuencia. Por ejemplo, hablando de un experimento muy interesante, la Villa Panamericana, que considero un conjunto logrado. Este es un urbanismo al nivel de Almeres, la ciudad holandesa de la cual yo hablé. No cabe duda de que la Villa Panamericana es muy buena, pero no tanto como Centro Habana o El Vedado.

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En el proyecto de la Villa Panamericana, la trama urbana, los parques y demás espa-cios fueron muy bien estudiados. El problema radicó en que los arquitectos que par-ticiparon en el proyecto –muchos– trabajaron todos al mismo tiempo, y aunque hubo muchas manos, que es algo importante del urbanismo, no se trabajó en secuencia. No hubo la oportunidad de decir: “Esto salió mal”. En la próxima la corregimos. Porque un aspecto vital de la parte orgánica es corregir.

Cuando se hace un urbanismo como ese, todo de una vez, no da tiempo para ver los errores. Es como si fuera hecho por el mismo arquitecto. Cuando se hace a la vez, no hay oportunidad de corregir. La cuestión es establecer un orden que le permita a muchos actuar en secuencia. Esa es la clave del urbanismo para que vaya mejorando y para que los errores que se cometan sean errores únicos, individuales, y no sistemá-ticos. Por ejemplo, la Villa Panamericana tiene problemas de frente, fondo, estaciona-miento, que se multiplicaron en sus 16 manzanas porque no hubo la oportunidad de corregirlos, porque se hizo todo al mismo tiempo.

Gina (estudiante). En la conferencia pasada usted habló del desarrollo orgánico, de cómo se van formando las cosas en la naturaleza. Mostró imágenes con árboles, explicó cómo se iban desarrollando hasta convertirse en un bosque de clímax. Mi pregunta es ¿qué hacer en una ciudad orgánica que llega a un punto de clímax? ¿Qué pasa desde el punto de vista de la intervención? Se habló también de una in-tervención moderna o no, pero si consideramos la ciudad como orgánica, ese punto de clímax decae en algún momento hasta su muerte, y ahí requiere empezar en cero. Entonces, ¿cómo empezar desde cero?

Arq. Andrés Duany. En la naturaleza el bosque llega a ese punto de clímax. Hay dos teorías en cuanto a qué se hace entonces. Una plantea dejar que permanezca así para siempre; que cuando el bosque llegue a ese punto, a ese nivel de madurez, se le debe mantener. La otra teoría propone que resulta inestable y que va a decaer. Los ecologis-tas norteamericanos dicen que cuando un bosque ha llegado a su clímax, es necesario actuar sobre él para que no decaiga. Para ello, por ejemplo, hacen quemas controladas. Si existe una plaga, inyectan los árboles, y se hace todo lo posible para mantener este bosque en estado de clímax.

Yo diría que en ciudades como Centro Habana –no quiero decir Habana Vieja, que ha llegado sin duda alguna a su estado de clímax físico– es preciso actuar de for-ma constante para mantenerlas, para que no degeneren. Es imprescindible comenzar a actuar.

La ciudad depende del urbanismo, y el arquitecto tiene que intervenir de modo direc-to en eso. Si existe una zona como el Malecón –que consideramos algo excelente, pero que por el deteriorado estado de sus edificaciones está sujeto al peligro inminente de que alrededor de 50% de sus edificaciones se caigan–, es necesario hacer lo que estamos haciendo ahora, intervenir en ese Malecón, no para que no cambie, sino para mantener sus virtudes y su punto de excelencia. Hay que actuar, en efecto, en la natu-raleza y en la ciudad. Por cierto, nunca antes me habían hecho esta pregunta.

Gina (estudiante). ¿Y no sería eso antiorgánico?

Arq. Andrés Duany. Buena pregunta. Si tú consideras al ser humano fuera de la naturaleza, entonces es inorgánico; según expliqué ayer, el ecologista convencional

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considera al ser humano fuera de la naturaleza, que actúa como adversario. Pero, por el contrario, el transecto que presenté ayer también, integra al ser humano a la natura-leza. Por lo tanto, si tú actúas en una ciudad, esto es algo orgánico y la ciudad resulta en una suma de muchos actos orgánicos.

El problema es que muy poca gente tiene la oportunidad de actuar sobre su ciudad. En Alamar, por ejemplo, muy pocas personas podían haber actuado en secuencia. Las acciones que la población de allí ha llevado a cabo –como las tendederas, los garajes ilegales–, han sido negativas en lugar de positivas, porque el concepto de partida fue tan intrínsecamente inorgánico que no soporta la acción orgánica humana posterior. Cada cambio que se realiza a la tipología de Alamar constituye un problema, mientras que los cambios que se hacen a otras tipologías no por necesidad tienen que ser un problema. Muchas veces mejoran la ciudad.

Los nuevo-urbanistas hemos aprendido a hacer una ciudad sobre la cual muchos pue-dan actuar en secuencia. Al principio no sabíamos, pero ahora sí sabemos cómo lograr esa secuencia orgánica urbana y por observación.

Arq. Marta Garcilazo. La Habana es en efecto una ciudad valiosa desde todos los puntos de vista. Pero en estos momentos tiene un deterioro bastante generalizado. Pienso que no hay tiempo ni dinero para salvar La Habana en su totalidad. Quiere decir que desde ahora es preciso tomar decisiones respecto a qué vamos a salvar a toda costa y qué no vamos a salvar, porque de lo contrario se nos cae completa. ¿Cuál sería la sugerencia, su recomendación para elaborar una estrategia a fin de acometer la intervención en La Habana? ¿Qué salvamos primero: los monumentos, los valores históricos arquitectónicos, o donde vive la mayor parte de la gente? ¿Cómo entrarle a ese problema?

Arq. Andrés Duany. He pensado mucho sobre eso. Hay dos tipos de destrucciones para una ciudad: cuando las edificaciones se caen por el deterioro –como usted expli-có–, y cuando un lote es tan valioso que hay que demoler lo construido para fabricar un edificio mucho más alto, por ejemplo, el Hospital Amejeiras, el focsa, el Hilton. Antes de la Revolución hubo demoliciones para que la ciudad pasase a un próximo estadio. Así que La Habana tiene dos peligros: uno es que se caiga y otro es que la demuelan. Vamos a hablar de los dos.

Lo interesante es que La Habana no ha sido demolida. Por eso, los que estamos afuera decimos que La Habana sigue existiendo, porque no la tumbaron. En las circunstan-cias actuales de Cuba, si alguien viene con un proyecto que atrae divisas, se le da mucha importancia y puede que ese interés domine en el sistema de decisiones. Eso ha ocurrido ya porque hay mucha necesidad de divisas. Creo que hay que designar ciertas partes de La Habana para perderlas. Por ejemplo, el tramo del Malecón entre el Cohíba y la curva que da para el río Almendares es un Malecón cuyo frente de manzanas nunca se completó. Si viene un inversionista y dice que quiere construir un edificio de 30 pisos con vista al mar, se le dice que sí, pero allá. Usted no tiene La Habana como un bufete para elegir lotes.

Hay que tener una zonificación que contemple áreas de sacrificio para las circunstan-cias reales, y no permitir que se le presente al inversionista La Habana entera para que él elija donde quiera, porque entonces elegirá partes lindísimas como, por ejemplo, el sector entre Malecón y Prado, porque tiene vista al mar y acceso peatonal a puntos paradigmáticos de la ciudad. Lo va a elegir y a construir ahí un edificio alto.

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Hasta ahora La Habana se ha resistido y no se ha producido ninguna tragedia nueva. Lo del Cohíba es una tragedia, pero han ocurrido muy pocas como esa, aunque esto les ha demandado mucha energía a ustedes, los bien intencionados. Me han hecho los cuentos. El proyecto para un hotel chino en ese terreno de Prado y Malecón surgió y resurgió como una cucaracha. He visto como seis o siete proyectos del hotel chino. Bueno, la próxima vez al hotel chino no lo van a poder aplastar. La decisión de que se haga o no un proyecto como ese, en un lugar como ese, no puede depender de la acción personal de alguien que detenga proyectos malos, porque pueden ocurrir tragedias grandes. Hay que hacer un Plan Maestro que contemple proyectos de esas áreas que, de cierta manera, hasta podrían mejorar si les construyen edificios grandes.

Sobre el otro peligro –que La Habana se caiga como consecuencia del deterioro y de las unidades familiares viviendo en tan altas densidades– yo les digo con franque-za que estoy aquí para aprender de eso, no para sugerir nada. Esta mañana estuve hablando con Eusebio Leal, me dio un tour de cuatro horas, y me mostró mucho de todo lo que está haciendo y de las unidades que construye, además de explicarme lo que hacen para realojar a la gente. No les voy a repetir lo que me dijo porque ustedes saben de ese asunto más que yo. De eso no les puedo transmitir experiencia, pero sí del otro tipo de destrucción, el que se produce a causa de las demoliciones, y que me preocupa mucho.

Hay algo en lo que quiero insistir una vez más y que vengo diciendo hace diez años sin lograr convencer a nadie en Cuba. Es increíble la resistencia que encuentro. Esta ciudad no va a morir a causa de los edificios altos, va a morir a causa del automóvil. Si esta ciudad se dedica al automóvil van a tener que demoler un tercio de las man-zanas construidas. Tener una ciudad dedicada al automóvil en vez de al peatón y el tránsito público, requiere enormes destrucciones. Muy pocas ciudades tienen el dinero para construir la estructura necesaria para el uso intensivo del automóvil. Houston no tiene el dinero, Providence no lo tiene, así que no me digan que ustedes van a tener el dinero. Lo que van a hacer es demoler edificios para tener lotes abier-tos. La ciudad se va a acabar, pero no por los edificios altos, sino por los automóviles. La suerte de ustedes es que no tienen el dinero para comprar los automóviles.

Ayer estuve hablando con un ingeniero vial que está trabajando en el Taller del Ma-lecón. Le pregunté qué porcentaje de la población se calcula que posea automóvil. Me respondió que 30%. En Estados Unidos hay más automóviles que personas: 260 millones de americanos y 290 millones de automóviles. Ocurre entonces que 30 % es muy bajo. Si son 12 millones de cubanos, olvídense ustedes de una Habana para el automóvil. La solución es alquilar automóviles, usar taxis, mejorar el transporte público. La cuestión de tener automóviles, por fortuna, va a ser bastante difícil. Por consiguiente, pienso que La Habana se va a salvar.

Pero tengan en cuenta que aunque se produzca un incremento bajo en los automóviles personales, esto siempre va a causar daño. El tráfico que yo vi en el Malecón la primera vez que vine hace diez años ha aumentado de una forma increíble, con una violencia, un ruido, una falta de modales y una arrogancia tales hacia el peatón, que lo dejan atónito a uno.

Hay algo que ustedes tienen que empezar a dominar, y es obligar a que los autos tran-siten más despacio en el Malecón, a 60 o 50 km por hora como máximo. Es necesario quitarle ancho, no quitar carriles, sino quitar ancho, y disponer un separador en el

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centro para los peatones. Hay que hacer la vida del automovilista más difícil que la vida del peatón, porque si se crea una ciudad en la que todos los edificios nuevos tie-nen estacionamiento, entonces todos los edificios viejos tendrán menos valor. No sólo serán viejos, sino que disminuirá su valor por no contar con estacionamiento. Se va a desvalorizar la ciudad. Cuando se crean edificios nuevos, se les debe restringir el área de estacionamiento, y ustedes están haciendo todo lo contrario. Yo sé que no los voy a convencer porque no he convencido a nadie a lo largo de todos estos años, pero yo voy a seguir insistiendo. Además, si a ustedes les interesa la ecología, este es un punto fundamental. El automóvil es el punto clave del problema ecológico.

Arq. Pedro Albizu. Parece que me ha tocado hacer las preguntas desagradables, las capciosas. ¿Hasta qué punto La Habana es un mito y hasta qué punto La Habana es en realidad de tanta calidad? ¿Será capaz de absorber el impacto del desarrollo que resulta inevitable?

¿Cómo resolver el tema de la viabilidad de flujo vehicular que de modo inevitable se incrementará cuando exista una recuperación económica en una ciudad que carece de una infraestructura de transporte?

¿Hasta qué punto nuestra ciudad debe crecer o no en altura para desfavorecer ese gran mal de la ciudad dormitorio extensiva que tanto problema trae a la infraestructura de transporte?

Arq. Andrés Duany. Para mí La Habana no es un mito. Aquí se encuentra una invita-da que yo no invité. Ha permanecido sólo dos días en La Habana y dice que jamás ha visto una ciudad como esta. Y eso fue lo mismo que me sucedió a mí. Hay una gran combinación de cosas aquí. No es Roma, no es París, no es Londres, pero La Habana tiene presencia propia, es competitiva a nivel mundial.

En Estados Unidos, para encontrar una ciudad de esta categoría debes salir, no parar en Miami. Nueva Orleans es un pueblo. Charleston está muy bien, pero es muy pe-queño. ¡Tienes que llegar a Washington! Yo creo que esta ciudad tiene una categoría más alta que San Francisco. Estamos hablando de una ciudad con un urbanismo de primerísima calidad. Y eso no es un mito, es real. Aquí el asunto es que La Habana es demasiado real. No es cuestión de mito en absoluto. Uno se mete en una calle y la calle está viviendo una vida totalmente real.

Arq. Pedro Albizu. Lo que pasa es que en zonas mitificadas como Centro Habana la gente tiene una calidad de vida muy precaria. Un urbanismo con ventanas que no miran a ningún lugar, en el mejor de los casos. Tienen una temperatura promedio tan alta que cuando a La Habana se le declaran 30 grados, en Miramar hay 29, pero allí hay 38. Tiene niveles enormes de contaminación sonora y de polución.

En la medida en que ese urbanismo no resultó capaz de absorber el impacto de la evolución, la ciudad se fue degradando desde el punto de vista social porque, en ese lugar, nadie que cuente con los recursos necesarios, quiere vivir. ¿Cómo rescatarla? ¿Desmitificándola? Y cuando digo desmitificándola, es mirando qué habría que sacri-ficar para que esa zona se integre al desarrollo, porque de lo contrario, se pierde.

Arq. Andrés Duany. Quizás la respuesta está en la segunda pregunta, de si se debe densificar La Habana en lugar de extenderse. Esto depende. Yo considero que cada ciudad tiene una densidad natural que se observa con claridad. Por ejemplo, debido

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a las características de Manhattan, del tránsito público, las cuadras tan pequeñas que tiene, se puede decir que un Manhattan de 400 unidades por hectárea es aceptable. Pero también hay ciudades como Charleston, donde al observar su vialidad, comprue-bas que es una ciudad de cinco pisos, de 30 unidades por hectárea. Cada una tiene su inteligencia.

Yo creo que cada una de las muchas ciudades que es La Habana, tiene su inteligencia intrínseca. Pero el hecho de que pueda absorber edificios altos para acomodar a la po-blación es posible, siempre que esos edificios no tengan sus automóviles. En un edifico alto, urbano en su base, se vive bien. Pero si ese edificio tiene que guardar automóviles, aplasta la manzana, sus cuatro cuadras, como si fuera un árbol ponzoñoso, bajo cuya sombra no crece nada más.

Una ciudad dedicada al peatón, como Manhattan, puede absorber grandes densi-dades. Ustedes se preocupan por el tráfico del Malecón, piden que los edificios nue vos tengan su estacionamiento y todas esas cosas que son contraproducentes para una ciudad densa como esa de la que estás hablando. No se puede poseer una ciu- dad de torres y también darle facilidades al automóvil. Hay que elegir cuál es la ciudad que queremos.

Arq. Pedro Albizu. Pero con la zonificación que existe, salvo Centro Habana que tiene una tipología que admite una polifuncionalidad, o algunas zonas de El Vedado que tienen cierta polifuncionalidad, no veo cómo una ciudad estructurada por zonas funcionales, hasta dónde es capaz de ser una ciudad susceptible de sufrir metamor-fosis, para poder salvarse.

Arq. Andrés Duany. No estoy de acuerdo con que la zonificación que yo he visto coincida con el sistema de barrio. Veo muchas tiendas muy bien localizadas para ser bodegas, que están siendo utilizadas como viviendas. Creo que es preciso hacer cam-pañas de restauración de las estructuras de los barrios, de las tiendas de esquina donde se distribuyen las cosas esenciales, del sistema que hay de ordenamiento según el uso diario o semanal. Ustedes tienen todos los sistemas, pero no están bien distribuidos desde el punto de vista geográfico.

Una cosa que siempre me ha interesado bastante de lo que conozco de El Vedado es la restauración de esa estructura; casi que corresponde a la arqueología encontrarla. Me estás haciendo una pregunta de la cual yo creo que tú tienes más conocimiento que yo. Esto de hasta qué punto puede transformarse… La verdad es que no sé. Pero las densidades que ustedes tienen requieren transformación. No puede ser que en un edificio que parece ser para 12 familias vivan 64 unidades familiares. La opción de no transformación no existe. Tiene que existir una transformación radical y no sé cómo se va a hacer.

Arq. Jorge Cisneros. Arquitecto Duany, quiero referirme a dos cuestiones. Empiezo con una relacionada con La Habana y el problema del transporte, de cómo se aborda y cómo han estado hablando sobre el automóvil en esta conferencia y en las anteriores.

Si existiera un sistema adecuado de transporte por metro, que brinde todas las condi-ciones, que no destruya la morfología de la ciudad, la gente añoraría menos el automó-vil. Hay también otros métodos como los de las ciudades italianas que por tener calles

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pequeñas en las que no se puede construir el metro, adoptaron el uso de las motos. Las ciudades italianas están llenas de motos, e Italia no ha renunciado a sus ciudades, y tampoco pueden hacer un metro, porque si se hace un hueco, se encuentra una ciudad antigua. Eso no se ha tomado aquí como una alternativa para La Habana.

Arq. Andrés Duany. Es muy bueno contar con un transporte público de tranvía, tranvía rápido, autobús, motos de ese tipo, y no te olvides del taxi, porque una red eficiente de taxis como la que tiene Nueva York, donde estos se hallan por todos lados, es muy conveniente. Por las características de La Habana, ustedes pudieran tener un sistema de transporte público de motos y de taxis casi perfecto.

Hay que comprarlos; hay que comprar el autobús, el tranvía rápido, etc. Pero la es-tructura de la ciudad sirve muy bien para ese tipo de cosas si no se destruye. He hablado varias veces de eso y existe una falta de interés absoluta. Es una de las cosas de las que yo hablo y me evaden el tema, me cambian la conversación a pesar de mi insistencia. He preguntado muchas veces por qué no se estudian las redes del tranvía que se usó hasta el año 50 en La Habana. Me responden que eso ya se ha estudiado. Esa es una respuesta bastante común aquí: “Ya se estudió eso”. Bueno, pero ¿cuándo se estudió? Quizás se ha llegado al momento adecuado para estudiarlo otra vez, porque lo que se estudió en el 67 o en el 87, ahora en el 2004 se puede ver de otra forma. Creo que esa preocupación debe estar al frente del urbanismo, inclusive la de las motos. Alguien mencionó el problema acústico. El problema acústico va a ser permanente en Cuba porque aquí a la gente le gusta la bulla. Así que vamos a resolver otras cosas. Esa no…

Yo creo que la motocicleta con su sonido especial es quizás más aceptable en Cuba que en otros lugares. Una de las razones por las cuales en Italia hay tantas de esas Vespas es porque los italianos son como los cubanos, y pueden aceptar ese sonido. Yo creo que en Estados Unidos, por ejemplo en Miami Beach, que es bastante peatonal, es difícil tener muchas motos de ese tipo porque el sonido sería insoportable para el americano. Pero yo creo que aquí las motos sí funcionarían. El problema es que mien-tras más baratas más ruido hacen. Así que hay que comprarlas un poco más caras.

Arq. Jorge Cisneros. París es una ciudad que respeta mucho el silencio y, no obstante, existen muchas motos allí.

La otra pregunta es con respecto al Nuevo Urbanismo. En las dos conferencias ante-riores se ha hablado de los postulados, e incluso la Carta que nos repartieron habla de ellos, de lo que quisiera ser el Nuevo Urbanismo y lo que ha logrado hacer durante estos 15 años de práctica; su propósito de integración social, de que no se produzca segregación, de volver al hábitat humano donde todo el mundo convive. Sin embargo, en las mismas conferencias se ha dicho lo que ha resultado de las experiencias, lo que ha pasado, lo que se planteó al concebir una unidad residencial pequeña para ser ha-bitada por una profesora, y ella, al cabo de los años, la vendió y por tanto se produjo otra vez una segregación en esa unidad planificada por el Nuevo Urbanismo.

El mercantilismo ha transformado algunas de las buenas intenciones de ustedes res-pecto a la integración social en los pueblos que han concebido, y ha establecido en ellos, de nuevo, la segregación social. Al mirar estos vientos que corren, ¿cuál conside-ra usted que es el futuro del Nuevo Urbanismo?

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Arq. Andrés Duany. El Nuevo Urbanismo tiene sus fallos, unos tras otros, no es sólo ese; pero siempre estamos muy interesados en los fallos y los estudiamos. Si vas a una conferencia del Nuevo Urbanismo, verás cuánto nosotros hablamos de lo que no fun-ciona y qué vamos a hacer acerca de eso.

Hemos hablado de esa maestra en Seaside, que compró su casa por 20 000 dólares y luego le ofrecieron 350 000 por ella. Ella vendió su casa, pero sigue teniendo casa. Le pagaron lo suficiente para comprarse otra y que le quedara dinero. Una persona que entra en el sistema después que tiene su primera casa, sigue teniendo casa; lo que ocu-rre es que desde el punto de vista geográfico el barrio se convierte en universalmente caro. Y aunque el barrio es caro, hay diferentes niveles de precio. Existen casas muy pequeñas y otras grandes, y siempre la grande cuesta más que la pequeña. Eso propor-ciona más variedad que cuando se hace una distribución convencional de edificios en la que todas las casas son iguales. Todo sube o baja en conjunto. En los pueblos nuevo-urbanistas, aunque todo es más caro, siempre hay variedad social.

Si ustedes cuentan los apartamentos de renta de nuestros pueblos nuevos, verán que hay integración social, porque en Kentlands hay unos 600 apartamentos que son al-quilados por gente que no tiene el dinero para comprarse una casa. Lo que sucede es que los norteamericanos consideran que vivir en un apartamento alquilado es no tener casa. Si dicen que el Nuevo Urbanismo no funciona porque las casas son todas caras, respondemos que sí, las casas son todas caras, pero hay apartamentos integrados. Pero para quienes afirman eso, los apartamentos para alquilar no cuentan. La mentalidad norteamericana es que alquilar no es tener casa. En Cuba alquilar siempre fue una op-ción muy usada. Mucha gente siempre alquiló en La Habana y eso se debe mantener.

Ustedes tienen aquí un sistema de leyes que establecen mecanismos para mantener la diversidad. El problema es que en Estados Unidos no tenemos un mecanismo que permita controlarla. Como es un mercado libre por completo, no puedes decirle a alguien que no venda su propiedad. Eso sería privar a esa persona de un derecho. No le puedes quitar a la maestra el derecho de vender su casa. Ustedes tienen otro sistema y pueden escribir leyes en las que se diga que esto no puede subir más de una determinada cantidad. Es una posibilidad que tiene Cuba y otros lugares no.

En Europa también hay mucho control de este tipo. El modelo norteamericano puede que no funcione. Quizás el modelo cubano puede que tampoco funcione. Pero hay modelos en Holanda, en Francia o en Alemania que quizás ustedes deban estudiar. Yo no soy experto en eso. Yo estoy en un contexto donde el derecho a vender tu casa por lo máximo posible es un derecho absoluto. No me meto con eso porque perdería credibilidad. Me dirían que he estado visitando Cuba demasiado (risas).

Arq. Sonia Chao. Debo hacer un paréntesis muy pequeño porque varias personas me han preguntado sobre el Foro Académico desarrollado en Windsor. Para los interesa-dos en los ensayos que se escribieron, los pondremos a su disposición más adelante a través de la Decana.

En el evento de Windsor participaron profesores y decanos de casi todos los países de Europa y del Caribe, Brasil, Luxemburgo, Portugal, Italia, Estados Unidos y Cana-dá. El propósito fue evaluar nuestra responsabilidad como profesores y concebir un

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sistema educativo integrado y acorde con las realidades de nuestras ciudades. Para ello partimos de descartar algunos modos de pensar y de concebir la ciudad como un laboratorio para la arquitectura; por esta razón encontramos La Habana tan inte-resante como prototipo, por sus excepcionales características. Se analizaron también otras ciudades que constituyen todo lo contrario, porque en ellas la arquitectura y el urbanismo no coexisten.

Se diseñaron currículos modelos para los diferentes tipos de ciudades. ¿Qué hacer cuando en una ciudad no existen un urbanismo ni una arquitectura que apoyen la educación de los estudiantes? Se analizaron también ciudades con esas carencias.

Arq. Andrés Duany. Se utilizó Cuba como punto de partida del debate para crear un currículo, pero ese no fue el propósito del Foro. El propósito fue analizar los principa-les problemas de la educación arquitectónica en el mundo. El libro que sale no men-ciona un programa nuevo de educación en Cuba, aunque se haya usado como punto de partida.

Reynaldo Garmendía (estudiante). Se habló del posible desarrollo urbano futuro de la ciudad de La Habana. Hay algo que me preocupa. La Habana está abocada hacia un nuevo desarrollo en el área del este, donde se encuentra poco urbanizada en estos mo-mentos, y un uso más fuerte como resultado de un desarrollo mayor al que tenemos en la actualidad puede traer un cambio de escala. ¿Hasta qué punto considera usted que pueda esto producir dos Habanas: la que leemos desde la Habana Vieja hasta Miramar, así tan fluido como usted lo comentó al principio de la conferencia, o una transformación radical donde lo que consideramos ahora Habana del Este sólo como el nombre de un municipio, sea La Habana del futuro desarrollo?

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Arq. Andrés Duany. Hay muchas Habanas como hemos dicho. Las cinco o seis Ha-banas que existen desde la Habana Vieja hasta Miramar participan de una tradición arquitectónica a la que no le interesa la ruptura, sino la evolución. Los arquitectos, incluso los arquitectos modernos que trabajaron en los edificios de Miramar, estudia-ron con seriedad la tradición, conocían los edificios tradicionales. No diseñaban edi-ficios tradicionales, pero los conocían. La Habana del Este no sólo está separada por la geografía, sino que es parte de una tradición radical de la arquitectura moderna. Es el lado al que le interesa la ruptura, la vanguardia, no aprender nada del pasado, sino el mundo nuevo, el hombre nuevo; entonces es una Habana muy diferente, por geografía y por concepto. El resto se puede ver como una evolución. La Habana del Este no es evolución, es ruptura.

Yo creo que siempre se va a considerar un lugar aparte. Esperemos que haya gente a quien le guste vivir allá como a otros les gusta vivir aquí. Confiemos en que en el futuro no todos quieran vivir aquí y nadie allá. Hay posibilidad de que esto ocurra, pero esperemos que sólo represente una opción más para el habanero el poder vivir en la Habana del Este o aquí, en lugar de que se convierta en una cosa muy secunda-ria, o en el lugar de las familias reacomodadas por los planes de rehabilitación. Por eso es tan importante valorizar esa inversión que se hizo a lo largo de 40 años; tantos años de inversión no se pueden botar. Esto tiene que ser una preocupación del estu-diante de arquitectura cubano, estudiar cómo mejorar ese urbanismo.

Gina Rey. Con esta pregunta terminamos y agradecemos de nuevo al arquitecto Duany por estas conferencias que nos ha ofrecido.

(Aplausos).

Decana Arq. Ada Portero. Voy a trasmitir una idea que pasó de la mente de Julia a la boca de Sonia Chao y yo la estoy diciendo. Ellos están pidiendo que los estudiantes de arquitectura salgan con Duany para hacerse una foto en la escalinata del Capitolio como recuerdo de estas conferencias, tanto para los estudiantes y profesores como para todos los profesionales que se encuentran aquí.

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Foto en color de Andrés Duany y los estudiantes en la escalinata

del Capitolio de La Habana

Andrés Duany,

estudiantes y demás participantes,

en la escalinata del Capitolio de La Habana.

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