celam - historia de la salvacion y religiosidad popular

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V CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO V -CELAM- Nuestra Señora de América María en la historia de la salvación en América Latina Mons Javier Lozano Barragán Religiosidad popular mariana y catequesis Pbro. Alonso Llano Ruíz

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V CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO V -CELAM-

Nuestra Señora de América

María en la historia de la salvación en América Latina Mons Javier Lozano Barragán

Religiosidad popular mariana y catequesis

Pbro. Alonso Llano Ruíz

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Mons. Javier Lozano Barragán

Obispo de Zacatecas, México

MARÍA EN LA HISTORIA

DE LA SALVACIÓN EN AMERICA LATINA

® NUESTRA SEÑORA DE AMERICA

Colección Mariológica del V Centenario

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(g) Consejo Episcopal Latinoamericano —CELAM ISBN - 958-625-007-5 - Edición Completa ISBN - 958-625-036-9 - Volumen 9 ISBN -958-625-043-1 -Volumen 10 Primera Edición — 2.000 Ejemplares Bogotá, 1986 Impreso en Colombia - Printed in Colombia

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Presentación

El Documento de Puebla en sus números 282-303 dio a la Iglesia de América Latina una síntesis mañana en íntima conexión con el Capítulo VIII de la Constitución LUMEN GENTIUM del Concilio Vaticano II y señaló como una de las características más profundas de la vi­vencia cristiana de nuestras gentes la devoción mañana. "El pueblo sabe que encuentra a María en la Iglesia Católica. La piedad mañana ha sido, a menudo, el víncu­lo resistente que ha mantenido fieles a la Iglesia sectores que carecían de atención pastoral adecuada" (D.P. 284).

El Secretariado General del CELAM al recibir el encargo de "propiciar la investigación y la creatividad teológica y difundir sus resultados", escogió como el primer tema específico de estudio para este período 1983-1986 el de María, continuando así la línea iniciada con las reflexiones sobre Cristo y la Iglesia y retomando el es­fuerzo que llevó a la publicación en 1979 del libro 36 de la Colección CELAM titulado "La Señora Santa María", hoy agotado.

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Al diseñar dentro del Plan Global el Programa 1 se pensó primero en una sola publicación qué recogiera los traba­jos que sobre la Virgen escribirían un grupo de miem­bros del Equipo de Reflexión Teológico-Pastoral del CELAM en asocio de otros mariólogos del continente; sin embargo, la variedad y la abundancia de la produc­ción mariológica fue tan grande y el interés que se des­pertó fue tan intenso, que se hizo necesario un nuevo rediseño, el cual integró el Programa dentro de las acti­vidades del Quintó Centenario y reunió bajo el significa­tivo título "Colección Nuestra Señora de América", que ahora se presenta, todos los estudios significativos pa­trocinados por el CELAM que quieren honrar a la Madre de Dios y Madre nuestra.

Los trabajos se han agrupado en tres secciones: una de carácter bíblico-teológica; otra teológico-pastoral con di­mensión latinoamericana y finalmente una tercera dedi­cada al mensaje teológico de los principales santuarios moríanos en América Latina.

A nombre del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM doy las gracias a todos los que han dado su aporte para esta Colección, cuyos primeros volúmenes se publican con ocasión de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a la sede del Secretariado General. Que Nuestra Señora de América reciba este filial homenaje y bendiga los esfuerzos realizados por el CELAM.

f Mons. DARÍO CASTRILLONHOYOS Obispo de Pereira

Secretario General del CELAM

Introducción

En el año de la celebración de la I I I Conferencia Ge­neral del Episcopado Latinoamericano sobre la Evangeli­z a r o n en el presente y en el fu tu ro de América Latina, se enmarca perfectamente la figura de María como la gran evangelizadora de nuestro Continente.

La posición de la teología latinoamericana sobre Ma­ría ha cambiado en esta úl t ima década; pr imero se notaba en ciertas obras que querían dar una visión general del Mensaje en nuestro medio, un silencio acerca de la Virgen;

Este trabajo fue preparado por Mons. Javier Lozano Barragán, Obispo de Zacatecas, para el libro La Señora Santa María, /Vo. 36 de la colección Documentos del CELAM, ya agotado, páginas 81 a 92.

El CELAM al considerar la calidad teológica del trabajo de Mons.

Lozano, ha decidido reeditarlo en esta colección Nuestra Señora

de América.

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quizá por la posición inicial de desconfianza, cuando no de menosprecio y hostilidad hacia la religiosidad popular en cuyo centro se halla Man'a (1); al imponerse la religiosidad popular como horizonte cultural a la vez que evangeliza-tivo de América Latina, se comenzó a hablar fuertemente de Nuestra Señora interpretando su figura como altamente liberadora. Por ejemplo se formularon las apariciones de la Virgen en el Tepeyac bajo su advocación de Guadalupe, como una liberación desde el pobre; desde la marginalidad, desde la periferia y el oprimido, que salva destruyendo al instalado en el centro de poder y dominación (2).

1. MARCO LATINOAMERICANO DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

No cabe duda que la Virgen María tiene un papel importantísimo en la liberación de América Latina; en la Buena Nueva que hay que dar en nuestro presente y en nuestro futuro latinoamericano. La historia de nuestra salvación deberá de llevarse a cabo y anunciarse en un rea­lismo total dentro de una situación compleja de carencias a la vez que de realizaciones, en un equilibrio maduro y realista; conscientes de los avances económicos a la vez que de la situación de miseria de casi 100 millones de latinoamericanos; dentro de los grandes problemas de nues­tro aumento demográfico en el mundo de la transforma­ción socio-económica; dentro de la situación de oposición contradictoria de ideologías vigentes: dentro de un Capi-

(1) Este silencio, aun al tratar de la misma Religiosidad popular se nota por ejemplo en el Encuentro del Escorial de 1972, en el Encuentro Latinoamericano de Teología de México en 1975; Cfr. Fe Cristiana y Cambio Social en América Latina, Ed. Sigúeme 1973; 428 pp. Cfr. Encuentro Latinoamericano de Teología, Liberación y Cautiverio, México 1975, 631 pp.

(2) Cfr. V. Elizondo, La Virgen de Guadalupe como símbolo cultural, "el poder de los impotentes", en Conc. (122) 1977, 149-160; Cfr. E. Hoornaert, La Evangelización según la tradición guadalupana, en Vida Pastoral (13) 1976, 10-12.

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talismo que proclama la libertad pero que prácticamente la niega al impedir el acceso fundamental al uso común de los bienes; y dentro de una antitesis marxista que lucha por el uso común de los bienes a costa de la libertad; dentro de una situación socio-política que de aquí resulta, llena de violencias contradictorias que se desencadenan en torno a la lucha por la propiedad colectiva o privada de los bienes de producción social y que generan sistemas de terrorismo y represión a grande escala, tanto de derechas como de izquierdas (3).

En esta situación concreta de la sociedad latinoame­ricana en constante conflicto vital es donde María debe hoy ser la portadora de la buena nueva, la evangelizados por antonomasia; su proyección al futuro debe ser la res­puesta a una evangelización que integre más profundamen­te y con mayor eficacia a América Latina. Así María se­guirá construyendo la unidad eclesial dentro del reto que significa la urgencia ya sentida del paso de una sociedad todavía predominantemente agraria, a una sociedad indus­trial o post-industrial.

2. PUNTO BÁSICO DE LA HISTORIA DE LA SALVA­CIÓN

La Virgen María ha sido la formadora de América Latina al entregarnos la Palabra que forja nuestra historia de Salvación: Cristo.

Esta integralidad salvífica será sólo posible en adelan­te si las relaciones culturales que son las que nos humani­zan vitalmente, son medidas y realizadas desde Cristo. El camino a recorrer en América Latina es enorme. Y general-

(3) Cfr. CELAM, I I I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Preparación/ll. Elementos para un diagnóstico de la realidad latinoa­mericana, Bogotá, 1977; 33-46.

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mente los ojos con los que se eligen los caminos latinoame­ricanos son demasiado egoístas. El hombre latinoamerica­no aun el oprimido (todos somos bajo un aspecto oprimi­dos y bajo otro, opresores), busca su propia satisfacción, su propio provecho, sin importarle realmente el vecino. Y lo hace en el plano privado, individual, y en el plano de grupo, de razas, de naciones. El solipsismo cultural quiere realizarse en todos los campos; en el económico, en el político, en el demográfico, en el técnico, en el cien-fico, etc. No son raras las fronteras latinoamericanas eriza­das de armas ofensivas. Es absurdamente real la carrera armamentista en varios de nuestros países.

Si el horizonte cultural de nuestro Continente fuese Cristo, si El fuera los ojos del caminar latinoamericano todo cambiaría radicalmente. Y en esto consistiría la auténtica evangelización. Este cambio significaría gestar en América Latina la nueva creatura. Sería lo que, quitándole a la palabra todo el polvo que le ha acumulado la rutina, se llamase profundamente CONVERSIÓN. En esta forma, la historia de América Latina se convertiría en Historia de Salvación (4).

3. DESVIRTUALIZACION DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

En ciertos panoramas teológicos actuales que parten de determinadas posiciones cristológicas, se ha seguido la línea luterana profunda a propósito de la Redención: explícita o implícitamente se afirma que Cristo redime sólo con el ejemplo de su vida, pero no comp una fuerza real que eficazmente lleva a cabo la salvación. Cristo está

(4) Para una visión ulterior de la significación de este proceso conversivo cfr. J. Lozano, Compromiso cristiano en los confl ictos sociales en América Latina, en CELAM, Conflicto Social y Compromiso Cristiano en América Latina, Bogotá, 1976, 241-273.

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viciado esencialmente desde su categoría humana, y lo vi­ciado no puede ser causa de v i r tud (5).

Esta Cristología de mera imitación ha sido deletérea dentro del ambiente católico latinoamericano y ha llevado insensiblemente a estructurar una historia de salvación donde el hombre prácticamente es el único actor; movido, es verdad, por la imitación y seguimiento del Señor. Es el antiguo problema de la negación del "opus opera tum" a favor del "opus operantis". Es indudable para el católico la gran importancia que tiene la imitación del Señor; pero no es menos cierto que esta imitación es imposible si el Señor no realiza por El mismo la Liberación de la h u m a ­nidad y conduce así eficazmente la Historia de la Salva­ción.

Desde estas Cristologías secularizantes caemos en Ecle-siologías vacías, que di f íc i lmente superan las fronteras de un club f i lantrópico, e incluso humanitariamente revolucio­nario, que emociona candentemente frente a su líder Je­sucristo, "el subversivo de Nazaret", y desde su óptica, " compromiso " u " o p c i ó n " trata de imitarlo.

En estas Eclesiologías la figura de María no pasará de ser ot ro sentimiento más, coloreado de un rasgo cristológi-co y eclesiológico de imitación realizada en el pasado, a la vez que matizado en el presente con la conveniente ideo­logía sociológica adoptada. La posición de María en la his­toria de la Salvación en América Latina tendría así que reproducir, por supuesto que en mucho menor escala, la posición de mera imitabil¡dad que se le ha asignado a su Hijo.

(5) Cfr. Giulio Oggioni, II misterio della Redenzione, en Pontificia Facolta Teológica di Milano, Problemi e Orientamenti de Teología Dommatica, I I , Milano 1957; 280-283.

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4. POSICIÓN DE MARÍA EN NUESTRA HISTORIA DE SALVACIÓN

Sin embargo, el lugar de María no es solamente de modelo en la Historia de la Salvación, sino de imitabi l idad y eficacia. La Virgen modela la liberación latinoamericana a la vez que la produce internamente. No se trata de caer en un nuevo maximalismo, pues nos centramos en una auténtica Cristología salvi'fica a la vez que en una Ecle-siología dinámica.

Esto es, Cristo, realiza en su Pascua la salvación de la humanidad; y la humanidad unida a Cristo, dentro de su Pascua, orgánicamente realiza a su vez la salvación de la misma humanidad. La razón de esta "autosalvación" pero desde Cristo y así "heterosalvación", es que el Padre Eterno nos incorpora a toda la vida de Cristo, a su muerte y resurrección, uniéndonos a Cristo por el Amor del Espír i tu Santo. Así, nos hace volvernos salvación en una tr iple línea: nos hace volvernos palabra y anuncio de salva­c ión; nos hace volvernos palabra de alabanza y bendición; y nos hace volvernos palabra de unidad con Dios y con los hombres. Todo desde el Cuerpo orgánico de Cristo, pueblo de Dios. (6).

María, dentro de esta organicidad, reviste una unión suma con Cristo; la unión con Dios es la fuerza de donde proviene la salvación activa, el poder liberar a los herma­nos. La primera y más ínt ima unión de la creatura con Dios es la unión hipostática de la naturaleza humana de Cristo con la div inidad; después se encuentra la unión ma-

(6) Estos modos de concebir la obra de Cristo los podemos encontrar como el núcleo de pensamiento de los llamados teológicos de "la muerte de Dios"; en especial en G. Vahanian, The Death of God, The culture of our postchristian Era, New York 1961; W. Hamil ton, The New Esence of Christianty, New York 1961; P. Van Burén, The secu­lar meaning of the Gospel, New York 1963.

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ternal de María con Cristo; y a cont inuación, la unión mis­teriosa con Cristo del restante Pueblo de Dios..

Esta unión de María consiste en que el Padre la une con el Verbo por el Amor del Espír i tu Santo en tal forma, que Ella es la Madre de Jesucristo, Dios; y esta unión ma­ternal le da tal dinamicidad salvífica que con razón se le llama Madre de los que serán llamados, esto es, Madre de la Iglesia; y así, Coorredentora, Medianera, Auxi l iadora, etc.; no porque Ella salve, es cierto; es Cristo y siempre El, es el Padre por Cristo en el Espír i tu quien salva; pero Ella es la gran portadora del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo, hombre y Dios. María se encuentra situa­da así en un grado eminente de dinamicidad salvífica ins­t rumental , dentro del concierto salvífico que significa y realiza la comunión de los santos.

Toda la Iglesia salva, toda es dinámicamente salvífica, todos los llamados son salvadores de sus hermanos; son llamada para los todavía no llamados; la fuerza de su ac­ción salvífica la reportan de su unión con Cristo; por eso María, maternalmente unida a Cristo es la " l lamada mater­na l " para todos los ul ter iormente llamados. Por un lado María es igual a nosotros pues es llamada a la salvación en Cristo Pascual y así es salvadora de sus hermanos; por ot ro lado, es distinta, y la dist inción consiste en la intensidad de la llamada recibida; es la Madre del Señor y de todos los hermanos (7).

Así María, desde esta perspectiva no cabe duda que es modelo de la unión con Cristo y de la acción salvadora

(7) Esta unión de Maria con el Señor, como fuente de su acción dinámica en la Historia de la Salvación la podemos ver claramente en el cp. 8o. de la Lumen Gentium, especialmente en el n. 53; que se verá más ampliamente iluminado si se compara con la dinámica del pueblo de Dios en el capítulo 2o. de la misma Constitución, especialmente en los números 9-12.

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en pro de los hermanos; pero es modelo precisamente por­que realiza en nosotros la unión con Cristo y asi' la salva­ción de los hermanos. Es imitabi l idad y es también efica­cia; y como modelo eficaz y ejemplo dinámico, causa la salvación en América Latina.

CONVERSIÓN

Desde estas dos vertientes María significa, diríamos "sacramentalmente", la conversión de América Latina. Esto es, significa que para liberar a América Latina hay que ir más allá de la violenta discusión y acción que propug­ne la colectividad o privacidad de la propiedad. La exigen­cia ineludible es de situarse desde Cristo que vive en el latinoamericano, y a su óptica, " compromiso" , u " o p c i ó n " , tratar de resolver la relación necesidad-satisfactor que es el núcleo de la realidad confl ict iva latinoamericana en to­dos los campos y a todos los niveles. María vivió y vive desde Cristo y para Cristo; éste es el sentido de haberlo concebido primero con el corazón que con el cuerpo; y éste es el núcleo que rompe la ideología materialista que se encuentra como base de la ¡rreductibi l idad supuesta entre las diferentes relaciones de los instrumentos de pro­ducción. Genera así María una conversión que rompe los esquemas de privacía y sacralización, y part iendo del co­razón del individuo y de la comunidad, hace que la óp t i ­ca de las relaciones de producción sea Cristo y no la ex­plotación; que el hombre atienda a sus necesidades bioló­gicas teniendo como óptica a Cristo que da la vida por sus hermanos; que el latinoamericano encuentre en esta activi­dad pascual el verdadero amor y practique así la verdad fraguando la auténtica comunidad y el verdadero pueblo.

UNIDAD

María significa y realiza de esta manera la unidad de América Latina. Así como en Ella se realizó la unión de

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Dios con el hombre, así se realiza ahora también en Ella la unión de los latinoamericanos: unión de los latinoame­ricanos con el Padre por Cristo, en el Amor del Espír i tu, y así comunión de los latinoamericanos entre sí (8).

De acuerdo con la fe de Calcedonia, la unión de las na­turalezas en Cristo no empañó la divinidad ni menguó la humanidad, sino que se confiesa la perfección de ambas. Así, la unión latinoamericana en Cristo desde María, afir­ma las distintas identidades de nuestros 22 países, pero no para cerrarlas en un torpe orgullo nacionalista, sino para abrirlas mutuamente, para integrarse, para entregarse, donarse. Entrega y af irmación son las dos características de la unidad latinoamericana, cristiana y mariana.

A esta luz habrá ahora que realizarlas dentro de la complejidad nacional de la subsistencia y af irmación de un país en toda su gama cultural o humanizadora; esto es, en la dirección educacional, en la producción económica, en las relaciones de dicha producción, especialmente en las relaciones capital-trabajo, organización del producto y la producción, participación en decisiones, distr ibución, etc.; en f in , en todas las ramas que tratan de cubrir necesidades con satisfactores. Y dentro de esta af irmación nacional, las relaciones internacionales que lleva consigo, no debe­rían desdoblarse en trasnacionales opresivas, sino en una interdependencia constructiva de solidaridad justa y am-

(8) El final del número 4 del primer capítulo de la Citada Constitución conciliar resume con una cita de S- Cipriano la significación profunda del Misterio de la Iglesia como una muchedumbre congregada por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; la unidad aparece así como lo más hondo de la Iglesia, su razón más profunda de ser; del número 1 al 4 se explica esta unidad dinámica diciendo cómo se realiza por parte de Dios su unión con el hombre y cómo, en conse­cuencia, quedan así los hombres unidos entre ellos mismos. Esta uni­dad es algo del todo imposible para el hombre, y es lo que, aunque está en el anhelo de tantos esfuerzos, nunca se podrá conseguir pues a ello se opone el egoísmo humano, el pecado; la Redención y la Iglesia consisten precisamente en posibilitar esta unidad, que significa armo­nía y vida.

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plia que teja la armonía de la paz. El campo pol í t ico tiene que enriquecer así con muchos horizontes su concepción de gestor del Bien Común. Las ideologías liberal y marxis-ta quedarán muy pálidas frente a las perspectivas concretas que brotarán de Cristo. La dialéctica del antagonismo de clase, palidecerá totalmente frente a la dialéctica del anta­gonismo de conversión entre muerte y resurrección; la transformación de América Latina quedará corta frente a la recreación de la misma.

POBREZA

La act i tud vital de María se encuentra expresada en el cántico del "Magní f icat " . Todo el h imno tiene una idea, básica: Ella es la que está abajo, Ella nada tiene, se encuen­tra en pobreza. Sólo el Señor es fuerte y poderoso, sólo El salva. Todos los " r i cos" , los que se creen capaces de salvarse y salvar a los demás por sí mismos, serán deja­dos sin cosa alguna.

Esto es, la Redención es heteroredención; es cierto

que el hombre se une a Cristo y así se salva y salva;

pero fuera de Cristo, quien se afirma en su propia fuerza,

se afirma en su propia soledad como en una riqueza mal­

sana y alienante. No se trata de un estar fuera de Cristo

que signifique solamente estar fuera de su imi tac ión; no,

se trata de estar fuera del brazo salvador de Dios que obra

prodigios de liberación. Hay tantas palabras, ideologías,

demagogias que intentan salvar en nuestros días con tanta

fuerza sugestiva; llevan veneno que adormece y engaña al

pueblo; son más que opio del pueblo, pues no sólo ador­

mecen al hombre y le impiden llegar a su propia l iberación,

sino que lo embaucan y lo hacen embarcarse en empresas

de odio con la máscara de autoredentoras, y presentadas

coactivamente como las únicas esperanzas de verdadera

redención. Abundan dentro del capitalismo en su estadio

de "Seguridad Nacional" y dentro del socialismo marxista.

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El "Magní f icat " desbanca toda ideología salvadora. Propone al Señor como el único Salvador, y desde Cris­to garantiza el salvífico "estar con los hermanos", com­prometerse con ellos luchando contra toda clase de injus­ticias; económicas y no económicas; desde aquí, sí que se "contag ia" eficazmente la l ibertad de Cristo que libera hasta la muerte realizando hoy la gesta pascual. Esta es la única verdad que nos hace libres (9).

GUADALUPE

La I I I Conferencia General del Episcopado Latinoa­mericano se ha puesto bajo la asistencia y el amparo de Ma­ría en su advocación de Guadalupe (10): es la Virgen mes­tiza, el signo étnico de unidad, el cruzamiento de razas, el camino donde Oriente y Occidente se unen para el ofrecimiento confiado y pleno de Cristo a América Latina. Ella será el p ro to t i po y modelo eficaz de la nueva América Latina como unidad e integración realizadas por la conver­sión y la indivisa act i tud de adoración, en la pobreza, de nuestros 22 países. Será la garantía plena de nuestra afir­mación nacional a la vez que de nuestra mutua entrega. Por aquí se pudiera perfilar el lugar de María en nuestra historia de salvación, a la luz de Cristo, con la fuerza de la única Palabra y del único Evangelio.

* * * * *

(9) Cfr. R. Ginns, The Gospel of Jesús Christus according to St. Luke, en A Catholic Comentary to the holy Scripture, T. Nelson and Sons 1953, n. 748g. Cfr. Caroll Sthulmüller, Evangelio según S, Lucas, en Comentario bíblico San Jerónimo I I , N. Testamento, 1,315. En cuanto a la pobreza como sinónimo de piedad, verdadera adoración al Señor, no división del corazón, Cfr. J. Schmld-L.Hardick, Armut/Bibl isch-Moraltheologisch, en Lthk, 1, 878-883.

(10) Así termina el Card. Lorscheíder la presentación del documento pre­paratorio a la III Conferencia General a que nos hemos referido: "María, Madre de la Iglesia, en su advocación de Guadalupe, nos asista y nos ampare". Ibld. p. 11 , n. 48-

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Desde el cambio radical en Cristo y en la perspectiva histórica de María, camino latinoamericano de Cristo, aparece Nuestra Señora como la forjadora eficaz y el mo­delo a seguir en la nueva América Latina que esperamos. No nada más como un epílogo poético o la necesidad de sublimar la ternura femenina en un símbolo continental como María; sino como la fuerza re-creante de la fe den­t ro de nuestras situaciones económicas, demográficas, edu­cacionales, polít icas, militares, etc., que creará la unidad latinoamericana en su aceptación por el auténtico cristiano, compromet ido en erradicar el pecado del mundo entre nuestros pueblos, y realizar penosa pero seguramente nuestra l iberación.

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P.Alonso Llano Ruiz

RELIGIOSIDAD POPULAR MARIANA

YCATEQUESIS

NUESTRA SEÑORA DE AMERICA Colección Mariológica del V Centenario

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PRIMERA PARTE

La Religiosidad

Popular Mariana

Se ha querido elaborar este trabajo sobre "Religiosi­dad popular mariana y catequesis", en esta novena de años preparatoria a la conmemoración de los Quinientos años de la evangelización de América Latina y al cumplirse los Cua­trocientos años de la Renovación milagrosa de la Imagen de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, en Colombia, no solamente como un homenaje a la Virgen Santi'sima que ha caminado con nuestros pai'ses a lo largo de su corta his­tor ia, sino también para ayudar a reflexionar sobre el senti­do de la religiosidad de nuestro pueblo, tratando de pur i f i ­car lo que haya de defectuoso e impulsar lo positivo de sus devociones.

Para este objet ivo, se ha tratado de hacer este estudio y ref lexión, basados en la religiosidad popular mariana de Colombia, pero se desea apuntar más allá, o sea, que estos puntos de reflexión sirvan a toda América Latina, ya que todos nuestros países tienen una misma rai'z religiosa y un camino recorrido más o menos parecido.

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1. María en nuestra mentalidad popular

"La Tierna de la V i rgen" , llamó Pfo X I I a Colombia en su mensaje con ocasión del II Congreso mariano nacional el 16 de ju l io de 1946. En verdad, el pueblo colombiano ha manifestado poseer una gran fe religiosa, en la cual ocupa un lugar destacadi'simo la devoción a la Virgen María. En el pueblo persiste una evidente presencia de la Virgen por en­cima de todos los Santos, ocupando un especial privilegio en el corazón colombiano.

Esta devoción de Colombia a la Virgen Man'a no es de ahora, sino que se ha desarrollado a lo largo de su historia. "Man'a llegó con los descubridores a nuestra tierra colom­biana, acompañó la siembra del evangelio y ella misma echó raíces muy profundas en el terreno indígena, raíces que han ido produciendo frutos en la fe y en la vida de nuestra gente" (1) .

Leyendo localmente a Puebla, no sólo como en la Vir­gen de Guadalupe en el ámbito general latinoamericano, sino también con inf inidad de otras advocaciones, como la de Chiquinquirá, *se diría que en Colombia, "desde los or í ­genes, María const i tuyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo con quienes Ella nos invita a entrar en c o m u n i ó n " (Puebla 282).

El amor a la madre está muy arraigado en nuestro pue­blo. Pues bien, la Virgen María para él, refleja en forma su­blimada ese amor de madre. A Ella la venera como a Madre de Dios que es, concluyendo de esa maternidad divina, la maternidad universal, ya que el pueblo es consciente de

1. CONGRESO MARIOLOGICO DE COLOMBIA, Primer, "María en la Religiosidad Popular", Bogotá, p. 88 .

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que todos somos hijos de Dios. Ve a María como una per­sona que está cerca de sus hijos, por su cariño maternal, comprensión, e intercesión, al ponerlos en comunicación con la divinidad. Ella es pues, madre, medianera, ¡nteroeso-ra, protectora, socorro, auxi l io , abogada.

Pero María no sólo encarna la sublimación del valor maternal, sino también el virginal. Es por eso por lo que la Virgen, para nuestro pueblo es " la mujer más bel la" , puesto que es la única en la historia del mundo que ha inte­grado en sí dos realidades, la virginidad y la maternidad, que es imposible hallar unidas aún en la misma naturaleza: la f lor y el f ru to .

Así pues, es elevadísimo el concepto que nuestro pue­blo tiene de María, tanto que debido a un exagerado maxi-malismo en algunas predicaciones, se la ha presentado casi como una semi-diosa (2). Entre nosotros el evangelio ha sido anunciado, presentando a la Virgen como su realiza­ción más alta y se la ha llamado siempre con los términos más cariñosos: La "Madrecita del c ie lo" , la "V i rgenc i ta" , etc. La "Mest iza" se la ha denominado en algunos luga­res, en relación con algunas imágenes maríanas surgidas en la época colonial .

El pueblo, tan sensible a lo religioso, ve en María las más elevadas realizaciones del amor de Dios, lo acabamos de decir y, lo corrobora Puebla al afirmar que nuestra gente ve en María "una realidad tan hondamente humana y santa que suscita en los creyentes las plegarias de la ternu­ra, del dolor y de ja esperanza" (Puebla 291).

Además, él considera que la Virgen no es un personaje del pasado propiamente ta l , de hace dos mil años. De nin­guna manera. Es una persona viva que está a su lado, que escucha sus súplicas, que está atenta a las necesidades de sus hijos, que interviene en su historia personal, famil iar y

2. G A L I L E A , S., Varios, "María en la Pastoral Popular", Paulinas, Bogotá, p. 10.

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nacional, en una forma como natural. Su fe registra con to ­da sencillez que "Man'a no sólo vela por la Iglesia; Ella t ie­ne un corazón tan amplío como el mundo e implora ante el Señor de la historia por todos los pueblos" (Puebla 289) .

Más aún, nuestro pueblo sabe muy bien que la Virgen es el lazo de unión con la Iglesia universal. Esto es verdad bajo todo punto dé vista, puesto que "la piedad mariana ha sido a menudo el vi'nculo resistente que ha mantenido fie­les a la Iglesia, sectores que carecían de atención pastoral adecuada" (Puebla 284). Se demuestra esto por el hecho de que las campañas anti-marianas, más o menos veladas, de algunos hermanos separados, en lugar de apagar el fer­vor mariano, han servido más bien de acicate para inflamar el entusiasmo religioso del pueblo.

2. Desarrollo de la religiosidad mariana.

Desde los t iempos del descubrimiento de Colombia, a principios del siglo X V I , los españoles trajeron consigo a nuestra t ierra, una profunda devoción .mariana. No sólo designaron t í tu los marianos a muchas ciudades, poblacio­nes y aldeas, sino también a regiones enteras, montes, ríos, islas, costas, etc.; sin olvidar los nombres dados a asociacio­nes y personas.

Es curioso constatar, por ejemplo, cómo a la'primera población que se fundó en Colombia en el golfo del Darién en 1510, se le dio'el nombre de Santa María la Ant igua, co­mo presagiando la gran devoción que en el fu tu ro se ten­dría en Colombia a la Madre de Dios.

Los conquistadores que eran todos cristianos, in t rodu­jeron y adaptaron para los indígenas, todas las prácticas de devoción que se tenían en España en esa época; y de los mismos indígenas y sus prácticas tomaron pie para inculcar sus propias devociones. Por ejemplo, los mitos paganos fe­meninos de maternidad y fecundidad de los indios, fueron transformados, transfigurados y en cierta forma elevados e historizados en la Virgen María, como los ritos femeninos

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de Bachué y de la Luna. Se cuenta que en 1540 el obispo de Santa Marta, Juan Méndez, cuando era misionero en Chía, después de haber santif icado el santuario que los in­dios habían consagrado a la Luna, él lo dedico'a la Virgen María (3).

Santuarios marianos se fueron levantando aquí y allá en todo el país. Porque tanto los españoles, los indios y los negros y desde luego, las generaciones provenientes del mestizaje, palparon la acción y presencia de María en esos lugares en donde había ocurr ido un hecho mariano prodi­gioso, como en Chiquínquirá, donde la Imagen de la Virgen del Rosario se renovó milagrosamente en 1586; como en Las Lajas, al sur del país, en donde se halló pintada en una roca la Imagen de la Virgen, " la Mestiza"; como en La Peña, cerca de Bogotá, donde se encontró un conjunto es­cul tór ico mariano en el lugar más inaccesible y agreste de la montaña, etc. Todo ello manifestaba la respuesta de Ma­ría al amor sincero de sus nuevos hijos. A l menos así pensaban nuestros antepasados.

Desde un pr inc ip io, las pinturas e imágenes de la Vi r ­gen, no fal taron ni en las casas ni en las chozas, ni en los nuevos templos cristianos. Junto a la devoción a Jesucristo y algunos Santos, la devoción mariana fue tomando cuerpo poco a poco entre nuestro pueblo y se puede decir que, fue la que más fáci lmente aceptaron los indígenas y los negros. Ella cont r ibuyó enormemente a la evangelización.

Las diversas prácticas que aún se conservan entre el pueblo, en honor de la Virgen María, casi todas tuvieron su origen asimismo en los primeros siglos de la existencia del país. Ellas han marcado profundamente el carisma mariano de Colombia.

3. EGAÑA, A., "Historia de la Iglesia en la América Española", BAC 265, Católica, Madrid, pp. 4-6.

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3. Las advocaciones mañanas.

La devoción maríana en Colombia ha tenido a lo largo de estos quinientos años un desarrollo asombroso. A pesar de que en las últimas décadas ha dejado de ser tan tr in i tar ia como lo fuera durante la época colonial, cuando se mul t ip l icaron las imágenes de Man'a con lastres Divinas Personas, no obstante la prohibic ión del Conci l io de Trento de representar a la Tr in idad, ha estado fecundando siempre la devoción a Jesucristo.

Se puede asegurar que el pueblo colombiano es históri camente mariano y ha conservado celosamente la devoción a la Virgen por sobre toda clase de vicisitudes. Un 90° /o de nuestras gentes del pueblo manifiesta su amor, adhesión y devoción a Man'a, a través de alguna advocación o de algu­na imagen particular de la Virgen.

Precisamente, en el pueblo caló hondamente la imagi-nen'a española, y desde luego, la imaginería mariana. Los mismos indígenas, tan inclinados a sus mediaciones en sus divinidades, hallaron en María a aquella persona que podía comprender mejor sus angustias y sufrimientos.

Para algunos cristianos, esa advocación o imagen maña­na, es el pr incipal, si no el único vínculo religioso que ex­presan. Es preciso anotar que en todos los hogares no fal­tan las imágenes de la Virgen, comúnmente advocaciones qu se han transmit ido de padres a hijos. La imagen más ve­nerada, es como la Patrona particular de la famil ia. Ordina­riamente es una advocación de las más comunes, pero por medio de la cual se cree haber obtenido algún favor del cielo.

Lo mismo se podría decir de los templos y capillas. No obstante la fama de advocaciones de santuarios lejanos a la propia población y que desde luego han echado fuertes raí­ces en el pueblo, la imagen que más aviva el sentimiento re­ligioso de éste, es aquella del santuario más cercano o la Pa­trona de su propia población.

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El pueblo sabe muy bien que la Virgen María es la mis­ma, no obstante venerársela bajo distintas denominaciones. Porque en verdad, las advocaciones mañanas se deben con­siderar simplemente como "apel l idos" que se le dan.

Las numerosas advocaciones se distr ibuyen general­mente entre los cuatro grandes privilegios marianos. Algu­nas veces, ciertas de ellas abarcan dos o más de estos privi­legios: La Inmaculada Concepción, la Virginidad perpe­tua, la Maternidad divina y la Asunción al cielo.

3.1 La Inmaculada Concepción.

El primero de los cuatro privilegios marianos es el de la Inmaculada Concepción, que significa que María fue concebida sin pecado original. Este privilegio, a través de los cinco siglos de nuestra nacionalidad, ha sido admirado y venerado por nuestro pueblo con interés particular, por­que "ha descubierto y celebrado en María, la Inmaculada, el ideal de pureza y santidad siempre soñado" (4).

La devoción a María bajo este privilegio, parece que fue una de las grandes devociones de las épocas de la Con­quista y Colonia, cuando aún no se había def inido el dog­ma. Tomó mucho auge sobre todo desde el reinado de Car­los I I I , quien declaró a la Virgen Inmaculada como Patrona de España y de todos sus dominios.

En Colombia, durante el siglo X V I I , las disputas y dis­quisiciones que se tenían en Europa entre "macul istas" e " inmacul istas", fueron de gran resonancia. Los dominicos fueron los defensores de los primeros, y los franciscanos y jesuítas de los segundos. Se terminaron las discusiones cuando Paulo V dio un decreto por el cual se prohibía en­señar la doctr ina maculísta (5).

4. CELAM, "Documento de Consulta de las Conferencias Episcopales", Pre­paración del III Celam, Bogotá, p. 137.

5. MEJIA, M.T., "Disputas y fiestas concepcionistas en Santa Fe de Bogo­t á " , en Regina Mundi 9 (1969) 35-50.

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Se ha constatado que esta devoción a la inmaculada si­guió creciendo en el pai's aún en las primeras décadas de la época republicana. Algunos hechos lo corroboran. A l ser consagrada la'catedral de Bogotá en 1823, se puso bajo el patrocinio de la Inmaculada Concepción. Y en 1849, un lustro antes de la def inic ión del dogma, el arzobispo de Bogotá, Manuel José Mosquera, escribi'a a Pi'o IX mani­festándole lo que en Colombia se opinaba respecto de este privi legio: "En América meridional y particularmente en nuestra diócesis, es unánime el sentir de todos, de que Ma­ría Santísima fue concebida sin pecado or ig ina l " (6).

En nuestro país se ha dado, por lo tanto, un esplendor especial al 8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada quees al mismo t iempo fiesta de precepto. La víspera se hace alumbrado en las casas y calle, como tradición que se re­monta al Concil io de Efeso en el siglo V , cuando fue pro­clamado el dogma de la Maternidad divina de María. La práctica tomó nuevo impulso, sobre todo en Colombia cuando fue proclamado el dogma de la Inmaculada Con­cepción por Pío IX, el 8 de Diciembre de 1854.

En relación con este dogma se podrían nombrar, entre las advocaciones más populares en Colombia, las siguien­tes: La Virgen de Guadalupe, revelada en un lienzo al in­d io Juan Diego, en México en 1531. La Inmaculada del Mi­lagro de Tunja, venerada en el monasterio de las Concep-cíonistas desde 1628. La de la Medalla Milagrosa, a raíz de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Lábouré, en París, en 1830. La de Lourdes conforme a las apariciones de la Virgen a Santa Bernardita Soubirous en Lourdes (Francia) en 1858, cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada. En poblaciones y ciudades de Colombia se han erigido muchas grutas de Lourdes.

Numerosas comunidades religiosas, han proclamado muchas de estas devociones, entre ellas los claretíanos, con la devoción al Corazón Inmaculado de María. Esta devo-

6. CONGRESO MARIOLOGICO DE COLOMBIA, p. 8 1 .

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ción ha tomado nuevo auge después de las apariciones de la Virgen en Fátima (Portugal) en 1917, a tres pastorcítos. Tal advocación ha llegado a ser una de las más apreciadas hoy en día en Colombia, sobre todo desde hace pocos años, cuando se empezó a llevar en peregrinación por el país una imagen de la Virgen de Fa'tíma, a la cual han acompañado casi siempre, algunas palomas, fenómeno que ha atraído mult i tudes hacia la Virgen.

3.2 La Virginidad Perpetua.

El segundo privilegio mariano es el de la Virginidad perpetua de María, que consiste en el hecho deque María permaneció en la integridad de la virginidad, a saber: Antes del parto, en el parto y después del parto perpetuamente (Denz. 993).

Tocan este gran privilegio todas las advocaciones ma­ñanas que se refieren a la Maternidad divina. Es tan sabido y aceptado por nuestro pueblo creyente, este gran privi le­gio de María, que la llama a Ella simplemente con el apela­t ivo de "La V i rgen" .

Todo lo que la Iglesia Católica enseña y cree, respecto de este dogma, el pueblo lo acepta con profunda fe y res­peto. Como acabo de expresar, las advocaciones a que este privilegio se refiere, pueden hallarse en el de la Maternidad divina.

3.3 La Maternidad Divina.

Este tercer privilegio de la Maternidad divina de la Vir­gen, fue def inido como dogma católico en el año 431 en el Concil io de Efeso. La maternidad divina consiste en la real relación que la persona humana de María tiene respecto de la Persona divina del Verbo encarnado, a causa de la comu­nicación de la propia naturaleza humana, por medio de la

7. CONGRESO MARIOLOGICO DE COLOMBIA, p. 78.

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concepción virginal, de la gestación y del parto virginal (Denz. I l l a . ) .

Inspirándose en este dogma, se han desarrollado la ma­yoría de las advocaciones marianas en la Iglesia y así han tomado carta de ciudadanía en Colombia. La Virgen Ma­ría, Madre de Dios que porta en sus brazos al divino Niño, es el cuadro o imagen más famil iar de María entre el pue­blo.

Bajo este aspecto se podrían nombrar las advocaciones más conocidas: La Virgen del Perpetuo Socorro, la Virgen de Lore to , la Virgen de las Mercedes, la Virgen Auxi l iado­ra, la Virgen de la Valvanera, la Virgen de la Candelaria o de la Puri f icación, la Virgen del Buen Consejo, la Virgen de las Misericordias, la Virgen de la Macarena, la Virgen de Chestokowa, devoción ésta extendida por la popularidad del Papa polaco Juan Pablo 11; la Virgen de los Dolores, de­voción cuyas raíces habrían sido las mismas de la devoción a la Pasión del Señor.

Pero las dos más grandes devociones populares colom­bianas, son sin lugar a dudas, la Virgen del Carmen y la Vir­gen del Rosario, las cuales se suelen llamar, las dos colum­nas de la devoción mariana de Colombia.

La Virgen del Carmen

Tal vez la más popular de las advocaciones de la Virgen en Colombia, sea la de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de los transportadores; abogada de los moribundos, la t i t u ­lar de innumerables parroquias y capillas.

Es d i f íc i l comprender por qué el hondo arraigo de la de­voción a la Virgen del Carmen, considerando que los car­melitas fueron pocos al pr incipio en Colombia y hasta su único convento en Bogotá fue clausurado a mediados del siglo X V I por falta de requisitos reales. Por otra parte, las carmelitas de clausura sólo en 1606 se establecieron en Co­lombia y para esa época la devoción al Carmen era amplia-

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mente conocida. ¿Sería tal vez por la íntima conexión con la devoción a las Almas del Purgatorio que ha sido y es asi­mismo muy apreciada por los fieles?

El pueblo sigue creyendo lo que se le predicó siempre de que Ella libra de las penas del Purgatorio el sábado si­guiente a la muerte, a los que pertenezcan a la Cofradía del Carmen y lleven consigo el escapulario. Decía un campesi­no corroborando esto: "María es la mujer que siente amor por todos los seres de la tierra y es así como los saca de las penas del Purgator io" (8). Así , pues, la popularidad de la devoción al Carmen, está precisamente en relación con la promesa de sajvación que se le atr ibuye.

La Virgen del Rosario.

La otra advocación mariana por excelencia entre el pueblo, es la de la Virgen del Rosario, tanto que las más fa­mosas imágenes de la Virgen en Colombia, Chiquinquírá y las Lajas, son advocaciones del Rosario.

Los dominicos propagaron especialmente la devoción al rosario y organizaron diversas congregaciones rosariales. Los prodigios de Chiquinquírá, a partir de 1586, vinieron a arraigar plenamente esta devoción en el pueblo.

El rosario se ha rezado, al menos hasta el Vaticano I I , en el hogar y en el templo diariamente, en las horas del atardecer. También se propagó una costumbre nacida en la provincia de Aragón en España, los llamados "Rosarios de la aurora" , que se han rezado antes de la salida del sol, so­bre todo durante los novenarios, en el mes de Mayo y en las fiestas de la Virgen.

Si Puebla asegura que la identidad histórica y cultural de América Latina, "se simboliza muy luminosamente en

8. Z U L U A G A , F., "La Religiosidad Popular en Colombia", ínter 2000, Bo­gotá, p. 46.

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el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe que se yergue al inicio de la evangelización" (Puebla 446) , se diría tam­bién con mucha razón respecto de Colombia, en la Imagen de la Virgen-de Chiquinquírá, se simboliza nuestra identi­dad religiosa, porque no sólo su rostro, sino toda la Imagen fue creada con material colombiano: Fué plasmada en una tela de lana rústica de las ovejas de nuestros campos, tela tejida por nuestros indios; y fue pintada con mixturas ela­boradas de t ierra, hierbas y flores de nuestras montañas.

Dada la importnacia de la Imagen de la Virgen de Rosa­rio de Chiquinquirá, es conveniente dar una más completa explicación sobre su historia y significado, lo cual haremos más adelante.

3.4 La Asunción de María.

El cuarto privilegio mariano es el de la Asunción de Man'a a los cielos. Este dogma fue proclamado por el Papa Pi'o X I I el l o . de Noviembre de 1950, con estas palabras: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divina­mente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen Man'a, cumpl ido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celest ial" (9) .

Aunque este dogma fue def in ido relativamente en for­ma reciente, la devoción a la Asunción es de vieja data. Tal vez su festividad es de las más antiguas en la Iglesia en rela­ción a la Virgen Santísima. En Colombia, ya desde la época del descubrimiento se veneraba a la Virgen de la Asunción. Muchos templos fueron dedicados a esta advocación por parte de los conquistadores. Por ejemplo, Sebastián de Belalcázar, al fundar Popayán, ordenó t i tu lar a Nuestra Se­ñora de la Asunción.

Este dogma de la Asunción orienta la mirada del cris­t iano hacia el f inal de la vida terrena de María, para con-

9. PIÓ X I I , "Munificentissimus Deus": ASS 42 (1950) 767.

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templar el cumpl imiento en Ella de las promesas de salva­ción en Cristo. De dicho dogma no han salido muchas ad­vocaciones populares, pero sí se pueden nombrar, la misma de la Asunción y todas aquellas que vienen a ser corolarios de este privi legio, como sería las que que están en relación con el at r ibuto de Reina: Reina del mundo, Reina de los Apóstoles, Reina de la paz, Reina de todos los Santos, Reina de los Angeles, etc.

4. El Centro Mariano de Chiquinquirá.

Como un santuario mariano t ipo , quisiera presentar el de Chiquinquírá, no sólo por la circunstancia de cumplirse sus 400 años de existencia, sino también porque las refle­xiones que en la segunda parte de este estudio haremos, nos servirán de base para las demás advocaciones y santua­rios de la Virgen que existen tan numerosos en Colombia.

4.1 Apuntes sobre santuarios marianos.

Los santuarios marianos en Colombia, para venerar de­terminada Imagen de la Virgen, se podría decir que son innumerables. No hay región ni diócesis que no ofrezca dos o más santuarios, muchos de los cuales tienen su origen ya desde los años del descubrimiento y de la conquista espa^ ñola. Durante la época colonial misma se contaban por lo menos 42 santuarios marianos de cierta importancia.

Se dice que después de la evangelización realizada por los primeros misioneros, fueron los santuarios, j un to con las peregrinaciones a ellos, "el factor def ini t ivo que plasmó el carácter mariano de nuestro pueblo""1 (10).

En donde existían ermitas, capillas o templos con advocaciones de la Virgen de especial veneración, los fel i­greses y peregrinos se reunían en las fiestas principales ma-

10. CONGRESO MARIOLOGICO DE COLOMBIA, p. 98.

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nanas para ver y contemplar el rostro de la Madre de Dios, puesto que era costumbre que durante el año, "la imagen se solía mantener cubier ta" (11).

Las aglomeraciones de devotos alrededor y dentro de los santuarios, indican siempre un hecho socio-religioso que no se puede negar y que inf luye fuertemente tanto en la vida civ i l , como en la religiosa desde luego, sobre todo para mantener la religiosidad popular.

Para asegurar el cul to en los santuarios, han existido las famosas Cofradías de Nuestra Señora, que organizan las festividades patronales, las peregrinaciones, cuidan del ajuar de la Imagen de la Virgen, presiden el rezo del rosa­r io, etc. Nunca dichas Cofradías se convirt ieron en asocia­ciones folklór icas, puesto que aún se preocupan con sumo esmero en atender a la práctica de las virtudes, a la oración frecuente de los cofrades y de manera especial al ejercicio de la caridad con los pobres y los necesitados.

Después del santuario de Chiquinquirá, han tenido especial celebridad regional los siguientes: La Candelaria de Medellín (1541), Monguí (1557), la Virgen del Campo en Bogotá (1572), los Remedios o Queremal en Cali (1580), la Candelaria de Ráquira (1586). Estos santuarios tuvieron su origen en el siglo X V I .

Los principales del siglo X V I I han sido los siguientes: La Popa en Cartagena (1602), La Pobreza en Cartago (1608), La Peña en Bogotá (1685) , el de Chiquinquirá en La Estrella, Ant ioqu ia (1685).

Algunos del siglo X V I I I son estos: Manare en los Lla­nos de Casanare (1731), Las Lajas cerca a la frontera ecua­toriana (1764). La Valvanera de Sonsón (1803) es del siglo X ! X junto con los siguientes, algunos de los cuales podrían ser del siglo anterior, pero se tiene su fecha incierta: Boja-

11 . CELAM, "Iglesia y Religiosidad Popular en América Latina", Paulinas, Bogotá, -. 78.

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cá, Torcoroma en Ocaña, el Carmen de Apicalá en el Tolí-ma, varios otros escalonados a lo largo y ancho del país.

En este siglo X X han surgido muchos otros más sobre* todo bajo la advocación de la Virgen de Fátíma, así como de la Virgen Auxi l iadora, de la Virgen del Carmen y otros.

4.2 Reseña Histórica del Santuario de Chiquinquirá.

Mediaba el siglo X V I , cuando por el año de 1555 vivía cerca de Tunja, An ton io de Santana, un español a quien por sus servicios durante la época de la conquista, le ha­bían dado las encomiendas de Sutamarchán y Chiquinqui­rá, en donde levantó sendas capillas. Posteriormente encar­gó al hermano dominico Andrés Jadraque, catequista de los indios de Sutamarchán, que le hiciese pintar una ima­gen de la Virgen del Rosario a- la que veneraba mucho. Fray Andrés contrató entonces en Tunja al p intor Alonso de Narváez para realizar la obra.

El pintor escogió una pieza de algodón tejida por los indios de la región. En ella p intó a la Virgen del Rosario que portaba al Niño Jesús en uno de sus brazos. El trabajo fue realizado al temple, mezclando tierras de diferentes co­lores, añadiendo el zumo de flores y hierbas. Como la pieza de algodón era más ancha que larga, pintó a San An ton io

de Paduaa la derecha de la Virgen, en honor de An ton io de Santana y , a San Andrés Apósto l , a la izquierda, en honor de fray Andrés Jadraque.

El cuadro contiene por lo tanto, cuatro imágenes pr in­cipales: La Virgen María, el Niño Jesús, San An ton io de Padua y San Andrés Apósto l . La Virgen fue pintada al cen­t r o , un poco vuelta hacia la izquierda, en act i tud de alguien que camina y apoyada en una medialuna. Le cubre la ca­beza una toca blanca, luce una hermosa túnica roja y un manto azul celeste. No tiene más adornos que un Rosario que cuelga del dedo meñique de la mano izquierda. Des­pués de su coronación, luce una hermosa corona con pie­dras preciosas, en forma de diadema y , en su mano derecha un cetro de oro.

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El aire de la Virgen es solemne y majestuoso como el de una reina, rodeada de un iris de resplandores. A l mismo t iempo se aprecia en ella una act i tud modesta que mani­fiesta una gran dulzura que se desprende de sus ojos entreabiertos que miran al N iño , al que carga en su brazo izquierdo. Parece así indicar que es en Cristo en donde se deben centrar todas las miradas.

El Niño Jesús suelta de su mano un pequeño rosario y sostiene del dedo índice de la mano derecha un hermoso pajaril lo de variados y vivos colores. El bello animali to vie­ne a quedar sobre el pecho de la Virgen. Cuando la corona­ción de la Imagen de la Virgen de Chiquinquirá, también le fue colocada al Niño-una hermosa corona de oro con pie­dras preciosas.

San An ton io de Padua vestido con un tosco hábito azul, tiene calada la capucha y sobre un l ibro cerrado que porta en la mano izquierda, ostenta un Niño Jesús desnu­do, que tiene a su vez en su izquierda un pequeño globo te­rrestre que bendice con la derecha. El Santo ostenta en su mano derecha un l i r io, símbolo de la castidad.

San Andrés Apóstol aparece grave y majestuoso, en ac­t i tud de leer atentamente en un l ibro abierto del evangelio. Sostiene al mismo t iempo con la mano izquierda una cruz en aspa, si'mbolo de su mart i r io (12). Todo el cuadro mide 1.13 m de alto por 1.26 m. de ancho.

Con gran júb i lo fue colocada en 1556 la Imagen de la Virgen asi' pintada, en la capilla de Sutamarchán y ante ella, los indios de esa encomienda aprendieron a rezar el rosario, y los españoles cumplían con sus piadosas devocio­nes. La Imagen de la Virgen del Rosario y fray Andrés Ja-draque, vinieron a ser el alma de la vida espiritual de la región, hasta que los superiores mandaron al buen fraile a catequizar otras comarcas.

12. MESANZA, A., "Nuestra Señora de Chiquinquirá y monografía histórica de la V i l la " , Imp. Eléxtríca, Bogotá, p. 26ss.

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Con la ausencia de fray Andrés, fue decayendo el cul to en la capilla, deteriorándose su techo debido a las lluvias constantes, amenazando ruina. Por las goteras que se for­maron, cayó el agua que empezó a dañar la Imagen de la Virgen. A esto se unió la acción del sol y del viento que penetraban por todas partes.

Fue tal el deterioro de la Imagen y se veían tan poco los personajes al l í pintados, que en 1565, a Juan de Legui-zamón cura de la región, le pareció impropio tenerla en la capilla y la hizo quitar de al l í , remplazándola por una Imagen de Cristo Crucif icado. Como la Imagen de la Virgen había desaparecido casi completamente, el lienzo lo emplearon para varios menesteres: "Rodó de pieza en pie­za; algunas veces servía para secar al sol tr igo o maíz; otras para tapar las ollas' ' (13).

Un historiador asegura que "por el año de 1576, se re­conoció que la Imagen de Nuestra Señora del Rosario esta­ba tan desfigurada, borrada y perdidos sus colores, de ma­nera que parecía muy antigua porque el lienzo en que esta­ba pintada, estaba ya muy maltratado y con seis roturas" (14).

En 1579, a la muerte de An ton io de Santana. su viuda Catalina de Irlos, se trasladó a sus propiedades de Chiquin­quirá, envolviendo en el lienzo algunos objetos que llevaba. A l l í la Imagen cont inuó su calvario y la tuvieron en total abandono.

Siete años después, en 1585, llegó a la aldea de Chi­quinquirá una piadosa española, pariente del d i fun to An to ­nio de Santana, llamada María Ramos, oriunda de Guadal-canal en España. A l establecerse en casa de Catalina de Irlos, buscó un lugar a propósito para orar y encontró un

13. MORA, F., "Historia de los Santuarios Marianos en Colombia", Tomo I, iVíundo al di'a, Bogotá, p. 19.

14. BUENDIA, P., "Verdadera histórica relación de la renovación de la Vir­gen de Chiquinquirá", Madrid, p. 20.

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pequeño oratorio construido hacía unos 30 años, pero que se hallaba tan descuidado que entraban en él todos los aní­males de la finca, porque hasta carecía de puerta. A l entrar en él , vio en el suelo un bastidor desarmado, con una ima­gen tan rota, ajada y destruida, que no pudo saber a qué Santo representaba.

Entonces fue -cuando Catalina de Irlos le explicó a Ma­ría Ramos que aquella pintura había sido de la Virgen del Rosario y le narró las vicis-itudes por las que había pasado el cuadro. María Ramos se afligió mucho por el descuido con la Imagen de la Virgen y ayudada por una india, com­puso el marco lo mejor que pudo, lo co\ocó sobre el altar de la estartalada capíllita y lo aseguró con unas cañas y un grueso cordel. Desde ese momento, el pequeño oratorio se transformó de nuevo en capilla en honor de la Virgen.

4.3 El Milagro de la Renovación.

Creo que lo más oportuno aquí para conocer mejor el acontecimiento de la milagrosa Renovación de la Imagen de la Virgen de Chiquinquirá, es transcribir lo que el histo­riador Andrés Mesanza narra al respecto, ya que él es a quien la mayoría de los escritores han acudido en busca de referencias sobre este acontecimiento.

"Consolada María Ramos por ver el curciro libre de los animales y en sitio más decente, frecuentaba la capilla y apenas entraba a hacer oración, con muchas lágrimas signi­ficaba a la Madre de Dios el pesar que sentía porque no veía ni un rasgo siquiera de su Imagen,entre las líneas de la pintura.

"Miraba y volvía a mirar el cuadro, y como no viese lo que tanto anhelaba, decía: "Hasta cuándo, Rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día que os manifestéis y dejéis ver al descubierto, para que mis ojos se regalen con tan soberana hermosura, que llena de gustos y alegrías mi alma?" Estas afectuosas deprecaciones repetía

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la piadosa española todos los di'as, hasta que por f in fueron benignamente escuchadas.

"Continuaba María Ramos con sus piadoso ejercicios y, habiendo estado retirada en la capil la, como de costum­bre, el 26 de Diciembre de 1586, entre las ocho y las nueve de la mañana, después de haber orado la devota más de dos horas, pidió a la Santísima Virgen con mayores instancias que nunca, se dignase manifestar su Imagen en aquella tela destrozada. Levantóse de su asiento para salir de la capilla y visitar a una pobre ciega e hizo una profunda reverencia. En este mismo momento pasaba por ahí una india con un niño de la mano.

" A l pasar por la puerta de la capilla di jo el niño a la mujer que lo llevaba: " ¡ M i r e , m i r e ! " Miró la mujer hacia el altar de la capilla y vio que la Imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie, y despidiendo de sí grande luz, que llenaba de claridad toda la capilla.

"Quedóse asombrada la india y asustada di jo en altas voces a María Ramos que iba saliendo del orator io: "M i re , mire, señora que la Madre de Dios se ha bajado de su sit io y está en vuestro asiento y parece que se está quemando! " Volv ió María Ramos la cara y vio que el cuadro estaba de la manera que se le decía. Admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro y derramando lágrimas, fue co­rriendo al altar y arrojándose a los pies de la Santísima Vir­gen, con mucho temor puso sus ojos en Ella y vio cumpl i ­dos sus deseos, pues estaba patente la Imagen de la Madre de Dios, con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandísimo resplandor, pues, bañando de luz a los Santos que tenía a los lados, lle­naba de claridad toda la capilla y a María Ramos de un ce­lestial consuelo.

"Estaba la milagrosa Imagen un poco inclinada hacia el altar en el mismo sitio en el que la piadosa Ramos solía es­tar de rodillas y acababa de orar. Tenía el rostro muy encen­d ido, San Andrés y San An ton io muy mejorados de fac-

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ciones y, toda la pintura renovada completamente. Sin em­bargo, quedaron por entonces en el cuadro las roturas y pequeños agujeros que antes teni 'a" (15). Hasta aquí el historiador Mésanza.

Cuenta a su vez el historiador Buendi'a que "cuando María Ramos vio a la bendita Imagen despidiendo celes­tiales resplandores, la Santísima Virgen le habló desde don­de estaba. Apagáronse los resplandores y el humo que des­pedía la milagrosa Imagen desapareció, y después de una hora, con mucho temor y reverencia, alzaron el cuadro y colocáronlo en el lugar en que estaba antes" (16). Se dice asimismo que durante todo ese día 26 de Diciembre, el ros­t ro de la Santísima Virgen estuvo como encendido, que­dando después toda la Imagen con toda la claridad y con los lineamientos que ha tenido durante estos cuatro siglos.

"Todos los habitantes de los alrededores de Chiquin-quirá, acudieron ese día y los días siguientes, a presenciar el inusitado prodigio y a dar gracias a Dios por el favor tan grande de la renovación del cuadro. Uno de los primeros que acudió a la capilla de Chiquinquirá, fue el cura doct r i ­nero de Sutamarchán, el Padre Juan de Figueredo.

4.4 Devoción a la Virgen de Chiquinquirá.

En el mes de Enero de 1587, el Padre Figueredo de quien dependía pastoralmente el caserío de Chiquinquirá, l lamó a Alonso Ind io, cacique de los indios Coas que vivían a unos tres ki lómetros del caserío, los cuales se habían con­vert ido al cristianismo hacía sólo diez años. El Sacerdote ref ir ió a los indios el prodigio de la Renovación de la Ima­gen de la Virgen, instándolos a que levantaran al l í una capi­lla a la Madre de Dios, a f in de poner en ella la venerada Imagen.

15. MEÍ..-.-¡¿A, p. 28-29. 16. BUENDIA, p. 29.

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A l oir estas cosas los indios, con el cacique a la cabeza, fueron a Chiquinquirá a ver la Imagen, se postraron devota­mente ante ella y se compromet ieron a construir la capilla. Habiendo trabajado con gran entusiasmo, a mediados de 1587 la capilla estaba levantada. Detrás de ella hicieron asi­mismo una vivienda para María Ramos a quien el Padre Figueredo encargó del cuidado de la capilla y de la Santa Imagen.

La jerarquía eclesiástica comprendió desde el pr incipio el valor evangelízador de ese santuario y lo rodeó del ma­yor interés. Dos años después de la Renovación, en 1588, el arzobispo de Santa Fe de Bogotá, en cuya jur isdicción quedaba Chiquinquirá, lo visitó acompañado de varios sa­cerdotes y promovió la devoción a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, después de que se hicieron las investigacio­nes canónicas para la verif icación de la realidad del milagro de la Renovación.

Un cuarto de siglo después en 1613, el arzobispo Her­nando Arias de Ugarte, ordenó el cul to a la Sagrada Ima­gen, preocupándose para que dicho cul to fuera digno de la Madre de Dios. Por su parte el arzobispo Bernardino de A l -manza, en ocasión de la peste de 1633, ordenó llevar la Imagen de la Virgen hasta Bogotá, con lo cual la calamidad pública cesó (17).

Con sorpresa se constató que por todo el país, por toda América y aún por España, se propagó la devoción a esta Imagen de la Virgen del Rosario, tanto más que Chiquin­quirá era un lugar apartado y desconocido, aún en la mis­ma Colombia. Además, la Santa Imagen no es que sea un pr imor de arte, puesto que se nota una cierta rudeza de pincel, como para demostrar que todo el atractivo que la Sagrada Imagen de la Virgen inspira, es sobrenatural.

Cuando la independencia polí t ica del país a principios del siglo X I X , los patriotas se acogieron e invocaron en los

17. E G A Ñ A . p . 526.

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momentos de mayor peligro a la Santísima Virgen. Precisa­mente cuando el 16 de Jul io de 1813 se declaró la indepen­dencia de Bogotá, por votación pública se decretó a la Vi r ­gen María como la Patrona del país (18).

En los momentos más difíci les y graves de la historia de la nación, el pueblo manifestó siempre que sentía cer­cana la presencia de María. Un ejemplo entre tantos: Cuan­do la pacificación española de Pablo Mor i l lo (1813-1815), t iempo en el cual se derramó tanta sangre colombiana, el general patriota Serviez, aunque se decía incrédulo, se llevó con su ejército la Imagen de la Virgen de Chiquinquirá, pa­ra atraer gente a sus fi las, pensando que la devoción que se tenía a la Virgen, atraería más partidarios a la causa de la independencia (19).

Muchos han sido los templos y parroquias que en el país han tomado como t i tu lar o patrona a la Santísima Vir­gen de Chiquinquirá. En 1829 la Santa Sede declaró como Patrona de la Gran Colombia, o sea, Colombia, Venezuela y Ecuador, a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá. A l celebrarse el primer centenario de la Independencia de Colombia en 1919, fue coronada la Sagrada Imagen con corona de oro, colocándosele un cetro también de oro, como Reina de Colombia, en el Congreso Mariano Nacio­nal en el año de 1942.

5. Prácticas devocionales Marianas.

Nuestro pueblo considera en su religiosidad, a la Virgen María, como infalible intercesora ante Dios. Para ganarse más fáci lmente el favor de la Virgen, trata de ser fiel a las devociones marianas, tanto las nacidas dentro del pueblo mismo, como las organizadas por la jerarquía. Por lo tanto , bueno es anotar aquí al menos las prácticas devocionales más corrientes.

18. CELAM, "Iglesia y Religiosidad popular en A . L . " , p. 97.

19. BERMUDEZ, J.A., "Compendio de Historia de Colombia", Cromos, Bo­gotá, p. 139.

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5.1 Plegarias Marianas Populares.

La religiosidad de nuestro pueblo centra su devoción en la invocación frecuente de María y se dirige a Ella sobre todo para impetrar los favores que más necesita. En los pe­ligros de toda índole, tentaciones y dif icultades, el pueblo expresa en alta voz invocaciones que a menudo se tornan en muleti l las: ¡La Virgen me ampare! ¡Ave María purísi­ma! ¡Virgen Santísima protégeme! etc. En el occidente del país, existe la expresión " ¡ A v e m a r i a ! " que se pronuncia como una simple interjección para hacer más verídicas las afirmaciones o para manifestar asombro.

El rezo de la salutación angélica es frecuente, pero so­bre todo la devoción a las tres Ave Marías, con el f in de ob­tener la protección en alguna di f icul tad y para evitar las in­sidias del demonio de quien María es la más fuerte enemi­ga. El pueblo la reza ordinariamente al acostarse y al levan­tarse.

Después del Ave María, es la "Salve Regina" la oración más popular. Esta oración parece que fue compuesta por Pedro de Mezonzo, obispo de Compostela, España, a f ina­les del siglo X (20). Por su sencillez, su belleza oracional y al mismo t iempo profundidad teológica, ha tenido una am­plia difusión en la Iglesia y sobre todo entre la gente del pueblo.

Otra costumbre que aún perdura en algunos de los pue­blos y parroquias rurales, es el canto colemne de la Salve, que se hace durante las novenas de las fiestas marianas y sobre todo los sábados en el templo al atardecer.

Hasta hace pocos lustros se tenía la costumbre de rezar el Magníficat, en los momentos de tempestad y al ser una oración de imprecación, nació de ello la expresión " le can­tó la magníf icat" , cuando alguien llamaba severamente la

20. POZO, C , "María en la Escritura y en la fe de la Iglesia", BAC popular, Madrid, p. 162.

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atención a o t ro . Las Letanías Lauretanas, las reza el pue­blo generalmente luego del rezo del Rosario, durante las procesiones y en las rogativas para pedir buen t iempo para las cosechas.

El Ángelus Domin i es otra plegaria mariana que hunde sus rafees en la primera mitad del siglo X I V . Hasta hace po­cos años servi'a a los cristianos para una breve interrupción del trabajo y para un momento de oración, que se puede apreciar en el famoso paisaje pintado por el francés Mil let y que se t i tu la "el Ángelus". El sonido mismo de las cam­pañas a las seis de la mañana, ai mediodía y a las seis de la tarde, daba un momento de alegría en la dura fatiga cot i ­diana. Esta tradicíón.se conserva aún en algunas partes.

Otra de las grandes prácticas marianas es el rezo del Santo Rosario. Se dice que nuestro pueblo profesa los mandamientos marianos del rosario y del escapulario; indi­cándose con esta expresión la importancia que el pueblo les ha dado a estas dos formas de piedad. La forma del rezo del rosario, parece que se d i fund ió más ampliamente en la Iglesia desde el siglo X V y llegó a Colombia con los con­quistadores en el siglo siguiente.

El rezo del rosario ha permanecido en Colombia como práctica mariana a pesar de los adversarios que ha ten ido. Los más devotos de este rezo son las personas maduras y los ancianos. Siendo el cristianismo en cierta manera una religión de adultos, los niños y los jóvenes lo viven en un caminar hacia la adultez. Es por eso por lo que, cuando ellos la alcanzan, logran hallar el sentido y la necesidad de las prácticas religiosas y entre ellas la del rezo del rosario.

Ordinariamente los fieles rezan el rosario en el templo , en el hogar, en las procesiones, en los velorios. Los t iempos más comunes para su rezo son: en las horas de la tarde el llamado "rosario vespert ino" y en las horas de la mañana, el "rosario de la aurora" .

En cuanto al rezo de las Novenas, hay que reconocer que nuestro pueblo es muy adicto a ellas. Muchas veces se

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rezan en forma privada, pero sobre todo participa en las que se hacen en el hogar y en el templo. A l hacer un estu­dio sobre el uso de las Novenas, se constata que se pide a la Virgen que Ella alcance el perdón de los pecados, la enmienda de la vida y la perseverancia en la gracia. Este es un trasfondo general de toda novena escrita, que manifies­ta la humi ldad, la solidez de la oración y la sinceridad de la súplica.

Se puede asegurar, casi sin lugar a dudas, que cada ad­vocación y santuario mariano, tiene su Novena part icular, todas más o menos con un esquema común: Oración pre­paratoria, lecturas de reflexiones piadosas ilustradas con ejemplos, el canto o rezo de los "gozos" y una oración pa­ra ctHa día, terminándose con una oración f ina l .

Existen otras formas de Novenas, como aquellas que se denominan "Rosario de la conf ianza" , que consiste en cin­cuenta invocaciones marianas, interrumpidas en cada dece­na por un Gloria Patri y una estrofa de la novena de la Vi r ­gen. Otras Novenas consisten simplemente en rezar una de­terminada oración durante nueve días seguidos. Todas las Novenas tienen como f in específico pedir alguna gracia particular a la Virgen.

5.2 Imágenes y Reliquias Marianas.

La presencia de María la hace manifestar el pueblo con la expresión iconográfica. En nuestros templos de hecho ha habido una profusión de imágenes y advocaciones maria­nas.

Ese cul to a las imágenes de María se ha desarrollado grandemente en nuestro pueblo. No sólo los templos -cuando no ha habido acción iconoclasta- están llenos de imágenes de la Vi rgen, muchas de ellas bellas y artísticas, sino que en los mismos hogares la imagen de la Virgen pre­side el desarrollo de la vida famil iar. En muchas partes no falta tampoco la ¡magencita en el jardín de la casa y aún en

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ciertos lugares la gruta de la Virgen de Lourdes o de Fáti-ma, que ya se han hecho tradicionales.

A la entrada y salida de las poblaciones hay erigido un monumento a la Virgen, algunos de ellos de gran renombre en la región. En las cumbres de los cerros asimismo, se le­vantan estatuas a la Virgen Santfsima, sobre todo frente a las ciudades y pueblos y allí' se acude en piadosa romería regularmente. Algunos de ellos trascienden en renombre lo­cal, como el del Cerro de Guadalupe en Bogotá erigido como recuerdo del I Congreso Mariano Nacional en 1919 y el de la Virgen de los Andes en Cali, por nombrar sólo dos.

Antes del II Congreso Mariano Nacional de 1942, se hi­zo una campaña mariana ta l , acogida jubilosamente por el pueblo, que el país quedó sembrado de estatuas de la Vi r ­gen, por todas las carreteras y caminos. Esta práctica se ha cont inuado hasta hoy. Un autor lo corrobora de esta mane­ra:

"La experiencia de la madre como sombra protectora a través de los caminos de la vida, quiere verla reproducida en una dimensión trascendente, colocando Imágenes de la Virgen en la encrucijada de los caminos, en las altas cimas de las montañas y al borde de los abismos en las carreteras, ante cuya Imagen se detienen los camioneros a encender a sus pies un cir io v o t i v o " (21).

El fervor maríano del pueblo ha hecho que las Imáge­nes de la Virgen de su mayor devoción, sean coronadas con aprobación de la Santa Sede. Muchas de las Imágenes vene­radas en los templos y santuarios marianos son de aque­llas vestibles y como el pueblo plastifica cuanto siente, es por eso por lo que tales imágenes tienen un r iquísimo ajuar de sedas, vestidos, túnicas, mantos, joyas, coronas, etc.

A la Virgen no se la considera estática. Además de las tradicionales procesiones que se realizan cortsus imágenes.

2 1 . Z U L U A G A . p . 15.

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muchas son llevadas de casa en casa, o de pueblo en pue­b lo , para reavivar la fe de los fieles.

Un ejemplo t íp ico lo tenemos en una imagen de la Vir­gen de Fátima, regalada a Colombia por el obispo Juan Ma­nuel González, quien en 1948, poco después del tr istemen­te célebre 9 de Abr i l de ese año, mandó fabricar una répli­ca de la imagen que se venera en Fátima y la envió a Mede-I I ín; imagen que fue llevada a numerosos pueblos y ciuda­des del país, produciendo gran conmoción nacional ñor el fervor que manifestaron los fieles al acogerla en las parro­quias.

Nuestro pueblo tiene asimismo un gran aprecio por las " re l iqu ias" . Se da este nombre en Colombia, a los escapula­rios, medallas, estampas, cintas tocadas a las imágenes sagradas u objetos que han sido bendecidos por los sacer­dotes. Entre las diversas clases de escapularios, aquél que la gente porta con más frecuencia es el del Carmen. Se lleva como signo de devoción y como cierto seguro de salvación. En este sentido no faltan quienes lo usen como algo mági­co, lo cual viene a ser supersticioso, pues se tiene la f i rme certeza de que por haberlo llevado durante la vida, se obtiene ipso facto el morir en gracia de Dios,ser l ibrado de las penas del inf ierno, ser sacado del Purgatorio el sábado siguiente a la muerte y acceder a la salvación eterna.

El problema del uso supersticioso del escapulario radi­ca sobre todo en el hecho de que a menudo, el l levarlo, va acompañado de una vida licensíosa y a veces cr iminal . Se citan bandoleros que llevando escapularios y medallas, ma­taban y robaban, y no obstante tenían la convicción de que se salvarían por haber llevado al cuello esas reliquias.

Tanto los escapularios como las demás "re l iquias" son llevados colgados al cuello o en la solapa del vestido, en los bolsillos o en las billeteras. Muchos conductores suelen co­locar imágenes en el interior de sus vehículos. Más que sacramentales se convierten para no pocos en simples amu­letos que en casi nada se diferencian de los que portan las personas no cristianas.

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5.3 Festividades y Asociaciones Marianas.

Las festividades mañanas populares siguen teniendo en el pai's el mayor relieve. No sólo las festividades litúrgicas, o sea, las que se hallan en el calendario eclesiástico, sino también otras que han surgido a través del t iempo del amor mariano del pueblo.

En general, las festividades tienen un carácter públ ico, mientras que las devociones carácter privado. Pero unas y otras son manifestaciones populares y una herencia valio­sísima, como decía Juan Pablo I i en Chiquinquirá: " La de­voción mariana, característica de toda la historia c'a Colombia, forma ya .parte de vuestra alma nacional y es tesoro preciado de vuestra cu l tu ra" (22).

Entre las principales festividades marianas se podrían señalar las siguientes. En primer lugar aquellas que son con­memoración de acontecimientos de la vida de la Virgen y de sus privilegios: Inmaculada Concepción el 8 de Diciem­bre; Anunciación el 25 de Marzo; Visi tación a Santa Isabel el 31 de Mayo; Maternidad divina el 1 de Enero; el Corazón Inmaculado de María el 22 de Agosto; la Puri f i ­cación o Candelaria el 2 de Febrero; la Virgen de los Dolo­res el 15 de Septiembre; la Asunción de María al cielo el 15 de Agosto; y María Reina el 22 de Agosto.

En segundo lugar, aquellas que. están en relación con la vida de la Iglesia y son intervenciones especiales de María frente al pueblo crist iano: La Virgen de Loreto el 10 de Di ­ciembre; la Virgen del Carmen el 16 de Ju l io ; la Virgen de las Mercedes el 24 de Septiembre; la Virgen del Rosario el 7 de Octubre; la Virgen del Perpetuo Socorro el 16 de Junio ; la Medalla Milagrosa el 27 de Noviembre; María A u ­xi l iadora el 24 de Mayo; la Virgen de Lourdes el 11 de Fe­brero; y la Virgen de Fátima el 13 de Mayo.

22. JUAN PABLO I I , "Homilía en Chiquinquirá", 5.

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En tercer lugar, aquellas festividades que están en rela­ción directa con Colombia: La Virgen del Rosario de Chi­quinquirá, Patrona y Reina del país, el 9 de ju l io ; la Virgen de Guadalupe, Patrona de América Latina, el 12 de Diciembre; la Virgen del Pilar de Zaragoza que es la Patro­na de la Hispanidad, el 12 de Octubre; la Virgen del Rosa-río de Las Lajas, el 15 de Septiembre; y otras también loca­les de grande importancia en diversas regiones de la patria.

Como festividades habría que considerar también los "Sábados Marianos" y el "Mes de Mayo" . Los fieles dedi­can especialmente los Sábados a honrar a la Virgen y tanto caló esta costumbre en el país, que en 1952 la Santa Sede concedió licencia para celebrar una Misa votiva solemne el primer sábado de mes en honor del Corazón Inmaculado de María.

Cada año el "Mes de Mayo " está dedicado particular­mente a honrar a la Santísima Virgen. Es el mes de las flores y con éstas se adornan sus altares, ante los cuales los fieles realizan sus actos devocionales todos los días del mes. El "Mes de Mayo " es una fuerte llamada cristiana inspirada en la Virgen, para todos los creyentes.

Para nuestro pueblo las más grandes festividades maria­nas son las "Fiestas Patronales"que ordinariamente se cele­bran en honor de alguna advocación mariana, aunque tam­bién en honor del Señor o algún Santo. La "Fiesta Patro­na l " es aquella en la cual se destaca más la función social del pueblo, puesto que al lado de las funciones religiosas, se programan otras actividades más, generalmente de t ipo cultural y para regocijo de todos. En lo religioso, el día principal, va precedido por una novena o t r iduo u otros ac­tos religiosos, con su marcada proyección social, sobresa­liendo de todas maneras lo religioso.

En las parroquias más fervorosas, los fieles casi todos se ponen "en gracia de Dios" , con la confesión y comunión para darle esplendor espiritual a la fiesta. Cada día de la novena en la tarde, se hace una procesión, se reza el rosa­r io, se canta la Salve y se celebra la Misa, dentro de la cual

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hay una homih'a a cargo de un renombrado predicador. Después de estos actos en el templo, se realizan en la pla­za los fuegos artificiales que realzan externamente las fies­tas, mientras la banda pueblerina alegra con su música el ambiente. El di'a clásico, antes de la Misa solemne, se hace una gran procesión con la Patrona, por las calles principa­les de la población, con asistencia de todas las entidades e instituciones, al son de la música, cantos, oración y pólvo­ra.

Para llevar a cabo estas fiestas se organizan las "Cofra­días" que son grupos de personas encargadas de rendir cul­to de veneración a la imagen de la Patrona. También se establecen los "Al féreces" o "Mayordomías" que son per­sonas que asumen la responsabilidad de organizar toda la festividad. Estos son nombrados al finalizar la fiesta de cada año, para que tengan t iempo suficiente para preparar la del año siguiente.

Son también festividades marianas una serie de activi­dades eclesíales y populares, en las que se celebran de manera especial las glorias de Man'a y se reflexiona sobre su vida y privilegios. Entre ellas están los "Congresos Marianos". Tanto en las festividades como en los congre­sos, el pueblo toma activa parte y es en función de él que se celebran. También existen asociaciones piadosas en las que participa el pueblo. Ya desde el t iempo colonial han existido varias de ellas. Son las "Congregaciones Marianas", las "Hijas de Man'a", las "Madres Catól icas", la "Legión de Mar ía " , etc. Las Congregaciones Marianas fueron in t rodu­cidas por los jesu ítas en el siglo X V I I , para las diversas cla­ses sociales y las diferentes razas del país.

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SEGUNDA PARTE

Orientación y Catequesis

de la Religiosidad

Mariana

La Iglesia viene exigiendo desde el Vaticano II una rec­ta orientación y catequesis de la Religiosidad Popular. Juan Pablo II ha repetido esto en su reunión con el CELAM en Bogotá el 2 de Jul io de 1986: "Si la Iglesia no reinterpreta la religión del pueblo latinoamericano, se producirá un va­cío que lo ocuparán las sectas, los mesianismos polí t icos secularizados, el consumismo que produce hastío e indife­rencia o el pansexualismo pagano".

La Religiosidad Popular no puede escapar a una acción no sólo de verif icación y de estudio, sino también de reno­vación y por ende de una buena catequesis. Para el caso de la religiosidad mariana es tanto más urgente ya que Puebla nos ha recordado que María es la que nos va educando en la fe, la que cuida que el evangelio se encarne en nuestra v i ­da, la pedagoga del evangelio (P. 290).

Es por eso por lo que en estos parágrafos, quisiera dar algunas orientaciones y algunas pistas para la catequesis, que puedan servir de acrecentamiento de la devoción a la Virgen y de crecimiento en la vida de fe de nuestro pueblo.

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1. Catequesis de la mentalidad mañana popular.

Si el misterio de Mari'a ocupa un lugar privilegiado en la religiosidad popular, es porque nuestro pueblo se esfuer­za por ser cristiano, viviendo así el pensamiento de Pablo V I : "Si queremos ser cristianos, debemos ser maríanos" (23). Tratando de que el pueblo siga mirando muy de cerca la figura viviente de María, de esa forma se pueden dar nue­vos pasos de f idelidad a Cristo en esta nueva fase de la nue­va evangelización en la cual estamos todos empeñados.

1.1 Culto mañano subordinado a Cristo.

En la actualidad-hay una tendencia a mirar a la Virgen María en relación a la persona y a la sociedad humanas y ello es aceptable. Pero conserva su importancia capital el ahondar en la imagen de María en su relación a Cristo, por­que sólo así, la dirección antropomorf ica podrá emprender caminos nuevos y tendrá verdadero sentido.

Esta relación de María a Cristo, es preciso hacerla resal­tar continuamente en la catequesis. Las orientaciones de la Iglesia a este respecto son continuas: "María nos lleva a Je­sús; nos lo muestra como Maestro y Salvador; nos invita a meditar sus misterios y a vivirlos en nuestra propia expe­r iencia" (24).

Por lo tan to , el culto de hiperdulía que se t r ibuta a la Virgen, superior a aquél de dulía que se dirige a los demás Santos, no debe de ninguna manera superar ni por asomo al de latría que sólo es debido a Dios. No hay indicios en nuestro pueblo de que ello suceda, pero al considerarla nuestra gente como "el punto de enlace entre el cíelo y la t ier ra" (Puebla 301) , puede existir la tentación de ponerla por encima de Cristo, al esperar todo de Ella, haciendo caso omiso de que su acción es sólo de intercesión y aún de

23. POZO, p. 169.

24. JUAN PABLO I I , "Homilía en Chlqulnquirá", 5.

5 2 %

mediación pero Subordinada ésta a la mediación por exce­lencia que es la de Cristo (LG 62).

Sabemos que la historia de la redención se inició con el " f í a t " de María en la Anunciación, lo que indica que Ella es, en el Plan de Dios, un fermento en la Iglesia. Mirándola y siguiéndola, se llega necesariamente a Cristo. Ella es reve­ladora de Cristo y camina con la Iglesia llevando los fieles a El , nos lo ha recordado el Papa: "María sigue siendo la Madre del Señor, la que lleva por los caminos del mundo, irradiando la salvación, a Aquél que es el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios cercano que ha venido a habitar en medio de los hombres" (25). A q u í se puede hablar, no propiamente de mediación de María, sino de "modelo de intercesión".

Es importante mostrar a los fíeles también, que no es que María esté más cerca de ellos y que el Señor está más lejos, sino que estando en la esfera de María, se está dentro de la esfera de Dios. "Cada encuentro con María, se resuel­ve en un encuentro con Cr is to" (26).

Respecto de la predicación se ha constatado que en el pasado, un exagerado maximalísmo presentó a la Virgen como una semí-diosa. Ahora algunos pecan en el sentido contrarío, pues existen catequistas y predicadores que ape­nas si nombran a la Virgen y no saben en qué forma tratar y presentar su misterio. Eso es disminución de fe y a veces desidia pastoral. Menos mal que el pueblo, con su sentido religioso y maríano, no se ha dejado manipular en este as­pecto.

i'Hay que reconocer que tanto los maxímalistas como los minimistas, en su catequesis o predicación, han logrado abrir brecha en algunas personas más incautas y esto ha sido un terreno abonado para la acción anticatólica de mu­chos de nuestros hermanos separados

25. JUAN PABLO I I , Ibid.

26. PABLO V I , "Mense Mayo"; AAS 57 (1965) 353.

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Si aconsejamos a los primeros que no se dejen llevar por un falso entusiasmo y que "t ienen que advertir a los fieles que la Madre de Dios es menos que Dios" (27), a los segun­dos hemos de decir que desde la época patn'stica, la Iglesia le ha reconocido a María privilegios especíales de Dios y un papel de suma importancia como Madre universal, con las consiguientes consecuencias positivas para la humanidad.

Los Santos Padres le reconocen un extraordinario po­der de intercesión y la comparan a una Reina que intervie­ne por los otros ante el Rey. Ha sido denominada "me­dianera" y también "corredentora" y, además, le viene re­conocido el t i ' tu lo de "Madre espir i tual" universal de to­dos los cristianos (LG 61-62).

1.2 Devoción e imitación de María.

En la Virgen María comenzó la vida eclesial, porque en Ella se resumió toda la espera del Ant iguo Testamento y porque supo acoger desde el pr incipio al Nuevo, "reunien­do en sí y reflejando en cierto modo las supremas verdades de la f e " (LG 65). Es aquí en donde se enraiza la devoción e imitación de María. Ella es imitable y debe ser imitada, pues está más cerca del misterio de su Hi jo , ya que lo vivió en plenitud como ninguna otra criatura.

Es preciso que el pueblo sepa que "María cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hi jo , a su sacrificio y al amor del Padre" (LG 65) . O sea, que "la de­voción mañana debe ser, una especie de carnet de vida cris­tiana, porque conduce a la práctica integral de todo el cris­t ianismo, a la fe y a todas las enseñanzas divinas" (28).

Como unas virtudes arrastran a las otras tras sí, creo que lo más importante y en lo que los fieles deben centrar su atención, respecto de la devoción e imitación de María,

27. CELAM, "Iglesia y Reí. Pop. en A .L . " , p. 98.

28. BERTETTO, D., "La Madonna oggi", LAS, Roma, p. 335.

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es el ejercicio de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.

La verdadera devoción a la Virgen, "procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, nos impulsa a un amor f i l ial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus v i r tudes" (LG 67). Fue preci­samente por su fe que María llegó a ser lo que es, además de la especial elección divina, porque "creyendo y obede­ciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre" (LG 63).

A l imitar la fe de María, se podrán seguir las huellas maternales Suyas. Es la Virgen creyente una guía extraor­dinaria para nuestro pueblo que, lleno de necesidades, en la fe sufre resignado. Ella se sitúa siempre en el lugar de los pobres, los busca y los atiende, como lo comprobamos en sus diferentes apariciones y en el inicio de los principales santuarios marianos, como Guadalupe, Chiquinquira, Las Lajas, Lourdes. Fátima, etc. Y esto es comprensible, pues­to que en su propia existencia terrena, la Virgen "estuvo llena de dif icultades hasta el l ímite del humano soporte y sólo la fe en el Dios de la gracia y de la elección, le permi­t ieron superarlas" (29).

De la esperanza teologal, María es también perfecto modelo. El Vaticano II con la expresión más bella que haya dicho de la Virgen, certif ica su vigilante esperanza: "El la sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la salvación" (LG 65). Sólo el humilde y el pobre reciben la salvación. Hay que serlo para obtener el favor de Dios. Nuestro Pueblo es humilde y pobre, pero algunas veces vive en la desespera­ción y la angustia. Débese, por lo tanto , hacerle ver que su modelo, María, fundamentó en el dolor y el sufr imiento toda su esperanza. Pablo VI lo explica así: "El la es modelo

29. BEINERT, en Von Balthasar, " I I culto mi María oggi", Paoline, Roma, p. 2 1 .

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del Pueblo de Dios, constantemente probado en la fe y en la esperanza del sufr imiento y por la persecución" (MC 7).

De la misma manera que Man'a en las pruebas y en el dolor, supo descubrir di'a tras día y , aceptar y vivir en la es­peranza "los signos de los t iempos" mesiánícos y participó plenamente en ellos, el pueblo cristiano debe hacer lo mis­mo, rechazando las fi losofías de la náusea y del vacío, por­que ya tiene asegurada en María la meta a donde ha de lle­gar.

Recuérdese bien que la mater ia l intercesión de María, su santidad ejemplar y la gracia divina que en Ella reside, son las que motivan verdaderamente la esperanza del Pue­blo de Dios (MC 57). Ella realizó plenamente en sí misma y en su vida, todo lo que los cristianos hemos de imitar.

María es asimismo "testigo del amor que edifica a Cris­to en los corazones" (MC 37) y sobre todo , "modelo de aquel culto que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios" (MC 21). Fue una ofrenda hecha con per­fecto amor. Es así como el pueblo ha de considerar que Ella es su modelo para imitar y venerar, porque vivió en un amor perfecto, porque en su ser-cristiana enseñó a vivir el cristianismo con amor.

Pablo VI explica claramente esto cuando escribe así: "La Virgen María ha sido propuesta por la Iglesia a la imi­tación de los fieles, no precisamente por el t ipo de vida que Ella llevó y, tanto menos, por el ambiente socio-cultural en que se desarrolló, hoy día superado en casi todas partes, sí-no porque en sus condiciones concretas de vida, Ella se ad­hirió totalmente y con responsabilidad a la voluntad de Dios; porque acogió la palabra y la puso en práctica; por­que en su acción estuvo animada por la caridad y el espíri­tu de servicio; porque, es decir, fue la primera y la más per­fecta discípula de Cristo, lo cual tiene valor universal y per­manente" (MC 35).

En la catequesis se ha de enseñar asimismo que María es "llena de gracia", no porque no haya sabido nunca del

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dolor y de la injusticia, puesto que de ello tuvo tantas ex­periencias, sino -además del privilegio divino-, porque en ellos fue creciendo en el amor.

Así se ha de vivir toda expereincia cristiana, en el amor. Un autor asegura que "cuando se celebraba la Euca­ristía en los primeros años de la Iglesia y estaban presentes los Apóstoles y estaba también la Virgen, sin duda que la validez del sacrificio dependía del ministerio de los Apóstoles, pero, ¿quién era la que tenía más amor, es de­cir, la que representaba desde los hombres hacia Dios ma­yor realidad de vida y de diálogo con el Padre? Sin duda que era Mar ía" (30).

Además de las virtudes teologales, el Vaticano II al ha­blar de María como modelo de la Iglesia, hace resaltar una muy especial que br i l ló en la vida de la Virgen y que no puedo silenciar: Su obediencia a la voluntad de Dios. Dice el Conci l io : "La Iglesia, glori f icando a Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando cont inuamen­te en la fe, en la esperanza y en la caridad y buscando y obedeciendo en todo la voluntad d iv ina" (LG 65).

María entregó libremente todo su ser y su vida para que el Señor pudiese realizar sus planes y, así "obedecien­do, se convir t ió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano" (31). De tal manera que su Sí a Dios, pronunciado como el acto más libre de su existencia y como sumisión al querer d iv ino, "es para todos los cris­tianos una lección y un ejemplo para convertir la obedien­cia a la voluntad del Padre, en camino y en medio de santi­f icación prop ia" (MC 21).

Fue por la obediencia por la que Cristo dio la mayor alabanza a su Madre: " M i madre y mis hermanos, son aque­llos que cumplen la voluntad de mí Padre" (MT 12, 48) .

30. V IGANO, E„ en Equipo Pastoral, "María en la Pastoral Popular", Pauli­nas, Bogotá, p. 47.

3 1 . SAN IR ÉNEO, Adv Haeresses III 2 2 , 4 .

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Alejarse de la voluntad del Padre, es ponerse en su contra, es el pecado. Precisamente el pecado original fue la prueba de la l ibertad del hombre que quería cambiar el proyecto de Dios. Cristo obedeció El mismo al plan de su Padre y, María siguió sus pasos como la primera. En esto radica la mejor doctrina sobre la devoción y la imitación que el pue­blo cristiano ha de hacer de Mana.

Nuestro pueblo no es ajeno a esta enseñanza sobre la obediencia cristiana, sobre la realización humilde de la vo­luntad de Dios. Por el contrar io, es una de las cualidades de nuestra Religiosidad Popular. Nuestra catequesís no debe descuidar el alimentar esta doctr ina, orientándola de tal manera que no vaya a ser una práctica fatalista, sino au­téntica obediencia cristiana.

1.3 Evangelización a partir de María.

Asi' como Man'a acompañó la siembra del evangelio en nuestros países latinoamericanos hace quinientos años en los albores del Descubrimiento de América, debe seguir ahora, más que nunca, acompañando la evangelización en esta época moderna en la cual muchos terrenos parecen es­teril izados en el campo religioso. En este punto puede cumpl i r un papel muy importante la Religiosidad mariana. Para ello se requiere "una evangelización cuyo centro sea el misterio de Cristo, en el cual María ocupa un puesto pecu­liar y singularísimo" (32).

Toda la vida fue una evangelización. Pero ésta tuvo en Ella sus momentos fuertes, como aquél del viaje que reali­zó para visitar a su prima Isabel. Tal viaje se considera como una forma de evangelización y queda corroborado por el Cántico del Magníficat en el cual di jo cosas que mu­chos profetas habían proclamado antes y que Cristo repe­t ir ía en su predicación.

32. CONGRESO MARIOLOGICO DE COLOMBIA, p. 123.

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Habiendo sido Ella la primera evangelizada y la primera evangelizadora hay que reconocerla como el modelo para el apostolado; no tanto los Apóstoles Pedro y Pablo u otros Santos célebres por su vida apostólica. No en vano Pablo VI habla de Ella como "la Estrella de la Evangeliza­c i ó n " (MC 81) . El pueblo de nuestra Religiosidad popular, ha sido el más favorecido por el espíri tu evangelizador de la Virgen María y así lo prueban los Santuarios marianos y las festividades de la Virgen, en los cuales Ella continúa su labor apostólica entre el Pueblo de Dios.

Enseñar en la catequesis y en la predicación que al ser Ella la "Estrella de la Evangelización", hay que imitarla y ser al mismo t iempo evangelizadores. Los fieles también, como María, con su forma de orar, con sus expresiones simples, brillantes y sencillas, sus palabras convincentes, con su autenticidad de vida, evangelizan. El poderoso, el in­telectual, el r ico, tienen en general mucho respeto a la pa­labra del pobre cuando éste habla, porque ven en él mucha sabiduría. Es la sabiduría del pobre, la sabiduría del dolor. Es por eso por lo que hay que insistir a nuestro pueblo pa­ra que, inspirándose en María, dé su mensaje cristiano a través de la devoción mariana. Asegura un pastoralista que "el rico percibe el mensaje y se vuelve capaz de reflexionar sobre su propia vida, sólo a través del pobre" (33).

Pero también es cierto de que el pueblo no tiene mu­chos medios humanos para ser escuchado y tomado en cuenta y en serio; entonces, su mensaje es María. Es decir, que viviendo él sus prácticas devocionales marianas con convicción y sobre todo tratando de imitar a la Virgen en su vida, podrá irradiar más fácilmente el mensaje cristiano.

Así pues, a María se la ha de mirar como "la Madre educadora de la f e " (GS 63). Ella cuida de que el Evangelio penetre más en el pueblo, de que conforme su vida diaria y produzca frutos de santidad. "El la t iene que ser cada vez

33. HOORNAERT, E., en Saladoq, "Religiosidad Popular", Sigúeme, Sala­manca, p, 272.

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más la pedagoga del evangelio en América Lat ina" (Puebla 290) . Pero es preciso colaborarle. Es por eso por lo cual la Religiosidad Popular como evangelizadora, ha de penetrar­se bien del espíritu mariano para poder saber leer y com­prender a su vez la forma evangelizadora de la Virgen.

Tener en cuenta, además, que la forma de evangelizar que Mana presenta, no es tanto hablar, discutir, pronun^ ciar hermosos discursos, hacer exposiciones dogmáticas o enseñar con sabiduría humana. No, para Ella evangelizar es "estar con los pobres, escucharles sus quejas, lamentos y desconsuelos, en la esperanza del Dios de jus t ic ia" (34). Abr i r el camino de la esperanza es poner al pueblo en cami­no hacia Dios. Nuestro pueblo cristiano necesita dar y reci­bir una evangelización de esta índole.

Para hacer fecundo el carisma de María, hay que procu­rar que la vinculación mariana, el afecto, el cariño y el ape­go a la persona de la Virgen, conduzcan a la act i tud maria­na evangelizadora, es decir, a la imitación de María, pero no como simple protot ipo de evangelización, lo cual, se­gún algunos, sería un puro imperativo categórico, sino como la que mejor presenta una imagen o parecido de Cris­to y que impulsa a los otros a parecerse a El .

María es tan actual como lo fuera en la Iglesia p r im i t i ­va, cuando presidió el primer impulso evangelizador de Pentecostés: "En la mañana de Pentecostés, Ella presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el in­f lu jo del Espír i tu Santo" (EN 81) . Dio así el espaldarazo a la acción evangelizadora de los Apóstoles.

A través de los siglos y para nosotros muy especialmen­te hace quinientos años y desde luego que también en esta hora de la humanidad, la Virgen ha prestado y sigue pres­tando el servicio de invitar a los hombres a abrirse al evan­gelio y a obedecerlo, como también lo había hecho en las

34. HOORNAERT, p. 102.

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Bodas de Cana, cuando d i jo : "Haced lo que El os diga" (Jn 2 , 5 ) .

El hecho de que Ella ha sido el vínculo de unión con la Iglesia Católica en lugares en donde no llega la acción del Sacerdote, nos está diciendo que "ha sido algodel todo dis­t in to de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad al ienante" (MC 37), y que sigue poniendo de su parte para que los fieles que han conocido a su Hi jo , no se alejen de El , a pesar de la escasez de predicadores de la palabra. Más aún, suscita entre ellos mismos quienes lo hagan, sobre todo entre las personas de una auténtica religiosidad popu­lar.

Es aconsejable, por lo tan to , que cuando se reempren­da la evangelización de un lugar que haya sido abandonado en t iempo de crisis, se tenga cuidado de volver a despertar la fe con el auxi l io de la devoción mariana, y los frutos se verán seguramente, pues la norma suprema de cr i ter io f i ja­da por Jesús es de valor permanente: "Por sus frutos los conoceréis. . . Todo árbol bueno da frutos buenos, mien­tras que el árbol malo da frutos malos" (Mt 7, 16-17).

Esto se comprueba aún en aquellos lugares, sobre todo rurales, en los cuales la acción de los hermanos separados, trata de alejar a los fieles de la devoción mariana. En tales ocasiones y lugares, hay que acudir sin temor a conf irmar en la fe a los fieles, organizando sus festividades marianas, catequesis, asociaciones, congresos, cursos bíbl ico-maria-nos, etc., a f in de que estén mejor preparados no sólo para la defensa de su fe, sino también para que puedan seguir creciendo en su vivencia cristiana.

Si bien es cierto que el pueblo en general considera a la Virgen como una síntesis de los grandes misterios cris­t ianos, es muy conveniente hacer una profundízación cate­quística, con el f in de que adquiera mayor doctr ina para que progrese en el conocimiento de la Virgen María.

Se puede temer el hecho de que esa profundízación ca-tequística sobre María, pueda impedir el t r a t o con los her-

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manos separados y sea ocasión de nuevas divisiones. No , porque los fieles, en lugar de ser sorprendidos con argu­mentos que podn'an ser suspicaces, hallarían los elementos necesarios para una positiva discusión de su fe y tendrían la ocasión, a su vez, para una evangelización de los mismos hermanos separados, en puntos que son esenciales de la religión católica.

1.4 Devoción Mariana juvenil.

La constatación de que la devoción a la Virgen María, tan sólidamente anclada en el pueblo, ya no satisface a la juventud, podría desanimar al evangelizador. Claro que es una aparente constatación, puesto que en verdad el joven de hoy, sí siente hacia la Madre de Jesús un afecto part icu­lar, aunque no lo manifieste externamente. Se trata, por lo tanto , de buscar serenamente una orientación y una forma de catequesis adecuadas, para llevar los jóvenes a la Virgen. De esa manera, ellos, como lo hizo Ella, serán transforma­dores de su historia y de la historia de su nación. Recorde­mos lo dicho por Juan Pablo II a los jóvenes en Bogotá: "E l la , la joven Virgen de Nazareth, respondió con genero­sidad y t ransformó la historia humana en historia de salva­c ión, acogiendo y entregando a Cristo, el f ru to bendito de su v ient re" (35).

La Iglesia no se cansa de asegurar que los jóvenes son la esperanza del mañana. Y si María es la que mejor ayuda y ofrece el ejemplo de vivencia de la esperanza, el joven de­be acogerse a Ella con un interés y un amor más entraña­ble, como lo hicieran los jóvenes en los mejores t iempos de la Iglesia.

La juventud actual siente anhelos de hacer nuevas las cosas. Pues bien, María puede llegar a ser el t ipo ideal al cual dirigir su mirada y su i lusión; t i po en el cual se pueden inspirar sus ansias de renovación de la sociedad actual, por­que la Virgen señala con rasgos seguros el camino de la hu-

35. JUAN PABLO I I , Discurso a los jóvenes en Bogotá.

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manidád nueva, que se dirige hacia el hombre nuevo, Jesu­cristo.

Siendo cierto lo que dice Juan Pablo II de que "María debe encontrarse en todas las vías de la vida cotidiana de la Iglesia" (36) y por ende, en la vida del joven, éste puede hallar la figura concreta que i lumine su vida, puesto que en Ella culmina la auténtica vida cristiana de liberación y san­t i f icación.

Esto resulta evidente, ya que el joven de hoy quiere a toda costa ser libre de todo aquello que no es vida autén­tica o que no llega a responder plenamente a la más verda­dera realidad. El joven busca mayor autent ic idad; rehusa lo tradicional por hallarlo falto de creatividad o por depasa­do ; rechaza el legalismo, porque lo encuentra f r ió y sin vida; desprecia la autoridad cuando ve que ésta se halla desprovista de competencia y de test imonio autént ico; quiere romper a toda costa con los esquemas opresores del pasado porque los considera una ofensa a la personalidad.

Precisamente la Virgen María ofrece el gran modelo de libertad y de realidad verdadera. Ella estaba sometida a la ley mosaica, pero en su interior, obrando l ibremente, dejó la estructura del Ant iguo Testamento para entrar en la etapa nueva del Nuevo Testamento; se presenta como la antí-estructura porque llegó a sumergirse en el régimen div ino de la gracia, de la l ibertad y de la comunión con Dios y su pró j imo, tanto que su cántico del Magníficat se considera como la Carta Magna de la revolución evangélica. ¡Qué bueno sería que nuestros jóvenes la reflexionaran ba­

jo esta perspectiva!

El mundo juvenil siente una fuerte llamada a la viven­cia de la pobreza y para el lo, muchos jóvenes tratan de l i ­berarse de lo superfluo y aún de cierta cultura adquir ida, llena de lujo y de egoísmo muchas veces, para tratar de vi­vir en fraternidad y aún llegar hasta la comunidad de

36. JUAN PABLO I I , "Redemptor Hominis" ; AAS L X X I (1979) 227.

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bienes. Estos son anhelos muy válidos que tienen una gran fuerza evangélica cuando se los sabe canalizar debida­mente.

Aquí ' también María les ofrece una imagen vivísima de la pobre de Yahvé, tota lmente l ibre, sin apegos terrenales y siempre dispuesta a ceder sus ideas y pensamientos para dar paso en Ella al Espír i tu de Dios quien para llenar el hombre pr imero lo despoja.

De esto, el ejemplo más claro lo tenemos en el Calva­r io, al pie de la Cruz, en donde la Virgen perdió t odo , has­ta su propio Hi jo , para llegar a ser la Madre de todos, la Madre de la humanidad. Mirando así el joven a la Virgen, puede llegar a poseer una riqueza espiritual ta l , que lo esté impulsando siempre a vivir en la pobreza material de desa­pego y autent ic idad.

De todas maneras, nadie se imagina a la Virgen en un palacio, con grandes riquezas. Pero tampoco se identif ica María, con los numerosos pobres y míseros, entre ellos mu­chos jóvenes, que viven en su interior llenos de amargura y aún de envidia para con los demás, siendo así ricos ellos mismos en su propia ambición humana y material.

El joven debe ver en María pobre, aquella persona llena de fel ic idad, que ama con pleno gozo y que siente la per­fecta alegría de poseer en p leni tud, con la energía de la es­peranza, la riqueza más grande que es eL mismo Dios, su Todo.

Nuestros jóvenes se encuentran inmersos en un contex­to cultural en donde sólo se considera la eficiencia, la pro­ductividad y el ut i l i tar ismo, heredado éste ú l t imo de las en­señanzas benthamistas de la educación colombiana del siglo X I X . Pero en ese medio ambiente así hostil a lo reli­gioso, sienten ellos una gran exigencia de contemplación y de ahí sus fugas que hallan en la droga muchos de ellos o su interés por las religiones exotéricas o contemplativas orientales, otros y , un número más reducido con el anhe­lo de una vocación superior.

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La Virgen María, también en este caso debe ser su me­jor modelo de contemplación y no los f i lósofos hindúes. Ella fue la contemplativa por excelencia en medio del mun­do y fue impulsada a ello por los acontecimientos que de­bió vivir y por los que se iban desarrollando a su alrededor. Dice el evangelio que "María guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazór. [Le 2, 19; 2 , 51) .

Es, por lo tan to , la Virgen María, un estímulo para to ­dos los jóvenes, para que realicen una verdadera espirituali­dad y sus anhelos interiores de contemplación, en medio del quehacer cot id iano, en medio de los demás. A l l í en el cumpl imiento del deber diar io, con todas las consecuencias que éste conlleva, han de tener cabida y plena realización, el espíri tu y el ideal de oración y de contemplación, como lo hizo María. No en una huida extravagante del mundo, sino en la misión que cada uno debe cumplir en su vida se­gún el designio de Dios.

Hay algo más aún: Los jóvenes de hoy, muchos de ellos, habiendo roto con la estabilidad local, sienten un gran deseo de movi l idad, de viajar, de salirse del medio am­biente restrictivo y encerrado, para ir en busca de mundos nuevos que sueñan, sin saber en qué consisten. Es una espe­cie de búsqueda en la oscuridad que para no pocos termina en la náusea o en el suicidio.

María se presenta ante estos jóvenes así desorientados, como la gran peregrina, la gran viajera de la historia, porque su vida fue un viaje cont inuo conociendo varios lugares en­tre sí distantes, tras "el mundo nuevo", tras " la buena nueva" del evangelio de Cristo. Esos lugares fueron: Naza-reth, A ín -Kar im, Belén, el país de Egipto más allá del de­sierto, Jerusalén, Cana de Galilea, Cafarnaúm, las orillas del Mar de Tiberíades, etc.

Ese ir y venir de María tras las huellas de Cristo, le impidió acostumbrarse a una vida cómoda y monótona. Pe­ro sobre todo fue "una peregrinación en la fe y una aventu­ra divina en la dedicación de sí misma a un destino divino

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del cual no conoció sino progresivamente su alcance" (37). Aquí ' tiene el joven peregrinante el modelo que debe seguir, pero inspirándose en la espiritualidad de la Virgen en su vida it inerante. En esa forma su peregrinación tendrá sentido.

Finalmente, el joven actual habla mucho de amor, canta el amor. Sefía bueno que por medio de la catequesis, se penetrara bien del valor religioso de esta v i r tud , para no desvirtuarla. Debe aprender de María el vivir en el amor: el amor puro, el amor casto, el amor desinteresado, el amor a Dios y al pró j imo. Fue precisamente la obra por excelencia de la Virgen el generar la presencia de Jesús a través del amor, por medio y la acción del Espír i tu Santo, que es el Amor en Dios.

¡Cuánto podría hacer la Religiosidad popular bien orientada, para que nuestros jóvenes, a la luz de la devo­ción mariana y de la imitación de la vida de la Virgen, den impulso nuevo a la vida cristiana del mundo moderno, con su "sangre nueva", revitalizando y re-creando, la vivencia cristiana a su alrededor!

2. Catequesis de las advocaciones marianas.

Quiero dar aquí algunas indicaciones y orientaciones catequéticas, respecto de las diversas advocaciones maria­nas, inspiradas éstas en los cuatro grandes privilegios de la Virgen Santísima: Su Inmaculada Concepción, su Vi rg in i ­dad, su Maternidad divina y su Asunción a los cielos.

Es importante que las advocaciones marianas se tomen con mucha seriedad por parte de los catequistas y de los orientadores de la Religiosidad Popular, puesto que se toca un punto muy delicado de la creencia de nuestro pueblo y desde luego de la religión misma. No nos hemos de preocu­par que si tal o cual relato de una advocación sea legenda-

37. BERTETTO, p.435.

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rio o no, mí t ico o de leyenda, tenga fundamento h ipnót i ­co para la pastoral mariana o esté basado en hechos histó­ricos irrefutables. Esto propiamente no interesa. " L o que importa es rescatar lo que el pueblo quiere expresar y | 0

que puede intuir en esos relatos. Por ejemplo: que María se revela a los pobres, se queda para siempre entre ellos y se sirve de los pobres para evangelizar a los ricos y pode­rosos" (38).

2.1 Advocaciones inspiradas en la Inmaculada.

Las advocaciones que tienen relación con el privilegio y misterio de la Inmaculada Concepción, como la Inma­culada de Guadalupe, la Medalla Milagrosa, la Virgen de Lourdes, el Corazón Inmaculado de María, la Virgen de Fá-t ima y sobre todo aquella que lleva el mismo nombre del privi legio, o sea, la Inmaculada Concepción, son manifes­taciones del conocimiento profundo de fe que nuestro pue­blo tiene del papel de María en el plan de Dios.

Se debe, por lo tan to , concientizar al pueblo, sobre el hecho de que "la Inmaculada Concepción nos ofrece en María el rostro del hombre nuevo redimido por Cristo, en el cual Dios recrea, más maravillosamente aún, el proyecto del paraíso" (Puebla 298) . Hacia la realización de ese hom­bre nuevo debe tender cada persona humana.

Se ha de reflexionar, con un acto de grat i tud a Dios de que con la exención de María de todo pecado, la obra salvífica de Cristo, muestra en plena luz su fuerza mul t i fo r ­me y su potencial idad. En esa luz quedamos todos envuel­tos y recibimos de sus beneficios, por la derrota, tanto del pecado como del demonio, que de esa forma se hizo.

Pío IX lo expresó así: Como Cristo "destruyó el de­creto de condena y lo colgó t r iunfa lmente de la cruz, así la Santísima Virgen, unida con El con un legamen estrechísi­mo e indisoluble, fue, jun to con El , la eterna enemiga de la

38. GALILEA,p. 15.

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serpiente venenosa y le quebrantó la cabeza con su pie vir­g ina l " (39).

Se ha de pensar que las festividades de estas advocacio­nes son irradiaciones del misterio mismo de Cristo. La de la Inmaculada Concepción, el 8 de Diciembre, por ejem­plo, es la fiesta de la aurora de la salvación, es la fiesta de la redención inicial, porque la potencia salvi'fica de Cristo opera anticipadamente con una efusión del Espír i tu Santo en Man'a.

Asi', de las dema's advocaciones se podría decir algo pa­recido. En ellas vemos cómo el pueblo renueva su ref lexión sobre el plan de Dios a la luz de los privilegios maríanos y cómo Man'a sigue actuando en la Iglesia en favor de sus hi­jos. Es curioso constatar, además, que es bajo la advoca­ción de la Inmaculada, generalmente, como Ella se presen­ta en las apariciones que ha hecho a través de la historia, desde su Asunción hasta nuestros di'as.

2.2 Advocaciones inspiradas en la virginidad.

Anter iormente he dicho que todas las advocaciones que se refieren a la Maternidad divina tocan el misterio de la Virginidad y que para el pueblo cristiano, hablar de Ma­n'a, es hablar de " la V i rgen" por excelencia. A pesar de que para nuestros fieles esto es claro y no tenga ninguna duda respecto de la Virginidad perpetua de Man'a, se hace nece­saria una catequesis más intensa sobre este punto , debido a la acción negativa de muchos de los hermanos separados, que pretenden dar menor importancia y aún negar la reali­dad virginal de la Madre de Dios.

El valor virginal de Man'a hay que destacarlo de tal for­ma que él ayude a una revalorización de las virtudes cristia­nas que en este privilegio se inspiran. En esta sociedad de consumo, con el alarmante pansexualismo que existe, el sexo ha accedido casi a una categoría de i'dolo, por lo que

39. PIÓ IX, "Ineffabil is Deus"; Denz. 2800.

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la pureza, la castidad y desde luego la virginidad, parecen cosas depásadas en la mentalidad materialista. Es preciso hacer, pues, que el test imonio y el ejemplo de la V i rg in i ­dad de Man'a, ayuden a recuperar esas virtudes, presentan­do a la Virgen como un ideal alcanzable, con los conse­cuentes beneficios de toda índole individual y comuni ta­ria para el hombre actual.

Nuestro pueblo ha de saber muy bien que el vivir en perfecta pureza y en castidad, ayudan aún a dar sentido al dolor, al t rabajo, a las dif icultades de la vida y favorecen la superación de los mayores obstáculos y ansiedades, con co­razón gozoso y l iberado. Debe ver en María, Virgen, a una mujer "de su propia raza que vence el desconcierto, la an­gustia y la sensación de fracaso, tentaciones que acecha­ron a María desde la aceptación de su compromiso en la Anunciación hasta su consumación en el monte Calvar io" (40) .

A l afirmar que María, Virgen Inmaculada, es llena de gracia, esto significa, además, que Ella a lo largo de sú vida, fue respondiendo generosamente, con el ejercicio de su l i ­bertad, a todas las invitaciones que Dios le iba haciendo para colaborar en el plan de la salvación del hombre. Esta idea debe animar al Cristiano para convencerse que tanto la pureza.scomo la castidad y por ende la virginidad, dan al ser humano un tal espi'ritu de libertad interior, que faci l i tan la aceptación y realización de los planes de Dios sobre la per­sona.

Urge la necesidad de ofrecer a los fieles y desde luego a la juventud actual, por medio de una adecuada catequesis y or ientación, el ideal de pureza y castidad del cual es ejem­plo María, pues de un t iempo a éste, se han acallado las vo­ces de catequistas y predicadores, para insistir sobre estas virtudes que han embellecido y engrandecido la vida, la obra y la persona de la Virgen María.

40. G A L I L E A , p. 12.

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2.3 Advocaciones inspiradas en la Maternidad.

La realidad de que la Virgen Mana es la Madre del Ver­bo Encarnado, pertenece al núcleo central de la fe mariana, y ha de considerarse siempre como el distintivo, como la característica propia y esencial de la persona de la Virgen. De hecho, la relación de Cristo, Verbo Encarnado, con su Madre la Virgen Man'a, es fundamental para la vivencia de la religiosidad popular.

Nuestro pueblo sencillo no sólo la reconoce a Ella co­mo Madre de Dios, sino también Madre de los hombres, desde siglos antes que Pablo VI la declarara públicamente como M.adre de la Iglesia. Para el pueblo, Ella es una "ma­dre que nos da ejemplo de amor, de entrega por una voca­ción, de confianza en Dios y en nuestros hermanos" (41), al decir de un campesino.

Este misterio de la Maternidad divina de Mana, debe ayudar ma's al pueblo, a comprender y vivir mejor el miste­rio de la Iglesia que es familia de Dios. A convencerse de que la Virgen Madre, es el lazo de unión con toda la Iglesia universal, porque cooperó con amor materno a la genera­ción y educación de los fieles (LG 63), siendo asi' Madre es­piritual de la Iglesia misma. "Man'a efectivamente con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que toda­vía peregrinan" (LG 62).

La Iglesia, por su parte, debe tratar de comprender al pueblo a la luz de Man'a, porque Ella siempre ha sentido un amor maternal especial por los pobres y desvalidos y estos vienen a ser la mayor riqueza y el ma's grande con­tingente que forma la comunidad eclesial. La Virgen tiene a su pueblo "en el hueco de mi manto", como Ella deci'a en México al indio Juan Diego.

Trátese de mantener en el pueblo esa imagen de Man'a como signo de rostro maternal y misericordioso. Si el

41. ZULUAGA.p.46.

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primer contacto del " y o " con el mundo, es a través de la madre, entonces en María-Madre, el cristiano debe sentirse plenamente comprendido, amado, aceptado, liberado, para un acercamiento más seguro y auténtico a Cristo.

Es interesante constatar asimismo que "María es garan­tía de la grandeza femenina. Muestra la forma específica de ser mujer, con esa vocación de ser alma, entrega que espi­ritualice la carne y encarne el espíritu" (Puebla 299). Para nuestra gente en la que el machismo es una de las caracte­rísticas, esto es de suma importancia para moderar esa exa­geración y para que la mujer logre hallar su verdadero lugar en la sociedad.

Sobre esto nos dice también Puebla: "María es mujer. Es la "bendita entre todas las mujeres". En Ella Dios digni­ficó la mujer en dimensiones insospechadas. En María el evangelio penetró la feminidad, la redimió y exaltó. Esto es de capital importancia para nuestro horizonte cultural, en el que la mujer debe ser valorada mucho más y donde sus tareas sociales se están definiendo más clara y ampliamen­te " (Puebla 299).

La presencia femenina de María "crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor, el respeto por la vida" (Puebla 291), el crecimiento entre el pueblo de la fraternidad y la sensación en la Iglesia de la familia. Es decir, que "María despierta el corazón filial que duerme en cada hombre" (Puebla 295) y, es Ella misma "presencia sa­cramental de los rasgos maternales de Dios" (Puebla 291). Estas bellas expresiones de Puebla, nos aclaran finamente todo el papel maternal de la Madre de Dios.

Como se puede ver, la Maternidad de María crea entre el pueblo una serie de compromisos tales, que pueden transformar el ambiente cultural, siempre que se actúe con seguridad evangélica. De hecho, el comportamiento mana-no del pueblo, ha de concretizarse en lo que se podría lla­mar proceso hermeneutico. Es decir, que al pueblo ha de ayudársele con la catequesis, a realizar una especie de tra­ducción a su existencia de lo que fue María, según las con-

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diciones de su vida, para encontrar ma's fácil a Dios en Cris­to . Asi ' si tendra'n sentido para él las advocaciones y las de­vociones marianas.

Con esta or ientación, todas las advocaciones marianas que traen su origen en la Maternidad divina, podrán produ­cir entre los fieles, los beneficios espirituales y aún cultura­les que cada una de ellas conlleva. Ellas serian: el Perpetuo Socorro, la de Loreto , las Mercedes, la Auxi l iadora, la Do-lorosa, la Valvanera, la Candelaria, el Buen Consejo, las Mi ­sericordias, el Carmen, el Rosario, Chiquinquirá, Las Lajas, Chestojowa, y tantas otras.

La pastoral popular no debe olvidar esto, sobre todo en la actividad catequística, tanto más que es una constata­c ión, que a veces, la devoción a una de estas advocaciones, sobre todo de la Virgen del Carmen o de la Virgen del Ro­sario, es el único vfnculo religioso que algunos cristianos tienen y con el cual se acercan al Señor. Pero, precisamen­te, desde ahí' mismo se los puede ir conduciendo a un ma­yor conocimiento y mayor aceptación del Dios que nos salva en Jesucristo.

2.4 Advocaciones inspiradas en la asunción.

El cuarto privilegio de Man'a, su gloriosa Asunción al cielo en cuerpo y alma y las advocaciones que de él se deri­van, tienen también profundas enseñanzas para el progreso espiritual de nuestra gente. Con la Asunción de Mana, se puede tener ya una idea de lo que todo cristiano recibirá de Dios al f inal de los t iempos. La catequesis debe mirar este privilegio en esta prospéctica.

En esa orientación popular se debe presentar este pr iv i ­legio, como la situación a la que los justos llegarán el di'a de la parusi'a del Señor (1 Cor 15, 23ss.), pero que ya ha si­do concedida anticipadamente a la Virgen Mana. " E n el cuerpo glorioso de Man'a comienza la creación material a tener parte en el cuerpo resucitado de Cr is to" (Puebla 298) .

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Más aún, la catequesis debe insistir también en el hecho de que, en la Asunción de Man'a se expresa el sentido del cuerpo humano y su destino, cuando ha sido santificado por la gracia. Es, por lo tan to , una ocasión extraordinaria para insistir en la vida de gracia, en el alejamiento del peca­do, en la unión i'ntima con Dios.

Se ha de reflexionar en el hecho de que Man'a, Asunta al cielo, "es la integridad humana, cuerpo y alma que ahora reina intercediendo por los hombres, peregrinos en la his­t o r i a " (42). Es maravilloso saber que "sólo el hombre ente­ro es capaz de una intensa posesión de Dios, en cuanto que no es sujeto incompleto (medio hombre, podríamos decir). La Asunción de Man'a le da posibil idad de poseer a Dios de ese modo más intenso que corresponde a la situación de re­surrección f i n a l " ( Ib id) .

Es precisamente en la fiesta de la Asunción, es decir, en su significado y en su realidad, en donde Man'a "propone a la Iglesia y a la humanidad, la imagen y la consoladora prenda del cumpl imiento de la esperanza f ina l , pues dicha glorif icación plena, es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos" (MC 6) .

Mientras en la Inmaculada Concepción es reconocida Man'a como la "pr imera red imida" , en la Asunción al cielo es confirmada como la "perfecta red imida" , privilegios am­bos que deben estimularnos a anhelar la propia perfección y, a un esfuerzo constante para respetar y hacer respetar los derechos de toda persona humana, especialmente en nuestros propios países en donde se profana con frecuencia a la persona humana y en donde existen tantos seres huma­nos tan inclinados al fatal ismo.

Tanto la advocación de la Asunción, como las que de este privilegio mariano se derivan, como las de Reina del Mundo, Reina de los Apóstoles, Reina de la Paz, etc., han de ser un esti'mulo entre el pueblo, para que la devoción a

42. POZO, p. 147.

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Man'a no se encierre en una mirada egoi'sta y temporal de la Virgen Man'a, sino que el pensamiento y anhelo de alcanzarla a Ella y con Ella a Dios, trascienda lo temporal .

3. Orientación catequística de las devociones mañanas.

Para poder llevar a cabo una buena orientación cate­quística de las devociones marianas, ha de hacerse teniendo en cuenta la mariologi'a misma, lo cual implica que se haga de tal modo que el cul to a. Man'a corresponda a la estruc­tura de la pelgaria mariana, como se ha desarrollado a t ra­vés de los siglos, por una parte y , por otra, según los signos de los t iempos.

Es preciso, adema's, tomar en cuenta para esta renova­c ión, las orientaciones litúrgicas, reconociendo a la luz del Vaticano I I , el valor preeminente de la l iturgia y la subordi­nación a ésta de la religiosidad popular, para que obtenga su legit imidad y un válido espacio cul tural .

3.1 Catcquesis y plegarias marianas.

Quiero ofrecer algunas orientaciones catequísticas so­bre tres grandes plegarias marianas de la religiosidad popu­lar y otras plegarias marianas más populares. En ellas el pueblo ha encontrado una forma legítima de expresión y de comunicación religiosa. Muchas de ellas no pueden ser juzgadas desde la sola perspectiva del sentido y del conteni­do de las palabras o de los gestos externos, sino que tienen que ser tomadas en su complejidad r i tual .

Tres grandes plegarias marianas.

Entre las plegarias marianas populares más importantes tenemos: el rezo del "Ángelus D o m i n i " , del "Santo Rosa­r i o " y de las "Novenas Marianas". Las dos primeras fueron subrayadas en forma especial por Pablo V I en su Exhorta­ción Apostól ica "Marialis cu l tus" . Ambas, sobre todo la se­gunda, j un to con las Novenas, siguen siendo practicadas con interés por los fieles.

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El "Ángelus D o m i n i " se le considera el "Breviar io po­pu lar " , con el cual los cristianos consagran y santifican el di'a, recordando los misterios de la salvación con la mirada puesta en Man'a. Siendo una oración esencialmente evangé­lica, " no tiene necesidad de restauración" (MC 41) , como dice Pablo V I , pero si' de ser reavivada en su práctica por parte de los fieles.

Aquellos que practican esta devoción deben saber que la Virgen se preocupa de ellos, ya que el servicio materno de Man'a consiste en transmit i r los beneficios salvi'ficos de Dios. Esta plegaria "expresa los datos consti tut ivos y fun ­damentales de la fe cristiana, válidos para todos los t iem­pos, en genuina conformidad con la Biblia y de manera comprensible para los hombres de todas las épocas, porque lo hace en forma sencil la" (43).

Ha de exhortarse a los fieles y esto es papel de la cate-quesis y de la predicación, "a mantener el rezo acostum­brado del Ángelus, donde y cuándo sea posible" (MC 41) . Sería lamentable y una gran pérdida para la religiosidad mariana que esta plegaria fuera abandonada por los cristia­nos. Es necesario proponerla con frecuencia y con entusias­mo .

Debido a la estructuración actual de la vida moderna, puede que sea d i f íc i l restaurar la costumbre de rezar el Ángelus, tan solemnemente como se solía hacer en las poblaciones y parroquias. Pero sí se podría estudiar la for­ma de restaurar su rezo en los tres momentos principales del día que no cambian: mañana, mediodía y tarde, los cuales, para el hombre moderno "señalan los t iempos de su actividad y const i tuyen una invitación a hacer un alto para o ra r " (MC 41) .

Se aconseja dar a los fieles el tex to de dicha oración del Ángelus, en una versión of ic ia l , hecha con un cierto r i tmo

43. KLEIN, en Von Balthasar, "II culto di María oggi", Paoline, Roma, p. 264.

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que haga más fácil su rezo comunitar io y, después di fundir­lo en las escuelas de catequesis, en los grupos de oración, en las familias; y aún, " tocar las campanas, que hoy pare­cen sólo tocarari a muerto, para qt±e asi' vuelvan a anunciar el misterio de la v ida" (44).

Es curioso constatar cómo el Ángelus dominical del Pa­pa en la plaza de San Pedro en Roma, ofrece un valor de fuerte reclamo a la Iglesia universal, para que trate de man­tenerse viva esta oración entre el pueblo cristiano. Para co­menzar de nuevo a rezarlo allí' donde la costumbre ha desa­parecido, procúrese hacerlo por I05 altoparlantes externos de los templos, en los di'as de las novenas preparatorias a las festividades marianas, con algún mensaje inicial a los fieles.

El rezo del "Santo Rosar io", es otra de las grandes ple­garias marianas. Pi'o X I I decía que "es el compendio de to ­do evangelio" (45). A l hablar Pablo VI de la índole evangé­lica de esta oración, lo explica diciendo que lo es, en cuan­to , "saca del evangelio el enunciado de los misterios y las fórmulas principales; se inspira en el evangelio para sugerir, partiendo del gozoso saludo del ángel y del religioso con­sentimiento de la Virgen, la act i tud con que debe recitarlo el f ie l ; y continúa proponiendo en la sucesión melodiosa de las Avemarias, un misterio fundamental del evangelio -la Encarnación del Verbo- en el momento decisivo de la Anunciación hecha a Mar ía" (MC 44) , lo mismo que " los principales acontecimientos salvíficos que se han cumpl i ­do en Cr is to" ( M C 4 5 ) .

Juan Pablo II en Chiquinquirá el 3 de ju l io de 1986 vuelve a insistir sobre el valor del rezo del Santo Rosario, diciendo que la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, "mostrándonos el Rosario, nos está anunciando a Cristo, nos descubre los misterios de su humanidad, la gracia de la

44. MIGNONE, M ., "Per un rinnovamneto delle pietá popolare", O.R., Mila­no, p. 110.

45. PIÓ X I I , Epistula "Philippinas ínsulas": ASS 38 (1946) 419.

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Redención, la victoria sobre la muerte y su gloriosa Resu­rrección, el misterio de la Iglesia que nace en Pentecostés, la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección en el misterio de su gloriosa Asunción en cuerpo y alma a los cielos. ¡Qué fuente inagotable de inspiración para la pie­dad cristiana, la contenida en el Santo Rosar io!" (46).

La repetición que en el rezo del Rosario se hace del Ave María, debe revelarse a los ojos de los fieles, como un medio apropiado para concentrar todas las energías síqui­cas y espirituales y asimismo todas las facultades del hom­bre. Tal repetición constituye al mismo t iempo "el tej ido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los miste­r ios" (MC 46) . Con su r i tmo bien art iculado, el rezo del Rosario posee la capacidad de arrancar al que reza, del mundo exterior sensible y de guiarlo hacia el silencio, el recogimiento y la oración contemplat iva, de la cual el Rosario es una forma extraordinaria para su ejercicio.

Actualmente se advierte en el mundo una gran necesi­dad de silencio contemplat ivo y aún nuestro pueblo es sen­sible a este espíritu de contemplación en su oración. De ello María es un excelente modelo, ya que como mujer contemplat iva, vivió en permanente revisión de vida, al conservar en su corazón las palabras y los acontecimientos que compartía con su Hi jo d iv ino, y al meditarlos, oraba con ellos.

A l rezar el Rosario es preciso contemplar, puesto que sin la contemplación, "el Rosario sería un cuerpo sin al­ma y su rezo correría el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis no seáis charlatanes como los paga­nos que creen ser escuchados en vir tud de su locuacidad" M t 6 , 7 ( M C 4 7 ) .

Hágase todo el esfuerzo posible por la renovación del rezo del Rosario, con una especial aproximación a la pala-

46 . JUAN PABLO I I , Homilía en Chiquinquirá, 3 Julio 1986.

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bra de Dios, revitalizando el elemento contemplat ivo y aún con una celebración que lo haga en cierta forma como una continuación de la l i turgia. Adema's, hay que pensar que el Rosario podn'a ser también una ópt ima preparación para la celebración del misterio de la Eucaristi'a. De hecho asi' se hace actualmente en tanti'simas parroquias del país.

El Rosario está en i'ntima relación con la l i turgia, se ha dicho, porque ésta "hace presentes bajo el velo de los signos y operantes de modo misterioso los misterios más grandes de nuestra redención" (MC 48) y, por o t ro lado, la memoria contemplativa del Rosario, "con el piadoso afec­to de la contemplación, vuelve a evocar los mismos miste­rios en la mente de quien ora y estimula su vo luntada sa­car de ellos normas de v ida" ( Ib id) .

No obstante esto, no se debe rezar el Rosario durante la acción litúrgica del sacrificio eucan'stico, o sea, se recha­za la costumbre de algunos lugares de rezar el Rosario du­rante la Misa, porque entonces se confundin'an y mezcla-n'an dos formas de piedad que tienen cada una su naturale­za y su f isonomfa propias.

Elementos del Rosario se podn'an incluir en algunas ce­lebraciones de la Palabra, los cuales adquirin'an asi' "mayor relieve al encuadrarlos en la lectura de textos bi'blicos, ilus­trados mediante la homih'a, acompañados por pausas de si­lencio y subrayados con el can to " (MC 51) .

Nada impide tampoco que en una celebración del Rosario, pueda hallar asimismo espacio la parte eucan'stica. Podn'a ser de la siguiente manera: Se entona un canto de adoración mientras el Santísimo viene expuesto; se t iene algunos minutos de adoración silenciosa, se reza el Rosario y se da la bendición eucan'stica. Se evidenciaría de esta ma­nera que el cul to a la Virgen Man'a llena necesariamente a Cristo.

Débese inculcar mucho el rezo del Rosario en famil ia. Dice Pablo VI que el Rosario "debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes

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que la familia cristiana está invitada a rezar" (MC 54). Trá­tese de que las madres lo recen como antaño, es decir, con las intenciones como lo haci'an los antepasados. Hasta hace poco, nuestras madres lo rezaban fervorosamente a la Vi r ­gen por sus hijos.

Se podn'a objetar que rezarlo en famil ia en este t iempo es d i f í c i l . "D i f í c i l sin duda. Pero es también una caracterís­tica del obrar cristiano no rendirse a los condicionamientos ambientales, sino superarlos; no sucumbir ante ellos, sino hacerles frente. Por eso las familias que quieren vivir plena­mente la vocación y la espiritualidad propia de la famil ia cristiana, debe desplegar toda clase de energías para margi­nar las fuerzas que obstaculizan el encuentro famil iar y la oración en c o m ú n " (MC 54) .

Entre los obstáculos existentes para el rezo del Rosario en fami l ia, son los programas de televisión. ¿No se podría tener una emisión del Rosario en los diferentes canales, or­ganizada en forma de Celebración de la Palabra o de auto sacramental, a diferentes horas? También se podría hacer por radio, como hace un t iempo se hizo en algunas emisoras y aún lo acostumbran ciertas emisoras locales y parroquia­les. Para todo esto se podría aprovechar el Rosario vesper­t ino de los templos y el Rosario de la aurora por las calles.

De manera especial ha de rezarse, como se ha hecho a lo largo de los siglos, en épocas de crisis y difíci les de la so­ciedad, de la nación y de la Iglesia. En la actualidad se está pasando por una de esas épocas difíci les de la Patria, que nos obliga a encomendarnos a María con el rezo de esta plegaria.

Es importante hacer que los niños y los jóvenes lo recen también. El niño que logra amar esta plegaria, tiene para su fu turo un baluarte seguro en la protección de la Virgen Santísima. Juan Pablo II no hace mucho aconsejó e insistió en los niños para que lo recen, cuando tuvo con un grupo de ellos un encuentro en la ciudad de Cali. Les di jo así: "Amadís imos niños, habéis dicho que amáis a la

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Virgen Man'a. Pues ¡nvocadla siempre con amor rezándole el Santo Rosar io" (47).

Nuestro pueblo se interesa también muchísimo por el rezo de "Novenas" a la Virgen. Creo que esta forma de ple­garia, j un to con el Rosario, le proporcionan el mayor con­tacto espiritual con la Madre de Dios.

Las "Novenas" marianas son muy variadas. Cada advo­cación y cada santuario tiene la suya propia. Es convenien­te conservarlas, pero revisándolas y purif icándolas, para po­nerlas más al alcance de los fieles y para poner al di'a la doctrina que en ellas se expresa, a la luz del Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia; enriqueciéndolas asimismo con lecturas bíblicas y oraciones litúrgicas, pero sin caer en la tentación de privarlas de elementos que son populares: Solemnidad externa, cantos, predicaciones, etc., sobre to ­do cuando son Novenas públicas.

Entre los objetivos de las "Novenas", se debe inculcar a los fieles, el conocimiento de la vida y virtudes de Mana, para tratar de imitarla a Ella; la alabanza a Dios por las ma­ravillas que ha hecho en la Virgen; y la petición de su inter­cesión ante Dios a favor de sus devotos.

Por sí misma la espiritualidad de las Novenas es pro fun­da. Si se viviera como en los textos de las Novenas se ha es­cr i to y se insinúa, el devoto accedería a una gran perfec­ción de vida. Los sacerdotes y los catequistas deberían to ­mar en cuenta esto para la vida espiritual de los fieles.

Existen, sin embargo, peligros que hay que evitar: Se hacen Novenas y los templos se llenan de fieles, pero " fa l ta a menudo la verdadera devoción a María; más que a Ella y a su servicio de amor, se mira ordinariamente al signo cuasi talismánico de salvación, de defensa de cada peligro, de fu -

47 . JUAN PABLO I I , Discurso a los niños en Cali, 4 Julio 1986.

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ga de la cruz, a menudo independientemente de la misma vida v i r tuosa" (48).

Se ha de enseñar también en la catequesis y predica­c ión, que las Novenas no t ienen un poder mágico ligado, por ejemplo, al número de días, sino que son la traducción en una forma concreta de la oración asidua y prolongada, según el consejo de Jesús, de "orar sin desfallecer". En el fondo son un modo para expresar la oración perseverante. Es precisamente la perseverancia en la oración, hecha con gran fe y confianza, la que asegura el ser escuchado por el Señor.

En su estructura externa, según los fol letos de las No­venas populares, se ha visto que con suma frecuencia es­tán mal editadas, con errores de sintaxis y de ortografía. En algunas de ellas es casi imposible hallar el sentido or i ­ginal de las frases, lo que desvirtúa o tergiversa la doctrina auténtica que las Novenas suelen tener normalmente. Los fieles leen con fe lo que está escrito, pero sin entenderlo. Fácil es comprender la necesidad de una revisión de tales Novenas.

Combatir el uso de rezar Novenas, es atentar contra el sentimiento religioso del pueblo, que con ellas se pone más en contacto con su Dios y con aquellos que, según el dogma de la Comunión de los Santos, ya participan de la luz de la divinidad y siguen en contacto con la Iglesia que aún peregrina. "Cada acto de piedad, aunque bajo la posi­ble corteza de pesadas y compactas sobreestructuras, en lo más profundo comporta un movimiento de fe suscitado por el Espír i tu San to " (49).

Hay personas, sobre todo madres de famil ia, que en vista de las obligaciones del hogar o del trabajo que ejer-

48. PINDEO, I., "Religiosidad Popular, su problemática y su anécdota", Ed. Mensajero, Bilbao, p. 92.

49. MACCA. V., "María tra pietá, devozione e cu l to " , Teresianum, Roma, p. 247.

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cen, no tienen t iempo ni siquiera de acudir al templo en algunas épocas del año. Pero dentro del hogar, de su casa, sin tener necesidad de arreglarse para salir fuera, si' en­cuentran el t iempo todos los días para rezar su Novena. Pa­ra ellas este rezo es como un plato fuerte en su vida espi­r i tual . Los mismos enfermos, encuentran en el rezo de sus Novenas, la fuerza espiritual para sobrellevar sus dolores

No hay duda, pues, que el rezo de las Novenas, man­tiene a estos cristianos, unidos a la Virgen Mari'a y a los Santos y por supuesto a Dios y de esa forma sienten su pre­sencia amorosa y su bendición.

Plegarias Marianas menores.

Entre las llamadas Plegarias marianas menores, podría­mos señalar las siguientes: Las Jaculatorias, el Ave Man'a, la Salve Regina, el Magníficat, el canto solemne de la Salve, las Letanías Lauretanas, las Celebraciones marianas de la Palabra, los Cánticos marianos, etc.

Las "Jaculator ias" marianas deben convertirse en una especie de respiración espiritual del alma y no en giros o in­terjecciones idiomáticas solamente, como sucede en algu­nas regiones, aunque en esto también tienen su valor cu l tu­ral. Deben ser una especie de alabanza a Man'a, ya que "la alabanza no es más que la manifestación de una plenitud interior incontenib le" ( Ib id) .

Las demás oraciones marianas también tienen su gran valor espiritual. Son numerosísimas estas oraciones. A lgu­nas de ellas muy antiguas, como aquella que comienza asi': "Bajo tu amparo" , que fue la primera plegaria dirigida ex­presamente a la Madre de Dios por el pueblo cristiano y que ha llegado hasta nosotros. Fue formulada a finales del siglo I I I , según algunos; y según otros, con más probabi l i ­dad al inicio del siglo IV.

Todas las oraciones marianas, pueden resultar tanto más fecundas para el cristiano, "cuanto más conserva - su

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verdadera naturaleza y la fisonomi'a que les es p rop ia " (MC 48) . Rezadas como devociones que se dirigen a un f in par­ticular de impetración de favores, deben conservar en la mente del orante, aquel espíritu de disponibil idad para aceptar la voluntad de Dios en bien de la Iglesia y del pró­j imo , haciendo asi' inválido el ju ic io severo que a veces se hace a la devoción mariana, de que es devoción egoísta, únicamente de interés personal, sin preocupación por los demás. De hecho, éste es un ju ic io exagerado.

Todas las oraciones marianas son en general hermosas, bien estructuradas a la luz de la teología y de la Sagrada Escritura, como se di jo antes; del Magníficat, por ejemplo, se dice que es "espejo del alma de María. . . A l l í María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su con­fianza en la misericordia del Padre" (Puebla 297).

Tanto en la plegaria o cántico del Magníficat, como en el Ave María, la Salve Regina y las Letanías, se ve clara­mente que la Virgen se presenta ante el pueblo como un modelo "para quienes no aceptan pasivamente las circuns­tancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la alienación, como hoy se dice, sino que proclaman con Ella que Dios ensalza a los humildes y, sí es el caso, derr i­bando a los potentados de sus t ronos " (50).

En cuanto a que el pueblo rece estas oraciones como plegarias de pet ic ión, como por ejemplo, las "Tres Ave Ma­r ías" para obtener la protección de la Virgen en circunstan­cias difíci les; la "Salve Regina" en los peligros de muerte; las "Letanías" para pedir el buen t iempo; el "Magní f i ca t " en las tempestades atmosféricas, en las crisis personales o familiares, etc., hay que reconocer que esto tiene mucha validez. La mentalidad misma laicista ,1o hace, pero invo"-cando seres o cosas que no tienen nada de sagrado. ¿Priva­ríamos a la gente sencilla de algo que lo une más con lo

50. JUAN PABLO I I , Homilía en Zapopan en México: AAS LXXI (1979) 230.

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trascendente y lo personaliza más, ya que al orar, se comu­nica con personas?

Claro está que es importante instruir mejor al pueblo para que no se l imite a pedir lo material solamente y no re­ce con act i tud mágica. Se puede inculcar que al orar, no so­lo solicite favores, sino trate de renovar su vida y de esfor­zarse por un mejor cumpl imiento de su deber.

Con los fieles han de multiplicarse las Celebraciones de la Palabra rosariales y aquellas Celebraciones mañanas que se alimentan en la Sagrada Escritura, a f in de que puedan escuchar con más atención esa Palabra de Dios en otras for­mas que les sean m-ás asequibles y puedan vivir según el espíritu que transmite esa misma Palabra.

En algunos ambientes al movimiento de pastoral b íb l i ­ca se le ha acusado de prescindir del carácter mariano de la religiosidad popular. Es preciso recordar que "en la gran tradición misionera de los siglos XV I y X V I I no fue así; lo mariano y lo bíbl ico se interfecundaban. Una feliz integra­ción de ambas en el fu turo es necesaria, por f idelidad a la unión de la Palabra y María en el plan de salvación, y por razón de una acertada estrategia pastoral" (51), y porque ambas corrientes provienen de la acción del Espír i tu Santo.

En general, una Celebración mariana de la Palabra, es una prolongación estupenda del dato bíbl ico sobre María, como es anunciado y vivido en la piedad litúrgica, siendo al mismo t iempo, una presentación extraordinaria de la ima­gen evangélica de María.

Es aconsejable organizar asimismo, "Au tos sacramenta­les" pero en forma de Celebraciones masivas de la Palabra, en relación con la vida de la Virgen. En ellos, el dato bíb l i ­co, meditado y asimilado, se presenta plásticamente de ma-

5 1 . A L L I E N D E , J., "La fe popular L .A . " ,en AA .VV . "Pueblo e Iglesia en A . L . " Paulinas, Bogotá, p. 122.

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ñera de suscitar la participación viva del pueblo, el cual, de espectador, se convierte en actor, tanto por las aclamacio­nes, como por la participación en las plegarias, que son par­tes integrantes de este t ipo de Celebraciones.

Estas vienen a ser para el pueblo de las manifestaciones más ricas y en las que puede ejercer más su creatividad. Son verdadera evangelización y de una incidencia pastoral notable, porque corresponden a la mentalidad del pueblo. Como pueblo reunido en asamblea, él mismo ve que en cierto modo llega a ser protagonista en María y con María, del misterio de la historia de la salvación.

Respecto de las "Canciones marianas", debo decir que son una forma de plegaria extraordinaria. En ellas se debe manifestar la confianza, el amor, la fe, bajo una doctrina segura, no ambigua, sin forzar el giro poético, fiel al magis­terio eclesiástico y a la Sagrada Escritura.

De los cantos-plegarias en honor a la Virgen que exis­ten , tanto los antiguos como los nuevos, además del inne­gable valor l iterario que poseen, "cont ienen filones de doc­tr ina segura de grande importancia: el don que en María ha dado Dios a la humanidad; el singular poder de.gracia que le conf i r ió ; su maternidad universal; su misericordia en aliviar los dolores espirituales y físicos; su socorro y ayuda en las horas más oscuras, especialmente al defender la fe de sus h i jos" (52).

Es conveniente propiciar entre el pueblo creyente, la invención y creación de nuevos cantos-plegarias en honor de María. Se puede hacer en forma de concursos, dando anticipadamente las bases, sobre todo de t ipo religioso y doctr inal . De esa manera no sólo se estimula la creatividad de la religiosidad mariana, sino que también se catequiza al pueblo y se le hace agente de su propio desarrollo espiri­tua l .

52. MACCA.p . 228.

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A las prácticas de piedad no hay que tacharlas de alie­nantes, individualistas, piedad sin compromiso, beatería, etc., pues al exagerar, se podn'an cometer injusticias con muchas de ellas. Frecuentemente se ha cometido ese error de valutación, en catequesis, en predicaciones y en orienta­ciones pastorales. Cui'dese si', de purif icarlas, revitalizarlas y de potenciarlas.

3.2 Catequesis y las imágenes y reliquias mañanas.

Fácil es comprender la necesidad de una buena orienta­ción y catequesis, sobre este tema que toca costumbres muy arraigadas entre nuestro pueblo cristiano. A l ofrecer aquí' algunas ideas prácticas al respecto, debo hacer constar que de ninguna manera serán exhaustivas.

Recto uso de las imágenes mañanas.

Las imágenes de la Virgen Man'a, como cuadros, p in tu­ras, estatuas, etc., constituyen un elemento importante re­ligioso de nuestros fieles. Son un l ibro abierto para su espi­r i tual idad. "Se ponen las pinturas en la iglesia, deci'a Gregorio el Grande, para que los que no saben leer, al me­nos viendo las paredes lean lo que no saben leer en los l i ­bros" (53).

Muchas veces se convoca al pueblo para reflexionar la Palabra de Dios o meditar sobre su compromiso cristiano, pero son pocos los que acuden a la convocatoria. Mas, si se convoca alrededor de una imagen de la Virgen, entonces sí acuden numerosi'simos cristianos. Lo que indica que Man'a ejerce un extraordinario poder de convocatoria, una atrac­ción particular que no hay que desconocer y que hay que saber canalizar.

Débese enseñar al pueblo el valor de la imagen. No se la puede considerar como una concesión a la sensibilidad, co-

53. A L V A R E Z , G., "La religión del pueblo", BAC, Madrid, p. 124, citando a San Gregorio.

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mo un i'dolo. Aunque toda imagen es l imitat iva, la imagen de Man'a posee una gran función catequética respecto de la instrucción religiosa de los fieles. Esto no se puede ignorar ni desconocer, porque la sicología de nuestro pueblo sen­cillo y religioso asi' lo manifiesta. Más aún, hoy por hoy tenemos que aceptar que nos hallamos en lo que se deno­mina la era de la imagen.

Es sabido que la ¡conografi'a aporta elementos insusti­tuibles a la espiritualidad popular, por lo cual no hay que extrañarse del rechazo general del pueblo hacia aquellos que los privan de sus imágenes y aún las retiran de los tem­plos, como sucedió en varios de nuestros pai'ses entre los años 1965 y 1970 a rai'z de la reforma litúrgica y como una falsa interpretación de ésta.

Es un principio pastoral que hay que tomar en cuenta que "en un lugar mariano no se puede hacer ningún cam­bio, sin permiso del pueb lo" (54). Debe mirarse con cierta sospecha la tendencia iconoclasta de una pastoral que se presente como legi'tima, pero que en el fondo es el subpro­ducto de un intelectualismo importado de otras latitudes y culturas ajenas a la nuestra.

Un estudio profundo sobre la ¡conograffa enseña que " la acti tud iconoclasta ignora que la semejanza ¡cónica se opone radicalmente a todo lo que es retrato o copia. Sólo se refiere a la hipóstasis (a la persona) y a su cuerpo celes­te. Por eso es imposible el i'cono de quien está aún en v ida" (55).

En los modernos textos de religión se halla una gama incalculable de imágenes, fotografías y láminas, la mayon'a de las cuales no son propiamente religiosas. Nadie las rechaza. A l contrar io, se les reconoce que también tienen un poder de comunicación. Ahora bien, si esas imágenes se

54. A L L I E N D E , p. 76.

55. MALDONADO, F. "Religiosidad Popular: Nostalgia de lo mágico", Ed. Cristiandad, Madrid, p. 358.

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aceptan para transmit i r un mensaje, ¿por qué vamos a ce­der a la tentación iconoclasta, respecto de las imágenes tra­dicionales a cuya vista ha crecido y se ha desarrollado la fe de nuestro pueblo?

El pueblo necesita poseer no sólo fechas y lugares sa­grados, sino también imágenes sagradas, "como aquella se­ñora comunista que, al obtener casa nueva, su primera preocupación fue dejar un pedazo de jardi'n para construir la gruta de la Virgen de Lourdes" (56).

Si tantos se preocupan de descubrir lo que hay de inte­resante y de bueno en los hermanos separados y aún lo que hay de cristiano en otras religiones no cristianas y más aún entre los mismos marxistas, debemos esforzarnos más por descubrir los valores religiosos tan positivos de nuestro pueblo católico que posee y que ama sus imágenes sagra­das. Ha de tenerse en cuenta asimismo que tampoco se puede acabar con las imágenes y la manifestación de pie­dad hacia ellas, en nombre del purismo l i túrgico. Hay que purif icar si' y evangelizar. En todo esto no es a Europa ya cansada y envejecida por el materialismo a la que hay que mirar, sino al alma de nuestro propio pueblo.

Reflexiónese y "tómese en cuenta lo que una Patrona o un Patrono son para una comunidad y para ese pueblo concreto una determinada imagen: Hay sentimientos de grat i tud, por hechos que todos recuerdan y han oi'do; hay sentimientos de esperanza, porque se acogen bajo su man­t o ; hay sentimientos de orgullo local, por muchas razones, en los que entran elementos religiosos" (57).

En donde se vea exageración o error, procúrese enton­ces hacer una buena catequesis sobre el si'mbolo y la ima­gen y aún tratar de expresar con nuevos sfmbolos muy ade­cuados al sentimiento del pueblo, de tal manera que no se vea que hay supresión de aquello que existe, sino una

56. A L L I E N D E , p. 82.

57. A L V A R E Z , p. 89.

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adecuada sustitución o reemplazo, porque en verdad, mu­chas veces, el pueblo no sabe expl ici tar claramente o no discierne bien, si no media una buena or ientación.

Con frecuencia se piensa que el pueblo es ignorante, que sus devociones no son racionales, que hay que supri­mirle muchas de sus prácticas, etc. Esto es sumamente fácil expresarlo y sentir lo, porque no se tiene alma popular, ni la riqueza de esa alma. Más aún, también se cree tener ra­zones muy váliddas para condenar costumbres y abusos re­ligiosos de la masa. Se ataca asi' al pueblo y éste no puede reaccionar, " no tiene argumentos para defender su religior sidad, no tiene formación ni cultura suficiente. Pero, en ocasiones, aunque no tenga argumentos, tiene razón y se defiende a su manera, aunque no sea más que poniéndose en guardia. No obstante, si se le comprende, es dóci l , se de­ja guiar y orientar. Y este es un arte que debe cultivar el sacerdote. Es su gran m is ión " (58).

Recto uso de las Reliquias Marianas.

A la palabra reliquia se le han dado entre nosotros dos significados: Aquél común y corriente que se refiere a los restos, o sea, los huesos y aún objetos de los mártires y de los Santos en general, de los que existen muy pocos en nuestro propio pai's. En Colombia, por ejemplo, sólo se t ie­nen los restos de San Pedro Claver en Cartagena y del Bea­to Ezequiel Moreno en Pasto.

Pero sobre todo se da el nombre de " re l iqu ia " , tal co­mo lo expliqué al tratar la parte histórica de la religiosidad mariana, a las medallas, los escapularios, las estampas, los cristos, las cruces, las pequeñas imágenes y los objetos to­cados a alguna imagen sagrada, o bien, que hayan sido ben­decidos por algún sacerdote.

Si se quisiera reconstruir la historia religiosa de nuestro pueblo, encontrarfamos en esta segunda categon'a de "reí i -

58. ALVAREZ, p. 33.

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quias", jun to con los libros de piedad, devocionarios, alma­naques religiosos, hojas religiosas volantes, revistas de aso­ciaciones y novenas, los elementos adecuados para ello. To ­do esto es el material de la religiosidad popular y , muchas prácticas de piedad se inspiran en tales " re l iqu ias" , pues const i tuyen los elementos del llamado "cu l to domést ico" .

El uso de las " re l iqu ias" ha de tener su debida orienta­c ión, para evitar que en lugar de sacramentales, se tomen como amuletos. Más aún, se ha de insistir en que su uso, como expresión de la devoción mariana, ha de hacerse to ­mándolos como signos y como instrumentos que la al imen­tan y no como talismanes que aseguran la salvación, como si fuesen "carnets" de salvación.

Se ha de corregir la idea errada de que las " re l iqu ias" o imágenes de la Virgen o de un Santo, poseen un poder m i ­lagroso. Igual cosa se d ina de las imágenes del Señor. Nos dice Mignone que "muchas veces la preocupación mercan­t i l empuja a alimentar estas falsas -convicciones en detr i ­mento de la verdadera piedad; otra cosa es entrar en conf i ­dencia con Man'a o con el Santo y pedirles para que nos ayuden a caminar por el camino de la voluntad de D ios" (59).

El hecho de portar una " re l i qu ia " , llevando al mismo t iempo una vida poco cristiana y a veces una vida licencio­sa o cr iminal , manifiesta las desviaciones a las que se ha lle­gado, tal vez por defecto de una catequesis o por el aleja­miento en que se está de los sacramentos u otras causas. El uso de las " re l iqu ias" en la devoción mariana, debe ser la manifestación profunda de una personalidad verdadera­mente religiosa.

El empleo supersticioso de las " re l iqu ias" nos enseña que "la piedad hacia la Virgen Man'a, o al Señor o a los Santos, está sujeta a desviaciones y a errores, a la par de

59. MIGNONE, p. 115.

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cualquiera otra realidad de la fe y de la vida cr ist iana" (60) . Pero eso no lo just i f ica. La sociología religiosa tiene en este campo derecho a realizar investigaciones severas y fi jar hipótesis que podn'an ilustrar y ayudar a la pastoral. Claro está que se debe actuar con extrema prudencia, sabi­duría y discernimiento, con el f i n de no generalizar con da­ño de la rel igión, de la religiosidad popular ella misma y aún de la verdad histórica.

El pueblo ha de ser catequizado en el sentido de que no es el acto o la presencia material de una medalla o de una imagen de la Virgen que se lleva, por ejemplo, en el bolsi l lo, en el portafol ios o se coloca en el vehi'culo, lo que aleja de los peligros y la" desgracias. Es esa act i tud de vuel­ta a Dios, y por lo tanto , de oración personal que aquella " re l iqu ia " recuerda y que inflama la fe sincera en la Virgen (o en el Señor) que ayuda y protege, que conserva y ampa­ra en los m o m e n l j s que deseamos.

La gente lleva, toca y besa esas " re l iqu ias" esperando con fe la ayuda de Man'a. Esto lo podn'amos valorar a la luz de, las actitudes de Cristo en el evangelio. Para ello un ejemplo sólo. De seguro que muchos de los doctores de la ley y muchos fariseos aún, tem'an un concepto de fe más puro y elevado que la fe de carbonero de muchi'sima gente del pueblo judi 'o y de los paganos mismos que se acercaban a Jesús, como aquella mujer enferma que deseaba tocar el borde del manto del Señor para ser sanada. Cristo conside­ró que la fe mucho más sencilla de esa mujer, era la más ap­ta para recibir el don divino de la curación y asi' lo hizo.

Tocar una " re l iqu ia " o una imagen de Man'a, es ser tocado por la Virgen. A l catequizar y orientar adecuada­mente esto, es importante indicar a los fieles que tal toca­miento es como dejarse tocar por la personalidad de la Vir­gen y es dejarse tocar el corazón por la acción de Dios, es decir, convertirse.

60. MACCA.p. 226.

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Si lográramos orientar bien en nuestras catequesis estas cosas de la religiosidad popular, cua'ntos beneficios espiri­tuales se logran'an para el enriquecimiento religiosos de to ­dos.

Importancia de las festividades y asociaciones mañanas.

Para manifestar su profundo amor y devoción a Mana, la religiosidad popular, en sus festividades en honor de la Virgen, trata de realizar el mayor número posible de actos de piedad. Tales actos tienen como fines específicos: la ala­banza a la Madre de Dios y la impetración de sus favores.

Sicológicamente hablando, los actos de alabanza y de veneración a la Virgen Man'a, se mantienen y perduran, precisamente porque Ella significa tanto para nuestro pue­blo. Más aún: dicho cul to de alabanza y veneración se sos­tiene también porque va acompañado de un cul to de peti­ción y de súplica. Esto viene a ser esencial en el manteni­miento de las devociones populares. Por eso también el va­lor que tienen las festividades marianas.

Estas últimas se escalonan a lo largo del año l i túrgico, tanto aquellas que están en relación con los privilegios imá­nanos, como las que se relacionan a acontecimientos de la historia de la Iglesia y a la historia del pai's. Su distr ibución a través del año tiene su importancia pastoral, pedagógica y catequística que no hay que despreciar.

Orientadas esas festividades, en lo posible, según la liturgia de la Iglesia, la act i tud sabia y objetiva de ésta, "frena las manifestaciones exageradas de una afectividad tal vez bien intencionada, pero no siempre opor tuna" (MC 31). Hay actualmente en la Iglesia una tendencia a procurar que el culto a la Virgen se inserte más en los t iem­pos litúrgicos del año, sobre todas aquellas de adviento y navidad.

Las festividades populares marianas representan uno de los grandes valores de la religiosidad popular, sobre todo porque, como en tiempos de Israel en el Ant iguo Testa-

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mentó, toda fiesta religiosa manifiesta un it inerario de fe, a pesar de que en muchos de nuestros ambientes el sentido de las fiestas marianas se ha llegado a deteriorar hasta nive­les casi irrecuperables, part icularmente por los abusos en el licor y por el espíritu mercantilista de la sociedad de con­sumo. En esto hay mucho que hacer para puri f icar, corre­gir y recuperar.

Esas festividades marianas y las de los Santos, deben ser organizadas de tal manera que el centro sea siempre Cristo, puri f icando todos los signos y símbolos de sus ele­mentos que pudieran ser alienantes, de tal forma que por medio de tales signos y símbolos, sobre todo de María mis­ma, se llegue al signo def in i t ivo y expl íc i to que es Cristo, "sacramento del Padre".

Los sacerdotes son aquí los que tienen más responsabi­lidad de or ientación. Deben hacer todo lo posible porque esas festividades no se celebren con pensamientos distintos del religioso, como serían los "festivales" profanos, los "bazares" y otras actividades de t ipo profano, en donde tienen su reino el baile, la bebida, la comida, la charlatane­ría, todo matizado con peleas y atropellos.

Hay el peligro asimismo de que las cofradías, alféreces y mayordomías encargados de las fiestas, las organicen sólo por vanidad y ambic ión, por querer hacerse famosos en la población, tratando de humil lar a otros al gastar y al hacer más que los anteriores, ofendiendo así la pobreza de tantísimas personas. Esto desvirtuaría el sentido religioso de la fiesta.

Débese orientar asimismo para que la gente sepa que es sobre todo la recta intención y el verdadero espíritu cristia­no lo que cuenta. Un joven campesino comentaba diciendo que "los campesinos se preocupan por hacer mejor la fiesta a su Patrona en la población o la vereda, porque piensan que el que más gasta y hace mejor la fiesta, la Virgen lo t ie-

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ne más en cuenta" (61). Espiritualmente sabemos que las

cosas no son asi'.

No se deben hacer gastos excesivos y dispendiosos, co­mo los que exige el uso de fuegos pirotécnicos y otros gas­tos fastuosos, considerando sobre todo que pertenecemos a una sociedad en vi'as de desarrollo. Háganse los gastos más indispensables dedicando más el esfuerzo económico a obras que verdaderamente ayuden a la beneficencia, a las obras de caridad y a los apostolados de la región.

Si jun to a la fiesta se organizan los "bazares", los "fes­tivales" y los llamados "altares de San Is idro" , con manifestaciones culturales y cívicas, todo ello debe estar bien armonizado con la parte religiosa, de tal manera que ésta no quede opacada y más bien imprima a esas otras ac­tividades el sello religioso que puedan tener, como sería el espíritu de obras de misericordia hacia las cuales deben es­tar dirigidas. Tanto por la vida sacramental que se intensif i­ca, como por el amor a María que se manifiesta, las festi­vidades marianas pueden llegar a ser para el pueblo, extraordinarios momentos de evangelización y de cateque-sis.

A l lado de las festividades de las diferentes advocacio­nes marianas, como serían las patronales, deben alimentar­se otras que, tanto la jerarquía como el pueblo mismo, han creado como manifestaciones de fe y amor a la Vi rgen: los "Sábados marianos", el "Mes de M a y o " o "Mes de Mar ía " , los "Congresos marianos" y las "Asociaciones marianas".

El sábado está dedicado tradicionalmente a la Virgen, desde hace siglos. Se sabe que en el siglo X se introdujo en Europa la "memor ia de Santa Maria in Sabato", devoción nacida entre los monjes, por inf lu jo probablemente del Oriente cristiano. Llegó a ser un gran elemento del cul to popular, que caracterizó en casi toda Europa cristiana y luego en América Lat ina, al sábado como día dedicado es­pecialmente a la Madre de Dios.

61. ZULUAGA.p. 80.

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Así las cosas, se aconseja que en el sábado deberían ce­lebrarse diferentes actos marianos populares. Sería ocasión, además, para reavivar la devoción del Ángelus con su rezo público y el toque de campanas.

El "Mes de M a y o " , como mes dedicado a la Vi rgen, ha declinado en varios lugares como devoción mariana. Se de­bería reorganizar, acudiendo a la gran creatividad popular. En algunos lugares del país se podría establecer durante el Adv iento , entre la fiesta de la Presentación de la Virgen el 21 de Noviembre y la Octava de la Inmaculada el 15 de Diciembre. Sería una gran preparación para la fiesta de la Navidad y le daría muchísimo más sentido a la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Hay que reconocer que el "Mes de Mar ía " tiene un enorme valor pastoral porque se presta para una evangeliza­ción más prolongada a base de María. ¿Por qué? Porque partiendo del don divino que es la Virgen, basándose en los acontecimientos y textos bíbl icos, como textos litúrgicos marianos, se va presentando el misterio cristiano de tal ma­nera que se llega fácilmente a Cristo.

Durante ese mes mariano, los grandes temas bíblicos de la liturgia pascual (si es durante el mes de Mayo), los pasa­jes bíblicos de los Hechos de los Apóstoles y del Evangelio de San Juan, sobre todo con la acción del Espír i tu Santo que en ellos aparece, ofrecen una sólida doctr ina, en un es­fuerzo de renovación, para vivir plenamente ese mes en ho­nor de María, Si se celebra en Adv iento , toda la doctr ina bíblica de ese t iempo está impregnada de la presencia viva de la Virgen María.

Heberían asimismo revivirse los "Congresos marianos" locales, parroquiales y municipales, en un intento de re-crear y renovar las devociones marianas, lo mismo que de catequizar a los fieles. Se aconseja sí de dársele mayor participación al pueblo, en un gran espíritu de subsidiari-dad. Esos Congresos podrían ayudar a la revitalización de los santuarios marianos locales, ya que la Virgen venerada en ellos, es también signo de la presencia de María en la

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vida y en la historia de la región, de la población, de la pa­rroquia.

Creo que ños hallamos en una época muy propicia pa­ra la renovación de las "Asociaciones marianas", como se-n'an la "Congregación mariana", la "Legión de Man'a", las "Hi jas de Man'a", las "Madres catól icas", etc., sea que apa­rezcan con estos mismos nombres u otros más modernos o acordes con nuestra mental idad. Se podrían crear otras nuevas, pero con un verdadero empeño de auténtica vida mariana y cristiana, con una apertura generosa a las obras de misericordia y misionales. Taies Asociaciones asi 'remo­zadas, sen'an fecundos fermentos de crecimiento espiri tual.

Pero esa renovación no debe consistir en hacerlas fun ­cionar como lo haci'an a la hora de la supresión o desapari­ción temporal o de sus crisis, sino con rostro nuevo, ma's dinámicas, más empeñativas en la vida espiritual y apostóli­ca, teniendo en cuenta que es a la juventud, sobre todo , a la que hay que atraer a ellas; sin olvidar asimismo que las juventudes actuales, como dice Medelh'n, "rechazan las organizaciones demasiado institucionalizadas, las estructu­ras rígidas y las formas de agrupación masiva" (Medelh'n 5 , 6 ) .

Teniendo en cuenta esto, ábranse a la juventud nuevos campos marianos. Créase un amplio abanico de Asoaciacio-nes y Clubes marianos y veremos así muy pronto un ref lo­recimiento espiritual juvenil en toda la Iglesia. Con ello re­cibirá también un enorme impulso la misma religiosidad popular, con esa sangre nueva de los jóvenes, y así, el fu turo religioso del pueblo será más impermeable a las ase­chanzas del maligno.

4. Catequesis y orientación de un santuario mañano.

Los Santaurios en la Iglesia católica, han sido a través de los siglos, "altos lugares de f e " , Los Santuarios marianos sobre todo , se han const i tu ido no sólo en baluartes de esa misma fe, sino también en irradiadores misioneros de ella.

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Es conveniente, por lo tan to , basándonos en uno de ellos, el de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, al con­memorarse los 400 años de su erección, ofrecer algunas orientaciones catequísticas, que podrían ser válidas para cualquier ot ro Santuario mariano o no mariano, en la Igle­sia latinoamericana.

4.1 Importancia del Santuario de Chiquinquirá.

En la primera parte de este trabajo, he narrado la histo­ria y circunstancias del Santuario nacional de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, como el primer centro mariano de mayor importancia en Colombia, al cumplirse en 1986 los cuatrocientos años de la renovación prodigiosa de esta bendita Imagen de la Virgen. Estando América Latina em­peñada en la Novena de años para celebrar en 1992 los quinientos años de la evangelización de nuestra t ierra, creo que los Santuarios marianos tendrán que cumpl ir aquí un papel evangelizador de primer oden. Por eso quiero ofrecer algunas orientaciones de t i po catequístico que podrían ser útiles a este propósito.

En esta hora de crisis por la cual pasa el país, es muy opor tuno y aún urgente, que se hagan surgir a una vida es­pir i tual aún más intensa todos los Santuarios, tanto los de­dicados al Señor, como los Marianos y los de los Santos. Para Colombia reviste importancia especial el Santuario de Chiquinquirá, por ser su advocación la Patrona y Reina de la nación.

El propósito de Dios con este Santuario ha sido bien manif iesto y lo ha expresado Juan Pablo II al dirigirse así a la Virgen María el 3 de Jul io de 1986: " A q u í en Chiquin­quirá quisiste, oh Madre, disponer para siempre tu morada. Durante cuatro siglos, tu presencia vigilante y valerosa, ha acompañado ininterrumpidamente a los mensajeros del evangelio en estas tierras, para hacer brotar en ellas, con la luz y la gracia de tu H i jo , la inmensa riqueza de la vida cris­t i ana" (62), agregando el Papa a los fieles: "Quiso quedar-

62. JUAN PABLO I I , Homilía en Chiquinquirá, 2; 1986.

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se entre vosotros y con todo el pueblo colombiano, como Madre llena de ternura, decidida a compart i r sin desmayo vuestros sufr imientos y alegn'as, dif icultades y esperanzas" ( Ib id) .

Ya en 1829, la Sagrada Congregación de Ritos había manifestado que "en esta Imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá hay encerrado algún don especial de Dios, reservado para remedio de graves males" (63). A ese " d o n " quisiera que nuestro pai's se acogiera nuevamente y con mayor confianza que antes.

Man'a quiso manifestar su presencia en la vida e histo­ria de Colombia, desde los primeros años de su nacionali­dad moderna, o sea, en el siglo X V I , en aquella Imagen que An ton io de Santana hizo pintar por los años 1555 y que se renovó milagrosamente a petición de la piadosa Man'a Ra­mos el 26 de Diciembre de 1586.

En la elaboración de la Imagen de Man'a de Chiquin­quirá hay una gran lección de lo colombiana que es esta Imagen, ya que se puede decir, aunque sea metafóricamen­te, que es tierra de nuestra t ierra, porque fue pintada "m ix ­turando tierra de diferentes colores con zumo de algunas hierbas y f lores" (64).

La misma Virgen escogió a Chiquinquirá, pequeño caserío de indios, rodeado de bosques y pantanos, lejos de lo que en aquella época daba la sensación de mayor civi l i ­zación. No escogió ni la capital de la provincia, ni de la na­c ión, sino al l f donde estaban los indios, los pobres, los mar­ginados como para demostrarnos que esos son sus preferi­dos. Por algo Man'a se ha arraigado tanto en nuestro pai's, porque hay tanto pobre y necesitado.

La lección de Man'a es muy clara, es una enseñanza pastoral de gran valor, como lo manifiesta un autor al decir

63. CARO, J., "Chiquinquirá santuario nacional mariano", Kelly, Bogotá, p. 1; citando a la Sda. Congregación de Ritos.

64. MESANZA, p. 26.

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que "la manera misma como Man'a se ha situado entre los pobres y marginados -la periferia social y eclesial-, nos sirve de modelo y cr i ter io de evangelización; nos enseña que el punto de partida de la pastoral popular es la ubicación del evangelizador entre los pobres, estableciendo Ella entre es­tos su santuario" (65).

Se podri'a decir asimismo que la historia del cuadro mi­lagroso de Chiquinquirá, desde que se p intó hasta su reno­vación (1555-1586), con su largo calvario de abandono y deterioro de parte de los dueños, nos habla elocuentemen­te de la crisis moral , rel igiosay social que la Patria ha teni­do en diversas épocas de su historia. El lienzo de Chiquin­quirá, en efecto, hasta la llegada de Man'a Ramos que lo rescató, se hallaba en un lamentable estado de deter ioro. "Estaba t irado en el suelo un bastidor desarmado, con una imagen tan rota, ajada y destrui'da, que no supo Man'a Ra­mos de qué santo era" (66).

Doloroso es tener que reconocer la triste situación por la que nuestro pai's está pasando, lo mismo que los demás países de América Lat ina. Esto nos hace pensar seriamente en la necesidad de una radical renovación espiritual y mo­ral. " U n torrente de impiedad y calamidades, amenaza pre­cipitar al pai's en el ab ismo", como dice una oración que desde hace lustros se reza en algunos templos, indica el de­terioro en el cual se halla el pai's. Es preciso, por lo tan to , que reaparezca un signo cristiano más vivo de la fe catól i­ca, por la acción misma de Man'a de Chiquinquirá.

En su Imagen, Man'a nos presenta a su Hi jo Jesús, co­mo para indicar que es tras las huellas del evangelio, por donde se debe caminar, no de Marx ni de otras ideologías modernas generadoras de injusticia y de barbarie. Cuando la Virgen se apareció en México, lo hizo como una mujer encinta que iba a traer a Cristo al mundo latinoamericano.

65. GALILEA, p. 15.

66. MESANZA'p. 26.

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En efecto, la Virgen de Guadalupe apareció el 12 de Di ­ciembre de 1531 al indio Juan Diego, doce días antes de la fiesta de Navidad. En cambio, en Chiquinquirá se renovó ya con su Hi jo en brazos, al di'a siguiente de la Navidad, 26 de Diciembre de 1586, como diciéndonos al mostrarnos a su H i j o : "Haced lo que El os d iga" (Jn 2, 5).

Asi ' como el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá en el momento de la renovación milagrosa reapareció con el color ido y lineamientos pr imit ivos, es preciso que la vida cristiana en nuestro país, en una gigantesca renovación na­cional, reaparezca más genuina y auténtica, según las ense­ñanzas de Jesús, sabiendo que la Virgen Santísima nosayu-dará a el lo.

Se ha constatado que la devoción a la Virgen de Chi­quinquirá, en Colombia, ha tenido sus altibajos de fervor y de olv ido. Ahora bien, si esta devoción ha tenido así su vía dolorosa, tal vez se ha debido a que no se ha sabido mostrar como se debe, a los fieles, este símbolo de unidad, de paz, de progreso, de santif icación y de fe que es María en su Imagen de Chiquinquirá. Las palabras de Juan Pablo II en Chiquinquirá reflejan la necesidad de darle la impor­tancia debida a este símbolo mariano: "E l amor a la Virgen María es a la vez garantía de unidad y de fe católica: El pueblo sabe que encuentra a María en la Iglesia Cató l ica" (Puebla 284) , ' (67). .

El país debe intensificar nuevamente la devoción al Santuario e Imagen de Chiquinquirá. A partir de la efemé­rides de los cuatrocientos años de la renovación, la religio­sidad mariana ha de tomar cartas en el asunto. Ahora bien, los demás santuarios y advocaciones de la Virgen, no perderán su importancia por el hecho de renovar la devo­ción a Chiquinquirá, puesto que se trata de la misma Madre de Dios. Más bien se sentirán reforzados por la unidad que el de Chiquinquirá procurará.

67. JUAN PABLO I I , Homilía en Chiquinquirá, 2 ; 1S86.

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Vuelvo a hacer notar que en esta renovación de devo­ciones y santuarios, tiene que cumpl i r un papel importan­t ís imo el pueblo mismo con su religiosidad popular, ya que la misma Virgen ha escogido siempre el lugar de los po­bres y humildes para hacer sentir su acción misionera y ma­ternal entre todos los hombres.

4.2 Catequesis y peregrinaciones a los santuarios.

Como se ha dicho, el lugar de los pobres y de los hu­mildes, es el lugar preferido por la Virgen y a partir de ese lugar, Ella ejerce su acción entre el pueblo de Dios. Para contr ibui r aún más a beneficiarse de los dones y gracias que María obtiene para sus hijos.es preciso reorganizar las peregrinaciones populares a los Santuarios marianos, y en nuestro caso, al de Chiquinquirá, donde Ella ha puesto su t rono. Bien lo expresó Juan Pablo II en su oración: " H o y te damos gracias por la "v is i tac ión" que desde hace cuatro siglos sigues haciendo a esta tierra colombiana en su San­tuar io de Chiqu inqu i rá" . (68).

Es mirando a esta atalaya de Chiquinquirá que deseo anotar algunas ideas catequísticas respecto de todo Santua­rio mariano. Se deben volver los ojos a Chiquinquirá e in­tensificar sus peregrinaciones que darán fuerza a la renova­ción espiritual y moral de la nación. Con la devoción a la Virgen bajo esta advocación se ayudará a conservar más v i ­va la fe en el pueblo de que María no es algo del pasado so­lamente, sino que vive y sigue actuando en la historia de la nación, con la capacidad de entrega y de servició que lo ha hecho a lo largo de estes quinientos años.

Las peregrinaciones populares deben ser bien prepara­das en todo sentido, pues si un Santuario es un lugar pr iv i ­legiado de encuentro con Dios, con María y con los hom­bres, tal encuentro debe ser objeto de minuciosa prepara­c ión : Oraciones, reflexiones, objetivos, viaje, estadía, cele­braciones, contactos.regreso, etc. Todo durante una pere­grinación debe conducir a la conversión del corazón y éste viene a ser el signo más seguro y auténtico de ese ejercicio piadoso que con tanto esfuerzo se realiza.

68. JUAN PABLO I I , Homllíaen Chiquinquirá, 1986. 101

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A toda peregrinación mariana se le reconoce antropo­lógicamente una capacidad de cambiar al peregrino, de re­novarlo, de hacerlo dist into de como llegó al Santuario. Por lo tan to , la reconcil iación y la comunión, serán mo­mentos muy importantes del contacto con Man'a en el San­tuar io, porque más que todo será encuentro con su Hi jo div ino.

La peregrinación hacia el lugar de la Virgen "ess ímbo-lo de cambio de act i tud, de un it inerario in ter ior" (69). Es por eso por lo que es interesante constatar que después de una peregrinación, el cristiano es restitui'do a la normalidad de su vida ordinaria, pero con una mirada dist inta, purif ica­da; regresa renovado, dispuesto a vivir más conforme con el proyecto del evangelio.

La peregrinación ofrece asimismo una gran opor tun i ­dad de encuentro con la Palabra de Dios, lei'da, escuchada, meditada y sobre todo , recibida en los Sacramentos de la Confesión y Comunión, como coronación de la romería. A la Eucaristi'a será a la que tenderá en f in de cuentas toda la act i tud de la peregrinación, o sea, a la Misa f inal que cerra­rá con broche de oro el encuentro en el Santuario mariano. Será asi' María la que acercará los fieles a Cristo y , en los peregrinos, será todo el país que Man'a presentará a su Hi jo d iv ino.

Si la peregrinación tiene como f in especifico la conver­sión, hay que reconocer que otros fines secundarios tam­bién tienen su valor, como por ejemplo, la petición de favores y entre ellos la curación de enfermedades. La Vir­gen está dispuesta a alcanzar todo. Pero es preciso explicar bien al peregrino que las gracias que se solicitan deben ser merecidas mediante una vida responsable, de lucha, de tra­bajo, de compromiso cristiano. Es importante decirle que no debe cruzarse de brazos ante las dif icultades, esperándo­lo todo de los milagros, sino que se acoja a la misericordia de Dios, poniendo de su parte para solucionar el problema

69. G A L I L E A , p . 16.

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en una aceptación de la voluntad divina que lo abra a la santi f icación. El refrán popular es muy diciente: " A Dios rogando y con el mazo da,ndo".

Pero no descartar de ninguna manera el hecho del mi­lagro. Hay que reconocer que "aunque los representantes oficiales no oran por la sanación entre el pueblo, el minis­terio de sanación en la Iglesia Católica se ha conservado y preservado a través de los Santuarios" (70). El pueblo lo sabe. Démosle también esta oportunidad y ayudémosle. Es­to favorecerá el crecimiento de la fe.

Respecto de peregrinaciones a Santuarios, Europa ofre­ce un ejemplo digno de ser imi tado. En nuestro pafs tene­mos menos recursos humanos y materiales, es cierto: malas carreteras, enormes distancias, pésimos vehículos de trans­porte, etc., pero todo ello lo supera el entusiasmo popular, lo mismo que el gran espíritu de sacrificio que hace más meritor ia la peregrinación y más provechoso el encuentro con Dios y con María en su Santuario.

Con sus peregrinaciones a los Santuarios y en nuestro caso a Chiquinquirá, nuestro pueblo percibirá mejor la pre­sencia misericordiosa de la Madre de Dios en favor del des­t ino fu turo del país. No le neguemos al pueblo este gozo del encuentro con su Reina. Recordemos que "el pueblo necesita expresar su fe de un modo simple, emocional, co­lect ivo" (Medellín 6, 3) . Es una hora de gracia para todos. La Patria necesita mult ipl icar estas horas de gracia para su renovación espiritual.

A l hablar aquí de la necesidad de estas peregrinaciones populares al santuario Nacional de Chiquinquirá, es eviden­te que lo mismo habría que decir de las peregrinaciones a los demás santuarios marianos regionales, con las cuales se podrá continuar la obra de renovación espiritual y moral .

70. McNut, F., "Heal ing", Avemaria Press, Notre Dame, Indiana, p. 72.

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Que todo lo dicho sirva, como un llamado a re-crear las peregrinaciones a Las Lajas, La Peña, Los Remedios, La Pobreza, La Popa, Chiquinquirá de la Estrella, Apicalá, La Candelaria, La- Auxi l iadora, Fátima, El Carmen, Monguf, etc., por nombrar solamente unos pocos de los numerosos Santuarios marianos que existen a lo largo y ancho del país.

Espero que estas mismas ¡deas expresadas en este traba­jo presten un servicio de ref lexión en los demás países la­tinoamericanos, tan marianos como el nuestro.

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r

índice

M A R Í A EN L A H ISTORIA DE LA S A L V A C I Ó N

EN A M E R I C A L A T I N A . No. 9 3

Presentación 5

Introducción 7

R E L I G I O S I D A D POPULAR M A R I A N A Y C A T E -QUESIS. No . 10 19 l a . Parte: L A R E L I G I O S I D A D POPULAR M A R I A N A .

1. María en nuestra mentalidad popular 22 2. Desarrollo de la religiosidad mariana 24 3. Las advocaciones mañanas 26

3 . 1 . La Inmaculada Concepción 27 3.2. La Virginidad perpetua 29 3.3. La Maternidad divina. . •. 29

— La Virgen del Carmen 30 — La Virgen del Rosario 31

3.4. La Asunción de María 32 4 . El Centro maríano de Chiquinquirá 33

Page 54: Celam - Historia de La Salvacion y Religiosidad Popular

4 . 1 . Apuntes sobre Santuarios marianos 33 4.2. Reseña histórica del Santuario de Chiquin-

quirá 35 4.3. El milagro de la renovación 38 4 .4 . Devoción a la Virgen de Chiquinquirá 40

5. Prácticas devocionales marianas 42 5 . 1 . Plegarias marianas populares 43 5.2. Imágenes y reliquias marianas 45 5.3. Festividades y Asociaciones marianas 48

2a. Parte: O R I E N T A C I Ó N Y CATEQUESIS DE L A R E L I G I O ­S I D A D M A R I A N A .

1. Catequesis de la mentalidad mariana popular . . . . 52 1.1. Culto mariano subordinado a Cristo 52 1.2. Devoción e imitación a Man'a 54 1.3. Evangelización a part ir de Man'a 58 1.4. Devoción mariana juvenil 62

2. Catequesis de las advocaciones marianas 66 2 . 1 . Advocaciones inspiradas en la Inmaculada. . . 67 2.2. Advocaciones inspiradas en la Virginidad . . . 68 2.3. Advocaciones inspiradas en la Maternidad . . . 70 2.4. Advocaciones inspiradas en la Asunción . . . . 72

3. Orientación catequística de las devociones maria­nas 74 3 . 1 . Catequesis y plegarias marianas 74

— Tres grandes plegarias marianas 74 — Plegarias marianas menores 82

3.2. Catequesis y las imágenes y reliquias maria­nas 86 — Recto uso de las imágenes marianas 86 — Recto uso de las reliquias marianas 89 — Importancia de las festividades y asocia­

ciones marianas 92 4. Catequesis y orientación de un santuario mariano 96

4 . 1 . Importancia del Santuario de Chiquinqui rá. . 97 4.2. Catequesis y peregrinaciones a ' ' santuarios. 101