catedra ignacio martÍn barÓ
DESCRIPTION
Ignacio Martín Baró fue un sacerdote que postula la Psicología de la Liberación para America LátinaTRANSCRIPT
1
La Obra de Ignacio Martín Baró: Conceptos Fundamentales
Con la seguridad
suficiente, los detalles
biográficos de Ignacio
Martín - Baró antes
aprendidos, han hecho
patente que la vida
particular y el trabajo
erudito, no son aspectos
separables ni aparecen
con toda claridad sin
considerar las
circunstancias históricas
en las que los mismos se
desarrollan (Blanco,
1993; 1998). Debido a
esto, puede afirmarse que en la consolidación del pensamiento de
Martín - Baró jugó un papel crucial la convergencia de al menos tres
circunstancias críticas. Críticas en el doble sentido de determinantes o
cruciales para entender su trayectoria vital e intelectual, pero sobre
todo, críticas también en cuanto a su capacidad de ruptura y
cuestionamiento de su persona, de la realidad circundante y de la
psicología como ciencia en particular. La primera de estas
circunstancias críticas es la de su llegada, siendo joven y en proceso de
formación, a un contexto radicalmente distinto del que provenía, o al
2
Introducción
que pudo haberse dirigido, marcado por la desigualdad, la exclusión y
la violencia. En segunda instancia, precisamente una realidad
inmediata que compele a ver sus aristas más cortantes en la forma de
represión, pobreza, conservadurismo alienante y autoritarismo, así
como una realidad más amplia que se desarrolla bajo el paraguas de la
guerra fría, el avance de movimientos insurgentes, el intervensionismo
norteamericano en la región y su lucha contra el comunismo. El
impacto de estas dos circunstancias a su vez, no pueden ser desligadas
de la decisiva influencia del irrepetible grupo de jesuitas que arribaron
con él a El Salvador, y que marcarían mucho de la senda que seguiría
su producción intelectual (De la Corte, 2001). Finalmente, la última
circunstancia crítica es el período de efervescencia y cuestionamiento
que acusan las ciencias sociales y que en la psicología social – rama
que estudiaría Martín - Baró nada menos que en Norteamérica, se
cristalizará en una crisis de pertinencia o de relevancia (De la Corte,
1999; Martín-Baró, 1983; Sánchez Vidal, 2001).
Esta matriz histórica tan propia de los años 70´s y 80´s del siglo recién
pasado, permite encuadrar con mayor propiedad el derrotero
intelectual de Martín-Baró y sobre todo las cualidades de su obra. Pues
el impacto y la interpelación de un contexto desgarrador, convulso e
intoxicado por la mentira y la desigualdad, no dejarían intacta a la
persona, al religioso, y de forma especial, al científico social. De ahí el
alto cariz erudito como original, científico como ético, y tan
comprometido con su circunstancia como adelantado a su tiempo, que
vertebra toda su propuesta epistemológica. Sin lugar a dudas, son
estos rasgos de su obra los que le conceden la autoridad intelectual y
la vigencia imprescindible de los grandes pensadores, a pesar de su
muerte, de la desmemoria social y académica, y ante la apremiante
3
necesidad que aún tiene este contexto de miradas lúcidas y voces
valientes como lo fue la suya. Asimismo, estas cualidades generales de
su obra tomarán forma en unas ideas incombustibles, algunas de las
cuales han sido caracterizadas por su recurrencia y transversalidad
como supuestos metateóricos (De la Corte, 1999, 2001). En este
módulo de aprendizaje, sobre la vida y obra de Ignacio Martín-Baró,
serán presentados conceptos fundamentales de su obra que permitirán
un acercamiento a su pensamiento a través de la revisión de sus
conceptos centrales. Así, el objetivo general de esta unidad de
aprendizaje es el siguiente:
Que los y las estudiantes tengan un acercamiento teórico a los
conceptos fundamentales desarrollados por Ignacio Martín-
Baró relacionados con el objeto de estudio de la Psicología
4
Social, el quehacer del psicólogo social y el análisis de la
realidad latinoamericana.
Los contenidos a desarrollar se han organizado de una manera
particular, sin atender, por ejemplo, a criterios de supuesta relevancia
o a su aparición temporal en la producción intelectual de Nacho. Es
posible por tanto, que algunas nociones reciban más énfasis que otras,
que se eché en falta un desarrollo más amplio en ciertos puntos, o que
algunas nociones sean traídas a colación sólo al abordar determinados
conceptos, sin que eso signifique que son conceptos secundarios o de
exclusiva aplicación en el contexto en el que se han empleado. De
igual forma la mención de un concepto fundamental permitirá
5
Contenidos
mencionar otras ideas implicadas o estrechamente relacionadas que
pueden considerarse transversales e igualmente relevantes en la obra
de Martín-Baró; en cada caso, estas serán visibilizadas en el texto con
cursivas. En total serán seis los conceptos fundamentales que serán
sintetizados –más otros tantos conceptos transversales, siendo el
índice general de contenidos el siguiente:
1:. El objeto de estudio de la Psicología Social:
la acción en cuanto ideológica
2:. El Poder
3:. Fatalismo
4:. Violencia
5:. Trauma Psicosocial
6:. La Psicología de la Liberación
1: El objeto de estudio de la Psicología Social:
La acción en cuanto ideológica.
Cualquier manual de psicología social dirá, con más o menos palabras,
que el objeto de estudio de la psicología social es la interacción entre
personas o la influencia entre personas. También es posible que de
forma más elaborada, aunque cómoda, trasladen la misma idea
haciendo suya la clásica definición de finales de los años 70 de Allport,
la que establece que “la psicología social estudia la manera en que los
6
Desarrollo de Contenidos
pensamientos, sentimientos y comportamientos de los individuos son
influidos por la presencia actual, imaginaria o implícita de los demás”
(ver, Baron y Byrne, 2005; Myers, 2005; Rodríguez, Assmar y Jablonski,
2002). En todos los casos, la referencia o influencia entre personas,
constituye el objeto de estudio de la psicología social.
En su manual de psicología social de 1983, Martín-Baró, alude a dicha
noción como una primera aproximación al concepto de psicología
social. Pero le resultara insatisfactoria. Para nuestro autor la psicología
social y su definición arrastran cuando menos tres defectos
epistemológicos congénitos: el mecanicismo, el individualismo y el
ahistoricismo. Los tres aspectos marcaran la psicología social
dominante y serán derivados, en buena medida, de la fuerte impronta
conductista, del modelo de sujeto social propio de la sociedad
capitalista norteamericana y de la metodología experimental como
modelo privilegiado de aproximación a la realidad. En esencia, el
mecanicismo surge de la concepción del ser humano como un
organismo estimular o respondiente a influjos externos, en la que se
vuelven secundarias sus motivaciones, aspiraciones o valores. El
individualismo, por su parte, consiste en un reduccionismo que concibe
al ser humano como aislado de unas decisivas influencias sociales y
como unidad de análisis o de estudio en la que se resume los social.
Como colofón, el ahistoricismo consiste en la eliminación del carácter
procesual y las coordenadas espacio-temporales que condicionan el
comportamiento humano, o lo que es decir, considerar como universal
aquello relativo a un contexto histórico determinado que, por supuesto,
no puede recrearse en la artificial situación experimental (Martín-Baró,
1983, 1986/1998a; Pancer, 1997).
7
Como se coliga de lo anterior, para Martín-Baró, el sentido del
comportamiento humano, su desenvolvimiento en vinculación con los
otros y con el contexto en el que aquel se desarrolla, son cruciales.
Será por ello que lejos de partir de una concepción respondiente,
aislacionista del individuo, se decantará por una propuesta más
integral de la psicología social, se decantará por una perspectiva
dialéctica: aquella capaz de superar la idea de la simple interacción
entre realidades cerradas y constituidas por separado (individuo-otros-
contexto), por la idea de la mutua constitución de estas realidades en
un contexto histórico determinado. La posición de Martín-Baró rehuye
así de un reduccionismo micro propio de una concepción
psicologista/individualista de los fenómenos –el error, según él, más
frecuente entre los psicólogos y psicólogas– como también de un
reduccionismo macro u holista, usual en concepciones de corte
sociologista. Para él la psicología social debía partir de la idea de que
individuo y sociedad son entidades constitutivas cada una en la otra.
Por eso la psicología social será concebida como una ciencia bisagra y
se interesará por las realidades psicosociologicas, vale decir, las
relativas al funcionamiento psicológico o al comportamiento humano,
individual o social, en su contexto histórico proveedor de sentido. Todo
este encuadre preliminar permite llegar de una vez a la aproximación
definitiva de Martín-Baró al objeto de estudio de la psicología social.
Allende de las tendencias dominantes, Nacho establecerá como
objeto/definición de la psicología social “el estudio científico de la
acción en cuanto ideológica” (1983, p. 17). Esta nada ortodoxa
definición se nutre del trasfondo crítico que antes se expuso. Para
Martín-Baró, el interés de la psicología social debe ser la acción antes
que la conducta y con esta postura se desmarca, nominalmente pero
8
sobre todo epistemológicamnte, de las concepciones que reducen el
comportamiento humano a la conducta observable, predecible y
concreta. Más importante, dirá Nacho, es comprender que todo
comportamiento no es una simple cadena de estimulaciones y
reacciones sino sobre todo la puesta en marcha de un sentido. La
acción, el comportamiento individual o social, traduce significados que
no se explican “de la piel hacia adentro” de quien los realiza. Es verdad
que cada comportamiento supone un sello personal de quien lo actúa,
pero de forma más radical, lo que se quiere afirmar es que el sentido
que la acción traduce es el reflejo del entramado social particular de
los individuos, de su posición concreta en una sociedad dada. Esta
lógica para entender la acción nos indica que la definición de Martín-
Baró en ningún momento riñe con la idea tradicional de influencia de la
psicología social. Pero, como ya se dijo, sí que supera la visión aditiva
que sugiere que lo social es externo al individuo al igual que la noción
que lo relevante es sólo la conducta visible. Con la perspectiva
dialéctica y la noción de acción, queda claro que en realidad lo social y
lo individual son realidades constituyentes entre sí y que traducen algo
más que una concatenación motriz.
Toda la propuesta anterior se ve completada considerando que un pilar
fundamental de la psicología social de Martín-Baró es el marxismo,
postura de la que retomará su esquema explicativo básico así como
categorías de análisis, especialmente la de ideología. Se ha dicho que
la acción traduce un sentido que imbrica lo social y lo individual, y que
la acción también pone en marcha una serie de significaciones sociales
fruto del contexto social, lo que traduce la idea de que la influencia se
ha producido (por eso la acción de la que se habla, se manifiesta).
Ahora, desde la perspectiva marxista, la raíz última del
9
comportamiento está en la estructura social y sobre todo en el conflicto
de clases que en ella se lleva a cabo, mismo que atraviesa y condiciona
la existencia de los individuos. En esta lucha de clases resulta
imprescindible considerar que las estructuras sociales, sobre todo en
países como los nuestros, devienen en grandes desigualdades, al estar
regidas por una minoría dominante que acapara los medios de
producción y por una mayoría que sólo cuenta con su fuerza de trabajo.
Esto tiene por implicación que aquellos contenidos que tienden a
convertirse en la cultura, y que por lo mismo, se viven con
independencia de la voluntad de los individuos (después de todo, en
principio, nadie elige dónde ni cuándo nace, ni de qué cultura se nutre),
son en realidad los significados que favorecen a los intereses de la
clase dominante. Sucede además, y esto es muy importante, que así
como no es voluntaria la pertenencia a una sociedad y a una clase
social determinada, estos contenidos o, como se ha dicho, esta cultura,
se ve apropiada por los individuos independientemente de su
conciencia o de las implicaciones o consecuencias de dicha
apropiación. Serán los procesos de socialización, aquellos por los que
un individuo deviene en miembro de una sociedad dada, y en los que
participan agentes diversos –personales, como la familia, e
impersonales, como los medios de comunicación– (ver Berger y
Luckmann, 1968/1999; Martín-Baró, 1983), a través de los cuales se
producirán y concretizarán los procesos de influencia objeto de la
psicología social. La acción individual subsiguiente, que es la de un
sujeto socializado, consistirá en la puesta en marcha de esos
contenidos propios de su cultura, con sus contradicciones, según su
pertenencia de clase o los niveles posibles de conciencia, entre otros
aspectos. Dicho de otra manera, la socialización y lo que se socializa
está en intima relación con la cultura en la que el proceso se
10
desarrolla, y lo que incorpora cada individuo a su estructura psicológica
en cuanto miembro sociohistórico, para Martín-Baró, es la cultura
dominante, es ideología. De ahí que importe estudiar la acción, la
puesta en marcha de un sentido de raíz social, y sobre todo, aquella
acción que traduce unos procesos de influencia acaecidos, la más de
las veces sin pasar por la conciencia de las personas, que conllevan las
mismas contradicciones sociales y por lo mismo, pueden ocultar sus
raíces últimas o los intereses que se favorecen al reproducirlas. Una
acción pues, en cuanto ideológica.
Definir en estos términos, y especialmente de la mano del marxismo, el
objeto de la psicología social conlleva otras consideraciones, a saber:
a) Recupera la noción de conflicto y repolitiza el campo de acción de la
disciplina: reconoce que el orden social se funda en la desigualdad y el
choque de intereses contrapuestos. Cualquier punto de vista sobre la
sociedad que sea de corte funcionalista, armonioso, será desdeñado
por Martín-Baró por sostener una no poco ingenua y sesgada visión de
la realidad social. La psicología social de Nacho tiene que ver y le
interesa escudriñar el poder social (categoría que luego será
abordada), y sobre todo como éste se reproduce, se oculta o se ensaña
con quienes más carecen del mismo. Conflicto y poder así, no son
meras categorías teóricas, sino de manera más precisa, herramientas
críticas que fundamentan una postura ética, comprometida, como
demanda una realidad conflictiva. b) La ideología es, en esencia, una
estructura de legitimación del orden social: ésta traduce la visión de los
grupos dominantes y la misma es incorporada por los individuos con el
concurso de agentes y procesos mediadores (lo que antes se sintetizó
al hacer mención de la socialización) como las instituciones sociales,
por ejemplo. La ideología sirve para explicarse el mundo, para darle
11
sentido y razón de ser. c) Trae consigo consecuencias individuales: los
procesos de socialización suponen la estructuración psicológica y la
conformación de esquemas cognitivos y valorativos que servirán como
filtros interpretativos de la realidad. Cada persona interpretará el
mundo según su ideología y en virtud de la misma justificará sus
acciones, su vida, los acontecimientos, etc. d) También comporta
consecuencias sociales, y por sociales, políticas. La ideología tendrá la
función última de preservar, reproducir y naturalizar el orden de las
cosas. Ya se decía que la ideología sirve para explicarse el mundo,
ahora cabe añadir que también supone una acción consonante con esa
explicación, la que perpetuará la misma visión dominante y los
intereses en juego.
Si se dijo que el objeto de la psicología social para Martín-Baró es poco
ortodoxo, su objetivo además de ello, también será muy ambicioso y
distante del típico aserto positivista de “describir, explicar, predecir y
controlar” el comportamiento humano, más cercano al cliché teórico
que a la realidad científica. Para Nacho, el objetivo de la pisocología
social es posibilitar la libertad individual y social (Martín-Baró, 1983, P.
48). Pero, ¿cómo se logra semejante horizonte? Precisamente,
ayudando a las personas a ver, a entender. En resumen,
desideologizando o concientizando la experiencia vital de los
individuos, para que desarrollen su vida de acuerdo a una conciencia
renovada y no a intereses ajenos (Martín-Baró 1983, 1985a/1998).
De formas esquemática y por si algo de lo mencionado no ha sido
explicado con suficiencia, recapitulo qué sería una acción en cuanto
ideológica: 1) un comportamiento, individual o grupal, con un
significado o sentido que no se agota en quién lo expresa (no es una
12
mera reacción y es producto de procesos de influencia); 2) dicho
sentido es intrínseco y propio de la acción (no es un añadido, lo social
está en lo individual y viceversa, dialécticamente), y encuentra su
explicación última en el grupo social (clase) concreto de pertenencia;
3) es histórica (principalidad del contexto, todo comportamiento está
situado); 4) la acción, en cuanto ideológica –e interpretada desde el
marxismo–, puede ocultar sus raíces últimas a los propios individuos
que la manifiestan y servir como falsa conciencia (alienación).
2: El Poder
Martín-Baró, basado en Weber, define al poder como aquel “carácter
de las relaciones sociales basado en la posesión diferencial de recursos
que permite a unos realizar sus intereses, personales o de clase, e
imponerlos” (1989, p. 101). Este será uno de los puntos cruciales del
pensamiento de Nacho al constituir, por mucho y desde un punsto de
vista psicosociológico, el núcleo explicativo de la desigualdades y de
las dificultades de las grandes mayorías para alcanzar cotas mínimas
de salud mental y desarrollo. La carencia de poder o el abuso del
mismo, son extremos perversos que se manifiestan en sociedades
injustas, y en todos los niveles de las relaciones sociales. Esta
omnipresencia del poder (De la corte, 1999), le conferirá la capacidad
de naturalizarse en la cotidianeidad, de mostrarse con la máscara del
mandato legal, divino, paternal, etc, en una palabra, le permitirá
ocultarse como tal, le permitirá mostrarse como un simple imperativo
circunstancial. Por lo mismo, quienes tienen poder, en virtud del
diferencial de recursos que éste les concede, tendrán la capacidad de
ejercerlo en su forma descarnada como violencia o sutilmente, como
ideología. Dialécticamente, al que carece de poder “vivirá” una
13
realidad, sea por la fuerza o “voluntariamente”, a través de
cosmovisiones impuestas, ideologizadas. Así pues, poder tendrán los
padres y madres cuando corrigen a sus hijos, o el maestro en la
escuela, o el macho maltratador, o los medios de comunicación cuando
“informan”, etc. Estas afirmaciones sirven también para reforzar mejor
el concepto antes expuesto de la acción en cuanto ideológica: cada una
de estas acciones suponen un ejercicio y una relación de poder, en
cada caso hay un sentido social puesto en marcha y por lo mismo, un
proceso de influencia, un sentido latente, ideológico, que amerita ser
desmontado para iluminar los intereses en juego.
Es importante hacer notar que todos nosotros, en cuanto seres sociales
por supuesto, pero, para el caso, especialmente en cuanto psicólogos y
psicólogas, no escapamos a la influencia del poder. Hay que tener
cierto poder para poder escribir lo que ustedes, con otras cuotas de
poder, están leyendo en este instante. El poder se demuestra al
sancionar determinadas realidades y oponerse a otras, y en cada caso,
conviene caer en la cuenta de aquellas fuerzas que, por ejemplo, nos
pueden llevar a suscribir ideas de opresión o de liberación, ideas de
supuesta neutralidad científica, de ver terrorismo sólo de un lado de la
realidad (que casualmente no suele ser en el que uno se encuentra), de
negar las potencialidades de otros o dar por “anormal” o “patológico”
lo que en realidad es adaptativo y socialmente configurado
(Prilleltensky y Nelson, 2002).
3: El Fatalismo
Un constructo derivado de las reflexiones sobre poder de Martín-Baró
es el fatalismo. Este constituye un buen ejemplo del interés esencial,
de la coherencia y de la capacidad del autor que nos ocupa, de prestar
14
atención a la realidad circundante por encima de los conceptos, o lo
que es lo mismo, el realismo crítico característico de su pensamiento.
Martín-Baró, fiel al sujeto epistemológico de su obra, notará que las
mayorías populares, por su situación de opresión e histórica
marginalidad, se debaten en una situación existencial que les conmina
a ver el presente como una situación sin salida, predestinada, de la que
sólo puede esperarse un desenlace fatal. Esta concepción, o más
operativamente, esta actitud ante la vida dirá Martín-Baró, es propia de
los sectores marginales y campesinos, justamente aquellos que desde
siempre han carecido de poder social. El Fatalismo pone de manifiesto
como las estructura social, las condiciones de vida, se concretizan en la
psique de las personas. Pero más de fondo, Nacho dirá que el fatalismo
pone de manifiesto la dominación social, el binomio de opresores y
oprimidos, en donde los primeros, al detentar los recursos necesarios,
mantienen a los segundos en una situación que, por necesidad
adaptativa, la viven e interpretan como algo natural o fruto del
mandato divino (Martín-Baró, 1987/1998, 1989). Con ello, la situación
se perpetúa y confirma, mientras permite consolidarse al estado de las
cosas, sin el recurso de la violencia.
Es interesante como Martín-Baró, al tiempo que recurre a temas
clásicos de la psicología social como las actitudes, es muy crítico con
los constructos que utiliza. Muestra de ellos sus insuficiencias para
explicar los fenómenos y hasta como más bien contribuyen a
distorsionarlos. Este es el caso de la motivación de logro, la
desesperanza aprendida, el locus de control, entre otros, que son todas
explicaciones ampliamente conocidas en el acervo teórico de la
psicología pero que a juicio de nuestro autor, psicologizan el problema
del fatalismo, es decir, lo reducen a explicaciones disposicionales o
15
“internas”, obviando el decisivo impacto de la realidad circundante. Por
si lo dicho no ha sido suficientemente explícito, el pensamiento de
Martín-Baró, puede considerarse como una expresión de psicología
crítica (Burton, 2004), al reflexionar sobre el estatus quo, pero también
al desmontar aquello potencialmente alienante de la psicología misma.
Soy de la opinión que el tema del fatalismo aún amerita
profundización, sobre todo si consideramos el escenario actual de
nuestras sociedades, con sus problemáticas históricas de pobreza,
inseguridad y violencia, pero también ante el actual embate del
todopoderoso mercado, la celeridad de la vida y la rápida caducidad de
las cosas y de las instituciones sociales, todo lo que impide a las
personas tener experiencias vitales significativas, existencias más
plenas (Bauman, 2005). Dicho de forma más sucinta, el tema del
sentido vital o la esperanza, como factor esencial coadyuvante a la
salud mental, continúa siendo esencial para la psicología.
4: Violencia
La violencia como interés esencial de Martín-Baró, confirma la
necesidad de construir una psicología social consecuente con el propio
momento histórico. La guerra salvadoreña de los 80´s, será el marco
de referencia que perfilará mucho de las reflexiones sobre el tema, sin
que eso deje por fuera otras expresiones descaradas o sutiles de
violencia: violencia contra la mujer, represión política, tortura, la vida
opresiva en el mesón, etc. (Martín-Baró, 1983). De este tema conviene
destacar la vigencia de su análisis en lo que a las justificaciones de la
violencia se refiere. Es decir, con el afán de desmarcarse de
explicaciones de corto alcance –situacionales o de psicologistas–,
Martín-Baró procura analizar además del hecho objetivo, la “lógica” de
la violencia, las justificaciones o el fondo ideológico que subyace a un
16
acto de violencia (Blanco y De la Corte, 2003). Dicho de otra forma,
constituye un reduccionismo conveniente para el sistema, cuando se
buscan sólo explicaciones individuales o patológicas en los hechos de
violencia, porque se deja por fuera el peso decisivo de los sistemas
sociales con sus normas y las justificaciones o la ideología que se
encuentra a la base de los actos de violencia. Desmontar el andamiaje
argumentativo –y por tanto ideológico– que permite a unos individuos o
estructuras ejercer violencia contra otros, es un deber ético esencial de
la psicología social, y es precisamente en las situaciones de conflicto
cuando éstas narrativas saturan y moldean el imaginario social (De la
Corte, Sabucedo y Blanco, 2004).
5: Trauma psicosocial
El trauma psicosocial, como el fatalismo, es para Martín-Baró, una
concreción del carácter de la estructura social en el psiquismo humano.
Si el fatalismo es una consecuencia de la pobreza, el trauma
psicosocial lo será de la violencia bélica, del conflicto armado. Este
trauma será concebido como el resultado en el psiquismo humano de
la vivencia de relaciones sociales aberrantes como las que se producen
durante la guerra (Martín-Baró, 1988/1992). A propósito del conflicto
armado, nuestro autor, previamente y fiel a su perspectiva psicosocial,
habría hecho explícita la concepción de la “direccionalidad” de la salud
mental que ayuda a entender mejor la idea de trauma psicosocial. La
salud mental se entiende como una construcción de afuera hacia
adentro (Martín-Baró, 1984/1992). Es decir, si las persona en cuanto
seres sociales son el resultado de sus vínculos y procesos de influencia,
en la medida en que estas relaciones sean humanizadoras, o por el
contrario, deshumanizantes, así serán sus niveles de salud mental
17
posibles. Para el caso, el escenario de una guerra fraticida con los
hechos que conlleva (graves violaciones a los derechos humanos,
persecuciones, masacres, desinformación, polarización social,
desestructuración familiar, desplazamientos forzados, etc.), conforma
un caldo de cultivo propicio para una sociedad traumatizada y en la
que cabe esperar consecuencias sostenidas en el tiempo.
Efectos de este trauma serán la deshumanización en las relaciones
sociales (la desensibilización ante la violencia y el sufrimiento, por
ejemplo), la incapacidad de leer lúcidamente la realidad, la polarización
social, la desconfianza interpersonal, entre otros. Este concepto,
aunque amplio, es muy prolífico, y supera con mucho el ampliamente
criticado estrés postraumático y confirma la necesidad de repolitizar
los problemas de salud mental: la gente no “se traumatiza” sola,
siempre existen individuos y estructuras responsables por comisión u
omisión, y lejos de constituir problemáticas individuales, éstas atañen a
todo un tejido social que ha sido vulnerado, lo que significa que la
salud mental de los individuos en estas situaciones, depende de
reparaciones de corte social y político. En el caso salvadoreño, estudios
y análisis posteriores al conflicto armado, sostienen que existen
indicios de trauma psicosocial en niños que durante la guerra fueron
soldados, e incluso, en población víctima de desastres “naturales”
(Gaborit, 2005; Portillo, 2005).
En este punto cabe destacar el papel de la Opinión pública para Martín-
Baró (Martín-Baró, 1985b/1989). Si algo trastoca la guerra es la
inteligibilidad de la vida cotidiana. La existencia no se puede dar por
sentada, la desconfianza personal se acrecienta, la polarización se
hace extrema, la muerte acecha a cada instante y las versiones sobre
18
los acontecimientos es contradictoria, no es confiable. En este estado
de cosas, Martín-Baró busca reflejar a las personas su propia voz
silenciada y para ello recurre a las encuestas de opinión para indagar la
subjetividad social. En 1986 funda el Instituto de Opinión Pública
(IUDOP) e institucionaliza una práctica que probaría tanto su
efectividad metodológica como una de las exigencias básicas de las
ciencias sociales como es la necesidad de denunciar, y de manera más
específica, denunciar lo que llamaría la mentira institucionalizada: la
práctica corriente de distorsionar la realidad por parte de las instancias
oficiales. En otras palabras, sondear la opinión pública lejos de ser un
simple afán investigativo, constituyó y constituye hasta nuestros días,
la cristalización metodológica de un ímpetu ético y epistemológico de
Nacho.
6: Psicología de la Liberación
Tras la mejor perspectiva que concede el paso del tiempo y la revisión
del legado teórico de Martín-Baró, es posible afirmar con toda
seguridad que toda su psicología social es una psicología crítica (De la
corte, 1999). Y sobre esas bases de cuestionamiento a la realidad pero
a la propia disciplina también, es que, como un producto necesario,
aparece su “ideal” epistemológico y propuesta moral: una Psicología de
la Liberación (De la Corte, 2001; Martín-Baró, 1986/1998). La Psicología
de la Liberación puede entenderse como la propuesta de Martín-Baró,
de construir un paradigma desde la ciencia psicológica, cuyo núcleo
crítico del propio quehacer y de la realidad circundante, lleve a realizar
una labor comprometida con las realidad de injusticia de aquellos
sectores sociales que padecen oprobio y carencia (Montero, 1998). Es
decir, ante un mundo desigual, se trataría de poner el conocimiento
psicológico al servicio de la construcción de una sociedad mejor,
19
prioritariamente de la mano de aquellos estamentos sociales que hoy
en día son víctimas de cualquier forma de injusticia.
Hoy en día este paradigma muestra muchos adeptos y posibilidades de
desarrollo. Los numerosos congresos sobre el tópico confirman la
aceptación y la necesidad del ideario planteado, lo que
simultáneamente constata el reconocimiento de la existencia de
victimas que aún necesitan ser acompañadas en sus procesos de
liberación. Asimismo, el núcleo crítico de la propuesta necesita
mantenerse alerta pues, como suele suceder, ésta no exenta del riesgo
de las modas en la ciencia, de los territorialismos epistemológicos,
metodológicos o políticos (Orellana, 2006) o de las fricciones con otras
formas de psicología cuyo talante posmoderno, rehuyen la necesidad
de buscar la verdad y optan por el relativismo (Ibáñez, 1998). De
cualquier modo, no parece haber dificultad en suscribir la idea de que
en la actualidad la Psicología de la Liberación se concreta bajo la forma
de análisis político-sociales, el trabajo con víctimas de represión estatal
y la misma Psicología Comunitaria (Burton, 2004).
Baron, R. y Byrne, D. (2005). Psicología social (10a Edición). Madrid:
Pearson Prentice-Hall.
Bauman, Z. (2005). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los
vínculos humanos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
20
Referencias
Berger, P. y Luckmann , T. (1968/1999) La construcción social de la
realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Blanco, A. (1993) Paternidades y filiaciones en la Psicología Social.
Psicothema, vol 5 13-29
Blanco, A. (1998) Introducción: La coherencia en los compromisos. En I.
Martín-Baró. Psicología de la Liberación (pp. 9-36). Madrid: Trotta.
Blanco, A. y De la Corte, L. (2003). Psicología Social de la violencia:
introducción a la perspectiva de Ignacio Martín-Baró. En I. Martín-Baró.
Poder Ideología y violencia (pp. 9- 62) Madrid: Trotta.
Burton, M. (2004) La psicología de la Liberación: aprendiendo de
América Latina. Polis, 1, 101-124.
De la Corte, L. (1999). La psicología social de Ignacio Martín-Baró o el
imperativo de la crítica. Estudios Centroamericanos (ECA), 613-614,
975-993.
De la Corte, L. (2001). Memoria de un Compromiso. La psicología social
de Ignacio Martín-Baró. Bilbao: Desclée de Brouwer.
De la corte, L. Sabucedo, J. M. y Blanco, A. (2004). Una función ética de
la Psicología Social: los estudios sobre el fondo ideológico de la
violencia política. Revista Interamericana de Psicología (RIP), Vol 38, N°
2, 171-180.
Gaborit, M. (2005). Aspectos psicosociales en un desastre natural: el
huracán Mitch y El Salvador. En N. Portillo, M. Gaborit, y J. M. Cruz,
21
(Comps.). Psicología social en la posguerra: teoría y aplicaciones desde
El Salvador (pp. 29- 60). San Salvador: UCA Editores.
Ibáñez, T. (1998). Psicología Social como crítica. Percepción intelectual
del tema. Anthropos, 177, 12-21.
Martín-Baró, I. (1983). Acción e ideología. Psicología social desde
Centroamérica. San Salvador: UCA Editores.
Martín-Baró, I. (1984/1992). Guerra y salud mental (Cap. 1). En I.
Martín-Baró. Psicología Social de la Guerra (pp. 23-40). San Salvador:
UCA Editores.
Martín-Baró, I. (1985a/1998). El papel desenmascarador del psicólogo
[El papel del psicólogo en el contexto centroamericano] (Cap. 5). En I.
Martín-Baró. Psicología de la Liberación (pp. 161-177). Madrid: Trotta.
Martín-Baró, I. (1985b/1998). El papel desenmascarador del psicólogo
[La encuesta de opinión pública como instrumento desideologizador]
(Cap. 5). En I. Martín-Baró. Psicología de la Liberación (pp. 186-199).
Madrid: Trotta
Martín-Baró, I. (1986/1998). Hacia una Psicología de la Liberación (Cap.
9). En I. Martín-Baró. Psicología de la Liberación (pp. 283-302). Madrid:
Trotta.
Martín-Baró, I. (1987/1998). El Latino Indolente (Cap. 2). En I. Martín-
Baró. Psicología de la Liberación (pp. 73-101). Madrid: Trotta.
22
Martín-Baró, I. (1988/1992). La violencia política y la guerra como
causas del trauma psicosocial en El Salvador (Cap. 3). En I. Martín-Baró.
Psicología Social de la Guerra (pp. 65-84). San Salvador: UCA Editores.
Martín-Baró, I. (1989). Sistema, grupo y poder. Psicología social desde
Centroamérica II. San Salvador: UCA Editores.
Montero, M. (1998). Retos y perspectivas de la Psicología Social de la
Liberación. Consideraciones a finales de siglo. Estudios
Centroamericanos (ECA), 601-602, 1123-1135.
Myers, D. (2005). Psicología Social (8a Edición.). México: McGraw-Hill.
Orellana, C.I. (2006). Psicología de la Liberación: Certezas, retos y
precauciones. www.psicólogointeramericano.com. Vol 86.
Pancer, M. (1997). Social Psychology: The Crisis Continues. En D. Fox e
I. Prilleltensky (Eds.). Critical Psychology. An Introduction. (pp. 150-
165). London: Sage Publications.
Portillo, N. (2005). Juventud y trauma psicosocial en El Salvador. En N.
Portillo, M. Gaborit, y J. M. Cruz, (Comps.). Psicología social en la
posguerra: teoría y aplicaciones desde El Salvador ( pp. 249- 289). San
Salvador: UCA Editores.
Prilleltensky, I y Nelson, G. (2002). Doing Psychology Critically. Making
a Difference in Diverse Settings. London: Palgrave Macmillan.
23
Sánchez Vidal, A. (2002). Psicología social aplicada. Teoría, método y
práctica. Madrid: Prentice Hall.
Rodríguez, A., Assmar, E y Jablonski, B. (2002). Psicología Social
México: Trillas.
24