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CÁTEDRA DE ECONOMíA DE LA ENERGíA
APUNTES DE CLASE
PROFESORES:
LIC. ROBERTO DARIO PONS
LIC. DIEGO MARGULIS
FICHA 2:
TRATAMIENTO DE LA ENERGÍA COMO SERVICIO
PÚBLICO Y COMO ECONOMÍA DE MERCADO
SEGUNDA PARTE
A -DICOTOMIA ECONOMIA MERCADO Y SERVICIO
PUBLICO
1) La teoría económica no resuelve toda la complejidad de
la realidad económica
La evolución histórica del pensamiento económico, muy vasto en
temas y en desarrollos de conceptos y modelos, podría sintetizarse en
algunos conceptos elementales que subyacen en todos los intentos
teóricos de explicación del funcionamiento de la economía:
Como resolver la escasez de los recursos en relación a la
magnitud de las necesidades
Como priorizar las necesidades y como asignar eficientemente
esos recursos escasos para alcanzar la eficiencia económica.
Filosóficamente, y en concordancia con la evolución de las naciones
y del pensamiento humano, podríamos decir que detrás de cada
corriente de la teoría económica subyacen dos ideologías contrapuestas:
El individuo es el único que conoce lo que le hace bien y por lo
tanto el ejercicio del libre albedrío de cada persona dará como
resultado el bien para todos. Digamos que el subjetivismo es la
fuerza de interpretación de la realidad social y dentro de ella de la
económica. De allí surgirán los conceptos marginales de las
utilidades y todo lo que se construye a partir de allí.
El hombre es el lobo del hombre y por lo tanto en el seno de la
sociedad tiene que existir algo por encima de ellos que imponga
un orden que sea virtuoso para toda la sociedad o para la Nación.
Es el Leviatán de Hobbes o es el Estado de Derecho en un sentido
abstracto.
Cuando la realidad económica pone obstáculos a estas visiones
simplistas, el esfuerzo teórico tiende a buscar respuestas
complementarias pero que no obstruyan o contraríen los fundamentos
de cada visión.
Pero así como la realidad es más compleja que los modelos de
interpretación teóricos de la misma, también la política económica – la
acción organizada desde el Estado o desde las corporaciones con poder
económico - es más ecléctica que las conclusiones pretendidamente
certeras de las teorías económicas que las sustentan, combinando
conceptos de una u otra base ideológica.
Cuando entramos en el terreno de la economía de la energía, todas
estas dificultades planteadas en general para interpretar la realidad a
través de un modelo conceptual general y universal – que incluso define
sus conclusiones como “leyes económicas” dando la apariencia de
cumplimiento irrestricto como las leyes de la física o del las ciencias
exactas – se presentan con mayor dificultad que puede darse para otros
bienes masivos y altamente sustituibles o no esenciales para la
sobrevivencia del ser humano.
2) Se plantea la discusión de si la energía es un bien
privado o una necesidad esencial social
Si la respuesta fuera que es un bien privado la consecuencia
lógica sería que debe considerársela como cualquier otro bien de la
sociedad y en ese marco predominarán en las políticas económicas
propuestas más liberales o más intervencionistas, pero siempre será el
“mercado” el que asigna eficientemente los recursos y los bienes a
producir. Estaríamos en el ámbito conceptual del óptimo de Pareto.
Si la respuesta fuera que es una necesidad esencial social la
consecuencia lógica sería que debe considerársela como un bien público
y las políticas económicas serán más centralmente planificadas o más
deliberativas y consultivas, pero siempre será el “plan” el que asigna los
recursos y los bienes a producir. Estaríamos en el ámbito de los
servicios públicos
Esta dicotomía no sólo no está resuelta y es mutable en el tiempo,
sino que además no es correcta como dicotomía, sino que debería
plantearse como complementaria en planos superpuestos.
• La necesidad de hacer una asignación eficiente de los
recursos escasos ante necesidades cada vez mayores; que permite
una racionalidad del cálculo económico
• La necesidad de cumplimentar con las necesidades sociales
esenciales que contribuyen al bienestar de la sociedad y a la paz
de las naciones
La interrelación entre los sectores público y privado ha quedado vívidamente descrita por Hugh Stretton en la publicación australiana
Essential Services - Keep them Public (Los servicios esenciales deben
seguir siendo públicos):
Una compañía privada extrae gas estatal, lo envía a través de un gasoducto público a otra compañía privada de gas que, sin embargo, tiene una franquicia pública y lo envía, esta vez a través de un gasoducto privado, a una fábrica de ladrillos privada; allí se mezcla con electricidad pública y arcilla privada para fabricar ladrillos que transitan en camiones privados por carreteras públicas hasta un contratista privado de la construcción que está edificando viviendas públicas en terrenos públicos; más tarde se venderán a ciudadanos privados con una primera hipoteca de un banco privado y una segunda hipoteca de un organismo de viviendas públicas.
¿Tendrían los ideólogos del mercado la amabilidad de separar el "sector público" del "sector privado" en el ejemplo anterior, y demostrar cómo la supresión del sector público permitiría un más libre crecimiento del sector privado?
3) Puede analizarse desde tres vertientes:
1) Las fallas del mercado:
a. Mercado imperfecto/Monopolios naturales: economías
de escala e indivisibilidad del proceso de inversión.
b. Bienes públicos/Externalidades.
c. Economía de medio ambiente o las decisiones inter-
generacionales – El desarrollo sustentable.
2) La política económica y la economía aplicada:
a. El origen jurídico-político-económico-social de la
accesibilidad a servicios esenciales -La inclusión social.
b. La economía dual - pública y privada – y la economía de
los servicios públicos.
c. El desarrollo económico-La competitividad de las
empresas y los equilibrios macroeconómicos.
3) La seguridad energética:
a. La dependencia o autonomía de abastecimiento
energético
b. Las relaciones de poder político-económico-tecnológico
internacional.
c. El impacto sobre el medio ambiente y el cambio
climático.
B -LAS FALLAS DEL MERCADO:
1. Mercado imperfecto/Monopolios naturales:
economías de escala e indivisibilidad del
proceso de inversión
a. Mercados e intervención económica
Aparecen corrientes de intervención, regulación, orientación
o de negociación del poder del Estado sobre el funcionamiento
de la economía básicamente por las imperfecciones del
mercado.
En este marco, los gobiernos proporcionan un mecanismo
distinto a los mercados para asignar los recursos escasos
cuando la economía de mercado resulta “ineficiente”, una
situación que se denomina falla de mercado.
Pero no todas las imperfecciones se originan en los mismos
factores ni requieren del mismo tipo de intervención del
Estado:
Algunos pensadores económicos extienden sin demasiada
precisión el concepto de competencia con el de libre accionar
del mercado y no siempre ese concepto puede ser extensivo a
todo tipo de organización económica determinada en un
tiempo, sector y espacio geográfico.
1. Hay mercados denominados perfectos que son
transparentes – libre acceso a la información no
discriminada - y competitivos – libre acceso de múltiples
oferentes y demandantes que no pueden influir sobre los
precios y cantidades en forma individual - en los cuales
es conveniente dejar que funcione libremente el mercado
sin interferencias. En este caso es conveniente que el
Estado solamente actúe para contribuir a eliminar
cualquier obstáculo tanto a la transparencia como a la
libre competencia. Se tendría que abstener de intervenir
salvo para consolidar esos objetivos. La iniciativa y la
propiedad privada, en ese contexto, podrían llegar al
concepto de eficiencia económica paretiano. El Estado
puede disponer de normas generales sobre
comportamiento leal tanto en la competencia con otras
empresas como en la atención a los consumidores.
2. Hay mercados aparentemente competitivos pero que no
son ni totalmente transparentes – hay asimetrías en la
información o en la transferencia de innovaciones o hay
diferenciación de productos – ni todos los agentes
económicos concurren con la misma capacidad de
negociación – diferentes tamaños o localizaciones;
asimetrías en las manifestaciones de necesidades;
acciones corporativas – que no permiten que el libre
funcionamiento del mercado sea, al mismo tiempo,
equitativo para todos los participantes del mismo. La
intervención del Estado puede adoptar diferentes
formas, desde leyes de defensa de la competencia y del
consumidor, como mecanismos de intervención indirecta
de difusión de información o de investigación para la
innovación o de infraestructura para acceder a los
mercados.
3. Hay mercados imperfectos de competencia monopólica u
oligopólica o monopsónica en los cuales unos pocos
oferentes o demandantes pueden influir sobre la
formación de precios y de cantidades en forma
individual o por acuerdos cartelizados. En este caso si
no fuese posible tender a transformarlos en mercados de
competencia perfecta – ya sea porque son monopolios
naturales o no lo justifican las economías de escala a
una tecnología dada o por otras razones de conveniencia
– el Estado tiene que intervenir para eliminar, disminuir
o compensar los efectos discriminatorios de los que
poseen el dominio del mercado. Esto puede ir desde la
aplicación de normas de defensa de la competencia
hasta la propia actividad estatal pasando por el ejercicio
privado del monopolio pero con regulaciones.
4. Hay mercados de bienes y servicios esenciales para el
bienestar de la sociedad y la competitividad de sus
estructuras productivas que se corresponden con
necesidades públicas o que podrían considerarse como
bienes públicos, en los cuales la satisfacción de los
mismos no pueden resolverse exclusivamente con las
señales de mercado. En esta caso el Estado puede desde
definirlos como esenciales y considerarlos como una
prestación de servicio público - propia por
administración pública o delegada por concesiones y
licencias al sector privado – hasta dejarlos liberados al
mercado pero con regulaciones y mecanismos de
subsidios.
b. Monopolio e intervención económica
Cuando existen “economías de escala”, o sea que
nos encontramos en la situación de rendimientos crecientes
cuanto más agregado sea la oferta en un volumen de un
producto o en una cadena del proceso se genera una
tendencia al monopolio.
Este es lo que se suele denominar “monopolio
natural” por cuanto la racionalidad de la eficiencia nos
indica que resulta más beneficioso concentrar la oferta.
Algunos monopolios son resultado de barreras legales
a la entrada de otros competidores, creadas por los
gobiernos, en este caso son “monopolios legales” o sea
que desde la normativa legal se los indujo o autorizó a
concentrarse.
Las magnitudes de algunas obras de infraestructura
energética o la inconveniencia de superponer redes de
distribución de gas en un mismo recorrido de distribución
domiciliaria condujo a aceptar o promover estos
“monopolios naturales/legales”.
Pero, por otra parte, la teoría económica ha
desarrollado la racionalidad microeconómica en las
decisiones de producir o fijar los precios que le producen
mayores beneficios al monopolista.
Cuando nos enfrentamos a bienes o servicios que el
conjunto de la sociedad los considera esenciales para su
funcionamiento, surge la intervención del Estado para
lograr alguno de los dos siguientes objetivos:
1. Apropiarse de la renta extraordinaria del
monopolista y obligar al mismo a producir
mayores cantidades y a un valor inferior al que
estaba dispuesto a “discriminar” en su
beneficio.
Esta apropiación de la “renta extraordinaria”
puede redistribuirse:
en forma general a la sociedad a través
del impuesto y el gasto público o
puede redistribuirse a favor de los
consumidores (usuarios) del servicio
regulado obligando a producir más y a
un valor menor.
Esta intervención del Estado se puede encarar:
Con una gestión directa del Estado que es
el propietario y el prestador público del
servicio
Con una prestación privada del servicio
pero regulado por el Estado
2. Poner límites al poder dominante de mercado y
a las prácticas desleales para compensar – a
través de prohibiciones o sanciones – la falta de
competencia
Estos límites son habitualmente enmarcados en
dos tipos de leyes:
Las leyes antitrust o antimonopólicas
Las leyes de defensa al consumidor
b. Bienes públicos y externalidades como fallas de
mercado
1) Bienes públicos
Son Bienes y Servicios que son consumidos por
todos o por nadie; porque:
Puede ser consumido de manera simultánea
por todas las personas - ausencia de rivalidad
(el consumo de una persona no disminuye el
consumo de otra)
No se puede excluir a ninguna – ausencia de
exclusión (resulta imposible o extremadamente
costoso evitar que alguien se beneficie de él en
forma exclusiva o excluyen.
Lo anterior no crea condiciones para establecer
precios porque no habría forma de discriminar
entre el que paga y el que se beneficia sin
pagar. Es el problema del parásito (free rider)
que consume un bien sin pagar por él.
Hay muchos bienes que tienen un elemento
público, pero no por ello deben considerarse bienes
públicos puros (una carretera o una red de
distribución de gas tiene ausencia de rivalidad hasta
que se congestiona).
El valor de un bien privado es el monto máximo
que una persona está dispuesta a pagar por una
unidad más del bien. El valor de un bien público es el
monto máximo que todas las personas están
dispuestas a pagar por una unidad más de él.
El problema es de cálculo y de discriminación para
poder asignar a cada “favorecido” con el costo
correspondiente.
Si en un barrio determinado llego con una red
eléctrica con una disposición de transformadores con
una capacidad de transformación “X “ y para
asegurar la provisión del sistema la empresa realiza
una inversión redundante de transformadores o
refuerza las líneas de media tensión, se favorecerá el
edificio que entre último es su construcción, porque
su demanda podrá ser cubierta por la redundancia
del sistema. Sin embargo, o el usuario ya abastecido
no estará dispuesto a “pagar el costo de esa
redundancia” porque podría no serle necesario; ni el
nuevo usuario – el edificio a habilitar – estaría en
condiciones de afrontar el costo adicional en forma
individual.
Esto deja la situación de que una empresa privada
podría no proporcionar la cantidad eficiente de un
bien público porque su costo total distribuido entre
todos los potenciales beneficiarios daría un valor
superior a los que éstos consideran que cubren su
beneficio1.
Qué pasaría cuando el “suministro es público. La
decisión es más política que microeconómica por el
mensaje “a y desde” los votantes, las ONG´s o los
medios de comunicación. O sea, los diferentes
funcionarios de la administración gubernamental y
las diferentes fracciones políticas interpretan lo que
querría “la sociedad” en abstracto.
Si se produce un estado de opinión coincidente
entre lo que se diagnostica y se propone en las
propuestas a la sociedad con lo que el ciudadano
refleja en sus manifestaciones concretas – votaciones,
cartas de lectores, etc -, se termina convalidando la
posición prejuzgada como popular Es lo que se llama
“el principio de la diferenciación mínima” que puede
no tener correspondencia con el cálculo micro o
macroeconómico.
2) Externalidades
Cuando el consumo o producción de un bien tiene efectos más allá del bienestar de la persona que
lo consume o lo produce, entonces genera efectos secundarios, denominados externalidades. En este
caso, existen externalidades, la solución de mercado
1 Mi propio consumo privado es más grande si actúo como un parásito y no pago la parte que
me corresponde del costo adicional. Si no pago disfrutaré del mismo nivel de seguridad de
provisión eléctrica y al mismo tiempo podré comprar más bienes privados. Aprovecharé que
alguien más financie el bien público.
puede ser ineficiente para el conjunto de la sociedad.
Es una falla de mercado.
Aquí también se plantea si el propio funcionamiento de la economía privada puede resolverlo – por ejemplo por mecanismos de pagos
entre los privados equivalentes al beneficio o el costo externo en que se favoreció o perjudicó – o si deberá ser el Estado que coercitivamente trate de equilibrar
la situación. En este último caso podría imponer un impuesto al que se beneficia o al que perjudica y
compensar al otro total o parcialmente También como en otros caso puede regularlo en
forma general cuando la externalidad no puede atribuirse tan bi-unívocamente y actúa sobre el
conjunto de la sociedad o sobre generaciones futuras como sería el caso de los impactos ambientales.
Hay dos tipos de externalidades:
Externalidad negativa: Influencia negativa –
costos no deliberados que perjudica a un tercero por la actividad propia – y que no es
compensada por el causante al receptor de esa externalidad
Externalidad positiva: Influencia positiva – beneficios no deliberados que favorece a un
tercero por la actividad propia - no compensada por el receptor del beneficio al causante de esa externalidad.
El agente privado actúa con la racionalidad
microeconómica de maximizar sus beneficios aunque generen externalidades negativas al resto de la sociedad, o dejen de producir resultados positivos a
otros individuos, pudiendo lograrlo. O sea, en su cálculo no se toma en cuenta esos efectos
Si el Estado no interviene difícilmente puedan ser compensadas esas externalidades o se debería crear
un ámbito de negociación privada de difícil resolución práctica.
La externalidad negativa por excelencia en la generación, transporte y distribución de la energía es
los efectos de contaminación sobre el medio ambiente
La externalidad positiva, por excelencia, es el
grado de integración y desarrollo económico y social que se alcanza cuando la infraestructura de energía
está disponible. Esta es la paradoja internacional del tema del
desarrollo energético – y su posibilidad de crecimiento industrial y de bienestar – en relación con su impacto en el ambiente y los efectos sobre el cambio climático:
los países que motivaron la principal fase de contaminación son los desarrollados y los que ahora
podrían poner “la gota que supere el nivel del vaso” son los subdesarrollados
Efectos de externalidades en producción y consumo
Externalidad negativa Externalidad positiva
En Producción
Costo social > Costo privado Q mercado > Q óptimo social
Costo social < Costo privado Q mercado < Q óptimo social
En consumo
Valoración social < Valoración privada Q mercado > Q óptimo social
Valoración social > valoración privada Q mercado < Q óptimo social
Externalidades y Bienes Públicos - Dennis Veliz
c. Economía de medio ambiente y de los recursos
no renovables como fallas de mercado
En el esquema analítico convencional, lo que sería una economía sustentable es visto, en última instancia, “como un problema, de asignación inter - temporal de los recursos entre el consumo y la inversión por parte de los agentes económicos que son racionales, con la motivación fundamental de maximizar las utilidades”.
Bajo esta visión, la acción colectiva por parte del Estado sería necesaria solamente para corregir las fallas de mercado, entre otras causales, por las que se originan en el hecho de que
buena parte de los servicios ambientales se constituyen en bienes públicos (aire, agua, capacidad de absorción de
desechos, etc), que no tienen precios. Para esta teoría, una vez corregidas esas fallas, de tal manera
que se pueda garantizar la asimilación correcta de esos servicios ambientales, la dinámica de asignación temporal de
los recursos puede realizarse en forma eficiente; no habiendo incertidumbres ni riesgos de pérdidas irreversibles.
En vez, en el esquema analítico de la economía política
sustentable del medio ambiente, se considera el “problema de distribución inter – temporal de recursos naturales finitos, lo que presupone la definición de límites para su uso (escala)”.
En función de ello, se trata de un proceso que incluye agentes económicos con comportamientos complejos en sus motivaciones (en las que se incluyen dimensiones sociales,
culturales, morales e ideológicas) y que actúan en condiciones de incertidumbres y de riesgos irreversibles que el progreso de la ciencia no está en condiciones de superar.
De esta forma, tanto la naturaleza como la función de la
acción colectiva son completamente distintas a los presupuestos del esquema analítico convencional. No es la sumatoria de la racionalidad individual sino que es un proceso
de definición pública en la que intervendrá la sociedad civil en sus distintas formas organizativas, una de las cuales será el
Estado. Gran parte de las fuentes primarias de la energía provienen
de recursos naturales no renovables – petróleo, gas, carbón y otros – por lo tanto su extracción actual con las condiciones económicas y tecnológicas actuales puede atentar con la
posibilidad de agotar este “capital natural” o encarecerlo en su extracción hacia futuras generaciones.
Desde el comienzo de la humanidad ha habido una interacción entre el ser humano y la naturaleza.
Aunque, todas las actividades productivas humanas respetasen principios ecológicos básicos, su expansión no
podría traspasar los límites globales que definen la “capacidad de carga” (carrying capacity) del planeta.
La magnitud del “impacto” ejercido por las sociedades humanas sobre el medio ambiente, su “huella
ecológica”(ecological footprint) resulta del tamaño de la población mundial multiplicada por el consumo per capita de
recursos naturales en un contexto tecnológico dado. En ese sentido, hay que precisar las condiciones socio-
económicas, institucionales y culturales que puedan estimular un rápido progreso tecnológico ahorrador de recursos naturales, así como un cambio en dirección de patrones de
consumo que no impliquen el crecimiento continuo e ilimitado del uso per capita de recursos naturales.
El concepto de desarrollo sustentable surgió como un precepto
normativo en la década de los 70’s, relacionado con el desarrollo ecológico sustentable, en un contexto de debate
entre el crecimiento económico y el medio ambiente, exacerbado por el Informe del Club de Roma que propagaba la idea de “crecimiento cero” como forma de evitar la catástrofe
ambiental. El debate teórico sobre la economía del medio ambiente
discurre entre dos corrientes principales de interpretación:
1. La primera corriente, de origen neoclásico, llamada “economía ambiental”, consideraba que los recursos naturales – sean considerados como fuente de insumos
o como capacidad de asimilación de impactos de los ecosistemas – no representan, a largo plazo, un límite
absoluto a la expansión de la economía. Es más, estos recursos ni siquiera aparecen en las especificaciones de la función de producción, en la cual se consideran el
capital, el trabajo. 2 Con el tiempo, los recursos naturales pasaron a estar
incluidos en las representaciones de la función de producción, pero manteniendo su capacidad de
multiplicarse (o sea, no como una cantidad finita) lo que implicaría una perfecta sustitución entre capital, trabajo y recursos naturales. En función de ello, se da el
supuesto de que los límites impuestos por la disponibilidad de recursos naturales pueden ser
indefinidamente superados por el progreso técnico que los sustituye por capital o por trabajo.3
Esto implica un concepto de “arbitraje temporal entre generaciones” a través de los mecanismos de decisión de las inversiones: la inversión de la generación presente
compensa a las generaciones futuras por las pérdidas en el presente de los “activos de recursos naturales
consumidos o utilizados para la producción” (Regla de Hartwick).
2 Lo que implicaría que se adoptaba el concepto de una economía que podría funcionar sin recursos naturales. Esta posición fue
objeto de crítica por parte de Nicolás Georgescu- Roegen, matemático y economista rumano, en “ The entropy law and the
economic process”, introdujo la idea de la “irreversibilidad y de los límites en la teoría económica, emanada de la segunda ley de
la termodinámica (ley de entropía) como contraposición de la primera ley de la termodinámica (sobre la transformación de la
materia). De esta última, surge el concepto neoclásico de la economía como un flujo circular (Daly 1996) entre empresas y
consumidores, en el que existen movimientos reversibles y cualitativamente neutros.
3 Y= f(K,L,RN). La agotabilidad de los recursos naturales sería una restricción relativa al crecimiento (no un límite absoluto) porque
sería superado indefinidamente por el progreso científico – tecnológico; como si el sistema económico pudiera pasar de una base
de recursos naturales a otro a medida que una de ellas se agota.
2. La segunda corriente de interpretación está representada principalmente por la llamada
economía ecológica, que interpreta al sistema económico como un sub-sistema de un sistema mayor que lo contiene, imponiendo una restricción absoluta
al crecimiento económico. El capital natural (recursos naturales) y el capital nuevo
(inversión) son complementarios; y el progreso tecnológico está visto fundamentalmente para aumentar
la eficiencia de la utilización de los recursos naturales (en general, renovables y no renovables). De aquí surgiría la posibilidad de la política regulatoria
económica basada en incentivos públicos para mejorar la eficiencia.
Lo importante en esta corriente de interpretación es que la sustentabilidad del sistema económico a largo plazo
no sería posible sin la estabilización de los “patrones de consumo per capita” en forma compatible con la capacidad de “carga del planeta”.
En términos de la teoría económica estas dos interpretaciones
podrían producir conclusiones divergentes en cuanto al concepto de la política económica a aplicar para resolver tanto la sustentabilidad del sistema económico como para definir la
distribución en el tiempo del consumo de recursos naturales.
Primera corriente de interpretación: la economía ambiental
En el primer caso, la economía ambiental sigue un razonamiento neoclásico, por el cual existiría una tendencia a dejar en manos del mercado la solución de ambos aspectos,
la sustentabilidad del sistema económico y la distribución en el tiempo del consumo de recursos naturales. Los límites al
crecimiento se van postergando en el tiempo porque se considera una ampliación indefinida de los límites ambientales por mecanismos del mercado.
Para el caso de los bienes ambientales transados en los mercados (insumos materiales y energéticos), la escasez
creciente de un determinado bien se traduciría fácilmente en la elevación del precio, lo que induciría a:
La introducción de innovaciones tecnológicas que
permitiría sustituirlo por otro recurso más abundante.
La inversión en bienes de capital no naturales
(producidos por la acción humana) que prestaría los
mismos servicios del capital natural (recursos naturales) que se está agotando.
Esta teoría contiene hipótesis asumidas que son cuestionables y algunas inconsistencias metodológicas internas:
1. Ciertos recursos naturales tienen características únicas
que no pueden ser sustituidos por la acción humana a
partir de la producción de otros bienes. El agotamiento de esos recursos naturales es irreversible.
2. La comparación del stock de capital es físicamente imposible por las diferencias de unidades de medición
entre diferentes recursos naturales y capital físico producido por el hombre. Esto conlleva a buscar unidades homogéneas que no siempre es posible definir
universalmente e irrefutablemente para todas las variantes de capital producido y de los distintos recursos
naturales ni para los usos diferentes que los mismos implican. Por ejemplo, una cuenca hídrica que es utilizada para la navegación, la pesca, el embalse para
generar electricidad, el abastecimiento de agua potable, el riego para la agricultura, su utilización para la industria, el turismo, etc; no podría ser resumida a una
unidad de medida única.
3. La solución de uniformar la unidad de medida a través del valor del capital también tiene fuertes deficiencias. La agregación del valor del capital producido y capital
natural requiere de una unidad de valor común, que termina siendo una función dependiente de los precios del capital, por los nos encontramos con dos paradojas:
a. La propia incertidumbre sobre el valor del capital
en cuanto 4:
4 En 1953, la economista Joan Robinson escribe un artículo publicado en The Review of Economies Studies, denominado "The
Production Function and the Theory of Capital" donde critica a la forma agregada de la función de producción clásica (que
considera que sus componentes se agregan en unidades homogéneas); especialmente cuestiona la medición del valor del capital,
ya que en el valor de mercado contenía la tasa de beneficio del mismo. Joan Robinson, afirmaba que no se podría encontrar esa
homogeneidad en la medición del capital porque era imposible en el sentido físico ya que el capital es heterogéneo sujeto a
innumerables características diferentes. Si se recurre a la medición del mismo a través del Precio, que remite a un valor
monetario que permitiría comparar magnitudes físicas, los mismos incorporan también otras variables como son los salarios, los
costos de los insumos, las ganancias deseadas; etc. Pero para calcular la Ganancia en el proceso productivo se deben de conocer
todos los precios de esas variables, que ya incorporan las ganancias dentro de ellos. Joan Robinson considera a todos esto como
por un círculo vicioso que llega a indeterminar a la tasa de beneficio. (Sobre este mismo trabajo, se produjo un prolongado
intercambio de razonamientos -Piero Saffra, Nicholas Kaldor, Luigi Pasinetti, Pierangelo Garegnani; Samuelson, Robert Solow,
James Meade; entre otros – conocidos como la controversia teórica entre los dos Cambridge, una en el Reino Unido, dirigida por
Joan Robinson y Piero Saffra,) y en el otro (fundamentalmente en el M.I.T) en EE.UU, encabezados por Paul Samuelson.
i. la formación del mismo es a través del tiempo – en una herramienta fabricada hoy
podría existir una nanonésima parte de la primera herramienta construida por el hombre – y
ii. su valor está dado, (en cada época y en cada unidad geográfica y para cada patrón de consumo y de tecnología conocida):
1. por su escasez relativa, 2. su tasa de beneficio y
3. por el costo del dinero (tasa de interés).
b. La dificultad, sino imposibilidad, de asignarles precio a los recursos naturales (normalmente se le
asigna un valor), mientras que el capital producido al menos tendrá los precios del mercado (con las salvedades del punto anterior son valores
observados, no asignados): 5
i. El valor de intercambio no siempre es
coincidente con el valor de uso, y algunos recursos naturales suelen tener un valor de
uso, pero no existe un mercado para ellos. ii. Las economías de escala y los monopolios
naturales distorsionan los mecanismos de
intercambio y formación de precios en mercados imperfectos en los que algunos
recursos naturales se manifiestan. iii. Existe el concepto de “bien público” en el
uso de muchos de esos recursos naturales,
que, como sabemos son bienes con uso no excluyente ni rival.6
iv. No es sencillo asignarle valor monetario al
impacto ambiental en un precio formado en el mercado; salvo regulaciones que
atribuyan castigos y premios vía impuestos o subsidios.
5 El valor de una mercancía cualquiera tiene dos perspectivas, una desde el valor de cambio y otra desde el valor de uso. El valor
de cambio es aquel que se intenta medir en términos de precios y que constituye el sustento de las relaciones comerciales de la
sociedad. El mercado perfecto o imperfecto, regulado o libre, es el mecanismo mediador para establecer el precio. Por su parte, el
valor de uso de una mercancía consiste en la capacidad que este bien tiene para satisfacer una o varias necesidades humanas; si
bien este valor no es totalmente subjetivo, tampoco lo es totalmente objetivo; especialmente cuando es un capital agotable y hay
que definir su uso temporal hasta su agotamiento.
6 Se entiende por “bienes públicos” aquellos de cuyo disfrute no puede excluirse a ninguna persona, independientemente de
quién pague por ellos, y cuyo consumo por un individuo no rivaliza o no reduce la cantidad de ese bien disponible para otro
individuo.
Por lo expuesto, la teoría neoclásica no resuelve tampoco la situación de los servicios ambientales, por cuanto los mismos
no son motivo de transacción en el mercado por su naturaleza de bienes públicos – aire, agua, ciclos bioquímicos globales de sustentación de la vida, disposición de desechos, etc) por lo
que no es atribuible su valor a las reglas de la competencia entre oferentes y demandantes de los mismos.
Por otra parte, se observa a través de la comprobación empírica que las preferencias de los individuos en función de
su propio proceso de crecimiento económico tienden a una mayor tolerancia (menor preferencia) a la escasez creciente de los servicios ambientales. Más aún cuando esa escasez relativa
– o su contraparte, mayor degradación del medio ambiente – se notará en generaciones futuras, mientras el crecimiento
económico actúa en el presente. Una corriente reciente ha intentado regresar a la solución
neoclásica atacando la naturaleza de los bienes públicos. En esta corriente, la solución ideal sería aquella que pudiese
crear condiciones para un libre funcionamiento del mercado, sea:
Directamente, por la eliminación del carácter público de esos bienes por la definición de derechos de propiedad
sobre ellos (negociación coaseanea).7 Esto implicaría la privatización de los recursos naturales – el agua, el aire, etc – que, además de otras
razones para obstaculizarla – tal como evitar la posición dominante de un recurso natural esencial – tendría la
dificultad, desde la óptica del método económico de transacciones tipo Walras, de caer en un costo de transacción infinitamente elevado por los millares de
agentes intervinientes en la negociación.
Indirectamente, por la valoración económica de la
degradación o agotamiento de esos bienes para considerarlos como impuestos (tasa pigouniana).
7 En 1960 Ronald Coase plantea lo que se conoce como el Teorema de Coase, es la proposición de que si los derechos de
propiedad existen y si los costos de las transacciones son bajos, las transacciones privadas son eficientes. Si definimos las
externalidades, como costos o beneficios de una transacción económica que recaen sobre gente que no participa en la
transacción, Coase manifiesta que son el resultado de la falta de derechos de propiedad por intervención del Estado. En
consecuencia si se generan derechos de propiedad, serán los mismos individuos los que negociarían las condiciones de
degradación y solución de la misma. Quizás el Estado podría intervenir mediante diversos mecanismos que permitan regularizar
un comportamiento sobre algo que carece de derechos de propiedad: cargos por emisiones, permisos negociables (por medio de
análisis de costo-beneficio) y los impuestos. Sin embargo, no sería posible que todo los ciudadanos del mundo se pongan a
negociar lo mejor sobre el Océano Pacífico en todos sus impactos económicos y ambientales (influencia sobre la pesca, el clima,
las playas, el turismo, la navegación, etc); ni que se pueda establecer valores marginales adecuados.
Esta solución implicaría presuponer que es posible
calcular los valores de degradación de los bienes ambientales a partir de una curva marginal creciente, y,
de esa manera, se alcanzaría el equilibrio para un agente económico cuando hiciera el trade off o equiparación entre “los costos marginales de controlar la polución”
y “los costos marginales de la degradación ambiental (externalidades)”provocados por sus actividades productivas, que se vería forzado a pagar (internalizar)
a través del pago de los impuestos correspondientes. El punto de equilibrio se denominaría “punto óptimo de
polución”. Lo anterior, además del supuesto de la no reversibilidad del
daño ambiental y del supuesto de no agotabilidad de los recursos naturales – o su equivalente de sustitución por
capital producido por el hombre – implica considerar un tercer supuesto: que la curva marginal de degradación es suave y continua, no considerando efectos tales como umbrales de
degradación tolerables y no tolerables, los efectos sinérgicos de los impactos ambientales que pueden generar efectos en cadena, o que existen reacciones desfasadas entre el impacto
de la degradación y las medidas de respuesta.
Segunda corriente de interpretación: la economía ecológica
Esta corriente, la economía ecológica, sigue un razonamiento sistémico, por el cual el sistema económico es
un sub – sistema de un todo mayor, que lo contiene, que incluye el funcionamiento y las limitaciones de los recursos naturales. El capital creado por el hombre y el capital natural
(recursos naturales) son complementarios.