castilla y león, un territorio cuestionado. retóricas del espacio y del tiempo en la construcción...

20
RDTP, vol. LXV, n. o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005 Castilla y León, un territorio cuestionado: Retóricas del espacio y del tiempo en la construcción de identidades Castile-Leon, A Mooted Territory: Rhetoric of Space and Time in the Construction of Identities Luis Díaz Viana Grupo de Investigación “Antropología Comparada de España y América” (ACEA) Centro de Ciencias Humanas y Sociales. CSIC. Madrid RESUMEN En la construcción de identidades en el presente se suele traer a colación el tiempo —lo que se fue en el pasado— a la vez que se reclama un espacio —lo que se debería ser hoy en términos de territorialidad—. Sin ser ésta una característica exclusiva de las identidades que se reivindican dentro de España, parece claro que sí se trata de una estrategia empleada con particular intensidad aquí, una vez se produjo la transición po- lítica tras el franquismo. Pero, dentro de este panorama, se esgrimirían dos retóricas distintas y hasta opuestas de reconquista del ayer: una histórica y otra mítica. Según la primera, habría que volver a ser y tener lo que se fue y tuvo en algún momento del pasado. Según la segunda, se reivindicaría volver a ser lo que —supuestamente— siem- pre se fue como pueblo, aunque nunca esa aspiración de identidad hubiera llegado a tener traducción territorial clara ni comprobación documental. ¿Cuál es el caso en la Comunidad Autónoma de Castilla y León? Los estereotipos que a menudo ofrecen de Castilla (el componente clave en la Comunidad) políticos, analistas y escritores hablan de un territorio cuestionado y de un pueblo que parece desentendido o ignorante de sí mismo. El autor aborda y, en cierto modo, deconstruye estos estereotipos (mitad cultos y mitad populares), intentando desentrañar —además— otras claves para mejor compren- der esa aparente “falta de identidad” o “de consciencia regional” que se achaca a lo cas- tellano y los castellanos. Palabras clave: Retórica de la identidad, Espacio, Tiempo, Historia, Mito, Comuni- dad Autónoma de Castilla y León, Castilla, Consciencia regional. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXV, n. o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

Upload: filip-pg

Post on 28-Aug-2015

218 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Luis Díaz Viana

TRANSCRIPT

  • 45CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    Castilla y Len, un territorio cuestionado:Retricas del espacio y del tiempoen la construccin de identidades

    Castile-Leon, A Mooted Territory:Rhetoric of Space and Time in the Construction

    of Identities

    Luis Daz VianaGrupo de Investigacin Antropologa Comparada

    de Espaa y Amrica (ACEA)Centro de Ciencias Humanas y Sociales. CSIC. Madrid

    RESUMEN

    En la construccin de identidades en el presente se suele traer a colacin el tiempolo que se fue en el pasado a la vez que se reclama un espacio lo que se deberaser hoy en trminos de territorialidad. Sin ser sta una caracterstica exclusiva de lasidentidades que se reivindican dentro de Espaa, parece claro que s se trata de unaestrategia empleada con particular intensidad aqu, una vez se produjo la transicin po-ltica tras el franquismo. Pero, dentro de este panorama, se esgrimiran dos retricasdistintas y hasta opuestas de reconquista del ayer: una histrica y otra mtica. Segn laprimera, habra que volver a ser y tener lo que se fue y tuvo en algn momento delpasado. Segn la segunda, se reivindicara volver a ser lo que supuestamente siem-pre se fue como pueblo, aunque nunca esa aspiracin de identidad hubiera llegado atener traduccin territorial clara ni comprobacin documental. Cul es el caso en laComunidad Autnoma de Castilla y Len? Los estereotipos que a menudo ofrecen deCastilla (el componente clave en la Comunidad) polticos, analistas y escritores hablande un territorio cuestionado y de un pueblo que parece desentendido o ignorante de smismo. El autor aborda y, en cierto modo, deconstruye estos estereotipos (mitad cultosy mitad populares), intentando desentraar adems otras claves para mejor compren-der esa aparente falta de identidad o de consciencia regional que se achaca a lo cas-tellano y los castellanos.

    Palabras clave: Retrica de la identidad, Espacio, Tiempo, Historia, Mito, Comuni-dad Autnoma de Castilla y Len, Castilla, Consciencia regional.

    Revista de Dialectologa y Tradiciones Populares,vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010,

    ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457,doi: 10.3989/rdtp.2010.005

  • 46 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    SUMMARY

    In constructing identities of the present, time (the past that was) as well as space(the territory that should be) is conjured up. Although this manner of operation is not adistinctive feature of identity construction in Spain, it is clearly a strategy employed herein earnest once the political transition to democracy was over. This strategy comprehendstwo different, opposite rhetoric modes regarding claims of the past: one historical, theother mythical. The first prompts the audience to become again what it once was andto recover what it at the time held. The second calls for a reencounter with that which,supposedly, always defined it as a people, even though this people never fully realizedits territorial aspirations in the past or no written evidence exists that it ever held theterritory that it now claims as its own. Which is the case in the Autonomous Communityof Castile-Leon? Stereotypes about Castile (the key component in this Autonomous Com-munity of contemporary Spain) uttered by politicians, analysts and writers make referenceto a mooted territory and to a people apparently heedless and ignorant of itself. Theauthor approaches and, in a way, deconstructs these stereotypes, half of them learned,the other half popular. In addition, he attempts to expose other reasons that lie behindsuch seeming lack of identity or of regional consciousness that presumably plagueCastilians and everything Castilian.

    Key Words: Rhetoric of Identity, Space, Time, History, Myth, Autonomous Communityof Castile-Leon, Castile, Regional Consciousness.

    En muchas de las historias que escuch de nia las protagonistaseran mujeres que bajaban, al cobijo del amanecer o al atardecer,a las lindes de los huertos donde otras mujeres trabajaban con susbebs durmiendo en los linderos. Bajaban descalzas, sigilosas en-tre la maleza, y dejaban a sus hijos en el lugar de los de las cam-pesinas, llevndose a stos como pequeos rehenes. Las ms delas veces slo queran que les bautizaran a los nios.

    Acachenta, acachenta, que el tuyo acachentado est.

    Slo buscaban darles un porvenir a sus hijos en un mundo queya no iba a ser nunca ms el suyo. La vida de estos moros (y digomoros como siempre lo o) qued dibujada en nuestro paisaje conla marca de su condicin de proscritos. Pastoreando el ganado,mi madre me mostr muchas veces sus cuevas, siempre elevadas,con buena perspectiva, en posicin de perpetuo acecho. Debodecir que nunca percib rencor contra los moros de estas historias.Cuando un beb se dejaba en un ribazo era invariablemente bau-tizado y devuelto con los suyos a cambio del propio, que siemprese devolva sano y salvo. A veces, las madrinas improvisadas acaba-ban acogiendo a los nios si sus madres enfermaban o moran yeducndolos como a sus propios hijos.

    (Testimonio escrito de M Carmen lvarez,Salientes, Alto Bierzo, 2005)

  • 47CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    I. RETRICAS DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO: EL MITO Y LA HISTORIA COMO ARGU-MENTOS DE REIVINDICACIN TERRITORIAL

    Lo primero que cabe sealar respecto a la construccin de identidadesen el presente es la retrica dual que suele utilizarse para sus argumentosy reivindicaciones. Generalmente, se trae a colacin el tiempo lo que sefue en el pasado para reclamar un espacio lo que se debera ser hoyen trminos de territorialidad. Sin ser sta una caracterstica exclusiva delas identidades que se reivindican dentro de Espaa, parece claro que s setrata de una estrategia empleada con particular intensidad aqu, una vez seprodujo la transicin poltica tras el franquismo. No era, desde luego, nadaoriginal. Ya en la Europa revuelta y descolocada en lo territorial, en losocial y en lo poltico que dej la tormenta napolenica, surgiran a lolargo de todo el siglo XIX nuevas identidades que, sin embargo, se reclama-ban viejas para justificar sus reivindicaciones territoriales.

    Entonces, como ahora en el caso espaol, se esgriman dos retricasdistintas y hasta opuestas de reconquista del pasado: una histrica y otramtica. O, si se prefiere, una que aludira a antiguas realidades poltico-ad-ministrativas y otra que apelara a una metafsica que podramos llamar t-nico-legendaria. Segn la primera de estas estrategias habra que volver aser y tener lo que se fue y tuvo en algn momento del ayer: por ejemplo,derechos, competencias y privilegios como reino, regin o nacin. Segnla segunda, se reivindicara volver a ser lo que supuestamente siemprese fue como pueblo, aunque nunca esa aspiracin de identidad hubiera lle-gado a tener traduccin territorial clara ni comprobacin documental.

    Para la primera clase de reivindicacin se acostumbra a recurrir a la his-toria; para la segunda, al mito. Y, en ambas retricas, se apela como ele-mento distintivo que demostrara la diferencia mantenida respecto a otrosa la lengua. El caso del nacionalismo cataln, que reivindica sobre todouna nacionalidad y un pas o pases perdidos parece ajustarse al primer tipode identidad y de retrica. El caso vasco, que reclama la libertad e inde-pendencia de un pueblo ancestral, encajara mucho mejor en el segundo.

    Pero qu pasa con Castilla? Castilla, en la primera dcada del siglo XXIse nos presenta como un territorio cuestionado y un pueblo que parecedesentendido o ignorante de s mismo. Hemos odo decir hace ya un tiem-po a algn socilogo ocurrente (Amando de Miguel) que los castellanos,al igual que los judos, eran un pueblo-linaje. Quiz la comparacin sedebiera a que unos y otros han tenido en comn la dispora: La pobla-cin de los castellanos est constituida por el pueblo de Castilla y Len ypor los castellanos que residen fuera (De Miguel y Moral 1984: 37). Pero,si eso fuera as, los castellanos seran castellanos en todas partes y no da la

  • 48 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    impresin de que lo castellano sea una religin o una raza distintiva entrelas dems, sino un referente cultural ligado a una lengua y ms que unterritorio a unas tierras o a un paisaje (que son tambin muchos paisajes).O, mejor, una manera de entenderlos y expresarlos: una forma ms o menosespecfica de entender el mundo y estar en l. Un castellano fuera o lejosde Castilla es, probablemente, un castellano a medias, mientras que un ju-do lo es en cualquier lugar y hasta puede reinventarse un pas en una tie-rra donde l nunca haba estado antes (aunque sus antepasados s). Castillaes entonces, y sobre todo, la tradicin y el idioma? Eso sostendra cuandosoplaban vientos imperiales Menndez Pidal (1945). Pero no consiste eneso slo. Ni en el estereotipo noventayochista de un paisaje tampoco, pueshay muchos paisajes y muchas Castillas dentro de lo castellano.

    Castilla, ahora, no es nicamente un territorio cuestionado, sino unaComunidad Autnoma Castilla y Lencon una nocin ms bien vagade territorialidad. Los leonesistas, dentro de ella, reivindican una identidadque podra entenderse a la catalana, es decir, como una reclamacin dederechos histricos ms o menos manipulados con el retoque de lo identi-tario. Len fue un reino independiente una vez, s, pero antes y despusde eso tambin fue muchas cosas. Castilla qu territorio reivindica si es quealgo puede reivindicar? Qued, algo azarosamente y no sin apresuramien-tos, ligada a Len en los repartos autonmicos pactados casi en secreto. Pero,si se mira hacia el pasado, tambin fueron Castilla la actual Rioja, Cantabria,Castilla la Nueva (hoy Castilla-La Mancha) y, en definitiva, gran parte deEspaa. Esa mirada territorialista hacia atrs producira, pues, casi vrtigo.

    El repaso de los estereotipos sobre los supuestos caracteres de los habi-tantes de los distintos territorios de la nacin tampoco pasara de entreteni-miento curioso. Baste al respecto con hojear alguno de los pliegos de Lite-ratura de Cordel que contienen prolijas relaciones acerca del carcter, genioy condiciones que tienen los habitantes de las provincias de Espaa; comoel que mostramos en el apndice a este ensayo, tomado del Catlogo depliegos de la viuda de Hernando conservado en la Real Academia Espaola.

    II. DE LA SUPUESTA FALTA DE IDENTIDAD DE LOS CASTELLANOS Y OTROS CURIOSOSESTEREOTIPOS

    De otro lado, cmo se identifican Castilla, los castellanos y lo castella-no en cuanto a pueblo? Curiosamente, no se duda de que exista lo caste-llano, pero s de que los castellanos tengan identidad o, al menos, cons-ciencia de ella. Es ya un tpico pensar que hay un comportamiento castellanoque depende de un carcter, el del campesino, y que ste ignorante del

  • 49CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    valor de sus propios saberes y, con ello, de su identidad acta de formaretrgrada, contraproducente para su futuro y el de sus descendientes. Seha aducido a menudo que, al diluirse econmica y polticamente en laempresa de lo espaol, Castilla, adems de pobre, qued despersonalizada,perdi consciencia y carcter. Pero tienen los pueblos, las naciones o lospueblos-nacin carcter como las personas? Caro Baroja lo dudaba e ironizsarcsticamente y a contrapelo contra los defensores de los caracteresnacionales (Caro Baroja 1970).

    En Castilla, ms que en ninguna parte e incluso de una forma que nosucede casi en ningn otro lugar, son los propios polticos los que se lamen-tan de una carencia de consciencia o sentimiento identitario por parte desus conciudadanos. No habra aqu consciencia de regin aseguran. Yen ello siguen a los escritores, que han pasado a convertirse en autoridadcientfica, citada hasta por ciertos socilogos que se ocuparon y ocupande la identidad castellana. No voy a reproducir, por conocidas, las muchaselucubraciones que literatos de postn han tejido sobre Castilla y lo caste-llano, desde la Generacin del 98 hasta Miguel Delibes. La mayora de susvisiones al respecto estn centradas en un supuesto carcter castellano alque se relaciona con un estereotipado paisaje de pelados pramos; y nopocas tambin son visiones del campesino que los habita, lo que no dejade tener un regusto muy romntico. El paisaje habra hecho el carcter yambos se condensaran perfectamente en el fenotipo de un campesino eterno,que apenas habra cambiado a pesar del paso del tiempo. Ha escrito, as,Delibes (1979: 225) que el castellano es juicioso, sumiso, lacnico, seco,austero, fatalista; y el campesino de estas tierras un ser casi paleoltico enla segunda mitad del siglo XX.

    Ya los folkloristas romnticos de toda Europa haban mirado hacia atrsencontrndose con unos campesinos que para ellos encarnaran lasesencias de un pueblo inalterable e inalterado. Pero la visin de los escri-tores sobre este campesinado castellano, lejos de ser idealizadora resulta,como diran Passeron y Grignon (1992), miserabilista. Es decir, nada hala-gea. Una visin que liga a menudo la pobreza material con una msque probable miseria espiritual o moral. De los palurdos sin danzas ni can-ciones que pintara Machado, pensando en los campesinos de Soria, a losseres neolticos inadaptados al mundo actual que describe Delibes consus correras cinegticas por Valladolid y Burgos en la retina, poco buenoparecen haber encontrado uno y otro en los campesinos que se topaban.

    La aseveracin de Antonio Machado resulta especialmente inexacta einjusta para venir de la pluma del hijo de un folklorista. Lo que deca Delibesha sido matizado despus por el propio escritor, quien en alguna obra tar-da pasara de la visin miserabilista de lo popular a la idealizadora o

  • 50 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    mitificadora, trazando una imagen idlica del buen campesino, el seor Cayo,que tanto tendra que ensear a los jvenes que van de progresistas. Ma-chado negaba los saberes de sus palurdos y Delibes acaba redescubrindo-los y ensalzndolos como modelo opuesto a la postmodernidad.

    La afirmacin de Machado era a todas luces inmerecida: las recopi-laciones llevadas a cabo por folkloristas venidos de fuera como Schindler(1941) o Espinosa (2009 [1946-47]) demostraran sobradamente que aquellospalurdos no slo conservaban sus danzas y canciones, sino que fue pre-cisamente en tierras castellanas donde uno y otro pudieron recoger mscantos y cuentos que en ningn otro lugar de Espaa. Ambos, adems, re-conoceran su asombro y casi su deslumbramiento ante el caudal de esariqueza atesorada por generaciones.

    Respecto a la idea, compartida por Delibes y otros autores no slo lite-rarios, sino tambin de diversos campos de las ciencias sociales, de que elcampesino castellano es arcaico y conservador a ultranza hasta la autodes-truccin cabe decir que queda, al menos en parte, desmentida por recientesestudios antropolgicos. Mara ngels Roque ha puesto de manifiesto porejemplo cmo los habitantes del valle por ella estudiado en la Sierra dela Demanda burgalesa, lejos de desaparecer como pueblo que tal era elfin inminente que les haban pronosticado anlisis anteriores se han adap-tado como han podido a las nuevas circunstancias. E incluso han incorpo-rado el tradicional sistema de turnos a nuevos proyectos comunes de re-surgimiento, para poder reconstruir as solidariamente antiguos edificiosque amenazaban ruina (Roque 2008). En se como en otros pueblos que sparecen sufrir un despoblamiento irreversible, se aprecia el afn consig-nado por Stanley Brandes de mantener, adems, no slo viva la comuni-dad sino tambin la relacin con ella. Cosa que se consigue, siquiera vir-tualmente, por parte de quienes, estando fuera, establecen sociedades enred para desde webs que historian y promocionan el lugar natal contri-buir a su vigencia. As, en el caso de la abulense localidad de Becedas a laque Brandes se refiere (Brandes 2007).

    La interpretacin que, en clave poltico-social, a menudo se ha hechodel sentido del voto en Castilla como muestra del conservadurismo reaccio-nario de su campesinado, dice probablemente ms de quienes lo juz-gan que de quienes votan. Pues la izquierda clsica, proclive por su heren-cia marxista a entender la economa desde la perspectiva de la produccinindustrial, no ha sabido ni ha querido, quiz entender los problemasde los campesinos castellanos. Asumiendo que, tradicionalmente en las elec-ciones espaolas, las grandes ciudades industrializadas suelen votar a la iz-quierda y el campesinado o los pequeos pueblos a la derecha, aqulla noha hecho casi nada por cambiar esa tendencia, como si aceptara de ante-

  • 51CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    mano que en el proletariado explotado s puede prender la llama revolu-cionaria o al menos, de un cierto progresismo, pero en el campesinomuchas veces igual o ms esquilmado por los poderosos, no. Ah sque acierta plenamente Delibes cuando denuncia y critica, en El disputadovoto del seor Cayo (1990), el generalmente ciego y sordo progresismode la ciudad frente al campo. Pero es que la izquierda poltica actual en laComunidad Autnoma de Castilla y Len ha preferido a lo que se vedar por perdido de antemano un predio considerado por campesinocomo conservador y reaccionario, a tomarse el trabajo de conocer cmo esoscampesinos son y piensan o sobre todo qu es lo que necesitan. Yresulta trabajoso, s, recorrer tanto pequeo pueblo del que (tras muchodiscutir) slo se puede arrancar un exiguo puado de votos. Sin embargo,el PSOE gan en las primeras elecciones para el gobierno de la Comuni-dad en 1983 y ningn analista ha sabido explicar exactamente por qusi los campesinos son tradicionalmente tan conservadores. Por qu el PSOEperdi todas las elecciones posteriores podra explicarse sencillamentepor los propios errores polticos de la izquierda: entre ellos, el de la mio-pa ante una regin en que una poblacin campesina de pequeos propie-tarios no de jornaleros sigue pesando de forma muy importante.

    Otro aspecto que si no desmiente s permite matizar el cacareado con-servadurismo campesino es el sealado por Brandes (2007) y otros autoresque nos hemos ocupado del tema (Daz Viana 1988: 24), de que los cam-pesinos han apostado frecuentemente en Castilla y Len por un tipode vida y trabajo radicalmente distinto al que ellos haban tenido como mejorfuturo para sus hijos: darles una carrera, unos estudios, una educacin. Porqu interpretar que lo progresista en un campo depauperado por los suce-sivos fracasos de reforma agraria hubiera sido que los padres pusieran unnegocio rentable a sus vstagos? No es ms progresista el preocuparse pordotarles de una educacin? Y no slo a los varones, de manera especial enalgunas zonas, tambin a las mujeres que llevaran as las cuentas y escribi-ran cartas mucho mejor que los hombres. El resultado de pensamientos tanconservadores ha sido que Castilla y Len constituyera, ya desde hace tiempo,una de las zonas de Espaa que presentaba un ndice menor de analfabe-tismo. Una Comunidad que exportaba maestros/as y funcionarios/as en unagran proporcin a otras. Y lo sigue siendo.

    III. LAS CRONOTOPAS DE LA IDENTIDAD: ENTRE LA HISTORIA, EL MITO Y ELLENGUAJE

    Pero volvamos a las cronotopas del discurso identitario. Es decir, alfuncionamiento del modelo que algunos autores han definido como cro-

  • 52 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    notpico (Cruces 1997: 54) en el caso castellano. Qu falla o qu no seentiende de una identidad castellana que a pesar de lo que puedan pen-sar escritores y polticos existe? Porque, adems, antropolgicamente nopuede dejar de existir. El socilogo Alfredo Hernndez ha desmentido esaidea de que como la historia de Castilla ha consistido en haber hecho aEspaa, el sentimiento castellano se ha diluido en el sentimiento espaolistay, por esta razn, no existe consciencia regional (Hernndez 2004: 97).Como acertadamente seala este autor, una cosa es Castilla como meta-rrelato, como constructo poltico-ideolgico, construido por las lites delEstado espaol, y otra cosa muy diferente la historia social, demogrfica,econmica y poltica de esta comunidad (ibid: 97). No obstante, tal aseve-racin debe ser matizada.

    La retrica de las identidades no slo se construye sobre fragmentos dehistoria, sino tambin sobre la memoria etnogrfica, sobre un tiempo mti-co. Y generalmente resulta de una combinacin de lo que cuentan e inten-tan imponer las elites y de lo que es interiorizado y repetido por quienesno lo son, llammosles si se quiere clases populares. Aunque algunossiempre preferiremos hablar de cultura popular en la cual las elites tam-bin seran partcipes que de clases. Y ese metarrelato del que hablaHernndez es una mezcla o resultante de lo histrico y de lo mtico. Dehecho, el imaginario espaol manejado por las elites estatales se basa enbuena medida en narraciones mticas de origen castellano, empezando porlas leyendas y romances de Bernardo del Carpio, Fernn Gonzlez o el pro-pio El Cid. En los mitos de lo castellano se enraza el concepto de lo espa-ol, la identidad espaola, que los toma prestados y en ellos se confunde.Pero recuerda Castilla sus mitos? Las leyendas y romances que se han se-guido cantando y contando sobre determinados personajes y lugares apun-tan a que s (Daz Viana 1997: 46-47).

    Ya qued dicho anteriormente que la cronotopa identitaria aduce argu-mentos histricos o mticos para justificar reclamaciones de un territorio, tanideal por lo dems como el pasado reconstruido en esa retrica. Ya setrate de los pasos catalans o de una Euskalerria que incluira Navarra ydeterminadas reas espaolas o francesas. No sabemos si tambin con eltiempo se podra reclamar, por ejemplo, el Estado norteamericano de Ne-vada por la gran presencia de pastores y ganaderos vascos all. Pues la es-tratagema mtica de reclamar gentes y territorios no tiene lmite, como biensealaba Finkielkraut al referirse a la reincorporacin a Alemania tras laguerra de 1870 de las provincias francesas de Alsacia y Lorena, contra laopinin de los habitantes de stas (Finkielkraut 1987: 31-37). El espritu mticoreconoce a los suyos incluso si los suyos no se reconocen: hablis o habishablado nuestra lengua, sabis nuestras canciones, tenis nuestra cultura, sois

  • 53CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    por lo tanto nuestros sin saberlo o quererlo. As acta la voracidad reivin-dicadora del genio mtico.

    Pero qu territorialidad aspirara a recuperar el genio castellano? Castillaes si no resulta demasiado redundante o polticamente incorrecto el mitooriginario, por excelencia, de lo espaol. Rodrigo perdi Espaa cuandotodava Espaa no poda existir (gracias a la reconstruccin mtica del pa-sado que surge de Castilla) y con Fernn Gonzlez mucho ms que conDon Pelayo empieza tambin mticamente a recobrarse. Por lo tanto,territorialmente, Castilla podra reclamar todo el espacio en que ese mito llega alcanzar proyeccin. Pero, polticamente, esta reivindicacin hoy es ini-maginable que pudiera prosperar. Y es esto mismo lo que lastra y entorpe-ce la gestin del mito de lo castellano. Pues qu territorios reivindicar? Pordnde empezar a anexionarse las proyecciones mticas de Castilla?

    Recurrir al mito o la historia para justificar cronotopas reivindicativas es,en el caso de la retrica castellanista, casi igual de complicado. De la nadaal todo y del todo a la nada cualquier opcin puede ser tericamente justi-ficable. Sin embargo, y en esto Hernndez tiene tambin razn, las reivin-dicaciones formuladas polticamente desde Castilla se basan casi exclusiva-mente en motivos histricos: en lo que se fue. Se echa demasiada historiaen el discurso reivindicativo castellano y esa historia repleta de viejas glo-rias puede llegar a pesar mucho, e incluso polticamente hablando dema-siado (Hernndez 2004: 97). Y, sobre todo, resultar demasiado lejana. Unacampaa reciente de la Junta de Castilla y Len segua incidiendo en lo mis-mo, aunque fuera con el lenguaje de la publicidad actual: consista en im-genes de personajes histricos del pasado castellano que decan: Castilla yLen tiene gracia. Y el personaje nos responda: S, la tiene. Quien lo vieraprobablemente no encontraba la gracia por ningn lado, pero el mensajede que la gracia de Castilla y Len est ligada a la historia y a un pasa-do ya desaparecido quedaba bastante claro.

    Los polticos que gobiernan Castilla y Len no van ms all. O sea, queen identidad avanzan muy poco y se podra decir que manifiestamentesuspenden la asignatura. No se recurre a las fuentes mticas quiz por-que los gobernantes castellanos y leoneses estn convencidos de que lahistoria es verdad y el mito mentira y se desaprovecha una veta cultu-ralmente muy importante que, adems, es quiz la que tiene prestigioen el mundo: la pica, los romances, el teatro barroco (ms legendariamentecastellano que nacional), los lugares con leyenda

    De otra parte, el resorte de acudir a un pueblo mtico y eterno (comode hecho se practica, abusndose de l, en el nacionalismo vasco) no ten-dra mucho sentido. Ningn castellano en sus cabales se tendra portnicamente puro. Se asume comnmente y de manera ms bien vaga

  • 54 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    en Castilla que los castellanos son una mezcla de celtberos, romanos,visigodos, rabes y lo que viniera despus. Se trata de una homogeneidadaparente o variada, adems de variable, puesto que las dosis de lo uno ylo otro se encuentran desigualmente distribuidas segn las zonas. En estolas creencias populares coinciden bastante con la historia. Lo de que loscastellanos se identificaran como cristianos viejos es una invencin ms bientarda que no se produce hasta finales de la Edad Media, cuando la combi-nacin de todos estos elementos tnicos ya haba tenido lugar profusamentedurante los siglos anteriores. La distincin parece producirse, de otra parte,ms por motivos religiosos y hasta econmicos que por los propiamenteraciales. Pero a ello convendr volver luego.

    Cmo identificar lo castellano, pues? Slo queda la cultura, slo la len-gua. El mismo Delibes, sin embargo, apunta en el tono pesimista que ca-racteriza a sus visiones sobre el tema que en Castilla no existe una cons-ciencia histrica y cultural profunda (1979: 16-18); y es de suponer que ellosucede como el propio autor tambin ha comentado en muchas ocasio-nes porque la lengua castellana, por extensa y difundida a travs delmundo, no sirve como sea de identidad. Tampoco es del todo cierto. Doscosas definen en nuestra opinin a lo castellano, o si se prefiere a laidentidad castellana. El sentimiento de pertenencia a un lugar y el uso co-rrecto (segn los parmetros castellanos) de un lenguaje. Es como hasealado Velasco el sentido de pertenecer a un lugar, el pueblo (en elcaso del medio rural) lo que destaca con ms fuerza entre los niveles deidentidad a los cuales los castellanos pueden adscribirse: Cuando un cas-tellano habla de su pueblo est hablando de su naturaleza, una naturale-za que es a la vez su lugar de origen y su grupo humano de origen (Velasco1998: 28-46). Luego est el horizonte de la comarca y, ms all, poco ms,una vaga idea de regin y en contra de lo que muchas veces se pien-sa una vaga idea de pas nacin, que slo cobra sentido en la medidaque se identifica con la Castilla local de cada uno. La idea de que los cas-tellanos se identifican con la invencin bastante reciente de las provinciases algo precisamente que slo en las ciudades puede aceptarse comoplausible. Hay muchos casos, adems sealados por antroplogos comoKavanagh (1994), que apuntan a que los castellanos de determinadas sie-rras consideran ms su capital a la ciudad de cierta importancia que hay alotro de la montaa y que pertenece ya a otra demarcacin provincialque a la de su propia provincia. Tal sucede con los trashumantes de la sie-rra de Gredos en sus sentimientos tradicionalmente positivos hacia Plasenciay no tanto hacia vila capital (Kavanagh 2007). Pero a los polticos que hangobernado Castilla y Len no les ha interesado remover la para ellosjugosa separacin en Diputaciones provinciales que tanto poder y recursos

  • 55CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    les proporcionaba. De ah que la comarcalizacin etnogrfica, geogrficay administrativamente recomendable de Castilla y Len haya sido siem-pre sistemticamente aplazada (Daz Viana 1995: 179).

    Regresemos al problema del lenguaje como sea identitaria. El lingistaSantiago de los Mozos escribi atinadamente a este respecto que la pecu-liaridad de una regin puede consistir ms que en la defensa de esa peculia-ridad (lingstica) en el reducto de los confines originarios, en la expansinde la misma (De los Mozos 1984: 99). Cundo y cmo sabe un castellanoque se aleja de su tierra o, mejor, de esa pequea patria que es su ciudado su pueblo? Porque en su Comunidad tambin se habla el astur-leons.Cuando le empiezan a hablar con otro acento o a utilizar un vocabularioque no controla del todo. Entonces, rpidamente tiende a interpretar quelos que hablan lo hacen en castellano, pero que lo hablan mal. Todavaen algunos lugares de Amrica se llama a hablar en castellano por partegeneralmente de las poblaciones indgenas hablar la Castilla. Los caste-llanos son ese tipo de personas, que como algunos ingleses o franceses creenque en todas partes les tienen que hablar en castellano y que si no les ha-blan as es una lstima. Una lstima para los que no lo hacen. Y dudan,por esta causa, si no de la humanidad de los que no son capaces de hablaren castellano que, a veces, tambin, s de la capacidad intelectual delos otros. Gente tan apegada a su lengua y cultura cuando salen de su te-rruo no puede ser considerada precisamente gente sin identidad o conidentidad baja como pretenden algunos escritores castellanos sino todolo contrario. Y as lo interpreta Esteva Fabregat en sus estudios sobre et-nicidad en Catalua. Piensa este antroplogo, por el contrario, que son loscastellanos, entre todos los inmigrantes en Catalua, los que ms resistenciaofrecen a ceder en aquellos aspectos que como el lenguaje les caracte-rizan. Y con los que se sienten muy identificados: El grupo tnico castella-no en Barcelona dice el conocido antroplogo representa la mayor fre-cuencia de susceptibilidades etnocntricamente definidas en comparacin conla de cualquier otra regin no catalana (Esteva Fabregat 1984: 67).

    Quiz, aunque eso Esteva no lo dice, sean tambin los que ms intersdemuestran en volver a su lugar de procedencia. Bien como destino defini-tivo, bien manteniendo o restaurando una casa en el pueblo a la que pue-dan regresar todos los veranos. En los pueblos de Castilla este fenmenoes bien conocido, hasta el punto de que muchas fiestas que antes se ce-lebraban en otras fechas del ao se han ido concentrando en los mesesde agosto de modo que puedan participar en ellas los hijos del puebloque regresan. Ese sentimiento de pertenencia a un lugar, su lugar, es lo queles vuelve a hacer plenamente castellanos, siendo unos seres errabundos ysiempre con apetencia de volver mientras tanto. Le ocurre a todo el mun-

  • 56 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    do? No necesariamente, no en todo caso con tal intensidad. Dejandode hablar su lengua, un castellano dejara de considerarse castellano y noteniendo un lugar y una casa a la que regresar tambin.

    La identidad como es bien sabido se mide, se contrasta y se modi-fica siempre respecto a los otros. Y los castellanos de Castilla la Vieja noson esa gente sin identidad que pretenden sus escritores y polticos puesentonces podran cambiarla, aunque slo fuera temporalmente, por cualquierotra sino ms bien gente que de identidad van sobrados. El error est sinduda en confundir la consciencia regional de una Comunidad Autnomarecientemente recreada con la identidad cultural que a los castellanos lessobra. Tanto que como suele ocurrir slo la redescubren cuando la venamenazada. Si la sacaran a relucir cuando estn en su tierra probablementeles ira mejor en el actual concierto de identidades que se ha montado enel Estado espaol. Unos lloran y otros exigen, mientras los castellanospensando que la cosa no va con ellos generalmente callan. Hasta quese sienten agraviados y entonces sus polticos ya se encargan de manejarese agravio comparativo a su favor.

    IV. CODA EN CLAVE DE LEYENDA: MOROS Y CRISTIANOS INTERCAMBIANDO NIOSEN EL BIERZO

    El cronotopo que algunos autores han tomado de lo que Bakhtin escri-biera sobre la novela para referirse a la conexin intrnseca de relacionestemporales y espaciales que se expresa de forma artstica en la obra litera-ria (Bakhtin 1981: 84), puede servir tambin para explicar las cronotopasidentitarias de las que estamos hablando. El etnotexto que encabeza estadisertacin creo que con ser del Alto Bierzo y, por tanto, leons resu-me muy bien algunas de las reflexiones que llevamos hechas acerca de locastellano. No olvidemos que el padre de Bernardo del Carpio, el dudosohroe que salva a Espaa impidiendo la entrega de Len y Castilla aCarlomagno, estuvo encerrado durante aos en el castillo de Luna, dentrodel mismo territorio mtico. Que los romances nos presentan a Bernardovestido a la morisca cuando, aliado con el rey moro de Zaragoza, se en-frenta a las tropas francesas y las derrota. Las leyendas sobre moros, tanfrecuentes en tierras bercianas pero no menos en otras de Castilla, parecenser entre otras cosas un intento de reconciliacin con el pasado.

    En la que aqu hemos incluido se asume explcitamente que hay morosen la costa de nuestra genealoga. Otro asunto es que los moros sean losrabes en sentido estricto y no como ya hemos apuntado en otros traba-jos (Daz Viana 2008) el gentil, el pagano, el no cristiano que habit los

  • 57CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    mismos lugares: los paganos que fuimos. Tales historias ponen tambin demanifiesto un impulso de amalgamamiento, de integracin: lo cristiano noniega lo pagano ni lo moro, lo castellano y leons no excluye lo espaol.Todo debe tender a hacerse uno.

    Y es verdad que Castilla resolvi por las bravas lo que hoy considera-ramos un debate entre la integracin y la multiculturalidad. Pero del mis-mo modo que s parece cierto que para Castilla la unidad se hace a travsde la homogeneidad, no resulta del todo justo decir que Castilla ha olvi-dado entenderse con lo que es distinto a ella y que nunca intent inte-grar las diferencias (Hernndez 2004: 19-20). Lo que proponen los mitoscastellanos si se les analiza con cuidado es, ms bien, un mestizaje in-clusivo en lo cultural, desde el que efectivamente no se comprende bienla obstinacin en una diferencia excluyente. Es la hibridez de Castilla conlo otro, su aglutinacin progresiva, lo que produce lo espaol y lo hispa-no. Y sera el desacuerdo respecto a esta tesis integradora lo que finalmen-te llevara a negar o renegar de lo castellano y lo espaol. No se trataen rigor de una nacin-contrato ni de un genio nacional o genio-nacinlo que el llamado espaolismo castellano ha propuesto, sino una integra-cin en devenir, porque las integraciones nunca son completas ni estn termi-nadas. No existen, desde luego, unidades de destino en lo universal comoacostumbraba a decir en su autocomplacencia la retrica franquista. Siendoesto, precisamente, lo que ahora se est revisando y de ah que comorealidad poltica y administrativa Castilla y Len (o, mejor, sus dirigentes)se muestren un tanto desorientados frente a las reivindicaciones de unos yotros.

    Son los mitos castellanos, mucho ms que la historia de Len o deCastilla, los que contribuyeron a zurcir a Espaa en otro tiempo y a ellosconvendr volver para discernir cules fueron sus triunfos y sus fracasos.Los regeneracionistas, que tanto influyeron en algunos escritores de la Ge-neracin del 98, estaban convencidos de que regenerar o revitalizar a Es-paa pasaba por la revitalizacin de Castilla, quiz porque el regeneracio-nismo fue en efecto un movimiento intelectual que surgi de lo quepodramos llamar la Espaa interior (Hernndez 2004: 24). Pero volver aese regionalismo castellanista o nacionalismo rebajado propuesto porJulio Senador o Macas Picavea y a sus secuelas en forma de sub-mitocomuneril, no constituye seguramente ninguna solucin para las cuitas decastellanos y leoneses ante el confuso presente.

    El aparentemente vago gentilicio castellano que hemos utilizado conprofusin en este ensayo va mucho ms all de la calificacin de quie-nes son o residen en Castilla. Engloba a unas gentes que, con frecuencia,se pasan la mayor parte de su vida fuera de Castilla anhelando volver a su

  • 58 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    pequea ciudad o pueblo. A quienes proceden de unos mitos y van, quiz,toda su existencia en pos de ellos. Mito, ritual y leyenda son tambinlas gentes o la comunidad que los mantienen vivos (Daz Viana 1984: 11).

    Ya en 1930 la dispora castellanoleonesa representaba el 14 por 100de los nacidos en la regin y residentes en Espaa. En 1975 esa propor-cin ascenda al 31 por 100. Es decir, en ese ao tres de cada diez castella-no-leoneses residan fuera de la regin (De Miguel y Moral 1984: 37).

    Como los moros y moras de la leyenda que aqu hemos trascrito, mu-chos castellanos hoy se ven al igual que los de las ltimas dcadas enla necesidad de abandonar sus cuevas y escondrijos buscando dar un por-venir a sus hijos en un mundo que ya no va a ser nunca el suyo. Lo que,por otra parte, vienen haciendo con singular esfuerzo y bastante xito porgeneraciones.

    BIBLIOGRAFA CITADA

    Bakhtin, M. M. 1981. Forms of Time and of the Chronotope in the Novel, en M. Holquist(ed.), The Dialogic Imagination: Four Essays by M. M. Bakhtin: 84-258. Austin:University of Texas Press.

    Brandes, S. 2007. Prlogo, en L. Daz Viana y P. Tom Martn (coords.), La tradicincomo reclamo: Antropologa en Castilla y Len: 11-14. Valladolid: Junta de Castilla yLen, Consejera de Cultura y Turismo.

    Caro Baroja, J. 1970. El mito del carcter nacional. Meditaciones a contrapelo. Madrid:Seminarios y Ediciones.

    Cruces, F. 1997. Desbordamientos. Cronotopas en la localidad tardomoderna. Polticay Sociedad 25: 45-48.

    Delibes, M. 1979. Castilla, lo castellano, los castellanos. Barcelona: Planeta.Delibes, M. 1990. El disputado voto del seor Cayo. Barcelona: Destino,De los Mozos, S. 1984. La norma castellana del espaol. Valladolid: mbito.De Miguel, A. y F. Moral. 1984. La poblacin castellana. Valladolid: mbito.Daz Viana, L. 1984. Rito y tradicin oral en Castilla y Len. Valladolid: mbito.Daz Viana, L. 1988. Identidad y manipulacin de la cultura popular. Algunas anotacio-

    nes sobre el caso castellano, en L. Daz Viana (coord.), Aproximacin antropolgicaa Castilla y Len: 13-27. Barcelona: Anthropos.

    Daz Viana, L. 1995. La construccin legendaria de la identidad. De los estereotipos sobreCastilla a la celebracin de Villalar. Revista de Dialectologa y Tradiciones PopularesL (2): 173-194.

    Daz Viana, L. 1997. Castilla y Len: Imgenes de una identidad. Notas para un manualde Etnografa. Valladolid: mbito.

    Daz Viana, L. 2008. Amantes que se desvanecen en el tiempo: la memoria etnogrficao la compleja significacin de las leyendas. Revista de Antropologa Social (RAS) 17:141-164.

    Espinosa, A. M. 2009 [1946-47]. Cuentos populares recogidos de la tradicin oral de Es-paa. Introduccin y revisin de L. Daz Viana y S. Asensio Llamas. Madrid: CSIC.

    Esteva Fabregat, C. 1984. Estado, etnicidad y biculturalismo. Barcelona: Pennsula.

  • 59CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

    Finkielkraut, A. 1987. La derrota del pensamiento. Barcelona: Anagrama.Hernndez, A. 2004. La personalidad social de Castilla. Oviedo: Septem.Kavanagh, W. 1994. Villagers of the Sierra de Gredos. Oxford: Berg.Kavanagh, W. 2007. El uso del espacio y su simbolismo en una aldea de la Sierra de

    Gredos, en Fundacin Joaqun Daz (ed.), La voz y la noticia. Palabras y mensajesen la tradicin hispnica: 256-277. Valladolid: Junta de Castilla y Len-FundacinJoaqun Daz.

    Menndez Pidal, R. 1945. Castilla: La tradicin, el idioma. Madrid: Espasa-Calpe.Passeron, C. y J. C. Grignon. 1992. Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en

    sociologa y literatura. Madrid: La Piqueta.Roque, M. A. 2008. Los nobles vecinos en el territorio de las mujeres: construccin y trans-

    misin simblica en las sierras castellanas y riojanas. Madrid: CSIC.Schindler, K. 1941. Folk Music and Poetry of Spain and Portugal. Nueva York: Hispanic

    Institute.Velasco, H. M. 1988. Signos y sentidos de la identidad de los pueblos castellanos. El

    concepto de pueblo y la identidad, en L. Daz Viana (coord.), Aproximacinantropolgica a Castilla y Len: 13-27. Barcelona: Anthropos.

    Fecha de recepcin: 17 de octubre de 2009Fecha de aceptacin: 1 de febrero de 2010

  • 60 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

  • 61CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

  • 62 LUIS DAZ VIANA

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005

  • 63CASTILLA Y LEN, UN TERRITORIO CUESTIONADO: RETRICAS DEL ESPACIO...

    RDTP, vol. LXV, n.o 1, pp. 45-64, enero-junio 2010, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2010.005