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Casa de la Cultura “José Saramago”
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Continuamos confinados pero la lectura nos ayuda a liberar la
mente, vivir otros mundos e imaginar sueños cumplidos. Qué
mejor manera de celebrar el Día Internacional del Libro que
visualizando unas imágenes del arte de la pintura a través del
tiempo, con personajes leyendo o rodeados de libros.
"La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso".
Francis Bacon, escritor y filósofo.
En la Edad Media, la invención del pergamino, material sólido fácil de
plegar sobre el que se podía escribir en las dos caras, permitió el paso
del rollo de papiro, al volumen, al códice.
Formado por folletos plegados en dos (in-folio), en cuatro (in-quarto) o en
ocho (in-octavo), e insertados unos en otros para formar cuadernos
cosidos y recogidos bajo una encuadernación, el códice ocupa menos
espacio en las bibliotecas, permite escribir más textos y sobre todo
organizarlos más racionalmente.
La página en efecto no es solo una simple columna, sino un espacio
delimitado en el que el texto puede estar estructurado en párrafos y en
capítulos, decorado con miniaturas o anotado.
Numerosas pinturas de la Edad
Media nos muestran a San Jerónimo
o a San Agustín, ocupados en
comentar o traducir textos sagrados.
Pero la invención del códice permite
sobre todo una liberación de la
lectura. Se convierte en transportable
gracias a la foliación, dando la
posibilidad de avanzar según el grado
de curiosidad o de volver atrás en
función de la memoria.
‘San Agustín en su gabinete’,1480, un fresco de Botticelli ubicado en la iglesia Ognissanti de Florencia.
La segunda revolución del libro llega con la introducción del papel y la
invención de la imprenta que aunque no modifica la forma del códice,
supone la publicación y difusión de una gran variedad de textos, de la
“Biblia –primer libro imprimido- de la historia occidental, de libros de
poesía, filosofía…
En el Renacimiento, el arte de leer se cultiva con refinamiento, tal como
lo demuestran las representaciones de la Virgen de la Anunciación o
María Magdalena, leyendo preciosos libros de horas, aquellos
conjuntos de oraciones vinculadas a las diferentes horas del día.
Durante varios siglos, en el austero occidente cristiano, el libro de libros
fue la Biblia, representada con devoción en buen número de pinturas
especialmente de Durero y de Rembrandt.
San Jerónimo leyendo una
carta, hacia 1627-1629.
Obra del pintor francés
Georges de la Tour (1593-
1652). En esta obra aparece
Jerónimo de Estridón, que
tradujo la Biblia al latín,
vestido de cardenal leyendo
una carta con las lentes para
visión cercana.
Museo del Prado.
La Anunciación, 1430-32. Oro y temple sobre tabla, 194 x 194 cm.Museo Nacional del Prado. Madrid.
Fra Angélico (1395/1400-1455)
Mientras que Adán y Eva expulsados del jardín del Edén por haber probado la fruta prohibida del conocimiento, parecen abandonar el espacio del cuadro por la izquierda, el arcángel Gabriel sale del jardín y entra bajo el pórtico para anunciar a María que concebirá al hijo de Dios. Un rayo de luz dorada del Espíritu Santo atraviesa toda la pintura para detenerse en el dulce rostro de la Virgen que interrumpe su lectura piadosa. Ese libro es el símbolo de su perfecta sabiduría, la llave del Paraíso.
Esta Anunciación fue pintada para el convento de Santo Domingo de Fiésole, cerca de Florencia.
La Anunciación, 1440. Panel central de un tríptico atribuido a su taller. Óleo sobre madera, 86 x 93 cm.
Museo del Louvre. París.
Tabla central: escena de la
Anunciación en un ambiente
lujoso, con buen estudio de la
perspectiva.
La devoción del final de la Edad
Media incitaba a los cristianos a
practicar la religión de un modo
cotidiano, y los retablos estaban
destinados a favorecer la devoción
privada, con la representación de
personajes sagrados inmersos en
un ambiente familiar.
María está leyendo la profecía de
Isaías que anunciaba la llegada del
Mesías.
TALLER DE VAN DER WEYDEN (1399/1400-1464).
Tríptico al completo
Detalles del Tríptico de la Anunciación, 1440. Museo del Louvre.
La Anunciación. 1455. Óleo sobre tabla. 138 x 70 cm.
Pinacoteca Antigua. Múnich
María, orante, de rodillas en un reclinatorio, tiene el libro de la Antigua Alianza. Se le aparece el arcángel, vestido con blancas y resplandecientes ropas, en el contexto de una rica estancia, con un lecho cubierto por un dosel, una de cuyas cortinas está recogida permitiendo la visión del resto de la estancia.
Delante de ambos personajes, hay un jarrón metálico con una azucena, símbolo de la pureza de la Virgen. Por una ventana penetra un rayo de luz, que se dirige hacia María; con la paloma que simboliza el Espíritu Santo, alude a la Encarnación del Señor. Del ángel sale una inscripción, con las palabras de su salutación “Ave María gratia plena Dominus tecum”.
Rogier van der Weyden (Tournai,1399 - Bruselas, 1464)
“La Magdalena leyendo”, 1435, fragmento de un retablo pintado sobre madera de roble. National Gallery, Londres.
María Magdalena sentada
leyendo un libro devocional y
junto a ella, el frasco de
perfume con el que ungió los
pies de Jesús (Lc 7, 37-38).
Rogier van der Weyden (Tournai,1399 - Bruselas, 1464)
La Anunciación. 1420–1425. Óleo sobre tabla de madera de roble. Museo del Prado.
Robert Campin (Valenciennes, Francia h.
1375 - Tournai, Bélgica 1444)
Santa Bárbara,1438. Óleo sobre tabla de madera de roble, 101 x 47 cm. Museo del Prado
ROBERT CAMPIN (Valenciennes, 1375 - Tournai, 1444)
Santa Bárbara aparece leyendo junto a una
chimenea en una rica estancia. La clave de
su identificación se encuentra tras la ventana
abierta al paisaje, donde ser puede ver la
torre, atributo habitual de la santa. En ella fue
encerrada por su padre Dióscoro para evitar
que se convirtiera al cristianismo. La pintura
de Campin es uno de los mejores ejemplos
de la habilidad de los primitivos flamencos en
la representación de interiores, siendo por ello
modelo de muchos cuadros posteriores.
Detalle: Santa Bárbara,1438. Robert Campin. Museo del Prado
María Magdalena, 1501. Óleo/madera. 72 x 53 cm.
Galería Nacional de Arte Antiguo. Palacio Barberini, Roma.
Piero di Cósimo (1462–1522)
Mª Magdalena se representa con un sofisticado peinado adornado con perlas, la acompaña su
atributo característico, el frasco de perfumes con el que ungió los pies de Cristo y está absorta
en la lectura, ese libro es testimonio de su origen noble como mujer cultivada.
Vittore Carpaccio (h. 1455 - h. 1525)
San Agustín en su estudio (también llamado Visión de San Agustín), 1502. Temple sobre madera. 141 × 210 cm. Scuola di San Giorgio degli Schiavoni, Venecia.
La habitación en la que Carpaccio representa al filósofo y padre de la Iglesia es un “estudiolo” típico del Renacimiento (observad el techo pintado). El espacio está inundado de luz y del silencio de los libros, abiertos o cerrados, con sencillas o lujosas encuadernaciones. Los libros testimonian el saber enciclopédico del santo pero al mismo tiempo, por el cuidado en su representación minuciosa y colorista, también son testimonio del amor de los artistas del humanismo por los libros.
Según la leyenda, Agustín está escribiendo a san Jerónimo cuando oye una voz que le anuncia la muerte del santo. La voz penetra en la habitación en forma de luz, y el tiempo parece detenerse respetuosamente, al igual que el perrito blanco que contempla, intrigado, la visión de su dueño.
Virgen del jilguero(Madonna del cardellino), h. 1506. Óleo/tabla.
107 × 77 cm. Galería Uffizi, Florencia
Obra maestra del “Divino Rafael”. Es una de las representaciones más emotivas de la maternidad. Sentada sobre una roca en medio de la campiña toscana, en una composición perfectamente equilibrada y armoniosa, donde el paisaje y las figuras parecen fundirse, María acaba de interrumpir su lectura, aún sujeta el libro con su mano izquierda y con la derecha rodea al pequeño san Juan que ofrece a su primo Jesús un jilguero, símbolo de la redención.
Hay una dulzura y una gracia infinitas en el gesto de la madona apartando su mirada del libro para dirigirse a los niños. Su rostro lleno de nobleza y delicadeza se destaca sobre el cielo y parece dominar el paisaje. El amor maternal se impone a la lectura.
Rafael (1483 – 1520)
Jesús entre los doctores, 1506Óleo/tabla, 64,3 × 80,3 cm. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.
Alberto Durero (1471- 1528)
Representa un episodio de la infancia de Jesús según el evangelio de san Lucas. La Virgen y San José habían perdido al Niño, y después de tres días de búsqueda lo encontraron en el templo de Jerusalén, sentado en medio de los doctores a los que preguntaba y escuchaba y a los que dejó sorprendidos por sus propias respuestas.
Jesús emplea el expresivo gesto de contar sus argumentos con los dedos, cómputo digital que era un recurso empleado en las disputas teológicas.
La obra, datada y firmada en el
papel que sobresale en primer
término, incorpora además una
inscripción en latín que dice:
«Obra hecha en cinco días»,
tiempo este en el que pudo ser
pintada sin contar con los estudios
preparatorios de las manos, libros
y rostro de Cristo que se guardan
en la Albertina de Viena y en el
Germanisches Nationalmuseum de Núremberg, y que tal vez ocuparon a Durero
algo más de cinco días si tenemos en cuenta el periodo de ejecución de la obra.
El cambista y su mujer, 1514. Óleo sobre madera. 70,5 x 67 cm. Museo del Louvre. París.
Quentin Metsys (1465/66-1530)Representa el taller u oficina de un cambista, una de las primeras escenas de género de la historia del arte.
El marido está pesando monedas, y su mujer le mira, más interesada en el dinero que en el libro de devoción que tiene entre las manos. Esta pareja nos muestra el conflicto insinuado sutilmente entre la avaricia y la oración.
Los objetos detallados componen un auténtico bodegón, como se ve en el libro ilustrado, jarrones, oro y joyas, además del espejo cóncavo que hay en el primer plano. Produce el efecto de ilusión sobre el reflejo de algo que supuestamente queda fuera del cuadro.
Si se observa de cerca el libro
ricamente encuadernado e
iluminado, se descubre una
bellísima página con una delicada
“Virgen con el Niño” y sobre la
página de la izquierda un texto en
cuya letra capital de inicio figura un
cordero, símbolo del Apocalipsis.
El libro nos remite a la riqueza espiritual que pesa mucho más, es más valiosa que todo el
oro de los bancos.
Detalles del Cambista y su mujer de Metsys
Andrea del Sarto (1486 - 1531)
Retrato de joven con un libro de Petrarca, 1520Óleo/madera, 87x 89 cm. Galería Uffizi. Florencia.
En la corte de los Médici de Florencia, el
arte era considerado el más valioso de
sus tesoros. Príncipes y nobles posando
en actitud de leer, deseaban exhibir su
cultura humanista. Así esta niña
sabiamente vestida de blanco y azul,
muestra el famoso Cancionero de
Petrarca. Objeto de verdadero culto, a lo
largo de todo el siglo XVI, Petrarca es
junto a Dante, el más célebre de los
escritores italianos, “el Platón de la
poesía” dirá Víctor Hugo. Aprendido de
memoria y copiado con fervor, sus
sonetos celebran el amor absoluto e
intemporal por Laura.
La mujer de este retrato lleva violetas en el pelo y en
el pecho, símbolo de amor secreto. Sostiene un libro
abierto con dos sonetos de Petrarca y señala uno de
ellos con el dedo. Sólo alguien que conociera de memoria los sonetos de Petrarca podía
comprender su significado. El retrato va dirigido a un público culto y muy restringido.
Andrea del Sarto (1486 - 1531)
El Greco (Candía, Creta,1541 - Toledo,1614)
San Lucas, h. 1602-1605. Óleo/tela, 100 x 76 cm.
Catedral de Toledo.
Esta representación de san Lucas
con su rostro alargado de barba
puntiaguda se ha interpretado como
un autorretrato. Se trata de algo
simbólico puesto que según la
leyenda, fue san Lucas quien pintó
los primeros retratos de la Virgen,
creando así los modelos de los
primeros iconos. El santo pintor,
posa con su obra, señalando con un
gran pincel una miniatura en el libro.
La cuidadosa factura de la imagen y
el gesto delicado con el que san
Lucas sujeta el libro en la palma de
su mano, muestran el profundo
espíritu humanista del Greco.
San Jerónimo escribiendo, 1605-1606, o/l, 112 x 157 cm. Galería Borghese, Roma.
Caravaggio (Roma, 1570/71 -1610)
María Magdalena junto a una lámpara. h. 1640-45. O/L, 128 x 94 cm.
Museo del Louvre, París.
Georges de la Tour (1593 – 1652)
La madre del artista. 1631, o/t. 60 x 48 cm. Rijksmuseum, Ámsterdam
Rembrandt (1606-1669)
El bufón don Diego de Acedo, h. 1645.
VELÁZQUEZ, 1599-1660
En el siglo XVIII, con la difusión de las ideas de la Ilustración, el
libro y la lectura triunfan. Tratados filosóficos, enciclopedias,
lecturas edificantes o novelas libertinas. El libro ya no es
prerrogativa de clérigos y sabios. Entra en los salones de lectura,
en los tocadores, las mujeres descubren el placer de leer como
puede verse en las pinturas de Fragonard, sin embargo, la
lectura sigue siendo un placer destinado a los ricos.
Jean Simeon Chardin (1699-1779)
Un químico en su laboratorio, 1734. O/L. 138 x 105 cm. Museo del Louvre París.
JEAN-BAPTISTE GREUZE (1725-1805)
El pequeño perezoso o niño dormido sobre su libro, 1755. O/L, 65 x 54,5 cm. Museo Fabre. Montpellier
Maurice Quentin de La Tour (1704-1788)
Retrato de la Marquesa de Pompadour, 1755, pastel sobre papel. 177,5 x 130 cm.
Museo del Louvre, París.
Reading Boy, 1758.
Krafft the Elder (Swedish, 1724-1793).
La lectora, c. 1770–1772. Óleo
sobre lienzo, 81 x 64 cm.
National Gallery de Washington.Obra maestra del Rococó.
Jean Honoré Fragonard (1732-1806)
Sentada cómodamente contra
un mullido cojín de satén,
apoyando el codo en el brazo
del sillón, una resplandeciente
joven vestida de amarillo, se
encuentra absorta en la lectura.
A menudo se ha tachado a
Fragonard de ser un pintor
demasiado frívolo,
ocupado en representar
en sus lienzos los placeres
carnales de la alta
sociedad parisina, sin
embargo en este lienzo
encontramos un aspecto
mucho más íntimo de lo
que el pintor nos tiene
acostumbrados.
La Muchacha leyendo quizás no sea una de las obras más conocidas del pintor rococó
Honoré Fragonard pero sin lugar a dudas es una de las más profundas.
Con la revolución industrial del siglo XIX, lo impreso se impone
por todas partes. Los periódicos y las novelas populares se
imprimen a millares y la lectura se propaga a todas las clases
sociales. Se desarrollan los libros ilustrados.
Desde el pobre poeta, a los burgueses o las niñas de buena
familia, la lectura se convierte en la ocupación más corriente y en
el tema pictórico de numerosos artistas como Manet, Renoir, y
más tarde en el siglo XX de Vallotton, Picasso o Hopper.
Léopoldine con el Libro de Horas, 1835. O/L. 78 x 60 cm. Maison de Víctor Hugo, París.
Auguste de Châtillon(1808-1881)
Hija querida de Víctor Hugo y Adele
Foucher, primogénita de la pareja.
Leopoldine fue retratada por su décimo-
primer cumpleaños el 28 de agosto de
1835. Lleva un vestido rojo y blanco, un
pendiente en la oreja al estilo español
con flor en el pelo recogido y gira su
seria mirada hacia el espectador.
Sentada en un sillón tapizado de flores
posa con un magnífico libro iluminado,
una obra de bibliófilo que ella sujeta sin
gran convicción sobre sus rodillas
demostrando su buena educación
cristiana.
Víctor Hugo conservó toda su vida la obra en recuerdo de su adorada hija, y esta
representación con el libro de horas que evoca a las vírgenes del final de la Edad
Media, transforma a Leopoldine en objeto de culto e imagen eterna.
Leopoldine murió ocho
años después de ser
retratada en este cuadro,
víctima de un trágico
paseo en barco con su
marido.
El ratón de biblioteca,1850, óleo/tela, 49,5 x 26,28 cm. Schweinfurt, Museo Georg Schäffer
Carl Spitzweg (1808-1885)
Carl Spitzweg fue un pintor autodidacta y
poeta alemán del Romanticismo,
especializado en escenas de género. Supo
describir con minuciosidad y humor la
sociedad burguesa de su tiempo a través
de retratos que son como caricaturas al
igual que este cuadro, que sitúa la escena
en una soberbia biblioteca barroca.
Detalle de “El ratón de biblioteca”, h. 1850, de Carl Spitzweg
El poeta pobre, 1839. O/L. 36 x 45 cm. Nueva Pinacoteca de Munich
Carl Spitzweg(1808-1895)
Este pequeño
cuadro
caricaturiza con
ternura el
estereotipo
romántico del
artista miserable
pero indiferente a
las contingencias
materiales.
Hace frío en la
habitación y el
poeta no tiene
más combustible
para calentarse
que un paquete
de manuscritos.
Jean BaptisteCamille Corot
(1796-1875)
Lectora coronada de flores o La Musa de Virgilio, 1845.Óleo/tela, 47 x 34 cm. Museo del Louvre. París
Henri Fantin-Latour (1836-1904)
Ni totalmente impresionista ni puramente realista, la obra de Henri Fantin-Latour ocupa un lugar difícil de encajar en la historia de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XIX.
Un rincón de la mesa representa a los miembros del movimiento literario del Parnaso, adeptos del arte por el arte, después de una de sus cenas de grupo. Vestidos de negro (excepto Pelletan que no era poeta sino político), los personajes posan fumando su pipa, sujetando su reloj, cruzando los brazos. No se miran ni se hablan, cada uno está sumido en sus pensamientos sobre el mantel blanco del primer plano.
Fantin-Latour ha pintado una bella naturaleza muerta, con una jarra de vino, frutas, una taza de café, un ramo de flores y en medio de la composición un libro que sujetado distraídamente por uno de los escritores del grupo, nos permite comprender que se trata de una reunión de poetas. La mayoría de ellos ha caído en el olvido, excepto el del extremo de la mesa, Verlaine que sujeta su copa y Rimbaud que dando la espalda al grupo, parece estar aburrido y soñar un nuevo arte poético.
Retrato de Émile Zola, 1868Óleo/lienzo, 146,5 x 114 cm. Museo de Orsay. París
En 1866 Zola alabó a Manet, diciendo que su camino le llevaría directo al Louvre. Manet, deseoso de agradecerle el activo apoyo que había manifestado a su arte, le propuso este retrato. El escritor posó para Manet en febrero de 1868.
Édouard Manet (1832 – 1883)
Elegante caballero leyendo en
la mesa de una biblioteca.
Óleo sobre tabla.
Junto con otros artistas, dirigió
la pintura de género vienés en la
década de 1880 hacia una segunda
época dorada. Pintó cuadros en su
mayoría de pequeño formato con
contenido novelista.
Johann Hamza(Austria, 1850-1927).
“La Lectora” (1874-1876) Óleo sobre tela. París, Museo de Orsay
Pierre Auguste Renoir (1841-1919)
Niñas leyendo
Chica leyendo, 1890
Renoir (1841-1919)
Renoir (1841-1919) Niñas leyendo
Renoir (1841-1919)
Renoir(1841-1919)
Renoir (1841-1919)
Mujer leyendo,
1895
Renoir (1841-1919)
Claude Monet o el lector, 1874, óleo/tela.Galería Nacional de Arte, Washington.
Pierre-Auguste Renoir(1841-1919)
Renoir (1841-1919)
Claude Monet: Mujer leyendo, 1872
Hombre leyendo
Ramon Casas Carbó (1866-1932)
Retrato de Helena de Kay, hacia 1872
Óleo sobre tabla. 31 x 47 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Winslow Homer (Boston, 1836-Prouts Neck, 1910)
Helena de Kay, fue pintora, ilustradora y promotora cultural
en el Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX.
Naturaleza muerta con Novelas Parisinas, 1888. Museo Van Gogh, Ámsterdam.
Vincent van Gogh (1853-1890)
Albert Anker (1831-1910)
La lectora, entre 1880 y 1890. O/l. 94 x123 cm. Museo de Orsay. ParísDepositado en el Museo Jean-Jacques Henner de París (orden del 12/02/2016).
Jean-Jacques Henner (1829-1905)
Charles James Lewis (1830-1892) Leyendo en la ventana,1890
Charles James Adams (1859-1931)
Niño leyendo
Jeffrey Larson (1962)
El lector, 1856
Ferdinand Heilbuth
“Interior, mujer leyendo” (1880). Óleo sobre tela. 65 x 81 cm. Colección privada
Gustave Caillebotte (1848 – 1894)
Man Reading by John Singer Sargent
En la biblioteca
Auguste Toulmouche(Francia, 1829 - 1890)
Omnipresente en la pintura occidental, el libro es como una minúscula puesta en
escena, una pequeñísima naturaleza muerta que simboliza la sabiduría, la
devoción, la erudición, la cultura, la inteligencia, pero también la subversión, el
sueño o el fantasma.
Intruducir un libro en un cuadro es como incluir la posibilidad de un espacio
suplementario y vertiginoso, un espacio infinito. Porque pintar un libro no es
solamente representar un contenido, una encuadernación de cuero, un reverso
con cinta marcapáginas, hojas blancas cubiertas de caracteres, es también
bosquejar ese contenido, imaginar una manera de leer, invitar a la lectura y a la
escritura. Es también representar la relación entre el cuerpo y el libro: la postura,
sentada, tumbada, el juego de miradas, los gestos de las manos. Es en definitiva,
atrapar el tiempo y el espacio suspendidos en la lectura.
Paul Cézanne (1839-1906)
Retrato de GustaveGeffroy, 1895Óleo sobre tela, 116 x 89 cm.Museo de Orsay, París.
Detalle retrato de Geffroy de Cézanne.
Las estampas, 1905Óleo sobre tela, 81x 100 cm.Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Henri Manguin(1874-1949)
La biblioteca (1905)
Elizabeth Shippen Green (USA, 1935-45)
Mujer leyendo, 1906 Óleo/tela, 92,5 x 73,5 cm.
Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén (Argentina).
Jacques-Émile Blanche(Paris, 1862 - Offranville, 1942)
Retrato de Lucie
Esnault leyendo
un libro. 1900-
1905. Colección
particular (Suiza)
Jacques-Émile Blanche
(Paris, 1862 -Offranville, 1942)
Simone, hacia 1907. Óleo sobre lienzo. 65,3 x 81,5 cmColección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Georges d'Espagnat(Melun, 1870-París, 1950)
Si las escenas de lectura han podido dar lugar a algunos de los
más bellos retratos de la historia del arte, es sin duda, porque
permiten evocar el interior y el silencio del alma.
Esta recopilación de obras pretende destacar la infinita belleza de
los libros, proponiendo un elogio de la lectura bajo todas sus
formas.
Félix Vallotton (1865-1925)
La lectura abandonada, 1924. Lyon, Museo de Bellas Artes.
Tamara de Lempicka(1898 – 1980)
Kizette (la hija de la artista) en rosa, 1927Óleo sobre tela, 116,5 x 73 cm.Museo BBAA de Nantes.
“La lectora sumisa” (1928), óleo sobre tela. 92 x 73 cm. Colección privada.
René Magritte(1898 – 1967)
Habitación de hotel, 1931.Óleo sobre lienzo. 152,4 x 165,7 cm.Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Edward HopperNyack, 1882-Nueva York, 1967
Retrato de Sheila Pickering, 1935
Balthus (Balthasar Klossowski de Rola) 1908-2001
1)
Picasso(1881 – 1973)
“Mujer acostada leyendo (Marie-Thérèse)”, 1939, óleo sobre tela. 96 x 135 cm. Museo Picasso, París.
Hotel Lobby, 1943, o/l, 82,6 x 103,5 cm.Museum of Art, Indianápolis
Edward Hopper (1882-1967)
Detalle de
Hotel Lobby
de Hooper.
Reading
Marc Chalmé (Lorient,1969 )
Marc Chalmé(Lorient,1969 )
La vieja biblioteca, 1929
Friedrich Frotzel
“Sirvienta leyendo en la biblioteca,"
Finales s. XIX- principio s. XX
Edouard John Mentha
Leyendo al abuelo
Albert Anker (Suiza, 1831-1910)
Joven leyendo, 1883.
Recreación del retrato de
Clelia Grillo Borromeo.
Otto Scholderer(Alemania, 1834-1902)
“El arte de leer es, en gran
parte, el arte de volver a
encontrar la vida en los libros
y, gracias a ellos, de
comprenderla mejor.”André Maurois
Bibliografía
• De la Renaissance au XX siécle. L´ART DE LIRE. Ed. Artlys, 2016.
• Wikipedia
• Web Museo Thyssen-Bornemisza