cartas

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Cartas Sin recordar hace cuánto que no recibía una carta… don banco, don luz, y el joven Cespt, han escrito regularmente, aunque no sé si puedan contar las cartas de números. Pero tampoco recuerdo cuándo fue la última vez que escribí a alguien, además de para mí. Eso de escribir a oscuras con los ojos de la cara cerrados y los del alma abiertos suena muy bien, como dices, creo que así se puede ver mejor esa belleza habitual que a fuerza de vestirse con palabras se pone guapa y nos atrae la vista para descubrirla en todo su sorprendente esplendor. Sé que a veces no es necesario, pues también tiene lo suyo así al natural, sin sus ropas de interpretaciones ni maquillajes de subjetividad. Pero he de confesar que también disfruto mucho cuando se viste de gala la cotidianeidad. Tenía tiempo sin escribir pensando en querer hacerlo. Normalmente se trata de que no puedo evitar que las letras salgan a pasear. Así en filita india como niños pequeños de preescolar. Infantiles e inocentes con toda esa energía, con llantos enérgicos o gritos de emoción. Pero hoy… hoy me conquistaste los ojos de nuevo, y la cara y la sonrisa, y esos pensamientos que se agarran de las manos para jugar que son mi mente. Te leí en voz alta y se escuchaba muy bonito, así como guion de película extraña y artística que tanto gusta, y que tanto me gusta a mí. ¿Tus ojos? Tus ojos ven bonito… ¿Qué clase de alimento te permitirá ver tan bonito? Un montón de cosas hay en el menú… quizá… será que la mayoría se aderezan con lectura y reflexión, o que se sazonan con el brillo invisible que algunas personas suelen agregar. Creo que es como los batidos de frutas, muchos ocupan jugo de naranja para licuar, es como un ingrediente base, aunque combinaciones hay para aventar. No sé qué tienen las cartas o qué historias contarán… pero son como “así”; si… ese “así” que solo tú puedes entender, Jorge. Será que es como cuando en las películas el

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CartasSin recordar hace cuánto que no recibía una carta… don banco, don luz, y el joven Cespt, han escrito regularmente, aunque no sé si puedan contar las cartas de números. Pero tampoco recuerdo cuándo fue la última vez que escribí a alguien, además de para mí.

Eso de escribir a oscuras con los ojos de la cara cerrados y los del alma abiertos suena muy bien, como dices, creo que así se puede ver mejor esa belleza habitual que a fuerza de vestirse con palabras se pone guapa y nos atrae la vista para descubrirla en todo su sorprendente esplendor. Sé que a veces no es necesario, pues también tiene lo suyo así al natural, sin sus ropas de interpretaciones ni maquillajes de subjetividad. Pero he de confesar que también disfruto mucho cuando se viste de gala la cotidianeidad.

Tenía tiempo sin escribir pensando en querer hacerlo. Normalmente se trata de que no puedo evitar que las letras salgan a pasear. Así en filita india como niños pequeños de preescolar. Infantiles e inocentes con toda esa energía, con llantos enérgicos o gritos de emoción. Pero hoy… hoy me conquistaste los ojos de nuevo, y la cara y la sonrisa, y esos pensamientos que se agarran de las manos para jugar que son mi mente. Te leí en voz alta y se escuchaba muy bonito, así como guion de película extraña y artística que tanto gusta, y que tanto me gusta a mí.

¿Tus ojos? Tus ojos ven bonito… ¿Qué clase de alimento te permitirá ver tan bonito? Un montón de cosas hay en el menú… quizá… será que la mayoría se aderezan con lectura y reflexión, o que se sazonan con el brillo invisible que algunas personas suelen agregar. Creo que es como los batidos de frutas, muchos ocupan jugo de naranja para licuar, es como un ingrediente base, aunque combinaciones hay para aventar.

No sé qué tienen las cartas o qué historias contarán… pero son como “así”; si… ese “así” que solo tú puedes entender, Jorge. Será que es como cuando en las películas el protagonista se prueba varios disfraces y hasta hace caras graciosas que en ocasiones suelen retratar. A lo mejor escribir cartas es algo parecido. Como si fuésemos amigos de la vida y le pusiéramos pelucas y sombreros que inevitablemente nos harán reír. O tocar con los extremos de nuestra boca, esas orejas que están esperando escuchar los sonidos tan sanos y contagiosos que se escapan cuando nos solemos alegrar.

No lo sé. Una cucharada de uno, una cucharada del otro… saborear sin saturar el paladar. Pero la emoción no acaba. Y espero que así como lo hiciste hoy, yo también te la pueda regalar.

Con gusto,Dalia =)