carta encíclica divini redemptoris

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  • 8/2/2019 Carta encclica DIVINI REDEMPTORIS

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    CARTA ENCCLICA

    DIVINI REDEMPTORIS

    DEL SUMO PONTFICE

    PO XI

    SOBRE EL COMUNISMO ATEO

    A los patriarcas, primados, arzobispos, obisposy otros ordinarios, en paz y comunin con la Sede Apostlica

    1. La promesa de un Redentor divino ilumina la primera pgina de la historia de lahumanidad; por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suaviz el dolor del parasoperdido (Cf. Gn 3,23) y acompa al gnero humano en su atribulado camino hasta que, en

    la plenitud de los tiempos (Gl 4,4), el Salvador del mundo, apareciendo en la tierra, colmla expectacin e inaugur una nueva civilizacin universal, la civilizacin cristiana,inmensamente superior a la que el hombre haba hasta entonces alcanzado trabajosamente enalgunas naciones privilegiadas.

    2. Pero la lucha entre el bien y el mal qued en el mundo como triste herencia del pecadooriginal. y el antiguo tentador no ha cesado jams de engaar a la humanidad con falacespromesas. Por esto, en el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unastras otras hasta llegar a la revolucin de nuestros das, la cual por todo el mundo es ya o unarealidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas laspersecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros estn en peligro de

    caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yaca la mayor parte del mundo alaparecer el Redentor.

    3. Este peligro tan amenazador, como habris comprendido, venerables hermanos, esel comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social ysocavar los fundamentos mismos de la civilizacin cristiana.

    I. POSICIN DE LA IGLESIA FRENTE AL COMUNISMO

    Condenaciones anteriores

    4. Frente a esta amenaza, la Iglesia catlica no poda callar, y no call. No call esta SedeApostlica, que sabe que es misin propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y detodos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunosgrupos de intelectuales pretendieron liberar la civilizacin humana de todo vnculo moral yreligioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explcitamente la atencin del mundosobre las consecuencias de esta descristianizacin de la sociedad humana. Y por lo que toca alos errores del comunismo, ya en el ao 1846 nuestro venerado predecesor Po IX, de santamemoria, pronunci una solemne condenacin contra ellos, confirmada despus en

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    elSyllabus. Dice textualmente en la encclica Quipluribus: [A esto tiende] la doctrina,totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si seadmitiera, llevara a la radical subversin de los derechos, bienes y propiedades de todos yaun de la misma sociedad humana[1]. Ms tarde, uno predecesor nuestro, de inmortalmemoria, Len XIII, en la encclica Quod Apostolici numeris, defini el comunismo como

    mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones ms ntimas de la sociedad humana,ponindola en peligro de muerte[2], y con clara visin indicaba que los movimientos ateosentre las masas populares, en plena poca del tecnicismo, tenan su origen en aquellafilosofa que desde haca ya varios siglos trataba ele separar la ciencia y la vida de la fe y dela Iglesia.

    ocumentos del presente pontificado

    5. Tambin Nos, durante nuestro pontificado, hemos denunciado frecuentemente, y conapremiante insistencia, el crecimiento amenazador de las corrientes ateas. Cuando en 1924nuestra misin de socorro volvi de la Unin Sovitica, Nos condenamos el comunismo enuna alocucin especial dirigida al mundo entero[3]. En nuestras encclicasMiserentissimusRedemptor[4],Quadragesimo anno[5],Caritate Christi[6],Acerba animi[7],DilectissimaNobis[8]Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecucionesdesencadenadas en Rusia, Mxico y Espaa; y no se ha extinguido todava el eco universalde las alocuciones que Nos pronunciamos el ao pasado con motivo de la inauguracin de laExposicin Mundial de la Prensa Catlica[9], de la audiencia a las prfugos espaoles[10]ydel radiomensaje navideo[11]. Los mismos enemigos ms encarnizados de la Iglesia, quedesde Mosc dirigen esta hucha contra la civilizacin cristiana, atestiguan con susininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, tambin en nuestros das, hacontinuado tutelando fielmente el santuario de la religin cristiana y ha llamado la atencinsobre el peligro comunista con ms frecuencia y de un modo ms persuasivo que cualquierotra autoridad pblica terrena.

    Necesidad de otro documento solemne

    6, Pero, a pesar de estas repetidas advertencias paternales, que vosotros, venerableshermanos, con gran satisfaccin nuestra, habis transmitido y comentado con tanta fidelidada los fieles por medio de frecuentes y recientes pastorales, algunas de ellas colectivas, elpeligro est agravndose cada da ms por la accin de hbiles agitadores. Por este motivo,nos creemos en el deber de elevar de nuevo nuestra voz con un documento an ms solemne,como es costumbre de esta Sede Apostlica, maestra de verdad, y como lo exige el hecho deque todo el mundo catlico desea ya un documento de esta clase. Confiamos que el eco denuestra voz ser bien recibido por todos aquellos que, libres de prejuicios, deseansinceramente el bien de la humanidad. Confianza que se ve robustecida por el hecho de quenuestros avisos estn hoy da confirmados por los frutos amargos cuya aparicin habamosprevisto y anunciado, y que de hecho van multiplicndose espantosamente en los pasesdominados ya por el mal y amenazan caer sobre los restantes pases del mundo.

    7. Queremos, por tanto, exponer de nuevo en breve sntesis los principios y los mtodos deaccin del comunismo ateo tal como aparecen principalmente en el bolchevismo,contraponiendo a estos falaces principios y mtodos la luminosa doctrina de la Iglesia y

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    exhortando de nuevo a todos al uso de los medios con los que la civilizacin cristiana,nica civitas verdaderamente humana, puede librarse de este satnico azote y desarrollarsemejor para el verdadero bienestar ele la sociedad humana.

    II. DOCTRINA Y FRUTOS DEL COMUNISMO

    octrina

    Falso ideal

    8. El comunismo de hoy, de un modo ms acentuado que otros movimientos similares delpasado, encierra en s mismo una idea de aparente redencin. Un seudo ideal de justicia, deigualdad y de fraternidad en el trabajo satura toda su doctrina y toda su actividad con uncierto misticismo falso, que a las masas halagadas por falaces promesas comunica un mpetuy tu entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo come el nuestro, en el que por ladefectuosa distribucin de los bienes de este mundo se ha producido una miseria general

    hasta ahora desconocida. Ms an: se hace alarde de este seudo ideal, como si hubiera sido eliniciador de un progreso econmico, progreso que, si en algunas regiones es real, se explicapor otras causas muy distintas, como son la intensificacin de la productividad industrial enpases que hasta ahora carecan de ella; el cultivo de ingentes riquezas naturales, sinconsideracin alguna a los valores humanos, y el uso de mtodos inhumanos para realizargrandes trabajos con un salario indigno del hombre.

    Materialismo evolucionista de Marx

    9. La doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se funda hoysustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, delmaterialismo dialctico y del materialismo histrico, cuya nica genuina interpretacinpretenden poseer los tericos del bolchevismo. Esta doctrina ensea que slo existe unarealidad, la materia, con sus fuerzas ciegas, la cual, por evolucin, llega a ser planta, animal,hombre. La sociedad humana, por su parte , no es ms que una apariencia y una forma de lamateria, que evoluciona del modo dicho y que por ineluctable necesidad tiende, en unperpetuo conflicto de fuerzas, hacia la sntesis final: una sociedad sin ciases. En estadoctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferenciaentre el espritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del almaposterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura.Insistiendo en el aspecto dialctico de su materialismo, los comunistas afirman que elconflicto que impulsa al mundo hacia su sntesis final puede ser acelerado por el hombre. Poresto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y seesfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto deuna cruzada para el progreso de la humanidad. Por consiguiente, todas las fuerzas queresistan a esas conscientes violencias sistemticas deben ser, sin distincin alguna,aniquiladas como enemigas del gnero humano.

    A qu quedan reducidos el hombre y la familia

    10. El comunismo, adems, despoja al hombre de su libertad, principio normativo de su

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    conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficazcontra el asalto de los estmulos ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, unasimple ruedecilla del engranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad,todos los derechos naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales delos hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad

    errquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, segn ellos, todo lo que loshombres llaman autoridad y subordinacin deriva exclusivamente de la colectividad como desu primera y nica fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre losbienes naturales y sobre los medios de produccin, porque. siendo stos fuente de otrosbienes, su posesin conducira al predominio de un hombre sobre otro. Por estoprecisamente, por ser la fuente principal de toda esclavitud econmica, debe ser destruidaradicalmente, segn los comunistas, toda especie de propiedad privada.

    11. Al negar a la vida humana todo carcter sagrado y espiritual, esta doctrina conviertenaturalmente el matrimonio y la familia en una institucin meramente civil y convencional,nacida de un determinado sistema econmico; niega la existencia de un vnculo matrimonialde naturaleza jurdico-moral que est por encima de la voluntad de los individuos y de lacolectividad, y, consiguientemente, niega tambin su perpetua indisolubilidad. En particular,para el comunismo no existe vnculo alguno que ligue a la mujer con su familia y con sucasa. Al proclamar el principio de la total emancipacin de la mujer, la separa de la vidadomstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pblica y a la produccincolectiva en las mismas condiciones que el hombre, poniendo en manos de la colectividad elcuidado del hogar y de la prole[12]. Niegan, finalmente, a los padres el derecho a laeducacin de los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de lacomunidad, y slo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.

    Lo que sera la sociedad

    Qu sera, pues, la sociedad humana basada sobre estos fundamentos materialistas? Sera, escierto, una colectividad, pero sin otra jerarqua unitiva que la derivada del sistemaeconmico. Tendra como nica misin la produccin de bienes por medio del trabajocolectivo, y como fin el disfrute de los bienes de la tierra en un paraso en el que cada cualcontribuira segn sus fuerzas y recibira segn sus necesidades.

    12. Hay que advertir, adems, que el comunismo reconoce a la colectividad el derecho o msbien un ilimitado poder arbitrario para obligar a los individuos al trabajo colectivo, sinatender a su bienestar particular, aun contra su voluntad e incluso con la violencia. En estasociedad comunista, tanto la moral como el orden jurdico seran una simple emanacinexclusiva del sistema econmico contemporneo, es decir, de origen terreno, mudable ycaduco. En una palabra: se pretende introducir una nueva poca y una nueva civilizacin,fruto exclusivo de una evolucin ciega: una humanidad sin Dios.

    13. Cuando todos hayan adquirido, finalmente, las cualidades personales requeridas parallevar a cabo esta clase de humanidad en aquella situacin utpica de una sociedad sindiferencia alguna de clases, el Estado poltico, que ahora se concibe exclusivamente comeinstrumento de dominacin capitalista sobre el proletariado, perder necesariamente su raznde ser y se disolver; sin embargo, mientras no se logre esta bienaventurada situacin, el

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    Estado y el poder estatal son para el comunismo el medio ms eficaz y ms universal paraconseguir su fin.

    14. He aqu, venerables hermanos, el pretendido evangelio nuevo que el comunismobolchevique y ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redencin! Un sistema

    lleno de errores y sofismas, contrario a la razn y a la revelacin divina; un sistemasubversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de ste; un sistemadesconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin delEstado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la personahumana.

    ifusin

    Deslumbradoras promesas

    15. Pero a qu se debe que un sistema semejante, cientficamente superado desde hace

    mucho tiempo y refutado por la realidad prctica, se difunda tan rpidamente por todas laspartes del mundo? La explicacin reside en el hecho de que son muy pocos los que hanpodido penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo; y son mayora, encambio, los que ceden fcilmente a una tentacin hbilmente presentada bajo el velo depromesas deslumbradoras. Con el pretexto de querer solamente mejorar la situacin de lasclases trabajadoras, suprimir los abusos reales producidos por la economa liberal y obteneruna ms justa distribucin de los bienes terrenos (fines, sin duda, totalmente legtimos), yaprovechando principalmente la actual crisis econmica mundial, se consigue atraer a la zonade influencia del comunismo aun a aquellos grupos sociales que por principio rechazan todomaterialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad,esta parte de verdad que hemos indicado, expuesta arteramente en condiciones de tiempo ylugar, aptas para disimular, cuando conviene la crudeza repugnante e inhumana de losprincipios y mtodos del comunismo bolchevique, seduce incluso a espritus no vulgares, quellegan a convertirse en apstoles de jvenes inteligentes poco preparados todava paraadvertir los errores intrnsecos del comunismo. Los pregoneros del comunismo sabenaprovecharse tambin de los antagonismos de raza, de las divisiones y oposiciones de losdiversos sistemas polticos y hasta de la desorientacin en el campo de la ciencia sin Diospara infiltrarse en las universidades y corroborar con argumentos seudocientficos losprincipios de su doctrina.

    El liberalismo ha preparado el camino del comunismo

    16. Para explicar mejor cmo el comunismo ha conseguido de las masas obreras laaceptacin, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban yapreparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las haba reducirlo enla teora y en la prctica la economa liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales,no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus ms elementales deberes religiosos en los dasfestivos; no se tuvo preocupacin alguna para construir iglesias junto a las fbricas ni parafacilitar la misin del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamenteel laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantasveces por nuestras predecesores y por Nos mismo. Por esto, puede resultar extrao que en

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    un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el oleaje del error comunista?

    Amplia y astuta propaganda

    17. Existe, adems, otra causa de esta tan rpida difusin de las ideas comunistas, infiltradas

    secretamente en todos los pases, grandes y pequeos, cultos e incivilizados, y en los puntosms extremos de la tierra; una propaganda realmente diablica, cual el mundo tal vez nuncaha conocido; propaganda dirigida desde un solo centro y adaptada hbilmente a lascondiciones peculiares de cada pueblo; propaganda que dispone de grandes medioseconmicos, de numerosas organizaciones, de congresos internacionales, de innumerablesfuerzas excelentemente preparadas; propaganda que se hace a travs de la prensa, de hojassueltas, en el cinematgrafo y en el teatro, por la radio, en las escuelas y hasta en lasuniversidades, y que penetra poco a poco en todos los medios sociales, incluso en los mssanos, sin que stos adviertan el veneno que est intoxicando a diario las mentes y loscorazones.

    Conspiracin del silencio en la prensa

    18. La tercera causa, causa poderosa, de esta rpida difusin del comunismo es, sin dudaalguna, la conspiracin del silencio que en esta materia est realizando una gran parte de laprensa mundial no catlica. Decimos conspiracin porque no se puede explicar de otramanera el hecho de que un periodismo tan vido de publicar y subrayar aun los ms menudosincidentes cotidianos haya podido pasar en silencio durante tanto tiempo los horrores que secometen en Rusia, en Mxico y tambin en gran parte de Espaa, y, en cambio, hablerelativa.,mente tan poco de una organizacin mundial tan vasta como es el comunismomoscovita. Este silencio, como tos dos saben, se debe en parte a ciertas razones polticas,poco previsoras, que lo exigenas se afirma, y est mandado y apoyado por variasfuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social y polticocristiano.

    Efectos dolorosos

    Rusia y Mxico

    19. Mientras tanto, los dolorosos efectos de esta propaganda estn a la vista de todos. En lasregiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominarNos pensamos ahora consingular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de Mxico,se ha esforzado con toda clasede medios por destruir (lo proclama abiertamente) desde sus cimientos la civilizacin y lareligin cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazn de los hombres,especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados atrabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haberdefendido la religin, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados,perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales.

    Horrores del comunismo en Espaa

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    20. Tambin en las regiones en que, como en nuestra queridsima Espaa, el azote comunistano ha tenido tiempo todava para hacer sentir todos los efectos de sus teoras, se hadesencadenado, sin embargo, como para desquitarse, con una violencia ms furibunda. No seha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algn que otro convento, sino que, cuando leha sido posible, ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e incluso todo vestigio de

    la religin cristiana, sin reparar en el valor artstico y cientfico de los monumentosreligiosos. El furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes,de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas queprecisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, adems, hamatado a un gran nmero de seglares de toda clase y condicin, asesinados an hoy da enmasa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al atesmo comunista. Y estadestruccin tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jams sehubieran credo posibles en nuestro siglo. Ningn individuo que tenga buen juicio, ningnhombre de Estado consciente de su responsabilidad pblica, puede dejar de temblar si piensaque lo que hoy sucede en Espaa tal vez podr repetirse maana en otras nacionescivilizadas.

    Frutos naturales del sistema

    21. No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenmeno transitorio que sueleacompaar a todas las grandes revoluciones o excesos aislados de exasperacin comunes atoda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo frenointerno. El hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, necesita un freno. Losmismos pueblos brbaros tuvieron este freno en la ley natural, grabada por Dios en el almade cada hombre. Y cuando esta ley natural fue observada por todos con un sagrado respeto,la historia presenci el engrandecimiento de antiguas naciones, engrandecimiento tanesplendoroso que deslumbrara ms de lo conveniente a ciertos hombres de estudios queconsiderasen superficialmente la historia humana. Pero, cuando se arranca del corazn de loshombres la idea misma de Dios, los hombres se ven impulsados necesariamente a la moralferoz de una salvaje barbarie.

    Lucha contra todo lo divino

    22. Y esto es lo que con sumo dolor estamos presenciando: por primera vez en la historiaasistimos a una lucha framente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que esdivino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmenteantirreligioso y considera la religin como el opio del pueblo, ya que los principiosreligiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvan al proletariado del esfuerzo por realizaraquel paraso comunista que debe alcanzarse en la tierra.

    El terrorismo

    23. Pero la ley natural y el Autor de la ley natural no pueden ser conculcados impunemente;el comunismo no ha podido ni podr lograr su intento ni siquiera en el campo puramenteeconmico. Es cierto que en Rusia ha contribuido no poco a sacudir a los hombres y a lasinstituciones de una larga y secular inercia y que ha logrado con el uso de toda clase demedios, frecuentemente inmorales, algunos xitos materiales; pero no es menos cierto,

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    tenemos de ello testimonios cualifica-dos y recentsimos, que de hecho ni siquiera en elcampo econmico ha logrado los fines que haba prometido, sin contar, por supuesto, laesclavitud que el terrorismo ha impuesto a millones de hombres. Hay que repetirlo: tambinen el campo econmico es necesaria una moral, un sentimiento moral de la responsabilidad,los cuales, ciertamente, no tienen cabida en un sistema cerradamente materialista como el

    comunismo. Para sustituir este sentimiento moral no queda otro sustitutivo que el terrorismoque presenciamos en Rusia, donde los antiguos camaradas de conjuracin y de lucha seeliminan mutuamente; terrorismo que, por otra parte, no consigue contener, no ya lacorrupcin de la moral, pero ni siquiera la disolucin del organismo social.

    Recuerdo paterno de los pueblos oprimidos en Rusia

    24. Sin embargo, no queremos en modo alguno condenar globalmente a los pueblos de laUnin Sovitica, por los que sentimos el ms vivo afecto paterno. Sabemos que no pocospueblos de Rusia gimen bajo el duro yugo impuesto a la fuerza por hombres, en su mayora,extraos a los verdaderos intereses del pas, y reconocemos que otros muchos han sidoengaados con falaces esperanzas. Nos condenamos el sistema, a sus autores y defensores,quienes han considerado a Rusia como el terreno ms apto para realizar un sistema elaboradohace mucho tiempo y desde Rusia extenderlo por todo el mundo.

    III. OPUESTA Y LUMINOSA DOCTRINA DE LA IGLESIA

    25. Expuestos los erroresy los mtodos violentos y engaosos del comunismo bolchevique yateo, es hora ya, venerables hermanos, de situar brevemente frente a ste la verdadera nocinde la civitas humana, de la sociedad humana; esta nocin no es otra, como bien sabis, que laenseada por la razn y por la revelacin por medio de la Iglesia,Magistra gentium.

    Suprema realidad: Dios!

    26. La afirmacin fundamental es sta: por encima de toda otra realidad est el sumo, nico ysupremo ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, juez sapientsimo de todos loshombres. Esta suprema realidad, Dios, es la condenacin ms absoluta de las insolentesmentiras del comunismo. Porque la verdad es que no porque los hombres crean en Dios,existe Dios, sino que, porque Dios existe, creen en El y elevan a El sus splicas todos loshombres que no cierran voluntariamente los ojos a la verdad.

    El hombre y la familia segn la razn y la fe

    27. En cuanto a lo que la razn y la fe catlica dicen del hombre, Nos hemos expuesto lospuntos fundamentales sobre esta materia en la encclica sobre la educacin cristiana[13]. Elhombre tiene un alma espiritual e inmortal; es una persona, dotada admirablemente por elCreador con dones de cuerpo y de espritu; es, en realidad, un verdadero ,

    como decan los antiguos, un pequeo mundo que supera extraordinariamente en valor atodo el inmenso mundo inanimado. Dios es el ltimo fin exclusivo del hombre en la vidapresente y en la vida eterna; la gracia santificante, elevando al hombre al grado de hijo deDios, lo incorpora al reino de Dios en el Cuerpo mstico de Cristo. Por consiguiente, Dios haenriquecido al hombre con mltiples y variadas prerrogativas: el derecho a la vida y a la

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    integridad corporal; el derecho a los medios necesarios para su existencia; el derecho detender a su ltimo fin por el camino que Dios le ha sealado; el derecho, finalmente, deasociacin, de propiedad y del uso de la propiedad.

    28. Adems, tanto el matrimonio como su uso natural son de origen divino; de la misma

    manera, la constitucin y las prerrogativas fundamentales de la familia han sidodeterminadas y fijadas por el Creador mismo, no por la voluntad humana ni por los factoreseconmicos. De estos puntos hemos hablado ampliamente en la encclica sobre elmatrimonio cristiano[14]y en la encclica, ya antes citada, de la educacin cristiana de lauventud.

    Lo que es la sociedad

    Derechos y deberes mutuos entre el hombre y la sociedad

    29. Pero Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontneamente a la sociedad

    civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil esun medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que elEstado es para el hombre y no el hombre para el Estado. Afirmacin que, sin embargo, nodebe ser entendida en el sentido del llamado liberalismo individualista, que subordina lasociedad a las utilidades egostas del individuo, sino slo en el sentido de que, mediante laordenada unin orgnica con la sociedad, sea posible para todos, por la mutua colaboracin,la realizacin de la verdadera felicidad terrena, y, adems, en el sentido de que en la sociedadhallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en lanaturaleza humana, las cuales superan el inters particular del momento y reflejan en lasociedad civil la perfeccin divina; cosa que no puede realizarse en el hombre separado detoda sociedad. Pero tambin estos fines estn, en ltimo anlisis, referidos al hombre, paraque, reconociendo ste el reflejo de la perfeccin divina, sepa convertirlo en alabanza yadoracin del Creador. Slo el hombre, la persona humana y no las sociedades, sean las quesean, est dotado de razn y de voluntad moralmente libre,

    30. Ahora bien: de la misma manera que el hombre no puede rechazar los deberes que levinculan con el Estado y han sido impuestos por Dios, y por esto las autoridades del Estadotienen el derecho de obligar al ciudadano al cumplimiento coactivo de esos deberes cuandose niega ilegtimamente a ello, as tambin la sociedad no puede despojar al hombre de losderechos personales que le han sido concedidos por el Creador hemos aludido ms arriba alos fundamentalesni imposibilitar arbitrariamente el uso de esos derechos. Es, por tanto,conforme a la razn y exigencia imperativa de sta, que, en ltimo trmino, todas las cosasde la tierra estn subordinadas corno medios a la persona humana, para que por medio delhombre encuentren todas las cosas su referencia esencial al Creador. Al hombre, a la personahumana, se aplica lo que el Apstol de las Gentes escribe a los corintios sobre el plan divinode la salvacin cristiana: Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo deDios (1Cor3,23).Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo lostrminos de la relacin entre el hombre y la sociedad, la razn y la revelacin, por elcontrario, la elevan a una sublime altura.

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    El orden econmico -social

    Ha la sido nuestro predecesor, de feliz memoria, Len XIII quien ha dado, por medio de suencclica social[15], los principios reguladores de la cuestin obrera y de los problemaseconmicos y sociales; principios que Nos personalmente, por medio de la encclica sobre la

    restauracin cristiana del orden social, henos adaptado a las exigencias del tiempopresente[16]. En esta encclica nuestra, prosiguiendo la trayectoria de la doctrina secular dela Iglesia sobre el carcter individual y social de la propiedad privada, Nos hemos definidoclaramente el derecho y la dignidad del trabajo, las relaciones de apoyo mutuo y de mutuaayuda que deben existir entre el capital y el trabajo y el salario debido en estricta justicia alobrero para s y para su familia,

    31. Hemos demostrado, adems, en la mencionada encclica que los medios para salvar alEstado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consisteen la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrtico del poder del Estado, sinoen la configuracin y penetracin del orden econmico y social por los principios de lausticia social y de la caridad cristiana. Hemos advertido tambin que hay que lograr la

    verdadera prosperidad de los pueblos por medio de un sano corporativismo que respete ladebida jerarqua social; que es igualmente necesaria la unidad armnica y coherente de todaslas asociaciones para que puedan tender todas ellas al bien comn del Estado, y que, porconsiguiente, la misin genuina y peculiar del poder poltico consiste en promovereficazmente esta armoniosa coordinacin de todas las fuerzas sociales.

    Jerarqua social y prerrogativas del Estado

    32. Para lograr precisamente este orden tranquilo por medio de la colaboracin de todos, ladoctrina catlica reivindica para el Estarlo toda la dignidad y toda la autoridad necesariaspara defender con vigilante solicitud, como frecuentemente ensean la Sagrada Escritura ylos Santos Padres, todos los derechos divinos y humanos. Y aqu se hace necesaria unaadvertencia: es errnea la afirmacin de que todos los ciudadanos tienen derechos iguales enla sociedad civil y no existe en el Estado jerarqua legtima alguna. Bstenos recordara estepropsito las encclicas de Len XIII antes citadas, especialmente las referentes a laautoridad poltica[17]y a la constitucin cristiana del Estado[18]. En estas encclicasencuentran los catlicos luminosamente expuestos los principios de la razn y de la fe, quelos capacitarn para defenderse contra los peligrosos errores de la concepcin comunista delEstado. La expoliacin de los derechos personales y la consiguiente esclavitud del hombre; lanegacin del origen trascendente supremo del Estado y del poder poltico; el criminal abusodel poder pblico para ponerle al servicio del terrorismo colectivo, son hechos radical yabsolutamente contrarios a las exigencias de la tica natural y a la voluntad divina delCreador. El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y elEstado estn por Dios mutuamente ordenados entre s; por consiguiente, ni el ciudadano ni elEstado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni puedennegar o disminuir los derechos del otro. Ha sido el Creador en persona quien ha regulado ensus lneas fundamentales esta mutua relacin entre el ciudadano y la sociedad, y es, por tanto,una usurpacin totalmente injusta la que se arroga el comunismo al sustituir la ley divina,basada sobre los inmutables principios de la verdad y de la caridad, por un programa poltico

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    de partido, derivado del mero capricho humano y saturado de odio.

    Belleza de esta doctrina de la Iglesia

    33. La Iglesia catlica, al ensear los captulos fundamentales de esta luminosa doctrina, no

    tiene otro fin que el de realizar el feliz anuncio cantado por los ngeles sobre la gruta deBeln al nacer el Redentor:Gloria a Dios... y paz a los hombres (Lc 2,14), y procurar a loshombres, aun en esta vida presente, toda la suma de paz verdadera y autntica felicidad queson aqu posibles como preparacin para la bienaventuranza eterna; pero solamente para loshombres de buena voluntad. Esta doctrina est igualmente alejada de los psimos efectos delos errores comunistas y de todas las exageraciones y pretensiones de los partidos o sistemaspolticos que aceptan esos errores, porque respeta siempre el debido equilibrio entre laverdad y la justicia, lo defiende en la teora y lo aplica y promueve en la prctica. Cosa queconsigue la Iglesia conciliando armnicamente los derechos y los deberes de unos y otros,como, por ejemplo, la autoridad con la libertad, la dignidad del individuo con la dignidad delEstado, la personalidad humana en el sbdito, y, por consiguiente, la obediencia debida algobernante con la dignidad de quienes son representantes de la autoridad divina; igualmente,el amor ordenado de s mismo, de la familia y de la patria con el amor de las dems familiasy de los dems pueblos, fundado en el amor de Dios, Padre de todos, primer principio yltimo fin de todas las cosas. Esta doctrina catlica no separa la justa preocupacin por losbienes temporales de la solicitud activa por los bienes eternos. Si subordina el bien temporalal eterno, segn la palabra de su divino Fundador:Buscad primero el reino de Dios y suusticia, y todo lo dems se os dar por aadidura (Mt6,33) est, sin embargo, bien lejos de

    desinteresarse de las cosas humanas y de perjudicar el progreso de la sociedad y sus ventajastemporales; porque, todo lo contrario, esta doctrina sostiene y promueve esta actividad delmodo ms racional y ms eficaz posible. La Iglesia, en efecto, aunque nunca ha presentadocomo suyo un determinado sistema tcnico en el campo de la accin econmica y social, porno ser sta su misin, ha fijado, sin embargo, claramente las principales lneasfundamentales, que si bien son susceptibles de diversas aplicaciones concretas, segn lasdiferentes condiciones de tiempos, lugares y pueblos, indican, sin embargo, el camino seguropara obtener un feliz desarrollo progresivo del Estado.

    34. La gran sabidura y extraordinaria utilidad de esta doctrina est admitida por todos losque verdaderamente la conocen. Con razn han podido afirmar insignes estadistas que,despus de haber estudiado los diversos sistemas econmicos, no haban hallado nada msrazonable que los principios econmicos expuestos en las encclicasRerumnovarumyQuadragesimo anno.Tambin en las naciones cristianas no catlicas, ms an, ennaciones no cristianas, se reconoce la extraordinaria utilidad que para la sociedad humanarepresenta la doctrina social de la Iglesia; as, hace ahora apenas un mes, un eminentehombre poltico no cristiano del Extremo Oriente ha opinado sin vacilacin que la Iglesia,con su doctrina de paz y de fraternidad cristiana, aporta una contribucin valiossima alestablecimiento y mantenimiento de una paz constructiva entre las naciones. E incluso losmismos comunistascosa que sabemos por relaciones fidedignas que afluyen de todaspartes a este centro de la cristiandad, si no estn totalmente corrompidos, cuando oyen laexposicin de la doctrina social de la Iglesia reconocen la radical superioridad de sta sobrelas doctrinas de sus jerarcas y maestros. Solamente los espritus cegados por la pasin y por

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    el odio cierran sus ojos a la luz de la verdad y la combaten obstinadamente.

    La Iglesia ha obrado conforme a esta doctrina

    35. Pero los enemigos de la Iglesia, aunque obligados a reconocer la superior sabidura de la

    doctrina catlica, acusan, sin embargo, a la Iglesia de no haber sabido obrar de acuerdo consus principios, y por esto afirman que hay que buscar otros caminos. Toda la historia delcristianismo demuestra la falsedad y la injusticia de esta acusacin. Porque, limitando nuestrabreve exposicin a algn hecho histrico caracterstico, ha sido el cristianismo el primero enproclamar, en una forma y con una amplitud y firmeza hasta entonces desconocidas, laverdadera y universal fraternidad de todos los hombres, de cualquier condicin y estirpe,contribuyendo as poderosamente a la abolicin eficaz de la esclavitud, no con revolucionessangrientas, sino por la fuerza intrnseca de su doctrina, que a la soberbia patricia romanahaca ver en su esclava una hermana en Cristo.

    36. Ha sido tambin el cristianismo, este cristianismo que ensea a adorar al Hijo de Dios

    hecho hombre por amor de los hombresy

    convertido enhijo del artesano,

    ms an,hecho artesano El mismo (Mt13,55;Mc 6,3), el que elev el trabajo del hombre a suverdadera dignidad; ese trabajo que era entonces tan despreciado, que el mismo M. T.Cicern, hombre prudente y justo por otra parte, calific, resumiendo la opinin general desu tiempo, con unas palabras de las que hoy da se avergonzara cualquier socilogo: Todoslos trabajadores se ocupan en oficios despreciables, porque en un taller no puede haber nadanoble[19].

    37. Basndose en estos principios, la Iglesia regener la sociedad humana; con la eficacia desu influjo surgieron obras admirables de caridad y poderosas corporaciones de artesanos ytrabajadores de toda categora, corporaciones despreciadas como residuo medieval por elliberalismo del siglo pasado, pero que son hoy da la admiracin de nuestroscontemporneos, que en muchos pases tratan de hacer revivir de algn modo su ideafundamental. Y cuando ciertas corrientes obstaculizaban la obra de la Iglesia y se oponan ala eficacia bienhechora de sta, la Iglesia no ces nunca, hasta nuestros das, de avisar a losequivocados. Baste recordar la firme constancia con que nuestro predecesor, de felizmemoria, Len XIII reivindic para las clases trabajadoras el derecho de asociacin, que elliberalismo dominante en los Estados ms poderosos se empeaba en negarles. Y este influjode la doctrina de la Iglesia es tambin actualmente mayor de lo que algunos piensan, porqueel influjo directivo de las ideas sobre los hechos es muy grande, aunque resulte difcil lamedida exacta de su valoracin.

    38. Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su fundador,pasa a travs de los siglos haciendo el bien a todos. No habra ni socialismo ni comunismo silos gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseanzas y las maternalesadvertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases delliberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecanpresentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, sucarencia de slidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbndosemiserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre

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    la nica piedra angular, que es Jesucristo.

    Necesidad de recurrir a medios de defensa

    39. Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la nica doctrina que, como en

    todos los dems campos, tambin en el terreno social puede traer la verdadera luz y ser lasalvacin frente a la ideologa comunista. Pero es absolutamente necesario que esta doctrinase proyecte cada vez ms en la vida prctica, conforme al aviso del apstol Santiago: Poneden prctica la palabra y no os contentis slo con orla, engandoos a vosotros

    mismos (St1,22); por esto, lo ms urgente en la actualidad es aplicar con energa losoportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catstrofe que se estpreparando, Nos albergamos la firme confianza de que la pasin con que los hijos de lastinieblas trabajan da y noche en su propaganda materialista y atea servir para estimularsantamente a los hijos de la luz a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de laMajestad divina.

    40. Qu es, pues, lo que hay que hacer? De qu remedios es necesario servirse paradefender a Cristo y la civilizacin cristiana contra este pernicioso enemigo? Como un padrecon sus hijos en el seno del hogar, Nos queremos conversar con todos vosotros en laintimidad acerca de los deberes que la gran lucha de nuestros das impone a todos los hijosde la Iglesia; avisos que deseamos dirigir tambin a todos aquellos hijos que han abandonadola casa paterna.

    Renovacin de la vida cristiana

    Remedio fundamental

    41. Como en todos los perodos ms borrascosos de la historia de la Iglesia, as tambin hoyel remedio fundamental, base de todos los dems remedios, es una sincera renovacin de lavida privada y de la vida pblica segn los principios del Evangelio en todos aquellos que segloran de pertenecer al redil de Cristo, para que sean realmente de esta manera la sal de latierra que preserve a la sociedad humana de la total corrupcin moral.

    42. Con nimo profundamente agradecido al Padre de las luces, de quien desciende todobuen don y toda ddiva perfecta (St1,17) vemos por todas partes sntomas consoladores deesta renovacin espiritual, no slo en tantas almas singularmente elegidas que en estosltimos aos han subido a la alta cumbre de la ms sublime santidad, y en tantas otras, cadada ms numerosas, que generosamente caminan hacia esta misma luminosa meta, sinotambin en el reconocimiento de una piedad sentida y vivida prcticamente en todas lasclases de la sociedad, incluso en las ms cultas, como hemos hecho notar en nuestro recientemotu proprioIn multis solaciis, del 28 de octubre pasado, con ocasin de la reorganizacinde la Academia Pontificia de las Ciencias[20].

    43. No portemos, sin embargo, negar que queda todava mucho por hacer en este camino dela renovacin espiritual. Porque incluso en los mismos pases catlicos son demasiados loscatlicos que lo son casi de solo nombre; demasiados los que, si bien cumplen con mayor omenor fidelidad las prcticas ms esenciales de la religin que se gloran de profesar, no se

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    preocupan sin embargo, de conocerla mejor ni de adquirir una conviccin ms ntima yprofunda, y menos an de hacer que a la apariencia exterior de la religin corresponda elinterno esplendor de una conciencia recta y pura, que siente y cumple todos sus deberes bajola mirada de Dios. Sabemos muy bien el gran aborrecimiento que el divino Salvador sientefrente a esta vana y falaz exterioridad, El que quera que todos adorasen al Padre en espritu y

    en verdad(Jn 4,23). Quien no ajusta sinceramente su vida prctica a la fe que profesa, nopodr mantenerse a salvo durante mucho tiempo hoy, cuando sopla tan fuerte el viento de lalucha y de la persecucin, sino que se ver arrastrado miserablemente por este nuevo diluvioque amenaza al mundo; y as, mientras prepara su propia ruina, expondr tambin al ludibrioel honor del cristianismo.

    Despego de los bienes terrenos

    44. Y aqu queremos, venerable hermanos, insistir especficamente sobre dos enseanzas delSeor, que responde modo particular a la actual situacin del gnero humano: eldesprendimiento de los bienes terrenos y el precepto de la caridad. Bienaventurados lospobres de espritu; stas fueron la primeras palabras pronunciadas por el divino Maestro ensu Sermn de h Montaa (Mt5,3). Esta leccin fundamenta es ms necesaria que nunca enestos tiempos de materialismo, sediento di bienes y placeres terrenales. Todos los cristianos,ricos y pobres, deben tener siempre fija su mirada era el cielo, recordando que no tenemosaqu ciudad permanente, sino que buscamos la futura (Heb 13,14). Los ricos no deben ponersu felicidad en las riquezas de la tierra ni enderezar sus mejores esfuerzos a conseguirlas,sino que, considerndose como simples administradores de las riquezas, que han de darestrecha cuenta de ellas al supremo dueo, deben usar de ellas cono de preciosos medios queDios les otorg para ejercer la virtud, y no dejar de distribuir a los pobres los bienessuperfluos, segn el precepto evanglico (cf.Lc 11,41). De lo contrario, se cumplir conellos y en sus riquezas la severa sentencia del apstol Santiago:Vosotros, ricos, llorad agritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra riqueza est podrida; vuestros vestidos,

    consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata, comidos del orn, y el orn ser

    testigo contra vosotros y roer vuestras carnes como fuego. Habis atesorado [ira] para los

    ltimos das (St5, 1-3)

    45. Los pobres, por su parte, en medio de sus esfuerzos, guiados por las leyes de la caridad yde la justicia, para proveerse de lo necesario y para mejorar su condicin social, debentambin ellos permanecer siemprepobres de espritu (Mt5,3), estimando ms los bienesespirituales que los goces terrenos. Tengan adems siempre presente que nunca se conseguirhacer desaparecer del mundo las miserias, los dolores y las tribulaciones, a los que estnsujetos tambin los que exteriormente aparecen como ms afortunados. La paciencia es,pues, necesaria para todos; esa paciencia que mantiene firme el espritu, confiado en lasdivinas promesas de una eterna felicidad. Tened, pues, paciencia, hermanosos decimostambin con el apstol Santiago, hasta la venida del Seor. Ved cmo el labrador, con laesperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias tempranas y

    las tardas. Aguardad tambin vosotros con paciencia, fortaleced vuestros corazones,

    porque la venida del Seor est cercana (St5,7-8).Slo as se cumplir la consoladorapromesa del Seor:Bienaventurados los pobres. Y no es ste un consuelo vano, corno laspromesas de los comunistas, sino que son palabras de vida eterna, que encierran la supremarealidad de la vida y que se realizan plenamente aqu en la tierra y despus en la eternidad.

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    Cuntos pobres, confiados en estas palabras y en la esperanza del reino de los cielosproclamado ya como propiedad suya en el Evangelio,porque vuestro es el reino de loscielos(Lc 6.20), hallan en su pobreza una felicidad que tantos ricos no pueden encontrar ensus riquezas, por estar siempre inquietos y siempre agitados por la codicia de mayoresaumentos.

    Caridad cristiana

    46. Ms importante an para remediar el mal de que tratamos es el precepto de la caridad,que tiende por su misma naturaleza a realizar este propsito. Nos nos referimos a esa caridadcristiana,paciente y benigna(1Cor13,4), que evita toda ostentacin y todo aire deenvilecedor proteccionismo del prjimo; esa caridad que desde los mismos comienzos delcristianismo gan para Cristo a los ms pobres entre los pobres, los esclavos. Y en estecampa damos las mayores gracias a todos aquellos que, consagrados a las obras debeneficencia, tanto en las Conferencias de San Vicente de Pal como en las grandes yrecientes organizaciones de asistencia social, han ejercitado y ejercitan las obras demisericordia corporal y espiritual. Cuanto ms experimenten en s mismos los obreros y lospobres lo que el espritu de caridad, animado por la virtud de Cristo, hace por ellos, tanto msse despojarn del prejuicio de que la Iglesia ha perdido su eficacia y de que est de parte dequienes explotan el trabajo del obrero.

    47. Pero cuando vemos, por una parte, a una innumerable muchedumbre de necesitados que,por diversas causas, ajenas totalmente a su voluntad, se hallan oprimidos realmente por unaextremada miseria, y vemos, por otra, a tantos hombres que, sin moderacin alguna, gastanenormes sumas en diversiones y cosas totalmente intiles, no podemos menos de reconocer,con un inmenso dolor, que no slo no se respeta como es debido la justicia, sino que,adems, no se ha profundizado suficientemente en las exigencias que el precepto de lacaridad cristiana impone al cristiano en su vida diaria.

    48. Queremos, por tanto, venerables hermanos, que se exponga sin descanso, de palabra ypor escrito, este divino precepto, precioso distintivo dejado por Cristo a sus verdaderosdiscpulos; este precepto, que nos ensea a ver en los que sufren al mismo Jess en persona yque nos manda amar a todos los hombres como a nuestros hermanos con el mismo amor conque el divino Salvador nos ha amado; es decir, hasta el sacrificio de nuestros bienes y, si esnecesario, aun de la propia vida. Mediten todos con frecuencia aquellas palabras,consoladoras por una parte, pero terribles por otra, de la sentencia final que pronunciar eluez supremo en el da del juicio final: Venid, benditos de mi Padre..., porque luce hambre, y

    me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber... En verdad os digo que cuantas veces

    hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a m me lo hicisteis (Mt25,34-40). Y, porel contrario:Apartaos de m, malditos, al fuego eterno..., porque tuve hambre, y no medisteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber... En verdad os digo que, cuando

    dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeuelos, conmigo no lo hicisteis (Mt 25, 41-45).

    49. Para asegurar, por tanto, la vida eterna y para socorrer eficazmente a los necesitados, esabsolutamente necesario volver a un tenor de vida ms modesto; es necesario renunciar a losplaceres, muchas veces pecaminosos, que el mundo ofrece hoy da con tanta abundancia; esnecesario, finalmente, olvidarse de s mismo por amor al prjimo. Esteprecepto

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    nuevo (Jn13,34)de la caridad cristiana posee una virtud divina para regenerar a los hombres,y su fiel observancia infundir en los corazones una paz interna desconocida para la vida desentidos de este mundo y remediar eficazmente los males que afligen hoy a la humanidad.

    Deberes de estricta justicia

    50. Pero la caridad no puede atribuirse este nombre si no respeta las exigencias de la justicia,porque, como ensea el Apstol, quien ama al prjimo ha cumplido la ley. El mismoApstol explica a continuacin la razn ele este hecho:pues no adulterars, no matars, norobars..., y cualquier otro precepto en esta sentencia se resume: Amars al prjimo

    como a ti mismo (Rom 13,8-9) . Si, pues, segn el Apstol, todos los deberes, incluso losms estrictamente obligatorios, como el no matar y el no robar, se reducen a este nicoprecepto supremo de la verdadera caridad, una caridad que prive al obrero del salario al quetiene estricto derecho no es caridad, sino nombre vano y mero simulacro de caridad. No esusto tampoco que el obrero reciba como limosna lo que se le debe por estricta obligacin deusticia; y es totalmente ilcita la pretensin de eludir con pequeas ddivas de misericordia

    las grandes obligaciones impuestas por la justicia. La caridad y la justicia imponen susdeberes especficos, los cuales, si bien con frecuencia coinciden en la identidad del objeto,son, sin embargo, distintos por su esencia; y los obreros, por razn de su propia dignidad,exigen enrgicamente, con todo derecho y razn, el reconocimiento por todos de estosdeberes a que estn obligados con respecto a ellos los dems ciudadanos.

    51. Por esta razn, Nos nos dirigimos de un modo muy particular a vosotros, patronos eindustriales cristianos, cuya tarea es a menudo tan difcil, porque habis recibido la herenciade los errores de un rgimen econmico injusto que ha ejercitado su ruinoso influjo sobretantas generaciones; tened clara conciencia de vuestra responsabilidad. Es un hecholamentable, pero cierto: la conducta prctica de ciertos catlicos ha contribuido no poco a laprdida de confianza de los trabajadores en la religin de Jesucristo. No quisieron estoscatlicos comprender que la caridad cristiana exige el reconocimiento de ciertos derechosdebidos al obrero, derechos que la Iglesia ha reconocido y declarado explcitamente comoobligatorios. Cmo calificar la conducta de ciertos catlicos, que en algunas partesconsiguieron impedir la lectura de nuestra encclicaQuadragesimo anno en sus iglesiaspatronales? Cmo juzgar la actitud de ciertos industriales catlicos, que se han mostradohasta hoy enemigos declarados de un movimiento obrero recomendado por Nos mismo? Noes acaso lamentable que el derecho de propiedad, reconocido por la Iglesia, haya sidousurpado para defraudar al obrero de su justo salario y de sus derechos sociales?

    Justicia social

    52. Porque es un hecho cierto que, al lado de la justicia conmutativa, hay que afirmar laexistencia de la justicia social, que impone deberes especficos a los que ni los patronos nilos obreros pueden sustraerse. Y es precisamente propio de la justicia social exigir de losindividuos todo lo que es necesario para el bien comn. Ahora bien: as como un organismoviviente no se atiende suficientemente a la totalidad del organismo si no se da a cada parte ya cada miembro lo que stos necesitan para ejercer sus funciones propias, de la mismamanera no se puede atender suficientemente a la constitucin equilibrada del organismosocial y al bien de toda la sociedad si no se da a cada parte y a cada miembro, es decir, a los

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    hombres, dotados de la dignidad de persona, todos los medios que necesitan para cumplir sufuncin social particular. El cumplimiento, por tanto, de los deberes propios de la justiciasocial tendr como efecto una intensa actividad que, nacida en el seno de la vida econmica,madurar en la tranquilidad del orden y demostrar la entera salud del Estado, de la mismamanera que la salud del cuerpo humano se reconoce externamente en la actividad inalterada

    y, al mismo tiempo, plena y fructuosa de todo el organismo.53. Pero no se cumplirn suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros notienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a estadoble condicin; si no se les facilita la ocasin ele adquirir un modesto patrimonio que eviteas la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precaucionesacertadas en su favor, por medio de los seguros pblicos o privados, para el tiempo de lavejez, de la enfermedad o del paro forzoso. En esta materia conviene repetir lo que hemosdicho en nuestra encclicaQuadragesimo anno:La economa social estar slidamenteconstituida y alcanzar sus fines slo cuando a todos y a cada uno se provea de todos losbienes que las riquezas y subsidios naturales, la tcnica y la constitucin social de laeconoma pueden producir. Esos bienes deben ser suficientemente abundantes para satisfacerlas necesidades y honestas comodidades y elevar a los hombres a aquella condicin de vidams feliz que, administrada prudentemente, no slo no impide la virtud, sino que la favoreceen gran nmero[21].

    54. Y si, como sucede cada da con mayor frecuencia, en el rgimen de salario losparticulares no pueden satisfacer las obligaciones de la justicia, si no es con la exclusivacondicin previa de que todos ellos convengan en practicarla conjuntamente medianteinstituciones que unan entre s a los patronospara evitar entre stos una concurrencia deprecios incompatible con los derechos de los trabajadores, es deber de los empresarios ypatronos en estas situaciones sostener y promover las instituciones necesarias queconstituyan el medio normal para poder cumplir los deberes de la justicia. Pero tambin lostrabajadores deben tener siempre presente sus obligaciones de caridad y de justicia para conlos patronos, y deben convencerse de que de esta manera pondrn a salvo con mayor eficaciasus propios intereses.

    55. Quien considere, por tanto, la estructura total de la vida econmicacomo yaadvertimos en nuestra encclica Quadragesimo anno, comprender que la conjuntacolaboracin de la justicia y de la caridad no podr influir en las relaciones econmicas ysociales si no es por medio de un cuerpo de instituciones profesionales e interprofesionalesbasadas sobre el slido fundamento de la doctrina cristiana, unidas entre s y que constituyan,bajo formas diversas adaptadas a las condiciones de tiempo y lugar, lo que antiguamentereciba el nombre de corporaciones.

    Estudio y difusin de la doctrina social

    56. Para dar a esta accin social mayor eficacia es absolutamente necesario promover todo loposible el estudio de los problemas sociales a la luz de la doctrina de la Iglesia y difundir portodas partes las enseanzas de esa doctrina bajo la gida de la autoridad constituida por Diosen la misma Iglesia. Porque, si el modo de proceder de algunos catlicos ha dejado quedesear en el campo econmico y social, la causa de este defecto ha sido con frecuencia la

    http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19310515_quadragesimo-anno_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19310515_quadragesimo-anno_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19310515_quadragesimo-anno_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn21http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn21http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn21http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn21http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19310515_quadragesimo-anno_sp.html
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    insuficiente consideracin de las enseanzas dadas por los Sumos Pontfices en esta materia.Por esto es sumamente necesario que en todas las clases sociales se promueva una msintensa formacin en las ciencias sociales, adaptada en su medida personal al diverso gradode cultura intelectual; y es sumamente necesario tambin que se procure con toda solicitud eindustria la difusin ms amplia posible de las enseanzas de la Iglesia aun entre a clase

    obrera. Que las enseanzas sociales de la Iglesia catlica iluminen con la plenitud de su luz atodos los espritus y muevan las voluntades de todos a seguirlas y aplicarlas como normasegura de vida que impulse al cumplimiento concienzudo de los mltiples deberes sociales.As se evitar esa inconsecuencia y esa inconstancia en la vida cristiana que Nos hemoslamentado ms de una vez y que hacen que algunos catlicos, aparentemente fieles en elcumplimiento de sus estrictos deberes religiosos, luego en el campo del trabajo, de laindustria y de la profesin, o en el comercio, o en el ejercicio de sus funciones pblicas, porun deplorable desdoblamiento de la conciencia, lleven una vida demasiado contraria a lasclaras normas de la justicia y de la caridad cristiana, dando as grave escndalo a los espritusdbiles y ofreciendo a los malos un fcil pretexto para desacreditar a la propia Iglesia.

    57. A esta renovacin de la moral cristiana puede contribuir extraordinariamente lapropagacin de la prensa catlica. La prensa catlica debe, en primar lugar, fomentar elconocimiento ms amplio cada da de la doctrina socia de la Iglesia de un modo variado yatrayente; debe, en segundo lugar, denunciar con exactitud, pero tambin con la debidaextensin, la actividad de los enemigos y sealar los medios de lucha que han demostrado serms eficaces por la experiencia repetida en muchas naciones; debe, por ltimo, proponertiles sugerencias para poner en guardia a los lectores contra los astutos engaos con que loscomunistas han intentado y sabido atraerse incluso a hombres de buena fe.

    Precaverse contra las insidias que usa el comunismo

    58. Aunque ya hemos insistido sobre estos puntos en nuestra alocucin de 12 de mayo delao pasado, juzgamos, sin embargo, necesario, venerados hermanos, volver a llamar vuestraatencin sobre ellos de modo particular. Al principio, el comunismo se manifest tal cual eraen toda su criminal perversidad; pero pronto advirti que de esta manera alejaba de s a lospueblos, y por esto ha cambiado de tctica y procura ahora atraerse las muchedumbres condiversos engaos, ocultando sus verdaderos intentos bajo el rtulo de ideas que son en smismas buenas y atrayentes.

    59. Por ejemplo, viendo el deseo de paz que tienen todos los hombres, los jefes delcomunismo aparentan ser los ms celosos defensores y propagandistas del movimiento por lapaz mundial; pero, al mismo tiempo, por una parte, excitan a los pueblos a la lucha civil parasuprimir las clases sociales, lucha que hace correr ros de sangre, y, por otra parte, sintiendoque su paz interna carece de garantas slidas, recurren a un acopio ilimitado de armamentos.De la misma manera, con diversos nombres que carecen de todo significado comunista,fundan asociaciones y publican peridicos cuya nica finalidad es la de hacer posible lapenetracin de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serian fcilmenteaccesibles; ms todava, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismasasociaciones abiertamente catlicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sinrenunciar en nada a sus principios, invitan a los catlicos a colaborar amistosamente conellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines,

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    proyectos completamente conformes al espritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. Enotras partes acentan su hipocresa hasta el punto de hacer creer que el comunismo, en lospases de mayor civilizacin y de fe ms profunda, adoptar una forma ms mitigada,concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de conciencia. Hayincluso quienes, apoyndose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en

    la legislacin sovitica, piensan que el comunismo est a punto de abandonar su programa delucha abierta contra Dios.

    60. Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engaar. Elcomunismo es intrnsecamente malo, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo,en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilizacin cristiana. Y si algunos,inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios pases, sernlos primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto ms antigua y luminosa es lacivilizacin creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar,tanto mayor ser la devastacin que en ellas ejercer el odio del atesmo comunista.

    Oracin y penitencia

    61. Pero si el Seor no guarda la ciudad, en vano vigilan sus centinelas(Sal 126,1).Por estoos exhortamos con insistencia, venerables hermanos, para que en vuestras dicesispromovis e intensifiquis del modo ms eficaz posible el espritu de oracin y el espritu demortificacin.

    62. Cuando los apstoles preguntaron al Salvador por qu no haban podido librar delespritu maligno a un endemoniado, les respondi el Seor:Esta especie [de demonios] nopuede ser lanzada sino por la oracin el ayuno (Mt17,20). Tampoco podr ser vencido elmal que hoy atormenta a la humanidad si no se acude a una santa e insistente cruzadauniversal de oracin y penitencia; por esto recomendamos singularmente a las Ordenescontemplativas, masculinas y femeninas, que redoblen sus splicas y sus sacrificios paralograr del cielo una poderosa ayuda a la Iglesia en sus luchas presentes, poniendo para ellocomo intercesora a la inmaculada Madre de Dios, la cual, as como un da aplast la cabezade la antigua serpiente, as tambin es hoy la defensa segura y el invencibleAuxiliumChristianorum.

    V. MINISTROS Y AUXILIARES DE ESTA OBRA SOCIAL DE LA IGLESIA

    Los sacerdotes

    63. Tanto para la obra mundial de salvacin, que hemos descrito hasta aqu, como para laaplicacin de los remedios, que hemos indicado brevemente, Jesucristo ha elegido y sealadoa sus sacerdotes como los primeros ministros y realizadores. A los sacerdotes les ha sidoconfiada, por especial voluntad divina, la misin de mantener encendida y esplendorosa en elmundo, bajo la gua de los sagrados pastores y en unin de filial obediencia con el Vicario deCristo en la tierra, la lumbrera de la fe y de infundir en los fieles aquella confianzasobrenatural con que la Iglesia, en nombre de Cristo, ha combatido y vencido en tantasbatallas a lo largo de su historia:Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra

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    e (1Jn 5,4).

    64. En esta materia recordarnos de modo particular a los sacerdotes la exhortacin, tantasveces repetida por nuestro predecesor, de feliz memoria, Len XIII de ir al obrero;exhortacin que Nos hacemos nuestra complementndola con esta aclaracin: Id

    especialmente al obrero pobre; ms todava, id en general a los necesitados, como mandanlas enseanzas de Jess y de su Iglesia. Los necesitados son, en efecto, los que estn msexpuestos a las maniobras de los agitadores, que explotan la msera situacin de losnecesitados para encender en el alma de stos la envidia contra los ricos y excitarlos a tomarpor la fuerza lo que, segn ellos, la fortuna les ha negado injustamente. Pero, si el sacerdoteno va al obrero y al necesitado para prevenirlo o para desengaarlo de todo prejuicio y detoda teora falsa, ese obrero y ese necesitado llegarn a ser fcil presa de los apstoles delcomunismo.

    65. No podemos negar que se ha hecho ya mucho en este campo, especialmente despus delas encclicasRerum novarum y Quadragesimo anno; y saludamos con paterno agrado elindustrioso celo pastoral de tantos obispos y sacerdotes que, con el uso prudente de lasdebidas cautelas, proyectan y experimentan nuevos mtodos de apostolado ms adecuados alas exigencias modernas. Sin embargo, todo lo hecho en este campo es an demasiado pocopara las presentes necesidades. As como, cuando la patria se halla en peligro, todo lo que noes estrictamente necesario o no est directamente ordenado a la urgente necesidad de ladefensa comn pasa a segunda lnea, as tambin, en nuestro caso, toda otra obra, por muyhermosa y buena que sea, debe ceder necesariamente el puesto a la vital necesidad de salvarlas bases mismas de la fe y de la civilizacin cristianas. Por esta razn, los sacerdotes, en susparroquias, consgrense naturalmente, en primer lugar, al ordinario cuidado y gobierno delos fieles, pero despus deben necesariamente reservar la mejor y la mayor parte de susfuerzas y de su actividad para recuperar para Cristo y para la Iglesia las masas trabajadoras ypara lograr que queden de nuevo saturadas del espritu cristiano las asociaciones y lospueblos que han abandonado a la Iglesia. Si los sacerdotes realizan esta labor, hallarn, comofruto de su trabajo, una cosecha superior a toda esperanza, que ser para ellos la recompensadel duro trabajo de la primera roturacin. Es ste un hecho que hemos visto comprobado enRoma y en otras grandes ciudades, donde en las nuevas iglesias que van surgiendo en losbarrios perifricos se van reuniendo celosas comunidades parroquiales y se operanverdaderos milagros de conversin en poblaciones que antes eran hostiles a la religin por elsolo hecho de no conocerla.

    66. Pero el medio ms eficaz de apostolado entre las muchedumbres de los necesitados y delos humildes es el ejemplo del sacerdote que est adornado de todas las virtudes sacerdotales,que hemos descrito en nuestra encclicaAd catholici sacerdoti[22]; pero en la materiapresente es necesario de modo muy especial que el sacerdote sea un vivo ejemplo eminentede humildad, pobreza y desinters que lo conviertan a los ojos de los fieles en copia exactade aquel divino Maestro que pudo afirmar de s con absoluta certeza: Las raposas tienencuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dnde reclinar su

    cabeza (Mt8,20).Una experiencia diaria ensea que el sacerdote pobre y totalmentedesinteresado, como ensea el Evangelio, realiza una maravillosa obra benfica en medio delpueblo; un San Vicente de Pal, un Cura de Ars, un Cottolengo, un Don Bosco y tantos otrosson otras tantas pruebas de esta realidad; en cambio, el sacerdote avaro, egosta e interesado,

    http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19351220_ad-catholici-sacerdotii_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19351220_ad-catholici-sacerdotii_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn22http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn22http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn22http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris_sp.html#_ftn22http://www.vatican.va/holy_father/pius_xi/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19351220_ad-catholici-sacerdotii_sp.html
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    como hemos recordado ya en la citada encclica, aunque no caiga, como Judas, en el abismode la traicin, ser por lo menos un vano bronce que resuena y un intil cmbalo queretie (1Cor13,1), y con demasiada frecuencia un estorbo, ms que un instrumento positivode la gracia, entre los fieles. Y si el sacerdote, lo mismo el secular que el regular, tiene queadministrar bienes temporales por razn de su oficio, recuerde que no slo debe observar

    escrupulosamente todas las obligaciones de la caridad y de la justicia, sino que, adems, debemostrarse de manera especial como verdadero padre de los pobres.

    La Accin Catlica

    67. Despus del clero dirigimos nuestra paterna invitacin a nuestros queridsimos hijosseglares que militan en las filas de la Accin Catlica, para Nos tan querida, y que, como enotra ocasin hemos declarado, constituye una ayuda particularmente providencial para laobra de la Iglesia en las difciles circunstancias del momento presente. En realidad, la AccinCatlica realiza un autntico apostolado social, porque su finalidad ltima es la difusin delreino de Jesucristo no slo en los individuos, sino tambin en las familias y en la sociedadcivil. Por consiguiente, su obligacin fundamental es atender a la ms exquisita formacinespiritual de sus miembros y a la acertada preparacin de stos para combatir en las santasbatallas de Dios. A esta labor formativa, hoy da ms urgente y necesaria que nunca, y quedebe preceder siempre como requisito fundamental de toda accin directa y efectiva,contribuirn extraordinariamente los crculos de estudio, las semanas sociales, los cursosorgnicos de conferencias y, finalmente, todas aquellas iniciativas dirigidas a solucionar consentido cristiano, en el terreno prctico, los problemas econmicos.

    68. Estos soldados de la Accin Catlica, as preparados, sern los primeros e inmediatosapstoles de sus compaeros de trabajo y los valiosos auxiliares del sacerdote para extenderpor todas partes la luz de la verdad y para aliviar las innumerables y graves miseriasmateriales y espirituales en innumerables zonas sociales refractarias hoy da muchas veces ala accin del ministro de Dios por inveterados prejuicios contra el clero o por una lamentableapata religiosa. De esta manera, los hombres de la Accin Catlica, bajo la direccin desacerdotes experimentados, realizarn una enrgica y valiosa colaboracin en la labor deasistencia religiosa a las clases trabajadoras, labor que nos es tan querida, porqueconsideramos esta asistencia religiosa como el medio ms idneo para defender a losobreros, nuestros queridos hijos, de las insidias comunistas.

    69. Adems de este apostolado individual, muchas veces oculto, pero utilsimo y eficaz, estambin misin propia de la Accin Catlica difundir ampliamente, por medio de lapropaganda oral y escrita, los principios fundamentales, expuestos en los documentospblicos de los Sumos Pontfices, para la administracin de la cosa pblica segn laconcepcin cristiana.

    Organizaciones auxiliares

    70. En torno a la Accin Catlica se alinean, como fuerzas combatientes, algunasorganizaciones que Nos hemos calificado en otra ocasin como auxiliares de aqulla. Conpaterno afecto exhortamos tambin a estas organizaciones a participar en la gran misin deque tratamos, y que actualmente presenta una trascendencia no superada por cualquier otra

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    necesidad.

    Organizaciones de clase

    71. Nos pensamos tambin en las organizaciones integradas por hombres y mujeres de la

    misma clase social: asociaciones de obreros, de agricultores, de ingenieros, de mdicos, depatronos, de hombres de estudio, y otras semejantes, compuestas todas ellas por personasque, teniendo un idntico grado de cultura, se han unido, impulsadas por la mismanaturaleza, en agrupaciones sociales acomodadas a su situacin. Juzgamos que estasorganizaciones tienen un papel muy importante que realizar, tanto en la labor de introduciren el Estado aquel orden equilibrado que tuvimos presente en nuestraencclica Quadragesimo anno como en la difusin y en el reconocimiento de la realeza deCristo en todos los campos de la cultura y del trabajo.

    72. Y si, por las transformaciones que han experimentado la situacin econmica y la vidasocial, el Estado ha juzgado como misin suya la regulacin y el equilibrio de estas

    asociaciones por medio de una especfica accin legislativa, respetando, como es justo, lalibertad y la iniciativa privadas, sin embargo, los hombres de la Accin Catlica, aunquedeben tener siempre en cuenta las realidades de la situacin presente, deben tambin prestarsu prudente contribucin intelectual a la cuestin, solucionando los nuevos problemas segnlas normas de la doctrina catlica, y consagrar su actividad participando recta yvoluntariamente en las nuevas formas e instituciones con la intencin de hacer penetrar enstas el espritu cristiano, que es siempre principio de orden en el aspecto poltico y de mutuay fraterna colaboracin en el aspecto social.

    Llamamiento a los obreros catlicos

    73. Una palabra especialmente paterna queremos dirigir aqu a nuestros queridos obreroscatlicos, jvenes o adultos, los cuales, como premio de su heroica fidelidad en estos tiempostan difciles, han recibido una noble y ardua misin. Bajo la direccin de sus obispos y de sussacerdotes, deben trabajar para traer de nuevo a la Iglesia y a Dios inmensas multitudes detrabajadores que, exacerbados por una injusta incomprensin o por el olvido de la dignidad aque tenan derecho, se han alejado, desgraciadamente, de Dios. Demuestren los obreroscatlicos, con su ejemplo y con sus palabras, a estos hermanos de trabajo extraviados que laIglesia es una tierna madre para todos aquellos que trabajan o sufren y que jams ha faltadoni faltar a su sagrado deber materno de defender a sus hijos. Y como esta misin que elobrero catlico debe cumplir en las minas, en las fbricas, en los talleres y en todos loscentros de trabajo, exige a veces grandes sacrificios, recuerden los obreros catlicos que elSalvador del mundo ha dado no slo ejemplo de trabajo, sino tambin ejemplo de sacrificio.

    Necesidad de concordia entre los catlicos

    74. A todos nuestros hijos de toda clase social, de toda nacin, de toda asociacin religiosa oseglar en la Iglesia, queremos dirigir un nuevo y ms apremiante llamamiento a la concordia.Porque ms de una vez nuestro corazn de Padre se ha visto afligido por las divisionesinternas entre los catlicos, divisiones que, si bien nacen de ftiles causas, son, sin embargo,siempre trgicas en sus consecuencias, pues enfrentan mutuamente a los hijos de una misma

  • 8/2/2019 Carta encclica DIVINI REDEMPTORIS

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    madre, la Iglesia. Esta es la causa de que los agentes de la revolucin, que no son tannumerosos, aprovechando la ocasin que se les ofrece, agudicen ms todava las discordias yacaben por conseguir su mayor deseo, que es la lucha intestina entre los mismos catlicos.Despus de los sucesos de estos ltimos tiempos, debera parecer superflua nuestraadvertencia. Sin embargo, la repetimos de nuevo para aquellos que o no la han comprendido

    o no la han querido comprender. Los que procuran exacerbar las disensiones internas entrelos catlicos incurren en una gravsima responsabilidad ante Dios y ante la Iglesia.

    Llamamiento a todos los que creen en Dios

    75. Pero en esta lucha entablada por elpoder de las tinieblas contra la idea misma de laDivinidad, esperamos confiadamente que colaborarn, adems de todos los que se gloran delnombre cristiano, todos los que creen en Dios y adoran a Dios, los cuales son todava lainmensa mayora de los hombres.

    76. Renovamos, por tanto, el llamamiento que hace ya cinco aos hicimos en nuestra

    encclicaCaritate Christi,

    para que tambin todos los creyentes colaboren leal ycordialmente para alejar de la humanidad el gravsimo peligro que amenaza a todos.

    77. Porquecomo entonces decamos, siendo la fe en Dios el fundamento previo detodo orden poltico y la base insustituible de toda autoridad humana, todos los que no quierenla destruccin del orden ni la supresin de la ley deben trabajar enrgicamente para que losenemigos de la religin no alcancen el fin tan abiertamente proclamado por ellos[23].

    Deberes del Estado cristiano

    Ayudar a la Iglesia

    78. Hemos expuesto hasta ahora, venerables hermanos, la misin positiva, de orden doctrinaly prctico a la vez, que la Iglesia ha recibido como propia en virtud del mandato a ellaconfiado por Cristo, su autor y apoyo, de cristianizar la sociedad humana