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[CreateSpace: Charleston, 2014. 258 pp.] ¿QUÉ SIGNIFICA ESTAR? ESTUDIO SOBRE LA CORPOREIDAD HUMANA Carlos Zárraga Olavarría {209} Apéndice n°3: Estar como habitar: lo arquitectural “Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres” ( Antoine de Saint Exupéry) La pregunta ¿qué es la arquitectura? no es una pregunta arquitectónica o arquitectural, es una pregunta propiamente filosófica. Para abordar filosóficamente este asunto fijaremos el siguiente itinerario temático: 1. Vía de acceso al problema. a. El construir b. El espacio c. El lugar d. El observador e. La luz 2. El cuerpo. a. El cuerpo vivo b. El cuerpo humano c. Corporeizar 3. El habitar urobórico. 4. Ser y estar. 5. Aisthesis del habitar. 6. Lo arquitectural. 7. La belleza.

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  • [CreateSpace: Charleston, 2014. 258 pp.]

    ¿QUÉ SIGNIFICA ESTAR?

    ESTUDIO SOBRE LA CORPOREIDAD HUMANA

    Carlos Zárraga Olavarría

    {209} Apéndice n°3:

    Estar como habitar: lo arquitectural

    “Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres”

    ( Antoine de Saint Exupéry)

    La pregunta ¿qué es la arquitectura? no es una pregunta arquitectónica o arquitectural, es una pregunta propiamente filosófica. Para abordar filosóficamente este asunto fijaremos el siguiente itinerario temático:

    1. Vía de acceso al problema. a. El construir b. El espacio c. El lugar d. El observador e. La luz

    2. El cuerpo. a. El cuerpo vivo b. El cuerpo humano c. Corporeizar

    3. El habitar urobórico. 4. Ser y estar. 5. Aisthesis del habitar. 6. Lo arquitectural. 7. La belleza.

  • Carlos Zárraga Olavarría

    {210} 1. Vía de acceso al problema.

    Llegamos a la idea de arquitectura desde lo más patente o visible: desde las construcciones que el hombre realiza; lo arquitectural surge en el mundo porque el hombre construye82. La construcción es la ratio cognoscendi o vía de conocimiento conducente a lo arquitectural. Así lo indica la propia etimología del vocablo “arquitectura” proveniente del griego arjé o arqué que significa primero o principio y tekton, que significa construir.”83 El arquitecto es el primero en la construcción, el que da origen a la construcción. En la antigüedad se usaba este nombre para señalar al albañil o maestro constructor. Aristóteles (s. IV a. C.) utiliza a veces el vocablo “arquitectónico” para referirse a lo principial y dominante, architekton es aquel que conoce el origen de las cosas; Kant (s. XVIII) utiliza el término arquitectura como “el arte de construir un sistema” bajo una idea. De un modo u otro lo arquitectural está estrechamente ligado al construir, pese a ello, el construir no es la ratio essendi {211} o razón de ser de la arquitectura, no es su esencia. Para llegar a entender cuál es la esencia y también el fundamento de la arquitectura debemos responder primero a la pregunta: ¿por qué el hombre construye?

    82 Heidegger, Martin. “Construir, habitar, pensar”, En:

    Conferencias y artículos. Serbal: Barcelona, 1994. Trad. E. Barjau. Conferencia dictada en Darmstadt, 1951 (Alemania), en un

    ciclo interdisciplinario al que asistió también el filósofo español José Ortega y Gasset.

    83 Tekton (construir, tejer, levantar) está conectado con tekne (arte)

    de donde provienen los términos “técnica, texto, tejido” y muchos otros términos en español. “Construir” proviene del

    verbo latino struo-struere (ensamblar, unir, disponer, producir) y

    traduce al griego poiein, de donde proviene poiesis (construcción, producción, hacer cosas). De manera que e l “construir del

    habitar” bien puede denominarse “la poética del habitar”.

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    1. a. El construir.

    ¿El hombre construye para habitar o es el habitar la causa del construir? Aquí tenemos un problema por resolver.

    “Habitar” tiene dos sentidos o niveles84. Primero, habitar es el modo como un viviente ha de habérselas {212}

    84 “El habitar es el modo como son los mortales sobre la Tierra;

    sobre la Tierra los mortales construyen, despliegan su ser en la

    construcción de cosas. El hombre no construye y después habita, sino que construye porque es el habitante. El construir

    pertenece al habitar, porque el construir es ya un habitar. Desde la vieja palabra del alemán medieval buan [habitar]

    proviene la actual bauen [construir]. Vemos que la significación

    de habitar para el verbo construir se ha perdido, excepto en la palabra Nachgebauer: el que habita en las cercanías. Los verbos

    buri, büren, beuren, beuron, quieren decir habitar. El habitar se nos

    muestra anterior a todo hacer, por lo cual, “...nos dice la vie ja palabra buan no sólo que construir es propiamente habitar,

    sino que nos da al mismo tiempo una señal sobre como tendríamos que pensar el habitar nombrado por ella”. Aquí

    hay una clave sobre cómo debemos experimentar la esencia del

    habitar. Ella nos conduce a través de bin [soy], el ich bin, y du bist: yo habito, tú habitas. Tanto el modo de ser como el hacer

    están co-pertenecidos en el bin. “No habitamos simplemente,

    eso sería casi inactividad, tenemos una profesión, hacemos negocios, viajamos y en el camino, habitamos ya aquí, ya allí.

    Construir quiere decir originariamente habitar”. El modo de ser del hombre, su original modo de estar {212} realizando su

    esencia, en cuanto mortal es el habitar: “El modo como tú eres

    y yo soy, la manera según la cual somos los hombres sobre la Tierra, es el Buan, el habitar. Ser hombre quiere decir: habitar”.

    El habitar es al mismo tiempo cuidar y cultivar [colere] el campo

    y las viñas, un habitar que protege el crecimiento, lo que crece por sí y trae frutos. También mienta un edificar [aedificare];

    ambos el cultivar y el edificar constituyen los modos

  • Carlos Zárraga Olavarría

    con el entorno habitual denominado hábitat. La biología de cada especie define el modo habitual de conducta en un hábitat específico. Segundo, el hombre no posee un hábitat definido, pues su sistema biológico lo dispone a coludirse con la realidad y la realidad lo libera de lo real. Libre de las cosas, de su entorno y de sí mismo, el hombre debe habitar la {213} realidad definiendo una habitualidad, fijando una habitación, configurando habitudes y hábitos.

    Una de las cosas que debe habitar el hombre es el espacio (aunque en rigor el espacio no sea una cosa). Habitar el espacio no es sólo abrir (cerrar o vaciar) un espacio (khora, locus: lugar), sino también el modo de instalarse y ocupar dicho espacio, definiendo así un situs85. Habitar es espaciar el espacio, lo que quiere decir prima facie tener que habérselas con el espacio con el fin de hacerlo habitable. Para

    fundamentales de habitar auténticamente, del construir que

    guarece [währnis: custodia]. No obstante, este sentido original y auténtico del habitar como construir, cae en el olvido, no es

    pensado ni menos aún experimentado como ser del hombre, como rasgo fundamental del ser-hombre. Hay tres

    características importantes que deben tenerse en cuenta si

    queremos seguir el camino que la verdad abre hacia su acontecimiento en nosotros, ellas son las siguientes: a) El

    construir auténtico es habitar, b) El modo como es el hombre

    sobre la tierra es el habitar, c) El habitar es un construir que cuida y cultiva el crecimiento de lo natural. Es necesario

    destacar que el rasgo esencial del habitar es el proteger [Schönen] A la esencia del habitar se entra a través de este rasgo

    fundamental. Si rastreamos la vieja palabra gótica wunian

    [permanecer], significa igual que bauen [habitar], pero wunian es también ‘estar contento’, ser llevado a la paz [Friede] y

    permanecer en ella; la paz mienta lo libre [Freie], al igual que

    Frye y fry, mientan el estar protegido, custodiado de daño y amenaza”. Heidegger: Ibíd.

    85 Una forma de instalarse en el espacio es desocuparlo.

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    comprender lo que significa “habitar el espacio” comencemos por acotar un concepto descriptivo de espacio, así podremos entender lo que es propiamente habitar como fundamento del construir, abriendo camino hacia lo arquitectural.

    1. b. El espacio.

    El espacio no es una cosa ni un recipiente lleno de cosas, como postularía la teoría clásica del espacio absoluto hasta I. Newton (1642-1727) y L. Euler (1707-1783), sino que son las cosas las que tienen esta propiedad de ser espaciadas o espaciosas, ellas abren (cierran o vacían) un espacio emplazando un lugar – un ‘en’ o un ‘aquí’ –, abriendo, a su vez, la dinámica de un campo o ámbito que posibilita un ‘entre’, un ‘desde’ y un ‘hacia’, vale decir, un campo físico referencial que denominamos “entorno” y que permite fijar los parámetros de movilidad.

    Las cosas fijan y dimensionan un espacio debido a la materia que las constituye. La materia es el material o “madera” (gr. hyle) de la que están hechas {214} las cosas. El estatus más común de la materia es el de constituir un cuerpo86. Cuerpo es algo material que posee duración espacial, algo espacioso, con espaciosidad. Sin este elemento temporal – la duración – es imposible acotar descriptivamente la idea de cuerpo y espacio. Cuerpo es todo lo material que abre un ‘aquí-ahora’ permaneciendo espaciadamente por algún tiempo en un lugar; sin esta duración no podría producirse la espaciosidad propia del emplazamiento, justo lo que se llama “ocupar un lugar”. Tan

    86 La física contemporánea ha disociado la idea de materia de la

    idea de cuerpo. No todo lo material es corporal. Hay materia

    corpuscular que no alcanza a constituir un cuerpo, como es la materia de las partículas subatómicas que se comporta más

    cómo energía que corporalmente.

  • Carlos Zárraga Olavarría

    estrecha es la conexión tiempo y espacio, que una medida temporal de movimiento es moverse “despacio”.

    1. c. El lugar.

    “Lugar” (khora, locus) es un concepto espacio-temporal, lugar es el espacio que abre una cosa material-corporal, es el emplazamiento espacioso de un cuerpo. La idea de duración que va imbricada en el emplazamiento conecta con la idea de dureza. Cuerpo es el endurecimiento de la energía que denominamos materia, la materia perdura debido a esta dureza espacio-temporal que constituye al cuerpo clausurándolo en un ‘aquí-ahora’ duradero. La propiedad de la dureza deriva en duración (en el ámbito vegetal se suele hablar de “maduración”) y constituye la forma más primitiva de existencia: la resistencia. La dureza hace a las cosas resistentes a los cambios y variaciones que genera el entorno, vale {215} decir, a las alteraciones. Existir para todo lo material-corporal es resistir para perdurar en la existencia De allí que se hable de “resistencia de materiales”, las cosas materiales no poseen la misma resistencia. La resistencia como forma de existencia primitiva de todo lo material-corporal exige, pues, la categoría temporal. Pero, también, esta dureza crónica resistente de lo corporal abre un espacio extenso que se cierra sobre sí mismo de modo excluyente, es impenetrable. Ocupar un espacio es excluir otras cosas de ese espacio definido como “lugar”; por ello las cosas chocan. No como si el espacio preexistiera a los cuerpos, sino en tanto los cuerpos “crean” un espacio, vale decir, crean un lugar. La extensión y el volumen son propiedades del endurecimiento de la materia emplazada en un lugar, problema que ya fue apuntado por el pensamiento medieval a través de la noción de materia quantitate signata, utilizada para explicar el problema de la individuación material de los cuerpos.

    Pero la espaciosidad de los cuerpos crea, además, campos de referencia a otros cuerpos aunque no existiera

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    más que un solo cuerpo en el universo. “Lugar” es un concepto referencial referido a un conjunto de otras cosas posibles. El cuerpo abre un ámbito espacial, un ámbito de referencia respecto de lo demás y es verbalizado con el adverbio “dónde” (lat. ubi). El cuerpo es principio de ubicación. La definición de cuerpo como “todo lo que ocupa un lugar en el espacio” pudiera ser engañosa, pues hace creer que hay un espacio preexistente al cuerpo. Empero, lo que hay verdaderamente es un vacío inespacioso generado por la espaciosidad de las cosas que dejan un entre, un vacío entre ellas. El vacío es un {216} espacio des-ocupado intercorporal; estar desocupado es una forma de “ocupancia”. El vacío es algo corporal-material que por ser espacioso posee estructura y propiedades físicas muy definidas, por ejemplo, posee longitud y volumen; el “entre” de las cosas dejan un vaciado longitudinal y voluminoso.

    1. d. El observador.

    No es posible llegar a un concepto descriptivo del espacio sin pasar por el nudo espacio-temporal de ‘cuerpo-lugar’, pero al describir este nudo espacio-temporal aparece otro elemento que no puede faltar: un observador. Sin un observador coludido con lo observado la espacialidad del lugar no es visible, puesto que se requiere memoria para retener la duración de lo visible. No es que el observador constituya el espacio, sino que el observador es una condición de visibilidad de la espaciosidad corporal, sin un observador es imposible cualquier parecer sobre el espacio, como es, por ejemplo, cualquier forma de medida.

    La visibilidad del espacio depende, como es obvio, directamente y primeramente de la vista. La vista es un sentido que funciona espacialmente; lo visible queda al frente de la vista, queda “ob”-, por ello lo visto adquiere la condición de objeto. Objeto es todo lo observable y no sólo por el carácter espacial de aquí-delante, sino que también por la ‘ahoridad’ del objeto, pues sin ella no logra

  • Carlos Zárraga Olavarría

    constituirse la presencia; el objeto reúne por antonomasia las condiciones de lo presente en el doble sentido de ‘presentidad temporal’ o ‘ahoridad’ y el de ‘presencia presencial de algo ante alguien’. {217}

    El observador, sin embargo, no es sólo un sujeto que posee ojos para ver, es más que eso, es alguien que ha aprendido a mirar. Porque los ojos no miran, sólo son órganos que permiten ver. El que mira es el hombre, configurando el mundo con todo el peculio de su personalidad. Miramos con la carga histórica que cada uno arrastra. Al mirar imaginamos el mundo que vemos desde la nube del imaginario popular en el que vivimos, imaginando en cada piedra el porvenir de nuestras vidas, destilando tristezas y añoranzas en el juego de luz y sombras recortado en el espacio abierto por la mirada. La ensoñación de la mirada rompe el espacio como un arado que introduce la esperanza en la dureza de la tierra.

    1. e. La luz.

    Objeto visual es todo lo que puede reflejar luz, algo totalmente transparente no es visible; la luz es un requisito de visibilidad de los cuerpos. La resistencia a la luz u opacidad es propiedad material del cuerpo, ello permite la visibilidad del objeto, la luz es condición de la objetividad corporal, por ende, constituye un material arquitectónico fundamental. La arquitectura trabaja con volúmenes de luz y con el espectro de las sombras (Le Corbusier). El sonido o el olor, en cambio, no se presentan como objetos, tan sólo delatan algo; el olor acusa un rastro e incita la búsqueda del olfateo; un sonido indefinido – un ruido – despierta la atención y empuja a observar. El sonido y el olor delatan presencias bajo el ropaje de la ausencia, delatan algo presente actualmente sin lugar definido. Lo corpóreo-espacioso parece ser algo eminentemente visual; pero no sólo visual, también es tangible o táctil. {218}

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    Cuando la visibilidad no es clara o diáfana tendemos a tocar; el tacto es la ratificación de la realidad corporal, certifica la verdad de su existencia, su textura y dimensiones. El gusto, en cambio, conduce a otro fenómeno físico-corporal: la incorporación de otros cuerpos a nuestra realidad corporal, esta es otra forma de espaciar o corporeizar el espacio.

    2. El cuerpo.

    La expresión más conocida de la materia es el cuerpo. Veamos qué es cuerpo.

    2. a. El cuerpo vivo.

    Para cualquier viviente ocupar un espacio es “vivir en”, esto es morar, tener una morada, un lugar habitual donde vivir, como una guarida para guarecerse de la inclemencias del entorno. Morar proviene del latín mor-mores que mienta la idea de permanencia habitual en un habitáculo o habitación habitual87. Para un viviente habitar un lugar (lat: locus) no es el resultado de un tener que habérselas con el entorno espacioso, sino que consiste, más bien, en habitualidad. Hábitat es el espacio habitual determinado por las estructuras biológicas específicas del viviente, el espacio queda espaciado, entonces, por la dinámica biológica de la especie en el individuo. El cuerpo instala al viviente en un locus (el cuerpo localiza) y define también un situs, sitúa espacialmente en la realidad (el cuerpo define el modo de estar o situación). La situación primaria del viviente es la de {219} autoprotección, cuidarse como forma de subsistencia. Para el viviente existir es subsistir para perdurar en la existencia. Subsistir es básicamente sobrevivir un momento más debiendo salir de sí para seguir siendo él mismo, justo lo que denominamos aisthesis o sentir.

    87 No puede pasar inadvertido que del latín mor-mores proviene la

    palabra moral.

  • Carlos Zárraga Olavarría

    Hábitat y viviente forman un constructo biofísico indisoluble ajeno al individuo, como es el constructo “ave-nido”. En rigor el ave no “hace” un nido, no construye un nido; sino que “ave-nido” forma una estructura vital bio-específica con el entorno que permite vivir al ave, sin esta estructura sería tan invivible como si no pudiera respirar. El ave y el nido forman parte indisoluble del hábitat: en rigor el ave no habita, anidar es habitud natural en el ave. Así como un árbol da sus frutos y el viento sopla, así el ave anida.

    2. b. El cuerpo humano.

    El cuerpo humano, en cambio, es un cuerpo libre. Porque el hombre no es corpóreo por tener cuerpo, sino que tiene cuerpo por ser corpóreo. La corporeidad humana es algo esencial y no consecutiva; tan esencial como el hecho de ser constitutivamente libre. No somos libres por carecer de sujeción, sino que somos esencialmente libres. Por eso tenemos una corporeidad libre. Esto quiere decir que la corporeidad es algo de libre disposición, algo que es preciso atender y configurar; hay que configurar el cuerpo corporeizando el entorno mundanal, lo que significa corporeizar, ambitar o habitar el espacio. De aquí nace lo más propio del arquitecturizar, como veremos más adelante.

    {220}

    2. c. Corporeizar.

    El fundamento último de lo arquitectural en la perspectiva del construir radica en la corporeidad material y libre del ser humano. ‘Cuerpo-espacio’ es un constructo que debe ser armado, configurado, habitado, pues de ello depende la existencia humana. Y esto lo hacemos desde los otros, con los demás, con los de hoy y los de ayer, pero también con aquellos que vendrán. Corporeizamos el mundo social, cultural e históricamente, con gracia y belleza o de manera fea y grotesca. La corporeidad humana es intercorporal, comunal; esto quiere decir que podemos

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    incorporarnos a cuerpos corporativos o incorporar a nuestras vidas otras vidas y no de manera virtual, sino real y físicamente, como es, por ejemplo, estar incorporados a un club, a una iglesia o a la sociedad. Por ello una casa no es un espacio clausurado por sus muros, sino un enclave social construido desde los demás, abriendo un espacio desde afuera hacia adentro, creando así una interioridad comunitaria. Hasta el más hermético de los recintos debe su condición a la existencia de los demás, lo hermético es tal por, desde y para los demás. Un recinto carcelario no está hecho sólo para impedir que los reos se fuguen, sino que principalmente para que los de afuera actúen de tal manera que eviten caer en él.

    3. El habitar urobórico.

    El hombre carece de un hábitat específico, porque es libre de las cosas del entorno y también es libre de las cosas que lo constituyen en sí mismo: libre de su voluntad, de su inteligencia y de su propio cuerpo. El hombre también es libre de los demás. El {221} hombre posee una espaciosidad libre y un tiempo libre que debe temporizar, por ejemplo, es libre de su pasado histórico, pudiendo modificarlo, olvidarlo o negarlo. El origen de esta libertad – como indeterminación y como poder de autodeterminación – no proviene de ninguna facultad en especial, sino que es estructural, vale decir, es esencial y por ende, es originaria, integral y permanente. Perder la libertad es un acto de libertad que sólo es posible para una realidad de suyo libre; un ave enjaulada no pierde la libertad de volar, porque nunca la ha tenido ni la tendrá; simplemente está privada del espacio necesario para volar. Habitar es lo propio de la naturaleza del hombre, habitar es tener que habérselas libremente con las cosas, con los demás y consigo mismo.

    La dinámica del habitar es configuradora; esto quiere decir que al ejecutar una acción no sólo se configura el

  • Carlos Zárraga Olavarría

    entorno, sino que éste refluye sobre el individuo configurando la figura individual – y también social – de su realidad. Esto es lo propio del “hacer” y que los antiguos griegos denominaban praxis. El que canta se hace cantante y el que camina se hace caminante; el que hace cosas buenas se hace bueno y el que hace cosas malas se torna malo. La actividad del hombre posee este reflujo autopoiético, urobórico, ontopoiético o autocreador, en esto consiste la acción de hacer algo. Toda actividad o acción realizada por el hombre es un hacer, la vida humana es un quehacer y el primer problema que surge con este quehacer es saber qué hacer con la vida. He aquí la propiedad más propia del hombre, su habitud radical, la misma que determina su conducta habitual: su ethos. Preocuparse de esto es propio de la {222} ética; la ética se ocupa de qué debe hacer el hombre con su vida para vivir de la mejor manera. En cambio el animal no puede hacer nada, pues carece de este reflujo ontopoiético propio de una naturaleza abierta a la realidad y que hoy denominamos “realidad personal”.

    Ahora bien, construir es un hacer y responde a esta estructura radical de tener que habitar como habérselas con las cosas y consigo mismo, vale decir, de tener que hacer para hacerse a sí mismo y hacerse a sí mismo haciendo cosas. Si realizamos la inferencia correcta, construir es, entonces, un asunto eminentemente ético, responde a la habitud más radical del hombre: tener que vivir su vida. Este es el marco u horizonte de comprensión del construir y, por ende, de la arquitectura. La arquitectura existe porque el hombre es una realidad ética o moral,; la arquitectura es una praxis ética. No es posible proyectar la construcción de un edificio sin tener en vistas el plan de la ciudad y no es posible proyectar la ciudad sin tener en vistas al hombre, vale decir, sin considerar el paisaje global del proyecto humano, que no es otra cosa que el proyecto moral de la humanidad. Cada vez que el hombre hace algo pone en

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    juego la vida entera, pone en juego el plan de vida que tiene. Un animal, en cambio, no construye, porque “hacer” es sensu stricto una actividad imposible para el animal; carecemos del verbo adecuado para lenguajizar la actividad animal , por eso solemos antropomorfizar el lenguaje para hablar de los animales y narrar, por ejemplo, todo lo que es capaz de “hacer” nuestro perro. Sin embargo, la conducta del perro no es una praxis, porque ella no refluye {223} sobre sí misma; no importa lo que haga un perro, éste no podrá ser mejor perro o más perro que antes, pese a reconocer que en su conducta hay reflujos que retroalimenta su habilidad para habérselas con el medio.

    Una forma de hacer es pensar, otra es no hacer nada, pues aún no haciendo nada el hombre se hace a sí mismo. Por tanto, aún no haciendo nada queda espaciado el espacio, temporalizado el tiempo y corporizado el cuerpo. Habitar no es fruto de ninguna acción en especial; habitar es habitud esencial en el hombre. Habitud no es lo habitual, lo meramente reiterativo, como una inclinación, exis, carácter o tendencia habitual, según se decía en el mundo griego, sino algo más profundo. Habitud es algo constitutivo, es lo propio como habere, como forma propia, como formato o formalidad de ser, como impronta, lo que un griego llamaba ethos, conectado directamente con el adjetivo griego etós, eteós, “lo que es en realidad” y con etá de donde nace al-ethé, como propiedad real de algo, o sea, su mismidad o verdad, aletheia. La misma raíz da lugar al verbo etázo, como “verificar”, verum facere, hacer verdad o verdadear; término que – como sabemos – también da origen a la palabra ética, en el sentido de “lo ético” del hombre, aquello que lo etiqueta88. Lo ético tiene desde su raíz el sentido de hábitat o habitáculo propio de un

    88 En este sentido hemos usado la expresión “Ética” en

    arquitectura, pensando en la arquitectura como un habitar. Porque mucho antes de que podamos hablar de lo bueno y lo

    malo, el hombre ya es una realidad ética.

  • Carlos Zárraga Olavarría

    ser viviente y que deriva en lo propio de algo y más tarde en lo más propio del hombre. Esta habitud propia del hombre corresponde {224} a una forma muy especial de ‘ser’ y que en español denominamos ‘estar’, como estar en la realidad del mundo, este es su ethos o carácter propio, tomando el término “mundo” como el hábitat del hombre, es decir, el entorno con el que se las “ha” habitualmente y que insoslayablemente habita, esta es la índole propia del mundo, a diferencia del hábitat animal que es predeterminado, ajeno e inmodificable.

    Habitar no sólo es realizar cosas sino realizarse en la realidad de las cosas del entorno. Esta es la formalidad propia del “estar” humano: ‘estar siendo en realidad’. El hombre no construye para habitar; más bien es al revés, construye porque tiene que habitar, ser en cuanto estar es habitar; el hombre habita sólo por estar, aún sin construir89. El aforismo es viejísimo: “el trono no es donde se sienta el rey, sino que donde se sienta el rey, allí está el trono”. Un animal, en cambio – hasta donde sabemos –, cumple {225} con su realidad respondiendo automáticamente a los estímulos del entorno según un programa biológico

    89 “Construir (bauen), significa originariamente habitar. Allí donde

    la palabra construir habla todavía de un modo originario dice

    al mismo tiempo hasta dónde llega la esencia del habitar. Bauen,

    buan, bhu, beo es nuestra palabra «bin» («soy») en las formas ich bin, du bist (yo soy, tú eres), la forma de imperativo bis, sei, (sé).

    Entonces, ¿qué significa ich bin (yo soy)? La antigua palabra bauen, con la cual tiene que ver bin, contesta: «ich bin», «du bist»

    quiere decir: yo habito tú habitas. El modo como tú eres, yo

    soy, la manera según la cual los hombres somos en la tierra es el Buan, el habitar.”// “La esencia del construir es el dejar

    habitar. La consumación de la esencia del construir es el erigir

    lugares por medio del ensamblaje de sus espacios. Sólo si somos capaces de habitar, podremos construir”. (M.

    Heidegger: Construir, habitar, pensar. Darmstadt 1951).

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    preestablecido, sin acceso a la realidad del estímulo ni a su propia realidad, así es el sentir animal, el animal posee un sentir meramente estimúlico; por eso el animal no tiene mundo, sino un mero hábitat que no puede habitar y por ello no es habitante, ya que no cuenta con esta habitud radical de “estar” en el mundo que abre cualquier hábitat y dispone al viviente a tener que habérselas con el entorno sin esquema específico, pudiendo habitar su propia vida, vivir su vida o hacerla suya. La vida para el animal es algo ajeno; aunque vive, “su” vida nunca podrá ser “suya”; el animal no tiene el problema de tener que hacer su vida, porque no puede vivir su vida. En cambio, el hombre debe habitar, pero no como consecuencia de un mandato natural que lo empuja u obliga en conciencia a la acción de habitar – como postula la tesis de una ley natural –, sino como habitud radical de su realidad personal, de modo que al ingresar a una caverna ésta queda co-realizada como refugio, o como suele decirse, adquiere el sentido de refugio; se habla, entonces, de una “realidad sentido” o también de una “realidad virtual”, que a fuer de virtual no se vuelve arreal, sino irreal. La irrealidad es una forma de realidad. Aristóteles consigna algo parecido, menciona una “realidad artificial”, aunque lo artificial y lo virtual no coinciden exactamente; porque lo artificial es propio de un hacer, en cambio la irrealidad o virtualidad es propia del estar humano en la que las cosas quedan en condición de realidades realizables para el hombre, quedan como posibilidades de realización. {226}

    De modo que no hay tronos ni refugios ni tampoco caminos fuera del mundo humano; para un animal no hay caminos que andar o desandar, puesto que el animal, en rigor, nada hace, luego no va a ninguna parte como animal. ‘Estar’ es una forma de ser exclusiva del hombre, hasta donde sabemos.

    La realidad de este universo en el que vivimos tiene la condición de plasma que debemos configurar; plasma es un

  • Carlos Zárraga Olavarría

    término griego que tiene el significado de algo obrado, armado, construido o configurado, de dónde nace la plástica, las “artes plásticas” o la “cirugía plástica”. Idea que se usó en la Grecia clásica indirectamente a través de la palabra hyle: madera, para referirse a la madera con que originalmente está hecho todo, traducido como materia en el mundo latino; de modo que la madera primaria o hyle proté, fue traducida como “materia prima”. La materia es el plasma con el que están hechas todas las cosas en este universo, es decir, la materia es un material hiperplástico o plasmático universal concebido como poder pasivo que cuenta con la potencialidad de recibir innumerables posibles actos, actualidades o formas. Esta idea de materia está conectada con mater o madre, origen de todo y que Aristóteles s. IV a.C. recoge de Hesíodo s. VI a.C. La materia encierra el poder de realización de la realidad, es dynamis (poder) que deviene como enérgeia (actualidad), que se activa, actúa y actualiza de infinitas maneras por algún poder eficiente activo. La idea de poder o poderosidad de la realidad – Macht o potencia –, recorre toda la historia del pensamiento hasta hoy. Hay un oculto poder de la realidad que atraviesa todas las cosas constituyéndolas en un flujo de energía que se expresa y manifiesta {227} como ‘ser’. Desde esta perspectiva histórico-lingüística, ‘estar’ equivaldría a una actualización muy especial de “ser en realidad”, una actualidad del poder plástico de la realidad, equivalente a un presente-actual del verbo ser, como “estar enfermo” respecto de “ser enfermo”.

    Pero “estar” es algo más profundo. Estar no se reduce a un mero estar consciente del hecho de ser, como sucede cuando alguien “está en si mismo” o “está fuera de sí”. “Estar” es una actualización activa de la realidad, justamente lo que hemos llamado “habitar”. Al habitar el entorno real ya no es el mismo ni tampoco permanece igual el hombre. Habitar es una manera de estar siendo en la realidad; no es

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    algo voluntario, es más que eso, es una habitud radical. Estar es el modo primario de lo real, lo real por antonomasia; en el hombre, en cambio, lo real se da de modo formal, el hombre puede estar formalmente en la realidad, es decir, reduplicativamente, el hombre es el único que puede hacer de su vida algo suyo (suum quique).

    4. Estar y ser.

    ‘Estar’ no es sinónimo de ser 90. El estar no es una actualidad de ser, sino que el ser es una modalidad del estar. “Estar” es un verbo de mayor radicalidad metafísica que “ser”. Las cosas primeramente están hic et nunc; en cambio el ser de las cosas no posee tiempo ni lugar; el agua es H2O aunque ya no exista agua en todo el universo. Las cosas primeramente “están siendo” dinámicamente, como un modo de realidad {228} en permanente realización, in fieri, según diría un latino. Este fue el sentido originario de la expresión griega to (e)ón (lo siente), que posteriormente se sustantivó como “el ente”, a falta de un lenguaje ad hoc para lenguajizar este asunto metafísico. La antigüedad clásica no poseía los términos “existir”, “estar” ni “realidad”.

    El verbo “estar” expresa un nudo metafísico-antropológico de enorme relevancia, pues el hombre es el único que puede estar “formalmente” en la realidad. Esto quiere decir que puede estar actualmente en la realidad de lo real, no sólo de las cosas, sino en su propia realidad; esto es lo propio, por ejemplo, del “sentir en realidad”. El hombre puede estar en todas las cosas, sin ser ellas; Aristóteles decía que “el hombre puede convertirse en todas las cosas”.

    El hombre está en la realidad del mundo y de sí mismo por el simple hecho de poseer un cuerpo sentiente, mucho antes de caer en la cuenta de ello, mucho antes de cualquier

    90 Zubiri, Xavier: Escritos Menores. Alianza /Fundación Xavier

    Zubiri: Madrid 2006. “Ser y estar”. pp. 217-219.

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    ‘apalabramiento’ o comprensión. El hombre está en la realidad sintiendo; pero con su inteligencia está en la realidad buscando. Pese a la diferencia, el sentir y la inteligencia no funcionan independientemente.

    El dinamismo de la naturaleza no es el mismo en todas las cosas. Las cosas puramente materiales reaccionan activamente y los vivientes responden con acciones. Acción y actividad no son sinónimos, tampoco son lo mismo reacción y respuesta. El agua reacciona, un animal responde. Un embrión no actúa, pero tiene actividad, la actividad de la vida. La {229} respuesta animal tampoco es idéntica a la respuesta humana. La respuesta humana posee la impronta de un reflujo o reverberación real, tiene el carácter griego de praxis – acción que refluye y acaba en sí misma y no en otra cosa, como sucede con la poiesis –, lo que en español propiamente denominamos “quehacer”. Al hacer algo no sólo hacemos una cosa (poiesis), sino que junto con ello nos hacemos a nosotros mismos (praxis). “Hacer” no coincide con acción, porque la inacción es un hacer que consiste en “no hacer nada”. Las acciones – puramente acciones – operan sin reverberación esencial, en cambio el hacer se realiza como realizar-se. En consecuencia, el hombre no puede realizar acciones puras, como se pretendió alguna vez al hablar de “actos del hombre” para dar a entender que hay actos que el hombre realiza sin reverberación personal o moral Por su lado el animal no puede “no hacer nada” porque en sentido estricto no “hace”, sólo actúa, pues no tiene la habitud de estar en la realidad realizando-se. Una simple reverberación, como la retroalimentación en el aprendizaje animal, no constituye sin más un acto de autorrealización. Sólo la vida humana es un quehacer y no un mero vivir en un flujo programado de actividad incesante perfeccionado por la habitualidad.

    Lo más propio del hombre, su ethos, es tener que hacerse a si mismo configurando un mundo según sus

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    posibilidades, en esto consiste el habitar como habérselas consigo mismo desde las cosas. La persona humana no es algo hecho, sino que tiene que hacerse, este es su formato natural, posee un formato in fieri, es una realidad realizanda que compromete el espacio y el tiempo como dimensiones de las que tiene que {230} hacerse cargo. Habitar es una cuestión eminentemente ética y la cuestión ética contempla, por antonomasia, el problema de “cómo” hemos de habitar el mundo para vivir. Construir es habitar el entorno material, o mejor aún, es hacer habitable el entorno material, a fuer de tener que habitarlo. El hombre es el único que tiene que “acomodarse” en la vida.

    5. Aisthesis del habitar.

    La dimensión más profunda del sentir es estar siendo afectado, tocado, arrastrado, impelido por la realidad, aún sin hacer nada. La realidad acontece en el hombre desde las cosas, desde los demás y desde lo que yo mismo “soy” como realidad humana. El resultado de este habérnoslas con la realidad del mundo es lo que soy “yo” como persona, es decir, mi personalidad. No es que la realidad quede a mi haber, bajo mi control, más bien es a la inversa, el hombre es impelido a realizarse por la fuerza misma de la realidad. La realidad se presenta poderosa, impositiva, ejerciendo control sobre la vida. Estamos físicamente instalados en la dinámica de la realidad y no sólo por nuestro psiquismo, como observa la tradición griega. Esta inserción en la realidad del mundo es una inserción físico-corporal desde la primera actividad biológica (algo diferente a una acción; una célula tiene actividad. pero no actúa) que dispone lo necesario para tener un cuerpo no sólo vivo, sino vivible como nuestro, como barruntaba Aristóteles en el s. IV a. C al distinguir lo meramente biológico del vivir, Zoé, de la vida como algo vivible por el hombre, Bios.

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    El hombre no sólo se halla inserto o instalado somáticamente en la realidad, sino que se halla en la {231} realidad de su propio cuerpo pudiendo vivir cada uno de sus momentos. Al sentir – aisthesis – no sólo sentimos la sensación del estímulo, como es sentir lo grato de la brisa marina, sino que sentimos que esa sensación “es” en realidad algo grato que nos hace “estar” contentos por ello. Al sentir somos afectados por la realidad no sólo biológicamente, sino que somos afectados realmente en nuestra propia realidad; el sentir no sólo afecta biológicamente, sino que afecta íntegramente nuestra realidad provocando “bien-estar” o “mal-estar”. Esto quiere decir que el estímulo no se reduce a una mera enervación nerviosa que afecta el sistema nervioso central generando un movimiento eferente de reacción y respuesta, sino que afecta la realidad entera del sujeto generando sensaciones de gusto y agrado que no sólo se modelan con la habitualidad y la memoria, como pasa en los animales, sino que mucho más que eso, en el hombre la afección se vuelve sentimiento, como un dolor hecho sufrimiento y que perdura aunque el dolor haya cesado o incluso no habiendo existido nunca en el sujeto, como ocurre cuando sufrimos por el dolor de otros; así el gusto o disgusto con que vienen biológicamente moduladas las sensaciones se vuelve fruición o goce de realidad en mi realidad afectada, o a la inversa, de mi realidad en la realidad de las cosas que sentimos. El sentir del estar se vuelve sentimiento, no hay otra forma de sentir lo real o de estar en la realidad. El sentimiento es, además, un sentir que se siente.

    Ciertamente hay afecciones sensitivo-pasionales con rasgos similares a sentimientos, cuyas expresiones tendenciales y consiguientes respuestas conductuales {232} tienen un gran parecido con la respuesta humana, haciendo muy difícil definir el límite que separa un sentimiento de una pasión – como acontece con el amor pasional y el

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    sentimiento de amor –, precisamente porque todo sentimiento brota de una afección pasional-tendencial y se sostiene en ella, aunque no se reduzca a ser puro mecanismo biológico, sino que queda modulado por esta habitud radical que hemos llamado “estar-habitar”, lo cual genera estados imposibles para un animal, como es el estado de aburrimiento fruto del “no tener nada que hacer” en la vida y que nos enfrenta a la más pura nihilidad de una realidad que no existe sino en el hacer, porque en esto consiste la realidad personal, en un permanente tener que hacerse a sí misma. El aburrimiento es un sutil e inconfesado sentimiento que nos hace sentir el pasar del tiempo de una vida en la que ya no estamos, porque hemos quedado fuera, ajenos a ella, en ese extravío del estar consistente precisamente en “estar aburrido”. El hacer carente de acción del aburrimiento delata al tiempo como estructura antropológica; lo que hizo pensar a Kant en un cierto a priori constitutivo del hombre situado en la sensibilidad y a Heidegger en la temporeidad como estructura existencial del Dasein. Al no tener nada que hacer se desmorona el continuo temporal del “tiempo humano” y nos quedamos en el puro pasar del tiempo cronológico, tiempo de reloj cuyos momentos se “vuelven eternos” porque no van hacia ninguna parte en un puro pasar sin continuidad vital. Algo similar ocurre con el espacio, las longitudes habitadas por el hombre dan origen al espacio humano, es decir, a las distancias, que no es otra cosa que el sentido de espacio o espacio con sentido, espacio real en tanto {233} realizable, como la longitud hecha cercanía o lejanía real; un árbol no puede estar lejos de otro árbol, simplemente porque ellos no están, no pueden estar.

    Estamos en la realidad sentimentalmente, por eso hablamos de una estética del estar o del habitar consistente en una especie de “atemperamiento” o “ambitación fruitiva”

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    con la realidad91. Ello indica contrario sensu que la persona humana es el único viviente que vive en “la intemperie”, de modo que al construir una morada habita el mundo aclimatándose con él en un equilibrio ataráxico que hoy llamamos “habitar sustentable”. La idea de sustentatibilidad es hoy representativa de la ética o moral del habitar-construir.

    6. Lo arquitectural.

    A estas alturas ya podemos pincelar algunas consecuencias sobre lo propiamente arquitectural.

    6. a. Primera:

    “La esencia del construir es el dejar habitar”, frase de Heidegger en su texto “Construir, habitar, pensar” 92. La arquitectura se ocupa precisamente de esto, de lo esencial del construir, lo que equivale a hacer habitable el espacio en el sentido que hemos venido utilizando el término “habitar”, por ejemplo, configurando el espacio como topos o lugar. El hombre {234} no construye en un lugar, sino que el lugar nace de la construcción; los muros hacen el espacio, como los ritos temporalizan el tiempo. Empero, no es preciso construir para hacer habitable el espacio, porque estrictamente arquitecturizar no es construir, construir no es la ratio essendi de la arquitectura, sino sólo una condición para su existencia en propiedad o existencia formal; tanto así que en un ideal arquitectural absoluto, en condiciones utópicas, deberíamos poder llenar o vaciar el espacio sin construcción alguna, como el horizonte que fija la mirada haciendo del espacio algo nuestro; pienso en Colón incorporando al viejo

    91 M. Heidegger utiliza el término Stimmung (temple de ánimo,

    talante y, a veces, ambiente), Stimmen significa templar,

    atemperar, ambientar, ambitar. 92 Heidegger, Martin: “Construir, habitar, pensar”, En:

    Conferencias y artículos. Serbal: Barcelona, 1994. Trad. E. Barjau.

  • N°3: El estar como habitar: lo arquitectural

    mundo el “nuevo mundo” al avistarlo desde el mar. Desde esta perspectiva lo arquitectónico no es propiedad de los arquitectos, sino que los arquitectos dedican su trabajo, crean un oficio, profesan una vocación laborando en esta dimensión tan exclusiva del ser humano. Sin duda ha existido arquitectura mucho antes de que existan arquitectos de profesión y seguirá habiendo mucha arquitectura sin arquitectos.

    Según afirma Martin Heidegger (1889-1976), ya hay habitar por el sólo hecho de pensar, pues al pensar acogemos el ser de lo real dejando que la realidad habite en nosotros, configurando así el mundo con nuestra presencia. Pero el habitar es anterior al pensar, pues habitamos con tan sólo mirar, más aún, ya habitamos el mundo con sólo estar en él, como en el ejemplo ya utilizado en esta obra: “quien entra a una cueva en un día tormentoso de lluvia transforma la cueva en refugio sin construir nada”. El hombre de suyo es un habitante, su realidad más propia es mundanal o configuradora de un mundo y no necesita hacer algo para habitar; su inserción {235} o instalación corporal en el mundo ya es un acto configurador. Este es el fundamento último de la arquitectura y de allí debemos extraer las líneas fundamentales del construir. Estar en la realidad es ya un acto poiético93.

    6. b. Segunda:

    Desde un punto de vista estrictamente arquitectural el primer acto arquitectónico comienza por espaciar el espacio “emplazando un lugar”; pero ya hemos visto que el concepto antropológico de lugar no es estricta o meramente físico, sino que viene revestido con las condiciones bio-personales propias del hombre. Emplazar un lugar responde al impulso primario de habitar en el sentido originario de

    93 “dichterisch wohnet del Mensch auf dreser Erde” (poéticamente habita

    el hombre esta tierra). Höelderlin.

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    morar, es decir, de tener un lugar con la tendencia de persistir o intención de permanecer en él, la morada fija el habitáculo o habitación habitual, este es el sentido originario de morada que proviene del latín mor-mores que apunta al uso habitual o costumbre, de donde nace – como sabemos – el término “moral”, como lo más propio del hombre o habitud radical humana. El hombre, antes que todo lo demás, es una realidad moral; lo que indica que construir es una actividad que queda subsumida bajo la habitud de tener que hacerse a sí mismo, vale decir, construirse. Construimos para vivir.

    El emplazamiento se inicia con el enclave, ritual simbólico que externaliza la apropiación del espacio, como apropiación de la propia vida. El enclave originario identifica, pues marca el carácter, es decir, {236} marca la figura primaria de la personalidad. Pertenecemos a un lugar, somos de donde nacemos. Los antiguos colonos solían plantar un álamo – quizá por su altura – para manifestar “soy de aquí” o “aquí estamos”, el árbol patentiza la tierra que habitamos, señala un lugar abierto en tierra de nadie; el árbol enraíza la vida, equivalente a celebrar en la ciudad el acontecimiento de colocar “la primera piedra” para establecer un sitio en el mundo.

    6. c. Tercera:

    La subsistencia biológica animal se trasunta en sobrevivencia definiendo la morada como lugar que protege de los rigores del entorno, pero en el hombre la morada-refugio o morada-guarida se transforma en “hogar” que da calor y atempera, hogar es un término que proviene de “fuego”, pues el fuego controlado por el hombre permite la sobrevivencia, con fuego cocinamos los alimentos, el fuego está en el origen a la humanidad, en torno al fuego nos reunimos, el fuego hogareño abre el ámbito entrañable de lo familiar, un “dentro” y nos aleja de la frialdad de lo extraño, el hogar nos adentra en lo interior y privado, lo nuestro, aquello que nos identifica y nos aparta de lo foráneo y

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    público, lo extraño. El hogar es el sitio desde el cual nos atemperamos en la intemperie.

    6. d. Cuarta:

    La construcción o edificación del hogar es la casa o domus, la casa se asienta en la tierra, fija un dominio y un domicilio, ambitando el terruño amado o querencia, convertida luego en nación, lugar donde nacemos o en patria, tierra de los padres (del lat. pater-patris), definiendo así un “aquí” y un “más allá”, un {237} país con su propio paisaje, un lugar de pertenencia que nos identifica e integra nuestra identidad para siempre. El entorno habitado adquiere un orden o sentido ecológico, término que proviene del griego antiguo oikós que significa casa, hogar. La casa es el establecimiento que nos establece, es decir, nos da estabilidad, permite estar en el mundo; la casa es el establecimiento primordial. Au contraire, no tener una casa es no tener un lugar en el mundo, como carecer de nacionalidad es no tener una identidad definida; de allí el drama de aquellos que no han conseguido “la casa propia”; drama que bien conocen los que se endeudan por toda la vida para conseguir la casa que una vez pagada ya no sirve, porque se ha derrumbado por vieja. El tema de la casa propia está estrechamente ligado a otros temas filosóficamente más radicales, como son el tema de la propiedad privada o el tema de la constitución de la familia. ¿Debe existir una propiedad privada básica?, ¿Para que haya familia debe existir matrimonio? Observemos que el matrimonio suele denominarse “casamiento” y los esposos se refieren a sí mismos como ‘casados’, término relacionado con ‘casa’. El matrimonio sería la constitución de la casa para criar la prole.

    6. e. Quinta:

    La mirada acercadora se pierde en lo celestial o topós ouranós, lo inalcanzable y numinoso extendido más allá ad

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    infinitum; ancestralmente este más allá se ubica en lo alto, está supra nos y por eso es superior, allí se esconden los enigmas o misterios de lo extraño, es el país de lo divino y de allí sólo podemos “adivinar”. Pero ¿por qué no habríamos de habitar también el cielo? Alcanzar el secreto celestial, aprender su {238} lenguaje, fue lo que intentó el rey Nemrod al construir la torre de la gran confusión: Babel. El cielo forma parte de nosotros, vivimos bajo el cielo, es el techo natural de nuestras vidas, contamos en todo momento con él; así como también contamos con la tierra y con el infra mundo que imaginamos bajo ella. Contamos con estas dimensiones tal como contamos con los montes y los ríos, el viento y el mar, las nubes y el frio, la lluvia y el sol, la noche y sus estrellas, la tarde, los otoños y el verano, los colores y el canto de los pájaros. Todo ello debe ser habitado, ambitado, acercado, convertido en algo entrañable, hogareño y familiar. Todo ello deberá quedar encerrado y abierto por y entre los muros de la casa que construimos.

    6. f. Sexta:

    Pero también la casa define el más acá, lo familiar, el interior, lo nuestro. La morada hogareña no sólo emplaza un lugar, sino que fija un ámbito espacial habitual desde el cual salimos y al cual volvemos, o sea, define los parámetros espaciales de remisión y movilidad habitual: desde y hacia, ir y venir, desde el hogar se abren los caminos para salir y volver. La casa define un dentro y un fuera, define la cuadrícula de los espacios privados y públicos, así como los espacios intermedios (por ejemplo un vestíbulo o atrium). La casa abre un abanico de preguntas en la dicotomía abierta por el espacio doméstico y la vida pública de la calle: ¿Se vive con las ventanas abiertas o cerradas? ¿Se asoma la gente a la ventana o al balcón?

    La casa-hogar no es una simple guarida para guarecernos del frio y de la lluvia en la oscuridad de la {239} noche o para esconder los temores que engendra lo extraño;

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    los muros tienen ventanas y puertas que tejen una relación con el afuera, dejan entrar la luz y el aire, permiten otear el mundo para descifrar lo que está pasando, quien viene y quien va; pero sobre todo permite observar el cielo cósmico o atmosférico, que es donde está escrito el designio de lo por-venir y que en lo inmediato es el mañana que se nos viene encima y con el cual también debemos atemperarnos; por eso al clima lo llamamos metafóricamente “el tiempo”, pues a través de las ventanas escudriñamos el tiempo futuro augurando o pronosticando el clima venidero que forma parte de la intemperie, las ventanas permiten prevenir, aclimatarnos con el entorno. Así, los muros, puertas y ventanas de la casa no sólo definen un espacio, sino que nos proyectan en el tiempo. Los muros son como el esqueleto y la piel, ellos nos relacionan con los otros, los dejamos fuera o los acogemos dentro y, pintando su faz, facha o fachada, la hacemos atractiva a la mirada extraña o la hacemos adusta para intimidar. Las puertas, por otra parte, representan la voluntad humana en el alto y ancho de sus umbrales, ellas preservan la propiedad y la moral; la entrada de una casa es un lugar complejo de leer, hay entradas que invitan y otras que detienen al extraño; las ventanas y balcones, en cambio, equivalen a los ojos y oídos.

    6. g. Séptima:

    Marco Polibio Vitrubio, arquitecto romano del s. I d. C. autor del primer tratado de arquitectura en Occidente intitulado “De Architectura”, dedicado al emperador Augusto y dividido en diez libros, afirma que el hecho arquitectónico primordial es la casa, ella {240} nace de la necesidad de cobijo que tiene el hombre; la casa es el punto de partida de la arquitectura y lo demás viene después. Veinte siglos más tarde, el conocido arquitecto suizo nacionalizado francés Charles Édouard Jeanneret-Gris, conocido con el pseudónimo de Le Corbusier (1887-1965) coincide en que la casa es el modelo inicial para cualquier combinación

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    arquitectónica, definida por él como “máquina de habitar”, pues más que una vivienda-morada, funciona con la finalidad de permitir vivir al hombre, “vivir” en su sentido antropológico más hondo.

    Los hombres tenemos diferentes maneras de habérnoslas con la realidad, diferentes maneras de vivir; las condiciones de habitabilidad varían de acuerdo a las circunstancias histórico-culturales, geográficas, climáticas, económico-sociales, biológicas, políticas, religiosas y filosóficas. Pese a ello, Vitrubio formuló tres condiciones universales de construcción que se han transformado con el tiempo en principios básicos de la arquitectura y que se conocen como los principios vitrubianos: firmitas, utilitas et venustas. La firmitas o firmeza la podríamos traducir como “resistencia” o “durabilidad”, la utilitas o utilidad preferimos traducirla como “funcionalidad” y el término venustas lo traduciremos directamente como "belleza”.

    Como recinto primordial la casa define las líneas fundamentales de toda construcción, desde una cabaña en el monte hasta un gran edificio o un templo en la ciudad. Vitrubio no sólo estableció los tres principios mencionados, sino que puso orden a los estilos de la arquitectura clásica, lo cual se conoce {241} como “los ordenes arquitectónicos”, representados por una gama, elenco o abanico de columnas94. En los libros tres y cuarto de su obra describe el orden jónico, el dórico y el corintio y ofrece algunas notas sobre un cuarto orden, el toscano. Más tarde, en el siglo XV el humanista y arquitecto florentino León Batista Alberti (nacido en Génova, 1404-1472) añade un quinto orden compuesto del jónico y el corintio, denominado por lo mismo, el orden compuesto. Cercano a Alberti es Sebastiano Serlio (1475- 1554), un arquitecto manierista italiano,

    94 Summerson, John. El lenguaje clásico de la arquitectura. Gustavo

    Gili. Trad. G. Beramendi y R. Álvarez. Nauta: Barcelona, 1984.

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    contemporáneo de Miguel Ángel, quien publica un pequeño tratado intitulado “Tutte l’opere d’Architectura et prospectiva”, traducido al español en 1552 en la famosa Escuela de Toledo por Don Juan de Ayala y publicado en 1611 con el nombre de “Los siete libros de arquitectura”; allí Serlio resumen los cinco ordenes arquitectónicos de la arquitectura clásica que hemos mencionado. ¿Qué se había conseguido con todo esto? Nada menos que un lenguaje arquitectónico. Lenguaje predominante durante el Renacimiento y con el que fue planificado, entre otras obras, la Basílica de San Pedro del Vaticano, por el arquitecto Donato D’Angelo Bramante (Fermignano 1443-1514), uno de los más grandes arquitectos de la época renacentista.

    6. h. Octava:

    La actividad poietica o creadora arquitectural descansa en la obra: he ahí la verdad definitiva de la arquitectura; el factum o hecho arquitectónico se cierra {242} en un ergon. La arquitectura no es una ciencia teorética, puro saber, sino una tekne sumida en la facticidad dinámica y funcional del mundo material, es un “saber hacer”. Pero lo fáctico no puede ser comprendido sino desde lo factual, que es la red que sostiene o engranaje que engrana, mueve y hace funcionar todo lo real y que se oculta tras lo fenoménico de las cosas. Esto quiere decir que la factura de los hechos exige siempre una hermeneia o interpretación, la facticidad depende de una hermenéutica, como ya advertía Nietzsche95. La hermenéutica como arte de la interpretación no se limita a ser una mera exégesis de textos, sino que se extiende a ser interpretación de todo lo que constituye un hecho; admitiendo que un hecho representa lo real por antonomasia, lo real en su acontecer. Las cosas “son”, los

    95 “No hay hechos, solo interpretaciones”. Nietzsche, Friedrich:

    “Sobre la verdad y la mentira en un sentido extramoral” (Über

    Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne), 1873.

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    hechos “están”, pero están tal cual son. Esto quiere decir que interpretamos lo real desde la realidad, o bien, interpretamos los entes desde el ser. No hay otra manera de inteligir lo real. El ser es una interpretación de lo real en el dinamismo de su facticidad. La vida misma se vuelve entonces una hermenéutica de los hechos de la vida, vivimos en una permanente interpretación de nuestro propio acontecer para definir lo que queremos ser, a tal punto que podemos pensar al hombre como un homo hermeneuticum que necesita narrar o contar su vida, tener un relato de sí mismo, este sería otro aspecto esencial del hombre de notable importancia para la arquitectura. {243}

    Lo arquitectural, en consecuencia, no puede ser sino un acto configurador de lo real desde la perspectiva de la realidad del espacio, de la materia y de la propia vida humana. La arquitectura, por ende, no es lo que hacen los arquitectos, sino que es una posibilidad de pensar el mundo, una vía de comprensión del mundo, la arquitectura como filosofía coincide con una filosofía del habitar96. Aunque la inversa también es válida, así se suele hablar de la filosofía como arquitectura sistémica (Kant) o de la filosofía como saber arquitectónico primordial (Aristóteles). Hoy, por ejemplo, se suele hablar de la deconstrucción como método filosófico-hermenéutico; pero toda deconstrucción es un acto propiamente construccional. Desde esta perspectiva todo pensar filosófico es per se algo arquitectural, pues lo real en su facticidad comprende constelaciones de cosas que ensamblamos universalmente dentro de una idea 97; mismas ideas que están afectadas de espaciosidad: las ideas vienen y nos llevan a otras ideas, contienen o son contenidas, poseen extensión y profundidad; hay pequeñas y grandes ideas,

    96 “La arquitectura implica cuestiones metafísicas concernientes

    al “ser-en-el-mundo”. Pallasmaa, Juhani: Los ojos de la piel. Gustavo Gili: Barcelona, 2006. p. 47.

    97 Diálogo entre el arquitecto Weisman y el filósofo J. Derrida.

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    pensamos con dimensiones espaciales, como si pensar ya fuera un construir.

    7. Arquitectura y belleza.

    Así como no existe una intelección de la verdad simpliciter o in puribus, sino más bien lo verdadero de {244} una intelección; así tampoco hay una volición directa del bien, pues el agathón o bonum simpliciter no existe, sólo existe lo bueno de las cosas en la volición. De lo bello podemos decir algo semejante: lo bello – kalos o pulchrum – sigue la vía del sentimiento, pero no hay un sentimiento de lo bello en sí, sino lo bello de todo sentimiento.

    Las cosas no sólo inundan la inteligencia “verdadeando” su realidad, sino que también encienden el apetito en tanto ofrecen posibilidades de realización al hombre; pero, además, sentimos cuando inteligimos y sentimos cuando apetecemos, sentimos en todo momento dando paso a ese especial estado de conmoción o estremecimiento ante la realidad de la verdad o del bien, vibración psicosomática conocida como fruición o embelesamiento que responde al sentimiento de lo bello que hay en la realidad. Para el que especula o teoriza hay belleza en la verdad alcanzada, como decía Tomás de Aquino (1225-1274): quod visa placet. Para otros lo bello se confunde con lo bueno, como sucede con “bonito”, término cuya raíz latina es bonum (bueno); contrariamente, lo malo se percibe como feo. Ciertamente lo verdadero, lo bueno y lo bello son cosas distintas; pero no hay nada verdadero que no sea de alguna manera bueno y bello, y no hay nada bueno que no sea bello y verdadero. Pero lo bello también conlleva su verdad, como sucede en la obra de arte y también posee bondad, lo bello es querido y no sólo en sí mismo, desinteresadamente – como decía Kant –, sino quoad nos por su inseparable carácter de bueno-útil o bueno-deleitable. Lo bello de las cosas está presente siempre, una forma de belleza o presencia estética es la fealdad, {245} de modo que no

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    resulta para nada extraño oír hablar de la beauté de la pourriture (la belleza de lo feo). La intelección, la volición y el sentimiento no se dan por separado ni montados uno sobre el otro, sino que se dan aunadamente, fusionados o integrados en un solo acto, los latinos decían que tales propiedades son convertuntur (se convierten entre ellas, unas en otras). De modo que la fruición o goce por lo bello ya es un acto de intelección en el que “verdadea” la realidad, la fruición es una forma de conocer y de atemperarse o abuenarse con el entorno integrando así el querer.

    De manera que toda obra arquitectónica encierra una forma de comprensión de la realidad, contiene una verdad; pero al mismo tiempo es una manera de abuenarse con la realidad resolviendo el problema de la intemperie, haciendo del entorno algo sustentable y familiar. Tema que corresponde resolver a una arquitectura funcional o arquitectura como técnica. Pero la obra arquitectónica también conlleva su propia belleza (o fealdad), asunto que le compete a la arquitectura como arte.