capÍtulo v Éxodo - madrid...

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169 CAPÍTULO V ÉXODO Ya estamos a día 2 de febrero de 1939, la noche sigue completamente oscura lo que disminuye el peligro de los bombardeos, que es nuestra principal preocupación. Mañana día 3, Girona caerá en poder del enemigo, antes que Arbúcies, pues este funesto hecho se producirá el día 4. Cada vez vamos mas despacio, de repente han aparecido a todo lo largo del horizonte, los haces luminosos de unos reflectores que barren el cielo, esto nos alarma y nos intranquiliza muchísimo y el susto es enorme, porque dada nuestra experiencia, suponemos con razón que la aviación franquista está bombardeando mas adelante esta columna de refugiados, como viene repitiendo todos los días. Con el ánimo en vilo, no apartamos la vista de estos reflectores y su recorrido, hasta que observamos que los arcos luminosos que describen son fijos y a intervalos regulares y cambian de color cada cierto tiempo, «azul, blanco, rojo»…«azul, otra vez blanco»…«¡estamos llegando a Francia!». Lo que hacen estos reflectores es avisar a la aviación fascista española que aquello es territorio francés. Ahora si que sentimos un gran alivio. Hemos tardado doce horas y nuestra velocidad media ha sido de ocho kilómetros a la hora. Nos aproximamos a Le Perthus muy lentamente y nuestras paradas son mas prolongadas y las dificultades para abrirnos paso aumentan; los franceses han cerrado la frontera y esta inmensa multitud se hace cada vez mas espesa y se agolpa y apretuja contra ella. ¡No bajéis los cristales de las ventanillas!, nos advierte la señorita Nati, pues muchas mujeres al darse cuenta que a nosotros si nos van a dejar pasar, nos instan a ello, con sus gritos frenéticos, apremiantes, de extrema angustia y desesperación, para tratar de introducir en el autocar a sus hijos pequeños. Difícil olvidar el semblante y la histeria colectiva de estas madres. Escenas de un dramatismo atroz e inimaginable. Indudablemente en el propósito de estas mujeres, prima su instintivo deseo de salvar a sus hijos de las bombas, del hambre, del frío y de las gravísimas privaciones que padecen de todo, sin pensar que de haberlo

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CAPÍTULO VÉXODO

Ya estamos a día 2 de febrero de 1939, la noche sigue completamente oscura lo quedisminuye el peligro de los bombardeos, que es nuestra principal preocupación.

Mañana día 3, Girona caerá en poder del enemigo, antes que Arbúcies, pues este funestohecho se producirá el día 4.

Cada vez vamos mas despacio, de repente han aparecido a todo lo largo del horizonte, loshaces luminosos de unos reflectores que barren el cielo, esto nos alarma y nos intranquilizamuchísimo y el susto es enorme, porque dada nuestra experiencia, suponemos con razón quela aviación franquista está bombardeando mas adelante esta columna de refugiados, comoviene repitiendo todos los días. Con el ánimo en vilo, no apartamos la vista de estosreflectores y su recorrido, hasta que observamos que los arcos luminosos que describen sonfijos y a intervalos regulares y cambian de color cada cierto tiempo, «azul, blanco,rojo»…«azul, otra vez blanco»…«¡estamos llegando a Francia!». Lo que hacen estosreflectores es avisar a la aviación fascista española que aquello es territorio francés. Ahora sique sentimos un gran alivio. Hemos tardado doce horas y nuestra velocidad media ha sido deocho kilómetros a la hora. Nos aproximamos a Le Perthus muy lentamente y nuestras paradasson mas prolongadas y las dificultades para abrirnos paso aumentan; los franceses han cerradola frontera y esta inmensa multitud se hace cada vez mas espesa y se agolpa y apretuja contraella.

¡No bajéis los cristales de las ventanillas!, nos advierte la señorita Nati, pues muchasmujeres al darse cuenta que a nosotros si nos van a dejar pasar, nos instan a ello, con sus gritosfrenéticos, apremiantes, de extrema angustia y desesperación, para tratar de introducir en elautocar a sus hijos pequeños. Difícil olvidar el semblante y la histeria colectiva de estasmadres. Escenas de un dramatismo atroz e inimaginable. Indudablemente en el propósito deestas mujeres, prima su instintivo deseo de salvar a sus hijos de las bombas, del hambre, delfrío y de las gravísimas privaciones que padecen de todo, sin pensar que de haberlo

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conseguido, lo mas probable es que les hubieran perdido, para siempre, ya que en el futurotendrían muy pocas posibilidades de recuperarlos, dada su cortísima edad.

Cruzamos la raya fronteriza e inmediatamente nos rodean un grupo de soldadossenegaleses armados y con casco de acero, que por su aspecto y actitud nos intimidan, hoscosy en silencio, lo escudriñan todo minuciosamente. A nuestro conductor de forma imperativay expeditiva le ordenan bajar, él quiere explicarse, pues tiene instrucciones del GobiernoEspañol sobre nuestro destino, pero de manera desconsiderada le obligan a retroceder lospocos metros que hay hasta España. Nos despedimos de él con agradecido sentimiento, puesha cumplido su misión perfectamente, mas allá de lo que su seguridad personal aconsejaba.Un conductor francés ha sustituido al nuestro, que nos deja en un pequeño local aislado a lasafueras del próximo pueblo de Le Boulou, en el que la puerta ni las ventanas tienen carpinteríani cristales, es lo mismo que estar a la intemperie, como única comodidad, un montón de pajaen el interior, no hay ninguna clase de servicios, tampoco agua. Aquí nos dejan solos. Yo nome encuentro bien, el no dormir ni descansar absolutamente nada, la intranquilidad y lossobresaltos, hace veinte horas que no hemos comido ni bebido, la tragedia que nos rodea, laincertidumbre y el temor hacen que mi malestar aumente por momentos.

ÉXODO hacia la frontera francesa……el tapón humano se alargaba quince kilómetros por lacarretera. Desesperación de no poder pasar, pánico,saqueos y un temporal desbordado. Algunas mujeresmalparieron en las cunetas. Algunos niños perecieron defrío o pisoteados. Las gentes quedaron acampadas al rasoy sin comer, en espera de que Francia abriera sus puertas.Dejaban pasar a muy pocos.

Manuel Azaña, Presidente de la RepúblicaEspañola, Carta a D. Ángel Osorio, fechada el 29de junio de 1939, en La Prasie, Collonges-sous-Salève.H.S. Francia.

Comienza a amanecer, alguien desde la puerta ha gritado «¡un cura en bicicleta!», acudimostodos ante un hecho tan insólito, va con sotana y en bicicleta. La figura democráticamentedesenvuelta y deportiva de este sacerdote, nos asombra y nos sorprende; enseguida lacomparamos con las de los curas españoles, siempre hieráticos, majestuosos, distantes,solemnes, con su sombrero de teja y el manteo recogido en su brazo izquierdo, dejándose ver;su hipócrita untuosidad, y sin descomponer nunca su eclesial tipo en cualquier ocasión,incluso en las mas alejadas de sus funciones; y últimamente saludando también con el brazoen alto extendido, a la romana.

Pensamos que estos franceses, por lo menos son de una ligereza y de una frivolidad

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tremendas, y que no saben guardar las formas.Este acontecimiento nos sirve para darnos cuenta que se han llevado nuestro autocar, no

han debido de hacerlo, pues lo podían utilizar para nuestro desplazamiento, en vez de hacerloa pie, cuando estamos ya muy cansados.

A primeras horas de la mañana, Francia abre la frontera. La heterogénea columna derefugiados españoles republicanos avanza fatigosamente. Desaliento, agotamiento físico ymoral. Ocupa todo el ancho de la carretera y no se ve el fin de ella. Nos vienen a buscar y nosincluyen en este penoso y tristísimo desfile, pero lo hacemos agrupados toda la Colonia,procurando que nadie se desperdigue entre esta muchedumbre, y apiñados alrededor de laseñorita Nati. Ahora si que comienza un calvario para mí, pues además de encontrarme cadavez peor, tengo que cargar con la maleta que hizo mi hermano en Arbúcies, y voy sufriendomuchísimo por su excesivo peso, la cojo con la mano izquierda, el asa no es el mas adecuado;se me clava, después con la derecha, ahora me la echo al hombro izquierdo, mas tarde alderecho, y así sucesivamente. Veo con envidia que los demás llevan sus cosas en bolsas de tela,que no pesan y son facilísimas de transportar. Voy a rastras. Me acuerdo de nuestro autocar,y porque nos lo han quitado, cuando tan útil nos sería ahora. Las atenciones y los cariñososcuidados de la señorita Nati, hacen que yo vaya superando esta pesada caminata.

La guerra continua en el centro de España. Madrid sigue resistiendo los continuosbombardeos de la aviación y la artillería y con los frentes de combate en sus barrios. Nuestrosfamiliares no saben nada de nosotros, ni donde nos hallamos, posiblemente piensen quehemos caído en poder de los fascistas, nos imaginamos su intranquilidad.

La prensa francesa da la noticia de que hace unas horas ha sido ocupada Santa Coloma deFarners, ha tenido que ser inmediatamente después de nuestro paso por esa localidad. Noshemos salvado de milagro. Somos objeto de la curiosidad de los franceses y de los numerososperiodistas y corresponsales gráficos. Han parado a la cabeza de la caravana delante de unanave, que hace tiempo fue el cine del pueblo; en su interior han colocado largos y numerosostableros sobre borriquetas y bancos corridos a los dos lados. Vamos entrando por tandas ydentro nos sirven la cantidad de leche caliente que deseemos y el pan que nos apetezca. Laleche es de verdad y el pan maravillosamente blanco y tiernísimo, de elaboración exquisita elmismo que conocíamos en Madrid antes de la guerra, como «pan de Viena».

Yo no tengo apetito, lo que necesito es descansar, dormir mucho, pero de todas formastomo algo de leche y dos rebanadas de pan, que no me sentarán bien. Federico BailénCarrasco, como siempre es el que mas ha comido, y a la salida se lleva un montón derebanadas de pan, tan alto que tiene que sujetarlas –desde la cintura– con la mano izquierday en la parte de arriba con la barbilla, mientras con la mano derecha va comiendo, algunosperiodistas le hacen fotografías, pero él parece no darse cuenta.

Por fin nuestra andadura se termina, pues los 100.000 refugiados españoles republicanosque hoy 2 de febrero de 1939, hemos coincidido en este pequeño pueblo de Le Boulou, segúnvamos llegando nos extendemos por esta gran llanura, atravesada por una vía de ferrocarril.La señorita Nati no pierde ocasión de tratar siempre con los gendarmes, la forma de conseguir

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para nuestro grupo, un lugar preferente, alguna elemental comodidad o atención privilegiada.Hoy somos la única Colonia Infantil que hay aquí, aunque en esta explanada hay varios milesde niños mas, estos van acompañados de sus padres y familiares. Desde la terraza de lapequeña y única construcción existente en este lugar, unos cámaras de cine están haciendonumerosas tomas.

A todos lo hombres en edad militar, aunque sean civiles, los senegaleses los separan de susfamiliares y los internan en un campo de concentración improvisado que han instalado en estepueblo, no hace falta describir las estampas de estas familias en estos momentos, y elsufrimiento por el que pasan.

Unos soldados senegaleses llevan conducido a un excombatiente republicano español,mutilado, le falta el brazo derecho, al que van insultando y maltratando física y violentamente;este con gestos les hace ver su minusvalía, pero los senegaleses persisten en su actitudcobardemente agresiva. Esto nos indigna, y algunos protestan a gritos, como Pacuchi Olmos,y los militares africanos les amenazan con golpearles. En las horas que llevamos en Francia,no hemos visto a ningún oficial del ejército francés blanco.

Aquí rodeados de tantísima gente, y sin embargo nuestro sentimiento de soledad ydesamparo es mayor que nunca. Con la prohibición francesa de atravesar la frontera a nuestroconductor español, al tiempo que a nosotros, las autoridades españolas han tenido que perdernuestro rastro, y nadie a estas alturas debe de saber donde nos encontramos.

Frío, cansancio y tristeza. Las horas pasan lentísimas en esta situación y este lugar. Desdeesta mañana no hemos comido nada, ni siquiera bebido agua, ni hemos podido asearnosdesde que salimos de Arbúcies. La señorita Nati dice que convendría que moviéramos laspiernas, y algunos le acompañamos, y sin quererlo hemos llegado al cercano campo deconcentración, vigilado por los senegaleses; los hombres internados en él se han dado cuentade nuestra presencia, y se agolpan precipitadamente en la división metálica que nos separa, ya voces, colectivamente alterados, todos al tiempo nos dan las señas particulares y los nombresde sus familiares, por si los hemos visto o conocemos y le podemos dar noticias de ellos, elgriterío es cada vez mas elevado y mayor el número de los que nos preguntan, seguimosandando y ellos hacen lo mismo, atropellándose por mantenerse a nuestra altura, su insistenciapor saber de los suyos se hace insoportablemente angustiosa, como nuestro sentimiento defrustración e impotencia por no poderles ayudar. En vista de la situación la señorita Natidecide que nos volvamos.

Allí se quedan aquellos hombres, descorazonados, desesperados desde que los separaronde sus familiares. Sus voces se van apagando y disminuyendo su número, mientras noscontemplan desilusionados como nos alejamos sin resolverles su grave y entrañable problema.Las circunstancias de nuestros compatriotas nos han dejado muy impresionados y tristes. Mefijo que no tienen mas cobijo para protegerse de la lluvia y el frío, que la ancha y agresivabarrera de alambre de espino que rodea el campo.

Llevamos siete horas en esta explanada, a la intemperie, unos sentados y otros echados einmersos en el anonimato de esta gran muchedumbre de la que formamos parte.

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Ha llegado un tren, lo cogemos cuidando como siempre de hacerlo todos juntos, sin quenadie se extravíe. Debido a las eficaces gestiones cerca de los gendarmes, de la señorita Natiha conseguido que nos destinen un vagón exclusivamente para nosotros solos.

Abandonamos Le Boulou, y nuestros ánimos se remontan algo, por lo menos estamos asalvo del frío exterior, y nos podemos sentar sin que tenga que ser en el suelo. Ahora mipreocupación es el fin del viaje, pues desconocemos cuando terminará este y donde. Nosabemos porque estamos parados tanto tiempo en la estación de Perpignan. Reanudamos lamarcha y dejamos atrás a Narbonne, Carcassonne, Toulouse y Tarbes. En estas estacionesseñoritas de la J.A.R.E. (dependiente del Gobierno Español Republicano) nos estabanesperando y nos ofrecen leche caliente. Yo no tomo, presiento que no me va a caer bien. Sigonecesitando dormir, pues hace treinta y seis horas que no lo hemos hecho.

3 de febrero de 1939. Poco, pero he logrado descansar algo. Empezamos a desperezarnosy Enrique Olmos dice: «¡Anda, pero si hoy es mi cumpleaños!», felicitación general. Almediodía este tren se para definitivamente en la estación de Mont de Marsan. El viaje haconcluido y ha durado diez y nueve horas, sin que hayamos tomado ningún alimento sólido,desde la mañana del día 1 en Arbúcies.

Sin pasar por la ciudad, nos conducen a una planicie esteparia, en donde no se divisa entodo lo que alcanza la vista, ni una carretera, ni un camino, ni elemento alguno que nos sirvade referencia para orientarnos. El cielo espeso y uniformemente cerrado. Frío increíble.

En medio de este páramo, cuatro grandes naves industriales vacías y abandonadas dondenos alojan. Estarán llegando constantemente refugiados españoles hasta que estos localesrebosen de ellos.

Una de estas naves tiene una pequeña entreplanta de madera, como a tres metros y mediode altura, a la que se accede por una rústica y casi vertical escalera y allí instalan a nuestraColonia, y como deferencia nos echan en el suelo un montón de paja, que nos servirá comocama y colchón colectivo. Estas comodidades hacen que nos consideremos una vez mas unosprivilegiados, pues el resto de los internados, incluso niños mujeres y ancianos, y algún heridode guerra convaleciente, y otros enfermos, tienen que dormir directamente sobre el suelo,pues no hay ni colchonetas, ni jergones, ni literas, ni camastros, ni mantas ni nada, ni siquierala paja que nosotros disfrutamos.

En este Campo, y con una población que aumenta rápida y constantemente, tiene comoúnicos servicios dos casetas aisladas, con una «taza turca» cada una, inmediatamente se hanformado dos largas colas, de manera que el que las ha utilizado, al salir vuelve a pedir la vez,para que dentro de dos o tres horas hacerlo de nuevo, inútil empeño, porque estas hanquedado inutilizadas enseguida, e incluso acercarse a ellas es imposible. Han aparecido unospicos y unas palas, y unos hombres de los mismos internos han abierto una profunda zanjadelante de nuestra nave a la intemperie y con unas tablas muy desiguales en dimensiones yformas hacen una división, pero están tan mal trabadas y en algunos sitios de escasa altura,hacen que en vez de preservar la privacidad de los sexos, sólo sirven como orientación e

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indicativo de sus uso para ambos géneros, y esta es utilizada como letrina, por los miles depersonas que estamos aquí. Cuando la zanja se llena la tapan con tierra y vuelven a cavar otramas allá.

En todo el Campo solo hay un punto de agua, de gran sección y de una presión suficientey constante para que no se hiele, como ocurre enseguida, dadas las temperaturas bajísimas quehacen. La única y elemental comodidad que tienen estas naves es un bidón metálico a modode estufa donde queman «ovoides» de polvo de carbón prensado. La iluminacióndeficientísima por medio de un escaso número de bombillas de aún mas escasa potenciacolgadas de las formas metálicas de su cubierta. No existe ventilación, no hay ventanas y laluz de día es la que entra por sus altas claraboyas.

No hay ninguna clase de instalación, la comida la traen de fuera en grandes recipientes y lareparten en el exterior, donde la gente la come sentada o de pie, a pesar del frío, yo dado elaspecto que presenta y el olor la rechazo, y sólo me como la rebanada de pan racionada.

Hay muchas personas que vienen con lo puesto solamente, y así duermen sobre el suelo.Nosotros tuvimos la previsión, al salir de Arbúcies de coger una manta, los chicos preferimosunas delgadas que enrolladas y atadas en sus extremos, llevamos en bandolera como lossoldados, pero esta noche comprobamos que estas mantas no abrigan nada, sin embargo laschicas mas entendidas y con mas sentido práctico, cogieron mantas gruesas de lana. Todosacostados vestidos en este montón de paja, veo como Agustina duerme bien arropada con lasuya. A media noche he tenido que bajar a las letrinas, afuera solo hay una bombilla debilísimaatada a un palo, hace que la visibilidad sea casi nula, voy con mucho cuidado y mucho miedo,pues tiene su peligro, ya que los bordes de la zanja están en terraplén y puedo escurrirme ycaerme dentro, y luego la helada de temperatura bajísima, hacen de esta ineludible excursiónuna heroicidad.

4 de febrero de 1939. A toda la población de este Campo nos han vacunado contra laviruela.

Acta del Ayuntamiento de Arbúcies.

¡VIVA ESPAÑA!.Saludo a Franco. ¡ARRIBA ESPAÑA!Arbúcias cuatro de febrero de mil novecientos treintainueve. 3er. Año Triunfal.En el día de hoy ha sido liberada esta Villa de las hordas comunistas y anarquistas que la han sojuzgado

durante mas de dos años y medio, por el EJERCITO NACIONAL salvador de España, acaudillado porel Generalísimo Franco.

3er.AÑO TRIUNFAL.En la Villa de Arbúcias (Gerona) a cinco de febrero de mil novecientos treinta y nueve.3er.AÑO TRIUNFAL.

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Liberada esta Villa, en el día de ayer por el ejército del generalísimo Franco que el 18 de julio de 1936inicio el Glorioso Movimiento Nacional salvador de España, se procedió a la formación interina delAyuntamiento de Arbúcias.

Siendo las once de la mañana del citado día, se dio por abierta la sesión, dándole posesión al alcalde Sr.Pedro Clopés Busquets, por el Alférez del Ejército Nacional, Reverendo Agustín Casanova Viñas, hijo yvecino de esta Villa.

No habiendo mas asuntos que tratar y con un grito unánime de ¡VIVA ESPAÑA!, saludo a Franco y¡ARRIBA ESPAÑA!, el Sr. Alcalde levantó la sesión, firmándose la presente por todos los concejales.

Desde este altillo, que nos asignaron, Manuel Navarro Bañuelos y yo contemplamos latotalidad de la nave, todo el mundo está durmiendo, parece una gran lata de sardinas enconserva, están colocados tendidos juntos, pegados unos a otros, sin separación de sexos niedad, perfectamente alineados y ordenados; la cabeza de uno junto y opuesta a la de otro; lospies separados del de enfrente por un estrecho pasillo de unos setenta centímetros para poderacceder cada uno a su sitio. Durante el día son muy pocos los que abandonar su lugar y estapostura. Contamos las personas de una fila y sacamos la conclusión que en este Campo somoscomo mínimo 12.500 los españoles que estamos aquí.

Se da el hecho sorprendente de que habiendo tantos españoles juntos, el silencio es casiabsoluto lo mismo de noche que de día; la gente cuando habla lo hace casi en susurros; debidoal abatimiento, a la tristeza, a la amargura y al sufrimiento, que se refleja tanto en sus rostroscomo en sus actitudes; en su pasividad y en los lentos movimientos de estos miles deespañoles republicanos, obligados a dejar su hogar y su país, después de tantos peligrospasados de privaciones y penalidades hasta llegar aquí, muchos separados a la fuerza de susfamiliares y ahora inquietos y preocupados por la incertidumbre de su futuro inmediato. Suestampa, la del desaliento y el sentimiento de derrota.

En esta nave además de Lola hay dos mujeres mas embarazadas, una de ellasmonstruosamente abultada, han venido a buscarlas para llevarlas al hospital, a esta última laayudan tres hombres, pues casi no puede andar. Cuando todo parecía indicar que las dejaríanhospitalizadas, al poco tiempo las vuelven a traer, y nos impresiona ver como a esta señora,penosamente, la echan de nuevo en el suelo de la nave.

5 de febrero de 1939. La comida sigue teniendo un olor, un sabor y un aspecto tan pocoapetecible, que continuo limitándome a comer la única rebanada de pan que nos correspondea cada uno.

Hoy ha habido recuento, creíamos que se trataba de tomarnos la filiación, pero se hareducido a pasar de uno en uno delante de un funcionario, que en voz alta decía si era niña,niño, mujer ú hombre, y otro ponía una cruz en la casilla correspondiente. Durante estemomento he tenido un gran susto, porque mi hermano ha perdido el conocimiento y se hagolpeado al caer al suelo. Ha tardado unos momentos en recuperarse.

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6 de febrero de 1939. Cuando esta mañana e intentado levantarme, los pies no mesostenían, me he descalzado y hasta el mediodía no he podido ponerme en pie.

7 de febrero de 1939. Cumpleaños de Agustina. Cuando estábamos persuadidos de que lasautoridades republicanas españolas habían perdido nuestro rastro, nos equivocábamos otravez, en algún sitio alguien ha dado con esta Colonia Infantil y hoy vienen a sacarnos de aquí.Como dormimos completamente vestidos, no hemos tenido nada mas que echarnos nuestrasmantas por la cabeza, coger el equipaje y echar a andar. Cuando salimos es noche cerrada ybajo una fortísima helada hasta ahora desconocida por nosotros.

No sabemos cuanto tiempo podrán aguantar los miles de compatriotas que se quedan enesa situación límite e insostenible, hacinados, durmiendo en el suelo, sin poder asearse nicambiarse de ropa, con una alimentación escasa, monótona y de ínfima calidad, sin ningunaatención médica ni sanitaria, cuando muchos son enfermos.

Vamos caminando por esta planicie, campo a través, yo sufriendo de nuevo con mi maleta.Empieza a clarear cuando a lo lejos vemos una vía muerta de ferrocarril y en ella un únicovagón. Llegamos y nos acomodamos en él, abrigados con las mantas y muy juntos para darnoscalor, pues este vagón a juzgar por la capa de hielo que le cubre exterior e interiormente hadebido de pasar toda la noche este lugar. Llevamos un tiempo aquí que se nos haceinterminable. A lo lejos se oyen los pitidos de una locomotora de vapor, se va acercando. Hallegado y le enganchan este vagón, y comienza nuestro viaje. Según avanza la mañana, el cielose despeja, sale el sol; la temperatura tibia nos reanima y nos reconforta. Comenzamos arevivir, no sabemos donde nos llevan, pero ya no nos preocupa teniendo en cuenta lascondiciones en las que estábamos.

El convencimiento de que este viaje ha sido organizado meticulosamente lo tenemos alllegar al mediodía a la estación de Labenne. Descendemos del tren y al pie del mismo nosestán esperando dos modernos y comodísimos autobuses, y una camioneta que transportarálos equipajes, esto último es muy importante para mi, y agradezco profundamente el aciertode la persona que lo ha dispuesto así. Nos repartimos entre los dos autobuses, vamosholgados nos sobra sitio. Desde mi asiento veo con verdadero descanso a mi maleta, que lalleva la camioneta que nos adelanta.

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Natividad Naval Ferraz, Profesora y responsablede la Colonia Infantil

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Plano de Hossegor

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El chofer nos anima y nos dice que vamos a Hossegor, un pueblo de Las Landas en ellitoral de la Cotê d´Argent, que tiene una playa muy grande y un lago muy bonito, y que lacasa está rodeada de pinos, que estaremos muy bien y que enseguida llegaremos, pues soloestá a 15 Km.. Los parajes que vamos viendo, nos dan una magnifica impresión, zonasresidenciales de chalets aislados, jardines muy cuidados, denotan un nivel de vida muy elevadode sus habitantes.