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34 Capítulo 2 LA CULTURA MOCHE O MOCHICA: RASGOS GENERALES La cultura que indistintamente llamamos Mochica o Moche se desarrolló en la Costa Norte del actual territorio del Perú entre los siglos I y IX de nuestra era. Su alto nivel de desarrollo económico, político y religioso se refleja principalmente en sus obras agrícolas y de irrigación, en sus obras arquitectónicas monumentales, en sus ciudades y en sus artes, muchas de las cuales han sobrevivido al paso del tiempo y por sobre todo a la codicia e ignorancia del hombre. Las huellas que han dejado sus campos de cultivo y su sistema de irrigación en los paisajes del desierto peruano nos invitan a pensar en una sociedad altamente organizada que basó su economía en la agricultura y la propiedad de la tierra y del agua. La riqueza del mar que baña sus costas, convierten a la pesca, después de la agricultura, en una actividad de vital importancia en su economía. La ganadería se practicó en menor medida, domesticando camélidos sudamericanos como la llama (Lama glama). Los mochicas utilizaron principalmente la tierra, convertida en adobe y barro, para construir sus grandes monumentos piramidales y ciudades. Pero en términos generales, los mochicas utilizaron materiales de construcción que se prepararon a partir del aprovechamiento de los recursos que le daba su entorno, como por ejemplo la tierra, arena, piedras, cañas y madera. Con estos materiales construyeron edificaciones de adobes y mortero de barro decoradas con motivos en alto relieve y pintura mural, conjuntos arquitectónicos hechos con adobes y mortero de barro, de paredes enlucidas y pintadas y pisos de arcilla, pero también casas rurales muy simples echas de quincha 96 con bases de piedra. Sus ciudades fueron planificadas en base a una disposición ortogonal. Destacan, además de Huacas del Sol y de la Luna, El Brujo (valle de Chicama), Pacatnamú (valle de Jequetepeque), Galindo (valle de Moche), Guadalupito-Pampa de los Incas (valle de Santa) y Pampa Grande (valle de Chancay). 96 La quincha es un sistema constructivo que emplea, fundamentalmente, madera y caña o carrizo formando un entramado que se reviste con barro, empleándose en muros y cubiertas.

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Capítulo 2 LA CULTURA MOCHE O MOCHICA: RASGOS

GENERALES La cultura que indistintamente llamamos Mochica o Moche se desarrolló en la Costa Norte del actual territorio del Perú entre los siglos I y IX de nuestra era. Su alto nivel de desarrollo económico, político y religioso se refleja principalmente en sus obras agrícolas y de irrigación, en sus obras arquitectónicas monumentales, en sus ciudades y en sus artes, muchas de las cuales han sobrevivido al paso del tiempo y por sobre todo a la codicia e ignorancia del hombre.

Las huellas que han dejado sus campos de cultivo y su sistema de irrigación en los paisajes del desierto peruano nos invitan a pensar en una sociedad altamente organizada que basó su economía en la agricultura y la propiedad de la tierra y del agua. La riqueza del mar que baña sus costas, convierten a la pesca, después de la agricultura, en una actividad de vital importancia en su economía. La ganadería se practicó en menor medida, domesticando camélidos sudamericanos como la llama (Lama glama).

Los mochicas utilizaron principalmente la tierra, convertida en adobe y barro, para construir sus grandes monumentos piramidales y ciudades. Pero en términos generales, los mochicas utilizaron materiales de construcción que se prepararon a partir del aprovechamiento de los recursos que le daba su entorno, como por ejemplo la tierra, arena, piedras, cañas y madera. Con estos materiales construyeron edificaciones de adobes y mortero de barro decoradas con motivos en alto relieve y pintura mural, conjuntos arquitectónicos hechos con adobes y mortero de barro, de paredes enlucidas y pintadas y pisos de arcilla, pero también casas rurales muy simples echas de quincha

96 con bases de piedra. Sus ciudades fueron planificadas en base a una disposición ortogonal. Destacan, además de Huacas del Sol y de la Luna, El Brujo (valle de Chicama), Pacatnamú (valle de Jequetepeque), Galindo (valle de Moche), Guadalupito-Pampa de los Incas (valle de Santa) y Pampa Grande (valle de Chancay).

96 La quincha es un sistema constructivo que emplea, fundamentalmente, madera y caña o carrizo formando un entramado que se reviste con barro, empleándose en muros y cubiertas.

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La religión mochica presenta un panteón de dioses97 que parece haber estado bastante poblado, y como en la mayoría de las sociedades complejas, en estrecha relación con la ideología de los grupos de elite98. Los mochicas profesaron una religión politeísta altamente institucionalizada, cuyas reminiscencias vienen desde 2000 años antes de nuestra era con los cupisniques99. La ideología y el poder de la sociedad mochica se sustentaron en ceremonias y ritos100 repetidos a lo largo del año en el marco de un calendario ceremonial de posible connotación agrícola101. Éstos estuvieron a cargo de la clase gobernante que utilizó la ideología para manipular los principios estructurales tradicionales para su propio interés102. Esto se evidencia a partir del estudio de la iconografía y de la arquitectura religiosa. Aquellas ceremonias y ritos no sólo cumplían funciones religiosas y políticas, si no también administrativas y económicas103.

97 Cf. Lieske, Bärbel, Göttergestalten der altperuanischen Moche-Kultur. Veröffentlichung der Projektgruppe Ikonographie am Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin, Band I. Berlin, 2001. 98 Es muy probable que la gente de las pequeñas comunidades y grupos de personas de oficios particulares (pescadores, campesinos, pastores) tuvo sus ideologías particulares, pero estas no han dejado huella material reconocible en el registro arqueológico. 99 Cultura Cupisnique, de la Costa Norte, anterior y contemporánea con la cultura Chavín (sierra norte del Perú). Aparece desde fines del periodo Inicial y abarca gran parte del periodo denominado Horizonte Temprano; cronológicamente ubicada entre los años 2000 y 800 a.C. 100 Santiago Uceda y Moisés Tufinio, "El complejo arquitectónico religioso Moche de Huaca de la Luna: una aproximación a su dinámica ocupacional", en: Moche: hacia el final del milenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche (Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores, tomo II, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003, pp. 179-228. 101 Anne-Marie Hocquenghem elaboró un catálogo de temas de las escenas complejas que estarían representando ritos o secciones de los ritos moche, enmarcados dentro de un calendario ceremonial relacionado con un calendario de tareas agrícolas.Los cultos y actividades ceremoniales fundamentales estuvieron ligados a la llegada de las aguas, la fertilidad de los campos (orden natural) y la reproducción social en su conjunto (orden político y social). Estos eventos rituales tuvieron una cercana relación a los eventos mitológicos que conforman la otra mitad de la iconografía Moche. Las relaciones entre ritual y eventos mitológicos fueron tales que frecuentemente hay una versión humana y una versión mítica de la misma actividad (Iconografía Mochica. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. 2da. Edición. Lima, 1987). 102 Garth Bawden, “La paradoja estructural: la cultura Moche como ideología política”. En: Moche: propuestas y perspectivas. Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche (Trujillo, 12 al 16 de abril de 1993), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores. Travaux de l’Institute Français d’Etudes Andines 79. Universidad de La Libertad - Trujillo, Instituto Francés de Estudios Andinos y Asociación Peruana para el Fomento de las Ciencias Sociales, Lima, 1994, pp. 389-412. 103 S. Uceda y M. Tufinio, "El complejo arquitectónico …”, op. cit.

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Los sacrificios humanos formaron parte importante de su ideología y sus rituales. La evidencia encontrada en Huaca de la Luna y en Huaca Cao Viejo (Complejo El Brujo, valle de Chicama) así lo confirma. Este conjunto ritual empezaba con combates rituales entre guerreros de dos bandos mochicas. Los guerreros vencidos eran llevados a los templos e islas donde se les preparaba para ser sacrificados. Se les cortaba la garganta extrayéndoles la sangre, la cual era vertida en copas para ser entregada a los señores principales en lo que parece ser la parte final de la ceremonia. Lo que hemos señalado de manera sucinta es la ideología de las elites. Es muy probable que la población mochica tuviese una amplia gama de ideologías particulares, de grupo, asociadas a aspectos como la localización del grupo (p.e. el valle) o su principal actividad económica (p.e. pescadores, tejedores, etc.), todas ellas subyugadas a la ideología de las elites, pero con la que probablemente compartieron aspectos en común.

En las artes, destacaron en el campo de la cerámica y los metales, aún cuando trabajaron también otros materiales. La cerámica es el medio más común de expresión de la ideología y el mejor conocido. Más del 90% del arte mochica conservado es cerámico y casi todos los temas representados en cualquier otra técnica aparecen igualmente bajo la forma de recipiente de barro cocido104. Por orden de importancia le siguen: el metal, utilizando principalmente el cobre, pero también el oro y la plata, y aleaciones; los textiles, las pinturas en murales, en alto y bajo relieve; otros medios como el hueso, piedra y madera. La incrustación también se empleaba en el arte mochica para indicar ciertas particularidades105.

El estilo cerámico mochica es, en líneas generales, escultórico en sus primeras fases pero luego tiende a ser pictórico; presenta un alto grado de realismo, lo cual es una cierta ventaja para estudiar aspectos de una sociedad aparentemente ágrafa y cuya ausencia de documentos escritos constituye un gran obstáculo para comprender sus ideas cosmológicas. Así, los arqueólogos contrastan la información que se puede interpretar en la iconografía con otra información que se obtiene de la excavación arqueológica. La iconografía pintada representa diversos temas, escenas, narraciones o variedad de actuaciones de evidente carácter ritual o mítico como por ejemplo: cazar, ofrendar, supliciar, sacrificar, correr, etc (ver figura 1).

104 Christopher Donnan, “La iconografía mochica”, en: Los Incas y el antiguo Perú. 3000 años de historia 1. Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1991, pp. 258-270. 105 Ibid.

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Figura 1. Escenas iconográficas de rituales mochicas.

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2.1. Cronología y extensión territorial Las evidencias de ocupaciones mochicas se encuentran desde el norte, en el Alto Piura, hasta el sur, en Nepeña. Involucra, de norte a sur, los valles de Piura, La Leche, Lambayeque, Chancay, Zaña, Jequetepeque, Chicama, Moche, Virú, Chao, Santa y Nepeña.

El diverso corpus de fechados radiocarbónicos tomado de sitios arqueológicos identificados como mochicas nos han dado un rango de su presencia material en la costa norte del Perú que oscila entre el primer y noveno siglo de nuestra era (ver cuadro 1). La arqueología se ha servido también de la cerámica de elite para establecer una cronología relativa de la historia mochica. Gracias a sus excavaciones en los valles de Chicama y Moche, principalmente, el investigador peruano Rafael Larco Hoyle106 estableció una sucesión de cinco fases cerámicas estilísticas a partir de los cambios morfológicos, principalmente del borde del cuello y del asa de las vasijas (Mochica I, II, III, IV y V) y asociadas cada una a un periodo determinado de la historia mochica (ver figura 2). Así, la fase Mochica I correspondería a la época más temprana y la fase Mochica V correspondería a la fase más tardía o reciente. Estas fases estilísticas han sido utilizadas como marcadores cronológicos relativos y su aplicación ha sido cuestionada, para casos específicos del territorio mochica, desde mediados de la década del 90107. En el caso del yacimiento arqueológico materia de esta investigación, la secuencia si es aplicable y por lo tanto utilizable como marcador cronológico relativo, pero con la salvedad de que iría desde Mochica II para la fase más temprana a Mochica IV para la fase más tardía. No se han detectado cerámica del estilo Mochica V y el estilo Mochica I no guarda muchas diferencias con el estilo Moche II como para diferenciarlos plenamente.

106 Rafael Larco Hoyle, Los Mochicas. (Pre-Chimú, de Uhle, y Early Chimú, de Kroeber). Síntesis monográfica. Buenos Aires (Argentina), 1945; Id., Los Mochicas. 2 tomos. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, Lima, 2001. 107 Por ejemplo, en el valle de Moche la cerámica de la fase estilística Moche V sólo existe en Galindo; su presencia es prácticamente nula en Huacas del Sol y de la Luna. En la década de los 80 y parte de los 90 se postuló que este sitio fue la capital Moche después de que Huacas del Sol y de la Luna fuese supuestamente abandonada, pero actualmente está hipótesis ha sido deshechada.

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Cuadro 1. Cuadro cronológico tentativo del valle de Moche siguiendo las clasificaciones periódicas de John Rowe y Luis Lumbreras.

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Figura 2. Las fases estilísticas de la cerámica mochica, según la clasificación de Rafael Larco.

Para el caso de los valles de la zona norte del territorio mochica (Desde Piura

hasta Jequetepeque) la aplicación de estas cinco fases no es dable. Por lo menos para el caso de los valles de Jequetepeque y Lambayeque, se prefiere hablar de Mochica Temprano (que sería cronológicamente pero no necesariamente estilísticamente equivalente a las fases I y II del sur del territorio), Mochica Medio (equivalente al Mochica III y parte del IV del sur) y Mochica Tardío (equivalente al Mochica IV y V del sur)108.

108 C.f. Luis Jaime Castillo y Christopher Donnan, “Los mochicas del norte y los mochicas del sur, una perspectiva desde el valle de Jequetepeque”, en: Vicús, Krzysztof Makowski y otros, Colección Arte y Tesoros del Perú. Lima, Banco de Crédito del Perú. 1994, pp. 143-181.

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Figura 3. Cronología mochica en relación con el mundo, a partir de las evidencias en las huacas del Sol y de la Luna. Ilustración modificada de la fuente del PAHL.

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2.2. Organización económica y sociopolítica Determinar el modelo de organización socio-política mochica es bastante complicado si sólo disponemos del dato arqueológico. Además, las diferencias de la cultura material inter-valle parecen indicar diferentes entidades políticas mochicas con diferente grado de complejidad unidas por la ideología religiosa. Veamos primero que nos dicen las investigaciones etnohistóricas para el caso de las sociedades costeñas prehispánicas anteriores a la dominación cusqueña. 2.2.1. Las sociedades prehispánicas costeñas según la etnohistoria Según la historiadora María Rostworowski, las diferencias ecológicas determinaron en parte el modo de organización económica en las sociedades precolombinas tanto de la costa como de la sierra de los Andes centrales. Así, la organización de la economía serrana guardaba necesaria relación con la ecología peculiar de las quebradas andinas y del altiplano, mientras que en la costa, esta guardaba relación con los valles, las lomas y el mar.

Siguiendo a Rostworowski, la costa era autosuficiente en el aspecto alimenticio y no necesitaba de los recursos de la sierra. Los llanos, como se le llamaban a los valles costeños, “a pesar de sus dilatados desiertos, eran ricos en recursos naturales, y no cabe duda de que el mar jugó un papel trascendental en el desarrollo de las culturas costeñas”. La nota sobresaliente en la organización de la economía costeña fue la división laboral por oficios y por parcialidad que “dio lugar a un principio de intercambio comercial, mientras que en la sierra una economía agrícola de tipo redistributivo estuvo basada en una explotación de enclaves multiétnicos”, tal como lo postuló John Murra. Rostworowski asegura que con el desarrollo de los sistemas hidráulicos y la agricultura, no todos los pescadores se volvieron campesinos, pues “de no ser así, no se habría mantenido hasta finales del siglo XVI el estatus de los pescadores yungas, reacios a ser agricultores, sin tierras, ni aguas, viviendo de los recursos que sacaban del mar y del trueque del pescado salado”. Así, la existencia de la pesca y la agricultura como las dos grandes divisiones del trabajo “hizo que toda la estructura económica siguiera el camino de la diferenciación laboral (…) A ello se debe el nacimiento de la actividad artesanal cuya tarea fue la de fabricar objetos diversos, utilitarios y de lujo”. Si bien la existencia de especialistas también se dio en la sierra, estos “nunca tuvieron la marcada diferenciación, ni la dedicación completa de los costeños”. Este sistema dio como resultado “la necesidad de trocar la producción por todo lo que los individuos o las parcialidades necesitaban, de ahí un constante intercambio de alimentos y de objetos manufacturados o de materias primas. Otro resultado de la división laboral fue la presencia de personas dedicadas al trueque y que facilitaron el intercambio”109.

109 María Rostworowski, Costa Peruana Prehispánica, serie: Historia andina / 15, Instituto de Estudios Peruanos, 3da. Edición, Lima. 2004, pp.19-22.

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Los estudios etnohistóricos de María Rostworowski, Patricia Netherly, Susan Ramírez, María Cecilia Lozada y Jane Buikstra110, entre otros, señalan que la Costa Norte, durante tiempos pre-hispánicos, estuvo organizada social y políticamente en torno a una serie de parcialidades o curacazgos111 integradas en entidades más grandes conocidas como Señoríos. Cada parcialidad era administrada por un señor de jerarquía menor112, el cual a su vez respondía al señor supremo que gobernaba el señorío. A este

110 C.f. María Rostworowski, Historia del Tahuantinsuyu, serie: Historia andina / 13, Instituto de Estudios Peruanos, 4ta. Edición, Lima, 1992; Id. Recursos Naturales Renovables y Pesca, siglos XVI y XVII; Curacas y sucesiones Costa Norte, Obras Completas IV, Historia Andina 29, IEP Ediciones, Lima, 2005; Patricia J. Netherly, “The Management of Late Andean Irrigation Systems on the North Coast of Peru”. American Antiquity, vol. 49, No. 2, 1984, pp. 227-254; Id., “Out of many, one: The organization of rule in the North Coast polities, en: The northern dynasties: Kingship and statecraft in Chimor, editado por Michael E. Moseley y Alana Cordy-Collins, Dumbarton Oaks, Washington D.C., 1990, pp.461-487. 111 Curacazgo es el equivalente andino de cacicazgo. El término parcialidad ha sido utilizado en época colonial de diferentes maneras y por lo tanto el significado que se le ha dado es bastante amplio. Según M. Rostworowski, el término equivalente a parcialidad sería, en el idioma quechua, el suyu, y a partir de esto concluye en “que la palabra parcialidad corresponde a una mitad sociopolítica de un curacazgo o señorío, que a su vez comprendía a varios ayllus”. En este caso, la interpretación española de parcialidad como sinónimo de ayllu o huaranga, es errónea, aunque bastante común en época colonial. No se conocen los términos equivalentes a parcialidad o suyu en los idiomas de la Costa Norte. Rostworoski afirma que posiblemente los términos regionales cayeron en desuso debido a su difícil pronunciación y que ante eso se usó “en los expedientes las voces de ayllu, parcialidad, pachaca en una gran confusión y como sinónimos entre sí. De lo que no hay duda es de la existencia de tales grupos de parentela” en la Costa Norte prehispánica (Ensayos de Historia andina I, Obras Completas V, Historia Andina 31, IEP Ediciones, Lima, 2005, pp. 204-212). Por su parte, Susan Ramírez, definió parcialidad como “parte de un todo, esto es, un grupo o comunidad nativa” y usó el término principalazgo como sinónimo de parcialidad (El mundo al revés: Contactos y conflictos transculturales en el Perú del siglo XVI, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002, pp. 41). Para Patricia Netherly era obvio que estas parcialidades combinaban funciones sociales, económicas y religiosas, y que brindaban a sus miembros una identidad social y – en los niveles más altos de integración – una identidad étnica (Los señores tardíos en la costa y sierra norte, ponencia presentada en el II Congreso Peruano “El hombre y la cultura andina”, Trujillo, 27 de octubre – 2 de noviembre, 1974). 112 S. Ramírez describe a los curacas “de estilo antiguo” de la costa norte peruana, anteriores a la presencia castellana, como personajes que “controlaban a miles de súbditos y administraban las tierras y recursos naturales que ellos usaban para mantenerse a si mismos. Sus súbditos los conocían, en primer lugar y ante todo, como ‘dueños de indios’ ” y su “rango, posición y prestigio eran iguales al número de sus súbditos (…) El cargo de curaca tenía tanto una dimensión demográfica como geográfica, aunque esta última se aplicaba con mayor precisión al uso de recursos que a la tierra misma”. La autora resalta que el concepto andino norcosteño de propiedad no tenía la misma connotación que el actual concepto occidental de propiedad privada (El mundo al revés…, op. cit., pp. 37-41).

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señor supremo Izumi Shimada le denomina Curaca A o cacique principal, y resalta la dualidad en el gobierno cuando dice que, en cada nivel jerárquico, los curacas o cabezas de estas divisiones o linajes estaban correspondientemente agrupados en pares, uno con mayor rango que el otro, y que tenían hegemonía sobre los recursos humanos y naturales dentro de sus dominios, y su rango y estatus se correlacionaba con el tamaño de la población que cada uno controlaba113. Los curacas de las parcialidades que conformaban el señorío formaban parte de un concejo, que supervisaba la labor del curaca.

A nivel de parcialidades y señoríos, uno debió predominar en algún momento por encima de los demás, creando una compleja red de dependencias asimétricas sustentadas por la ideología que manejaban aquellos que se encontraban a la cabeza de esta red, los grupos urbanos apostados en las ciudades. Estas parcialidades y señoríos establecieron alianzas estratégicas, posiblemente mediante matrimonios estableciendo lazos de parentesco, además de regalos y servicios. Estos lazos de parentesco, regalos y servicios prestados “establecieron y reforzaron obligaciones mutuas y asimétricas a la vez entre los señores de las distintas parcialidades, y entre señores de varios estratos de la misma unidad”114.

Con respecto al grado de centralización del sistema político y el grado de independencia de los grupos sometidos, los etnohistoriadores han recopilado información que permite obtener conclusiones interesantes. Por ejemplo, María Cecilia Lozada y Jane Buikstra señalan que aunque el grado de centralización del poder político ha sido difícil de precisar, se sabe que las comunidades costeñas prehispánicas fueron políticamente independientes, aunque integradas a una estructura política regional flexible, con características de cacicazgos o de Estados. Este sistema político era dinámico y su flexibilidad le permitía responder rápidamente a los cambios históricos115. Esto se podría considerar un tipo de organización heterárquica. Las investigaciones de Susan Ramírez la llevan a la misma observación. Esta investigadora señala que “a diferencia de lo que antes se pensaba, la sociedad indígena fue un conjunto o aglomeración de unidades con cierta independencia respecto a una

Según Manuel Burga, las fuentes coloniales sobre la Costa Norte no hablan de ayllu sino de cacicazgos. “Igualmente en la numeración practicada por Juan de Hoces en 1572, se inscribe a la población indígena, no como perteneciente a diversos ayllus, sino más bien a diferentes curacas (…) Este fenómeno podría explicar la ausencia de propiedad colectiva de la tierra y la presencia dominante de la propiedad de los curacas: las tierras cacicales” (De la encomienda a la Hacienda capitalista, Serie Estudios de la Sociedad Rural 4, Instituto de Estudios Peruanos (IEP ediciones), Lima 1976, pp. 85). 113 Izumi Shimada, “Late Moche urban …”, op. cit., pp. 275. 114 Susan Ramírez, “De pescadores y agricultores: una historia local de la gente del valle de Chicama antes de 1656”, Bulletin de l’Institut d’Etudes Andines, 24 (2), Lima, 1995, pp. 275. 115 María Cecilia Lozada y Jane E. Buikstra, El Señorío de Chiribaya en la costa sur del Perú. Serie: Fuentes e Investigaciones para la Historia del Perú, 15, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Lima, 2002, pp. 35. Un ejemplo lo ofrece María Rostworowski cuando indica que el señorío de Collec centralizó su poder bajo el liderazgo de su señor cuando los incas intentaron conquistarlos.

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unidad central” y que “las comunidades no fueron instituciones estáticas, sino instituciones donde las alianzas y las lealtades cambiaban; el poder no era permanente”116. Así mismo, los señores supremos no poseían el poder absoluto sobre su señorío. Netherly sugiere que las decisiones eran mayormente tomadas dentro de los niveles inferiores de la jerarquía política, pues “este sistema daba a los señores de mayor jerarquía una base de poder en los niveles más bajos, pero limitaba su libertad de acción al requerir el consenso de los de menor posición para cualquier acción concertada por parte de toda la información política”117. Con esto se limitaban los abusos de poder porque “su riqueza y prestigio dependían en gran medida del bienestar de sus súbditos”118. Las comunidades eran capaces de destronar un señor y poner otro en su lugar. Así mismo, estos señores de parcialidades fueron en gran parte independientes pero también “dependían de la producción y productos de los restantes grupos”119.

Axel Nielsen observa las sociedades andinas en el mismo sentido. Nielsen reconoce en un señorío étnico andino una estructura segmentaria en la que se observa tanto una forma de gobierno centralizado como de apropiación corporativa. Las parcialidades se agrupaban formando niveles de gestión crecientemente inclusivos, cada uno de ellos a cargo de autoridades o curacas, acompañados a menudo por “segundas personas”, cuyas atribuciones abarcaban desde el cogobierno hasta el reemplazo o sucesión. Al menos en los niveles superiores de la estructura, estas autoridades eran provistas exclusivamente por ciertos ayllu, parcialidades o “casas principales”. Como responsables de las funciones de gobierno y el culto a las huacas, los curacas percibían servicios, transformando de este modo sus privilegios políticos en formas excepcionales de apropiación del trabajo comunitario. A pesar de estas desigualdades estructurales, cada parcialidad retenía el control sobre los medios de producción básicos (la tierra y la fuerza de trabajo), el derecho a nombrar o fiscalizar las autoridades locales y la devoción a sus huacas. Se combinaban de este modo instituciones de gobierno centralizadas-jerárquicas con otras descentralizadas-heterárquicas en el seno de las mismas formaciones políticas120.

Siguiendo a Nielsen, la identidad de las parcialidades, como sucede en las sociedades segmentarias, se fundaba en dos lógicas indisolublemente unidas: una

116 S. Ramírez, “De pescadores y agricultores…”, op. cit., 1995, pp. 256. 117 P. Netherly, “Out of many...”, op. cit., 1990, pp. 465. 118 M. Lozada y Jane E. Buikstra, El Señorío de Chiribaya…, op.cit., pp. 37. S. Ramírez dice que “si el curaca no satisfacía las expectativas de sus súbditos, se le sacaba de en medio con una rebelión o el asentamiento (…) Entonces, el curaca distribuía bienes tanto en interés propio, como para el beneficio material de su pueblo" (El mundo al revés…, op. cit., pp. 58). 119 Ibid., pp. 36. 120 Las organizaciones segmentarias se caracterizan por la yuxtaposición de unidades semejantes que retienen su identidad y autonomía relativa, aunque subordinándose a una estructura política mayor (Axel E. Nielsen, “Plazas para los antepasados: descentralización y poder corporativo en las formaciones políticas preincaicas de los Andes circumpuneños”, en: Estudios Atacameños 31, pp. 67).

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territorial, otra de parentesco. Según la lógica territorial, los miembros de la parcialidad “eran personas que administraban corporativamente la tierra y otros recursos estratégicos asociados a ella”, como por ejemplo el agua. Según la lógica del parentesco, “eran descendientes de antepasados comunes, reales o míticos, que se consideraban propietarios últimos de la tierra y fuentes de toda autoridad”. La memoria de los antepasados sustentaba ideológicamente la identidad, autonomía y autarquía relativas de cada parcialidad o ayllu, así como las jerarquías políticas, las cuales estaban referidas a grupos antes que a individuos. Los antepasados estaban inmersos en una jerarquía impuesta por su origen, relaciones de parentesco o por acontecimientos bélicos “cuando ciertas huacas habían establecido su supremacía sobre otras o conquistado nuevos territorios”. Esta jerarquía de los antepasados era determinante cuando un linaje, parcialidad o ayllu aplicaba sus derechos a los cargos y sus beneficios correspondientes. Estas tradiciones incluían también información sobre la distancia genealógica que presuntamente separaba a linajes y parcialidades específicas de aquellas entidades ancestrales. En palabras de Nielsen, se “completaba así una lógica que conjugaba argumentos históricos –contingencias míticas– y genealógicos para anclar las desigualdades sociales –así como sus limitantes institucionales– en un modelo cosmológico ampliamente compartido”121.

Si bien esta estructura organizacional de las sociedades costeñas se identifica a partir de documentos etnohistóricos basados en sociedades más tardías que la sociedad mochica, como por ejemplo Chimú e Inca, es también conocido que esta estructura se mantuvo hasta bien entrada la conquista española, antes de los cambios introducidos por el virrey Toledo. 2.2.2. El caso de Moche Si los modelos político-económicos chimú122, inca y colonial eran tan centralizados como lo sostiene la literatura especializada y sin embargo el tipo de organización líneas arriba descrito persistió hasta la colonia, uno se podría preguntar ¿es factible aplicar este modelo hacia atrás, a una sociedad como la mochica, aparentemente menos centralizada? Pensamos que es factible.

Los estudios sobre el tipo de organización sociopolítica que alcanzaron los mochicas y su extensión territorial han estado sujetos a diversas hipótesis y planteamientos. Hasta fines de la década de los 80 se hablaba de Moche como un conjunto de cacicazgos en competencia ante la ausencia de un poder central unificador, o de un cacicazgo superior con una base territorial multivalle, o de un Estado único Mochica, dominando la mayor parte de la Costa Norte y teniendo como capital a Huacas del Sol y de la Luna (figura 8), planteándose modelos de Estado Teocrático, de

121 Ibid. 122 Los chimúes se desarrollaron en la costa norte entre los siglos X y XIII. Son los descendientes directos de los mochicas, lograron extenderse más al norte y al sur, y posiblemente hablaron su mismo idioma. Su cultura material sin embargo marca ciertas diferencias con sus antecesores en los aspectos ideológicos, políticos y económicos.

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Estado Secular y expansionista, de Estado transicional entre lo teocrático y lo secular, e incluso un modelo imperial123.

A mediados de los años 90, diversos autores plantearon la existencia de al menos dos esferas territoriales mochicas, el Mochica del Norte y el Mochica del Sur, independientes políticamente pero ligados ideológicamente, y separados geográficamente por el desierto de Paiján124 (figura 9). En los últimos años, la idea sobre la existencia de un Estado Mochica del Sur parece haberse solidificado. En cambio, al norte la situación se ha ido reevaluando y hoy incluso se habla de diversas sociedades complejas, que en el mejor de los casos pudieron haber consolidado Estados-valle o Estados-multivalle autónomos pero siempre ligados por la ideología (figura 10) como podrían ser los casos de los valles de Jequetepeque y Lambayeque125.

Poco se sabe sobre la sociedad mochica temprana. Richard Schaedel126 sostiene que es posible creer que en los primeros siglos de desarrollo de la sociedad mochica (Mochica Temprano al norte y Mochica I y II al sur), esta estaba organizada en jefaturas, cada una dominada por una elite que gobernaba en un valle o gran parte de él. Sin embargo, es plausible pensar que durante el periodo Mochica Medio (fases Mochica III y primera mitad del mochica IV del sur), estas jefaturas se habrían agrupado en lo que Rostworowski y otras investigadoras denominan “Señoríos”, entidades políticas estratificadas que habrían alcanzado diferentes grados de complejidad, en algunos casos hasta formar Estados, como parece ser el caso de la zona meridional del territorio Mochica. La transformación de los centros ceremoniales en ciudades, como el caso de Huacas de Moche para el valle de Moche, habría sido parte de este proceso127.

123 Izumi Shimada, “Los modelos de la organización sociopolítica de la cultura Moche”, en: Moche: propuestas y perspectivas, S. Uceda y E. Mujica, editores; Actas del primer coloquio sobre la cultura Moche (Trujillo, 12 al 16 de abril de 1993), Travaux de l’Institut Francais d’Etudes Andines, Lima, 1994, pp. 360-365. 124 Peter Kaulicke, “La presencia mochica en el Alto Piura: problemática y propuestas”, en: Moche: propuestas y perspectivas. Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche (Trujillo, 12 al 16 de abril de 1993), Santiago Uceda y Elías Mujica, editores; Travaux de l’Institute Français d’Etudes Andines 79, Universidad de La Libertad - Trujillo, Instituto Francés de Estudios Andinos y Asociación Peruana para el Fomento de las Ciencias Sociales, Lima, 1994, pp. 354; Izumi Shimada, “Los modelos…” op. cit.; Luis Jaime Castillo y Christopher Donnan, “Los mochicas del norte…”, op. cit. Castillo y Donnan reconocen diferencias básicas entre las entidades Moche de las mitades norteña y sureña de la Costa Norte. Las diferencias más notorias se identificaron a partir de las formas y los rasgos estilísticos de la cerámica, el patrón arquitectónico, el patrón funerario y la bipartición lingüística yunga (muchik en el norte y quingnam en el sur). 125 Luis Jaime Castillo, comunicación personal. 126 Citado en Claude Chapdelaine y Victor Pimentel, La presencia Moche en el valle del Santa, Costa Norte del Perú, Informe del Proyecto Arqueológico PSUM (Proyecto Santa de la Universidad de Montreal). Junio, julio y agosto de 2000, Département d'anthropologie. Faculté des arts et des sciences. Université de Montréal. Montreal, Québec, 2001. 127 “Los Mochicas del Norte…”, op. cit..

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Figura 4. Mapa del Estado mochica como un ente político unificado.

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Figura 5. Mapa de los estados mochicas Norte y Sur.

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Figura 6. Mapa de los estados mochicas multi-valle.

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De existir el predominio de una parcialidad por encima de las demás (por las

razones que fuera) esto habría supuesto para la parcialidad dominante un superávit o excedente de recursos a partir de los bienes (comida, bienes suntuarios) pero sobre todo servicios (mano de obra) que ofrecieron sus subordinados (estimulados por el asimétrico principio de la reciprocidad) que determinó la construcción de depósitos para su almacenamiento (y posterior redistribución) y de espacios de carácter ceremonial-administrativo. Igualmente, la ideología controlada por esta parcialidad supuso no sólo la construcción o el crecimiento de las estructuras ceremoniales para convertirlas en centros religiosos y ejes de integración, con la consecuente convocatoria de mano de obra. También supuso la convocatoria de los mejores especialistas de las parcialidades subordinadas para abastecer las nuevas necesidades de la parcialidad predominante, la construcción de talleres o talleres-residencia, y la habilitación de la prestación de servicios de abastecimiento como el caso del agua.

Claro, el fenómeno, como hemos señalado, no es uniforme a todo el territorio mochica, si se tiene en cuenta que estamos hablando de diferentes entidades políticas, con diferentes grados de complejidad social. Al hablar de diferentes entidades políticas mochicas dispersas por la Costa Norte, políticamente independientes, pero con una misma ideología, compartimos la idea Garth Bawden128 de pensar en “lo mochica” como una religión por encima de “lo mochica” como una cultura. Moche del Norte La esfera Moche del Norte se habría configurado territorialmente por los valles de Lambayeque (La Leche-Lambayeque-Zaña) y Jequetepeque. Peter Kaulicke (1994: 354) se aventuró a pensar en lo Mochica del Norte como “unidades de extensión territorial restringida vinculadas entre ellas por redes de intercambio de diferente índole (…) e intensidad, manteniendo una cierta independencia reflejada en particularidades de arquitectura, objetos de arte y en diferentes grados de poder, reflejado en el despliegue de su necropompa”. Por su parte, Luis Jaime Castillo y Christopher Donnan pensaron en la probabilidad de los valles de Lambayeque y Jequetepeque, a partir de los sitios de Pampa Grande y San José de Moro, como “dos unidades políticas diferentes, o que quizá ambos sitios tuvieron distintas funciones bajo un mismo sistema político” 129. Años más tarde, Luis Jaime y Castillo y Santiago Uceda plantean un modelo de organización política para el valle de Jequetepeque. Puesto que la configuración política del valle de Jequetepeque ofrece evidencias tanto de centralización política como de fragmentación, Castillo y Uceda optan por un “modelo de oscilamiento político, done los periodos de fragmentación eran seguidos por periodos de más centralización para

128 G. Bawden, “La paradoja…”, op. cit., pp. 389-412. 129 L.J. Castillo y C. Donnan, “Los mochicas del norte…”, op. cit., pp. 178.

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sacar ventajas de las oportunidades o circunstancias que brindan el ambiente o las interacciones entre entidades políticas” 130.

Izumi Shimada es el único en sugerir que “en algún momento alrededor de los 500 d.C., lo Moche sureño se ‘introdujo en’ e ‘integró’ los dominios de los Moche norteño” resultando en una hegemonía pan-norcosteña de corta duración, pues “una serie de severas sequías a comienzos del siglo VI d.C., incluyendo una sequía larga de 32 años que comienza en el 562 d.C. (…) se acopló a los problemas administrativos internos inferidos originados de la rápida expansión de la entidad serrana de Cajamarca (…) parece haber cambiado las geopolíticas Moche una vez más. Ante esto, la situación se habría revertido “a lo que existió durante Moche I a III, cando los valles individuales tuvieron bastante autonomía política” 131.

Una pregunta cuya respuesta queda pendiente es determinar cuáles son las razones posibles para que la esfera mochica norte no se haya consolidado como una organización política moche unificada territorialmente como en algún momento sucedió con el caso del área sureña. Una razón podría ser el tamaño de los valles de Lambayeque y Jequetepeque, en términos de tierra agrícola y agua; cada uno de estos valles es equivalente en extensión a varios de los valles de Moche del Sur, por tanto, las interacciones internas son mucho más determinantes que las relaciones entre valles. Además, en cada uno de estos valles, los mochicas no habrían logrado transformar la totalidad de espacio disponible para tierras de cultivo, por lo que no fue necesario emprender conflicto entre los valles para ganar tierras de cultivo y ganar acceso a más recursos primarios132. Tal como se ha señalado líneas arriba, el modelo o modelos que expliquen la situación socio política de la región norteña mochica se continúa evaluando y se irá consolidando en la medida en que se desarrollen más proyectos de investigación, en especial, en sitios importantes aún pendientes de investigación en el valle de Lambayeque, como es el caso de Saltur. El Estado Moche del Sur Hay manos o menos consenso en considerar que en el territorio meridional mochica se logró constituir en un Estado territorial a partir de un núcleo compuesto por los valles de Chicama y Moche, teniendo como ciudad capital a Huacas del Sol y de la Luna. El proceso de formación de dicho Estado se iniciaría con las conquistas de los valles de Virú y Chao y más tarde se consolidaría con el dominio de los valles de Santa y Nepeña. Santiago Uceda es contundente en afirmar que durante una primera fase de desarrollo del Estado Mochica del Sur su estructura política era de base teocrática, donde el rol del templo y su estructura ceremonial y ritual fueron la base del sustento

130 L.J. Castillo y S. Uceda, “The Mochicas”, en: Handbook of South American Archaeology, Helaine Silverman y William H. Isbell, editores, Springer Science+Business Media, LLC. Nueva York, 2008, pp. 720. 131 ” I. Shimada, “Los modelos…”, op. cit., pp. 381-382. 132 L. J. Castillo y S. Uceda, “The Mochicas”, op. cit., pp. 719.

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del poder estatal133. En una siguiente fase, más o menos en el 600 d.C., la estructura política habría cambiado, y el manejo de los órganos de gobierno habrían pasado a manos de las elites urbanas.

Al margen de la existencia de un Estado territorial Sur y de la posible existencia de pequeños Estados embrionarios multivalle en el norte, no debemos dejar de lado la idea de que estas sociedades habrían tenido, a nivel regional, una estructura política flexible y cambiante.

133 Santiago Uceda, “Relaciones sociales, políticas y económicas entre el templo y los habitantes en el Núcleo Urbano de las Huacas de Moche”, en: Mapa Cultural y Educación en el Perú, tomo II., selección y notas de W. Capsoli, Asamblea Nacional de Rectores, 2007, pp. 37.