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Capitulo VI; Pueblos sin nación 1. Soberanía de los pueblos o ingobernabilidad política A comienzos de 1829, el notable cartagenero José María del Castillo y Rada, líder de la facción bolivariana, en ese momento ministro de hacienda y Presiden- te del Consejo de Ministros y de Estado, le escribía al presidente señalándole la necesidad de establecer un Estado fuerte. Le describía también las característi- cas e intereses políticos de los principales bandos en discordia, de los cuales recomendaba desconfiar y manejar a discreción: Usted no puede negar que en la situación desgraciada de la República, las pasiones todas están enconadas, y que así como los facciosos han querido y quieren apoderarse de la autoridad, o reducir el país a la anarquía, con la capa y la máscara del liberalismo, así entre los opuestos hay muchos que con la sola máscara del amor al orden y de la adhesión a usted se han propuesto ejercer su venganza y hacer su fortuna'. A finales del mismo año, demostrando un mayor realismo político, su coetá- neo Juan García del Río meditaba sobre las principales causas que originaban la casi endémica inestabilidad del país y señalaba la falta de una correspondencia entre las diferentes partes y autoridades de la república, las cuales, en su parecer, no guardaban armonía con la constitución nacional. A ello se le sumaban lo que él llamaba nuestros hábitos añejos con ciertas preocupaciones de localidad y el domi- nio de la pasión con un lenguaje más persuasivo que la razón y los dictados de la política. La combinación de esos elementos era la causante, según García del Río, del ... trastorno rnás completo de todos los principios conservadores de la sociedad civil. Faltándose indebidamente a las obligaciones y a los juramentos; usurpando ciertas municipalidades la representación nacional; deliberando a veces la fuerza armada, contra los objetos de su instituto, se pedía tumultuariamente en unas provincias la adopción del sistema federal; en otras el código boliviano; éstas se abrogaban el derecho de soberanía, derecho que no pertenece sino a la nación, y tan sólo para los actos determinados por la ley; aquellas hacían abnegación de la misma soberanía, proclamando un dictador; la una solicitaba ser provincia hanseática; la otra casi se declara estado independiente; acá se sostenía el orden estableci- do; allá se oían algunas voces que pedían una monarquía constitucional; un mismo pueblo 1. «J. M. del Castillo al Excmo. Señor Libertador Simón Bolívar, etc., etc., etc., Bogotá, febrero 15 de 1829», en, Eduardo Rodríguez Piñeres (Ed.), La vida de Castillo y Rada, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional /Academia de Historia, 1949, p. 266. 223

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Page 1: Capitulo VI; Pueblos sin nación · PDF fileAntonio Armiño, «Soberanías en lucha», en Antonio Armiño, Luis Castro Leiva y Frangois-Xaxier Guerra, De los Imperios a las Naciones:

Capitulo VI;Pueblos sin nación

1. Soberanía de los pueblos o ingobernabilidad política

A comienzos de 1829, el notable cartagenero José María del Castillo y Rada,líder de la facción bolivariana, en ese momento ministro de hacienda y Presiden-te del Consejo de Ministros y de Estado, le escribía al presidente señalándole lanecesidad de establecer un Estado fuerte. Le describía también las característi-cas e intereses políticos de los principales bandos en discordia, de los cualesrecomendaba desconfiar y manejar a discreción:

Usted no puede negar que en la situación desgraciada de la República, las pasiones todasestán enconadas, y que así como los facciosos han querido y quieren apoderarse de laautoridad, o reducir el país a la anarquía, con la capa y la máscara del liberalismo, así entrelos opuestos hay muchos que con la sola máscara del amor al orden y de la adhesión a ustedse han propuesto ejercer su venganza y hacer su fortuna'.

A finales del mismo año, demostrando un mayor realismo político, su coetá-neo Juan García del Río meditaba sobre las principales causas que originaban lacasi endémica inestabilidad del país y señalaba la falta de una correspondenciaentre las diferentes partes y autoridades de la república, las cuales, en su parecer,no guardaban armonía con la constitución nacional. A ello se le sumaban lo queél llamaba nuestros hábitos añejos con ciertas preocupaciones de localidad y el domi-nio de la pasión con un lenguaje más persuasivo que la razón y los dictados de lapolítica. La combinación de esos elementos era la causante, según García delRío, del

... trastorno rnás completo de todos los principios conservadores de la sociedad civil. Faltándoseindebidamente a las obligaciones y a los juramentos; usurpando ciertas municipalidades larepresentación nacional; deliberando a veces la fuerza armada, contra los objetos de suinstituto, se pedía tumultuariamente en unas provincias la adopción del sistema federal; enotras el código boliviano; éstas se abrogaban el derecho de soberanía, derecho que nopertenece sino a la nación, y tan sólo para los actos determinados por la ley; aquellas hacíanabnegación de la misma soberanía, proclamando un dictador; la una solicitaba ser provinciahanseática; la otra casi se declara estado independiente; acá se sostenía el orden estableci-do; allá se oían algunas voces que pedían una monarquía constitucional; un mismo pueblo

1. «J. M. del Castillo al Excmo. Señor Libertador Simón Bolívar, etc., etc., etc., Bogotá,febrero 15 de 1829», en, Eduardo Rodríguez Piñeres (Ed.), La vida de Castillo y Rada, Bogotá,Biblioteca de Historia Nacional /Academia de Historia, 1949, p. 266.

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solicitaba hoy la federación, mañana una concentración más vigorosa, y hasta el despotismo; era tal, en suma, la divergencia de opiniones que no había posibilidad de entendernos2

En efecto, la posibilidad alguna de entendimiento era remota por cuanto elproblema no surgió como producto de espontáneas manifestaciones de las pasio-nes individuales o colectivas, ni mucho menos de una tensión entre ese universode pasiones, el imperio de la ley y el afianzamiento de instituciones permanentes.Quizás estos aspectos solo podían señalarse como uno de los tantos obstáculosque se oponían a un consenso sobre la forma fundamental del Estado. Un ternaalrededor del cual se originaron opiniones divergentes, pero en el cual todascoincidirían en un mismo punto: cómo llevar a cabo la formación del Estado y, almismo tiempo, cómo mantener incólume, mediante un cuerpo permanente deleyes, la integridad de la nación o de la república. Aspectos en los cuales cadacaso de adhesión a un principio sobre la forma eventual, revestía las característi-cas de un pronunciamiento personal o la defensa de los intereses de grupo. En talsentido, la búsqueda de un Estado fuerte, que los ensayistas o historiadores delperíodo favorecían, no era otra cosa que la consagración de un statu quo dentrodel cual difícilmente encontraban acomodo las fuerzas sociales emergentes. Lapermanente agitación política reflejaba la búsqueda de tales acomodos que, da-dos los abismos de desigualdad, no podían encontrar un punto de equilibrio3.

Por consiguiente, parecía ignorarse que las perturbaciones políticas presen-taban raíces sociales y sus orígenes no se podían explicar debido a anomalías decarácter moral como pretendían los ensayistas, quienes reducían todos los acon-tecimientos al influjo de las pasiones. Un punto de vista que los llevaba a consi-derar necesario nuestra regeneración; en otras palabras, realizar la obra de regene-ración política, única manera para desterrar de las mentes «nuestro principaldogma político»: la soberanía del pueblo, para ellos representada en las municipali-dades, las que debían eliminarse por algún tiempo4.

Las municipalidades constituían cuerpos representativos a través de los cua-les se manifestaban las pretensiones autonómicas de ciudades y provincias que sehabían erigido en las instituciones de contrapeso al poder central y los ejesdinamizadores de la vida política republicana, pero también consideradas rezagosdel pasado colonial opuestos al afán de constituir en estos territorios un Estadomoderno centralizado. Ellas eran convocadas por las juntas de padres de familiao los vecinos notables de la localidad para expresar sus sentimientos y opiniones

2. Juan García del Río, Meditaciones colombianas, pp. 71-72. También véase p. 60.3. Germán Colmenares, Los convenciones contra la cultura, Bogotá, Tercer Mundo Editores,

1989, pp. 180-190. [Hay edición reciente de La Carreta, N. del Ed.]. Del mismo autor, «Lahistoria de la Revolución por José Manuel Restrepo: Una Prisión Historiográfica», en GermánColmenares et. al., La Independencia. Ensayos de historia social, Bogotá, Instituto Colombiano deCultura, 1986, pp. 7-23.

4.JuanGarcíadelRío,op.c¡t.,Pp.40,41,87,109y 153.

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sobre un asunto considerado de «interés nacional». Cuando ocurrió, el gobiernocentral lo rechazó por considerarlo «un acto ilejítimo» contrario a su naturalezay a sus funciones establecidas en las leyes. También, porque constituía una usur-pación de «los derechos y funciones de los verdaderos representantes del pue-blo», los cuales sólo podía ejercerlos el congreso de la nación, ya que, se les recor-daba a los colombianos, que el tiempo durante el cual los ciudadanos y lasmunicipalidades podían expresar sus opiniones había cesado por haberse transfe-rido a ese cuerpo soberano todo mandato desde el instante en que «... el puebloentero se constituyó en el modo que creyó conveniente la mayor parte, y consi-guió en la constitución la facultad y los términos de adicionarla, alterarla y refor-marla parcial o totalmente. ESOS SON LOS PRINCIPIOS: por los principios hemoshecho la revolución de 1810...5.

Empero, los acontecimientos no discurrieron según esta lógica. El impredeci-ble curso que siguieron luego de la emancipación política, impidió que ios princi-pios lograran imponerse en su forma proyectada. En algunos casos fueron inter-pretados y acomodados a las circunstancias del momento; en otros, adaptados alas condiciones específicas de cada ciudad o provincia. Lo cierto fue que origi-naron de hecho, unas realidades políticas distintas a las existentes antes delsimbólico 1810, pero sin lograr hacer tabula rasa de ellas y, por el contrario,originando una situación inédita que provocó una diversidad de reacciones. Losciudadanos intermedios y sectores sociales emergentes lo consideraron un asun-to de autonomía provincial. Los ciudadanos notables lo señalaron a través de sudesencanto contra el estado de cosas surgido de la independencia y el estableci-miento del sistema republicano con su pilar fundamental: las elecciones. Losensayistas republicanos lo percibieron de manera similar, pero presentándolo comoun producto de las pasiones que debían ser refrenadas con el establecimiento deun Estado fuerte.

Para los notables y ensayistas, la mayoría de ellos bolivarianos autoritarios, laconstrucción política de la nación, inventada o imaginada, encontró muchasdificultades para consolidar un imaginario de nación adecuado a sus proyectosestatales. Tales dificultades las atribuyeron a la ausencia de ilustración y a unasecular ignorancia e incapacidad de los pueblos para valorar y asimilar el libera-lismo con toda su enseñanza civilizadora.

Por otro lado, la ingobemabilidad constituía el principal problema a que habíaconducido el proceso desencadenado desde el momento de la emancipaciónpolítica y que enfrentaba Colombia, al igual que otras repúblicas hispanoameri-canas. Bolívar lo resumió en 1830, en una carta escrita un mes antes de su muer-te al recibir noticias del asesinato de Sucre, con la experiencia acumulada por elejercicio de haber intentado gobernar durante veinte años:

5. «Municipalidades», Gaceta de Colombia, Bogotá, septiembre 3 de 1826, n'-1255.

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1- !a América es ingobernable para nosotros; 2- el que sirve una revolución ara en el mar; 3a

la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4U este país caerá infaliblementeen la multitud desentrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todoscolores y razas;...6.

Sin lugar a dudas, el proceso había desembocado en lo menos imaginado.Razón por la cual el sorpresivo resultado fue colocado en medio de la ecuacióncivilización-barbarie, o de un acto de traición, deslealtad, conspiración o subver-sión de los nuevos actores o los sectores sociales emergentes. En casos extremos,fue atribuido a un nuevo actor político: el caudillo, cuyo poder arbitrario y perso-nal limitó la soberanía de las leyes, e instauró aquella anarquía7.

No obstante, el problema de la ingobemabilidad tenía sus bases en unas cir-cunstancias preexistentes, entre las cuales, las de mayor relevancia política fue-ron las ciudades, centros urbanos con fueros y derechos corporizados, libres paraactuar a través de sus cabildos y de la voz de sus «apoderados» en las juntas ycongresos por ellas convocadas; además, con atribuciones para ejercer jurisdic-ción sobre un territorio, el de las provincias.

2. Pueblos, municipalidades y actores

El 17 de noviembre de 1831 se promulgó la ley fundamental del Estado de laRepública de la Nueva Granada, conformada por las provincias del centro deColombia. En la misma ley se reconoció la constitución de los pueblos de laantigua Venezuela en un Estado independiente como un acto de la «presenteconvención», que deliberó en Bogotá8.

De hecho, Venezuela funcionaba como Estado independiente desde muchoantes. El 25 y 26 de noviembre de 1829, los pueblos venezolanos resolvieron, enlas «reuniones populares en Caracas», separarse de la República de Colombia ydesconocer la autoridad de Bolívar. Aunque el pronunciamiento fue realizadopor los pueblos, era respaldado por la fuerza de los pardos llaneros, uno de lostantos poderes sociales que, como ejércitos, guerrillas, milicianos y montoneras,surgieron al calor de las luchas por la independencia, dirigidas las mayorías delas veces por un caudillo. Cuando estos poderes se movilizaban, modificaban las

6. «Bolívar a A. S. E. el general Juan José Flores, Barranquilla, 9 de noviembre de 1830» enSimón Bolívar, Escritos políticos, Selección e introducción de Graciela Soriano, Madrid, AlianzaEditorial, 1975, p. 169.

7. Antonio Armiño, «Soberanías en lucha», en Antonio Armiño, Luis Castro Leiva y Frangois-Xaxier Guerra, De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica, p. 229.

8. «Ley Fundamental del Estado de Nueva Granada (17 de noviembre de 1831)», en DiegoUribe Vargas, LÍIS constituciones de Colombia, pp. 881-883.

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relaciones de poder y propiciaban la creación de nuevos gobiernos. Este no era elcaso de los motines y movimientos urbanos que, apoyados más en ía fuerza de laopinión pública, pocas veces se bastaron por sí mismos para instaurar nuevosgobiernos. Esto explica en buena medida que la actuación del jefe llanero JoséAntonio Páez al frente de los pardos llaneros, acabase para siempre con el sueñohemisférico de Bolívar, lo cual no lograron ni el movimiento del patriciado urba-no residente en Bogotá o los tumultos populares en Cartagena9.

El otro problema que enfrentó el proyecto grancoiombiano residió en que lasentidades político-administrativas que lo constituyeron se habían proclamadocomo nación durante la época de la Primera República entre 1810 y 1815. Esasproclamaciones se apoyaban en textos constitucionales en los cuales se fijaba yestipulaba la primacía, en un primer momento, de las ciudades y, posteriormente,de los pueblos con sus pretensiones de ejercer soberanía. Este conjunto de he-chos explica, en términos de Véronique Hebrard, el fracaso cíe la República deColombia y la dificultad de construir la nación moderna conformada por indivi-duos autónomos y representados como tales10.

Ese espíritu autonomista de los pueblos se manifestó de manera recurrentedurante los momentos de crisis y remitió a los actores a un pasado que recordabalos pactos antiguos. La diferencia residía solamente en la forma que cada unoquería darle. Es decir, cómo debía ser el «pacto de asociación» teniendo encuenta las múltiples pertenencias de la población. Una de esas identidades fuecon los pueblos asociados a las municipalidades, definida por la pertenencia a lalocalidad. Aunque eran identidades de tipo corporativo que poco tenían que vercon la política moderna, jugaron un papel decisivo en la identificación de lapoblación con la nación como comunidad política de pertenencia. Pero tambiénen esa dinámica de identidades de la nación aparecieron dos nuevas figuras:civilidad y sociabilidad. La primera definió la pertenencia a la cultura occiden-tal. Con la segunda se comenzaron a reivindicar antiguas preeminencias, lo cualno impidió tejer una moderna red de poder a través de una activa participaciónen el movimiento asociativo neogranadino11.

9. Véase Brian R. Hamnett, «Las rebeliones y revoluciones iberoamericanas en la época dela independencia. Una tentativa de tipología», en Frangois-Xavier Guerra (Dir.), Revo/iicioneshispánicas: independencias americanas y liberalismo español, Editorial Complutense, Madrid, 1995,pp. 47-105. También, Frangois-Xavier Guerra, «De la política antigua a la política moderna. Larevolución de la soberanía», en Franjois-Xavier Guerra y Annick Lempériére et al., Los espaciospúblicos en Iberoamérica, p. 135.

10. Véronique Hebrard, «Pueblos y actores municipales en la estructuración de la regiónvenezolana, 1821-1830», en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Bucaramanga, v,2000, pp. 99-149. ' "

11. Aquí seguimos la explicación y manejo conceptual de Pilar González Bernaldo que,consideramos, ayuda a explicarnos la inserción de los pueblos del Caribe colombiano en elproceso de consttucción nacional entre 1832 y 1853; en este último año es promulgada unaconstitución que elimina el régimen censitario y establece el sufragio universal masculino. Véase

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Esa identificación con la nación como comunidad política de pertenencia llevó alos notables bogotanos, cartageneros, payaneses, panameños, antioqueños, etc, aimaginarse como granadinos y presentarse a la convención de finales de 1831 con losmás diversos proyectos constitucionales liderados por los representantes de Bogotá,Popayán y Cartagena. Las discusiones estuvieron atravesadas por las pugnas entre losfederalistas y centralistas, sobre la forma del pacto o acto dz asociación.

Desde Popayán se envió un documento por intermedio de Joaquín Mosquera,en el cual se pedía trabajar por la confederación colombiana. La exposición deMosquera recordó, en algunas partes, la efímera constitución del 29 de abril de1830, sancionada por el vicepresidente Domingo Caicedo. Esta carta reconocióla autonomía de las provincias integrantes de Venezuela y la Nueva Granada.Sin embargo, la constitución no logró entrar en vigencia, pues el golpe militar deRafael Urdaneta depuso a las autoridades elegidas por el congreso para entoncesreemplazar a Bolívar12.

El golpe de Urdaneta originó en su contra la sublevación de los pueblos de laNueva Granada en un movimiento que terminó con el retorno al gobierno de lasanteriores autoridades. Sin embargo, el vicepresidente Domingo Caicedo reasumióel mando presidencial por abandono del titular Mosquera.

Los pronunciamientos de los pueblos de la Nueva Granada constituyeron unresurgimiento de los cuerpos intermedios de la representación eliminados porBolívar desde 1828. En el Caribe colombiano, los pueblos pertenecientes a loscantones de Barranquilla y Soledad, de la provincia de Cartagena y algunos dela de Santa Marta, en el departamento del Magdalena, se pronunciaron, en el«año del señor» de 1831,

... en la solemne patriótica, y muy libre resolución que han abrazado, y a que les haobligado la restitución de sus derechos que supieron conquistar con inmensos sacrificios yque tan vil y atrozmente han sido sofocados, por los sátrapas del poder, que haciéndonospadecer una serie de males indecible hasta el extremo de hacernos el instrumento de lanegra y vengativa ambición, ha rebosado ya nuestro sufrimiento de que parece se rien y seburlan; aunque la general agitación de la República no la origina otros motivos que losmismos que a nosotros nos animan, y que han hecho producir heroicos sucesos, que al pasoque nos hacen esperar confiadamente la creación de un gobierno benéfico, libre y justo bajola forma que ha proclamado la República toda, sucesos, que han despertado nuestro honory puesto en acción todo el vigor que da la dignidad de hombres libres13.

E González, «La 'identidad nacional' en el Río de la Plata postcolonial. Continuidades y rupturascon el Antiguo Régimen», en Anuario del IEHS, Buenos Aires, 12, 1998, pp. 109-122. De lamisma autora, «La nación como sociabilidad. El Río de la Plata 1820-1862», en Frangois-XavierGuerra y Mónica Quijada (Eds.), Imaginar la Nación. Cuadernos de Historia Latinoamericana n9

2, Hamburgo, 1994,pp. 196-197. Y sin lugar a dudas su obra paradigmática, Civilidad y política enlos orígenes de de la nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862.

12. «Constitución de la República de Colombia (29 de abril de 1830)», en Diego UribeVargas, op. ci't,, vol. u, pp. 849-878.

13. «Pronunciamiento de los cantones de Barlovento, Villa de Soledad, trece días del mesde febrero de año del señor de 1831», Imprenta de Manuel M. Guerrero, Cartagena de Colom-bia, 1831, AR,vol. 170, ff. 171 a 173.

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Remitiéndose al pasado, los pueblos recordaron el pacto suscrito con la crea-ción de la «República en 1821». Pero como este había sido desconocido con laaplicación arbitraria del artículo 128 en la constitución14 imponiéndose en eldevenir el abuso y el temor, «determinó a algunos pueblos a pedir más sólidasgarantías». Al no ser estas satisfechas produjeron «... la revolución en Valenciade Venezuela en 1826, y para conseguir lo que se deseaba se propuso que elgobierno se estableciese bajo el gobierno federal el que proporcionó la reuniónde los pueblos para lograr aquella revolución».

Pero la solución ofrecida por el gobierno «para proporcionar la tranquilidad yla confianza, fue destruir la Constitución del año lls» sustituyéndola por

... la que se dio en Bolivia. Con dolor recordamos este triste acontecimiento por las fatali-dades que de el han dimanado; pues que facilitó las actas de aquel tiempo, obtenidas condescaro por los escandalosos como violentos medios que son sabidos, cuyo aciago y subver-sivo manejo enseñó el canúno, e instruyó de los modos con que para lo sucesivo por medio deactas, o de pronunciamientos, como hoy ya se apellidan, se destruye el sistema representativo,se anulan las instituciones, se cambian los gobernantes, y en suma, se pone a merced de losambiciosos el destino de los pueblos15.

Recurriendo a la metáfora del cuerpo sano, se compararon las ventajas quepara los pueblos significaba mantener el sistema representativo. También, por el«interés del patriotismo amante de la libertad», el pronunciamiento adhirió a laconvención que fue

... arrancada de la representación nacional la sanción de este ofrecimiento [con] tal objetose ilustró la opinión para que los elegidos a formar aquel cuerpo desgraciado dieran á larepública la salud dejando en vigor el sistema representativo, alternativo, y responsable, bajo elcual se había constituido, concediendo las garantías que asegurasen las libertades. Se logra-ron en efecto en su mayor parte los esfuerzos del patriotismo, más desconfiando ya laambición del triunfo que pensó.. .destruir el principio saludable único que puede sostenerlos cuerpos deliberantes16.

Sin embargo, también se protestó contra el procedimiento impuesto por Bo-gotá, que nuevamente aplicando las «siempre detestables facultades discrecionales»convocó a la convención sólo a los departamentos del centro de la república y aaquellos que obedecían al gobierno, utilizando un sistema de elección que marginóa los representantes de los pueblos. Esto se consideró como una clara demostraciónde no «establecer un gobierno conforme con la voluntad pronunciada de la nación».El desconocimiento de este pacto fue considerado «una excitación a la rebelión», yaunque condenada desde los periódicos, el gobierno aprovechó «esa misma excita-

14. El decreto 128 de la constitución de 1821 hacia referencia a las facultades concedidas alcongreso; si no estaba reunido sería convocado inmediatamente, en caso de conmoción interiora mano armada o de una invasión exterior y repentina dictar medidas extraordinarias que seanindispensables y que estén comprendidas en la esfera natural de sus atribuciones.

15. ítóL, f. 171 (cursivas añadidas).16. Ibíd., {. 171v. (cursivas añadidas).

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ción», para mantener «la integridad de la República bajo un gobierno central ounitario». Por otro lado, esos periódicos no fueron

... contradichos porque el terror anulando la libertad de imprimir solo deja hacerlo a sussostenedores. Que siendo pocos los pueblos que han de hacer las elecciones y dándose unabase muy elevada para conforme á ella dar a los diputados que han de formar la asambleaconvocada forzosamente resulta que sea compuesta de muy pocos que a mas de las fatalida-des que esto produce en un cuerpo deliberante sucederá que la mayoría miserable por sunúmero proporcionará todas las facilidades para obtener las determinaciones que se debancon tanta mas seguridad cuanto que poniéndose en acción la intriga como siempre hasucedido para las elecciones y estando en lo general vendidos al poder los concejos munici-pales a quienes esta sujeto el escrutinio de las elecciones, y existiendo todos bajo el influjodirecto y absoluto de las autoridades del Departamento he consiguiente que los electoresque formen las asambleas electorales obraran según la voluntad de aquellas: que sin embar-go de estas disposiciones concilidadoras se ha visto que siguen las proscripciones y quenuestros ciudadanos son deportados: que el espionaje continua: que se hacen marchar a losgenerales y oficiales a la capital de la República: que se ha dispuesto reclutamiento degente: que se activa la instrucción da las milicias: y que se dispone la remesa de armamentosparticulares todos que descubren la intención de los que mandan y que hacen conocer queel gobierno ha dictado aquellas disposiciones, estrechado por las circunstancias con el objetode colmar las agitaciones y comprimirlas resoluciones, con el fin conocido de obrar a lasombra de nuestra estúpida confianza17.

El pronunciamiento de los pueblos de las provincias costeñas reconoció al siste-ma federal como la única forma de organización política capaz de garantizar susderechos y perpetuar la existencia de una «República democrática». La inclinaciónpor la forma federativa fue considerada una cuestión de «honor nacional» ya queimpedía el aniquilamiento de las provincias, el cual se estaba presentando por

... la considerable disminución de los cuerpos que marcharon sobre ella: los inmensos gastos,que aumentando nuestra pobreza hacen debilitar más y más los medios para cumplir la obliga-ción sagrada que impone el honor nacional, la satisfacción de su crédito, haciendo acrecer masla deuda con la falta de pago de los intereses; y lo es mas doloroso y sensible la muerte de tantoscolombianos que ha causado la cruel campaña, y los lamentos, los ayes lastimosos y las lagrimasque se vierten en todos los pueblos de estos cantones atestiguan que el mejor fruto que hareportando la tiranía, es la horfandad en que ha dejado a porción de familias18. .

Finalizaba el pronunciamiento de esos pueblos con una plataformaprogramática de seis puntos. Uno de ellos exigía que se «constituya el gobiernobajo la forma federal que se ha proclamado [en Venezuela]». La lectura delsistema federal realizada por este y otros pronunciamientos que ocurrieron du-rante el período, hacía referencia a la autonomía absoluta de los pueblos y de lasprovincias y en contra del sistema departamental impuesto con la carta del 21.Contra esta última se presentaron múltiples protestas y representaciones ya quese consideraba un sistema demasiado oneroso para los pueblos y, en ese momento

17.íbíd.,f. 172v.18.1bíd.,f. 172.

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de crisis, identificado con la «odiosa persona» del comandante general del De-partamento del Magdalena, el general venezolano Mariano Montilla, a quien sele solicitó «sustraerse de su autoridad» por haber ejercido «poderes extremada-mente despóticos y vengativos, se burla de nuestra obediencia y sumisión ponien-do en irritación los ánimos e incitando a resoluciones desesperadas». En otro puntoreclamaron la facultad para sustituir a los antiguos funcionarios por personas identi-ficadas con la «causa pública», para el nombramiento de gobernador político de laprovincia al «honrado patriota Manuel Romay» y para jefe de ia comandancia « . . .elegir al sr. Comandante Policarpo Martínez, [mientras] disponga de la fuerza arma-da que tenga a bien levantar, atribuyéndole las mismas facultades que las ordenanzasmilitares conceden a los generales en campaña con el objeto de conservar tranquili-dad y seguridad de nuestras personas y propiedades»19.

Al pronunciamiento de esos pueblos se adhirieron los de la municipalidad deCartagena. En suma, el movimiento fue tomando visos de sublevación contra elgobierno dictatorial de Bogotá. Las autoridades encabezadas por Montilla y el pre-fecto Juan Francisco de Martín declararon al departamento del Magdalena en esta-do de guerra y convocaron también a una asamblea de las personas notables de laciudad para reconocer el gobierno de facto de Bogotá. Al final, la municipalidad deCartagena solo tuvo el respaldo de una posición similar en Mompós20.

En los cantones de Barranquilla, Soledad y Sabanalarga aparecieron papelesanónimos que relataban «una conversación en cierta parte» para «deponer del man-dato» en la villa de Barranquilla a John Glen y Santiago Duncan, lo cual estabapreparado en Sabanilla. El plan global comprendía a Cartagena donde se depondríana Montilla y Juan Francisco y «todo sería en uno de los tres días de Carnaval pues alintento se tenían ganados a los satélites que manejan a unos y otros»2'.

El hecho aparentemente pintoresco por ser convenida su ejecución en un díacarnestoléndico, presentaba todas las características de un plan claro y precisotendiente a deponer a las autoridades locales y departamentales, la mayoría deellos probolivarianos. Uno de ellos, Hermenegildo Visbal, juez político municipalde Soledad, le comunicaba al prefecto departamental Juan Francisco que habíaoficiado a los alcaldes parroquiales de Malambo para que indagaran si era cierto

19. Ibíd., f. 173. Lógicamente Policarpo Martínez era el que encabezaba la lista de firmantesdel pronunciamiento, secundado por los ciudadanos-vecinos, Antonio Pantoja, Antonio Guzmán,Pedro Palacios, Eulogio Vega, Manuel García Lobato, Manuel de Paz, Gregorio Cupinis, BenignoGalán, Juan Palma, José Conde, José Rudecindo Avendaño, José Gregorio Orozco, RafaelConsuegra, Andrés Laguna, Manuel Cocides, &.,&.,& (siguen más firmas).

20. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, 1.1, pp. 68-69.21. «Anónimo nü 1, Barranquilla, 12 de febrero de 1831. Es copia: Soledad a 23 de febrero

de 1831», BLAA, Archivo Alonso Restrepo. Documentos oficiales y diversas cartas originadas enCartagena entre 1825 y 1892, Mss. (Manuscrito) 562, pieza 325, caja 3. El irlandés SantiagoDuncan era el jefe político municipal del cantón de Barranquilla. En 1824 se había desempeña-do como alcalde de segunda nominación de la villa de Barranquilla.

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de un movimiento en los alrededores del pueblo. Para el efecto, también reunió«uno por uno a los padres de familia» y envió a una persona de confianza a lasinmediaciones de ese lugar, quien al regresar, le informó «haber descubierto ungrupo de gente armada refugiada en los montes de las inmediaciones de Malambo».Visbal informaba, además, que por no contar con ningún auxilio militar se dedi-có a «instruir» a los vecinos en el manejo de «las armas blancas [cuchillos ymachetes] que son las de su uso», pero abandonó pronto la tarea, pues ellos sololas utilizaban en sus labores como labradores. Comisionó entonces al alcaldeparroquial de segunda nominación Leandro Jiménez y a los vecinos notablesManuel Comas y Francisco Racedo para que «en nombre de este juzgado, hicie-sen las manifestaciones que fuesen adaptables, para terminar el particular pormedio de una avenencia que al mismo tiempo que evitase la efusión de sangreprecaviese las fatales consecuencias que apareja una guerra fraticida». El co-mandante de la «primera avanzada» de los sublevados, Hipólito Ferré, les mani-festó no poder entrar en tratos por estar ausente el comandante principal. Final-mente, los revolucionarios, que manifestaron sus intenciones de entrar al pueblode Malambo sin derramamiento de sangre, le comunicaron al juez político através de un oficio titulado «Comandante de la División de Liberales del BajoMagdalena» que reuniera al concejo municipal para manifestarle los «votos delos pueblos en esta provincia y la de Santa Marta». El anunció provocó «unagrande algarabía por las calles de algunos vecinos huyendo». El mismo Visbalhuyó no por el «temor de la prisión», según él, sino para evitar los insultos yvejámenes a que lo someterían los liberales paseándolo por las calles del pueblo22.

El movimiento revolucionario se extendió por todos los pueblos localizados aorillas de río Magdalena, en ambas provincias. En Sabanagrande y Santo Tomás,las fuerzas denominadas liberales recibieron el respaldo de las autoridades loca-les. En el segundo de los pueblos, el alcalde de segunda nominación BernardinoNegrinis acompañado de los vecinos Damián Pizarro y Manuel Cayetano Pérezorganizaron una fuerza «como de treinta hombres a caballo» que recorrió loscaminos que comunicaban a estos pueblos con Malambo y Sabanagrande, origi-nando la exaltación de la gente23.

Los sucesos en los pueblos de la provincia de Santa Marta también fueronconsiderados inicialmente un «lamentable extravío de cuatro exaltados» quehabían salido de la parroquia de Ciénaga «a turbar la tranquilidad del país». Sinembargo, el gobernador señalaba que, a pesar de la derrota causada a los sediciosospor «las bayonetas» del general Sarda, todavía algunos andaban «errantes y de-vorados de la más cruel desesperación». Por este hecho, el gobernador mostró

22. «Hermenegildo Visbal Al Sr, Prefecto Gobernador del Departamento. Soledad a 24 defebrero de 1831»,IW.

23. «Anónimo n2 2. Es copia: Soledad a 23 de febrero de 1831», Ibíd.,

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total felicidad y su disposición de «evitar que vuelva algún otro inquieto a re-unirlos para repetir los males». Aunque sus inquietudes reaparecían porque seguíanactuando a su antojo «los dispersos de la pandilla de Hormechea». El general CarlosHormechea fue uno de los primeros en pronunciarse contra la dictadura de Urdaneta.Luego de escapar en varias ocasiones de las columnas enviadas por el coronel PedroRodríguez, e incluso del mismo Sarda, pasó a la provincia de Riohacha donde termi-nó dirigiendo a los disidentes que operaban allí24.

En resumen, los pronunciamientos de los pueblos no fueron nada pintorescosy la organización de los revolucionarios con título de liberales no correspondie-ron a lo que el comandante militar del departamento, el general Mariano Montilla,denominó peyorativamente «la democracia de los coloretes» orquestada por los«trabuqueros»25. En el fondo, eran las acciones novedosas de unos individuos,que combinando igualdad ciudadana y color de la piel, habían logrado algunaparticipación en la agitada vida política republicana. Sin embargo, era una par-ticipación desigual sin acceso alguno al poder político, social y económico. Y esadesigualdad estaba signada por lo racial, la cual señalaba las fronteras políticas ylas barreras sociales entre los ciudadanos notables y la gran mayoría de los ciuda-danos vecinos. Por consiguiente, los mulatos, pardos, negros, zambos, indígenas,prietos, trigueños y el resto de individuos de color, fundamento humano y territo-rial de cualquier proyecto nacional colombiano, fueron integrados solo en eldiscurso sobre la identidad nacional, el cual para algunos no decía «ni jota» porsu inclusión desigual. Y aunque ellos representaban los reales colores de la nación,el tema de la inclusión versus exclusión no era el punto central, sino la lucha pordefinir concretamente los términos de la inclusión.

3. Antiguas y nuevas soberanías estatales

Desde Cartagena y en medio del tenso ambiente político de 1834, en plenaadministración presidencial de Santander, un «adicto al sistema», describía aquienes podrían ser considerados símbolos y nociones predominantes en el ima-ginario de la oposición política:

Anoche en el baile que dio la oficialidad de milicias pusieron los retratos de usted a laderecha y de Washington a la izquierda de una estampa de las armas del antiguo estado de

24. «Esteban Díaz Granados al Sr. Prefecto del Departamento. Ciénaga, 25 de noviembre de1830», Ibíd., Mss. 562, pieza 368, caja 3.

25. «Mariano Montilla al Señor Coronel Federico Adlercreutz. Cartagena, mayo 18 de1829», Carraccioli Parra-Pérez, La cañera del Coronel Conde de Adlercreutz, p. 92.

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Cartagena; y los señores Losada, Pombo, Piñeres y el alcalde Mangones, cabos de miliciasfueron los de la idea, y ninguno de los oficiales lo supimos hasta anoche que estuvieronpuestos los retratos. Piñeres manifestó a algunos, y entre ellos a mí que le pregunté que a qu¿conducían, que las armas del centro eran las que tuvo el estado de Cartagena y el retrato deWashington el patriarca de la federación cíe los Estados Unidos del Norte. Parece que conesto quiso y se pretende significar algo, y si a esto se agrega otra porción de chispas quedivulgan para dividir esta provincia de la de Bogotá, quién sabe si lograrán trastornadoscuando más no puedan; pero usted esté seguro de que los amigos del gobierno estamosalerta y dispuestos a sacrificamos, sin embargo que nos desconsuela bastante ver rodeado algobernador de Recuero, Méndez, Piñeres, Pombo y demás serviles, que con la capa deamigos de las instituciones no lo dejan'6.

Pero más allá de la simbología política, la anterior descripción planteaba unproblema que desde el período de la Independencia surgió como la principaldificultad y, al tiempo, novedad: ¿cuáles eran realmente los ámbitos de la sobera-nía: los pueblos, las provincias, la nación, los Estados?

Cuando en el decenio de 1820 reaparece el problema, la mayoría de provin-cias de la recién constituida República de Colombia habían vivido la experien-cia de haberse logrado constituir en Estados soberanos. En el Caribe colombiano,la experiencia histórica del Estado Libre, Soberano e Independiente de Cartagenade Indias significó para los habitantes del antiguo territorio de los Calamaríes, elhecho de vivir con los otros su peculiaridad social, en este caso desde la cultura,y la cual correspondió a una autoconciencia de dicha vivencia. Es decir, la cul-tura cumplió la función de expresión de su autointerpretación nacional, del or-gullo por su contribución propia y por su propia singularidad27.

En su momento, el Estado de Cartagena fue considerado por sus gestores una«grande obra de nuestra regeneración política», que alcanzó a funcionar con suspropios órganos del poder público, leyes, tribunales, prensa periódica oficial, so-ciedades económicas, capacidad para emitir papel moneda y representado consu propio escudo y bandera. Tanto en el escudo como en el papel moneda apare-ció impresa la figura indígena. La evocación del pasado indígena, en favor de lacausa emancipadora, buscaba imprimir legitimidad histórica a las exigencias crio-llas de soberanía y representación. Pero también se empleó simbólicamente comoemblema de la identidad nacional (de los cartageneros) con la representaciónalegórica de la figura femenina en el escudo del Estado de Cartagena dondeaparecía «... una india sentada a la sombra de una palma de coco, con un carcaj

26. «Pablo de Alcázar al Señor General Francisco de Paula Santander, Cartagena, enero 3de 1834», en Roberto Cortázar, Correspondencia dirigida al General Santander, vol. 1, n9 37, p. 92.El gobernador era José Hilario López, militar nombrado directamente desde el gobierno central,quien tenía órdenes expresas de corregir situaciones irregulares originadas por la turbación delorden público.

27. Norbert Elias, E¡ proceso de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica, 1994,p. 57. La evocación de lo indígena y su pasado fue recurrente en estos casos, sobre todo, utilizadopara la construcción de símbolos y emblemas.

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a la espalda, y en la mano derecha una granada abierta, cuyos granos pica unturpial; y en la izquierda, una cadena destrizada»28.

La utilización de lo indígena en los símbolos, valores patrios y el dinero circu-lante solo buscaba estimular la movilización popular en defensa de la libertadadquirida, el fomento de la solidaridad y la creación de un sentimiento de iden-tidad en un ámbito más extenso, pero sin participación alguna en los asuntospolíticos. El mismo caso se intentó con relación a las castas, aunque su moviliza-ción, por efecto del discurso político dirigido a mulatos, negros y zambos, le im-primió inesperadamente un sello revolucionario a los acontecimientos de la eman-cipación, para los patriotas cartageneros.

No obstante, considerando necesario una representación nacional, útil tantopara la guerra como para la política, principalmente en lo concerniente a lasrelaciones con las naciones civilizadas, los dirigentes del Estado de Cartagena,promovieron la creación de la

... confederación de las provincias litorales situadas desde la embocadura del Orinoco hastael cabo de Gracias a Dios en la costa de Mosquitos. Decía que el gobierno debía residir en laciudad de Maracaibo o en ios valles de Cúcuta, y que unidas las tropas de Cartagena con lasde Venezuela libertarían inmediatamente las provincias que aun se hallaban sufriendo elyugo español. Hecho esto, se reuniría la Convención general de diputados de las provinciaslitorales para construir la nueva República. La legislatura de Cartagena pasó una ley apro-bando la unión proyectada, y autorizando plenamente al ejecutivo para llevarla a efecto. Elteniente coronel Juan Salvador Narváez fue nombrado por el presidente de Cartagena parair a Caracas para tratar con el general Bolívar sobre la confederación litoral29.

Las alianzas y el espíritu confederativo de las provincias constituyó la premisamayor de una representación nacional fundamentada en un nuevo pacto deasociación, en la búsqueda necesaria de un punto fijo para la república, de laque reconocían su vulnerabilidad, porque sus leyes no tienen aún la fuerza del hábi-to y de las costumbres establecidas™. Razón por la cual, el Estado republicano, ensu formación, se planteó como objetivo primordial representarse «a sí mismo comoun régimen legal que disfruta de legitimación civil y que pide obediencia aquienes tienen conciencia cívica»31. En la práctica, fueron principios políticos

28. Caneca Extraordinaria de Cartagena de Indias, julio 16 de 1812, n9 1, en la Imprenta delGobierno por el Ciudadano Manuel González y Pujol. La bandera con figura cuadrilonga, esdecir de tres cuadriláteros concéntricos, rojo, amarillo y verde, con una estrella blanca de ochopuntas en el centro de este último, Eduardo Lemaitre, Breve historia de Cartagena, ]501 - J 90J,Bogotá, Icalgraf, 1981, p. 131.

29. José Manuel Restrepo, Historia de revolución cíe Colombia, Editorial Bedout, Medellín,1974,1.1, pp. 353-354. Para el significado inicial que tuvo la expresión regeneración política, véase«Continúan las reflexiones sobre nuestro estado», Ei Argos Americano, octubre 22 de 1810, n° 6.

30. Clement Thibaud, «En búsqueda de un punto fijo para la República. El cesarismo liberal(Venezuela-Colombia, 1810-1830)», Revista de Í7idias, vol. LXIII, 225,2002, p. 471.

31. Philip Pettit, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, Barcelona, EditorialPaidós, 1999, P. 328.

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considerados fundamentos morales de necesaria realización para lograr su reco-nocimiento como Estados por parte de las naciones civilizadas de Europa occiden-tal, principalmente Gran Bretaña.

En tales circunstancias, todas las provincias del antiguo Virreinato del Nue-vo Reino de Granada, con excepción de Cundinamarca, agrupadas de maneraconfederativa bajo el titulo de Provincias Unidas de la Nueva Granada, acorda-ron declinar a favor de la Unión todas aquellas facultades nacionales y las gran-des relaciones y poderes de un Estado que no podía desempeñarse sin una repre-sentación general, sin la concentración de los recursos comunes, y sin lacooperación y los esfuerzos de todas las provincias32.

Para llevar a cabo las comisiones en representación general de un Estadonuevo, que buscaba reconocimiento y establecimiento de relaciones con otrosEstados legal y legítimamente constituidos, el gobierno de la Confederación en-cargó a José María del Real con el carácter de agente confidencial para quegestionara «ante S. M. el Rey de la Gran Bretaña y S. A. R. el Príncipe Regen-te», la aceptación del gobierno libre e independiente de la Nueva Granada, enel rango de las naciones civilizadas. A finales de 1814, sin ser recibido «como unenviado, por no serlo de una potencia reconocida», Del Real le expuso al Minis-tro inglés de Negocios extranjeros un conjunto de documentos que contenían«una breve relación de las Provincias que componen el Reino de la Nueva Grana-da»: sistema de gobierno adoptado, territorio, situación geográfica, población,agricultura, industria, comercio, minas, frutos naturales y demás producciones;además, el estado real de la guerra contra España33.

La gestión de José María del Real, que podría ser considerada la primeraexperiencia diplomática colombiana, estuvo fundamentada en los principios delderecho público o derecho natural de gentes que los pensadores, ensayistas y publicistasde la época conocieron a través de las lecturas de las obras de quienes eran susdivulgadores: «Grocio, Puffendorf, Barberiac y Watel[sic!], cuyo texto es en eldía la ley de las naciones»34.

32. Véase «Acta de Federación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada(1811)», enJosé Luis Romero (compilador), Pensamiento poíítíco de la emancipación, Biblioteca Ayacucho,Caracas, 1977,1.1, pp. 167-170 (cursiva añadida).

33. Véase «Correspondencia diplomática del Doctor José María Del Real (Londres, 2 de no-viembre de 1814a 11 de abril de 1815), en Sergio Elias Ortiz, Colección de documentos..., p. 256.

34. «Concluye la carta segunda del Sr. R» El Argos Americano, Cartagena de Indias, mayo 17de 1811, n9 35. La referencia era a la obra de Emmer de Vattel, Derecho de Gentes, o Principios dela Ley Natural aplicados a la conducta e intereses de las naciones y de los príncipes, traducida por J. B.J. G. Burdeos, Imprenta de Lavalle, 1822; corresponde a la edición consultada en BNC, Sala 39,na 12.963 [que será citada en adelante]; en el Fondo Pineda 108-110, también se encuentranposteriores ediciones en francés, Le droit de gens ou principes de la loi naturelle appliquée á laconduite et aiix affaires des nations et des souverains, París, Editorial Casa de Lecointe, 1836;igualmente en español por la misma casa y año, en edición revisada.

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Por consiguiente, la tendencia de las provincias a formar uniones, confedera-ciones, ligas o alianzas se constituyó en una forma de contrarrestar el poder delgobierno central o alguna amenaza externa, pero manteniendo sin menoscabosus seculares derechos, reforzados en las doctrinas del derecho de gentes, lo cualpermitió su desarrollo eri calidad de Estados autónomos con capacidad para go-bernarse independientemente.

Simultáneamente, los Estados se configuraron como espacios de poder degrupos sociales emergentes que mediatizaron la intervención y presencia de go-bierno central alguno. Por lo tanto, la existencia de las provincias con anteriori-dad a cualquier principio constitucional propio del régimen representativo libe-ral y de la nación colombiana se convirtió en el principal obstáculo para poner enpráctica un proyecto unitario centralizado. La dificultad de establecerlo impidióla consecución del orden y la estabilidad con que soñaban los liberales. Por elcontrario, como repetían algunas voces, terminó imponiéndose la anarquía.

En consecuencia, las centralistas República de Colombia o de la Nueva Gra-nada surgieron como una visión regeneradora que redujo a la calificación deanarquía una experiencia social de gran importancia para la construcción de lanación y para la resolución de algunos problemas de la formación del Estado. Laidea reapareció con fuerza a partir de 1825, luego de una serie de acontecimien-tos que adquirieron una dinámica inusitada acelerada desde el momento en queBolívar disolvió la convención de Ocaña, en junio de 1828, y luego el 23 delmismo mes, respaldado por varias municipalidades asumió poderes dictatoria-les35. Durante su dictadura, Bolívar disolvió numerosos concejos municipalesestablecidos por Santander en años anteriores. Sus ministros de gabinete inten-taron posteriormente acabar con las formas republicanas de gobierno, proponien-do un regreso al sistema monárquico.

35. Una de las primeras municipalidades en pronunciarse fue la de Cartagena el 23 de juniode 1828, ciudad en la cual el grupo probolivariano era fuerte y controlaba los principales cargospúblicos: intendente de gobernador, jefe de policía, jefe político municipal, algunos miembros dela Ilustre Municipalidad, presidente y ministros de la corte superior de justicia, comandantegeneral del departamento, comandante de marina, venerable deán y cabildo, algunos comandantesde los cuerpos de guarnición y empleados de hacienda, quienes firmaron el acta con «demásciudadanos vecinos de esta capital». El pronunciamiento muestra el manejo ambiguo de la expresiónsoberanía: «Cuando en 1826 ios pueblos llamaron al Libertador presidente i depositaron en sus manos elejercicio pierio de la soberanía, le pidieron al mismo tiempo convocase la gran convención, festinandoeste acto para tiempo mas remoto, que ningún poder estraño podría antelar sino el pueblo mismo quees el soberano... Subsistiendo, por lo tanto, los motivos que nos obligaron a ocurrir al Libertador en1826 para que tomase á su cargo nuestra suerte, i habiendo quedado sin efecto la solicitud de lospueblos del departamento a la convención por su prematura disolución, ó pata decir verdad por laincapacidad moral de aquel cuerpo para remediar nuestros males; vueltos al ejercicio de nuestrasoberanía hemos convenido...», «Actas de las Municipalidades. De la de Cartagena», Gaceta deColombia, julio 17 de 1828, ns 360 (cursivas añadidas).

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En 1829, el ministro de relaciones exteriores de la República de Colombia,Estanislao Vergara presentó a Bolívar un proyecto de gobierno con el cual se pondríafin a lo que los agentes del sistema llamaban e! reino de la anarquía y el desorden:

Estamos también trabajando para que todos se penetren de la necesidad de establecer ungobierno fuerte y tal como lo deseamos. Nuestro plan es Y E. de por vida al frente delGobierno, con un Ministerio responsable, un Senado vitalicio, una Cámara de Representan-tes por rigurosa representación; disminuir el número de estos subiendo la base de la pobla-ción y restringir mucho el sistema electivo de elegir, dejándolo en muy pocas personas.Pequeñas Asambleas de Provincias, con funciones muy detalladas y circunscritas, quesirvan al gobierno más bien de apoyo que de obstáculo; nada de Municipalidades, y el PoderEjecutivo con todas las prerrogativas de Rey de Inglaterra. En cuanto a la sucesión nos

* detenemos: el señor Castillo opina por un Príncipe europeo; el señor Cual parece que quiereque nombre el Senado al sucesor; y yo estoy decidido a que V. E. con el Senado lo hagan, yque V E. los haga reconocer en su vida. Creo que así salvamos a Colombia y nos aseguramosel sufragio y la buena voluntad de los europeos36.

Al igual que el resto de sus copartidarios, el ministro confiaba en que susesfuerzos promonárquicos podrían verse respaldados por otro congreso constitu-cional propuesto por el mismo Bolívar para legitimar el orden. El congreso sereunió en Bogotá en enero de 1830. A diferencia de la convención tumultuosade Ocaña en 1828, estuvo conformado por un grupo relativamente pequeño yhomogéneo dominado por los aristócratas37.

El dominio reducido y aristocrático se debía a nuevas normas electoralesadoptadas a finales de 1828. Estas normas permitían a través de un fuero relati-vamente amplio, que aun los campesinos, bajo la supervisión de los hacendadosconservadores aristócratas, también votaran. De igual manera, le fue devuelto elderecho al voto a los militares, quienes lo hicieron efectivo bajo la cuidadosavigilancia de los oficiales probolivarianos. Por otro lado, las nuevas normas elec-torales redujeron el número de representantes regionales convirtiendo al con-greso en un ente más exclusivo. Aún más, la persecución contra los involucradosen la conspiración de septiembre contra Bolívar, facilitó la victoria electoral delos bolivarianos por encontrarse aquellos escondidos o exiliados. Como en con-gresos anteriores, los abogados y militares fueron los protagonistas claves38.

36. «Estanislao Vergara a Simón Bolívar, 8 de abril de 1829,» en Eduardo Rodríguez Piñeres,of>. cit., p. 53. También véase Julio Vergara y Vergara, Vida de Estanislao Vergara (1790-1855),Bogotá, Editorial Iqueima, 1951, p. 233.

¡ 37. El congreso constituyente inició sesiones eligiendo a José María del Castillo, director, yj Juan García del Río, secretario, ambos junto a José Joaquín Gori, eran los diputados por la¡ provincia de Cartagena. José María Cucalón y Ramón Vallarino lo fueron por la de Panamá.

Luego eligió como su presidente a Antonio José de Sucre, vicepresidente al obispo de Santai Marta José María Esteves, actos en los que el notable cartagenero Eusebio María Canabal fue| postulado a las dos investiduras, y secretario al abogado cartagenero Simón Burgos; véase «Con-

> greso Constituyente», Gaceta de Colombia, Enero 10 de 1830, nfi 447. «Instalación del Congreso| Constituyente. Acta», Gaceta de Colombia, enero 24 de 1830, n- 449.\j 38. Véase, Víctor Unte-Uran, Honorable Uves..., pp.86-93.

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Finalmente, Bolívar renunció a comienzos de 1830 eligiendo el congreso alpayanes Joaquín Mosquera presidente y al cundinamarqués Domingo Caicedovicepresidente, unos bolivarianos moderados de tendencia procivilista, que en-frentaron la férrea oposición de ¡os bolivarianos autoritarios enemigos de lo quedenominaban «democracia tumultuosa» y proclives al fortalecimiento de un po-der ejecutivo central con una limitada participación provincial en el gobierno,que terminó reemplazando el fracaso de la monarquía constitucional y la dicta-dura de Bolívar, instaurada en 1828 ante su derrota en La Convención de Ocaña.En medio de tantas adversidades políticas, los bolivarianos autoritarios vieron enla dictadura del general bolivariano Pvafael Urdaneta la realización de su proyec-tado Estado fuerte.

La efímera dictadura del general venezolano, que contó con el respaldo de losaristócratas probolivarianos ante el asombro generalizado de los otros grupos socialesde la Nueva Granada, fue enfrentada por una coalición irregular de aristócratasmoderados procivilistas y grupos sociales emergentes provinciales que finalmenteasumieron el mando y se encargaron de reorganizar el gobierno y sus políticas.

La resistencia a la dictadura de Urdaneta originó la reaparición del problema dela soberanía, lo que se consideraba un derecho legítimo de los pueblos fundamenta-do en el principio político y moral de que «ecsistiendo dos Soberanías una de echo yotra de derecho», la «Constitución, Constitución y Constitución», que luego de trans-curridos los hechos agitaban los probolivarianos, carecía de legitimidad. Principal-mente, porque ella «se sancionó bajo los auspicios de una dictadura [que alteró] lasbases fundamentales de las elecciones y sin refleccionar que no puede existir laconstitución con la dislocada de los Departamentos»39.

Por lo tanto, el equívoco de los notables, ensayistas y constitucionalistas re-publicanos, radicaba en su pretensión de justificar la preexistencia de la nacióndesde, al menos, el momento inicial del proceso de independencia. Con esteargumento consideraban un hecho incontrovertible que «la soberanía residíaesencialmente en la nación», principio consagrado en las constituciones de 1821,1832 y 1843. Según su enfoque el problema resultaba algo aparentemente simple,ya que al residir la soberanía en la nación, formada por un conjunto de provin-cias que son su producto, aquellas solo ejercían ciertas atribuciones soberanasconcedidas por la nación a través de la constitución40.

Como bien lo planteó Antonio Annino, el resultado fue la presencia de unassoberanías en lucha, reflejadas en la permanente rivalidad entre la soberanía re-

39. «Comunicado», Correo Semana/, julio 29 de 1831, no 6.40. Véase Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia, Bogo-

tá, octubre 12de 1892, pp. 115-145,187-228y231-261. Sobre la organización en departamentos,provincias, cantones, parroquias, etc., de la nación colombiana o neogranadma, véase Ibíd., pp.119,139,217 y 255.

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clamada por las provincias y la representada por la nación cuya legitimidad sefundamentaba en la constitución y la capacidad coercitiva del Estado central.Esta tensión originó una permanente apelación a la soberanía, ya fuera la de lasleyes y de la nación, por un lado, o la del pueblo o los pueblos, por el otro,constituyéndose en el principal expediente retórico de las contiendas políticas.Empero, en el imaginario del período dominó la soberanía de los pueblos, la cualconsistía en apelar a una idea de territorio comunitario, dueño de sus derechosinalienables, ajeno a la jurisdicción del Estado y bajo el amparo del municipio.Las asambleas y las elecciones parroquiales se constituyeron en el enlace entre elpueblo ficticio de las constituciones y los pueblos reales de los territorios, y la asídicha «tradición municipalista», tan fuerte y tan antiestatal, expresó este enlaceque se remontaba a la crisis del Antiguo Régimen41.

Por supuesto, se trató de una formulación ambigua a lo máximo que limitó elproceso de ubicación de la soberanía nacional, en particular y en lo referente a laforma federalista, aunque siempre terminaba estableciéndose una confederacióndentro de la cual reinaba el espíritu autonomista de los territorios provinciales42.

Por otro lado, la idealización de la virtud y perfección de las repúblicas anti-guas influyó en los reiterados intentos de aplicar un modelo de gobierno fuerteque recayera en una personalidad, propio de aquellos regímenes, como remedioa la inestabilidad social provocada, según el imaginario político de las faccionesenfrentadas en el espacio urbano cartagenero, por la tensión racial originada en laoposición aristocracia-democracia. Al respecto, un crítico escéptico de la suertede la república comparó la dictadura de Bolívar con la de los dictadores roma-nos, en particular Julio Cesar, y sus persecuciones infames contra los ciudadanosdel Imperio. Luego, realizando un recuento cronológico, fijaba a 1826 como elaño en que fue relajada la moral y a través de «las actas tumultuarias, creando unDictador destruyeron la libertad del pueblo y la soberanía de los pueblos»43.

En síntesis, la mayoría de los actores políticos republicanos no pensaban en laconstrucción de la nación, sino en la formación del Estado. Contrarios a cual-

41. Antonio Annino, «Soberanías en lucha», en Antonio Annino, Luis Castro Leiva yFrancpis-Xavier Guerra, De los Imperios... pp. 229-253.

42. Desde el período de la Independencia hasta mediados del siglo XIX se configuraron,entre los opositores del centralismo, tres posiciones respecto a la forma de organización estatal: lafederalista, la confederacionista y la autonomista, la que, al final, derivaba por estratagemadefensiva y preservación política hacia la confederación.

43. «Rajones por que no existe la constitución ni otra cosa que el instinto de nuestraconservación», Correo Semanal, agosto 12 de 1831, nfi 12. En el pasado, el mismo hecho llevó, envarias ocasiones, al Estado de Cartagena autorizar la congregación de los ciudadanos para que«pacificamente baxo ciertas formalidades consulten sobre el bien común», principios consagra-dos por la Constitución que, en esos casos, proscribía «absolutamente la aristocracia», y sostenía«la democracia que en su virtud juraron los pueblos solemnemente». «Salidas», Decada Misceláneade Cartagena, noviembre 9 de 1814,no4 (36).

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quier sentimiento territorial, que podía entrañar la convocatoria permanente delos pueblos, rechazaron ¡as excesivas facultades de los gobiernos provinciales^. Laexperiencia les había demostrado que cada vez que se pronunciaban, colapsabala autoridad suprema, se fortalecían los grupos sociales emergentes, las munici-palidades y los sistemas familiares locales, lo cual conducía a las jóvenes nacio-nes hacia regímenes que fluctuaban entre la anarquía y los regímenes personalistas.

Las contiendas originadas en medio de ese ambiente giraron en tomo al principiodel grupo que poseía las mayores habilidades para apoderarse del aparato estatalpatrimonial. A través de ellas, como bien lo ha señalado el historiador portuguésAntonio Manuel Hespanha caracterizando la concepción patrimonialista del oficio,se favoreció la formación de espacios autónomos de poder personal en la periferia,ejercidos por funcionarios que inicialmente siendo agentes del poder central, luegose desdoblaban convirtiéndose en sus competidores1'5.

4. La organización de un «ejército» electoral

En medio de ese ambiente tenso se creó en Cartagena la Sociedad de Vetera-nos Defensores de la Libertad, cuyos miembros se paseaban por la ciudad luciendoen el sombrero una cinta de colores rojo y verde, «lo cual causaba mucho recelode desorden» y la desconfianza de las autoridades municipales, las cuales, con-trariando al dictador Urdaneta, restablecieron las garantías individuales des-pués de escuchar las opiniones del asesor de la prefectura, Ramón Ripoll, delmagistrado Eusebio Canabal y del jefe de policía Ildefonso Méndez46.

La Sociedad de Veteranos surgió como oposición a la Sociedad Política Literaria orga-nizada por los notables, principalmente los agrupados alrededor de la facción

44. La primera expresión clara sobre esos aspectos y la formación del Estado fue realizada porSimón Bolívar en su célebre Carta de Jamaica (1815), en esencia, un comentario crítico yvisionario a la falta de centralización. Véase «Contestación de un Americano Meridional a uncaballero de esta Isla», Simón Bolívar, Escritos políticos, pp. 61-90.

45. De acuerdo con este autor, la concepción patrimonialista del oficio debe ser entendidacomo una «forma» jurídico-institucional que operó en relación con determinadas estrategiasguípales de poder. Desde esta perspectiva, Antonio M. Hespanha considera que las instituciones«aparecen como 'formas' —cuya aparición y desarrollo obedecen a lógicas relativamente autóno-mas- y constituyen, no reflejos, sino funciones, escenarios (scripts), campos de variación, marcos(frames), más o menos rígidas y constringentes, de estrategias individuales o grupales», AntonioM. Hespanha, Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo xvii), Barcelona,Taurus, 1989, p. 13.

46. «Sociedad de Veteranos», Gaceta de Cartagena de Colombia, 21 de agosto de 1831, nfi

504; Gustavo Arboleda, Historie/ contemporánea de Colombia, 1.1, p. 92. El verde y el rojo eran loscolotes de la bandera del antiguo Estado de Cartagena.

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bolivariana. Un contemporáneo, quien buscaba por todos los medios posibles negar laexistencia de «una división de clases», señaló, respecto a la primera de las socieda-des: «los pardos toman allí mucha fuerza»; mientras atribuía a la calumnia la afirma-ción del coronel Gaitán, quien en sus cartas señalaba a la segunda como «una socie-dad de aristócratas bajo el título de «instrucción recíproca»47.

Ahora bien, ambas sociedades funcionaron como clubes electorales, pero conestructuras organizativas diferentes. La Sociedad Literaria funcionó con base endos clases de reuniones: una de asociación realizada dos veces al mes y otra deinstrucción los días domingo y festivos. En estás últimas se practicaban lecturasen voz alta de obras de «ensayistas políticos celebres» y se ventilaban los «intere-

ses nacionales»48.Mientas tanto, la Sociedad de Veteranos integrada por personajes de los secto-

res emergentes y uno que otro notable partidario del general Santander funcio-naba a través de una estructura compleja de cinco secciones: Hacienda, indus-tria, legislación civil y penal, instrucción pública y policía, guerra y marina;además, con corresponsales en Bogotá, Antioquia, Mompós, Santa Marta yRiohacha. Los de las dos primeras provincias fueron el reconocido santanderistaVicente Azuero y Manuel Antonio Jaramillo, diputados a la convención consti-tuyente de 1831. Sus principales dirigentes fueron Juan Madiedo, director de lasociedad; Pedro Laza, subdirector; Juan José Nieto, secretario; Calixto Noguera,secretario de gobierno de la provincia; Francisco de Borja Ruiz, capitán y contralordel hospital militar; Antonio del Real, Manuel Marcelino Núñez, Mauricio Ro-mero, Pedro Francisco Castellón, Jorge López, Francisco Fernández y PolicarpoMartínez, quien, como primer comandante, la representaba en Barranquilla. Lasociedad también editó su propio periódico y logró publicar más de diez números.La presencia de las secciones de policía, guerra y marina, integrada efectiva-mente por militares y milicianos, le imprimió a la sociedad un sello de «ejército»electoral que la «hizo temible en la política»49.

La oposición política de la Sociedad de Veteranos fue acompañada por la reali-zada desde el periódico El Cartagenero Liberal50, alrededor del cual se asociabanEnrique Rodríguez, Manuel Marcelino Núñez, Jorge López, Calixto Noguera,Manuel Azanza, Juan José Nieto, Diego Martínez, Alejandro Salgado, FranciscoCorrea, Julián Figueroa, Miguel Grau, Juan Suárez, Daniel Berrío, Pedro Laza,

47. José Manuel Restrepo, Diario político y militar, t. II, p. 213.48. «Un paso importante», Correo Semanal, julio 1 de 1831,ns2. «Sociedad Literaria de

Cartagena», Gaceta de ¡a Nueva Granada, enero 4 de 1835, ns 171.49. Manuel Ezequiel Corrales, Efemérides y anales del Estado de Bolívar, 1.1, p. 106; «Sociedad

Veterana Defensora de la Libertad», Correo Semanal, julio 8 de 1831, n9 3.50. El Cartagenero Liberal, Cartagena de Colombia, 10 y 17 de febrero de 1831. Estas fechas

corresponden a los dos primeros números, luego el periódico reaparecería el 22 de abril cuandofueron depuestos los «usurpadores del gobierno legítimo de los pueblos».

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Jerónimo Echeona y Antonio Castañeda. Algunos de ellos amigos y simpatizantesdel general Francisco de Paula Santander. En particular, Manuel Marcelino Núñezmantuvo un permanente intercambio epistolar con el exiliado general, a quienle declaró «empeñar esforzadamente mi amistad y adhesión hacia usted»51.

En la costa Caribe, el movimiento en contra de los simpatizantes del gobiernode Bogotá se dividió en dos frentes: el de los cantones de Barranquilla, Soledad,Sabanalarga y algunos pueblos de la provincia de Santa Marta, y otro reducido alespacio urbano de Cartagena integrado por los actores arriba mencionados. Estosúltimos fueron los primeros apresados y expulsados con destino a Jamaica, a ex-cepción de Antonio Castañeda, quien se fugó y llegó al lugar de los sublevadosdel primer frente. Estos también fueron sofocados siete días después del pronun-ciamiento por las tropas del general Ignacio Luque, enviado por Montilla alcampamento que habían levantado en la hacienda «Sans Souci» copropiedaddel inglés Juan Betts y el coronel venezolano Pedro Rodríguez52.

Días después ocurrió el regreso de los desterrados a Jamaica camuflados en lagoleta holandesa «María» al mando del capitán Wys Rotse, quien los desembar-có en Sabanilla, pero nuevamente fueron apresados por Luque, quien los regresóa Cartagena y encerró en la fortaleza de Bocachica. De ahí fueron enviados porsegunda vez a Jamaica.

Las victorias de Luque fueron celebradas con fiestas y, en la noche del 6 demarzo en la villa de Barranquilla, en un banquete ofrecido por el subdito inglésJohn Glen, ante las invectivas proferidas por el socorrano José María Vesga con-tra Montilla, Luque decidió al día siguiente levantar los confinamientos impues-tos a los ciudadanos expulsados a Jamaica y nombrar al bogotano Manuel RomayCampuzano, gobernador de la provincia de Cartagena. A las medidas de Luquese sumó Francisco Carmena en la villa de Ciénaga, el general Trinidad

51. «Manuel Marcelino Núñez al señor general Francisco de Paula Santander, Cartagena 2de julio de 1831», en Roberto Cortázar, Correspondencia dirigidíi al General Santa7ider, vol. IX, n"3013, p. 83.

52. AHA, Fondo notarial de Sabanalarga, 1823-1840, Libro 1, año 1830, Escritura pública47. El nombre Sans Souci fue muy simbólico en la cuenca del Caribe, en general. En Haitírepresentaba un reino mágico que aludía a independencia, el palacio de una dignidad, queantes había sido de los blancos, pero luego de la independencia sería habitado por los negros. Eltérmino también apareció en un renombrado rebelde africano, probablemente del Congo, Jean-Baptiste Sans Souci, quién poseía el rango más alto desde el punto de vista de la milicia colonialfrancesa. Sin embargo, los historiadores haitianos han preferido silenciar este personaje, «unfantasma que no preferirían molestar» la mayoría de ellos. Véase, Michel-Rolph Trouülot, Siíencigthepasi, pp. 31-69; corresponde al segundo capítulo: «The Three Faces of Sans Socuci. Gloryand Silences in the Haitian Revolution». Una narración detallada de los acontecimientos desa-rrollados en la hacienda Sans Souci, localizada en la jurisdicción de la parroquia de Sabanalarga,la ofrece el conjunto de crónicas ofrecidas por el cartagenero Camilo S. Delgado, quien laspublicó con el seudónimo Arcos, véase Camilo Delgado, Historias, leyendas y tradiciones deCartagena, Cartagena, Tipografía de J. V Mogollón, 1924, t. IV, pp. 130-132.

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Portocarrero en Santa Marta y luego procedieron a documentar esos pronuncia-mientos. Uno de ellos fue la abolición del sistema departamental con la consi-guiente autonomía de cada una de las provincias del departamento del Magda-lena. Dentro del mismo acuerdo resultó escogido Esteban Díaz Granados cornogobernador de la provincia de Santa Marta y a Carmena se le nombró Coman-dante General con el título de «Jefe de las fuerzas protectoras de la libertad».Todos estos eventos estuvieron acompañados por nuevos pronunciamientos con-tra la dictadura de Urdaneta en Mompós y otras poblaciones del río, dirigidas porJuan Antonio Piñeres, jefe de la guarnición, y Francisco Martínez Troncoso, go-bernador de la provincia, en el afán de contener a los sublevados. Por su parte,Luque buscó ganarse el apoyo popular con la abolición de algunos impuestos,pero las circunstancias actuaron contra las autoridades de Cartagena, pues va-rias provincias de la costa estimuladas por el espíritu autonomista, protestaroncontra la entidad departamental y expresaron en público sus deseos de dependerdirectamente de Bogotá".

De esta manera, el movimiento, en principio contra Urdaneta, mostró unavariada gama de fuerzas centrífugas, no solo en la costa Caribe sino también enel resto del territorio neogranadino. Casanare, Panamá y Cauca se pronunciaroncontra el gobierno central de Bogotá; la primera provincia solicitó anexarse aVenezuela, la segunda se declaró Estado independiente y la tercera reclamóunirse al Ecuador. Otro tanto se esperaba de la costa Caribe, dándose por des-contado que Cartagena iniciaría el movimiento y que sometería a las otras pro-vincias a su voluntad. El movimiento, contrariamente a lo que se esperaba, ter-minó reclamando la dependencia de Bogotá y rechazando la «centralizacióndepartamental» de Cartagena. Los acuerdos logrados después de las rebelionesterminaron con un memorial de quejas mediante el cual las diferentes provinciasmanifestaron haber sido explotadas inmisericordemente por Cartagena a la cualacusaban de haber saqueado sus arcas e impuesto una tiranía; pero más significativoaún: las provincias se declararon subordinadas al gobierno central de Bogotá al cualle reconocían absoluta autoridad. Obviamente, a los cartageneros no les agradó estemovimiento, pero ante la decisión firme de las otras provincias no les tocó más queaceptarlo con argumentos, al parecer, convincentes. En mayo de 1831, un ciudadanode Cartagena le escribió al encargado del gobierno en Bogotá:

... no dejamos de tener algunos disgustos; la provincia de Santa Marta en su pronunciamien-to se ha expresado abiertamente contra el sistema departamental, ¡tal ha sido el odio que hainspirado la mala administración pasada; del mismo parecer es Mompox y se cree, igualmen-te, que Riohacha sentirá lo propio, pues se trata de que sea obra común para darle todaimportancia. Aquí hemos pensado no entrar en choques, sino dejar a cada provincia en lacompleta posesión y goce de sus derechos hasta la resolución del gobierno54.

53. Gustavo Arboleda, op. cit., 1.1, pp. 93-94.54. «Mauricio José Romero a Domingo Caicedo, Cartagena, 9 de mayo de 1831», en Archivo

epistolar del general Domingo Caicedo, t. u, p. 235.

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Aún así, algunos cartageneros hicieron público ese reconocimiento, pero atri-buyéndole a esa peculiar centralización la capacidad de proporcionar a Montillay Juan Francisco de Martín los instrumentos para cometer sus «perversas maqui-naciones», e incluso al mismo Bolívar le atribuyeron haber utilizado para susdespóticos fines dictatoriales el oprobioso sistema departamental. Un periódicorecogió ese sentimiento expresando -en el momento que los dos mencionadospersonajes fueron expulsados y desterrados, el primero hacia Venezuela y el se-gundo para Jamaica—, lo siguiente:

Necesario es pues conocer que el sistema departamental, ese horrible y malhadado sistemaproporciono á los pueblos los males que deploramos. A la sombra de ese espantoso sistema fueque Montilla y Juan de Francisco Martin lograron elevarse sobre la ruina pública. Si ellos nohubiesen contado con la concentración del poder, estamos ciertos que de ningún modohabrían podido conseguir la realización de sus planes proditorios, de sus pérfidas maquina-ciones. Lecciones tan terribles han obligado á las provincias á detestar aquel régimen y ábuscar en el sistema provincial los bienes que la tiranía y la iniquidad les arrebato, fue bajoel régimen departamental que se desoló a la patriótica provincia del Hacha cuando cansadade vejaciones y de ultrajes, trató de resistir a la tiranía de sus opresores proclamando losprincipios de libertad y seguridad, que al fin hemos visto triunfar en toda la república: bajoel sistema departamental fue sofocada la heroica reacción del ilustre, y siempre lamentadoGeneral José María Córdova en Antioquia. En fin, bajo el sistema departamental es quehemos visto al infeliz Magdalena uncido al carro del más feroz de los déspotas, que seguro desu ilimitado poder, enviaba la desolación y la muerte como hemos dicho por doquiera queasomaba un rayo de libertad: á ese mismo régimen o sistema debió el General Bolívar el malque con su maligna residencia en esta plaza ocasionó á la república toda, haciéndose árecursos para llevar adelante con miras de tiranía y usurpación; y después de esto íes útilacaso el régimen departamental? ¿no tienen los pueblos mucha razón en aborrecerlo ysolicitar en el régimen Provincial el alivio de sus males y la seguridad de su libertad ygarantías.755.

A las representaciones de los pueblos solicitando la organización de un siste-ma provincial, se sumó la idea generalizada de separación definitiva de las pro-vincias del centro, con la creación de un nuevo Estado central y unitario. Elargumento más contundente a favor de esta idea era la fuerte carga que gravita-ba sobre las rentas de la Nueva Granada por la inmensa lista de militares vene-zolanos, que además servían en la mayoría de las prefecturas, gobernaciones,comandancias y otros pueblos56.

Por otra parte, en Cartagena circuló un proyectó de constitución que el pe-riódico oficial Gaceta de Cartagena reprodujo en tres entregas. Sus redactores,impulsados por el deber de todo buen ciudadano en «acudir al socorro de supatria», elaboraron un proyecto en el cual, según su opinión, aparecían «conci-

55. «A la imprenta de la concordia», Correo Semanal, Cartagena, 24 de junio de 1831. En elproceso seguido contra Juan Francisco de Martín y Mariano Montilla influyó la agitación ymovilización organizada por la Sociedad de Veteranos Defensores de la Libertad, «Sociedad deVeteranos», Gacela de Cartagena de Colombia, 21 de agosto de 1831,na504-

56. Gustavo Arboleda, op. cít., 1.1, p. 24.

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liadas las opiniones dominantes, y suficientemente consultados los intereses detodos los pueblos de Colombia»57.

El proyecto constitucional de los cartageneros retomó, en buena medida, partesesenciales de la constitución de 1821 y sólo en lo referente a las elecciones incorporóuna noción ajena a los otros textos constitucionales: el de «sufragante popular»58.

Tales conceptos eran muy frecuentes en los discursos y primaron en las inter-venciones de los convencionistas. Por otro lado, algunos periódicos y hojas volan-tes exageraban en sus opiniones, proporcionándole a los debates una escena conlas más distorsionadas imágenes de unos actores manejando enrevesadas pala-bras y nociones constitucionales. En pocas palabras, un verdadero galimatías. Eltítulo de un periódico fundado en Cartagena en esa época, La Torre de Babel, sinlugar a dudas trazó el mejor cuadro de la realidad que se vivió59.

El texto constitucional aprobado por la convención se convirtió finalmenteen un acuerdo, principalmente, entre bogotanos y cartageneros. Estos últimosaspiraban a alcanzar alguna figuración en las posiciones gubernamentales con elabogado Joaquín José Gori. Sin embargo, la opinión generalizada de los granadi-nos se concentró en la esperanza de «libertad y orden» que representó la figuradel General Santander para algunos de sus «comitentes» quienes lo elevaron ala presidencia del Estado de la República de la Nueva Granada60.

La constitución que entró en vigencia en 1832, no incorporó novedad algunacon respecto a la ciudadanía política de los granadinos libres. Esta calidad siguiódefinida por la pertenencia a un lugar o localidad en condición de vecino. Tam-poco incorporó novedades respecto a los electores y sufragantes con relación a lacarta del 216'.

Todas las expectativas fueron canalizadas hacia el arribo del GeneralSantander para asumir la presidencia. Hubo quienes le trazaron el itinerario de

57. «Indicaciones interesantes para un proyecto de constitución», Imprenta de los Herede-rosde J.A. Calvo, Cartagena de Colombia, 1830, AR, t. i.ff. 298-301.

58.1bid,f-300.• 59. Gustavo Arboleda, op. cit., 1.1, p. 25.

60. Los cartageneros habían participado antes, en 1830, en la lid para vicepresidente con sucandidato Eusebio Canabal, al final vencido por Domingo Caicedo. Luego este, en ejercicio delcargo, lo nombró secretario de Relaciones Exteriores. Canabal era considerado como un procerde la independencia de Cartagena en 1811, que además de administrar su hacienda habíaocupado los cargos de regidor, juez y diputado de su ciudad natal. Muy amigo de Bolívar, luegode los acontecimientos de 1831 pasó a ser identificado como uno de los representantes del«partido servil» al lado de Juan Francisco de Martín, Juan García del Río, Ildefonso Méndez,Vicente Piñeres, el «viejo [Esteban] Amador» y el «doctor Rodríguez», contrarios a los partida-rios de Santander, que se hacían llamar «del partido liberal»; una tercera facción, a la que decíapertenecer el alcalde segundo municipal del cantón de Cartagena Pablo de Alcázar, se presen-taba bajo el distintivo de «moderados»; véase «Pablo de Alcázar a Francisco de Paula Santander,Cartagena, 22 de julio de 1836», en Roberto Cortázar, op. cit., vol. i, ns 38, p. 94.

61. «Constitución Política del Estado de la Nueva Granada del año 1832», Manuel AntonioPombo y José Joaquín Guerra, op. cit., pp. 194yss.

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su futura entrada para que conociera mejor los pueblos y aumentara su influen-cia entre la población, « . . . que desembarque usted primeramente en Santa Mar-ta y de ahí siga a ésta [Cartagena] el buque con su equipaje, molestándose convenir por tierra hasta esta plaza [así] lograría usted conocer los pueblos de estaprovincia y que ellos le conociesen; se aumentaría su popularidad»62.

Una recomendación nada nueva para la práctica política de Santander, niimposible de realizar por él, ya que en opinión de algunos extranjeros, al generalsiempre se le veía buscando «. . . la compañía del populacho del país, adoptandosus vestidos y sus costumbres y estimulando con su presencia los sentimientosmás violentos y facciones»63.

Pero también otros lo instruyeron sobre la «situación política de nuestra pa-tria», agravada por «... la administración vacilante del señor Caicedo [que] hahecho males infinitos, y el mayor de ellos ha sido neutralizar el espíritu público eimpedir los resultados felices de una revolución simultánea de los pueblos a favorde sus derechos».

Sin embargo, la situación comenzó a ser «felizmente» controlada por el gene-ral José María Obando, encargado en ese momento del gobierno central. Ade-más, le recordaba el remitente que sus enemigos del «partido servilboliviano(sic!)» todavía existían con las mismas pretensiones, aunque para com-batirlo y preparar su regreso estaba la Sociedad de Veteranos defensores de la Liber-tad; por tanto, si intentaba «... venirse procure hacerse a un buque seguro, puessabemos que en Jamaica se ha pagado un pirata para apresar el paquete en queusted debe venir. Por Dios, hágalo cuanto antes, que conviene mucho a los inte-reses de la república»64.

Santander arribó a Santa Marta el 16 de julio de 1832 y, como le habíanpropuesto sus amigos, recorrió diferentes pueblos, pasó por Barranquilla y culmi-nó su gira por la costa Caribe en Cartagena, en donde se le rindió un «heroicotributo» con la circulación de un «Boletín de composiciones poéticas y un himnocompuesto por Lorenzo María Lleras, cantado con la música de La Marsei/esa»65.

Cabe anotar que en la costa Caribe, los sectores sociales simpatizantes deSantander, pertenecían a un grupo social y racial muy variado. Mientras algunostenían raíces ancestrales en el «populacho» -forma despectiva con la cual carac-terizaban a los sectores populares de ascendencia africana los extranjeros, losnotables cartageneros como también algunos dirigentes mulatos y mestizos- otros

62. «Manuel Marcelino Núñez al señor general Francisco de Paula Santander, Cartagena,20 de enero de 1832», en Roberto Cortázar, op. cit., vol. K, n9 3016, p. 86.

63. «Campbell a Dudley, 6 de enero de 1828», en Public Record Office, Londres, citado enMalcolm Deas, De! poder y la gramática, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1993, pp. 228-229.

64. «Juan Madiedo al señor general Francisco de Paula Santander, Cartagena 12 de enerode 1832», en Roberto Cortázar, op. cit., vol. vn, n9 2297, p. 124-

65. Gustavo Arboleda, op. cit., t. u, p. 7 (cursivas en el original).

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poseían una influencia reconocida por ser de los que estaban «en más contactocon el pueblo»66.

Este era el contexto que muchos personajes de los grupos en el poder consi-deraron como peligroso y de una latente «guerra de razas» con el consiguienteproyecto de separación de las provincias del antiguo departamento del Magdale-na. Ambos riesgos, el de la guerra racial y el movimiento separatista, fueronutilizados por las facciones que se disputaban el control del poder en mutuasacusaciones y recriminaciones por planear llevarlas a cabo.

Lo anterior se puede inferir de un informe recibido por el ministro del Estadoen el Departamento del Interior desde la gobernación de la provincia de Mompós,en el cual consta que quienes habían apoyado a Urdaneta y antes aparecieronacusando a sus contradictores de llevar a cabos esos planes, unos meses despuésresultaron ser

Simpatizantes de esa idea [que] han sido reprimidos seguido causa criminal por el delito deconspiración [también] depuestos de sus destinos y expulsados, en cabeza del exgeneralVicente Piñeres y otros han desaparecido de esta sin saberse adonde [... ] de quienes elpueblo sospecha maquinaciones, en diciembre había llegado Juan Bautista Barbosa, naturalde Maracaibo, secretario del general Carrillo, expulsado por el gobierno se refugió en Jamai-ca, estaba comprometido (con la conspiración cartagenera), bastante liberal en sus opinio-nes ha pertenecido a ambos partidos, [antes] dio a mi antecesor una declaración o denunciade que viniendo de Jamaica en una goleta perteneciente a Manuel Marcelino Núñez,vecino de Cartagena, oyó constantemente a los marineros algunas observaciones relativas auna conspiración de los pardos contra los blancos y que era necesario concluir con estaúltima clase sobre cuyo particular dio cuenta este gobierno al de Cartagena67.

5. Vaya un esfuerzo en favor del Derecho de Gentes

El problema de la formación del Estado también conoció otra experiencia,igualmente básica relacionada con el vocabulario político empleado en la épocay con el conjunto de doctrinas heterogéneas que desde antes de la Independen-cia orientaban la enseñanza universitaria y sustentaban tanto la producción in-telectual como el orden social en general, compendiadas usualmente bajo ladenominación de Derecho natural y de Gentes68.

66. «Juan José Nieto al general Francisco de Paula Santander, Cartagena, 12 de agosto de1836», en Roberto Cortázar, op. cít, vol. ix, ns 2998, p. 59.

67. «Al Ministro del Estado en el Departamento del Interior, Mompox, 9 de enero de 1832»,Archivo General de la Nación (AON), Sección República, Ministerio del Interior y RelacionesExteriores, 1.1, años 1831-1835, Carpeta 1, ff. 017 a025.

68. José Carlos Chiaramonte, «Fundamentos jusnaturalistas de los movimientos de indepen-dencia», en Marta Terán y José Antonio Serrano (Eds.), Las guerras de independencia en laAmérica española, México, Coedición El Colegio de Michoacán /Universidad Michoacana de

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La impronta del Derecho de Gentes ha sido de tal dimensión en la historiaiberoamericana, que sirvió de fundamento jurídico en los debates en pro y encontra de la esclavitud realizados en el Congreso de Cúcuta. Igualmente seutilizó por las facciones rivales durante las guerras civiles para reclamar un estatusde beligerancia política, y también incorporado a los planes de estudio universi-tarios, al lado de Jeremías Bentham (ciencia política), Destutt de Tracy (ideolo-gía, lógica y gramática general), Jean Baptiste Say (economía política)69.

Por el contrario, la lectura de los considerados clásicos del pensamiento po-lítico moderno y la teoría de la indivisibilidad de la soberanía -elaborada porTomás Hobbes y refrendada por Juan Jacobo Rousseau, pero rechazada en lamayor parte de Iberoamérica—, fue más esporádica de lo que ha pensado lahistoriografía sobre el período70.

Aún más, era improbable la inclusión de por lo menos, fragmentos de lostextos de estos autores en los periódicos y escritos de la época. Su alusión, en esosmedios, se redujo a citas ligeras y ocasionales, que sin embargo, mostraban undesproporcionado parafraseo y reproducción de extractos de las obras de los prin-cipales divulgadores y difusores de los postulados políticos en boga, lo cual pon-dría al descubierto una serie de expresiones mediatizadas a través de sucesivastraducciones y relecturas.

No se trataba entonces de que los considerados clásicos de la política moder-na y del derecho natural como Rousseau, Hobbes, Voltaire, Wollf, Locke y otrosfueran desconocidos o ignorados, sino que «autores de segunda línea» que selimitaban a reproducirlos fueron los más frecuentados en Iberoamérica71. Por ejem-plo, en un principio las orientaciones programáticas del peninsular José BlancoWhite, un divulgador de los modelos franceses a través de su periódico El Espa-ñol tuvieron mayor acogida en el medio iberoamericano, principalmente en lorelativo a su planteamiento sobre el ejercicio de la soberanía como «el poderefectivo de gobernar»72.

san Nicolás Hidaigo/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001, pp. 99-122. Tambiénpuede consultarse una edición reciente con ligeras revisiones, en José Carlos Chiaramonte,Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias, BuenosAires, Editorial Sudamericana, 2004, pp. 91-134.

69. Codificación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1954, t. IV, orden 594, pp. 103-115;Congreso de Cúcuta ¡82!. Libro de actas, p. 184;JonhYoung, La reforma universitaria de la NuevaGranada (1820-1850), Santaféde Bogotá, Instituto Caro y Cuervo/Universidad PedagógicaNacional, 1994, pp. 36-53. Alberto Echeverry, Santander y la instrucción pública, 1819-1840, Bogo-tá, Cocdición Foro Nacional por Colombia /Universidad de Antioquia, 1989, p. 94.

70. Thomas Hobbes, Lev/atan o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil,México, Fondo de Cultura Económica, 1994,pp. 143y 148. Jean Jacques Rousseau, El contratosocial o principios de derecho político, Barcelona, Ediciones Altaya, 1993, p. 26.

71. Véase, José Carlos Chiaramonte, op. cit., p. 108.72. «Carta sacada de El Español número xil. Sor. Editor del Español», El Argos Americano,

julio 29 de 1811, n-1 44. Instalado en Londres en marzo de 1810, Blanco White redactó su

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cía

Con tales presupuestos doctrinarios, el manejo ideológico de las voces pa, soberanía, sociedad civil, nación y Estado, reflejó un tratamiento ambiguo y

equívoco de ellas, principalmente, al momento de definir las formas de asocia-ción política a adoptarse. Chiaramonte ha señalado que la confusión, en la cualtambién incurrió buena parte de la historiografía latinoamericana, proviene deotra que atañe al concepto de nacionalidad, algo que se impondría más tarde,simultáneamente con la difusión del Romanticismo, y que luego ocuparía lugarcentral en el imaginario de los pueblos iberoamericanos y en la voluntadnacionalizadora de los historiadores. Por lo tanto, la confusión generada consis-tió en presuponer la existencia de la mayoría de las actuales naciones iberoame-ricanas desde el momento inicial de la Independencia73.

Establecidas las anteriores aclaraciones, podemos señalar que el primer asuntoestuvo en la sinonimia entre nación y Estado, expresiones tomadas del Derecho deGentes de Emmer de Vattel, un internacionalista de origen suizo, autor de untratado publicado en Francia en 1758, reeditado con frecuencia, que adquirióamplia popularidad y llegó a ser especialmente apreciado en el curso sobre laindependencia norteamericana74. Durante el transcurso de los primeros dece-nios del siglo xix, su doctrina le serviría al gobierno norteamericano para nego-ciar con las potencias europeas en calidad de Estado soberano, libre e indepen-diente y para implementar lenta y sutilmente una política expansionista hacia losterritorios iberoamericanos manteniendo la opinión de que los «pabellones deCartagena, el Congreso Mexicano, Buenos Aires y otras provincias» no fueran«excluidas de los puertos de Estados Unidos», ya que el conflicto de España consus provincias la consideraban una guerra civil y, en especial, la «proclamacióndel General Morillo, repugna evidentemente al derecho de gentes»75.

periódico que fue el nexo más importante entre los revolucionarios hispánicos: peninsulares yamericanos; véase Fran(¿ois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, p. 50 y 231. Hastadonde llegaba la importancia del periódico E! Español lo proporciona un aviso de la época: «LaSuprema J unta de esta Provincia [de Cartagena] se ha servido libertar de derechos de entradaal periódico incitulado El Español, en | consideración á los servicios que su autor ha hecho a lacausa americana», «AVISO OFICIAL», El Argos Americano, agosto 26 de 1811, n°49.

73. José Carlos Chiaramonte, «La formación de los Estados nacionales en Iberoamérica», enBoletín del Instituto de Historia Argentina ;y Americana «Dr. Emilio Ravignani», n9 15, 1997, pp.143-165; también véase Nación y Estado en Iberoamérica, pp. 59-89.

74. José Carlos Chiaramonte, «Fundamentos jusnaturalistas...», p. 115; Alejandro Ramelli,Derecho internacional /lumanífario y estado de beligerancia, Bogotá, Universidad Externado deColombia, 1999, p. 55. Apoyándose en Stanley Elkins y Eric Mckitrick, The Age of Federalism,Oxford University Press, 1883, p. 84, Chiaramonte señala que Vattel fue estudiado en universi-dades, culleges y academias de las trece colonias. Además, «junto a Locke, Montesquieu, Rousseau,Burlamaqui, Voltaire, integraba el equipo intelectual básico de los que participaban en la vidapública».

75. «James Monroe, Secretario de Estado, a Luis de Onís, Ministro de España en los EstadosUnidos, Washington, Marzo 13 de 1816», en Correspondencia diplomática de los Estados Unidos

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En Hispanoamérica, Vattel fue considerado una de las máximas autoridadesno solo en tiempos de la Independencia sino también en los siguientes deceniosdel siglo xix, en particular e! de 1820, cuando sus jóvenes naciones negociabansu reconocimiento como Estados independientes con las potencias europeas yEstados Unidos76. El filólogo chileno Andrés Bello en su compendio Principios deDerecho de Gentes (1832), lo cita entre sus principales fuentes al lado del ManualDiplomático del Barón de Martens y el Código diplomático de Elliot, «que entreotras cosas contiene un sumario instructivo, aunque demasiado conciso, de lasmas interesantes decisiones de los juzgados de aquella república [norteamerica-na] en causas de Derecho de Gentes»77.

Un indicio de la lectura y circulación de la obra de Vattel y otras sobre elDerecho de Gentes, en la ciudad de Cartagena, lo proporciona el inventario dela biblioteca de Agustín Argumedo, en la cual aparecieron registrados cuatrovolúmenes de la obra del internacionalista suizo y tres de Martens78. El Termóme-tro Político de la Costa, un periódico dirigido por Eusebio María Canabal, tal vez ellíder del grupo bolivariano, basó su opinión política en los principios del Derechode Gentes o «derecho publico, que en consecuencia pudiera llamarse rienda so-cial»19. La razón, representaron la parte fundamental de la oposición política queexigía ai régimen presidencial de Santander mantener sin menoscabo alguno losderechos sociales de los ciudadanos neogranadinos y durante las hostilidades bé-licas contra la dictadura de Urdaneta, intervinieron como una de las faccionesbeligerantes.

Precisamente, la obra de Vattel compiló todo un conjunto de normas dederecho natural, tendientes a regular el manejo de las hostilidades, tanto inter-nas como internacionales. No existían en aquel entonces, normas de derechopositivo, recogidas en el cuerpo de tratados internacionales que regulasen elcomportamiento de los beligerantes. En el capitulo preliminar de su tratado, Idea

concerniente a la independencia de las naciones latinoamericanas, seleccionaday arreglada por WilliamR. Manning, Buenos Aires, Librería y editorial «La Facultad» de Juan Roldan y Cía, 1930, t. 1,documento 24, p. 30.

76. Para una idea de las gestiones diplomáticas del Enviado Extraordinario y Ministro Pleni-potenciario de la República de Colombia en los Estados Unidos, José María Salazar, véase «JohnQuincy Adams, Secretario de Estado a Richard C. Anderson, nombrado Ministro de los EstadosUnidos en Colombia, Washington, Mayo 27 de 1823», ífcíd., documento 119, pp. 219-242.

77. Andrés Bello, Principios de Derecho de Gentes, Madrid, Librería de la señora viuda deCalleja e hijos; Lima, Casa de Calleja, Ojea y Compañía, 1844, p. vil, BNC, Sala la (790).

78. «BIBLIOTECA DE VENTA. En Cartagena, calle de la Iglesia, casa del finado Sr. AgustínArgumedo y sus albaceas Ana León de Argumedo y Manuel Pretelt: a precios cómodos decontado». Cartagena, agosto 14de 1842, Imprenta deJuan A. Calvo.

79. «Derechos sociales. Espíritu del siglo XIX», Ei Termómetro Político de la Costa, abril 9 de1834, n9 1 (Cursivas añadidas). El artículo apareció complementado con la publicación íntegrade los Derechos del hombre y del ciudadano. También, véase «VAYA UN ESFUERZO EN FAVOR DELDERECHO DE GENTES», abril 16, n2 2; «Reflexiones acerca de una máxima política que ha sido

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y principios generales del Derecho de Gentes, Vattel comienza a definir el Derechode Gentes como «la ciencia del derecho que se guarda entre las Naciones o losEstados y de las obligaciones que le corresponden». Un poco más adelante afirmaque el Derecho de Gentes no es originariamente otra cosa que el derecho de la naturalezaaplicado a las Naciones. En seguida matiza esta aseveración planteando que no resultaconveniente sustituir sin más en el esquema mencionado a los subditos por las nacio-nes, toda vez I116 e' derecho aplicable a los particulares dista mucho de aquel quegobierna las relaciones entre diferentes naciones soberanas80.

Pero fueron las lecturas de las mismas nociones preliminares sobre el Dere-cho de Gentes elaboradas por el autor con el titulo Acerca de lo que es una Nacióno un Estado, las que condujeron a los publicistas, ensayistas y, principalmente, alos actores políticos a los equívocos contenidos en la comentada sinonimia entrenación y Estado, luego de conocer la definición de Vattel: «Las naciones o Esta-dos, son cuerpos políticos, de sociedades de hombres reunidos para procurar susalud y su adelantamiento». Definición que genera otro malentendido cuandoen el Libro II con el titulo De la Nación considerada en sus relaciones con los demos,capítulo primero De los deberes comunes de una nación hacia ¡as demás, ó de iosoficios de humanidad entre las naciones, señala: «Los cuerpos de sociedad, ó esta-dos soberanos, son mas capaces de bastarse á sí mismos que los individuos de laespecie humana, y la asistencia mutua no es tan necesaria entre ellos, ni de unuso tan frecuente y, en todo cuanto una nación pueda hacerse por sí misma, lasdemás ningún auxilio le deben»81.

frecuentemente infausta á los derechos sociales», abril 23, na 3. El epígrafe que encabezaba lasediciones no permite admitir dudas sobre su militancia política: «Tan solo el pueblo conoce subien y es dueño de su suerte; pero no un poderoso, ni un partido, ni una fracción. Nadie sino lamayoría es soberana. Es un tirano el que se pone en lugar del pueblo, y su potestad, usurpación.BOLÍVAR, proclama de 16 de diciembre de 1826». Se conocen veinte y seis números, lo cual erasignificativo en la prensa de la época, sobre todo si representaba la oposición política. Sin embar-go, también puede ser un indicativo del grado de libertad de imprenta que existió.

80- Emmer Vattel, Derecho de Gentes, o Principios de la Ley Natural aplicados a la conducta eintereses ¿e las naciones y de los principes. Traducidas por J. B. J. G. Burdeos, Imprenta de Lavalle,1822, pp- 38-61. Chiaramonte señala, citando a varios autores del siglo XIX, que Vattel fueconsiderado como el último clásico del derecho de gentes (Enrique Wheaton, Historia de losprogresos del Derecho de Gentes en Europa y en América..., París, 1861); según un prologuista deuna edición de ese mismo siglo, la atracción del público por la obras de Vattel se debía al méritode su elegancia y simplicidad (P. Pradiére-Fodére, «Avant Propos», a Vattel, Le Droit de Gens, p.Vlll). James Mackintosh, a fines del siglo XVIU, había anotado similares factores de éxito: «Escritordifuso y falto de método científico, pero claro en su estilo y liberal en sus sentimientos. Su obraconserva todavía su lugar como el manual más cómodo de una ciencia que invoca, sin embargo,el genio de un nuevo arquitecto para su reconstrucción». La amplia difusión en España seremonta al mismo siglo XVlll, de la que da cuenta las reiteradas menciones suyas hechas por JoséCadalso en su obra satírica Eruditos a la violeta, José Carlos Chiaramonte, op. cit., pp. 115-116.

En síntesis, ia noción de soberanía estatal constituyó la piedra angular detoda la construcción teórica vatteliana. En efecto, para el pensador suizo, si bienlas naciones se encuentran sometidas a un Derecho de Gentes necesario, enten-dido éste como un conjunto de preceptos inmutables que impone la ley natural alos Estados, existe, de manera simultánea, un Derecho de Gentes Positivo, basadoen la independencia y libertad de cada Estado, en la voluntad soberana de cadaNación. Establecidas así las cosas, en una época en la cual el clásico tema de lasguerras justas continuaba siendo el centro de gravedad de los estudios en Dere-cho de Gentes, Vattel trasladó el problema teórico al ámbito de las guerras civiles,enmarcándolo para ello en la discusión en tomo a la existencia de un derecho deresistencia contra la opresión de un tirano. Su argumento puede ser resumido enlos siguientes términos: en una nación, la guerra civil produce dos partidos inde-pendientes que durante su tiempo de duración deben ser considerados corno Esta-dos diversos sin superioridad alguna sobre el territorio; ambas partes están obliga-das a observar las leyes de la guerra. Abordaba de esta manera una de los aspectoscomplejos y delicados del derecho público internacional: el de la protección delos derechos de la persona frente a los abusos cometidos por su propio Estado, enotras palabras, la delimitación de la competencia reservada de los Estados enmateria de derechos sociales*2.

En conclusión, la misma sinonimia, con su respectiva confusión, de las vocessoberanía, sociedad, Estado y nación, concebidas en términos racionalistas ycontractualistas, en que la inquietud por la nacionalidad estaba ausente, aparece enAndrés Bello: «UNA NACIÓN O ESTADO es una sociedad de hombres que tienepor objeto la conservación y felicidad de los asociados; que se gobierna por leyespositivas emanadas de ella misma, y es dueña de una porción de territorio»83.

Benjamín Constant se constituyó en otra influencia doctrinaria en los publicistas,ensayistas y políticos iberoamericanos. Su reflexión de tipo constituctonalista fue uninstrumento importante en la búsqueda de un lenguaje moderado que les permitieracortar por lo sano toda sociabilidad o discurso revolucionario que pudiesen conduciral Jacobinismo. También le sirvió para ser prudentes en la movilización del pueblourbano en las querellas intestinas utilizando un lenguaje moderado sobre la libertadimpidiendo, así, la aparición de un nuevo Haití84.

Un elogio al pensador francés a raíz de su fallecimiento, en la parte no co-mercial de un semanario dedicado a ponderar las virtudes económicas de laprovincia, muestra la influencia de su doctrina política, en lo relativo a la liber-tad, entre la mayoría de los dirigentes cartageneros:

82. Ib(d.,pp. 149-154.83. Andrés Bello, Principios de Derecho de Gentes, p. 24 (mayúsculas en el original).84. Francois-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias, pp. 36 y 42.

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[Constant] Estaba persuadido de que la naturaleza había inscrito en el corazón de todos losseres racionales esta idea anterior a toda legislación queremos ser/e/ices y libres. El desde luegopensaba que los campos de la Grecia eran tan apropocito (sic) para que creciesen el árbol dela Libertad, lo mismo que los desiertos de este hermoso hemisferio. Sin duda no tenía en sumente aquel concepto erróneo que tanto nos predican los absolutistas de que es preciso estar

dispuesto para la Libertad85.

El abogado y catedrático universitario Antonio del Real elaboró el compen-dio y adaptación al medio político neogranadino la doctrina del tratadista fran-cés. En el prólogo de sus Elementos de Derecho Constitucional, editado en 1839,reconoce que La Política Constitucional de Constant fue pilar fundamental en laelaboración de su obra iniciada en 1835 como apuntes «para mi clase». Sin em-bargo, a renglón seguido, aclara sobre la obra de Constant: «Aunque de méritosobresaliente parece poco á propósito para una República, cuando sus principiosson absolutamente monárquicos»86.

Los Elementos son más que un simple manual de derecho constitucional conlos cuales su autor plantea su concepto sobre la separación y soberanía de los trespoderes políticos: legislativo, ejecutivo y judicial, a los que les suma el real y elmunicipal, y que «enumera un publicista bien recomendable por sus luces y soli-dez de sus doctrinas, el Sr. B. Constant»87

Evitando cualquier otra mención al poder real, el autor de los Elementos, com-plementó su obra con ocho notas como reflexiones criticas sobre el sistema políticoneogranadino, la necesidad de «separar el Poder Electoral de los otros poderes políti-cos» y la de perfeccionar la organización municipal, a la cual le atribuye doce funcio-nes gubernamentales «de un eminente interés social», pero le quita a las municipa-lidades la capacidad de intervenir en el nombramiento de los empleos. Mostrando suascendencia social, el notable cartagenero finalizaría sus reflexiones con una conde-na a los excesos cometidos por la Convención francesa, porque durante «la época dela revolución no era un cuerpo simplemente legislativo, sino que juzgaba, mandabaejecutar sus órdenes y ejercía todos los poderes»88.

Una tercera influencia, por cierto otro equívoco tan largo también en lahistoriografía latinoamericana, fue con respecto a la expresión federalismo. Des-de íinales del siglo XVIII, el equívoco estaba ya instalado en el vocabulario políti-

85. «Elogio de Benjamín Constant», Mercurio del Consulado cié Cartagena, julio 18 de 1831,n9 6. Cursivas en el original.

86. Antonio Del Real, Elementos de Derecho Constitucional seguidos de un examen crítico de laconstitución neo-granadina, Cartagena, Imprenta de Eduardo Hernández, 1839, BNC, FondoAncízar43(6).

87. Ibíd., p. 35. Del Real cita, además a Bentham y el Curso completo cié economía política deSay, aunque no en la proporción de cómo lo hace con Constant.

88. «NOTAS», Ibíd., pp. 71-83. las reflexiones críticas de Del Real aparecen con mayor rigorcuando realiza el «Examen crítico de la constitución de la Nueva Granada [ 1832], para servir deapéndice a los elementos de derecho constitucional, pp. 85-142.

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co europeo y norteamericano como resultado cíe la carencia doctrinaria de cir-cunstancias históricas recientes en el proceso constitucional norteamericano. Setrataba del carácter de radical innovación en el concepto del federalismo queimplicó la llamada segunda constitución norteamericana: la constitución deFiladelfia de 1778. El Estado federal creado por esa constitución, con la inéditacombinación de la soberanía de la nación y de las soberanías de los Estadosmiembros, constituyó una novedad en la historia del federalismo. Hasta enton-ces, el vocablo solo hacia referencia a las confederaciones. Por lo tanto, lo que lateoría política entendía hasta ese momento por federalismo era solamente launión confederal. Entonces, la novedad surgida en Filadelfia se difundió pero,como observaría Tocqueville, sin que existiese la palabra para definirla y quepermitiera ser palpable la radical diferencia que existe entre la confederación yel Estado federal89.

La diferencia que, al amparo de la ambigüedad terminológica, originó en laliteratura política de la primera mitad del siglo xix una confusión que advirtiósólo muy excepcionalmente que entre las partes integrantes de una confedera-ción los Estados retienen para sí la calidad de soberanos e independientes, suje-tos de Derecho Internacional, y que el ente de gobierno central que organizanno tiene jurisdicción directa sobre los habitantes de cada Estado, ya que susresoluciones deben ser convalidadas por los órganos representativos de aquellos.Diferente es la situación en el Estado federal, en el cual los Estados miembrossólo retienen parte de su original soberanía y sobre cuyos habitantes se ejercedirectamente el poder del Estado federal en todo lo que es de su competenciasoberana. La excepción sería Alemania, donde la distinción fue asumida en losprimeros decenios del siglo XIX, mientras en el resto de los Estados occidentales,incluido los Estados Unidos de Norteamérica, sólo se formularía a lo largo de lasegunda mitad de esa centuria. A partir de entonces, hasta el presente, se hatendido a mantener la denominación de federalismo al Estado federal, mientrasse excluye de ella a las confederaciones, a las que, por otra parte, la mayoría delos tratadistas niegan carácter de Estado. De lo anterior se desprende que lamayor parte de lo que la historiografía latinoamericanista acostumbra a llamarfederalismo no es tal cosa, sino un conjunto de tendencias que van del simpleautonomismo a la confederación. Por lo tanto, en aquellas regiones de Hispano-américa donde surgieron confederaciones, debemos inferir que las ciudades, Es-tados o provincias que las forman eran elevados a la condición de Estados inde-pendientes y soberanos, sujetos de derecho internacional, tal como se reconoceríanlas llamadas provincias neogranadinas hacia 1840.

89. Alexis D. Tocqueville, La democracia en América, 1 vols. Madrid, Alianza Editorial, 1995,vol. 1 pp. 144 y ss. Este y los siguientes aspectos han sido desarrollados con base en José CarlosChiaramonte, Ciudades,provincias, Estados..., pp. 119-120.

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6. «Todo hay que hacerlo de nuevo, y nada se ha apuntado»

Las elecciones presidenciales de 1837, realizadas a través del sistema indi-recto vigente, fueron ganadas por José Ignacio de Márquez. Desde.el momentode anunciar su candidatura, Márquez enfrentó una fuerte oposición política pro-veniente de su rival electoral y enemigo personal José María Obando. El des-acuerdo político fue forjando lealtades personales e ideológicas alrededor deambos personajes llegando a un punto de no retorno que implicó la declaraciónde guerra. Conocida como Guerra de los Supremos, el conflicto bélico estalló en1840 y en cada provincia un jefe político declaró la autonomía e independenciade su territorio, elevándolo a la condición de Estado Soberano.

La guerra se desencadenó debido a la supresión de unos conventos menoresen Pasto, por lo cual la fase inicial del conflicto se denominó la «Guerra de losConventillos». La clausura de los conventos fue considerada, en su momento,por algunos granadinos de mentalidad conservadora y amigos del legado hispáni-co como un atentado contra la religión católica, razón por la cual concibieron surecuperación y defensa como una tarea urgente. Sin embargo, otro tipo de men-talidad, mucho más abierta al liberalismo y proclive a cambios urgentes quemodificaran la estructura social, apareció en escena. Se trataba de un grupoconsiderable integrado por individuos jóvenes, la mayoría abogados, catedráti-cos universitarios, periodistas, militares y de otras profesiones, pertenecientes auna generación que había experimentado las vicisitudes del proceso de forma-ción del Estado grancolombiano y neogranadino y rechazaban las medidas auto-ritarias de los últimos gobiernos. Algunos de ellos fueron acusados de jacobinospor expresar ideas radicales como la de que lo iniciado durante las luchas por laIndependencia no había concluido, por lo tanto: «Todo hay que hacerlo de nue-vo, y nada se ha apuntado»90.

Tal parece que la expresión contribuyó a identificar los planteamientos polí-ticos que aparecieron durante el conflicto bélico. Así, la guerra terminó conver-tida en el escenario natural para el resurgimiento de la soberanía de los pueblos.Pero en 1840 se presentaron hechos que en la Primera República (1810-1815), nohubiesen ocurrido, tal vez, por la misma lógica y característica de la época. Porejemplo, en la nueva situación todas las provincias de la costa fueron erigidas enEstados autónomos, declarando la separación de la Nueva Granada y la organi'zación en Estados federales. Los textos de esos pronunciamientos recogieron lasvariadas opiniones de los pueblos, las municipalidades o las juntas de los padresde familias, es decir, de los notables y vecinos de la localidad.

90. «Capítulo de carta de un sujeto respetable de la provincia a otro de esta ciudad», CorreoSemanal, septiembre 9 de 1831, n9 12.

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El pronunciamiento de la provincia de Santa Marta, realizado el 14 de octu-bre de 1840 por el concejo municipal asociado del jefe político del cantón capitaldespués de presidir ambas autoridades «la reunión popular compuesta de loshabitantes», declaró que por consideración de los

... inconvenientes constitucionales que hubo en la elección del sr. dr. José Ignacio deMárquez para Presidente de la República ( . . . ) la triste situación de la República ( . . . )habiendo perdido toda potencia moral no cuenta hoy con fuerza alguna física que lasostenga [... ] debe por su propia conveniencia i la de toda la nación separarse de la capital[Bogotá] para no prestar su ayuda á las aberraciones del poder: en consecuencia ACORDA-RON: Separarse, como de hecho se separa, la capital de la provincia de Santa Marta de todadependencia de la actual administración i se declara FEDERAL con el nombre de «ESTADODEL MANZANARES» i en el libre uso de su soberanía para gobernarse por si hasta tanto queconsumada la reacción general de los pueblos de la Nueva Granada, se reúne la Convencióniniciada ya por el último Congreso, la cual deberá convocarse por la persona que designe lamayoría de los pueblos pronunciados, i en el lugar que esta deba tener sus sesiones9'.

El pronunciamiento de Cartagena el 19 de octubre del mismo año, aclarabaque su separación no tenía «el carácter de perpetua» y su sostenimiento estabasujeto a la reunión de las demás provincias en una gran convención nacional,para elegir un gobierno republicano, popular, electivo y responsable. Los derechossociales, las garantías individuales y las leyes vigentes consagradas en la consti-tución de la Nueva Granada (1832) fueron sostenidos, «en cuanto no se opon-gan á este pronunciamiento»92.

Todos los pronunciamientos propusieron la organización del nuevo gobiernofederal como tarea para un jefe superior militar, un gobernador político que cum-pliría funciones de jefe superior, que debía prestar juramento ante un consejogubernativo integrado por cuatro consejeros. En el Estado de Cartagena, para elprimer cargo la guarnición de la plaza eligió al coronel Juan Antonio Gutiérrezde Piñeres; en el segundo se nombró a Manuel Romay y como consejeros fueronelegidos Antonio del Real, Pedro Castellón, Señen Benedetti y Francisco LuisFernández, quienes en su orden podían reemplazar al gobernador político en susausencias accidentales93. Estos seis individuos reunidos en el consejo gubernati-

91. «Pronunciamiento de Santa Marta», Santa Marta á 14 de octubre de 1840, Imprenta deLocarno i Guerrero, (BNC), Fondo Pineda 803 (36) (mayúsculas en el original). El gobierno tuvosu prensa oficial, primero El Federalista reemplazado por la Gaceta del Estado de Manzanares yluego este por el Telégrafo Oficial.

92. «Pronunciamiento de los padres de familia de esta ciudad desconociendo la actualadministración de la Nueva Granada y declarando la provincia de Cartagena en Estado Sobera-no», Cartagena, 21 de octubre de 1840, Imprenta de Eduardo Hernández, BNC, Fondo Pineda803 (35).

93. Manuel Romay Campuzano, jurisconsulto bogotano radicado desde años anteriores enCartagena había desempeñado antes la gobernación de la provincia, dictó decretos restablecien-do el fuero militar y la vuelta de la moneda macuquina. Suprimió el Semanario de la Provincia deCartagena reemplazándolo por la Gaceta del Estado de Cartagena, que su vez lo fue por elTelégrafo del Estado Soberano de Cartagena. Prensa oficial de los rebeldes con el titulo Telégrafo

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vo presidido por el jefe superior militar, se encargaban del nombramiento provi-sional de las autoridades judiciales, políticas y municipales; ratificar que su go-bierno era republicano federal, con las bases de popular, electivo y responsable. Alfinal, ellos, como parte de un gran acuerdo de las Provincias del Magdalenapropondrían a la ciudad de Mompox para la reunión de la Gran Convencióngranadina «que organiza otra vez, bajo los principios proclamados por los pueblos,

la República de la Nueva Granada»94.Simultáneamente, surgió el empleo de las expresiones patria y territorio cuan-

do se trataba de la defensa y protección de las provincias contra alguna agresiónexterna. La mayoría de veces que estas palabras eran empleadas sus significadosaparecían como voces equivalentes como lo muestra una comunicación oficialque relacionaba los pormenores de la organización militar. Al respecto, se señala-ba que las Provincias del Magdalena, como fueron denominados los territoriosautónomos de la costa Caribe, organizaron su propio ejército decididas a «defen-der el suelo de su patria» y detener a quienes tuvieran la «imprudencia de inva-

dir nuestro territorio»95.Por el manejo de su historia y la experiencia social acumulada a través de

eventos similares, el Estado de Cartagena fue quizás una de las pocas entidadesautónomas en lograr una estructura administrativa y política de relativa impor-tancia y una línea de mando gubernamental con aceptable autoridad y respetojerárquico. Sin embargo, la guerra revivió las viejas rivalidades entre las pobla-ciones, las luchas intestinas en los espacios urbanos y la imposibilidad de algúncentro para convertirse en hegemónico. Por ejemplo, los cantones de Barranquilla,Soledad y Sabanalarga se esforzaron por formar un Estado federal libre e inde-pendiente gobernado por el capitán Ramón Antigüedad, pero era tal su preca-riedad que invitó a las autoridades de Cartagena para que secundaran su pro-nunciamiento y lo autorizaran «ponerse bajo la protección del Estado federal de

la Ciénaga si las circunstancias lo precisasen»96.El mismo Estado de Manzanares mantuvo un conflicto con su vecino Estado

federal de la Ciénaga, una villa que el general venezolano Francisco Carmonahabía convertido en su fortín político y desde la cual invitaba a los «prudentesSAMARIOS de todos los partidos» a que se le unieran

fue muy común durante la guerra y su circulación era gratuita, véase Telégrafo del Estado

Soberano de Cartagena, enero ls de 1841, ns 1.94- «Acuerdo del 14 de Enero de 1841, Cartagena, Imprenta de los herederos de ]. A.

Calvo», AR, Revolución Federalista (1839-1842), vol. 48, f. 71.95. «REPÚBLICA DE LA NUEVA GRANADA. Estado Soberano de Cartagena. Jefatura Superior.

Cuartel General en Cartagena á 18 de Noviembre de 1840. Al Excmo. Sr. Vice-Presidente de laRepública encargado del Poder Ejecutivo, Imprenta de Eduardo Hernández», \bíd., f. 59. :;

96. «Pronunciamiento de Barranquilla, Octubre 18de 1840, Imprenta de Locamo i Guerre-ro en Santa Marta», Ibíd., í. 60. Hasta en las denominaciones reinaba la confusión, el Estado deBarlovento primero llevó el nombre mitológico de Estado de Cibeles. :

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... para que ia guerra civil no s¿ apodere de nuestro hermoso suelo. No es mi ánimo esparcirla tea de ia discordia, ni hacer que corra una sola gota de sangre granadina. Acojed pues larama de oliva que os ofresco: pero si despreciáis mi generosidad, obligado ya á cumplir miscompromisos, vendía tarde el arrepentimiento de vuestra temeridad cuando no haya reme'dio [...] VALIENTES CIENAGUEROS: - Sabré corresponder á vuestra confianza: mi vida osestaba consagrada hacia mucho tiempo [...]. Honrados Teneriíanos, Píatenos, Ballenatos, iChiriguaneros: Corred á las armas para defender vuestras libertades: vosotros me conocéis iconocéis mis principios así mismo, ¿os acordáis que fui el primero que os traje la libertad.?luego no puedo engañaros, i desmentiría mis mismos sentimientos si no desenvainase miespada nuevamente para su conservación [.. . j Ciudadanos de todas las Provincias: —¿Estaréistranquilos cuando la mayoría nacional haya levantado el grito contra un magistrado que hausurpado vuestros derechos i que ya ninguna seguridad podrá brindaros? Vosotrosresponderéis'-'7.

Los conflictos intestinos y las hostilidades interestatales que podían originarproclamas como las de Carmona llevaron la guerra hacia situaciones que algunosconsideraron una violación de las reglas del bloqueo y de la neutralidad. El actoalcanzó dimensiones escandalosas cuando el propio Carmona, proclamado jefesuperior del Estado de Manzanares, fue acusado de ultrajar los principios funda-mentales del Derecho de Gentes al declarar el bloqueo tanto de aquel Estadocomo de todo el litoral Caribe, incluida el área costera de la provincia deCartagena, a cuyo Estado también sitió el general venezolano con sus «Condiotieri(sic) á quienes paga con la rapiña y la devastación de los pueblos»98.

Evidentemente, los pronunciamientos fueron realizados a nombre de la sobe-ranía de los pueblos y en favor de un Estado Federal pero no tuvieron relaciónalguna con los elementos de estructuración político-administrativa característi-cos de este tipo de régimen. El imaginario social de todos los actores involucradosen la elaboración de esas proclamas remitió a una confederación; es decir, a unaasociación de Estados soberanos independientes. Situación que reflejó la inca-pacidad del gobierno central por mantener las provincias dentro del orden cons-titucional y la inexistencia de un poder hegemónico capaz de someter los pode-res provinciales y municipales99.

97. «FRANCISCO CARMONA. DE LOS LIBERTADORES DE VENEZUELA Y CUNDINAMARCA, CONDECORA-DO CON VARIOS ESCUDOS DE DISTINCIÓN, GENERAL DE LOS EJÉRCITOS DE LA REPÚBLICA Y GEFE SUPERIORDEL ESTADO FEDERAL DE LA CIÉNAGA &. &.. Cuartel general en la villa de San Juan Bautista de laCienagaá 12de Octubre de 1840, Imprenta de Locarno i Guerrero-, Ibíd., f. 66 (mayúsculas enel original). La rivalidad entre la ciudad de Santa Marta y la villa de la Ciénaga se remontaba ala época de la Independencia. Durante el período colonial la villa fue un pueblo de indios, suascenso en la jerarquía urbana lo consiguió por su participación en la lucha emancipadora.

98. «19 de OCTUBRE», E/Eco de Neira, Cartagena, agosto 8 de 1841,n92. En la edición deseptiembre 5, n9 6, con el titulo «Violación de las reglas del bloqueo y de la neutralidad», esteperiódico se dedicó a corroborar sus afirmaciones, «con arreglo a la opinión de los autores dederecho internacional», en contra del «bloqueo declarado por el jefe superior del llamado Estadode Manzanares», que impedía ingresar en los puertos los buques cargados de víveres. Concluía suextenso artículo «estampando aquí varios luminosos y saludables conceptos de los publicistas mascelebres»: Burlamaqui, Vattel, Rayneval (sic) y Fritot (sic).

99. Por lo general la historiografía del siglo XIX, y aun la del XX, se refieren a esta forma degobierno como federalismo cuando en realidad nada tenía que ver con la esencia de este sistema

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Pero también parece que durante la guerra, en los Estados de la Costa, lospronunciamientos y las proclamas publicadas agitaron «otro principio en quehan sido imbuidos los que por falta de los precisos conocimientos no han podidoevitar el engaño: la igualdad de clases». Por lo menos al asunto de variado coíorle dedicaron extensas explicaciones constitucionales quienes

... nos jactamos de ser ministeriales, y nuestro modo de pensar en este punto es que á loshombres deben guardarse consideraciones en la sociedad por sus cualidades morales: por suhonradez, por su buena educación, por sus virtudes, por la ilustración que hayan obtenidoetc. etc., y no por circunstancias que no esta de la mano adquirir o evitar100.

Empero, el punto estaba ahí fijado desde 1810 y si el problema aparecía yreaparecía en el imaginario de las sociedades costeñas debido a circunstancias queno está de la mano adquirir o evitar sea cual fuere su color, la igualdad de clasesconstituía la propiedad fundamental del capital simbólico de los mulatos, pardos,mestizos, zambos y negros libres del litoral Caribe101.

político. Un examen más atento, que aún está por realizarse para el caso de Colombia en el sigloXIX, mostraría que lo subyacente en todos esos pronunciamientos, representaciones o proclamasera una tendencia autonómica, que emergió con toda su fuerza en el proceso de Independenciay reaparecía durante las guerras civiles. Para una precisa distinción del concepto federalismo,pero referido al caso de Argentina, véase José Carlos Chiaramonte, «En tomo a los orígenes de lanación Argentina», en Marcello Carmagnani, Alicia Hernández Cha vez y Ruggiero Romano,Para una historia de América II. Los nudos (I), México, Fondo de Cultura Económica y Colegio deMéxico, 1999, pp. 286-317. Para todos estos aspectos con especial referencia a federalismos enotros contextos de América Latina, véase Marcello Carmagnani (Coord.), Federalismos latinoa-mericanos: México/ Brasil/ Argentina, México, Fondo de Cultura Económica y El Colegio deMéxico, 1996. Principalmente la «Introducción», pp. 9-11, ilustra de manera rápida y concisasobre las características esenciales que identifica al régimen federal.

100. «Reflexiones políticas y morales», El Eco de Neira, octubre lOde 1841,ns 11; «¿Seopone a la igualdad nuestro sistema de gobierno?», octubre 24, ns 13.

101. Sobre lo de capital simbólico interpretado como capital político, véase Pierre Bourdieu,Razones prácticas, Barcelona, Anagrama, 1997, pp. 11-51.

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Capítulo Vil:La indeterminación de la nación

1. Las fronteras del orden y del desorden

Los principales obstáculos que debía superar cualquier proyecto de organiza-ción estatal fueron, entre otros, la forma como cada vecino hizo suyo el ideariode la igualdad ciudadana, los conflictos con el gobierno central por la autonomíade los pueblos, la debilidad institucional y militar de la fuerza armada, la forma-ción de Estados soberanos con su confederación ocasional, que con la guerra delos Supremos alcanzó su máxima expresión, y el surgimiento de facciones políti-cas algunas reclamándose atributos aristocráticos, lo cual exacerbaba los anta-gonismos raciales. La consolidación de un Estado fuerte era, tal vez, en lo quenotables, sectores intermedios, ensayistas y publicistas estaban de acuerdo. Sinembargo, por el empleo equívoco de las palabras Estado y nación, las cuales eranutilizadas como sinónimas. De igual manera, legisladores, magistrados, jueces ofuncionarios provinciales o parroquiales se mostraban impotentes al momento dedefinir las competencias de las diferentes instancias del poder público y al inten-tar dirimir los conflictos sociales.

En ese contexto, la utilización de dispositivos de poder como las pedagogíascívicas y los códigos de policía tampoco tuvieron el éxito esperado por los nota-bles. Si bien las primeras intentaron mediante la labor educativa formar ciuda-danos y los segundos disciplinarlos, la promulgación permanente de medidascoercitivas, sumadas a los comentarios desalentadores sobre su eficacia, les indi-caban a los notables blancos lo problemático que era controlar a los sectoresintermedios y a los sectores populares de color.

Considerado desde la perspectiva de la civilidad, entendida como la civiliza-ción de la política y del político, la respuesta inmediata y permanente al proble-ma era la policía, la cual en todos sus ramos presentaba «un estado muy notablede abandono», en cada una de las ciudades, villas y parroquias de la provincia.El manejo de la condición deplorable de ese cuerpo parecía remota, por cuantoera vista «cada vez con mas desprecio tan interesante sección de la administra-ción publica». Por tanto, se consideró necesario «ser más enérgicos y explícitoscombatiendo las acciones inmorales, así como la desobediencia de las leyes y de

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