Caperucita Roja vivía con su madre en una casita al borde del bosque. Su abuela vivía al otro lado.

Un día, su madre le dio una cesta con rica comida para que se la llevara a su abuela que estaba enferma.

La madre de Caperucita le avisó de que no debía pararse en el bosque por nada ni hablar con nadie.

Caperucita así lo hizo, caminó por el

bosque hasta que comenzó a entretenerse con las flores o los pájaros.

A la mitad del camino se encontró con un lobo.

¿Dónde vas niña? – dijo el lobo.

A ver a mi abuelita que vive al otro lado del bosque y está enferma. – dijo Caperucita.

Sé un camino para llegar allí con bonitas flores que puedes recoger para ella – dijo el lobo.

Así es como Caperucita cogió el camino largo para casa de su abuela y el lobo el corto.

– Je, je, je. Mientras la niña coge flores yo llegaré a casa de su abuela y me la comeré. Después, cuando Caperucita llegue me la comeré a ella también. - dijo el lobo.

Toc, toc, toc- ¿Quién es?-

dijo la abuela- Soy yo Caperu,

que vengo a verte, ábreme la puerta.- dijo el lobo.

- Aaaaaaaaaam – qué rica estaba.

Y así fue cómo el lobo se la comió de un bocado.

Toc, toc, toc- ¿Quién es?- dijo el lobo.- Soy Caperucita, que

vengo a verte, ábreme la puerta - dijo Caperucita – Abuela, qué ojos tan grandes tienes.

- Son para verte mejor hijita – dijo el lobo.

- Abuelita, qué orejas tan grandes tienes- dijo Caperucita.

- Son para oírte mejor- dijo el lobo.

- Abuelita, pero qué boca tan grande tienes – dijo Caperucita.

- ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo.

Y así se la zampó de un bocado.

Unas horas después, mientras el lobo descansaba en el bosque de su gran comilona, pasó por ahí un cazador que le vio y se dio cuenta de quién estaba dentro de su estómago.

El cazador abrió al lobo y sacó a Caperucita

y su abuela que fueron felices desde ese momento.