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el MAGO de los CRISTALES FRANCISCO R. BOSTRÖM

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el MAGOde losCRISTALES

FRANCISCO R. BOSTRÖM

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© Francisco R. Boström, 2005

© 2005 de la edición española: mtm editores

Barcelona (España)E-mail: [email protected]: www.mtm-editor.es

PRIMERA EDICIÓN: Febrero 2005Ilustraciones: Mario DinizDiseño y maquetación: mtm editores

Depósito legal: B-7403-2005ISBN: 84-95590-63-8Impreso en España por Romanyà Valls S.A.Capellades (Barcelona)

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libropuede reproducirse o tramitarse bajo ninguna forma o porningún medio electrónico ni mecánico, fotoquímico,electroscópico, magnético, incluyendo el fotocopiado y lagrabación, ni por ningún sistema de almacenamiento yrecuperación de información, sin permiso expreso porescrito del editor.

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SUMARIO

Prefacio a la reedición española de El Mago de los Cristales ix

I. El Anciano 21

II. Los dioses caídos y el Espíritu del Fuego 27

III. 2 + 2 = 5 35

IV. El ritual del fuego 43

V. El “personaje” del Anciano 51

VI. El ritual del éxtasis 59

VII. Las quintaesencias 65

VIII. Técnicas y prácticas 73

IX. Una evocación 89

X. La tempestad y la aldea 99

XI. Revelaciones de la antihistoria.

El reino de Agharta 107

XII. Viaje por las estrellas 117

XIII. Rituales de culto a los dioses cristalizados 129

XIV. El ritual de la vitrola 137

XV. La Gran Ceremonia del Fuego 141

XVI. La despedida 149

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Los muertos se acercaron como nieblasalida de los pantanos y gritaron:

¡Háblanos del Dios supremo!Es aquel Dios difícil de conocer.Es el amor y el asesino de amor.Es santo y traidor.Es la luz más brillante del día y la más

profunda noche de locura.Es el amor de la madre por su hijo.Es el placer de la tierra y la crueldad del

cielo.Ante su faz, el hombre queda paralizado.Ante él no hay preguntas ni respuestas.Es el amor de los hombres.Es la palabra de los hombres.Es tanto el brillo como la sombra oscura

de los hombres.Es la realidad engañosa.De pronto, los muertos aullaron y deliraron,porque no comprendían.

Extracto de Siete Sermones a los Muertos,escrito por Basílides en Alejandría

entre 117-138 d.C.

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PREFACIO A LA REEDICIÓN ESPAÑOLA DE EL MAGO DE LOS CRISTALES

Cuando le hice saber a mi amado maestro que tenía lainspiración de plasmar mis experiencias con él y sus ense-ñanzas en un libro, me dijo que ya lo sabía y que lo estabaesperando. Pasados muchos siglos, era la primera vez que seharía pública la existencia de la Hermandad del Fuego y laTradición Ígnea de las Piedras Sagradas.

Cuando acepté ser el mensajero que daría la cara por ello,sabiendo que era el único de sus discípulos al que permiti-ría hacerlo, me sentí agradecido por esta oportunidad de seguirmi auténtica vocación, escribiendo, siguiendo un camino espi-ritual que me apasionaba y al cual quería consagrar mi vida,e incluso halagado, por la confianza que el maestro había depo-sitado en mí.

Jamás habría imaginado el oleaje que luego se me ven-dría encima, ni las fuerzas tremendas que el libro desataría.Él sí lo sabía, lo sabía todo, creo que desde el principio, inclu-so antes de que nos conociéramos en persona. Pero no meadvirtió de lo que podría suceder después de la publicacióndel libro, claro. Esto es algo típico en él: le encanta bromearcon la inconsciencia de los incautos.

Era muy joven también, precoz en algunos aspectos e inex-perto en muchos otros. Que el gran maestro, a pesar de ello,

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hubiera creído en mí, confiándome que me diera a conocerpúblicamente por él para transmitir sus enseñanzas, pararevelar los secretos de la Tradición de las Piedras, no podíaser sino por dos motivos: o porque era un loco perverso, oporque era un sabio que sabía muy bien lo que hacía.

Cuando se desataron fuerzas temibles que querían borrar-me del mapa a causa del libro, seguir creyendo en que él eraun auténtico gran maestro, que no era un bromista perver-so y que sabía lo que hacía cuando me bendijo para queretransmitiera sus enseñanzas, fue para mí la roca a la cualme aferré para resistir al vendaval que a veces parecía que meiba a hacer añicos.

El Espíritu de Fuego es por naturaleza altamente infla-mable y generó un ardor de entusiasmo sorprendente.Muchísimas personas a las que ya les atraía el mundo de lamagia y el esoterismo de los Cristales se llevó la gran sor-presa al descubrir que existía este Camino de las Piedras basa-do en el Fuego Sagrado. El chamanismo ancestral, revividoen los años de cambio hacia el nuevo milenio, produjo exal-tación. Esto fue muy hermoso.

Miles de personas me escribieron pidiendo que les pre-sentara al Anciano y que las introdujera en la Hermandad.Esta parte de la historia ya no era tan grata, pues no lo podíahacer. Él quería el anonimato, y la Hermandad tiene en lainvisibilidad una de sus leyes más sagradas. A pesar de ello,hubo quien me persiguió para que lo hiciera: extremistas quehicieron de todo para que yo revelara la identidad del maes-tro y su localización exacta. No lo hice ni lo haré, pues la leal-tad iniciática es para mí un valor sagrado absoluto.

No obstante, dejé el mundo de la empresa para dedicar-me por entero a la Tradición Sagrada. Por medio de cursos

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y seminarios, compartí con muchísimas personas lo que meestaba permitido trasmitir, manteniendo mis compromisos dehierro, oro y diamantes (espirituales) con el Anciano y su her-mandad. Por otra parte, no tenía opción, puesto que si que-brantaba los votos sagrados acabaría mal: aunque estoyseguro de que no sería por su causa sino por otros celosos guar-dianes de su entorno en el núcleo de la hermandad —los perrosguardianes de la Tradición—. Pero no bajé la guardia ni faltéa los votos que había jurado al ser iniciado.

El oleaje fue creciendo. Brasil vivía además una época decambio histórico de trascendental magnitud. Canalicé en lamedida de lo posible la fuerza generada por el Espíritu deFuego y por el libro, participando activamente en el gran movi-miento de renovación nacional que estaba ocurriendo tras elfinal del ciclo militar dictatorial de veinticinco años. Para míla magia de luz, la sociedad y la historia no eran comparti-mentos estancos sino realidades que debían progresar juntashacia una nueva era. Me mojé hasta el cuello con este ideal,y me alegro de ello.

Más adelante, a medida que dicha militancia mágica ganóresonancia nacional e internacional, tras la exposición públi-ca se produjo la ofensiva general: amenazas veladas o direc-tas para que me detuviera, para que cambiara de rumbo, mededicara a otros menesteres y desistiera del ideal abandonandola lucha; ataques de fundamentalistas religiosos airados queme acusaban de mago negro (aunque sea moreno) subversi-vo; hostilidad por parte de fuerzas poderosas que tenían inte-rés en que no se conociera lo que yo estaba divulgando y enque no se supiera el verdadero poder de muchos minerales:poderes maléficos que hicieron circular acusaciones falsas, total-mente infundadas, creando confusión y urdiendo trampas.

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Por otro lado, surgieron muchos autodenominados segui-dores fervorosos y trastornados que intentaron y casi con-siguieron secuestrarme para que revelara más secretos. Hubopresiones económicas, que son muy eficaces, y gente hacien-do barbaridades en mi nombre como si les hubiera encargadoque lo hicieran. Aparecieron decenas de personas diciendoque eran el Anciano o sus discípulos directos, intentando ven-der milagros a cambio de auténticas fortunas.

La reacción política aprovechó la ocasión para denigrarmecomo si fuera un farsante peligroso o un joven incontrola-do. Parte de mi familia, exceptuando mi madre, quiso aca-llarme internándome en un sanatorio o en una prisión y, sino, directamente en el tanatorio. “¿Quién se cree que es parasalir por la tele hablando de magia y revolución?”, decían.

Mientras tanto, seguí moviéndome intensamente por elmundo de las sociedades espiritualistas, el ocultismo y las órde-nes esotéricas, donde fui muy bien recibido. Me siento satis-fecho de haber sido, en mi opinión, un buen puente paraformar nuevas alianzas entre las fuerzas evolutivas afines quebuscan un avance positivo para la humanidad.

Tras el cambio histórico, el resultado quedó por debajode mis expectativas así como de las de muchísima gente.Consideré que mi trabajo en aquel momento estaba concluidoy que necesitaba un cambio personal, con nuevos aires y menorpresión. Por ello acepté la invitación del primer editor quepublicó El Mago de los Cristales fuera de Brasil. Además, meenamoré de España, así como de los pueblos y las gentes quefui conociendo, hasta que decidí quedarme.

Antes de que se me viniera encima el tercer gran oleaje, pen-saba en irme discretamente, pero me dieron por desaparecidoen Brasil: sin mi presencia física, surgieron falsas leyendas

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y algunos hasta se aprovecharon para obtener beneficios perso-nales con los temas del libro a través de acciones que yo nuncaaprobaría. Y en España, tras unos años agradables, por fin lasfuerzas hostiles a la Tradición consiguieron su propósito y fui,en efecto, sutilmente secuestrado.

Primero aparecieron personas amables, aparentementetransparentes, que venían ofreciéndome su ayuda, dispuestosa facilitarme la vida. Estaba tan agotado que me dejé cuidar,y delegué en otros más responsabilidades sobre mi propia viday mi trabajo de lo que debía.

Por fin, mis queridos ayudantes hicieron lo que en ultra-mar no habían conseguido los más acérrimos opositores. Envez de facilitarme el contacto con el público y con mis lec-tores y auténticos amigos, me convirtieron en un ser prácti-camente invisible o desaparecido, oculto en una aparenteburbuja protectora, en un principio cerca del mar y, más ade-lante, en lo más recóndito de los Pirineos. En realidad, lossupuestos amigos y benefactores me pusieron en gran peligro,incluso con riesgo de mi vida.

Menos mal que toda burbuja es frágil y que la base queme sostenía, más allá de las apariencias, era fuerte y sóli-da. Me salvé de milagro de que me arrebataran la vida cuan-do todavía sabía que había mucho por hacer. Por fin laburbuja estalló sin que yo, gracias a Dios, estallara con ella.El Espíritu de Fuego intervino, el Anciano y su pequeñapero potente e influyente legión —a distancia— me ayu-daron, aunque a menudo sentía como si él no estuviera oque yo ya no le interesaba. Los auténticos guardianes nofaltaron, hicieron todo lo posible por ayudarme: aunque nolos veía, siempre sentí su presencia, que agradezco profun-damente.

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El maestro de las piedras sagradas tampoco estuvoausente en la pugna y socorrió al discípulo a distancia, aunquemuy próximo en realidad, moviendo poderosas fuerzas espi-rituales desde su retiro. Con él y con la bendita energía cris-talina, nací de nuevo.

Fui recuperando la libertad y, lo que es lo más impor-tante para mí, el contacto con la gente que realmente seinteresa por mi trabajo creativo así como por la informa-ción que comparto. No hubo institución alguna ni gruposorganizados que me ayudaran, pero no faltaron las perso-nas atentas ni los lectores insistentes que nunca desistie-ron de contactar conmigo y de ayudarme de verdad: es aellos a quienes debo mucho, y siempre les estaré muy agra-decido.

Mis trabajos escritos, venciendo grandes dificultades detiempo y medios, han visto la luz pese a una cierta crueldadpor parte de la industria del libro y de las artes en generalhacia determinados creadores. Concebí y parí libros comoLa Sabiduría de las Piedras, El Camino Interior, Cartas a Dios,La Montaña de las Esmeraldas, Tupán –En Busca de la PiedraFilosofal–, Los Mandalas del Mago de los Cristales, y elaboréun buen número de otros textos mientras llevaba a cabo laobra a la que me he dedicado absolutamente desde hace años:el Curso “Piedra Filosofal” de Gemosofía.

“Piedra Filosofal” es un tratado de Gemosimbolismo yGemoterapia. Espero que en su momento pueda ayudar amuchos buscadores de la Trascendencia en el Camino espi-ritual de las Piedras Sagradas. En él sigo compartiendomuchas enseñanzas del Anciano, además de los resultadosde varios años de intensa investigación y experiencia. Mimayor deseo es poder completarlo con éxito, pues se trata

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de una larga travesía por un vasto océano inestable, confrecuentes y temibles tormentas a bordo de un pequeño velero,pero entre hermosos paisajes; y el esfuerzo merece la pena.

Mientras tanto, se produjeron presiones para paralizar laedición de El Mago de los Cristales pero, como por obra delsoplo del Espíritu de Fuego, la información del libro siguiócirculando en forma de fotocopias. Mientras me hallaba “des-aparecido” incluso fui traducido a varios idiomas sin consul-ta previa y sin mi autorización. El libro se siguió vendiendopor Internet —sin derechos de autor, claro—, pero lo impor-tante es que la información siguió su camino y nada ni nadiela pudo detener. Por otros cauces, el agua cristalina o fuegoespiritual del libro siguió fluyendo y la cara visible de laTradición Cristalina se expandió.

Mi gran aspiración es que algún día no muy lejano seanmuchas más los que puedan beneficiarse de estas fuerzas cris-talinas y luminosas que tanto han hecho por mí. Y por elloestoy infinitamente agradecido a la energía divina de la con-ciencia cristalina; doy las gracias al divino Espíritu de Fuegoy de Luz y, muy especialmente, a mi amado y sabio maes-tro, a quien, para respetar en todo momento su voluntad dediscreción, seguiré llamando simplemente el Anciano Maestrode las Piedras Sagradas.

Para gran tristeza de sus discípulos, el Anciano desapa-reció de su retiro el día 9 de enero del año 1999, pero segui-mos creyendo que permanece en su cuerpo físico. Por otraparte, por el hecho de poseer los poderes de la Piedra Filosofal,también creemos que tiene la elección de seguir existiendoen este planeta durante varios siglos más, si así lo estima conve-niente, en calidad de inmortal. En realidad, nunca llegué acreer que tenía los años que aparentaba. Por lo que sabemos,

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se adentró aún más profundamente en la jungla que adorabay, en su momento, volverá.

Aunque a él siempre le encantó el juego del escondite,sigo viéndole y percibiéndole, lo siento como si habláramoslargo y tendido, bien en sueños o en meditación, y soy másconsciente que nunca de su presencia a mi lado. A pesar detodo, ruego encarecidamente a la divina energía que me per-mita poder volver a verlo en persona, antes de irme yo mismode este mundo. De todos modos, sé que a fin de cuentas nadade ello es importante pues nuestro vínculo es tan antiguo queestoy convencido de que se mantendrá sea cual sea la dimen-sión en que nos encontremos. Él sigue formando parte de lamisteriosa Orden de los Nueve Ancianos, y sé que su lugarno ha quedado vacante, de modo que sigue en la Tierra. Losque formamos parte del Círculo de los Noventa y Nueve se-guimos reverenciándole como a un maestro encarnado. El aba-nico se abrió y me consta que desde aquella época seexpandió y se completó el círculo mandálico con 999Iniciados en el Camino de las Piedras Sagradas, obrando poruna realidad personal y colectiva más grata, como muchas otraspersonas lo están haciendo por todo el orbe con innumera-bles iniciativas esperanzadoras.

Tal como va el mundo, ojalá un día sean 999.000 Iniciadoso cuantos más hagan falta para que pasemos de la terribleoscuridad de la época actual y de sus tragedias sin fin haciauna nueva Edad humana planetaria, una nueva, resplande-ciente y feliz Civilización de Cristal. Así sea. Que la Bestia666 no trascienda la Luz Crística de la Corriente 999: nues-tra última y gran esperanza.

Miles de millones de sufrientes cada día claman al cieloque se detenga la barbarie actual, que Occidente y Oriente

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trabajen en armonía, que se solventen los grandes problemasmundiales con los medios simples y eficaces de que dispo-nemos, sostenibles y no-destructores del medio ambiente: conla energía de la luz, de las piedras y el agua. Pasemos lo antesposible de la oscura Era de la Piedra Fósil, el petróleo, deesta era que es un etapa Neolítica tardía, de muerte, a la Edadde la Piedra Avanzada de Vida, con chips de silicio y conuna verdadera conciencia cristalina del agua.

Seguimos adelante. Todo libro posee un libro vital para-lelo, en general no impreso, con las circunstancias del autory su evolución, así como de los lectores y de todos los demásafectados por el libro, directa o indirectamente. Esta histo-ria paralela no ha terminado y, por lo tanto, no puedo con-cluir esta extensa adenda sin unas últimas y breves aclaracionesacerca del contenido del presente libro:

1. El Ritual de la Vitrola no incapacitó del todo al trai-dor, enemigo del Anciano, sino que tan sólo fue neutraliza-do el mal que pretendía hacer.

2. El Anciano no puede ser definido como “mago blan-co” o “negro”, ni “rojo” ni “gris”. En términos mágicos de color,quizás se le pueda considerar un mago “azul rojizo”, aunquetenga la tez clara. Pido excusas por el tono humorístico, perolo cierto es que en absoluto se le puede definir: es un maes-tro y, como tal, está más allá de la dualidad.

3. Pese haberlo descrito diversas veces en el libro, debodecir que programar, quemar o sacrificar ritualmente crista-les son prácticas potencialmente peligrosas, adecuadas tan sóloen momentos determinados y en condiciones excepcionales.

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Lo describí con claridad y en detalle bajo la creencia en unideal de transparencia que creo que se merece el lector porparte del autor, pero personalmente, excepto en casos muypuntuales, no se las recomiendo.

4. Al releer El Mago me sorprende la cantidad de infor-mación que hay en cada página, pero si quieres percibir entretoda esta información los secretos mejor guardados y los datosmás importantes para tu desarrollo personal, sólo la relectura,pasado un buen espacio de tiempo, te los dará. Es la únicaforma por la cual las gemas espirituales más valiosas se dejanver. Utilízalas luego con ecuanimidad, discreción y bondad.

5. Buena parte de todo lo que escribí anteriormente enrelación con las venturas y desventuras de mi vida, así comode la gran guerra mágica oculta que estalló tras la publica-ción del libro, tiene que ver con la fórmula del Elixir de laLarga Vida que describí en el capítulo de técnicas y prácti-cas. Para evitar nuevos percances en la reedición del libro,pasados nueve años, debo decir que sí es cierto que por pre-caución omití un detalle clave de la fórmula. Pido excusaspor ello y, confiando en la sabiduría del Espíritu de Fuegoasí como en las buenas intenciones de los que accedan a estesecreto, quiero retratarme revelando que la fórmula comple-ta de la inmortalidad, transmitida por el Anciano, incluye,aparte los nueve cuarzos hialinos, una gema de rubí, grana-te o almandino. Además, que basta con tener la rosa roja cercade los cristales y el fuego, y que no hace falta quemarla juntoa las piedras cada vez que se vuelve a programarlas.

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6. Aparte de celebrarlo, quisiera decir que suceda lo quesuceda en el decurso de la Historia a sus discípulos o a susenemigos, tarde o temprano el Anciano y el Espíritu de Fuego—Ser de luz espiritual y claridad— triunfarán. Agrade o des-agrade, el hecho es que no hay nada que se pueda hacer alrespecto. Su poder es absoluto. El futuro pertenece a losInmortales, y bendecidos son los elegidos a compartir la dichacon ellos, porque son seres de luz que no se olvidan jamásde los más sinceros y leales servidores del Espíritu.

FRANCISCO R. BOSTRÖM

Barcelona, 9 de septiembre de 2004

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I

EL ANCIANO

Comencé a trabajar con las piedras a la edad de quince añosen la ciudad de San Lorenzo, Minas Gerais, de dondeprocede gran parte de mi familia. Allí conocí a muchas per-sonas de esta profesión y, al entrar en contacto con ellas, medi cuenta de que trabajar con piedras preciosas escondía algorealmente fascinante, aun a pesar de tratarse de un trabajo muyinestable y lleno de peligros y trampas. Admiraba la vida delos que trabajaban con las piedras, sin lugar de residencia, sinhorarios, sin tener que trabajar toda su vida en recintos cerra-dos, viajando de un sitio a otro, viviendo libres en un mundolibre, sin patrias y sin fronteras. Me impresionaba la pérdidade noción del tiempo que se tiene en este medio. Todas estaspersonas viven en un mundo aparte, desligadas de la política,del fútbol o de los problemas internacionales, y se hallabantotalmente subyugadas ante la fascinación que sobre ellas ejer-cen las piedras. Lo único que les importa es seguir descubriendomás piedras, rodearse de ellas, sentirlas cerca y vivir librementegracias a ellas. En fin, maravillado por todas estas cosas, empe-cé a estudiar el tema, y poco después me introduje en la pro-fesión comprando y vendiendo piedras.

De mi primera época apenas puedo recordar las señalesy los símbolos esotéricos colocados detrás de las puertas o

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en la parte superior de los cuadernos de notas; pequeños altaressituados en la parte trasera de las casas de aquellos quetrabajaban las piedras y en las que no aparecía ninguna ima-gen de Cristo, sino de Baphomet y de otros dioses antiguos;palabras a modo de contraseña, personas que parecían escép-ticas, pero que después de haberse tomado un par de copasempezaban a hablar de los poderes ocultos de las piedras yde cómo, a través de estas, habían podido llegar a establecercontacto con dioses y demonios. De hecho, más tarde des-cubrí un montón de sociedades secretas en las que se prac-ticaba un ocultismo muy antiguo y poderoso, y a las quepertenecían muchas de estas personas, desde los simples bus-cadores de piedras hasta los millonarios. Y fue precisamen-te a través de una de estas personas como conocí a mi maestro:el Anciano.

En un viaje que realicé hacia el interior de Minas paracomprar minerales industriales, me alojé en casa de un prós-pero empresario llamado Jonás que había sido muy amigode mi abuelo, que en paz descanse. Durante el día, Jonás tra-bajaba con gran éxito en el negocio de las piedras preciosasy, por las noches, se dedicaba a realizar operaciones espiri-tuales en personas gravemente enfermas. Una de las nochesen las que estábamos conversando, le hablé de lo mucho queme atraían los cuarzos de cristal y sobre mis intenciones deabrir en Río una casa especializada en estas piedras. Jonásparecía muy interesado por todo lo que le había contado ydurante los días siguientes volvió a hablarme del tema, in-tentando sonsacarme algo más sobre mi relación con las pie-dras y de mis objetivos a este respecto. Al hablarle sobre misestudios en el área del ocultismo, nuestra intimidad se hizomucho mayor y él terminó confesándome que era un brujo.

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Entonces, comenzó a hablarme de las operaciones espiritualesque realizaba, me contó que pertenecía a una sociedadsecreta llamada “La Hermandad del Fuego” y que esta orga-nización estaba dirigida por un maestro al que todos llama-ban y conocían como “el Anciano”. A propósito del Ancianoúnicamente me explicó que se trataba de alguien muy sabioy que en el pasado había sido muy rico y había viajado portodos los lugares del mundo, hasta que decidió abandonar-lo todo y retirarse a un lugar apartado para dedicarse sola-mente al “conocimiento de la magia”.

Finalmente, terminó por invitarme a participar en laHermandad. Yo acepté inmediatamente y fijamos el día enel que una persona vendría a buscarme hasta allí paraemprender el “viaje”. En el momento de despedirnos, Jonásestaba tan emocionado que yo no pude menos que pregun-tarme si era porque me iba a tocar la lotería o bien porqueestaba a punto de ser asesinado. Más tarde, llegué a la con-clusión de que, en cierto modo, se trataba de las dos cosas.

Un coche viejo, conducido por un chófer bastante antipá-tico, vino a buscarme el día señalado. No intercambiamos niuna sola palabra durante todo el viaje. Atravesamos la ciu-dad de San Lorenzo y continuamos subiendo. Comenzabaya a anochecer cuando el coche abandonó la carretera y siguiópor un camino de tierra totalmente desierto. Cuanto más avan-zaba el coche, más difícil se hacía el camino. Avanzábamosmuy lentamente, pues parábamos y volvíamos a arrancar acada momento. Finalmente, oscureció. Los faros apenas conse-guían iluminar el camino y el ruidoso automóvil seguía avan-zando cada vez más despacio, intentando esquivar losobstáculos y serpenteando por el estrecho camino. Ya erancasi las dos de la mañana cuando llegamos a un pequeño

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campamento de buscadores de piedras. El capataz, queestaba esperándome, me ofreció algo de comida y un jergónde paja en el que acostarme. A pesar de que los ocho o nuevetrabajadores que se encontraban en el campamento estabanjugando a cartas y bebiendo vino, ni sus risas, ni sus voces,me impidieron dormir como un tronco.

Al día siguiente, el capataz me despertó muy temprano.El coche ya se había ido y en su lugar había dos caballos espe-rándonos. Al capataz le hizo mucha gracia ver cómo yo inten-taba colocar mi maleta en el lomo del caballo.

—Allí donde va, no necesitará esta maleta —me dijo son-riendo.

Emprendimos nuestra marcha por un camino que se per-día, desapareciendo y volviendo a aparecer entre un paisajeora árido, ora poblado de árboles. Se trataba de una regiónminera y por algunas partes del lugar se podían ver unos cuan-tos trabajadores explorando tierra, en busca de más yaci-mientos. Enormes montañas de cristales se iban acumulandopor aquí y por allí, y por el camino se veían pasar los busca-dores de piedras acompañados de sus burros. Nos adentra-mos en el bosque y estuvimos cabalgando por él durante másde dos horas hasta que llegamos a un terraplén situado enuna ladera, desde el que se vislumbraba una hermosa vistade montañas entrelazadas. En el llano había una casita deladrillos y frente a ella se amontonaban las cenizas de unahoguera apagada y nueve grupos de cristales que, al ser casitransparentes, reflejaban con fuerza la luz del sol. Más abajo,los cristales que estaban esparcidos por una pequeña huer-ta, también brillaban intensamente.

Al llegar al llano, el capataz descendió de su caballo y yohice lo mismo. Permanecimos allí parados, mirando hacia la

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casa y esperando. La puerta se abrió y del interior de la casasalió una figura que se movía lentamente. Se dirigió hacianosotros con pasos enérgicos. Su aspecto no era excesivamenteagradable. Tenía la cara encorvada y llena de arrugas. Pero,sin embargo, sus ojos penetrantes e invitadores, parecían ejer-cer un enorme magnetismo. Vino directamente hacia mí, medio un fuerte apretón de manos y me dijo suavemente:

—¡Hola! Bienvenido. Te estaba esperando.Cuando me di la vuelta, el capataz ya se había ido. El ancia-

no me invitó a entrar en la casa y me ofreció un almuerzoque consistía en huevos y verduras. Hablamos de mil y unacosas sin importancia: del viaje, de mi trabajo, de los busca-dores de piedras de la región, etc... Por fin, el Anciano medijo:

—Debes de estar agotado, te mostraré tu habitación paraque puedas descansar.

El cuarto era muy pequeño, tan sólo tenía una estera depaja, una jofaina con agua y una lamparilla. Cuando me des-perté, no pude ver la hora que era, pues mi reloj se había para-do. Llegué hasta la puerta de la casa y vi que ya era de noche.El Anciano estaba fuera, totalmente inmóvil y mirándomecon sus brillantes ojos. Se acercó a mí.

—Vamos a hablar —me dijo—, pero a partir de ahora tunombre será Ramâ.

Y estuvimos conversando hasta el amanecer. El Ancianome habló de mi pasado, de mi presente y también de mi futu-ro. Me contó que él trabajaba con el gran poder del uso de loscristales en la magia del fuego, y que ello le permitía tener cono-cimientos; y que si yo estaba allí, era precisamente por eso.

—Voy a destruir todas tus ilusiones mundanas y las ideasque tienes sobre ti mismo y sobre las demás cosas. Pero,

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después, regresarás de nuevo a tu mundo para vivir deacuerdo con la nueva realidad que habrás conocido aquí.

Y lo que pensé que apenas duraría unos días, acabó duran-do meses.

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