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LAS LOMAS DE ATIQUIPA: UN CASO DE PAISAJE CULTURAL EN LA COSTA DESÉRTICA DEL SUR DEL PERÚ JOSÉ CANZIANI AMICO 1 UBICACIÓN Y CARACTERÍSTICAS MEDIO AMBIENTALES Las lomas de Atiquipa se ubican en la costa sur del Perú, en el litoral de la provincia de Caravelí, departamento de Arequipa, entre los 15º40’ y 15º50’ de latitud Sur. Se trata de una región en la que se transita, de norte a sur, del desierto árido del tablazo de Nazca a un desierto marcado por la irrupción de la cordillera marítima sobre el litoral. En la zona de Atiquipa esta cordillera alcanza a pocos kilómetros del mar una notable altitud, llegando en los puntos más elevados, correspondientes a los cerros Cusihuaman y Cahuamarca, a la cota de 1297 msnm. Estas características geográficas del área, así como la orientación que presenta el litoral con un marcado quiebre en dirección este-oeste, determinan condiciones que favorecen la existencia de lomas. Los vientos alisios que soplan dominantemente desde el sur, transportan desde el mar nubes y aire húmedo que al encañonarse y chocar contra la barrera natural de los altos cerros provocan la concentración de la nubosidad y la precipitación de garúas o lluvias a causa de la condensación de la misma. Son estas especiales condiciones las que explican la extensión y densidad de las lomas en esta zona de poco más de 20 kilómetros de largo, donde el desierto cede el paso a la formación de un oasis. Las lomas son fruto de un fenómeno natural discontinuo típico de la desértica costa andina. Si bien se presentan por el norte hasta Trujillo en el paralelo 8º y por el sur hasta Coquimbo (Chile) en el paralelo 30º (Ferreyra 1986), es en las regiones correspondientes a la costa central y sur del Perú, entre los 11º y 17º de latitud Sur, donde su presencia es más frecuente y se dan las áreas de mayor extensión. Generalmente entre los meses de mayo a noviembre la costa de estas regiones permanece cubierta por un manto de nubes que se 1 Arquitecto. Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (INDEA), Lima. Correo electrónico: [email protected].

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LAS LOMAS DE ATIQUIPA: UN CASO DE PAISAJE CULTURAL EN LA COSTA DESÉRTICA

DEL SUR DEL PERÚ

JOSÉ CANZIANI AMICO 1 UBICACIÓN Y CARACTERÍSTICAS MEDIO AMBIENTALES

Las lomas de Atiquipa se ubican en la costa sur del Perú, en el litoral de la provincia de Caravelí, departamento de Arequipa, entre los 15º40’ y 15º50’ de latitud Sur. Se trata de una región en la que se transita, de norte a sur, del desierto árido del tablazo de Nazca a un desierto marcado por la irrupción de la cordillera marítima sobre el litoral. En la zona de Atiquipa esta cordillera alcanza a pocos kilómetros del mar una notable altitud, llegando en los puntos más elevados, correspondientes a los cerros Cusihuaman y Cahuamarca, a la cota de 1297 msnm.

Estas características geográficas del área, así como la orientación que presenta el litoral con

un marcado quiebre en dirección este-oeste, determinan condiciones que favorecen la existencia de lomas. Los vientos alisios que soplan dominantemente desde el sur, transportan desde el mar nubes y aire húmedo que al encañonarse y chocar contra la barrera natural de los altos cerros provocan la concentración de la nubosidad y la precipitación de garúas o lluvias a causa de la condensación de la misma. Son estas especiales condiciones las que explican la extensión y densidad de las lomas en esta zona de poco más de 20 kilómetros de largo, donde el desierto cede el paso a la formación de un oasis.

Las lomas son fruto de un fenómeno natural discontinuo típico de la desértica costa andina. Si bien se presentan por el norte hasta Trujillo en el paralelo 8º y por el sur hasta Coquimbo (Chile) en el paralelo 30º (Ferreyra 1986), es en las regiones correspondientes a la costa central y sur del Perú, entre los 11º y 17º de latitud Sur, donde su presencia es más frecuente y se dan las áreas de mayor extensión. Generalmente entre los meses de mayo a noviembre la costa de estas regiones permanece cubierta por un manto de nubes que se

1 Arquitecto. Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (INDEA), Lima. Correo electrónico:

[email protected].

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concentra entre los 200 y los 800 metros de altitud. Estas capas de nubes son producidas por los vientos procedentes del Océano Pacífico que transportan masas de aire húmedo y que, al entrar en contacto con las frías aguas de mar de la corriente de Humboldt, se condensan y dan lugar a estratos de niebla. De otro lado, debido a que en el litoral las temperaturas a nivel del suelo son generalmente menores que a una mayor altitud, se produce un fenómeno de inversión térmica que inhibe el desarrollo de lluvias torrenciales.

Si estas condiciones climáticas explican la aridez y las características desérticas de los territorios de la costa peruana, también explican la generación del fenómeno denominado lomas , cuando determinadas características orográficas propician la precipitación de una fina llovizna conocida como garúa, o simplemente el humedecimiento de los suelos por la condensación que se produce al entrar estos en contacto con la concentración de niebla. La humedad que se genera de esta manera favorece el crecimiento de hierbas, arbustos e inclusive árboles. Esta vegetación, a su vez, multiplica las condiciones para la condensación de la humedad y la precipitación del agua, además de reducir la evaporación y favorecer la penetración del agua en los suelos. De esta manera, la vegetación desempeña un papel crucial en las áreas de lomas y su existencia determina, en última instancia, el desarrollo y la conservación de este medio ambiente único en su naturaleza (Ferreyra 1986, Pulgar Vidal 1996).

Fig. 1. Lomas de Atiquipa: bosque de Tara (Caesalpina tara) y pequeño torrente en la Quebrada de Infiernillo.

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Las lomas de Atiquipa, con un área estimada de 28000 ha, constituyen la mayor extensión de lomas de la costa peruana. Actualmente dentro de esta área se conserva aún una importante extensión de bosques de alrededor de 2190 ha, mientras que en una extensión relativamente pequeña (350 ha) se desarrollan cultivos principalmente de frutales, alfalfa y maíz (CIZA, ONERN, SENAMHI 1989). Dentro de la zona de las lomas de Atiquipa se distinguen –a partir de las características fisiográficas, altitudinales, la orientación y la incidencia de la humedad- por lo menos tres zonas ecológicas: el litoral árido; las llanuras aluviales y laderas hasta una altitud de 300 a 400 msnm con vegetación rala y arbustiva; y las zonas montañosas entre los 500 y los 1300 m con mayor humedad, pastos, vegetación arbustiva y formaciones de bosque.

Las zonas de mayor altitud, gracias a la cobertura de vegetación que presentan, son las que

generan mayor cantidad de agua, llegando a formar pequeños torrentes permanentes o estacionales que transcurren por una decena de quebradas que descienden hacia las laderas y el litoral. Pero también el agua que penetra en el subsuelo desde las partes altas, aflora formando manantiales o puquiales en las laderas e inclusive en las quebradas del litoral a escasa distancia del mar.

En cuanto se refiere a la vegetación de las lomas de Atiquipa, en estas crecen distintas

plantas como el tabaco silvestre (Nicotiana knightiana), el chanyaico (Grindel ia glutinosa), el

Fig. 2. Lomas de Atiquipa: vista delafloramiento de un manantial en la parte

media de la Quebrada de Silaca.

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ig. 3. Componentes del sistema de lomas de Atiquipa, Arequipa (Perú.).

mate silvestre (Lycopersi con peruvianum), entre muchas otras; en cuanto a los arbustos, se cuentran el heliotropo (Heliotropium peruvianum), el chamo (Duranta armata), el ripondio (Brugmansia candia); mientras que entre los árboles se encuentra la tara (Caesalpina

ra), el mito (Carica candicans), el guarango (Prosopis pall ida), el faique (Acacia acracantha), el molle (Schinus mol le) y el arrayán (Myrcianthes ferreyrae) (Ferreyra 1986). De ro lado, la vegetación de las lomas y la presencia de fuentes de agua, propician la existencia de a abundante y variada fauna, en la que destacan mamíferos como el venado gris (Odocoileus

rginianus), el zorro andino (Dusicyon culpaeus), el zorrino (Conepatus rex); y aves como el uila pescadora (Pandion haliaethus), el gavilán (Parabuteo unicinctus), el cernícalo (Falco arverius), la paloma madrugadora (Zenaidura auriculata), el perico (Bolborhynchus ri frons), entre otros (Brack 1986).

VIDENCIAS HISTÓRICAS DE LA OCUPACIÓN Y MANEJO DE LAS LOMAS E ATIQUIPA

La especial importancia de las lomas de Atiquipa no se reduce a las singulares características su ámbito natural, ya que en ellas se conservan notables evidencias arqueológicas, como son

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los restos de numerosos asentamientos prehispánicos, obras públicas y extensos complejos de terrazas agrícolas asociadas a sistemas de irrigación artificial. Estas obras, en conjunto, revelan que la zona fue antiguamente ocupada por una nutrida y abundante población y dan testimonio del manejo excepcional que tuvieron las sociedades prehispánicas de este medio ambiente de lomas. Este manejo comportó la modificación del medio natural y el desarrollo de procesos productivos que combinaron e integraron la explotación de los recursos de las propias lomas, los abundantes y variados recursos marinos presentes en la región, con aquellos agrícolas, ganaderos y mineros, logrando así desarrollar, en una región mayormente desértica, una importante zona de producción (Mayer 1985). Los Asentamientos Prehispánicos

En las lomas de Atiquipa se registra una notable cantidad de asentamientos prehispánicos. Algunos de estos sitios destacan por su magnitud y complejidad, como es el caso de Quebrada de la Vaca, La Caleta y Cahuamarca, registrándose otros de menor escala como Moca, Silaca, Molle y Maguey (Canziani 1995).

Estos asentamientos se encuentran distribuidos estratégicamente, lo que aparentemente

expresa el manejo integral y articulado de las distintas condiciones ambientales y los recursos naturales allí presentes. Es así que encontramos asentamientos de diferente tipo y orden jerárquico, emplazados tanto en proximidad del litoral, como de las áreas agrícolas ganadas al desierto y de las zonas de lomas, ocupando diferentes pisos altitudinales y distintos nichos ecológicos, desde el nivel del mar hasta alcanzar los 1300 msnm.

Entre los distintos asentamientos del litoral sobresalen el notable asentamiento conocido

como Quebrada de la Vaca, Moca, Silaca y el extenso y no menos complejo sitio de La Caleta, todos asociados a la explotación de los recursos marinos, si bien algunos -como Moca y Silaca- no excluyen la presencia de terrazas de cultivo que llegan prácticamente hasta el mar. Con relación a la localización y desarrollo de estos asentamientos en el litoral, es necesario recordar la proverbial riqueza de recursos marinos de la región de Chala. Además de la abundante pesca, hasta la fecha se secan y salan en la zona una gran cantidad de mariscos, como las machas (Mesodesma donacium) e igualmente se recolecta el alga denominada "cochayuyo" (Porphyra columbina), dada la alta demanda de estos productos en las serranías y el altiplano.

Es interesante señalar que hasta hace unas décadas pastores de comunidades ubicadas en las

regiones altoandinas de Ayacucho, Apurímac y Arequipa, descendían entre julio y agosto a la zona de Atiquipa con sus caravanas de llamas a realizar directamente la recolección de cochayuyo y mariscos, para retornar a sus lugares de origen entre noviembre y diciembre (Masuda 1985).

Otros sitios menores, como Molle y Maguey, parecen haber estado asociados al manejo de

las quebradas que descienden de los cerros de lomas y a la producción agrícola que se desarrolló en los campos de cultivo que se habilitaron en esta zona. Otros sitios debieron estar asociados al manejo forestal de las lomas y a la ganadería, aprovechando el potencial forrajero de las mismas. En todo caso, la presencia de llamas y el manejo caravanas se puede inferir a partir de las

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evidencias arqueológicas así como de la existencia de grandes corrales en asentamientos del litoral como Quebrada de la Vaca y La Caleta.

Entre los escasos sitios observados en la zona propiamente de lomas, destaca el poblado de

Cahuamarca, asociado aparentemente tanto al manejo de los recursos de las lomas como al desarrollo de la actividad minera en la región. Extraordinariamente, este extenso asentamiento se ubica sobre la cumbre del cerro Cahuamarca (1297 msnm), es decir, en el mismo vértice de las laderas que se orientan al sur, donde se desarrolla la densa vegetación de lomas y sus distintos recursos, incluyendo la disponibilidad de agua que como hemos visto ésta se genera por efecto de la condensación de las nieblas.

Entre los distintos asentamientos se puede apreciar diferencias en el estado de conservación

y las características arquitectónicas, especialmente en los aspectos tipológicos y constructivos. Estas diferencias podrían explicarse sobre la base de la existencia de asentamientos correspondientes a distintas épocas de ocupación, como también a aspectos culturales relacionados con la posible presencia de distintos grupos étnicos asentados en la región.

Sin embargo, en casos como el de Quebrada de La Vaca y Carhuamarca, ubicados uno en el

litoral y en la parte más elevada de las lomas el otro, se puede observar una estrecha similitud y comprobar que una serie de atributos arquitectónicos son compartidos recurrentemente, no obstante la distancia relativamente grande que los separa y las diferentes condiciones ambientales presentes entre las zonas donde se localizan.

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ig. 4. Poblado de Quebrada de la Vaca: vista desde el sur del edificio público conocido como “Gran Almacén”.

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En ambos asentamientos se puede apreciar que su emplazamiento en terrenos con pendientes de ladera, se ha resuelto mediante el acondicionamiento de terrazas sobre las que se edificaron las unidades habitacionales. Estas están compuestas generalmente por un recinto irregular, con tendencia a asumir una forma rectangular o trapezoidal, que comprende una o dos habitaciones dispuestas frente a un patio. Algunas de estas estructuras conservan aún hastíales que revelan la existencia de techos a dos aguas. Las unidades domésticas presentan en los lados del patio un poyo sobre el que se levantan pilares que soportaron un techo. También se observa la existencia, en una de las esquinas de los recintos, de particulares estructuras en forma de torre de corte cónico que rematan en falsa bóveda y que aparentemente constituyeron depósitos para la conservación de alimentos. En los asentamientos del litoral se presentan silos subterráneos que constituyen estructuras adicionales de almacenamiento, dentro o fuera de los recintos habitacionales.

A partir de estos elementos arquitectónicos y de las funciones asociadas a ellos, es posible reconstruir, en parte, las actividades y la vida cotidiana que se desarrollaban en estas viviendas. En las áreas del recinto al aire libre o patio tenían lugar diferentes actividades, entre ellas la preparación de alimentos, como lo testimonian los fogones y los batanes de piedra que se encuentran in situ. En los poyos techados se podía desarrollar actividades artesanales comúnmente asociadas a la vida doméstica y al mismo tiempo encontrar protección del sol. Mientras que las habitaciones permitían el descanso nocturno y los depósitos la conservación de los alimentos acumulados a disposición de cada unidad familiar.

Al mismo tiempo se puede apreciar que estos asentamientos también comparten una serie

de aspectos, que van desde las características constructivas de los muros de piedra y sus aparejos, hasta los rasgos arquitectónicos presentes en las edificaciones, como son la forma típica que presentan puertas, ventanas, nichos en los paramentos interiores, hastíales de los techos, los poyos y pilares en los patios.

Es tan grande la similitud y recurrencia de rasgos, atributos y formas arquitectónicas entre

estos dos asentamientos, que permiten sostener con seguridad que Quebrada de la Vaca y Cahuamarca, no solamente estuvieron estrechamente emparentados, sino que son el producto y la expresión constructiva de la misma gente, compartiendo el mismo modo de vida y la misma cultura.

En todo caso, es preciso señalar que se observan también algunas interesantes diferencias

entre estos asentamientos. Algunos de ellos como Quebrada de la Vaca y La Caleta, además de las estructuras habitacionales, incorporan una importante arquitectura pública de función tanto administrativa como ceremonial. Mientras que en otros, incluyendo un sitio tan importante como Cahuamarca, aparentemente se registra tan sólo arquitectura doméstica. El Camino Inka

En las Lomas de Atiquipa se encuentra una expresión relevante de la articulación territorial de los asentamientos y de la integración de los distintos procesos productivos relacionados con el manejo de los recursos marinos, agrícolas, pecuarios, forestales y mineros. Se trata del

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impresionante camino inka que se puede apreciar en su recorrido a través de decenas de kilómetros en el desierto.

Si bien el trazo en la mayor parte de su recorrido se limita a una franja de terreno limpio,

demarcada por piedras en sus bordes, en otras se observa el desarrollo de muros de contención, de rellenos de nivelación y de amplias graderías en aquellos sectores en que la pendiente o los accidentes del terreno lo hacen necesario.

Este tramo del camino inka, además de la función de enlace entre los distintos

asentamientos distribuidos en esta faja costera de lomas y de la comunicación longitudinal con los estrechos valles al norte y al sur de Atiquipa, debió de conectarse mediante ramales transversales con la extensa red del camino imperial y, por medio de ésta, con las regiones altoandinas de Arequipa, Cusco y el Altiplano circunlacustre (Hyslop 1984, 1992).

Esta gran obra pública y otras evidencias del período Inka, revelan la importancia que

adquirió esta región, hasta ese entonces quizás algo marginal a los procesos de desarrollo que tenían lugar en otras áreas de los Andes Centrales. Los datos registrados hasta el momento apuntarían a señalar que la integración a nivel macro regional habría propulsado el desarrollo local, ampliando los niveles de apropiación y manejo de una gran variedad de recursos. En este marco, el camino no solamente fue un instrumento vital para el transporte de los productos, sino también para la movilización de la población y la administración territorial.

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Fig. 5. Vista del camino inka en su trayecto por la zona de Atiquipa (foto E. Mujica).

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EL MANEJO DE LA ECOLOGÍA DE LOMAS Y LA GENERACIÓN DE UNA ZONA DE PRODUCCIÓN

Uno de los aspectos de mayor interés de las lomas de Atiquipa, es el conjunto de evidencias que proporciona sobre el manejo prehispánico de la ecología de lomas y su transformación en una zona de producción. Este es el caso de la existencia de una gran extensión de campos de cultivo abandonados observables a simple vista al recorrer la zona a lo largo de la carretera Panamericana Sur, en un tramo de por lo menos 12 km. Estos antiguos sistemas agrícolas aparecen claramente asociados físicamente a las lomas, sin embargo era poco claro su funcionamiento y las formas de abastecimiento de agua que hicieran posible su cultivo (Engel 1981, Petersen 1988, Trimborn 1988).

Nuestros estudios de la zona (Canziani y Mujica 1997), nos llevaron a plantear una hipótesis

de trabajo que intentara explicar el desarrollo del sistema agrícola en una zona árida, mediante el manejo de las condiciones de lomas como sistema captador y fuente de aprovisionamiento de agua. El desarrollo de esta línea de investigación exigió la identificación de sistemas de irrigación artificial, que no solamente aclarara la forma de cultivo de las terrazas, sino que permitiera establecer una asociación directa entre el manejo de los sistemas de campos y el de las lomas. Los sistemas de campos agrícolas prehispánicos

Los sistemas agrícolas se registran desde las quebradas de Maguey y Molles, pasando por las de Silaca, Ocopa, Atiquipa o Jihuay, Moca, Huambo, hasta llegar a las de Guayaquil y Taimara, recorriendo un tramo de aproximadamente 12 km en dirección noroeste-sureste. Recurrentemente, los sistemas de campos se localizan a partir del punto en el cual las principales quebradas descienden de los cerros de lomas, para alcanzar las amplias laderas aluviales que se forman por debajo de los 300 a 400 msnm. A partir de este punto, se despliegan en abanico siguiendo la configuración natural de la topografía, si bien en muchos sectores se observa que, en lo posible, se buscó mantener siempre su desarrollo desde el nivel marcado por el pliegue del encuentro de la falda de los cerros de lomas con el llano de las laderas. Este límite superior de los campos de cultivo generalmente está definido por el curso de los canales más elevados.

El mapeo preliminar de los distintos sectores registrados, mediante la exploración de cada

una de las quebradas y la demarcación de los límites de los sistemas de terrazas y campos registrados en ellas, nos permiten estimar en por lo menos 2600 ha la extensión en que se desarrollaron los antiguos campos de cultivos, cuya construcción modificó radicalmente la naturaleza desértica del paisaje original. Tipología y características de los campos agrícolas

Aparentemente, los distintos tipos de campos que se pueden apreciar en los diferentes sectores explorados responden básicamente a los condicionamientos de la topografía del lugar y a las formas de aprovechamiento del agua mediante el sistema de riego, aunque no debe de

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descartarse el tipo de cultivos desarrollados en estos, si bien ésta es una variable que nuestros trabajos preliminares no están en grado de definir.

Las particulares características topográficas y en especial el diferente tipo de pendiente que

presentaron los terrenos transformados en áreas agrícolas, fueron resueltas aplicando distintas soluciones. En el caso de los suelos que presentaban áreas llanas de escasa pendiente, se optó simplemente por una limpieza de las piedras del terreno, las que fueron aprovechadas para trazar alineamientos o pequeños bordos que sirvieron para definir las subdivisiones de los campos. Este tipo de campos se pudo apreciar en la parte alta de la Pampa Agua Salada, entre las quebradas de Maguey y Molles, donde se encuentran largas franjas de 15 a 20 m de ancho, delimitadas longitudinalmente por alineamientos de piedra de 1 a 1,50 m de grosor, que se extienden de 200 a 250 m en el sentido de la pendiente y que están subdivididos transversalmente por alineamientos de piedra más delgados, desde 3 a 3,50 m hasta 15 o 20 m formándose así rectángulos alargados o grandes espacios cuadrangulares.

En la mayoría de los casos, dado el predominio de los suelos de pendiente moderada y la

naturaleza arcillosa de los mismos, el acondicionamiento de los campos se resolvió mediante el terrazamiento, formando terraplenes simples en los que no se emplearon muros de contención. Resulta claro que el ancho de las terrazas se estableció en base al tipo de gradiente que presentaban los terrenos, es decir, el ancho de las terrazas se reduce en una proporción inversa al incremento de la pendiente.

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ig. 6. Lomas de Atiquipa: terrazas de cultivo en la Quebrada de Jihuay.

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Las terrazas, que pueden llegar a tener un ancho mínimo de unos 3 m, se despliegan generalmente siguiendo las curvas de nivel, aunque se aprecia que también se amoldaron a los pequeños accidentes que presenta frecuentemente el terreno -como son los pequeños cauces de escorrentía, montículos y afloramientos rocosos- buscando siempre de resolver ingeniosamente tanto el aprovechamiento máximo de los suelos como los requerimientos propios del riego. Es de notar que, para superar el incremento de la pendiente, en muchos casos se desarrollaron grandes "escalones" en el terreno; como si el escalonamiento de las sucesivas terrazas hubiera sido inscrito, a su vez, en el escalonamiento mayor formado por gigantescos terraplenes. Las terrazas de cultivo presentan subdivisiones transversales hechas con alineamiento de piedra o con pequeños bordos de tierra, definiendo pequeños bancales rectangulares o cuadrangulares.

En los terrenos de características más accidentadas y de pendiente más pronunciada -lo que

habitualmente se verifica en proximidad del litoral, con el brusco descenso de las laderas y el encañonamiento de las quebradas- se observa no solamente la reducción drástica del ancho de las terrazas sino también el desarrollo de éstas con muros de contención de escasa altura elaborados con una o dos hiladas de piedras de campo. Las características que presentan este tipo de terrazas las hacen semejantes a pequeños andenes, si bien no es este el caso, ya que, al igual que en las demás, aparentemente no se han aportado nuevos suelos sobre los muros de contención, sino que estos han servido para estabilizar el terraceo efectuado labrando los suelos naturales y evitar la erosión al practicar el riego.

Fig. 7. Lomas de Atiquipa: terrazas de cultivo en la Quebrada de Moca.

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El sistema de irrigación

A partir de la inicial identificación de las evidencias de riego presentes en las terrazas –que plantea claramente la existencia de un sistema de irrigación artificial como medio fundamental que posibilitó el cultivo del antiguo sistema de campos– se procedió a identificar finalmente las fuentes primarias de captación de agua y las principales formas de encauzamiento que abastecieron el sistema de irrigación artificial desarrollado en el conjunto de los campos agrícolas.

Se puede observar que las melgas o bancales de las terrazas presentan, tanto en su trazo

sinuoso como en las aberturas presentes en sus bordos, claras evidencias de la circulación del agua y la forma de riego de los suelos de las terrazas. Generalmente el abastecimiento de agua a los campos se dio por medio de canales que corrían en sentido transversal al de las terrazas, ingresando a estas desde los extremos en que las atravesaban.

Es interesante notar que, en algunos casos, aún es posible observar claramente la

disposición de piedras de regular tamaño en el cauce de estos canales, y más cuando se aprecia que su ubicación coincide con la de los puntos de ingreso del agua desde el canal hacia las terrazas correspondientes. Aparentemente se trataría de una forma de facilitar la derivación del agua que corría por los canales al nivel de cada terraza, si bien es posible que, al mismo tiempo, este recurso técnico limitara la velocidad del agua, controlando los riesgos de erosión y desborde de los canales.

Si bien estos canales, como se ha dicho, por lo general están trazados en el sentido de la

pendiente y transversal al de las terrazas, se aprecia también el frecuente aprovechamiento de cauces naturales de escorrentía que atraviesan el terreno y que fueron habilitados para el curso del agua. Se observa también la existencia de canales "horizontales", que corren paralelos al trazo de las terrazas agrícolas. En algunos casos, corresponden a canales de distribución que se desprenden de los canales principales y cuyo trazo está mayormente asociado con los grandes "escalones" que conforman el sistema mayor de terraplenes; en otros casos, se trata de canales secundarios realimentados a partir del aprovechamiento del agua excedente procedente del riego de los campos ubicados en un nivel superior. El examen preliminar del sistema de irrigación, permite establecer que si los canales principales fueron realizados cavando directamente en el terreno, también aquí ciertos cauces naturales fueron utilizados incorporándolos al sistema de irrigación.

El seguimiento del trayecto de algunos de los canales principales del sistema de irrigación,

nos condujo a la identificación de los puntos de captación del agua, ubicándolos en las quebradas que descienden de los cerros de lomas. De esta manera, quedaba claramente establecido que el desarrollo de los canales y del conjunto del sistema de irrigación artificial, tenía su punto de partida en la derivación del agua que descendía por los cauces de las quebradas, permitiéndonos asociar directamente el manejo de los campos de cultivo con el de las lomas como sistema generador y acumulador de agua.

Esta hipótesis de trabajo se vio reforzada con la observación, en las faldas de los cerros de

lomas, de zanjas o canales de trazo transversal a la pendiente, es decir, en sentido horizontal o ligeramente diagonal. Aparentemente, se trataría de un sistema diseñado para la captación del

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agua que escurría por las faldas de los cerros de lomas y que permitió su derivación hacia los cauces de las quebradas, los canales que la toman de estos y/o que corren al pie de las laderas y por lo tanto en el límite superior de los campos de cultivo. Es posible que un estudio más detallado nos permita comprobar si es que se trata, como planteamos, no solamente de un elemento complementario del sistema de irrigación, sino de un recurso tecnológico relacionado con el manejo de las lomas como fuente de generación de agua. Sostenemos esta hipótesis porque estas zanjas horizontales no solamente se aprecian en la parte baja de las faldas y en conexión directa con el sistema de irrigación, sino también en las partes altas de los cerros de lomas, donde inclusive se aprecia un trazo discontinuo y "alternado".

En base a estos elementos, podrían haber operado como una suerte de "zanjas de

infiltración", captando el agua que escurría por la pendiente de las lomas, evitando la erosión y favoreciendo la acumulación del agua, el desarrollo de la vegetación, e incrementando a su vez la filtración que alimenta la napa freática que genera abundantes ojos de agua y puquiales que, hasta el día de hoy, son utilizados como fuente complementaria de abastecimiento de agua para el cultivo.

La gran extensión de los sistemas de cultivo, estimada mediante nuestras exploraciones en

unas 2600 ha y la comprobada asociación de estos a un sistema de irrigación artificial, abastecido por el agua generada por las lomas, nos conduce necesariamente a inferir que en la época en que el sistema estuvo operativo debió de existir un área substancialmente mayor y densa de bosques y de vegetación de lomas, en capacidad de abastecer si no toda por lo menos gran parte del área bajo cultivo. A este efecto, ensayamos una reconstrucción hipotética de la posible extensión del área de bosques de lomas que alimentaron el caudal de las distintas quebradas, a partir de las cuales se desarrollaron los sistemas de campos (ver Fig. 8).

A partir de estas evidencias, se puede deducir que la observación, conocimiento y

apropiación de las particulares condiciones ecológicas por parte de las poblaciones prehispánicas asentadas en el área, permitieron que estas explotaran adecuadamente las lomas en épocas tardías (circa 600-1500 DC), transformando su condición original mediante el desarrollo de un complejo sistema de irrigación; modificando el paisaje desértico mediante la construcción de terrazas y el acondicionamiento de los suelos para el desarrollo de la agricultura. De esta manera, se generó en una zona mayormente árida una importante zona de producción.

En el marco de este tipo de manejo, es lógico suponer que si los bosques y la ecología de las lomas eran la fuente primaria y esencial de la generación y "acumulación" del recurso agua, debió de regularse su explotación y posiblemente no sólo con miras a su mantenimiento y conservación sino inclusive a su potenciamiento y a la ampliación de su extensión. De manera que, en este caso especial, el desarrollo de la agricultura no habría implicado, como usualmente sucede, la reducción o desaparición del bosque sino todo lo contrario. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Si bien la región de Atiquipa posiblemente contenga evidencias de ocupación de épocas más tempranas, hasta el momento los hallazgos arqueológicos se remontarían tan sólo a las fases

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Fig. 8. Esquema constructivo del manejo del espacio territorial en las lomas de Atiquipa.

finales del período de los Desarrollos Regionales (circa 600-700 DC), ya que algunos de estos estarían asociados a cerámica correspondiente a las fases finales de la cultura Nazca (Trimborn 1988). Estos tiempos corresponden a una época caracterizada por la transición hacia el período Wari, en la que se manifiesta la creciente influencia proveniente de las regiones altoandinas y el progresivo debilitamiento de las tradiciones estilísticas locales costeñas.

En todo caso, estas evidencias podrían estar señalando el inicio de la ocupación de la zona de lomas por parte de sociedades complejas con un determinado nivel de desarrollo y el posible inicio, por parte de ellas, del desarrollo de los sistemas de campos de cultivo y las consecuentes modificaciones paisajísticas en el territorio de las lomas. Sin embargo, los limitados estudios arqueológicos desarrollados en la región, permiten tan sólo proponer esta aseveración como una hipótesis que deberá ser comprobada en el desarrollo de futuras investigaciones.

Una situación similar se presenta ante la posible ocupación durante el período Wari, en

cuanto esta época está asociada a profundos cambios económicos y sociales, los cuales estuvieron aparejados con la realización de grandes transformaciones territoriales con fines productivos y el

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desplazamiento de grandes contingentes de población, en el marco del desarrollo de la primera formación imperial del mundo andino.

La mayoría de las evidencias arqueológicas señalan que bastante después, durante la

dominación del imperio Inka, se habría realizado la mayor parte de estas imponentes intervenciones territoriales que implicaron necesariamente la movilización y participación de ingentes cantidades de fuerza de trabajo. Pero resulta también claro que estas evidencias si bien datan de la época inka, presentan rasgos fuertemente locales o regionales. Este es el caso de los patrones de asentamiento y de la propia arquitectura, donde si bien se percibe uno que otro elemento atribuible a lo Inka, pesan mucho más otro tipo de rasgos en los que se perciben patrones étnicos locales e, inclusive, influencias más bien altiplánicas. Este tipo de influencias se advertirían también en otros restos culturales, como la cerámica, donde se han señalado ciertas afinidades con el estilo Churajón, originario de regiones altoandinas de Arequipa (Trimborn 1988).

En resumen, se puede sostener que los limitados estudios arqueológicos desarrollados en la

zona aún no permiten definir mejor la secuencia de ocupación que se dio en las lomas de Atiquipa durante la época prehispánica, quedando muchos aspectos por investigar. LAS LOMAS DE ATIQUIPA EN TIEMPOS COLONIALES

Poco después de producida la conquista y en los inicios del sistema colonial, existen algunos documentos que dan cuenta de bruscos cambios en el manejo de las lomas, los que marcarán la acelerada depredación de los recursos de las lomas, el creciente proceso de destrucción de este delicado ecosistema, el consiguiente colapso de los sistemas de campos de cultivo y el inicio de un proceso de desertificación.

María Rostworowski (1981: 45-46), en su trabajo acerca de los recursos naturales en los

siglos XVI y XVII, hace mención de las quejas presentadas en 1567 por los naturales de Atiquipa ante Pedro de Melgar, alcalde de Arequipa, por los daños causados por el ganado vacuno que pastaba en las lomas de Atiquipa. En ese documento colonial temprano se revela que los campos estaban cultivados con yuca, achira, maíz y camote, además de olivos e higueras recientemente introducidos.

Es importante señalar que al presentar su queja los naturales de Atiquipa manifestaron que

de proseguir esta situación se verían obligados a dejar sus sementeras y a despoblar esas tierras. A todas luces el pronóstico se cumplió a causa del desplazamiento de la población en el marco de la política de reducciones coloniales, pero sobre todo por el sobrepastoreo de las lomas. A este propósito, Rostworowski (1981: 48) cita a Vázquez de Espinoza (1629), quien, mencionando a las lomas de Atiquipa como “...las mejores y mayores de todo el reyno”, refiere que “ay todo el año grandes crías de ganado, vacas, mulas, yeguas, cabras, carneros, y se cr ían con grande abundancia.. .” y más adelante da cuenta que “...en ellas an enriquezido muchos haziendo crías de ganado por las ventajas que tienen a otras partes, estas lomas están a la oril la del mar y entran la tierra adentro mas de dos leguas”.

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Estos documentos coloniales proporcionan una pista sobre las causas del colapso del delicado sistema ecológico de las lomas y paralelamente del abandono de cientos de hectáreas de terrazas de cultivo que hasta hoy cubren gran parte del área. A este propósito, algunos autores señalan como causa de este proceso ciertos cambios climáticos, los que habrían terminado con épocas más húmedas como consecuencia de un posible retroceso en el frente de lluvias (Petersen 1988). Aparentemente las causas del colapso de este extenso sistema agrícola son otras y su explicación tiene su punto de partida en lo que los documentos coloniales resumen: la introducción y acción depredadora de vacunos y caprinos; el consecuente sobrepastoreo; la deforestación; y por consiguiente la imposibilidad de la recuperación y reproducción de los limitados pastos y sobre todo de los recursos forestales. Es evidente que este tipo de manejo redujo progresivamente las fuentes de agua presentes en la zona hasta ese entonces.

En cuanto se refiere a la historia colonial y republicana del sitio, sería provechoso contar

con estudios más amplios y detallados. Estos podrían dar cuenta, entre otros aspectos, de la transición que se produce de un manejo que apuntaba a la sostenibilidad del sistema y a la ampliación de la capacidad productiva de las lomas, a otro en el que se imponen conductas depredadoras que conducirán a la insostenibil idad y al creciente peligro de desaparición de este frágil ecosistema (Canziani y Mujica 1997). ESTUDIOS CONTEMPORÁNEOS

Existen algunos estudios antropológicos desarrollados en décadas pasadas que ofrecen interesantes datos acerca del manejo que, en ese entonces, determinados grupos étnicos –provenientes de las regiones altoandinas de Ayacucho, Apurímac y Arequipa- desarrollaban en la zona. Desde estas regiones de puna descendían distintos grupos con sus caravanas de llamas, entre los meses de julio y agosto para instalarse en el litoral de Atiquipa y realizar directamente la extracción del cochayuyo y de mariscos. Es interesante notar que esta época del año generalmente corresponde a la temporada de sequía en la puna, mientras que en las lomas corresponde a la época de mayor humedad y abundancia de vegetación. En estos trabajos se reporta que cada uno de los distintos grupos étnicos se establecía en determinadas zonas del litoral y la delimitaba en forma excluyente con relación a las demás comunidades presentes en la zona, estableciéndose así una suerte de "archipiélago territorial". Terminada la estación de lomas, entre noviembre y diciembre, estos grupos iniciaban el retorno, desarrollando en el trayecto el trueque de parte del cochayuyo recolectado, intercambiándolo por productos agrícolas propios de los pisos ecológicos que recorrían en el trayecto hacia las punas de proveniencia (Masuda 1985).

Algunas aldeas del litoral, que son señaladas en la cartografía como "balnearios", y que muestran un abandono relativamente reciente o huellas de una ocupación estacional, podrían corresponder o haber correspondido (ya que en distintas temporadas las hemos encontrado siempre deshabitadas) a este tipo de ocupación por parte de las comunidades puneñas. Estas aldeas, cuyos patrones arquitectónicos y constructivos son muy similares a los de época prehispánica, sugerentemente se localizan prácticamente en los mismos emplazamientos o muy cerca de los que ocuparon los antiguos asentamientos, tal como se puede apreciar en los casos de Moca y Silaca.

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Masuda (1985), refiere que entre los años 40 a 50, el desarrollo de las carreteras hizo que los viajes en camión reemplazaran progresivamente a los desplazamientos con las caravanas de llamas. En esta época se produce también la migración de algunos integrantes de las comunidades, los que se establecen en los poblados locales como Atiquipa, o en otros que surgen al pie de la Panamericana, como es el caso de Agua Salada. Estos cambios dan paso a la situación actual, en la que se aprecia un modo de vida donde se mantiene aún con fuerza el desarrollo combinado de una serie de actividades productivas por parte de la población. En este sentido, es frecuente observar que muchos pobladores de Atiquipa a lo largo del año realizan faenas en sus chacras de Atiquipa o en el vecino valle de Yauca, mientras en otras temporadas o contemporáneamente pastan su ganado, recolectan y procesan recursos marinos, o se dedican a la pequeña minería, además de otras actividades, lo que genera una alta movilidad de los pobladores en la zona. PROBLEMÁTICA Y SITUACIÓN ACTUAL

Actualmente la zona de las lomas de Atiquipa, como prácticamente toda la región, muestra una marcada depresión económica y no se vislumbra ningún proyecto de desarrollo que la recupere del olvido y la marginación. Solamente la carretera Panamericana Sur parece simbolizar físicamente la débil integración respecto a las entidades regionales o nacionales. Es evidente que esta situación económica conduce a una mayor presión de la población sobre los recursos de las lomas, principalmente con el sobrepastoreo del ganado y la deforestación como consecuencia de la tala de los relictos de bosques, para el abastecimiento de madera y combustible.

Fig. 9. El sobrepastoreo de ganado caprino impide la reproducción de la cobertura vegetal.

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El sobrepastoreo de caprinos, vacunos y equinos impide la reproducción de la cobertura vegetal, incidiendo gravemente en la deforestación y el incremento de la erosión en las laderas. Es de notar que la erosión se incrementa cuando la precipitación de eventuales lluvias no encuentra retención en los suelos, ante la ausencia de vegetación, generando cárcavas en las laderas e inclusive huaicos que afectan la conservación de las antiguas terrazas de cultivo y la propia infraestructura moderna. Este tipo de conducción de la ganadería local es una de las causas principales del deterioro del ecosistema de las lomas y, como hemos visto, de la progresiva reducción de los recursos hídricos. Tan es así, que se ha observado que los actuales campos de cultivo presentan un déficit de agua de regadío que se estima en un 40% (CIZA - ONERN - SENAMHI 1989).

De otro lado, la tala indiscriminada de especies arbóreas agrava aún más el proceso de

deforestación. Es de notar que este proceso coloca en peligro de extinción a especies únicas como el arrayán (Myrcianthes ferreyrae). De persistirse con este tipo de manejo, es evidente que las lomas estarán condenadas a su progresiva desertificación. Este fenómeno se puede ya apreciar de manera alarmante en grandes extensiones que actualmente presentan tan solo vestigios de su anterior condición natural.

Es de notar que un factor adicional de deterioro de los antiguos sistemas de campos de

cultivo radica en el trazo de las vías de comunicación en la zona. La carretera Panamericana atraviesa el área y su trazo ha afectado importantes sectores de campos, con la agravante que las periódicas obras de refacción implican el pase de maquinaría pesada o la remoción de tierra para este tipo de obras, generando serios daños en las antiguas terrazas y afectando negativamente el paisaje. Se ha observado también la irresponsable utilización de algunos sitios arqueológicos como canteras para la extracción de materiales de construcción e, inclusive, se ha comprobado el empleo de cargadores frontales con evidentes propósitos de huaquería.

Otro factor crítico lo constituye la presión turística no regulada. Si bien el desarrollo

turístico de la zona es aún muy limitado, en determinadas festividades (Año Nuevo y Semana Santa) se produce una fuerte afluencia de gente a los campamentos de playa, con el consiguiente acceso sin control alguno a los sitios arqueológicos, lo que está generando su acelerado deterioro. Un hecho similar se produce con el desplazamiento de motocicletas y vehículos "todo terreno" por los antiguos caminos prehispánicos o a campo traviesa por las terrazas de cultivo y los propios sitios arqueológicos, afectando seriamente su conservación. En el caso concreto de Quebrada de la Vaca, se ha construido hace ya unos años un albergue en la caleta, cuyo deficiente diseño e instalaciones desmerecen el paisaje y afectan negativamente el entorno de un sitio arqueológico tan importante. POTENCIAL DE LA ZONA

Creemos que en las lomas de Atiquipa deben de realizarse una serie de estudios que conduzcan a la formulación de un plan maestro, que se proponga en sus objetivos centrales: detener el deterioro del medio ambiente; salvaguardar la conservación de los monumentos arqueológicos que existen en la zona; recuperar el manejo del bosque y de la vegetación de lomas; establecer las bases para un manejo sostenido de los recursos naturales por parte de la población

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local; el desarrollo de proyectos de investigación, conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico; y establecer las pautas y normas para que el desarrollo urbano y de infraestructura no afecten las obras culturales y la calidad paisajística de la zona. Un aspecto favorable en esta dirección, es que el territorio de las lomas de Atiquipa es de propiedad de la Comunidad de Atiquipa, integrada por alrededor de cien familias. Evidentemente los proyectos que se desarrollen en el área deberán contar con la participación activa de dicha comunidad, al estar directamente comprometida con la problemática enunciada.

Las lomas de Atiquipa poseen una gran área con aptitud forestal (4945 ha), en las cuales se puede evitar o limitar el pastoreo, desarrollar planes de reforestación y recuperar el desarrollo de la vegetación, lo que es básico para la captación del agua y "realimentar" el proceso de extensión de la cobertura vegetal. Este proceso de reforestación puede ser apoyado o potenciado con recursos tecnológicos, como los "atrapa nieblas" que se demuestran bastante efectivos en la captación del agua de las nieblas.

El desarrollo de los recursos forestales puede proporcionar ingresos a la población

mediante un manejo adecuado del bosque. Este, por ejemplo, es el caso de los árboles de tara, cuyas vainas son cotizadas por sus cualidades tintóreas y su alta concentración de taninos. De otro lado, es de notar que el bosque de lomas alberga una gran variedad de fauna y una serie de plantas medicinales y silvestres de carácter único, cuya conservación es de gran importancia para la preservación de la biodiversidad.

La recuperación de la vegetación de lomas permitirá el paulatino incremento de las fuentes

de agua, dándose así las condiciones para la extensión y mejora de la producción agrícola, más aún si se desarrolla aplicando sistemas de riego tecnificado. En este sentido, se ha estimado que en la zona de las lomas de Atiquipa existen unas 2955 Ha con aptitud para el cultivo (CIZA - ONERN - SENAMHI 1989). Obviamente esta área comprende la extensión ocupada por los antiguos sistemas de campos de cultivo, lo que obliga a evaluar la posibilidad de recuperar su utilización bajo una normatividad especial, que plantee el manejo de los antiguos campos como una forma de conservación de los mismos, tal como se está ensayado con andenes Inka de la región del Cusco. Paralelamente, el incremento de la disponibilidad de agua podría permitir el manejo de zonas de pastura o la estabulación del ganado.

De otro lado, la conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico, mediante el

desarrollo de imprescindibles trabajos de investigación, la implementación de proyectos de conservación y puesta en valor, así como el desarrollo de infraestructura y adecuados circuitos turísticos, permitirán rescatar del deterioro y peligro de destrucción a los innumerables monumentos arqueológicos existentes. De esta manera, las lomas de Atiquipa ofrecerán excelentes condiciones para el desarrollo del turismo ecológico y cultural, además de las condiciones naturales que la zona posee para el desarrollo de la pesca deportiva y la práctica de deportes de aventura, incorporando estos recursos al manejo sostenido de la zona por parte de la población.

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LAS LOMAS DE ATIQUIPA: UN CASO DE PAISAJE CULTURAL

Con relación a la discusión de los criterios para la nominación de los paisajes culturales, planteados por la Guía Operativa del Comité para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, y su aplicación al caso de las lomas de Atiquipa, podemos señalar las siguientes consideraciones:

En las lomas de Atiquipa se aprecia una especial interacción de la sociedad con el medio

natural. En este caso, el singular ambiente natural de las lomas fue modificado para ampliar su capacidad generadora de agua y posibilitar el desarrollo de la agricultura, mediante la construcción de un extenso sistema de terrazas de cultivo, que incorporó el desarrollo de un sistema de irrigación artificial que se abastecía con el agua proveniente de las lomas. En base a estas consideraciones, las lomas de Atiquipa constituyen un paisaje cultural (art. 36 de la Guía Operativa), que comprende, a su vez, asentamientos arqueológicos y obras públicas de valor excepcional desde el punto de vista histórico y antropológico. Es decir, que puede ser considerado un "lugar", de acuerdo al art. 1 de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial.

Las lomas de Atiquipa constituyen un caso amparado también por el art. 2 de dicha Convención, donde se señala que serán considerados como "patrimonio natural": “ los lugares naturales o zonas naturales estric tamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservac ión o de la bell eza natural”. Pensamos, como se ha detallado en este informe, que las lomas de Atiquipa están comprendidas bajo este criterio en todos sus considerandos.

Se pueden aplicar aquí también las consideraciones del art. 36 de la Guía Operativa (G.O.),

que se refieren a “ las obras representativas de la evolución humana y de los asentamientos en e l t iempo, bajo la inf luencia de las restr icciones y/o las oportunidades presentes en e l medio natural .. .”, al igual que las que a continuación se refieren a “su representatividad en los términos de una región claramente definida desde el punto de vista geo-cultural . . .”

Las lomas de Atiquipa contienen importantes evidencias de la interacción entre la

humanidad y el medio ambiente (art. 37 G.O.), en particular manifiestan el desarrollo de recursos tecnológicos específicos para el desarrollo de la producción y el manejo sostenible de las condiciones naturales. Estos aspectos destacan aún más tratándose de un medio ambiente complejo y frágil como es el de las lomas. En este sentido, las lomas de Atiquipa constituyen una importante fuente de información para la recuperación de tecnologías tradicionales y su incorporación al desarrollo de un manejo sostenible del territorio. Este tipo de manejo permitirá, a su vez, garantizar la conservación de los bosques de lomas y preservar la biodiversidad representada por la fauna y flora que estos albergan (art. 38).

La recuperación del legado tecnológico de las antiguas poblaciones de las lomas y la

adecuada aplicación de la tecnología moderna (atrapa nieblas, riego tecnificado, aerogeneradores, etc.), nos permitirá reformular nuestra relación con las peculiares características de nuestro territorio, relegar las prácticas depredatorias de los recursos naturales y restablecer estrategias de

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manejo sostenible en las lomas y la región, resolviendo adecuadamente los retos del desarrollo contemporáneo.

Las lomas de Atiquipa, en cuanto paisaje cultural, pueden ser clasificadas como un "relicto",

dado que en ellas se manifiesta un proceso evolucionario interrumpido (art. 39 (ii) G.O.). Sin embargo, tomamos distancia del término "fósil", dado que en las lomas de Atiquipa se encuentra una población activa, cuya relación con el territorio y sus recursos debe ser apreciada en una perspectiva histórica y en el contexto de las condiciones sociales y económicas contemporáneas.

En este sentido, estamos convencidos que de recuperarse el manejo racional de los recursos

y la participación activa de la población en este manejo –tal como se desprende de las realizaciones del antiguo Perú (Canziani 1991)– se darán las condiciones para desarrollar el enorme potencial que se encuentra latente en estas áreas consideradas como "marginales". Para los logros de estos retos, será imprescindible no olvidar la importancia fundamental de mantener un correcto equilibrio entre el medio ambiente, sus posibilidades de explotación y la necesaria reproducción y ampliación de las condiciones materiales de existencia social. LITERATURA CITADA BRACK, Antonio 1986 "La Fauna". En: Gran Geografía del Perú, Naturaleza y Hombre. Volumen III. Barcelona,

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