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CACIQU ISMO, UN PRINCIPIO DE EJERCICIO DE PODER DURANTE VARIOS SIGLOS Raymond Buve* UNIVERSIDAD DE LEIDEN RELACIONES 96, OTOÑO 2003, VOL. XXIV

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Page 1: CACIQ U - El Colegio de Michoacán...como José Vicente Villada, gobernador mexiquense bajo el régimen de don Porfirio, en el que los gobernadores Ignacio Mendoza en Tlaxcala (década

CACIQU ISMO, UN PRINCIPIO DE EJERCICIO DE PODER

DURANTE VARIOS SIGLOS

R a y m o n d B u v e *U N I V E R S I D A D D E L E I D E N

R E L A C I O N E S 9 6 , O T O Ñ O 2 0 0 3 , V O L . X X I V

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xiste ya todo un debate acerca de su definición y carac-terísticas claves. Por mucho tiempo el enfoque estuvoen el caciquismo político que floreció en el México delsiglo diecinueve y la primera mitad del siglo veinte,desde los caciques insurgentes hasta los revoluciona-

rios. Ahora podemos constatar que la investigación del fenómeno se haprofundizado, entrando, por un lado, en sus raíces prehispánicas y colo-niales y, por otro lado, en nuevas formas de caciquismo que surgieron enel México urbano e industrializado de la segunda mitad del siglo veinte.

Parece que el ser un intermediario exclusivo con poder local, autori-tario, personalista, correspondiente sobre un territorio y su población,han sido características claves y reconocidas del cacique a lo largo de lahistoria mexicana. Tradicionalmente se suponía que tales característicassolamente podían florecer en el caso de un Estado que padecía de un de-ficiente control político-administrativo y militar sobre el territorio. Co-municaciones y geografía difíciles, así como pobreza e ignorancia ge-neralizadas podrían facilitar el desarrollo de este fenómeno, crearon elespacio y las oportunidades para ejercer un poder autónomo y estable-cerse como gatekeeper. Pero si esto fuera el caso, cómo podemos explicarcacicazgos ejidales y urbano-industriales que en la segunda mitad del

E

En este ensayo se esbozan una serie de variables demográficas,geográficas, culturales, sociales y político-económicas que, en com-binación, mantenían un clima social idóneo para el desenvolvi-miento continuo de un principio de ejercicio de poder personalis-ta y exclusivo, pero con cambios sustanciales, durante el tiempo,en sus estructuras, formas de organización, ámbitos territoriales yobjetivos. Esta revisión procura registrar cómo la investigacióndel caciquismo se ha profundizado, entrando, por un lado, en susraíces prehispánicas y coloniales y, por otro, en nuevas formas decaciquismo que surgieron en el México urbano e industrializadode la segunda mitad del siglo veinte.

(Caciquismo, formación del Estado, Estado Moderno, cacicazgo)

* [email protected]

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CAC IQU I SMO, UN P R INC I P IO DE E J E RC IC IO DE PODERRAYMOND BUVE

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siglo veinte florecieron en muchas partes de México y en condicionesde un considerable predominio de los medios de comunicación, movili-dad geográfica acentuada, horizontes ampliados y, ¿un “Leviatán en elZócalo”?

Parece cierto que el caciquismo en su origen era una forma de domi-nación rural con base en dominios de poder territorialmente limitados.Comparado con el caudillo, el cacique “es, o puede ser, de importanciamenor y funciona dentro de un sistema político generalmente civil, in-cluso partidista, mientras que el caudillo suele desempeñar una funciónmilitar pretoriana”.1 Pero la distinción entre caudillo y cacique por la ca-lidad civil de este último y porque la violencia “no es su arma princi-pal” me parece difícil.2 La historia política del México decimonónico nosmuestra que durante muchos años se unificaban los mandos civiles ymilitares en la misma persona, también en los niveles local y municipal,y que los caciques se convirtieron en caudillos y al revés. Durante mu-chos años, la insurgencia, la dinámica de los pronunciamientos de losaños 1830 hasta los 1850, la guerra de Reforma y la Intervención france-sa nos sirven de buenos ejemplos. Caciques pueblerinos y regionales seconvirtieron en cabecillas y jefes militares, desde luego, sin dejar de sercaciques. No hay que olvidar que, aparte de los hacendados, sólo los ca-ciques locales disponían localmente de suficiente control sobre los re-cursos humanos y materiales (animales, forraje, comida) a movilizar.Cuando uno lee las historias regionales liberales clásicas, surgen cientosde casos de movilización local caciquil. También vemos que sus cali-dades de movilización y sus dones militares les ofrecieron espacio paraampliar sus dominios. Júan Álvarez en la primera mitad del siglo die-cinueve, Juan Francisco Lucas, entre los años 1850 y 1917, así como unGabriel Barrios Cabrera, el sucesor de Lucas entre 1917 y 1930 son bue-nos ejemplos. Al final de las conflagraciones, los caciques que estaban

con los vencedores se acomodaron en el poder regional o se establecie-ron como caciques detrás de la puerta. Los que perdieron a menudo fue-ron calificados como bandidos.3

Encontramos a caciques en todos los niveles:4 gobernadores de in-dios coloniales, alcaldes constitucionales de 1820, pero también un pre-sidente municipal como Che Gómez en 1910. Los hubo en el estadocomo José Vicente Villada, gobernador mexiquense bajo el régimen dedon Porfirio, en el que los gobernadores Ignacio Mendoza en Tlaxcala(década de 1920), Maximino Ávila Camacho en Puebla (década de 1930)y Gonzalo Santos en San Luis Potosí a partir de los cuarenta.5 Algunosson jefes ejecutivos, otros sólo detrás de la cortina. Unos suben de nivel,otros serán eliminados. Era Gonzalo Santos el último de los caciques o,¿podemos definir a líderes sindicales mexiquenses de la segunda mitaddel siglo veinte o a Guadalupe Martínez, la lideresa sindical de Guada-lajara también como caciques?6 Hay cacicazgos de la basura, del comer-cio ambulante, cacicazgo transportista.7 ¿No existe entonces el peligrode abrazar un blanketterm?

1 Alan Knight, “La política agraria en México desde la Revolución” en Antonio Es-cobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela (coords.), Estructuras y formas agrarias en Méxicodel pasado y del presente, México, CIESAS, 2001, 327-363. Esp. 330.

2 Ibidem; Keith Brewster, “Caciquismo in post-revolutionnary Mexico: The Case ofGabriel Barrios Cabrera in the Sierra Norte de Puebla”, tesis de doctorado, Universidadde Warwick, 1995.

3 Peter F. Guardino, Peasants, Politics and the Formation of Mexico’s National State. Gue-rrero 1800-185, Stanford, Stanford U.P., 1996; Brian R. Hamnett, Roots of Insurgency. Mexi-can regions, 1750-182, Cambridge, Cambridge U.P., 1986; Un libro escrito desde la pers-pectiva local en el cual se muestra claramente la dinámica caciquil es Miguel Galindo yGalindo, La gran década nacional, 1857-1867, México, 1905, INEHRM, 1987.

4 Knight, “la política agraria en México…”, 335-337.5 Ricardo Ávila, “‘Así se gobierna señores’: El gobierno de José Vicente Villada” en

Jaime E. Rodríguez O., The Revolutionary Process in Mexico. Essays on Political and SocialChange 1880-194, Irvine, Universidad de California, 1990, 15-32; Raymond Buve, “Conso-lidating a cacicazgo: Tlaxcala” en Thomas Benjamin y Mark Wasserman, Provinces of theRevolution. Essays on Regonal Mexican History, 1910-192, Albuquerque, University of NewMexico Press, 1990, 237-272; Wil Pansters, Politics and Power in Puebla. The Political Historyof a Mexican State, 1937-1987, Amsterdam, Cedla, 1990.

6 Ponencias de Salvador Maldonado Aranda, “El cacicazgo sindical y sus implicacio-nes urbanas y políticas en el Valle de México” y María Teresa Fernández Aceves, “Jalisconunca pierde, y cuando pierde arrebata. Woman, Politics and Labour: The Case of Gua-dalupe Martínez”. Cacique and caudillo Conference, Oxford, 19-21 de septiembre 2002.

7 Salvador Maldonado Aranda, “El cacicazgo sindical y sus implicaciones urbanas ypolíticas en el Valle de México” ponencia simposio Cacique y Caudillo in Twentieth cen-tury Mexico, Oxford, 19-21 de septiembre 2002.

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siglo veinte florecieron en muchas partes de México y en condicionesde un considerable predominio de los medios de comunicación, movili-dad geográfica acentuada, horizontes ampliados y, ¿un “Leviatán en elZócalo”?

Parece cierto que el caciquismo en su origen era una forma de domi-nación rural con base en dominios de poder territorialmente limitados.Comparado con el caudillo, el cacique “es, o puede ser, de importanciamenor y funciona dentro de un sistema político generalmente civil, in-cluso partidista, mientras que el caudillo suele desempeñar una funciónmilitar pretoriana”.1 Pero la distinción entre caudillo y cacique por la ca-lidad civil de este último y porque la violencia “no es su arma princi-pal” me parece difícil.2 La historia política del México decimonónico nosmuestra que durante muchos años se unificaban los mandos civiles ymilitares en la misma persona, también en los niveles local y municipal,y que los caciques se convirtieron en caudillos y al revés. Durante mu-chos años, la insurgencia, la dinámica de los pronunciamientos de losaños 1830 hasta los 1850, la guerra de Reforma y la Intervención france-sa nos sirven de buenos ejemplos. Caciques pueblerinos y regionales seconvirtieron en cabecillas y jefes militares, desde luego, sin dejar de sercaciques. No hay que olvidar que, aparte de los hacendados, sólo los ca-ciques locales disponían localmente de suficiente control sobre los re-cursos humanos y materiales (animales, forraje, comida) a movilizar.Cuando uno lee las historias regionales liberales clásicas, surgen cientosde casos de movilización local caciquil. También vemos que sus cali-dades de movilización y sus dones militares les ofrecieron espacio paraampliar sus dominios. Júan Álvarez en la primera mitad del siglo die-cinueve, Juan Francisco Lucas, entre los años 1850 y 1917, así como unGabriel Barrios Cabrera, el sucesor de Lucas entre 1917 y 1930 son bue-nos ejemplos. Al final de las conflagraciones, los caciques que estaban

con los vencedores se acomodaron en el poder regional o se establecie-ron como caciques detrás de la puerta. Los que perdieron a menudo fue-ron calificados como bandidos.3

Encontramos a caciques en todos los niveles:4 gobernadores de in-dios coloniales, alcaldes constitucionales de 1820, pero también un pre-sidente municipal como Che Gómez en 1910. Los hubo en el estadocomo José Vicente Villada, gobernador mexiquense bajo el régimen dedon Porfirio, en el que los gobernadores Ignacio Mendoza en Tlaxcala(década de 1920), Maximino Ávila Camacho en Puebla (década de 1930)y Gonzalo Santos en San Luis Potosí a partir de los cuarenta.5 Algunosson jefes ejecutivos, otros sólo detrás de la cortina. Unos suben de nivel,otros serán eliminados. Era Gonzalo Santos el último de los caciques o,¿podemos definir a líderes sindicales mexiquenses de la segunda mitaddel siglo veinte o a Guadalupe Martínez, la lideresa sindical de Guada-lajara también como caciques?6 Hay cacicazgos de la basura, del comer-cio ambulante, cacicazgo transportista.7 ¿No existe entonces el peligrode abrazar un blanketterm?

1 Alan Knight, “La política agraria en México desde la Revolución” en Antonio Es-cobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela (coords.), Estructuras y formas agrarias en Méxicodel pasado y del presente, México, CIESAS, 2001, 327-363. Esp. 330.

2 Ibidem; Keith Brewster, “Caciquismo in post-revolutionnary Mexico: The Case ofGabriel Barrios Cabrera in the Sierra Norte de Puebla”, tesis de doctorado, Universidadde Warwick, 1995.

3 Peter F. Guardino, Peasants, Politics and the Formation of Mexico’s National State. Gue-rrero 1800-185, Stanford, Stanford U.P., 1996; Brian R. Hamnett, Roots of Insurgency. Mexi-can regions, 1750-182, Cambridge, Cambridge U.P., 1986; Un libro escrito desde la pers-pectiva local en el cual se muestra claramente la dinámica caciquil es Miguel Galindo yGalindo, La gran década nacional, 1857-1867, México, 1905, INEHRM, 1987.

4 Knight, “la política agraria en México…”, 335-337.5 Ricardo Ávila, “‘Así se gobierna señores’: El gobierno de José Vicente Villada” en

Jaime E. Rodríguez O., The Revolutionary Process in Mexico. Essays on Political and SocialChange 1880-194, Irvine, Universidad de California, 1990, 15-32; Raymond Buve, “Conso-lidating a cacicazgo: Tlaxcala” en Thomas Benjamin y Mark Wasserman, Provinces of theRevolution. Essays on Regonal Mexican History, 1910-192, Albuquerque, University of NewMexico Press, 1990, 237-272; Wil Pansters, Politics and Power in Puebla. The Political Historyof a Mexican State, 1937-1987, Amsterdam, Cedla, 1990.

6 Ponencias de Salvador Maldonado Aranda, “El cacicazgo sindical y sus implicacio-nes urbanas y políticas en el Valle de México” y María Teresa Fernández Aceves, “Jalisconunca pierde, y cuando pierde arrebata. Woman, Politics and Labour: The Case of Gua-dalupe Martínez”. Cacique and caudillo Conference, Oxford, 19-21 de septiembre 2002.

7 Salvador Maldonado Aranda, “El cacicazgo sindical y sus implicaciones urbanas ypolíticas en el Valle de México” ponencia simposio Cacique y Caudillo in Twentieth cen-tury Mexico, Oxford, 19-21 de septiembre 2002.

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siglos de cacicazgos legitimados por la defensa de la comunidad, de losdependientes.10

Para nuestro tema, lo importante de este análisis es que destaca loscambios profundos en la sociedad indígena y, por lo tanto, los cacicaz-gos. Hay sustitución de caciques y se perfilan adaptaciones en las pau-tas de ejercicio del poder que, en parte basadas en tradiciones prehispá-nicas pero integradas en el sistema colonial, responden a los cambiosimpuestos por la autoridad colonial, por el catastrófico desarrollo de-mográfico, por la ecología local y por cambios económicos. Si efectiva-mente el caciquismo pueblerino constituye un germen de caciquismoposterior y si este caciquismo fue capaz de adaptarse creativamente acondiciones sustancialmente diferentes durante la Colonia y la Inde-pendencia, entonces no nos debe sorprender el surgimiento del caci-quismo en el México del PRI, urbanizado e industrializado, pero que conintención y por necesidad, guardaba en su sistema gubernativo-admi-nistrativo una jerarquía de espacios exclusivos de ejercicio del poder,pero ahora bien subalternos.

¿Podemos de cierta manera catalogar a las variables que, unas másque otras y a veces simultáneas, influyeron en este principio de ejerciciodel poder personal y exclusivista hasta 1940?, ¿Podemos periodizar elimpacto de tales condiciones? A mi modo de ver, hay una serie de varia-bles demográficas, geográficas, culturales, sociales y político-económicasque, en combinación, mantenían un clima social idóneo para el desenvol-vimiento continuo de un principio de ejercicio de poder personalista yexclusivo, pero con cambios sustanciales, al paso del tiempo, en sus es-tructuras, formas de organización, ámbitos territoriales y objetivos.

LOS CACIQUES COLONIALES

Una de las grandes diferencias entre México y Europa está en el desa-rrollo demográfico. Mientras que Europa ya llegaba a mediados del si-

RAYMOND BUVE

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Parece que efectivamente los cacicazgos mencionados aquí, y mu-chos más, tenían en común, no tanto una estructura, organización, obje-tivos y procedimientos, sino más bien un principio de ejercicio del po-der. Como dice Knight, un principio racional, pero no legal,8 que se haadaptado en términos estructurales y dinámicos a condiciones políticas,económicas, sociales y culturales bien cambiantes, sin perder desde lue-go sus dos rasgos claves de intermediario y de exclusividad, en otraspalabras de gatekeeper, en cuanto al acceso a los recursos humanos, natu-rales, económicos y políticos.

Una posible pauta a seguir nos señala un libro reciente sobre el Aná-huac rural del siglo dieciocho –periodo de crisis y cambios sustanciales–en el cual el autor Ouweneel sugiere que los gérmenes de los cacicazgosrevolucionarios de 1910 están en la continuación de un proceso de tran-sición de los cacicazgos indígenas –herederos de los tlahtoani prehispa-nicos– en caciques-gobernadores de indios, nuevo estilo en el que seconsideraban a los indios de su territorio como dependientes que po-dían obtener tierra y protección a cambio de servicios y tributo. El autorseñala que desde el siglo XVIII los caciques intentaban consolidar su legi-timidad por una actitud indigenista, es decir, defensa de los intereses yrecursos cada vez más escasos de la comunidad en contra de amenazasexternas.9 Parece que se pueden notar durante el siglo diecinueve mu-chos casos de caciques locales y regionales –pensamos por ejemplo, enla Sierra Gorda guanajuatense, en Guerrero, en Oaxaca, en la SierraNorte de Puebla, donde los caciques efectivamente mostraron dicha ac-titud–. Las relaciones potencialmente conflictivas entre pueblos y suje-tos, cabeceras y barrios, así como los nuevos intereses de explotación co-mercial de recursos naturales y el ataque liberal a la propiedad comunaly municipal fueron, durante el siglo diecinueve y las primera décadasdel veinte, factores que legitimaron a un caciquismo rebelde y defensor.En otras palabras, se puede detectar una línea continua durante varios

8 Knight, “La política agraria en México…” p. 331.9 Arij Ouweneel, Shadows over Anahuac. An Ecological Interpretation of Crisis and Deve-

lopment in Central Mexico, 1730-1800, Albuquerque, University of New Mexico Press,1996, 248-252.

10 Véase por ejemplo Guy Thomson, Patriotism, Politics, and Popular Liberalism in Nine-teenth-Century Mexico. Juan Francisco Lucas and the Puebla Sierra, Wilmington, SR Books,1999; Guardino, Peasants, Politics and the Formation of Mexico’s National State…

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siglos de cacicazgos legitimados por la defensa de la comunidad, de losdependientes.10

Para nuestro tema, lo importante de este análisis es que destaca loscambios profundos en la sociedad indígena y, por lo tanto, los cacicaz-gos. Hay sustitución de caciques y se perfilan adaptaciones en las pau-tas de ejercicio del poder que, en parte basadas en tradiciones prehispá-nicas pero integradas en el sistema colonial, responden a los cambiosimpuestos por la autoridad colonial, por el catastrófico desarrollo de-mográfico, por la ecología local y por cambios económicos. Si efectiva-mente el caciquismo pueblerino constituye un germen de caciquismoposterior y si este caciquismo fue capaz de adaptarse creativamente acondiciones sustancialmente diferentes durante la Colonia y la Inde-pendencia, entonces no nos debe sorprender el surgimiento del caci-quismo en el México del PRI, urbanizado e industrializado, pero que conintención y por necesidad, guardaba en su sistema gubernativo-admi-nistrativo una jerarquía de espacios exclusivos de ejercicio del poder,pero ahora bien subalternos.

¿Podemos de cierta manera catalogar a las variables que, unas másque otras y a veces simultáneas, influyeron en este principio de ejerciciodel poder personal y exclusivista hasta 1940?, ¿Podemos periodizar elimpacto de tales condiciones? A mi modo de ver, hay una serie de varia-bles demográficas, geográficas, culturales, sociales y político-económicasque, en combinación, mantenían un clima social idóneo para el desenvol-vimiento continuo de un principio de ejercicio de poder personalista yexclusivo, pero con cambios sustanciales, al paso del tiempo, en sus es-tructuras, formas de organización, ámbitos territoriales y objetivos.

LOS CACIQUES COLONIALES

Una de las grandes diferencias entre México y Europa está en el desa-rrollo demográfico. Mientras que Europa ya llegaba a mediados del si-

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Parece que efectivamente los cacicazgos mencionados aquí, y mu-chos más, tenían en común, no tanto una estructura, organización, obje-tivos y procedimientos, sino más bien un principio de ejercicio del po-der. Como dice Knight, un principio racional, pero no legal,8 que se haadaptado en términos estructurales y dinámicos a condiciones políticas,económicas, sociales y culturales bien cambiantes, sin perder desde lue-go sus dos rasgos claves de intermediario y de exclusividad, en otraspalabras de gatekeeper, en cuanto al acceso a los recursos humanos, natu-rales, económicos y políticos.

Una posible pauta a seguir nos señala un libro reciente sobre el Aná-huac rural del siglo dieciocho –periodo de crisis y cambios sustanciales–en el cual el autor Ouweneel sugiere que los gérmenes de los cacicazgosrevolucionarios de 1910 están en la continuación de un proceso de tran-sición de los cacicazgos indígenas –herederos de los tlahtoani prehispa-nicos– en caciques-gobernadores de indios, nuevo estilo en el que seconsideraban a los indios de su territorio como dependientes que po-dían obtener tierra y protección a cambio de servicios y tributo. El autorseñala que desde el siglo XVIII los caciques intentaban consolidar su legi-timidad por una actitud indigenista, es decir, defensa de los intereses yrecursos cada vez más escasos de la comunidad en contra de amenazasexternas.9 Parece que se pueden notar durante el siglo diecinueve mu-chos casos de caciques locales y regionales –pensamos por ejemplo, enla Sierra Gorda guanajuatense, en Guerrero, en Oaxaca, en la SierraNorte de Puebla, donde los caciques efectivamente mostraron dicha ac-titud–. Las relaciones potencialmente conflictivas entre pueblos y suje-tos, cabeceras y barrios, así como los nuevos intereses de explotación co-mercial de recursos naturales y el ataque liberal a la propiedad comunaly municipal fueron, durante el siglo diecinueve y las primera décadasdel veinte, factores que legitimaron a un caciquismo rebelde y defensor.En otras palabras, se puede detectar una línea continua durante varios

8 Knight, “La política agraria en México…” p. 331.9 Arij Ouweneel, Shadows over Anahuac. An Ecological Interpretation of Crisis and Deve-

lopment in Central Mexico, 1730-1800, Albuquerque, University of New Mexico Press,1996, 248-252.

10 Véase por ejemplo Guy Thomson, Patriotism, Politics, and Popular Liberalism in Nine-teenth-Century Mexico. Juan Francisco Lucas and the Puebla Sierra, Wilmington, SR Books,1999; Guardino, Peasants, Politics and the Formation of Mexico’s National State…

Page 7: CACIQ U - El Colegio de Michoacán...como José Vicente Villada, gobernador mexiquense bajo el régimen de don Porfirio, en el que los gobernadores Ignacio Mendoza en Tlaxcala (década

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ra patriarcal y el predominio de relaciones primordiales resistían la in-trusión de la autoridad que pretendía ejercer el Estado moderno.12

Mientras que las pautas de autoridad mostraron un alto grado depatriarcalismo, por las mismas raíces prehispánicas y medieval-castella-nas, la organización social y política de las entidades locales mostrabaun alto grado de corporativismo y autonomismo local. Los mecanismosjurídico-administrativos coloniales parecen, en contra de su intención,haber posibilitado un espacio idóneo para establecerse como caciquesde los pueblos. El gobernador de indios era el responsable del tributo,de los repartimientos y otros servicios laborales, así como de la adminis-tración de los terrenos, de la caja de comunidad y de la justicia menor.Frente a una superioridad que, no obstante intentos reformadores, nun-ca logró lo suficientemente centralizar el control, el cacique-gobernadorreunía, por sus facultades legales y extralegales las posibilidades para laacumulación de capital y un acceso privilegiado a los recursos naturalesy humanos del pueblo, y por otro lado las condiciones por convertirseen el intermediario par excellence entre el pueblo y la superioridad. Poreso, Ouweneel propone no ver a los pueblos como corporaciones decampesinos socialmente iguales, sino más bien como clientelas de ca-ciques.13

La integración comercial y político-jurídica entre los mundos hispa-no e indígena parece haber fomentado la formación y ampliación decacicazgos pueblerinos, pero también sus incorporaciones en jerarquíascaciquiles más amplias y no-indígenas, a menudo capitaneadas por mi-neros y comerciantes propietarios. Intereses fiscales y mercantiles hicie-ron de los caciques-gobernadores de los pueblos los engranajes en lasredes mercantiles de las elites provinciales. Se trata de un fenómeno condos caras que –lo veremos más tarde– podemos trazar desde la Coloniahasta incluso el siglo veinte. Por un lado vemos como caciques, bien in-tegrados en el sistema español, intentan aprovecharse del cada vez másdominante concepto de la propiedad privada, de su papel formal en laadministración de tierras y fondos y su papel de engranaje en redes co-

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glo XVII a cien millones de habitantes, la Nueva España tenía al mismotiempo 1 034 000, es decir, menos habitantes que la muy pequeña repú-blica holandesa de las Siete Provincias Unidas. La población novohispa-na no solamente era muy escasa, sino también concentrada en una seriede islas demográficas difícilmente comunicadas por la existencia de se-rranías, desiertos y selvas. Salvo en el caso del ganado, el transporte portierra de productos de consumo no lujoso era prohibitivo por los altosgastos. Aún en el siglo diecinueve, viajeros británicos se sorprendíanpor el hecho de poder viajar un día sin ver a nadie. El aislamiento geo-gráfico tenía su pendiente cultural, porque alrededor de 1800 aún lamitad de la población era monolingüe indígena o a la vez hablaba mu-chos idiomas diferentes. El México de alrededor de 1820 era un archi-piélago de ciudades, cada uno con grandes territorios de hinterland queincluían a villas, pueblos de indios, haciendas, ranchos y toda clase deasentamientos de castas. Fueron el porfiriato y la Revolución que, en suconjunto, construyeron con altibajos del archipiélago un territorio uni-do con una población que primero creció lentamente y, luego, vertigi-nosamente a partir de los treinta del siglo veinte.

Lo que es más, dentro de aquellos ambientes locales encontramos,tanto en el prehispánico mexicano como en la Nueva España, un fuertepatriarcalismo en casi todos los grupos y estratos sociales. La lealtad yobediencia de sangre, territorio y patrón, la encontramos en la Colonia,en la dinámica militar insurgente, las milicias, los ayuntamientos, perotambién en haciendas y comunidades decimonónicas, expresadas en laautoridad indiscutible del patriarca, del hacendado, del cacique, de losantepasados, y la tendencia de comparar al gobernante con un padre; esdecir, la relación entre súbdito y gobernante era concebida en términospersonales y autoritarios, pero con obligaciones recíprocas –aunque nonecesariamente iguales–.11 Lo importante a señalar aquí, es que la cultu-

11 Rik Hoekstra, Two Worlds Merging. The Transformation of Society in the Valley of Pue-bla, 1570-1640, Amsterdam, Cedla, 1993, 45-47; François Xavier Guerra, Le Mexíque. De l’ancien régime a la Révolution, París, L’Harmattan, 1985, tomo I, cap. III; El patriarcalismo enlos estudios de familias novohispanas parece claro, Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y or-den colonial, México, CdM, 1998; El patriarcalismo en las representaciones por parte deayuntamientos rurales a la Superioridad es bien conocido. Véase por ejemplo el AGET,fondo siglo XIX.

12 Esto lo demuestra claramente E. Bradford Burns, Patriarch and Folk. The Emergenceof Nicaragua 1798-1858, Cambridge, Harvard U.P., 1991.

13 Ouweneel, Shadows over Anahuac..., 248-252.

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ra patriarcal y el predominio de relaciones primordiales resistían la in-trusión de la autoridad que pretendía ejercer el Estado moderno.12

Mientras que las pautas de autoridad mostraron un alto grado depatriarcalismo, por las mismas raíces prehispánicas y medieval-castella-nas, la organización social y política de las entidades locales mostrabaun alto grado de corporativismo y autonomismo local. Los mecanismosjurídico-administrativos coloniales parecen, en contra de su intención,haber posibilitado un espacio idóneo para establecerse como caciquesde los pueblos. El gobernador de indios era el responsable del tributo,de los repartimientos y otros servicios laborales, así como de la adminis-tración de los terrenos, de la caja de comunidad y de la justicia menor.Frente a una superioridad que, no obstante intentos reformadores, nun-ca logró lo suficientemente centralizar el control, el cacique-gobernadorreunía, por sus facultades legales y extralegales las posibilidades para laacumulación de capital y un acceso privilegiado a los recursos naturalesy humanos del pueblo, y por otro lado las condiciones por convertirseen el intermediario par excellence entre el pueblo y la superioridad. Poreso, Ouweneel propone no ver a los pueblos como corporaciones decampesinos socialmente iguales, sino más bien como clientelas de ca-ciques.13

La integración comercial y político-jurídica entre los mundos hispa-no e indígena parece haber fomentado la formación y ampliación decacicazgos pueblerinos, pero también sus incorporaciones en jerarquíascaciquiles más amplias y no-indígenas, a menudo capitaneadas por mi-neros y comerciantes propietarios. Intereses fiscales y mercantiles hicie-ron de los caciques-gobernadores de los pueblos los engranajes en lasredes mercantiles de las elites provinciales. Se trata de un fenómeno condos caras que –lo veremos más tarde– podemos trazar desde la Coloniahasta incluso el siglo veinte. Por un lado vemos como caciques, bien in-tegrados en el sistema español, intentan aprovecharse del cada vez másdominante concepto de la propiedad privada, de su papel formal en laadministración de tierras y fondos y su papel de engranaje en redes co-

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glo XVII a cien millones de habitantes, la Nueva España tenía al mismotiempo 1 034 000, es decir, menos habitantes que la muy pequeña repú-blica holandesa de las Siete Provincias Unidas. La población novohispa-na no solamente era muy escasa, sino también concentrada en una seriede islas demográficas difícilmente comunicadas por la existencia de se-rranías, desiertos y selvas. Salvo en el caso del ganado, el transporte portierra de productos de consumo no lujoso era prohibitivo por los altosgastos. Aún en el siglo diecinueve, viajeros británicos se sorprendíanpor el hecho de poder viajar un día sin ver a nadie. El aislamiento geo-gráfico tenía su pendiente cultural, porque alrededor de 1800 aún lamitad de la población era monolingüe indígena o a la vez hablaba mu-chos idiomas diferentes. El México de alrededor de 1820 era un archi-piélago de ciudades, cada uno con grandes territorios de hinterland queincluían a villas, pueblos de indios, haciendas, ranchos y toda clase deasentamientos de castas. Fueron el porfiriato y la Revolución que, en suconjunto, construyeron con altibajos del archipiélago un territorio uni-do con una población que primero creció lentamente y, luego, vertigi-nosamente a partir de los treinta del siglo veinte.

Lo que es más, dentro de aquellos ambientes locales encontramos,tanto en el prehispánico mexicano como en la Nueva España, un fuertepatriarcalismo en casi todos los grupos y estratos sociales. La lealtad yobediencia de sangre, territorio y patrón, la encontramos en la Colonia,en la dinámica militar insurgente, las milicias, los ayuntamientos, perotambién en haciendas y comunidades decimonónicas, expresadas en laautoridad indiscutible del patriarca, del hacendado, del cacique, de losantepasados, y la tendencia de comparar al gobernante con un padre; esdecir, la relación entre súbdito y gobernante era concebida en términospersonales y autoritarios, pero con obligaciones recíprocas –aunque nonecesariamente iguales–.11 Lo importante a señalar aquí, es que la cultu-

11 Rik Hoekstra, Two Worlds Merging. The Transformation of Society in the Valley of Pue-bla, 1570-1640, Amsterdam, Cedla, 1993, 45-47; François Xavier Guerra, Le Mexíque. De l’ancien régime a la Révolution, París, L’Harmattan, 1985, tomo I, cap. III; El patriarcalismo enlos estudios de familias novohispanas parece claro, Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y or-den colonial, México, CdM, 1998; El patriarcalismo en las representaciones por parte deayuntamientos rurales a la Superioridad es bien conocido. Véase por ejemplo el AGET,fondo siglo XIX.

12 Esto lo demuestra claramente E. Bradford Burns, Patriarch and Folk. The Emergenceof Nicaragua 1798-1858, Cambridge, Harvard U.P., 1991.

13 Ouweneel, Shadows over Anahuac..., 248-252.

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CACIQUISMO Y ESTADO MODERNO: ¿UN MATRIMONIO ANÓMALO?

Ahora, cada vez más, el caciquismo es un producto del mestizaje cultu-ral; primero, como hemos visto ya, entre los mundos local-indígena y elmundo hispano tradicional, pero después también entre aquellos mun-dos tardío colonial novohispanos y el incipiente Estado moderno queentró con Cádiz y del Constituyente de 1824. Este proceso complicadoy difícil fortaleció a los caciques, “los padrastros de los pueblos”, porvarias razones. Primero porque la crisis de la monarquía, la insurgenciay la Independencia debilitaron y después eliminaron a los niveles supe-riores de la administración colonial, segundo porque el cacique era yade por sí el inevitable engranaje en la red que debía unir las sociedadeslocales rurales al incipiente Estado moderno: “Este hombre, pues, fue elque en el anterior sistema compraba sus favores, servicios y dinero a lossubdelegados para administrar la justicia a su contento; éste, el que enel nuevo, forma las elecciones a su paladar; y este, por último, el queantes, ahora y en todos los tiempos ha gobernado”.16 Y no solamente serefiere a los caciques de los ahora expueblos de indios, porque los ayun-tamientos constitucionales gaditanas y federales, indígenas y no indíge-nas, siguieron, no obstante la ampliación del voto activo y pasivo, engran parte con la participación muy limitada en las elecciones, rotaciónde cargos ediles entre las familias de la elite local y las reelecciones.Como ya señaló Annino, la Constitución de Cádiz ocasionó un “trasla-do masivo de poderes del Estado a las comunidades locales”,17 y mu-chos titulares de las nuevas instituciones políticas podían por causa desus facultades extraordinarias concedidas durante la contrainsurgenciay por continuidad de facultades que pertenecían al antiguo régimen,trasbordar bien fuerte los límites constitucionales.18

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merciales supralocales. Aquí notamos las características claves de un ca-cique: su papel intermediario exclusivo frente a los recursos internos yexternos. Por otro lado, este mismo proceso integrativo causaba la am-pliación de dominios caciquiles o su incorporación en dominios caci-quiles de mayor alcance, llegando así a cacicazgos más amplios, pero je-rarquizados.

Con este proceso de incorporación también se nota la desindige-nización progresiva del caciquismo pueblerino, ya iniciado en la Colo-nia. Algunas familias importantes de caciques, en gran parte mestizas,mantuvieron su poder, otras desaparecieron o fueron sustituidas y sur-gieron nuevos poderosos locales. Durante el tardío colonial, unos yotros se convirtieron en rancheros, un proceso de individualización decontrol sobre tierras y otros recursos que ya se inició en el tardío colo-nial.14 En este sentido, desindigenización y ampliación del caciquismo,pueden haber sido muy importantes en el proceso insurgente (1810-1821) y la constitución de los ayuntamientos constitucionales (1812),porque ambos procesos ampliaron nítidamente el acceso al poder locala las castas, el primero empezando por la vía de hecho, el segundo porla vía legal. La crisis de Independencia, que se alargaba por diez años,creaba –junto con la constitución de Cádiz– crecientes, aunque regional-mente variables, condiciones legales y extralegales de autonomía y au-todefensa, pero también un mayor espacio para autoprovecho.15

14 Anne Bos, The demise of the Caciques of Atlacomulco, Mexico, 1598-1824. A reconstruc-tion, Leiden, CNWS Research School, 1998. Ouweneel, Shadows over Anahuac…, 135-142.;Antonio Escobar O., “Qué sucedió con la tierra en las Huastecas decimonónicas?” en An-tonio Escobar Ohmstede y Luz Carregha Lamadrid (coords), El siglo XIX en las Huastecas,México, CIESAS, 2002, 137-165.

15 Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, Valencia, UNED

Alzira-Valencia, 1999; Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblosmexicanos, 1812-1821” en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires,CFE, 1995, esp. pp. 220-221.

16 Memorial Jueces de letras a la Junta Provisional Gubernativa citado en JavierOcampo, Las ideas de un día, México, Colegio de México, 1969, 204-206; Guerra en México,tomo I, 181-183; Knight, “La Política Agraria en México…” , 329.

17 Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-1821” en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, CFE, 1995.

18 Yvette Nelen, De Illustere Heren van San Pablo (Los señores ilustres de San Pablo.Gobierno local en el México decimonónico/ Tlaxcala 1823-1880) Leiden, CNWS, 1999, cap.2; Raymond Buve, “’Cadiz’ y el debate sobre el estatus de una provincia mexicana: Tlax-

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CACIQUISMO Y ESTADO MODERNO: ¿UN MATRIMONIO ANÓMALO?

Ahora, cada vez más, el caciquismo es un producto del mestizaje cultu-ral; primero, como hemos visto ya, entre los mundos local-indígena y elmundo hispano tradicional, pero después también entre aquellos mun-dos tardío colonial novohispanos y el incipiente Estado moderno queentró con Cádiz y del Constituyente de 1824. Este proceso complicadoy difícil fortaleció a los caciques, “los padrastros de los pueblos”, porvarias razones. Primero porque la crisis de la monarquía, la insurgenciay la Independencia debilitaron y después eliminaron a los niveles supe-riores de la administración colonial, segundo porque el cacique era yade por sí el inevitable engranaje en la red que debía unir las sociedadeslocales rurales al incipiente Estado moderno: “Este hombre, pues, fue elque en el anterior sistema compraba sus favores, servicios y dinero a lossubdelegados para administrar la justicia a su contento; éste, el que enel nuevo, forma las elecciones a su paladar; y este, por último, el queantes, ahora y en todos los tiempos ha gobernado”.16 Y no solamente serefiere a los caciques de los ahora expueblos de indios, porque los ayun-tamientos constitucionales gaditanas y federales, indígenas y no indíge-nas, siguieron, no obstante la ampliación del voto activo y pasivo, engran parte con la participación muy limitada en las elecciones, rotaciónde cargos ediles entre las familias de la elite local y las reelecciones.Como ya señaló Annino, la Constitución de Cádiz ocasionó un “trasla-do masivo de poderes del Estado a las comunidades locales”,17 y mu-chos titulares de las nuevas instituciones políticas podían por causa desus facultades extraordinarias concedidas durante la contrainsurgenciay por continuidad de facultades que pertenecían al antiguo régimen,trasbordar bien fuerte los límites constitucionales.18

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merciales supralocales. Aquí notamos las características claves de un ca-cique: su papel intermediario exclusivo frente a los recursos internos yexternos. Por otro lado, este mismo proceso integrativo causaba la am-pliación de dominios caciquiles o su incorporación en dominios caci-quiles de mayor alcance, llegando así a cacicazgos más amplios, pero je-rarquizados.

Con este proceso de incorporación también se nota la desindige-nización progresiva del caciquismo pueblerino, ya iniciado en la Colo-nia. Algunas familias importantes de caciques, en gran parte mestizas,mantuvieron su poder, otras desaparecieron o fueron sustituidas y sur-gieron nuevos poderosos locales. Durante el tardío colonial, unos yotros se convirtieron en rancheros, un proceso de individualización decontrol sobre tierras y otros recursos que ya se inició en el tardío colo-nial.14 En este sentido, desindigenización y ampliación del caciquismo,pueden haber sido muy importantes en el proceso insurgente (1810-1821) y la constitución de los ayuntamientos constitucionales (1812),porque ambos procesos ampliaron nítidamente el acceso al poder locala las castas, el primero empezando por la vía de hecho, el segundo porla vía legal. La crisis de Independencia, que se alargaba por diez años,creaba –junto con la constitución de Cádiz– crecientes, aunque regional-mente variables, condiciones legales y extralegales de autonomía y au-todefensa, pero también un mayor espacio para autoprovecho.15

14 Anne Bos, The demise of the Caciques of Atlacomulco, Mexico, 1598-1824. A reconstruc-tion, Leiden, CNWS Research School, 1998. Ouweneel, Shadows over Anahuac…, 135-142.;Antonio Escobar O., “Qué sucedió con la tierra en las Huastecas decimonónicas?” en An-tonio Escobar Ohmstede y Luz Carregha Lamadrid (coords), El siglo XIX en las Huastecas,México, CIESAS, 2002, 137-165.

15 Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, Valencia, UNED

Alzira-Valencia, 1999; Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblosmexicanos, 1812-1821” en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires,CFE, 1995, esp. pp. 220-221.

16 Memorial Jueces de letras a la Junta Provisional Gubernativa citado en JavierOcampo, Las ideas de un día, México, Colegio de México, 1969, 204-206; Guerra en México,tomo I, 181-183; Knight, “La Política Agraria en México…” , 329.

17 Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-1821” en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, CFE, 1995.

18 Yvette Nelen, De Illustere Heren van San Pablo (Los señores ilustres de San Pablo.Gobierno local en el México decimonónico/ Tlaxcala 1823-1880) Leiden, CNWS, 1999, cap.2; Raymond Buve, “’Cadiz’ y el debate sobre el estatus de una provincia mexicana: Tlax-

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Durante el siglo XIX se ofrecieron nuevos elementos políticos y eco-nómicos a los gatekeepers locales y, al igual como Ouweneel lo notó parala Colonia, surgieron cambios en el cacicazgo, pero esta institución in-formal se mantuvo y se reprodujo.22 Se abrieron carreras políticas haciala alcaldía, el distrito, el congreso estatal, carreras militares en las mili-cias y las guardias nacionales. La creciente inestabilidad política, expre-sada en pronunciamientos y rebeliones hizo necesario a los políticos re-gionales y nacionales “convencer a los pueblos”. Los caciques indígenasy no-indígenas, encontraban ahora un espacio para presentar agraviosrelacionados con la creciente incorporación del pueblo en el mundo his-pano-mexicano a cambio de apoyo al gobierno o los pronunciados. Des-de Iturbide hasta Díaz se puede notar como cientos y cientos de ayunta-mientos y representantes de pueblos responden a pronunciamientos eintentos por convencerles de acomodarse con el gobierno o los pronun-ciados. Pero la inestabilidad tiene también otra cara, la falta de orden yseguridad obliga a los caciques locales a una política hábil y de autode-fensa. La inestabilidad generó un amplio espacio para el bandidaje y losbandidos exitosos pudieron establecerse como caciques, algo que se re-pitió durante la Revolución. En el caso de Tlaxcala, lo que es ahora Hi-dalgo y el Norte de Puebla, el papel de los caciques de los pueblos al pro-nunciarse y movilizarse en favor del gobierno liberal en la guerra deReforma parece haber sido crucial y cobraban por sus servicios de gue-rra con una autonomía sustancial, en defensa de sus pueblos y castigo depueblos enemigos, y también en provecho de sus carreras personales.23

La penetración del campo mexicano por la agricultura comercial, laexplotación comercial de bosques y la privatización de terrenos comu-

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La transición de la Colonia a la Independencia abrió espacios a líde-res de la clase media rural para establecerse como caciques. En realidadaquellos rancheros, entre ellos también muchas familias de origen caci-quil de los pueblos, reunían condiciones ideales para el cacicazgo: vi-vían en el pueblo o asentamiento, se vestían, como sus clientes, y teníanrelaciones familiares rituales con ellos, hablaban el mismo idioma, eranlos engranajes en redes comerciales y controlaban ayuntamientos y mi-licias.19 Como dice Knight con razón, es un cliché que los caciques ten-dían a enriquecerse, hay ejemplos de los que no lo hicieron y probable-mente muchos más que los ahora conocidos, porque el cacique “bueno”,¡no genera quejas! Pero el punto clave es, si el cacique tiene de por sí lalibertad de ser bueno o malo por causa de su poder exclusivo. Aquíquiero recordar que los caciques pueblerinos coloniales necesitaban, noobstante su poder, un nivel mínimo de legitimidad en los ojos de susclientelas y se presentaron como defensores del pueblo con el fin de con-solidar su legitimidad.20 Pero igualmente los hacendados podrían esta-blecer, como caciques, una relación de defensa de los intereses comunescon los pueblos lo que les otorgaba un nivel de legitimidad y respeto.Recordemos los clanes de los Meixueiro y Hernández en Oaxaca o algu-nos finqueros de Chiapas.21

cala entre 1780 y 1850” en Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve(comps), Pueblos, comunidades y municipios frente a los proyectos modernizadores en AméricaLatina, siglo XIX, Amsterdam/San Luis Potosí, CEDLA/Colegio de San Luis, 2002, 9-28;Raymond Buve, “Political patronage and Politics at the Village Level in Central México”,BLAR, vol. 11, núm. 1, enero 1992, 3-28; José Antonio Serrano Ortega, “La jerarquía subver-tida. Ciudades y villas en la Intendencia de Guanajuato, 1787-1820” en Marta Terán, JoséAntonio Ortega (eds.), Las guerras de Independencia en la América Española, México, El Co-legio de Michoacán/INAH, 2002, 403-422, Cita Annino, 419.

19 Brian R. Hamnett, Roots of Insurgency. Mexican regions, 1750-1824, Cambridge,Cambridge U.P., 1986. Véase también Frans Schryer, Ethnicity and Class Conflict in RuralMexico, Princeton, Princeton U.P., 1990, 88-92.

20 Véanse los estudios de Hamnett y Guardini. Mariano Otero acerca de la clase me-dia rural; Knight, “La política agraria en México…”, 350.; Ouweneel, Shadows over Ana-huac…, 252.

21 Allan Knight, The Mexican Revolution, Porfirians, Liberals and Peasants, Cambridge,Cambridge U.P., 1985, 117-119.

22 Ouweneel, Shadows over Anahuac…, 224.23 Josefina Zoraida Vázquez, “Los pronunciamientos de 1832: aspirantismo, política

e ideología” en Jaime E. Rodríguez O (ed), Patterns of Contention in Mexican HistoryWilmington, SR Books, 1984, 163-187; Will Fowler, Mexico in the Age of Proposals, 1821-1853,Westport, Greenwood Press, 1998, ff y App. 2; Raymond Buve, “Política local en tiemposde guerra: Tlaxcala, México en una época de violencia generalizada, 1847-1867” en “Vio-lencia Social y Conflicto Civil: América Latina siglo XVIII-XIX”, Cuadernos de Historia Lati-noamericana 6, 1998, 139-162; Guy P.C. Thomson, Patriotism, Politics, and Popular Liberalismin Nineteenth-Century Mexico, Wilmington, SR Books, 1999; Knight, The Mexican Revolu-tion…, 114-115.

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Durante el siglo XIX se ofrecieron nuevos elementos políticos y eco-nómicos a los gatekeepers locales y, al igual como Ouweneel lo notó parala Colonia, surgieron cambios en el cacicazgo, pero esta institución in-formal se mantuvo y se reprodujo.22 Se abrieron carreras políticas haciala alcaldía, el distrito, el congreso estatal, carreras militares en las mili-cias y las guardias nacionales. La creciente inestabilidad política, expre-sada en pronunciamientos y rebeliones hizo necesario a los políticos re-gionales y nacionales “convencer a los pueblos”. Los caciques indígenasy no-indígenas, encontraban ahora un espacio para presentar agraviosrelacionados con la creciente incorporación del pueblo en el mundo his-pano-mexicano a cambio de apoyo al gobierno o los pronunciados. Des-de Iturbide hasta Díaz se puede notar como cientos y cientos de ayunta-mientos y representantes de pueblos responden a pronunciamientos eintentos por convencerles de acomodarse con el gobierno o los pronun-ciados. Pero la inestabilidad tiene también otra cara, la falta de orden yseguridad obliga a los caciques locales a una política hábil y de autode-fensa. La inestabilidad generó un amplio espacio para el bandidaje y losbandidos exitosos pudieron establecerse como caciques, algo que se re-pitió durante la Revolución. En el caso de Tlaxcala, lo que es ahora Hi-dalgo y el Norte de Puebla, el papel de los caciques de los pueblos al pro-nunciarse y movilizarse en favor del gobierno liberal en la guerra deReforma parece haber sido crucial y cobraban por sus servicios de gue-rra con una autonomía sustancial, en defensa de sus pueblos y castigo depueblos enemigos, y también en provecho de sus carreras personales.23

La penetración del campo mexicano por la agricultura comercial, laexplotación comercial de bosques y la privatización de terrenos comu-

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La transición de la Colonia a la Independencia abrió espacios a líde-res de la clase media rural para establecerse como caciques. En realidadaquellos rancheros, entre ellos también muchas familias de origen caci-quil de los pueblos, reunían condiciones ideales para el cacicazgo: vi-vían en el pueblo o asentamiento, se vestían, como sus clientes, y teníanrelaciones familiares rituales con ellos, hablaban el mismo idioma, eranlos engranajes en redes comerciales y controlaban ayuntamientos y mi-licias.19 Como dice Knight con razón, es un cliché que los caciques ten-dían a enriquecerse, hay ejemplos de los que no lo hicieron y probable-mente muchos más que los ahora conocidos, porque el cacique “bueno”,¡no genera quejas! Pero el punto clave es, si el cacique tiene de por sí lalibertad de ser bueno o malo por causa de su poder exclusivo. Aquíquiero recordar que los caciques pueblerinos coloniales necesitaban, noobstante su poder, un nivel mínimo de legitimidad en los ojos de susclientelas y se presentaron como defensores del pueblo con el fin de con-solidar su legitimidad.20 Pero igualmente los hacendados podrían esta-blecer, como caciques, una relación de defensa de los intereses comunescon los pueblos lo que les otorgaba un nivel de legitimidad y respeto.Recordemos los clanes de los Meixueiro y Hernández en Oaxaca o algu-nos finqueros de Chiapas.21

cala entre 1780 y 1850” en Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve(comps), Pueblos, comunidades y municipios frente a los proyectos modernizadores en AméricaLatina, siglo XIX, Amsterdam/San Luis Potosí, CEDLA/Colegio de San Luis, 2002, 9-28;Raymond Buve, “Political patronage and Politics at the Village Level in Central México”,BLAR, vol. 11, núm. 1, enero 1992, 3-28; José Antonio Serrano Ortega, “La jerarquía subver-tida. Ciudades y villas en la Intendencia de Guanajuato, 1787-1820” en Marta Terán, JoséAntonio Ortega (eds.), Las guerras de Independencia en la América Española, México, El Co-legio de Michoacán/INAH, 2002, 403-422, Cita Annino, 419.

19 Brian R. Hamnett, Roots of Insurgency. Mexican regions, 1750-1824, Cambridge,Cambridge U.P., 1986. Véase también Frans Schryer, Ethnicity and Class Conflict in RuralMexico, Princeton, Princeton U.P., 1990, 88-92.

20 Véanse los estudios de Hamnett y Guardini. Mariano Otero acerca de la clase me-dia rural; Knight, “La política agraria en México…”, 350.; Ouweneel, Shadows over Ana-huac…, 252.

21 Allan Knight, The Mexican Revolution, Porfirians, Liberals and Peasants, Cambridge,Cambridge U.P., 1985, 117-119.

22 Ouweneel, Shadows over Anahuac…, 224.23 Josefina Zoraida Vázquez, “Los pronunciamientos de 1832: aspirantismo, política

e ideología” en Jaime E. Rodríguez O (ed), Patterns of Contention in Mexican HistoryWilmington, SR Books, 1984, 163-187; Will Fowler, Mexico in the Age of Proposals, 1821-1853,Westport, Greenwood Press, 1998, ff y App. 2; Raymond Buve, “Política local en tiemposde guerra: Tlaxcala, México en una época de violencia generalizada, 1847-1867” en “Vio-lencia Social y Conflicto Civil: América Latina siglo XVIII-XIX”, Cuadernos de Historia Lati-noamericana 6, 1998, 139-162; Guy P.C. Thomson, Patriotism, Politics, and Popular Liberalismin Nineteenth-Century Mexico, Wilmington, SR Books, 1999; Knight, The Mexican Revolu-tion…, 114-115.

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vimiento rebelde en el noroeste de Chihuahua por despojos efectuadospor el cacicazgo Creel-Terrazas.25

Es cierto, el ideal del Estado moderno, en forma de monarquía cons-titucional o república, fue abrazado por la intelectualidad novohispanaliberal-gaditana, pero no hay que olvidar que para 90 por ciento de losmexicanos, los campesinos, la transición hacia la ciudadanía era unamarcha no solamente larga, sino más bien alargada por las crisis del Es-tado mexicano, el estancamiento económico y demográfico y la crecien-te necesidad de defensa del hogar que, en su conjunto, mantuvieron pordécadas las condiciones de un archipiélago mexicano, en vez de un te-rritorio controlado desde la ciudad de México. Parece existir, durante elsiglo diecinueve, una impresionante continuidad en la dinámica motrizdel ejercicio de un poder local autónomo y exclusivo, tanto en el nivelde ayuntamientos, como en el ámbito de los distritos o provincias/esta-dos. Desde “Cádiz” hasta bien entrado el porfiriato los gritos de sobe-ranía, municipio libre y autonomía reflejan como se defiende el trasladomasivo de poderes señalado por Annino.

El Estado mexicano y los estados federales, intentaban limitar o vio-lar los privilegios ejecutivos y las autonomías conquistados desde losniveles locales. Fue un proceso largo y con altibajos entre la Indepen-dencia y mediados del siglo veinte. Pero el éxito de aquellos intentos eradurante el siglo diecinueve relativo y por varias razones. Le faltaban alEstado moderno mexicano no sólo los ingresos fiscales y los medioscoactivos para eliminar los espacios de poder autónomo, pero tambiénfaltaba un contexto de cultura política en favor de su eliminación. Enotras palabras, el fenómeno era reconocido desde arriba y desde abajo,a veces a regañadientes. Muchos caciques que se aprovecharon del es-pacio que les dejaba el Estado moderno, reconocieron al mismo tiempola conveniencia de adaptarse hábilmente a condiciones políticas y eco-nómicas cambiantes que, por un lado exigieron una creciente integra-

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nales abrió al gatekeeper local otros espacios nuevos. Muchos ya de factopropietarios medianos o rancheros se quedaron con tierras arrendadasy en su calidad de caciques favorecieron sobre todo a los suyos.24 Seconvirtieron en el engranaje local en las nuevas redes de adquisición derecursos y de su explotación. Pero, como ya señalamos antes, el caciquecomo gatekeeper podría, según las circunstancias, favorecer exclusiva-mente sus intereses privados, los de sus clientes o del pueblo entero.Como se trata de un principio racional de ejercicio de poder, aquí entra-ban no solo la exclusividad y el instrumental de medios de coacción,sino también – probablemente menos costoso– el grado de legitimidaddel cacique ante los ojos de su clientela.

No obstante una clara multiplicación de relaciones que intentaronincorporar al pueblo en el mundo económico y político, el cacique pudomantener su posición de intermediario exclusivo a lo largo del siglohasta bien entrada la Revolución, pero tuvo que adaptarse a nuevas re-glas del juego.

Pero ni con Díaz estas nuevas reglas quebraron por completo el tra-dicional quid por quo, es decir, autonomía a cambio de orden y obedien-cia, bien expresado en el famoso lema “pan y palo”. Pero el crecientedominio de los Científicos en la centralizante administración tardíopor-firiana, los cambios introducidos en la legislación y la entrada de fun-cionarios con actitudes bien diferentes, provocaron en 1910 también larebelión de muchos caciques de los pueblos. Ellos y los caciques deasentamientos rancheros se sintieron afectados y ganaron legitimidaden su defensa rebelde de intereses locales. Entre los ejemplos encontra-mos la sucesión gubernamental morelense de Manuel Alarcón por Pa-blo Escandón –una de los triggering factors del movimiento zapatista depueblos armados, la crisis del mandato del gobernador porfiriano Prós-pero Cahuantzi de Tlaxcala en la última década de su gobierno y el mo-

24 Knight, The Mexican Revolution…, 109-113; Frank Schenk investigó la privatizaciónde los terrenos comunales de los pueblos del Distrito de Sultepec, Estado de México(1856-1893) pero aún no está publicado; Ton Halverhout, “De macht van de cacique. Deprivatisering van de gemeenschappelijke dorpsgrond in San Bernardino, Tlaxcala” (Elpoder del cacique. La privatización de los terrenos comunales en San Bernardino Contla,Tlaxcala), Amsterdam, tesis maestría, 1990.

25 John Womack, Zapata and the Mexican Revolution, Nueva York, Knopf, 1969, 14-16,37; Knight, The Mexican Revolution…, 78-127; Ricardo Rendón Garcini, El Prosperato. Tlax-cala de 1885 a 191, México, Siglo XXI y UIA, 1993. Jane-Dale Lloyd, Cinco ensayos sobre cul-tura material de rancheros y medieros del noroeste de Chihuahua, 1886-1910, México, UIA , 2001,245-305.

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vimiento rebelde en el noroeste de Chihuahua por despojos efectuadospor el cacicazgo Creel-Terrazas.25

Es cierto, el ideal del Estado moderno, en forma de monarquía cons-titucional o república, fue abrazado por la intelectualidad novohispanaliberal-gaditana, pero no hay que olvidar que para 90 por ciento de losmexicanos, los campesinos, la transición hacia la ciudadanía era unamarcha no solamente larga, sino más bien alargada por las crisis del Es-tado mexicano, el estancamiento económico y demográfico y la crecien-te necesidad de defensa del hogar que, en su conjunto, mantuvieron pordécadas las condiciones de un archipiélago mexicano, en vez de un te-rritorio controlado desde la ciudad de México. Parece existir, durante elsiglo diecinueve, una impresionante continuidad en la dinámica motrizdel ejercicio de un poder local autónomo y exclusivo, tanto en el nivelde ayuntamientos, como en el ámbito de los distritos o provincias/esta-dos. Desde “Cádiz” hasta bien entrado el porfiriato los gritos de sobe-ranía, municipio libre y autonomía reflejan como se defiende el trasladomasivo de poderes señalado por Annino.

El Estado mexicano y los estados federales, intentaban limitar o vio-lar los privilegios ejecutivos y las autonomías conquistados desde losniveles locales. Fue un proceso largo y con altibajos entre la Indepen-dencia y mediados del siglo veinte. Pero el éxito de aquellos intentos eradurante el siglo diecinueve relativo y por varias razones. Le faltaban alEstado moderno mexicano no sólo los ingresos fiscales y los medioscoactivos para eliminar los espacios de poder autónomo, pero tambiénfaltaba un contexto de cultura política en favor de su eliminación. Enotras palabras, el fenómeno era reconocido desde arriba y desde abajo,a veces a regañadientes. Muchos caciques que se aprovecharon del es-pacio que les dejaba el Estado moderno, reconocieron al mismo tiempola conveniencia de adaptarse hábilmente a condiciones políticas y eco-nómicas cambiantes que, por un lado exigieron una creciente integra-

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nales abrió al gatekeeper local otros espacios nuevos. Muchos ya de factopropietarios medianos o rancheros se quedaron con tierras arrendadasy en su calidad de caciques favorecieron sobre todo a los suyos.24 Seconvirtieron en el engranaje local en las nuevas redes de adquisición derecursos y de su explotación. Pero, como ya señalamos antes, el caciquecomo gatekeeper podría, según las circunstancias, favorecer exclusiva-mente sus intereses privados, los de sus clientes o del pueblo entero.Como se trata de un principio racional de ejercicio de poder, aquí entra-ban no solo la exclusividad y el instrumental de medios de coacción,sino también – probablemente menos costoso– el grado de legitimidaddel cacique ante los ojos de su clientela.

No obstante una clara multiplicación de relaciones que intentaronincorporar al pueblo en el mundo económico y político, el cacique pudomantener su posición de intermediario exclusivo a lo largo del siglohasta bien entrada la Revolución, pero tuvo que adaptarse a nuevas re-glas del juego.

Pero ni con Díaz estas nuevas reglas quebraron por completo el tra-dicional quid por quo, es decir, autonomía a cambio de orden y obedien-cia, bien expresado en el famoso lema “pan y palo”. Pero el crecientedominio de los Científicos en la centralizante administración tardíopor-firiana, los cambios introducidos en la legislación y la entrada de fun-cionarios con actitudes bien diferentes, provocaron en 1910 también larebelión de muchos caciques de los pueblos. Ellos y los caciques deasentamientos rancheros se sintieron afectados y ganaron legitimidaden su defensa rebelde de intereses locales. Entre los ejemplos encontra-mos la sucesión gubernamental morelense de Manuel Alarcón por Pa-blo Escandón –una de los triggering factors del movimiento zapatista depueblos armados, la crisis del mandato del gobernador porfiriano Prós-pero Cahuantzi de Tlaxcala en la última década de su gobierno y el mo-

24 Knight, The Mexican Revolution…, 109-113; Frank Schenk investigó la privatizaciónde los terrenos comunales de los pueblos del Distrito de Sultepec, Estado de México(1856-1893) pero aún no está publicado; Ton Halverhout, “De macht van de cacique. Deprivatisering van de gemeenschappelijke dorpsgrond in San Bernardino, Tlaxcala” (Elpoder del cacique. La privatización de los terrenos comunales en San Bernardino Contla,Tlaxcala), Amsterdam, tesis maestría, 1990.

25 John Womack, Zapata and the Mexican Revolution, Nueva York, Knopf, 1969, 14-16,37; Knight, The Mexican Revolution…, 78-127; Ricardo Rendón Garcini, El Prosperato. Tlax-cala de 1885 a 191, México, Siglo XXI y UIA, 1993. Jane-Dale Lloyd, Cinco ensayos sobre cul-tura material de rancheros y medieros del noroeste de Chihuahua, 1886-1910, México, UIA , 2001,245-305.

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Tlaxcala (1885-1911) era sin duda un cacique tradicional, pero aspirabarealizar, al igual que Gabriel Barrios en la Sierra Norte de Puebla, unapolítica modernizadora (industrialización, educación, infraestructurade comunicaciones) que resultaba ser una “espada de doble filo” por-que para realizar sus obras tuvo que imponerse y gravar seriamente asus clientelas. Por fin, sus políticas minaban su legitimidad entre las eli-tes locales y los pueblos.28

CACIQUISMO Y REVOLUCIÓN SE FAVORECIERON MUTUAMENTE

¿Qué significaba el caciquismo en la Revolución de 1910 y después? Enrealidad la Revolución era un proceso muy localizado, se inició como unarchipiélago de revoluciones basadas en agravios locales y concretos.En parte estaban capitaneados por caciques que se sintieron amenaza-dos en su poder y acceso a recursos, en parte por caciques que se rebe-laron por defender la clientela de “sus” pueblos. Morelos, Tlaxcala y laLaguna son solo unos ejemplos conocidos. Otros, como en el caso de Pi-saflores (Hidalgo), surgieron de la lucha entre jefes de facciones localesrevolucionarias y se establecieron como caciques.

Por otro lado hay que señalar que la Revolución significaba –tal vezno en 1911, pero si durante los años 1911-1914– el fin para muchos viejosservidores caciques porfiristas en el ámbito municipal, distrital y esta-tal, Evaristo Alvarado y Margarito Mata en Pisaflores y Próspero Ca-huantzi, el gobernador de Tlaxcala, son buenos ejemplos.29 En parte loscaciques porfirianos se habían aprovechado de las posibilidades ofreci-das para el enrichissez vous a cambio de orden y obediencia. Se apodera-ron de los recursos locales y estaban vinculados con intereses en el esta-do y la gran ciudad. Pero otros como Cahuantzi no tanto. Cahuantzi

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ción, pero por otro lado ofrecieron nuevas oportunidades en carreraspolíticas y actividades económicas. Recientes estudios del porfiriato es-clarecen que estos caciques locales habían tenido un papel instrumentalimportante en “convencer” a los distritos y municipios acerca de loscandidatos porfirianos para ser apoyados. En la tradición caciquil, la su-cesión en el poder casi nunca dependía del resultado de las eleccionescomo tal, porque la legitimidad del cacique y/o sus medios coactivos(no solamente militares) decidían de antemano el resultado. Pero en latradición liberal y posteriormente revolucionaria mexicana, las eleccio-nes podían dar un tinte legal constitucional a la sucesión en el poder ca-ciquil. Cuando se fortalece el poder de Díaz en los años 1880, podemosprobablemente observar que los caciques buscan acomodo con él o seránsustituidos por competidores internos o externos, con o sin elecciones.26

En suma, el matrimonio anómalo siguió en pie, pero iba a encontrar-se en el porfiriato tardío con retos formidables, cuando el crecimientodemográfico, mejoras en comunicaciones, educación e integración demercados, así como el progreso en el control sobre el territorio, reduje-ron el espacio para la autonomía política. Surgió por primera vez unaelite con intereses establecidos en la nación, con actitudes y objetivosque como nunca antes amenazaban al caciquismo local y regional. Laspolíticas de centralización, modernización y pacificación porfirianasamenazaron la mera existencia de los caciques serranos y sus agraviosse juntaron con los de líderes de campesinos despojados en regiones deagricultura comercial y campesinos-obreros de la primera generaciónindustrial.27 Pero también hay que señalar que los caciques porfirianos aveces ellos mismos reflejaron en sus actitudes y políticas lo híbrido delcacicazgo tardío decimonónico. Cahuantzi, el gobernador indígena de

26 Véase por ejemplo María Eugenia Patricia Ponce Alcocer, La elección presidencial deManuel González, 1878-1880 (Preludio de un presidencialismo), México, UIA, 2000; Rendón, ElProsperato…, 53-61; Marisa Pérez de Sarmiento, “La rueca científica”. La selección delcandidato a gobernador del estado de Yucatán en 1901, tesis maestría, UNAM, 1999. Ibi-dem, Historia de una elección. La candidatura de Olegario Molina en 1901, Mérida, Universi-dad Autónoma de Yucatán, 2002; Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México. Elporfiriato. Vida política interior, 2a parte, México, CdM, 1972, 56-123.

27 Knight, The Mexican Revolution..., 120-125, 196-7.

28 Rendón, El Prosperato…, cap. 9; Keith Brewster, Caciquismo in Post-RevolutionaryMexico: the Case of Gabriel Barrios Cabrera in the Sierra Norte de Puebla, tésis doctoral Uni-versity of Warwick, septiembre 1995, cap. 5 “Enlightened Cacique or Political Oppor-tunist?”

29 Frans J. Schryer, The Rancheros of Pisaflores. The History of a Peasant Bourgeoisie inTwentieth- Centur, Mexico-Toronto, University of Toronto Press, 1980, cap. 4.

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Tlaxcala (1885-1911) era sin duda un cacique tradicional, pero aspirabarealizar, al igual que Gabriel Barrios en la Sierra Norte de Puebla, unapolítica modernizadora (industrialización, educación, infraestructurade comunicaciones) que resultaba ser una “espada de doble filo” por-que para realizar sus obras tuvo que imponerse y gravar seriamente asus clientelas. Por fin, sus políticas minaban su legitimidad entre las eli-tes locales y los pueblos.28

CACIQUISMO Y REVOLUCIÓN SE FAVORECIERON MUTUAMENTE

¿Qué significaba el caciquismo en la Revolución de 1910 y después? Enrealidad la Revolución era un proceso muy localizado, se inició como unarchipiélago de revoluciones basadas en agravios locales y concretos.En parte estaban capitaneados por caciques que se sintieron amenaza-dos en su poder y acceso a recursos, en parte por caciques que se rebe-laron por defender la clientela de “sus” pueblos. Morelos, Tlaxcala y laLaguna son solo unos ejemplos conocidos. Otros, como en el caso de Pi-saflores (Hidalgo), surgieron de la lucha entre jefes de facciones localesrevolucionarias y se establecieron como caciques.

Por otro lado hay que señalar que la Revolución significaba –tal vezno en 1911, pero si durante los años 1911-1914– el fin para muchos viejosservidores caciques porfiristas en el ámbito municipal, distrital y esta-tal, Evaristo Alvarado y Margarito Mata en Pisaflores y Próspero Ca-huantzi, el gobernador de Tlaxcala, son buenos ejemplos.29 En parte loscaciques porfirianos se habían aprovechado de las posibilidades ofreci-das para el enrichissez vous a cambio de orden y obediencia. Se apodera-ron de los recursos locales y estaban vinculados con intereses en el esta-do y la gran ciudad. Pero otros como Cahuantzi no tanto. Cahuantzi

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ción, pero por otro lado ofrecieron nuevas oportunidades en carreraspolíticas y actividades económicas. Recientes estudios del porfiriato es-clarecen que estos caciques locales habían tenido un papel instrumentalimportante en “convencer” a los distritos y municipios acerca de loscandidatos porfirianos para ser apoyados. En la tradición caciquil, la su-cesión en el poder casi nunca dependía del resultado de las eleccionescomo tal, porque la legitimidad del cacique y/o sus medios coactivos(no solamente militares) decidían de antemano el resultado. Pero en latradición liberal y posteriormente revolucionaria mexicana, las eleccio-nes podían dar un tinte legal constitucional a la sucesión en el poder ca-ciquil. Cuando se fortalece el poder de Díaz en los años 1880, podemosprobablemente observar que los caciques buscan acomodo con él o seránsustituidos por competidores internos o externos, con o sin elecciones.26

En suma, el matrimonio anómalo siguió en pie, pero iba a encontrar-se en el porfiriato tardío con retos formidables, cuando el crecimientodemográfico, mejoras en comunicaciones, educación e integración demercados, así como el progreso en el control sobre el territorio, reduje-ron el espacio para la autonomía política. Surgió por primera vez unaelite con intereses establecidos en la nación, con actitudes y objetivosque como nunca antes amenazaban al caciquismo local y regional. Laspolíticas de centralización, modernización y pacificación porfirianasamenazaron la mera existencia de los caciques serranos y sus agraviosse juntaron con los de líderes de campesinos despojados en regiones deagricultura comercial y campesinos-obreros de la primera generaciónindustrial.27 Pero también hay que señalar que los caciques porfirianos aveces ellos mismos reflejaron en sus actitudes y políticas lo híbrido delcacicazgo tardío decimonónico. Cahuantzi, el gobernador indígena de

26 Véase por ejemplo María Eugenia Patricia Ponce Alcocer, La elección presidencial deManuel González, 1878-1880 (Preludio de un presidencialismo), México, UIA, 2000; Rendón, ElProsperato…, 53-61; Marisa Pérez de Sarmiento, “La rueca científica”. La selección delcandidato a gobernador del estado de Yucatán en 1901, tesis maestría, UNAM, 1999. Ibi-dem, Historia de una elección. La candidatura de Olegario Molina en 1901, Mérida, Universi-dad Autónoma de Yucatán, 2002; Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México. Elporfiriato. Vida política interior, 2a parte, México, CdM, 1972, 56-123.

27 Knight, The Mexican Revolution..., 120-125, 196-7.

28 Rendón, El Prosperato…, cap. 9; Keith Brewster, Caciquismo in Post-RevolutionaryMexico: the Case of Gabriel Barrios Cabrera in the Sierra Norte de Puebla, tésis doctoral Uni-versity of Warwick, septiembre 1995, cap. 5 “Enlightened Cacique or Political Oppor-tunist?”

29 Frans J. Schryer, The Rancheros of Pisaflores. The History of a Peasant Bourgeoisie inTwentieth- Centur, Mexico-Toronto, University of Toronto Press, 1980, cap. 4.

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Si durante el porfiriato se produjo la sustitución de caciques que norespondieron lo suficiente a las nuevas reglas del juego que exigían ca-ciques civiles y más dependientes, esto se produjo con más frecuenciadespués de 1920. En el periodo sonorense y cardenista de la Revolución(1920-1940) se produjeron una serie de cambios. Algunos cambios repre-sentan una continuidad con el desarrollo demográfico y migratorio y elproceso de integración económica y política iniciada desde el porfiriato:crecimiento demográfico y movilidad horizontal y vertical, integraciónde mercados e intentos de centralización político-administrativa. Otros,sin embargo, tienen que ver con una nueva pauta política que se ha ads-crito en la historiografía de los sonorenses, pero hubo ejemplos anterio-res y probablemente muchos. Como observa Knight, los caciques tradi-cionales que se resistían a la integración y se mostraban muy sensiblesa la intervención en su dominio, fueron sustituidos por otros que res-pondieron hábilmente a las nuevas reglas del juego.34 Para los caciquesse inició con Calles una fase crucial en el proceso de survival of the fittesten el cual el Estado moderno, ya ineludible, fue aceptado e integrado ensu instrumental exclusivista. Pero no era completamente nuevo, porquelo encontramos, por ejemplo, en los caciques porfirianos que se aprove-charon de la privatización de terrenos comunales en los años 1880 y1890 o que intentaron atraer inversiones en “sus”estados o regiones.Pero hay más, porque estos caciques también tenían que enfrentar elcreciente México urbano e industrial. Esto implicaba adaptarse a la,también ya ineludible, presencia de nuevos grupos sociales y nuevasorganizaciones asociativas como sindicatos y partidos políticos moder-nos con un discurso ideológico clasista. También incluyó apoderarse yaprovecharse del aparato del Estado con el fin de movilizar y controlara su clientela. Nuevamente parece producirse un mestizaje entre pautasviejas y nuevas y este proceso lo encontramos al cambiar el siglo y con-tinúa en el proceso revolucionario.35

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llegó a ser un propietario mediano, pero nunca formaba parte de la eliteterrateniente, ni parece haber usurpado terrenos de los pueblos.30 Nohay que olvidar las múltiples quejas populares en contra de caciques ar-bitrarios y agresivos, pero por otro lado hay que observar que tanto lahistoriografía revolucionaria como la posterior revisionista han hecho loposible para pintar de negro a los caciques, los primeros lo hicieron conlos caciques porfirianos al servicio del régimen, los segundos tendían adescalificar a muchos caciques revolucionarios por arbitrariedad.31

En tanto guerra civil, el proceso revolucionario de 1910 hasta 1920hizo, al igual que la Insurgencia y la “gran década nacional” de 1857-1867, ampliar el espacio para acción local autónoma. Surgieron los caci-ques agraristas con su clientela, pero también los hacendados militarescon sus peonadas, reaparecieron bandidos exitosos, empresarios preda-torios que podrían establecerse como caciques locales, al igual que enlos años 1850 y 1860 y durante la insurgencia. En otras palabras, dentrode un territorio mexicano mucho más habitado y con más poblaciónque antes, se reprodujo y multiplicó en formas varias el cacicazgo tradi-cional y paramilitar local de todo el siglo diecinueve.32 Su característicaclave fue su papel de gatekeeper frente a recursos políticos o materiales:autoridades militares, tierras, mercados, pero también instalaciones,productos agrícolas, ganado, etcétera.33

30 Rendón, El Prosperato…, 51-53.31 Knight, “La politica agraria en México…, 328; Thomas Benjamin and Marcial Oca-

sio Meléndez, “Organizing the Memory of Modern Mexico. Porfirian Historiography inPerspective, 1880s-1980s”, HAHR, 64.2, 1984, 323-364.

32 Un libro escrito desde la perspectiva local en el cual se muestra claramente la diná-mica caciquil paramilitar es Miguel Galindo y Galindo, La gran década nacional, 1857-186,México, INEHRM, 1987; Raymond Buve, Autonomía, religión y bandidaje. Tlaxcala en la ante-sala de la Guerra de Reforma, 1853-1857, México, Condumex, 1997; Allan Knight, The Mexi-can Revolution…, 118-120, 125; Raymond Buve, “Agricultores, dominación política y es-tructura agraria en la Revolución Mexicana: el caso de Tlaxcala (1910-1919)” en RevistaMexicana de Sociología, año LI, 2, abril-junio 1989, 1812-237, esp. 207-219.

33 Aparte de Womack, quiero señalar a Raymond Buve, “‘Ni Carranza, ni Zapata’The Rise and Fall of a Peasant Movement that tried to challenge Both, Tlaxcala, 1910-1919” en Friedrich Katz (ed.), Riot, Rebellion and Revolution. Rural Social Conflict in Mexico,Princeton, Princeton U.P., 1988, 338-375; Trinidad Beltran, “El Zapatismo en el Estado de Mé-xico” tesis doctoral BUAP 2001, Knight, The Mexican Revolution…, 195-7, 212.

34 Knight, The Mexican Revolution…, 117-125.35 Raymond Buve, “Caciques, vecino, autoridades y la privatización de los terrenos

comunales: un hierro candente en el México de la República Restaurada y el Porfiriato”en Heraclio Bonilla et al. (eds.), Los pueblos campesinos de las Américas. Etnicidad, Cultura yHistoria en el siglo XIX, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 1996, 25-43;

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Si durante el porfiriato se produjo la sustitución de caciques que norespondieron lo suficiente a las nuevas reglas del juego que exigían ca-ciques civiles y más dependientes, esto se produjo con más frecuenciadespués de 1920. En el periodo sonorense y cardenista de la Revolución(1920-1940) se produjeron una serie de cambios. Algunos cambios repre-sentan una continuidad con el desarrollo demográfico y migratorio y elproceso de integración económica y política iniciada desde el porfiriato:crecimiento demográfico y movilidad horizontal y vertical, integraciónde mercados e intentos de centralización político-administrativa. Otros,sin embargo, tienen que ver con una nueva pauta política que se ha ads-crito en la historiografía de los sonorenses, pero hubo ejemplos anterio-res y probablemente muchos. Como observa Knight, los caciques tradi-cionales que se resistían a la integración y se mostraban muy sensiblesa la intervención en su dominio, fueron sustituidos por otros que res-pondieron hábilmente a las nuevas reglas del juego.34 Para los caciquesse inició con Calles una fase crucial en el proceso de survival of the fittesten el cual el Estado moderno, ya ineludible, fue aceptado e integrado ensu instrumental exclusivista. Pero no era completamente nuevo, porquelo encontramos, por ejemplo, en los caciques porfirianos que se aprove-charon de la privatización de terrenos comunales en los años 1880 y1890 o que intentaron atraer inversiones en “sus”estados o regiones.Pero hay más, porque estos caciques también tenían que enfrentar elcreciente México urbano e industrial. Esto implicaba adaptarse a la,también ya ineludible, presencia de nuevos grupos sociales y nuevasorganizaciones asociativas como sindicatos y partidos políticos moder-nos con un discurso ideológico clasista. También incluyó apoderarse yaprovecharse del aparato del Estado con el fin de movilizar y controlara su clientela. Nuevamente parece producirse un mestizaje entre pautasviejas y nuevas y este proceso lo encontramos al cambiar el siglo y con-tinúa en el proceso revolucionario.35

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llegó a ser un propietario mediano, pero nunca formaba parte de la eliteterrateniente, ni parece haber usurpado terrenos de los pueblos.30 Nohay que olvidar las múltiples quejas populares en contra de caciques ar-bitrarios y agresivos, pero por otro lado hay que observar que tanto lahistoriografía revolucionaria como la posterior revisionista han hecho loposible para pintar de negro a los caciques, los primeros lo hicieron conlos caciques porfirianos al servicio del régimen, los segundos tendían adescalificar a muchos caciques revolucionarios por arbitrariedad.31

En tanto guerra civil, el proceso revolucionario de 1910 hasta 1920hizo, al igual que la Insurgencia y la “gran década nacional” de 1857-1867, ampliar el espacio para acción local autónoma. Surgieron los caci-ques agraristas con su clientela, pero también los hacendados militarescon sus peonadas, reaparecieron bandidos exitosos, empresarios preda-torios que podrían establecerse como caciques locales, al igual que enlos años 1850 y 1860 y durante la insurgencia. En otras palabras, dentrode un territorio mexicano mucho más habitado y con más poblaciónque antes, se reprodujo y multiplicó en formas varias el cacicazgo tradi-cional y paramilitar local de todo el siglo diecinueve.32 Su característicaclave fue su papel de gatekeeper frente a recursos políticos o materiales:autoridades militares, tierras, mercados, pero también instalaciones,productos agrícolas, ganado, etcétera.33

30 Rendón, El Prosperato…, 51-53.31 Knight, “La politica agraria en México…, 328; Thomas Benjamin and Marcial Oca-

sio Meléndez, “Organizing the Memory of Modern Mexico. Porfirian Historiography inPerspective, 1880s-1980s”, HAHR, 64.2, 1984, 323-364.

32 Un libro escrito desde la perspectiva local en el cual se muestra claramente la diná-mica caciquil paramilitar es Miguel Galindo y Galindo, La gran década nacional, 1857-186,México, INEHRM, 1987; Raymond Buve, Autonomía, religión y bandidaje. Tlaxcala en la ante-sala de la Guerra de Reforma, 1853-1857, México, Condumex, 1997; Allan Knight, The Mexi-can Revolution…, 118-120, 125; Raymond Buve, “Agricultores, dominación política y es-tructura agraria en la Revolución Mexicana: el caso de Tlaxcala (1910-1919)” en RevistaMexicana de Sociología, año LI, 2, abril-junio 1989, 1812-237, esp. 207-219.

33 Aparte de Womack, quiero señalar a Raymond Buve, “‘Ni Carranza, ni Zapata’The Rise and Fall of a Peasant Movement that tried to challenge Both, Tlaxcala, 1910-1919” en Friedrich Katz (ed.), Riot, Rebellion and Revolution. Rural Social Conflict in Mexico,Princeton, Princeton U.P., 1988, 338-375; Trinidad Beltran, “El Zapatismo en el Estado de Mé-xico” tesis doctoral BUAP 2001, Knight, The Mexican Revolution…, 195-7, 212.

34 Knight, The Mexican Revolution…, 117-125.35 Raymond Buve, “Caciques, vecino, autoridades y la privatización de los terrenos

comunales: un hierro candente en el México de la República Restaurada y el Porfiriato”en Heraclio Bonilla et al. (eds.), Los pueblos campesinos de las Américas. Etnicidad, Cultura yHistoria en el siglo XIX, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 1996, 25-43;

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eran entre 1921 y 1932, sin duda alguna, los portadores de un cacicazgocivil y dependiente, basado en un partido omnipresente, y constituye-ron la única puerta que daba hacia la tierra ejidal y hacia la carrera po-lítica. Su papel de gatekeeper se expresaba en formas de organización yliderazgo simultáneas pero diferentes. Por un lado, el liderazgo de ma-sas organizado en un partido oficial y sindicatos, por otro lado una pi-rámide de subcacicazgos más tradicionales desde los comisariados eji-dales pasando por los diputados hasta el gobernador. Ruben Carrizosa,militante del PNR-PRM-PRI, fundador de sindicatos y comités agrarios, seestablece en los años 1933 hasta 1940 como cacique civil agrarista. Fueuno de los muchos caciques con que Cárdenas hizo compromiso, garan-tizando su poder local con el fin de agilizar el reparto de tierras. Des-pués de 1940 siguió su carrera en la burocracia nacional y estatal, perosiempre con ojo a “su” distrito, el de Juárez en Tlaxcala.38

CONCLUSIÓN

¿Cómo se adaptaba el principio de ejercicio del poder exclusivista du-rante este proceso tardío colonial y decimonónico de transición hasta1920?

Primero hay que señalar que los cambios en la población antes delsiglo diecinueve fueron lentos, y después de éste fueron más rápidos enel crecimiento de la población, su movilidad y asentamiento. A fines delporfiriato, la base humana, recurso clave para todos los tipos de domi-nios de poder –incluso los cacicazgos– se había ampliado en números yterritorios habitados. Junto con la integración político-administrativa de

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Los caciques porfirianos, los de abajo y los de arriba, fueron sustitui-dos, pero el cacique como tal logró sobrevivir como gatekeeper, no obs-tante un creciente poderío centralista del Estado revolucionario despuésde 1920; debido a que en el gobierno de Obregón, la única alternativaviable para los sonorenses era la de establecer coaliciones con poderososcaciques regionales y jefes militares. Insisto en señalar otra vez la con-fluencia de las dimensiones militares y civiles en los cacicazgos confuerzas paramilitares y que hicieron la vida difícil al presidente Juárez,a Lerdo, a Díaz y también Carranza y Obregón.36 Pero bajo Calles, el ré-gimen revolucionario logró mejorar sensiblemente su control sobre elejército, milicias locales y caciques regionales. Caciques agraristas y re-gionales perdieron su capacidad militar y su autonomía, unos elimina-dos, otros integrados en el aparato burocrático y estatal a cambio de unpapel exclusivo, pero civil-burocrático de gatekeeper frente a los recur-sos. El reparto autónomo de tierras bajo Zapata, Arenas y otros jefesagraristas se vuelve después de 1920 en un reparto que depende más ymás del gobierno central. Su aspecto condicional le ofrece al caciquecomo lo observa Knight, “una medida idónea para controlar y movili-zar a su clientela”. Soto y Gama ya calificaban el reparto de tierras comoel mayor instrumento de pacificación política en los años de Obregón,pero con Cárdenas, por decirlo así, se hizo nacional el compromiso pre-sidencial con caciques locales y con el doble objetivo de agilizar el repar-to y consolidar al PNR. Esto implicaba que el cacique agrarista podríapremiar a sus amigos y castigar a sus enemigos. Pero estos enemigos noeran necesariamente los hacendados, sino también lo eran opositores lo-cales.37 Los gobernadores Rafael Apango e Ignacio Mendoza de Tlaxcala

Raymond Buve, “Del rifle al burócrata: Un estudio comparativo de las pautas de movili-zación campesina en dos estados céntricos de México: Morelos y Tlaxcala (1880-1940)”,ponencia, 1980.

36 Perry, Laurens Ballard, Juarez and Diaz, Machine Politics in Mexico, Illinois, Nort-herm Illinois University, 1978.

37 Raymond Buve y Romana Falcón, “Tlaxcala y San Luís Potosí under the Sonoren-ses, 1920-1934: Regional revolutionnary Powergroups and the National State” en ArijOuweneel y Wil Pansters (eds), Region, State and Capitalism in Mexico. Nineteenth andTwentieth Centuries, Amsterdam, CEDLA, 1988, 110-133; Allan Knight, “La política agrariaen México desde la Revolución” en Antonio Escobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela

(coords), Estructuras y formas agrarias en México del pasado y del present, México, CIESAS,2001, 327-363.

38 Knight, “La política agraria en México…”, 338 y 350; Raymond Buve, “PeasantMobilization and reform Intermediaries During the Ninteenthirties: The development ofa Peasant Clientele around the issues of land and labour in a Central Mexican HighlandMunicipio: Huamantla, Tlaxcala” en Jahrbuch 17, 1980, 355-395 esp. 350-351; véase tam-bién Enrique Guerra, Caciquismo y orden público en Michoacán, 1920-1940, México, CdM,2002.

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eran entre 1921 y 1932, sin duda alguna, los portadores de un cacicazgocivil y dependiente, basado en un partido omnipresente, y constituye-ron la única puerta que daba hacia la tierra ejidal y hacia la carrera po-lítica. Su papel de gatekeeper se expresaba en formas de organización yliderazgo simultáneas pero diferentes. Por un lado, el liderazgo de ma-sas organizado en un partido oficial y sindicatos, por otro lado una pi-rámide de subcacicazgos más tradicionales desde los comisariados eji-dales pasando por los diputados hasta el gobernador. Ruben Carrizosa,militante del PNR-PRM-PRI, fundador de sindicatos y comités agrarios, seestablece en los años 1933 hasta 1940 como cacique civil agrarista. Fueuno de los muchos caciques con que Cárdenas hizo compromiso, garan-tizando su poder local con el fin de agilizar el reparto de tierras. Des-pués de 1940 siguió su carrera en la burocracia nacional y estatal, perosiempre con ojo a “su” distrito, el de Juárez en Tlaxcala.38

CONCLUSIÓN

¿Cómo se adaptaba el principio de ejercicio del poder exclusivista du-rante este proceso tardío colonial y decimonónico de transición hasta1920?

Primero hay que señalar que los cambios en la población antes delsiglo diecinueve fueron lentos, y después de éste fueron más rápidos enel crecimiento de la población, su movilidad y asentamiento. A fines delporfiriato, la base humana, recurso clave para todos los tipos de domi-nios de poder –incluso los cacicazgos– se había ampliado en números yterritorios habitados. Junto con la integración político-administrativa de

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Los caciques porfirianos, los de abajo y los de arriba, fueron sustitui-dos, pero el cacique como tal logró sobrevivir como gatekeeper, no obs-tante un creciente poderío centralista del Estado revolucionario despuésde 1920; debido a que en el gobierno de Obregón, la única alternativaviable para los sonorenses era la de establecer coaliciones con poderososcaciques regionales y jefes militares. Insisto en señalar otra vez la con-fluencia de las dimensiones militares y civiles en los cacicazgos confuerzas paramilitares y que hicieron la vida difícil al presidente Juárez,a Lerdo, a Díaz y también Carranza y Obregón.36 Pero bajo Calles, el ré-gimen revolucionario logró mejorar sensiblemente su control sobre elejército, milicias locales y caciques regionales. Caciques agraristas y re-gionales perdieron su capacidad militar y su autonomía, unos elimina-dos, otros integrados en el aparato burocrático y estatal a cambio de unpapel exclusivo, pero civil-burocrático de gatekeeper frente a los recur-sos. El reparto autónomo de tierras bajo Zapata, Arenas y otros jefesagraristas se vuelve después de 1920 en un reparto que depende más ymás del gobierno central. Su aspecto condicional le ofrece al caciquecomo lo observa Knight, “una medida idónea para controlar y movili-zar a su clientela”. Soto y Gama ya calificaban el reparto de tierras comoel mayor instrumento de pacificación política en los años de Obregón,pero con Cárdenas, por decirlo así, se hizo nacional el compromiso pre-sidencial con caciques locales y con el doble objetivo de agilizar el repar-to y consolidar al PNR. Esto implicaba que el cacique agrarista podríapremiar a sus amigos y castigar a sus enemigos. Pero estos enemigos noeran necesariamente los hacendados, sino también lo eran opositores lo-cales.37 Los gobernadores Rafael Apango e Ignacio Mendoza de Tlaxcala

Raymond Buve, “Del rifle al burócrata: Un estudio comparativo de las pautas de movili-zación campesina en dos estados céntricos de México: Morelos y Tlaxcala (1880-1940)”,ponencia, 1980.

36 Perry, Laurens Ballard, Juarez and Diaz, Machine Politics in Mexico, Illinois, Nort-herm Illinois University, 1978.

37 Raymond Buve y Romana Falcón, “Tlaxcala y San Luís Potosí under the Sonoren-ses, 1920-1934: Regional revolutionnary Powergroups and the National State” en ArijOuweneel y Wil Pansters (eds), Region, State and Capitalism in Mexico. Nineteenth andTwentieth Centuries, Amsterdam, CEDLA, 1988, 110-133; Allan Knight, “La política agrariaen México desde la Revolución” en Antonio Escobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela

(coords), Estructuras y formas agrarias en México del pasado y del present, México, CIESAS,2001, 327-363.

38 Knight, “La política agraria en México…”, 338 y 350; Raymond Buve, “PeasantMobilization and reform Intermediaries During the Ninteenthirties: The development ofa Peasant Clientele around the issues of land and labour in a Central Mexican HighlandMunicipio: Huamantla, Tlaxcala” en Jahrbuch 17, 1980, 355-395 esp. 350-351; véase tam-bién Enrique Guerra, Caciquismo y orden público en Michoacán, 1920-1940, México, CdM,2002.

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divide et impera porfiriano respondía tajantemente al talón de Aquilesdel poder caciquil, el posible surgimiento de competidores internos oexternos, combinado con la ausencia de reglas institucionalizadas parala sucesión. Con el fin de garantizar su dependencia, Díaz intentó quitara los caciques regionales gran parte de sus medios de coacción militar,pero nutrido en el caciquismo y hábil en manejarlo, no estaba en contrade cacicazgos plenamente incorporados en su sistema y por lo tanto de-pendientes.

En este sentido podemos señalar tal vez una línea de continuidadentre Díaz y Calles. Los dos intentaban reducir los cacicazgos a los do-minios del poder civil y dependiente. Tales cacicazgos servían de instru-mentos intermedios de control. Pero el autoritarismo de Díaz respondíasobre todo al contexto cultural “tradicional” del dominio personal auto-ritario y exclusivo, basado en las lealtades primordiales. Los caciquesque no respondían a las nuevas reglas del juego fueron eliminados yotros entraron. Con Calles y Cárdenas se completó un proceso de con-centración exclusivo de los medios de coacción en manos del Estado, loscacicazgos desarmados y subyugados o eliminados. Pero los que ahorarespondían a las nuevas reglas del juego, se integraron como engranajesen las organizaciones de masa, los sindicatos y asociaciones ligados alPNR-PRM.39 Pero porfirianos o revolucionarios, los que sobrevivieron elproceso de survival of the fittest’ lograron establecerse o quedarse comogatekeepers, pero ya frente a puertas nuevas que daban acesso a la tierra,a permisos, cargos y puestos de trabajo. De tal manera Rafael Cuellar,jefe político de Zacatelco en 1909 y Rubén Carrizosa, presidente del PRM

en Tlaxcala en 1939 fueron caciques. El matrimonio entre caciquismo yEstado moderno tal vez no era feliz, pero si conveniente y estaba lejosdel divorcio.

FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 23 de julio de 2003FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 30 de julio de 2003

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mercados, la población mostraba índices más altos de movilidad hori-zontal y vertical. México perdió su carácter de archipiélago y en los do-minios locales surgieron nuevos grupos sociales y nuevas formas deasociación. Para el ejercicio del poder exclusivista sobre las localidades–fuentes de recursos humanos y materiales– estos cambios profundosen la sociedad tuvieron sus consecuencias.

Encontramos en el México rural y eminentemente patriarcal, un con-texto político-cultural idóneo para el ejercicio del poder caciquil, el ca-ciquismo a todos los niveles, pero también observamos algunos fenó-menos de cambio: Los cacicazgos colonial-pueblerinos se integraban enredes más amplias y se desindigenizaban, se nota un creciente procesogradual de la incorporación y jerarquización de cacicazgos locales endominios más amplios y una creciente restricción de sus espaciosautónomos.

Pero este desarrollo integrador y jerarquizador demuestra duranteel siglo diecinueve importantes altibajos por causa de recurrentes crisis,primero el largo y complicado proceso de Independencia y posterior-mente el difícil desarrollo del Estado moderno. La falta de orden y es-tabilidad obligaba los pueblos a la defensa del hogar, creaba espaciosinauditos para reivindicar agravios o para enriquecerse y ofrecía mayorlegitimidad a un amplia gama de cacicazgos civiles, paramilitares y has-ta de bandoleros. Pero los mismos fenómenos de crisis también obliga-ban a los políticos y militares manipular a los caciques con el fin de“convencer” a sus pueblos, movilizar sus contingentes de sangre o susrecursos materiales. No hay duda acerca del papel clave de caciques enlas guerras de 1857 hasta 1867, las crisis de la República Restaurada y laconsolidación del poder de don Porfirio.

Podemos suponer que en la segunda mitad del porfiriato aún exis-tían muchos cacicazgos en el ámbito de pueblos y municipios, pero másbien integrados en jerarquías caciquiles en el nivel regional o estatal. En-contramos muchos ejemplos, en la Sierra Norte de Puebla, Oaxaca,Tlaxcala, Chiapas o las Huastecas. Díaz mismo actuaba claramente den-tro de esta misma pauta caciquil, es decir, se consideraba a sí mismocomo el gatekeeper mayor en la cúspide de una pirámide de cacicazgosjerarquizados. Exigió la obediencia y la capacidad comprobada de man-tener el orden interno a cambio de una autonomía dependiente. El

39 Véase Ponce, La elección presidencial…; Romana Falcón y Raymond Buve, Don Por-firio omnipresente, pero nunca omnipotente, México, UIA, 2001; Raymond Buve, “Transfor-mación y patronazgo político en el México…”; Knight, “La política agraria en México…”,335.

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divide et impera porfiriano respondía tajantemente al talón de Aquilesdel poder caciquil, el posible surgimiento de competidores internos oexternos, combinado con la ausencia de reglas institucionalizadas parala sucesión. Con el fin de garantizar su dependencia, Díaz intentó quitara los caciques regionales gran parte de sus medios de coacción militar,pero nutrido en el caciquismo y hábil en manejarlo, no estaba en contrade cacicazgos plenamente incorporados en su sistema y por lo tanto de-pendientes.

En este sentido podemos señalar tal vez una línea de continuidadentre Díaz y Calles. Los dos intentaban reducir los cacicazgos a los do-minios del poder civil y dependiente. Tales cacicazgos servían de instru-mentos intermedios de control. Pero el autoritarismo de Díaz respondíasobre todo al contexto cultural “tradicional” del dominio personal auto-ritario y exclusivo, basado en las lealtades primordiales. Los caciquesque no respondían a las nuevas reglas del juego fueron eliminados yotros entraron. Con Calles y Cárdenas se completó un proceso de con-centración exclusivo de los medios de coacción en manos del Estado, loscacicazgos desarmados y subyugados o eliminados. Pero los que ahorarespondían a las nuevas reglas del juego, se integraron como engranajesen las organizaciones de masa, los sindicatos y asociaciones ligados alPNR-PRM.39 Pero porfirianos o revolucionarios, los que sobrevivieron elproceso de survival of the fittest’ lograron establecerse o quedarse comogatekeepers, pero ya frente a puertas nuevas que daban acesso a la tierra,a permisos, cargos y puestos de trabajo. De tal manera Rafael Cuellar,jefe político de Zacatelco en 1909 y Rubén Carrizosa, presidente del PRM

en Tlaxcala en 1939 fueron caciques. El matrimonio entre caciquismo yEstado moderno tal vez no era feliz, pero si conveniente y estaba lejosdel divorcio.

FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 23 de julio de 2003FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 30 de julio de 2003

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mercados, la población mostraba índices más altos de movilidad hori-zontal y vertical. México perdió su carácter de archipiélago y en los do-minios locales surgieron nuevos grupos sociales y nuevas formas deasociación. Para el ejercicio del poder exclusivista sobre las localidades–fuentes de recursos humanos y materiales– estos cambios profundosen la sociedad tuvieron sus consecuencias.

Encontramos en el México rural y eminentemente patriarcal, un con-texto político-cultural idóneo para el ejercicio del poder caciquil, el ca-ciquismo a todos los niveles, pero también observamos algunos fenó-menos de cambio: Los cacicazgos colonial-pueblerinos se integraban enredes más amplias y se desindigenizaban, se nota un creciente procesogradual de la incorporación y jerarquización de cacicazgos locales endominios más amplios y una creciente restricción de sus espaciosautónomos.

Pero este desarrollo integrador y jerarquizador demuestra duranteel siglo diecinueve importantes altibajos por causa de recurrentes crisis,primero el largo y complicado proceso de Independencia y posterior-mente el difícil desarrollo del Estado moderno. La falta de orden y es-tabilidad obligaba los pueblos a la defensa del hogar, creaba espaciosinauditos para reivindicar agravios o para enriquecerse y ofrecía mayorlegitimidad a un amplia gama de cacicazgos civiles, paramilitares y has-ta de bandoleros. Pero los mismos fenómenos de crisis también obliga-ban a los políticos y militares manipular a los caciques con el fin de“convencer” a sus pueblos, movilizar sus contingentes de sangre o susrecursos materiales. No hay duda acerca del papel clave de caciques enlas guerras de 1857 hasta 1867, las crisis de la República Restaurada y laconsolidación del poder de don Porfirio.

Podemos suponer que en la segunda mitad del porfiriato aún exis-tían muchos cacicazgos en el ámbito de pueblos y municipios, pero másbien integrados en jerarquías caciquiles en el nivel regional o estatal. En-contramos muchos ejemplos, en la Sierra Norte de Puebla, Oaxaca,Tlaxcala, Chiapas o las Huastecas. Díaz mismo actuaba claramente den-tro de esta misma pauta caciquil, es decir, se consideraba a sí mismocomo el gatekeeper mayor en la cúspide de una pirámide de cacicazgosjerarquizados. Exigió la obediencia y la capacidad comprobada de man-tener el orden interno a cambio de una autonomía dependiente. El

39 Véase Ponce, La elección presidencial…; Romana Falcón y Raymond Buve, Don Por-firio omnipresente, pero nunca omnipotente, México, UIA, 2001; Raymond Buve, “Transfor-mación y patronazgo político en el México…”; Knight, “La política agraria en México…”,335.