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Page 1: c Episcopal para la Pa Li · cruz, por eso también meditaremos la Pasión del Señor, que se entrega por nosotros, porque reinar es servir y amar, y nadie tiene amor más grande

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comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia El domingo de ramos

durante la emergencia sanitaria

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domingo de Ramos de la Pasión del Señor Subsidio para orar en familia

La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Guía: Bendigamos a Dios Padre,

que nos reúne en nombre de Cristo para que unidos con toda la Iglesia estemos en comunión los unos con los otros por la fuerza de su Espíritu Santo.

Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Iniciamos este Domingo la celebración de la Semana Santa. Iniciamos

precisamente como la inició el Señor: con su entrada en Jerusalén. Conmemoraremos al Señor, aclamándolo como Rey nuestro, tal como lo hicieran en Jerusalén. Sin embargo, el verdadero trono del Señor es la cruz, por eso también meditaremos la Pasión del Señor, que se entrega por nosotros, porque reinar es servir y amar, y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Escuchemos con atención:

Se pueden utilizar palmas o ramos de árboles. Si se decide hacer, puede hacerse de esta manera:

1. Ténganse las necesarias precauciones sanitarias con las palmas o ramos que se utilicen. 2. Cada miembro de la familia tenga una palma o ramo en la mano. 3. El que guía la oración:

ios, Padre misericordioso, queremos conmemorar la entrada

de Jesús, tu Hijo en Jerusalén, te pedimos nos acompañe tu bendición para que podamos llegar junto con él a la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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4. A continuación todos juntos pueden cantar (esto puede hacerse también organizando una procesión de algún lugar de la casa al donde se llevará a cabo la oración), mientras agitan sus ramos:

Tú reinarás, este es el grito que ardiente exhalan nuestra fe Tú reinarás, oh Rey Bendito pues tú dijiste ¡Reinaré!

Reine Jesús por siempre, reine su corazón, en nuestra patria, en nuestro suelo que es de María la nación

Tu reinarás, dulce esperanza, que el alma llena de placer; habrá por fin paz y bonanza, felicidad habrá doquier. R. Tu reinarás en este suelo, te prometemos nuestro amor, Oh buen Jesús, danos consuelo en este valle de dolor. R. Tú reinarás, Reina y ahora, en esta casa y población ten compasión del que implora y acude a ti en la aflicción. R. Tú reinarás toda la vida trabajaremos con gran fe en realizar y ver cumplida la gran promesa: ¡Reinaré! R.

El que guía la oración lee: Del Evangelio según san Mateo 21, 1-11

uando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que

ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”.Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo.

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Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!”

Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?” Y la gente respondía: “Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”.

Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

El que guía invita a todos a orar con el Salmo, diciendo:

También nosotros queremos aclamar al Señor, por eso, con el Salmo 117,

digamos: Se pueden volver a utilizar los ramos agitándolos al decir o cantar el responsorio:

R. ¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R. Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R. En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó dándome un alivio. El Señor está conmigo: no temeré: ¿qué podrán hacerlo los hombres? R.

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El Señor está conmigo y me ayuda: yo veré derrotados a mis adversarios. Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. R. Todos los paganos me rodearon, pero yo los derroté en el nombre del Señor; me rodearon por todas partes, pero yo los derroté en el nombre del Señor; me rodearon como avispas, ardían como fuego en las espinas, pero yo los derroté en el nombre del Señor. R. Me empujaron con violencia para derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda. El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. R. Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos: «La mano del Señor hace proezas, la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas». R. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor, El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte. R. «Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor». «Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella». R. Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. R.

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Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R. Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina. «Ordenen una procesión con ramas frondosas hasta los ángulos del altar». R. Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! R.

El que guía agrega a continuación: Guía: Aclamar al Señor que es aclamado como Rey es contemplarlo cuando

verdaderamente reina sobre nosotros, ofreciendo su propia vida por nuestra liberación. Vamos a escuchar muy atentamente le misterio de nuestra salvación.

El que guía la oración dice: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo 26, 14 – 27, 66 Pueden intervenir varios miembros de la familia: el que guía dice lo que está señalado con X alguien más lo que está señalado con C y alguien más o el resto a una voz lo señalado con S.

C En aquel tiempo Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:

S “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C Jesús respondió:

X “Tú lo has dicho”.

C Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato:

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S “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”

C Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:

S “¿A quién quieren que les deje en libertad a Barrabas o a Jesús, que se dice el Mesías?”

C Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:

S “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.

C Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó:

S “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”

C ellos respondieron:

S “A Barrabás”.

C Pilato les dijo:

S “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?”

C Respondieron todos:

S “¡Crucifícalo!”

C Pilato preguntó:

S “Pero ¿qué mal ha hecho?”

C Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:

S “!Crucifícalo!”

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C Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:

S “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”.

C Todo el pueblo respondió:

S “!Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

C Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo para que lo crucificaran. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:

S “!Viva el rey de los judíos!”

C y le escupían.

Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, "Lugar de la Calavera", le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo.

Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: 'Este es Jesús, el rey de los judíos'. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:

S “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.

C También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo:

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S “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: 'Soy el Hijo de Dios' “.

C Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:

X “Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”

C que quiere decir: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S “Está llamando a Elías”.

C Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber.

Pero los otros le dijeron:

S “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.

C Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. (Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)

C Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron:

S “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.

Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús. Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado.

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Enseguida, juntos hacen la profesión de fe, que conviene se haga con el “de los Apóstoles”, que nos recuerda particularmente en este tiempo de Cuaresma, nuestras promesas bautismales y por lo tanto la gracia de nuestro Bautismo que queremos renovar en la Pascua. Guía: En la Eucasristía aclamamos al Señor diciéndole: “Salvador del mundo,

sálvanos, tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección”. Esto es parte de nuestra fe, por nuestra causa ue crucificado. Con el estupor que causa en nosotros esa fe, profesémosla juntos:

Creo en Dios, Padre Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén. Entonces el que guía continúa, diciendo: Guía: Si el Señor quiso entregar su vida por nosotros y nuestra salvación,

tenemos la confianza de ser escuchados; juntos, pues, digamos:

R. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

1. Cuando en nuestras vidas todo está bien y estamos contentos. R.

2. Cuando la tristeza, la enfermedad y el dolor llegar a nuestras vidas. R.

3. Cuando experimentamos los dones de tu amor. R.

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4. Cuando vemos amenazada nuestra vida. R.

5. Cuando te reconocemos como nuestro Dios y Señor. R.

6. Cuando nos apartamos de ti por nuestros pecados, pero tu nos perdonas. R.

7. Cuando fuimos sepultados en tu muerte junto contigo en el Bautismo. R.

8. Cuando junto contigo, por el agua y el Espíritu, resucitamos a la vida nueva. R.

9. Cuando al comer tu Cuerpo y beber tu Sangre anunciamos tu muerte hasta que vengas. R.

10. En estos momentos de emergencia. R. Se guarda un momento de silencio para que cada uno, en silencio, ponga en manos del Señor alguna intención particular. Si lo desean, pueden decirla en voz alta y todos responden como en las anteriores. Luego, el que guía cierra estas peticiones invitando a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: El amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones con el Espíritu

Santo que nos ha dado; por eso llenos de fe y esperanza juntos digamos: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

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Comunión espiritual A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras: Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la

celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio.

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El que guía, continúa: Guía: Señor, Dios nuestro,

mira con bondad a esta familia que anhela alimentarse con el Cuerpo de tu Hijo, sosténnos en la esperanza de que, con este alimento lleguemos junto con él a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Bendíce, Señor,

a esta familia reunida en tu nombre, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus verdugos y padecer el tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos trazan el signo de la cruz mientras el guía continúa diciendo: Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén.

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

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comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia El jueves santo de la cena del Señor

durante la emergencia sanitaria

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Jueves santo de la cena del señor Subsidio para orar en familia

La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Conviene que este momento de oración se haga en torno de las 18:00 hrs., o más tarde. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Guía: Bendigamos a Dios Padre,

que nos reúne en nombre de Cristo para que unidos con toda la Iglesia estemos en comunión los unos con los otros por la fuerza de su Espíritu Santo.

Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Estamos dando inicio a la celebración del Sagrado Triduo Pascual de la

Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. En efecto, el Señor que entregó su Cuerpo para ser clavado en la Cruz, donde también derramó su Sangre, la noche antes de padecer, estando a la mesa con sus discípulos les entregó el Sacramento de su Cuerpo entregado y su Sangre derramada, y nos dijo que lo hacía por amor. Movidos por ese mismo amor, nos enseñó también a lavarnos los pies los unos a los otros, es decir, a brindarnos unos a otros todo el bien y la ayuda que esté en nuestras manos.

Juntos, aclamemos al Señor, con el Salmo 115, diciendo:

R. ¡Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava! ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R. A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R.

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Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R.

El que guía, a continuación, dice: Guía: Contemplemos el grande amor que Dios nos ha tenido: se hizo siervo para

nosotros hasta entregarse a la muerte y una muerte de cruz. Escuchemos atentamente.

El que guía la oración lee: Del Evangelio según san Juan 13, 1-15

ntes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo,

los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.

Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

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Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado. Los miembros de la familia pueden llevar a cabo el lavatorio de los pies, como signo del mutuo servicio que se deben prestar entre ellos y también a todos los demás con quienes se relacionan. Se puede realizar de la siguiente manera:

1. Se preparen previamente una jarra, una jofaina, jabón y toallas. 2. Se tengan las debidas precauciones sanitarias, especialmente lavarse las manos con jabón antes de

iniciar el momento de oración. 3. El que guía puede lavar los pies a los demás; o bien, pueden organizarse de manera que cada uno lave

los pies a alguien más. 4. Pueden intercambiar una pieza de pan, en recuerdo de la Eucaristía que nos une y nos nutre para vivir

en este mutuo servicio. El que guía la oración continúa: Guía: Si el Señor quiso entregar su vida por nosotros y nuestra salvación,

tenemos la confianza de ser escuchados; juntos, pues, digamos:

R. Nos has comprado, Señor, con tu Sangre.

1. Cuando nos nutres con tu Cuerpo y con tu Sangre. R.

2. Cuando nos invitas a ofrecer tu Cuerpo y Sangre como memorial tuyo. R.

3. Cuando con este alimento nos llamas a llenarnos de tu amor. R.

4. Cuando nos muestras que amar es amarnos como nos amaste tú. R.

5. Cuando nos enseñas con tu ejemplo a lavarnos mutuamente los pies. R.

6. Cuando tu Cuerpo y su Sangre nos lleva a formar en ti un solo cuerpo y un solo espíritu. R.

7. Cuando nos purificas por medio del agua del Bautismo. R.

8. Cuando permites vivir esa vida nueva. R.

9. Cuando al comer tu Cuerpo y beber tu Sangre anunciamos tu muerte hasta que vengas. R.

10. En estos momentos de emergencia. R. Se guarda un momento de silencio para que cada uno, en silencio, ponga en manos del Señor alguna intención particular. Si lo desean, pueden decirla en voz alta y todos responden como en las anteriores.

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Luego, el que guía cierra estas peticiones invitando a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: El amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones con el Espíritu

Santo que nos ha dado; por eso llenos de fe y esperanza juntos digamos: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

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Comunión espiritual A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras: Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la

celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio.

C

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El que guía, continúa, diciendo: Guía: Señor, Dios nuestro,

ansiamos poder alimentarnos nuevamente con tu Cuerpo y tu Sangre, permítenos volver a celebrar el memorial de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Bendíce, Señor,

a esta familia reunida en tu nombre y concédele frecuentar tu sacramentos, esperando con vivo deseo los frutos de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos trazan el signo de la cruz mientras el guía continúa diciendo: Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén.

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

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comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia

El viernes santo de la pasión del Señor

durante la emergencia sanitaria

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Viernes santo de la Pasión del señor Subsidio para orar en familia

La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Este momento de oración es muy conveniente se haga en torno de las 3 pm. Será conveniente que donde se reúnan para orar sea delante de una cruz o crucifijo, preferentemente con una vela a cada lado de ella. Para iniciar, todos se ponen de rodillas delante de la cruz. Recitan el siguiente Salmo:

R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos? Te invoco de día, y no respondes, de noche, y no encuentro descanso; y sin embargo, tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel. R. En ti confiaron nuestros padres: confiaron, y tú los libraste; clamaron a ti y fueron salvados, confiaron en ti y no quedaron defraudados. R. Pero yo soy un gusano, no un hombre; la gente me escarnece y el pueblo me desprecia; los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto». R. Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento, desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios. R.

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No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme. Me rodea una manada de novillos, me acorralan toros de Basán; abren sus fauces contra mí como leones rapaces y rugientes. R. Soy como agua que se derrama y todos mis huesos están dislocados; mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mi interior; mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar. R. Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies y me hunden en el polvo de la muerte. R. Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. R. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme Libra mi cuello de la espada y mi vida de las garras del perro. Sálvame de la boca del león, salva a este pobre de los toros salvajes. R. Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel. R. Porque él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio». R.

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Por eso te alabaré en la gran asamblea y cumpliré mis votos delante de los fieles: los pobres comerán hasta saciarse y los que buscan al Señor lo alabarán. ¡Que sus corazones vivan para siempre! R. Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia. R. Porque sólo el Señor es rey y él gobierna a las naciones. Todos los que duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia; todos los que bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante él, y los que no tienen vida glorificarán su poder. R. Hablarán del Señor a la generación futura, anunciarán su justicia a los que nacerán después, porque esta es la obra del Señor. R.

Todos se ponen de pie. El que guía la oración dice: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Juan 18, 1 – 19, 42 Pueden intervenir varios miembros de la familia: el que guía dice lo que está señalado con X alguien más lo que está señalado con C y alguien más o el resto a una voz lo señalado con S.

C En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:

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X “¿A quién buscan?”

C Le contestaron:

S “A Jesús, el nazareno”.

C Les dijo Jesús:

X “Yo soy”.

C Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar:

X “¿A quién buscan?”

C Ellos dijeron:

S “A Jesús, el nazareno”.

C Jesús contestó:

X “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”.

C Así se cumplió lo que Jesús había dicho: 'No he perdido a ninguno de los que me diste'. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco.

Dijo entonces Jesús a Pedro:

X “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”

C El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: 'Conviene que muera un solo hombre por el pueblo'. Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús.

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Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro.

La portera dijo entonces a Pedro:

S “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?”

C Él dijo:

S “No lo soy”.

C Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:

X “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.

C Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole:

S “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C Jesús le respondió:

Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:

X “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

S “¿No eres tú también uno de sus discípulos?”

C Él lo negó diciendo:

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S “No lo soy”

C Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo:

S “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?”

C Pedro volvió a negarlo y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo:

S “¿De qué acusan a este hombre?”

C Le contestaron:

S “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”.

C Pilato les dijo:

S “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”.

C Los judíos le respondieron:

S “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”.

C Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C Jesús le contestó:

X “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”

C Pilato le respondió:

S “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué es lo que has hecho?”

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C Jesús le contestó:

X “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.

C Pilato le dijo:

S “¿Conque tú eres rey?”

C Jesús le contestó:

X “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.

C Pilato le dijo:

S “¿Y qué es la verdad?”

C Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:

S “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?”

C Pero todos ellos gritaron:

S “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!”

C (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían:

S “¡Viva el rey de los judíos!”,

C y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”.

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C Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S “Aquí está el hombre”.

C Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:

S “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C Pilato les dijo:

S “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”.

C Los judíos le contestaron:

S “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”.

C Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S “¿De dónde eres tú?”

C Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces:

S “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C Jesús le contestó:

X “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”.

C Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!”

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C Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman ‘el Enlosado’ (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía.

Y dijo Pilato a los judíos:

S “Aquí tienen a su rey”.

C Ellos gritaron:

S “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!”

C Pilato les dijo:

S “¿A su rey voy a crucificar?”

C Contestaron los sumos sacerdotes:

S “No tenemos más rey que el César”.

C Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:

S “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho: Soy rey de los judíos’ ”.

C Pilato les contestó:

S “Lo escrito, escrito está “.

C Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron:

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S “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”.

C Así se cumplió lo que dice la Escritura: 'Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica'. Y eso hicieron los soldados.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:

X “Mujer, ahí está tu hijo”.

C Luego dijo al discípulo:

X “Ahí está tu madre”.

C Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

X “Tengo sed”.

C Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:

X “Todo está cumplido”,

C e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)

C Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él.

Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

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El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: ‘No le quebrarán ningún hueso’; y en otro lugar la Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto Por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.

Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús. Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado.

Luego, el que guía, vuelto hacia la cruz, dice:

Guía: Miren el árbol de la cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo.

Todos se arrodillan delante de la cruz o crucifijo, y responden:

Vayamos y adoremosle

El que guía la oración va diciendo:

I. Por la santa Iglesia

Guía: Oremos, familia, por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, a proteja en todo el mundo y nos conceda una vida serena, para alabar a Dios Padre todopoderoso.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

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II. Por el Papa

Guía: Oremos también por nuestro santo padre el Papa Francisco, para que Dios nuestro Señor, que lo eligió entre los obispos, lo asista y proteja para bien de su Iglesia, como guía y pastor del pueblo santo de Dios.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

III. Por el pueblo de Dios y sus ministros

Guía: Oremos también por nuestro obispo N. (se dice el nombre del Arzobispo/Obispo de la arquidiócesis/diócesis), por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

IV. Por los catecúmenos

Guía: Oremos también por los que se preparan para ser bautizados, para que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente y les comunique su amor y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo nuestro Señor.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

V. Por la unidad de los cristianos

Guía: Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor les conceda vivir sinceramente lo que profesan y se digne reunirlos para siempre en un solo rebaño, bajo un solo pastor.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

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VI. Por los judíos

Guía: Oremos también por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

VII. Por los que no creen en Cristo

Guía: Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan encontrar el camino de la salvación.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

VIII. Por los que no creen en Dios

Guía: Oremos también por los que no conocen a Dios, para que obren siempre con bondad y rectitud y puedan llegar así a conocer a Dios.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

IX. Por los gobernantes

Guía: Oremos también por los jefes de Estado y todos los responsables de los asuntos públicos, para que Dios nuestro Señor les inspire decisiones que promuevan el bien común, en un ambiente de paz y libertad.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

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X. Por los que se encuentran en alguna tribulación

Guía: Oremos, familia, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todas sus miserias, dé salud a los enfermos y pan a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haga justicia a los oprimidos, conceda seguridad a los que viajan, un pronto retorno a los que se encuentran lejos del hogar y la vida eterna a los moribundos.

Se ora un momento en silencio.

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

XI. Por los que sufren en tiempo de epidemia

Guía: Oremos también por todos los que sufren las consecuencias de la epidemia actual: para que Dios Padre conceda la salud a los enfermos, fortaleza al personal sanitario, consuelo a las familias y la salvación

Todos: Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor.

Entonces, todos se ponen de pie y recitan juntos:

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Dulce leño, dulces clavos. Dulce el fruto que nos dio.

Un solista: Canta, oh lengua jubilosa, el combate singular en que el Salvador del mundo inmolado en una cruz, con su sangre redentora a los hombres rescató.

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Un solista: Cuando Adán, movido a engaño comió el fruto del Edén, el Creador compadecido, desde entonces decretó que un árbol nos devolviera lo que un árbol nos quitó.

Todos: Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio.

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Un solista: Quiso, con sus propias armas, vencer Dios al seductor, la sabiduría a la astucia fiero duelo le aceptó, para hacer surgir la vida donde la muerte brotó.

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Un solista: Cuándo el tiempo hubo llegado, el Eterno nos envió a su Hijo desde el cielo, Dios eterno como él, que en el seno de una Virgen carne humana revistió.

Todos: Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio.

Un solista: Hecho un niño está llorando, de un pesebre en la estrechez. En Belén, la Virgen madre en pañales lo envolvió. He allí al Dios potente, pobre, débil, párvulo.

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Un solista: Cuando el cuerpo del Dios-Hombre alcanzó su plenitud, al tormento, libremente, cual cordero, se entregó, pues a ello vino al mundo a morir en una cruz.

Todos: Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio.

Un solista: Ya se enfrenta a la injurias, a los golpes y al rencor, ya la sangre está brotando de la fuente de salud. En qué río tan divino se ha lavado la creación.

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Un solista:

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Árbol santo, cruz excelsa, tu dureza ablanda ya, que tus ramas se dobleguen al morir el Redentor y en tu tronco suavizado, lo sostenga con piedad.

Todos: Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio.

Un solista: Feliz puerto preparaste para el mundo náufrago y el rescate presentaste para nuestra redención, pues la Sangre del Cordero en tus brazos se ofrendó.

Todos: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Elevemos jubilosos a la augusta Trinidad, nuestra gratitud inmensa, por su amor y redención, al eterno Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. Amén.

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Nuevamente todos se arrodillan delante de la cruz por unos instantes. A continuación, el que guía invita a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: El amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones con el Espíritu

Santo que nos ha dado; por eso llenos de fe y esperanza juntos digamos: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

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Comunión espiritual A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras: Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la

celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio.

C

J

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El que guía, continúa, diciendo: Guía: Señor, Dios nuestro,

que nos has salvado con la muerte y resurrección de tu Hijo, lleva a cabo en nosotros tu misericordia para vivamos siempre atentos en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Envíanos, Señor,

tu bendición, nosotros que esperamos celebrar la resurrección de tu Hijo, para que aumente nuestra fe y se consolide en nosotros tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El día de hoy la oración NO se concluye con la señal de la cruz.

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Viernes santo de la Pasión del señor Subsidio para orar en familia

Si no se ve la transmisión de la Celebración de la Pasión del Señor por la televisión u otro medio, s utiliza este esquema.

En un horario cerca de las tres de la tarde, la familia se congrega en el lugar previamente preparado y se colocan alrededor de la cruz con sus dos veladoras encendidas.

Monición inicial Guía: Hoy iniciamos, propiamente la celebración de la Pascua, pues Pascua

significa “paso”, el tránsito de Jesús, de la muerte a la Nueva Vida.

El viernes santo es el día más impresionante para el pueblo cristiano, porque el Siervo de Yahvé, Cristo Jesús, el que había venido no a ser servido sino a servir y dar su vida, ahora muestra su amor y su solidaridad hasta el fin: hasta morir en la Cruz.

Jesús, quien en la última cena se despojó del manto y lavó los pies a los suyos, ahora se humilla y se despoja hasta el extremo: entrega su vida. Jesús en la Cruz es el representante de todos los maltratados por la vida, los perseguidos, los fracasados, los injustamente juzgados y condenados de toda la historia. Su grito desgarrador “Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Es el grito de quien se ha hecho solidario con todos los débiles, los pobres y los pecadores.

Esta celebración que vivimos en familia comprende tres momentos: La Liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la Comunión espiritual. La iniciamos poniéndonos de rodilla y agradeciendo a Jesús por amarnos de manera incondicional.

Luego, se ponen de pie

Guía: Acuérdate, Señor, de tu gran misericordia, y santifica a tus siervos con tu constante protección, ya que por ellos Cristo, tu Hijo, derramando su sangre, instituyó el Misterio Pascual. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

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LITURGIA DE LA PALABRA Sentados El que guía dice:

Guía: En Jesús veremos cumplido lo que ahora nos anuncia el profeta. Escuchemos con atención.

Uno de los presentes lee: Del libro del profeta Isaías 52, 13–53, 12

e aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba desfigurado su

semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado.

¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados. Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.

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El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos, Señor. Otro de los presentes canta o recita: Del salmo 30

R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. En tus manos encomiendo mi espíritu y tú, mi Dios leal, me librarás. R.

Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y parientes de mí se espantan, los que me ven pasar huyen de mí. Estoy en el olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura. R.

Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que esperan en el Señor. R.

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Guía: Jesucristo es el mediador entre Dios y nosotros, escuchemos cómo ejerce su sacerdocio.

Otro de los presentes lee: De la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

ermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto,

no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.

Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con poderoso clamor y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos, Señor. Todos juntos cantan: R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

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El que guía dice: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1–19, 42

En aquel tiempo: Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.

Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?”. Le contestaron: “A Jesús, el nazareno”. Les dijo Jesús: “Yo soy”. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: “¿A quién buscan?”. Ellos dijeron: “A Jesús, el nazareno”. Jesús contestó: “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”. Si se ve conveniente, pueden sentarse mientras continúa la lectura

El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.

Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?”. Él dijo: “No lo soy”. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

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El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.

Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: “¿Así contestas al sumo sacerdote?”. Jesús le respondió: “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?”. Él lo negó diciendo: “No lo soy”. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?”. Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.

Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: “¿De qué acusan a este hombre?”. Le contestaron: “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”. Pilato les dijo: “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”. Los judíos le respondieron: “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”. Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?”. Jesús le contestó: “Tú lo has dicho.

Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “¿Y qué es la verdad?”.

Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?”. Pero todos ellos gritaron: “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!”. (El tal Barrabás era un bandido).

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Todos se ponen de pie.

Todos cantan: Tu reino es vida, te reino es verdad, tu reino es justicia, tu reino es paz, tu reino es gracia, tu reino es amor, venga a nosotros tu reino, Señor.

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: “¡Viva el rey de los judíos!”, y le daban de bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo: “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “Aquí está el hombre”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Pilato les dijo: “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”. Los judíos le contestaron: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”.

Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: “¿De dónde eres tú?”. Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”. Jesús le contestó: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”.

Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César”. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: “Aquí tienen a su rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!”. Pilato les dijo: “¿A su rey voy a crucificar?”. Contestaron los sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el César”. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucifica- ron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: “No escribas: ‘El rey de

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los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Soy rey de los judíos’”. Pilato les contestó: “Lo escrito, escrito está”.

Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Se hace una pausa en la lectura. Todos se arrodillan.

Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fue- ron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.

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Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.

Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

Guía: Hoy que nuestro Salvador se ha entregado por la salvación de todos, como mediador y sacerdote, ejercemos nuestro sacerdocio orando por las necesidades de la humanidad.

ORACIÓN DE LOS FIELES

1. Oremos por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, la proteja en toda la tierra, y nos conceda alabar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Todos oran en silencio por unos momentos.

2. Oremos por nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, para que Dios nuestro Señor, que lo eligió entre los obispos, lo asista con su gracia y lo libre de todo peligro, para bien de su santa Iglesia, a fin de que pueda seguir gobernando al pueblo santo de Dios.

Todos oran en silencio por unos momentos.

3. Por nuestro obispo/Arzobispo N., por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios, para que con la ayuda de tu gracia sea fiel en su misión de enseñar, guiar y santificar al pueblo de Dios.

Todos oran en silencio por unos momentos.

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4. Oremos también por los que se preparan para celebrar los sacramentos de iniciación cristiana, para que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente y les comunique su amor y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo nuestro Señor.

Todos oran en silencio por unos momentos.

5. Oremos por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor se digne congregar y custodiar en la única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad, bajo un solo Pastor.

Todos oran en silencio por unos momentos.

6. Oremos también por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza.

Todos oran en silencio por unos momentos.

7. Oremos por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan ellos encontrar el camino de la salvación.

Todos oran en silencio por unos momentos.

8. Oremos también por los que no conocen a Dios, para que obren siempre con bondad y rectitud y puedan llegar así a conocer al Dios verdadero.

Todos oran en silencio por unos momentos.

9. Oremos por todos los gobernantes de las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes y corazones, según su voluntad providente, hacia la paz verdadera y la libertad de todos.

Todos oran en silencio por unos momentos.

10. Oremos particularmente por los enfermos, por aquellos que se encuentran en cuarentena y por quienes la enfermedad les impide participar con nosotros en estas celebraciones, para que experimenten el consuelo del Señor y puedan volver a sus habituales ocupaciones.

Todos oran en silencio por unos momentos.

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11. Oremos por todos aquellos que en medio de esta emergencia han sufrido la pérdida de algún ser querido, para que la infinita misericordia de Dios les conceda el consuelo y la paz en medio de la tristeza y el dolor.

Todos oran en silencio por unos momentos.

12. Oremos finalmente por nuestros difuntos, especialmente por quienes han perdido la vida a causa de esta pandemia, para que el Padre de la misericordia y el Dios de todo consuelo los admita entre sus santos en el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.

Todos oran en silencio por unos momentos.

ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ Guía: Es el momento de contemplar a Jesús clavado en la Cruz, pues ha cerrado

sus ojos, tras haberse agotado en la lucha, ha completado todo lo que se había escrito de Él en la Biblia. Lo vemos desnudo, como expresión de su despojo y pobreza total. Es el momento de expresarle nuestra gratitud por su amor que nos redime, santifica y dignifica.

Cada uno pasa al centro donde está colocada una cruz o un crucifijo y hace la genuflexión.

Guía: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Todos cantan: Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de Cristo el Señor,

pues Él es nuestra salvación, nuestra vida y resurrección. Todos: Elevemos jubilosos a la augusta Trinidad, nuestra gratitud inmensa, por

su amor y redención, al eterno Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. Amén.

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COMUNIÓN ESPIRITUAL A continuación, el que guía invita a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: El amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones con el Espíritu

Santo que nos ha dado; por eso llenos de fe y esperanza juntos digamos: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras:

Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

C

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O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio. El que guía, continúa, diciendo: Guía: Dios todopoderoso y eterno,

que nos has redimido con la gloriosa muerte y resurrección de tu HijoJesucristo, prosigue en nosotros la obra de tu misericordia, para que, mediante nuestra participación en este misterio, permanezcamos dedicados a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Envíanos, Señor,

tu bendición, nosotros que esperamos celebrar la resurrección de tu Hijo, para que aumente nuestra fe y se consolide en nosotros tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El día de hoy la oración NO se concluye con la señal de la cruz.

J

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

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0

comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia El sábado santo

el Señor descendió a los infiernos

durante la emergencia sanitaria

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1

sábado santo Subsidio para orar en familia

La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Este momento de oración tendría lugar durante la mañana del Sábado Santo. El que guía, dice a los presentes:

Guía: Queridos hermanos: En este día nos reunimos con toda la Iglesia contempla la obra de la salvación de Dios en Jesucristo, su Hijo, que descendió a los infiernos para hacer que su salvación alcanzara a todos los hombres de todos los tiempos. Oremos contemplando el misterio de Cristo, verdadero hombre, que reposa en el sepulcro, y verdadero Dios, que hace llegar su salvación a todos los que habían muerto para que tuvieran vida.

Oremos juntos diciendo:

A Cristo, el Señor, que por nosotros murió, y por nosotros fue sepultado, vengan y adorémosle.

A continuación, uno de los presentes recita el Salmo 94:

Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R.

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. R.

Vengan, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

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2

Ojalá escuchen hoy su voz: «No endurezcan el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando los padres de ustedes me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. R.

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije: ‘Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso’». R.

Todos toman asiento. Uno de los presentes lee: Del libro del profeta Jeremías 20, 7-18

n aquellos días, exclamó Jeremías: «Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y

yo fui dominado. Ahora soy todo el día la irrisión y la burla de todo el mundo. Siempre que hablo tengo que proclamar: “¡Violencia! ¡Destrucción!” La palabra del Señor se ha vuelto para mí oprobio y befa todo el día. Yo dije: “No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre”; pero su palabra era en mis entrañas como fuego ardiente, encerrado en mi huesos; yo intentaba contenerlo, pero no podía. Oía las burlas de la gente: “Terror por doquier. Delátenlo, vamos a delatarlo.” Mis amigos acechaban mi traspié: “A ver si se descuida, y lo abatiremos y nos vengaremos de él.” Pero el Señor está conmigo, como fuerte guerrero; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avegonzarán de su fracaso con sonrojo perpetuo que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomes de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Canten al Señor, alaben al Señor, porque libra la vida del pobre de las manos de los impíos.

E

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3

Maldito el día en que fui engendrado, el día en que mi madre me parió no sea bendito. Maldito el hombre que anunció a mi padre: “Te ha nacido un varón”, dándole una gran alegría. Ojalá que hubiera sido ese día como las ciudades que el Señor destruyó sin compasión; que escuche gritos de alarma en la mañana y alaridos de guerra al mediodía. ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y fatigas y acabar mis días derrotado?» Todos juntos dicen: Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y lo sellaron. Y pusieron guardias para custodiarlo. El que leyó dice: Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de vigilar el sepulcro. Todos dicen: Y pusieron guardias para custodiarlo. Otro de los presentes lee: De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado (PG 43, 439. 451. 462-463) ¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos. En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él. El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

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Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos." Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa. Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto. Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido. Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti. Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios. Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.»

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Todos juntos dicen: ¡Se fue nuestro Pastor, la fuente de agua viva! A su paso el sol se oscureció. Hoy fue por él capturado el que tenía cautivo al primer hombre. Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte. El que leyó dice: Demolió las prisiones del abismo y destrozó el poder del enemigo. Todos dicen: Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte. Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado Luego, el que guía invita a todos a orar, diciendo: Guía: Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres

quiso morir y ser sepultado, para resucitar de entre los muertos. Uno de los presentes lee: - Oh Señor, que junto a tu cruz y a tu sepulcro tuviste a tu Madre dolorosa que

participó en tu aflicción, Todos: haz que tu pueblo sepa también participar en tu pasión.

- Señor Jesús, que como grano de trigo caíste en la tierra para morir y dar con

ello fruto abundante, Todos: haz que también nosotros sepamos morir al pecado y vivir para

Dios. - Oh Pastor de la Iglesia, que quisiste ocultarte en el sepulcro para dar la vida

a los hombres, Todos: haz que nosotros sepamos también vivir escondidos contigo en

Dios. - Nuevo Adán, que quisiste bajar al reino de la muerte, para librar a cuantos,

desde el origen del mundo, estaban encarcelados, Todos: haz que todos los hombres, muertos al pecado, escuchen tu voz y

vivan. - Cristo, Hijo de Dios vivo, que has querido que por el bautismo fuéramos

sepultados contigo en la muerte, Todos: haz que siguiéndote a ti caminemos también nosotros en novedad

de vida.

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El que guía dice: Guía: Movidos por el espíritu filial que Cristo nos mereció con su muerte,

digamos juntos al Padre, diciendo: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

El que guía, continúa, diciendo: Guía: Dios todopoderoso,

cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Envíanos, Señor,

tu bendición, nosotros que esperamos celebrar la resurrección de tu Hijo, para que aumente nuestra fe y se consolide en nosotros tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El día de hoy la oración NO se concluye con la señal de la cruz.

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

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0

comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia

El domingo de Pascua de la resurrección del Señor

durante la emergencia sanitaria

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solemne Vigilia en la Noche santa Subsidio para orar en familia

La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Este momento de oración se realiza cuando ya ha caído la noche del sábado 11 de abril. Será conveniente que donde se reúnan para orar sea delante de una cruz o crucifijo, preferentemente con una vela a cada lado de ella. Para iniciar, las luces del lugar donde se reunieron estarán apagadas. Se tiene un pabilo o una pequeña vela encendida. Es conveniente que todos los demás cuenten con sus propias velas. Todos se colocan alrededor del cirio pascual de la familia. El que guía, dice a los presentes:

Guía: Queridos hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia nos invita a todos sus hijos a que nos reúnamos para velar en oración. Así, pues, en oración, celebremos la Pascua del Señor, lo haremos escuchando su Palabra y renovando nuesras promesas bautismales, mientras esperamos poder participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre en Dios.

Se enciende el cirio pascual; El que guía dice en tono solemne:

Guía: Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu.

Si los demás tienen velas, las encienden del cirio pascual. Entonces, se encienden las luces del lugar donde se encuentran reunidos. A continuación, uno de los presentes da el solemne anuncio de Pascua:

Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo y, por la victoria de rey tan poderoso que las trompetas anuncien la salvación.

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Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.

Alégrese también nuestra madre la Iglesia revestida de luz tan brillante; resuene este recinto con las aclamaciones del pueblo.

En es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo.

Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán, y ha borrado con su sangre inmaculada la condena del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie, sin mojarse, el Mar Rojo.

Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado.

Ésta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos.

Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo.

¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!

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Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó del abismo.

Ésta es la noche de la que estaba escrito: “Será la noche clara como el día,

la noche iluminada por mi gozo”.

Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos.

En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas.

Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, que arde en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa.

¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!

Te rogamos, Señor, que este cirio consagrado a tu nombre para destruir la oscuridad de esta noche arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo.

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Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, Jesucristo, tu Hijo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

El que guía exhorta a los presentes, diciendo: Guía: Queridos hermanos, hemos dado inicio a esta Vigilia de oración por la

Resurrección del Señor. Escuchemos atentamente a Dios que nos habla en su Palabra. Meditaremos cómo, ya desde antiguo, Dios salvó a su pueblo y, en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera. Oraremos pidiendo a Dios que lleve a su plenitud en nosotros la obra de la redención realizada por el Misterio pascual de su Hijo.

Todos toman asiento y, si las tenían, apagan sus velas. Uno de los presentes lee: Del libro del Éxodo 14, 15 – 16, 1

n aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende

tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor”.

El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche.

E

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Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar.

Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios: "Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto".

Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes” y extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con ellas, ron a sus y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del faraón, que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó.

Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor: Todos juntos comienzan a cantar o recitar:

Cantemos al Señor, sublime es su victoria. (bis)

Un solista canta o recita, mientras todos responden con el coro:

Cantad al Señor, pues se cubrió de gloria, los carros y caballos arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, Él es mi salvación. R.

Él es mi Dios, y yo le alabaré, es el Dios de mis padres; yo le cantaré. Él Señor es un guerreros, su nombre es el Señor, él es nuestra salvación. R.

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Los carros y jinetes del faraón de Egipto, la flor de sus guerreros arrojó en el mar; cayeron hasta el fondo, las olas los cubrieron. Qué grande es el Señor! R.

Tu diestra Señor, relumbra por su fuerza. Tu diestra, Señor, derrota al enemigo. Guiaste con tu amor al pueblo que rescataste, Hasta tu morada. R.

¿Quién como tú, Señor, entre los grandes? ¿Quién como tú, sublime en santidad, grandioso en prodigios, autor de maravillas? Tú eres el Salvador! R.

Después de un momento de silencio, otro de los presentes lee:

Del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28

n aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: “Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la

mancharon con su conducta y. con sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a las que fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: ‘Este es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra’.

Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel: ‘Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad.

Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.

E

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Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuev; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’ ”. Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor. El mismo lector u otro solista canta o recita el Salmo: De los Salmos 41 y 42

R. Estoy sediento del Dios que da la vida.

Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío.

Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible Ver de nuevo su templo?

Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios.

Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas.

Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara.

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Después de un momento de silencio, otro de los presentes lee:

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos 6, 3-11

ermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el

bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.

Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.

Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado e entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios.

Todos: Te alabamos, Señor.

Todos se ponen de pie. El mismo lector u otro solista canta o recita el Salmo: Del Salmo 117

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. R.

H

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La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo, para contar lo que el Señor ha hecho. R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. R.

Entonces, el que guía la oración lee: Del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10

ranscurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo

un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se

sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán'. Eso es todo"

Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús le salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán".

Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado.

Nuevamente, se colocan entorno al cirio pascual, y, si los presentes las tienen, con sus velas encendidas.

El que guía, exhorta a los presentes, diciendo:

T

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Guía: Queridos hermanos, por medio del Bautismo, hemos sido hechos participes del Misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del Bautismo, hemos sido sepultados junto con él en su muerte para resucitar junto con él a la vida nueva y eterna. Así, celebrar la Pascua del Señor es celebrar nuestra propia Pascua. Por eso, después de haber prepararnos duerante la Cuaresma para celebrar la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a servir a Dios, en la santa Iglesia católica.

Renovemos, pues, nuestras promesas bautismales, diciendo juntos:

Renuncio a satanás, a todas sus obras y a todos sus seducciones.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén.

El que guía concluye, diciendo:

Guía: Pidamos a Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado

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y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, que nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna.

Todos: Amén. Luego, el que guía, invita a orar, diciendo: Guía: Habiendo renovado nuestras promesas bautismales, queriendo participar

plenamente renovados en la vida nueva que Cristo nos ha dado, oremos al Señor, llenos de confianza, diciendo:

R. Señor, tú eres nuestro Dios y salvador.

1. Porque hemos muerto al pecado contigo y por eso hemos renunciado a seguir viviendo bajo su infuencia. R.

2. Porque hemos resucitado contigo a la vida nueva y por eso prometemos vivir como hijos de Dios. R.

3. Porque nos has hecho Templo vivo del Espíritu para que seamos tus adoradores en espíritu y en verdad. R.

4. Porque nos has ungido sacerdotes como tú para que ofrezcamos cada día nuestras propias vidas como sacrificio agradable al Padre. R.

5. Porque nos has ungido profetas para que nuestras obras hablen de ti y den gloria al Padre que está en los cielos. R.

6. Porque nos has unigdo reyes para que sirviéndote a ti en nuestro

próximo demos fruto para la vida eterna. R.

7. Porque nos has revestido de tu misma vida para que la conservemos sin mancha hasta la vida eterna. R.

8. Porque nos has dado la luz de la vida para que tu luz brille entre los hombres. R.

9. En estos momentos de emergencia. R.

A continuación, el que guía invita a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: Ahora, juntos, como hijos de Dios que somos, oremos al Padre como el

mismo Hijo de Dios nos ha enseñado: Y todos juntos dicen:

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Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Comunión espiritual

A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras: Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la

celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

C

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O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio. El que guía, continúa, diciendo: Guía: Tu Espíritu, Señor,

por el cual nos has renovado en el Bautismo, avive en nosotros el deseo de poder pronto participar nuevamente de tus sacramentos pascuales y vivir siempre unidos en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Tu bendidión, Señor,

nos guarde siempre del pecado, para que, habiendo sido renovados por ti y habiendo renacido a la vida eterna, tu gracia nor permita llegar a la alegría de la Pascua eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos trazan el signo de la cruz mientras el guía continúa diciendo: Guía: Demos gracias al Señor, porque es bueno. Aleluya, aleluya. Todos: Porque es eterna su misericordia. Aleluya, aleluya.

J

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.

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comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica

Subsidio para orar en familia

El domingo de Pascua de la resurrección del Señor

durante la emergencia sanitaria

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domingo de Pascua

de la Resurrección del señor Subsidio para orar en familia

Este momento de oración tiene lugar a cualquier hora del Domingo 12 de abril. La celebración en familia puede ser guiada por el papá o la mamá, o el miembro que haga cabeza en la familia. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Guía: Bendigamos a Dios Padre,

que nos reúne en nombre de Cristo para que unidos con toda la Iglesia estemos en comunión los unos con los otros por la fuerza de su Espíritu Santo.

Todos: Bendito seas por siempre, Señor. Guía: Queridos hermanos, Jesucristo murió por nosotros, y con su muerte dio

muerte a nuestra muerte, y con su resurrección nos ha dado vida nueva. Esta vida es un regalo que Dios nos dio en el día de nuestro Bautismo y nos lo ha conservado hasta el día de hoy. Así, pues, al celebrar la Resurrección del Señor queremos celebrar nuestra propia resurrección en ese día, personal para cada uno de nosotros.

Llenos de alegría por este don del Señor, juntos oremos con el Salmo 117, cantando:

Éste es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. ¡Aleluya, aleluya!

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Que lo diga la casa de Israel: “es eterna su misericordia”. Que lo diga la casa de Aarón: “es eterna su misericordia”. Que lo digan los fieles del Señor: “es eterna su misericordia”. R.

Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es poderosa; es excelsa la diestra del Señor”. “La diestra del Señor es poderosa; es excelsa la diestra del Señor”. R.

Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Yo no he de morir, yo viviré para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que el cantero desechó es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, esto ha sido un milagro patente. Te doy gracias porque me escuchaste, porque fuiste mi salvación. R.

Entonces el que guía dice: Del Evangelio según san Mateo 28, 1-10

ranscurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo

un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho.

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Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán’. Eso es todo”.

Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús. Luego el que guía invita a los presentes a guardar un momento de silencio para interiorizar el Evangelio escuchado. Enseguida, juntos hacen la profesión de fe, que conviene se haga con el “de los Apóstoles”, que nos recuerda particularmente nuestras promesas bautismales y por lo tanto la gracia de nuestro Bautismo que queremos renovar en esta Pascua. Si tienen sus velas, las encienden en este momento, especialmente si tienen el cirio pascual utilizado en la Vigilia de oración en la Noche santa.

Guía: Queridos hermanos, por medio del Bautismo, hemos sido hechos participes del Misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del Bautismo, hemos sido sepultados junto con él en su muerte para resucitar junto con él a la vida nueva y eterna. Así, celebrar la Pascua del Señor es celebrar nuestra propia Pascua. Por eso, después de haber prepararnos duerante la Cuaresma para celebrar la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a servir a Dios, en la santa Iglesia católica.

Renovemos, pues, nuestras promesas bautismales, diciendo juntos:

Renuncio a satanás, a todas sus obras y a todos sus seducciones.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

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Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén.

El que guía concluye, diciendo:

Guía: Pidamos a Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, que nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna.

Todos: Amén. Luego, el que guía, invita a orar, diciendo: Guía: Habiendo renovado nuestras promesas bautismales, queriendo participar

plenamente renovados en la vida nueva que Cristo nos ha dado, oremos al Señor, llenos de confianza, diciendo:

R. Señor, tú eres nuestro Dios y salvador.

1. Porque hemos muerto al pecado contigo y por eso hemos renunciado a seguir viviendo bajo su infuencia. R.

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2. Porque hemos resucitado contigo a la vida nueva y por eso prometemos vivir como hijos de Dios. R.

3. Porque nos has hecho Templo vivo del Espíritu para que seamos tus adoradores en espíritu y en verdad. R.

4. Porque nos has ungido sacerdotes como tú para que ofrezcamos cada día nuestras propias vidas como sacrificio agradable al Padre. R.

5. Porque nos has ungido profetas para que nuestras obras hablen de ti y den gloria al Padre que está en los cielos. R.

6. Porque nos has unigdo reyes para que sirviéndote a ti en nuestro

próximo demos fruto para la vida eterna. R.

7. Porque nos has revestido de tu misma vida para que la conservemos sin mancha hasta la vida eterna. R.

8. Porque nos has dado la luz de la vida para que tu luz brille entre los hombres. R.

9. En estos momentos de emergencia. R.

A continuación, el que guía invita a que todos oren con la Oración del Señor, diciendo: Guía: Ahora, juntos, como hijos de Dios que somos, oremos al Padre como el

mismo Hijo de Dios nos ha enseñado: Y todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

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Comunión espiritual A continuación, el que guía puede invitar a hacer la comunión espiritual, con estas palabras: Guía: Es importante recordar que la “la más perfecta participación en la

celebración eucarística es la Comunión sacramental recibida dentro de la misa” y que, por lo tanto, la Comunión espiritual que “es una práctica de devoción eucarística y que consiste en el deseo ardiente de decirle a Jesucristo cuánto queremos recibirle en nuestro interior”, a diferencia de la comunión sacramental, ésta viene a ser un acto de deseo, que requiere nuestra disposición interna que debe contribuir eficazmente en nosotros para aumentar la sed de Dios y disponernos para que pronto lo recibamos sacramentalmente.

Por ello, con este firme deseo, digamos juntos:

reo, Jesús mío, que estás verdaderamente

en el Santísimo Sacramento del altar; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi interior. Pero ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya hubiera comulgado, te abrazo y me uno todo a ti. Señor, no permitas que me separe de ti.

O bien, esta otra:

esús, ya te extraño; aunque deseo comulgar en este momento,

tengo que esperar hasta que pueda participar en la Eucaristía, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón.

Y todos guardan un momento de silencio.

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Luego, todos juntos cantan o recitan la secuencia:

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?

A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.

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El que guía, continúa, diciendo: Guía: Señor, Padre nuestro,

pedimos que tu amor nos acompañe y proteja siempre, y que pudiendo participar de tus sacramentos podamos llegar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén. Finalmente, el que guía, invoca la bendición de Dios para los allí presentes, diciendo: Guía: Tu bendidión, Señor,

nos guarde siempre del pecado, para que, habiendo sido renovados por ti y habiendo renacido a la vida eterna, tu gracia nor permita llegar a la alegría de la Pascua eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos trazan el signo de la cruz mientras el guía continúa diciendo: Guía: Demos gracias al Señor, porque es bueno. Aleluya, aleluya. Todos: Porque es eterna su misericordia. Aleluya, aleluya.

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oración del Papa Francisco

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría

y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro,

oh Virgen gloriosa y bendita.