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BOLETÍN ESPECIAL SEPTIEMBRE 2013
BIBLIOTECA DE ORIENTACIÓN LACANIANA DE CASTILLA Y LEÓN
PSICOANÁLISIS Y JUSTICIA SOCIAL
(1918-1938)
Editorial Gredos
En 1918, con las catastróficas
consecuencias de la Primera Guerra
Mundial materializándose en los países
derrotados, Sigmund Freud manifestó
públicamente la necesidad de establecer
centros sanitarios gratuitos para atender
a aquellos pacientes que carecían de
recursos para costearse un tratamiento.
La iniciativa de abrir establecimientos de
estas características no tardó en
germinar en el seno de la comunidad
psicoanalítica de Viena, y tanto Freud
como otros especialistas pioneros le
prestaron su apoyo ideológico, político e
incluso económico. Este cambio médico
socialmente revolucionario es el origen
del libro Psicoanálisis y justicia social, un
exhaustivo relato sobre estos decisivos años de desarrollo de la medicina
psicoanalítica en su vertiente más solidaria, que la habilidad de Elizabeth Ann
Danto convierte en una reveladora crónica de apasionante lectura.
Elizabeth Ann Danto, especialista en trabajo social y en historia de la salud
mental, es actualmente profesora en el Hunter College de la Universidad de Nueva
York, donde imparte clases de trabajo social centradas en aspectos clínicos. Es
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autora de dos libros, Psicoanálisis y justicia social (2005) e Historical Research
(2008), además de numerosos artículos en revistas especializadas sobre
diferentes facetas de historia de la medicina.
“La meticulosa investigación de Danto establece una narración detallada de la
propagación de estas clínicas psicoanalíticas, centrándose en la labor pionera,
idealista y socialmente comprometida de Freud, hasta el punto de casi hacer
desaparecer su legendario pesimismo cultural” London Review of Books.
“El estimulante libro de Elizabeth Ann Danto se centra en destacar a una
generación de analistas que trató de llegar a las raíces de la miseria humana”
Times Literary Supplement
“El libro de Danto acabará convirtiéndose en una obra clásica de la historia del
Pensamiento Psicoanalítico”
Psychoanalytic Social Work
http://www.editorialgredos.com/mente_salud_y_sociedad/_308_psicoanalisis_justicia_social
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Ecos de la lectura de Psicoanálisis y Justicia
Social
Virginia González Diez (Palencia)
Diplomada Trabajo Social / Estudiante de Psicología
Evocando recuerdos de mi etapa como estudiante de Trabajo Social, me vienen a la
mente frases como “hoy en día el psicoanálisis está desfasado, ni siquiera merece
la pena que veamos nada de Freud, vamos a estudiar cosas más prácticas…”. Por
supuesto, ni hablar de Lacan, quien seguiría siendo un gran desconocido para
muchos si no se llevasen a cabo actividades abiertas a la ciudad.
Con una base de estudio universitario tan poco sólida y desprovista de críticas
fundamentadas hacia el psicoanálisis, es muy complicado que hoy en día los
trabajadores/as sociales y profesionales afines se interesen motu proprio por la
lectura de libros relacionados con este tema. Especialmente porque sólo han
aprendido que la historia de su profesión es un recorrido que va desde la obra de
Luis Vives a Mary Ellen Richmond, ignorando la contribución del psicoanálisis al
bienestar social.
Pues bien, algunos se llevarán una sorpresa sobre este debate que acabo de abrir si
leen el libro titulado Psicoanálisis y justicia social de Elizabeth Ann Danto, publicado
por la Editorial Gredos. Sus páginas nos sitúan en 1918 cuando Freud empieza una
lucha para que “el hombre pobre tuviese derecho a la asistencia mental igual que
tenía derecho a la cirugía que salvaba vidas”.
El libro hace un exhaustivo recorrido de cómo el psicoanálisis influye en el bienestar
social, y de los avances que se lograron tanto en la atención de las clases más
desfavorecidas de la sociedad como de los niños. Los pacientes eran atendidos
gratuitamente con la misma calidad del tratamiento privado en centros como el
Poliklinik, en este caso el primer centro psicoanalítico ambulatorio constituido para
tal fin en Berlín.
La finalidad de estos centros no era la caridad, ya que el psicoanálisis cambió el
paradigma estigmatizador de la misma por lo que conocemos como servicio social,
siendo su idea cultivar la buena higiene mental en la infancia para producir adultos
sanos. Este cambio de mentalidad junto al análisis era visto como algo normal en la
Viena de los años 20, siendo natural que los maestros tomaran contacto con el
análisis y que en las renovadas escuelas públicas laicas la memorización pasiva se
reemplazase por la enseñanza práctica y la creatividad. De este modo el
psicoanálisis encontró su lugar en la educación, la crianza y los centros de
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asistencia a la familia y a la mujer, llegando a poner en práctica el tratamiento con
niños en su propio hogar (actividad adoptada por el Trabajo Social, profesión
emergente entonces). La influencia del psicoanálisis freudiano en el bienestar social
alcanzó tal envergadura que hoy en día todavía se muestra de actualidad, ejemplo
de ello es la legitimación del derecho individual del niño, al margen de la familia, de
ser protegido por el Estado. De este modo, los niños comenzaron a ser tratados
como individuos con sus propios derechos, no como versiones en miniatura de los
adultos.
Todos estos avances y muchos más, se pueden leer de manera muy detallada en el
libro de Ann Danto, donde también se describen los diferentes puntos de vista de
los psicoanalistas de la época, y la influencia del entramado socio-histórico en el
alcance de la justicia social.
Para finalizar, les dejo esta perla que resume la esencia del libro: “El analista debe
escuchar a sus pacientes porque solo ellos entienden en verdad cómo el
psicoanálisis fomenta el bienestar social”.
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Novedad Librería Editorial Paidós
Jacques-Alain Miller: Piezas sueltas
Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller
Texto establecido por Graciela Brodsky
Traducción Gerardo Arenas Editorial Paidos Buenos Aires 2013
Jacques-Alain Miller muchas veces ha
extraído pequeñas frases de la enseñanza de
Lacan, algunas pronunciadas o escritas una
sola vez, y al desarrollarlas ha mostrado
cómo ellas encerraban profundas
consecuencias para el psicoanálisis. En
algunos casos las ha elevado al nivel de
conceptos que nos resultan ya ineludibles: el
atravesamiento del fantasma, la
identificación al síntoma, por ejemplo. Al
contrario, cuando forjó la pareja "partenaire-
síntoma" él mismo señaló, en algún lugar de
ese curso, que eso no estaba en Lacan ni una sola vez, que no era una referencia
capaz de ser situada. Sin embargo, una vez que la formuló se hace evidente que
esa pareja se deduce de la enseñanza de Lacan.
"Piezas sueltas" no es ni una cosa ni la otra. Esa expresión puede encontrarse en el
seminario La angustia, pero aquí es sacada de ese contexto y usada para otra cosa,
como una pieza suelta precisamente, cumpliendo en acto la función novedosa que
ha tenido a partir de ese momento en la Orientación Lacaniana. La extrae, la
arranca de un momento de la enseñanza de Lacan, la incrusta en otro plano, la
vuelve útil para otra cosa, le da un brillo que la hace notable y la convierte en un
instrumento para leer al Joyce que Lacan construye.
Con esas "piezas sueltas" lee e interpreta , pero tambien se deja poseer por El
sinthome, ese "desconcertante" y "perturbador" seminario. Las diferencias entre
síntoma y sinthome, la disyunción entre lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real –que
de ser órdenes pasan a ser verdaderas piezas sueltas– y sus consecuencias, la
dimisión del Padre, el énfasis puesto por Lacan en la nominación en desmedro de la
comunicación, el encuentro entre lalengua y el cuerpo como marca indeleble a la
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que el sinthome da consistencia, el cuerpo mismo hecho de piezas sueltas, y la
necesaria reformulación de la interpretación cuando el síntoma ya no responde, son
solo algunos de los temas que exploran estas clases.
Miller atrapa aquí la aspiración de Lacan de reducir el síntoma a una pieza suelta
fuera-de-sentido y con un uso renovado. En 2004, en medio del furor borromeo, de
la confusión y del enredo, con algunas piezas sueltas Miller muestra por dónde
avanza, no solo la enseñanza del último Lacan, sino el psicoanálisis mismo, "al
menos el que Lacan practicaba". Es un curso formidable.
Mauricio Tarrab
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Las clínicas gratuitas de Freud: psicoanalisis y
justicia social 1918-38
Claudine Foos (Madrid)
Publicado en el Blog ELP el 16 de Octubre de 2007:
http://www.blogelp.com/index.php/las_clinicas_gratuitas_de_freud_psicoana
Las clínicas gratuitas de Freud:
psicoanalisis y justicia social 1918-38
Elizabeth Ann Danto
Artículo publicado en London Review of Books el
6 de octubre de 2005. Recensión de Christopher
Turner del libro Freud's Free Clinics:
Psychoanalisis and Social Justice 1918-38,
autora Elizabeth Ann Danto editado por
Columbia, 348 páginas. Traducción : Carlos
Schwartz.
Elizabeth Ann Danto
Primera parte:
En 1918, Sigmund Freud dio una
conferencia en el Quinto Congreso
Internacional de Psicoanálisis en
Budapest. Fue dos meses antes del
armisticio, pero miró hacia el futuro
más que alojarse en los obvios
descontentos de la civilización: “La
conciencia de la sociedad
despertará”, dijo a su audiencia, “y
le recordará que el más pobre de los
hombres debería tener tanto derecho a la asistencia para su mente como tiene en
la actualidad respecto de la ayuda salvífica de la cirugía”. Para tal fin, Freud, más
en el estilo de un reformador de la salud pública que un psicoanalista, urgió a sus
seguidores que crearan “instituciones, o clínicas para pacientes externos (...) en las
que el tratamiento deberá ser gratuito”.
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Ansioso de contribuir a un mundo mejor en la posguerra, Freud tenía la expectativa
de que algún día estas clínicas caritativas fuesen financiadas por el estado -"las
neurosis", insistía, “amenazan a la salud pública no menos que la tuberculosis”.
Max Eitingon, el psicoanalista que fundó la primera de estas clínicas, escribió más
tarde que Freud había hablado “en
parte como profecía y en parte como
reto”.
No pensamos acerca de Freud en los
términos de un militante trabajador
social, sino más bien como alguien
más probablemente ocupado en
excavar en las mentes de personas
ricas ociosas y retorcidas. El
psicoanalista Karl Abraham se
quejaba precisamente de este tipo
de clientela en una carta a Freud
escrita antes del comienzo de la
primera guerra mundial: “Mi
experiencia es que hasta el momento
hay un solo tipo de pacientes que
buscan tratamiento -hombres
solteros con dinero heredado”. Pero
en las clínicas gratuitas de Freud,
Elizabeth Danto muestra que gracias al discurso de Freud en Budapest y a la
entusiasta respuesta al mismo, “entre 1918 y 1938 el psicoanálisis no sólo no era
impracticable para los trabajadores, ni rígidamente estructurado, ni un lujo por
duración”. Durante los años de entre guerras, una docena de clínicas fueron
abiertas en siete países y diez ciudades, desde Londres hasta Zagreb.
La meticulosa investigación de Danto, año por año, sobre la extensión de estas
clínicas psicoanalíticas, se centra en el lado socialmente comprometido, idealista,
pionero casi hasta la exclusión de su legendario pesimismo cultural. Alguna vez
admitió que había pensado en convertirse en político, afirmando que su amigo de
colegio Heinrich Braun, un prominente socialista en sus años posteriores, “despertó
en mi un sinnúmero de tendencias revolucionarias”. Los Habsburgos, escribió a su
colega Sandor Ferenczi, “lo único que dejaron tras de si fue un montón de basura”.
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En la Viena roja de posguerra, Freud volcó su peso en favor de los
socialdemócratas, usando cualquier influencia que estuviera a su alcance para
ayudar a políticos como Julius, el anatomista de la Universidad que, como jefe de la
Oficina Pública de Bienestar Social, aplicó su experiencia quirúrgica al cuerpo
político de Austria. Mientras los conservadores Cristiano Socialistas protestaban por
el “sadismo fiscal”, Viena bajo el SDP se convirtió en un modelo de bienestar social,
con un envidiable programa de viviendas públicas y servicios de salud pública.
Freud, a su turno, inspiró el “revolucionismo” ("revolucionismo" era un término
suyo) de una segunda generación de psicoanalistas, que fueron los profesionales a
cargo de las clínicas gratuitas. Estos incluían a Helen Deustch, Wilhelm Reich, Otto
Fenichel, Edith Jacobson y Karen Horney. Compartían simpatías marxistas y se
reunían en el seminario radical “Seminario Infantil”, denominado así no porque se
ocupara del psicoanálisis con niños sino porque a Fenichel le gustaba pensar acerca
de los psicoanalistas como “niños malos”.
Segunda parte:
Publicado en el Blog ELP el 29 de Octubre de 2007:
http://www.blogelp.com/index.php/las_clinicas_gratuitas_de_freud_psicoana_1
Eran “un grupo inteligente y lleno de vida” recuerda Jacobson, y creían que el
psicoanálisis podía jugar un papel utópico, liberando, a aquellos que trataba, de la
represión sexual y social.
Reich, el autoproclamado líder del grupo, dudaba de que “la burguesía pudiera
convivir con el psicoanálisis durante cierto tiempo sin sufrir perjuicios”.
En los años de 1920 y 1930, sugiere Danto, “los analistas se consideraban a sí
mismos como agentes de cambio social para los que el psicoanálisis era un reto a
los códigos políticos convencionales, una misión social más que una disciplina
médica”.
Es por lo tanto enigmático que la “historia del activismo político en el psicoanálisis
se haya mantenido oculta de la luz pública“*, mientras que la escuela de Frankfurt,
que incorporó a la Sociedad Psicoanalítica de Frankfurt y a las tres clínicas
establecidas en 1929, es muy a menudo celebrada por su fusión de la sociología
con el psicoanálisis. Personalidades como Reich y Fenichel se mantienen a la
sombra de Horkheimer y Adorno, a pesar de haber sido los primeros en casar Marx
con Freud al servicio de lo que Reich llamaría la “revolución sexual”.
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El periódico de los socialistas alemanes (Partido Socialista Alemán, SPD), Die
Stunde, hacía mofa de ellos por aquel entonces por mezclar “el chocolate literario
con el ajo económico” y por confundir “materialismo histórico con materialismo
histérico”.
La primera de las clínicas gratuitas de Freud la establecieron en Berlín en 1920 dos
miembros de su círculo íntimo: Max Eitingon, quien había dirigido los
departamentos psiquiátricos de varios hospitales militares húngaros durante la
guerra, y Ernst Simmel, quien había sido director de un hospital prusiano para
soldados afectados por explosiones de bombas.
Casi todos los psicoanalistas que concurrieron a la conferencia de Budapest en
1918 vestían uniforme militar por haber sido reclutados como médicos militares. La
Policlínica de Berlín puede ser vista como su intento de adaptar el intenso y
sobredemandado tratamiento de las
“neurosis de guerra” a la vida civil.
Pese a que era demasiado viejo
como para ser incorporado a filas, a
Freud le gustaba usar lenguaje de
combate: en su ensayo de 1926
“Psicoanálisis profano”, en el cual
aspiraba a seguir construyendo a
partir del éxito de su Conferencia de
Budapest, Freud imaginaba que los
trabajadores sociales podrían
“movilizar un cuerpo para dar batalla
a las neurosis desatadas por nuestra
civilización”.
(cuadro de Lucien Freud, hijo de
Ernst Freud).
La Policlínica fue un modesto puesto
de avanzada para la campaña de
Freud contra las enfermedades
nerviosas; ocupaba la cuarta planta
de un poco significativo bloque de apartamentos y tenía sólo cinco habitaciones.
Ernesto, el hijo arquitecto de Freud, que había trabajado con Adolf Loos, diseñó el
interior espartano. Había un gran salón de conferencias que hacía las veces de sala
de espera, con oscuros suelos de madera, una pizarra y cuarenta sillas; cuatro
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consultas se abrían sobre aquél a través de puertas dobles insonorizadas,
decoradas con buen gusto con grandes cortinados, retratos de Freud y un sencillo
diván de caña. Un paciente reaccionando ante la aparente ausencia de parafernalia
médica se marchó decepcionado murmurando: ”¿No hay lámparas ultravioleta?”.
Eitingon, quien procedía de una rica familia dedicada al comercio de pieles, sufragó
los gastos de la clínica (ya había asumido las significativas deudas de la Asociación
Psicoanalítica Internacional). Danto lo describe como “un hombre pequeño de
rostro redondo y pelo corto y oscuro prolijamente peinado a un costado, un bigote
bien recortado y un aire de perplejidad”, “que no era conocido por su perspicacia
clínica”. (Su colega Sandor Rado decía que era un hombre “totalmente inhibido y
sin trazas de originalidad o imaginación científica”.)
El equipo de seis se vio rápidamente sobrepasado por pacientes de todos los
orígenes sociales: el día de la inauguración tuvieron que dar 20 sesiones de
análisis. Se esperaba que obreros industriales, empleados de oficina, académicos,
artesanos, empleados domésticos, un director de banda de música, un arquitecto,
y la hija de un general pagaran, tal como definió Eitingon, “tanto o tan poco como
puedan o como piensen que pueden” para su tratamiento. La mayoría de los
pacientes de hecho hacían modestas contribuciones, evaluadas de acuerdo con sus
medios mediante una escala de entre 25 céntimos a 1 dólar (en dólares de 1926).
Los analizantes estadounidenses pagaban entre 5 y 10 dólares por sesión, lo que
compensaba holgadamente para las sesiones gratuitas que cada analista miembro
de la Sociedad Psicoanalítica de Berlín supuestamente debía donar a la Clínica.*
Desde su comienzo la Policlínica fue considerada como institución un buque
insignia, y tras su rápido éxito una nueva Clínica gratuita se abrió en la ciudad
natal de Freud.
El Ambulatorio de Viena fue iniciado en 1922 por Eduard Hitschmann, un
especialista en frigidez femenina -”uno de los héroes no reconocidos del
psicoanálisis”, según Danto- con la asistencia de Reich.
El Ambulatorio tenía un emplazamiento aun más deslucido que su pariente
modernista de Berlín; “como la vivienda de un portero en una propiedad opulenta”
de acuerdo a la descripción de Danto. El vetusto edificio de listones era compartido
con la Sociedad de Cardiólogos, cuyos miembros lo abandonaban por la tarde.
La entrada de emergencia para los enfermos con crisis cardíacas era usado por los
analistas como sala de reunión, y las cuatro plazas de ambulancias servían como
consultas compartidas. Una mesa de metal para reconocimientos con un incómodo
colchón de resortes servía de diván (los pacientes tenían que usar una escalera
para acostarse en él), y el analista se instalaba sobre un banco de madera.
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“Después de cinco sesiones sentíamos el efecto de una exposición tan prolongada a
la superficie dura”, recordaba el analista Richard Sterba.
En 1926 Ernest Jones estableció una clínica en dos plantas de una casa en el oeste
de Londres, con fondos donados por un industrial estadounidense, y Ferenczi inició
otra pocos años después en Budapest. “Eventualmente”, escribe Danto, “otras
sociedades psicoanalíticas desarrollaron sus propios planes, algunos se cumplieron
y otros no, para tres clínicas en Zagreb, Moscú, Frankfurt, Nueva York, Trieste y
París”. ¿Pero eran estas Clínicas tan exitosas como Danto afirma?
Continuará.
* una excepeción notable es “La represión del psicoanálisis : Otto Fenichel y los
Freudianos políticos”, libro de 1983 cuyo autor es Russell Jacoby.
* N del T : por el sentido del texto se deduce que es una orientación sobre lo que
pagarían los analizantes en esa época en Alemania.
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Herencia de las clínicas gratuitas de Freud a la
luz de 2013:
CPA-Madrid CENTRO DE PSICOANÁLISIS
APLICADO
Publicado en el Blog AMP el 25 de Septiembre de 2013:
http://ampblog2006.blogspot.com.es/
ANDRÉS BORDERÍAS, psicoanalista de la ELP-AMP en Madrid.
DIRECTOR DEL CENTRO DE PSICOANÁLISIS APLICADO de Madrid
Queridos amigos, tengo el enorme placer y alegría de comunicarles que hemos
puesto en marcha en Madrid un nuevo dispositivo de Psicoanálisis aplicado, al
que hemos llamado CPA-MADRID ubicado en C/San Joaquín, núm. 10, 28004
Madrid, Tfno.: 629 345 486
Las coordenadas clínicas del mismo se inspiran y siguen la orientación de la
experiencia previa de la Red Asistencial para los afectados del 11M y del CPCT
Madrid: gratuidad en la atención, limitación temporal, ubicación en un
Centro, apertura a la ciudad y a cualquier tipo de demanda, así como el
compromiso de una elaboración y transmisión de la experiencia a la Escuela.
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Este dispositivo ha surgido a partir de la constitución de una Asociación sin fines de
lucro. Esperamos contar, más adelante, con la colaboración de otros miembros de
nuestra comunidad interesados en el proyecto. El Centro de Psicoanálisis
Aplicado-Madrid se ubica en un local cedido por el Ayuntamiento de Madrid
en el distrito Centro, lo que ha sido posible, entre otras cosas, por la
transferencia generada por experiencias anteriores: la de la Red Asistencial del 11-
M y la del CPCT-Madrid.
El proyecto clínico de psicoanálisis aplicado ha sido aprobado y aceptado por la
administración local que reconoce de forma explícita la total independencia del
equipo del CPA-Madrid, en su desarrollo y gestión. Hemos empezado a atender los
primeros casos y próximamente pondremos en marcha los dispositivos necesarios
para la elaboración de la experiencia. Esperamos que nuestro proyecto impulse
una amplia serie en la ELP. Un cordial saludo, Andrés Borderías, director.
Hacer de la virtud, necesidad
La deriva del capitalismo está amenazando el bienestar de los individuos
EL PAÍS
MANUEL CRUZ 20 JUL 2013
Fuente: http://elpais.com/elpais/2013/06/28/opinion/1372439509_249179.html
Empecemos acogiéndonos a la autoridad de los clásicos: Marx afirmaba, como
muchos recordarán, que el estallido de la contradicción entre fuerzas productivas y
relaciones de producción acabaría significando el final del capitalismo. Hoy son cada
vez más los que, viendo la deriva que está tomando la crisis y, sobre todo, el hecho
de que la economía está colonizando absolutamente todos los ámbitos de la
realidad —con la política como una de las primeras piezas cobradas—, plantean si la
contradicción que está a punto de estallar es la contradicción que enfrenta a
capitalismo y democracia.
Pero los hay también que, a la manera de Richard Sennett en su libro
Juntos, sostienen que el desarrollo de nuestras sociedades habría dado lugar a un
específico efecto perverso, según el cual determinadas transformaciones tanto
culturales (el rampante individualismo, que si en época de vacas gordas legitimaba
la puñalada para trepar, en la presente situación de crisis justifica el más
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descarnado sálvese quien pueda), como sociales (la desigualdad, que debilita
directamente la cooperación) o tecnológicas (no solo porque en general las actuales
tecnologías propicien el aislamiento, sino también porque el imperio de la robótica
se propone sustituir el costoso trabajo humano tanto en el suministro de servicios
como en la producción de cosas) habrían ido incapacitando a los individuos para la
cooperación. Por decirlo con las propias palabras de Sennett, “estamos perdiendo
las habilidades de cooperación necesarias para el funcionamiento de una sociedad
compleja”. Todo ello, en último término, habría terminado por convertir a nuestras
sociedades en crecientemente ineficientes.
Me interesa dejar claro cuanto antes que no pretendo sumarme al coro de los que
de un tiempo a esta parte parecen querer dibujar una crítica al capitalismo actual
desde la añoranza de unos hipotéticos buenos tiempos perdidos, en los que una
cierta bonanza económica parecía ir de la mano con el control gubernamental sobre
los flujos especulativos hoy por completo desregulados y, sobre todo, con la
construcción de un Estado de bienestar que materializaba un cierto ideal
redistributivo, todo ello sobre el fondo de una fluida cooperación social. Se estarían
añorando, en definitiva, unos buenos tiempos en los que el capital productivo
todavía no había perdido la batalla ante el financiero. Tal parece ser, a grandes
trazos, el relato que hoy muchos tienden a elaborar —pensando sobre todo en los
30 años gloriosos que siguieron a la II Guerra Mundial— de la prehistoria de
nuestro desastre actual, relato en el que el mayor (por no decir el único) reproche
que se le haría al capitalismo, incluso desde la misma izquierda en muchas
ocasiones, sería el de no haber sabido mantener su condición de fundamentalmente
productivo.
Pues bien, hay que decir —aunque eso nos aleje por un instante del eje de nuestro
discurso— que tiene mucho de paradójico —por no decir, directamente, sarcástico—
escuchar tales añoranzas en boca de algunos viejos sesentayochistas, de los que,
de creer su propio testimonio, se alzaron precisamente, henchidos de rebeldía,
contra ese modelo precedente que ahora —parece que sin darse cuenta— tanto
echan a faltar. Reconozco que, aunque yo mismo había evocado en ocasiones en el
pasado el poema, de verso único, del poeta mexicano José Emilio Pacheco Viejos
amigos se reúnen, nunca como ahora había tenido una sensación tan viva de estar
asistiendo a su estricto cumplimiento: “Somos exactamente todo aquello contra lo
que luchamos cuando teníamos veinte años”.
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Puntualizado todo lo anterior, podemos regresar al hilo de la argumentación. ¿Por
qué habríamos de criticar las disfunciones del capitalismo? Si las criticáramos
únicamente por razones de eficiencia económica estaríamos asumiendo como un
argumento a nuestro favor algo que, por el contrario, podría debilitar
peligrosamente nuestra propia posición. Porque nos dejaría a la merced de que
alguien pudiera contra-argumentar que en nuestras sociedades actuales también se
dan formas avanzadas de cooperación en ámbitos de actividad económica muy
relevantes (me viene a la cabeza el caso, en nuestro país, de las operadoras de
telefonía que utilizan, para la telefonía fija, el cableado preexistente, propiedad de
Telefónica, o la forma en que las compañías aéreas acuerdan juntar a sus
respectivos pasajeros en un mismo avión para abaratar costes). ¿O es que si el
capitalismo diera pruebas de su capacidad para corregir su presunta ineficiencia
cooperativa nos quedaríamos sin argumentos para criticarlo?
En realidad, los motivos trascendentales para criticar la ineficiencia capitalista solo
pueden encontrarse fuera de ella misma. O, desplazando el planteamiento, lo que
debería preocuparnos no es tanto la ineficiencia económica como, si se me permite
la expresión, la ineficiencia moral,esto es, el hecho de que las transformaciones
antes apuntadas nos están empobreciendo en muy diversos planos (desde el de la
riqueza material propiamente dicha hasta el de nuestras capacidades: somos cada
vez más pobres y cada vez más incompetentes).
El darwinismo social, al que ya me referí en un artículo anterior (Cuando todo es
campo de batalla, EL PAÍS, 9 de junio de 2013), ha terminado por convertirse en
hegemónico por completo en nuestra sociedad actual. Importa subrayar que dicho
darwinismo resulta abiertamente contradictorio con el anhelo de felicidad que todos
poseemos, en tanto en cuanto dicho darwinismo considera que la felicidad es solo
para una parte, para aquellos que se alzan por encima de los demás en función de
su mayor fortaleza y son capaces de quedarse con las riendas del destino colectivo.
Y es que cuando se insta a los individuos a que piensen que la felicidad se identifica
con ser un ganador, con alcanzar el número uno (lugar que, por definición, uno solo
puede alcanzar), se está dando por descontado que la derrota de los demás (y, en
la misma medida, el amargo fracaso de la mayoría, condenada por estos
satisfechos triunfadores a la condición de mera suma de gregarios
resentidos) constituye la condición de posibilidad de la felicidad individual.
Pues bien, tal vez la hipótesis que se podría plantear sería, más allá de la
incompatibilidad entre capitalismo y democracia, o de la ineficiencia cooperativa de
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este modo de producción (y que parece altamente improbable que vaya a generar
su propio colapso), la de la incompatibilidad entre capitalismo y vida buena. La idea
por abordar quedaría entonces reformulada planteando la contradicción entre esta
forma de organización de la vida (en las esferas económica, política y social) y el
anhelo de felicidad que no solo ha sido, con diferentes matices, una constante en
nuestra cultura, sino que se ha consolidado como una de las instancias más
importantes de nuestro imaginario colectivo actual. Es, por tanto, la sociedad
misma la que hoy parece estar en riesgo. Porque ¿acaso tiene sentido seguir
hablando de sociedad para referirse a un grupo humano en el que una mayoría
creciente de sus miembros se siente profundamente desgraciada?
No se trata, en consecuencia, de hacer de la necesidad virtud y confiar en que la
deriva enloquecida del único modo de producción realmente existente en la
actualidad termine por cortocircuitarlo. Se trata, justo a la inversa, de hacer de la
virtud, necesidad, y considerar que la deriva actual del capitalismo está poniendo
en peligro la sociedad misma y, con ella, la posibilidad de que los individuos
alcancen una forma de vida que cumpla unos estándares mínimos de dignidad y de
justicia.
Si se prefiere formularlo en positivo: aspirar a que determinados valores conformen
nuestra vida en común ha dejado de ser una brumosa y bienintencionada
aspiración ética, que acreditaría la virtuosa naturaleza de quien la propusiera.
Acabar con lo que ahora hay está a punto de convertirse (se ha convertido ya, de
hecho, para muchos) en una cuestión de supervivencia. De ahí el título del presente
papel: terminar con esto antes de que esto termine con todo, ya no es algo
únicamente deseable, sino directamente necesario, rigurosamente urgente.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de
Barcelona y autor del libro Filósofo de guardia (RBA).
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Algunos libros recomendados recientemente
en el grupo de Inter-cambios de las
Bibliotecas:
Jorge Assef: una nueva subjetividad
En La subjetividad hipermoderna, el psicoanalista y semiólogo cordobés Jorge
Assef ubica la práctica y los conceptos que la articulan tratando con una
subjetividad inédita capaz de apreciarse en el consultorio como en el cine.
Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201308/28081-jorge-assef-una-nueva-
subjetividad.html
El libro, que publica la casa Grama,
también es un recorrido por las ideas de
pensadores que después del
posestructuralismo han dejado el intento
de captar lo real en su totalidad.
Assef es miembro de la Asociación Mundial
de Psicoanálisis (AMP) y en este volumen,
el primero de su autoría, expande algunos
conceptos que formaban parte de su tesis
de grado.
Esta es la conversación que sostuvo
con Télam.
-T : ¿Cómo definir a la subjetividad hipermoderna?
-A : En psicoanálisis hablamos más de “subjetividad de la época”, la definición
“hipermoderna” es discutible por supuesto. Jacques-Alain Miller la evoca en Una
Fantasía y desde entonces el término se extendió y se hizo familiar en el campo
psicoanalítico, pero sin dudas no es ni definitivo ni unánime. De hecho Jorge
Alemán manifestó las razones por las cuales desacuerda con la categoría
hipermodernidad en una nota publicada el 10 de Julio por esta misma agencia de
noticias. El término “hiper” hace referencia a múltiples pensadores contemporáneos
(Virilio, Auge, Baudrillard, Lipovetsky), a la tendencia al exceso, un aspecto
innegable de nuestro tiempo. Mi libro, además, cubre una necesidad técnico-
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metodológica, con los límites propios de este tipo de definiciones. Diría entonces
que llamo subjetividad hipermoderna al conjunto de condiciones que organizan
nuestro modo de vivir actual, por ejemplo: la caída del Otro, la pluralización del
significante amo, el ascenso del objeto de consumo al cenit social, la prevalencia de
la imagen, la toxicomanía generalizada, el empuje a gozar.
-T : El desierto de lo real acaso tenga un relente apocalíptico.
-A : Tomo la expresión “El desierto de lo real" a partir del film Matrix; así es como
uno de los personajes define al mundo devastado por la tecnología, un planeta con
seres humanos adormecidos sirviendo de materia prima para las máquinas. En el
film el desafío es encontrar quién maneja ese circuito. Esta película construye, al
igual que muchas del cine actual, una narración en la cual el antagonista del héroe
nunca puede localizarse con claridad. Y esto es extrapolable al mundo en el que
vivimos donde el Otro (como referencia, autoridad, salvador, enemigo, líder) está
confuso o perdido. Hay que remarcar que muchas veces a causa de esa confusión
triunfan algunas propuestas mesiánicas, o el surgimiento de pequeños amos
generalmente feroces.
-T : ¿Cómo pensar la intimidad cuando la época indica un aumento del control
social, el fin de la privacidad y a la biopolítica como ciencia política?
-A : Hay dos cuestiones: la intimidad como la viven los sujetos, y la que consideran
los estamentos de control social. Creo que la subjetividad hipermoderna se
caracteriza más por el “show del yo”, como dice Paula Sibila, que por un cuidado a
la intimidad. Las personas hoy están permanentemente ocupadas en la autogestión
de su propia imagen para mostrarla al mundo: Facebook o Whats App por ejemplo,
son medios en los que la gente invierte su tiempo, cambiando la foto de su perfil
(cuando no editándola), describiendo donde están, con quién, qué comen. El cogito
contemporáneo es “Me miran, luego existo”. Guy Debord no llegó a ver la
dimensión que su tesis sobre la sociedad del espectáculo tendría a partir del
crecimiento exponencial de los medios de comunicación concentrados, las redes
sociales y las posibilidades tecnológicas que hacen posible que los 15 minutos de
fama de Andy Warhol hoy estén al alcance de cualquiera desde el living de su casa.
En este contexto, la intimidad no parece ser la mayor preocupación de los sujetos
en su vida cotidiana. Al mismo tiempo, los Wikyleaks, las cámaras instaladas en
cada rincón de las ciudades filmando todo, las posibilidades que da la tecnología de
que la vida de los ciudadanos sea transparente para los organismos de control,
seguridad, espionaje y para las empresas que necesitan conocer los hábitos de
consumo de cada uno para enfocar mejor la oferta, muestra la otra cara del imperio
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de la mirada: se confía tanto en la imagen que hay que verlo todo. Ese
avasallamiento solapado de la intimidad, y en el cual se basa gran parte de la
política exterior de los Estados Unidos está claramente justificado en el cine de
Hollywood. Batman, la última entrega de James Bond, la reciente Guerra Mundial Z,
son films construidos sobre la base de que no estamos seguros en ningún lado,
entonces hay que vigilarlo todo. Lo que el psicoanálisis viene observando es que la
tendencia al consumo que se desprende del discurso capitalista instala nuevos
modos de funcionamiento subjetivos, lo que a su vez promueve nuevos tipos de
problemas. Las toxicomanías crecen entre los motivos de consulta, pero allí
hablamos de diferentes objetos, puede ser la comida, los ansiolíticos, la play
station. Lo que importa es el sujeto no el objeto. Y también hay que reconocer que
el discurso contemporáneo empuja a la compulsión: “I can get no satisfaction” va
acompañado de “Just do it” y “Nothing is imposible”: todo apunta a que lleguemos
siempre un poco más lejos, sin considerar la singularidad de cada quién.
-T : ¿Qué subjetividad adviene cuando se dice “todos solos”?
-A : Cuando se diluyen las referencias que antes funcionaban como ideales
comunes, cuando se mediatiza el mundo a través de las imágenes, cuando se
bombardea a las personas con la oferta ensordecedora y la promesa de felicidad
fácil, eso va debilitando los lazos entre los sujetos. Closer o Shame son películas
que muestran la precariedad a las que están sometidas hoy las relaciones
intersubjetivas, es un circuito de fascinación instantánea al que le sigue la
decepción y la huida, y de vuelta al supermercado de las relaciones que muchas
veces son las salas de chat, las líneas de encuentro, las discotecas. Pero la soledad
no tiene sólo que ver con las relaciones. Escucho a muchos jóvenes que cuando
consultan plantean como un objetivo reunir dinero para viajar. El viajar, vendido
por el mercado como la más reveladora experiencia de enriquecimiento personal,
encubre el extravío contemporáneo de los sujetos que deben insertarse en el
mundo y no encuentran el modo. Así planteado, suele ser un programa que va de
la mano con la inhibición a comprometerse en la construcción de algún proyecto de
vida, y eso también está ligado al sentimiento de soledad.
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Ciencia poética
Lucrecio es el Newton, el Einstein y el Carl
Sagan de Roma. Su obra 'De la naturaleza'
conserva intacta toda su actualidad Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/07/actualidad/1375886296_322
245.html
EL PAÍS - JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS 10 AGO 2013
Recreación digital de una molécula. / DIGITAL ART / CORBIS
El libro De la naturaleza ha recorrido
más de dos milenios estableciendo
una relación fuerte con cada
época. Esta edición de Acantilado —
muy bella y muy útil— ofrece el
original latino de Lucrecio y una de
sus mejores traducciones, realizada
por Eduard Valentí Fiol. Un libro
bilingüe es un instrumento de gran
precisión. Este incluye además dos
acercamientos contemporáneos: la
introducción de Valentí y la
presentación de Stephen Greenblatt,
muy distintas a pesar de su
proximidad. Valentí, heredero de una
tradición gloriosa, representa el ideal de la filología moderna a mediados del XX:
fijar el texto latino, traducirlo y comentarlo de modo riguroso. Greenblatt traza una
semblanza breve y seductora, síntesis de la cultura posmoderna: intérprete
libérrimo, relaciona, conecta y sabe llegar, more americano, al gran público, cosa
vista con desconfianza por la filología tradicional europea. Su modelo general de
una cultura poética encuentra aquí una aplicación perfecta a la ciencia.
El De rerum natura ha sido el clásico preferido por la izquierda moderna. Ateos,
materialistas e ilustrados vieron en Lucrecio a uno de los suyos. Lo ejemplifican
algunos de sus traductores, como el revolucionario Marchena, el republicano Gil-
Albert o el ácrata García Calvo. Greenblatt lo encaja bien en la izquierda
posmoderna: su Lucrecio es pacifista, ecologista y tan antiimperialista que resulta
incluso antirromano (algo difícil de conciliar con el inolvidable principio de la obra).
Por supuesto, también perfila un Lucrecio anticristiano, al superponerle el troquel
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bipolar de Estados Unidos. Si solo existen creacionistas y darwinistas, Lucrecio cae,
con toda razón, del lado de estos últimos, pues explica la desaparición de especies
por la supervivencia de los más aptos y es enemigo acérrimo de las religiones. Pero
la cuestión requiere algunos matices: en realidad el cristianismo llegó después y fue
él el antilucreciano (por antiepicúreo). Otros poetas epicúreos, como Virgilio y
Horacio, han gozado de gran aceptación por parte del cristianismo europeo. Existe,
por otra parte, una tradición minoritaria de cristianos epicúreos, explorada
por Michel Onfray. Y lo esencial: la divinidad está muy presente en el libro. Es una
divinidad propia de un filósofo y de un poeta. También de un científico. No es desde
luego un Dios religioso. Pero eso es algo que la ciencia actual parece haber dejado
en el pasado. Actualísimo es el análisis que hace Lucrecio de la divinización de la
Tierra, pues a la vez la desmitifica y la tolera.
Este libro es uno de los libros mayores del paganismo grecolatino, hecho de una
refinada naturalidad cultural
Es este uno de los libros mayores del paganismo grecolatino, hecho de una refinada
naturalidad cultural. Sin ella, corremos el riesgo de no ver. Por ejemplo: al describir
los avatares del texto (que desde el primer momento ha estado al borde de
desaparecer varias veces) el propio Greenblatt incurre en una suerte de
providencialismo cultural, al retratar a Poggio (el humanista del Renacimiento que
salvó el texto) como “el agente por medio del cual sucedió algo importante”. ¿No
presupone esta frase una suerte de Providencia, muy contraria, por cierto, al
epicureísmo?
Como todos los clásicos, Lucrecio es irreductible a una época o a una ideología,
incluso a las suyas. Por eso está a disposición de todos los que han ido llegando a
él.
También es un gran liberador. Libera de los fanatismos religiosos, pero también
(atención) de las servidumbres del sexo. Como todos los epicúreos, predica un raro
ascetismo. Tanto, que lo que este libro científico contiene es una suerte de
evangelio de Epicuro, ensalzándolo como a un hombre sagrado. Esta tendencia del
racionalismo científico a convertirse en escuela, secta o cuasi-religión es muy
interesante. El hecho de que se diera ya en la Antigüedad, y precisamente entre los
seguidores del más enemigo de los fanatismos, debería servirnos de aviso.
La ciencia moderna debe mucho a Lucrecio: la biología darwinista, la psicología,
como ha visto David Konstan, y, sobre todo, la física: su admirable hipótesis
atomista se ha visto confirmada hace solo unas décadas. Paradójicamente (aquí los
físicos deberían ayudar a los filólogos) es probable que átomos no sea ya la mejor
traducción para las partículas elementales, cuyos movimientos —“batallas y
escaramuzas, escuadrón contra escuadrón”— se parecen más a los de los protones.
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Poesía, filosofía y ciencia discurren aquí simultáneas. El lector contemporáneo
puede disfrutar una cuarta faceta: la de narrador magistral. Poeta del cosmos,
Lucrecio es el Newton, el Einstein y el Carl Sagan de Roma. ¿Qué prevalece? La
poesía, en la Antigüedad. La ciencia, ahora. Lucrecio transmite una visión general
de las cosas (filosófica) con un lenguaje creativo, bello y preciso (es decir, poético)
para dar una explicación científica de una realidad que también es bella. En nuestra
época la ciencia ha sometido a la filosofía y ha eclipsado a la poesía. Por eso, una
traducción en prosa como esta tiene la eficacia de llegar a los científicos, a los
filósofos y al gran público.
Como poeta, Lucrecio da voz a la naturaleza. Aborda la imperfección del mundo. Es
un entusiasta, “agotado por la larga carrera de la vida”. Usa metáforas (“murallas
que rodean el vasto mundo”) y un idioma muy rico (“esplendorosas mieses y
ufanos viñedos”). Afronta el amor y la muerte. Emplea mitos. Y a veces incurre en
una ingenuidad preciosa. Por ejemplo, cuando afirma que el sol, la luna y las
estrellas son exactamente del tamaño que las vemos.
De la naturaleza es uno de los textos más vigentes de la antigüedad. Se encuentra
—verdadero prodigio— en las bibliotecas de letras y en las de ciencias. Pensando en
Lucrecio, Virgilio llamó afortunado al que conoce las causas de las cosas.
De rerum natura / De la naturaleza. Lucrecio. Prólogo de Stephen Greenblatt.
Traducción, prólogo y notas de Eduard Valentí Fiol. Acantilado. Barcelona, 2013.
608 páginas. 33 euros