boletin del real instituto de estudios asturianos

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PRINCIPADO DE ASTURIAS REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (C. S. I. c.) BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N .º 139 AÑO XLVI OVIEDO Enero Junio 1992

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Page 1: BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

P R I N C I P A D O D E A S T U R I A S

REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS(C. S. I. c.)

BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS

N.º 139

AÑO XLVI OVIEDOEneroJunio 1992

Page 2: BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

CONSEJO DE REDACCION

Director:

F r a n c is c o T u e r o B e r t r a n d

Subdirector:

J o s é Luis P e r e z d e C a s t r o

Presidente de la Com isión 1.a (Lingüistica, Literatura y Tradiciones):

J o s é M . a M a r t í n e z C a c h e r o

Presidente de la Com isión 2.a (Historia, Geografía, Antropología, Folklore y Etnofrafía):

J u a n I g n a c io R u i z d e l a P e ñ a

Presidente de la Com isión 3.a (Artes, Arquitectura y Urbanismo):

I n m a c u l a d a Q u i n t a n a l S á n c h e z

Presidente de la Comisión 4.a (Derecho, Ciencias Sociales y Económicas):

J u l i o F o n s e c a R o d r íg u e z

Presidente de la Comisión 5.a (Ciencias de la Naturaleza y Tecnología) y Director del Boletín de Ciencias:

J ó s e A n t o n io M a r t í n e z A l v a r e z

Conservador de la B iblioteca:

F r a n c is c o J a v i e r F e r n a n d e z C o n d e

Director del Boletín de Letras:

M a n u e l F e r n a n d e z A v e l l o

Presidente del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnología:

E n r iq u e J u n c e d a A v e l l o

Secretario General:

A d o l f o P u l i d o R o d r íg u e z

Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores.

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S U M A R I O

Págs.

Ensayo de una bio-bibliografía de Juan Menéndez Pidal. La Unión Católi­ca y el periodismo ultramontano en la Restauración, Jesús-Antonio Cid. 7

Motivación toponímica: Algunos animales domésticos entre los nombres delugar, Julio Concepción Suárez ............................................................... 45

Notas referentes a la fundación de la Universidad de Oviedo, Justo GarcíaSánchez ...................................................................................................... 69

Juan Pérez-Villamil y Mallorca. II, Julio Antonio Vaquero Iglesias y JesúsManuel Mella Pérez ................................................................................. 93

Bable central: Doble comportamiento de la |-a| de los sustantivos en la al-altemancia singular/plural, Jesús Neira M artínez............................... 137

Sobre el clero refractario francés en el Principado, Gonzalo Crespo López-Urrutia ....................................................................................................... 147

La Andalucía de Palacio Valdés, José Manuel Cuenca y Soledad MirandaG arcía ......................................................................................................... 163

Res = ‘ganado’ (del latín res), Perfecto Rodríguez Fernández................... 179

El monasterio cisterciense de Santa María la Real de Valdediós. Datos pa­ra su estudio, María Pilar García C u etos .............................................. 183

Sobre Tinieblas en las cumbres, de Ramón Pérez de Ayala, Gamal Abdel-Rahman ...................................................................................................... 211

Enseñanza y cultura en Asturias durante la Segunda República, Ana MaríaViesca Iglesias........................................................................................... 219

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Profesores de los colegios benedictinos asturianos de Obona y Celorio (Si­glos XVII-XIX), Ernesto Zaragoza Pascual........................................... 277

La economía del convento franciscano de Tineo (1758-1836), Francisco FeoParrondo ................................................................................................... 305

Capitanes y soldados asturianos en la batalla de Villalar, Luis FernándezMartín, S.J.................................................................................................. 321

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P R I N C I P A D O DE A S T U R I A S

REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS(C. S . I. c.)

BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE

ESTUDIOS ASTURIANOS

N.º 139

AÑO XLVI OVIEDOEneroJunio 1992

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Depósito Legal: O. 43-1958 I. S. B. N. 0020-384X

Imprenta «LA CRUZ»Hijos de Rogelio Labrador Pedregal

Granda-Siero (Oviedo), 1992

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BOLETIN DEL REAL INSTITUTO

DE ESTUDIOS ASTURIANOS

A ñ o x l v i E n e r o -Ju n io N úm . 139

ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFÍA DE JUAN MENÉNDEZ PIDAL. LA UNIÓN CATÓLICA Y EL

PERIODISMO ULTRAMONTANO EN LA RESTAURACIÓN

J e s ú s - A n t o n io C id

La obra escrita por Juan Menéndez Pidal no es muy amplia, incluso teniendo en cuenta que el autor (1858-1915) no alcanzó una longevidad pareja a la de varios estudiosos y hombres de letras contemporáneos suyos. Estaría fuera de lugar establecer cualquier comparación, en cuanto a su volumen y variedad, con la obra de su hermano Ramón, excepcional en la bibliografía filológica es­pañola de todos los tiempos; pero Juan Menéndez Pidal tampoco destaca como un publicista medianamente prolífico dentro del res­to de la escuela de Menéndez Pelayo, a la que en rigor pertenece, o de los demás estudiosos de su tiempo. Ese balance sobre la esca­sez de su producción es exacto, sin embargo, sólo si nos ceñimos a trabajos estrictamente literarios o eruditos. Los testimonios de quienes lo conocieron, en cambio, hablarán de una actividad no­table en otros campos y géneros, el periodismo muy especialmen­te, y de su facilidad para prodigarse en lecturas públicas de todo tipo. Es también muy cierto que la actividad política le im pidió emprender o llevar a término obras de gran aliento, y que sólo al final de su vida se advierte una cierta regularidad y aumento en la publicación de trabajos históricos o filológicos. Las necro­logías aparecidas a fines de 1915 y principios de 1916 insisten en su dedicación al periodism o y mencionan proyectos inconclusos de obras, ediciones de textos y trabajos a los que ya nos hemos

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8 JESUS-ANTONIO CID

referido en otro lugar; pero en el trance de elogiar su trayectoria ya cumplida com o hombre de letras, y al margen de vagas alaban­zas sobre su obra poética, sólo hay un libro del que piensen de mo­do unánime que daba la talla del erudito y hombre a la par sensi­ble y apasionado que había en Juan Menéndez Pidal: la Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos de 1885, es decir, su primer y juvenil libro.

La escasez aparente de las publicaciones de Juan Menéndez Pi­dal no significa que sea fácil trazar su inventario. Como sucede en varios otros autores del siglo X IX y principios del X X que se sirvieron de la prensa periódica, la abundancia y dispersión geo­gráfica de los periódicos y revistas españolas de esa época, y la desaparición definitiva o la dificultad de localizar colecciones, ha­cen im posible una bibliografía completa y exhaustiva. A ello se añade, en el caso específico de Juan Menéndez Pidal, otro obs­táculo: al haber desempeñado el cargo de director o redactor jefe de varios pariódicos, ello implicaba que todos los artículos que reflejasen el punto de vista editorial (los «fondos», en la termino­logía de la época) se publicaran sin firma. Pueden servir de testi­monio los recuerdos del padre Luis G. Alonso Getino, en su ne­crología:

D. Juan [...] no escribió tanto como suelen escribir los académicos. Es decir, no publicó tantos libros com o acos­tumbran los que toman oficio de escribir, que si se colec­cionaran sus artículos de periódico, formarían Dios sabe los volúmenes. Así fue la obra mayor del difunto M. Pidal, anó­nima, disimulada, y por eso mismo, de m ayor influencia.

¿Cuántos saben que grandísima parte de los fondos de El Universo, de ese periódico de alta mentalidad, que nun­ca siembra el odio, fue obra del Director del Archivo His­tórico Nacional? Sólo los periodistas [...]

«Era hombre más de vida interior, más aficionado a tra­bajar calladamente, a poner su actividad en la anónima la­bor del bien común» [cita del elogio académico al Marqués de Pidal, en el discurso de entrada de J. Menéndez Pidal en la Academia Española, que Alonso-Getino cree se acomo­daba con justeza a este último]. Anónimamente trabajó Me­néndez Pidal la mayor parte de sus escritos, y a la estaca estuvo, com o fiel mastín de la buena causa, guardando la sana doctrina y defendiéndola [...] Años y años se pasó es­cribiendo fondos y otros artículos en el excelente diario El Universo, ocultando su firma, que no siempre podía pasar a todos desapercibida. El que esto escribe, recuerda que una

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 9

vez se vio tan intrigado por conocer el autor de un artículo anónimo de El Universo, que se resolvió a escribir al Di­rector interrogándole, y se encontró con que era de D. Juan Menéndez Pidal1.

Lo mismo se aplica a otros periódicos dirigidos por Juan Me­néndez Pidal o de cuya redacción formó parte, La Unión Católi­ca, en especial, pero también otros de los que no queda rastro nin­guno en las hemerotecas españolas. En vista de ello, trataremos de historiar brevemente su carrera como periodista, en sustitu­ción de una hipotética enumeración completa de sus artículos; enu­meración que no hemos intentado y que, por otra parte, creemos im posible de elaborar.

* * *

Los comienzos de la actividad periodística de Juan Menéndez Pidal habría que situarlos en su extrema juventud, si no infan­cia, si se pudiera dar todo su valor a un testimonio posterior en más de medio siglo a los hechos relatados. Según un informe de J. M. Fernández-Pajares, que recogió en la década de 1920 abun­dantes materiales folklóricos en el pueblo, Pajares, de donde pro­cedían los Menéndez Pidal y en donde Juan pasó temporadas en sus primeros años:

Hace ya muchos años. Hacia 1869 ó 1870, algunas perso­nas de humor redactaban, en Pajares, un periódico, que es­cribía a mano el maestro del pueblo. El periodiquito era se­manal y se titulaba El Mirlo. Lo hacían, principalmente los hermanos Menéndez Pidal, tres de ellos (Juan, Faustino y Luis) fallecidos ya, y otro (Ramón) viviente.

Juan Menéndez Pidal estaba entonces en los comienzos de su carrera poética; se inspiraba en canciones y leyendas populares. Y en un número de El Mirlo apareció un verso sobre la Cueva del Sabornín, del que sólo recuerda quien me lo dijo, lo siguiente:

«Cuentan viejos cronicones que cuando Aben-Benjamín habitaba estas regiones se enterraron cien millones en la cueva “ El Sabornín” .

1 L. G . A l o n s o -G e t i n o : «Don Juan Menéndez Pidal», La Ciencia Tomista, núm. 36, enero-febrero 1916, págs. 390-392.

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10 JESUS-ANTONIO CID

Eran del viejo rabino Daniel Manalés de Zancas, según cuenta con gran tino

♦ un vetusto pergaminodel Archivo de Simancas.»2

Los recuerdos del anónimo informante de Fernández-Pajares no ofrecen seguridad absoluta, y es muy aventurado suponer que Juan Menéndez Pidal a sus once o doce años se inspirase ya para su «carrera poética» en canciones y leyendas populares. Las quin­tillas transcritas son, por otra parte, el principio de una com posi­ción humorística, vena en la que no reincidió en su obra posterior. Nos interesa, en cualquier caso, recoger el testimonio de la tem­prana atracción que el periodismo ejerció sobre Juan Menéndez Pidal, y com probar un nuevo paralelismo con su eterno antago­nista, Leopoldo Alas, en el hecho de llevar esa afición hasta los extremos de elaborar un periódico escrito a mano3, algo no tan excepcional en la época como pudiera parecer a juzgar por lo que a continuación veremos.

La siguiente aventura periodística de Juan Menéndez Pidal, ya en sus tiempos de estudiante de Leyes, está vinculada a un se­manario de Oviedo, El Trasgo, del que algunos bibliógrafos le ha­cen fundador. Aunque El Trasgo ha adquirido cierta celebridad postuma y no falta nunca su mención entre quienes han historia­do el periodism o en Asturias, lo cierto es que no parecían existir datos muy exactos sobre el periódico en cuestión; que nadie de quienes se han referido a él parecen haber visto ningún número del mismo, y que ya en 1911 se daba como muy im probable que se conservasen ejemplares de tal publicación. Lo único seguro se reducía a que El Trasgo, o El Trasgu, apareció en 1883 y desapa­reció en ese mismo año, y que era un semanario satírico. Jove y Bravo indica que el periódico lo escribían Manuel Acebal y Juan Menéndez Pidal4; pero otros enfatizan el papel de este último

2 J. M. F e r n á n d e z -P a j a r e s : «Mi cosecha de Folk-Lore; XII, La cueva del Sabor- nín», Covadonga. Revista quincenal ilustrada, XII (1933), núm. 252 (15-1-1933), págs. 40-42. Reed. en Del Folklore de Pajares (Oviedo: I.E.A., 1984), págs. 65-66.

3 Sobre el periódico Juan Ruyz, que Clarín escribió y «publicó» durante casi un año (marzo 1868-enero 1869), v. A. P o s a d a : Leopoldo Alas, Clarín (Oviedo: La Cruz, 1946), págs. 89-99. El autor recuerda otros periódicos, igualmente ma­nuscritos, redactados por Clarín.

4 R . J o v e y B r a v o : «Un siglo de prensa asturiana (1808-1916). Apuntes para una historia del periodismo en Asturias», ed. de J. M. Martínez Cachero. B.I.D.E.A., III (1949), núm. 7, pág. 70.

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 11

convirtiéndolo en su fundador5, o lo limitan considerándolo sólo com o un colaborador más entre varios6. C. Suárez añade que el hermano más joven de Juan, Luis Menéndez Pidal, que después destacaría como pintor, ilustraba con caricaturas y dibujos los ar­tículos de El Trasgo; pero la noticia no parecía tener más apoyo que el de alguna «tradición oral» no especificada.

Mayores precisiones se ofrecen en un artículo de J. Sierra Pan­do dedicado específicamente a evocar el periódico, según él, «más original, más revoltoso, más barato y de menos tirada de cuantos le precedieron y sucedieron»7. Sierra Pando describe así en qué consistía el semanario:

El Trasgu no se ocupaba en cosas de alta política ni de honra de administración, ni de intereses morales, ni mate­riales, ni conocimientos útiles; lo único a que dedicaba sus columnas sin comunicados, ni reclamos, ni bombos, ni anun­cios intercalados en el texto, era a la alta, media y baja chis­m ografía; a contar, con pelos y señales, todos los chanchu­llos, riñas, escándalos y ridiculeces de que tenía noticia, pre­firiendo, naturalmente, los de más notoriedad, aunque sin desdeñar los humildes. Y de ahí su éxito franco, enorme, colosal.

[...] Aprovechando la inclinación innata de todos los hu­manos a murmurar de los superiores, de los iguales y de los inferiores; viendo a los funcionarios subalternos hablar de sus jefes, y no por cierto para cantar sus virtudes, a los hor­teras y a éstas de aquéllos [sic], se les ocurrió la idea que, aumentada, corregida y perfeccionada, llevaron a la prác­tica. Intervi[uv]aron a las domésticas, y a unas por amor, a otras por tal cual pesetilla o cintajo u otra baratija opor­tunamente ofrecida, y a todas por su natural invencible pro­pensión a hablar mal de quienes les dan de comer, sonsacá­ronlas hábilmente las debilidades y ridiculeces de sus se­ñores respectivos y todo cuanto a diario ocurría dentro de los hogares dignos de la crónica escandalosa [...] y todo ello, después de bien aderezado con los más piadosos comenta­rios, trasladábanlo al revoltoso periodiquillo.

5 C. S u á r e z : «Juan Menéndez Pidal», en Escritores y artistas asturianos. Indi­ce bio-bibliográfico, vol. IV, pág. 311.

6 J. A l t a b e l l a : «Nuevas aportaciones a la historia del periodismo asturiano», B .I.D .E .A ., XIV (1960), núm. 39, pág. 69.

7 J. S ie r r a P a n d o : «Recuerdos del tiempo viejo. “El Trasgu” », Asturias. Revis­ta ilustrada del Centro Asturiano (Madrid), XXVIII (1911), núm. 317, págs. 176-177. Este artículo ha pasado inadvertido, al parecer, a todos los que se han ocupado de la historia del periodismo en Asturias.

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Sierra no menciona por sus nombres a los dos responsables del periódico, pero en el retrato que hace del primero de ellos no ca­be duda que se refiere a Juan Menández Pidal:

[...] Al fin se supo que [los «trasgos»] eran dos vivarachos estudiantes, de los que el uno llegó a gobernar en varias pro­vincias, y el otro contribuyó a desgobernar España, ocupan­do varias poltronas ministeriales, la presidencial inclusive.

Lo más sorprendente en la evocación de Sierra Pando es lo que refiere acerca de la «difusión» del periódico: El Trasgo no se im ­primía; se «tiraban» sólo dos ejemplares, elaborados «con la sola ayuda de dos plumas de ave, dos pliegos de papel de tina y un tin­tero de cuerno»; y ya antes aludía a los «ejemplares del curioso manuscrito». Los dos números de la «tirada» se hacían llegar «si­gilosamente» a los dos únicos e involuntarios «suscriptores» del periódico, un m ilitar retirado y un estudiante «elegantón», quie­nes se encargaban de difundir por la ciudad toda la crónica escan­dalosa semanal. Se trataría otra vez, pues, de un periódico «ma­nuscrito» y ello explicaría que no se conserven ejemplares de El Trasgo.

Aunque los «Recuerdos del tiempo viejo», de Sierra Pando, nos proporcionan la única información precisa de un contemporáneo sobre este singular periódico, su evocación —escrita en 1911— ofre­ce algunos puntos dudosos. Si el estudiante que luego «llegó a go­bernar en varias provincias» es, con seguridad, Juan Menéndez Pi­dal, lo que se dice del otro «redactor» de El Trasgo, es decir, al­guien que ocupó «varias poltronas ministeriales, la presidencial inclusive», no se ajusta en modo alguno a lo que se sabe de Ma­nuel Acebal. Por otra parte, no parece que el semanario tratara sólo de pura y simple «chismografía» local. Sabemos que, al me­nos en un caso, Juan Menéndez Pidal dedicó sus sátiras a cuestio­nes más generales y escribió «un artículo crítico en el que se ocu­paba, entre otros asuntos, de un discurso del señor Alas»8, lo que dio lugar a un incidente con Clarín que tendría largas secuelas9.

8 Acta de avenencia entre J. Menéndez Pidal y L. Alas, firmada por sus repre­sentantes (I. Corugedo y F. Rivero) en Oviedo (18-X-1883) y publicada en El Carbayón, 26-X-1883, reproducida por M. G ó m e z S a n t o s : Leopoldo Alas, «Clarín». Ensayo bio-bibliográfico (Oviedo: I.E.A., 1952), págs. 112-114.

9 Cf. J. A. Cid: «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal y la polémica del “ Folklore” (1885-1985)», en Symbolae Lvdovico Mitxelena Septvagenario, ed. J. L. Me­lena (Vitoria: Instituto de Ciencias de la Antigüedad, 1985), II, págs. 1.425-1.435.

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 13

Quedaba de manifiesto, en cualquier circunstancia, que en el jo ­ven Juan Menéndez Pidal existió una vena satírica, pronto aban­donada, o reprimida, insospechable para el que sólo tuviera en cuenta su obra poética o erudita.

Ahora bien, independientemente de que El Trasgo haya podi­do circular en alguna época como periódico «manuscrito», no puede dudarse ya —después de los datos aportados por Patricio Adúriz en 197510— de la existencia de un semanario humorístico impre­so que con ese nombre se imprimió en Oviedo en 1883. El «perió­dico dominguero» alcanzó al menos doce números, y en la porta­da del número 12, correspondiente al 7-X-1883, reproducida por Adúriz, aparecen retratados en caricatura los redactores: Joaquín Fernández Prida, Luis Menéndez Pidal, Alfredo Caso Casulo, Juan Menéndez Pidal y Suárez Fonseca. Según lo indica Adúriz: «Juan es quien dirige el cotarro. Suárez Fonseca, el tesorero, lleva en la siniestra mano un bolsón conteniendo mil pesos. Luis, el dibu­jante, ostenta los atributos de su noble magisterio, del que son exponente los lápices en ristre. El Trasgo es versión asturiana del Madrid Cómico al que se asemeja en muchas de sus característi­cas». Adúriz relata el incidente entre Clarín y Juan Menéndez P i­dal, y caracteriza así el signo ideológico del semanario, y su final:

El Trasgo es flagelo contra quienes siguen doctrinas krau- sistas que se les antojan exóticas en detrimento de lo tradi­cional. De ahí que la Redacción, sita [...] en el bajo de Puer­ta Nueva, fuese barricada contra sofismas y entelequias. El Trasgo ofrecía, por el módico precio de diez céntimos núme­ro, suficiente sal y salero para hacerse archipopular a lo lar­go de su corta vida [...]

El número 12 de El Trasgo vendría a ser como el canto del cisne. Sucesos posteriores [...] produjeron una serie de pa­sos y contrapasos que rompieron el hilo de la continuidad. No amargura, sí una profunda decepción aconseja a los cin­co lo de poner remate a su derroche de ingenio en lo litera­rio y en lo artístico. El Trasgo iba para rarísima reliquia bibliográfica11.

Anterior a la empresa de El Trasgo habría sido la colaboración que inició en el periódico El Mundo Político, de Madrid, órgano del partido moderado histórico que se publicó entre 1877 y 1881.

10 P. A d ú r i z : «Luis Menéndez Pidal», en Pintores asturianos (Oviedo: Banco He­rrero, 1975), págs. 59 y ss., y 205 (reproducción de la portada del núm. 12).

11 P. A d ú r i z : Ob. cit., p á g s . 60-61.

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Es ahí donde, según C. Suárez, Juan Menéndez Pidal «se dio a co­nocer como escritor», antes de concluir los «estudios oficiales». No hemos localizado, sin embargo, ninguna colaboración suya firma­da en los años completos (1878-1881) que hemos examinado de es­te diario, ̂ furibundamente anticanovista al principio y cercano siempre a las posiciones más ultramontanas de Alejandro Pidal. De esa misma época, en torno a 1884-1885, han de datar también los primeros del «bastante número de artículos en varios periódi­cos» a que alude Balbín de Unquera12. Es muy posible que esos varios periódicos o revistas fueran todos de la órbita conserva­dora confesional, dada la por entonces ya muy definida adscrip­ción política adoptada por Juan Menéndez Pidal, aunque no he­mos localizado trabajos suyos en la Revista de Madrid ni en La Ilustración Católica, dos de las publicaciones más afines a la ideo­logía de Juan Menéndez Pidal. Consta, desde luego, su interven­ción en la primera etapa del Boletín del Centro de Asturianos de Madrid13, en el que publicó algunas colaboraciones estrictamen­te literarias.

En 1886 se inicia la etapa andaluza en la vida de Juan Menén­dez Pidal, etapa que se prolonga hasta 1890, con residencia en Cór­doba y Cabra. De esos años hubo de datar probablemente la bue­na relación que mantuvo con don Juan Valera, quien consideró a Menéndez Pidal, pese a sus discrepancias en casi todo lo demás, com o un estimable poeta y deseó incluirlo en su Florilegio de poe­sías castellanas del siglo X IX de 1902; Valera, finalmente, no lo hizo, por razones que desconocemos. En esta época de Córdoba, Juan Menéndez Pidal continuó su dedicación al periodismo. Uno de sus biógrafos afirma que «años después» (de 1885) dirigió el pe­riódico La Lealtad de Córdoba14. De ese diario canovista hemos podido examinar sólo los números del año cuarto de su publica­ción, 1889, único que se conserva en la Hemeroteca de Madrid, y no se advierte el menor indicio de que Juan Menéndez Pidal lo di­rigiese ni colaborase en él. Según Balbín de Unquera, el periódi­co cordobés que fundó Menéndez Pidal era otro, La Alborada, y

12 A. B a l b ín d e U n q u e r a : «Necrología. D. Juan Menéndez Pidal», Asturias. Re­vista ilustrada del Centro Asturiano, XXXIII (1916), núm. 367, pág. 22.

13 «Aunque Menéndez Pidal no asistía nunca a las reuniones de nuestro Centro, no puede negarse que fue uno de sus fundadores y que trabajó con fé y cons­tancia para la creación de esta Revista [...] Ruidíaz, Salmeán y Menéndez Pi­dal se esforzaban a cual más en discurrir medios para que el órgano del Cen­tro fuese tan vario en recursos literarios como en los rentísticos», A. Balbín de Unquera, art. cit., pág. 23.

14 C. S u á r e z : «Juan Menéndez Pidal», cit., pág. 311.

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 15

lo avala recordando los títulos de algunos artículos que escribió él mismo a petición de su amigo con destino a ese periódico15; pe­ro no es im posible que don Juan hubiera intervenido también en la primera etapa de La Lealtad.

En 1890 se produce la entrada de lleno de Juan Menéndez Pi- dal en la política. Elegido diputado a Cortes en 1891, ello le supu­so fijar su residencia en Madrid, donde vivió de forma permanente hasta 1899, al margen de ocasionales viajes a su distrito16, y de los meses de verano que acostumbraba pasar en Asturias17. Es en esta época cuando se documenta una mayor proporción de artícu­los firmados en el periódico que tuvo mayor significado en la ca­rrera de Juan Menéndez Pidal como periodista, es decir, La Unión Católica. Este diario fue el órgano de la asociación del mismo nom­bre constituida en enero de 1881 con el patrocinio form al del car­denal Moreno, pero dirigida de hecho por Alejandro P idal18. «La Unión Católica» desempeñó un papel de primer orden en la polí­tica de la Restauración, como cauce organizativo de la derecha ul­tramontana no carlista, es decir, los llamados «mestizos». Sin lle­gar a ser formalmente un partido político, «La Unión Católica» aglutinó de hecho a sectores que a cambio de ciertas contraparti­das accedieron a colaborar como derecha «dinástica» dentro del

15 A. B a l b í n d e U n q u e r a : «Necrología. D. Juan Menéndez Pidal», cit., pág. 22. Pero los recuerdos de Balbín no son muy exactos, al menos en la cronología; cree así que sólo «posteriormente» a su etapa andaluza (1886-1889) «publicó D. Juan como fruto de sus viajes por aldeas y brañas de Asturias su colección de Romances bables (sic)», y tal colección no puede ser otra que la publicada en 1885. No hemos localizado, en cualquier caso, ninguna colección o número suelto de La Alborada..

16 Uno de esos viajes es el reseñado en un artículo del periódico, «El Sr. Menén­dez Pidal en Rivadeo», donde se da noticia de un banquete que se le ofreció con motivo de su elección, y se transcriben en parte los discursos pronuncia­dos, entre ellos uno del propio Juan Menéndez Pidal, La Unión Católica, núm. 1.252 (8-VIII-1891).

17 El periódico en su sección de «Noticias» solía informar de estas salidas vera­niegas; así, en 1894: «Ha salido para Asturias, donde permanecerá durante la temporada de verano, nuestro muy querido amigo el ex diputado a Cortes D. Juan Menéndez Pidal, acompañado de su familia», La Unión Católica, núm. 2.101 (16-VII-1894), que da cuenta también de su regreso, el 9-X (núm. 2.164); lo mismo en 1896 (núms. 2.729 y 2.791), etc.

18 Las bases constitutivas de la «Unión Católica» pueden leerse, por ejemplo, en El Mundo Político de Madrid, número del 29 de enero de 1881. Firman el ma­nifiesto varios aristócratas alfonsinos (los condes de Orgaz, Guaqui, y Can- ga-Argüelles, y el marqués de Mirabel, junto a los «ideólogos» Alejandro Pi­dal, Galindo y Vera, y León Carbonero).

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esquema trazado por Cánovas. Alejandro Pidal, bien pertrecha­do en el apoyo explícito que prestaron a su «colaboracionismo» el Papa León XIII y el cardenal y filósofo fray Zeferino Gonzá­lez, obtuvo su recompensa con la entrada en el Gobierno como mi­nistro de Fomento en 1884 y, posteriormente, la presidencia de las Cortes. Los liberales y republicanos captaron muy pronto el for­midable enemigo que la «Unión Católica» suponía para sus aspi­raciones políticas de hacer sobrevivir algo de los ideales de la «Glo­riosa», y no perdonaron a Cánovas que se aliara con Alejandro Pi­dal y le concediese cuotas importantes del poder con el objeto de ampliar la base social de apoyo a la Restauración y estabilizar el nuevo régimen19. Es bien conocida la hostilidad constante hacia la «Unión Católica» por parte de Clarín, que tuvo que padecer bien de cerca las consecuencias del poder omnímodo de Alejandro Pi­dal en Asturias, y que afirmó preferir enfrentarse al carlismo, un enemigo más cerril pero que según él representaba «una causa muy española», antes que a unos «mestizos» intrigantes sin más credo real que la pura «cuquería» y que significaban «una podredum­bre espiritual, más funesta que todo»20. Emilio Castelar, por su parte, fue más lejos; al explicar en julio de 1884 las distintas «reac­ciones» posibles, literarias, filosóficas o políticas, afirmó que «la Unión Católica es reacción que reúne todas estas reacciones»:

19 L a im a g e n n e g a t iv a d e A le ja n d r o P id a l q u e d i fu n d ió C la r ín h a p a s a d o , s in m a t iz a c io n e s , c o m o r e a l id a d h is t ó r ic a in d is c u t ib le , a lo s e s t u d io s o s d e la o b r a d e l g r a n c r í t i c o a s t u r ia n o , o lv id a n d o q u e in c lu s o é s te r e c o n o c ía a lg u n o s m é ­r i t o s a su a n t a g o n is t a (v . , p o r e je m p lo , e l « P a l iq u e » e n Madrid Cómico, n ú m . 418, 21 d e fe b r e r o d e 1891, d o n d e C la r ín h a b la d e « l o q u e fu e » y a ú n « p u e d e s e r » P id a l ) . C f . , c o m o e je m p lo d e m á x im a s d e s c a l i f i c a c io n e s , Y . L i s s o r g u e s : Clarín político, I (T o u lo u s e : U n iv . 1980), p á g s . X X I X y ss ., y La pensée philo- sophique et réligieuse de Leopoldo Alas (Clarín), 1875-1901, p á g s . 56-67; v . ta m ­b ié n D . R u iz G o n z á l e z : « A le ja n d r o P id a l , o e l p o s ib i l i s m o c a t ó l ic o d e la R e s ­ta u r a c ió n . P o s ic io n e s d o c tr in a le s y p r á c t ic a p o l í t ic a » , B.I.D.E.A., X X I I I (1969), n ú m . 67, p á g s . 203-221. M u y d is t in t a es la p e r s p e c t iv a d e q u ie n e s h a n e s t u d ia ­d o e l c a n o v is m o d e s d e d e n t r o y e l p a p e l d e A le ja n d r o P id a l e n e l p a r t id o c o n ­s e r v a d o r , o e l t e s t im o n io d e q u ie n e s l o c o n o c ie r o n p e r s o n a lm e n t e y e n su t r a ­y e c t o r ia p o l í t i c a ; c f . , e n t r e o t r o s , M . F e r n á n d e z A l m a g r o : « D o n A le ja n d r o P id a l y su e n t r a d a e n e l G o b ie r n o d e C á n o v a s d e 1884», BRAH, C X X (1947), p á g s . 231-248, y S. B e r m ú d e z d e C a s t r o , m a r q u é s d e L e m a : Mis recuerdos (1880-1901) (M a d r id ; C I A P , 1930). C r is t ó b a l d e C a s t r o , e n su Antología de las Cortes de 1899 (M ., 1913), p á g . 83, d a p o r in c u e s t io n a b le la « h o n e s t id a d p o l í t i ­c a » d e A le ja n d r o P id a l .

20 C l a r í n : « O r e m u s » , e n Madrid Político, n ú m . 14 (7-V-1885). C la r ín p e r s o n i f i c a e n l o s p e r i ó d i c o s r e s p e c t iv o s , El Siglo Futuro y La Unión, a lo s c a r l i s t a s « ín ­t e g r o s » d e N o c e d a l y a lo s «m e s t iz o s » .

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La Unión Católica es una reacción religiosa, una reacción filosófica, una reacción política, porque lleva en su seno to­das las reacciones, y por lo tanto representa la más temible para la paz pública y la más condenable por el liberalismo: es, a saber, la reacción universal21.

Alejandro Pidal y los suyos, entre ellos el por entonces ya cé­lebre Menéndez Pelayo, fueron también blanco favorito del sec­tor liberal de la prensa humorística del momento. Los dibujantes no perdonaron ocasión de retratar a Pidal en hábito frailuno, en el trance de echarse al monte con el trabuco en ristre, o en la for­ma de un cuervo o buitre barbado que se cernía sobre don Anto­nio Cánovas; y articulistas cáusticos como Luis Tabodase sentían en su m ejor elemento al servirse de Pidal y Menéndez Pelayo pa­ra la crónica esperpéntica de una situación política que conside­raban antinatural22.

La «Unión Católica» tuvo como medios de difusión iniciales, entre otros, los periódicos El Mundo Político y El Fénix en sus eta­pas últimas. A partir de 1882 y hasta 1887 el periódico que sirvió com o órgano de expresión a Alejandro Pidal y su grupo fue el di­rigido por Damián Isern, La Unión, que supo concitarse la hosti­lidad inequívoca tanto de los republicanos y liberales como de los carlistas e «integristas». En junio de 1887, Isern y todo el consejo de redacción del periódico, disconformes con ciertas exigencias del propietario industrial de La Unión, se separan del diario y fun­dan La Unión Católica. El nuevo periódico será en adelante y alo largo de doce años el portavoz de Alejandro Pidal; su consejo de redacción lo formaban junto a Pidal y Marcelino Menéndez Pe- layo otros miembros fundacionales de la «Unión Católica», como los condes de Orgaz, Guaqui y Canga-Argüelles, y algunos cono­cidos escritores ultramontanos como Suárez-Bravo y Santiago Liniers23. El primer director fue el mismo Damián Isern, que ya

21 No puedo precisar ahora la procedencia de esta cita, que corresponde a un dis­curso de Castelar pronunciado el 5-VII-1884.

22 V., por ejemplo, «En el álbum de Alejandro», «La fe en peligro», o «Entre Neos» a propósito de un discurso pronunciado por Menéndez Pelayo contra la des­amortización de Mendizábal, en Madrid Político, núms. 2, 3 y 9 (febrero y abril de 1885). O este suelto sin firmar, pero que por su estilo podría ser también de Taboada: «El domingo fue hallado un feto en el atrio de las Comendado­ras. La circunstancia de ser un feto y de estar a la puerta de un convento alar­mó a los socios de la Unión Católica, que le tomaron en un principio por el cadáver de Menéndez Pelayo» (Madrid Político, núm. 10, 9-IV-1885, pág. 7).

23 El primitivo La Unión, desligado ya de la «Unión Católica», sobrevivió hasta 1890, pero perdió toda incidencia en la vida pública una vez que su antiguo

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había dirigido La Unión; y desde 1895 a 1899 el director de La Unión Católica lo sería Juan Menéndez Pidal24, quien ya había adquirido especial protagonismo en la marcha del periódico a par-, tir de 1893. En 1894 publicó varios artículos ideológicos, incidien­do en cuestiones sociales abordadas desde la óptica confesional católica, y centrándose en la extensión de fenómenos que, como el anarquismo, el materialismo, el alcoholismo o la proliferación de aspirantes a cargos públicos, le parecían signos de una socie­dad enferma, en última instancia por causa de la siembra de ideas anticristianas que gustaba de personificar en Schopenhauer, Re­nán o Víctor Hugo. Ese mismo año hizo, como corresponsal del periódico, el que debió de ser su único viaje fuera de España: Juan Menéndez Pidal form ó parte de la peregrinación de obreros cató­licos a Roma, fomentada por la «Unión Católica»25, que además de su significación originaria tuvo consecuencias añadidas para la política española. Ello se debió a las interpelaciones parlamen­tarias de Alejandro Pidal con m otivo de la agresión de que fue­ron objeto los peregrinos al embarcar en el Grao de Valencia por parte de elementos republicanos y anticlericales. Menéndez Pidal, más que insistir en las violencias sufridas, prefirió dar un tono doctrinario o lírico a sus «Crónicas de la peregrinación» y, por ejemplo, a bordo del barco, el «Montevideo», evocará los versos del v iejo romance del Infante Arnaldos.

Una vez que pasó a dirigir La Unión Católica, desaparecen los artículos firmados por Juan Menéndez Pidal26. En octubre de 1894, cuando debía de ser ya el director real del periódico, recurre al pseu­dónimo de «Valfrido» para dos artículos doctrinarios en contra de la libertad de cultos. No hay duda de que los editoriales o artícu­los de fondo publicados por La Unión Católica entre 1895 y 1900

consejo de redacción declinó «toda responsabilidad en la marcha doctrinal del periódico La Unión*, y pasó a encabezar la nueva redacción de La Unión Ca­tólica (Cf. núm. 1 de este periódico, 6-VI-1887).

24 Juan Menéndez Pidal figura como director en la cabecera del periódico (una innovación, puesto que Damián Isem no tuvo nunca honores similares), des­de el núm. 2.277 (14-11-1895), aunque es probable que desempeñara la direc­ción efectiva desde unos meses antes.

25 El periódico lo anuncia así el 13 de abril: «Entre los peregrinos que han salido para Roma figura el ilustre literato y poeta D. Juan Menéndez Pidal, que lle­vará en tan grandiosa manifestación del espíritu católico la representación de este periódico, y nos telegrafiará cuanto ocurra», La Unión Católica, núm. 2.023 (13-IV-1894).

26 La única excepción son algunas colaboraciones literarias publicadas en los nú­meros extraordinarios del periódico sobre la Semana Santa.

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fueron redactados en su mayoría por Juan Menéndez Pidal; lo mis­mo sucede con varios otros artículos y noticias redactadas sobre asuntos en los que el director del periódico tenía interés personal; creemos así que tienen todo el aspecto de haber sido redactados por él todos los comunicados del periódico sobre el «caso» de mosén Ja­cinto Verdaguer en 1895, los destinados a comentar las reformas en el cuerpo de archiveros y bibliotecarios, o los que dedica a poe­tas «regionales» como Cuesta y José María Acebal, entre varios otros.

Juan Menéndez Pidal dejó su impronta personal en la última etapa de La Unión Católica. El periódico, claro está, no alteró su línea ideológica y doctrinal: las polémicas con los republicanos y liberales de El País, La Justicia, El Globo, o El Imparcial y El Heraldo, y más aún, con los carlistas de La Fe y los integristas de El Siglo Futuro, siguen siendo tan virulentas com o en la época de Damián Isern; la defensa de la ortodoxia católica siguió sien­do igual de intransigente, y el periódico continuó difundiendo y publicando íntegras todas las intervenciones parlamentarias de Alejandro Pidal; se imprimían páginas especiales para recoger sus discursos y se concedía atención preferente a cualquier noticia de la vida pública y privada (indisposiciones de salud, desplazamien­tos, homenajes tributados por sus electores, acontecimientos fa­miliares, etc.), del que siguió siendo el inspirador y jefe político indiscutible de la «Unión Católica». Pero aún así, el periódico ad­quirió bajo Menéndez Pidal un tono algo más sobrio y «profesio­nal» que en los años anteriores; los ataques a los rivales se hacen más desde el terreno de los principios y, sin desaparecer del todo, se atenúa el componente de descalificación al im pío en la forma personalizada que había prevalecido antes. La proporción de no­ticias «neutras» aumenta también considerablemente.

La intervención directa de don Juan en la gestión de La Unión Católica se advierte en pequeños detalles, com o el hecho de que la cuarta página del periódico incluya regularmente anuncios de sus obras literarias (A.la.lá y Tres poesías), pero también en las nuevas firmas que colaboran en estos años; muy en especial la de su antiguo amigo y mentor intelectual, Balbín de Unquera, quien se convertirá en el colaborador más asiduo en la última época del periódico27. Colaborador habitual fue también Francisco Rodrí­

27 Balbín de Unquera, acaso el más prolifico periodista asturiano de todos los tiem­pos (sin excluir a Clarín), escribe durante largas etapas prácticamente en to­dos los números, bien sea directamente o a través del pseudónimo «I.DEN», o en las dos formas, con abundante retórica y no muy buen estilo, y tocando te­

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guez Marín, viejo compañero en lides folkloristas y poéticas. A l­go más inesperado, acaso, es que también Ramón Menéndez Pi- dal publicara aquí algunos de sus primerísimos trabajos, aunque su colaboración en La Unión Católica fue sólo episódica28, y ello es explicable porque su ruptura con Alejandro Pidal fue tempra­na, simultánea a su acercamiento a los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, y definitiva; las contadas veces que en el fu­turo recurrió Ramón Menéndez Pidal a los periódicos lo haría en medios de difusión de signo ideológico muy distinto al dirigido por su hermano, como El Imparcial en 1902, o, ya en la década de 1930, El Sol. Insospechada también resulta la publicación de un cuento de Rubén Darío, una parábola sobre el carácter de Espa­ña, basado en la reciente guerra hispano-americana en Cuba29.

Los gustos literarios del director se reflejan igualmente en las obras que se publicaban como folletín en el periódico. No parece casual que, además de la Fabiola, de Wiseman, y obras similares de exaltación cristiana, La Unión Católica publicase íntegros li­bros com o Las guerras civiles de Granada, de Pérez de Hita, y Amaya, o los vascos en el siglo VIII, de Navarro Villoslada, un libro que Juan Menéndez Pidal apreciaba en su doble calidad de literatura «regional» y de novela histórica muy afín en su visión de la Edad Media y en su ideología a las suyas propias. Más direc­ta aún hubo de ser su intervención en que se publicase una narra­ción piadosa de su hermano Luis Menéndez Pidal, que es uno de los pocos escarceos literarios del artista de la familia, por enton­ces ya muy apreciado como pintor costumbrista y de cuadros de género histórico30.

mas de toda índole, desde los artículos doctrinarios a la divulgación de temas científicos y filológicos o la galería biográfica de grandes personajes del mun­do católico.

28 El 9 de marzo de 1894 La Unión Católica reproducía la carta a Cánovas, «Un hallazgo histórico», publicada ya en La Epoca, sobre sus primeros descubri­mientos cronísticos en tomo a la leyenda de los Infantes de Lara. Del mismo mes son otros artículos de Ramón Menéndez Pidal aparecidos en el periódico de su hermano: un trabajo extenso, «Las representaciones dramáticas de la Pasión» (19-111-1894, págs. 19-21), y la que fue su primera reseña bibliográfi­ca, acerca de los estudios de Emilio Cotarelo sobre Tirso de Molina («Libros nuevos», núm. 1990, 2-III-1894); ninguno de los dos figura en las bibliografías de Ramón Menéndez Pidal.

29 «Ecos literarios. D. Q.», La Unión Católica, núm. 3.471 (21-1-1899). El cuento, suponemos, había sido ya publicado previamente pero en fecha en cualquier caso inmediata.

30 «Episodio de la vida de Santa Teresa. Escrito en forma novelesca por Luis Me­néndez Pidal», La Unión Católica, 16-X-1897 en adelante.

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Como ejemplos últimos de la intervención de Juan Menéndez Pidal en su etapa de director de La Unión Católica nos referire­mos a unos hechos sin duda muy secundarios en la vida del perió­dico, pero que nos interesen aquí por retrotraernos de nuevo a la polém ica con el antiguo enemigo, personal y del «Folklore», es de­cir, Leopoldo Alas. El periódico había preferido no polemizar con Clarín en los últimos años en que Isem se ocupó de dirigirlo; pero a partir de 1895 las hostilidades se recrudecen. Es cierto que Juan Menéndez Pidal tuvo la elegancia suficiente para no responder a los ataques personales y descalificaciones absolutas a su poesía (1895), ni a los que por equivocación dirigió Clarín contra su her­mano Ramón (1897); sin embargo el periódico tenía materia sobra­da a que contestar, dadas las continuas alusiones hostiles a A le­jandro Pidal y a La Unión Católica que Clarín deslizaba en todos los periódicos en que escribía. El diario «mestizo» no se conform ó con responder a los ataques puntuales, y tom ó la ofensiva ensa­ñándose en los fracasos del estreno del drama Teresa en Madrid y su reposición en Barcelona, o en las conferencias del Ateneo que, según el diario, habían dado muy pobre talla de Clarín com o ora­dor. La Unión Católica encizañó también todo lo que pudo en los conflictos que Alas tuvo con la administración colonial y con los marinos españoles y no dejó, claro, de censurar el papel nefasto que, siempre según el periódico de Juan Menéndez Pidal, la críti­ca «negativa» de Clarín ejercía en las letras patrias. Sin ser com ­pleta, probablemente31, he aquí la lista de los artículos dedicados al gran crítico asturiano mientras don Juan dirigió el periódico:

— «El beneficio de la Guerrero». [Reseña, muy amplia y no firmada, del estreno de Teresa, de Clarín. Muy hostil; se mantiene la ficción de pretender ignorar el nombre del autor de la obra], La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.307 (21-111-1895).

— F ernández H idalgo, Eugenio, «Los dioses de la crítica» [Sobre todo, contra Clarín], La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.365 (31-V-1895).

— «Ginesillo», «Comidilla: Clarín teresamaníaco», La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.379 (18-VI-1895).

— Anón., «Clarín, en Barcelona». [Se transcribe un artícu­lo de Miquel y Badía, en el Diario de Barcelona, que re-

31 En las colecciones de La Unión Católica que hemos examinado, en la Heme­roteca Municipal y la Biblioteca Nacional de Madrid, falta todo el mes de di­ciembre de 1894 y desde el 4 al 14 de junio de 1895; por sus fechas es muy posi­ble que en esos números hubiera nuevos ataques a Clarín.

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señaba negativamente la representación de Teresa en aquella ciudad], La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.380 (19-VI-1895).

— I. DEN (A. Balbín de Unquera), «¿Palos o Paliques?» [Edi­torial, contra un “ Palique” de Clarín a propósito de la situación en Cuba], La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.453 (14-IX-1895)32.

— Anón., «Clarín, “ marino” ». [Editorial, contra un “ Pali­que” de Clarín sobre el desastre del “ Barcáiztegui” ]33, La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.463 (27-IX-1895).

— Anón., «Clarín y los marinos», La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.465 (30-IX-1895).

— Anón., «Fracaso de una traición». [Contra las presuntas maniobras de Clarín para impedir la reelección de M. Me- néndez Pelayo como senador por la Universidad de Ovie­do], La Unión Católica, X (1896), núm. 2.640 (30-IV-1896).

— «Ginesillo», «Cuentos de Clarín». [Crítica hostil de la ve­na espiritualista en Cuentos morales], La Unión Católi­ca, X (1896), núm. 2.655 (16-V-1896).

Clarín no respondió explícitamente, hasta donde sabemos, a estos ataques concretos del periódico de Alejandro Pidal. Sólo en una ocasión, en un palique a propósito de los escritores «ama- teurs», o políticos que se servían de la literatura, deslizó una alu­sión despectiva contra Juan Menéndez Pidal, sin nombrarlo si­quiera pero hiriéndolo en donde más podía dolerle, es decir, en su calidad de poeta. Ofensivo era también insistir en considerar­lo todavía como una simple hechura de Alejandro Pidal:

Son políticos con pretensiones de literatos, amateurs del peor género, no por falta de talento sino por sobra de in­fluencia extra-artísticas, v. gr. Cánovas (hoy más formal que antaño, algo retraído de las letras), Pidal (sin grandes pretensiones literarias, y literato al fin útil, para que sus gentes le admiren por todo; y así, no atreviéndose él a es­cribir versos ha nombrado poeta a un pariente lejano, el di­rector de La Unión Católica); es amateur Silvela...34

A partir de mediados de 1896 desaparecen casi por com pleto las alusiones a Clarín en La Unión Católica, y ello a pesar de que fue en 1897 cuando Alas recrudeció con especial virulencia sus ata­

32 El artículo contra el que arremete Balbín de Unquera es «Palique. Otra re­conquista», publicado en Heraldo de Madrid, núm. 1.756 (30-VIII-1895).

33 C f. C l a r í n : «Palique», Heraldo de Madrid, 25-IX-1895.34 C l a r í n : «Palique. Los “ amateurs” », Heraldo de Madrid, 5-VIII-1895, pág. 4.

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ques a Alejandro Pidal y a su periódico. No deja de ser emblemá­tico que la última vez que se menciona el nombre del crítico sea a raíz de un episodio que resultaba ser la inversión exacta de lo ocurrido en Oviedo catorce años antes entre Clarín y Juan Menén- dez Pidal. Con el título de «Bofetada ateneísta» el periódico pida- lino daba cuenta, sin comentarios, de la agresión de Navarro Le- desma a Clarín:

Con m otivo de disputas agrias que habían mantenido en revistas críticas y satíricas, el señor Navarro Ledesma dio ayer tarde en el Ateneo una bofetada a D. Leopoldo Alas (Clarín), el cual en el acto y con energía nombró personas que le representaran en el asunto.

Dos días después en otro suelto, «Cuestión personal», se daba por zanjado el asunto, gracias a las disculpas ofrecidas por Nava­rro Ledesma en unos términos que parecen calcados de los que en su día esgrimió Clarín en Oviedo, en el acta de avenencia con Juan Menéndez Pidal35.

También a través del periódico tuvo ocasión Juan Menéndez Pidal de tomarse la revancha de los ataques de Clarín al «F olklo­re» formulados con m otivo de su crítica elogiosa a los Cuentos y chascarrillos andaluces publicados por don Juan Valera36. En agosto y septiembre de 1896 La Unión Católica publicó unas «Car­tas andaluzas» firmadas por el bachiller «Francisco de Estepa». Las cartas van dirigidas a Valera, de quien se remeda también el título en recuerdo de sus «Cartas americanas», y son una crítica feroz al libro recién publicado. El bachiller se ensaña sobre todo con la inmoralidad y la suciedad que veía en muchos de los cuen­tos publicados por los cuatro anónimos ingenios; el tono de su crí­tica es zafio, especialmente cuando pretende ser humorístico, y se comprende que esas «cartas» molestaran vivamente a Valera37. Pero la censura enfatizaba también, y en ello no le faltaba algu­na razón, que la m ayoría de los cuentos no eran ni populares ni andaluces, y que varios habían sido publicados ya muchas veces; ello suponía dejar al descubierto la coartada de Valera y sus ami­

35 La Unión Católica, núms. 3.010 y 3.012 (6 y 8-XI-1897). Por parte de Clarín in­tervinieron esta vez como «padrinos» Eugenio Olavarría, que nos es bien co­nocido por su labor como folklorista, y Félix González Llana.

36 Cf. J. A. C i d : «Clarín vs. Juan Menéndez Pidal...». cit., págs. 1.427-1.428.37 V. «Las amarguras de don Juan», en S. M o n t o t o : Valera al natural (Madrid,

1962), págs. 49-54.

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gos al pretender «escudamos y justificarnos con el folklorism o», como escribió Valera en carta privada38, y en efecto así hacían en la introducción «erudita y algo filosófica» al decir que su finali­dad era salvar «el tesoro escrito de los cuentos que el vulgo refie­re y que pueden perderse cuando no se escriben»39. El bachiller mostraba también la inconsecuencia de revestir en lenguaje aca­démico y a veces con abundancia de latines o referencias cultas unos cuentos presuntamente «tomados de la boca del vulgo»40.

Puede sorprender que Juan Menéndez Pidal propiciase o auto­rizase la inserción en su periódico de unos ataques tan desmesu­rados a una figura como la de don Juan Valera, con quien parece haberse mantenido siempre en buenos términos, y con cuya cola­boración (así com o la del «doctor Thebussem», otro de los com pi­ladores de los Cuentos y chascarrillos andaluces) contó al año si­guiente para la edición del Album hispano-marroquí. Creemos que en este caso pudo más su deseo de contrarrestar los ataques de Cla­rín al «Folklore de los pedantes», ataques en los que hubo de sen­tirse directamente aludido y que Alas había lanzado sirviéndose del libro de Valera como pretexto.

En los dos últimos años de vida del periódico Juan Menéndez Pidal tuvo que enfrentarse a problemas de m ayor magnitud que las habituales polémicas con carlistas, liberales o republicanos, y las denuncias contra los «librepensadores» o la libertad religio­sa. El asesinato de Cánovas en agosto de 1897 y los acontecimien­tos del año siguiente, el año de la guerra con los Estados Unidos y del «desastre nacional», llevaron a la disolución de hecho de los partidos políticos de la Restauración, tal y como habían funcio­nado desde el pacto del Pardo. Especialmente en las filas del par­tido conservador nada pudo ser ya como antes. Aunque Alejan­dro Pidal era el m ejor colocado en un principio para suceder a Cá­

38 Ibid., pág. 40.39 Cuentos y chascarrillos andaluces, tomados de la boca del vulgo. Colecciona­

dos y precedidos de una introducción erudita y algo filosófica, por fulano, zutano, mengano y perengano (Madrid, 1896), pág. IX.

40 Las once «Cartas andaluzas» se publicaron en La Unión Católica a partir del13 de agosto de 1896 (núm. 2.729). Posteriormente, el autor las reunió en un libro que tituló Académicos en cuadrilla. Denuncia (Madrid, 1897). El «bachi­ller Francisco de Estepa» era en realidad un oscuro escritor, Francisco Teo- domiro Moreno Durán, que había dado ya a conocer su pseudónimo en unos ataques, muy violentos también, contra el padre Mir.

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novas en la jefatura41, parecen del todo sinceros su retraimiento de la política en los meses siguientes a la muerte del jefe indiscu­tible y su renuncia a optar al puesto. Una vez que se negó a aliar­se con el muy desprestigiado Romero Robledo42 y decidió avalar la candidatura del antiguo disidente, Silvela, Alejandro Pidal ten­drá ya sólo una presencia esporádica en la vida pública aunque mantendrá su papel de gran figura y santón dentro del partido, y será presidente, de nuevo, en las Cortes de 1899. En consecuen­cia, el periódico que le servía de portavoz no tenía ya razón de ser con la nueva configuración de las fuerzas conservadoras, y La Unión Católica desaparece en febrero de 189943.

Ese mismo año inicia Juan Menéndez Pidal su carrera como go­bernador en distintas provincias españolas, y hasta 1904 no vuel­ve a asentarse definitivamente en Madrid. Aún así, no perdió el contacto con el periodismo y participa desde muy pronto en la nue­va empresa de El Universo, el diario confesional y conservador que sólo en parte podría considerarse heredero de La Unión Ca­tólica. No sabemos que en El Universo, fundado e inicialmente dirigido por un antiguo rival, el integrista Ortí y Lara, aparecie­sen, hasta 1904, artículos firmados por Juan Menéndez Pidal, pe­ro los testimonios de la época concuerdan en que tuvo un papel importante en la marcha del nuevo periódico com o «redactor de

41 «En los primeros momentos de conocerse la triste noticia, la opinión fue uná­nime: Pidal, por su posición oficial y sus grandes dotes, era el llamado a diri­gir el partido conservador; mas a poco aparecieron corrientes subterráneas que neutralizaron este espontáneo movimiento», S. Bermúdez de Castro, mar­qués de Lema, Mis recuerdos (1880-1901), cit., pág. 228. Es muy posible que entre esas «corrientes subterráneas» deba incluirse la muy temprana decan­tación de Sánchez de Toca, hasta entonces seguidor fiel de Pidal, en favor de Silvela. Cf. J. S á n c h e z d e T o c a : La crisis presente del partido conservador. La jefatura y los ideales (Madrid: Hijos de M. G. Hernández, 1897).

4 2 Cf. S. B e r m ú d e z d e C a s t r o : Op. cit., págs. 229-242, con noticias de primera mano sobre las intrigas internas en el partido conservador, y un juicio muy favorable sobre la actitud de Alejandro Pidal: «Demostró una clarividencia, sobre todo estímulo de amor propio, y a la postre un desinterés y abnegación tales que ofrecieron señalado ejemplo. A mí lo que más me sorprendió en aquel hombre, cuyo talento parecía hecho para elevarse a grandes cuestiones doc­trinales, fue el sentido práctico que demostró. Ni por un instante creyó que el partido conservador le elevaría a su dirección: sabía la falta de entusiasmo por las ideas, los prejuicios de algunos, la cuquería para ver venir de los más, sobre todo, las intrigas de algunos prohombres, la envidia de otros».

43 El periódico deja de publicarse a partir del 14-11-1899 (núm. 3.505). Su desapa­rición se produce sin anuncio previo, a no ser que la única colección que cono­cemos que llegue a ese año (la de la B. Nacional de Madrid) esté incompleta.

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fondos». Ya hemos mencionado lo que escribió Luis G. Alonso Ge- tino a propósito de los «años y años» que J. Menéndez Pidal «se pasó escribiendo fondos y otros artículos en el excelente diario El Universo, ocultando su firma»; en la primera necrología publi­cada el mismo día de su muerte, decía también el propio periódico:

Como hombre era nuestro compañero de una bondad y una afabilidad apasionadas. A pesar de su altura intelec­tual y de su posición en el periódico, nunca dejó de ser el compañero que, al acabar su artículo de fondo, salía de su despacho y en la redacción se sentaba entre todos para con­tarnos alguna aguda anécdota del político o literato44.

En realidad, Juan Menéndez Pidal sí firmó varios artículos, o bien utilizó siglas transparentes, además de un pseudónimo ha­bitual, «Pero Mudo». Esa colaboración fue muy intensa, al menos entre 1905 y 1907, pero es seguro que los artículos firmados son sólo una parte mínima de los que redactó para El Universo. Es­pecialmente, después de la muerte de Valentín Gómez, redactor habitual de los editoriales del periódico, en noviembre de 1907, creemos que los artículos doctrinales anónimos salieron en gran parte de la pluma de J. Menéndez Pidal; pero ello se traduce en que las colaboraciones firmadas pasen a ser muy escasas en los años siguientes. Otro colaborador del periódico, Angel Salcedo Ruiz, se refiere a Juan Menéndez Pidal como «redactor principal» de El Universo, y no cabe duda que llegó a ser él quien marcaba la línea editorial, con artículos de fondo mucho más generales (des­de la «germanofilia» a los ataques contra Unamuno o Azorín) que los que podía redactar el director formal del periódico, Rufino Blanco, un pedagogo que en sus artículos firmados rara vez se sa­lía de su campo de especialización.

Además de sus actividades ininterrumpidas en el periodismo diario y «de batalla», Juan Menéndez Pidal fue en sus últimos años redactor-jefe, lo que equivalía a ser el director efectivo, de una de las revistas más prestigiosas de erudición histórica y literaria que se publicaban en España a principios de siglo, es decir, la Re­vista de Archivos, Bibliotecas y Museos. En ella aparecieron la mayoría de sus trabajos de investigación, que en buena parte re­flejan hallazgos documentales y estudios surgidos mientras fue director del Archivo Histórico Nacional. En el archivo desplegó notable actividad; a él se deben la organización de la sección de

44 «Juan Menéndez Pidal», El Universo, XVI (1915), núm. 7.326 (28-XII-1915), pág. 1.

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sigilografía y el traslado desde Simancas de todos los fondos de los tribunales de la Inquisición, que serían tan consultados por estudiosos de todo tipo en las décadas posteriores.

La personalidad versátil de Juan Menéndez Pidal com o perio­dista, escritor e investigador se refleja sólo muy imperfectamen­te, en especial la primera de esas actividades, en la lista de publi­caciones que damos a continuación. A l no conservarse su archivo personal ni el de los periódicos que dirigió o en los que colaboró, los artículos de prensa que incluimos se reducen forzosamente a los pocos que se publicaron firmados. Es seguro que la consulta de otros periódicos y revistas podrá aportar en el futuro nuevas entradas. Lamento, en especial, no haber podido consultar nin­guna colección de El Trasgo, ni de la primera época del Boletín del Centro Asturiano, de Madrid; consta que en ambas publica­ciones participó activamente Juan Menéndez Pidal, y los artícu­los ahí publicados completarían el panorama de su actividad li­teraria y periodística juvenil. Es posible también que el estudio estilístico permitiera en varios casos adjudicarle con m ayor o me­nor certeza varios de los artículos que aparecieron anónimos en La Unión Católica y El Universo. Por el momento, nos limitamos a dar la bibliografía «segura» más completa que hemos podido compilar. Sólo en contados casos, en que la autoría me ha pareci­do evidente por razones de crítica a la vez «externa» e «interna», me he atrevido a incluir algún artículo aparecido sin firma y sin ninguna sigla identificatoria.

* * *

BIBLIOGRAFÍA DE J. MENÉNDEZ PIDAL

1. «¡¡Ante la tumba de Pelayoü», La Idea, núm. 2 (1876).No hemos localizado ejemplares de la revista en que se publicó este poe­

ma, nunca reimpreso por J. M. P. Las referencias, indirectas, a ese texto, son las que se deducen de la entrada siguiente.

2. «Contestación a la crítica hecha en el Noticiero de Asturias de la poesía «¡¡Ante la tumba de Pelayoü», publicada en las columnas de La Idea. Hoja suelta (Valladolid: Imp. de F. San- taren, s. a.).

El texto está fechado en «Valladolid, 23 de diciembre de 1876». Además de una carta dirigida al director de El Noticiero de Asturias, la hoja inclu­ye una glosa en cinco décimas de la quintilla de Moratín «Tu crítica maja­

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dera...». La glosa se encabeza con el título «A mi amigo el gacetillero del Noticiero de Asturias». El único ejemplar que nos es conocido de la hoja suelta es el conservado en la biblioteca de A. Galmés de Fuentes.

3. «Al castillo de Tudela», s^a., c. 1878.El poéma, fechado en «Pajares del Puerto, 17 de agosto de 1878», y de­

dicado «A mi querida madre», ocupa las págs. 31-32 de una publicación cu­yo lugar y fecha de edición nos son desconocidas. Manejamos dos hojas des­glosadas de lo que parece ser una colectánea poética de diversos autores (entre ellos E. Silió y Gutiérrez), conservadas en la biblioteca de A. Gal­més de Fuentes.

4. El conde de Muñazán (Leyenda). Prólogo de A. Balbín de Un- quera (Madrid: Libr. de M. Murillo-Libr. de M. Olamendi, 1880).

J. Somoza describe una segunda edición de Burgos: Imp. de la Va de Villanueva, 1880, con el título de «Leyenda asturiana» (Registro asturia­no, núm. 1.016). A esa misma segunda edición se refieren García-Rendueles, que la fecha en Burgos, 1881; C . S u á r e z , Indice bio-bibliográfico de escri­tores y artistas asturianos; y A. Ruiz C a b r i a d a , Bibliografía del cuerpo facultativo..., núm. 10.475, que la describe como impresa en «Burgos-Ma- drid: Imp. Vda. de Villanueva, 1880, XI + 54 págs., 22 cm.». No hemos visto ejemplares de esta segunda edición, pero no parece que pueda dudarse de su existencia.

5. Dios y el César. Estudios de Derecho público eclesiástico (Madrid: Imprenta de los hijos de J. A. García, 1880).

No hemos localizado ejemplar de este trabajo, que fue presentado co­mo tesis de doctorado en Derecho, en ninguna biblioteca pública. Tanto Antonio Maura en su necrología como el Indice bio-bibliográfico indican que la tesis le fue rechazada, y el Indice precisa que fue después publicada en una «Enciclopedia de Derecho». Según Maura, «la obra sazonada quedó en postergación inmerecida, y su autor ha muerto sin llegar a graduarse de doctor». La edición del trabajo, anunciado por primera vez como im­preso en A.la.lá (1890), la habíamos en principio supuesto —erróneamente— realizada hacia 1887. A. Ruiz C a b r i a d a , Bibliografía del cuerpo faculta­tivo..., núm. 10.480, la consideraba impresa en 1895. Por fortuna, Alvaro Galmés conserva un ejemplar del libro, lo que nos permite precisar con exactitud los datos bibliográficos; en la portada, por otra parte, se indica que el autor era «Caballero romano y doctor en Derecho civil y canónico»,lo que parece contradecir los informes de Maura.

6. «El aliento del ahorcado. Leyenda», La Ilustración Gallega y Asturiana, III (1881), núm. 7 (8-III-1881), págs. 81-82.

7. «Don Nunno de Rondaliegos», La Ilustración Gallega y A s­turiana, III (1881), núm. 34 (8-XII-1881), págs. 404-405. Hay

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segunda edición como libro: Don Ñuño de Rondaliegos. Aquí se contienen unas uien assonadas coplas que fizo Johan Me- nendes Pidal, natural de las Asturias de Ouiedo..., fechada en la Era [hispánica] de MDCCCCXIX —réstense, pues, 38— y «asaz emendada d ’algunos malos vocablos e uigios que auían pasado en la primera impressión» (Madrid: E. Rubi- ños, 1881).

El Indice bio-bibliográfico... registra dos ediciones como folleto («opúscu­lo») de Madrid, 1881, y Madrid, 1882. Creemos que no existe esa segunda ed. de 1882 y que se trata de un error, aunque, a juzgar por el subtítulo de la primera entrada («Coplas del antiguo romance»), pudiera acaso aludirse a una edición que nos es desconocida. Más probable es que ese subtítulo, que no consta en la edición de la Ilustración Gallega y Asturiana ni en la de Ru- biños, proceda de una descripción inexacta.

8. «Folk-Lore asturiano», La Ilustración Gallega y Asturiana, III (1881), núm. 36 (28-XII-1881), págs. 428-429.

9. «Nostalgia (A la santa memoria de mi padre)», La Ilustración Española y Americana, XXVII (1883), núm. 24 (30-VII-1883), pág. 402.

Se reimprime sin cambios en A.la.lá (1890), págs. 41-46.

10. «La estatua de Condillac (Páginas sueltas de Filosofía hu­morística)», La Ilustración Española y Americana, X X V II (1883), núm. 31 (22-VIII-1883), págs. 107-108 y 110.

11. «Poesía popular. Venganza de honor», La Epoca, 16-111-1885.

12. Poesía popular, colección de los viejos romances que se can­tan por los asturianos en la danza prima, esfoyazas y filan- dones (Madrid: Imprenta y Fud. de los hijos de J. A. Gar­cía, 1885).

Reed. en Colección de los viejos romances que se cantan por los astu­rianos, vol. I de Romancero Asturiano (1881-1910), ed. J. A. Cid (Madrid: Seminario Menéndez Pidal y Gredos, 1986).

13. «El romance de las nieblas», Revista Contemporánea, XII(1886), núm. 61 (enero-marzo 1886), págs. 266-275).

Se reimprime sin cambios en A.la.lá (1890), págs. 57-69.

14. «Entre paréntesis. El último mosquito», La Epoca, X X X IX(1887), núm. 12.701 (4-XII-1887), pág. 2.

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15. «Lux Aeterna», La Ilustración Ibérica, V (1887), núm. 258 (10-XII-1887), págs. 795 y 798.

Reimpresa en Almanaque de la Ilustración Española y Americana pa­ra el año 1889, en A.la.lá (Madrid: J. A. García, 1890), págs. 49-55, etc.

16. «Las tijeras», La Unión Católica, II (1888), núm. 193 (25-1-1888), pág. 1.

Publicado con el anagrama «J. EME PE».

17. «El Arpa Sagrada. Idilio de Mossen Jacinto Verdaguer», La Unión Católica, II (1888), núm. 247 (30-111-1888), pág. 4.

18. «Salmo de amor», La Ilustración Española y Americana, X X X II (1888), núm. 33 (8-IX-1888), págs. 138-139.

Se reimprime sin cambios en A.la.lá (1890), págs. 9-12.

19. «Lux Aeterna», en Almanaque de la Ilustración Española y Americana para el año 1889.

Reimpresa en A. la. Id (Madrid; J. A. García, 1890), págs. 49-55; en Blan­co y Negro, III (1893), núm. 96 (4 de marzo), págs. 155-156, etc.

20. A.la.lá (Madrid: Impr. de los hijos de J. A. García, 1890).

21. «Carta-prólogo» a Eladio García Jove, Errores populares en Asturias (Oviedo: Imprenta de E. Uría, 1891), págs. I-XI.

22. «El pendón negro: I—En el taller; II—El «meeting»; III—Dies irae», La Ilustración Española y Americana, X X X V I (1892), núm. 27 (22-VII-1892), págs. 43 y 46.

Reed. en La Unión Católica, VII (1893), núm. 1.750 (14-IV-1892), pág. 43, y en Poesías (1913), págs. 137-153.

23. «Las siete palabras de Haydn», La Unión Católica, VI (1892), núm. 1.442 (15-IV-1892), pág. 4.

24. [A Zorrila; octavilla aguda], en «Corona fúnebre», Blanco y Negro, III (1893), núm. 92 (4-II-1993), pág. 92.

25. «Crepúsculos», Blanco y Negro, III (1893), núm. 98 (18-111-1893), págs. 194-195 [publicada ya en A.la.lá].

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26. «El pendón negro: I—En el taller; II—El «meeting»; III—Dies irae», La Unión Católica, VII (1893), núm. 1.750 (14-IV-1893), pág. 43.

Hay tirada aparte como folleto (Madrid: Impr. de Francisco Gatón, 1893).

27. «La asturiana», Blanco y Negro, III (1893), núm. 108 (27-V-1893), pág. 354.

Es versión previa del poema «Solariega», ed. en Poesías, 1913.

28. «D. Bernardo Acevedo», Las Riberas del Eo, Ribadeo, XIII(1893), núm. 648 (27-V-1893).

Ap. J. L. P é r e z d e C a s t r o , «Don Bernardo Acevedo, poeta (1849-1920)», Archivum, XXIX-XXX (1979-1980), pág. 106.

29. «Nuestros escritores: D. Bernardo Acevedo», Asturias. Bo­letín del Centro Asturiano de Madrid, IX (1893), núm. 102 (junio).

Suponemos que reproduce o refunde el núm. anterior.

30. «En la luna de Ramadán», Blanco y Negro, III (1893), núm. 130 (28-X-1893), pág. 708.

No recogida en Poesías, de 1913.

31. «Un libro del conde de las Navas. Chavola.—Historia disfraza­da de novela», La Epoca, XLV (1893), núm. 14.810 (6-XII-1893), pág. 2.

32. «Literatura anarquista», La Unión Católica, VIII (1894), núms. 1.942 y 1.945 (3-1 y 8-1-1894), pág. 1.

33. «Un mal crónico», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 1.950 (13-1-1894), pág. 1.

34. «El Papa y los obreros», La Unión Católica, VIII (1894), núm.1.950 (31-1-1894), pág. 2.

35. «Polvo y ceniza», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 1.957 (8-II-1894), pág. 1.

36. «Romanticismo criminal», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 1.970 (22-11-1894), pág. 1.

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37. «La Pasionaria; traducción del catalán», La Unión Católica, VIII (1894), núm. extraordinario 1.988 bis (1-III-1894), pág. 11.

Aunque no se indica que la traducción del poema de Verdaguer es de Juan Menéndez Pidal, se trata de la misma publicada en 1896 y c. 1907, e incluida después en la edición de sus Poesías de 1913.

38. «Jesús (Esbozo de un poema)», La Unión Católica, VIII (1894), núm. extraordinario 1.988 bis (1-III-1894), pág. 22.

39. «Crónicas de la Peregrinación [I] (A bordo del M ontevideo,11 de abril de 1894)», La Unión Católica, VII (1894), núm. 2.029 (19-IV-1894), pág. 2.

40. «Crónicas de la Peregrinación [II] (A bordo del M ontevideo,15 de abril de 1894)», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.031 (21-IV-1894), pág. 2.

41. «El Papa y los obreros españoles», La Unión Católica, VIII(1894), núm. 2.033 (23-IV-1894), pág. 1.

Es el mismo artículo, con cambios menores, publicado ya el 31 de enero de este año.

42. «Crónicas de la Peregrinación (La misa de Su Santidad en la iglesia de San Pedro)», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.037 (27-IV-1894), pág. 2.

43. «No es pleito dinástico», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.046 (9-V-1894), pág. 2.

El artículo aparece firmado con las iniciales J. M. P.

44. «Alcoholism o», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.100 (14-VII-1894), pág. 1.

45. «Costumbres bárbaras, I», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.116 (3-VIII-1894), pág. 1.

El artículo (fechado en San Miguel del Río [Lena], julio de 1894) inaugu­raba una serie que después no tuvo continuación, al menos en este periódi­co; lleva los siguientes epígrafes: «¡Si yo fuese Tácito!—Isidros y paletos.—La Arcadia en un pueblo de cal y canto.—El paisaje y las casucas.—Cuadro edi­ficante.—Un entierro en las ciudades y en el campo.—El cementerio de la aldea.—Lo que se piensa al salir de él».

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 33

46. «Canción del alma», La Ilustración Católica, X IX (1894), núm.16 (l-IX-1894), pág. 220.

Tomado de A.la.lá (1890).

47. «Salmo de Amor», La Ilustración Católica, X IX (1894), núm.17 (15-IX-1894), págs. 238-239.

Tomado de A.la.lá (1890).

48. «Lux Aeterna», La Ilustración Católica, X IX (1894), núm. 18 (l-X-1894), págs. 254-255.

Tomado de A.la.lá (1890).

49. «Noches de Córdoba», La Ilustración Católica, X IX (1894), núm. 19 (16-X-1894), págs. 274-275.

Tomado de A.la.lá (1890).

50. «Se agrava el mal, I», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.183 (23-X-1894), pág. 1.

El artículo aparece firmado por «Val-Frido».

51. «La Secta del Gobierno», La Unión Católica, VIII (1894), núm. 2.186 (26-X-1894), pág. 1.

El artículo aparece firmado por «Valfrido». Creemos que estos dos artícu­los, destinados a combatir la tolerancia con las iglesias protestantes, son de Juan Menéndez Pidal. El pseudónimo «Val-Frido» o «Valfrido» es un recuerdo de su primera obra publicada, Don Ñuño de Rondaliegos.

52. «Historia de un diamante», Unión Ibero-Americana, IX (1894), núm. 110 (4-XI-1894), págs. 569-573 (cllix-clxxxiii).

Según se advierte en nota: «Poesías leídas en la Unión Ibero-Americana, el 12 de octubre de 1894». Reimpresa en Tres poesías (1895) y en Poesías (1913).

53. «S. M. el Rey don Alfonso XIII nació y fue proclamado el 17 de mayo de 1886», La Unión Católica, IX (1895), núm. 2.259 (23-1-1895), pág. 1.

54. Tres poesías (Jesús de Nazareth.—Sol y fiesta .—Historia de un diamante) (Madrid: Impr. de los hijos de J. A. García, 1895).

Se anuncia su salida en el núm. 36 (1-II-1896) del Bol. de la Soc. Esp. de Exc., pág. 238.

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55. «Fragmento [“ Ah!, cuando el Cristo su postrer aliento...” ]», Heraldo de Madrid, VI (1895), núm. 1.663 (29-V-1895), pág. 1.

Es la estrofa final de la sección segunda, «En el Gólgota», del poema Jesús de Nazareth.

56. «En el Gólgota [“ Allá en el fondo obscuro...” ]», Heraldo de Madrid, VI (1895), núm. 1.734 (29-V-1895), pág. 1.

Comienzo del mismo poema que se reproduce en el núm. anterior.

57. «Taine, poeta», Boletín de la Sociedad Española de Excur­siones, III (1895), núm. 34 (l-XII-1895), págs. 187-188.

Introducción y versión de tres sonetos: «La religión», «La sensibilidad» y «Los recuerdos».

Reed., con la introducción muy abreviada y cambios en las traduccio­nes, en Poesías (1913), págs. 191-196.

58. «Jesús de Nazareth (I: Jerusalén; II: En el Gólgota; III: Re- surrexit)», La Unión Católica, X (1896), núm. extraordina­rio (l-IV-1896), págs. 2-3.

59. «La Pasionaria (de Mosén Jacinto Verdaguer)», La Unión Ca­tólica, núm. extraordinario (l-IV-1896), pág. 4.

60. «El Cristo de Candás. Leyenda piadosa», Blanco y Negro, VI (1896), núm. 257 (4-IV-1896), s. p. [3 págs.].

61. «Señaldades», Asturias, Boletín del Centro Asturiano de Ma­drid, XII (1896), núm. 138 (l-VI-1896).

R eed . e n E. G a r c ía -R e n d u e le s , Los nuevos hablistas (1925), págs. 207-208.

62. Misiones católicas de Marruecos. Album hispano-marroquí.Escrito p o r___ ; ilustraciones de M. Durán (Barcelona: s. i.,1897), gran formato.

Incluye: págs. 1-6, «El padre Lerchundi» (J. M. P.); pág. 7, Poesías: «En el Album de la Alhambra» (del poeta marroquí Maleksalon, 1876, trad. J. M. P.), y «Lamentos de Al-Motamid», trad. de J. Valera; pág. 8, «Pensa­mientos», de diversos políticos, y «Atrás», poema de Ibn-Lerbun (trad. de J. Valera); págs. 9-15, «España y Marruecos» (J. M. P.); pág. 16, E. A m ic is , «El Lab-El-Barud» (El juego de la pólvora); págs. 17-23, «La misión fran­ciscana» (J. M. P.); pág. 24, «El Correo en Marruecos» (carta al Dr. Thebus- sem de J. M. Murga); págs. 25-26, Poemas de J. M. P. [Son distintas partes de «San Francisco en Africa (Leyenda histórica)», en cuatro romances]; págs. 27-31, «Estado actual de las misiones» (J. M. P.).

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFI A DE JUAN MENENDEZ PIDAL 35

Entre las ilustraciones figuran una reproducción del cuadro de Luis Me- néndez Pidal, «Un éxtasis de San Francisco», una acuarela de Fortuny, y el proyecto de Gaudí para un edificio destinado a colegio de las misiones e iglesia, en Tánger.

63. «Sello en cera de don Martín, rey de Aragón», Revista de Ar­chivos, Bibliotecas y Museos, I (1897), págs. 246-255 y 309-314.

64. «Lena» [monografía], en B e l l m u n t y T r a v e r , Octavio, y C a - n e l l a y S e c a d e s , Fermín, Asturias: Su historia y monumen­tos..., II (Gijón: O. Bellmunt, 1897), págs. 283-331.

A pesar de la fecha de edición, la contribución de J. Menéndez Pidal a esta obra, que se imprimía en entregas sueltas, es posterior en un año a la que figura en la portada. Una carta del autor, «A manera de prólogo» (págs. 283-284), dirigida a Fermín Canella y Secades, está fechada en «Ma­drid, 1.° de octubre de 1898».

65. «Leyendas del último rey godo (Notas e investigaciones)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, V (1901), 858-895; VI (1902), 354-372; VIII (1904), vol. x, 179-302; IX (1905), vol. xii, 99-114; vol. xiii, 163-179; X (1906), vol. xiv, 353-370; vol. xv, 233-242.

66. Discurso acerca de la Democracia cristiana pronunciadop o r ___ en el VI Congreso católico nacional (Madrid; Impr.de San Francisco de Sales, 1902).

67. «Sello del concejo de Zamora en el siglo XIII», RABM, VI (1902), vol. vi, págs. 486-490.

68. «Sello del conde de Urgel, Armengol VIII», RABM, VII (1903), vol. viii, págs. 407.

69. «Dos días en el monasterio de Silos», El Universo, V (1904), núm. 1.414 (l-XI-1904), pág. 2.

Fechado en «Burgos, 1904».

70. «Primicias literarias de Cervantes», en V. V. A. A ., Cervan­tes y el «Quijote» (Madrid: Tipogr. de la Revista de Archi­vos, Bibliot. y Museos, 1905), capítulo II de la parte 1.a, págs. 20-30.

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36 JESUS-ANTONIO CID

71. «Alma del pueblo», El Universo, VI (1905), núm. 1.584 (21-V1905), pág. 2.

Firmado con las iniciales M. P. [Creemos indudable la autoría de J. Me- néndez Pidal, por las alusiones al himno de Prudencio, al Cid en Burgos, y a Alfonso el Sabio, entre otras].

72. «Apuntes de actualidad. De la logia al cementerio», El Uni­verso, VI (1905), núm. 1.615 (23-VI-1905), pág. 1.

Firmado con las iniciales M. P. [Creemos que las siglas pertenecen a J. Menéndez Pidal].

73. «Fe y voluntad (Narración histórica). Combes en Burgos y el último religioso que queda en Francia, en Cerdeña.—La fe y las obras.—Una capilla edificada por un hombre solo», El Universo, VI (1905), núm. 1.655 (9-VIII-1905), págs. 1-2.

Firmado con las iniciales J. M. P.

74. «Mirando al cielo. El eclipse de sol: Divagaciones en tom o al sol.—Ni en Burgos ni en Sigüenza.—El cielo de Lucrecio y el de Alfonso el Sabio.—Viejas novedades.—Los periódicos de la Edad Media.—Sus noticias acerca de eclipses en los años 1239 y 1333.—¿Observaciones de las bandas oscilantes y la cromos­fera?», El Universo, VI (1905), núm. 1.665 (21-VIII-1905), pági­nas 1-2.

Firmado «J. Menéndez Pidal».

75. «Apuntes de actualidad. Numancia (Desidia nacional)», El Universo, VI (1905), núm. 1.668 (24-VIII-1905), pág. 1.

Firmado con las iniciales J. M. P.

76. «Apuntes de actualidad. A Numancia (Otro monumento in­signe)», El Universo, VI (1905), núm. 1.668 (26-VIII-1905), pág. 1.

No firmado, pero la autoría de J. Menéndez Pidal es indudable, por las alusiones al artículo anterior. En este segundo artículo sobre Numancia se recogen ciertas puntualizaciones publicadas en El Correo, que J. Menén­dez Pidal acepta.

77. «Apuntes de actualidad. La estatua del Cid», El Universo, VI (1905), núm. 1.672 (29-VIII-1905), pág. 1.

Firmado con las iniciales J. M. P.

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 37

78. «Apuntes de actualidad. La cacería del rey A lfonso X II en los Picos de Europa», El Universo, VI (1905), núm. 1.674 (31-VIII-1905), pág. 2.

Firmado «Por la transcripción J. M. P.».

79. «Apuntes de actualidad. Los librepensadores», El Univer­so, VI (1905), núm. 1.678 (5-IX-1905), pág. 1.

No firmado. Por su tono y estilo lo creemos de J. Menéndez Pidal. En el mismo caso se hallan varios otros artículos no firmados de la sección «Apuntes de actualidad» publicados en El Universo a lo largo de todo el año, hasta el 15 de octubre. En especial: «Y muera el que no piense...» (7-IX), «Libertad, pero orden» (8-IX), «Valencia no aguanta más» (13-IX), «El cri­men anarquista» (10-IX), «Profesores y libros» (22-IX), etc., aunque la se­guridad en la atribución no puede ser absoluta. Sin embargo, J. Menéndez Pidal parece asumir la autoría de todos los artículos de la sección «Apun­tes de actualidad» cuando en el del 26-VIII alude a «la precipitación con que necesariamente escribo cada día estos apuntes».

80. «Apuntes de actualidad. Abd-el-Aziz. Un libro notable de M. Veyre. El sultán en la intimidad.—Abd-el-Aziz, pintor y fotógrafo.—El automóvil de S. M. Jerifiana.—Carácter frí­vo lo del sultán», El Universo, VI (1905), núm. 1.689 (18-IX1905), pág. 1.No firmado. Lo registramos porque nos parece obra evidente de J. Menén­dez Pidal.

81. «Homenaje a Benavente. Los malhechores del bien», El Uni­verso, VI (1905), núm. 1.769 (21-XII-1905), págs. 1-2.

Publicado con el pseudónimo «Pero Mudo».

82. «Los danzadores malditos», El Universo, VI (1905), núm. 1.773 (21-XII-1905), pág. 1 (artíc. editorial).

Publicado con el pseudónimo «Pero Mudo».

83. Leyendas del último rey godo (Notas e investigaciones). Nue­va ed. corregida (Madrid: Tip. de la Rev.'de Archivos, 1906).

84. «Comercio anticlerical», El Universo, VII (1906), núm. 1.806 (3-II-1906), pág. 1.Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

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85. «Catecismo librepensador», El Universo, VII (1906), núm. 1.811 (9-II-1906), pág. 1.

Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

86. «Los franceses en Túnez», El Universo, VII (1906), núm. 1.830 (3-III-1906), pág. 1.

Firmado con la inicial «M».

87. «Velada en el Ateneo. Poesía y música regionales», El Uni­verso, VII (1906), núm. 1.853 (31-111-1906), pág. 2.

No firmado, pero nos inclinamos a atribuirlo a J. Menéndez Pidal por su tema y estilo.

88. «Jesús de Nazareth (I, Jerusalén; II, En el Gólgota; III, Re- surrexit)», El Universo, VII (1906), núm. 1.863 (12-VI-1906), págs. 2-3.

Es una nueva reedición del poema publicado por primera vez en 1895 (Cf. supra, núms. 54, 55 y 58).

89. «De aquí y de allá. La abadía de Grottaferrata.—Behanzin, exrey de Dahomey.—Muerte de Vapereau», El Universo, VII(1906), núm. 1.870 (21-IV-1906), pág. 1.

Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

90. «Actualidad literaria. Blanca de los Ríos», El Universo, VII(1906), núm. 1.873 (25-IV-1906), págs. 1-2.

Firmado con las iniciales J. M. P.

91. «El homenaje a Pereda», El Universo, VII (1906), núm. 1.876 (28-IV-1906), pág. 2.

Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

92. «¿Arte y artistas?», El Universo, VII (1906), núm. 1.877 (29-IV1906), pág. 2.

Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

93. «Los de acá y los de allá (Sobre el centenario del Quijote)», El Universo, VII (1906), núm. 1.897 (23-V-1906), págs. 1-2.

Publicado con el pseudónimo «Pero-Mudo».

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 39

94. «Apuntes. Cenizas y rescoldo», El Universo, VII (1906), núm.1.951 (25-VII-1906), pág. 2.

Firmado con las iniciales P. M. [«Pero Mudo»].

95. «Aires de sierra», El Universo, VII (1906), núm. 1.964 (10-VIII1906), pág. 1.

Publicado con el pseudónimo «Pero Mudo» y fechado en «El Paular, 6 de agosto de 1906».

96. «Oyendo el agua correr», El Universo, VII (1906), núm. 1.974 (22-VIII-1906), pág. 1.

Publicado con el pseudónimo «Pero-Mudo» y fechado en «El Paular, 15 de agosto de 1906».

97. «Peñalara», El Universo, VII (1906), núm. 1.987 (6-IX-1906), pág. 2.

Publicado con el pseudónimo «Pero-Mudo» y fechado en «El Paular, 31 de agoste de 1906».

98. «Noticias acerca de la Orden Militar de Santa María de Es­paña, instituida por Alfonso X», RABM, XI (1907), págs. 3-26.

99. «Nieve», El Universo, VIII (1907), núm. 2.123 (9-II-1907), pág. 1.Publicado con el pseudónimo «Pero-Mudo». Es una primera versión del

poema «Flor de Nieve», editado en las Poesías de J. Menéndez Pidal, 1913, págs. 3-4.

100. «El Santo de Tolosa», El Universo, VIII (1907), núm. 2.154 (17-111-1907), págs. 1-2.

Firmado con la sigla «M». La autoría es indudable, puesto que se alude a la visita del padre Marie-Antoine a Cardeña en 1905 y al artículo que pu­blicó con ese motivo (Cf. núm. 73).

101. «Don Eduardo de Hinojosa», El Universo, VIII (1907), núm. 2.214 (26-V-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

102. «Apuntes de actualidad. El nuevo académico [Valentín Gó­mez]», El Universo, VIII (1907), núm. 2.226 (ll-VI-1907), pág. 1.

Publicado con el pseudónimo «Pero-Mudo».

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103. «Acción católica y acción social. Imperioso deber de los ca­tólicos», El Universo, VIII (1907), núm. 2.261 (21-VII-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M>.

104. «Notas de un lector. Vida y procesos de Fr. Luis de León» [sobre un libro de L. G. Alonso Getino], El Universo, VIII (1907), núm. 2.265 (26-VII-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

105. «Cuál es la organización católica en España. Acción católica y acción social. Lo que hay y lo que debe haber», El Univer­so, VIII (1907), núm. 2.273 (4-VIII-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

106. «Acción católica y acción social. El Manual del propagandis­ta», El Universo, VIII (1907), núm. 2.274 (6-VIII-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

107. «Cuál es la organización católica en España. La organización católica en España no es un partido político», El Universo, VIII (1907), núm. 2.293 (28-VIII-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

108. «El presidente de la república de los apaches», El Universo, VIII (1907), núm. 2.314 (21-IX-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

109. «Isabel la Católica. Su verdadero retrato», El Universo, VIII(1907), núm. 2.317 (25-IX-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

110. «Nuevo académico. Rodríguez Marín», El Universo, VIII(1907), núm. 2.345 (27-X-1907), pág. 1.

Firmado con la sigla «M».

111. La Navidad de los niños. Romances populares y su notación musical. Romances eruditos. Cuentos y baladas. Villanci­cos. Variedades. Ilustraciones en fotograbado y tisicromía (Madrid; Tipo, de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Mu­seos, s. a. [1907].

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 41

A. Ruiz Cabriada (Bibliografía del cuerpo facultativo..., núm. 10.490) atribuye a J. Menéndez Pidal la autoría de este libro. Aunque en la porta­da no figura su nombre creemos que, en efecto, el libro fue preparado por él. Además de algunos romances tradicionales religiosos, aunque en ver­siones que no fueron recogidas por J. M. P., se imprimen aquí (págs. 47-55) las traducciones de los dos poemas navideños de Verdaguer realizadas por J. Menéndez Pidal. Esas mismas versiones, junto a dos romances popula­res, se reprodujeron en El Universo al reseñarse la conferencia de J. Me­néndez Pidal, en enero de 1908, en torno a la Navidad en la poesía popular española (Cf. las dos entradas siguientes). En La Navidad de los niños... se reproduce también (págs. 39-40) otra antigua traducción de Verdaguer, «La Pasionaria», publicada ya por J. M. P. en 1894 y 1896. Súmese a todo ello el que un cuadro de Luis Menéndez Pidal figura entre las ilustraciones.

112. «La infancia de Jesús en la poesía popular española». Confe­rencia pronunciada el 4-1-1908, de la que se publican extrac­tos en El Universo, IX (1908), núm. 2.405 (5-1-1908), págs. 1-2.

113. «Jesús Niño» y «Camino de la fuente», traducción de dos idi­lios de Verdaguer, El Universo, IX (1908), núm. 2.405 (5-1-1908), pág. 3.

Las traducciones aparecen ya en La Navidad de los niños... [1907], págs. 47-55, y fueron incluidas en Poesías de J. Menéndez Pidal, 1913, págs. 197-200 y 203-205.

114. «San Pedro de Cardeña (Restos y memorias...)», Revue His- panique, X IX (1908), págs. 82-111.

115. «Notas de viaje. Alba de Tormes», El Universo, IX (1908), núm. 2.616 (24-VIII-1908), pág. 1.

116. «Los Círculos Católicos de Obreros», El Universo, IX (1908), núm. 2.716 (4-XII-1908), págs. 1.

Firmado con la sigla «M».

117. «Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V. Cartas inéditas», RABM, XIII (1909), vols. xx, 182-200, y xxi, 72-95. Impreso com o libro, con el título El bufón de Carlos V, D. Francesi­llo de Zúñiga. Cartas inéditas (Madrid: Imp. Rev. de Archi­vos, 1909).

118. Reseña de Estudos sobre o Romanceiro peninsular, de C. Mi- chaélis de Vasconcellos, publicados en Cultura Española, 1907-1909.

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Da noticia de esta reseña A. Ruiz Cabriada, Bibliografía del cuerpo fa­cultativo..., núm. 10.483, indicando sólo que apareció en las págs. 17 y 25 de una revista que no precisa, y que no hemos podido localizar.

Poesías (Madrid: Imp. Rev. de Archivos, 1913).

«Un opúsculo inédito del P. Jerónimo Gracián», RABM, XVIII (1913), págs. 92-100.

«Tres catecismos notables» [los de Fr. Pedro Pascual, Cis- neros y Fr. Pedro de Gante], El Universo, X IV (1913), núm. 4.352 (27-VI-1913), pág. 1.

Firmado con las siglas «M.-P.».

«El catecismo de Hartzenbusch», XIV (1913), núm. 4.353 (28 VI-1913), pág. 1.

Firmado con las siglas «M.-P.».

«Datos para la biografía de Cristóbal de Castillejo», BRAE,II (1915), págs. 3-20.

«Vida y obras de Luis Zapata», en Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de don Juan Menéndez Pidál el día 24 de enero de 1915 (Madrid, Tip. de la Rev. de Archivos, 1915), págs. 5-78. La contestación de F. Rodríguez Marín ocupa las págs. 81-97.

«Un poeta del siglo XVII. Luis Zapata del Bosque», BRAE,II (1915), págs. 173-177.

«Lexicología: Banquete» BRAE, II (1915), págs. 384-385.

Archivo Histórico Nacional. Sección de Sigilografía. Catá­logo I: Sellos españoles de la Edad Media (Madrid: Imp. Rev. de Archivos, 1921).

En la «Advertencia» a esta edición postuma, Joaquín González, suce­sor de J. Menéndez Pidal en la dirección del Archivo Histórico Nacional, recuerda que «fue propósito del señor Menéndez Pidal publicar el Catálo­go Sigilográfico del A. H. N., para lo cual procedió a recoger los elementos integrantes de la sección y a estudiarlos, ordenarlos e inventariarlos sis­temáticamente; aun llegó a dar comienzo a su ejecución, publicando en 1907 el primer pliego, a cuya cabecera figura una “ Advertencia” del Sr. Vig- nau, en la que nos hace saber que “ el autor se propone que, a manera de prólogo, preceda a la obra un resumen de las enseñanzas y observaciones sintéticas que ha recogido en la asidua y escrupulosa labor de análisis” .

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ENSAYO DE UNA BIO-BIBLIOGRAFIA DE JUAN MENENDEZ PIDAL 43

Desgraciadamente no pudo realizarse tan bello e interesante programa, cu­ya primera modificación fue introducida por el mismo Sr. Menéndez Pi- dal, aplazando para el final de la obra [...] el Prólogo que debía preceder­la. Las posteriores [modificaciones], unas debieron obedecer a apremios de tiempo, pues todo el mundo sabe cuán ocupado estuvo siempre el Sr. Menéndez Pidal, a quien instantemente solicitaban la literatura y la polí­tica, el periodismo y la investigación histórica; otras fueron, primero su larga enfermedad, soportada con entereza varonil y, por último, su pre­matura muerte ocurrida el 27 de diciembre de 1915, triste efemérides, es­pecialmente para los sigilógrafos, los cuales, con la pérdida del maestro, debieron llorar también, sin duda, la de la esperanza de conocer, admirar y aprovechar las lecciones de su ciencia y de su experiencia». J. González informa también de que las cédulas de Juan Menéndez Pidal fueron final­mente dispuestas para la imprenta por Benito Fuentes Isla, «discípulo y auxiliar del señor Menéndez Pidal», secundado por sus compañeros del A. H. N., «para quienes era compromiso de honor dar a la estampa el Ca­tálogo de la Sección de Sellos de este Archivo, cuya publicación constitu­yó el sueño del señor Menéndez Pidal». Finalmente, J. González indica que J. Menéndez Pidal no llegó a escribir el prólogo que había pensado redac­tar a partir de sus anotaciones, «de modo que resultase un conjunto orgá­nico, metódicamente espuesto». «La muerte le sorprendió antes de dar co­mienzo a la empresa, y en la imposibilidad de improvisarla, sus sucesores nos limitamos a recoger las notas que el señor Menéndez Pidal dejó escri­tas y a publicarlas como Apéndice».

Debió de existir una versión preliminar en edición que no llegó a dis­tribuirse. El Catálogo de la Revista de Archivos, redactado por R. Gómez Villafranca en 1911, enumera entre las publicaciones del A. H. N. un Catá­logo de sellos españoles de J. Menéndez Pidal, «publicado aparte».

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MOTIVACIÓN TOPONÍMICA: ALGUNOS ANIMALES DOMÉSTICOS ENTRE LOS NOMBRES DE LUGAR

J u l io C o n c e p c ió n S u A r e z

TOPONIMIA EN TORNO AL BUEY

Los gües, los güeis, los bueyes, fueron, hasta hace algunas dé­cadas, animales indispensables en la economía fam iliar asturia­na, muy preciados en la labranza, transporte y arrastre de made­ras, no sólo dentro de la región, sino también con las regiones ve­cinas, más allá de los puertos de montaña en cualquier época del año.

Por ello, los gües eran tratados de forma especial por los cam­pesinos, y en consecuencia alimentados en unos pastos específi­cos, que dejaron abundantes topónimos sobre el suelo para recor­darlos. Así, los nombres del entorno asturiano atestiguan hoy en puertos, oxas, bovias y guarizas, esos lugares reservados para su cría y su recría. Su destino sería pronto (cuando ya tenían sobre el año) el trabajo de la casa, el mercado concejil y regional de la semana, o el trasiego estacional para ser vendidos a buen precio en las ferias leonesas, santanderinas o gallegas en las épocas del año (y del anuyu) que mejores ventajas ofrecieran.

En la toponim ia asturiana abundan zootopónim os referidos a estos gües. La zona lenense, con buena calidad de pastos en todos los puertos y cordales entre Payares y El G üem a , o sobre El Ara- mo, entre Riosa y Quirós, lo mismo que hacia las brañas de Aller, ofrece hoy una serie de nombres que hablan del animal ya des­aparecido de los lugares que designó.

En consecuencia, hay una serie de topónimos de este campo. Bo- ves (Piñera): finca de pradera al sur del pueblo, bajo la autopista del Huema. Bovia (Felgueras): conjunto de praos abundantes en

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46 JULIO CONCEPCION SUAREZ

pastos de calidad. Quentu la Bovia (Naveo): varias fincas de pra­dera. Bovias (Xomezana): puerto alto de verano, en el valle sur de los dos pueblos, bajo El Forquéu y El Puerto la Cruz’, varias fincas buenas y productivas, también bajo el mismo puerto. Las Bovias (Casorvía): praos bajo el pueblo. La Pena Bovias (Xomezana): pe­ña alta sobre el citado puerto de Bovias. La Boya (Parana): pastos altos de verano ya en el límite con Aller. La Guariza (Tuíza*): con­junto de propiedades del pueblo que llegaban hasta Che Turbio por Las Planas; terreno muy pendiente, pero con pastos de calidad en­tre las masas calizas del entorno de Peña Ubiña.

Con otras formas léxicas, quedaron lugares como Cochéu los Güeis (Tiós): finca de pradera en alto y en pando, sobre Marnie- ga. El Día Güeis (Bendueños): finca pequeña, hoy dedicada a pra­dera, y antes a tierra de labor; mide aproximadamente el popu­lar día güeis o día gües (entre los 850 y 900 metros cuadrados). Los Días de Güeis (La Cortina): varias tierras labrantías en Artos, bajo la autopista del Huerna. Día Gües de Riba y de Baxo (La Corro- na): finca en el valle, sobre el mismo río Lena. Gües Martínez (Ros- paso): pastizales de suelo muy pendiente, pero de buena calidad, bajo La Mesa, sobre Las Navariegas. Camín de Güeis (Naveo): ca- mín real de Payares a La Paradiecha por Escuenas y hacia tierras leonesas de Pendilla.

Y en consecuencia con el léxico, los derivados del tipo La Gua­riza (Renueva): pastos muy pendientes entre los roquedos calizos que van desde Mal Abrigo a Tárano, Taranín y Picos. La Guariza (La Cortina): pastizales sobre el pueblo, entre Las Campizas y Chan de la Gachina. La Guariza (Casorvía): valle alto de prade­ras, antes parceladas en suertes que se pastaban en común; abun­dantes y de buena calidad bajo las calizas de Pena Furá. La Gua­riza (Yanos de Somerón): pastos comunales de suelo pendiente. La Guariza (Tiós): zona de pastos y fincas de pradera sobre las ro­cas calizas que culminan en La Pena Chago. La Guariza (Piñera): pastizales comunes sobre la autopista del Huerna. La Guariza (Rospaso): pastos hacia Tuíza. La Guariza (Campomanes): finca sobre el río, hacia Tiós. La Pena la Guariza (Tiós): peña caliza so­bre la zona descrita bajo Chago.

* Anotación ortográfica. La representación escrita de la voz Tuíza con tilde tie­ne un valor diacrítico en el trabajo: pretende recoger la articulación de los hablantes del valle, que sistemáticamente realizan separadas las dos vocales cerradas /u + í/, sin diptongo, con el acento en la 2? y más larga la 1?; incluso es frecuente percibir una débil consonante antihiática (Tubiza). Con la misma intención se coloca tilde en Tiós. La otra solución podría haber sido el signo de la diéresis sobre la primera vocal: Tüiza.

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MOTIVACION TOPONIMICA 47

En la toponim a allerana quedan Cotsá los Gües y La Guariza. Entre Luarca y Allande, el monte de La Bobia. En zona de Somie- do, en Saliencia, el río y el valle de Bobias; en el puerto de So- miedo, Bobia Fuxadinos, Picu Bobias. En la zona de Los Beyos, Collada la Bobia, La Guariza1. En Potes, el valle de Bobias, El Boquerón de Bobias, las Fuentes de Bobias, la Boca Bobias. En Peña Prieta, Bobias. En Caso, La Guariza. En Onís, Bobia Riba y Bobia Baju. En San Martín del Rey Aurelio, La Bobia, lo mis­mo que en Langreo. En Siero, Bobes. En Gijón, Bobia. En Oseos, A Bobia.

En el lenguaje toponím ico de otras regiones, las formas léxi­cas con esta m otivación en algunas escasean más; en otras, abun­darán también. Hay Boyeira, Boyán, en La Coruña; Boyal, en Se­villa; Boyar, en Cádiz; Boyeriza, en Madrid. En tierras riojanas, Val Boy ana, La Dehesa Boyal, Vallejo del Buey, Los Bueyes, Es- cuerna Bueyes2.

Se podría concluir que el léxico toponímico asturiano no sólo diferenciaba unos pastos de otros dentro de la región, sino tam­bién unos usos ganaderos frente a los recursos naturales de cada región en particular3. Por otra parte, el aprovechamiento de es­te recurso animal parece documentado desde un tiempo relativa­mente antiguo4.

En otras palabras, el campo léxico con esta base zoonímica abunda en la toponim ia asturiana, como sobreabunda en las vo ­ces del asturiano común. Ello viene a atestiguar que el güey, el güe, hoy reducido al símbolo folclórico en determinadas ferias o fiestas muy transformadas ya, olvidado por com pleto de los ca­minos, los arados y las carretas literarias, sirvió de referencia constante en la designación del hablante asturiano. Los datos es­tadísticos son bien expresivos.

En el léxico lenense, por ejemplo, el buey se compara al caba­llo en dichos del tipo: «El güey, dir; el caballo, venir». La agudeza del campesino diseñaba, incluso, la complexión idónea del animal: el buey debía ser ancho y fuerte en su mitad trasera, a diferencia del caballo, que lo había de ser en su parte delantera. En todo ca­so, el dicho connota que los dos eran valorados en función del tra­bajo (arrastres, carros, aráu...).

1 G u i l l e r m o M a ñ a n a : Entre Los Beyos..., p á g s . 188 y 203.2 G o n z á l e z B l a n c o : Diccionario..., p á g s . 92 y s.3 C o n c e p c ió n S u á r e z , J .: « E l le n g u a je t o p o n ím ic o . . . , p á g s . 762 y ss .4 F e r n á n d e z O c h o a : Asturias..., p á g s . 66 y ss.

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Pronto, al buey le ocurrió con el caballo lo que más tarde al caballo le ocurriría con el tractor y los motores en general: el güe fue desplazado por un caballo que también pasó (está pasando) a ser animal secundario en el trabajo de la industria y de la casa asturiana. En pocas décadas, sólo algunos datos lingüísticos ha­blarán del uno y del otro.

Otros dichos recogen la comparación asturiana: «El güe, per- tegudu; el caballo, barrigudu». Se observa que los arrieros prefe­rían los bueyes de lom o largo, y los caballos, en cambio, de aspec­to más corpulento y pesado. Finalmente, un dicho lenense mide hasta dónde llegaba la familiaridad que el buey tenía en el len­guaje casariego y coloquial: «Güey avecéu güelve al préu», cuya traducción más arraigada sería: «mujer aficionada a los hombres, o ligada tiempos atrás a uno en particular, con el tiempo, una vez casada, vuelve a las andadas».

Ya en usos léxicos específicos, el campo es amplio en asturia­no. En Teverga, todavía se llama bueiriza y güeiriza al «antiguo pasto comunal acotado para los bueyes»5. Estas voces testim o­nian esa costumbre generalizada en Asturias de acotar ciertos pas­tos específicos para alimentar mejor a los bueyes de recría, con destino a la venta en los mercados de otras regiones.

Paralelamente, aquellos pastos, los más cercanos ya al pobla­do, habían de alimentar de forma correcta a los bueyes mayores que iban a trabajar al día siguiente en el arrastre de los trabajos más duros, a la voz del carretero. De ahí los topónimos vistos más arriba, y otros que designaban esos lugares en el conjunto de los pastos reservados al buey.

El entorno asturiano de los citados bueyes queda resumido en un estudio del profesor Jesús García6. Según este autor, había in­cluso veceras de este ganado con destino a los trabajos de labor y a la recría (bueyes capones); para ellos se destinaban terrenos de pastos acotados, mientras que el resto del ganado subía a los puertos de verano en primavera, para descender de nuevo por San Miguel en setiembre7.

La guariza, según Jesús García, era precisamente esa ‘vecera de los bueyes’ : un lugar relativamente próxim o a las aldeas, de m odo que por las noches este ganado pudiera ser recogido en los establos. En estas guarizas, sólo podían entrar bueyes de labor en número fijado por el concejo de vecinos para cada propietario; sólo

5 G a r c Ia A r i a s : El habla..., pág. 247.6 Jesús G a r c í a : Sociedad..., pág. 148.7 Jesús G a r c í a : Ibid.

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se permitían caballerías durante veinticuatro horas, cuando lle­gaban de un viaje de arrieros8. Estos datos apoyan una vez más el trato de igualdad que recibían el güe y el caballo, tal com o re­fleja el léxico asturiano más arriba recogido.

La estimación de las guarizas por los vecinos del pueblo se apre­cia en otras costumbres asturianas. Por ejemplo, pueblos como Tuíza, en Lena, recuerdan el sistema de aprovechamiento de es­tos pastos (hoy, sin segar de medio arriba de la ladera, y poco apro­vechadas para el pasto, incluso, ya en su conjunto).

Pero hasta hace unas décadas, se permutaban las parcelas (suer­tes), con el objetivo de que las más productivas y cercanas a las casas rotaran periódicamente con otras más alejadas o de pasto más escaso bajo la misma peña. Con el sistema rotativo, todos (hombres y ganados) quedaban compensados en el aprovechamien­to de las guarizas: los unos, por la comodidad de las distancias; los otros, por la calidad y abundancia del pasto.

En Teverga, un trabajo reciente sobre la güeiriza9, dirigido por Fernández Conde, recoge también el aprovechamiento tradi­cional de este tipo de propiedades comunales, y el de las guarizas en concreto: «Su cometido fundamental es el de proporcionar pasto al ganado de labor, por ello debía estar situado a no mucha dis­tancia del pueblo, con el fin de llevar y traer este ganado sin em­plear demasiado tiem po en ello, ya que en ocasiones se hacía dia­riamente»10.

Según los datos recogidos en el citado trabajo, aunque las gua­rizas estaban abiertas durante todo el año, se acotaban en una de­terminada época para que se pudiera recuperar el pasto, y así me­ter luego en ellas exclusivamente el ganado de labor11. En otros casos y zonas, la razón era las mayores posibilidades que los bue­yes ofrecían con destino a la venta en los mercados más allá de la zona asturiana12, com o queda apuntado más arriba.

Finalmente, el trabajo recoge también los usos de la güeiriza en Teverga, con destino a cualquier tipo de ganado vacuno que no pudiera subir al puerto en verano, o incluso a las veceras de ovejas, ya más tarde13. Así, se podía aprovechar también el ras- truxu, antes que las nieves dificultaran el aprovechamiento de esos últimos pastos más cortos.

8 Jesús G a r c Ia : I b id .9 Á L V A R E Z M e n é n d e z , B. y AA .W .: «Espacio y propiedad...», págs. 163 y ss.

10 Á l v a r e z M e n é n d e z : Op. cit., pág. 163.11 Á l v a r e z M e n é n d e z : Op. cit., pág. 164.12 Á l v a r e z M e n é n d e z : Ibid.13 Á l v a r e z M e n é n d e z : Op. cit. págs. 164 y 166.

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En definitiva, la programada redistribución que se hacía de las guarizas y güeirizas, en estas zonas asturianas, prueba la im por­tancia que tenían en la economía familiar esos bueyes, los gües, hoy desconocidos en la zona por los más jóvenes. Ya en los años cincuenta, la voz había extendido su campo designativo, y así Je­sús Neira recoge guariza como simple ‘m onte’ destinado al pasto, y rom per la guariza, como ‘dejarla en libertad’14, de acuerdo con los cotos establecidos por la esquisa vecinal. En otras zonas astu­rianas, se completa el campo léxico para designar esos pastos de bueyes. Así, más al occidente, como en Boal, una boya es una bovia15, equivalente a la citada guariza.

La documentación léxica en torno al buey, recogida en toponi­mia, se apoya en (y es apoyada por) otros datos arqueológicos co­sechados por los historiadores. Así Diego Santos, aludiendo a las termas de Gijón y de Colunga, afirma también que «el buey y la cabra eran aprovechados para el alimento» ya en época romana, puesto que «se encontraron astas de buey y de cabra entre desper­dicios de ambas termas»16.

Más aún, ya en época medieval, los documentos escritos reco­gen nombres de pueblos con referencia al citado animal. Así, en uno que se fecha en 921, se lee: «Uillam que dicitur U oves11, tra­ducido a los actuales lugares del tipo Bobes, Bobia, Bovar, Bo­yar, Boy eirá, Boyeriza... y semejantes.

Ahora bien, esas diferencias en el lenguaje toponím ico respec­to al mismo referente animal proceden de los resultados diversos entre unos valles y otros. El buey recibió nombres variados en as­turiano tradicional: en zonas occidentales, boy18; en Sistema, buóii9. En estas mismas zonas, boizada es ‘una vaca que anda al boi’20, tora, en celo. Rato cree que el mismo Boal podría designar en el lenguaje toponímico «corral de bueyes o dehesa boyal»21. De forma paralela, Fernández y González afirma que, en Los Argüe- llos, Las Buerías deben su nombre a la circunstancia de haber ser­vido de praderas y pastizales a los bueyes, tiempo atrás22.

14 N e ir a M a r t í n e z : El habla..., págs. 139 y s., y 253.15 R o d r íg u e z -C a s t e l l a n o : La variedad..., v . boya.16 D ie g o S a n t o s : Historia..., 3, pág. 94.17 G a r c í a L a r r a g u e t a : Colección..., pág. 89.18 A c e v e d o : Vocabulario..., pág. 37.19 Joseph Á l v a r e z : El habla..., pág. 114.20 M e n é n d e z G a r c í a : «Cruce de dialectos...», pág. 378.21 R a t o : Diccionario..., pág. 78.22 F e r n á n d e z y G o n z á l e z : L os Argüellos..., pág. 147.

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En fin, el buey, el güe, la parexa gües, se puede concluir con Fernández de Rota que pasaron al lenguaje toponím ico asturia­no por su aportación elemental a la economía rural de las case­rías medianas y pudientes en el pasado asturiano23: primero, abundaron voces léxicas en el uso común; más tarde, voces topo­nímicas en los suelos correspondientes; hoy, sólo datos folclóri­cos o m itológicos aislados.

Más allá del lím ite asturiano, hay un léxico y unos nombres de lugar paralelos. En las vecinas montañas de Santander, Gar­cía Lomas define boeriza como «boyeriza», voz que identifica con coto, de donde expresiones montañesas del tipo: «en dichos tér­minos no puede haber coto ni boeriza para dichas vacas»24, alu­diendo con ello a unos pastos concretos, en principio, reservados a los bueyes.

En el dialecto salmantino, como en asturiano, el buey es tam­bién el güe25. En Alava, el güerizo es el «boyero o encargado de guardar los bueyes»26. En Huesca, se emplea boyero para designar el ‘ganado vacuno’27, de donde topónimos correspondientes del ti­po Buyarrón, Boalar y semejantes28. Finalmente, en catalán bou, ‘buey’ , es voz que forma parte de abundantes topónimos como El Bou, Collet des Bous, Matabous, Comabous, Boada, y otros29.

El campo léxico se puede todavía ampliar en el dominio penin­sular. Corominas recoge en aragonés boalage, boalar, ‘dehesa bo ­ya l’ , com o derivados de boal, a su vez, variante de boyal, ‘perte­neciente al buey o al ganado vacuno’ ; en valenciano, boalar; y en mozárabe, boayál30. García de Diego añade los castellanos bue- yuno, ‘boyuno’ , boyera, ‘corral, establo’ , boyeriza, ‘corral’ , boye- rizo, ‘el que guarda bueyes’ , y boyuno, ‘perteneciente al buey’ ; en navarro, bues, ‘buey’ , y en gallego y portugués boi31.

Ya en la toponim ia francesa, Dauzat explica lugares del tipo Bevenais a partir del latín b ov in u s , relativo a los bueyes, y con el sentido referencial de ‘pastos malos’ que* se dedicaban a estos animales32. En otros casos, Dauzat cita otras formas como

23 Fernández de Rota: Antropología..., pág. 29.24 G a r c í a L o m a s : El lenguaje..., pág. 58.25 Lamano Beneite: El dialecto..., pág. 479.26 B a r a i b a r : Vocabulario..., pág. 131.27 Pascual G o n z á l e z : El habla..., pág. 133.28 Pascual G o n z á l e z : Op. cit., pág. 104.29 M o r e u R e y : Els noms de lloc..., pág. 63.30 C o r o m in a s : Diccionario..., I, pág. 688 y s.31 G a r c í a d e D ie g o : Diccionario..., págs. 128 y-122; art. 1099.32 D a u z a t : Dictionnaire..., pág. 81.

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Boueé, Boueilh, Bouer, Bouère, Labouheyre, Bouvières, y seme­jantes, que interpreta como ‘pasto de bueyes’ , sin precisar más datos33. Sólo en algún caso, como en Chambois lo refiere, en cam­bio, a la expresión latina ca m p u m b o v a tu m , ‘cam potrabaja­do por bueyes’34.

En toponim ia pirenaica, Meillon añade formas del tipo Bua- laa, Boala, referidas, asimismo, al latín bos, ‘buey’ , que explica por tratarse de terrenos donde se apacientan bueyes, y siendo bua- ler, bualé, ‘el guarda encargado de apacentarlos, nombrado al efec­to cada año’35. Finalmente, observa Schmittlein que en lengua francesa existen numerosos topónimos terminados en -boeuf, -beu, ‘buey’ , casos de Colomboeuf, Malboeuf, Montboeuf, Pont-a-Boeuf, y otros del mismo tipo36.

La lectura del lenguaje toponímico citado permite concluir que, en la mayoría de los casos, se trataba de zonas especiales de pas­to, que por su calidad, distribución junto al poblado, situación en zona alta de verano, y /o naturaleza del suelo, eran adecuadas a los bueyes (de trabajo o capones, según el propietario y la época del año).

J. L. Pensado señala en este sentido que en las Ordenanzas de Bello (concejo de Aller), la palabra guariza todavía hoy «conser­va su esencia etim ológica y significa ‘un terreno acotado con des­tino al pasto de los bueyes y caballos’ ; no podían pastar en ella el ganado lanar, cabrío o de cerda»37.

Concluye J. L. Pensado que la conexión entre buey y guariza es estrecha y perceptible en el pueblo allerano de Bello. Se ha per­dido en los concejos limítrofes, en cambio, donde las guarizas se han desdibujado en simples montes con destino al pasto comunal de todos los animales domésticos de forma indiscriminada: no hay coto ni restricción alguna al modo allerano.

En cuanto al origen y motivación de la voz toponímica, obser­va Pensado que la palabra guariza se formó sobre el latín bove, ‘buey’ , de donde, primero, *bovaricea, y, más tarde, *boaricia, para continuar en *buariza, y terminar en la actual guariza38.

La evolución fonética del proceso resulta normal en lo lingüís­tico, una vez cerrada la vocal lo i inicial en contacto con /a / más abierta, y con la que formaba hiato. Por acción de esa semiconso­

33 D a u z a t : Op. cit., pág. 101.34 D a u z a t : Op. cit., pág. 168.35 M e il l o n : Esquisse toponymique..., p á g . 256.36 Schmittlein: «L ’origine...», págs. 110 y s.37 J. L. P e n s a d o : «Notas lingüísticas...», pág. 351.38 J. L. P e n s a d o : Ibid.

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nante /w / resultante (-u- del hiato), se cambia bwa- en gwa-, y, en consecuencia articulatoria, buariza en guariza, com o buey en güey, y situaciones articulatorias asturianas de estructura seme­jante39, muy frecuentes, por otra parte.

El mismo autor advierte de posibles interpretaciones falaces, com o la que pretende relacionar guariza con guarecer. Opina Pen­sado que «la acotación o defensa del pasto en las guarizas vino a favorecer la creación de un lazo semántico entre ambas palabras, imaginando una relación entre guarecer y guariza o guarida, cre­yendo que la guarida es el lugar en donde se guarece el ganado, la guarida del m ismo»40; pero concluye este autor que tales aso­ciaciones son modernas, pues todavía en el siglo pasado los tex­tos asturianos recogen la etimología procedente de b o v e , y aún los mismos hablantes eran conscientes de que las guarizas eran los ‘pastos destinados a los bueyes’41.

De todo lo dicho se podría concluir que se trata de un campo de topónim os que ofrece pocas dudas, en el contexto léxico y to­poním ico asturiano. De un lado, algunas voces de este campo tie­nen por referente los pastos más altos de verano, de calidad espe­cial en sus hierbas, suelo apacible, retirados del viento norte, y relativamente próxim os al poblado (caso de Bovias, en Xomeza- na; Las Guarizas de Casorvía...).

Otros nombres toponím icos aluden a pastos de buena calidad, pero de suelos pendientes y más próximos a las casas del pueblo (caso de Las Guarizas de Tuíza, colgadas de la -peña sobre el po­blado mismo).

Finalmente, el lenguaje toponímico empleó este léxico animal para marcar ciertas medidas en las tierras de labor. De esta ma­nera, algunos lugares llevan un nombre que está m otivado sobre la cantidad de tierra que podía labrar la parexa los gües en una jom ada normal de trabajo (el día, de luz a luz): un día gües, un día güeis, de donde topónimos como El Día Güeis, Los Días de Güeis..., más arriba ya descritos. En algún caso, también, la to­ponimia recoge costumbres o cualidades propias de los bueyes, co­mo los citados Cocháu los Güeis, o Camín de Güeis

H oy los bueyes, los gües, los güeis, ya no diseñan esa imagen de animal cansino que presidía caminos y cochaos, guarizas y tie­rras de semar. Pero antes de su retirada silenciosa dejó por mon­tes y caminos la marca señera de sus huellas sobre la toponimia as­turiana.

39 J. L. P e n s a d o : Ibid.40 J. L. P e n s a d o : Op. cit., pág. 355.41 J. L. P e n s a d o : Ibid.

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La toponimia asturiana recoge, como un documento más para el lenguaje en tiempo, un campo léxico hoy desfigurado por el su­perpuesto castellano. Efectivamente, la voz puerco (y derivados) abunda entre los nombres de lugar, frente a cerdo (ya moderna) y otras semejantes.

Y, por precisar un poco la voz asturiana, se hacen imprescin­dibles algunas notas de sentido. En principio, la misma voz lati­na p o r cus, ‘cerdo’42 hubo de extenderse pronto al cerdo do­méstico y al salvaje (al xábalíri) al mismo tiempo, puesto que la palabra jabalí es de introducción muy tardía, derivada del árabe yábal, ‘monte’ , de donde yabali, ‘montés’43. Como se dijo, cerdo es voz más moderna, por lo que ya ha de ser rara en toponimia: cuando comienza a emplearse, los nombres del suelo, en su m ayo­ría, ya estaban puestos.

De m odo que la toponimia asturiana designó algunos lugares con unas formas que podían referirse lo mismo al animal domés­tico que al salvaje, al xabalín. Según Corominas, la voz puerco «fue de uso general en la Edad Media, y aun hasta fines del s. XVII, en que el uso metafórico, cada vez más general, de puerco como adjetivo equivalente a ‘muy sucio’ , tiende a generalizar su susti­tución por cerdo en España»44. Como voces antiguas quedaron sus derivados léxicos: porcino, porquero, porquerizo, porqueriza, po­cilga..., algunos muy arraigados en el lenguaje toponím ico as­turiano.

En la zona lenense, varios topónimos tienen esta base léxica. Es el caso de Porciles (Zurea): zona de pastos comunales, mayaos, monte y fincas privadas sobre el pueblo saliendo al alto del cor­dal que linda con Quirós. Mayéu Porciles: vega más llana y pro­ductiva de pastos de verano (debía estar muy aprovechada en sus tiempos a juzgar por los nombres que la delimitan en su interior alrededor de las cabanas: Venta VAire, Campa los Fitos, El Rin­cón..., bien significativos para los usuarios de la zona, y sobre to­do en tiempos de aprovechamiento más apurado de los recursos del monte). Cuitu Porqueras (Zurea): altozano en la zona anterior. Las Porqueras (Linares de Riba): zona de pastos altos sobre el p o­blado, con algunas cabanas, en las que se pasaba el verano hasta hace algunos años, cuidando los animales.

42 Segura MunguIa, S.: Diccionario..., pág. 547.43 Corominas: Diccionario..., III, págs. 473 y s.44 Corominas: Op. cit., IV, págs. 675 y ss.

PORCILES, PORQUERAS...

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En este mismo campo léxico, Las Porqueras (San Miguel del Río): finca y penasca en el límite ya con la carba. Las Porqueras (Piñera): praos en el canal bajo Tronco. Las Porqueras (Xomeza- na): pastizales en el puerto de Bovias, sobre el río. Las Porqueras (Parana): finca en terreno pendiente y entre fayas. Las Porque­ras (Tablao): finca de pradera. Las Porquerizas (Zurea): varias fin­cas en el valle de Las Cangas, ya hacia Xomezana. Val Porquero (Vache-Zurea): zona abundante en robles y pochiscos. Prociles (La Corrá Vieya): varias fincas sobre el caserío. Prociles (Felgueras): finca alta. Val de Puercos (Tuíza Riba): valle bajo El Tapinón, so­bre las Guarizas. La Chama’l Puircu (Herías): finca de pradera, hoy terreno inculto y montaraz, al sur del pueblo; en un entorno en el que terminan los bosques de castaño y comienzan los ha­yedos.

En el concejo allerano están Las Porqueras, Porquerizas y La Porcareta. En Mieres, Les Porqueres. En Siero, La Porqueriza. En Ribadedeva, Porquerizu. En la zona de Los Beyos, Río Porciles, La Porquera (G. Mañana, 1988). En Cabrales, La Canal de Porque­ra, una vaguada muy pendiente y de mal pasto. En Ibias, Río de Porcos , un pequeño poblado. En Allande, A Porqueira, lo mismo que en Castropol, por citar algunos casos.

Ya en la zona leonesa de Los Oteros, El Cascajar de los Puer­cos, Fozapuercos, Hozapuercos, La Porquera (J. R. Morala, 1989). En zona riojana, La Porquera y Las Porquerizas (González Blan­co, 1987). De modo que este campo toponímico se extiende más allá de los montes asturianos, como más abajo se verá.

Como también queda apuntado más arriba, el lenguaje topo­nímico fluye aquí, una vez más, del lenguaje popular. La palabra asturiana puercu, puircu en Lena, alude al animal porcino, bien doméstico (gochos, cerdos), bien monteses (xabalinos). Am bos ti­pos del mismo animal nunca se debieron distinguir con demasia­da claridad, com o tampoco se distinguen hoy en el léxico de mu­chos pueblos de montaña: es frecuente oír los términos gochos, go- chas, para designar a los xabalinos del monte.

En el lenguaje de algunos cazadores más arraigados de estas zonas, «cazar un guchu, cazar una gocha» ha de ser interpretado como «cazar un xabalín, cazar una xabalina». No puede tener otra lectura. Inversamente, a los gochos de la corripa se les llama axa- balinaos, cuando son esquivos, con orejas pequeñas, tiesas y agu­das, con algunas pintas negras, cerdas punzantes... Más aún, has­ta hace algunos años, seguía viva la costumbre de soltar las cer­das de parir, por los montes y castañeros en la seronda, no sólo

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para que aprovecharan las castañas, las bellotas y el fayucu, si­no, sobre todo, para que se cargaran (empreñaran) de los xabali- nos del común.

Cruces y mestizajes de este tipo se llevaron a cabo en los pue­blos altos de montaña, y el resultado eran aquellos fuertes ani­males porcinos, mezcla de cerdo y jabato, muy codiciados por su carne, si bien muy poco dados al trato más o menos doméstico en torno a los caseríos.

El léxico usual y toponímico atestigua, por tanto, que las suer­tes (o las desgracias) de gochos y xabalinos debieron correr pare­jas por los fayotales, castañeros y puchiscales de los montes de antaño. Por ello, sus nombres se cruzaron también, para produ­cir los mismos topónimos, sólo en apariencia confusos.

Como restos verbales asturianos en este campo, queda puer- cu, puircu, con el sentido de ‘sucio’ , aplicado lo mismo a personas que a objetos y animales. Neira recoge todavía en Lena la voz puir­cu, cuando aún era «término para designar al cerdo»45. En Tever- ga, la porquera es el «cubil de los cerdos»46. En Cabranes, porcín es un «piojo que crían los cerdos», y porciniegu ‘un bulto grande, com o de cerdo’47. En Colunga, puerques son «convulsiones que suele sufrir el ganado vacuno»48, en general.

El resto de voces de este campo léxico mantiene en todo el as­turiano el sentido de ‘sucio’ : en zona occidental, puerco se dice del ‘terreno de labor con muchas hierbas dañinas’49, y porcón, ‘muy sucio’50. En Pravia, como en muchas otras zonas, emporcar, ‘man­char’51. En el Cabo Peñas, porcanciu, ‘aumentativo de puerco’52. En Sobrescobio, porcaúra, ‘porquería, suciedad’53. En Colunga, porcaz, ‘persona sucia, grosera, descortés’54.

En otras lenguas peninsulares, quedan voces con la misma ba­se léxica: en catalán, porc es ‘puerco, cerdo’ ; en gallego y portu­gués, porco55', en navarro, porciga es ‘pocilga’ , lo mismo que el pi­renaico polciga y porcienca56’, a ellos habría que añadir unas cuan­

45 Neira Martínez: El habla..., pág. 141.46 García A rias: El habla..., pág. 296.47 Canellada: El bable..., pág. 303.48 V i g ó n : Vocabulario..., p á g . 378.49 Rodríguez-Castellano: Contribución..., pág. 211.50 A cevedo: Vocabulario..., pág. 177.51 G a r c í a V a l d é s : El habla..., p á g . 195.52 D ía z C a s t a ñ ó n : El bable..., pág. 347.53 C o n d e S a iz : El habla..., p á g . 356.54 V ig ó n : Vocabulario..., pág. 378.55 G a r c í a d e D ie g o : Diccionario..., p á g . 453.56 G a r c í a d e D ie g o : Ibid.

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tas voces más del castellano antiguo, como porcilga, ‘pocilga’ , y del castellano moderno como porquero, porquerizo, ‘guardián de puer­cos’ , porqueriza, ‘pocilga’ también, o el mismo porcil, ‘cochique­ra’57, a los que García de Diego asocia los santanderinos borcil y burcil, ‘cochiquera’ , asimismo58. Finalmente, en algunos pueblos segovianos, una porcada es una ‘piara de cerdos’59.

El léxico de este campo va salpicando también la toponim ia de las distintas regiones. Y los estudiosos en este uso del lengua­je intentan cotejar nombres y referentes. En la región gallega, Pon­te do Porco es interpretado por Filgueira Valverde com o alusivo al jabalí60, y Fonte do Porco, recogido por Moralejo Laso, sin es­pecificar si se trata del animal montés o del casero61. En algunos casos, el lenguaje toponím ico puede ser, m etafórico sin más: pue­de proceder de simples parecidos entre el terreno y algunas for­mas del animal, com o posiblemente en el también gallego O Ra­bo do Porco62.

En todo caso, este léxico fue usado en toponim ia desde anti­guo, aplicando esos nombres al terreno: en la misma zona galle­ga, ya aparece un Porcar hacia el año 936; Porqueira, en 1157; y Porcaria, en 119463, entre otros. Estos datos gallegos coinciden con otros asturianos como el de Porciles, en documento de 912: «et per riuulum de Porciles»64. En otro de 905 reza «cum braneas per- nominatas Porciles»65. Y en otro de 1036, «inter dúo ilumina Por- cinero et Arganza»66.

Ya en zona portuguesa, Joseph Piel cita Armada do Porco, acla­rando que el nombre alude al jabalí, con m otivo de las trampas que se armaban para cazarlo67. El mismo autor señala que el la­tín porcus m otivó también porcellus, con el sentido de ‘porqui- nho bravo ’ , de donde algunos antropónimos del tipo Porcellus68. Esta misma interpretación de porcus para el xabalín la supone Grace Álvarez en casos como Porqueras, que sería ‘el lugar don­de se encaraman los jabalíes en el monte’69.57 G a r c Ia d e D ie g o : Ibid.58 G a r c Ia d e D ie g o : Ibid.59 V ergara: «Voces...», pág. 629^60 F i l g u e i r a V a l v e r d e : La toponimia..., p á g . 23.61 M o r a l e j o L a s o : La toponimia..., pág. 328.62 R i v a s Q u i n t a s : Toponimia..., p á g . 210.63 O l a n o S i l v a : Toponimia..., p á g . 640.64 G a r c í a L a r r a g u e t a : Colección..., pág. 81.65 F l o r i a n o C u m b r e ñ o : Diplomática..., II, pág. 297.66 G a r c í a L a r r a g u e t a : Colección..., p á g . 156.67 Joseph P i e l : «Notas...», pág. 68.68 Joseph P i e l : «Respiga...», págs. 127 y s.69 G r a c e Á l v a r e z : Topónimos..., p á g . 399.

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De forma semejante, en la región catalana, Moreu Rey señala nombres como Porqueres, Porquerisses, referidos a ‘lugares de puercos’ , y otros como Cap de Porc, Morro de Porc, m otivados so­bre el lenguaje figurado, al designar formas del suelo en algo se­mejantes a determinadas partes del cerdo (cabeza, m orro...)70. En Mallorca, hay también Ca’n Porquer71.

No obstante, y una vez más, la homonimia toponím ica puede llevar a confusión al intentar recomponer referencias. Así, seña­la Amenos Roca que algunos topónimos catalanes como los cita­dos de Porquerisses, según el lenguaje de los documentos medie­vales no proceden del animal, sino de la voz catalana porqués, ‘pie­zas de tierna pequeñas’ , diminutivo, a su vez, de pórca, ‘medida de la tierra’72.

Ya en la toponim ia francesa, Paul Vitau cita en Ariége Pelaporc73. Albert Dauzat añade Villapourgon (documentado Vi- llare Porconc hacia 966), y Villa es Porcos (en 1233), que interpre­ta a partir del latín porcus, ‘puerco, cerdo’74. Charles Rostaing, analizando otros casos como Porcielle y Pourchier, hace notar, con todo, que las voces toponímicas aluden como referencia remota al puerco, pero lo mismo puede tratarse del porquero (‘guardián de puercos’), que del ‘lugar a donde antiguamente se conducían los puercos para el aprovechamiento de la bellota ’75.

Salvando esos casos de homonimia toponímica del tipo de los arriba señalados, las referencias citadas parecen resueltas para los lugares ahora en cuestión. El ganado porcino aparece desde antiguo (en la documentación oral y escrita) como un componen­te imprescindible siglos atrás en la dieta primaria de los astures (trofológica o no): aprovechamiento de la grasa, manteca y acei­te, unto, carne..., y otros destinos para la construcción de aperios del campo (copleras, cobertales, odres, vexigas pal quiso...).

Costumbres de este tipo perviven muy arraigadas en la m ayo­ría de los pueblos de montaña asturianos: siguen, por ejemplo, per­sonas que usan en la cocina casera manteca de cerdo para casi to­do: fritos, sazonados, casadietsas, repostrería..., o en ungüentos y algunos otros usos. Estas personas siguen valorando el cerdo más

70 G r i e r a : «Nombres...», XXIX, pâg. 84.Moreu Rey : Els noms..., pâg. 63.

71 Cifre: Cant de toponimia..., pâg. 9.72 A m e n ô s R o c a : Etimologîa des pobles..., pâg. 5.73 Paul V it e a u : Toponymie..., pâg. 184.74 D a u z a t : Dictionnaire..., p â g . 717.75 Charles R o s t a i n g : Dictionnaire..., pâgs. 193 y s.

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por lo que tiene de unto que de carne. Habría que añadir la serie casi indefinida de voces léxicas (adjetivas, sobre todo), m etafóri­cas (identificaciones, comparaciones...), o el mismo lenguaje del refranero, que, en el uso asturiano más familiar, tienen com o re­ferencia inmediata el animal citado.

Y ésta ha de ser la lectura de la expresión tradicional (hoy pa- radógicamente remozada) «manteca de cerdo». Ya el geógrafo Es- trabón, al hablar de la dieta de los astures, dice que «en lugar de aceite usan manteca»76. Su comentarista, García Bellido, en no­ta correspondiente, no especifica mucho más, salvo la justifica­ción geográfica del dato; y así precisa que «tratándose de pueblos norteños, es lógico, pues el olivo no llega más que hasta el Gua­darrama o poco más»; «en su lugar —continúa— hacían uso de man­teca»77. No obstante, tampoco García Bellido concreta si se trata de manteca de cerdo o de otro animal.

Con todo, estudiosos de la llamada protohistoria asturiana, co­mo J. M. González, suelen coincidir en la sospecha cada día más contrastada de que los animales más abundantes eran entonces los cerdos, cabras, ovejas, caballos, sin hacer mención especial de las vacas78.

Señas Encinas arriesga un poco más apoyándose en otros da­tos sobre el cerdo que da el mismo geógrafo Estrabón, y así dice: «al señalar la ausencia del aceite, afirma Strabón que los monta­ñeses lo sustituían por manteca —manteca de cerdo con toda probabilidad—, pues la referencia que hace en otro lugar a la ca­lidad de los pem iles cántabros nos indica, según Caro Baroja, la cría del cerdo a gran escala»79.

En conclusión, los datos del lenguaje toponím ico concuerdan con las noticias más aisladas y escuetas de los historiadores: los abundantes nombres de fincas, montes y cordales más altos refe­ridos a los puercos traducen una arraigada tradición en el apro­vechamiento del animal, sea en estado salvaje o más o menos do­méstico, com o más arriba queda señalado.

El entorno natural de Lena y concejos vecinos del centro-sur asturiano ofrece un sistema ecológico idóneo para la alimentación de estos animales, ya desde la Asturias prerromana: en todas es­tas zonas abundaron y abundan (de momento) castañas, fayucu y bellotas, fruto codiciado de los porcinos, incluso cuando en mu­

76 En G a r c í a B e l l i d o : España..., pág. 120.77 En G a r c í a B e l l i d o : Op. cit., pág. 121.78 J. M. G o n z á l e z : Historia..., 2, pág. 137.79 S e ñ a s E n c i n a s : «Reseña histórica...», BIDEA, 44, pág. 527.

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chos montes de'la zona de aquellas encinas, fayas, pochiscos, re­bocaos y robles, sólo queden los nombres (A lceo , Robleo, Fayeo, El Puchiscal, Cuitu la Faya, La Fuente la Faya, Yen de Fayeo...). De las castañas, abundan más.

Los castañeros vienen a ser la estructura conservada, antes re­petida en los antiguos robledales, hayedos, encinares, a su vez también traducidos ya en irreconocibles matas de castaño, desti­nadas a otros usos al lado del plástico o del parqué. Tiempos atrás, estos montes fueron disputado lugar alimentario por hombres y animales; incluso se hizo pan de bellotas, trituradas en harina, co­mo está suficientemente documentado entre los historiadores citados80.

El medio rural, más o menos boscoso en todo el occidente astu­riano, supondría un entorno alimentario idóneo para estos ani­males, com o lo sigue siendo en la actualidad para el todavía rela­tivamente abundante xabalín de estos cordales. Su ciclo anual en busca de la dieta de temporada debe seguir siendo parecido: apro­vecha primero, en la seronda, el fayucu de los fayeos y fayotales más altos, rayas arriba de los puertos; baja con las nieves insis­tentes a los castañeros más altos, entrado el invierno (y a los más bajos, incluso, si las nieves arrecian); estapina praos y mayaos en toda la primavera en busca de raíces y tubérculos, terminadas las castañas, las bellotas y el fayucu.

La otra costumbre extendida en la crianza del cerdo consistía en chevar los gochos pal monte, todavía recordada por la m ayo­ría de los vaqueros de estas montañas más altas. A la entrada del verano o primavera tardía (primeros de junio, finales de mayo), los cerdos caseros se subían a los montes, es decir, a los cordales inmediatos de las brañas más altas.

Ya en el monte, o en el puerto incluso, los cerdos aprovecha­ban durante todo el verano la leche del ganado (mayor y menor) en sus distintas formas: dibura, cuayá..., debidamente combina­da con alimentos del entorno de montaña (ortigas, gamones y tu­bérculos distintos).

No obstante, los distintos conceyos y esquisas, según las zonas asturianas, acordaban normas diferentes en cuanto a la libertad de los cerdos en los mayaos de los puertos, brañas y cordales. La razón es evidente: el cerdo, entonces, lo mismo que el xabalín, hoy, fozaba levantando el tapín de las vegas y praderas, con el consi­guiente perjuicio para el pasto del ganado mayor. Algunas esqui­sas y conceyos eran muy estrictas en el diseño de las normas.

80 G a r c í a B e l l i d o : E s p a ñ a .. . , p á g . 120.

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Es el caso, por ejemplo, de la zona de Cabrales. En estos puer­tos cabraliegos, todavía hoy sigue totalmente prohibido soltar los cerdos por los mayaos delante de las cabanas (lo mismo que ye­guas y caballos), habida cuenta de los daños que ocasionan. To­dos los alimentos hay que dárselos en las cuadras y corrales, mien­tras dure su estancia veraniega en los altos.

En fin, gocf\os pal monte se llevaron hasta hace pocos años en Lena a Porciles de Zurea, Las Porqueras de San Miguel del Río, La Vega’l Mur, Cuitu Porqueras, Las Porquerizas..., y a otros mu­chos cordales que no llevan el nombre de los gochos: Fongarazán, Carraceo, Coleo, El Brañichín..., y tantos más. Bastan algunos to­pónimos para atestiguar su paso por las brañas, com o siempre, al lado de otros signos del pasado: por ejemplo, la cantidad de duernos y duernas labrados en piedra, o aprovechando la conca­vidad natural de las calizas más afechiscas, que permanecen to­davía al lado de las puertas de las cabanas, en ocasiones destina­dos a usos diversos, decorativos incluso.

CABRAS PE LAS PENAS

Varios son también los nombres que documentan, de alguna forma, el ganado cabrío encaramado hasta los mismos riscos de las penas más escarpadas. Los topónimos comienzan ya en las afue­ras de los poblados y terminan más arriba de las últimas caba­nas. En zona lenense, hay: La Cabra (Xomezana): varias fincas de pradera; Cuetu la Cabra (Tuíza Riba): lugar escarpado del pueblo; Los Joyos de la Cabra (Tuíza Riba): zona de covayos, donde se al­bergan las cabras al sesteo (aseladeros, miriaeros), o se resguar­dan del temporal; Los Re joyos de la Cabra (Tuíza Riba): el mis­mo lugar anterior, según designación de otros vecinos; El Vache la Cabra (La Malvea): pastizal del poblado; La Cuá las Cabras (Vache-Zurea): pastos comunales sobre el pueblo; Pieza las Cabras (Tuíza Baxo): trozo de terreno; Pena Cabrera (Val Grande): peñas altas sobre el valle; El Cabril (Val Grande): escarpada masa roco­sa bajo El Negrón; El Cabril (Teyeo): finca de pradera en el mon­te; Los Cabríos (Tablao): lugar en alto sobre el pueblo; El Monte los Cabríos (Tablao): monte de madera.

En la zona allerana, Las Cabriteras, Cabra Moza, Val Cabrón, El Cabril, El Cueyu la Canga’l Cabritu. En Turón, La Cabritera. En Siero, Cabriles. Más al oriente, en torno al Cornión, Cabra Blanca. En Los Beyos, Colláu les Cabres, Los Cabríos, La Cabri­tera, Peña les Cabriteres81. En Gozón, Cabrera.81 Guillermo M a ñ a n a : Entre los beyos..., pág. 190.

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En la toponimia gallega, Cabreira, Cabreiros, Cabrois. En zo­na portuguesa, Cabra Figa según Diogo Correia, equivale a ‘ca­bra ruin, despreciable’82. En La Rioja, Val de Cabra, La Cabra- diza, Cabras Sarnosas, Val de Cabrejas, Val de Cabrejillas, Maja­da las Cabras, Cabría, La Cabrilla, Valle de los Cabríos83. Y otros lugares semejantes, que más abajo se añadirán.

El lenguaje toponím ico se apoya en el uso léxico regional. Así, algunas voces recuerdan un relativo arraigo del animal en el en­torno pasado: abundan voces y frases en este campo. En zona le- nense, cabritos, aparte de ‘crías de las cabras’ , designan en el len­guaje figurado esas ‘pequeñas masas de niebla, que de forma ais­lada y caprichosa parecen colgarse de las peñas o sobre los regueros entre las montañas, cuando hay mucha humedad y, de nuevo, va a llover’ (cabritos de niebla, entre los lenenses).

Por los años cincuenta, recogía Neira cabriru como ‘encarga­do del pastoreo de la vecera de cabras y oveyas’84; cobrizo, ‘pro­pio de las cabras’85; y las frases del lenguaje popular: «ñu de ca­bra, cabra o cabritu», una forma más del conocido «de tal palo, tal astilla»; o «Xuan por cabras, Martín por oveyas», para expre­sar que, por confusión, una persona contesta a otra con algo que no viene a cuento86.

En asturiano, otros muchos términos aluden a la antigua abun­dancia de las cabras. En Cabrales, topónimo aquí afechiscu, una cabrá es un ‘conjunto de cabras’ ; cobraría, el «rebaño de cabras de un pueblo o de un solo propietario»; cabrera, ‘pastor de cabras’ ; cabrica, ‘cabrilla ’ , y cabritín, ‘cría de la cabra’ , y ‘cría del rebeco’ también87, lo que podría hacer pensar en la generalización de la voz para el animal casero y el salveje, más arriba observado en el caso de los cerdos y xabálinos.

En Cabranes, cabritu, lo mismo que en asturiano general, de­signa de modo figurado ‘persona caprichosa, traviesa’88. En Co- lunga, recoge Vigón la expresión también común «sangrar como un cabritu», es decir, ‘abundantemente, sin manera de hacerlo parar’89.

82 Diogo Correia: Toponimia..., pág. 25.83 González Blanco: Diccionario..., pág. 102.84 N e i r a M a r t ín e z : El habla..., pág. 139.85 N e i r a M a r t ín e z : Op. cit., pág. 212.86 Neira Martínez: Ibid.87 Jesús Á l v a r e z : El habla..., pág. 196.88 Canellada: El bable..., pág. 127.89 V igón: Vocabulario..., pág. 90.

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En asturiano más occidental, cabreiriza es ‘el sitio en que hay o se guardan cabras’90, cabrera, ‘pastora de cabras’ , y cabreirizo, ‘el que guarda cabras’91. En Somiedo, cabra es, como en tantos pueblos, ‘persona poco form al’ ; cabras, ‘manchas que salen en las piernas por calentarse al sare\ y cabrán, «cabruno, referido, sobre todo, al olor propio de las cabras»92. Existe, además, el juego de las cabruxas, ‘juego de niñas en el que unas pequeñas piedras (las cabruxas) se tiran al alto para que cada jugadora las recoja en el aire, con arte suficiente para que ninguna caiga en el suelo’93.

En el léxico occidental, por lo menos, cabras es también ‘juga­da de bolos ’94; cabriega es ‘la oveja que produce lana áspera y la­cia ’95, y cabritas, ‘armazón delantero del carro’96. En el Cuarto de los Valles, y en el lenguaje metafórico, una cabra es ‘una peque­ña mata de hierba que dejan, a veces, en pie los malos segadores debajo del siño», y una cabra es también ‘el horcón, accesorio del carro’97.

Ya en zona santanderina, una cabra puede ser, asimismo, ‘la cresta de las olas blanquecinas’98, aludiendo a esa afición que tie­nen las cabras de andar siempre por los lugares más altos y peli­grosos. Finalmente, en el dialecto vulgar salmantino, cabril es ‘ca­mino de cabras’ y ‘majada de cabras’99.

Este conjunto léxico, relativamente abundante y extendido, da cuenta suficiente del arraigo de estos animales no sólo en la eco­nomía familiar, sino en el propio entorno cotidiano de los pueblos donde abundan las voces de este campo. De ahí, ese lenguaje fi­gurado para designar situaciones y objetos en algo semejantes al animal, con palabras que tienen siempre como referencia la cabra.

No obstante, com o más arriba queda apuntado, la voz toponí­mica pudiera contener la referencia al animal doméstico y al mon- tés. Como en el caso de puercos y xabalinos, los topónim os seña­lados, además de las cabras domésticas, pueden proceder en al­gún caso de los del monte: corzos, robezos... Y hay un dato evidente

90 A c e v e d o : Vocabulario..., pág. 42.91 A cevedo: Ibid.92 Cano González: Vocabulario..., pág. 103.93 Fernández y González: El habla..., pág. 218.94 Rodríguez-Castellano: Contribución..., pág. 400.95 Rodríguez-Castellano: Op. cit., pág. 311.96 Rodríguez-Castellano: Op. cit., pág. 24.97 M . M e n é n d e z : El Cuarto..., p á g . 73.98 G a r c í a L o m a s : El lenguaje..., págs. 68 y s.99 Lamano Beneite: El dialecto..., v. cabril.

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en el lenguaje de los cazadores (entre los furtivos, sobre todo), quienes a las crías de corzos y rabizos llaman cabritos.

Como más arriba se apuntó también en el caso de otros anima­les, estos datos parecen recoger una identificación y una continui­dad popular, por lo menos léxica, entre estos animales caseros y los salvajes. En todo caso, la motivación toponímica se apoya en la incidencia que el ganado cabrío tuvo en la antigua y, en algu­nos casos, aún reciente o actual vida rural asturiana.

El documento vigente de toda esta cultura rural sigue bastan­te arraigada entre los cabraliegos del oriente asturiano. En los dis­tintos pueblos de Cabrales (Camarmeña, Sotres, Tielve, Carreña...) hay, en ocasiones, una cierta dependencia económica en torno a estos animales. Los pastores y pastoras empiezan a subir a los puertos más altos en el mes de mayo (según los pastos y el tiempo de primavera) y allí hacen vida durante el verano y el otoño bien arriba. En este tiempo, elaboran el conocido queso. Con una tra­bajada técnica, y sirviéndose de los amios o moldes, van elim i­nando la virria (‘suero que va soltando la leche’), para bajar lue­go los quesos a la cueva comunal del poblado.

De modo que, si bien la base léxica está más clara, las referen­cias pueden variar desde el lenguaje más inmediato y denotativo al figurado. Moreu Rey, interpretando topónimos catalanes, ob­serva que algunos pueden proceder de la cabra salvaje, o, inclu­so, de ciertas formas de las rocas, que a distancia dan la impre­sión de cabras reales100; cualquiera de esos referentes laten en los topónim os que estudia, por lo que no se pueden generalizar: Coll de Cabres, Cabrirols, Cabreng, Cabrenys101.

Amenos Roca, en cambio, interpreta el lugar, también catalán, de Cabrera d ’Igualada ‘por la abundancia de este ganado en aque­llos pastos’102. Incluso, la homonimia toponímica tendrá que ser en algún caso bien delimitada: Meyer Lübke cita, así, un Cabrils catalán sin referencias al ganado cabrío103.

En la toponimia francesa, se repiten costumbres y nombres. Al- bert Dauzat documenta los actuales Cabrerets, Cabriéres, Che- vriéres, en las formas medievales del tipo Cabrerías (978), Cabrie- ras (1180), y las interpreta a partir del latín capra, ‘cabra’ , con el sentido toponímico de ‘lugares donde suben las cabras’104; formas

100 M o r e u R e y : Els noms de lloc, p â g . 62.101 M o r e u R e y : Ibid.102 A m e n ô s R o c a : Etimologia..., p â g . 8.103 M e y e r L ü b k e : Els noms..., p â g . 17.104 A lb e r t D a u z a t : Dictionnaire..., p â g . 128.

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que, en ocasiones, dan lugar a nombres más largos: Chevrainvi Uiersi05, Valcabrére, ‘valle adecuado para el ganado cabrío ’106.

Paul Viteau añade, entre los nombres del Ariége que pertene­cen a este campo, otros como Crabibos, Crabo, Cabirol, Crabero, Montcabirol, que, igualmente, interpreta en el lenguaje de la zoo- nimia a partir del francés chèvre, ‘cabra’107. Finalmente, Charles Rostaing define otros lugares como Pic Crabere, Mont Crabé, o los gascones Chevrière, Chabrière, con el mismo sentido de ‘luga­res, montes de cabras’ , a veces en designación metafórica, caso de Crabit, por él citado108.

El lenguaje folclórico y m itológico tampoco está ausente de al­gunos nombres del suelo. Así, Grace Álvarez, estudiando la topo­nimia en la onomástica hispánica, señala que «era creencia popu­lar que las cabras estaban poseídas del demonio, creencia causa­da por el carácter caprichoso de la cabra»109.

Tal pudiera ser la m otivación supuesta para lugares del tipo El Seltu ’l Diablo (Tuíza), pronunciado acantilado en precipicio so­bre Riospaso, y justo frente a La Pena Val de D ios: la antonimia toponím ica pudiera haber enfrentado nombres y lugares, a am­bos lados del río. La interpretación folclórica vendría después:... que en una noche de luna llena, por una apuesta con un borracho, el diablo convertido en cabrón dio un gran salto entre las peñas... Como se puede observar, ya en el lenguaje de la imaginación po­pular.

En cuanto a la fonética toponímica de los nombres descritos, ne­cesitan poca aclaración. Sólo alguno puede ofrecer dificultad ma­yor en este contexto del asturiano: Los Joyos y Re joyos de la Ca­bra. Efectivamente, no es claro ese paso de Fueyos y Refueyos (tan frecuente en la onomástica regional) a Joyos y Rejoyos, en zona lenense.

Concluyendo (o ladeando) el escollo fonético, este paso de /> j , podría interpretarse com o un caso de refuerzo de labiodental (f), con posterior velarización (j), abundante en otros usos peninsula­res, al margen del asturiano y de la conocida aspiración propia del oriente regional.

105 Albert D a u z a t : Op. cit., pág. 187.106 Albert D a u z a t : Op. cit., pág., 696.107 Paul V i t e a u : Toponymie..., p á g . 180.108 Charles R o s t a i n g : Dictionnaire..., pág. 135.109 Grace Á l v a r e z : Topónimos..., pág. 163.

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En fin, y en todo caso, la referencia toponímica estaría de acuer­do con la interpretación fonética: una serie de hoyos, concavida­des en la pendiente y cuevas entre las rocas (fueyos), que sirven de refugio al ganado cabrío a modo de aseladero para el sesteo ([mi- riaeros), ante la tormenta o las envesnás. La Cuá las Cabras de otras zonas (‘la cueva de las cabras’) refuerza la interpretación fo­nética y toponímica a un tiempo.

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MOTIVACION TOPONIMICA 67

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105-190). C.S.I.C.

6 8 JULIO CONCEPCION SUAREZ

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NOTAS REFERENTES A LA FUNDACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO

J u s t o G a r c í a S á n c h e z

H oy la doctrina discute sobre la naturaleza jurídica de la ins­titución universitaria, a mitad de camino entre la fundación y la corporación, por las graves consecuencias que en el funcionamien­to de sus órganos colegiados y unipersonales tiene la calificación jurídica en uno u otro sentido.

Nadie duda, sin embargo, que en el momento de aparición de la Universidad de Oviedo se trató de una fundación, resultado de la voluntad expresa del patrono don Fernando de Valdés Salas, inquisidor general, arzobispo de Sevilla.

No fue la primera de las fundaciones que realizara el ilustre asturiano, ya que en la escritura fechada en Valladolid a 5 de di­ciembre de 1559, ante el escribano público Juan de Fuenmayor, el prelado asturiano hace donación inter vivos a favor de diver­sos beneficiarios, entre los que se menciona explícitamente: «al colegio de estudiantes que tengo erigido en la Ciudad de Oviedo», reservándose en dicha escritura la facultad de «conmutar, m odi­ficar, alterar, mudar o menguar y condicionar dicha donación, mientras viviera y en cualquier tiempo que quisiere». En base a esta disposición, en la cláusula sexta de su testamento hace uso de la facultad que se había reservado, declarando que es su vo ­luntad «que la dicha donación tenga su debido efecto y ejecute, y los bienes en ella contenidos sean y se apliquen y distribuyan en las dichas obras pías», y, por supuesto, en la forma que detalla en dicho instrumento de última voluntad1.

1 Testamento del Sr. D. Femando de Valdés, Arzobispo de Sevilla. Año 1642. AAO, Desp. 1, Anaq. C, leg. C/8, fols. 4v-5r. Sobre el colegio de San Gregorio, vid. Benito Ruano, J., La fundación del colegio de San Gregorio de Oviedo, Simposio Valdés Salas, Oviedo, 8-11 diciembre 1968, págs. 232-258; id., Ren­tas del colegio de San Gregorio de Oviedo, en BJDEA. 75 (1972), 3-11. Para una biografía del Inquisidor Valdés, vid. por todos González Novalín, J. L., El inquisidor general don Femando de Valdés (1583-1568), 2 vols., Oviedo, 1971.

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70 JUSTO GARCIA SANCHEZ

El colegio de San Gregorio, llamado también «de los Pardos», al menos estaba fundado en nuestra ciudad desde el año de 15572, consolidándose su asentamiento en el testamento del procer de Sa­las, donde se contiene la voluntad fundacional de la Universidad, y estableciéndose en el mismo una especie de unión indisoluble entre el desarrollo del citado colegio y el incremento de la activi­dad académica, hasta convertirse en un estudio general de rango universitario, sin dejar su primitiva significación:

«Por cuanto en la Ciudad de Oviedo tengo fundado —afirma don Fernando de Valdés— un colegio y estudio en el cual ahora se lee y se ha de leer y estudiar Gramatica hasta que se da orden para que se lean otras Facultades, y para latinidad ha de haber en el dicho Colegio un preceptor y un repetidor y doce colegiales y tres familiares demas del servicio de lavandera y cocinero, me­dico y botica y fabrica de la casa, quiero y es mi voluntad que pa­ra sustentar y alimentar las personas susodichas y fabrica del di­cho Colegio hayan y tengan cada un año trescientas mil marava- dies de renta perpetua demas del pan de renta que yo tengo en la comarca de la ciudad de Oviedo, las cuales dichas 300.000 ma­ravedíes y pan se han de repartir en las personas susodichas por la orden y forma que yo o la persona que yo para ello nombrare paresciere que mas convenga al servicio de Dios Nuestro Señor y a la autoridad de buen gobierno de la dicha casa y colexio.»3

Más adelante, en el número once de dicha última voluntad, con la distribución de la renta para las diversas obras pías, señala:

«El Colegio de Oviedo los xuros que tengo y poseo en la ciu­dad villa y concejo de Oviedo, Aviles, Jijón, Piloña, Ribadesella, Onis, Parres, Cabranes y Llanes que son en el Principado de As­turias en que se montan trescientas y seis mil y treinta y siete ma- ravadies como parece por los privilegios que dellos tengo.»4

Por cuanto en las escrituras de donación se incluyen algunas cifras que no parecen equivalentes al capital disponible por par­te del arzobispo Valdés ni tampoco se expresa en esos términos el testamento en su conjunto, señala el testador que el sobrante de sus bienes no asignado expresamente se reparta proporcional­mente a razón de trescientos mil maravedíes para la iglesia de Sa­las, ciento cincuenta mil a la obra pía de casar doncellas, trescien­

2 AAO, Ibidem, fols. 237v-243r. La última de las escrituras importantes de las donaciones valdesianas para el colegio y Universidad de San Gregorio de Ovie­do se data a 11 de octubre de 1568 (Ibidem, fols. 11 Ir y ss.)

3 AAO, Ibidem, fol. 5r-v.4 AAO, Ibidem, fols. 6v-7r y 3Ir.

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tos m il para el colegio de Oviedo, setecientos cincuenta m il para el colegio de San Pelayo de Salamanca, fundado en la escritura de donación que pasó ante el escribano salmantino Santa Cruz del Carpió a 8 de ju lio de 1556, y cien mil maravedíes para el reparti­miento de vacas y bueyes5.

Las propiedades del inquisidor eran muy numerosas y cuan­tiosas, por lo que al incorporar alguna nueva y pensando en la ubi­cación del bien raíz o de los juros situados en un municipio, no extraña que de nuevo tuviera muy presente en su pensamiento al Colegio-Universidad ovetense, como consta en los números 18 y .20 de dicha última voluntad:

«Por cuanto yo tengo y poseo el Monte de Naranco junto a la Ciudad de Oviedo, quiero y es mi voluntad que haya el dicho Mon­te el mi Colexio de Oviedo que yo he dotado y edificado demas y allende de lo que tiene, le dexo para su dote para que con ello m exor se pueda sustentar las personas del dicho Colexio... Item digo que yo tengo y poseo en la villa y concejo de X ixón, la torre y casa de Cenero con la hacienda que, juntamente con dicha torre y casa, Diego de Valdes, vecino del dicho Concejo de X ixón , tiene y goza por permisión mia. Mando que por todos los dias de su v i­da el dicho Diego de Valdes goce de la dicha tierra y hacienda y despues de ella la dicha torre y hacienda la haya el sucesor de la casa y mayorazgo de Salas, con tal condición que de y pague al dicho mi Colexio de Oviedo la recompensa justa de lo que la di­cha torre y hacienda valiere»6, y en lo remanente de sus bienes, de nuevo reitera en el número 35 de las cláusulas testamentarias, que se distribuyan proporcionalmente entre todas las obras pías que deja fundadas, no figurando explícitamente, en el punto que nos interesa, más que el colegio de San Gregorio, con trescientos mil maravedíes, y el colegio de San Pelayo de Salamanca, con se­tecientos cincuenta m il7.

Por último, resulta del máximo interés tener presente la cláu­sula número 29 de su testamento, ya que en la misma dispone el régimen general de ejecución de sus disposiciones mortis causa:

«Que para el buen gobierno y servicio de la dicha Iglesia de Sa­las y mandas y obras pias y colexios que tengo acordado de hacer constituciones ordinarias y estatutos gerca de la manera de servi­

5 AAO, Ibidem, fol. 7r, número 13.6 AAO, Ibidem, fols. 10v-llr. Escritura de donación a Diego de Valdés de Go-

zón... Ibidem, fols. 146v y ss., fechada en Madrid a 8 de diciembre de 1568.7 AAO, Ibidem, fol. 18r.

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ció y gobierno y orden y de como se han de gastar los bienes con que quedan dotadas las dichas Iglesias y mandas pias y colexios, mando que las dichas constituciones ordinarias y estatutos que yo ordenare para lo susodicho se guarden y executen en todo y por todo como en ellas se ordenare y declarare, y si caso fuere que yo en mi vida no ordenare las dichas constituciones, ordenanzas y es­tatutos o de lo que estuviere ordenado resultare alguna duda no nombrare persona que las haga y ordene, que mis testamentarios hagan y ordenen las dichas constituciones y ordenanzas y estatu­tos y ordenen y declaren la forma y orden que .convenga para que la dicha Iglesia, Colegios y mandas pias sean bien gobernadas y regidas y Dios Nuestro Señor servido y el culto divino aumentado y en caso que sea necesario para todo lo susodicho y reserva del dicho patronato de legos se traiga Bula de su Santidad con las clau­sulas y facultades necesarias y si en mi vida no se trajere la dicha facultad y bula, mis testamentarios tengan cuidado de hacerla traer y traerla y ordenar lo que mas convenga asi en lo que toca a la re­serva del dicho patronato de legos como a la administración de el y servicio de la dicha Iglesia de Salas y colexios y mandas pias y para este efecto de traer la dicha facultad y bula, tomen de mis bie­nes y hacienda lo que fuere necesario.»8

Las cláusulas referidas literalmente figuraban en el testamento cerrado, bajo el cual falleció el arzobispo de Sevilla, y que estaba fechado en Madrid a 2 de mayo de 1566. En el mismo nombraba por tiempo indefinido hasta la total ejecución de su última volun­tad por sus albaceas testamentarios a don Diego de la Gasea, al licenciado don Francisco de Soto Salazar, a su hermano Fernan­do de Salas y a sus criados Hernando de Valdés y a Cristóbal de Vega. Diego de la Gasea presenta el testamento susodicho, par­tiendo del testimonio de Pedro Méndez, escribano de la Villa y Corte, en Madrid a 9 de diciembre de 15689, y en uso de las facul­tades que les estaban conferidas por el causante, los testamenta­rios don Diego de la Gasea, don Antonio de Padilla, don Fernan­do de Salas y don Diego de Valdés hacen en Madrid a 27 de marzo de 1569 un codicilo para disponer de aquellos bienes que pertene­cieron a don Femando, quien había reservado una importante can­tidad «para repartir y distribuir entre las obras pías y personas que ellos nombraren y declararen», por lo que en su cumplimien­to los citados albaceas reparten dos mil quinientos ducados de ren­

8 AAO, Ibidem, fol. 13v.9 AAO, Ibidem, fols. 20v-21r.

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ta anual, adjudicando mil ducados al mayorazgo de la casa de Sa­las, y los otros m il quinientos entre las demás obras pías, inclu­yendo com o beneficiario «el colegio y estudio de la Ciudad de O viedo»10, aparte de la adjudicación hecha por el mismo inquisi­dor en la escritura de donación de 7 dé noviembre de 1568, en v ir­tud de la cual le pertenecían al colegio de San Gregorio una terce­ra parte de la plata en propiedad del donante, y para el servicio de la capilla colegial, así como una tercera parte de la tapicería y alhajas del fundador11.

La donación de don Fernando de Valdés a favor del colegio y Universidad de Oviedo, fechada en noviembre de 1568, fue acep­tada el 28 de dicho mes, y en su nombre, por el escribano intervi- niente, A lonso de Dóriga12. En el instrumento notarial suscrito por el procer asturiano se refiere explícitamente:

«Por quanto yo tengo echo y fundado un colexio y unibersidad en la ciudad de Oviedo cuyo nombre y adbocagion es del señor san Gregorio y le tengo dado e doctado renta de maravedíes y pan y otras cosas com o se contiene e declara mas largamente en la es­critura de la fundación del dicho colexio y unibersidad que tengo fechas y otorgadas y porque tenga mas rentas y m exor siempre permanezca...»

Le aumenta el capital fundacional en estos términos: «setecien­tas e cinquenta mil maravedíes de juro e renta en cada un año que yo tengo y me pertenecen por cartas pribilexio de Su Magestad y otro titulo y rrecaudos situados en rentas de alcavalas de la ciu­dad de Sevilla y Ziudad de Toro y villa de Medina del Campo y Saagun y tercias de la giudad de rronda», imponiendo al colegio y Universidad de Oviedo com o carga «hacer una casa de hospita­lidad en la cual se curen los estudiantes enfermos que estudiaren en la dicha unibersidad de la ciudad de Oviedo y ansimismo para curar y curen los dichos enfermos que la dicha casa la agan muy bastante e com o sea necesario e convenga para semexante hospi­talidad e con que se gaste lo que fuere necesario en curar los di­chos pobres que ubiere en la dicha cassa e ospitalidad conform e a los estatutos y orden que yo o la persona o personas por mi non- bradas o por mis albaceas testamentarios diesemos o diesen para ello», con la orden de que anualmente no se gasten en dicha acti­vidad más de cien mil maravedíes de las rentas del capital dóna­

10 AAO, Ibidem, fols. 60v y 64r.11 AAO, Ibidem, fol. 138v.12 AAO, Ibidem, fol. 112r.

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do, y la obligación de que el colegio y Universidad de San Grego­rio «fueran obligados perpetuamente a reparar sienpre xamas de sus rentas y sustenten una casa de recoximiento e clausura en la ziudad de oviedo en que aya dos o mas mugeres o las que fueren necesarias de edad conviniente y de vuena bida y costumbres en cuya compañia puedan estar y esten las hixas de personas veci­nas de qualquier parte del obispado de oviedo para que alli esten recoxidas y deprendan la doctrina christiana y buenas costumbres e a labrar cosas e ylar y escribir y contar y otros exercicios bir- tuosos... con que no se puedan gastar mas de doscientas mil ma­ravedíes cada un año a lo mas... yten ago la dicha gracia y dona­ción al dicho colexio e unibersidad de mas de todo lo que dicho es de once mil e quinientos ducados en dinero por una bez los cua­les quiero que ayan e desde luego se los doy e adjudico de lo que es debido de mis rentas y fueros de la messa arzobispal de Sebi- 11a y de la renta del año de 567 y de lo de este presente año de 568», con la carga de obligar al colegio y Universidad a construir casa para las doncellas citadas, en la que no puedan gastarse más de mil quinientos ducados, y con el gravamen de destinar cincuenta mil maravedíes anuales a la reparación de los malos pasos y ca­minos existentes entre la villa de Salas y la ciudad de Oviedo, de Salas a Cangas y en otros caminos del obispado asturiano; cum­plidos los gravámenes señalados, el resto sobrante queda a favor del colegio y Universidad de San Gregorio en O viedo13.

Los albaceas testamentarios nombrados en el codicilo del arz­obispo, fechado a 7 de diciembre de 1568, la víspera de su muer­te, usando de las facultades conferidas, llevaron a cabo una serie de actos de disposición tendentes a la ejecución de la voluntad del testador. En razón del cometido que se les confió, acordaron, a 27 de marzo de 1569, asignar los dos mil quinientos ducados de ren­ta en la forma anteriormente expuesta; además, a 20 de marzo de 1572 toman una decisión importante para &1 colegio y Universi­dad asturianos, ya que adjudican unas cantidades importantes de manera específica a la institución académica; en esa fecha, A lon­so de Dóriga, escribano de cámara y real de Su Majestad, secreta­rio del Consejo de la Inquisición General, da fe y verdadero testi­monio de cómo los albaceas citados señalaron y aplicaron al cole­gio y Universidad ovetenses los siguientes maravedíes:

«Del censo de Asturias, comprado 116.000 maravedíes a veinte mil el millar, le corresponden noventa y seis mil ochocientos y cua-

13 A A O , Ibidem, fols. 82r y ss.

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NOTAS REFERENTES A LA FUNDACION DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO 7 5

renta y seis maravedies, y el resto pertenece a Salas. En la terce­ra parte del quento de Sebilla que es para aumento de las obras pias de Asturias, 333.333 maravedies. En los dos mil ducados de juro a veinte m il situados en Sevilla, 750.000 maravedies. 50.000 maravedies de a catorce situados en Sahagun. 83.979 maravedies de a catorce, 16, y 18 situados en Medina del Campo, y 85.853 ma­ravedies, situados en la dotacion de la Universidad, POR MANE­RA QUE EL DICHO COLEXIO E UNIBERSIDAD DE LA ZIUDAD DE OVIEDO A DE AVER EN CADA UN AÑO UN QUENTO E QUATRO- CIENTAS MIL MARAVEDIS, DE LOS QUALES HA DE GO£AR DES­DE PRINCIPIO DEL AÑO VENIDERO DE MIL E QUINIENTOS E SE­TENTA E TRES EN ADELANTE...»; además, los albaceas señalaron al colegio y Universidad asturianos «dos privilexios, uno de quan- tia de setecientas e cincuenta mil maravedis de juro contados a veinte mil el millar, situados en las alcabalas de la ciudad de Se­villa y otro de quantia de trescientos treinta y tres maravedies de juro al quitar contados a veinte mil el m illar situados en las alcabalas de Utrera y Sevilla», cantidades que ya figuran en el anterior repartimiento, señalando ante el mismo escribano inter- viniente, Alonso de Dóriga, a 4 de marzo de 1572, el alcance de las cargas que pesaban sobre el colegio y Universidad, y encargando la cobranza de la renta que don Fernando dejó asignada a estas instituciones, así com o los doscientos cincuenta mil maravedíes «que se compraron de los diez mil ducados que dejo aplicados por una vez para la obra de la dicha Universidad, a A lbaro de Carre- ño, vecino y regidor de la dicha ciudad de Oviedo, el cual de fian­zas en cantidad de veinte mil ducados a contento del corregidor de ella, y se obligue en forma y por trabajo que en ello ha de te­ner se le señalan ducientos ducados en cada un año de los que tu- biere la dicha administrazion y cobranza», comenzando su cobro desde principios del año 1573 en adelante14.

Aunque en 1572 parecía avivarse la voluntad de los albaceas para poner en funcionamiento la Universidad ovetense y el Ca­bildo tenía asumidas sus atribuciones respecto de la visita del colegio de San Gregorio, adoptándose algunas decisiones im por­tantes respecto del sitio idóneo para levantar el edificio univer­sitario, después de abandonar el proyecto de concierto con la Com­pañía de Jesús, lo cierto es que hasta la emanación de las bulas pontificias del Papa Gregorio XIII, inluyendo las de erección y ejecución, ambas de la misma fecha, 15 de octubre de 1574, no se dio un paso crucial y decisivo para la institucionalización del es­tudio universitario. Un mes más tarde, a 30 de noviembre, en pre­

14 AAO, Ibidem, fols. 162v y ss.

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sencia del escribano y colaborador de Valdés, Alonso de Dóriga, se fecha en Madrid el traspaso efectuado por los dos albaceas del inquisidor, don Francisco de Soto Salazar, obispo electo de Sala­manca, y don Antonio de Padilla, a favor de don Hernando de Val­dés, sobrino del inquisidor, del derecho de patronato referente tan­to al colegio de San Gregorio de la ciudad de Oviedo como, y ésta es la gran novedad pues se hace constar separadamente, «el de la Universidad de dicha Ciudad», con lo cual se expresa la inequí­voca resolución de los ejecutores testamentarios de independizar ambos centros docentes, colegio y Universidad, uno ya en funcio­namiento desde hacía varios lustros y la otra por iniciar su anda­dura, circunstancia aquélla que no responde a la voluntad del fun­dador asturiano, para quien se trataba de un mismo proyecto, en su advocación y objetivos15.

En la misma fecha últimamente señalada se efectuó un concier­to entre los testamentarios y el titular del mayorazgo de Salas, don Fernando de Valdés16, que sería revisado posteriormente a 20 de junio de 158717; la negociación con el hijo natural del arz­obispo, don Juan Osorio, se explana en una escritura fechada en Madrid a 19 de diciembre de 157318.

El 4 de diciembre de 157819 se lleva a cabo el repartimiento de las donaciones hechas por el prelado asturiano a favor de sus cria­dos, y en 1575, por primera vez, los albaceas compran una can­tidad importante de juros con la finalidad de asegurar el soste­nimiento económico del colegio y Universidad de San Gregorio, en tal m odo que podemos afirmar, desde el punto de vista del pa­trimonio, que esta adquisición es la que permite fijar un capital disponible que asegurase el objetivo universitario20, al mismo tiempo que supone la delimitación de las competencias que corres­pondían al titular de la casa de Salas, pues sus pretensiones fun­damentalmente económicas venían dificultando la ejecución del proyecto de Universidad, en tal modo que su obstrucción signi­ficará un retraso en la apertura de las aulas durante casi medio siglo21.iü AAO, Ibidem, fols. 72v-73r.16 AAO, Ibidem, fols. 293v y ss. ,17 AAO, Ibidem, fols. 74v y ss.18 AAO, Ibidem, fols. 150r y ss.19 AAO, Ibidem, fols. 266v-276r; cf. 286v y ss.20 AGS, Contaduría de Mercedes, leg. 293, doc. 14.21 Eran albaceas competentes para distribuir y codicilar, conforme al poder otor­

gado por don Femando de Valdés, a 7 de diciembre de 1568: don Francisco de Menchada, el doctor La Gasea, el licenciado don Antonio de Padilla, don Francisco de Soto Salazar, don Femando de Salas y don Diego de Valdés, abad de Cenero, bastando que concurrieran dos de ellos. Cf. AAO, Ibidem, fols. 200v-207r.

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NOTAS REFERENTES A LA FUNDACION DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO 77

A P E N D I C E

«Principado de Asturias de Oviedo. Maravedies de juro al qui­tar a veinte m il el millar. Año de mil quinientos setenta y ocho en adelante.

El Rector y colegiales de San Gregorio de Oviedo.In marg.: Su Majestad el Rey se sirvió del juro parcialmente

en dos ocasiones: en 1560, y por cédula de 6 de noviembre de 1636.En nombre de la Santisima Trinidad e de la eterna unidad Pa­

dre y H ijo y Espiritu Santo que son tres personas y un solo Dios verdadero que vive, e reina por siempre sin fin, e de la bienaven­turada virgen gloriosa nuestra Señora Santa María, madre de Nuestro Señor Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre a quien yo tengo por Señora y abogada en autos mios fechos y a hon­ra y servicio suyo y del bienaventurado Apostol señor Santiago luz y espejo de las Españas, patrón e guiador de los Reyes de Cas­tilla y de León y de todos los otros Santos e Santas de la corte ce­lestial, quiero que sepan por esta mi carta de privilegio o por su traslado signado de escribano publico sin ser sobreescrito ni li­brado en ningún año de mis contadores mayores ni de otra perso­na alguna a todos los que ahora son y serán de aqui adelante// com o yo Don Felipe por la gracia de Dios Rey de Castilla de León de Aragón etc. vi una carta de venta firmada de mi mano con una carta de pago en ella firmada de Juan Fernandez de Espinosa, mi tesorero general y del mi Consejo de Hacienda que son del tenor siguiente:

Don Felipe etc. a vos los mis contadores mayores bien sabéis que para ayuda a los grandes gastos que se ofrecieron al Empera­dor mi Señor que Santa gloria aya y a mi para defensa de estos Reinos contra los turcos y moros enemigos de Nuestra Santa Fe Católica se han gastado las Rentas Reales y los socorros ayudas y servicios ordinarios y extraordinarios que estos Reinos y todos los otros mis Estados en todas partes han hecho y lo que ha veni­do de las Indias y lo que se ha habido de los subsidios y bulas de cruzada que nuestros muy Santos Padres concedieron al Empera­dor mi Señor y a mi y las otras cosas extraordinarias y teniendo ahora que proveer de mucha suma de dineros para la sustentación de estos Reinos y no habiendo hallado manera alguna menos da­ñosa, he acordado de situar en algunas rentas y patrimonio de es­tos reinos maravedíes de juro perpetuo y al quitar para que las personas a quien se vendieren gocen de ello según y de la manera que a mi me pertenece y yo lo puedo gozar, por ende otorgo y co­

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nozco que vendo al Rector y Colegiales del Colegio y Universidad de la Ciudad de Oviedo cuyo nombre y advocación es de señor San Gregorio que le fundo e instituyo don Fernando de Valdes, arz­obispo de Sevilla e Inquisidor General que fue de estos Reinos dos­cientas y cincuenta mil maravedíes de juro por cinco cuentos de marevedies que por ellos pagaron los testamentarios del dicho Arz­obispo de Sevilla de los bienes que dejo para el dicho efecto en dineros contados a Juan Fernandez de Espinosa mi Tesorero Ge­neral y del mi consejo de Hacienda para ayuda a cumplir y pagar lo susodicho que sale a razón de veinte mil maravedíes el millar para que los tengan de mi en cada un año por juro de heredad pa­ra el dicho Colegio y Universidad para siempre jamas para que se gasten conviertan y distribuyan en cada un año en las cosas se­gún y como y de la forma y manera que el dicho Arzobispo de Se­villa lo dejo ordenado y dispuesto en la fundación y dotacion que hizo del dicho Colegio de San Gregorio y para este efecto les sean situados en las alcabalas de villas y lugares y concejos que son en el Principado de Asturias de Oviedo donde y con la antelación y data con que doña Juana de Leyva marquesa de Astorga tenia situados en ellas otras doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro de lo comprado a razón de catorce mil maravedíes el millar con facultad de se poder quitar por una mi carta de privilegio da­da en Madrid a doce de diciembre del año de quinientos y sesenta y siete de cuantía de seiscientas y cincuenta mil maravedíes en esta manera en las alcabalas de la villa de Jijón y su Concejo co­mo anda en renta, ochenta y siete mil m aravedíes/ en las alcaba­las de la villa de Grado y su concejo en el coto de Belmonte como anda en renta sesenta y nueve mil maravedíes, en las alcabalas de los concejos de Lena y Laviana y Langreo y entraigo y Tirana (sic) y Pajares com o anda en renta noventa y cinco mil marave­díes de los cientos y veinte mil maravedíes que estaban situados en las alcabalas de los dichos Concejos que son cumplidas las di­chas doscientas y cincuenta mil maravedíes, las cuales dependen de otra carta de privilegio dada en Madrid a veinte y cinco de no­viem bre del dicho año de quinientos y sesenta y siete de cuantía de doscientos y sesenta y cinco mil maravedíes, las cuales dichas doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro de a catorce Mel­chor de Herrera marques de Auñon mi tesorero general que fue en mi nombre y por mi m andado// quito y desempeño a la dicha Marquesa de Astorga y la pago los maravedíes que en ellos mon­to al dicho precio de catorce mil maravedíes el millar y se consu­mieron en mis libros para mi y para la corona Real de estos Rei­

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nos para desde primero de enero de este presente año de quinien­tos y setenta y cinco en adelante y el dicho Colegio y Universidad de San Gregorio de la dicha ciudad de Oviedo goce de las dichas doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro de a veinte que asi le vendo situados en las dichas Rentas suso declaradas y con la antelación y data susodicha desde el dicho dia primero de enero de este dicho año de quinientos y setenta y cinco en adelante en cada un año para siempre jamás o hasta que yo o los Reyes que despues de mi vinieren mandemos quitar el dicho juro y se paguen y depositen los dichos cinco cuentos de maravedíes que por ellos se pagaron com o dicho es con condicion que yo o los Reyes mis sucesores podamos quitar y redimir las dichas doscientas y cin­cuenta mil maravedíes de renta cada y cuando que quisiéremos pagando y depositando primero los dichos cinco cuentos de ma­ravedíes en poder de personas legas llanas y abonadas cuales pa­ra ello fueren nombradas por la Justicia que entonces fuere de la dicha Ciudad de Oviedo para que de alli con intervención de la dicha Justicia y sin entrar en poder del mayordom o del dicho Co­legio y Universidad ni de otra persona alguna se tom en a emplear en comprar otros juros o censos o otra renta que subrogue en lu­gar de las dichas doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro para el dicho Colegio y Universidad conforme a la clausula y la fundación y dotacion del que sobre esto trata y con tanto que en una vez no se pueda quitar menos de la mitad del dicho juro y con que durante el tiem po que no se pagasen y depositaren en la ma­nera que dicha es los dichos cinco cuentos de maravedíes el dicho Colegio y Universidad pueda llevar y gozar para el dicho efecto las dichas doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro sin des­cuento alguno pues en ello no hay usura ni especie de ella y con condicion que si el dicho Colegio y Universidad de Señor San Gre­gorio y su m ayordom o en su nombre quisieren que se le muden las dichas doscientas y cincuenta mil maravedíes de juro de las dichas rentas de las alcabalas de las dichas villas y lugares y con­cejo suso declaradas donde se han de situar a otras cualesquier Rentas o alcabalas de estos Reinos una o muchas veces se les mu­den a las que señalaren aunque sea a las de los partidos antiguao nuevamente mandados exceptuar cabiendo en ellas solamente por virtud de esta mi carta y haciéndose los pregontes y diligen­cias acostumbradas sin pedir para ello otro recaudo alguno, con condicion que si mudándose en cualquier tiempo las dichas dos­cientas y cincuenta mil maravedíes de juro de las dichas rentas de las alcabalas de las dichas villas y lugares y concejos suso de­

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clarados donde se han de situar a otras cualesquier renta o alca- bales de estos Reinos y situándose en ellos por menor acaeciere que algunos años no cupieren en ellas que el arrendador o recau­dador m ayor tesorero o receptor del partido donde se situaren y mudaren pague de su cargo por mayor lo que no cupiere por me­nor en las rentas donde se situaren y mandaren los años que no cupiere por ende yo vos mando que mostrándoseos por parte del dicho colegio y universidad de señor San Gregorio de la dicha Ciu­dad de Oviedo carta de pago del dicho tesorero Juan Fernandez de Espinosa de como recibió de los dichos testamentarios del di­cho arzobispo de Sevilla y de sus bienes los dichos cinco cuentos de maravedíes deis y libréis al dicho Colegio y Universidad mi carta de privilegio de las dichas doscientas y cincuenta mil mara­vedíes para que los tengan de mi en cada un año por juro de here­dad para el dicho Colegio y Universidad para siempre jamas has­ta que yo o los Reyes que despues de mi vinieren mandemos qui­tar el dicho juro y se paguen y depositen los dichos cinco cuentos de maravedíes que por ellos se pagaron como dicho es para que se gasten conviertan y distribuyan en cada un año en las cosas y según y com o y de la forma y manera que el dicho Arzobispo de Sevilla lo dejo ordenado y dispuesto en la fundación y dotacion que hizo del dicho Colegio y Universidad de Señor San Gregorio situados en las dichas rentas de las alcabalas de las villa y luga­res y concejos / / de Jijón y Grado Lena Laviana Langreo Entral- go Triana y Pajares como andan en renta y con las facultades clau­sulas y condiciones antelación y data susodicha que los arrenda­dores y recaudadores mayores tesoreros y receptores fieles y cojedores de las dichas rentas y las otras personas que las han co­brado y cobraren de aqui adelante acudan con ellas al dicho Rec­tor y colegiales o al mayordomo del dicho colegio y Universidad y a quien por el los haya de haber y de cobrar desde el dicho dia primero de enero de este dicho año de quinientos y setenta y cin­co en adelante en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es solamente por virtud de la carta de privilegio que de ello dieredes y libraredes o de su traslado sig­nado de escribano publico sin ser sobre escrito ni librado en nin­gún año de vosotros ni de otra persona alguna la cual dicha carta de privilegio y las otras cartas y sobrecartas que en la dicha ra­zón le dieredes y libraredes conforme a lo de suso en esta mi car­ta contenido, mando a vosotros y al mayordomo y chanciller y no­tarios mayores y a los otros oficiales que están a la tabla de los mis sellos que las den y libren y pasen y sellen luego sin poner

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en ello embargo ni contradicción alguna y sin que por ello voso­tros ni ellos ni vuestros oficiales ni suyos le lleveis ni lleven de­rechos algunos y no le descontéis el diezmo que pertenece a la chan- cilleria que yo habia de haber según la ordenanza que por ser venta nueva no se le ha de descontar ni llevar cosa alguna, lo cual asi haced y cumplid solamente en virtud de esta mi carta y de la car­ta de pago que el dicho tesorero Juan Fernandez de Espinaredo diere de los dichos cinco cuentos de maravedíes tomando la razón de ella Francisco de Garnica mi contador y Juan Delgado mi se­cretario sin pedir otro recaudo alguno y sin embargo de cuales- quier leyes y ordenanzas pragmaticas sanciones de estos Reinos y todo uso y costumbre de contaduría que en contrario desto sea e ser pueda con todo lo cual yo dispenso y lo abrogo y derogo y doi por ninguno y de ningún valor ni efecto en cuanto a esto toca y atañe quedando en su fuerza y vigor para en las otras cosas y para la presente aseguro y prometo por mi palabra real que los dichos maravedíes de juro ni parte alguna de ellos no serán to­mados quitados ni revocados embargados ni suspendidos ni puesto en ellos otro impedimento alguno por leyes fechas en Cortes ni fuera de ellas ni por otra forma ni manera alguna si no fuere para consumirlos en mis libros y corona real pagando y depositando prim ero los dichos cinco cuentos de maravedíes que por ellos se pagaron com o dicho es ni sera pedido ni demandado en tiempo alguno al dicho Colegio y Universidad ni a otra persona alguna en quien sucediere el dicho juro que den mas maravedíes por ello de los susodichos mas que lo tendrán y gozaran de ello enteramen­te en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el di­cho juro y se paguen los dichos cuentos de maravedíes que por ello se pagaron com o dicho es, que yo os relevo de cualquier cargo o culpa que por ello os pueda ser imputado. Hecha en Madrid a vein­te dias del mes de agosto de mil e quinientos y setenta y cinco años. Y o el Rey. Yo Pedro de Escobedo secretario de Su Majestad cató­lica la hice escribir por su mandado. Yo Juan Fernandez de Espi­nosa del Consejo de Hacienda de Su Majestad y su tesorero gene­ral digo que me doy por bien contento y pagado y entregado a to­da mi voluntad de los testamentarios de Don Fem ando de Valdes arzobispo que fue de Sevilla de los cinco cuentos de maravedíes en la carta de venta de Su Majestad en la hoja antes de esto escri­to contenidos por cuanto los recibí en reales de contado realmen­te y con efecto y por la verdad lo firme de mi nombre en Madrid a veinte y dos dias del mes de agosto de mil e quinientos y seten­

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ta y cinco años. Juan Fernandez de Espinosa. Tomo la razón Fran­cisco de Garnica. Tomo la razón Juan Delgado.

Y ahora por cuanto por parte de vos el Rector y Colegiales del Colegio de San Gregorio de la ciudad de Oviedo que fundo e ins­tituyo el dicho don Femando de Valdes arzobispo de Sevilla me fue suplicado que confirm ando// y aprobando la dicha mi carta de venta que suso va incorporada y todo lo en ella contenido hu­biese por buena cierta firme y valedera para ahora y para siem­pre jamas la dicha carta de pago que asimismo suso va incorpora­da y todo lo en ella contenido y os mandase dar mi carta de priv i­legio de las dichas doscientas cincuenta mil que por virtud de ellas habéis de haber para que las tengáis de mi en cada un año por ju­ro de heredad para vos e para el Rector y Colegiales que despues de vos fueren en el dicho colegio para siempre jamas o hasta que yo o los reyes que despues de mi vinieren mandemos quitar el di­cho juro e se paguen e depositen los maravedíes que en ello mon­ta al dicho precio de X X V el millar según que en la dicha mi car­ta de venta suso incorporada se contiene situados en las alcaba­las de ciertas villas y lugares que son en el principado de Asturias de Oviedo donde y en lugar y con la antelación y data con que do­ña Juana de Ley va marquesa de Astorga tenia situados en ellas otras doscientas cincuenta mil de juro de lo comprado a catorce mil el m illar con facultad de se poder quitar por mi carta de privile­gio de m ayor cuantia e se le desempeñaron com o adelante ira de­clarado en esta manera en las alcabalas de la villa de X ixón e su Concejo com o anda en renta ochenta y seis mil; en las alcabalas de la villa de Grado e su concejo con el coto de Belmonte como anda en renta sesenta y nueve mil; en las alcabalas de los conce­jos de Lena y Laviana e Langreo y Entraigo y Tirana e Pajares como anda en renta noventa y cinco mil; que son las dichas dos­cientas cincuenta mil, para que los arrendadores e fieles y cogedo­res de las dichas rentas y las otras personas que las han cobrado y cobraren de aqui adelante os la paguen este año de quinientos setenta y ocho desde primero dia de enero de el por los tercios de el y dende en adelante por los tercios de cada un año para siem­pre jamas o hasta que se quite el dicho juro com o dicho es para que los tengáis y distribuyáis en cada un año en las cosas y según y de la manera que en la dicha carta de venta suso incorporada se contiene y si algunos años no cupieren las dichas doscientas cin­cuenta mil en las alcabalas de las dichas villas y lugares suso de­claradas que el mi arrendador y recaudador m ayor tesorero o re­ceptor que es y fuere de las rentas del dicho Principado de Astu­

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rias de Oviedo os pague de su cargo por mayor lo que no cupiere en las rentas los años que no cupiere e porque por mis libros de merced de juro de heredad parece que la dicha marquesa doña Jua­na de Leyva tenia de mi en cada un año seiscientos cincuenta mil: de donde dependen las dichas doscientas cincuenta m il por juro de heredad para ella y para sus herederos y sucesores y para quien de ella o de ellos hubiese titulo o causa para siempre jamas o has­ta que yo o los Reyes que despues de mi viniesen mandásemos qui­tar el dicho juro y se pagasen los maravedíes que en ello monta al dicho precio de catorce mil el millar situadas en las alcabalas fueros pechos e derechos de ciertas villas y lugares y concejos que son en el dicho Principado de Asturias de Oviedo de que estaban situados en las dichas alcabalas de las dichas villas de gijon e Gra­do y sus concejos y en las de los concejos de Lena y Laviana y Lan- greo y Entralgo Tirana y Pajares suso declaradas CCCIX mil en esta manera: en las alcabalas de la villa de Gijon y su concejo co­mo anda en renta C X X mil; en las alcabalas de la dicha villa de Grado y su concejo con el coto de Belmonte como anda en renta los dichos L X IX mil; en las alcabalas de los dichos concejos de Le­na y Labiana y Langreo y Entralgo y Tirana e Pajares com o anda en renta C X X mil, que son las dichas trescientas nueve mil: por mi carta de privilegio escrita en pergamino y sellada con mi sello de plom o y librada de mis contadores mayores dada en esta Villa de Madrid a XII dias del mes de diciembre de DLXVII. Las cua­les dichas seiscientas cincuenta mil de juro la dicha marquesa do­ña Juana de Leyva primero tenia de mi en cada un año por juro de heredad para ella y para sus herederos y sucesores y para quien de ella o de ellos hubiese titulo o causa para siempre jamas o has­ta que yo o los Reyes que despues de mi viniesen mandásemos qui­tar el dicho juro y se pagasen los maravedíes que en ello montase al dicho precio de XIIII mil el millar por dos mis cartas de privi­legio escritas en pergamino y selladas con mi sello de plom o y li­bradas de mis contadores mayores conviene a saber por la una de ellas dada en esta villa de Madrid a X X V dias del mes de noviem ­bre del dicho año de DLXVII las CCLXXV mil de ellas situadas en las alcabalas fueros pechos y derechos de las dichas villas luga­res e concejos suso declarados en esta manera: en las alcabalas de la dicha villa de Grado y su concejo con el coto de Belmonte como anda en renta los dichos LX IX mil; en las alcabalas de la dicha vi­lla de Gijon e su concejo como anda en renta L X X X V I mil; en las alcabalas de los dichos concejos de Lena e Laviana y Langreo y En­tralgo y Tirana e Pajares como anda en renta los dichos C X X mil:

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que son las dichas CCLXXV mil: las cuales a la dicha marquesa pertenecieron por renunciación que de ellas le hizo Agustin Gentil genoves residente en esta corte de las DCXXV mil de juro que le re­nunciaron por Luis Torregrosa vecino e XXIIII de la Ciudad de Se­villa y Nicolás de Grimaldo genoves señaladamente los CXCII mil CCCCXIII de ellas de las CCCCXXXVII mil CCCCXV que le renun­cio el dicho Pero Luis Torregrosa y los LX X X V II mil D X X X V II restantes de los CLXXXVTI mil D LX X XV que le renuncio el dicho Nicolao Grimaldo que son las dichas CCLXXV mil por III cuentos DCCCL mil que por ellos pago al dicho Agustin Gentil en reales de contado por mano de gonzalo de la Peña de que se dio por con­tento para que las tuviese situadas en las alcabalas de las dichas villas e concejos suso declarados en cada una de ellas la cuantia susodicha las cuales dichas D CXXV mil de juro al dicho Agustin Gentil pertenecieron conviene a saber las dichas CCCCXXXVII mil CCCCXV de ellas por renunciación que de ellas le hizo el dicho Pero Luis Torregrosa por VI cuentos CXXIII mil DCCCX que por ellos le pago en dinero contados de que el dicho Pero Luis se dio por con­tento el cual primero tenia las dichas CCCCXXXVII mil CCCCXV de mi en cada un año por juro de heredad para el y para sus here­deros y sucesores y para quien de el o de ello hubiese titulo o cau­sa para siempre jamas o hasta que yo o los Reyes que despues de mi viniesen mandásemos quitar el dicho juro y se pagasen los ma­ravedíes que en ello monta al dicho precio de XIIII m il el millar situadas en la renta del almojarifazgo mayor de S evilla / por otra mi carta de privilegio dada en la Ciudad de Toledo a XIIII dias del mes de m ayo del año de DLXI las cuales yo vendi al dicho Pero Luis Torregrosa por una carta firmada de mi mano fecha en la di­cha ciudad de Toledo a X X VII dias de mes de abril del dicho año de DLXI por VI cuentos CXXIII mil DCCCX que por ellas pago a Domingo de Orbea mi tesorero general para ayuda a las necesi­dades que entonces se me ofrecieron que sale al dicho precio de XIIII mil el millar y los otros C L X XX V I mil D L X X X V de juro

•v-*

restantes a cum plim iento// de las dichas D CX X V mil de juro per­tenecieron al dicho Agustin Gentil por renunciación que de ellas le hizo el dicho Nicolao de Grimaldo porque se los dio por Loren­zo de Espinóla para en cuenta de CCLXVII mil CC CC XXXIX de juro al dicho precio de XIIII mil el millar que el dicho Lorenzo Espinóla le debia al dicho Agustin Gentil y dependen de I cuento DCVII mil XLIII de juro que el dicho Nicolao de Grimaldo tenia de mi en cada un año por juro de heredad para el y para sus here­deros y sucesores y para quien de el o de ellos hubiese titulo o cau­

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sa para siempre jamas o hasta que se quitase el dicho juro e se pagasen los maravedies que en ello monta al dicho precio de XIIII m il el m illar situadas en la dicha renta del alm ojarifazgo m ayor de Sevilla suso declarada por otra mi carta de privilegio dada en esta villa de Madrid a X X IX dias del mes de marzo del dicho año de DLXVII: los cuales yo vendi al dicho Nicolao de Grimaldo por otra mi carta firmada de mi mano dada en esta villa de Madrid a X V I dias del mes de enero del dicho año de DLXVII por X X II cuentos D m il que por ellos pago a Melchor de Herrera que fue mi tesorero general para ayuda a las dichas necesidades que sale al dicho precio de XIIII mil el millar: las cuales dichas CC LXXV m il de juro de que se dio la dicha mi carta de privilegio a la dicha marquesa de Astorga y se le mudaron de la dicha renta del alm o­jarifazgo m ayor de Sevilla donde los dichos Pero Luis Torregro- sa y N icolao de Grimaldo los tenian a las rentas del dicho Princi­pado de Asturias suso declaradas por virtud de una mi cédula fir­mada de mi mano fecha en esta villa de Madrid a X X V I de ju lio del dicho año de DLXVII en lugar y con la antelación y data con que en ellas estaban libradas las CCLXXV mil de las D m il que la dicha marquesa tenia de mi por merced en cada un año para en toda su vida por mi carta de situación sellada con el sello de cera de la Reina doña Juana mi señora en santa gloria haya y li­brada de mis contadores mayores dada en la villa de Valladolid a X II dias del mes de junio del año de DLVII. libradas en el que fuese mi arrendador m ayor tesorero o receptor de las rentas de las alcabalas y otras rentas de la ciudad de Oviedo e de las otras villas y lugares que son en el Principado de Asturias de Oviedo para que se las pagasen de lo que valiesen las alcabalas de ciertas villas y lugares y concejos que son en el dicho Principado señala­damente de los de suso declarados las CCCIX mil de ellas en esta manera de las alcabalas de la villa de Grado e su concejo con el coto de Belmonte e de la villa de Gijon e su concejo com o anda en renta los dichos C L X X X IX mil de cada una de las dichas v i­llas la cuantia susodicha y de las alcabalas de los dichos concejos de Lena y Laviana y Langreo y Entraigo e Tirana e Pajares como anda en renta C X X mil que son las dichas CCCIX mil y por la otra de las dichas dos mis cartas de privilegio tenia la dicha marquesa doña Juana de Ley va las otras CCLXXV mil a cumplimiento de las dichas DCV m il situadas en las alcabalas fueros pechos y de­rechos de otras ciertas villas e lugares e concejos que son en el di­cho Principado de Asturias de Oviedo en cada uno de ellos cierta cuantia de las cuales dichas DCL mil de juro que la dicha mar­

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quesa doña Juana de Leyva tenia por la dicha mi carta de privile­gio que de suso hace mención el dicho tesorero Melchor de Herre­ra en mi nombre e por virtud de una mi cédula que para ello tuvo le quito CCL mil señaladamente L X X X V I mil de los C X X mil que tenia sitos en las alcabalas de la dicha villa de Gijon y su concejo y otros L X IX mil que tenia situados en las alcabalas de la dicha villa de Grado e su concejo con el coto de Belmonte y los otros XCV mil restantes de los dichos C X X mil que tenia situados en las al­cabalas de los dichos concejos de Lena y Laviana y Langreo y En- tralgo y Tirana y Pajares que son las dichas CCL mil y le pago los maravedíes que en ello monto al dicho precio de XIIII mil el millar y se restaron de mis libros y se consumieron en ellos para mi e para la Corona Real de estos Reinos desde primero de enero del año de D LX X V en adelante e porque asimismo parece por los dichos libros que están en ellos asentadas las dichas cartas de ven­ta e de pago que suso van incorporadas y que las originales que­dan en poder de mis contadores de mercedes e que por lo conteni­do en la dicha carta de venta suso incorporada no se os desconto el diezmo que pertenece a la chancilleria que yo habia da haber conform e a la ordenanza, yo el sobredicho Rey Don Felipe tuvelo por bien y confirm o y apruebo la dicha mi carta de venta que su­so va incorporada y todo lo en ella contenido y he por buena cier­ta firme e valedera para ahora e para siempre jamas la dicha car­ta de pago que asimismo suso va incorporada y todo lo en ellas contenido y tengo por bien y es mi merced que vos el dicho Rec­tor y colegiales del dicho Colegio de San Gregorio de la ciudad de Oviedo tengáis de mi en cada un año las dichas CCL mil por juro de heredad para vos e para el Rector e colegiales que despues de vos fueren en el dicho colegio para siempre jamas o hasta que yo o los Reyes que despues de mi vinieren mandemos quitar el dicho juro y se paguen y depositen los maravedíes que / / e n ello monta al dicho precio de X X mil el millar situadas en las alcaba­las de las dichas villas y lugares suso declarados y con las condi­ciones y cargas e según e de la manera que en la dicha carta de venta suso incorporada y en esta mi carta de privilegio se contie­ne por la cual o por su traslado signado sin ser sobre escrito ni librado com o dicho es mando a los dichos arrendadores y fieles y cogedores y a otras cualesquier personas que han cobrado y co­braren en renta o en fieldad o en otras cualesquier manera las al­cabalas de las dichas villas y lugares suso declaradas que de los maravedíes y otras cosas que han valido y valieren este dicho año de D LXXVIII y dende adelante en cada un año para siempre ja­

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mas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es paguen las dichas CCL mil a vos el dicho Rector e colegiales que ahora sois en el dicho Colegio de San Gregorio de la dicha Ciudad de Oviedo e a los que despues de vos en el lo fueren o al que los hubiere de cobrar por vos o por ellos de las alcabalas de cada una de las di­chas villas y lugares suso declarados la cuantia de maravedíes su­sodicha en esta manera de las alcabalas de la villa de gijon e su concejo com o anda en renta los dichos L X X X V I mil, de las alca­balas de la dicha villa de Grado e su concejo con el coto de Bel- monte com o anda en renta los dichos LX IX mil, de las alcabalas de los dichos concejos de Lena y Laviana e Langreo y Entralgo e Tirana y Pajares como anda en renta los dichos XCV mil que son las dichas CCL mil: las cuales os paguen este año de DLXXVIII desde primero dia de enero de el por los tercios de el y dende ade­lante por los tercios de cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es para que los gastéis y dis­tribuyáis en cada un año en las cosas o según e de la manera que se declara en la dicha carta de venta suso incorporada y si algu­nos años no cupieren las dichas CCL mil en las alcabalas de las dichas villas y lugares suso declarados que el mi arrendador y re­caudador m ayor tesorero o receptor que fuere de las rentas de las alcabalas del dicho Principado de Asturias de Oviedo os paguen de su cargo por m ayor lo que no cupiere en las dichas alcabalas los años que no cupiere e que tomen vuestras cartas de pago e des­pues de vos del Rector e colegiales que fueren en el dicho Colegioo del que los hubiere de cobrar por vos o por ellos y con los cuales y con el traslado de esta mi carta de privilegio sin ser sobreescri- to ni librado com o dicho es mando a mis arrendadores y recauda­dores mayores tesoreros y receptores que son e fueren de las ren- tas de las alcabalas del dicho Principado / / d e Asturias donde las dichas villas y lugares andan en renta que reciban y pasen en cuen­ta a los dichos arrendadores e fieles y cogedores de las alcabalas de ellas las dichas CCL mil: este dicho año de D LXXVIII e dende adelante en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro com o dicho es y otrosi mando a mis contadores ma­yores de cuentas y tenientes que ahora son o serán de aqui ade­lante que con los dichos recaudos los reciban y pasen en cuenta a los dichos mis arrendadores e recaudadores mayores tesoreros e receptores de las dichas haciendas este dicho año de D LXXVIII e dende en adelante en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es e si los dichos arrendado­res e fieles y cogedores de las alcabalas de las dichas villas y lu­

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gares suso declarados e las otras personas que las han cobrado o cobraren de aqui adelante no pagaren las dichas CCL mil a vos el dicho Rector e colegiales que ahora sois en el dicho Colegio de San Gregorio de la dicha Ciudad de Oviedo y a los que despues de vos en el lo fueren y al que los hubiere de cobrar por vos o por ellos este dicho año de DLXXVIII e dende en adelante en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es a los dichos plazos y según de suso se contiene por esta mi carta de privilegio o por su traslado signado sin ser sobre es­crito ni librado com o dicho es mando y doy poder cumplido a to­das e cualesquier justicia asi de mi casa y corte y chancillerias co­mo de todas las ciudades villas y lugares de estos mis reinos y se­ñoríos y a cada uno de ellos en su jurisdicción que sobre ello fueren requeridos que hagan y manden hacer en ellos y en los fiadores que en la dicha renta han dado y dieren y en sus bienes muebles y raices donde quiera que los hallaren todas las ejecuciones pri­siones y ventas y remates de bienes y todas las otras cosas y cada una de ellas que convengan y menester sean de se hacer asi como por maravedíes de mi haber hasta que vos el dicho Rector y cole­giales que ahora sois del dicho Colegio de San Gregorio de la di­cha Ciudad de Oviedo e los que despues de vos en el lo fueren o el que los hubiere de cobrar por vos o por ellos seáis y sean con­tentos y pagados de los dichos CCL mil: o de la parte que de ellos os quedare por cobrar este dicho año de DLXXVIII y dende en ade­lante en cada un año para siempre jamas o hasta que se quite el dicho juro como dicho es con mas las costas que su culpa hiciere en los cobrar que yo por esta mi carta de privilegio o por su tras­lado signado sin ser sobreescrito ni librado como dicho es hago sanos y de paz los bienes que por esta razón fueren vendidos y re­m atados/ / a quien los comprare para ahora y para siempre jamas e los unos ni los otros no hagan ende al por alguna manera so pe­na de la mi merced y de X mil para mi camara a cada uno que lo contrario hiciere, y de esto os mande dar esta mi carta de privile­gio escrita en pergamino y sellada con mi sello de plomo pendiente en hilos de seda de colores e librada de mis contadores mayores y de otros oficiales de mi casa dada en la villa de Madrid a XVIII dias del mes de agosto año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de Mil DLXXVIII. Rodrigo Perianes. R ubricado//

El dicho Rector y colegiales de OviedoTraslado de la relación y mandamiento de contadores por don­

de mandaron despachar el privilegio antes de esto contenido.

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Su Majestad por su carta firmada de su mano fecha a X X de agosto del año de D L X X V vendió al Rector y colegiales del cole­gio y Universidad de la Ciudad de Oviedo CCL mil por V cuentos que por ellos pagaron los testamentarios de don Fem ando de Val- des arzobispo de Sevilla ya difunto que sale a razón de X X mil el m illar con facultad de se poder quitar para que se les situasen en las alcabalas de ciertas villas y lugares y concejos que son en el Principado de Asturias de Oviedo donde y en lugar y con la an­telación y data con que doña Juana de Ley va marquesa de Astor- ga tenia situadas en ellas otras CCL mil: de juro de lo comprado a XIIII m il el m illar y se le desempeñaron y goce de ellas desde primero de enero del año de D LX X V en adelante y por parte del dicho Rector y colegiales se pide privilegio de las dichas CCL mil de juro y que se le sitúen en las dichas rentas y gocen de ellas des­de primero de enero de este año de D LXXVIII en adelante:

— Los señores contadores mayores de Su Majestad manden ver esta relación y si conforme a ella se dara el privilegio.

— Estaba señalado de los señores contador Francisco Garnica y doctor Lope de Vaillo oidor de la contaduría m ayor de su Ma­jestad lo siguiente;

— En la villa de Madrid a XVIII dias del mes de agosto de 1 m il D LXXVIII vista esta relación por los señores contadores ma­yores de Su Majestad atento a ella mandaron que se despache el dicho privilegio.—Secretario Perianes.//

El dicho Rector y colegiales de OviedoTraslado de una petición y mandamiento de contadores por el

cual se mado despachar el privilegio que esta antes de esto.Muy poderoso señor:Lorenzo Espinóla dice que desempeño a doña Juana de Ley va

marquesa de Astorga de CCL mil de juro de a XIIII que tenia si­tuados en las alcabalas del Principado de Asturias de oviedo y lo hizo crecer a X X m il el m illar con cierta facultad que para ello tenia Lugian Centurión y Agustin espinóla y de las dichas CCL m il hizo despachar venta de vuestra Alteza en cabeza del Rector y colegiales y Universidad de la Ciudad de Oviedo cuyo nombre y abvocacion es de San Gregorio que fundo Don Fem ando de Val- des arzobispo de Sevilla y habiéndose despachado la venta de to­do junto y estándose despachando el privilegio de las dichas CCL m il en cabeza de la dicha Universidad salió el decreto de primero de septiembre de L X X V a cuya causa vuestros consejeros no han despachado el privilegio del dicho juro a Vuestra Alteza suplico mande que luego se despache el dicho privilegio que si necesario

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es por lo que toca a la dicha Facultad con que se creció de los di­chos Lugian Centurión y Agustín Espinóla yo me obligare de es­tar a derecho con Vuestra Alteza si algún derecho tiene a ello pa­ra lo cual etc. Lorenzo Espinóla.

Estaba escrito de letra del Secretario Calderón lo siguienteEl dicho Rector y Colegio de Oviedo.Traslado de un desembargo que se dio para que se les paga­

sen DCCL mil que hubieron de haber en cada uno de los años de D LX X V , D LXXVI y DLXXVII de los maravedíes de juro antes de esto contenidos.

Don Felipe etc. a vos los arrendadores e fieles y cogedores y a otras cualesquier personas que cobrastes en renta o en fieldad o en otra cualquier manera las alcabalas de ciertas villas y lugares que son en el Principado de Asturias de Oviedo que adelante se­rán declaradas los años DLXXV, DLXXVI y DLXXVII, donde do­ña Juana de Leyva marquesa de Astorga tenia situados CCCIX mil de juro de lo comprado a XIIII mil el millar con facultad de se po­der quitar por mi carta de privilefio de cuantia de DCL mil en es­ta manera en las alcabalas de la villa de Gixon y su concejo como anda en renta C X X mil; en las alcabalas de la villa de Grado y su concejo con el coto de Belmonte como ande en renta LX IX : en las alcabalas de los concejos de Lena y Laviana y Langreo y Entralgo y Triana y Pajares como anda// en renta C X X mil que son las di­chas CCCIX mil y a cada uno de vos quien esta mi carta fuere mos­trada o su traslado signado de escribano publico salud e gracia. Sa­bed que Melchor de Herrera marques de Aunon que fue mi tesore­ro general en mi nombre y por virtud de una mi carta que para ello tuvo quito a la dicha marquesa doña Juana de Leiva CCL mil de las dichas CCCIX mil que tenia situadas en las dichas rentas suso declaradas señaladamente LX X X V I de los dichos C X X mil que te­nia situados en las alcabalas de la dicha villa de Gijon y su conce­jo y otros LX IX mil que tenia situados en las alcabalas de la dicha villa de Grado y su Concejo con el coto de Belmonte y los otros XCV mil restantes de los dichos C X X mil que tenia situados en las alca­balas de los dichos concejos de Lena y Laviana y Langreo y En­tralgo y Tirana y Pajares que son las dichas CCL mil y le pago los maravedíes que en ello monto al dicho precio de XIIII mil el mi­llar y se testaron en mis libros y se consumieron en ellos para mi y para la Corona Reales de estos / / Reinos desde primero de enero del dicho año de D LX X V en adelante y ahora por parte del Rector y colegiales del colegio de San Gregorio de la Ciudad de Oviedo que fundo e instituyo el reverendo in Christo padre don Femando

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de Baldes arzobispo que fue de Sevilla ya difunto me fue hecha relación que por una mi carta firmada de mi mano que esta asen­tada en mis libros de mercedes les vendi CCL mil de juro por V cuentos que por ellas pagaron los testamentarios del dicho arz­obispo de Sevilla de los bienes que dejo para el dicho efecto en di­neros contados a Juan Fernandez de Espinosa mi tesorero general que sale a razón de X X mil el millar con facultad de se poder qui­tar para que se le situasen en las dichas rentas suso declaradas en lugar y con la antelación y data con que la dicha marquesa doña Juana de Leiva tenia situados en ellas las dichas CCCIX mil y go­zasen de ellas desde el dicho dia primero de enero del dicho año de D L X X V en adelante y que a ellos se les dio mi carta de privile­gio de las dichas CCL mil de juro para que las gozasen desde pri­mero de enero de este año de DLXXVIII en adelante y me fue su­plicado les mandase librar las CCL mil que hubieren de haber / / en cada uno de los años de DLXXV, D LXXVI y D LXXVII que montan en ellos DCCL mil o como la mi merced fuese y porque por los dichos mis libros de mercedes parece lo susodicho y por los de relaciones que os están en ellas suspendidas las dichas CCL mil en cada un año de los dichos años de DLXXV, DLXXVI y D LXXVII tuvelo por bien os mando que de los maravedíes de vuestro cargo de ellos paguéis al dicho Rector y colegiales del colegio de San Gre­gorio de la dicha Ciudad de Oviedo o a quien su poder hubiere las dichas DCCL mil en dineros contados luego de cada una de las di­chas rentas suso declarada la cuantia susodicha y tomad su carta de pago o de quien el dicho su poder hubiere con la cual y con esta mi carta mando que se os reciban en cuenta las dichas DCCL mil en los dichos tres años suso declaradas en cada uno de líos la cuan­tia susodicha y si asi no lo hiciereis por esta mi carta o por su tras­lado signado com o dicho es mando y doy poder cum plido a todas e cualesquier justicias de estos mis reinos y señoríos a cada uno de ellos en su jurisdicción que sobre ello fueren requeridos que por todo rigor de derecho os apremien a ello y los unos ni los otros no hagan ende al por alguna manera so pena de la mi merced y de X m il para mi Camara a cada uno que lo contrario hiciere. Da­da en la villa de Madrid a XVIII dias del mes de agosto de 1 mil D LXXVIII años.»

(AGS, Contaduría de mercedes, legajo 193, doc. 14).

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JUAN PÉREZ-VILLAMIL Y MALLORCA— II —

J u l io A n t o n io V a q u e r o Ig l e s ia s

J e s ú s M a n u e l M e l l a P é r e z

2. JUAN PÉREZ-VILLAMIL Y EL REFORMISMOILUSTRADO MALLORQUÍN

Pérez-Villamil no sólo realizó una importante tarea historio- gráfica en Mallorca, sino que también como m iembro de la Socie­dad Económica Mallorquína de Amigos del País colaboró inten­samente en la obra reformadora que los ilustrados mallorquines trataron de llevar a cabo, participando activamente en las activi­dades de la sociedad y orientando toda su labor de magistrado en la dirección que señalaban las directrices reformistas que se pro­yectaban en la mencionada institución. No podía ser de otra ma­nera, teniendo en cuenta su trayectoria anterior, estrechamente vinculada a la persona de Campomanes, que era el verdadero im­pulsor desde el Consejo de Castilla del reformismo ilustrado, y para quien las sociedades económicas de Amigos del País eran uno de los principales instrumentos de ese reformismo. Pérez-Villamil ya contaba, además, con una experiencia previa importante en la labor reformista que llevaban a cabo esas sociedades. Era miem­bro de la Sociedad Económica Matritense de Am igos del País, en la que, hasta su nombramiento de fiscal en Mallorca, había reali­zado una importante labor. Como hemos señalado, una de sus ac­tividades en ella había sido, a modo de ejemplo, la recopilación de datos para el Inform e en el Expediente de la Ley Agraria que esa sociedad elaboró bajo la dirección de Jovellanos a instancias del Consejo de Castilla. Concretamente, Pérez-Villamil formó par­

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te de la junta particular que debía entender en el mencionado In­form e y fue encargado del estudio de la «cría de ganados como uni­da a la agricultura» y las dehesas, égidos y pastos comunes54. To­davía durante su estancia en Mallorca estuvo vinculado a las actividades de la Matritense, pues fue en 1789, estando ya en la isla, cuando la sociedad de Madrid le encargó la traducción de las obras de Columela, de las que Pérez-Villamil tradujo parte del tra­tado y el primer libro55.

— Juan Pérez-Villamil en la Sociedad Económica Mallorquína de Amig-os del País

Llegado a Mallorca en octubre de 1787, Pérez-Villamil fue pro­puesto para socio de número de la sociedad en la junta del 24 de noviembre de ese año56. Fue presentado por uno de los más des­

54 Gonzalo A n e s : «Coyuntura económica e ilustración: las Sociedades de Ami­gos del País», en Economía e «Ilustración» en la España del siglo XVIII, Bar­celona, 1972 (2.a ed.), p. 117.

55 Hemos tomado este dato de Lucienne D o m e r g u e : «Un épisode peu connu...», art. cit., pág. 126.

56 AHM, SEMAP, tomo II de Actas, p. 208.No fue Villamil el primer asturiano miembro de la sociedad. Socio fun­

dador de la misma lo había sido el oidor de la Audiencia Josef Antonio Mon y Velarde. Originario de la aldea de Mon (San Martín de Oseos, Asturias), estudió en Oviedo, donde regentó cátedras y fue colegial en el mayor de Santa Cruz de Valladolid. Rector de aquella Universidad, según González Posada, «mui querido de los estudiantes y reputado por uno de los más hábiles pro­fesores de Leyes en ella». Doctor en Avila, donde fue compañero de Jovella­nos (amistad que perduraría), fue nombrado el 21 de septiembre de 1777 oidor de la Audiencia de Mallorca (AHN, Consejos, libro 2.540, fol. 91).

Mon participó muy activamente en los trabajos que en su primera etapa había realizado la sociedad mallorquína, en la cual llegó a ser su segundo director (1780-1784). Como miembro de la comisión de educación, intervino en la fundación de las escuelas patrióticas de primeras letras, de las que fue protector y encargado de la impresión de las cartillas de alfabetización que en ellas se utilizaron. Tradujo del italiano las Lecciones de Economía civil (año 1784), del abate Antonio Genovesi, antes de que se hiciese en la Corte, y propuso a la Sociedad Económica Mallorquína su impresión. Respecto al fomento de la agricultura, se encargó de la compra de obras periódicas de París y Venecia, y una de sus grandes preocupaciones fue que se conociese y difundiese una máquina de cortar cáñamo e igualmente el cultivo de oli­vos a la moda del Ampurdán (Memoria de marzo de 1783). En la comisión de población se encargó del recuento de vecindario y frutos de Manacor, Mu­ro, Estellencs, Valldemossa, Puigpunyent y de la parroquia de San Jaime de Palma, con vistas a la confección del censo de población que realizó la so­ciedad (años 1783-1784). Se preocupó también de que se hiciesen prospeccio­nes en toda la isla para conocer sus recursos de carbón de piedra y, siguien­

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tacados socios fundadores de la sociedad, don Josef Desbrull, y «enterada la Sociedad de las circunstancias, mérito y literatura que concurren en el referido Señor» fue nombrado socio de núme­ro, asistiendo por primera vez a una junta el 15 de diciembre de ese año, en que intervino para dar las gracias a los socios por su admisión.

Durante los años que Pérez-Villamil ejerció su magistratura en la isla, los «amigos del país» mallorquines van a seguir tratando de hacer realidad la mayor parte de los proyectos que ya se habían comenzado en la etapa anterior y levantar de nuevo algunos que habían fracasado. Pérez-Villamil, que participaba plenamente del ideario de Campomanes sobre la misión de esa clase de socieda­des, consideró sin duda como una parte importante de su labor de magistrado la colaboración con ella. De ahí que interviniese acti­vamente en sus tareas. Formó parte de las comisiones de educa­ción, agricultura e industria. Y llegó a ser elegido segundo direc­

do las indicaciones de Campomanes, propuso la traducción del artículo que trataba del carbón de la Enciclopedia (1785). Tomó parte activa en la confec­ción del tomo de Memorias (1784) de la Sociedad; en él aparece el Elogio que hizo del señor fray don Lorenzo Despuig (pág. 205) y, al principio, un Dis­curso suyo que hizo con motivo de la distribución de premios ofrecido por la sociedad (4 de noviembre de 1783); también resalta la labor de la sociedad e indica el camino a tomar siguiendo a Genovesi, Montesquieu, Bielfeld, Ward y Campomanes. Otros muchos asuntos le preocuparon: la escuela de pilota­je, el derecho de Saxell, el fomento de la pesca, el vestuario de milicias, etc.

En la primavera de 1786 embarcó Mon y el «severo y justo magistrado», a decir de Canella, fue nombrado oidor en Valladolid en fecha de 22 de di­ciembre de 1787 (AHN, Consejos, libro 793, fols. 220 y ss.), donde haría amis­tad con Meléndez Valdés. Aun lejos de la sociedad mallorquína, se ofreció para ayudar al establecimiento de la compañía de comercio que se intenta­ba crear en la isla.

En 1791 fue nombrado alcalde de Casa y Corte en el despacho de lo civil y el 20 de agosto de 1796, consejero de Castilla.

Fue perseguido en Oviedo, donde estuvo condenado a muerte, junto con Meléndez Valdés, teniéndole por afrancesado y traidor, en 1808. Pero, poco a poco, como Villamil y tantos otros, se volvió antirreformista y gozó del favor de Femando VII en la reacción de 1814, pasando a ser en 1815 ministro de la Real Cámara del Rey. Todavía en Madrid, se carteó con la Sociedad Económica Mallorquína de Amigos del País y por algún tiempo ostentó su representación en la Corte.

Hermano del insigne Arias Mon, de don Juan del Consejo de Indias y so­brino de don Romualdo, arzobispo de Tarragona y Sevilla, murió en 1816.

Tampoco fue Mon y Velarde el único magistrado que por aquellos tiem­pos estuvo destinado en la isla. Bernardo de Riega, que estudió en Oviedo en tiempo de González Posada, fue también oidor de la Real Audiencia de Mallorca.

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tor de la misma. El mismo año de su llegada a la isla —lo que prue­ba su interés por la sociedad económica— presentó su candidatura —sin llegar a ser elegido— para los tres cargos más importantes —director, director segundo y censor primero—. Fue dos años más tarde, en 1790, cuando salió elegido como segundo director por ma­yoría absoluta —de 35 asistentes recibió 29 votos favorables—, aun­que únicamente le votaron cinco socios para el cargo de director, para el que fue reelegido el marqués de Bellpuig57.

Su participación en las actividades de la sociedad fue más o menos regular, como lo prueba su concurrencia a las juntas. De las 118 que se celebraron en el período en que Pérez-Villamil fue magistrado en la isla, asistió a 58 de ellas y presidió 7 de las jun­tas extraordinarias en su etapa de segundo director. Su última asistencia se produjo el 31 de julio de 1795, presidiendo la junta.

En materia educativa, una de sus actuaciones más importan­tes fue la de conseguir la reapertura de la Escuela de Dibujo que había sido creada en la etapa anterior y que por falta de medios había dejado de funcionar. Es significativo que Pérez-Villamil se preocupase por la reapertura de esta escuela. Hay que tener en cuenta que Campomanes, como puede apreciarse en su Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fom ento , conce­día una gran importancia a la enseñanza del dibujo en la form a­ción de los artesanos. Dedicó todo un epígrafe de esta obra al te­ma del dibujo, llegando a atribuir la decadencia de los oficios a su falta de enseñanza. «En los últimos tiempos, luego que se aban­donó su enseñanza decayareon los oficios en España á un punto lastim oso»58. El desarrollo de la artesanía pasa, pues, según el conde, por la actualización de la formación técnica de los artesa­nos y ésta no se puede alcanzar sin que se les proporcione conoci­mientos de dibujo. Por ello no es extraño que una de las primeras iniciativas del fiscal como socio de la económica mallorquína fuese poner en pie la Escuela de Dibujo. Aprovechando el ofrecimiento de ayuda de uno de los miembros de la sociedad, el ministro de­cano de la misma y presidente de la Junta de Caudales Comunes, don Juan Bautista Roca, si se encontraba otra persona que com ­partiese con él el coste de la dotación de la escuela, Pérez-Villamil realizó las gestiones oportunas hasta lograr la colaboración del

57 AHM, SEMAP, tomo II de Actas. Junta de 6 de noviembre de 1790.58 Pedro R o d r íg u e z d e C a m p o m a n e s : Discurso sobre la educación popular de

los artesanos y su fomento, Madrid, 1775, pág. 53. Se cita por la edición de John Reeder (Madrid, 1875).

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obispo de la diócesis, Pedro Rubio Benedicto y Herrero, que, pa­rece ser, ya había apoyado económicamente otras actividades de la sociedad. De ese modo pudo inaugurarse el 20 de enero de 1788, con m otivo del aniversario del nacimiento de Carlos III, aunque su apertura real tardaría algún tiempo más59.

Precisamente con m otivo de dicha inauguración el fiscal pro­nunciaría una Oración gratulatoria, cuyo contenido es significa­tivo de la participación de Pérez-Villamil en los planteamientos reformistas diseñados por Campomanes respecto a la importan­cia del desarrollo artesanal y a la función de la educación.

En el m odelo de crecimiento económico que proyectó Campo- manes, el desarrollo de la agricultura debía de articularse con el fomento de la industria en el marco de un comercio interior, libre de toda clase de trabas. Como dice en su Discurso sobre la educa­ción popular, «el comercio tiene ciertamente una relación inme­diata con las artes, y si no están de cuerdo, pueden embarazarse recíprocamente». En el Discurso que pronunció con m otivo de la inauguración de la Escuela de Dibujo, Pérez-Villamil, imbuido de ese planteamiento, ve en Mallorca, por sus condiciones de insula­ridad y situación estratégica entre dos mares, factores favorables para el desarrollo de su actividad artesanal, que debe tender a pro­ducir para vender en el mercado peninsular y americano, y abas­tecerse de las materias primas en ellos. A la vez que, contribuyen­do con esto a compensar la balanza comercial isleña, se debe pro- m ocionar la extracción de las materias primas que sobren en ella:

«En efecto, señores —dice Villamil en este sentido—, las A r­tes, en este precioso reyno, tan favorecido de la naturaleza, podían prosperar hasta aquel punto de perfección á que las puede llevar un clima suavísimo, un puerto conmodo en pro­porción conveniente para el trafico en uno i otro mar, i un terreno abundante, ya de primeras materias, ya de otras, cuya necesidad en varias provincias facilita el trueque de las necesarias para las manufacturas ...»60

59 AHM, SEMAP, tomo II de Actas, pág. 213.Serían socios protectores de la escuela el propio Pérez-Villamil, Juan Bau­

tista Roca, José María Puig, Antonio Montís... y su director don Juan Mon- taner y Cladera. La escuela pasaría luego por diversas vicisitudes.

De la necesidad de la Escuela de Dibujo da cuenta también, en su pág. 52, la excelente Memoria instructiva sobre el estado actual de la isla de Ma­llorca ... (Madrid, 1787) debida a Juan Llebrés y Moporter, pseudónimo de Juan Morell.

60 Ms. «Oración gratulatoria. Se leyó en la Rl. Sociedad de la ciudad de Palma, con motivo de haberse renovado la Escuela de dibuxo, en el día 20 de enero de 1788». AHM, SEMAP, Caja 42-1.

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El fomento del desarrollo artesanal en la isla es lo que expli­ca, pues, la necesidad de la reapertura de la Escuela Patriótica del Dibuxo, dada la importancia que se concede a su aprendizaje por los artesanos. Se trata de que éstos se formen teóricamente en esa materia, superando la formación empírica tradicional que reci­bían en los gremios. La sombra del pensamiento de Campomanes está presente en esa iniciativa, ya que, según éste, la enseñanza del dibujo es necesaria para todos los artesanos, pues —incluso— «las artes y oficios que inmediatamente no necesiten el dibujo, se ven precisadas á valerse de él, para dar á conocer sus instrumen­tos, máquinas y operaciones; por cuyo medio se hacen percepti­bles á los que no las saben, ni profesan», por lo que «donde no la hubiere, conviene establecer una escuela patriótica de dibujo al cuidado de las sociedades económicas de los amigos del país para la forma y método que se propone en el Discurso sobre el fom en­to de la industria popular»61.

Es evidente que la reapertura de la Escuela de Dibujo, tal y com o la plantea Pérez-Villamil, respondió al principio básico del ideario educativo ilustrado: el de la dimensión social de la educa­ción. La educación como instrumento para formar ciudadanos úti­les, para conseguir la prosperidad de la nación; prosperidad na­cional que indirectamente, según la concepción ilustrada, se tra­ducirá en la prosperidad individual. Pero también se deduce de su Discurso que comparte otro de los principios en que se funda­menta el ideario educativo ilustrado: la educación debe ser dife­rente según sea el grupo estamental al que pertenezcan los indi­viduos, puesto que sus funciones sociales deben de ser también diferentes. Los hijos de los nobles asistirán a la Escuela de Dibu­jo, pero, en su caso, la enseñanza del dibujo tendrá otra finalidad que la que se pretende conseguir con su impartición a los artesa­nos. Se trata, com o decía Campomanes, de «que la nobleza posea el dibujo, para discernir los muebles, coches, pinturas, edificios, telas, tapicerías, estofas de mejor gusto; á efecto de no ser enga­ñados en lo que compran, y emplear en utilidad propia á los arte­sanos en las cosas de uso, ó de gusto»62. Así, pues, la revaloriza­ción del trabajo manual que pretenden conseguir los ilustrados, y que es uno de los objetivos de las sociedades económicas, se plan­tea desde una óptica económica en cuyos supuestos no entra el tras­pasar las fronteras de la desigualdad estamental. La organización

61 Discurso sobre la educación popular ..., op. cit., págs. 111 y 113.62 idem, pág. 116.

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de la Escuela de Dibujo de Palma marcaba, pues, el lím ite hasta dónde podía llegar la igualdad entre artesanos y nobles: recibir instrucción bajo el mismo techo y bajo la dirección del mismo maestro. De ahí el sentimiento de satisfacción que expresa Pé- rez-Villamil:

«¡Qué espectáculo á la verdad tan agradable para un cora­zón, lleno de amor por la felicidad de la patria, ver en una de estas salas, divididos por clases, según los respectivos des­tinos, los jóvenes artesanos, i á su lado lo escogido de la no­bleza, igualándose todos baxo la dirección de una mano há­bil, para enseñarse á contrahacer la misma naturaleza, des­de el hombre, principal ser de lo criado, hasta lo vegetal, i lo insensible, dándole á todo cierto ser i alma, para el uso, la decencia, el adorno, i el recreo del mismo hombre!»63

Otro de los proyectos en que intervino Pérez-Villamil también había sido iniciado ya antes de su llegada a la isla. Desde el año 1781 en que la Económica Mallorquína se interesó por conocer los estatutos de la Academia Médico-Práctica de Barcelona, los «ami­gos del país» mallorquines estaban empeñados en la fundación de una institución similar en Palma. Frente a los estudios especulati­vos que difundía la universidad tradicional, los ilustrados apoya­ron la creación de academias donde se desarrollasen los conocimien­tos prácticos que facilitasen las reformas sociales que pretendían llevar a cabo64. El mismo Villamil fue cofundador, con Gabaldón, de la Academia Jurídico-Práctica de Nuestra Señora del Carmen de Madrid, donde, como hemos visto, había realizado sus prime­ros trabajos sobre legislación e historia de la jurisprudencia espa­ñola. Quizás fuese por esa experiencia por lo que la Sociedad Eco­nómica Mallorquína le encargó con otro comisionado, don Ignacio María Serrá, hacer realidad la mencionada academia, cuyos esta­tutos habían sido ya aprobados por real cédula de 11 de diciembre de 1788. El 23 de mayo de 1789 se constituyó en el Ayuntamiento

63 Oración gratulatoria ..., ms. cit., fol. 2 vto.64 Esta actitud antiespeculativa y su decidida vocación experimental se recoge

en los estatutos de la Real Academia Médico-Práctica de Mallorca: «Es cons­tante que la medicina jamás ha llegado al grado de perfección de que era ca­paz por el camino del sistema, antes deve solo sus adelantamientos a la ex­periencia, quien la fundó; de ahí es que son tan recomendables y necesarias las academias para investigar la naturaleza y sus arcanos con el devido dis­cernimiento, y sólida crítica, caminando por la misma senda experimental, que abrieron los antiguos y mejoraron tantos modernos». Cit. por Francesc Bu j o s a i H o m a r : La Academia Médico-Práctica de Mallorca (1788-1800), Va­lencia, 1975, págs. 16-17.

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de Palma la referida academia, inscribiéndose como socios 27 mé­dicos, que eligieron entre ellos sus cargos directivos. Pérez-Villamil y el socio más antiguo de la Sociedad Económica —don Joseph de Azuara, sargento mayor— fueron nombrados poco después «socios particulares protectores» de ella65.

En el período de crisis por el que pasó la Sociedad Económica Mallorquína de Amigos del País durante los años de guerra con­tra Francia (1792-1795), en el cual descendió hasta tal punto su ac­tividad —nula en 1793— que en 1774 se estableció como norma el realizar una sola sesión por mes, las actas nos permiten constatar los esfuerzos de Pérez-Villamil para mantener en funcionamien­to las escuelas de primeras letras patrocinadas por la sociedad. Sus gestiones para lograr el apoyo del anterior benefactor de la Escuela de Dibujo, Juan Bautista Roca, oidor de la Audiencia, fra­casaron, pero sí obtuvo éxito con el nuevo obispo de Mallorca, don Bernardo Nadal y Crespí.

En cuanto a su participación en las actividades de la comisión de agricultura, el asunto en el que tuvo una intervención más di­recta fue en el establecimiento de unas Ordenanzas para la explo­tación de los montes y arbolado de la isla. El tema era de la ma­yor importancia para los intereses de los propietarios nobles de terrenos montuosos —entre los que se encontraban algunos de los miembros de la sociedad, como don Antonio de Salas, el marqués de Bellpuig y el conde de Formiguera—, cuyos árboles venían sien­do saqueados por las talas indiscriminadas que se hacían, con el objeto de proporcionar una compensación económica adecuada. Pero también para el desarrollo forestal de la isla, puesto que esas talas hacían desaparecer el interés de los propietarios por repo­blar sus montes y se obstaculizaba así el fomento de una fuente de riqueza importante de la isla, que, entre otros aprovechamien­tos, proporcionaba la materia prima a los artesanos carpinteros mallorquines.

65 Sobre el particular, además de la obra anteriormente citada, véase Josep Su- r e d a B l a n e s : Las academias médicas de Mallorca, 1788-1831, Palma, 1960. En el Seminario Económico de 30 de mayo de 1789 se da cuenta de la fundación y se dice que «el Sr. Villamil les hizo (a los médicos convocados) un breve ra­zonamiento de su convocación y las ventajas que se esperaban de aquella unión feliz». Estas noticias las recogieron también Bover en sus Misceláneas (tomo XII, pág. 146; tomo XIV, pág. 235 vta.) y A. Campaner en su Crónicón Mayo- ricense (págs. 592-593). La documentación manuscrita de la Academia se con­serva en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Baleares, refiriéndose a Villamil los documentos 10. 39 y 289. La Academia pasaría momentos difíci­les y nuevamente jugaría Villamil un importante papel en 1793.

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Las medidas que para la aplicación de la real cédula expedida por S.M. en 1748 para fomento, cultivo y conservación de montes y arbolados adoptó el ministro visitador de Montes de Mallorca e Iviza no fueron aceptadas por la Sociedad Económica Mallor­quína, que en m ayo de 1788 nombró a Pérez-Villamil y a otros tres socios para «tratar a boca con el Ministro de Marina, don Miguel Sanz, sobre el asunto de montes y establecimiento de sus Orde­nanzas»66. Esta com isión acordó, con el beneplácito de la socie­dad, establecer unas ordenanzas locales de montes que estuvie­ran en pleno acuerdo con las generales en vigor. En junio de ese mismo año la sociedad aceptó las reflexiones que sobre la orde­nanza de Montes había elaborado la comisión y acordó contestar al ministro de Marina indicándole que su actuación debía de ajus­tarse enteramente al contenido de la real cédula de 1748. En el mes siguiente, julio, Pérez-Villamil leyó en la junta de agricultura un discurso en el que comunicaba a sus miembros los primeros capí­tulos de la ordenanza que estaba elaborando la comisión. Mien­tras se realizaban y aprobaban estas ordenanzas, la Sociedad Eco­nómica logró que se promulgase una real orden en noviembre de 1788 por la que se limitaba la misión del ministro visitador «a ins­peccionar los montes y reconocer el terreno y el arbolado, sin ex­tenderse en más providencias». Pero aún con la promulgación de esa orden los enfrentamientos entre el ministro y la sociedad con­tinuaron. En m ayo de 1789 Pérez-Villamil comunicó a los «ami­gos del país» que aquél continuaba adoptando medidas que per­judicaban los intereses de los propietarios de los predios montuo­sos y el desarrollo del arbolado. Finalmente, en julio de 1790 leyó el fiscal en la sociedad los nuevos capítulos redactados por la co­misión de montes «como únicas reglas adaptables en el país para establecer la ordenación de los mismos montes»67. Parece ser que tales ordenanzas no llegaron a aprobarse, o que al menos no sir­vieron para poner fin al problema, pues la Sociedad Económica en diciembre de 1791 acordó hacer una representación al Consejo de Castilla contra un edicto del ministro de Marina, pidiendo al A lto Tribunal que ordenase que el mencionado magistrado reali­zase su función «con acuerdo de la Sociedad; y que igualmente se

66 AHM, SEMAP, Tomo II de Actas. Junta extraordinaria de 14 de mayo; págs. 238-239. Los otros comisionados eran: A. Montís, J. Desbrull y N. Armengol.

67 Idem, págs. 331-332. En la misma línea de la real cédula de 1748, de favorecer la conservación y aumento de montes y plantíos, Carlos III promulgó otra en 1788, que parece ser tuvo de ella noticia la Sociedad Económica en noviem­bre de 1790.

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le manifieste la diferencia que hay entre talas de las maliciosas, ó de las que son precissas ó necessarias por ser los arboles inúti­les, y puede aprovecharse el terreno con m ayor utilidad del Due­ño y del Estado»68.

Como miembro de la comisión de industria, Pérez-Villamil fue comisionado, con don Antonio Montís, para realizar la reforma de las ordenanzas gremiales que ya estaba tratando de llevar a cabo la sociedad desde hacía varios años. Partiendo de los plan­teamientos que Campomanes había trazado sobre la reforma de los gremios en sus dos Discursos, los gobernadores ilustrados tra­taban no de suprimir los gremios, sino realizar una reforma en profundidad de sus funciones para que los efectos negativos que se derivaban de su organización corporativa no impidiesen el des­arrollo artesanal. «El fomento de las artes —decía Campomanes al respecto69— es incompatible con la subsistencia imperfecta de los gremios: ellos hacen estanco de los oficios, y á título de ser úni­cos y privativos no se toman la fatiga de esmerarse en las artes, porque saben bien, que el público los ha de buscar necesariamen­te, y no se pára en discernir sus obras». Era necesario, pues, se­gún el mencionado gobernante, reformar la organización gremial, porque «las leyes lo resisten, la equidad aborrece esta desigual­dad, la utilidad pública está en contradicción con estos cuerpos aislados y separados; porque de esa manera el que no es del gre­mio no puede hilar, texer, ni ocuparse de tales faenas. Si entra en el gremio, lo que no es posible a los que viven en las aldeas, ni á las mugeres y niñas; es oprimido con las contribuciones gre­miales, y las de su cofradía respectiva»70. Pero no es partidario de la supresión de los gremios. «La asociación de los artesanos —dice en el Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fom ento71— tanto es conveniente, en cuanto contribuye á dedicar­se á perfeccionar los oficios, y á socorrerse recíprocamente. De to­do ello saca utilidad el común, y no recibe perjuicio el Estado».

La reforma gremial pasaba necesariamente por la revisión de sus ordenanzas en lo perteneciente a la parte política de las mis­mas; la parte facultativa o técnica no podía estar «sujeta á orde­nanzas, porque admite continuas variaciones, á medida que los oficios se adelantan, ó decaen»72. Y dentro de las necesarias dife­

68 AHM, SEMAP, Tomo III de Actas. Junta de 22 de diciembre de 1791; pág. 23.69 Discurso sobre el fomento de la Industria Popular, Madrid, 1774, págs. CXVI

y CXVII.70 Idem, pág. CXII.71 Op. cit., págs. 258-259.72 Idem, pág. 247.

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rencias de contenidos, las ordenanzas gremiales debían de respon­der a unos principios comunes, que, respetados por todas, no per­mitiesen que se reprodujeran los defectos de que adolecían las an­tiguas y favoreciesen el desarrollo artesanal73.

Siguiendo estas directrices y las emanadas de la real orden del Consejo de 28 de octubre de 1780 la Sociedad Económica M allor­quína determinó, com o paso previo para realizar la reforma de las ordenanzas gremiales, establecer «un plan de principios gene­rales adaptables a toda legislación gremial para después el breve despacho de las Ordenanzas que exija cada Arte y O ficio en par­ticular»74. En dicha junta se comisionó a Montís y a Pérez-Villa- mil para llevar a cabo la tarea. Sin embargo, los retrasos en reco­pilar las ordenanzas gremiales para proceder a su examen, la mar­cha de Antonio Montís a Madrid —que exigió su sustitución por otro socio, a petición de Villam il— y, quizás, la oposición de los gremios a tales reformas hicieron infructuosas las labores de es­ta comisión, como demuestra el que, cuando Pérez-Villamil ya ha­bía abandonado la isla, en el año 1799 la reforma de los gremios fuese todavía un tema pendiente, que fue relanzado en la socie­dad por Bernardo Contestí con otra orientación: la supresión de las organizaciones gremiales75.

En 1791 la Sociedad Económica Mallorquína publicó un traba­jo, sin firma, titulado Discurso sobre la Jurisprudencia gremial, publicado en los Semanarios Económicos de Mallorca con ocasión

73 Tales eran las consideraciones del conde de Campomanes sobre la revisión de las ordenanzas gremiales: «Aunque á la primera vista parezca muy fácil asunto la revisión de las ordenanzas gremiales; yo entiendo, que es una de las materias mas complicadas, graves, é importantes, que pueden ocurrir. Y así me ha parecido tocar este particular con separación, y de intento en este discurso: sometiendo mis reflexiones á la sabiduría del Consejo, á quien pertenece, conforme á lo dispuesto en las leyes del Reino, prescribir, adop­tar, y fijarlas reglas oportunas. Estas ciertamente requieren un conocimiento fundamental de la relación de los gremios al cuerpo político del Estado; y de lo que sin perjuicio de este, conviene ordenar respecto á cada Gremio. Es­tas relaciones se hallan obscurecidas, ó mal observadas en las muchas orde­nanzas gremiales, que he reconocido; y que no es fácil reformar, sin conve­nir antes en los principios fundamentales, que conducen al justo estableci­miento de las comunidades de artesanos» (Discurso sobre la educación popular..., op. cit., págs. 233-234).

74 AHM, SEMAP, Tomo II de Actas. Junta de 15 de noviembre de 1788; págs. 261-262.

75 Sobre la reforma gremial de Bernardo Contestí, véase el interesante artícu­lo de Isabel M o l l B l a n e s : «La Reforma de las Ordenanzas Gremiales en Ma­llorca», Revista del Trabajo, núms. 35-36, 1971, págs. 416 y ss.

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de tratarse en la Sociedad patriótica del arreglo de las Ordenan­zas de los Gremios, que, como dice su título, se había ido publi­cando en el Seminario Económico por entregas76.

Por los indicios que tenemos es muy posible que el autor del mencionado trabajo fuese Pérez-Villamil. En primer lugar, se pu­blicó en el período en que el encargado de la revisión de las orde­nanzas es nuestro magistrado, el cual era, como sabemos, un ex­perto conocedor de la historia de la jurisprudencia española. Y no sólo las referencias a la jurisprudencia gremial castellana son frecuentes en el opúsculo, sino que también se insertan en él citas de autores que Pérez-Villamil maneja habitualmente. Así, por ejemplo, no faltan las referencias a las que debieron de ser, por lo que menudean en los escritos de Villamil, sus obras de cabece­ra en esta etapa de su vida. Nos referimos a los dos Discursos de Campomanes, a quien el autor del trabajo califica com o el mejor escritor económico de la nación. Precisamente en el Elogio que hi­zo del rey Carlos III se cita continuamente a Campomanes, así co­mo en bastantes informes que eleva al Real Acuerdo durante su estancia en Mallorca, del mismo modo que las Memorias históri­cas sobre la Marina, Comercio y Artes de la antigua ciudad de Bar­celona de Capmany, que también se mencionan en el expresado trabajo sobre la jurisprudencia gremial. Otros detalles parecen confirm ar la autoría del asturiano.

La finalidad del Discurso sobre la jurisprudencia gremial es legitimar la reforma de las ordenanzas gremiales que la Sociedad Económica Mallorquína pretendía llevar a cabo. La historia se convierte aquí en un instrumento de reforma desde el momento en que el conocimiento del pasado de la jurisprudencia gremial permite comprender realmente su estado actual y la necesidad de su reforma. El autor expone así los motivos de su escrito:

76 La primera entrega apareció allí el 2 de abril de 1791 y se decía: «El Consejo tiene encargado á la Sociedad de los Amigos del País revea i arregle las Or­denanzas de los Gremios de la Isla, i para satisfacer á este encargo trabaja la Sociedad dias ha en recoger i ordenar las convenientes noticias. Entretan­to un Patriota, deseoso de contribuir á este negocio importante, trabajó so­bre el asunto, i continúa aun; i habiendo tenido á bien comunicar lo que te­nía escrito, se irá publicando en nuestro Seminario». Tal Discurso fue im­preso en la Imprenta Real, pero los ejemplares que hemos podido localizar están incompletos, pues les faltan los epígrafes LXII y LXIII (AHM, SEMAP, Caja 57-1; Biblioteca B. March, sig. 4.°-22/13), que no obstante aparecen im­presos en el Semanario Económico en los números de 24 de marzo y 31 del mismo mes del año 1792, respectivamente.

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DISCURSOSOBRE LA JURISPRUDENCIA

G R E M I A L ,

PUBLICADO EN LOS SEMANARIOS ECONOMICOS

d e M a l lo r c a

CON OCASION DE TRATARSE EN LA Sociedad patriótica del arreglo de las

Ordenanzas de los Gremios,

P a l m a : AÑO DE M.DCC.XCI. En l a Im p ren ta R e a l .

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«Mi propósito es escribir un breve Discurso sobre la juris­prudencia gremial según las leyes i las costumbres de Es­paña, trayendo desde su origen brevemente con la exacti­tud que pueda esta materia particular, descuydada de los glosadores, i reuniendo aquellas maximas que, ó adoptó ya el gobierno, ó propusieron antes de ahora personas sabias i juiciosas, para que los que han de concurrir á prom over la felicidad común tengan a mano este prontuario, i unifor­memente procedan en cosa de tanta importancia, ya que hasta ahora casi se ha seguido, ó el capricho propio, ó lo que han querido acordar i proponer los mismos á quienes solo era dado dexarse gobernar, i dirigir.»77

La tesis del opúsculo es que la historia de la jurisprudencia gre­mial, examinada en sus relaciones con la historia, demuestra que la legislación que regulaba en aquellos momentos los gremios ma­llorquines no era substancialmente diferente de la jurispruden­cia gremial del pasado. De ahí que tal legislación no respondiese a la realidad existente:

«... manifestaré ahora á que se reduxo su ser, esto es, las ca­lidades i prerogativas de su constitución, con lo qual se co­nocerá esta porción de la jurisprudencia, i como vivimos con las mismas preocupaciones, ó sean providencias saludables de otros tiempos, quando en ningún objeto de los conoci­mientos naturales ha adquirido acaso el hombre tantas lu­ces como en la industria i en el comercio, i quando en las relaciones políticas, en las costumbres, en las opiniones, i en la misma pública constitución hay tan notable diferen­cia de aquellos tiempos a estos.»78

El autor del Discurso sobre la jurisprudencia gremial demues­tra unos conocimientos notables de los autores latinos y de la his­toria de Roma y de su jurisprudencia, pero también de la caste­llana. Además, está enterado con detalle del estado de la organi­zación gremial de Mallorca, la situación de cuyas ordenanzas conoce minuciosamente. (No podemos dejar de recordar que Vi- llamil, no sólo por razones de su comisión, sino también porque tenía proyectado tratar de los gremios en su Historia civil, debió de intentar conocer su contenido).

77 Discurso sobre la jurisprudencia gremial, publicado en los Seminarios Eco­nómicos de Mallorca con ocasión de tratarse en la Sociedad patriótica del arreglo de las Ordenanzas de los Gremios, Palma, 1791, pág. 3.

78 Idem, pág. 14.

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En la enumeración de los «Artistas i Oficiales de Mallorca, alis­tados en Gremios» que cita, el autor hace anotaciones que demues­tran que está perfectamente al tanto de la situación de sus orde­nanzas, es decir, cuándo se erigió el gremio, cuándo se aprobaron sus constituciones, etc., e incluso, a través de sus notas, parece co­nocer el contenido de algunas de ellas. Así, por ejemplo, al refe­rirse al gremio de los curtidores, dice que «las Ordenanzas mas antiguas de este gremio, que he visto, fueron aprobadas en decre­to presidal de 8 de A bril de 1614»79. O respecto al de pelayres : «sus Ordenanzas más antiguas son del año 1315 dadas por el Rey- Don Sancho, y copiadas la mayor parte de las de Perpiñan; en cu­ya ciudad, i las de Narbona i Carcasona florecían entonces mu­cho las fabricas de paño como se dice en dichas Ordenanzas»80.

A la vista de tanto gremio como cita, se pregunta al autor: «¿Son útiles ó perjudiciales estas asociaciones de artesanos?» Y respon­de que en el país que no las hay no halla razón sólida para estable­cer de nuevo semejantes asociaciones, y añade que «si no fuese por el interés del estanco i monopolio no se alistarían los mas en di­chas Corporaciones i aunque es cierto que en unos Reynos adonde tanto florecen las artes como Inglaterra i Francia, las hay desde muy antiguo, todavía es claro que esta prosperidad no vino á las artes de las corporaciones sino del impulso continuo del comercio de aquellas naciones, variedad i extensión de él» (epígrafe LXII).Y concluye, en la línea de Campomanes, optando por la vía refor­mista:

«En Mallorca i en Cataluña, adonde el estamento ó clase de artesanos tubo consideración en todos tiempos, i por ello se han mantenido en honor las artes i los oficios, causaría mas sensación que en otras partes la total abolicion de los gremios; pues es cierto que mucha parte de dicha conside­ración i aprecio decaería con esto. De otra parte este mis­mo estado de reputación que hoy tienen los artesanos, i fué mucho mas floreciente sin duda en otro tiempo, tubo en el com ercio de la Isla también su influjo; porque hubo tiempo en que se creyó que un censo, un Beneficio i cualquier otro establecimiento de capital en ninguna parte se constituía con más seguridad, que en los gremios: cuyo crédito tal vez fué ocasión de empeñarse á casi todos com o hoy lo están; i de cuyas trabas, mientras no se adopte con tesón un siste­ma uniforme i juicioso de gobierno para estos cuerpos, ja ­más saldrán según pienso.»81

79 Discurso sobre la jurisprudencia gremial ..., op. cit., pág. 26.80 Idem, pág. 27. Sobre el particular véase también B. Q u e t g l a s G a y á : L os gre­

mios de Mallorca, Palma, edición de 1980, pág. 175.81 Epígrafe LXIII. Seminario Económico de 31 de marzo de 1792.

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El único escrito que sabemos con total certeza que la Sociedad Económica Mallorquína publicó de Pérez-Villamil fue el Elogio del Rey D. Carlos III que esté en gloria82. Este trabajo fue fruto de una com isión que la Sociedad Económica encargó al fiscal en 1789. Con m otivo de la muerte de Carlos III las sociedades econó­micas de Amigos del País establecieron que uno de sus socios más destacados pronunciase su elogio fúnebre —la Matritense, por ejemplo, encargó para ello a Cabarrús—. En la junta de 10 de ene­ro de 1789 se acordó que Villamil pronunciase el mencionado elo­gio fúnebre en la sesión extraordinaria que debía de celebrarse el 19 de marzo, en la que también deberían de entregarse los pre­mios a los alumnos más distinguidos de la Escuela de Dibujo, lo que así se efectuó dicho día, acordándose en una junta posterior la impresión, por la sociedad, del elogio que el fiscal había pro­nunciado83.

Como corresponde a esta clase de discursos, el contenido del Elogio del Rey D. Carlos III es un repaso encomiástico de la labor realizada por el monarca ilustrado tanto en su reinado napolita­no como en España. En Nápoles, Pérez-Villamil, además de des­cribir todas las gestas guerreras del Borbón, siguiendo para ello la historia de Castrucci, destaca, sobre todo, su labor política y cultural. En lo político, se refiere a su intento de establecer en Ná­poles una nueva constitución política desarticulando para ello los poderes feudales, lo que no pudo llegar a hacer totalmente reali­dad. Tarea inacabada que Villamil relaciona con un asunto que había centrado su interés desde que escribiera en 1782 el Discur­so sobre la libre multitud de abogados. El excesivo número de es­tos profesionales lo atribuye precisamente el fiscal a los restos de feudalismo que aún no habían desaparecido en el reino napolitano.

España con Carlos III habría vuelto, según Villamil, a la épo­ca gloriosa que había tenido en tiempos de los Reyes Católicos. Esta época de esplendor se habría mantenido hasta el reinado de Felipe II, para entrar luego en los tiempos bárbaros con los Aus- trias siguientes, de los que lentamente se habría ido saliendo con la instauración de Felipe V, hasta llegar al cénit con la obra re­form adora de Carlos III.

82 Mallorca, Imprenta Real de don Ignacio María Serrá, 1 tomo en 4.° de 67 ho­jas, sin año. El ms. original se conserva en la R. A. de la Historia.

83 AHM, SEMAP, Tomo II de Actas, págs. 270 y 280-282.Sobre el luto guardado en memoria de Carlos III son interesantes las no­

ticias que ofrece Bover para el año 1789 en las págs. 225 y ss. del tomo XIV de las Misceláneas. La lectura del Elogio se refiere allí en la pág. 233 vta. y es recogida en el Cronicón Mayoricense, págs. 591-592.

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ELOGIODEL REY D. CARLOS III.

QUE ESTÉ EN GLORIA.

LO LEYÓE N L A R E A L S O C I E D A D D E

M A L L O R C A

DO N JUAN PEREZ V IL L A M IL , Fiscal de la Real Audiencia de la Isla,

i Socio de numero de la misma Real Sociedad.

En 19. de Marzo de 1789«

MALLORCA.

E n la Imprenta Real de Don Ignacio María Serrá.

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Como hemos apuntado, esa sobrevaloración de la obra refor­mista del monarca Borbón que Pérez-Villamil realiza en su Elo­gio le obliga a efectuar, como contrapunto, un juicio historiográ- fico totalmente negativo de la última etapa de los Austrias. Y pa­ra ello traza un sombrío cuadro de la realidad española anterior a la subida al trono del rey, cuya labor reformadora, sobre todo en los campos de la agricultura, la industria y el comercio, logró transformar sustancialmente esa realidad en sentido positivo, con­virtiendo con ello, de nuevo, a la monarquía española en una na­ción de primera línea, estimada en el concierto europeo, como lo había sido en otros tiempos. El balance que hace Villam il del rei­nado de Carlos III lo expone así:

«(...) comienza la reparación en el presente con la Augusta fam ilia de Borbon ; i CARLOS dexa en todos los ramos des­cubiertos los principios; en todos, dados muchos pasos; al­gunos enteramente mejorados, i en que solo es necesario conservar lo hecho; la nación instruida, i educada; las preo­cupaciones antiguas destruidas en mucha parte; i por todo cimentado sólidamente el edificio de la publica felicidad. ¿I esta gloria no es mas solida, mas verdadera i mas justa, que la de haber hecho temblar la Europa, odioso el nombrei caracter Español, i haber arrastrado la substancia de la nación tras de una magnificencia Asiática, en que lo que me­nos aparece es la verdadera grandeza del Soberano, su amor para con sus pueblos, sus deseos beneficios, á que corres­pondan obras dignas de la Real piedad?»84

El análisis del contenido del Elogio nos permite entrever el pen­samiento de Pérez-Villamil. La modernización que alaba éste no va más allá de una reforma cuyo objeto último es hacer más ra­cional la sociedad española del antiguo régimen, sin que las trans­formaciones que se pretendían realizar supusieran, en ningún mo­mento, alterar las bases de poder que en ella tenían la nobleza y la Iglesia. Pérez-Villamil se manifiesta, pues, como partidario de ese reformismo moderado que propugnaban los ilustrados que apoyaban el despotismo ilustrado, cuyo objeto era el cambio, pe­ro sin socavar los poderes tradicionales. Esa actitud es la que ex­plica su giro —que también se produjo en otros políticos ilustra­dos y ejemplos hay de mallorquines— hacia posturas claramente reaccionarias cuando las nuevas circunstancias históricas pusie­ron en peligro el mantenimiento del orden tradicional.

84 Elogio ..., op. cit., págs. 50-51.

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Asimismo, el contenido del Elogio trasluce una actitud religio­sa tradicional, plenamente coherente, por otra parte, con ese con­servadurismo renovador al que nos hemos referido. Frente a la nueva actitud religiosa que mantenían, por lo general, los ilus­trados españoles, partidarios de una religiosidad interiorizada y críticos con la excesiva importancia que la Iglesia daba a los ac­tos de culto externo, Pérez-Villamil menciona como expresión de auténtica religiosidad —dejando, además, en silencio la política regalista y seculizadora que se había realizado durante el reina­do— algunos actos de culto patrocinados por el rey que pueden considerarse incompatibles —o difícilmente asumibles— con la ac­titud religiosa que mantenían los ilustrados. Así, por ejemplo, se refiere en tono de alabanza al hecho de que el rey «mientras mu­chos filósofos aturdidos se burlaban del estupendo prodigio que en medio de Europa anualmente se renueva en testimonio de la religión verdadera» hubiese instituido la Orden de San Genaro.Y también menciona el encargo que hizo el monarca ilustrado de realizar rogativas «públicas y secretas» para pedir la ayuda d ivi­na en favor de los ejércitos españoles frente a los ingleses; y cita la erección por mandato real de «un monumento precioso de Ma­ría i su concepción sin mancha».

— La actuación de Pérez-Villamil como fiscal de la Audiencia

La labor que Pérez-Villamil llevó a cabo como fiscal de la Real Audiencia de Mallorca85 fue concordante con los planteamientos del reformismo ilustrado borbónico y consecuentemente actuó, co­

85 La Audiencia de Mallorca era considerada como de menor categoría y servía de tram polín para otros destinos. Aparte de otros cargos menores, la com ­ponían un regente, cinco oidores y un fiscal.

La Audiencia estaba situada en el frente sur del real palacio de la Almu- daina y allí se alojaba, también, el capitán general, la curia del Real Patri­m onio y el Archivo Real y Patrimonio del Reino.

El fiscal realizaba las visitas generales y particulares de cárcel, y despa­chaba las causas civiles y criminales. También participaba en el Real Acuerdo (órgano gubernativo formado por la Audiencia y presidido por el capitán ge­neral) en los asuntos y gobierno y voto de resoluciones (aunque no siempre). Por razón de su cargo era el censor regio y quedaba cerca de la esfera del go­bierno local. Es de señalar que por aquellos años los pleitos y expedientes, tanto civiles com o criminales, que se despachaban oscilaban entre setecien­tos y ochocientos al año.

V illam il fue fiscal de lo civil y criminal, sucediendo en el puesto a don Antonio Fernández de Córdova Hidalgo y Thena, natural de la villa de A l­cántara. Este permaneció en la isla hasta el 17 de abril de 1787, en que em­

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mo magistrado, en estrecha colaboración con la Sociedad Econó­mica isleña. El reformismo borbónico, como es sabido, era cen­tralista. Las reformas se planeaban desde el poder, en el Consejo de Castilla, y los principales instrumentos para llevarlas a la prác­tica eran los magistrados y las sociedades económicas. Estas últi­mas tenían, por una parte, la misión de fomentar los conocim ien­tos entre los nobles y las «gentes acomodadas», con el objeto de que participasen como agentes y difusores de las ideas reform is­tas, tratando de imbuirles que el resultado de las mismas iba a producirse simultáneamente a su propio beneficio y al de la na­ción. Por otra parte, las sociedades económicas de Amigos del País servirían para que sus miembros estudiasen el medio natural so­bre el que se asentaban y así proporcionar los conocimientos ne­cesarios que permitiesen a los poderes públicos establecer una po­lítica reformadora ajustada a la realidad. Sólo entonces —decía Campomanes— «los proyectos no serán quiméricos, y fundados en estancos y opresiones, como ahora se advierte en los que de or­dinario se presentan; por no tener sus autores á la vista lo que es compatible, ó repugnante al bien general del Estado, á causa de faltarles el estudio necesario y los libros»86. Las sociedades eco­nómicas debían funcionar, pues, en estrecha colaboración con los magistrados y éstos debían de tener muy en cuenta el asesoramien- to de aquéllos con el objeto de aplicar adecuadamente las leyes, es decir, en sentido reformista. Por ello Campomanes, el princi­pal prom otor de las sociedades económicas, incluye expresamen­te entre sus fines «examinar los proyectos económicos, y rectifi­carlos; para que cuando se entreguen á los Tribunales ó a los Mi­nistros, por donde deban despacharse, estén limitados, y reducidos á un ajustado cálculo político: fundados en datos ciertos, y nunca en supuestos, apartados de la verdad»87. De ahí que los magistra­dos debían de realizar sus funciones en íntima conexión con la ac­tividad de las sociedades económicas. No sólo informarse y ase­sorarse de los «amigos del país», sino también apoyar los proyec­tos que presentasen.

barcó con destino a Navarra (Dietario del Dr. Fiol..., op. cit., pág. 184) lle­vando consigo manuscritos originales y copias de otros autores de obras his­tóricas sobre las islas, como lo atestigua Bover en su Biblioteca, algunas depositadas en la Real Academia de la Historia. Durante su estancia en Ma­llorca escribió los Extractos de los veinticuatro discursos sobre la nobleza. A Villam il sucedió en el cargo don Francisco Marín y Sánchez, nombrado el 17 de ju lio de 1797 (AHN, Consejos, libro 2.540, fol. 170 vto.).

86 Discurso sobre el fomento de la industria popular ..., op. cit., págs. CLXIII y CLXIV.

87 Idem, pág. CL.

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El examen que hemos realizado de la m ayor parte de los infor­mes que el fiscal emitió para el Real Acuerdo nos permite concluir que su actividad com o magistrado respondió a esos planteamien­tos reformistas. Claro es que en la aplicación del reformismo cen­tralista los magistrados podían ser más o menos flexibles y que, dentro del estrecho margen que les permitía la uniform idad que tendía a establecer una política de esa clase, podían mantener una actitud más o menos respetuosa hacia las peculiaridades regiona­les. En ese sentido, tal y como hemos visto en la razón preliminar de la Historia civil, bien fuere por cálculo político o talante per­sonal, V illam il parece que adoptó una postura flexible y respe­tuosa. No es extraño, pues, que sea cierto el dato que apunta Jo­vellanos en su Diario cuando señala que «los mallorquines quie­ren hacerle Regente»88.

En el m odelo de desarrollo que el despotismo ilustrado trató de implantar bajo la dirección directa de Campomanes, el fomen­to de la industria artesanal se consideraba como una de las pie­zas fundamentales. Pero para propiciar su desarrollo era preciso, com o hemos dicho anteriormente, remover las trabas que la rígi­da organización gremial imponía a la producción artesanal. A tra­vés del contenido de un informe emitido por el fiscal en 1787 para el Real Acuerdo, acerca del intento de establecer en el convento de los capuchinos de Palma una fábrica de sayal, podem os com ­probar cómo Villamil lo fundamenta en las indicaciones y normas que Campomanes había propuesto para la reforma de los gremios.

En septiembre de 1787 el padre guardián del convento de ca­puchinos de Palma hizo una solicitud a la Audiencia m allorquí­na con el objeto de obtener permiso para instalar en su convento una fábrica de sayal para confeccionar los hábitos de los frailes, tal y com o ya existían en las seis provincias de la Orden en la Pe­nínsula. Los frailes pretendían que el mencionado taller fuese con­siderado a todos los efectos como otro cualquiera de los integra­dos en el gremio de pelayres de la ciudad, de tal manera que el frayle director fuese considerado como un maestro «havil y apro- vado» para enseñar su oficio y que los muchachos se estimasen com o aprendices con derecho a ser oficiales y pudiesen después presentarse a los exámenes para maestros tras haber estado tra­bajando en el taller los cuatro años pertinentes; pero sin que tu­viesen que pagar las seis libras establecidas por el gremio en con­cepto de encartamiento. Los frailes, a cambio, se comprometían

88 Diarios, t. II, Diario sexto, sábado 1.° de octubre de 1796.

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a que los aprendices del taller cumpliesen el resto de las condi­ciones que el gremio de pelayres establecía para el ingreso en el oficio: que fuesen de sangre limpia por línea paterna y materna, que fuesen mayores de 14 años, que cumpliesen los cuatro años preceptivos para poder obtener el certificado que les permitiese acceder a maestros y, finalmente, que no pudiesen trabajar para otros maestros mientras estuviesen en el taller conventual.

Los mayordomos del gremio, informados de este proyecto, pre­sentaron dos reparos a esta propuesta en el sentido de que no de­bería permitirse que el mencionado taller pudiese tener un número ilimitado de aprendices y que éstos cuando llegasen a oficiales de­berían pagar las seis libras de la encartación.

Ante estas dos objeciones, el convento envió a la Audiencia otro documento, en agosto de 1787, aceptando la limitación de apren­dices que señalaban los mayordomos del gremio, pero rechazan­do la otra limitación. La exención de las seis libras debía de man­tenerse, pues por una doble razón la formación por los frailes de los aprendices repercutiría en beneficio del gremio. Por una par­te, proporcionaría más oficiales, lo que permitiría que los maes­tros pudiesen rebajar los sueldos de aquéllos; y por otro lado, esa form ación de oficiales evitaría el gasto que suponía el pago por los maestros de los aprendices, pago que a lo largo del proceso de aprendizaje alcanzaba el monto de 12 libras.

Ante este expediente, Pérez-Villamil informó favorablemen­te el plan presentado por los frailes, puesto que, aunque en esca­sa proporción, la erección de cualquier fábrica —y más en este ca­so, que era de tejidos bastos, como recomendaba Campomanes en su Discurso sobre el fom ento de la industria popular— suponía el aumento de la producción artesanal e indirectamente el des­arrollo agrícola de la isla:

«Que nada importa tanto en esta Isla como el fomento de cualquier fábrica, especialmente las de texidos comunes por el consumo (que originan) de las materias del pais, y su des­pacho: lo qual es causa al mismo tiempo de que la agricul­tura se adelante y perfecione.»89

Las pretensiones del gremio de pelayres son desechadas por Vi- llamil con argumentos generales relativos a las trabas que las cuo­tas gremiales suponen para el desarrollo artesanal y, sobre todo, cuando, com o ocurría en Mallorca, tales contribuciones se desti­naban para gastos de fiestas u otros semejantes:

89 AH N , Real Acuerdo, 1787, núm. 13.

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«El Fiscal entiende, que en vista de esta utilidad no debe estimarse la proposición de los Mayordomos del Gremio, de que dichos jovenes, quando despues de los cuatro años pa­sen a trabajar con otro Maestro, ó a examinarse, hayan de pagar el gasto de encartación. Tales exacciones son cierta­mente una de las muchas trabas que entre nosotros aun tie­ne la industria y la aplicación; y en Mallorca, donde estas contribuciones son como de cofradía, y con destino á Fies­tas y otros gastos semejantes, aun son mas intolerables.»90

También en la línea expuesta por Campomanes en su Discur­so sobre el fom ento de la industria popular acerca de la necesi­dad de aumentar la productividad del trabajo gremial, eliminan­do fiestas y aumentando las horas de jornada, el fiscal establece para el taller de los frailes

«que siendo una de las causas del atraso de nuestras fábri­cas las pocas horas que se destinan para el trabajo, y que generalmente en las ordenanzas gremiales está descuyda- do este punto importante, acuerden dicho Director y Comu­nidad que en su fabrica se trabaje en las mas que pueda ser conforme á la estación, para que dichos jovenes salgan acos­tumbrados á emplear bien su trabajo.»91

Indirectamente Villam il pretendía que tal taller contribuyese también a hacer útil aquella parte de la población que por su edad, pobreza o prejuicios, como ocurría en el caso de los chuetas, no era empleada en aumentar la prosperidad de la nación92. Por ello se oponía claramente a las normas reglamentadas por el gremio de pelayres, que los mismos capuchinos no pretendían incumplir, sobre la inform ación de limpieza de sangre que se obligaba a pre­sentar para ingresar en el gremio:

«Estos jovenes han de ser notoriamente pobres, y se saca­rán ó de la casa de misericordia, ó de entre los Expositos, siendo de edad competente, esto es bastante para llevar el trabajo, sin que sea necesario determinado número de años, ni hacer, ó en público, ó en secreto, información alguna de su calidad, por quanto es odioso este linage de pesquisa, ex­cluye de los oficios muchas manos útiles, y contribuye á fo ­mentar la ociosidad, y las preocupaciones populares.»93

90 Ibidem.91 Ibidem.92 Esta misma actitud observaron, en constantes alegaciones en derecho a fa­

vor de individuos chuetas, Bernardo Contestí y otros inquietos juristas de la Sociedad Económica Mallorquína.

93 AHM, Real Acuerdo, 1878, núm. 13.

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Sin embargo, en aquellos otros aspectos de la organización del mencionado taller artesanal que no se oponían a la política de re­forma gremial que se pretendía llevar a cabo Pérez-Villamil in­form ó con gran prudencia, mostrándose partidario, com o quería Campomanes, de una reforma gradual de los gremios. En este sen­tido, aceptó el que los aprendices del taller conventual que des­pués de los cuatro años de trabajo como tales quisiesen integrar­se en el sistema gremial deberían pagar las cargas gremiales, mientras éstas no se reform en, y abonar, además, «aquel m ode­rado impuesto que se acostumbra dar por el titulo de Maestro, sin que por otra parte del Gremio se les exija otra cosa».

Otros expedientes que hemos examinado sobre el tema gremial fueron informados por Pérez-Villamil con ese mismo sentido re­formista. Así, por ejemplo, informó negativamente, en 1788, un expediente prom ovido por el gremio de plateros, que trataban de hacer efectivo el m onopolio profesional que ejercían los gremios. El mencionado gremio pretendía impedir la instalación en Pal­ma de un artífice italiano, alegando para ello algunas normas de sus ordenanzas. Pérez-Villamil rebatió en su informe al Real Acuerdo los argumentos del gremio, pidiendo el reconocimiento de los títulos del platero extranjero para que pudiese ejercer en la isla94.

En 1790 también informó en sentido negativo la pretensión del rector de Santa Ana de que el gremio de pelayres contribuyese obligatoriamente cada año con un pellejo de aceite para la lám­para que alumbraba las reliquias de Santa Práxedis, argumentan­do que «conviene descargar a los gremios de esta especie de con­tribuciones quanto pueda ser, pues harto ahogados están con otras que no se les puede excusar»95.

Tampoco aceptó, en 1791, las reclamaciones del gremio de bo­neteros —informándolas negativamente— sobre su pretensión de que se prohibiese el trabajo de las mujeres en ese arte y el que pudiesen vender el producto de su trabajo libremente. Amparán­dose, para emitir este informe, en la real cédula de 2 de septiem­bre de 1784 que, buscando un mayor fomento de la industria, per­mitía trabajar a las mujeres en toda clase de artes y mientras el trabajo fuese compatible «con el decoro i fuerza de su sexo», Pérez- Villam il informó al Real Acuerdo en el sentido no sólo de que de­bía autorizarse el trabajo femenino en ese arte, sino que también

94 AHM, Real Acuerdo, 1788, núm. 30.95 AHM, Real Acuerdo, 1790, núm. 4.

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se debía de dar «facultat i habilitar á las mugeres, para que, sin sugeccion á gremio, i no obstante sus ordenanzas, pudiesen tra­bajar i fundamentalmente vender i despachar las obras de su in­dustria i aplicación, ó por si mismas si quisiesen tener tienda, ó por otro»96.

En el informe que dio al Real Acuerdo acerca del problem a planteado a instancias de la Real Sociedad de Am igos del País, sobre los muchachos que vagaban por la ciudad, Pérez-Villamil propuso com o una de las soluciones el obligar a esos muchachos vagabundos a ingresar en los gremios, ordenando a éstos dejasen en suspenso el cumplimiento de las normas de las ordenanzas gre­miales que lo dificultaban. En realidad esta medida que propuso el fiscal estaba en la línea de recomendaciones que había dado Campomanes en su Discurso sobre el fom ento de la industria po­pular cuando decía que «los mendigos y ociosos serian los prim e­ros aprendices por fuerza, ó de grado en estos talleres; y á poco tiem po se volverían vecinos honrados»97. El Real Acuerdo siguió las indicaciones que en su informe le había recomendado el fiscal y adoptó com o medidas el que «se alze la prohibición que algunas ordenanzas gremiales tienen acerca de que los muchachos meno­res de catorce años no puedan encartarse por aprendices»; que res­pecto a los hijos de los pobres de solemnidad, «constando esta m i­serable situación los Maestros de semejantes aprendizes retengan en si el diario (sic) que según las constituciones gremiales les de­ven dar durante su aprendizaje cuyo importe entregaran los mis­mos Maestros al Gremio por la contribución de anearte». Y final­mente se permitió que los maestros pudiesen tener cuantos apren­dices quisieran98.

Esa postura reformista también la hemos constatado en los ex­pedientes que V illam il informó sobre la actividad comercial. El desarrollo comercial en el marco del mercado nacional se consi­deraba por los ilustrados como un factor dinamizador del creci­miento de la producción agraria y artesanal. Frente a los inten­tos de los gremios o de los propietarios de impedir el libre comer­

96 AHM, Real Acuerdo, 1791, núm. 13.97 Op. cit., pág. CXXVIII.98 AHM, Real Acuerdo, 1788, núm. 55.

Villamil señalará también «la ausencia de escuelas de primeras letras bien dotadas y en número suficiente» como causa de la desocupación juvenil. So­bre el particular véase Bemat S u r e d a : «Los ilustrados mallorquines frente al problem a de la ociosidad de los niños y jóvenes», en La educación en la España contemporánea. Cuestiones históricas, Madrid, 1985, págs. 15-21.

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ció de determinados productos Villamil mantuvo una clara actitud de defensa de la libertad comercial.

En este sentido informó al Real Acuerdo sobre la representa­ción presentada ante la Audiencia por el gremio de pelayres y otros para que se prohibiese la extracción de lana fuera de la isla. En febrero de 1788 Joseph Ripoll, en nombre de los mayordomos de los gremios de pelayres, tejedores de lana, manteros y bonete­ros, elevó una petición al A lto Tribunal de la isla para que se pro­hibiese la extracción de lana hacia Barcelona. Según estos gre­mios, esa extracción producía la elevación del precio de la lana en la isla y ponía en dificultad, además, el abastecimiento de los talleres gremiales que trabajaban con ella. Argumentaban que, además de infringir un bando promulgado por el Real Acuerdo de 1754 que prohibía la extracción de lana, ese comercio era tam­bién fraudulento por ir contra los tradicionales privilegios del rei­no mallorquín. En otro escrito dirigido a la Audiencia en abril de ese año los representantes de los gremios mencionados insistie­ron en que se tomasen las medidas legales adecuadas para acabar con la extracción de lanas, imponiendo, si fuese necesario, seve­ras penas a los infractores, y que se extendiese a los regatones la prohibición de comprarla en los primeros meses después de comen­zado el esquileo, con el objeto de impedir que pudiesen controlar la m ayor parte de la producción y tener así la posibilidad de im­poner los precios a los maestros gremiales.

Pasado el expediente al fiscal para que lo informase, Pérez- Villam il recomendó que para poder tomar una resolución con ri­guroso conocimiento del problema era conveniente que se encar­gase un dictamen a la Sociedad Económica Mallorquína en el que se propusiera «los medios que se ofrezcan i parezcan de evitar se­mejantes perjuicios, ocasionados, o que se puedan seguir de la ex- tracciónde primeras materias, que se benefician, o pueden bene­ficiar en las fabricas de esta Isla».

El dictamen pedido fue elaborado por una comisión formada por don Ignacio María Serrá y don Nicolás Armengol y aprobado por la Real Sociedad en junio de 1789. Fue realizado con cálculos precisos y en términos de rigurosa racionalidad económica. El vo ­lumen de lana producido en Mallorca en el último año había su­perado, según esos cálculos, la demanda que de ella habían hecho los talleres gremiales, originando ello una caída de los precios de la lana que perjudicaba a los cosecheros. En cambio, si se permi­tiese la extracción del excedente hacia la Península, se facilitaría la consecución de un equilibrio de precios de la lana en el merca­

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do nacional, sin que se perjudicasen los intereses de los fabrican­tes. Aun cuando la lana alcanzase el mismo precio en la isla que en el resto de la Monarquía, los fabricantes isleños podrían seguir obteniendo beneficios más altos por la venta de sus productos que los de fuera, puesto que los costos de la mano de obra eran, según el dictamen, más bajos en Mallorca. Pero, además, la m ayor de­manda de lana favorecía el incremento de la cabaña lanar e indi­rectamente contribuiría a solucionar el problema del abasteci­miento de carne a la isla, que se hacía con grandes dificultades.

Pérez-Villamil apoyó en su informe la posición de la Real So­ciedad, recomendando al Real Acuerdo que no accediese a las pre­tensiones de los gremios. El influjo de las nuevas ideas económ i­cas es evidente en su exposición. Si se prohíbe la extracción de lana, argumenta el fiscal, se arruinaría el ganado que produce el sobrante de lana y mientras la demanda y la oferta de ella se equi­librasen se produciría un m onopolio a favor de los fabricantes. No se puede prohibir la extracción, pues se estaría interrumpien­do el orden natural económico e impidiendo el desarrollo de una actividad verdaderamente productora de riqueza com o es la ga­nadería. No sólo se debe proteger a los consumidores, señala Vi- llam il generalizando su argumentación y defendiendo a las cla­ses que los fisiócratas consideraban como auténticas productoras de riqueza, sino que «los frutos deben ser considerados así por es­ta cara, com o por la relación que tienen hacia el propietario, el ganadero y el labrador. Querer que todo vaya barato, es lo mis­mo que aniquilar o reducir las clases productrices, o im pedir su aumento: regularmente los que viven de sueldo, y no tienen co­nocimientos ni patriotismo, prácticamente así lo desean sin pen­sarlo»99. Además, la igualdad en el precio de la lana que origina­ría la extracción tampoco sería desvantajosa para los tejidos de la isla, que mantendrían mejores posiciones, a la hora de la ven­ta, frente a los provenientes de fuera, por haberse ahorrado los gastos de extracción que éstos tendrían. En definitiva, Villamil, en la línea de las ideas que defendía Campomanes, considera la libertad de comercio interior como un factor decisivo para fomen­tar el crecimiento económico, que en buena parte debería basarse en el desarrollo de la agricultura y de la ganadería.

Pero, incluso, en un contexto de libertad de com ercio interior la prohibición de la extracción de sus productos podía producir

99 Citado por Emilio B e j a r a n o : « D o s documentos sobre gremios en el siglo XVIII en Mallorca», Fontes rerum balearium, vol. II (1979-1980), págs. 283 y ss.

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una situación especialmente grave si las otras regiones limitasen en represalia la salida de los productos en los que Mallorca, con una peculiar economía insular, era deficitaria:

«Llegase, que de provincia a provincia no hay facultad pa­ra impedir la extracción; y si respecto de Mallorca usasen las demás la represalia, y no lo diesen, ni recibiesen, sería en breve un desierto inhabitable, o una roca de las muchas del Mediterráneo.»100

Con iguales o parecidos argumentos informó Villamil otros ex­pedientes en que los síndicos personeros o los diputados del común pretendían impedir la extracción de algún fruto de la isla con ob­jeto de mantener bajo su precio o impedir un alza desmesurada por su escasez. Así se opuso, en 1792, a la demanda que presentó al Ayuntamiento de Palma el diputado del común don Juan Arrom para que no se concediese licencia para la extracción de una carga de vino por el puerto de Felanitx en razón de que esa bebida había alcanzado un precio muy elevado por la escasez de la cosecha. Al no ser aceptada por el Ayuntamiento de la ciudad esa demanda, el síndico personero reclamó ante el Real Acuerdo para que inva­lidase la resolución y se prohibiese la salida del cargamento de vi­no. El fiscal, entre otros argumentos, alegó que debía concederse el permiso para la extracción porque los recurrentes «creen que no hay mas publico que el consumidor, i que representan á los que viven fuera de Palma»101. De igual manera, frente al voto negati­vo de uno de los diputados del común de Palma para que se conce­diese licencia para extraer un cargamento de 1.500 cuarteras de le­gumbres para vender en el presidio de Orán, Pérez-Villamil infor­mó al Real Acuerdo recomendando la concesión del permiso para la mencionada extracción. Aparte de rebatir las razones concretas que alegaba el referido diputado, el magistrado asturiano adujo, siguiendo los nuevos planteamientos económicos, los beneficios que ejercía el flujo comercial sobre la actividad económica. «El dine­ro —apunta Villamil— que representa las quarteras de legumbres vuelve, despues de haber satisfecho al cosechero, a la Isla o en fru­tos o en otros generos de abasto, que vuelven a poner en circula­ción el dinero y refluyen hacia el cosechero i el que mas vende i por consiguiente quien mas gana».

100 Idem.101 AHM, Real Acuerdo, 1792, núm. 42.

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Está claro, com o se deduce de todos estos informes, que para V illam il los precios bajos obtenidos por medidas que obstaculi­zasen el orden natural económico no eran los más adecuados o ven­tajosos para la marcha de la economía, sobre todo para la labran­za, que considera una rama esencial de aquélla como actividad pro­ductora de riqueza. Los precios ventajosos y adecuados que estimulan la economía sólo surgen cuando la libre concurrencia y la libertad de com ercio permiten el encuentro de las fuerzas de­terminantes del precio del producto como son el volumen de pro­ducción y las necesidades que ésta quiera satisfacer. De ahí que se rechacen por Villam il las pretensiones de los consumidores de querer mantener bajos los precios por procedimientos que im pi­dan la libre concurrencia u obstaculicen la libertad de comercio interior.

Otro aspecto destacado de la labor como magistrado de Pérez- V illam il fue el de la reforma de los caminos de Mallorca. Su m o­dernización era una condición necesaria para poder conseguir el crecimiento de la producción agraria de la isla102. El déficit secu­lar de trigo, para cubrir las necesidades de Mallorca, venía sien­do tradicionalmente uno de los factores que obstaculizaban su des­arrollo económico, puesto que los gastos que originaba este abas­tecimiento era una de las causas principales del endeudamiento casi permanente del reino mallorquín. La política agraria que di­señaron los «amigos del país» pasaba, pues, por el intento de con­seguir el aumento de la producción de este cereal a base de intro­ducir mejoras técnicas en su explotación y aumentar el suelo de­dicado a su cultivo, pero el aumento de la superficie cultivada de trigo tenía en Mallorca unos límites estructurales, como era la ma­la calidad de los suelos, que suponía un importante obstáculo pa­ra poder conseguir un aumento neto de su producción. Por ello, la Sociedad Económica Mallorquína, en el marco de la política de libertad de com ercio interior que se trataba de implantar desde el poder, proponía un modelo de desarrollo agrario para la isla basado en el fomento de los cultivos arborícolas com o aceite, hi­gos, agrios, etc., para cuya producción estaba bien dotada natu­ralmente la isla mallorquína, con el objeto de equilibrar con los ingresos producidos por la extracción de esos cultivos los gastos

102 Isabel M o l l B l a n e s : «La política agraria de la Sociedad Mallorquína de Am igos del País (1778-1802)», Boletín de la Cámara Oficial de Comercio, In­dustria y Navegación de Palma de Mallorca, julio-septiembre 1973, núm. 680, págs. 91 y ss.

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originados por las importaciones del trigo. En la obra de Vargas y Ponce —que recopiló, como es sabido, los datos para escribirla con la colaboración de algunos miembros de la sociedad m allor­quína— se expone con gran claridad esa vía alternativa que los ilustrados mallorquines pretendían seguir para conseguir el des­arrollo agrario de Mallorca:

«Un pensamiento que apuntan dos de sus Memorias, sobre si seria preferible anteponer la cria de árboles á la siembra de granos, merece que la sabia Sociedad Patriótica le ven­tile y dé su parecer; pues si atendiendo á que malográndo­se con freqüencia las cosechas arruina sin recursos al La­brador lo dispendioso de la labranza, á que por mas soste­nida que sea esta, las tierras delgadas y ligeras de la Isla no pueden sobrellevar grandes mieses; á que los medios de tomar otros terrenos están muy bien pintados en una Me­moria, pero algunos como el desagüe de Lugares pantano­sos son de mucho costo y por consiguiente de árdua ó im po­sible execución, y los otros no tan suficientes com o ponde­ra: y por el contrario considerando que los mas de los árboles útiles como olivos, moreras, naranjos, almendros, higueras, algarrobos, y todos los frutales dan con abundan­cia, conociéndose quanto les favorece el suave y benigno cli­ma de esta Balear, que los gastos, labores y abonos de es­tos no pueden entrar en parangón con los de las semente­ras, que en estas las ganancias son contingentes, y las pérdidas gravosas, y sin desquite, y en aquellos casi positi­vas las ganancias; si atendiendo, pues, á todo esto opinase la ilustrada Sociedad que se debían plantar los terrenos que una experiencia seguida hace ver desmienten en la cosecha, y sembrar solo los que son mas á propósito para panes, con el producto de los primeros lexos de tener un menoscabo real, hubiera un grande alivio para la compra que siempre es necesaria de los granos, y esto que resultaba en utilidad de Mallorca, se combina perfectamente con los intereses de Iviza que hemos apuntado.»103

Así, pues, la mejora de los caminos de la isla era necesario, pues su estado, como apunta el propio Vargas y Ponce, era pésimo, pe­ro, sobre todo, imprescindible si se optaba por el modelo de creci­miento agrario que hemos comentado. No es extraño que el tema de la reforma de los caminos se tratase ya en las primeras sesio­nes de la Sociedad Económica Mallorquína. En 1783 fue aproba­do por sus socios un proyecto para la reparación y com posición

103 V a rg a s y Ponce: Op. cit., págs. X IX y X X .

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de caminos, y el mapa que se confeccionó de la isla en 1784 con el patronazgo de Antonio Despuig y Dameto permitió tener una idea precisa de cuál era la situación de la infraestructura viaria de la isla.

Desde 1772 era la Audiencia la encargada de vigilar la conser­vación de los caminos y el interés que despertó su mejora dio ori­gen a una Dirección de Caminos en 1789 que fue refundida en 1793 en una Junta de Caminos formada, entre otros, por el capitán ge­neral del Reyno y los antiguos miembros de la suprimida Direc­ción, don Juan Pérez-Villamil y don Tomás de Veri. A Villam il le sustituiría, tras su salida de la isla, don Antonio Montís, mar­qués de la Bastida104.

No conocemos con exactitud cuál fue la labor que realizó Pérez- V illam il en esos organismos. Pero datos indirectos parecen indi­car que tuvo una participación decisiva en las actuaciones que aquéllos realizaron. Así parece deducirse, por ejemplo, del Elo­gio necrológico que se publicó en la Gaceta Oficial a su muerte, que dice que «comenzó la carrera de Magistrado en la plaza de Fis­cal de la Real Audiencia de Mallorca, en cuya isla dejó eterna me­moria por el acierto con que dirigió la construcción de sus cami­nos, que pueden servir de modelo para todos los del Reino»105. Lo que sí sabemos con certeza es que la mejora de los caminos ma­llorquines fue una de sus preocupaciones más queridas, o al me­nos un aspecto de la labor reformista que él considerá más im por­tante para la isla106. Esto nos lo demuestra el que ese tema fuese objeto de conversación con Jovellanos, el cual también estuvo real­mente interesado por la reforma de los caminos de Asturias. En 1796 —cuando Villamil ya había abandonado Mallorca, aunque to­davía seguía en su cargo de fiscal— conversó en Gijón con Jove­llanos sobre los caminos de Mallorca. El contenido de esa conver­sación nos lo ha dado a conocer el polígrafo gijonés en sus Dia­rios, y de allí se puede extrae el método que se había seguido en esos años en la isla para construir los caminos:

104 Véase el Kalendario y Guía de Forasteros en las islas de Mallorca, Menorca e Iviza, Palma, 1798, págs. 115 y ss.

105 Gaceta Oficial de Madrid, sábado, 17 de abril de 1824, pág. 206.106 Ha de señalarse que poco antes de su llegada a la isla en la Academia de De­

recho Patrio y Público, de la cual V illam il fue miembro activo, se leyeron interesantes disertaciones sobre el tema de caminos.

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«(Pérez-Villamil) ha construido sus caminos (los de Mallor­ca) por un método, a mis ojos, muy dispendioso, pero según el país, muy económico; les da veintisiete pies de ancho; en vez de cubija, construye dos paredones de manpuesto; po­ne despues un cimiento de piedras puestas de pico y las re­llena con tierra, después una tongada de piedra menos grue­sa, y al fin, otra de menuda, buscada a mano por niños y niñas, sin aporrillar; sobre toda esta piedra, un pie de gra­va (guijo); resulta un camino firmísimo; se pisa la piedra con carros, y el guijo con bueyes y caballos; la tierra de los rellenos se cierne; se hace todo a jornal y, sin embargo, ca­da legua le sale por 200.000 reales, poco mas.»107

La apreciación de Jovellanos sobre el excesivo costo de ese pro- cedimeinto para construir los caminos parece que fue certera. En 1798, cuando ya Villam il había dejado de ser fiscal de la Audien­cia mallorquína, se publicó por ésta una instrucción con el título de Instrucción de lo que deve observarse en la recomposición de caminos en la isla de Mallorca108, en la que se reconocía la im po­sibilidad que tenían de sufragar a base de impuestos la construc­ción de caminos de gran perfección técnica y se aconsejaba su rea­lización por un sistema más simple y por tanto más barato. «Solo necesitamos —se dice en la mencionada instrucción— componer los caminos con cascajo y grava, ó con arena dándoles declivio, ó pendiente, cuyo methodo no es invención moderna, pues es el mismo que proponía Columela». Pero aún con este m étodo más barato los gastos de construcción recaían sobre los vecinos, pues la instrucción establecía su realización por un sistema de trabajo comunitario y gratuito por parte de ellos. Los trabajos se realiza­rían en los meses estivales, cuando era menos intenso el ritmo del trabajo campesino109.

107 Diarios, t. II, Diario sexto (1795-1796), sábado, 1.° de octubre de 1796, pág. 278 (edición preparada por Somoza, Oviedo, 1954).

Como dato curioso apuntemos que en el Semanario Económico de 5 de noviembre de 1791 se insertaba este aviso al público: «El que quisiese traba­jar en la obra de los caminos de esta Isla en calidad de muchacho ó de Peón ó con carro para conducir materiales, se presentará inmediatamente á uno de los Señores Socios Don Juan Pérez Villamil Fiscal de la Real Audiencia ó á Don Thomas de Veri Capitan del Regimiento de Milicias».

108 AHM, Audiencia, documentación impresa, caja 3.109 No sabemos realmente si esta instrucción fue una reacción contra el sistema

de construcción de caminos que se había implantado en la etapa de Villamil o significó un cambio en los planteamientos anteriores propiciado por el pro­pio fiscal. Lo cierto es que en el texto (pág. 4) de la mencionada instrucción se cita a Columela, cuyas obras, sabemos, estuvo traduciendo el asturiano en Mallorca; y que, además, este sistema comunitario y gratuito de trabajo

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Por el contenido de los informes que realizó sobre recursos pre­sentados al Real Acuerdo acerca de los caminos de la isla, sabe­mos también de la decidida actitud que mantuvo en defensa de su m ejora y en la prom oción de su construcción. En 1787 el ins­pector de caminos de Sóller, don Miguel Frontera, con el informe favorable de la Sociedad Mallorquína de Amigos del País, presen­tó al Real Acuerdo, para su aprobación, un proyecto para cons­trucción de un nuevo camino entre la villa de Sóller y la ciudad en razón del mal estado y escasa disponibilidad que para el trán­sito presentaba el preexistente. El Ayuntamiento de Sóller se opu­so a la aprobación de este proyecto alegando la escasa rentabili­dad que supondría para la villa su construcción en relación con el elevado gasto, que iba a recaer sobre los vecinos, para sufra­garlo. El expediente fue informado por Villam il en 1789. El fiscal defendió la aprobación del proyecto con argumentos generales so­bre la necesidad que existía de una buena comunicación para pro­piciar el desarrollo de la agricultura, pero también con razones concretas acerca de que el mencionado camino estuviese en bue­nas condiciones para favorecer el tráfico de frutos entre Sóller y Palma.

«(...) es menester convenir en que es útilísimo para el tráfi­co interior, i para el adelantamiento de la agricultura, que los caminos, no solo tengan subsistencia i seguridad, sino también la comodidad posible, que facilite el acarreo de fru­tos, que es un articulo muy substancial del trafico.

También es cierto, que de Soller á Palma hay mucha co­municación, i exportación, por la abundancia i calidad de los frutos de aquel terreno; los quales hallarán mas fácil­mente salida por esta Bahía que por aquel Puerto.

Estas utilidades se duplican estando el camino en todo tiem po en buena disposición. Por consiguiente, no debien­do dudarse justamente de dichas proposiciones de utilidad, se hace necesario apurar si es ó no cierto que el actual ca­m ino de Soller, en la disposición en que está, surte ó no los efectos posibles para que aquella utilidad se verifique.»110

Pérez-Villamil optó por una solución intermedia en su infor­me: recomendó que se hiciesen los estudios pertinentes para sa­ber si era posible aprovechar algunos tramos del camino existen­

que se pretende implantar en la construcción de caminos en la isla recuerda el procedimiento de sextaferia con el que se construían y reparaban los ca­minos y puentes en Asturias.

110 AHM, Real Acuerdo, 1787, núm. 34.

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te y reducir de ese modo el costo de la construcción del que se pro­yectaba construir.

También prestó Villamil, en su labor como fiscal, todo su apo­yo a la política borbónica de reforma de la universidad, como se puede apreciar por el contenido de sus informes sobre los recur­sos y expedientes que se presentan al Real Acuerdo en relación con los problemas que surgieron a causa de la aplicación de la real cédula de 1786 sobre la reforma de los estudios universitarios. El objeto de esa ley era hacer realidad el modelo centralizado y uni­forme de universidad que pretendió establecer el reformismo bor­bónico. Especialmente, debió intentar Villamil, con el apoyo del Colegio de Abogados, que se concedieran con mayor rigurosidad los grados de bachiller en leyes. Como sabemos, la reforma de la profesión de abogado pasaba para el fiscal, en primer lugar, por la limitación del excesivo número que existía de estos profesio­nales y, en cierta medida, el mayor control en la concesión de los títulos, que se pretendía lograr con la mencionada real cédula, fa­vorecía dicha pretensión. De hecho, dos años después de su pro­mulgación, la no aplicación de esa ley por la Universidad Litera­ria de Palma m otivó las protestas del doctor Fiol —que además de catedrático y síndico de la Universidad, era también miembro de la junta directiva del Colegio de Abogados—, como se puede apreciar por esta anotación de su Dietari:

«En substancia, no vol el Rey que los graus se conferesquen amb la facilidad de que queda enterat el Consell.»111

Y todo parece indicar que Pérez-Villamil le apoyó en ese en­frentamiento con la Universidad, como parece deducirse de esta otra anotación:

«Som anat, hora baxa, a consultar a el Sor. Fiscal sobre el asumpte de la protesta, informantlo de les indignes expres- sions del Rector esta tarde y el dia del Bachiller de Mata Li­nares, y tambe sobre Diputat elegit per la Univergidat con­tra el meu sentir. Me ha aprovat un y altre moltissim ...»112

111 A . P o n s : Dietari..., op. cit., 5 de abril de 1788. Citado en Carmen A l o m a r E s- t e v e : « L os estudios de Derecho en Mallorca, 1721-1829», Estudis Baleárics núm. 11, diciembre 1983, pág. 25.

112 A . P o n s : Dietari..., op. cit., vol. II, pág. 321, día 6 de mayo de 1788.

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Del Dietari del doctor Fiol se desprende también cóm o Villa- m il intervino en los intentos del Colegio de Abogados de Palma de reformar la práctica forense, algo que, como también sabemos, propugnaba Pérez-Villamil para mejorar la profesión de abogado:

«Junta a la Congregacio del Collegi de Advocats. Eren los oficiáis menors, Contestí y vuit altres, y ha assistit el Sor. Fiscal, y ha seguit despres de el Decano. Se ha perlat sobre arreglar la practica forense y se ha convocat per diumenge vinent.»113

3. JUAN PÉREZ-VILLAMIL Y EL PROBLEMA CHUETA

Como hemos apuntado anteriormente, Villamil ya tenía un co­nocimiento detallado de la problemática chueta cuando fue nom­brado fiscal de la Audiencia mallorquína, puesto que él y don Mi­guel Gabaldón y López habían intervenido como abogados de la ciudad, el Cabildo y la Universidad en una de las demandas pre­sentadas por estas instituciones ante el Consejo de Castilla con­tra las pretensiones de igualdad de la mencionada minoría.

De hecho, su participación en este pleito debió de ser el m oti­vo que llevó a Villam il a fijar su atención sobre la m inoría va- queira del occidente de Asturias, en donde está situado el concejo de Navia, en el que había nacido. Sabemos por Miguel de Lardi- zábal y Uribe114 que antes de 1786, es decir, con anterioridad a ser nombrado fiscal de Mallorca, Villamil realizó en aquella parte de Asturias investigaciones sobre los vaqueiros de alzada y que coin­cidió en esa tarea con Jovellanos, el cual, de creer lo que dice Lar- dizábal, entregó el fruto de las suyas a aquél. Es posible que con los datos recogidos por uno y otro, Villamil escribiese una obra u opúsculo sobre ambas minorías titulada Los vaqueros de Astu­rias y chuetas de Mallorca. A l menos, a ella hace referencia Cane- 11a en su biografía de Villamil, considerándola como perdida115.

113 Idem, día 15 de junio de 1788. También día 22 de junio de ese año. El Dr. Fiol (1728-1790), doctor en ambos Derechos, fue cofundador del Colegio de Abo­gados de Palma en 1779. Estaba casado con la hermana de B. Serra. Ostentó además los cargos de abogado de pobres y asesor ordinario del Regimiento de Milicias. Mantuvo una estrecha amistad con Villamil, según se despren­de de su Diario. Recién llegado el fiscal a la isla, le gestionó el alojamiento.

114 Miguel de L a r d i z á b a l y U r ib e : Apología por los agotes de Navarra, y los chuetas de Mallorca, con una breve digresión a los vaqueros de Asturias, Madrid, 1786, págs. 20 y 21.

115 F. C a n e l l a : Historia de la Universidad de Oviedo, op. cit., pág. 697.

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Gabaldón y Pérez-Villamil intervinieron en el pleito que ha­bía suscitado el Memorial presentado en 1773 por los diputados de la minoría chueta ante el Consejo de Castilla pidiendo su equi­paración legal con los otros mallorquines, cuando el expediente instruido por el A lto Tribunal había cubierto ya su primera eta­pa. En efecto, en 1774 se había producido ya el dictamen favora­ble del fiscal Campomanes a las pretensiones de los chuetas. Pe­ro el Consejo, para formalizar definitivamente este expediente an­tes de proceder a su resolución, ofreció al Cabildo, ciudad y Universidad una nueva posibilidad de exponer sus argumentos contra los chuetas. Estas instituciones hicieron nuevas alegacio­nes en defensa del mantenimiento de la situación existente, y en contestación a ellas los chuetas elevaron al Consejo un Manifies­to argumentando en contra de los informes que habían presenta­do las instituciones mallorquínas. Como réplica a este Manifies­to, ciudad, Cabildo y Universidad encargaron a Gabaldón y Pé­rez-Villamil, cuyo bufete era en aquel tiempo uno de los de mayor prestigio en la Villa y Corte, que rebatiesen los argumentos es­grimidos por los chuetas en él116.

El citado escrito lleva por título Papel en derecho. Respuesta al m anifiesto que entregaron á los Señores del Consejo los Dipu­tados de los Individuos, llamados de la «Calle», que habitan en la Isla de Mallorca, en satisfacción de lo que respectivam ente se opuso por la Ciudad, Cabildo Eclesiástico, y Universidad de la Ciudad de Palma, Capital de aquella Isla. A fin de que no se con­ceda a los descendientes de Judíos la igualdad que solicitan con los Hombres buenos del Estado general del Reyno de Mallorca, y se observan como hasta aquí los respectivos Estatutos de lim­pieza de aquella Isla, y la costumbre inmemorial de excluirlos de todas las Dignidades, Oficios públicos, y entrada en los Cuerpos y Gremios de Mallorca111. Con esta alegación terminó la instruc­ción del expediente y el 16 de marzo de 1779 dictó su resolución el Consejo, ratificando el dictamen anterior emitido por Campo- manes (aunque, como es sabido, la sentencia real no se firmaría hasta el 29 de noviembre de 1782).

116 Sobre el tema véase el interesante libro de Juan R i e r a : Carlos III y los chue­tas mallorquines, Valladolid, 1975.

117 Va fechado en Madrid a 15 de febrero de 1778. Hemos localizado un ejemplar en la Biblioteca Xeral da Universidade de Santigo de Compostela, pero ha­remos la paginación de las citas por el texto que aparece en Reivindicación de los judíos mallorquines. Documentos para su estudio, voi. I, Palma de Mallorca, 1983 (edición a cargo de Lorenzo Pérez Martínez).

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J E S U S ,M A R 1A , T J O S E P H .

P A P E LE N D E R E C H O .

RESPUESTA AL MANIFIESTO,,que entregaron á los Señores del Consejo los Diputados de los Individuos, llamados de la Ca­lle , que habitan en la Isla de Mallorca , en sa­tisfacción de lo que respectivamente se opuso' por la Ciudad , Cabildo Eclesiástico , y Uní-,

vcrsidad de la Ciudad de Palma, Capital,de aquella Isla.

A F I N D E Q U E

NO SE CONCEDA A LOS DESCENDIENTES de Judíos Ai igualdad que solicitan con los Hombre} . buenos del Estado general del Rcyno de Mallorcay se observen co* lito basta aquí los respetivos Estatutos de limpieza de aque­lla Isla, y la costumbre inmemorial de excluirlos de todas las Dignidades , Oficios públicos, y entrada en los Cuerpos y Gremios de Mallorca.

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Este Papel en derecho se ha venido interpretando —tal es el caso de Gabriel Cortés i Cortés en su Historia de los judíos ma­llorquines y de sus descendientes cristianos118— como expresión de una actitud totalmente contraria a hacer la menor concesión a las pretensiones de equiparación social de los chuetas, en con­traste con la igualdad total que habían supuesto las leyes promul­gadas a su favor. Pero un examen detenido de su contenido nos demuestra que, en realidad, la real cédula de 1782 y las posterio­res de 1785 y 1788 en que se concretó el dictamen del Consejo estu­vieron en perfecta concordancia con las peticiones que, en repre­sentación de las instituciones mallorquínas, formularon Gabal- dón y Pérez-Villamil en su alegato. Aunque si bien es cierto que en este escrito se repite alguno de los argumentos fundamenta­dos en la intolerancia y el sectarismo que se habían utilizado ya en los informes emitidos anteriormente por la ciudad, Cabildo y Universidad, no lo es menos que su tesis central es la de que el Consejo no debía juzgar las peticiones de los chuetas atendiendo únicamente a los principios, sino teniendo en cuenta las circuns­tancias reales de marginación en que se desarrollaba la vida de aquéllos en Mallorca. En efecto, los gobernantes ilustrados pre­tendían establecer dentro de la Monarquía —sin romper, eso sí, las compartimentaciones estamentales— una homogeneidad so­cial que supusiera la recuperación de los grupos sociales margi­nados convirtiéndolos en población útil. Por ello, la finalidad de Gabaldón y Villam il en su escrito era tratar de evitar —cediendo para ello hasta donde era posible en las pretensiones de sus clientes— que el Consejo basándose en este planteamiento, que sin duda ellos compartían, no concediese la equiparación legal ple­

118 Palma de Mallorca, 1985, 2 vols. En realidad es una obra póstuma del autor, que ya tenía ultimada en 1944.

Un párrafo significativo de la interpretación que se hace en esta obra del Papel en derecho es el siguiente: «Todo el documento en cuestión no es más que un tejido de arbitrariedades reflejo del odio racial y de la envidia eco­nómica que sentían ciertos elementos. No es fácil su lectura sin sentir el áni­mo indignado ni tener barruntos de asco. Es inverosímil que todo ello fuera sostenido por personas respetables: magistrados, jurados o cencejales y dig­nidades de la catedral. Es tan fuerte la impresión que causa que equivale a la mejor descripción de una época y de sus costumbres. Entre el Papel y el Manifiesto se dibuja toda una sociedad con sus injusticias y sus vicios. Nin­gún escritor sería capaz de dar una mejor fotografía de la corrupción moral a que se puede llegar en aras del orgullo y de la indignidad. Por otra parte, la causa de los perseguidos brilla más al contemplar los argumentos de sus enemigos de siempre» (vol. II, pág. 322).

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na a los chuetas. Para ello argumentaban que atendiendo a las cir­cunstancias reales de no aceptación generalizada que sufrían los chuetas, lo más conveniente era concederles una equiparación par­cial, pues los prejuicios que existían contra ellos harían ineficaz cualquier intento de establecer una igualación inmediata y total de los individuos de la Calle —como respetuosamente se les de­nominaba en el citado escrito— con los demás mallorquines.

Está claro que Gabaldón y Pérez-Villamil proponían una so­lución intermedia que permitiese a los chuetas ejercer los oficios mecánicos y su acceso a los gremios, identificándose con el obje­tivo de Campomanes de convertirlos en vasallos útiles, eliminan­do de las ordenanzas gremiales cualquier prejuicio racial, religioso o social —«las odiosidades»— que no permitiese form ar parte de ellos a cualquier hombre, pero sin que pudiera ejercer oficios no­bles. Se respetaban con ellos los intereses de sus clientes —Uni­versidad Literaria, Estado eclesiástico y ciudad de Palma— y se impedía, com o pretendía Campomanes, que accediesen a las pro­fesiones de honra y cargos eclesiales —lo que tenderían a hacer sin duda, si lograban la equiparación total, por su alto nivel eco­nóm ico y «engreídos en las declaraciones favorables se hiciesen holgazanes y émulos de la nobleza»—, cuyo número consideraban los ilustrados que era ya excesivo y su utilidad social menor que la de los comerciantes y artesanos.

Esta postura era, pues, compatible con la promulgación de unas normas legales de contenido limitado que favoreciesen a largo pla­zo la asimilación definitiva de la minoría chueta, mientras que el intento de legalizar la equiparación total provocaría, en las cir­cunstancias de animadversión que existían contra ellos, un recha­zo frontal por parte del resto de la población mallorquína.

«El fin de todo este discurso —se dice en ese sentido en el Pa­pel en derecho—, com o todo ello acredita, no ha sido sostener los vulgares prejuicios que confesamos estendidos sobre esta mate­ria aun entre algunos individuos de la república literaria : se diri­ge á impugnar mucha de la teoría que suele traer en favor de los conversos y de sus descendientes, porque estas serían generalida­des comunes que flaquean con que se alteren algunas circunstan­cias. Nada de eso es el fin de los Cuerpos que representan: es solo su ánimo demostrar en este Papel (que se acomoda con sus senti­mientos y con sus instrucciones) y proponer á los señores que han de consultar este asunto grave, que no es tiempo aun de igualar á los descendientes de Judíos de Mallorca con los demás christia- nos de la isla: que no pafece conveniente dar por ahora una pro­

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videncia general y efectiva contra el torrente de la opinión de to­do un reyno en que se halla estendida una mala nombradla acer­ca de aquellas familias: que asi como en otro tiempo nuestros gloriosos soberamos procuraron por medio de la separación de los Moriscos confundirlos entre los demás, para que al fin ese mas nu­mero de familias aumentasen la poblacion del reyno, asi en Pal­ma se haga primero una separación de los que llaman de la Calle, dexando al tiempo que borre las impresiones que están ahora tan vivas y acaso mas encarnizadas: que el actual estado si en quanto á la religión, como en orden á la sociedad, cuya consideración en­tra necesariamente para cambiar qualquiera providencia, no per­mite aun que aquellos mal nombrados entren en las cáthedras, en coro y en los oficios republicanos.»119

Inspirada, sin duda, por la propia experiencia de Pérez-Villa- mil, en una de las anotaciones del Papel en derecho se argumenta la escasa eficacia e incluso el efecto negativo que podría originar el establecimiento legal de la igualdad total e inmediata, basán­dose en que en el caso de los vaqueiros de alzada asturianos y los agotes navarros se seguía manteniendo la discriminación hacia ellos por la mala nombradla que tenían aún, sin que existiera si­quiera la menor duda de su fe, como ocurría entre los chuetas:

«¿Quién será capaz de derribar de un golpe, ni en muchísi­mos años, del corazón de los Asturianos, Navarros y Cata­lanes los sentimientos que tanto tiempo ha tienen formado respectivamente de los Baqueiros, Agotes, y descendientes de los Judíos convertidos por la predicación de San Vicente Ferrer? Ninguno de todas estas familias (de los primeros se halla bien instruido uno de nosotros) ha buelto al vom ito de los errores de sus primeros ascendientes, son buenos chris- tianos, no gastan en los actos exteriores de Religión aquel melindre que los mas de los de la Calle usan en las Iglesias; y sin embargo además de vivir con separación de todos los demás, y estar excluidos de todo oficio honorífico, los A go­tes hasta pila de agua bendita y lugar se les tiene señalados, y á los Baqueiros en algunas Iglesias de Asturias les tienen señalada sepultura, enterrándolos más abajo de un madero que atraviesa todo lo ancho del pavimento de la Iglesia, de­jándoles como una tercera parte del cuerpo en ellas. Uno de nosotros lo há visto en la Iglesia de Santiago aneja á la Pa­rroquial de la Villa de Luarca. ¿Y sería cordura dar ahora repentinamente una providencia general por igualar á los Agotes y Baqueiros con los demás hombres buenos del esta­do general de las Provincias donde residen?»120

119 Papel en derecho..., pág. 266. El subrayado de los párrafos es nuestro.120 Idem, pág. 239 (nota V).

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La mala nombradla que tenían los chuetas en Mallorca no po­día desaparecer solamente por la promulgación de leyes en su fa­vor, se dice en el escrito apoyándose en la situación discrim inato­ria que padecían las otras minorías marginadas com o los vaquei- ros asturianos, cuyas circunstancias de marginación conocía perfectamente Villam il. La conclusión es, pues, que «ni este re­curso, ni este problem a político se pueden decidir por los princi­pios de la materia; el modo, a lo que creemos, de resolverlo con felicidad es preparar con providencias lenitivas e indirectas los ánimos de los Mallorquines, para que con el tiem po se borren de sus corazones las impresiones de los de la Calle». Y «entre tanto deben permanecer estos exccluidos de todos los oficios de honra, porque verdaderamente ellos no tienen buena fam a»121.

El contenido de las reales cédulas que se promulgaron en fa­vor de los chuetas es concordante con los planteamientos que se hacen en el Papel en derecho. En cierto sentido, no eran ni más ni menos que esas providencias lenitivas e indirectas que debían ir preparando la asimilación e igualación total de los chuetas a largo plazo, al mismo tiempo que permitían el que pudiese apro­vecharse plenamente su capacidad productiva y tributaria. Así, la real cédula de 1782, además de prohibir con severas penas que se les injuriase y maltratase, no sólo permitía a los chuetas habi­tar en cualquier lugar de Palma o de Mallorca sino que también establecía que «se les incline, favorezca y conceda toda protección para que así lo executen», con el objeto de que se cumpliese el pri­mer paso para su integración: romper con su aislamiento y propi­ciar su mezcla con los otros habitantes de Palma122. En la de 1788

121 Esta fue la misma actitud que adoptó el poder posteriormente con los vaquei- ros de alzada, cuando éstos durante la primera restauración femandina tra­taron de que se prohibiese por ley el empleo del término vaqueiro por la con­notación de insulto que había llegado a alcanzar. Sin duda, éstos estaban si­guiendo el ejemplo de los chuetas, que habían logrado con la real cédula de 1782 que se prohibiese «que se les notase ó señalase con el dicterio de Chue­tas, de la Calle, ni de otro apodo ó denuesto alguno con que se indicase su Estirpe por afrenta ú ofensa baxo de severas penas».

Sobre el tema, véase Julio Antonio V a q u e r o Ig l e s ia s y Adolfo F e r n á n ­d e z P é r e z : «Nuevos datos sobre la marginación de los vaqueiros de alzada», en Astura, núm. 5, 1986, págs. 11-24.

122 En el Papel en derecho se decía en ese sentido que «es muy justo, que en con­formidad de las leyes de la nación se castigue al que con el nombre de Chue­tas, otro apodo, ú denuesto injurie á los descendientes de Hebreos que hay en Mallorca». Asimismo, como ya hemos apuntado, se señalaba que «en Pal­ma se haga primero una separación de los que llaman de la Calle, dexando al tiempo que borre las impresiones que están ahora vivas y acaso más en­carnizadas» (Papel en derecho..., op. cit., págs. 2 0 0 -2 0 1 y 266, respectivamente).

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se alcanza el techo de las concesiones que, según el Papel en dere­cho, era factible hacer a los chuetas: los declaraba «idóneos para exercer las artes, oficios y labranzas, del mismo m odo que á los demás vasallos del estado general del Reyno de Mallorca, sin que por ningún m otivo se les impida emplearse en esas ocupaciones». En efecto, en el mencionado alegato jurídico sólo se rechazaba ex­presamente el derecho de los de la Calle a acceder a los oficios de honra y, al pedir en el mismo que se distinguiese claramente en­tre los de honra y los mecánicos, se aceptaba tácitamente el que los chuetas pudiesen ejercer estos últimos. Y, sin duda, la ambi­güedad calculada con que se redactó la real cédula de 1788 permi­tió mantener —como lo pretendía el Cabildo, la Universidad y la ciudad— excluidos de esos cuerpos a los de la Calle por la opinión generalizada que existía sobre su falta de honra por su ascenden­cia judía. Por ello, la Universidad, los regimientos y el coro les siguieron estando vedados, a la espera de que con el tiempo la ma­la nombradla desapareciese, como esperaban que ocurriese Ga- baldón y Villamil.

Como fiscal, Pérez-Villamil actuó respecto a los chuetas de acuer­do con el planteamiento que se hacía en el Papel en derecho122. Ya hemos visto cóm o apoyó la eliminación de las «odiosidades» para el ingreso en los gremios. Pero también tenemos prueba documen­tal de su oposición a los intentos que hicieron algunos miembros

123 Esta actitud matizada de Pérez-Villamil ante el problema chueta contrasta vivamente con la que mantuvo el anterior fiscal de la Audiencia mallorquí­na, don Antonio Fernández de Córdova. Este en octubre de 1782 —cuatro me­ses antes de que se promulgase la primera real cédula favorable a los chuetas— emitió un dictamen dirigido al rey, en el que fundándose en quin­ce razones, recomendaba el traslado de los chuetas a Menorca y cuando su número fuese excesivo en esta isla pasasen a ocupar las de Cabrera y For- mentera. Con esa medida, que produciría además numerosos beneficios tan­to en Mallorca como en Menorca, se acabaría con sus pretensiones de igual­dad, para lograr la cual «valiéndose de sus astucias y ardides no dejan de ir saliendo a otros barrios con el verídico pretexto de que ya no cabe su mul­titud en su corta demarcación, como de contraer matrimonios con personas esentas de su mala raza, tanto en la ciudad como en otros pueblos de la isla, con lo que dan pábulo y motivos tanto á públicas desavenencias entre sus nuevos convezinos como a enemistades irreconciliables domésticas en las fa­milias con quienes se mezclaron, fomentando sobre intereses interminables litigios» (Dictamen recogido en Reivindicación de los judíos mallorquines, op. cit., pág. 270).

La actitud antixueta del fiscal aparece reflejada también en distintos pa­sajes del Tratado Octavo (De los judíos de Mallorca) de las ya citadas Noti- zias Ynstrumentales del Reyno de Mallorca, escritas por el propio ma­gistrado.

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más destacados de la minoría chueta para lograr su reconocimien­to de nobles. En efecto, el 7 de agosto de 1793 Pérez-Villamil in­formó negativamente la pretensión que presentó Bruno Cortés an­te la Cámara de Castilla para que se le reconociese la condición de noble124. En 1791 el mencionado Cortés solicitó que se le decla­rase «hacendado i que se le guarden las mismas prerrogativas i preeminencias que gozan los de esta clase i mercaderes de este rey- no». En un nuevo memorial que presentó en 1792 ante el mencio­nado Consejo añadió a la petición anterior la de que se le conce­diese ¿a condición de ciudadano militar. Los ciudadanos milita­res gozaban en Mallorca de una condición de nobleza similar a la que en Castilla ostentaban los hidalgos. Y aunque aquéllos no dis­frutasen, com o los nobles de sangre, del privilegio de exención tributaria ni del de ser juzgados por jueces nobles, y estuviesen obligados a ejercer los cargos públicos concejiles y de la adminis­tración del pueblo, el reconocimiento de Bruno Cortés com o ciu­dadano militar lo convertía en noble y le iba a permitir el acceso al cargo de regidor.

Ante estas peticiones, la Cámara de Castilla pidió a la Audien­cia mallorquína que informase de las circunstancias y méritos per­sonales que alegaba el demandante para la mencionada concesión. Villam il, com o fiscal, fue el encargado, a su vez, de realizar este informe para la Audiencia. En él reconoce que el padre del men­cionado Bruno Cortés tenía la hacienda precisa para mantenerse con la decencia que era necesaria a una persona noble y que goza­ba, además, de buena fama, vida y proceder en sus tratos, como igualmente había contribuido al servicio del rey y alivio de los pobres. Pero también que es de una familia que notoriamente se sabe que es descendiente de judíos y que por lo tanto «no puede dexar de reconocer, que su familia tiene esta aborrecida mancha de origen, i posterior estado de penitencia i castigo, por ser gene­ral, sin excepción, de todas las de la Calle». Igualmente, el fiscal constata que en el estado actual de la opinión pública esta fam i­lia, com o todas las de su origen, son infames de hecho y que como tales —y esto es prueba de la poca eficacia que hasta entonces ha­bían tenido las reales cédulas promulgadas a su favor— ni «se les admite en la Iglesia para Ministros del Altar, ni en la Universi­dad para oír ciencias como matriculados en ellas, ni en los oficios de gremio de las demás familias del brazo, ni á los que son comer­ciantes los reputa el Consulado capaces de oficio i empleo en el;

124 AHM , Real Acuerdo, 1793, núm. 4.

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ni hay quien arrastre, por pobre que sea, á casar con tales fam i­lias, en las quales por esta causa de enlazarse necesariamente en­tre si, se nota, á manera de los Brachmanes de Asia, una physiog- nomia propia, que declara los individuos de ellas entre los demas habitantes».

Establecidos los hechos, Villamil fundamenta su negación a la concesión de la condición de noble a Bruno Cortés con los argu­mentos centrales que él y Gabaldón habían desarrollado en el Pa­pel en derecho:

«Estos hechos son ciertos; lo es también que hay mezclado en ello mucho de preocupación; i que da lastima contemplar esta situación de algunos centenares de personas; pero en las sociedades hay de estas opiniones que no pueden borrar las leyes, ni acometerse derechamente; i entretanto que el tiempo, ayudando a medios indirectos i providencias, que hasta ahora no hay, i que por ventura deberían comenzar de los mismos interesados, las borra, es necesario que la phi- losophia, sino cede, contemporize con aquel modo de pen­sar, ...»125

No existían, pues, concluye el fiscal en su informe, las circuns­tancias para conceder al demandante la distinción civil que soli­citaba, puesto que no sólo no sería aceptada por los mallorquines, sino tampoco por parte de sus propios parientes y la generalidad de los de la Calle. Villamil arguye esta segunda afirmación seña­lando, no sabemos si como expresión de una realidad cierta o co­mo argumento dialéctico para defender su dictamen, que ante el fracaso de las leyes promulgadas y la persistencia de su margina- ción, la comunidad chueta, de manera generalizada, había llega­do «a persuadirse i á consentir, por decirlo así, en su infamia, i á reconocer que, ni el despacho favorable de la pretensión de Cor­tés, ni providencias de igualdad, ni otros medios así directos co­mo estos, podrán borrar jamás tal opinion i nombradía».

Los chuetas, según esto, habrían terminado aceptando los pro­pios argumentos con que Villamil defendió, contra sus deseos de igualdad social plena, los intereses de la ciudad, Cabildo y Ayun­tamiento. Lo que sí, por una parte, es difícil de aceptar, como de­muestran las pretensiones de Bruno Cortés, por otra, parece ser una prueba de la coincidencia entre las posiciones de los gober­nantes ilustrados sobre el problema chueta y las que se mantu­vieron en el mencionado Papel en derecho.

125 Ibidem.

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BABLE CENTRAL: DOBLE COMPORTAMIENTO DE LA |-A| DE LOS SUSTANTIVOS EN LA

ALTERNANCIA SINGULAR/PLURAL

J e s ú s N e ir a M a r t ín e z

1) La alternancia de -a/-es dentro del sistema nominal, asocia­da a la oposición singular/plural, es uno de los rasgos m orfofono- lógicos más característicos de la mayoría de los bables centrales1 y que los diferencia lo mismo de los de oriente y occidente que del castellano:

Singular Plural: Bable central Plural: Bable Or. Occ. y Cast.la casa nueva les cases nueves las casas nuevas

Se trata de una norma que está en plena vitalidad. Se puede observar lo mismo en el uso de las voces patrimoniales com o en las adaptaciones de los préstamos castellanos últimos: la azafa-

1 Sobre la alternancia | -a| | -es| en los bables centrales, se han tenido en cuenta los siguientes estudios:C a n e l l a d a , M.a J. (1944): El bable de Cabranes, Madrid, p á g . 13. R o d r íg u e z C a s t e l l a n o , L . (1952): La variedad dialectal del Alto Aller, p á g s .

65-66.N e ir a M a r t í n e z , J. (1955): El habla de Lena, Oviedo, p á g s . 14 y 39.G a r c í a A l v a r e z , C. (1961): «El nombre en el bable de Bimenes», B.I.D .E.A .,

XLIV, pág. 557.D ía z C a s t a ñ ó n , M .a C . (1966): El bable de «El Cabo de Peñas», O v ie d o , p á g .

144.M a r t ín e z A l v a r e z , J. (1968): Bable y castellano en el concejo de Oviedo, Ovie­

do, pág. 74.M a r t ín e z A l v a r e z , J. (1977): «El cambio |-as|>|-es| del asturiano central»,

ARCH IVU M , X X I I , págs. 291-303.C o n d e S a i z , M.a V . (1978): El habla de Sobrescobio, Mieres, pág. 134. V a l l i n a A l o n s o , C . (1985): El habla del sudeste de Parres, Oviedo, pág. 81. M e n é n d e z P id a l (1962): El dialecto leonés, I .D .E .A . , Oviedo, págs. 56-57. L a p e s a , R. (1948): Asturiano y provenzal en el Fuero de Avilés, Salamanca,

pág. 24.

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ta/les azafates, la vitamina/les vitamines. La capacidad expan­siva de la alternancia -a/-es es bien perceptible en la zona central; gentes con otros hábitos lingüísticos de diversa procedencia su­plantan el -a/-as originario por éste. No obstante, los límites geo­gráficos de la isoglosa casa/cases permanecen inalterables2.

2) Menéndez Pidal ya había señalado en su Dialecto leonés (1906) los plurales en |-es| como rasgo caracterizador de los bables del centro frente a los de oriente y occidente. Lo mismo han he­cho los investigadores que después de él se han ocupado de estas hablas3. Pero de la observación directa del habla viva actual en esta área central asturiana se deduce que la alternancia -a/-es que­da limitada a los sustantivos femeninos. Si los sustantivos ter­minados en -a son masculinos, esta alternancia no se produce4. Esto se puede comprobar en los siguientes casos:

a) Si sólo existe o tiene uso la forma masculina: el poeta/los poetas, el pirata/los piratas, el marica/los maricas, el poblema/los poblemas, el maerista/los maeristas, el maquinista/los maquinis­tas, el barrenista/los barrenistas.

b) Si el mismo sustantivo con igual significado puede funcio­nar com o masculino o femenino (género común), posee, en cuanto al vocalism o final, un doble comportamiento: -a/-es en los feme­ninos, -a/-as en el masculino: el telegrafista/los telegrafistas, la telegrafista/les telegrafistes; el periodista/los periodistas, la pe­riodista/les periodistes; el socialista/los socialistas, la socialis­ta/les socialistes.

2 Para una delimitación de conjunto véase R o d r íg u e z -C a s t e l l a n o (1952): La variedad dialectal del Alto Aller, Oviedo, págs. 65-68 y mapa adjunto; (1954): Aspectos del bable occidental, Oviedo, págs. 100-106; (1960): «La frontera orien­tal de la terminación -es (-as) del dialecto asturiano», B.I.D.E.A., págs. 106-118.

3 «En un territorio, reducido hoy al asturiano central, las terminaciones átonas de -as, -ais, -an cambian su -a en -e» (M e n é n d e z P i d a l : Dialecto leonés, pág. 56). Esta afirmación se repite en G a r c í a d e D ie g o (1946): Manual de Dialec­tología española, Madrid, pág. 139; Z a m o r a V ic e n t e (1970): Dialectología es­pañola, Madrid, pág. 113; L a p e s a (1980): Historia de la lengua española, Ma­drid, pág. 489.

4 La ejemplificación proviene de la observación directa del habla viva de la zo­na central y de nuestra propia conciencia de hablante. Las monografías dia­lectales sobre esta zona no aluden expresamente al doble tratamiento de los plurales en los sustantivos. Esto se debe a que su atención se ha fijado de mo­do preferente en los rasgos no concordantes con la norma castellana. Sólo en dos estudios se señala expresamente el doble tratamiento: C o n d e S a i z : El ha­bla de Sobrescobio, y V a l l i n a A l o n s o : El habla del sudeste de Parres.

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BABLE CENTRAL 139

c) Si se trata de sustantivos homófonos que difieren no sólo en el género sino en el significado, se produce el doble com porta­miento del apartado anterior: el maleta/los maletas, la maleta/les maletes; el guía/los guías, la guía/les guíes; el cura/los curas, la cura/les cures; el corneta/los cornetas, la corneta/les cornetes.

Intentaremos mostrar cómo, partiendo de una base protorro- mánica -a/-as procedente del acusativo latino de la primera (ro- s a m /r o s a s ) se ha producido el cambio posterior de -a>-e, cuál ha sido su función y, finalmente, las causas del doble resultado partiendo del mismo contexto fonético.

3) El esquema nominal latino -a/-as, correspondiente a la opo­sición singular/plural en los sustantivos en -a y en los determi­nantes y adjetivos concordantes con ellos, se ha mantenido has­ta hoy en la m ayor parte del dominio lingüístico hispano-romá- nico: i l la m p o r ta m n o v a m /i l la s p o r ta s n o v a s >la puerta nueva/las puertas nuevas, o a porta nova/as portas novas. La -a, vocal de máxima abertura y perceptibilidad, tiende a perdurar aun en posición átona final. Pero en dos zonas hispánicas, y des­de época muy temprana, el esquema -a/-as, sin cambio de conte­nido, se ha convertido en -a/-es. Esto ha ocurrido en dos áreas hoy distantes y muy desiguales entre sí: una amplia zona oriental ex­tendida por Cataluña, Valencia y Baleares, y otra limitada al cen­tro de Asturias. Sin embargo, las semejanzas en este punto entre las dos áreas no son totales. La semejanza no es tanta com o la or­tografía puede indicar: la poesía/les poesíes, la casa/les cases. En prim er lugar, hay que distinguir dentro del catalán la modalidad oriental de la occidental. En ésta (leridano y valenciano) la reali­zación para -a/-es es semejante a la asturiana. El hablante perci­be con claridad la doble realización vocálica a/e. Esta distinción que refleja la ortografía sería la norma primitiva. En el catalán oriental se ha producido con posterioridad la neutralización de -a, -e átonas finales, con la realización única de [ a]5 la casa [1* ká- zd ]/les cases [las káz'&s]. Por otra parte, en el bable central, a di­ferencia de lo que ocurre en el catalán, la alternancia a/es sólo se verifica con sustantivos femeninos: el poeta/els poetes (catalán); el poeta/los poetas (bable central).

5 A l a r c o s (1960): «La constitución del vocalismo catalán», Studia Philologica. Homenaje a D. Alonso, Madrid, I, págs. 35-49.R o c a P o n s , J. (1971): Introducció a l’Estudi de la llengua catalana, Barcelo­na, pág. 305.

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4) Testimonios diversos parecen indicar que la alternancia -a/-es se daba con mayor o menor regularidad en más zonas que en la actualidad. Menéndez Pidal atestigua en el dominio leonés enclaves de -a/-es muy alejados del núcleo central asturiano, y en escritos del período medieval casos semejantes más allá del terri­torio lingüístico leonés6. Por otra parte, en los textos mozárabes meridionales, aunque predomina el esquema -a/-as, también hay ejemplos de -a/-es1.

Toda esta serie de hechos ha inducido a pensar a algunos lin­güistas en una prim itiva área compacta -a/-es cuyo resto se redu­ce hoy a las áreas dispersas del catalán y de los bables centrales. Así lo sugiere Menéndez Pidal8. Pero se trata de puntos geográ­ficos muy distantes entre sí y de variedades lingüísticas muy di­versas en lo fónico y en lo m orfológico, dentro de la base románi­ca común. La coincidencia en los resultados pudo proceder, en nuestra opinión, de evoluciones convergentes muy explicables, puesto que partían de una misma base morfofonológica. En el paso del singular al plural, la |a| del sigular se modifica, se altera en su realización por el influjo de la |-s| implosiva. Adquiere entonces un matiz palatal que la acerca o la confunde con la |e|, la vocal de abertura más próxim a a ella. La fijación de esta alternancia fonológica como hecho de norma presente en estas áreas se debe a su reiteración al tratarse de una variación m orfológica y tam­bién a que, de este modo, se realza la oposición sigular/plural. Se hace más nítido el contraste de número: la casa/les cases. La |-s| es la marca del plural, la |e| refuerza la oposición9.

5) En los textos asturianos medievales, el esquema -a/-es apa­rece localizado en la zona central en torno a Oviedo y a otros nú­cleos urbanos importantes como Avilés o Gijón. Para Menéndez

6 M e n é n d e z P id a l (1964): Orígenes del español, M a d r id , § 922 y 4

7 S a n c h ís G u a r n e r (1960): «El mozárabe peninsular», en Enciclopedia lingüís­tica hispánica, Madrid, págs. 309-310 y 326.

8 M e n é n d e z P id a l (1960): «Dos problemas iniciales relativos a los romances his­pánicos», en Enciclopedia lingüística hispánica, Madrid, págs. XLVIII y XLIX.

9 En el verbo se ha producido lo mismo en los bables del centro que en el ca­talán una alternancia vocálica semejante por su origen (palatalización de -a + -s ~s-n implosiva) y por su función: realzar la oposición 1 .a persona del sin­gular^ . 3 (canto/cantas > canto/cantes (bable central y catalán); canta­ban/cantabas > cantaba/cantabes (bable central) y cantava/cantaves (en ca­talán) ó 3.a persona del singular/3.a persona del plural canta /cantant> can­ta/canten en bable central y catalán; cantaba/cantabant > cantaba/cantaben en bable central y cantava/cantaven en catalán).

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BABLE CENTRAL 141

Pidal, estos primeros testimonios de plurales tipo cases, vaques reflejan una innovación surgida en la corte ovetense, en relación probable con hábitos lingüísticos de la antigua corte toledana10. Pero, haya sido innovación autóctona o haya sido estimulada por los mozárabes toledanos, lo cierto es que este tipo de plural ha per­durado en toda el área central hasta nuestros días. No ha tenido, en cambio, capacidad expansiva sobre los otros bables asturianos. Oriente y occidente más una pequeña zona central del sur (Alto Lena y A lto Aller) han conservado el esquema latino -a/as en con­cordancia con el castellano o gallego.

6) En la base del cambio -a/-es hay una causa fonética: palata­lización de la |a| por |-s| implosiva. En la generalización del cam­bio ha influido el carácter morfemático de la segunda -a y la ca­pacidad de que la alternancia -a/-es adquiera una función de ras­go redundante, intensificador de la oposición singular/plural. Dentro de estas características generales, cada habla ha seguido su camino propio. En el bable central el cambio pudo iniciarse en sintagmas del tipo de la fuente/las fuentes. El rasgo palatal de la |a| de las pudo intensificarse por la atracción de la -es de fuen­tes: la fuente/las fuentes pasaría a la fuente/les fuentes. Este mo­delo inicial actuaría después sobre otros sustantivos femeninos en -a: la casa/les cases11. Por otra parte, la función hipercaracte- rizadora de la alternancia -a/-es de los sustantivos en a se aseme­ja a la correspondiente de los sustantivos en -u. Aquí el contraste entre singular/plural es máximo, pues a la alternancia -u/-os se une la variación metafonética de la vocal tónica: pirru/perros, gue- tu/gatos, sentu/santos. La alternancia -a/-es en el bable se nos pre­senta com o un fenómeno paralelo a la de -u/-os.

7) Los ejemplos de -es < -as latino de los textos asturianos me­dievales son en su mayoría sustantivos femeninos o adjetivos a ellos referentes: «palombes» (Fuero de Avilés), «con mios fillos e filies nomnades» (Fondo documental de S. Vicente, legajo XVII, núm. 485, año 1277), «con entrades e con ixides e con todes sues derechures» (Ibidem, legajo X X IX , núm. 851, año 1261)... Los ca­sos de masculino en -a que dan plurales en -es son raros. Menén- dez Pidal cita dies en documentos de los siglos XIII y X IV 12. Díes

10 M e n é n d e z P i d a l (1964): Orígenes del español, M a d r id , § 104.11 El -es con doble origen ( <-as o <-es latino) aparece reiteradamente en los mis­

mos textos, así en un documento del siglo XIII (1261) exhumado por Alarcos: «et de les otres partes determina peles tierres que vos avedes» (B.I.D.E.A., núm. XXXIX, pág. 101).

12 Dialecto leonés, § I2

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aparece en varias ocasiones en otros textos del siglo X III13. Es­tos testimonios parecen indicar que inicialmente la alternancia de -a/-es procedente de -a/-as, propia de los bables centrales, afec­taba por igual a sustantivos masculinos y femeninos, como suce­de hoy en el dominio catalán. La tendencia palatalizadora de la -a por influencia de -s implosiva se daba en otros casos en los que no existía una alternancia -a/-as: Asturies, nunques14. El doble tratamiento del plural de los sustantivos en -a en función del gé­nero, propio de los bables centrales de hoy, indica que se ha pro­ducido un cambio en el curso de su historia. Intentaremos ver, des­de una perspectiva diacrónica, las razones lingüísticas de esta reor­ganización.

8) En latín, com o en castellano, el género del sustantivo esta­ba im plícito en su significado y se manifestaba formalmente en los morfemas del adjetivo, de los determinantes o de los referen­tes pronominales que con él concordaban. No había pues en el sus­tantivo unas desinencias, una marca indicadora del género. Esto, por lo demás, era lo lógico. El sustantivo, cada sustantivo en con­creto, tenía sólo un género, mientras que el adjetivo ofrecía las variaciones de acuerdo con el género del nombre al que hacía re­ferencia.

Los sustantivos de la primera declinación eran en su mayoría femeninos. El pequeño núcleo de masculinos era por lo general de origen griego. Dentro del grupo sintagmático, la concordancia de género entre sustantivo y adjetivo era más perceptible cuando aquél era femenino: illa m p ortam n o v a m /i l la s p o r ta s no­vas. En cambio, en nauta bonus, o fagus a lta la concordan­cia se intuía a pesar de la divergencia del vocalismo final. La -a/-as del sustantivo no se reiteraba en la desinencia del adjetivo: i l le n au ta b o n u s / i l l o s n au ta s bon os .

Con la reducción de los casos al acusativo y a la variación sin­gular/plural, la -a del adjetivo y de los determinantes se realza co­mo marca del femenino: b o n a /b o n a s ; y como la mayoría de los sustantivos de la primera eran femeninos, el hablante tendió a sen­tir esta -a del sustantivo como marca del femenino, frente a la -o del masculino, del mismo modo que sucedía en el adjetivo. Se pro­13 Fondo Documental de S. Vicente, legajo XV, núm. 448, año 1262; Ibidem, le­

gajo XXIX, núm. 851, año 1261. Transcripción de Fernández Fdez. y Martí­nez Diez.

14 «Merino mayor en tierra de León e de Asturies» (Fondo Documental de S. Vi­cente, legajo XVII, núm. 485, año 1277); «hic nunques faga fructo» (Ibidem, legajo XV, núm. 422, año 1251). Transcripción de Martínez Diez.

15 M e n é n d e z P i d a l : Manual de gramática histórica, § 76.

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BABLE CENTRAL 143

ducen así una serie de reorganizaciones para acomodar la expre­sión al contenido; en unos casos el sustantivo cambia de género y en otros cambia de terminación15. A esto se debe la transforma­ción de fa gu s a lta yfagea alta y después faya alta; nurus bo- n a >norabona nuera buena; socrus a lta >socera alta> suegra alta. Los masculinos de origen griego tienden a convertirse en fe­meninos o mantienen doble género según sea la variante culta o popular. Los femeninos calma, chusma y asma proceden de neu­tros griegos; los cultos fantasma, reuma, aroma y tema mantienen el masculino, pero tienen variantes populares femeninas: la fan­tasma, la tema, la reuma, etc. La tendencia a considerar la -a como femenino condujo a formas como David la profeta, las patriarcas, etcétera16.

9) En una primera fase romance, el número de sustantivos fe­meninos en -a se incrementa17. El cambio del esquema -a/-as en -a/-es es inicialmente un cambio exclusivamente fonético. Más tarde se convierte en un rasgo redundante de la oposición singu­lar/p lura l18. Esto era más perceptible en los sustantivos femeni­nos puesto que la alternancia -a/-es se reitera en el adjetivo, en los determinantes del sustantivo o en los referentes pronom ina­les: la casa nueva vila/les cases nueves viles. Esta reiteración no se daba en los sustantivos masculinos. Pero a pesar de ello, los pocos sustantivos masculinos en -a que perduraban en el habla po­pular se acomodaron en el plural al modelo de los femeninos: la casa/les cases; el día/los dies19.

En las fases posteriores del bable central, hasta llegar a nues­tros días, se altera el inventario de los sustantivos en -a y tam­

16 Ibidem, § 76̂ y § 77ja17 Dentro de los femeninos en -a se ha integrado también un grupo de sustanti­

vos procedentes de neutros, inmovilizados en las formas del plural. El senti­do colectivo originario se conserva (grana, ‘conjunto de granos’), se ha perdi­do (boda, que pasa de significar ‘votos matrimoniales’ a ‘acto de la boda’) o ha desarrollado dos sentidos (ferramienta ‘conjunto de herramientas’ / ‘una herramienta’ ; fueya ‘conjunto de hoja’ /una fueya). Pero en todos los casos el género sigue siendo el femenino: la ferramienta, la grana, la fueya.

18 La función hipercaracterizadora de la alternancia -a /-es se intensifica cuan­do ésta se transforma en -a/-is con contraste máximo en el grado de abertura vocálica -a/-i. Esto ocurre en pequeños núcleos del bable central (la vaca/lis vaquis, la casa/lis casis) y también el catalán (cases [kázis]) (B a d í a : Gramá­tica histórica catalana, 22, y G a r c í a A lv a r e z : «El nombre en el bable de Bi- menes», B.I.D .E .A ., 1961, núm. XLIV, pág. 557.

19 Los escasos ejemplos de díes de los textos medievales asturianos no pueden interpretarse como restos del clásico d i e s. Este había sido suplantado en todo el dominio hispánico por el vulgar dia/dias, y esta variante es la que ha per­durado en todos los romances peninsulares: buenos días, bos días... Día/días

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bién los plurales del masculino y femenino. La -a perdura como sufijo vivo de sustantivos verbales femeninos: quedar> la queda, cortar> la corta, quemar > la quema, soltar > ia suelta. Pero tam­bién se va incrementando la lista de los masculinos en -a. La gran masa de masculinos en -a en el habla común de hoy son de diver­sa procedencia. Difusión de cultismos de origen griego o latino; derivados con el sufijo -ista: socialista, especialista, ocultista, den­tista, telefonista, pacifista, racista, barrenista, maerista, ciclis­ta, maquinista:..; creaciones metonímicas sobre prim itivos feme­ninos: el batería/la batería, el policía/la policía, el cura/la cura, el guardia/la guardia, el guía/la guía, el ordenanza/la ordenan­za, el veleta/la veleta, el calavera/la calavera, el gallina/la galli­na, el pelota/la pelota, el mierda/la mierda.

La progresiva difusión en el habla popular de masculinos en -a generó en el hablante la necesidad de distinguirlos claramente de los femeninos correspondientes, aun en los rasgos redundan­tes como era la alternancia -a/-es. Esta perduró, pero reducida aho­ra exclusivamente a los sustantivos femeninos. En ellos la fuerza de la alternancia -a/-es era mayor, pues se reiteraba en los térmi­nos adyacentes dentro del grupo sintagmático: la moza guapa vi- la/les moces guapes viles. En los masculinos, en cambio, la -a se sentía lexemática y era, por ello, invariable, en contraste fónico con la -u o la -o final en el morfema de los determinantes: el ci­clista altu vilu/los ciclistas altos vilos. El esquema prim itivo se había perfeccionado, se había logrado m ayor coherencia, mayor claridad en la expresión. Se evitaban así muchas confusiones y equívocos posibles en grupos de sustantivos:

a) En los de género común: el artista/los artistas, una artis­ta/unes artistes; un periodista/unos periodistas, una periodis­ta/unes periodistes, etc.

b) En los homófonos, con diferencia de género y de sentido: la pinta/les pintes, el pinta/los pintas; la pelota/les pelotes, el pe­lota/los pelotas; la gallina/les gallines, el gallina/los gallinas, etc. Expresiones como *son unos pintes, *son unos maletes, *son unos mierdes, *los papes antiguos, *los poetes nuevos, *los maeristes altos, se sienten totalmente agramaticales. El enérgico rechazo de estos plurales en -es muestra el profundo arraigo del modelo an­

es hoy lo norma común a todos los bables. En el centro alterna con la forma día/dis, sentida como más dialectal: trabaya to los dís/trabaya tul día. Se trata claramente de una supervivencia, bajo forma reducida, del medieval dies. Días ***dis pueden funcionar en el habla de un mismo halante como varieda­des contextúales: vien tolos dis a casa/buenos días nos dé Dios.

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BABLE CENTRAL 145

terior, del doble tratamiento de los plurales de sustantivos en -a en función del género20.

CONCLUSION

En los bables centrales de Asturias los sustantivos en -a tie­nen un doble comportamiento en función del género y del carác­ter de la -a:

a) En los femeninos, la -a se siente como un morfema. Por eso presenta la alternancia -a/-es, como en los adjetivos.

b) En los masculinos, la -a pertenece al lexema. De ahí su in- variabilidad.

La organización actual es el resultado de un largo proceso en el que se pueden distinguir las siguientes fases:

1.a En latín, las desinencias -a/-as eran comunes para el mascu­lino y el femenino: n a u ta m /n a u ta s , r o s a m / r o s a s .

2.a -a/-as se convierte en -a/-es para masculino y femenino en los textos medievales: el día/los dies.

3.a La abundancia de masculinos en -a condujo a un doble es­quema: -a/-es para los femeninos y -a/-as para el masculino21.

20 La colisión homonímica no es el gran motor de los cambios lingüísticos. La lengua es por naturaleza rica, superabundante. El hablante tiene a su dispo­sición innumerables recursos para deshacer los posibles equívocos en el uso de palabras homófonas. Pero sí es un factor en el proceso de selección y trans­formación. De modo natural, los hablantes buscan la coherencia lingüística, la claridad expresiva.

21 Infinitas son siempre las posibles direcciones del cambio lingüístico. La len­gua es como un fino radar con capacidad de recoger las palpitaciones del ha­bla viva de un lugar y de un tiempo determinado. La dirección de los proce­sos evolutivos dentro de cada lengua es impredecible porque no se puede pre­ver la historia de los pueblos y de las gentes que lo integran. El grado de movilidad o de inmovilidad social se refleja siempre de algún modo en la len­gua. Así en Asturias la zona central, la de mayor movilidad social en la época medieval y moderna, ha sido también la más evolucionada lingüísticamente. Los bables de oriente y occidente son, en muchos puntos, fases arcaicas res­pecto al bable del centro.

La situación social y lingüística en el dominio del catalán a lo largo de su historia es radicalmente distinta a la del área astur-leonesa. No obstante, ini­cialmente se produce en catalán y bable central una innovación común: -a/-as, -a /-es: La casa nueva/les cases nueves. El catalán occidental ha mantenido este esquema, mientras que en el bable se ha producido la escisión que hemos estudiado. Las causas de esta divergencia moderna (el poeta, los poetas/el poeta, els poetes) son probablemente múltiples. Pienso que un factor decisi­vo habría sido la diferenciación en la conformación morfofonológica del sis­tema nominal: en el bable con marcas vocálicas inequívocas del masculino: el ciclista rápidu/los ciclistas rápidos; en el catalán, con una reducción del vocalismo final y el predominio de finales consonánticas, la oposición de gé­nero está menos marcada: el ciclista rápid/els ciclistes rápids.

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SOBRE EL CLERO REFRACTARIO FRANCÉS EN EL PRINCIPADO (1792-98)

G o n z a l o C r e s p o L ó p e z -U r r u t i a

OBJETIVO DEL TRABAJO

Uno de los principales objetivos de los estudios históricos so­bre las repercusiones de la revolución francesa en España es co­nocer las fuentes informativas que permitieron a los españoles ir siguiendo el desarrollo de los grandes acontecimientos que se pro­ducían en el país vecino. A los pocos meses de iniciarse el proceso revolucionario francés, el conde de Floridablanca puso en mar­cha mecanismos para el control de la información que venía des­de el otro lado de los Pirineos. En un principio se tomaron m edi­das, como era promocionar las actuaciones del Santo Oficio o acen­tuar la vigilancia en las aduanas, pero, debido a las constantes filtraciones, en 1791 se decidió asentar tropas a lo largo de la fron­tera con Francia para crear un «cordón sanitario» que impidiera el paso de cualquier noticia referente a la revolución.

A pesar de lo riguroso del cordón y de todas las medidas com ­plementarias tomadas por las autoridades, el silencio inform ati­vo sobre el acontecer revolucionario se vio roto, entre otros m oti­vos, por la llegada masiva de exiliados a España, muchos de ellos pertenecientes al clero. Junto con la propaganda escrita enviada por los revolucionarios, los emigrados franceses fueron la princi­pal fuente de noticias hasta la guerra de 1793 con los ejércitos de la Convención.

En el Principado las fuentes de noticias sobre la revolución francesa, desde 1792 hasta 1974, tuvieron también una vinculación con los emigrados galos. En espera de concluir los resultados de un trabajo más amplio, que abarca muchos otros aspectos sobre

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148 GONZALO CRESPO LOPEZ-URRUTIA

la influencia de la revolución francesa en Asturias, este estudio pretende acercarse a una parte de los exiliados, aquella que se ne­gó a jurar la Constitución Civil del Clero, aprobada por la Asam­blea Nacional el 12 de julio de 1790: el clero refractario.

BREVE INTRODUCCIÓN SOBRE LOS MOTIVOS QUE OBLIGARON AL EXILIO

El 3 de enero de 1791 los eclesiásticos franceses se ven obliga­dos a pasar por la prueba de jurar la Constitución Civil del Clero, juramento impuesto por la Asamblea Nacional en noviembre del año anterior. Los eclesiásticos que se negaron a jurar se les cono­ce con la denominación de clero refractario: no jurado. Fue un nú­mero elevado del clero francés el que se mantuvo en la negativa de jurar y en su mayoría fue desterrado hacia países del norte y sur de Europa. España resultaba por su espíritu de salvaguarda de los valores religiosos católicos y por la relativa facilidad de llegar hasta ella un lugar adecuado para v iv ir durante los años de destierro.

Según Richard Herr, aunque existieron emigrados religiosos franceses ya en diciembre de 1790, los primeros grupos empeza­ron a llegar en el verano del 91, pero fue tras la caída de la mo­narquía, el 10 de agosto del 92, cuando avalanchas de refractarios inundaron la frontera y los puertos españoles. Unos días después la Asamblea Legislativa ordenó a todos los curas refractarios que abandonasen suelo francés antes de quince días, con la amenaza de ser deportados a Guinea.

EL CLERO FRANCÉS EN ASTURIAS ANTES DE LA PUBLICACIÓN DE LA REAL CÉDULA QUE TRATA SOBRE ÉLLOS

La primera noticia acerca del clero emigrado francés proviene de la zona occidental. Un grupo de 71 sacerdotes, entre seglares y regulares, tenía como objetivo desembarcar en Ribadeo. El gru­po estaba formado por miembros de diferentes diócesis francesas, pero habían elegido como su superior durante el tiempo que estu­vieran juntos al vicario de Quimper. Todos ellos habían perma­necido prisioneros en el castillo de Brest, en la Baja Bretaña, don­de según el vicario de Quimper habían sufrido «las vejaciones más atroces» y «más de una vez el Pueblo Ciego y Furioso se acercó

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a la puerta de la prisión pidiendo a gritos la cabeza de los encar­celados»1.

De los primeros refractarios llegados a la ría del Eo comenta­rá don Pedro Canel de Salave de Castropol, en carta al Consejo, que si la mayoría eran edificantes, existían algunos infectados con el espíritu de la independencia que les agitaba y que sembraban algunas reliquias de libertad2.

Arenga de Marat en las matanzas de septiembre

Pero al Consejo de S.M. no le preocupaba únicamente, en el ve­rano de 1792, el peligro que podían tener las escasas máximas que propagaban los adictos a la revolución, que eran pocos en Espa­ña, sino que también pretendían evitar a toda costa cualquier ti­po de referencia a lo que acontecía en la nación vecina, porque las noticias —aunque fueran expuestas arbitrariamente contra los revolucionarios— podían ser mal interpretadas por el pueblo y apreciar virtudes en aquellas ideas tan odiosas para los privile­giados.

1 Carta escrita al Iltmo Sr. Obispo de Mondoñedo por el Mr. Vicario General de Quimper, provincia de Bretaña en Francia. Sección de manuscritos. Cáte­dra Feijoo de estudios del siglo XVIII.

2 Legajo 5.559. Consejos. Gobierno 1793.

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El vicario de Quimper, Franco Henve de Silgui, iniciaba su carta con un error al decir: «Toda Europa está instruida de los males inau­ditos que oprimen ya hace quatro años al Reyno de Francia». Se equivocaba con respecto a España, donde las noticias de la Fran­cia revolucionaria, que se inicia en 1789, habían sido progresiva­mente cortadas por las autoridades, alcanzando únicamente duran­te 1790-91-92 de forma clandestina la Península.

A continuación en su carta el vicario inicia una enumeración de noticias acerca de lo que era la Constitución Civil del Clero, «La Asamblea Nacional olvidando la religión de nuestros Padres sin hacer distinción entre lo sagrado y lo profano ha sustituido al antiguo régimen del clero galicano, con una nueva constitución enteramente opuesta a la disciplina eclesiástica establecida des­pués de tantos siglos; Y en desprecio de los cánones y Concesio­nes se ha apoderado de todos los bienes y rentas de las Iglesias y dispuesto de ellos a su voluntad; A pesar de las reclamaciones de los obispos y sin consultar la corte romana, ha disminuido el número de los obispos y parroquias confundiendo nuestra dióce­sis y títulos en uno solo, y creando otros de nuevo de su propia autoridad; Después de la Constitución pretendida Civil del Clero se ha prohibido a los obispos Electos por el pueblo dirigirse al So­berano Pontífice para obtener las bulas de Confirmación de ins­titución Canónica. Esta nueva constitución autoriza a los prela­dos de la nueva creación a acordar todos los permisos y dispensas, hasta las reservadas a la silla Apostólica. Todos los Cavildos de las iglesias Catedrales, y las comunidades de ambos sexos se han abolido, y en una palabra, no ha quedado rastro en Francia de la Religión Católica, Apostólica Romana, después de que la Asam­blea nacional, ha dado a el Clero esta espantosa Constitución».

Toda la serie de elementos nuevos que enumera el vicario de Quimper con cierta ilustración —en comparación con el lenguaje que se utilizará más adelante para referirse en España a estos te­mas— eran los que el Consejo deseaba evitar en las mentes de sus súbditos. Todavía en el verano de 1792 no estaba elaborado un plan para que todos los conocimientos que traían los sacerdotes fran­ceses acerca del acontecer revolucionario fueran controlados y no se expandieran entre los lugareños de los pueblos a los que lle­gaban.

Las autoridades contaban por el momento con las dificultades de comunicación, incluso con los eclesiásticos españoles, que te­nían los franceses. Como dice el vicario de Quimper: «no enten­demos la lengua del País y que nuestra pronunciación del Latín

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difiere de tal m odo de la de ellos que ni les entendemos, ni ellos a nosotros, sino muy difícilmente».

Pero estos problemas se ven compensados parcialmente por el ansia de noticias que tienen los naturales de las zonas donde des- sembarcan los eclesiásticos, como menciona el habitante de Sala- ve de Castropol, además de la existencia de minorías ilustradas en el idiom a francés.

Debido, sin embargo, a la falta de mención por parte del Ca­bildo Catedralicio de Oviedo del primer grupo de refractarios franceses que pudieron establecerse en ambas márgenes de la ría del Eo durante algún tiempo, hasta que el obispo de Mondoñedo les ofreciera otro lugar de residencia, centraré este trabajo sobre todo en el segundo grupo que alcanza las costas del Principado, ya que de éste desde un principio tenemos datos de distintas fuentes.

1) En el Angulo —sesión con carácter extraordinario entre ca­bildos— del día 27 de octubre de 1792 nos encontramos con que «se abrió y leyó una carta del S0R obispo fechada en Avilés el 26 del corriente en la que noticia al cavildo el arribo de 30 sacerdo­tes franceses al puerto de Gijón, remitidos desde Santander».

2) Jovellanos en sendas cartas al canónigo Posada y a Ignacio Flórez Valdés de 27 de octubre dice: «Tenemos aquí 29 clérigos franceses y entre ellos un monje Bernardo y un Franciscano. Se ha escrito al obispo y Regente y esperamos respuesta para ver lo que se ha de hacer de ellos. Más de cuatrocientos llegaron a San­tander y no será menor la plaga que inunde esa provincia. Entre tanto nada determina el gobierno acerca de ellos»3.

3) Existe otro dato que corrobora la cifra de Jovellanos y es el acta de sesiones del Ayuntamiento de Gijón4 un par de semanas después de la llegada de los refractarios. En ella se dice que «en el día de hoy fueron remitidos a Oviedo trece señores eclesiásti­cos franceses de los que existían en esta villa, quedando en ella otros diez y seis, y además otros dos que últimamente llegaron».

Nos encontramos por tanto, un mes antes de que la Real Cédu­la de S. M. fuera publicada en Asturias —en la que regula lo que se debe hacer con los sacerdotes franceses— con 29 refractarios en el puerto de Gijón.

3 J o v e l l a n o s : Correspondencia. Colección de Autores Españoles del Sigo XVIII. G. M. d e J o v e l l a n o s : Correspondencia. Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

4 14 de noviembre de 1792, el acta de sesiones del Ayuntamiento de Gijón, AMG.

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Existen aquí dos preguntas a responder: ¿En ese margen tem­poral qué autoridades se hacen cargo del problema y qué tipo de planteamientos seguirán?

1) Las autoridades responsables serán el obispo y el Cabildo Catedralicio5, aunque como veremos la acción no es en absoluto inmediata, ya que desde la primera toma de contacto con la lle­gada de los refractarios por parte del Cabildo, hasta el envío de unos comisionados para proveer a los sacerdotes franceses, trans­curren 15 días. Es necesario por tanto averiguar durante esos 15 días qué autoridades serán las encargadas de la manutención y vestido de los no juramentados. Las actas de sesiones del Ayun­tamiento de Gijón indican que fue el propio Ayuntamiento de la villa el que se hizo cargo del pago de gastos de los refractarios du­rante esos de 15 días.

2) Los planteamientos a seguir por parte de las autoridades competentes de la que tenemos información, el obispo y el Cabil­do Catedralicio, para el socorro de los expatriados, son claros: prestar ayuda económica. Tras haber sido nombrada, en la pri­mera reunión ordinaria después de conocida la venida de los fran­ceses, una junta para «que mediten los arbitrios donde concurrir a estas necesidades (de vestido y manutención)» y unos com isio­nados para que mantuvieran contacto con el obispo6; estos últi­mos comisionados unos días después «dieron parte haberlo ejecu­tado con arreglo al plan hecho por la Junta y exhivieron varias anotaciones puestas por S.I. que todo ha merecido la aprovación del Cabildo; y en su vista acordó señalar 12 mil reales de limosna para subenir al vestido y manutención de los sacerdotes france­ses en los seis meses insinuados»7.

Siguiendo con el fino hilo cronológico que proporcionan las fuentes acerca de los juramentados nos encontramos con que el 12 de noviembre paren por fin hacia Gijón con ayuda económica y con las normas para su distribución el chantre, nombrado por el Cabildo, y el señor Ponte, nombrado por el obispo.

Dos días después en el Ayuntamiento de Gijón se tratan aspec­tos importantes para conocer la situación de los sacerdotes france­ses en la ciudad8: ¿Dónde estaban alojados? ¿A costa de qué dine­

5 Angulo 27 de octubre de 1792, carta remitida el día 26 por el obispo al Cabil­do, AC.

6 Cabildo del 29 de octubre 1792, AC.7 Cabildo del 5 de noviembre 1792, AC.8 14 de noviembre de 1792, el acta de sesiones del Ayuntamiento de Giión.

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ro vivían? ¿Qué cantidad económica iba a proporcionar el Cabildo y el obispo para sus gastos diarios? ¿Dónde iban a ser distribuidos?

1) Los no juramentados habían sido alojados en la villa de Gi- jón en casas particulares y en posadas. Este dato proporciona as­pectos interesantes, ya que durante este período de tiempo los re­fractarios habrían permanecido en contacto con los distintos es­tamentos de la sociedad gijonesa.

2) El dinero con el que habían vivido los expatriados durante las fechas comprendidas entre 27 de octubre y 14 de noviembre será pagado por las arcas municipales y por las limosnas popula­res. En una sesión posterior, a la hora de evaluar los gastos oca­sionados durante esos 17 ó 18 días por los clérigos, sale una cuen­ta de 672 reales de gasto, que dividiendo nos daría un gasto dia­rio de 37 reales aproximadamente9.

3) El Cabildo había hecho unos cálculos económicos para el gas­to diario de los clérigos de cinco reales. Suma semejante a la reci­bida por carpinteros, serradores, machacantes y peones en las rea­les minas de Langreo. ¿Estos cinco reales deberían ser distribui­dos sólo entre los 18 sacerdotes franceses que permanecerán en Gijón? Tampoco sabemos si es ayuda per capita o para el conjun­to de los clérigos.4) El único dato que extraemos en esta sesión del Ayuntamiento referente a la nueva distribución planeada por el Cabildo y el obis­po es que 13 eclesiásticos franceses fueron remitidos a Oviedo.

Corroborando estos datos tenemos a Jovellanos. Un ejemplo de casas de particulares es la suya, en la que alojó a tres de los clérigos franceses10. Uno de los tres partió hacia O viedo11.

Esta es la información que tenemos antes de la publicación de la Real Cédula. De toda ella el dato más importante que extrae­mos es que al parecer existió un contacto diario entre la pobla­ción gijonesa y los sacerdotes expatriados, una relación peligro­sa para el Consejo de S. M., que en el punto IX de la futura cédula dirá así: «Asegurados de su qualidad Eclesiástica y de ser Católi­cos, los distribuirán dichos R.R. Obispos en los conventos de Re­gulares del propio pueblo, en que precisamente han de viv ir suje­

9 11 de diciembre de 1792, acta de sesiones del Ayuntamiento de Gijón.10 J o v e l l a n o s : Correspondencia. Colección de Autores Españoles del Siglo XVIII.

G. M. d e J o v e l l a n o s : Correspondencia. Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

11 J o v e l l a n o s : «Carta 24 de noviembre de 1792». Colección de Autores Españo­les del Siglo XVIII. G. M. d e J o v e l l a n o s : Correspondencia. Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

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tos al Superior de ellos, sin que por título alguno se les permita hacerlo en casas de particulares». Seguidamente la Real Cédula dará una explicación económica «para que de este m odo sea me­nos costoso proveer al sustento de estos refugiados; y los pudien­tes de ellos contribuyan a sus paisanos y compañeros necesitados».

A pesar de ser cierto este apunte de lógica económica, la Real Cédula en este apartado IX es demasiado sutil y sólo nos mues­tra la cara materialista de la moneda. La otra cara sería el peli­gro creado por la convivencia entre hombres conocedores de las primeras etapas revolucionarias con la sociedad laica y el clero secular. El contacto con la revolución, tanto para execrarla como para alabarla, era dañino para la población normal, según las autoridades de la época, a pesar de que estamos en un momento bastante liberal, en comparación con el mandato del encarcelado Floridablanca.

En general, en la Real Cédula —a pesar de que existen aparta­dos muy explícitos con relación a la ideología, como los que pro­híben enseñar, confesar o predicar a españoles—, desde la larga introducción hasta los dieciocho puntos distintos que va tratan­do pormenorizadamente, apreciamos ese tono sutil que redunda en lo material y no alude directamente a lo espiritual, aunque es­to se da por sobrentendido. Por ejemplo, se da por sobrentendido que cuando en el apartado VII, relacionado con la distribución de los grupos de clérigos, se dice que «se han de excluir la Corte ab­solutamente, y también las Capitales de Provincia en quanto sea posible» se está aludiendo al peligro que comportaría la fuente de información que podría chorrear de las bocas de dichos ecle­siásticos en un lugar populoso y más abierto al conocimiento de las nuevas ideas venidas de Francia.

El apartado VII, en cuanto a evitar en lo posible las capitales de provincia, ofrece otro dato comparativo para conocer la situa­ción de los clérigos franceses en el Principado antes del conoci­miento de la Real Cédula por las autoridades encargadas de ma­nejar el asunto. Por los datos proporcionados por la sesión del Ayuntamiento de Gijón del 14 de noviembre, que dice que «en el día de hoy fueron remitidos a Oviedo trece señores eclesiásticos franceses de los que existían en esta villa...», podemos ver cómo antes de la publicación de la cédula se llevaron a cabo acciones por parte del Cabildo y del obispo que habrían sido condenadas por dicha orden real.

Las conciencias de los miembros del Cabildo y del obispo pa­rece ser que no estaban tan perturbadas por los peligros de la in­

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form ación oral que podría emanar de la boca de los franceses, co­mo parecían estarlo las conciencias de la Corte. Ante el problema planteado por el repentino arribo de refractarios en la costa, Ca­bildo y obispo actuaron conjuntamente, elaborando un plan para socorrer a los compañeros de estamento que huían de su patria.

El plan no se puso en práctica con excesiva rapidez, lo que per­m itió la permanencia durante mes y medio de los eclesiásticos franceses en posadas y casas particulares del puerto comercial de Gijón, es de suponer que en contacto con los naturales. Así los re­fractarios se convertirían en fuentes orales directas sobre los acon­tecimientos de la República francesa. Si hubiera existido esta in­form ación sobre la crónica revolucionaria, ésta sería parcial y de­form ada debido tanto a las experiencias personales de los refractarios com o a las dificultades del lenguaje.

CAMBIOS ACAECIDOS EN LA VIDA DE LOS ECLESIÁSTICOS FRANCESES TRAS LA APLICACIÓN DE LA REAL CEDULA12

Aunque el original de la Real Cédula relacionada con los clé­rigos expatriados habría sido entregada al encargado de pasarla a impreso el día 2 de noviembre de 1792, en San Lorenzo, ésta se­rá dada en Oviedo el día 24. Este mismo día Jovellanos se hace eco de ella en su correspondencia: «Los nuestros se van a repartir en los Conventos, según la última Real Cédula, y yo he logrado colocar en Valdediós a los dos que estaban y están todavía a mi cargo»13.

Sin embargo en la documentación que nos llega del Cabildo no aparece referencia a los sacerdotes franceses, después de su pu­blicación en Asturias, hasta dicisiete días más tarde: «Habiendo inform ado el Sor. Ponte del arribo de otros 5 sacerdotes france­ses y de que se hallaban a salir a los conventos de su destino los anteriores que estaban en esta ciudad, se acordó que los señores de esta com isión sitúen a los unos y a los otros según su pruden­cia y circunstancia lo exijan»14.

Así durante estas fechas tenemos a 36 clérigos franceses dis­tribuidos en la zona central de Asturias y el organizador de su dis­tribución se disponía a hacer cumplir el apartado IX de la cédu­

12 Real Cédula, Aureliano del Llano, AHP.13 J o v e l l a n o s : «Carta 24 de noviembre 1792». Colección de Autores Españoles

del Siglo XVIII. G. M. d e J o v e l l a n o s : Correspondencia. Edición crítica, in­troducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

14 11 de diciembre de 1792, actas de sesiones del Cabildo Catedralicio, AC.

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la, que obligaba a recluir a los no juramentados en conventos re­gulares en vez de dejarlos en casas particulares y posadas.

A partir de ahora las informaciones del clero refractario sobre la crónica revolucionaria francesa se concentrarían en el estamen­to eclesiástico asturiano y sobre todo en el clero regular.

EL CLERO REFRACTARIO EN EL PRINCIPADO DURANTE LA GUERRA CONTRA LA CONVENCIÓN (1793-95)

A medida que la guerra contra los ejércitos republicanos va transcurriendo, las acciones ejercidas por el Consejo Real que ata­ñen a los franceses emigrados se enduren. Cédulas que obligan a los franceses que viven en puertos y cerca de las fronteras pire­naicas a internarse veinte leguas tierra adentro son publicadas y cumplidas con rigor.

A los refractarios todo este ambiente de sospechas que sobre los franceses flota en la Corte les afecta. A pesar del recelo del Consejo, se deja en manos del arzobispo de Toledo, máxima auto­ridad de la Iglesia, los asuntos relacionados con los no juramen­tados.

Mientras tanto en los campos de batalla la suerte de las armas de Carlos IV en el verano del 94 empieza a ser adversa. Cae Gui­púzcoa y la penetración de los ejércitos revolucionarios se hace evidente, amenazando zonas del obispado de Calahorra y Pam­plona. Es en este momento cuando en Asturias vuelve a aparecer un documento oficial que hace mención a los refractarios.

El 28 de gosto de 1794 el obispo Juan de Llano Ponte remite una carta al Cabildo de la Catedral que es el documento principal sobre la presencia del clero refractario francés que ha aparecido en Asturias hasta el momento. Esta carta, además de dar un re­volcón a la cantidad numérica de los no juramentados dentro del ámbito provincial, ofrece algunos datos importantísimos al ha­cer un balance de la ideología que emana de la mente del obispo en relación con el clero refractario y con sus revolucionarios com ­patriotas.

Este apartado se refiere sólo al clero refractario durante la gue­rra, así que sólo los datos directamente relacionados con éste se­rán extraídos de la carta.

La carta dice así:«Muy Señor mío y de toda mi estimación: Me veo en la sensi­

ble necesidad de comunicar a V.Y. directamente el nuevo expec- táculo que la Providencia pone a Nuestra vista para enternecer los corazones menos piadosos:

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»Estos son los sacerdotes Franceses que traxo a nuestra Tierra el desgraciado suceso de la parte del obispado de Calahorra en que creo residían m il y trescientos; y como ellos habrían de ser la pri­mera víctim a del furor de sus malignos Paysanos, han sido pre­venidos todos que dentro de veinte y quatro horas saliesen de aquel territorio. Lo executaron con tanta precipitación que no sa­bían a donde buscar su asilo: tierra adentro han ido muchos mu­chos; a Inglaterra bastantes; a Galicia los más; y arribaron a este obispado por mar y tierra como sesenta hasta el presente. [...]».

Esta primera parte de la carta supone sumar a los 36 ya exis­tentes en el Principado el número de 60, más o menos, con lo cual el número definitivo de refractarios hasta la fecha sería en torno a la centena. La centena empieza a ser un número significativo, en torno a un 14% dentro de las cifras globales de eclesiásticos as­turianos que conocemos para esos años15.

La carta prosigue así:«Yo no puedo ponderar a V.Y. el dolor que me han causado

cuando se me presentaron: los Ancianos me afligían, y la pobreza en general me desconsolaba.

»Me contube solo en refrendarles las licencias que trahían de celebrar, darles misa, y algún socorro a aquellos que entendí ca­recían de todo. Tube presente la orden que ha circulado en diciem­bre del 93. El Emiso. Señor Cardenal Arzobispo de Toledo, en vir­tud de las facultades que le concedió el Consejo extraordinario pa­ra este asunto; y en ella prevenía a los Capitanes Generales no permitiesen la entrada de más Sacerdotes Franceses en España; y aunque creí no las comprendía esta orden, me abstuve de reci­birlos, dexando a la potestad civil la inteligencia y execución de dicha orden...»

Este párrafo da dos informaciones:1) Existe la posibilidad de que hayan llegado a las costas del

Principado otros grupos de refractarios —además de los sesenta mencionados—, pero que, debido a la orden que circuló en diciem­bre del 93 en la que se prohibía la entrada de más sacerdotes fran­ceses en España, no tengamos noticias de ellos en los archivos con­sultados. También hay que decir que en el archivo de la Catedral parece no existir rastro de dicha orden remitida por el arzobispo He Toledo en diciembre del 93.

15 Véase censos en S a n g r a d o r y V ít o r e s , Matías: Historia de la administración de justicia y del antiguo gobierno del Principado. Ed. Silverio Cañada. Gi- jón, 1989 (1866).

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2) La carta muestra bastante bien la actitud del obispo Juan de Llano Ponte ante el problema planteado en su jurisdicción por el clero refractario. El prelado mantendrá —dentro de sus posibi­lidades con la cautela propia de un momento histórico tenso— una posición de defensa de los clérigos refractarios frente a todas las reales cédulas, provisiones y órdenes que habían circulado por Es­paña y que los convertían en potenciales peligros sociales y eco­nómicos. Esta actitud se habría ido gestando desde la primera vez que tuvo un conocimiento directo del problema —con el arribo de los primeros refractarios— hasta madurarse en el año 94 con to­dos los problemas generados por la guerra y con la llegada masi­va de no juramentados a la región.

Así termina la carta, que muestra claramente su forma de pen­sar sobre el tema en el año 94:

«Sacerdotes como nosotros; los más de ellos ocupados con ho­nor y conveniencia; Canónigos de Catedrales, de Colegiatas insig­nes, párrocos, tenientes, religiosos, que todos quieren la causa de Dios y su Santa Religión abandonaron sus empleos, convenien­cias y comodidades que les prestaban, dexaran su país sus padres y sus parientes; se pusieron en manos de la Providencia y entre­garon a sus enemigos, que con presiones duras y grandes despre­cios, com o trabajos en la navegación y caminos, han llegado a re­fugiarse a nuestra tierra.

»Estos son los huéspedes que nos envía la Providencia veneré­mosla, abracemos a Nuestros hermanos y compañeros y hagamos por Dios y por ella cuanto quepa en nuestra fuerza...»

Y así se intentó hacer. El obispo ofreció doscientos doblones para manutención, etc., y el Cabildo respondió con otros doscien­tos: 24.000 reales. También se les buscó alojamiento. Por causa de su elevado número las autoridades se vieron desbordadas y tu­vieron que olvidarse de la mayoría de los XVIII puntos que con­formaban la Real Cédula del otoño del 92 que se había converti­do en letra muerta.

En el verano del 94 el problema generado por la guerra contra los ejércitos franceses primaba sobre los peligros que la informa­ción oral y contrarrevolucionaria pudiera generar entre los astu­rianos. Se debe tener en cuenta que los refractarios que llegan al Principado del obispado de Calahorra en su mayoría habría per­manecido en España en torno a un año, con lo que las dificultades de lenguaje para comunicarse con la población serían menores que la de aquellos primeros refractarios que llegaron al puerto de Gi- jón en el año 1792.

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Pero en 1794 en Asturias existían otras prioridades: captación de pecheros y nobles para formar regimientos16. Incluso durante este año, en contra de lo que había ocurrido en años precedentes, se fomentaba el discurso contrarrevolucionario entre los encar­gados de llevar una ofensiva ideológica para conseguir estos alis­tamientos17. Así, tanto porque primaban nuevos problemas como porque el número masivo de clérigos franceses llegados al Prin­cipado desbordaba las posibilidades de alojamiento, la Real Cé­dula del 1792 fue desoída, en cuanto a su defensa del silencio in­form ativo.

A los ancianos y enfermos se les instaló «en la ciudad —Ovie­do— para que fuera más cómoda su subsistencia. Y para que fue­se más económica en el Hospital de San Juan donde se les colocó com o buenamente cupiesen...»

Este hospital es, según una carta del obispo al Cabildo, «por su fundación el que más debe contribuir a este socorro: es funda­ción Real y para peregrinos: nuestro Soberano los admitió bajo su protección en España, y los recomendó: Estos son peregrinos de primer orden, y mucho más acreedores, sin duda, que quantos vienen al hospital: con lo que podemos sin el más leve excrúpulo recetar sobre sus fondos y V.Y. dar orden al señor administrador de él para que con liberalidad concurra a los gastos (...) para el cuidado y asistencia de estos recomendables huéspedes...»18

Otros refractarios fueron alojados según el Cabildo «en algu­nos quartos que tienen decentes la cárcel eclesiástica y así en otros parajes que se bayan discurriendo para que juntos y comiendo co­mo de rancho puedan mantenerse a menos costo (...)»

A partir de este momento el clero refractario francés en Astu­rias queda definitivamente instalado. Incluso una nueva Real Or­den publicada en octubre del 1794, que obligaba a todos los fran­ceses a internarse veinte leguas tierra adentro para seguridad de poblaciones costeras y fronterizas, no es aplicada sobre el clero

16 Véase la comunicación publicada en las actas del Congreso internacional: «Re­percusiones de la revolución francesa en España», titulada «Algunas reper­cusiones de la revolución francesa en el Principado de Asturias. 1792-95». De J. M. García Busto y G. Crespo López-Urrutia, el apartado «La crisis de la nobleza: La junta general del Principado ante la guerra».

17 Los aspectos en torno al discurso contrarrevolucionario están estudiados en un trabajo de los mismos autores sin publicar, titulado: «Noticias y lecturas en tomo a la Francia revolucionaria». En el apartado dedicado al «discurso contrarrevolucionario» se trabaja sobre la exhortativa del obispo Juan de Lla­no Ponte y un manifiesto del conde de Toreno.

18 Carta del obispo fechada el 3 de septiembre del 94 dirigida al Cabildo, AC.

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refractario, mientras que sí fue aplicada sobre franceses laicos que llevaban viviendo en Asturias más de cuarenta años, como el pla­tero Sabi Collay, que trabajaba en las alhajas de la Catedral19, o el violinista Gossin, que a pesar de tener que mantener a su mu­jer y a una suegra tullida tuvo que salir de la ciudad de Oviedo20. Ni siquiera las amistades de Jovellanos y sus pronósticos acerca del futuro olvido de la Real Orden de internamiento hacen que el profesor del recién fundado Instituto Asturiano, de nacionali­dad francesa, Lespardat, pueda permanecer en Gijón21.

El acomodo de los refractarios en el Principado se va consoli­dando durante el año 1795, en el que algunos de los presbíteros fran­ceses parece que comienzan a realizar trabajos para la Catedral.

LA PAZ DE BASILEA PARA LOS REFRACTARIOS

La fecha de la paz con la República francesa no es del todo in­significante para la ajetreada vida de los refractarios franceses en Asturias y en el resto de España, porque da un nuevo vuelco a su situación anterior: pasan de ser refugiados en suelo español de una nación enemiga, la Francia de la Convención, a ser refu­giados de una nación amiga, la Francia de después del golpe de Termidor.

La paz del verano de 1795 creará en los no juramentados nue­vos problemas. Si en un principio habían sido unos refugiados pe­ligrosos para la Corona por ser fuente de información de los ava- tares revolucionarios, tras la paz con la República francesa se con­vierten en unas personas incómodas para las buenas relaciones entre los dos países, ya que sus críticas a la revolución son cons­tantes.

Un ejemplo de esta actitud lo demuestra uno de los refractarios franceses en el Principado de Asturias, Mr. Bellanger, prior de Ju- dre, que mantuvo una conversación con Jovellanos, un mes y me­dio después de la paz de Basilea, sobre la revolución francesa. El clérigo francés condenaba la revolución con severas calificaciones, a las que Jovellanos no asentía en muchos casos. Por ello, el prior de Judre, pasados unos días, escribió a Jovellanos una larga carta que por desgracia se ha perdido, aunque poseemos un resumen.

19 10 de octubre de 1794, actas de sesiones del Cabildo Catedralicio, AC.20 14 de octubre de 1794, actas de sesiones del Cabildo Catedralicio, AC.21 Ver Cartas de Jovellanos a Lespardad. Colección de Autores Españoles del

Siglo XVIII. G. M. d e J o v e l l a n o s : Correspondencia. Edición crítica, intro­ducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

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SOBRE EL CLERO REFRACTARIO FRANCES EN EL PRINCIPADO (1792-98) 161

Parece ser que en la carta Mr. Bellanger hacía histórica reseña de la antigua Constitución de Francia y mostraba la iniquidad de la revolución, que para él explotaban unos pocos, entre los que cita a los abogados Toucet, Chapellier, Lanjouinais, Barnave, Ca- mus, que, entrampados o pobres antes de ella, habían ya adquiri­do grandes tierras, de las que especifica una parte. Jovellanos re­huirá toda discusión en su respuesta22.

Es de mencionar algunos errores de conocimiento acerca de la actualidad por parte del prior de Judre, que acusaba a un cadá­ver de enriquecerse: Barnave. Éste había sido encarcelado ya en agosto de 1792 en Grenoble, desde donde escribió uno de los me­jores análisis de las causas por las que la revolución tuvo una se­gunda revolución radical. Después Barnave fue trasladado a Pa­rís, en donde un tribunal revolucionario le condenó a muerte. El 29 de noviembre de 1793 es guillotinado, a los 32 años de edad23.

Dentro de la actitud crítica tomada ante la alianza con Fran­cia por los eclesiásticos expatriados quizás podríamos incluir un documento de agosto de 1796. El Ayuntamiento, mediante una pe­tición al regente y al obispo, intenta por todos los medios evitar que los diez eclesiásticos franceses que permanecieron en el pala­cio del obispo en Contrueces sean trasladados fuera de la ciudad.

Alegan causas espirituales: «La presencia de los sacerdotes franceses en esta villa ofrece a su becindario un ejemplo bibo de la Berdadera religión catholica, pues por no desmentirlo, ni fal­tar a la pureza de la fee, sufren vivir fuera de su patria, carecien­do de todo cuanto es amable en la vida; y este ejemplo así como es de consuelo para todo buen católico sirbe también para confor­tarle en la Fee que profesa, y de dicho consuelo carezerán este be- zindario quando salgan del los sazerdotes franceses...»

Después aducen motivos prácticos: «Si a esta razón de suyo tan maziza fuere todabía el caso añadir pesso alguno, expondría el ayuntamiento que con la salida de dichos sazerdotes quedará el vecindario probablemente pribado de otro consuelo y probecho de naturaleza no contrario a lo que ba expuesto com o es de una

22 Carta de Bellanger, prior de Judre, a Jovellanos, desaparecida. Ver 18 de sep­tiembre de 1795, Colección de Autores Españoles del Siglo XVIII, G. M. de Jovellanos: Correspondencia. Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González. Cátedra Feijoo.

23 Antoine Barnave: De la revolución y de la Constitución. Clásicos Políticos. Traducción de Ana Portuondo y estudio preliminar de M. Luisa Sánchez Me- jía, Centro de Estudios Constitucionales, «Dos interpretaciones de la revolu­ción francesa». Madrid, 1990.

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misa de Alba, de dos misas de onze y de una misa de Doze en cada uno de los domingos y días festibos de todo el año. Lo que aten­diendo al numeroso vezindario y al numeroso concurso de foras­teros de Mar y Tierra en esta villa es de mucha importancia. Así mismo expondría el Ayuntamiento estar mui edificado del reco- xim iento que guardan en su vida dichos sazerdotes su frequente asistencia al templo y su vida en todo muy arreglada.»24

Las misas ofrecidas por los eclesiásticos emigrados durante sus sermones quizá podría crear malos entendidos con los aliados de la República francesa. El alejar de la villa a unos clérigos tan apre­ciados —según el Ayuntamiento habían sido mantenidos por éste desde su llegada— cabría poder relacionarlo con evitar un posi­ble enfrentamiento con el cónsul de la República francesa en Gi- jón, hombre ilustrado e introductor de libros prohibidos, que aca­baba de adquirir su cargo25. No tenemos ningún documento que pruebe estas conexiones.

La crítica constante de la revolución que hacen los clérigos ex­patriados y otros laicos franceses creará tensiones para el Gobier­no de G odoy en una fecha tan avanzada como 1798: «han buscado todas las ocasiones de turbar la tranquilidad manifestando abier­tamente su encono contra los ciudadanos franceses y contra el go­bierno de su nación, y aun han procurado indisponer con ellos a mis amados vasallos inflamando sus ánimos». Godoy pretendía que todos los franceses refugiados abandonaran la Península, alo­jándose en Mallorca o en Canarias. Estas reales órdenes tampoco debieron cumplirse en Asturias, ya que el Cabildo Catedralicio libra ese mismo año la segunda parte de los doce mil reales que había ofrecido en 1794 para la manutención de los clérigos fran­ceses26.

24 Actas de sesiones del Ayuntamiento de Gijón, día 13 de agosto de 1796, AMG.25 Aquí me remito al trabajo sin publicar mencionado en la nota 17, en el apar­

tado «Libros prohibidos en las bibliotecas asturianas». El nuevo cónsul fran­cés en Gijón tuvo problemas con el Santo Oficio por causa de los libros que traía desde Francia.

26 Cabildo 23 de abril de 1798, AC.

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LA ANDALUCÍA DE PALACIO VALDÉS

José Manuel Cuenca Soledad Miranda García

LAS RAZONES DE UN NOVELISTA

Quizás haya sido Palacio Valdés el más «español» de nuestros grandes novelistas, si por tal se entiende el escritor que ha desen­vuelto a sus personajes en un escenario geográfico más plural y va­rio. Ningún punto cardinal está ausente de su temática, aunque el oeste aparezca en él, al igual que en todos nuestros grandes narra­dores, con excepción de los gallegos, más desvaído y difuminado, sin que, y aquí no hay que hacer ninguna excepción —ni siquiera la galdosiana—, el menor rastro de los archipiélagos se encuentre tampoco en su orbe fabulador.

En una fecha relativamente temprana de su producción y en uno de sus períodos más creativos y fecundos hará su aparición Andalucía. Conocida es, en efecto, la publicación en 1889 de una de sus obras de m ayor impacto y a la que debe el autor asturiano buena parte de su inmensa popularidad en las clases medias de su época y de la inmediatamente posterior a su muerte: La her­mana San Sulpicio1.

Algún tiempo después y cuando su vena creadora aún no ha perdido fuerza y capacidad inventiva, verá la luz Los majos de Cádiz (1896), con plena justicia coetánea y ulterior uno de sus li­bros más desconocidos e irrelevantes. Pasarán treinta años hasta que, ya en el ocaso de su dilatada existencia y exhaustos los me­jores registros de su arte, aparezca el tercer volumen de su trilo­

1 Cfr. la importante tesis doctoral de Gómez Ferrer, G.: Palacio Valdés y el mundo social de la Restauración. Oviedo, 1983, en especial 369 y ss.

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gía meridional, Los Cármenes de Granada (1926), tal vez la nove­la que desde la actualidad y a la luz del m ovimiento en pro de la identidad regional que caracteriza a nuestro clima colectivo, más interés entraña para los modestos objetivos del presente estudio.

En un autor tan hermético respecto a su proceso literario y a las razones que nutrieron las distintas piezas de su universo no­velístico como fuera don Armando, estamos privados de noticias sobre la gestación de sus noVelas andaluzas, careciendo así de un elemento esencial para su interpretación. A falta de ello, algunos elementos resultan, por fortuna, muy reveladores. Ante todo, la elección del marco. Este es exclusivamente capitalino y referido a tres de las ciudades más universales, no sólo de España sino del occidente europeo, propicias, tal vez por ello, al tópico y a la pin­tura de cromo. A l igual que en la mayor parte de los estudios so­bre cualquier temática del sur peninsular, se observa que la de la trilogía analizada se escora hacia la baja Andalucía, aunque este desequilibrio encuentra un importante contrapeso en la mayor profundidad con que el novelista escrutará todo lo relativo al es­pacio urbano granadino, tratado, como decimos, con una propie­dad y morosidad superiores al hispalense y al gaditano.

TIEMPO NOVELÍSTICO Y TIEMPO REAL

La cronología viene aún menos en nuestra ayuda que la geogra­fía. Aunque se nos indique claramente al comienzo la data inicial de la trama de la célebre novela La hermana San Sulpicio —«...tomé el tren correo de Sevilla el día 4 de abril de 188...»2—, nunca su autor hará confidencias a lectores o críticos sobre los motivos que le llevaron a fechar su narración en dicha década. Su segundo ma­trimonio con una andaluza acaso pudiera estar en el origen de ello, pues no siempre las formulaciones más alambicadas o complejas dan en la diana de la génesis novelística. En cualquier caso, la mo­da de Andalucía estaba ya implantada en la conciencia colectiva. A l filo de los años noventa del ochocientos, el sur y, sobre todo, el bajo Guadalquivir, ocupaba un lugar preferente en el folklore, en la imagen que de toda la nación se hacían sus habitantes y en las primeras páginas de los periódicos3. Pero ningún suceso reso­nante como, por ejemplo, el asalto anarquista a Jerez en 1892, en

2 La hermana San Sulpicio. Madrid, 1982, 12.3 Vid. Ca r o Baroja , J.: Ensayo sobre la literatura del cordel. Madrid, 1968, y

las bellas páginas de Laín Entralgo, F.: A qué llamamos España. Madrid, 1971.

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las fechas inmediatamente posteriores a la publicación de La her­mana..., ni ningún otro fenómeno colectivo que afectara al suelo meridional, a la manera de la «Mano Negra», impactó la concien­cia de los contemporáneos.

Claro es que a Palacio le interesaban los pueblos sin historia, los escenarios pacíficos y calmosos, al menos externamente. La Sevilla de la Restauración canovista, alzada sobre un subsuelo lle­no de tensiones y carencias, será la elegida por Palacio Valdés para ofrecernos un cuadro lo más alejado posible de la «Andalucía Trá­gica», que se presenta a los ojos de los observadores más preocu­pados por los problemas e injusticias sociales4.

Si no andamos muy sobrados de información sobre los m oti­vos de su génesis y el tiempo histórico de la obra más conocida del autor de La espuma, todavía es menor la que poseemos acer­ca de Los majos de Cádiz. Ningún acontecimiento de particular relieve puso de actualidad a Cádiz en la desembocadura de la cen­turia. La decadencia que la afectara desde tiempo muy atrás, se­guía su invariable curso, y el proceso de adaptación a la nueva coyuntura planteada por la transformación de algunos de los pre­supuestos básicos de su antigua andadura no habían todavía al­canzado sus objetivos5.

Corriendo el grave peligro de violentar en exceso los textos, un análisis demasiado imaginativo tal vez pudiera encuadrar la temática de Los majos... en uno de los jalones más destacados de este largo crepúsculo circa los años ochenta. Pero el silencio más espeso envolverá también las referencias al tiem po histórico de esta novela menor de la amplia producción palaciovaldesiana.

Por suerte, una exégesis alejada del riesgo de la distorsión pue­de conducim os a la firme realidad cronológica de la ciudad recons­truida en Los Cármenes de Granada. Mas, por desgracia, conti­nuamos en el reino de lo desconocido al intentar aproximarnos a las razones que impulsaron a Palacio Valdés, casi cuarenta años después de los hechos narrados, a recrear el mundo de una Gra­nada en gran parte ganivetiana6.

4 CuencaToribio, J. M.: Historia de Sevilla. V. Del antiguo al nuevo Régimen. Sevilla, 1983, 3.a ed.

5 Cfr. B rey, G.: «Crisis económica, anarquismo y sucesos de Jerez (1886-1892)», en Seis estudios sobre el proletariado andaluz (1868-1939). Córdoba, 1984, 80 y siguientes.

6 Gallego Morel, A.: Angel Ganivet. El excéntrico del 98. Granada, 1965, 38.

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Muy probablemente su redacción se debiera a m otivos surgi­dos en la España misma de los años veinte que llevaron al nove­lista asturiano, de manera externamente sin duda anómala, a en­golfarse en un ambiente con el que hasta ahora no había estado muy familiarizado y en una época en que sus últimas energías na­rrativas se habían dedicado preferentemente a la Asturias natal o al Madrid entrañado. Esta y otras circunstancias a que más tar­de aludiremos, determinarán que sean Los Cármenes... una de las novelas si no más complejas, sí más misteriosas dentro de los siem­pre ambiguos textos del autor.

LA HERMANA SAN SULPICIO

Sin duda es La hermana... la que aprehende más temática an­daluza de las obras de Palacio Valdés. Casi todo el paisaje con­templado desde la línea de ferrocarril Madrid-Sevilla está acota­do por el protagonista de la novela con observaciones pertinen­tes, aunque con múltiples concesiones a la retórica fácil, al lugar común. Antes de llegar a Sevilla, Ceferino Sanjurjo nos describi­rá con propiedad la pequeña villa jiennense de Marmolejo, enton­ces sede de un floreciente balneario, donde surgirá la chispa del incendio amoroso que abrasará al médico ribeteado de poeta has­ta conseguir desposarse con la heroína de la trama bien urdida por don Armando, que llegó en dicha obra a la cima de su induda­ble talento fabulador.

Como cabía esperar, Palacio remansa su pluma, tan inclinada a las evocaciones históricas, con una pintura muy impresionista de la ciudad de la Mezquita que sólo aspira a contraponer un pre­sente ruinoso con un ayer, el árabe, esplendente. Más que roma­na, Andalucía será para Palacio Valdés musulmana. La historia de su principal amor contada en páginas célebres por el famoso Ibn-Hazm servirá al autor para cantar la Córdoba de fines del ca­lifato con los acentos elegiacos y exaltados de la literatura de ma­yor consumo sobre el tema7.

7 «Cuando nos acercamos a la ciudad, me sentí impresionado vivamente por la grandeza de sus recuerdos. Aquel montón de casas que se alzaba pardo y me­lancólico entre el río y la montaña había sido la gran ciudad del Occidente, la capital del mundo civilizado. Al ruido, a la alegría que en otro tiempo rei­naban en ella habían sucedido años y años, siglos y siglos de silencio y triste­za. Veíala con la imaginación, hermosa y feliz en medio de una comarca fér­til, risueña, abundante en toda clase de cosechas, ocupando una vasta exten­sión con sus murallas resplandecientes, provista de puertas monumentales, de infinitas calles donde las máquinas de riego abatían el polvo. Innúmera-

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Con la misma mirada penetrada de arrobamiento por lo ára­be, se trazará el cuadro de conjunto sobre el paisaje urbano de Se­villa y aun de gran parte de su sociología. La huella musulmana aparecerá por doquier, desde la botánica —resulta notable el do­m inio por el autor de la flora andaluza y, en particular, la sevi­llana— y del perfil de sus calles —estrechas, tortuosas—. Con bue­na técnica descriptiva se acumularán noticias y detalles de rai­gambre netamente «mora», sin que falte tampoco la nota singu­lar y cualitativa a fin de crear una atmósfera orientalizante en la que, poco a poco y de manera inconsciente, se introduzcan los lectores.

Aplazando para otra ocasión el análisis del espacio urbano pro­piamente dicho, el de la facies externa de las ciudades andaluzas en la trilogía que ahora nos ocupa no podremos, sin embargo, de­jar de aludir al carácter africano —se entiende que m ogrebí— que la baja Andalucía ofrece para el autor, como él mismo lo dirá ex­presamente en diversos pasajes: «A medida que avanzábamos el firmamento se elevaba y su azul se iba haciendo más intenso y profundo. Lucía el sol de un mediodía abrasador. La implacable intensidad de la luz me ofuscaba, haciéndome ver los términos le­janos com o masas violáceas envueltas en una gasa blanca. La lí­nea del último más bien se adivinaba que se percibía en los confi­nes del horizonte luminoso. La naturaleza africana anunciaba ya su proxim idad con los setos de pita y de higos chumbos erizados de púas»8.

El calificativo de sultana, de «gran sultana de Andalucía» pa­ra distinguirla a veces de Cádiz así también denominada, viene una y otra vez a los puntos de la pluma palaciovaldesiana, con los restantes aderezos de la astronomía y la meteorología: cielo re­

bles transeúntes discurrían por ella, entrando y saliendo de sus bazares, a cu­yas puertas pendían ricos damascos y tapices. En todas partes se alzaban sun­tuosos palacios, más bellos y suntuosos por dentro que por fuera; en todas partes bosques y jardines públicos donde sus felices moradores se solazaban con el aroma del azahar, del cinamomo y almoraduj. En tomo de ella los ame­nos vergeles o almuzarras se extendían a lo lejos, poblados de arboladas um­brías, de fuentes murmuradoras, de pájaros parleros. Enhiesta sobre el almí­bar [sic] de la Mezquita, la media luna alzaba sus cuernos poderosos prote­giendo a la ciudad. El ruido de los carros, de los escuadrones que a todas horas entraban y salían por sus puertas, de las máquinas de guerra, el gozoso ru­mor que se elevaba de sus talleres, donde fabricaban la inmensa variedad de artefactos que exigía su refinada cultura, la hacían bulliciosa y resonante», La hermana..., 61.

8 Ibid., 63.

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fulgente, sol radiante, temperatura voluptuosa, luminosidad ce­gadora, normales, de ordinario, en la climatología sevillana en los meses en que transcurre la novela —mayo-comienzos de noviem ­bre—, pero enfatizados hasta la exageración por la paleta del as­turiano, muy porosa cromáticamente.

Por este escenario trasunto de oriente discurrirán hombres y mujeres, en los que su creador verá igualmente la permanencia de caracteres y rasgos anímicos filiados en su pasado islámico. Volu­bilidad, barroquismo, apasionamiento y un tanto —entre líneas, un mucho— de superficialidad constituían la pasta con que estaba hecha la generalidad de los habitantes de la metrópoli sureña. No obstante la sincera admiración y simpatía del protagonista y de su creador hacia Sevilla, ambos no pueden dejar de descubrir —igual sucederá en Los Cármenes de Granda, según veremos— la ingéni­ta superioridad que conceden, a pesar de todo, a la cosmovisión del hombre septentrional, continuamente contrapuesto al del m edio­día, observado como el lugar ideal para unas largas vacaciones, pero carente de recias fibras sociales y éticas. La limpia y crista­lina atmósfera natural de esta tierra estaba penetrada en el fon­do de miasmas morales, tal vez también como herencia de su pa­sado oriental...9

Con indudable maestría, Palacio Valdés moverá a sus actuan­tes principales en los escenarios más «representativos» de la ciu­dad, hasta reconstruir por superposición su fisonomía más irre­petible y singular. Calles recoletas, como la de Argote de Molina; bulliciosas, como la del Mar, San José o ¡la de Sierpes!; proleta­rias: San Jacinto, Pagés del Corro, al otro lado del río, en una Tria- na habitada por obreros y artesanos; plazas silentes o embruja­das —Santa Ana, Santa Cruz—, hervorosas como la del Duque, mundanas y religiosas; iglesias para todos los gustos y estilos, con una catedral que, con gran acierto, sirve de marco de referencia constante, aunque nunca será captada en primer plano por la má­quina fotográfica del autor. Y ya en la arquitectura civil, al lado del Alcázar y la Torre del Oro la Casa de Contratación y, en las cercanías la mole gigantesca, y aún así airosa, de la Fábrica de Tabacos, pululante de una humanidad femenina, en cuya descrip­ción la pluma, a veces un poco pintoresquista del autor, encon­

9 Algo parece apuntar acerca de la «natural» superioridad ética de los españo­les norteños José M. Jover en su enjundioso Prólogo a la importante tesis doc­toral de Tusell, J.: Oligarquía y caciquismo en Andalucía (1890-1923). Bar­celona, 1976.

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trará algunos de sus mejores logros por la fuerza y realismo de varias de las cigarreras retratadas10. No faltará tampoco el Gua­dalquivir, presente en ciertos momentos culminantes de la trama novelística, con sus rientes jardines y orillas, ni incluso los ale­daños de la ciudad —magnífica viñeta de la famosa venta de Eri- taña— y hasta de algunos de los pueblos circundantes —Carmona, Alcalá de Guadaira.

En contraste con la Granada de la misma época, Sevilla es pa­ra Palacio una urbe articulada aún por los cánones y estética del pasado, sin que su casco urbano presente los muñones y destro­zos que vienen a representar las miserias del progreso. Tal visión obedece, sin duda, más a fines literarios —ofrecer un m odo de v i­da y, sobre todo, un escenario impregnado por la historia, espe­cialmente por la musulmana— que a la realidad, por cuanto por las fechas finiseculares Sevilla había sufrido ya daños irrepara­bles en su conjunto urbano y heridas lamentadas desde Bécquer a los gacetilleros de la proliferante prensa de la etapa isabelina, del sexenio y de la primera Restauración.

La antropología cultural de la capital hispalense encontrará en Palacio un acotador tan fidedigno como el de su arquitectura, registrada, insistiremos, con mirada morosa y complaciente. Las principales formas de sociabilidad de un pueblo como el m eridio­nal, tan rico en sus valores, no pasarán inadvertidas a la pluma de uno de nuestros más famosos novelistas contemporáneos. La tertulia en el café, la taberna, el casino, la fonda, la sacristía o la rebotica; fiestas y encuentros en los patios mesocráticos y aris­tocráticos antes que populares; los animados paseos junto al río o por las calles más concurridas de la ciudad; los comentarios so­bre política, toros y mujeres de tronío; las interminables pláticas amorosas cabe las rejas; las devociones multitudinarias de las que,

10 «Poco a poco fui acercándome a la Puerta de Jerez, y me encontré cuando me­nos lo pensaba frente al vasto y suntuoso edificio alzado por Felipe III para la confección del rapé... El cuadro que se desplegó ante mi vista me impresio­nó y me produjo temor. Tres mil mujeres se hallaban sentadas en un vasto recinto abovedado... Filas interminables de mujeres, jóvenes en su mayoría vestidas ligeramente con trajes de percal de mil colores, todas con flores en el pelo, liaban cigarrillos delante de unas mesas toscas y relucientes por el largo manoseo. Al lado de muchas de ellas había cunas de madera con tiernos infantes durmiendo...». Ibid., 186 y 199-9. Será muy interesante a todos los efectos cotejar este cuadro con el debido a la pluma de doña Emilia Pardo Ba- zán sobre la Fábrica de Tabacos de La Coruña en La Tribuna. Nos permiti­mos remitir a nuestro estudio, «La cuestión social en la gran novela española del XIX: La Tribuna, La Espuma y El Intruso». Actas de los coloquios.

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y no sólo para la madre de la protagonista, la Semana Santa ocu­pará la primacía indiscutible para todos los sevillanos que se pre­cien de tales; las inevitables corridas de toros —inexplicable elu­sion de la ya famosa feria de abril—. Y siempre, calle, calle, como rey sol de un pueblo para el que ésta es alma y vida de su existen­cia cotidiana, que no se entiende sin un permanente diálogo con el prójim o, a propósito de esto y de aquello, de lo trascendente y de lo efímero; siempre tratado todo a tono menor para medirlo por la escala del hom bre11.

El retablo sevillano tiene que concluir —al menos provisional­mente— por nuestra parte. La ciudad del Betis alquitará los ras­gos y valores esenciales de Andalucía, según tal y como la ve Pa­lacio Valdés. Para el historiador su recración contiene numero­sos puntos de reflexión e interés. El público de don Armando, in­tegrado fundamentalmente por las clases medias urbanas, era reluctante a los aguafuertes y al llamado en la época realismo so­cial. Uno de los secretos del arte novelístico del autor de La aldea perdida es el de haber saltado sus propios condicionamientos pa­ra lanzar en muchas de sus obras —La fe, Riverita, El señorito Oc­tavio, El origen del pensamiento, La alegría del capitán R ibot— un mensaje subliminal que dinamitaba por su base todo el edifi­cio ideológico de aquella clase social a que se destinaban prefe­rentemente sus obras. Sin embargo, en su trilogía andaluza y, de manera acaso especial, en La hermana..., la visión de la realidad se pliega en todos sus extremos a la imagen estereotipada —no por ello indeficientemente falsa, por supuesto— o al menos la de m ayor circulación acerca de lo andaluz en general y de lo sevilla­no en particular en la España de la Restauración, heredera aquí de los clichés regionales forjados en la época isabelina, gran par­tera de ellos.

11 «Las noches eran calurosas, asfixiantes... Pasear a aquellas horas por las ca­lles de Sevilla era lo mismo que visitar lo interior de las casas. Las familias y los tertulios se hallaban reunidos en los patios, y los patios se veían admi­rablemente a través de las cancelas... De todos modos aquellos toques de luz que salían de los patios, aquel soplo rumoroso que pasaba a través de la enre­jada puerta animaba la calle y esparcían por la ciudad ambiente de cordiali­dad y alegría. Era la vida meridional, franca, bulliciosa, expansiva, que no teme la mirada curiosa del paseante, antes la solicita y se huelga con ella donde aún late vivo, después de tantos siglos, el sentimiento de la hostilidad, la re­ligión de los árabes. Sevilla ofrecía a tal hora un aspecto mágico, un encanto que turbaba el ánimo y convidaba a soñar». Ibid., 166-7.

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Comparada con la de Sevilla, la imagen de Cádiz mostrada en la segunda novela de la trilogía andaluza de Palacio Valdés re­sulta carente de fuerza y desprovista de rigor evocador; esto es, hundida más en el tópico y en el andalucismo de opereta o, por m ejor decir, de café cantante. No cumple a nuestro propósito ha­blar de la debilidad psicológica en las figuras que componen el cen­so novelístico de Los majos de Cádiz ni de otros asuntos negros de su estructura, sino sólo de ocuparnos de aquellos extremos con m ayor proyección historiográfica de la obra. Se ha hecho ya refe­rencia a la posible datación de su tiempo real de contornos no muy bien definidos. En efecto, aunque referencias de cierta entidad nos sitúan en el Cádiz postcantonal, en la época en que todavía, aun­que ya crepuscularmente, convivían los navios de vapor con los últimos exponentes de la marina a vela —tan inspiradores para la melancólica pluma barojiana—, no hay la menor alusión —de form a opuesta a algunos pasajes de La hermana San Sulpicio, en los que se menciona el pronunciamiento de Sagunto y la vida elec­toral de la aurora de la Restauración— a eventos históricos im­portantes o secundarios, en un Cádiz atravesado por las consecuen­cias y recuerdos de la aventura de Fermín Salvochea y la prim e­ra andadura del movim iento anarquista.

Pero m ayor dificultad para el enmarcamiento cronológico de la obra lo presenta la descripción de su entorno social, de las pro­fesiones, modos de vida, formas de vestir, costumbres e, incluso, lenguaje y argot de las clases más humildes y en varios aspectos marginales de la ciudad y su entorno inmediato, considerado con muy buen criterio por Palacio, a muchos efectos, com o pertene­ciente a la propia ciudad de Hércules. Carecemos aún sobre ésta de trabajos como los de Alberto Ramos acerca de la estructura so­cial del Cádiz isabelino; pero aun así no resulta difícil ver la im­posibilidad, a veces, de encajar las piezas del mundo social des­crito en la novela con la fisonomía ofrecida por las sociedades ur­banas de tipo portuario en la España y aun en la Andalucía de la plenitud del canovism o12. La absorbente presencia del artesana­do y de oficios y menesteres relacionados claramente con el mun­do preindustrial hacen albergar dudas, en ciudades com o Cádiz situadas en retaguardia del esfuerzo industrial, a la hora de en­

L O S M A JO S DE CÁDIZ

12 Vid. CuencaToribio, J. M.: Andalucía, historia de un pueblo (...a.C,-1984). Madrid, 1984, 2.a ed.

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marcar con alguna precisión el estadio gaditano reconstruido por Palacio Valdés, que, naturalmente, no tenía por qué andar obse­sionado con la idea de facilitar el trabajo de futuros estudiosos.

Los majos... es, dentro de su corpus narrativo, una de las obras más desasistidas de elementos de referencia temporal. Como si el autor quisiera únicamente esculcar con su escalpelo en las pa­siones amorosas de los principales actantes de de la trama, todo lo ajeno a ella aparece, y eso en las raras ocasiones en que sucede, en un plano muy secundario.

El cuadro de la ciudad es menos completa que el dibujo sobre Sevilla en la novela analizada más arriba. El callejero es también puesto en m ovimiento con indudable oficio por el autor, y la enu­meración de calles y plazas de la trimilenaria ciudad resulta casi exhaustiva, porque en contraste con La hermana..., en Los majos de Cádiz la geografía urbana tendrá una carga de humanidad me­nor como cauce y palestra convivenciales. Forzado quizás por la intención de presentar una ostensible dicotomía entre una trama que quiere centrarse —bien que de hecho, muy superficialmente— en el ámbito intimista de sus personajes, en un medio físico vo l­cado a lo aparencial y externo, Palacio Valdés reduce la presen­cia de éste.

Mas cuando lo hace, mostrará los mismos caracteres de exube­rancia, jocundidad y, en definitiva, alegría de v iv ir del entorno geográfico y social de la Sevilla de La hermana... —colorism o y agilidad admirables de la «fiesta» gaditana supremamente mani­festada en el Carnaval...13—. Por este camino, Palacio no vacila­

13 Que tenía como prólogo en aquel entonces otra gran expresión de la sociabili­dad meridional: «Al día siguiente, víspera de Carnaval, fueron ambos a la tien­da de la Parra, por ser último día de columpio. Es costumbre en Cádiz cuando llega Navidad, fijar columpios en los patios de las casas, y aun dentro de és­tas cuando no hay acomodo fuera. Por las tardes se reúnen mancebos y zaga­las en tomo al aparato y pasan gozosamente el tiempo columpiándose, en me­dio de alegres cánticos y algazaras. Los columpios se descuelgan cuando lle­ga el Carnaval... Una linda morena de rostro picaresco ocupaba el columpio y unos cuantos jóvenes lo impulsaban a porfía, sin cesar de cambiarse entre ellos y ella con gracioso tiroteo un sin fin de donaires, de bromas picantes, de frases, insustanciales muchas veces, pero alegres siempre y con un delica­do sabor de galantería que sólo se halla en esta poética región del mundo. De­rramados acá y allá, sentados unos en bancos, otros de pie formando pinto­rescos grupos, charlaban los mancebos con las mocitas o escuchaban embele­sados el punteado melancólico de la guitarra. Las conversaciones eran animadas, ingeniosas; en todas campeaba la imaginación inquieta, el fácil in­genio, la incoherencia y la irreflexión que caracteriza al amable pueblo anda­luz. Era un burbujeo leve y fugaz como el de sus vinos dorados. ¡Cuánto do­naire, cuánto disparate, cuánto embuste!... Era domingo de Carnaval. Las ca-

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rá en adjetivar a Cádiz como la ciudad más hermosa de Andalu­cía y no escatimará loas a la belleza de su cielo y mar y a la dono­sura de sus gentes: «El sol nadaba sereno por el espacio haciendo brillar la seda de los vestidos, el carmín de las mejillas, el azaba­che de los ojos. Por doquier reinaba el júbilo. El ambiente, carga­do de perfume, de colores y reflejos vibraba con los dulces sones de las músicas, con los cantos, con las risas, con las palabras de amor. En las estrechas calles distribuidas en todas direcciones, cor­tándose, retorciéndose de un modo caprichoso, hervía la muche­dumbre con inquieto oleaje, bañándose en un gozo vivo y espon­táneo. La hermosa ciudad del occidente, ceñida, com o la diosa de Chipre, de su blanco cinturón de espuma, lanzaba una fresca y ale­gre carcajada. ¡Oh, feliz el que la haya oído reír de este modo! ¡Más feliz aún el que pueda vivir y morir en su seno amoroso, bañán­dose en su aire tibio, bajo un cielo transparente, escuchando los besos incesantes de su mar azul que riza la brisa!»14

En definitiva, pues, la Andalucía descrita en Los majos de Cá­diz no añade sustancialmente nada a la pintada en La hermana San Sulpicio. El Cádiz palaciovaldesiano participa de todos los caracteres de aquélla, incluso del rico legado musulmán. La An­dalucía riente, la de la copla y la fiesta, tal y como quería la Es­paña oficial de la época y los amplios sectores que sin integrarse en los mecanismos y sinecuras del poder participaban de sus ideas y aceptaban su visión del país, tienen en la obra de un autor gra­to al establishm ent un espejo abrillantado. Todo está bien si bien acaba. Así sucedía en la trama de Los majos de Cádiz y así ten­

lles rebozaban de gente. En los balcones de las casas se apiñaban lindas muchachas de ojos negros para ver desfilar los coches ocupados por jóvenes enmascarados que les arrojaban puñados de almendras, anises y caramelos. Desde los coches a los balcones entablábanse animados diálogos, cambiándo­se requiebros por donaires, confites por sonrisas; arrojábanse sonoros besos que, en alas del viento, iban a posarse tímidamente sobre alguna tersa meji­lla ruborizada. Y la gente de a pie, desde la acera, hacía coro a aquellos diálo­gos batiendo las palmas, celebrando con igual algazara los requiebros pica­rescos de los mancebos que las respuestas saladas de las niñas. Cruzaban nu­merosas comparsas ataviadas con trajes originales, unas de majos, otras de trovadores, otras de frailes, etc., todas tocando y cantando muy concertada­mente. Pero la que excitaba la admiración y el aplauso de la muchedumbre era la denominada de las viejas ricas, compuesta de veinte o treinta mucha­chos disfrazados de viejas con espléndidos trajes de seda, peluca blanca, me­dia negra y zapato de raso, cuyos cantos deliciosos, impregnados de toda la sal de la Bética, pronto iban a dar la vuelta a España». Los majos de Cádiz. Madrid, 1967, 80-1 y 100.

14 Ibid., 100-101.

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dría que ocurrir en una región que a fines de siglo ofrecía un pai­saje social encrespado por la violencia estructural y la desatada, a las veces, en campos y ciudades.

GRAN ADA

Los Cármenes de Granada completan la trilogía andaluza de Palacio Valdés. Por su ritmo, fuerza y estructura supera a Los ma­jos de Cádiz, pero sin llegar por ello a incluirse en el elenco de las mejores obras del autor. Cuna del romanticismo español, Grana­da quedaría ya acechada por el tópico desde los inicios mismos del movimiento. El escritor asturiano pudo en parte eludirlo mer­ced al hábil procedimiento de acentuar la posición «externa» del novelista con su mundo ficcional, que adquiere así los caracteres más clásicos del relato.

En una intriga amorosa poco imaginativa y un mucho mora­lista, aparece pespunteado el choque entre el concepto musulmán de la existencia y el cristiano, aunque nunca con exceso de filoso­fía y ni siquiera atisbos de profundidad, sino en clave satírica y en tono menor. El tío materno del principal personaje, don Pedro de Venegas, y su progenitor, don Enrique Aguilar, nacido en cu­na nobiliaria, encarnarán prototípicamente los valores de ambas civilizaciones15. Las glorias del pasado nazarí con sus iniguala­bles creaciones arquitectónicas y los fulgores de su poesía serán cantados con acento elegiaco por este defensor de la tradición que no vacilará en provocar un escándalo público para oponerse al vandalismo de las autoridades afanadas por destruir la fisonomía más prístina de la Granada árabe. Frente a él, su cuñado se re­creará en poner al descubierto las carencias y máculas que desde su óptica de viejo castellano oscurecían ese mismo pasado16.

15 «En efecto, aquel moro no era otro que su tío Perico, el cual dentro de casa se disfrazaba siempre de aquel modo, con chilaba y turbante o blanco albor­noz de capucha cuando salía al jardín para manifestar sin duda, que protes­taba contra la imperante dinastía castellana, y no reconocía otros señores de Granada ni otra dinastía que la de los reyes nazaritas... Toda Granada cono­cía las pretensiones de don Pedro y sus aficiones muslímicas y toda Granada se reía inconsideradamente de estas pretensiones. Desde que una noche en cier­ta fiesta literaria habida en el teatro Cervantes tuvo la arrogancia de afir­mar que él descendía en línea recta del Tornadizo no se le volvió a conocer por otro nombre. El lo sabía, pero no le producía molestia; parecía, al contra­rio, que hallase honroso el remoquete». Los Cármenes de Granada. Obras Com­pletas, Madrid, II, 1970, 609 y 610.

16 «¡Qué contraste físico entre padre e hijo! Este, delgado, morenito, pálido, con grandes ojos negros soñadores parecía el retrato de Boabdil, último rey de

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Cruce de razas y culturas, la historia y el hábitat granadinos no estarían bien representados si faltara el elemento judío. Con caracteres también algo convencionales se delinea el retrato de él, exponente de todos los defectos que en el estereotipo cristiano ennegrecían a la raza deicida. Con todo, su puesta en escena nos sirve para entrar en contacto con una realidad muy vigorosa en toda la España de fines de siglo, especialmente en las regiones ru­rales y más atrasadas: la usura. La descripción de un retazo de su geografía granadina nos abre un camino más para adentrar­nos en el conocimiento profundo de los orígenes inmediatos del subdesarrollo económico de la Penibética17.

No será, sin embargo, muy densa la humanidad granadina cap­tada por la pluma de Palacio Valdés. El paisaje social no es espe­so y el catálogo de los actantes es corto y realizado con gran eco­nomía de medios. Por el contrario, el espacio físico aparece en oca­siones dibujado casi con tiralíneas. Aparte de los lugares indispensables en todo cuadro de la ciudad de los cármenes, buen número de sus arterias pequeñas y grandes tienen una mención más o menos permenorizada en una obra que, desde varios ángu­los, podía estimarse como una requisitoria contra la política ur­banística del municipio en los años postreros del X IX 18. En los

Granada; aquél, ancho, robusto, vigoroso, con ojos grises penetrantes y alti­vos, debía semejar a su homónimo el heroico guerrero de la conquista de Gra­nada, aquel famoso D. Alonso de Aguilar, formidable campeón que, según se decía, montado a caballo y vestido de todas las piezas parecía un modelo de acero, aquel que en los encuentros no había arnés que resistiera la cuchillada de su brazo armado». Ibid., 595. Sobre su visión del pasado árabe de la ciu­dad, vid. las páginas 596-98.

17 «Don Crispín Garrido, natural de Orjiva, en el riñón mismo de la Alpujarra, y avecindado hace años en Granada, descendía de una familia de judíos. Esto por lo menos se decía en Granada. Es posible que tan grave aseveración no fuese más que una conjetura, tal vez una calumnia, a la cual se prestaba cier­tamente su temperamento moral y su contextura física... Don Crispín Garri­do prestaba su dinero al 12, al 14, al 16; nadie más que el pobre deudor sabía hasta qué tanto por ciento, y no poseía ni tierras ni casa. Su gran fortuna se hallaba en numerario, en créditos y valores, como si temiese verse expuesto a un éxodo forzado. Por todo lo cual no estaba tan desprovista de fundamen­to la opinión de los que afirmaban que descendía de un judío, el cual, gracias a la hipocresía o al soborno, había logrado escapar de los furores de Torque- mada». Ibid., 588 y 589. En punto al desenvolvimiento económico de la Gra­nada finisecular vid. las espléndidas obras de Titos, M.: Crédito y ahorro en Granada en el siglo X IX . Granada, 1978; Martín Rodríguez, M.: La Gran Vía de Granada. Cambio económico y reforma interior urbana en la España de la Restauración. Granada, 1986.

18 Aunque no aborda la temática ofrecida por la segunda mitad del siglo XIX, será de provechosa lectura para nuestro tema la obra de V iñes, C.: Granada

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principales itinerarios recorridos por los protagonistas de la no­vela aparecerán las calles de Mesones, Reyes Católicos, Elvira, Ye­dra, Cárcel Baja...; los paseos de la Bomba, de la Rivera del Genil y del Avellano...; las plazas de Bibirrambla, San Agustín, Nue­va...; así como todos sus barrios —Sacromonte, Albaicín...— y mo­numentos —la Cartuja, San Jerónimo, la Universidad, «noble, vie­jo y artístico edificio amenazado como todo lo noble, viejo y ar­tístico que existe en la antigua corte de los reyes islamitas de la piqueta demoledora»—. La obsesión por la obra destructora per­seguida con éxito y afanes dignos de mejor causa por los contem­poráneos apenas si permitirá al novelista detenerse en la Grana­da del presente. De ahí que la evocación de la Granada magnifi- ciente de los tiempos bajomedievales y aun posteriores se erija en un continuum de la novela, así como su cotejo con la devasta­ción padecida en las indicadas fechas. En el caso de la antigua corte nazarí los bárbaros y los Barberini fueron indudablemente los edi­les cristianos de la ciudad...19.

En su condena sin paliativos de este crimen histórico quizás debiera buscarse la auténtica actitud de Palacio Valdés ante la An­dalucía de su tiempo. No debe hacerse una relectura anacrónica del pasado con intenciones arqueológicas o revisionistas; pero una adecuada imagen de la Andalucía actual y futura debe excluir cualquier idea rupturista.

Observada de esta forma la imagen de Andalucía, era difícil introducir en ella la concepción de progreso y avance. A pesar de sus manifestaciones y pronunciamientos públicos, el universo na­rrativo del autor de La aldea perdida constituirá, en conjunto, un planeta muy estratificado e inmovilista. Con una visión arcádica y enclaustrada de la realidad andaluza no sólo se distorsionaba su presente sino que también se cerraba cualquier posibilidad del cambio tan apremiantemente solicitado por la Andalucía contem­

en los libros de viajes. Granada, 1983, en particular 179-194. Algún dato de interés sobre los orígenes urbanísticos de la Granada actual, Garzón Pare­ja , M.: Historia de Granada. Granada, II, 1981, 577. Siempre será útil la re­lectura de Gallego Burín, A .: Granada. Guía artística e histórica de la ciu­dad. Granada, 1982. Por último vid. Gay A rmenteros, J., y V iñes, C.: Histo­ria de Granada, IV. La época contemporánea. Siglos X IX y X X . Granada, 1982, 341 y siguientes.

19 La fecha exacta del tiempo histórico en el que se engloba la novela nos la pro­porciona la descripción del derrumbamiento del famoso arco de la Oreja, que servirá a Palacio para inspirar una de las escenas más movidas de su novela, y datada puntualmente —3 de septiembre de 1883— en la magnífica obra de V iñes, C.: Historia urbana de Granada. Su evolución hasta fines del siglo X IX . Granada, 1987, 240.

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piada en vivo por Palacio Valdés durante medio siglo. Es claro que ningún mensaje político o social podría lanzarse desde unas obras conscientemente al margen de preocupaciones de esta índo­le, mas no puede dejar de lamentarse que la trilogía andaluza de Palacio Valdés viniera a reforzar el cliché de una Andalucía olím ­pica y dionisíaca, es decir algo mítica, fuera del curso de los hu­manos, de los hombres y mujeres para los que el sol de su región no fue tan luminoso ni la tierra tan fecunda como en las obras de don Arm ando20.

20 Es llamativo que en la puntual correspondencia de dos grandes granadinos no encuentra el menor eco la publicación de la obra de Palacio. ¿Silencio pia­doso? ¿Omisión crasa? Fernández A lmagro, M., y Gallego Burín, A .: Epis­tolario 1918-1940. Granada, 1986, 97-123 y 223-250.

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RES = ‘GANADO’ (DEL LATÍN RES)

Perfecto Rodríguez Fernández

La lectura atenta de la diplomática medieval del período as- tur (718-910) me perm itió ya en 1983 esbozar una explicación para la palabra castellana res con el significado de ‘cabeza de ganado’ , es decir, cualquier animal de ciertas especies domésticas, com o el ganado vacuno, lanar, etc.1. A l año siguiente, en 1984, apareció la vigésima y, por el momento, última edición del Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, insistiendo en el origen árabe de res ( ra ’s, ‘cabeza’ , y algunas veces ‘cabeza de ganado’). Esta etim ología viene siendo ganeralmente aceptada desde anti­guo, aunque con algunos reparos fonéticos. A falta de otra mejor es la que ofrecen prácticamente todos los diccionarios de la len­gua española.

Unicamente Corominas 2, ante las dificultades muy serias de tipo fonético que hacen imposible la etimología arábiga, acepta con cierta timidez que pueda proceder del latín res ‘cosa’ . Lo dice sin demasiado convencimiento: «probablemente del latín res», se­ñalando más adelante que sólo Tuttle (Language, VII, 217) «osó» sentar la etim ología de res. Para avalar esta suposición ofrece al­gunos testimonios de res ‘ganado’ en castellano antiguo a partir del año 1200 y da una explicación un tanto ingenua del cam bio se­mántico que debió producirse: «El punto de partida del cambio semántico lo tenemos bien claro en Berceo: cuando San Millán era pastor dióli estraña gracia el pastor celestial: / nin lobo nin res

1 P. Rodríguez Fernández: «El léxico de la ganadería en la diplomática medie­val del período astur (718-919)», B.I.D.E.A., 108 (1983), 87-96.

2 J. Corominas, J. A. Pascual: Diccionario crítico etimológico castellano e his­pánico, IV, Madrid, 1981, s.v.

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180 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ

mala non li podié fer mal, / tornava su ganado sano a su corral (S. Mili., 8b). Frente a estas reses malas o ‘ fieras’ (quizá concreta­mente ‘zorras’ , que el rústico evita llamar por su nombre de mal agüero) había las mansas o buenas, en las que acabó por concre­tarse la denominación».

Estando así planteada la cuestión, y llegados a este punto, ha­bría que preguntarse en primer lugar, si existen testimonios en latín de res significando ‘ganado’ , porque en caso afirm ativo el problema etimológico de su origen latino quedaría definitivamen­te resuelto. Pues bien, por lo que se refiere al latín de Roma, a la latinidad hasta la Alta Edad Media, hay que decir que no. Sal­vo alguna expresión del tipo res pecuria, sin m ayor interés ni in­cidencia alguna, la respuesta es claramente negativa. En cambio, cuando accedemos al primer latín medieval que se produce en la Península Ibérica, que es precisamente el del Reino de Asturias (718-910), «las cosas cambian». Nuestra documentación es muy ex­plícita al respecto y está escrita en un latín que se halla en los um­brales de nuestra lengua castellana3. Se trata, claro está, de un latín medieval decadente, propio de notarios, en parte fosilizado, lleno de clichés y un tanto romanceado, pero siempre lleno de sor­presas para el historiador y el filólogo. En el caso que nos ocupa parece que resuelve definitivamente la cuestión a favor del ori­gen latino del castellano res, debiendo corregirse en próximas edi­ciones el correspondiente artículo del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia.

Res en nuestra documentación tiene, entre otras, las tres acep­ciones características de la triple división de bienes tradiciona­les del Derecho: res inmobiles (bienes inmuebles), res mobiles (bie­nes muebles) y res sem ovientes (bienes semovientes o animales). Esta expresión última, que no es conocida por los notarios medie­vales, se sustituye por res vivum o rem viventem o simplemente res:

— rem uiuentem, uestito uel de omnem omnioram nostram rem uel specie m obilem uel inmobilem (D. 62, 856, A.).

Este ejemplo, que es de documento auténtico, como los que va­mos a ofrecer a continuación, sigue el esquema tradicional que se

3 Todos los ejemplos están tomados de la recopilación documental de ese perío­do realizada por A. Floriano Cumbreño: Diplomática española del período astur, I-II, Oviedo, 1949-1951. A continuación de cada ejemplo se expresa con una D la colección, el número del documento, el año en que fue escrito y final­mente la calificación crítica: A (auténtico), I.S. (interpolación sublimada).

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RES = ‘GANADO1 (DEL LATIN RES) 181

va a generalizar, y marca ya la oposición: rem uiuentem ... / ... rem ... m obilem / uel inmobilem. Esta oposición, que no siempre aparece en el mismo orden, se concreta en cuanto a su contenido (tierras-solares / animales / ajuar), en los siguientes textos:

— I térra, pumares, uineam in Mus, / res, / uestitum, ferramen- ta (D. 48, 843, A.).

— uaineam in Befares, parti uestre in Carauanio super agrum domni Iquilani, / res, / uestitum, ferramenta uel alia utensilia (D. 53, 852, A.).

— térras, uineas, pumares, casas, orrea , molina cum aqueduc- tibus suis, / res uiuum, / adque uestitum (D. 114, 875, A).

— tam térras quam etiam pomares, / res, / uestitum (D. 183, 905, A).

Y por si no estuviese suficientemente clara con los ejemplos anteriores la identificación de res como ‘animal’ o ‘conjunto de animales’ , veamos a continuación la explicitación de res en otros documentos de fechas aproximadas:

— Alia uero res mea, id est: mulos, muías, cauallos, equas, boues, uaccas, oues, porcos, / uestitum (D. 88, 867, I.S.).

— siue res, equas, kauallos, uacas, boues, oues, porcos, / ues­titum (D. 184, 906, A.).

La riqueza pecuaria constituyó la base económica de la Astu­rias medieval. Son raros los documentos notariales de cualquier tipo (testamentos, donaciones, compraventas, etc.) en los que no aparece alguna mención expresa del ganado, señalándose en mu­chos casos el número exacto de las distintas especies que se trans­miten. Es incluso muy corriente que el pago de tierras se efectúe en ganados. Así pues, a los notarios del Reino de Asturias debe­mos esta concreción de la palabra latina res con el significado de ‘ganado’ , sentido que nunca había tenido antes en la latinidad clásica.

De res entendemos que deriva la forma rexelos que leemos en un documento auténtico del año 902 (D. 902, A.) por el que se ven­de un pom ar en el precio de una uaca uitulata et quatuor rexelos. Tiene aquí, por tanto, un significado específico de ‘recental’ , ‘res joven ’ , ‘ternero’ : una vaca preñada y cuatro terneros.

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EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA LA REAL DE VALDEDIÓS. DATOS

PARA SU ESTUDIO*

M a r í a P i l a r G a r c í a C u e t o s

VALDEDIÓS MEDIEVAL

Aspectos históricos y económicos

Ante todo, hemos de señalar que nuestro punto de vista es el de una historiadora del arte y que nuestro objetivo prioritario es la reconstrucción y análisis de la secuencia y arquitectónica y ar­tística del monasterio de Valdediós. Es probable que los historia­dores encuentren lagunas en nuestro estudio, pero debe tenerse en cuenta que con la reseña sumaria de las circunstancias históri­cas o sociales pretendemos únicamente situar los hechos artísticos.

La reforma emprendida por San Bernardo y que tuvo com o re­sultado la creación de la Orden Cisterciense llega a España de la mano de los monarcas Alfonso VII y Ramón Berenguer IV.

La fundación de los monasterios más importantes tiene lugar en un espacio cronológico relativamente corto: el primer cenobio, Fitero, se funda en 1140 y en 1153, cuando muere Bernardo de Cla- raval, la Orden se encontraba fuertemente implantada en toda la Península.

* El presente artículo forma parte de un trabajo más amplio elaborado a peti­ción del Servicio de Patrimonio de la Consejería de Educación, Cultura y Depor­tes del Principado de Asturias para acompañar al proyecto de restauración del monasterio en 1988. La autora quiere manifestar su agradecimiento al entonces director regional de Cultura, don Emiliano Fernández Prado, por el interés mos­trado hacia su labor.

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184 MARIA PILAR GARCIA CUETOS

Asturias se incorpora al movimiento renovador a principios del siglo XIII, coincidiendo con el reinado de Fernando III. En el Principado la secuencia de establecimientos también es ágil. En­tre 1160 y 1200 se establecen los cistercienses en Villanueva de Os­eos, sustituyendo a una comunidad benedictina, y se fundan Sta. María de Lapedo y Belmonte.

El monasterio de Santa María de Valdediós fue fundado por Alfonso IX y su esposa Berenguela mediante un privilegio fun­dacional del 27 de noviem bre de 1200, habiéndose descartado, en principio, la existencia de un cenobio benedictino anterior en el valle de Boides.

Dotación y privilegios del monasterio

Cuando su historia finaliza con la desamortización, Valdediós es uno de los monasterios más ricos de la región. Su importante hacienda se debe fundamentalmente al apoyo de la monarquía, que le concedió los privilegios, tierras y ayuda económica suficien­te para que mantuviera su poder a lo largo de los siglos.

En opinión del profesor Ruiz de la Peña, Alfonso IX era un mo­narca especialmente religioso, que hace abundantes donaciones a las iglesias de su reino, entre ellas la ovetense. Era, además, gran devoto de Santiago, prestando especial atención a los caminos y alberguerías del «camino Francisco», o camino francés, que había en Asturias1.

Cuando el rey tomó posesión del trono existían en Asturias los monasterios cistercienses de Belmonte y Villanueva, pero parece que no les prestara demasiada atención2. En cambio, el monaste­rio de Santa María, en el antiguo valle de Boides, será fundación personal del monarca. Con el privilegio de Santiago de 1200, que ya mencionamos, dona a la Orden la heredad de Boides para cons­truir una abadía bajo la advocación de Santa María3.

El coto del monasterio aparece delimitado en un privilegio da­do en Avilés el 20 de marzo de 1220, declarándose en él la inmuni­dad de que goza4.

La lista de privilegios y donaciones reales del monasterio fi­gura en el trabajo de la señora Andújar Polo5, al que remitimos

1 Ruiz de la Peña, J. I.: «Los reyes fundadores de Valdediós. Alfonso IX», Val­dediós, 1964, págs. 65 y 6 6 .

2 Ruiz de la Peña: Ob. cit., pág. 67.3 Ruiz de la Peña: Ob. cit., pág. 6 8 .4 Ruiz de la Peña: Ob. cit., pág. 69.

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EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARIA LA REAL DE VALDEDIOS 185

a quienes se interesen especialmente por el tema. Dichos privile­gios se recogen en la lista hecha por el canónigo Chiriboga duran­te un viaje que hizo a Asturias por orden real en 1613 y en una copia del becerro de Valdediós que realizó Acevedo Villarroel por encargo de Jovellanos y que está depositada en la biblioteca del Museo Arqueológico de Asturias6.

A nosotros nos interesan especialmente las consecuencias eco­nómicas de todas estas donaciones. Iban encaminadas a favore­cer el establecimiento del monasterio como centro agropecuario, con dotaciones de tierras, exenciones de pagos y portazgos, etc. También se le dota de determinadas rentas que engrosarán sus arcas.

Además del coto del valle, el monasterio contaba con el celia- rio de Sariego, la granja de Melgar y el cellero de Maliayo. Tam­bién se donó al monasterio Sancto Félix de Payolo y otras here­dades y el cillero de Peón, así como sus heredades, concedidas unos años más tarde: la heredad de Mayrana; la hacienda de Piñera, en Tineo; el cillero de Gijón; los bienes y hacienda de María Pe- láez; el solar de Ybolen y unas casas en Zamora. Asimismo se con­cedió al monasterio el hospital de Boñar, en 1394.

Además de posesiones territoriales, se le fueron donando a la abadía diferentes rentas y exenciones de tributos: A lfonso IX le concedió diezmos sobre el portazgo de Avilés y Fernando III, 100 maravedís anuales sobre el portazgo de Avilés. A lfonso IX le do­nó la barca y pasaje de El Puntal, el portazgo del puente de Bo­ñar y 2.000 maravedís sobre las alcabalas de la villa y concejo de Villaviciosa.

El privilegio más importante que obtuvo el monasterio es el de la sal, concedido por Alfonso IX el 20 de mayo de 1220. Es el llamado «Eminagium Salis Abelies», concesión que confirmará Fernando III en 1231. Recibe la casa 500 maravedís sobre la renta de la sal de la villa de Avilés7.

Sabemos que el monasterio tenía la décima parte del portazgo de la entrada y circulación de las mercancías del puerto de la v i­lla de Llanes8.

5 Andújar Polo, D.: «Indice cronológico de las donaciones y privilegios del mo­nasterio de Santa María de Valdediós», Historia y Vida de Valdediós, Ovie­do, 1971.

6 Fernández Martín, L.: «Una visita a las iglesias y monasterios asturianos de patronato real en 1613», B.I.D.E.A., LXXVI, núm. 82, págs. 453 y 456.

7 Ruiz de la Peña, J. I.: La economía salinera en la Asturias medieval, Astu- riensia medievalia, Univ. Oviedo, 1972.

8 Ruiz de la Peña: «Notas sobre la actividad comercial de las poblaciones de la costa asturiana (Siglos XII y XIII)», B.I.D.E.A., LX, 101-102, pág. 106.

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El trabajo y la propiedad

Valdediós no es diferente, en este favor real, a otros monaste­rios cistercienses. Puede parecer paradógico que esta Orden asin­tiera en acumular riqueza tan prontamente. Quizá porque se ha­ya confundido su concepción al respecto. El císter no rechazaba en absoluto servirse del instrumento monetario, lo que rehuía era el régimen de señorío. Es más, al plantearse la explotación direc­ta de sus tierras mediante la mano de obra de los conversos, con un rendimiento mayor que en otras explotaciones coetáneas, se enriquecieron rápidamente.

El único vínculo que une a las abadías cistercienses es la carta de caridad, pero en lo económico serán totalm ente independien­tes. Tan sólo se plantea la necesidad de auxiliar, en caso necesa­rio, a las comunidades más pobres.

En la cultura del momento la actividad manual estaba consi­derada como una forma inferior de vida. Incluso entre los clunia- cienses el precepto benedictino del trabajo se reducía a una com ­parecencia ritual, por tum o, en labores como la cocina.

Un estatuto de 1134 establece la obligación del trabajo manual para los cistercienses9. Si para los conversos el trabajo venía a ser su propia liturgia, la liturgia de los pobres10 para los monjes era una prolongación necesaria de la salmodia. Se desarrolla en­tre los primeros cistercienses una ideología del trabajo conquis­tador. En la espiritualidad bernardina abundan las metáforas agrícolas, existe una relación simbólica entre el trabajo de la tie­rra y el laborioso cuidado del alma del monje.

Del mismo modo, el establecimiento de la comunidad en un te­rreno inhóspito, que debe convertir en fértil, se entiende como la transformación del caos en orden, una labor que recrea la divini­dad y que se relaciona con el concepto de arte del momento; el de la transformacón de la materia en algo útil o bello. El valle deja de ser caótico e inculto para transformarse en un reflejo de la per­fección que encarna la divinidad, por ello pasa a designarse como «divino». Abundan en torno a las abadías cistercienses los topóni­mos valle de Dios, valle claro, valle hermoso; el valle transforma­do por la actividad humana, que lo eleva de categoría ética. Val-

9 D u b y , G.: San Bernardo y el arte cisterciense (El nacimiento del gótico), Tau- rus, Madrid, 1983, pág. 37.

10 Duby : Ob. cit., pág. 97.

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dediós responde a esta ideología. Sabemos que el término se em­plea prontamente, aparece en la donación real de Toro de 120111.

Esta concepción del trabajo como fuente profunda de perma­nente transformación del alma y del medio tiene su necesaria plas- mación en la form a cisterciense de explotar las propiedades.

A l fin y al cabo la Orden es hija de la época de expansión agrí­cola europea. Para los monasterios la posesión de tierras abun­dantes es decisiva, de ahí la importancia del favor real. De hecho, en la Orden cundirá prontamente la alarma ante la continua acu­mulación de posesiones, especialmente en la primera mitad del XIII, período que se corresponde con la fundación de Valdediós. En el capítulo de 1214 se prohíbe la compra de tierras, permitién­dose la ampliación de las propiedades mediante donaciones, aun­que esta decisión se revocará pronto.

Recursos económicos y organización de la propiedad

Las granjas

Los cistercienses no alquilan su tierra al principio. Ese siste­ma aparecerá más tarde, cuando la institución de los conversos caiga en desuso.

Para atender personalmente todas sus propiedades, que cada vez se alejaban más del monasterio, se establecerá el sistema de las granjas. Se trata de explotaciones que se disponen en torno a la abadía. Se situaban a una distancia de no más de una jorna­da del mismo, ya que los monjes debían acudir a trabajar en ellas en los momentos en que se necesitaba más mano de obra, pero de­bían volver a dormir al cenobio, tal y como establecía la regla. En cambio, los conversos residían en las granjas y no veían el m o­nasterio más que en las celebraciones dominicales y en las gran­des festividades. Dejaban, por turno, a uno de ellos al cuidado de la granja en esas ocasiones.

También debía respetarse entre ellas una distancia mínima, pa­ra evitar conflictos, de al menos dos leguas borgoñonas (algo más de 11,500 km .)12.

Las dirigía un padre cillero (en la Edad Moderna se habla de los priores de las diferentes granjas que poseía Valdediós). En

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11 R u iz d e l a P e ñ a : « L os reyes...», pág. 68.12 D id im ie r , A.: «Granjas, bodegas y edificios de explotación cistercienses», Cis-

tercium, XXVII, 1975, pág. 130.

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principio la explotación de las granjas nunca se confiaba a segla­res, pero a partir del siglo XIV se irá imponiendo su arriendo.

Las granjas permiten la explotación directa de las propieda­des que pedía la regla de la Orden, pero tenían el inconveniente de la descentralización y la relajación de la disciplina. El capítu­lo despacha disposiciones para controlar los alimentos y bebidas que los monjes ingerían durante su estancia en las granjas y sa­bemos que la norma de silencio era mantenida igual que en el m o­nasterio13.

Existía la prohibición de celebrar los oficios en las granjas, lo que las diferenciaba de los prioratos. Con la obligación dom ini­cal de asistir a la misa del monasterio se pretendía reforzar la unión entre las pequeñas explotaciones y el centro. El abad cur­saba visitas a las posesiones del cenobio.

La diferente configuración de las granjas dio lugar a varios sis­temas de arrendamiento y propiedad. Esto es especialmente in­teresante cuando se comprueba el destino de estas propiedades tras la desamortización14.

Parece que se manifiestan en las propiedades de Valdediós dos de los modelos señalados por Higounet15. Observamos que en la Edad Moderna existen dos tipos diferentes de explotación. De un lado, perviven las granjas que tienen sus propiedades concentra­das en un solo bloque, resultado normalmente de una donación real cedida de forma unitaria (éste es el caso del priorato de Peón, que en los siglos XVII y XVIII tiende a mantenerse como una gran pro­piedad conjunta). De otro lado están las granjas que han sido arren­dadas en lotes a un gran número de pobladores, que se reparten las tierras de la antigua granja, dando lugar a una aldea que susti­tuye la antigua explotación. Esto ha sido lo más común en el caso que nos ocupa y, de hecho, puede haber determinado el actual sis­tema de poblamiento y propiedad del valle.

Cabe la posibilidad de que Valdediós no contase con un núme­ro considerable de conversos, ya que el monasterio se funda en el XIII y a mediados de este siglo comienzan a desaparecer.

13 A l v a r e z P a l e n z u e l a , V.: Monasterios cistercienses en Castilla (Siglos XII y XIII), Univ. Valladolid, 1978, págs. 54 y 55.

14 M o r o , J. M .: «La propiedad territorial de los monasterios asturianos a la luz de la desamortización», Semana de Historia del Monacato, monasterio de San Pelayo, Oviedo, 1982.

15 A l v a r e z P a l e n z u e l a : Ob. cit., págs. 58 y 59.

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Otros recursos económicos del monasterio

En teoría, aparte de sus posesiones territoriales, el monaste­rio cisterciense no debía contar con otras fuentes de recursos. Hay una serie de propiedades que, teóricamente, estaban prohibidas por la propia carta de caridad o los primeros estatutos, com o los molinos y hornos que no estuvieran dedicados exclusivamente al uso del monasterio. Sabemos que en la Edad Moderna el monas­terio cuenta con varios.

También estaba prohibida la posesión de iglesias, que obliga­rían a los monjes a vincularse a la cura de almas, lo cual obvia­mente no debía competerles. Hemos visto al hacer repaso de las donaciones regias al monasterio que se incluían en ellas algunas iglesias. La solución era sencilla, el abad se limitaba a colocar en los templos a un clérigo. En la Edad Moderna el monasterio figu­ra com o patrón de la práctica totalidad de las iglesias de la zona. Como tal patrón coloca en ellas a los correspondientes curas y se encarga de su reparación.

Actividad comercial del monasterio y las rentas

Desde un primer momento la actividad agrícola o las rentas en especie debían generar un excedente susceptible de venta. A l mismo tiem po se haría necesario adquirir determinados produc­tos que no producía el monasterio y costear el continuo gasto en obras y objetos artísticos y suntuarios relacionados con el culto, dado que la austeridad primitiva es efímera.

Acudir a los mercados era de tan patente necesidad que el ca­pítulo se limitará a señalar las condiciones en que debían efectuar­se las actividades comerciales16. Se señala el límite de días que los monjes encargados de las ventas debían ausentarse y se pro­híbe que el monasterio actúe como intermediario. El caso del v i­no es especialmente complicado, ya que el monasterio no podía venderlo directamente, limitándose a venderlo al por m ayor a un particular. Sabemos que Valdediós producía vino, en la llamada «viña» se conserva un patente topónimo.

Valor importante debía suponer en las transacciones monásti­cas la sal, ya que es común, como en el caso de Valdediós, que se cuente con ella por las donaciones reales17.

16 A l v a r e z P a l e n z u e l a : Ob. cit., p á g s . 67 y 69.17 Ibid.

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Es interesante constatar que Valdediós posee casas en centros de actividad comercial. En la Edad Moderna contará con casas en Gijón, Avilés y Lena, donde tiene un priorato. Sabemos que los monasterios contaban con exenciones de portazgos, cuando no con rentas resultado de ellos, como en el caso de Valdediós, que debía explotar directamente el del puente de Boñar, lo que obliga al ce­nobio a mantenerlo y reconstruirlo. También tiene el monasterio una casa en Oviedo, que curiosamente se coloca cerca del mercado.

Los cistercienses están, además, exentos del pago del diezmo y de los impuestos reales, esto favorece su enriquecimiento. Por otro lado, aunque en teoría no debían acumular rentas, Inocencio IV les permite desde 1248 cobrar diezmos, pese a que no debían pagarlos. La abundancia de privilegios papales, que en el caso de Valdediós recoge la señora Andújar Polo18, provocará enfrenta­mientos de los cistercienses con los obispos.

Con todo, existen importantes diferencias entre unos monas­terios y otros, esto queda patente durante el proceso desamorti- zador19.

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Aspectos artísticos y culturales. La iglesia de Santa María

El monasterio de Valdediós es, según suele aceptarse, filial del coruñés de Sobrado de los Monjes. Por esta razón el privilegio fun­dacional de Valdediós se conserva entre la documentación del mo­nasterio gallego.

El monasterio de Sobrado ha sido reconocido como el decano de los cistercienses gallegos, pudiendo datarse en el año 114220.

Sobrado es fundación directa de Clairvaux. Esta abadía fran­cesa será la que monopolice las fundaciones del área peninsular correspondiente a Castilla, Galicia y Asturias, que se unirán pos­teriormente en la Congregación de Observancia. Se ha señalado el carácter más dinámico e innovador de los cenobios dependien­tes en su origen de Clairvaux21. Todos tienen una acusada in­fluencia social y económica y hay en ellos una tendencia a presti­giar su origen, lo que podemos comprobar leyendo sus becerros.

18 A n d ú j a r P o l o : Ob. c it .19 M o r o , J. M .: La desamortización en Asturias, Biblioteca Julio Somoza. Te­

mas de investigación asturiana. Silverio Cañada, 1981.20 La lista de estas fundaciones aparece en el apéndice documental.21 V a l l e P é r e z , J. C.: La arquitectura cisterciense en Galicia, Fundación Pedro

Barrié de la Maza, La Coruña, 1982.

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Valdediós es una filiación indirecta, por lo tanto, y com o en otros casos de la vecina Galicia o León, la influencia de caracte­res «regionales» en su arquitectura se hace patente.

Aunque no podemos hablar de la existencia de un arte cister- * ciense, sí es evidente que hay una serie de elementos comunes que identifican las abadías de la Orden. Las mismas normas de vida, los mismos planteamientos ideológicos, determinarán la presen­cia en todas ellas de lo que se ha definido como «un aire de fa­m ilia»22.

La disposición del monasterio

En primer lugar puede sorprender la elección del asentamien­to, la localización de Valdediós en una zona especialmente som­bría y húmeda (nada como visitar el monasterio en un típico día de invierno asturiano para plantearse lo poco adecuado de su ubi­cación). De todas maneras hay factores que deben haber influido; la atracción de un hipotético mantenimiento de cierta vida ere­mítica en torno a San Salvador pudo ser un factor, com o también lo fuera la presencia del río Asta, ahora Valdediós, y la abundan­cia de terreno boscoso. Más adelante hablaremos de la deforesta­ción que ocasionó la presencia del monasterio en el valle. En opi­nión de Duby23, los cistercienses preferían no ser roturadores, en beneficio de la ganadería y la explotación forestal.

Cuenta la zona con otro elemento sustancial para la nueva Or­den, la piedra. Agua y piedra eran insustituibles para instalar la nueva abadía. Sabemos que cerca del monasterio existió una can­tera y que se extrae piedra de las zonas limítrofes.

Además de todo esto, el aislamiento era indispensable. En el capítulo de 1134 se deja este punto totalmente claro, señalando que ningún monasterio se establecerá en ciudades, castillos o al­deas, sino en lugares apartados del camino de la gente:

«in civitatibus, castellis, villis, nulla nostra construenda sunt cenobia, sed in locis a conversatione hominum semo- tis.»24.

El afán de aislamiento determina, en algunos casos, que los cis­tercienses vayan desplazando a la población preexistente. Pero

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22 V a l l e P é r e z : O b . c i t .23 D u b y : O b . c i t . , p á g . 95.24 G u ig n a r d , H .: A n a l e c ta D i v i o n e n s i a , D i jó n , 1878.

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poco a poco la necesidad de mano de obra arrendataria determi­nará cambios en la ocupación del territorio monástico. En torno a la abadía aparecen diferentes núcleos de población. Es posible que en Valdediós se produjera este proceso directamente dado lo tardío de su fundación, unos cincuenta años antes de que la insti­tución de los conversos entrara en crisis.

De todas maneras, los monjes se instalan una vez que el terre­no ha sido inspeccionado y se acepta su idoneidad. Sabemos que la comunidad de Valdediós, una vez establecida, solicitó permiso al capítulo general para trasladarse y que el mismo le fue conce­dido. Lo que ya no sabemos es por qué no se efectuó el cam bio25.

Duby ha relacionado la instalación de los monjes cistercienses en un nuevo territorio con la travesía del desierto del ciclo caba­lleresco del Grial26.

El monasterio se aísla materialmente mediante un muro que lo rodea por completo y en el que debe abrirse una sola puerta. Dentro deben colocarse todas las instalaciones necesarias. Se de­fine claramente en el capítulo que no es correcto que fuera de la cerca monástica se construya ninguna dependencia para ser ha­bitada. El monasterio es un organismo auto suficiente.

«Non est congruum ut extra portam monasterii domus ali- qua ad habitandum construatur, nisi animalium, quia pe- riculum animarum inde potest nasci.»27

Es funcional y simbólico a la vez. Los propios materiales son prueba de ello. La piedra, símbolo de la perfección y fortaleza de la divinidad, de lo estable, y el agua, reflejo de la pureza de Dios, son sustanciales.

Aunque es evidente el aniconismo que subyace a la ideología bernardina (contaminación de movimientos similares entre los cristianos orientales y los musulmanes y que nos hablaría de una mentalidad común), no debemos dejamos llevar por la aparente «pobreza» de las construcciones cistercienses. En la apología que Bernardo dedica a su amigo Guillermo se deja patente que lo que se rechaza es lo superfluo. Debe eliminarse todo lo que no com ­prenda las líneas fundamentales de la esctructura. Aunque los

25 Y á ñ e z N e i r a , Fr. Damián: «Valdediós en los primeros capítulos generales del císter», Historia y Vida de Valdediós, Oviedo, 1971.

26 «La obra de arte que la predicación bernardina hizo nacer comienza por la tra­vesía del desierto, por una prueba. Esta prueba que, como en las narraciones del Grial, tiene lugar también en lo extraño...». D u b y : Ob. cit., pág. 93.

27 G u i g n a r d : Ob. cit.

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simples no puedan distinguir el color de la forma, para los cister- cienses ésta es lo sustancial.

Se trata, a la postre, del reflejo de un método de conocim ien­to. Lo definitivo es encontrar a Dios a través de la escritura y las marginalia, las imágenes, no son necesarias, en opinión de Ber­nardo, para comprender el texto, el mensaje. Lo sustancial es la meditación abstracta en un alma progresivamente liberada de lo sensible. Limpieza del valle, limpieza de los monjes, limpieza de las copias de los textos, ya que se impone una caligrafía estricta y lineal, y limpieza de la arquitectura. Se rechaza el ornato, pero no el empleo de materiales caros, ni la construcción de edificios de grandes dimensiones.

El claustro y las demás edificaciones cistercienses repiten esa voluntad de rigor y despojamiento de lo accesorio.

La piedra, la naturaleza ordenada, se interpretan com o signos de lo divino, la simbología de los edificios es la del rigor y el or­den. El espacio monástico es un espacio ordenado: el caos y la na­turaleza son sometidos en él.

El claustro, reflejo de ello, es un jardín, pero en el que se ha recreado la obra de Dios, es símbolo de un paraíso reconstruido. Además es cuadrado, una figura perfecta, con cuatro lados, como los cuatro evangelios. Sirve como ordenador y rector de la vida de la comunidad. A través de él se acude a las diferentes ocupa­ciones y dependencias, en él se ora, se avanza en procesión, como los cistianos en su destierro vital, hacia la liberación final. A es­to se une la presencia de la fuente central, símbolo de la purifica­ción y el bautismo. Un jardín cerrado, dentro del mundo aislado del monasterio que «no comunica más que con el cielo»28.

Alrededor se colocan el resto de las dependencias. Junto a la iglesia la pequeña sacristía, estancia que alcanzará gran desarro­llo en la Edad Moderna. Más allá la sala capitular, equivalente al gran hall de las mansiones señoriales. Es el lugar del consejo, siempre abovedado. Sus vanos se abren a la huerta y tiene un ban­co corrido, en el que se sienta la comunidad en torno al abad para escuchar su comentario del capítulo correspondiente del martiro­logio y la regla. Junto a ella se coloca el locutorio, pequeño pasi­llo en el que el abad, como padre de la comunidad, escucha la con­fesión y recrimina a sus hijos. Sobre estas dependencias, coloca­das habitualmente en la panda este, se dispone el dorm itorio de la comunidad. Un dormitorio único, hasta que la congregación re­

28 D u b y : Ob. cit., pág. 110.

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formada lo sustituye por las celdas individuales. Dorm itorio al­to, aislado de la tierra, fuente de peligros y tentaciones en las di­fíciles horas de la noche.

El único lugar donde se puede encender fuego, abrigarse, en­grasar las botas y escribir es el calefactorio, colocado en la panda sur. Junto a él se dispone el refectorio, gran sala rectangular, y la cocina.

Las dependencias de los conversos se situaban al oeste, junto a las de servicio. Permanecían completamente aislados de la co­munidad, accediendo a la iglesia por el corredor de conversos, se­parado del claustro.

No sabemos cómo era Valdediós en ese momento, pero, cuan­do se reconstruya en el siglo XVI, se respetará en gran medida la disposición-tipo planteada por el ala este.

Otro elemento indispensable son las canalizaciones. No son v i­sibles, pero se les concede un valor destacado. En una descripción de Clairvaux de principios del siglo XIII, el río es elegido como guía del visitante. Siguiendo su curso pueden recorrerse todas las dependencias:

«Aqua haec piscibus alendis et rigandois oleribus duplici mi­nisterio servit», el río alimenta a los peces y riega la huerta. «Hic per multas abbatiae officinas transitum faciens ubique pro fideli obsequio post de benedictionem relinquit», atravasando los dife­rentes talleres, es bendecido por doquier por los servicios que rea­liza29.

Se nos describen las labores de canalización que deben reali­zarse, obras que también encontramos en Valdediós. Una vez más la naturaleza es sometida a un nuevo orden:

«Et si forte amnis ipse inundas, impetuoso excursu proruit, obiectu muri retroactus, subtus quo eum necesse est fluere, in se ipsum recurrit, et refluum denuo defluus amplexatur». Si el río se desborda de su cauce, el muro que se le opone lo devuelve a su curso. La primera canalización domina el cauce del río. Pero, ade­más, es canalizado en diferentes brazos para servir a todas las ne­cesidades y finalmente recoge las inmundicias, limpia todo a su paso y, realizada su labor, el agua retorna al río. «Deinde, minu- tatim oe et per membra multa disturbens, singulas officinas offi- cios discursu peracrutatur, ubique diligenter inquitens quid et quo ipsius ministerio opus habeat, coquendi, cribandis, vertendis, ri-

29 M ig n e : Patrología latina, Motet-Deschamps, 1929, tomo 185.

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gandís, lavandis, molendis, molliendis, suum sine contradictione praestans obsequium. Postremo... asportans immuditias, omnia post ae munda relinquit; et iam peractos trenue propter quod ve- nerat, rapida celeritate festinat ad fluvium »30.

La iglesia de Santa María

Es el único edificio medieval conservado y por ello lo analiza­remos con más detenimiento:

Características generales: El templo de Santa María de Valde- diós cumple los requisitos fundamentales, los estilemas de la Or­den: la ausencia general de alusiones figuradas, el abovedamien- to total y el empleo de la piedra. Aun así, y por ello, la iglesia no es pobre. El material, las dimensiones, mucho mayores que lo co­mún en las iglesias románicas asturianas, son la prueba de su ri­queza, pese a la aparente austeridad.

Las iglesias cistercienses son caras, aunque eso sí, responden a una voluntad estética diferente a la de Cluny. De un lado se si­túa la preeminencia del color y el ornato, de otro, la búsqueda de la limpieza y la depuración, la ausencia de color. En la polémica de la época se conceden dos valores muy diferentes a la luz. Su- ger la liga al color y atribuye un simbolismo específico al espacio irreal creado a través de su uso en los edificios. Para los cister­cienses el ideal es la creación de espacios iluminados por una luz blanca.

La iglesia de los cistercienses, como las de resto de las órdenes monásticas, es, ante todo, un oratorio privado, el templo de la pe­queña comunidad aislada del mundo. En el monasterio medieval es el edificio principal y todas las demás edificaciones le están su­bordinadas, su ubicación topográfica condicionará la de las res­tantes oficinas claustrales. Es el lugar donde la comunidad reali­za su función primordial, la oración, donde se unen la salmodia y la celebración eucarística.

Los monjes reúnen en sí mismos algo de los tres estamentos básicos de la sociedad medieval: trabajan como los campesinos, luchan contra el mal, como los caballeros, pero su ordo, su papel, es el de orantes. El rito de orar requiere un entorno específico, el del tem plo monástico.

La iglesia cisterciense debe estar dotada de unos caracteres fun­cionales, de unos elementos que no deben faltar, pero que no im­

30 Ibid.

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plican la creación de un sistema estilístico diferente y que deben incluirse en un determinado tipo arquitectónico. Debe reunir dos funciones, la relacionada con la salmodia y la relacionada con la eucarística. Debe tener varios altares para que los hermanos ce­lebren su misa diaria y debe acogerlos en el coro para el rezo co­munitario.

En teoría, la iglesia cisterciense no se comunica más que con el dorm itorio y con el claustro. La de Valdediós tiene la caracte­rística, compartida con algunas de sus hermanas, de tener tres por­tadas en el himafronte, más propias de los templos benedictinos. Además cuenta con la salida hacia el claustro, la puerta de los monjes, colocada en la nave sur, junto al crucero, y la puerta de los muertos, aquella por la que los hermanos salían hacia el cam­po santo, situada al norte.

En el crucero desemboca la escalera que descendía desde la puerta del dormitorio. Generalmente su disposición se ha altera­do, al sustituirse el antiguo dormitorio común por el piso de cel­das. Originariamente debían de ser en su mayoría de madera, y no se han conservado31. En Valdediós, sobre la actual puerta de la escalera, aparece el arco cegado de un antiguo vano. Podemos comparar esta escalera con la del monasterio de Poblet, que ha conservado su dormitorio medieval.

Otra característica que diferencia a las iglesias cistercienses es la carencia de torres campario o de torres flanqueando la fa­chada. Habían sido uno de los elementos paradigmáticos de los monasterios cluniacienses. La comunidad es llamada a los ritos por las campanas situadas en la espadaña. Desde el capítulo de 1157 la prohibición de las torres estaba perfectamente codificada.

La planta: Los hermanos debían decir misa todos los días, pa­ra ello necesitaban varios altares y las soluciones a esta función serán variadas. En la iglesia cisterciense establecida como tipo la línea recta prima en la planta. Se ha afirmado, incluso, que el cua­dro es la clave de todas las estructuras del edificio cisterciense, en el que se ha desprovisto a las curvas necesarias de toda la lí­nea de voluptuosidad32. De ser siempre así, para resolver el pro­blema de la necesidad de varias capillas la cabecera con ábside central y capillas laterales cuadradas y colocadas en batería de­bía haberse impuesto, pero esto no sucedió. Este tipo de planta se plasma en las fundaciones directas, especialmente de Clairvaux.

31 B a n g o T o r v i s o , I. G .: « A r q u it e c t u r a g ó t i c a » , Historia de la Arquitectura Es­pañola, Ed. P la n e t a , Z a r a g o z a , 1985, t o m o 2, p á g . 429.

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Pero la solución de los ábsides semicirculares impuesta por los benedictinos no se erradica de los edificios cistercienses. En algún caso convive el ábside central semicircular con capillas laterales cuadradas, como en Santa María de Meira, y en otros se impone una cabecera netamente benedictina, como sucede en Santa María de Valdediós o en San Martín de Castañeda.

No faltan las soluciones de cabecera con giróla, sorprendente­mente abundantes, aparece en los monasterios de Melón, Osera, Gradefes, Moreruela, el decano de los monasterios cistercienses españoles, o el conocidísim o de Poblet.

Como vemos, la arquitectura templaría cisterciense adopta di­ferentes soluciones en planta, y no solamente en nuestro país, en Francia se repite esa variedad. Podemos decir que el peso de las variantes regionales, la influencia de tradiciones constructivas borgoñonas, languedocianas e incluso musulmanas, se siente en edificios que, de todas maneras, no dejan de manifestar su perte­nencia a la Orden.

Además, dentro de la iglesia debía situarse el coro de los mon­jes. Para colocarlo se eligió el tramo central del presbiterio, el lu­gar que correspondía al corazón en la representación del templo com o cuerpo de hombre crucificado, el mismo sitio bajo el que se abrían las criptas. Los conversos tenían su coro, aislado, a los pies del templo, con salida al callejón que conducía a sus oficinas.

La iglesia de Santa María tiene tres naves, como es común en los templos cistercienses, aunque en los femeninos sea más pro­pia la nave única, al contar, por lo general, con comunidades más reducidas.

La planta se orienta simbólicamente con una línea este-oeste, así el sol de la mañana entra, como Cristo, en el templo despla­zando las sombras, el pecado.

La planta es de cruz latina, con brazos de crucero no muy mar­cados y cabecera formada por tres ábsides escalonados, sobresa­liendo el central, y precedidos de tramo recto. Este tipo de cabe­cera es el utilizado por la arquitectura benedictina, ligada al ro­mánico. Santa María es considerada por los autores como ejemplo de iglesia cisterciense de la segunda etapa constructiva, tras las primeras fundaciones y con rasgos arcaicos, como la cabecera que describimos 33.

32 D u b y : O b . c i t . , p á g . 122.33 Pueden verse las referencias al monasterio de Valdediós de: C h e c a G o it ia , F.:

Historia de la arquitectura cristiana española. Edad Antigua y Edad Media, Madrid, 1965; L a m p é r e z , V.: Arquitectura cristiana española, Madrid, 1930, y T o r r e s B a l b á s , L.: «La arquitectura gótica», Ars hispaniae, tomo VII, Ma-

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Plano de la iglesia de Valdediós, según D. José Caveda y Nava. A.H.N. Códice 882-B.

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Plantas similares presentan las iglesias cistercienses de San- doval, en León, y San Martín de Castañeda, en Zamora. Ambas con un crucero poco desarrollado, tres naves y ábsides semicircu­lares.

Aún con su arcaísmo, es una iglesia destacada dentro del ro­mánico asturiano, por las soluciones que presenta y por sus di­mensiones y aparejo. Otras iglesias asturianas con el mismo tipo de planta son las de San Antolín de Bedón y de Obona, aunque esta última no tenga crucero destacado.

Santa María será centro de irradiación de un grupo, el del ro­mánico de Villaviciosa, en el que aparecen elementos decorativos, cabeceras con ábsides semicirculares y el zócalo reforzándolos, que vemos en ella.

Se ha establecido una relación simbólica entre la disposición de la planta de Valdediós y la representación del hombre crucifi­cado y los cuatro puntos cardinales, señalándose, además, la pre­sencia de simbolismos numéricos en la proporción, el largo doble del ancho, y el planteamiento del edificio basándose en las figu­ras del cuadrado, símbolo de lo estable y lo perfecto, y el triángu­lo, símbolo de lo divino34.

Aunque tengamos nuestras reservas ante planteamientos ex­cesivamente elaborados en este campo, recordaremos que el ma­terial empleado en el templo, la piedra tallada en sillares regula­res, tiene connotaciones simbólicas que ya hemos mencionado y destaca a este edificio en el contexto regional, en el que la mani­postería es el material habitual en los templos del momento.

Cubiertas y apoyo: En el tipo de cubiertas empleado en la igle­sia, así como en los soportes, se ha visto una influencia de las tra­diciones constructivas borgoñonas. A pesar de los arcos de sepa­ración de las naves, de medio punto y totalmente arcaizantes, po­demos incluir este templo dentro de los correspondientes a la fase protogótica, analizada por el profesor Azcárate35.

Los ábsides se abren a las naves mediante arcos de triunfo apuntados y se cubren con bóvedas de horno, de tradición romá­nica, precedidos de cañón apuntado en los tramos rectos. La mis-

drid, 1953. Todos coinciden en colocar a Valdediós en el grupo de edificios con influencia borgoñona y retardatario en la fecha de su construcción.

34 F e r n á n d e z G o n z á l e z , E.: «El císter en el valle asturiano de Boiges en el pri­mer tercio del siglo XIII. Aspectos históricos y artísticos», Semana de Histo­ria del Monacato, San Pelayo, Oviedo, 1982, págs. 400-401.

35 A z c á r a t e R is t o r i , J. M.: El protogótico hispánico, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1974.

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ma solución se adopta en los tramos extremos del crucero. Igual disposición de cubiertas en la cabecera se observa en las iglesias de Castañeda, Moreruela y Armenteira.

A l exterior los tres ábsides manifiestan un escalonamiento de volúmenes, típico de la arquitectura románica precedente. En As­turias se repite en los templos de Cornellana, Obona, Villanueva de Oseos y San Pedro de Villanueva.

Los tramos de las naves, cinco para cada una, com o cinco son los del crucero, se cubren con bóveda de ojivas que, a diferencia de la de ojivas, se configura por el cruce de dos arcos de medio punto. Sobre ellas se coloca la plementería, formada por sillares regulares. Los nervios son robustos, de sección cuadrada. Los de la nave central presentan sus aristas disimuladas mediante boce­les colocados en sus extremos. Al mismo tipo corresponden los ner­vios de las cubiertas de las iglesias leonesas de Gradefes y San­doval, con las que se ha relacionado este tem plo36. Los nervios se van afinando paulatinamente, adquiriendo un perfil triangular, en edificios más evolucionados.

Los arcos perpiaños y formeros están doblados, característica borgoñona. En los perpiaños de la nave central un bocal suaviza la arista de la rosca interior, pero en los restantes se superponen dos arcos de perfil cuadrado y robusto. Esta desnudez y eviden­cia de los elementos se adapta perfectamente a las concepciones cistercienses.

Las cubiertas se separan de los soportes por una línea de im­posta que se coloca sobre todos los capiteles. Además, esta imposta señala la separación de la zona de arquerías frente a la de venta­nas, ya que la iglesia no tiene tribuna.

Los pilares son robustos, como es habitual en los edificios pro- togóticos y muy común en los cistercienses. Aligeran sus caras aco­dillándose y presentando multitud de ángulos para responder a todos los elementos de la cubierta. Tienen medias columnas ado­sadas en tres caras, pero en la correspondiente a la nave central se interrumpen a media altura, reposando sobre culdelamps, tí­picamente cistercienses. Es ésta otra característica de las iglesias de influjo borgoñón, como las de Sandoval, Armenteria y Oya.

Puede decirse que se ha logrado una adecuación entre la cubier­ta y los elementos sustentantes, aunque la solución sea a veces un tanto forzada. Los arcos perpiaños y formeros, que están dobla-

36 F e r n á n d e z G o n z á l e z : Ob. cit., 404-405.

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Bóveda nave lateral

Nave

lateral

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EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARIA LA REAL DE VALDEDIOS 203

Valdediós, ábside

(Fotos: Pablo Herrero Lombardia)

P o r t a d a d e l c la u s t r o

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204 MARIA PILAR GARCIA CUETOS

dos, se responden en las caras del pilar y las columnas adosadas. En las paredes de las naves laterales reposan en medias colum­nas adosadas, como en Gradefes, mientras que en Sandoval se dis­ponen medios pilares adosados a los muros laterales.

Los nervios cruceros tienen su correspondencia en los codillos del pilar. En las naves laterales, al contarse únicamente con una media columna adosada, deben enjarjarse en el muro, sobre la lí­nea de imposta, de forma un tanto forzada, excavándose parcial­mente el paramento para acogerlos.

Estos cruceros se tienden de forma irregular y un tanto tosca, no van a unirse a la clave, sino que ésta se coloca en el punto en que se cruzan, lejos de las soluciones más evolucionadas.

A l exterior los empujes se contrarrestan mediante contrafuer­tes paralelos a los pilares.

El crucero tiene cinco tramos, como dijimos, además de la bó ­veda de cañón apuntado para los de los extremos, se opta por la de ojivas para los laterales. El tramo central, el más destacado, se cubre con una bóveda nervada de ocho secciones. Esta es una característica generalizada de los edificios protogóticos37, aunque las soluciones adoptadas sean variadas.

Precisamente por presentar este tramo central de crucero des­tacado y cubierto con bóveda ochavada, se ha puesto en relación la iglesia de Valdediós con las de Sandoval y Castañeda y, por en­de, con sus modelos, las catedrales de Salamanca y Zamora y la colegiata de Toro38.

Aunque las similitudes de planta sean manifiestas, no creemos que la relación establecida entre estas cubiertas y la del crucero de Valdediós sea acertada. Las bóvedas de las iglesias de Casta­ñeda y Sandoval responden al mismo modelo que la de la iglesia de Moreruela y las ya mencionadas de Salamanca, Zamora y To­ro. Se trata de cubiertas influidas por los modelos aquitanos, con fuerte peso de lo oriental bizantino y que se mantienen en edifi­cios tan tardíos como la catedral de Ciudad Rodrigo. Son cupuli- formes y tienen ocho nervios de refuerzo, coma la de Valdediós, pero con este único parecido. La plementería en esas bóvedas se despieza en añillos concéntricos y el casco está abombado.

La bóveda del crucero de Santa María no tiene este tipo de ple­mentería, al contrario, los sillares que la conforman se disponen en diferente dirección en las diversas porciones. Es éste un dove-

37 A z c á r a t e : Ob. c i t . , p á g . 38.39 F e r n á n d e z G o n z á l e z : Ob. cit., pág. 405.

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laje del tipo llamado francés, relacionable, una vez más, con m o­delos borgoñones.

Son, por lo tanto, dos soluciones que no tienen mucho en co­mún, aunque se haya insinuado que la cubierta de Sandoval de­bió inspirar al artífice de la asturiana39. Es más, la fotografía que aparece en el trabajo que aludimos no es la de Valdediós, ya que esa bóveda aparece enj ahelgada y con la plementería despiezada en anillos, creemos reconocer en ella a la de Sandoval antes de su restauración.

Lo que sí es parecido es el tratamiento de los nervios diagona­les, que son cuadrados y con boceles en los extremos. Los nervios longitudinal y transversal se decoran en Santa María con zig-zag, m otivo repetido en la iglesia y de tradición normanda.

A l exterior el transepto presenta un tejado a doble vertiente y no se señala mediante cim borrio el espacio del tramo central de crucero, ya que todos se cubren a la misma altura.

La luz y los vanos: Hemos reiterado el papel sustancial conce­dido por los cistercienses a la iluminación en sus edificaciones tem­plarías. La luz tenía que ser incolora, blanca, para lo cual era ne­cesario que las vidrieras fueran translúcidas, no coloreadas, co­mo las de las iglesias cluniacienses y episcopales.

La luz es más abundante que en los templos románicos prece­dentes, eliminándose la penumbra mística propia de ellos. Todo iba dirigido a potenciar la claridad que se filtrase desde el exte­rior. Se ha supuesto que los templos cistercienses no estaban pin­tados, pero el profesor Bango Torviso opina que las iglesias cister­cienses estaban pintadas de blanco, con las juntas de los sillares marcadas, en algún caso, de negro o gris40. Con esta solución se pretendía compensar la mínima capacidad reductora y difusora de las vidrieras respecto a la luz, ya que las paredes pintadas de blanco reflejaban y potenciaban la que llegaba desde el exterior.

El aspecto que presentan actualmente los templos cistercien­ses se debe, si aceptamos este supuesto, a un criterio historicista que se impuso a la realidad de los edificios, basándose en el su­puesto de que las iglesias se habrían encalado a raíz de las epide­mias de peste, especialmente en el siglo XVI. También se afirmó esto respecto a Valdediós, pero la documentación nos informa que la iglesia se blanqueaba ya antes de producirse la gran epidemia de fines del XVI en Asturias.

EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARIA LA REAL DE VALDEDIOS 205

39 F e r n á n d e z G o n z á l e z : O b . c i t . , p á g . 405.40 B a n g o T o r v i s o : O b . c i t . , p á g . 428.

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206 MARIA PILAR GARCIA CUETOS

La iglesia de Santa María estuvo bien iluminada, aunque ac­tualmente los edificios añadidos a lo largo de su historia hayan cegado parte de los vanos, alterando su aspecto. Tiene el rosetón característico en el imafronte, de menores dimensiones que los de otros edificios cistercienses, pero mayor que los asturianos. Ade­más contaba con las ventanas de las naves y un gran ventanal en el muro norte del crucero. Los ábsides tenían sendos vanos, cega­dos al colocarse los retablos barrocos. El manejo de la luz sufrirá alteraciones en función de los cambios de la espiritualidad a lo largo de la historia.

La decoración41: En Valdediós se adoptan los postulados de la Orden cisterciense de forma global: decoración reducida a lo geo­métrico y elementos vegetales esquematizados.

Hay capiteles sin decorar y es marginal la aparición de elemen­tos figurativos. Los motivos manejados relacionan esta iglesia con las leonesas de Sandoval y Gradefes y con las del grupo de Villa- viciosa, en las que debió influir bastante.

Eliminados el color y la pintura, la decoración se reduce a la escultura que se dispone en los lugares habituales: portadas, ven­tanas, capiteles y canecillos.

Pese a la austeridad, los motivos son variados y aparece el te­ma normando del zig-zag, común al grupo románico de Villavi- ciosa. No hay que olvidar el valor simbólico atribuido a la deco­ración de este período.

Las portadas: Se abren todas con arcos de medio punto, una solución retardataria, y carecen de abocinamiento acusado. Tie­nen dos o cuatro arquivoltas, como las iglesias leonesas ya men­cionadas, y guardapolvo.

Las arquivoltas se tratan con boceles, reservándose la decora­ción para el guardapolvo, salvo en la portada principal, que es la más decorada.

Aparece el m otivo normando del zig-zag en la portada derecha del hastial, hoy cegada, muy semejante a la de San Esteban de Aramil. Este m otivo se repite en Sandoval y Gradefes.

La portada de la izquierda es similar a la que se abre entre el claustro y la igesia de Gradefes. Tiene dos arquivoltas, tímpano liso y dintel partido. La leonesa no tiene más ornamento que los boceles. En la que nos ocupa el guardapolvo se adorna con rose­tas en punta de diamante. Los capiteles son apomados.

41 Nos basamos en el trabajo de Etelvina F e r n á n d e z G o n z á l e z : La escultura ro­mánica en la zona de Villaviciosa, Colegio Universitario de León, León, 1982.

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EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARIA LA REAL DE VALDEDIOS 207

La portada principal es la que tiene m ayor desarrollo. Tiene cuatro arquivoltas y tímpano, aunque sin decorar, elemento no­vedoso en Asturias. El guardapolvo se trata con taqueado jaqués, que también aparece en Aramil y Lugás. La arquivolta exterior, con ángulo suavizado por bocel, presenta su rosca decorada con zig-zag y su intradós cubierto con cuadrifolias pequeñas. La se­gunda cuenta con cuadrifolias de formato rectangular con botón central y rosetas en el intradós. La tercera es similar a las de la portada de San Esteban de Ciaño, aparece en ella el m otivo del zig-zag, con perlas intercaladas y arista quebrada. Los capiteles son variados y en alguno se esculpieron unas máscaras, en las que se ha visto similitud con otras de Gradefes42.

La portada del claustro es más simple. Presenta gruesas arqui­voltas, decoradas con boceles y medias cañas. Estas molduras se rematan en los extremos con una serie de ondas que dotan a la arquivolta de un perfil angular en la base, frecuente en los edifi­cios de la época. El guardapolvo, como en las del imafronte, lo componen rosetas en punta de diamante.

La del brazo norte del crucero también tiene tímpano, con din­tel quebrado sobre jambas. En ese tímpano se grabó la inscrip­ción del maestro Gualterio. Se la ha relacionado con la portada sur de Moreruela. El guardapolvo lo forman medias cañas estre­chas unidas con listel.

Hay dos sepulcros de arcosóleo colocados a los lados de la por­tada del claustro. Su decoración es sencilla. Los arcos se tratan con boceles y medias cañas, así como los guardapolvos. Consevan decoración en el sarcófago, presentando, tanto en los encasamen- tos com o en la tapa, representaciones heráldicas de escudos con águilas.

Las ventanas: Responden a modelos igualmente simples, con decoración colocada fundamentalmente en el exterior del templo. Las de las naves se adornan con arquivoltas lisas, de bocel angu­lar y capiteles de vaso liso o decorado sumariamente, sobre co- lumnillas finas. Son de tradición románica, pero de parco ornato.

El rosetón se rodea con guardapolvo adornado con taqueado.En las ventanas del imafronte la decoración se acerca a los pos­

tulados protogóticos. En los arcos se combinan la media caña, el bocel angular y la rosca lisa, como en la saetera de Santa Eulalia de Selorio.

42 F e r n á n d e z G o n z á l e z : La escultura..., pág. 169.

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208 MARIA PILAR GARCIA CUETOS

El vano más cuidado es el del crucero norte. Se decora por den­tro y por fuera. Un bocel grueso remata el ángulo de cada arqui- volta. Su fuerte abocinamiento la acerca a soluciones protogóíicas. Tanto la portada inferior como esta ventana se colocan sobre un cuerpo saliente, que centra la fachada, ya que está tratada como tal, del crucero y que tiene dos contrafuertes a los lados. Una im­posta corrida señala la separación del piso bajo y el de la ventana.

También se había cuidado la fachada principal, pero el pórti­co del XVII dificulta su comprensión.

Los capiteles: Responden a modelos y sistemas com positivos variados.

Ya hemos hablado de las máscaras que aparecen en los de la portada principal, concretamente en el cuarto de la izquierda y el segundo de la derecha. Se supone que aluden a representacio­nes infernales43.

Capiteles de decoración vegetal los hay de varios modelos. De­corados con hojas variadas, lanceoladas y soldadas a modo de cá­liz típicamente cistercienses. Abundan en los pilares y la portada del hastial norte. En algunos se combinan hojas de distinto tama­ño, que se vuelven en la parte superior, al igual que en modelos de Gradefes y Sandoval. Los hay con hojas nervadas y hojas riza­das, que se rematan con bolas en los ángulos del capitel.

En otros se combinan hojas triangulares, frutos y piñas, sím­bolo de la pureza. En algún caso se alternan con palmetas esti­lizadas.

Hay algunos con hojas y frutos enlazados por cintas que for­man enmarques. Estas cintas se disponen de forma oval, rom boi­dal, triangular y son muy comunes en el románico de Villavicio- sa. Las de enmarque acorazonado aparecen solamente en Valde- diós y en el presbiterio de Gradefes.

Una variante de capiteles con ramilletes de hojas decora las columnas que se adosan al exterior del ábside central de Santa María.

En los de los arcos de triunfo de las capillas aparecen hojas de roble, es un m otivo que se difundirá con el gótico. Las hay tam­bién en Gradefes.

Hay muchos con bolas y frutos, a veces con el vaso liso y otros con decoración geométrica conformada por lacerías y otros ele­mentos.

43 F e r n á n d e z G o n z á l e z : Ob. cit., pág. 169.

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EL MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARIA LA REAL DE VALDEDIOS 209

Observamos también capiteles con decoración arquitectónica de arquillos enfilados, quizá los más bonitos, com o el que se colo­ca en el pilar crucero derecho. Aparecen en la nave lateral dere­cha de Gradefes y en el ábside central de Sandoval. También he­mos visto este m otivo de los arquillos enfilados en iglesias cis- tercienses gallegas, incluso en basas de columnas.

Canecillos: Son también muy variados. Los hay canecillos con cara frontal ligeramente cóncava y ornamentos diversos: bolas, rollos horizontales, triángulo con hoja de laurel nervada, hojas acorazonadas de factura triangular, forma oval fijada con cintas, estrellas y roseta cuadrifolia con botón central.

Otros tienen la cara frontal formada por dos superficies uni­das en arista viva. Se suceden en ellos superficies cortadas a b i­sel, con juego de luces y sombras.

Hay canecillos de cara frontal convexa, con líneas incisas, fi­guras triangulares y evolución de esa cara frontal, ondulando su perfil.

Unos pocos tienen ornamentación zoomórfica, con cabezas de animales com o felinos y aves. Son un grupo poco abundante, pe­ro hay uno muy curioso en que aparece un ave invertida.

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SOBRE TINIEBLAS EN LAS CUMBRES, DE RAMÓN PÉREZ DE AYALA

G a m a l A b d e l -R a h m a n

Ramón Pérez de Ayala es uno de los novelistas más cultos de este siglo. Conocía varios idiomas y leía, directamente de sus fuen­tes, obras literarias o filosóficas de varias culturas. Nuestro co­metido en este artículo es señalar el eco de la vasta cultura ayali- na en una de las primeras novelas del escritor: Tinieblas en las cumbres.

I. UN EPISODIO HELENIZADO

La estrecha relación que une a Ramón Pérez de Ayala con la cultura clásica grecolatina puede percibirse al leer cualquier pá­gina de su obra ensayística, narrativa o incluso poética. De he­cho, algunos estudiosos de la obra ayalina se han ocupado de se­ñalar la huella grecolatina en nuestro escritor. Sin embargo, un episodio de Tinieblas en las cumbres no ha sido suficientemente estudiado desde esta perspectiva. Nos referimos al episodio que narra la historia de Rosina antes de su encuentro con Alberto Díaz de Guzmán.

Ayala comienza la narración de este episodio con la descrip­ción de la vida social de los habitantes del pueblo, resumiendo a continuación: «Era la existencia de las edades arcádicas». En pri­mer lugar, el escenario donde transcurren los hechos es compara­do con la antigua Atenas:

Igual que Atenas del Pireo, Arenales estaba apartada de su puerto1.

1 P é r e z d e A y a l a : Tinieblas en las cumbres, edición de Andrés Amorós, ed.Castalia, Madrid, 1971, pág. 71.

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212 GAMAL ABDEL-RAHMAN

Creo que la colocación de Arenales es un pretexto para traer al recuerdo la ciudad griega. Nótese también la cercanía fónica en­tre los nombres Atenas-Arenales.

En ese ambiente tranquilo de marineros transcurre la vida de Rosina hasta los doce años. A partir de ahí empiezan a llegar al pueblo nuevas gentes; aquello fue «el principio de la conquista». Rosina cumple sus dieciocho años. Los nuevos habitantes de Are­nales se dirigían a las muchachas del pueblo con grosería, pero los marineros —que aquí representan lo clásico, lo auténtico— tra­taban a Rosina

con respetuosa mesura, como si no fuera de su igual, acaso cohibidos por la nobleza física de la muchacha y una vaga aprensión de su destino2.

Uno de los recién llegados al pueblo —Emetrio Barros— cons­truye una fábrica de escabeche, en la cual trabaja Rosina. El don­juanesco Barros había deshonrado algunas chicas que trabajaban en su fábrica. A l solicitar Rosina trabajo no tardó en dárselo, pen­sando hacerla suya en poco tiempo. De hecho, al enseñar a Rosi­na cóm o pegar etiquetas a las latas, aprovecha la ocasión para oprim ir sus manos

Pero esta escaramuza preliminar, del suave y amoroso oprimir, parecíale imprescindible en toda conquista, pla­tónica o epicúrea3.

El fabricante es rechazado por Rosina, aun cuando está dispues­to a casarse con ella. Un día Barros intenta forzar a la chica, pero ésta logra escaparse:

Rosina ni veía ni entendía nada. Iba como aquella diosa de la tragedia de Esquilo, convertida por Zeus en ternera y hostigada por tábano tenaz y cruel4.

Después de este episodio, un grupo de circo visita el pueblo y Rosina se enamora del joven Fernando. Así decide romper defi­nitivamente con Barros y trabajar en otra fábrica. El escabeche- ro se siente

2 Ibid., pág. 72.3 Ibid. La cursiva es mía.4 Ibid., pág. 89.

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SOBRE TINIEBLAS EN LAS CUMBRES, DE RAMON PEREZ DE AYALA 213

en cólera, que él tenía por tan funesta y desastrosa como la del hijo de Peleo5.

Homero nos cuenta en la litada que fue la de Aquiles «cólera que causó infinitos males a los aqueos». Obsérvese que el m otivo de la cólera en ambos es idéntico: la de Aquiles, por la pérdida de la bella Helena, que fue raptada por el troyano Paris; la de Ba­rros, por la pérdida de Rosina, que fue seducida por Fernando. Si la cólera de Aquiles fue tan funesta que causó infinitos males a los aqueos, la de Barros fue tan modesta que se lim itó en no pa­gar a Rosina el salario de unos días de trabajo.

Por otra parte, Femando puede compararse con el Hércules ro­mano o el Heracles griego.

En el mismo episodio Ayala se detiene a describir la función del circo del monsieur Levitón, que contaba con un asno:

El animalito, aparte de su condición de asno, tenía algo de filósofo, y de filósofo de la secta estoica, en la manse­dumbre noble de los ojos y en la resignada actitud con que recibía los golpes; además estaba desnudo de viles pasio­nes, tales la vanidad, la petulancia6.

El asno del monsieur Levitón nos trae a la memoria el de Apu- leyo, cuya historia se narra en El asno de oro. En el capítulo IV del libro IV de esta obra, Lucio, tornado en asno, nos cuenta có­mo maltrataba a la vieja que él llevaba sobre sus espaldas, y que cuando era montado por una doncella, se afanaba en mirarla y aun besarla los pies: «Y aun algunas veces, fingiendo quererme ras­car el espinazo, volvía la cabeza y besaba los pies de la moza». El asno de monsieur Levitón no es tan astuto:

Para Pionono (éste era el nombre del burro), com o si tal cosa. Tampoco era sensible, como el asno de Apuleyo, a los halagos de la carne femenina, que tan cerca de la suya te­nía por desgracia7.

El asno de Apuleyo y el del monsieur Levitón tienen en común el don filosófico y el hecho de participar en un espectáculo.

En su afán de helenizar el episodio de Tinieblas, Pérez de Ayala establece esta comparación entre el asno de monsieur Levitón y el de Esopo:

5 Ibid., pág. 133.6 Ibid., pág. 101.7 Ibid.

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214 GAMAL ABDEL-RAHMAN

Si el estúpido asno de la fábula caminó ensoberbecido con su cargamento de reliquias, juzgándose objeto de ado­ración ¿qué hubiera hecho al verse en el caso de éste, des-

„ pertando el regocijo por dondequiera que iba?8

Geografía, personas e incluso animales son comparados con m odelos helénicos. Aun hay otros dos datos que nos hacen insis­tir en que Ayala heleniza este episodio: Primero, porque el mis­mo termina de esta suerte:

¿Cómo no añorar aquellas doradas edades helénicas en que Pericles y Sócrates formaban el espíritu de Aspasia, Al- ciphron adoctrinaba a Thais y Platón a Leontión? ¿Cómo no membrar el espíritu discreto y heroico de Laena, muer­ta por no traicionar a su amante —fuera éste Hippras, Aris- togitón o Harmodius, que en este punto no están conformes los autores—? Divinos atenienses: vosotros, en la cumbre luminosa de la Acrópolis, al pie de la áurea Palas Atenea de Fidias, consagrasteis una leona simbólica, a la cual fal­taba la lengua, en recuerdo del mutismo de esta hetaira, que antes de violar un secreto se cercenó la lengua con los dien­tes. Nosotros, si queremos consagrar alguna estatua emble­mática a nuestras cortesanas, ¿cuál ha de ser sino una vul­peja heráldica con doce lenguas y veinticuatro ubres? ¡Le-

’ janos tiempos de amor y belleza!

No en vano el episodio se titula «El pasado», término poliva­lente, pues a la vez que se refiere al pasado de Rosina, invoca a los adorables maestros griegos.

II. UN COLOQUIO NADA SUPERFLUO

Es frecuente en las novelas ayalinas la existencia de un capí­tulo que el autor denomina —no sin cierta ironía— «superfluo». Es en Tinieblas en las cumbres donde aparece el primero de esos capítulos. Las páginas que forman dicho capítulo comienzan de la forma siguiente:

Calificamos este coloquio de superfluo porque sabemos que, en virtud de cierta trascendencia que en él va imbui­da, ha de parecerles frío, baladí y por ende innecesario a la mayoría de nuestros lectores. Suplicárnosles, pues, que lo pasen por alto...10

8 Ibid.9 Ibid., pág. 165.

10 Ibid., pág. 245.

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SOBRE TINIEBLAS EN LAS CUMBRES. DE RAMON PEREZ DE AY ALA 215

Estas líneas nos parecen de posible influencia de Montaigne, muy admirado por Pérez de Ayala. El autor francés, en la intro­ducción a sus Ensayos, escribe, dirigiéndose al lector:

Así, lector, sabes que yo mismo soy el contenido de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

Está claro que tanto Montaigne como Pérez de Ayala emplean la ironía contra cierta clase de lectores. Ni los Ensayos son frívo­los ni el «Coloquio» ayalino es superfluo.

No; no es superfluo el coloquio que mantienen Y iddy y A lber­to Díaz de Guzmán en Tinieblas en las cumbres. En primer lugar, porque ambos discuten sobre la condición humana; el hombre fren­te a la naturaleza y se apoyan en lo que dicen Voltaire y Pascal sobre este tema. Para Alberto, el hombre es más importante que la naturaleza:

Usted conocerá, seguramente, aquel célebre pensamiento que dice: «Aunque el hombre no sea sino una cañaheja, y la más débil de todas las del campo, le basta con ser una cañaheja pensante para aventajar al universo. Este puede matarle; pero aun muriendo es más noble, porque sabe que muere y el universo ignora que le mata»11.

Alberto se apoya en Pascal, quien expresa este criterio en Los pen­samientos. Por su parte, Yiddy aboga por la superioridad del Uni­verso con respecto del hombre, y se apoya en lo que escribe V ol­taire:

Voltaire comenta a Pascal de esta suerte: «¿Qué signifi­ca noble? El acto de pensar y el sol son cosas diferentes; pe­ro, ¿está probado que un animal que tiene algunos pensa­mientos sea más noble que el sol, el cual anima todo lo que existe sobre la faz de la tierra?..»12

Naturalmente, las lecturas de Y iddy y Alberto forman parte de las del propio Pérez de Ayala.

A través del «Coloquio» puede revelarse otro autor leído por Ayala. Nos referimos a Petrarca. Éste —en su viaje a Valcluse— sube a la cumbre de la montaña para contemplar la naturaleza.

11 Ibid., pág. 256.12 Ibid., pág. 257.

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216 GAMAL ABDEL-RAHMAN

A llí llega a la conclusión de que lo más hermoso del mundo lo tie­ne cada hombre en su interior. Alberto viene a decir lo mismo a Yiddy. Este le cuenta su propia historia; de pequeño hacía ver­sos; su padre le llevó forzosamente a la escuela de minas, y él se ve obligado a buscar un refugio en lo más íntimo de su ser; viaja a España y conoce a una chica y se casa con ella; su mujer muere y él, enloquecido, vuelve a buscar refugio en el misticismo. Para Yiddy, el misticismo es un mal del que hubo que curarse. A lberto —como un Petrarca— habla así a su amigo:

Para mí usted había llegado a una de las cumbres más altas, transparentes y gloriosas del espíritu humano. Ha he­cho usted mal en descender. Si yo llegara allá, lo cual am­biciono, es cosa cierta que no descenderé a la penumbra ti­bia de los valles13.

En el prólogo a un libro de Díaz Caneja, Pérez de A y ala afir­ma haberse sentido

en un trance psicológico semejante al de Petrarca sobre el monte Ventoso, y por mi memoria ha desfilado el panora­ma de mi vida pasada desde los años estudiantiles14.

¿Se refiere Ayala, con estas palabras, a la experiencia de A l­berto, su alter ego, en Tinieblas en las cum bres?

Y no falta en el mencionado «Coloquio» la huella de Horacio. Este poeta latino escribe en el prólogo a uno de sus libros: «He dado cabo a un monumento más perenne que el bronce, más alto que las tumbas reales de las pirámides... No moriré todo yo, sino que la m ayor parte de mí mismo será inmortal». Es decir que, se­gún Horacio, puede conseguirse la inmortalidad a través de las obras literarias. Alberto Díaz de Guzmán expresa esta misma idea al dirigirse a Y iddy de este modo:

Desde muy niño me horrorizaba la idea de morirme. Es­to de pasar por la vida como un vellón de humo y no dejar rastro en pos me producía terrible preocupación y una tris­teza prematura, impropia de mi edad... viviré en mis seme­jantes de un modo intenso y luminoso antes de la muerte pro­pia; y tras de ella seguiré viviendo de la misma manera15.

13 Ibid., pág. 255.14 Citado por Vicente G o n z á l e z M a r t ín : Ensayos de literatura comparada italo-

española (La cultura italiana en V. Blasco Ibáñez y en R. Pérez de Ayala), Universidad de Salamanca, 1979, pág. 79.

15 P é r e z d e A y a l a : Tinieblas..., p á g . 258.

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SOBRE TINIEBLAS EN LAS CUMBRES, DE RAMON PEREZ DE AYALA 217

Alberto quiere viv ir —después de la muerte— a través de sus cuadros. Merece la pena recordar que, en este sentido, Pérez de Ayala anticipa a don Miguel de Unamuno, quien expresa la mis­ma idea en Niebla (1914).

Como puede verse, el «Coloquio» de Tinieblas en las cumbres reúne lo m ejor del pensamiento de Pascal, Voltaire, Petrarca y Horacio. Ciertamente, es un «Coloquio» nada superfluo.

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ENSEÑANZA Y CULTURA EN ASTURIAS DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA

A n a M a r í a V ie s c a Ig l e s ia s

En la prensa asturiana se respira el optimismo cultural de los primeros años de la Segunda República y la preocupación de las autoridades, profesionales de la enseñanza, instituciones cultu­rales, periodistas e intelectuales por la difusión de la cultura (en­tendida com o medio capaz de transformar las estructuras socia­les y políticas del país de forma civilizada), especialmente orien­tada a la protección de las clases menos favorecidas.

Una entrevista con el gobernador de Oviedo en «La Voz de As­turias» del 24 de abril de 1931 revela la importancia que las insti­tuciones oficiales conceden a la enseñanza popular primaria co­mo base de la form ación de los pueblos. Lo que en otro tiempo fue labor del «americano» en las poblaciones asturianas, sobre to­do en las zonas rurales, debe ser completado ahora con la resolu­ción de los problemas que tiene planteados el maestro.

Tales preocupaciones, compartidas por el alcalde de Oviedo: la instrucción del pueblo, la necesidad de escuelas, la dignifica­ción de la figura del maestro, son algunos de los temas claves que preocupan al Gobierno de la República, como se desprende de las declaraciones del ministro de Instrucción Pública, don Marcelino Domingo, o de Rodolfo Llopis, director general de Primera Ense­ñanza, y que llegan desde Madrid a los periódicos provinciales.

Antonio Juan Onieva, director de «La Voz de Asturias» e ins­pector de Enseñanza Primaria1, abunda en este mismo sentido:

1 «La Voz de Asturias», 11 de julio de 1931. En la sección «Del momento», a mo­do de editorial.

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Opina que «hoy las revoluciones no se hacen con armas sino con cultura; educando a los pueblos para que tengan la conciencia ciu­dadana de su deber». Continúa comentando el articulista la nece­sidad de más escuelas y el problema de la selección de maestros. Es necesario que quienes terminen sus estudios en Escuelas Nor­males viajen al extranjero, como promulgaron la Institución Li­bre de Enseñanza y la Junta para la Aplicación de Estudios, para abrirse a nuevas ideas pedagógicas.

Las oposiciones se sustituyen por cursillos de perfeccionamien­to en los que los aspirantes oirán lecciones a los catedráticos de la Universidad, a los profesores normales, inspectores y maestros. Esto debería completarse con viajes por las mejores escuelas de España y el extranjero. Con todo ello se conseguiría hacer de las escuelas «instituciones ejemplares de las que saldrán generacio­nes formadas en un nuevo concepto de la sociedad, de la vida, del trabajo y de la fraternidad humana». «Esta sería la verdadera re­volución».

Estas reflexiones sobre la formación del profesorado y sobre la apertura a las nuevas ideas pedagógicas europeas tendrán lue­go una realización concreta en los numerosos viajes que realizan los maestros becados a diferentes lugares de Europa, en los que participa el propio Onieva (desde 1926) y de los que trae nuevas experiencias de aplicación pedagógica, entre ellas la incorpora­ción del cine a la enseñanza.

Una conferencia de don Leopoldo Alas Argüelles, titulada «La República y la cultura», que se celebró en la «Fraternidad Repu­blicana» de Sama de Langreo, pone de relieve la importancia de la cultura del pueblo como elemento en que debe fundarse y ad­quirir solidez toda la democracia y, más concretamente, la Repú­blica española.

Un pueblo cuanto más culto, cuanto menos fanatizado e igno­rante, más ama los ideales de libertad. El problem a de la cultura es lo primero para los hombres de la República. Afirm ar la cultu­ra es afirmar y prestigiar a la vez al régimen.

«Si se aprueban los artículos de la Constitución tal como se ha­llan redactados, España dará un paso tan grande en el orden cul­tural que se colocará en pocos años a la cabeza de los países más adelantados del mundo». La enseñanza, según la Constitución, se­rá única y laica, lo que no significa antirreligiosa, sino respetuo­sa con la conciencia del niño y del joven; la escuela debe formar, pero no deformar con dogmatismos de ningún género. Son nece­sarias, además, las ayudas, mediante becas y residencias de estu­

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diantes, para los jóvenes que muestran condiciones sobresalien­tes para el estudio2.

Estas inquietudes culturales de la administración nacional y regional y de los intelectuales asturianos, que hallan en la pren­sa un activo medio de difusión, coinciden con las propuestas que salen de la reunión pedagógica de La Granja, celebrada en la se­gunda quincena de ju lio de 1931, bajo la denominación de «Bases fundamentales para reformar la enseñanza española».

La m ejora social y la elevación del nivel cultural del país, si­guiendo la tradición pedagógica de don Francisco Giner de los Ríos y su discípulo Manuel B. Cossío, es el objetivo que es necesario alcanzar, partiendo de un principio fundamental:

«La cultura es una adquisición humana, el Estado es el orga­nismo vivo que pone al hombre en relación con la humanidad, pro­porcionándole la cultura. Por consiguiente, todo ciudadano tiene derecho a un puesto en las instituciones culturales del Estado, des­de la clase maternal hasta la Universidad, considerada com o cen­tro de form ación profesional; es decir, que el Estado viene ob li­gado a sostener las instituciones de todos los órdenes necesarios para atender a todos los niños de la nación.»

Mientras que intelectuales y profesionales son conscientes de la necesidad de una reforma educativa y de una extensión demo­crática de los valores de la cultura y tal convencimiento los mue­ve a aunar sus esfuerzos en la misma dirección que trabajan las instancias oficiales, por lo menos en los inicios optimistas de la Segunda República; otras voces se levantan para advertir de los peligros en que pueden caer las iniciativas o bien se muestran dis­crepantes o claramente opuestas a los planteamientos educativos gubernamentales.

La opinión de Angel Osorio en su artículo «La negación espa­ñola»3 es representativa de una actitud cauta y crítica: indudable­mente es importante en España el desarrollo de una auténtica «cru­zada» educadora. El problema se plantea al proponer cómo. Si existe una escuela que no gusta, que conviene cambiar, es necesa­rio construir una diferente; pero rechazar lo existente antes de eri­gir lo nuevo es trabajar en favor de la incultura. Este es el riesgo sobre el que advierte Angel Osorio, para quien lo más adecuado en la tarea educativa es «crear, inventar, aventajar, sobrepasar, superar... en una palabra, afirmar» en lugar de «destruir». Y esa

2 «La Voz de Asturias», 3 de octubre de 1931.3 «La Prensa», 3 de junio de 1931.

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labor creadora debe ser transmitida al pueblo y acometida no só­lo por individuos aislados como Marañón, Ortega, Unamuno, A lo­mar, Zozaya y Castrovido, entre otros, sino por la totalidad de las grandes inteligencias puestas al servicio de la República.

De forma también analítica, serena, trata Blas Caballero Sán­chez el tema de los «Fundamentos del problena educativo»4, con­cretamente la propuesta de la escuela neutra y las posibilidades reales de llevarla a la práctica. En este artículo se formulan dos formas opuestas de concebir la enseñanza que son extrapolables al modelo general de sociedad que con el tiempo se irían radicali­zando hasta ser irreconciliables: una tradicional y otra progre­sista.

Plantea el problema interrogándose acerca de la interpretación a que puede someterse el concepto de «neutralidad» a la vista del tipo de escuela que, con afán de hacer progresar España hasta si­tuarla a la altura de otros pueblos civilizados, propugna la Segun­da República. Educar significa orientar, es decir, sentar los fun­damentos de la vida individual y colectiva, y ello exige convic­ciones, fe, creencias, no la negación absoluta de todo en nombre de una esperanza o un credo (crear en definitiva) que no podrá prescindir de la identidad humana en sus facetas positivas (abne­gación, altruismo, gloria) y negativas (egoísmo, miserias, ruinda­des), ni de su pasado, aunque se lo proponga. Es consustancial al hombre la necesidad de creer.

La escuela neutra, puramente mecánica, sólo conduciría a la gestación de una generación de «memoristas sin corazón», pero con ello el maestro no cumple con su «misión educadora» al servicio del m ejor funcionamiento de la sociedad. Concluye el articulista que «la escuela no puede ni debe ser rigurosamente, absolutamen­te, neutral. Ha de tener (...) una suma de principios que caldeen el corazón y la mente de los pequeñuelos». En torno a cuáles de­ben ser estos principios es donde surgen, según el análisis reali­zado por Blas Caballero, radicales discrepancias entre dos bloques sociales: los que cimentan las bases de la educación en un «tradi­cionalism o detallista más hijo de la letra que del espíritu» y los que propugnan, en el extremo opuesto, la negación de los valores y la ruptura con el pasado.

Una y otra posturas encuentran eco en la prensa regional, pe­ro la oposición más radical a los planteamientos educativos del

4 «La Voz de Asturias», 19 de marzo de 1936.

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bienio reform ador provienen de la derecha y de la Iglesia y atien­den, por lo menos aparentemente, a fundamentos de tipo religioso.

Se levantan voces contrarias a la escuela laica esgrimiendo los argumentos de que la legislación vigente lesiona el derecho que tienen los padres a educar a sus hijos, de formar sus conciencias individuales para el cumplimiento de sus deberes com o católicos y com o ciudadanos, y sobre todo, que se conculcan los derechos de Dios y de la Iglesia católica.

Estos sectores ideológicamente en la oposición, que cumplen con una obligación moral, lógica y legítimamente admisible al de­fender de una enseñanza privada confesional católica, utilizan, sin embargo, un tono altisonante, altamente com bativo, plagado de acusaciones exageradas que distan mucho de un análisis racional del tema y que parecen tener como finalidad enardecer los áni­mos del lector com o si de una guerra santa se tratara. Los siguien­tes párrafos son una muestra evidente de este tono panfletario y apocalíptico que deja al descubierto una clara crispación y una tremenda radicalización de posturas:

«Acción Católica ha de estar (...) defendiendo la conciencia del niño contra abusivas medidas de la autoridad tiránica, sumisa y obediente a órdenes emanadas de poderes extranjeros y cultos que pretenden apoderarse de la escuela para pervertir a la niñez y avanzar decididamente a la satánica empresa de barrer de la tie­rra a Dios y a Cristo». «La Acción Católica, por ser obra de re- evangelización, ha de estar en vanguardia en la lucha que la Igle­sia ha de tratar con sus enemigos, precisamente en el campo de la escuela. Ella ha de informar las conciencias de los católicos pu­dientes para que den su dinero en favor de las escuelas católicas.Y entre tanto estar alerta a los insultos diarios que en esa mate­ria se nos hacen; a las irritantes arbitrariedades de un ministro sectario. Sin desfallecer ni un momento, porque, en el fragor de la pelea, serenamente, podamos decirles: seguid, enemigos de la Iglesia. Pero ved cóm o nos reímos de vosotros»5.

La segunda enseñanza

Bien pronto el incremento del número de centros de primera enseñanza, prom ovido por el Gobierno de la Segunda República con el fin de asegurar los derechos de formación de los futuros ciu­dadanos y un m ayor grado de cultura popular, suscita opiniones

5 «La Hoja Parroquial» de San Miguel de Cañero (Luarca), 26 de abril de 1936.

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en torno al futuro de la segunda enseñanza en España. Extendida la escolaridad a la totalidad de la población infantil, el previsi­ble aumento de estudiantes que sientan la necesidad de ampliar su preparación cultural, trae consigo la necesidad de aliminar cual­quier obstáculo que venga a dificultar el tránsito de la primaria a la secundaria.

Entra entonces en juego un nuevo concepto de esta última. Des­de la prensa asturiana se apoyan las declaraciones del ministro de Instrucción, quien propugna que este grado educativo no cum­pla únicamente la función de preparación para la Universidad si­no también la de ser un complemento necesario que eleve la cul­tura general del pueblo. Así se abre el acceso a aquélla a quienes vayan a desarrollar en sus vidas de ciudadanos trabajos artesa- nales, com o los obreros, los empleados públicos y particulares o los que el día de mañana realicen actividades intelectuales que requieran estudios universitarios o en escuelas superiores.

En espera de la ley sobre la segunda enseñanza española, un manifiesto firmado en Cangas de Onís por profesores y otros pro­fesionales llama la atención en octubre de 19316 sobre ciertas orientaciones y resoluciones ministeriales que suponen, en su opi­nión, un peligro para el acceso de las clases populares a esta ense­ñanza. La alarma surge ante el anuncio de que desaparecerán los institutos locales que no puedan ser elevados a la categoría de na­cionales.

Los profesores Octavio Nogales y Fermín R. Losada junto con el farmacéutico José María Cadenaba encabezan la lista de firmas que protesta ante la exclusividad y elitismo de un bachillerato que parece configurarse únicamente con la finalidad de preparar alum­nos universitarios «privilegiados» y que marginaría por lo tanto el concepto de extensión cultural popular, de una segunda ense­ñanza democratizadora. Consideran que estos extremos trastro- can la orientación inicial emprendida por la República al dejarse influenciar tal vez por «elementos tradicionalmente muy intere­sados en mantener un antiguo estado de cosas»: «el principio do­cente de privilegio de clase», y además reducen considerablemente el número de posibles institutos en la provincia; desde una doce­na de institutos locales, distribuidos por ciudades y pueblos, a tres o cuatro nacionales.

De Cangas de Onís proceden las siguientes propuestas para que sean tenidas en cuenta en la futura ley de instrucción pública:

6 «El Popular», Cangas de Onís. Semanario local.

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«Primera: Que la Segunda Enseñanza, com o form ativa de la cultura general, no puede mantenerse hermética, com o es aspira­ción del tipo tradicional de Instituto, que pretende perpetuarse.

Segunda: Que la Segunda Enseñanza debe tener, dentro del con­cepto pedagógico del método cíclico, una parte asequible de difu­sión popular que ensayan los actuales Institutos Locales.

Tercera: Que, por tanto, debe ser estructurado definitivam en­te este tipo de instituto, como antecedente de otro superior de pre­paración universitaria, y ser creados, en el m ayor número de lo­calidades españolas posibles, nuevos institutos locales o popula­res, en igualadora democrática ventaja del m ayor nivel cultural del pueblo español.»

Enseñanza para adultos

En tom o a la cultura popular, la prensa no sólo cumple una fun­ción informadora sino que se convierte en medio de conciencia ciu­dadana. Podría hablarse incluso de una campaña de animación en favor de la educación para adultos bajo fórmulas tales como: «No bastará saber leer y excribir para dar por finada una instruc­ción», «La escuela no ha de ser tan sólo para niños» o «Las escue­las son insuficientes en la obra de redención intelectual de los es­pañoles». Los pasos que se inician con la escuela primaria deben ser continuados para conseguir un nivel medio de cultura más ele­vado, los beneficios de la educación deben tender a alcanzar a to­dos aquellos que los necesitan para servir con m ayor provecho a la sociedad y a España. En este sentido fue importante el trabajo de los maestros (especialmente en las zonas rurales). Muchas ve­ces la escuela sale de su ámbito para ampliar su misión educado­ra con las clases de adultos o se convierte en centro de iniciativas teatrales o musicales. Los ayuntamientos son los responsables de la gestión económica de estas clases populares, para las que se pi­de, desde «La Voz de Asturias», la incorporación de nuevos ele­mentos pedagógicos que ayuden en la educación de adultos:

Por ejemplo las conferencias radiofónicas emitidas por técni­cos que versan sobre agricultura, ciencia, literatura y otros cono­cimientos generales. «En las escuelas —se dice— debiera haber, por obligación, aparatos de radio para reunir en aquellos locales al paisanaje y ofrecerle las enseñanzas del nuevo procedimiento.Y si el Estado tardare algo en imponer lo que será indiscutible, los Ayuntamientos conscientes y de espíritu de modernidad y sen­tido práctico deben pensar que en sus presupuestos tiene que ca­ber una insignificante cantidad para estos servicios».

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La Universidad y la cultura popular

La Universidad asturiana, como centro propulsor de cultura popular, cuenta con la interesante tradición de la Extensión Uni­versitaria, que atravesó una etapa de extraordinario florecimiento en la primera década del siglo X X ; pero, durante la Segunda Re­pública, es únicamente el recuerdo de una época en que los profe­sores conversaban con los alumnos de la Extensión Universita­ria, en que se producía un interesante acercamiento del pueblo obrero a la Universidad conviviendo con los profesores, recogien­do sus enseñanzas que no se limitaban a las lecciones sino que ex­tendía su ámbito a todos los aspectos del ser humano. Así, profe­sores com o A dolfo Buylla, Leopoldo Alas «Clarín», Fermín Ca- nella, Félix de Aramburu... y los que aún viven: Aniceto Sela, A dolfo Posada, Rafael Altamira... dirigían excursiones en las que convivían con sus alumnos de una forma directa y obteniendo fruc­tíferos resultados.

Esta extraordinaria etapa de la Universidad en la que ensan­chaba el círculo estricto de sus fines, extendiendo sus beneficios a las clases menos favorecidas mediante clases populares, excur­siones, colonias escolares, intercambio de profesorado..., inspiraba sus astividades en la Institución Libre de Enseñanza y en la tra­yectoria pedagógica iniciada por Francisco Giner de los Ríos.

Los jóvenes se convierten hoy en la esperanza de que resurjan con nuevos bríos estas democratizadoras funciones de la Univer­sidad de Oviedo. De hecho en una de las charlas estudiantiles que se celebraban en el reservado del café Cervantes, en una ocasión en la que Leopoldo Palacios, profesor de la Escuela Social de Ma­drid y conferenciante en la Universidad de Oviedo, participó en dichas tertulias, un estudiante recordó lo que había sido la Ex­tensión Universitaria en otro tiempo e inform ó de la existencia de un proyecto actual:

Se están dando clases populares con el fin de difundir cultura de forma rápida y sencilla entre los obreros. La iniciativa había surgido de Ramón Prieto Bances como recuerdo de algo que se ha­ce en las universidades inglesas y cuenta con la participación de profesores como Aniceto Sela, que habló sobre el significado de la Sociedad de Naciones; Ernesto Winder disertó sobre las indus­trias; Víctor Hevia acompañó a los alumnos a la Cámara Santa y explicó allí todo lo que es arte. Se espera la presencia y la cola­boración en esta actividad de Manuel Traviesas.

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Tales actividades se ven complementadas con excursiones co­mo la que en el mes de junio realiza el grupo popular de estudios universitarios a Madrid y Toledo en compañía del catedrático y decano de la Facultad de Derecho, Ramón Prieto Bances, y el in­geniero director del Orfanato Minero, Ernesto Winder. Por otra parte, se aprovechan las visitas de personalidades importantes a la región asturiana para que dirijan una charla a los trabajado­res de las clases populares universitarias.

Desconocemos la incidencia real de estas actividades en las cla­ses obreras, pero sí podemos asegurar que el gran peso de la cul­tura popular no institucionalizada recae en los ateneos, asociacio­nes culturales y organismos dependientes de partidos y de sindi­catos e incluso en grupos religiosos. La presencia, no obstante, de profesionales provenientes de los ámbitos universitarios en las programaciones de estos centros culturales y en general en la es­pléndida efervescencia cultural que vive Asturias en la primera etapa de la Segunda República es indiscutible.

Agrupaciones culturales populares

La función de los ateneos y la importancia de su valor social van a ser recogidas con frecuencia por la prensa durante el pri­mer bienio para exaltar la hermosa labor que realizan personas reformistas, pertenecientes en la mayor parte de los casos a la bur­guesía ilustrada, «hombres de buena voluntad» que esperan con­tribuir al bien social mediante el cultivo de la inteligencia. Los ateneos van a ser presentados como centros de cultura popular donde tienen cabida todos los ciudadanos sin distinción de ideas políticas y religiosas, «todos los que sientan la inquietud de su­perarse y llevar a otras inteligencias humanas un rayo de luz que disipe las tinieblas que las envuelven y en cuyo medio solamente los prejuicios y la rutina son las direcciones de la vida»7.

Cuentan estos centros, unos más equipados que otros, con b i­blioteca que en algunas localidades se convierte en circulante pa­ra abrirse al acceso de mayor número de ciudadanos, en cuyos es­tantes pueden encontrarse las obras más diversas: desde las del padre Coloma hasta las últimas producciones sociológicas sobre la revolución rusa; sala de revistas y prensa; sala de conferencias donde disertan médicos, literatos, hombres de ciencia... para que los socios y familiares (y en otros casos el público en general) pue­

7 «La Voz de Asturias», 9 de abril de 1932 (Mieres).

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dan cultivar su espíritu, formar su intelecto y contrastar sus ju i­cios y pensamientos con los juicios y con las ideas allí expuestas, «bien para rectificarlas o afirmarse más en ellos»; sala con jue­gos, radio, proyecciones de películas de cine, gramófono y en nu­merosas ocasiones grupo excursionista y cuadro artístico.

Los temas que se abordan en los ateneos son variadísimos: con­ferencias de asunto médico y de higiene, temas de mecánica, de agricultura, sociales, políticos, de filosofía, literatura..., recita­les poéticos, festivales líricos, exposiciones de pintura y fotogra­fía, relatos de viajes al extranjero, clases abiertas a adultos de ma­temáticas, dibujo, geografía, geometría, francés...

Esta concepción del ateneo desinteresada, positiva e idealis­ta, definida perfectamente por Leopoldo Alas como «centro de cul­tura, tolerancia y convivencia», apellidada «popular» porque su principal misión es la de perfeccionar la cultura del pueblo, tiene sus ojos puestos en un modelo de sociedad: el que promovía la Ins­titución Libre de Enseñanza como repetidas veces se confiesa des­de la prensa regional. Puede servir como claro ejemplo la diser­tación de Marcelino Amo, presidente de la Sociedad Cultural de Olloniego, con m otivo del cincuenta aniversario de la fundación:

«El gran Giner de los Ríos dijo que a la aldea había que enviar los mejores maestros, porque si éstas son las que surten las gran­des urbes, de lo necesario para el alimento material, también tie­nen derecho a que se les envíe el alimento espiritual del que care­cen en su mayoría; por eso esta sociedad debe ser una obra maes­tra, en este sentido, de la educación y la cultura, para hacer honor a la frase del maestro Giner, persistiendo en hacer que desfilen por la tribuna de esta sociedad el mayor número de conferencian­tes, aumentando nuestra biblioteca y estrechando, cada día más, los lazos de cordialidad entre todos.»8

La Institución Libre de Enseñanza había nacido en 1876 como organización no estatal, de planteamientos krausistas que preten­dían la modernización del sistema educativo mediante la incor­poración a la enseñanza de la formación manual, estética y física junto con actividades deportivas, viajes y excursiones culturales, colonias escolares... Todo ello con el fin de lograr una educación completa y sin prejuicios como base de una sociedad democrática y progresista.

Si bien el estilo ético y científico de la Institución Libre de En­señanza nace, en un principio, restringido a los estudios secunda­

8 Palabras pronunciadas durante los días 9 y 10 de abril de 1932.

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rios, se extenderá más tarde a la formación universitaria con la organización de cursos y conferencias, y su influencia se hace pa­tente en organismos inspirados o fundados por sus miembros. Es el caso de la Extensión Universitaria (cuya importancia en la tra­dición cultural asturiana ha sido señalada más arriba) o la Aso­ciación para la Instrucción de la Mujer. Posteriormente, podemos claramente constatar su influencia en la política educativa del Go­bierno de la Segunda República y en general se advierte que su espíritu ha calado durante el bienio reformador en una amplia co­lectividad que cree en la posibilidad de crear una sociedad demo­crática y progresista que logre el desarrollo armónico de las fa­cultades y aptitudes del ciudadano y su libertad.

Pugna de intereses. Ideologización de la cultura

Sin embargo, junto a esta influencia de primer orden de im ­portancia, la Institución Libre de Enseñanza, que incide en las agrupaciones culturales populares asturianas, no podemos o lv i­dar otra fuerza muy arraigada en la sociedad del momento desde finales del siglo X IX : el pensamiento marxista y las diversas ra­mas políticas y sindicales en que se articula. En el extremo opues­to, aún es necesario añadir la confesionalidad católica que anima ciertas agrupaciones de carácter religioso. Aunque pudiera pare­cer arriesgado a primera vista la inclusión de éstas, el carácter confesional y propagandístico de los temas de sus conferencias no es razón suficiente para rechazar estos grupos, que nacen ligados a las parroquias o a Acción Católica, si se considera la también fuerte ideologización de conferenciantes y asuntos tratados, mu­chas veces, en los ateneos obreros y otros núcleos culturales que ejercen su función formadora a la sombra de los partidos políti­cos. Se opone el tipo de mensajes, pero subyace idéntico y a la vez paradójicamente contrario espíritu: formar hombres y mujeres com bativos, activos socialmente.

Cuando Leopoldo Alas define el Ateneo com o centro de «con­vivencia y tolerancia», lugar para «cultivo del espíritu con un fin desinterado»9, al que no le conviene la manifestación de ideas de cualquier signo y separa así la función de éstos de la de los cen­tros políticos, lo que hace el entonces rector de la Universidad de Oviedo no es tanto definir lo que en este momento son los ateneos sino más bien lo que deberían ser, porque los centros culturales

9 «La Voz de Asturias», 2 de noviembre de 1935.

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en e ste tiempo veían alterado el desarrollo de sus actividades por pugnas ideológicas cuando no por violencia ocasionada por las pa­siones políticas.

Lamenta, en este sentido, el profesor los trances por los que pasa desde hace algún tiempo el Ateneo de Oviedo, cuya directi­va está sufriendo profundas incompresiones tanto por parte de la derecha como de la izquierda.

Tal situación, la politización de la cultura, preocupante para Leopoldo Alas, no era aislada sino general en Asturias; en parte, porque un buen número de los centros culturales de la provincia compartían actividades, ya que estaban integrados en la Federa- ción de Centros Culturales de Asturias, formada el 21 de agosto de 1932 por iniciativa del Ateneo de Turón y con representación de una veintena de sociedades de toda la región, aunque también es cierto, con la ausencia de los más importantes, entre ellos el Ateno de Gijón. Se organizaron actos en varios pueblos, pero los proyectos de trabajo quedaron dramáticamente cortados al ser clausurados los ateneos como consecuencia de la revolución de oc­tubre de 1934.

Los acontecimientos del 30 de diciembre de 1932 en el Ateneo de Mieres, algunas de cuyas dependencias (biblioteca, sala de lec­tura, clase, recreo, secretaría y escaleras) fueron ocupadas por los guardias de asalto bajo la acusación (falsa por otra parte) de que unos obreros habían disparado desde sus balcones durante la huel­ga general, pueden servir como ejemplo de la idea que tienen am­plios sectores de la población y las propias autoridades de que los ateneos son núcleos focables de subversión, centros en los que los trabajadores reciben una cultura equivocada: no ecuánime sino caracterizada por la manipulación ideológica marxista.

Por otro lado, no podían los centros culturales dejar de ser un fiel exponente de la tensión que se respiraba en la vida pública y no sólo en Asturias: Es conocida la contribución del Ateneo de Madrid en la creación del clima propicio para el advenimiento de la Segunda República y la postura crítica y de oposición que man­tendrá luego ante el nuevo régimen. El Ateneo madrileño es en todo momento el termómetro que marca la vitalidad republica­na, la temperatura política y la crisis ideológica en que se debate la intelectualidad española10.

10 Ruiz S a l v a d o r , Antonio: Ateneo, Dictadura y República. Femando Torres. Editor. Valencia, 1976.

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En el caso asturiano, los esfuerzos por lograr una cultura po­pular «desinteresada» de muchos intelectuales burgueses chocan con otras posiciones menos equilibradas que se alejan de los ob­jetivos civilizadores tendentes a la perfección de la personalidad de los ciudadanos y abren un campo de discusión en el que se so­mete a crítica el propio concepto de «cultura». Los centros cultu­rales (y la prensa en general) van a ser los escenarios propicios para la expansión de todo tipo de teorías.

La de Eugenio N oel11 es coincidente en el planteamiento ini­cial con la tesis generalizada de que «sólo la cultura podría sal­var a España», pero apunta hacia un concepto de la cultura diver­gente: idealista y en cierta manera mesiánica, hacia una unidad espiritual del pueblo español. Reconocemos en España un espíri­tu racial, creador, y unos valores, hoy aparentemente muertos en el pueblo, que necesitan, aprovechando los momentos de libertad que disfruta el país, de una dirección, «aunque luego el director se erija en dictador, pero en un dictador de filosofía y estudio»; se necesita un hombre que haga brotar en los españoles un senti­miento hispano (como ocurre en la Italia de Mussolini) «hasta que el pueblo se compenetre, llegándose entonces a la verdadera sal­vación de España y a despertar lo que en nosotros parece muerto».

Por su parte César Falcón12, también en el Ateneo gijonés, ana­liza las manifestaciones culturales que a lo largo de los siglos han ejercido su influencia en la humanidad, para llegar a la conclu­sión de que la cultura ha estado y sigue estando al servicio de las clases dominantes. Constata el escritor y periodista, com o refle­jo y consecuencia lógica de la existencia de una sociedad jerarqui­zada, la dicotomía: manifestaciones culturales burguesas y pro­letarias.

Efectivamente, en los ateneos, a medida que pasa el tiempo, se respira tensión ideológica porque la agitación existe en la ca­lle, en la vida industrial, en la política, entre los propios intelec­tuales. Manuel Bueno, a la altura de 1934, da fe de ello, lamen­tando la politización de los hombres de letras:

En España los escritores se hallan divididos entre una izquier­da «que pregona las ventajas del socialismo revolucionario» y la

11 Conferencia en el Ateneo de Gijón el 19 de septiembre, a las 7,30 horas, bajo el título: «Alma vieja de la raza y energía moderna». «La Prensa», 20 de sep­tiembre de 1931.

12 Aunque la conferencia de César Falcón, pronunciada el día 26 a las siete, tie­ne como tema concreto «Arte burgués y arte proletario», la extensión hacia todo tipo de manifestaciones culturales se hace explícita en su exposición. «La Prensa», 27 de diciembre de 1933.

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derecha «que defiende ciegamente los fueros de la tradición». Su función se encuentra prostituida y en lugar de crear para «hacer­nos sentir las delicias de la libertad» ponen su pluma y su figura al servicio de «fanáticos empeños»13.

Ante una España dividida, la intelectualidad inspiradora del advenimiento de la refrescante República había desertado, des­ilusionada del cariz que tomaban los acontecimientos, o había to­mado partido y gastaba sus fuerzas como publicistas al servicio de sus ideas de uno u otro signo. Esta parecía ser la tónica gene­ral. Las vías de redención cultural son tan divergentes com o las dos concepciones espirituales y sociales que desembocan en una incomprensión irreconciliable: las dos Españas.

La postura burguesa conciliadora no puede evitar el enfrenta­miento y la radicalización que había de desembocar en el octubre de 1934. Pasada la revolución, los centros culturales y los maes­tros con sus cursos para adultos fueron duramente responsabili­zados de haber contribuido a la preparación de aquélla. La cultu­ra ofertada a las masas, en opinión de la derecha, la única voz que se deja oír en la prensa del momento, alimentó sus intereses de clase, hizo calar en los trabajadores unos dogmas marxistas que sólo entiende un mundo m ovido por resortes económicos. Los en­cargados de educar al pueblo dieron prioridad a la libertad de pen­samiento y no supieron, se dice, inculcar al pueblo los ideales éti­cos y religiosos que deben ser la base de la cultura. Ante la total ausencia de valores espirituales esta «cultura sin sensibilidad»14 se convirtió en un elemento fanatizador, en un arma peligrosa en manos de los trabajadores.

La brecha abierta entre «cultura proletaria» y «cultura burgue­sa» continúa ahondándose hasta la guerra civil: mientras el Frente Popular continúa con una política educativa popular, la derecha considera que enseñanza, centros culturales, libros y prensa se unen para formar un ambiente que no propicia en absoluto la re­surrección espiritual, la redención española.

13 «La Prensa», 6 de abril de 1934. «Literatura de clase».14 «Región», 9 de abril de 1935.

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ENSEÑANZA Y CULTURA EN ASTURIAS DURANTE LA SEGUNDA REPUBLICA 233

Conclusión: Concepto de cultura. Diversidad de acepciones

La cultura es un medio de transformar civilizadamente las es­tructuras sociales y políticas del país. De esta manera parece que­dar destacada la idea de que las actividades culturales desarro­lladas tienen sobre todo una función didáctica, divulgadora de contenidos teóricos y también de actitudes éticas y de com porta­mientos en la vida social15. Están orientadas, por una parte, a la form ación de los sectores menos favorecidos, que presentaban ca­rencias educativas importantes (se habla explícitamente en oca­siones de clases para obreros); pero, por otro lado, debemos con­siderar una corriente educadora que se dirige a un sector más am­plio (y menos clasista) de la población y convierte la prensa y la tribuna pública en cátedra con el fin de contribuir a la regenera­ción espiritual y material del país.

En todo caso la finalidad que se persigue es de índole demo- cratizador y tiende a formar la conciencia individual del ciuda­dano: Nos hallamos ante una cultura de tipo integral, aperturista y equilibrada, pero idealista y abocada a ser recibida y valorada positivam ente sólo por los sectores de la burguesía y el proleta­riado progresistas pero no revolucionarios. Dada la existencia po­lítica que marca el desarrollo de la Segunda República, tal con­cepción de la cultura nace condenada desde entonces al fracaso al chocar con la oposición de otras dos corrientes partidistas.

Una de ellas antepone los valores morales y religiosos católi­cos a la libertad de conciencia y de pensamiento. La España que la izquierda denomina «cavernícola» porque se cierra a los aires modernos de la Europa democrática entiende por cultura la pro- fundización en las tradiciones gloriosas españolas y busca la aglu­tinación de voluntades bajo la figura de un líder que salvaguarde y canalice el espíritu de lo español.

Otra propugna una cultura de clase que permita al hombre co­nocer su situación material y existencial, su realidad en la socie­dad burguesa capitalista; que aporte un saber generador de trans­formaciones en la vida humana. La cultura, para la mentalidad marxista, supone el acceso del obrero a unos bienes culturales que le permitirán un día lograr el poder.

15 «El partidario de la paz que sea al mismo tiempo un educador tiene, pues, que realizar una difícil síntesis: hacer que coexistan en el corazón de los jóvenes el anhelo de justicia internacional con el de defensa de la democracia nacio­nal: hacer hombres justos que sean fuertes y hombres fuertes que sigan sien­do justos». «Avance», 2 de enero de 1934.

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Recitales, lecturas, conferencias

Advertim os una pluralidad de organismos que desde distintos sectores tienen un mismo objetivo, el de acercar los temas socia­les y culturales, estrechamente unidos a lo largo de todo el perío­do republicano, a los ciudadanos.

Por ejemplo, Radio Asturias emite una conferencia de A lfon ­so Muñoz de Diego sobre «Poetas asturianos: Joaquín A. Bonet». Por su parte, Radio Emisora Gijón emite una conferencia de Pa­ctan de Melás con el título: «Grupos excursionistas populares», en la que da algunos consejos e ideas para realizar salidas recreati­vas y culturales de este tipo. Un recital poético del presentador de esta misma emisora, acompañado a la guitarra por Fermín Sán­chez, se divide en tres partes: En la primera recita: «¿Por qué se quitó Juan de la bebida?», de Benavente; «La Milana», de Arturo Cubas Vega; «El Piyayo», de José Carlos de Luna; «Feria de abril en Jerez», de José María Pemán. En la segunda ofrece al público: «Un cuentu vieyu», de Luis Llaneza; «Elegía de los trece años», de Pedro J. Caballero; «El último fracaso», de Casimiro Caballe­ro; «El madrigal de la mujer pequeña», de Tino Vives de Ealo; «Cantares», de Manuel Machado. Y en la tercera: «Te quiero», de Emiliano R. Angel; «Testarudez», de Amado Ñervo; «Juramentos de amor», de Ricardo Gil; «El mitin de la humanidad», de Jacinto Benavente; «Cultivo una rosa blanca», de José Martí; «La ence­rrada», de Rafael Alberti.

En el Centro Republicano, «Españolito» habló sobre los ilus­tres avilesinos Bances Candamo, el pensador del siglo X IX Esta­nislao Sánchez Calvo y el escritor Juan Ochoa, condiscípulo y ami­go de Clarín, Tomás Tuero y Palacio Valdés.

El catedrático de la Facultad de Ciencias de Oviedo Benito Buylla habla en los locales de Izquierda Republicana sobre «Apli­caciones industriales del carbón» en una conferencia organizada por el Gobierno Civil.

En los locales de Acción Popular de Gijón pronuncia una confe­rencia Gafo Coronas (lingüista, filósofo, erudito, historiador y poe­ta) con el título: «La epopeya de Covadonga. Misterios de Auseva».

La juventud de Acción Popular organiza un cursillo de clases de oratoria e historia de España.

Casimiro Cienfuegos recita para las juventudes de Acción Po­pular poemas sobre la tragedia asturiana de 1934 y otros de tema más apacible.

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En los locales de Acción Femenina, Eugenia Astur pronuncia una conferencia titulada «Al margen de la tragedia de Asturias».

La Federación de Estudiantes Católicos de Oviedo organiza una conferencia de don Florentino Soria López sobre «Importan­cia social de la form ación intelectual de la juventud».

En los locales de Acción Católica, la Federación de Estudian­tes Católicos organiza una conferencia que pronuncia Faustino de la Vallina (catedrático de la Universidad) con el título «Valor ac­tual de la filosofía de Santo Tomás».

En otra ocasión es Pedro Sainz Rodríguez quien habla para los estudiantes católicos sobre «Mentalidad nueva y tradición espa­ñola».

El secretariado social, de acuerdo con la junta diocesana de A c­ción Católica, organiza un curso de estudios sociales para obre­ros. Con este fin fueron solicitadas veinticinco becas.

La Unión Diocesana de Mujeres Católicas de Oviedo organiza conferencias sobre los temas: «Qué libros se deben leer y cóm o se han de leer», «Vida económica de la biblioteca» y «Las lecturas de una joven».

La Juventud Católica de Cangas de Onís organiza clases noc­turnas, que se imparten de 7,30 a 9.

Una conferencia de José María Rodríguez Vallamil, de la Fe­deración de Padres de Familia, tiene como tema: «El respeto a la conciencia del mismo».

Un recital de Pío Muriedas, en Gijón, en la Biblioteca Proleta­ria, incluyó versos de Alberti y sirvió para criticar la obra de Jo­sé María Pemán El divino impaciente. Dio otro recital en el Cen­tro de Sociedades Obreras de Avilés.

En el Jovellanos varios actos convocan al público con el fin de sufragar los gastos de desplazamiento de un miembro del Sindi­cato de Trabajadores del Comercio a las fiestas del primero de ma­yo. Intervienen «Anxelu» y Pío Muriedas, que ofrecen un recital poético con creaciones de Seisdedos, Alberti, Pía y Beltrán, Ara­gón, etc. Además de la proyección de una película rusa, «El cami­no de la vida», abre una charla sobre la rehabilitación de delin­cuentes jóvenes en la URSS.

Otras conferencias de contenido izquierdista son las tituladas «Materialismo histórico», «Cultura y revolución social», la de Pío Muriedas sobre «Arte revolucionario» y «La guerra y el fascismo», de Leopoldo Alas Argüelles.

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La juventud socialista de Oviedo conmemora el XVII aniver­sario de la muerte de Tomás Meabe, poeta y fundador de las Ju­ventudes Socialistas, con la presencia de Lucas de Barrameda, que da un recital de sus poemas.

Se organiza un curso de agricultura en la piscifactoría de In- fiesto como ampliación de estudios de los alumnos que cursan el último año de la escuela agraria. También con tema agrario se des­arrolla un curso de arboricultura en la Estación Experimental Agrícola de Nava. Por su parte, el Sindicato Agrario de Priandi (Nava) promueve una serie de conferencias destinadas a campe­sinos.

Se imparte, por iniciativa de la Comisión Provincial de Monu­mentos, una lección gráfica sobre las exploraciones hechas en las ruinas del monasterio de Santa María de Veranes a cargo del di­rector de las excavaciones sobre el terreno.

En Avilés, en la Casa del Estudiante, el catedrático de la Uni­versidad de Oviedo Miguel Lasso de la Vega habla de «La España de Cervantes».

En el Centro Hijos de Oviedo, el canónigo de la Catedral Artu­ro Sandoval habla sobre «Cosas del Oviedo antiguo».

En el mismo lugar y en una velada homenaje a Lope de Vega en la conmemoración de su centenario, pronuncia una conferen­cia Valentín Pastor, precedida y seguida de un recital de poemas.

Aurelio de Llano diserta en el Orfeón Ovetense sobre: «Narra­ciones populares».

Una com isión de Cangas del Narcea proyecta colocar una pla­ca en la casa donde nació el escritor local Mario Gómez, hijo adop­tivo de Oviedo.

El padre Secundino Martín, de la Orden de predicadores, ha­bla en la Casa de Pescadores de Lastres de «Literatura castellana».

En la «Sociedad Cultural de Nueva» se lleva a cabo un home­naje a Ana María Cagigal con una charla semblanza de la poetisa y el recital de varios poemas: «Inquitud», «Toda la vida penan­do», «Te espero», «Puertochico», «Al maestro José del Río».

La Sociedad Cultural de Pando, en La Felguera, festeja la en­trada del volumen mil en la biblioteca: La pregonada , de Alfonso Camín, con una conferencia de este autor.

La Agrupación Cultural del Valle de San Jorge, de Nueva (Lla- nes), inaugura un nuevo local con la conferencia del catedrático de filosofía del Instituo llanisco Alonso París: «Puntos capitales del pensamiento español en la literatura».

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Se desarrollan unos actos de fraternidad hispanoamericanos organizados por el sociólogo Agustín Venturino y su esposa la es­critora y pensadora Alicia Lardé. Además de pronunciar una con­ferencia en la Universidad, ofrecen proyecciones de cine referen­tes a quince países de la América española sobre aspectos de su historia, geografía, flora, geología, industria, paisajes, etc., acom­pañadas de las pertinentes explicaciones.

En la escuela nacional de Colombres, un ciclo de conferencias de divulgación incluye, entre otros temas: «La poesía española en el Siglo de Oro» y «La lectura de algunas poesías originales de don Jesús Vicente Pérez, por el autor mismo».

En Celorio, Llanes, se inaugura una biblioteca infantil con un recital de poesía (Juan de Dios Peza, los Quintero, Gabriela Mis­tral, Juan Ramón Jiménez, Lope de Vega, romances, etc.).

El maestro de la escuela de Llamigo (Nueva, Llanes) organiza una serie de tres conferencias, la primera de las cuales es impar­tida por el doctor Juan Duyos sobre «Higiene del individuo, del hogar y del trabajo».

El maestro de Cué compró un proyector de cine y ofreció al pú­blico dos películas: una instructiva y otra de Charlot.

En las escuelas de Ovín-Buyeres (Nava) un grupo de inspecto­res y otros profesionales delaenseñanza imparten un cursillo de divulgación cultural.

En Cudillero, por iniciativa de un grupo de maestros, partici­pan docentes, médicos, veterinarios, etc., en un cursillo de confe­rencias para adultos.

En la celebración de la Fiesta del Libro, Alejandro Hernández, catedrático de literatura del Instituto, compara en una conferen­cia pronunciada en Cangas de Onís las personalidades literarias de Lope de Vega y Cervantes.

Son frecuentes los cursos de perfeccionamiento para maestros que se desarrollan en diferentes lugares, así como la organización de samanas pedagógicas o las conferencias dirigidas a docentes que tratan de la problemática de la enseñanza. La disertación del sociólogo Liñán Heredia sobre la «Emigración de los campos a las ciudades» y la visita de los cursillistas de Infiesto a las cuevas de Altamira, que abre un ciclo de conferencias a cargo de Eduardo Isaac Hernández sobre el viaje y las pinturas rupestres, constitu­yen ejemplos significativos.

Entre las actividades de los ateneos, las conferencias ocupan un lugar relevante:

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En Turón, el doctor en filosofía y letras Santiago Montero Díaz habla de «Cómo nace la nueva Europa» y don Gonzalo de Repa- raz, sobre el tema «La Primera República»; en Mieres, el poeta Er­nesto López Parra, autor de La imagen iluminada, pronuncia una conferencia sobre «Sentido histórico de la revolución», y en Sa­ma, sobre «Etica y estética de la República»; en la Buena Unión de Carbayín, «La cultura en los pueblos rurales», por Lázaro Gar­cía. A lfonso Hernández Catá visitó varios ateneos, hablando de «Concepto de aristocracia» en Sama y Oviedo, y «Un hombre de letras se asoma al comunismo», en Ujo.

Algunas de las disertaciones tienen tema literario:Montero Díaz, de la Biblioteca Nacional de Madrid: «Novela

de la guerra»; «En torno al arcipreste de Hita en su reciente ho­menaje», por Alfredo Montes, del Ateneo de Noreña; el recitador David Torrecilla, «Armando Alegría», ofreció varios recitales poé­ticos por los ateneos asturianos; «La vida amorosa de don Juan» fue el tema de la conferencia de Hernández Catá en Mieres; el pe­riodista de «La Voz de Avilés» González Dintén, en el Centro Cul­tural de La Maruca, habló sobre «Personalidad de Alfonso X el Sabio como jurista y hombre de letras», con la lectura de algunas obras del rey; el poeta Serna del Barrio, en Ujo, dio una audición poética de su libro La llanura, la cumbre y el alma.

Pachín de Melás habla de «La poesía de los cantares asturia­nos» en Noreña y de «El poeta asturiano Teodoro Cuesta: su vida y sus obras» en la Cultural Riosellana.

Tal muestra permite apreciar la diversidad tanto de entidades organizadoras de actividades culturales como de temas de trata­dos, clasificables en homenajes, actos conmemorativos, concier­tos, recitales de canto o poéticos, presentaciones y lectura de li­bros, exposiciones y conferencias, orientadas estas últimas a un doble fin: la información del público en general y la formación de maestros y estudiantes.

De entre los actos recogidos por la prensa ofrecemos una se­lección de los más relevantes.

I

En el Ateneo de Oviedo, Fernando Vela dio varias conferen­cias sobre las orientaciones recientes de la filosofía: «Agotam ien­to y fin del subjetivismo», «La reconquista del objetivism o y la filosofía de la vida», «El resurgir de la metafísica».

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IIAntonio J. Onieva comenta en varios ateneos las impresiones

de sus viajes a diferentes lugares de Europa.

IIIPío Baroja es el encargado de dar una conferencia que organi­

za el Ateneo de Gijón. La pronuncia en el teatro Jovellanos el 11 de abril de 1932, bajo el título «Los dogmas de ayer y los dogmas de hoy».

De esta manera recoge «La Prensa» de Gijón la exposición de estos temas:

«Empezó el disertante excusándose de hablar por no ser ora­dor; y dijo que leería unas cuartillas, pues su vida, extramuros de política y de la sociedad durante largo tiempo, ha aminorado en él el sentido pedagógico y político.

Después de un exordio, en el que dice que a la gente de su tiem­po se la llamó la Generación del 98, que él cree que no ha existi­do, entra en materia afirmando que hasta ahora la humanidad ha marchado en una lucha constante en dogmas, de sistemas absolu­tistas y cerrados con otros sistemas de idéntico tipo, así en el te­rreno de las ideas com o en el de las ciencias.

Dice que cuando él estudiaba Medicina se estaba en plena lu­na de la teoría microbiana; se creía que no había más microbios y la terapéutica era desinfectar, desinfectar y desinfectar. Y ha­bía heridas que desinfectadas continuamente, empeoraban. El dogmatismo en la ciencia va en contra de su espíritu verdadero, que debe ser siempre el del examen.

Luego examina el monoteísmo del Génesis, el cual se presenta en primer lugar en la imaginación con majestad teatral, con el Dios único, el del Eterno.

Afirm a que la creación bíblica ha quebrado en el siglo X IX , pues la Geología, la Astrología y la prehistoria han socavado de­finitivam ente la idea de la creación, pues el postulado de que en el Génesis no se habla de seis días, sino de seis períodos, es una componenda sin valor. Dentro de las Ciencias y al hablar de la Ciencia, piensa uno principalmente en la matemática y en las cien­cias físico-naturales, nadie toma en cuenta la creación bíblica.

Dice también que el Génesis no habla de Dios, sino de dioses, y que todo hace pensar que los judíos y semitas eran politeístas en el comienzo de su historia religiosa.

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Otro dogma era el del valor astronómico de la tierra, que con la teoría de Copérnico ha desaparecido, aunque esa teoría no ha llegado a las masas, a pesar del tiempo transcurrido desde su ex­posición, y la mayoría de los habitantes de campos y ciudades de las partes más civilizadas de Europa suponen el planeta un disco plano y redondo con una campana de cristal que es el cielo, donde está el Sumo Hacedor.

Resuelto de antiguo este pleito, ahora se construyen nuevas teo­rías sobre el Universo y se cree que hay otros universos más del conocido.

Un tercer dogma —añade— que si no queda abandonado, no se sostiene con su antigua fuerza es el de la unidad de la concien­cia humana. La Medicina ha estudiado diversas alteraciones y des­doblamientos de la conciencia a los que ha dado diferentes nom­bres. Hay muchos casos de incendiarios, de homicidas, que obran impulsados por un espíritu subterráneo, como le llamó Dostoievs- ki, que no es el suyo. En la vida corriente vemos gentes tranqui­las que por un m ovimiento apasionado en alguna ocasión se con­vierten en energúmenos. Todos hemos presenciado el efecto que el alcohol hace en determinadas personas. El número de los semi- conscientes de espíritu doble es muy grande; en cambio, el de los hombres con una unidad psíquica completa es muy pequeño.

Basado en gran parte en la perfecta unidad de la conciencia está el dogma de la responsabilidad. El hombre es responsable de sus actos y de sus ideas; conviene socialmente que así lo sea. Pero a pesar de la conveniencia social, cada día se acentúa más la idea de la irresponsabilidad teórica.

Es evidente que la responsabilidad absoluta no existe, pues no hay manera de captarla ni con el teísmo y la idea de Dios, ni con el racionalismo naturalista.

Otro dogma antiguo y muy importante es el de la vida ultrate- rrena, y dice que se han dicho muchos absurdos sobre esto, asegu­rándose que se pesaban las almas, que el pensamiento se trans­m itía a grandes distancias, que había fakires que se levantaban en el aire con la voluntad y otras mil cosas fantásticas.

Respecto a los dogmas cristianos —sigue diciendo— no son en su origen evidentemente muy constructivos; más bien parecen di­solventes. El que quiera seguir al pie de la letra los preceptos del Evangelio sin hacer caso de las interpretaciones, no puede ser muy conservador; más bien será un anarquista o un comunista plató­nico. El catolicismo da la impresión de que ha tenido que subver­

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tir la esencia del espíritu cristiano, auténtico, prim itivo, para ha­cerlo social.

Con éste termina el examen de los dogmas antiguos y pasa al de los dogmas nuevos.

Uno de los primeros en la vida actual es el del progreso. A fir­mamos que progresamos en todos los órdenes de la vida material y espiritual. Este progresar continuo tomó hace años una forma melodramática en la idea del superhombre. Fue dentro del misti­cismo un poco pedantesco de los alemanes del tipo hegeliano y wagneriano, donde se concibió esta idea. Los hombres com o Kant nunca se lanzaron a cantar arias de bravura semejantes.

No cabe duda de que se puede discutir y hasta negar el progreso en algunas actividades humanas. No se puede creer que las gue­rras modernas sean más benignas que las antiguas; no se ve tam­poco que el hombre sea mejor hoy que ayer, sino que está más do­mesticado por las leyes. Tampoco se advierte que sea más inteli­gente.

En cuanto a la ciencia pura, se va sublimando y alejándose más de los hombres. La ciencia toma caracteres de misterio y de her­metismo com o los antiguos magos.

Los ideales más próxim os a la Ciencia son los morales y los po­líticos, y entre éstos están las palabras de la Revolución france­sa: Libertad, Igualdad, Fraternidad; postulados que no parecen completamente armónicos, puesto que la realización de la liber­tad tiende en parte a hacer desaparecer la igualdad, y ésta im pul­sa a restringir la libertad; y el principio de fraternidad queda flo ­tando com o un deseo.

Recuerda palabras de Lenin que decía que le interesaba la li­bertad, y luego se refiere a las luchas actuales de socialistas, anar­quistas y comunistas, que reproducen las antiguas de jesuítas y jansenistas, católicos y protestantes. El espíritu sectario de fana­tismo es igual en nuestra época que en tiempos de las luchas reli­giosas. En el corazón del hombre láte el rencor, y es igual que ha­ce dos m il años.

Otro dogma nuevo es la deshumanización del arte, que dice no existe, pues no tiene confirmación en nada.

Habla a este propósito del modernismo en el arte, com o el cu­bism o. En cuanto a la literatura, afirma que le agrada más Dos- toievski que Víctor Hugo, aquél por humano y éste por no ser más que un retórico. De la música dice que Mozart, Beethoven y Schu- mann dan la nota sincera y humana, sonando a falso otros como Chopin o Listz.

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Termina este dogma diciendo que la única manifestación del arte nuevo en la música es el jazz-band, pues el tango argentino es música falsa.

Los dogmas antiguos comparados ante la razón natural tienen poco valor, pero, en cambio, tienen un gran valor de eficacia para la vida, la civilización y el arte.

El mundo antiguo parecía hecho enteramente para el hombre. Hoy no sabemos para quién está hecho. Podemos suponer con los mismos visos de verdad que el hombre es un semidiós com o que es algo tan importante como el musgo de una roca o el alga que flota en el mar. Desde hace tiempo el hombre vive entre escom­bros. No sabemos si alguno será aprovechable; quizá no lo sean o quizá lo sean en parte. La aspiración es que el hombre pueda desarrollarse espiritualmente con la mayor amplitud posible, con­seguir el m áximo de justicia, de libertad, de cultura y de benevo­lencia.»

IV

El escritor mejicano José Vasconcelos tiene a su cargo varias conferencias durante su estancia en Asturias, desde el 1 de noviem­bre de 1932: «La biblioteca, universidad del pobre» y «Descripción físico-social de Méjico», en Pola de Siero; «La cuestión racial en América».

El 7 de septiembre de 1932 Vasconcelos, invitado en Castropol, habló en el teatro Casino de cómo inició su labor, continuando la de Justo Sierra, de lograr el renacimiento cultural de Méjico con los escasos recursos que ponía a su disposición la dictadura de Por­firio Díaz, después de medio siglo de ignorancia y guerra civil (an­teriormente, en los tiempos de la colonización española, Méjico había figurado a la cabeza de América en cuestión de bibliotecas).

Habló de la lucha entre la cultura inglesa —que hasta princi­pios de siglo era la única asequible a los intelectuales y que hoy cuenta con la eficaz propaganda de la Fundación Camegie— y la cultura española —que después del 98 ha iniciado su renacimien­to editorial, estando a la cabeza del mundo desde el punto de vis­ta de la universalidad de su producción—. Habló también el se­ñor Vasconcelos de sus viajes por América, haciendo resaltar el ansia de cultura que halló en la población aborigen, describiendo el espactáculo de los indios de las apartadas aldeas andinas que, teminado el penoso trabajo del día, descalzos y mal vestidos en­traban en la biblioteca (una pobre habitación de la mísera casa

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municipal) a extasiarse ante el milagro del libro —cada libro es un milagroso «com prom iso» de muchos años y muchas vidas hu­manas.

Anim ó, para terminar, a las personas ricas a apoyar económ i­camente a las instituciones de cultura, que com o la biblioteca de Castropol tienen probada su actividad y eficacia. Dejó su dedica­toria en dos ejemplares de su obra «Pesimismo alegre» para la b i­blioteca de Castropol y la sucursal de Figueras.

En Grado, en el teatro y como parte de un acto organizado por el Ateneo, habló sobre «Reducción de cultura»16. He aquí algunas de las ideas que vertió en su alocución:

Comenzó diciendo que la vieja leyenda que circulaba por Am é­rica de la avaricia de los indianos, hoy llamados americanos, que­da desvanecida por la obra cultural que realizaron estos luchado­res, pues a su altruismo se deben infinidad de escuelas y otros cen­tros de cultura.

Señaló la gran diferencia en cuanto a preparación técnica en­tre los obreros españoles y sudamericanos con la de los america­nos del norte, alemanes, ingleses, franceses y belgas. La inferio­ridad de preparación de los hispánicos hizo que éstos fueran es­clavos económicos de las grandes potencias.

Menciona el gran error de Méjico de olvidar la raíz de la cultu­ra hispánica y cita el caso de California, donde las misiones han seguido la obra cultural de las viejas misiones españolas en Sud- américa.

Para terminar, dijo Vasconcelos que cuando España termine su obra local, tendrá que extenderse nuevamente por América, donde se la espera con los brazos abiertos.

El 15 de noviembre habló don José Vasconcelos en el Paranin­fo de la Universidad en tom o a «La cuestión racial en América»:

Recordó que en sus tiempos de estudiante, cuando el asturia­no Altam ira fue a tierras americanas haciendo una campaña es- pañolista, fue la primera vez que, después de oír muchas leccio­nes en francés e inglés, escuchó a un hombre de fama europea ha­blar en castellano.

Dedicó elogiosas frases a la obra colonizadora de España y di­jo que mucho antes que en otros pueblos imperase en derecho la igualdad de castas, ya los españoles la llevaron envuelta en la ad­m irable doctrina de fraternidad cristiana. Para los españoles no había más que dos castas: la que usaba la razón y la que no la te­nía, es decir, los que sabían leer y los que eran analfabetos. Por

16 «Región», 1 de noviembre de 1932.

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eso se dio el caso insólito en aquellos tiempos de que un mestizo o un indio alternase en los aristocráticos salones madrileños.

Habla a continuación del trato que los norteamericanos dan a los obreros de Méjico, a los que ofrecen teorías socialistas de fra­ternidad universal pero a los que explotan, considerándolos una casta inferior.

Los negros de Norteamérica reciben un trato inhumano, sobre todo en el sur, donde aún se les maneja a latigazos como a un re­baño de esclavos. En el norte están más considerados, pero siem­pre dentro de su condición de raza menospreciada.

Diferencia varias castas en Estados Unidos. En primer lugar figuran los descendientes de la pura raza inglesa, que tienen y aca­paran todos los privilegios de la política. Después, los irlandeses, cuya fuerza es enorme desde hace cuatro años, hasta el punto de que lograron presentar con votación lucida a M. Smith para la pre­sidencia del Estado. Fueron derrotados, pero conservan muchos puestos en la política y guardan todas las costumbres y su reli­gión católica, que es la línea que más los separa de los demás, pro­testantes, pues en Estados Unidos, aunque políticamente sean lai­cos, la religión es un factor que se tiene muy en cuenta y los indi­viduos laicos son vistos con recelo por sus compatriotas.

Después de los irlandeses figuran los alemanes, que suman cer­ca de treinta millones y que en tiempos anteriores a la gran gue­rra intentaron dar un golpe de estado. Con este m otivo cita Vas­concelos la frase del ambajador yanqui en Berlín, quien dijo que si Alemania tenía treinta millones de súbditos para dar un golpe, ellos tenían treinta millones de postes de telégrafo para colgar­los. Hoy, sin embargo, los alemanes están muy bien considerados y se casan con las jóvenes más distinguidas, entroncándose así en la alta aristocracia.

Los italianos también son numerosos e influyen algo en la po­lítica; sin embargo, españoles e hispanoamericanos están muy des­considerados, porque son escasos en número y carecen de la pro­tección de sus países. En cuanto a los negros, los califica de pa­rias. Cita Vasconcelos en este sentido el caso atrevido de un político que para captarse las simpatías dio un beso a un niño ne­gro, lo que fue muy comentado por todo el país. Pone de relieve que en la moderna América se tienen muy en cuenta las castas.

Continúa hablando del imperialismo que los yanquis ejercen sobre la América hispanohablante; bajo apariencias filantrópicas que no sienten, se adueñan de las pequeñas repúblicas del centro y del sur. Recuerda lo ocurrido en la Conferencia de Panamá, a

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la que asistieron los americanos para evitar que los recientemen­te libertados países de la dominación española pusieran aduanas para su comercio.

Estudia la evolución que se experimenta en Méjico y en toda la América española y aboga por la unidad de todos los pueblos, bajo la señera de un acendrado españolismo que sea una contra­posición al imperialismo de los sajones americanos.

En un tiem po no se quería ser español, pero siempre se conser­vaba con orgullo este adjetivo, y cita el caso del ilustre Sarmien­to que al oír a un francés, a quien había hospedado en su casa, que su hija era una pequeña india, le respondió que era de hidalga san­gre española.

Para demostrar la política imperialista seguida por los yan­quis, dice que cuando Bolívar quiso libertar a Cuba se lo prohi­bió, amenazándole con la guerra y consintiendo que la Perla de las Antillas fuese antes de la Corona española que libre porque esperaban el día en que ellos pudieran libertarla en propio pro­vecho.

Acaba Vasconcelos diciendo que estas diferencias raciales exis­tirán siempre, pues, aunque se implantase el Soviet en Wàshing­ton, los obreros norteamericanos impondrían su superioridad téc­nica sobre los camaradas del sur17.

En el teatro Dindurra de Gijón pronuncia la conferencia titu­lada «Nacionalismo espiritual: la cuestión de Méjico», de la que ofrecem os el resumen inserto en «La Prensa»:

«Fue su disertación un constante parangón entre las activida­des de los Estados Unidos para desintegrar en los pueblos ameri­canos todo el contenido racial, incluso el religioso, y la pasividad de España que abandona lo que en realidad constituye un deber: mantener firme el espíritu de la raza e íntegra su civilización y todas las características raciales; esa civilización hispanoameri­cana y esas características que no son solamente nuestras, sino también de los aborígenes y de la raza nacida de nuestra fusión con los autóctonos. Expuso con su indiscutible autoridad —la más destacada en toda Hispanoamérica en estas cuestiones— la forma de actuar de los Estados Unidos y resalta que nuestro sistema edu­cativo en América fue el mejor que existía en su época, poniendo también de relieve que España no privaba a los pueblos conquis­tados de nada que poseyeran los de la metrópoli; es decir, que de lo que se carecía en América es que faltaba también en España.

17 «Región», 16 de noviembre de 1932.

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Continuó en este tono toda la disertación y de ella, que fue ex­tensísima, se puede sacar el siguiente resumen, que viene a ser el guión, los pensamientos luego desarrollados con amplitud:

En la América española se vive una ideología retrasada en más de veinte años, que negaba el nacionalismo en favor del interna­cionalismo socializante. En cambio, los Estados Unidos viven la práctica de un nacionalismo riguroso, allí no se discute qué es la raza; allí se establecen barreras sociales y escalas de salarios de acuerdo con una clasificación precisa y objetiva de las bases. Aun­que España, hoy preocupada por sus trascendentales problemas religiosos, no puede dedicar al asunto de Ultramar toda la aten­ción debida, no por eso se va a consentir que los emigrantes es­pañoles sean tratados en los Estados Unidos en un plan de inferio­ridad. El hecho de que unos cuantos intelectuales españoles cursen en las Universidades norteamericanas Letras e Historia antigua de España, no cambia sino que confirma la triste realidad de que vamos a prestar allí servicios de esclavos, de gréculos que prepa­ran a los conquistadores de América del Sur para la m ejor toma de posesiones de sus nuevos intereses. Aun suponiendo que Espa­ña quisiera desentenderse de su pasado, en América viven —y v i­ven en total desamparo— varios millones de ciudadanos españo­les en Méjico, en Cuba, en la Argentina. El hispanoamericano no es, pues, un tema de banquete, sino una realidad viviente y la más urgente de la política exterior de España. No se comprende el des­dén con que personas inteligentes hablan del hispanoamericanis­mo cuando hay en América millones de españoles desatendidos y sigue siendo América la única región del mundo a donde ha de encaminarse el desarrollo español. Para atravesar, de punta a pun­ta, el continente americano por el procedimiento más rápido, el avión, se necesitan ocho días. Pues bien: con ocho días continua­dos que se va contemplando el inmenso panorama de veinte na­ciones que tienen el mismo idioma y el mismo tesoro espiritual. Eso es un espectáculo único en el mundo.

Cuando se habla de europeizar a España, implicando esto un olvido de las aventuras de Ultramar, pienso en una Península con­vertida en Suiza grande. Suiza es bien europea. Sin embargo, no creo que ningún español se conforme con hacer de su país un em­porio de turismo. Yo admiro el viejo orgullo español que daba lec­ciones a Europa y tenía metrópolis del pensamiento en Salaman­ca y Córdoba y me entristece la ufanía con que hoy suele contem­plarse el hecho de que algún español pronuncie un discurso en un congreso internacional. Eso sólo es concebible en los checoslova-

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eos, en los húngaros o pueblos análogos, pero no en un español cu­ya patria tiene una tan amplia historia de civilización.

Pues ésta es o sería la España sola sin hispanoamericanismo. En la tregua que nos ofrece la posición actual de los Estados Uni­dos, España debe reorganizar sus fuerzas para una especie de re­conquista de los recursos vírgenes de América, en colaboración con las gentes de su misma cultura que habitan por allá. Para esa reconquista hacen falta no precisamente intelectuales, que se dan en todas partes, sino buenos industriales, buenos carpinteros, bue­nos agricultores; en una palabra: técnicos. Ningún país de Am é­rica puso obstáculos, por ejemplo, a la emigración alemana, pre­cisamente porque los alemanes van preparados para producir. Sin embargo, los alemanes no arraigan allí porque les falta ese ele­mento de afinidad racial que posee el español, aunque se lo nie­guen los cronistas del racionalismo.

Las competencias nacionales están claramente planteadas en el mundo contemporáneo. Los anglosajones tienen su mundo —sino es que tienen todo el mundo—. Los franceses no por republicanos han descuidado la expansión. A l contrario, la República francesa ha construido un imperio aún más poderoso que el napoleónico. Los rusos no hacen otra cosa actualmente que construir una vasta confederación con bases económicas comunes y fuerte espíritu es­lavo. Los mismos chinos están constituidos a base nacionalista. Só­lo los pueblos sin medula, en decadencia, experimentan fatiga cuan­do se les habla de ese plan grande. En la hora actual la gente de habla española es la única dividida; la única que padece confusión. ¿Y cómo ha de orientarse si los mismos guías vacilan o se pierden en consideraciones menudas y en la refusión de vocablos?»

Se completa la actividad oratoria de Vasconcelos por la geogra­fía asturiana con las siguientes intervenciones: «Descripción físico- social de Méjico», en el teatro Cervantes de Pola de Siero, el 8 de enero de 1933; «La biblioteca: Universidad del pobre», el 8 de ju­nio en Laviana con m otivo de la celebración del volumen número mil de su biblioteca, y, por último, los discursos pronunciados en los homenajes a Jovellanos (4 de septiembre de 1932) y a Pachín de Melás (el 17 de noviembre de 1933).

Su estancia en Asturias fue aprovechada especialmente por Vas­concelos para divulgar su análisis de la situación hispanoamerica­na y de Méjico en particular. Este mismo tema es el que trata en unas declaraciones que recoge «Región» el 27 de noviembre de 1932:

«En cada uno de los aspectos de la cultura de Méjico se descu­bre, como es natural, la huella española. En el siglo X IX la influen­

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cia francesa se hizo notar sensiblemente; pero es curioso observar que aún entonces la mayoría de las personas que se preciaban de cultas conocían lo francés a través de traducciones hechas en Es­paña. Sólo una minoría muy reducida leía directamente del fran­cés. En los últimos veinte años la influencia norteamericana pro­testante se ha acentuado. Y ésta es una de las causas por las que se observa un fervoroso renacer del sentimiento católico en Méji­co. Lo norteamericano nunca es laico; siempre va marcado de tin­te francamente religioso de carácter o tipo protestante. De ahí vie­ne por reacción patriótica y natural la necesidad de rectificar en lo que se refiere a la política anticatólica que estuvo de moda en el mundo hace cuarenta años.»

«El caso de Méjico es muy claro. Requiere que despierte la viri­lidad dormida de un pueblo cansado. Ningún país de la tierra en condiciones normales toleraría la bochornosa situación guberna­mental que padecemos. Todo el mundo sabe que el único medio es la rebelión; pero por desgracia se ha estado esperando la venia de los Estados Unidos. Cuando Méjico vuelva a ser soberano recluirá a todos esos estadistas de la hora en las “ sitios” de donde no de­bían de haber salido.»

«Creo que debe exigirse siempre responsabilidad a los gober­nantes; y por lo que toca a mis sentimientos revolucionarios, en Méjico éstos los interpreto en el sentido de que deben repartirse entre los labradores, y sin indemnización para los actuales posee­dores, todas las fincas de la pandilla callista que retiene la m ayo­ría y las mejores extensiones de tierra y hace una decena de años no poseía un metro cuadrado.»

«Salí de Méjico predicando la rebelión contra el Gobierno y por­que determinados grupos armados necesitaban que yo escapase del cerco m ilitar en que se me tenía. Mis partidarios fueron fusi­lados, derrotados y acallados, y yo volveré allá cuando disponga de elementos para hacerme respetar.»

«El frente contra Calles no sólo está formado por los católicos, sino por los grupos revolucionarios que anteriormente al conflic­to religioso le acusaron de traidor a la revolución.»

A la pregunta sobre la posible influencia que el triunfo de Ros- sevelt en los Estados Unidos pudiera ejercer en la política m eji­cana, respondió Vasconcelos;

«La experiencia nos enseña que los cambios de partidos influ­yen poco en la política exterior norteamericana y mejor es que sea así, pues los asuntos de Méjico deben ser resueltos por los m ejica­nos. El nacionalismo debe ser una medida defensiva de los pue­blos débiles contra la absorción de las grandes potencias.»

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V

En el verano de 1931, cuando la República contaba ya con cua­tro meses largos de vida y los ateneos populares, después de su reapertura, estaban en plena actividad, el Ateneo gijonés celebra el 25 de agosto sus bodas de oro.

Para conmemorar tal efeméride fue llamado a dar una confe­rencia don José Ortega y Gasset. No podía ser de otra manera. Las circunstancias del momento eran las ideales para que fuese ésta precisamente la personalidad invitada.

La intelectualidad asturiana que respondió al «Manifiesto» fir­mado por Ortega, Marañón y Pérez de Ayala era la que ahora se agrupaba en torno a las actividades de los ateneos, y el presiden­te de aquella junta directiva de simpatizantes de la agrupación, el señor Barreal, desempeñaba en estos momentos el cargo de di­rector del grupo ateneísta de Gijón y destacaba com o conferen­ciante muy activo en los distintos centros culturales y recreati­vos de la provincia.

Sin lugar a dudas existía una vinculación ideológica estrecha entre Ortega y los intelectuales gijoneses, entre la agrupación al servicio de la República y el Ateneo.

Los actos previstos para la fecha indicada se desarrollaron con­form e al programa: a las once de la mañana fue pronunciada la conferencia, que versaba sobre el tema «El hombre y su circuns­tancia», en el teatro Dindurra; a la una y media se celebró el ban­quete, ofrecido por el doctor Barreal, en el que se homenajeó al visitante.

He aquí el texto de la conferencia publicado el martes, 25 de agosto, por «El Noroeste» de Gijón:

«No puede desconocerse que hoy por primera vez y por fortu­na, está preocupada España de Política. No se habla de otra cosa. En unos esta preocupación va henchida de afanes y de esperanzas, en otros va henchida de temor y de angustia. Esto quiere decir que España comienza de verdad a vivir. Porque pregunto yo: ¿Qué es la vida verdadera, sino sentir afanes, esperanzas, angustia y te­mor? De ordinario procuramos cloroformizamos para sustraemos a esos afanes de nuestra vida, nos esforzamos en falsificar nues­tra vida, haciéndonos sordos para ella, suplantándola por m ovi­mientos falsos. Por eso casi todos los españoles volvem os a v iv ir esas emociones, únicas y esenciales, lo que quiere decir que nues­tra raza no se verá obligada a vivir como sonámbula sino que tie­ne ahora que crear su historia y sufrir el doloroso parto de su fu­

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turo. Es falso dividir los días sólo en días de fiesta y de labor. Hay otra clase de días menos frecuente y más importante, en los que, concentrando nuestra energía, como se concentra un ejército cuan­do va a dar una batalla, damos una embestida en el horizonte: son los días de creación.

Vivim os un tiempo de este linaje y fuera error preferir a su es­peranza la monotonía blanda de las jornadas infecundas. En és­tos demostrará España si es un pueblo grande y capaz de aceptar la tarea que se le pone delante. Pero esta tarea ha de acometerla con entereza y serenidad. El que es entero y sereno se comporta siempre con comedimiento. El medroso es al que se crispa, el que se turba y el que teme los acontecimientos. Un pueblo manifiesta su entereza cuando en las horas difíciles ejecuta serenamente sus facultades. He aquí lo que tenemos que exigirnos unos a otros los españoles: que la vida vuelva a circular. Un pueblo renace cuan­do se siente capaz de una nueva empresa en la que todos tienen quehacer. Por tanto, que el estudiante reanude sus estudios, que el obrero prosiga su trabajo, que el intelectual derrame sus ideas alentadoras. De esto depende el bien futuro, de ello lo espero to­do y lo temo todo si ello se paralizase.

Añade el orador que va a hablar de tema más radical, más com­plejo y más profundo: de nuestra vida, y recuerda que suelen ver­se unos cuadros representando una tertulia a la que se denomina en ellos “ Santa Conversación” . En estos cuadros los personajes no se miran, están absortos en sí mismos, al modo que en la músi­ca de cámara sin director cada ejecutante se inclina sobre su ins­trumento esperando que salga de él su melodía acordada a la de los demás. Algo parecido acontece con la vida. Vamos, pues, a tra­tar —añade— de lo más importante, a preguntar: ¿Qué es nuestra vida? La respuesta no puede venirnos de la biología, de la b io lo ­gía que no es sino una ocupación particular que ciertos hombres hacen de su vida. Nuestra vida es el hecho radical que envuelve a todos los demás hechos. El salvaje no sabe de biología, pero tie­ne derecho a sentir una emoción dramática, que es su vida.

Cuando se trata de una verdad fundamental no hay que bus­carla por los rincones, porque entonces se trata sólo de una verdad parcial, limitada, y las verdades básicas se encuentran en todas par­tes. Por ejemplo, dentro de cada cual se encuentra la emoción y el sentido de la vida. Nuestro método va a consistir en ir anotando los actos de nuestra vida que se producen del exterior al interior. Lo primero que hallamos es esto: Nuestra vida es lo que hacemos y lo que nos pasa. Pero bien entendido; nuestra vida es lo que ha­cemos y lo que nos pasa porque nos damos cuenta de ello. Esto nos advierte que el primer atributo de la vida es algo para lo que es

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muy esencial esa capacidad de darse cuenta. Todo vivir es siem­pre sentirse existiendo, saber que se es, y saber que se es sin nece­sidad para ello de sabiduría ninguna. Sin ese sentirse, sin ese dar­se cuenta, ni el dolor de muelas nos dolería. La piedra no se siente a sí misma, no tiene noción de vida aunque existe, es ciega para sí. En cambio, la vida no es contentarse con ser, sino saber que se es. Aquí se encuentra la explicación de que se suele decir “ nuestra vida” , porque es que no nos contentamos con ser, sino que toma­mos esta posesión de nosotros, y ese asistir perfecto y radical de cuanto somos, diferencia el vivir de todo lo demás.

Siguiendo en estas consideraciones, el conferenciante refiere que la religión egipcia tiene un mito muy interesante y revelador. Cuando muere Osiris, Isis le hace tragar un ojo de gavilán y Osi- ris renace en la form a de Horus. De esto ha venido extendiéndose por todo el Mediterráneo la representación de la divinidad, como fuente de la vida, por un ojo. V ivir es, pues, verse a sí mismo. Es­to es lo que le falta al demente. La vida del loco no es suya, no es su vida. El nos ofrece la fisonomía de una vida, pero es una más­cara. El loco, al no saberse a sí mismo, no se pertenece. De ahí que se diga demencia, enajenación, alienado, que está ido, etc., por­que quiere decirse que no se pertenece, que está poseído por otro. La vida es verse, es evidencia.

Estaría bien el decir: “ Primero vivir y luego filosofar” ; si no fuera que la vida es ya en su propia raíz verse y saberse, adver­tirse a sí mismo; y esto es igual para el ignorante y el sabio. V ivir es, en suma, encontrarse en el mundo ocupado con cosas y seres. No se trata principalmente de que nuestro cuerpo se encuentre en­tre otras cosas corporales en el mundo. Así no existiría la vida. Los astros ruedan por el espacio, giran unos alrededor de otros, efectúan todos sus movimientos sin darse cuenta de ello, sin que sepan los unos de los otros. No viven, por lo tanto. Lo importante no es que las cosas sean o no cuerpo, sino el que nos acaricien, nos interesen, nos estorben, nos favorezcan. Originariamente, ¿qué quiere decir cuerpo? A lgo que nos estorba, o que nos sostiene o acaricia. Mundo es lo que nos sostiene, lo que nos interesa.

Y así, v iv ir es hallarse a sí mismo cada cual, descubrirse a sí mismo mientras descubre su derredor. En suma, todo v iv ir es ocu­parse con las cosas que no son uno mismo, convivir con las cosas circunstanciales. Nuestra vida dependerá, por lo tanto, no sólo de lo que sea nuestra persona, sino de lo que sea nuestro mundo. V i­vir es ya desde su raíz hallarse en el mundo, frente al mundo. El mundo es inseparable de nosotros, y viene a ser parecido el caso

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a esos dioses que nacieron juntos. Géminis, por ejemplo, cuya v i­da es inseparable, que han de estar siempre forzosamente unidos. El hombre y su circunstancia forman la vida. El uno no es ante­rior al otro.

Nos parece haber llegado al mundo libremente, pero no somos libres; podemos renunciar a nuestra vida, pero quedará aquí el mundo que constituye nuestra vida. V ivir no es, pues, estar en un punto a su gusto sino hallarse sumergido en un mundo en el que nos encontramos de repente, al que hemos sido lanzados sin que nadie nos haya consultado, sin que para ello se haya contado con nuestro asentimiento. Aclaremos esto con el símil de alguien que estando dormido fuese llevado entre bastidores a un teatro y, de repente, lo lanzaran a las candilejas, lo dejaran en medio del es­cenario. Figuraos sus apuros al verse allí ante la mirada expec­tante de tantas personas. Se encontrará con que tiene que resol­ver de algún m odo aquella situación que él no había buscado ni previsto. Así es la vida.

La vida no nos pregunta en qué circunstancias vamos a vivir. La vida nos es disparada a quemarropa. Y aquí el segundo atri­buto de la vida, es que la vida siempre es circunstancial, que tie­ne que flotar en un mundo determinado. Esta imagen expresa la esencia del vivir. Somos arrojados a la vida que nos agita, nos com­promete y nos dispara y es un problema que tenemos que resol­ver. Pero claro que no se trata de los conflictos y apuros físicos y domésticos en que nos vemos envueltos cotidianamente.

V ivir es sostenerse a sí mismo en vilo, llevar nuestra existen­cia en peso por las esquinas del mundo. El v iv ir está constituido por la necesidad de resolver el problema de sí mismo. Pero la v i­da lleva en sí misma la posibilidad de realizarse, cuenta desde el primer instante con las circunstancias. Pongamos el ejemplo de una bala que es disparada. La trayectoria que recorre no es la v i­da porque está prefijada. Mera posibilidad, otro atributo dramá­tico de la vida, porque la vida es un problema, hay que decir que es un problem a siempre abierto. ¿No es esto sorprendente? He­mos sido arrojados en la vida y, sin embargo, esa misma vida te­nemos que fabricarla con nuestras propias manos.

No hay descanso ni tregua. El sueño es una forma de la vida biológica; en él nuestra vida auténtica se suspende y al despertar la encontramos aumentada con los recuerdos volátiles de lo que hemos soñado. Las metáforas elementales contienen verdades tan efectivas o más que las leyes de Newton. Estas metáforas encie­rran siempre perfectas definiciones de los grandes fenómenos fun­

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damentales. Nada más frecuente que decir que nos encontramos con pesadumbre cuando nos hallamos en alguna situación difícil o grave. Es que la vida pesa siempre; sólo que nada embota tanto com o el hábito y, de ordinario, a fuerza de soportarla, nosotros olvidam os su pesadumbre. Pero basta que se presente ocasión en que no influya el hábito para que la vida nos pese. De aquí el sig­nificado de la palabra alegría y alegrarse, que quiere decir qui­tar peso, aligerarse. Así, hay quien en trances difíciles acude a la taberna a beber para alegrarse, para poseer la pesadumbre, para descargarse del peso de vivir.

Con todo lo dicho, hemos avanzado en esa excursión vertical a lo profundo de nuestra vida y hemos visto que nos presenta el problem a de resolver por nosotros mismos lo que vamos a ser.

Ahora hemos averiguado que todo el hacer y ocurrir no viene automáticamente, sino decidido por nosotros; y eso es la vida. Ter­cer atributo de la vida, que es dicisiva. Lo es siempre. Pero ésta de decisiva tiene doble sentido, pues no sólo significa que tene­mos que decidir lo que vamos a hacer, sino que además, cuando lo hacemos, cuando realizamos una decisión nos acontece algo in­subsanable. Los instantes de nuestra vida son contados y cada vez que ejecutamos una decisión, a cada acto que realizamos, entre­gamos un trozo de nuestra vida. ¿Os dais cuenta del dramatismo que esto encierra? ¿Os percatáis de la tragedia de ir tomando for­zosamente decisiones que nos va imponiendo la vida, y por estas decisiones ir entregando la vida a trozos?

No acontece esto con el ser inmortal. La vida del inmortal no es propiamente vida, no es la realidad dramática de nuestra v i­da, porque el inmortal no tiene límite en su existencia y ejecuta sus actos com o una sucesión infinita y por cuya decisión no entre­ga nada de su ser. El inmortal no se consuma, es indiferente. Pe­ro en cambio, para el hombre no puede haber nada indiferente por­que todo lo que lo rodea y todo lo que ejecuta, es su vida. En el tiempo imaginario del Cosmos que tiene horas infinitas, el inmor­tal puede sustituirlas. En cambio, en el hombre las horas son con­tadas y no puede rectificarlas porque se van agotando y no se las puede sustituir indefinidamente. Esta consideración del drama de la vida debiera estremecernos.

El orador relaciona las consideraciones filosóficas anteriores con las realidades de los pueblos, y dice que el hecho fundamen­tal que quiere poner en contacto a los españoles todos, y aun a los hombres de otras tierras, es que la vida está constituida por la fa­cultad de cada cual de decidir lo que va a ser. Según ello, se da

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la curiosa paradoja de que cada uno de nosotros sería un ser que consistiese más que en lo que va a ser. Sorprendente paradoja; pe­ro esa contradicción que expresa y que es la pura esencia de la v i­da, se resuelve en decir que para los hombres lo fundamental no es el presente sino el futuro. Eso que llamamos el presente nota­mos que es el instante en que nos ocupamos de lo que hay más allá de él. Por ejemplo: vosotros que me escucháis, no estáis pendien­tes en el instante del presente, de lo que he dicho, sino de la pala­bra que va a salir de mis labios para daros una nueva idea. La vida es futurición: por eso hay esperanzas, ilusiones y anhelos que nos hacen ir hacia adelante. El porvenir en la vida es el capitán, el pasado y el presente son los soldados. El porvenir, como el ca­pitán, es el que manda. V ivir es sobrevivir, v iv ir mañana. En su­ma, que después de todas estas advertencias sacamos en conse­cuencia una perogrullada, que la vida es una operación hacia ade­lante. Conviene no dejarla suelta y encerrarla en la jaula de un vocablo en la que se agite como un bello pájaro prisionero. Bus­quemos un nombre para esta intuición y llamémosla preocupa­ción. La preocupación que nos domina siempre, en la hora grata y en la ingrata, en la vulgar y en la que no lo es. Todo es preocu­pación. Buscar la diversión en el embotamiento del espíritu es preocuparse. Con esto, tenemos ya todos los ingredientes que com­ponen el centro cordial de nuestra vida.

La circunstancia nos obliga a elegir entre estas fatalidades que la integran. La vida tiene frente a la fatalidad una decisión de li­bertad; la vida es sensibilidad y tiene incluso emociones de arte. La vida es una creación rítmica como la danza y es una danza trá­gica que el hombre ejecuta con las cadenas sujetas a sus pies.

El disertante relaciona al hombre con la circunstancia, pregun­tando cuál es, frente a ella, el papel del hombre, y dice que si se le preguntara a un hombre: ¿Quién es usted?, con un sentido su­perficial dará su nombre. Pero preguntando con más hondura de intención habrá que decir que un hombre es un ser con un progra­ma de vida. En ese programa, en que sea claro y saber cumplirlo fielmente, está toda la importancia de la vida.

Habla de las influencias del paisaje en la psicología de los pue­blos, afirmando que la dulce y riente Francia no lo sería si estu­viese situada a seiscientos metros sobre el nivel del mar. Afirm a lo mismo de Asturias, y pregunta: ¿Qué elementos del paisaje as­turiano se infiltran en el alma astur? Al efecto señala que algo po­dría decir sobre esto si tuviera tiempo, pues ya en uno de sus li­bros tratando de la psicología asturiana la titula psicología del

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cascabel. A l asturiano se le puede aplicar esa teoría del cascabel que rebotando su piedrecita contra las paredes, encerrada en ellas, produce al moverse un sonido alegre. Tal vez ese sea el mejor sím­bolo de la psicología asturiana.

Todos somos un programa vital que ha de cumplirse y si pre­guntamos ¿quién soy yo frente al mundo en tom o?, habrá que con­testar: Yo soy el que mañana y luego tiene que realizarse de una manera determinada en un programa vital. Y si no ocurre así, ha­bremos fracasado.

Los dos puntos de falsificación de la vida son: que no acepta­mos con claridad la circunstancia que nos rodea, o bien que el pro­grama vital no sea el sincero de nuestra vocación. El programa vital tiene que ser sincero y si no se corresponde con las circuns­tancias fracasamos forzosamente. Una de las dificultades de la ju­ventud está precisamente en el afán de torcer ese programa sin­tiéndose atraídos por muchas actividades que les son ajenas. Es el contagio espiritual.

Lo mismo ocurre en las colectividades y en su política. En mi reciente discurso del Congreso, dije que la Política era un progra­ma de vida en común que un Gobierno ofrece a un pueblo, es el arte de dibujar atractivos horizontes. En la vida individual o co­lectiva es indispensable un programa, porque constantemente las circunstancias nos invitan a extraviamos.

La m ayor parte de nuestras ideas nos cayeron encima com o el polvo del camino. Por eso conviene hacer de cuando en cuando un balance de nuestra vida. Es de esperar que este pueblo asturiano en esta hora decisiva acepte claramente las circunstancias de la vida española y dibuje un programa de vida nacional sincero, sa­biendo hallarse a sí mismo, atendiendo a la sentencia de Pínda- ro, que decía que todo está en llegar a ser el que se es.»

Después de un paréntesis de ocho meses vuelve Ortega en el prim er aniversario de la proclamación de la República.

Desde el 30 de marzo anuncia «La Voz de Asturias» que Ortega y Gasset y Marañón hablarán, a las once de la mañana, en un acto político que se celebrará en el teatro Campoamor, organizado por la Agrupación al Servicio de la República.

Posteriores informaciones son más precisas: se dice que van a estar presentes, además de las personalidades ya mencionadas, casi todos los diputados que forman la minoría al Servicio de la República. En la mañana del domingo 10 de abril, a las once en punto, serán radiados los discursos del Campoamor. Por la tar­de, a las seis, visitarán el dom icilio social del Orfeón Ovetense

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José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón con sus acompañantes. En su honor la masa coral interpretará obras de ambiente regio­nal y algunas canciones asturianas a base de solistas del orfeón. Incluye el periódico además una fotografía de Ortega en la pági­na octava y última.

Por fin, el martes día 12 ofrece una amplísima información so­bre el acto, que inicia con el siguiente titular:

«En el Campoamor y ante un numerosísimo público, el señor Ortega y Gasset, en un elocuente discurso, bellísim o de forma, ex­puso cuál es el deber de Asturias, para aludir a la Constitución, a la obra del Gobierno y a la necesidad de una política seria como postulado indeclinable.»

El discurso vino precedido por unas palabras de saludo y pre­sentación del acto por el señor Barreal. Luego fueron leídas unas cuartillas de Pérez de Ayala y una carta de Marañón, que no pu­do estar presente. Hicieron uso de la palabra seguidamente el pre­sidente de la Agrupación de Valencia, señor Mora; el secretario de la de Madrid, señor Granados, y Publio Suárez Uñarte.

Por último Ortega se dirigió a los asturianos con un discurso que la prensa incluye íntegro en sus páginas. Lo divide en varios apartados, encabezando cada uno de ellos con un título que enun­cia el tema del párrafo: «Su opinión sobre los asturianos», «Los dos principios sobre los que hay que cimentar la nueva política», «La República es una fuerza moral decisiva» y «Lo que es nación y lo que es trabajo».

Resumimos solamente los dos primeros fragmentos, que tie­nen com o tema Asturias.

Con un «amigos asturianos» inicia Ortega una reflexión en tor­no a la comunicación humana, a un hecho que es la base de la con­vivencia social. «Es ello que no podemos entrar en trato con nin­gún prójim o sin que, automáticamente, queramos o no, se forme en nosotros una opinión sobre él, un diagnóstico sobre su carác­ter, condiciones, temple».

«Esa opinión queda de ordinario sin ser formulada (...) pero, sin embargo, actúa en nosotros, orienta nuestra conducta, nos di­rige nuestro trato con él.»

Después de esta introducción formula su opinión sobre los as­turianos:

«Entre las castas peninsulares, los asturianos, juntamente con los castellanos, se caracterizan por el buen sentido, por tener la cabeza clara, abierta sin más a las cosas, sin prejuicios, sin ma­

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nías, sin nieblas interpuestas que entenebrecen tanto y com pli­can las relaciones del hombre con los problemas de la vida.»

A poya Ortega su afirmación recurriendo a un ejemplo históri­co que demuestra que Asturias es «un pueblo de mente clara y lú­cida», capaz de realizar una «gran política nacional»:

«En este enjambre de pueblos que desde hace quince siglos cum­plen su destino reunidos en esta gran convivencia histórica que llamamos España, los asturianos y los castellanos representan la claridad de mente. Por eso fueron desde siempre los pueblos que vieron con m ayor precisión y vigor todos los grandes proyectos nacionales, todas las amplias perspectivas de una obra común y magnífica. En rigor fue aquí, en Asturias, donde brotó original­mente la claridad política y Asturias le enseñó a Castilla, cuando Castilla era aún moza y turbulenta. Un buen día pasasteis los puertos serranos y fundasteis el reino asturleonés. Y allí surge por primera vez la gran política nacional. Y hubo un momento en que Castilla, todavía germinante, tierna, indócil, se com portó ante la claridad política de Asturias-León, como luego habían de com por­tarse los restantes núcleos españoles frente a la política de Casti­lla, suspicazmente, maniáticamente. Fue el tiempo del Cid. Cuan­to más se estudia esta época más evidente parece (y es la primera vez que vais a oír esto) que en las luchas del infanzón castellano con A lfonso VI, el rey leonés, era éste y no aquél quien represen­taba la claridad. A la alta política de Alfonso VI, lanzada hacia el futuro, el Cid oponía el terco particularismo, el reaccionaris- mo castizo, el pelo de la dehesa.»

Pero no todo son notas positivas en el carácter asturiano:«Asturias piensa bien, pero padece desde hace muchos años un

grave defecto. ¿Cómo lo diría yo? ¿Cómo lo enunciaría? Tal vez diciendo que Asturias es inteligente pero no es transitiva. Quie­ro decir que no sale de sí misma al resto de España. No eleva ni impone su clara visión sobre la totalidad de la Península. Vive reclusa en sí misma, entre los puertos marinos y los puertos se­rranos, absorta en su localismo, sin trascender de su pequeño din- tom o, sin derramarse, combatiente y entusiasta, sobre la gran an­chura de nuestra nación. Eso es lo que yo considero un defecto.»

«Lo que hicisteis al comienzo de nuestra historia habéis deja­do de hacerlo, y el hecho es tanto más extraño cuanto que indivi­dualmente el asturiano es sobremanera transitivo. (...) Pero, en cambio, os falta la trascendencia colectiva. Por eso no sois como debierais: un factor de primer orden en la dinámica pública de España.»

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El empuje con que Asturias inició los primeros pasos de una política nacional fue frenado a lo largo de la historia y ésta es la situación actual:

«Durante los últimos sesenta años la política en Asturias no fue una política de Asturias, sino simplemente una pululación de mínimos y tristes caciquismos.»

Lo lamentable del caciquismo es que «fomenta la inercia, la in­trascendencia aldeana que atomiza y desarticula todo problema regional, y como regional, español. Contra eso es contra lo que hay que ir. Asturias no actúa como tal, como unidad y fuerza conjun­ta fuera de Asturias».

A partir de este análisis de la situación asturiana, pasa Orte­ga de lo real a lo utópico:

Es necesario que Asturias deje de ser una unidad «encanijada y empequeñecida en este ruralismo pequeño, sin trascendencia más allá de lo doméstico o de lo municipal. La mente y la volun­tad colectiva de Asturias es preciso que, aunadas en un vigoroso espíritu común, bien arraigado en los problemas concretos de vuestra tierra, se formen un ardiente y luminoso cuadro de polí­tica nacional para que, sacudiendo los restos de ese vuestro rura­lismo, exigiéndoos todo aquello que sois capaces de hacer, en vez de vegetar a medias velas deis una gran embestida sobre el hori­zonte de las posibilidades españolas para ayudar a abrir en él la gran brecha de un magnífico futuro español.

Por eso necesitamos de vosotros, necesitamos de vuestro regio­nalismo com o vosotros también lo necesitáis».

Este ha de ser «regular», «ejemplar», el que «hay que oponer a aquellos otros sin claridad, lastrados de arcaísmos nacionalistas».

«Será vuestro regionalismo no del pasado, sino futurista; no de un pueblo que fue, sino de una región que hay que hacer en una nación que hay que hacer. Por lo tanto, nada de trajes tradiciona­les, nada de folklore, nada de bable, nada de Covadonga, nada de gaitas, sino una Asturias posible y mejor: una Asturias como pro­grama del porvenir, como una incitante palpitación al fondo de la vida.»

Para ello hace un llamamiento a la juventud asturiana «para que sea implacable contra todo lo que significa modorra provin­cial y para que exija a los hombres de aquí que levanten la exis­tencia de Asturias a su más alta posibilidad, hasta el orgullo de ser sí misma».

Sólo vitalizando la providencia «conseguiremos que España se liberte plenamente hacia la plenitud de la vida», de ahí la necesi­dad de que Asturias participe en la política nacional:

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«Lo que yo os pido es (...) que vosotros llevéis la política de As­turias, vuestra clara visión de las cosas, por encima de esos cerros, sobre la enormidad de España y que ahí la impongáis.»

«Tierra de Asturias, tierra fecunda y traspuesta entre la cor­dillera. ¡Venid a España. Id a España, combatiendo por vuestro sentido histórico, por vuestros problemas, por llevar a la pleni­tud este admirable ser asturiano. Esto es lo que os pido, cabezas claras de Asturias!»18

Estos párrafos son seguramente suficientes para recordar la parte del discurso que se refiere a la problemática que, desde la perspectiva orteguiana, presentaba nuestra región en 1932.

En la última página de «La Voz de Asturias», una fotografía perpetúa un momento importante en la historia política y cultu­ral asturiana: «La presidencia del mitin de la Agrupación al Ser­vicio de la República, en el que aparecen el señor Ortega y Gasset y demás oradores que tomaron parte en el acto».

A m odo de conclusión, sería interesante responder a una pre­gunta: ¿Cómo han de ser interpretadas estas visitas de Ortega y Gasset a la región?

Deben encuadrarse en la línea de actuación que llevó a cabo la Agrupación al Servicio de la República a lo largo de su exis­tencia (febrero de 1931 y 29 de octubre de 1932).

Comprobamos a través de la exposición cómo las fechas en que Ortega visitó Asturias encajan perfectamente en este período de tiempo.

Por otra parte, las ideas vertidas en las alocuciones públicas se inscriben en el marco general de su pensamiento. Es una cons­tante de la obra orteguiana el objetivo de «revitalizar la provin­cia», ya que se apoya en una «convicción adquirida después de veinte años de m editación sobre los destinos españoles».

Asturias estaba llamada a ser, por sus características y el ta­lante de sus gentes, el marco ideal para crear un regionalismo mo­délico y Ortega quiso ser uno de aquellos «hombres fervientes» que deberían recorrer «los campos y las villas encendiendo la at­mósfera con esta palabra: ¡Eh, las provincias, de pie!»19

18 «La Voz de Asturias», 12 de abril de 1932.19 O r t e g a y G a s s e t , José: «La idea de la gran comarca o región». Obras comple­

tas. Tomo XI, págs. 257 y ss. Ed. Revista de Occidente. Madrid, 1969.

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V I

El 1 de junio de 1933 «La Voz de Asturias» resume la conferen­cia pronunciada por Emilio Alarcos García, catedrático de Valla- dolid, en el Ateneo Popular de Oviedo, sobre el bable:

Hizo un recorrido filológico por nuestro «dialecto racial», cen­trándose en el tema del bable dentro del mapa lingüístico de Es­paña.

Habló de las lenguas peninsulares: el vasco, la lengua catala­na, la galaico-portuguesa y la llamada española o castellana y de los dialectos, algunos de mayor valor ancestral que los principa­les: el aragonés, leonés, los mozárabes y de cuantos nacieron de unos y otros.

Del bable hizo un estudio considerándolo como independiente del dialecto general de Castilla, descendiente directo del visigo­do e influyente en una extensa zona que limita entre el Navia y el Sil, para bajar a Zamora, Salamanca, Extremadura y aun en una zona de Portugal y por arriba en Santander y León.

Las influencias fonéticas de unas a otras regiones, los fenóme­nos de repoblación o dominación acusados y los nombres que han quedado esparcidos por todas las zonas de Castilla en que influ­yó el asturiano fueron otros temas abordados en su conferencia, que según dice el que realiza la reseña, no fue seguida por gran número de público ni fue recogida íntegramente para sumarla a los estudios asturianistas.

V II

Por su parte, el Ateneo de Noreña realizó un homenaje a Pere­da en Santander:

Con m otivo del primer centenario del nacimiento de Pereda, organiza una excursión a Santander para colocar una corona de flores ante la estatua del escritor.

El 30 de julio de 1933 es la fecha elegida para realizar el acto. El viaje tiene dos aspectos: por un lado, es una excursión con fi­nes turísticos. Los ateneístas se detuvieron en Santillana del Mar, donde visitaron la iglesia y el claustro que componen la colegiata y las cuevas de Altamira.

Por otra parte, están los actos que forman parte del homena­je. Los dos autobuses de excursionistas se detienen en Polanco, el pueblo natal de Pereda, donde fueron recibidos por el sobrino del escritor, don Jesús Gutiérrez Calderón, que acompañó a los visitantes hasta la finca donde se halla la casa del novelista.

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En ella conocen el despacho donde éste produjo la m ayor par­te de su obra, repleto de cuadros representativos de aspectos de su vida, sus novelas y sus amigos.

También fueron visitados algunos lugares que Pereda tomó pa­ra sus novelas, la pila bautismal, la Cajigona y otros lugares de interés.

Y en Santander, el objetivo fundamental de su itinerario, el ho­menaje se celebro a las cuatro de la tarde. Los ateneístas partie­ron de la casa del señor Gutiérrez Calderón con una corona de flo­res que portaban Juan R. Vega y Marcelino Cuesta. Les siguen las representaciones de la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, la Comisión del Centenario, el Ateneo santanderino con su presiden­te al frente, señor Pombo, el bibliotecario de la Menéndez y Pela- yo, catedrático de la Universidad de Oviedo, miembros de otras asociaciones culturales y los miembros del Ateneo de Noreña.

Los discursos corrieron a cargo de un miembro del Ateneo y del catedrático de lengua y literatura, Lomba de la Pedraja, monta­ñés que estuvo en Santander ultimando los detalles del homenaje.

Completan estos actos conmemorativos del centenario una se­rie de conferencias que impartió el abogado A lfredo Montes Cues­ta por distintos ateneos asturianos. Los temas de éstas fueron «Pe­reda en su centenario» y «Personalidad literaria de Pereda».

V III

«La Prensa»20 resume de esta manera la conferencia que sobre Leopoldo Alas pronuncia Juan A. Cabezas con el tema: «Clarín en su paisaje»:

«Comenzó (Cabezas) llevándonos de la mano por los sitios ama­dos de Clarín, por los lugares que le sirvieron de inspiración para sus maravillosas novelas y cuentos asturianos. Sitúa al escritor en el valle de Carreño y enlaza el espíritu de Clarín con el paisa­je, desbrozándolo de aldeanismo para elevarlo a un plano de apor­tación cultural. Clarín tuvo por su arte poder de dios griego, no en lo de repartir favores más o menos olímpicos, sino en lo de dis­pensar el don de inmortalidad a los seres y aun a las cosas que fueron gratas a sus sentidos y a su mente. Hombres, mujeres, ni­ños y hasta animales pasaron con sus casas, sus tierras de labran­tío, sus prados, bosques y arroyos a las páginas de Clarín. Todos los caminos de Carreño están llenos de Clarín, gran ingeniero de caminos espirituales. La sugestión de sus obras emocionan más que por la rusticidad de sus tipos y paisajes, por la relación de

20 «La Prensa», 13 de abril de 1934.

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su propia intimidad, hosca y suave, con las reíces y los jugos que capta en el ambiente que le rodea.

Hizo el señor Cabezas una magnífica descripción literaria de toda la poesía que anega la obra de Clarín, que es la esencia de esos tipos de un falso sentimentalismo, que es lo que la vulgari­dad ha hecho tópico de su obra. Clarín no tiene biografía porque lo más interesante de su vida se ha consumido en esos dieciocho años de cátedra. Lo más interesante es aquello que se recoge en su propia obra y por eso hay que bucear en ella cuando se quiera decir algo de su vida que es su personalidad.

Termina recomendando a los jóvenes la lectura de Clarín por­que nadie como él se acerca a ellos en el aspecto de amar lo nuevo y destruir lo falso y vulgar. Clarín, dice, como el sombrero del cura de Matiella, no estaba de moda en su tiempo. Lo estuvo después, deja de estarlo ahora y volverá a estarlo cuando la moda vuelva a buscarlo a él.»

I X

El tercer centenario de la muerte de Lope de Vega fue amplia­mente conmemorado por las escuelas y los centros culturales de la provincia. Desde recitales infantiles de sus poemas hasta con­ciertos corales y conferencias, su figura fue recordada a todo lo largo y ancho de la región asturiana. Entre otras notas más bre­ves, la prensa concede especial atención a los actos organizados por el Centro Hijos de Oviedo y el Ateneo Popular.

El primero consistió en una conferencia de José Antonio Ce­peda. Esta es la valoración y el resumen que de ella se hace en «La Voz de Asturias»:

«No es un mero pasar sobre los libros que se hayan escrito en la crítica de Fénix de los ingenios; es un ahondar en la psicología de Lope, atravesando para ello por medio de sus biógrafos, de su obra misma, de sus enemigos, para cerrar en una conclusión con los razonamientos que se deducen de los exponentes, más que con deducciones filosóficas y personales.

Recuerda, al principio, el señor Cepeda el cuadro en que se mo­vió el gran poeta español: Ercilla, Balbuena, Ojeda, Virués, que señalan en lo humano y en lo divino el genio español. La influen­cia de los grandes místicos, como Santa Teresa, Fray Luis de Gra­nada, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y Herrera. V ivió con Saavedra Fajardo, Gracián, Argensola, Góngora, Quevedo, Cervantes, para cada uno de los cuales tiene el justo adjetivo el

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conferenciante. Refiere nombres de los competidores de Lope en su época: Guillén de Castro, Tirso, Alarcón, Vélez de Guevara. Pre­senció la iniciación de Calderón y de Rojas Zorrilla. Estudia el se­ñor Cepeda la obra crítica que de Félix Lope hace un apasionado discípulo: Pérez de Montalbán. Analiza la influencia de las Cor­tes de entonces en nuestro literato, desde Felipe II hasta Felipe IV, y llega a la conclusión de que investigadores extranjeros han sido los que comenzaron a enmendar los rasgos de la figura que con tan exagerado y beato artificio nos legara Pérez de Montal­bán. A l señalar los datos cronológicos de Lope, hace la crítica de éste: resalta lo bueno y lo malo; lo acomodaticio y lo sublime, aquello a través de las relaciones con el duque de Sessa. Lee algu­nos trozos documentales en la rivalidad con otros literatos: Que­vedo, Góngora, Alarcón. Habla del público entusiasta que tuvo Lope, y hace referencia a la crítica de Vossler en este aspecto, pa­ra la conclusión de uniformidad de carácter, moral y fundamen­tos sociales entre el poeta y la masa popular, si bien, con Menén- dez y Pelayo, se advierte que Lope andaba con él discorde en sus producciones de arte, como él mismo dice en “ El desdichado por la honra” .

Hay una parte interesantísima: aquella en que el conferencian­te señala perfiles, no escudriñados, de Lope de Vega, en su for­mación racial; lo demuestra en la tendencia de su afecto hacia el Norte de España, principalmente Asturias, com o se advierte en las variantes al romance de la Jura en Santa Gadea de “ Mió Cid” que sigue Menéndez Pidal en su versión, desapareciendo aquellos versos que duelen tanto en “ Villanos te maten, rey...” . A l anali­zar las obras dramáticas de Lope, se detiene el señor Cepeda en una que afecta a Asturias por entero: “ Las famosas asturianas” , en que se advierte lo ligero y despreocupado en su parte históri­ca. Del buen concepto en que Lope tenía a Asturias, son muestras aquellos versos que dicen: “ Nací en Madrid, aunque son / en Ga­licia los solares / de mi nacimiento noble, / de mis abuelos y pa­dres. / Para noble nacimiento / hay en España tres partes: / Gali­cia, Vizcaya, Asturias, / o ya montañas se llam en” . Analiza los diversos géneros del teatro de Lope de Vega y, en este punto, se detiene en las introducciones musicales halladas en sus obras.

Otra sorpresa aguardada, que fue la interpretación de Villan­cicos, cantos de San Juan y un “ Tréboles” , interpretados prodigio­samente por el “ Coro Astur” , bajo la dirección de don Teófilo Gon­zález. Y es de advertir que la música ha sido espigada por éste en

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la lírica de la época. La sorpresa, pues, fue un magnífico postre al soberbio banquete espiritual servido por el señor Cepeda.»21

En el Ateneo, tras una conferencia de «Silvio Itálico», llegó la representación de Lo cierto por lo dudoso y un recital de Juan Reus, inspector de Primera Enseñanza, para finalizar con la in­terpretación de la Coral Vetusta, a cuatro voces, de «Villancicos de Lope de Vega».

X

Es de nuevo el teatro Dindurra de Gijón el escenario elegido por el Ateneo para realizar un acto de homenaje a Goethe en el primer centenario de su muerte. La conferencia corre a cargo de Am érico Castro.

«Comienza el prestigioso conferenciante refiriéndose a la cos­tumbre de conmemorar centenarios de esta especie, celebración que nos obliga a salim os de nuestra época para escudriñar otras pretéritas. Europa se lanza a estas conmemoraciones como si in­vestigando el pasado quisiera buscar un apoyo a su fe de vida o hacer un inventario de valores. Y en España ocurre algo pareci­do, aunque se dé el caso lamentable de que en el pasado año, mien­tras en Alemania, por ejemplo, donde se hallaba entonces el con­ferenciante, se conmemoró de diversos modos un aniversario de Calderón de la Barca, en España nada se hiciera.

Lamenta los pocos libros editados en nuestra patria en relación con Goethe o recogiendo sus obras y dice que el poeta alemán fue un gran héroe de la sensibilidad europea. En contraste con las ideas estrechas de ahora, puede apreciarse cómo Goethe fue un espíritu de tal amplitud que no reconocía fronteras, que no las estimaba importantes, no obstante haber sido un carácter esencialmente ale­mán, verdaderamente representativo a pesar de los juicios que se hayan emitido en contrario. Fue algo realmente excepcional en to­dos los órdenes, y está muy en su punto el comentario de Napo­león después de una entrevista celebrada por ambos colosos: “ ese es un hombre” , dijo el vencedor de las Pirámides. Y para mejor comprender la magnitud de la personalidad de Goethe, hay que te­ner en cuenta que vivió entre cumbres (y el conferenciante cita los genios contemporáneos y amigos de Goethe) y en tal círculo fue la cumbre más alta. Recuerda la ascensión del autor de Wilhelm Meis- ter al San Goterdo, acompañado del duque de Weimar, en época

21 «La Voz de Asturias», 4 de enero de 1936.

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en que tal ascensión constituía una verdadera temeridad, y dice que fue como si Goethe hubiera querido subir a aquellas cimas pa­ra dominar desde allí a Europa.

Goethe viene a ser la solución de un problem a pendiente hacía siglos: el de la convivencia de la razón y la naturaleza al que el Renacimiento quiso dar explicación, no consiguiéndolo más que en algunas obras de arte. En Goethe se funden estos dos elemen­tos: razón y naturaleza. ¿Y qué es esencial en Goethe, su persona­lidad o su obra? En otros grandes genios (Dante, Cervantes, Sha­kespeare) su espíritu se encuentra, de m odo esencial, en una de sus producciones, o en parte de su obra (La Divina comedia, El Quijote, Ham let). De las de Goethe ninguna tiene esa magnitud excepcional, infinita, porque su magnitud son todas sus obras y su propia vida, que responde a las exigencias del mundo objeti­vo. En otros la obra es la que atrae la admiración, pero se llega a discutir si esa obra era de ellos. En Goethe ocurre lo contrario, porque su personalidad está siempre en primer plano, por lo que para referirse a él hay que abarcar el conjunto de su obra.

Goethe tuvo la constante preocupación de la personalidad del hombre y de su derecho inmanente. Su impresión central es la con­cepción del ser humano. Toda su obra es un análisis de la relación del hombre con su ambiente. Goethe es el comprensivo máximo: para todo lo humano tiene simpatía, incluso para el espíritu de la negación que “ M efistófeles” encama en su Fausto. Se dice (y también lo aseguraba el sabio polígrafo español Menéndez Pela- yo) que Goethe lo comprendió todo menos lo heroico y lo cristia­no. Para demostrar lo contrario, el conferenciante examina la pro­pia obra de Goethe y encuentra la comprensión de lo heroico en su drama Egmont, por ejemplo, basada en la vida del célebre con­de, capitán, primero de Felipe II, y luego, mandado ajusticiar por éste com o rebelde en los Países Bajos, después. La sensibilidad cristiana la encuentra el exponente, después de traer, de m odo ad­mirable, a la comparación al pintor holandés Rembrandt, en pa­sajes del Fausto, por ejemplo, y en el examen que de los Manda­mientos hizo Goethe, que quería atemperarlos a las exigencias del tiempo.

Después de otras acertadas observaciones, con visión muy ori­ginal y muy suave, sobre la personalidad de Goethe y de poner de manifiesto las relaciones que el genial alemán, que además de poeta y form idable prosista era un gran geólogo, encontraba en una fórmula poética, entre el corazón humano y el granito, se ocu­pa el conferenciante de las relaciones femeninas de Goethe y po­

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ne de manifiesto, palmariamente, cómo a lo largo de su vida co­rre siempre un hilo de femineidad, que es exigencia interior pro­funda de la realización de su vida. Estudia este punto con faceta de novísim a visión y va demostrando cómo Goethe se entrega, no precisamente com o obediencia a los latigazos de la carne, pero no haciendo de sí renuncio. Toda su obra está animada por la mujer y comprende el amor y lo practica en un sentido enteramente poé­tico. Encuentra el conferenciante puntos de contacto entre Goe­the y nuestro Lope de Vega, en el plano en que cada uno está colo­cado y en estas cuestiones de amor, y tras un breve paralelo de sus amores, termina, porque no hay tiempo disponible lamentan­do que ya no le sea posible alargar su disertación y enunciando que a este análisis piensa dedicar un detenido estudio.»22

X I

El sociólogo y orador chileno doctor Agustín Venturino pro­nunció una conferencia, presentado por el decano de la Facultad de Derecho, Isaac Galcelán Cifuentes, en un acto presidido por Leopoldo Alas, rector de la Universidad, al que también asistie­ron otras personalidades ligadas a dicha institución: los catedrá­ticos José Serrano, Sabino Gendín, Alfredo Mendizábal, Isaías S. Tejerina, el arquitecto Joaquín H. Vaquero, etc. La conferencia llevaba por título «Sociología general: la interdependencia».

El profesor hispanoamericano explicó el fundamento de sus es­tudios sociológicos ya publicados: la interdependencia universal. Según esta teoría, las sociedades están sujetas a una mutua com ­penetración moral, religiosa, cultural y social y las distintas ci­vilizaciones son fruto de esta interdependencia. Si la humanidad fuera consciente de dicha gravitación, habría menos guerra, dis­minuirían las revoluciones y se propendría a una m ayor paz para lograr una estabilidad ordenadora y disciplinadora que permitiera progresar con más seguridad y rapidez las colectividades.

La interdependencia produce afectos positivos no sólo en el des­arrollo interno de un país, sino también a nivel internacional. En este sentido recalcó que España, mancomunada por la conquista mora, facilitó la empresa unificadora de los Reyes Católicos, que gracias a la homogeneidad política, impulsaron el descubrimien­to del Nuevo Mundo. La obra de España en América está conside-

22 «La Prensa», 1 de abril de 1932.

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rada por el doctor Venturino como «una eclosión fecunda de la in­terdependencia humana y social».

La conferencia terminó con un llamamiento a catedráticos y alumnos para que «en bien de la culminación de la cultura hispa­noamericana y com o medio de afianzarla, abrazasen y fortifica­sen la concordia y la solidaridad colectiva»23.

X II

Otro ejemplo de la presencia literaria hispanoamericana en As­turias lo constituye el recital poético, celebrado en agosto de 1931 en el salón de actos del Instituto Jovellanos y organizado por el Ateneo Obrero de gijón, del costarricense Centeno Güel. El pro­grama24 consta de los siguientes títulos, de todos los cuales es autor el rapsoda:

Primera parte: «El barquero eterno, Canto inédito de la D ivi­na Comedia, El Mago, Cántaro vacío, Dios en las cosas, Las dos veces, El surtidor de amor, Divino piloto, De la armonía univer­sal, Dádiva suprema, Tesoro interior, F ilosofía y Ensueño».

Segunda parte: «Ama siempre, A través de ti mismo, Hastío, Superación, Parábola del peregrino, Poemas varios, La muñeca, El pájaro suicida, Nocturno del pescador, Nocturno de la espera, Primavera, Danza oriental».

X III

Eduardo Tom er, director entonces del coro de las Misiones Pe­dagógicas, desarrolló en la «Semana Pedagógica de Escuelas Ru­rales de Llanes» una conferencia sobre la «Educación m elódica y folklórica en la escuela rural»:

«Estima el orador que es necesario al maestro el cancionero pa­ra despertar de este m odo en el niño el sentimiento estético.

España —dice— tiene el caudal folklórico mayor de Europa, sobrepasando de dos mil los ritmos distintos que tiene, siendo to­dos de antigüedad medieval.

Añade el orador que la danza prima remonta su antigüedad al siglo XII y seguramente al siglo IX.

La danza prima es el más antiguo cantar español, notándose en ella la disposición paralelística de sus versos.

23 «La Voz de Asturias», 3 de diciembre de 1935.24 «La Prensa», 21 de agosto de 1931.

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Lee unas rimas recogidas en Infiesto, Llanes, Pajares y otras del Arcipreste de Hita, notándose en todas ellas la rima parale- lística.

También el señor Torner lee unas rimas de Navidad, “ No hay tal cantar” , recogidas en Cangas de Onís.

Añade que esta canción fue glosada por Góngora, y Correa la pone com o modelo de canciones, siendo su rima zéjel, de origen árabe, y siendo su antigüedad del siglo XV.

Añade que el pueblo no crea más temas en las canciones, sino que da vueltas a los temas que ya conoce desde los tiempos me­dievales. El pueblo tiene sólo una serie de unos doscientos temas rítmicos basados en los mismos temas.

Añade el señor Torner que a continuación va a poner varios discos de escritores influidos inconscientemente por las canciones populares de sus respectivos países, y en los que podrá apreciar­se esta influencia, pues el ritmo de su lenguaje los acusa de una manera evidente. Comienza por el disco “ Sonata de O toño” , de Valle Inclán, en el que puede apreciarse un ritmo semejante al de la “ muñeira” . Otro disco de Menéndez Pidal, acerca del “ Porve­nir de la lengua española” , con ritmo de giraldilla asturiana; un disco de un político de Andalucía, Alcalá Zamora, cuyo ritmo es de dos tiempos y de origen “ táctil” . Después una “ sardana” , cu­ya procedencia es griega, según unos, y de origen árabe, según otros.

En España no se conoció hasta el siglo X IV el ritmo de tres por cuatro.

A continuación se escucha un disco, impresionado por el señor Cossío, sobre un tema pedagógico.

Lee luego unos párrafos de “ Estampas de aldea” , de Luis Re- deigo, que tiene un ritmo de seguidilla castellana.

Refiriéndose a la metodología aplicada a la enseñanza de la mú­sica en la escuela, recomienda que el maestro adquiera conoci­mientos acerca del canto, así como el conocer el piano o algún otro instrumento musical, y luego enseñanza de melodías de com posi­ción fácil y música sencilla, selección de la letra de las canciones por influir ésta en el gusto literario del niño y comenzar por el estudio de memoria de las estrofas de ellas, verso a verso. Luego enseñanza de los romances escenificados; sus canciones han de ser al unísono, primeramente con negras, introduciendo luego las cor­cheas y semicorcheas, en compases de dos por cuatro pasando des­pués al tres por cuatro.

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Cree el señor Torner que un repertorio de treinta canciones es suficiente.

Se les puede iniciar luego en el conocimiento del solfeo, supri­miendo la letra.»25

X I V

Un tema literario interesante: «La novela», tiene com o prota­gonista de la vida cultural gijonesa a un nombre importante de las letras españolas: José Bergamín.

Dos conferencias sobre la novela moderna forman parte del cur­sillo que sobre literatura organiza la Biblioteca Circulante del Ateneo.

«Comienza diciendo que la novela es el afán de perderse en el hombre, com o en el “ juego de perderse” de los niños, en el labe­rinto vital en el cual el problema no es la salida sino la entrada. La novela es el cuento de nunca acabar; es decir: el laberinto. Es d ifícil perderse, pero aún más encontrarse sin haberse perdido, porque al encontrarse, las cosas tienen un nuevo sentido, lo cual viene a dar un nuevo valor al mundo.

Los griegos decían —continúa— que en el asombro estaba el primer saber del hombre, y Calderón habla de la m aravilla y por eso no importa tanto su evolución histórica como su existencia.

La revelación de la novela es la revelación poética del hombre, es decir, sus novelerías y sus novelas de todos los tiempos.

Si com o Valle Inclan decía, con palabra apocalíptica, que Bar­celona era una ciudad “ llamada a desaparecer” , de la poética tam­bién se dijo que estaba llamada a desaparecer, y acaso también la novela. Yo creo —dice— que el fin del mundo cogerá al hombre leyendo y escribiendo novelas. El Apocalipsis es la llamada del mundo a desaparecer y la novela está llamada a desaparecer, no por ser novela sino por ser mundo. Por eso en cada novela va im­plícito un mundo final, el de un tipo, un momento humano, y el del hombre mismo.

Más que hablar del problema, debe de hablarse de la cuestión de la novela, y cuestión palpitante. La novela verdadera es la que se burla de la novelería y por eso la verdadera novela es el Q uijo­te. Burla la novelería, pero no se burla de ella, aprisionándola en su laberinto de razón.

25 «La Voz de Asturias», 12 de junio de 1936.

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Si el sueño de la razón engendra monstruos, la razón de soñar hace laberintos, que los encierra, que los aprisiona. La razón de soñar hace novelas. La novela es el laberinto que aprisiona el monstruo de la novelería. Puede haber novelería sin novela, pe­ro no novela sin novelería. Los monstruos de la novelería eran pa­ra Cervantes los libros de caballería. En el siglo X IX el monstruo de la novelería se llamaba folletín y en el siglo X X novela poli­cíaca. Un maravilloso mostruo contemporáneo, de la novelería, es el cine.

Se extiende después en diversas consideraciones, para termi­nar refiriéndose a los tres enemigos de la novela: la Moral, la Psi­cología y la Historia.»

La segunda conferencia merece la atención de «La Prensa», que la resume en los siguientes términos:

«Se ha creído generalmente por la crítica que la novela clásica no tenía nada que ver con la novela moderna; que ésta nace en el siglo X IX . Del mismo modo que la novela hace esfuerzos por ale­jarse del hombre, la novela moderna hace esfuerzos por aproxi­marse a él. Esta aproximación de la novela a nuestra vida coti­diana no es una invención infernal del romanticismo; sino una in­tención reciente y rosa del realismo inglés del siglo XVIII. Esto es: la novela no como un juicio final; sino como prejuicio moral. El mundo de la novela no puede ser juzgado moralmente porque el novelista que prejuzga la novela moralmente, la mata o la ha­ce abortar. La novela como ciencia del bien y del mal, es una tram­pa diabólica.

La novelería corrompida por la moral, lo es por el costumbris­mo; causa viva de la moral. El psicologismo, que corrompe tam­bién la novela es un costumbrismo invertido. Cita de pasada a Stendhal, Costand y Sainte Beuve.

El ilusionismo psicológico es una consecuencia costumbrista del prejuicio moral, de la identificación del novelista con el m o­ralista; y es también a su modo la historia del alma del hombre por fuera: costumbrismo. E historia del alma del hombre por den­tro: teologismo. Y el alma no es historia: es memoria.

La historia, decía Croce, es siempre historia contemporánea.Entramos en el laberinto de la novela costumbrista contempo­

ránea. Cita a Balzac y Dickens. Pero ya en estos dos nvelistas, a pesar de sus propósitos científicos, hay novelas que son verdade­ros cuentos tártaros o historia china, con lo cual volvem os a bor­dear el continente de la verdadera novelería. O sea, que se acabó aquello de la historia puramente científica, de psicología, del eos-

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tumbrismo y de la moral. Entonces aparece un extraño persona­je: el novelista ruso Dostoyewsky, a quien se le ocurre la idea de engendrar la novela en lo que se llama “ suceso periodístico” . La novela se genera en el suceso: como la tragedia griega se había en­gendrado en el episodio.

Hace el análisis de la novela de Dostoyewsky. Alude a los la­berintos de la novela en Proust y en Joyce, y a Huxley y Mabeux.

Termina: “ Don Quijote, harto de tantas admiraciones imper­tinentes, se va al infierno, donde no le abren” . (Alude a unas fra­ses de la escritora alemana Von le Fort.) Yo me imagino a Don Quijote pidiendo entrada en el infierno y desafiando a todos los demonios a una descomunal batalla: para deshacer la justicia so­brenatural, lo mismo que había desbaratado la de la tierra. A llí está plantado com o ante la jaula de los leones. Pero las puertas del infierno no se abrirán, porque este fantasmal Don Quijote tie­ne que continuar en el mundo como lo que es o com o quien es: la novelería del mundo; su extravagancia y su desengaño imperece­deros. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra él.»26

X V

Valentín Andrés da una conferencia, divertida, desenfadada, en el Ateneo Popular de Grado durante la segunda quincena de agosto, en la conmemoración del número dos m il de los libros de su biblioteca. El tono gracioso y popular del acto queda puesto de relieve a través de algunos párrafos de la charla:

Hace un elogio del conserje del ateneo «que custodia y admi­nistra los dos m il volúmenes de la biblioteca y que puede, si se lo pedís, haceros dar la vuelta al mundo con Blasco Ibáñez, mos­trando las más bellas épocas pasadas en historias que las reviven y puede ponerse en relación con Cervantes, con Goethe, con los más grandes genios que existieron, cuyos espíritus estarán siem­pre en sus obras».

«La biblioteca de nuestro Ateneo completa hoy su segundo m i­llar. Para dar una idea de lo que esto significa se me ocurre esta comparación: puestos unos sobre otros estos volúmenes formarían una pila casi tan alta como la Catedral de Oviedo. Pero no os asom­bréis: estos mismos volúmenes, en la inteligencia de un hombre, lo elevaría sobre nosotros en admiración; en estima, mucho más; porque destacaría sobre los demás aún más de lo que destaca aque­lla torre sobre el panorama de la ciudad.»26 «La Prensa», 28 de diciembre de 1935.

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«Por cada m illar de libros que añadamos a la biblioteca, ele­vamos considerablemente el nivel cultural de nuestra villa. A lgo está ya conseguido, porque así como se dice que Castilla está a mil metros de elevación, se puede decir que Grado está a dos mil li­bros de altura.»27

Conferencia de mayores pretensiones es la que para el día 2 de octubre de 1934 se anuncia28 en el teatro Toreno: «va a darnos el escritor asturiano una hora de espiritual placer en una de esas pre­ciosas divagaciones que gusta hacer con ágil vuelo sobre los más hondos problemas».

«Valentín Andrés es el escritor cómico más insigne de la lite­ratura española desde hace mucho tiempo a la fecha. Si temiéra­mos que se interpretara a la letra, como suele entenderse, ese ape­lativo de cóm ico con que señalamos al notable ecritor, huiríamos de emplearlo. Autores cómicos se llama entre nosotros a los más chabacanos escritores y ya se entenderá que no es por ahí por don­de va el sentido de la denominación. Escritor cómico se llama en España a un Pérez Zúñiga y se le llama en Europa a Marck Twain, ¿quién sería aquí capaz de tomar gato por liebre y emparejar en una clasificación a ambos? Un escritor cómico no es necesariamen­te un escritor frívolo y superficial». (...) «Valentín Andrés viste sus obras de un ropaje de regocijo, y si el vulgo espeso, que no es precisamente el iletrado, no ve más allá de sus narices, peor pa­ra él.

Bajo la indumentaria grotesca del mundo que nos ofrece el gran escritor, viven los problemas más profundos, que son siempre los más elementales; los que nunca pasan, por el contrario, tienen v i­da perenne desde que el hombre holló la tierra con su planta. A través de las vestiduras de apariencia espectral cuyo trato frecuen­ta el escritor asturiano, Valentín Andrés es el escritor cómico más serio que hoy conocemos. Siente y penetra la vida con hondura que luego quiere disimular con su aire de beodo del espíritu y en Tararí podemos adquirir esta certeza, viendo cómo, a través de aquel mundo fantasmal, van tomando cuerpo tangible las dramá­ticas formas de los muñecos que son hombres con palpitante exis­tencia.

Alejandro Casona y Valentín Andrés Alvarez son hoy los me­jores escritores dramáticos españoles: los más originales, ingenio­sos y profundos.

27 «Avance», 27 de agosto de 1934.28 «Avance», 2 de octubre de 1934.

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H oy hablará Valentín andrés a los socios del Ateneo, y en el tema escogido dice ya cuáles son las preocupaciones del escritor y en qué forma las afronta. Va a darnos una lección de moral; pe­ro Valentín es un humorista y siente un terror pánico ante el ri­dículo y un desasosiego especial ante la pedantería. Por eso quie­re que esta lección de moral no apesadumbre a los oyentes. Será una lección de moral recreativa.»

La conferencia que, al fin, debió de celebrarse en el Paraninfo de la Universidad, insuficiente para albergar a todo el público asistente, más que resumida, se halla esbozada en este comenta­rio, precedido, com o es habitual, por la retórica al uso:

«La radiografía de España que hizo Valentín fue una profun­da investigación de la psicología española, hecha com o todas las cosas de él con esa aparente frivolidad que sólo puede engañar a los frívolos, nunca a los que saben ver tras el juego de gracia y de ingenio el gran interés, la preocupación por los más hondos pro­blemas del espíritu». (...) «Aquel análisis, lleno de plasticidad del tipo de Don Juan, producto andaluz, como el toro, el perfil de Ma­drid, pueblo sin personalidad propia —según Valentín— con el chotis de origen escocés, la mantilla árabe, el mantón andaluz re­cortado por el pueblo de la meseta; la comparación entre los pue­blos de meseta y de montaña; la imagen del castillo y su im por­tancia en la obra de conquista; tantas y tantas finísimas observa­ciones que son no sólo ingeniosas sino profundas y certeras, no es posible recogerlas en una rápida revista de los puntos expues­tos a la consideración del auditorio.»29

X V I

Vnamuno: La conferencia ateneísta que no llegó a ser

«Región», comentando un artículo de Miguel de Unamuno, pu­blicado en un diario madrileño, titulado «El alma naturalmente cristiana de los Revolucionarios de Asturias», transcribe un pá­rrafo que revela el conocido talante del escritor:

«Habíaseme invitado para el domingo cuatro de este mes de agosto a ir a G ijón a presidir cierta fiesta de su Ateneo Obrero, donde ya antaño actué y tres días antes se clausuró por orden gu­bernativa ese centro y quedó sin objeto la invitación. En cuanto a la orden de clausura sólo tengo que decir, de paso, que me pare­

29 «La Voz de Asturias», 6 de noviembre de 1932.

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ce una de tantas puerilidades autoritarias para hacer creer a los pazguatos y cuidados que hay peligros cuyo secreto conoce la po­licía, para alarmar enarbolando cocos y espantajos. Mas, por otra parte, semejante orden me libró de tener que enfrentarme con otra puerilidad, y es la de que se me salude acaso levantando los pu­ños cerrados por encima de las cabezas más cerradas aún. Me has­tían cada vez más esos ademanes deportivos y litúrgicos de uno y de otro sentido y del de más allá. Y no digo de ideología porque no alcanzo a verla ni en los unos ni en los otros.»30

La otra cara de la moneda, la opinión que a ciertos sectores de la izquierda les merece la actitud de Unamuno, queda reflejada en los siguientes párrafos31:

«Es un ególatra». Como mucha gente, «toma al pueblo como un juguete de sus veleidades y dice un día blanco, otro rojo y otro negro, ¿qué más da? Como lo que dicen no responde a un estado de conciencia firme, a una concepción clara de la vida política y social, a un ideal bien definido que señale una ruta a seguir hacia el porvenir; estos intelectuales con sus estallidos anarquizantes hacen un daño inmenso a la causa de la democracia, porque des­orientan y extravían a muchas gentes del verdadero camino y dan armas a los enemigos para combatir las nuevas instituciones: su obra parece de inconscientes».

X V II

Recordando a un antiguo conferenciante de los ateneos asturianos: Valle Inclán

«Hace algunos años el Ateneo de Oviedo trajo en calidad de con­ferenciante a Valle Inclán. Aprovechando la coyuntura, un grupo de amigos del egregio escritor hicimos propaganda por varios ate­neos de la provincia y logramos una regular “ tournée” de la que el buen don Ramón pudo llevarse unas cuantas pesetas y nosotros quedar más enriquecidos todavía con el tesoro de su conversación y de sus fantásticas leyendas.

Alguien hará algún día la historia culta y generosa de nues­tros Ateneos asturianos, cuando aún el odio de la política no los había clasificado arbitrariamente. Los Ateneos de Asturias eran hogares de los escritores españoles; hogares puestos a lo largo de

3U «Región», 15 de agosto de 1935.31 «Avance», 9 de diciembre 1934.

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sus rutas por nuestras tierras verdes; hogares humildes en que ca­da uno daba lo que podía y recibía mucho más de lo que daba. Re­cuerdo, pues, que llevé a Valle Inclán por varios Ateneos en los que hube de presentarle (yo), como antes hiciera con Ricardo Bae- za, Jacinto Grau y tantos otros.

Conocí a Valle Inclán en Navarra, hace muchos años, cuando preparaba datos para sus episodios del marqués de Bradomín. En­tonces tenía la cabeza negra, negros los ojos y negras las conchas de sus cristales. Vestía también de negro y todo él daba la impre­sión de un espectro escapado de un dibujo alucinado de Goya o de Doré.

Ya no le vi hasta 1911 ó 12, en que armó una batalla más que regular en el Ateneo de Madrid a propósito de no sé qué historia teatral con m otivo de una obra que se le había rechazado. Recuer­do que tuvo frases venenosas para una actriz y que unos cuantos jóvenes presentes, creyéndose en el caso de defender a la dama ausente, se revolvieron iracundos contra don Ramón, que estaba en la tribuna con unas cuartillas en la mano. El autor de “ El em­brujado” (que ésta era la obra que estaba leyendo) soltó a los jó ­venes cuatro frases que les levantaron túrdigas, y entonces ya fue todo el Ateneo quien se puso en pie para increpar al conferencian­te. Aquello era un mar de increpaciones, insultos, amenazas... Don Ramón estaba tranquilísimo, como si nada de aquello fuera con él. Antes bien, como quien contempla un espectáculo desde un bal­cón, miraba aquella tormenta huracanada que tenía bajo sus ojos, paseando por ella una mirada de olím pico desdén, ni más ni me­nos que si los protestantes, que eran casi todos, fueran desprecia­bles cucarachas.

Se hizo un momento de silencio ante un gesto de Valle. Exten­dió su mano huesuda y afilada y todo el mundo calló. Y soltó en cosa de cuatro segundos tal cantidad de disparates, ingeniosísi­mos por lo demás, contra toda aquella tropa, que ésta sin poder contenerse se abalanzó contra la tribuna. Yo fui uno de los pocos que pudo proteger a aquel hombre risueño, tranquilo y feroz.

Recuerdo que lo sacamos por la calle del Prado hacia la Plaza del Angel y al doblar hacia el teatro Español, ante la manifesta­ción tumultuosa y amenazante que venía detrás, hubimos de to­mar un coche y meternos en él. Del coche quiso tirarse cuarenta veces para hacer frente a todos aquellos follones...

Y o le recordé este episodio cuando vino a Oviedo, pero apenas se acordaba de él. No había olvidado que “ El em brujado” le fue

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rechazado por una actriz, pero todo aquel pitóte del Ateneo ha­bía pasado a la sombra de sus recuerdos.

Don Ramón, durante aquella temporada que pasó en Asturias, venía todas las noches a la Redacción de “ La Voz de Asturias” . Sentado en el sofá de mi despacho, tomaba la palabra y ya no la soltaba en tres horas. Qué más queríamos todos. Oír a Valle es uno de los premios más preciados que podemos guardar en el rin­cón de las más grandes memorias. Un día nos contó cóm o murió Alejandro Sawa, aquel bohemio magnífico a quien, siendo niño, V íctor Hugo le besó en la frente (y desde entonces Sawa no se la­vó jamás) y aquel día, aquella madrugada, m ejor dicho, nos reti­ramos todos a casa, presos de espantosas alucinaciones.»32

Conclusión

A la vista de las noticias que, sobre diversos tipos de activida­des culturales (conferencias, homenajes, conmemoraciones, con­ciertos, recitales, exposiciones, presentación de libros, excursio­nes, clases para adultos, grupos musicales, representaciones tea­trales de aficionados...), salpican las páginas de la prensa regional, pensamos en una época histórica, dinámica, activa, recreativa, preocupada por la cultura popular hasta el punto de replantear­se, cuando la asistencia a los actos no es la esperada, nuevos me­dios de divulgación cultural (la radio, el cine, la sustitución de con­ferencias por charlas o lecciones de factura y comprensión más sen­cillas...). Una dimensión democratizada de la cultura que busca la incorporación de la mujer a las actividades intelectuales y que cree en la capacidad de regeneración de los jóvenes trabajadores a través del trabajo mental, manual y de creación artística.

La actividad cultural asturiana era rica en cantidad. Eviden­temente, si comparamos su calidad con los actos desarrollados en el mismo período en el Ateneo madrileño, por ejemplo (donde se suceden nombres de ilustres pensadoras y tienen cabida temas tan interesantes com o la abolición de la prostitución, las repercusio­nes de la revolución de 1934 y el caso Luis Sirval, el esperanto, las últimas novedades literarias, la Asociación de Am igos de la Unión Soviética...), nos percatamos de las limitaciones provincia­nas de los centros culturales asturianos, sin embargo sus progra­maciones se adaptaban perfectamente a sus fines de extensión cul­tural.

32 «La Voz de Asturias», 8 de enero de 1936.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS DE OBONA Y CELORIO

(SIGLOS XVII-XIX)

E r n e s t o Z a r a g o z a P a s c u a l

Publicado ya el catálogo biográfico de Profesores del colegio be­nedictino de San Vicente de Oviedo (1617-1835) en B.I.D.E.A., núm. 137 (1991), decidimos tomarnos el trabajo de completar el cuadro de profesores benedictinos en Asturias, con el catálogo de los que lo fueron de los colegios de Ntra. Sra. la Real de Obona y de San Salvador de Celorio. La época de auténtico esplendor del monas­terio de Obona, en lo que a cultura se refiere, dio comienzo en 1661, cuando el capítulo general de dicha Congregación decidió estable­cer en él un colegio de artes para doce monjes estudiantes, con un lector y un pasante, que con el abad fueran los profesores del cole­gio. Este colegio funcionó ininterrumpidamente hasta 1693, en que el capítulo general ordenó que fuera trasladado —no sabemos por qué causa— al monasterio burgalés de Ntra. Sra. de Obarenes; cu­yo traslado no tuvo efecto por la desastrosa cosecha que hubo aquel año en Burgos, que obligó a los monjes estudiantes a dispersarse por varios monasterios o volver al de su profesión, hasta que el capítulo general de 1697 ordenó de nuevo que se reuniesen en Obo­na, continuando aquí en adelante.

En nuestro catálogo recogemos la biografía de los lectores y pasantes que tuvo el colegio desde 1673 —desde 1661 hasta este año no registran los nombramientos las actas de los capítulos ge­nerales— hasta 1835, según las actas auténticas de dichos capítu­los que se conservan en el archivo de la Congregación de Vallado- lid, en el monasterio burgalés de Sto. Domingo de Silos; además de otras fuentes, estudios y artículos, que se citan a pie de pági­

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na, de donde se han extraído las noticias biográficas fundamen­tales de todos y cada uno de los pasantes y lectores hasta donde nos ha sido posible, completando así el catálogo de profesores co­mo complemento de las biografías de los abades de Obona, algu­nos de los cuales fueron antes alumnos y profesores de dicho co­legio.

Del colegio de Celorio publicamos ya el Abadologio del monas­terio de San Salvador de Celorio (Siglos XI-XIX) en B.I.D.E.A., núm. 118 (1986), 631-656, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, aunque su época de esplendor comenzó con la aceptación de la ob­servancia vallisoletana en 1531 y llegó a su cénit a partir de 1633, en que el capítulo general de la Congregación de S. Benito de Va- lladolid decidió convertirlo en colegio de artes para monjes y se­glares. La labor docente de este colegio de Celorio y del de Obona se vio interrumpida en el siglo X IX en diversas ocasiones. Prime­ro desde 1801 a 1805, porque el capítulo general de 1801 ordenó que suspendieran sus actividades y aplicar sus rentas a la reparación de sus edificios, a causa de la implantación del nuevo plan de estu­dios monásticos, que al empezar ex-novo hacía que no hubiera co­legiales para todos los colegios, sino después de cuatro cursos. Vol­vieron a funcionar estos colegios desde 1805 hasta la guerra de la Independencia, de nuevo desde 1814 hasta la exclaustración del trie­nio constitucional (1820-23) y finalmente desde 1824 para Celorio y desde 1828 para Obona hasta la fatídica exclaustración general de 1835.

El peso de la docencia estaba repartido entre el abad y el lec­tor y uno o dos pasantes, que cada cuatro años eran nombrados por el capítulo general de Valladolid. Siguiendo las actás de di­chos capítulos generales y otras fuentes y trabajos que se citan a pie de página, hemos elaborado el catálogo de los profesores de dicho colegio celoriense desde 1645 a 1835, aunque con lagunas has­ta 1673, porque sólo a partir de este año registran su nombramien­to sin interrupción las citadas actas capitulares. Debemos adver­tir, sin embargo, que tanto el catálogo de los profesores de Obo­na con el de los de Celorio tienen lagunas, porque algunos de los profesores no acabaron su cuatrenio de docencia, bien por haber sido elegidos abades o profesores de otro colegio u otros cargos, bien por haber enfermado o fallecido. De ahí que hubiera otros profesores suplentes para acabar el cuatrienio que no figuran en las actas del último capítulo general porque fueron elegidos por el general de la Congregación. También sucede que algunos de los nombrados en el capítulo general ya eran profesores del mismo

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 279

colegio supliendo a otros que habían causado baja por las causas mencionadas u otras.

Las biografías de estos profesores del colegio de Celorio, aña­didas a las de sus abades, nos dan una idea exacta de la calidad de dichos lectores y pasantes —lo mismo que los del colegio de Obona—, que luego ocuparon cargos importantes dentro y fuera de la Congregación, como abades, definidores, visitadores, maes­tros y predicadores generales, abades generales y obispos, etc., sin contar los que fueron escritores, teólogos y filósofos, notables poe­tas y músicos, etc. De tal manera que sin temor a equivocarnos podem os asegurar que por los colegios de Obona, Celorio y S. V i­cente de Oviedo pasaron la flor y nata de los monjes benedictinos españoles, que primero como alumnos, y después de acabar sus estudios en Salamanca y perfeccionarlos en el colegio de pasan­tes de Eslonza, com o pasantes, lectores y abades, ilustraron estos tres colegios asturianos a lo largo de los siglos XVII-XIX , siguien­do la «cursa» (= carrera) del magisterio, que consistía en doce años de docencia en los colegios, acabados los cuales y aprobados los cursos por el capítulo general, optaban al título de maestro gene­ral de justicia, gozando de los privilegios y exenciones anejos a este título.

ACG

DHGE

IBARRA

URBEL

ZARAGOZA

------Celorio

------Corias

SIGLAS Y ABREVIATURAS

= Actas de los capítulos generales de la Congregación de S. Benito de Valladolid, que se guardan en el ar­chivo de dicha Congregación, en la abadía de Silos,3 vols. (1500-1805).

= Dictionnaire d ’Histoire et de Géographie Ecclésias­tiques, Ed. Letouzey et Ané (Paris).

= J. I b a r r a , Historia del monasterio benedictino y de la Universidad literaria de Irache (Pamplona, 1940).

= J. P é r e z d e U r b e l , Varones insignes de la Congre­gación de Valladolid (Madrid-Pontevedra, 1967).

= E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Los generales de la Congre­gación de S. Benito de Valladolid, 6 vols. (Silos, 1973-97).

= Id., Abadologio del monasterio de S. Salvador de Celorio (Siglos XI-XIX), B.I.D.E.A., núm. 118 (1986), 631-656.

= Id., Abadologio del monasterios de S. Juan Bautista de Corias (Siglos XI-XIX), en B.I.D.E.A, núm. 116 (1985), 1.302-1.054.

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ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL

■Cornellana

Eslonza

Espinareda

Galicia

Gradas de Asturias

Gradas leonesas

Irache

León

ME

Montserrat de Madrid

Nájera

Obona

Oña

Oviedo

Profesores de Oviedo

Sahagún

Salamanca

San Martín de Madrid

Valladolid

Id., Abadologio del monasterio de S. Salvador de Cornellana (Siglos XII-XIX), en B.I.D.E.A., núm.119 (1986), 879-905.Id., Abadologio del monasterio de S. Pedro de Es­lonza (Siglos X -XIX), en Archivos leoneses, núm.75 (1984), 165-187.Id., Abadologio del monasterio de S. Andrés de Es- pinafeda (Siglos XI-XIX ), en Ibid., núm. 73 (1983), 172-189.Id., Abadologio benedictino gallego (Siglos XVI-XIX), en Stvdia monastica, vol. 27 (1985), 69-132.Id., Gradas de benedictinos profesos en monasterios asturianos (Siglos XVIII-XIX), en B.I.D.E.A., núm. 121 (1987), 179-199.Id., Gradas de monjes de las abadías benedictinas leonesas (1565-1833), en Archivos leoneses, núms. 79-80 (1986), 279-311.Id., Abadologio del monasterio de Ntra. Sra. la Real de Irache, en Stvdia monastica (en prensa).Id., Abadologio del monasterio de S. Claudio de León (1417-1835), en Archivos leoneses, núm. 27 (1985), 69-132.Id., Monacologio emilianense (1500-1833), en Stvdia monastica, vol. 29 (1987), 291-332.Id., Abadologio del monasterio de Montserrat de Ma­drid (1641-1835), en Stvdia monastica, vol. 29 (1987),125-154.Id., Libro de gradas del monasterio de Nájera (1515- 1714), en Ibid., vol. 28 (1986), 131-160.Id., Abadologio del monasterio de Sta. María de Obona (1523-1835), en B.I.D.E.A. (en prensa).Id., Necrologio del monasterio de Oña (1664-1793), en Hispania Sacra, T. X X X V I (1984), 629-670.Id., Abadologio del monasterio de S. Vicente de Oviedo (Siglos VIII-XIX), en B.I.D.E.A., núm. 114 (1985), 345-374.Id., Profesores del colegio benedictino de S. Vicen­te de Oviedo (1617-1835), en B.I.D.E.A., núm. 137 (1991), 323-356.Id., Abadologio del monasterio de S. Benito de Sa­hagún (Siglos X -X IX ), en Archivos leoneses, núm.77 (1985), 97-132.Id., Abadologio del monasterio de S. Vicente de Sa­lamanca (Siglos XIII-XIX), en Ibid., núms. 83-84 (1988), 135-165.Id., Abadologio del monasterio de S. Martín de Ma­drid (1593-1835), en Anales del Inst. de Estud. Ma­drileños, T. X X V (1988), 151-179.Id., Un abadologio inédito del monasterio de S. Be­nito de Valladolid, en Archivos leoneses, núm. (1979), 133-171.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 281

— I —

PROFESORES DEL COLEGIO BENEDICTINO DE STA. MARÍA LA REAL DE OBONA (1673-1835)

El capítulo general de 1661 acordó que se estableciese un cole­gio de artes en el monasterio asturiano de Santa María la Real de Obona, pero no comenzó a funcionar hasta 16651. De todas mane­ras no conocemos quiénes fueron los lectores y pasantes hasta que el capítulo general de 1673 los comenzó a nombrar para el siguiente cuatrienio. Así pues desde 1673 a 1677 fue lector el P. Manuel Sa- rade y pasante el P. Juan Bta. Lardito. Este último era natural de Madrid y profeso de San Martín de Madrid, donde había to­mado el hábito en 1664. Fue pasante de Poyo (1677-81), maestro de estudiantes de Irache (1681-85), lector de teología de San Vicente de Salamanca (1685-89), donde se licenció en teología el 23 de agos­to de 1685 y en cuya universidad fue catedrático de físicos (1687-92) y de prima de teología (1692-1703). Fue también lector de tercia (1689-93) y abad (1693-97, 1701-05) del colegio de Salamanca, gene­ral de la Congregación de Valladolid (1705-09) y abad de San Mar­tín de Madrid (1709-13), donde murió el 15 de diciembre de 1723. Colaboró eficazmente en la fundación de las cátedras de teología que el cardenal Aguirre fundó en la universidad salmantina. Es­cribió diversas obras y comentó a San Anselm o2.

El cuatrienio 1677-1681 fue lector Fr. Benito de la Torre, natural de Tertanga (Vizcaya), que había tomado el hábito en S. Juan de Burgos'hacia 1668 y luego sería lector de teología en Poyo (1685-89), abad de Burgos (1697-1701), general de la Congregación de Valla­dolid (1701-05) y abad de Montserrat de Madrid (1705-13), donde mu­rió el 25 de noviembre de 17133. Y pasante Fr. Anselmo de la Pe­ña, que luego sería lector (1681-85)4.

Durante el cuatrienio 1681-1685 fue lector Fr. Anselmo de la Pe­ña y pasante Fr. Plácido Vea Francés, natural de la localidad nava­rra de Fitero, que había tomado el hábito en San Millán de la Cogo- 11a el 14 de marzo de 1671 y luego fue lector de Espinareda (1685-89),

1* ACG II, f. 303v.2 Cf. Zargoza V, 45-49 y bibliografía en Ibid., 489-490; Z aragoza, Salaman­

ca, 145-147; S. Martín de Madrid, 170-171.3 C f. su biografía completa en Zaragoza V, 39-44; Montserrat de Madrid, 140;

El monasterio de Montserrat de Madrid y sus abades'(1641-1801)', en Anales del Inst. de Estud. Madrileños, T.*X&VJJI (1990), 580-581. - - ̂ *

4 Cf. biografía en Zaragoza, Profesores de Oviedo, y en Zarágoza IV, 329-334.

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maestro de estudiantes (1689-93), lector de vísperas (1693-97) y re­gente (1697-1704) de Irache, abad de San Millán (1704-09), Eslonza (1713-17) y S. Isidro de Dueñas (1721-24), además de lector de teolo­gía moral de San Martín de Madrid (1709-13) y definidor general (1709-13, 1717-21). Murió el 7 de septiembre de 17245.

Durante el cuatrienio siguiente (1685-89) fue lector el P. Andrés de Soto, que luego sería lector de tercio de Poyo (1693-97)6. Y pa­sante el P. Esteban de la Torre7.

Desde 1689 a 1693 fue lector Fr. Miguel González, natural de Poo (Asturias), que había tomado el hábito en Oña el 30 de enero de 1674 y luego será lector de teología moral de San Claudio de León (1693), donde murió el 2 de agosto de 1693. «Era muy estu­dioso y mozo de esperanzas», dice el m enologio oniense8. Y pa­sante Fr. Anselmo Pérez, que luego sería lector (1693-97) de Obo- na y de Lorenzana (1697-1701), además de regente de estudios de Eslonza (1701-05), abad de San Juan de Burgos (1717-21) —de don­de era profeso— y visitador general (1729-33)9.

Desde 1693 a 1697 fue lector el ya citado Fr. Anselmo Pérez y pasante el P. Leandro Villalobos, hombre de gran virtud y letras, que luego fue maestro de estudiantes de Lorenzana (1697-1701) y abad de Corias (1701-02) —de donde parece era profeso—. Murió el 29 de agosto de 170210.

Durante el cuatrienio siguiente (1697-1701) fue lector Fr. Beni­to Velarde, natural de Oviedo y profeso de Santiago, donde tomó el hábito el 19 de mayo de 1683. Fue actuante de Salamanca, pa­sante de Obarenes, lector de teología moral de Santiago y de teo­logía de Poyo11, y pasante Fr. Alonso Rodríguez, que luego sería lector (1701-05). Este último era natural de la localidad zamorana de Belver de Montes y había tomado el hábito en Santiago el 3 de febrero de 1684. Fue lector de teología moral de los monasterios de Valladolid (1705-09) y de Burgos, lector de teología de Irache (1709-11), procurador general de la Congregación en Roma (1711-21),

5 ACG II, ff. 422r, 443v, 461v, 476v; Zaragoza, Eslonza, 181; Monasticon his- panicum, de la Biblioteca Nacional de París, Sec. de manuscrits espagnols, núm. 321, f. 449r; J. Peña, Páginas emilianenses (Salamanca, 1980), 229; Za ­ragoza , ME, 303.

6 ACG II, ff. 368r, 443v.7 Cf. Z argoza, Profesores de Oviedo.8 ACG II, ff. 442r, 444r; Zaragoza, Oña, 635.9 ACG II, f. 476v.

10 Zaragoza , Corias, 1.047.11 ACG II. f. 476v. Cf. obra citada en la nota 127, pág. 506.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 283

abad de San Martín de Madrid (1725-29), maestro general de jus­ticia (1729-33) y abad de San Pedro de Tenorio, donde murió al fin de su cuadrienio de abadiato, en 173712.

El cuatrienio 1701-05 fue lector Fr. Alonso Rodríguez y pasante Fr. Manuel Martín o Martínez, que luego sería lector (1705-09)13. Desde 1705 a 1709 fue lector el citado Fr. Manuel y pasante Fr. Fran­cisco Rampillas, natural de Barcelona y profeso de Montserrat de Cataluña, donde había tomado el hábito el 23 de diciembre de 169214.

Desde 1709 a 1713 fue lector Fr. Juan de Villamarín15 y pasante Fr. Iñigo Valoria o Balloria, natural de Madrid, que había tomado el hábito en Oña el 24 de diciembre de 1697 y profesado el 11 de julio de 1699. Fue pasante (1713-17), catedrático de vísperas (1717-21) y de prima de teología —además de regente de estudios— (1721-29) de Irache, abad de Oña (1729-33), definidor general (1733-37), conven­tual de Sto. Toribio de Liébana (1737-41) y abad de Eslonza (1741-44), donde murió el 6 de marzo de 174416.

Desde 1713 a 1717 fue lector Fr. Pedro Angulo17 y pasante Fr. Juan Garrido —que luego sería lector (1717-21)—. Este último era natural de Berducido (Pontevedra) y había tomado el hábito en Valladolid el 27 de ju lio de 1702. Fue abad de S. Vicente del Pino, de Monforte de Lemos (1721-22), acompañado del general (1722-25), abad de Valladolid (1725-29, 1745-49) y de Lérez (1733-37) y defini­dor general (1729-33). Gran conocedor del Derecho canónico, fue nombrado por el Papa miembro de la Congregación del Indice. Es­tando en Italia se doctoró en cánones por Bolonia y reimprimió: Concordia praelatorum (Madrid, 1745) en Padua en 1754. Recopi­ló las Constituciones de la Congregación de Valladolid y dejó di­versas obras manuscritas, entre ellas su curso de filosofía dado en Obona, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Santiago (Ms. 406). Fue también lector de teología moral de Va­lladolid (1725-33). Murió en San Martín de Madrid el 7 de diciem ­bre de 176118.

Desde 1717 a 1721 fue lector Fr. Juan Bta. Garrido y pasante Fr. José Pérez19. Desde 1721 a 1725 fue lector Fr. Atilano Alvarez12 Z aragoza , Galicia, 129, y 5. Martín de Madrid, 172.13 ACG II, f. 476v.14 ACG II, ff. 476v, 504v.15 ACG II, f. 524; Cf. Z aragoza, Profesores de Oviedo.16 ACG II, ff. 594r, 618r; III, f. 27r; Zaragoza, Eslonza, 183-184, y Oña, 650.17 ACG II, f. 560v; Cf. Zaragoza , Profesores de Celorio.18 ACG II, f. 594v; Zaragoza V, 484-485; Id., Valladolid, 165, y DHGE; U rbel,

126-130.19 ACG II. f. 594v: Cf. Z aragoza , Oviedo y Profesores de Oviedo.

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y Fr. Martín Sarmiento20. Este último era natural de S. Juan de Cerecedo (Galicia —hoy León—), donde había nacido el 9 de diciem­bre de 1695. Había tomado el hábito en San Martín de Madrid el 20 de mayo de 1710 y tras estudiar filosofía en la universidad de Irache y ser pasante de Eslonza, fue pasante de Obona y luego de Celorio. También fue lector de teología moral de San Martín de Ma­drid (1725-29), cronista general de la Congregación (1733-72), cro­nista mayor de Indias (1750-55), abad perpetuo de Ripoll (1755), que renunció para reintegrarse a su celda madrileña, dedicando el res­to de su vida a leer, escribir y estudiar, dejando al morir una se­lecta biblioteca de más de 7.000 volúmenes. Catalogó diversos ar­chivos y bibliotecas particulares. Fue amigo de los más notables hombres de su tiempo en el saber y en la política. Era de conversa­ción animada, de agudo ingenio, inspiración brillante, buena me­moria, conocimientos lingüísticos vastísimos y enciclopédicos, es­critor —aunque publicó poco—, investigador infatigable, historia­dor. Se encargó de la edición de las obras de su amigo el P. Benito Jerónimo Feijoo, con el cual se enumera entre las mayores glorias de la Congregación de Valladolid y de la Ilustración española. Mu­rió el 7 de diciembre de 1772, dejando gran cantidad de manus­critos21.

Desde 1725 a 1729 fue lector Fr. Miguel de Miranda, natural de Préjano (La Rioja) y profeso de Valvanera, que luego fue lector de tercia de teología (1733-37) y regente de estudios (1737-41) de Irache, además de lector de casos de moral de Nájera (1745-49) y abad de Valvanera (1729-33, 1741-45), donde murió el 24 de mayo de 17 7 622. Pasante fue Fr. Antonio Sanz23.

El siguiente cuatrienio (1729-33) fue lector Fr. Benito Santos, natural de Puente de San Clodio, que había tomado el hábito en Sopetrán (Guadalajara) el 22 de febrero de 1712 y había sido pa­sante primero de Ribas de Sil (1725-29) y luego sería abad de So­petrán (1733-37, 1741-45), lector de teología moral de San Martín de Madrid (1737-41), lector de tercia de teología de Irache (1745-49), abad de Poyo (1749-53) y definidor general (1737-41, 1745-49). Mu-

20 ACG II, f. 618v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.21 ACG II, f. 618v; Cf. Zaragoza VI, 200- 203, con bibliografía abundante; obras

en Ibid., 510-515, y Cronistas generales de la Congregación de S. Benito de Valladolid, en Bol. de la R. Acad. de la Historia, t. 189 (1992), 119-121.

22 A C G III, f. 121V; A . P é r e z A l o n s o , Historia de la abadía de Ntra. Sra. de Valvanera, en La Rioja s.l., 1971), 431-432.

23 Zaragoza , Profesores de Oviedo y Obona.

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rió en 176024. Pasante fue Fr. Martín Ruibamba, que había toma­do el hábito en San Claudio de León el 1 de abril de 1716 y luego fue abad de Espinareda (1724-27), lector de casos de moral de San Martín de Madrid (1737-41), abad de Celorio (1741-45), definidor general (1745-49) y lector de casos de moral y abad de S. Claudio (1749-53)25.

Durante el cuatrienio 1733-1737 fue lector Fr. Benito García Arias, profeso de Sahagún, donde había tomado el hábito en 1717. Había sido pasante del colegio de San Esteban de Ribas de Sil (1729-33) y luego sería lector de vísperas de teología (1741-45) en la universidad de Irache, donde se graduó en filosofía y teología el 22 de junio de 1741. Fue también regente de estudios y abad de Eslonza (1749-53), maestro general de justicia y abad de Sahagún (1761-63), en cuyo cargo murió el 7 de marzo de 176326. Pasante fue Fr. Gregorio Moreiras27.

Desde 1737 a 1741 fue lector Fr. Manuel Ordóñez, natural del obispado de León y profeso de San Zoilo de Carrión de los Condes, de cuyo monasterio fue abad (1741-45, 1751-53). Fue secretario ge­neral de la Congregación de Valladolid (1745-49), procurador ge­neral de la misma en Madrid (1749-53) y finalmente definidor ge­neral, en cuyo cargo murió a los dos años, en 175928. Pasante lo fue Fr. Fernando Carrio, natural de Gijón (Asturias), que había tom ado el hábito en San Millán de la Cogolla el 12 de octubre de 1725. Luego fue lector de Obona (1741-45), lector de teología m o­ral de los monasterios de Valladolid (1745-49) y San Martín de Ma­drid (1749-53) y abad de Obarenes (1753-57). Murió en San Millán el 9 de marzo de 1774, siendo maestro general de gracia desde 1773 y después de haber sido lector de teología moral y definidor (1757-61) y abad de San Millán (1761-65)29.

El cuatrienio siguiente (1741-45) fue lector Fr. Femando Carrio y pasante Fr. Diego Bocalán, natural de Valladolid y profeso del mo­nasterio de San Benito de la misma ciudad, que había sido actuan­te de Salamanca (1713-17) y luego sería lector de teología moral de Montserrat de Cataluña (1745-49), abad de Valladolid (1749-53), de­finidor juez y lector de casos de moral de Montserrat de Madrid

24 ACG III, ff. 51r, 122r; E. Z aragoza P ascual, Los abades de Sopetrán (1372- 1835), en Ibid., núm. 5 (1978), 137.

25 Zaragoza , Espinareda, 184; Celorio, 650; León, 369-370.26 ACG II, ff. 67r, 99r; Zaragoza , Sahagún, 128.27 Cf. Zaragoza, Profesores de Omedo.28 Cf. Z aragoza V, 539, 543.29 ACG III, ff. 121v, 144v, 281v; J. Peña, o.c., 234; Zaragoza, ME, 314.

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(1753-57), abad de Espinareda (1757-61), lector de casos de moral de Valladolid (1761-65), regente de estudios de Irache (1765-69), donde se graduó en filosofía y teología el 1 de junio de 1766, y maestro general de gracia. Murió el 3 de enero de 177130.

Desde 1745 a 1749 fue lector Fr. Luis Ortiz31 y pasante Fr. Mau­ro Ramos, natural de Vezdemarbán (Zamora), que había tomado el hábito en Santiago el 5 de octubre de 1733 y sido pasante de Es- lonza. Luego sería lector de Obona (1749-53), lector de vísperas de teología de Poyo (1753-61), abad de Obona (1761-65), regente de es­tudios de Ribas de Sil (1765-69), maestro general (1773ss.), abad de Eslonza (1776-77) y electo abad de Tenorio, que no aceptó32.

El cuatrienio siguiente (1749-53) fue lector Fr. Mauro Ramos y pasante Fr. Ruperto Carrasco, que luego sería lector (17 53-57)33. Desde 1753 a 1757 fue lector Fr. Ruperto Carrasco y pasante Fr. Jo­sé de las Alas34. Y desde 1757 a 1761 fue lector Fr. Pedro Codolá35 y pasante Fr. Isidoro Estévanez, que luego sería lector (1761-65). Este último era natural de la localidad asturiana de Infiesto y ha­bía tomado el hábito en S. Juan de Corias el 7 de diciembre de 1745. Luego sería lector de teología moral de Montserrat de Ma­drid (1769-73, 1785-89), definidor general (1769-73, 1777-81), abad de Celorio (1765-69), Lérez (1781-85) e Irache (1789-90), donde tam­bién fue catedrático de concilios provinciales (1777-81) y se gra­duó en filosofía y teología el 1 de junio de 1777. Murió en 1790. Fue también abad de Corias (1773-77) y elector de abadías en el capítulo general de 17 7 736.

Desde 1761 a 1765 fue lector Fr. Isidoro Estévanez y pasante Fr. Manuel López Altamirano, de quien nada más sabemos37. Desde 1765 a 1769 fue lector Fr. Iñigo Rabuñade, natural de San Lorenzo de Oliveiro (Pontevedra), que había tomado el hábito en Samos el 19 de enero de 1751 y luego fue lector de teología moral de los monasterios de Samos (1769-73), Burgos (1777-81) y Santia­go (1781-89), además de abad de Samos (1773-77) y procurador ge-

30 ACG II, ff. 561r, 68V, 99r. 122r, 143v, 155r, 162v, 178v, 187r, 189v, 216r, 241v;Zaragoza V, 473; Ibarra, 481; Zaragoza, Valladolid, 167, y Espinareda, 185.

31 Cf. Zaragoza, Profesores de Oviedo.32 ACG III, ff. 122r, 145r, 162r, 181r; III B, f. 51v; Zaragoza , Eslonza, 185.33 Cf. Zaragoza, Profesores de Oviedo.34 ACG III, ff. 122r, 145r; Cf. su biografía en Zaragoza, Profesores de Oviedo.35 Cf. su biografía en Zaragoza, Profesores de Oviedo.36 Zaragoza, Corias, 1.50; Celorio, 952, y Galicia, 84.37 ACG II B, f. 27v.

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neral de la Congregación de Valladolid en Madrid (1793-97). Se gra­duó en filosofía y teología en Irache el 12 de octubre de 1772 y perteneció a la Real Academia de la Historia, en calidad de co­rrespondiente, desde el 17 de agosto de 1770, trabajando conti­nuamente en la exhumación de documentos antiguos en vistas a la Diplom ática Española que querían publicar los benedictinos. De sus clases en Obona queda un manuscrito de un discípulo su­yo, que las tom ó directamente, en la biblioteca universitaria de Santiago de Compostela (Ms. 42 3)38. Y pasante fue el P. Segis­mundo Beltrán y Salazar, natural de Salinas de Añana (Alava), donde nació el 1 de agosto de 1736. Tomó el hábito en el monaste­rio de San Millán de la Cogolla el 8 de diciembre de 1752 y profe­só el 9 de diciembre del año siguiente. Fue luego definidor gene­ral (1773-77, 1781-85), lector de teología moral (1773-77) y abad (1769-73) de San Millán, abad de Eslonza (1777-81), maestro de es­tudiantes y abad de Salamanca (1785-86), cuya abadía renunció por la de Montserrat de Madrid en julio de 1786, de donde fue abad hasta 1793. Fue académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde el 17 de agosto de 1770, catedrático de conci­lios nacionales y abad de Irache (1797-1801), donde se graduó en filosofía y teología el 18 de junio de 1797. Murió en San Millán el9 de junio de 180139.

El cuatrienio 1769-1773 fue lector Fr. Nicolás González de Cas- tañón, natural de Muriedas (Burgos), que había tomado el hábito en San Millán de la Cogolla el 3 de agosto de 1755 y profesado el 8 de agosto de 1756. Luego fue catedrático de concilios nacionales de Irache (1773-77) y lector de teología moral de San Millán40. Y pasante Fr. Veremundo Pérez, natural de Pazos (Orense), que ha­bía tom ado el hábito en Corias el 24 de abril de 1757 y fue lector de teología moral y sagrada escritura de Sahagún (1777-81) y San Claudio de León (1781-85), además de lector de Obona (1773-77), regente de estudios de Poyo (1785-89) y abad de Celorio, en cuyo cargo murió alrededor de 179041.

38 Z a r a g o z a V, 547; Galicia, 115; Benedictinos españoles académicos de la Real de la Historia, en Bol. R. A . de la Historia, T. C LX X X V II (1990), 37; P. A r i a s , Historia del Real Monasterio de Samos (Santiago de Compostela, 1950), 316-317.

39 ACG III B, ff. 52r, 145r, 198r; Z a r a g o z a , Montserrat de Madrid, 145-146; El monasterio de Montserrat de Madrid y sus abades, o.c., 585; Benedictinos académicos, o.c., 32-33; Irache; Me, 319-320.

40 ACG III B, ff. 68r, 90r, 107r; Z a r a g o z a , ME, 320.41 ACG III B, ff. 107r, 126v; Z a r a g o z a , Celorio, 653, y Gradas Asturias, 183.

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Desde 1773 a 1777 fue lector Fr. Veremundo Pérez y pasante Fr. Ramiro Rochel42. El cuatrienio siguiente (1777-81) fue lector Fr. Bernardo Piñeiro, natural de Berducio (Pontevedra), que había tomado el hábito en Corias el 21 de diciembre de 1761 y había sido pasante de Espinareda (1773-77) y luego sería lector de teología mo­ral y escritura santa en Corias (1781-85) y Celanova (1785-89), lec­tor de tercia de teología de Poyo (1789-93) y abad de Corias (1818-19), donde murió el 11 de marzo de 18 1 943. Y pasante Fr. Bernardo Ruiz de Conejares44.

Durante el cuatrienio 1781-1785 fue lector Fr. Julián Martínez, nacido en Cuenca, que tomó el hábito en Oña el 26 de junio de 1767 y profesó el 29 de junio de 1768 y luego sería lector de teología mo­ral y de Sagrada Escritura (1785-89) y abad (1789-93) de Oña, defi­nidor general (1793-97, 1828-32) y lector de teología moral y Sagra­da Escritura de Oña (1793-1801)45. Y pasante Fr. Fem ando Alva- rez Campa, que luego fue lector (1785-89), natural de la localidad asturiana de Magdalena y profeso de Valladolid, donde había to­mado el hábito el 12 de junio de 1771, que luego fue lector de teo­logía moral y Biblia de Oña (1789-93) y de Valladolid (1805-14), re­gente de Poyo (1793-97), procurador general de la Congregación en La Coruña (1801-05) y abad de Lérez (1797-1801) y de Monforte de Lemos (1824-25), en cuyo cargo murió en 182 546.

Desde 1785 a 1789 fue lector Fr. Fernando Alvarez Campa y pa­sante Fr. Froilán Gómez, natural de Villanueva de los Infantes (Orense), donde había nacido el 25 de abril de 1754. Había toma­do el hábito en Sahagún el 24 de noviembre de 1771 y luego sería lector de Obona (1789-93), regente de Eslonza (1793), que dejó por la abadía de Lérez (1793-97), lector de casos de moral de Montse­rrat de Madrid (1797-1801) y de Santiago (1801-05). Murió en 183 247.

El siguiente cuatrienio (1789-93) fue lector Fr. Froilán Gómez y pasante Fr. Anselmo Valcárcel, natural de Ponferrada (León) y profeso de Nájera, donde tomó el hábito el 23 de diciembre de 1776. Fue lector de teología moral de Nájera (1793-95), graduado en fi­

42 Cf. su biografía en Z a r a g o z a , Profesores de Celorio y en San Martín de Ma­drid, 177.

43 Z a r a g o z a , Corias, 1.052.44 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Celorio.45 ACG III B, ff. 164r, 187v, 199r; E. Z a r a g o z a , Gradas de monjes de Oña, en

Stvdia monastica (en prensa).46 ACG II, ff. 396v, 334r, 384r, 415v; Z a r a g o z a , Galicia, 84, 95.47 ACG III B, ff. 187r, 199r, 221r; Z a r a g o z a , Galicia, 84; Gradas leonesas, 286.

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losofía y teología por la universidad de Irache desde el 8 de ene­ro de 1797, abad de Nájera (1797-1801), definidor general (1801-05), abad de Irache (1795-97, 1818-21), no aceptó la abadía de Nájera en 1805 y fue lector de casos de moral y de Biblia de San Claudio e León (1814-18). Murió en Ponferrada a causa de la exclaustra­ción decretada por las Cortes Constitucionales, el 25 de febrero de 182348.

Desde 1793 a 1797 fue lector Fr. Alonso Medio49 y pasante Fr. Matías Martín50. Desde 1797 a 1801 fue lector Fr. Bernardo Mon­tes, natural de Arnoia (Orense) y profeso de San Juan de Burgos, donde había tom ado el hábito el 20 de octubre de 1782. Luego fue lector de teología moral (1805-14) y abad (1808-14, 1818-24) de San Juan de Burgos, definidor general (1805-08, 1824-28), abad de Lé- rez (1828-32) y maestro general (1832ss.)51. Fue pasante Fr. Agus­tín González Villar, natural de Turón (Asturias) y profeso de Lo- renzana, donde había tomado el hábito el 26 de noviembre de 1785, que luego fue lector de Poyo (1801-05), lector de casos de moral y escritura santa de S. Claudio de León (1805-09), abad de Ribas de Sil (1818-24) y procurador general de La Coruña (1824-28). Murió en 183 1 52.

El capítulo general de 1801 no hizo nombramiento de lector y pasante de Obona porque determinó, a causa de la implantación del nuevo plan de estudios monásticos, que se cerrara el colegio, pues no habría colegiales hasta pasados tres o cuatro años. Desde 1805 a 1808 fue lector Fr. Bartolomé Mayor, natural de Ceceda (As­turias), que había tomado el hábito en Valvanera el 25 de noviem ­bre de 1790 y luego sería abad de Valvanera (1818-24) y de Irache (1828-32), además de lector de teología moral y sagrada escritura de San Juan de Burgos (1814-18), elector de abadías (1824-18) y pro­curador general de la Congregación en Madrid para los asuntos relacionados con la Santa Sede (1832-35)53. Fue pasante Fr. Agus­tín Diez, natural de Rueda (Valladolid), que había tomado el há­bito en Oña el 26 de septiembre de 1793 y profesado el 29 de sep­tiembre de 1794. El colegio interrumpió sus actividades docentes por causa de la guerra de la Independencia54.

48 Cf. Z a r a g o z a , Irache.49 ACG III B, ff. 159v, 181v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Celorio.50 ACG III B, f. 159v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.51 Cf. Z a r a g o z a , Galicia, 85.52 Id., Ibid., 110.53 Z a r a g o z a , Irache.54 Id., Gradas de monjes de Oña, o.c.

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No tenemos las actas del capítulo general de 1814 y por tanto tampoco sabemos quiénes fueron lector y pasante desde 1814 a 1818. El capítulo general de 1818 nombró lector a Fr. Benito Brio- nes, natural de San Millán de la Cogolla, que había tomado el há­bito en Corias el 16 de junio de 1799 y fue secretario general de la Congregación (1828-32), abad de Celorio (1824-28), y abad y lec­tor de casos de moral de Corias (1832-35)55. Pasante lo fue Fr. Ber­nardo Gil, natural de Vieite (Pontevedra), que había tomado el hábito en Sopetrán el 18 de octubre de 1802. Fue luego lector de Espinareda (1824-28), abad de Sopetrán (1832-35) y después de la exclaustración de 1835 cura de Barajas56.

Después de la exclaustración del trienio constitucional no hu­bo colegio en Obona pero lo hubo más tarde. No tenemos las ac­tas del capítulo general de 1828, pero sí las del de 1832, que seña­lan para lector de Obona a Fr. Veremundo Domínguez, natural de Pereira (Orense), que había tomado el hábito en Silos el 4 de febrero de 1817 y fue maestro en teología. Después de 1835 traba­jó en los obispados de Oviedo y Orense57. Y pasante a Fr. Pedro Ignacio Vergara, natural de Oviedo y profeso de Comellana, don­de había tomado el hábito el 24 de septiembre de 1818. En 1850 era vicario de las benedictinas del monasterio de Sta. María de la Vega de la ciudad de Oviedo58.

— I I —

PROFESORES DEL COLEGIO DE SAN SALVADOR DE CELORIO(1645-1835)

La primera vez que el capítulo general nombra lector de artes y pasante de Celorio es en 1645. Los nombrados fueron Fr. Mauro Añel, para lector59 y Fr. Primitivo Laso, para pasante. Este últi­mo era hermano de Fr. Francisco Laso, profeso del monasterio de Nájera y como él natural de Valladolid. Fue luego lector de vís­peras de teología de San Juan de Poyo (1653-57) y regente de estu­dios del colegio de San Pedro de Eslonza (1657-65)60.

55 I d ., Celorio, 656.56 Cf. su biografía en el trabajo citado en la nota 24.57 Z a r a g o z a VI, 281, 291; Archivo del monasterio de Silos, Ms. 51.58 Z a r a g o z a , Gradas de Asturias, 194.59 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo. Queda el Ms. de sus lecciones copia­

das en 1672 por un discípulo suyo en la Biblioteca Tomás de Lorenzana, de Gerona, Ms. 9/7.

60 ACG II, ff. 223r, 278r, 301v.

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Desde 1649 a 1657 desconocemos quiénes fueron lectores y pa­santes. El capítulo general de 1657 nombró, para el cuatrienio in­mediato, lector de artes a Fr. Jerónimo Díaz, natural de Burgos, que profesó en Cardeña el 7 de diciembre de 1644, que luego fue regente de estudios de Poyo (1665-69), y pasante a Fr. Pedro Gar­cía, que luego sería lector (1661-65) y lector de tercia de teología de Dueñas (1665-69) e Irache (1669-73)61.

Desde 1661 a 1665 fue lector Fr. Pedro García y pasante Fr. Be­nito Loyola, que luego fue lector de Oviedo, donde presentó unas décimas en las exequias del rey Felipe IV, que aparecen publica­das en la Relación de las exequias de dicho rey, que hizo la Uni­versidad ovetense (Madrid, 1666), págs. 229-230. Luego fue lector de vísperas (1669-73) y regente (1677-81) de Poyo y abad de Sevilla (1681-82)62.

Des 1665 a 1669 no sabemos quiénes fueron los lectores y pasan­tes, porque las actas de los capítulos generales no los registran. Pero en los cuatrienios 1669-1677 fue lector Fr. Benito de Sotomayor63 y pasante Fr. Bernardo Ortega, que luego sería lector (1677-81), y lector de vísperas de Irache (1681-85)64.

Durante el cuatrienio 1677-1681 fue lector Fr. Bernardo Ortega; pasante primero Fr. Benito Novajas y pasante segundo Fr. José Ro­mero, natural de Madrid, que había tomado el hábito en Sahagún en 1665, que luego sería pasante de Irache, maestro de estudiantes de San Vicente de Salamanca (1681-85), lector de vísperas de Ira- che (1685-89), regente segundo (1689-93) y abad (1717) de Eslonza, donde murió en agosto de 1717. Había sido también abad de Saha­gún (1693-97. 1703-05, 1705-09) y definidor general (1697-1701)65.

Desde 1685 a 1689 fue lector Fr. Antonio de Tovar66 y pasante Fr. Pedro de la Granda, natural de Sardeda (Asturias) y profeso de Carrión, de donde fue abad (1701-05), después de ser lector de ca­sos de moral de San Claudio de León (1689-93), lector de vísperas de Poyo (1693-97) y regente de estudios de Lorenzana (1697-1701). Murió en enero de 172 467.

61 Ibid., ff. 278v, 320v, 337v. Cf. E. Z a r a g o z a , de nota 81 pág. 301.62 Ibid., f. 320v; Z a r a g o z a IV, 429, y Poetas benedictinos españoles (S. XV-XIX),

en Nova et Vetera, núm. 31 (1991), 98-99.63 Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.64 ACG II, ff. 353r, 388v.65 Ibid., ff. 368r, 388r,402v, 421v; Z a r a g o z a , Eslonza, 181, y Galicia, 124-125.6 6 ACG II, f. 461v; Z a r a g o z a , Oña, 641-642. Murió el 14 de agosto de 1686, AHN,

Clero, Libro 8.981.67 ACG II, f. 421v; Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo y Abadologio del monaste­

rio de San Zoilo de Carrión, en Archivos leoneses (en prensa).

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292 ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL

Durante el cuatrienio siguiente (1689-93) fue lector Fr. Esteban de la Torre68 y pasante Fr. Gregorio Herrán, natural de la locali­dad alavesa de Ribera y profeso de San Pedro de Arlanza, que lue­go fue maestro de estudiantes de Salamanca (1693-97), lector de tercia de teología de Lorenzana (1697-1701), regente de estudios (1701-05) y lector de vísperas de teología (1705-09) del colegio de San Vicente de Salamanca, además de catedrático de vísperas de teología de la universidad salmantina desde 1703 hasta 1709, en que murió, por el mes de febrero69. Se graduó de maestro en filo ­sofía y teología en Irache el 25 de marzo de 1705 e incorporó el tí­tulo de maestro a la universidad de Salamanca el 30 de julio del mismo año70. Tenía un hermano llamado Manuel, profeso en el monasterio de Cardeña, que fue lector de teología de O viedo71.

Desde 1693 a 1697 fue lector Fr. Plácido de Cangas, luego lec­tor de teología moral de San Claudio de León (1697-1701), lector de vísperas de teología de Poyo (1701-05) y regente de estudios de Eslonza (1705-09)72. Pasante Fr. Bernardo Varona, natural de Va- lladolid, que había tomado el hábito en Nájera en la fiesta de San Lucas de 1681 y luego sería lector de Celorio (1697-1701) y lector de vísperas de teología de San Vicente de Salamanca (1701-05), donde murió el 25 de abril de 170 573.

De 1697 a 1701 fue lector Fr. Bernardo Varona74 y pasante Fr. Juan Sánchez75. Desde 1701 a 1705 fue lector Fr. Juan Sánchez y pasante Fr. Benito Armada, hijo de Benito Armada y de Constan­za Aparicio, natural de Arnoia (Orense) y profeso de Valladolid, donde había tomado el hábito el 19 de diciembre de 1687. Fue lec­tor de vísperas del colegio de Salamanca (1709-13), regente de es­tudios del de Poyo (1713-16), abad de Valladolid (1716-17, 1721-25), lector de casos de moral de Valladolid (1717-21), definidor gene­ral (1717-21, 1725-29), abad de Tenorio (1729-33) y maestro general (1733-38). Murió el 5 de abril de 17 3 876.

Desde 1705 a 1709 fue regente de estudios —es en 1705 cuando el capítulo general nombra regente por primera vez— Fr. Rosendo

6 8 ACG II, f. 422; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.69 Z a r a g o z a , Oviedo, 365.70 ACG II, ff. 443v, 461v, 467r; y DHGE.71 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.72 ACG II, ff. 461v, 476v, 504r.73 ACG II, ff. 444r, 461v, 476r; Z a r a g o z a , Nájera, 152.74 ACG II, f. 461v.75 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.76 ACG II, ff. 476v, 560v; Z a r a g o z a , Galicia, 129, y Valladolid, 164-165.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 293

Caso, profeso de Celanova y ex pasante de Ribas de Sil (1693-97), que luego sería lector de teología moral de San Juan de Burgos (1709-13) y de Montserrat de Madrid (1713-19), abad de San Pedro de Montes (1719-21), regente de Eslonza, procurador general de la Congregación en Madrid (1721-23), hasta que Felipe V le presentó para abad bendito de San Victorián de Asán, en Aragón, y lo fue desde 1723 a 1746, en que murió el 25 de febrero77. Pasante prime­ro fue Fr. José Cornejo, natural de Ponferrada (León) y profeso de Santiago, donde había tomado el hábito el 23 de m ayo de 1692. Había sido pasante de Ribas de Sil y luego sería regente de estu­dios de Celorio (1709-13), maestro de estudiantes y lector de vís­peras de Irache (1713-17), regente de estudios y lector de Eslonza (1717-18), abad de Irache (1718-25), maestro general y abad de San­tiago (1733-37), donde murió el 21 de abril de 174278. Pasante se­gundo fue Fr. Juan de Villamarín79.

Durante el cuatrienio 1709-1713 fue regente Fr. José Cornejo; pa­sante primero Fr. Atilano García, que luego sería regente (1713-17), y lector de tercia de teología de San Vicente de Salamanca (1717-21) y regente de estudios de Eslonza (1721-25)80. Pasante segundo fue Fr. Pedro de Angulo, natural de Burgos y profeso del monasterio de San Juan Bta. de la misma ciudad, que luego fue lector de Obo- na (1713-17), maestro de estudiantes y lector de Irache (1718-21?), abad de San Juen de Burgos (1721-25, 1729-33) y definidor general (1725-29). Murió en 176081.

Desde 1713 a 1717 fue regente Fr. Atilano García; pasante pri­mero Fr. José Velázquez, natural de Avilés (Asturias), que había tomado el hábito en Sahagún en 1698 y después fue regente de Sa­lamanca (1717-21), abad de Sahagún (1721-25, 1729-33, 1737-41), v i­sitador general de la Congregación (1725-29) y lector de teología mo­ral de los monasterios de Valladolid (1725-29) y San Martín de Ma­drid (1733-37)82. Pasante segundo lo fue Fr. Sebastián Pardo, que luego sería lector (1717-21)83.

77 ACG II, ff. 444v, 504v, 524r, 560r, 614v; E. Z a r a g o z a , Abadologio del monas­terio de S. Pedro de Montes (S. VII-XIX), en Archivos leoneses, núm. 74 (1983), 332.

78 ACG II, ff. 504v, 524r, 560r, 594r, 614r; III, f. 27r; Z a r a g o z a , Galicia, 123.79 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.80 ACG II, ff. 524r, 560v, 593v, 618r.81 ACG II, ff. 524r, 560v; M. Hisp., f. 311r; E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Libros de gra­

das de benedictinos profesos en monasterios burgaleses (1436-1833), en Stvdia monastica, vol. 31 (1989), 290.

82 ACG II, f. 560v; Z a r a g o z a , Sahagún, 125, 126, 127.83 ACG II, ff. 560v, 594v; III, f. 27r; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.

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Al siguiente cuatrienio (1717-1721) fue lector Fr. Sebastián Par­do; pasante primero Fr. Pedro Blanco84 y pasante segundo Fr. Je­rónimo Martínez Pacheco, que después sería regente (1721-25) y abad de Obona85.

Durante el cuatrienio 1721-1725 fue regente Fr. Jerónimo Mar­tínez Pacheco; pasante primero Fr. Andrés Chavarri, que luego se­ría regente (1725-29). Este monje era natural de la localidad nava­rra de Los Arcos y profeso del monasterio de Valladolid, donde ha­bía tomado el hábito el 28 de junio de 1709. Había sido actuante de Salamanca (1717-21) y después sería lector de vísperas de teolo­gía de Irache (1729-33), regente extraordinario de Poyo (1733-41), abad de Valladolid (1741-45) y maestro general de gracia (1757-60). Murió el 19 de noviembre de 1760. El cronista de su monasterio di­ce que era «de bastante literatura y de alegre y religioso humor»86. Pasante segundo fue Fr. Bernardo Vela, natural de Mayorga de Campos (Valladolid) y profeso de Sahagún, donde había tomado el hábito el 16 de diciembre de 1709. Fue lector de vísperas (1725-29) y de tercia (1729-33) de teología del colegio de San Vicente de Sala­manca. Graduóse de maestro en filosofía y teología en Irache el 25 de agosto de 1729 y de bachiller y licenciado en la universidad de Salamanca en el mismo año. Fue abad de Salamanca (1733-37) y catedrático de vísperas y prima de teología de aquella universidad (1737-48). No aceptó la abadía de Sahagún en 1741, pero murió en aquel monasterio el 31 de octubre de 1748. Era poeta, polígloto y buen predicador. Publicó varios sermones, cuyo estilo es gerundia­no, y el de sus exequias en Salamanca lo predicó el P. Basilio de Mendoza el 25 de febrero de 1749 y lo imprimió en el mismo año87.

Desde 1725 a 1729 fue regente de estudios Fr. Andrés Chavarri; pasante primero Fr. Luis Blanco, nacido en Oviedo, que había to­mado el hábito en el monasterio de Valladolid el 13 de febrero de 1713. Luego sería lector de vísperas (1729-33) y de tercia de teolo­gía (1733-37) de San Vicente de Salamanca, además de abad de Va­lladolid (1737-41), definidor (1741-45) y maestro general (1745-47), en cuyo cargo murió en Valladolid el 26 de mayo de 174 788. Pa­sante segundo Fr. José Fernández, natural de la localidad rioja- na de A lfaro y profeso de Nájera, donde había tomado el hábito

84 ACG II, f. 594v; III, ff. 50v, 67r; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.85 ACG II, ff. 594v, 618v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo y Obona.8 6 Z a r a g o z a , Valladolid, 166.87 ACG III, ff. 27r, 50v; Oración fúnebre (Salamanca, 1749); URBEL, 358; Z a r a ­

g o z a , Salamanca, 152-153.8 8 ACG III, ff. 50v, 67v; Z a r a g o z a , Valladolid, 166.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 295

el 11 de diciembre de 1712. Fue después lector de artes de Irache (1729-33), lector de vísperas de teología del colegio de Salamanca (1737-38), abad de Nájera (1738-41), definidor general (1741-45), lec­tor de teología moral de San Martín de Madrid (1741-45) y de San Millán (1745-49). Murió siendo maestro general el 30 de marzo de 175289.

Durante el cuatrienio 1729-1733 fue lector Fr. Miguel Cárcamo, natural de Madrid, que había tomado el hábito en San Millán de la Cogolla el 5 de septiembre de 1714, profesado el 6 de septiembre de 1715, y sido actuante de Salamanca (1725-29). Luego fue secreta­rio general de la Congregación de Valladolid (1733-37), lector de vís­peras de teología (1737-41) y regente de estudios (1741-45) de Ira- che, visitador (1745-49) y maestro general. Murió el 23 de enero de1761, dejando algunos manuscritos e impresos, estos últimos lo fue­ron publicados con el seudónimo de su sobrino don Manuel M.a de Ayala. Fue historiador y poeta90. Pasante primero fue Fr. Isidoro Carmona, natural del obispado de Barcelona y profeso del monas­terio gerundense de San Felíu de Guíxols, que más tarde fue lector de Espinareda (1733-37), maestro de estudiantes del colegio de Sa­lamanca (1737-41), regente del de Eslonza (1741-45), maestro gene­ral y antes abad de su monasterio de profesión (1745-49, 1757-61). Murió en 176791. Pasante segundo fue Fr. Luis Cusana, que des­pués sería pasante de Lérez (1733-37)92.

El siguiente cuatrienio (1733-37) fue lector Fr. Bernardo de Carasa93; pasante único Fr. José Tost, natural del arzobispado de Tarragona y profeso de San Felíu de Guíxols, que había sido pa­sante de Eslonza (1730-33) y luego sería lector de Celorio (1737-41), lector de teología moral de Valladolid (1741-45), lector de víspe­ras de teología de Poyo (1745-49) y abad de San Felíu de Guíxols (1749-53) y de Celorio (1757-61), además de general de la Congre­gación de Valladolid (1761-65). Se había graduado de maestro en filosofía y teología en la universidad de Irache el 15 de enero de1762. Murió en San Martín de Madrid en 17 6 794.

Desde 1737 a 1741 fue lector Fr. José Tost y pasante Fr. Isidoro Rubio, natural de la localidad navarra de Cintruénigo y profeso

89 Z a r a g o z a , Nájera, 159; Id., Abadologio de Nájera, o.c. (en prensa).90 Z a r a g o z a V, 474 (obras) y ME, 312.91 ACG III, ff. 51r, 67r, 98v; Cf. E. Z a r a g o z a , Historia de los abades del monas­

terio de San Felíu de Guíxols (S. X -XIX) (S. FelL de G., 1982), 91-94.92 ACG III, ff. 51r, 67r.93 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.94 Cf. biografía completa en Z a r a g o z a V, 173-181.

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del monasterio de San Pedro de Arlanza, que acababa de ser ac­tuante de Salamanca (1733-37) y después sería abad de S. Esteban de Ribas de Sil (1741-45), definidor general (1745-49), abad de Ce- lorio (1749-53), lector de casos de moral de Carrión (1745-49) y de San Martín de Madrid (1753-58). Fernando IV le hizo abad perpe­tuo de San Juan de la Peña desde 1761 hasta su muerte en 1778 —y no en 1780 como se dijo, en alguna ocasión—. La Real Acade­mia de la Historia le hizo su numerario el 22 de mayo de 1761. Al m orir dejó algunos manuscritos que tenían que servir para la di­plom ática benedictina española. Publicó también algunas obras con el seudónimo Don Manuel Trincado95.

Desde 1741 a 1745 fue lector Fr. Leandro Con, natural de San Pedro de Con (Asturias), que había tomado el hábito en Oña el 15 de marzo de 1728 y profesado el 25 de abril de 1729. Más tarde fue abad de Oña (1749-53), definidor general y lector de Irache (1753-57), donde se graduó de maestro en filosofía y teología el 21 de febrero de 1754, abad de Lérez (1757-61) y finalmente regente de estudios de Irache (1761-62), en cuyo cargo murió96. Pasante primero fue Fr. Osorio Paz, profeso de Lorenzana, donde había tomado el hábito el 29 de junio de 1730. Luego fue maestro de es­tudiantes de Irache (1745-49), lector de tercia de teología de Poyo (1749-53), lector de teología moral de San Claudio de León (1753-57), lector de teología de Poyo (1757-61), abad de Lorenzana (1761-65) y maestro general 1765ss.) hasta su muerte en 177497. Pasante se­gundo fue Fr. Andrés Pacheco, natural de Madrid e hijo de un grande de España, que había tomado el hábito en Sahagún en 1731. Después sería pasante primero (1745-49) y lector (1749-53) de Ce- lorio y lector de teología moral de Sahagún (1753-57). Murió en 177498.

El cuatrienio 1745-1749 fue lector Fr. Francisco Roca, natural de Cervera (Lérida) y profeso de Montserrat de Cataluña, donde ha­bía tomado el hábito el 16 de febrero de 1727, que antes había sido pasante segundo de Espinareda (1737-41) y maestro de estudiantes de Irache (1741-45), y luego sería procurador general de la Congre­gación en Roma (1749-55), abad de Montserrat de Madrid (1755-61), definidor general (1761-65) y abad de Ribas de Sil (1768-69). Murió

95 Z a r a g o z a V, 17, 141, 174, 184, 195, 505, 547, y Celorio, 651.96 ACG I I I , ff. 155r, 162r; I b a r r a , 484.97 ACG 111, ií. 121v, 144v, 162v, 181r, 211v; Z a r a g o z a , Galicia, 90.98 ACG III, ff. 99r, 122r, 145r; E. Z a r a g o z a P a s c u a l , Un siglo y medio de to­

mas de hábito en el monasterio de Sahagún, en Archivos leoneses, núms. 59-60 (1976), 74.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 297

en Montserrat de Madrid el 18 de diciembre de 1769 y era maestro general desde 1765". Pasante primero Fr. Andrés Pacheco. Pasan­te segundo Fr. Miguel Ruete, que después sería pasante primero (1749-53)100.

Desde 1749 a 1753 fue lector Fr. Andrés Pacheco; pasante pri­mero Fr. Miguel Ruete y pasante segundo Fr. Fernando Prada101, profeso de Cornellana, donde había tomado el hábito el 26 de no­viembre de 1734. Era natural de Naveces (Asturias) y hermano de Fr. Santiago, monje de Corias, y de Fr. Benito, que fue abad de Valladolid. Fue cuatro veces abad de Cornellana (1753-57, 1761-65, 1777-78, 1789), definidor general (1765-69), lector de teología moral y Sagrada Escritura de los monasterios de San Claudio de León (1765-69) y San Martín de Madrid (1773-77), procurador general de la Congregación en Madrid (1778-81), además de regente de estu­dios de Eslonza (1757-61). Era graduado en filosofía y teología por la universidad de Irache desde el 4 de septiembre de 1751. Murió en 1789102.

El cuatrienio 1753-1757 fue lector Fr. Ruperto de Castro 103, na­tural de San Andrés do Vale (Lugo) y profeso de Santiago, donde había tom ado el hábito el 31 de agosto de 1737. Había sido pasan­te de Eslonza, actuante en el capítulo general, pasante de Ribas de Sil (1749-53) y luego sería regente de estudios de Irache, lector de casos de moral de los monasterios de S. Claudio de León, Santiago (1761-69) y San Juan de Burgos, además de abad de Obona (1777-81) y maestro general. Vivía aún en 1798. Fue maestro del general Fr. Juan Ron y del señor Pedro Varela, ministro de Marina y de Ha­cienda del rey104. Pasante primero fue Fr. Benito Camba, nacido en M onforte de Lemos (Lugo) el 22 de marzo de 1725 y profeso de Silos, donde había tomado el hábito el 15 de abril de 1742. Luego fue lector de Celorio (1757-61), lector de teología moral y escritura de San Millán (1761-65), abad de Eslonza (1765-69), lector de víspe­ras de teología de Ribas de Sil y visitador (1769-73), regente de es­tudios de Poyo (1773-77), abad y lector de teología moral y Biblia de San Martín de Madrid (1777-81), definidor (1781-85), abad de Si­los (1785-89) y general de la Congregación de Valladolid (1789-93). Murió en Madrid el 8 de enero de 1804105. Pasante segundo fue Fr.

99 Z a r a g o z a , Montserrat de Madrid, 144.100 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo, y Z a r a g o z a V, 196-207 (Biografía

extensa).101 ACG III, f. 145r.102 ACG III, ff. 145r, 181r; Z a r a g o z a , Cornellana, 897-899.103 ACG III, ff. 145r, 162v.104 ACG III, ff. 145r, 162v; Z a r a g o z a , Obona.105 Z a r a g o z a V, (Biografía completa).

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298 ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL

Bernardo Foyo, nacido en Lastres (Asturias) y profeso de Santia­go, donde había tomado el hábito el 2 de octubre de 1740. Había sido colegial de Salamanca y pasante de Eslonza y más tarde se­ría lector de Espinareda (1757-61), lector de teología moral de los monasterios de Corias (1761-65) y Santiago (1765-69), regente de estudios de Eslonza (1769-73), abad de Irache (1773-77), donde se graduó en filosofía y teología el 24 de julio de 1773. Renunció a ser maestro general. Murió en 1833, dejando manuscritas algunas obras, la principal de ellas un Catecismo benedictino, del cual se conservan copias en Montserrat de Cataluña (Ms. 23, 30, 31, 36) y en la biblioteca de la universidad de Santiago (Ms. 71 y 79). Un cronista contemporáneo nos dice que era: «sumamente aplicado a las ciencias, especialmente en las matemáticas, en las que ha ade­lantado mucho por su ingenio sutil»106.

Durante el cuatrienio 1757-1761 fue lector Fr. Benito Camba; pa­sante primero Fr. Benito Iriarte y pasante segundo Fr. Iñigo Men- dieta; los tres llegaron luego a generales de la Congregación de Va- lladolid. Benito Iriarte era natural de Corella (Navarra) y había tomado el hábito en Sahagún el 12 de junio de 1743. Luego fue lec­tor de Celorio (1761-65), archivero de Sahagún, definidor general (1767-69), regente de estudios de Eslonza (1769-73), abad de Saha­gún (1773-77,1781-85), definidor (1777-81) y general de la Congrega­ción (1785-89). Murió en Sahagún el 25 de enero de 1796107. Iñigo Mendieta era natural de Renedo de Valtuéjar (León) y había to­mado el hábito en Oña el 24 de diciembre de 1746. Después fue lec­tor de casos de moral de Valladolid (1765-69), procurador general de la Congregación en Madrid (1765-77), abad de Oña (1777-81), de­finidor (1785-89), abad de San Martín de Madrid (1789-93), procura­dor general de la Congregación en Madrid para los asuntos de Ro­ma (1793-97) y general de la Congregación desde 1797 a finales de 1801, que murió en Santa María de Mave108.

Desde 1761 a 1765 fue lector Fr. Benito Iriarte y pasante Fr. Jerónimo Cano109. Desde 1765 a 1769 fue lector Fr. José López Fierro, natural de Riomón (Orense?), que había tomado el hábito en el monasterio de Carrión el 25 de junio de 1751 y luego fue lec­tor de teología moral y Escritura Santa en Carrión (1773-77) y Oña

106 ACG III, ff. 162, 181v; III B, f. 67v; Archivo Histórico de las HH. Oblatas del Smo. Redentor (Ciempozuelos), Varones insignes de la Congregación de Va­lladolid (1750-1800), s.f.; Z a r a g o z a , Irache, núm. 100.

107 Z a r a g o z a V, 243-249 (Biografía completa); y Sahagún, 129.108 Z a r a g o z a V, 267-272 (Biografía completa).

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 299

(1777-81), regente de estudios de Irache (1781-85). Murió el 8 de mar­zo de 1796. Jovellanos afirma en sus Diarios, que en Celorio el P. Fierro leyó a Locke, Condillach y los más célebres filósofos de su tiempo y por encargo de la Congregación escribió un curso de ar­tes para los colegios de la misma, que fue presentado al capítulo general de 1777110. Pasante primero fue Fr. Pablo de Castro, na­tural de Pontevedra y profeso de Corias, donde había tomado el hábito el 25 de noviembre de 1753. Luego fue lector de vísperas de teología de San Vicente de Salamanca (1769-73), abad de Celo- rio (1773-77), lector de teología moral de S. Martín de Santiago (1777-81), abad de S. Pedro de Villanueva (1781-83), procurador ge­neral de la Congregación de Madrid (1783-89), abad (1789-93) y lec­tor de teología moral (1793-97) de S. Juan Bta. de Corias111. Pa­sante segundo fue Fr. Mateo Parcero, que después sería lector (1769-73)112.

Durante el cuatrienio 1769-1773 fue lector Fr. Mateo Parcero; pasante primero Fr. Vicente de la Hera, que luego sería lector (1773-77)113. Y pasante segundo Fr. Plácido Rico Frontaura, que sería más tarde pasante primero (1773-77). Era hermano de Fr. Gre­gorio Rico, monje de Valladolid y graduado por Irache. Había na­cido en San Román de Hornija (Valladolid) y tomado el hábito en Oña el 15 de enero de 1758. Profesó el 20 de abril de 1760 y fue re­gente de Eslonza (1777-81), abad de Celorio (1781-85), lector de teo­logía moral y Sagrada Escritura de San Juan de Burgos (1785-89) y de San Martín de Madrid (1789-93) y abad de Oña (1793-97). Du­rante muchos años estuvo con diversos oficios en San Martín de Madrid. Murió en 1810. Compuso entre otras obras una Explica­ción de las cuatro partes de la doctrina cristiana o Instrucciones dogmático-morales, en que vierte toda la doctrina del Catecismo Romano, en cuatro volúmenes (Madrid, 1796, y 2.a ed. en 1804) y Reglas de vida cristiana (Madrid, 1802)114.

El cuatrienio 1773-1777 fue lector Fr. Vicente de la Hera; pasan­te primero Fr. Plácido Rico Frontaura y pasante segundo Fr. Gre­gorio Bazán115. El cuatrienio siguiente (1777-81) fue lector Fr. Ra­

109 A,C.G. III, f. 181v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.110 ACG III, ff. 90v, 107r, 126r; Z a r a g o z a V, 483; G. G. DE J o v e l l a n o s , Diarios,

Ed. de BAE, pág. 291; U r b e l , 343.111 Z a r a g o z a , Corias, 1.051; Abadologio del monasterio de S. Pedro de Villa-

nueva (Siglos XII-XIX), en B.I.D.E.A. núm. 116 (1985), 903-926; Celorio, 652.112 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.113 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo, y DHGE.114 Z a r a g o z a VI, 444, y Celorio, 653; U r b e l , 352.115 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.

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300 ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL

miro Rochel, natural de la localidad asturiana de Luarca, que ha­bía tomado el hábito en Celanova el 31 de octubre de 1761 y sido pasante de Obona (1773-77). Después sería regente de estudios de San Vicente de Salamanca (1781-89), lector de casos de moral y sa­grada escritura de Celanova (1789-93), procurador general de la Con­gregación en Valladolid (1793-97), abad de San Martín de Madrid (1797-1801) y maestro general. Murió en 1821116. Pasante primero fue Fr. Leandro Pérez, natural de Santibáñez de la Peña (Palen- cia), que había tomado el hábito en Carrión el 9 de julio de 1765 y luego fue tres veces abad de Carrión (1785-89, 1793-97, 1801-05) y definidor general (1805-14)117. Pasante segundo fue Fr. Manuel Nú- ñez, natural de Vigo (Pontevedra) y profeso de San Pedro de Car- deña, donde había tomado el hábito el 5 de junio de 1767. Luego fue abad de Cardeña (1793-97, 1801-05), regente de Poyo (1797), b i­bliotecario provincial de Burgos (1808-14) y escritor y periodista fervoroso partidario de Fernando VIL Murió en 1814118.

Desde 1781 a 1785 fue lector Fr. José Ruiz, natural de Vallado- lid y profeso de Sopetrán, donde había tomado el hábito el 24 de junio de 1766. Había sido pasante de Obona (1777-81) y luego se­ría lector de vísperas de teología de Irache (1785-89), regente de estudios del colegio de Salamanca (1793-97) y abad de Sopetrán (1789-93, 1797-98), en cuyo cargo murió en 1798119. Pasante prime­ro Fr. Francisco X avier Gijón, natural de la localidad vallisole­tana de Esguevillas de Esgueva, que había tomado el hábito en Silos el 31 de ju lio de 1769, profesado el 9 de septiembre de 1770, y sido pasante de Eslonza y de Espinareda. Murió en Celorio el 4 de agosto de 1781120. Pasante segundo fue Fr. Jerónimo Gonzá­lez Piloña, que luego sería lector (1785-89) y abad (1793-97) de Ce- lorio121.

El cuatrienio siguiente (1785-89) fue lector Fr. Jerónimo Gonzá­lez Piloña; pasante primero Fr. Bernardo Ruiz de Conejares, na­tural de Cadaqués (Gerona), que había tomado el hábito en Mont­serrat de Cataluña el 21 de noviembre de 1771 y sido pasante de Obona (1777-81) y actuante de Salamanca (1781-85). Luego sería lec­tor de teología moral y sagrada escritura de Montserrat de Cata­

116 ACG III B, ff. 125v, 145r; Z a r a g o z a , San Martín de Madrid, 177.117 ACG III B, ff. 149r, 186v, 224v.118 Z a r a g o z a VI, 69, 442.119 E. Z a r a g o z a , Los abades de Sopetrán (1372-1835), en Wad-Al-Ayara, núm.

8 (1981), 443. No fue abad hasta 1801 sino hasta 1798 en que murió.120 Archivo de Silos, Ms. 51, s.f.121 Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo; Gradas de Asturias, 185.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 301

luña (1789-93), regente de Irache (1793-97), abad de Montserrat de Cataluña (1797-1801) y de San Martín de Madrid (1805-14) y maes­tro general (1814ss.) y vicario de S. Plácido (1818-27, 1826-34). Murió en San Martín de Madrid el 17 de abril de 1834. Dejó manuscrito un curso de filosofía122. Pasante segundo fue Fr. José Samaniego, que había nacido en Toro (Zamora) en 1756 y tomado el hábito en Sa- hagún en 1773. Más tarde fue lector de Ribas de Sil (1789-93), lector de teología moral de Samos (1793-97), abad de Celorio (1797-1801), predicador (1801-04) y abad (1804-05) de Sahagún, definidor (1805-14), visitador (1814-18) y general de la Congregación (1818-22), en cuyo cargo murió en Toro —a causa de la exclaustración del trienio cons­titucional— el 3 de agosto de 1822123.

Desde 1789 a 1793 fue lector Fr. Mauro Castro, natural de San Pedro de Cerdeiro (Pontevedra), y profeso de Oña, donde había to­mado el hábito el 3 de abril de 1774 y profesado el 16 de abril de 1775. Antes había sido pasante de Espinareda (1785-89) y luego se­ría catedrático de Cano de Irache (1793-97), abad de Oña (1797-1801), definidor general y lector de casos de moral de Carrión (1801-05), y procurador general de la Congregación en Madrid (1805-14). Mu­rió en 1831124. Pasante primero fue Fr. Miguel Osorio, natural de Piñeira (Asturias) y profeso de Samos, donde había tomado el há­bito el 9 de octubre de 1776. Luego sería lector de artes de Espina- reda (1793-97), predicador y abad de Oviedo (1801-05) y procurador general de La Coruña (1805-14)125. Pasante segundo Fr. Alonso Me­dio, que después fue lector de Obona (1793-97)126.

Desde 1793 a 1797 fue lector Fr. Benito Palencia, natural de San Mancio de Rioseco (Valladolid), que había tomado el hábito en San­tiago el 15 de octubre de 1778, y sido colegial de Celorio, Salaman­ca y Eslonza, y luego sería lector de teología moral y sagrada ecri- tura de Santiago (1797-1805), abad de Lérez (1805) y de Espinareda (1805-14), además de archivero y bibliotecario de su monasterio de profesión127. Pasante primero fue Fr. Plácido Emelgo, nacido en Velilla (Valladolid) y profeso de Carrión, donde había tomado el hábito el 18 de noviembre de 1779, que luego sería lector de Celorio

Í22 Z a r a g o z a , San Martín de Madrid, 178, y Monjes profesos de Montserrat (1493-1833), en Studia monastica, vol. 33 (1991), 371.

123 Z a r a g o z a VI, 119-145 (Biografía completa).124 ACG III B, ff. 147r, 159v, 18av.125 Ibid., f. 181v.126 Ibid., f. 147v; Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Obona.127 Z a r a g o z a , Espinareda, 188; Libro de gradas de los monjes de S. Martín Pi-

nario de Santiago de Compostela (1502-1833), en Estudios Mindonienses, núm.7 (1991), 540.

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302 ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL

(1797-1801), lector de teología moral y Biblia de Oña (1801-05), abad de Carrión (1805-14, 1818-24), definidor general (1814-18, 1824-28) y abad de Oviedo (1828-31), donde murió en 1831128. Pasante segun­do fue Fr. Fernando Seguín, natural de Las Pegas (Orense), que había tomado el hábito en Valladolid el 4 de junio de 1783 y sido ordenado de presbítero en 1785. Luego sería lector de Lérez (1797- 1801), lector de teología moral de Samos (1805-14), abad de Mon- forte de Lemos (1814-18) y de Valladolid (1824-28) y definidor gene­ral (1828-32)129.

El siguiente cuatrienio (1797-1801) fue lector Fr. Plácido Emel- go; pasante primero Fr. Veremundo de la Escosura, natural de Oviedo y profeso de Cornellana, donde había tomado el hábito el 5 de octubre de 1786 y antes había sido pasante de Eslonza y de Celorio y luego sería abad de Cornellana (1805-11) hasta su muerte en 1811. Tenía un hermano, mayor que él, que profesó en San Claudio de León en 17 8 3130. Pasante segundo fue Fr. Andrés Castro Barbeitto131.

En el capítulo general de 1801 se suspedió el colegio de Celorio a causa de la implantación del nuevo plan de estudios monásti­cos. Pero el capítulo general de 1805 nombró lector a Fr. Joaquín Conde, nacido en Toro (Zamora) el 30 de enero de 1776, que había tomado el hábito en Sahagún el 8 de octubre de 1790 y luego se secularizó132. Pasante primero a Fr. Bernardo Morchón133, y pa­sante segundo a Fr. Mauro Alvarez Osorio, natural de Marrube (Lugo) y profeso de Samos, donde había tomado el hábito el 11 de diciembre de 1794134.

Desde 1814 a 1818 no sabemos quiénes fueron el lector y los pa­santes, porque no tenemos las actas del capítulo general de 1814. Desde 1818 a la exclaustración del trienio constitucional (1820-23) fue lector Fr. A lvito Trelles, natural de la localidad asturiana de San Antolín de Bedón, que había tomado el hábito en Samos el 27 de junio de 1798, y luego fue lector de teología moral y sagrada es­critura de los monasterios de Carrión (1824-28) y Samos (1832-35),

128 Z a r a g o z a , Oviedo, 373.129 Z a r a g o z a , Valladolid, 170, y Galicia, 95.130 Z a r a g o z a , Cornellana, 901.131 Cf. Z a r a g o z a , Profesores de Oviedo.132 Z a r a g o z a , Gradas leonesas, 290.133 Z a r a g o z a , Espinareda, 188; Eslonza, 187; Profesores de Oviedo.134 E. Z a r a g o z a , Libros de gradas de benedictinos profesos en los monasterios

de Lorenzana y Samos, en Estudios mindonienses, núm. 6 (1990), 880.

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PROFESORES DE LOS COLEGIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS 303

donde murió en 1835135. Pasante único fue Fr. Manuel Pintado, na­tural de Oviedo, que había tomado el hábito en San Juan de Bur­gos el 21 de octubre de 1804, y después fue lector de vísperas de Poyo (1824-28) y de casos de moral y sagrada escritura de Burgos (1828-32) y de Oña (1832-35)136.

Desde 1824 a 1828 fue lector Fr. Rosendo Holguín, nacido en Castuera (Cáceres) el 16 de abril de 1788, que había tomado el há­bito en Sahagún el 14 de agosto de 1806 y sido pasante de Lérez (1818-20), y luego sería abad (1828-32) y lector de teología moral y sagrada escritura (1832-35) de Sahagún. Más tarde fue gober­nador del abadiato sahaguntino desde 1852 hasta su muerte en 1857137. Pasante fue Fr. Vicente Fernández, natural de Llamas (León), que había tomado el hábito en San Claudio de León el 13 de noviembre de 1805, estudiado en Oviedo (1816-19) y luego sería abad de su monasterio de profesión (1828-32) y definidor general (1832-35)138.

Como no tenemos las actas del capítulo general de 1828 no sa­bemos quiénes fueron lector y pasantes. El capítulo general de 1832 nombró para el próxim o cuatrienio: lector a Fr. Bernardo Martínez, natural de Celorio y profeso de San Pedro de Montes, donde había tom ado el hábito el 7 de mayo de 1817, que dejó su cargo de lector en 1834 para acceder a la abadía de Poyo, de la cual fue abad desde 1834 a 18 3 5139. Pasante fue Fr. Beda Rodríguez, natural de Santa María de Pórtela (La Coruña), que había tom a­do el hábito en el monasterio de Valladolid el 21 de noviembre de 1818140. A causa del decreto de exclaustración dado por el go­bierno Mendizábal este monasterio de Celorio dejó de ser colegio y estar habitado por monjes el 24 de octubre de 1835.

135 Id., Ibid.136 Z a r a g o z a , Libros de gradas de benedictinos... burgaleses, o.e., 293.137 Cf. E. Z a r a g o z a , en DHGE.138 Z a r a g o z a , Gradas leonesas, 288; León, 372.139 Z a r a g o z a , Gradas leonesas. 304; Galicia, 103.140 E. Z a r a g o z a , Libro de gradas de monjes profesos del monasterio de San Be­

nito de Valladolid, en Archivos leoneses (en prensa).

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836)

F r a n c is c o F e o P a r r o n d o

Durante el Antiguo Régimen el agro asturiano estuvo profun­damente dominado por unas relaciones socioeconómicas de carác­ter feudal. Las «reservas señoriales» jugaron en las coronas de León y Castilla, de las que Asturias formaba parte, un papel muy importante, especialmente los dominios monásticos1. El extremo suroeste asturiano es un buen ejemplo del importante papel eco­nóm ico del clero: el monasterio de Corias era a mediados del si­glo XVIII, según el Catastro de Ensenada, el m ayor hacendado en Allande, Cangas de Tineo, coto de Corias, Castropol, parte de Val- dés, etc.; el de Obona en su propio coto y otro departamento de Valdés, y el priorato de San Miguel en el coto de San Miguel de Bárcena (Tineo). La lista se puede hacer extensiva al resto pro­vincial.

Los monasterios más antiguos como Cornellana, Corias y Obo­na eran los más ricos2 y los franciscanos, mercedarios y dom ini­cos los peor dotados en la percepción de rentas agrarias, por ser posteriores y estar instalados en núcleos urbanos. Así, los fran­ciscanos se instalaron en el siglo XIII en Oviedo y Avilés, en el X IV en Tineo y en el XVI en Villaviciosa, cuando se desamortiza­ron sus bienes en el siglo X IX no representaban sino el 0,3% de los totales del clero regular masculino asturiano3.

1 L ó p e z G a r c í a , J. M.: «Una aportación al estudio de las reservas señoriales en Castilla: la explotación del monte de la abadía cisterciense de Santa Espina», Revista de Historia Económica, 3, 1984, págs. 215 y ss.

2 F e r n á n d e z C o n d e , J. F .: La Iglesia en Asturias en la Alta Edad Media, Ovie­do, I.D.E.A., 1972.

3 M o r o , J. M .: La desamortización en Asturias en el siglo X IX , Oviedo, Silve- rio Cañada, 1981, pág. 53.

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306 FRANCISCO FEO PARRONDO

Estas diferencias se hacen muy perceptibles si se comparan las economías de los dos monasterios supervivientes en Tineo a co­mienzos del siglo X IX : Obona y los franciscanos. El primero era un monasterio rico, ya que poseía el 4,6% de los bienes desamor­tizados al clero regular astur, mientras los franciscanos tineten- ses sólo tenían el 0,1%, sus bienes se tasaron en 43.800 reales fren­te a los 1.885.563 reales de Nuestra Señora de Obona. Sin embar­go curiosamente éste pagaba a aquél una hemina de trigo anual4.

Este estudio tiene como objetivo conocer la evolución econó­mica del convento franciscano tinetense, completando así el aná­lisis de la economía eclesiástica en el concejo de Tineo durante el Antiguo Régimen, que tenía tres grandes beneficiarios: los pro­pios franciscanos y, sobre todo, los anteriormente estudiados: mo­nasterio de Obona y Catedral de Oviedo5. Además de cerrar este apartado sobre la propiedad rústica del clero en el concejo de Ti­neo, hay otro m otivo que sirvió de aliciente para realizar este es­tudio: todas las referencias de finales del XVIII son muy críticas para el convento franciscano de Tineo. En sus Diarios, Jovella­nos escribe que el sábado 24 de marzo de 1797 visita Tineo y va «al convento, ruin, pobre; mantiene sin embargo, treinta frailes que arruinan al pueblo»6.

Un año después, concretamente con fecha 22 de abril de 1798, el abad de Obona, N. Millán Gutiérrez, contesta a Tomás López para su Diccionario geográfico que Tineo «tiene su iglesia parro­quial olvidada casi, porque los vecinos acuden al convento de Re­ligiosos Franciscos... de nada sirve a la provincia que apartar a los fieles de oir a su parroquia y consumir el sudor de muchos in­felices»7.

A pesar de esta mala fama, los franciscanos de Tineo, supri­midos por una real orden de 8 de abril de 1821, ante la petición del pueblo, consiguieron subsistir otros tres quinquenios, tras otra real orden de 16 de mayo de 18218.

4 F eo P a r r o n d o , F .: «Rentas agrarias del monasterio de Nuestra Señora de Obo­na (Tineo) a fines del Antiguo Régimen», B.I.D.E.A., 116, 1985, págs. 807-820.

5 F eo P a r r o n d o , F .: «Detracciones de la economía campesina asturiana: las ren­tas de la Catedral de Oviedo en el concejo de Tineo (siglos XVI-XIX)», B.I.D.E.A., 127, 1988, págs. 555-566. Para Obona ver referencia en la nota anterior.

6 J o v e l l a n o s , G. M.: Diarios, Madrid, Alianza, 1967, pág. 144.7 F eo P a r r o n d o , F .: «Tineo a finales del siglo XVIII según el Diccionario Geo­

gráfico de Tomás López», Heraldo de Tineo, 16, 1984, pág. 13.8 Gaceta de Madrid, núm. 160, 7 de junio de 1821.

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 307

Estas referencias justifican un análisis detallado de la docu­mentación existente en el Archivo Histórico Nacional de Madrid para ver el origen de las rentas de los franciscanos de Tineo. En el legajo 5.244 de la sección clero del mencionado archivo se in­cluye el inventario de bienes de la Orden tercera de San Francis­co de Tineo conform e a la regla 2.a de la disposición tercera de la circular de la Dirección General de Arbitrios de Am ortización de 12 de agosto de 1835. De este inventario hemos excluido los mue­bles, ropa, crucifijos, etc., necesarios para el culto y los escasos lienzos o alhajas de plata existentes por no generar renta. El res­to es sustancialmente inferior a lo constatado para Obona en idén­ticas fechas.

A) Predios rústicos y urbanos

Bajo esta denominación se les expropian el 22 de abril de 1836 las siguientes propiedades:

— Un prado pegante al mismo convento por el Este y Norte, cercado y con algunos árboles silvestres.

— Una huerta de hortaliza al lado del mediodía, también cer­cada.

— Otro trocito de terreno en la parte superior de la huerta, in­termedio entre ésta y el convento.

— Un edificio chico independiente del convento y sito al me­diodía de él, compuesto por una pieza o piso alto, que se hallaba destinado a cátedra de gramática latina, y dos piezas a cuadras para ganados.

— Otro edificio, también separado del convento y al lado de oriente, compuesto de tres piezas terrenas también destinadas a cuadras de carneros y caballerías.

Indudablemente, estos predios rústicos o urbanos no producían rentas y se destinaban los primeros a abastecer parcialmente a los monjes o su ganado y los segundos a alojamientos de éste. So­lamente la cátedra de gramática latina podía producir algunos in­gresos, y posiblemente no muchos.

Esta pobreza parece que era generalizada para los conventos franciscanos de otras zonas de España, como la valenciana, ya que «se mantenían de ordinario fieles al carisma fundacional, redu­ciéndose sus propiedades al pequeño huerto contiguo a la vivien­da, dedicado a hortalizas y árboles frutales para consumo de la comunidad. La inexistencia de otros predios rústicos y urbanos les obligaba a depender solamente de los donativos y limosnas de

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308 FRANCISCO FEO PARRONDO

los fieles»9. Llopis Agelan señala casi lo mismo para Extremadu­ra: «buena parte de los conventos extremeños, concretamente los pertenecientes a la Orden franciscana —rama masculina—, vivían gracias a las limosnas en especie que recogían y a los servicios re­ligiosos que prestaban. Es decir, carecían de propiedades territo­riales de relieve... La mayor parte de los conventos de la Orden franciscana sólo disfrutaban de una huerta situada en las proxi­midades del claustro»10. Tal vez por eso se les achacaba a los men­dicantes el ser de baja extracción y se les menospreciaba, seña­lando que no hay monasterio de mendicantes que en los tres me­ses de verano no enviase a pedir por lo menos a la mitad de los frailes.

B) Censos

Son los que justifican las anteriores críticas de Jovellanos o del abad de Obona. En su mayoría tienen su origen en préstamos del convento a los campesinos. De la mayoría desconocemos el ca­pital inicial, pero indirectamente se puede saber que oscilaban fre­cuentemente entre los 500 y 1.000 reales. También de manera in­directa, por algunos de ellos, hemos conocido el interés anual de estos censos: rondaba el 3%, elevado para una economía rural bá­sicamente de autoabastecimiento, como también eran por estas mismas causas las cifras entregadas en censo, lo que debía hacer difícil su reintegro a unos campesinos con pocos excedentes que comercializar. Además todos los censos se cobraban en metáli­co11. No deja de sorprender que en estas circunstancias los fran­ciscanos no se hubiesen hecho dueños de más fincas por impago de estos censos.

Como señala Angel García Sanz, «en la sociedad agraria tradi­cional del Antiguo Régimen el crédito a los agricultores se canali­zaba por medio de dos formas fundamentales de contrato de prés­tamos: el censo consignativo y la obligación. El censo consignati- vo podía ser de diferentes clases, dependiendo de las circunstancias

9 B a r b a s t r o G i l , L.: El clero valenciano en el Trienio Liberal (1820-1823). Es­plendor y ocaso del estamento eclesiástico, Alicante, Instituto de Estudios Gil-Albert, 1985, pág. 104.

10 L l o p is A g e l a n , E.: Las economías monásticas al final del Antiguo Régimen en Extremadura, Madrid, Universidad Complutense, 1980, pág. 28.

11 La única excepción a este origen prestamista eran los 44 reales que Pedro Vi­llar, vecino de Tineo, pagaba por canon foral por el dominio útil de una casa en que vivía en Cimadevilla que pertenecía a los franciscanos desde 1829.

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 309

fijadas para su amortización: los había irredimibles o muertos, de por vida, y al quitar que era una modalidad muy frecuente en la segunda mitad del siglo XVIII y que dejaba al arbitrio del deudor el plazo para efectuar el reintegro del principal. La obligación en cambio tenía fijado el vencimiento»12.

Todo parece indicar que las transformaciones de las prácticas tradicionales de crédito se inician en el último tercio del siglo XVIII y así lo constata desde 1770, para el País Vasco, Emiliano Fernández de Pinedo13. El censo consignativo va cediendo terre­no a la obligación, lo que se interpreta como resultado de la cre­ciente preeminencia del capital frente a la tierra, ya que el cam­bio constatado mejoraba las posiciones de los dueños de capital frente a los propietarios de tierra. Si nos atenemos al inventario, parece que los franciscanos cobraban censos, aunque no muestran un excesivo interés en acaparar tierras, pues les hubiera sido re­lativamente fácil conseguirlo por este sistema, y ya vim os ante­riormente que apenas tenían tierras que garantizasen su propio sustento. Indudablemente estaban mucho más introducidos en la economía monetaria que Obona, ya que este monasterio percibía sus ingresos básicamente en especies cerealistas o de ganado.

Los censos percibidos por los franciscanos oscilaban entre el mínimo de seis reales pagados por Francisco Fernández Copo, ve­cino de Tineo, y los 90 de Antonio Menéndez, de Barredo (por un capital prestado de 3.000 reales) o la misma cantidad que paga­ban José Villa e Isabel Pardo. En total treinta y seis personas pa­gaban censos por valor de 933 reales y 40 maravedíes, cuya distri­bución por localidades aparece reflejada en el Cuadro I. Se indi­ca siempre la residencia, salvo en el caso de dos censitarios: Pedro Alvarez Casona, que pagaba 19 reales y seis maravedíes, y José Villa e Isabel Pardo, que pagaban 90 reales.

12 G a r c í a S a n z , A.: «La crisis de la agricultura tradicional y revolución liberal (1800-1850)», en Historia agraria de la España contemporánea, Barcelona, Crí­tica, 1985, t. 1, pág. 62. El propio Gracia Sanz apunta que los prestamistas a los agricultores en el Antiguo Régimen pertenecían naturalmente a aquellos grupos sociales más beneficiados por el flujo de la renta agraria, entre los que figuraban en primerísimo lugar las instituciones eclesiásticas y algunos miem­bros de la nobleza, esto es, los estamentos privilegiados, lo que no excluye que otras personas no pertenecientes a dichos estamentos y no obstante adi­neradas prestasen también a los campesinos.

13 F e r n á n d e z d e P in e d o , E.: «Del censo a la obligación: modificaciones en el cré­dito rural antes de la primera guerra carlista en el País Vasco», en Historia agraria de la España contemporánea, Barcelona, Crítica, 1985, t. 1, págs. 297-307.

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310 FRANCISCO FEO PARRONDO

El predominio de Tineo villa es claro: más de un tercio de los que pagaban censos y un porcentaje similar de la cantidad perci­bida. El resto de los censitarios residían en el propio concejo, so­bre todo en puestos cercanos a la propia villa.

CUADRO I

D i s t r i b u c i ó n e s p a c i a l d e l o s c e n s i t a r i o s

L o c a l i d a d

Barredo ..........Bustillo ..........El Faedal......El Fondal......El Pedregal ...Fuexo .............La Piniella ....Llaneza ...........Mañores .........Navelgas .......Riocastiello ... Santa EulaliaSantianes ......Tineo ...............Tuña................Valles .............Villatresmil ... Zardaín ..........

R e a l e s

142333327163633334930493921

29932153015

M a r a v e d í e s

5020

50

14

Fuente: A.H.N., sección clero, legajo 5.244.

Tal vez sea la condición de prestamistas una de las causas de la «mala prensa» de los franciscanos de Tineo, pero no la única, ya que sus condiciones no fueron distintas de las del resto del cle­ro asturiano apuntadas por Ubaldo Gómez Alvarez para finales del siglo XVII y comienzos del XVIII: un 65,45% de los censos as­turianos del período 1680-1715 fueron realizados por la Iglesia y el valor de los mismos fue del 76,68% como consecuencia de la ven­ta de títulos de valores censales realizados por nobles o burgue­ses venidos a menos14. Domínguez Ortiz escribe que las quejas eran generalizadas en toda España contra los franciscanos y otras órdenes también más tardías: «los motivos no son difíciles de des­cribir: los cabildos, parroquias y beneficios seculares tenían unos

14 G ó m e z A l v a r e z , U.: E s t u d i o h i s t ó r i c o d e l o s p r é s t a m o s c e n s a l e s d e l P r i n c i ­p a d o d e A s t u r i a s (1680-1715), Luarca, Bibliófilos Asturianos, 1979, pág. 111.

6

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 311

ingresos fijos que no podían ser despojados, y otros eventuales que forzosamente disminuían con las nuevas fundaciones. El pe­ligro era mucho m ayor para los conventos antiguos, que habían de compartir con los nuevos la generosidad de los fieles. No pue­de extrañar que en gran parte fueran eclasiásticos los denuncia­dores del exceso de clero»15. Esta cita puede explicar la queja del abad de Obona sobre los franciscanos tinetenses a Tomás López, y eso que según el propio Domínguez Ortiz, las regiones del norte eran las únicas que podían alegar falta de asistencia espiritual por­que a ellas no querían ir los frailes por ser tierras pobres.

C) Otras rentas

En este concepto se incluyen básicamente las rentas que con carácter «voluntario» pagaban anualmente quince personas y las de los vecinos de Bárzana a cambio de determinadas cantidades de misas.

Parte de estas rentas se percibían en metálico y parte en espe­cies. Un total de 769 reales formaban el metálico, con un contribu­yente básico: Miguel Campomanes Maldonado, vecino de Oviedo, y también contribuyente de Obona, que pagaba a los francisca­nos 523 reales al año. Otros 168 pagaban los herederos de Anto­nio del Riego y los restantes 78 entre siete personas residentes en Bustiello, Tineo y Oviedo.

En especie llegaban al convento tres carneros desde Bustiello, Tineo y Oviedo, una hemina de centeno desde Heiros, trece cele­mines de escanda de Las Regueras, quince heminas de trigo des­de Calleras, Heiros, Berzana y Cortina de San Esteban y doce cán­taras de vino tinto de Pravia y cinco cuepas también de vino de Calleras y Tineo.

Estas rentas en especies no debían ser, sin embargo, suficien­tes para el propio consumo de los monjes, salvo que su número se hubiera reducido drásticamente desde los treinta que apunta­ba Jovellanos en 1797.

D) Los balances anuales

Como en el resto de las instituciones religiosas del Antiguo Ré­gimen, es difícil hacer una aproximación a la contabilidad del con­vento franciscano de Tineo porque llevaba varios libros de balan­

15 D o m ín g u e z O r t i z , A.: Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Ma­drid, Istmo, 1979, pág. 276.

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312 FRANCISCO FEO PARRONDO

ces, en función del origen de los ingresos. Varios de estos docu­mentos se han perdido y no siempre coinciden las fechas, con lo que se hace casi imposible una valoración rigurosa de la totali­dad de ingresos y gastos anuales. Vamos, no obstante, a intentar una aproximación.

El documento manejado más significativo es el libro 9.288 de la sección clero del Archivo Histórico Nacional por el amplio pe­ríodo analizado, ya que permite seguir los ingresos («cargos» en el libro) y gastos («data») desde 1758 a 1835, con la excepción de los años 1810 y 1811; es decir, un período de tres cuartos de siglo. Las cifras obtenidas aparecen reflejadas en el Cuadro II, aunque conviene tener en cuenta que presentan algunos errores mínimos. Es frecuente que los «visitadores» encargados por velar por la co­rrecta contabilidad hagan anotaciones sobre inexactitudes, corre­gidas «a posteriori». En 1760 se dejan de incluir 220 reales de la redención de un censo y el visitador recomienda una m ayor pun­tualidad y severidad en el cobro de los censos no redimidos, porlo que se cambia de secretario recaudador, y en 1761 se cobran ré­ditos atrasados de dos años en varios censos de vecinos de Tabla­do, Truébano, etc. En agosto de 1806 el visitador fray Josef Cues­ta constata «que las cuentas están dadas y tomadas con mucha con­fusión y sin el método, orden y legalidad que prescriben las leyes» (pág. 74 vuelta). Desde entonces aparecen más detalladas, pero en las de 1813 y 1814 hay de nuevo errores según el visitador fray Se­bastián Rodríguez (pág. 113 vuelta). Pese a estos fallos, los datos ofrecen un interés indudable y nos permiten valorar al convento franciscano de Tineo como una entidad económica solvente, al su­perar los ingresos a los gastos en 69 de los 75 años analizados. En otros dos años ingresos y gastos fueron iguales y en los cuatro res­tantes el déficit se debió a préstamos a algún fraile, saldado siem­pre con rapidez.

Año a año se desagregaban los orígenes de los ingresos. Así en 1861 fueron 623 reales del saldo del año anterior (no siempre se incluían, a veces sólo en los ingresos y a veces en ingresos y gas­tos, lo que dificulta una valoración precisa), 1.203 reales de las do­minicas, 672 de réditos de censos, 210 de cera alquilada y 147 rea­les de otros conceptos.

Los gastos se debían a los préstamos en forma de censo (que generarán ingresos en los años siguientes), funciones religiosas, gastos de cera, compra de imágenes y en algunos años a limosnas dadas. Entre 1789 y 1790 se pagaron 700 reales por una imagen nue­va del «patriarca» para las procesiones, por estar «indecente» la

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 313

CUADRO II

Balance anual de los franciscanos de Tineo (1758-1835) (Reales-maravedíes)

Año Ingresos Gastos Saldo

1758 ......................... 1.532—23 ............... 1.349—03 ............... 183—201758 ......................... 1.539—19 ............... 545—05 ............... 994—141760 1.613—07 ............... 540—22 ............... 1.072—191761 1.097—29 ............... 1.016—17 ............... 81—171762 1.301—12 ............... 944—18 ............... 356—281763 1.648—04 ............... 1.467—06 ............... 180—321764 1.155—01 ............... 1.320—00 ............... (—164—33)2765 ......................... 1.353—01 ............... 1.278—27 ............... 74—081766 915—07 ............... 570—00 ............... 345—071767 1.484—07 ............... 723—10 ............... 763—311768 2.002—02 ............... 1.304—25 ............... 697—111769 2.445—12 ............... 1.312—22 ............... 1.132—241770 2.207—26 ............... 802—30 ............... 1.404—301771 2.849—16 ............... 789—14 ............... 2.060—021772 3.038—22 ............... 1.441—18 ............... 1.597—041773 2.674—18 ............... 708—12 ............... 1.966—061774 2.745—02 ............... 242—16 ............... 2.502—201775 2.893—30 ............... 411—26 ............... 2.482—041776 4.103—31 ............... 3.336—04 ............... 767—271777 2.879—23 ............... 1.873—20 ............... 1.006—031778 2.790—25 ............... 1.989—06 ............... 801—191779 3.318—08 ............... 1.567—22 ............... 1.750—201780 3.190—30 ............... 2.767—08 ............... 423—221781 1.891—14 ............... 1.248—30 ............... 642—181782 2.289—18 ............... 2.289—18 ............... 01783 2.577—12 ............... 1.239—16 ............... 1.337—301784 2.483—02 ............... 1.004—00 ............... 1.479—021785 3.119—00 ............... 2.302—17 ............... 896—171786 2.633—28 ............... 730-10 ............... 1.903—181787 3.471—32 ............... 2.448—11 ............... 1.023—211788 2.706—21 ............... 1.219—27 ............... 1.486—281789 3.331—00 ............... 2.747-32 ............... 983—021790 1.771—09 ............... 1.848—09 ............... (—77—00)1791 2.228—11 ............... 1.383—25 ............... 844—201792 3.648—03 ............... 2.386—16 ............... 1.261—211793 2.652—31 ............... 2.187—17 ............... 465—141794 1.997—30 ............... 948—17 ............... 1.449—131795 2.872—15 ............... 653—00 ............... 2.219—171796 5.027—25 ............... 1.107—22 ............... 3.920—031797 5.534—19 ............... 1.327—00 ............... 4.207—191798 5.906—17 ............... 5.438—24 ............... 467—271799 2.580—24 ............... 3.012—17 ............... (—431—27)1800 2.618—08 ............... 1.982—27 ............... 635—171801 2.828—26 ............... 1.727-32 ............... 1.100—281802 3.914-02 ............... 2.444-33 ............... 1.469-03

Page 306: BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

314 FRANCISCO FEO PARRONDO

CUADRO II (Continuación)Balance anual de los franciscanos de Tineo (1758-1835) (Reales-maravedíes)

Año Ingresos Gastos Saldo

1803 ...3.475—00 ............... 2.022—17 ................. 1.452—171804 ...3.931—27 ............... 1.994—00 ................. 1.937—271805 ...4.981—00 ............... 1.645—00 ................. 3.336—001806 ...6.743—20 ............... 6.743—00 ................. 01807 ...6.814-02 ............... 3.833—23 ................. 2.980—131808 ...5.515—00 ............... 4.933—02 ................. 581—321809 ...3.314—16 ............... 2.970—30 ................. 418—291810 s.d. .............. s.d. ................. s.d.1811 s.d. .............. s.d. ................. s.d.1812 ..4.615—27 ............... 2.529—23 ................. 2.086—041813 ..5.735—23 ............... 3.630—20 ................. 2.105—031814 ..5.420—02 ............... 3.744—21 ................. 1.673—221815 ...4.065—33 ............... 3.442—00 ................. 623—331816 ...2.755—07 ............... 2.446—00 ................. 309—071817 ...2.168—33 ............... 2.145—23 ................. 23—101818 ...2.404—13 ............... 1.090—04 ................. 1.314—091819 ...3.341—20 ............... 2.177—03 ................. 1.164—171820 ...3.244—29 ............... 1.807—17 ................. 1.437—121821 ...3.552—29 ............... 3.158—33 ................. 392—041822 ...1.916—33 ............... 1.646—30 ................. 270—041823 ...2.738—29 ............... 2.870—20 ................. (—131—25)1824 ...1.992—11 ............... 1.545—13 ................. 446—321825 ...2.704—29 ............... 1.462—26 ................. 1.242—031826 ...3.338—08 ............... 2.251—06 ................. 1.087—021827 ...2.155—06 ............... 1.284—28 ................. 871—221828 ...3.472—30 ............... 2.657—32 ................. 814—321829 ...2.863—14 ............... 1.953—06 ................. 910—081830 ...2.687—26 ............... 2.334—26 ................. 353—001831 ...2.330—18 ............... 1.095—18 ................. 1.235—001832 ...3.071—32 ............... 974—22 ................. 2.097—101833 ...2.778—20 ............... 928—06 ................. 1.850—141834 ...3.207—03 ............... 1.413—06 ................. 1.793—311835 ...3.011—13 ............... 1.981—23 ................. 1.029—24

F ente: A.H.N., sección clero, libro 9.288 y elaboración propia.

vieja. Como limosna para alimento a algunos hermanos pobres y enfermos se incluyen, por ejemplo, 94 reales en 1829, 100 en 1830, 160 en 1834 y 130 en 1835, cumpliendo así la misión de asistencia social que las órdenes religiosas tenían encomendadas.

En el apartado de gastos se incluyen asimismo, el coste de fun­ciones religiosas por fiestas o funerales. En el primer caso se in­cluye, por ejemplo, el sueldo, comida y bebida del gaitero contra­

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 315

tado para la anual función de Llagas. También jugaban un papel importante los costes por los funerales de los frailes fallecidos. No hay una referencia precisa al número de monjes, pero su cifra debió de ser elevada durante todo el período. Dos índices tene­mos para hacer esta afirmación: el de los que profesan anualmen­te y el de los fallecidos. Sirvan como ejemplo que en 1817 profe­saron 24 nuevos frailes, en 1818 otros 21 y en 1819 otros 16, cifras más que notables. A su vez, el número de los fallecidos raramen­te era inferior a cinco anuales, cifra superada claramente por los trece de 1758, diciséis de 1834, veintidós de 1835, etc., y que nos hace pensar que la ofrecida por Jovellanos pudiera ser incluso in­ferior a la real. En cualquier caso, no deja de sorprender lo eleva­do de las cifras de nuevos frailes y fallecidos, que indican un cam­bio constante de los monjes residentes en el convento franciscano de Tineo.

Como señala Llopis Agelan, el problema era general en toda España: «en la segunda mitad del siglo XVIII, las casas francisca­nas padecían ciertos problemas económicos debido al excesivo nú­mero de religiosos que las poblaban. A nivel de toda España, en 1768 la Orden franciscana conta con 22.405 frailes. En ese mismo año el Capítulo General de la Orden, celebrado en Valencia, trató el tema de la superpoblación de las comunidades. Para intentar resolver el problem a se nombró una comisión a fin de que deter­minase la población óptima que debía tener cada provincia fran­ciscana de acuerdo con los recursos económicos que contase. La comisión llegó a la conclusión de que la población franciscana óp­tima era de 16.823 religiosos. Es decir, debía reducirse aproxim a­damente en un 25% el nivel demográfico de las comunidades»16. Sin embargo, la población conventual no parece descender hasta 1808, fecha que marca el inicio del cierre de algunos conventos y del proceso de secularización junto a la crisis aguda de las econo­mías mendicantes. El número de regulares pasó en España de 46.568 en 1808 a 30.906 en 1835.

16 L l o p is A g e l a n , E.: Op. cit., pág. 650.17 Fue mandado hacer por el padre fray Francisco Díaz para reemplazar al ante­

rior, perdido en 1808 con la invasión francesa. Por un extremo el libro inclu­ye los gastos del convento y por el otro las misas de 1812 a 1836.

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316 FRANCISCO FEO PARRONDO

E) Los gastos: consumo y precios

El libro 9.287 de la sección vlero del A.H.N. nos permite cono­cer con detalle los gastos de los franciscanos de Tineo entre el 4 de diciembre de 1812 y el 1 de abril de 183617. Aunque los perío­dos contabilizados no corresponden con los balances anuales per­miten un análisis pormenorizado de los productos consumidos por los frailes franciscanos, su cantidad y los precios a los que se ad­quieren. También muestra alguna de las deficiencias de la conta­bilidad conventual, con unos gastos muy superiores a los apunta­dos en los balances anuales. Como simples ejemplos sirvan los si­guientes: entre el 4 de diciembre de 1812 y el 18 de febrero de 1814 los gastos constatados ascendían a 36.009 reales, 9 maravedíes, y entre el 5 de mayo de 1814 y el 29 de julio del mismo año los mon­jes gastaron 19.692 reales y 17 maravedíes. No dejan de ser sor­prendentes las enormes diferencias entre ambas contabilidades si tenemos en cuenta que los balances anuales eran revisados con mucha frecuencia, como hemos apuntado anteriormente, y que los estadillos de gastos ofrecen un gran detalle de los productos com ­prados (cantidad, precio y coste total).

Una parte fundamental de los productos adquiridos por los franciscanos de Tineo eran alimentos para los propios frailes: va­cas, carneros, vino, sal, aceite, trigo, pan cocido, pescado, huevos, manteca, fruta, queso, arroz, garbanzos, habas, chocolate, azúcar, vinagre, azafrán y otras especies. La elevada cantidad de alguno de estos productos nos induce a pensar en un número muy eleva­do de frailes y en una dieta mucho más rica, y sobre todo más va­riada, que la de los campesinos del entorno: entre el cuatro de di­ciembre de 1812 y el diez de junio de 1816 se adquierieron para el abasto del convento ocho vacas, dos terneros, seis cerdos y 238 carneros18.

La compra de pescado (fresco, salado, bacalao, arenques...) era sin duda importante y equilibraba la dieta de los monjes, que tam­bién compraban otros productos poco demandados en su entorno, como aceite (los agricultores utilizaban sobre todo grasas anima­les), arroz, azúcar, chocolate o tabaco en cantidades importantes19.

18 También se adquirieron una pareja de bueyes y tres caballerías para labores agrícolas y otros fines. De los 146.907 reales gastados en este período (tres años y medio) un total de 39.956 reales se destinaron a la alimentación, lo que equi­vale a un 27,19% del total de los gastos, excluyendo el vino.

19 En el mencionado período se adquirió aceite por valor de más de 5.700 reales, pescado valorado en más de 3.800 reales y una cantidad semejante en choco­late, más de 570 reales de tabaco, etc.

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 317

Una parte fundamental de los gastos (33,68%) se realizó en la compra de vino (tinto, blanco y tinto del país): 49.485 reales. Es­tas cifras suponen un consumo muy elevado, puesto que superan de manera importante a los de todo el resto de productos alimen­ticios. La utilización del vino en la celebración de misas y la ne­cesidad de importarlo desde Castilla por la escasa producción asturiana20 justifican unos precios elevados, pero aún así parece que su inclusión en la dieta de los monjes era muy significativa.

Otra parte importante de los gastos del convento tinetense se destinaba a productos para los oficios religiosos (1.957 reales gas­tados en cera y bulas), vestido de los propios monjes (estopa, sa­yal, picote, sandalias, hilo, cerdas, e incluso calzoncillos para le­gos), artículos de aseo (jabón, pago al barbero), mobiliario del con­vento (sillas, mesas, servilletas, manteles, cobertores, sábanas, almohadas, colchones, fundas, candiles, ollas, sartenes...), con un total de 20.044 reales (13,64% de los gastos totales entre diciem ­bre de 1812 y junio de 1816). Otros 2.638 reales gastó el convento en 269 carros de leña para su consumo.

A lgo más de otra décima parte (15.012 reales) del desembolso en el mencionado período se destinó a obras de reparación del con­vento, con unas inversiones de 10.126 reales en la adquisición de veinte carros de piedra, madera y tabla, cal común y blanca, lo ­sa, mil tejas, cuarenta bisagras, cerraduras, cinco mil quinientos clavos y más de ciento sesenta cristales... Los 4.886 reales restan­tes se gastaron en pagar jornales de carpinteros, albañiles, serra­dores, peones...21

El resto de los gastos se distribuyen entre partidas muy diver­sas com o correo, portes, etc. Aún con los inconvenientes anterior­mente apuntados, creemos que las cifras reseñadas son una bue­na fuente para el conocimiento de la economía del monasterio franciscano y especialmente del nivel de consumo de una m ino­ría «privilegiada» (pese a la tradicional pobreza de esta Orden) de los habitantes de Tineo a comienzos del siglo X IX .

Asim ism o esta fuente tiene interés para conocer los precios de una amplia gama de productos en una economía esencialmente de autosubsistencia com o la que rodeaba al monasterio en el perío­do estudiado. El cuadro III es una buena muestra de los precios pagados por los monjes en sus adquisiciones, teniendo en cuenta

20 F e o P a r r o n d o , F .: «El viñedo en Asturias: cultivo marginal en vías de extin­ción», B.I.D .E.A ., 118, 1986, págs. 589-609.

21 Los jornales de estos obreros oscilaban entre los ocho reales de un albañil y los seis de un peón.

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318 FRANCISCO FEO PARRONDO

que se beneficiarían en sus compras de dos aspectos fundamenta­les: ser una institución «privilegiada» y comprar en grandes can­tidades, lo que reduciría los precios a cifras inferiores a las que tendrían que satisfacer los campesinos que adquiriesen alguno de estos productos en cantidades mucho más reducidas22. No obstan­te algunos productos se aproximarían más al precio real de mer­cado por ser los monjes casi los únicos compradores al tratarse de productos caros (aceite, tabaco, chocolate, azúcar) o por auto- abastecerse los campesinos de otros, como carne, habas, leña, ma­dera... Una buena diferencia en los precios se observa en los cos­tes de los vinos, doblando el precio del blanco traído desde Casti­lla al del «tindo del país»23.

CUADRO III

Precios en Tineo (1812-1816)

B( ey trabajo................................... 1.840 rs.V ca .......................................................... 1.582 rs.Caballería .............................................. 533Cerda de c r ía ........................................ 111 rs.Carnero .................................................... 40 rs.Ternero .................................................... 23 rs.Vino tin to .............................................. 50 rs./cántaraVino blanco............................................ 60 rs./cántaraVino del p a ís ........................................ 29 rs./cántaraAceite ...................................................... 170 rs./arrobaChocolate ................................................ 308 rs./arrobaBacalao .................................................... 54 rs./arrobaHuevos ..................................................... 2 rs./docenaArenques ................................................ 2 rs./docenaHabas ...................................................... 84 rs./heminaAzúcar ..................................................... 5 rs./libraTabaco ..................................................... 48 rs./libraJabón ........................................................ 6 rs./libra

ül! E l te m a de los precios ha venido constituyendo uno de los temas clásicos de la historia económica de las últimas décadas. Básicamente se cuenta con dos fuen­tes para su análisis: los «libros de cuentas» de estas instituciones eclesiásticas, como las aquí manejadas, y los «mercuriales» o medias de precios de mercados de ciudades o núcleos importantes de población. Las ventajas e inconvenien­tes de ambas fuentes han sido ampliamente analizados por A n e s A l v a r e z , G.: Las crisis agrarias en la España moderna, Madrid, Taurus, 1970.

23 Las importaciones procedían esencialmente de Medina del Campo, Rueda y Villada, lugares hasta los que bajaban los arrieros asturianos en busca de los excedentes vinícolas de estas comarcas como ha señalado P e ñ a S á n c h e z , M.: Crisis rural y transformaciones recientes en Tierra de Campos. Estudio geo­gráfico del sector noroeste, Valladolid, Dpto. de Geografía, 1975, pág. 89.

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LA ECONOMIA DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TINEO (1758-1836) 319

CUADRO III

Precios en Tineo (1812-1816)

Azafrán .................................................... ...........107 rs./cuarterónSal ............................................................. ........... 60 rs./fanega

Cera ...................................................................... 130 rs./kiloC rista l....................................................... 4 rs./unidadCerradura ............................................... 8 rs./unidadT e ja ............................................................ ...........140 rs./m illarL eñ a ......................................................................12 rs./carro

Fuente: Libro 9.287 de la sección clero del A .H .N. y elaboración propia.

El interés de estos datos, con las lógicas deficiencias m encio­nadas y el hecho de ofrecer medidas distintas para cada producto que dificultan las comparaciones, es tanto m ayor cuanto que ca­recemos de otros semejantes para este período en el suroeste as­turiano porque los «mercuriales» de Tineo y Cangas son varios años posteriores24 y merecen un estudio aparte.

24 K o n d o , A. Y .: La agricultura española del siglo X IX , Madrid, Nerea, 1990, pág. 312.

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CAPITANES Y SOLDADOS ASTURIANOS EN LA BATALLA DE VILLALAR

Luis F e r n á n d e z M a r t í n , S. J.

La derrota de los comuneros en las tierras de Villalar el 21 de abril de 1521 fue el punto final de una revolución que alteró en buena parte la vida en la Corona de Castilla durante algo más de un año y determinó la forma de gobierno de España para mucho tiempo. De ahí su importancia.

Esta revolución se extendió por ambas Castillas. En Castilla la Nueva tuvo su epicentro en Toledo. En Castilla la Vieja ocupó un triángulo que podríamos delimitar por las ciudades de León, Burgos y Valladolid.

Andalucía, Extremadura y Murcia sólo percibieron ramalazos esporádicos y transitorios de esta revolución. Las regiones peri­féricas del norte: Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco, se vieron alejadas de esta contienda. Sin embargo en ese momento estelar de la historia patria, que fue la batalla de Villalar, el Prin­cipado de Asturias estuvo presente con un numeroso y escogido grupo de soldados y capitanes originarios de sus cuatro puntos car­dinales.

La presencia de soldados asturianos en el ejército imperial por los días de Villalar ha sido advertida por algunos modernos historiadores1. Pero lo que no se ha conocido hasta ahora ha sido el repertorio de los nombres de los capitanes y soldados proceden­tes de Asturias que nosotros aquí vamos a dar a conocer.

Para entender la razón de la presencia de fuerzas asturianas en un conflicto claramente castellano, hemos de tomar el agua des­de más arriba.

1 J. P é r e z : La revolución de las Comunidades en Castilla, Madrid, 1977, pági­na 232.

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322 LUIS FERNANDEZ MARTIN, S.J.

Aunque desde julio de 1520 ya había hombres armados forman­do patrullas y embriones de ejércitos, fue a fines de este año cuan­do la tensión entre comuneros e imperiales hizo crisis. En ese m o­mento, o poco después, los soldados asturianos ya cerraban filas en las huestes del gobernador del Reino, el almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez. La crisis llegó por la inestabilidad inter­na que desde hacía tiempo corroía a ambas partes contendientes. Entre los comuneros, a pesar del triunfo de Torrelobatón, algu­nos de sus jefes proseguían la tentativa de alcanzar una solución negociada sin tener que llegar al choque armado. Esta incertidum- bre propició la desbandada de no pocos de sus integrantes. No era más sólida la moral del otro partido. Los nobles, inclinados por la fuerza de las circunstancias del lado imperial, no se movían por afán patriótico alguno, sino por la preocupación de salvar sus am­plios territorios, que podían sufrir mucho si la guerra se exten­día sobre ellos.

En la segunda mitad de marzo de 1521 el equilibrio de fuerzas entre ambos bandos era grande. El ejército del condestable se si­tuaba el norte de las tierras burgalesas para contener al conde de Salvatierra, comunero. El prior de San Juan resistía en Toledo la presión del obispo Acuña en su intento de alcanzar la mitra pri­mada. El ejército del almirante permanecía estacionado en su v i­lla señorial de Medina de Rioseco. Aquí es donde han de venir a parar los capitanes y soldados asturianos.

¿Se sabe cuándo llegaron a Rioseco los hombres de Asturias? Podemos deducirlo con aproximación por el libro de cuentas de lo que gastó el almirante en la defensa de la villa de Medina de Rioseco. A llí hay una partida sumamente expresiva que dice: «A seis de Enero de 1521 se gastaron 450 maravedís de pan lo que se dio a la gente de guerra que vino de Asturias sin que estos lo pa­garan y sin descontarles cosa por ello a causa de la priesa con que venían y del poco pan que había». De lo que se deduce que los as­turianos llegaron a la villa riosecana antes de primeros de año, que llegaron con toda urgencia, que la villa escaseaba de basti­mentos y que quizá lo único que pudieron darles de momento fue pan2.

Esta carencia de alimentos afectaba, como es natural, a toda la vecindad de Medina de Rioseco. La villa estaba prácticamente cercada por las tropas comuneras al mando de don Pedro Girón y luego de Juan de Padilla, tropas que vivaqueaban en las viñas

2 A.G .S. Contaduría Mayor de Cuentas. 1.a Época. Legajo 341. 48.

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CAPITANES Y SOLDADOS ASTURIANOS EN LA BATALLA DE VILLALAR 323

de Villabrágima, a un tiro de piedra de la cerca de Rioseco. Por ello la penuria alimenticia afectó a civiles y a soldados. Los pre­cios de los alimentos se dispararon, por lo que el concejo hizo pre­gonar «que ningún frutero ni regatón pueda vender la libra de que­so añejo a más de a 16 maravedís y la libra de queso nuevo a 10 maravedís y el par de palomas a 9 maravedís y los conejos a me­dio real so pena de dos reales por la primera vez que lo hicieran y de doscientos maravedís por la segunda y de privación del o fi­cio por la tercera»3.

Los ideales predicados por los comuneros prendieron rápida­mente en las capas populares de Castilla. De ahí que soldados del ejército imperial, ilusionados con estos programas, se pasaran abundantemente a las filas comuneras. Hasta tropas de élite —co­mo eran las «guardas reales»— que vivían a la continua al servicio del emperador, desertaban y acrecían las capitanías de los comu­neros. Así nos lo dice claramente una provisión real emanada del Consejo Supremo de Castilla instalado por entonces en la misma villa de Medina de Rioseco. «Caballeros y escuderos que con nos bibides de acostamiento o estáis asentados en nuestras guardas... sepades que nos es fecha relación que algunos de vosotros induci­dos y engañados por algunas personas y otros por algún temor y miedo de los mandamientos que han dado y dan ciertos procura­dores que están en la villa de Tordesillas en nuestro deservicio diz que os habéis ido e is a juntar con la gente que los dichos procura­dores hacen e con Don Pedro Girón que está en favor de los dichos procuradores e porque en esto hacer los susodichos vais e hacéis contra lo que sois obligados e para mandar proceder contra voso­tros fue acordado por los del nuestro Consejo que debíamos man­dar esta nuestra carta para vosotros por lo cual vos mandamos que luego os vais e apartéis del dicho Don Pedro Girón e de la gente que los dichos procuradores tienen fecha e facen e no esteis más con los dichos en su compañía ni a sueldo e os vengáis a residir e estar los que sois de nuestras guardas en nuestras capitanías que están en nuestro servicio e los de acostamiento os vengáis a pre­sentar e presenteis a nuestros gobernadores cualquier de ellos pa­ra que vos manden de asentar e pagar el sueldo que ovieredes de aver dende en adelante lo cual vos mandamos que ansí fagais e com- plais so pena de ser ávidos por traidores y perdimiento de vues­tros bienes y porque venga a noticia de todos e ninguno dellos pue­da prestar ignorancia mandamos que esta nuestra carta sea prego­

3 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fol. 210v. 17-IV-1521.

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324 LUIS FERNANDEZ MARTIN, S.J.

nada o fijada en algunos lugares públicos de estas cibdades, villas e lugares. Dada en Medina de Rioseco a 11 de Noviembre de 1520». Firman el cardenal Adriano y los miembros del Consejo Real. El emperador estaba a la sazón en Colonia4.

La política de Adriano en esta provisión era ofrecer el perdón y asegurar el sueldo si regresaban los desertores o amenazar si persistían en las filas comuneras.

Tampoco se confiaba mucho en la fidelidad de algunas de las tropas propias. Por ello a primeros de enero de 1521, precisamen­te cuando ya habían llegado los refuerzos del Principado de As­turias, el regimiento de Medina de Rioseco dispuso que «ninguno ni alguna persona sea osado de irse de esta villa y que perpetua­mente no pueda entrar en ella y so pena de perdimiento de todos sus bienes muebles e raíces los cuales desde agora aplican a los propios de esta villa y asimismo que los que se han ido se vuel­van y no se vayan según dicho es so la dicha pena apercibiendo que la execución sea puesta en efecto y porque venga a noticia de todos y ninguno pretenda ignorancia mandamos apregonar publi­camente y so la misma pena que ninguno saque armas de esta v i­lla»5. Este pregón se dio a la puerta de Ajújar, en el patio y en la plaza y otras partes por voz de Alonso de Valdestillas.

¿Qué cantidad de soldados tenía el ejército del almirante an­tes de la llegada de los asturianos? «La gente que tiene presta el Almirante son cien lanzas muy buenas y lucidas y quinientos in­fantes con razonable artillería»6.

El 28 de noviembre de 1520 el almirante hablaba de tres mil infantes muy buenos reclutados en Galicia y Asturias además de otros cuatro mil hombres. He aquí sus palabras: «La gente que está en esta villa —Medina de Rioseco— son trescientos hombres de armas muy escogidos, trescientos caballos ligeros y cuatrocien­tos jinetes y tres mil infantes muy buenos de sueldo, de gallegos y asturianos que son muy buena gente. E tenemos otros cuatro mil hombres y más de veinte piezas de artillería con mucha muni­ción»7.

4 AHPV. Protocolos de Alonso Bretón. Leg. 28, s /f . ll-XI-1520.5 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fol. 109. 5-1-1521.6 M. D a n v i l a : Historia Crítica y Documentada de las Comunidades de Casti­

lla. Fuentes Bibliográficas. Memorial Histórico Español X X V -X L , tomo II, pág. 72. Carta del cardenal de Tortosa al emperador. A .G .S. Patronato Real. Comunidades de Castilla, Leg. 2, fol. 464.

7 M. D a n v i l a : Ob. cit., II, pág. 543. Carta del almirante a la ciudad de Sevilla. R.A.H . Misceláneas, tomo VI, núm. 41, fol. 181.

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CAPITANES Y SOLDADOS ASTURIANOS EN LA BATALLA DE VILLALAR 325

Se estaba en espera de la llegada del conde de Haro con 500 hombres de armas y 400 caballos ligeros y 13 piezas de artillería, y tras él el marqués de Denia con 450 piezas, y tras ellos al conde de Luna con 1.500 hombres de Asturias y 100 lanzas8.

¿Qué razón pudo haber para reclutar soldados en Asturias y Ga­licia? Sin duda que al no estar difundidos los ideales comuneros por Asturias y Galicia estos hombres ofrecían a los gobernadores del Reino una m ayor seguridad y lealtad.

¿En qué se ocupaban los soldados asturianos durante el llama­do cerco de Medina de Rioseco? En primer lugar en hacer, guar­dias y velas por la noche en alguna de las puertas de la villa. Sa­bemos que en las noches del 15 al 25 de febrero de 1521 —las no­ches de mayor peligro— los asturianos guardaban la puerta de Posada bajo la responsabilidad de Antonio Bueso. En esas once noches gastaron 411 maravedís en leña para calentarse9. Siguie­ron guardando esa misma puerta hasta el 1.° de marzo y en ellas gastaron 51 maravedís en candelas y en leña. En ese mismo día se pagaron al bachiller de la escuela «94 maravedís de trece azum­bres de vino que dio para los dichos asturianos que velaron la di­cha noche»10.

Pero no era sólo guardar puertas de noche. Los asturianos to­maban parte en las escaramuzas que el ejército imperial hacía de cuando en vez para asestar un golpe a las partidas comuneras que asaltaban pueblos, robaban lo que encontraban a su paso y deja­ban tras de sí un reguero de sangre y lágrimas. Esto ocurrió antes del 18 de abril de 1521, cuando los asturianos atacaron a la parti­da comunera que se había apoderado de la iglesia y el pueblo de Montealegre. En aquella ocasión fueron hechos prisioneros 300 co­muneros. De este día poseemos una anécdota curiosa en la que vie­ne im plicado el capitán asturiano Diego de Campomanes. Tres hombres del ejército imperial adquirieron como botín de guerra dos muías de un capitán de la comunidad, la una baya y la otra negra. Campomanes dijo que él llegó primero, por lo que le co­rrespondían las tales muías. No se admitían réplicas á la autori­dad m ilitar por aquellas calendas y Campomanes echó mano a la espada y dio una cuchillada al soldado renuente en la cabeza. Las muías quedaron para Campomanes11.

8 M. D a n v i l a : Ob. cit., II, pág. 543.9 A .G .S . C.M. de C. 1.a Época. Leg. 341, fol. 48.

10 A .G .S. C.M. de C. 1.a Época. Leg. 341, fol. 49.11 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fol. 213. 18-IV-1521.

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326 LUIS FERNANDEZ MARTIN, S.J.

Otras anécdotas podrían aducirse en las que de una o de otra manera estaban implicados los soldados asturianos. Una espada era un objeto de valor. Un zapatero de Rioseco llevó en un corto viaje a Berrueces una espada prestada por Alonso de Villacís. Cuando regresó, al reclamársela su dueño, el zapatero por toda explicación dijo «que la tienen unos asturianos»12.

No sólo había soldados asturianos en Medina de Rioseco en vís­peras de la batalla de Villalar; también había mercaderes que a la sombra de picas y lanzas hacían sus tratos. Diego Suárez de En- trago, vecino del concejo de Teverga, en nombre del señor Lope de Miranda, vecino del Principado de Asturias, compró de Anto­nio de Sahagún, mercader, cierta mercaduría de paños por valor de 7.500 m aravedís13.

Los asturianos cuya sobria manutención tenía que salir de su exigua soldada tropezaban con la gran carestía de los alimentos más usuales. En 1520 valía una libra de pescado a 8 maravedís; a 6 una de traína; el par de sardinas a tres blancas. El congrio ce­cial proveniente de Galicia o de Irlanda caía fuera de sus posi­bilidades14. Las medidas restrictivas sobre la venta de cereales aumentaron al paso de los meses: los regidores de Medina de Rio- seco mandaron en abril de 1521 que «ninguno de esta villa ni de fuera parte tenga trigo o cebada o harina y que no sea osado de lo vender a ninguno de fuera parte ni sacarlo de esta villa so pena de haber perdido el tal trigo, cebada o harina y 2.000 maravedís de pena para los reparos de la cerca»15.

Conozcamos ya los nombres de los audaces soldados asturia­nos que se alistaron bajo la bandera blanca y carmesí del almi­rante para luchar por la causa del emperador.

Tenemos a la vista las reseñas completas de ocho capitanías, con un total de 844 hombres, reseñas que fueron hechas por el co­ronel señor Palomino y por Juan de Barcial, criado y contador del M. I. Sr. Almirante de Castilla y de Granada, conde de Módica, gobernador del Reino. De ellas, cuatro, la 3.a, 4.a, 6.a y 8.a, esta­ban mandadas por capitanes de claro apellido asturiano16.

12 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fol. 158. 4-II-1521.13 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fol. 167. 7-III-1521.14 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.444, fol. 375. 12-VI-1520.15 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, folio. 195. 4-IV-1521.16 AHPV. Protocolos de Juan Serrano. Leg. 8.443, fols. 711 al 725, correspondientes

a los días 18 al 23, inclusive, de marzo de 1521.

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CAPITANES Y SOLDADOS ASTURIANOS EN LA BATALLA DE VILLALAR 327

Advertim os que en este recuento sólo admitimos com o «astu­rianos» a aquellos soldados cuyos apellidos fueran de clara rai­gambre asturiana o bien un topónimo conocido de Asturias. Por ello pensamos que nos quedamos cortos al hacer la evaluación fi­nal porque algunos o muchos de los soldados que figuran con ape­llidos patronímicos, entonces y ahora muy comunes, como Fernán­dez o González, pudieron también ser de origen asturiano. Pero prescindimos de ellos.

TERCERA CAPITANIA

La capitanía tercera venía mandada por d ie g o d e c a m p o m a - n e s y constaba de 76 hombres, de ellos 28 eran claramente astu­rianos. He aquí sus nombres:

Capitán: Diego de Campomanes.Soldados: Diego de Argüello, Juan de Cangas, Pelayo de So­to, A lvar García de la Pola, Tomás García de la Pola, Juan Asturiano, Gutierre de Salas, Velasco de Llanes, Pedro de Lavio, Juan de Campomanes, Fernando de Valdés, Hernan­do de Colunga, Pedro de Pando, Diego de Sotiello, Alonso de Quinzanas, Alfonso de Felechosa, Pedro García de Aller, Bartolomé de Pelúgano, Diego de Silvota, Pedro de Tol, García de Caldevilla, Julián de Prado, Juan de Caldevilla, Pedro de Caldevilla, Gonzalo Bayón, Andrés de Villa de Mo­ros, Gonzalo de Campomanes.Total: 28.

CUARTA CAPITANIA

Era capitán de esta cuarta capitanía GUTIERRE DE c a m p o m a ­n e s . Se hizo la reseña de sus componentes el 19 de marzo de 1521 ante el mismo escribano Juan Serrano y los mismos testigos que la anterior. Está compuesta por 167 hombres, de la que eran astu­rianos los siguientes:

Capitán: Gutierre de Campomanes.Soldados: Rodrigo de Argüelles, Gonzalo de Trapiella, Die­go Alvarez Miranda, Juan de Porrúa, Gómez de Entrialgo, Gonzalo Carreño, Juan Alvarez de Sobrescobio, Pedro So- lís de Barro, Juan Suárez de Entrialgo, Martín de Entrial­go, Juan de Hevia, Juan de Tolivia, Alonso de Sebares, Juan de Entrialgo, Pedro Gutiérrez de Caravias, Alvaro de Can­

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gas, Pedro Sánchez de Ardisana, Pero González de Aller, García de Campanal, Juan Diez de la Romía, Diego de Cien- fuegos, Hernando de Sariego, Gutierre de Pravia, Julián de Caldas, Juan de Grado, Pero Fernández de Tolivia, Hernan­do de Sama, Pero Martínez de Tolivia, Pedro de Riego, Alon­so de Tapia, Gonzalo de Bodes, Gutierre de Castañedo, Alon­so de Nieda, Gonzalo de Argüello, Pedro de Teverga, Gon­zalo de Grandallana, Gonzalo Bayo de Pajares, Bartolomé de Malvedo, Pedro de Sardeda, Juan de Mieres, Juan de Cal- devilla, Hernando de Obona.Total: 47.

SEXTA CAPITANIA

La capitanía sexta estaba mandada por el capitán JUAN GAR­CIA DE t in e o y contaba con 85 hombres; de ellos, 25 asturianos. Son los siguientes:

Capitán: Juan García de Tineo.Soldados: Suero de Cañedo, Fernando de Miranda, Alvaro Portiella de Siero, Alvaro de Uría, Diego Fidalgo, Diego de Allende, Alonso Pérez de Fontaniella, Pedro de Pendones, Alonso de Truébano, García Fernández de Cimadevilla, Juan de Molledas, Alonso de Cangas, Hernando de Avilés, Juan Martínez de Cangas, Marcos de Santullano, Gómez de Villabona, Alfonso de Lantero, Juan de Entrego, Gonzalo de Nava, Alonso de Nava, Pedro de Avilés, Gonzalo de Agüera, Pedro de Soto, Martín de Luarca.Total: 25.

OCTAVA CAPITANIA

Esta octava capitanía estaba gobernada por el capitán DIEGO DE CANGAS y contaba con 100 hombres, de los que 15 eran astu­rianos. Helos aquí:

Capitán: Diego de Cangas.Soldados: Pedro de Oviedo, Juan de Sobrescobio, Juan de Lena, Pablo de Argüello, Suero de Tineo, Alonso de Can­gas, Juan de Soto, Alonso Asturiano, Gonzalo de Cangas, Juan de Ardisana, Alonso de Cabrales, Pedro de Tarna, Pe­dro de Arbas, Juan de Avilés.Total: 15.

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QUINTA CAPITANIA

Aunque el capitán de esta quinta capitanía, ORTUÑO DE v e l i - l l a , no sea de seguro apellido asturiano, en su compañía m ilita­ban 19 soldados asturianos. Son los siguientes:

Soldados: Hernando Asturiano, García de Pravia, Pelayo de Pravia, Suero de Lugones, Gonzalo Cofiño, Juan de Ara- mayo, Pedro de Pravia, Diego de Argüelles, Alonso de Ose- 11a, Lope de Cangas, Juan de Vigil, Juan de Ponga, Hernan­do de Veyo, Sancho de Grandas, Pedro de Llarandi, Juan de Llarandi, A lfonso de Soto, Gonzalo de Nava.Total: 19.

En otras capitanías mandadas por jefes de apellido no asturia­no figuraban algunos soldados de origen astur. Son los siguientes:

En la 1.a capitanía, mandada por el capitán v e r g a r a , estaban:

Soldados: Fernando de Cifuentes, Diego de Quirós, Toribio de Soto, Agustín de Salas, Fernando de Argüello, Pedro de Soto, Juan de Pajares, Alonso de Oviedo.Total: 8.

En la 2.a capitanía, gobernada por el capitán c l e m e n t e , esta­ban dos asturianos, los soldados Alonso de Manzaneda y Martín de Pontones.

En la 5.a capitanía, cuyo jefe era el capitán JUAN VIZCAINO, sólo hemos encontrado un soldado asturiano: Diego de Soto.

En conclusión: En el ejército del almirante de Castilla, gober­nador del Reino en vísperas de la jornada de Villalar, figuraban por lo menos 145 asturianos, que sin duda alguna participaron días después en la célebre batalla que determinó la forma de gobierno de España para varios siglos. En ese momento estelar de la histo­ria patria el Principado de Asturias estuvo presente con una muy cualificada representación.

A P E N D I C E

Saliéndonos del tema y como mera curiosidad histórica ano­tamos aquí la presencia, al lado de ese centenar y medio de astu­rianos, de un nutrido grupo de soldados vascos y navarros, claro exponente de la unidad patria. Son los siguientes:

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SOLDADOS VASCOS Y NAVARROS

Pedro de Urría, Rodrigo de Goyaz, Miguel de Oñate, Bar­tolomé Múxica, Pedro de Ayala, Rodrigo de Vitoria, Andrés de Mondragón, Pedro Zárate, Iñigo Vizcaíno, Juan de Sal­vatierra, Vázquez Navarro, Juan Higal, Juan de Vergara, Toribio de San Sebastián, Pedro de Arteaga, Cristóbal de Vergara, Juan Basanta, Alonso Basurto, Juancho de Azcu- tia, Santos de Vergara, Pedro de Arratia, Pedro Ortiz de Ar­teaga, Beltrán Navarro, Perancho Vizcaíno, Pedro de Ba- sabe, Diego de Arteaga, Perucho Vizcaíno, Juan López de Begoña. Alférez, Aguirre.Total: 31.

Finalmente formaban bajo la bandera del almirante en el día de Villalar algunos extranjeros. Son los siguientes:

SOLDADOS EXTRANJEROS

Miguel, alemán; Guillermo Acordieste; Simón Picardo; Pe- lijuán, francés; Bernardino de Milán; Luis, francés; Miguel, francés; Rubert Biquet, francés; Carlos Capel, francés; Fer­nando de Braganza, portugués.Total: 11.

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