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1 BOLETIN DE LA FRATERNIDAD CISTERCIENSE DE SANTA MARIA DE HUERTA De nuevo estamos con todos vosotros para reflejar que nuestra Fraternidad sigue viva y activa a pesar de continuar con esta larga pandemia. Es verdad, que como somos mayores ya vamos estando la mayoría vacunados e intentando adquirir esa “inmunidad de rebaño” que nos vaya permitiendo algunas libertades. La reunión trimestral ha sido “mixta”: presencial y telemática a la vez. Un pequeño avance de la que esperamos celebrar el próximo octubre en la que conmemoraremos nuestro “bodas de plata” fraternas. ¡¡¡25 años!!! Daremos gracias al Señor por haber podido tener esta larga existencia de nuestra Fraternidad con nuestro Abad al frente desde el primer momento. Nuestro Cronista, con su habitual buena pluma nos da más detalles. Fraternum sigue en la brecha y será al año que viene, en septiembre cuando cumpla sus veinticinco años de existencia. Reeditaremos el número 1 para que los más jóvenes puedan conocer de primera mano al “retoño”. Tenemos que tener paciencia, como nos aclara el Abad en su artículo para seguir manteniendo nuestra fuerza. La oración, como afina Mari Paz, también está en medio de “ZOOM”. Y desde aquí queremos agradecer a nuestro Monasterio, nuestra casa, el esfuerzo diario que hace para ponernos juntos, cada uno desde nuestro hogar, en oración común con nuestros hermanos monjes, con la conexión para el rezo diario de Vísperas. Vuestro esfuerzo es nuestra diaria alegría y satisfacción de sentirnos TODO UNO. En este número: “Desde Huerta” – La Fraternidad construida sobe la paciencia - por Isidoro “Reflexiones de nuestros fraternos” – Creer sin ver – Hojas secas - por Pilar - Los monasterios y la visión cristiana medieval sobre los monasterios – por Leo Esperanza invencible para tiempos convulsos – Zoom, oración y silencio – por Mari Paz Crónica de la FraternidadUno os agobiéis por el mañana – por Luis.- “Sucedió en…” – Año 2002 por Luis MARZO 2021 3ª Época – Nº 80

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BOLETIN DE LA FRATERNIDAD CISTERCIENSE

DE SANTA MARIA DE HUERTA

De nuevo estamos con todos vosotros para reflejar que nuestra Fraternidad sigue viva y activa a pesar de continuar con esta larga pandemia. Es verdad, que como somos mayores ya vamos estando la mayoría vacunados e intentando adquirir esa “inmunidad de rebaño” que nos vaya permitiendo algunas libertades. La reunión trimestral ha sido “mixta”: presencial y telemática a la vez. Un pequeño avance de la que esperamos celebrar el próximo octubre en la que conmemoraremos nuestro “bodas de plata” fraternas. ¡¡¡25 años!!! Daremos gracias al Señor por haber podido tener esta larga existencia de nuestra Fraternidad con nuestro Abad al frente desde el primer momento. Nuestro Cronista, con su habitual buena pluma nos da más detalles. Fraternum sigue en la brecha y será al año que viene, en septiembre cuando cumpla sus veinticinco años de existencia. Reeditaremos el número 1 para que los más jóvenes puedan conocer de primera mano al “retoño”. Tenemos que tener paciencia, como nos aclara el Abad en su artículo para seguir manteniendo nuestra fuerza. La oración, como afina Mari Paz, también está en medio de “ZOOM”. Y desde aquí queremos agradecer a nuestro Monasterio, nuestra casa, el esfuerzo diario que hace para ponernos juntos, cada uno desde nuestro hogar, en oración común con nuestros hermanos monjes, con la conexión para el rezo diario de Vísperas. Vuestro esfuerzo es nuestra diaria alegría y satisfacción de sentirnos TODO UNO.

En este número: “Desde Huerta” – La Fraternidad construida sobe la paciencia - por Isidoro “Reflexiones de nuestros fraternos” – Creer sin ver – Hojas secas - por Pilar - Los monasterios y la visión cristiana medieval sobre los monasterios – por Leo – Esperanza invencible para tiempos convulsos – Zoom, oración y silencio – por Mari Paz “Crónica de la Fraternidad” – Uno os agobiéis por el mañana – por Luis.- “Sucedió en…” – Año 2002 – por Luis

MARZO

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3ª Época – Nº 80

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LA FRATERNIDAD CONSTRUIDA SOBRE LA

PACIENCIA

por Isidoro, † Abad de Sta. Mª de Huerta

La reciente encíclica “Fratelli Tutti” es una invitación a la fraternidad universal. Una fraternidad a la que solo podemos aspirar si primero tratamos de vivirla con los más próximos, nuestros verdaderos e incómodos maestros, los que nos ponen frente a lo que realmente somos. De ahí la tentación de crear muros cuando nos desagradan. El Papa nos invita a tener un corazón universal, abierto a todos, acogedor

del diferente, comprensivo con el que opina distinto. Es una actitud existencial más que geográfica. Es decir, se trata de la capacidad de ampliar mi círculo, llegando a aquellos que no considero parte de mi mundo por ser marginales, menos dotados, incapacitados o de otra cultura. Quien tiene un corazón universal se pregunta cómo conseguir que todos participen activamente en el grupo sin que se sientan excluidos. La vida comunitaria es una escuela privilegiada para practicar esto. El Papa nos pone como ejemplo el acontecimiento de San Francisco cuando se siente impulsado a reunirse con el sultán Malik-el-Kamil, en Egipto. ¿Por qué dejar la seguridad de mi tierra y de los míos? Ese episodio de la vida de San Francisco se desarrolla en un contexto de cruzadas, no lo podemos olvidar. ¿No es meterse en la boca del lobo? Ir a los considerados enemigos y agresores. Ir sin recursos, en pobreza, a una cultura diferente con una lengua desconocida. ¿Se puede ir más a contracorriente? ¿Se puede ser más imprudente según la prudencia de este mundo? Y todo por proclamar la fraternidad universal o, más exactamente todavía, por intentar construir una fraternidad universal. “No promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios”, les decía el Santo de Asís a los frailes que le acompañaban, evitando toda agresión y enfrentamiento, ejercitando un fraterno sometimiento. A San Francisco le interesaba más anunciar el amor de Dios que imponer la verdad, pues quien permanece en el amor, permanece en Dios. El amor crea fraternidad porque no domina a los demás, sino que es un caminar junto a ellos sin forzarlos a que sigan mis pasos. Esa mansedumbre y sometimiento mutuo que predica San Francisco para ser constructores de fraternidad es un lugar común en la doctrina cristiana. San Juan Crisóstomo nos habla de la fraternidad y de la ausencia de ella. Este padre de la Iglesia no se corta nada a la hora de sacar a la luz las carencias en la fraternidad cristiana, lo que le resultaba más doloroso al quedar disimuladas en la celebración eucarística y litúrgica, donde todos tenemos una apariencia angelical: “Nosotros estamos en lucha los unos con los otros… En el momento en que termina (la eucaristía) éste critica a aquél; el uno injuria públicamente al otro; fulano se encuentra devorado por la envidia, la avaricia o la codicia, zutano se entrega a la violencia, y aquel otro a la sensualidad, al engaño o al fraude… Desconfiamos unos de otros, nos tememos mutuamente, hablamos al oído del vecino, y si vemos que se acerca un tercero o nos callamos o cambiamos de conversación. Esto, ciertamente, no es una señal de confianza, sino más bien de extrema desconfianza”. La Regla de San Benito nos enseña cómo afrontar las dificultades y tensiones de la vida comunitaria cuando nos dice: “En las dificultades y en las contradicciones, e incluso en cualquier clase de injusticia a que uno se vea sometido, sin decir nada, se abrace con la paciencia en su interior, y, manteniéndose firme, no se canse ni se eche atrás… Mostrando cómo el que desea ser fiel debe soportarlo todo por el Señor, incluso las adversidades… Y cumpliendo asimismo el precepto del Señor con la paciencia en las adversidades y en las injusticias, si les golpean en una mejilla, presentan también la otra… soportando a los falsos hermanos y bendiciendo a los que les maldicen” (RB 7, 35-43). La paciencia y la mansedumbre suelen ir muy unidas. La paciencia es el sufrimiento bien llevado, pero sufrimiento, a fin de cuentas. La RAE la define como la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. No es la pusilanimidad, sino acoger con paz aquello que nos desborda, lo que no depende de uno, algo que va unido a la fortaleza. La mansedumbre es un fruto del Espíritu que nos mantiene unidos confiadamente a Dios (cf. Gál 5, 22). Se es paciente con los otros porque se es manso de corazón. La falta de mansedumbre nos impacienta con los demás, nos hace sentir más el sufrimiento que nos provocan. El manso vive en paz consigo mismo, por lo que

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no se siente tan herido por el actuar ajeno, deseando el bien del hermano antes que evitar la incomodidad de sus actos. Moisés era el hombre más humilde de la tierra (Nm 12, 3), nos dice la Escritura, con infinita paciencia para con un pueblo de dura cerviz del que no se alejó ni condenó a pesar de todo. Más todavía, salió en su defensa delante de Dios. Jesús nos invita a acudir a él que es manso y humilde de corazón. El santo Job se nos presenta como el modelo de paciencia con los sufrimientos y las injurias. Santa Teresa nos dice que la paciencia todo lo alcanza. Multitud de personajes que eran mansos fueron elegidos para el plan de salvación de Dios. Una de las cosas que más necesitamos ejercitar en la vida fraterna es la paciencia. Ciertas actitudes de los otros nos ponen a prueba. Algunos comportamientos nos sacan de quicio y deseamos que esa situación enojosa desaparezca. Cuando nos topamos con la actitud desconcertante de un hermano, actitud que considero se aleja de lo que creo debiera hacer, sentimos que es necesario hacérselo ver y corregirlo. Hasta ahí todo va bien, pues nos debemos decir las cosas mutuamente con caridad. El problema viene cuando el hermano se niega a aceptarlo. ¿Qué hacer? Aquí es donde debe aparecer la paciencia. Si nos descolocamos interiormente, si brota en nosotros la ira y el deseo de someter al hermano, no solo no conseguiremos nada y nos agriaremos la sangre, sino que nos debiéramos preguntar qué estamos poniendo en primer lugar, ¿el deseo sincero del bien del hermano, respetando sus tiempos, o la necesidad que tenemos de satisfacer nuestro enojo y que las cosas se hagan ya como yo creo que se deben hacer? Se necesita mucha templanza para sostener al torpe sin romper la caña hendida. Ante las actitudes de los demás que nos molestan el primer deseo que nos viene es que dicha persona deje de hacer lo que está haciendo, lo que justificamos con un amplio elenco de razones. Entonces podríamos preguntarnos qué es más importante para mí: que el otro deje de hacer lo que me molesta o que yo practique la paciencia como un acto de amor, aún a riesgo de que el otro siga haciendo lo que hace. Es decir, que valoremos si en ese momento de prueba es más importante trabajar nuestro propio corazón o impedir que el otro haga lo que está haciendo. Sé que decir esto produce incomodidad, pues en el fondo solo vemos lo que el hermano debiera corregirse y solemos estar ciegos para con nosotros mismos. Os comento una experiencia que tuve en una ocasión donde había cinco hermanos implicados, y que me hizo reflexionar bastante. Un hermano actúa de forma inapropiada con otro al pensar que le había hecho algo con mala intención. El que recibe el exabrupto queda desconcertado y me manifiesta su cansancio con el primer hermano. Lo que no sabe es que justo la tarde anterior, otro hermano había venido a mi despacho para quejarse de él, manifestando, a su vez, el cansancio por sus actitudes. Lo que tampoco éste sabía es que dos días antes otro hermano se me había quejado con tristeza de él porque ciertas brusquedades suyas le desconcertaban un montón. Y, a su vez, el día anterior, otro hermano distinto me había dicho que estaba cansado de este último porque no eran de recibo sus gestos y desplantes. Entonces yo me preguntaba: “¿Por dónde empezamos a cortar cabezas, si es que hay que cortar alguna?” No, no creo que sea ese el camino que Dios quiere. Curiosamente el enfado suele venir siempre acompañado de la necesidad de un culpable. ¿Será por esta falta de paciencia que en el último estudio de Eurostat se dice que en los últimos años en España se han divorciado del 56 al 65 % de matrimonios? Nuestra vida debiera ser un camino de autoconocimiento y transformación interior, aunque lo que nos rodea esté un poco desajustado. Quien vive mirando su corazón a la luz de Cristo para dejarse transformar por él, no mira tanto lo que hacen los demás y, si le brota el enfado, sabe escudriñar en su interior cual es la pasión que se ha desbordado y por qué. Lo primero que debemos hacer es trabajar nuestro corazón y así podremos ayudar a los hermanos con suma paciencia, tratando de construir la casa de Dios que es la comunidad, sobrellevando las debilidades físicas.

Si alguien se deja llevar por la ira y yo respondo con ira, ni lo habré ayudado a él ni a mí. Si respondo con sosiego, neutralizo su cólera y yo crezco en templanza y paciencia, dándole tiempo a que reflexione sobre su actitud. En la fraternidad son más importantes las personas que sus actos. Si no lo vemos así, nuestra reacción no será más que una respuesta impulsiva, un deseo de venganza o el afán porque desaparezca lo que me molesta o me lastima. Lo estamos viviendo también a nivel de sociedad, con una polarización que funciona desde las tripas, amparándonos en que tenemos la razón. “¡Que no haya ataque sin respuesta!”, decía un político escorado. Unos meses después escuché lo mismo a otro político escorado en el lado opuesto. Ese es un camino sin salida, azuzado por el mal espíritu, el espíritu de la mentira y la violencia que nos carga de razones para matar a nuestro hermano, al que ya no vemos como hermano. Buscamos la unidad y se infiltra el veneno de la división. Esto nos recuerda que la unidad hemos de construirla día a día, pues no hay nada estable y seguro.

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El papa Francisco nos invita a vivir la fraternidad, y eso requiere mucho dominio de sí, mucho amor al prójimo y una mirada desde Dios. La fraternidad del amor une lo diverso, vence el mal con el bien, desactiva la violencia con la mansedumbre, sabe disimular las debilidades de los demás escapando de la murmuración, aunque corrija en el momento oportuno y de la forma adecuada. ¿Pero cómo alcanzar esta fraternidad? No es nada fácil, pues no se alcanza cambiando al otro, sino cambiándose uno mismo. Solo con la paciencia y el perdón podremos construir una fraternidad.

por Pilar Vargas

«Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20, 2-8) ¿Tan importante es lo que Juan vio para creer? En realidad solo le bastó ver unos lienzos enrollados en la tumba para creer que su Maestro había resucitado. A Juan el discípulo amado, aquel que días antes había reclinado su cabeza en el pecho del Señor, lo que le mueve a creer es el inmenso amor que sentía por Jesús. Fe y amor es un binomio inseparable, ambas cosas son necesarias para reconocer la presencia del Amado. El que no es capaz de amar no puede fiarse del otro. El extraño produce

desconfianza y solo deja de serlo cuando se le empieza a conocer. Juan conocía bien al Señor y su amor por Él le había llevado hasta los pies de la Cruz, y aunque era enorme su dolor no había dudado de la promesa de Jesús de que a los tres días resucitaría. Tenía fe en Él y le amaba. El amor nos lleva a la fe y a su vez la fe nos ayuda a amar más. Sentada en la Capilla contemplo cada día la puerta del Sagrario que tiene grabada la imagen del Buen Pastor y debajo de ella dos ciervos bebiendo de una fuente, y vienen a mí las palabras del Salmo 42 que grito en mi interior: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Tí Dios mío”. Miro esa puerta tras la que se oculta Cristo bajo la forma de Pan y le pido que aumente mi fe, que me ayude a conocerle y amarle cada día más, porque es tan difícil “creer sin ver”... La fe es un regalo que Dios nos da, y que nosotros tenemos que alimentar cada día con la escucha de la Palabra y la Eucaristía, pero también debemos nuestra fe al testimonio que desde los primeros cristianos hasta hoy se nos ha ido transmitiendo de generación en generación. Basta con fiarse de las palabras de San Juan para creer en Jesucristo: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida, nosotros la hemos visto y os damos testimonio" (1Jn 1,1-4). Ya los primeros cristianos nos dan testimonio de esa fe en Cristo como nos dice San Pedro: “A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis”. (1P, 1:8). El mismo Apóstol nos dice de sí mismo que es testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse (1P 5:1) para que así creamos en Él. Ante la pregunta de Jesús a sus discípulos: “¿y vosotros quién decís que soy Yo?“ Pedro le había reconocido como el Cristo, el Hijo de Dios vivo. (Mt 16, 15-16). Aún no había sido testigo de la Transfiguración del Señor, pues según el mismo Evangelista este hecho había tenido lugar seis días después de esa afirmación de Pedro, por eso no podía estar influenciado por lo que había presenciado. Solo Dios Padre podía habérselo revelado como le dijo Jesús. Los discípulos de Jesucristo, habían tenido una gran ventaja sobre nosotros pues habían podido percibirle con los sentidos. Ellos pudieron verle, escucharle, comer con Él, caminar a su lado...¡Se había dejado tocar, besar...!, y sin embargo una vez muerto en la cruz, ni siquiera eso fue suficiente para que le reconocieran una vez resucitado. Fue necesario que les llamase por su nombre como a la Magdalena, o que les partiese el pan, como a los de Emaús, para que se les abriesen los ojos. Incluso Tomás, que no se fía de lo que los otros le han

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contado, le pide al Señor que le enseñe los agujeros de las manos y la herida del costado para poder creer que es Él. Nosotros no podemos descubrirle a través de los sentidos, y nos es necesaria la fe para conocerle, sentir su Presencia y amarle. Sin embargo Jesús llama dichosos a los que creen sin haber visto... Un buen ejemplo de fe para nosotros podría ser el del “buen ladrón”, porque es fácil creer en alguien que demuestra su poder concediéndote lo que pides, pero presenciar la muerte de un hombre destrozado en la cruz y creer que Él es El Salvador requiere tener verdadera fe. El libro de los Hechos nos narra que, ante la actitud de los Apóstoles después de recibir el Espíritu Santo, Gamaliel instó a los miembros del Sanedrín a dejarlos en libertad porque pensó que si lo que predicaban era cosa de hombres acabarían dispersándose, mientras que si se trataba de Dios no podrían dispersarlos y sería luchar contra el mismo Dios. El tiempo le ha dado la razón, pues, después de dos mil años, la fe en Jesucristo ha seguido viva en millones de cristianos que incluso han derramado su sangre por defenderla. En el siglo octavo, un monje en Lanciano (Italia), que llevaba tiempo con dudas sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, estaba un día celebrando Misa, y al proclamar las palabras de Consagración “Este es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre”, vio el pan transformarse en carne viva y el vino en sangre. Tras ese Milagro Eucarístico reconocido por la Iglesia se han venido sucediendo otros hasta nuestros días. Cuantas veces he deseado, como supongo que le pasará a muchos, que esa Sagrada Forma que adoramos se nos manifestase de una forma tangible para nuestros sentidos. Sin embargo según surge ese deseo en mí me vienen las palabras de Jesús a Tomás: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20:29) y solo me queda decir: “Señor mío y Dios mío”, porque como San Pablo «se de Quien me he fiado» y no se necesita ver para creer, solo amar

por Pilar Vargas

Cuando uno se detiene a leer el capítulo once del Evangelio según San Marcos, no puede cuanto menos quedarse desconcertado ante la reacción de un Jesús encolerizado, que al comprobar que la higuera no t i e n e frutos la maldice y la seca, y horas más tarde se enfrenta a los vendedores y cambistas del Templo derribando con furia a latigazos sus mesas. Mi imagen forjada de Jesucristo, como supongo que pueda ser la de la mayoría de los cristianos, es la de un hombre humilde, manso, sencillo,

paciente, amable, caritativo y entrañable para con todos. ¿Por qué entonces esa reacción violenta? ¿Es que no había sentido nunca hambre antes de ese día? ¿No es lógico suponer que Marta y María le habían proporcionado un buen almuerzo en su casa de Betania donde se alojaba antes de ponerse en camino? Además, Él que era un buen conocedor del campo, ¿no sabía de sobra que no era tiempo de higos como nos dice el propio evangelista? Y respecto al Templo, ¿acaso Jesús no había peregrinado muchas veces a Jerusalén y estaba enterado de los tejemanejes y negocios que se traían entre manos los sacerdotes y levitas? Pero Jesús no tenía hambre física sino un deseo profundo de encontrar entre su pueblo de Israel, “algún fruto” que saciara el “hambre” del Padre. Los diez mandamientos eran solo una pequeña muestra de los seiscientos trece contenidos en la Ley Mosaica, a los cuales había que añadir muchísimas más normas recopiladas en la Midrash y dictadas para interpretarlos. La crítica de Jesús para con los fariseos era que solo se preocupaban por la apariencia externa del cumplimiento de la Ley (las hojas verdes) en lugar de intentar vivir profundamente el espíritu de la misma (el fruto). La higuera era un símbolo de la religión del pueblo de Israel, y en este caso la higuera tenía muchas hojas pero pocos frutos. Sus rituales y leyes sólo servían para esconder la falta de una verdadera vida espiritual y por supuesto su escasísimo amor al prójimo. Pero eso no solo ocurría en aquel tiempo. Hoy día también sucede lo mismo en su Iglesia, en nosotros los católicos. ¡Cómo nos gusta medir y tasar a los demás por las apariencias y por el cumplimiento estricto de la ley!, pero, ¿dónde queda el Amor? No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos…

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(Mt 7,21). Por sus frutos los conoceréis… (Mt 7,16). Esos frutos del Espíritu de los que habla San Pablo en su carta a los Gálatas: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gal 5: 22-23)Un día antes del suceso de la higuera, Jesús había entrado triunfalmente en Jerusalén a lomos de un pollino. La gente se había arremolinado para verle y habían extendido los mantos a su paso gritando: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!». Es fácil imaginarse a Jesucristo sereno, con una sonrisa en su semblante escuchando en silencio esa manifestación de alegría ante su presencia, mientras en su corazón sentía la tristeza del que sabía que solo unos pocos días después, otras voces, o incluso algunas de las mismas, se alzarían contra Él pidiendo su crucifixión. Qué fácilmente solemos cambiar nuestros sentimientos hacia los demás. Lo mismo somos capaces de manifestar a alguien un cariño tremendo, como de dejarle arrinconado y “crucificarle” de algún modo si no cumple las expectativas que esperábamos de él. Unos versículos antes de narrarnos estos hechos, el Evangelista nos dice que Jesús, después de su entrada triunfal en Jerusalén, entró en el Templo y observó atentamente a su alrededor, y que ya era atardecido cuando regresó a Betania. Me pregunto qué es lo que le movió al Señor para que al día siguiente temprano decidiese regresar de nuevo a Jerusalén y reaccionase de forma tan violenta. Sabemos por los Evangelistas que Jesucristo dedicaba gran parte de la noche a la oración. Solía retirarse en soledad a hablar con el Padre. Había empleado estos últimos años de su vida pública en predicar el Reino de Dios, en hablar del Amor del Padre y del amor al prójimo, incluso a los enemigos, y sin embargo quienes le escuchaban seguían sin comprender. Dice Marcos que esa mañana al pasar por la higuera sintió hambre pero que no encontró fruto alguno. Ese fruto que quería encontrar en tantos que le habían aclamado y seguido en esos últimos años, ese fruto que desea encontrar en nosotros, en mí..., y por eso no puede evitar dejarse llevar por la amargura y el dolor encarándose con el árbol. ¿Para qué tantas hojas verdes si era incapaz de dar higos? Sin embargo, ante el asombro de Pedro al encontrar secas sus hojas de regreso a Betania, Jesús les dice que tengan fe en Dios y les exhorta a orar y a perdonar. Esta respuesta me recuerda al pasaje del joven rico (Mt 10:17-27) cuando ante el asombro de los Apóstoles que le preguntan ¿quién se podrá salvar? , Jesucristo les contesta diciendo que para los hombres es imposible pero no para Dios, porque todo es posible para Él. Hasta la hoja más seca puede rebrotar con la Gracia. Cuantas veces nos hemos encontrado con personas que estaban totalmente alejadas de Dios y sin embargo en un momento determinado dieron un vuelco de ciento ochenta grados a su vida. Incluso nosotros mismos, ¡cuántas veces hemos dejado secar nuestras hojas atraídos por el dulzor engañoso de otros frutos que no han conseguido darnos la felicidad! "El celo de tu casa me devora" dice la Escritura. Estas palabras debieron resonar fuertemente en el corazón de Jesús al entrar ese dīa en el Templo. Es el Amor al Padre el que provoca en Él esa reacción aparentemente violenta. Pero no solo se profanaba el Templo de Jerusalén en aquellos tiempos. Deberíamos entristecernos por el profundo dolor que sentirá Dios ante tantas profanaciones que se están llevando a cabo hoy día en muchas Iglesias del mundo, fruto de ese odio contra Él y contra la religión, y por el que sentirá también ante tantos comportamientos inapropiados de muchos cristianos: Vestimentas indecorosas, conversaciones de salón, posturas inadecuadas… Seguramente volvería a decirnos: ¿No está escrito: mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? " ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!" Es triste que la Morada de Dios a veces se convierta en un salón de té. A mí me entristece mucho, sobre todo, cuando estando el Santísimo expuesto en el Altar, la gente pasa por delante sin prestar la más mínima atención a lo que está expuesto, sin hacer ni siquiera una leve inclinación de cabeza, metiendo ruido sin tener consideración alguna con quienes estamos acompañando al Señor. Me entristece ver cómo entran en las Capillas laterales de mi Parroquia para ver las imágenes, o para rezar ante ellas en el mejor de los casos, ignorando la Presencia real de Dios en ese pedacito de Pan expuesto. A veces me dan ganas de coger el micrófono y decir: “Si estuviese aquí el rey o un personaje público famoso seguro que guardarían el debido respeto y se acercarían temblorosos con curiosidad, sin embargo ante el Rey de Reyes, pasan de largo sin ni siquiera mirarle.” Y lo mismo sucede durante la celebración de la Eucaristía. ¡Que poco respeto, que poco amor a quien es el Amor! Cuando alguien muy querido e importante para nosotros viene a visitarnos a nuestra casa intentamos recibirle de la mejor manera, limpiamos a fondo las habitaciones, preparamos lo mejor que tenemos de comida, y sobre todo, los días anteriores a la visita estamos nerviosos e impacientes aguardando su llegada. Y me pregunto a mí misma, ¿por qué no nos sucede lo mismo diariamente cuando nos recibe el Señor en su Templo? ¿Por qué no tiembla

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nuestro corazón en su Presencia?. Pienso que, como humanos y limitados que somos, no somos realmente conscientes de la grandeza que supone el que todo un Dios se abaje de tal modo que pueda hacerse uno con nosotros al recibirle en la Comunión. Estamos tan acostumbrados a “verle sin ver” que, aunque nuestro encuentro diario no llegue a ser una rutina, tampoco recibirle supone una verdadera fiesta única y diferente cada día. Pidamos al Señor que nos ayude a dar fruto, que nuestra vida no sea un puñado de hojas secas que no sirve para nada, que también nos devore a nosotros el celo de la casa de Dios acudiendo siempre a ella con fervor y agradecimiento y que cada vez que nos acerquemos al Altar a recibirle en la nuestra temblemos de gozo y de amor.

por Leonardo Muñoz

En busca de la soledad y de la autonomía económica los monasterios se construían en los desiertos, para nosotros la palabra desierto evoca grandes extensiones de arena castigadas por un sol infernal pero en la Edad Media eran los bosques que entonces abundaban por toda Europa. Una vez elegido el lugar algunos monjes y hermanos legos procedentes de otra comunidad construían unas cabañas con madera y barro, después comprobaban si realmente el sitio elegido cumplía con los requisitos para establecer allí un nuevo monasterio. Si finalmente se veía que era idóneo edificaban una capilla y los primeros edificios para la nueva comunidad también de madera y barro, bastantes años después se levantaría el cenobio de piedra. Fuera de los monasterios los pocos habitantes de aquellos bosques profesaban un cristianismo mezclado con creencias ancestrales, genios benévolos o malévolos residían en lugares como las fuentes o las cuevas y almas en pena pululaban por las umbrías dejándose ver y actuando de vez en cuando. Sin embargo, el cristianismo había creado una forma diferente de ver y vivir la naturaleza que rompía con la tradicional de las poblaciones campesinas y con la propia del pensamiento grecorromano. Los primeros cristianos negaron dos principios muy comunes de la cosmología antigua: el carácter divino de los cielos y la existencia del Alma del mundo. Celso se burlaba de los cristianos porque no aceptaban el carácter divino de los cielos. La creencia en el Alma del mundo suponía un panteísmo irreconciliable con el Dios bíblico. Así describe el poeta Manilio al Alma del mundo o Spiritus Mundi. Pues cantaré que un Dios que domina a la naturaleza con callada mente y que está infuso en el cielo, en las tierras y en el mar. Desde esta perspectiva el cosmos era como un organismo vivo y Dios el alma de ese organismo, no sería transcendente sino inmanente a la realidad física. Una diferente comprensión del mundo se manifestaba en los monasterios cuando se cantaban los salmos. Por ejemplo: El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos. Salmo 19 – 1,2. Con la palabra del Señor se hicieron los cielos, con el soplo de su boca el cortejo celeste, El embalsa como un dique las aguas de los mares, guarda en depósitos las aguas del abismo. Salmo 33 – 6,7. El Dios creador es transcendente a un cosmos que ha traído al ser y en el que ha dejado signos para que podamos reconocer a su autor, lo invisible puede ser conocido a través de lo visible, la contemplación de las criaturas nos puede llevar a la contemplación de su creador. La naturaleza es un libro que canta las glorias del Creador empezando por el hombre hecho a su imagen y semejanza. Hugo de San Víctor (s. XII) escribía.

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“Todo este mundo sensible es como cierto libro escrito por el dedo de Dios, es decir, creado por el poder divino, y cada creatura particular es cierta figura, no inventada por la decisión humana, sino instituida por el libre albedrío divino para manifestar y en cierto modo significa la sabiduría invisible de Dios”. Por ejemplo, las abejas fueron creadas para ser un modelo moral pues nos muestran lo positivo de la laboriosidad y del trabajo en común y para facilitarnos la dulce miel. Las serpientes serían ejemplo de la astucia al servicio del mal en la que los humanos no deben caer. La entrada en Occidente del pensamiento aristotélico a fianles de siglo XII daría nuevas perspectivas a la visión cristiana de la naturaleza como veremos en el próximo número de Fraternum.

por Mari Paz López Santos

25º aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine

El 21 de mayo 2021 se cumplen 25 años de la muerte de los monjes de Tibhirine: Christian, Christophe, Luc, Paul, Michel, Célestin y Bruno. Fueron beatificados en 2018 junto con otros religiosos y religiosas que perdieron la vida violentamente. Al acercarse la fecha he pensado mucho sobre qué sostuvo a aquella comunidad de monjes para mantenerse junto a sus vecinos musulmanes, que sufrían la misma violencia. Qué les animó a un discernimiento tan profundo sobre su posición ante tal situación y seguir en el día a día de su vida monástica atentos al crecimiento interior como comunidad, como personas que sentían el miedo ante la amenaza exterior, como monjes cristianos atentos a la escucha desde el corazón de la palabra de Dios que iba indicando cómo y por dónde; y su compromiso con quienes reclamaban su ayuda, su palabra, su compañía…

También he estado pensando que el testimonio de los hnos. monjes de Tibhirine puede ser una luz inmensa para alumbrar el oscuro mundo de enfrentamientos de todo tipo: desidia y confrontación en la vida política a base de imagen y manipulación. Odio intencionado y expandido en el ambiente tras los aplausos del primer tramo de la pandemia, olvido de los que murieron y siguen muriendo… ¡Detrás de los números de las estadísticas hay personas!, pero se nos acostumbra el oído. Ambiciones económicas que impiden la vacunación a quienes no pueden pagar la vacuna. Violencia preocupante en Colombia. Conflictos enquistados en la historia que resurgen virulentos, como en Oriente Medio,

palestinos y judíos en lucha desigual; inmigrantes en tantas fronteras del mundo, en nuestras costas y en el fondo del mar. Y mientras le daba al “punto y aparte” llega a mis oídos la tensión entre Marruecos y España y la avalancha de personas intentando llegar a frontera a través de Ceuta… Concluyo esta relación con un pensamiento bastante triste: el homo sapiens no es tan sabio como se cree y vive embutido en una espiral que, como no se pare a pensar y razonar hacia dónde va y qué destruye por el camino, sólo la Naturaleza quedará para poner el cartel de “Cerrado por incompetencia”. ¿En qué nos pueden ayudar en estos momentos los monjes de Tibhirine? Su experiencia de vida nos mostrará que hay una esperanza invencible a la que todos estamos llamados. Dejemos que nos contagien… Christian de Chergé, superior de la comunidad de Tibhirine se definía como “oculto testigo de una esperanza, de una esperanza invencible” (1) (pág. 8)* Muchos años antes de los sucesos, el 28 de junio de 1974, ya en Tibhirine, escribe a su familia y amigos de Francia, a modo de cartas. El primer texto lo titula: “Un hermano día a día, o crónica de la esperanza”: “Dividido en sentido horizontal por las exigencias fraternales de todos los días; dividido en sentido vertical por

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la loca esperanza de VER A DIOS, y tener que buscar el equilibrio de la cruz que transfigura toda realidad, a fin de arrancar a todo ser ese reflejo de Dios que revela la complicidad escondida del Creador y de toda Criatura; y por lo tanto la cualidad, la autenticidad humana de todo aquello que se logra con la esperanza invencible de una caridad (un amor) posible, simplemente porque DIOS ESTÁ ALLÍ”. (pág. 19-20)* Nos espabilan… “Para que cada detalle (en nuestra vida) recobre su importancia, es necesario con toda urgencia restituirle a la esperanza sus ojos de niño…” (pág. 21)* Restituir la esperanza en la vida, cada día, cada instante, abriendo bien los ojos del corazón que tienen la pureza de la mirada de los niños. ¿Difícil? Sin duda. Vivimos cercados por un individualismo desmedido; ejercemos una insana prepotencia ante las situaciones que, supuestamente, debemos controlar personal y férreamente; no está bien visto mostrar necesidad ni material ni afectiva; y todo servido en un auténtico desconocimiento de lo que es la esperanza, ese ingrediente necesario para seguir adelante erguidos, empáticos, compasivos, alegres, humanos… hermanos. Mientras pensaba en el 25º aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine llegó a mis manos algo que no tiene que ver con ellos pero que también me habla de esperanza de la buena, de la invencible. Es un pequeño folleto del año 1991, titulado: “Siempre es posible la utopía” de Pedro Casaldáliga, Circular de Navidad, Año Nuevo 1991 más una entrevista que le hizo Benjamín Forcano, que me trae el eco de un hombre, religioso y obispo de los pobres y con los pobres: “Esperando contra toda esperanza, sí. Esta es nuestra esperanza como cristianos e incluso como Tercer Mundo. Voy a ser bien sincero: soy un hombre de esperanza. Ha sido un don del Señor. Los pobres me lo han enseñado, los mártires me lo han enseñado”. Gracias, Pedro Casaldáliga, hombre de esperanza hasta el fin. Por último, recibo un whatsapp de una buena amiga comentándome el evangelio de Jn 16, 16-20: “Habla tan claro Jesús, nos lo explica tan bien, que es difícil no volver a la esperanza y, aunque sea a media luz, creer”. El mundo necesita de esperanza y, como cristianos, hemos de indagar a qué nivel está la nuestra con la que está cayendo (esta es una coletilla muy habitual en estos tiempos), reflexionar juntos, ahuyentando la desesperanza, confiados en que nuestra pequeñez se hace grande cuando nos unimos sabiendo que no vamos solos, cuidándonos y cuidando, animados por el entusiasmo contra viento y marea. Por cierto, la esperanza es la madre del entusiasmo, así que habrá que alimentar a la madre para que pueda nacer el hijo. Y Quien nos acompaña paso a paso nos susurra desde dentro de cada uno y desde el corazón de la comunidad: “Vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn 16, 16-20); sin pedir permiso a los poderes del mundo. Pentecostés está cerca y el Espíritu Santo es nuestro gran aliado: viviste en Tibhirine al lado de los monjes y sus vecinos musulmanes. Acompañaste a Pedro Casaldáliga en su vida de resistencia junto a los pobres en su Brasil querido. Inspiras a quien lee la Palabra cada día. ¡Ven, Espíritu Santo, alimenta la esperanza en nosotros hasta que llegue a ser invencible! Amén. 21 mayo 2021 -21 aniversario muerte de los hnos. de Tibhirine

23 mayo 2021 – Pentecostés

(1) LA ESPERANZA INVENCIBLE, Christian de Chergé, Ed. LUMEN, págs. 8, 19, 20,21

por Mari Paz López Santos

Vísperas del domingo

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Silencio sin distorsión con la intensidad del instante. ¡No le puede la técnica al Silencio, no! Ni se inmuta, ni se inquieta… se hace presente. ¡Eres tan libre, Silencio... tan sencillo es tu lenguaje fluyendo a través de pantallas! Como cascadas cuadradas inundas sin ruido lejanas geografías: nuestros hogares, sumando superficie a la capilla que se extiende, que se expande… se hace grande. Gracias, Silencio, por conectar oración, vida y comunidad.

16 mayo 2021 Fiesta de la Ascensión

por Luis, “Cronista Oficial de Fraternum”

“NO OS AGOBIES POR EL MAÑANA”

CRÓNICA DEL 19-6-2021

Escuchando hoy el Evangelio en la celebración de la Eucaristía, y viviendo cada uno de nosotros la preocupación, cuando no el temor, por la pandemia que estamos padeciendo, si bien se adivina en el horizonte un final incierto pero esperanzador, me ha parecido oportuno titular la Crónica con unas palabras del texto evangélico, que sin duda nos pueden ayudar a, serenar el ánimo después de tantos meses de zozobra: “Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia”. Y tal como estaba programado este día 19 de junio, tuvimos nuestro encuentro trimestral, en esta ocasión dual, es decir en parte presencial y en parte vía zoom, porque la pandemia no ha desaparecido y sigue siendo recomendable mantener ciertas medidas de seguridad a pesar de que la mayoría de los fraternos ya han sido vacunados, de la misma manera que lo han sido, en gran medida, los monjes del monasterio. Por esta razón 9 fraternos estuvieron presentes en el cenobio, y 28 también asistieron a la reunión de una manera telemática; en total 37 que es una cifra similar a las de otras reuniones, a pesar de las dificultades actuales. Como estaba previsto a las 10 horas, bajo la presidencia del P. Abad Isidoro, y las presencia de nuestro formador el Hno. Antonio Manuel, dio comienzo la reunión invocando al Espíritu Santo, para seguidamente tomar la palabra el P. Abad. Se refirió en primer lugar a la situación de la Comunidad monástica, que según sus palabras no ha tenido grandes acontecimientos; han vivido la pandemia con normalidad en su habitual retiro monacal, ya se han vacunado la mayor parte de los monjes, y si las circunstancias lo permiten él ya podrá realizar algunos viajes pendientes. El 28 de agosto próximo, festividad de San Agustín, está previsto que acceda al sacerdocio el Hº José María, que posteriormente se trasladará a Roma para incrementar el conocimiento del latín, dado que se precisará en un futuro no lejano en el propio monasterio. Como obras que se están realizando señaló el cambio

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de calderas de la calefacción, por unas nuevas de “pellets”, cuyo consumo es mucho más barato y menos contaminante. A continuación intervino Enrique, Coordinador General, informando sobre el desarrollo de la página Web de la Fraternidad que está casi terminada, en donde entre otras cosas se colgarán los textos de la formación, y se facilitara a todos los usuarios contraseña y número de identificación, para preservar la privacidad de cada uno. Este magnífico resultado es fruto de la dedicación y trabajo de Tina y Mº Paz. Está previsto que Tina le escriba una carta explicando todos los detalles de la página Web, que en cuanto la reciba la divulgará para conocimiento de todos. Manifestó su deseo de que el próximo encuentro previsto para el día 2 de octubre pueda ser ya presencial completamente, si las circunstancias así lo permiten, siendo además una fecha muy señalada a efectos de celebración porque en septiembre se cumplirán los 25 años de la primera reunión que tuvo la Fraternidad, y que ha dado origen a la realidad que estamos viviendo, y el 24 de Junio (20 años) de la aprobación de los Estatutos. Sin duda ambos motivos son muy importantes. También recalcó que para esa fecha debería elegirse nuevo Coordinador General, ya que así lo disponen los Estatutos, habiendo transcurrido ya su mandato. En este punto JuanVi, verdadero archivo viviente de todos los avatares de la Fraternidad y miembro importantísimo en su nacimiento y andadura, señaló que la primera reunión tuvo lugar el 20 de septiembre de 1996 en la parroquia de san Eduardo de Madrid, a la que asisten 20 personas además del El Abad Isidoro y el entonces Hno. Eduardo, repartiéndose a los presentes el anteproyecto de la futura Fraternidad, sobre el que se trabajaría en reuniones posteriores. A continuación cada Coordinador de Grupo informó sobre el suyo, y así lo hicieron: Lourdes (El Encuentro), Mariano (Montesión), Esperanza (Betania), Mª Jesús (La Viña), Pilar Vargas (Tabor), y Jesús (Zaidia). Jesús (Zaidia), anunció que habían celebrado elecciones para nombrar nuevo Coordinador de Grupo, y que había sido elegido Juan Barceló. En este punto se suscitó una ligera discrepancia estatutaria, ya que se estimó por algunos que para ser Coordinador de Grupo había que ser miembro de la Fraternidad de pleno derecho. Ante las dudas planteadas hubo necesidad de acudir al magisterio del Abad ya que en un principio el art. 23 no exigía ningún requisito especial, pero aclaró que después de la última reforma habida de los Estatutos, el art. 23 exigía ser miembro de pleno derecho, y que a tal efecto son aquellos que hayan firmado la Carta de Cofraternidad. Sin duda este trámite se cumplirá en su momento y Juan podrá desempeñar su trabajo con la misma ilusión de su aceptación actual. En esta línea Enrique insistió en que si las circunstancias lo permiten en el encuentro de octubre próximo, se intentará que haya el acto propio de la firma de la Carta por los fraternos que lo deseen, y que tienen pendiente por culpa de la pandemia. Seguidamente Pilar Izquierdo, ecónoma de la Fraternidad, hizo un análisis pormenorizado del estado económico, que resumo brevemente: ingresos 2.390; gastos 2.368, diferencia ingresos-gastos 22 €; saldo en 2019 1.535 €; saldo actual (15-3-2021) 1.557 €. Pilar puso a disposición de todos, las cuentas detalladas. Relacionado con este asunto y con el superávit existente el Coordinador General, retomó el asunto sobre la conveniencia aportar algún donativo para los necesitados de la hospedería, pero vista la aclaración del Abad en el sentido de no ser necesario, se optó por hacer alguna aportación para otros fines sociales. Terminadas las exposiciones de todos los anteriormente citados, tomó la palabra el Hno. Antonio Manuel para continuar exponiendo el tema formativo de los Salmos, en esta ocasión dedicado a “JESUS Y LOS SALMOS”. Una vez más nuestro actual formador dio muestras del gran trabajo que está realizando con nosotros y la dedicación profunda sobre el tema de los Salmos, que ha despertado en los fraternos un interés y un conocimiento hasta ahora desconocido. En esta ocasión inició su exposición resaltando como en el Nuevo Testamento hay 265 referencias a los Salmos, como las primeras comunidades utilizaban los Salmos como instrumento de oración, y como el salmo 2 actual, aparece todavía como el primero de Hch 13,33. En esta línea fue desgranando. Los Salmos en el Nuevo Testamento: El reconocimiento del cumplimiento de las Escrituras; Los Salmos y Jesús: cristificación de los Salmos. Continuó sobre La identidad de Jesús relacionando el AT. y el NT. para terminar la exposición con alusiones de los mismos durante la vida pública de Jesús. Salmos podemos ver en La Encarnación, La Tentación, La transfiguración, La Purificación del templo, y La Predicación en parábolas. Recomendó que en los Grupos se analizaran todos los detalles del tema facilitado y propuso continuar con el mismo en la próxima reunión.

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Como digo en todas las Crónicas al tener todos los fraternos los apuntes facilitados por nuestro formador no es cuestión de detallar aquí los pormenores de la exposición. Terminada la reflexión de Antonio Manuel, hubo un animado debate en el que intervinieron un número importante de fraternos, aportando cada uno su particular visión del tema y solicitando aclaraciones diversas. Participaron: Noemí, José Luis, Mª Paz; Juan, Chelo, Pilar Izquierdo, Clara, Pilar Claver, Carmen Tejero… Finalmente recomendó por su interés con el tema de los Salmos el libro de Salvador Muñoz Iglesias “La Espiritualidad de los Salmos”. Tras un breve descanso, los fraternos asistentes al encuentro participaron en la celebración de la Eucaristía que se inició a las 12,30, unos en la misma capilla del monasterio, y otros vía zoom, presidida por el Abad Isidoro acompañado de la comunidad monástica. En la homilía el Abad puso como ejemplo a María, resaltando lo que supone para todos, la debilidad humana y la confianza, y como María es el fiel reflejo de estas actitudes. De este modo se puso el broche final a esta reunión trimestral de la Fraternidad, entre presencial y telemática y siempre provechosa, pensando ya en el mañana que no nos debe agobiar, como dice el título de esta Crónica, por culpa de la situación epidemiológica que estamos viviendo. Para finalizar, y como ejemplo de lo dicho por el Hno. Antonio Manuel, quiero mostrar el paralelismo de un salmo en la vida de Jesús, entre el AT y NT, concretamente la Adoración de los Reyes Magos. San Mateo se hace eco del salmo 71 donde se dice: “todos los reyes se postren ante el rey, que en su presencia se inclinen los rivales, que sus enemigos muerdan el polvo; que los reyes de Tarsis y de las Islas paguen tributos….”. es un reflejo de los salmos en la vida de Jesús. Como decía en líneas precedentes en el NT hay, nada más y nada menos, que 265 referencias a los salmos. Así nos lo hizo ver con su ejemplar magisterio el Hno. Antonio Manuel. Que a todos no sean útiles y provechosas en nuestra vida espiritual estas enseñanzas. Sin duda el mañana nos espera, y hay que pensar que será con más luces que sombras. No nos agobiemos ahora.

ENTREGA Nº 10 – AÑO 2002

Marzo.- Aparece el número 13 de FRATERNUM con seis páginas dedicado a la Semana Santa, con colaboraciones del Abad Isidoro, Charo Alcedo, Adela y Antonio Sánchez. Como se puede observar la publicación era muy modesta, si la comparamos con la de ahora que llega a 18, pero no por ello hecha con la mejor intención y trabajo. Eran otros tiempos, los iniciales, de nuestra andadura. 24-29 Abril.- Se celebra en Conyers (EE.UU) el ll Encuentro Internacional de Fraternidades Laicas Cistercienses, a las que asisten en representación nuestra Rosa Mª Thomas y Pilar Fernández-Pacheco. 22 de Junio.- Tiene lugar el Encuentro trimestral en nuestro Monasterio de Huerta. Por la mañana se informa por el P. Abad, que el P. Severino que hasta este momento había sido nuestro formador durante cuatro años, como consecuencia de los cambios habidos en el Monasterio, se traslada a Montesión, y es sustituido por el P. José Ignacio. Para el primero tuvimos palabras de agradecimiento por su dedicación, sacrificio, buen hacer y esa espiritualidad que en todo momento nos ha transmitido, y para el nuevo formador quisimos hacerle patente y manifestarle el mismo cariño que tuvimos con su predecesor. Por la tarde celebramos una reunión conjunta de monjes y laicos, a la que también asistió Tina de Sta. María de Villamayor (Burgos) donde nos relataron los días vividos en el ll Encuentro Internacional de Conyers. Julio.- Aparece el nº 14 de FRATERNUM ( 8 páginas), dedicado casi en su totalidad al Encuentro de Conyers, de ahí que su editorial tiene por título “Conyers un hito en el camino”.

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Se señala que la Fraternidad está en una fase de acoplamiento después de estos primeros cinco años de andadura, hay nuevas incorporaciones y otras bajas por motivos diversos. 15 agosto.- Inicia el noviciado el Hº Félix. Septiembre.- Se celebran en Roma el Capitulo General de la Orden, asisten el P. Isidoro como Abad de la Comunidad y el P. Agustín como traductor de documentos del francés al español. En FRATERNUM el P. Abad señala las enseñanzas que ha dejado el Capítulo, y hace esta reflexión:” Somos felices cuando miramos el futuro desde lo que somos. Es entonces cuando todo se recibe por añadidura, cuando experimentemos la plenitud en nosotros mismos, con más o menos, aquí o allá, de una forma o de otra. Pero esa plenitud interior que sosiega el alma sólo la recibe el que está sostenido y se sabe sostenido. Quien pretende sostener con sus propias fuerzas, tiene miedo, pues bien conoce la fragilidad de su columna. Quien se deja sostener ha de dar el salto arriesgado de la fe, del amor, que una vez dado, pacifica¡. Qué actualidad tienen estas palabras este año que estamos viviendo! 12 de octubre (Virgen del Pilar).- Cumple 80 años el Hº Gaudencio, e inicia el noviciado el Hº Luis. Diciembre.- Inicia el noviciado el Hº José. Diciembre.- En el monasterio nunca se acaban las obras. Ahora se acomete la remodelación de la nueva biblioteca. Diciembre.- Aparece el número 15 de FRATERNUM ( 8 páginas) con colaboraciones del P. Abad, Antonio Sánchez, Pilar Claver, Charo Alcedo, Marigel, Manolo y Julia, Eduardo, ilustraciones de Justo Vila, y Felicitación Navideña a todos los fraternos.