Navidemia 2 Sermón 5

No habrá para siempre oscuridad La paz no tarda en llegar

Dicen que todas las participantes en el concurso de Miss Universo dan la misma respuesta cuando les preguntan qué deseo pedirían si pudieran pedir lo que fuera: “la paz mundial”. Es un cliché, pero contiene una gran verdad: que la paz es uno de los valores que más anhelamos los seres humanos. Tanto la paz global como la paz personal son cosas muy valiosas. Quizá muchos de nosotros responderíamos lo mismo si se nos preguntara qué deseo pediríamos. La gente habla de tener paz interior, paz mental, y dejar relaciones tóxicas porque los seres humanos tenemos una necesidad muy grande por encontrar esa paz. Lo que no todos reconocen es que esa paz solo se encuentra en Jesucristo. A eso vino. Eso fue lo que comenzó en Navidad. En la temporada de adviento no solo recordamos la primera venida de Jesús, sino que también esperamos su segunda venida. Esa que traerá un Reino de completa paz. Hoy terminaremos de estudiar el pasaje de Isaías 9 que es una profecía mesiánica que nos habla del nacimiento de Jesús, pero también de su futuro Reino Celestial de paz.

1Pero no habrá más lobreguez para la que estaba en angustia. Como en tiempos pasados Él trató con desprecio a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, pero después la hará gloriosa

por el camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. 2 El pueblo que andaba en tinieblas

ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte,

la luz ha resplandecido sobre ellos. 3 Multiplicaste la nación, aumentaste su alegría;

se alegran en tu presencia como con la alegría de la cosecha,

como se regocijan los hombres cuando se reparten el botín. 4 Porque tú quebrarás el yugo de su carga, el báculo de sus hombros,

y la vara de su opresor, como en la batalla de Madián. 5 Porque toda bota que calza el guerrero en el fragor de la batalla,

y el manto revolcado en sangre, serán para quemar, combustible para el fuego. 6 Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado,

y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso,

Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7 El aumento de su soberanía y de la paz no tendrán fin

sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia

desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.

Isaías 9:1-7 No cabe duda de que este es uno de los pasajes más hermosos de toda la Biblia. Es una profecía de esperanza tremenda. Y además es muy sorprendente que siglos antes del nacimiento de Jesús se profetizaba su nacimiento y su reino. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros. Isaías 9:6a. Quizá lo más conocido del texto, y también lo más sorprendente, son los nombres de nuestro Señor, que le son dados aun antes de su nacimiento. Me parece interesante que podemos encontrar a la Trinidad en estos nombres.

Admirable consejero. La Biblia dice que el Espíritu Santo es el consolador, el que nos convence de pecado, y el que nos da poder para hacer la obra de Dios.

Dios fuerte, Padre eterno. Es paradójico que se diga que el nombre de un niño será “Padre eterno”, pero es que Jesús no sería solo un niño sino Dios mismo.

Príncipe de paz. Jesús, el hijo de Dios, es el príncipe de paz. Aquel cuyo Reino vendría a traer esa paz que el mundo tanto necesita.

Esto quiere decir que en Jesucristo todo Dios está presente. Jesús vino a mostrarnos a Dios. Jesús es Dios. Y gracias a que conocimos a Jesús es que conocemos al Padre y al Espíritu Santo. No conoceríamos por completo a la Trinidad, si no fuera porque se nos reveló en Cristo Jesús. De hecho, no sabríamos que Dios es trino de no ser porque él nos lo reveló en Jesús.

Otra cosa que vale la pena notar en este texto es que nos habla de la paradoja del evangelio de Dios. Una paradoja es una aparente contradicción pero que en realidad es una verdad muy profunda. A menudo las cosas de Dios son tan grandes y sublimes que debemos entenderlas a través de paradojas. El texto nos habla de un niño que tendrá el principado sobre sus hombros, o sea que será rey, y que lo dilatado de su imperio no tendrá fin, o sea que su reinado será eterno. Ante tal declaración, no es casualidad que los judíos esperaran un Mesías que sería un rey poderoso que establecería un gobierno político y militar. Sin embargo, el Reino que Jesús vino a establecer no era ni político ni militar si no una nueva realidad, una comunidad de gente renovada, y la transformación de todo aquel que cree.

En vez de trono, Jesús nació en un pesebre. En vez de un poderoso ejército, Jesús tuvo una docena de sencillos discípulos. En vez de una campaña militar, Jesús predicó un mensaje de amor y paz. En vez de una lujosa corona de oro, Jesús llevó una corona de espinas. Y en vez de una gran ceremonia de victoria, Jesús venció muriendo en una cruz.

¿Notamos la paradoja del asunto? Jesús es todo lo que nadie esperaba y sin embargo nos vino a traer todo lo que todo el mundo necesitaba. Finalmente, hay una tercera cosa que notar en este texto y que también es una paradoja. Con Jesús se inició la llegada del Reino de Dios. Su nacimiento fue el comienzo de algo muy grande. Su vida, su mensaje, su muerte, y su resurrección fueron la inauguración del Reino de Dios. Es ese Reino que la profecía de Isaías anticipa: Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán fin. Isaías 9:7a. Ese Reino de Dios es el hecho de que Dios es Rey. Significa varias cosas:

Vivir el Reino de Dios es hacer su voluntad. Tiene que ver con obediencia, con vivir bajo su autoridad y sometidos a lo que Dios dice.

Vivir el Reino de Dios es disfrutar de su ciudadanía. Aquellos que somos parte del Reino de Dios disfrutamos desde ya de los beneficios de paz, gozo, amor, gracia, etc.

Vivir el Reino de Dios es ser parte de su comunidad. Tiene que ver con ser parte del mismo Reino que otros que también hacen la voluntad de Dios, somos una familia.

Sin embargo, aunque ese Reino ya comenzó con Jesucristo, aún no ha sido completado totalmente. En teología se dice que vivimos en el ya y todavía no. Ya empezó el Reino de Dios, y ya podemos disfrutar de sus beneficios, pero aún no ha venido completamente. Por eso la temporada de adviento no solo celebra lo que ya pasó sino también lo que va a pasar. Es un mensaje de completa esperanza. Después de haber analizado el mensaje de este texto vayamos ahora a las enseñanzas para nuestra vida. Nos vamos a contestar la pregunta ¿cómo tener paz? Si Jesús vino a establecer un Reino de Paz, vamos a reflexionar sobre cómo podemos experimentar esa paz. A fin de cuenta es lo que todos buscamos y lo que todos necesitamos. Pero, tristemente, muchos viven sin esa paz de Dios. Hoy día hay demasiada ansiedad, estrés, amargura, miedo, depresión, infelicidad. Y Jesús vino a darnos paz. Por eso vayamos a su Palabra y respondamos ¿cómo podemos experimentar la paz de Dios? La paz de saber que Dios está al control Ese Reino que se inauguró con Jesús y que un día será consumado se caracteriza porque Dios es Rey. Y si Dios es Rey entonces todo está bajo control. No hay nada que se pueda salir de su voluntad. Eso no significa que el mundo ya es perfecto. ¡No!, como ya dijimos el Reino aún está por ser consumado y, entonces sí, todo será perfecto. Mientras tanto, en este mundo imperfecto hay muchas cosas malas que pasan. Pero nada, ni lo más malo que te puedas imaginar puede impedir los planes eternos de Dios. Él siempre tiene la última palabra y al final todo tendrá sentido. Te aseguro que esas cosas en tu vida que parecen caos, llegará un momento en que Dios les dará orden ya sea en esta vida o en su Reino. Una de las escenas más icónicas de las películas de Disney, es cuando Aladín le pregunta a Jasmín “¿confías en mí?”. Ella responde sí, se sube a su alfombra mágica, y cantan la canción “un mundo ideal”. Algo así es la invitación de Dios. Su Reino celestial, ese sí es un mundo ideal. Y Él nos hace la misma pregunta ¿confías en mí? Te invito a que te subas, te unas a su Reino y experimentas la bendición de saber que Él está al control. Para tener paz, confía en Dios y obedécelo como tu Rey. La paz de tener otra oportunidad Una de las razones por las que muchos tienen falta de paz es por los “hubieras” de la vida. Dicen por ahí que el hubiera no existe. Pero después de una profunda investigación yo he determinado que el hubiera sí existe. Y no, no me refiero a Eluviera Pérez. Ni tampoco es porque se pueda cambiar el pasado, sino porque en Cristo siempre hay otra oportunidad. Él es el Dios de las oportunidades. Y no importa qué tan lejos te hayas ido, no hay ningún lugar tan lejano del cual Dios no te pueda traer de regreso. Entonces, para experimentar la paz de Dios debemos dejar de tener una mentalidad de “hubiera” por una de gratitud. La gratitud es lo contrario al hubiera. En vez de estarnos lamentando, amargando, y renegando debemos experimentar la paz de Dios a través de la gratitud. Así dice uno de nuestros pasajes favoritos de la Biblia acerca de la paz: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7. En la nueva película de Spiderman hay una idea que es el hilo conductor de toda la historia. Y no se preocupen, no

voy a hacer spoilers. La idea central es la de las nuevas oportunidades. Resulta que, en vez de derrotar a los villanos, Spiderman quiere darles otra oportunidad. Eran súper villanos, pero Spiderman buscó darles otra oportunidad. Eso es lo que hace Cristo con nosotros. Hasta el peor villano del mundo tiene otra oportunidad en Cristo. Tú también. Para tener paz, da gracias a Dios por la oportunidad de vivir cada día. La paz de ser parte de su Reino Como ya dijimos, ser parte del Reino que Jesús vino a establecer no es un asunto solitario, sino que es ser parte de un pueblo, de una familia. Y esa es una de las mayores bendiciones del Reino de Dios y también uno de los medios más importantes para experimentar su paz. Es bien sabido que la gente a nuestro alrededor es de las influencias más grandes que tenemos en la vida. Cuando uno se muda a otra ciudad al poco tiempo uno adquiere las costumbres, el acento, las palabras, los gustos, y hasta la forma de pensar de ese nuevo lugar. Eso es tanto peligroso como transformador. Hoy día muchos se dejan influir por la manera de pensar del mundo. Pero el Reino que Jesús vino a traer tiene como propósito que nos influyamos unos a otros. Este es quizá el mejor consejo que podría dar para experimentar la paz de Dios. ¿Qué clase de influencia estoy dejando entrar a mi vida? El día de hoy se habla mucho de alejarse de la gente tóxica. Y yo creo que la gente amargada, triste, enojona, sentida, etc., también necesita nuestro amor y debemos dárselos. Pero debemos elegir con sabiduría qué clase de influencia dejamos que forme nuestra vida. Seamos parte de la comunidad del Reino, donde abunda el perdón, el amor y la gracia. Es triste e irónico que en tiempos de Navidad hay pleitos en las calles, en las tiendas, y hasta en las familias. Hay odios, rencores, envidias, enojos, y muchas cosas más que no son parte del Reino. Para tener paz, seamos parte de la comunidad del Reino de Dios. Desafío a vivir en paz La promesa del Reino de Dios nos da esperanza y paz. La razón por la que podemos vivir en paz es porque Cristo ya vino, su Reino ya comenzó y va a ser consumado en el futuro sí o sí. En pocas palabras podemos esperar lo mejor. Pase lo que pase Él va a ganar. Estemos del lado de la victoria, de la paz, del amor, del gozo, de la fe. Ser parte de su Reino tiene esa garantía, que no seremos defraudados. Es una inversión sin riesgo, es una apuesta sin posibilidad de perder, es una decisión con garantía. ¿Cómo experimentar la paz de ese Reino que de seguro vendrá?

Confía en que Dios está al control. Da gracias por la nueva oportunidad. Sé parte de la comunidad del Reino.

Pr. Elí Gutiérrez Briseño

Domingo 26 de diciembre de 2021