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La sal y los biocombustibles o la ruptura de paradigmas. ¿Cuál relación podrá tener la sal que ponemos en la mesa y los combustibles que podríamos producir de plantaciones? En el proceso independentista hindú, después de enero de 1930, Mahatma Gandhi – enarbolando su campaña de la no violencia-, se enfrentó contra el monopolio de la sal que afectaba particularmente a la gente más pobre. Inició una marcha con 79 voluntarios, dirigiéndose hacia al mar y recorriendo 385 kilómetros. El pequeño movimiento se extendió como las olas de un estanque hasta alcanzar toda la India; los campesinos tapizaban de ramas verdes los caminos por donde pasaría ese hombre pequeño y semidesnudo, con un bastón de bambú, camino de la costa y atravesando por entre el enorme ejército inglés. El día del aniversario de la masacre de Amritsar, Gandhi llegó a orillas del mar y extrajo un puñado de sal. Desde ese momento la desobediencia civil fue imparable: diputados y funcionarios locales dimitieron; los prohombres locales abandonaron sus puestos; los soldados del ejército indio se negaron a disparar sobre los manifestantes; las mujeres se adhirieron al movimiento, mientras que los seguidores de Gandhi invadían pacíficamente las fábricas de sal. La campaña terminó con un pacto de compromiso entre Gandhi y el virrey de su majestad británica, en virtud del cual se legalizaba la producción de sal y se liberaban los cerca de 100,000 presos detenidos durante las movilizaciones. Este símil nos muestra la dependencia que hemos aceptado tener en la sociedad moderna hacia productos que “No Podemos” producir por nosotros mismos; dependencia que afecta todas las labores que desempeñamos a diario. Hablamos de los combustibles derivados del petróleo que en México extraemos de depósitos profundos -de los que fuimos grandes productores- y de cuyos bajos precios subsidiados hemos gozado, lo que nos ha impedido ver la realidad en la que el mundo vive por dicha subordinación, aunque 18 incrementos en el costo de las gasolinas durante el 2008 nos reclaman atención. La buena noticia: los biocombustibles, que movieron los primeros motores inventados en el mundo, serán el parte-aguas que nos permitirán visualizar el fin de esa dependencia mediante la introducción de energías renovables, las que podremos plantar, captar del sol o bien del viento o el mar; los biocombustibles serán un cambio de paradigmas de un mundo que gira alrededor del petróleo: energía eléctrica, combustibles, ropa, fertilizantes, plásticos, etc. Representan una oportunidad significativa de desarrollo para México y su sector rural, permitiendo reducir el consumo

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La sal y los biocombustibles o la ruptura de paradigmas. ¿Cuál relación podrá tener la sal que ponemos en la mesa y los combustibles que podríamos producir de plantaciones? En el proceso independentista hindú, después de enero de 1930, Mahatma Gandhi –enarbolando su campaña de la no violencia-, se enfrentó contra el monopolio de la sal que afectaba particularmente a la gente más pobre. Inició una marcha con 79 voluntarios, dirigiéndose hacia al mar y recorriendo 385 kilómetros. El pequeño movimiento se extendió como las olas de un estanque hasta alcanzar toda la India; los campesinos tapizaban de ramas verdes los caminos por donde pasaría ese hombre pequeño y semidesnudo, con un bastón de bambú, camino de la costa y atravesando por entre el enorme ejército inglés. El día del aniversario de la masacre de Amritsar, Gandhi llegó a orillas del mar y extrajo un puñado de sal. Desde ese momento la desobediencia civil fue imparable: diputados y funcionarios locales dimitieron; los prohombres locales abandonaron sus puestos; los soldados del ejército indio se negaron a disparar sobre los manifestantes; las mujeres se adhirieron al movimiento, mientras que los seguidores de Gandhi invadían pacíficamente las fábricas de sal. La campaña terminó con un pacto de compromiso entre Gandhi y el virrey de su majestad británica, en virtud del cual se legalizaba la producción de sal y se liberaban los cerca de 100,000 presos detenidos durante las movilizaciones. Este símil nos muestra la dependencia que hemos aceptado tener en la sociedad moderna hacia productos que “No Podemos” producir por nosotros mismos; dependencia que afecta todas las labores que desempeñamos a diario. Hablamos de los combustibles derivados del petróleo que en México extraemos de depósitos profundos -de los que fuimos grandes productores- y de cuyos bajos precios subsidiados hemos gozado, lo que nos ha impedido ver la realidad en la que el mundo vive por dicha subordinación, aunque 18 incrementos en el costo de las gasolinas durante el 2008 nos reclaman atención. La buena noticia: los biocombustibles, que movieron los primeros motores inventados en el mundo, serán el parte-aguas que nos permitirán visualizar el fin de esa dependencia mediante la introducción de energías renovables, las que podremos plantar, captar del sol o bien del viento o el mar; los biocombustibles serán un cambio de paradigmas de un mundo que gira alrededor del petróleo: energía eléctrica, combustibles, ropa, fertilizantes, plásticos, etc. Representan una oportunidad significativa de desarrollo para México y su sector rural, permitiendo reducir el consumo

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de petróleo; ¡el futuro ya está aquí!, y es tiempo de ayudar al planeta a curarse. Los biocombustibles se generan de varias fuentes, siendo el biodiesel y el bioetanol dos destacados suplentes del diesel y de la gasolina. Varios países del mundo llevan muchos años produciéndolos para substituir los combustibles fósiles, en porcentajes importantes. En Jalisco las condiciones para producirlos se conjugan bien: el bioetanol se puede obtener de plantas como la caña de azúcar y de la celulosa, que está en muchos vegetales; el biodiesel se obtiene del proceso de aceites extraídos de plantas como la higuerilla (Ricinus communis) y el piñón mexicano (Jatropha curcas), además de aceites usados de cocina y residuos de grasas animales, entre otros. El convertir estos aceites en biodiesel y con el mover un tractor, es sencillo y puede realizarse desde escalas muy pequeñas (en tu casa) hasta procesos industriales simples que pueden ser replicados en economías de escala pequeña y mediana. Jalisco posee más de 470 mil hectáreas no utilizadas por otros cultivos de pan-comer ni por otras labores de producción agrícola; son tierras secas de baja precipitación en las que estas oleaginosas se dan muy bien; son cultivos que no implican la destrucción de bosques y están adaptados a las zonas semiáridas y menos fértiles que - sobre todo- no compiten con la producción alimenticia. Son plantas que pueden ser cultivadas con muy poca infraestructura agraria por los campesinos, pudiéndose combinar además con plantaciones forestales comerciales tales como los cultivos agro-forestales, aumentando su rentabilidad. Una hectárea de J. curcas puede producir alrededor 1,5 toneladas de aceite y la higuerilla cerca de 1 tonelada, los cuales -a través del proceso de trans-esterificación-, se convertirían en aproximadamente las mismas cantidades de biodiesel. Estos aceites tienen aplicaciones principalmente industriales –no para consumo humano-, siendo el aceite de higuerilla, también llamado aceite de ricino o “castor oil”, el que tiene más usos diferentes al biodiesel. Piñón mexicano e higuerilla pueden representar un ingreso marginal para los productores en Jalisco. Los procesos de producir biodiesel de las oleaginosas mencionadas, en tierras marginales, con procesos culturales de mínima labranza e industrialización de pequeña escala, podrán generar energía en proporción de hasta 1:8 con relación a la energía fósil empleada para producirlos, mientras que otros procesos como extracción de bioetanol de maíz, en los EUA que usa combustibles fósiles en el proceso, sólo llega a 1:1,3. Los residuos del proceso de extracción del aceite de oleaginosas son utilizables en la producción de biogás, alimento para animales (variedad no tóxica) y para producir composta. El cultivo de J. curcas puede permanecer más de 40 años y el de higuerilla al menos 8 antes de requerir plantarse nuevamente. El punto de equilibrio para desarrollar este negocio en México aún no está dado, pero al cruzar los nueve pesos el valor del diesel de petróleo, se

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tendrá la condición comercial que permitirá iniciar su competencia abierta, limitada sólo por la disponibilidad de las materias primas, esto es, las plantaciones disponibles. Esperemos que la Ley Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos, cuya normatividad está a punto de ser expedida, permita abrir las puertas a esta nueva industria para Mexico y Jalisco, la cual estará al alcance de todos nuestros campesinos. Actualmente el gobierno del estado de Jalisco adelanta investigaciones acerca de cuáles semillas y en cuáles sitios deberán plantarse; es un proceso de conocimiento requerido que permitirá tener certeza sobre el desarrollo de estas plantaciones alternativas. Se podrá crear un círculo virtuoso alrededor del uso de biodiesel, mejorando las condiciones en la cadena agroindustrial, dado que generará competitividad y sustentabilidad, apoyando la producción de energía alternativa en la forma de biocombustibles producidos en nuestros campos; ya hay ejemplos en la India que nos permiten visualizarlo. Sembrar tu propio combustible, el plantar “VERDE”, el plantar biomasa como la J. curcas, la higuerilla o árboles comerciales, y en general devolver la cobertura vegetal al suelo, reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero, aportando a las nuevas generaciones de jaliscienses y mexicanos una tierra mejor; es la oportunidad de “recoger la sal del mar” como lo hiciera Gandhi, la de cambiar nuestra visión de un mundo dependiente del petróleo e iniciar un camino hacia la independencia basada en las energías limpias y sustentables.  Por:   Ing. Pio Ernesto Ruiz Lara    Para: Óscar Aguilar Juárez Asunto: Participación en Revista Innovar Jalisco De: FIPRODEFO GMAIL [mailto:[email protected]] TEMA: Reseña de esfuerzos sobre factibilidad de uso de plantas productoras de biocombustibles Jatropha e Higuerilla *   Máximo 5500 caracteres ‐ 10 septiembre.