bertelloni el surgimiento de la scientia politica en el s. xiii

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EL SURGIMIENTO DE LA `SCIENTIA POLITICA' EN EL SIGLO XIII (Reconstrucción histórica de un nuevo espacio conceptual) (Francisco Bertelloni) § 1. Introducción: problemas metodológicos Cuando se procura reconstruir un momento del desarrollo del pensamiento filosófico recurriendo a las coordenadas históricas que contribuyeron a su constitución, una radical incompatibilidad suele introducir un abismo entre la abstracción y la sistematicidad de la filosofía y el carácter fáctico de los fenómenos históricos. La incompatibilidad entre la naturaleza de la historia siempre fáctica y puntual y la generalidad y universalidad a que aspira la filosofía, transformaron los problemas y las dificultades metodológicas de acercamiento interdisciplinario entre filosofía e historia en un leitmotiv de las ciencias del espíritu. A pesar de la búsqueda de una historicidad en la filosofía y de una intrínseca racionalidad en la historia, los intentos de esclarecer momentos de la historia recurriendo a la filosofía y de entender el pensamiento filosófico a la luz de los hechos históricos siguen registrando dificultades. Ellas hacen que las expresiones historia de la filosofía y filosofía de la historia se constituyan en presuntos casos de una paradigmática contradictio in adiecto, ya que mientras la razón exige una universalidad en apariencia incompatible con la puntualidad de la historia, ésta se caracteriza por una facticidad irreconciliable con la universalidad de la filosofía. No obstante las pretensiones de especificidad de la filosofía y de la historia, la filosofía se nutre de la historia y los fenómenos históricos acaecen generados por ideas. Esa doble dependencia de las ideas respecto del tiempo y de los hechos que se verifican en el tiempo respecto de las ideas exige que toda reconstrucción del pensamiento filosófico recurra a la comprensión de ciertos momentos históricos y que la reconstrucción de la historia como res gestae acuda a mentalidades, formas de pensar, figuras culturales y a veces imperceptibles e inveterados sedimentos conceptuales que actúan como motores de la historia y de sus protagonistas. Tales simbiosis entre razón e historia tienen lugar especialmente en los fenómenos de transición histórica. Sobre la base de estos presupuestos metodológicos analizaré aquí uno de esosfenómenos: el tránsito hacia una nueva concepción del saber y de la tarea científica que se verifica a partir del siglo XII en las escuelas de enseñanza de filosofía en

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Problemas de Filosofía Antigua

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EL SURGIMIENTO DE LA `SCIENTIA POLITICA' EN EL SIGLO XIII

(Reconstrucción histórica de un nuevo espacio conceptual)

(Francisco Bertelloni)

§ 1. Introducción: problemas metodológicos

Cuando se procura reconstruir un momento del desarrollo del pensamiento filosófico

recurriendo a las coordenadas históricas que contribuyeron a su constitución, una

radical incompatibilidad suele introducir un abismo entre la abstracción y la

sistematicidad de la filosofía y el carácter fáctico de los fenómenos históricos. La

incompatibilidad entre la naturaleza de la historia siempre fáctica y puntual y la

generalidad y universalidad a que aspira la filosofía, transformaron los problemas y las

dificultades metodológicas de acercamiento interdisciplinario entre filosofía e historia

en un leitmotiv de las ciencias del espíritu. A pesar de la búsqueda de una historicidad

en la filosofía y de una intrínseca racionalidad en la historia, los intentos de esclarecer

momentos de la historia recurriendo a la filosofía y de entender el pensamiento

filosófico a la luz de los hechos históricos siguen registrando dificultades. Ellas hacen

que las expresiones historia de la filosofía y filosofía de la historia se constituyan en

presuntos casos de una paradigmática contradictio in adiecto, ya que mientras la razón

exige una universalidad en apariencia incompatible con la puntualidad de la historia,

ésta se caracteriza por una facticidad irreconciliable con la universalidad de la filosofía.

No obstante las pretensiones de especificidad de la filosofía y de la historia, la filosofía

se nutre de la historia y los fenómenos históricos acaecen generados por ideas. Esa

doble dependencia de las ideas respecto del tiempo y de los hechos que se verifican en

el tiempo respecto de las ideas exige que toda reconstrucción del pensamiento filosófico

recurra a la comprensión de ciertos momentos históricos y que la reconstrucción de la

historia como res gestae acuda a mentalidades, formas de pensar, figuras culturales y a

veces imperceptibles e inveterados sedimentos conceptuales que actúan como motores

de la historia y de sus protagonistas. Tales simbiosis entre razón e historia tienen lugar

especialmente en los fenómenos de transición histórica.

Sobre la base de estos presupuestos metodológicos analizaré aquí uno de

esosfenómenos: el tránsito hacia una nueva concepción del saber y de la tarea científica

que se verifica a partir del siglo XII en las escuelas de enseñanza de filosofía en

Occidente y la influencia de esta nueva concepción del saber en la formación de un

nuevo pensamiento político. Una correcta lectura del cambio cualitativo que registra el

pensamiento filosófico medieval a partir del siglo XII requiere interpretarlo

integrándolo en el contexto de algunos hechos del desarrollo de la historia medieval. En

esa síntesis de historia y sistema, algunas hipótesis de trabajo interpretativas del

fenómeno de tránsito desde el feudalismo a la burguesía urbana que aparece con el

apogeo de la vida ciudadana desde el siglo XII pueden contribuir a desmentir la

distancia que parece separar la facticidad histórica de la racionalidad filosófica y pueden

ayudar a tender un vínculo entre filosofía e historia. El fenómeno de renovación

filosófica que tuvo lugar a partir del siglo XII constituye un caso concreto de superación

de la solución de continuidad entre historia y filosofía. Se trata de un fenómeno de la

historia del pensamiento, pero en su exégesis deben ser integrados fenómenos históricos

cuya consideración contribuye a la interpretación completa de un hecho filosófico; ello

mostrará la relevancia teórica de los fenómenos históricos sin los cuales no habría

tenido lugar el cambio renovador de la historia de la filosofía. En efecto, el fenómeno

histórico del tránsito desde el feudalismo a la burguesía excedió ampliamente el marco

de la llamada historia social alcanzando repercusiones en el ámbito de la constitución

de un nuevo fenómeno cultural: la localización del saber en las ciudades. A su vez esta

nueva localización del saber generó un nuevo paradigma científico, una nueva forma de

búsqueda del conocimiento cuya fisonomía comienza a perfilarse ya desde el siglo XII.

Ambos fenómenos el avance de una nueva concepción del saber y la irrupción de la

burguesía urbana pueden ser analizados como un fenómeno unitario consistente en la

pérdida de espacio de la concepción monásticofeudal del saber y su sustitución, a partir

de comienzos del siglo XII, por una nueva concepción del conocimiento que puede ser

tipificado como urbanocientífico. En este nuevo paradigma gnoseológico que comienza

a ser cultivado en los centros urbanos se originó, a fines del siglo XIII y principios del

siglo XIV, una nueva reflexión política inspirada en los textos aristotélicos

recientemente conocidos en Occidente. En síntesis, una nueva configuración

sociopolítica dio nacimiento a un fenómeno cultural de carácter urbano. Los

protagonistas de este fenómeno generaron un nuevo paradigma científico que renovó la

tarea filosófica. Y a su vez esta renovación favoreció el desarrollo de un nuevo

pensamiento político. Por ello, aunque la nueva concepción medieval de la política

como saber científico autónomo constituya un fenómeno de la historia de la filosofía, su

origen mediato puede retrotraerse hasta el factum histórico de irrupción del fenómeno

social de apogeo urbano.

§ 2. Nueva situación de la cultura a partir del siglo XII

Jacques de Vitry, teólogo de principios del siglo XIII, describía en los siguientes

términos las peculiares circunstancias en que se desarrollaban las actividades de

ensenanza en la primera mitad de ese siglo:

"En una y la misma casa estaban, en el piso superior, las escuelas, en el

inferior los prostíbulos. En la parte superior los maestros daban sus

lecciones, en la inferior las prostitutas ejercían su oficio de ignominia. En

una parte las prostitutas litigaban entre sí y con los rufianes, en la otra los

clérigos discutían obstinadamente y disputaban en alta voz"(1).

Aunque esta descripción no puede ser considerada como representativa de toda la

situación de los ambientes vinculados con la cultura de principios del siglo XIII, ella

constituye un testimonio fidedigno, proveniente de un representante de los ambientes

intelectuales más tradicionales y conservadores de la época, de la situación en que se

encontraba buena parte de la nueva intelectualidad occidental.

En ese texto, Jacques de Vitry ha procurado denunciar la coexistencia, en un mismo

espacio geográfico (in una et eadem domo), del noble cultivo del saber con la actividad

humana más deshonrosa. Esa coexistencia es difícilmente explicable a la luz de la

visión canónica del desarrollo de la cultura y de la educación medievales. Pues esa

visión redujo como de hecho tambien pretendía hacerlo Jacques de Vitry la actividad

de la inteligencia medieval a una interpretación exclusivamente religiosa del mundo

llevada a cabo por un grupo de hombres estrechamente vinculados a la Iglesia. Sin

embargo, a partir de la irrupción en el panorama intelectual medieval de los nuevos

maestros de artes referidos por Jacques de Vitry, la filosofía entendida como

interpretación del mundo comienza a ser paulatinamente sustituída por una concepción

de la filosofía como estudio de las técnicas y de los instrumentos de acceso al estudio de

la realidad. Esa tarea fue asumida por una nueva clase intelectual, los artistas, maestros

que ensenaban las artes liberales cuyo contenido fue actualizado a partir del siglo XII

adoptando los nuevos textos filosóficos que Occidente recibía del mundo pagano. La

descripción del teólogo de Vitry era, además de una denuncia, un lamento frente a un

doble fenómeno. El primero es la popularización del saber y de la cultura. Si nos

atenemos a esa descripción, a principios del siglo XIII el cultivo del saber la transmisión

de la cultura eran tareas que ya no estaban recluídas ni en las abadías ni en los ámbitos

ruralfeudales, sino que habían venido a instalarse en el bullicio de las ciudades. El

segundo fenómeno es el traslado de ese saber a una nueva sede, ya que el nuevo

intelectual, el maestro de artes liberales, había conseguido quitar al monacato la tarea

de promoción y de difusión de la cultura que había monopolizado durante siglos.

Jacques Le Goff se ha ocupado de analizar las metamorfosis de los

paradigmasculturales dentro del contexto de las transformaciones sociales que tuvieron

lugar en la Edad Media a partir del siglo XII y ha mostrado los vínculos estrechos que

unen el fenómeno de renacimiento de las ciudades a partir del siglo XII y la aparición

del nuevo tipo de intelectual que, según su descripción, "solo pudo surgir plenamente en

el marco urbano" (2), es decir en el contexto de las nuevas condiciones

socioeconómicas a las que siguió el masivo fenómeno de la urbanización. A la luz de los

resultados de las investigaciones de Le Goff, la queja del teólogo de Vitry puede ser

considerada como el canto de cisne del espíritu tradicional del "hombre de campo que,

conserva su carácter feudal [y que] no está capacitado para comprender a la

intelectualidad urbana" (3), esto es, los nuevos problemas que planteaban los nuevos

intelectuales. Estos problemas eran extraños a la mentalidad que paulatinamente se

retiraba y en la que, simultáneamente, confluían los modelos culturales del monacato y

del mundo rural feudal. Con todo, aunque esa mentalidad ruralfeudal se retiraba, ella no

desaparecía totalmente, sino que dejaba una presencia en el mundo intelectual. De

hecho, las luchas doctrinales que tuvieron lugar desde el siglo XII hasta la segunda

mitad del siglo XIII entre teólogos y filósofos, constituyeron la confrontación entre una

nueva mentalidad que buscaba imponerse y la vieja mentalidad que no se resignaba a

abandonar el espacio que había ocupado durante siglos. Toda reconstrucción de la

historia del pensamiento político medieval debe tener en cuenta que una de las más

importantes consecuencias de la estrecha convivencia entre la clase intelectual

tradicional y el orden público absolutamente ruralizado fue la absoluta carencia de

conciencia política y la parálisis del pensamiento político como ámbito de reflexión

autónomo (4).

§ 3. Tres hechos relevantes

¿Cuáles fueron los hechos que posibilitaron el tránsito desde el apogeo del fenómeno

urbano hacia la aparición de un nuevo pensamiento político medieval? La

reconstrucción del periplo que siguen las ideas políticas a partir de la segunda mitad

del siglo XIII exige tener en cuenta tres hechos fundamentales para entendersu génesis

histórica.

El primero consiste en la nueva orientación que protagonizó el pensamiento político

medieval después del año 1264/5. Esa nueva orientación se produjo cuando Europa

conoció, tradujo al latín y leyó el texto de la Ethica y de la Politica de Aristóteles. Estos

libros lograron cambiar radicalmente las ideas políticas del Occidente latino y

efectivizaron el tránsito desde la teología política hacia la filosofía política, es decir

lograron sacar a la política del ámbito delimitado por la superestructura ecclesia

colocándola dentro del ámbito de la naturaleza. Con ello la politicidad del hombre pasó

a ser considerada como una tendencia natural, comenzó a abandonar los lazos que la

unían con los fines sobrenaturales de la ecclesia y dejó de ser una consecuencia del

pecado adánico empezando a ser considerada dentro del marco de los fines naturales del

hombre y no desde los fines sobrenaturales de la ecclesia o como un episodio de la

historia de la salvación. La fuerza con que la Politica se imponía hizo que su éxito no se

limitara a los autores que elaboraron un pensamiento político laico; la metodología

aristotélica y muchos de sus recursos conceptuales llegaron a ser adoptados tambien por

autores como Egidio Romano, acérrimo defensor de la plenitudo potestatis papal. El

resultado más interesante de la recepción de la filosofía práctica de Aristóteles fue

haber despertado el interés por la especificidad de la política y por la necesidad de

fundamentarla científicamente. Del aristotelismo son tributarios, por una parte,

numerosos comentaristas de la Politica y, por la otra, tratadistas que, aunque no

eligieron el estilo del comentario y por ello, no comentaron la Politica formalmente se

inspiraron en ella para desarrollar sus teorías políticas. No me ocuparé aquí de los

comentaristas que constituyen todo un capítulo de la teoría política medieval, sino solo

de algunos tratadistas: Tomás de Aquino, Dante y Marsilio de Padua.

El segundo hecho se refiere al protagonista principal del paso de la teología política a

la filosofía política. El tránsito hacia la política entendida como conocimiento científico

y racional constituyó una gran metamorfosis producida como consecuencia del giro

copernicano que afectó a toda la concepción de la filosofía y del saber en general. Ese

giro se verificó gracias a la aparición, en el ámbito intelectual del mundo latino, del

nuevo maestro urbano que irrumpe en el escenario intelectual: el artista o maestro de

artes liberales. El movimiento artista fue el artífice de una nueva concepción filosófica a

partir del siglo XII y de que esa nueva concepción abriera el camino a la concepción

científica de la política. Si la política logró salir del esquema eclesiológico colocándose

en el ámbito de la naturaleza, ello sucedió en virtud del nuevo modo de pensar

inaugurado por los artistas, nuevos intelectuales que comenzaron a pensar la política

filosóficamente actuando como verdaderos promotores de la renovación intelectual.

Por último, el tercer hecho concierne a la parte que le toca al medievo en

esemovimiento de renovación. Así como el fenómeno de renovación de la política no

fue solamente político, sino que se originó en un giro sufrido por la filosofía, la

renovación filosófica tampoco puede ser considerada como mérito exclusivo de

Aristóteles. Es verdad que la recepción medieval de Aristóteles y la reflexión sobre sus

textos ejercieron una enorme influencia en la génesis del fenómeno que procuramos

caracterizar. Pero tambien es verdad que si el medievo encontró a Aristóteles, fue

porque lo buscó. La renovación del pensamiento político no se debió, pues, a un casual

encuentro de los textos aristotélicos. Ch. Lohr ha mostrado (5) que ese encuentro fue

precedido por una intensa búsqueda que esperaba encontrar, en lo que buscaba, los

elementos conceptuales necesarios para hacer efectiva esa renovación. Inquietos

buscadores de textos filosóficos que contribuyeran a configurar una concepción de la

filosofía y del trabajo científico más satisfactoria que la tradicional, los maestros de

artes desempeñaron el papel decisivo en la realización de la renovación política que

tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIII. Esta formulación, expuesta hasta aquí

como simple hipótesis de trabajo, debe ser desarrollada y demostrada en lo que sigue.

§ 4. Nuevos textos, nuevos hombres, nuevas instituciones

En su exégesis del significado histórico del ingreso de los escritos aristotélicos en

Occidente, Lohr ha mostrado que el acceso a la lectura y al estudio de los textos de

Aristóteles en la edad media se verificó en tres períodos sucesivos bien delimitados.

Cada uno de ellos señala un tipo de interés predominante en el orden científico y cada

uno está dominado por una determinada concepción de la ciencia y por un claro y

concreto paradigma científico, es decir, por una idea definida acerca de lo que hay que

saber. Ello implica la presencia, en cada uno de los tres períodos, de una actitud

peculiar ante el texto aristotélico.

El primer período se extiende desde Boecio (SS. IV/V) hasta el año 1120. Es

unperíodo de cultura predominantemente abacial y monacal. El saber y el conocimiento

de esos siglos se encontraban en manos del prototipo del maestro de la época, el monje;

por ello la sede del cultivo del conocimiento y la cultura lo constituían las abadías.

Ideal científico de este período es el conocimiento y la interpretación de la Biblia. No

en vano el período desarrolló métodos exegéticos tan fructíferos y eficientes destinados

a desentrañar el misterioso contenido del texto sagrado. El ideal científico de este

período se cristalizó en la llamada sabiduría cristiana, tal como la tradición la venía

transmitiendo desde los primeros siglos del Cristianismo: ella sintetizaba una gran

cantidad de exégesis del texto bíblico que constituían lo que el mundo cristiano

consideraba que debía saberse acerca de Dios, del hombre y del mundo. Esta situación

de predominio de la sabiduría cristiana explica que en este primer período, en el que

Boecio había introducido todos los textos de la lógica aristotélica traducidos por él

mismo al latín, solo se hubieran conservado dos libros de ese grupo, Categorías y Perí

Hermeneias, mientras que los restantes libros de Aristóteles que Boecio había

traducido se perdieron a causa del desinterés que el período mostró por lo que no fuera

la interpretación cristiana del mundo sintetizada en la sabiduría cristiana. Es de

fundamental importancia para la comprensión de este período su concepción del

hombre, concebido exclusivamente como cristiano. Del mismo modo como el orden

sociopolítico era agotado íntegramente por la Iglesia y del mismo modo como toda la

realidad se identificaba con aquélla, así tambien la humanidad del hombre se agotaba en

el homo christianus. El carácter unipolar de esta antropología ponía todas las metas y

todos los fines del hombre en el paradigma del christianus, de modo tal que las

dimensiones naturales del hombre quedaban neutralizadas y absorbidas por el modelo

del homo theologicus que constituía el ideal antropológico predominante en la época

(6). Quizá no resulte superfluo agregar que todo problema antropológico planteado en

este período era resuelto sobre la base del dato bíblico acerca del hombre: su condición

de creado "a imagen y semejanza" de Dios. De allí que los recursos del período para

estudiar la realidad natural comprendido en ella el hombre no partían de esa misma

realidad natural, sino de lo que el texto bíblico decía acerca de ella. Más aún, si el texto

bíblico decía que el hombre es imagen de Dios, había que investigar primero el modelo

divino y recién después investigar su imagen. La revelación constituía, pués, para este

primer período, el término a quo de toda investigación cuyo objetivo fuera desentrañar

el mundo. De allí que en este período toda reflexión antropológica y toda especulación

política contaran con un margen muy escaso para desarrollarse fuera del margen de la

teología: salvo excepciones, la antropología era sobre todo antropología teológica y la

política era teología política. Por su propia naturaleza teológica, la política no podía

desarrollarse en otro ámbito que no fuera el ofrecido por la estructura omniabarcadora

ecclesia que absorbía toda la realidad ofreciendo los medios para alcanzar los fines del

homo christianus.

El segundo período de recepción de textos aristotélicos se caracteriza por dos

fenómenos: la multitud de escritos paganos aristotélicos y no aristotélicos que

inundaron Occidente causando una verdadera revolución en la cosmovisión cristiana, y

la aparición del promotor de esa inversión radical en la concepción del mundo. El nuevo

personaje que sustituye al viejo maestro el monje es el maestro urbano o maestro de

artes liberales. Éste, informado por lo que de Aristóteles se conocía en el primer

período y por medio de obras de otros filósofos de la existencia de un saber contenido

en textos filosóficos aún desconocidos que explica la realidad de modo más satisfactorio

que la vieja sabiduría cristiana, se dedica a la búsqueda de esos textos desconocidos.

Ello pone en movimiento un intenso proceso de búsqueda que se dirige, en primer lugar,

desde el centro del continente hasta los centros de traductores de zonas mediterráneas:

Toledo, Salerno; en segundo lugar, ese mismo movimiento vuelve desde esas zonas

mediterráneas hacia el centro del continente para llevar hacia allí los textos encontrados,

algunos de los cuales contenían una nueva concepción de la realidad que pone en

peligro la visión cristiana del mundo y que, gradualmente, sustituirá gradualmente el

viejo e inocuo contenido de las artes liberales enseñadas en los monasterios y las

abadías (7). Los maestros de artes aún saben poco acerca de ese nuevo conocimiento,

pero sobre la base de eso poco que saben comienza a buscar para completar los pocos

textos de que disponen. Durante esa búsqueda, que comienza en el siglo XII y sigue

durante todo el siglo XIII, aparecen casi la totalidad de los escritos aristotélicos que

constituirán un nuevo modelo científico. En lo sucesivo, la realidad ya no será explicada

a partir del dato bíblico, sino a partir de sí misma. Dado que esta nueva cosmovisión

contenida en los escritos del saber pagano ponía en peligro la estructura de la sabiduría

cristiana, el problema del intelectual cristiano será confrontar esta nueva explicación

con su propio Cristianismo. De esa confrontación surgen las diversas formas del

aristotelismo medieval. Al mismo tiempo, este proceso de búsqueda del nuevo saber es

paralelo a la aparición en el norte de Francia de nuevos centros de estudio que

reemplazarán a las abadías. La escuela en que ensena el nuevo maestro es al mismo

tiempo sucesora de los centros monacales de ensenanza e inmediato antecedente de la

universidad medieval. Esta nueva situación histórica produce la primera gran revolución

en la trayectoria intelectual del Occidente latino: el contenido de las artes liberales es

reemplazado por un saber que hace trastabillar la cosmovisión contenida en la sabiduría

cristiana.

§ 5. Efectos del ingreso del aristotelismo en el segundo período

Las consecuencias inmediatas del ingreso de las obras de Aristóteles consistieron,

fundamentalmente, en la preparación intelectual de Occidente para una radical

reformulación de su concepción del conocimiento científico, de su visión filosófica del

mundo y de las relaciones del hombre consigo mismo y con los otros hombres. Los

primeros efectos de la recepción tuvieron lugar en el campo de la teoría de la ciencia y

fueron causados por la lógica aristotélica que suministraba una teoría racional de la

investigación y de la argumentación ofreciendo métodos más eficientes que los

tradicionales en cuanto a sus posibilidades de investigar y acceder científicamente la

realidad. Por otra parte, la Física y la Metafísica de Aristóteles mostraron que la

realidad podía ser estudiada buscando sus causas en la realidad misma, no en un modelo

externo a ella. Además esos dos tratados ofrecían una concepción integral del mundo,

sólida, sin fracturas y fundamentada científicamente. Desde este punto de vista, esta

concepción no solamente era mucho más satisfactoria y completa que la concepción que

el mundo cristiano había sostenido hasta ese momento; además ella aparecía como una

concepción de pretensiones totalizantes, en el sentido de que no dejaba fuera de

consideración ningún aspecto de esa realidad. Así, dentro de un mismo discurso

teórico, Aristóteles analizaba todas las instancias del mundo, y lo hacía en forma

absolutamente racional, comenzando sus análisis por los niveles más bajos de la

realidad, pasando por todos los niveles hasta llegar a Dios. Era la primera vez que el

mundo cristiano se confrontaba con un sistema abarcador y completo que actuaba como

contrafigura filosófica de los contenidos de la sabiduría cristiana.

Con todo, si bien la lógica, y especialmente la física y la metafísica provocaron

dificultades, más graves aún fueron los problemas causados por la moral de Aristóteles.

La crisis más grave que provocó la irrupción del aristotelismo en el mundo cristiano

hizo eclosión como consecuencia de la introducción de las nuevas ideas que

comprometían directamente la conducta moral y, en especial, el fin último del hombre.

Aristóteles sostenía que es el mismo hombre el que construye su propia felicidad

mediante el ejercicio de las virtudes morales e intelectuales puramente naturales y que

esa felicidad constituía un estado humano perfecto y completo ya en este mundo. Fácil

es sospechar cuáles fueron los puntos de fricción y de controversia que esta concepción

podía causar frente a la ética cristiana. Por una parte, el carácter protagónico del hombre

como causa suficiente y promotor total de su propia felicidad se contraponía

radicalmente a la doctrina cristiana de la natura lapsa, es decir de la naturaleza humana

caída y, por ende, disminuída intelectual y moralmente como consecuencia del pecado

adánico: mientras Aristóteles no admitía ningún minus en el hombre natural, en

cambio la ética cristiana estaba construída sobre la base de la necesidad de restaurar la

integridad de la naturaleza humana recurriendo a un auxilio o remedium sobrenatural la

gracia para reparar las heridas que el pecado adánico había causado en su naturaleza.

Por otra parte, Aristóteles sostenía que la felicidad humana, entendida como estado

de perfección de la naturaleza humana, es un bien alcanzable en este mundo. Es

precisamente en este punto donde hacía su entrada la Politica. En este tratado

Aristóteles completaba su ética y la proyectaba al orden social resolviendo las

relaciones humanas de la ética individual en las relaciones políticas que tienen lugar en

la pólis. Para Aristóteles, los vínculos entre ética y política se verificaban en forma

plena en la pólis y solamente en ella: más aún, Aristóteles sostenía la imposibilidad de

que, fuera de la pólis, pueda alcanzarse la felicidad humana natural, perfecta y

completa. Esa pólis griega civitas para los latinos constituye la comunidad humana

perfecta y acabada en la que culminan y alcanzan su plenitud todas las relaciones

humanas anteriores a la politicidad. Por ello, las relaciones del hombre consigo mismo

(etica individual), del hombre con los miembros de su casa (oeconomica) y de la casa

con otras casas (vicus), confluyen en la politica como los medios concluyen en el fin y

son absorbidas por la politica del mismo modo como el todo absorbe la parte. Esta

absorción del individuo por la comunidad política convertía a la virtus politica en

paradigma y modelo de las virtudes morales y transformaba a la civitas en el único

ámbito donde el hombre podía realizarse en forma completa como sujeto moral. La

politica se presentaba, pues, como una suerte de absolutum moral que, al mismo

tiempo que parecía esfumar el valor moral del hombre individual, parecía convertir a la

civitas natural en un ámbito social sustitutivo de la ecclesia que, durante siglos, había

sido el ámbito que había absorbido la vida comunitaria. Pero además de ello, y en

directa relación con esa sustitución de la ecclesia supernaturalis por la civitas naturalis,

la moral de Aristóteles traía consigo otro elemento de incontrastable fuerza teórica que,

si bien no contradecía, sustituía totalmente el fundamento que hasta ese momento había

actuado como base de la vida de relación de los hombres entre sí y de las relaciones de

dominio de unos hombres sobre otros. En efecto, según Aristóteles las relaciones

sociales y políticas tienen su origen en una tendencia natural del hombre, no en un dato

de la historia de la salvación como es el pecado. Así, mientras el peccatum convertía a

la ecclesia en el ámbito dentro del que los hombres se reúnen en este mundo en

búsqueda de los medios para lograr su salvación eterna, la natura aristotélica mueve a

los hombres a reunirse en la civitas en búsqueda de su felicidad o perfección natural,

completa y posible en este mundo.

El pensamiento de Aristóteles comenzó a instalarse en París ya en el siglo XII. Una

prueba de que Aristóteles era leído y estudiado la constituye el edicto eclesiástico de

1210 que prohibe la lectura privada y pública de los libri naturales de Aristóteles, es

decir los tratados sobre filosofía natural. El éxito del pensamiento aristotélico se

consuma cuando en el mes de marzo de 1255 la Facultad de Artes de la Universidad de

París sancionó sus nuevos estatutos que incluían, en el programa de estudios, todas las

obras de Aristóteles conocidas hasta ese momento. Ello muestra que, a pesar de las

prohibiciones eclesiásticas, Aristóteles triunfaba en el mundo universitario. Con todo,

ese triunfo "oficial" de 1255 había sido preparado por un momento anterior, hasta

ahora poco estudiado, pero acerca del cual poseemos datos recientes ciertos y

fidedignos, ya que desde comienzos del siglo XIII más exactamente entre 123O y

124O, es decir bastantes años antes de que se conociera la Politica en los medios

eruditos universitarios y de que Aristóteles fuera admitido en 1255 en la Facultad de

Artes, se hicieron sentir fuertemente los efectos de la recepción de algunas partes de la

ética aristotélica conocida hasta ese momento solo en forma parcial. En efecto, entre

los artistas parisinos existía además de una corriente de pensamiento orientada a operar

una cuidadosa separación metodológica entre los planteos éticomorales de naturaleza

filosófica y los planteos morales de la teología una marcada tendencia a plantear los

problemas morales desde el punto de vista exclusivamente filosófico y racional, sin

permitir ingerencias de la teología en la solución de esos problemas. Si tenemos en

cuenta que en esos años, plantear un problema desde el punto de vista exclusivamente

filosófico era prácticamente lo mismo que plantearlo desde la perspectiva de la filosofía

aristotélica que se había transformado en la filosofía por excelencia podremos evaluar

con exactitud la dimensión histórica de la influencia que, en el mundo cristiano, habían

logrado alcanzar las ideas aristotélicas. En efecto, para los intelectuales de la primera

mitad de siglo, la fascinación ejercida por el Filósofo había logrado que la razón

comenzara a pretender una cierta autonomía respecto de la revelación; el paso desde esa

autonomía a la separación total de la filosofía moral respecto de la teología moral era

fácil. Por otra parte, dar ese paso era equivalente a sostener que el pensamiento de

Aristóteles era considerado suficiente para formular un planteo moral completo en sí

mismo e independiente de las consecuencias que esos planteos exclusivamente

filosóficos implicaran en relación con los planteos éticomorales de la teología.

En síntesis, autonomía de la razón respecto de la revelación, separación de la filosofía

respecto de la teología y sustitución del fin del hombre en el mundo celeste por el fin

del hombre en el mundo terrestre, fueron algunos de los momentos a través de los

cuales la filosofía aristotélica preparó la mentalidad de muchos intelectuales para tratar

los problemas morales siguiendo nuevos criterios metodológicos. Éstos consistieron,

primero, en la exigencia de que en esos planteos se respetaran los términos

exclusivamente racionales tanto de los puntos de partida como del desarrollo de la

argumentación; segundo, en desarrollar esos planteos poniendo particular atención en

su vinculación con la vida moral en este mundo terreno; tercero, en hacer abstracción

de las respuestas que la teología había dado a esos mismos problemas, incluso en el

caso de que las respuestas filosóficas llegaran a contradecir las soluciones teológicas.

Con ello, el terreno estaba preparado para operar la aplicación de esos mismos criterios

a la dimensión social de la ética: la política. Para ello bastaba avanzar, desde la

sustitución del fin celeste de la moral cristiana por el fin terrestre de la ética

aristotélica, hasta la autonomía de la política respecto del orden religioso y la

separación total del orden político terrenal del orden eclesiástico.

Frente a un Aristóteles del que no se podía prescindir en virtud del carácter acabado y

científico de sus doctrinas, la tarea del intelectual fue confrontarse con el pensamiento

de Aristóteles. De esa confrontación resultaron dos importantes consecuencias: por una

parte aparecen tres tipos de aristotelismo, cada uno de ellos dependiente de las

respectivas actitudes frente a sus escritos: el que lo critica, el que lo asume íntegramente

sin criticarlo, y el que quiere utilizarlo para adaptarlo a los contenidos doctrinales del

Cristianismo (8); por la otra, de esta confrontación con Aristóteles resultarán los

primeros intentos de reflexión científica y racional acerca de la política (9). Sin

embargo, el hecho de que la Politica fuera leída, comentada y que sirviera de

inspiración para la redacción de tratados no significó que tan pronto como el texto

aristotélico fue recibido, la política adquirió status filosófico. Pero es indudable que la

lectura del texto contribuyó enormemente al proceso de transformación de la teoría

política en filosofía política. Con la recepción de la Politica y su idea de la politicidad

natural del hombre quedaba inaugurado un nuevo espacio para la teoría política: en lo

sucesivo ésta será predominantemente una reflexión acerca de las metas naturales del

hombre en sociedad. La recepción de la idea de naturaleza como orden independiente,

con sus fines propios y con leyes concebidas como medios para alcanzar esos fines,

posibilita el comienzo de la tarea de sacar la política del ámbito de la ecclesia. Esta

tarea tiene lugar en este segundo período que recibe su configuración intelectual del

maestro de artes. Ninguna insistencia será suficiente para poner de manifiesto el

papel desempeñado por este nuevo maestro en este proceso: los escritos de los filósofos

paganos ingresan en Occidente porque los artistas los buscaron; en esos textos

encuentran la nueva explicación de la realidad que buscaban (10); ella comienza a

reemplazar gradualmente el patrimonio tradicional de conocimientos con un nuevo

saber, más filosófico y más racional. En lo sucesivo, el patrimonio cultural y filosófico

del Occidente cristiano se constituiría, paradójicamente, sobre la base de textos de

origen nocristiano.

El tercer período coincide con el surgimiento y apogeo del humanismo

renacentista; se trata de un período más filológico que filosófico y, por ello, más

orientado a la producción de mejores ediciones que a la indagación del contenido

de los textos (11). De allí que este tercer período no medieval exceda nuestro interés.

El pensamiento político medieval propiamente dicho nació en el segundo período,

dentro del marco del creciente interés por la filosofía aristotélica propio este

período y de la consecuente revolución que afectó toda la concepción del saber (12).

Decisivo en la constitución inicial de la filosofía política fue un plan de estudios de

inspiración aristotélica redactado entre 1230 y 1240, descubierto por Grabmann en el

Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona en 1927 (13). Este texto muestra que si

bien hasta esos años el sacudón que sufre Occidente como consecuencia de la irrupción

del nuevo saber afecta al conocimiento en general sin tocar aún directamente la ética

y la política entendidas como ramas particulares del saber, de todos modos en ese texto

está contenido in nuce el problema principal de que se ocupa la teoría política medieval

a partir del momento en que Occidente recibe el texto de la Politica.

§ 6. Un plan de estudios de la Universidad de París

de la primera mitad del siglo XIII

El manuscrito Ripoll 1O9 contiene, entre otros textos, un plan de estudios para ayudar

a la preparación de los exámenes de los estudiantes de la Facultad de Artes de la

Universidad de París. El plan fue escrito, según las estimaciones hechas por Grabmann,

entre 1230 y 1240. Su autor parece haber sido un anónimo maestro de la Facultad de

Artes, quien compuso el plan con el objetivo de ayudar a organizar los estudios y a

preparar los exámenes a los alumnos que debían rendirlos en esa Facultad. Por

varios motivos este plan es relevante para entender, inmediatamente, el desarrollo de

las instituciones escolares medievales que culminan en la fundación de la

Universidad y, mediatamente el nacimiento de la nueva teoría política medieval. Los

textos recomendados en el plan para preparar cada una de las partes en que se divide

la filosofía philosophia rationalis, philosophia naturalis y philosophia moralis son, en

gran parte, los mismos textos que habían sido encontrados entre 1120 y 1230/40 en

virtud de la búsqueda efectuada por los maestros de artes a la que hemos hecho

referencia. Además de la lectura de esos nuevos textos, el plan recomienda la lectura

de los libros que formaban parte de la logica vetus Aristóteles, Porfirio, Boecio ya

conocidos en el primer período. Pero fundamentalmente la base del plan era Aristóteles:

todo lo que en esos años se conocía de Aristóteles es incorporado al plan. Sobre la base

de estos textos el plan sustituye el inofensivo saber contenido en las artes liberales y lo

reemplaza por el nuevo saber recién descubierto. El plan marca el estadio casi

definitivo de la evolución de la Facultad de Artes de la Universidad de París y un

momento clave del desarrollo de un tipo de institución escolar interesada sobre todo

en enseñar y estudiar la filosofía aristotélica. Es la escuela que corresponde, en cuanto

a sus intereses, al nuevo tipo de intelectual que pone en crisis el saber tradicional; el

primer representante paradigmático de ese intelectual fue, en el siglo anterior, Pedro

Abelardo (14).

El plan de estudios (15) divide la filosofía en tres partes: philosophia rationalis,

philosophia naturalis y philosophia moralis. De esas partes interesa particularmente el

contenido de la última y las lecturas propuestas para cada una de sus subdivisiones. En

el análisis de la philosophia moralis debe tenerse en cuenta que el texto no fue

redactado por un teólogo, sino por un magister artium, y que su destinatario son los

estudiantes de filosofía de la Facultad de Artes, no los de la Facultad de Teología. Con

todo, a pesar de tratarse de un plan de estudios cuyo origen y destinatarios deberían

reflejar un pensamiento novedoso respecto de las anteriores tendencias de la filosofía

moral, sin embargo presenta algunas ambiguedades que dejan percibir en la

philosophia moralis la tensión entre la tradición teologizante y la nueva tendencia a

fundamentar la moral de modo exclusivamente filosófico.

Si examinamos primero los elementos modernos del plan se impone una reflexión

general referida a todo el plan que, en cierto modo, ya ha sido adelantada: en él toda la

philosophia rationalis y toda la philosophia naturalis se han transformado ya en

filosofía o ciencia en el sentido estricto; ello significa que Aristóteles y el saber

pagano ya han reemplazado el saber clerical por contenidos de pretensiones

científicas. Si descendemos hacia la philosophia moralis, ésta es dividida y

considerada desde una triple perspectiva (ética individual, familiar y política) con sus

correspondientes lecturas que, en su mayoría, ya no son teológicas. Así, para la vita

animae in seipsa o ética individual se recomienda la lectura de fragmentos de la Ética

de Aristóteles conocidos en esa época. Para la vita animae in familia se recomienda la

lectura del De Officiis de Cicerón. Y para la vita animae en la ciudad o politica se

recomienda, junto a la lectura del derecho canónico, la del derecho romano, cuerpo

jurídico de carácter completamente laico y, por ello, en nada vinculado a la tradición de

la sabiduría cristiana.

El examen de los elementos tradicionales del esquema que están en tensión con los

anteriores permite percibir que el plan resiente la presencia de la tradición de la

sabiduría cristiana. En efecto, ante todo la philosophia moralis es entendida como

vida del alma y no como vida del hombre, lo que indica una fuerte presencia de la

antropología platónicoagustiniana. Luego la división tripartita de esa vida del alma in

Deo, in bono aliorum (subdividida en familiar y política) e in seipsa está encabezada

por la vida del alma en relación con Dios. Aunque no se recomienda para ella ninguna

lectura en particular, se establece que ella corresponde a la teología sobrenatural, es

decir a la teología de la revelación y de la gracia. No se trata, pues, de un discurso

racional sobre Dios, sino de un discurso basado en la revelación divina. Es sumamente

significativo que una división de la filosofía moral en una Facultad de filosofía esté

encabezada por una disciplina tan ajena a la filosofía que parece privilegiar el dato

sobrenatural sobre toda la vida moral. Ello habla de la influencia, todavía en esa época,

de la tradición de la sabiduría cristiana. Por último, la dependencia más importante

respecto de la tradición que revela el esquema aparece en su recomendación del

estudio de las decretales, es decir del derecho canónico o eclesiástico como lectura

correspondiente a la politica. Recomendando el estudio del derecho canónico el

esquema no hace otra cosa que recurrir al derecho de una institución que responde a

un designio sobrenatural, al que considera adecuado para regular el funcionamiento de

la vida civil (16).

A la luz de nuestro análisis de la tensión que la philosophia moralis revela entre

elementos tradicionales y modernos podemos considerar el plan de estudios desde dos

puntos de vista: en relación con su concepción de la ciencia y de la ética y en relación

con el desarrollo del pensamiento político después de la recepción de la Politica de

Aristóteles. Desde el punto de vista de la ciencia y de la ética el esquema contiene

puntos problemáticos que revelan que hacia los años 1230/40 existía una tensión

entre filosofía y teología que actuaba como preludio de la lucha que se desarrollará

pocos años más tardes entre teólogos y artistas (o filósofos). En la medida en que

casi todo el esquema del saber desplegado en el esquema se basa en la lectura de

filósofos y sabios paganos y en el derecho romano, el esquema deja ver la tendencia

"moderna" de los artistas que procuraban superar la concepción del mundo propuesta

por la sabiduría cristiana. Pero al mismo tiempo, aunque todo el saber se

acomodaba a la nueva situación planteada por la irrupción de la nueva ciencia, la

teología encabezaba la subdivisión de la philosophia moralis, lo que muestra que la

moral seguía ofreciendo resistencia a la renovación. Ello significa que, o bien no se

podía superar la tradición porque no se disponía de los medios conceptuales para ello, o

bien el ambiente intelectual aún no estaba preparado para la superación de la

tradición en el orden de la moral. Es, pues, en la moral, donde aparece el problema

más grave e interesante que ofrece el esquema y donde surge el punto decisivo de

nuestra interpretación del esquema: el problema del esquema se localiza sobre todo

en la moral porque la teología sobrenatural constituye la parte de la moral que

encabeza su subdivisión y porque, encabezándola, arrastra consigo a todas las

restantes partes de esa moral. Ello convierte a la philosophia moralis en el punto crítico

y menos resuelto del esquema. Si bien la contextura intelectual del autor del plan de

estudios no llega a coincidir aún con la de autores como Siger de Brabante quien en

la segunda mitad del siglo acentúa en algunas de sus obras la distancia entre

filosofía y teología (17), distingue netamente entre proposiciones sostenidas por

filósofos (a philosophis per naturam) y proposiciones sostenidas por teólogos

(secundum theologos per miraculum) (18). Ello parece constituir solo un programa

metodológico de distinción, anticipatorio de la radical separación entre teología y

filosofía que tiene lugar en la segunda mitad del siglo XIII. Ese programa

metodológico responde a una tendencia tambien presente en otros textos que, como el

plan de estudios, tambien son anteriores a 1250 (19), pero ese programa no implica

aún una clara opción por la filosofía en desmedro de la teología. En síntesis, el autor

del plan muestra una suerte de reticencia a adaptar la moral a la nueva situación. Su

empeño en no resolver los problemas morales recurriendo solo a la filosofía y

manteniendo lejos de la renovación total zonas del conocimiento por las que pasaba la

determinación del fin último del hombre, permite percibir la ambigua situación de un

maestro de artes de la primera mitad del siglo XIII y es un ejemplo de las dificultades

con las que debía enfrentarse en esos años la ética y junto con ella la política o vida

del alma en la ciudad para desprenderse de la teología. Si procuramos responder la

pregunta acerca de porqué el esquema de la división general de la filosofía sigue

delatando su dependencia de la tradición precisamente en la moral y no en otra parte de

la filosofía, es decir, porqué mientras el resto de la filosofía ya se había acomodado

a la nueva situación cultural y había recibido sin dificultades el saber pagano, sin

embargo la moral sigue ofreciendo resistencia a la renovación, la respuesta parece

simple: el rechazo se localiza en la moral, por una parte, porque en ella se jugaba y

definía el problema decisivo del fin y del destino último del hombre; por la otra,

porque en la definición de dicho fin como competencia de la moral como disciplina

teológica o filosófica se jugaba la función de la Iglesia como institución

administradora de los medios para alcanzar ese fin último.

§ 7. Relevancia del plan de estudios para reconstruir el

proceso de nacimiento de la filosofía política medieval

A la luz del análisis de la parte correspondiente a la philosophia moralis del plan de

estudios es posible intentar una reconstrucción del nacimiento de la teoría política a

partir de la segunda mitad del siglo XIII. En efecto, es posible presentar el pensamiento

de los principales representantes de la incipiente reflexión política de esos años

tomando como hilo conductor el problema común al plan de estudios y a esa reflexión

política: la tensión que, dentro de la philosophia moralis, se verifica entre filosofía y

teología; pero mientras en el plan de estudios esa tensión permanece irresuelta, ella

constituye el problema que intentan resolver todos los primeros textos políticos escritos

a partir de la recepción de la Politica de Aristóteles. Traducido en términos políticos,

ese planteo éticomoral se convierte en el problema de la tensión entre el poder temporal

y el poder espiritual. La presencia de ese problema éticomoral en el plan de estudios y

su posterior reaparición en los primeros tratados de filosofía política muestra que el

problema nuclear de la reflexión política medieval posterior al ingreso de la Politica ya

estaba anunciado de modo incipiente en los primeros planteos de filosofía moral

realizados por los artistas en la primera mitad del siglo XIII. La teoría política medieval,

entendida como ámbito científico autónomo referido al orden político temporal, no

nació ocasional o fortuitamente, sino que ella ya estaba anunciada en la necesidad de

cambio expresada por la nueva mentalidad filosófica de los maestros de artes expresada

en el plan de estudios. Al respecto se ha señalado atinadamente que fueron los estudios

filosóficos de la Facultad de Artes de la Universidad de París una Facultad de filosofía

que, por ello mismo, constituía un centro académico críticoy no las facultades jurídicas,

más orientadas hacia el estudio de la organización legal del status quo, los promotores

de la renovación de las ideas políticas (20). En síntesis, el esquema de la philosophia

moralis adoptado por el plan y su tensión irresuelta entre filosofía y teología permite

considerarlo como punto de partida y modelo de análisis para tipificar el nacimiento de

cada una de las posiciones filosófico políticas paradigmáticas de esos años. En efecto, el

plan llama a la política "vida del alma en la ciudad" (vita animae in civitate) y la coloca

como subparte de una philosophia moralis cuya división interna está encabezada por la

teología sobrenatural. En este sentido la ética y con ella la política quedan atadas a la

tradición. Pero al mismo tiempo el plan muestra el propósito de superar esa tradición y

una clara voluntad de fundamentar lo político independientemente de la teología. Para

ello el autor recurre al único elemento a su alcance para fundamntar lo político en bases

no teológicas: el derecho romano, que es colocado junto al derecho canónico como

lectura recomendada para el estudio de la politica. En consecuencia, para preparar el

estudio de la politica el autor recomienda, por una parte, un cuerpo jurídico no

teológico y puramente laico: el derecho romano; y por la otra un cuerpo jurídico de

naturaleza teológicoeclesial como lo es el derecho canónico. La naturaleza de cada uno

de esas legislaciones se confrontaba con la del otro. Por ello es relevante que en la

"vida del alma en la ciudad" (politica) se verifique la misma tensión que se verifica en

la philosophia moralis entre disciplinas correspondientes al estudio de la moral desde el

punto de vista ámbito filosóficonatural y otras que la estudian desde la perspectiva

sobrenatural. La confrontación entre elementos en tensión tanto en la ética como en la

política formaba parte, pués, de la contextura interna de la philosophia moralis y de la

politica como parte de ella.

La inclusión del derecho romano en el plan de estudios constituye un elemento que

contribuye sensiblemente a la reconstrucción del pensamiento político medieval. No es

el caso hacer referencia aquí en detalle al peso que durante toda la edad media media

tuvo el derecho romano como cuerpo jurídico laico, construído sobre bases no

eclesiales (21). Baste llamar la atención sobre el hecho de que, dentro del derecho

romano, en el medievo asumió importancia la llamada lex regia de translatione imperii.

Aunque esta ley no era mencionada explícitamente en el plan, ella se encontraba en las

primeras páginas del Digesto y fue recogida luego por las Institutas de Justiniano. La

lex regia aludía a una intemporal transferencia de la soberanía del pueblo al soberano:

"el pueblo ha conferido al príncipe el imperio i.e. la soberanía y el poder". Su

formulación latina (22), que no permitía ubicar esa cesión en ningún momento del

tiempo, hacía de la lex regia casi una suerte de ficción jurídica atemporal que se

presentaba como fundamento para legitimar el poder político ejercido por el Emperador

romano. Pero esa ficción recurría a un elemento que ponía en peligro la teoría papal de

la potestas in temporalibus del papa, pues el elemento fundamental de la lex regia era el

origen popular del poder político que era transferido al Emperador, no al Papa. No fue

una simple coincidencia que, en esos años, el papa Gregorio IX haya prohibido el

estudio del derecho romano en París (23). Tampoco es coincidencia que, al mismo

tiempo que prohibía el estudio del derecho romano en el que estaba contenida la lex

regia, el mismo Gregorio procuraba recuperar como argumento en defensa de la

potestas temporalis papal la donatio Constantini que, casi como contrafigura jurídica de

la lex regia, hablaba, no de una transferencia de la soberanía del pueblo al emperador,

sino del emperador al papa con el consenso popular (24). Por otra parte, la insistencia

papal en recurrir al argumento históricofáctico de la donatio no solo coincidía con la

prohibición papal del derecho romano, sino en particular con el debilitamiento de la

credibilidad en los argumentos teóricodoctrinarios del papado (25). Es posible que el

hecho de que el edificio doctrinal de la teocracia papal perdiera su capacidad de

convencer las inteligencias haya movido al papado a recurrir a otros argumentos no

teóricos como la donatio Constantini que apelaban al factum histórico de una presunta

transferencia de soberanía del emperador al papa con el objetivo de potenciar las teorías

políticas papales que entraban en crisis. La prohibición papal del derecho romano y por

extensión de la lex regia muestra que existían problemas en la fundamentación teórica

de la doctrina papal de la plenitudo potestatis. Posiblemente el origen de esos problemas

residía en la tendencia de los maestros de artes a fundamentar la política en bases

diferentes a las utilizadas por el papado. Ello explica el implícito recurso del plan a la

lex regia: mientras ésta colocaba fácticamente el origen del poder en el populus

haciendo uso de lo que Ullmann llamó tesis ascendente (ascending thesis) en cambio el

papado explicaba teóricamente el origen del poder en la gratia Dei (descending thesis)

(26) y reforzaba ese argumento teórico recurriendo al argumento fáctico de la donatio

Constantini. Esa misma tendencia a "bajar la mirada" se pone de manifiesto en la parte

correspondiente a la philosophia moralis del plan de estudios. La tensión que se

verifica en el plan entre teología sobrenatural/derecho canónico y derecho romano/ética

aristotélica representa, en términos políticos, la oposición entre el fin

teológico/sobrenatural y trascendente del hombre y su fin filosófico/inmanente en la

ciudad regido por la legislación romana y los pasajes de la ética aristotélica conocidos

en esos años y recomendados en el plan de estudios para el estudio de la ética individual

o vita animae in seipsa. Esa oposición presente en el plan de estudios muestra que los

artistas comenzaban a manifestar sus dudas acerca de la vigencia de la teoría política del

papado. La reflexión política que aparece poco después del plan de estudios retoma esa

oposición, la tematiza y la transforma en el problema más importante de la especulación

política. Ni la prohibición papal del estudio del derecho romano ni su inclusión en la

guía como lectura recomendada para estudiar la politica son, pues, hechos aislados. Hay

motivos históricos suficientes para suponer que dicha prohibición no solo estuvo

provocada por el carácter laico del derecho romano, sino tambien porque ponía en

peligro las bases teóricas de la doctrina papal de la plenitudo potestatis o soberanía

universal del Papa. Tanto más sugerente resulta aún el hecho de que mientras el estudio

del derecho romano era prohibido por el papa, su estudio fuera recomendado por los

artistas, en cuyo plan de estudios pudo encontrar un espacio a pesar de la prohibición

eclesiástica. La importancia del plan de estudios reside, pues, en que la tensión que

muestra la philosophia moralis entre predominio de la teología o de la filosofía es la

misma que existirá en los primeros escritos políticos que aparecen una vez conocida la

Politica de Aristóteles. Estos primeros textos políticos se caracterizan, ante todo, por su

intento de ofrecer una solución a la tensión entre filosofía política y teología. La

pregunta que procuran responder es: ¿cómo es posible superar la oposición entre la

nueva filosofía política y la ética aristotélicas que ponen la realización del hombre en la

ciudad y que consideran el logro de ese fin último como dependiente solo del hombre y

la teología sobrenatural que considera que ese fin se identifica con Dios y que lo

pondera, no como dependiente del hombre, sino como una gracia divina? (27). La

forzosa alternativa entre fin del hombre en cuanto hombre y fin del hombre en cuanto

cristiano muestran la misma tensión que, como rasgo fundamental, está presente

tambien en los primeros tratados medievales que se ocupan formalmente de filosofía

política. Una esquematización de la philosophia moralis tal como está presentada en el

plan de estudios, ofrece un modelo estereotipado que anticipa los problemas que

procurará resolver la reflexión política a partir de la segunda mitad del siglo XIII:

teología sobrenatural + derecho canónico

filosofía moral tensión

ética aristotélica y política (derecho romano)

§ 8. Una denuncia de Egidio Romano

Es probable que la tendencia propia de la segunda mitad del siglo XIII haya sido una

consecuencia natural del proceso que se verificó en su primera mitad. A partir de 1250

se completa la recepción de los escritos de Aristóteles, que son incorporados a un nuevo

esquema del saber tipificado por el plan de estudios y sustituyen el inofensivo

contenido de las artes liberales por un contenido más científico ofrecido por el saber

pagano. En otros términos, tanto la renovacion que comenzó en la primera mitad del

siglo XII de la que el plan de estudios es la primera muestra concreta como la tendencia

a fundamentar lo político sobre bases naturales, habrían formado parte de uno y el

mismomovimiento intelectual. Este movimiento no comenzó por la política, sino que

la renovación de la política siguió a la renovación de la ciencia y de la filosofía.De allí

que los méritos de la revolución de la teoría política no hayan sido exclusivos de la

política. La modernización que sufre política en general es un epígono del cambio de

paradigma científico verificado antes en la filosofía.

A partir del momento en que, en 1255, la filosofía aristotélica es aceptadaoficialmente

en la Universidad de París, la Facultad de Artes se convierte en Facultad de filosofía

propiamente dicha. Con ello surge la posibilidad de desarrollar la enseñanza

independientemente de la Facultad de Teología, ya que la aceptación oficial del

aristotelismo legitimaba el estudio de una nueva concepción filosófica. Al mismo

tiempo el aristotelismo provocaba el comienzo de una controversia entre filósofos y

teólogos referida a la aceptación incondicional de la filosofía de Aristóteles. Esa

controversia ocupó la segunda mitad del siglo XIII. Sus protagonistas principales en el

orden de la filosofía teórica fueron Tomás de Aquino, Buenaventura y Siger de

Brabante. Aunque esa nueva concepción de la filosofía afectaba la visión de la realidad

dominante hasta ese momento, ella no lograba transformarse aún en una nueva

concepción política del poder y de la sociedad, pero preparaba las condiciones para

que apareciera la nueva teoría política. Para imponerse, ésta solo necesitaba de los

elementos conceptuales que le permitieran comenzar a expresarse teóricamente. Estos

elementos los ofrece la Politica de Aristóteles. Los protagonistas de la discusión

política provocada por la Politica fueron Tomás de Aquino en la segunda mitad del

siglo XIII y Dante y Marsilio de Padua en la primera mitad del XIV. Existen algunos

datos históricos que permiten sospechar la presencia, en algunos de los representantes

de los ambientes más tradicionales, de un cierto recelo en relación con las

consecuencias que el aristotelismo podía alcanzar si su utilización se hacía extensiva a

la de la moral y la política. El testimonio más claro de ese recelo lo ofrece Egidio

Romano.

Egidio concluyó su tratado De regimine principum (28) en 1279, casi

encoincidencia con su regreso a Italia después de finalizar un período de estudios en

París (29). Su conocimiento directo del nuevo ambiente intelectual universitario,

recogido durante su estancia en París, le permitió ofrecer en el De regimine un valioso

testimonio que puede ser utilizado para reconstruir el proceso de formación de la

teoría política como ámbito científico autónomo respecto de la teología en la baja edad

media, es decir, para reconstruir la génesis de lo que algunos tratados políticos escritos

bajo influencia aristotélica llamaron doctrina politica (30) y scientia civilis (31), bien

concientes de la especificidad que comenzaba a asumir la nueva materia politica (32),

ámbito de conocimiento autónomo, no solo respecto de la teología, sino incluso dentro

de la misma filosofía moral. Egidio, en efecto, nos informa acerca de la existencia de

grupos de intelectuales presuntuosos de su razón que comenzaban a ignorar la

explicación cristiana del mundo en favor de una explicación naturalista. En su

testimonio Egidio agrega que esa explicación naturalista se hacía extensiva hacia el

ámbito de la ética y del obrar humanos, ya que los "presuntuosos" pretendían sustituir la

ley evangélica por la ley humana:

"personas presuntuosas de su razón afirmaban que la teología se transforma en un

saber superfluo tan pronto como conocemos las ciencias de la naturaleza en las

cuales se puede determinar con precisión la naturaleza de todo ente y [tambien

afirmaban que] la ley divina y la ley evangélica se transforman en superfluas

tan pronto como conocemos la ley humana y la ley natural que parecen prohibir

todos los vicios y prescribir todas las virtudes" (33).

Egidio actúa con extrema rapidez al momento de corregir ese error naturalista. Para

ello recurre a la necesidad de la existencia de la Iglesia y a la legitimación de su

vigencia en el orden moral. Sus respuestas a esas doctrinas que sostenían la suficiencia

de la ley moral natural son irrefutables desde el punto de vista de un teólogo. De ellas

resulta particularmente interesante la tercera, centrada en torno de la noción de fin

último: contra toda pretensión de autonomía de la ley humana, Egidio construye su

argumento afirmando que la ley humana carece de toda posibilidad de alcanzar por sí

misma el fin último del hombre, es decir la más alta perfección. Esta perfección

coincide con la salvación, solo alcanzable mediante el orden sobrenatural, ya que esta

salvación, concluye, resulta exlusivamente de la ley divina contenida en el Evangelio:

"El hecho de que más allá de la ley natural y humana haya sido necesaria la

promulgación de la ley evangélica y la ley divina puede mostrarse por tres

vías:...la tercera se basa en la noción de fin, es decir del bien último

que procuramos alcanzar. Pues, puesto que ese bien está por encima de las

facultades de nuestra naturaleza, la ayuda de la ley natural y humana para

alcanzar el bien al que podemos llegar naturalmente, no bastan para alcanzar

el bien sobrenatural. Es por ello que fueron necesarias las leyes evangélica

y divina por medio de las cuales estamos ordenados a ese bien" (34)

Aunque en apariencia la denuncia de Egidio parece limitada al ámbito de la realidad

natural y ética, su argumentación resulta particularmente interesante en relación con las

posibilidades que ofrece de tipificar recurriendo a fuentes diferentes de las utilizadas

hasta hoy por la historiografía de las ideas políticas medievales las posiciones en

juego en este debate y, en particular, para reconstruir la influencia del pensamiento

moral de los artistas en la formación de las ideas políticas de la baja Edad Media. Pues

Egidio no solo intuye que la sustitución de la ley divina por la ley humana preludia una

crisis peligrosa y una clara pérdida de espacio de la ética cristiana, sino que además

percibe que si esa sustitución era leída en términos políticos, ella podía generar una

automática limitación de las pretensiones políticas del poder espiritual. Posiblemente,

lo que inquietaba a Egidio haya sido la extensión de la crisis de la ética cristiana hasta el

ámbito de la política; quizá haya sido por ese motivo que denuncia los errores morales

de los artistas en un texto político como el De regimine principum. Egidio parece querer

advertir que si la mentalidad de los presuntuosos de su razón lograba imponerse, la

filosofía de esos racionalistas podía actuar como fundamento de teorías políticas en

defensa de la autonomía del poder secular y de la independencia del orden político

temporal. En síntesis, la denuncia de Egidio nos coloca frente a un factum histórico

incontrastable y de gran interés desde el punto de vista de la reconstrucción del proceso

de nacimiento del llamado "pensamiento político laico" de la baja edad media: ya en la

segunda mitad del siglo XIII, es decir bastantes años antes de Dante y Marsilio de

Padua y casi simultáneamente a la condenación parisina de 1277 que había pasado por

alto toda referencia a las consecuencias políticas implicadas en las teorías filosóficas

condenadas había quienes intuían no solo las crisis de carácter ético implicadas en las

proposiciones condenadas en 1277; además se intuían con claridad cuáles habrían de ser

las consecuencias de la utilización política del modo de pensar de los artistas parisinos,

es decir, de la utilización de la filosofía aristotélica que hacía confluir en un mismo

punto el programa de autonomía de la filosofía respecto de la teología y el programa de

independencia del poder secular respecto del poder eclesiástico. La importancia de la

denuncia de Egidio consiste, pués, en que ella se presenta como un testimonio

irrefutable de la prevención y el recelo de ciertos círculos respecto de las consecuencias

políticas de las teorías morales de los artistas. Son conocidas las repercusiones

posteriores de la confluencia en un mismo punto del programa de los filósofos

independencia de la filosofía respecto de la teología y de los teóricos del pensamiento

político laico independencia del poder secular respecto del poder espiritual. Pocos años

después de la denuncia de Egidio, ya desde los primeros años del siglo XIV, sucedió en

la teoría política exactamente lo que Egidio había advertido: el pensamiento ético de

los artistas alcanzó consecuencias políticas dependientes directamente de una ética que

separaba la lex humana de la lex divina. Ambos programas confluyeron en el llamado

"averroísmo político", mito historiográfico cuya formación ha sido reconstruída

recientemente (35). De hecho, la separación entre filosofía y teología que estaba

presente in nuce en el plan de estudios se convirtió, con intensidad diversa en cada caso,

en un leit motiv de la teoría política a partir de la segunda mitad del siglo XIII.

§ 9. El nacimiento de la teoría política medieval

La reflexión cristiana sobre la Politica que tiene lugar a partir de la segunda mitad

del siglo XIII tuvo un doble efecto. De ella resultaron, por una parte, comentarios a la

Politica (36) y, por la otra, tratados que, en mayor o menor medida se inspiraron en ella.

Puesto que los comentarios constituyen un género que sobre todo procura la explicación

y la exégesis del texto aristotélico más que la elaboración de teorías políticas

novedosas, nuestra reconstrucción del nacimiento y desarrollo de la teoría política

medieval entendida como filosofía política seguirá solamente la evolución que el

problema de las relaciones entre teología y filosofía va asumiento en los tratados de

teoría política, en particular los de Tomás de Aquino, Dante y Marsilio. Tan pronto

como es conocida la Politica de Aristóteles, ésta reemplaza al derecho romano y al

canónico como lectura correspondiente a la subdivisión politica de la philosophia

moralis. Al mismo tiempo, la teoría política incorpora tambien la totalidad de la Ética

Nicomaquea. Una vez incorporados todos estos textos, la tensión entre entre filosofía y

teología que deberá ser resuelta por los nuevos escritos políticos asume la siguiente

forma:

teología sobrenatural + derecho canónico

filosofía moral tensión

Ética + Política de Aristóteles

Si tenemos en cuenta que el problema nuclear que se plantea en la teoría política a

partir de la segunda mitad del siglo XIII la tensión entre filosofía y teología o, lo que es

lo mismo, entre fin trascendente/teológico y fin inmanente/filosófico ya estaba

anunciado en la philosophia moralis del plan de estudios de la primera mitad del siglo

XIII, podemos considerar como un hecho que los problemas centrales de la

especulación política a partir de la segunda mitad del siglo fue una continuación del

movimiento filosófico que introdujo la renovación del paradigma científico entre los

años 1230 y 1240. Así, tanto el cambio en la concepción de la filosofía como la

revolución del pensamiento político formaron parte de un único movimiento filosófico

que se anunció a comienzos del siglo XII, en el año 1120, cuando comenzó la

inquietud entre los maestros de artes por encontrar una nueva y más satisfactoria

explicación de la realidad. La modernización que experimenta la política es una simple

consecuencia de la modernización que antes había experimentado la filosofía. De allí

que la recepción de la Politica de Aristóteles en el esquema de la philosophia moralis

no debe ser sobrevalorada. Se debe tener en cuenta que el ingreso de este texto

aristotélico en el cuadro general del saber solo formaba parte de un movimiento general

de reemplazo del saber clerical por un saber más científico. De alguna manera, ese

movimiento que había comenzado en el siglo XII y que culmina en el siglo XIII con la

incorporación de los restantes textos del corpus aristotélico, era un movimiento de

vasto alcance que, entre otras disciplinas, había renovado tambien a la politica. Pero si

el reemplazo de los derechos romano y canónico por la Politica no significaba aún,

considerado como hecho individual, un acontecimiento verdaderamente relevante en el

orden científico y cultural, ¿dónde debe ser visto entonces el gran giro copernicano que

afectó y cambió radicalmente la especulación política hasta el punto de ponerla en

condiciones de abrir el camino hacia una especulación política realmente moderna?

La respuesta es múltiple. En primer lugar, como ya se adelantó, la gran revolución

estaba ya formalmente anunciada en la tensión que, dentro de la philosophia moralis se

verificaba entre el binomio constituído, por una parte, por la teología y el derecho

canónico y, por la otra, el derecho romano. En segundo lugar la revolución cumple un

nuevo paso cuando el derecho canónico y el derecho romano son reemplazados por la

Politica. Y en tercer lugar la revolución se consuma en las sucesivas soluciones que el

pensamiento político medieval inspirado en Aristóteles, ofrece a la tensión presente en

la philosophia moralis entre fin trascendente y fin inmanente del hombre. Esas

soluciones (Tomás de Aquino, Dante, Marsilio) consuman la revolución cuando

Marsilio de Padua procura independizar a la politica de la teología. El pensamiento

político medieval comienza a desarrollarse como respuesta a esa tensión. Como podrá

percibirse en lo que sigue, el núcleo de cada una de las posiciones principales del

pensamiento político medieval de la baja edad media se resuelve en una clara respuesta

a esa tensión. Al mismo tiempo que esas respuestas constituyen sucesivas

interpretaciones del problema de las relaciones entre filosofía y teología que había

planteado por primera vez en el plan de estudios parisino, cada respuesta constituye una

definida toma de posición respecto del camino que la politica debía tomar en relación

con la theologia. La tensión entre tradición y modernidad alcanza en el último esquema

su punto más álgido. Los polos de tensión son allí la Politica y la Ethica aristotélicas

por una parte y la teología sobrenatural por la otra. Si se privilegiaba la politica y la

ethica sobre la theologia, el problema de la vida del alma en la ciudad se resolvía de

modo exclusivamente filosófico superando en forma drástica la tradición a través de la

simple eliminación de la theologia supernaturalis del binomio en tensión. Pero si se

quería seguir siendo un teólogo consecuente, el esquema ofrecía tambien la

posibilidad de subordinar la politica y la ethica a la theologia. La historia del

pensamiento político medieval posterior a la recepción de la Politica de Aristóteles es

la historia de las respuestas a esa tensión: Tomás de Aquino opta por la subordinación

de la politica a la theologia; Dante construye su teoría política sobre la base de un

paralelismo entre ambas que implica una mutua independencia; y Marsilio de Padua

sacrifica la theologia privilegiando la politica y colocando la theologia al servicio de la

politica.

§ 10. Tomás de Aquino: la potestas indirecta del Papa in temporalibus

Tomás era un teólogo de profesión, pero no debe esperarse de él la misma e ingenua

solución que adoptaron los teólogos de su tiempo, es decir una rápida e inmediata

subordinación de la politica a la theologia. Para Tomás, consentir a dicha subordinación

inmediata habría significado pasar por alto los valores positivos que él percibió en el

pensamiento aristotélico obviando así los más recientes triunfos que, junto con el

aristotelismo, lograba tambien el pensamiento pagano. Tambien es obvio que Tomás

tampoco podía recostarse en el extremo opuesto y permitir que la politica se

transformara en una suerte de ética natural del estado que desatendiera las exigencias

del cristianismo. En efecto, para un teólogo esta solución habría asumido un carácter

puramente naturalista y no habría tenido en cuenta los requisitos cristianos de la ética y

de su especie, la politica (37). En su teoría política Tomás intentó salvar

simultáneamente las exigencias del cristianismo y los progresos implícitos en el

pensamiento aristotélico. Para ello debía conservar para la teología sobrenatural

ladeterminación del fin último del hombre, pero al mismo tiempo debía mostrar la

validez y la vigencia de pensamiento éticopolítico de Aristóteles que resolvía el fin del

hombre en la civitas. La respuesta de Tomás tiene como presupuesto una concepción

acerca de la estructura metafísica de la realidad que Tomás llama duplex ordo: "en la

realidad debe ser considerado un doble orden duplex ordo. Uno según el cual todo lo

creado se ordena a lo creado. Otro según el cual todo lo creado se ordena a Dios" (38).

Esta formulación implica una relación tanto horizontal como vertical en la realidad. En

la medida en que lo creado se ordena a lo creado la realidad es entendida

horizontalmente. En la medida en que todo lo creado se ordena a Dios, la realidad es

entendida verticalmente. Puesto que la estructura de la realidad se expresa a través de

un orden que, aunque es doble, es un orden único, toda ella tiene un único fin último

correspondiente al único orden de la realidad: ese fin único es Dios. Esta realidad única

tiene una estructura interna consistente en el ordenamiento de las relaciones

horizontales a las verticales. Según esa estructura interna la relación vertical absorbe y

subordina a las relaciones horizontales, ya que un único orden no puede tener dos fines

últimos. Esta duplicidad del único orden de ninguna manera apunta a facilitar el

desdoblamiento de la realidad en dos fines, como más tarde hará Dante con su doctrina

de los duos fines. Al contrario, esa duplicidad tiende a unificar la realidad y a mostrar

que todo fin antecedente al fin último es decir, a Dios es simplemente un fin intermedio

sólidamente subordinado al fin último. Esta doctrina permite a Tomás expresar al

mismo tiempo, recurriendo a un único concepto (duplex ordo) la doble estructura y el

carácter unitario de toda la realidad. En esa doctrina yacen los fundamentos

metafísicos de la subordinación tomista del fin de la política al fin de la teología

sobrenatural. Es en esta doctrina del duplex ordo donde deben buscarse las bases

filosóficas de la potestas indirecta del Papa in temporalibus. De allí que resulte difícil

afirmar que Tomás fue el promotor de los argumentos antihierocráticos (39). Sucedió

mas bien lo contrario: Tomás supo afianzar los argumentos hierocráticos adaptando las

nuevas doctrinas aristotélicas que ponían en peligro los argumentos hierocráticos. En

efecto, puesto que la realidad tiene un orden único y puesto que el fin último de ese

único orden es Dios, que se identifica con la teología sobrenatural del esquema de la

philosophia moralis del plan de estudios la realidad natural nunca puede quedar

separada de la sobrenatural, por más que Tomás la haya distinguido perfectamente de

ella.

La originalidad de Tomás consiste en haber introducido un orden natural entre la

teología sobrenatural y la política. Al estudio de ese orden Tomás ha dedicado vastos

espacios de su obra. Incluso ha estudiado el orden natural horizontal desde el punto de

vista político, y lo ha hecho con tanta eficiencia que, a pesar de su carácter de teólogo,

el pensamiento político de Tomás debe ser considerado como uno de los más relevantes

capítulos de la historia de la teoría política medieval. Tomás ha atribuído a la politica

caracteres ontológicos y científicos propios estudiando el modo como ella está

enraizada en el orden natural; ello le permite considerar a la scientia politica "la más

importante entre todas las ciencias prácticas" (40). Con todo, a pesar de su dedicación al

orden natural y a pesar de la introducción de ese orden entre la politica y la teología

sobrenatural, en cierto modo Tomás sigue haciendo depender la política de la

concepción tradicional por cuanto subordina sus fines a los del orden natural y éstos, a

su vez, a los de la teología sobrenatural. De ese modo, la dimensión horizontal de la

realidad queda absorbida por la vertical. Aún cuando las causas, fundamentos y fines de

la política no deben ser buscados inmediatamente en la teología sobrenatural, sin

embargo, en la medida en que el fin de la política no es en sí un fin que pueda ser

considerado último (41), la teología sobrenatural sigue teniendo una posición de

privilegio en el orden moral y sigue determinando cuáles deben ser los fines de la

política (42). La subordinación indirecta de la política a la teología resulta, pues, de la

vigencia en la realidad de un orden unitario que permite a Tomás expresar su doctrina

del duplex ordo en términos políticos. De allí que escriba: "Así, pues, quienes tienen a

su cuidado los fines antecedentes del hombre [es decir, los gobernantes temporales que

se ocupan de las relaciones horizontales de la realidad] deben subordinarse a quien

compete el cuidado del fin último del hombre [es decir, al Papa que se ocupa de las

relaciones verticales] y deben ser dirigidos por él" (43). En la fuerza metafísica de la

doctrina del duplex ordo se puede percibir la imposibilidad de que Tomás admitiera en

la realidad y en el hombre duos fines que corrieran paralelos e independientes entre sí y

de que abriera el camino hacia la independencia de los fines de la política respecto de

los de la teología. Aunque el orden político natural pretenda en cuanto natural separar la

política de la teología, el orden natural seguirá atado a ella y, consecuentemente, será la

teología sobrenatural la que tendrá la última palabra acerca del fin último del hombre.

El pensamiento tomista acerca de las relaciones entre el poder espiritual y el poder

temporal ha sido llamado atinadamente doctrina de la indirecta potestas, es decir del

poder indirecto del gobierno espiritual en el ámbito temporal. Esta competencia en lo

temporal es indirecta en la medida en que solo se justifica cuando se trata de preservar

los valores espirituales comprometidos en el orden temporal. De allí que aunque Tomás

reconozca la independencia de ambos poderes en cuanto que ambos tienen su origen en

Dios, sin embargo esa independencia se debilita en virtud del principio de que en lo

temporal puede estar comprometido el fin último del hombre y, consecuentemente, la

salvación de su alma (44). Toda presunción de compromiso de lo espiritual en lo

temporal permite la ingerencia de aquél en éste en virtud de la inmediata

subordinación del orden temporal a la teología. Se ha afirmado que este tratamiento

tomista del problema de las relaciones entre el poder espiritual y el temporal ha sido

llevado a cabo teniendo en cuenta solo relaciones armónicas entre ambos poderes, y que

ese tratamiento ha sido realizado solo sobre la base de principios sin tener en cuenta

situaciones reales y sin prever situaciones de conflicto entre ambos poderes (45). En

última instancia, el carácter rigurosamente teleológico de la potestas indirecta no hace

otra cosa que legitimar la ingerencia del gobernante espiritual en los asuntos temporales,

legitimación justificada en virtud de que solo el poder espiritual puede definir y

determinar los valores espirituales comprometidos en el orden temporal. Si como

afirma Tomás es la salvación del alma lo que justifica la subordinación del poder

temporal al espiritual, ¿quién sino la más alta autoridad espiritual está facultada para

decidir cuándo está comprometida la salvación en el orden temporal? La solución de

Tomás al problema de las relaciones entre teología y política responde

satisfactoriamente las pretensiones del papado in temporalibus, pero no soluciona las

dificultades reales implícitas en las relaciones entre ambos poderes.

§ 11. Dante: la independencia de poderes

Tambien para Dante la autoridad temporal del Emperador necesaria para que la

humanidad alcance su propio fin y logre así la realización de su propio bien deriva

directamente de Dios, sin intermediación papal. A esa derivación directa Dante agrega

un elemento que no estaba presente en Tomás: la independencia absoluta de la

autoridad temporal respecto de la espiritual. Derivación directa de Dios y absoluta

independencia, sin concesiones, constituyen el fundamento de la especificidad de la

autoridad temporal. Para demostrarlo Dante recurre a la doctrina de los duos fines. Su

problema fue abrir el camino cerrado por Tomás hacia la independencia absoluta. Para

lograrlo debía sustituir los fundamentos filosóficos que Tomás había elaborado como

presupuesto de su pensamiento político. La propuesta alternativa de Dante respecto del

duplex ordo de Tomás procura evitar las consecuencias políticas de la doctrina tomista.

Sin embargo, tampoco Dante era una mentalidad absolutamente dispuesta a eliminar

totalmente la teología del esquema de la filosofía moral. Pero al mismo tiempo tampoco

quería que la política se subordinara a la teología. Si hubiese seguido sosteniendo la

doctrina del duplex ordo habría debido admitir que el hombre tiene un único fin último

y, consecuentemente, que la última palabra acerca de ese fin último la tiene la teología

sobrenatural, es decir, el papa. De ese modo la supremacía papal habría seguido vigente.

Para evitar caer en una respuesta que facilitara al papado su ingerencia in

temporalibus Dante opta por una solución que separa totalmente la teología de la

política, pero no la anula: sustituye el duplex ordo por la teoría de los duos fines. Ello le

exige crear una antropología cuya función es demostrar la existencia de una dimensión

exclusivamente humana en la que el poder espiritual carece de jurisdicción. Como lo

había hecho Tomás, Dante tambien intuyó que para resolver el problema político debía

comenzar dando una respuesta filosófica que sirviera como base a una posterior

respuesta política. De allí que comience su argumentación formulando una previa

antropología. El camino que encuentra para independizar el poder temporal del

eclesiástico es introducir una ruptura en la realidad que para Tomás seguía siendo una.

La expresión que mejor resume el núcleo del pensamiento político dantesco es la

ruptura de la unidad de la Christianitas. Dante lleva a cabo dicha ruptura operando una

"cirujía metafísica" (46) en la realidad "hombre", al que define como medium o límite

entre dos extremos. Dicho carácter de medium le permite introducir en el hombre una

dicotomía que lo asocia tanto a la naturaleza del mundo corruptible como a la del

incorruptible: [el hombre es]...el único entre los seres que se encuentra entre (medium)

las cosas corruptibles y las incorruptibles" (47). A partir de ello concluye que, como

límite o medium entre dos mundos, el hombre participa de dos naturalezas: "Si en

consecuencia, el hombre es término medio..., puesto que todo término medio participa

de la naturaleza de los extremos, es necesario que el hombre participe de una y otra

naturaleza" (48). De inmediato Dante saca las consecuencias de la dicotomía implícita

en la participación del hombre de la naturaleza de los extremos de la realidad. Dado que

cada naturaleza o extremo tiende a su propio fin, el hombre, participando de dos

naturalezas, posee dos fines últimos: "Puesto que toda naturaleza está ordenada a un

fin último, por ello el hombre [que participa de dos naturalezas] deberá tener dos fines,

de modo que, único entre los seres, está ordenado a dos fines últimos, uno en cuanto

corruptible y otro en cuanto incorruptible" (49). Sobre esta base Dante identifica los

dos fines: el corruptible se alcanza antes de la muerte; el incorruptible en la vida eterna.

Ellos consisten respectivamente en "la felicidad de esta vida, que se resuelve en el

ejercicio de la virtud propia del hombre, y que está representado por el paraíso

terrenal; y la felicidad de la vida eterna...a la que no se accede por virtud propia, sino

con ayuda de la divina gracia" (50). Por fin identifica los gobiernos adecuados para

que la humanidad pueda alcanzar cada uno de estos fines: "A estas felicidades llegamos,

como a términos diferentes, a través de medios diferentes" (51) y coloca la conducción

hacia cada uno de los fines correspondientes a cada una de las dos vidas en manos de

dos autoridades que son de naturaleza tan diferente como lo son los fines: mientras la

felicidad eterna está a cargo del Papa, la felicidad terrena está a cargo del Emperador:

"Para lo cual fue necesario que el hombre tuviera una doble dirección de acuerdo al

doble fin: el sumo Pontífice, que según la verdad revelada lleva al género humano a la

vida eterna, y el Emperador, que según las verdades filosóficas lleva al género humano

a la felicidad temporal" (52). Puesto que el camino del hombre hacia ambos fines

comienza en esta vida, ambos fines corren en esta vida en forma paralela. Si leemos la

tensión presente en el plan de estudios entre teología sobrenatural y política utilizando

la terminología dantesca referida al paralelismo entre los medios que conducen a los

hombres a sus fines, percibiremos que la misma tensión que aparece en el plan de

estudios, aparece en la Monarchia entre la felicidad de esta vida y la felicidad de la vida

eterna, verdad revelada y verdad filosófica, Emperador y Papa.

La dicotomía metafísica que Dante encuentra en la realidad y que luego

haceextensiva al hombre le permite, en primer lugar, introducir una ruptura de carácter

metafísico en la unidad de la Christianitas; en segundo lugar puede dejar dentro de esa

Christianitas al gobernante espiritual que conducirá solo cristianos; y en tercer lugar

puede sacar de esa Christianitas al Emperador y colocarlo en un ámbito nuevo, la

Humanitas constituída solo por hombres, cristianos o no. Para romper la unidad de esa

Christianitas y descubrir la politicidad de la Humanitas Dante utilizó como instrumento

los duos fines últimos con los que establece entre teología y política una relación de

paralelismo (53). El esfuerzo teórico de Dante constituye el primer paso de la teoría

política hacia la demarcación de un ámbito exclusivamente humano cuyo soberano es

tambien un hombre que debe conducir a sus súbditos a su realización como hombres.

La realización de los hombres dentro de los límites de este ámbito puramente humano

constituye, por sí mismo, un fin último. Con ello Dante legitima la existencia de un

ámbito de carácter puramente natural en el que el papa carece de toda posibilidad de

ingerencia. Es verdad que de ese modo el pensamiento político recién daba un primer

paso hacia la modernización de la política. Pero se trataba de un paso importante, pues

era el primer intento de lo que hoy llamaríamos ámbito civil para gozar de soberanía en

su propio dominio. Nadie, en efecto, antes de Dante, se había comprometido tanto en

mostrar que existe una esfera de la realidad en la que lo humano puede realizarse

plenamente como tal y en la que la humanidad encuentra su fin último. Sin dejar de ser

cristiano, Dante se proponía así recuperar para la humanidad todo lo que consideraba

propio de ella con el objetivo de mostrar que la humanidad puede, políticamente

hablando, satisfacerse a sí misma, independientemente de la teología.

La ruptura de la subordinación de la política a la teología mediante el paralelismo

entre ambas significaba un paso importante respecto de la solución de Tomás. Sin

embargo, ese paso no significaba aún una solución que lograra romper definitivamente

con las ingerencias de la teología en la política y con las consecuencias prácticas de esa

ingerencia que son, en última instancia, el criterio último para juzgar las teorías

políticas. Pues si bien el paralelismo de fines lograba identificar el fin del hombre en

cuanto corruptible como un fin último en sí mismo, no respondía la pregunta acerca de

la relación entre ese fin y el fin de la teología que, en cierto modo, Dante presenta

como más último que el de la política. Por ello, en la medida en que en el discurso

dantesco la teología sigue estando presente, la solución del paralelismo se limitaba a

postergar el problema de las relaciones entre teología y política.

12. Marsilio de Padua: reducción de la teología a la política

El objetivo del Defensor Pacis de Marsilio de Padua fue reformular las relaciones

entre el orden político y el orden eclesiástico para resolver los problemas originados en

las conflictivas relaciones que la historia muestra que se verificaron entre los dos

órdenes. El propósito del tratado es, como su nombre lo indica, la restauración de la paz

perdida a causa de ese conflicto. Es posible que Marsilio haya percibido los problemas

que la solución dantesca dejaba sin resolver, motivo por el cual el punto sobre el que

insistió para transformar la politica en una ciencia independiente de la teología política

elaborada por el Papado fue privilegiar la politica sobre la theologia que, en el sistema

marsiliano, es absorbida por aquella. Para ello procedió, primero, a utilizar a Aristóteles;

en segundo lugar reformuló la lectura papal de las Escrituras mostrando los errores de

esa lectura teocrática; y en tercer lugar asumió la posición bizantina de absorción de la

teología por la política.

Son muchos los motivos que, además de las directas referencias de Marsilio a

Aristóteles en el Defensor Pacis, hacen suponer que Marsilio fue un buen conocedor del

pensamiento aristotélico de lógica, filosofía natural, metafísica y filosofía práctica moral

o éticopolítica. Su estancia en París, su rectorado de la Universidad parisina y sus

contactos con el ambiente de los artistas parisinos fueron todos momentos de su vida

intelectual que, con seguridad, le permitieron armarse del rico caudal conceptual

aristotélico cuyo resultado no fue, sin embargo, la redacción de un tratado como simple

paráfrasis de las ideas Aristóteles, sino la utilización de ese material para elaborar una

nueva teoría del Estado. El Defensor Pacis está articulado en tres partes. Marsilio

presenta a comienzos del tratado (54) una caracterización de cada una: la primera se

propone demostrar sus tesis recurriendo sólo a la razón natural; la segunda apela a las

razones que ofrece la verdad revelada para confirmar con ellas las tesis demostradas en

la primera dictio; y la tercera presenta una síntesis de proposiciones que resumen el

contenido político del tratado.

Tres son los temas fundamentales de la primera dictio: origen y fin de la civitas;

teoría de la ley como fundamento del Estado; y teoría de las partes de la civitas; ésta

incluye una consideración del sacerdocio como una parte más de esas partes. Marsilio

inaugura la primera dictio con una encendida defensa de la paz y con una referencia a

las amenazas y los conflictos que la hacen peligrar. Allí alude especialmente a un

conflicto que Aristóteles no había podido llegar a conocer: su causa es la pretensión

eclesiástica de plenitudo potestatis. Marsilio debe mostrar que esa pretensión carece de

espacio legítimo dentro de su civitas. Por ello organiza toda la primera dictio en torno

de las verdaderas necesidades de la universitas civium a las que, aristotélicamente,

llama bene vivere. El objetivo de la scientia politica marsiliana es construir una teoría

que haga posible, en este mundo, la satisfacción de esas necesidades: el logro del bene

vivere entendido como fin perfecto, completo e independiente de cualquier otro fin.

Según Marsilio ese fin no solo es posible en la civitas, sino que se identifica con la

felicidad humana. La felicidad humana en la civitas es el tema del que se ocupa la prima

dictio, ya que esa felicidad es la única de la que puede ocuparse científicamente el

teórico de la política en virtud de la indemostrabilidad racional de la existencia de otra

felicidad. En efecto, de la felicidad ultraterrena podemos hablar como cristianos, pero su

existencia nunca ha podido ser probada por via demostrativa (55). Esta última

formulación muestra el propósito de Marsilio de reducir su discurso político a un

contexto que se da a sí mismo su propio orden, independientemente del orden

eclesiástico. En efecto, la universitas civium marsiliana se da a sí misma su propia ley;

de allí que ella asuma un carácter claramente legislativo, por lo cual esa universitas

tambien es llamada legislator humanus. A diferencia de Aristóteles, la universitas

civium o legislator humanus es un conjunto de cristianos autogobernados por su propia

voluntad que arrancan la función gubernativa a quien hasta ese momento la había

pretendido: el papa. A su vez, la idea de autogobierno da entrada a la idea de consensus

entendido como condición indispensable en el proceso formal de sanción de la lex. Ésta

ya no es lex en virtud de su carácter eudemonológico, esto es, por su contenido bueno o

malo, sino, fundamentalmente a causa de su carácter coactivo que proviene del

consensus de los que se someten a ella. El consensus es el requisito formal, la conditio

sine qua non de la ley.

Para quitar al sacerdocio su carácter preminente Marsilio recurre a la idea de

organismo y la correcta organización entre sus partes. Con ayuda de la idea de

organismo transforma al sacerdocio en una parte más entre las distintas partes de la

civitas. Luego de reducir el sacerdocio a una parte entre partes subordina el sacerdocio

al poder jurisdiccional, es decir a la voluntad de la universitas civium. Mediante la

transferencia de la potestas iurisdictionis a la comunidad civil (universitas civium), el

sacerdocio pierde totalmente sus facultades jurisdiccionales. Recolocado el clero como

parte entre partes y reconducida la soberanía y el poder al conjunto de ciudadanos o a

sus representantes, el poder se convierte en una unidad indivisible. Para Marsilio "en la

ciudad o reino solamente ha de haber un único principado supremo" (56), es decir, una

única soberanía. En síntesis, convertido el sacerdocio en una parte entre partes y

reducida la soberanía a una única instancia gobernante civil, desaparecen las

posibilidades de conflicto entre poderes que Marsilio se proponía neutralizar. La

reconducción marsiliana del poder eclesiástico a la comunidad civil no es otra cosa que

la resolución de la tensión entre teología y política mediante la absorción de la primera

por la segunda. Con la solución marsiliana el medioevo retorna a la figura política

bizantina de absorción de la teología por la política abandonada por el cristianismo

occidental desde San Agustín.

§ 13. Conclusión: adiós a la Ciudad de Dios

El proceso expuesto sintéticamente hasta aquí se extiende desde la renovación del

pensamiento filosófico en la primera mitad del siglo XII hasta el nacimiento de la

filosofía política en la segunda mitad del siglo XIII y su desarrollo desde Tomás de

Aquino hasta Marsilio de Padua en la primera mitad del siglo XIV. Se trata, pues, de un

periplo de dos siglos en el que la historia y la filosofía se conjugaron para generar el

capítulo más importante de la historia de las ideas políticas medievales. Procuraré

presentar ahora, a modo de conclusión, una breve reflexión sobre su significado y su

naturaleza.

Walter Ullmann ha sostenido que el humanismo medieval nació en un contexto

político porque ese contexto fue el más afectado por el paradigma del saber tradicional:

la primera reacción habría provenido del ámbito donde la acción de la sabiduría

cristiana fue más efectiva. Sin embargo, a la luz del proceso que hemos reconstruído,

parece imponerse otra tesis: el humanismo, entendido como tendencia a la

fundamentación de una cosmovisión de la realidad sobre bases más naturales, tiene su

origen en un fenómeno anterior a la política: la renovación que afectó a todo el saber

que Occidente comienza a experimentar a partir de los primeros años del siglo XII. La

renovación política no parece haber sido la primera reacción, sino solo una

consecuencia de la renovación del saber. Una prueba concluyente de que la renovación

que experimenta el pensamiento político occidental en la Edad Media no se agota en un

movimiento iniciado en el ámbito de la política o limitado solo a ella reside en el hecho

de que cuando se produce la sustitución de los derechos romano y canónico por la

Politica, en muchos casos y a pesar de la incorporación de ese texto aún se sigue

pensando la subdivisión politica de la philosophia moralis como subordinada a la

teología sobrenatural.

Ello muestra que aunque la Politica de Aristóteles había sido incluída en el repertorio

de textos filosóficos, la subdivisión politica seguía siendo pensada según el tradicional

modelo de la sabiduría cristiana. La Politica, pues, carecía aún de fuerza suficiente

para alterar la tradicional concepción de la moral. El gran giro del pensamiento político

se produce recién cuando se confrontan la politica y la ethica del esquema del plan de

estudios con el lugar privilegiado y predominante que la teología sobrenatural ocupaba

dentro de ese esquema, es decir, cuando de esa confrontación resulta la ruptura del

predominio de la theologia en el orden moral. El fin de ese predominio, operado por

Marsilio, constituyó el definitivo adiós al orden político que muchos entendieron como

la ciudad de Dios en la tierra. Esa confrontación pudo producirse recién cuando se

verificó un cambio de la actitud filosófica. De allí que el comienzo de la renovación del

pensamiento político deba ser identificado con el momento en que se inician las

interpretaciones acerca del lugar que corresponde a la teología en relación con la

politica o vida del alma en la ciudad; y de allí que la renovación misma deba ser

identificada con la definitiva ruptura de los lazos de la politica con la teología. Recién

en ese momento aparece, con toda su crudeza, el propósito del bajo medievo de romper

el esquema de una realidad unitaria y omniabarcadora construído secularmente sobre la

base del predominio de la teología en la vida moral. El gran conflicto en el que debió

debatirse la teoría política para ser teoría política y no estar más sujeta a la teología fue

siempre acompanado por la pregunta aún no respondida en el plan de estudios acerca

de si la teología sobrenatural debía seguir ocupando como cabeza el lugar principal

dentro de la división de la ética y, en consecuencia, si la política debía subordinarse a la

teología o si debía independizarse de ella. La opción por la independencia asumida por

Marsilio constituyó el definitivo adiós a la ciudad de Dios.

N O T A S

(*) Este trabajo fue realizado con un subsidio de la Fundación Antorchas (Buenos

Aires)

(1) "In una autem et eadem domo scholae erant superius, prostibula inferius. In parte

superiori magistri legebant, in inferiori meretrices officia turpitudinis exercebant.

Ex una parte meretrices inter se cum lenonibus litigabant, ex alia parte disputantes

et contentiose agentes clerici proclamabant" (cfr. Historia occidentalis, 7). Tomo el

texto del trabajo de Luca Bianchi, Il vescovo e i filosofi. La condanna parigina del

1277 e l'evoluzione dell'aristotelismo scolastico, Bergamo, 1990, p. 179.

(2) Cfr. Jacques Le Goff, Los intelectuales en la edad media (trad. esp. de M. A.

Galmarini), Buenos Aires, EUDEBA, 1965, p. 81

(3) Cfr. ibid., p. 58

(4) Es posible que haya sido la absoluta ruralización del orden público que Europa

vivió durante varios siglos lo que provocó que, entre los intelectuales, dominara

una carencia total de conciencia política con la consecuente falta de tratados de

teoría política que recién comienzan a aparecer con la decadencia del régimen

feudal y su sustitución por una civilización ciudadana. En numerosos trabajos

Henri Pirenne caracterizó el feudalismo de Europa occidental entre los siglos IX y

XII como la organización económica, social y política de una inmensa región

reducida exclusivamente a funciones de tipo agrícola. En ella, todos los integrantes

de la jerarquía del sistema, desde el más alto hasta el más bajo, viven de la tierra:

"toda la existencia social se fundamenta en la propiedad o en la posesión de la

tierra" (cfr. Historia económica y social de la Edad Media, trad. esp. de S.

Echavarría, FCE, MéxicoBuenos Aires, 1961, p.13). La reducción del poder

político a la posesión de la tierra y la simultánea y quasi infinita atomización de esa

posesión implicada en el sistema transforma al poder público en una suerte de

"Estado que se disgrega y se divide" convirtiéndose en un "molde vacío" (cfr.

Historia de Europa desde las invasiones hasta el siglo XVI, trad. esp. de J. J.

Domenchina, FCE, México, 19743, pp. 110 y 112). Véase tambien de Pirenne,

Historia económica...(ut supra), p. 13: "El sistema feudal es tan solo la

desintegración del poder público entre las manos de sus agentes, que por el mismo

hecho de que cada uno posee una parte del suelo, se han vuelto independientes y

consideran las atribuciones de que estaban investidos como parte de su

patrimonio". En síntesis, el feudalismo "no es más que la repercusión en el orden

político de la regresión de la sociedad a una civilización puramente rural" (cfr.

ibid., p. 13).

(5) Cfr. Charles Lohr, "The medieval interpretation of Aristotle", en: The Cambridge

History of Later Medieval Philosophy, ed. by N. Kretzmann, A. Kenny, J.

Pingborg, Cambridge, 1982, pp. 8O/98

(6) Cfr. Walter Ullmann, "Some observations on the medieval evaluation of the homo

naturalis and the christianus", en L'homme et son destin, ParisLouvain, 1960,

pp. 145 ss.

(7) cfr. Le Goff, Los intelectuales... (como nota 2), pp. 24 ss.

(8) Sobre las distintas formas de aristotelismo véase Fernand Van Steenberghen, La

philosophie au XIIIe. siècle, ParisLouvain, 1966: el aristotelismo que asume a

Aristóteles sin críticas (Siger de Brabante) en pp. 357 ss., el que lo critica (S.

Buenaventura) en pp. 220 ss., el que lo adapta (Alberto Magno y Tomás de

Aquino) en pp. 272 y 307 ss. respectivamente.

(9) Pioneros al respecto han sido los trabajos de Martin Grabmann, Die

mittelalterlichen Kommentare zur Politik des Aristoteles (Sitzungsberichte der

Bayerischen Akademie der Wissenschaften, Phil.hist. Abteilung, Bd.II, Heft

1O, 1941), Munich, 1941, esp. pp. 8/27 y Studien über den Einfluß der

aristotelischen Philosophie auf die mittelalterlichen Theorien über das

Verhältnis von Kirche und Staat (Sitzungsberichte der Bayerischen Akademie der

Wissenschaften, Phil.hist. Abteilung), Munich, 1934. La más reciente puesta

al día del problema es el trabajo de Christoph Flüeler, Rezeption und

Interpretation der Aristotelischen Politica im späten Mittelalter, 2 ts.,

AmsterdamPhiladelphia, 1992.

(10) v. Lohr (como nota 5), p. 84

(11) Cfr. Charles Schmitt, Aristotle and the Renaissance, Cambridge (Mass.)/

Londres, 1983, pp. 4/5

(12) Más precisiones sobre el carácter de esta revolución científica en Van

Steenberghen, La philosophie... (como nota 8), pp. 72 ss.

(13) Cfr. Martin Grabmann, I divieti eclesiastici di Aristotele sotto Innocenzo III e

Gregorio IX, Roma, 1941, pp. 117 ss. y "Eine für Examinazwecke

abgefasste Quaestionensammlung der Pariser Artistenfakultät aus der ersten

Hälfte des 13. Jahrhunderts", en Mittelalterliches Geistesleben, Bd. II,

Munich, 1936, pp. 183/199. Recientemente el texto contenido en el manuscrito

ha sido editado por Claude Lafleur (avec la collaboration de Joanne Carrier),

Le "Guide de l'Étudiant" d'une maître anonyme de la Faculté des Arts de

Paris au XIIIe. siècle, Québec, 1992.

(14) Cfr. Lohr (como nota 5), pp. 82 s.

(15) Mi reconstrucción del contenido del plan de estudios se basa en la edición

realizada por C. Lafleur (cfr. nota 13). Para más informaciones acerca del

texto me permito referir a mis trabajos: "Loquendo philosophiceLoquendo

theologice. Implicaciones éticopolíticas de la Guía del Estudiante de

Barcelona (A propósito de una reciente publicación de C. Lafleur) en

PATRISTICA ET MEDIAEVALIA, Buenos Aires, vol. XIV, (1993), pp. 21/4O;

"Politologische Ansichten bei den Artisten um 1230/1240. Zur Deutung des

anonymen Pariser Studienplans: Hs. Ripoll 109, fol. 134ra158 va)", en

THEOLOGIE UND PHILOSOPHIE, Frankfurt,69 (1994), pp. 34/73 y "Lo que se

puede decir. Lo que se puede saber. Los límites del lenguaje filosófico en un texto

de la Facultad de Artes de París de la primera mitad del siglo XIII", en

LOGICA E LINGUAGEM NA IDADE MEDIA (Actas del Simposio de

Filosofía Medieval, Porto Alegre, 812 de noviembre de 1994), Porto Alegre,

1995, pp. 91/102

(16) "Dividitur autem haec scientia [philosophia moralis] secundum multiplicem

vitam animae in bono. Dicit autem Augustinus quod anima uno modo totaliter

vivit in Deo; et secundum hoc est theologia que tradita solum a spiritu

sancto. Et hec maxime convenit anime secundum vitam contemplativam, que

vita maxime consistit intellectuali [...]. Anima iterum vivit in bono

aliorum, et hoc dupliciter. Uno modo in regendo sibi subditos cogitando de

bono eorum inquantum potest et debet. Et secundum hoc est Liber de vera

iustitia vel Liber de officiis quod est idem quem fecit Tullius. Et hec scientia

ypotica appellatur ab ypos, quod est `sub', quasi scientia de

subditis. Item, anima vivit in bono omnium communiter secundum legem

communem, et secundum hoc est scientia que traditur in legibus et decretis.

Que politica vocatur a polis, quod est `civitas', eo quod est de iure et

defensione iuris eorum que sunt in civitatibus constituta" (cfr. Lafleur,

como nota 13, p. 53).

(17) "nuestra intención principal no es investigar acerca de la verdad... sino cuál fue

la opinión del Filósofo [Aristóteles]" (cfr. Bernardo Bazán,

Siger de Brabant: Quaestiones in tertium De Anima, De Anima Intellectiva.

De Aeternitate Mundi, LouvainParis, 1972, pp. 99 y 101).

(18) "Idem queritur utrum corpus sit natum recipere felicitatem sicut anima. Et

videtur quod sic, cum sit instrumentum per quod anima operatur bonum.

Et ita videtur corpus mereri sicut anima. Ad hoc dicimus quod secundum

theologos hoc habet veritatem quia ponunt animam reiungi corpori post

mortem. Sed hoc est plus per miraculum quam per naturam. Simpliciter

enim hoc est innaturale, et ideo non ponitur a philosophis. Et propter hoc

cum felicitas sit post mortem, sicut probat hic auctor, et non ponunt

philosophi animam post mortem coniungi corpori, ideo proprie felicitas

per naturam debetur solum anime et non corpori" (cfr. Lafleur, como nota

13, p. 59; subrayado nuestro).

(19) "Dicunt theologi quod bonum est infusum a Deo [...] secundum philosophos [...]

dicendum est quod nos sumus principium virtutis tantum" (cfr. Odom

Lottin, "Deux commentaires sur l'Ethica vetus des environ de 1230/40",

en idem, Psychologie et Morale aux XIIe. et XIIIe. siècles, t. VI, Gembloux,

Bélgica, 1960, pp. 222 ss).

(20) Cfr. Walter Ullmann, Principios de gobierno y política en la edad media (trad.

de G. Soriano), Revista de Occidente, Madrid, 1971, pp. 290 ss.

(21) Sobre la importancia de la lex romana y en particular de la lex regia véase E.

Jordan, "Dante et le théorie romaine de l'Empire", en Revue Historique du

droit francais et étranger, XLV (1921), pp. 353/ 396; XLVI(1922), pp. 191/232

y 332/390. Además en Walter Ullmann, Radici del Rinascimento (trad it. de M.

Sampaolo), RomaBari, 1980, pp. 52 ss.

(22) "Quod principi placuit legis habet vigorem: utpote cum lege regia, quae de

imperio eius lata est, populus ei et in eum omne suum imperium et

potestatem conferat" (cfr. Digesto, I, 4, 1 e Inst. Iust., 1, 2, 6).

(23) Cfr. E.M. Meijers, Études d'histoire du droit, III: Le droit romain au Moyen Age,

Première Partie, Leyden, 1959, p. 28. Sobre el problema véase además J.

Aubert, Le droit romain dans l'oeuvre de Saint Thomas, Paris, 1955, pp. 124

ss.

(24) Sobre el surgimiento de la donatio véase mi trabajo "Estrategias de

resolución del paganismo en el Cristianismo en la `donatio Constantini' en:

Paganismo y Cristianismo. Pervivencias y mutaciones culturales (siglos III

IX), comp. por H. Zurutuza y H. Botalla, (Homo Sapiens Ediciones), Rosario,

1995, pp. 129/154. Sobre la recepción medieval de la donatio mis trabajos

"Constitutum Constantini y Romgedanke. La donación constantiniana en el

pensamiento de tres defensores del derecho imperial de Roma: Dante,

Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham", 1ra. parte en PATRISTICA ET

MEDIAEVALIA, Buenos Aires, vol.III (1982), pp. 21/46; 2da. parte,ibid., IVV

(19834), pp. 67/99 3ra. parte en PATRISTICA ET MEDIAEVALIA, vol. VI (1985),

pp. 57/78

(25) Sobre el tema véase mi "Das Wiederauftauchen der donatio Constantini 1236.

Ein Beitrag zur Rekonstruktion des politischen Denkens des Mittelalters",

en FREIBURGER ZEITSCHRIFT FÜR PHILOSOPHIE UND THEOLOGIE,

Freiburg, Suiza, vol. 37 (l99O) pp. 3O3/25 y "Preparación del ingreso de la Política

de Aristóteles en Occidente. Reconstrucción de un capítulo de la historia del

pensamiento político medieval", en ANUARIO DE FILOSOFIA JURIDICA Y

SOCIAL, Buenos Aires, vol.IX (1989), pp. 337/7O.

(26) Cfr. Walter Ullmann, como nota 2O, Introduction, passim

(27) Sobre la situación de la ética y sobre el conflicto entre teología sobrenatural y

ética que se verifica en la primera mitad del siglo XIII y que reaparece en la segunda

mitad del siglo véase G. Wieland, Ethica

Scientia Practica. Die Anfänge der philosophischen Ethik im 13.Jahrhundert

(Beiträge zur Geschichte der Philosophie und Theologie des Mittelalters, NF,

Bd. 21), Munich, 1921, pp. 4O ss. y en especial "The reception and

interpretation of Aristotle's Ethics", en The Cambridge History of Later

Medieval Philosophy (como nota 5), esp. p. 658: "happiness for Aristotle is

a human achievement rather than a divine gift".

(28) Cito en lo sucesivo página de la edición: Aegidius Romanus, De regimine

principum libri III, Roma, 1556 (Reprint: Minerva, Frankfurt, 1968)

(29) Datos biográficos, información general sobre Egidio y una interpretación del

De regimine... pueden verse en: Jürgen Miethke, Politische Theorien im

Mittelalter, en HansJoachim Lieber (ed.), Politische Theorien von der

Antike bis zur Gegenwart, Bundeszentrale für politische Bildung, Bonn,1991,

pp. 89/94 (trad. esp., J. Miethke, Las ideas políticas de la Edad Media,

Biblos, Buenos Aires, 1993, pp.106/110). Una presentación reciente del L. III

ofrece R. Lambertini en: "Philosophus videtur tangere tres rationes. Egidio

Romano lettore ed interprete della Politica nel terzo libro del De regimine

principum", en: Documenti e studi sulla tradizione filosofica medievale, I

(1990), pp. 277/325. Sobre el De ecclesiastica potestate de Egidio véase la

introducción de L. A. de Boni a la traducción portuguesa en: Egidio Romano.

Sobre o poder ecclesiástico, Petrópolis, 1989.

(30) Thomae Aquinatis In Libros Politicorum Aristotelis Expositio, Prooemium (en

la ed. de R. Spiazzi, Marietti, Roma, 1951, p. 1)

(31) ibid.

(32) Dante, Monarchia, I,ii (en la ed. de P. G. Ricci, Mondadori, Verona, 1965, p. 138)

(33) "Fuerunt enim aliqui de suo ingenio praesumentes, dicentes Theologiam

superfluere, ex quo habemus physicas disciplinas, in quibus determinatur de

omni ente et superfluere legem Evangelicam et divinam, ex quo habemus legem

humanam et naturalem, quae videntur omnia vitia prohibere et omnes

virtutes praecipere" (De regimine, 316)

(34) "Sed quod praeter legem naturalem et humanam fuerit expediens dare legem

evangelicam et divinam, triplici via possumus venari... Tertia ex parte

finis, sive ex parte finalis boni, quod intendimus adipisci... Nam cum

huiusmodi bonum sit supra facultates nostrae naturae, lex naturalis et

humana iuvantes nos ad consecutionem illius boni quod possumus naturaliter

adipisci, non sufficiunt ad consequendum illud bonum supernaturale. Ergo

necessaria fuit lex evangelica et divina, per quam ordinamur ad illud

bonum" (ibid., 316 s.).

(35) G. Piaia, "`Averroïsme politique': Anatomie d'un mythe historiographique", en:

Miscellanea Mediaevalia, 17: Orientalische Kultur und europäisches

Mittelalter (hrsg. A. Zimmermann), BerlinN. York, 1985, p. 288/3OO. (36) Para una

lista de los comentarios v. Ch. Flüeler, Rezeption und Interpretation..., (como nota 9),

t. II, pp. 1/100.(37) Sobre la doctrina de Tomás tomista acerca de la politica como

especie de la ethica, v. su comentario a la Politica de Aristóteles, In Libros

Politicorum Expositio, Roma, 1951, § 6.

(38) Cfr. Summa Theologica, I, q. XXI, a. 1, ad 3

(39) Cfr. Ullmann, Principios de gobierno...(como nota 20), p.258

(40) Cfr. In Libros Politicorum (como nota 37), § 7.

(41) "el hombre no se ordena a la comunidad política según todo lo que él es... sino

que todo lo que el hombre es, puede, tiene y debe ordenarse a Dios"

(cfr. Summa Theol., III, q. XXI, a. 4, ad 3)

(42) El hecho de que la teología constituya el fundamento inmediato del orden

natural no solo hace de la teología el fundamento mediato de la

política, sino que permite percibir que Tomás, como teólogo dedicado a la

filosofía política, no ha perdido de vista a la teología. Cuando Alois Dempf

puso de manifiesto su gran entusiasmo a causa de la recepción tomista de la

Politica de Aristóteles (cfr. Sacrum Imperium. Geschichts und

Staatsphilosophie des Mittelalters und der politischen Renaissance, Munich

Berlin, 1929, pp. 376 y 381), dominó un desenfrenado optimismo a causa del

tratamiento tomista de lo político como perteneciente al orden de la

naturaleza. Hoy, sin embargo, parece querer imponerse la tesis de Gierke para

quien Tomás estaría, por lo menos en parte, anclado en la tradición medieval

de absorción del Estado por la Iglesia (cfr. Otto von Gierke, Political

Theories of the Middle Ages, Cambridge, 1959, nota 10). A pesar de que Louis

Lachance lamenta y rechaza la tesis de Gierke (cfr. L'humanisme politique de

Saint Thomas d'Aquin. Individu et état, ParisMontréal, 1965, p. 25 s.), esa

tesis ha sido retomada hoy, por ejemplo por R. Palacz en "Libertas als

Grundkategorie der gesellschaftlichen Philosophie bei Ockham", en Miscellanea

Mediaevalia XII, 2: Soziale Ordnungen im Selbsverständnis des Mittelalters,

hg. Albert Zimmermann, BerlinN. York, 1980, pp. 412 y 423.

(43) Cfr. De regimine principum, I, 15, en Opuscula Philosophica, Roma, 1954, p.

275, § 819. Poco antes de ese pasaje, y teniendo en cuenta que el fin último

de la humanidad es el Reino celeste que Cristo ha confiado a la Iglesia,

Tomás había afirmado que "todos los reyes...deben subordinarse al Romano

Pontífice del mismo modo como se subordinan a Cristo" (ibid.)

(44) "Tanto el poder espiritual como el poder secular derivan del poder divino, pero

el poder secular está bajo el poder espiritual pues así ha sido

colocado por Dios en aquellas cosas que conciernen a la salvación" (cfr.

In Sent., II, dist. XLIV, q. 2, art. 27).

(45) "Tomás trata el problema de las relaciones entre el Papa y los gobernantes

temporales teniendo en cuenta solo principios; no analiza casos concretos de

conflicto. Sobre esta base, la separación y distinción entre el Papa y el

gobernante temporal es para Tomás clara e indiscutible. Cada uno de ellos

tiene, en su propio ámbito, autonomía e independencia respecto del otro.Pero

como los fines de cada hombre deben estar orientados en un ordenamiento de

tipo teleológico al fin último de la naturaleza humana, del mismo modo los

fines de la comunidad deben estar teleológicamente ordenados y subordinados

unos a otros..." (Jürgen Miethke, Las ideas políticas... , como nota 29, p.

87)

(46) Tomo la expresión de Ernst H. Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un

estudio de teología política medieval, Madrid, 1985, p. 434

(47) Cfr. Dante, Monarchia (como nota 32), III, xv, p. 272. Sobre la estructura de la

argumentación dantesca me permito remitir a mi trabajos "Contexto,

consecuencias y fuentes de la doctrina dantesca `homo est medium´ (Monarchia,

III,xv)", en PATRISTICA ET MEDIAEVALIA, vol. XIII (1992), pp. 3/21 y "Dalla

Cosmologia alla Politica. Osservazioni sulla `Monarchia´ di Dante, III, xv)",

en Revista da Facultade de Ciencias Sociais e Humanas, vol. I (1994), pp.

285/302.

(48) ibid.

(49) ibid.

(50) ibid., p. 273

(51) ibid.

(52) ibid., p. 274

(53) El paralelismo de fines naturales y sobrenaturales es el núcleo de la

argumentación de Dante. Este paralelismo no ha sido suficientemente destacado

por la literatura. H. Kelsen (Die Staatslehre des Dante Alighieri, Viena,

1905) ha subrayado las diferencias entre la independencia dantesca de poderes

y la subordinación tomista (p. 24), pero afirma que la doctrina tomista de

las felicidades terrestre y celeste anticipa a Dante (p. 24). E. Gilson

insiste sobre el argumento que fundamenta la imposibilidad de subordinar el

Emperador al Papa en virtud de que "Papa" y "Emperador" no son formas

sustanciales como "hombre", sino accidentales y correspondientes a las

categorías de relación "paternidad espiritual" y "señorío" respectivamente.

Así, ser hombre no es un accidente, mientras sí lo es ser Emperador o ser

Papa. De allí que mientras Juan y Pedro en cuanto hombres pueden ser

comparados entre sí porque tienen la medida común "hombre", Papa y Emperador

carecen de medida común; por ello no solo no pueden ser comparados, sino que

tampoco pueden ser subordinados el uno al otro (ibid., p.189). E. Kantorowicz

(Los dos cuerpos del rey..., cit.,) habla de la cirujía metafísica operada

por Dante entre lo humano y lo cristiano y se esfuerza en mostrar el empeño

dantesco por potenciar una humanitas cuyo alcance se extiende a todos los

hombres, cristianos y no cristianos (ibid., pp. 434 s.). W. Ullmann

(Principios de gobierno y política..., (como nota 2O), p. 257, interpreta el

dualismo dantesco naturalezasobrenaturaleza como una aplicación de la

tesis tomista del duplex ordo, con lo que, por los motivos que he expuesto

en el desarrollo de este trabajo, equivoca la interpretación.

(54) Cfr. Defensor Pacis, I, 1, 8

(55) ibid., I, 4, 3.

(56) ibid., III, 2, 11

(57) Cfr. Ullmann, Radici del Rinascimento (como nota 21), pp. 83 ss.