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JORGE BERGUA CAVERO LOS HELENISMOS - DEL ESPANOL n GRfoos BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

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JORGE BERGUA CAVERO

LOS HELENISMOS -DEL ESPANOL

n

GRfoos BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

JORGE BERGUA CA YERO

LOS HELENISMOS DEL ESPAÑOL

Puede resultar paradójico, pero a medida que el griego y el latín van perdiendo terreno en el ámbito escolar y universitario, crece de forma visible entre el público culto el interés por la etimología y, en general, por el papel desempeñado por las lenguas clásicas en la formación y desarrollo de las mo­dernas. Sorprende por ello que no con­táramos en español con una obra que, sin recurrir al formato de los dicciona­rios de tipo escolar o práctico, diera una visión general, pero rigurosa, in­novadora y sistemática, de todos los niveles lingüísticos que afectan a los préstamos griegos del español.

Tal es el propósito de este libro, empezando por los problemas de gra­femática y de fonología -dentro de la cual se aborda en detalle un aspecto ge­neralmente desatendido, como es el de la fonotáctica, especialmente en lo que se refiere a los grupos de consonan­fes-o Sigue una clasificación razo­nada de los helenismos del español atendiendo a su vía de entrada en el idioma: cultismos (incluyendo una vi­sión sistemática de sus principios de transcripción y acentuación), helenis­mos patrimoniales, voces llegadas a

(Pasa a la solapa siguiente)

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA FUNDADA POR

DÁMASO ALONSO 1lI. MANUALES, 83

© JORGE BERGUA CA VERO

© EDITORIAL GREDOS, 2004

Sánchez Pacheco, 85, Madrid

www.editorialgredos.com

Diseño gráfico e ilustración: Manuel Janeiro

Depósito Legal: M. 14096-20(}4 ISBN 84-249-2710-9

Impreso en España. Printed in Spain

Encuadernación Ramos

Gráficas Cóndor, S. A. Esteban Terradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 2004

JORGE BERGUA CA VERO

LOS HELENISMOS DEL ESPAÑOL

HISTORIA Y SISTEMA

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

A mis padres

SÍMBOLOS FONÉTICOS Y SIGNOS DIACRÍTICOS

> da como resultado (por ejemplo lat. apicula > esp. abeja) < procede de * forma no atestiguada o hipotética

{} grafemas (signos gráficos) II fonemas

[] realizaciones fonéticas vocal larga (por ejemplo en l i :!)

l el palatal africado sordo, como ch en chico f zl predorsal africado sonoro, como z en ant. esp. amenaza lel fricativo interdental, como z en zapato

Jkhl oclusivo velar aspirado (del griego antiguo) JkwI consonante labiovelar indoeuropea (y latina)

IV palatal lateral, como II en calle Iphl oclusivo labial aspirado (del griego antiguo) Ir! vibrante tenso, como en perro Isl prepalatal fricativo sordo, como sh en inglés shine I~I dental sibilante v~larizado (en árabe) Ithl oclusivo dental aspirado (del griego antiguo) / sl predorsal africado sordo, como z en alemán Zeit lüI vocal central alta labializada (u francesa, ü alemana) Iwl semiconsonante, como en inglés wash Ix! fricativo velar sordo, como j en jamón Iyl palatal africado sonoro, como yen mayo IzI silbante sonoro, como s en francés poison IZ/ prepalatal fricativo sonoro, como j en francés jardin

[1.;, g] realización fricativa de las oclusivas correspondientes

ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS MÁs FRECUENTES

DCECH

DELG

DELL

DESE

GDLE

OED

TLF

Corominas, J. & Pascual, 1. A., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, 6 vols. , Madrid, 1980-91. Chantraine, P., Dictionnaire étymologique de la langue grec­que. Histoire des mots, 2 vols., París, 1984. Emout, A. & MeilJet, A., Dictionnaire étymologique de la lan­gue latine. Histoire des mots, París, 1985. Pharies, D. , Diccionario etimológico de los sufijos españoles y de otros elementos finales, Madrid, 2002. Gramática descriptiva de la lengua española, 3. Entre la ora­ción y el discurso/Morfología , dir. por 1. Bosque y V. Demonte, Madrid, 1999. The Oxford English Dictionary, 2." ed. preparada por J. A. Simp­son & E. S. C. Weiner, 20 vols., Oxford, 1989. Trésor de la langue franr;aise. Dictionnaire de la langue du XIXe etduXXe siécle (1 789-1960) , CNRS, París, 1971-1994.

INTRODUCCIÓN

Es ya un tópico ampliamente difundido y profusamente repetido destacar la importancia que han tenido las lenguas clásicas para el en­riquecimiento del léxico de las lenguas europeas modernas, incluido el español. No creemos, por tanto, que haga falta justificar el interés de un estudio riguroso sobre los helenismos del español y en general sobre lá influencia del griego en esta lengua a todos los niveles, como aquí nos proponemos -aunque somos muy conscientes de que es un poco arbitrario separar lo griego de lo latino, hasta tal punto la histo­ria de los helenismos españoles está incardinada dentro del latín.

El único trabajo de cierta extensión que se ocupa de una forma coherente de este aspecto de la lengua española - que es también, huelga decirlo, un aspecto de la propia lengua griega - es la exce­lente contribución de Manuel Fernández Galiano en la Enciclopedia Lingüística Hispánica (vol. 11, Madrid, 1967, p. 51-77); allí se trazaba una breve historia de los helenismos españoles, además de dar atina­das indicaciones relativas a la transcripción y adaptación al español de palabras griegas.

Nuestra intención en un primer momento fue , sobre la base de es­te trabajo pionero, elaborar una historia de los helenismos léxicos españoles mucho más completa y circunstanciada, pues sin duda el asunto da para un libro considerable. Pero pronto nos encontramos con un escollo infranqueable: para escribir una obra de este tipo se necesita ante todo tener una gran cantidad de material previo, es de-

12 Los helenismos del español

cir, contar con un trabajo lexicográfico tan abundante y exacto como sea posible, cosa de la que, desgraciadamente, carece el español.

Con un diccionario del estilo del Oxford English Dictionary - pro­bablemente el mejor que se haya escrito nunca de lengua alguna- y las técnicas modernas de búsqueda informática, la labor sería bastante más sencilla, pues podría disponerse, de partida, de un corpus com­pleto de palabras de origen griego, con su fecha de entrada en el idioma y abundantes citas que den cuenta de su evolución fonética, morfológica y semántica, cuando las haya habido.

Pero de momento nuestra lengua carece de una obra de esta natu­raleza, y según parece habrá que esperar bastantes años hasta que se complete el Diccionario histórico de la lengua española, proyectado por Julio Casares y empezado a publicar por la Real Academia Espa­ñola en 1960 (todavía va por la letra B). Y la verdad, causa cierto sonrojo que una lengua como el español, cuyas autoridades políticas y lingüísticas no se cansan de vocear sus muchos millones de hablantes repartidos por el orbe, carezca de una obra de este tipo, indispensable para el historiador de la lengua J. Es verdad que ya haya disposición de los investigadores algunas colecciones de textos informatizados, como el ADMYTE (Archivo digital de manuscritos y textos españoles, CD-ROM, Madrid, Micronet, 1992-), o como el fichero informático relativo a historia del español (el CORDE o «Corpus diacrónico del español», que se puede consultar en www.rae. es). pero de ahí a un diccionario bien organizado y redactado (incluyendo la redacción de entradas correspondientes a prefijos y sufijos) hay todavía un abismo.

Por otra parte, contamos con la obra monumental de J. Coromi­nas, el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, en seis volúmenes (Madrid, Gredos, 1980-91 ; hay también una versión abre­viada), que es siempre de gran utilidad pero que tiene un gran pro­blema para nuestros intereses: aunque suele dar fechas de la primera

I No se entienda con esto, ni mucho menos, que menospreciamos la parte publica­da de dicho diccionario; al contrario, se trata de unos magníficos fascículos, cuyo mé­rito es todavía mayor si se tienen en cuenta las precarias condiciones en que se han llevado a cabo.

Introducción 13

documentación (fechas que en muchos casos hay que adelantar bas­tante), no presta apenas atención a los cultismos, cuyas etimologías suelen ser transparentes y no ofrecen los problemas de identificación que plantean muchas voces de origen vulgar o prerromano (aunque, como veremos, en realidad los cultismos griegos presentan muchas particularidades fonéticas, morfológicas y semánticas que merecen comentario); tampoco ofrece entradas para prefijos y sufijos, que, como veremos en el caso de los de origen griego, plantean a veces ar­duos problemas históricos a! lingüista.

Somos, asimismo, conscientes del peligro que se corre al escribir una obra sobre historia de los helenismos léxicos del español, y es el de estar presentando largas listas de palabras, según las épocas en que dividamos convencionalmente nuestra historia (el artículo menciona­do de Femández Galiano tampoco, se libraba de ello; aparte de que su idea de seguir un orden de aparición cronológica de los helenismos en el latín de Hispania o en el castellano quizá sea menos útil que una distinción general por vías de entrada, que pueden explicar mejor las particularidades fonéticas de los hel\nismos, y que es lo que hemos intentado hacer en §§ 6-9). Hay que po er la maestría expositiva y los conocimientos de un Rafael Lapesa para ir . . endode una forma coherente y a la vez amena los aportes de vocabulario que ha recibido en una época determinada de su historia el español (nos referimos cla­ro está, a su Historia de la lengua española).

Siguiendo. con las obras de lexicografia, también cumplen su fun­ción los diccionarios de helenismos publicados en español; pero ha­bría mucho que decir al respecto. El más voluminoso que conocemos, el de J. M. Quintana Cabanas (Raíces griegas del léxico castellano, médico y científico, Madrid, Dykinson, 1997), recoge más de 28.000 helenismos, y está concebido como una herramienta pedagógica de gran utilidad, con índices de diversas clases; pero no está escrito por un filólogo, y sus errores son numerosos y en ocasiones graves 2.

Además, tanto esta obra como otras varias de este tipo (por ejemplo el

2 Remito a mi reseña de este libro en Epas 14 (1998), p. 709-11.

14 Los helenismos del español

Diccionario etimológico de helenismos españoles de C. Eseverri, Burgos, 4.a ed., 1988, o el ya veterano de R. Mendizábal, incluido en su libro Lengua griega, Madrid, 1963 , por no mencionar los de ca­rácter más elemental), presentan serias lagunas, y es que, más allá de su utilidad principal - indicar qué significa miriápodo, p. ej ., o cuá­les son los helenismos españoles en los que aparece una raíz griega determinada-, se suelen desentender de otras cuestiones fundamen­tales para el historiador de la lengua, como son, además de la fecha de la primera documentación en español: ¿un helenismo español com­puesto o derivado está tomado como tal del griego antiguo o se ha formado modernamente a partir de dos elementos griegos?; en el ca"') de que el resultado español no se atenga a las normas comunes transcripción, ¿cuál ha sido su vía de transmisión: evolución POPUI medieval, mediación árabe o de otras lenguas, etc.?; la palabra espa­ñola, ¿ha sufrido algún tipo de evolución o cambio semántico respec­to a su étimo griego?, etc.

Por todo ello, y a la espera de contar con un buen diccionario histórico del español, pensamos que sería más coherente abordar el estudio razonado de los' helenismos españoles por niveles lingüísticos (incluyendo la escritura o grafemática), adoptando en principio un planteamiento sincrónico, aunque, claro está, haciendo referencia cons­tante a cuestiones históricas, cada vez que el asunto lo requiera (por ejemplo, al tratar de las variantes que presenta la transcripción de un grafema griego). Se puede decir que, hasta ahora, casi todo lo que se ha hecho en este terreno se ha referido a los problemas de transcrip­ción, generalmente desde un punto de vista puramente descriptivo y normativo, pero prestando poca o ninguna atención a los problemas específicos - gráficos, fonotácticos, morfológicos, sintácticos, léxi­cos, pragmáticos- que plantea la incardinación de los helenismos en el sistema de la lengua española.

En este sentido, llama la atención el desconocimiento casi abso­luto en los trabajos mencionados de la bibliografia básica relativa al p r é s t a m o lingüístico, un campo que, tras superar el estigma que le infligió de Saussure al condenarlo al ámbito de la «lingüística externa»

Introducción 15

y diacrónica, ha experimentado un gran desarrollo en los últimos de­cenios y en el que, a grandes rasgos, se pueden distinguir dos tenden­cias principales. De un lado estaria la «escuela europea», de tendencia histórico-cultural y centrada sobre todo en el préstamo léxico entre las grandes lenguas de cultura de Europa; el libro más completo y re­presentativo de esta tendencia es probablemente el de L. Deroy, L 'emprunt linguistique, 2.a ed. , París, 1980, muy rico en datos y que cualquiera que se ocupa de préstamos (en este, caso los helenismos) haria bien en leer para tener una visión general del asunto.

De otro lado, hay que mencionar a la «escuela norteamericana», desarrollada a partir de los años 50, que adoptó un método rigurosa­mente estructural-sincrónico, desentendiéndose, por lo menos al prin­cipio, de cuestiones de tipo histórico-cultural y «extralingüístico». Los lingüistas más destacados de esta escuela fueron E. Haugen y U. Wein­reich, a quienes se debe, entre otras cosas, el desarrollo del impor­tante concepto de «interferencia». El problema fundamental es que la escuela americana se ha centrado en el estudio de las situaciones de contacto de lenguas y sobre todo de bilingüismo propias de los Esta­dos Unidos y el Canadá, situaciones que tienen bastante poco que ver con la del griego y el latín -lenguas ante todo escritas, de tradición culta- con relación a las lenguas europeas, en nuestro caso el espa­ñol. Eso hace que la aplicación de la metodología estructural de estos autores resulte bastante problemática en el caso que nos ocupa, aun­que sin duda ha de ser fructífera aplicada a situaciones de auténtico bilingüismo en las que ha estado involucrado el griego antiguo, con­cretamente el caso de Italia en época imperial romana; sólo que esto es algo que cae lejos de los intereses inmediatos de este libro (aunque hagamos alguna referencia a ello en la parte dedicada al estudio de la fonética).

Otro problema que plantea la metodología estructural mencionada al estudioso de los cultismos griegos es que, en sentido estricto, un helenismo se define por su historia, es decir, por el hecho de ser una palabra de origen griego, y ello va en contra del dogma básico de di­cha escuela, para la que hay que estudiar los préstamos «en función

16 Los helenismos del español

de los rasgos estructurales que los separan de las palabras patrimonia­les y [ ... ] no en función de criterios etimológicos e historicistas» 3. De todos modos, en algunas secciones (ver sobre todo § 4, § 5, § 11.1.5)

hemos intentado, en la medida de lo posible - pues no hay apenas trabajos en que apoyarse-, cumplir con dicho requisito estructura­lista, tratando de aislar las particularidades fonotácticas, prosódicas o de otro tipo que denuncian per se el origen foráneo de algunos hele­nismos, pero no de todos, ni mucho menos.

Pero, en todo caso, esta forma de ver las cosas por fuerza ha de verse complementada con un tratamiento propiamente diacrónico, histórico, del problema, por las razones que ya hemos apuntado. Por poner un ejemplo: no basta con consignar la alternancia de {j} y {x} en helenismos como paradoja y ortodoxo, cuyo segundo elemento es la misma palabra griega (Oó¿;a «opinión»), sino que hay que explicar esa alternancia, y la única explicación posible es la que acude a la historia fonética del español (§ 6.3), no la que busca criterios de tipo estructural-sincrónico.

Además, resulta que bastantes .aspectos de los helenismos espa­ñoles están muy lejos de haber sido investigados en profundidad; a veces ni siquiera es posible encontrar una exposición aunque sea es­colar de determinados procesos histórico-lingüísticos. Pensemos en el caso de los prefijos y sufijos españoles de procedencia griega, cuyos orígenes, trasplante al latín y desarrollo histórico en el español y otras lenguas europeas son aspectos muy mal descritos en general, aunque, por lo que se refiere en concreto a la sufijación, podemos contar ahora con el utilísimo Diccionario etimológico de los sufijos españoles y otros elementos finales de David Pharies (Madrid, Gredos, 2002) 4; en cambio, en el plano estrictamente sincrónico contamos con muy bue­nas obras en este campo, sobre todo la impresionante monografía de

3 Gómez Capuz, 1998, 123 (este libro es una introducción muy recomendable al problema general del préstamo lingüístico y sus métodos de estudio).

4 Cf. nuestra reseña en Epas 18 (2002), 413-419, centrada en los sufijos de origen griego.

Introducción 17

Rainer (1993) 5. Así, nos encontramos con que algunos sufijos de ori­gen griego son mal identificados de forma reiterada en obras lexico­gráficas serias (incluso en el propio diccionario de la RAE; ver p. ej. § 12.2.6 sobre ':ido); y que, en general, para tener una información his­tórica medianamente completa sobre prefijos hay que acudir a obras extranjeras, especialmente al OED y al TLF (donde, lógicamente, se describe la situación en inglés y francés, respectivamente, que suele ser parecida a la del español pero nunca exactamente igual). Noso­tros, aprovechando también la aparición del DESE, hemos tratado de remediar un poco esta situación, dentro de nuestras enormes limita­ciones en lo que al manejo de material fechado se refiere (recuérdese lo dicho antes sobre la falta de un diccionario histórico del español; también esperamos que se publique pronto la segunda parte del ma­nual de gramática histórica española de P. M. Lloyd, que deberá ocu­parse de la formación de palabras y la sintaxis).

Creemos que tanto este como otros apartados del libro, como el que se refiere a la historia de las letras y de la notación prosódica, o el relativo a fonotáctica, son una novedad en el panorama de estudios sobre los helenismos españoles, y que pueden ser de utilidad tanto pa­ra hispanistas como para helenistas interesados en esta «segunda vi­da» del griego clásico en las lenguas modernas; y esperamos que puedan espolear la investigación en este campo, donde hay todavía mucho por hacer.

Así, en este libro no se aborda la consideración propiamente so­ciológica de los cultismos greco-latinos, es decir, una exposición que, más allá de la consabida reivindicación de la «aportación de las lenguas clásicas al enriquecimiento del español», dé cuenta de los condicio­nantes sociales que han hecho posible ese flujo de cultismos greco­latinos a las distintas lenguas europeas, y del papel que estos cultismos han desempeñado y desempeñan - a todos los niveles: ortográfico, fo­nético, léxico, pragmático - en la «economía de los intercambios

5 Sin olvidar tampoco la gran monografia de Peytard (1975) sobre la prefijación en francés.

18 Los helenismos del español

lingüísticos», entendidos éstos no sólo como actos de comunicación destinados a ser descifrados por medio de un código determinado (Saussure), sino también y ante todo como «relaciones de poder sim­bólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los locutores y sus respectivos grupos» 6.

No sólo hemos tenido que prescindir de una perspectiva socioló­gica en el estudio de los helenismos españoles. Tampoco ha sido po­sible - por limitación de tiempo y espacio - prestar la atención debida a la sintaxis y a la semántica y lexicología, de las que quizá podamos ocupamos algún día. Hay que advertir, de entrada, que la parte de sintaxis presenta problemas muy arduos (nosotros, al menos, no sabemos muy bien cómo podría abordarse), y la de lexicología y terminología es tan amplia que lo más lógico es que recibiera u~ tra­tamiento particularizado para cada campo o especialidad (aparte de que para abordar los campos específicamente científicos - biología, zoología, etc. - haria falta una formación de la que carecemos); para la léxico-estadistica, puede verse el breve trabajo de Quilis (1984). En cambio, para la parte de semántica sí puede y debe intentarse al me­nos esbozar una tipología general de los cambios semánticos experi­mentados por los helenismos, un asunto que ha de dar sin duda bas­tante de sí.

Por lo demás, este libro pretende ser ante todo una obra de sintesis y de introducción al estudio de los helenismos, razón por la que, en las notas, nos hemos limitado en general a dar las referencias bibliográfi­cas básicas, apoyándonos siempre en los manuales y monografias más acreditadas y accesibles de las distintas especialidades involucradas: la lexicografia clásica (Buck-Petersen, DELG, DELL, Gradenwitz, Krets­chmer-Locker), española (Bosque-Pérez, DCECH, DESE; Corriente para los arabismos) o de otras lenguas (OED, TLF; Lüdtke para el léxico ro­mánico en general); la fonología (Alarcos, Alcina-Blecua) y la fonéti-

6 P. Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, trad. esp., Madrid, 1999, p. 11 (la traducción es tan deficiente que resulta más aconse­jable acudir al original francés, del que hay una nueva edición en el volumen titulado Langage et pouvoir symbolique, París, 2001).

Introducción 19

ca y morfología históricas españolas (Alvar-Pottier, Lloyd); la forma­ción de palabras (Alemany, Almela, GDLE, Rainer) y la historia de la lengua española (Lapesa); la formación de palabras en griego (Chan­traine, DELG) y en latín (André, DELL); el préstamo lingüístico (De­roy, Weinreich; Weise y Biville, 1990-95, para helenismos del latín); los helenismos españoles (ante todo F. Galiano, 1967 y 1969; R. Adrados, 1999, añade poco a lo aportado por aquél); los galicismos en español (García Yebra).

En cuanto al estudio de los helenismos en otras lenguas moder­nas, la verdad es que no hemos encontrado mucha ayuda en la biblio­grafía extranjera, y lo que hay está casi siempre centrado en el nivel léxico. Apenas podremos mencionar aquí alguna breve contribución sobre los helenismos del francés (Biville, 1985, 1995), el librito de Domseiff sobre helenismos del alemán (1950) o el interesante trabajo de Janni sobre los helenismos en el italiano contemporáneo, espe­cialmente en los medios de comunicación (1994); para el inglés he­mos manejado la aceptable síntesis de Kent, ya más que veterana (la primera edición data de 1926). Finalmente, el volumen editado por Munske y Kirkness (1996) contiene algunas interesantes contribucio­nes sobre helenismos del ruso, alemán, inglés y francés.

Nuestra intención al escribir este libro ha sido doble: por un lado, intentar que los helenistas y estudiantes de fílología clásica en general descubran un aspecto de la historia del griego que no suele tener ca­bida en los planes de estudio de la especialidad, y que ofrece un cam­po de investigación muy rico y poco menos que inédito en muchos aspectos. Por otro lado, ofrecer a los estudiantes de hispánicas o ro­mánicas una visión oblicua del español y su historia, centrada en los cultismos 7, además de proporcionar a cualquier interesado un reperto-

7 Nos permitimos recordar la observación de R. Menéndez Pidal: «en el estudio histórico-cultural del idioma los cultismos tienen una importancia principalísima, siendo lamentable que su conocimiento esté hoy tan atrasado. La ciencia habrá de aplicarse cada vez más intensamente a investigar la fecha, causas de introducción y destinos ulteriores de cada uno de estos préstamos, para que la historia lingüística ad-

20 Los helenismos del español

rio manejable de fenómenos y de elementos lingüísticos relacionados con el griego (prefijos, sufijos, etc.). Como se podrá comprobar en seguida, lo único que se requiere para leer este libro con provecho es un conocimiento elemental de la fonética y la morfología griegas y latinas y unas cuantas nociones de lingüística española (histórica y estructural; en general se utiliza una terminología accesible a cual­quier filólogo); contamos, por lo demás, con que su lectura también pueda servirle al estudiante para familiarizarse e interesarse por fe­nómenos y procesos histórico-lingüísticos más o menos comunes.

La primera versión de este libro, que llevaba por título Introduc­ción al estudio de los helenismos del español, se publicó en 2002 co­mo número 15 de la serie «Monografias de Filología Griega» que pu­blica el Área de Filología Griega (Departamento de Ciencias de la Antigüedad) de la Universidad de Zaragoza; aprovechamos para dar aquí las gracias a los responsables de la serie, Carlos Schrader, José Vela y Vicente Ramón, por haber acogido el libro en su colección. También queremos reiterar nuestro más profundo agradecimiento a Maria Antonia Martín Zorraquino, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Zaragoza, que tuvo la amabilidad de leer minucio­samente el manuscrito de esta obra; sus numerosas criticas y observa­ciones, tanto sobre la forma como sobre el fondo, ayudaron sin duda a que el resultado fmal de este trabajo sea mucho menos imperfecto.

Para esta segunda edición del libro hemos podido leer algunas re­señas (aún en prensa) de la primera, cuyo texto nos han facilitado amablemente sus autores: David Serrano-Dolader en Verba, Ramón Almela en Myrtia y Raquel Martín Hemández en Cuadernos de Filo­logía Clásica (E. Griegos e indoeuropeos). A todos ellos, gracias.

quiera su pleno valor» (Manual de gramática histórica española, 13." ed., Madrid, 1968, p. 14-15; ef. también el estudio de Bustos Tovar, 1974).

CAPÍTU LO 1

GRAFEMÁ TICA

ALGUNAS RELACIONES ENTRE EL SISTEMA GRÁFICO DEL

GRIEGO ANTIGUO Y EL DEL ESPAÑOL ACTUAL

En esta primera parte - que también podría ser la última o figurar en apéndice - vamos a tratar de exponer una serie de hechos que afectan no a la lengua propiamente dicha (el español en este caso), si­no a la escritura, a los grafemas o signos gráficos con los que refle­jamos por escrito el español. Se trata de hacer ver, por un lado, cómo algunas incongruencias gráficas de nuestra escritura - y de otras len­guas de nuestro entorno - remontan en último término al griego an­tiguo, a través del alfabeto y los usos gráficos latinos; y por otro, de esbozar brevemente los problemas que plantea el reflejo por escrito del acento y otros elementos prosódicos o suprasegmentales, pues también aquí los antecedentes griegos ayudan mucho a entender los hechos modernos del español.

§ l . G ENERALIDADES SOBRE ESC RITU RA Y FONOLOGÍA

Empezaremos por dejar clara la diferencia entre escritura y fono­logía: una cosa son las convenciones ortográficas de una lengua de­terminada (si las tiene, pues hay muchas lenguas sin tradición escri-

22 Los helenismos del español

ta), y otra su sistema fonológico en un momento dado. Debido al ca­rácter esencialmente conservador de la escritura, el grado de adecua­ción entre ésta y la fonología de una lengua puede ser muy variable, como demuestra sin ir más lejos el caso de la notación de las vocales y diptongos en el inglés o el español: mientras en el segundo caso la equivalencia entre escritura y fonología es casi total - debido en gran parte, probablemente, al gran parecido entre el sistema vocálico latino y el español-, en el caso del inglés el desajuste es tan grande que, por poner un solo ejemplo, la vocal larga /u: / puede verse reflejada en la escritura hasta de siete formas diferentes: boot, move, shoe, group, flew, blue, rude, con el consiguiente problema para niños autóctonos y adultos de todo el orbe. Lo mismo se puede decir, en un plano dia­crónico, del propio griego: lo que en su origen fue un alfabeto casi perfectamente fonemático acabó, en época bizantina y moderna, por el conservadurismo ya mencionado, convirtiéndose en un enorme abismo entre la escritura consagrada por el uso clásico y la pronun­ciación efectiva de vocales, diptongos, acentos, etc. (la introducción oficial, hace unos decenios, de la dhimotikí o griego hablado en la es­critura de todo tipo de documentos -prensa, administración- no ha cambiado demasiado esta situación).

Centrándonos aquí en el mundo de escritura alfabética -pues los sistemas de tipo ideográfico o silábico, como el chino y el japonés, plantean problemas muy distintos-, es bien sabido que nuestro abe­cedario latino deriva de una variedad occidental del alfabeto griego., por mediación del etrusco; la adaptación por parte de los griegos, allá por el siglo x a. C., del alfabeto consonántico fenicio añadiendo sig­nos específicos para las vocales (que en las lenguas semíticas como el fenicio o el hebreo no tienen un estatuto fonológico comparable al de las consonantes, y así las breves no se escriben), fue un hecho de im­portancia capital para la historia cultural de Europa y de sus lenguas, y por extensión para el mundo entero '. La gran virtud del primitivo alfabeto (o mejor, de las variedades de alfabeto) griego era precisa-

I Cf. Haannann, 2001 , 303 ss.

Grafemática 23

mente que cumplía en gran medida el ideal económico de cualquier escritura de este tipo, a saber, que a cada fonema le corresponda un solo grafema y que cada grafema represente siempre el mismo fone­ma, con las ventajas para el aprendizaje y el manejo del alfabeto que ello supone.

En este sentido, el español, lo mismo que todas las lenguas euro­peas, tiene una gran deuda con el griego clásico - ha de quedar claro, en todo caso, que esta deuda es exterior a la lengua, puesto que la es­critura como tal no forma parte del sistema de las lenguas.

Sin embargo, es bien sabido que en la escritura del español hay una serie de inconsecuencias, en el sentido antes apuntado de falta de correspondencia biunívoca entre fonemas y grafemas; pues bien, si nos preguntamos por el origen o la causa de estas irregularidades de nuestra ortografia española, veremos que buena parte de ellas tienen su explicación última en el griego antiguo, o mejor dicho, en el tras­vase de una lengua a otra a través del paso intermedio por el latín. Vamos a tratar de explicar con la mayor claridad posible estos proce­sos históricos, centrándonos en aquellos grafemas o letras que tienen una relación directa con nuestro tema.

§ 1.1 . EL DÍGRAFO {ch}

Empezaremos por el dígrafo {ch} - incoherente en la medida en que se utilizan dos grafemas o letras para representar un único fone­ma 2 - , que procede en última instancia de la trascripción latina culta de la oclusiva velar aspirada griega IXI, por ejemplo en monarchia < ).1ovapxí.a. A partir del siglo 1I a. C., el latín literario recurrió a este procedimiento por carecer la lengua de este tipo de fonemas, las oclu-

2 Además, hasta hace poco se lo ha alfabetizado como letra independiente, detrás de la {c} (lo que no dejaba de ser coherente, pues al fin y al cabo representa un fone­ma distinto de la {c}), pero esto ya ha cambiado en el propio DRAE (ya antes en el Diccionario de María Moliner) para adaptarse a los usos generales en los demás paí­ses, cf. Lodares-Salvador, 1996, 47 ss.

24 Los helenismos del español

sivas aspiradas, que, por cierto, en algunas variedades alfabéticas grie­gas ya se habían escrito de forma similar (como {KH}, es decir, con la oclusiva en cuestión seguida de la marca de la aspiración) 3.

Al pasar al español, las palabras latinas de origen griego que te­nían esta {ch} perdieron la {h}, recuerdo lejano de la aspiración en griego y en la pronunciación culta en latín clásico (así, por ejemplo, monachalis, derivado del griego 1l0vaXÓC; «monje», se convierte en esp. monacal), aunque lo cierto es que las grafias latinizantes con { ch} fueron frecuentes en español hasta comienzos del siglo XIX (chi­mera, chaos, máchina, etc.), cuando, con muy buen criterio, la Real Academia instituyó la norma vigente hoy en día, según la cual el fo­nema /kI se escribe siempre {qu} delante de timbre lel, lil (monar­quía, catequesis) y {c} en los demás casos (caos, cloro, cosmos, cuerdar·

Por otra parte, ya en el siglo XI y por influencia francesa se adoptó también la grafia {ch} para representar la palatal africada sorda espa­ñola le/, inexistente en latín, resultado de la evolución de diversas se­cuencias del latín vulgar (/-ct-I en pecho, I-(u)lt-I en mucho, etc.) 5. Sobre el uso francés de {ch} para representar la africada no he podido encontrar explicaciones en la bibliografia francesa, pero supongo que pudo tener su origen en palabras de origen griego como chimere (<<quimera»), que conservaban la grafia culta de su modelo latino (chimaera) , pero se pronunciaban con lel (en el francés de hoy con Is/), de donde el dígrafo pudo extenderse a otras palabras patrimonia­les como chien, chanter, etc. « lat. canis, cantare), cuya consonante inicial también se había palatalizado.

y en castellano, una vez bien establecida la grafia {ch} para lel se dio algún caso en que la pronunciación africada se extendió a latinis-

3 Así en los alfabetos de Tera y Melos, cf. Jeffery, 1990, 35 (recordamos que las grafías griegas las escribiremos siempre en mayúsculas, para evitar confusiones con las latinas o españolas).

4 ef. Lapesa, 1981 , § 102.2; también puede consultarse F. Marcos Marin, Reforma y modernización del español, Madrid, 1980.

5 Grafías primitivas en Menéndez Pidal, 1980, 282 ss.

Grafemática 25

mos de origen griego en los que en principio no correspondía, como archivo « lato archivum < gr. apxEiov; el resultado lógico sería ar­quivo); o como el prefijo archi- 6 « gr. apXL-) , lo que explica la pre­sencia de palabras como archiduque frente al cultismo regular arqui­tecto 7.

§ 1.2. EL GRAFEMA {x}

En el caso de la {x} pasa lo contrario de lo que hemos visto para la {ch}: la notación en un solo grafema de dos fonemas , uno velar y otro silbante (/k/+/s/). La anomalía de utilizar un solo signo para dos fonemas se remonta al alfabeto helénico (~, S en su versión clásica; X, X en alfabetos occidentales), que probablemente tomó el signo de la fenicia samek pero atribuyéndole el valor fonológico de shin (/s/), que debía de ser muy parecido a la pronunciación jónica del grupo /ks/ 8

• El latín adoptó -de un alfabeto griego occidental, a través del etrusco - el grafema {X} con la misma función (y ocupando la mis­ma posición en el alfabeto que la letra griega), y de ahí procede nues­tra inconsecuente equis.

En las palabras patrimoniales españolas esa secuencia latina /ksl se palatalizó y se convirtió en Isl, notada como {x} hasta el siglo XVII

(fixo, texer, Quixote); pero cuando, en el curso de ese siglo, tanto la Isl de fixo « lat. fixus) como la 17.1 de hijo « lat. filius) convergieron en la fricativa sorda actual Ix/, poco a poco se adoptó para todos los casos el grafema {j} (fijo, hijo, tejer). El grafema {x} quedó en prin-

6 En este caso la pronunciación lel se debe a que el prefijo (sobre el cual ver § 12.1) se extendió a otros países a partir de Italia (cf. ital. arciduca, etc.), conservándo­se en España la grafia original {ch} , que ya servía para simbolizar ese fonema le/.

7 Y, además, la evolución esperada en el español medieval en arf:ipreste, arf:obis­po, arf:idiano « lat. archidiaconus) . No explica mucho Corominas en este caso; cf. DCECH s. v. archi-.

8 Cf. Jeffery, 1990, 32. Otros alfabetos griegos arcaicos escribían simplemente {KL}, que es en principio lo más lógico; también en latín se encuentran grafias como lucs (= lux) o legs (= lex).

26 Los helenismos del español

cipio vacante, y hubiera desaparecido de no ser por los numerosos cultismos latinos (máximo, inconexo, explicar, etc.) y en menor me­dida griegos (galaxia, ortodoxo), cuya secuencia /ksl, por lo demás, sigue siendo más o menos ajena al sistema fonotáctico español (cf. §4.4) 9.

§ 1.3. EL GRAFEMA {z}

La {z}, equivalente de la ~ mayúscula griega (procedente a su vez de la fenicia zayin)'- se usaba en latín clásico exclusivamente para transcribir palabras de origen griego (zona, Amazones, zephyrus, etc.); este uso marginal la relegó al último lugar del abecedario, don­de sigue.

Durante la Edad Media este grafema {z}, de tan poco rendimiento en latín, se utilizó para notar la predorsal africada sonora Idz/, pro­ducto de la palatalización de diversas secuencias del latín vulgar (por ejemplo, en amenaza < lat. minacia, o en rozar < lat. *ruptiare) . Cuando, en tomo al 1600, tanto esta fzl como su correlato sordo lsl (por ejemplo, en plal;a < lat. platea) se convirtieron en la fricativa sorda actual lel, se produjo un caos considerable en el uso escrito de { c }, {z} y {<;:} (que en su origen era mera variante gráfica de {z}),

9 Es sintomático que {x} sea el único grafema del alfabeto español cuyo nombre (<<equis») no contiene el sonido en cuestión (/ks/) . La {x} da lugar, además, a pinto­rescos malentendidos, como cuando la grafía arcaizante México incita a más de uno a pronunciar [Méksiko], cuando lo cierto es que en su origen esa {x}, pronunciada Isl en el siglo XV I , trataba de reflejar un sonido del náhuatl que nada tenía que ver con /ksl; cf. Lodares-Salvador, 1996, 243-45. ef. también Alcina-Blecua, 1975, § 2.5.20, donde se recuerda que, hasta 1927, en la ortografía chilena se escribía {s} y no {x} ante con­sonante (esplicar), mientras la RAE se negó en 1864 a tomar esa medida porque «so color de suavizar la pronunciación de aquellas sílabas se desvirtúa y afemina» (cf. también A. Rosenblat, «El fetichismo de la letra», en Nuestra lengua en ambos mun­dos, Barcelona, 1971); y que en algunas partes de América (Méjico, Perú, Ecuador) la pronunciación /ksl se ve favorecida por la existencia de esa combinación de consonan­tes en lenguas indígenas.

Grafemática 27

hasta que en 1726 acabó por instituirse la norma actual - tan simple como arbitraria - de usar {z} ante vocal laI, 101, luf o en final de síla­ba o palabra, y {c} ante lel , lil (son incongruentes las grafias como Zeus, zeugma, etc. 10; aunque a veces puede servir para distinguir dos palabras distintas que suenan igual, como el adverbio encima de la enzima de la biología).

Mientras tanto, los cultismos y semicultismos de origen griego entrados a través del latín se seguían escribiendo en español con {z} (bautizar, etc.; aunque en textos muy tempranos pueden encontrarse grafias como Amasón). Pero, mientras en la Edad Media la pronun­ciación de esta {z} era bastante parecida a la original de la ~ (que de­bió de oscilar en época arcaica griega entre Izd/ y Idz/), con la evolu­ción comentada de la fzl española y la introducción de gran número de helenismos se llegó a una situación extraña; pues mientras en fran­cés, por ejemplo, la {z} de zoologie se pronuncia como una silbante sonora Izl, con valor fonemático en francés y muy cercana a la pro­nunciación helenística y moderna de la ~ , o en alemán como / s/, tam­bién cercano a Idzl, en español la conversión en una fricativa sorda 181 resulta bastante paradójica, aunque comprensible por la evolución fo­nética comentada.

§ 1.4. EL GRAFEMA {y}

La {y} o «i griega» (u, Y), que otras lenguas europeas - a imita­ción del latín- utilizan por prurito culto para notar la u etimológica de palabras de origen griego (fr. physique, ing. Physics, a partir de lato Physica < <jlUOlKi) , se acabó por convertir, en español, por un lado en notación de la consonante fricativa o africada Iyl (en mayo, conyugal, etc.), resultando así muy útil; y por otro en mera variante gráfica - y como tal innecesaria- de la semivocal I!I, limitada hoy en día a los

10 Estaríamos ante lo que Humbley (1974, 53-54) llama «préstamo grafemático»: la grafia b;ú<; provoca la española Zeus, que conculca las normas habituales de la or­tografia de esta lengua.

28 Los helenismos del español

diptongos finales del tipo de rey, muy, hay, hoy y a la conjunción co­pulativa y 11.

§ 1.5. EL GRAFEMA {k}

La {k}, descendiente directa de la kappa griega, desapareció pronto del alfabeto latino en beneficio de la {c}, quedando su uso re­legado a alguna que otra palabra del vocabulario oficial, como kalen­dae, o en topónimos ' como Karthago. El romance hispánico, tras usarla en los primeros textos (por ejemplo, en las Glosas Silenses y Emilianenses, del siglo x, aparecen grafias como ke, karreira, Urra­ka), prescindió a partir del siglo XII de esta letra perfectamente inútil, a pesar de algunos intentos frustrados por rehabilitarla y extenderla, como el de Gonzalo Correas - o Korreas - en el siglo XVII; sin em­bargo, se conservó viva en la escritura de las lenguas germánicas, ya desde el alfabeto gótico creado por Ulfilas en el siglo IV de la Era 12.

Su reaparición en español en tiempos modernos se debe precisa­mente a algunos helenismos. El despropósito se remonta, según creo, a 1795, cuando los franceses instituyeron el sistema métrico vigente y acuñaron kilometre, kilogramme, etc.; puesto que se trata de deriva­dos de XiAlOl «mil», debería haber resultado quiliometre o chilio­metre, en vez del desafortunado -por su ortografía y su formación­kilometre, que fue no obstante el que acabó imperando en todas las lenguas europeas (aunque en algunas haya variantes que prescin­dan de la {k}, así ital. chilometro junto a kilometro; en español, en todo caso, sería mucho más razonable - y así lo aconseja la Acade­mia- escribir quilo-, igual que escribimos quimera o quelonio). Además, esta inopinada {k} sirvió para abrir la puerta a muchas otras venidas de otros países; y si es más o menos justificable su uso en ad­jetivos derivados de nombres propios, como krausista, kantiano,

II Cf. para más detalles Lodares-Salvador, 1996, 251 ss. 12 Cf. Haarmann, 2001 , 463 ss.

Grafemática 29

kajkiano, en principio no lo es en absoluto en p>alabras comunes como kurdo, koa/a, kárate, karaoke, etc. 13 .

A ello viene a añadirse el dígrafo {qu}. E origen de nuestra { } es la koppa griega (la qoph fenicia) , utilizada ¡en los alfabetos griegos arcaicos para notar la oclusiva velar lid ante v cales de timbre 10 / , /U{,

pero abandonada poco a poco durante el siglo 'VI a. C. en beneficio de la kappa, de forma que ya no aparece en el al lfabeto jónico-ático clá­sico 14 . Los romanos aprovecharon este signo griego para escribir, junto con la {u}, su fonema labiovelar Ikw/, heredado del indoeUlropeo (quis, equus, etc.) y perdido en el griego, y no conservaron in cluso después de que IkwI dejara de ser un solo fonema y pasara a ser sim­plemente Ik/+/u/ 15. El español y otras lenguas románicas conservaron por prurito etimológico esta grafia, al princ ipio de forma re gular (quatro, cinquenta, qua/es, etc.) y limitada hoy en día a los g rupas -que- y -qui- . Así tenemos en español hasta tres formas diferentes ({ c} , {qu}, {k}) de representar por escrito un IÍinico fonema, Ik! 16.

§ 1.6. EL GRAFE M A {h}

Finalmente, la {h}. Este grafema del alfabeto fenicio (heth) fue adoptado por gran parte de los alfabetos griegos arcaicos para repre­sentar la aspiración inicial de palabra, pero em áreas psilóticas -e decir, en las que se había perdido dicha aspiración inicial - se lo ~ti ­lizó para notar la lel larga y abierta (eta), que es el uso clásico~ final­mente, del grafema {H} se desgajó una mitad para la aspiración ini-

13 Por no hablar de las concesiones al nacionalismo e n grafias como euskera, ele. Sobre otros usos (festivos, contraculturales) de la {k}, cf. Lodares-Salvador , 1996, 123-24.

14 Jeffery, 1990, 33-34. 15 Sobre el carácter monofonemático de fkW/ latino, clf. las explicaciones de S. Ma­

riner, en su apéndice a Bassols, 1962, § 316. 16 Véase la curiosa defensa que hace G. Salvador del ¡grafema {q}, pensand o sobre

todo en «algún futuro reajuste fonológico», en Lodares-Salvador, 1996, 169 ss .

30 Los helenismos del español

cial y la otra para la ausencia de aspiración, es decir, para lo que lla­mamos respectivamente «espíritu áspero» y «espíritu suave» (que acabaron adquiriendo su forma redondeada actual en la minúscula bi­zantina del siglo XI) 17 .

Sin embargo, ya se ha dicho que otras variantes del alfabeto grie­go conservaron la {H} con su valor original de aspiración, y de ahí lo tomó el latino para representar su fricativa laríngea, resultado de la evolución de varios fonemas indoeuropeos (así en homo, veho, etc.; nótese que, a diferencia del grafema griego, el latino también podía aparecer en posición interior de palabra). Pero este fonema latino dejó de pronunciarse como muy tarde en el siglo I a. C., y sólo por conser­vadurismo gráfico se siguió escribiendo en las palabras que lo habían tenido; del mismo modo que dejó de pronunciarse la aspiración ini­cial en griego, a pesar de lo cual en el griego bizantino y moderno se siguieron escribiendo espíritus ásperos durante siglos, hasta hace po­cos años.

Algo similar ha ocurrido en el castellano. En época medieval son normales las grafías como omne (hombre), aver (haber), etc., que re­flejan la pronunciación real de esas palabras; caso distinto es el de la /h-/ procedente de /f-/ (hacer < lat. lacere, hijo < lat. filius, etc.), pues durante mucho tiempo esa {h} representó una aspiración efectiva­mente pronunciada, y conservada todavía hoy en ciertas partes de Es­paña y América. Pero una vez perdida esa aspiración en la mayor parte del castellano peninsular, el grafema {h} era y sigue siendo francamente inútil, lo que no impidió que el impulso cultista y eti­mologizante del siglo XVIII restituyera en la escritura la mayor parte de estas haches, incluidas algunas que nunca hubo en latín (huevo < ovum, hueso < ossum, etc.) 18, mientras lenguas como el italiano procedían con mayor coherencia al suprimirla casi por completo (cf. abitare, uomo, onore, ipotesi, etc.).

17 Jeffery, 1990, 28-29. 18 Aunque en estos casos la inserción de la h- responde a la voluntad de señalar el

carácter vocálico y no consonántico de esa u- inicial.

Grafemática 31

§ 1.7. REC APITU LAC IÓN

Estas son las incongruencias gráficas del español que tienen una relación más o menos directa con el griego, como se ha visto, mien­tras que las demás tienen orígenes distintos y por tanto caen fuera del interés de este libro (/gl representado tanto por {g} como por {gu}; Ixl por {g} y por {j}; Ibl por {b} y por {v}; el grafema {w} en voces de origen germánico; 111 y tfl representados respectivamente por los dígrafos {ll } y {rr}) 19.

De entre todas estas anomalías , por otra parte, es claro que unas son más graves que otras; el hecho de que, por ejemplo, IkJ pueda re­flejarse en la escritura de tres formas distintas ({c}, {k}, {qu}), pare­ce cosa bastante más arbitraria que el uso de un dígrafo para notar un fonema simple, por ejemplo lel por {ch}, pues al menos en este caso hay siempre correspondencia biunívoca (el dígrafo en cuestión siem­pre representa el mismo fonema y viceversa, el fonema en cuestión sólo puede escribirse por medio del dígrafo) , mientras que IkJ puede escribirse de tres formas y por ejemplo {c} puede representar tanto IkJ (casa) como 191 (cirio) .

Estas incongruencias, por otra parte, son la que están detrás de los numerosos y muy diversos proyectos de reforma ortográfica que se han propuesto desde Nebrija hasta ayer mismo, pasando por Gonzalo Correas en el siglo XVII, Andrés Bello en el XIX o Jesús Mosterín hace pocos años. Proyectos que, al menos en los últimos dos siglos (desde la última reforma académica importante, la de 1815), no han encon­trado apenas eco en las autoridades encargadas de estos asuntos, es decir, la Real Academia española; lo que no ha impedido que algunos

19 Respecto a la fiI, Alarcos ( 1965, § 104 ss.) considera que en español se trata de un fonema propiamente dicho; en cambio, en el caso del latín se considera IITI sim­plemente como la fonna geminada de la Irl (cf. el Apéndice de fon emática latina de S. Mariner, en Bassols, 1962 , § 3 18), Y lo mismo dice de Ippl Lejeune ( 1972, § 139). Si esto es así , la incoherencia gráfica sería sólo asunto del español.

32 Los helenismos del español

escritores hayan aplicado algún tipo de reforma parcial por su cuenta (el caso más notorio es el de Juan Ramón Jiménez) 20.

En todo caso, parece que tanto los reformistas acérrimos (afectos al principio fonológico) como los defensores del actual status quo ortográfico (en que se mezcla el etimologismo con la mera sanción del uso establecido) tienen sus buenas razones; podríamos decir, pa­rodiando el refrán, que a veces la escritura tiene razones que la razón fonológica ignora. Es indudable que el peso de la tradición - y tam­bién de la inercia - es muy fuerte en toda escritura, pero nunca estará de más recordar las observaciones de F. de Saussure, que, aun sin ser partidario de generalizar el uso de una escritura fonológica, reconocía que cuando hay desacuerdo entre la lengua y la ortografia, «la forma escrita obtiene casi fatalmente el triunfo, porque toda solución que se atenga a ella es más cómoda; la escritura se arroga de esta ventaja una importancia a que no tiene derecho», y así «la escritura vela y empaña la vida de la lengua: no es un vestido, sino un disfraz» 21; en este or­den de cosas Julio Casares (académico, por cierto) hablaba del «ridí­culo fetichismo de la escritura».

§ 2. CUESTIONES DE NOTACIÓN PROSÓDICA

Aparte de estas anomalías gráficas que hemos señalado - debi­das, como se ha visto, casi más a la evolución del latín y el español que al propio alfabeto griego - , hay otro aspecto de la herencia grá­fica griega que conviene destacar, y es el de la notación, aun parcial, de elementos prosódicos de la lengua, como son los acentos de pala­bra - por medio del signo {'} (tilde) - ; y también la notación de las pausas sintácticas (comas, puntos, etc.), entonaciones de frase (inter­rogativa), etc.

20 Se puede encontrar amplia infonnación sobre las propuestas mencionadas y so­bre muchas otras en Martínez de Sousa, 1991 .

2 1 Saussure, 1983, 95, 97 Y 103.

Grafemática 33

§ 2.1 . A CENTOS

La introducción de acentos en la escritura del griego se debe a los gramáticos alejandrinos, en el siglo III a. c., aunque lo cierto es que hasta el siglo x de la era no se empezó a aplicar de una forma más o menos sistemática; Aristófanes de Bizancio (c. 255-c.180 a. C.) fue con toda probabilidad el primero en acentuar los textos homéricos y otros, creando los tres tipos de acento (circunflejo, agudo y grave) con que se editan tradicionalmente los textos clásicos griegos. Se trata de una invención de gran importancia, que rompe la figuración uni­dimensional de la escritura - de izquierda a derecha en nuestras len­guas - y refleja en parte, como hace la música al subir y bajar en el pentagrama, la dimensión melódica del lenguaje, con subidas y baja­das en el tono o la intensidad.

El latín ignoró por completo este tipo de signos prosódicos (los acentos), lo que es comprensible si se tiene en cuenta que su acento era «fijo», pues dependía estrictamente de la cantidad de la penúltima sílaba; lo que no es tan comprensible es que no se notaran las canti­dades vocálicas (aunque hubo varios intentos en este sentido, por ejemplo, escribir las vocales largas como dobles) 22. En todo caso, la mayoría de lenguas europeas modernas se escribieron durante toda la Edad Media sin acentos ni signos para la cantidad (en el caso de que esta última fuera fonológica) , y muchas de ellas han heredado hasta hoy esta desidia prosódica, con los problemas que ello acarrea al lec­tor, especialmente si es extranjero (pienso sobre todo en la acentua­ción inglesa).

Pero a partir del siglo xv empezaron a circular de nuevo los textos griegos, primero por Italia y poco a poco por el resto de Europa, al principio manuscritos y después en ediciones impresas. Las lenguas modernas descubrieron en el sistema de escritura griego una forma de remediar sus deficiencias en la notación prosódica, aunque los resul-

22 Cf. Bassols, 1962, § 38.

34 Los helenismos del español

tados fueron bastante diferentes. El francés, por ejemplo, dada la po­sición fija de su acento al final de palabra, adaptó los tres acentos griegos con fines diversos: el agudo para distinguir lel cerrada de lel muda (blé, me) , el grave en varios tipos de situación (voila, a, pere, etc.) y el circunflejo, entre otros usos, para notar la desaparición de una Isl (tete < teste, etc.) 23.

El español, por su parte, se limitó a adoptar el acento agudo (tilde) para notar el acento prosódico de palabra. Tras muchos años de uso caótico, se acabaron por instituir las normas vigentes hoy en día, ar­bitrarias pero bastante sencillas y económicas: poner tilde en todas las palabras esdrújulas, en las llanas acabadas en consonante excepto InI, Isl , yen las agudas acabadas en vocal, diptongo, InI, Is/; decimos ar­bitrarias porque lo lógico sería, como hace en general el griego, acentuar gráficamente todas las palabras que efectivamente llevan acento de palabra. Y si bien es cierto que el sistema español es proba­blemente el más desarrollado y coherente de las lenguas de nuestro entorno, también es verdad que aún se podría mejorar algo, sobre to­do en lo referente a distinguir entre usos de la misma palabra como átona o tónica - por ejemplo, entre el pues átono de Pues me voy y el tónico de Así pues; entre puesto (que) conjunción y puesto participio de poner o sustantivo; palabras que pueden ser preposiciones (átonas) o formas verbales (tónicas), como entre, para, bajo, etc. - , del mis­mo modo que a veces se utiliza para distinguir monosílabos tónicos de átonos (te/té, mas/más, de/dé, etc.).

§ 2.2. SIGNOS DE P U NTUAC IÓN Y D E MODALIDAD D E ORAC IÓN

Por otra parte, no hay que confundir la acentuación - que forma parte del aparato o sistema de la lengua- con la puntuación o inter­punción (separación de sintagmas, de frases , de párrafos; notación de modalidades oracionales: interrogación, exclamación, etc.), ya pre-

23 Grevisse, \99\ , 90 ss. y 2754 ss.

Grafemática 35

sente en parte en algunas de las más antiguas inscripciones griegas, aunque también mejoró considerablemente en época alejandrina (ya Aristóteles, en Retórica 1407b 12, señala su importancia para la com­prensión de textos dificiles, como el de Heráclito).

Así que, por influjo griego, también en las lenguas europeas se fueron introduciendo poco a poco signos de puntuación no menos importantes que los acentos: F. Gregh ha llamado acertadamente a la puntuación «la respiración de la frase» 24. En el siglo XVI se usaban ya la coma (gr. Kólllla, «corte, cesura», introducida en la minúscula griega del siglo IX), el punto (gr. cr1lYlllÍ, «punción»), los dos puntos, el paréntesis, las comillas y el signo de interrogación (ya existente en griego desde el siglo IX, aunque con otra forma); en el XVII se intro­dujeron el punto y coma y el signo de exclamación (desconocido en griego clásico), así como, algo más tarde, los puntos suspensivos y algunos otros signos de menos uso.

Todo ello sin contar con otras propuestas que no llegaron a en­contrar aceptación, como la pintoresca de Alcanter de Brahm de un «point d'ironie» - aunque si un lector no detecta por sí solo la ironía en un texto, su explicitación por medio de un signo sería como expli­car un chiste a quien no lo ha entendido a la primera 25.

24 Cit. por Grevisse, 1991 , 2754 (también aquí sobre el «point d'ironie» que se menciona en seguida).

25 Si se considerase pertinente, también sería mucho lo que se podría mejorar en este sentido en español, sobre todo en lo referente a las distintas modalidades de ora­ción (mando, ruego, amenaza, etc.). Véase por ejemplo, aplicado a un texto latino, el «Ensayo de puntuación fiel a las prosodias de la lengua hablada», recogido ahora en García Calvo, 1989, 229-37. El libro de M. B. Parkes, Pause and Effect. An Inlroduc­lion lo the Hislory of Punctuation in the West, Aldershot, 1992, sólo trata de la pun­tuación en el mundo latino (a partir del siglo VI) y europeo, pero desgraciadamente no dice nada de los antecedentes griegos.

CAPÍTULO 11

FONOLOGÍA

HUELLAS DEL SISTEMA FONOLÓGICO DEL GRIEGO

ANTIGUO EN EL ESPAÑOL

En este segundo capítulo vamos a estudiar el préstamo lingüístico desde el punto de vista de la fonología, viendo, por un lado, cómo y por qué algunos fonemas griegos existentes en el latín culto no tuvie­ron continuación en el latín vulgar y por tanto tampoco en castellano; y, por otro lado, estudiaremos las importantes consecuencias que ha tenido la llegada masiva de helenismos cultos para la conformación de la fisonomía fonotáctica del español, fundamentalmente en lo que se refiere a la silabación de grupos de consonantes.

§ 3. GENERALIDADES SOBRE EL PRÉSTAMO DE FONEMAS

Como se ha dicho, una cosa es la escritura y otra el sistema fono­lógico de una lengua. Por cierto que éste, contra lo que pueda pensar­se a veces, no es ajeno a las influencias foráneas, y si las lenguas se prestan entre sí elementos pertenecientes a todos sus niveles (morfo­lógico, sintáctico, léxico, incluso prosódico), los fonemas no son una excepción l .

I Cf. en general Davis, 1994,2273-76; Deroy, 1980, 87-91 Y 239 ss.; Weinreich, 1974, 41 ss. (<<interferencias fónicas») .

Fonología 37

Pues bien, cuando una lengua recibe de otra un p r é s t a m o - una palabra, un prefijo, un sufijo - que contiene un fonema desconocido para ella 2, tiene básicamente tres opciones: puede eliminarlo sin más; puede sustituir dicho fonema por alguno similar de que disponga en su sistema (por ejemplo, al convertir el inglés shilling, con Isl inicial, en chelín, con IU), o puede conservar dicho fonema, añadiéndolo a su lista (por ejemplo, el inglés antiguo tomó del francés el fonema l i l a través de préstamos como rouge, beige; el francés medieval tomó del fráncico germánico la aspiración inicial de palabra /h/, que luego fue desapareciendo poco a poco). Lo normal en este último caso es que esos nuevos fonemas queden restringidos a las propias voces foráneas tomadas en préstamo, sin llegar a ser productivos en la lengua.

En condiciones de bilingüismo «equilibrado» (por ejemplo, entre las clases cultas romanas), lo lógico es que los préstamos entre las dos lenguas en cuestión mantengan sus fonemas intactos, mientras que la adaptación sistemática es más propia de situaciones monolingües 3

; tal fue siempre el caso del griego, muy reacio a adoptar palabras forá­neas sin adaptarlas previamente a su fonología (y a su morfología).

También el español ha mostrado siempre una fuerte tendencia a asimilar los fonemas extranjeros a los propios - otra cosa es que la escritura refleje esa asimilación o conserve la grafia original-, in­cluso tratándose de nombres propios, aunque en los últimos tiempos esta tendencia está en franco retroceso, al menos en el español están­dar de los medios de comunicación, invadido a diario por palabras

2 Como señala Weinreich (1974, 30), en realidad, desde un punto de vista estruc­turalista coherente, todos los fonemas de una lengua son en sentido estricto «descono­cidos» para la otra lengua, pues, por poner un ejemplo sencillo, /kJ griega (escrita {K}) y /kJ latina (escrita {c}) no son el «mismo» fonema, ya que cada uno de ellos se define por oposiciones distintivas propias dentro de su sistema fonológico (la /kJ sorda griega se opone, además de a la sonora /g/, a la oclusiva sorda aspirada que escribimos {X}, mientras que la /k/ latina no conoce esta oposición; etc.). Claro que, de hecho, los hablantes de latín identificaban ambos fonemas por encima de los límites de los dos sistemas fonológicos, y en este sentido sí se puede decir con toda razón que, en los préstamos, /kJ griega = /kJ latina.

3 Cf. Weinreich, 1974,67.

38 Los helenismos del español

procedentes de los idiomas más diversos del globo; recuérdese cómo antiguamente se españolizaban sistemáticamente los nombres de ciu­dades o países para hacerlos fácilmente pronunciables (Mastrique por Maastricht, Perusa por Perugia, etc.), e incluso se traducían nombres de pila (Luis Beethoven, Juan Jacobo Rousseau) y excepcionalmente también apellidos (como cuando Quevedo llamaba a Montaigne «el Sr. de Montaña»)4.

Algo parecido puede decirse de las combinaciones de fonemas (lo que en inglés se llama Phonotactics): si un préstamo conculca las combinaciones normalmente admitidas en la lengua receptora, una de dos: o bien se modifica su silabación para adaptarla (como en Es-tras­bur-go, con vocal inicial y final ausentes en Stras-bourg, o en el anti­guo nombre español de Frank-furt am Main, Fran-co-for-te del Me­no), o bien se mantiene tal cual la secuencia, que revela así el carácter foráneo de la palabra (por ejemplo, en sandwich, pronunciado con frecuencia en español con una Icl final que va contra la norma 5). Y lo mismo puede ocurrir con el acento: el préstamo puede adaptarse a las normas acentuales de la lengua de llegada (como ocurría normal­mente con los helenismos en latín, cf. § 6.7) o puede conservar la acentuación original, que por ser anómala en la lengua receptora de­nuncia el origen foráneo de la palabra.

Pero claro, en todos estos casos se trata de contacto entre lenguas vivas, habladas, mientras que en el caso de la inmensa mayoría de los helenismos españoles, que es el que nos ocupa, estamos ante un fe­nómeno diferente, pues los préstamos vienen de una lengua escrita,

4 Algo similar ocurría en francés, cf. Deroy, 1980,249-50. En los últimos tiempos el delirio identitario de los nacionalismos <<periféricos» ha llevado a excesos algo ridí­culos, como la pretensión del Parlamento español de que el nombre oficial en español de algunas ciudades contenga un fonema desconocido para sus hablantes (caso, por ejemplo, de Girona, que no habrá más remedío que pronunciar Yirona o incluso Chi­rona, con los chuscos malentendídos que puede propiciar esta última variante). No pa­rece que sea competencia de un parlamento la introducción de fonemas extraños en una lengua, aunque sea en un nombre propio; cf. también Lázaro Carreter, 1997,674.

s Aunque la tendencia natural, sobre todo si el hablante desconoce el inglés, es a pronunciar sangüis. En Sudamérica se utiliza (y se escribe) el plural sánguses.

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ya no hablada; de ahí que no quepa hablar de préstamo de fonemas griegos al español, sino más propiamente de transcripción, como se verá (§ 6).

Muy diferente era la situación en la Antigüedad, pues el latín en­tró en contacto directo con la población hablante de griego, primero en el sur de Italia y después en la Grecia continental e insular (yen la propia Roma); y, dado que el bilingüismo estuvo bastante extendido entre los romanos 6

, no es de extrañar que, al menos en un nivel culto y a partir sobre todo del siglo II a. c., se adoptasen varios fonemas ajenos a la lengua latina: así las oclusivas aspiradas, transcritas como {ph}, {ch}, {th} y pronunciadas como tales oclusivas seguidas de as­piración; la u, transcrita como {y} y pronunciada de forma similar a la {u} francesa; la {z}, representando una silbante sonora perdida ya en latín por efecto del rotacismo.

Pero todos estos préstamos no tuvieron consecuencias duraderas en la fonología latina, y el latín popular ignoró estas distinciones, co­mo demuestran tanto las inscripciones y algunos textos tardíos como la propia evolución y resultado de numerosas palabras románicas; veámoslo en cada caso concreto (aun a costa de repetir parcialmente algunos puntos señalados en § 1).

Las oclusivas aspiradas dental (lth/ ) y gutural (/kh

/), escritas como {th} y {ch} respectivamente, como se ha dicho, se pronunciaban en los círculos cultivados romanos con su aspiración original; esta aspi­ración acabó por convertirse en algo de buen tono, lo que provocó que, en el habla de algunos indoctos, se extendiera incluso a palabras latinas en las que nada tenía que hacer (de ello se burla Catulo en su poema 84, que empieza Chommoda dicebat, si quando commoda ... ). Pero en el habla popular esas palabras griegas simplemente perdieron

6 Ver Kaimio (1979); y la bibliografía que cita Laguna, 1995, 10-14.

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la aspiración 7, comportándose en latín vulgar como meras oclusivas sordas: cf. crXOA.lÍ > sc(h)ola > escuela (fr. école, it. scuola, etc.), ellcruupÓ<; > t(h)esaurus > tesoro, etc.

§ 3.2. EL FONEMA Iphl

La oclusiva aspirada labial Iphl , escrita como {ph}, perdió tam­bién la aspiración en algunas palabras como KÓA.Uq>O<; > colap(h)us > golpe (fr. coup, it. col po, etc.) o como páq>uvo<; > rap(h)anus > rá­bano 8

• Sin embargo, ya desde el siglo 1 a. C. hay pruebas de pronun­ciación fricativa de Iphl en algunas partes del Imperio (grafias como Dafne en vez de Daphne en Pompeya), y esta pronunciación fricativa Ifl, favorecida por la existencia en latín de este sonido en palabras in­dígenas - y quizá por la propia evolución contemporánea de todas las aspiradas griegas hacia fricativas-, es la que acabaría imponién­dose para los helenismos en todas las lenguas europeas, tanto para los patrimoniales (como esp. huérfano < lat. orphanus < ópq>uvó<;) como para los cultismos modernos (como, p. ej ., filo logia), independiente­mente de cuál sea la grafia elegida ({f} en español e italiano, {ph} etimológica en francés , alemán e inglés).

Esta evolución fonética explica la anomalía de que, teniendo tanto el griego medieval y moderno como el español fricativas interdenta­les, labiodentales y velares (/e/, Ifl, IxI) 9, los helenismos españoles modernos presenten por un lado la fricativa Ifl y por el otro las oclu­sivas ItI y /k/, en vez de las fricativas correspondientes; de no ser por el proceso histórico descrito, encontraríamos en españolo bien toda la serie fricativa (es decir, *zeólogo, *antizesis, *brajicéfalo , que es, por lo demás, como se pronuncian estas consonantes al leer hoy los textos clásicos griegos; y como se suelen transcribir en nombres propios del

7 Así ocurría también en los préstamos más antiguos; ver § 8. 8 Para la cronología de este fenómeno, ver § 8. 9 Tanto la 191 como la Ix! estaban plenamente impuestas a principios del siglo XVII

(cf. Lapesa, 1981 , 374, 379).

Fonología 41

griego moderno, como Zeodorakis, Janiá, Jristodulos, etc. , cf. § 6.5), o a la inversa, toda la serie oclusiva (en cuyo caso, junto a antítesis y braqui- tendríamos *acépalo, *pilosopía, etc.).

§ 3.3. EL FONEMA Iü/

La vocal griega u, escrita {y} y pronunciada en registro latino cul­to como Iü/ (es decir, como la {u} francesa o la {ü} alemana), en el habla popular de época imperial se asimiló en la mayoría de casos a la lil, según demuestran grafías como misteriis (gr. ~U(HlÍPLOV), y tal es la pronunciación que ha prevalecido hasta hoy en las lenguas euro­peas, independientemente de que escriban {i} o {y} (la única excep­ción es, creo, el alemán, donde Physik suena [fiizík], frente al francés physique que suena [fizík]).

En algunos casos la vocal griega se asimiló a la luI 10, lo que ex­plica palabras castellanas como tumba « TÚ~~O<;) o dobletes con evolución culta y popular, como lince < AÚy¿; frente a onza, que pre­supone una forma latina */uncea (con posterior deglutinación de la IV inicial) 11; cripta (lat. crypta < KpÚ1tnl), frente a gruta « lat. vulgar crupta, por intermedio de un dialecto italiano), etc.

§ 3.4. EL FONEMA Iz/

La e griega presenta mayores problemas. Sin duda este grafema sirvió en griego para representar diversas combinaciones de sonidos, pero parece que en época helenística su valor era el de una doble sil­bante sonora Iz/; ello explica las transcripciones arcaicas o plautinas

10 Para cuestiones cronológicas remitimos a Biville, 1990-95, Il, 255-319, Y al § 8 de este libro.

11 Ver DCECH s. v. lince (para Corominas la etimología de onza aludida es incierta).

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del tipo de massa (Ila.~a) o sona (~<Í:lVTJ) , con Isl por carecer ya el latín de la silbante sonora IzJ después del rotacismo del siglo IV a.e 12. Y mientras los gramáticos latinos no arrojan mucha luz sobre la pronun­ciación real de este grafema en el latín culto (que la transcribía ya re­gularmente como {z}), las inscripciones y algunos textos de época imperial revelan una pronunciación palatalizada [dj ] o [dz] 13 en latín vulgar (baptidyare por baptizare, ¡osimos por Z<Í:lmllo<;, etc.), lo que aclara la etimología de las poquísimas palabras románicas de origen griego en las que aparecía la ~: por ejemplo occitano y cat. gelós, it. geloso, fr. j aloux (lat. zelosus , formado sobre gr. ~iiA.o<;) 1\ j engibre, tomado del occitano o del francés gingibre (lat. zingiber < gr. ~lyyíf3€Pl<;) ; o el francés jujube ' azufaifa' « lat. ziziphum < ~í~u<pov ;

la azufaifa española procede de la misma palabra griega, pero a través del árabe) 15; en todas ellas la consonante inicial se ha comportado igual que otras que resultaron de la palatalización propia del latín vulgar.

Por otra parte, los cultismos o semi cultismos de origen griego (como bautizar l6

, zodiaco, cizaña) entrados en la Edad Media en es­pañol a través del latín escrito se transcribieron normalmente con {z} y pasaron a pronunciarse como 1 dzJ (que era como sonaba la {z} de amenaza o de fazer), y ese sonido evolucionó hasta convertirse en el Siglo de Oro en la actual fricativa interdental 191 con la que pronun­ciamos helenismos modernos como zoología, céfiro o polirrizo (cf. antes, § 1.3).

12 cr. Biville, 1990-95, 1, 112 ss. (sobre los verbos plautinos en -isso (graecisso, purpurisso), ver después, § 12.2.3).

13 Biville, 1990-95 , 1, 133. 14 El castellano celo ha sufrido la influencia del latín celare, ver DCECH s.v. (espe­

raríamos *yelo o *gelo) . 15 Ver DCECH s. v. azufaifa . En el dificil caso de zumo (gr. ~COJl~), habrá que su­

poner el paso por el árabe, ver DCECH y Corriente, 1999, s. v. zumo. 16 La forma popular, atestiguada ya en Berceo, es batear (en francés la forma po­

pular era batoyer, en catalán batejar, etc.).

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§ 3.5 . DIPTONGOS.

No vamos a entrar aquí en detalle en el complicado problema de la adaptación latina de los diptongos griegos, para lo cual hay que te­ner en cuenta tanto la evolución de éstos en época helenística y roma­na como la de los propios diptongos latinos en la misma época. Dire­mos simplemente que, salvo algunas excepciones aisladas, se obser­van las correspondencias que se verán en el apartado de transcripción (§ 6.2.), es decir:

al > ¡at. lael (> esp. le!) El > ¡at. l i:1 (> esp. li/) Ol > ¡at. loel (> esp. le!) uu > ¡at. lau! (> esp. lau!, lo!) ¡;u > ¡at. leu! (> esp. leu!, 10/) ou > ¡at. lu :1 (> esp. Iu!).

Como decíamos, hay algunas excepciones aisladas (algunas en préstamos preliterarios, sobre los cuales cf. § 8), no siempre fáciles de explicar; algunas de ellas no afectan al resultado final español (como el caso de crKllvlÍ > lat. scaena > escenaY 7

, otras sí: KpamáAll > lat. crapula, 1tOlvlÍ > lat. p unire, cpOiVl~ > lat. Punicus, OLOí.KllCJl<; > lat. diocesis, 1tapOlKí.a > lat. par(r)ochia 18.

Pero, aparte de esos casos, se observan las correspondencias men­cionadas, de tal forma que es claro que en el latín vulgar tampoco hu­bo ningún diptongo griego que no se adaptara al sistema vocálico la­tino, y de ahí los resultados españoles. Un caso especial es el de laul y leu/: el primero monoptongó en 101 en las voces patrimoniales (er¡craupó<; > lat. thesaurus > tesoro), siendo re introducido después por los cultismos latinos (claudicar) o griegos (traumático) ; leu/ era un diptongo prácticamente inexistente en latín, y también monopton-

17 Ver Bivi lle, 1990-95, JI, 326 ss. 18 Cf. Bivi lle, 1990-95 , 11 , 320 ss., 334 ss.

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gó en 101 en castellano en algún que otro helenismo temprano (como romadizarse, romadizo < lat. rheumatizare < gr. pEUJ..lo'tíCw), pero aparece sin monoptongar en bastantes helenismos entrados por vía culta (terapeuta, seudónimo, etc.) . Todos estos procesos fonéticos del latín vulgar - que, como se ha visto, no contó con ningún fonema de ímportación griega- son, en definitiva, los que explican la forma habitual de transcribir las palabras o lexemas griegos al castellano (el caso de la {z}, como se ha visto, es bastante especial; también el de los diptongos /au/, leu/). Hay que tener en cuenta que en los siglos medievales muchos de los cultismos de origen griego alojados en el latín de la Iglesia pasaban fácilmente al lenguaje común, donde los fonemas en cuestión (escritos como {ph}, {ch}, {th}, etc.) se pronun­ciaban como se ha dicho (es decir, como Ifl , /k/, ItI, etc.); incluso el propio latín eclesiástico se pronunciaba, lógicamente, de acuerdo con la fonética vulgar, y así se ha hecho siempre en la misa católica en la­tín (con variantes según los países). Así se entiende que, con estos precedentes, los numerosos cultismos llegados por vía escrita al espa­ñol a partir del siglo XIlI se hayan amoldado en general a estos princi­pios y, en el caso de los griegos, se hayan transcrito como se especifi­ca en § 6.

§ 4. COMBINACIONES DE FONEMAS O FONOTÁCTICA

Hay un terreno en el que los helenismos sí han modificado en parte la situación del español - del español estándar culto-, y es el de la «fonología combínatoria» o fonotáctica (en ing. Phonotactics), especialmente en lo que se refiere a la estructura silábica, que, como señaló Diego Catalán, es uno de los capítulos de la fonología más descuidados 19. Y es que los numerosos cultismos griegos, índisocia­bies en est~ aspecto de los latínos, reintrodujeron en la pronunciación

19 cr. Catalán, 1971 ,77.

Fonología 45

del español culto (yen su ortografia) una serie de combinaciones fone­máticas que habían desaparecido de la lengua hablada en la Edad Me­dia, y que en muchos casos siguen resultando ajenas a la pronunciación coloquial castellana, a pesar de «la presión normativa y etimologizante ejercida por la Academia desde el siglo xvm» 20. Intentaremos dar un repaso sistemático a todas estas combinaciones, distinguiendo - de una forma algo rudimentaria si se quiere - entre «grupos no proble­máticos» (aquellos que, aun en el caso de que hayan desaparecido en las palabras patrimoniales del idioma, no parecen ofrecer ningún pro­blema articulatorio al hablante común) y «grupos problemáticos» (aquellos que se mantienen, mejor o peor, por la mencionada presión normativa; algunos, de uso casi siempre escrito, virtualmente impro­nunciables).

§ 4.1. DISTRIBUC IÓN DE VOC ALES Y CONSONANTES

Por lo que respecta a la distribución de vocales en la palabra, hay que señalar que, por la evolución de las vocales finales en el castella­no medieval, es muy rara la presencia de l il o luI en sílaba final átona, y que una gran parte de las palabras que presentan lil en esa situación son helenismos, especialmente los sustantivos en -sis como crisis, síntesis, neurosis, etc., o los términos médicos con el sufijo -itis (fa­ringitis, otitis, etc.) 21.

y respecto a la distribución de consonantes se puede decir algo similar: que los cultismos latinos y griegos han }fecho que aumente considerablemente el número de oclusivas sordas intervocálicas con­servadas en español, frente a la tendencia general a la sonorización en los primeros siglos del idioma (cf. infra, § 4.5); basten como ejemplo los cientos de sustantivos o adjetivos griegos o latinos en lico, como

20 Alarcos, 1965, § 163 . 21 Alarcos, 1965, § 95; puede comprobarse fácilmente lo que decimos consultando

el Diccionario inverso de Bosque & Pérez Femández, 1987.

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lógico o político (frente al resultado medieval: amicus > amigo, toxi­cum > tósigo, etc.).

También se podrían señalar numerosas palabras de origen griego que, entre otras cosas, denuncian su carácter de cultismos por su ex­tensión anormal (paralelepípedo, biocitoneurología) o por presentar secuencias consonánticas de dificil pronunciación, propias casi de un trabalenguas (tetrástrofo; cf. en cambio lo ocurrido en trastocar < trastrocar) .

§ 4.2. GRU POS DE CONSONANTES EN POSICIÓN INICIAL

No ofrecen problema articulatorio las combinaciones de oclusiva o Ifl seguidas de I l! o Ir/, aunque lo cierto es que la mayoría de las palabras que empezaban por Ipl!, Ikl!, IflI, /bl! Y Igl! sufrieron en el tránsito al castellano la pérdida de la oclusiva, con o sin palataliza­ción de la Il! (cf. lat. pluvia > lluvia; clamare > llamar; jlamma > llama; blastemare > lastimar; glattire > latir). Así, tenemos casi to­dos estos grupos iniciales representados en helenismos españoles: /brl (bromatología), Iprl (pragmático), Ifrl (frase), Idrl (drama), Itrl (trau­ma < l"paü~a, trombo < epó~l3oC;), Igrl (gramática), /krl (cromático < xpw~a1"t1CÓC;, cripta > KPÚ1tl"ll), /bl! (blenorragia), Ipl! (plástico) , IflI (flema), Igl! (glosa), /kl/ (clero < KAfípoc;, cloro < XAWpÓC;) 22 .

Los grupos problemáticos son: Ipsl (psicología, simplificado a veces en sicología, de forma regular en seudónimo 23), /ksl (xilófono), ImnI (mnemotécnico, también nemotécnico), Ign/ (gnóstico), /kni (cni­dario) , Ipnl (pnigofobia; simplificado en neumonía, neumático, etc.), Iptl (pterodáctilo; simplificado en tialina < 1tl"ÚaAOV «saliva»), /bd/

22 El grupo ItI-l, que en español está en general limitado a algunos mejicanismos donde representa una oclusión lateral del náhuatl (tlacoyo, tlacote, etc.), sólo aparece en algunas raras voces científicas de origen griego, como tlipsis « 9Alljl1.<;) o tlexero (formado sobre el verbo 'tA.áw, «toleran»; no había en griego palabras que empezaran por el grupo 18A.!.

23 Ver bibliografia en F. Galiano, 1969, 14-15.

Fonología 47

(bdelomorfo; resuelto en bedelio < 130ÉAALOv), /kt/ (ctenóforo), 1ft! (Ftía, nombre propio), ItmI (tmesis); quizá haya alguno más en nom­bres propios.

Finalmente, todos los grupos iniciales griegos de Isl más oclusiva o 1m! han desarrollado en español una lel protética para facilitar la ar­ticulación, excepto alguna que otra palabra de penetración temprana en que ha caído la Isl (como aKfi1t'!pov > (:etro > cetro; a1toajló<; > pasmo, ya en lat. vg. pasmus; cisma < axíajlo, etc.). Así, tenemos re­presentados grupos iniciales griegos como laKI (escéptico), laxl (es­quizofrenia), lafJI (estenógrafo) , la'!l (estático) , la1t1 (espasmo), lalfll (esfera) , la'!pl (estrofa) ; también el grupo lajll (esmeralda < ajlápoy-00<;).

§ 4.3. GRUPOS INTERIORES NO PRO­

BLEM Á TIC OS (HETEROSILÁBICOS)

En posición implosiva - es decir, en final de sílaba seguida de consonante - el español sólo admite de forma natural los fonemas Isl, IfJI y los archifonemas /LI , IR/, /NI; es decir, los mismos que se admiten normalmente en final de palabra 24. Todas estas consonantes finales de sílaba pueden combinarse con cualquier otra consonante en la sílaba siguiente, si exceptuamos algún grupo inestable de nasales o laterales (como ImnI, resuelto por disimilación y epéntesis en yala­bras patrimoniales: lat. homine(m) > omne > hombre).

Casi todas estas combinaciones aparecen en helenismos españo­les, aunque algunas pocas sólo están atestiguadas en nombres propios

24 En final de palabra, en realidad, sólo el nasal In!, el lateral fl l y la Irl fricativa, además de Isl y 19/; cf. Alarcos, 1965, § 115 ss. (para el concepto de archifonema, § 26). Por lo demás, entiéndase que la situación descrita se refiere al español estándar del norte de la Península Ibérica, pues en toda la parte meridional lo normal es la neu­tralización de Isl y 191 implosivas, por un lado (realizada como aspiración /h/), y tam­bién la de Irl y IV implosivas (realizada como Ir/), con tendencia latente a la desapari­ción de todas las implosivas; cf. Catalán, 1971.

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o en tecnicismos de muy poco uso: INpl (emporio), INbI (trombosis) , INfl (ánfora), INt! (síntesis < crúveEc:n~, antítesis < 6.V'tíeEc:n~) , INd/ (espondeo), INel (quiromancia), INcl (concha), INsI (pansofismo), /Nk/ (ornitorrinco), INg/ (laringólogo), INxI (ángel), INlI (panléxico) 25, INrI (panrománico); ILpl (Melpómene), ILbl (Olbia), /Lfl (alfabeto), ILt! (peristáltico), ILd/ (polialdo) , ILel (helcistro), ILsI (alsófilo) , ILkI (Cólquide), ILg/ (algofobia) , ILxI (analgésico) , ILm! (platelminto); IRpl (carpo) , /Rbl (euforbio), /Rfl (morfema) , IRt! (carta), /Rd/ (cuer­da), /Rel (hipercinesia), /Rcl (archivo), /RsI (tirso) , lRk/ (sarcófago), /Rg/ (ergonomía), IRxI (metalurgia) , IRrnI (fármaco) , lRn! (cibernéti­ca), IRlI (hiperlipemia) ; Ispl (espora), Isbl (asbesto), Isfl (asfixia), 1st! (místico), Isd/ (disdipsia), Isel (discinesia), Iskl (menisco), Isgl (dis­galactia), Isxl (disgenia), Ism! (cosmos), Isnl (disnea), Is1/ (dislexia), Isrl (disritmia).

Por las propias posibilidades fonotácticas del griego, no están re­presentados en helenismos españoles grupos como /LnI, ILr/; tampo­co combinaciones con lel cerrando silaba (sí en palabras de otros orí­genes: alnafe, alrededor, bizco, juzgar, jazmín, rebuzno), a no ser en algún caso aislado y temprano en que ha habido alteraciones fonéticas de importancia, como en bizma < bidma < lat. epithema < btíeEIlQ «emplasto» 26.

§ 4.4. GRUPOS INTERIORES PROBLEMÁTICOS (HETEROSILÁBICOS)

Junto a estos grupos interiores, perfectamente adaptados a la fo­notáctica española, hay otros mucho más problemáticos, fundamen­talmente las combinaciones con una oclusiva como cierre de sílaba,

25 Ya se entiende que algunos de estos grupos sólo aparecen en compuestos mo­dernos, a veces híbridos de latín y griego (como panrománico), pero serían imposibles en griego (donde grupos consonánticos como -VA.-, -vP-, etc., se asimilaban y daban como resultado -M-, -PP-, etc.).

26 Quizá también en gazpacho, si se acepta la etimología propuesta por Corriente, 1999, s. v. (vendría de ya~oqlUA.áKLOv «cepillo de iglesia»).

Fonología 49

entre las que las más frecuentes son probablemente IBt/, IGt/ IGel y IGs/. Todos estos grupos desaparecieron muy pronto de las palabras castellanas patrimoniales - en ciertos casos ya en el latín tardío- , en virtud de diversos procesos fonéticos: palatalización (noctem > no­che; texere > texer [teser] > tejer), caída de la oclusiva (scriptum > escrito), vocalización de la oclusiva (captivum > cautivo, civitatem > cibdad > ciudad), metátesis (catenatum > cadnado > candado), etc.

y la tendencia a resolver este tipo de grupos inestables era tan fuerte que afectó también a los cultismos latinos o griegos introduci­dos en' la baja Edad Media y los siglos XVI y XVII ; así nos encontra­mos constantemente en la literatura del siglo de Oro, en escritores po­co sospechosos de «vulgaridad», con palabras como lición (lección) , afición (afección), efeto (efecto) , conceto (concepto), dino (digno), etc., que reflejan la pronunciación habitual de estos cultismos, quizá a veces con una geminación similar a la que se produce en italiano (que no vio mayor problema en reflejarlo así por escrito: concetto, massi­mo, esatto, soggetto , etc.).

Pero tras la fundación de la Real Academia en 1713 se va impo­niendo la restitución etimológica - no sólo en la ortografia, sino también en la pronunciación de las clases cultivadas- de gran canti­dad de estos grupos cultos, aunque de una forma arbitraria y desorde­nada 27; en parte eso explica, por ejemplo, que los derivados españoles del verbo latino iacio «lanzar» presenten formas tan diversas como objeto, sujeto, abyecto (obiectum, subiectum, abiectus), objeción, su­jeción, proyección, interjección (obiectio, subiectio, proiectio, inte­riectio) 28, lo que provoca inevitables dudas en el hablante y explica también las formas hipercorrectas (es frecuente oír y leer cosas como discrección < lat. discretio , concrección < lat. concretio, etc.). Diego Catalán ha descrito este proceso general con toda claridad:

27 ef. Lapesa, 1981 , § 102; cf. también Martínez de Sousa, 199 1, 146 SS .; o el Manual del español correcto de L. Gómez Torrego, Madrid, 1988.

28 Una lista más completa en DCECH s. v. abyecto.

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En el siglo XVIll las minorías cultivadas aceptaron el principio de que la «corrección» lingüística debía prevalecer sobre la costumbre. En consecuencia, intentaron sujetar su habla a las normas de pronun­ciación recomendadas por la erudición. La escritura impuso su impe­rio sobre la palabra. Este predominio de la letra vino a minar, en la lengua culta, la norma estructural que limitaba a -n, -1, -r, -s y -z el inventario de los fonemas con valor distintivo en el margen implosivo de la sílaba. Los hispano-hablantes cultivados del s. xvm comenzaron a pronunciar los «grupos cultos» de consonantes en los préstamos la­tinos (yen otros extranjerismos); después, la progresiva democratiza­ción de la cultura ha conseguido difundir esta nueva norma de pro­nunciación entre un número cada vez mayor de usuarios de la lengua española. Creo, sin embargo, que las nuevas consonantes implosivas no se hallan perfectamente integradas en la estructura de la lengua y que en una descripción fonológica del español es preciso seguir dis­tinguiendo entre las implosivas tradicionales y las «cultas». Estas, por lo general, siguen estando adscritas a unas secciones del léxico de empleo muy restringido 29.

En efecto, hasta el día de hoy todos estos grupos siguen repug­nando al sentido de la silabación del hablante común (que es, por cierto, quien acaba conformando a la larga la gramática de una len­gua); y cualquier fonetista reconoce que en la lengua hablada la ma­yoría de los sufridos hispanohablantes evitan estas combinaciones de una forma o de otra: prescindiendo por completo de la oclusiva ([ es­plicar], como escribía Juan Ramón Jiménez, [ausilio]), pronuncián­dola en el «habla esmerada» como fricativa ([esagto], [concebto]), vocalizándola ([káusula] =cápsula), recurriendo a la geminación ([tén­nica] , [ammóffera], muy frecuente en Andalucía) o incluso sustitu­yendo la oclusiva por una de las consonantes comunes como cierre de sílaba: así se explica, por ejemplo, que los antiguos sustantivos en -adgo « lat. -aticu) terminen hoy en día en -azgo (mayorazgo, har­tazgo, etc.); se observa que la /9/ tiende a neutralizar en algunas par-

29 Cf. Catalán, 1971 , 84.

Fonología 51

tes a IBI , 101 Y IGI , así en pronunciaciones «vulgares» como [azvertir], [esazto], [helicóztero], [aztitud], [corruzto] , etc.) 30.

Claro que tampoco faltan pronunciaciones recalcitrantes del tipo de [eksakto], y numerosas formas hipercorrectas como [ekspektador] (lat. spectator) o, en ciertos países americanos, [auktomóbil]; pero todo esto, por decirlo con palabras de Saussure, entraría ya dentro de la categoría del «caso teratológico» (o sea, de la galería de mons­truOS) 31.

Pues bien, en los cultismos de origen griego hay una nutrida re­presentación de estos grupos «intrusos» con oclusiva en fina l de síla­ba, algunos más pronunciables que otros: IBtl (helicóptero), IBdl (molibdeno), IBsI (elipsis, ábside), IBn/ (hipnosis); IDrn/ (cadmio, ritmo), IDn! (étnico, equidna), lDiI (atleta); IGpl (ecpiesis), IGbl (ec­bólico), IGfl (sinecjonesis), IGtl (práctico) , IGd/ (amígdala, sinécdo­que), IGel (eccema), IGsI (exótico) , IGrn/ (enigma, dracma), IGn! (diagnóstico, técnica). A ellos habría que añadir combinaciones como Imn! (himno ; simplificado en Agamenón < 'Ayuj..lÉj..lvCüv) y los muy raros Iftl, l fuJ (difteria, Dafne); no están representados, afortunada­mente, los grupos IGk/, IGgI, IGxI.

Por otra parte, las geminadas griegas (j..lj..l, VV, ')..)'" crcr, rtrt , n , KK)

no suponen problema ya que se simplifican siempre en español , ex­cepto en el caso de Irl (catarata/catarro) , ver infra, § 6.5.

§ 4.5. GRUPOS INTERIORES TAUTOSILÁBICOS

El español admite los mismos que hemos visto a principio de pa­labra, por más que algunos de ellos sufrieran cambios en el tránsito al castellano (por ejemplo, la sonorización de oclusivas sordas en lat. capra > cabra, patre(m) > padre, lucrare > lograr). Así, tenemos re-

30 Puede verse la descripción detallada de muchos de estos casos en T. Navarro Tomás, Manual de pronunciación española, Madrid, 26." ed. , 1996.

31 Saussure, 1983, 99; sobre la tendencia general a la hipercorrección como algo típicamente «pequeño-burgués», cf. Bourdieu, 1999, 37.

52 Los helenismos del español

presentados en helenismos españoles: Iprl (lepra) , Ipl/ (omóplato) , /brl (tríbraco) , /b1l (problema), Ifrl (perífrasis), Ifll (endojlebitis), /krl (policromía), /k1l (heteróclito 32), Igrl (pentagrama) , Igl/ (diglosia), Itrl (metro) , Idrl (hipódromo). El grupo ItI/, como se ha visto en § 4.4, es muy poco frecuente y tiende a ser heterosilábico en español (at­leta, at-las, etc.; en la pronunciación común es frecuente suprimir la ItJ, como en Aleti, por Atléti[coJ de Madrid).

Conviene señalar, por otra parte, que el griego antiguo no siempre coincidió con este tipo de silabación en los grupos de oclusiva segui­da de nasal o lateral. Así, los textos métricos más antiguos demues­tran que el límite silábico se sentía entre ambas consonantes, de for­ma que la primera sílaba, aunque tuviera vocal breve, contaba como larga: 1ta't!pÓ<;, OrtÓrt!poeeV (como si el español dividiera cab-ra o chic-le, o más bien cab-bra, ch{-cle). Y si bien en el ático y en el griego helenístico la silabación de estos grupos era en general como la latina y española - lo que suele llamarse correptio Attica, «abre­viación ática», por contar como breve la sílaba que precede al grupo en cuestión, siempre que tenga vocal breve-, hay que señalar que algunas combinaciones con 111 se seguían sintiendo normalmente co­mo heterosilábicas (así -(31..-, -yA.-), mientras que, a la inversa, podían funcionar como tautosilábicos grupos que en español nunca podrían serlo (así, algunas combinaciones con Iml y Inl , por ejemplo en 'tÉKVOV) 33 .

§ 4.6. GRUPOS INTERIORES DE TRES

CONSONANTES (HETEROSILÁBICOS)

De entre los que tolera sin problemas el español, aparecen en he­lenismos los siguientes (muchos sólo en compuestos de uso muy es-

32 En algún caso muy raro puede sentirse como tal el prefijo, y hacerse la división silábica: ec-/ampsia « EKAallljll.C;).

33 Pueden verse más detalles en cualquier buen manual de métrica griega, p. ej. en M. L. West, GreekMetre, Oxford, 1982, p. 16-17.

Fonología 53

pecializado) : INprl (empráctico), INbrl (embrión), INfrl (enfráctico), INtrl (fi lántropo), /Ndrl (síndrome) , INkrl (s incronizar), INgrl (en­grafia), INpl/ (emplasto), INbI/ (emblema), INfl l (enflisis) , IN kl/ (sin­clinal), /Ng lI (ganglio); IRprl (hiperprosexia), IRtrl (artritis) , IRkrl (hipercrítico), IRpl1 (hiperplasia); Isprl (disproteinemia), Isfrl (paros­fresia), Istrl (gástrico), Iskrl (escrología, discrasita), Isgrl (disgrafia) , Ispl/ (displasia), Iskll (disclímax) , Isgl/ (disglosia) .

Los demás grupos triconsonánticos resultan más o menos proble­máticos: IBtrl (dioptría), IGtrl (eléctrico), IGtl/ (ectlipsis), IGkl/ (ec­clipsis), IGstl (éxtasis), IGsel (excéntrico), INktl (plancton; simplifi­cado en esfinter < <J(j)tYK1"lÍp), INpsl (panpsiquismo), INpnl (panpneu­matismo), /Ntl/ (entlasis), /Nmnl (panmnesia) , /Nspl (panspermia), IRmn! (hipermnesia), IRktl (árctidos; simplificado en ártico, antárti­co), IsDm! (istmo, pronunciado habitualmente [ismo]), Ismn! (dismne­mia), IsGn! (disgnosia) . Algún grupo se ha simplificado, para alivio del hablante, como el de /Nptl en síntoma « <Jú~1t1"Ú)~.1a) .

§ 4.7. CONSONANTES FINALES

De las admitidas normalmente en caste llano (/s/, In!, Irl , /1/, lel , hasta cierto punto IdI) , tenemos en helenismos ejemplos en Isl (caos), In! (esternón), Irl (mártir); la 11/ sólo aparece en casos en que ha habi­do apócope de 10/: apóstol(o), ángel(o), pues el griego no admitía esta consonante en final de palabra y el único tema en 11/ era nA<;, ÓAÓC;,

«sal, mar») 34.

Hay también algún caso aislado de helenismos con IdI final , como áspid < Ó<J1tlC;, ó<J1tl80 C; (aunque hay variantes antiguas como aspe y áspido). Sería más coherente la variante áspide (o incluso áspiz), pues

34 Son muy raros en castellano los casos de Ix! final ; entre ellos son de origen griego reloj (lat. horologium < <Í:lPOMylOv; cf. § 9.2.3.) y carcaj, palabra de etimolo­gía e historia bastante complicadas, cf. DCECH (y también § 9.1.). Por lo demás, hasta el siglo XIII el castellano aceptaba muchas otras consonantes o grupos de consonantes en final de palabra, cf. Catalán, 197 1, 80-8 1.

54 Los helenismos del español

lo cierto es que el español moderno tolera a duras penas la Id! final (de palabra y de sílaba). En los primeros siglos del idioma algunas Id! finales se mantenían bien, pues procedían de la sonorización de ItI y debían de tener todavía una articulación fuerte (así en vid < vite, sed < site, amad < amate). Pero hoy en día ya no es así, y el español tiende a rechazarla en posición final de sílaba (cf. § 4.4) o de palabra, bus­cando soluciones diversas 35:

a), neutralizar la oposición con la fricativa lel , que es bastante fre­cuente en final de palabra (paz, pez); esta neutralización, muy ex­tendida por España, se resuelve en favor de la lel , así en realiza­ciones llamadas «vulgares» como [Madriz] , etc.;

b), suprimirla en posición final de palabra, que es con mucho lo más habitual en voces como [usté], [verdá], etc., y que es un fenómeno atestiguado ya en el siglo XVI (grafias como navidá, etc.);

c), sustituirla por Irl, como es normal en el caso de los imperativos de segunda persona del plural (<<Hacer lo que queráis»), aunque se han propuesto otras explicaciones de este fenómeno;

d), en final de sílaba (cf. § 4.4), resolver el grupo por metátesis, como en las antiguas formas de imperativo dalde (dad/e), dandos (dad­nos), deci/do, etc. , o en palabras como lindo « lidmo < legitimu), candado « cadnado < catenatu), etc.

Finalmente, hay unas cuantas torpísimas transcripciones que van contra la norma castellana de no aceptar más de una consonante en final de palabra. Nos referimos a unos cuantos helenismos terminados en /ks/, como tórax (y sus derivados: neumotórax, etc.), ántrax, fénix, cóccix, clímax y unos pocos más, que, debidamente transcritos a par­tir del acusativo, sonarían mucho mejor como torace/toraz (ac. eropaKU), fenice/feniz (ac. q>OíVtKU), clímace/clímaz (ac. KAí,.lCiKU), etc., igual que del lat. felix, felicem se deriva feliz (ant. también feli­ce). Lo mismo se puede decir de algún nombre propio como Ayax

35 Cf. Catalán, 1971 , 82-83 Y A. Alonso, De la pronunciación medieval a la mo­derna en español, l , Madrid, 1955,73-91.

Fonología 55

(tomado del latín Aiax, Aiacis), que parece que va cayendo en desuso en favor del más razonable Ayante (gr. Ara~, Aravto~) 36 .

§ 5. HELENISMOS y PROSODIA ESPAÑOLA

Otro aspecto destacable de los helenismos españoles es la gran abundancia de esdrújulos - y la escasez de agudos - en esta catego­ría de palabras; sin ir más lejos, son esdrújulos los adjetivos en :.ico: biológico, político, etc., los compuestos en :.logo: biólogo, filólogo, etc. , en :'metro: cronómetro, kilómetro, etc., y tantos otros grupos que, junto con cultismos latinos del tipo de cálido, íntegro, lívido, magni­fico , depósito, etc. , han supuesto un contrapeso considerable a la ten­dencia natural del español a la palabra llana y aguda. Esta tendencia tiene su origen en los diversos fenómenos del latín vulgar - algunos presentes ya en el latín primitivo y clásico- que barrieron práctica­mente todas las esdrújulas del léxico más específicamente «vulgar»: síncopa de vocales postónicas (apic(u)la > abeja, póp(u)lus > pueblo, cóm(i) te > conde, etc.)37, desplazamiento del acento a la penúltima sílaba (integrum > entero, cáthedra > cadera; a veces por analogía con el verbo simple, como en rétinet > retiene, cóntinet > contiene), etc. 38.

Así que tanto los cultismos latinos como los griegos han cambia­do un tanto el paisaje prosódico del español, sobre todo del culto y científico, pues lo cierto es que en el habla común las palabras es­drújulas siguen teniendo una presencia muy limitada; el tipo más fre­cuente de esdrújulo, el trisílabo (como lógico), apenas supone un 0,95% del total de tipos léxicos acentuales, a enorme distancia de las

36 Los finales en Ipsl están limitados a nombres científicos y técnicos de muy poca circulación, como f órceps o triceratops (nombre de un dinosaurio).

37 Excepto si se trataba de la vocal laI: huérfano, órgano, rábano, cantábamos, cantaríamos, etc.

38 ef. Lloyd, 1993, 191 ss.

56 Los helenismos del español

palabras átonas, llanas y agudas. Esto explica, por otra parte, que los esdrújulos gocen del prestigio de lo raro (o, en ténninos sociológicos, que sean portadores de un gran capital simbólico), lo que, unido a otros factores complejos que entran dentro de lo que se llama el «campo asociativo», puede dar cuenta de desplazamientos acentuales esporádicos como el de périto (cf. médico, químico, etc.) 39.

Sobre las nonnas de acentuación de los helenismos cultos españo­les, véase después, § 6.7.

39 er. Alcina-Blecua, 1994, § 2.8.1.5 . Y 2.8.1.6. De la tendencia a abusar del cul­tismo esdrújulo (de origen griego o latino) ya se burló amablemente Tomás de Iriarte en el siglo XVIII, en el conocido poema que empieza así: Ello es que hay animales muy científicos/ en curarse con varios específicos,! y en conservar su construcción orgáni­ca,! como hábiles que son en la botánica,! pues conocen las hierbas diuréticas,! catár­ticas. narcóticas. eméticas,! febríjitgas. estípticas. prolíficas,! cefálicas y también su­doríficas.

CAPÍTULO III

CLASIFICACIÓN DE LOS HELENISMOS ESPAÑOLES SEGÚN SUS VÍAS DE ENTRADA Y SU FORMA FONÉTICA

Una vez abordadas las cuestiones generales que afectan a la fo­nología, tanto desde el punto de vista de los fonemas individuales como de la silabación y la prosodia, pasamos en esta tercera parte a exponer una clasificación de los helenismos españoles atendiendo a su vía de entrada en el idioma, es decir, a si han entrado por vía escri­ta o por vía oral, y a través de qué lengua o lenguas intermediarias (latín clásico y vulgar, árabe, italiano, francés, etc.), pues en general se puede decir que apenas hay en español helenismos llegados direc­tamente del griego antiguo: no los hay llegados por vía oral, por razo­nes evidentes (cuando empieza a existir conciencia del castellano, en tomo a los siglos IX-X, hace mucho que el griego antiguo o clásico ha dejado de ser tal), y apenas los hay llegados por vía escrita porque, para nuestra vergüenza, la gran mayoría de helenismos técnicos y científicos adoptados o creados en los últimos siglos (como teletipo, fonología o fotografia) lo han sido primero en las lenguas de los paí­ses europeos o americanos que han estado y siguen estando a la cabe­za de la investigación en casi todos los campos (es decir, fundamen­talmente el francés , inglés y alemán), de tal modo que palabras como las recién citadas han llegado al español procedentes no de los pro­pios textos griegos, sino de las lenguas de nuestros industriosos veci-

58 Los helenismos del español

nos del Norte (y por eso mismo son tanto helenismos como anglicis­mos o galicismos).

Por otra parte, si incluimos aquí - entre la fonología y la morfo­logía- esta sección de carácter ante todo histórico, es porque, como vamos a ver, el aspecto fonético de un helenismo español está direc­tamente condicionado por el camino -escrito u oral, a través de una u otra lengua- que ha recorrido hasta llegar a alojarse en nuestro idioma; de ahí que, para dar cuenta de ello, necesitemos hacer un po­co de historia cultural y lingüística.

§ 6. Los CULTISMOS DE ORIGEN GRIEGO: PRINCIPIOS

DE TRANSCRIPCIÓN Y DE ACENTUACIÓN

La gran mayoría de los helenismos españoles son c u l t i s m o s puros, es decir palabras que «se atienen con fidelidad a la forma [ ... ] escrita, que guardan sin más alteraciones que las precisas para aco­modarla a la estructura fonética o gramatical romance» l . Esta adapta­ción o peaje mínimo es lo que distingue a un cultismo latino (que aquí llamaremos simplemente «latinismo») como lapso de un lati­nismo «en crudo», por usar la expresión de Américo Castro, como humus, rictus, lapsus, por no hablar de las numerosas expresiones la­tinas utilizadas con frecuencia en nuestra lengua, como sine die, in extremis y mil más; o, en el caso del griego, distingue a un cultismo como epiceno (¿1tiKOlVOC;) de una palabra o expresión griega utilizada tal cual o simplemente transliterada, como cuando se habla en gramá­tica de «construcción apo koinú (cmo KOlVOÜ)>> o de «el artista KOt ' ¿¿;0X.T1V (por excelencia)>>.

En todo caso, y centrándonos ya en los cultismos de origen grie­go, esas alteraciones más o menos superficiales no impiden que la mayoría de los helenismos españoles resulten transparentes para quien

1 Lapesa, 1981 , 109.

Clasificación de los helenismos españoles ... 59

conozca bien el griego clásico, lo mismo que ocurre con los latinis­mos para quien domine el latín. Y es que los cultismos son voces «privilegiadas», que suelen entrar por vía escrita en el idioma - mu­chas de ellas apenas salen de ese registro - y que por lo general no sufren el desgaste que conlleva para el léxico común el andar cada día en boca de las gentes, cultas o de a pie.

Así que podemos dar por buena la definición de cultismo de La­pesa, aunque haciendo dos salvedades: primera, que no todos los cul­tismos entran por vía escrita en el idioma (pensemos por ejemplo en voces procedentes de la liturgia cristiana); y segunda, que la ausencia de alteraciones fonéticas importantes no equivale necesariamente a cultismo, pues hay palabras que, aunque hubieran entrado muy pronto en el castellano hablado, no ofrecían en principio en su estructura na­da susceptible de alteración, por ejemplo bárbaro 2.

En definitiva, son varios aspectos, y no sólo el fonético , los que hay que considerar a la hora de catalogar una voz como cultismo: la índole del significado, es decir, el campo semántico al que pertenece; el ambiente de procedencia (la Iglesia, la Universidad o la escuela, la ciencia); la propia historia de la palabra en la lengua posterior, el tipo de textos en que aparece (escritos o hablados, técnicos o no, etc .)3. Aparte, naturalmente, de que tampoco hay que considerar estas cate­gorías como departamentos estancos, pues, por poner un ejemplo, una voz como político era un cultismo puro cuando se introdujo en espa­ñol en el siglo xv, pero hace ya tiempo que, por razones obvias, es de uso común entre toda la población; y los ejemplos podrían multipli­carse fácilmente (el papel de los modernos medios de comunicación de masas ha sido fundamental en este aspecto) .

2 El ejemplo es de Dámaso Alonso, cf. Bustos, 1974, 39. Recuérdese que la única vocal postónica que no se sincopaba en castellano era la lal (órgano, huérfano, etc.; cf. Lloyd, 1993, 324).

3 En una perspectiva amplia, lo mismo ocurre en el estudio e identificación de los préstamos en general , conjugándose el criterio histórico o arqueológico con los crite­rios fonéticos, morfológicos o semánticos (cf. Deróy, 1980, 47-65) .

60 Los helenismos del español

Hemos dicho que los cultismos de origen griego han llegado al español fundamentalmente por vía escrita y casi siempre a través de otras lenguas, sobre todo a través del latín durante los siglos medie­vales y el Renacimiento, y a través del francés y el inglés en los últi­mos tres siglos. Por tanto, puesto que se trata de un préstamo por vía escrita y su origen último es una voz escrita en otro alfabeto, el grie­go, lo apropiado es hablar de transcripción; y son las normas o prin­cipios que regulan esa transcripción las que vamos a tratar de exponer ahora (apenas haremos alusión a los nombres propios por ser asunto tratado de forma exhaustiva y muy juiciosa por M. Femández Galia­no) 4.

En general, cuando se trata de adoptar en una lengua una palabra o un giro procedente de otro idioma que se escribe con alfabeto distinto (o con un sistema gráfico no alfabético, caso por ejemplo del chino o del japonés), hay cuatro posibilidades: la traducción, la transcripción, la transliteración y la reproducción de la grafia original.

La t r a d u c c ió n de palabras extranjeras, especialmente si son compuestos (por ejemplo: ing. foot-ball > balom-pié; ing. tele-vision > al. Fern-sehen), es un fenómeno no tan raro como podría pensarse, y que, para el caso concreto de los helenismos, se verá en su lugar, al tratar de la formación de palabras (§ 12.6, calcos de formación). Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de palabras españolas de origen griego no han recurrido a este procedimiento, en muchos casos por pura imposibilidad; pues, si es posible al menos imaginar amalenguas o lenguamante en vez de filólogo, parece más problemático «tradu­cir» al español palabras culturalmente tan pregnantes como música, drama, teatro, comedia o lírico. Lo cierto, decíamos, es que la mayo­ría de esas voces españolas han tomado la palabra o la raíz griega, adaptándola al español, como se verá a continuación 5.

4 F. Galiana, 1969,passim, y 1967, § 74-83. 5 Sobre traducción de nombres propios, cf. F. Galiana, 1969, § 2; se puede dar en

el caso de apelativos, epítetos, etc. (que estarían a medio camino entre los nombres propios y los comunes), cf. las observaciones de A. García Calvo en el prólogo a su versión de la !liada, Zamora, 1995.

Clasificación de los helenismos españoles ... 61

Dejar la palabra o la frase en cuestión en el a lf a b e t o g r i e g o es un recurso lógico y recomendable cuando se cita, con la finalidad que sea, en libros y artículos destinados en principio a helenistas, filó­sofos, estudiantes de lenguas clásicas, etc. ; pero ya se entiende que, si se pretende que una palabra tenga curso normal en español, lo prime­ro será despojarla de su ropaje alfabético exótico y vestirla a la mane­ra del país.

En cuanto a la t r a n s 1 i ter a ció n, consiste en trasladar al al­fabeto latino (normalmente en letra cursiva) la fonética exacta - o casi - de la palabra en cuestión, según un sistema de equivalencias previamente establecido (y, en gran medida, tan convencional como es la forma en la que se pronuncian en clase los textos griegos anti­guos o la propia edición de éstos). En el caso del griego, y dejando aparte aquellos fonemas que no presentan problema alguno (a = {a}, 13= {b}, etc.), lo normal es atenerse a las equivalencias C= {z}, e= {th}, K={k}, ~={x}, u={y} ({u} en diptongo), q> = {ph}, X= {ch} (o {kh}), 'V = {ps}. Se señalan también el espíritu áspero (con una {h} delante de la vocal o diptongo que lo lleva en griego) y las cantidades largas de Tl y ú) ({ e}, {6}); se distinguen gráficamente los tres tipos de acento (grave, agudo y circunflej o), etc. 6.

De este modo, un sintagma como 7tOcSÚpKTlC; 'AXLAAEÚC; queda transliterado como podárkes Achilleús.

La transliteración, lógicamente, sólo se utilizará si, teniendo que citar una palabra o frase griega, los imperativos editoriales (falta o ca­restía de tipos griegos, o miedo a que el lector se acuerde de aquello de «Graecum est, non legitur», etc.) o el tipo de público al que va destinada la obra obligan a recurrir a ello. Por ejemplo, en un libro sobre historia de la ética destinado a un público general puede estar justificado que se cite bien transliterado un concepto como el de kalo­kagathía (<<hombría de bien»), en vez de darlo en griego (esto entraría dentro de la categoría de los «ocasionalismos», como se los llama a veces en la bibliografía sobre el préstamo lingüístico). 0 , por poner

6 Cf. F. Galiano, 1966, y 1969, § 5.

62 Los helenismos del español

otro ejemplo, en la segunda edición del benemérito Diccionario de uso del español, de María Moliner, los étimos griegos se dan transli­terados en vez de darlos en alfabeto griego (cosa que no a todos habrá gustado, desde luego).

Pero ya se entiende que este procedimiento sólo es válido en ca­sos especiales como los mencionados, pero no parece de recibo para palabras ya avecindadas en español o que aspiran a estarlo, aunque sea en el léxico más especializado; y es bastante ridícula y molesta la costumbre, inspirada al parecer en los usos del alemán y extendida en ciertos medios universitarios, de semi-transliterar nombres propios griegos en vez de transcribirlos (nos referimos a horrores como «Kal­límachos escribió tal cosa» o «el culto de Diónysos en tal sitio», re­chazables entre otras cosas «por el hirsuto y exótico aspecto que la proliferación de haches, equis y kaes da a ciertos libros científicos» 7).

No es este el lugar para hablar de la transliteración o transcripción de otras lenguas, como el árabe (Omeyas frente a Ummayah, etc.); por no hablar de los arduos problemas que plantea la «romanización» del chino (con la actual coexistencia de dos sistemas distintos, el pin­yin y el de Wade-Giles), aunque bien es verdad que en todos estos ca­sos se trata casi exclusivamente de nombres propios (personas, luga­res, etc.).

Muy distinto es el caso del griego, que ha proporcionado al espa­ñol millares de palabras comunes. Pues bien, frente a otras lenguas europeas, como el francés, el alemán o el inglés, más inclinadas a se­mi-transliterar las palabras griegas - normalmente con alguna adap­tación a la morfología autóctona (cf. fr. physiologie, al. Physiologie, ing. physiology, de <j>UOloAoyia)-, las lenguas románicas (español, italiano, portugués), entre otras razones por su mayor familiaridad con el latín, principal vía de llegada de helenismos en los primeros si­glos de esos idiomas, han tendido más bien a la t r a n s c r i p c ió n, es decir, a incorporar esas palabras a los sistemas gráfico, fonético y morfológico de cada lengua, «haciendo en lo posible que cada palabra

7 F. Galiano, 1969, § 12.

Clasificación de los helenismos españoles ... 63

adquiera, con el uso, carta de ciudadanía en ella» 8, sin tener que estar denunciando constantemente - al menos en su grafia - su origen fo­ráneo (cf. también § 3).

Ahora bien, en el paso de los cultismos del griego al castellano hay que contar siempre, sea de forma efectiva, comprobable históri­camente, sea de forma teórica, con un paso intermedio, el del latín; ello no es sino un reflejo del hecho de que, como hemos dicho, du­rante buena parte de su historia, los helenismos llegaron al castellano casi siempre de la mano de textos escritos en dicha lengua 9.

En cuanto a la transcripción de las di ferentes vocales, diptongos y consonantes o grupos de consonantes griegos, se observan las si­gu ientes correspondencias (cuando difieren de las del castellano, se dan entre corchetes las equivalencias en latín) JO.

§ 6.1. VOCALES

- a (larga o breve) > {a}. Ejemplo: Ka.á1tAacr~a > cataplasma - E > {e}. Ejemplo: crúvSE<JlC; > síntesis - 11 > {e}. Ejemplo: 1tpó13A~a > problema 11

- o > {o}. Ejemplo: (j>lAOA.óyOC; > filólogo - ú) > {o}. Ejemplo: Spó~13Ú)<JlC; > trombosis - l (larga o breve) > {i }. Ejemplo: AíeOC; > lito-grafia, mono-lito - u (larga o breve) > {i}. Ejemplo: (j>U<JlK"TÍ > fisica [lat. physica]

8 F. Galiano, 1969, § 9. 9 Por eso, cuando el español moderno recibe del inglés un helenismo, hace caso

omiso de su acentuación o de sus pecul iaridades morfológicas, y lo adopta como si lo hubiera recibido directamente de latín .

10 Prescindimos de hacer mención de grafias antiguas o modernas «aberrantes», así como de palabras que, por su peculiar historia y evolución fonética, se apartan de estas normas (cf. §§ 7-9); entiéndase como las normas unánimemente aceptadas en el español del siglo xx .

11 Sobre las terminaciones en I-al, I-el (sílaba/ágape), véase la parte de morfología (§ 11.1.1 ).

64 Los helenismos del español

En alguna ocasión se ha planteado, respecto de la u (ípsilon), la posibilidad de transcribirla como {u} cuando se trata de nombres que aparecen en textos dialectales no jónico-áticos (como los poemas de Safo y Alceo, en cuyo dialecto lesbio esa letra sonaba todavía como fuf); por la misma razón Agustín García Calvo ha llegado incluso a traducir (magníficamente, por cierto) la !liada transcribiendo siempre los nombres propios con {u} (Olumpo, Oduseo, Lucia, etc.). Pero cree­mos que esto, si se aplica de forma coherente, llevaría a un callejón sin salida, pues habría que tener en cuenta, en cada texto traducido, la pronunciación exacta de cada vocal, cada diptongo y cada consonante en la época del autor en cuestión, y ello - en caso de que fuera posi­ble - daría lugar a varias transcripciones diferentes para cada nom­bre; aparte de que se plantearían problemas insolubles de cronología (por ejemplo, cuándo hay que empezar a transcribir la 11 como {i}, etc.). Con tales experimentos se olvida algo fundamental, y es que el sistema de transcripción que utilizamos es en gran medida conven­cional y no corresponde a ningún estadio determinado de la fonética griega, ni siquiera al de la koiné helenística, sino que responde histó­ricamente a la adaptación latina regular de las palabras griegas y a la posterior evolución del latín al español 12.

En cuanto a la transcripción de la l (iota), una excepción de cierta importancia la constituye el caso de palabras griegas con iota inicial ante vocal, que en griego clásico funcionaba como sílaba autónoma: 'IcovlKó<; (tetrasílabo), ' Iócrcov (trisílabo). La transcripción más apro­piada en español - donde es insólita esa silabación- sería con la consonante más cercana, la {y}, de lo que hay algunos ejemplos (yambo < rall~o<;, yatromancia, Yocasta), pero también los hay de {i} , lo que resulta cuando menos anómalo, como en iota, ión, hieráti­co (pronunciado [yerático] , etc.).

Pero junto a ello tenemos el uso de {j} en palabras como jónico, jaspe, jerarquía, j eroglífico o Jasón. La explicación de esta anomalía parece ser la siguiente: dado que algunas de estas palabras entraron bastante pronto en español (jaspe, galicismo más que probable, está

12 Cf. F. Galiano, 1969, § 32. Sobre un caso excepcional como glucosa (gr. YAUKÚ<; «dulce»), cf. García Yebra, 1999, s. v.

Clasificación de los helenismos españoles ... 65

documentado ya en el siglo X III, j erarquía y jerarca en el X v, aparte de nombres propios como Jesús o Jerónimo), es probable que su con­sonante inicial se pronunciara como la de voces castellanas del tipo de j uego (> lat. iocum), es decir, como una li l que posteriormente evolucionó hasta convertirse en la fricativa Ix! actual. Si a ello añadi­mos la gran vacilación que hubo durante siglos en la escri tura entre {j- } e {i- } (de hecho, en su origen la letra {j } no es más que una variedad gráfica de la {i }) 13, se comprenden resultados como los mencionados (aunque en el caso de algunos nombres propios, como Jasón, Jápeto, entrados en fecha más tardía en español, esa transcrip­ción parece más desidia que otra cosa). Así, en algún caso una misma raíz (lEpO-) tiene dos transcripciones distintas, una de origen medieval Oer-arquía, j ero-glifico) y otra moderna (hierático, hiero-fante) 14.

Tenemos también un caso aislado en que la u inicial ha resultado {j } en español: j acinto (atestiguado en el siglo xv), del gr. úáKlV80~ ,

lat. hyacinthus, frente a la transcripción culta de, por ejemplo, hiena, pronunciado [yéna] (gr. ümva).

En cuanto a las vocales largas con iota suscrita, se transcriben sin que quede rastro de la iota: ~00v > zoo-logía , epqKLO~ > tracia, etc. (recuérdese que en casos como trocaico o estoico no había en griego ni diptongo ni iota suscrita, sino división silábica por medio de la dié­resis: (JL(t)"lKÓ~ , Tpoxa"lKó~).

§ 6.2 . DIPTONGOS

- w > {eu }. Ejemplo: pd j¡la > reuma (o reúma) 15

- ou > {u} (Iat. lu:/). Ejemplo: 1l0Um Ki] > música - au > {au }. Ejemplo: Tpaulla > trauma

\3 Puede leerse su historia en Lodares-Salvador, 1996, 107 ss. 14 También palabras o raíces latinas con yad inicial seguida de vocal tienen un do­

ble resul tado en el español medieval: ya « iam)/jamás « iam-magis). yunlaljunla « iuncta), etc . Cf. L1oyd, 1993, 398 ss.

15 Pero /-eo/ en los nombres propios en -W<; , para adaptarse a la morfología espa­ñola: Aquilea, Odisea. Ante voca l, consonantiza en {v}: evangelia (EuaYYÉI..LOv); lo mismo con el diptongo jau! en Agave.

66 Los helenismos del español

- El > {i} (lat. li:/). Ejemplo: LElPr,V > sirena 16

- Ol > {e}. Ejemplo: olom,ta > edema [lat. oedema] 17

- al > {e}. Ejemplo: alVlY).ta > enigma [lat. aenigma] 18

- Ul > {i}. Ejemplo: "Ap1tUla > (h)arpía [lat. Harpyia]

Es decir, que también la transcripción de los diptongos responde a la transcripción regular latina 19 y el posterior resultado en castellano de estas secuencias (cf. por ejemplo, para loel, foetere > heder; para lael, faenum > heno), con la excepción de lau/ y leu/. El primero de estos diptongos monoptongó en 101 en español, como atestigua algún helenismo entrado en fecha muy temprana (tesoro < thesaurus); el diptongo leu/ era muy raro en latín y también monoptongó en algún semicultismo medieval de origen griego, como romadizarse, romadi­zo < lat. rheumatizare < gr. pEU~atU:ú) (incluso en español parece que hay cierta tendencia a deshacer este diptongo cuando lleva el acento: re-ú-ma, E-ú-frates, etc.).

§ 6.3. CONSONANTES

Se observan las siguientes correspondencias (para el caso de <p, x, S, cf. las explicaciones fonéticas que se han dado antes, § 3.1 y 3.2):

16 Alguna excepción aislada con leiJ (seísmo, deíctico, caleidoscopio), cf. García Yebra, 1999, s. v. En cuanto a las tenninaciones en -ElO<;I-Ela, ya en latín se fluctuaba entre lea!, leusl y Ila!, Ilus/, lo que explica palabras españolas como liceo, odisea, trá­quea, espondeo, gineceo, mausoleo (cf. § 12.2.2.3). Sobre vacilaciones en su acentua­ción, cf. § 6. 7.

17 Alguna excepción aislada ante vocal (poeta < lat. poeta < 7tOll)í1Í<;; la iota Ín­

tervocálica se perdía ya en la pronunciación del propio griego). La iota consonantiza ante vocal en algún caso (Troya < Tpoia).

18 Es relativamente frecuente la consonantización de la iota ante vocal (Ayan/e, náyade, etc.).

19 Para esta cuestión, que se ha tratado de forma sumaria en § 3 (es complicada porque habría que tener en cuenta cómo se pronunciaban realmente los diptongos griegos en época helenística), cf. ante todo Biville, 1990-95, n, 320-72.

Clasificación de los helenismos españoles .. . 67

-~ > {b}. Ejemplo: ~aK"tlÍPLOv > bacteria - 1t > {p}. Ejemplo: 1tOlllmc; > poesía - <p > {f}. Ejemplo: <ptAoO"o<pla > filosofía [lat. philosophia] - y > {g} (/g/, IxI). Ejemplos: yaAa~iac; > galaxia; yÉpúlV > ge-

ronto-cracia - K > {c} (lk/, 19/). Ejemplos: Ká900oC; > cátodo; KE<paAlÍ > ce­

faló-podo 20

- X > {qu} (ante timbre lel, li/). Ejemplo: ~paxúc; > braqui-céfalo [Iat. brachy -F 1

> {c } (lk/, ante timbre lal, 10/, luI). Ejemplo: XáoC; > caos [lat. chaos]

- o > {d}. Ejemplo: OÉPllO > dermató-Iogo - "t > {t}. Ejemplo: "tÉ"tavoc; > tétanos - 9 > {t}. Ejemplo: 9EOAoyia > teología [Iat. theologia] - )l > {m}. Ejemplo: )ll)lllmc; > mímesis - v > {n}. Ejemplo: VEUPOV > neur-osis - A > {I } . Ejemplo: AaAtá > dis-Ialia - P > {r}. Ejemplo: 1tEpi)lE"tpOC; > perímetro [en posición inicial ,

lat. rh: Pll-roptKlÍ > lat. rhetorica] - O" > {s }. Ejemplo: O"EtO")lÓC; > seísmo - ' (espíritu áspero) > {h}. Ejemplo: Ó)lÓAOYOC; > homólog0 22

Una excepción de cierta importancia para la tau la constituyen palabras en las que figuran las secuencias -na, -noc; o -"tEta, -"tELOC;, transcritas con la fricativa {c} (19/) en voces como oTJlloKpa"tia > de-

20 Alguna excepción aislada debida a influjo francés (cf. García Yebra, 1999, s. v.) como anquilosis, anquilosar (gr. a YKÚA-W<JlC;), queratina, queroseno, esqueleto, quiste (frente al regular cisti-fis < KÚcrnc;), autarquía (también existe la forma regular autarcía) .

21 Ver § 1.1 sobre casos excepcionales con {ch} (archivo, archi-) ; algún caso aislado con /9/ debido a calco del francés, como selacio, trocisco, batracio (debería ser *batraqueo < l3a1páXELOC;) , cf. García Yebra, 1999, s. v.

22 Se ha perdido la hache en casos como armonía, arpía, endecasílabo, etc. En in­terior de palabra se pierde, excepto en algún caso aislado como an-hídrido (con esta grafí a irregular ya en inglés y francés).

68 Los helenismos del español

mocracia (y otras como aristocracia, plutocracia, etc.), m;pmtLElO > peripecia, llav"!Ela > quiro-mancia, carto-mancia, etc.; se trata de ca­sos en los que la terminación se ha asimilado a la de tantos cultismos latinos - también nombres de abstractos - acabados en -acia, -ecia, -icia, -ocia, -ucia, -ncia: gracia « gratia), justicia « iustitia), argu­cia « argutia), ciencia « scientia), etc. 23 .

Finalmente, la digamma (/w/) , letra y fonema desaparecidos muy pronto del jónico-ático, no figura en ningún helenismo español ; tan sólo se plantea el problema de su transcripción cuando se trata de tex­tos micénicos o de inscripciones dialectales arcaicas, en cuyo caso se suele transliterar como {w} (wa-na-ka, gr. clásico ava~, etc.).

§ 6.4 . CONSONANTES DOBLES

-~ > {x}. Ejemplo : LO~tKÓ<; > tóxico > {j}. Ejemplo: 1tapá8o~a > paradoja.

En principio - y prescindiendo de algún semi cultismo temprano como tósigo « LO~tKÓV) - , encontramos la transcripción con {j } en palabras incorporadas antes del siglo XVII, época en que se consumó el paso de 121 y ISI a la fricativa velar actual Ix! (cf. 1.2); tal es el caso de palabras como paradoja, paralaje, apoplejía, algunos nombres propios, etc. Pero hay que contar, por un lado, con muchas vacilacio­nes en la grafia por lo menos hasta 1825 (por ejemplo, durante todo el siglo XVIII se sigue escribiendo Xenofonte « 2EVO(j)WV) en vez del moderno Jenofonte, Alexandro, etc.) 24 . Por otra parte, también ha po­dido haber alguna que otra refección debida al influjo culto latino, co­mo en ortodoxo (documentado ya en el XVI ; esperaríamos ortodojo ,

23 Son cultismos pues el resultado popular era justeza, pereza, etc. En algunos nombres propios y genti licios nos encontramos con el mismo fenómeno con las se­cuencias -atoe; (Melando, Eustacio; pero en cambio corintio) y -TUOe; (ricio < Tl­TUÓe;), cf. F. Ga liano, 1969, § 88 Y 98, para otros casos.

24 Cf. Lapesa, 198 1, 423.

Clasificación de los helenismos españoles ... 69

como quería Unamun0 25). Todo ello explica que algunas raíces o in­

cluso palabras griegas tengan una doble transcripción en español, como ocurre con paradoja/ortodoxo (gr. 8ó~a «opinión»), Jenofonte y xenofobia (~Évo~ «extranjero»), paralaje y paralaxis, apoplejía y cataplexia .

- 'V > {ps}. Ejemplo: au,o'Vía > autopsia. En posición inicial la grafia suele simplificarse en {s}: seudópodo, (P)sicología, etc . (cf. § 4.2)

- C > {z} (ante timbre lal, 101, luI) . Ejemplo: piCa > poli-rrizo, rizó-podo

> {c} (ante timbre lel, li/). Ejemplo: ZÉq)Upo~ > céfiro.

En algunos pocos casos, por influjo de la grafia griega o de la transcripción latina, se transcribe como {z} ante vocal lel, lil: Zeus, zeugma, enzima, etc. (cf. § 1.3). Por lo demás, incluirnos aquí la C griega entre las «consonantes dobles», como es tradicional hacerlo, aunque su pronunciación haya conocido diversas variantes a lo largo de la historia del griego antiguo, hasta convertirse en el moderno en una simple si lbante sonora IzI (cf. § 1.3 y § 3.4)26.

§ 6.5. C ONSONANTES GEMINADAS

En los helenismos del latín las geminadas se conservaban siempre (grammatica, etc.), entre otras cosas por el valor distintivo que tenían en voces indígenas: summus «altísimo»1 sumus «somos», annus «año»1 anus «vieja», etc .; por prurito etimologizante se han conservado tam­bién en varias lenguas europeas (fr. grammaire, ing. grammar, etc.), aunque en el caso del italiano (grammatica) la geminación se pronun­cia de forma efecti va. Pero dado que el español ha eliminado - o ca-

25 Cf. Lodares-Salvador, 1996, 242. 26 Cf. Lejeune, 1972, § 102-108, sobre el origen y pronunciación de ~; también

Theodorsson, 1979.

70 Los helenismos del español

si - todo rastro de la geminación heredada del latín, las geminadas griegas, con buen sentido, se han simplificado en la pronunciación y en la escritura:

• A,UKlOllÓ<; > aticismo l1t1tLKÓ<; > hípico ÉKKAT)ma > eclesi-ástico ypal.ll.lauKi¡ > gramática ¡3Ai:vva «mucosidad» > bleno-rragia CíUAAOytcrI.lÓ<; > silogismo m:ptcrcró<; «impar» > periso-dáctilo

Los grupos -.e-, -mp- y -KX-, que suelen ser resultado de una ge­minación de tipo expresivo, también se simplifican, ateniéndose a la transcripción que corresponde a la oclusiva aspirada: Lampro > Sajo, sáfico; BaKXLKóc;, BáKxm > báquico, bacantes; nneEtx; > Píleo.

La excepción la constituye la {rr} intervocálica, debido a que, en español, en esa situación se da la oposición con valor distintivo, fo­nológico, entre Irl y fiI (pero/perro) 27 :

TIúppo<; > Pirro, pírrico [lat. Pyrrhus] / 1tUpó<; (gen. de 1tíJp «fuego») > piró-mano.

Recuérdese, por otra parte, que la grafia {yy} no representa en griego una geminada (sí en latín: agger), sino que es la forma con­vencional de representar la combinación del archifonema !NI ante una oclusiva velar (como en EYKUKAOC;, de EV + KÚKAOC;; o en EYXELpÉCO, de EV + XEÍp). De ahí la transcripción por {ng} en todas las lenguas, latín incluido: aYYEAoc; > lat. angelus > ángel.

Estas son las normas que afectan a los cultismos derivados del griego clásico 28 . En cuanto a la transcripción del griego moderno

27 ef. Alarcos, 1965, § 104-106. 28 Para otras combinaciones de consonantes, cf. supra, § 4; Y también F. Galiano,

1969, § 105-136 Y 1967, § 71-73.

Clasificación de los helenismos españoles ... 71

- que afecta básicamente a nombres propios, pues los préstamos de esta fase de la lengua griega en español son escasísimos 29 - , es asun­to que no vamos a tratar aquí. Diremos si mplemente que, como es ló­gico, se suele seguir un sistema distinto al que hemos visto, reflejando la pronunciación moderna de la lengua (así Kaf3á<pT]<; = Cavajis o Kavajis, Xa'~lbáKT]<; = Jatsidakis , 0WbWpáKT]<; = Zeodorakis, etc.); como límite entre ambos sistemas se suele tomar como referencia e l Diyenís Akritas (~lYcvil<; ' AKpt-ra<;), poema épico del siglo X-XI d. c., considerado como el primer testimonio de la literatura neogriega, aunque el límite de aplicación entre un sistema y otro por fuerza ha de tener algo - o mucho - de arbitrario 30.

§ 6.6. CONVERGENCIA u HOMONIMIA

En virtud de los principios recién expuestos, es lógico e inevitable que se den casos de convergencia fónica y gráfica (homonimia) 31 en caste ll ano de palabras o lexemas griegos claramente distintos, con los consiguientes problemas para el no iniciado; pues si en el caso de palabras españolas corrientes el contexto suele despejar cualquier ambigüedad (¡Qué cara [tienes]! /¡Qué cara [es esta camisa]!) , los compuestos y derivados de origen griego pueden resultar más pro­blemáticos: así, por ejemplo, cenotajio y cenozoico, tanto por ser voces técnicas o poco frecuentes, como por carecer el español del correlato simple de sus lexemas homónimos, de forma que en principio al ha­blante común o incluso al culto ceno- «no le suena a nada» (esto es,

29 Caso aparte es el de los bizantinismos, llegados al español medieval general­mente por vía oral; ver § 9.2.

30 Véanse las normas de transcripción propuestas por Goyita Núñez en su versión española de la Historia de la literatura griega moderna de L. Politis , Madrid, 1994, pp. 13- 15. Cf. también Bádenas ( 1984) y Egea (1991-92).

31 El término «homofonía» se reserva para aquellos casos en que dos palabras , aunque suenan igual , se escriben de fonna disti nta : por ejemplo, en español, vo­tar/botar.

72 Los helenismos del español

por lo demás, un problema general de los helenismos, convergentes o no). Sirvan como ejemplos de homonimia lexemática los siguientes:

KEVÓC; «vacío» > ceno-tafio KOlVÓC; «común» > ceno-bio Kawóc; «reciente» > ceno-zoico

cpíA.oC; «amigo, aficionado» > biblió-fiIo cpÜA.oV <<tribu, linaje» > filo-génesis cpÚAA.oV «hoja (vegetal)>> > filo-xera

Illx;, jlUÓC; «músculo, ratón» > mio-cardio jlÚW «cerraD> > mi-opía 32

jlElOV «menos» > mio-ceno

K&A.oV «colon (parte del intestino)>> > cólico XOAi] «bilis» > melan-cólico, col-esterol

yovi] «creación» > cosmo-gonía ywvia «ángulo» > gonió-metro

O{KOC; «casa» > eco-nomía lixro «eco, resonancia» > eco-grafia 33.

Este tipo de homonimias pueden provocar a veces curiosos ma­lentendidos, como es el caso de policlínica, compuesto moderno que en su día (a principios del siglo XIX) se acuñó en alemán con el senti­do de «hospital ciudadano» (de 1tÓA.t¡; «ciudad»); pero en algún mo­mento a su primer elemento se lo asoció con el elemento poli- « 1tO­

A.ÚC; «mucho») tan frecuente en los helenismos modernos (polígrafo, polígono, etc.), y así hoy en día una policlínica es un «estableci­miento privado con diversas especialidades médicas y quirúrgicas» (DRAE) 34.

32 Aquí no se puede hablar, en sentido estricto, de «convergencia de lexemas»; pe­ro en la práctica, al no saber el hablante común dónde hay que cortar el compuesto (mio-cardio/mi-opía), el resultado es el mismo.

33 Más casos, aunque no siempre bien explicados desde el punto de vista lingüísti­co, en Quintana, 1997, 29 ss.

34 ef. Janni , 1994, 132.

Clasificación de los helenismos españoles ... 73

Un caso especial, aunque poco frecuente, sería el de algunas pala­bras que ya en griego, partiendo de orígenes etimológicos distintos , presentaban en su raíz la misma secuencia de vocales y consonantes, diferenciándose sólo por el acento o por la terminación gramatical (o por ambos), y que lógicamente también convergen como lexemas de compuestos modernos, como es el caso de:

oupov «orina» > uró-Iogo oupá «rabo, cola» > an-uro, uro-delo

Es, en fin, rarísimo que se dé la homonimia total entre dos pala­bras tomadas del griego (escolio «comentarío erudito» < crxó'ALOV/ escolio «poema simposíaco griego» < crKÓ'ALOV); o entre dos com­puestos castellanos modernos - y no sólo en uno de sus formantes, como en los casos anteriores - , es decir, casos como homofilia (<<afi­nidad -q>l'Aía- entre personas del mismo sexo») y homofilia (<<paren­tesco genético -q>ü'Aov- entre dos organismos»).

§ 6.7. PRINCIPIOS DE ACENTUAC IÓN DE

LOS HELENISMOS CULTOS ESPAÑOLES

DeCÍamos antes que en los helenismos cultos españoles hay que contar con un paso intermedio, efectivo o teórico, por el latín. Una de las consecuencias de esta mediación es la que afecta a la acentua­ción 35. Es bien sabido que el acento latino, a diferencia del griego o el español, no era «libre», sino que estaba rígidamente condicionado por la configuración prosódica de la penúltima sílaba: si ésta tenía vocal larga, diptongo o era sílaba trabada, recibía el acento y por tanto la palabra era llana; si tenía vocal breve y no era sílaba trabada, el acento se desplazaba a la antepenúltima, siendo esdrújula la palabra; no había palabras agudas, ni sobresdrújulas. Los cultismos españoles de origen latino han conservado en general el acento clásico:

35 Algo sobre los préstamos y la acentuación (en general) en Deroy, 1980, 243-44.

74

bellicosus > belicoso meritum > mérito momentum > momento

Los helenismos del español

Recuérdese que, en el caso de los sustantivos de la tercera decli­nación latina, la fonna española deriva de la fonna del acusativo, con o sin pérdida ulterior de la vocal final :

veritiitem > verdad(e) perversionem > perversión( e) amantem > amante

Pues bien, al adoptar las palabras griegas, el latín culto se atenía de fonna escrupulosa a sus propias tendencias acentuales, y ello ex­plica la acentuación regular española:

¡pumoAóyoc; > physiologus > fi siólogo 1tpÓ~ATl)lU > problema > problema 1tpóYPullllu > prográrnma > programa yiyuC;, ac. yiyuV't'u > gigántem > gigante

Un caso especial es el que constituyen las palabras cuya penúlti­ma vocal era breve e iba seguida de una oclusiva más una «líquida» (/1/, Ir/) o nasal (ImI, In/). Ya se ha visto en § 4.5 que en griego había diferencias en la silabación de esas secuencias, considerándose en unos casos como sílaba trabada y en otros como sílaba libre. En latín parece que la silabación de los grupos de oclusiva seguida de 11/ o Irl era en general como en español (es decir, como en ca-ble, pie-dra, etc.), en cuyo caso el acento, de acuerdo con las leyes latinas antes expuestas, debía ir en la antepenúltima sílaba: génetrix, cáthedra, ín­tegrum, etc. La escansión de los textos métricos apoya esta idea; sirva como ejemplo el hexámetro con que empieza el De rerum natura de Lucrecio: Aeneadum genetrix ... (dos dáctilos y la mitad del tercero). Ahora bien, todos los indicios apuntan a que en el latín popular ese tipo de palabras se pronunciaban como llanas, como demuestra su

Clasificación de los helenismos españoles ... 75

evolución al español (cathedra > cadera, integrum > entero, tene­brae > tinieblas), cf. también § 7.1 (sección 9).

Pues bien, en el caso de los helenismos en los que aparecen di­chas secuencias, esperaríamos la acentuación esdrújula propia del la­tín culto, y así ocurre en una gran parte de los casos (cf. , por ejemplo, todos los compuestos esdrújulos en ':'metro < JlÉ'!pov: cronómetro, pe­rímetro, etc. ; nombres propios como Sófocles, etc.). Sin embargo, no son pocos los casos en que se da la acentuación llana: hemiciclo, te­traedro; y especialmente en nombres propios como Pericles, Cleo­patra, Meleagro, Patroclo, etc. 36

Esto por lo que se refiere a los grupos de oclusiva seguida de 11/ o Ir/. En cuanto a los grupos con 1m! o In!, ya en griego tenían una fuerte tendencia a constituir sílaba trabada; grupos como YJl, yv, 8Jl, 8v siempre se comportaron así, mientras en otros casos (como KV en '!ÉKVOV) es más frecuente que se sientan como sílaba no trabada. Por lo que hace al latín y al español, semejantes combinaciones habrán de considerarse siempre como sílabas trabadas, y por tanto la acentua­ción normal será la llana, como en equidna (EXt8va), tetradracma ('!E­'!pá8paXJlo<;), o en nombres propios como Menecmo, Teognis (0Éoy­Vt<;), etc.

Pues bien, dejando aparte este problema especial de los grupos de oclusiva seguida de «líquida» o nasal , la acentuación culta latina será la norma por la que - salvo excepciones e incongruencias más o me­nos numerosas que iremos viendo - se rige la acentuación de los he­lenismos cultos españoles. Dos consecuencias saltan a la vista: la pri­mera es el aumento muy considerable de esdrújulos en el caudal léxico español, ya comentado brevemente en § 5; aunque en ciertos casos de vocales en hiato, el español tiende naturalmente a diptongar (cf. lat.

36 Cf. F. Galiana, 1969, § 168, que defiende la generalización de la acentuación llana en este tipo de nombres propios (aunque puede parecer incongruente promover una acentuación para los nombres propios y otra esdrújula - como en cronómetro­para los comunes).

76 Los helenismos del español

iudice > júez > juez), con lo que la palabra esdrújula se convierte en llana: Iliada/Ilíada, amoniaco, zodiaco, olimpiada, etc. 37 .

La segunda consecuencia es la ausencia casi total de helenismos con acentuación aguda; el único grupo de cierta importancia son los sustantivos de tema en -COY, como Platón (gen. IlAá'tcovoC;, lat. Plato­nis), Solón, Partenón, quitón, etc., cuyo acento agudo se ha extendido a veces analógicamente en español a temas en -ov como Jasón (gen. 'IácrovoC;), Ixión, Hiperión y otros. Aparte de este grupo, hay algunas excepciones aisladas, que se pueden explicar por su origen peculiar (diapasón > oLá rtacr&v sc. 'tOv&v «a través de todos [los tonos]»), por influencia de la acentuación francesa (cf.infra) o por otras razo­nes, como dragón (gr. OpáKCOV, OpáKOV'tOC;) y león (gr. )J;cov, )J;ov­'tOC;), que se explican por haber tomado esas palabras ya en latín las formas draco, -onis y leo, -onis); y tampoco hay que olvidar, en gene­ral, la abundancia de la terminación -ón en español, siendo en cambio inusitados los finales en -on.

En todo caso, no deja de resultar curioso, aunque comprensible, que una lengua como el español, con acento libre en cualquiera de las tres últimas sílabas 38

, renuncie por este tipo de razones históricas, im­puestas por la prosodia latina, a incorporar palabras agudas a su cau­dal léxico; con ello el desequilibrio es enorme entre el porcentaje de agudas en griego (bastante elevado) y el que hay en el vocabulario español de origen griego (prácticamente nulo, si prescindimos de nom­bres propios) 39.

37 cr. F. Galiano, 1969, § 144; García Yebra, 1999, s. v. -iaco, sospecha que hay influencia francesa en la tenninación -iaco, en vez de la etimológica -íaco.

38 Aunque la mayoría de los agudos en español son «tardíos», pues en latín no ha­bía: proceden de la pérdida de -e en canción(e), capita/(e), amarre), partir(e), etc.; de locuciones perifrásticas como en cantaré, cantará; de la productividad de sufijos pro­pios como cabez-ón, etc.; todo lo cual supuso una reorganización de la prosodia espa­ñola.

39 cr. A. García Calvo, en el prólogo a su versión de la Iliada, Zamora, 1995, p. 49; el propio García Calvo ha intentado, en los nombres propios, contrarrestar algo di­cha tendencia con audaces transcripciones como Heraclés CHpaKAfí<;), Patroclés, Letó, Sajó (l:ampw).

Clasificación de los helenismos españoles ... 77

§ 6.7.1 . Incongruencias en la acentuación

Respecto a las incongruencias en la acentuación de cultismos griegos (para los helenismos populares o semicultos, que han podido sufrir diversas alteraciones acentuales, cf. § 7.1, secc. 9) , se trata a veces de excepciones sin más, debidas a simple descuido o a razones coyunturales de otro tipo. Ahora bien, hay ciertos fenómenos que me­recen comentario por afectar a sufijos determinados o a compuestos muy productivos.

Uno de los más notables es el que afecta al sufijo -ia para formar abstractos femeninos, donde observamos una situación francamente caó­tica (también en los nombres propios, cf. F. Galiano, 1969, § 73-74): en unos casos nos encontramos con la acentuación esperada (0T]1l0-Kpa'tia > lat. democratia > democracia, allVT]cria > amnesia, {cr'topia > historia), en otros muchos se acentúa aparentemente «a la griega» haciendo caso omiso del latín (qnAocroepia > lat. philosóphia > filoso­fia, eplAoAoyia > filología , óp90ypaepia > ortografia) . Y en el caso especial de los sustantivos en -Eta, que deberían terminar siempre en -ía (a través del latín -ia, con Ii:/), ocurre lo mismo, tenemos trans­cripciones correctamente acentuadas (¿;>."gyEta > elegía, ¿1tlepaVEta > epifanía) junto a otras en principio injustificadas (9Epa1tEta > terapia, llav'tEta > quiro-manciaro.

Desde luego, dada la importancia y frecuencia de esta terminación -ia, es lógico que haya habido en las lenguas modernas influjos ana­lógicos o igualaciones entre los dos grupos, así como con los cultis­mos latinos (formados en latín con el mismo sufijo indoeuropeo - ial -üi), como malicia, milicia, justicia (y sus correlatos vulgares en -eza: justeza, maleza), soberbia, audacia, etc. Y así en otras lenguas se ha impuesto una regularidad más o menos estricta: en italiano este tipo de helenismos acaban casi siempre en -ía (democrazía, filosofia, ele-

40 Algo parecido pasa con telescopio (debería ser telescopío) y otras palabras en -scopio, seguramente por influjo de las que terminan en scopia (como estetoscopia, ef. gr. -crK01tla).

78 Los helenismos del español

gía, terapía, frente a milizia, audacia); en francés, como era de espe­rar, en -i(e) (phi/osophie, prono [filozofí], etc.); lo mismo en alemán; en inglés, de acuerdo con sus tendencias acentuales, resultan siempre esdrújulos (phi/ólogy, élegy, thérapy, demócracy) . Frente a esta re­gularidad, resulta desconcertante el caos del español; de todos modos, la posible explicación histórica de esta vacilación se verá al hablar del sufijo -ía (§ 12.2. 1.9).

Hay muchos otros casos de palabras aisladas, cuya mala acentua­ción hay que achacar bien a simple incuria o ignorancia de quien la puso en circulación, bien a influjos «perversos» de la acentuación de otras lenguas, ante todo la francesa (lo que para algunos sería otra mo­dalidad de incuria). Por una razón o por otra, son bastante numerosas las palabras y nombres propios de origen griego que andan acentual­mente «desfigurados» en español. En unos casos se trata de llanas que deberían ser esdrújulas, como por ejemplo anatema, anodino, ateo, ba­tiscafo, cancerbero, diatriba, esqueleto, monolito, prototipo, Doroteo, Edipo, Elena, Esqui/o, Timoteo. También frecuente es el caso inver­so, debido sobre todo a la pedantería esdrujulista (a veces puede de­berse a imitación de la acentuación griega): así, entre otras muchas, polígono, teléfono y demás compuestos en -fono (dictáfono, gramó­fono, alófono, etc., pero en cambio interfono), síntoma, filántropo, cerámica, plétora, Arquímedes, Heráclito, Arístides; en muchos casos el DRAE registra con buen sentido las dos formas, llana y esdrújula, así en atmósfera, cíclope, exégesis, exégeta, ósmosis, políglota, etc., que deberían ser todas llanas.

También, como ya se dijo, hay un pequeño grupo de helenismos agudos en los que hay que suponer también el influjo francés (lengua que, como es bien sabido, acentúa siempre la última sílaba): acmé, argón, electrón, fotón (cf. § 12.2.1 sobre -ón y -trón), enquiridión, odeón, neón, orfeón, panteón, frenesí, peroné y algunos otros.

Tampoco falta algún ejemplo de lo que García Yebra clasifica co­mo «acentuación de élite», es decir, que una palabra reciba su acento en español dejándose llevar no por la pronunciación real en francés, como en los ejemplos agudos anteriores, sino por la ortografia de esa

Clasificación de los helenismos españoles ... 79

lengua, en la que el acento agudo no tiene una función prosódica sino fonológica (distingue, en sílaba abierta, la lel cerrada de la lel muda): así se exp lica un helenismo como catéter , que debería ser agudo « gro genitivo Ka6E1iípoc;, lat. gen. catheteris), pero que ha sufrido la influencia gráfica de fr. cathéter (que suena [katetér]) 41 •

Mucho se ha discutido sobre la conveniencia o no de restaurar acentos que llevan a veces varios siglos mal colocados (<<mal» en re­lación a las normas antes expuestas de paso por la prosodia latina); las posturas van desde la política de hechos consumados (la más fre­cuente: es la más cómoda) hasta el integrismo etimológico más furi­bundo. Hay quien piensa que muchos de estos «desaguisados» aún tienen remedio; de hecho, el libro de Manuel Femández Galiano so­bre los nombres propios tuvo un efecto beneficioso considerable en este sentido, ayudando a desterrar casi por completo y en pocos años algunas transcripciones bastante horrísonas; y las recomendaciones en diccionarios o gramáticas diversos (María Moliner, DRAE) también han tenido su efecto, lento pero seguro, en algunas palabras. Es evi­dente que en muchos casos es imposible la corrección: por ejemplo, un cultismo como teléfono está tan instalado en el idioma cotidiano de las gentes que sería absurdo querer reformarlo a estas alturas (aun­que ese no es el caso de alófono , por ejemplo). Pero lo cierto es que buena parte de los helenismos mal acentuados siguen siendo cultis­mos de difusión limitada, a veces tecnicismos desconocidos para el no especialista, y por eso mismo susceptibles de reforma «desde arri­ba»; y puesto que fueron los doctos de otros siglos, o de éste, los res­ponsables de ponerlos en circulación, debería - dirán algunos- ser responsabilidad de los sabios de ahora deshacer algunos de estos en­tuertos.

Claro que el asunto es bastante peliagudo por lo que se refiere a la influencia francesa, que hemos visto que es la responsable de una

41 ef. García Yebra, 1999, 38; en su diccionario, en la parte correspondiente a «galicismos prosódicos» (p. 3 1-98), se encontrará una cantidad considerable de he le­nismos (la mayoría pertenecen a la categoría de palabras llanas que deberían ser es­drújulas).

80 Los helenismos del español

gran parte de esas acentuaciones «incorrectas». Y es que parece lo más natural asumir el papel de intermediario del latín en la adaptación de los helenismos españoles, con las consecuencias prosódicas que hemos visto; sin embargo, se diría que el pecado de galicismo es mu­cho más inconfesable que el de latinismo, por razones históricas y psicológicas en las que no vamos a entrar aquí. Así, nadie se rasga las vestiduras de que, por influencia latina, digamos lógico y no logicó (gr. AOytKÓC;), pero hay quien se escandaliza de que, por influencia francesa, digamos anodino y no el «correcto» anódino (reduciendo de este modo, dicho sea de paso, el número de helenismos esdrújulos, cf. § 5). Aun reconociendo las ventajas evidentes que ofrece la transcrip­ción regular a través del latín, así como el hecho innegable de que muchas de esas acentuaciones galicadas se deben a simple ignorancia o incuria de nuestros escritores, ¿no encubre esta actitud purista un profundo complejo de inferioridad respecto del francés, cuyo influjo en nuestra lengua, por lo demás, ha sido abrumador a lo largo de mu­chos siglos de la Historia?

Quede claro, en todo caso, que la eventual restitución de acentos sólo habría de afectar a los cultismos más o menos recientes, nunca a helenismos patrimoniales que han sufrido en épocas remotas un cam­bio de acento por razones diversas (como cadera < cathedra, llana ya en latín vulgar, cf. § 7.1, secc. 9; casos de etimologías populares, etc.); pues esta parte del léxico no es susceptible de regulación desde arri­ba, y en todo caso eso sería tan absurdo como querer restaurar ahora la prosodia latina.

§ 7. HELENISMOS PATRIMONIALES Y SEMICULTISMOS

Pasamos ahora a ocuparnos de un grupo, relativamente reducido, de helenismos españoles que no pertenecen a la categoría del cultis­mo, sino a la de las voces patrimoniales y a la de los semi cultismos. V o c e s p a tri m o n i a 1 e s son aquellas que, heredadas directa-

Clasificación de los helenismos españoles ... 81

mente del latín vulgar hablado en Hi spania , han evolucionado a lo largo de sig los hasta dar al caste llano la fisonomía que le es propia entre las lenguas románicas, como ojo, bueno, comer, dentro, esto o así; hay pocos helenismos que puedan incluirse con seguridad en esta categoría, sobre la que, por otra parte, no siempre hay acuerdo entre los estudiosos del español.

S e m i c u I t i s m o s son aquellas palabras que, entradas en el idio­ma por vía culta (es decir, generalmente escrita) en una época tem­prana, han sufrido parte de los fenómenos fonéticos prop ios del ro­mance español, pero no todos, pues la presión culta del latín - lengua, no lo olvidemos, que ha servido de intermediaria entre griego y espa­ñol a lo largo de toda la Edad Media y en buena medida tambi én después - ha obrado como freno de dicha evolución, restituyendo además con mucha frecuencia formas cultas y haciendo desaparecer las semicultas 42

• El número de helenismos en esta categoría es consi­derable , la mayor parte acuñados en época medieval, y ello por dos razones: la primera, porque en esa época el prurito cultista en la es­critura era mucho menor de lo que habria de ser después, especial­mente del siglo XVIII en adelante; la segunda, porque la mayoría de los fenómenos fonéticos de que se hablará a continuación estaban plenamente vigentes en la Edad Media, por lo que resultaba difici l in­cluso para palabras tan privilegiadas como éstas salir indemnes de su paso por labios castellanohablantes . En muchos casos asistimos du­rante los siglos XIll-XV, e incluso más tarde, a la coexistencia en espa­ñol de variantes cultas y semicultas de una misma palabra (por ejem­plo, baptizar y bautizar, epitafio y pitafio, etc.), hasta que acaba por prevalecer una de las dos ; o coexiste un semicultismo con la forma plenamente patrimonial (bautizar junto a la patrimonial batear; eglesia, iglesia como formas semicultas junto a las más evolucionadas igrexa, igreja, y junto a un cultismo puro como eclesiástico), con el mismo re-

42 Ver Lüdtke, 1974, § S.3.4., donde se matiza esta divi sión tripartita tradicional (voces etimo lógicas o patrimoniales, semicultismos y cu lti smos) que utili zamos aqui .

82 Los helenismos del español

sultad0 43. En este apartado, como de lo que se trata es de ilustrar

con ejemplos los fenómenos fonéticos romances, trataremos indistin­tamente sernicultismos y voces patrimoniales.

§ 7.1. TIpOLOGÍA DE CAMBIOS FONÉTICOS

Para lo que aquí nos interesa, podemos distinguir los siguientes tipos de cambio fonético 44:

a) Asimilación: un sonido o clase de sonidos adopta un rasgo fonéti­co (modo de articulación, punto de articulación) presente en un sonido o sonidos vecinos. Será asimilación regresiva (o anticipa­ción), cuando es el segundo sonido el que transmite el rasgo foné­tico al primero, como en este caso la sonoridad:

EKKATlma > lat. ecclesia > eclesia > iglesia;

y asimilación progresiva (o dilación), el caso contrario, también aquí con la sonoridad:

EV"Cu¡30C; > endibia 45 ;

ambos tipos se dan al mismo tiempo en el caso de la sonorización de consonantes sordas intervocálicas - todas las vocales son por definición sonoras - , como en:

lat. clericus (de KAi;poc;) > clérigo páq>avoC; > lat. rapanus > rábano cmo61ÍKTl > lat. apot(h)eca > bodega;

43 El francés del siglo xvn también sufrió numerosos «retoques» para acercar grá­ficamente detenninadas palabras a su origen latino (así e/aire, antes e/er; doigt, antes doit, etc.), cf. Deroy, 1981 , 124.

44 Seguimos fundamentalmente a Lloyd, 1993, 9-15; puede verse también ellibri­to de J. Jiménez (1993) recogido en la bibljografia.

45 Ver DCECH, s. v.; es dudoso que la fonna española venga realmente del griego (a través del latin).

Clasificación de los helenismos españoles ... 83

un caso especialmente importante de asimilación es la palataliza­ción, responsable en buena medida de la reorganización del siste­ma consonántico romance; consiste en que una consonante adopta e l carácter palatal de un sonido vecino, generalmente una lil o Iy/, ll egando a veces a absorberlo por completo, como en:

1tA,u·n:iu > lat. platea > *platia > plaza (antes pla(:a) 1tÓCtOv > lat. podium > poyo, pueyo;

también las geminadas latinas podían convertirse en palatales sim­ples:

KávvUPlC; > *cannamus > cáñamo;

b) Disimilac ión: un sonido pierde un rasgo articulatorio que com­parte con otro vecino para parecerse menos a él (como en 13U1t'tL<J­~ó<; > bautismo, o en ~áp~upov > lat. marmor 46 > mármol) ; otras veces el sonido disimilado desaparece por completo, como en el caso de la simplificación de geminadas, de otros grupos consonán­ti cos o la desaparición de consonantes intervocálicas:

EKKA,llcríu > lat. ecclesia > eclesia 1tpoyvwcrnKóv > lat. prognosticum > pro nóstico 1tUpáCElcrOC; (or. persa) > lat. paradisus > paraíso;

la dismilación también puede producirse a distancia, como hemos visto en el caso de mármol, o como ocurre con la segunda IdI , di ­similada a di stancia por la primera y suprimida en:

Ku8Écpu > lat. cathedra > *cadedra > cadera;

c) Metátesis: simple si es un solo sonido el que cambia de posic ión en la palabra (como en la pronunciación vu lgar prespectiva, en

46 Ver § 8, sobre el parentesco y la posible dependencia entre la palabra griega y la latina.

84 Los helenismos del español

vez de perspectiva), recíproca si son dos sonidos los que inter­cambian su posición, como en:

1tapa¡3oAlÍ > lato parabola > palabra yAuKúppl1;a > lato liquiritia > regaliz(a);

d) Síncopa: es la pérdida de un sonido o de varios en el interior de la palabra. Podemos distinguir aquí la síncopa de vocales postónicas y protónicas, fenómeno general en el paso del latín al español:

EP1WOC; > lato vg. éremus (postón.) > yenno EP1WÍ'tTlC; > lato eremíta (protón.) > ermita olá¡3oAoC; > lato diábolus (postón.) > diablo;

la síncopa puede afectar de rebote a una consonante, al quedar en una situación que dificulta su articulación:

E1tícrK01tOC; > lato episcopus > obispo;

e) Apócope: es la pérdida de algún elemento al final de la palabra, como en:

C11tÓcrToAoC; > lato apostolus > apóstolo (Berceo) > apóstol 47 ;

f) Aféresis: es la pérdida de elementos fónicos en principio de pala­bra, muchas veces por deglutinación por parte del artÍCulo (como en el lumbral > el umbral); así tenemos aféresis de la vocal inicial en:

(l1to9lÍKr¡ > lato ¡¡la apotheca > la bodega (l1tó1;¡;~a > lato apozema > pócima;

g) Prótesis: adición de algún elemento a principio de palabra, muy frecuente en español para permitir la silabación de ciertos grupos

47 Sobre la importancia de este fenómeno en relación con la morfología, ver § 11.1.3. Y sigs. Para el posible origen francés o provenzal de apóstol y ángel, cf. DCECH, s. v. (y también § 9.2.3).

Clasificación de los helenismos españoles .. . 85

iniciales del griego (y no sólo en voces patrimoniales, sino en to­das: cf. § 4.2), como en:

CJxot...Íl > lat. schola > escuela CJ1tá911 > lat. spatha > espada 4~ ;

en algunos casos el grupo consonántico inicial se funde por palata­lizac ión en una sola consonante, con lo que no es necesaria la pró­tesis:

CJKii1tTPOV> lato sceplrum > I;eptro, cetro;

h) Diferenciación : cuando se rompe la continuidad articulatoria en el curso de la emisión de un sonido o grupo de sonidos. Se puede dis­tinguir aquí entre epéntesis y anaptixis; la primera consiste en la inserción de algún elemento consonántico nuevo en el interior de la palabra para facilitar la articulación de un grupo problemático, como en

~Et...i~llt...OV > lato melimelum > *memrillo > membrillo 49;

aunque a veces ocurre sin razón aparente (se habla entonces de consonantes intrusas o parásitas), como en estos ejemplos:

q¡áCJllt...OC; > lat. phaseolus > fr ij ol 911CJOUPÓC; > lat. thesaurus > fr. trésor;

se prefiere el nombre de anaptixis cuando es una vocal la que se inserta en la palabra, como en:

Ta XPOVLKá > lat. chronica > corónica (grafía común medieval y re­nacenti sta);

48 En realidad se trata de un fenómeno ampliamente atestiguado ya en el latín im­perial, cf. Biville, 1990-95 , 11. 338-4 1.

49 Ver DCECH S. V. membrillo (sobre la posible influencia de otras palabras , corno mimbre) ; también S. v.frijol para la Ir/ «parásita» que se menciona a continuación .

86 Los helenismos del español

un caso especial de diferenciación es la que tiene como consecuen­cia la diptongación de una vocal, que en español afecta de forma sistemática a lel , 101 tónicas, convirtiéndose en luel, fiel , respecti­vamente:

Ep~oC; > lat. vg. éremus > *iermo > yermo ÓPQ><lVÓC; > lat. órphanus > huérfano KÓ<ptVOC; > lat. cóp(h)inus > cuévano;

i) Alteraciones prosódicas, es decir, que afectan a la posición del acento, como es el desplazamiento de éste en palabras como:

Ku6ÉOpu > lat. cáthedra > lat. vg. *catédra > cadera;

en este contexto hay que decir que el reforzamiento del carácter intensivo del acento latino en época imperial (siglos m-Iv) y la pérdida gradual de la oposición cuantitativa (entre sílabas largas y breves) tuvo como consecuencia que algunas palabras griegas con­servaran en latín el acento en su lugar origínal, produciéndose ade­más abreviamientos de vocales largas átonas (a veces con poste­rior síncopa), así en

€P~oC; > lat. ér(e)mus > yermo dowA.ov > idólum (abrev.) > ídolo 50.

A estos tipos más o menos bien defmidos habría que añadir una serie de fenómenos cuya explicación no es puramente fonética, sino que tiene que ver con cruces entre palabras de origen etimológico di­ferente, pero en las que el hablante común - que no sabe de etimolo­gías - siente que hay una relación. Así se explica, por ejemplo, la palabra asco: antiguamente era usgo «odio, tirria» « lat. *osicare, de odi «odiam), pero la presencia en el idioma del adjetivo asqueroso «

50 Ver en general Biville, 1990-95, I1, 418-19.

Clasificación de los helenismos españoles ... 87

*escharosus < eschara < gr. EO"xápa «costra») provocó la alterac ión de usgo en asco, además con un cambio sensible de significado 51 .

A este tipo de cruces, provocado generalmente por la presencia en el habla de voces a las que el hablante no puede relacionar con clari­dad con ninguna otra, se lo suele llamar «etimología populam o tam­bién «atracción paronímica», y son bastante frec uentes; baste como ejemplo el de

KOl¡l1111ÍP l OV > lat. coemeterium > cementerio (cf. fr. cimitiere),

donde parece que, ya en el latín tardío, se ha relacionado el lexema (gr. KOl~áw «dormir, descansam), sin paralelos en el idioma, con caementum; el caso de tifón, procedente según parece del portugués tufao « chino tafong «gran viento»), con deformación por recuerdo del personaje mitológico Tifón o Tifoe0 52

; o el muy moderno consis­tente en pronunciar telesférico en vez de teleférico (que, por cierto, bien formado sería telefórico), sin duda por asociación de ideas con esférico.

§ 8. H ELEN ISMOS TEMPRANOS EN LATÍN

Hasta ahora hemos visto, por un lado, los principios que han regi­do la transcripción regular de los cu ltismos de origen griego al caste­llano, sin entrar apenas en consideraciones cronológicas (§ 6); por otro, las alteraciones fonéticas que han experimentado en la Edad Media aquellas palabras de origen griego que estaban alojadas en el

51 Ver DCECH s. v. asco. Algunos de estos cruces ya se habían producido en latín : así opEixaÁKoc; > aurichalcum (> esp. oricalco), por influencia de aurum «oro»; lan­terno (de donde esp. linterna) es posible que sea un cruce entre gr. Áaj..L1tT!Íp y lal. lu­cerna; o panaricium (de donde esp. panadizo), alteración de paronychium (> 1tapw· vuXía) por influencia probable de panus «absceso», cf. Biville, 1990-95 , 11 , 2 17.

52 Cf. Deroy, 1980, 288, qu ien señala con razón que esto, más que una etimología popular, es una deformación «pseudo-savante» (<<seudo-erudita»).

88 Los helenismos del español

latín vulgar hablado en Hispania (palabras patrimoniales) o que se in­corporaron al romance hispánico en fecha muy temprana, sufriendo al menos parte de dichas alteraciones (semicultismos) (§ 7). Pues bien, ahora es momento de hacer alusión a un grupo, relativamente peque­ño pero históricamente significativo, de palabras de origen griego que presentan caracteristicas especiales - y son en principio dificiles de reconocer como helenismos- por haber entrado en el latín por vía oral y en una fecha muy temprana, anterior al siglo III a. e.

Los contactos de los habitantes del Lacio, y de los pueblos itálicos en general, con el mundo de habla griega deben de remontarse al 11 milenio a. c., es decir, hasta época micénica, aunque estos contactos tan tempranos son poco menos que imposibles de demostrar en el plano lingüístico (ver infra). Lo que es seguro es que las relaciones del Lacio con el mundo griego se intensificaron enormemente a par­tir del siglo VIII a. e., época en la que empieza el gran movimiento de colonización griega por todo el Mediterráneo y asistimos a la fun­dación de todas las colonias situadas en lo que llamamos la Magna Grecia (Sicilia y parte meridional de la península italiana).

A partir, pues, de estas fechas, algunos de los términos que anda­ban en boca de los marinos y colonos griegos empiezan a difundirse entre las rudas lenguas itálicas (incluidas las no indoeuropeas como el etrusco), y la lengua de Roma no había de ser una excepción. Y, aun­que el latín contaba con un alfabeto - adaptado del etrusco - desde por lo menos el siglo VII a. c., todos los préstamos griegos de que vamos a hablar penetran en la lengua por vía exclusivamente oral, adaptándose por tanto a la fonología latina sin ningún tipo de prurito ortográfico (como será, en cambio, la norma en el latín culto a partir del siglo I a. C.) y experimentando algunos cambios fonéticos impor­tantes, hasta el punto de quedar muchas veces enmascarado su origen griego y ser por ello consideradas por el hablante de la época republi­cana avanzada como voces puramente latinas, totalmente integradas en la lengua.

No será hasta los siglos II-I a. e. cuando, embarcados los latinos en la tarea de forjar una gran literatura escrita sobre el modelo de la

Clasificación de los helenismos españoles ... 89

griega - recuérdese que el comienzo simbólico de la literatura latina se asocia con la figura de Livio Andronico, a mediados del siglo III a. C. -, los helenismos empiecen a entrar en tropel en la lengua, pero casi siempre respetando de forma escrupulosa la ortografia y la pro­nunciación del griego (aunque no la acentuación, como se ha visto) , aun a costa de introducir nuevas letras en el alfabeto y nuevos fone­mas en el latín de las clases cultivadas (ver § 1 Y 3). Esta actitud ro­mana hacia los helenismos ha sido de importancia trascendental para el futuro de todos estos términos en las lenguas europeas, y, como se ha visto, así se explican las líneas fundamentales que presiden la transcripción culta de palabras griegas al español (ver § 3 y 6).

Sin embargo, a medida que avanza la época imperial y que el Im­perio va dando señales de descomposición, encontramos, por debajo de la transcripción culta, literaria, «oficial», de los helenismos, nume­rosos testimonios de cómo se adaptaban y pronunciaban realmente muchas palabras de origen griego en el latín hablado común. De esa forma podemos constatar, por un lado, la pervivencia de ciertos fe­nómenos ya conocidos en época preliteraria (antes del siglo IV-III a. C.), como la conversión de X y e en Ik/ y /tI respectivamente; por otro, la aparición de fenómenos nuevos en la evolución del latín y también del griego, como el itacismo o la conversión de <p en Ifl latina.

Lógicamente, aquÍ lo que nos interesa son sólo aquellas palabras griegas que, entradas en latín en época preliteraria, han seguido utili­zándose a lo largo de los siglos y están por tanto representadas tam­bién en español; éstas no son más que un pequeño porcentaje del to­tal , que en todo caso tampoco alcanza una cifra elevada (quizá unas 150). Para esta cuestión de los helenismos preliterarios en latín, que plantean problemas arduos tanto de identificación como de cronolo­gía - estamos hablando de siglos en los que no hay apenas testimo­nios escritos en latín - y que han sido campo abonado para las hipóte­sis más fantásticas , seguiremos ante todo el gran trabajo de F. Biville, Les emprunts du ¡aún au greco Approche phonétique, 2 vols ., Lovai­na-París , 1990 y 1995.

90 Los helenismos del español

¿Cuáles son los criterios fonéticos que, sumados a criterios de otro tipo, como el semántico o la fecha de los primeros testimonios, per­miten atribuir fecha preliteraria a un helenismo del latín? Fundamen­talmente se pueden señalar los siguientes:

- sonorización de oclusivas sordas griegas o viceversa, ensordeci­miento de oclusivas sonoras (se trata de un fenómeno esporádico y de dificil explicación), como en

yóyypor; > conger (> congrio) KU!3E¡wáro (<<pilotar una nave») > gubernare (> gobernar);

- las oclusivas aspiradas (desconocidas en latín) pierden su aspira­ción, quedando reducidas a la sorda correspondiente, como en

clJ.1<POPEtx; > ampulla (diminutivo) (> ampolla) 53

XaJ..áro (<<soltaD» > calare (> calar);

-la C (silbante sonora en época helenística) se reproduce por medio de una doble /s/ en latín, como en llaCa > massa (esp. masa);

-resolución de ciertos grupos consonánticos griegos, ya sea por anaptixis (inserción de una vocal de apoyo), ya por eliminación de una de las consonantes, como en

J.1vii (nombre de una moneda) > mina (> id.) 7tncrávll > tisana (> id.);

- síncopa de vocales breves que siguen a la sílaba inicial acentuada, como en

!3aAaVElOV > bál(i)neum (con apofonía) > balneum (> baño);

- el fenómeno más característico y mejor atestiguado en los hele­nismos preliterarios - según Biville afecta a más de una tercera parte de ellos - es sin duda la apofonía (alteración del timbre vo-

53 Frente al cultismo latino posterior amphora (> esp. ánfora).

Clasificación de los helenismos españoles .. . 91

cálico), que, probablemente a causa del fuerte acento inicial de palabra, afecta a las vocales y diptongos en interior de pa labra 54, y que es responsable, entre otros muchos, de casos como

EAaíwa > lat. oliva, con 1i :I (> oliva) Kpatn:ÚAll > crapula ( > crápula) ~axavá (dor.) > mac(h)ina (> máquina) oxóm:Aoc; > scopulus (> escollo, a través del it. scoglio) E1tl<JlOAlÍ > epistula (> epístola) Kman:ÉA111C; > catapulta (> catapulta) ,áAav,ov > talentum (> talento);

- a ello podríamos añadir diversas alteraciones del timbre de las vo­cales, ya sea en sílaba inicial , caso de

EAatwa > oliva (velarización en contacto con /I/) ~OA~ÓC; > bulbus (> bulbo) (cierre articulatorio);

ya en sí laba interior, por ejemplo la abertura articulatoria en

ayKUpa > lat. ancora (> ancla) (esperaríamos lat. *ancura);

- en el tratamiento de las vocales griegas destaca sobre todo la re­producción de u siempre por luf latina (todavía no se había arbitra­do el expediente de la {y }, pronunciada Iü/, cf. § 3.3), como en

KU~€PVÚ(Ú > gubernare 55;

- por lo que respecta a los diptongos, en sílaba inicial encontramos evoluciones di stintas de lo i/ , como en

n:OlVlÍ > poena (> pena 'castigo ') > punire (> punir. impune. punición) 56.

54 Cf. , en general, Bassols, 1962, § 122- 128. 55 Directamente del griego (a través del inglés) procede el cultismo moderno ci­

bernética. 56 Cf. Bassol s, 1962, § 104.

92 Los helenismos del español

Como se ve, abundan los términos asociados con el mar y la na­vegación (conger, gubernare, calare, scopulus, ancora, etc.), como no podía ser menos teniendo en cuenta que la colonización griega fue ante todo marítima; también está bien representado el mundo vegetal y agrícola (oliva, quizá vinum, etc.) y los términos técnicos (catapul­ta, machina, quizá norma, etc.).

Todos estas palabras pueden adscribirse con mayor o menor segu­ridad a época preliteraria, antes por tanto del siglo III a. C. ; algunos investigadores han intentado precisar más la cronología de ciertos prés­tamos, e incluso ha habido quien se ha empeñado en fechar en época micénica (n milenio a. C.) un grupo relativamente nutrido de pala­bras, aunque en general estos intentos no hayan podido ir mucho más allá de las especulaciones 57.

No menos especulativos han sido muchas veces los intentos de explicar un helenismo del latín asumiendo el paso intermedio a través de otra lengua itálica, indoeuropea o no (se trata en todos los casos de lenguas con testimonios exclusivamente epigráficos, a veces en nú­mero exiguo, con lo que las posibilidades de demostración son escasí­simas). Sin pretender entrar en detalle en esta cuestión - entre otras cosas porque el número de palabras españolas involucradas es míni­mo-, mencionaremos aquellas casos de lenguas en las que es por lo menos probable que hayan servido de intermediarias entre el griego y el latín.

a) E t r u s c o. Como es bien sabido, los etruscos ejercieron una profunda influencia sobre la Roma primitiva, especialmente entre los siglos VII y V a. C., siendo, entre otras cosas, su escritura la interme­diaria entre el alfabeto griego y el latino; por otra parte, los etruscos habían experimentado una intensa helenización desde muy pronto, así que en principio nada tiene de extraño que pudieran transmitir cierto número de helenismos a la lengua latina. Ahora bien, en la práctica,

57 Nos referimos (para los posibles micenismos) sobre todo a E. Peruzzi, cuyos trabajos se reseñan y discuten en Biville, 1990-95, n, 384 ss.

Clasificación de los helenismos españoles .. . 93

son muy pocas las palabras que se pueden atribuir con visos de pro­babilidad a esta transmisión, y con mucha frecuencia la hipótesis de una mediación etrusca no ha sido más que la confesión de nuestra ig­norancia ante palabras de díficil explicación ; «el papel del etrusco en la transmi sión de palabras griegas al latín se reduce a muy poca cosa, si nos atenemos a las hipótesis fundadas lingüísticamente sobre crite­rios fonéticos o morfológicos» 58 .

Los criterios que pueden apuntar a esta mediación etrusca son fundamentalmente el ensordecimiento de oclusivas (el etrusco carecía de oclusivas sonoras), la sustitución de In! por Irl, la confusión entre 101 y lul y la síncopa de vocales breves en interior de palabra. Las pa­labras que a nosotros nos interesan aquí (por estar representadas en español) son :

cmupí8a (ac. de cm upíc;) > lat. sporta (con síncopa de lil, ensordeci­miento de Id! y conversión de Iu! en 10/) (> espuerta) ;

n:póCJwn:ov > etr. rpersu > lat. persona (> persona) 59 .

También va le la pena mencionar, aunque se trate de casos bas­tante más dudosos, los de

yvW¡.lOva (ac. de yvwllwv) > lat. norma «escuadra, regla, regla de conducta» (con caída de la consonante inicial , síncopa de la 101 breve, dismilación de In! en Irl y metátesis de Imrl en IrmI) , de donde esp. norma.

1l0pq:>11 > lat. forma (al principio con el sentido concreto de «honna, molde»), fo rmula, fo rmosus (> esp. forma, horma, fórmula, her­moso, etc.).

Para otras palabras latinas de origen griego a las que se ha atri­buido mediación etrusca, pero que se pueden explicar de otra forma

58 Biville, 1990-95. 11 . 482 . 59 La relaci ón entre la voz griega y la etrusca (que debió de ser un tecnic ismo con

el sentido de «máscara de teatro») no es demas iado clara; por otra parte, en laL perso­na es posible que haya habido una asociac ión de ideas con el verbo per-sono «reso­nar». cf. DELL, s. v.

94 Los helenismos del español

más lógica (por el origen dialectal griego, por la evolución del propio latín, por ser préstamos «mediterráneos»), sin recurrir a dicha media­ción, remitimos a Biville (11, 476-77), donde se discuten casos como caduceus (> caduceo), cupressus (> ciprés), cisterna (> id.), lanterna (> linterna), urtica (> ortiga), littera (> letra), etc.).

b) Sí c u lo. Tenemos tres palabras involucradas, aunque, en vista de lo poco que se sabe sobre esta lengua indoeuropea hablada en Si­cilia, es muy díficil determinar si el parecido entre una voz latina y otra griega (del griego de Sicilia) se debe a que el latín la ha tomado del griego siciliota, sin más; a un préstamo paralelo del sículo al grie­go y al latín; o a la mediación del griego siciliota entre el sículo y el latín. Los términos que nos interesan aquí son

KápKUPOV, lat. carcer (> cárcel) vó~o<;, vo~~o<; , lat. nummus (que ha influido a su vez en numisma <

gr. VÓ~lcr~U, de donde esp. numismática) KÚrktov, lat. cubitus (> codo).

c) Il i r i O - m e s a pi o. Las dos palabras griegas representadas en español que podrían haber llegado al latín a través de este grupo indoeuropeo son

<páA.A.ULVU > lat. ballaena (> ballena) (lat. ballaena también podría ser simplemente un préstamo mesapio)

,ÚPPl<; > lat. turris (> torre).

d) Pr é s lam os O r i e n la I es y «m edi le rrá neos ». Con fre­cuencia se da el caso de que encontremos en griego y en latín palabras con formas muy similares o incluso idénticas, pero a las que no se pue­de encontrar ninguna etimología indoeuropea convincente; si estas pa­labras hacen referencia a objetos y productos que históricamente han procedido de Oriente o del Mediterráneo oriental, se puede suponer con cierta verosimilitud que esas palabras se han tomado de una tercera lengua, y en algunos casos esto se puede verificar en alguna lengua oriental (fenicio, hebreo, egipcio, etc.), en cuyo caso se habla de «prés-

Clasificación de los helenismos españoles ... 95

tamos orientales». Cuando no se encuentra ningún punto de apoyo en otras lenguas, se suele recurrir a un hipotético «sustrato mediterráneo» que explicaría la presencia de esas palabras en griego y en latín (sin que sea posible muchas veces determ inar si el latín la tomó directa­mente de dicho «sustrato» o la recibió por mediación griega).

En cuanto a los préstamos «orientales» - algunos de los cuales, por cierto, caen en realidad fuera del límite cronológico de este apar­tado - , está claro que muchos han pasado efectivamante a través del griego, ya procedan de lenguas de la India (como beryllus > berilo, costum > costo, zingiber > jengibre, etc.), del iranio (como arsenicum > arsénico, tigris > tigre), del egipcio (como ibis, nitrum, sinapi «mos­taza») o de lenguas semíticas (sesamum > sésamo, canna > caña, etc.). En otros casos, en cambio, la mediación griega es dudosa o im­posible de demostrar, según Biville, como ocurre en

KÓjljll, lat. gummi, cummi (> esp. goma) (origen egipcio) n:opepúpa, lat. purpura (> púrpura) (origen incierto);

en algunos se impone la conclusión de que se trata de préstamos in­dependientes en griego y en latín, como en

XncÍ:Jv, lat. tunica (> túnica) (origen fenicio probable).

En el caso de los préstamos «mediterráneos», que carecen de eti­mología indoeuropea ni camito-semítica, la situación es todavía más oscura, teniendo en cuenta lo difuso que resulta el concepto mismo de «sustrato mediterráneo»; lo que no quita para que pueda atribuirse con cierta verosimilitud este origen a determinadas parejas de pala­bras griegas y latinas, especialmente si hacen referencia a objetos, plantas, animales, etc. , que, por su distribución geográfica en el mun­do mediterráneo, debieron de carecer de designación en el indoeuro­peo común, y que pudieron muy bien entrar en el griego y en el latín de forma independiente y en fechas muy distintas (y a veces también con sentidos algo distintos). Nos referimos a casos como

jllv6a , lat. menta (> menta)

96 Los helenismos del español

Kéopo<; (> esp. cedro), lat. citrus (> esp. cidro, cítrico) KU1táplaao<;, lat. cupressus (> ciprés) <JÜKOV, lat.ficus (> higo, hígado, etc.) 1ttX;o<;, lat. buxus (> boj) Kro[3lÓ<; , lat. gobio, gobius (> gobio, nombre de un pez) opul;, lat. orca (> orca) (es posible la mediación etrusca) pUTlÍ, lat. ruta (> ruda, nombre de planta) o{vo<;, lat. vinum (> vino) póOov, lat. rosa (> rosa) Oá<pvl1, A-á<pVll, etc., lat. laurus (> laurel).

Para terminar con este apartado, se pueden mencionar, por un la­do, algunas palabras latinas que es posible que tengan un étimo grie­go, pero es imposible demostrarlo de forma categórica; por otro, al­gunas parejas griego-latín que deben de remontar a una etimología indoeuropea común; finalmente, una serie de palabras latinas a las que se ha solido atribuir etimología griega, pero que Biville (ll, 376-77, para la lista) descarta con razones más o menos fundadas.

En el primer caso estarían voces como gr. ayxóVT), lat. angina (> angina), gr. 1tÚPYO<;, lat. burgus (muy dudoso; esp. burgo), gr. KÍpKOC;, KpíKOC;, lat. circus, circa (> circo, cerca), gr. OitÓYYll, cr<¡>ÓYYO<;, lat. fungus (> hongo). En el segundo, algunas como gr. <pwp, lato fur (> hurto, furtivo), gr. 1tUAállll, lat. palma (> palma), gr. apáxvll, lat. ara­nea (> araña) o gr. EVOOYEVr,C;, lat. indigena (> indígena). En el tercero, palabras latinas como amuletum (> amuleto), bucina (> bocina), calx, calcis (> cal), cancer (> cáncer, cangrejo), colubra (> culebra), ele­menta (> elemento), fucus (> fuco 'alga', focí-voro), fonda (> fonda, honda), gibbus (> giba), pulmo (> pulmón), rapum «nabo» (> rabo), taeda (> tea), tus, turis «incienso» (> turi-ferario), urtica (> ortiga).

Lo que es claro, en todo caso, es que el griego ha tenido un papel muy importante en la transmisión al latín de numerosas palabras, mu­chas del tipo de las «palabras viajeras», tanto de origen oriental como del sustrato mediterráneo pre-indoeuropeo.

Volviendo ahora al esbozo cronológico que hacíamos al principio de este apartado, ya hemos dicho que en el latín culto de finales de

Clasificación de los helenismos españoles ... 97

época republicana y de la era imperial los helenismos se adoptaron casi siempre respetando de forma escrupulosa la ortografia y la pronun­ciación del griego, por lo que, lógicamente, no plantean problemas de identificación. Pero por debajo de la transcripción culta, «oficia l», de los helenismos, tenemos pruebas de que el latín hablado común siguió ateniéndose en gran medida a las tendencias que hemos visto en épo­ca preliteraria (antes del siglo IV-III a. C.) , como son:

- la conversión de X y 6 en Ik/ y Itl respectivamente, que se han mantenido en el latín vulgar - aunque hay testimonios esporádi­cos de fricativización - y en la transcripción común del griego al español (tesoro, escuela, etc. ; cf. § 3.1);

- la simplificación de ciertos grupos consonánticos (como en th isi­cus < gr. <p6tOlKÓC;), metátesis y disimilaciones varias;

- la transcripción de o por lul, típica de época preliteraria, todavía se documenta en fechas bastante tardías, a pesar de que la trans­cripción con l il empiece a aparecer a partir del siglo I d. C. Así podrían explicarse algunos casos como esp. onza, it. lanza « * luncea < AÚY¿; «lince») o tumba « lat. tumba < 1ÚIlSOC;; lat. tum­ba debe de ser un helenismo cri stiano y no está atestiguado antes del siglo IV), aunque, lógicamente, que una palabra no esté docu­mentada antes de cierta fecha no significa que no haya podido en­trar mucho antes en la lengua.

Junto a estos rasgos de mera continuidad con la época preliteraria, asistimos a la aparición de fenómenos nuevos en la evolución del griego y del latín, y que van a empezar a reflejarse en los helenismos del latín hablado, como son, ante todo:

- la conversión de <p en Ifl latina, frente a la Ipl de los préstamos preliterarios (ver supra) y la esmerada {ph} del latín culto. El primer testimonio epigráfico de esta fricativización - que debió de verse favorecida por la existencia en latín de este fo nema labial fricativo - data del año 88 a. c., aunque no empezará a ser fre­cuente hasta el siglo siguiente; poco a poco se hará general, lo que

98 Los helenismos del español

explica que esta Ifl sea lo que encontremos tanto en los helenis­mos patrimoniales españoles (huérfano, etc.) como en la trans­cripción de los cultismos (filosofia, etc.), cf. § 3.2;

- también el itacismo, es decir, la pronunciación como Ii! de una se­rie de vocales y diptongos griegos, empezará a manifestarse en los helenismos del latín desde comienzos de la época imperial (por lo tanto, no es ni mucho menos un rasgo exclusivo de los «bizanti­nismos», cf. después, § 9.2). Según Biville, puede establecerse cierta precisión cronológica entre las distintas vocales y diptongos involucrados: el itacismo de u podría fecharse a partir del siglo 1

d. C. (p. ej. panadizo < panaricium < gr. 1tapwvuxía), el de 11 a partir sobre todo del III d. C. (limosna < lat. elemosina < €M;11J.lO­

o"úV11) Y el de ot a partir del IV d. C. (fr. cimitiere < Kot~lÍ'11PLOV) . Por otra parte, los resultados concretos no serán siempre los mis­mos en todas las lenguas románicas, registrándose además doble­tes según la fecha de adopción o el origen dialectal de la voz en cuestión (p. ej . bodega/botica < CL1to91ÍKTJ, tapiz/tapete < .á1t11<;, .a1tlÍuov); por lo demás, a diferencia de lo que ocurre con la Ifl , el itacismo no tendrá reflejo en la transcripción de los cultismos griegos del español, con la excepción de la u (cf. § 6.1 Y 6.2);

- las síncopas de vocales átonas, que serán de capital importancia en la fisonomía de las lenguas románicas, y que también suponen cierta continuidad con la época preliteraria, sólo que ahora (a partir del siglo IIl-IV d. C.) estarán íntimamente unidas a la desaparición de las oposiciones de cantidad en latín (cf. § 7.1 para el español);

- otro fenómeno que habrá de marcar la evolución fonética de las lenguas románicas es la palatalización de determinadas consonan­tes en contacto con vocales de timbre Ii!, lel (constatable ya en el siglo 11 d. C. para K y y) , lo que permite hacer inferencias crono­lógicas respecto a la fecha de entrada en el latín hablado de de­terminadas palabras griegas. Por ejemplo, por lo que respecta a la K seguida de u, su palatalización en una palabra española indicará su entrada en latín a partir del 1 d. C. (aproximadamente), como en cima (antes fima) < lat. cyma < KU~a; mientras que su conserva-

Clasificación de los helenismos españoles ... 99

ción como oclusiva Ikl indicará una entrada más temprana en la­tín , como en codeso < lat. cutisus < KÚU<JO<; (fr. cytise remonta a la variante culta latina cy tisus) . Sobre la pronunciación palatal de la ~ , cf. § 3.4.

Con todos estos fenómenos entramos ya de lleno en la historia fo­nética del español , que, para lo que a los helenismos se refiere, hemos vi sto ya en otro lugar (§ 7 y 7. 1). Si nos hemos inte rnado en este apartado en e l latín imperial ha sido sobre todo para mostrar cómo buena parte de los fenó menos que afectan a los helenismos del latín de esta época no hacen sino continuar las tendencias que estuvieron v igentes en el latín preliterario (lo que, por otra parte, hace que las dataciones sean muchas veces muy problemáticas).

En todo caso, algunos fenómenos nuevos como el itac ismo o la fricativización de (¡> hará que el grupo de helenismos latinos prelitera­rios que hemos visto - marcados en gran medida por las alteraciones provocadas por la apofo nía - quede en cierto modo aislado dentro del conjunto de los helenismos del latín, como testigos de una época remota y peculiar (y por lo demás totalmente integrados en la lengua, olvidado por completo su origen foráneo).

Por otra parte, hay que señalar que estos helenismos tempranos han corrido luego suertes muy variadas en las lenguas románicas y concretamente en español : algunos han desaparecido por completo de la Romania o al menos se han perdido en castellano (y por eso no nos hemos ocupado aquí de ellos, p. ej . culigna < KUAíXVll «copa») 60;

otras siguieron vivas en el latín vulgar y han llegado al español por vía patrimonial o por préstamo de otra lengua románica (como baño, escollo, p laza, ancla, etc.), experimentando por tanto cambios tan tí­p icamente castellanos como es por ejemplo la diptongación de lel y 101 tónicas (p. ej. <J1tupíSa > lat. sporta > espuerta) ; finalmente, algu­nas desaparecieron del latín hablado y por tanto del español primitivo,

60 Recordamos al lector que se puede comprobar rápidamente si una palabra latina ha tenido descendencia en español consultando el Romanisches etymologisches Wor­terbuch de W. Meyer-Lübke.

100 Los helenismos del español

pero entraron más tarde como cultismos, caso por ejemplo de máqui­na (siglos XV-XVI) o de norma, documentado en español a principios del siglo XVII (en ocasiones tenemos dobletes del tipo de hor­ma/forma, la primera por vía popular y la segunda por vía culta o se­miculta).

§ 9. HELENISMOS MEDrEVALES NO PATRIMONIALES

§ 9.1 . HELENISMOS LLEGADOS A TRAVÉS DEL ÁRABE

Un grupo importante y relativamente numeroso de helenismos medievales en español es el constituido por las palabras llegadas a través del árabe escrito y sobre todo del hablado en la Península Ibé­rica a lo largo de la Edad Media. Se trata de una parcela que, lógica­mente, resulta dificil para quien no conoce el árabe (como es nuestro caso); afortunadamente, contamos ahora con el excelente Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance de F. Corriente (Ma­drid, 1999), Y la lista de palabras griegas que aparece al final nos ha sido de enorme utilidad para la redacción de este apartado (sin olvi­dar, claro está, a J. Corominas)61, en el que nos limitaremos a las pa­labras castellanas (en la obra de Corriente se incluyen también el ca­talán, portugués, aragonés, etc.).

Por las razones antes señaladas, no será posible dar cuenta de una forma razonada y sistemática de los principios fonéticos que presiden el paso del griego al árabe y de éste (en su variedad andalusí) al cas­tellan0 62. Además, hay que tener en cuenta que el paso del griego al árabe se ha verificado, en la mayoría de los casos, a través de otra lengua intermedia, que ha sido el arameo o el siriaco. La explicación histórica de este hecho es sencilla: el arameo (lengua semítica occi-

61 Ni tampoco A Dictionary 01 Andalusi Arabic de F. Corriente, Leiden-N. York, Brill, 1997, con lista de palabras griegas en p. 593-99.

62 Para esta cuestión remitimos ante todo a Alvarado e Ivanova, 1995.

Clasificación de los helenismos españoles .. . 101

dental , por tanto pariente cercano del árabe) y su alfabeto fueron , desde el sig lo v a. C. hasta por lo menos el V-V I d. c., la lengua y la escritura más importantes y difundidas por todo el Oriente Próximo y Medio, desde las costas de Fenicia hasta el actual Paquistán; esta len­gua, por otra parte, adoptó muchas palabras griegas, pues a part ir de las conquistas as iáti cas de Alejandro Magno (sig lo IV a. C. ) tuvo que convivir con la lengua y la cultura griegas en aquellas zonas que es­tuvieron bajo control griego - y después romano y bizanti no - más o menos directo (Fenicia, Siria, Palestina, Mesopotamia durante un tiempo) . Así que, cuando el árabe, ya antes de la expansión islámica, entró en contacto con la lengua de prestigio internacional que era el arameo, éste tenía ya alojadas en su léxico buena cantidad de voces de origen griego.

Algo simi lar ocurre con el siriaco, que, por lo demás, en su origen no es más que una variedad del arameo, concretamente la hablada en la zona de Edesa (hoy Urfa , Turquía sudoriental ). El siriaco es im­portante por haberse generado desde muy pronto (siglo II d. C.) una abundante literatura en esta lengua, y no sólo literatura cristiana , aso­ciada al impulso evangelizador, sino también numerosas traducciones de autores griegos clásicos. Pues bien, cuando, en el curso de los si­glos V III y IX sobre todo, los califas de Bagdad se propusieron traducir a su lengua aquellas parcelas del saber griego que más les interesaban (fundamentalmente la filosofía y las cienc ias), resultó mucho más cómodo traducir las obras de Ari stóte les, Ga leno, Euclides o Tolomeo de l cercano siriaco que no directamente del griego (por ejemp lo, de Ga leno sólo se tradujeron directamente del griego nueve obras, frente a las 130 vertidas a partir del siriaco) 63. De este modo entraron en el léx ico árabe gran cantidad de términos gri egos, especia lmente de bo­tánica. como veremos ; y estas palabras no tardaron en llegar a la Pe­nínsu la. pasando algunas de e ll as al romance andalusí y luego al cas­tellano.

('.1 ce Wal ze r. 1962; F. Rosenthal. Das Fo/,¡!ebell de/' Am i"e ill !S!WII. Zúrich­Stuttgart. 1965; y sobre todo Vernet. 1999. 11 7 ss. (<< la técni ca de las traducc iones» l.

102 Los helenismos del español

Según los datos que hemos recogido del diccionario de Corriente, son poco más de cien los helenismos españoles llegados a través del árabe, lo que supone un porcentaje muy pequeño sobre el total de he­lenismos (decenas de miles); y hay que decir además que no pocos de ellos están ya en franco retroceso o en total desuso (cosa que ocurre en general con el léxico español de origen árabe).

Si nos fijamos en la distribución de estas palabras por campos se­mánticos, el grupo más abundante es el constituido por los nombres de plantas, tanto las cultivadas como las si lvestres: acelga, acemite, adelfa, ajenabe, albaricoque, alberge/albérchigo, alcamonías, alcane­ría, alcaparra, alcaravea, alfóstigo, alharma, alhuceña, almáciga, al­maro, altramuz, azufaifa/o, anfión, arroz, bellota, cazuz, estragón, sán­dalo, zanahoria (cf. después sobre esta palabra).

También son numerosos los términos técnicos relacionados con la construcción, nombres de objetos e instrumentos, etc.: abitaque, ación, alcaduz, alcántara, alcartaz, alconcilla, alcribís, aliara, aljez, almo­cárabe, azulaque, balate/albalate, calibre, candil, carrazón, colcótar, corma, falquía, fanal, gálibo, matraz.

Otros grupos menos abundantes serian los relacionados con el mundo animal , especialmente los peces (atún, calamón, cherna, jibia, jurel), con las pesas y medidas (adarme, almudín, alquez, arrate, cahíz, quilate, quintal), con la indumentaria y las telas (albornoz, alcorque, botarga, cendal, enjalma, jamete, mandil, marlota, zaragüelles), con el mundo militar y náutico (alcázar, alefriz, almajaneque, almirante, carcaj, carraca, tifón), con las ciencias (alambique, álcali, alquimia, amalgama, calamita, elixir, guarismo y algoritmo, jaqueca, mazacote, natrón, safena), con las piedras preciosas (abalorio, abenuz, talismán, zafiro), con los alimentos (albóndiga, arroz, azúcar, gazpacho, maza­pán, mazamorra, zumo), con la música (guitarra, tambor, quizá tecla) o con el comercio y las profesiones (albéitar, alcaicería, alhóndiga); sin contar con algunos genti licios como copto, quizá andaluz, o nom­bres propios como Almagesto (nombre de una obra de Tolomeo).

Hay que decir que no todas las palabras mencionadas tienen una etimología segura; hay bastantes casos dudosos, y el lector podrá en-

Clasificación de los helenismos españoles ... 103

contrar no pocas divergencias si consulta las dos obras de referencia que hemos utilizado, es decir, los diccionarios de Corominas y de Co­rriente . En todo caso, no es ni mucho menos nuestra intención co­mentar una por una las etimologías de todas esas voces, sino más bien tratar de establecer una tipo lo g í a entre los helenismos españoles de transmisión árabe (o al menos relacionados de algún modo con esta lengua), pues los orígenes y vías de llegada de todas esas pala­bras ofrecen bastante variedad. Creemos que, a modo de ensayo, se podrían distinguir los siguientes casos:

a) Palabras de origen griego adoptadas por el árabe (normalmente por intermedio del arameo o siriaco, ver supra) y llegadas así al romance peninsular (ya sea por vía oral o escrita), ocasionalmente también a otras lenguas europeas, a través de España. Ejemplos 64 :

XUj.u;ía > ár. el. kimiyii (a través del sir.) > ando > al-quimia (ing. al­chemy, fr. alchimie, etc.)

~íppoC; > ár. el. bumus > and o albumús > albornoz.

Este es sin duda el grupo más importante y numeroso, aunque, como se ha dicho, hay bastantes casos en los que puede plantearse la duda de si una palabra castellana de origen griego ha llegado a través del árabe o del latín vulgar (caso, por ejemplo, de zumo, gr. ~Cúlló<; , neo árabe züm, pero la palabra no está atestiguada en árabe andalusí ; veáse Corriente y Corominas S. V. zumo). Por otro lado, algunos de los étimos griegos involucrados son de origen semítico u oriental , por ejemplo acemite ('flor de harina ', ár. cl. samid < gr. CJEIlí.8aAl<; , de origen acadio).

En otros casos, F. Corriente desmiente categóricamente el su­puesto origen griego de la palabra árabe de la que procede la cas­tellana; véanse por ejemplo las entradas correspondientes a ala­crán ('ictericia'), alcofa, algaderas, andrómina.

64 Abreviaturas para lo que sigue: ár. cl. = árabe clásico; aram. = arameo; ando = árabe andalusí ; sir. = si riaco; romand. = romance andalusí ; casI. = castellano; blat. = bajo latín.

104 Los helenismos del español

b) Palabras de origen griego adoptadas por el árabe y entradas en castellano a través de otras lenguas europeas (francés, portugués, italiano, etc.). Sirva como ejemplo talismán, tomada del francés en el siglo XVIII (la voz francesa procede del neopersa, que la to­mó del árabe y éste del griego l'ÉAEcrl.la «rito religioso»)65.

c) Palabras de origen griego en las que se ha supuesto el paso por el árabe, pero que en realidad es más probable (según F. Corriente) que hayan entrado en castellano a través del latín vulgar o de otras lenguas románicas (como el italiano); tal sería el caso de endibia (gr. EVLU¡30<;), gúmena (gr. lWOUIlÉVT} scilicet «cuerda») o tecla « thecula, dim. de 8f]KT} «caja»; pero cf. DCECH s. v.).

d) Palabras de origen griego entradas en el latín vulgar y cuya forma castellana refleja la pronunciación o la morfología (o ambas) de dicha palabra en el árabe andalusí o en el romance andalusí ; así se explicaría, por ejemplo, la variante jibia, frente a sepia « crT}7tí.a), o también voces como almorranas « *haemorreuma < aíllóp­POta), alcaparra (gr. Ká1t7tapl<;; la conservación de la Ipl de­muestra que el préstamo no se hizo en Oriente), alcanería ('alca­chofa', gr. Klvápa), jurel (and. suríl, formado sobre saurus < craupo<;), enjalma (formado sobre blat. salma < sagma < gr. cráYlla) o la discutida gazpacho (según Corriente, procedente de un ro­mando gazpelaco que derivaría en última instancia del gr. ya~o­

cpuAáKlOV «cepillo de iglesia», ver Corriente, S. V. para la evolu­ción semántica).

e) Palabras de origen árabe que han entrado en castellano (y normal­mente también en otras lenguas) a través del griego medieval; se­ría el caso por ejemplo de

almirante < blat. amiratus < gr. medo UlllpáC; < ár. cl. amir «coman­dante»

t) Latin ismos del griego que han llegado al castellano a través del árabe (con paso intermedio por el arameo o siriaco), como es el

65 Ver Corriente, 1999, s. v. anflón. natrón. calibre. estragón (entre otras).

Clasificación de los helenismos españoles ... 105

caso de quintal (lat. centenarius), almudín (lat. modius), alquez (lat. sextarius > gr. ~ÉcnllC;) , candil (lat. candela), alcaicería (lat. Caesar > gr. KmcrápEw ) o

alcázar < ár. e l. qa:¡r < gr. medo Ká aTpov < la!. castra «campamento militan> 66.

g) Palabras de origen griego que están doblemente representadas en español - a veces con sentidos distintos - , según hayan entrado a través del griego/latín, de otras lenguas románicas o a través del árabe:

fonda/alhóndiga < gr. n:a vooKElOV (fonda a través probo de la lingua franca, alhóndiga del ár. el. funduq).

En algunos casos se trata de palabras de origen latino (como mantel/mandil, la primera directamente del lat. mantele, la segun­da a través del griego y después del árabe); en otros se trata de vo­ces de origen oriental, como es el caso de berilo/abalorio (la pri­mera tomada directamente del gr. ~f]PUAAOC;, de origen dravídico; la segunda es de origen árabe en español, aunque no es seguro si el árabe lo tomó del griego o de otra lengua, en todo caso remonta al mismo étimo dravídico) o de ébano/abenuz (la primera del gr. €~EVOC; , de origen africano, quiza nubio; la segunda tomada por el árabe al griego).

h) Palabras de origen oriental, a veces no bien conocido (en todo ca­so ni griego ni árabe), cuya vía de entrada en Europa no siempre se conoce con detalle y que son con frecuencia del tipo de lo que se ha dado en llamar «palabras viajeras», por estar atestiguadas en numerosos idiomas (algunas son tecnicismos, por ejemplo en rela­ción con la joyería y otras técnicas).

Aquí entrarían voces españolas como arroz (gr. opu~a , and o arráwz; ambas proceden en última instancia del tami l, lengua drá­vida) , sándalo (gr. cráV"WAOV, ár. :¡andal; ambos de origen sáns-

66 Sobre esta palabra ver también Lüdtke, 1974, 158-59.

106 Los helenismos del español

crito), berilo (ver apartado anterior), azúcar/sacarina (gr. cráKXa­pov, ár. sukkar, ambas de origen indio) , zafiro (gr. crámpElpo<;, de origen semítico, ár. $afir), zaragüelles (gr. crapá!3apa, ando Sa­ráwil; el origen es persa, es probable que el árabe haya tomado la palabra del griego), cendal (etimología dudosa, quizá relac ionado con gr. owocí:Jv, de origen oriental), carcaj (en última instancia , procedente del persa tarkash , aunque los detalles de su penetra­ción en Europa a través del griego bizantino y del papel del árabe en la forma castellana no están demas iado claros, ver DCEC H y Corriente, 1999).

i) Son frecuentes en las voces llegadas a través del árabe las conta­minaciones semánticas, las etimologías populares y, en general , las palabras que han sufrido una gran deformación. Pondremos va­rios ejemplos (en la medida en que tengan que ver con el griego) :

- algoritmo. Originalmente, alguarismo, guarismo, procedente del nombre del sabio del siglo IX Alxuwarizmi, autor de una importante obra matemática que se tradujo en Toledo con el tí­tulo de De numero Indorum . Posteriormente se produjo en el propio latín medieval la contaminación con el gr. aritmo- «nú­mero», dando lugar a algo~ilmo (estamos ante lo que L. Deroy llamaría una etimología «seudo-erudita») 67 ;

- almocárabe 'adorno arquitectónico' , un caso realmente com­plicado. Hay que partir del ár. cl. muqarnas, que está relaciona­do con qurnas « gr. Kopwvl<; «curva»); de ahí, por cruce se­mántico con qarbás «construir» « gr. KPl17t1<; «fundamentos de una construcción»), resulta el and o almuqárbas, de donde , por contaminación con árabe, la forma castellana final ;

- zanahoria. Del gr. crLaqmAlvl1 aypla «zanahoria s ilvestre» de­riva e l muy deformado and o safannáryah , de donde la voz cas­tellana.

j) Finalmente, hayal menos un caso de una voz espai10la que es el resultado del calco probable en árabe de una palabra griega: ja-

67 Deroy, 1980, 288 (sobre tifón, palabra que ya hemos visto en § 7. 1 l.

Clasificación de los helenismos españoles .. . 107

queca, cuyo étimo en árabe clásico (saqiqah) significa «lado o mi­tad exacta de un objeto doble», y debe de ser un calco o traduc­ción del gr. i])lLKpavia, formado con i])lL- «la mitad» y Kpaviov «cráneo» (por afectar sólo a la mitad del hemisferio craneano; de la voz griega procede esp. migraña).

Esto es, en apretada síntesis, lo que podemos decir sobre la apor­tación de helenismos al castellano por mediación árabe; como se ve, la contribución al léxico científico y filosófico , más allá de algunos términos muy señalados (alquimia, elixir, amalgama) es escasa - lo que se explica, entre otras cosas, por la propia técnica traductoria ára­be - , destacando en cambio todo lo relacionado con la agricultura y la técnica de la construcción.

§ 9.2. BIZANTI N ISMOS, ITALIANISMOS, GA LIC ISMOS

§ 9.2.1. Bizantinismos

Terminaremos este apartado haciendo referencia a otros grupos de helenismos medievales que son lo suficientemente nutridos como pa­ra dedicarles cierta atención. Entre ellos están los «bizantinismos» 68,

es decir, palabras en uso en el griego bizantino y que han llegado al español medieva l por vías diversas, unos a través del latín (eclesiásti­co, científico, etc .), otros a través de otras lenguas románicas (como los distintos dialectos italianos) o incluso directamente del griego (los que han entrado a través del árabe se han visto en § 9.1).

Hay que decir que, en parte, esta categoría de los bizantinismos se solapa con lo que hemos llamado helenismos patrimoniales y semi­cultos (cf. § 7), pues en ocasiones es imposible decir si tal palabra ha entrado en el latín en época imperial (antes del siglo v) o ya en tiem­pos bizantinos. También hay que guardarse de atribuir origen bizanti­no a cualquier palabra que exhiba muestras de itacismo, pues, como

68 Cf. F. Galiano, 1969, § 27-32 ; Lüdtke, 1974, § 3.6; Kahane, 1966 y 1972; R. Adrados, 1999, 230 ss. ; a lgo en Biville, 1985 .

108 Los helenismos del espaiiol

hemos visto en § 8, este fenómeno ya está ampliamente documentado en helenismos de época imperial (a partir del siglo I d. C).

Por lo demás, las razones históricas que explican la entrada de to­das estas palabras en castellano son bien conocidas: desde la ocupa­ción de una parte de la península Ibérica por los bizantinos en los si­glos VI-VII, pasando por las expediciones de los cruzados al Medite­rráneo oriental (a partir del siglo XI) y acabando con la ocupación de algunas partes de Grecia por parte de la Corona de Aragón (siglos XIV-XV), ya en tiempos del incipiente Humanismo, fueron muchas las ocasiones para este tipo de trasvases léxicos.

Entre los bizantinismos más o menos seguros en español tenemos: algalia « EpyaAElOV), almidón « al.!I)AOV, con influjo del artículo árabe), anís « aVlO"ov), besante « Su~áv1lov , moneda de Bizancio), botica « a1t08TjKTj; cf. 7.1, f, para bodega). carabela « KápaSo<;), carestía « XaplO""t"EÍa), carnaval « a través del italiano, del lar. car­ne/evare, calco de a1tÓKpEw<;; cf. esp. carnestolenda::,). catastro « Ka"t"áO"1lXov), endibia « EVWSOV, cf. DCECH), escala « O"KáAa), es­clavo « O"KAáSo<;), faisán « <l>amavó<;, del río F asis), galera « yaAf:a), galimatías « Ka-ra Ma-r9alov), letanía « AlLavEÍa), malva­sia « de la ciudad de Monembasiá), matizar « ArlllllaLi~w), nólit(o) 'flete' « vauAov, a través del catalán), paráclito « 1tapáKATj"t"O<;, de­signación del Espíritu Santo), petróleo « 1tE"t"Pf:AatOV, con contami­nación de lat. o/eum). protocolo « 1tPW"t"ÓKOAAOV), quemar « Ká"illa, de Kaiav), romero « pWI.WlO<;), sándalo « O"ávmAov, quizá a través del árabe), tapiz « m1tTj1lov, dim. de "t"á1tTj<;, a través del francés) , tortuga « mpmpouxo<;), trabajo « lar. tripalium , que podría ser un calco de "t"pl1táO"O"aAov «instrumento de tortura»), trisagio « "t"plO"á­YlOV), zampoña « O"UI.l<j)wvia).

§ 9.2.2. Italianismos

En muchas de estas voces griegas llegadas al castellano es clara­mente detectable la mediación italiana. Esto se explica ante todo por el papel fundamental que ciudades como Venecia, Génova o Pisa de-

Clasificación de los helenismos españoles ... 109

desempeñaron en lo que Lüdtke llama la «revolución comercial» de la Baja Edad Media (sobre todo en los siglos XIII-XIV), originada en el norte de Italia y cuyos efectos se dejaron sentir en todas direccio­nes 69. Además, los dialectos italianos formaron la base principal de la «lingua franca», una especie de koiné comercial de difusión por todo el Mediterráneo, en la que también había bastante léxico griego, ára­be, catalán, etc.; de ahí que predominen en este capítulo los términos re lacionados con la navegación y el comercio (Venecia y Génova eran ante todo potencias marítimas y comerciales) .

Así entraron en el castellano voces como anchoa « a<púr¡, ver DCECH para los detalles) , archipiélago « archi- , rtÉAOYO<;), el sufijo archi- (cf. § 1.1), quizá archivo « apXElov), bronce « *¡3póvnov, relacionado con la ciudad de Brindisi), brújula « rtu<;í.<;), calma « KOÜ~.ta) , chusma « KÉAEUcr~O «voz rítmica del cómitre»),fanal « <po­vápt, quizá a través del árabe), góndola « KOVTOÚpO), gruta « KPUrt"tlÍ , cf. § 3.3 para la fui) , mostacho « ~OUO""táKtOV), piloto « *rtr¡8w"tr¡<;, de rtr¡8óv «timón»), póliza « artÓ8Et<;t<; «prueba, demos­tración») .

§ 9.2.3 . Galicismos

Finalmente, es considerable el número de helenismos que han lle­gado al castellano medieval procedentes de Francia, desde los présta­mos más tempranos (lo que se ha dado en llamar influencia galorro­mánica) , pasando por la intensa influencia lingüística experimentada a raíz de la reforma cluniacense, la apertura del camino de Santiago (pensemos en términos como canonjía, ángel, hereje, monje) y la con­siguiente presencia de «francos» en la península 70 . Incluimos aquí , por tanto, tanto el francés propiamente dicho (la langue d 'oil) como el

69 Lüdtke, 1974, § 3.6. 70 En general , cf. Lüdtke, 1974, § 3.5.4. (<<préstamos de vocabulario franceses y

provenzales en espaiiol») y Lapesa, 1981 , § 42 Y 51 ; aparte de DCECH, donde se expli­ca detalladamente la historia de todas estas voces. Sobre los ga licismos espaiioles (prosódicos y morfológicos) , véase Garcia Yebra, 1999.

110 Los helenismos del español

provenzal u occitano, y en ocasiones el catalán. Los principales indi­cios de origen ultrapirenaico son, aparte del acento (cf. § 6.7.1), el fi­nal en I-el en sustantivos masculinos, frente al esperado en 1-01; y la apócope de la vocal final (cf. § 7.1).

Podemos mencionar las siguientes palabras (en general omitimos la voz latina intermedia) : ángel « aYYEAO¡;), apóstol « cmÓCrrOAO¡;, quizá occitanismo), (arci)preste « 1tPE<J!3ÚTEPO¡;), avestruz « <JTpOU-8iwv, occitanismo), canc¿njía y calonge « KaVOVtKÓ¡;), chimenea « Ká)ltvo¡;) , cisne « KÚKVO¡;), codoñate ' dulce de membrillo ' « KU­OWVtOV; a través del catalán según Corominas), cofre « KÓ<ptVO¡;), coral « KopáAAtOV), cristal « KpÚ<JTaAAO¡;, posiblemente galorro­mánico) , gazafatón « KaKÉ)l<paTOV «cosa malsonante»), goldre (su­poniendo que venga de lat. corytus < YWPUTÓ¡; «carcaj»), golfo « KÓA-1tO<;, quizá a través del catalán), golpe « KóAa<pO¡;), gozne « YÓ)l<pO¡;) ,

hereje « atpEUKÓ¡; «miembro de una secta»),jengibre « ~tyyi!3Ept¡; ,

cf. § 3.4), metal « )lÉTaAAOV, a través del catalán; sobre medalla, cf. DCECH), monje « )lovaxó¡;), papel « 1tá1tupo¡;, a través del catalán), perejil « 1tETPO<JÉAtVOV, occitanismo), reloj « wpoAóytOv, a través del catalán), rima « pu8)ló¡;, occitanismo; hay otras formas medie­vales como rimo), timbre « TÚ)l1taVOv, de donde también tímpano y témpano), trébol « Tpi<pUAAOV) y algunos nombres de pila (Jorge, Esteban, Cosme, Ginés, etc.).

CAPÍTULO IV

LA ADAPTACIÓN DE LOS HELENISMOS A LA MORFOLOGÍA FLEXIV A ESPAÑOLA

§ 10. EL PRÉSTA MO Y LAS C L ASES D E P ALABRAS

Entramos ahora en el siguiente nivel de lengua en el que se efec­túan préstamos entre las lenguas, en este caso del griego al español: el de las palabras paradigmáticas y los morfemas gramaticales. Lo prime­ro que cabe preguntarse es qué clases de palabras se prestan con mayor facilidad de unas lenguas a otras. Antes de establecer distinciones gra­maticales, podría hablarse del «vocabulario básico» de las lenguas, concepto formalizado por primera vez por M. Swadesh y R. Lees en los años 50 en el marco de sus investigaciones sobre «glotocronología lé­xico-estadística» (sobre la tasa de cambio en el vocabulario de una len­gua a lo largo de los siglos). Se trata de palabras o en su caso morfemas como: pronombres personales (yo, tú, nosotros); deícticos (esto, aquí, allí); conjunciones (que, y); cuantificadores (mucho, poco, todo); sus­tantivos como hombre, mujer, pez, árbol, sol, luna, piedra, camino, hueso, sangre; partes del cuerpo (mano, p ie, cabeza); adjetivos como grande, largo, bueno, redondo, frío, caliente; colores básicos (blanco, negro, roj o); verbos como comer, ver, dormir, saber, morir, andar, vo­lar, sentarse, hablar l. Se trata, como puede comprenderse fácilmente,

I Puede verse una lista de cien palabras en D. Crystal , Enciclopedia del lenguaje, ed. esp., Madrid, 1994, p. 33 1.

112 Los helenismos del español

de nociones presentes en todas las lenguas del mundo, por lo que en principio no hay razones para que una las tome prestadas de otra; sin embargo, son muchas las excepciones que se documentan, sobre todo por razones de prestigio social de una lengua, de tabúes diversos, etc. 2

Si consideramos ahora las palabras por categorías o clases 3, re­sulta comprensible que las más fácilmente exportables de una lengua a otra sean los sustantivos, pues el préstamo típico entre dos lenguas es el que afecta a un objeto o concepto desconocido para la receptora (un producto natural o manufacturado, un animal exótico, una institu­ción, un concepto filosófico, científico o religioso, etc.; así, por ejem­plo, en el español del siglo XVI el objeto «patata» del náhuatl o, en el del xx, el concepto de «cibernética» del inglés)4. Entre los adjetivos será más fácil que se exporten los derivados de un sustantivo (como filosófico, teológico) que los radicales, que designan cualidades bási­cas (por ejemplo los españoles bueno, grande, alto, verde); pero, co­mo se ha dicho, puede haber muchos factores que induzcan a la adop­ción de un adjetivo «básico»: así, el español blanco es un préstamo

2 Es decir, lo que Deroy, 1980, cap. VII, llama genéricamente «raisons du coeuo>, para distinguirlos de los préstamos por «necesidad práctica».

J Puesto que se va a hablar de lenguas indoeuropeas (griego, latín, español), da­mos por buena, a efectos prácticos, la división tradicional por categorías (sustantivo, adjetivo, pronombre, artículo, verbo, preposición, conjunción, adverbio, interjección); pero téngase en cuenta que, en el momento en que este tipo de estudios se extiende a lenguas tipológicamente alejadas de las nuestras, distinciones como la de sustanti­vo / adjetivo o incluso la de nombre / verbo quedan en entredicho o son sencillamente inútiles y hay que proceder con otro tipo de categorías más abstractas. Cf. por ejemplo J. C. Moreno Cabrera, La lingüística teórico-tipológica, Madrid, 1995; cf. también Vi llar, 1996, 262 ss. (sobre lenguas con un número exiguo de adjetivos).

4 Puede verse un porcentaje de helenismos del latín, por categorías gramaticales, en André, 1971, 117; sobre una posible escala de «adoptabilidacb>, cf. Laguna, 1995, 9. También puede ser de interés consultar los porcentajes que ofrece E. Haugen (<<The Analysis of Línguistic Borrowing», Language 26, 1950, 210-3 1), referidos al sueco y al noruego hablados en los Estados Unidos (71-75% para los nombres, 18-23% para los verbos, 3-4% para los adjetivos, 1 % para preposiciones y adverbios, 1% para inter­jecciones).

La adaptación de los helenismos a la morfología ... 11 3

del germánico blank (cuyo sentido primario es el de «brillante»), que desbancó al original albo (lat. albus).

y algo parecido cabe decir de los verbos: es mucho más fácil im­portar verbos ingleses o franceses del tipo de informatizar, mecani­zar, nacionalizar que no los que designan acciones o procesos básicos como los mencionados en la li sta anterior. Aparte de esto, es mucho más fácil importar verbos cuando la conjugación es similar en ambas lenguas (caso del griego y latín), o cuando se comparte un sufijo ver­bal (como -izar y sus equivalentes en otras lenguas europeas); así se ex­plica la ausencia de verbos entre los arabismos españoles, por la gran diferencia que hay entre la conjugación semítica del árabe y la in­doeuropea del español.

Estas tres categorías - sustantivo, adjetivo, verbo - son con mu­cho las más frecuentes en el préstamo. Las demás - es decir, adver­bio, artículo, conjunción, preposición, pronombre - son, si bien se mira, palabras sin apenas significado propio, meros índices gramati­cales, cuyo campo de alcance se limita al «mundo en que se habla» (por usar los términos de A. García Calvo), no al «mundo de que se habla»; cuanto más gramatical (y menos léxico) sea el elemento en cuestión, más dificil o improbable será el préstamo. De ahí que el préstamo de conjunciones, preposiciones, pronombres y adverbios sea raro, aunque se pueden citar ejemplos de todos ellos (normalmente en situaciones de bilingüismo): así , está documentado el uso habitual de las conjunciones españolas pero, porque y otras en náhuatl (lengua indígena de Centroamérica), y de las francesas parce que, mais en lenguas del África francófona; los pronombres personales ingleses they, them están tomados del escandinavo medieval , etc. 5

Por la misma razón, es relativamente dificil la exportación de pre­fijos, sufijos o interfijos, aunque también aquí hay que distinguir en­tre, por ejemplo, sufijos para la formación de sustantivos, de adjetivos o de verbos, y morfemas específicamente flexivos, como pueden ser los que marcan número o caso en los nombres, o los que señalan la

5 Más casos en Deroy, 1980, 71-72.

114 Los helenismos del español

persona, tiempo, modo, etc. en los verbos. Así, mientras son muy nu­merosos los ejemplos de lo primero, gracias a su presencia previa en un número considerable de préstamos léxicos (sufijo -íCco en verbos españoles como humanizar, socializar; -LKÓC; en adjetivos como cár­nico; sufijo inglés -ing, etc. ; cf. § 12.2), son muy raros los de lo se­gundo, como es el caso del préstamo por parte del verbo rumano (dialectal) de dos desinencias personales del verbo búlgaro 6.

Por lo demás, es fácil hacerse cargo de que el caso del latín con respecto a las lenguas romances, o del sánscrito con respecto a las lenguas indoarias modernas, es considerablemente diferente de la si­tuación de, pongamos por caso, los préstamos entre lenguas no empa­rentadas entre sí, como el persa y el árabe, o incluso entre lenguas de la misma familia indoeuropea pero separadas del origen común por miles de años de evolución propia, como el latín y el celta o el ruma­no y el búlgaro. En el caso del latín y el español, el préstamo culto de la lengua madre ha sido tan constante a lo largo de los siglos, en todos los niveles de la lengua, que, al menos durante los primeros tiempos, se puede hablar, más que de préstamos de una lengua a otra, de una auténtica diglosia 7; lo que no deja de ser importante para nuestro es­tudio, si tenemos en cuenta el papel mediador que ha tenido el latín en la adopción de helenismos en todas las lenguas europeas.

Una vez dicho esto, podemos pasar a estudiar los helenismos lé­xicos españoles por categorias gramaticales, empezando por la más numerosa, la de los nombres (sustantivos y adjetivos); ahora nuestra atención, lógicamente, se centrará ante todo en explicar el tipo de adaptación morfológica que han tenido que sufrir para incorporarse al sistema español (para las cuestiones de transcripción, cf. § 6).

6 Citado por Heath, 1994, 388; cf. también Weinreich, 1974, 78. Sobre la posible adopción por parte del latín dellI milenio a. C. de la desinencia griega en -ai para el nominativo plural de los femeninos (antes en -as), cf. Villar, 1996, 534.

7 Lüdtke, 1974, § 5.1., considera que la diglosia latín-románico terminó en la épo­ca de Carlomagno (siglo IX).

La adaptación de los helenismos a la morfología ...

§ 11. ADAPTACIÓN D E LOS HELEN ISMOS A LA

MORFOLOGÍA ESPAÑOLA

11 5

Del mismo modo que los helenismos en general han tenido que acoplarse a las condiciones fonemáticas del español , así los sustanti­vos y adjetivos en particular han tenido que sufrir algunas modifica­ciones para entrar en el sistema flexivo de nuestra lengua s. En gene­ral la adaptación no supone demasiados problemas, y ello tanto por la cercanía tipológica de ambas lenguas (herencia común del indoeuro­peo) como por el precedente que supone la adopción de numerosos helenismos en latín. Esta adaptación, por lo demás, es de hecho una reducción, si comparamos los cinco casos, los tres géneros y los tres números del griego con la declinación española, reducida a la oposi­ción singular/plural y con presencia del género neutro sólo en el sis­tema pronominal (en otros casos puede ser al contrario, como cuando los lituanos de los Estados Unidos, al escribir su lituano americaniza­do, declinaban una palabra como strike casi como lo habría hecho el indoeuropeo, con siete casos y tres números, incluyendo el dual) 9.

§ 11.1. S U STANTIVOS }O

De los cinco tipos de temas que hay en latín, en -a, en -o, en con­sonante (incluidos los temas en -i). en -u y los de la «quinta», el espa­ñol - a través del latín vulgar- ha suprimido los dos últimos tipos, convirtiendo los pocos sustantivos supervivientes en temas en -o (los de la 4.": fructus > Fu/o , manus > mano) y en temas en -a (los de la

H En general sobre el problema de la adaptación morfol ógica de los préstamos (in­cluyendo el problema del género, a veces agudo entre lenguas tipológ icamente di stan­tes), cf. Deroy, 1980, 252 ss.

9 Cit. por Deroy, 1980, 256- 7. 10 Para los nombres propios remitimos a F. Galiano, 1969. § 169-250.

116 Los helenismos del español

5.a: dies > día, rabies > rabia) . Los únicos restos de estas declinacio­

nes son algunos cultismos como espíritu, ímpetu o tribu y algún que otro «latinismo en crudo» como lapsus, rictus o caries. Así que nos quedamos en español con temas en -o, en -a y en -e (o en consonante n, r, 1, s, d, z, por apócope de la -e). Además de esto, se pierde en sus­tantivos y adjetivos el género neutro, relegado como categoría grama­tical al sistema pronominal (esto, eso, aquello, ello, lo).

§ 11.1.1. Temas en -o

Pues bien, como hemos dicho, los sustantivos griegos se adaptan sin mayor dificultad a estas condiciones morfológicas. Los t e m a s e n -o (larga o breve) pasan a ser temas en -a, femeninos en su ma­yor parte (ayopá > ágora). Los masculinos griegos con nominativo en -11<; , de acuerdo con el precedente latino, se convierten en general en masculinos en -a, pasando a engrosar la categoría de sustantivos del tipo de homicida, colega, etc. (así 1tOl11'tlÍ<; > lat. poeta > poeta); el único grupo que en español pasa regularmente al género femenino es el de los nombres de minerales, gemas, etc. (pirita, antracita, etc.) 11 .

Respecto a los femeninos con -o larga, que en ático y la koiné aparece como -11 (excepto ante €, l, p), el español ha tenido dos op­ciones: una, convertirlos sin más en temas en -a (1tOpO~OA,lÍ > lat. pa­rabola > palabra, parábola); la otra, conservarlos como temas en -e, confundiéndose así con la categoría de sustantivos de origen latino como parte, nave, etc . (por ejemplo, olOcr'tOA,lÍ > diástole, sístole, etc.). En algún que otro caso coexisten ambas posibilidades, con sig­nificados distintos: así hipérbole (en retórica) e hipérbola (en mate­máticas), ambas de Ú1t€P~OA,lÍ, o síncope (en medicina) y síncopa (en gramática y música), ambas de crUYK01tlÍ . A veces se ha producido cambio de género, como en ayá1t11 (fem.) > ágape (masc.), favoreci­do sin duda por el comienzo por l aI tónica (cf. el águila, etc.).

En estos temas en -o tampoco faltan casos en que lo anómalo de la terminación española se debe a influjo de la voz francesa correspon-

\\ Véase para más detalles la parte relativa al sufijo -ita, -ista, § 12.2.1.1.

La adaptación de los helenismos a la morfología ... 11 7

diente, por ejemplo molibdeno (gr. ~oAóB8mva , fr. molybdene), ocre (gr. wxpa, fr. ocre), omóplato (gr. cD~07tAá1'll , fr. omoplate), etc. 12 .

§ 11. 1.2. Temas en -o

Los t e m a s e n -o, masculinos, femeninos o neutros, pasan en español a ser temas en -o masculinos: ó E<PllBo~ > el efebo, f] ~É808o~ > el método, 1'0 CJKíi7t1'pov > el cetro.

Hay unos cuantos cult ismos (neutros en g riego) que han conser­vado su -n final del singular: asíndeton, colon, épsilon, hipérbaton, isquion, polisíndeton, tetragrámaton y algunos más; sobre la acentua­ción aguda anómala (en casos como enquiridión, cronicón, panteón, esternón), véase § 6.7. l. Otros se utilizan sólo en plural , y así no pre­sentan problemas en la terminac ión : propileos, Paralipómenos, pro­legómenos.

En cuanto a los masculinos, hay bastantes casos en que, por in­fluencia francesa, nos encontramos con la terminación -a o -e. Algu­nos ejemplos en -a: estratega (gr. CJ1'Pa"CllYó~ , fr. stratege), rapsoda (gr. pm¡t(¡)8ó~) , psiquiatra y demás compuestos en -iatra (gr. {a1'pó~ «médico»), Rodas (gr. ' Pó8o~, fr. Rhodes); hay casos más bien raros, como navarca o polemarca (gr. vaúapxo~ , 7tOAÉ~apxo~) , en que se cruza la influencia francesa (navarque, polémarque) con la analogía con otras palabras terminadas en -arca (monarca < lat. monarcha < ~ovápXll~ , etc.). Ejemplos con -e: Chipre (gr. Kú7tpo~), etc.; muchos de ellos son muy antiguos, y algunos como golpe pueden incluso re­montar a época galorrománica (cf. § 9.2 .3).

Hay también una serie de nombres propios, la mayoría de ciuda­des o is las, que han conservado (con vaci lac iones) la -s original del nominativo, probablemente por imitación del francés : Amorgos, Les­bos, Tartesos, Claros, Pafos, Cronos, Helios, etc. El único nombre común que presenta esta particularidad es cosmos (fr. cosmos) 13 .

12 Cf. García Yebra, 1999, bajo las voces correspondientes. 13 Para los nombres propios, cf. F. Ga liano, 1969, § 190-92; cf. también García

Yebra, 1999, s. v. Amorgas y cosmos.

118 Los helenismos del español

Finalmente, tampoco faltan ejemplos de temas en -o cuyos plura­les neutros en -a han acabado por convertirse en singulares femeninos en español (cf. lat.folia > hoja, ligna > leña, etc.), como en el caso de 10 f3lf3Ala > Biblia, de 10 oVÉK801a > anécdota, de 10 xpOVlKO > crónica, o de KEpoma (pI. de KEpomov) > cereza. 14 De los temas contractos (como vofx;) no ha quedado rastro en español.

§ 11.1.3. Temas en oclusiva

Los sustantivos españoles descendientes de los temas de la tercera declinación latina sufrieron en la Edad Media apócope de la -e, fenó­meno casi general durante los siglos XII y XIII (cf. vite(m) > vid, pace > paz, mare > mar, sole > sol, mense > mes, pan e > pan), del que sólo se salvaron aquellos en los que la -e iba precedida en castellano de dos o más consonantes (hombre, puente, muerte, orbe, carne).

Los temas griegos e n o c 1 u s i v a, por su parte, deberían aco­modarse en principio a la categoría española de sustantivos en -e, mas­culinos y femeninos, sin sufrir apócope - que provocaría un incómo­do fmal en oclusiva- más que en algún que otro caso excepcional (como áspid; hay variantes antiguas como aspe y áspido, cf. § 4.7). Como ocurre con las palabras patrimoniales, se toma como base de derivación el acusativo singular en su forma latina; así tenemos:

yiyar;, -v'tOr; > ae. gigantem > gigante (mase.) xAa¡.l\X;, -úoor; > ae. chlamydem > clámide (fem.).

Pero lo cierto es que muchos de estos femeninos, que deberían terminar en -e, se han pasado a los temas en -a, como es el caso de égida (aiyl<;, ac. lat. aegidem), siringa, nereida, carótida, olimpiada, miríada, mónada, tríada, algún masculino como nómada, etc. Tenien­do en cuenta que algunas de estas voces están atestiguadas ya en épo­ca medieval, hay que descartar la idea de que haya podido influir en ello el hecho de que el acusativo griego termine en -a (aiyl8a); en

14 También algunos nombres de fiestas antiguas (pero siempre en plural en espa­ñol), como Dionisias, Panateneas, etc., cf. F. Galiano, 1969, § 203-5.

La adaptación de los helenismos a la morfología ... 119

realidad, como casi siempre, la explicación hay que buscarla en el francés, cuya terminación habitual -e (triade, Olympiade) es muy fre­cuente que se convierta en -a en español. También el francés debe de ser responsable de algún que otro sustantivo que se ha pasado a los masculinos en -o, aunque fuera originalmente femenino en griego (como eAjltVe;, -tv8oe; «gusano» > plat-elminto, en vez de *platelmin­te; o como bólido, gr. f3oAíe; «objeto arrojadizo») 15.

Respecto a los temas en gutural torpemente transcritos del nomina­tivo, con el consiguiente problema para la articulación (8(Í)pa~ > tórax, etc.), ya hablamos de ello en § 4.7. No suponen problema articulatorio, en cambio, otras formas excepcionales tomadas del nominativo de los temas en -b o -V"! y ya muy aclimatadas en español, como iris « [pte;, tptbOe;), Artemis (mucho más común que Artémide y en todo caso pre­ferible a Artemisa), atlas (con otro sentido, atlante), etc .

Finalmente, mencionaremos el caso de los compuestos de 7tOÚe; (<<pie»). Por un lado tenemos dos casos en los que ya la declinación latina seguía los temas en -o, como 7tOAÚ7tOUe;, gen. 7tOAÚ7tObOe; > lat. polypus, -i > pólipo, pulpo; lo mismo con el nombre de Edipo (Oedi­pus, -i, «el de los pies hinchados»). Por otro lado, en los compuestos cultos esperaríamos en general la terminación que vemos en trípode < -rpí7toue;, -rpí7tObOe; (Iat. tripus, tripodis), pero lo cierto es que casi to­das estas palabras terminan en -podo (artrópodo, cefalópodo, miriá­podo, etc.), sin duda por influjo, una vez más, del francés (arthropo­de, etc.) , influjo que, con otro resultado, también se puede detectar en antípoda(s) 16.

§ 11.1.4. Temas en nasal yen Ir!

Dado que en español ha habido apócope generalizada en las pala­bras derivadas de temas latinos en -n (canción, pan, fin , etc.), los cul­tismos griegos se atienen a la misma nonna (sobre el acento cf. § 6.7):

15 Cf. García Yebra, 1999, s. v. Nereida, plalelminto, bólido, etc. 16 Cf. García Yebra, 1999, s. v. -podo, antípoda.

120 Los helenismos del español

Kavwv, -ÓVO<; > lat. canonem > canon TIap81::Vwv, -wvo<; > lat. Parthenonem > Partenón

Hay algunas excepciones en que ha habido paso -por hiperca­racterización- a los temas en -o y -a, muy arraigadas: sirena (ya en latín tardío; gr. LElPlÍV, -fívot;) , heleno ("EAA:rw, -llVOt;), amazona CAj..la~wv , -ÓVOt;), icono (dKWV, -ÓVOt;) 17. •

Respecto a los temas griegos en -P, se comportan en español igual que los sustantivos latinos de tema en Ii! precedida de Irl , es decir, su­fren también apócope (cf. mare > mar): así, por ejemplo, j..láPTUt;, j..láPTUPOt; > lat. martyrem > mártir, lo mismo en néctar, etc.; a veces la acentuación es irregular, como en KáO"TffiP, -OpOt; > lat. castórem > castor.

§ 11.1 .5. Temas en /s/' en /u/' en ji/' en diptongo; heteróclitos

Los temas en -O" (como yÉVOt;), en diptongo (como ~acrlAclx;), en -u (como tX9üt;) no tienen representación en español más que entre los nombres propios, por 10 que remitimos a F. Galiano (1969, § 241 Y siguientes).

Los temas en -l, en cambio, tienen una representación numerosa, aunque fuera de algún caso aislado (como oasis; compuestos de 1tÓAlt; como necrópolis, metrópolis, acrópolis), pertenecen todos ellos a la categoría de los abstractos de acción verbal en -sis, -esis, -osis, -iasis (tesis, crisis, dosis, éxtasis, praxis, catarsis, elipsis; diócesis, diuresis; trombosis, cirrosis; soriasis, elefantiasis; cf. § 12.2.1.4. so­bre este sufijo) o bien a los términos médicos en -itis (rinitis, etc., el § 12.2.1.2).

En el latin, aparte de los casos de calco (como Ú1tóeEcrlt; > suppo­sitio, cf. § 12.6), los numerosos préstamos de este tipo se integraron sin demasiado problema en la declinación de los temas en -i (meta­thesis, diaeresis, etc.), como veremos después (§ 12.2.1.4).

17 Los tres últimos casos, por influencia francesa, según García Yebra, 1999, s. v.

La adaptación de los helenismos a la morfología ... 121

Ahora bien, en español, si prescindimos de unos cuantos casos tempranos en que se ha solucionado el problema - a veces ya en latín (pausa, de formación dudosa) o en el propio griego tardío (ímo­Kptcría en vez del clásico Ú1tÓKptm~)- convirtiéndolos por hiperca­racterización en femeninos en -a (poesía, hipocresía, pleuresía, sines­tesia , etc.) 18, en español, decíamos, dado que los temas latinos en -i que no han sufrido apócope se han incorporado normalmente a los temas en -e (nave, monte, parte, etc.), esperaríamos que ocurriera lo propio con los helenismos en -sis (yen -ilis) , dando como resultado *crise, *hipótese, etc.; o incluso que sufrieran también apócope, según el modelo de mensis > messe > mes (en este caso esperaríamos solucio­nes extrañas como *cris, *hipotes; cf. la forma popular paralís) 19.

y no faltan ejemplos, en general anteriores al siglo XVIII, de la primera opción, que es la más «natural» dede el punto de vista morfo­lógico: frase, fase, base (y basa), elipse, eclipse, paralaje (1tapáA­Aa1;t~)20, y que es también la que se ha impuesto en todos los casos en francés (crise, hypothese, thrombose, etc.). Esta solución tiene la gran ventaja morfológica de acoplarse sin problemas a la categoría de femeninos en -e, con la excepción de algún masculino, como eclipse (cuyo cambio de género respecto al griego se debe, según el DCECH,

a que antiguamente los femeninos que empezaban por lel llevaban el artículo el, como ocurre hoy con los que empiezan por la! tónica) .

En cuanto a la terminación en -(s)is, que es la que se ha impuesto en general en los cultismos modernos, presenta dos problemas: el pri­mero, no poder distinguir formalmente singular de plural (el/los aná­lisis), circunstancia que afecta a pocos sustantivos españoles (com­puestos del tipo de paraguas, limpiabotas, pisapapeles, cumpleaños, etc. ; antiguos genitivos como martes > la1. Martis dies, lunes, miér-

18 Por influencia indudable de las voces francesas correspondientes (pleurésie, etc.), cf. García Yebra, 1999, s. V.

19 Recuérdese que en latín todo tema en Ivocal+sl sufría rotacismo: arbos, arboris, genus, generis, etc. Por cierto que la va ri ante cris era la preferida de Pedro el cabrero (Quijote, 1, XII , 37), aunque no para designar la crisis, sino el eclipse.

20 Sobre su origen francés, cf. García Yebra, 1999, s. v. base.

122 Los helenismos del español

coles, jueves, etc.). Hay algún caso en que se intentó, por formación regresiva, utilizar un singular como crisi frente al plural crisis (Balta­sar Gracián llama así a sus capítulos del Criticón); tal como se ha he­cho en general en italiano, donde se dice crisi, ipotesi, eclissi, etc. (pero en esta lengua, a diferencia del español, los finales en l il átona no son ni mucho menos raros, al ser -i el morfo característico del masculino plural: uomini, etc.).

Por otra parte, estas formaciones plantean un segundo problema: que la terminación en -i(s) para sustantivos rompe el esquema funda­mental -a( femenino)1 -oC masculino)1 -e( masc./fem.) de la declinación nominal española, aparte de suponer una anomalía desde el punto de vista fonotáctico, pues es extraña al español la presencia de /il atona en sílaba final (cf. § 4.1), mientras que los finales en -í, -íes son algo más frecuentes, sobre todo gracias a préstamos del árabe (zahorí, ta­halí, maravedí; ceutí y demás gentilicios de países o ciudades).

Así que, en este caso, para resolver la anomalía señalada, quizá hubiera sido por una vez bienvenida la influencia regular francesa, favoreciendo formas como *trombose, *hipótese, *catarse y *crise, igual que decimos fase, frase, eclipse y base (esto es lo que ocurre en portugués: análise, apódose, esclerose, etc.) 21.

Finalmente, quedan los temas heteróclitos neutros en -Ila, -llaTOC;, que no ofrecen mayor problema que el de proporcionar al español una cantidad considerable de masculinos en -a, por lo demás no demasia­do frecuentes en la lengua (tema - del que hay atestiguados usos an­tiguos como femenino - ,fonema, sintagma, plasma, hematoma, etc.; cf. también § 12.2.1.5). En algunos casos la influencia francesa ha hecho que estos sustantivos pasen a la categoría de masculinos en -o (como gramo, fr. gramme, gr. YPólllla , o cromo, fr. chrome, gr. xpwlla).

Si hemos dejado fuera de este rápido repaso los nombres propios, que por lo demás están tratados de forma exhaustiva en el libro de

21 ef. García Yebra, 1999, s. v. -siso

La adaptación de los helenismos a la morfología .. . 123

Manuel Fernández Galiano (incluidos genti licios), es por la senci lla razón de que se trata de una clase de pa labras en real idad bastante al margen de lo que es propiamente la gramática de una lengua: basta pensar en los topónimos de cualquier parte de l mundo de uso habitual en el español periodístico de hoy, apenas adaptados a la fono logía ni a la morfología española (Múnich, Novosibirsk, Tashkent y mi l más) .

Pero también en este aspecto hay diferencias, pues en las lenguas antiguas, como el griego y el latín, los nombres propios extranjeros sufrí an mayor adaptación fo nética y además también se dec linaban (excepto a lgún caso aislado como son los nombres hebreos en los Se­tenta - traducción griega del Antiguo Testamento - y en parte en el Nuevo Testamento) , de ahí que tuvieran necesidad de adaptarlos a su morfología; mientras que en una lengua como el español, en la que la declinac ión nominal está reducida a la oposición singular/plura l (y generalmente el plural de los nombres propios no se usa), no hay en principio tal necesidad. En este sentido, poco problema puede supo­ner que nombres propios gri egos transcritos tengan termi nac iones más o menos infrecuentes en la morfo logía española (por ejemplo, los singulares terminados en -es: Pericles, Sófocles, etc.), siempre, claro está, que sean pronunciables (cf. § 4 .7).

§ 11 .2 . ADJ ETIVOS

La mayoría de adjetivos griegos prestados al español pertenecen a la llamada «primera clase», que sigue la decl inac ión de los temas en -o y en -a, ya mantengan la di stinción fo rmal para los tres géneros (q:>lAOcrOq:>lKÓC; , -lÍ , -óv), ya distingan entre género animado (masculi­no y femenino) e inanimado (así 1tOAúyalloC;, -ov). Dado que el espa­ñol ha prescindido de la categoría del neutro en sustantivos y adjeti ­vos - aunque con la posibilidad de sustantivac iones como lo bueno, lo increíble - , el resultado será en ambos casos el mi smo, adjetivos de dos terminaciones: filosófico, -a, polígamo, -a. Los tipos más fre­cuentes son, con mucho, los adj eti vos esdrúj ulos en .éico (sobre los

124 Los helenismos del español

cuales, cf. § 12.2.2.1) Y los compuestos (véanse los ejemplos mencio­nados, respectivamente).

Algunos de estos adjetivos griegos de dos terminaciones se han convertido en español en adjetivos en -a, sin variación genérica: auto­didacta (gr. alrco8í.OaK'to~, -ay), políglota (gr. 1tOAúyAro't'tO~, -ov), ana- y hermafrodita, etc. La explicación hay que buscarla sin duda en el francés (autodidacte, polyglotte, etc.) 22, aunque no se puede des­cartar que haya habido al~n tipo de analogía inconsciente con los muchos sustantivos invaria~ terminados en -ta (del tipo de poeta, protagonista, cosmopolita, etc .; de hecho, esos adjetivos tienden a usarse casi exclusivamente como sustantivos: «Eres un autodidacta», «Es un políglota»).

Aparte de esto, hay un número bastante reducido de adjetivos to­mados de la llamada «segunda clase» griega, especialmente de los temas en lEal. Dejando aparte los nombres propios (Diógenes, Hermó­genes, Demóstenes, etc.), es sumamente raro que se conserve un ad­jetivo de esta clase con su terminación original, como ocurre en isósceles ({aoaKE/..lÍ~ «que tiene las piernas iguales») o en anofeles (6.VÜ)<pE/..lÍ~ «pernicioso»; la voz española debería ser esdrújula). Lo normal, en cambio, es que se evite esa terminación y se recurra a la habitual en -ol-a, ya sea como en el caso de homogéneo y heterogé­neo (gr. ÓI.!OYEvlÍ~ , ya en latín tardío homogeneus, heterogeneus), ya como en el caso de diáfano, patógeno, electrógeno, isómero, políme­ro, etc., donde las formas francesas correspondientes son, en general, las que explican esta terminación española (gr. 1tO/..U)lEPlÍ~, fr. po­lymere, isomere, etc.) 23 .

Un grupo de comportamiento especial es el de los adjetivos com­puestos griegos cuyo segundo elemento es -El81Í~ (<<que tiene forma o aspecto de»), que en principio no tienen mayor problema en incorpo­rarse a la categoría española de adjetivos en -e, como grande, fuerte,

22 ef. García Yebra, 1999, s. V.

23 En el caso de !geno, a veces aparece sufijado en !ico, como en orogénico. onto­génico, etc. (en estos casos suele haber ya en la lengua un sustantivo en -genia, como orogenia,fotogenia, etc.).

La adaptación de los helenismos a la mOlf ología ... 125

ilustre, con fonnas comunes para masculino y femenino: así romboide, geoide (a lgunos se usan sólo como sustantivos: asteroide); también hay algún caso de hi percaracterización para convertirlos en temas en -o/-a : masloideo, romboideo. Finalmente, hay unos cuantos ejemplos del len­guaje médico (sustantivados, pues son nombres de huesos, glándulas, etc.) que han conservado la fomla original griega con /s/ fi na l: etmoi­des, tiroides, hioides, etc. (al designar obj etos singulares en el cuerpo humano o de otros animales, rara vez se usan en plural). Sobre la hi sto­ria de este sufij o -oide en español, cf. también § 12.2.4.

Finalmente, vale la pena mencionar el caso de las palabras termi­nadas en ~crata y ~pata (demócrata, aristócrata, sicópata, cardió­pata , etc. ), cuyo origen último son los adj etivos griegos compuestos en -KP011Í<; y -1ta81Í<; , como auwKpa'1Í<; (<<que gobiema por sí mis­mo, de acuerdo con su vol untad») o ÓIlOL01ta81Í<; (<<que se ve afectado de la misma fonna»). Pero resulta que los étimos griegos de demó­crata o aristócrata , es deci r, bTlllOKPÓ'Tl<; y aptCHOKPÓ'Tl<;, son voces rarí simas en esta lengua (só lo están atestiguadas en Aspas io, un co­mentari sta de Aristóteles) , por lo que cabe sospechar que se trate en rea lidad de fonnaciones regres ivas, hechas sobre el modelo de auw­Kpa, 1Í<;, a partir de sustantivos (demócrata de bTlIlOKpa,ta, cuyo ad­jetivo de relac ión en griego no es *bTlIlOKP011Í<; sino bTlIlOKP01tKÓ<;) ; y el origen de estas fonnaciones regresivas es con toda probabil idad el francés, lengua en que aristocrate, por ejemplo, se documenta ya en 1550, y cuya terminación en -e será la responsable de la -a espa­ñola (como ocurría en el caso de autodidacta , c f. supra) 24. Por lo de­más , estas fomlas novedosas en ~crata han acabado por dar lugar a un úti l s istema tripartito - virtualmente desconocido como ta l en griego - en el que se distingue el régimen o clase social (aristocra­cia, burocracia), el adj etivo correspondiente (<<un comportamiento aristocráti co», «un lío burocrático») y la persona que fo rma parte de una c lase o grupo o defiende un régimen dete rminado (burócrata , plutócrata , etc.; demócrata es de los pocos que se usan también como adj eti vos, sobre todo en la expresión «el parti do demócrata»).

24 Cf. Garcia Yebra, 1999, s. v. arisrócrara.

126 Los helenismos del español

§ 11 .3. V ERBOS

Los pocos verbos griegos tomados como préstamo por el español pertenecen casi todos a la categoría de los en -t~w , que ya en latín pa­saban a conjugarse como verbos en -izare (yen -idiare en latín vul­gar) y así han pasado a engrosar la categoría de los españoles en -ar, que es con mu~ho la más numerosa y activa de nuestra lengua (casos como ~a7t'tt~ElV~ baptizarelbaptidiare > bautizarlbatear; E¡;OPKt~w > exorcizar; catequizar, evangelizar, helenizar, hebraizar y unos cuan­tos más). De todas formas, la importancia de estos préstamos léxicos, más que en su número, radica en que a partir de ellos se haya exten­dido, tanto en español como en otras lenguas europeas, el sufijo -izar, que como tal sufijo español se estudiará más adelante (§ 12.2.3).

Aparte de esto, apenas hay algún que otro verbo de otras conjuga­ciones griegas representado en latín (también con la terminación en -are) y después en español , como el contracto ~A.aO'<pT]Jltw > lat. blasphemare > blasfemar/lastimar (véase DCECH para la explicación de este último).

§ 11.4. LAS DEMÁS C LASES DE PALABRAS

De las restantes clases de palabras, ya se ha dicho que son rara vez objeto de préstamo; nada hay que decir de artículos ni de pro­nombres (sobre el uso de at'JTó~ en compuestos cf. § 12.l.2 Y 12.3).

En cuanto a las preposiciones y adverbios, el único préstamo no­table del griego al latín vulgar - y de ahí a las lenguas romances ­es el uso distributivo de la preposición Ka,á, origen del español cada. Según el modelo de construcciones del tipo de Ka, . EVlau,óv (<<a lo largo del año»), Ka,á ,pEi~ (<<cada tres», «de tres en tres»), etc. , se usaron en el latín popular construcciones paralelas como annum cata annum o unum cata unum, frente a las del latín culto del tipo de quinto quoque anno «cada cuatro años», ternos equos habent «tienen

La adaptación de los helenismos a la mOlfología ... 127

tres caballos cada uno», cotidie «cada día», quotienscumque «cada vez que», etc. ; con el tiempo las construcciones como cala unum aca­baron por conferir a cada el va lor de adjetivo que tiene hoy, aunque el hecho de que no admita vari ac ión de género ni de número denuncia a las c laras su origen preposicional , con un uso a veces no muy di s­tinto del de la preposic ión por en frases como «toca a tanto por cabe­za/por persona», «se baña una vez por semana». En otras lenguas la construcción con cala sufrió contaminac ión con quisque: as í fr. cha­cun , it. ciascuno (y las antiguas formas españolas quiscadaúno, ca­dascuno, cascuno) 25 .

También podría mencionarse el caso del adverbio encima, que remonta a la locución en cima (e l sustantivo cima < lat. cyma < gr. KUIlU «ola, hinchazón, brote, renuevo»); o el del adverbio cerca < lat. circa (s i es que el grupo latino de circa, circum, circus es realmente un préstamo del griego KipKOC; , KpiKOC; «anillo», véase DELG s. v.).

Finalmente, hay un caso en el que una conjunción española ya caída en desuso ti ene su origen probable en una palabra griega: se tra­ta de la concesiva maguer, «aunque». Partiendo del vocativo, muy frecuente en textos clásicos griegos ro lluKáplE «querido amigo», «hombre dichoso», la exclamación cobró el sentido de «dichosamen­te», «ojalá», y con este sentido pasó a la lengua popular de una parte de la Romania, siendo todavía detectable en dialectos italianos y en un pasaj e del Libro de buen amor ( 1 034d). Finalmente, «pasó a tomar valor concesivo, por una especie de cortesía demostrada al interlocu­tor afectando desear que suceda lo que él nos objeta» (DCECH), en frases como podría ser ésta: «Ojalá sea verdad lo que dices, yo no me lo creo» > «Aunque sea verdad .. . ». El uso de maguer o maguera (magüer es grafía errónea y moderna) fue abundante hasta el siglo X IV , pero ya en e l XV I era una auténtica rareza 26.

25 Cf. DCECH s. v. cada: R. J. Cuervo, Diccionario de construcciólI v régimen de la lengua castellana, Bogotá, 1994. vol. 11. s. Y. cada.

26 Ver DCECI-' s. Y. ; F. Ga liana (1967, § 12) menciona también, siguiendo a Coro­minas, la antigua interjección ¡aba " que vendría de lat. apage « gr. árroYE «qui ta»), pero cf. Corriente. 1999, S. v. , que la hace derivar del árabe.

CAPÍTULO V

LA APORTACIÓN DEL GRIEGO ANTIGUO A LA FOR­MACIÓN DE PALABRAS EN ESPAÑOL

PREFIJOS, SUFIJOS, COMPOSICIÓN

§ 12. LA FORMACIÓN DE PALABRAS

Una vez vistas las distintas clases de palabras como tales (es de­cir, lo que se llama «préstamos léxicos» o «de vocabulario»), corres­ponde ahora estudiar los sufijos y prefijos griegos productivos en es­pañol, así como el problema especial de la composición y el calco. Convendrá antes de nada aclarar una serie de cuestiones básicas.

Prescindiremos de los morfemas flexivos (los que marcan catego­rías gramaticales como el género y el número en el nombre, o el tiempo, la persona, etc., en el verbo), pues, como queda dicho, no ha habido trasvases entre el griego y el español que afecte a esta clase de morfemas '. Sí lo ha habido, en cambio, de afijos (sufijos y prefijos), es decir, de aquellos morfemas derivativos que, en número limitado en una lengua, sirven para formar nuevas palabras a partir de otras ya

I Con la única excepción, si se quiere considerar así , del sufijo de femenino -isal -esa, cf. infra , § 12.2.1.8. La posible influencia de ciertas formaciones perifrásticas griegas en las lenguas románicas entraría más bien en la parte de sintaxis (cf. por ejemplo Lapesa, 1981 , § 11.4 Y el artículo de E. Coseriu, 1977).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 129

existentes, por ejemplo - en el caso de los sufijos - sustantivos a partir de sustantivos (sombra > sombr-ero), de adjetivos (negro > negr-ura), de verbos (cocer > coci-miento); verbos a partir de sustan­tivos (saco > saqu-ear), de adjetivos (blanco > blanqu-ear), etc.

§ 12.1. PREFIJOS

Para el estudio de los prefijos y sufijos españoles de origen griego nos guiaremos por el criterio de lo que es - o se considera habitual­mente que es - prefijo y sufijo en español, y no por lo que se entien­de por tal en el caso del griego antiguo; nuestras guías principales pa­ra el español serán la GDLE (vol. 3, capítulo 76, por Soledad Varela y Josefa Martín García), Almela (1999, 50-70) Y sobre todo Rainer (1993 ,299-379, el que ofrece una casuística más completa) 2.

Los rasgos más destacados de un prefijo español son: que no se integra en la base (no se funde con la raíz, se mantiene claramente delimitado respecto de ella, hasta el punto de mantener incómodos hiatos, al menos en la escritura: anti-imperialista) 3; que no cambia ninguna de las características formales de la base y que preserva la categoría gramatical de aquélla (atacar, contra-atacar; ataque, con­tra-ataque).

En griego antiguo la situación era similar, pero con algunas dife­rencias dignas de mención. Respecto a los casos de hiato entre el pre­fijo y la base, a veces ambos elementos se mantienen claramente se­parados, como en español (cf. avn-aw:lpa «equivalente a un varón»), pero lo normal es que haya elisión en el prefijo para evitar el hiato (1tap-aAAT]Ao<; de 1tapa y aAAT]A- «uno al lado de otro»). En cuanto a la alteración de las características formales (morfológicas), resulta que en griego se da una clara diferenciación morfológica entre adjetivos derivados por sufijación, por un lado, y prefijados y compuestos, por

2 Muy poca cosa en Alvar-Pottier, 1983, § 260-61 ; generalidades sobre el présta­mo de prefijos en Deroy, 1980, 73-77 .

3 Cf. GDLE, § 76.3. 1 (<< Procesos fonológicos»).

130 Los helenismos del español

otro; y es que los primeros suelen admitir morfemas distintivos de los tres géneros, mientras los del segundo grupo siguen en principio la declinación animado/inanimado:

AbyoC; > Aoy-tKÓC;, -lÍ, -ÓV (sufijación) 1tOAlx;, AbyoC; > 1tOAú-AoYOC;, -ov (compuesto) OE!;tÓ<;, o¡;!;tá, Oc!;tóV > 1tI;pt~É!;toc; , -Ov (prefijo preposicional) á -, Abyoc; > aAoYOC;, -ov (prefijo adverbial) 4.

Todavía hay otro aspecto en el que las palabras prefijadas se com­portan igual que las compuestas, y es el conocido fenómeno prosódi­co por el que la vocal breve inicial del segundo elemento se alarga cuando sigue sílaba breve (o ligera, si se prefiere este término):

000-, ovo~u > ooo<Ílvu~oc; «de nombre ominoso» (pref.) \jIEüOO<;, áyopEúw > \jIEOOlÍYOPOC; «mentiroso» (comp.),

aunque esto no ocurre en el caso de los preverbios:

KU"t<l, áyopcúw > KU"tUyOpEÚW 5.

§ 12.1.1. Prefijos preposicionales

Hechas estas salvedades, es evidente que las preposiciones son, tanto en griego antiguo como en español, el grupo más importante de palabras que pueden actuar como prefijos. Ahora bien, encontraremos que también aquí hay una diferencia sensible entre ambas lenguas. Mientras en principio el griego puede anteponer, por ejemplo a un verbo, cualquier preposición (cf. Ct'.l<pt¡3áUro, Ctva!3áUro, CtvnJ3áUro, Ct1toJ3áJ.,A.ro, OtaJ3áJ.,A.ro, ¿Kj3áUro, y así hasta completar las dieciocho preposiciones griegas), el español no puede anteponer a un verbo co-

4 Para más detalles, cf. por ejemplo Meillet-Vendryes, 1953, § 798. s Cf. Meillet-Vendryes, 1953, § 642 (sobre el alargamiento de compuestos). Por

todo esto, parece coherente, al hablar del griego, tratar conjuntamente la prefijación y la composición; pero dado que en español las cosas son algo distintas, y para conser­var cierta claridad expositiva, seguiremos la clasificación tradicional (prefijación, sufi­jación, composición).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 131

mo poner casi ninguna de las suyas (diecisiete si prescindimos de ca­be y so, en franco desuso), sino que tiene que recurrir sobre todo a cultismos latinos para esas nociones complejas (anteponer, compo­ner, contraponer, deponer, disponer, exponer, imponer, interponer, oponer, posponer, proponer, reponer, suponer, trasponer; en des­uso aponer, pero cf. aposición, apósito; incluso un caso como so­breponer(se) apenas parece una adaptación superficial de super po­no) 6. De hecho, entre las preposiciones españolas hay varias - todas muy cercanas a la forma latina original - que parecen demostrar productividad como prefijos (a, ante, con, contra, entre, etc.) 7, mien­tras que otras - de origen románico - son inusitadas con esa función (desde, hacia, hasta, para, según, etc.).

La explicación de este hecho tiene que ver, al menos en parte, con la evolución lingüística general del grupo indoeuropeo. Las preposi­ciones eran originalmente palabras similares a los adverbios, indepen­dientes en la frase y tónicas (como se ve todavía en sánscrito, en anti­guo irlandés o en los poemas de Homero, e incluso en textos griegos posteriores); en el indoeuropeo, por otra parte, las preposiciones, dada su especial relación con el verbo, eran las únicas palabras que podían combinarse con él para dar como resultado otro verbo (no había la posibilidad de formar verbos compuestos con un sustantivo, salvo ex­cepcionalmente, como el caso de lat. anim-advertere «prestar aten­ción») 8. En el curso de la evolución lingüística, 10 mismo en griego que en latín y en las lenguas neolatinas, las preposiciones fueron per­diendo su autonomía y en cierto modo su «peso léxico», hasta el pun­to de acompañar siempre a un nombre y depender prosódicamente de él (todas las preposiciones son proclíticas), y ello debe de ser la razón

6 Deroy, 1980, 73 , recuerda la situación del francés moderno: «nous n'avons guere que des préfixes savants , c ' est-a-dire empruntés au grec et au latin . Presque partout, les formes héréditaires ont été éliminées systématiquement par les formes savantes: entrerompre est devenu interrompre et pourmener, promener [ ... ]».

7 Cf. Almela, 1999,65-70. 8 Para toda esta cuestión cf. Villar, 1996,231 ; también Meillet-Vendryes, 1953, §

843-44.

132 Los helenismos del español

por la que en lenguas modernas como el español o el propio griego moderno su capacidad de actuar como prefijos es mucho más reduci­da que la que tenían en griego antiguo o en el propio latín, como he­mos visto.

Si nos fijamos ahora en el comportamiento de las preposiciones griegas en español, veremos que todas aparecen en helenismos léxi­cos, heredados: a¡.Hpí (anfiteatro), avo. (analogía) , aV'tÍ (antinomia), a1tó (apología), olo. (diámetro), de; (episodio, gr. ¿1t-ElO'-óOLOV), ¿K (eccema), ¿v (endémico), ¿1tí (epidemia), Ka'to. (catálogo), ~E'tá (me­tabólico), 1tapo. (paráfrasis), 1tepí (periplo), 1tpÓ (prólogo), 1tpÓe; (pro­sodia), <JÚv (sinfonía), Ú1tÉp (hipérbole), Ú1tÓ (hipótesis).

Claro que una cosa es esto y otra muy distinta es que el hablante medio tenga siquiera conciencia de su existencia (como en ep-is-odio), o en todo caso de su exacto valor prefijal en esas palabras, y todavía más que alguna de estas preposiciones tenga rendimiento como pre­fijo en español; y aun en este caso convendría distinguir entre las que se han utilizado sobre todo en el lenguaje científico, casi siempre com­binadas con lexemas griegos (alguna vez con latinos, formando «hí­bridos»), y aquellas otras que, aunque sea con un rendimiento limita­do, se comportan como auténticos prefijos españoles, anteponiéndose a cualquier tipo de palabra, independientemente de su origen.

En el primer caso estarían, con rendimiento variable, aunque en general escaso 9

: ana (anageotropismo), anfi (anfigeno, anfipodo), apo (apofonía, apocromosis), dia (diatópico, diastrático, diacrónico; en el caso de diapositiva parece que la presencia del prefijo se debe a la influencia de diáfano), ec/ex (ecsomático, exosmosis), en (enostosis, sobre el modelo de ¿1;óO'nüme;), epi (epitelio, epizoario), cata (cata­génesis; ya en latín tenemos el híbrido gr.-lat. catacumbae), hipo (hi­potensión, hiposulfito, hipofunción), peri (perihelio, perinatal), pro 10

9 En la tenninología científica especializada pueden encontrarse muchas rarezas, cf. Quintana, 1997, y Rainer, 1993, s. v. de cada preposición.

10 Es decir, 1tpÓ «antes de, delante de» (sus equivalentes de origen latino produc­tivos en español serían pre- y ante-) ; no hay que confundirlo con pro- de origen latino, que en español puede tener el valor de «en lugar de» (procónsul), «a favor de» (pro-

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 133

(prognatismo «el hecho de tener salientes las mandíbulas», prosimio, protónico), pros (prosénquima, prosencéfalo), sin (sincéfalo). No co­nozco ningún ejemplo con eis/es, que era ya poco frecuente como prefijo en el propio griego y que además en helenismos modernos su­fre hasta cierto punto la concurrencia lógica de endo (lo mismo que ec/ex la de exo, como veremos en seguida).

Frente a esto, algunas preposiciones griegas han llegado a funcio­nar con el tiempo como auténticos prefijos españoles (y también en otras lenguas europeas), es decir, que se pueden anteponer en princi­pio a todo tipo de palabras. Aquí hemos de advertir que no podemos entrar a explicar detenidamente los distintos valores de estos prefijos - en su origen preposicionales - en los helenismos modernos (com­parados con los valores más amplios y complejos de dichas preposi­ciones en griego); para una información detallada al respecto recomen­damos las entradas correspondientes del Oxford English Dictionary, una auténtica mina de información y también de ejemplos que suelen tener su correspondencia en voces españolas. Diremos simplemente, recordando la imagen del «cuello de botella» propuesta por Janni 11,

que en general se observa una reducción de los valores originales de la preposición griega (por ejemplo de peri-, de la que se retiene úni­camente el significado de «en tomo a, alrededor»), y que a partir de ese significado básico el prefijo puede conocer una gran productivi­dad y eventualmente desarrollar nuevos valores o matices, desconoci­dos en griego antiguo.

En español, los prefijos de origen griego (preposicional) que han resultado más producti vos son :

paleslino). «progresión» (proseguir), aunque según GDLE, § 76.5. 1.1., hay casos en que significa «delante de, hac ia delante» (proveer, propasarse, etc.), lo que complica más las cosas. Por lo demás, ambas preposiciones tienen el mismo origen indoeuro­peo, cf. DEL L s. v. pro.

11 Janni , 1990, 108 (también a,naliza el comportamiento de peri en helenismos ita­lianos modernos).

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§ 12.1.1.1. A n t i- (gr. o.vn). Unido con frecuencia a lexemas grie­gos (antihéroe, antiparásito) y también a latinos cultos (anticoncepti­vo), ha acabado por anteponerse a voces de cualquier origen o regis­tro, con dos usos básicos, el de designar las caracteristicas opuestas a las expresadas por la base (antihéroe) y el que señala la oposición a lo expresado en la base, o la anulación de su efecto (anticaspa, antifas­cista, antibalas, etc.). Ha resultado enormemente productivo y tiende incluso a desplazar muchas veces a su correlato de origen latino con­tra (cf. anticonceptivo y contracepción, etc.).

Un aspecto interesante de este prefijo es que cada vez son más abundantes las formaciones del tipo de campaña antialcohol, remedio antigripe, persona antisistema, etc., que aunque parecen adjetivos, presentan problemas para ser considerados como tales: no permiten marcar el género (un hombre/una persona antisistema), no hay marca visible de su paso de la categoría de sustantivo a la de adjetivo (alco­hol/antialcohol, frente a alcohol/alcohól-ico), etc. Por ello, podrían considerarse muy cercanos a los sintagmas preposicionales, y se po­dría afirmar que anti se comporta casi como una preposición españo­la, pero con algunas limitaciones muy significativas: 1., a diferencia de las varias posibilidades de las preposiciones propiamente dichas, anti sólo parece funcionar relacionando un sustantivo con otro; y 2., no permite intercalar el artículo u otros determinativos (*champú anti la caspa); por todo ello ocuparía una zona difusa entre preposiciones y prefijos, en la «periferia» de los sistemas lingüísticos más estructu­rados 12.

§ 12.1.1.2. H i p e r- (gr. ÚTtÉp «por encima de, exceso de»). Lo en­contramos en términos cultos relacionados con la medicina o la sico-

12 ef. sobre todo GDLE, § 76.5.3. 1 Y 72.2.3 (p. 4736-41 para los problemas morfo­sintácticos mencionados); también Rainer, 1993, 306-8. Recuérdese, por otra parte, que en casos como antifaz o antiparras anti- no es más que una variante o alófono de ante (y que es un burdo error decir antidiluviano en vez de antediluviano «de antes del diluvio»).

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logía (hipertensión, hipersensible, hiperactividad) o con otros campos (hipercorrección, hipercrítico e hiperónimo, en lingüística; etc.), y ha acabado por extenderse a otros tipos de palabras (hipermercado, hi­perespacio, hipertexto), cobrando en ocasiones un valor simplemente intensivo (<<muy grande, muchísimo»), como demuestran ciertos usos, sobre todo orales o publicitarios, en los que parece contender con otros prefijos similares como mega o super (hiperoferta, hiperintere­san te, hiperchulo y otras creaciones por el estilo, no se sabe si efime­ras o no) 13.

§ 12.1.1.3 . M e t a- (gr. IlETá). En principio limitado a cultismos científicos con base griega donde suele significar «detrás» o «des­pués» (metatarso, metatrójico, metacentro), ha conocido cierto éxito en palabras como metalenguaje, metalógica, metapsíquico, metalite­rario , etc., en las que se advierten al menos dos sentidos o matices distintos: uno de «más allá de, que trasciende tal límite» (así en meta­psíquico «fenómeno psíquico cuya explicación está más allá del al­cance de la ciencia convencional») y otro de «ciencia o disciplina de orden superior, fundamentos de una ciencia» (así en metateoría, me­talógica «fundamentos de la lógica», metalenguaje «lenguaje que se emplea para explicar el lenguaje mismo», metamatemáticas, metarre­g/as, etc.) 14 ; en un caso como metaliteratura tiene quizá un matiz li­geramente distinto (<<literatura dentro de la literatura», «literatura que toma como objeto el propio hecho literario»).

Lo que parece seguro es que este sorprendente desarrollo del pre­fijo meta en las lenguas modernas se debe a la Metafisica de Aristó-

13 Para la historia de este y de otros sufijos intensivos (ultra, super, etc .) en fran­cés, cf. Guilbert & Dubois, 1961 , 100- 103 (detec tan su crecimiento sobre todo a fi ­nales del sig lo X IX , en estrecha re lación con el vocabulario de la sicología). Para e l español, cf. GDLE, § 76.5.4.1; Rainer, 1993 , 338; Lázaro Carreter, 2003, 41-44 (<<Su­pertriste» ).

14 Pueden verse varias de estas voces muy bien comentadas en el Diccionario de Fi/osofia de J. Ferrater Mora, Barcelona, 1994.

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teles. Como es bien sabido, de su modesto significado original - IlE"tá "ta. <puffiKá «(los libros que van) después de la Física (en la ordena­ción de las obras del filósofo)>> - se pasó a interpretar metafisico co­mo «sobrenatural, transnatural, que está en un plano superior al de los fenómenos fisicos»; en autores griegos antiguos ya hay algún caso de esta mala interpretación (<<mala» porque IlE"tá no tenía ningún sentido de «trascendencia»), pero es sobre todo en la escolástica bajomedie­val donde se afianza el «errOD> - Santo Tomás de Aquino traduce metaphysica por transphysica-, y de ahí derivan sin duda nuevos usos como los de ing. metatheology (en John Donne, siglo XVII), ing. metapolitics (siglo xvm) o meta lógica (acuñado a principios del siglo XIX), que si no me equivoco son los más tempranos de toda la serie mencionada 15.

§ 12.1.1.4. Par a- (gr. 1tapá). Esta preposición, que ya hemos visto en helenismos tomados directamente del griego antiguo (pará­frasis, paralelo, parásito), se ha utilizado como prefijo en la forma­ción de algunos cultismos científicos, con valores diversos (para ti­roides «glándulas junto al tiroides», paruria «trastorno en la emisión de orina», etc.), pero su desarrollo como prefijo español se debe ante todo a su uso con el valor de «ajeno pero a la vez próximo a algo; que parece una cosa sin serlo realmente», como ocurre en paraestatal, pa­rafarmacia, parafascista, paramédico, paramilitar, parapolicial, etc. En otros casos, el prefijo tiene un sentido que recuerda al que hemos visto de meta, así en parapsicología o paranormal. Por lo que sé, este desarrollo de para - bastante comprensible si se tienen en cuenta los complejos valores de la preposición griega- es muy reciente, data­ble no antes de los años 20 del siglo xx 16.

15 Cf. Janni, 1990, 113-16 (donde también se habla del intento de H. Reiner de demostrar que el sentido de <<trascendencia» estaba ya en Aristóteles o en sus discípu­los inmediatos). Para el español, Rainer, 1993, 345-46.

16 Cf. OED, s. v. paramilitary, parapsychology; Rainer, 1993, 353. Sobre paralím­pico, cf. infra, § 12.5.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 13 7

§ 12.1.2. Otros prefijos

Dejando ya las preposiciones propiamente dichas, también nos podemos encontrar voces cuyo primer elemento no es una palabra in­dependiente (al menos gráficamente), sino un «morfema trabado»: así en griego, por ejemplo, la 0.- privativa (aAoyoc;, -ov «irracional»); o el prefijo oU<J-«mal» (ou<JWVU)lOC;, -ov «cuyo nombre es de mal agüe­ro»), que, a diferencia de EU- «bien», no puede aparecer como palabra independiente. Lo mismo ocurre en español (yen latín) con in- nega­tivo (im-parable), re- (re-tomar) o dis/des- (dis-gregar, des-confiar, des-hora) , etc. Pues bien, está claro que en estos casos nos encontra­mos ante elementos prefijos, de los cuales, en español , los de origen griego son los siguientes:

§ 12.1.2.1. A- negativa (a n- ante vocal; gr. o.-/o.v-): es muy fre­cuente en palabras ya formadas en griego (ateo, amorfo, an-orexia, an-arquía 17; hay algún caso aislado de a- ante vocal : a-arista «in­definido») . También lo encontramos en helenismos de nuevo cuño (agenesia, etc.) 18; de aquí se extendió a raíces latinas (asocial, amo­ral, anormal, avitaminosis, agramatical, asexuado, etc.), sin que haya llegado a ser común, pues sufre la competencia natural de in- (insen­sato, insociable, inmoral; rara vez con palabras griegas: inarmónico), des- (desnutrición), sin- (sinsentido, sinvergüenza), no- (nonato) o in­cluso de sufijos expresivos como -ón (rabón, pelón) 19.

17 No hay que confundirlo con an(a) - (de la preposición ava) en aná-lisis, aná­logo, an-agógico, etc.

18 En ocasiones no se observa la norma antihiática del griego: ahistórico (espera­ríamos más bien *anistórico).

19 Cf. M. L. Montero Curiel , La prefijación negativa en español, Univ. de Extre­madura, Cáceres, 1999 (p. 107-15 sobre a-) ; Rainer, 1993, 211-12 (que distingue entre negación contraria y contradictoria) y 299-300; GOLE, § 76.5.3.4 (y § 76.5.3.3. sobre usos con valor de contrariedad). El uso de ou en utopía (formación aberrante respecto al griego, acuñada en 1516 por T. Moro) no ha tenido continuidad (con la única ex­cepción del raro ucronía).

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Desde el punto de vista histórico, el trasvase de este prefijo griego a raíces latinas parece remontarse al adjetivo anormalis, atestiguado en latín medieval, y en francés ya en el siglo XIII (en español es un galicismo entrado en el siglo XIX); este anormalis parece ser un cruce entre anomalus (> gr. avroj.lOAOC; «desigual, irregular») y abnormis (lat. ab-normis «que se sale de la norma 20»; cf. inglés abnormal). Las formaciones como asocial o amoral son sin duda mucho más recien­tes en las lenguas europeas (Alemany, 1920, 173, recoge amoral co­mo voz de acuñación todavía muy reciente en el español de su tiempo).

§ 12.1.2.2. Di s- (gr. oU<J- «mal»)/e u- (gr. EU «biem» : se trata de dos prefijos de significado opuesto (aunque, ya lo hemos dicho, en griego EU aparece también como adverbio independiente). Eu- está mejor representado en español, aplicándose en muy diversos campos (eufonía, eufemismo, eutanasia, eugenesia, helenismos modernos co­mo euterios, etc.), mientras que dis-, presente en voces heredadas como díscolo (originalmente «que tiene mal carácter»), se usa sobre todo en la terminología médica para designar el mal funcionamiento de un órgano o sistema determinados: dispepsia, dislexia, disnea, etc. 21

Ambos prefijos, por lo demás, se usan sólo con raíces o combinemas griegos no independientes en español (no existen *lexia, *pepsia, etc.), mientras que los prefijos comunes en español son bien- y mal­(bienestar, malestar, etc.) 22 .

20 Curiosamente, lat. norma es un posible helenismo temprano en latín, entrado a través del etrusco; cf. § 8.

21 No hay que confundir este dis- de origen griego con el dis-/di- que aparece en muchos cultismos o neologismos de base latina, con valores muy diversos (separa­ción, negación, etc.): dis-gustar, dis-conforme, di-símil, dis-gregar, etc., y cuyo corre­lato vulgar es des- (des-hacer); a ello se añade de- (de-generado), procedente del latín de- y que ya en la baja latinidad tendía a confundirse con di-/dis- (cf. por ejemplo el doblete deforme/disf orme) . Etimológicamente no hay ninguna relación entre el prefijo griego 8ucr- y el latino dis-, cf. OELL s. v. dis- (que estaría relacionado más bien con 8lá) y OELG s. v. 8ucr- (sobre el prefijo griego cf. también M. Martínez Hemández, Semántica del griego antiguo, Madrid, 1997, p. 201 -58).

22 Cf. GOLE, § 76.5 .6.2 (no se incluyen dis- ni eu-) ; Rainer, 1993, 327 y 332, que incluye el ejemplo curioso de disfunción, en el que cabe dudar de si estarnos ante el

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras... 139

Finalmente, tenemos otros casos que suelen considerarse prefijos españoles, pero ante los que puede suscitarse la duda de si son prefi­jos o primeros elementos de compuestos (cf. § 12.3). Es el caso de:

§ 12.1.2.3. A r c h i-. Este prefijo, cuyos aspectos gráficos y foné­ticos ya se han visto (§ 1.1), procede de palabras que, en griego anti­guo, eran compuestos con un primer elemento de contenido clara­mente verbal: sobre apxw «ser el primero, mandar», se formaban compuestos cuyo primer elemento podía ser tanto apxl':- (cf. apxÉ'tU-1tOs «que constituye un modelo, arquetipo») y apx- ante vocal (apx­áYYI':AOs <~efe de ángeles, arcángel») como, sobre todo, aPXl- con el valor de «que está al mando de, jefe», así en apXl-1ÉK1WV <~efe de obra, arquitecto».

La proliferación de estos compuestos en el griego y el latín cris­tianos - archidiócesis, arzobispo « archiepiscopus), arcediano « ar­chidiaconus), arcipreste « archipresbyter), archimandrita en la Igle­sia griega - es lo que explica que este elemento archi- se extendiera después a dignidades seculares (archiduque) y, ya en el siglo XVI, co­brara el significado intensivo - y a menudo negativo - que tiene hoy: archibribón, archipobre (Quevedo usa esta expresión), archimi­lIonario, etc. 23

; incluso aparece el prefijo en su variante «vulgar» en una voz técnica como archifonema, creada por la lingüística estructu­ral del siglo xx (esperaríamos más bien la forma culta arquifonema; también existen archilexema, archisemema, etc.) . Por todo ello, y a pesar de su origen, parece claro que hay que considerarlo ya como un mero prefijo intensivo español (e italiano, francés, etc.), olvidada por completo su naturaleza verbal originaria 24 .

único caso de dis- de origen griego antepuesto a una voz no griega (<<mal funciona­miento») , o si, como creo, se trata más bien de dis- latino con valor negativo, como el de disconforme, por ejemplo.

23 Este valor intensivo debió de desarrollarse primero en italiano, de donde se ex­tendería al español, francés , etc. (eso explica, como ya hemos visto en § 1.1 , la pre­sencia de la palatal ch , frente al resultado esperado en castellano, que es el de arce­diano, arzobispo, etc.).

24 Cf. GDLE, § 76.5.4.2 y Rainer, 1993, 308-9.

140 Los helenismos del español ----------------------------------

Otros posibles prefijos españoles tienen su origen en adverbios griegos, así:

§ 12.1.2.4. En d o-le x 0-, que corresponden a los adverbios EVboV «dentro» y E1;w «fuera». A partir de su aparición en helenismos ya formados en griego, como exótico, exotérico, endógeno (gr. EVboyE­vi)~) , han conocido bastante éxito en la terminología científica ([on­endo-scopio, endorreico, exosjera, exorrizo) y ocasionalmente en otros ámbitos (endogamia), aunque siempre antepuestos a raíces griegas 25 .

Tenemos también una serie de prefijos cuantificadores de origen gnego, como son:

§ 12.1.2.5. Di- (gr. bl- «dos»), h e mi- (gr. TUll- «la mitad»), mo­n 0- (gr. 1l0VO- «uno, uno solo»), p a n- (gr. 1tUV- <<todo»), poI i- (gr. 1tOAU- «mucho») 26. Entre ellos hay algunos que normalmente sólo funcionan con raíces griegas (como hemi- y di- : hemíptero, hemisfe­rio, didelfo, diglosia), mientras que los otros tres -- y sobre todo mo­no -- no sólo se añaden a raíces griegas o latinas cultas (monóculo, pancrónico, polivalente), sino a palabras de cualquier origen, cobran­do a veces posibilidades de construcción nuevas con respecto a los que tenían en griego (cf. monopalÍn, monoplaza, panarabismo, pan­europeo, polideportivo; sobre policlínica cf. § 6.6) 27 . Un caso curioso es el de pan-, que con esa forma es un prefijo de bastante uso con gen­tilicios (también lo era en griego, con todo tipo de bases), mientras que en la forma panto- sólo aparece en voces ya formadas en griego (pantocrátor) o en tecnicismos científicos (pantógrafo) .

25 Podrían añadirse eso- (gr. E<JW «dentro», que aparece en voces como esotérico. esoforia) y eclO- (gr. EK1:ÓC; «fuera», en ectoplasma. ectoparásito). Cf. GDLE, ~

76.5. 1.1 Y Rainer. 1993.328 (ecto), 330 (endo) y 334 (exo). 2b Estos son los que incluye Almela, 1999, 65-70. 27 En el caso de mono se constata la formación de adjetivos de dificil caracteriza­

ción morfológica (gobierno monocolor, automóvil monovo/umen). que recuerdan bas­tante al problema que hemos visto al tratar de anti en ~ 12. 1.1 (campaña antialco­hot, etc . ).

La aportación del griego antiguo a la fo rmación de palabras... 141

§ 12.1.2.6. Pro t 0- (gr. 1tpo:rcov, «primero, en primer lugam). Es­te elemento lo encontramos en helenismos ya formados en griego (pro­totipo, protagonista, protocolo), pero además ha tenido cierto éxito en voces cultas con el sentido de «fase, estadio inicial o inmediatamente anterior a algo, albores de un periodo» (como el alemán ur-), así en protohistoria, protolengua, protoindoeuropeo, protorrománico, pro­tozoos, etc.; también en otras palabras ya en desuso como protonota­rio, protomédico (aquí con un sentido muy cercano al que hemos visto originalmente en archi-).

Este «prefijo» de carácter adjetival ya plantea ciertos problemas, pues si se lo considera un prefijo, aunque sea culto y por tanto de ren­dimiento limitado, en buena lógica también habría que incluir aquí deutero- «segundo» (deuteronomio, deuteragonista, deuterología, deu­terocanónico, etc.), trito- «tercero» (tritóxido), etc.; y si se incluyen los ordinales, no se ve muy bien por qué habría que excluir los cardi­nales (de hecho ya hemos incluido los equivalentes a «uno», «medio» y «dos», mono-, hemi-, di-) y considerarlos «parte de compuestos», como hace por ejemplo Almela con tri-, tetra-, penta-, deca-, hecto-, etc. , a pesar de que alguno de ellos lo encontramos unido a voces no cultas (tetracampeón, tetrabrik, etc.) 28.

§ 12.1.2.7. El mismo problema se plantea con macro-, me­g a (lo )-, m i e r 0-; en principio es dificil decidir si se trata de prefi­jos o de primeros elementos de compuestos. Su origen adjetival en griego, su presencia mayoritaria en voces científicas y cultas (ma-

28 Cf. Almela, 1999, 155, donde se defiende la clasificación como prefijos de ar­ehi, eu, hemi, mono, pan , etc. por ser «formas que, aun procediendo de adjetivos o ad­verbios, gozan de sernas poco específicos»; pero es que el serna de mono o de hemi (<<uno», «la mitad») en principio es tan «específico» como el de tri o penta (<<tres», «cinco»). Más coherente es en este sentido GDLE, § 76.5.6.1 (<<Cuantificadores»), aunque en cambio no se ve muy bien por qué no incluye los ordinales como proto. Por su parte Rainer, 1993, de acuerdo con sus criterios, no se pronuncia sobre si son o no prefijos propiamente dichos, y los incluye todos (véanse s. v.).

142 Los helenismos del español

CroSCOplCO, macrobiótica 29, megaterio, megalomanía, microcosmos), incluso el hecho de que al menos uno de ellos pueda aparecer tam­bién como segundo término de compuesto (p. ej. quiro-megalia «cre­cimiento anormal de las manos»), todo ello aconsejaria considerarlos elementos de compuestos cuya frecuencia, por otra parte, ha acabado facilitando que se los pueda anteponer a todo tipo de palabras (ma­croconcierto, microchip, microbus). Sin embargo, si nos fijamos en usos más o menos claramente intensivos del tipo de megaéxito, po­dríamos muy bien considerarlos como prefijos cabales, comparables a otros como archi-, re-, etc. 30.

Algo similar podría decirse de n e 0- (gr. vÉOC;, <<joven, nuevo»), a u t 0 - (del pronombre de identidad atnóc; «el mismo») o de s e u d 0-

(gr. ",EUOOC; «mentira»), entre otros elementos que la GDLE llama «prefijos calificativos» (§ 76.5.6.3, donde se incluyen también homo, iso, hetero y paleo). Constatamos su uso en cultismos (neotenia, neo­lítico, autofagia, seudópodo), neo- incluso puede aparecer como se­gundo término de compuesto (misoneísmo «odio a las novedades») y auto- ha llegado a constituir una base de derivación en autismo, au­tista (lo que es insólito entre los prefijos españoles); sin embargo, se puede plantear la duda si consideramos su uso frecuente antepuesto a cualquier tipo de palabras, así en neorrealista, neoconservador, auto­bombo, autolavado, seudocientifico, seudorreligioso, etc. 31

Valgan estos ejemplos para mostrar cómo la línea que separa un prefijo de un primer elemento de compuesto es muy borrosa y en gran

29 Como nota semántica, recordaremos que macro se suele usar en compuestos modernos con un sentido distinto del que tenía en griego, que era el de «largo» (como en macrobiótica, formado a partir de IlUKpó!3to<; «longevo»), y no el de «grande» (que es el que tiene en macrocosmos, macroscópico, macroeconómico, etc.); cf. Janni, 1994, 93-97.

30 Cf. GOLE, § 76.5.4.1; Rainer, 1993,344, 345 Y 346; Almela, 1999, 68 (que in­cluye, a nuestro juicio sin causa justificada, meso-J.

3\ Cf. Rainer, 1993, 309-13 (auto), 349-50 (neo) y 366 (seudo). Por cierto que neos (por neocatólicos) se usó también en el siglo XIX (cf. § 12.5, sobre «acortamien­tos» y también sobre fenómenos como el de telenovela (<novela que se emite por la te­levisión»).

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras. .. 143

medida arbitraria; léase, por ejemplo, la introducción de S. Yarela y J. Martín García al capítulo dedicado a la prefijación en la GDLE (76.1). Suele decirse que en los compuestos los formantes guardan entre sí una relación de tipo atributivo o copulativo, mientras que en la prefi­jación la relación es de tipo adverbial; pero en cuanto nos salimos de las preposiciones (que en su origen remoto, ya se ha dicho, eran tam­bién adverbios) y entramos en el campo del adverbio, inevitablemente estamos ya cerca del nombre (sustantivo y adjetivo). Y es que, visto en perspectiva diacrónica, muchos adverbios griegos no son más que casos fosilizados del nombre o del adjetivo (como OtKOL «en casa», con la vieja desinencia de locativo), o simplemente su forma neutra (así 1tpú:rrov «por primera vez», de 1tp(i:rroc; «primero»), como tam­bién ocurre en español (ahora > ablativo hac hora, luego > loco, etc.).

Esta falta de acuerdo respecto a lo que es o no un prefijo en espa­ñol se refleja en las obras que venimos citando en este capítulo. Ya hemos tenido ocasión de criticar en varias ocasiones los criterios de Almela, no siempre claros, y tampoco podemos compartir la opción de Rainer - coherente, por lo demás, con su planteamiento- de in­cluir en los prefijos elementos como bio-, cardio-, ciclo-, etc., que pa­ra nosotros son elementos de composición, aunque sea de un tipo es­pecial, culto, de composición 32

; en cuanto a la GDLE, YareJa y Martín García dicen:

«en nuestro inventario de prefijos españoles incluiremos ciertos ele­mentos del griego o del latín que, aunque no sean preposiciones, in­troducen en el español moderno contenidos semánticos de modifica­ción semejantes a los prefijos propios (asÍ, auto-, los cuantificadores tri-, deca-, mili-... o pluri-, hemi-) y algunas preposiciones de esas lenguas hoy sólo usadas en el vocabulario culto o en creaciones oca­sionales, de bajo rendimiento (ecto-, endo-, epi-)>> (p. 4998).

32 Por su parte, Alemany, 1920, 173-213, trata la prefijación como un capítulo dentro de la composición, por lo que no tiene mucho interés para la cuestión que nos ocupa; sí es interesante comprobar, en cambio, que muchos de los desarrollos que he­mos visto en este capítulo son tan recientes que Alemany no los menciona siquiera en su libro (por ejemplo los relativos a para-, meta-, hiper-, proto-) .

144 Los helenismos del español

Y, de acuerdo con estos criterios, incluyen en su lista, como he­mos visto, cuantificadores y además «calificadores» como neo, seudo, hetero, horno, iso; pero, cuando se entra en este terreno, claramente adjetival, puede uno preguntarse por qué, si se incluye iso «igual», no se incluyen por ejemplo alo «otro» (a/omorfo, etc.) y horneo «pareci­do» (homeóstasis, etc.); si se incluye paleo «antiguo», por qué no me­so «medio» (mesolítico, mesocracia) o arqueo «antiguo» (arqueolíti­co, etc.); por qué seudo «falso» pero no, por ejemplo, cripto «oculto» (criptojudaísmo, etc.), y así sucesivamente.

Por todo ello, en el caso de que se quisiera dar con un criterio drástico, lo más coherente sería excluir de la categoría de prefijos es­pañoles a todos los elementos de carácter claramente adjetivo o ad­verbial, es decir, los cuantificadores, cardinales y ordinales como pan-, poli-, mono-, proto-, etc.; los adverbiales ecto-, exo- y endo-; los adjetivales micro-, macro-, mega-, neo-, seudo-; o el pronominal­reflexivo auto-; todo ello con la reserva de que algunos de estos ele­mentos puedan cobrar, en palabras de nueva creación, valores o mati­ces que los acerquen notablemente a los «verdaderos» prefijos (como mega- en su acepción puramente intensiva).

Se podrían conservar, por tanto, como prefijos españoles de ori­gen griego los derivados de preposiciones (anti-, hiper-, meta-, para-) y además el intensivo archi-, el privativo a- y finalmente, con muchas vacilaciones, los adverbiales dis- y eu- (muy poco productivos los dos últimos) 33. Es decir, que, del mismo modo que para definir lo que es un prefijo o un sufijo en español es requisito básico su falta de inde­pendencia gráfica o prosódica en la frase (gráfica en el caso de re- o -miento, prosódica en el caso de las preposiciones), en el caso que nos ocupa, si queremos conservar la distinción clara entre prefijación y composición, tenemos que recurrir a un criterio histórico, a saber, el de la falta de independencia gráfica o prosódica de esos elementos (6.-,

33 Se podría rechazar eu- y admitir dis- porque este último no tiene autonomía como palabra en griego; pero esto sería adoptar un criterio de carácter histórico­etimológico, ajeno a su funcionamiento actual en la lengua española.

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras... 145

aV.l, etc.) en el propio griego antiguo, excluyendo por tanto todos aquellos formantes que no son más que variantes o alófonos en com­posición de palabras independientes a todos los efectos en griego (como lo es ot- de Ole; «dos veces», 1tOAU- de 1tOAÚe; «mucho», VEO­

de vÉoe; «nuevo», etc.)34, y que por tanto en buena lógica habrá que incluir dentro de la categoría de los temas de composición de origen griego (como leuco-, cardio-, -algia, -metría, etc., de los que nos ocuparemos en § 12.3).

La otra opción drástica, ya lo hemos dicho, es la de Rainer (total­mente ajena a razones diacrónicas), que en su lista de prefijos lo mismo incluye a- o hiper- que bio- y cardio- , de igual modo que en la de sufijos incluye -ista o -itis junto a -ómetro u -ología, pues ninguno de esos elementos tiene independencia como palabra en español; es una opción coherente, pero tiene el inconveniente de obviar el hecho de que en español, lo mismo que en otras lenguas europeas, existe un tipo especial de composición, aquella que opera a partir de temas o raíces greco-latinas, y que nosotros creemos que merece ser tratada como tal (cf. § 12.3).

§ 12.2. SUFIJOS

Veamos ahora los sufijos griegos que han encontrado acomodo en el español, en algunos casos con un altísimo grado de productividad (recordemos que la sufijación es el procedimiento más eficaz que tie­ne el español para la formación de palabras); tendremos que exponer, aunque sea brevemente, los antecedentes griegos y latinos, pues de lo contrario es imposible entender la historia y el uso actual de estos su­fijos en las lenguas modernas. Por otra parte, recordamos al lector que desde hace muy poco contamos con un buen diccionario histórico­etimológico de los sufijos españoles, el DESE de David Pharies, lo

.14 Las única excepciones serían archi-, incluido entre los prefijos por las razones expuestas, y hemi- , que no es palabra independiente en griego; sobre dis- y eu- , cf. su­pra.

146 Los helenismos del español

que nos ha permitido en este apartado - a diferencia del dedicado a la prefijación- algo más de precisión en lo referente a la datación de los primeros ejemplos en castellano de voces con los sufijos respecti­vos.

A diferencia de los prefijos, que, como hemos visto, no suelen modificar la base ni imponerle ningún tipo de morfema flexivo o de categoría gramatical, el sufijo «modifica generalmente y de una ma­nera sistemática la clase de la palabra base» 35, convirtiéndola en un sustantivo, un adjetivo, un verbo, etc.

Para nuestra exposición distinguiremos, siguiendo a Almela, entre sufijos exocéntrlcos -aquellos que alteran el semema de la palabra base, como en cocina> cocinero - y endocéntrlcos - que solamente alteran una parte del semema (es lo que suele llamarse «sufijos apre­ciativos», del tipo de ventana > ventanica). Dentro de los exocéntrl­cos distinguiremos entre los sustantivadores, los adjetivadores y los verbalizadores, según la clase de palabra a la que pertenezcan las vo­ces formadas con dichos sufijos 36.

§ 12.2.1. Sufijos exocéntricos-sustantivadores

§ 12.2.1.1. -t a, -i t a, -( i) sta. Este sufijo español, en sus diversas variantes, remonta al griego --11<;, que servía para formar nombres de agente masculinos (generalmente de persona) a partir de raÍCes ver­bales (como en KM1t-_11<; «ladrón», de KNm- «robar») o nominales (como en 1tOAí-_11<; «ciudadano», de 1tÓAl<; «ciudad»)3? En el jónico­ático se convirtió en el sufijo de agente por excelencia y fue enorme­mente productivo (hay unos 4.500 ejemplos). Según el lexema al que se pospusiera, daba lugar a diversas terminaciones, como -11-11<;

35 Almela, 1999,75. 36 Cf. Almela, 1999,71-119; GDLE, capítulos 69 (Derivación nominal, por R. San­

tiago Lacuesta y E. Bustos Gisbert), 70 (Derivación adjetival, por F. Rainer), 71 (De­rivación apreciativa, por F. A. Lázaro Mora), 72 (Derivación verbal y parasíntesis, por D. Serrano-Dolader).

37 Cf. Chantraine, 1933,3 10 ss.; Buck-Petersen, 1945,544-73.

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras... 147

(1tOlrrrlÍC; «poeta»), -LLl1C; (1tOA.Í1l1C; «ciudadano»), -0"t11C; (í1t1tó"tl1C; «ca­ballero»), -a<Hl1C; (¿pa<HlÍc; «amante»), -l<Hl1C; (ypa~~an<HlÍC; «pro­fesor de primeras letras»), -lW"tl1C; (i8Hínl1C; «particular»), etc. ; el acen­to, como se ve, no ocupaba un lugar fijo en estos derivados.

En latín hay atestiguados cerca de doscientos helenismos que in­cluyen este sufijo, entre ellos idiota, nauta, poeta, sophista, athleta, pirata, propheta, troglodyta, hoplites, hypocrita, proxeneta, apostata, baptista, evangelista, exorcista, coenobita, eremita, anachoreta, an­tagonista, asceta, catechista, allegorista, panegyrista, patriota 38 . Esta categoría de helenismos se integraba sin problemas en la declinación latina, convirtiéndose en masculinos de la primera (en -ta, -tae, como las voces autóctonas del tipo agricola, -ae), aunque ocasionalmente se conserve el nominativo griego en -tes, sobre todo en autores técni­cos.

Por lo que respecta a la productividad del sufijo en el propio latín, no es mucho lo que se puede decir. Y es que en latín estaban muy vi­vos sufijos como -tor y -tarius (cf. el caso de ~aKXEU"tlÍC; convertido en lat. bacchator, o la concurrencia entre baptista y baptizator); el préstamo de helenismos en -l(Hl1C; era más fácil cuando había también un verbo paralelo en -í~w (como en agonizo/agonista, catechizo/cate­chista, etc.).

Como puede verse por la lista que hemos citado antes, eran mu­chos los términos cristianos que incluían este sufijo en latín, y fue precisamente en este terreno donde -ta conoció cierta productividad a partir del siglo 1Il d. C. Nos referimos a los nombres de sectas cristia­nas en -itae/-istae/-astae, casi siempre formados ya en griego (Chi­liastae, Encratitae, etc.), pero que en algunos casos añadían el sufijo griego a raíces latinas (como en Binionitae, Unionitae y alguno más) o a antropónimos no griegos (Montanistae, Priscillianistae, etc.). Este uso del sufijo es importante porque anuncia el uso moderno de -ista aplicado a miembros o simpatizantes de partidos políticos, confesio-

3K Cf. André, 1971 , 73 ss. (recordamos que el estudio de este autor abarca desde los orígenes del latín hasta el año 600 d. C.).

148 Los helenismos del español

nes religiosas y grupos de todo tipo (ver infra), uso que se ha visto favorecido por la existencia de abstractos en -ismo (sufijo del que ha­blaremos en seguida); además, el uso de este sufijo para designar sectas heréticas explica en parte que -lcr'tT]C;, que en su origen era to­talmente neutro, sin ningún tipo de connotaciones, tenga muchas ve­ces en las lenguas modernas (como -ista en español) un valor peyora­tivo más o menos claro (piénsese en casos como arribista, felipista , etc.).

Por otra parte, también en la Alta Edad Media empiezan a apare­cer ya voces que anuncian el abundante uso moderno de -ista con ba­ses no griegas para designar profesiones u ocupaciones, así ioeísta «que hace juegos de palabras» (siglo VII) o computista «el que calcu­la» (siglo VIII)

En español tenemos ampliamente representado el sufijo -ta en sus diferentes variantes (se trata de palabras ya formadas en griego, si no se indica expresamente lo contrario) 39 :

- ata: en helenismos heredados como apóstata, próstata (ya en gr. aplicado a esta parte del cuerpo), pirata, el caso curioso de acró­bata 40, gentilicios como crotoniata o espartiata, etc. (y el moder­no keniata , que tiene su origen en un nombre propio). Está además el caso especial de homeópata, sicópata, demócrata, autócrata, que no son originalmente nombres de agente en -ata; pero cabe supo­ner que estas formaciones regresivas (cf. § 11.2) se han visto favo­recidas por la gran cantidad de sustantivos masculinos terminados en -ta, con los que quizá el hablante común los asimila;

- eta: ampliamente representado en helenismos heredados como as­ceta, profeta, exegeta o exégeta, atleta, cometa, planeta, proxene-

39 Nuestra fuente principal es el diccionario inverso de Bosque-Pérez, 1987 (he­mos revisado todas las palabras terminadas en -tajo

40 Curioso porque cuando se acuñó en francés acrobate (de donde esp. acróbata) no estaba atestiguada todavía la voz griega correspondiente Crxpo¡3áTIl<; (documentada epigráficamente en el siglo xx), cf. R. Adrados, 1997, 314, Y también García Yebra, 1999, s. v. acróbata.

La aportación del griego antiguo a la fo rmación de palabras.. . 149

ta , poeta, esteta, anacoreta, metreta, e l gentili c io egineta (y el mo­derno lisboeta):

- (i)ota: poco representado: idiota. patriota, algún genti lic io como epirota, sicilio/a, chipriota (y e l moderno cairota) :

- euta/-auta: poco representado: coreuta, terapeuta, hermeneuta, nau­ta y sus deri vados (astronauta, etc .) ;

- nta: sólo tenemos el caso de un par de compuestos de q>OlVú) , hie­rofan te (donde, por influencia de l francés, ha cambiado la tenni­nación) y el poco usado sicofanta;

- asta : representado en pa labras como escoliasta, iconoclasta , gim­nasta, pederasta, entusiasta (usado como adj eti vo en lugar de en­tusiástico), con su terminac ión origina l en e l caso excepc ional de Eclesiastés. El único caso moderno que conozco en que se ha usa­do esta va ri ante del sufij o es cineasta (fr. cinéaste, documentado en 1922); la raíz de cine es griega, KlVl1).lO «movimiento», pero la formación de l té rmin o mode rno , con su hi a to leal y s u acorta­miento léxico (cf. § 12.5), as í como su propio s ignificado denun­cian claramente su modern idad)41;

- ita: en griego esta tenninac ión (-L't11<;) podía ser simplemente el re­sultado de añadir el sufijo de agente -1'11<; a un tema en III larga o breve (así 1tOAl1l1<; de 1tÓAl<; «ciudad», Ú1tOKPL't1Í<; de KplVÚ) <0uz­gar», etc .; en algún caso se ha añadido -l1'l1<; a otro tema, como en Ó1tAl1l1<; de 01tAOV «arma»), y así tenemos en español cosmo­polita, hoplita, hipócrita 42.

Pero además la tenninac ión -L't11<; era frecuente como ta l en genti ­li c ios (como ' AB811Pl111<; «ciudadano de Abdera», LtBOPl1'l1<;, etc .); también se la ut ilizaba, con va lor adjetival, para nombres de piedras y

4 1 Cf. Rainer. 1993.416. 4! Haya l menos un caso en que -ita representa en un helenismo espaiiol el añadi­

do del sufijo a una raíz en lu/ : Il'Og /odira (s) < la!. Trog/odl'fae < T púJy/"'ocS0Tal (el'. DELG s. v. Tp<ÍlyúJ sobre los problemas que plantea esta pa labra).

150 Los helenismos del español

minerales, acompañando normalmente a AíeO<; «piedra» (Aí9o<; av-9pmcí:tT]<; «piedra antracita», aEAT]vÍ'tT]<;, etc.) 43.

Su uso con gentilicios explica que los traductores de la Biblia he­brea al griego (la Septuaginta o LXX, siglos m-u a. C.), al haber ade­más en hebreo muchos nombres de persona y de lugar terminados en l il , utilizaran con profusión la terminación -t'tT]<;, generalmente en plural (como en AEUitm «miembros de la tribu de Leví», LOOo~itm,

, IapuT]Attm , MúX$itm «habitantes de Moab», etc.). De aquí pasó fácilmente al griego cristiano, designando nombres de sectas (como Movoepuat'tm, ver antes)44 o palabras comunes (como varias que ha­cían alusión al modo de vida, como EPTJIlítll<; «eremita», etc.).

Con estos antecedentes, encontramos en español la terminación -ita en algunos gentilicios griegos (sibarita , que ha desarrollado un sentido específico, más allá del original de «habitante de Síbaris»; estagirita, abderita, etc.; un caso especial es el de selenita «habitante de la Luna», utilizado ya por Luciano en su Historia verdadera) y en muchas palabras relacionadas con el judaísmo y el cristianismo, ya formadas en griego (eremita, cenobita 45

, Areopagita, israelita, sodo­mita, levita - la persona y la prenda-, monofisita, etc.), pero tam­bién se observa su uso bastante abundante con bases léxicas del ori­gen más diverso, ya sea en puros gentilicios (como moscovita, semita, vietnamita, sefardita o hitita; urbanita «habitante de la ciudad» debe de haberse tomado del inglés, donde ya aparece a finales del siglo XiX), ya en voces relacionadas con la religión cristiana medieval o moderna (jesuita, cusita, carmelita, etc.).

En cuanto al uso griego de -t'tT]<; con nombres de minerales y ge­mas (también atestiguado en helenismos latinos gracias sobre todo a Plinio el Viejo), ha tenido su continuación en el léxico moderno del español y demás lenguas europeas, donde tenemos tanto palabras he-

43 Cf. Redard, 1949, 49-65 (piedras) y 118-222 (gentilicios). 44 Lista muy completa en Redard, 1949, 214-222. 4S Cf. André, 1971 , 87 para esta palabra en concreto.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 151

redadas del griego (antracita, pirita, clorita < XAú)pi'n~ , etc.) como muchas formaciones nuevas, relacionadas con la mineralogía (bauxi­ta, baquelita, azurita, calcita, grafito con cambio de género, etc.), los fósiles (a veces conservando la terminación -tes, como trilobites), la química, especialmente para nombres de explosivos (dinamita, trilita) o de determinadas sales de ácidos (sulfito, nitrito, etc., con cambio de género; cf. fr. sulfite, ing. sulphite, nitrite, etc.) 46;

- i s t a: aunque esta terminación, asociada en griego a los verbos en -l~ú), está presente en unos cuantos helenismos heredados (alicista, helenista, sofista, exorcista, etc.), su productividad ha sido tal en español y en las demás lenguas europeas que la encontramos como sufijo añadido a cualquier tipo de base léxica (unos 800 ejemplos en Bosque-Pérez, 1987). Respecto a la historia de este sufijo, ya hemos hablado antes de la importancia que tuvo su uso para desig­nar sectas cristianas heréticas (montanistas, donatistas, priscilia­nistas, etc.); diremos también que, en la transición entre los usos antiguos y modernos del sufijo, tuvo especial relevancia su uso en la filosofía escolástica (para designar escuelas como los nomina­listas, los tomistas, los realistas, etc.), y así, extendiéndose poco a poco a bases no griegas (por ejemplo en fr. oculiste, documen­tado en 1503), llegamos a los usos actuales en español, donde - siguiendo fundamentalmente a Rainer- se pueden distinguir:

a) oficios y ocupaciones, especialmente en el campo de las ar­tes y las ciencias, aunque está abierto a otros muchos secto­res, incluidos los delictivos (violinista, novelista, oculista, jurista, arabista, germanista, escayolista, mayorista, peris­ta, etc.). Dentro de esta categoría podría incluirse el subtipo

46 Para explicaciones más precisas sobre estos usos científicos del sufijo, cf. ante todo OED s. v. -ite. Para los distintos usos de -ita en español, cf. Alemany, 1920, 92; Rainer, 1993, 575-76; GDLE, § 70.3.1.2-3 (adjetivos deonomásticos de persona y de lugar); DESE s. v. -ita (con algunas imprecisiones históricas sobre el sufijo griego) e -ito (con datos sobre sus usos en la química).

152 Los helenismos del español

que designa a participantes o miembros (asambleísta, ate­neísta, huelguista, etc.), incluyendo las miembros de equi­pos deportivos (como en «los jugadores zaragocistas»);

b) partidarios de todo tipo de agrupaciones, ya sean grupos de carácter religioso (quietista, milenarista, metodista, taoísta, calvinista, etc.), escuelas filosóficas y artísticas (dadaísta, modernista, vanguardista, materialista, averroísta, etc.), par­tidos políticos y otras agrupaciones de naturaleza diversa (racista, fascista, nudista, europeísta, socialista, etc.);

c) formas de ser, actitudes, defectos, etc. (egoísta, hedonista, cobista, arribista, fetichista, bromista, juerguista, sablista, hablista, covachuelista, alarmista, camorrista, cuentista, etc.); como se puede observar, en este grupo hay muchas formaciones de carácter humorístico o despectivo. Quizá podrían incluirse aquí las voces que designan a personas con particularidades lingüísticas, en la medida en que éstas sue­len considerarse como «defectos» (leísta, laísta, dequeísta, yeísta, etc.).

Muchas de estas palabras -que presentan forma única para mas­culino y femenino (salvo casos excepcionales como modisto), cf. § 11.1.1- tienen sus correlatos abstractos en -ismo (socialismo, taoís­mo, etc.) y algunas tienen correlatos verbales en -izar, no siempre con el mismo sentido (socializar, feminizar, etc.); las excepciones más notorias a esta tendencia son la mayoría de los nombres de oficios (artista) y muchas de las que hemos incluido en el apartado c) (bro­mista, sablista).

Por otra parte, el grupo a) es el único en que se conserva el valor puramente neutro del sufijo de agente griego -'t1l~ , que designaba en principio a una persona que desempeñaba una actividad determinada; mientras que en los demás grupos es frecuente que haya una connota­ción peyorativa o humorística, aunque a veces esté ya muy difumina­da o incluso olvidada (recuérdese cómo muchos nombres de escuelas o tendencias artísticas y literarias fueron acuñados por sus enemigos

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 153

con intención peyorativa, desde los neotéricos en la época de Cicerón hasta los impresionistas en el siglo XIX)47.

§ 12.2.1 .2. -i t i s. Dedicamos un apartado propio a este sufijo, aun­que en realidad en su origen, en griego antiguo, no era sino la forma de femenino del sufijo -(l)'rTje; que acabamos de ver (por ejemplo en KUVTjY€'!le;, fem. de KUVTjY€1Tje; «cazador», o en 1tUpáKOl1le; «esposa», fem. de 1tUpuKoÍLTje; «marido») 48. Pero ya en griego esta terminación -l '!le; conoció algunos usos específicos, entre ellos el que se ha per­petuado en español y demás lenguas europeas, es decir, su uso adjeti­val para designar una parte del cuerpo afectada por algún tipo de pa­tología (así en vócroe; apepl'!le; «enfermedad de las articulaciones»; a menudo se elidía el sustantivo vócroe;, y de ahí deriva el uso moderno del sufijo -itis como formador de sustantivos)49.

Respecto a su uso moderno, hay que señalar que se trata en princi­pio de un sufijo culto restringido al campo de la medicina, donde, por cierto, ha cobrado un sentido más concreto que el que tenía en griego, a saber, el de «inflamación» de la parte u órgano en cuestión; las voces españolas que lo llevan son o bien heredadas del griego (artritis, pleu­ritis, etc.) o bien de nueva formación a partir de raÍCes griegas (otitis, rinitis, etc.) o latinas (apendicitis, sinusitis, etc.); sin embargo, también hay algunos casos esporádicos de uso humorístico-despectivo del sufi­jo, así titulitis, medallitis, mieditis, reunionitis, etc., donde las afeccio­nes fisiológicas se han sustituido por defectos morales 50. Sobre su ina­daptación morfológica en español, cf. § 11.1.5.

47 Cf. en general Alemany, 1920, 91-92; Rainer, 1993, 486-87 (sobre la rivalidad entre -ero e -ista), 566-72 (también para cuestiones formales) y 575 (sobre -isto); GOLE, § 69.2.25 (como formador de sustantivos) y 70.3.1.2, 70.3.4 (como formador de adjetivos); Romero Gualda (1981); DESE s. v. -ista.

48 Cf. Chantraine, 1933, 339-40; lista en Kretschmer-Locker, 1963, 325-27; para el latín, Gradenwitz (1966), que recoge unos 120 helenismos.

49 Lista en Redard, 1949, 101-105 (algunas de esas palabras sólo están atestigua­das con la terminación -i'rTlC;) .

50 Por eso Almela (1999, 119) incluye -itis entre los sufijos apreciativos; cf. tam­bién Alemany, 1920, 93 ; Rainer, 1993, 576-77; DESE s. v.; no figura en GOLE. En OED

s. v. -itis se citan casos como fisca/itis, suffragitis (1906), etc.

154 Los helenismos del español

§ 12.2.1.3 . -i s m o. En griego hay muchas palabras formadas con el sufijo nasal-~oc; (como pue~ÓC; > ritmo), pero aquí lo que nos inte­resa son las terminadas en -(J~ÓC; y especialmente en -acr~óc; e -tcr~óc;,

pues es el grupo más importante y productivo ya en griego, donde suele estar en relación con verbos en -áero e -íCro 51, Y es el único (en la forma -ismo) productivo como tal sufijo en español y en otras len­guas modernas.

En latín aparecen unos ochenta helenismos terminados en -smus (la gran mayoría en -ismus), lo que no es mucho comparado con los casi 1.600 que hay en griego 52; muchas de estas palabras latinas han llegado también como cultismos al español, así barbarismus, soloe­cismus, idiotismus, metaplasmus, rheumatismus, spasmus, schematis­mus, syllogismus, baptismus, christianismus, exorcismus, iudaismus, asteismos, atticismus, etc. Estos préstamos se adaptaban sin proble­mas a la declinación latina en -us, -i, aunque ocasionalmente pudieran conservar terminaciones griegas (nom. asteismos, ac. en -on, etc.) . Las actividades a las que se referían todas estas palabras eran sobre todo las intelectuales, especialmente la gramática y la retórica; la me­dicina, y el léxico cristiano (donde era frecuente que junto al abs­tracto en -ismus hubiera también el verbo en -izare y el nombre de agente en -ista: catechismus/catechizare/catechista, etc.).

Por lo demás, su uso como sufijo productivo en latín fue mínimo, reducido a paganismus (como opuesto a Christianismus) y denaris­mus (nombre de un impuesto). Desaparecidas la mayoría de las pala­bras mencionadas del léxico primitivo de las lenguas románicas, esta terminación - que seguía estando presente en los textos latinos me­dievales de retórica, de medicina, etc. - reapareció poco a poco, con algunas nuevas creaciones muy significativas, como catolicismo (si­glos XVI-xvn) 53, y ha tenido un éxito enorme en las lenguas modernas europeas (y no sólo europeas: está documentado su uso en japonés),

51 cr. Chantraine, 1933, 135 ss.; Buck-Petersen, 1945, 184-85 Y 200-209. 52 André, 1971,58 ss. 53 Sobre el caso discutido de abismo « éíf3ucrcroC;), ya en el siglo XIII, ver DCECH.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 155

hasta el punto de llegarse a hablar en el siglo xx de ismos (es muy in­frecuente que un sufijo acabe convirtiéndose en un sustantivo por de­recho propio).

En español, y prescindiendo de otros helenismos heredados en los que se aprecia el sufijo básico -jlOe; (rit-mo, borborig-mo, logarit-mo, ist-mo, etc.), quedan unas cuantas palabras griegas terminadas en -asmo (sarcasmo, orgasmo, entusiasmo, quiasmo, metaplasmo, pleo­nasmo, espasmo/pasmo, marasmo) y apenas alguna que otra en -esmo (tenesmo en medicina) 54.

Pero, como ya hemos dicho, el único sufijo productivo en español ha sido -ismo (hay cerca de 800 ejemplos en Bosque-Pérez, 1987)55. Desde el punto de vista semántico hay que decir que ya en griego se observan usos bastante distintos del sufijo, pues, resumiendo, por un lado -L<JjlÓe; puede servir para designar simplemente un proceso, una acción completa o su resultado (como en óCHpaKl<JjlÓe; «acción y efecto de desterrar a un ciudadano», o en Qq>Opl<JjlÓe; «delimitación, definición»); por otro, desde muy pronto se ha especializado para in­dicar la adhesión a una causa política o de otro tipo (jl1l0l<JjlÓe; «el he­cho de simpatizar por los persas»), una forma determinada de hablar o de comportarse (ÉAAllVl<JjlÓe; «el hecho de escribir o hablar un grie­go correcto»), etc.

Así, en español tenemos bastantes muestras del primer uso, pero casi siempre se trata de palabras heredadas; en este sentido el sufijo ha sido poco rentable:

a) Palabras heredadas: aforismo, ostracismo, paralelismo, silo­gismo, cataclismo (ver nota), paroxismo, términos médicos como reumatismo, cateterismo. Voces de creación moderna: vulcanismo, magnetismo, en medicina paludismo, metabo­lismo, etc. (quizá habria que incluir aquí los colectivos, uti-

54 Sobre el origen de cosmos, véase DELG s. V.

55 En algún caso aislado el final en -ismo no procede de -tcr¡!(x; sino de -u-cr¡tÓC; (ca­taclismo < KQ'WKAUcr¡tÓC;, de KQ1QKAúl;w «inundam).

156 Los helenismos del español

lizados en lingüística, vocalismo y consonantismo 'conjunto de vocales o consonantes de una lengua').

En cambio -ismo, en correspondencia muchas veces con -ista (ver antes, en este sufijo) e -izar, ha sido y sigue siendo enormemente pro­ductivo para el segundo uso, es decir para designar:

b) la adhesión a grupos religiosos, sectas, escuelas filosóficas o económicas, tendencias artísticas, partidos políticos, corrien­tes o agrupaciones de naturaleza diversa (brahmanismo, nominalismo, librecambismo, krausismo, surrealismo, libe­ralismo, jeminismo, etc.), incluyendo además la designación de formas de organización social y de gobierno (feudalismo, capitalismo, totalitarismo, etc.);

c) peculiaridades lingüísticas (cultismo, dialectalismo, eolismo, anglicismo, leonesismo, etc.);

d) conductas y actitudes generales (egoísmo, arribismo, despo­tismo, nepotismo, etc.); a menudo la base ya designa una ac­titud por sí misma (patriotismo, pasotismo, esnobismo, cos­mopolitismo, etc.)56.

Respecto a la relación entre -ismo e -ista, de la que ya hemos di­cho algo antes, es lógico que los sustantivos del grupo a), en la me­dida en que designan procesos sin intervención humana, no tengan correlato en -ista (p. ej. vulcanismo, cuyo «correlato» sería vulcanó­logo), mientras que suele ocurrir lo contrario con los del grupo b) (nominalista,feminista) y con algunos del d) (egoísta, arribista) .

Respecto al grupo c), es curioso observar cómo los nombres de agente en -ista que hemos clasificado antes (§ 12.2.1.1) en el apartado c) designan normalmente a quien comete algún tipo de «error» en su

56 Como señala Rainer, 1993, 563-64, ésta es una de las categorías en que estamos muy cerca de auténticos nombres de cualidad, del tipo de los en -(i)dad, como urbani­dad, etc.; otro grupo sería el de los nombres de enfermedades ya mencionado, sobre todo en casos como nerviosismo (también se usa nerviosidad), infantilismo, etc.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 157

fonna de hablar (laísta, etc.)57, mientras que los en -ismo tienen un carácter más neutro, indicando nonnalmente la mera procedencia de una palabra o expresión (eolismo, latinismo, provenzalismo, etc.; aunque también hay laísmo, yeísmo, etc.) 58.

§ 12.2.1.4. -s i s, -o s i s. El sufijo -ti-, ampliamente atestiguado en las lenguas indoeuropeas, está representado en griego por la tennina­ción -tle;, que, desde el punto de vista fonético, sufre asibilación (con algunas pocas excepciones, como Jlávne; «adivino» y sus compues­tos, esp. quiromante, nigromante, etc.) y se convierte en -me;; y desde el punto de vista semántico, se especializa en la fonnación de abs­tractos verbales (procesos, acciones), que ocasionalmente pueden co­brar un sentido concreto (por ejemplo l3á(ne; «acción de andar» > «base») 59.

De los más de 5.600 ténninos en -me; atestiguados en griego clá­sico, en latín se han registrado unos 300 préstamos. Los campos me­jor representados son el de la medicina, fundamentalmente designan­do nombres de enfennedades (phthisis, psoriasis, etc.; a veces el préstamo se debía a la pura imposibilidad de nombrar en latín deter­minadas partes del cuerpo) y el de la gramática y la retórica (ténninos como prolepsis, metathesis, arsis, diaeresis, etc.). Estas palabras, co­mo temas en /i/ que eran, no tenían ningún problema para adaptarse a la declinación latina correspondiente (sobre este problema en español, cf. § 11.1.5.).

De todas fonnas, este sufijo no tuvo ninguna productividad en la­tín, donde había un sufijo equivalente -tio, -tionis (probatio; a veces en la fonna -sio, -xio: suspensio, annexio) con la misma función de crear abstractos verbales, y cuyo gran rendimiento, por lo demás, se

57 Y un arabista o un germanista no son personas que hablen de una forma de­terminada, sino gente que se dedica a una profesión.

58 Cf. en general Alemany, 1920, 90-91 ; Rainer, 1993,560-66; GDLE, § 69.2.24; DESE, s. v.; algunas observaciones en Lázaro Carreter, 2003, 106 (resultadismo) .

59 Cf. Chantraine, 1933, 275 ss. ; Buck-Petersen, 1945, 574-608; Y la monografía de Holt (1941).

158 Los helenismos del español

debe en gran parte al influjo indirecto de las palabras griegas en -me; (cf. § 12.6). En las lenguas románicas primitivas quedaron muy pocas palabras en -sis, y en las lenguas europeas modernas este sufijo ha te­nido un rendimiento limitado al léxico de la medicina, como veremos (en la forma -osis/-iasis).

En español hay numerosos helenismos con esta terminación, to­dos formados ya en griego si no se afirma lo contrario. Podemos dis­tinguir, según los temas a los que se ha añadido el sufijo en cuestión:

-sis precedido de consonante: gutural en profilaxis, sintaxis, anapti-xis, praxis; labial en elipsis, sinopsis, prolepsis, silepsis, epana­lepsis, apocalipsis; Irl en catarsis;

-sis precedido de diptongo o de lil « griego Itl o lu/): enfiteusis, crisis (gr. Kpíme;), anagnórisis, tisis, apófisis, hipófisis, análisis (gr. avo.­Aume;) y demás compuestos en -lisis (parálisis, catálisis, etc.);

-esis. Las palabras españolas con esta terminación proceden bien del gr. -E-me;, bien de -T]-me;. En el primer caso están helenismos co­mo génesis, aféresis, sinéresis, tesis (gr. 9É-me;) y todos sus com­puestos (antítesis, síntesis, paréntesis, metátesis, hipótesis, etc.), que son siempre esdrújulos en el caso de tener más de dos sílabas (cf. § 6.7).

En el segundo caso están voces cuyos étimos griegos suelen ser abstractos verbales en -T]me; derivados de verbos contractos en -Éro y más raramente en -o.ro, y que en principio serán llanas (aunque hay bastantes excepciones): diuresis (gr. OtoúpT]me;, de OtOUpÉro «ori­nar») , catequesis, diaforesis, sindéresis (mal acentuado, gr. (J\NtlÍ­pT]me;), catacresis (gr. KOTo.XJ)T]me;, de KOToXJ)o.o~at), exegesis o exégesis, diócesis (acento y transcripción irregulares, cf. § 8). En al­gún caso aislado la voz griega no procede de verbos contractos sino que la IT]I formaba parte de la raíz (anamnesis < gr. avo.-~vT]-<Jte;, de ~t-~VlÍ-crKro «recordar»);

-asis, -iasis. Las palabras terminadas en -asis proceden simplemente de voces griegas con una o breve en la raíz (con la excepción de crasis < Kpiime;), por lo que serán esdrújulas en caso de tener más

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 159

de dos sílabas: tenemos ejemplos como anábasis, catábasis (com­puestos de base < gr. ~á-<ne;; sobre el final en -e, cf. § 11.1.5), antífrasis, perífrasis (compuestos de frase < gr. q>páme;), prótasis, metástasis, homeóstasis, éxtasis, etc.

En cambio la terminación -iasis aparece en palabras griegas rela­cionadas con la medicina, generalmente designando enfermedades. Así, ya en griego había grupos como

<pesíp «piojo» > <pestptáw > <p8stpifun<; (ftiriasis) Ijfropa «sama» > Ijfwptáw > IjfwpiCim<; (psoriasis).

A partir de estos y otros ejemplos antiguos (como satiriasis o elefantiasis), el sufijo -iasis ha tenido cierto rendimiento en el voca­bulario médico (anquilostomiasis, amibiasis, etc.)60, aunque mucho menor que el de -osis;

-osis. Si exceptuamos unas pocas palabras cuyos étimos griegos te­nían /0/ (como oo-me; > dosis y su compuesto apódosis), las pala­bras españolas con esta terminación proceden de voces griegas de­rivadas de verbos denominativos en -óm, como

~oP<PlÍ «forma» > ~STa~op<pÓw «hacer que algo cambie de forma» > ~STa~óp<pW-m<; «transformación»

Claro que ya en el propio griego -mme; tuvo cierta autonomía co­mo sufijo, pudiéndose crear en algunos casos el abstracto verbal di­rectamente a partir del sustantivo base, sin necesidad del paso inter­medio del verbo:

8pó~l3o<; «coágulo» > 8pó~I3-ú)(j1.<; «coagulación» áv8pa!; «carbón» > áv8páK-ú)(j1.<; «antracosis»

Con estos precedentes, tenemos en español, por un lado, numero­sas palabras heredadas del griego, que serán normalmente llanas:

60 Cf. Rainer, 1993, 516; DESE, s. v. -iasis.

160 Los helenismos del español

epanadiplosis, metempsicosis, apoteosis, simbiosis, gnosis/diagno­sis/prognosis (estos últimos casos no proceden de un verbo en -óOO,

sino que la 1001 estaba en la raíz de Yl-YVÓ:HJKOO «conocer»), etc. Por otro lado, el sufijo -osis ha tenido un rendimiento como tal

sufijo en español y en otras lenguas europeas, aunque restringido al campo de la medicina, donde ha servido para designar sobre todo procesos patológicos. Así, a los helenismos heredados (como trombo­sis, artrosis, fimosis, etc.) se han venido a añadir bastantes más, for­mados generalmente sobre raíces griegas (cirrosis 61

, encefalosis, etc.) y en algunos casos latinas cultas (silicosis, tuberculosis, avitaminosis, halitosis, etc.) 62. .

§ 12.2.1.5. -m a, -ema, -oma. El sufijo -1 . .10, -1l0TOC; (con el mis­mo origen indoeuropeo que el latín -men, -minis) servía en griego pa­ra formar sustantivos de significado concreto que señalaban que la acción en cuestión estaba terminada, como

ypáq>-w «escribir» > ypáll-lla «letra, dibujo, inscripción» 1tOlÉ-W «hacer, creaD> > 1tOlll-1l0 «poema» 63.

De los más de 3.700 derivados griegos en -1l0, en latín hay atesti­guados cerca de 300, entre ellos lacrima, cataplasma, diadema, em­blema, glaucoma, schema, poema, aenigma, etc.; los campos mejor representados son el de la medicina (enfermedades, síntomas, trata­miento s) y el de la literatura, la retórica y la filosofía. Estas palabras tenían básicamente dos opciones a la hora de encuadrarse en la decli­nación latina: la primera, convertirse en femeninos en -a, -ae (caso de los préstamos más antiguos, como lacrima < gr. &ÓKPUIlO), y la se­gunda, formar una declinación heteróclita en -ma, -matis 64

61 Formado sobre KtppÓ<; «amarillento»; es incorrecta la etimología que da el DCECH s. v. cirro.

62 Cf. Rainer, 1993, 645 ; DESE, s. v -osis . 63 Cf. Chantraine, 1933, 175-90; Buck-Petersen, 1945, 221-44. 64 Más detalles en André, 1971 , 19-24. Sobre su adaptación a la morfología espa­

ñola, cf. § 11.1.5.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 161

La concurrencia de -men y -mentum explica que este sufijo griego no fuera productivo en latín (aunque se puede rastrear su influencia indirecta en los calcos, cf. § 12.6). En las lenguas románicas primiti­vas quedaron muy pocos helenismos con esta terminación, y varios de ellos -o de algunos que entraron en la lengua en los siglos medie­vales- están bastante deformados en español, aunque siga siendo visible el sufijo original, así bizma (gr. E1tí.9E-I.la), pócima (gr. <l1tÓCE­~a), chusma (gr. biz. KtM:u(J-~a), calma (gr. Kaü-~a), flema (gr. <PAi:y-~a), cisma (gr. (Jxí.(J-~a).

La entrada masiva de helenismos en los últimos tres siglos no ha conseguido hacer de este sufijo un elemento productivo en español, exceptuando los usos técnicos y muy restringidos de -ema y -oma. Entre los helenismos heredados podemos distinguir:

-ma precedido de consonante: gutural (diafragma, apotegma, sintag­ma, zeugma, estigma, dogma, enigma, paradigma), Irl (esperma), Isl (plasma, miasma, fantasma, sofisma, melisma, carisma, cris­ma, aneurisma, prisma, asma < acre~a , de etimología poco clara);

-ma precedido de diptongo, /il « gr. Al o lu/), l aI: trauma, reuma, neuma, clima, parénquima (gr. 1taptyxu~a), leima, lágrima (a tra­vés del latín), panorama, todos los compuestos con -grama (ana­grama, programa, etc.), amalgama (cf. § 9.1), drama 65, etc.;

-ema. Si prescindimos de algún caso en que hay IEI en griego (tema < 9t-~a ; compuestos como anatema, apotema deberían ser esdrúju­los en español), las palabras terminadas en -ema, siempre llanas, pueden ser - por su origen- 1., sustantivos derivados de verbos en -tú), como edema (otoTJ)..la, de OlOtú) «hincharse»), poema, es­tratagema, teorema, diadema, etc. ; 2., derivados de raíces termi­nadas en ITJ/, como problema, sistema (gr. <JÚ-(HTJ-~a), etc.; 3., re­sultado de la simplificación de geminadas griegas, como lema (gr. A.TJ)..l-~a, de la raíz de A.a~~ávú)) y dilema.

65 Se entiende que el hecho de que dos helenismos españoles tenninen por ejem­plo en -ama no significa que su fonnación sea la misma en griego: programa < 7tpóypa~-~a (con simplificación de geminadas en español), drama < opa-~a.

162 Los helenismos del español

Esta terminación -ema, por otra parte, ha conocido en el siglo xx cierto rendimiento en la terminología lingüística internacional, y es que partiendo de algunos ejemplos antiguos como fonema, epifonema o glosema, se han formado, sobre raíces casi siempre griegas, gran cantidad de términos - unos de uso más generalizado que otros­que designan un elemento perteneciente a un nivelo aspecto determi­nados de la lengua: grafema, tonema, prosodema, morfema, semema, semantema, lexema, sin tema, combinema; e incluso se ha extendido, aunque muy tímidamente, fuera del campo estrictamente lingüístico, donde a partir de antecedentes griegos como mitologuema y filosofe­ma se han creado también teologuema, mitema y algunos otros 66;

-oma. Aunque esta terminación, asociada normalmente en griego a verbos denominativos en -óro, aparece en palabras de campos se­mánticos muy diversos (idioma, axioma, rizoma, diploma), su único rendimiento como sufijo español es el que tiene en la termi­nología médica, donde, sobre el modelo de bastantes voces for­madas ya en griego y muchas veces asociadas con abstractos ver­bales en -osis (cf. supra, 12.2.1.4), como hematoma, sarcoma, carcinoma, glaucoma, estafiloma, se han creado modernamante muchas otras en las que -oma tiene el sentido específico de «tu­mor», así en tracoma, osteoma, fibroma, papiloma, etc. 67 En al­guna ocasión el sufijo es sólo aparente, como en genoma (acuñado en alemán en 1920 como amalgama entre gen y cromosoma) 68.

§ 12.2.1.6. ':'i d o. Incluimos aquí este sufijo, a pesar de tener un campo de aplicación bastante restringido, por tratarse de un caso fre-

66 Cf. Rainer, 1993, 471 (se citan creaciones paródicas efimeras como tostonema o cretinema); DESE s. v.

67 La especialización de -oma en el sentido de ' tumor' se remonta ya en buena medida al latín, donde, por otra parte, vemos aparecer en el siglo IV un derivado como canceroma, adaptación de gr. Ka¡>KÍVOOIlO.

68 Cf. Alemany, 1920, 106; Rainer, 1993, no incluye -ama en su lista; DESE s. v. Martín Zorraquino, 1997, 334, cita el uso paródico-jergal de cochanome «tumor ma­ligno» entre los médicos franceses (cachon es «cerdo»).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 163

cuentemente mal explicado en diccionarios y obras sobre morfología del español.

Como es bien sabido, el sufijo :'ido se utiliza en la taxonomía zoológica para designar familias (cánidos, félidos, camélidos, etc.) y a veces también para designar clases (arácnidos) o phyla (anélidos) ; su uso en la botánica ha sido mucho menor, por lo que sé 69

. Las explica­ciones que se pueden encontrar sobre este sufijo en obras de referen­cia suelen ser erróneas, en unos casos porque se lo relaciona con gr. dOoc; «forma, aspecto» - como si el sufijo :'ido significara «que tiene el aspecto o la forma de»-, cuando lo cierto es que el griego tenía para ello los compuestos en -O-ElolÍC; (representados en español por las palabras terminadas en -oide(o), ver después, 12.2.4, sobre este sufijo) 70 .

Otra explicación igualmente incorrecta es suponer que en estos casos estamos ante el sufijo latino -idus, que conservamos en español en adjetivos cultos como cálido,férvido; mórbido, plácido, etc 71. Esto no tiene ningún sentido, dado que dicho sufijo latino siempre forma adjetivos, no sustantivos.

Lo cierto es que este sufijo :'ido (que es -ide(s)/-idés en francés, -id en inglés) procede del patronímico griego -ior¡c;, a través de su adaptación latina -idae (en plural) 72. Este sufijo, conocido ya desde los textos homéricos, se usó en griego ante todo para designar a al­guien como «hijo de», así nptallioTjC; «hijo de Príamo», ' ArpEÍoTjC; «hijo de Atreo», etc., adoptando en algún caso la forma -taoTjC;, como en AaEpnÚoTjC; «hijo de Laertes», o también -aoTjC;; rara vez se utilizó

69 El caso de óxido y otras voces de la química es distinto, pues en su acuñación (a fmales del XVIII) se tomó como modelo el adjetivo latino ácido, cf. OED s. v. oxide.

70 Esta mala explicación aparece, entre otros muchos sitios, en Quintana (1997, s. v. eidos), Almela (1999, 115), Y en la 19." ed. del DRAE (1970), por ejemplo s. v. équido.

71 Así por ejemplo en DESE, s. v. ; O. Iglesias, De dónde vienen las palabras, Ma­drid, 1996, s. V., o en la penúltima ed. del DRAE (1992), s. v. équido.

72 Bien explicado en el Diccionario de M. Moliner (2 ." ed.), en TLF, s. v. -ide (1) e -idés, y en OED, s. v. -id (3) .

164 Los helenismos del español

para nombres comunes (como Eu1ta.píO,,<; «de familia noble») 73 . El uso patronímico original explica que también se haya utilizado para designar a todos los descendientes - por vía de sangre o por vía ins­titucional- de una persona determinada, por ejemplo del fundador de una dinastía (los Lágidas de Egipto, por Tolomeo Lago, los Seléu­cidas, etc.; modernamente en casos como los Lusiadas de Camoens, los abásidas, sasánidas, aqueménidas, etc.), de una escuela (los Ho­méridas, etc.) u otro tipo de instituciones.

Con estos precedentes - que, como se ha visto, en español adoptan la terminación en -a que tenían en latín estas palabras, cf. § 11.1.1-, la ciencia de los siglos XVIII y XIX decidió utilizar el su­fijo -que en latín toma la forma del plural -idae- para designar fa­milias de animales a partir del «animal-tipo» correspondiente, lo que no deja de ser bastante congruente con los valores originales del su­fijo griego (los cánidos no son propiamente los descendientes del pe­rro, pero sí todos aquellos animales que comparten con él un antepa­sado común en la línea evolutiva). Por lo que yo sé, -idae fue introducido hacia 1830 en la ornitología por Vigors y Lesson, exten­diéndose poco a poco, con vacilaciones gráficas que no interesan aquí, a todo el dominio zoológico; así, en 1845 1. Geoffroy de Saint­Hilaire utiliza ya lemuridés, suidés, etc. 74

• Lo que no sé, y valdría la pena que alguien lo aclarara, es si esto fue realmente invención de los naturalistas franceses mencionados o si había ya, como supongo, al­gún antecedente en el latín científico del siglo XVIII, especialmente en Linneo. En español, en todo caso, como ha ocurrido con muchos otros préstamos franceses, la terminación en -e(s) se ha convertido en -o(s) (cánido, etc.), lo que sin duda ha provocado entre algunos sabios los despistes que hemos reseñado hace un momento 75 .

73 Cf. Chantraine, 1933, 362-63; Schwyzer, 1939, 1,509-10; Buck-Petersen, 1945, 441-43, que citan un trabajo de Angerrnann (Curtius Studien, vol. 1) que no hemos podido consultar.

74 Tomamos estos datos del TLF, s. v. -idés. 75 Cf. Rainer, 1993, 527 (-ida) y 532-33 (-ido; se cita algún uso paródico ocasio­

nal , como en «la familia de los censóridos»); GDLE, § 70.3.1.2 (-ida); DESE s. v.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 165

§ 12.2.1.7. -t e r i o. En griego había algunos sustantivos que eran simplemente el resultado de añadir el sufijo -wv a una palabra forma­da con el sufijo -TllP (p. ej.1tOTlÍP > 1tOTlÍPWV «copa»); pero, enjó­nico-ático, vemos cómo pronto se independiza un sufijo autónomo -TlÍpwv, que se aplica a campos diversos: nombres de objetos o ins­trumentos (9UllloTlÍPlov «incensario», KPlTlÍPlov «instrumento del que uno se sirve para juzgar algo», etc.), de lugares (OlKO<HlÍPlov <<juzga­do», KOllllÍTllPWV «cementerio», el humorístico q>pOVTlCHlÍpwv o «pensadero» de Aristófanes, etc.), de actos relacionados con las fies­tas o los sacrificios (llucrTlÍPlov, etc.), etc., hasta un total de cerca de 300 palabras 76.

En latín hay unos trienta préstamos de este tipo (ca u terium, dicte­rium -en realidad un híbrido greco-latino-, ergasterium, criterium, monasterium, mysterium, psalterium, etc.), y del latín algunos pasa­ron a las lenguas románicas, a veces con alteraciones en su forma o su significado (como filatería , fila tero < lat. phylacterium < (jlUAOK­TlÍpwv «amuleto», cf. DCECH para la evolución semántica; sobre ce­menterio cf. § 7.1).

También tenemos en español unos cuantos cultismos, heredados del griego, como misterio (s. XIII), climaterio, cauterio, dicterio, ela­terio, salterio, etc. Que yo sepa, los únicos usos productivos del sufi­jo -terio, indicando nombre de lugar en palabras de nueva acuñación, son falansterio (del francés phalanstere, compuesto algo irregular a partir de falange, creado por Fourier en el siglo XIX) y, hasta cierto punto, beaterio (formado sobre el modelo de monasterio y documen­tado por primera vez en 1726). Otras palabras terminadas en -terio son sólo casos aparentes que pueden inducir a error, como presbiterio (1tPEcrj3úTEPlOV, formado sobre 1tPEcrj3ÚTEP~, comparativo de 1tpÉcrj3tx; «anciano») o algunas palabras de origen latino como magisterio, mi­nisterio (magister > magister-ium, minister > minister-ium, cuyo sen­tido concreto de «edificio» es reciente) 77.

76 Cf. Chantraine, 1933,62-64; Buck-Petersen, 1945,47 Y 101-104. 77 Cf. Alemany, 1920, 118-19; Rainer, 1993, 484 (-erio, con segmentación y

ejemplos muy discutibles); DESE s. v.

166 Los helenismos del español

De todos modos, no se puede descartar que este uso relativamente frecuente de -terio para nombres de lugar, algunos de tanto uso como cementerio, haya influido en parte en el gran desarrollo del adjetival -torio « latín -torius, desarrollo paralelo al del griego -ti¡pwv) para designar modernamente nombres de lugar (crematorio, ambulatorio, locutorio, auditorio, tanatorio con raíz griega) 78; el correlato «vul­gar» de -torio sería -dero (lavadero, abrevadero, etc.); sobre calcos e influencias indirectas, cf. § 12.6.

§ 12.2.1.8. -i s a / -e s a. Es el único caso en que un sufijo griego específicamente gramatical -puesto que sirve para derivar sustanti­vos femeninos a partir de un masculino- ha tenido algún rendi­miento en español y en otras lenguas europeas, por lo que creemos que vale la pena explicar su origen y evolución 79.

El origen de este sufijo en griego hay que buscarlo en ciertos gentilicios de tema en gutural, en cuyos femeninos, formados con el sufijo común /ya!, se producía una palatalización cuyo resultado era -aaa:

KiAt!;, KiAtK~ «natural de Cilicia», fem. *KtAtK-ya > KiAtcrcra <I>oivt!;, <I>oíVtKO<; «fenicio», fem. *<I>otvtK-ya > <I>oívtcrcra.

A partir de aquí, se creó analógicamente un sufijo -laaa, cuyo primer testimonio es J3acríAlaaa «reina», que sustituye a J3ac:rl.A.ela y otras voces (aparece ya en Jenofonte, en el siglo IV a. C.). Este sufijo conoce cierta expansión en la koiné, crece ampliamente en época bi­zantina y se generaliza en griego moderno 80.

En latín están atestiguadas, a partir del siglo III d. C., unas cuantas palabras con esta terminación, algunas ya acuñadas en griego (diaco­nissa); pero hay otras en las que el latín ha aplicado por su cuenta el

78 Cf. Rainer, 1993,660. 79 Almela (1999, 104) excluye de su listado los «alomorfos específicos de gén

ro», por tanto también el que nos ocupa. 80 Cf. Chantraine, 1933, 109; Buck-Petersen, 1945, 741-43.

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras... 167

sufijo, ya sea a palabras griegas (como haemorrhoissa, pythonissa, prophetissa, abbatissa) 81, ya latinas (sacerdotissa, fratrissa). Su ren­dimiento en latín, en todo caso, ha sido muy limitado, como lo ha si­do también en griego antes de la época bizantina, y aparece circuns­crito al ámbito religioso -cristiano o pagano - para designar generalmente a una mujer que ejerce una función análoga a otra ejer­cida por un hombre.

Pero el uso del sufijo -issa sigue creciendo lentamente en la Edad Media latina, y aparecen ducissa, archiducissa, baronissa, comitissa, marchionissa, canonissa, minorissa, etc.; el sufijo acaba resultando bastante productivo en lenguas como el italiano, el rumano y el fran­cés (cf. para este último princesse, poétesse, déesse, etc.; a través del francés ha pasado al inglés: shepherdess, mistress, etc.) 82.

En español, aparte de unas cuantos cultismos heredados que con­servan la terminación -isa (diaconisa, pitonisa, sacerdotisa, profetisa, canonisa; algunas creaciones o préstamos de fechas diversas como papisa, clarisa, poetisa), es la variante vulgar del sufijo (-esa) la que ha tenido algún rendimiento, como demuestran los casos de juglaresa (siglo XIII), princesa « fr. princesse, siglo xv), deesa (ant.), alcalde­sa (1780), abadesa (siglo XII), baronesa, canonesa, duquesa, conde­sa, guardesa, diablesa, consulesa, tigresa, sastresa, infantesa, chofe­resa, vampiresa y alguno más 83 . De todos modos, no parece que sea un sufijo activo en español, a pesar de que en los últimos tiempos son muchas las profesiones antes exclusivamente masculinas que son ejercidas por la mujer, y por tanto muchas las posibilidades potencia­les de uso del sufijo -esa 84.

81 Para los detalles de cada una de ellas, cf. André, 1971, 107 ss. 82 Cf. TLF s. v. -esse y OED S. v. -ess; también Deroy, 1980,77-78. 83 En el caso del reptil llamado salamanquesa el sufijo es sólo aparente, al existir

el gentilicio salamanqués (=salmantino); sobre la relación entre el animal y Sala­manca, cf. DCECH s. v. salamandra.

84 Cf. Alemany, 1920, 62-63; Rainer, 1993, 494 (-esa) y 553 (-isa) ; DESE, s. v. -esa e -isa.

168 Los helenismos del español

§ 12.2.1.9. -í a. También merece breve comentario el sufijo espa­ñol -ía. El sufijo liaJ, /iaJ, ampliamente conocido en las lenguas in­doeuropeas, servía, tanto en latín como en grieg0 85

, para derivar sus­tantivos o adjetivos femeninos:

croq>-ó~ «sabio» > croq>-ia «sabiduría» ¡.tÉAa<; «negro» (raíz ¡.tEAav-) > fem. *¡.tEAaV-ta > ¡.tÉAmva «negra» lat. miles, militis «soldado» > milit-ia «milicia».

Como ya vimos en § 6.7.1, la acentuación de los helenismos es­pañoles con esta terminación es muy irregular: en unos casos nos en­contramos con la acentuación esperada, a través de la prosodia latina (oT1)loKpa'tia > democracia , OIlVnma > amnesia, í(HOpia > historia), en otros muchos se acentúa «a la griega» haciendo caso omiso del la­tín (q>lAocroq>ia > philosophla > filosofia, q>lAoAoyia > filología, óp-90ypaq>ia > ortografia); en el caso especial y menos numeroso de los sustantivos en -EW, que deberían terminar siempre en -ía (a través del latín - ia, con ji:/), ocurre lo mismo, tenemos transcripciones regulares (EAI':yda >elegía, Emq>ávEw >epifanía) junto a otras anómalas (9E­panda > terapia, lláv'tEla > quiro-mancia).

También se explicó en § 6.7.1 que, en realidad, la proliferación de esas terminaciones paroxítonas en -ía en voces en que esperaríamos -ia se debe, según parece, a dos causas o momentos históricos distÍn­tos. El primero sería aquel en el que «sobre todo el Cristianismo hizo que del griego entraran en el latín escrito y en la lengua habitual de las personas cultas gran cantidad de palabras en -ía acentuadas [ ... ] como astrología» 86, de forma que pudiera acabar sintiéndose como un sufijo latino y por extensión romance (de hecho se puede constatar su desarrollo en castellano, italiano y francés) .

85 Para el griego, véase la lista (unas 7.500 palabras) en Buck-Petersen, 1945, 120-69.

86 W. Meyer-Lübke, Grammaire des langues romanes, l/ , París, 1895, p. 497; cit. en DESE s. v. -ía .

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 169

A ello habrá que añadir seguramente, en una segunda fase, un fuerte influjo francés que empezó ya en época muy temprana, en tor­no al siglo XI (el francés exhibe el sufijo -ie en helenismos como théologie, géométrie, etc. , así como en voces de otros origenes como compagnie, garantie, etc., siempre con acento en la /i/)87.

El caso es que este -ía acabó por convertirse en un sufijo vivo y muy productivo en español, utilizándose pronto para derivar sustanti­vos abstractos a partir de adjetivos (alegría, cortesía, villanía) o de sustantivos (hombría, señoría), designando también «nombres de cargos, senaduría, alcaldía, y, por metonimia de éstos, de lugar, al­caldía, tesorería, vicaría, extendido a otros nombres, confitería, mon­jía; caballería del nombre de cargo ha pasado al colectivo y éste al individual; es rara la derivación verbal, valía» 88.

Hasta aquí los sufijos sustantivadores de origen griego que nos ha parecido que merecían comentario. Quedan fuera de los intereses de este libro (y de los conocimientos de su autor) los sufijos científicos especializados que aparecen en series terminológicas y cuyo rendi­miento, por tanto, es muy limitado (pero cf. supra, sobre ':'ido, -oma y -ema) 89.

A modo de ejemplo ilustrativo, mencionaremos el caso de -ón y -trón, utilizados en la fisica. El primer término involucrado fue ión ,

87 Cf. García Yebra, 1999, 99-1 20 (que, sin embargo, no menciona la primera fase de la que hemos hablado, y por ello se equivoca al atribuir este sufijo -ía exclusiva­mente a la influencia francesa medieval). El sufijo en cuestión también se difundió en alemán (cf. Abtei «abadía», Biickerei «panadería», etc.), véase Lüdtke, 1974,2 16.

88 García de Diego, 1951 , 264-65 ; los primeros ejemplos de productividad de -ía en el castellano pueden verse en D. G. Pattison, Early Spanish SufflXes. A Functional Study ofthe Principal Nominal SufflXes ofSpanish up to 1300, Oxford, 1975, p. 122-23. Cf. también Alemany, 1920, 70-73 (con explicación errónea de la acentuación); Alvar-Pottier, 1983, § 285 (lo mismo); Rainer, 1993,5 11-13; GDLE, § 69.2.21 (útil pa­ra los aspectos semánticos); DESE s. v. -ía.

89 Almela (1999, 113) los excluye a todos de su listado; por cierto que también habrá que excluir de él -oteca, que es claramente un segundo elemento de compuesto. En DESE puede verse la entrada correspondiente a -ona (cf. acetona, testosterona, etc.), relacionado hasta cierto punto con el griego.

170 Los helenismos del español

creado en inglés por Faraday en la década de 1830 (gr. {óv, participio de U:vm «in», y a finales del siglo XIX aparece electrón en su acep­ción moderna (gr. T;A.eK'tpGV «ámbam; electro se había usado ya en español en la acepción griega). A partir de estos dos términos se crean, utilizando el «sufijo» -ón, protón, neutrón, fotón; y a partir de elec-trón se desgaja un «sufijo» -trón perceptible en posi-trón, ciclo­trón, etc. El acento agudo que llevan en español todas estas palabras podría deberse a varias causas: al hecho de que la primera -crono­lógicamente- de ellas se pronuncie a veces como un monosílabo (ión , pronunciado [yón]), a la influencia más que probable de la acentuación francesa 90 y finalmente al hecho de que los finales en -on átonos, si exceptuarnos el paradigma verbal, son muy raros en espa­ñol, mientras que son frecuentísimos los en -ón (varios miles de en­tradas en Bosque-Pérez, 1987).

También tenemos que aludir brevemente a unas cuantas termina­ciones que Pharies incluye en su DESE; se trata de una curiosa serie de terminaciones átonas de orígenes muy heterogéneos, como son ';ago, ';alo, ';ano, ';aro, terminaciones que han conseguido «extender­se, por analogía, a un pequeño grupo de palabras en las que parecen desempeñar el papel de una ampliación semánticamente vaCÍa» 91.

Entre los diversos antecedentes de esas terminaciones españolas apa­recen algunos helenismos latinos (espárrago, estómago, piélago y tár­tago; búfalo, címbalo, crótalo, escándalo, sándalo y algunos más; rá­bano, cuévano, huérfano, órgano y varios más; ásaro" bárbaro, cántaro, cítara, lámpara, etc.). Desde el punto de vista adoptado por el diccionario de Pharies quizá esté justificado dedicarles una entrada propia; pero desde el punto de vista histórico del griego, se trata o bien de terminaciones relativamente poco productivas, y cuya presen­cia en unos pocos helenismos españoles dificilmente hubiera bastado para hacer de ellos sufijos propiamente dichos, como -aAo- (cf. á7taA.ó<;, ollaA.ó<;, Ilq-aA.O-, 8t8áC1K-aA.o<;, etc.), -<lVO- (cf. 13o't-ávT),

90 Cf. García Yebra, 1999, s. v. electrón. 91 Cf. DESE, p. 82.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 171

m9-avóe;, etc.) y -apo- (cf. VE-apÓe;) 92, o bien, en el caso de ':ago, vemos que se mezclan algunas voces griegas realmente tenninadas en -ayo- (espárrago, piélago) con otras en las que esa terminación es resultado de la evolución fonética romance (como estómago < lat. stomachus < cr'tÓj..lOxoe;) u otro tipo de alteraciones.

§ 12.2.2. Sufijos exocéntricos-adjetivadores

§ 12.2.2.1. ':i e o, -i a e o, -í s ti c o. De los sufijos griegos en gutu­ral, el más importante en la historia de esta lengua fue -LKÓe;, -lÍ, -óv, que servía para formar adjetivos derivados de nombres; se trata de un sufijo indoeuropeo, conocido también en latín, sánscrito, etc. 93 . En griego, el uso más antiguo parece que fue el de derivados de nombres de pueblos, así de TIEAOcryoí «pelasgos» > TIEAOcryLKÓe; «pelásgico». En Homero son todavía muy raros estos adjetivos, y su desarrollo en época arcaica es bastante lento, creciendo algo en los autores trágicos, especialmente Eurípides. El impulso defmitivo le vino de los sofistas jónicos y áticos y luego de los rétores del siglo IV, así como de los filósofos (son abundantísimos en Platón y Aristóteles), lo que explica que ya Aristófanes recurriera a estos adjetivos para parodiar la lengua de los «intelectuales» de su tiempo (véase Caballeros, versos 1375-81).

Desde el punto de vista semántico, su uso es muy flexible. Indica una relación, al principio sobre todo con nombres de cosas; con los sofistas se usa mucho para indicar aptitudes o disposiciones de las personas. Por lo demás, al difundirse enormeme~te se uso (aunque tuvo que competir con otros sufijos como -LOe; y -roOr¡e;), éste se hizo también menos preciso, más banal.

Respecto a la formadón, conviene destacar que cuando se añade a nombres terminados en -Loe; o -La, el sufijo toma la forma -LOKÓe; (Kopív9LOe; > KOPLV9LOKÓe;, Kopoío > KOpOLaKÓe; «cardiaco»). Aparte de a sustantivos, ocasionalmente puede añadirse a adjetivos (ücr9EvlÍe; > Ücr9EVLKÓe; «asténico») e incluso a verbos (ypOq>LKÓe;, de ypácpw).

92 Sobre estas tenninaciones en griego, cf. Schwyzer, 1939, 481-84, 489-90. 93 Cf. Chantraine, 1933, 384-396; Buck-Petersen, 1945, 636-7 Y 638-71.

172 Los helenismos del español

Por otra parte, a partir del siglo v, por influjo de la sofistica, aparece una sub-categoría, la de los adjetivos en -TLKÓ<; (-UHLKÓ<;, -acrTLKÓ<;,

-EU'HKÓ<;, etc.), formados al principio sobre nombres en -'tT)<; (como 1tOAí'tT)<; > 1tOAmKÓ<;) o adjetivos en -'tÓ<;.

Por lo que respecta al latín, hay en esta lengua bastantes palabras terminadas en -icus y en -ticus que no son préstamos del griego. En el primer grupo, compuesto por adjetivos denominales, encontramos unos cuantos cuya base es un nombre común (civicus, bellicus, classicus, hosticus, publicus, exilicus, dominicus, tenebricus, modicus, etc.), junto a otros derívados de nombres propios o étnicos (africus, gallicus, etc.). En cambio los terminados en -ticus, que forman un grupo aparte por razones tanto formales como semánticas, pueden ser tanto denomi­nales (silvaticus, umbraticus, vineaticus, viaticus, rusticus, domesticus, etc.) como deverbales (erraticus, venaticus, volaticus, donaticus, etc.); esta terminación -aticus siguió siendo productiva en la baja latinidad, y en ella hay que buscar el origen de las románicas -atic (rumano), -age/-atge (francés, provenzal y catalán, y a través de ellas en español -aje), español-adgo/-azgo (pontazgo, mayorazgo, etc.).

Por otra parte, más de una vez se ha intentado explicar todas estas palabras latinas en -icus y -ticus por influjo del sufijo griego corres­pondiente (p. ej. civicus sería un caIco de gr. 1tOAmKó<;, etc.), pero después de los trabajos de Isenring y Fruyt, parece más que demos­trado que el latín heredó también del indoeuropeo el sufijo en cues­tión, que las formaciones que hemos visto son antiguas en latín y que los préstamos griegos (como rhetoricus, poeticus, athleticus y mu­chos más) no hicieron más que engrosar la lista de adjetivos en -icus, adaptándose tanto más fácilmente al latín cuanto que no diferían de las formaciones indígenas ni en la forma ni en el uso 94.

En el tránsito al español, el sufijo -icus, ya se tratara de voces pu­ramente latinas (dominicus, famelicus), ya de helenismos del latín (clericus, canonicus), sufría o bien síncopa de la vocal postónica, con sonorización de la oclusiva:

94 ef. ante todo Isenring (1955) y Fruyt, 1986, 35-115.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 173

famélico > jamelgo médico >mege (ant.), metge (catalán) gálico > galgo domínico > domingo mánica > manga;

o bien sonorización de la /kJ pero conservando la vocal I i! (en estos casos se trata casi siempre de semicultismos):

canónico > canónigo clérico > clérigo tóxico > tósigo Áfrico > ábrego arábico > arábigo.

Por ello, la presencia en el español de hoy de gran cantidad de ad­jetivos en ~ico (unos 1.700 en el diccionario de Bosque-Pérez, 1987) 95 se debe, por un lado, a la entrada progresiva de cultismos en la lengua, tanto griegos (ya en el siglo XIII entran en castellano hele­nismos como dialéctica, retórica, aritmética, lógica, música, etc.; después muchísimos otros: métrico, silábico, yámbico, etc.) como la­tinos (clásicoJamélico, público, etc.).

Por otro lado, el sufijo ~ico, que, como hemos visto, tuvo un ren­dimiento limitado en latín (al menos comparado con el griego), ha re­sultado enormemente productivo en el español moderno (yen otras lenguas europeas), donde suele formar adjetivos de relación, ya sea aplicado

- a raíces griegas: por ejemplo en el caso de palabras compuestas que, siendo adjetivos en griego, se usan normalmente sustantiva­das en español, por lo que se recurre al sufijo ~ico para crear el adjetivo correspondiente (por ejemplo, pedójilo y pedofilico, sicó-

95 Claro que el hecho de que una palabra esdrújula tennine en -ico no significa forzosamente que se haya fonnado con este sufijo; por eso se equivoca Almela (1999, 115) al incluir en su lista científico (un compuesto donde -fico representa el verbo fa­cio, lo mismo que en magní-fico, pací-fico, etc.); lo mismo en DESE s. v. "jco .

174 Los helenismos del español

pata y sicopático, autócrata/autocrático, etc.; cf. § 11.2 para los dos últimos tipos). Otros muchos casos aislados: atómico, higiéni­co, oceánico, misantrópico, automático, eufónico, paradójico, etc. ;

-a raíces latinas cultas: genérico, numérico, desértico, púbico, es­cultórico, pictórico, carbónico, lúdico, vírico, volcánico, etc. ;

-a raíces de cualquier otra lengua: algebraico, cúfico, totémico, ra­bínico, rúnico, cárstico, etc.;

-a nombres propios o étnicos (siguiendo el ejemplo del propio grie­go: platónico, jónico, ático, etc.): mahomético (siglo xv), satáni­co, maquiavélico, napoleónico, sádico, pantagruélico, dravídico, mongólico, gaélico, balcánico, etc.

En todo caso, se trata de un sufijo netamente culto en español, que rara vez se añade a voces comunes, y que, aun en ese caso, suele tener un uso restringido al registro elevado, cuando no abiertamente espe­cializado (cf. por ejemplo carne > cárnico) 96.

Por lo que respecta a algunos subtipos de este sufijo, conviene de­cir lo siguiente sobre:

-i a c o/ í a c o. Como hemos visto antes, esta variante procede del propio griego, y aparte de unos cuantos helenismos heredados (como heliaco, cardiaco, demoniaco, dionisiaco, isiaco, etc.), se ha aplicado en algunos otros casos, fundamentalmente a nombres de persona y de países terminados en -ía(s) o -ia Oeremiaco, siriaco, egipciaco, policiaco, bosniaco, austriaco, etc. 97). Respecto a la acentuación, el español tiene una fuerte tendencia a hacer dipton­go en estos casos, por lo que es más común pronunciar amoniaco

96 Cf. Alemany, 1920,74-75; Rainer, 1993,520-26 (con clasificación semántica y además amplio tratamiento de las cuestiones fonnales de derivación); GDLE, repartido entre 70.3.1 (adjetivos de relación derivados de nombre común, ueonomásticos de persona y de lugar), 70.3.2 (adj. de semejanza: cadavérico), 70.3.3 (adj. de posesión: abúlico) y 70.3.5 (adj. de efecto: simpático); DESE s. v. (también para su uso especia­lizado en la química).

97 En estos dos últimos casos no sé hasta qué punto se cruza el sufijo en cuestión con el -aco tan frecuente en países eslavos: polaco, eslovaco, cosaco, valaco, etc.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 175

que amoníaco, aunque el diccionario de la Academia suele reco­ger las dos formas para estas palabras 98 .

-í s tic o. Esta terminación, ya presente en griego (-taTIKÓ<;) en adje­tivos asociados a verbos en -í1:ffi, a sustantivos en -taTlÍ<; y a abs­tractos en -tallÓ<; (cf. helenístico, heurístico, etc.), ha conocido también un gran éxito en español, hasta el punto de que Rainer considera que, desde un punto de vista sincrónico, se comporta en muchos casos como un auténtico sufijo.

En efecto, encontrarnos casos en que el adjetivo en -ístico no se corresponde con ninguna base en -ista de la que hubiera podido derivarse (característico, silogístico, memorístico, escriturístico, etc. 99); y por otro lado, aun en el caso de que haya un sustantivo en -ista, hay casos en que está claro que el adjetivo se refiere no a aquél sino a su base (como en «belleza paisajística», referida al paisaje y no a los paisajistas; en «sector automovilístico», etc.; en otros casos es imposible determinar si se refiere al sustantivo o a la base: «estilo periodístico», propio de los periódicos/de los pe­riodistas) 100.

Por otra parte, hay que decir que, aunque se trata de un sufijo ad­jetival, la forma femenina en -i c a ha dado lugar, ya desde la Anti­güedad, a sustantivos, especialmente designando artes y ciencias. Así, muy pronto (en Píndaro, siglos VI-va. C.) aparece en griego 1l0umK1Í utilizado como sustantivo (<<música»), y le seguirán pronto muchos otros, que originalmente eran adjetivos acompañados del sustantivo TÉXVIl «arte, ciencia» ({>llTOptK1Í, 1totllTIK1Í, YP<lJ.lIlOTIK1Í, etc.). De ahí la existencia en español de muchos nombres de artes, ciencias y dis-

98 Cf. Rainer, 1993,514; GDLE, § 70.3 .1.1-2-3; DESE s. v. (es erróneo lo que se di­ce acerca de la doble acentuación).

99 Aunque en griego ya existen XapaKL1lPl<TnKÓ<; o OUMoyt<TnKÓ<;, que son de­rivados normales de los verbos en -íl;;ro correspondientes (xapaKL1lPíl;;ro, CJUMoyíl;;ro), como memorístico lo es de memorizar.

lOO Cf. Rainer, 1993,573-74: GDLE, § 70.3.1.1 ; DESE s. v. -ístico (da como prime­ra forma con base no griega estadístico, en 1765).

176 Los helenismos del español

ciplinas diversas con esta terminación, ya estén basadas en palabras griegas o en voces de otros orígenes: fisica, dinámica, genética, ci­bernética, acústica, terapéutica, óptica, estética, patrística, balística (1709), casuística, estadística, lingüística, robótica, etc.

Por otra parte, al convertirse en sustantivos, algunos de ellos han experimentado -en ocasiones ya en latín- una nueva sufijación pa­ra crear el adjetivo correspondiente a la ciencia o arte en cuestión: gramatic-al, music-al, etc., pero en español, en general, no se ha dado este fenómeno, coincidiendo la forma de sustantivo y de adjetivo (ló­gico/Lógica, óptico/6ptica, etc.). En cambio el inglés ha recurrido sistemáticamente a esta nueva sufijación adjetival: logical, technical, physical, historical, etc.

Por lo demás, esta proliferación de sustantivos esdrújulos en ':ica, .:tica, -ística, junto con la afición algo pedantesca a las palabras lar­gas, debe de ser la responsable de la aparición en español, en tiempos muy recientes, de algunos modismos bastante ridículos, aunque cada vez más comunes (en parte por influjo anglicista), como son el uso de problemática en vez de problema(s), analítica en vez de análisis, te­mática por tema, etc. (también el mundo académico ha aportado su grano de arena a este festival esdrujulista, hablando de «la novelística inglesa», «la cuentística latinoamericana» y de cosas por el estilo) 101.

§ 12.2.2.2. -e s c o, -i s c o. La historia del sufijo paneuropeo -esco/ -esque es bastante complicada, y no está del todo clara la parte que le corresponde al griego en su difusión. Remontándonos al griego anti­guo, vemos que en esta lengua el sufijo -tcrKOc;, sin duda de origen in­doeuropeo (donde debía de significar «del género de, que se parece a»), se utilizó sobre todo para formar sustantivos con valor dimi­nutivo, hipocorístico y a veces despectivo, en concurrencia con

101 No muy distinto es el uso de climatología en vez de clima, sintomatología en vez de síntomas, etc.; véanse los estimulantes comentarios al respecto de F. Lázaro Carreter, 1997, 607-8, entre otros lugares; cf. también Janni, 1994, 153-56 (sobre tec­nología). Sobre -ístiea con valor sustantivador, Rainer, 1993, 572-73 (cita ejemplos tan pintorescos como «la operística argentina»); DESE, s. v. -ístieo, -ístiea.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 177

-LOV; a partir de época helenístico-imperial se usó bastante poco 102.

Como herencia directa del griego tenemos en español los sustantivos asterisco (<<estrellita»), obelisco, menisco, lemnisco, trocisco, centris­co, basilisco, en los que, lógicamente, el hablante común no percibe ya la existencia de sufijo alguno (con la posible excepción de asteris­co, relacionable con astro).

Este sufijo griego, según parece, conoció cierta difusión en el la­tín popular, especialmente en el léxico rural 103, Y de ahí arranca lo que Malkiel llama la primera fase de su historia en las lenguas euro­peas, la «paleo-romance», en la que el sufijo tiene un valor puramente relacional, sin connotaciones de ningún tipo, y que está ampliamente atestiguada en lenguas como el rumano, el sardo, el italiano, el pro­venzal, el francés medieval y los distintos romances hispánicos de la Edad Media 104. Por lo que respecta al castellano medieval y moderno, que es lo que nos interesa aquí, encontramos este sufijo, aparte de un sustantivo aislado como parentesco (1275; posible italianismo según Pharies), en adjetivos como morisco (siglos X-Xl), berberisco, levan­tisco, ponentisco, serranisco, arenisco (1490), etc. 105.

Lo primero que llama la atención de estas palabras es la conser­vación de la Ii! latina, exclusiva del romance hispánico, cuando la fo­nética romance nos haría esperar lel (-esco); una posible explicación es la influencia de los adjetivos de origen árabe en -í, exclusivos tam­bién de la Península. Otra cosa que llama la atención es la abundancia

102 cr. Chantraine, 1933,406-413; Buck-Petersen, 1945,637-8 Y 675-6. J03 Por cierto que varios nombres latinos de plantas y árboles terminados en este

sufijo son de etimología muy dificil, probablemente «mediterránea» (lentiscus, mal­vaviscus, tamariscus, turbiscus, todos ellos representados en español), lo que no deja de plantear problemas; cr. Malkiel, 1972,371, nota 17; DELL, s. v. correspondientes; y Orioles, 1980-81.

104 cr. Malkiel, 1972,361-72. lOS Más ejemplos en DESE s. v. -isco. No podemos comentar aquí en detalle voces

como ventisca, pedrisco, por no hablar de la relación de -isco con sufijos aparente­mente afines como -asco (chubasco, peñasco; cr. DESE s. v. -asco) o -usco (pedrusco) o con sufijos verbales como -iscar, -uscar (ventiscar, etc.; a veces sin relación con el sustantivo, como oliscar, lamiscar, mordiscar, etc.); cr. Malkiel, 1972,370-71.

178 Los helenismos del español

de gentilicios o similares, un dato que ha hecho que se plantee la cuestión de la posible influencia del sufijo gennánico -isk(o).

En efecto, en el antiguo alto alemán y el antiguo sajón vemos el abundante uso del sufijo -isk(o) en adjetivos, sufijo que ha dado como resultado moderno -isch en alemán (Franzos-isch, prakt-isch, etc.) e -ish en inglés (lavish, Engl-ish , etc.). Este sufijo gennánico -isk(o), que lógicamente será de herencia indoeuropea y por tanto estará em­parentado con el -lO1(~ griego lOó, tenía un uso específicamente gen­tilicio en lenguas gennánicas antiguas, lo que hace plantearse la cuestión de su posible influencia en las lenguas romances, donde se habría cruzado con el -iscus de origen griego que hemos visto. ASÍ, ya San Isidoro en sus Etimologías (XVIII, 6, 9) decía del adjetivo Fran­ciscus, luego convertido en nombre de pila:

Secures [ ... ] quas Hispani ab usu Francorum per derivationem Franciscas vocant.

[Unas hachas [ ... ] que los hispanos, por el hecho de usarlas los francos, llaman por derivaciónfranciscas] 107.

No sería descarriado, por tanto, pensar que en casos del tipo de mor-isco' « lat. Mauros «habitante de la Mauritania»), que aparece ya en el Cid e incluso antes (en documentoS de los años 966 y 1095 co­mo Maurisco y Mauriskelo), estamos ante un influjo gennánico muy temprano de dicho sufijo gentilicio, o en todo caso ante un cruce o amalgama con el -iscus greco-latino; y así lo han defendido sabios como Meyer-Lübke, Rohlfs o Marouzeau.

Sin embargo, resulta que en el latín tardío se conocen ya algunos ejemplos de -iscus con valor gentilicio (Syriscus «sirio», Threciscus

106 Así se afirma en OED, s. v. -ish. 107 Cf. también Ch. du Cange, Glossarium mediae et injimae Latinitatis, París,

1843, s. v. Franeisci: «Hane yero enuntiationem mutuati videntur populi omnes a Longobardis aut Sclavis, qui gentilitia et appellativa nomina efferebant plerurnque in ise. [ ... ] A Sclavis Anglo-Saxones hauserunt eum morem, apud quos Romanise est Romanus».

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 179

«tracio») 108; y, por otra parte, encontramos el sufijo en cuestión en lenguas que, por razones históricas y geográficas, no experimentaron una influencia germánica perceptible en su vocabulario (como el sar­do). Por eso, como señalaba Malkiel en 1972, «hoy, la influencia germánica se deja de lado d en todo caso se valora en términos bas­tante más modestos» 109.

Siguiendo con la historia del sufijo, entraríamos en la segunda fa­se, en la que, como consecuencia del Renacimiento, la influencia ita­liana hace que el sufijo -esco, que ha tenido un notable desarrollo en esa lengua, conozca un gran éxito en muchas lenguas de Europa, no sólo románicas sino también germánicas (cf. -esque en francés e in­glés, -esk en alemán, etc.). De esa época (siglos XV-XVII) datan italia­nismos castellanos como mercantesco (1490), soldadesco (1517), grotescQ (1550), arabes~o (1567), burlesco (en Lope de Vega), ca­balleresco (1605), etc. 110, que marcan el comienzo de la historia moderna del sufijo, mientras -isco deja de ser productivo.

En el español actual, siguiendo a Rainer, podemos distinguir dos usos fundamentales de -esco (ambos de origen italiano), a saber, uno, la formación de meros adjetivos de relación, en principio sin conno­taciones de ninguna clase, derivados de nombres propios, especial­mente de escritores, personajes literarios o artistas (<<estudios celesti­nescos», «la obra valleinclanesca», etc.; también habría que incluir aquí dieciochesco, juglaresco, trovadoresco, etc.); y dos, la forma­ción de adjetivos de semejanza en los que es perceptible, si no un matiz abiertamente peyorativo, sí por lo menos la idea de algo que es extravagante, cómico, pintoresco o caprichoso, razón por la 'que quizá podría incluirse el sufijo entre los endocéntricos o apreciativos (cf. § 12.2.4). Entre estos adjetivos de semejanza podemos distinguir:

108 G. Rohlfs, Grammatica storica della lingua italiana e dei suoi dialetti. Ilf. Sintassi e formazione delle parole, Turin, 1969, p. 437-439, creía que había que contar aquí con un influjo «ilirio».

109 Malkiel, 1972,359. 110 Lista más completa en DESE s. V . -esco.

180 Los helenismos del español

-derivados de nombres propios, ya sean de artistas reales o de per­sonajes de ficción (churrigueresco, dantesco, goyesco, perogru­llesco, sanchopancesco, etc.);

-derivados de nombres de oficios o tipos sociales, ya sean oficios en sí mismos «neutros» (cancilleresco, frailesco, oficinesco, etc.; to­talmente lexicalizado y sin apenas connotaciones negativas en pintoresco), ya actividades marcadas de por sí negativamente (ce­lestinesco, rufianesco, bufonesco, etc.);

-derivados de nombres de animales (gatesco, simiesco, etc.); -derivados de bases no animadas, especialmente en el ámbito del

arte y la literatura, ya sean bases en principio sin connotaciones especiales (novelesco, libresco, noventayochesco, más dudoso en folletinesco, sainetesco, etc.), ya se trate de palabras que evocan de por sí algo pintoresco, llamativo o extravagante (burlesco, grotesco, ' carnavalesco, etc., que, como hemos visto, entraron muy pronto en el castellano, ya acuñados en italiano) 111.

Así que este sufijo es interesante por varias razones. Histórica­mente, por lo que hemos visto de su posible amalgama con su equi­valente germánico (también indoeuropeo), y por poder estudiar sus avatares a lo largo de varios milenios y de muchas lenguas.

Desde otro punto de vista, el de su clasificación, porque puede plantearse la duda de si estamos ante un sufijo apreciativo (en cuyo caso sería de los pocos sufijos de este tipo que cambian la clase de la base, de sustantivo a adjetivo: burla > burlesco). En realidad, el pro­blema que se plantea aquí es el de distinguir entre apreciación mor­fémica (como en comid-ucha o comi-strajo, donde la información ne­gativa la aporta claramente el sufijo) y apreciación lexémica (como en el caso de pega-j-oso, en que las connotaciones de signo negativo vienen de la base, no del sufijo; cf. esplendor-oso).

111 Más ejemplos en Rainer, 1993, 494-96, en el que nos basamos para la clasifi­cación propuesta; cf. también Alemany, 1920,63 Y 89; GOLE, § 70.3.1.3 (gentilicios como tobosesco) y 70.3.2 (adjetivos de semejanza).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 181

En el caso de -esco, parece que no acaba de entrar en ninguna de las categorías de los sufijos apreciativos (cf. infra, 12.2.4); hay mu­chos casos en los que el sentido negativo parece que procede más bien de la base (rufianesco, chulesco) y podrían hacernos pensar que -esco es un mero sufijo formador de adjetivos de semejanza. Pero junto a ello tenemos casos como libresco, en los que puede plantearse la duda de si su carácter despectivo procede de una depreciación co­yuntural de una base en principio neutra (el libro como algo despre­ciable) o si es el propio sufijo -esco el que aporta esa información ne­gativa.

§ 12.2.2.3. -e o. Otra terminación adjetival típica de palabras de origen griego, pero que no ha tenido apenas rendimiento en español, es -eo (con acentuación llana), que puede corresponder tanto al griego -m~ como a -ElOC; 112. Así, están en el primer grupo arameo, hime­neo, troqueo, amebeo, etc., y en el segundo museo, asclepiadeo, gine­ceo, espondeo, liceo, mausoleo, etc.; mubhas de estas palabras, como se ve, se usan en español sólo como sustantivos, pero en griego su origen es siempre claramente adjetival. El único uso que ha tenido modernamente esta terminación en español ha sido el de formar adje­tivos derivados de nombres propios griegos (sofocleo, tucidideo, plutarqueo, etc.).

En cambio los adjetivos españoles de origen latino en -eo son siempre esdrújulos: férreo, cerúleo, pétreo, hercúleo, apolíneo, ígneo, etc.; rara vez aparece con bases griegas, como laríngeo (gr. Aapuyy¡.-

¡

KÓC;), faríngeo, estentóreo o, por hipercaracterización, heterogéneo (cf. § 11 .2). En algunos casos la terminación y la acentuación españolas de helenismos son analógicas, por influjo de los ejemplos mencionados o por esdrujulismo, así en etéreo < aetherius < ai9ÉplOC;, Elíseo < Ely­sium < 'HAÚffiov (cf. espúreo en vez del correcto espurio) 113.

112 Cf. Chantraine, 1933, 46 SS., 49 SS.; Buck-Petersen, 1945, 44-45, 48-54, 64-72. 11 3 Cf. Alemany, 1920, 58; Rainer, 1993, 475; GDLE, § 70.3 .1.2-3 ; DESE s. v.

-eo y ~eo .

182 Los helenismos del español

Estos son los sufijos adjetivadores que, en nuestra opinión, mere­cen comentario. No creemos que valga la pena incluir otros, como la terminación -io de gentilicios como lesbio, corintio, samio, etc., por no ser productiva en español 114; o como -íneo y su variante vulgar -eño, en cuyo antecesor latino -ineus influyeron algunas voces griegas en -l VO<; (cf. lat. cerineus «del color de la cera» < cerinus < K1ÍPl YO<;

<KT)~ «cera») 115; sobre -izante, cf. el apartado siguiente.

§ 12.2.3. Sufijos exocéntricos-verbalizadores

Los únicos sufijos verbales de origen griego que tiene el español son -izar y su variante vulgar -ear.

Por lo que respecta a -izar, su origen es el -~ro (infinitivo en -~eLV) del griego antiguo. En esta lengua, los verbos en -l:ro (sobre todo en -~ro, -áCro) eran en su origen verbos en gutural (/y!) o en dental (/8!) cuyo presente se formaba con yod, dando la combinación como resultado /Q (por ejemplo, cr<¡>ÓCro «degollaD>, de la raíz mpay-). Pero muy pronto la terminación -~ro se independizó como sufijo para la formación de verbos a partir de todo tipo de sustantivos o adjetivos, e incluso de verbos, conociendo un gran rendimiento en la lengua a partir de época clásica y sobre todo helenística 116.

Estos verbos, normalmente denominales o deadjetivales, podían ser tanto intransitivos como transitivos; en el primer caso tenemos los muchos formados sobre gentilicios o nombres propios, que indicaban una forma de comportarse o de hablar, la pertenencia a un grupo po­lítico, a una secta filosófica, etc. (así J3apJ3ap~ro «hablar o comportar­se como un bárbaro/estar de su lado en la guerra», <J)lA.l1t1t~ro «ser partidario de Filipo de Macedonia», etc.). En el segundo caso estarían muchos otros, como por ejemplo ellcraup~ro «atesorar» (formado so-

114 Cf. Rainer, 1993, 550; GDLE, § 70.3.1.3 ; DESE s. v. "io. \1 5 Cf. DESE s. v. -íneo y -eño. 11 6 No se ocupan de este sufijo, lógicamente, ni Chantraine (1933) ni Buck­

Petersen (1945); puede verse la larguísima lista de verbos en Kretschmer-Locker (1963), por los finales -í1;w e -í1;0¡.L0l .

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 183

bre 9T1craupóc;; «tesoro») o e/;opKU:<o «obligar a alguien a prestar ju­ramento».

En el latín cristiano había ya bastantes helenismos de este tipo, que pasaban a la primera conjugación latina como verbos en -izare, así baptizare, evangelizare, catechizare, scandalizare, anathematizare, christianizare, iudaizare, a los que pronto se añadieron otros como daemonizare, canonizare, syllogizare, etc., convirtiéndose de hecho en el procedimiento normal para latinizar verbos griegos o para for­mar otros nuevos sobre bases latinas, siguiendo el ejemplo del griego (los ejemplos más tempranos de esto deben de ser casos como paga­nizare, auctorizare, praeconizare, pulverizare e inthronizare, este úl­timo mera adaptación de gr. ev9povU:<o) 117.

Por lo que respecta a las lenguas modernas, no tengo muchos da­tos sobre la historia del sufijo; el proceso de expansión pudo empezar simultáneamente en varias lenguas románicas, por ejemplo en francés (en la forma -iser), donde en el siglo XVI ya están atestiguados civili­ser, mécaniser y humaniser, que anuncian claramente la preferencia por determinadas bases adjetivales.

En español también contamos con ejemplos bastante tempranos, tanto con bases griegas - martirizar (siglo XIII), narcotizar (1552), metaforizar (siglo XVII), etc. - como con bases latinas: fertilizar (1454), españolizar (1612), solemnizar (16l6),Jamiliarizar (s. XVII),

moralizar (s. XVII) 118; Y ya Correas (en el siglo XVII) dice que «en izo salen quantos [verbos] quisiéremos formam l19, lo que no quita que muchas de las nuevas formaciones llegaran a través del francés, por lo que he podido comprobar. En cualquier caso, la verdadera explo­sión de este sufijo en las distintas lenguas europeas no se produjo hasta el siglo xx, siendo, por lo demás, un sufijo culto, que rechaza bases «excesivamente triviales o cotidianas» 120.

117 cr. Gradenwitz (1966), y J. F. Nienneyer, Mediae Latinitatis Lexicon minus, Leiden, 1976.

11 8 Más ejemplos en DESE s. v. -izar. 119 Cit. por Alvar-Pottier, 1983, § 311. 120 GDLE, § 72.1.1.3 .

184 Los helenismos del español

Siguiendo a Rainer, podemos distinguir en el español contempo­ráneo los siguientes tipos (el diccionario inverso de Bosque-Pérez, 1987, recoge unos 470 ejemplos):

§ 12.2.3.1. Verbos deadjetivales (tipo «legalizar»).- Verbos tran­sitivos con base adjetiva y sentido factitivo, es decir, que significan «hacer que el objeto directo sea o se convierta en X», por ejemplo idiotizar «hacer de alguien un idiota». Son muy numerosos y se ob­serva una marcada preferencia por los adjetivos, casi siempre del re­gistro culto, terminados en -al (legalizar), -il (esterilizar), -ble (cul­pabilizar), -ano (humanizar), -(t)ico (problematizar, automatizar), entre otros menos usuales.

Desde el punto de vista semántico, destaca el grupo de los deriva­dos de gentilicios, a veces con resonancias políticas más bien omino­sas (americanizar, germanizar, castellanizar, euskaldunizar, etc.); las demás formaciones se basan en adjetivos comunes (suavizar, tran­quilizar, radicalizar, etc.), y a veces parecen no tener más razón de ser que la manía algo pequeño-burguesa de alargar las palabras (por ejemplo en frases como «Tal asunto patrimonializó la reunión del Consejo de ministros») 121.

§ 12.2.3.2. Verbos deadjetivales (tipo «profundizan».- Verbos deadjetivales sin valor factitivo, más bien raros (fraternizar, profun­dizar, ambos intransitivos), o cuyo sentido factitivo está más o menos difuminado por un proceso avanzado de lexicalización (contabilizar, exteriorizar,finalizar, localizar, naturalizar, utilizar, etc.).

§ 12'4.3.3. Verbos denominales.- Verbos denominales, menos frecuentes que los deadjetivales, y en los que se pueden distinguir al­gunos subtipos significativos:

a) los que significan «proveer de x, poner x», como estigmati­zar, evangelizar, motorizar, obstaculizar, señalizar, oscari­zar, etc.;

121 Cf. Lázaro Carreter, 1997,620; el mismo, 2003 , 171-174.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 185

b) verbos resultativos que significan «convertir algo/alguien en x (o parecido)>>, como se ve en carbonizar, colonizar, escla­vizar, monopolizar, pulverizar, etc. ;

c) verbos causativos que hacen referencia a procesos fisicos o síquicos, como hipnotizar, horrorizar, martirizar, paralizar, ruborizar, etc.;

d) verbos de sentido direccional, de «meter algo/alguien en x», como en hospitalizar o en el anglicismo computerizar;

e) verbos de tipo «agentivo», como tiranizar «tratar a alguien como haría un tirano», protagonizar, hasta cierto punto tam" bién simbolizar;

f) verbos transitivos que no se dejan incluir en ninguno de los subtipos mencionados, como autorizar, organizar, canoni­zar (que podría quizá incluirse en d), o también considerarlo deadjetival, formado a partir de canónico), o los formados con nombres propios como galvanizar o pasteurizar;

g) verbos intransitivos, entre los que destaca un grupo relacio­nado con formas de hablar, de escribir o similares: dogmati­zar, gongorizar, moralizar, vocalizar, etc.; otros verbos es­tán más bien aislados dentro de este subgrupo (agonizar, cristalizar, rivalizar).

Pasando a otra cosa, recordaremos aquí que el sufijo verbal -ear, tan productivo en español, tiene su origen remoto en los verbos gre­co-latinos en -izare; y es que, como ya vimos (cf. § 3.4 y 11.3), en el latín popular de época imperial y tardía, que no pronunciaba la Ir¡ como lo hacía el latín culto, dicha terminación se convertía en -idiare, con palatalización (cf. grafías como baptidiare), y de ahí pro­ceden formas ya obsoletas como batear (<<bautizar»; cf. catalán bate­lar) y, en general, la termínación -ear, cuya historia temprana, por lo demás, no sé si se ha descrito de forma pormenorizada 122.

122 Cf. Alemany, 1920, 144-45 (-izar) y 147-48 (-ear) ; García de Diego, 1951 , 279-80 (-ear); Rainer, 1993, 458-65 (-ear) y 592-96 (-izar, con material muy abun-

186 Los helenismos del español

y para tenninar, mencionaremos el caso de los adjetivos en -izante, que Rainer considera como un auténtico sufijo adjetival espa­ñol, o en todo caso un «SuffixclusteD>. En efecto, junto a voces como paralizante o suavizante, que son a todas luces adjetivos derivados de verbos en -izar, con valor de meros participios activos, encontramos otro tipo de formaciones recientes que a veces no están basadas en un verbo en -izar (como en «la línea socialdemocratizante del Gobier­no»), y que, aun en el caso de que exista el verbo correspondiente en -izar, tienen un sentido distinto, no el factitivo sino el de «con inclina­ción a x, que se comporta como x (sin serlo realmente)>>; cf. por ejemplo la diferencia entre liberalizar «hacer que algo sea (más) li­bre» y «una política económica liberalizan te», donde el matiz negati­vo es más o menos perceptible, como lo es en anarquizante, este ti­zante, fascistizante, barroquizante, etc., y que acerca notablemente este «sufijo» a los valores que veremos a continuación en -oide, aun­que en general no sea tan peyorativo 123.

§ 12.2.4. Sufijos apreciativos o endocéntricos: -o id e

Como ya hemos dicho antes (12.2), es tradicional distinguir entre sufijos apreciativos - también llamados evaluativos, afectivos, pate­máticos, expresivos, homogéneos, endocéntricos, etc. - y no apre­ciativos, especialmente en español, que es una de las lenguas euro­peas con un sistema sufijal más rico en este aspecto, al que se le han dedicado innumerables estudios.

En cuanto a los sufijos apreciativos, que son los que interesan ahora, si admitimos su existencia como grupo definido (pues hay lin­güistas para los que son unos accidentes gramaticales más, como el género y el número), incluirían los subtipos de hipocorísticos (Roci­ito, Carm-iña), diminutivos (chiqu-it-ín), aumentativos (perr-azo) y despectivos (periodic-ucho), aunque algunos pueden ser varias cosas

dante); GDLE, § 72.1.1.2 (-ear) y 72.1.1.3 (-izar); DESE s. v. -izar y -erar) (con datos de interés para la historia temprana de este sufijo).

123 Cf. Rainer, 1993, 591-92.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 187

al mismo tiempo 124. Los sufijos apreciativos se distinguen básica­mente de los que no lo son en que «éstos convierten una palabra en otra distinta, muchas veces con cambio también de clase; con los apreciativos la palabra sigue siendo la misma, y su empleo obedece a la voluntad libre del que habla en ese momento», en palabras de Ma­nuel Seco 125 •

El único sufijo apreciativo de origen griego en español es -oide. Este sufijo español tiene su origen en los numerosos adjetivos griegos compuestos con la raíz Wf:lO- (gr. Etoro «ver», ElOO<; «forma, aspecto exterior»), cuyo sentido era «que tiene el aspecto o la forma» de lo que designa el primer término del compuesto; por ejemplo en av9pro-7tOElOlÍC;, referido a dioses «que tienen aspecto humano» (antropo­mórficos, diríamos hoy) 126.

De los muchos adjetivos griegos formados de este modo, en latín apenas hay atestiguados unos treinta, especialmente en el ámbito de la geometría y la ciencia en general (rhomboides, discoides, hyaloides, dendroides, sphaeroides, polygonoides, etc.), conservando la termi­nación griega original; es decir, que el tipo como tal no fue producti­vo en latín 127.

y esta sería durante mucho tiempo la situación en el latín medie­val y moderno, y por extensión en lenguas modernas como el caste­llano: apenas unos cuantos tecnicismos heredados y conservados so­bre todo en el léxico de la geometría y de la medicina. En el caso de la medicina, además, se da la particularidad de que están normal­mente sustantivados (son nombres de huesos, glándulas, apófisis, etc.) y conservan la terminación griega tal cual: etmoides, hioides, cora­coides, tiroides, escafoides, etc. (al designar objetos singulares en el cuerpo humano o de otros animales, rara vez se usan en plural; por lo demás, su formación es opaca para quien no sepa griego).

124 Cf. Rainer, 1993, 198-202 (<<Evaluative Wortbildungskategorien») y GDLE, ca-pítulo 71 (<<La derivación apreciativa», por F. A. Lázaro Mora).

125 Cito en Almela, 1999, 83 . 126 Cf. Buck-Petersen, 1945,697-8 Y lista (unos 600 ejemplos) en páginas 703-707. 127 Puede verse la lista completa en el diccionario inverso de Gradenwitz (1966).

188 Los helenismos del español

Junto a ellos tenemos algunos ejemplos en la geometría (romboi­de, geoide, paraboloide, elipsoide, esferoide, etc.) y también en otras ciencias (asteroide en astronomía, alcaloide, albuminoide en química, celuloide, etc.); como se ve, en estos casos, sustantivados o no, se adopta la terminación en -e, más acorde con la morfología castellana (cf. § 11 .2). Pero también hay bastantes casos de hipercaracterización para convertirlos en temas en -o/-a y así poder distinguir formalmente el sustantivo del adjetivo: masto ideo, romboideo, etc.; en unos cuan­tos casos se ha resufijado con la terminación latina -al (esferoidal, helicoidal, etc.).

Pero poca importancia hubiera tenido este elemento en español si no hubiera salido de esos campos tan especializados, donde además casi siempre se añade a raíces griegas, con pocas excepciones (cf. al­caloide, ovoide). Su auténtico punto de arranque para convertirse en un verdadero sufijo español (y europeo) como tal fue la zoología y la antropología fisica, un ámbito por tanto ya mucho más cercano al hombre.

En efecto, en la taxonomía zoológica se lo utiliza arbitrariamente para designar las superfamilias y los subórdenes (en latín Feloidea, Cano idea, Cervoidea, etc.), entre ellos aquel al que, según la teoría de la evolución, pertenece el hombre, los simios antropoideos o antro­poides (lat. Anthropoidea; como hemos visto, la palabra ya estaba acuñada en griego, aunque referida en principio a dioses). En inglés está documentado este uso de antropoide ya en 1837 (<<anthropoid apes», según el OED), y de ahí pudo fácilmente extenderse a la antro­pología fisica, a la nomenclatura de las razas humanas (en inglés se documenta negro id en 1859, mongoloid en 1868, caucasoid en 1902, etc.). El caso de negroide es especialmente interesante por tener como base no un sustantivo griego, como todos los ejemplos mencionados hasta ahora, sino un adjetivo (sustantivado con frecuencia), y además no griego sino latino (cf. después); también podría citarse en este contexto el caso de crétinoiae, término médico atestiguado en francés en 1873, y también formado sobre un adjetivo no griego.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 189

y ya que estamos bosquejando la prehistoria de este sufijo en las lenguas europeas, tampoco hay que olvidar el caso muy temprano de androide. La primera vez que aparece esta voz (fr. androiae) es en un libro del francés Gabriel Naudé, en 1625, referida a una maravillosa cabeza parlante fabricada por Alberto Magno, una especie de autó­mata con aspecto humano; por cierto que la voz está mal acuñada, con un error propio de un hablante de una lengua que, como el fran­cés o el español, incluye en hombre tanto al varón como a los huma­nos en general, cosa que no hacen el griego, el latín ni el alemán (cf. 6.v1Íp/av9p<01t~, vir/homo, Mann/Mensch; así que Naudé debería ha­berlo llamado anthropoiae). En cualquier caso, la palabra tuvo cierto eco, y aparece citada por Pierre Bayle en 1695, en inglés hacia 1725, llegando hasta nuestros días, en que, como es bien sabido, ha tenido bastante uso en la ciencia-ficción (junto con otras de acuñación más reciente como humanoide, etc.) 128.

El caso es que esta extensión de -oide al ámbito de lo humano es lo que ha propiciado, ya en fechas muy recientes, el desarrollo en es­pañol de un matiz específicamente apreciativo (habitualmente peyo­rativo); un desarrollo, por cierto, que es característico del español, mientras que en otras lenguas europeas es poco común, sin que estén claras las razones de esta preferencia 129.

Si, dejando de lado los neologismos modernos de carácter cientí­fico (espermatozoide, esquizoide, hemorroides, etc.; algunos en lin­güística, como prefijoide, sufijoide, verboide, etc.), nos fijamos ahora en los usos apreciativos de -oide en el español de hoy, casi siempre con bases adjetivales y en un registro culto o semi-culto, encontramos numerosos ejemplos que tienen que ver con campos como el de la inteligencia o la falta de ella (cretinoide, imbecifoide, niñoide, infan­tifoide, geniafoide, etc.), la militancia política (anarcoide, fascistoide, marxistoide, etc.) o, más en general, con corrientes artísticas, actitu-

128 Para toda esta cuestión, cf. Janni, 1994, 5-9. 129 cr. de Bruyne, 1989, 127-28 (sobre francés y alemán); en OED, s. v. -oid, no se

mencionan usos apreciativos; tampoco en TLF, s. v. -ide (2), -orde.

190 Los helenismos del español

des generales, etc. (flamencoide, intelectualoide, liricoide, sen timen­taloide, etc.) 130.

En cuanto a los valores semánticos del sufijo, no son demasiado fáciles de defmir con exactitud, aunque en general es perceptible una idea negativa de minoración, de alguien o algo que parece o quiere parecer una cosa sin llegar a serlo realmente; en este sentido, puede recordar en ocasiones a otros elementos de origen griego como para­(cf. § 12.1.1.4) o -izante (cf. § 12.2.3) 131.

Así que este sufijo -oide es interesante para el helenista por varias razones. Primero, por haber desarrollado en fechas muy recientes este matiz peyorativo tan acusado, cosa más bien excepcional entre los su­fijos de origen griego que hemos visto (aunque ya señalamos en su momento algunos matices de esta clase en -ista, en -esco o en -izante, y podrían señalarse ocasionalmente en algún otro).

y segundo, por ser el único caso en que un elemento claramente composicional en griego (-Q-ElOlÍC;) ha terminado por ser un puro su­fijo en español (comparable en este sentido al caso de archi- entre los prefijos, cf. § 12.1.2.3); aunque hay que recordar que ya en el propio griego hay indicios de que pudiera empezar a funcionar como algo parecido a un sufijo, como demuestran las abundantes formas parale­las en -<0011<; (por ejemplo, a4!a"Croo11<; y a4!a"CoElolÍc;, «sanguinolen­to») 132.

130 Muchos ejemplos en Rainer, 1993, 626-29, de quien tomamos la clasifica­ción; y, sobre todo, en de Broyne (1975 y 1989). Cf. también GDLE, § 70.3.2; DESE

s. v. -oide. 131 Cf. Rainer, 1993, 627-28, y de Broyne, 1989, 123-27 (una pequeña encuesta

sobre el significado exacto de comunistoide). 132 Lo curioso del caso es que el sufijo -<0011<;, tan frecuente en griego, era en su

origen un segundo elemento de compuesto, relacionado con el verbo 0/;,00 «oler» (cf. lat. odor), pero que muy pronto empezó a funcionar como sufijo de semejanza, olvi­dada la noción original de «que huele a x»; cf. Chantraine, 1933,429; DELG, s. v. Q(,oo; Buck-Petersen, 1945,698. Alguna observación general en este sentido (la oposición entre diacronía y sincronía en la consideración del préstamo de sufijos) en Deroy, 1980,84.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 191

§ 12.3. COMPOSICIÓN

El griego antiguo, como es sabido, se caracteriza por su pasmosa facilidad para la composición; es un rasgo que comparte con el sáns­crito y que debe de ser una capacidad desarrollada por estas lenguas después de su separación del tronco común indoeuropeo, más que una herencia directa de la protolengua 133. En cambio el latín -y por ex­tensión las lenguas romances- nunca tuvo ni mucho menos esta fa­cilidad, a pesar de los intentos muy tempranos de los poetas romanos por imitar la lengua poética griega, tan rica en compuestos.

A pesar de ello, la afluencia constante de helenismos, muchos de ellos compuestos, a las lenguas europeas modernas, acabó por natu­ralizar y generalizar en todas ellas un tipo especial de composición, de carácter netamente culto y especialmente adaptado a las necesida­des terminológicas de las ciencias, tanto humanas como naturales.

Por tanto, lo que aquí nos ínteresa son las raíces, temas o lexemas de origen griego (y, para ser coherentes, habría que incluir también las latinas cultas) que se usan en español para formar palabras que, como mesocracia o parasitología, son a todas luces compuestos, pues cumplen los requisitos básicos de la composición: son índescomponi­bIes; no admiten elementos íntercalados; adoptan variaciones morfe­máticas independientes de las que tendrían los lexemas componentes en español; su significado no es deducible del significado de sus com­ponentes, ni es ajeno al mismo 134.

Claro que hay una diferencia que salta a la vista entre los com­puestos genuínamente españoles (sacacorchos, cejijunto) y los que

lJ3 Cf. Vi llar, 1996,230-31. Sobre los principios y tipos básicos de la composi­ción en griego, pueden consultarse los tratamientos sintéticos de Meillet-Vendryes, 1953, § 630-646, Y de I. Rodríguez Alfageme, Nueva gramática griega, Madrid, 1988, 53-61.

134 Cf. Almela, 1999, 130, 137-38; cf. también GDLE, capítulo 73 (La composi­ción, por J. F. Val Álvaro; en 73 .1.5 se cita el criterio expuesto por H. Marchand en The Categories and Types ofPresent-Day English Word-Formation, Múnich, 1969).

192 Los helenismos del español

nos ocupan ahora (mesocracia, braquicéfalo), y es que, mientras en el caso de los primeros los componentes tienen existencia autónoma en la lengua (sacar, corcho, etc.) y por tanto su sentido es en principio transparente para cualquier hablante, en el caso de los segundos no es así, sino que nos hallamos ante raíces ligadas, no autónomas (meso-, -céfalo, etc.) y no inmediatamente comprensibles.

Esta es la razón por la que estos elementos griegos o latinos han recibido nombres muy diversos: seudosufijos, sufijoides, elementos semiautónomos, raíces cultas, temas greco-latinos, bases léxicas liga­das, etc.; y también explica las abundantes discusiones sobre la ver­dadera naturaleza de este procedimiento de formación de palabras en español y en otras lenguas modernas, que algunos autores consideran más cercano a la afijación (prefijación y sufijación) que a la composi­ción.

Para nosotros, como para otros muchos autores, es claro que estos elementos están más cerca de los formantes de compuestos que de los afijos (sufijos y prefijos), ya que 135:

- ellos mismos pueden aparecer sufijados y prefijados, lo que no ocurre con los afijos propiamente dichos: lóg-ico, métr-ico, aut­ismo, a-morfo, etc.;

- no son tan productivos como los afijos, y habitualmente se juntan dos de ellos para formar una palabra nueva (podó-logo), cosa de la que tampoco son capaces aquéllos;

- proceden casi siempre de sustantivos, adjetivos y verbos griegos (andro- de avr,p «varón», leuco- de AEUKÓ<;; «blanco», -fago de q>aydv «comer», etc.), y su aportación semántica es de tipo lexé­mico, muy distinta en ese sentido a la de los auténticos prefijos y sufijos;

- muchos pueden ocupar tanto la primera posición como la segunda del compuesto (logo-centrismo, filó-logo; micro-cosmos, cosmo­nauta, etc.); y, si en general tienden a ocupar una posición deter-

135 Nos basamos ante todo en Almela, 1999, 157-58; véase también la gran mono­grafia de Peytard, 1975.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 193

minada, históricamente ello no es sino consecuencia de las leyes de composición griegas, que prescriben, por ejemplo, que los ad­jetivos vayan normalmente en primer lugar (cf. barí-tono «de tono grave», paqui-dermo «de piel gruesa», etc.);

- algunos de ellos existen además como palabras independientes en la lengua (cf. terapia e hidroterapia, cosmos y microcosmos, tono y barítono, manía y dipsomanía, etc.), cosa que está vedada en principio a sufijos y prefijos.

Por todo ello, están muy cercanos a los formantes de compuestos; pero, como hemos dicho, su carácter culto y su falta de independencia en la lengua han hecho que se propongan para ellos denominaciones específicas. Dada su cercanía a los formantes de compuestos, no nos parecen muy afortunadas etiquetas como «seudosufijos» o «prefijoi­des/sufijoides».

Por su parte, Almela propone llamarlos «pro-compuestos» 136, y podría aceptarse esta denominación, si no fuera porque no está muy claro qué sentido tiene aquí pro-: ¿es el prefijo griego con el sentido de «antes de»?; ¿o es el pro- latino con el sentido de «en lugar de»? (cf. § 12.1.1). Otra propuesta reciente es la de A. C. Kirlmess, que habla de «combinaciones neoclásicas» (neo-classical combinations), aunque considera que también se los podría llamar «europeísmos» (europeanisms) o «internacionalismos» 137; desde luego, se le puede criticar lo de «neoclásico» o lo de «internacional» por recurrir a su origen o a su difusión geográfica para explicar la función sincrónica de estos elementos en la lengua, aunque lo cierto es que lo más ca­racterístico de estos elementos es precisamente el hecho de tener equivalentes claramente reconocibles en la mayoría de las lenguas eu­ropeas y haber acompañado al surgimiento de la ciencia y la tecnolo­gía modernas en Europa y por extensión en el resto del mundo. En fin, quizá se los podría llamar simplemente «combinemas cultos».

136 Cf. Alme1a, 1999, 154-60. 137 Cf. Kirkness, 1994.

194 Los helenismos del español

Si nos fijamos ahora en este tipo de compuestos en español, siem­pre sustantivos o adjetivos, encontraremos representadas las distintas categorías observables en los compuestos «normales» (seguiremos la clasificación de Almela, que tiene una base morfológica) 138.

§ 12.3.1. Compuestos por yuxtaposición

Incluiremos en este apartado a los yuxtapuestos, o compuestos propiamente dichos, dentro de los que cabe distinguir entre heterólo­gos, cuando el compuesto pertenece necesaríamente a una categoría distinta de la del núcleo (que suele ir en primera posición en los com­puestos españoles), y homólogos, cuando no tiene por qué haber ese cambio de categoría.

§ 12.3.1.1. Heterólogos de complementación y heterólogos de atri­bución.- Entre los heterólogos podemos distinguir dos tipos. Por una parte, los heterólogos de complementación, que son aquellos en los que hay un elemento verbal, siendo el tipo más común el compuesto de verbo y sustantivo (quitanieves, sacacorchos; entre los cultismos lati­nos, con orden inverso, pesticida, cavernícola, flamígero) 139.

Entre los muchos helenismos que se pueden adscribir a este grupo citaremos ejemplos como necrófago (QXlYElV «comeD», semáforo (<pÉpm «portaD», antólogo (Ai.ym «escogeD», etc. Obsérvese que, en el caso de los dos últimos, hay apofonía de la raíz verbal (de lel a lo/), de acuerdo con un procedimiento morfológico de origen indoeuropeo todavía muy visible en el griego histórico, pero del que apenas hay rastros en latín (menos aún en las lenguas románicas) 140.

\38 Cf. Almela, 1999, 146 ss.; haremos alusión también a los tipos que distingue Rainer, 1993, cuyo tratamiento de la composición española figura en las páginas 245-98. Cf. también GDLE, § 73.4 (compuestos nominales con temas grecolatinos) y 73.6.5 (comp. adjetivos).

139 Cf. Rainer, 1993, § 3.1.1.6 (sustantivos) y 3.1.2.2.1 (tipo de hispanohablante). 140 Cf. Meillet-Vendryes, 1953, § 642.

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras.. . 195

También hay que señalar que, mientras en español este tipo de compuestos son sustantivos (si exceptuamos el tipo latinizante, más bien marginal, de hispanohablante, causahabiente, altisonante, etc.), el tipo griego en el que se basan los compuestos cultos eran normal­mente adjetivos (como los cientos de compuestos en -<popo<;, «que lleva/porta x»), aunque eventualmente pudieran sustantivarse; sin embargo, en español estas palabras suelen funcionar como sustantivos (semáforo).

Nótese también, y esto es válido para todos los tipos de esta clasi­ficación, que el grado de lexicalización de los compuestos es muy va­riable: es mínimo en necrófago (<<que se alimenta de cadáveres») y muy grande en antólogo (literalmente, «recolector de flores», aunque en español seria insólito su uso en sentido literal).

El segundo grupo es el de los heterólogos de atribución, también denominados exocéntricos: no contienen verbo; el núcleo suele ser un sustantivo, que es calificado por el otro elemento, normalmente un adjetivo (cejijunto, pelirrojo, etc.) 141.

Algunos ejemplos de este tipo en helenismos españoles serian: braquicéfalo y dolicocéfalo (<<que tiene el cráneo corto/alargado»), artiodáctilo/perisodáctilo (<<que tiene un número par/impar de dedos o pezuñas»). Como ocurría en el grupo anterior, estos compuestos funcionan con mucha facilidad como sustantivos (<<el orden de los ar­tiodáctilos», etc.).

§ 12.3.1.2. Homólogos determinativos y homólogos copulativos.­En el ámbito de los compuestos yuxtapuestos homólogos podemos distinguir, por un lado, los homólogos determinativos, que se carac­terizan por que entre los componentes se establece una relación de dependencia determinativa, pudiéndose dar diversas combinaciones, como sustantivo y sustantivo (bocacalle, aguanieve), sustantivo y ad-

141 ef. Rainer, 1993, § 3.1.2.2.2 (tipo peli"ojo).

196 Los helenismos del español

jetivo (nochebuena, mediodía), etc. 142 . Es frecuente que entre los dos componentes se establezca una relación de comparación (hombre­rana), como ya ocurría en griego en casos como mpupo7tÉN::KtX; «mar­tillo-hacha», i. e., «martillo que es como un hacha», o, con menos cla­ridad, en JlTl'tPÓ7tOAlC; «ciudad que es como la madre (de las colonias correspondientes)>> .

Entre los helenismos españoles que obedecen a este tipo de com­posición mencionaremos ejemplos como fotografía (<<fijación de la luz»), ortografía (<<escritura correcta»), cardiopatía (<<afección del corazón»), metrópolis (<<ciudad-madre», lexicalizado en el uso actual de la palabra), etc.

Desde el punto de vista morfológico, los compuestos con combi­nemas griegos se caracterizan por tener una vocal de unión (que suele ser 10/), mientras que en los compuestos autóctonos lo normal es la mera yuxtaposición de los formantes (ciempiés, vanagloria, punta­pié), siendo más bien marginal el tipo de sustantivo + /il + sustantivo, que seria el más cercano a los compuestos que estamos describiendo (manicura, puticlub; cf. Rainer, § 3.1.1.3).

Por otra parte, la adscripción de una palabra al grupo de los de­terminativos (el que nos ocupa) o a otro -especialmente al de los heterólogos de complementación - depende fundamentalmente de si se adopta un punto de vista histórico o funcional-sincrónico. Así, por ejemplo, en el caso de todos los compuestos en -grafía, -grama o -grafo, desde el punto de vista genético del griego estamos ante una raíz verbal (ypáepffi «escribir, grabar»), y una voz como €7tl<J"COAO­ypáepoC; (<<secretario») hay que interpretarla como perteneciente en griego al grupo de sustantivo + verbo (como si al secretario lo llamá­ramos en español escribecartas), pudiéndose derivar después el sus­tantivo en -ía (-grafía) o el adjetivo en ':'ico (-gráfico). Sin embargo, desde el punto de vista del español, es claro que el elemento -grafía funciona de forma autónoma como un sustantivo equivalente a «es-

142 Cf. Rainer, 1993, § 3.1.1.1-2-3 (sustantivo y sustantivo; distingue muchos sub­tipos) y 3.2.1.2 (tipo de nochebuena, que considera compuestos sintagmáticos).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 197

critura, descripción, fijación por otros medios», y en ese sentido etno­grafia es simplemente «descripción de pueblos (primitivos)>>, por tanto, del tipo homólogo del que estamos tratando (dos sustantivos, uno d~ los cuales está determinado por el otro como un sintagma en genitivo). Y esto es aplicable a muchos de los formantes griegos más productivos, como logo/logia (,,¡:yoo «decir, razonar» ),fago/fagia (q>oyEiv «comer»), pata/patia (1tácrXOO «sufrir»), scopio/scopia (crKO-1tÉoo «observar»), etc. 143.

Por lo que respecta a los elementos cuantificadores, si, como he­mos hecho, no se los considera como prefijos (cf. § 12.1.2), habrá que incluirlos en la composición, distinguiendo, eso sí, entre los que co­rresponden a este apartado, como decálogo, tetragrámaton (<<cuatro letras») o pentapodia (<<conjunto de cinco pies», en métrica), y los que, al menos en su origen, son adjetivos del tipo de los heterólogos de atribución (poligono «que tiene muchos ángulos», tridáctilo «que tiene tres dedos», etc.).

Entre los compuestos homólogos cabe distinguir, asimismo, los homólogos copulativos (llamados dvandva en la tradición gramatical india), que se caracterizan por que entre los dos componentes hay re­lación de coordinación, de suma, como en claroscuro, sordomudo, agridulce (a veces escritos con guión:fisico-quimico) 144.

Los ejemplos en helenismos españoles son escasos y general­mente están acuñados ya en griego: andrógino (<<hombre y mujer»), tragicómico (con haplología de la sílaba co), hermafrodita (<<Hermes y Afrodita», masculino y femenino), quizá en pitecántropo (que pue­de analizarse como «hombre y mono», pero también como «hombre que es (todavía) como un mono», del tipo comparativo visto en el grupo de los homólogos determinativos).

143 Aunque desde el punto de vista del indoeuropeo, una raíz como leg-/log- es verbal y nominal al mismo tiempo, cf. Villar, 1996, 227.

144 Cf. Rainer, 1993, § 3. 1.1.1.3.2.1 (tipo actor-bailarín), 3.1.1.3 (tipo sopicaldo), 3. 1.2. 1.1 (tipo ético-moral) y 3.1 .2. 1.2 (tipo rojinegro).

198 Los helenismos del español

§ 12.3.2. Compuestos sintagmáticos y preposicionales

Junto a los compuestos yuxtapuestos, cabe distinguir un segundo grupo, el de los denominados compuestos sintagmáticos y preposi­cionales; es decir, compuestos del tipo de fuego fatuo, llave inglesa, y orden del día, palabra de honor, respectivamente 145.

En el caso de los helenismos, es muy poco lo que se puede incluir en esta categoría, si prescindimos de los fenómenos de calco (expre­siones o frases hechas traducidas del gríego, como ley no escrita, ar­gumento cornudo, etc.; cf. § 12.4). Podrían incluirse aquí, en todo ca­so, palabras como hipopótamo, cuyo orígen no es un compuesto gríego propiamente dicho (pues en este caso esperaríamos más bien el orden inverso, *potamipo), sino el sintagma, formado por sustantivo + adjetivo, l1t1tOC; 1tot"á¡.uoC; «caballo de río», que, ya lexicalizado, di~ orígen en el propio gríego al compuesto sintagmático l1t1t01tót"a~oc;, de donde procede la voz española.

En cuanto a los compuestos preposicionales, podríamos incluir aquí el caso de los terminas musicales diapente, diapasón, diatesa­rón, que proceden de sintagmas preposicionales griegos - de i] 8u1 1tÉvt"€ xopowv cru~qxovía «(el acorde) a través de cinco (cuerdas o tonos)>>, etc.-, que ya en el propio griego oscilaban entre la escritura en una sola palabra o la forma analítica; también se podría incluir el adverbio encima, cuyo origen es una locución preposicional, en cima (KÜ~a «hinchazón, brote vegetal, copa de un árbol, cumbre, cima», cf. § 11.4).

§ 12.3.3 . Diferencias entre compuestos españoles y compuestos con combinemas griegos

Pasamos ahora a ocuparnos de algunas diferencias entre los com­puestos españoles y los formados con combinemas griegos. En un

145 Téngase en cuenta que hay bastantes discrepancias a la hora de delimitar la clase de los compuestos sintagmáticos, cf. Rainer, 1993, § 3.2; Almela, 1999, p. ISO ss.; y GDLE § 73 .8.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 199

plano general, una de las diferencias más notables entre los com­puestos españoles autóctonos y los cultos greco-latinos es que éstos, ya sean heredados del griego o de acuñación moderna, admiten con suma facilidad la sufijación para cambiar de categoría gramatical o de clase nominal, de tal modo que, como hemos visto, los compuestos con el verbo ypáqx.o «escribiD) admiten la posibilidad de pasar del nombre de agente en -grafo al abstracto en -grafia o al concreto en -grama, y también al adjetivo en -gráfico. En cambio, los compuestos españoles, en general, no tienen estas posibilidades de derivación; por ejemplo, no se pueden derivar adjetivos de los sustantivos quitanieves o cumpleaños, ni un sustantivo de cualidad a partir de adjetivos como pelirrojo o alicaído (la ' *pelirrojez o la *alicaidad), aunque hay ex­cepciones a esta. tendencia (p. ej. baloncesto> baloncestista, y aun en este caso la sufijación no deja de resultar algo pesada). Esta proteica capacidad para la composición y al mismo tiempo para la derivación, tan característica del griego, es, sin duda, un factor que hay que tener muy en cuenta si se quiere explicar el éxito extraordinario que han te­nido en los últimos siglós los compuestos greco-latinos en todas las lenguas europeas, incluido el español.

Centrándonos ahora en otro aspecto, es interesante destacar que en los compuestos con temas griegos (también con los latinos) se ob­serva por lo general el orden inverso al que rige en los compuestos con voces autónomas españolas:

- en el caso de los heterólogos de complementación (cf. § 12.3.1.1), en vez de seguirse el orden verbo + sustantivo (zampa-bollos), se sigue el inverso (necró-fago «muertos-come»; lo mismo con los compuestos latinizantes del tipo de maléficolbenéfico «que causa o hace el mal/bien», o del tipo de ~ausahabiente o terrateniente). La razón es muy sencilla: si el primer tipo refleja el orden SVO

(sujeto-verbo-objeto) que es el común en español y en otras len­guas modernas (<<Josete zampa muchos bollos»), el segundo re­fleja el orden SOY, típico -hasta cierto punto- del griego anti­guo y del latín, y característico sin duda del indoeuropeo (cf.

200 Los helenismos del español

frases del tipo de lato Matronae moeros complent «las matronas las murallas llenan») 146;

- lo mismo puede decirse en el caso de los heterólogos de atribución (cf. § 12.3.1.1) Y homólogos determinativos (cf. § 12.3.2): la dife­rencia que se da habitualmente, aunque no siempre, en el orden de los lexemas (braqui-céfalo -adjetivo + sustantivo- frente a cue­lli-corto) obedece a las diferencias sintácticas entre el griego (y el latín) y lenguas modernas como el español. Así por ejemplo en el caso de los determinativos en que se establece una relación equi­parable a la del nombre y su complemento en genitivo: cardiopa­tía (<<del corazón afección») frente a telaraña o bocacalle, del mismo modo que tenemos • A9nvaírov 1tOAl lEía (<<De los atenien­ses constitucióm» o De rerum natura (<<Sobre de las cosas la natu­raleza») frente al orden normal de esos sintagmas en el español.

§ 12.3.4. Composición griega antigua y composición moderna

Como se ve, las lenguas modernas como el español no sólo han tomado en préstamo numerosos compuestos griegos, sino que, a partir sobre todo del siglo XVIII, han asumido la composición a partir de los temas o combinemas griegos y también latinos como un recurso más de la lengua (culta y científica); y por cierto que la historia detallada de este proceso está por describir.

Ahora bien, esto no debe hacemos olvidar que todos estos como puestos de nuevo cuño han surgido y forman parte integral de otras lenguas que no son el griego antiguo, y, desde este punto de vista, po­co podrá extrañar que se puedan detectar en dichos compuestos todo tipo de anomalías o mutaciones (pues no tiene mucho sentido hablar de «errores») con respecto a lo que eran las normas de composición propias del griego clásico.

146 Sobre los orígenes indoeuropeos de estos compuestos, cf. Villar, 1996, 230. Por lo demás, esta regla no se cumple en el caso del inglés, que teniendo un orden svo forma compuestos al modo del griego y el latín (p. ej. man-eater «come-hombres», long-tailed «de cola larga», etc.).

La aportación del griego antiguo a laformación de palabras. .. 201

Hay que insistir en este punto, como hace por ejemplo Dornseiff, y recordar que el griego antiguo ha tenido una pervivencia doble, por un lado en el griego bizantino y moderno, y por otro en lo que éllla­ma el «esperanto grecoide» de las lenguas europeas, una denomina­ción a mi juicio afortunada que quiere hacer ver tanto el carácter emi­nentemente internacional (yen buena medida artificial) de este léxico como sus divergencias e innovaciones con respecto al griego clásico (de ahí lo de grecoide, como si dijéramos un griego que quiere ser clásico pero no lo es, no puede ya serlo) 147.

Sin pretender, ni mucho menos, la exhaustividad, que convertiría este libro en un diccionario histórico de helenismos, señalaremos al­gunos de los puntos en que los helenismos compuestos modernos se apartan, regular u ocasionalmente, de las normas habituales en griego clásico, o en otros casos observan esas reglas con una regularidad es­tricta que no se daba en griego (también haremos alguna alusión en el mismo sentido a la prefijación y sufijación).

§ 12.3.4.1. Por lo que respecta a los compuestos con un tema ver­bal, ya hemos visto (§ 12.3.1.1: heterólogos de complementación) que en los helenismos modernos el elemento verbal va siempre en segun­da posición (semá-foro «porta-signos»). Pero lo cierto es que en grie­go, junto a este tipo, existía también el inverso, heredado también del indoeuropeo, con el verbo al principio: por ejemplo, apXÉKaKo~ «ini­ciador de males», 1tEP(JÉ1tOA.l~ «destructor de ciudades», ~.ll(Jó8TlJ..Lo~ «que odia al pueblo», <PEPÉOlKO~ «que lleva la casa a cuestas (como el caracol o algunos pueblos nómadas)>> 148.

Pues bien, en general los helenismos modernos no han hecho uso de este segundo tipo, generalizando el uso del primero. Las pocas ex­cepciones que se pueden encontrar se deben normalmente a que el le­xema en cuestión sólo aparecía en primera posición en los compues­tos heredados, por lo que se ha seguido el único modelo disponible,

147 Cf. Dornseiff, 1950, 8-9. 148 Cf. Meillet-Vendryes, 1953, § 641.

202 Los helenismos del español

por ejemplo en ,.ucró-yuvo<; «que odia a las mujeres», que ha sido el modelo del compuesto moderno misoneísmo (<<aversión a las noveda­des»).

En este ,contexto vale la pena mencionar el caso de los compues­tos con filo. En griego, esta raíz era un sustantivo que también podía tener valor adjetival (q>Í-Ao<;, «amigo, querido»; el verbo q>lAi:OO «que­rer» es un denominativo, derivado de aquél), y los compuestos más antiguos eran de tipo posesivo (cf. 12.3.1.1: heterólogos de atribu­ción), como q>lA.ó1;ElVO<; «(persona) a la que le es caro su huésped». Sin embargo, muy pronto se sintió ese primer elemento como un tema verbal (<<que ama o gusta de x»), como demuestra el desarrollo com­plementario de los compuestos de sentido opuesto en ~lcrO-, ya men­cionados. Así, tenemos en griego muchísimos compuestos de este ti­po, con q>lA.O- en primera posición, mientras que el tipo inverso es mucho menos abundante (como en 1tOVT)pÓq>lA.O<; «que tiene afición a los sinvergüenzas») y a veces tiene un sentido distinto (como en 9EÓq>lA.O<;, que no es «que ama a Dios», sino «caro a los ojos de Dios») 149.

Pues bien, las lenguas modernas, a pesar de esa marcada prefe· rencia del griego por el tipo de filósofo, filólogo, etc., apenas han cul­tivado esta modalidad de compuesto (se pueden citar algunos casos como filarmónico, filatelia o filodramático), decantándose por el tipo inv:erso, sentido por analogía con otros compuestos como el más «griego» de los dos desde el punto de vista sintáctico, y así han surgi, do gran cantidad de compuestos en -jilo (alsófilo, germanófilo, bi· bliófilo, etc.) 150.

§ 12.3.4.2. Por lo que respecta a la vocal de unión, puede decirse algo similar: en griego lo normal es que fuera 10/, pero no estaban ni mucho menos excluidas otras posibilidades, por ejemplo la la/larga o

149 ef. DELG, s. v. q¡íAo<;. ISO Más infonnación en Janni, 1994, 32-35, quien señala además la paradójica al­

ternancia entrefiloinglés y anglófilo, filofrancés y francófilo, etc. (aunque, por lo me­nos es español, el primer tipo es poco utilizado hoy en día).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 203

Inl en su caso ; cf. por ejemplo VlKn-q>ÓpOc; «que trae la victoria (víKn)>> frente a NlKÓ-OTlllOC; «Nicodemo», o YEVEa-Aoyía «genealo­gía», de YEVEá. También podía darse la ausencia de vocal , como en el tipo de -rEAEC1-q>ÓPOC; «que lleva a su cumplimiento (-rÉAOC;)>>.

Sin embargo, los compuestos modernos han regularizado esta si­tuación, utilizando siempre 101 para los temas griegos (incluidos casos de compuestos «híbridos» como filmo teca, sociología o burocracia, fr. bureaucratie) e lil para los latinos (incluidos híbridos como voltí­metro o amperímetro, por influencia de altímetro, calorímetro, etc.).

De ahí que, por ejemplo, cuando en inglés se acuñó psychedelic (de 'l'UXT, «alma» y OnAÓW «revelar, hacer visible») en los años cin­cuenta, surgieran críticas a su formación, como si tuviera necesaria­mente que ser psychodelic (que es la forma que ha prevalecido en es­pañol, (P)sicodélico); en casos como éste, los puristas de la formación de palabras pretenden ser más griegos que los propios griegos clási­cos 151.

§ 12.3.4.3. Se observan muchas anomalías en lo que se refiere a la evitación de hiatos en compuestos o en voces prefijadas. El griego era en este sentido mucho más estricto (cf. § 12.1), mientras que en las lenguas modernas - en el propio latín hay atestiguado algún caso como pseudoevangelista - parece preocupar más la transparencia del compuesto que el contacto entre vocales: cf. por ejemplo protohisto­ria (por *protistoria), ahistórico (por *anistórico), microorganismo, macroeconómico, antiestético, etc.

También llaman la atención los casos de haplología (que en prin­cipio es un fenómeno del lenguaje popular) en compuestos como simbología (por * simbolología), idolatría, mineralogía, morfonolo­gía, tragicómico, etc.

§ 12.3.4.4. En un terreno a medio camino entre la morfosintaxis y la semántica, hay que señalar la gran arbitrariedad que se observa en

15\ ef. Janni, 1994, 137-40.

204 Los helenismos del español

la creación de muchos términos, especialmente científicos; cosa, por otra parte, que no habrá de extrañar, pues una de las características de ese léxico es precisamente la importancia de la llamada «derivación fabricada», en la que «el creador de la palabra recurre a formantes que se definen consciente y voluntariamente en el momento en que se instituye aquélla», frente a la derivación «espontánea» que es la pro­pia del léxico común o patrimonial de una lengua 152.

Ejemplo paradigmático de esta arbitrariedad es la que demostra­nm a finales del siglo XVIII los creadores del sistema métrico hoy vi­gente, al decidir que los combinemas griegos significaran multiplica­ción (decámetro, kilogramo, hectolitro, etc., con un formante hecto arbitrario también en su forma, pues en griego es ÉKa-róv) y los lati­nos división (centímetro, decímetro, etc.), con un uso que evidente­mente nada tiene que ver con el que se observa en los compuestos la­tinos genuinos (cf. centimanus «que tiene cien manos», centuplicar, etc.) 153.

Por otra parte, a veces es la regularidad propia de las series termi­nológicas la que provoca una formación anómala desde el punto de vista del griego, como ocurre por ejemplo en el caso de morfema, que se inserta así en la serie de términos lingüísticos en -ema (§ 12.2.1.5), obviando el hecho de que esperaríamos *morfoma (gr. /lópQ>ro/la, de /lOpq>Óro, cf. meta-morfo-sis).

§ 12.3.4.5. También habría mucho que decir sobre la elección de la forma de los temas griegos, por ejemplo en el caso de los heteró­clitos en -/la, -/la-ro<;. En efecto, encontramos a veces vacilaciones entre, por ejemplo, morfémico y morfemático, fonémico y fonemático, lexémico y lexemático, etc. Y lo cierto es que en griego, al menos en los compuestos, también se pueden constatar vacilaciones entre la forma en -/la-r- y la simple: cf. por ejemplo OEP/la-ro-q>Ópo<; frente a

152 Cf. Martín Zorraquino, 1997, 324, Y la bibliografía que cita. 153 Janni, 1994, 102, cita la pintoresca explicación que dieron los sabios franceses

respecto a ese inopinado hecto: «Les savants sauront que hecto est ici une abréviation de hecato; les autres ne s'en embarrasseront gut':re».

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 205

OSPJlÓ-7t'tSPOC; (como en español dermató-Iogo frente a dermó-ptero, hemato-crito frente a hemo-globina, espermato-zoide frente a es­perm-icida, etc.). En este sentido, no está justificada la protesta contra formas como semáforo, que algunos consideraron en su día «bárba­ro», tratando de imponer sematóforo.

Evidentemente, casos como el señalado de fonema > foném-ico en lugar de fonemát-ico no son más que una prueba del avanzado grado de naturalización de esos combinemas en las lenguas moder­nas, como lo es también el hecho de que se regularice la sufijación en casos como prótesis> protésico, utilizado en medicina frente al grie­go «correcto», pero irregular desde el punto de vista español, protéti­co (usado en lingüística; gr. 7tpOeS'tLKÓC;) 154.

Un caso curioso y similar a éstos -hasta cierto punto- seria el de hídrico (<<recursos hídricos»), sin base morfológica en griego, don­de el adjetivo relativo al agua es oounKóc; *hidático, pero que se comprende por el gran número de compuestos en hidro- 155.

De todos modos, las anomalías o irregularidades en la sufijación moderna de helenismos son muy abundantes, aunque los diccionarios no siempre den cuenta de ellas; cf. por ejemplo la caprichosa alter­nancia entre mon-arqu-ía, an-arqu-ía, por un lado, y matri-arc-ado, patri-arc-ado (sobre el modelo de exarcado), por otro; la resufijación de palabras para evitar el 'resultado de la transcripción regular, como ocurre por ejemplo en etnia, tomado del fr. ethnie (finales del siglo XIX), cuya sufijación y consiguiente paso al femenino se debe proba­blemente al deseo de evitar una transcripción regular *ethne (gr. eeVOC; «pueblo, tribu»), monosilábica y de dificil pronunciación; aun­que en más de una ocasión las vacilaciones se remontan ya al propio griego, por ejemplo en el caso de los sustantivos prefijados Y' com­puestos en -sis (cf. § 12.2.1.4), cuyos resultados en español oscilan

154 Cf. Rainer, 1993, 523-24, que cita otros casos como genésico, diatésico, sin­táxico, sinestésico. etc. También se podría incluir aquí un caso como traumado, por traumatizado.

155 Cf. Janni, 1994, 80-82.

206 Los helenismos del español

entre -sis y -sia/-sía (anestesia, dispepsia, apoplejía, etc., frente a catalexis, profilaxis, etc.) 156.

§ 12.3.4.6. En el caso de algunas raíces griegas muy productivas, el comportamiento de los compuestos griegos genuinos es muy dis­tinto en varios sentidos de los helenismos modernos. Recuérdese por ejemplo lo que hemos señalado (en § 11.2) a propósito de la palabras terminadas en .!.pata, -patía, -pático y.!.crata, -cracia, -crático.

Pero hay familias léxicas bastante más embrolladas (en lo formal y en lo semántico), y los diccionarios no siempre dan información de fiar al respecto, en el caso de que den alguna. Mencionaremos, a mo­do de ejemplo, el caso de la raíz indoeuropea gen-/gon-/gn- «llegar a ser, engendran>, ampliamente representada tanto en griego y latín (yíYVOllal, yÉVOC;, yóvo<;, etc.; gigno, genus, generatio, etc.) como en cultismos españoles.

Los compuestos latinos con esta raíz no eran muy frecuentes, y sus distintos tipos no han resultado productivos en español, a saber, los terminados en -gena (esp. indígena, alienígena), en -genus (como multigenus; esp. alienígeno, terrígeno), -genius (primigenio) y -gnus (benigno, maligno) 157.

En cambio en griego encontramos gran cantidad de adjetivos com­puestos con la misma raíz. Hay que distinguir, por un lado, los más de doscientos compuestos en -YEVIÍ<;, que podían tener dos sentidos bási­cos, el de «nacido» (OLOyEVIÍ<; «nacido de Zeus», WYEVIÍ<; «bien naci­do, noble») y el de «de tal clase» (ÓIlOYEv1ÍC; «de la misma clase que»); de estos adjetivos, además, se derivaban los sustantivos de cualidad correspondientes en -yÉvEta (EuYÉvEta, auyyÉvEta, etc.). Por otro lado estabaQ los compuestos en -yOVO<;, de nuevo con dos senti­dos distintos, el de «nacido» (1taAaíyovo<; «nacido hace mucho, vie­jo») y el activo de «que engendra» (avOpoYóvoC; «que engendra varo­nes»; nótese el cambio en la posición del acento).

156 Para la situación en griego, bastante complicada, cf. Holt, 1941,61-63; para el español, cf. también García Yebra, 1999, s. v. poesía.

157 ef. DELL, s. v. geno.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 207

Con estos antecedentes, resulta en principio sorprendente la for­mación de helenismos modernos como patógeno 'que produce en­fermedad', pues, como acabamos de ver, los únicos compuestos con sentido activo de «engendrar, prodUCID) eran algunos de los griegos en -yovo<;. La razón fundamental que ha llevado a descartar -gono con esta función en los compuestos modernos parece fácil de adivi­nar: la homonimia (en la transcripción moderna, cf. § 6.6) con los compuestos en -gono < gr. yrovía «ángulo», como polígono (gr. 1tO­

AúyrovoC;, -ov), etc. ; el único resto de los compuestos griegos en -yovo<; es epígono «sucesor», de formación opaca para el hablante común 158.

Entonces, ¿de dónde ha salido ese elemento ':'geno con el sentido transitivo de <<producir, provocar»? La respuesta, como en tantas oca­siones, la da con maravillosa exactitud y concisión el OED, s. v. -gen 159. El origen de estas formaciones hay que buscarlo en el francés -gene, concretamente en oxygene e hydrogene, voces creadas por La-voisier y otros hacia 1780-90 y que, según sus creadores, significaban «que engendra el ácido» y «que engendra el agua», respectivamente. El caso es que, tras algunas vacilaciones formales entre -gene y -gine, prevaleció la primera forma, ya presente en helenismos hereda­dos (homogene, etc.), «and the fact that the suffix -y€VlÍc; in Greek words was not capable of meaning 'that which produces' was over­looked or neglected», y éste es sin duda el origen de los compuestos modernos como nitrógeno, halógeno, cancerígeno, lacrimógeno, etc., griegos por su formación pero no por su semántica (sobre la termina­ción española en -o/a a partir de la francesa en -e, cf. § 11 .2).

Por lo demás, estos compuestos en principio adjetivales en -gene provocaron la creación, ya en el siglo XIX, de sustantivos abstractos en -génie (orogénie, etc., con base en los griegos en -yÉVaa que he-

158 A cambio de eso, gono se ha utilizado en biología como primer elemento de compuesto, con el sentido también griego de «esperma» (gonorrea, gonococo, etc.).

159 Mientras por ejemplo el DRAE (19." ed.), lo relaciona con YEVVÚCO «engendraD>, lo que carece de base alguna en la morfología griega (aparte de que, de ser así, en len­guas como el francés tendríamos -genne y no -gene).

208 Los helenismos del español

mos mencionado antes 160) y también de adjetivos en -génique, y este sistema bi- o tripartito, según los casos, similar al de .:.crata/-cracia/ -crático, se copió en otras demás lenguas del entorno, de donde esp. orogenia/orogénico, ontogenia/ontogénico, etc. (con frecuentes do­bletes del tipo de orogenia/orogénesis).

Basten estos pocos ejemplos, escogidos por su valor representati­vo, para ver cómo la formación de palabras en las lenguas modernas a partir de elementos griegos depara muchas sorpresas a quien se detie­ne a observarla con un poco de atención, cosa que rara vez se hace; y este desinterés secular se acaba reflejando con demasiada frecuencia en los diccionarios, etimológicos o no, españoles y extranjeros, que, sobre todo en el caso de los compuestos, se suelen contentar con ex­plicaciones expeditivas (<<del griego x y del griego y») que en realidad explican muy poco la génesis de la palabra en cuestión.

§ 12.4. SOBRE LA PARASÍNTESIS

La parasíntesis (gr. 1tapacrúvge<ne;) consiste en formar una pala­bra nueva prefijando y sufijando al mismo tiempo una base ya exis­tente, por ejemplo en barranco > em-barranc-ar, diestro > a-diestr­ar, pedazo > des-pedaz-ar, o alma > des-alm-ado . Si nos atenemos al criterio estricto de parasíntesis defendido por algunos autores (es de­cir, que no exista previamente en la lengua ni la forma prefijo + base - *desalma- ni tampoco la forma base + sufijo - *almado-), nos encontramos con que este procedimiento es bastante raro en la forma­ción de helenismos modernos en español, limitado prácticamente a determinadas formaciones verbales en las que intervienen bases espa-

160 Pero cf. OED, s. v. -geny: «The suffix may be regarded as representing Gr. -yÉV€ta [ ... ] But in all probability it was actually from the root gen- in genesis [ ... ] (vaguely apprehended as meaning 'to produce') + -y , French -ie». Sobre la acentua­ción de los compuestos españoles, cf. García Yebra, 1999, s. v. -genia.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 209

ñolas y el sufijo -izar (por ejemplo luna > alunizar, tierra > aterri­zar; rata> desratizar; carne > encarnizar(se), etc.), lo que es sin duda una prueba de la vitalidad de dicho sufijo, que hemos visto en § 12.2.3 161.

Pero si se sigue un criterio más amplio (y sincrónico) de lo que es parasíntesis, como es lo más frecuente, está claro que tendríamos mu­chísimos casos en los que estarian involucradas bases (libres o liga­das), prefijos y sufijos de origen griego: anti-pirét-ico, anti-grip-al, ex-céntr-ico, para-polici-al, etc.; hemos señalado el requisito de que se ob~erve un criterio sincrónico, pues desde el punto de vista diacró­nico es claro que los ejemplos citados no son más que adjetivos sufi­jados a los que se antepone un prefijo, y este no es sino un tipo entre otros varios que se podrían citar 162.

Por otra parte, no estará de más recordar que en el propio griego antiguo había un tipo de adjetivos que se atienen exactamente al crite­rio estricto de parasíntesis que hemos mencionado (aunque los libros de gramática griega no suelen hacer referencia expresa a este con­cepto). Nos referimos a los adjetivos de dos terminaciones en -lÍ<;, -~ del tipo de 800yEv1Í<;, uO'Ej31Í<;, Elxpu1Í<;, EUj.1EV1Í<;, 1tEPUCOAA1Í<;, etc., formados generalmente a partir de una raíz (YEV-, 0'Ej3-, etc.) con un prefijo (preposicional o adverbial) y con el sufijo -EO'-; en ellos se cumplen los requisitos que antes mencionábamos, pues no existen en griego ni el adjetivo simple correspondiente (*YEV1Í<;, *j.1EV1Í<;, etc.) ni tampoco una forma nominal o verbal de la que se hubieran podido de­rivar aquéllas por sufijación (*800yEVO<; o *8ucryiyvoj.1aL), aunque

\6\ Sobre la parasíntesis cf. GDLE § 72.1.2 (parasíntesis verbal, por D. Serrano­Dolader); y Almela, 1999, 187-96, con discusión de otras propuestas teóricas. Entre las demás categorías gramaticales, concretamente entre los sustantivos, podría citarse quizá algún raro tecnicismo como en-ost-osis «tumor en el canal medular de un hue­so», formado prefijando y sufijando al mismo tiempo la base ost(eo) «hueso» (no existe ni *enosto ni *ostosis), aunque sobre el modelo previo de gr. El;ócrTCJ)(JlC; .

\62 Cf. en general GDLE, § 72.2 (se discute especialmente la cuestión de los adjeti­vos formados con anti-).

210 Los helenismos del español

hay algún caso en que sí existe un verbo prefijado paralelo (4!qxxvi)<; junto a 4!qxxivro) 163.

§ 12.5. OTROS PROCEDIMIENTOS DE FORMACIÓN

DE PALABRAS: ACORTAMIENTOS y AMALGAMAS.

Tenninaremos la sección dedicada a la composición mencionando brevemente otros dos procedimientos de fonnación de palabras que, aunque son marginales en español, tienen cierta relación con los hele­nismos.

El primero de ellos es el llamado «acortamiento léxico» (en la bi­bliografia inglesa, clipping), en virtud del cual «una unidad léxica [ ... ] ve reducido su significante reteniendo el mismo significado y catego­ria gramatical» 164. Teniendo en cuenta la considerable longitud de muchos helenismos compuestos, no es de extrañar que este proceso lingüístico afecte especialmente a esta categoria de palabras, como de­muestran los casos de auto(móvil), bici(cleta), cine(matógrafo), esté­reo(jónico), foto(grafia), metro(politano), pomo(gráfico), taxi(metro), tele(visión), zoo(lógico), por citar los más comunes; obsérvese la marcada preferencia por los bisílabos, aun a expensas de la etimolo­gía (cinemató-grafo, bi-cicl-eta).

Aunque en principio las voces correspondientes pertenecen a un registro coloquial, lo cierto es que pueden acabar desplazando a las fonnas plenas, hasta hacerlas poco menos que insólitas (por ejemplo cinematógrafo) o en todo caso propias de un registro elevado, y, lo

163 Cf. en general Chantraine, 1933,424 SS., que señala que ya los gramáticos an­tiguos se habían percatado de la singularidad de este tipo de adjetivos, siempre com­puestos (como EUpu-a9EviJ<; o állap-rO-rn:tí<;) o prefijados (los citados arriba). Cf. tam­bién Meillet-Vendryes, 1953, § 644, sobre otro tipo parasintético en griego y latín.

164 GOLE, § 78.1, p. 5077 (el capítulo 78, sobre acortamientos, acronimia y otros procesos morfológicos, es obra de M. Casado Velarde); cf. también Rainer, 1993, 697-701; Almela, 1999,202-3.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 211

que es más, pueden convertirse ellas mismas en elementos de compo­sición con el significado de la fonna plena, como ocurre con auto (auto-pista «pista para automóviles»), cine (ciné-filo), cinema (cine­ma-scope), foto (foto-novela «novela fotográfica»), tele (tele-concur­so «concurso que se emite por televisión»), etc. 165.

El segundo fenómeno que aquí nos interesa mencionar es la amal­gama (en inglés, blending), «procedimiento morfológico consistente en la fonnación de una palabra a partir de dos [ ... ] unidades léxicas, estando representada, al menos una de ellas, por un fragmento (una o más sílabas) de su significante» 166, y que también puede afectar a ba­ses de origen griego, por la misma razón que veíamos en los acorta­mientos. Así ocurre por ejemplo en euro-cámara (Europa, europeo), informática (información + matemática, que a su vez ha dado lugar a una especie de sufijo grecoide -mática: ofimática, telemática), dio­rama, cinerama (con la terminación, arbitrariamente segmentada, de panorama), ciberespacio, cibernauta (cibernética, gr. KUP€pváro «di­rigir, pilotam), paralímpico (en que parecen cruzarse el prefijo para + olímpico, con fonnación defectuosa - en ese caso debería ser pa­rolímpico-, con la intención evidente de crear una amalgama entre parapléjico o paralítico y olímpico), etc. 167.

En algunas de estas creaciones, por 10 demás, es dificil detenninar ante qué tipo de procedimiento estamos; por ejemplo en el caso de narco- (gr. VGpKÓül «adonnecem, VGpKroTIKÓ<; «que adonnece»), pues si en narco-tráfico parece claro que se trata de una amalgama (narcó­ticos + tráfico) 168, en narco-dólares el primer elemento (que entre-

165 Ya llamó la atención sobre este fenómeno Lüdtke, 1974, 142-45; cf. también Alvar Ezquerra, 1978 y 1995. Podría incluirse también en esta categoría eco- = ecoló­gico (ecotasa, ecoturismo), a pesar de no usarse como palabra independiente.

166 GDLE, § 78.3, p. 5085 (que lo llama acronimia). 167 Cf. GDLE, § 78.3; Rainer, 1993,701-2 (<<Wortrnischung»); Almela, 1999,205-

10 (que lo llama acronimia); Janni, 1994,28 (cinerama) y 157 (telemática); García Yebra, 1999, s. v. paralímpico.

168 Aunque en este caso la supresión de -tico no deja de recordar a lo que es un procedimiento frecuente en la derivación (cf. por ejemplo cerám-ica > ceram-ista, protagon-ista > protagón-ico), como destaca Rainer en muchas entradas dedicadas a

212 Los helenismos del español

tanto ha pasado a usarse también como voz autónoma, los narcos) no significa ya «de narcóticos» sino «(conseguidos por medio del) tráfi­co de narcóticos» 169 .

§ 12.6. EL C ALCO D E FORMACIÓN

Terminaremos la parte dedicada a la formación de palabras ha­ciendo breve referencia al procedimiento que recibe el nombre gené­rico de calco y que comprende distintos tipos, de acuerdo con la clasi­ficación propuesta por el alemán W. Betz (1949):

1) El calco del esquema (Lenhbildung), dentro del que pueden distin· guirse, según el grado de fidelidad con que se copia la construc­ción original: a), el calco por traducción (Lenhübersetzung), cuando se traduce con exactitud, miembro a miembro, la voz en cuestión, por ejemplo en 1tpÓ-9E-me; > lat. prae-posi-tio, con corresponden­cia exacta entre preverbios (1tpÓ, prae), lexemas verbales (tí9T11.H, pano) y sufijos formadores de abstractos verbales (-me;, -tia); b), el «calco libre» (Lenhübertragung), en el que la traducción y orde­nación de los componentes de la palabra no es tan estricta como en el caso anterior, por ejemplo cuando el alemán convierte ma­míferos (compuesto de rección verbal, «que llevan mamas») en Siiugetiere (siiugen «chupar, mamar», Tier «animal»); y c), la creación inducida (LenhschOpfung), que es una «imitación ibre, totalmente formal, de un modelo extranjero, como, por ejemplo, el neologismo del antiguo alto alemánfindunga, que reproduce el la­tín experimentum» 170.

2) El calco semántico (Lehnbedeutung), consistente en que una pala­bra ya formada en una lengua cobra un nuevo sentido por influen-

los sufijos españoles (este autor lo llama Ti/gung «cancelación», cf. en general p. 171-75 de su libro).

169 Sobre el procedimiento llamado «sustracción» y la posibilidad de incluir en él compuestos en -ólogo, -ógrafo y otros, cf. Rainer, 1993, § 6.2, p. 694-97.

170 Lüdtke, 1974,23.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras... 213

cia de una palabra extranjera; por ejemplo, cuando lat. ars, artis se empezó a utilizar para traducir gr. 'tÉXVT], cobrando así el sentido especializado de «disciplina, tratado, materia de estudio» (ars poe­tica, artes liberales, etc.) 17l •

3) El calco fraseológico (Lenhwendung), cuando se traduce toda una expresión o frase hecha, y el sintáctico (Lenhsyntax), cuando se copia un tipo de construcción propio de la lengua en cuestión (por ejemplo, el «acusativo griego» en el verso de Garcilaso los ale­manes, elfiero cuello atados ... ) 172.

El tipo que nos interesa aquí es el 1, en sus distintas modalidades (que no siempre se pueden delimitar con tanta claridad); mientras que los tipos 3 y 2 corresponderían más bien a las partes dedicadas a la sintaxis y la semántica, respectivamente.

El calco de formación es, en cualquier caso, un procedimiento más entre los varios de que disponen las lenguas para acrecentar su léxico, y que se distingue del préstamo propiamente dicho (o présta­mo léxico) en que en este caso la influencia extranjera no es percepti­ble a simple vista, sino que está por así decir latente en la construcción del nuevo término. De ahí que el calco de formación se haya practi­cado sobre todo en aquellas lenguas que, por razones diversas (sobre todo políticas, en sentido amplio), han mantenido posturas defensivas (por purismo, por nacionalismo) frente a los préstamos; el caso más claro entre las lenguas de nuestro entorno es el del alemán, del que se podrían citar centenares de casos, desde el antiguo alto alemán hasta hoy mismo, ya se trate de calcar voces de origen griego (cf. oLá-~E­'tpOV > Durch-messer), latino (manualis (liber) > Hand-buch), fran­cés (court-ois > hOf-lich), etc. 173.

171 ef., para el ámbito grecolatino, Nicolas, 1996; en general, Deroy, 1980,93 ss. 172 Sobre el influjo griego en la sintaxis latina, cf. Brenous, 1895; en general sobre

el calco sintáctico y fraseológico, Deroy, 1980, 102-110 Y 222-23. J73 Véase, por ejemplo, el magnífico ejemplo de una frase aparentemente en «puro

alemán» que cita y comenta Lüdtke, 1974, 153-55. Para el inglés antiguo, cf. Scheler, 1996 (cita ejemplos del siglo XI como syllaba > staefgefeg, etc.).

214 Los helenismos del español

Centrándonos en lo que es nuestro tema, el latín recurrió en una medida considerable a este procedimiento para naturalizar muchos conceptos griegos -que le eran necesarios para la filosofia, la gra­mática, la ciencia - , evitando de ese modo que la invasión de hele­nismos léxicos resultara demasiado abrumadora. Es decir, que mu­chas palabras que son aparentemente «puro latín» no son en realidad sino calcos de voces del griego clásico y helenístico.

De todas formas, no podemos extendemos demasiado en este asunto porque, al fin y al cabo, el calco latino de palabras griegas es un fenómeno que cae fuera de los límites de este libro; y es que, a di­ferencia del latín, el español (y las lenguas románicas en general) no ha recurrido apenas al calco de helenismos -sí a veces al de gali­cismos o anglicismos (cf. foot-ball > balom-pié) -, sino que los ha tomado como préstamos, con las adaptaciones gráficas, fonéticas y morfológicas necesarias en cada caso.

Hay varias razones importantes para ello. La primera es que los helenismos cultos empezaron a entrar en castellano - en tomo al si­glo XIII - como meros latinismos, pues sencillamente esas palabras (como geometría, teología, etc.) formaban parte del léxico latino pre­sente en los autores antiguos y medievales, y no había razón para aplicarles una política distinta de la que se observaba con los cultis­mos latinos (con los que, por razones de cercanía lingüísitica y tam­bién de prestigio, normalmente no había lugar al calco, sino a la mera adaptación); aparte de que el propio antecedente del latín, dispuesto a alojar numerosos helenismos léxicos, predisponía a las lenguas mo­dernas a hacer lo propio.

Además, se ha destacado a menudo que el calco, fenómeno estre­chamente emparentado con la traducción, es mucho más frecuente en situaciones de bilingüismo muy acentuado, como fue por ejemplo el caso de la Roma tardo-republicana e imperial (un grado elevado de bilingüismo es imprescindible por la sencilla razón de que, de lo con­trario, no es posible comprender cabalmente la estructura de la pala­bra que se trata de calcar) 174; en este sentido, pocas posibilidades ha-

174 ef. Deroy, 1980, 211-14.

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras.. . 215

había de que se calcaran helenismos en los siglos xm, XIV y xv, dado que el griego era una lengua virtualmente desconocida en el Occi­dente latino (en España la primera cátedra de griego, en la Universi­dad de Salamanca, data de 1495).

Otro factor sin duda importante es de orden tipológico, y es que, a diferencia del griego, con su enorme facilidad para la composición, el castellano y demás lenguas románicas son sobre todo lenguas deriva­tivas, con poca inclinación a la composición; ello puede explicar que, ante uno de los muchos helenismos compuestos (p. ej. f3paxuAüyía), la respuesta más «natural» sea el préstamo tal cual (braquilogía) y no el calco (*cortidicho o *breviloquio, cf. lat. breviloquium). También así se explica, al menos en parte, la tendencia del alemán al calco, da­da su gran facilidad para la composición.

Por lo que respecta a los calcos latinos del griego, nos interesa re­cordar que afectan especialmente al vocabulario filosófico, gramati­cal, retórico y científico; por no alargarnos demasiado, nos limitare­mos a mencionar unos cuantos casos de calco (más o menos exacto) en la terminología gramatical, que los romanos encontraron ya muy desarrollada en griego (la lista podría alargarse fácilmente):

'ta <JÚIl-<pú.>va > con-sonantes r, 1tpocr-<¡X)ía > ac-centus « *ad-cantus) r, KAí-01.C; > de-clina-tio r, cru-l;uy-ía > con-juga-tio btí-9E'tOV > ad-jectivum ahta-nKi] > accusa-tivus 1tAT]9uv-nKóc; > plur-alis r, av't-UlVUI·lÍa > pro-nomen 'tO Cíp9pov > articulus 1tpocr'taK-nKi] > impera-tivus o CTÚV-&cr-I.lOC; > con-junc-tio.

Y, más allá de los muchos ejemplos que se podrían citar en dis­tintos ámbitos léxicos, el calco del griego tuvo una especial importan­cia para el desarrollo del sistema sufijal latino, y por extensión el de las lenguas románicas (en su registro culto); mientras que, como ya

216 Los helenismos del español

señalamos, el latín nunca pudo asimilar y hacer suya la facilidad del griego para la composición (a pesar de los intentos de los poetas ro­manos y de los casos relativamente abundantes de calco, como ovi­parus < 0o-tÓKo~, quadr-angulus < tctpá-yO}vo~, etc.).

En el caso de los 'sufijos, a lo largo de § 12.2 hemos tenido oca­sión de hacer alusión a la escasa o nula productividad en latín de su­fijos como -sis, -ma, -ismus, -izare, etc., y hemos señalado en más de una ocasión que la influencia del sufijo griego en cuestión no se ha verificado por medio de su préstamo como tal sufijo en voces latinas, sino por haber espoleado el uso de sufijos autóctonos latinos equiva~ lentes (a veces descendientes del mismo elemento indoeuropeo), es decir, por calco. Entre los más señalados en este sentido menciona­remos:

-tas, -tatis (esp. -dad, -tad), equivalente exacto del griego -"CT1~,

-tr¡tO~, utilizado para derivar sustantivos abstractos (por ejemplo en el vocabulario de la filosofia: 1tOtÓt~ > qualitas, 1tocrÓt~ > quantitas, KotVÓtr¡~ > communitas). Podrían incluirse también aquí otros sufijos latinos con función similar, como -tus (gen. -tutis), -tudo, -itia/-ities.

-tio, -sio, -xio (de donde esp. -ción, -sión, -xión), como forma de re-producir los abstractos verbales griegos en -m~ (cf. por ejemplo arcrer¡m~ > sensatio, 1tpÓecm~ > praepositio); en otros casos se prefiere el sufijo -(nt)ia (así en cruv-cibr¡-m~ > con-scient-ia o en 1tcpí-crta-m~ > circum-stant-ia).

-men, -minis (y -mentum, -i, esp. -mento/-miento), equivalentes de gr. -~.ta, -Ilato~ (como en vór¡~ . .ta > cogitamen, 1taíbeUlla > erudimen-tum, etc.).

- el caso de los adjetivos en -icus y -ticus Y su relación con el griego ya se ha discutido con cierto detenimiento en § 12.2.2.; aunque, por otra parte, muchos adjetivos griegos en -(t)tKÓ~ se han tradu­cido (calcado) en latín con -(t)ivus (cf. aina-ttK1Í > accusa-tivus)1 -bilis o -torius, contribuyendo así al desarrollo de estos sufijos, igualmente abundantes en español (-tivo, -ble, -torio).

La aportación del griego antiguo a la formación de palabras. .. 217

- lo mismo puede decirse de -osus (esp. -oso), muy favorecido por el calco parcial o total de muchos adjetivos en -ÓEtC; y sobre todo en -rooT)c; (calco sólo del sufijo en A.E1tprooT)c; > leprosus; total en Ka¡JKl.VrooT)c; > cancerosus, óOuvrooT)c; > dolorosus, q>f43rooT)c; > venosus, etc.).

- por lo que respecta a la derivación verbal, no hay mucho que de­cir, excepto que en alguna ocasión se ha atribuido a la influencia de los numerosÍsimos verbos griegos en -í1:ro el gran desarollo de los latinos en -ficare (magnificare, sanctificare, amplificare, gra­tificare, etc.), especialmente en el latín cristiano, que los encon­traba expresivos 175.

Basten estas pocas observaciones para destacar la gran importan­cia que tiene el calco de construccióu para un entendimiento cabal de la estructura del léxico latino y por extensión del léxico culto euro­peo, cuyos orígenes hay que buscar con mucha frecuencia en la koiné helenística; se trata, por lo demás, de un proceso mucho más dificil de detectar que el préstamo léxico convencional, no siempre identifica­ble con total seguridad (a veces es imposible asegurar que tal voz la­tina sea realmente un calco de otra griega) y que, en todo caso, los diccionarios históricos y etimológicos rara vez se preocupan de in­cluir en la historia de la voz correspondiente, a pesar de que, sin el estímulo de la palabra en cuestión, nunca hubieran llegado a existir (y en ese sentido es perfectamente legítimo afirmar que, por ejemplo, lat. conscientia es una palabra que procede de gr. cruvEíollmc;) 176.

175 Cf. DELL, s. y, facio (aunque aquí no se alude a esa posible influencia griega). 176 Para los calcos latinos del griego, cf. sobre todo André, 1971, 129-33, con bi­

bliografia; en general, cf. Deroy, 1980, 215-23 (con ejemplos de otras lenguas); y Weinreich, 1974, 114 ss. .

CONCLUSIONES

Llegamos así al final de este recorrido por los distintos niveles lingüísticos en que se ha verificado -generalmente a través de otra lengua- la influencia del griego sobre el español. Como ya dijimos en la introducción, quedarán para mejor ocasión la parte dedicada a la sintaxis, de muy dificil abordaje, y que en gran medida habría de centrarse en el influjo sintáctico del griego en la prosa y la poesía la­tinas, y de éstas en el español; y la parte dedicada a la semántica y la lexicología, en la que se trataria de establecer al menos una tipología de los cambios semánticos experimentados por los helenismos (inclu­yendo prefijos y sufijos): pérdida de matices, simplificación del sen­tido original, transferencia a objetos o nociones similares, evolución semántica dentro de la lengua de llegada, etc.; en el campo de la lexi­cología, habría que intentar al menos valorar en un plano general la importancia del léxico griego en la constitución de los léxicos espe­cializados de las distintas ciencias, desde las que han hecho y siguen haciendo uso constante de aquél (como la zoología o la métrica) hasta las que, por razones diversas, recurren poco a la «reserva» greco­latina (por ejemplo la informática).

Por lo demás, este estudio tiene por objeto principal hacer ver que el griego ocupa una posición única en la historia lingüístico-cultural de Occidente: no sólo es la lengua con la más larga cadena de docu­mentación escrita (desde el siglo XIV a. C. hasta hoy), sino que el ex­traordinario crecimiento y desarrollo de su léxico en la Antigüedad

Conclusiones 219

fue un fenómeno casi totalmente autónomo; el griego clásico es pro­bablemente, entre las grandes lenguas de cultura del mundo, la que cuenta con menor número de préstamos extranjeros, generalmente de tipo técnico o referidos a objetos exóticos (aunque muchos de ellos datan de tiempos prehelénicos y son por tanto muy difíciles de identi­ficar con seguridad).

El estudioso de la historia del griego antiguo puede asistir a la creación y desarrollo sin apenas influencias foráneas de un sistema sumamente flexible de composición y derivación que permitió el sur­gimiento de un extenso y complejo vocabulario filosófico, retórico­lingüístico y científico, el de la koiné helenística, que iba a ser la base de todo el léxico culto europeo (y, en gran medida, mundial) durante veinte siglos. En este sentido, lo mismo que se habla a veces de len­guas que son «paraísos del préstamo» (como el rumano o el turco), también las hay que son exportadoras masivas de elementos lingüísti­cos (y por tanto culturales), y el griego antiguo, como el sánscrito en el ámbito de las lenguas indo arias y drávidas, está sin duda entre las mayores de esta clase, con un ámbito internacional de difusión; y se da así la circunstancia insólita de que el griego moderno siga enrique­ciéndose hoy con palabras clásicas (o formadas con elementos y pro­cedimientos clásicos) que le llegan acuñadas de fuera de Grecia.

En comparación con esta sorprendente autonomía del griego anti­guo, la historia del léxico culto de las demás grandes lenguas euro­peas es en gran medida la historia de su absorción de esa koiné hele­nística, ya sea por préstamo directo, ya por calcos (y no creo que haga falta destacar el papel central que las traducciones han desempeñado en ese proceso 1); y ello empezando con el latín y siguiendo después con el francés, español, italiano, inglés, alemán, etc., cada una de ellas con características y tendencias propias.

1 En el caso del castellano, empezando por las del taller alfonsí, en las que vemos aparecer muchos helenismos del latín acompañados de su definición castellana, para así poder luego usarlos como algo ya conocido: «fizieron los príncipes de Roma un corral grand redondo a que llamaban en latín teatro», etc. (ejemplo citado por Lapesa, 1981,244).

220 Los helenismos del español

En general, esta profunda helenización y latinización no sólo del léxico de las lenguas modernas, sino también en gran medida de su sistema ortográfico (§ 1-2), fonotáctico y prosódico (§ 4-5), así como de su sistema de recursos para la formación de palabras (§ 12), se ha considerado como un enriquecimiento indudable de estas lenguas, que de lo contrario, se supone, no hubieran podido salir de su «infan­cia» conceptual y nunca hubieran llegado a ser grandes lenguas na­cionales de cultura.

Pero la cosa también puede verse desde otro punto de vista, como una interferencia, o incluso como una invasión de lo que, de acuerdo con de Saussure, es la estructura de una lengua dada. Por ejemplo, si pensamos en las convenciones ortográficas (que son extra-lingüísti­cas, al menos hasta el momento en que la imagen gráfica empieza a constituirse en modelo del habla), resulta que el castellano de la épo­ca de Alfonso X tenía un sistema de escritura casi totalmente fonémi­co, adaptado a la fonología contemporánea de la lengua (que parece lo lógico en un sistema de escritura), y que, en este sentido, uno no ve muy bien en qué sentido puede considerarse la introducción posterior de una ortografia más latinizante, de orientación etimológica (con sus haches inútiles, sus equis, sus incongruencias en el uso de {g} y {j} , {c} y {z}, etc.) como un avance o un enriquecimiento. Lo mismo puede decirse de la introducción progresiva en la pronunciación espa­ñola de los grupos cultos que hemos descrito en § 4: puede verse co­mo un enriquecimiento, si se quiere, pero también como una traición falsamente ilustrada a lo más íntimo de una lengua (y una traición na­da inocente, por supuesto, pues desde el punto de vista social esos grupos de difícil pronunciación son un indicador privilegiado de es­tatus social, como lo es también la ortografía 2).

2 Decía Unamuno: «Si se adoptase una ortografia fonética sencilla, que, aprendida por todos pronto, hiciera imposibles, o poco menos, las faltas ortográficas, ¿no des­aparecería uno de los modos de que nos distingamos las personas de buena educación de aquellas otras que no han podido recibirla tan esmerada? Si la instrucción no nos sirviera a los ricos para diferenciamos de los pobres, ¿para qué nos iba a servir?»

Conclusiones 221

Desde el punto de vista del léxico, la entrada masiva de helenis­mos y latinismos en el español también puede verse -sin que eso suponga caer ni remotamente en actitudes nacionalistas- como un proceso esencialmente limitador, casi diríamos castrador, de la capa­cidad expresiva de la lengua. Por ejemplo, Rafael Lapesa nos recuer­da cómo el taller de Alfonso X, enfrentado con la necesidad de tener un mínimo vocabulario abstracto y científico, recurre a menudo a préstamos del árabe o del latín,

pero siempre que pueden aprovechan las disponibilidades del caste­llano, y las incrementan forjando derivados sobre la base de palabras ya existentes, como ladeza 'anchura, latitud', longueza 'longitud', asmanza 'opinión, creencia', eñadimiento 'aumento', paladinar 'pu­blicar', procedentes de lado 'ancho', luengo, asmar 'creer', eñader 'añadir' , paladino 3.

Tampoco han faltado estudiosos de otras lenguas que han sentido esta invasión greco-latina como una merma, más que como un enri­quecimiento de su léxico (y ya hemos citado en más de una ocasión el caso del alemán, con su fuerte tendencia al calco como defensa ante esa invasión). Para no extendemos, nos limitaremos a citar a Louis Deroy a propósito de la latinización casi completa del sistema de de­rivación francés:

'Nous n'avons presque rien gardé du magnifique provignement de l'ancien fran<;ais qui, de plante, avait tiré planter, planteur, plante­resse, plantement, plantance, plantis, plantier, plantin, plantelete, plantoison, plantan, etc. 11 y avait la les outils linguistiques nécessai­res pour créer des mots nouveaux. Mais il était tellement plus facile et mieux considéré de transposer mécaniquement des mots latins tout préparés et riches du prestige d'un long passé litteraire 4.

(<<Observaciones sobre la refonna de la ortografia», 1896, cit. en Martínez de Sousa, 1991,37).

3 Lapesa, 1981, 244. 4 Deroy, 1980, 122-23.

222 Los helenismos del español

, En este sentido, la utilidad palpable de ciertos prefijos o sufijos de origen griego no debe hacernos cerrar los ojos ante los muchos abu­sos a que dan pie cotidianamente. A menudo su uso no responde más que al pedantesco afán por alargar innecesariamente las palabras (co­mo señala con gracia Lázaro Carreter, «desde el latín vulgar, la des­nutrición idiomática prefiere lo largo a lo corto»), y desde luego, es dificil alegrarse de la proliferación en el español actual de creaciones como alertizar (<<llamar la atención»), constitucionalizado (<<recono­cido en la Constitución»), vehiculizar (<<servir como vehículo»), pe­riferizar, etc. , penosos homenajes al polisílabo y a la expresión sinté­tica en vez de la analítica, mucho más acorde con el espíritu de la lengua 5.

Pero -izar es un sufijo culto, de origen griego, yeso le confiere sin más un gran prestigio. Y ahí está la clave, en el prestigio cultural del latín y antes del griego. Por eso hay que destacar una y otra vez que la verdadera importancia del griego clásico en la historia lingüís­tica de Occidente no radica tanto en la cantidad de palabras, lexemas y sufijos que nos ha legado, aunque se cuenten por decenas de miles en español, sino, antes que nada, en el hecho de que el griego, y más concretamente la koiné helenística, fue la primera lengua de prestigio internacional provista de una gramática normativa «que tiende a la utopía o ideal de fijar la lengua» 6; el latín no hará más que imitar este ideal imposible, y después lo harán aquellas lenguas que, por razones políticas, lleguen a convertirse en lenguas nacionales importantes.

Desde este punto de vista, se puede decir en buena lógica que, después de la constitución del griego helenístico, no ha habido en Eu­ropa más que una lengua y una cultura que, al traducirse, se repite a sí mIsma:

En la medida que ha recibido el griego, lo propio es decir que el latín es el griego mismo, con mucha más razón que la que habría para

5 Cf. Lázaro Carreter, 2003, 242 (para la frase citada; para las voces en -izar cita­das, véase el índice de palabras).

6 López Eire, 1998, 7.

Conclusiones 223

decir que el griego moderno es el griego antiguo [ ... ] Yen efecto, el latín, convertido en lengua de cultura, con todas las adaptaciones se­mánticas y sintácticas que tal cosa requiere, no sería sino la forma en que el griego se ha transmitido para el Occidente, y sería el griego bajo su forma latina lo que habría servido de fundamento a la actual KOlvTJ de las lenguas europeas 7.

Es importante entender esto si se quiere hacer una valoración ca­bal de lo que han supuesto las lenguas clásicas para el desarrollo de lenguas modernas como el español. No se trata, desde nuestro punto de vista, de rechazar en bloque el elemento culto greco-latino (a todos los niveles lingüísticos) en nombre de una supuesta lengua popular oprimida, pues esto, en caso de que fuera posible, no dejaría de ser, como diría un sociólogo, un «efecto de dominación» (es decir, operar una inversión de valores que, en realidad, consiste en la asunción del estigma como signo de identidad) 8.

Pero tampoco se trata de lo contrario, es decir, de sacralizar ese elemento greco-latino, como se hace también con tanta frecuencia en los estudios de tradición clásica, lastrados por cierto tono apologético. El objetivo debería ser comprender en todas sus implicaciones -que no son «meramente lingüísticas» por un lado y «sociales» por otro, sino todo al mismo tiempo- la presencia y la influencia de lo greco­latino en nuestras lenguas; es decir, en nuestras vidas.

7 García Calvo, «Apuntes para una historia de la traducción», § 48 (incluido en García Calvo, 1973).

8 cr. P. Bourdieu, «Los usos del pueblo», en Cosas dichas, trad. esp., Barcelona, 1996, p. 152-57.

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ÍNDICE DE PALABRAS GRIEGAS

a-, 130, 137, 145 , A/3STJ>in,c;;, 149 al3oo(1~, 154 'AYOJ.iÉl.lvwv,51 ayá1tll,116 ayy~, 70, 110 aYKÚ~,67 ay¡rupa,91 -ayo-, 171 ayopá,116 ayoptÚO>, 130 ayx'óvn,96 -á~w, 154, 182 Arru;, 55 ar~, 118 ai6Épl~, 181 arVly~a, 66 ai¡.ta'to&l.O~, 190 ai¡.ta'tcOOTJC;, 190 ai¡.tóppma, 104 -Ql~, 181 aipenlCÓ<;, 110 arcr9n<n¡;, 216 a{nanlClÍ, 215, 216 alCpo!3án,c;;, 148

-aA.o-, 170 aAoY~, 130, 137 líA.¡;,53 '~ru;<Í>v, 120 ÚJ..lap'toE1t~,210

ÚJ..ltpá¡;, 104 a~vncria, 77, 168 a~uAov, 108 a~<pi, 132 a~<ptl3áUro, 130 a~<pOpru;, 90 av-, 137 avá,132 avaj3áUro, 130 aváAOOl¡;, 158 avá~vnm¡;, 158 aval;,68 aVOpoyóv~,206

aVf:lCOo'ta, 118 avip, 189, 192 av9patcin,c;;, 150 av9pálCwm¡;, 159 av9pal;, 159 av9pw1toaS!Í¡;, 187 av9pw1t~, 189

234

áVlOOV, 108 -aVO-, 170 avn, 132, 134, 145 avnávElpa, 129 avnl3áUro, 130 aV't18Eme;, 48 av'trovu~ia, 215 a v(Í)jlaA.oc;, 138 aVú.XpEAlÍe;, 124 á1taYE, 127 a1tó, 132 {maMe;, 170 a1to!3áUro, 130 a1tó&l1;tc;, 109 a1tól;;~a, 84, 161 a1to6lÍ~,82,84,98, 108 a1to KOlVOÜ, 58 a1tÓKpEffic;, 108 a1tÓO'tOAoe;, 84, 110 apáxvll,96 ap6pine;, 153 áp6pov,2 15 aplo'toKpá'tT]c;, 125 -apo-, 171 ap1tUla, 66 apxáYYEAOe;, 139 apXE-, 139 apxEiov, 25, 109 apXf:KaKOC;, 201 apxf:n.l1toe;,139 aPXl-, 25, 139 apXl 'tf:K'troV, 139 ápXro, 139 aoE¡31Íc;, 209 acr6Ev1Íc;, 171 acr6EvlKOc;, 171 ácr6~a, 161 -a~óe;, 154

Los helenismos del español

aO"1tic;, 53 -aO"'tlKOc;, 172 • A 'tPElOT]c;, 163 • A't'tl1<l~Oc;, 70 au'toSlOaK'tOe;, 124 au'toKpa't1Íc;, 125 au'tOc;, 142 au'to\jfÍ.a, 69 a<pOplo~Oc;, 155 aq>úll, 109

l3aK'tlÍPlov, 67 BáKXat,70 I3aKXruníc;, 147 I3aKXlKOc;,70 l3w..avEiov, 90 13a1t~ElV, 126 l3a1tn~Oc;, 83 l3apl3aplCro, 182 l3acrí.A.Eta, 166 I3amÁEÚC;, 120 l3aoíAlooa, 166 l3áme;, 157, 159 l3a'tpáxElOe;, 67 ¡3&UlOv,47 I3lÍpuUoc;, 105 I3ll3Aia, 118 l3ippoe;, 103 I3Aaoq>~f:ro, 126 l3A.f:vva, 70 ¡3oA.l3óc;, 91 ¡3oAic;, 119 ¡3o'táVT], 170 I3paxuAoyia, 215 I3paxúc;, 67 *l3póvnov, 109 l3~ávnov, 108

Índice de palabras griegas

yuCoq>UAáKtov, 48, 104 yUAu1;íue;, 67 yuAlu, 108 YEVEá, 203 YEVEaAoyíu, 203 -Yf:VElU, 206, 207, 208 -yEVr,e;, 206, 207 YEvváw, 207 yf:VOe;, 120, 206 yf:PWV, 67 yíyue;, 74, 118 yíYVOIlUl,206 yl yv<Í><J1(w, 160 yAUlCÚPPlCU, 84 YAUKÚc;,64 yvrollwv, 93 yóyypoe;,90 YÓIl<pOe;, 110 yovr" 72 yóvoe;, 206 -yovoe;, 206, 207 ypállllu, 122, 160 YPUllIlU'tlKr" 70, 175 YPulllluncr'tr,e;, 147 ypUq>lKÓe;, 1 71 ypáq>w, 160, 171, 196, 199 ywvíu, 72, 207 YWPu'tóe;, 110

OáKpUIlU, 160 0óq>Vll, 96 oE1;lác;, 13 O OSPIlU, 67 OEpIlU'tOq>Ópoe;, 204 OEpIlÓ1t'tEpoe;,205 011Mw, 203 *O~OKpU't1Íc;, 125 o~oKpá'tlle; , 125

O~OKpu'tíu, 67, 77,125, 168 o~oKpunKÓe;, 125 Ol-, 140, 145 olá, 130, 138 8lul3áUw, 130 olá¡30Aoe;, 84 oláIlE'tpOV, 213 Ola 1tucrrov, 76 Ola 1tf:V'tE, 198 OWcr'tOAr" 116 oloácrKUAOe;, 170 OlKUcr'tr,plOV, 165 oloyEVr,e;, 206 olOíK1lme;, 43 OlOUpf:W, 158 olOúPllme;, 158 M1;u, 16, 69 Mme;, 159 OpáKWV, 76 opallu, 161 oucr-, 130,137,138 OOOYEVr,e;, 209 oucrrovulloe;, 130, 137

i:I3Evoe;, 105 EyKUKAOe;, 70 EYXElPf:W, 70 i:8voe;, 205 -ElU, 66, 77, 168 dOce;, 163, 187 ElOw, 187 ElOwAOV, 86 dKrov, 120 -ElOe;, 66, 181 de;, 132 EK, 132 f:Ku'tóv , 204 EKl3áUw, 130

235

236

EKKA~O, 70, 82,83 EKA~'Ifl<;, 52 EK'tÓ<;, 140 Uaíwo,91 EA&yEía, 77, 168 EA.&t).lOcr\¡Vll, 98 "EU1lv,120 ÉU1lVlOJlÓ<;, 155 EA.,..llV<;, 119 E~!p(lívoo, 209 E~!p(lV1Í<;,209

EV, 132 EVOoYEV1Í<;,96,140 EVOoV, 140 Ev{)POVU:oo, 183 E~, 82, 104, 108 E~opKü:oo, 126, 183 E~ócr~aKn<;, 132,209 E~oo, 140 E1tElcróOLOV, 132 E1tí, 132 E1tíOq,lO, 48, 161 E1tí9E~OV, 215 E1tíKOlVO<;, 58 E1tíO'K01tO<;, 84 E1tlmoAlÍ,91 E1tlcr~OAOYpá~, 196 E1tupávElO, 77, 168 Épam1Í<;, 147 q,YaAEiov, 108 q,~í~, 84, 150 Ep~0<;, 84, 86

EQ'Xápa, 87 Ecroo, 140 Eu-, 138 &ooyyéAlOV, 6: EUyÉVElO, 206 EUYEv1Í<;, 206

Los helenismos del español

E~V1Í<;, 209 &U7tO~pí.S1l<;, 164 EUpooeEV1Í<;, 210 -EUnKÓ<;, 172 ropu1Í<;, 209 Eq>1lI3o<;, 117 EXlovo, 75 -Éoo, 158, 161

ZEu<;, 27 ZÉq>upo<;,69 CfíAo<;, 42 Clyyí.j3&pl<;,42, 110 CU:Uq>Ov,42 C~Ó<;, 42, 103 Coov1l, 42 C<\lüv, 65 Z<ÍlO'l~o<;, 42

t¡yoU~ÉV1l, 104 iíA&K~POV, 170 'ID..i>mov, 181 ~l-, 140 ~lKpovío, 107 • HPOKAi;<;, 76 iJxoo,72

9~o, 161 0toyvl<;,75 0roOwpáK1l<; (mod.), 71 9WAoyíO,67 9EÓq>lAo<;, 202 9&pa1tEÍo, 77, 168 9ÉOl<;, 158 9iJK11, 104 s"crouPU:oo, 182 s"croupó<;, 40,43,85, 183 9Ai'lfl<;, 46

Índice de palabras griegas

0pQKl~, 65 8pó~~,46, 159 8pó~~,63, 159 8ullla't1ÍPlov, 165 8eílpa/;,54,119

-ia, 77, 168 ss. -láoTlC;, 163 -laK~, 171 ra~,64 'Iácrwv, 64, 76 iatpó~, 117 -lOTlC;, 163 LOlCÍltTlC;, 147 itval,170 ÍEpO-,65 -~ElV, 182 -~w, 114, 126, 147, 154, 175, 182

ss., 217 -lK~, 114, 171 ss., 216 -lV~, 182 -lOV, 165, 177 ióv, 170 ílt1tlK~, 70 íltltOltótQjl~, 198 íltlt~ ltotálll~, 198 íltltótTlC;, 147 rl)l~, 119 -lcrK~, 176 ss. -lOll~, 154, 155, 175 icrocrKEA.~, 124 'IcrpayV.ltm, 150 -lcrcra, 166 ss. -l(:mí~, 147, 175 -lcrnK~, 172, 175 ícrtopia, 77, 168 -l tTlC;, 149 ss. -m~, 153

ix8ií<;, 120 iWVlK~, 64

Kal3á<PTlC; (mod.), 71 Ka8topa, 83, 86 Ka8r¡t1Íp, 79 KáeoOo~,67

KaÍElV,108 Ká"iJ,1a, 108 Kmv~,72 KmcrápElO, 105 KaKÉIl<POtOV, 11 O KálllVO~, 110 Kávvaf3l~, 83 KavovlK~, 11 O KavCÍlv, 120 Káltltapl~, 104 Kápaf30~, 108 Kapoia, 171 KapOlaKó~, 171 KápKapov, 94 / KapKlVÓlOTlC;, 217 KapKivWjla, 162 Kácrtpov, 105 Kácrtwp, 120 Katá, 126, 130, 132 KatayopEúw, 130 KataKAÚ¡:w, 155 KataKAUOJ.1Ó~, 155 Kata Mat8alov, 108 KataltÉAt~,91

KatáltAaOlla, 63 KatácrtlXoV, 108 Kata tpE~, 126 Kataxpáollm, 158 Katáxpr¡mc;, 158 Kat ' EVlaUtÓv, 126 Kat ' E/;OX1Ív, 58

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238

Kaü¡la, 109, 161 K~,96 K~a, 109, 161 KEVe)(;,72 KE¡)Ómov, 118 KEq>aA.1Í, 67 KlÍPlv~, 182 KT]pÓ<;, 182 Kv..ll;,166 Kv..lcrcra, 166 Klvápa,I04 KÍV1lla, 149 KipK~, 96, 127 KlPPÓ<;, 160 KA.É1tn,<;, 146 KA~, 46,82

KA4.m1;, 54 KAic:ru;, 215 KOl vó'tT)<;, 216 KOl~áw, 87 KOl~llníPlOV, 87, 98, 165 KOlVe)(;,72 KÓA.a<pO<;, 40, 11 O KÓA1t~, 110 K~a, 35

KÓ~l, 95 KOV'tOl>pa, 109 KOpáUlOv, 110 KOPLV9taKe)(;, 171 Kopi v9t~, 171 KOPWVÍl;, 106 KÓ<pLV~, 86, 110 Kpal1túA,ll, 43,91 KpaVloV, 107 Kp(Íc:ru;, 158 -Kpaníc;, 125 KPll1t~, 106 Kpivw,149

Los helenismos del español

KpiK~, 96, 127 Kpic:ru;, 158 KPlTIplOV, 165 KpÚ1t'tT), 41 , 46, 109 Kp()(n~, 110 KtJj3Epváw, 90, 91, 211 Jdl3l 'tov, 94 Ku&í>VlOV, 110 KÚKV~, 110 KUAiXV1l, 99 1<'Ü!la, 98, 127, 198 KUVllyÉn,<;, 153 KUVllyÉ'tl<;, 153 KU1táplcrcr~, 96 KÚ1t~, 117 KÚcrn<;,67 KÚncr~, 99 KwI3le)(;, 96 KWAoV, 72

~vw, 161 !\aEpnáoT)<;, 163 A.aA.lá,67 ~1tníP,87 AapUYYlKe)(;, 181 A,á¡pvll, 96 I.J:yw, 194, 197 A.E7tpWOT)<;, 21 7 !\rul'tal, 150 A.ruKe)(;, 192 I.J:wv, 76 AiiJ.q..¡a, 161 A1JlJ.la'ri.l;w, 108 Ai~, 63,150 Al 'tavcia, 108 AoytKe)(;, 80, 130 A.óy~, Aúyl;, 41 , 97

Índice de palabras griegas

-~a, ilaT~, 160, 204, 216 ~a~a, 42,90

~aKápu:, 127 ~aKpó[3l~,

~avTEÍa, 68, 77, 168 ~ávTIC;, 157 ~áp~apov,83

~ápnx;, 120 ~axavá , 91

~t9000c;, 117 ~f:lOV, 72 ~tA.ac;, ~Mll va, 168 ~f:}.4trV.ov, 85 ~f:Tá, 132, 135 ~tTa)).oV, 110 ~f:Ta¡.10pq>Ó(¡), 159 ~f:Ta¡.1Ó~, 159 ~flOl<J)lÓC;, 155 ~l1TPÓ1tOA.tc;, 196 ~4tT)mC;, 67 ~l~vi¡crK(¡), 158 ~iv9a, 95 ~lcrO-, 202 ~lcrÓyuV~, 202 ~lcrOOTJ.l~, 20 I ~va,90

~OA.ú[3&llva, 117 ~ovápxT)c;, 117 ~OV<lPXia, 23 ~ovaxóc;, 24, 110 ~ovo-, 140 Movoqmcri'Tat, 150 ~oP<P1Í, 93 , 159 ~opq>Óro, 204

~Ó')(P(¡)~1Q, 204 -~~, 154, 155 ~oOO1.K1Í, 65, 175 ~oucrTáKlov, 109

~ÜC;, 72 ~ucrT1ÍPlov , 41 , 165 IlÍJro, 72 Mr0a[3lTal, 150

VapKOO, 211 VapK(¡)TIKÓC;, 211 vaúapx~, 117 vaüA.ov, 108 vf:apóc;,171 Vf:O-, 145 vt~, 142, 145 vf:Üpov, 67 viKTJ, 203 vtKT)(pÓPOC;, 203 NlKOO1l1~, 203

vÓ1l1a, 216 VÓ~l<J)la, 94 vó~~, 94

vócr~, 153 voq.~~, 94 voüc;, 118

!;tv~, 69 3f:v<><p&v, 68 !;tcrTr¡c;, 105

OOUVWOT)c;, 217 -ou51Íc;, 124, 163, 187 ss. -Óf:tc;, 217 ~(¡), 190 OlOCro, 161 otoTJ.la, 66, 161 OlKOl, 143 O{K~, 72 o{v~, 96 ó~aA.óc;, 170 ó~oYf:V1Íc;, 124, 206

239

240

O~OlO1ta91í<; , 125 o~óAoy~, 67 o1tAiTI)<;, 149 01tAoV, 149 ÓpEiXaA.K~, 87 óp60ypa~ia, 77, 168 optX:a,105 op~, 96 óp<p<lvó<;,40,86 ócrtpaK1.crjlÓ<;, 155 ol>,137 oUpá, 73 oUpov, 73 -Ó<.O, 159, 162

-1ta91í<;, 125 1tai&u~a,216

1taA.aiyov~ , 206 1taA.á~1l,96 1tav-, 140 1taVOoKEiov, 105 1tá1tu~, 110 1tapá, 132, 136 1tapal3oAlÍ, 84, 116 1tapá&lcr~, 83 1tapáOo~~,68 1tapáKAllt~, 108 1tapaKOltT)<;, 153 1tapáKOltl<;, 153 1tapáA.A.a~l<;, 121 1tapáUnA.~, 129 1tapaO"Úv9Em<;, 208 1tapÉyxu~a , 161 TIapeEv<Ílv, 120 1tapOlKla, 43 1taprovuxia, 87, 98 1táOXro, 197 1tÉAayo<;, 109

Los helenismos del español

TIEAacrytKÓ<;, 171 TIEÁncryoi, 171 1tEpi, 132 1tEplot~l~, 130 1tEplKaU~, 209 1tEp4u:t~, 67 1tEpl1tÉtEla, 68 1tEplcrcrÓ<;, 70 1tEpicrtam<;, 216 1tEpcrf:1tOAl<;, 201 1tEtpÉAalOV, 108 1tEtpocrÉAlVOV, 110 1tTJOOv, 109 *1tT,oom¡c;, 109 1tl9avó<;, 171 TIl t9EÚ<;, 70 1tAntEia, 83 TI} • .átrov, 76 1tAll9uvTIKÓ<;, 215 1tóOlov,83 1tOlÉro, 160 1toi~a, 160 1toillm<;, 67 1tOlll~,66, 116, 147 1tOlllTI"'Í, 175 1tOlVlÍ, 43, 91 1tOlÓTI)<;, 216 1tO~apx~, 117 1tÓAl<;, 72, 120 1tOAltT)<;, 146, 149, 172 1tOAltlKÓ<;, 172 1tOAU-, 140, 145 1toA.úy~~, 123 1toA.úyA.rott~ , 124 1tOAÚYrov~, 207 1tOA.úAoy~, 130 1tOAU~EPlÍ<;, 124 1tOAÚ1tOU<;, 119

Índice de palabras griegas

1tOAlx;,72 1tOV11PÓ<j)tA.ü¡;, 202 1top<pÍJp<l,95 1tocró'tT)<;, 216 1to'tlÍP, 165 1to'ti¡ptOV, 165 1tOlx;, 119 1tpÉat3tx;, 165 1tpeat3u'tÉptOv, 165 1tpeat3ú'tepo¡;, 110, 165 TIpt~íí)T)<;, 163 1tpó,132,212 1tPÓ!3AlllU, 63, 74 1tpoyvoxmKóv,83 1tPÓY~JlU, 74, 161 1tpógecrt¡;,212,216 1tpogenKÓ<;, 205 1tp<x;, 132 1tpomuKnK1Í, 215 1tpocr<¡lSiu, 215 1tpócrO>1tOV, 93 1tjXO'tÓKOAAoV, 108 1tpW'tov, 141, 143 1t'ttcráV11, 90 1tWaAov,46 1tul;~, 109 1t~o¡;,96

1t\Jp, 70 1tÍ>pyo¡;,96 TIÍ>ppo¡;,70

páq>avo¡;, 40, 82 pu",<¡lSá<;, 117 peÜJlu,65 peuJlu'ri.Cro, 44, 66 pr¡'toptK1Í,67, 17: p~u, 69 pÓOov,96

'PÓOO¡;,117 pu'ti¡,96 pu9JlÓ<;, 11 O Pffil.lalO¡;, 108

cráyJlU, 104 cráKXapoV, 106 cráv'tuA.üv, 105, 108 crá1t<j)etpo¡;, 106 I:umpCÍl, 70, 76 crapáf3apa, 106 cru\Jpo¡;, 104 útplÍv,66, 120 cret<1JlÓ<;, 67 creAr¡vl'tT)<;, 150 crf:JliliaAt¡;, 103 <1T)1tiu, 104 I:$aphT)<;, 149 crtv&íJv, 106 -<n¡;, 157 SS., 212, 216 crKáAa,108 <1KT)vlÍ,43 crKñ1t'tpov, 47,85, 117 crKAáf3o¡;, 108 crKÓAtOV, 73 crKÓ1teAO¡;, 91 crK01tÉro, 197 <1JlápuyOo¡;,47 I:oOoJll'tat, 150 cro<j)iu, 168 cro<j)Ó<;, 168 <11tá9r¡, 85 <11tU<1JlÓ¡;, 47 <11tóyyr¡,96 <11tUP~, 93, 99 cr'ta<j)uAi vr¡, 106 crnYJllÍ,35 cr'tÓJluxo¡;, 171

241

242

mpaTIJYÓ<;, 117 mpoueirov, 110 mrolKÓ<;, 65 cruyyÉvELa, 206 cruYK01tlÍ, 116 ~uyía, 215

oüKov, 96 cruUüyíl,:ro, 175 cruUüYLmtÓ<;, 70 cruUüytcrTIKÓ<;, 175 crW1t'tú)Jla, 53 crWq>ú)va, 215 cru~q>ú)vía, 108 <1ÚV, l32 <1ÚVbEmtOe;, 215 cruvdbllme;, 216, 217 <1ÚV8Eme;, 48, 63 cruV"ClÍpr¡me;, 158 crúcr~a, 161 mpáCro, 182 crq>LYK1"1Íp, 53 mpóyyoc;,96 cr~upo1tÉAsKUc;, 196 crxímta,47, 161 crxoA,lÍ, 40,85 crxóA.tov,73

'táA.av'tov,91 'tá1tr¡<;,98, 108 'ta1tlÍTIov, 98, 108 'tap'tapoÜXoc;, 108 'tÉKVov, 52, 75 'tÉAsmta, 104 'tEAscr~poc;, 203 'tÉA.oc;, 203 'tÉ'tavoc;,67 'tE'tpáyrovoe;, 216 'tE'tpá¿)pa~oe;, 75

Los helenismos del español

'tÉXVll, 175,2 13 -'tllP, 165 -1"1ÍPLov, 165 ss" -'tr¡<;, 146, 152, 153, 172 -'tr¡<;, -'tll'toe;, 216 'tí8~L , 212 -'tLe;, 157 -TIKÓe;, 172,2 16 'tA,áro, 46 'tO!;LKÓV, 68 'tO!;LKÓ<;, 68 -'tÓ<;, 172 'tpaÜj.ta, 46,65 'tpmácrcraA.üv, 108 'tpí1tOUC;, 119 'tpLcráyLOV, 108 'tpí~uUov, 110 Tpoía, 66 'tpoxa"(KÓ<;, 65 'tproyro, 149 TpwYA,oBú'tat, 149 'tÚil!30e;, 41,97 'tÚil1tavov, 110 'tÚppLe;, 94

ooLva,65 ooKLv8oc;,65 OOa'tLKÓ<;, 205 Ú1tÉp, 132, 134 úm:p!30A,lÍ, 116 ÚTtÓ, 132 ÚTtÓ8Ecrtc;, 120 ÚTtOKpLma, 121 Ú1tÓKpLme;, 121 ÚTtOKpL 't1Íc; , 149

~ydv, 192, 194, 197 ~ívro, 149

Índice de palabras griegas

<¡>áUalva, 94 q>aVápl, 109 q>á~,85

<f>amav~, 108 q>€pÉOlK<><;, 201 q>tpw, 194 q>9Eíp, 159 q>9Elpia~, 159 q>9Elpláro, 159 q>9lmK~, 97 <l>lAl1t1tíl;ro, 182 q>lAo-, 202 q>Wx;, 72, 202 q>üho,202 q>lAoAoyia, 77, 168 q>lAoA.óy<><;, 63 q>lMX;ElV<><;,202 q>lA.ocrO<pía, 67, 77, 168 q>lA.ocrO<plK~, 123 q>A.EJ3<OOnc;, 217 q>A.ÉyJ1a, 161 q)oivU;,43,54,166 q)oíVlaaa, 166 -<POP<><;, 195 <PPCÍ~, 159 qJpOvn<Tt'iplOv, 165 q>UAaJC'tlÍplov, 165 q>úA.A.üv, 72 q>ÜAoV, 72, 73 q>U<nIClÍ, 27, 63 q>U<nOAoyla, 62 q>U<nOA.óy<><;, 74

<P<ÍlP, 96

laMro, 90 lá<><;, 67 lapa~íl;ro, 175 lapa~lcrnK~, 175 laplO"tEÍa, 108 Xa.~1.&íKTJC; (mod.), 71 líAlOl,28 ll.<Í>v, 95 lÁ.alllx;, 118 lA.copi~, 151 l~,46 lOAn, 72 XPQVlKá, 85, 118 ~a,122 xp<llIlOnK~, 46 lUllEía, 103

",ruSnyOp<><;, 130 ",EiíOO<;, 130, 142 'IfUln, 203 ",eí>pa, 159 ",ropia~, 159 ",ropláro, 159

-<Í>Onc;, 171 , 190,217 <Í>jlo1tML11, 117 <ix>.ÓK<><;, 216 eí>poA.óylOV, 53, 110 ~, 159 CiJxpa,117

243

ÍNDICE DE PALABRAS ESPAÑOLAS, LATINAS Y DE OTRAS LENGUAS

(las españolas van en redonda, las latinas en cursiva; de las demás se señala entre paréntesis su origen: al. = alemán, ár. = árabe, cat. = catalán, fr. = francés, ing. = inglés, it. = italiano, occ. = occitano o provenzal, port. = portugués)

a,131 a-, § 12.1.2.1 aba, 127 abadesa, 167 abalorio, 102, 105 abásidas, 164 abbatissa, 167 abderita, 150 abeja, 55 abenuz, 102, 105 abismo, 154 abitaque, 102 abitare (it.), 30 abnonnal (ing.), 138 abnormis, 138 ábrego, 173 abrevadero, 166 ábside, 51 Abtei (aL), 169 abyecto, 49

accentus, 215 accusativus, 215, 216 acelga, 102 acemite, 102, 103 acetona, 169 ácido, 163 ación, 102 acmé, 78 acróbata, 148 acrobate (fr.), 148 acrópolis, 120 acústica, 176 adanne,102 adelfa, 102 -adgo, 50, 172 adiestrar, 208 adjectivum, 215 aegidem, 118 aenigma, 66, 160 aetherius, 181

246

aféresis, 158 afición, 49 aforismo, 155 Áfrico,173 afrícus, 172 Agamenón, 51 ágape, 116 Ágave,65 -age (fr.), 172 agenesia, 13 7 agger, 70 "ago, 170 agonizar, 185 ágora, 116 agramatical, 137 agrícola, 147 agridulce, 197 aguanieve, 195 ahistórico, 137, 203 ahora, 143 -ai, 114 Aiax,55 -aje, 172 ajenabe, \02 -al, 184 alacrán, 103 alambique, 102 alarmista, 152 albalate, \02 albaricoque, \02 albéitar, 102 albérchigo, 102 alberge, 102 albo, 113 albóndiga, \02 albornoz, 102, 103 albuminoide, 188 alburnús (ár.), \03

Los helenismos del español

albus, 113 alcaduz, 102 alcaicería, 102, 104 alcaldesa, 167 alcaldía, 169 álcali, \02 alcaloide, 188 alcamonías, 102 alcanería, 102, \04 alcántara, \02 alcaparra, 102, 104 alcaravea, 102 alcartaz, \02 alcázar, \02, 104 alchemy (ing.), \03 alchimie (fr.), 103 alcofa,103 alcohólico, 134 alconcilla, \02 alcorque, \02 alcribís, 102 alefriz, 102 alegría, 169 alertizar, 222 Aleti, 52 Alexandro, 68 alfabeto, 48 alfóstigo, \02 algaderas, 103 algalia, 108 algebraico, 174 -algia,145 algofobia, 48 algoritmo, \02, \06 alguarismo, 106 alharma, 102 alhóndiga, 102, 105 alhuceña, 102

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

aliara, 102 alicaído, 199 alienígena, 206 alienígeno, 206 aljez, 102 allegorista, 147 almáciga, 102 Almagesto, 102 almajaneque, 102 almaro,102 almidón, 108 almirante, 102, 104 almocárabe, 102 almorranas, 104 almudín, 102, 104 almuqárbas (ár.), 106 !alo,170 alo-,I44 alófono, 78, 79 alomorfo, 144 alquez, 102, 104 alquimia, 102JQ} alsófilo, 48, 202 altímetro, 203 altisonante, 195 altramuz, \02 alunizar, 209 *amalenguas,60 amalgama, 102, 161 amante, 74 Arnasón,27 amazona, 120 Amazones, 26 ambulatorio, 166 amebeo,181 amenaza, 26 americanizar, 184 amibiasis, 159

amicus, 46 amígdala, 51 amigo,46 amir (ár.), 104 amiratus, 104 amnesia, 77, 168 amoniaco, 76, 174 amoral, 137, 138 amorfo, 137, 192 Arnorgos, 117 amperímetro, 203 amphora, 90 amplificare, 217 ampolla, 90 ampulla, 90 amuleto,96 amuletum, 96 an-, § 12.1.2.1 ana-, 132, 137 anábasis, 159 anachoreta, 147 anacoreta, 149 anafrodita, 124 anageotropismo, 132 anagnórisis, 158 anagógico, 137 anagrama, 161 analgésico, 48 análise (port.), 122 análisis, 137, 158, 176 analítica, 176 analogia, 132 análogo, 13 7 anamnesis, 158 anaptixis, 158 anarcoide, 189 anarquía, 137,205 anarquizante, 186

247

248

anatema, 78, 161 anathematizare, 183 anchoa, 109 ancla, 91, 99 ancora, 91, 92 *ancura, 91 andaluz, 102 andrógino, 197 androide, 189 androide (fr.), 189 andrómina, 103 anécdota, 118 anélidos, 163 anestesia, 206 aneurisma, 161 anfi-, 132 anfigeno, 132 anfión, 102, 104 anfipodo, 132 anfiteatro, 132 ánfora, 48, 90 ángel, 48, 53, 70, 84, 110 angelus, 70 angina, 96 angina, 96 anglicismo, 156 anglófilo, 202 anhídrido, 67 animadvertere, 131 anís, 108 *anistórico, 137, 203 annexio, 157 annus,69 -ano, 184 -'ano,170 anodino, 78 *anódino, 80 anofeles, 124

Los helenismos del español

anomalus, 138 anorexia, 137 anormal, 137 anormalis, 138 anquilosar, 67 anquilosis, 67 anquilostomiasis, 159 antagonista, 147 antártico, 53 ante, 131 ante-, 132, 134 antediluviano, 134 anteponer, 131 anthropoid (ing.), 188 anthropoide (fr.), 189 Anthropoidea, 188 anti- ( = ante-), 134 anti-, § 12.1.1.1,209 antia1cohol, 134, 140 antibalas, 134 anticaspa, 134 anticonceptivo, 134 antidiluviano, 134 antiestético, 203 antifascista, 134 antifaz, 134 antífrasis, 159 antigripal, 209 antigripe, 134 antihéroe, 134 antiimperialista, 129 antinomia, 132 antiparásito, 134 antiparras, 134 antipirético, 209 antípoda(s), 119 antisistema, 134 antítesis, 48, 158

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 249

antólogo, 194, 195 antracita, 116, 151 antracosis, 159 ántrax, 54 antropoideos, 188 antropoides, 188 anuro, 73 anus,69 aoristo, 137 apage,127 apendicitis, 153 apíc(u)la, 55 apo koinú, 58 apo-, 132 apocalipsis, 158 apocromosis, 132 apódose (port.), 122 apódosis, 159 apófisis, 158 apofonía, 132 apolíneo, 181 apología, 132 aponer,131 apoplejía, 68, 69, 206 aposición, 131

;rPósito, 131 apostata, 147 apóstata, 148 apóstol, 53, 84, 110 apóstolo, 53 , 84 apostolus, 84 apotegma, 161 apotema, 161 apoteosis, 160 apot(h)eca, 82, 84 apozema, 84 aqueménidas, 164 Aquileo,65

árabe, 106 arabesco, 179 arábico, 173 arábigo, 173 arabista, 151, 157 arácnidos, 163 arameo, 181 aranea, 96 araña, 96 -arca, 117 arcediano, 139 archi-, § 12.1.2.3,25,67, 109, 141,

142, 190 archibribón, 139 archidiaconus, 25, 139 archidiócesis, 139 archiducissa, 167 archiduque, 25, 139 archiepiscopus, 139 archifonema, 139 archilexema, 139 archimandrita, 139 archimillonario, 139 archipiélago, 109 archipobre, 139 archipresbyter, 139 archisemema, 139 archivo, 25, 48, 67, 109 archivum, 25 ar9idiano, 25 arciduca (it.), 25 arcipreste, 110, 139 ar9ipreste, 25 ar90bispo, 25 árctidos, 53 arenisco, 177 Areopagita, 150 argón, 78

250

argucia, 68 argumento cornudo, 198 Arístides, 78 aristocracia, 68, 125 aristócrata, 125 aristocrate (fr.), 125 aristocrático, 125 aritmética, 173 aritmo-, 106 armonía, 67 ~aro, 170 arpía, 66, 67 arqueo-, 144 arqueolítico, 144 *arquifonema, 139 Arquímedes, 78 arquitecto, 25 *arquivo, 25 arrate, 102 arráwz (ár.), 105 arribismo, 156 arribista, 148, 152, 156 arroz, 102, 105 ars, 213 arsénico, 95 arsenicum, 95 arsis, 157 Artémide, 119 Ártemis, 119 Artemisa, 119 arthropode (fr.), 119 ártico,53 articu/us, 215 artiodáctilo, 195 artista, 152 artritis, 53, 153 artrópodo, 119 artrosis, 160

Los helenismos del español

arzobispo, 139 asambleísta, 152 ásaro,170 asbesto,48 asceta, 147 asceta, 148 asclepiadeo, 181 -asco,l77 asco,86 asexuado, 137 asfixia, 48 asíndeton, 117 asma, 161 asmanza, 221 asmar, 221 -asmo, 155 asocial, 137, 138 aspe, 53, 118 áspid, 53, 118 áspide, 53 áspido, 53, 118 asqueroso, 86 -asta, 149 -astae, 147 asteismos, 154 asterisco, 177 asteroide, 125, 188 astro, 177 astrología, 168 astronauta, 149 -ata, 148 ateneísta, 152 ateo,78, 137 aterrizar, 209 -atge (cat.), 172 ath/eta, 147 ath/eticus, 172 -atic (rumano), 172

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 251

aticismo, 70 aticista, 151 ático, 174 -aticu, 50, 172 atlante, 119 atlas, 52, 119 atleta, 51, 52, 148 atmósfera, 78 atómico, 174 atticismus, 154 atún, 102 auctorizare, 183 audacia, 77 audacia (it.), 78 auditorio, 166 auricha/cum,87 aurum,87 austriaco, 174 -auta,149 autarcía, 67 autarquía, 67 autismo, 142, 192 autista, 142 auto, 210 auto-, § 12.1.2.7 autobombo, 142 autócrata, 148, 174 autocrático, 174 autodidacta, 124, 125 autodidacte (fr.), 124 autofagia, 142 auto1avado, 142 automático, 174 automatizar, 184 auto(móvi1),210 automovilístico, 175 autopista, 211 autopsia, 69

autorizar, 185 averroísta, 152 avestruz, 110 avitaminosis, 137, 160 axioma, 162 Ayante, 55, 66 Áyax,54 -azgo, 50, 172 azúcar, 102, 106 azufaifa, 42, 102 azulaque, 102 azurita, 151

bacantes, 70 bacchator, 147 Biickerei (aL), 169 bacteria, 67 bajo, 34 balate, 102 balcánico, 174 bá/(i)neum, 90 balística, 176 ballaena,94 ballena, 94 ba/neum,90 balompié, 60, 214 ba1oncestista, 199 baño, 99 baptidyare,42, 126, 185 baptismus, 154 baptista, 147 baptizar,81 baptizare,42, 126, 183 baptizator, 147 baque1ita, 151 báquico, 70 barbarismus, 154 bárbaro, 59, 170

252

barítono, 193 baronesa, 167 baronissa, 167 barroquizante, 186 basa, 121 base, 121, 159 basilisco, 177 batear, 42,81, 126, 185 batejar (cat.), 42, 185 batiscafo, 78 batoyer (fr.), 42 batracio, 67 bautismo, 83 bautizar, 27, 42,81, 126 bauxita, 151 bdelomorfo,47 beaterio, 165 bedelio, 47 beige (ing.), 37 bellicosus, 74 bellicus, 172 bellota, 102 benéfico, 199 benigno, 206 berberisco, 177 berilo, 95, 105 beryllus, 95 besante, 108 Biblia, 118 bibliófilo, 72, 202 bici( c1eta), 210 bidma,48 bien-,138 bienestar, 138 -bilis, 216 Binionitae, 147 bio-, 143, 145 biocitoneurología, 46

Los helenismos del español

bizma, 48, 161 blanco, 112 blank (gerrn.), 113 blasfemar, 126 blasphemare, 126 blastemare, 46 -ble, 184,216 blenorragia, 46, 70 bocacalle, 195,200 bocina, 96 bodega, 82, 84,98, 108 boj, 96 bólido, 119 borborigmo, 155 bosniaco, 174 botánica, 56 botarga, 102 botica, 98, 108 brachy-, 67 brahmanismo, 156 braquicéfalo, 67, 192, 195,200 braquilogía, 215 *breviloquio, 215 breviloquium, 215 bromatología, 46 bromista, 152 bronce, 109 brújula, 109 bucina,96 búfalo, 170 bufonesco, 180 bulbo, 91 bulbus,91 bureaucratie (fr.), 203 burgo, 96 burgus, 96 burlesco, 179, 180 bumus (ár.), 103

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 253

burocracia, 125,203 cáncer, 96 burócráta, 125 cancerbero, 78 burocrático, 125 cancerígeno, 207 buxus,96 canceroma, 162

cancerosus,217 caballeresco, 179 cancilleresco, 180 caballería, 169 candado, 49, 54 cabe, 131 candela, 105 cabezón, 76 candil, 102, 105 cabra, 51 cangrejo, 96 cada, 126, 127 cánidos, 163, 164 cadascuno, 127 canis,24 cadera, 55, 75, 80,83,86 canna, 95 cadmio, 51 *cannamus, 83 cadnado,49,54 Canoidea, 188 caduceo, 94 canon, 120 caduceus,94 canonem, 120 caementum,87 canonesa, 167 Caesar,105 canónico, 173, 185 cahíz, 102 canonicus, 172 cairota, 149 canónigo, 173 cal, 96 canonisa, 167 calamita, 102 canonissa, 167 calamón, 102 canonizar, 185 calar, 90 canonizare, 183 calare, 90, 92 canonjía, 110 calcita, 151 cantábamos, 55 caleidoscopio, 66 cantare, 24 calibre, 102, 104 cántaro, 170 cálido, 55, 163 caña, 95 calma, 109, 161 cáñamo, 83 calonge, 111 caos, 24, 53,67 calorímetro, 203 capitalismo, 156 calvinista, 152 capra, 51 ca/x,96 cápsula, 50 camélidos, 163 captivum, 49 camorrista, 152 carabela, 108 cancer, 96 característico, 175

254

carbónico, 174 carbonizar, 185 carcaj, 53, 102, 106 cárcel, 94 carcer, 94 carcinoma, 162 cardiaco, 174 cardio-, 143, 145 cardiópata, 125,200 cardiopatía, 196 carestía, 108 caries, 116 carisma, 161 carmelita, 150 Carmiña, 186 carnaval, 108 carnavalesco, 180 carnelevare, 108 carnestolendas, 108 cárnico, 114, 174 carótida, 118 carpo, 48 carraca, 102 carrazón, 102 cárstico, 174 carta, 48 cartomancia, 68 cascuno, 127 castellanizar, 184 castor, 120 castorem, 120 castra, 105 casuística, 176 cata annum, 126 cata unum, 126 cata-, 132 catábasis, 159 cataclismo, 155

Los helenismos del español

catacresis, 158 catacumbae, 132 catagénesis, 132 catalexis, 206 catálisis, 158 catálogo, 132 cataplasma, 63 cataplasma, 160 cataplexia, 69 catapulta, 91, 92 catapulta, 91 catarata, 51 catarro, 51 catarsis, 158 catárticas, 56 catastro, 108 catechismus, 154 catechista, 147, 154 catechizare, 147, 154, 183 catenatum, 49, 54 catequesis, 24, 158 catequizar, 126 catéter, 79 cateterismo, 155 cáthedra, 55, 74, 83, 86 __________ catheter, 79 cathéter (fr.), 79 cátodo, 67 catolicismo, 154 caucasoid (ing.), 188 causahabiente, 195, 199 cauterio, 165 cauterium, 165 cautivo, 49 Cavafis,71 cavernícola, 194 cazuz, 102 cedro, 96

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

cefálicas, 56 -céfalo, 192 cefalópodo, 67, 119 céfiro, 42, 69 cejijunto, 191, 195 celare, 42 celestinesco, 179, 180 celo, 42 celuloide, 188 cementerio, 87, 165, 166 cendal, 102, 106 ceno-,71 cenobio, 72 cenobita, 150 cenotafio, 71, 72 cenozoico, 71, 72 censóridos, 164 centenarius, 105 centimanus, 204 centímetro, 204 centrisco, 177 centuplicar, 204 r;eptro,85 cerámica, 78 ceramista, 211 cerca, 96, 127 cereza, 118 cerineus, 182 cerinus, 182 cerúleo, 181 Cervoidea, 188 r;etro,47, 117 cetro, 47,85 ceutí, 122 chacun (fr.), 127 chanter (fr.), 24 chao s, 24 chaos,67

chelín, 37 cherna, 102 chien (fr.), 24 Chiliastae, 147 chiliometre (fr.), 28 chilometro (it.), 28 chimaera, 24 chimenea, 110 chimera,24 chimere (fr.), 24 Chipre, 117 chipriota, 149 chiquitín, 186 chlamydem, 118 choferesa, 167 Christianismus, 154 christianizare, 183 chrome (fr.), 122 chronica, 85 chubasco, 177 chulesco, 181 churrigueresco, 180 chusma, 109, 161 ciascuno (it.), 127 cibdad,49 ciberespacio, 211 cibernauta,211 cibernética, 48,90,112,176,211 cíclope, 78 ciclotrón, 170 cidro, 96 ciempiés, 196 ciencia, 68 científico, 173 cima, 98, 127 r;ima,98 címbalo, 170 cimitiere (fr.), 87, 98

255

256

cine, 210 cineasta, 149 cinéaste (fr.), 149 cinéfilo, 211 cinema, 211 cinemascope, 211 cinema(tógrafo),21O cinerama, 211 -ción, 216 ciprés, 94, 96 cirea, 96, 127 circo, 96 cireumstantia, 216 cireus, 96, 127 cirro, 160 cirrosis, 160 cisma, 161 cisne, 110 cisterna, 94 cisterna, 94 cistitis, 67 cítara, 170 cítrico, 96 eitrus, 96 ciudad, 49 eivieus, 172 civiliser (fr.), 183 eivitatem, 49 cizaña, 42 clamare, 46 clámide, 118 clarisa, 167 Claros, 117 claroscuro, 197 clásico, 173 classieus, 172 claudicar, 43 Cleopatra, 75

Los helenismos del español

cler (fr.), 82 clerieus, 82, 172 clérigo, 82, 173 clero, 46 clima, 161, 176 climaterio, 165 climatología, 176 clímax, 54 clorita, 151 cloro, 24, 46 cnidario, 46 cobista, 152 cóccix, 54 cochonome (fr.), 162 codeso, 99 codo,94 codoñate, 110 eoemeterium, 87 eoenobita, 147 cofre, 110 eogitamen, 216 eolap(h)us, 40 colcótar, 102 colega, 116 colesterol, 72 cólico, 72 colon, 117 colonizar, 185 colpo (it.), 40 Cólquide, 48 colubra, 96 combinema, 162 comedia, 60 cometa, 148 comiducha, 180 comistrajo, 180 cóm(i)te, 55 comitissa, 167

indice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

communitas, 216 compagnie (fr.), 169 componer, 131 computerizar, 185 computista, 148 comunistoide, 190 conceto,49 concetto (it.), 49 concha, 48 concrección, 49 conde, 55 condesa, 167 confitería, 169 conger, 90, 92 congrio, 90 conjugatio, 215 conjunctio,215 conscientia, 216, 217 consonantes, 215 consonantismo, 156 constitucionalizado, 222 consulesa, 167 contabilizar, 184 contiene, 55 cóntinet, 55 contra, 131 contra-, 134 contraatacar, 129 contraataque, 129 contracepción, 134 contraponer, 131 conyugal, 27 cóp(h)inus, 86 copto, 102 coracoides, 187 coral,110 coreuta, 149 corintio, 68, 182

corroa, 102 corónica, 85 cortesía, 169 *cortidicho, 215 corytus, 110 cosaco, 174 Cosme,110 cosmogonía, 72 cosmonauta, 192 cosmopolita, 149 cosmopolitismo, 156 cosmos, 24, 48, 117,155, 193 cosmos (fr.), 117 costo, 95 costum, 95 cotidie, 127 coup (fr.), 40 courtois (fr.), 213 covachuelista, 152 -cracia, 206, 208 crapula, 43, 91 crápula, 91 crasis, 158 ~crata, 125, 206, 208 -crático, 206, 208 crematorio, 166 cretinema, 162 cretinoide, 189 crétinolde (fr.), 188 cripta, 41, 46 cripto-, 144 criptojudaísmo, 144 *cris, 121 cris, 121 *crise, 121 , 122 crise (fr.), 121 crisi, 122 crisi (it.), 122

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crisis, 45, 122, 158 crisma, 161 cristal, 110 cristalizar, 185 criterium, 165 cromático, 46 cromo,122 cromosoma, 162 crónica, 118 cronicón, 117 cronómetro, 75 Cronos, 117 crótalo, 170 crotoniata, 148 crupta, 41 crypta, 41 ctenóforo, 47 cubitus, 94 cuellicorto, 200 cuentista, 152 cuentística, 176 cuerda, 24, 48 cuévano,86,170 cúfico,174 culebra, 96 culigna, 99 culpabilizar, 184 cultismo, 156 cummi, 95 cumpleaños, 199 cupressus, 94, 96 cusita, 150 cutisus, 99 cyma, 98, 127 cytise (fr.), 99 cytisus, 99

-dad, 216

Los helenismos del español

dadaísta, 152 daemonizare, 183 Dafne, 40 Dafne,51 dalde,54 dandos,54 dantesco, 180 de-, 138 de- , 138 deca-, 141 decálogo, 197 decámetro, 204 decildo,54 decímetro, 204 declinatio, 215 deesa, 167 déesse (fr.), 167 deforme, 138 degenerado, 138 deíctico, 66 democracia, 67, 77, 168 demócracy (ing.), 78 demócrata, 125, 148 democratia, 77 democrazía (it.), 77 demoniaco, 174 Demóstenes, 124 denarismus, 154 dendroides, 187 deponer, 131 depósito, 55 dequeísta, 152 dermatólogo, 67, 205 dermóptero, 205 -dero,166 des-, 137, 138 desalmado,208 desde, 131

Índiee de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 259

desértico, 174 deshacer, 138 desnutrición, 137 despedazar, 208 despotismo, 156 desratizar, 209 deuteragonista, 141 deutero-, 141 deuterocanónico, 141 deuterología, 141 deuteronomio, 141 di-, § 12.1.2.5 día, 116 dia-,132 diablesa, 167 diabl0,84 diábolus, 84 diaconisa, 167 diaconissa, 166 diacrónico, 132 diadema, 160 diadema, 161 diaeresis, 157 diáfano, 124, 132 diaforesis, 158 diafragma, 161 diagnosis, 160 diagnóstico, 51 dialectalismo, 156 dialéctica, 173 diámetro, 132 diapasón, 76, 198 diapente, 198 diapositiva, 132 diástole, 116 diastrático, 132 diatesarón, 198 diatésico, 205

diatópico, 132 diatriba, 78 dictáfono, 78 dicterio, 165 dicterium, 165 didelfo, 140 dieciochesco, 179 dies, 116 difteria, 51 diglosia, 52, 140 dilema, 161 dinámica, 176 dinamita, 151 dino, 49 diocesis, 43 diócesis, 158 Diógenes, 124 dionisiaco, 174 Dionisias, 118 dioptría, 53 diorama, 211 diploma, 162 dipsomanía, 193 dis- (gr.), § 12.1.2.2. dis- (lat.), 137, 138 discinesia, 48 disc1ímax, 53 discoides, 187 díscolo, 138 disconforme, 138, 139 discrasita,53 discrección, 49 disdipsia, 48 disforme, 138 disfunción, 138 disgalactia, 48 disgenia, 48 disglosia, 53

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disgnosia, 53 disgrafia, 53 disgregar, 138 disímil, 138 dislalia, 67 dislexia, 48, 138 dismnemia,53 disnea, 48, 138 dispepsia, 138,206 displasia,53 disponer, 131 disproteinemia, 53 disritmia, 48 diuresis, 158 diurético, 56 dogma, 161 dogmatizar, 185 doit (fr.), 82 dolicocéfalo, 195 dolorosus, 217 domesticus, 172 domingo, 173 dominicus, 172 donaticus, 172 donatistas, 151 Doroteo,78 dosis, 159 dracma, 51 draco, 76 dragón, 76 drama, 46, 60, 161 dravídico, 174 ducissa, 167 duquesa, 167 Durchmesser (al.), 213

-ear, § 12.2.3 ébano,105

Los helenismos del español

ec-, 132 ecbólico,51 eccema, 51, 13 2 ecclesia, 82, 83 ecclipsis,53 eclampsia, 52 Eclesiastés, 149 eclesiástico, 70, 81 eclipse, 121 eclissi (it.), 121 eco-, 211 ecografia, 72 école (fr.), 40 economía, 72 ecotasa, 211 ecoturismo, 211 ecpiesis, 51 ecsomático, 132 ectlipsis, 53 ecto-, 140, 141 ectoparásito, 140 ectoplasma, 140 edema, 66, 161 Edipo, 78, 119 efebo, 117 efeto,49 égida, 118 egineta, 149 egipciaco, 174 eglesia,81 egoísmo, 156 egoísta, 152, 156 eis-, 133 [eksakto J, 51 [ekspektador J, 51 elaterio, 165 eléctrico, 53 electro, 170

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 261

electrógeno, 124 electrón, 78, 170 elefantiasis, 159 elegía, 77, 168 elegía (it.), 77 élegy (ing.), 78 elementa, 96 elemento, 96 elemosina, 98 Elena, 78 elipse, 121 elipsis, 51, 158 elipsoide, 188 Elíseo, 181 élite,78 elixir, 102 Elysium, 181 -ema, § 12.2.1.5, 169,204 embarrancar, 208 emblema, 53 emblema, 160 embrión, 53 eméticas, 56 emplasto, 53 emporio, 48 empráctico,53 en-, 132 encarnizar( se), 209 encefalosis, 160 encima, 27, 127, 198 Encratitae, 147 endecasílabo, 67 endémico, 132 endibia, 82, 104, 108 endo-, § 12.1.2.4, 133 endoflebitis, 52 endogamia, 140 endógeno, 140

endorreico, 140 enfiteusis, 158 enflisis, 53 enfráctico, 53 English (ing.), 178 engrafia, 53 enigma, 51 , 66,161 enjalma, 102, 104 enostosis, 132, 209 enquiridión, 78, 117 entero, 55, 75 entlasis, 53 entre, 34, 131 entrerompre (fr.), 131 entusiasmo, 155 entusiasta, 149 entusiástico, 149 enzima, 27, 69 eñader, 221 eñadimiento, 221 -eño,182 "eo « lat.), 181 -eo, § 12.2.2.3 eolismo, 156, 157 epanadiplosis, 160 epanalepsis, 158 epi-, 132 epiceno, 58 epidemia, 132 epifanía, 77, 168 epifonema, 162 epígono, 207 epirota, 149 episcopus, 84 episodio, 132 epístola, 91 epistula, 91 epitafio, 81

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epitelio, 132 epithema, 48 epizoario, 132 épsilon, 117 equidna, 51, 75 équido, 163 equus,29 eremita, 150 eremíta, 84, 147 éremus, 84, 86 ergasterium, 165 ergonomía, 48 ermita, 84 -ero, 153 erraticus, 172 erudimentum, 216 es-, 133 -esa, § 12.2.1.8, 128 escafoides, 187 escala, 108 escándalo, 170 escayolista, 151 escena, 43 escéptico, 47 eschara, 87 *escharosus, 87 esclavizar, 185 esclavo, 108 esclerose (port.), 122 -esco (it.), 179 -esco, § 12.2.2.2, 190 escoliasta, 149 escolio,73 escollo, 73, 91, 99 escribecartas, 196 escrito,49 escriturístico, 175 escrología, 53

Los helenismos del español

escuela, 40, 85, 97 escultórico, 174 esfera, 47 esférico, 87 esferoidal, 188 esferoide, 188 esfinter, 53 -esis, 158 -esk (al.), 179 eslovaco, 174 esmeralda, 47 esnobismo, 156 eso-, 140 esoforia, 140 esotérico, 140 espada,85 españolizar, 183 espárrago, 170, 171 espartiata, 148 espasmo, 47, 155 esperma, 161 espermatozoide, 189, 205 espermicida, 205 espíritu, 116 esplendoroso, 180 esplicar, 26, 50 espondeo,48, 66, 181 espora, 48 espuerta, 93, 99 espúreo, 181 espurio, 181 -esque (fr.), 176 ss. esqueleto, 67, 78 Esquilo,78 esquizofrenia, 47 esquizoide, 189 -ess (ing.), 167 -esse (fr.), 167

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

estadística, 175, 176 estafiloma, 162 estagirita, 150 estático, 47 Esteban, 110 estentóreo, 181 estenógrafo, 47 estéreo(fónico), 210 esterilizar, 184 esternón, 53, 117 esteta, 149 estética, 176 estetizante, 186 estetoscopia, 77 estigma, 161 estigmatizar, 184 estípticas, 56 estoico, 65 estómago, 170 estragón, 102, 104 Estrasburgo, 38 estratagema, 161 estratega, 117 estrofa, 47 -eta, 148 etéreo, 181 ethnie (fr.), 205 etmoides, 125, 187 etnia, 205 étnico, 51 etnografia, 197 eu-, § 12.1.2.2. eufemismo, 138 eufonía, 138 eufónico, 174 euforbio, 48 Eúfrates, 66 eugenesia, 138

eurocámara, 211 europeísta, 152 euska1dunizar, 184 euskera, 29 Eustacio, 68 -euta, 149 eutanasia, 138 euterios, 138 evangelio,65 evangelista, 147 evangelizar, 126, 184 evangelizare, 183 ex-, 132 exarcado, 205 excéntrico, 53,209 exégesis, 78, 158 exégeta, 78, 148 exilicus, 172 exo-, § 12.1.2.4, 133 exorcismus, 154 exorcista, 147 exorcista, 151 exorcizar, 126 exorrizo, 140 exosfera, 140 exosmosis, 132 exotérico, 140 exótico, 51 , 140 experimentum, 212 explicar, 26 exponer, 131 éxtasis, 53, 159 exteriorizar, 184

facere , 30 faenum , 66 -fagia, 197 fago, 192, 197

263

264

faisán, 108 falange, 165 falansterio, 165 falquía, 102 famélico, 173 famelicus, 172 familiarizar, 183 fanal, 102, 109 fantasma, 161 faríngeo, 181 faringitis, 45 fármaco, 48 fascista, 152 fascistizante, 186 fascistoide, 189 fase, 121 félidos, 163 felipista, 148 felix , 54 feliz, 54 Feloidea, 188 feminismo, 156 feminizar, 152 fénix, 54 Fernsehen (a1.), 60 férreo, 181 fersu (etrusco), 93 fertilizar, 183 férvido, 163 fetichista, 152 feudalismo, 156 fibroma, 162 -ficare, 21 7 -fico,173 ficus , 96 fijo, 25 filántropo, 53, 78 filarmónico, 202

Los helenismos del español

filatelia, 202 filatería, 165 filatero, 165 filius,25 filmoteca, 203 -filo, 202 filo-,202 filodramático, 202 filofrancés, 202 filogénesis, 72 filo inglés, 202 filología, 77, 168 filólogo, 60, 63, 192, 202 filosofema, 162 filosofia, 67, 77, 168 filosofia (it.), 77 filosófico, 112, 123 filósofo, 202 filoxera, 72 fimosis, 160 finalizar, 184 findunga (a1.), 212 fiscalitis (ing.), 153 fisica, 63, 176 fisico-químico, 197 fisiólogo, 74 fixo,25 fixus,25 flamencoide, 190 flamígero, 194 flamma,46 flema, 46, 161 foetere,66 folia, 118 folletinesco, 180 fonda, 105 fonema, 162 fonemático, 204, 205

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 265

fonémico, 204, 205 fonendoscopio, 140 -fono, 78 fonología, 57 football (ing.), 60, 214 fórceps, 55 forma, 93 forma, 93, 100 formosus, 93 formula, 93 fórmula, 93 foto, 210 fotogenia, 124 foto(grafia), 196,210 fotón, 78, 170 fotonovela, 211 frailesco, 180 Franciscus, 178 francófilo, 202 Francoforte, 38 Franzosisch (al.), 178 frase, 46, 121 fraternizar, 184 fratrissa, 167 frenesí,78 frijol, 85 fructus, 115 fruto, 115 Ftía,47 ftiriasis, 159 fucívoro, 96 fuco,96 fucus, 96 fuego fatuo, 198 funda,96 funda, 96 funduq (ár.), 105 fungus, 96

fur, 96 furtivo, 96

gaélico, 174 galaxia, 26, 67 galera, 108 galgo, 173 gálibo, 102 galimatías, 108 gallicus, 172 galvanizar, 185 ganglio, 53 garantie (fr.), 169 gástrico, 53 gatesco, 180 gazafatón, 110 gazpacho, 48, 102, 104 gelós (cat.), 42 geloso (it.), 42 gen, 162 -gen (ing.), 207 -gena,206 -gene (fr.), 207 generatio, 206 genérico, 174 genésico, 205 génesis, 158 genética, 176 génetrix, 74 -genia, 208 genialoide, 189 -génie (fr.), 207 -génique (fr.), 208 -genius, 206 ~geno, 124,207 genoma, 162 -genus,206 genus,206

266

-geny (ing.), 208 geoide, 125, 188 geometría, 214 géométrie (fr.), 169 germanista, 151, 157 germanizar, 184 germanófilo, 202 gerontocracia, 67 giba, 96 gibbus, 96 gigante, 74, 118 gigántem, 74, 118 gigno, 206 gimnasta, 149 -gine (fr.), 207 gineceo, 66, 181 Ginés, 110 gingibre (fr.), 42 Girona,38 glattire, 46 glaucoma, 160 glaucoma, 162 glosa, 46 glosema, 162 glucosa, 64 gnosis, 160 gnóstico, 46 -gnus, 206 gobernar, 90 gobio, 96 gobio, 96 gobius, 96 goldre, 110 golfo, 110 golpe, 40, 110, 117 goma, 95 góndola, 109 gongorizar, 185

Los helenismos del español

goniómetro, 72 -gono, 207 gonococo, 207 gonorrea, 207 goyesco, 180 gozne, 110 gracia, 68 graecisso, 42 grafema, 162 -grafia, 196, 199 -gráfico, 196, 199 grafito, 151 -grafo, 196, 199 -grama, 161, 196, 199 gramática, 46, 70 gramatical, 176 grarnmaire (fr.), 69 grarnmar (ing.), 69 grammatica, 69 grarnmatica (it.), 69 grarnme (fr.), 122 gramo, 122 gramófono, 78 gratificare, 217 grotesco, 179, 180 gruta, 41, 109 guardesa, 167 guarismo, 102, 106 gubernare, 90, 91,92 guitarra, 102 gúmena, 104 gummi,95

hablista, 152 hacer, 30 hacia, 131 *haemorreuma, 104 haemorrhoissa, 167

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 267

halitosis, 160 halógeno, 207 Handbuch (al.), 213 harpía, 66 Harpyia , 66 hartazgo, 50 hasta, 131 hay, 28 hebraizar, 126 hecto-, 204 hectolitro, 204 heder, 66 hedonista, 152 helcistro, 48 helenista, 151 helenístico, 175 helenizar, 126 heleno,120 heliaco, 174 helicoidal, 188 helicóptero, 51 Helios, 117 hematocrito, 205 hematoma, 122, 162 hemi-, § 12.1.2.5, 141 hemiciclo, 75 hemíptero, 140 hemisferio, 140 hemoglobina, 205 hemorroides, 189 heno, 66 Heraclés, 76 Heráclito, 78 hercúleo, 181 hereje, 110 hermafrodita, 124, 197 hermeneuta, 149 Hermógenes, 124

hermoso, 93 hetero-, 142 heteróclito, 52 heterogéneo, 124, 181 heterogeneus, 124 heurístico, 175 *hidático, 205 hídrico, 205 hidro-, 205 hidroterapia, 193 hiena, 65 hierático, 64, 65 hierofante, 65, 149 hígado, 96 higiénico, 174 higo,96 hijo, 25 himeneo, 181 himno,51 hioides, 125, 187 hiper-, § 12.1.1.2. hiperactividad, 135 hipérbaton, 117 hipérbola, 116 hipérbole, 116, 132 hiperchulo, 135 hipercinesia, 48 hipercorrección, 135 hipercritico, 53, 135 hiperespacio, 135 hiperinteresante, 135 Hiperión,76 hiperlipemia, 48 hipermercado, 135 hiperrnnesia, 53 hiperoferta, 135 hiperónimo, 135 hiperplasia, 53

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hiperprosexia,53 hipersensible, 135 hipertensión, 135 hipertexto, 135 hípico, 70 hipnosis, 51 hipnotizar, 185 hipo-,132 hipocresía, 121 hipócrita, 149 hipódromo, 52 hipófisis, 158 hipofunci~n, 132 hipopótamo, 198 hiposulfito, 132 hipotensión, 132 *hipotes, 121 *hipótese, 121 hipótesis, 132, 158 hispanohablante, 195 historia, 77, 168 historical (ing.), 176 hitita, 150· hoflich (al.), 213 hoja, 118 hombre-rana, 196 hombria, 169 homeo-, 144 homeópata, 148 homeóstasis, 144, 159 Homéridas, 164 homicida, 116 .homo, 30 homo-, 142 homofilia, 73 homogene (fr.), 207 homogéneo, 124 homogeneus, 124

Los helenismos del español

homólogo, 67 honda, 96 hongo, 96 hoplita, 149 hoplites, 147 horma, 93,100 horologium, 53 horrorizar, 185 hospitalizar, 185 hosticus, 172 hoy,28 huelguista, 152 huérfano,40,55,86,170 hueso, 30 huevo, 30 humaniser (fr.), 183 humanizar, 184 humanoide, 189 humus, 58 hurto,96 hyacinthus, 65 hyaloides, 187 hydrogene (fr.), 207 hypocrita, 147 hypothese (fr.), 121

-í, 122 -ia (indoeur.), 77, 168 -ía, § 12.2.1.9, 77 iacio, 49 -iaco, § 12.2.2.1, 76 -iasis, 158-159 -iatra, 117 ibis, 95 ~ica, 176 ~ico, § 12.2.2.1,45, 55, 123 icono, 120 iconoclasta, 149

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 269

-icus, 172,216 -id (ing.), 163 -idae, 163-164 -idees) (fr.), 163-164 -idés (fr.), 163-164 -idiare, 126, 185 idioma, 162 idiota, 147 idiota, 149 idiotismus, 154 idiotizar, 184 ~ido, § 12.2.l.6, 17, 169 idolatría, 203 ídolo, 86 ídolum, 86 -idus, 163 iglesia, 81, 82 ígneo, 181 igreja, 81 igrexa,81 -il,184 Iliada, 76 Ilíada,76 imbeciloide, 189 imparable, 13 7 imperativus, 215 ímpetu, 116 imponer, 131 impresionistas, 153 impune, 91 in-, 137 inarmónico, 13 7 inconexo, 26 indigena, 96 indígena, 96, 206 -íneo, 182 -ineus, 182 infantesa, 167

infantilismo, 156 infantiloide, 189 informática, 211 informatizar, 113 -ing (ing.), 114 inmoral, 13 7 insensato, 13 7 insociable, 13 7 íntegro, 55 íntegrum, 55, 74 intelectualoide, 190 interfono, 78 inteIjección, 49 interponer, 131 interrompre (fr.), 131 inthronizare, 183 -io, 182 ioeista, 148 iocum, 65 ión, 64, 169-170 Iosimos, 42 iota, 64 -(i)ota, 149 ipotesi (it.), 121 iris, 119 -isa, § 12.2.l.8, 128 -iscar, 177 -isch (al.), 178 -iseo, § 12.2.2.2 -iscus, 178 -iser (fr.), 183 -ish (ing.), 178 isiaeo, 174 -isk(o)(germ.),178 -ismo, § 12.2.1.3 , 152 ismos, 155 -ismus, 154,216 iso-, 142, 144

270

isomere (fr.), 124 isómero, 124 isósceles, 124 isquion, 117 israelita, 150 -issa, 167 -ista, § 12.2.1.1, 154, 156, 175, 190 -istae, 147 -ístico, § 12.2.2.1 istmo, 53, 155 -ita, § 12.2.1.1 -itae, 147 -itia, 216 -ities, 216 -itis, § 12.2.1.2,45, 120 -ito, 151 iudaismus, 154 iudaizare, 183 Ixión,76 -izante, 186, 190 -izar, § 12.2.3, 113, 126, -152, 209,

222 -izare, 126, 154, 183,216

jacinto,65 jaloux (fr.), 42 jamás, 65 jamelgo, 173 jamete, 102 Janiá,41 Jápeto,65 jaqueca, 102, 106 Jasón, 64, 65, 76 jaspe, 64 Jatsidakis, 71 jazmín, 48 jengibre, 42, 95, 110 Jenofonte, 68

Los helenismos del español

jerarca, 65 jerarquía, 64, 65 jeremiaco, 174 jeroglífico, 64, 65 Jerónimo, 65 jesuita, 150 Jesús, 65 jibia, 102, 104 jónico, 64, 174 Jorge, 110 Jristodulos, 41 juego,65 juerguista, 152 júez, 76 juglaresa, 167 juglaresco, 177 jujube (fr.), 42 junta, 65 jurel, 102, 104 jurista, 151 justeza, 68 justicia, 68

kafkiano, 29 kalendae, 28 Kallímachos, 62 kalokagathía, 61 kantiano, 28 karaoke,29 kárate,29 karreira, 28 Karthago, 28 Kavafis,71 keniata, 148 kimiya (ár.), 103 kilograrnme (fr.), 28 kilogramo, 204 kilometre (fr.), 28

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 271

kilometro (ital.), 28 koala,29 krausismo, 156 krausista, 28 kurdo, 29

lacrima, 160 lacrimógeno, 207 ladeza,221 Lágidas, 164 lágrima, 161 laísmo, 157 laísta, 152, 157 lamiscar, 177 lámpara, 170 lanterna, 87, 94 lapso, 58 lapsus, 58, 116 laringeo, 181 laringólogo, 48 lastimar, 46, 126 latinismo, 157 latir, 46 laurel, 96 laurus,96 lavadero, 166 lavish (ing.), 178 legalizar, 184 legitimus, 54 legs (=lex), 25 leima, 161 leísta, 152 lema, 161 lemnisco, 177 lemuridés (fr.), 164 *lenguamante, 60 lentiscus, 177 leña, 118

leo, 76 león, 76 leonesismo, 156 lepra, 52 leprosus,217 lesbio, 182 Lesbos,117 letanía, 108 Letó,76 letra, 94 leuco-, 145, 192 levantisco, 177 levita, 150 lexema, 162 lexemático, 204 lexémico, 204 ley no escrita, 198 liberalismo, 156 liberalizante, 186 librecambismo, 156 libresco, 180, 181 liceo, 66, 181 lición,49 ligna, 118 limosna, 98 lince, 41 lindo, 54 lingüística, 176 linterna, 87, 94 liquiritia, 84 lírico, 60 liricoide, 190 lisboeta, 149 -lisis, 158 litografía, 63 littera,94 lívido, 55 llama, 46

272

llamar, 46 llave inglesa, 198 lluvia, 46 localizar, 184 loco, 143 locutorio, 166 logaritmo, 155 -logía, 197 lógica, 173, 176 logical (ing.), 176 *logicó,80 lógico, 46, 176, 192 -logo, 55, 197 logocentrismo, 192 lograr, 51 long-tailed (ing.), 200 longueza, 221 lonza (it.), 97 lucerna, 87 Lucia, 64 lucrare, 51 lucs (=lux) , 25 lúdico,174 luego, 143 luengo,221 lumbral,84 *luncea, 41 , 97 Lu~iadas, 164

-ma, 160, 216 -ma, § 12.2.1.5 mac(h)ina, 90, 92 máchina,24 macro-, §12.1.2.7 macrobiótica, 142 macroconcierto, 142 macrocosmos, 142 macroeconómico, 142,203

Los helenismos del español

macroscópico, 142 magister, 165 magisterio, 165 magisterium, 165 magnetismo, 155 magnificare, 217 magnífico, 55, 173 maguer, 127 magüer, 127 maguera, 127 mahomético, 174 mais (fr.), 113 mal-,138 maléfico, 199 malestar, 138 maligno, 206 malvasía, 108 malvaviscus, 177 mamíferos, 212 man-eater (ing.), 200 mandil, 102, 105 manga, 173 manía, 193 mánica, 173 manicura, 196 mano,115 mantel,105 mantele, 105 manualis, 213 manus, 115 maquiavélico, 174 máquina, 90, 100 marasmo, 155 maravedí, 122 marchionissa, 167 marlota, 102 mármol,83 marmor, 83

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

martes, 121 mártir, 53, 120 martirizar, 183, 185 martyrem, 120 marxistoide, 189 masa, 90 massa, 42, 90 massimo (it.), 49 mastoideo, 125, 188 Mastrique,38 materialista, 152 -mática, 211 matizar, 108 matraz, 102 matriarcado, 205 Maurisco, 178 Mauriskel0, 178 Mauros, 178 mausoleo, 66, 181 máximo, 26 mayo, 27 mayorazgo, 50 mayorista, 151 mazacote, 102 mazamorra, 102 mazapán, 102 mécaniser (fr.), 183 mecanizar, 113 medalla, 11 O medallitis, 153 médico, 56, 173 mediodía, 196 mega(lo)-,§12.1.2.7,135 megaéxito, 142 megalomanía, 142 megaterio, 142 mege,173 Melancio, 68

melancólico, 72 Meleagro, 75 melimelum, 85 melisma, 161 Melpómene, 48 membrillo, 85 memorístico, 175 *memrillo, 85 -men, 160, 161,216 Menecmo,75 menisco, 48, 177 menta, 95 menta, 95 -mento, 216 -mentum, 161,216 mercantesco, 179 meritum,74 meso-, 142, 144, 192 mesocracia, 144, 191 mesolítico, 144 meta-, § 12.1.1.3, 136 metabólico, 132 metabolismo, 155 metacentro, 135 Metafisica, 135, 136 metafisico, 136 metaforizar, 183 metal, 110 metalenguaje, 135 metaliterario, 135 metaliteratura, 135 metalógica, 135, 136 metalurgia, 48 metamatemáticas, 135 metamorfosis, 204 metaphysica, 136 metaplasmo, 155 metap/asmus, 154

273

274

metapolitics (ing.), 136 metapsíquico, 135 metarreglas, 135 metástasis, 159 metatarso, 135 metateoría, 135 metátesis, 158 metatheology (ing.), 136 metathesis, 157 metatrófico, 135 metempsicosis, 160 metge (cat.), 173 metodista, 152 método, 117 metreta, 149 -metria, 145 métrico, 173, 192 -metro, 55, 75 metro, 52 metrópolis, 196 metro(politano), 210 México, 26 miasma, 161 micro-, § 12.l.2.7 microbus, 142 microchip, 142 microcosmos, 142, 192 microorganismo, 203 mieditis, 153 -miento, 144 migraña, 107 milenarista, 152 miles, 168 mili-, 143 militia, 168 milizia (it.), 78 mímesis,67 mina, 90

Los helenismos del español

mina, 90 minacia, 26 mineralogía, 203 minister, 165 ministerio, 165 min,isterium, 165 minorissa, 167 miocardio, 72 mioceno, 72 miopía, 72 miríada, 118 miriápodo, 14, 119 misantrópico, 174 misoneísmo, 142,202 misteriis, 41 misterio, 165 místico, 48 mistress (ing.), 167 mitema, 162 mitologuema, 162 mnemotécnico, 46 modernista, 152 modicus, 172 modisto, 152 modius, 105 molibdeno, 51 , 117 molybdene (fr.), 117 momentum, 74 monacal,24 monachalis, 24 mónada, 118 monarca, 117 monarcha, 117 monarchia, 23 monarquía, 24, 205 monasterio, 165 monasterium, 165 mongólico, 174

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

mongoloid (ing.), 188 monje, 110 monjía, 169 mono-, § 12.1.2.5, 141 monocolor, 140 monóculo, 140 monofisita, 150 monolito, 63, 78 monopatín, 140 monoplaza, 140 monopolizar, 185 Montanistae, 147 montanistas, 151 Montaña, 38 moralizar, 183, 185 mórbido, 163 mordiscar, 177 morfema, 48, 162,204 morfemático, 204 morfémico, 204 *morfoma, 204 morfonología, 203 morisco, 177, 178 moscovita, 150 mostacho, 109 motorizar, 184 mucho, 24 multigenus, 206 muqarnas (ár.), 106 museo, 181 música, 60, 65, 173 musical, 176 muy, 28 mysterium, 165

nacionalizar, 113 napoleónico, 174 narcodólares, 211

narcos, 212 narcóticas, 56 narcotizar, 183 narcotráfico, 211 natrón, 102 naturalizar, 184 nauta, 147 nauta, 149

. 1, navarca, 117 navarque (fr.), 117 navidá,54 náyade,66 necrófago, 194, 195, 199 necrópolis, 120 néctar, 120 negroid (ing.), 188 negroide, 188 nemotécnico, 46 neo-, § 12.1.2.7 neoconservador, 142 neolítico, 142 neón, 78 neorrealista, 142 neos, 142 neotenia, 142 neotéricos, 153 nepotismo, 156 nereida, 118 nerviosidad, 156 nerviosismo, 156 neuma, 161 neumático, 46 neumonía, 46 neumotórax, 54 neurosis, 67 neutrón, 170 nigromante, 157 niñoide, 189

275

276

nitrite (ing.), 151 nitrito, 151 nitrógeno, 207 nitrum, 95 no-, 137 noche, 49 nochebuena, 196 noctem, 49 nólit( o), 108 nómada, 118 nominalismo, 156 nominalistas, 151 , 156 nonato, 137 norma, 92, 93 norma, 93,100 novelesco, 180 novelista, 151 novelística, 176 noventayochesco, 180 -nta, 149 nudista, 152 numérico, 174 numisma, 94 numismática, 94 nummus, 94

oasis, 120 obelisco, 177 obispo,84 objeción, 49 objeto, 49 obstaculizar, 184 oceánico, 174 ocre, 117 ocre (fr.), 117 oculista, 151 oculiste (fr.), 151 odeón, 78

Los helenismos del español

odi, 86 odisea, 66 Odiseo,65 odor, 190 Oduseo, 64 oedema, 66 Oedipus, 119 oficinesco, 180 ofimática, 211 -ógrafo, 212 -oid (ing.), 189 -olde (fr.), 189 -oide, § 12.2.4, 125, 163 01bia,48 oleum, 108 olimpiada, 76, 118, 119 oliscar, 177 oliva, 91, 92 oliva, 91 -ología, 145 -ólogo,212 01umpo,64 olympiade (fr.), 119 -oma, § 12.2.1.5, 169 -ómetro, 145 Omeyas, 62 omne, 30 omoplate (fr.), 117 omóplato, 52, 117 -ón, 78, 137,169-170 -ona, 169 ontogenia, 208 ontogénico, 124, 208 onza,41 , 97 operística, 176 oponer, 131 óptica, 176 óptico,176

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 277

orca, 96 orca, 96 orden del día, 198 orfeón, 78 orgánica, 56 organizar, 185 órgano, 55, 170 orgasmo, 155 oricalco, 87 ornitorrinco, 48 orogénesis, 208 orogenia, 124,208 orogénico, 124, 208 orogénie (fr.), 207 órphanus, 86 ortiga, 94, 96 ortodojo, 68 ortodoxo, 16, 26,68 ortografia, 77, 168, 196 oscarizar, 184 *osicare, 86 -osi s, § 12.2.1.4, 162 ósmosis, 78 -oso, 217 osteoma, 162 ostracismo, 155 -osus, 217 -oteca, 169 otitis, 153 oviparus, 216 ovoide, 188 oxide (ing.), 163 óxido,163 oxygene (fr.), 207

pacífico, 173 padre, 51 Pafos, 117

paganismus, 154 paganizare, 183 paisajístico, 175 palabra, 84, 116 palabra de honor, 198 paladinar, 221 paladino, 221 paleo-, 142, 144 palma, 96 palma, 96 paludismo, 155 pan-, § 12.1.2.5 panadizo, 87, 98 panarabismo, 140 panaricium, 87, 98 Panateneas, 118 pancrónico, 140 panegyrista, 147 paneuropeo, 140 panléxico, 48 panmnesia, 53 panorama, 161, 211 panpneumatismo, 53 panpsiquismo, 53 panrománico, 48 pansofismo, 48 panspermia, 53 pantagruélico, 174 panteón, 78, 117 panto-, 140 pantocrátor, 140 pantógrafo, 140 panus, 87 papel, 110 papiloma, 162 papisa, 167 paquidermo, 193 para, 34, 131

278

para-, § 12.1.1.4, 190,211 parabo/a, 84, 116 parábola, 116 paraboloide, 188 paráclito, 108 paradigma, 161 paradisus,83 paradoja, 16, 68 paradójico, 174 paraestatal, 136 parafarmacia, 136 parafascista, 136 paráfrasis, 132, 136 paraguas, 121 paraíso, 83 paralaje, 68, 69, 121 paralaxis, 69 paralelepípedo, 46 paralelismo, 155 paralelo, 136 paralímpico, 136,211 Paralipómenos, 117 paralís, 121 parálisis, 158 paralizante, 186 paralizar, 185 paramédico, 136 paramilitar, 136 paramilitary (ing.), 136 paranormal, 136 parapolicial, 136, 209 parapsicología, 136 parapsychology (ing.), 136 parásito, 136 parasitología, 191 paratiroides, 136 parce que (fr.), 113 parénquima, 161

Los helenismos del español

parentesco, 177 paréntesis, 158 par(r)ochia, 43 parolímpico, 211 paronychium, 87 parosfresia, 53 paroxismo, 155 Partenón, 76, 120 Parthenonem, 120 paruria, 136 pasmo, 47, 155 pasmus,47 pasotismo, 156 pasteurizar, 185 ~pata, 125, 197,206 patata, 112 -patía, 197, 206 -pático, 206 patógeno, 124,207 patrem,51 patriarcado, 205 patrimonializar, 184 patriota, 147 patriota, 149 patriotismo, 156 patrística, 176 Patroclés, 76 Patroclo, 75 pausa, 121 pecho, 24 pederasta, 149 pedofilico, 173 pedófilo, 173 pedrisco, 177 pegajoso, 180 pelirrojo, 195, 199 pelón, 137 pena, 91

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 279

penta-, 141 pentagrama, 52 pentapodia, 197 peñasco, 177 perejil, 110 pereza, 68 peri-, 132, 133 Perides, 75, 123 periferizar,222 perífrasis, 52, 159 perihelio, 132 perímetro, 67, 75 perinatal, 132 periodicucho, 186 periodístico, 175 peripecia, 68 periplo, 132 perisodáctilo, 70, 195 perista, 151 peristáltico, 48 périto,56 pero, 70, 113 perogrullesco, 180 peroné, 78 perrazo, 186 perro, 70 persona, 93 persona, 93 persono, 93 Perusa,38 perversión(e), 74 pesticida, 194 pétreo, 181 petróleo, 108 phalanstere (fr.), 165 phaseolus,85 philólogy (ing.), 78 philosophia, 67, 77, 168

phthisis, 157 phylacterium, 165 Physica, 27, 63 physical (ing.), 176 physics (ing.), 27 Physik (al.), 41 Physiologie (al.), 62 physiologie (fr.), 62 physiólogus, 74 physiology (ing.), 62 physique (fr.), 27, 41 pictórico, 174 piélago, 170 piloto, 109 pintoresco, 180 pirata, 147 pirata, 148 pirita, 116, 151 pirómano, 70 pírrico, 70 Pirro, 70 pitafio, 81 pitecántropo, 197 Piteo, 70 pitonisa, 167 pla~a, 26, 83 plácido, 163 plancton, 53 planeta, 148 plantance (fr.), 221 plante (fr.), 221 planteIete (fr.), 221 plantement (fr.), 221 planter (fr.), 221 planteresse (fr.), 221 planteur (fr.), 221 plantier (fr.), 221 plantin (fr.), 221

280

plantis (fr.), 221 plantoison (fr.), 221 planton (fr.), 221 plasma, 161 plástico, 46 platea, 26, 83 *platelminte, 119 platelminto, 48, 119 *platía, 83 Plato, -onís, 76 Platón, 76 platónico, 174 plaza, 83, 99 pleonasmo, 155 plétora, 78 pleuresía, 121 pleurésie (fr.), 121 pleuritis, 153 pluralís, 215 pluri-, 143 plutarqueo, 181 plutocracia, 68 plutócrata, 125 p/uvia, 46 pnigofobia, 46 pócima, 84, 161 podium, 83 -podo, 119 podólogo, 192 poema, 161 poema, 160 poena, 91 poesía, 67, 121 poeta, 66, 116, 124, 149 poeta, 66, 116, 147 poétesse (fr.), 167 poetícus, 172 poetisa, 167

Los helenismos del español

polaco, 174 polemarca, 117 polémarque (fr.), 117 poli-, § 12.1.2.5, 72 polialdo, 48 policiaco, 174 policlínica, 72, 140 policromía, 52 polideportivo, 140 polígamo, 123 políglota, 78, 124 polígono, 72, 78, 197,207 polígrafo, 72 polímero, 124 pólipo, 119 polirrizo, 42, 69 polisíndeton, 117 político, 59 polivalente, 140 póliza, 109 polyglotte (fr.), 124 polygonoídes, 187 polymere (fr.), 124 po/ypus, 119 ponentisco, 177 pono, 212 pontazgo, 172 póp(u)lus, 55 pomo(gráfico), 210 positrón, 170 posponer, 131 pourmener (fr.), 131 poyo, 83 práctico, 51 prae, 212 praeconízare, 183 praepositío, 212, 216 pragmático, 46

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 281

praktisch (al.), 178 praxis, 158 pre-, 132 prefijoide, 189 presbiterio, 165 prespectiva, 83 preste, 110 primigenio, 206 princesa, 167 princesse (fr.), 167 priscilianistas, 151 Priscillianistae, 147 prisma, 161 pro-«gr.), 132, 193 pro- « lat.), 132, 193 pro, 133 probatio, 157 problema, 52, 63, 74,161,176 problema, 74 problemática, 176 problematizar, 184 procónsul, 132 profeta, 148 profetisa, 167 profilaxis, 158, 206 profundizar, 184 prognatismo, 133 prognosis, 160 prognosticum, 83 programa, 74, 161 prográmma, 74 prolegómenos, 117 prolepsis, 157 prolepsis, 158 prólogo, 132 promener (fr.), 131 pronomen, 215 pronóstico, 83

propalestino, 132 propheta, 147 prophetissa, 167 propileos, 117 proponer, 131 pros-, 133 proseguir, 133 prosencéfalo, 133 prosénquima, 133 prosimio, 133 prosodema, 162 prosodia, 132 próstata, 148 protagónico, 211 protagonista, 124, 141 protagonizar, 185 prótasis, 159 protésico, 205 prótesis, 205 protético, 205 *protistoria, 203 proto-, § 12.1.2.6 protocolo, 108, 141 protohistoria, 141, 203 proto-indoeuropeo, 141 protolengua, 141 protomédico, 141 protón, 170 protónico, 133 protonotario, 141 protorrománico, 141 prototipo, 78, 141 protozoos, 141 proveer, 133 provenzalismo, 157 proxeneta, 147 proxeneta, 148 proyección, 49

282

psalterium, 165 pseudo-evangelista, 203 psicología, 46, 69 psiquiatra, 117 psoriasis, 157 psoriasis, 159 psychede1ic (ing.), 203 psychodelic (ing.), 203 pterodáctilo, 46 púbico,174 público,173 publicus, 172 pueblo, 55 pues, 34 puesto,34 pueyo,83 pulmo, 96 pulmón, 96 pulpo, 119 pulverizar, 185 pulverizare, 183 punición, 91 Punicus, 43 punir, 91 punire, 43, 91 puntapié, 196 purpura, 95 púrpura, 95 purpurisso, 42 putic1ub, 196 Pyrrhus, 70 pythonissa, 167

qarbás (ár.), 106 qa~r (ár.), 105 quadrangulus, 216 qualitas, 216 quantitas, 216

Los helenismos del español

quatro, 29 quelonio, 28 quemar, 108 queratina, 67 queroseno, 67 quiasmo, 155 quietista, 152 quilate, 102 quiliometre (fr.), 28 quilo-,28 quimera, 28 químico, 56 quintal, 102, 105 quiromancia, 48, 68, 77, 168 quiromante, 157 quiromegalia, 142 quis, 29 quiscadaÚllo, 127 quisque, 127 quiste, 67 quitanieves, 194, 199 quitón, 76 Quixote, 25 quotienscumque, 127 qurnas (ár.), 106

rábano, 40, 55, 82, 170 rabia, 116 rabies, 116 rabínico, 174 rabo,96 rabón, 137 racista, 152 radicalizar, 184 rap(h)anus, 40, 82 rapsoda, 117 rapum, 96 re-, 137, 142

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

realistas, 151 regaliz(a),84 reloj, 53, 110 reponer, 131 resultadismo, 157 retiene, 55 rétinet, 55 retomar, 137 retórica, 173 reuma, 65, 66, 161 reumatismo, 155 reunionitis, 153 rey, 28 rhetorica, 67 rhetoricus, 172 rheumatismus, 154 rheumatizare, 44, 66 Rhodes (fr.), 117 rhomboides, 187 rictus, 58, 116 rima, 110 rimo, 110 rinitis, 153 ritmo, 51 , 154, 155 rivalizar, 185 rizoma, 162 rizópodo,69 robótica, 176 Rociito, 186 Rodas, 117 romadizarse, 44, 66 romadizo, 44, 66 Romanisc, 178 romboide, 125, 188 romboideo, 125, 188 romero, 108 rosa, 96

. rosa, 96

rouge (ing.), 37 rozar, 26 ruborizar, 185 ruda, 96 rufianesco, 180 rúnico, 174 *ruptiare, 26 rusticus, 172 ruta, 96

sablista, 152 sacacorchos, 191, 194 sacarina, 106 sacerdotisa, 167 sacerdotissa, 167 sádico, 174 safannáryah (ár.), 106 safena, 102 sáfico, 70 i?afir (ár.), 106 Safo,70 Safó, 76 sagma, 104 sainetesco, 180 salamandra, 167 salamanquesa, 167 salma, 104 salmantino, 167 salterio, 165 samid (ár.), 103 samio,182 sanchopancesco, 180 sanctificare, 217 i?andal (ár.), 105 sándalo, 102, 105, 108, 170 sandwich,38 sánguses,38 saqiqah (ár.), 107

283

284

saráwil (ár.), 106 sarcasmo, 155 sarcófago, 48 sarcoma, 162 sasánidas, 164 sastresa, 167 satánico, 174 satiriasis, 159 Saugetiere (aL), 212 saurus, 104 scaena,43 scandalizare, 183 sceptrum, 85 schema, 160 schematismus, 154 schola, 40, 85 scoglio (it.), 91 -scopia, 77, 197 -scopio, 77, 197 scopulus, 91,92 scriptum, 49 scuola (it.), 40 sefardita, 150 según,131 seísmo, 66, 67 selacio, 67 selenita, 150 Seléucidas, 164 semáforo, 194, 205 semantema, 162 sematóforo, 201, 205 semema, 162 semita, 150 senaduría, 169 sensatio, 216 sentirnentaloide, 190 señalizar, 184 señoría, 169

Los helenismos del español

sepia, 104 serranisco, 177 sésamo, 95 sesamum, 95 seudo-, § 12.1.2.7, 144 seudocientífico, 142 seudónimo, 44, 46 seudópodo,69, 142 seudorreligioso, 142 sextarius, 105 shepherdess (ing.), 167 shilling (ing.), 37 -sia, 206 -sía, 206 sibarita, 150 siciliota, 149 sicodélico, 203 sicofanta, 149 sicología, 46, 69 sicópata, 125, 148, 174 sicopático, 174 silábico, 173 silepsis, 158 silicosis, 160 silogismo, 70, 155 silogístico, 175 silvaticus, l72 simbiosis, 160 simbolizar, 185 simbología, 203 *simbolología, 203 simiesco, 180 simpático, 174 sin-, 137 sin- « gr.), 133 sinapi,95 sincéfalo, 133 sinclinal, 53

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas

síncopa, 116 síncope, 116 sincronizar, 53 sindéresis, 158 síndrome, 53 sine die, 58 sinécdoque, 51 sinecfonesis, 51 sinéresis, 158 sinestesia, 121 sinestésico, 205 sinfonía, 132 sinopsis, 158 sinsentido, 137 sintagma, 161 sintáxico, 205 sintaxis, 158 sin tema, 162 síntesis, 63, 158 síntoma, 53, 78, 176 sintomatología, 176 sinusitis, 153 sinvergüenza, 137 -sio, 157,216 -sión,216 sirena, 66, 120 siriaco, 174 siringa, 118 -sis, § 12.2.1.4, 45, 120, 121 , 205,

216 sistema, 161 sístole, 116 -smus, 154 so, 131 soberbia, 77 sobreponer(se), 131 socialdemocratizante, 186 socialista, 152

socializar, 152 sociología, 203 sodomita, 150 sofisma, 161 sofista, 151 sofocleo, 181 Sófocles, 75, 123 soldadesco, 179 solemnizar, 183 soloecismus, 154 Solón, 76 sona,42 sophista, 147 sordomudo, 197 spasmus, 154 spatha, 85 spectator, 51 sphaeroides, 187 sporta, 93, 99 staefgefeg (ing.), 213 stomachus, 171 stratege (fr.), 117 strike (ing.), 115 suavizante, 186 suavizar, 184 suffragitis (ing.), 153 sufijoide, 189 suidés (fr.), 164 sujeción, 49 sujeto, 49 sukkar (ár.), 106 sulfito, 151 sulphite (ing.), 151 summus, 69 sumus, 69 super-,135 superpono, 131 supertriste, 135

285

286

suponer, 131 suppositio, 120 suri1 (ár.), 104 surrealismo, 156 suspensio, 157 syllaba, 213 syllogismus, 154 syllogizare, 183 Syriscus, 178

-ta, § 12.2.l.l -tad,216 taeda, 96 tafong (chino), 87 tahalí, 122 talento, 91 talentum, 91 talismán, 102, 104 tamariscus, 177 tambor, 102 tanatorio, 166 taoísta, 152 tapete, 98 tapiz, 98, 108 -tarius, 147 tarkash (persa), 106 tártago, 170 Tartesos, 117 -tas, 216 taxi(metro),21O tea, 96 teatro, 60, 219 technical (ing.), 176 tecla, 102, 104 técnica, 51 tecnología, 176 tejer, 25, 49 telaraña, 200

Los helenismos del españoi

te1e, 210 teleconcurso, 211 teleférico, 87 teléfono, 78, 79 *telefórico, 87 telemática, 211 telescopio, 77 telesférico, 87 teletipo, 57 tele(visión),210 television (ing.), 60 tema, 122, 161, 176 temática, 176 témpano, 110 tenebrae, 75 tenebricus, 172 tenesmo, 155 Teognis,75 teología, 67, 214 teológico, 112 . teologuema, 162 teorema, 161 terapeuta, 44, 149 terapéutica, 176 terapia, 77, 168, 193 terapía (it.), 78 -terio, § 12.2.1.7 terrateniente, 199 terrígeno, 206 tesis, 158 tesorería, 169 tesoro, 40, 43, 66, 97 teste (fr.), 34 testosterona, 169 tétanos, 67 tete (fr.), 34 tetra-, 141 tetrabrik, 141

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 287

tetracampeón, 141 tetradracma, 75 tetraedro, 75 tetragrámaton, 117, 197 tetrástrofo, 46 texer, 25, 49 texere, 49 . thecula, 104 them (ing.), 113 theologia, 67 théologie (fr.), 169 thérapy (ing.), 78 thesaurus, 40, 43, 66, 85 they (ing.), 113 thisicus, 97 Threciscus, 178 thrombose (fr.), 121 -ti- (indoeur.), 157 tialina, 46 Ticio,68 -ticus, 172,216 tifón, 87, 102 Tifón, 87 tigre, 95 tigresa, 167 tigris, 95 timbre, 110 Timoteo,78 tímpano, 110 tinieblas, 75 -tio, 157,212,216 tiranizar, 185 tiroides, 125, 187 tirso, 48 tisana, 90 tisana, 90 tisis, 158 titulitis, 153

-tivo,216 -(t) ivus, 216 tlacote, 46 tlacoyo, 46 tlexero, 46 tlipsis, 46 trnesis, 47 tobosesco, 180 tomistas, 151 tonema, 162 tono, 193 -tor, 147 tórax, 54, 119 -torio, 166, 216 -torius, 166, 216 torre, 94 tortuga, 108 tósigo, 46, 68, 173 tostonema, 162 totalitarismo, 156 totémico, 174 tóxico, 68, 173 toxicum, 46 trabajo, 108 tracio,65 tracoma, 162 tragicómico, 197, 203 tranquilizar, 184 transphysica, 136 tráquea,66 trasponer, 131 trastocar, 46 trauma, 46, 65, 161 traumado, 205 traumático, 43 trébol, 110 trésor (fr.), 85 tri- , 141

288

tríada, 118 triade (fr.), 119 tríbraco, 52 tribu, 116 triceratops, 55 tridáctilo, 197 trilita, 151 trilobites, 151 tripalium, 108 trípode, 119 tri pus, 119 trisagio, 108 trito-, 141 tritóxido, 141 trocaico, 65 trocisco, 67, 177 troglodita, 149 troglodyta, 147, 149 trombo, 46 trombosis, 48,63, 160 -trón, 78, 169-170 troqueo, 181 trovadoresco, 179 Troya, 66 tuberculosis, 160 tucidideo, 181 -tudo,216 tufao (port.), 87 tumba, 41, 97 tumba, 97 tunica,95 túnica, 95 turbiscus, 177 turiferario, 96 turris, 94 tus, 96 -tus, 216

Los helenismos del español

ucronía, 13 7 ultra-, 135 umbral, 84 umbraticus, 172 Urnmayah, 62 Unionitae, 147 ur- (al.), 141 urbanidad, 156 urbanita, 150 urodelo, 73 urólogo, 73 Urraka,28 urtica, 94, 96 -uscar, l77 -usco,l77 usgo,86 utilizar, 184 utopía, 137

valaco, 174 valía, 169 valleinc1anesco, 179 vampiresa, 167 vanagloria, 196 vanguardista, 152 vehiculizar, 222 veho, 30 venaticus, 172 venosus,217 ventanica, 146 ventisca, 177 ventiscar, 177 verboide, 189 verdad( e), 74 viaticus, 172 vicaría, 169 vietnamita, 150 villanía, 169

Índice de palabras españolas, latinas y de otras lenguas 289

vineaticus, 172 vino, 96 vinum, 92, 96 violinista, 151 vírico, 174 vocalismo, 156 vocalizar, 185 voilil (fr.), 34 volaticus, 172 volcánico, 174 voltímetro, 203 vulcanismo, 155, 156 vulcanólogo, 156

wanaka (mic.), 68

xenofobia, 69 Xenofonte, 68, 69 xilófono, 46 -xio, 157,216 -xión,216

y, 28 ya, 65 yámbico, 173 yambo,64 yatromancia, 64

yeísmo,157 yeísta, 152 yenno, 84, 86 Yocasta,64 yunta, 65

zafiro, 102, 106 zahorí, 122 zampabollos, 199 zampoña, 108 zanahoria, 102, 106 zaragocista, 152 zaragüelles, 102, 106 zelosus,42 Zeodorakis, 41, 71 zephyrus,26 zeugma, 27, 69, 161 Zeus,27,69 zingiber, 42, 95 ziziphum, 42 zodiaco, 42, 76 zona, 26 zoología, 42, 65 zoo(lógico),21O zoologie (fr.), 27 zum (ár.), 103 zumo, 42, 102, 103

ÍNDICE GENERAL

Págs.

SÍMBOLOS FONÉTICOS Y SIGNOS DIACRÍTICOS. .. . . • . •. .. ... . .. 9

ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS MÁS FRECUENTES . . . . . . . . . . . . 10 .

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

CAP. 1.- Grafemática: algunas relaciones entre el sistema grá-fico del griego antiguo y el del español actual . . . . . . . . . . . 21

§ 1. Generalidades sobre escritura y fonología. . . . . . . . . . . . . . . . 21

§ 1.1. El dígrafo {ch} . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 § 1.2. El grafema {x} . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 § 1.3. El grafema {z} .. .. . ....... .. . . .. ..... . .......... 26 § 1.4. El grafema {y}.. . ........ .. .... .. .. . . .... .. . . ... 27 § 1.5. El grafema {k} . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 § 1.6. El grafema {h} . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 § 1.7. Recapitulación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

§ 2. Cuestiones de notación prosódica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32

§ 2.1. Acentos. . .. . .. .. .. ... .. .. . . .. . . .. ... . . .. . ... . . . 33 § 2.2. Signos de puntuación y de modalidad de oración . .. 34

CAP. 11. - Fonología: huellas del sistema fonológico del griego antiguo en el español . . . . .. . . . . ...... ... . .. . ... . ... .. .. 36

292 Los helenismos del español

§ 3. Generalidades sobre el préstamo de fonemas ..... . ...... .

§ 3.1. Los fonemas Ith 1, /kh l . . .. . .. ..... .. .. . ..... . ..... . h § 3.2. El fonema Ip l . . ..... ... . .. . . .. . .... ..... . ...... .

§ 3.3. El fonema Iü/ ....... .. ...... .. .. . . ............. . § 3.4. El fonema Izl ....... . .. . ... .. ..... .. .... .. .... . . § 3.5. Diptongos ... .... ..... . ........................ .

§ 4. Combinaciones de fonemas o fonotáctica . . . .... . ....... .

§ 4.1. Distribución de vocales y consonantes .. . .. . .. .... . § 4.2. Grupos de consonantes en posición inicial ........ . § 4.3 . Grupos interiores no problemáticos (heterosilábicos). § 4.4. Grupos interiores problemáticos (heterosilábicos) ... . § 4.5. Grupos interiores tautosilábicos ............. . .... . § 4.6. Grupos interiores de tres consonantes (heterosilábi-

cos) . .. ... ...... . .... .. .. . ...... . .. . ..... .. .... . § 4.7. Consonantes finales . ........ ... ......... ... .... .

§ 5. Helenismos y prosodia española ....................... .

CAP. I1I.- Una clasificación de los helenismos españoles según sus vías de entrada y su forma fonética . ... . .. ......... .

§ 6. Los cultismos de origen griego: principios de transcripción y de acentuación ... . . .. .... .. ............ . ... ... .... . .

§ 6.1. Vocales ....................................... . § 6.2. Diptongos . ...... . ..... .. ... ..... . . .. . ......... . § 6.3. Consonantes .... ... .... ... . .................... . § 6.4. Consonantes dobles . .. .... . .............. . .. ... . § 6.5. Consonantes geminadas ... . ...... .. .... .. . . .. . .. . § 6.6. Convergencia u homonimia . .. ............ .. .... . . § 6.7. Principios de acentuación de los helenismos cultos

españoles . ... ... .. .... . ....... . ... . . . ........... . § 6.7.1. Incongruencias en la acentuación .. .. . . ... ... . .

Págs.

36

39 40 41 41 43

44

45 46 47 48 51

5~ 53

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57

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63 65 66 68 69 71

73 77

Índice general

§ 7. Helenismos patrimoniales y semi cultismos ........... .. . .

§ 7.1. Tipología de cambios fonéticos ... . ....... ....... .

§ 8. Helenismos tempranos en latín ... ....... . .... . . .... . .. .

§ 9. Helenismos medievales no patrimoniales ............... .

§ 9.1. Helenismos llegados a través del árabe ......... .. . § 9.2. Bizantinismos, italianismos, galicismos ........... .

§ 9.2.1. Bizantinismos . . ..... .. .... ..... . ...... ..... . § 9.2.2. Italianismos ... ... . .. . ......... ..... ........ . § 9.2.3. Galicii?mos ................................. .

CAP. IV.- La adaptación de los helenismos a la morfología flexiva española . . . ......... .. .... .. .......... . . .. ... .

§ 10. El préstamo y las clases de palabras ...... ... .... . ..... .

§ 11. Adaptación de los helenismos a la morfología española . .

§ 11.1. Sustantivos .. ..... .... .... .. . ........ .. ...... . § 11.1.1. Temas en --a ............................. . § 11.1.2. Temas en ~ ............................. . § 11.1.3. Temas en oclusiva ........................ . § 11.1.4. Temas en nasal y en Irl .................... . § 11.1.5. Temas en Isl, en luI, en Ii!, en diptongo; hete-

róclitos .. . . ....... . .. .... ........... .. .. . . § 11.2. Adjetivos ..... ... ........ .............. ... .. . § 11.3. Verbos ...................................... . § 11.4. Las demás clases de palabras .................. .

CAP. V.- La aportación del griego antiguo a la formación de palabras en español: prefijos, sufijos, composición . .... .

§ 12. La formación de palabras .. ........ . .... . .. . ...... . .. .

§ 12.1. Prefijos . .................. . .............. . .. .

293

Págs.

80

82

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100 107 107 108 109

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129

294 Los helenismos del español

Págs.

§ 12.1.1 . Prefijos preposicionales .. . ......... ; . .. . ... 130 § 12.1.1.1. Anti- ..................... .. .... .. ..... 134 § 12.1.1.2. Hiper- .. .. .. ........................... 134 § 12.1.1.3. Meta- ............ .. ........ .. ......... 135 § 12.1.1.4. Para- ................................. 136

§ 12.1.2. Otros prefijos... ...... ..... ... . ... ..... .. . 137 § 12.1.2.1 A-/an- ................................. 137 § 12.1.2.2. Dis-, eu-.............. . .. . ........ . .... 138 § 12.1.2.3. Archi- ..... . .. . .. . .. ............. : ..... 139 § 12.1.2.4. Endo-, exo- ........ ..... ...... . .. .. ... . 140 § 12.1.2.5. Di-, hemi-, mono-, pan-, poli- . ... .. . ..... 140 §12.1.2.6.Proto- ......................... . . . . .. .. 141 § 12.1.2.7. Macro-, mega(lo)-, micro-, auto-, etc. . . .. 141

§ 12.2. Sufijos . .. .... ................ . ............... 145 § 12.2.1. Sufijos exocéntricos sustantivadores . . . .. . . .. 146

§ 12.2.1.1. -ta, -ita, -ista ............. . .. ....... .. . 146 § 12.2.1.2. -iris.......... .... .................... . 153 § 12.2.1.3. -ismo . .. .... ............. .. ... .. .. . .. . 154 § 12.2.1.4. -sis, -osis. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 157 § 12.2.1.5. -ma, -ema, -oma ........... . ........... 160 § 12.2.1.6. ~ido ... ............ . ............ . ... .. . 162 § 12.2.1.7. -terio .................. .. ;............ 165 § 12.2.1.8. -isa, -esa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166 § 12.2.1.9. -ía................ ... .. .. ............. 168

§ 12.2.2. Sufijos exocéntricos adjetivadores. . . . . . . . . . . 171 § 12.2.2.1. ":'ico, -iaco, -ístico ......... .. . .. .... . ... 171 § 12.2.2.2. -esco, -isco . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 176 § 12.2.2.3. -eo .. . .. . ........ . .. . ..... . ..... . ..... 181

§ 12.2.3. Sufijos exocéntricos verbalizadores . .. . ..... 182 § 12.2.3.1. Verbos deadjetivales (tipo legalizar) ..... 184 § 12.2.3.2. Verbos deadjetivales (tipo profundizar) . . . 184 § 12.2.3.3. Verbos denominales ... . ..... .. . . . . ..... 184

§ 12.2.4. Sufijos apreciativos o endocéntricos .. ....... 186

Índice general 295

Págs.

§ 12.3. Composición.. . . . . .. . .. . . . ... ... .. . .. . .. . .. . . 191 § 12.3.1. Compuestos por yuxtaposición . . . . . . . . . . . . . . 194

§ 12.3.1.1. Heterólogos de complementación y heterólogos de atribución ................... 194

§ 12.3.1.2. Homólogos determinativos y homólogos copulativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

§ 12.3.2. Compuestos sintagmáticos y preposicionales. 198 § 12.3.3. Diferencias entre compuestos españoles y

compuestos con combinemas griegos . . . . . . . . 198 § 12.3.4. Composición griega antigua y composición

moderna.... . .. .... .. .... . .. .... . . .. .. .... 200 § 12.4. Sobre la parasíntesis ........... . .............. 208 § 12.5. Otros procedimientos de formación de palabras:

acortamientos y amalgamas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210 § 12.6. El calco de formación.... .. .. . .... .... ... . . ... 212

CONCLUSIONES...... ... . ... .. ... ... . ..... . . . ... ... ... .. . .. 218

BIBLIOGRAFÍA ............................................ 225

ÍNDICE DE PALABRAS GRIEGAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233

ÍNDICE DE PALABRAS ESPAÑOLAS, LATINAS Y DE OTRAS LEN-

GUAS................................................. 245

(Viene de la solapa anterior)

través dei árabe, bizantinismos, etc. El capítulo cuarto está dedicado a la adap­tación de los helenismos a la morfolo­gía flexiva del español.

El capítulo quinto, el más amplio y sin duda el más novedoso del libro, se ocupa de los distintos recursos de formación de palabras que el español ha heredado del griego antiguo; en él se da debida cuenta de los largos y a menudo complejos procesos histórico­lingüísticos que han llevado a alojar en el español contemporáneo buen número de prefijos y sufijos, algunos de ellos extraordinariamente productivos, así como a desarrollar un tipo particular de composición culta valiéndose de raí­ces de origen griego. El libro se com­pleta con valiosos índices de palabras griegas, latinas y españolas que, sin pretender una imposible exhaustividad, pueden resultar de no poca utilidad.

JORGE BERGUA CA VERO es profe­sor titular de Filología Griega en la Universidad de Málaga. Su actividad investigadora está centrada en los te­mas de tradición clásica y pervivencia del legado antiguo, tanto en su dimen­sión literaria y de pensamiento como en la lingüística. Además, ha desarro­llado una intensa actividad como tra­ductor.

9 788424 927J

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