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Aves de un mismo plumaje: La validez de la noción mística de Ibn 'Arabi para el diálogo interreligioso Brenda Elizabeth Pletcher Diálogo Share/Bookmark El misticismo se sitúa en el corazón mismo del diálogo entre las religiones. El hermano Steindle-Rast afirma: «Nunca antes, a lo largo de la historia, ha sido tan urgente para todos nosotros aprender el lenguaje de los místicos como en nuestros días, cuando la división amenaza con destruirnos» (Steindle-Rast, 1996, x). Ibn 'Arabi, un místico sufí del siglo XII, cree que el místico vive una expansión del corazón similar a la de Dios, de un corazón que acepta a todo aquel que habla y cree en Él. Ibn 'Arabi dice: «El Dios que se percibe directamente a través de la revelación mística no es el Dios que se puede comprender a través del pensamiento racional. Los juicios de la develación mística tienen una base inconmensurable que puede constatarse en cada artículo de fe» (Kakaie, 2011). Esta revelación mística, que aparece en la visión de Ibn 'Arabi contenida en «El Árbol Universal y las Cuatro Aves», se encuentra en su obra titulada Unidad del Cosmos en presencia del testimonio esencial a través de la reunión del «Árbol Humano y las Cuatro Aves Espirituales». La visión de Ibn 'Arabi ofrece una noción mística útil para el diálogo entre las tradiciones religiosas, cuyos ecos alcanzan las formas de diálogo aceptadas por los académicos y practicantes contemporáneos del diálogo interreligioso. La filosofía distintiva de Ibn 'Arabi de la «Unidad de los Muchos» o de la «Diversidad dentro de la Unidad», es la idea que proporciona la base de dicha noción mística (Chittick 1998, 169).

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Page 1: Aves de Un Mismo Plumaje

Aves de un mismo plumaje: La validez de la noción mística de Ibn 'Arabi para el diálogo interreligioso

Brenda Elizabeth Pletcher

Diálogo

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El misticismo se sitúa en el corazón mismo del diálogo entre las religiones. El hermano Steindle-Rast afirma: «Nunca antes, a lo largo de la historia, ha sido tan urgente para todos nosotros aprender el lenguaje de los místicos como en nuestros días, cuando la división amenaza con destruirnos» (Steindle-Rast, 1996, x). Ibn 'Arabi, un místico sufí del siglo XII, cree que el místico vive una expansión del corazón similar a la de Dios, de un corazón que acepta a todo aquel que habla y cree en Él. Ibn 'Arabi dice: «El Dios que se percibe directamente a través de la revelación mística no es el Dios que se puede comprender a través del pensamiento racional. Los juicios de la develación mística tienen una base inconmensurable que puede constatarse en cada artículo de fe» (Kakaie, 2011).

Esta revelación mística, que aparece en la visión de Ibn 'Arabi contenida en «El Árbol Universal y las Cuatro Aves», se encuentra en su obra titulada Unidad del Cosmos en presencia del testimonio esencial a través de la reunión del «Árbol Humano y las Cuatro Aves Espirituales». La visión de Ibn 'Arabi ofrece una noción mística útil para el diálogo entre las tradiciones religiosas, cuyos ecos alcanzan las formas de diálogo aceptadas por los académicos y practicantes contemporáneos del diálogo interreligioso. La filosofía distintiva de Ibn 'Arabi de la «Unidad de los Muchos» o de la «Diversidad dentro de la Unidad», es la idea que proporciona la base de dicha noción mística (Chittick 1998, 169).

Significado profundo

Si queremos entender los escritos de Ibn 'Arabi, el significado profundo de tales conceptos resulta muy importante.

Cinco siglos después de la llegada del Islam, en 1165 d.C., Muhyiddin Muhammad Ibn 'Arabi nació en Murcia, al este de Andalucía, en la Edad de Oro del Islam. Durante aquel período, la Península

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Ibérica fue testigo de una interacción cultural extraordinaria entre musulmanes, judíos y cristianos bajo el dominio islámico, una convivencia que se prolongó hasta el año 1492 (Hirtenstein, 1999, 9).

La diversidad dentro de la unidad

Como niño que creció en circunstancias tan extraordinarias, Ibn 'Arabi mostró habilidades de visionario. Su mayor visión ocurrió casi treinta años más tarde, cuando experimentó un ascenso espiritual más allá de los siete cuerpos celestes, llegando «al Árbol Universal rodeado de Cuatro Aves Místicas: la Paloma Torcaz, el Águila Real, el Extraño Anca y el Cuervo Negro Azabache» (Jaffray, 2006, 35). A partir de esta visión, Ibn 'Arabi llegó a desarrollar su filosofía de la Diversidad en la Unidad (Jaffray, 2011, 1) La autora Ángela Jaffray dice: «Ibn' Arabi no sólo reconoce claramente la naturaleza única de Dios, sino que reconoce la Diversidad entre las diferentes religiones, y que, en la Diversidad, Dios quiere la Unidad». (Jaffray 2011, 1)

En el Árbol Universal se observa una unidad diversa basada en la multiplicidad de los seres arraigados a un solo Ser Divino. El árbol y los cuatro seres de plumas que se posan sobre sus ramas iluminan un tipo de noción mística, útil para fomentar la unidad en el diálogo entre las diversas tradiciones religiosas. Los tipos de diálogo revelados dentro del árbol serán los diálogos de la vida, el estudio, la oración y la espiritualidad. Todos ellos, si se practican en un ambiente de reciprocidad, facilitarán a las personas la posibilidad de transitar el camino hacia el diálogo activo, un hecho que producirá una visión de la justicia válida para todos.

El discurso del Árbol Universal

Al encontrarse con el Árbol Universal, Ibn 'Arabi lo saludó y el Árbol le respondió diciendo:

«¡Escucha, oh caminante, oh rey! Yo soy el Árbol Universal de la Síntesis y la Semejanza. Tengo raíces profundas y mis ramas son elevadas... Yo soy la síntesis de las Palabras Divinas...» (Jaffray, 2006, 35-37)

En su comentario, Jaffray lo interpreta del siguiente modo: el Árbol se compone de la unidad y de la multiplicidad. El tronco bien enraizado representa la unidad y la multiplicidad se refleja en las

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hojas. Las hojas representan a los seres humanos, y las ramas son una síntesis de los Nombres y Atributos Divinos manifestados a las hojas [la humanidad] (Jaffray, 2006, 82, 83).

El Árbol muestra la universalidad de los infinitos caminos de Dios en los que Él se manifiesta a la creación. Ibn 'Arabi escribe: «Pueblo de Dios, decid: "son tantos los caminos de Dios como las respiraciones de las criaturas..."» (Twinch, 2011, 3). En otras palabras, hay un Ser Divino, y Dios se manifiesta de infinitas maneras a cada persona.

En la actual aldea global, con sus numerosas tradiciones religiosas y culturales, nos reunimos a diario como la multiplicidad de las hojas en el Árbol Universal para interactuar unos con otros. La interacción cotidiana de las personas, el diálogo de la vida, es lo que el Cardenal Arinze, ex-presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, describe como la forma de diálogo que está más al alcance de cualquiera. «Son relaciones interreligiosas... de la vida cotidiana... nos basamos en los valores de las diferentes tradiciones... sin hablar de la religión» (Arinze, 1997, 17). Esta, según el erudito islámico Mahmoud Ayoub, es la manera en que, en el ámbito de la vida cotidiana «el patrimonio común, moral y espiritual del profeta Abraham puede ayudar a los hijos de las tres familias abrahámicas a unirse para hacer frente a los problemas del mundo moderno, luchando juntos por el bien común de la sociedad». (Ayoub, 2004, 313-319)

El discurso de la Paloma Torcaz (al-mutawwaqa al-warqa)

Los estados de la Paloma Torcaz.

«Yo soy la Paloma que repite las alabanzas. Hermosas realidades descienden en las discusiones hacia el corazón... en busca del Único [Ser Divino].» (Jaffray, 2006, 41, 21)

La Paloma Torcaz recibe sonidos melodiosos ofrecidos por las ramas del árbol de modo que puede entonar la canción rítmica de la unidad y del amor del Árbol (Jaffray, 2006, 36) sintetizando la ofrenda de bendiciones divinas hacia todos. Jaffray señala que en otro de los escritos de Ibn 'Arabi, titulado El Taryuman Al-Ashwaq, en el poema XIII, la Paloma Torcaz, con su oscuro collar, representa el pacto que le ha confiado La Verdad Absoluta y Leal (representando a Dios, a Allah). En dicho pacto se le encarga especialmente traer la inspiración de la Divinidad (Jaffray, 2006, 84).

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Según Ibn 'Arabi, la inspiración de la Divinidad «son todas las palabras del Sagrado Corán, el Evangelio, los Salmos, y las Escrituras... y mediante el habla y la audición llegamos a saber lo que está en la Naturaleza de La Verdad Absoluta y Leal, ya que no tenemos conocimiento de Él excepto por el conocimiento que nos dan Sus mensajeros en la tierra a través del Espíritu Divino «». (Almirzanah, 2011, 88-89).

El discurso del Águila Real (Uqab)

Los estados del Águila Real.

«Yo soy el Intelecto... Soy el portador de todo lo conocido, en lo alto y en lo bajo... Yo soy... la luz de Su existencia.» (Jaffray, 2006, 43, 46)

Jaffray dice que Ibn 'Arabi llama al Águila 'uqab, asociándola con el profeta Muhammad, que en términos filosóficos es conocido como Primer Intelecto. El Águila Real es iluminada con el conocimiento de Dios, con el mismo conocimiento espiritual que se le dio a Muhammad. En los estados de Ibn 'Arabi, «el intelecto [es] el portador de todo lo que se sabe de lo alto y lo bajo... que es tomado de Dios... y que aparece expuesto en el Corán...» (Jaffray, 2006, 46).

Las palabras llenas de bendiciones que Allah dio a Muhammad, palabras que verifican la Torá y los Evangelios son, según el erudito y líder espiritual musulmán M. Fethullah Gülen, «(palabras) con un profundo sentido del equilibrio... anunciando a sus seguidores la existencia de un camino que lleva a la armonía universal». (Gülen, 2011, 167). Tal sabiduría inspirada, otorgada al Mensajero en la tierra y registrada en las Escrituras es, según Ibn 'Arabi «lo que Dios ha dejado claro, o sea, que Él está en todas direcciones, cada una de las cuales representa una perspectiva doctrinal particular en relación con Él, y confirmado en el Corán 2: 115 "...dondequiera que os volváis, allí está la Faz de Dios"». (Almirzanah, 2011, 116).

La comprensión de la Sabiduría Divina contenida en las escrituras de cada uno es importante para el diálogo interreligioso y se apoya en una labor de estudio dura y necesaria, que se conoce como Diálogo de Estudio (Knitter 2002, 204) o, como lo describe Ayoub, diálogo sobre la creencia que «atrapa las mentes y los corazones de la gente [aunándolos]... en su búsqueda de la Verdad» (Ayoub 2004, 318). El descubrimiento de la verdad de todas las religiones a través del estudio, según comenta el cardenal Arinze, es una manera «de apreciar objetivamente la religión del otro sin correr el riesgo de tergiversarla». (Arinze, 1997, 96).

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El discurso del Extraño Anca (Anqa mughrib)

Los estados del Extraño Anca.

«Yo soy el que no tiene ninguna entidad existente. Yo soy el Polvo con el que Dios revela a los cuerpos del mundo... Nada se puede manifestar sin mi presencia... deambulo en medio de la reunión de quienes inclinan el rostro.» (Jaffray, 2006, 46, 47, 91)

Los comentarios de una de las obras anteriores Ibn 'Arabi titulada «Anca mughrib", según Jaffray, identifica a Jesús como el Anca (Jaffray, 2006, 93). Filosóficamente hablando, el Extraño Anca es también una metonimia de la noción griega de «hylé» (en árabe: hayula), o materia prima que, según Ibn 'Arabi, se cita el Corán 56: 6, «Hasta que se convierten en polvo disperso» (Jaffray, 2006, 94). Polvo que, según Ibn 'Arabi, «es el deseo de Dios de traer el cosmos a la existencia y Su Teofanía» (Jaffray, 2006, 95). Acerca del Anca [Polvo] Ibn 'Arabi dice, «comprende todas las formas... [pero] las mentes humanas no pueden saberlo por... su forma de pensar. Se confunde, pero sin estar ausente... [y] en cualquier forma que quiere, se manifiesta» (Jaffray, 2006, 96).

El Anca explica además su propia realidad: «A pesar de que la puerta de mi existencia está sellada nada se puede manifestar sin mí... deambulo en medio de la reunión de quienes inclinan el rostro» (Jaffray, 2006, 47). Ibn 'Arabi afirma: «Dios se revela en cada rostro, buscado en todos los signos... y perseguido en lo invisible y lo visible. Ni una sola de Sus criaturas puede dejar de encontrarlo en su naturaleza primordial y original» (2006 Jaffray, 1). En otras palabras, sobre los rostros inclinados (en la oración) dice «es el medio para ver a Dios... [allí donde] la forma de Dios se hace visible al corazón» (Corbin, 1969, 248).

Acercarse a Dios mediante la oración es esencial para el diálogo interreligioso. La oración, según Gülen, «es una misteriosa llave que abre la puerta a Sus tesoros eternos... [a] un refugio más seguro... Los que se adentran en este refugio se considera que han obtenido la llave...» (Gulen, 2003, 4). Juntos, en la oración, tenemos la capacidad de obtener la llave de los tesoros de Dios, que puede ofrecer una solución al sufrimiento derivado de la enfermedad de los prejuicios y ayudar colectivamente a traer una «brisa de esperanza para los que sufren...» (Gulen 2003, 4 ). Buscar la Guía Divina a través de la oración debe ser siempre un acto previo a la reunión que tiene lugar en el nivel de las palabras. Pedir a la Divinidad, conocido como el Diálogo de la Oración Íntima, provoca una apertura de la conversación, según dice el Cardenal Arinze, «una apertura a la acción de la Bendición de Dios en la persona a través del diálogo» (Arinze, 1997, 95).

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El discurso del Cuervo Negro Azabache (al-ghurab)

El Cuervo Negro Azabache dice:

«Yo soy, de los números, el singular entre los números contados. La Verdad Absoluta y Leal me convocó a Su presencia y acudí... Su conocimiento fluye en mí...» (Jaffray 2006, 48, 50)

Aunque muchos equiparan al Cuervo con el mal, Jaffray dice, desde un punto de vista filosófico y cosmológico, que Ibn 'Arabi vio en el cuervo la representación del Cuerpo Universal, del Ser Humano Perfecto. El Cuervo, en la visión de Ibn 'Arabi, es Abraham, el amigo íntimo de Dios (Jaffray, 2006, 101). En la lectura de la escritura y de acuerdo con el comentario de Jaffray, Abraham muestra las verdaderas cualidades del ser humano perfecto, confiando completamente en el abandono de su propio ser, y llenándose con Dios, ya que fue llamado y «respondió rápidamente» (Jaffray, 2006, 101).

El atributo de abandono de Abraham y el hecho de llenar el propio ser con la Divinidad son necesarios para el diálogo interreligioso. Se trata de una experiencia de profunda espiritualidad, de acuerdo con Gülen, que es muy importante en el contexto de la devoción y la servidumbre a Dios. Las personas que han alcanzado el conocimiento espiritual completo de Dios están incluidos en el significado de: «… no desobedecen a Dios en lo que les ordena y llevan a cabo lo que les sea ordenado» (El Corán, 66: 6) (Gülen, 2012, 167). Tales almas experimentan el placer de la intimidad con Él en todo momento, siempre y cuando mantengan sus «ojos fijos en la puerta de la Verdad Última». (Gülen, 2012, 167). Según el Cardenal Arinze, este es el Diálogo de Espiritualidad, «un diálogo que invita a la persona a ir más allá de su propio ser superior y a aspirar a algún tipo de relación con un Ser Divino, con Dios» (Arinze 1997, 101).

Esta espiritualidad profunda, según Gülen, «debe transformar y dirigir a otros hacia Dios desde el fondo de [nuestros] corazones, lo cual nos lleva a trabajar para mejorar y reformar el mundo...» (Gülen 2012, 219). Tal espiritualidad nos permite ser más conscientes cuando «el Espíritu de la fe desciende sobre el corazón» (Ali 2010, 219) haciéndonos conscientes de aquello que lo Divino ordena para el mundo. Esta es la conciencia que se puede lograr en el Diálogo de la Acción, una acción que, según el cardenal Arinze «se refiere a los cristianos y a otros creyentes que cooperan para la promoción del desarrollo humano y la liberación en todas sus formas» (Arinze 1997, 18), y que muestre al mundo cómo hemos de vivir dentro de la creación de Dios con los atributos que Él nos ha dado para promover la reciprocidad y la unidad.

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Una buena palabra produce acción

El fruto en el árbol es…

«¿No ves cómo Dios presenta una parábola de una buena palabra?: (Una buena palabra es) como un buen árbol, sus raíces se mantienen firmes (en la tierra) y sus ramas en el cielo. Da su fruto en cada estación con permiso de su Señor. Dios muestra parábolas a los seres humanos para que así reflexionen sobre ellas y deduzcan las lecciones necesarias.» (El Corán, 14: 24-25)

Los buenos frutos del diálogo nos obligan a «invitar a (todos) al camino de tu Señor con sabiduría y buena exhortación y discutir con ellos de la mejor forma y de la manera más amable...» (Ali 2010, 156)

En el diálogo interreligioso, llegamos a ver la universalidad del amor de Dios y la preocupación que Él siente por todos. Según el cardenal Arinze, «Cuando los líderes espirituales de diferentes religiones, profundamente comprometidos, se reúnen... sucede algo maravilloso... porque están buscando sinceramente a Dios ellos son más capaces de entendernos». (Arinze 1997, 110) El diálogo interreligioso busca lograr una interacción cooperativa, constructiva y positiva entre las personas de diferentes tradiciones religiosas con el objetivo final, según Ayoub, de hacer posible «la capacidad de todas las mujeres y hombres de fe en cuanto a escuchar y obedecer la voz de Dios tal y como se les propone a todas las comunidades de creyentes...» (Ayoub 2004, 319) y, por lo tanto, conduce a la construcción de un puente hacia la formación de nuevas relaciones y hacia la unidad entre los creyentes. Para el establecimiento de nuevas relaciones, el cardenal Arinze considera que es importante que «cada creyente debe esforzarse en estar más abierto a la acción de Dios... y en estar dispuesto a ir hacia donde la Luz Divina le guíe». (Arinze 1997, 70, 71)

Al perseguir la Luz Divina, en espíritu y en un ambiente de reciprocidad común, el diálogo interreligioso tiene la capacidad de construir un puente hacia una ética global de amor y tolerancia que busca soluciones a las enormes crisis sociales, económicas y ecológicas a las que se enfrenta el mundo de hoy. El Árbol Universal nos muestra un tronco muy arraigado cuyas ramas producen las multiplicidades de los Nombres y Atributos Divinos que se manifiestan a todas las personas de diversas maneras. Desde el punto de vista de Ibn 'Arabi, «Sólo mediante la adquisición de la gnosis (conocimiento espiritual) puede el corazón ser receptivo a la universalidad de Dios». (Austin 1980, 146) y descubrir «que a pesar de la multiplicidad de los Nombres, Atributos y Actos de Dios, no hay más que un solo Ser». (Jaffray 2006, 12)

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En un sentido nada convencional, el Árbol propone un tipo de diálogo cósmico que entrelaza los diversos diálogos de la vida, el estudio, la oración y la espiritualidad, dirigiéndonos hacia el diálogo de acción, una acción que trabaja por la paz y la justicia. En el espíritu de amor, quizás podamos todos unirnos como «aves de un mismo plumaje» en manos de la Divinidad. Como señala el señor Gülen, puede que nos unamos «al ser todos miembros del mismo cuerpo deberíamos poner fin a esa dualidad que atenta contra nuestra unión. Tenemos que despejar el camino para unir a la gente; esta es una de las maneras más grandiosas en la que Dios concede el éxito a la gente en este mundo y la forma en la que Él lo transforma en un Paraíso. De esta manera las puertas del Cielo se abrirán de par en par para darnos una cálida bienvenida. Así pues, las ideas y sentimientos que hacen que nos separemos deberían eliminarse para así correr a abrazarnos unos a otros». (Gülen, 2011, 9)

Brenda Pletcher es una alumna de Estudios Religiosos en la Universidad Seton Hill en Greensburg, Pennsylvania, que tiene un interés especial en el Diálogo Interreligioso.

Referencias

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