aspectos socio-políticos del tratamiento de aguas residuales

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1 Nicolás Jiménez Iguarán Maestría en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente Trabajo colaborativo: tratamiento de aguas residuales Momento de aporte individual Trabajo Colaborativo Aspectos socio-políticos del tratamiento de las aguas residuales En el núcleo de la solución del mercado a la contaminación está la suposición de que el agua existe en cantidad ilimitada. La idea de que los mercados pueden mitigar la contaminación facilitando una mayor asignación no tiene en cuenta que la desviación de agua para un área produce la escasez de agua en otros lugares Vandana Shiva Resumen: Como afirman Maude Barlow y Tony Clarke (2004: 17), “no existe una «solución» tecnológica para un planeta que haya agotado el agua”. En esta perspectiva, la problemática del recurso hídrico, particularmente lo relativo al tratamiento de aguas residuales, debe considerarse como un componente fundamental, pero no suficiente, para solucionar las problemáticas más urgentes relacionados con este elemento. Esto supone romper con el mito tecnocrático y avanzar en transformaciones más profundas bajo criterios de sustentabilidad que no se reduzcan a la eficiencia económica. En otras palabras, deben haber medidas técnicas eficientes que permitan reducir la presencia de contaminantes en aguas residuales pero, así mismo, debe haber un gran esfuerzo, quizá mayor, en reducir las actividades que conlleven a la generación cada vez más alta de aguas contaminadas que reducen su calidad y afectan la estabilidad eco-sistémica así como la salud humana.

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Nicolás Jiménez Iguarán

Maestría en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente

Trabajo colaborativo: tratamiento de aguas residuales

Momento de aporte individual –Trabajo Colaborativo

Aspectos socio-políticos del tratamiento de las aguas residuales

En el núcleo de la solución del mercado a la contaminación está la

suposición de que el agua existe en cantidad ilimitada. La idea de

que los mercados pueden mitigar la contaminación facilitando una

mayor asignación no tiene en cuenta que la desviación de agua

para un área produce la escasez de agua en otros lugares

Vandana Shiva

Resumen:

Como afirman Maude Barlow y Tony Clarke (2004: 17), “no existe una «solución»

tecnológica para un planeta que haya agotado el agua”. En esta perspectiva, la

problemática del recurso hídrico, particularmente lo relativo al tratamiento de aguas

residuales, debe considerarse como un componente fundamental, pero no suficiente, para

solucionar las problemáticas más urgentes relacionados con este elemento. Esto supone

romper con el mito tecnocrático y avanzar en transformaciones más profundas bajo criterios

de sustentabilidad que no se reduzcan a la eficiencia económica. En otras palabras, deben

haber medidas técnicas eficientes que permitan reducir la presencia de contaminantes en

aguas residuales pero, así mismo, debe haber un gran esfuerzo, quizá mayor, en reducir

las actividades que conlleven a la generación cada vez más alta de aguas contaminadas

que reducen su calidad y afectan la estabilidad eco-sistémica así como la salud humana.

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Introducción

El abordaje técnico y/o teórico sobre el tratamiento de aguas residuales exige la

participación de disciplinas distintas (Ramalho, 1996: 2). Es necesario identificar los

factores sociales, económicos, técnicos, culturales, ecológicos, políticos y legislativos, no

solo para entender y fortalecer la eficiencia de los procesos de tratamiento, sino para

comprender las causas de la contaminación hídrica y avanzar en procesos que permitan

reducir su intensidad. El metabolismo social1, indican que los procesos domésticos,

urbanos, agrícolas e industriales, están presionando los ecosistemas más allá de su

capacidad de carga. Es necesario un proyecto colectivo de sustentabilidad ambiental que

frene el acelerado deterioro ambiental y en particular, la crisis mundial del agua, tanto en

materia de escasez como de contaminación (Barlow y Clarke, 2004: 93). Los impactos

ecológicos del modelo económico imperante son cada vez más fuertes y complejos, sus

soluciones no pueden limitarse a los aspectos técnicos. Esto implica politizar la discusión

sobre el tratamiento de aguas residuales, en tanto su función técnica también está insertada

en problemáticas políticas, conflictos socio-económicos, valores ambientales e intereses en

disputa.

Cómo señala Barlow, es necesario construir otra narrativa sobre el agua (Barlow, 2009).

Más allá de los aspectos técnicos, concretos o coyunturales, a los cuales, por supuesto,

hay que darles soluciones efectivas. Sin embargo, es necesario que vayamos más allá de

ellos ¿Por qué cada vez contaminamos más el agua? ¿Por qué los conflictos por el agua

son cada vez más frecuentes? ¿Quiénes se benefician de su contaminación? ¿Quiénes

están controlando su gestión y con qué interés?

La contaminación del agua es el resultado de procesos sociales en los cuales el recurso

hídrico se ve afectado en su composición y calidad. Ahora bien, la intensidad y la escala

con se contamina responde a las formas en que se desarrolla al metabolismo social

históricamente determinado. Cuando la economía no respeta los límites bio-físicos de la

naturaleza, se producen desfases ecosistémicos que afectan su funcionamiento. Hoy en

día el metabolismo social es una herramienta muy útil para identificar los impactos

ecosistémicos de la sociedad. La forma en que ésta produce y reproduce sus condiciones

materiales de vida, responde a las formaciones sociales, políticas y económicas que tienen

1 De acuerdo con Víctor Toledo, “el metabolismo social comienza cuando los seres humanos socialmente agrupados se apropian materiales y energías de la naturaleza (input) y finaliza cuando depositan desechos, emanaciones o residuos en los espacios naturales (output)” (Toledo 2013, 47)

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lugar en un momento particular de la historia. Hoy en día el metabolismo tecno-industrial,

motivado por una explotación ilimitada de los recursos naturales, ha incrementado la

presión ejercida a los ecosistemas por encima de su capacidad de carga, produciendo

procesos de degradación ambiental cada vez más preocupantes: nuestros sistemas

productivos son altamente rentables pero fuertemente entrópicos2. Para entrar en el caso

concreto de las aguas residuales, empecemos analizando algunas de sus principales

fuentes.

Fuentes de aguas residuales

A continuación analizaremos algunas fuentes de aguas residuales para ubicar el contexto

en el que se sitúan los proyectos que buscan mejorar su calidad luego de haber sufrido

alteraciones antropogénicas. En clave de metabolismo social, podríamos decir que se trata

de identificar las formas en que la sociedad se apropia del recurso hídrico, lo utiliza para

procesos domésticos, urbanos, agrícolas e industriales, principalmente, y que luego es

expelido ya con alteraciones significativas que afectan su calidad. Esto nos va a permitir

entender este proceso no sólo en su función técnica, sino también política, en la medida en

que el agua se ha convertido en un factor de poder social y político que produce conflictos,

guerras y miserias (Iglesias, 2005; Barlow y Clarke, 2004; Leff, 2008).

a) Aguas domésticas o urbanas:

El metabolismo urbano representa hoy uno de los mayores desafíos para la sustentabilidad

ambiental. El 52% de la población mundial vive en áreas urbanas y es posible que para el

año 2050, el porcentaje incremente en un 69% (Delgado-Ramos, 2015). El diseño de los

asentamientos urbanos y el intercambio de materia y energía que tienen con los

ecosistemas, es una de las principales causas del deterioro ambiental. Hay un choque entre

los sistemas humanos urbanos y los sistemas naturales, de los cuales hace parte. Las

ciudades consumen la mayor parte de energía y materia disponible en el mundo, siendo el

agua el recurso que mayor flujo metabólico tiene en términos de volumen.

Ahora bien, el metabolismo social responde a las condiciones sociales, políticas y

económicas en que se desarrollan las ciudades, unas más productivas que otras, pero

siempre con una elevada carga ecosistémica. La siguiente definición de metabolismo

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urbano nos puede servir de basa para comprender mejor este proceso: “el metabolismo

urbano es la suma total de los procesos técnicos y socioeconómicos que ocurren en las

ciudades, resultando en crecimiento, producción de energía y eliminación de desechos”

(Kennedy, Cuddihy y Engel–Yan, 2007: 44). En este sentido, el agua residual en

asentamientos urbanos pasa por una cantidad muy elevada de procesos humanos que

alteran su calidad.

Los factores físicos, químicos y biológicos de cada ciudad, así como los factores socio-

económicos, el modo de desarrollo, la industria y los niveles de consumo, son

determinantes para medir el metabolismo y los niveles de contaminación hídrica que

produce (Díaz, 2014). ¿Podemos reducir el impacto que nuestro metabolismo actual genera

en el recurso hídrico? Justamente el metabolismo urbano nos permite identificar los

cambios que debemos hacer para armonizar, ecológicamente, el intercambio entre la

sociedad y la naturaleza. Sin embargo, es necesario tomar las aguas residuales y

someterlas a un tratamiento que permita mejorar su calidad.

b) Aguas residuales industriales:

Los niveles de desarrollo industrial están generando procesos de contaminación muy

elevados. De acuerdo con Barlow y Clarke (2004: 29), “la industria reclama la siguiente

porción del pastel de las reservas de agua dulce del mundo, el 20 o 25 %, y sus demandas

crecen a un ritmo endiablado”. La demanda que implica la acelerada expansión industrial

está generando graves desequilibrios ecosistémicos en todo el mundo. También en clave

de metabolismo, la contaminación que se produce en el agua, cuando las industrias

extractivas toman el recurso, lo usan y lo desechan, es alarmante. La minería, la industria

petrolera y petroquímica, las agro-industrias, entre otras, utilizan el agua alterando su

calidad y afectando a poblaciones humanas y a otros animales. La contaminación hídrica

producida por estas actividades es extremadamente alta. El sector industrial toma más de

lo que debe y desecha más de lo que la naturaleza puede absorber. En un tiempo muy corto

pasamos de un metabolismo relativamente orgánico a un metabolismo tecno-industrial que

hasta nuestros días continúa impactando negativamente la biosfera (Hamilton y Grinevald,

2015). Un metabolismo violento, excluyente y expoliador que asalta los bienes comunes,

con la complicidad de gobiernos e instituciones que impulsan una economía violenta bajo

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el disfraz de la «economía verde» como fundamento de un supuesto desarrollo sustentable

basado en el crecimiento económico.

c) Aguas de uso agrícola:

La agricultura, sobre todo cuando ya ha sido sistematizada por la tecno-ciencia y se ha

convertido en una megaindustria, tiene una demanda muy alta de agua dulce. Según la

Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 1997), el

sector agrícola es el principal factor de degradación del agua en el mundo. La erosión y la

escorrentía química están generando altos niveles de contaminación en las aguas tanto

superficiales como subterráneas. La contaminación de ríos, lagos y acuíferos por

actividades agrícolas, principalmente ganaderas, es cada días más intensa.

En general, podríamos decir que la forma en que está organizada la producción, la

economía, la industria y los asentamientos urbanos, está desbordando las capacidades

ecosistémicas del planeta, afectando, intensivamente, los recursos hídricos. El vertimiento

de pesticidas, herbicidas, fertilizantes, bacterias, residuos médicos, productos químicos y

radioactivos, es una de las mayores amenazas que afronta nuestra civilización (Barlow y

Clarke, 2004: 57). Por eso es insuficiente confiar el futuro en las medidas paliativas

ofrecidas por la tecnología. Si la contaminación es el resultado de decisiones políticas y de

valores culturales en relación con el manejo, control y gestión de los recursos naturales, así

mismo tendrán que llegar sus soluciones.

El tratamiento de aguas residuales: ¿quién lo hace y cómo lo hace?

Si la contaminación de los recursos hídricos es el resultado de ciertas formaciones sociales,

culturales, políticas y económicas, sus soluciones deben también deberán operar en estos

niveles. El agua como fuente de vida, pero también de poder político y económico, de

conflicto y de disputa, es un factor clave en nuestra sociedad. Como señala Enrique Leff, el

“uso racional” y la “gestión eficiente” del agua responden a una forma particular de control

que busca legitimar su privatización (Leff, 2008: 101). Sin embargo, los cambios ocurridos

en la economía han ido progresivamente convirtiendo al planeta tierra en una terra

económica, donde la naturaleza esta siempre disponible pare ser sistematizada bajo

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criterios de rentabilidad financiera. El agua ya no se concibe como un bien común, sino

como un bien económico.

El neo-liberalización de las instituciones generó impactos muy fuertes para la gestión del

recurso hídrico. Hoy el agua es considerada como un bien económico. Desde la ecología

política, la construcción que se ha hecho de este recurso natural, vital para la vida, está

asociada a los procesos de mercantilización, acumulación y privatización. Esto ha

restringido el acceso a este recurso en muchos lugares del mundo, subordinando su acceso

a las leyes del mercado. De acuerdo con el último informe publicado por Oxfam “Una

economía al servicio del 1%”, la desigualdad en el mundo está llegando a niveles

insostenibles. Según el informe, “el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza

que el 99% restante de las personas del planeta” (Hardoon et al., 2016: 2). Si el acceso a

la riqueza es limitada, de manera ya insostenible y ética y socialmente reprobable, el acceso

a este recurso también se encuentra fuertemente limitado. Instituciones como la

Organización Mundial del Comercio ha sido funcional a la construcción del agua como un

bien económico.

El Consenso de Washington con el cual se impulsa un proceso de mundialización de la

economía capitalista y de la ideología neoliberal, se construye bajo la convicción, ya

promulgada en los años 80 del siglo XX por Margaret Thatcher, de que el modelo capitalista

es el único modelo posible para todo el mundo. Uno de los puntos de este consenso tiene

que ver, justamente, con la comercialización de los bienes comunes. De acuerdo con, en

su libro, Oro Azul: Las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo,

Todo está a la venta, incluso aquellas áreas de la vida que, como los servicios sociales y los

recursos naturales, fueron considerados en su día legado común de la humanidad. En el

mundo son muchos los gobiernos que, abdicando de su responsabilidad de proteger los

recursos naturales con que cuentan, renuncian a su autoridad en favor de empresas privadas

que se enriquecen explotando esos recursos

De esto resulta una gestión privada del agua y, en consecuencia, la privatización de un

derecho fundamental donde se excluyen formas de gestión social y comunitaria. Esto tiene

como consecuencia la construcción de “nuevas instituciones en el campo económico y de

regulación ambiental que dan sustento a la estrategia de privatización” (Ávila-García, 2015:

21). Para Patricia Ávila-García, el problema no está asociado, principalmente, a la

desregulación en el sector del agua, sino a la re-regulación del mercado del agua Aquí está,

justamente, la clave para entender las dinámicas emergentes de poder social:

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En este proceso, numerosos actores involucrados en formas diferentes de gestión del agua

se ven significativamente afectados y dan lugar a una nueva geometría del poder social (Ávila-

García, 2015: 21).

Esta nueva “geometría del poder social” es un detonante de nuevas formas de resistencias

y de procesos políticos orientados a contener las dinámicas destructivas del capitalismo.

WaterAid, en su informe, El agua: ¿A qué precio?, Estado mundial del agua 2016, señala

que “en 16 países, más del 40 por ciento de la población carece de acceso incluso a la

fuente de agua más elemental, como por ejemplo un pozo de agua protegido” (WaterAid,

2016: 2). Esta situación, que resulta de un modelo económico desigual e injusto, produce

conflictos relacionados con la distribución en el acceso al agua y contribuye a afectar la

calidad de vida derivada de un uso irresponsable de este recurso (como en la minería y la

ganadería). El agua, para sectores de la población empobrecidos, tiene costos muy altos.

Desde los años 80 del siglo XX, organizaciones como el Banco Mundial o el Fondo

Monetario Internacional, han impulsado la privatización del agua condicionando los créditos

otorgados a varios países, principalmente en América Latina, Asia y África, al acceso

privado del recurso hídrico facilitando un mayor control del agua por parte de empresas

transnacionales. Todo esto promueve ajustes institucionales a nivel local, funcionales al

proyecto de desarrollo capitalista, engranados en las políticas económicas internacionales.

La implicación práctica de esta conceptualización de la naturaleza, no sólo está relacionada

con la degradación sino también con la pauperización de la vida (humana y no-humana), a

través de procesos de despojo territorial. Los bienes comunes, como los ríos, los lagos, los

mares y los acuíferos están siendo sometidos a procesos de privatización extremadamente

violentos. Estamos viviendo la tragedia de los comunes, como resultado de economías

extractivas que amenazan al conjunto de la naturaleza como resultado de prácticas

egoístas funcionales a interés particulares. Como señala Barry Schwarts (2009),

Nos enfrentamos ahora a la tragedia de los comunes globales. Hay una Tierra, una atmósfera,

una fuente de agua y seis mil millones de personas compartiéndolas. Deficientemente. Los

ricos están sobreconsumiendo y los pobres esperan impacientes a unírseles.

Ahora bien, cuando se producen problemáticas como la crisis del agua que estamos

viviendo, la solución parece incluir las mismas herramientas que hicieron surgir esa

problemática. En ese sentido tendríamos que adoptar nuevas herramientas. Albert Einstein,

señala Maude Barlow a propósito de la crisis global del agua, “dijo que ninguna crisis

puede resolverse con las mismas herramientas conceptuales que le dieronorigen”

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(Barlow, 2009: 31). Para esta mujer, ganadora del Premio Nobel Alternativo en 2005, es

imposible construir otras herramientas en el marco del modelo económico dominante. Y sus

prevenciones no son infundadas. No es una casualidad que el sector privado este

apoderándose del agua, no sólo de sus reservas, sino de la propia gestión del recurso.

Como afirma Vandana Shiva

En el núcleo de la solución del mercado a la contaminación está la suposición de que el agua

existe en cantidad ilimitada. La idea de que los mercados pueden mitigar la contaminación

facilitando una mayor asignación no tiene en cuenta que la desviación de agua para un área

produce la escasez de agua en otros lugares (Díaz, 2014).

Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo tiene inversiones en el sector hídrico,

justamente en una planta de tratamiento de aguas residuales (Publimetro, 2016). La

Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés),

calculó, en 1992, que se necesitaban 137.1 billones de dólares para el tratamiento de aguas

residuales durante los próximos 20 años en ese país (Stiefel, 1994). Hoy en día las llamadas

guerras del agua se producen justamente por el acceso al control, gestión y uso de este

sagrado elemento. (Shiva, 2016), produciendo conflictos entre quienes defienden su

privatización y quienes se oponen a ella. En términos generales, las soluciones propuestas

por están enmarcadas en la discusión que introducimos más arriba sobre soluciones

técnicas o soluciones políticas: Shiva lo plantea de la siguiente manera:

En contraste con las teorías de las empresas que promueven una solución de mercado para

la contaminación, las organizaciones de base reclaman soluciones políticas y ecológicas

(Díaz, 2014).

Ahora bien, esto no quiere decir que las soluciones técnicas o tecnológicas no tengan

ninguna relevancia, pero no pueden enmarcarse en la misma lógica que ha producido

aquello que se quiere mitigar. Según Barlow (2009: 29),

Quizás sea imposibleimplantar una nuevanarrativade los ámbitoscomunes de agua en

el marco delmodeloeconómico mundial predominante.Un sistema comandado por los

imperativos de la expansión del mercado, lacompetencia en las exportaciones, el crecimiento

ilimitado yel poder corporativo empresarial no seadaptará fácilmente a una definicióndel

agua como Bien Común. Para abrazar verdaderamente lanoción de agua como Bien Común

es imprescindible cuestionarladoctrinadela globalización económica y adoptar unnuevo

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conjunto de presupuestos básicos, valoresy modelos de comercio, intercambio, desarrollo y

producción.

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A manera de conclusión

Desafortunadamente la matriz epistémica de «sostenibilidad ambiental» con el “uso

racional” y la “gestión eficiente”, está embebida en estos imperativos. La transferencia de

recursos del sector privado a la construcción, gestión y administración de plantas de

tratamiento de agua residual está justificada por una supuesta capacidad que tienen las

empresas de mejorar los estándares de calidad del tratamiento. El problema es que esto

no hace sino acentuar las causas, sociales, políticas y económicas de las crisis hídricas.

La gestión global del agua, que incluye el tratamiento de aguas residuales, es una forma de

apropiación que opera bajo los principios del mercado. No podemos seguir tratando un bien

común a partir de instrumentos privados que manejan el proceso y los precios a su gusto,

sobre todo cuando las leyes ambientales son tan laxas.

Resulta urgente, entonces, des-mercantilizar el agua y democratizar su acceso, protegiendo

la soberanía territorial y haciendo un uso justo y razonable bajo un criterio de sustentabilidad

no mediado por la rentabilidad económica.

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