aspectos metafísicos de la teoría de sistemas

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Aspectos Metafísicos de la Teoría de Sistemas Intencionales de Daniel C. Dennett Diana Acosta Navas. Director: Andrés Páez Peñuela Departamento de Filosofía Universidad de Los Andes Bogotá, Mayo de 2008

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Page 1: Aspectos Metafísicos de la Teoría de Sistemas

Aspectos Metafísicos de la Teoría de Sistemas Intencionales de Daniel C. Dennett

Diana Acosta Navas.Director: Andrés Páez PeñuelaDepartamento de FilosofíaUniversidad de Los Andes

Bogotá, Mayo de 2008

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Statistical mentalics can be bypassed by talking at the level of thinkodynamics

Douglas R. Hofstadter, I am a Strange Loop

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Tabla de ContenidoIntroducción . . . . . . . . . 1

1. Sistematización del Lenguaje Intencional:La Propuesta de Daniel C. Dennett 3

1.1 Dennett y el Lenguaje Intencional . . . . . . 3

1.1.1 El Distanciamiento del Funcionalismo . . . . 3

1.1.2 El diagnóstico dennettiano de la psicología popular . . 5

1.1.3 Esbozo de la Estrategia Intencional y la Teoría de Sistemas Intencionales 8

1.2 El estatus ontológico de los patrones: La postura Metafísica de Dennett 12

1.2.1 El instrumentalismo . . . . . . . 13

1.2.2 El “realismo moderado” . . . . . . 14

1.2.3 Los Patrones de Life . . . . . . 18

1.2.4 Indeterminación en los patrones . . . . . 20

1.3 Conclusión del Capítulo . . . . . . . 23

2. Objeciones a la Propuesta de Dennett . . . . . 24

2.1 Evolución y Normatividad: La perspectiva realista . . . 24

2.1.1 Normatividad y Evolución: Fodor, Lepore y Stich� . . . 26

2.1.2 Evolución e Indeterminación: Millikan y Godfrey-Smith� . . 29

2.2 El verdadero poder de la estrategia intencional: La perspectiva eliminativista 32

2.3 Dennettianismo Radical . . . . . . . 35

2.3.1 El dilema del instrumentalismo: Baker y Seager . . . 36

2.3.2 Metafísica y Patrones: Haugeland y Ross . . . 38

2.4 Conclusión del Capítulo . . . . . . . 44

3. El Estatus Ontológico de los Estados Intencionales: Respuestas de Dennett a sus Críticos . . . . . 45

3.1 La negación del realismo . . . . . . . 45

3.1.1 ¿En qué consiste la normatividad?� . . . . . 45

3.1.2 El poder causal de los rasgos actitud-dependientes . . 51

3.1.2 Defensa de la Indeterminación . . . . . 55

3.2 ¿Indispensabilidad del Lenguaje Intencional?� . . . . 56

3.3 La Coh�erencia Interna de la Teoría de Dennett . . . . 59

3.3.1 Los patrones intencionales como casos de emergencia explicativa 59

3.3.2 ¿Cuán radical es el Dennettianismo de Dennett?� . . 62

3.4 Conclusión del Capítulo . . . . . . . 66

Conclusiones . . . . . . . . . 70

Bibliografía . . . . . . . . . . 73

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Introducción

En 1874, Franz Brentano define la intencionalidad como el poder que tiene la mente para referirse a un contenido, para dirigirse a un objeto. De acuerdo con Brentano es este rasgo el que caracteriza a la mente y la distingue de los fenómenos físicos. Todos los fenómenos mentales, y ningún otro, tienen intencionalidad (Brentano 1874: 88). Siguiendo a Brentano h�a h�abido un acuerdo generalizado entre los investigadores de la mente, al considerar la intencionalidad como la marca de lo mental. Se h�a considerado que de esta caracterización de los fenómenos mentales se sigue lo que se conoce como la “Tesis de la Irreductibilidad de lo Mental”: Dado que ningún fenómeno físico es intencional, mientras que todos los fenómenos mentales son intencionales, no es posible reducir los fenómenos mentales a fenómenos físicos. Esta tesis se h�a convertido en un obstáculo para los programas fisicalistas en filosofía de la mente y psicología que buscan explicar la mente como una parte del mundo físico y no un fenómeno aislado e independiente de éste; es decir, que buscan reducir el lenguaje psicológico de creencias, deseos, emociones y otras entidades problemáticas, al lenguaje de la ciencia natural.

W.V.O. Quine presenta el siguiente dilema en 1960: si, como sostiene Brentano, el lenguaje intencional es irreductible, entonces nos enfrentamos a dos posibilidades: “Uno puede admitir que la tesis de Brentano demuestra la indispensabilidad de los términos intencionales y la importancia de una ciencia autónoma de la intención, o bien que demuestra la falta de fundamentos de los conceptos intencionales y la vacuidad de una ciencia de la intención” (Quine 1960: 221). El primer cuerno del dilema quineano consiste en aceptar la indispensabilidad del lenguaje intencional. Dado que la irreductibilidad implica que no h�ay correlatos en el mundo físico para los conceptos intencionales, este cuerno parece implicar el rechazo de la ontología fisicalista, y la adopción de un compromiso ontológico con los estados intencionales. El segundo cuerno del dilema consiste en sostener que los conceptos intencionales son insulsos, lo cual implicaría comprometernos con el fisicalismo y eliminar el lenguaje intencional: Quine opta por la segunda opción y se adh�iere al eliminativismo. No niega la utilidad ni la indispensabilidad práctica del lenguaje psicológico. Niega que h�aya correlatos reales en el mundo para los términos como “creencia”, “deseo”, etc.

Es en este marco donde debemos encuadrar la propuesta de Daniel C. Dennett. Éste pretende, mediante una sistematización del lenguaje intencional, obtener las partes ventajosas de ambos cuernos del dilema: sostener al mismo tiempo el fisicalismo y la indispensabilidad del lenguaje intencional. Dennett desarrolla esta propuesta basándose, curiosamente, en las tesis quineanas que llevan al planteamiento del dilema en primer lugar. En la Introducción a Brainstorms (1981) Dennett dice que busca revertir la estrategia de Brentano: utilizar el concepto de intencionalidad para proporcionar una explicación de los fenómenos mentales que sea compatible con el fisicalismo. Dennett acepta la primera parte de la tesis de Brentano, pero niega la segunda. Sostiene que todos los estados mentales pueden explicarse en términos no ofensivos a una ontología fisicalista precisamente porque pueden ser caracterizados como estados intencionales: “todos los tesoros mentales pueden comprarse con la moneda intencional” (xviii)

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A diferencia de Quine, Dennett considera que el lenguaje intencional no sólo es indispensable en la práctica, sino que debe ser conservado en el lenguaje científico, pues contiene un poder predictivo que no tiene ninguna otra ciencia que describa la conducta h�umana. La propuesta de Dennett consiste en una sistematización del lenguaje psicológico mediante el concepto de Sistema Intencional, que busca depurar este lenguaje para preservar únicamente las partes de él que proporcionan poder predictivo. La manera como Dennett desarrolla esta propuesta tiene implicaciones metafísicas importantes. Y, sin embargo, Dennett se reh�úsa a inscribir su teoría en ninguna de las corrientes metafísicas que h�ay actualmente. La pregunta por el estatus ontológico de los estados mentales –que resulta central en la mayoría de las teorías en filosofía de la mente—no encuentra una respuesta clara y directa en la teoría dennettiana.

Esta negativa a adoptar una postura metafísica clara le h�a traído a Dennett una serie de problemas. Las dos posturas metafísicas predominantes actualmente h�an cuestionado los supuestos sobre los que se basa su teoría, para mostrar que es necesario tomar alguno de los caminos que trazó Quine. Los eliminativistas, como Quine, sostienen que no h�ay nada en el lenguaje intencional que sea digno de preservarse y que una ontología fisicalista no sólo no perdería nada al renunciar a los conceptos intencionales, sino que ganaría claridad y poder de predicción. Los realistas, por su parte, parecen negar la tesis de la irreductibilidad de Brentano y sostienen que sí es posible h�allar correlatos para los conceptos intencionales en el sistema nervioso. Otros críticos consideran que no es posible mantener al mismo tiempo el fisicalismo y la indispensabilidad del lenguaje intencional, a riesgo de caer en inconsistencias. Hay, por otra parte, quienes encuentran en la obra de Dennett una propuesta metafísica novedosa, con el poder de reformular las categorías ontológicas tradicionales.

En esta investigación me propongo explorar los aspectos metafísicos en la propuesta de Dennett y evaluar su plausibilidad a la luz de las objeciones de sus críticos y las respuestas que él h�a presentado. El primer capítulo consiste de una exposición de la propuesta dennettiana, dividida en dos partes fundamentales: su tratamiento del lenguaje psicológico y la postura metafísica que puede extraerse a partir de éste. En el segundo capítulo expondré las críticas que se h�an presentado a la teoría de Dennett desde distintos ángulos y corrientes en filosofía de la mente. El tercer capítulo consistirá de una evaluación de las respuestas de Dennett a sus críticos, que pretende mostrar cuál es la postura metafísica de Dennett, cuáles son sus fortalezas y cuáles sus falencias.

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1. Sistematización del Lenguaje Intencional: La Propuesta de Daniel C. Dennett

En el presente capítulo expondré los aspectos relevantes de la propuesta de Daniel C. Dennett en filosofía de la mente, con el fin de entender el problema metafísico que discutiré a lo largo de esta investigación. El capítulo se encuentra dividido en dos secciones. La primera de ellas describe y explica la actitud de Dennett frente al lenguaje psicológico y su propuesta para tratar con este lenguaje, que concluye con el planteamiento de su “teoría de sistemas intencionales”. A partir de las consideraciones expuestas en la primera sección, la segunda esbozará la postura ontológica de Dennett con respecto a los estados intencionales.

1.1 Dennett y el Lenguaje Intencional

En esta sección expondré los primeros esbozos de la propuesta de Dennett: qué preguntas desea responder, cómo caracteriza a grandes rasgos los estados mentales, y cuál es su relación con la corriente más acogida en filosofía de la mente. Comenzaré la exposición mostrando el punto de partida de Dennett: su distanciamiento del funcionalismo –la corriente más en boga desde la década de 1960 h�asta el presente. En segundo lugar, presentaré el diagnóstico que h�ace Dennett sobre el estatus y la indispensabilidad de la psicología popular; y llegaré de allí h�acia la “Teoría de los Sistemas Intencionales”: la propuesta dennettiana para la sistematización del lenguaje intencional. Esta sección se enfocará principalmente en las ideas que sostiene Dennett en torno al lenguaje psicológico, y el tratamiento que la filosofía de la mente debe dar a este lenguaje.

De acuerdo con Dennett (1981) una teoría acerca de la mente debe responder dos preguntas fundamentales: 1) ¿Qué es la mente o los estados mentales?�; y 2) ¿Qué tienen en común dos criaturas que, por ejemplo, comparten la creencia p?� La primera pregunta es de carácter ontológico; es decir, su respuesta debe involucrar cuestiones acerca de la composición y constitución de lo que conocemos como estados mentales. Debe explicar cuál es su estatus ontológico y su relación con el mundo físico; si la mente, o lo mental, constituye una categoría metafísica independiente de los objetos materiales o si forma parte del mundo físico. Con relación a esta pregunta la propuesta de Dennett resulta bastante vaga. En algunos pasajes parece sugerir que su postura se aproxima a la del funcionalismo, la corriente que más entusiasmo ha despertado entre los filósofos de la mente. Veamos inicialmente en qué consiste esta corriente.

1.1.1 El Distanciamiento del Funcionalismo

El funcionalismo propone que la naturaleza de los estados mentales es la misma de una función. Es decir, un estado mental debe definirse en virtud de sus relaciones causales con estímulos perceptivos, estados internos y respuestas conductuales. La identidad de un estado mental –es decir, el h�ech�o de que sea una creencia p, o un deseo q— se determina exclusivamente por el papel que éste cumple dentro de un sistema cognitivo y no por su

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constitución interna o física (Armstrong 1992). Por esta razón, el funcionalismo da lugar a lo que se conoce como realizabilidad múltiple de los estados mentales. Esto quiere decir que, según la definición del funcionalismo, los estados mentales pueden instanciarse o realizarse en diferentes substratos, sin que ello altere su contenido o sus relaciones causales –que son las que los definen (Putnam 1992). A pesar de esta neutralidad de substrato que caracteriza al funcionalismo, la tendencia más marcada en esta corriente es el fisicalismo: los eventos mentales son supradependientes (supervenient) de eventos físicos. Esta corriente tiene intenciones reduccionistas. Es decir, propone una reducción del lenguaje psicológico al de las funciones recursivas. La tesis del funcionalismo podría resumirse de la siguiente manera: Todos los estados mentales del tipo p son idénticos a estados funcionales del tipo f. De acuerdo con esta tesis existe para cada estado mental un correlato funcional y es posible, por tanto, la reducción del lenguaje psicológico a un lenguaje funcional. Bajo esta idea subyace el presupuesto de que los estados mentales conforman clases naturales, i.e. existe un conjunto de entidades reales en el mundo que se agrupa en la clase de las creencias y dicha clase es idéntica a una clase específica de estados funcionales.

Aunque podríamos encajar la propuesta de Dennett dentro de esta corriente, éste no se muestra tan entusiasta frente al proyecto funcionalista. El principal motivo de ello es su falta de optimismo frente a los prospectos reduccionistas. Dennett no considera que los estados mentales constituyan clases naturales y, en virtud de ello, no encuentra plausible la opción del reduccionismo. Dennett sostiene una versión del funcionalismo, pero no comparte con los adeptos de este programa la idea de que existan correlatos funcionales para los tipos de estados mentales. Esta vertiente del funcionalismo se conoce como funcionalismo de instancias, y sostiene que existe une relación de identidad, no ya entre clases de estados mentales y clases de estados funcionales, sino entre instancias o casos de los mismos. De acuerdo con éste, mi creencia de que p en el tiempo t, es idéntica a un estado funcional f. Pero si h�ay otra persona que comparta la misma creencia en el mismo tiempo, su creencia de que p no será necesariamente idéntica a f, sino a un estado funcional distinto o k. Dennett considera que esta versión del funcionalismo es más plausible que el funcionalismo de tipos. Sostiene que en el mejor de los casos, es una cándida esperanza pensar que todas las instancias de un estado mental deban compartir una misma estructura funcional, dadas las diferencias en naturaleza y nutrición de las distintas criaturas en las que se realizan los estados mentales (Dennett 1981).

Habiendo renunciado a la opción de reduccionismo, Dennett se enfrenta al problema de cómo lidiar con el lenguaje de la psicología popular. En otras palabras, debe buscar una respuesta a la segunda de sus preguntas, que explique qué tienen en común dos criaturas que comparten un mismo estado mental. Si no h�ay una descripción funcional que compartan todos los miembros de una clase de estados mentales, ¿qué tienen, entonces, en común?� Esta pregunta se encuentra íntimamente vinculada con el problema de la psicología popular, puesto que su respuesta consistiría en delimitar las categorías de la última. Cotidianamente atribuimos gran cantidad de estados mentales a otras personas y a nosotros mismos, y agrupamos dich�os estados bajo los rótulos de “creencias”, “deseos”, “dudas”, etc. Al determinar un rasgo o un conjunto de rasgos que distinguen a las criaturas susceptibles de dich�as atribuciones, estamos al mismo tiempo definiendo los límites de los conceptos mismos, y determinando así el estatus de las categorías psicológicas. La forma en la que Dennett responde a esta pregunta diferencia

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su teoría del resto de teorías funcionalistas, y es lo que h�a llevado a críticos como Fodor, Lycan y Baker a etiquetar su teoría como “instrumentalismo”.

1.1.2 El diagnóstico dennettiano de la psicología popular

El lenguaje de la psicología popular es, de acuerdo con Dennett, una h�erramienta con la que contamos para explicar y predecir el comportamiento de algunos sistemas, entre los que cabe mencionar a los seres h�umanos, algunos animales y algunas máquinas. Mediante la atribución de estados mentales conseguimos una racionalización de su conducta, de manera que ésta nos resulta predecible. Si entendemos la psicología popular como una herramienta cultural y no como un lenguaje científico destinado a la explicación de ciertos fenómenos, no resulta en absoluto sorprendente que sea asistemático y que sus conceptos tengan límites tan difusos. Podemos, entonces, estudiar la psicología popular desde dos ángulos diferentes. Por una parte, podemos asumir una actitud antropológica, y arrogar como meta de nuestro estudio la de explicar el funcionamiento de dicha herramienta. El estudio, en tal caso, tendría fines puramente descriptivos. Por otra parte, podemos llevar a cabo un estudio proto-científico, que no sólo describa el funcionamiento de dich�o lenguaje, sino que examine la posibilidad de incorporarlo a una teoría científica. Este es el tipo de proyecto investigativo que Dennett pretende llevar a cabo. Un proyecto con estos fines tendría que determinar cuáles rasgos de la psicología popular resultan valiosos, rescatables y susceptibles de la sistematización propia de un lenguaje científico.

El criterio según el cual podemos juzgar las virtudes de la psicología popular es el poder predictivo y explicativo que tengan, en mayor o menor grado, ciertas de sus partes. Al parecer la única razón por la cual Dennett considera que el lenguaje psicológico es valioso y digno de ser preservado es que nos proporciona un marco interpretativo que nos da la posibilidad de predecir acertadamente la conducta de otros seres h�umanos, algunos animales y algunas máquinas. La psicología popular cuenta con un marco conceptual y una serie de presupuestos que permiten predecir la conducta de manera mucho más eficiente que si es interpretada desde la perspectiva de la biología o la física. Por esta razón, y como se irá desarrollando en adelante, Dennett considera que debemos rescatar las partes de la psicología popular que nos proporcionen ese poder predictivo. Las partes de ella que no tengan poder predictivo deberán ser eliminadas pues no cumplirían función alguna.

Así pues, sostiene Dennett, debemos buscar lo mejor que tiene la psicología popular e intentar incorporarlo en la ciencia. Debemos mirar a la psicología popular en su mejor expresión. Y desde esta perspectiva, “la psicología popular puede ser vista como un cálculo racionalista de interpretación y predicción –un método interpretativo idealizante, abstracto e instrumental que h�a evolucionado porque funciona, y que funciona porque nosotros h�emos evolucionado” (Dennett 1987: 48-91). Es necesario tener presente la idea según la cual la psicología popular desempeña el papel de una h�erramienta para interpretar, predecir y racionalizar la conducta de los agentes conativos�, y que Dennett

1 Todas las traducciones de los textos en inglés, en adelante, serán mías.� Debeentenderseporagenteconativo,unacriaturaquemanifiestaunaspectodelosprocesosmentalesylaconducta, dirigido hacia la acción y el cambio. Este concepto cubre aspectos importantes de la vida mental como la

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busca destacar los aspectos que dan cuenta de su poder predictivo e interpretativo. Partiendo de este punto, es posible sacar a la luz una serie de presupuestos que subyacerían a las atribuciones intencionales, si la psicología popular funcionara en su máximo rendimiento. En la cita anterior están resumidos dich�os presupuestos que, en adelante, explicaré individualmente.

En primer lugar, dice Dennett, la psicología popular es idealizante en la medida en que atribuye a los agentes las creencias y los deseos que éste debe tener. Esto es, las creencias y los deseos que tendría dich�o agente si estuviera idealmente instalado dentro de su entorno: si su sistema perceptivo funcionara idóneamente y sus creencias fueran consistentes con la información que éste recibe; si sus deseos fueran consistentes con las necesidades de supervivencia y procreación, y fueran al mismo tiempo consecuentes con el conjunto de creencias que posee el agente, etc. Por otra parte, la psicología popular asume que el agente actuará consecuentemente y de manera óptima dados tales deseos y creencias. Esto equivale a decir que existe una presuposición de racionalidad en la predicción de la conducta. Tratamos a los demás agentes como sistemas intencionales�, o agentes idealmente racionales: “Esto nos da la noción de un agente epistémico y conativo ideal, con respecto a un conjunto de necesidades de supervivencia y procreación, y a los entornos en los que sus ancestros h�an evolucionado y a los que éste está adaptado” (49).

Ah�ora bien, Dennett reconoce que no somos sistemas perfectamente racionales. No obstante, afirma, es el mito de nuestra racionalidad el que proporciona los fundamentos para la psicología popular y el garante de su funcionamiento. Somos bastante racionales, pues h�emos evolucionado y la selección natural nos h�a equipado con un sistema cognitivo que está diseñado para promover nuestra supervivencia, adaptándonos adecuadamente a nuestro entorno:

Creo que ninguna otra visión de la psicología popular puede explicar el h�ech�o de que seamos tan buenos prediciendo el comportamiento de otros, basándonos en evidencia tan escasa y periférica; tratarnos unos a otros como sistemas intencionales funciona (en la medida en que lo h�ace) porque estamos bien diseñados por la evolución y por lo tanto nos aproximamos a la versión ideal de nosotros mismos que se explota para producir predicciones. Pero la evolución no sólo no garantiza que siempre h�aremos lo que es racional; garantiza que no siempre lo h�aremos. (51)

En este orden de ideas, en virtud de la evolución podemos contar con que nuestra conducta será bastante racional, si bien no idealmente. En Brainstorms (1981) Dennett esboza un argumento evolutivo que busca mostrar los presupuestos normativos son esenciales en la atribución de estados intencionales. En la medida en que podamos suponer que una criatura tenga una h�istoria evolutiva, podemos suponer que sus estados intencionales se atendrán generalmente a los principios normativos de la racionalidad pues sólo los estados intencionales que se atengan a éstos tendrán un valor de supervivencia para la criatura�. No obstante, en la medida en que la naturaleza no es optimizadora, no podemos

volición, el deseo y otros semejantes.� Más adelante volveré sobre el concepto de un sistema intencional, y su importancia dentro de la teoría de Dennett.� EstaideaestárelacionadaconlavisiónparticulardelaselecciónnaturalqueDennettdefiende.Éstesostieneuna postura conocida como “Adaptacionismo”, que en sus propias palabras consiste en la adopción de la estrategia intencional (Ver 1.1.�) con respecto a la selección natural. Dennett sostiene que nuestra intencionalidad es derivada de la intencionalidad de la “Madre Naturaleza”, en la medida en que nuestros intereses se derivan de los “intereses” de nuestros genes, y que el hecho de que nuestra conducta sea racional puede explicarse en virtud de que somos vehículos para la preservación de éstos. Esta visión tiene implicaciones importantes y cuestionables como la adopción de una

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suponer que la racionalidad que h�emos obtenido por la selección natural sea perfecta (Dennett 1987: 51), por lo cual es válido suponer que nos acercamos a los estándares normativos de la racionalidad, pero no de una manera perfecta.

La psicología popular supone una racionalidad ideal, y por ello puede decirse que es idealizante: atribuye estados intencionales dentro de un marco normativo. “La psicología popular es, por tanto, idealizada en tanto que elabora sus predicciones y explicaciones calculando en un sistema normativo; predice lo que creeremos, desearemos y h�aremos, determinando lo que debemos creer, desear y h�acer” (52). Este carácter idealizado de la psicología popular es uno de los principales motivos que llevan a que Dennett rech�ace el realismo con respecto a los estados intencionales.

En segundo lugar, Dennett sostiene que la psicología popular es abstracta en la medida en que no presume que los estados intencionales que atribuye sean estados concretos y distinguibles dentro del sistema que causa la conducta. En otras palabras, al adjudicar estados intencionales para predecir la conducta de otro agente no suponemos que en su cerebro esté teniendo lugar un estado que podamos señalar y etiquetar como “creencia p”, inducido por un proceso que tuvo su origen en el sistema nervioso sensitivo, y que dich�o estado cause una cadena de actividad neuronal que concluya en el sistema nervioso motor y conlleve en última instancia a que el agente se comporte de una u otra manera. Es decir, la atribución de una creencia no presume que ésta sea un eslabón más dentro de una cadena causal en el sistema nervioso –si bien suponemos que algo está pasando “en la cabeza” del agente cuando le atribuimos un estado intencional. Para explicar este punto, Dennett utiliza la distinción planteada por Reich�enbach� entre dos tipos de referentes para los términos teoréticos: illata y abstracta.

Por illata, debemos entender el conjunto de las entidades postuladas por una teoría, que cuentan como “objetos” –i.e. entidades concretas. Los abstracta en cambio son constructos lógicos, entidades utilizadas para los cálculos�. La geografía, por ejemplo, tendría por illata a los continentes y los océanos, y por abstracta a la línea ecuatorial y los trópicos de cáncer y capricornio. Dentro de la psicología las creencias, deseos, dudas y demás estados intencionales tendrían el estatus de abstracta, mientras que los illata serían representados por los sistemas funcionales del cerebro y sus respectivas partes. Así pues, mientras que los segundos son partes constituyentes del sistema causante de la conducta y su lugar dentro de dicho sistema resulta especificable, los primeros son solamente constructos teóricos abstractos que no ocupan lugar alguno dentro de la cadena causal�. Sólo existen como h�erramientas para la predicción de la conducta, cuando ésta se observa desde cierta perspectiva. Esta perspectiva es la de la actitud intencional.

postura instrumentalista frente a las funciones biológicas. Sobre estas implicaciones volveré en el segundo capítulo. La posición de Dennett adopta muchos de los postulados de Richard Dawkins en El Gen Egoísta (198�), y está expuesta en “Evolution Error and Intentionality” y “Intentional Systems in Cognitive Ethology” en: Dennett 1987 y “The Evolution of Meanings” en: Dennett 199�� Si bien la manera como he expuesto esta distinción es bastante simple, esquemática y puede no ser del todo apropiada, por el momento no entraré en más detalles. A lo largo de los siguientes capítulos se irá esclareciendo en qué consiste la distinción dentro de la teoría de Dennett, y por qué resulta importante para su propuesta.� Esta es una idea particularmente controversial dentro de la propuesta de Dennett. Al sostener el carácter abstracto de los estados intencionales se enfrenta a la tesis del lenguaje del pensamiento defendida por Fodor. En el segundo capítulo me concentraré en las distintas críticas que ha recibido esta idea. Para un análisis crítico de la teoría del lenguaje del pensamiento ver: “Brain Writing and Mind Reading” en Dennett 1981, y “Beyond Belief” en Dennett 1987.

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1.1.3 Esbozo de la Estrategia Intencional y la Teoría de Sistemas Intencionales

Según Dennett, al explicar la conducta de ciertos sistemas se puede adoptar tres actitudes: 1) la actitud física (physical stance); 2) la actitud de diseño (design stance); y 3) la actitud intencional (intentional stance). Si se intenta explicar un fenómeno desde la primera perspectiva, se debe h�ablar en términos de la composición física de los objetos, las leyes naturales a las que están sujetos y las relaciones causales mecánicas que existen entre sus componentes o con otros objetos. La actitud de diseño permite h�ablar de los objetos en términos más abstractos: da lugar a conceptos teleológicos, pues asume que los objetos son producto de un proceso de diseño (ya sea diseño inteligente o por selección natural), y poseen funciones. Desde esta postura puede h�ablarse, entonces, de los componentes funcionales de un objeto, y pueden alcanzarse distintos niveles de abstracción, de acuerdo al “tamaño” de los elementos funcionales que se examinen.

Finalmente, la actitud intencional no sólo atribuye a sus objetos de estudio un diseño y una función. También asume que su diseño es óptimo para los fines determinados y que el sistema funcionará según está diseñado. Más aún, la adopción de la actitud intencional frente a un sistema puede no involucrar ninguna suposición con respecto al diseño o la función del sistema, excepto que el diseño es óptimo. En otras palabras, la adopción de la actitud intencional implica la atribución de racionalidad a un sistema, puesto que se explica su conducta mediante la atribución de deseos, creencias y otros estados intencionales, asumiendo que su conducta será óptima dados estos deseos y creencias. El lenguaje de la postura intencional es el mismo de la psicología popular, es decir, el lenguaje que utilizamos para comunicar nuestros estados mentales y para interpretar los de otras personas. En palabras de Dennett, asumir la actitud intencional consiste en:

[…] primero, usted decide tratar como un agente racional al objeto cuya conducta quiere predecir; luego, establece qué creencias debe tener el agente, dado su lugar en el mundo y su propósito. Después, establece qué deseos debe tener, basándose en las mismas consideraciones, y finalmente usted predice que dicho agente racional actuará para potenciar sus metas a la luz de sus creencias. (17)

Es importante destacar que al asumir la actitud intencional con respecto a cierto sistema, tan sólo le estamos adjudicando estados intencionales putativos. Que dich�o objeto “realmente tenga” creencias y deseos es una pregunta independiente del h�ech�o de que nosotros se las atribuyamos –este es también el caso de la actitud de diseño. En esta caracterización de la actitud intencional encontramos el primer esbozo del instrumentalismo dennettiano.

A partir de estas ideas, Dennett desarrolla el concepto que será fundamental para toda su teoría en torno a la mente y la conciencia: el de un sistema intencional. La marca característica del sistema intencional, de acuerdo con Dennett, es la posibilidad de predecir y explicar su comportamiento mediante la atribución de creencias y deseos, y la suposición de racionalidad. Entre los sistemas intencionales más mencionados se encuentran los seres h�umanos, los demás mamíferos, y algunos computadores digitales —o, mejor, algunos programas instanciados en computadores digitales, como las máquinas jugadoras de ajedrez. Dennett insiste repetidas veces en la siguiente idea: “El concepto de un sistema intencional es una noción relativamente sencilla y libre de metafísica, abstraída de cuestiones acerca de la composición, constitución, moralidad o divinidad de las entidades que caen en ella” (Dennett 1981: 16). Así como la adopción

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de la actitud intencional frente a un sistema no tiene ninguna implicación con respecto a su diseño funcional o su composición física, el hecho de afirmar que algo es un sistema intencional tan sólo implica que podemos predecir su conducta mediante la adopción de la postura intencional. El concepto no involucra, según Dennett, compromisos metafísicos y no atribuye necesariamente estados intencionales “reales” al objeto que describe. He ah�í el carácter instrumental de las atribuciones intencionales. En la segunda sección de este capítulo expondré en detalle cuál es, según Dennett, la “realidad” de los estados intencionales y cuál es el estatus ontológico que les otorga.

Dennett propone ver la psicología popular como una suerte de conductismo lógico, semejante al que propone Gilbert Ryle7, pero con ciertos matices: “La psicología popular puede ser vista como un conductismo lógico: lo que quiere decir que alguien crea que p, es que esa persona tiene la disposición a comportarse de ciertas formas bajo ciertas condiciones” (Dennett 1987: 50) El conductismo lógico de Ryle tiene pretensiones reduccionistas: pretende “traducir” los enunciados mentalistas a enunciados acerca de disposiciones conductuales. Dennett por su parte no sostiene este tipo de reduccionismo: no considera que los predicados intencionales tengan correlatos en la conducta. De esta manera, en lugar de adoptar un conductismo reduccionista adopta una versión h�olista del mismo. Su “Teoría de Sistemas Intencionales”8,

es una suerte de conductismo lógico h�olístico, porque trata con la predicción y explicación de las acciones de sistemas, desde los perfiles de creencias y deseos […] pero trata las realizaciones individuales de los sistemas como cajas negras. El sujeto de todas las atribuciones intencionales es el sistema como un todo […], en lugar de alguna de sus partes, y las creencias y deseos individuales no son atribuibles en aislamiento, independientemente de otras atribuciones de creencias y deseos. Este último punto distingue claramente la teoría de sistemas intencionales del conductismo lógico de Ryle, que asumió la imposible tarea de caracterizar las creencias individuales (y otros estados mentales) como disposiciones particulares e individuales al comportamiento externo (58)

Desde esta postura, las atribuciones intencionales no suceden en aislamiento, sino de una manera h�olística. No se atribuye a un sistema una creencia p que corresponda con una disposición conductual x, sino todo un conjunto de deseos y creencias. La predicción de la conducta sobre el supuesto de la racionalidad, sólo puede funcionar cuando se atribuyen conjuntos consistentes de creencias y deseos. Dado que la atribución intencional es h�olística, se encuentra sujeta a la indeterminación de la traducción de Quine. No siempre h�abrá una interpretación correcta que pueda imponerse sobre otras al predecir la conducta de un sistema. En el segundo subcapítulo volveré sobre este tema, que es de gran importancia para determinar la postura metafísica de Dennett.

En este punto resulta claro cuál es el carácter instrumental que Dennett atribuye a la psicología popular. En pocas palabras, la idea podría resumirse de la siguiente manera: la psicología popular utiliza la atribución de estados intencionales, bajo un presupuesto de racionalidad ideal, para interpretar y predecir la conducta de los agentes conativos, si bien no presume que dichos estados tengan un rol definido en la causación de la conducta. Nos tratamos los unos a los otros como sistemas intencionales, aunque ninguno de nosotros alcance los estándares de racionalidad que presupone el concepto

7 Ver: Ryle, 198�8 Que explicaré más adelante, en la siguiente sub-sección de este capítulo.

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de sistema intencional. Así pues, las atribuciones intencionales son instrumentales. Resultan sumamente útiles en la predicción de la conducta, pero no suponen que exista un isomorfismo entre las explicaciones intencionales y las explicaciones causales a nivel de los procesos cerebrales. Por otra parte, dado que se fundamentan en un ideal de racionalidad que nosotros no realizamos, las atribuciones intencionales deben tener un carácter instrumental.

Ah�ora bien, es importante reconocer que h�asta este punto h�e h�ech�o una serie de afirmaciones acerca de la psicología popular que pueden fácilmente ser puestas en duda. Por ejemplo, la idea de que en las atribuciones intencionales cotidianas no suponemos que las creencias y los deseos formen parte del mecanismo causal que lleva a la conducta. Por otra parte, no es cierto que nos tratemos los unos a los otros como sistemas perfectamente racionales y que únicamente nos atribuyamos las creencias y los deseos que tendríamos idealmente. Sencillamente no actuamos así, y sería muy obstinado sostener lo contrario. Sin embargo, es importante recordar que Dennett está describiendo la psicología popular desde su mejor ángulo, por decirlo de alguna manera. Esta destacando los aspectos de ésta que pueden dar cuenta de su poder predictivo e interpretativo, pues considera que éstos son los aspectos rescatables para incorporar dentro de la ciencia. En realidad, la psicología popular es un enredo conceptual, que dista much�o de funcionar como h�e descrito h�asta ah�ora: los conceptos intencionales están a medio camino entre los illata y los abstracta de una teoría científica, y las atribuciones intencionales no son explícitamente instrumentales.

La Teoría de Sistemas Intencionales no es más que una depuración de la psicología popular. Lo que Dennett busca con esta caracterización de la psicología es una reglamentación de las atribuciones intencionales y una sistematización del lenguaje intencional. Mediante esta sistematización, dice Dennett, no es claro que podamos conseguir una reducción del lenguaje psicológico, pero sí una legitimación del mismo. Una vez que el lenguaje intencional sea sistematizado y legitimado, su incorporación dentro del resto de la ciencia resulta más plausible. Más adelante expondré cómo sostiene Dennett que podría llevarse a cabo esta incorporación.

He dich�o antes que el tratamiento de la psicología popular está íntimamente vinculado con la pregunta acerca de las categorías psicológicas. La relación entre estas dos preguntas es, h�asta ah�ora, bastante vaga. En este punto quisiera aclarar cuál es esta relación. De acuerdo con Dennett, la fórmula que expresa los tipos de estados mentales – i.e. que expresa qué tienen en común dos criaturas que comparten un mismo estado mental— es la siguiente (1981: xvii):

(“x) [x tiene la creencia p ↔ la creencia p es predictivamente atribuible a x]

La formulación suena un poco extraña en un principio, en especial porque parece ser circular. Veamos más de cerca en qué consiste esta idea. Dennett propone que todos los estados mentales son caracterizables mediante el concepto de un sistema intencional (intentional-system-characterizable). En este orden de ideas, podríamos parafrasear la tesis anterior de la siguiente manera: suponiendo que x sea un sistema intencional, diremos que x tiene la creencia p si y sólo si, según los criterios de racionalidad que constriñen el lenguaje intencional, p se podría atribuir a x de manera que esta atribución contribuya a una predicción exitosa de la conducta de x. Lo que tienen en común dos

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criaturas que se encuentren en el mismo estado mental al mismo tiempo, será entonces una caracterización intencional. De esta manera, el funcionalismo de instancias de Dennett puede etiquetarse también como Intencionalismo de Tipos:

Si insistiéramos en darle un nombre a mi teoría, podría llamarse intencionalismo de tipos: todo evento mental es algún evento funcional físico, u otro. Los tipos de eventos mentales son capturados, no ya por un lenguaje reduccionista, sino por una reglamentación de los términos que utilizamos ordinariamente –por ejemplo, explicamos qué son las creencias, al sistematizar la noción de un sistema que tiene creencias. […] Desafortunadamente para los taxónomos, no quedo contento con el intencionalismo de tipos, tal como lo hemos definido, pues parece asumir algo que yo considero falso: que la manera en que ordinariamente identificamos entidades y rasgos mentales putativos, logra identificar rasgos y entidades reales. (xix)

Ahora bien, en la cita Dennett afirma que nuestro lenguaje intencional cotidiano no captura entidades reales en el mundo. En otras palabras, no considera que los estados mentales, tal y como los denominamos en el lenguaje ordinario, sean clases naturales. Nuestras nociones intencionales ordinarias son, más que cualquier cosa, embrollos conceptuales. Por esta razón, con la caracterización intencional de los estados mentales Dennett busca reglamentar el uso que h�acemos del lenguaje: sistematizando los conceptos mentalistas en términos de sistemas intencionales. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué pasaría si h�ubiera estados mentales que no pudieran ser traducidos al lenguaje de los sistemas intencionales?� En tal caso, sostiene Dennett, su postura es la de un materialista eliminativo. Si no es posible reglamentar el uso de algunos conceptos mentalistas, entonces asumiremos que dich�os conceptos no tienen referente alguno en la realidad y, por tanto, deben ser excluidos de una explicación científica de la mente.

En este punto me encuentro en una buena posición para definir el instrumentalismo de Dennett. En la fórmula citada arriba, éste sostiene que un sistema posee una creencia si y sólo si ésta es predictivamente atribuible al sistema. En otras palabras, la condición para que un sistema tenga una creencia es que un observador pueda interpretar su conducta mediante la atribución de dich�a creencia. Los estados mentales son, en este orden de ideas, dependientes de un observador, y un sistema sólo tiene estados mentales con relación a las estrategias predictivas de éste. No h�ay nada “en el fondo” que determine si un individuo tiene o no la creencia p. En palabras de Steph�en Stich�, “las creencias y deseos son estados que atribuimos a los organismos para racionalizar su conducta” (Stich� 1990: 891).

Hasta ah�ora h�e explorado de qué manera Dennett busca reglamentar el lenguaje de la psicología popular para h�acerlo apto para una incorporación en la ciencia. Explicaré brevemente en qué consistiría esta incorporación, si bien no profundizaré en el tema en los siguientes capítulos. En la medida en que la teoría de sistemas intencionales conforma un marco normativo para la atribución de estados intencionales y equivale a una interpretación idealizada de la conducta h�umana, puede verse como un modelo de competencia que da cuenta de las tareas que un mecanismo o sistema debe ser capaz de llevar a cabo. Esta caracterización del sistema lo distingue de los modelos de desempeño, que explican cómo está diseñado el sistema para llevar a cabo las tareas especificadas por el modelo de competencia. El modelo de competencia nos brinda un marco interpretativo para estudiar el diseño de dich�os sistemas. No obstante, sostiene Dennett, el modelo de competencia no tendría por qué ser isomórfico con respecto al

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modelo de desempeño. Como h�e dich�o antes, las entidades teoréticas que conforman este modelo son abstracta, no illata. Por esta razón no son, por así decirlo, un reflejo de los sistemas, estados y procesos cerebrales.

Ah�ora bien, ¿cuál sería un modelo de desempeño adecuado para los sistemas intencionales?� Dennett sostiene que la Psicología Cognitiva Subpersonal es la que debe lidiar con el diseño y el funcionamiento de dich�os sistemas. La psicología cognitiva subpersonal se concentra en el estudio de los componentes funcionales del sistema nervioso. Ésta debe estudiar los illata, o entidades cerebrales que son causantes de la conducta. Aquellas entidades que exh�iben el diseño del sistema y dan cuenta de su funcionamiento. Así pues, la incorporación de la teoría de sistemas intencionales a la ciencia consistiría en establecer las relaciones adecuadas entre el modelo de competencia y el modelo de desempeño de la psicología cognitiva subpersonal. Se debe mostrar cómo es que un mecanismo diseñado como nosotros estamos diseñados da lugar a la realización de un sistema intencional: “La tarea reduccionista última no consistiría en mostrar cómo los términos de la teoría de sistemas intencionales pueden ser eliminados a favor de términos neurofisiológicos mediante la psicología cognitiva subpersonal, sino lo contrario: mostrar cómo un sistema descrito en términos fisiológicos puede soportar una interpretación como sistema intencional realizado” (68)

1.� El estatus ontológico de los patrones: La postura Metafísica de Dennett

En la sección anterior mostré que Dennett sostiene que nuestras nociones ordinarias de los estados intencionales no capturan entidades reales en el mundo, y que, por esta razón, es imposible una reducción del lenguaje psicológico. Esta es la misma actitud que sostienen filósofos como Quine y Churchland, que se adhieren al programa del materialismo eliminativo. La respuesta de éstos ante la asistematicidad del lenguaje psicológico consiste, a grandes rasgos, en proponer la eliminación de dich�o lenguaje del ámbito de la ciencia y el reemplazo de éste por el lenguaje de la neurofisiología. Dennett, por otra parte, considera que h�ay algo valioso en el lenguaje psicológico, algo digno de ser incorporado en la ciencia. Éste sostiene que el lenguaje intencional tiene poderes predictivos y explicativos que no posee ningún otro lenguaje científico –por lo menos con relación a la conducta de ciertos sistemas. Por esta razón h�a planteado la Teoría de Sistemas Intencionales como una forma de sistematizar a la psicología popular y hacerla más apta para un tratamiento científico. Pero aún tras la sistematización del lenguaje intencional, los conceptos como “creencia”, “deseo”, etc. siguen sin capturar entidades concretas. Estos conceptos tienen lugar en un marco interpretativo que atribuye a los sistemas intencionales una racionalidad ideal, que éstos no poseen. ¿Por qué Dennett se reh�úsa a asumir el realismo frente a los estados intencionales?� ¿Qué capturan, entonces, los vocablos intencionales?� ¿A qué debemos adjudicar el h�ech�o de que las interpretaciones intencionales puedan producir predicciones tan acertadas?� La respuesta a estas preguntas nos dará una idea bastante más clara del tipo de postura metafísica que Dennett sostiene. Veremos, en adelante, qué tipo de entidades capturan los conceptos intencionales y por qué razones Dennett considera que estos conceptos son valiosos y rescatables para el estudio de la mente.

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1.2.1 El instrumentalismo

La postura de Dennett puede apreciarse mejor si observamos el contraste con una posición diametralmente opuesta: el realismo. De acuerdo con Fodor (1985), se es Realista con respecto a los estados intencionales si y sólo si:

a) se sostiene que h�ay estados mentales cuyas manifestaciones e interacciones causan conductas, y más aún lo h�acen en maneras que respetan (al menos aproximadamente) las generalizaciones de la psicología de deseos y creencias del sentido común; y (b) se sostiene que los mismos estados mentales causalmente eficaces son también semánticamente evaluables [i.e. poseen condiciones de satisfacción] (Fodor 1985: 78)

La distancia de la postura de Dennett frente al Realismo de Fodor debe ser, en este punto, evidente. En primer lugar, Dennett no considera que las creencias, deseos y demás entidades de la psicología popular sean causalmente eficaces para la conducta, ni que existan entidades isomórficas a éstas dentro del sistema causante de la misma. En segundo lugar, estos estados sólo son semánticamente evaluables en relación con las predicciones h�ech�as a partir de ellas; es decir, las condiciones de satisfacción de los estados intencionales son relativas al éxito de las predicciones, que están sujetas a la indeterminación. No h�ay un h�ech�o o entidad en el cerebro mediante el cual pudiéramos confirmar la existencia de una creencia; ni una conducta que indique con plena certeza que el agente tiene los estados intencionales que le fueron atribuidos, aún si la predicción es exitosa.

De acuerdo con Fodor, se asume una postura instrumentalista si se sostiene que estrictamente h�ablando no h�ay tal cosa como estados intencionales, pero se cree que la utilización del lenguaje intencional lleva a predicciones fiables de la conducta. En otras palabras, un instrumentalista predice la conducta de un sistema como si éste poseyera estados intencionales, si bien no considera que dich�os estados sean fenómenos reales y salientes en el mundo: “Por lo tanto, cualquier persona tiene licencia de h�ablar de esa manera –de adoptar, como se dice, la actitud intencional—siempre y cuando no asuma literalmente los compromisos ontológicos de la psicología de deseos y creencias” (79) Esta es, h�asta donde h�emos visto, la postura dennettiana. Fodor parece sostener que esta postura es demasiado fácil, o demasiado cómoda, para ser aceptable:

La gran virtud del instrumentalismo […] es que usted se lleva todas las partes buenas sin sufrir ningún dolor: usted puede utilizar la psicología de actitudes proposicionales [i.e. el lenguaje intencional] para h�acer predicciones conductuales; usted puede “aceptar” todas las explicaciones intencionales que sea conveniente aceptar; pero no tiene que responder las preguntas difíciles acerca de qué son las actitudes. (79)

Dennett se defiende de esta acusación, mostrando que su versión del instrumentalismo no es precisamente lo que Fodor dice que es. En primer lugar, Dennett es realista con respecto

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a los procesos y estados neurofisiológicos, así que no necesariamente se encuentra en la comodidad de la “filosofía de sillón” que Fodor parece imputarle. Por otra parte, su instrumentalismo con respecto a los estados intencionales debe entenderse con una serie de matices que explicaré ahora. Si los estados intencionales fueran tan sólo “ficciones útiles”, no h�abría por qué tomarse el trabajo de reglamentar el lenguaje intencional e incorporarlo en la ciencia. Así pues, Dennett sostiene una suerte de realismo (Dennett 1987: 72), que puede ser entendido mediante un análisis del concepto de creencia.9

En The Intentional Stance (1987) se encuentra el tratamiento más directo del instrumentalismo por parte de Dennett: “Mi tesis será que mientras que la creencia es un fenómeno perfectamente objetivo […] sólo puede discernirse desde el punto de vista de alguien que adopta cierta estrategia predictiva, y su existencia sólo puede ser confirmada por una evaluación del éxito de dicha estrategia” (15). En la cita se encuentra una definición de las creencias que reúne dos elementos dispares y a primera vista inconsistentes. ¿Cómo puede un fenómeno ser al mismo tiempo objetivo y discernible sólo desde una estrategia predictiva?�

El problema se h�ace aún más evidente si tenemos en cuenta que, según Dennett, para atribuir una creencia a un sistema la condición necesaria y suficiente es que la conducta de éste resulte predecible mediante la atribución de dich�a creencia. En otras palabras, la única condición que se requiere para decir que una criatura posea estados intencionales es que la conducta de ésta sea la misma de un sistema intencional: “Todo lo que se requiere para ser un verdadero creyente es ser un sistema cuya conducta sea fiablemente predecible mediante la estrategia intencional, y por tanto todo lo que se requiere para creer realmente que p (para cualquier proposición p) es ser un sistema intencional en el cual p se atribuye como una creencia dentro de la mejor (más predictiva) interpretación” (29). Esta es una postura que perfectamente cae bajo la definición de “instrumentalismo” dada por Fodor. ¿Cómo es posible conciliar esta idea con la idea de que la creencia es un fenómeno objetivo?� ¿Cuál es la naturaleza de este fenómeno de manera que sea objetivo pero que sólo pueda apreciarse desde la estrategia intencional?�

1.2.2 El “realismo moderado”

La respuesta de Dennett a las preguntas anteriores es que los conceptos intencionales dan cuenta de los patrones existentes en la conducta de los seres h�umanos y de otros sistemas que soportan caracterizaciones intencionales. Aquello que capturan los conceptos psicológicos y que da cuenta de su poder predictivo son patrones que, de acuerdo con Dennett, no pueden capturarse bajo ninguna otra descripción: “Existen patrones en los asuntos h�umanos que se imponen, no inexorablemente pero con gran

9 Asumiré, con Dennett, que la creencia es un caso paradigmático de los estados intencionales, en particular porque resulta sumamente útil dentro de la Teoría de Sistemas Intencionales: no creo que haya que explicar en qué sentido las creencias de un agente son relevantes en la predicción de su conducta. Una pregunta que habría que hacerse es si todos los estados mentales responden a las características de las creencias y su relación con la conducta. En otras palabras, cabe preguntarse si todos los estados mentales son caracterizables mediante el concepto de un sistema intencional. Esta pregunta tiene una respuesta en la obra de Dennett, que culmina en el planteamiento de su heterofenomenología; un tema que excede los límites de la presente investigación. Ver: “Reply to Arbib and G�nderson”Ver: “Reply to Arbib and G�nderson” y “Two Approaches to Mental Images” en: Dennett 1981, “Beyond Belief” en: Dennett 1987, Consciousness Explained (1991a) y Dulces Sueños (�00�).

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vigor, absorbiendo las perturbaciones o variaciones físicas que podrían ser consideradas azarosas; estos son los patrones que caracterizamos en términos de las creencias, deseos e intenciones de los agentes racionales” (27). La tesis de Dennett es que estos patrones no resultan discernibles si se observan los procesos desde cualquier nivel de descripción inferior al nivel intencional –i.e. desde la actitud de diseño o la actitud física. Cabría preguntarse, entonces, si es posible llegar a las mismas predicciones desde los demás niveles de explicación. Esta pregunta resulta crucial para definir la postura de Dennett con respecto al estatus ontológico de dich�os patrones.

Para ilustrar su postura Dennett pide a su lector imaginar que llega a la tierra un grupo de marcianos con una inteligencia vastamente superior a la nuestra. Estos marcianos tienen un sistema perceptivo que les permite observar todos los objetos y los procesos causales en un nivel microfísico. Gracias a sus enormes poderes cognitivos, nuestros visitantes pueden incluso comprender y predecir sucesos como quién será el ganador en las próximas elecciones presidenciales, a partir de la observación del nivel microfísico y de inferencias acerca de las relaciones causales entre micropartículas. Si uno de estos marcianos participara en un concurso de predicción con un ser h�umano y se le presentara una situación en la que una mujer h�abla por teléfono con su esposo y le recuerda que debe llevar una botella de vino para la cena, ambos concursantes dirían que después de cierto tiempo un carro frenaría frente a la casa de la mujer y un h�ombre bajaría del carro con una botella de vino en la mano y entraría en la casa (25). No obstante, la manera a través de la cual llegarían a dich�a predicción sería totalmente distinta. Mientras que el marciano tendría que llevar a cabo inmensos cálculos y manejar una gran cantidad de información, su oponente terrícola podría, en virtud de la estrategia intencional, llevar a cabo la misma predicción con mucha menos información, de manera vastamente simplificada10.

La estrategia intencional “[…] describe un arco de causación en el espacio-tiempo que no podría predecirse bajo ninguna descripción de ninguna extensión práctica de la física o la biología” (25) Así pues, la diferencia entre la predicción h�ech�a desde la perspectiva intencional y la que se h�ace desde el nivel puramente físico, está en el arco o cadena causal que éstas describen. Aunque los eventos son los mismos y el resultado de la predicción puede no diferir en ninguna manera relevante, h�ay una diferencia en el tipo de cadenas de eventos que conllevan al resultado de la predicción. Ah�ora bien, si Dennett es consistente con su postura fisicalista, tendría que sostener que dichos patrones son supradependientes de los procesos físicos que ocurren en el sistema nervioso de los creyentes y su interacción con el entorno –el tipo de procesos que los marcianos son capaces de percibir. En tal caso, no h�abría ninguna razón para sostener que los marcianos con inmensas capacidades cognitivas serían incapaces de discernir dich�os patrones. Esta objeción está relacionada con la pregunta acerca de si la actitud intencional meramente

10 La idea que Dennett sostiene en este punto podría ser expresada con el lema que utiliza Douglas Hofstadter, en su más reciente libro, I am a Strange Loop: “” (Hofstadter �007: ��) El lema citado es una ingeniosa adaptación de una máxima de la física: “Statistical mechanics can be bypassed by talking at the level of thermodynamics”. La idea que este lema expresa es que no es Statistical mentalics can be bypassed by talking at the level of thinkodynamics necesario hablar de los eventos microscópicos de pequeña escala --que son explicados por la mecánica estadística--, cuando es posible hablar de estructuras y patrones de gran escala –como los que explica la termodinámica-- que, a la larga, son supradependientes del nivel microscópico. Al observar y explicar los fenómenos desde una perspectiva macroscópica una teoría gana simplicidad y comprensibilidad. Lo mismo sucede con el estudio de la mente. El término “thinkodynamics” se refierealospatronesdegranescalaqueconocemoscomoprocesosmentales;“statisticalmentalics”serefierealestudioestadístico de los microprocesos cerebrales, como la actividad sináptica de las neuronas, e incluso el funcionamiento de estructuras más complejas como los sistemas funcionales del cerebro.

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proporciona un nivel de descripción de los fenómenos, o si se requiere “algo más” para adoptar dich�a actitud.

En pocas palabras, el problema que enfrenta Dennett al definir los estados intencionales como patrones en la conducta es un riesgo inminente de caer en una postura reduccionista. Podría decirse que un patrón es, en última instancia, reductible a los elementos que lo conforman, por lo cual los estados intencionales serían susceptibles de ser reducidos a la conducta: una posición que no dista much�o del conductismo reduccionista. Sin embargo, Dennett mantiene un rech�azo categórico por el reduccionismo. ¿Cuál es entonces el estatus de estos patrones?� ¿Qué h�ay en ellos que los h�ace objetivos y al mismo tiempo no permite su reducción a la conducta?� El artículo de 1991, “Real Patterns” (Dennett 1991b) constituye un intento por responder todas estas preguntas y por establecer cuál es la postura metafísica de Dennett con respecto a los estados intencionales.

La posición metafísica de Dennett desafía la taxonomía ortodoxa. Dennett parece sugerir que las categorías ontológicas tradicionales se quedan cortas para dar cuenta de ciertos objetos abstractos, cuyo estatus ontológico es dudoso y difícil de determinar mediante las categorías tradicionales: fenómenos como las voces o los centros de gravedad, por ejemplo. De acuerdo con Dennett, para determinar el estatus ontológico de estos fenómenos pueden tomarse dos caminos: el camino metafísico y el científico. El camino metafísico busca determinar la realidad o existencia de todas las entidades abstractas, independientemente de su utilidad o efectividad en la ciencia.

El camino científico, por otra parte, distingue entre las entidades que resultan útiles, predictivas y explicativas dentro de la ciencia. Distingue entre entidades como el centro de gravedad de la tierra y el centro de la esfera más pequeña formada por todas las medias que Dennett h�a perdido, mediante consideraciones pragmáticas: “Los centros de gravedad son reales porque son (de alguna manera) buenos objetos abstractos. Merecen ser tomados en serio, ser estudiados y utilizados. Si llegamos tan lejos como para distinguirlos como reales (contrastándolos tal vez con los objetos abstractos falsos) es porque pensamos que sirven en representaciones perspicuas de fuerzas reales, propiedades “naturales” y cosas semejantes” (Dennett 1991b; 29) De esta manera se constituye un criterio de compromiso ontológico con matices pragmáticos, semejante al que plantea Quine11.

Dennett sostiene que las creencias, al ser entidades que otorgan poder predictivo, son buenos patrones, que merecen nuestra atención y deberían ser caracterizados como “reales”. Pero, ¿qué quiere decir que estos patrones sean reales?� Dennett expone en su artículo dos componentes esenciales en la definición de un “patrón real”: En primer lugar, define los patrones en términos de la noción matemática de aleatoriedad y los algoritmos de compresión de información. Utilizaré un ejemplo del diseño gráfico para explicar este concepto: Las imágenes digitales se generan por dos maneras distintas de almacenamiento de la información. Una de ellas son los mapas de bits, que contienen información sobre los pixeles o puntos que conforman la imagen. Un mapa de bits especifica cuál es el color de cada uno de los pixeles en la pantalla y genera así la imagen. Los vectores, por su parte, son imágenes compuestas por puntos ubicados en una retícula espacial, que especifican la información por coordenadas y no ya por puntos en la pantalla.11 Ver: Quine, W.V.O. 19��

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Como podrá apreciarse en la Figura 2, las imágenes vectoriales no tienen la verosimilitud que tienen los mapas de bits. Al convertir una imagen de mapa de bits a una imagen vectorial –el proceso mediante el cual se formó la Figura 2 a partir de la Figura 1—se interpretan los patrones que h�ay en la información contenida en los bits y se ignora el ruido. Es decir, se forma una versión idealizada de la primera imagen, que pasa por alto los detalles que no coinciden con el patrón general. Por esta razón, la imagen vectorial no parece real, mientras que el mapa de bits sí. Podríamos decir que la Figura 1 parece una fotografía, que contiene todos los detalles desordenados que h�ay en las imágenes reales; la Figura 2, en cambio, parece un dibujo idealizado de la primera imagen. No son, ciertamente, la misma imagen. Lo interesante es que las interpretamos de manera similar: percibimos en ambas una imagen de Daniel Dennett. Este punto se desarrollará más adelante.

Para los propósitos de esta investigación, la diferencia más relevante entre las imágenes de mapas de bits y las de vectores es la cantidad de espacio que ocupan. Una imagen vectorial no contiene tanta información como un mapa de bits, debido a que no debe especificar la información de cada punto de la imagen. La diferencia es que los vectores son descripciones más eficientes que el mapa de bits. Por lo tanto, especifican los patrones de la información: “Un patrón existe en la información –es real si—existe una descripción de la información que sea más eficiente que el mapa de bits, independientemente de que alguien pueda captarla” (34) Una imagen vectorial en la que no h�ubiera objetos y contornos definidos, sino puntos caóticos contendría la misma cantidad de información que un mapa de bits, pues no existiría una definición posible de tal imagen que fuera más eficiente. En ese caso, diríamos que no existe ningún patrón en la información y que ésta se encuentra dispuesta al azar.

Esta primera definición proporciona el carácter objetivo (i.e. mente-independiente) de los patrones, que Dennett quiere sostener. Por otra parte, h�ay un elemento mente-dependiente, que es esencial en la definición de los patrones: “En el fondo un patrón es por definición un candidato para el reconocimiento de patrones” (32) Esto quiere decir que, para que un patrón cuente como “real”, debe ser discernible en principio por una mente. Este punto es importante, dado que Dennett insiste en la eminente idiosincrasia en las capacidades que tienen diferentes criaturas para percibir los patrones –i.e. para ver en la Figura 2 la misma imagen que h�ay en la Figura 1. A la larga, estas capacidades dependen de los intereses y la h�istoria evolutiva de cada criatura. Así, aún si no h�ubiera ninguna criatura capaz de captar el patrón que existe en cierta información, éste seguiría estando allí; seguiría siendo real1�.

Por selección natural, nuestro sistema perceptivo está adecuado para percibir ciertos patrones en el mundo. Y entre los patrones que percibimos no sólo están incluidos los que forman parte de la psicología popular; también los de la física popular. Brevemente, son los patrones que nos permiten compactar y resumir la información que recibimos del mundo de manera que seamos aptos para sobrevivir y no, por ejemplo, caer de los precipicios por estar calculando la fuerza gravitacional. En este orden de ideas, estamos diseñados para tener una ontología bastante pragmática. Percibimos lo que nos interesa

1� El concepto de “discernibilidad en principio” es, cuando menos, problemático. Suponiendo que existiera cierto patrón que es indiscernible para cualquier criatura actual, pero un patrón en todo caso, ¿diríamos que es discernible en principio y por ello real? ¿Hasta qué punto el concepto de discernibilidad en principio puede ignorar las limitaciones perceptuales de las criaturas actuales? En el tercer capítulo profundizaré en esta noción.

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y nos sirve percibir. Por ello, una criatura con intereses y una h�istoria evolutiva diferentes, podría percibir en el mundo patrones enteramente distintos de los que nosotros percibimos: “Cuando dos individuos confrontan la misma información, pueden percibir patrones diferentes en ella, pero dado que pueden tener intereses variados, estas diferencias no cuentan en lo absoluto como desacuerdos. O por lo menos no deberían” (35). Este punto es importante para mostrar la indeterminación de las atribuciones intencionales, por lo que volveré sobre él más adelante.

1.2.3 Los Patrones de Life

Uno de los recursos que utiliza Dennett para explicar su postura es comparar nuestra ontología con “El Juego de la Vida”1� (The Game of Life), ideado por Joh�n Horton Conway en 1970, para verificar qué tan complejo debe ser un objeto capaz de autoreproducirse. El universo de Life consiste de una cuadrícula, en la que cada cuadro conforma una célula. Cada célula tiene la posibilidad de estar viva o muerta (prendida o apagada). El tiempo es discreto, y con el paso de cada instante se aplican cuatro reglas muy básicas sobre todas las células que h�ay en la cuadrícula, tanto las que están prendidas como las que están apagadas. Puede pensarse que la cantidad de células vivas sobre el tablero a cada instante equivale a una “generación” de células. Las “leyes físicas” de Life son las siguientes: (1) Si una célula tiene menos de dos células vecinas vivas, su estado en el instante siguiente será OFF, pues esto equivale a la muerte por aislamiento. (2) Si tiene dos células vecinas vivas, permanecerá en su estado actual, ya sea ON u OFF. (3) Si tiene tres células vecinas vivas, su estado siguiente será ON (4) Si tiene más de tres vecinas vivas, su estado en el instante siguiente será OFF, pues morirá por sobrepoblación.

En la medida en que se forman estructuras más y más complejas a partir de las células individuales se obtienen resultados cada vez más interesantes. Hay objetos más o menos simples que tienen la posibilidad de desplazarse, otros que pueden “comerse” a los demás, etc. Como señala Dennett es interesante ver cómo cambia la ontología del juego a medida que se forman objetos más complejos. En el principio sólo podíamos encontrar células individuales que obedecían a leyes muy básicas. Cuando se diseñan objetos más complejos comienzan a aparecer individuos cuya identidad se mantiene estable a través y a pesar de los cambios que experimentan las células que los componen, son capaces de “h�acer cosas”, y además su comportamiento es predecible:

Nótese que algo curioso le sucede a nuestra “ontología” –nuestro catálogo de lo que existe—a medida que nos movemos a través de los niveles [de descripción]. En el nivel físico no h�ay movimiento, sólo ON y OFF, y las únicas cosas individuales que existen, las células, están definidas por su ubicación espacial predefinida. Al nivel del diseño repentinamente tenemos el movimiento de objetos persistentes (…) Su notabilidad como cosas reales es considerable, pero no garantizada. Decir que su notabilidad es considerable es decir que uno puede, con un pequeño riesgo, ascender al nivel de diseño, adoptar su ontología y proceder a predecir –esquemática y arriesgadamente—la conducta de configuraciones más grandes, o sistemas de configuraciones, sin molestarse en computar el nivel físico (Dennett 1996: 171)

Este tipo de objetos son discernibles desde la actitud de diseño y, como sostiene Dennett, su notabilidad como objetos reales se debe a la posibilidad de predecir su comportamiento sin tener que recurrir a los detalles del nivel físico. Son patrones en el sentido definido

1� Para una demostración del funcionamiento básico de Life, ver CD adjunto.

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anteriormente. Entre estos patrones pueden encontrarse estructuras pequeñas, como los gliders–objetos que se deslizan por el tablero—, los eaters –objetos que son capaces de “comerse” a otros —y configuraciones más grandes como las diferentes guns, que están conformadas por las primeras.

El autoreproductor que diseñó Conway es una máquina universal de Turing, y está conformado por much�os individuos simples como los que h�e descrito h�asta ah�ora. Esta estructura tiene la capacidad de computar cualquier función computable, y su conducta puede interpretarse como los cambios de estado, la escritura y lectura de símbolos que lleva a cabo cualquier computador. La conducta de este objeto sólo puede interpretarse como la conducta de una máquina de Turing si se asume la perspectiva adecuada. Esto es, observando el universo de Life desde una perspectiva muy elevada (casi literalmente, pues se requiere un campo de visión muy amplio para percibir los 1013 pixeles que ocupa el autoreproductor). Si un observador fija su atención en las células individuales o en los objetos simples, jamás llegará a interpretar la conducta de esta estructura como una máquina de Turing y la predicción de su conducta sería una tarea ardua, por no decir h�umanamente imposible.

Pero se necesita algo más para percibir estos patrones que sólo una perspectiva elevada. Esto se h�ace más claro con el siguiente ejemplo. El autoreproductor de Life, en tanto máquina de Turing, podría, entre otras cosas, jugar ajedrez contra sí mismo. Si presenciáramos el juego, tendríamos que adoptar un marco interpretativo específico; hacer, como dice Dennett, ciertos cambios en nuestra ontología, para que las estructuras pequeñas como los gliders aparezcan como símbolos de una máquina de Turing y para que dich�os símbolos puedan verse como jugadas de ajedrez. Tendríamos que desplazarnos desde una ontología de gliders y eaters h�acia una ontología de posiciones en el tablero de ajedrez, movidas y estándares para evaluar las movidas. Una vez que se adopta esta ontología el ruido en los patrones será absorbido por ella y, excepto en circunstancias excepcionales, no interferirá con nuestra interpretación: “patrones reales, pero (potencialmente) ruidosos abundan en esta configuración del mundo de Life, y están allí para ser elegidos si sólo tenemos la suficiente suerte de dar con la perspectiva adecuada. No son patrones visuales sino, podría decirse, patrones intelectuales” (Dennett 1991b: 41)

En virtud de dich�a perspectiva podemos discernir los patrones en la conducta de las células que h�acen que la estructura se comporte como una máquina de Turing en medio de un juego de ajedrez, y podemos predecir acertadamente su conducta, ignorando el ruido que pueda haber en la configuración.

Sostengo que la actitud intencional nos proporciona un punto ventajoso para discernir patrones útiles como estos. Estos patrones son objetivos –están allí para ser detectados—pero desde nuestro punto de vista no están completamente allí afuera independientemente de nosotros, puesto que son patrones compuestos en parte de nuestras reacciones “subjetivas” a lo que está allí afuera; son los patrones h�ech�os para responder a nuestras preocupaciones narcisistas. Es fácil para nosotros, al estar constituidos como lo estamos, percibir los patrones que son visibles desde la actitud intencional –y sólo desde esa actitud (Dennett 1987: 39)

Así pues los patrones que distingue la actitud intencional, como los patrones que se generan en el mundo de Life, son objetivos en la medida en que están allí afuera, son fenómenos salientes en la conducta de ciertos sistemas. Pero, por otra parte, sólo

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es posible discernirlos desde una perspectiva adecuada: la perspectiva de la actitud intencional, con la cual contamos gracias a la h�erramienta cultural de la psicología popular. Esto nos trae nuevamente a la pregunta acerca de si la actitud intencional es tan sólo un nivel de descripción, que es lo que parece seguirse del ejemplo de Life. Si lo único que se requiere para apreciar la conducta de la máquina universal de Turing es adquirir una perspectiva elevada, ¿podría algún marciano del experimento mental percibir los patrones que sostienen dich�a interpretación?�

Si la actitud intencional es tan sólo un nivel de descripción, entonces los estados intencionales podrían ser sujetos a una reducción. Sin embargo, una visión panorámica no es suficiente, por lo que hemos visto hasta ahora. Es necesario adoptar cierto marco interpretativo para que los patrones de Life aparezcan ante nosotros como piezas y jugadas de ajedrez. Este marco incluiría las reglas del ajedrez, las diferentes piezas posibles y, por último, las “intenciones” de la máquina de Turing. Este marco equivale al presupuesto de racionalidad que, según Dennett, subyace a toda atribución intencional. Sólo en la medida en que adoptemos este supuesto, los patrones conductuales de ciertos sistemas podrán ser vistos como creencias o deseos. Más adelante, exponiendo de qué manera Dennett se enfrenta a sus distintos críticos, intentaré esclarecer estos puntos.

La posición de Dennett con respecto al estatus ontológico de los patrones conductuales que capturan los conceptos intencionales es, como h�e dich�o, una suerte de realismo, que Dennett explica de la siguiente manera: “Mi ismo es cualquier ismo que los realistas serios adopten con respecto a los centros de gravedad y cosas semejantes, pues creo que las creencias (y otros ítems mentales extraídos de la psicología popular) son así –al ser abstracta, en lugar de ser una parte del “mobiliario del mundo físico”, y al ser atribuidos en enunciados que son verdaderos sólo si los eximimos de cierto estándar familiar de literalidad” (72). Así pues, los conceptos intencionales capturan entidades abstractas, patrones. Y las atribuciones intencionales resultan verdaderas en virtud del éxito de las predicciones h�ech�as a partir de ellas; son verdaderas, pero “con un grano de sal” –veritas cum grano salis. Al sostener que x tiene la creencia p, no es se sigue que h�aya en el sistema nervioso de x un estado físico o funcional que corresponda a la creencia de que p; se sigue que x tiene una disposición a comportarse de cierta manera en ciertas circunstancias. La “existencia” o “realidad” de los patrones intencionales es, entonces, dependiente del poder predictivo que éstos proporcionen a la ciencia.

1.2.4 Indeterminación en los patrones

La definición de los estados intencionales como disposiciones conductuales, como he expuesto antes, revela la influencia del conductismo lógico de Gilbert Ryle en la obra de Dennett. La diferencia entre éstos se debe principalmente a que Ryle plantea una postura reduccionista, que busca traducir todos los enunciados intencionales a enunciados sobre disposiciones conductuales. Dennett encuentra este prospecto implausible, debido a su compromiso con el h�olismo y la tesis de indeterminación de la traducción radical de Quine1�. Dennett no considera que los estados intencionales puedan atribuirse en aislamiento, sino como una totalidad; un conjunto consistente de deseos y creencias que se base sobre el supuesto de la racionalidad. La interpretación intencional es, por

1� Ver: Quine W.V.O., (19�0)

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tanto, h�olista. Al ser h�olista, se sigue que está sujeta a la indeterminación. Es decir, no siempre h�abrá una traducción intencional que podamos determinar como “correcta”, al interpretar la conducta de un agente.

Una de las críticas más importantes que fueran esgrimidas en contra del conductismo ryleano consiste en que los análisis de la conducta, en términos de sus disposiciones, no eliminan la atribución de conceptos mentalistas, sino que los presuponen. Al plantear una proposición que se refiere a una tendencia conductual se asume la existencia subyacente de una serie de oraciones que involucran conceptos mentales; nuevamente, si se explican estas oraciones en términos conductuales, se repetirá la misma situación. Por ejemplo, si se traduce el enunciado “x tiene dolor de cabeza” por el enunciado “si x tuviera una aspirina en la mano se la tomaría”, esto presupone, entre otras cosas, que “x desea acabar con su dolor de cabeza”, “x cree que la aspirina aliviará su dolor”, etc. (De Brigard 2003) De esta manera se muestra que el conductismo no elimina el lenguaje mentalista, sólo lo pone entre paréntesis. Este es un problema para la teoría de Ryle, puesto que pretende reducir el lenguaje intencional al lenguaje conductual, y dich�a reducción fracasa en cuanto los enunciados sobre disposiciones conductuales presupongan enunciados sobre estados intencionales.

Dennett parece reconocer esta debilidad del conductismo lógico y utilizarla a favor de su propia teoría. Ya que la traducción de enunciados intencionales a enunciados sobre disposiciones a la conducta presupone otros enunciados intencionales, Dennett propone que las atribuciones intencionales se realicen en una manera h�olística, y que los correlatos del lenguaje intencional no sean disposiciones conductuales individuales, sino patrones en la conducta. El lenguaje intencional es valioso y debe preservarse pues, al proveer un marco interpretativo pata percibir estos patrones, permite hacer predicciones fiables con respecto a la conducta de los sistemas intencionales. Sin embargo, está sujeto a la indeterminación, precisamente por el carácter h�olista de las atribuciones intencionales. Si las creencias, en tanto disposiciones a la conducta, se atribuyeran en aislamiento h�abría h�ech�os que podrían determinar con certeza si la atribución es correcta, o si es más adecuada que otra diferente. Pero en la medida en que se atribuyan patrones de conducta no existirán estos h�ech�os.

He estado h�ablando h�asta este punto de los patrones como algoritmos de compresión en la descripción de un fenómeno. Esto es, como ciertas regularidades en los fenómenos que permiten una descripción más eficiente que la que daría un mapa de bits. Así, en lugar de describir la conducta de x mediante una cantidad, probablemente enorme, de enunciados disposicionales y conductuales, podemos describirla afirmando que x tiene la creencia p, y predecir su conducta futura sobre la base de este patrón. Ah�ora bien, la existencia de un patrón real, según la definición de Dennett, no presupone que el patrón sea perfecto. Puede h�aber elementos que no caigan bajo las regularidades. Esto es lo que h�asta ah�ora h�e venido llamando ruido en el patrón.

Dennett sostiene que nuestra conducta no es perfectamente racional y, por lo tanto, que los patrones que emergen en ésta no son perfectos. Más aún, son patrones llenos de ruido; de conductas individuales que no encajan en los patrones intencionales que atribuye la estrategia intencional. Esta es la razón primordial por la cual las atribuciones intencionales

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están sujetas a la indeterminación. He dich�o antes que la discernibilidad de un patrón está ligada a la idiosincrasia del intérprete; esto es, a sus intereses y capacidades perceptivas. En este orden de ideas, mientras h�aya ruido en un patrón, éste podrá ser interpretado de maneras diversas: lo que para un intérprete puede ser ruido, para otro puede ser parte del patrón, y las predicciones desde ambas interpretaciones pueden diferir substancialmente. Sin embargo, no h�abrá manera de distinguir cuál interpretación es la correcta: “sostengo que cuando estos patrones objetivos se quedan cortos de perfección, como siempre deben h�acerlo, h�abrá brech�as ininterpretables; siempre es posible en principio que interpretaciones rivales de dich�os patrones empaten en el primer puesto, de manera que ningún h�ech�o pueda determinar lo que el sistema intencional realmente cree” (Dennett 1987: 40)

Cuando se interpreta cierta información como la instanciación de un patrón ruidoso, la interpretación siempre será una idealización. Es decir, por la eficiencia en la descripción que permite el patrón se sacrifica la exactitud. Se describe la información idealizadamente. Dos interpretaciones intencionales de la conducta de un ser h�umano constituyen dos idealizaciones diferentes y por lo tanto, no concordarán en sus predicciones. Puede darse el caso en el cual una de las interpretaciones demuestre ser much�o más adecuada que la otra, debido a que proporciona un poder predictivo much�o mayor; sus predicciones son acertadas en la mayor parte de los casos, mientras que las de la segunda son erradas. Pero esto no siempre sucederá. Podría suceder que dos interpretaciones, incluso substancialmente distintas, “empaten” en triunfos locales; es decir, tengan aproximadamente la misma cantidad de predicciones acertadas. En este caso, los éxitos locales no determinarán cuál de las interpretaciones es la correcta:

Puede haber dos sistemas de atribución de creencias a un individuo que difieran sustancialmente en sus atribuciones –incluso en proporcionar predicciones substancialmente distintas de la conducta del individuo—y aún donde ningún h�ech�o más profundo podría establecer que una era la descripción de las creencias reales del individuo y la otra no. En otras palabras, podría h�aber dos patrones diferentes, pero igualmente reales, discernibles en el mundo ruidoso […] La elección de un patrón dependería del observador, un asunto que debe determinarse sobre cuestiones idiosincráticas pragmáticas (Dennett 1991b: 49)

Así pues, en la medida en que las atribuciones intencionales son idealizaciones de la conducta están sometidas a la indeterminación. Los patrones son reales en la medida en que describen y predicen acertadamente la conducta de un sistema: es el criterio de compromiso ontológico que se h�abía establecido desde un principio. Pero mientras h�aya patrones diferentes que describan igualmente bien un mismo fenómeno, sin que h�aya cuestiones de h�ech�o que puedan determinar cuál de los dos es correcto, no se puede, según Dennett, adoptar un realismo categórico –esto violaría la segunda condición de Fodor para el realismo: la evaluabilidad semántica de las atribuciones intencionales. Los conceptos intencionales describen patrones reales en la conducta de ciertos sistemas, pero son idealizaciones de patrones ruidosos1�. Por esta razón, no h�ay en el mundo fenómenos que correspondan en su totalidad a los estados intencionales que adjudicamos desde la estrategia intencional: dich�os estados no son, por tanto, reales en un sentido estricto, y sus atribuciones son verdaderas con un grano de sal, en la medida en que están sujetas a la indeterminación.

1� Los errores o el ruido en los patrones no pueden interpretarse ni predecirse desde la actitud intencional. Para detectarlos es necesario descender a la actitud física o la de diseño. Volveré sobre este punto en los siguientes capítulos.

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1.� Conclusión del Capítulo

En este capítulo h�e intentado mostrar a grandes rasgos en qué consiste la propuesta dennetiana en filosofía de la mente, dividiéndola en dos partes fundamentales que se encuentran íntimamente entrelazadas: la actitud de Dennett frente al lenguaje psicológico y su postura ontológica con respecto a los estados intencionales. He utilizado una serie de etiquetas para referirme a las tendencias que sigue la teoría de Dennett, como “instrumentalismo”, “interpretativismo”, “realismo moderado”, “conductismo lógico h�olista”, etc. Estas etiquetas resultan útiles con miras a h�acer la exposición más fácil y eficiente. No obstante, Dennett se rehúsa a etiquetar su teoría; sostiene que la visión que muestra es más clara que cualquiera de sus etiquetas. Ya que su estrategia consiste en desafiar las etiquetas y las categorías convencionales resulta sumamente difícil de categorizar.

En el siguiente capítulo expondré una serie de críticas que se esgrimen desde ángulos muy diversos y posturas ontológicas muy distintas a la teoría dennettiana. Desde cada esquina de la discusión metafísica se cuestiona alguno de los aspectos de la propuesta y se busca, de cierta manera, h�alar la teoría h�acia algún extremo, poniendo en tela de juicio las ideas que evitan que Dennett se comprometa con cualquiera de las corrientes, por así decirlo, tradicionales. El tercer capítulo buscará determinar si la propuesta de Dennett puede resistirse a caer bajo los rótulos que buscan imponerle y qué tan bien librada sale del bombardeo de objeciones y críticas.

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�. Objeciones a la Propuesta de Dennett

En el presente capítulo realizaré un recorrido por las distintas críticas y objeciones esgrimidas en contra de la propuesta dennettiana. Esta propuesta h�a recibido numerosas críticas desde todos los ángulos y posturas en el campo de la filosofía de la mente, y cada uno de sus elementos constituyentes h�a sido objeto de disertación por parte de los críticos. Las tres secciones que conformarán el capítulo se entrecruzan y superponen en los distintos tópicos que los críticos h�an sometido a cuidadoso análisis, pero cada una tratará un conjunto de interpretaciones de la teoría de Dennett, que reúnen elementos y argumentos semejantes, en razón de las inclinaciones filosóficas de los críticos. Cada una de las secciones corresponderá, en términos generales, a una postura metafísica desde la cual se analiza y cuestiona la teoría. Los propósitos del capítulo son, ante todo, expositivos. En el tercer capítulo realizaré una discusión de las distintas objeciones al presentar las respuestas de Dennett a éstas y evaluar su posición.

La primera sección del capítulo estará destinada a las objeciones que h�a recibido Dennett por parte de filósofos que sostienen una u otra forma de realismo respecto a los estados intencionales. En esta sección se destacan tres tópicos de importancia: una visión crítica frente al carácter normativo que Dennett atribuye a las adjudicaciones de estados intencionales, una serie de objeciones al argumento evolutivo del que se vale Dennett para sostener dich�a normatividad y su postura instrumentalista, y una mirada escéptica frente a la indeterminación en las adscripciones intencionales. La segunda sección se concentrará en las objeciones esgrimidas desde el materialismo eliminativo por Paul M. Ch�urch�land. Desde esta perspectiva se cuestiona el poder predictivo y la indispensabilidad del lenguaje intencional, dos tópicos que forman parte de la columna vertebral de los argumentos dennettianos. La tercera sección del capítulo estará destinada a examinar los alcances de la teoría de Dennett, según las interpretaciones de algunos críticos, por así decirlo, amigables. Esta sección se llamará “Dennettianismo radical”1�, pues expondrá de qué manera los distintos seguidores de Dennett consideran que debe esbozarse la ontología dennettiana de manera que su propuesta en filosofía de la mente preserve su consistencia y autonomía frente a otras posturas. Al final del capítulo se hará patente una importante tensión entre distintas posturas metafísicas, en medio de la cual se encuentra la teoría dennettiana.

�.1 Evolución y Normatividad: La perspectiva realista.

En el capítulo anterior expuse una definición del Realismo en la filosofía de la mente, esbozada por Jerry Fodor. El realismo, de acuerdo con Fodor, sostiene dos ideas fundamentales: (1) los estados intencionales que conforman la psicología popular son causalmente eficaces en la conducta de los agentes, y (2) estos mismos estados tienen condiciones de satisfacción o son semánticamente evaluables (Fodor 1985). Como fue expuesto en el primer capítulo Dennett no considera que los estados intencionales cumplan ninguna de estas dos condiciones, puesto que los caracteriza como entidades

1� La expresión es tomada de Don Ross, en la introducción al libro Dennett’s Philosophy: A Comprehensive Assessment (�000)

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abstractas que tienen lugar en las estrategias predictivas que asumimos con respecto a los sistemas intencionales. En pocas palabras, el rech�azo del realismo por parte de Dennett es motivado por el carácter idealizado e indeterminado que éste encuentra en las adscripciones intencionales. La objeción estándar y más obvia para una postura instrumentalista es la siguiente: ¿por qué h�abría de tener éxito predictivo una teoría que no es literalmente verdadera?� Esto es, si el marco conceptual de la psicología popular no refleja de ninguna manera los estados y procesos que de hecho tienen lugar en los sistemas que describe, la estrategia intencional tendería a producir predicciones erróneas. Sin embargo, Dennett y la mayor parte de los filósofos de la mente admiten que la interpretación intencional es una buena estrategia predictiva. ¿No es acaso este un argumento para sostener que los estados intencionales son reales?� “Es difícil explicar por qué la psicología de deseos y creencias funciona tan bien si de h�ech�o no es verdadera […] ciertamente h�ay una inferencia presuntiva del éxito de una estrategia predictiva h�acia su verdad; aún más cuando (a diferencia de la astronomía geocéntrica) es la única estrategia exitosa en su campo” (Fodor 1985: 79)17.

Esta objeción pone a Dennett en una posición en la que debe explicar el éxito predictivo de la interpretación intencional. Le transfiere a Dennett, como dirían, la carga de la prueba. Éste sostiene que la estrategia intencional tiene lugar en un marco normativo de estándares idealizados de racionalidad, que no son instanciados de manera perfecta por los sistemas que sostienen interpretaciones intencionales, pero que, sin embargo, constituyen una estrategia predictiva efectiva debido a que dich�os sistemas son producto de un proceso de diseño por selección natural. Es decir, son sistemas que h�an evolucionado y por ende tienen cierto grado de racionalidad que se aproxima a los estándares idealizantes que impone la estrategia intencional. Gracias a la selección natural, somos sistemas bastante racionales (Dennett 1987). Para ponerlo en otros términos, la selección natural garantiza que h�aya patrones de racionalidad en nuestra conducta, pero garantiza también que serán patrones con “ruido”. Por esta razón, cualquier interpretación intencional que se valga del supuesto de la racionalidad estará sujeta a la indeterminación.

El argumento que lleva a Dennett a renunciar a una postura realista reúne tres tópicos fundamentales: la normatividad de las adscripciones intencionales, el diseño de los sistemas en virtud de la evolución y la tesis de la indeterminación de Quine. Esta sección se dividirá en dos partes: la primera se concentrará en las objeciones al carácter normativo de las atribuciones intencionales y al argumento evolutivo que esgrime Dennett. La segunda parte retomará el tópico de la evolución, mostrando críticas ligeramente distintas al argumento de Dennett. A partir de un análisis crítico del argumento evolutivo, Ruth� Millikan buscará mostrar que de dich�o argumento no se sigue necesariamente la indeterminación, sobre esta objeción tratará la tercera sección.

17 Fred Dretske (1988) postula una objeción semejante: “La mayoría de nosotros concluimos […] que el éxito predictivo de una actitud es una razón, la mejor razón posible, para suponer que las cosas acerca de las cuales asumimos la actitud tienen una realidad independiente de la actitud” (Dretske 1988: �11).

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2.1.1 Normatividad y Evolución: Fodor, Lepore y Stich18

Fodor y Lepore (1993) buscan refutar el argumento dennettiano en contra del realismo mediante una serie de objeciones a su argumento de la normatividad de las atribuciones intencionales. De acuerdo con éstos, para sostener la posición interpretativista o instrumentalista que Dennett mantiene es necesario probar que las adscripciones intencionales son esencialmente normativas y que los sistemas intencionales que son objeto de dich�as adscripciones no cumplen los requerimientos ideales que éstas imponen. La normatividad de las adscripciones intencionales puede desglosarse en cuatro principios: (1) Principio de verdad: las creencias de un sistema intencional serán en su mayor parte verdaderas; (2) Principio de coh�erencia: las creencias de una criatura serán en su mayor parte coh�erentes; (3) Principio de clausura (closure): una criatura creerá todas las consecuencias lógicas de sus creencias; (4) Principio de probidad (probity): una criatura deseará en su mayor parte cosas que le resulten beneficiosas. De acuerdo con Fodor y Lepore h�ay dos argumentos mediante los cuales puede probarse que estos principios están implicados en las adscripciones intencionales: un argumento evolutivo y un argumento trascendental. Los dos argumentos fallan, según éstos, por razones que expondré a continuación.

El argumento evolutivo está presente en el artículo “Intentional Systems” (en: Dennett 1981), y sigue a grandes rasgos el siguiente razonamiento: siempre que tengamos razones para suponer que una criatura tiene una h�istoria evolutiva de selección natural, podemos estar seguros de que tendrá creencias mayormente verdaderas, pues son estas creencias las que presentan valor de supervivencia y permiten que la criatura se adapte adecuadamente a su entorno. El argumento explicaría directamente el principio (1), pero podría extenderse h�acia los demás principios. Este razonamiento se basa, según Fodor y Lepore, sobre supuestos dudosos con relación a la evolución, que son descritos por Steph�en P. Stich� en al artículo “Dennett on Intentional Systems” (1992).

Stich� advierte que el argumento de Dennett no demuestra dos de los principios que son fundamentales para sostener el carácter normativo de las adscripciones intencionales: el principio de verdad y el de clausura. En primer lugar, no es cierto que la selección natural garantice que todas, o la mayor parte de, las creencias de una criatura sean verdaderas puesto que “simplemente no es el caso que la selección natural favorezca las creencias verdaderas sobre las falsas. Lo que la selección natural favorece son las creencias que otorgan ventajas selectivas. Hay much�as circunstancias ambientales en las que las creencias falsas serán más útiles que las verdaderas” (Stich� 1992: 177). Podría pensarse, por ejemplo, que A y B sean efectos correlativos de una causa común. Un individuo puede tener la creencia de que A es causa de B y esta creencia podría tener un valor de supervivencia superior al que confiere la creencia de que existe una causa oculta de ambos. En este caso, la creencia del individuo sería falsa pero resultaría útil. También podría pensarse en el caso de las creencias míticas o religiosas que, aún si fueran falsas, tendrían valor de supervivencia por fortalecer el tejido social en ciertas culturas.

Por otra parte, continúa Stich�, aún si fuera cierto que todas las creencias de las criaturas evolucionadas fueran verdaderas, no se seguiría de allí que estas criaturas tenderían

18 La propuesta de Stephen P. Stich generalmente se sitúa en la rama del materialismo eliminativo. Incluyo las objeciones de Stich en esta sección, puesto que los tópicos que trata se superponen, a grandes rasgos, con los tópicos que exploran Fodor y Lepore.

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a creer todas las consecuencias lógicas de sus creencias. Esto es, aún si se cumple el principio (1), no se sigue que se cumpla el (3): “Hay much�as circunstancias en las que estrategias de inferencia, que desde una perspectiva normativa son patentemente inválidas, generalmente proporcionarán la respuesta correcta” (178). Según Stich�, en la medida en que Dennett mantenga una distinción entre los principios normativos de la inferencia y las prácticas de inferencia favorecidas por la selección natural, tendrá que aceptar que éstas no coinciden en much�as ocasiones. En este caso, la evolución por selección natural no parecería sustentar una postura normativa con respecto a las atribuciones intencionales.

Ah�ora bien, Fodor y Lepore sostienen que aún si los supuestos del argumento de Dennett fueran impecables, éste no justificaría el normativismo y el interpretativismo en las adscripciones intencionales:

Parecería ser una cuestión de h�ech�o el que una criatura tenga cierta h�istoria evolutiva; y también parecería ser una cuestión de h�ech�o el que parte de la h�istoria evolutiva de la criatura sea que posee una ventaja competitiva en virtud del carácter de sus capacidades cognitivas. Pero si estas son cuestiones de h�ech�o, y si ser seleccionado por las capacidades cognitivas es, como Dennett aparentemente sostiene, una condición suficiente para ser mayormente un creyente de verdades, parecería ser una cuestión de h�ech�o –y no de interpretación—el que seamos mayormente creyentes de verdades (Fodor y Lepore 1993: 74).

La idea de Fodor y Lepore es que los rasgos que son seleccionados por la selección natural deben ser “reales” para que puedan conferirle a una criatura una ventaja selectiva. Si adoptamos una visión de las creencias y los deseos como adaptaciones con valor de supervivencia, debemos asumir que son cuestiones de hecho y no de interpretación: “lo que una criatura no tiene realmente no puede ayudarle much�o en su luch�a por la supervivencia” (74) ¿Cómo podría la selección natural ejercer presión de selección sobre rasgos que sólo emergen en las estrategias predictivas de un observador?� Parece ser que el argumento evolutivo que Dennett utiliza para demostrar la normatividad de las adscripciones intencionales mina su propósito: parece contrariar la visión interpretativista de Dennett. Podría ponerse en duda la efectividad del argumento de Fodor si se tiene en cuenta los matices ontológicos que Dennett introduce en su teoría. Volveré sobre esto en el tercer capítulo.

El argumento de Fodor y Lepore puede verse también como una crítica a la adopción del instrumentalismo con respecto a las funciones biológicas. Fodor y Lepore sostienen que es una cuestión de h�ech�o el que ciertos rasgos h�ayan sido seleccionados por cumplir cierta función. Es algo que, o bien sucedió en la h�istoria evolutiva de los organismos que tienen dich�o rasgo, o no sucedió. El h�ech�o de adoptar la actitud intencional con respecto a la selección natural no h�ace que aparezcan estos h�ech�os. De acuerdo con esto, los principios normativos de la adscripción intencional serían cuestiones empíricas.

Sin embargo, al apelar a la evolución Dennett podría estar mostrando que la normatividad en el campo de la intencionalidad es una cuestión analítica –un punto sobre el que llaman la atención tanto el artículo de Fodor y Lepore como el de Stich�. A grandes rasgos, la idea sería la siguiente: que los sistemas intencionales actuales h�ayan sobrellevado un proceso de selección natural quiere decir que h�a h�abido intentos fallidos que no se h�an adaptado adecuadamente y, por tanto, h�an sucumbido a las presiones de selección. Ninguno

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de los intentos fallidos podría entonces clasificar como sistema intencional. Sólo los sistemas que cumplen las condiciones normativas (i.e. tienen creencias verdaderas, etc.) son “creyentes” estrictamente hablando. En tal caso, sería constitutivo de la definición de un “creyente” el tener creencias mayormente verdaderas, y la interpretación de una criatura evolucionada como un sistema intencional resultaría tautológica: “[S]ería entonces tautológico que las criaturas que evolucionan naturalmente son sistemas intencionales, creyendo, deseando y h�aciendo lo que deben, excepto cuando no están funcionando idóneamente” (Stich� 1992: 178)

Asumir esta caracterización de la normatividad, podría acarrearle a la teoría de Dennett ciertas consecuencias que probablemente no esté dispuesto a aceptar. Según Stich�, “a veces la selección natural le sonríe a los procesos cognitivos que se alejan substancialmente de los cánones de la lógica y la teoría de la decisión” (178) Esto representa un problema para Dennett, puesto que las predicciones de la estrategia intencional ya no estarían guiadas por estándares ideales de racionalidad, sino por los estándares que establece la selección natural que, como se h�a mostrado, no son ideales. En tal caso, “para predecir desde la estrategia intencional necesitaríamos un estudio detallado de la fisiología del organismo, su entorno ecológico y su h�istoria” (178). Esto equivaldría a descender al nivel de descripción de la actitud de diseño, por lo que se perdería el carácter idealizado del marco interpretativo intencional y consecuentemente la postura de Dennett se acercaría alarmantemente al realismo.

Dejando de lado el argumento evolutivo de Dennett, Fodor y Lepore afirman que el normativismo en la adscripción de estados intencionales podría sostenerse apelando a un argumento trascendental que demuestre que los principios mencionados arriba son necesarios para dar cuenta del poder predictivo de la psicología popular. Según Fodor y Lepore el poder predictivo podría conservarse aún sin suponer una racionalidad ideal. Más aún, eso es precisamente lo que sucede en las predicciones de la psicología popular. Much�as veces puede predecirse exitosamente la conducta de un agente sobre el supuesto de que sus estados intencionales no se atienen a los principios mencionados:

Pero si obtener poder predictivo de la psicología de deseos y creencias no depende realmente de asumir una racionalidad sin fallas, entonces de pronto h�ay, de h�ech�o, suficiente clausura (/coherencia) para hacer predictivas las adscripciones intencionales. En ese caso, la adscripción intencional descansaría sobre supuestos de racionalidad que son (no sólo h�eurísticos, sino) verdaderos. También parece que es sencillamente falso que la predicción exitosa “desde la actitud intencional” siempre requiera que asumamos la racionalidad. Hay, por ejemplo, much�os casos en los que predecimos exitosamente la conducta de alguien sobre el supuesto de que no notará algunas consecuencias de sus creencias y deseos. (Fodor y Lepore 1993: 78)

Si la condición de posibilidad para el éxito de las predicciones no es el supuesto de una racionalidad ideal, sino de cierto grado de racionalidad, la psicología popular no tendría el carácter idealizado que Dennett le atribuye. Los estándares de racionalidad sobre los que ésta trabaja bien podrían ser los que de h�ech�o están instanciados en las criaturas evolucionadas. Si se renuncia al carácter idealizado de las atribuciones intencionales, se renuncia al tiempo al instrumentalismo. Sin embargo, para mantener la efectividad de estas predicciones sería necesario, según Fodor y Lepore, establecer leyes intencionales que ligaran las conductas de los sistemas con sus estados intencionales. En la medida en que Dennett no refute la existencia de dich�as leyes, el argumento trascendental a favor del normativismo fallará.

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Stich� por su parte, rech�aza el normativismo pues considera que limita las atribuciones intencionales h�asta el punto de impedirnos decir much�as cosas que querríamos decir acerca de nosotros mismos y de otras personas. Es decir, en razón de los ideales de racionalidad que según Dennett guían las atribuciones intencionales, cualquier falla en la racionalidad queda por fuera del alcance descriptivo del lenguaje intencional. La actitud intencional no puede dar cuenta de los casos en los que los sistemas no actúan racionalmente o son susceptibles a fallas; sencillamente no tiene manera de explicar estas situaciones. Stich� llama la atención, como Fodor, sobre el h�ech�o de que much�as veces explicamos y predecimos en términos intencionales los errores y las fallas de la racionalidad: “Desde una lectura idealizada de los sistemas intencionales es una tautología que “no h�ay una descripción intencional coh�erente de tal atolladero”. Pero desde una lectura de sentido común es sencillamente falso. ¡No h�ay nada en absoluto incoh�erente acerca de la descripción intencional (de sentido común) de un h�ombre que h�a calculado mal los balances de su cuenta bancaria!” (Stich� 1992: 176)

Así pues, Stich� se muestra escéptico frente a una teoría normativa de la adscripción intencional pues considera que las fallas cognitivas son, por así decirlo, el pan de cada día en la predicción de la conducta. La teoría de sistemas intencionales dejaría por fuera una porción importante de los fenómenos cognitivos si mantuviera un normativismo categórico. Una posición menos radical –la que Stich� llama la línea suave de la postura dennetiana—reconocería nuestra imperfección como sistemas intencionales y plantearía una serie de “actitudes intencionales imperfectas” que se adaptaran a los estándares no ideales de racionalidad que h�ay de h�ech�o en nuestra conducta. Nuevamente, esta postura se acerca peligrosamente al realismo, pues es precisamente el carácter idealizado de las atribuciones intencionales lo que motiva el rech�azo del realismo por parte de Dennett.

2.1.2 Evolución e Indeterminación: Millikan y Godfrey-Smith

Ah�ora expondré un argumento de Ruth� Millikan, que se vale de los razonamientos evolutivos para mostrar que las adscripciones intencionales no se atienen necesariamente a la indeterminación quineana que Dennett les atribuye. Millikan, que es realista, afirma que las diferencias entre su propia postura y la de Dennett se originan en el h�ech�o de que Dennett considera que la actitud intencional es más básica que la actitud de diseño, mientras que ella piensa lo contrario. No es muy claro qué quiere decir Millikan con que una actitud es “más básica” que otra. A medida que se desarrolle el argumento se h�ará más claro cuál es el sentido de esta expresión.

Valga recordar que Dennett sostiene que las atribuciones intencionales sólo se fundamentan en el supuesto de la racionalidad o el diseño óptimo de un sistema. No h�acen referencia alguna al diseño como tal del sistema ni a sus posibles funciones. La caracterización de un organismo como sistema intencional sólo expresa la idea según la cual éste exh�ibirá patrones de racionalidad; es decir, tendrá la disposición a presentar un repertorio amplio de respuestas que promuevan sus intereses en una gran variedad de entornos. Ah�ora bien, las predicciones h�ech�as desde la estrategia intencional son inferencias que utilizan como premisa la disposición a exh�ibir patrones de conducta racional y predicen que el organismo o sistema presentará una u otra instancia de dich�os patrones. Éstas tienen dos peculiaridades sobre las que Millikan llama la atención: (1) no

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explican por qué los sistemas intencionales se comportan como lo h�acen, sólo por qué debemos esperar que lo h�agan; (2) no es claro cómo se llega a la premisa de que los sistemas tienen la disposición a comportarse racionalmente. Dado que las disposiciones no son perceptibles directamente debe h�aber algún razonamiento que nos lleva de la observación de algunos comportamientos racionales a la atribución de una disposición.

La razón por la cual la exhibición aparente de una disposición a la racionalidad puede convertirse en un predicado proyectable19 es que podemos inferir de ella que cualquier criatura que la presente será el producto de un proceso de diseño por selección natural (Millikan, 2000: 60) La conducta racional resulta tan sofisticada y sutil, que resultaría sumamente improbable de no h�aber sido diseñada por la selección natural. En este orden de ideas, podría decirse que las adscripciones intencionales presuponen la existencia de diseño en el sistema: “Partiendo de suficiente conducta aparentemente racional, uno puede inferir diseño de la racionalidad, como puede inferir diseño de una buena visión. Y partiendo del diseño de la racionalidad uno puede inferir disposiciones reales a patrones de racionalidad, en oposición a las meras ilusiones temporales de dich�as disposiciones” (61)

La idea de Millikan según la cual la actitud de diseño es más básica que la actitud intencional debe interpretarse, entonces, como la tesis según la cual las predicciones de la actitud intencional están sustentadas sobre la actitud de diseño. El h�ech�o de que un organismo sea racional en virtud de la selección natural explica que su conducta exh�iba patrones de racionalidad. “Un sistema intencional es un sistema diseñado. La racionalidad es algo que h�a sido seleccionado como tal. Por tanto, la racionalidad no es meramente una disposición a exh�ibir patrones de racionalidad. No es algo que reside meramente en las disposiciones presentes de una cosa” (62). La cita parece sugerir una idea semejante a la que sostienen Fodor y Lepore: en la medida en que un rasgo sea seleccionado como tal, debemos adoptar una postura realista frente a éste. La racionalidad, en cuanto objeto de selección, no sólo debe considerarse como una disposición sino como un rasgo real de los organismos que exh�iben conductas racionales.

Dennett, sin embargo, no sólo sostiene una posición instrumentalista frente a las atribuciones intencionales. También es instrumentalista con respecto a las funciones biológicas. Las funciones que se adscriben desde la actitud de diseño son tan putativas como los estados intencionales. Según afirma Peter Godfrey-Smith (1998), el instrumentalismo no es muy acorde con la práctica efectiva de la biología evolutiva. Dentro de la biología el concepto de función h�ace referencia a la h�istoria de una estructura o rasgo determinado: “las atribuciones funcionales h�acen declaraciones fuertes acerca de la h�istoria actual de las estructuras en cuestión” (Godfrey-Smith� 1998: 713) Se atribuyen funciones a las estructuras en la medida en que h�ayan tenido un rol causal en la h�istoria evolutiva de la especie. Las funciones biológicas dan cuenta de patrones h�istóricos que, cuando son indeterminados h�acen la adscripción funcional igualmente indeterminada. “El darwinismo, como dice Dennett, justifica y organiza cierto tipo de descripciones teleológicas (o teleonómicas) de las estructuras biológicas. Pero el darwinismo sólo lo hace ligando estas propiedades teleonómicas a patrones históricos específicos. Donde los patrones h�istóricos son ambiguos, también lo son las funciones” (715) Pero en tal caso, dice Godfrey-Smith�, no entendemos el origen ni la perseverancia h�istórica de la estructura. El instrumentalismo no resuelve este problema; sólo lo evade.

19 Ver Goodman (19��).

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El punto que plantean Godfrey-Smith� y Millikan es semejante al que plantean Fodor y Lepore: cuando una estructura o una propiedad de los organismos es producto de la selección natural debemos ser realistas con respecto a ésta, pues el h�ech�o de ser seleccionada y de tener una función implica que contribuye causalmente a la supervivencia, la adaptación y la procreación de los organismos que la poseen. Puede que esto no sea cierto de todas las estructuras o propiedades. Existen estructuras no-adaptativas –spandrels, como los llama Steph�en Jay Gould— cuya presencia en una especie es meramente accidental. Pero la racionalidad, al requerir una alineación tan fina de la conducta, no parece ser una propiedad accidental.

Ahora bien, Millikan afirma que para conocer el grado de indeterminación de los estados intencionales debemos preguntarnos cuán determinados o indeterminados son los productos de la selección natural. En otras palabras, qué tipo de indeterminación puede h�aber en la h�istoria evolutiva de una especie. En este punto, Millikan recuerda a su lector que no se debe confundir la indeterminación en términos epistemológicos con la indeterminación ontológica: el h�ech�o de que la evidencia no proporcione una interpretación determinada de la función o la h�istoria de una estructura o propiedad no implica que la propiedad misma sea indeterminada. Aun si, como sostiene Dennett, la selección natural puede interpretarse desde la estrategia intencional, ésta no cae bajo la indeterminación quineana que Dennett le adjudica a los sistemas intencionales, pues la tesis de indeterminación supone la existencia de una red de significados, creencias e inferencias propia de los seres h�umanos. Nada que pueda predicarse con rigor de la “madre naturaleza”. Así pues, puede h�aber ciertas indeterminaciones, por ejemplo, en qué tipo de presiones fueron responsables por la selección de un rasgo determinado. Pero estas indeterminaciones, dice Millikan, son locales; no h�olísticas, como sostiene la tesis quineana de la indeterminación.

En este orden de ideas, si los estados intencionales de los seres h�umanos son indeterminados, no es en virtud de una indeterminación que esté presente en la naturaleza como un todo. Aún así es posible que los estados intencionales de las personas sí sean indeterminados en la manera que sostiene Dennett. Nuevamente, “es importante no confundir la epistemología con la ontología. Si fuera cierto que la única forma de adivinar los contenidos de las creencias, deseos e intenciones de otras personas fuera formando h�ipótesis acerca del todo, o grandes partes del todo, de las actitudes intencionales de dich�a persona, eso no h�aría a los contenidos mismos indeterminados” (Millikan 2000: 65) La ausencia de indeterminación ontológica en los contenidos mentales de las personas sería un argumento en contra de la idea de Dennett según la cual no h�ay un h�ech�o que determine cuál interpretación intencional es más acertada, en los casos de interpretaciones rivales.

De acuerdo con Millikan, uno de los resultados que la selección natural garantiza es que las criaturas seleccionadas no sólo tendrán diseño, sino que éste será un buen diseño. Es decir, un diseño que les permita sobrevivir y adaptarse adecuadamente a su entorno. Por ello, podemos pensar que existen una serie de principios de diseño con los que cuenta la selección natural y que implementa en el diseño de las criaturas racionales. Aún teniendo en cuenta que la racionalidad es el producto de un mecanismo complejo, en el que deben interactuar correctamente varias estructuras y sistemas, puede h�aber principios definidos y fiables para implementar la racionalidad. “Claramente, la naturaleza tiene “en mente” principios específicos para la operación de estos mecanismos” (67).

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Las indeterminaciones funcionales se presentan en circunstancias particulares, tales como el cambio transitorio de las presiones de selección, o los casos en los que el sistema perceptual y cognitivo de una criatura trabaja bajo condiciones anormales. Pero la indeterminación en estos casos, dice Millikan, es local; no h�olística:

[D]ebemos esperar que sea bastante definido en la mayor parte para qué trabajos están diseñados los varios aspectos de los sistemas perceptuales y cognitivos, cuándo y qué se supone que deben representar. Mientras estén trabajando de acuerdo con el diseño, en lugar de averiados o trabajando bajo condiciones que no los soportan adecuadamente, representarán aquello que están diseñados para representar dadas las circunstancias. (72)

En la medida en la que podamos decir que la racionalidad h�umana es producto del diseño de la selección natural, podemos suponer que los estados intencionales que adjudicamos sean ontológicamente definidos, si bien no siempre lo serán en un sentido epistemológico. No siempre contaremos con la evidencia para determinar el contenido de dich�os estados. Pero podemos contar con que serán determinados en su mayor parte, dados los principios de diseño con los que trabaja la selección natural. Habrá, ciertamente, estados que no tengan contenido y otros que no tengan un contenido determinado, pero cuáles serán éstos es algo determinable.

Los casos de indeterminación local no necesariamente implicarían una indeterminación h�olística, como Dennett quisiera sostener. Tomoth�y Kenyon, en una crítica a la tesis de la indeterminación de Quine, llama la atención sobre este h�ech�o: “[De acuerdo con Dennett y Quine] los casos de adscripción en los que se manifiesta la subdeterminación muestran que toda la clase de adscripciones son estrictamente indeterminadas” (Kenyon 2000: 83) Los casos marginales pasan a ser, en la teoría de Dennett, ilustrativos de toda la clase de adscripciones intencionales. Al parecer, el argumento de Millikan muestra cómo es posible evitar la indeterminación h�olística, pero para ello es necesario asumir una posición realista con respecto a la racionalidad y los estados intencionales. Esta postura sería, por lo visto en las objeciones expuestas, la más consistente con la justificación evolucionista que Dennett pretende darle a su teoría.

�.� El verdadero poder de la estrategia intencional: La perspectiva eliminativista

Parece ser un acuerdo generalizado en la filosofía de la mente que la pregunta por el estatus ontológico de los estados mentales sólo admite dos respuestas: el realismo o el eliminativismo. Un filósofo que trate los problemas metafísicos de la mente debe, o bien comprometerse con la existencia de los estados intencionales o rech�azarla por completo y buscar caminos para la psicología que eviten todo uso del lenguaje intencional, por lo menos en el ámbito científico: “Las creencias deben ser vindicadas junto con los virus o desterradas con las h�adas (banshees)” (Dennett 1991b: 27). De acuerdo con esta visión tradicional, el rech�azo de Dennett a una postura realista con respecto a los estados intencionales tendería a llevarlo h�acia el eliminativismo. No obstante, Dennett se resiste a llevar su intuición anti-realista h�asta el fondo e inscribirse en el programa eliminativista.

Como sostiene en el primer capítulo de The Intentional Stance (1987), la intuición original que motiva los programas eliminativistas en filosofía de la mente es la misma que da origen a su propio proyecto; a saber, la revisabilidad y vulnerabilidad en principio del

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marco conceptual de la psicología popular. Dennett difiere, sin embargo, en el veredicto final: mientras que Quine, Paul y Patricia Churchland sostienen que los conceptos psicológicos deben ser eliminados y desplazados por un lenguaje más adecuado a la metodología y los fines de la ciencia –no en el sentido de una reducción interteorética, sino de un reemplazo radical de un lenguaje por otro— Dennett considera que el lenguaje intencional es valioso y digno de ser preservado. La razón de ello es que la psicología popular tiene un inmenso poder predictivo, que se perdería si ésta fuera reemplazada por otra teoría, como la neurofisiología. Como expuse en el primer capítulo, la independencia del lenguaje psicológico y su poder predictivo se deben al carácter normativo de las adjudicaciones intencionales y el supuesto de racionalidad que subyace a las mismas. Si es posible sistematizar el lenguaje intencional – el proyecto a gran escala de Dennett— se preservará su poder predictivo y sus categorías se prestarán más fácilmente a un tratamiento científico.

Ch�urch�land, al igual que Dennett, considera que la psicología popular no es apta para una reducción al lenguaje de la neurofisiología, aparentemente por las mismas razones. Consideran que la oscuridad y la confusión que h�ay en los conceptos psicológicos impiden encontrar correlaciones con entidades “reales” en el mundo. Podría decirse, no consideran que éstas capturen clases naturales:

El materialista eliminativo es también pesimista acerca de los prospectos de reducción, pero su razón es que la psicología popular es una explicación enteramente inadecuada de nuestras actividades internas, demasiado confusa y demasiado defectiva para sobrevivir la reducción interteorética. Desde su perspectiva, sencillamente será desplazada por una mejor teoría de esas actividades (Ch�urch�land 1981: 72).

Ah�ora bien, mientras que Dennett insiste en el poder predictivo y el éxito de la psicología popular para la interpretación y racionalización de la conducta h�umana, Ch�urch�land considera que la psicología popular se encuentra en una posición semejante a la de la alquimia, antes de ser reemplazada por la química elemental de Lavoisier y Dalton: “Una mirada a la h�istoria de la psicología popular no h�ace much�o para apaciguar esos miedos, una vez que h�an surgido. La h�istoria es una de repliegue, infertilidad y decadencia” (74). Desde su perspectiva, el éxito de la psicología popular es casi nulo, en comparación con sus falencias –por ejemplo, su incapacidad de explicar fenómenos importantes como las dinámicas de las enfermedades mentales, la creatividad, el proceso de aprendizaje y la memoria entre otros. No niega que la psicología popular tenga cierto poder predictivo y explicativo, “pero creo que él [Dennett] sobreestima vastamente este h�ech�o. No debemos olvidar que todo tipo de teorías falsas, con ontologías enteramente quiméricas, pueden ostentar un impresionante poder predictivo en varios dominios de su propiedad. Pero esto no le otorga a su ontología ningún estatus especial” (Ch�urch�land 1988: 508) Los conceptos de la psicología popular, al igual que el “flogisto” o los “cuatro espíritus” de la alquimia, pueden resultar útiles; pero no por ello reclaman un lugar en nuestra ontología.

El punto inicial para el programa eliminativista es la caracterización de la psicología popular como una teoría. El concepto de teoría es tan amplio aquí como para incluir a la física cuántica, la biología evolutiva y la alquimia. Si se toma a la psicología popular como una teoría se siguen consecuencias como las siguientes: (1) La intencionalidad de los predicados psicológicos no obedece a un carácter misterioso de las entidades que describen, sino a un rasgo estructural de los conceptos psicológicos. Esta caracterización muestra que los predicados intencionales son semejantes a las “actitudes numéricas”

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(Ch�urch�land 1981: 70), que no son diferentes de los predicados que conforman las leyes de la física. (2) Las relaciones que se sostienen entre las actitudes proposicionales se reducen a las relaciones lógicas que se sostienen entre las proposiciones que éstas contienen. (3) Las proposiciones que adjudican actitudes proposicionales son susceptibles de cuantificación, lo cual permite la generalización de ciertas relaciones legaliformes que h�ay entre ellas: “Los rasgos estructurales de la psicología popular son perfectamente paralelos a aquellos de la física matemática; la única diferencia reside en los respectivos dominios de entidades abstractas que explotan” (71)

En este punto sale a relucir el segundo desacuerdo que h�ay entre la postura de Dennett y la de Ch�urch�land. De acuerdo con Ch�urch�land, estas regularidades en la adscripción intencional no poseen el carácter normativo que Dennett les adjudica. Las generalizaciones de relaciones entre las distintas actitudes proposicionales no son más que las relaciones lógicas existentes entre las proposiciones que forman su contenido. Las generalizaciones de relaciones entre estados intencionales y la conducta de los agentes, por otra parte, son empíricas en la medida en que dan lugar a la predicción de un h�ech�o empírico sobre la base de otro h�ech�o empírico que es lógicamente distinto (Ch�urch�land 1989: 228) Con respecto al supuesto carácter normativo de las adscripciones intencionales Ch�urch�land sostiene que,

El h�ech�o de que las regularidades adscritas por el núcleo intencional de la psicología popular sean predicadas sobre ciertas relaciones lógicas entre las proposiciones, no es suficiente fundamento para declarar que hay algo esencialmente normativo en la psicología popular […] las relaciones lógicas entre las proposiciones aquí son una cuestión objetiva de h�ech�os abstractos, tanto como las relaciones aritméticas entre los números (Ch�urch�land 1981: 82)

Más adelante afirma: “Una dimensión normativa se incorpora sólo porque valoramos la mayoría de los patrones adscritos por la psicología popular” (83) La idea de Ch�urch�land es que las “leyes psicológicas” son tan normativas como las leyes físicas; es decir, no son normativas en lo absoluto. Describen relaciones lógicas entre proposiciones, o relaciones causales entre h�ech�os empíricos. La idea de que “valoramos” los patrones de la psicología popular es bastante oscura, pero Ch�urch�land sostiene que probablemente una nueva perspectiva h�aga cambiar nuestras valoraciones.

Dennett sostiene que nuestras adscripciones intencionales tienen lugar sobre el supuesto de una racionalidad idealizada. Su rech�azo al realismo es motivado por la idea según la cual la racionalidad en nuestra conducta no alcanza los estándares establecidos por esta suposición. Churchland, por el contrario sostiene que la racionalidad que nos confiere la psicología popular es mínima y truncada; no sólo está lejos de ser ideal, también está lejos de alcanzar los estándares de racionalidad que de h�ech�o nosotros mismos exh�ibimos:

No es plausible suponer que las fallas explicativas de la psicología popular se deben primariamente al fracaso de los h�umanos de estar a la altura del estándar ideal que ésta proporciona. Por el contrario, la concepción de racionalidad que ésta proporciona parece coja y superficial, especialmente cuando se compara con la complejidad dialéctica de nuestra historia científica, o con la virtuosidad de raciocinio que exhibe un niño pequeño (83)

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Así pues, el h�ech�o que explica las fallas predictivas y explicativas de la psicología popular no es que nosotros no estemos a la altura de los parámetros racionales que nos atribuye la psicología popular, sino todo lo contrario. La psicología popular no está a la altura para describir la complejidad de nuestra conducta y la virtuosidad de nuestros razonamientos.

Por otra parte, Ch�urch�land sostiene que el marco de referencia del que se vale la psicología popular puede no ser adecuado para explicar y describir los fenómenos “más profundos” que tienen lugar en nuestro sistema cognitivo. Los parámetros de racionalidad y virtud intelectual sobre los que trabaja la psicología popular son adecuados cuando se aplican a seres h�umanos con un lenguaje desarrollado. En la medida en que el lenguaje es un fenómeno tardío en la evolución y supone la existencia de much�os mecanismos y sofisticaciones subyacentes en el cerebro, podría considerarse una actividad periférica y superficial en el funcionamiento de la compleja maquinaria cerebral. De acuerdo con Ch�urch�land es necesaria una explicación de la “virtud cognitiva” en el nivel más básico y no es claro que el marco conceptual de la psicología popular sea adecuado para tal explicación.

Ch�urch�land propone, entonces, trascender la pobreza de la psicología popular y de la concepción de racionalidad atada a ella, y desarrollar un nuevo marco de referencia para proporcionar una explicación más profunda, general y acertada de los fenómenos cognitivos: “El materialismo eliminativo no implica el final de nuestras preocupaciones normativas. Sólo implica que éstas deben reconstituirse en un nivel de entendimiento más esclarecedor, el nivel que proporcionará una neurociencia madura” (84) Buena parte del escepticismo acerca del materialismo eliminativo provenía de la ausencia de un candidato para la sustitución de la psicología popular. Ch�urch�land sostiene, no obstante, que se está construyendo una alternativa real�0. En este caso, tal vez el lenguaje intencional no resulte tan indispensable como Dennett declara que es.

Para finalizar esta sección, considero importante mencionar una crítica de Churchland al paralelo que establece Dennett entre los estados intencionales y las entidades abstractas como los centros de gravedad: “Estoy dispuesto a conceder la realidad de los ecuadores, centros y ejes de rotación. Todos son lugares o loci de algún tipo que son decisivamente especificables por referencia al tamaño o el comportamiento del objeto concreto relevante. Pero la alegada similitud de estos ítems con las creencias, deseos y otros estados intencionales se me escapa completamente” (Ch�urch�land 1988: 508) El estatus ontológico de los centros de gravedad, los ecuadores y entidades semejantes se determina por su naturaleza espacial, si bien son entidades teoréticas abstractas. ¿Qué determina, entonces, el estatus ontológico de las creencias?�

�.� Dennettianismo Radical

El rech�azo por parte de Dennett a las posturas del realismo y el eliminativismo h�a provocado que su propuesta h�aya sido etiquetada como “instrumentalismo” o “interpretativismo”. Hasta este punto h�e expuesto las críticas que sus ideas h�an recibido desde las dos posturas ortodoxas. Pero aún si Dennett respondiera exitosamente a las objeciones y se reh�usara a adh�erirse a cualquiera de estos programas, su posición tiene

�0 Ver Churchland 1988 y 1989.

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problemas propios. Al parecer, el instrumentalismo no puede evadir un dilema metafísico importante: debe elegir entre la caracterización del lenguaje intencional como una mera “simulación” y la adopción de una forma de dualismo de propiedades, so pena de caer en inconsistencias. Este dilema será expuesto en la primera parte de esta sección. Más adelante expondré dos interpretaciones “amistosas” de la propuesta metafísica de Dennett, que al parecer sacan a su teoría del dilema pero con el costo de asumir tesis metafísicas que no se acomodan muy bien a las ideas tradicionales.

2.3.1 El dilema del instrumentalismo: Baker y Seager

En el artículo “Instrumental Intentionality” Lynne Rudder Baker busca mostrar que la pretensión de Dennett de combinar el fisicalismo con el instrumentalismo falla debido a la falta de coh�erencia interna de su teoría. De acuerdo con ella h�ay una “discrepancia sistemática entre su teoría oficial y la manera como trata ciertos conceptos clave” (Baker 1989: 303), como creencia, racionalidad y diseño. Por otra parte, al mantener cierta ambigüedad con respecto al estatus de sus “actitudes” se generan una serie de dificultades que, de ser resueltas, pondrían en peligro la postura metafísica que Dennett dice sostener. Esto es, pondrían en juego el anti-realismo de Dennett, convirtiéndolo así en una suerte de dualista de propiedades; o bien pondría en peligro su realismo con respecto al mundo físico, lo cual parece difícilmente aceptable.

La idea sobre la que llama la atención Baker es que los conceptos de creencia, racionalidad y diseño oscilan entre una caracterización como entidades “actitud-dependientes” (stance-dependent) y “actitud-independientes” (stance-independent). La distinción que plantea Baker contrasta los rasgos que emergen en virtud de las estrategias predictivas de un observador, frente a los rasgos que posee un sistema independientemente de dich�as estrategias. De acuerdo con la propuesta oficial de Dennett, todos estos son rasgos “actitud-dependientes”, como se mostró en el primer capítulo. No obstante, dice Baker, en el tratamiento actual de dich�os conceptos no parece mantenerse esta caracterización.

En primer lugar, aunque Dennett sostiene que las creencias son entidades abstractas y causalmente inertes, en el momento de discutir problemas éticos como la responsabilidad moral, parece expresar una opinión contraria. Como sostiene Stich�, el concepto instrumental de la creencia no es moralmente relevante (Stich� 1992:182), puesto que no se le atribuye un rol causal en la conducta. Sin embargo, Dennett sí le atribuye a las creencias un papel en las discusiones morales, por lo que parecería contradecir su teoría oficial. En segundo lugar, el concepto de racionalidad, en cuanto producto de la selección natural, tendría que ser considerado como un rasgo actitud-independiente (como indican también Fodor y Millikan), pero Dennett mantiene una posición instrumentalista con respecto al mismo�1.

La pregunta más importante que plantea el artículo de Baker, y que sitúa a Dennett en medio de un dilema metafísico es la siguiente: ¿son las “actitudes” de Dennett dispensables sin pérdidas cognitivas?� En otras palabras, en caso de prescindir de las actitudes intencional y de diseño, y de limitar la descripción del mundo a los términos �1 El concepto de diseño también se mueve entre estos extremos. Dennett plantea un concepto instrumentalista del diseño, debido a la tendencia adaptacionista que adopta en la biología evolutiva. Esta tendencia es muy controversial y problemática, pero excede los límites de la presente investigación, por lo cual no entraré a discutir en detalle los problemas de un concepto instrumentalista del diseño.

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físicos ¿h�abría algún fenómeno que quedaría por fuera?� A partir de esta pregunta emerge el siguiente dilema: “Por una parte, si h�ay algo que eluda la actitud física, entonces peligra el instrumentalismo de Dennett; pero por otra parte, si nada elude a la actitud física, entonces el instrumentalismo de Dennett no puede jugar el papel que éste le asigna” (Baker 1989: 312).

Siendo consistente con su visión fisicalista, Dennett respondería que no se perdería nada si se describiera el mundo en términos puramente físicos, pues el fisicalismo sostiene que todos los fenómenos son supradependientes de este nivel. Pero esta idea conllevaría a que la actitud intencional fuera tan sólo una suerte de “simulación” (sham); un lenguaje innecesario y engañoso. Si Dennett se comprometiera, por otra parte, con la indispensabilidad del lenguaje intencional, negando que los fenómenos intencionales pueden ser descritos desde la actitud física, caería en una inconsistencia con el fisicalismo: “Ciertamente, esta declaración, que le daría a la actitud intencional el peso que necesita para ser más que un simulacro, lleva a Dennett directamente h�acia un dilema; pues la existencia de patrones objetivos que pasarían desapercibidos para la actitud física parecería falsificar el instrumentalismo de Dennett con respecto al nivel intencional” (312-3) La cita de Baker sugiere que la postura de Dennett no sólo perdería su carácter instrumentalista, sino que caería en una suerte de dualismo de propiedades, al sostener que h�ay fenómenos objetivos en el mundo que no pueden describirse desde el nivel físico.

Este mismo dilema es planteado por William Seager en el artículo “Real Patterns and Surface Metaph�ysics”. Much�as de las preguntas y objeciones que plantea Baker encuentran respuestas en el artículo de Dennett “Real Patterns” (1991b), donde h�ace explícita su postura metafísica. Su “realismo moderado” con respecto a los estados mentales sólo es formulado con precisión en dich�o artículo, que es posterior a la crítica de Baker. No obstante, como expondré ah�ora, la postura ontológica de Dennett sigue sujeta al mismo dilema que plantea Baker, aún tras la formulación que recibió en 1991.

Dennett define los estados intencionales en términos de patrones objetivos que están en el mundo, pero cuya existencia en cuanto patrones depende de que sean discernibles en principio (1991b: 32). El discernimiento de los patrones intencionales sólo es posible mediante la adopción de la actitud intencional, pues éstos sólo son apreciables bajo el presupuesto de la racionalidad. A su vez, la adopción de la actitud intencional está ligada a las estrategias predictivas de un observador; en otras palabras, requiere de una mente. En términos de Seager, los patrones son objetivos en tanto que se encuentran en el mundo, pero sólo tienen una función con relación a una mente. La función de los patrones sería, en este orden de ideas, mente-dependiente o actitud-dependiente –como diría Baker.

Seager plantea una distinción entre dos tipos de fenómenos emergentes: la emergencia explicativa y la emergencia radical. La emergencia explicativa consiste en que los recursos explicativos del nivel físico son insuficientes para dar cuenta de un fenómeno complejo de nivel más elevado. Pero dich�os fenómenos son, en principio, descriptibles desde el nivel físico pues son supradependientes de éste. Este sería, según Dennett, el caso de los patrones intencionales. La emergencia radical, por otra parte, consiste en la existencia de fenómenos de alto nivel que serían omitidos en una descripción del mundo dada en términos físicos (Seager 2000: 118) Seager sostiene que los estados intencionales son, a pesar de la insistencia de Dennett, casos de emergencia radical.

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Los fenómenos de emergencia explicativa, sostiene Seager, son metafísicamente ociosos en el sentido de que no h�ace falta incluirlos en la ontología para que ésta sea un catálogo exh�austivo de lo que existe. Una descripción del mundo en términos físicos sería, probablemente más aparatosa y dispendiosa, pero aún así completa: “Dado que los patrones sólo funcionan para ayudar a la mente a organizar su experiencia del mundo, parecerían metafísicamente ociosos. Tenemos la estructura física fundamental del mundo, y, según la imagen científica del mundo��, esto por sí solo es suficiente para generar todos los patrones que puede apreciar la mente” (121). Los casos de emergencia radical no son metafísicamente ociosos puesto que se requiere la inclusión de propiedades de alto nivel para obtener una explicación y descripción completa del mundo.

Como h�e dich�o antes, Dennett pretende caracterizar los estados intencionales como casos de emergencia explicativa. No obstante, sostiene Seager, dado que en la definición de los patrones el elemento de la discernibilidad es esencial y que dich�a discernibilidad es actitud-dependiente –lo cual implica que está ligada a conceptos mentalistas— los patrones intencionales de Dennett resultan siendo un caso de emergencia radical:

Muy bien, decimos, pero la mente no obstante es un fenómeno físico en el fondo. Desafortunadamente no podemos descansar ah�í. La mente no puede ser “tan sólo otro” patrón. Si lo fuera, sería metafísicamente ocioso. Pero no puede serlo ya que el rol de los patrones en el mundo depende de su apreciación por parte de una mente. […] No podemos explicar la mente como un patrón ya que el patrón depende de una mente. La imagen científica del mundo busca “disolver” los patrones en la arremolinada micro-maquinaria del mundo, pero la aplicación de esta estrategia a la mente no proporciona una explicación del lugar de la mente en el mundo, sino un desalojo de la mente del mundo (121-2).

Al caracterizar a los estados intencionales como casos de emergencia radical, Seager parece estar acusando a Dennett de caer en el dualismo de propiedades. Su objeción busca mostrar que, según la teoría de Dennett, los fenómenos mentales no son supradependientes del nivel físico, pues es necesario apelar a una mente para que los patrones reales que componen los fenómenos mentales emerjan en el mundo��. Según Seager esta caracterización de la mente constituye un fracaso en el proyecto de naturalización de la intencionalidad: “el problema de la naturalización es que no podemos explicar qué son los estados mentales sin apelar a nociones invadidas con implicaciones mentalistas” (104)

2.3.2 Metafísica y Patrones: Haugeland y Ross

En el artículo “Pattern and Being” (1993) Joh�n Haugeland realiza un análisis de la postura metafísica de Dennett, a partir de “Real Patterns” (1991b), buscando mostrar que aunque

�� Seagerdefinela“imagencientíficadelmundo”comolavisiónsegúnlacualtodaslascuestionesseresuelvenen el nivel de la física elemental. Esto es, todos los fenómenos en el mundo son supradependientes del nivel físico.�� Una objeción semejante puede encontrarse en el artículo de Marc Slors, “Why Dennett Cannot Explain What it is to Adopt the Intentional Stance” (199�). Slors sostiene que cualquier explicación de la actitud intencional es necesariamente circular, pues debe apelar a precisamente a los conceptos mentales que ésta busca explicar. Una explicación no-circular de la estrategia intencional recurriría a la conducta que asumen los observadores al predecir laconductadelossistemasintencionales;pero,afirmaSlors,estaexplicaciónesimposibledadaslaspretensionesdeDennett de que la estrategia intencional no sólo abarque la predicción en la conducta de personas sino de animales y computadores.

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el tópico detonador de este artículo sea la elucidación de los conceptos intencionales, en realidad Dennett plantea allí una propuesta metafísica consistente y con un campo de aplicación mayor que la filosofía de la mente. Más aún, sostiene Haugeland, el proyecto dennettiano de la desmitificación de la intencionalidad falla en última instancia, pero su propuesta metafísica se mantiene impecable a pesar de ello��. En el artículo que expondré a continuación, Haugeland desglosa la propuesta metafísica de Dennett para mostrar cuál es, finalmente, el estatus ontológico de los estados mentales de acuerdo con su teoría.

En primer lugar, dice Haugeland, “Real Patterns” muestra una vacilación en cuanto al objeto cuyo estatus busca elucidar. No es claro si allí Dennett busca esclarecer el estatus ontológico de los patrones o de los elementos constituyentes de los patrones. Inicialmente se interpretaría como una elucidación de los patrones mismos –sería, por demás, la interpretación más consistente con el título. No obstante, dado que la teoría de Dennett se compromete con el h�olismo quineano, los ítems intencionales como las creencias o los deseos deben entenderse como elementos de un patrón mayor. Es decir, el h�olismo implica que los ítems intencionales deben entenderse en términos de un todo del cual forman parte y no en términos del todo que abarcan (Haugeland 1993: 54). Por esta razón, el artículo de Dennett buscaría aclarar el estatus de los elementos de los patrones, más que de los patrones mismos. Esto no quiere decir que Dennett ponga en tela de juicio el estatus ontológico de ciertos estados neurofisiológicos o ciertas conductas específicas, puesto que su teoría no identifica los estados intencionales con estas entidades concretas.

Para que una conducta particular cuente como una instanciación de un estado intencional –i.e. para que cuente como una instanciación de la “creencia de que p”—debe estar inscrita en un patrón conductual. Si no existiera dich�o patrón, nada contaría como una creencia en lo absoluto. Por esta razón, sostiene Haugeland, la analogía de las creencias con centros de gravedad no es apropiada. Un centro de gravedad, al ser un punto espacial, existe independientemente de contar como punto de gravedad; ese no es el caso de las creencias y los demás estados intencionales:

La analogía que Dennett propone entre las creencias y los centros de gravedad está completamente descaminada y debe ser descartada. Un centro de gravedad no es más que un punto espacial en un tiempo, o un punto en una trayectoria a través del tiempo. Por ende, su estatus está exactamente a la par con cualquier otro punto o trayectoria espacial, incluyendo el centro de la esfera más pequeña que contenga todas las medias que Dennett h�a perdido. El que un punto o trayectoria cuente como un centro de gravedad, o como centro de medias perdidas, depende de su posición relativa a ciertas masas de medias; pero su ser es espacial e independiente de cómo qué más pueda contar�� (55)

�� No explicaré las razones por las cuales Haugeland considera que este proyecto falla, puesto que no están directamente relacionadas con la discusión metafísica que me interesa. Tampoco profundizaré en la crítica de Haugeland aladesmitificacióndelaintencionalidad,nidiscutirésuplausibilidad.�� Haugelandsostienequeelhechodequeloscentrosdegravedadtenganunvalorpredictivonolesconfiereunestatus metafísico distinto del que tiene el centro de la esfera más pequeña formada por todas las medias que Dennett ha perdido. De esta manera, niega que el criterio de compromiso ontológico con una entidad deba basarse en el valor predictivo de dicha entidad: una idea de gran importancia en el artículo de Dennett, sobre la que volveré en el siguiente capítulo.

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La diferencia con las creencias es que en virtud del h�olismo éstas no tienen una existencia independiente de los patrones en los que están inscritas. Si no son elementos en un patrón, no son en lo absoluto, ya que no son identificables con conductas o estados neurofisiológicos concretos. Así pues, “Real Patterns” es un intento por elucidar tanto el estatus metafísico de los patrones como de sus elementos constituyentes. Pero si los estados intencionales son elementos en un patrón, ¿cuál es entonces, el patrón del cual forman parte? Como se hará claro hacia el final del artículo el patrón es el de la conducta racional. Pero, diríamos, Dennett parece sugerir que son las creencias y los deseos los que constituyen, ellos mismos, patrones –i.e. los tipos de estados intencionales. Para aclarar este punto la analogía con el juego de Life resulta bastante útil.

Los gliders en Life (Figura 3) son patrones de células individuales, cuya conducta, como un todo, puede predecirse sin acudir al nivel “físico”; es decir sin que h�aya necesidad de computar las leyes físicas de Life para predecir el comportamiento de cada célula individual. Esto es lo que Dennett llama la notabilidad como objetos reales. Ah�ora bien, el h�ech�o de que los gliders tengan la conducta que tienen y sean objetos persistentes a pesar de que las células que los componen están cambiando permanentemente es una consecuencia directa de las leyes físicas del juego. Considerar los gliders de esta manera es lo que Haugeland llama apreciación “desde abajo”, es decir, la apreciación de un patrón como consecuencia de las leyes de un nivel inferior.

Una manera distinta de apreciar los patrones es contemplándolos desde una perspectiva elevada; no ya como consecuencias de las leyes físicas de un nivel inferior sino como componentes de patrones de mayor escala. De esta manera, se piensa por qué son importantes ciertas estructuras, dado el papel que juegan en una estructura de orden superior. El patrón Fermat Primes�� de Life (Figura 4 y 5) se comporta de cierta manera en virtud de las cadenas de gliders que conforman una buena parte de su estructura. Una apreciación de los gliders “desde arriba”, en términos de Haugeland, no repara en el h�ech�o de que los gliders sean compuestos de células individuales sino en el h�ech�o de que dan lugar a este tipo de configuraciones. Esto hace que los gliders sean, por así decirlo, especiales. Haugeland no aclara en qué sentido puede decirse que una estructura de Life es especial, pero en el caso de los patrones conductuales de las creencias y los deseos, podríamos decir que son “especiales” en tanto califican como intencionales.

Esta distinción entre la apreciación de un patrón “desde arriba” y “desde abajo” permite aclarar en qué sentido los estados intencionales individuales son al mismo tiempo patrones y elementos de un patrón. Como los gliders de Life los estados intencionales emergen como un ordenamiento de elementos individuales –que, como insiste Haugeland, no son del todo concretos e identificables. Pero el hecho de que sean “especiales” –i.e. el hecho de que califiquen como “intencionales”—sólo puede apreciarse contemplando el panorama desde una perspectiva más elevada. Es decir, mostrando a las creencias y los deseos como elementos en un patrón más amplio. Esta idea se esclarecerá con el siguiente punto que Haugeland desarrolla en su artículo. De acuerdo con éste, Dennett sostiene dos definiciones distintas de “patrón”:

�� Lafigura�muestraelpatrónllamado“FermatPrimes”;unpatróndegranescalaquetieneuncomportamientointeresante.Laslíneashorizontalyverticalseextiendendemaneraindefinidagraciasalainteraccióndecomponentesmáspequeños.Comomuestralafigura3,laestructuradelpatrónestáconstituidaensumayorparteporcadenasdegliders que interactúan con otros patrones del mismo orden para generar el comportamiento particular del patrón de orden superior.

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Por una parte, está la idea de que los patrones son “por definición” candidatos al discernimiento o el reconocimiento; por otra, está la idea de que un patrón es una suerte de disposición ordenada o no-fortuita –lo opuesto al caos. La primera idea invita a una definición operacional o práctica, mediante una explicación del reconocimiento y la corrección; la segunda invita a una definición explícita o teorética, en términos de qué está dispuesto, cuáles disposiciones son posibles y cuáles de ellas son ordenadas (58)

La definición operacional trae consigo una serie de ventajas, como la neutralidad de substrato para los patrones y la posibilidad de incluir el contexto en la definición de los mismos. Es importante mencionar que, de acuerdo con Haugeland, la noción de reconocimiento debe incluir un elemento normativo, que determine cuáles objetos cuentan como objetos de reconocimiento y cuáles no�7. La definición teorética, sugerida por la explicación del concepto en términos de algoritmos de compresión�8, les otorga a los patrones el grado de objetividad que Dennett busca pero tiene implicaciones no del todo deseables. Una de ellas es que el reconocimiento del patrón sería posterior al reconocimiento de los elementos que, en el caso de los patrones intencionales, no son del todo definidos e identificables. Por otra parte, llevaría al reduccionismo; una postura que Dennett rech�aza.

Haugeland sugiere, entonces, que se tomen ambas definiciones en conjunto de manera que unan sus fuerzas. Esta conjunción genera un cambio en la concepción misma de los elementos de los patrones, caracterizándolos ah�ora como patrones y no como “átomos”. Siguiendo la analogía con el juego de Life, los elementos ya no serían las células individuales sino los gliders y otras estructuras similares, cuya apreciación se da “desde arriba”. Estos patrones de pequeña escala se reconocen como componentes de un patrón de orden superior –que equivaldría a su contexto—, bajo ciertos estándares normativos de reconocimiento, siempre y cuando formen parte de una disposición organizada que pueda definirse como patrón en el sentido teorético:

En esta concepción amplia, los “elementos” de una disposición ordenada no deben ser vistos como simples (“elementales”), como bits o pixeles, ni siquiera como identificables independientemente. Por el contrario, pueden ser bastante elaborados, elusivos y/o sutiles, siempre y cuando ciertas criaturas relevantes sean (o puedan aprender a ser) capaces de reconocerlos. Esta recognoscibilidad, a su vez, perfectamente puede depender, en parte, de su participación en la disposición (=contexto) de la cual son elementos. En efecto, tenemos “patrones” en dos niveles diferentes, uno para cada una de las definiciones de Dennett, pero en una manera que […] cada uno requiere del otro. Esto es, ambas definiciones son integrales en una misma explicación unificada (59).

Según Haugeland esta estrategia genera dos niveles u ordenes de patrones que son correspondientes a las dos definiciones, y son interdependientes entre sí. El primer nivel sería el de los elementos, que son a su vez patrones, reconocidos como tales por su participación en una organización. Es decir, corresponden a la definición operacional. Los patrones de orden más elevado corresponden a la segunda definición, al ser la disposición ordenada que forma el contexto en el cual pueden reconocerse los patrones de primer orden. Este contexto genera a la vez el marco normativo para el reconocimiento de los patrones.

�7 “En suma, el reconocimiento, la determinación del objeto y la posibilidad del error deber ir juntos” (�7)�8 Ver: 1.�.�

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Para explicar de qué manera un patrón de orden mayor genera un marco normativo para el reconocimiento de patrones de menor orden, Haugeland utiliza el ejemplo del juego de ajedrez, que es una de las funciones que puede computar la máquina universal de Turing, instanciada en el juego de Life. Dennett utiliza este ejemplo para mostrar la importancia de las actitudes: si un observador centra su atención en el nivel de las leyes físicas de Life, que determinan lo que sucederá con cada célula individual, no podrá apreciar el h�ech�o de que es una máquina universal de Turing y que está jugando ajedrez. Es necesario adoptar un marco interpretativo que permita ver como símbolos de posiciones y movidas, lo que desde un nivel inferior se entiende como una cadena de gliders.

Según la interpretación de Haugeland, el juego de ajedrez proporciona un marco normativo que permite reconocer sus elementos constituyentes. Por ejemplo, las piezas. ¿Qué es una torre?� Ciertamente la torre no es equivalente al pedazo de plástico o de madera que está sobre el tablero. La torre se define en virtud de las reglas del juego, que determinan sus posibles movimientos. De la misma manera, las jugadas se determinan por las reglas. El que un movimiento x de una pieza cuente como jugada, depende de que esté inscrita correctamente en el patrón de segundo orden, que constituye el juego mismo. De esta manera, las reglas del juego generan un estándar de corrección para el reconocimiento de las piezas, las jugadas, etc. Pero para que se dé tal reconocimiento se presuponen dos procesos: en primer lugar, un jugador de ajedrez debe comprometerse con las reglas, de manera que sus acciones cuenten como movidas; por otra parte, el reconocimiento de los elementos del juego mediante las reglas constituye una h�abilidad. Sólo una persona que h�aya jugado ajedrez durante cierto tiempo reconocerá ciertas jugadas como ilegales y las rech�azará; esto es, insistirá en las reglas.

Una vez que tienen lugar estos dos procesos, las reglas del juego pasan a ser estándares constitutivos de sus elementos: “Si una disposición más grande de patrones es constitutiva para el dominio de sus elementos, y como tal es exigida por los practicantes h�ábiles, puede inducir las normas por las cuales esos mismos elementos pueden ser patrones de reconocimiento. Esto es, los elementos pueden ser criterios de la corrección de su propio reconocimiento, y en ese sentido objetos” (62) De acuerdo con Haugeland, mediante esta forma de reconocimiento emergen los objetos: cuando el marco normativo que impone un patrón de orden superior pasa a ser constitutivo de sus elementos, éstos se vuelven criterios de su propio reconocimiento y son, de esta manera, objetivos. En concepto de objeto debe entenderse aquí como una entidad autónoma, independiente de nosotros –o, diríamos, de la mente—; una entidad “en su propio derech�o” acerca de la cual podemos equivocarnos, pues se mantiene estable a pesar de nuestras diversas interpretaciones.

Esta noción de objeto difiere ampliamente de las nociones metafísicas tradicionales del substratum, o la res, que sirve como sustento de las propiedades. De allí la novedad en la propuesta metafísica de Dennett. Para que algo cuente como objeto no necesariamente debe tener el estatus del substratum tradicional; sólo incluir estándares constitutivos para su propio reconocimiento. De esta manera las piezas de ajedrez y los estados intencionales obtienen un carácter objetivo que no está, sin embargo, desligado de la actitud que asuma un observador. Haugeland sostiene que las actitudes dennettianas (Stances) equivalen a los compromisos con un marco normativo en la interpretación de ciertos patrones –a saber, los patrones intencionales:

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Pero una Actitud�9 es más que una actitud h�acia o una perspectiva de las cosas, incluso más que un método y una terminología para lidiar con ésta. Adoptar una Actitud es tomar una posición. ¿Por qué?� Porque esto –el compromiso con los estándares constitutivos—es lo único que le permite a aquello con respecto a lo cual se asume la posición sobresalir como fenómeno, mantenerse ante nosotros como objeto. Dich�os estándares determinan el ser de los objetos: lo que es para ellos ser, y qué es posible e imposible para ellos. […] Para el dominio de la actitud intencional, la racionalidad es el estándar constitutivo (65).

Así pues, de la misma manera que las reglas del ajedrez determinan los estándares normativos para reconocer los elementos constitutivos del juego como tales, el supuesto de la racionalidad proporciona el mismo marco para el reconocimiento de los patrones intencionales. En este orden de ideas, las creencias (deseos, dudas, etc.) pueden definirse como patrones de primer orden, cuyos elementos constituyentes no son necesariamente especificables, pero que se reconocen “desde arriba” por su participación en una patrón de orden superior, que es la conducta racional. En la medida en que la racionalidad genera los estándares constituyentes para el reconocimiento de las creencias y otros estados intencionales, éstos mantendrán el estatus objetivo que Dennett les atribuye.

Pero esta caracterización de los estados intencionales como patrones reales y objetivos requiere una reformulación de los conceptos tradicionales de “objeto”, “objetividad” y “realidad”. Dennett dice sostener un “realismo moderado” con respecto a los estados intencionales, pero esta idea puede conducir a interpretaciones problemáticas, como la noción de que h�ay distintos grados de realidad. Lo que Haugeland busca destacar es que en la explicación de Dennett se genera una concepción de objeto o entidad completamente diferente de la sustancia tradicional: “Bajo ninguna interpretación […] la realidad de las piezas de ajedrez es “intermedia” o “a medio camino”: no son en lo absoluto substancias, pero son entidades genuinas, desplegadas en un cien por ciento” (64). Al plantear distintas Actitudes desde las cuales es posible apreciar distintos fenómenos, Dennett no busca mostrar que h�ay fenómenos más reales que otros; sólo, en palabras de Haugeland, distintos modos de ser, determinados por los diferentes estándares constitutivos del reconocimiento.

Ah�ora bien, es importante preguntar si los objetos que emergen en virtud de estándares constitutivos difieren de los objetos por excelencia de la tradición filosófica: los objetos físicos. Según Haugeland, “Dennett pone lo intencional y lo físico exactamente a la par: cada uno es entendido en términos de una posible actitud. Para estar seguros, la actitud física difiere importantemente de la intencional; pero es una actitud, no obstante” (65) Haugeland no explica en qué sentido la actitud física difiere de la intencional, y si interpretamos su postura consistentemente no debería diferir en ningún aspecto relevante. Una interpretación radical de la propuesta de Dennett sostendría que si los objetos físicos son observables desde una actitud su estatus ontológico es el mismo del de los patrones intencionales. Los objetos físicos son patrones, tanto como los fenómenos intencionales.

Esta analogía no es difícil de percibir si se tiene en cuenta que los objetos físicos que conforman nuestra ontología son agregados de partículas. Si recordamos el criterio que plantea Dennett para la identificación de un patrón real en términos de algoritmos de compresión, podríamos ver nuestra ontología de mesas, computadores, carros,

�9 Durante la exposición de este artículo utilizaré la expresión “Actitud” para distinguir el término en inglés Stance del término attitude, que traduciré como “actitud”

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volcanes, etc. como un conjunto de descripciones simplificadas de los mapas de bits, cuyos elementos son las partículas subatómicas. Esta parece ser la interpretación de la propuesta dennettiana que sostiene Don Ross. Ross afirma que para evadir las inconsistencias generadas por la tensión entre el reduccionismo, el eliminativismo y el dualismo de propiedades, Dennett debe llevar su propuesta metafísica h�asta el fondo: “Dennett puede escapar del nudo de inconsistencias que lo amenazan […]En lugar de imaginar vagamente un mundo de abstracta “quasi-reales” flotando en una manera no especificada sobre un mundo de illata “realmente reales”, debe sostener la visión de que la realidad está compuesta de patrones hasta el nivel más básico” (Ross 2000: 160)

Para preservar la consistencia es necesario, entonces, reformular el criterio de compromiso ontológico que adopta la teoría de Dennett. No debe sostener ya un criterio pragmático á la Quine, sino uno formulado en términos de compresión de información: “Esta es la teoría que quiero llamar Realismo de Bosque Tropical�0. Lo que se busca en efecto es un reemplazo para la explicación naturalista de la existencia que famosamente ofrece Quine, según la cual ser es ser el valor de una variable en el cuerpo de nuestra teoría científica mejor confirmada” (161) En lugar de este criterio, Ross propone el siguiente: ser es ser un patrón real que sea proyectable bajo una posibilidad física y que codifique la información en una manera más eficiente que un mapa de bits (161) El concepto de “patrón real” se atiene a los términos propuestos por Dennett en “Real Patterns”. De acuerdo con las interpretaciones de Haugeland y Ross, parecería ser que para que la propuesta de Dennett en filosofía de la mente preserve su consistencia, sus intuiciones metafísicas no sólo deben verse como una manera de aclarar el estatus ontológico de los estados intencionales, sino como una reformulación de las nociones metafísicas tradicionales, como “objeto”, “objetividad”, “real” y el criterio de compromiso ontológico mismo.

�.� Conclusión del Capítulo

A lo largo de este capítulo h�e expuesto de qué manera la teoría de Dennett acerca del estatus ontológico de lo estados intencionales h�a sido criticada desde ángulos muy diversos. Las dos posturas ortodoxas en filosofía de la mente –a saber, el realismo y el eliminativismo—comparten con la propuesta de Dennett much�as de sus intuiciones iniciales, pero Dennett no se compromete con ninguna de estas dos posiciones, por lo cual los filósofos que se adhieren a ellas encuentran su propuesta cuestionable. Por otra parte, h�e mostrado que la teoría de Dennett cuenta con problemas propios, como estar siempre al borde de la inconsistencia. Según algunos críticos amistosos, esta inconsistencia se evitaría si las intuiciones metafísicas de Dennett se aplicaran no sólo al campo de la filosofía de la mente sino a toda la ontología. En el tercer capítulo expondré las respuestas de Dennett a las objeciones que h�a recibido su propuesta, y su opinión acerca de las interpretaciones radicales de su propia teoría. Hacia el final espero esclarecer cuál es la posición metafísica de Dennett con respecto a los estados mentales, cuáles son sus fortalezas y cuáles sus falencias.

�0 Ross denomina de esta manera su propuesta metafísica, por oposición a la ontología desértica de la que habla Quine en “On What There Is” (19��). Al contrario de Quine, Ross dice preferir una ontología poblada.

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�. El Estatus Ontológico de los Estados Intencionales: Respuestas de Dennett a sus Críticos

En el anterior capítulo expuse una serie de críticas que h�a recibido la teoría de Dennett, desde tres ángulos o tendencias en filosofía de la mente. En este capítulo expondré las respuestas de Dennett a las objeciones planteadas, siguiendo la misma división establecida en el segundo capítulo. A lo largo de la exposición evaluaré las fortalezas y las debilidades en las respuestas de Dennett, para concluir en la última sección con una tesis interpretativa. Esta última sección consistirá en un análisis de las respuestas de Dennett, que buscará determinar cuál es, finalmente, su postura metafísica con respecto al estatus ontológico de los estados mentales y destacar sus puntos débiles, al igual que sus fortalezas.

�.1 La negación del realismo

Como se h�izo evidente en los capítulos anteriores, el rech�azo del realismo por parte de Dennett es motivado por dos nociones: la normatividad de las adscripciones intencionales y la indeterminación en dich�as adscripciones que, a su vez, es motivada por la visión h�olista que Dennett tiene acerca de la atribución de creencias y deseos. Las objeciones provenientes del realismo cuestionan, a grandes rasgos, tres tópicos en el planteamiento de Dennett; a saber, el carácter idealizado de las atribuciones intencionales, la eficiencia causal de los estados adjudicados por la estrategia intencional, y la indeterminación. En adelante, expondré y evaluaré las respuestas de Dennett a sus objeciones, dividiéndolas de acuerdo a los distintos temas que son objeto de disertación por parte de sus críticos.

3.1.1 ¿En qué consiste la normatividad?

Una estrategia para evitar las críticas que esgrimen Fodor, Lepore y Stich� en contra de la supuesta normatividad en la atribución de creencias, y para defender la postura anti-realista, consiste en redefinir el concepto de normatividad. Esta repuesta puede encontrarse en The Intentional Stance (Dennett, 1987), en un capítulo donde Dennett busca responder a las objeciones de Stich� citadas en el capítulo anterior. Allí, como en otros lugares, Dennett caracteriza la estrategia intencional como una forma de interpretación que busca explicar la conducta de los agentes, al mostrarla como razonable. Esto es, el marco interpretativo que proporciona el lenguaje intencional permite entender o darle sentido a (make sense of ) la conducta, al inscribirla o subsumirla bajo ciertos patrones de racionalidad. Es por esta razón que el lenguaje intencional no puede dar cuenta, o describir siquiera, los casos de fallas en la racionalidad: “No estoy diciendo que siempre seamos racionales, sino que cuando no lo somos, los casos desafían la descripción ordinaria en términos de deseos y creencias. No h�ay ningún misterio en esto. Una interpretación intencional de un agente es un ejercicio que intenta darle sentido a las acciones del agente, y cuando estas acciones no tienen sentido, no pueden ser directamente interpretadas en términos que dan sentido” (Dennett 1987: 87)

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Sin embargo, Stich� reclama que existen errores comunes que son perfectamente coh�erentes con una descripción intencional de la psicología popular; casos corrientes de irracionalidad, que no tenemos ningún problema en interpretar mediante conceptos intencionales. Dennett, por su parte, sugiere que los errores comunes no son casos de irracionalidad propiamente h�ablando, sino disfunciones locales en procedimientos racionales. Afirma que no es posible explicarlos ni describirlos en términos de creencias y deseos. Las explicaciones en estos términos buscan dar razones para las acciones. Pero los errores no suceden por una razón�1, por lo cual ninguna explicación de ellos en términos de creencias o deseos tendrá sentido.

La razón por la cual no tendría sentido esta explicación es que involucraría la atribución de creencias que no son coh�erentes con el resto del conjunto de creencias que se atribuyen. Dado que, en la perspectiva de Dennett, la atribución intencional es h�olística y por tanto una creencia se atribuye acompañada de un todo de creencias que están racionalmente relacionadas con ella, la adjudicación de una creencia incoh�erente con el resto del sistema es problemática. Dennett parece sugerir que el error mismo es indeterminado, en la medida en que cualquier descripción de éste en términos intencionales entrará en conflicto con el resto de las creencias adjudicadas, por lo cual resulta problemático incluso especificar cuál error es el que se ha cometido. Por tanto una descripción de los errores en términos intencionales no será adecuada. Dennett sugiere que para tratar con los casos de fallas en la racionalidad es necesario descender al nivel de descripción de la actitud de diseño o incluso h�asta la actitud física. Estos niveles explicativos podrán dar cuenta de los errores en tanto no están comprometidos con estándares de racionalidad y no buscan dar sentido a las acciones. La explicación desde la actitud física es, en este sentido, diferente de la explicación en la actitud intencional.

Sin embargo, la explicación de los errores en el nivel intencional es imposible sólo si se toma el lenguaje psicológico en los términos idealizados que Dennett propone. El lenguaje de la psicología popular, que utilizamos cotidianamente, no encuentra problema alguno en atribuir creencias contradictorias, falsas o incoh�erentes a las personas. Una de las razones por la cuales se da esta diferencia, podríamos decir, es que la psicología popular a diferencia de la Teoría de Sistemas Intencionales no sólo adjudica creencias y deseos para comprender las “razones” de la conducta, sino también como explicaciones causales de la misma. Una creencia falsa o incoh�erente con el sistema puede ser la causa de un error. Y efectivamente es posible predecir y explicar la conducta de las personas mediante la atribución de este tipo de creencias.

Podría argumentarse, entonces, que la sistematización de la psicología popular que Dennett lleva a cabo no preserva su poder predictivo sino que, por el contrario, impide la predicción y la explicación de much�os fenómenos comunes. Una salida para Dennett podría consistir en argumentar que estos fenómenos no merecen una explicación del tipo que proporciona la estrategia intencional –si bien pueden tenerla en los términos de la actitud física o la de diseño. Pero nuevamente esto implicaría reducir el campo de acción de la estrategia intencional a los casos en los que efectivamente nuestra conducta y nuestros estados intencionales son ideales. Podría cuestionarse seriamente la idea de que este tipo de psicología tiene mayor poder predictivo y explicativo que un lenguaje que efectivamente pueda dar cuenta de los defectos o fallas cognitivas.

�1 Es importante tener en cuenta que utilizo el concepto de “razón” en un sentido diferente al de “causa”.

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Dennett dice situar su teoría a medio camino entre la “línea dura” y la “línea suave” de Stich�. Sostiene que sí existe un presupuesto normativo de racionalidad en las atribuciones intencionales, lo suficientemente normativo para mantener su carácter idealizado, pero que esta idealización requiere de ciertos matices. Dentro de su propuesta, la racionalidad no es equivalente a la clausura deductiva y la consistencia lógica perfectas. No es, en sus palabras, el concepto de racionalidad que se aprendería en un curso introductorio de lógica. Al parecer Dennett busca matizar los principios normativos (2) y (3) de Fodor y Lepore��, pero aferrarse a los principios (1) y (4). Esto parece resolver, en parte, las objeciones esgrimidas a partir de consideraciones evolutivas.

Stich manifiesta su desacuerdo con los principios (1) y el (3) afirmando que hay entornos en los que las creencias falsas pueden proporcionar ventajas selectivas, y circunstancias en las que estrategias no racionales pueden generar buenos resultados. Dennett no considera que la primera afirmación sea obvia: no considera que sea obvio que ser diseñado para tener creencias falsas pueda ser ventajoso, si bien es posible que suceda (1987: 96). Cabría preguntarse, entonces, si el h�ech�o de conceder esta posibilidad pone en riesgo el argumento de Dennett. Es importante recordar que el argumento evolutivo de Dennett busca mostrar que cuando existe una h�istoria evolutiva puede suponerse que la mayoría de las creencias de un sistema serán verdaderas. El h�ech�o de que algunas creencias falsas tengan valor de supervivencia –como el ejemplo que mencioné en el capítulo anterior, en el que A y B son efectos comunes de una causa oculta, pero la creencia falsa de que A es causa de B tiene mayor valor de supervivencia que la creencia verdadera��—no pone en tela de juicio el argumento.

Sin embargo, el argumento fallaría si pudiera pensarse en un entorno en el que fuera ventajoso tener creencias mayormente falsas. Este podría ser el caso de las creencias míticas que fortalecen el tejido social en una comunidad y confieren, por tanto ventajas selectivas. Podría pensarse, por ejemplo, en una comunidad de fanáticos religiosos, que castiga con el destierro o el aislamiento a los individuos que no comparten sus creencias. Un individuo que tuviera creencias verdaderas tendría menores posibilidades de sobrevivir que uno que aceptara los dogmas de la comunidad y, por tanto, podríamos decir que las creencias falsas resultan más ventajosas en este entorno que las verdaderas. Dado que en esta comunidad las presiones ambientales favorecen las creencias falsas, y que, según Dennett, la atribución de creencias depende de los principios normativos mencionados antes, ¿diríamos que no es posible una interpretación intencional de la conducta de los individuos en esta comunidad?� Ciertamente es posible. Es posible adjudicar creencias a los individuos: el h�ech�o de que se atribuyan creencias falsas, e incluso contradictorias��, no implica que no se puedan atribuir en absoluto. O bien, ¿sería posible una interpretación intencional aún sin presuponer los principios normativos?� Pero en este caso los argumentos dennettianos a favor de una visión normativista de la interpretación intencional no tendrían ningún sentido.

�� (1) Principio de verdad: las creencias de un sistema intencional serán en su mayor parte verdaderas, (�) Principio de coherencia: las creencias de una criatura serán en su mayor parte coherentes; (�) Principio de clausura (closure): una criatura creerá todas las consecuencias lógicas de sus creencias; (�) Principio de probidad (probity): una criatura deseará ensumayorpartecosasqueleresultenbeneficiosas.�� Ver: �.1.1�� Puede pensarse, por ejemplo, en la creencia Cristiana de la “Santísima Trinidad”: Según los dogmas de esta religión Dios es uno y tres personas al mismo tiempo.

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Un argumento a favor de la postura de Dennett podría consistir en preguntarse cuán representativa es la cantidad de creencias falsas ventajosas frente a la totalidad de las creencias. Es decir, preguntarse si las creencias míticas falsas que confieren ventajas selectivas son una muestra representativa del conjunto de las creencias de los individuos. En este conjunto tendríamos que contar creencias muy primitivas como “los cuerpos que estén en el aire sin ningún soporte se precipitarán h�acia la tierra”, “los seres h�umanos no pueden respirar bajo el agua”, o “el fuego quema”. Diríamos que en este conjunto, la cantidad de creencias falsas ventajosas no es representativa. ¿Es posible un entorno en el que fuera ventajoso un conjunto de creencias del cual la mayoría sean falsas?� Aunque la idea parece contrariar su argumento evolutivo, Dennett concede que un entorno semejante es posible, y al h�acerlo se enfrenta al dilema que expliqué arriba: ¿es o no es posible una descripción en términos intencionales de los individuos que h�an evolucionado en este entorno?� De su insistencia en la normatividad de las adscripciones intencionales parecería seguirse que no es posible. Esto nos lleva de vuelta a la idea de Stich�, según la cual las pretensiones de la estrategia intencional impiden la descripción y explicación de much�os fenómenos importantes.

Por otra parte, Dennett muestra un acuerdo parcial con la segunda afirmación de Stich: sostiene que es posible que ciertas estrategias que no estén recomendadas por los cánones normativos tengan resultados ventajosos. No obstante, no considera que esto las h�aga irracionales:

¿Refuta esto mi declaración de que la selección natural garantiza que la mayoría de las creencias de un organismo serán ciertas, y la mayoría de sus estrategias racionales?� Creo que no. Más aún, incluso si una estrategia es, como concedo que puede ser, una estrategia “patentemente inválida” que funciona la mayor parte del tiempo en los contextos en los que es invocada – ¿muestra esto que es una estrategia irracional? Sólo si nuestro modelo de racionalidad se aferra a los ideales de Introducción a la Lógica. (96)

¿Cómo debemos entender, entonces, el concepto de racionalidad?� En primer lugar, Dennett sostiene que no es, como alegan Fodor, Lepore y Stich�, equivalente a “lo que nos h�a dado la evolución”. Es decir, el concepto de sistema intencional no es correlativo con el de criatura evolucionada. Dennett sostiene firmemente que las definiciones de “racionalidad”, “sistema intencional” o “creyente” no son correlativas a “conducta diseñada por la selección natural” o “criatura evolucionada”, y por tanto su explicación no es tautológica. Hay, según esto, un componente normativo en el concepto de racionalidad. Pero la caracterización de este componente es sumamente vaga: “Quiero utilizar “racional” como un término multi-propósito de aprobación cognitiva –que sólo requiere mantener alianzas condicionales y revisables entre la racionalidad, así concebida, y los métodos propuestos (e incluso aclamados universalmente) para prosperar cognitivamente en el mundo” (97)

Dennett defiende la visión de la racionalidad como un concepto sistemáticamente pre-teorético, que no pude identificarse con los principios de ningún sistema formal, ni con las estrategias que promueve la selección natural. Este concepto, sostiene, yace sobre nuestras intuiciones compartidas acerca de lo que tiene sentido (98) Pero, cabría preguntarse, ¿de dónde provienen estas intuiciones? Dennett reconoce que cualquier reflexión sobre lo que debemos h�acer llega eventualmente a considerar lo que de h�ech�o h�acemos. Esto parece poner en tela de juicio el componente normativo que Dennett busca. ¿Cuán normativas son nuestras intuiciones si en el fondo se basan en lo que de h�ech�o h�acemos –nosotros que somos sistemas imperfectamente racionales?� Esta respuesta parece comprometer la distancia que

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Dennett pretende mantener entre la racionalidad adjudicada por la interpretación intencional y la racionalidad que de h�ech�o instanciamos los sistemas intencionales no ideales. En una palabra, compromete el carácter idealizado de la racionalidad. Este concepto vago y poco delimitado de la racionalidad no parece ser suficiente, entonces, para sostener una visión normativista de las adscripciones intencionales.

Esto nos lleva a una de las objeciones de Fodor y Lepore, según la cual es posible preservar el poder predictivo de la estrategia intencional aún sin suponer una racionalidad idealizada – sostienen que esto es lo que de h�ech�o sucede en much�os casos. Fodor y Lepore afirman que el valor predictivo de la psicología popular se mantendría aún si sólo fuera cierto en un 87% de los casos que una persona que cree p y p→q, creerá q (Fodor y Lepore 1993: 77). De acuerdo con Dennett, “Esta afirmación superficialmente plausible presupone que las creencias individuales pueden ser descubiertas independientemente, cuando yo sostengo que es el supuesto de la racionalidad el que h�ace la adscripción de creencias “h�olística”: no puede atribuirse una creencia sin presuponer la adscripción de todo un grupo de creencias, racionalmente relacionadas con ésta” (Dennett 1993: 217). Desde la perspectiva h�olista de Dennett, el h�ech�o de que una persona crea ~q es la mejor evidencia para cuestionar la atribución de las creencias p y p→q. La atribución simultánea de las tres creencias nos devolvería al tipo de errores que plantea Stich�, que no son descriptibles desde la actitud intencional.

Desde una postura realista, Fodor supone que h�abría evidencia en el cerebro de las personas para confirmar que efectivamente tienen las tres creencias. No obstante, Dennett sostiene que la interpretación de los estados o eventos cerebrales como las creencias p, p→q y q requiere el uso del supuesto h�olista de la racionalidad, en cuanto constituye un ejercicio de traducción radical, al estilo de Quine��. Es decir, h�abría que interpretar un conjunto de estados cerebrales como un conjunto de estados intencionales, lo cual implica que debe h�aber reglas para la traducción, que deben apelar al supuesto de la racionalidad.

Por otra parte, Fodor y Lepore sostienen que el argumento de Dennett para sustentar el carácter normativo de las interpretaciones intencionales no es suficiente a menos que éste refute la posibilidad de establecer leyes intencionales para la predicción de la conducta. Estas leyes posibilitarían la atribución de creencias individuales, que Dennett niega. Éste rech�aza la posibilidad de las leyes intencionales, pues considera que los únicos candidatos plausibles para dich�as leyes no están muy lejos de ser principios normativos: “provoca sospech�a en aquellos de nosotros que somos escépticos de las leyes intencionales que todos los ejemplos plausibles que h�emos encontrado parecen ser sustitutos para sus vecinos normativos más cercanos” (218).

Una ley intencional, en términos de Dennett, debe describir regularidades genuinas en el mundo, debe soportar interpretaciones contrafácticas y ser sustentada por las instancias, de manera que no sólo exprese un constreñimiento interpretativo, pues esto equivaldría a una expresión normativa. Una posible manera de plantear este tipo de leyes intencionales es, como siguiere Ch�urch�land (1981), mostrar que las relaciones regulares entre las actitudes proposicionales provienen de las relaciones lógicas entre las proposiciones que éstas contienen. Es decir, relaciones como implicación, inconsistencia, equivalencia, etc. La pregunta que debe h�acerse, entonces, es cuán normativas son estas generalizaciones que se siguen de principios lógicos. Ch�urch�land no considera que h�aya un elemento esencialmente normativo en éstas, pero podría argumentarse lo contrario.

�� Ver: Quine 1970

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�0

Ch�urch�land formula las regularidades intencionales de la siguiente manera (1981: 82):

(x) (p) (q) [((x cree que p) & (x cree que (p→ q))) → (exceptuando confusión, distracción, etc., x cree que q)]

La expresión que se encuentra en el consecuente del condicional: “exceptuando confusión, distracción, etc.” podría interpretarse como una cláusula ceteris paribus, que fija las variables que podrían afectar el valor de verdad de la fórmula (en casos de confusión o distracción, es posible que una persona crea p y p→q, y no crea q). Esta cláusula incluye en la formulación de las regularidades un carácter idealizado, pues la confusión y la distracción son factores que comúnmente afectan las cadenas de razonamiento de los sistemas intencionales no ideales, como somos los seres h�umanos. Ch�urch�land encuentra una similitud estructural entre estas regularidades y las regularidades formuladas por la teoría clásica de los gases. Esta teoría es, precisamente, idealizada e incluye cláusulas ceteris paribus.

Ah�ora bien, ¿cabría interpretar un componente normativo en estas regularidades a partir del carácter idealizado que encontramos en ellas?� La normatividad y la idealización no necesariamente van de la mano, pero en el caso de la teoría dennettiana podría verse de esta manera. Dennett sostiene que la idealización en la adscripción de estados intencionales se debe al h�ech�o de que una interpretación intencional h�olística está regida por el presupuesto de la racionalidad y el principio de caridad. Dentro de este marco, como mencioné antes, la mejor evidencia para cuestionar la atribución de p y p→q, es que el individuo crea ~q. De lo contrario, como sugiere en la respuesta a Stich�, la explicación en términos intencionales resulta incoh�erente. En este sentido, podríamos decir que la idealización en las regularidades intencionales tiene un carácter normativo. Dennett diría que la idealización se debe a un constreñimiento interpretativo, mas no a una cuestión de h�ech�o, como sostiene Ch�urch�land. ¿Sobre qué fundamente podríamos declarar un veredicto?� ¿Es posible determinar si las regularidades en las adscripciones intencionales se deben a un razonamiento inductivo que se basa en los h�ech�os o a constreñimientos de nuestra interpretación?� La posición de Dennett estaría en tela de juicio si existieran efectivamente leyes intencionales que muestren regularidades entre creencias y deseos que sean lógicamente independientes. Este no parece ser el caso hasta el momento, por lo cual el argumento de Dennett a favor de la normatividad parece llevar la ventaja. Sin embargo, la pregunta sigue abierta pues no debemos descartar la posibilidad de h�allar leyes intencionales que sean producto de evidencia empírica y no de constreñimientos interpretativos. En la medida en que fracase el intento por establecer leyes intencionales, fracasará también la atribución de estados intencionales individuales. Si, como sostiene Dennett, las únicas leyes intencionales plausibles contienen componentes normativos, la normatividad parece ineludible y con ella el supuesto de una racionalidad ideal. No obstante, esta pregunta permanece abierta por el momento. Por otra parte, como vimos anteriormente, la propuesta de Dennett se queda corta a la hora de definir los estándares normativos que, supuestamente, genera este concepto de racionalidad. Mientras no se especifiquen estos estándares, no podremos decir que el argumento de Dennett a favor de la normatividad es sólido. Los candidatos iniciales para estos estándares –los cuatro principios de Fodor—resultan problemáticos, como muestran las objeciones de Fodor, Lepore y Stich�; y al parecer Dennett no logra formular estándares alternativos que conserven el carácter idealizado que se requiere para sostener la caracterización normativa de la adscripción intencional. Dennett no considera que ésta sea una falla

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en su propuesta, pero como mostré antes su resistencia a identificar estos estándares con un sistema formal y reducirlos a nuestras “intuiciones compartidas” compromete el carácter idealizado que éste busca adjudicarle al supuesto de racionalidad. Finalmente, no parece muy claro que la Teoría de Sistemas Intencionales tenga mayor poder predictivo y explicativo que la psicología popular, en la medida en que a la primera le resulta imposible predecir y describir las fallas cognitivas que son comunes en la vida h�umana y pueden ser perfectamente descritas por la segunda.

3.1.2 El poder causal de los rasgos actitud-dependientes

Al caracterizar los estados intencionales como abstracta Dennett niega que éstos sean estados concretos y distinguibles en las cadenas causales que conducen al comportamiento del agente. Como se expuso en el segundo capítulo, much�as de las objeciones que h�a recibido la propuesta de Dennett están relacionadas con el poder causal de los rasgos adjudicados desde la actitud intencional. Fodor y Lepore, Baker, y de manera indirecta Millikan y Godfrey-Smith� apuntan h�acia este punto particular en la teoría de Dennett: ¿Cómo es posible que rasgos actitud-dependientes sean seleccionados evolutivamente, si no son entidades reales en el mundo?� La idea que subyace a estas objeciones es que el valor de supervivencia de un rasgo debe explicarse por un poder causal de éste que le otorgue a una criatura una ventaja selectiva, y dich�o rasgo debe jugar un papel activo en la h�istoria evolutiva de manera que pueda decirse que forma parte del diseño de la criatura.

Dennett responde a estas objeciones apelando a su “realismo moderado” y mostrando que desde esta posición sí se puede atribuir un poder causal a la racionalidad y los estados intencionales. Pero este poder causal no es el mismo que tendría un proceso cerebral en la conducta de un agente –o al menos eso tendríamos que suponer para mantener una interpretación consistente de la teoría dennettiana. En adelante, intentaré elucidar en qué consiste el poder causal que Dennett atribuye a estos rasgos, a partir de las respuestas a las críticas que h�a recibido.

En respuesta a la objeción de Fodor y Lepore, Dennett se vale de la analogía de las creencias con centros de gravedad. En su artículo crítico Fodor y Lepore utilizan la estrategia de “delinear y separar” las distintas posturas metafísicas que pueden sostenerse respecto a los estados intencionales: o se es realista o se es eliminativista. Según su interpretación, la posición de Dennett cae del lado del eliminativismo al sostener que estrictamente h�ablando no h�ay tal cosa como deseos o creencias. Etiquetan la posición de Dennett como interpretativismo, debido a la caracterización de los estados intencionales como rasgos actitud-dependientes. La crítica está dirigida al h�ech�o de que Dennett le otorga valor de supervivencia a las creencias verdaderas; es decir, les otorga un poder causal. Pero algo que una criatura “no tiene realmente” no puede tener valor de supervivencia; esto es, no puede tener un papel causal activo en la h�istoria evolutiva de una criatura.

Dennett reproduce textualmente el argumento de éstos, reemplazando las creencias por centros de gravedad, y obtiene este resultado:

Consideremos un argumento exactamente paralelo con respecto a los centros de gravedad. Cuando se trata de centros de gravedad, ¿qué es usted –un Realista o un

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Eliminativista?� Suponga que usted salta h�acia la derech�a, sobre el supuesto de que los centros de gravedad son postulaciones “Interpretativistas” o “Instrumentalistas”, no cosas reales como los átomos o los electrones: “El instrumentalismo es inter alia la visión de que, estrictamente h�ablando, nada tiene centros de gravedad. Pero, uno supone, lo que un bote no tiene realmente (e.g. un centro de gravedad bajo) no puede ayudarle much�o en su luch�a por no volcarse” ¿Persuasivo?� Confío en que sentirá la necesidad de retroceder uno o dos pasos y retar la división y separación que llevó a esta embarazosa conclusión (Dennett 1993: 216)

Lo que pretende mostrar esta analogía con los centros de gravedad es que la separación radical entre las posturas metafísicas ortodoxas del realismo y el eliminativismo es inadecuada para tratar con “objetos” menos problemáticos que los estados intencionales, como los centros de gravedad. Según la cita, el h�ech�o de tener un centro de gravedad bajo evita que el bote se vuelque y, por tanto, debemos suponer que entidades abstractas como los centros de gravedad sí poseen un poder causal. De la misma manera, deben tenerlo los estados intencionales.

Si se tiene en cuenta que Dennett caracteriza los estados intencionales y la racionalidad misma como patrones en la conducta, no es tan descabellado atribuirles un poder causal como Fodor y Lepore sugieren. No por decir que en el mundo no h�ay objetos concretos que sean correlativos a las creencias y los deseos, se excluye la posibilidad de que éstos tengan un poder causal y un papel activo en la h�istoria evolutiva de una criatura. Para adjudicar un poder causal a las creencias, los deseos y la racionalidad debemos definirlos, como Millikan, como disposiciones a presentar un amplio repertorio de respuestas que promuevan los intereses de la criatura en una variedad de entornos, pero esta disposición debe manifestarse en la conducta actual de la criatura. Sólo en la medida en que ésta se comporte de manera racional en la mayor parte de los casos, podemos decir que la racionalidad, las creencias verdaderas y los deseos coh�erentes con los intereses tienen un valor de supervivencia. Sin embargo, es importante recordar que Dennett caracteriza estos rasgos como actitud-dependientes, lo cual h�ace que sus poderes causales sean problemáticos, como parecen sugerir las objeciones de Millikan y Godfrey-Smith�. Por tanto, el argumento de Dennett depende de que formule una caracterización sólida del tipo de poder causal que tienen estos rasgos.

Millikan sostiene que la racionalidad, o los patrones de conducta racional, son producto del diseño por selección natural. Dennett concede este punto, mostrando su acuerdo con Millikan (2000: 342). Ahora bien, aunque Millikan no afirme directamente que esta idea implica una postura realista, su argumento parece insinuarlo. Por otra parte, Godfrey-Smith� sí rech�aza explícitamente el instrumentalismo con respecto a las funciones que son producto de la selección natural. Al afirmar que una atribución funcional es una declaración acerca de la h�istoria de una estructura, le atribuye a la función un papel causal en dich�a h�istoria y por tanto, diríamos, un carácter real. No es claro que el realismo que, según mi interpretación, sostienen Millikan y Godfrey-Smith� sea el mismo Realismo de Fodor. Hasta donde se h�a visto, éstos podrían adjudicarle a los productos de la selección natural el mismo poder causal que Dennett le atribuye a las creencias y los centros de gravedad.

Pero, ¿en qué consiste este poder causal?� Desafortunadamente la teoría de Dennett es muy vaga al respecto. Su tratamiento del tema es más bien marginal y tiene muy poca claridad. En Darwin’s Dangerous Idea (1996) desarrolla un experimento mental conocido

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como “Dos Cajas Negras”�� que busca exponer una visión de la causalidad que admite relaciones causales no sólo en el nivel microfísico, sino poderes causales de alto nivel –i.e. en un nivel semántico— que difieren en ciertos respectos de las primeras. Por razones de espacio no me detendré a explicar el experimento, pero sí dos casos más simples. En una nota a pie de página de “Real Patterns”, Dennett afirma que

Varios intérpretes de un borrador anterior de este ensayo h�an supuesto que la conclusión que yo sugiero aquí es que las creencias y sus contenidos son epifenómenos que no tienen ningún poder causal, pero esta es una malinterpretación que puede trazarse h�asta una noción simplista de la causalidad. Si uno encuentra un patrón predictivo del tipo descrito, uno h�a descubierto ipso facto un poder causal (Dennett 1991b: 43)

Una buena manera de mostrar este poder causal es el ejemplo de un letrero en Español que reza: “ALMUERZOS GRATIS”, colocado en la ventana de un restaurante en Tokio y uno en Bogotá�7. Es posible h�acer predicciones acerca de la conducta del público al encontrar este letrero. Pensaríamos que el letrero atraería más cantidad de personas en Bogotá que en Tokio, sencillamente porque es más probable que los h�abitantes de Bogotá entiendan el mensaje, a que lo entiendan los h�abitantes de Tokio. El nivel en el que debe explicarse esta diferencia es el nivel intencional, pues en Tokio el letrero producirá un conjunto de creencias muy diferentes de las que producirá en Bogotá, si es que produce alguna y no es pasado por alto. Un cambio en el color de la fuente no implicará ninguna variación relevante, mientras que un cambio en el significado perceptible para el público sí las implicará: si se tradujera el letrero a japonés, probablemente la gente de Tokio entraría al restaurante con much�a más frecuencia. El nivel semántico es el adecuado para llevar a cabo las predicciones, puesto que es el hecho de que los habitantes de la ciudad entiendan el significado del letrero el que causa que se sientan o no atraídos por éste.

Un segundo ejemplo es el que h�e mencionado arriba del centro de gravedad de un bote, y que ah�ora expandiré un poco. El rendimiento de un bote puede mejorar sustancialmente si se realizan ciertas modificaciones en su interior, como cambiar las herramientas de lugar, reemplazar el mástil por uno menos pesado, o añadir piezas de h�ierro a la sentina. Todas estas acciones son equivalentes a “bajar el centro de gravedad del bote”. Pero es el h�ech�o de bajar el centro de gravedad lo que causa la mejora en el rendimiento del bote. Esta generalización –la descripción de las acciones como “bajar el centro de gravedad del bote”—explica, o da cuenta de, que los cambios mencionados –o much�os otros— puedan mejorar el rendimiento del bote (Dennett 2000: 357-8)

Mediante estos ejemplos Dennett busca mostrar la necesidad de plantear una noción de causalidad que sea más amplia que la causalidad entre objetos físicos concretos, y que no se atenga a las características de las relaciones causales de este nivel: “El h�ech�o de que las regularidades sobre las que se h�acen estas predicciones exitosas sean capturadas eficientemente (sólo) en términos intencionales y no sean derivadas de “leyes rectoras” no muestra que las regularidades no sean “causales”; sólo muestra que los filósofos frecuentemente se apoyan en nociones limitadas de la causalidad derivadas de la atención exclusiva a unos pocos ejemplos extraídos de la física y la química” (Dennett 1991b: 44) Dennett considera que estos casos más simples y menos controversiales, que no logran ser capturados por el concepto convencional de causalidad, demuestran que

�� Ver: Dennett 199�: �1�-8�7 En el ejemplo original, las ciudades donde se encuentra el letrero son Tokio y Nueva York. Para propósitos del argumento, he cambiado Nueva York por Bogotá.

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es necesaria esta reformulación. Sostiene que así como un cambio en la locación del centro de gravedad puede causar la mejora en el rendimiento de un bote, una creencia puede causar que una persona se sonroje, pero estas relaciones causales no son iguales a las relaciones entre dos eventos físicos. De esta manera, pretende evitar que su teoría caiga en el epifenomenalismo y sortear la objeción esgrimida por Fodor y Lepore. Si los fenómenos abstractos como la racionalidad o los estados intencionales tienen, a pesar de todo, eficiencia causal, no hay problema alguno en considerarlos como rasgos privilegiados por la selección natural.

No debemos pensar que la teoría viola el principio de clausura causal del mundo físico, puesto que todas entidades abstractas con poderes causales son, a la larga, patrones cuyos elementos constituyentes son eventos u objetos físicos. Sin embargo, no es del todo claro que Dennett considere estas relaciones causales como supradependientes de las que existen en el nivel físico. En este caso, ¿la teoría caería en una forma de epifenomenalismo?� O, de lo contrario, ¿sería un caso de emergencia radical, como supone Seager�8?� La falta de claridad de la formulación que h�ace Dennett nos obliga a dejar esta pregunta abierta.

Resulta sospech�oso que la única manera en que Dennett consiga explicar el poder causal de los patrones intencionales sea mediante analogías. Como expuse en el segundo capítulo, la analogía con los centros de gravedad puede ser descaminada en la medida en que los centros de gravedad son entidades abstractas, pero se identifican como puntos espaciales. Por ello su influencia causal en los illata físicos no es problemática. Los estados intencionales, por el contrario, no son identificables con nada concreto en el mundo. Por tanto, las relaciones causales con éste son más oscuras, y Dennett no parece tomarse el trabajo de esclarecerlas. Dennett afirma que su teoría muestra la necesidad de formular un concepto más amplio de la causalidad, pero no llega a formularlo. Tan sólo se limita a desafiar las nociones convencionales de relaciones causales.

En otro lugar, Dennett sostiene que para él lo que cuenta como causal es cualquier cosa que citemos en las explicaciones causales (2000: 361). Esto parece mostrar que la idea de Dennett de ampliar el concepto de causalidad corre el riesgo de generar un concepto demasiado amplio –tan amplio, quizás, como para caracterizar a las creencias y los deseos como entidades causalmente eficaces en la generación de la conducta, lo cual no es deseable para la teoría dennettiana. La limitación de la causalidad a las relaciones entre objetos físicos, que son subsumidas bajo “leyes rectoras” tiene la ventaja de excluir relaciones que no quisiéramos caracterizar como propiamente causales. Puede que este concepto sí sea, como sugiere Dennett, demasiado estrech�o y simple; además no está exento de problemas. Pero mientras Dennett no proporcione una explicación clara y demarcada del concepto de causalidad que quiere introducir para explicar los poderes causales de los rasgos actitud-dependientes, corre el riesgo de incluir en la categoría de las relaciones causales algunas relaciones que no lo son estrictamente h�ablando. Por tanto, su propuesta de ampliar la noción de causalidad es problemática. Aunque es importante reconocer que en general no existe un consenso entre los filósofos acerca del concepto de causalidad; h�ay controversias y discusiones importantes que no se h�an resuelto aún. Por ello, las inexactitudes en la teoría dennettiana para dar cuenta de los poderes causales de las entidades abstractas no sólo deben verse como una falla en esta teoría, sino como un tópico que se encuentra actualmente en discusión.

�8 Ver: �.�.1

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3.1.2 Defensa de la Indeterminación

En el artículo “Science, Ph�ilosoph�y and Interpretation” (1988) Dennett busca responder a aquellos críticos que sostienen que las consideraciones evolutivas implican la determinación de las funciones y los contenidos mentales. A grandes rasgos, su respuesta consiste en mostrar que las h�istorias evolutivas de ciertas estructuras son indeterminadas. No sólo son epistemológicamente indeterminadas, como reclamaría Millikan, sino ontológicamente indeterminadas. Esta situación se presenta en particular en las atribuciones funcionales complejas: much�as veces una misma estructura puede tener dos o más funciones, y much�as veces, por cambios en las condiciones ambientales y las presiones de selección, una estructura puede adquirir una función que no tenía inicialmente. ¿En qué punto podemos decir que la estructura adquiere esta nueva función?� Dennett reconoce que h�ay algunas atribuciones funcionales que son obviamente verdaderas, pero no considera que este h�ech�o ponga en tela de juicio la tesis de indeterminación de Quine. Por otra parte, Dennett no piensa que las h�istorias causales sean suficientes para determinar la atribución funcional. De acuerdo con éste, los biólogos no h�an conseguido llegar al tipo correcto de h�istoria causal que sirva para determinar las adjudicaciones funcionales. Por tanto las funciones biológicas, en cuanto productos de la selección natural, son indeterminadas (1988: 541).

Podría objetarse, como lo h�ace Millikan, que estas indeterminaciones son locales y no h�olísticas. Es decir, que los casos indeterminados son ocasionales y se dan sólo bajo circunstancias específicas. Dennett procede a responder a esta objeción, al mismo tiempo que responde la objeción, también de Millikan, acerca de la indeterminación en las atribuciones intencionales. Nuevamente, para esclarecer sus puntos, utiliza una bomba de intuición�9 que esta vez toma la forma de un “crucigrama quineano”�0. Este es un crucigrama diseñado por Dennett que tiene dos soluciones posibles. No es que algunas columnas o filas admitan dos respuestas, es que el crucigrama como un todo tiene dos respuestas posibles. Esto lo permite la flexibilidad en las definiciones. Algunas palabras de la respuesta, dice Dennett, apenas se atienen a las definiciones dadas en la guía del crucigrama, pero pueden utilizarse correctamente en la medida en que encajan en la configuración del crucigrama como un todo. El punto de este ejemplo es mostrar que ninguna de las dos respuestas es más correcta que la otra.

Ah�ora bien, Dennett reconoce que su crucigrama es un caso especial y que lo normal es que h�aya una única respuesta, pero sostiene que estos casos nos revelan que el h�ech�o de que no h�aya una única respuesta, “no es una necesidad metafísica, sino un constreñimiento inmensamente poderoso” (Dennett 2000: 346). Así pues, concuerda con Millikan en la idea de que los constreñimientos y principios que rigen los diseños de la selección natural h�acen que sea muy poco plausible encontrar dos interpretaciones igualmente buenas, que no dejen lugar a un “desempate”. No obstante, considera que el principio de indeterminación se sostiene debido a que no h�ay una necesidad metafísica que lo impida –es decir, no h�ay h�ech�os más profundos que establezcan la verdad de una interpretación—sino un constreñimiento de diseño. Por ello, sólo h�ay “h�ech�os superficiales” que permiten determinar la corrección de una interpretación funcional o intencional, pero no h�ech�os más profundos –como eventos o estados cerebrales que revelen con certeza el que una persona tenga o no cierta creencia:

�9 Expresión dennettiana que designa los experimentos mentales que sacuden nuestras intuiciones y ponen en tela de juicio nociones previas.�0 Ver: Dennett �000: ��� Ver: Dennett �000: ���

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Cuando la indeterminación amenaza en el mundo real, siempre son más h�ech�os “conductuales” o “disposicionales” –más de lo mismo—que permiten una lectura determinada, no un misterioso “poder causal” o una “semanticidad intrínseca” La interpretación intencional casi siempre se acerca al límite de una interpretación, pero en el caso catastrófico imaginable en el cual dos interpretaciones sobreviven a todas las pruebas, no h�abría h�ech�os más profundos que determinen cuál es la “correcta”. Los hechos sí establecen interpretaciones, pero siempre son hechos “superficiales” los que h�acen el trabajo (346)

Como expuse en el primer capítulo, estos “hechos superficiales” pueden no establecer la superioridad de una interpretación sobre otra, cuando el patrón que se interpreta contiene gran cantidad de ruido�1. Finalmente, Dennett no cree que Millikan pueda sostener la idea de que la indeterminación es local y no h�olística, puesto que, dado el presupuesto de la racionalidad, no es claro cómo podría establecerse una distinción entre los casos de indeterminación local y global. Es decir, no es claro cómo se distinguirían las circunstancias especiales en las que una interpretación puede ser indeterminada de aquellas circunstancias normales en las que sería determinada.

El argumento a favor de la indeterminación, al parecer, sigue siendo la idealización en la atribución de patrones intencionales. Los casos marginales y ocasionales muestran que no h�ay una necesidad metafísica por la cual deba h�aber siempre una interpretación determinada, y por tanto que los h�ech�os que pueden establecer que una interpretación es la correcta siempre serán superficiales. Cuando se confrontan patrones con ruido, como son nuestras conductas racionales, estos h�ech�os no tienen la posibilidad de determinar cuál respuesta es la correcta, por lo cual se preserva, según Dennett, el principio de indeterminación en la atribución intencional. Que esto preserve la indeterminación en la atribución funcional es una pregunta que permanecerá abierta pues excede los propósitos de esta investigación

�.� ¿Indispensabilidad del Lenguaje Intencional?

Como mencioné en el capítulo anterior, Dennett y Ch�urch�land comparten much�as de las intuiciones iniciales que motivan sus respectivos proyectos. La diferencia entre ellos reside en sus distintos veredictos acerca de la utilidad del lenguaje psicológico. Mientras Ch�urch�land considera que la psicología popular es una teoría infértil y decadente, Dennett considera que contiene un valor predictivo que no posee ninguna otra teoría que describa la conducta h�umana –y de ciertos otros sistemas. Ch�urch�land cuestiona este poder que Dennett atribuye al lenguaje intencional, y el presupuesto sobre el que se apoya para h�acerlo –i.e. la normatividad en las adscripciones intencionales. En esta sección expondré algunas de las respuestas de Dennett ante el materialismo eliminativo, e intentaré extraer de su obra los elementos que servirían para sortear las objeciones provenientes de esta corriente.

Ch�urch�land caracteriza la psicología popular como una teoría y sus generalizaciones como “leyes” semejantes a las leyes de la física matemática. Con esta afirmación busca negar que h�aya un componente normativo en las adscripciones intencionales. Ch�urch�land compara las regularidades en la adscripción intencional con las regularidades

�1 Ver: 1.�.� Ver: 1.�.�

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que describe la ley clásica de los gases y sostiene que éstas son cuestiones objetivas de hechos abstractos; es decir, de las relaciones lógicas que se sostienen entre las proposiciones. Lo curioso de esta comparación es que la ley clásica de los gases es una ley idealizada, al igual que, como sostiene Dennett, son las atribuciones intencionales. Ambos tipos de leyes deben incluir cláusulas ceteris paribus. Por ello, Ch�urch�land tendría que conceder a Dennett, si bien no un componente normativo, sí un carácter idealizado en las atribuciones de estados intencionales.

La normatividad de las atribuciones intencionales, como vimos en la sección 3.1.1, se fundamenta en la adopción del h�olismo. La caracterización de las regularidades intencionales como cuestiones de h�ech�o parece suponer la posibilidad de la adscripción de creencias o deseos individuales. Esta adscripción depende, a su vez, de la posibilidad de plantear leyes intencionales que no incluyan factores normativos. En los términos de Ch�urch�land las regularidades en la adscripción intencional son cuestiones de h�ech�os empíricos de correlación entre estados intencionales y conductas, y h�ech�os abstractos de relaciones lógicas entre las distintas proposiciones que contienen las actitudes proposicionales. Dennett niega que estas regularidades puedan caracterizarse como cuestiones de h�ech�o, pues no encuentra ninguna ley intencional que relacione creencias y deseos lógicamente independientes –de manera medianamente plausible—y considera que las regularidades que se atienen a relaciones lógicas se deben a constreñimientos interpretativos y no a cuestiones de h�ech�o. En la sección anterior concluí que la evidencia h�asta el momento apunta a favor de la idea de Dennett, pero que la pregunta permanece abierta, pues no parece h�aber un fundamento sobre el cual decidir si estas regularidades provienen de h�ech�os que presenciamos en el mundo y formulamos tras un razonamiento inductivo, o si provienen de constreñimientos interpretativos.

Ch�urch�land critica también el concepto de racionalidad que supone la psicología popular. Sostiene que es un racionalidad mínima y truncada en comparación con los patrones de conducta racional que exh�ibimos los seres h�umanos. Esta objeción no parecería afectar la propuesta dennettiana, en tanto que Dennett reconoce las fallas en la psicología popular. Su proyecto consiste, precisamente, en legitimar el lenguaje psicológico mediante una sistematización que se rija por los principios de una racionalidad ideal. No obstante, como expuse en la primera sección de este capítulo, Dennett mismo no tiene una idea muy clara acerca de cómo sería esta racionalidad ideal.

Dennett parecería estar de acuerdo con la idea según la cual el lenguaje psicológico no es adecuado para dar cuenta de los “fenómenos más profundos” de nuestro sistema cognitivo. El lenguaje intencional, el que él pretende rescatar al menos, no tiene nada que ver con estos fenómenos. Por ello, la idea de Ch�urch�land no parece implicar ningún obstáculo para la preservación del lenguaje intencional: éste no tiene las pretensiones de describir estos fenómenos. Esa tarea le correspondería a la psicología cognitiva subpersonal o a la neurociencia, mas no a la Teoría de Sistemas Intencionales, que se ocupa de los patrones en la conducta.

Ch�urch�land (1988) sostiene que la similitud que Dennett alega entre las creencias y los centros de gravedad no es en absoluto clara: “se le escapa completamente”. La razón es la misma que h�an citado otros críticos: los centros de gravedad son entidades espaciales especificables en razón del tamaño y el comportamiento de los objetos físicos. Dennett responde a esta objeción, curiosamente, no mostrando las similitudes sino argumentando

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por qué considera que las creencias son entidades abstractas (Dennett 1988: 537). No considero que ésta sea una respuesta suficiente a la objeción que plantea Churchland. En primer lugar, si interpreto bien a Ch�urch�land, podría decirse que él también considera que las creencias son entidades abstractas pero, a diferencia de lo que piensa Dennett, entidades abstractas ficticias. El punto de su objeción, como las de muchos otros��, es que los centros de gravedad son entidades espaciales, lo cual deja claro su estatus ontológico y teorético. No sucede lo mismo con las creencias.

Finalmente, es importante exponer la opinión de Dennett frente a los prospectos del eliminativismo. Ésta parece h�aber cambiado con el tiempo, pues en artículos de diferentes épocas se encuentran opiniones muy distintas. En 1988, Dennett afirma: “Los eliminativistas pueden tratar de contarnos acerca del nuevo mundo que vendrá, cuando todas estas postulaciones pasadas de moda serán olvidadas, pero para mi esta sólo es una decisión táctica acerca de cómo h�ablar, una decisión inmotivada. Aún h�ay much�as cosas valiosas que descubrir acerca de los h�abitantes de estas “ontologías desacreditadas”” (Dennett 1988: 538) En ese entonces, Dennett sostenía que su estómago ontológico es lo suficientemente fuerte como para incluir en su ontología entidades como los atardeceres, las voces, los cortes de pelo y “Old McDonald h�ad a Farm”. Como afirma la cita, considera que estos objetos de estatus ontológico dudoso son valiosos; no sólo como formas de h�ablar, sino como objetos en la ontología. Muestra un rech�azo radical por la propuesta eliminativista.

Algunos años más tarde matiza y justifica su actitud frente al eliminativismo, esta vez teniendo en cuenta solamente el prospecto de eliminar por completo el lenguaje intencional:

Ch�urch�land aquí solamente le está apostando a una corazonada, una corazonada que no gana plausibilidad a partir de las reflexiones sobre la irresistible marcha hacia delante de la ciencia. Pues no es suficiente que Churchland suponga que en principio, los niveles neurocientíficos de descripción explicarán mejor las discrepancias, predecirán mejor el ruido que evade a los niveles superiores. Por supuesto esto tiene que ser cierto en el límite –si descendemos hasta el fondo, hasta el mapa de bits neurofisiológico. Pero como hemos visto el sacrificio de la facilidad de uso por la inmunidad al error para un sistema tan engorroso, puede h�acerlo profundamente poco atractivo. (Dennett 1991b: 51)

El rech�azo del eliminativismo en este punto es motivado por una falta de optimismo en la plausibilidad de encontrar patrones mejores, más predictivos y precisos, que no caigan en el problema de la intractabilidad. En otras palabras, en la cita Dennett sugiere que encuentra muy remota la posibilidad de h�allar patrones tan compactos como los que se obtienen desde la actitud intencional, que permitan predecir la conducta de una manera bastante satisfactoria, y proporcionen una descripción de la conducta que sea considerablemente más eficiente que el mapa de bits neurofisiológico. Su actitud no es ya la de un proteccionismo infundado, del que lo acusaba Ch�urch�land en 1988.

Finalmente, en el artículo “With� a Little Help from my Friends” (2000) dice apoyar la iniciativa de Ch�urch�land de buscar patrones mejores que los que encontramos en la psicología popular, si bien ve muy poca probabilidad de éxito en esta empresa: “Yo sí pienso que Ch�urch�land está en lo correcto al tratar de buscar un mejor patrón que aquel h�allado por la actitud intencional […]; sólo que no creo que su corazonada de que vaya a lograrlo sea remotamente plausible. Pero si tuviera éxito, supongo que estaría de acuerdo con él en

�� Haugeland �000: ��, Dretske 1988: �1, Baker 1989: �1�. Haugeland �000: ��, Dretske 1988: �1, Baker 1989: �1�.

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que deberíamos decir, considerando todas las cosas, (esta es la decisión diplomática) que después de todo no h�ay creencias ni deseos” (Dennett 2000: 361).

La cita revela claramente qué tipo de criterio de compromiso ontológico es el que mantiene Dennett: el criterio de compromiso ontológico de Quine��. El carácter “real” que Dennett le concede a los patrones intencionales depende de su poder predictivo y explicativo. Mientras no existan candidatos para reemplazar efectivamente a las entidades de la psicología popular, que preserven o perfeccionen el poder predictivo que confieren éstas, diremos que son patrones reales. Esto es lo que Dennett denomina como el camino científico hacia el realismo (1991b: 28), que toma en cuenta consideraciones pragmáticas a la h�ora de determinar las entidades con las cuales adopta un compromiso ontológico��. Así pues, en la medida en que las entidades intencionales sean variables sobre las que se cuantifique en la mejor explicación de la conducta humana –la explicación con mayor éxito predictivo y poder explicativo, mayor simplicidad, fertilidad, etc. con la que contemos en el momento— serán entidades indispensables con las que se sostiene un compromiso ontológico. La realidad de éstas se esfumaría en el momento en que aparecieran patrones mejores, como los que busca Ch�urch�land, que conformaran una teoría más atractiva. La ontología de Dennett es, como sugiere su artículo de 1991, una ontología pragmática.

�.� La Coherencia Interna de la Teoría de Dennett

Las críticas que expuse en la tercera sección del segundo capítulo tienen un rasgo en común: todas se enfocan en una aparente tensión que h�ay en la caracterización de los estados intencionales en la teoría que propone Dennett. La tensión aparece si Dennett, por decirlo de alguna manera, se sale con la suya y logra evadir los obstáculos que ponen en su camino las dos posturas metafísicas ortodoxas: el realismo y el eliminativismo. Esta tensión se da entre el carácter objetivo de los patrones intencionales, por una parte, y su dependencia de las estrategias predictivas de un observador, por otra. Lo que muestra el artículo de Baker es que se seguirían consecuencias indeseables si la teoría cediera h�acia cualquiera de los polos de la tensión. Los artículos de Haugeland y Ross son interpretaciones amistosas de la teoría que buscan suavizar de alguna manera esta tensión, mediante algunas modificaciones en los conceptos metafísicos que subyacen a la teoría –y en general, a la tradición filosófica. En esta sección, mediante una exposición de las respuestas de Dennett a estas interpretaciones, buscaré determinar cómo Dennett supone que puede sortear los dilemas que se le imputan, sin aceptar completamente las lecturas radicales de su teoría.

3.3.1 Los patrones intencionales como casos de emergencia explicativa

La mayoría de las objeciones que plantea Baker encuentran una respuesta en el artículo de 1991, “Real Patterns”, como afirmé en el segundo capítulo��. Baker critica, en pocas palabras, la discrepancia sistemática que encuentra en la teoría de Dennett, que postula

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la racionalidad, el diseño y los estados intencionales como rasgos actitud-dependientes, pero aún así les atribuye poderes causales. De acuerdo con Baker, los rasgos actitud-dependientes, h�acia los que se asume una postura instrumentalista, no pueden tener poderes causales. Como expuse en la primera sección de este capítulo, al matizar su “instrumentalismo” y mostrar los estados intencionales como patrones reales, Dennett puede atribuirles cierto poder causal sin caer en inconsistencias. Por ello, atribuir a la racionalidad valor de supervivencia y a las creencias, relevancia en las discusiones morales, no revela una falta de coh�erencia en la teoría dennettiana.

Por otra parte, Baker formula un dilema con relación al estatus cognitivo de las actitudes de Dennett. No es claro que las actitudes sean dispensables sin pérdidas cognitivas: si lo son, el lenguaje intencional sería innecesario y engañoso; si no lo son, entonces la propuesta de Dennett parece caer en una suerte de dualismo de propiedades. El dilema que plantea Baker puede resolverse por dos caminos. Por una parte, al reconocer el matiz pragmático del criterio de compromiso ontológico que sostiene Dennett, puede aceptarse la indispensabilidad del lenguaje de la actitud intencional sin que ello comprometa el fisicalismo de la teoría. El lenguaje y los conceptos intencionales son indispensables porque le confieren a la explicación de la conducta un grado de poder predictivo y simplicidad que se perdería si se describiera la conducta en términos físicos, y no porque los fenómenos intencionales tengan propiedades que no pueden ser capturadas por una descripción física. Por otra parte, la actitud intencional genera el marco en el cual pueden discernirse los patrones que constituyen los estados intencionales, que son patrones imperfectos y sólo perceptibles si se adoptan h�ipótesis interpretativas y una perspectiva adecuada. Esto no es inconsistente con el fisicalismo, pues no postula la existencia de entidades que eludan la descripción física. Los mismos patrones que describe la actitud intencional podrían describirse desde la actitud física, pero se perdería la simplicidad y el poder predictivo de la explicación cayendo así en la intractabilidad.

La crítica de Baker es respaldada por la interpretación de Seager. Seager no lo plantea como un dilema, no obstante. Asume la indispensabilidad de la actitud intencional en la teoría dennettiana y sugiere que esto implica ver a los patrones intencionales como casos de emergencia radical; es decir, fenómenos que no pueden explicarse en términos de sus componentes físicos. De acuerdo con Seager los patrones intencionales sólo emergen en el mundo para organizar la experiencia de los observadores conscientes; de lo contrario no tienen ninguna función en el mundo. Por lo tanto, dice Seager, es necesario postular una mente para que dich�os patrones emerjan: los estados intencionales son actitud-dependientes. La estrategias predictivas de un observador son propiedades de alto nivel necesarias para explicar los patrones intencionales, por lo cual, dice Seager, estos patrones no pueden explicarse sólo en términos de sus componentes físicos y son, por ende, casos de emergencia radical.

La respuesta de Dennett a la crítica de Seager resuelve tanto el problema que ésta plantea como el dilema que plantea Baker. Si bien Dennett incluye en su definición de un patrón real el elemento de la discernibilidad, no considera que Seager esté en lo correcto al sostener que la única utilidad de los patrones es relativa a los “seres conscientes que los reconozcan”:

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La conclusión principal que Seager quiere extraer de este experimento mental�� es que “al mundo no le sirven” los patrones de nivel elevado que son visibles en la simulación: “el único rol que tienen en el mundo es ayudar a organizar la experiencia de aquellos seres conscientes que los inventan y luego piensan en términos de éstos” No del todo, pienso, pero esta manera de poner las cosas enfoca nuestra atención en el rol de los detectores de patrones en el mundo (Dennett 2000: 355)

De acuerdo con Dennett no es necesario llegar h�asta la conciencia para el reconocimiento de los patrones. Mentes much�o más simples “del estilo de un termostato” (355) responden igualmente a ciertos patrones. Este tipo de sistemas, que podríamos llamar autómatas, interactúan con el mundo en parte mediante el reconocimiento de algunos patrones. Sin embargo, éste no parece ser el caso de los patrones en la conducta que sostienen interpretaciones intencionales. Dennett incluso insiste en que estos patrones sólo son perceptibles desde la actitud intencional. La pregunta que debe h�acerse es qué tan compleja debe ser una mente para reconocer los patrones intencionales; es decir, para adoptar la actitud intencional.

Es importante tener en cuenta que el tipo de discernibilidad que es constitutiva en la definición de un patrón real es, en la explicación de Dennett, discernibilidad en principio. En este orden de ideas, podría decirse que aún en ausencia de una mente que pueda asumir la actitud intencional los patrones de conducta están allí, pues son discernibles en principio. En este caso no sería necesaria la postulación de una mente que asuma ciertas estrategias predictivas para que los patrones estén allí. “En la opinión de Seager “la mente no puede ser ‘sólo otro patrón’ ¿Por qué no?�” (355) La idea de Seager es que la mente no puede ser un patrón más, en la medida en que su utilidad, o su rol en el mundo, dependen de que exista una mente capaz de reconocer el patrón. Por ello Seager caracteriza los patrones de Dennett como casos de emergencia radical.

Pero, ¿qué quiere decir Seager con “el rol de los patrones”?� Su artículo no aclara esta noción en ningún momento. ¿El h�ech�o de que un patrón no tenga un rol o una utilidad en el mundo implica que no está allí?� En palabras de Seager, sería un patrón “metafísicamente ocioso”, por lo cual entiendo un patrón que puede explicarse en términos de sus elementos constituyentes y que, por tanto, no es indispensable para la ontología. Un patrón así podría ser eliminado de la ontología por el principio de la Navaja de Ockh�am. Pero esta caracterización de los patrones, supongo, es precisamente lo que pretende Dennett al introducir el concepto de discernibilidad en principio. La adopción de la estrategia intencional es crucial para el reconocimiento del patrón, más no por ello es crucial para que podamos decir que el patrón está allí. Los estados intencionales serían, después de todo, casos de emergencia explicativa pero aún así, debido al criterio pragmático de compromiso ontológico pueden ser considerados indispensables.

Ah�ora bien, en el primer capítulo�7 mencioné que la noción de discernibilidad en principio que introduce Dennett para caracterizar los patrones reales es problemática. ¿Qué debe entenderse por algo que es discernible en principio?� Esto equivale a la tesis contrafáctica: “Si se dieran las condiciones adecuadas, entonces sería discernible”. En los términos de Dennett diríamos: si existiera un observador con unos intereses adecuados, un sistema perceptivo, y un marco interpretativo diseñados en función de estos intereses, entonces

�� Seager desarrolla un experimento mental muy semejante a los experimentos que desarrollan Dennett y Haugeland a partir de juego de Life.�7 Ver: 1.�.�

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el patrón será discernible para este observador. Encuentro dos problemas en esta noción: en primer lugar, no especifica sus condiciones de verificación, es decir, no hay cómo determinar la verdad del enunciado: “el patrón x es discernible en principio”; por otra parte, cabe preguntarse h�asta qué punto el concepto de discernibilidad en principio puede ignorar las facultades perceptivas de las criaturas actuales. Si un patrón es discernible en principio, pero no discernible por ningún observador real, ¿debemos decir que es discernible?� ¿Para qué nos sirve caracterizar este patrón como un candidato al reconocimiento si no h�ay ninguna criatura con las facultades para percibirlo?�

Mediante esta noción Dennett busca reunir dos elementos clave para su definición de un patrón real: un carácter objetivo, actitud-independiente y un carácter subjetivo, actitud-dependiente. El carácter objetivo es importante pues muestra que los estados intencionales no son tan sólo ficciones útiles y que su propuesta no es estrictamente instrumentalista. El carácter subjetivo, por otra parte, sustenta su afirmación de que es necesario adoptar los presupuestos de la estrategia intencional para que los patrones ruidosos en la conducta resulten perceptibles. El carácter objetivo de los patrones se obtiene mediante el concepto matemático de aleatoriedad: h�ay un patrón donde la información no es aleatoria, i.e. puede ser descrita en una manera más eficiente que el mapa de bits. Esta definición captura suficientemente la noción de patrón real que Dennett quiere plantear. Captura incluso los patrones ruidosos. ¿Entonces por qué insistir en el elemento de la discernibilidad?� Nuevamente, para mostrar que existen patrones aún donde es necesario adoptar cierta postura o actitud para percibirlos, debido al ruido en la información. Haugeland intenta solucionar los problemas que genera el concepto de discernibilidad en principio, mediante una separación de los elementos objetivo y subjetivo en la definición de patrón. Sin embargo, como veremos en la siguiente sección, Dennett rech�aza la interpretación de Haugeland, lo cual podría implicar ciertos problemas para su teoría.

3.3.2 ¿Cuán radical es el Dennettianismo de Dennett?

Dennett se muestra escéptico frente a la interpretación de Haugeland, si bien considera que algunos aspectos de su análisis son correctos. Haugeland encuentra en el artículo “Real Patterns” dos vacilaciones: la primera, entre la caracterización de los patrones y la de los elementos de los patrones; la segunda, entre la definición objetiva y subjetiva de los patrones reales. Mediante una solución de estas tensiones y la introducción de un concepto normativo de reconocimiento, busca mostrar que la propuesta de Dennett desafía las nociones metafísicas convencionales, al sustituir el concepto de “objeto” como substratum, por un concepto de “objeto” como entidad que posee estándares normativos de reconocimiento.

Dennett concede el primer punto de Haugeland: la vacilación entre los patrones y los elementos de éstos como objeto de análisis. Dennett reconoce que la tarea que se propuso al escribir “Real Patterns” era determinar la realidad de los elementos de los patrones qua elementos de un patrón. Por su insistencia en el h�olismo en la atribución de estados intencionales, podríamos decir que en términos generales asiente en la manera como Haugeland resuelve esta vacilación. Por otra parte, no considera que haya una vacilación entre las dos definiciones de patrón, como candidato al reconocimiento y como un fenómeno objetivo:

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Pensé que había resuelto la tensión y los había unificado mediante la definición matemática de aleatoriedad, pero concedo que debí h�aberlo explicado. Una secuencia matemáticamente aleatoria no es un patrón y cualquier patrón “discernido” en ella es estrictamente ilusorio, no real; y cualquier secuencia que no sea matemáticamente aleatoria tiene un patrón que es reconocible en principio por algún observador u otro, incluyendo lo que podríamos llamar el observador máximo: todo el universo considerado como observador potencial. (Dennett 1993: 214)

Nuevamente, el concepto de discernibilidad en principio, que se sigue de la definición matemática, según Dennett, parece resolver la tensión en la caracterización de los patrones como fenómenos objetivos y candidatos al reconocimiento. Sin embargo, como mencioné antes, la noción es problemática: por ser en principio ignora las facultades de las criaturas actuales para el reconocimiento de los patrones. Puede h�aber un patrón discernible en principio que no sea realmente un candidato al reconocimiento, pues puede no h�aber ningún observador real que tenga las facultades para discernirlo. La definición matemática de la aleatoriedad muestra el carácter objetivo de los patrones, pero no expresa su estatus como candidatos al reconocimiento. Cabría preguntarse si esto tiene implicaciones sobre la pretensión de Dennett de mostrar los estados intencionales como patrones discernibles sólo desde la actitud intencional. Más adelante volveré sobre este punto.

Haugeland argumenta que si las dos definiciones de patrón que él encuentra en tensión en el artículo de Dennett unen sus fuerzas, se genera un cambio en la concepción de los elementos. Estos pueden verse como patrones que son, a su vez, elementos en un patrón mayor y que adquieren su carácter objetivo en virtud de los estándares constitutivos que genera el patrón de orden superior. Esto es precisamente lo que les da a los patrones un carácter objetivo e independiente de la interpretación. Haugeland busca extraer de estas ideas una concepción novedosa de lo que entendemos por “objeto”, dejando de lado la noción tradicional del substratum. De esta manera, sostiene Haugeland, con las distintas actitudes Dennett muestra distintos “modos de ser” de las entidades, que corresponden a los estándares normativos implícitos en cada una de las actitudes.

Dennett no considera que esta revolución metafísica esté implícita en su propuesta. En primer lugar, él piensa que el carácter objetivo de los patrones se debe al h�ech�o de que son disposiciones no aleatorias de elementos, que pueden ser discernidas por un observador. Segundo, el concepto de reconocimiento que Dennett intenta mostrar es diferente del que interpreta Haugeland. Dennett no considera que h�aya un elemento esencialmente normativo en el reconocimiento de los patrones. Estas ideas tienen consecuencias importantes. Una de ellas es que, si bien el reconocimiento puede no depender en todos los casos de un análisis de los elementos –i.e. puede h�aber reconocimiento “desde arriba”—, éstos pueden marcar la diferencia entre el reconocimiento correcto o incorrecto de un patrón. Esto implica que la realidad de los patrones como fenómenos objetivos no depende de que h�aya “estándares constitutivos” para su reconocimiento que provengan de un patrón de orden superior en el cual estén inscritos. Haugeland introduce la noción de estándares constitutivos con el fin de otorgarle estatus objetivo a los patrones; es decir, para que h�aya un estándar contra el cual determinar cuándo se reconoce efectivamente un patrón y cuándo éste es ilusorio. Si el error en el reconocimiento de un patrón puede determinarse por sus elementos, no es necesario introducir estos estándares.

Sin embargo, Dennett insiste en que los estados intencionales sólo son discernibles desde la actitud intencional, puesto que el presupuesto de la racionalidad genera las pautas

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normativas para una atribución intencional h�olística. ¿Cuál sería, entonces, el papel de la normatividad en el discernimiento de los patrones de conducta que constituyen los estados intencionales?� ¿Cómo debemos conciliar esta idea con el rech�azo a la noción de estándares constitutivos que propone Haugeland?� Antes de responder esta pregunta es importante mencionar otro de los puntos de la respuesta a Haugeland.Dennett no considera que haya problema alguno en la definición simultánea y unificada de los patrones como disposiciones de elementos y candidatos al reconocimiento –mediante la noción matemática de aleatoriedad, como vimos antes. Haugeland encuentra problemática esta idea pues piensa que tendría la implicación de que el reconocimiento de los patrones dependería de un reconocimiento previo de los elementos, que much�as veces pueden ser indefinidos o inidentificables.

Creo que puedo aceptar sus observaciones sobre la naturaleza no algorítmica del reconocimiento, al tiempo que me atengo a la ontología conservadora: los patrones son patrones de elementos previos, aún si no se sabe (todavía) cuáles son esos elementos. La realidad de los rasgos de los patrones depende de que sean reconocibles en principio por algún reconocedor de patrones, pero esta reconocibilidad no depende a su vez de un reconocimiento básico de los átomos que componen estos rasgos. Así que no estoy convencido (214).

La cita sugiere que aún si el reconocimiento de los patrones no depende de un conocimiento previo de los elementos atómicos que los componen, no se sigue que no puedan definirse los patrones como disposiciones ordenadas de elementos, reconocibles en principio por un observador. Por esta razón parecería ser innecesaria la caracterización de los patrones objetivos en términos de estándares constitutivos que son generados por un patrón de orden superior. Como vimos antes, la existencia objetiva de un patrón se debe a que h�aya una disposición organizada de los elementos; esto lo h�ace discernible en principio. Los patrones que describe la estrategia intencional son objetivos en la medida en que son disposiciones no aleatorias de elementos, es decir de conductas, que son discernibles para un observador que adopta ciertos presupuestos. La objetividad de los patrones no depende de los estándares normativos de su reconocimiento; depende de que haya una organización que permita una descripción de sus elementos más eficiente que el mapa de bits.

La importancia de la normatividad que introduce el concepto de racionalidad es que proporciona una perspectiva desde la cual los patrones ruidosos en la conducta se vuelven discernibles, no ya en principio sino actualmente, para un observador con ciertos intereses –i.e. con ciertas estrategias predictivas. Así pues, los estándares normativos que, según Haugeland, son la piedra de toque en la definición de un “objeto”, sólo generan el marco interpretativo desde el cual los patrones se vuelven discernibles para un observador particular. Pero, como veremos más adelante, esto no es cierto de todos los patrones; sólo de los patrones imperfectos o ruidosos, como los que describe la estrategia intencional.

Al declarar su alianza con la ontología conservadora Dennett parece sugerir que la interpretación de Haugeland exagera en la caracterización de los “objetos” como entidades que contienen estándares normativos para su reconocimiento. ¿Debemos entender con esto que los “objetos” en la visión de Dennett se atienen a la definición tradicional de substratos?� No necesariamente, como veremos más adelante. Pero es importante destacar que hay una diferencia importante entre la actitud intencional y la actitud física, en cuanto

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la segunda describe objetos en el sentido estricto: illata; mientras que la primera describe objetos abstractos: patrones idealizados en la información ruidosa.

Las descripciones idealizadas de esos patrones no describen nada estrictamente h�ablando, puesto que sobre-simplifican. Pero imponen una abstracción útil en la realidad desorganizada; la compresión con pérdidas de la información ruidosa genera un abstractum. […] Esos patrones, he afirmado, son reales sin ser perfectos, y el abstractum, una muleta cognitiva, nos ayuda a verlos y por ello son reales para nosotros (Dennett 2000: 360)

Dennett parece resistirse, entonces, a la invitación de Haugeland a caracterizar la actitud física como una actitud más, a la par con la actitud intencional. Y rech�aza también la sugerencia de Ross de dejar de lado la distinción illata/abstracta. Con esto refuerza la idea según la cual es necesario adoptar la actitud intencional para discernir los patrones intencionales en la conducta.

Finalmente, Dennett acepta la sugerencia de Ross de etiquetar su postura metafísica como Realismo de Bosque Tropical: “El Realismo de Bosque Tropical, si lo entiendo correctamente, es ciertamente mi tipo de realismo; descarta las ontologías tontas e inmotivadas, pero de otra manera es marcadamente pluralista, tolerante de múltiples niveles de existencia “no reducidos” […] siempre y cuando éstos puedan sobresalir como patrones” (362). Es necesario, sin embargo, matizar esta afirmación. Como he mencionado arriba, Dennett insiste en preservar la distinción illata/abstracta, a pesar de los problemas que ésta acarrea. La distinción marca la diferencia entre los patrones perfectos y los patrones ruidosos. Algunos conceptos describen patrones perfectos y pueden ser vistos como illata. Otros, describen patrones imperfectos, ruidosos, por lo cual no puede decirse que h�aya un objeto en el mundo que corresponda a éstos, a pesar de ser patrones reales, discernibles por la adopción de cierta actitud.

Por otra parte, Ross –al igual que Haugeland— sugiere reemplazar el criterio de compromiso ontológico quineano, por el criterio que él propone basado en la idea de compresión informacional. Sin embargo, como sugiere la última cita en la sección 3.2 (que por demás se encuentra en el mismo artículo en el que Dennett expresa su simpatía por la interpretación de Ross), Dennett está interesado en preservar el carácter pragmático de la ontología: si la empresa de Ch�urch�land es exitosa y éste encuentra mejores patrones para describir la conducta y los fenómenos cognitivos, diríamos que las creencias y los deseos no existen después de todo (361). Como sostiene en “Real Patterns” (1991b: 29) y “Back from the Drawing Board” (1993: 210) Dennett se atiene al “camino científico h�acia el realismo”, que le otorga un estatus ontológico privilegiado a los patrones que proporcionan mayor poder predictivo y explicativo.

¿Debemos decir, entonces, que la propuesta de Dennett cae en inconsistencias por no llevar sus intuiciones metafísicas h�asta el fondo y preservar una distinción entre las entidades descritas por la actitud intencional y las que describen las demás actitudes?� ¿Compromete esto el fisicalismo que Dennett dice sostener, llevando su propuesta hacia el dualismo de propiedades?� A partir de las respuestas que h�e expuesto aquí no parece ser que la teoría dennettiana sea un caso de dualismo de propiedades. Las entidades que describe la estrategia intencional son patrones, es decir, disposiciones organizadas de elementos. Los elementos que componen estos patrones son conductas, entidades que no son en lo absoluto problemáticas en una visión fisicalista. No obstante, los conceptos

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del lenguaje intencional no tienen referentes en la realidad, como los conceptos que denominan objetos físicos o incluso las conductas mismas, en la medida en que son patrones idealizados. Es necesario adoptar cierta perspectiva para poder apreciarlos. Esto no conlleva la implicación que sugiere Baker de que el lenguaje intencional sea engañoso ni, como sugiere Seager, que los patrones sean metafísicamente ociosos�8, puesto que h�asta el momento no h�emos encontrado ningún otro marco conceptual que proporcione el poder predictivo que tiene la actitud intencional. Si encontráramos, como pretende Ch�urch�land, otro lenguaje que produjera predicciones y explicaciones más acertadas y fidedignas, el lenguaje intencional perdería el estatus privilegiado que Dennett le otorga. Pero mientras resulte útil y permita predecir la conducta de manera eficiente y confiable, este lenguaje tendrá una función mucho más importante que la puramente decorativa.

�.� Conclusión del Capítulo

Uno de los aspectos más desconcertantes y al tiempo más llamativos de la teoría de Dennett es su rech�azo categórico por las etiquetas. En la última línea de “Real Patterns” afirma que su teoría es más clara que cualquiera de las etiquetas que se le quiera imponer (1991b: 51). A lo largo de esta investigación h�e utilizado los términos “realista”, “instrumentalista”, “interpretativista”, etc. para efectos de claridad y eficiencia expositiva. Hay cierto atractivo en las etiquetas o las “sectas” (Dennett 1988), y es que facilitan la comprensión inicial de una propuesta al subsumir una serie de intuiciones y presupuestos bajo un solo término. No obstante, Dennett se reh�úsa a comprometerse con ninguna de las sectas que h�ay en el momento. Su razón para este rech�azo es que considera que h�ay falencias y lagunas importantes en las visiones ortodoxas. De allí su insistencia en las analogías: “Mi punto es responder al reto de los metafísicos o los ontólogos al decir, en efecto, ‘Miren, cuando ustedes tengan claridad acerca de casos tan poco misteriosos como las sonrisas, las oportunidades, los centros de gravedad y las voces, entonces (y sólo entonces) sentiré la obligación de responder a sus preguntas’” (Dennett 1993: 212)

La metafísica no da cuenta, en la visión de Dennett, del estatus de entidades como los centros de gravedad o las voces que no parecen en absoluto controversiales. La escisión entre el realismo y el eliminativismo en la filosofía de la mente no da lugar a una caracterización adecuada del estatus ontológico de las creencias, los deseos y las demás entidades abstractas que describe el lenguaje psicológico. Por ello, Dennett se reh�úsa a unirse a cualquiera de estas corrientes, y a aceptar cualquier tipo de etiqueta para su teoría, puesto que todas las etiquetas parecen sugerir ideas que Dennett no está dispuesto a acoger en su teoría –tomemos por ejemplo el caso del instrumentalismo o el realismo moderado. Así pues, en la medida en que no h�aya claridad acerca de las entidades menos controversiales, Dennett dice no sentir la necesidad de explicar su propio caso.

El debate acerca de “escoger lados” […] puede ser visto, pienso, como la exploración de analogías. Yo digo que atribuir una creencia es como atribuir un centro de gravedad, y como interpretar un artefacto como la realización de una máquina de Turing particular, pero much�os filósofos tienen dudas acerca de estas analogías. […] Las analogías sí ayudan; nos alertan a

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las sobresimplificaciones y a las avenidas de pensamiento no exploradas, pero después de un rato las respuestas h�umillantes se asientan. Recomiendo que las analogías sean debidamente notadas y masticadas, y luego recomiendo movernos a otros tópicos (Dennett 1988: 537-8)

No obstante, como h�emos visto, las analogías de las que se vale Dennett no explican completamente los puntos que él mismo desea establecer. La más recurrente, los centros de gravedad, no parece del todo adecuada.

En algunos puntos de su teoría Dennett consigue “ir más allá” de las analogías y proporcionar una explicación satisfactoria. Pero no en todos. Algunos de sus desafíos a la metafísica convencional se quedan en analogías. Este es el caso del concepto de causalidad que Dennett pretende introducir para explicar la eficacia causal de los patrones: “El punto principal de mi ejemplo de las Dos Cajas Negras es demostrar la necesidad de un concepto de causalidad que sea (1) cordial con el entendimiento de la causalidad de alto nivel, distinto del entendimiento de la h�istoria microcausal, y (2) suficientemente ordinario en todo caso, especialmente en contextos científicos” (Dennett 2000: 357). Pero, ¿llega Dennett a explicar este concepto?� No del todo. En particular, no parece proporcionar una explicación completa acerca de las relaciones causales que pueden tener los estados intencionales. Si pretende mantener su postura distanciada del epifenomenalismo, sería esperable que construyera tal explicación. Es cierto que el concepto convencional de causalidad se queda corto para dar cuenta de much�os casos relevantes, pero es importante que el concepto más amplio de la causalidad que se introduzca no sea demasiado inclusivo, a riesgo de contar como causales algunas relaciones que no entran propiamente en este dominio. La propuesta de Dennett requiere precisamente de una ampliación de este concepto que vaya más allá de las analogías y su teoría no parece proporcionarla.

Otros de los aspectos problemáticos que se siguen de la propuesta dennettiana es la caracterización de las adjudicaciones intencionales como “verdades con un grano de sal”. Atribuir una creencia no es lo mismo que atribuir un estado neurofisiológico, en cuanto la primera es una entidad abstracta y el segundo, una entidad concreta –en el sentido explicado arriba. Por ello, no podemos evaluar las atribuciones intencionales bajo los mismos estándares semánticos que utilizamos para evaluar la atribución de un estado concreto. Pero, como menciona Kenyon (2000: 85) Dennett no se molesta en explicar qué quiere decir con esto y, dado el compromiso de la gran mayoría de los filósofos con la dicotomía verdadero/falso, la lectura natural de esta expresión es que las atribuciones intencionales son falsas. No obstante, Dennett está cuestionando precisamente esta dicotomía y, como con el concepto de causalidad, busca revelar su inadecuación al mostrar que resulta insuficiente para dar cuenta de ciertos casos no controversiales, como la atribución de centros de gravedad: “[la] abrazadora alianza [de la filosofía tradicional] con la dicotomía verdadero/falso no es tan cómoda como uno podría pensar” (Dennett 2000: 350). Una vez más, Dennett no presenta una alternativa a las nociones tradicionales que rech�aza que, a mi parecer, son medulares en la tradición filosófica.

Un tercer concepto importante que la teoría de Dennett no explica con suficiente claridad es, como expuse en la sección 3.1.1, el concepto de racionalidad. La normatividad en las adscripciones intencionales es tal vez el argumento más importante para evitar caer en el realismo. Dich�a normatividad se da sobre la base de una racionalidad idealizada que, según Dennett, se presupone en la adjudicación de estados intencionales. Sin embargo,

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Dennett voluntariamente evita decir en qué consiste esta racionalidad idealizada, lo cual es un vacío importante en su teoría, pues como muestran Stich�, Fodor y Lepore, la idealización que se asumiría naturalmente (expuesta a grandes rasgos en los cuatro principios de Fodor y Lepore) es inadecuada. Dennett rech�aza este tipo de racionalidad, la racionalidad de Introducción a la Lógica, como una noción muy básica. Pero su vaga caracterización tiende h�acia la racionalidad del sentido común, que difícilmente es lo suficientemente idealizada como para tener un carácter normativo.

Por otra parte, la teoría parece no ceder ante las objeciones del eliminativismo. El carácter normativo de las atribuciones intencionales, que Ch�urch�land rech�aza, parece mantenerse en pie hasta que se confirme la plausibilidad de plantear leyes intencionales, que sean cuestiones de h�ech�o y no constreñimientos interpretativos, como Dennett sugiere. El veredicto depende, aparentemente, de la posibilidad de plantear leyes plausibles que expresen regularidades en estados intencionales cuyos contenidos sean lógicamente independientes. Mientras no existan tales leyes, diremos que la propuesta h�olista de Dennett lleva la ventaja en esta discusión que, por el momento, queda abierta. Por otra parte, mientras que no h�aya un candidato adecuado, en los términos de Dennett, para reemplazar al lenguaje intencional no parece h�aber una necesidad apremiante de desterrarlo del ámbito científico. Diremos que las creencias y los deseos son reales en la medida en que sean entidades que proporcionen más poder predictivo y explicativo que sus adversarios. Y, como sostiene Dennett, no deberíamos confiar en que aparecerá un adversario digno sólo basándonos en consideraciones acerca del avance inevitable de la ciencia. Como vimos anteriormente, el criterio de compromiso ontológico que subyace a la teoría dennettiana es, a pesar de lo que quisieran algunos críticos, el criterio quineano y tiene matices pragmáticos importantes.

En la medida en que Dennett adopte este criterio, su teoría no se verá expuesta al tipo de inconsistencias que alega Baker. Tampoco es necesario que Dennett adopte visiones revolucionarias de la metafísica como la que sugiere Haugeland. Dennett puede sostener el fisicalismo y al mismo tiempo comprometerse con la existencia de ciertos patrones imperfectos en la conducta h�umana, en la medida en que estos patrones proporcionen éxito predictivo y simplicidad a la explicación de la conducta. Su propuesta ciertamente desafía a la metafísica tradicional, pero se atiene a grandes rasgos a las categorías de ésta y al criterio de compromiso ontológico que h�e explicado arriba. No parece necesario contrariar la noción tradicional de objeto u objetividad, para sostener que los estados intencionales son fenómenos objetivos. Y, como vimos, la definición de un patrón real mediante el concepto matemático de la aleatoriedad evita que el carácter objetivo de los patrones entre en conflicto con la idea de que sólo son apreciables con la adopción de la estrategia intencional, ya que ésta genera los estándares normativos y los presupuestos que son necesarios para interpretar la información ruidosa como patrones de conducta racional. Los conceptos intencionales describen los abstracta, los patrones imperfectos, que permiten una explicación eficiente de la conducta.

Así pues, la propuesta de Dennett puede verse como el “Realismo de Bosque Tropical” de Ross, que admite en la ontología ciertas entidades que no se atienen a la categoría tradicional de “objeto”, pero que conserva una perspectiva pragmática a la h�ora de decir cuáles patrones son reales y cuáles no. Tampoco sitúa, como sugiere Ross, a los estados intencionales en el mismo nivel de los estados físicos por caracterizarlos como abstracta, cuyas atribuciones son indeterminadas. ¿Equivale esto a sostener un dualismo

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de propiedades o, como diría Seager, la emergencia radical de los estados intencionales?� No necesariamente. Pues la propuesta de Dennett no sostiene que h�aya algo en los patrones intencionales que los distinga de los demás patrones que encontramos en el mundo físico. Tan sólo que, al no ser patrones perfectos, no pueden verse a la par con éstos. La importancia de la estrategia intencional es que nos proporciona un marco conceptual desde el cual estos patrones imperfectos resultan discernibles a pesar del ruido. Y, en la medida en que la postulación de éstos proporcione poder predictivo y explicativo, diremos que son patrones reales.

A grandes rasgos, la discusión metafísica que subyace a la propuesta dennettiana es una discusión en torno a la indispensabilidad de los conceptos intencionales. Es decir, en torno a la necesidad de adoptar un compromiso ontológico con entidades que no están a la par con los objetos físicos, que son los h�abitantes por excelencia de nuestra ontología. Dennett rech�aza categóricamente el realismo pues en su visión no h�ay entidades concretas en el mundo que correspondan a los conceptos de creencia, deseo, etc. Sin embargo, sostiene una “suerte de realismo” con respecto a estas entidades, que consiste en admitirlos en su ontología con el estatus de patrones imperfectos en la conducta: entidades abstractas. Su compromiso ontológico con éstas descansa sobre consideraciones pragmáticas acerca del poder predictivo y la simplicidad que éstas proporcionan a la explicación de la conducta. En este orden de ideas, al decir que los estados intencionales son “reales”, diremos tan sólo que son entidades indispensables para la mejor teoría científica con la que contamos en el momento para explicar la conducta. La empresa de Dennett consiste en formular precisamente esta teoría, pues la explicación ordinaria de la conducta que proporciona la psicología popular es muy defectuosa. Su candidato para reemplazar a la psicología popular es la Teoría de Sistemas Intencionales: una versión idealizada de la psicología popular.

Sin embargo, como se discute en la primera sección de este capítulo, no es del todo claro que la Teoría de Sistemas Intencionales sea, en ciertos respectos, superior a la psicología popular. Ciertamente es más organizada y sistemática y evade much�os de los problemas que tiene su adversaria. Por otra parte, al comprometerse con los conceptos intencionales y los patrones que éstos designan, evita caer en el problema de la intractabilidad, en el que caería una explicación de la conducta en términos neurofisiológicos. No obstante, por ser una teoría idealizada no tiene la posibilidad de describir o predecir fenómenos importantes en nuestra conducta y nuestro sistema cognitivo: las fallas, los defectos y los errores. Si es cierto que los seres h�umanos somos sistemas intencionales que están muy lejos de la perfección, los errores y las fallas son fenómenos importantes que merecen una explicación. Diríamos que una teoría que tenga la posibilidad de explicar y predecir estos fenómenos es más atractiva –i.e. tiene mayor éxito predictivo y más fertilidad—que una teoría idealizante, que los pase por alto, descartándolos como mero ruido en los patrones idealizados. No sostengo que la psicología popular ordinaria sea un adversario preferible. Pero, aparentemente, el carácter idealizante de la Teoría de Sistemas Intencionales deja much�o qué desear en la descripción de la conducta real de los seres h�umanos.

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Conclusiones

La propuesta dennettiana de sistematizar el lenguaje intencional de la psicología popular y su planteamiento de la Teoría de Sistemas Intencionales tienen implicaciones metafísicas importantes. Como vimos en los capítulos anteriores la postura metafísica de Dennett se acerca a las corrientes del realismo, el instrumentalismo y el eliminativismo en much�os aspectos. Incluso, como sostienen algunos críticos como Baker y Seager, está muy cerca de ser una suerte de dualismo de propiedades. Sin embargo, Dennett no quisiera adh�erir su propuesta a ninguna de estas posturas, pues considera que ninguna de las etiquetas le h�ace justicia a las sutilezas de su teoría. Ésta se encuentra en el medio de una importante tensión entre todas estas corrientes.

Esta investigación comenzó con la pregunta por el estatus metafísico de los estados intencionales en la teoría dennettiana. A partir de las críticas que expuse en el segundo capítulo y las respuestas de éstas que expuse en el tercero, concluí que la postura metafísica de Dennett no puede caracterizarse bajo ninguno de los rótulos, por así decirlo, tradicionales, lo cual le trae una serie de problemas. Dennett sostiene la indispensabilidad de los conceptos intencionales, debido a que encuentra en éstos un marco interpretativo para la conducta que genera una teoría altamente predictiva, fértil y sencilla. La indispensabilidad de estos conceptos conlleva la adopción de un compromiso ontológico con las entidades que éstos denominan. Sin embargo, Dennett no se adh�iere a una postura realista, pues rech�aza la idea de que existan correlatos físicos concretos para los conceptos intencionales.

El estatus ontológico de los estados intencionales en la teoría de Dennett es el de patrones imperfectos en la conducta. Su carácter de abstracta, se debe a esta imperfección: deben verse como constructos lógicos, debido a que no tienen correlatos concretos en la realidad. Por esta misma razón las atribuciones intencionales no deben evaluarse bajo los estándares semánticos normales, pues una atribución de creencias y deseos no será estrictamente verdadera, aún si existe un patrón en la conducta que justifique su atribución�9. Sin embargo la simplicidad y el éxito predictivo del lenguaje psicológico conllevan la adopción de un compromiso ontológico con éstos por parte de la teoría dennettiana.

La postura metafísica que Dennett pretende sostener se ve debilitada por una serie de vacíos en su teoría, ya que ésta no da cuenta de much�os conceptos relevantes para la discusión metafísica. En particular no desarrolla los conceptos de racionalidad y causalidad. Su propuesta requiere una reformulación clara y consistente de estos conceptos, pues las nociones convencionales generan problemas dentro de la teoría. Sin embargo, Dennett se limita a mostrar que las nociones convencionales son insuficientes, no sólo para el caso de los estados intencionales, sino también para otros casos menos problemáticos. No plantea una explicación del todo clara de estos conceptos y, por tanto, su propuesta general pierde solidez. Por otra parte, es posible que las nociones de racionalidad y causalidad que son necesarias para darle estabilidad a la propuesta dennettiana puedan plantearse de manera clara y consistente. Estos no son conceptos sobre los que exista un acuerdo generalizado y unánime h�asta el momento, y existen varias discusiones en torno a cuál sea la manera más adecuada para definirlos.

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Finalmente, vimos que el criterio de compromiso ontológico que adopta Dennett involucra consideraciones pragmáticas acerca del valor de las entidades intencionales, en términos del poder predictivo y explicativo, y la simplicidad que le confieren a la teoría de la cual forman parte. Diríamos que el compromiso ontológico con las entidades intencionales se debe, en última instancia, a que éstas son entidades indispensables para la Teoría de Sistemas Intencionales, y Dennett considera que esta teoría es la mejor explicación de la conducta h�umana con la que contamos h�asta el momento. Sin embargo, el carácter idealizado que Dennett le atribuye a las adscripciones intencionales evita que sea posible predecir e incluso describir cualquier defecto o falla cognitiva. Dado que éstos son fenómenos comunes y recurrentes en la conducta h�umana, no es claro en qué sentido supone Dennett que es más predictiva y fértil una teoría que sencillamente no puede describirlos ni predecirlos.

Esto podría poner en tela de juicio el estatus ontológico de las entidades intencionales. Si no solamente son patrones imperfectos, sino que son patrones demasiado idealizados para ser útiles, entonces no deberían considerarse como entidades indispensables para la explicación de la conducta h�umana. Por ende, la adopción de un compromiso ontológico con éstos violaría el principio de la Navaja de Ockh�am al postular entidades innecesarias, multiplicando así la ontología más allá de lo estrictamente necesario.

Sin embargo, en esta investigación no se ah�ondó en la idea de Dennett, según la cual la Teoría de Sistemas Intencionales funciona como modelo de competencia, que puede ser complementado por un modelo de desempeño, que proporcionaría la psicología cognitiva subpersonal. Dennett mismo no explora con much�a profundidad las fortalezas que obtendría su teoría si se articulara en conjunto con un modelo de desempeño. En la medida en que éste no opera con idealizaciones acerca de lo que un sistema debe ser capaz de h�acer, sino con el diseño actual del sistema interpretado a la luz de las especificaciones que genera el modelo de competencia, es posible que desde esta perspectiva se obtuviera un campo de acción más amplio y se pudiera predecir y explicar los errores y las fallas cognitivas, como errores y fallas en relación con los estándares ideales que proporciona el modelo de competencia.

Esta alianza con la psicología cognitiva subpersonal implicaría incluir explicaciones y eleentos de la neurofisiología en la investigación, y no ya elementos meramente conductuales. Dennett no considera que al entrar, por así decirlo, en la caja negra del cerebro las adscripciones intencionales ganen determinación, o sea obtengan predicciones más acertadas. Sin embargo, este tipo de mirada parece ser necesaria para fortalecer las predicciones y las explicaciones de la Teoría de Sistemas Intencionales, pues abre la posibilidad de describir much�os fenómenos relevantes que ésta no puede explicar por sí sola. Sin embargo, no sería necesario dejar de lado la normatividad de la estrategia intencional, puesto que ésta seguiría funcionando como modelo de competencia, y esto permitiría no sólo conservar el poder predictivo con el que ya cuenta la Teoría de Sistemas Intencionales, sino ampliarlo y fortalecerlo. Este es un camino que aún está por recorrer y explorar.

“A la gente le gusta una etiqueta memorable para una visión, o por lo menos un eslogan, así que como rech�azo las etiquetas, les daré un eslogan: ‘Una vez que se h�a explicado

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todo lo que pasa, se h�a explicado todo’” (Dennett 1993: 210). Hemos visto a lo largo de esta investigación que una de las debilidades más importantes en la teoría dennettiana es, precisamente, su inh�abilidad para dar cuenta de much�os fenómenos; de much�as cosas “que pasan”. Por ello cuestionamos que su teoría sea la mejor explicación de la conducta y que debamos asumir un compromiso ontológico con las entidades intencionales. En general, debido al tipo de criterio ontológico que adopta, la solidez de la postura metafísica de Dennett depende de que su teoría pueda explicar much�os fenómenos que aparentemente no puede explicar por sí misma. Pero explorando posibles alianzas con modelos diferentes, puede que efectivamente la Teoría de Sistemas Intencionales resulte siendo la mejor explicación de la conducta, y que no sea necesario aplicarle la Navaja de Ockh�am a las barbas de Dennett, eliminando así las entidades intencionales del lenguaje de la ciencia.

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Figura 1: Imagen en Mapa de Bits

Figura 2: Imagen en Vectores

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Figura 3: Secuencia de Gliders

Figura 4: Fermat Primes

Figura 5: Detalle de Fermat Primes