asentamiento y estratigrafìa del complejo pica tarapacá (900 - 1.450 d.c.)

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Universidad de Chile Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Asentamientos y Estratigrafía del Complejo Pica Tarapacá (900-1.450 d.C.) Informe Final de Práctica Profesional PROYECTO FONDECYT 1030923 ALUMNO: Pablo Méndez-Quirós Aranda. PROFESOR GUÍA: Mauricio Uribe R. Diciembre de 2007

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Análisis Estratigráfico de sitios del Periodo Intermedio Tardío en la I región de Chile.Practica profesional de Arqueología. Por: Pablo Mendez-Quirós

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Universidad de Chile Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología

Asentamientos y Estratigrafía del Complejo Pica Tarapacá

(900-1.450 d.C.) Informe Final de Práctica Profesional PROYECTO FONDECYT 1030923

ALUMNO: Pablo Méndez-Quirós Aranda.

PROFESOR GUÍA: Mauricio Uribe R. Diciembre de 2007

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Pablo Méndez-Quirós A.

ÍNDICE Pág. 1. AGRADECIMIENTOS 3 2. RESUMEN 4 3. ANTECCEDENTES SOBRE EL PROBLEMA DE ESTUDIO 5 4. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA 8 5. OBJETIVOS 11 6. MARCO DE REFERENCIA TEÓRICO METODOLÓGICO 12 7. CARACTERIZACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS 18 8. RESULTADOS 26

8.1. Pisagua B 27

8.2. Pisagua N 31

8.3. Caserones–1 35

8.4. Camiña–1 41 8.5. Nama–1 47

8.6. Chusmiza 50 8.7. Jamajuga 53

8.8. Pukar Qollu 56

9. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES 62 10. REFERENCIAS CITADAS 78 11. CRÉDITOS 82 12. ANEXO 84

12.1. Anexo Fotográfico 85 12.2. Fichas de Excavación 100

12.3. Bases de Datos 103

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1. AGRADECIMIENTOS Quiero reconocer especialmente al proyecto Fondecyt 1030923 por financiar la realización de esta práctica profesional en su etapa de terreno y al equipo de investigación, sin cuya colaboración en las etapas de terreno y análisis habría sido imposible el desarrollo de esta investigación. Especialmente quisiera agradecer a Leonor Adán, Rolando Ajata, Francisco Bahamondes, Carlos Carrasco, Danisa Catalán, Magdalena García, Josefina González, Rodrigo Retamal, Simón Urbina, Francisca Urrutia, Alejandra Vidal, con quienes compartimos agradables momentos en terreno. A Mauricio Uribe, investigador responsable del proyecto por abrirme un espacio para desarrollar esta labor y por la orientación durante su desarrollo. Al Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto por financiar la etapa de análisis y elaboración de los informes finales, permitiendo dar un impulso final a esta práctica profesional. A Álvaro Cárevic por ser el tutor de esta investigación ante el CIHDE. Agradezco a las tres generaciones de estudiantes 2003-2005 de la carrera de Arqueología de la Universidad de Chile que elaboraron los diarios de campo de las excavaciones de importantes sitios del proyecto como Pisagua B, Pisagua N, Camiña–1 y Nama–1. Asimismo, no podemos olvidar el fundamental apoyo de los estudiantes de cuarto año de la carrera de Antropología, Universidad Arturo Prat de Iquique; que sirvieron de apoyo de terreno durante el año 2006. A toda la gente que nos recibió y acogió en distintas localidades, especialmente a la gente de Camiña, Huarasiña, Tarapacá, Chusmisa, Mamiña y Central Citani. Al profesor Andrés Troncoso y a mis compañeros de generación por contribuir al desarrollo del diseño de investigación a través del Seminario de Arqueología.

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2. RESUMEN La presente práctica profesional se enmarca en las exigencias curriculares de la carrera de Antropología con mención en Arqueología de la Universidad de Chile y corresponde a una reflexión metodológica sobre la práctica arqueológica, con la intención de ampliar las posibilidades interpretativas de la etapa de recolección de datos en terreno, específicamente el registro estratigráfico de excavaciones arqueológicas sistemáticas. Dicha información ha sido recabada bajo el alero del proyecto Fondecyt 1030923 “El complejo cultural Pica-Tarapacá. Propuestas para una arqueología de las sociedades de los Andes Centro-Sur (1000-1540 d.C.)” bajo la dirección del profesor Mauricio Uribe durante los años 2003-2006. El sentido de esta práctica se sintetiza en la búsqueda de desarrollar una sistematización de la información estratigráfica, recogida durante las excavaciones de pozos de sondeo en un gran número de sitios del Complejo Pica Tarapacá ubicados en los distintos pisos ecológicos a lo largo del perfil Costa-Altiplano. Nuestra finalidad es plantear una interpretación espacial que permita una evaluación del Complejo Pica Tarapacá logrando integrar la información de los distintos sitios mediante la definición de recurrencias y patrones intentando reconstruir la historia ocupacional de estos asentamientos. Por lo tanto, desde las historias ocupacionales reconstruidas planteamos una síntesis por piso ecológico que explica desde una nueva óptica parte de la prehistoria local identificándose tres asentamientos articuladores del Complejo Pica Tarapacá durante distintos momentos del Intermedio Tardío.

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3. ANTECEDENTES SOBRE EL PROBLEMA DE ESTUDIO Durante décadas la investigación arqueológica en el Norte Grande estuvo centrada en Arica y San Pedro de Atacama, identificándose a ambos lugares como los principales núcleos de ocupación humana durante la prehistoria en detrimento de las regiones aledañas que fueron considerados como regiones marginales y de interés secundario para los debates arqueológicos. En este contexto, Tarapacá fue considerada un área periférica a ambos núcleos, sin que se desplegaran esfuerzos sustantivos por comprender su prehistoria. Esta situación se mantuvo hasta los trabajos pioneros de Núñez en la región durante la década de los sesenta y particularmente en los setenta, los que permitieron definir el Complejo Pica Tarapacá como el principal desarrollo cultural entre el impacto de Tiwanaku sobre las poblaciones locales y la llegada del Tawantinsuyu (Núñez 1979, 1982; Schiappacasse et al. 1989). Los trabajos de Núñez construyeron la imagen de un período Intermedio Tardío homogéneo y sin mayores variaciones al interior de un extenso lapso de tiempo, caracterizado por presentar una tendencia general a la especialización en la producción maicera por parte de una sociedad jerarquizada cada vez más controlada por señores preocupados de mantener una producción excedentaria de bienes requeridos en el litoral desértico, pisos serranos y el Altiplano. Como parte de este proceso de articulación entre distintos pisos ecológicos, se observaría un manejo del litoral por parte de los señoríos del interior que están manejando una expansión territorial relacionada con el tráfico organizado desde tierras altas (Núñez 1979). Este sistema permite el surgimiento de ciertos grados de desigualdad social asociados al acceso diferenciado a los beneficios de esta producción excedentaria por parte de los líderes étnicos que articulan el sistema (Núñez 1979; Uribe y Adán 2005). Esta estructura social se materializó en los contextos funerarios de Pica, donde se ha logrado identificar recientemente una serie de indicadores bioantropológicos que junto a la diferencia en los ajuares funerarios, dan cuenta de una tremenda desigualdad social expresada en el desarrollo diferencial de patologías como consecuencia de situaciones de estrés por parte de un segmento de la población (Niemeyer 1962a; Retamal y Pacheco 2006). Junto a lo anterior, es generalizada la impresión de que las comunidades agrarias, aunque parecen haber mantenido su independencia de los grupos de la puna, fueron altamente influenciadas por ellos (Schiappacasse et al. 1989:204). Por lo cual se entiende a las poblaciones altiplánicas como protagonistas de los procesos sucedidos hacia abajo de la quebrada donde se funcionaría sobre la base de pautas emanadas sobre los 4.000 metros de altitud. Probablemente, dicha sobre valoración del componente altiplánico es parte de la tendencia a asimilar la mayor parte de la prehistoria del Norte Grande a una forma de expresión del principio de verticalidad planteado por Murra (1972), el cual ha pasado a ser un comodín explicativo de las dinámicas poblacionales en distintos períodos. Dejándose, en definitiva, sin una explicación sustantiva a buena parte de los procesos acaecidos en la prehistoria como tampoco de evidencias materiales que permitan validar dicha hipótesis que suele aplicarse en forma ligera (Núñez 1979; Sanhueza 1985).

3.1. Nuevas propuestas para el Complejo Pica Tarapacá La configuración del panorama señalado surge a raíz de las poblaciones formativas que habitaron el curso bajo de las quebradas endorreicas, desde donde es posible observar una constante expansión del patrón aldeano tardío aguas arriba, acorde a la conformación de

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cabeceras sociopolíticas en el curso alto de las quebradas. Para el caso de la quebrada de Tarapacá, la presión demográfica junto a los niveles de complejidad social alcanzados fueron responsables de la completa utilización de la quebrada, empezando a ser ocupada en forma efectiva desde su desembocadura hacia las nacientes; abarcando en un primer momento el tramo entre Pampa Iluga y Huarasiña para luego continuar hasta San Lorenzo, Pachica y finalmente todo el sistema de Quebradas Altas (Núñez 1979; Uribe 2006). Grandes aldeas con altos índices de concentración de población se empezaron a erigir en este espacio, donde el antecedente de Caserones–1 y otras aldeas formativas probablemente sirvió de modelo a seguir en cuanto a la estructura de los poblados, no obstante las técnicas constructivas se vieran afectadas por factores diversos. Este desplazamiento paulatino está condicionado por la disponibilidad de agua como parte de un proceso oscilante a lo largo del cual se va aridizando el curso bajo con el consecuente despoblamiento de Caserones–1 hacia el año 1000 d.C. (Núñez 1982). Desde la base de este acerbo de conocimientos, durante los últimos años el equipo dirigido por M. Uribe ha desarrollado un interesante proyecto de investigación, cuyo objetivo principal consiste en contrastar arqueológicamente los principales modelos teóricos propuestos para el Intermedio Tardío en Tarapacá y comprender los sistemas de complejidad y desigualdad social que desarrollaron las poblaciones de los Andes Centro Sur (Uribe 2006:91). Uno de los resultados visibles de estos trabajos es la construcción de una periodificación renovada que contribuye a refinar la anteriormente válida, reformulándose el Complejo Pica Tarapacá y destacando el rol central del antecedente Formativo que funciona como base cultural y poblacional de éste (Adán et al. 2005; Uribe y Adán 2005; Uribe et al. 2007a; Méndez-Quirós y Uribe 2006). En consecuencia, el período Intermedio Tardío estaría compuesto por dos fases. Un primer momento o período Intermedio Tardío Inicial corresponde a la fase Tarapacá, extendiéndose entre los años 900 d.C. y 1.200 d.C. Durante esta fase se mantiene una fuerte raigambre local, jugando un rol protagónico la tradición formativa de poblaciones que habitan el curso bajo de la Quebrada de Tarapacá y la Costa desde antes de nuestra era. La cerámica pertenece exclusivamente al componente Pica Tarapacá, observándose los tipos Pica Charcollo, Pica Gris Alisado y Pica Chiza (Uribe et al. 2007a). Este momento se caracteriza por un énfasis en la recolección de recursos de la Pampa del Tamarugal, principalmente del fruto del algarrobo (Prosopis sp.), a raíz del cual se desarrollaron estrategias de almacenamiento construyéndose silos subterráneos socavados en el interior de las unidades domésticas, los que finalmente fueron rellenados con basuras secundarias (Núñez 1974, 1979; Méndez-Quirós y Uribe 2006). Durante esta fase se están ocupando principalmente la Costa y la Pampa del Tamarugal; particularmente en el curso bajo y desembocadura de la quebrada de Tarapacá, donde se sitúa la aldea de Caserones–1 como sitio tipo de esta fase. En ambos espacios las fluctuaciones de recursos son clave para las poblaciones pertenecientes al Complejo Pica Tarapacá, por la disponibilidad oscilante de recursos de recolección que pueden variar desde momentos de gran abundancia y almacenamiento de excedentes hasta momentos donde la disminución del caudal de la quebrada hace disminuir el rendimiento, forzando a las poblaciones a acceder a ambientes diferenciados, conformando así un sistema interrelacionado de intercambio a lo largo del transecto Costa-interior.

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Por su parte, la fase Camiña (1.200 d.C. y 1450 d.C.) corresponde a un segundo momento del período Intermedio Tardío, donde las poblaciones altiplánicas participan activamente de los procesos culturales del Complejo Pica Tarapacá, pasando a un segundo plano el marcado carácter Pucara de la fase anterior. Este cambio va aparejado de un posicionamiento de la agricultura como componente clave del sistema económico de las sociedades pertenecientes al Complejo Pica Tarapacá, no obstante las prácticas de recolección se mantengan como un ingreso constante de recursos mitigando las oscilaciones productivas de la agricultura. Asimismo, en los conjuntos cerámicos se observa una transformación ligada a la introducción y circulación de cerámicas foráneas que se suman al repertorio anterior (Pica Charcollo y Pica Chiza) en las quebradas y oasis interiores, haciéndose populares los tipo Chilpe e Isluga, provenientes del altiplano homónimo y en menor medida los tipos Taltape y Hedionda asociados a los territorios Carangas, Quillacas y Lípez (Sanhueza y Olmos 1981; Uribe et al. 2007a).

Lámina 1. Restos de Andenes de cultivo prehispánicos asociados al sitio Jamajuga.

En asociación a los sitios de valle y Quebradas Altas de Camiña–1, Nama–1, Chusmiza, Pucara de Mocha y Jamajuga perdura hasta la actualidad un sistema de andenes, terrazas y melgas de cultivo que pueden ser entendidos como la materialización espacial de una agricultura intensiva. El papel central que juega ésta en el sistema económico de estas sociedades, es el fundamento que explica la ingente inversión de energía desplegado en su construcción. El cambio en el patrón de asentamiento y emplazamiento de los asentamientos hacia las nacientes de las quebradas, se acompaña por la aparición del patrón constructivo tipo Pucara que caracteriza a los sitios de la fase. Este patrón es parte de nuevas estrategias que comienzan a operar con posterioridad al año 1.200 d.C. cuyo telón de fondo es un proceso de apertura hacia el exterior, particularmente estableciendo estrechos lazos con el Altiplano Meridional emplazados en los alrededores de Isluga y zonas aledañas (Adán et al. 2005).

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4. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA El panorama general de la prehistoria tardía del Norte Grande se caracteriza por la presencia de diferentes entidades socioculturales que gracias a un complejo proceso histórico se configuran como sociedades de rango o señoríos, sobre la base de antecedentes formativos y con posterioridad a la presencia o influencia de Tiwanaku, factor último cuya incidencia en las sociedades del Intermedio Tardío ha sido reevaluado y fuertemente cuestionado en el último tiempo (Uribe y Agüero 2004; Uribe 2006). Este período, que puede identificarse a lo largo de toda el área andina, toma forma en el Norte Grande mediante la conformación de tres subáreas que protagonizan los procesos acaecidos durante este período. De norte a sur corresponden a la subárea de Valles Occidentales, Oasis Interiores y Quebradas Endorreicas, y finalmente la vertiente occidental Circumpuneña. Si bien existió una innegable interacción entre las sociedades existentes en estos tres espacios, nuestra intención en la presente práctica profesional consiste en ahondar en la comprensión del Complejo Pica Tarapacá inicialmente definido por Núñez (1965b, 1979).

Lámina 2. Sitios asociados al Complejo Pica Tarapacá.

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Como se muestra en la lámina 2, las poblaciones Pica Tarapacá ocuparon un extenso territorio comprendido entre la quebrada de Camiña y el Río Loa, abarcando desde el litoral hasta el Altiplano. A lo largo de este territorio, es posible observar distintas estrategias de ocupación del espacio como respuesta a las condiciones propias de cada ambiente. La ocupación costera se localizó en enclaves como Pisagua, Bajo Molle, Los Verdes, Cáñamo, Patillos, Chanavalla, Chipana y Caleta Huelén (Núñez 1971; Sanhueza 1985; Schiappacasse et al. 1989; Moragas 1995, 2005). A excepción de estos dos últimos que corresponden a la ocupación de un ámbito de eficiencia de desembocadura, los demás asentamientos están ubicados en la Costa arreica interfluvial posibilitando una producción excedentaria gracias a la excepcional disponibilidad de recursos marinos extraídos por recolección, pesca y caza de animales marinos, sirviéndose asimismo de la presencia de aguadas que permitieron la ocupación efectiva del litoral (Sanhueza 1985; Moragas 1995). En este proceso, las poblaciones costeras originales fueron integradas a sistemas de reciprocidad y complementariedad por los habitantes de asentamientos de Pampa como Caserones–1, aunque hasta la fecha no se conozcan las formas que tomó esta relación. Hacia el interior, el Complejo Pica Tarapacá ocupó las fértiles tierras de quebradas como Tarapacá, Quisma y Camiña (Niemeyer 1962a; Núñez 1965a, 1979, 1983), donde la producción agrícola de tiempo completo alcanzó altos niveles de especialización, desarrollando sistemas de almacenamiento subterráneo, técnicas complejas de irrigación y controlando las fuentes de agua. Una situación similar se presenta en los cursos altos de las quebradas. Como parte de la ocupación de tierras altas en los sitios Nama–1 (Núñez 1965, 1966, 1982), Chusmiza, Jamajuga (Niemeyer 1962b) y Pucara de Mocha (Núñez 1984; Moragas 1993) existían condiciones favorables para sustentar economías agropastoralistas beneficiadas por el paso expedito hacia el Altiplano. Desde estos lugares se lograron controlar lugares estratégicos que permitieron sustentar un intercambio fundamental con la puna y la vertiente oriental de los Andes, relaciones que han quedado plasmadas en la configuración material de estos sitios, donde se recuperaron contextos alfareros que combinan los componentes altiplánicos y tarapaqueños (Uribe et al. 2007a). Finalmente, en el Altiplano encontramos asentamientos domésticos y funerarios como Choque Qollu, Pukar Qollu, Najraya, Citani y Usamaya 1 en las cercanías de los pueblos de Isluga y Enquelga (Sanhueza y Olmos 1981; Sanhueza 1981, 2006) que representan la ocupación de un espacio con excepcionales recursos hídricos como extensos bofedales y cursos fluviales que drenan hacia el Salar de Coipasa. Este espacio permite el manejo de grandes volúmenes de ganado camélido y una producción textil que debió alcanzar un elevado nivel de especialización materializada en una profusión de torteras arqueológicas y la presencia de extensos corrales, los que difícilmente pueden diferenciarse de los actuales. Gracias a la información recabada a través de las excavaciones sistemáticas en los diversos sitios, buscamos comprender la composición y diversidad presente en los asentamientos para así reconstruir sus procesos y dinámicas, logrando superar la impresión de que tienen una configuración interna homogénea y estática. La prehistoria de este período se ha fundamentado sobre la base de investigaciones de cementerios y estudios superficiales como prospecciones, recolecciones de material y registro de arquitectura, siendo esquivas las intervenciones sistemáticas sobre depósitos estratificados tanto en la sierra de Arica y Atacama como en la región tarapaqueña (Dauelsberg 1983; Muñoz et al. 1987; Schiappacasse et al. 1989). Como respuesta a esta situación, nuestra intención es destacar la importancia del análisis estratigráfico para

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alcanzar una cabal comprensión de aspectos depositacionales relacionados al período Intermedio Tardío en Tarapacá, entendiendo que si bien los estudios superficiales ofrecen grandes ventajas, la información que entrega las excavaciones tienen una potencia explicativa mucho mayor al permitir evaluar relaciones estratigráficas de superposición, sucesión, horizontalidad y continuidad original (Harris 1991:21). De esta manera, es posible generar una historia dinámica donde se refleje la variación diacrónica de los asentamientos, entendiendo que éstos son resultado de una historia ocupacional y no el reflejo de un único momento. Asimismo, este análisis permite hacer una lectura sintética e integradora de la historia ocupacional de los sitios arqueológicos, especialmente los asentamientos con funcionalidad doméstica donde se plasman las actividades cotidianas, fuente inapreciable de información para la reconstrucción de las sociedades de un complejo cultural definido principalmente sobre la base de contextos funerarios como los cementerios de Pica 8 y Tarapacá 40, con todo los sesgos que ello implica (Niemeyer 1962a; Núñez 1974, 1979, 1982; Schiappacasse et al. 1989). En consecuencia, nuestro interés es plantear una aproximación analítica novedosa a los asentamientos Pica Tarapacá desde la información estratigráfica recabada mediante excavaciones sistemáticas, empleando un marco de referencia cercano a la Arqueología del Espacio. Considerando el enorme potencial contenido en los depósitos estratigráficos, se hace necesario sistematizar la información de diarios de campo para generar un marco interpretativo sobre los procesos sociales desarrollados en determinado período de la prehistoria local. En este empeño, planteamos la perspectiva espacial a nivel regional como la escala más adecuada para contribuir a la comprensión de un complejo cultural de gran amplitud, apuntando a un cruce de enfoques desde escalas micro, semi micro y macro (Clarke 1977). En síntesis, el estudio de la información estratigráfica de los sitios excavados no puede seguir siendo dilatado pues contiene un potencial interpretativo tremendo que nos permite comprender la complejidad de los espacios domésticos donde se desarrolló la vida cotidiana de los grupos humanos bajo estudio. Sobre dicha base será posible plantear un conocimiento dinámico del Complejo Pica Tarapacá abriéndose posibilidades para un ulterior análisis que combine lo anterior con aspectos cronológicos y ergológicos, obteniéndose de esta manera un panorama acabado y comprensivo del período.

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5. OBJETIVOS 5.1. Objetivo General

Basado en la sistematización de la información estratigráfica del proyecto Fondecyt 1030923, nuestro objetivo principal consiste en interpretar espacialmente el Complejo Pica Tarapacá a través del análisis del comportamiento estratigráfico de un conjunto de sitios que forman parte del transecto transversal que une el territorio de Tarapacá comprendido entre Pisagua en la Costa e Isluga en el Altiplano.

5.2. Objetivos Específicos 1) Reconstruir la historia ocupacional de los distintos asentamientos trabajados a partir de los recintos excavados. 2) Identificar recurrencias estratigráficas que permitan dar debida cuenta de estados estacionarios al interior del período Intermedio Tardío en cada sitio. 3) Segregar factores ambientales de aspectos culturales en lo referente a la utilización de ciertos espacios, con el fin de estimar la potencia explicativa de nuestras conclusiones respecto a los procesos socioculturales sucedidos durante el Intermedio Tardío. 4) Integrar esta información a nivel regional y proponer una interpretación social sobre el Complejo Pica Tarapacá.

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6. MARCO DE REFERENCIA TEÓRICO–METODOLÓGICO Tradicionalmente, la estratigrafía ha sido utilizada en arqueología como una herramienta de alcances marginales en la construcción del conocimiento arqueológico. Ha servido para la elaboración de cronologías relativas empleando los principios estratigráficos de Superposición, Sucesión, Horizontalidad y Continuidad Original propuestos por Harris (1991) como axiomas para comprender la estratificación arqueológica, lo que se define como el resultado de una historia depositacional en la que si bien convergen factores naturales y culturales, es un producto humano y no está sujeta directamente a las leyes de la estratigrafía geológica (Harris 1991). La presente propuesta, de carácter eminentemente teórico-metodológica, busca proponer una forma de interpretar la estratigrafía considerando como hitos relevantes las recurrencias estratigráficas observables tanto al nivel intra-sitio, como inter-sitios (por ejemplo, pisos ocupacionales, hiatos, derrumbes y aterrazamientos). Desde este punto de vista, interpretamos la ocupación de un espacio utilizando como marco de referencia un conjunto de propuestas provenientes desde diversas posiciones teóricas cercanas a la Nueva Arqueología como al Post Procesualismo, construyendo una nueva síntesis que nos permita asir lo social sin desligarnos de la evidencia empírica. Al plantear nuestra investigación inspirados en la Arqueología del Espacio es necesario explicitar nuestro supuesto principal, según el cual la sociedad se refleja en la espacialidad al remitir ésta a una forma significativa de ocupar el espacio en cuanto resultado histórico de los comportamientos de sus miembros. Considerando que estamos trabajando con varios yacimientos arqueológicos, es necesario tener en mente la construcción de dicha historia ocupacional en cada sitio, ya que es a base de la síntesis de éstas que estaremos en buen pie para realizar un salto en la escala de análisis. Los niveles de resolución en la Arqueología Espacial han sido definidos en forma notable por Clarke, quien plantea la existencia de tres escalas analíticas que operan como distintos niveles de agregación (1977:9). Por lo tanto, la arqueología espacial debe pensar la actividad humana en diferentes escalas interconectadas. La micro escala se vincula al nivel de las estructuras al interior de un sitio, siendo éste el escenario de la acción humana, nivel del espacio personal y social en su dominio doméstico (Clarke 1977:9). De esta manera, la actividad humana está contenida a nivel micro espacial. Luego, en la escala semi-micro abordamos el espacio comunal que corresponde a la articulación de las actividades humanas en un conjunto de estructuras que operan al interior del sitio, considerando todos los recintos como un conjunto en funcionamiento. Finalmente, la macro escala remite a la articulación entre asentamientos donde podemos hablar de sistemas de sitios que funcionan de manera interconectada. La intención de plantear estos niveles de agregaciones o escalas de análisis responde a un ejercicio analítico que no tiene sentido sin una integración que permita condensar los diferentes resultados, pues sólo considerando el conjunto de datos es posible plantear un conocimiento válido. En consecuencia, la conceptualización de estas escalas nos sirve como herramienta para entender la ocupación en distintos espacios de un mismo complejo cultural de amplia extensión geográfica. Nuestra construcción teórica comienza desde un nivel micro espacial (Clarke 1977), como es el recinto, siendo ésta la unidad analítica mínima desde donde se generan los datos extraídos durante la excavación. No podemos olvidar que el tipo de sitios arqueológicos trabajados corresponde a aldeas aglutinadas que se delimitan por la arquitectura presente superficialmente. Por lo tanto, el asentamiento

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puede ser entendido como una unidad analítica desglosable en las unidades que lo componen. Integrando el conjunto de información proveniente de las estructuras, podemos construir la Historia Ocupacional de los asentamientos (LaMotta y Schiffer 1999) permitiéndonos comprender en forma diacrónica la manera en que el sitio se va desarrollando, cómo se ocupa y desocupa, o las pulsaciones que sufre esta ocupación. Desde la noción de Estado Estacionario de Chang (1967) podemos conceptualizar el cambio social agregando mayor profundidad temporal a los planteamientos de Clarke, los cuales se acercan de cierta forma a un paradigma estructuralista adoptando el consecuente sesgo ahistórico ligado con la búsqueda de estructuras atemporales que estén normando el comportamiento social. Con este concepto, Chang destaca que el cambio social es permanente por lo que debemos superar su comprensión a través de categorías estancos que den cuenta del proceso activo y continuo en que se va produciendo. Este autor define el asentamiento arqueológico como una unidad analítica e históricamente significativa, que posee datos con una dimensión temporal y otra espacial que delimitan un estado transitorio. En consecuencia, este cambio continuo se va sucediendo en dos niveles. El microtiempo refiere a los cambios accesorios: cambios, variaciones y sustituciones que son tolerados dentro de cierta constancia global sin que se altere el alineamiento estructural. En cambio, cuando estamos ante cambios estructurales que invalidan el esquema de la sociedad, se quiebra la continuidad del sistema dando paso a un nuevo estado estacionario con una nueva coherencia interna. La sucesión de cambios de esta naturaleza corresponde al macrotiempo (Chang 1967: 44-45), planteamiento que puede analogarse a la concepción de Larga Duración de Braudel (1989). “Debemos recalcar que el estado estacionario arqueológico, como segmento temporal, difiere en un punto importante del utilizado en antropología social. Nuestros elementos de referencia son siempre expresiones de conducta, pero nunca las conductas mismas” (Chang 1967: 47). Poco a poco nos vamos acercando a una nueva manera de comprender el cambio. Pero ¿Cuál es la importancia del cambio para nuestro problema de investigación? En efecto, el axioma principal que admite la existencia de la estratigrafía como sucesión de estratos y rasgos, son los cambios en las condiciones de depositación y deflación donde se generan estratos diferenciados unos de otros, permitiéndonos hacer las distinciones primarias en la investigación durante la excavación. Entonces, el cambio presenta oscilaciones, ritmos y pulsaciones. Boivin (2000), basada en las excavaciones de Catalhöyük, plantea el concepto de ritmos de ocupación para explicar de qué manera existe un trasfondo significativo que permite explicar el cambio conciente en la depositación. En su caso de estudio trabaja con un contexto identificado como ceremonial donde las distintas etapas del individuo quedaron plasmadas en el piso y muros de las habitaciones (los recintos o el nivel micro espacial), siendo pautados por los momentos que va viviendo el sujeto tanto a lo largo del año como a lo largo de su vida; de manera que la habitación queda cubierta por una sucesión de enlucidos que remiten a dichos momentos y a la vida particular de un individuo. Esta interpretación nos permite pensar que la estratigrafía cotidiana puede estar respondiendo a una lógica conciente o inconsciente que se desprende de los ritmos de vida, como puede ser la estacionalidad de la producción agrícola o bien el flujo estacional de personas que van y vienen desde distintos lugares, lo que puede quedar plasmado de algún modo en los depósitos arqueológicos. De esta manera, salvamos el requisito de estar ante un contexto ritual y desplazamos la idea central del planteamiento a una esfera cotidiana e inconsciente.

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Una manera de aplicar esta idea del Ritmo de Ocupación puede graficarse en lo que hemos definido como recurrencias estratigráficas. Como parte de la historia ocupacional de cada asentamiento, siguiendo la propuesta de LaMotta y Schiffer (1999; Schiffer 1996) debemos considerar los contextos de ocupación, abandono y post abandono como momentos relevantes en cada asentamiento. En condiciones especiales, cada uno de éstos queda plasmado en los depósitos a modo de sellos estratigráficos producto de abandonos o hiatos que permitan la depositación de estratos estériles o bien por el desplome de techumbres o paramentos, quedando registrados dichos eventos en la estratigrafía. Especialmente interesante se torna una secuencia estratigráfica cuando estos eventos se conjugan con ocupaciones sucesivas que nos permiten extraer un máximo de información sobre cómo se va ocupando el sitio a lo largo del tiempo (Méndez-Quirós y Uribe 2006). Así, la definición de Unidades Estratigráficas en cuanto eventos significativos de la ocupación a nivel del recinto (micro espacio) puede tomar la forma de derrumbes, aterrazamientos y pisos ocupacionales, permitiéndonos construir la historia ocupacional del sitio (nivel semi micro). A su vez, la síntesis de diferentes sitios nos permite dar un salto desde el nivel semi micro al nivel macro, al articular las expresiones de conducta que están sucediendo en distintos nichos ecológicos pero formando parte de un mismo complejo cultural. Como se puede observar, no nos interesa realizar un análisis espacial como lo comprenden autores que centran su foco de atención al exterior del sitio, buscando estudiar la forma en que logran articularse los distintos asentamientos (Johnson 1977; Gamble 1999; Peterson y Drennan 2005). Por lo cual, atendiendo a la crítica esbozada inicialmente en cuanto a la escasez endémica de intervenciones subsuperficiales en nuestra región de estudio, optamos por abordar los sitios en su composición interna para dar cuenta así de las correlaciones existentes entre los asentamientos como parte de un mismo complejo cultural. De esta manera, proponemos evaluar el Complejo Pica Tarapacá desde la información existente al interior de los sitios habitacionales y no desde la información existente al exterior de éstos como rutas y ejes viales que son reflejo de la movilidad e interacción entre los asentamientos (Pimentel y De Souza 2007). Por lo tanto, siendo nuestra intención aportar a la comprensión del Complejo Pica Tarapacá desde una perspectiva espacial, consideramos que la información estratigráfica puede ser planteada como una línea de evidencia de gran potencial interpretativo debido a la carencia de estudios subsuperficiales para los períodos tardíos en el Norte Grande. Al mismo tiempo que acogemos la necesidad de afinar las cronologías de períodos muy gruesos que reducen la comprensión de las dinámicas sociales y procesos imbricados en ellos. En suma, desde el concepto de Estado Estacionario de Chang (1967) y cruzándolo con la propuesta teórico metodológica de Clarke (1977), estamos en buen pie para generar una interpretación que dé cuenta de la historia ocupacional de los asentamientos, entendiendo que ésta se ve afectada por el funcionamiento de ritmos y fluctuaciones particulares a cada asentamiento e incluso a cada recinto, permitiendo materializar las conductas de los individuos que las habitaron. El paso de una escala a otra, el salto desde el recinto al sitio y del sitio a la región es posible de lograr utilizando las recurrencias estratigráficas de eventos significativos, los que en conjunto nos dan una visión espacial general del Complejo Pica Tarapacá a través de la historia ocupacional de los distintos asentamientos trabajados. La aplicación de estos planteamientos teóricos se logró luego de una discusión sobre los aspectos metodológicos pertinentes y necesarios de resolver para resolver de manera exitosa los objetivos planteados.

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Si bien las matrices de Harris (1991), propuestas como la mejor forma de representar las secuencias estratigráficas, pueden ser aplicadas a cualquier tipo de sitio arqueológico, muestran su mayor utilidad en los sitios con estratigrafías complejas que contienen gran cantidad de unidades estratigráficas donde se hace necesario su procesamiento desde la informática. En nuestro caso de estudio, la conformación de la estratigrafía es bastante simple, por lo que dichas matrices no nos han entregado resultados satisfactorios más allá de permitirnos ordenar las fichas de excavación de acuerdo al orden en que aparecen los depósitos. En este punto son de enorme utilidad los dibujos de perfil, permitiéndonos disponer de una representación gráfica fehaciente de los depósitos excavados, conteniendo información relevante sobre las relaciones existentes entre las unidades estratigráficas. El consenso existente sobre los conceptos relacionados con la estratigrafía surge desde la tesis doctoral de E. Harris (1991), quien define estratigrafía arqueológica, unidades de estratificación y los principios imbricados en su formación. La estratigrafía arqueológica difiere de la estratigrafía geológica por el rol activo que juegan los humanos al intervenir en la formación natural de los depósitos arqueológicos. Esta intervención se materializa en tres aspectos, a saber, la introducción de artefactos, el uso de la superficie terrestre y la realización de actividades excavatorias; factores que en conjunto devienen en elemento que altera la conformación natural de los depósitos (Harris 1991:12). La Secuencia Estratigráfica es definida como el orden de la depositación de los estratos y la creación de interfaces entre éstos a través del paso del tiempo en un yacimiento arqueológico, construyéndose sobre la base de procesos de deposición y degradación (Harris 1991). Por su parte, los Estratos o capas corresponden a tres tipos de elementos presentes en las excavaciones como a) capas horizontales de materiales, depositadas sucesivamente; b) elementos que cortan estratos como fosas y c) construcciones sobre las cuales se forman más estratos (p. e., estructuras). De estos tres tipos de estratos los más comúnmente encontrados en nuestros casos de estudios son los primeros, no obstante encontremos representados los tres tipos. Este mismo autor, plantea pensar las Interfaces como elementos relevantes de la estratificación arqueológica siendo discontinuidades en la secuencia constituidas por las superficies de los estratos y superficies formadas por la desaparición de una estratificación existente. Según nuestra experiencia, empíricamente se observa siempre un estrato entre dos interfaces, una superior y otra inferior, siendo inseparables ambas unidades. Es por esto que, más allá de la reflexión sobre el origen de éstas, no creemos que sea relevante separar Interfaces de Estratos en el registro de la estratigrafía. Finalmente, nos queda agregar que Harris no considera la categoría Rasgo utilizada corrientemente en el ámbito nacional, donde se entienden los rasgos como artefactos no portátiles que se diferencian de las construcciones (estructuras). Corresponden por tanto a elementos de un yacimiento arqueológico o paisaje modificado por el hombre, como hogares, agujeros de poste y hoyos de almacenaje (Renfrew y Bahn 1998: 44). La Estratigrafía Arqueológica estaría entonces constituida exclusivamente por estratos e interfaces, correspondiendo los rasgos a estratos con características particulares y extensión acotada, permitiéndonos identificarla como resultado de eventos como quemas, cortes estratigráficos o presencia de contextos particulares como tumbas y restos de muro. En este sentido, es interesante cuestionar la validez de dichas categorías y proponer ceñirnos a la terminología de Harris (1991), la que podemos complementar agregando anotaciones que destaquen ciertos estratos que contengan nuestros vetustos Rasgos.

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Como parte del análisis propiamente tal, es necesario identificar los elementos relevantes que contribuyen a la construcción de la historia ocupacional de los asentamientos, como son todos los eventos que sirvan de marcadores temporales y permitan identificar distintos momentos a lo largo de la ocupación. Cabe destacar que por limitaciones propias de cada proyecto de investigación, en nuestro caso planteamos nuestro análisis en autonomía del estudio ergológico de los diversos materiales recuperados en la excavación porque esto inhibiría el gran potencial de nuestra propuesta que significa desarrollar el análisis estratigráfico en forma anticipada sirviendo de soporte para cada análisis particular. Para la definición de los criterios utilizados en esta selección, es necesario antes que todo segregar los factores naturales de los culturales (Schiffer 1996). Esto quiere decir que no podemos descansar sobre aspectos que parezcan tremendamente coherentes al comparar sitios pertenecientes a un mismo piso ecológico si dichas similitudes vienen dadas por características ambientales, geomorfológicas o topográficas, pues ocultan factores culturales menos evidentes pero de tremenda significación. Como primer paso fundamental para nuestra investigación, se requiere hacer una sistematización de la información estratigráfica mediante el empleo de fichas de excavación que permitan aunar el tipo de datos relevantes durante las excavaciones. De esta forma, podemos generar un cuerpo de datos homogéneo y comparable, reduciéndose al mínimo las omisiones de información sustantiva en el registro. Esta ficha es complementada por los dibujos de perfil que ayudan a completar un cuadro general sobre la excavación de cada unidad. Si bien estos aspectos son descritos en publicaciones recientes sobre metodología de excavación (Roskams 2003; Glassow 2005), creemos que aún no está completamente internalizada la utilidad que reporta su correcta ejecución. La información más útil para nuestro problema de investigación la encontramos en la identificación de derrumbes, hiatos, pisos ocupacionales y aterrazamientos, ya que a través de éstos podemos hacer correlaciones tanto al interior de los sitios como a nivel de subregión y región. Esta sistematización debe estar en comunión con la generación de una base de datos que permita procesar la información en forma rápida y centralizada. Una vez reconstruida esta secuencia a nivel individual en cada asentamiento, identificando estados estacionarios mediante la presencia de unidades estratigráficas significativas, estamos en condiciones de emprender el siguiente paso que significa integrar esta información en un solo marco que nos permita hablar sobre el Complejo Pica Tarapacá en general y ya no sobre un sitio en particular, pasando de esta manera al nivel de agregación macro espacial. No olvidemos que es en este nivel donde logramos dar cuenta de las interconexiones entre asentamientos o, si se quiere, el resultado de la articulación regional anteriormente mencionado. Sin duda este intento es parcial ya que no podemos hablar de la articulación establecida entre la sociedad tarapaqueña y los desarrollos culturales de los Valles Occidentales o bien su contraparte Circumpuneña; pero esta limitación es consustancial a la investigación y hay que asumirla como un avance y no como una resolución final de todos los problemas de la prehistoria. Finalmente, la secuencia que conseguimos como resultado del procedimiento anterior esperamos anclarla a dataciones absolutas que nos entreguen un mayor nivel de resolución y precisión, con lo cual nuestras cronologías relativas logran mayor solidez. En síntesis, esperamos que desde este marco de referencia estemos en condiciones de superar el ordenamiento formal de la realidad enfrentándonos con el contenido de la misma.

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De esta manera intentaremos desplegar un análisis que intente dar cuenta de aspectos significativos de la sociedad tarapaqueña yendo más allá de un análisis procesualista, doblegando la tendencia a escribir prácticas profesionales dirigidas a explorar los datos arqueológicos en términos estrictamente formales.

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7. CARACTERIZACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS A continuación presentamos una caracterización de los asentamientos excavados, describiendo sus características generales, conformación interna y su relación con el entorno, aspectos relevantes para segregar las variables naturales de las culturales imbricadas en la formación de los depósitos arqueológicos. Además, se esboza en términos generales el patrón constructivo observado, estado de conservación del sitio y los rangos temporales conocidos para las ocupaciones prehispánicas, a través de fechados absolutos por Termoluminiscencia (TL) y Radiocarbono (RC14). Para la descripción del patrón arquitectónico presente en los asentamientos recurrimos a los informes técnicos y publicaciones elaborados por Adán y Urbina (Adán y Urbina 2006; Adán et al. 2007b); asimismo, la información que alude a la cerámica presente en el sitio (tipologías, fechas, etc.) fue extraída de los respectivos informes y publicaciones de Uribe, Sanhueza y Bahamondes (2007a) surgidas durante esta investigación. Además, la información sobre las evidencias arqueobotánica y zooarqueológica proviene de los informes y publicaciones de Vidal (Vidal et al. 2004), García (2006), y González (2006) respectivamente.

7.1. Pisagua B Asentamiento prehispánico contiguo al pueblo hispano de Pisagua Viejo, Región de Tarapacá. Emplazado sobre una terraza costera que forma un plano aterrazado entre la Cordillera de la Costa y la línea de costa, al sur de la desembocadura del Río Tana o Camiña (Láminas 2 y 11). Definido como un basural conchifero de 800 metros de longitud, Pisagua B es un asentamiento disperso con cinco recintos, ordenados longitudinalmente siguiendo el curso del río y superpuesto a un extenso conchal. El poblado hispano adyacente alcanza a superponerse a la sección occidental del basural, formando un continuo entre ambos asentamientos. Según Moragas (2005), se observan cortes estratigráficos de hasta cinco metros de magnitud, predominando estratos precerámicos bajo otros más recientes con componentes agrocerámicos. El patrón constructivo observado se caracteriza por un predominio de plantas de trazado ortogonal, rectangular y cuadrangular, sumado a un 25 % de plantas irregulares. Las estructuras, que se edificaron con rocas provenientes de la desembocadura, forman un conjunto de cinco unidades alejadas entre sí, destacando una de éstas por formar un agrupamiento mayor con tres pequeñas subestructuras. La conservación de los depósitos del sitio es buena, viéndose afectados únicamente el margen cercano a la playa por subidas del mar, y el sector aledaño a Pisagua Viejo por la extracción de guano fósil subyacente al asentamiento. En cuanto a las estructuras, el estado en que se encuentran es lamentable a causa de la reutilización del material constructivo de sus paramentos, manteniéndose actualmente en ruinas. Se consiguió fechar este sitio mediante TL, resultando una fecha estimada para la estructura G1 de 1.395 años d.C. sobre un fragmento tipo Pica Chiza (PCZ), y otra fecha para la estructura F1 de 1.445 años d.C. sobre un fragmento tipo Pica Charcollo (PCH).

7.2. Pisagua N Sitio definido por la presencia de 25 estructuras ordenadas longitudinalmente siguiendo el sentido de una pequeña explanada sobre la que se construyó, orientándose entre la ladera del cerro y el acantilado que cae al mar (Lámina 14) (Adán et al. 2007b; Moragas 2005). Corresponde a un asentamiento aglutinado de carácter habitacional situado en Punta

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Pichalo (Lámina 13), donde existen condiciones excepcionales para la explotación de recursos marinos a varios kilómetros al sur de la desembocadura. En las cercanías, existen otros sitios arqueológicos como un cementerio (Pisagua M) y un basural conchífero (Pisagua K) en uno de cuyos sectores se construyeron las estructuras del sitio aquí analizado. Asimismo, en las cercanías de este asentamiento se encuentra el Brown Refuse excavado por Bird durante la primera mitad del siglo pasado. Todos ellos permiten definir a Punta Pichalo como un sector que destaca por la concentración de yacimientos arqueológicos pese a la inexistencia de cursos de agua dulce. En cuanto al patrón constructivo, destacan las plantas rectangulares, subrectangulares y cuadrangulares. La baja estandarización en el tamaño de las estructuras es sintomática a cierto nivel de complejidad funcional del asentamiento, siendo incluidos espacios residenciales, áreas de actividad para la preparación de alimentos y contextos de basural. En la construcción de los paramentos se observan hiladas simples y dobles con un aparejo principalmente rústico, empleándose piedras como material constructivo. A diferencia de Pisagua B, este asentamiento está más alejado del poblado hispano, presentando un estado regular de conservación de sus depósitos y estructuras. Se seleccionaron cinco muestras de tipos cerámicos diagnóstico para conseguir dataciones mediante TL, obteniéndose una fecha de 1.220 años d.C. para la estructura 6 sobre un fragmento de filiación altiplánica dudosa; 1.355 d.C. para la estructura 12 sobre un fragmento tipo PCH y 1.455 d.C. para uno Arica No Decorado (AND); en la estructura 19 obtuvimos fechas en torno a los 960 años d.C. para un fragmento Dupont y 1.470 años d.C. para otro fragmento tipo AND (Adán et al. 2007b). También se logró datar una muestra de carbón extraída desde el estrato 3 del recinto 1C, la que entregó el rango Cal 1.030 – 1.250 años d.C. (920 a 700 AP)1.

7.3. Caserones–1 La aldea prehispánica de Caserones–1 es uno de los asentamientos de mayor magnitud del Complejo Pica Tarapacá, destacando por su notable extensión, densidad de recintos y duración de las ocupaciones (True 1980; Núñez 1982). La aldea se sitúa en el curso bajo de la quebrada de Tarapacá, sobre la terraza principal que forma parte del talud que desciende desde la precordillera hasta la Pampa del Tamarugal (Lámina 17). El asentamiento se construyó sobre un afloramiento natural de anhidrita, mineral que junto a grandes rocas de río constituyó la materia prima utilizada para elaborar los paramentos de las estructuras y del imponente muro perimetral doble que circunda la totalidad del sitio (Láminas 16 y 18). Arquitectónicamente, las 636 unidades fueron agrupadas en tres conglomerados. El primero de éstos ocupa el sector noreste del asentamiento y presenta un alineamiento paralelo al curso de la quebrada; el segundo se encuentra contiguo al anterior y ocupa el espacio entre el primer conglomerado y el muro perimetral. Ambos conglomerados son de una magnitud menor que el tercero. Este último incluye cerca del 70% del total de recintos, presentando un patrón aglutinado y densidad mayor que los otros. Se pueden distinguir tres sectores que lo componen, definidos sobre la base de las observaciones arquitectónicas y la disposición de los recintos al interior del sitio. Como parte del patrón constructivo, los recintos se construyeron con muros dobles con relleno, presentando aparejos sedimentarios y rústicos con frecuencias similares. Las formas de planta predominantes son rectangular, subrectangular y cuadrangular, en menor

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medida aparecen irregulares y circulares. La disposición regular de los atributos anteriores a lo largo del sitio refiere a una importante uniformidad funcional del asentamiento. Para evaluar la conservación del sitio, deben analizarse por separado los depósitos y las estructuras superficiales. En términos generales los depósitos presentan una conservación muy buena. La deposición de arena por acción eólica ha contribuido a cubrir parte de los recintos ayudando a su preservación. Tres son los sectores que presentan grados significativos de impacto. La franja que corre paralela a la quebrada está muy impactada por la circulación de carretas y animales durante siglos pasados, viéndose afectados las estructuras del sector y destruyéndose completamente la parte del muro perimetral que protegía el sitio por este flanco. Los otros dos sectores, fueron afectados por las excavaciones efectuadas por los anteriores proyectos de investigación, a raíz de lo cual se intervino dos transectas y algunas unidades por completo, quedando las excavaciones abiertas a merced de los efectos del tiempo y a un deterioro progresivo a causa del viento. Además, los sedimentos excavados se descartaron hacia la quebrada quedando cuatro áreas impactadas por la acumulación y acarreo de grandes volúmenes de tierras que alcanzan su cauce. Por su parte, los paramentos presentan grados diferenciales de conservación que van desde su completo colapso, observándose únicamente la planta de las estructuras, hasta la excelente conservación de algunos paramentos que mantienen parte de su revestimiento original y alturas que sobrepasan los dos metros desde los depósitos de arena, sin contar la sección enterrada de los mismos. Durante y con posterioridad al abandono del asentamiento, producto de prácticas curatoriales se extrajeron sistemáticamente los postes de madera que daban sustento a paramentos y techos, dejando en un estado de mayor vulnerabilidad algunos recintos. Actualmente, es posible observar las improntas y algunas bases de los antiguos postes. La exposición de las estructuras con posterioridad a su excavación y la actividad sísmica en la zona son las principales causantes de deterioro del sitio. Por mencionar un ejemplo, el recinto 380 presenta un colapso reciente de parte de sus paramentos, interviniendo en ello el debilitamiento de sus fundaciones por las excavaciones, así como la seguidilla de temblores y terremotos que afectó la zona este último tiempo. Las dataciones disponibles para este sitio conforman una potente batería de fechas producto del esfuerzo de anteriores proyectos y los resultados expedidos por nuestras investigaciones. Recientemente, Oakland (2000) publicó el conjunto de dataciones realizadas por el equipo de colaboración binacional Chile-California en los setenta, arrojando un rango de fechas coincidentes con la potente ocupación formativa del asentamiento, cuyo límite tardío es 780 años d.C. (1.270 AP +- 60)2. Los resultados de nuestros análisis por RC14 remiten a distintas fases de ocupación del asentamiento desde el inicio y término del primer milenio de nuestra era. De esta forma, las fechas nos describen dos rangos de ocupación: el primero entre los años Cal 80 y 410 d.C. (1.870 a 1.540 AP), y el segundo entre los años Cal 890 y 1.020 d.C. (1.060 a 930 AP). Este segundo rango se ve reforzado por 4 dataciones por TL que entregan resultados particularmente coherentes: dos fragmentos PCH entregaron fechas de los años 880 y 890 +- 110 años d.C., CNP (Caserones Negro Pulido), una fecha de 895 +- 110 años d.C. y por último uno QTC 970 +- 100 años d.C. En dichos contextos, los conjuntos cerámicos de raigambre tardía ascienden al 40% del total de fragmentos recuperados (entiéndase cerámica PCH, PCZ, PGA), coherentemente con el último de nuestros fechados

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7.4. Camiña–1 La aldea prehispánica de Camiña–1, es uno de los asentamientos más septentrionales de la muestra de estudio, ubicándose en el límite con la subárea de Valles Occidentales. Se encuentra en las proximidades del pueblo actual de Camiña, sector Juanca, en el curso alto de la quebrada homónima que desemboca en la localidad de Pisagua. Se emplaza en una puntilla de cerro, en el talud norte de la quebrada, comprendiendo en su parte baja un extenso espacio cultivable (Lámina 19) (Núñez 1965a; Adán et al. 2005; García 2006). El sitio corresponde a un asentamiento habitacional extenso altamente aglutinado compuesto por 588 recintos que se dividen en dos sectores, Norte y Sur, separados por una vía de circulación edificada en el centro de la aldea en dirección este – oeste (Lámina 20). La ladera de base del asentamiento, es una formación rocosa inclinada que sirvió como fuente de materia prima para la construcción de los paramentos, siendo también utilizados como soporte de petroglifos en algunos recintos. Por la pendiente natural del sitio, es indispensable la construcción de terraplenes y muros de contención para disponer de espacios llanos habitables. Arquitectónicamente, se observa un predominio de plantas irregulares y subcirculares acomodándose al restringido espacio disponible. Los paramentos predominantes son de hilada simple seguidos por los de hilada doble, presentando un aparejo mayoritariamente rústico. Entre los recintos es posible observar marcadas vías de circulación y corredores rellenados que alcanzaron hasta la techumbre de algunos recintos. El patrón constructivo es de tipo expeditivo, invirtiéndose la mayor cantidad de trabajo en la formación del terraplén. Junto a Pukar Qollu y Nama–1 presentan una tradición arquitectónica más cercana a la tradición de los Valles Occidentales. La conservación del sitio es regular, existiendo áreas tremendamente impactadas. En las cotas bajas, el sitio fue cortado por el camino de acceso al pueblo, destruyéndose una cantidad de recintos difícil de estimar. Sumado a esto, un área rectangular fue destruida por maquinaria pesada posiblemente como parte de obras de reparación o construcción del camino. Asimismo, en medio de la plaza ubicada en la cumbre del cerro, se dispuso uno o dos postes para sostener líneas eléctricas, disturbándose parte de los contextos de ese sector. Junto a dichas intervenciones antrópicas, la naturaleza se ha encargado de desmoronar parte de los paramentos, cubriendo todo el asentamiento con bloques de derrumbe que sellan los depósitos arqueológicos. Pese a la magnitud del asentamiento, anteriormente sólo existía una mención del sitio por parte de Núñez (1965a), sin que existieran dataciones previas. Como resultado de las excavaciones de la aldea, logramos conseguir dos fechas que sirven como marcadores temporales para la ocupación del asentamiento. La ocupación se inicia en el rango temporal Cal 1.020 – 1.210 años d.C. (930 a 740 AP)3, permitiéndonos sugerir que en el sector Norte (recinto 296, estrato 2C) comenzó a ser ocupado y construido el asentamiento con una raigambre local y formativa que se reflejada en los contextos excavados, incluyéndose comportamientos diferenciales en los materiales cerámicos, arqueobotánicos y zooarqueológicos. El término de la ocupación en el sector sur (recinto 139, estrato 3-4) se enmarca en el rango temporal Cal 1.200 – 1.400 d.C. (750 a 550 AP)4, coincidente con la cerámica del período Intermedio Tardío. A esto hay que sumar dos fechados por TL que arrojaron resultados coherentes y uno particularmente tardío que merece ciertas reservas. Sobre un fragmentos Isluga Decorado (ISL) obtuvimos una fecha de 1.330 +- 40 años d.C.,

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sobre uno PCH una fecha de 1.480 +- 50 años d.C. y finalmente sobre uno PGA una fecha de 1.615 +- 40 años d.C.

7.5. Nama–1 Nama–1 es un asentamiento habitacional semi aglutinado cercano al pueblo actual epónimo. Se ubica en la quebrada homónima, al norte de Camiña, en el talud de un cerro (Láminas 21 y 22) que divide las aguas de las quebradas de Nama y Guayaquil que se juntan a sus pies. Forma parte de los desarrollos serranos del Complejo Pica Tarapacá, funcionando como bisagra cultural hacia la subárea de Valles Occidentales de la que geográficamente forma parte. Este Pucara presenta dos sectores: una dispersión de recintos en el talud del cerro, y un segundo sector en la cumbre que incluye un espacio de plaza que centraliza las actividades al interior del sitio. Hacia la base del talud existe un extenso muro perimetral que bordea el sitio. La visibilidad hacia el entorno es formidable, permitiendo dominar visualmente los campos de cultivo, siendo evidente la estrecha relación que mantiene con la producción agrícola y el control de aguas de regadío. Desde el sitio también es posible ver otros asentamientos prehispánicos en el talud norte de la quebrada, que presentan andenes de cultivo en ladera y espacios residenciales con un patrón disperso similar al de Nama–1. Con un total de 558 unidades, el patrón constructivo combina atributos presentes en los Valles Occidentales y en la región tarapaqueña. Los recintos con muros curvos, formas de planta circular, subcircular, ovoidal y elipsoidal, predominan con un 43,34%, seguidos por las estructuras de planta irregular que alcanzan el 40,68%. Los paramentos de hilada simple y de aparejo rústico son los más populares. El material constructivo son bloques de piedra disponibles en el mismo cerro donde se erige el sitio. La conservación es relativamente buena, viéndose afectada mayormente las cotas bajas por las actividades agrícolas que alcanzan a superponerse con parte del sitio. Efectivamente, el conjunto de chullpas de barro (Nama–2) asociado al asentamiento está inmerso entre los cultivos que han deteriorado estas construcciones de adobe por el agua que inunda sus fundaciones periódicamente. Las dataciones conseguidas para este asentamiento son coherentes con el paulatino avance desde tierras bajas hacia tierras altas durante el período Intermedio Tardío. Una de las fechas extraídas desde el estrato 1 del recinto 287, marca un primer momento durante la ocupación entre los años Cal 980 – 1.200 d.C. (970 a 750 AP)5. La segunda fecha extiende la ocupación del asentamiento hacia un par de siglos más, arrojando un rango entre los años Cal 1.160 – 1.380 años d.C. (790 a 570 AP)6 que seguramente coincide con la etapa previa al abandono del sitio. Estos fechados mantienen cierto suspenso sobre la real extensión temporal de la ocupación ya que los resultados obtenidos son inversos a lo esperado. La fecha más temprana proviene de los estratos superiores del recinto 287 y la fecha más tardía a la base del recinto 67. En este sentido, es sostenible la posibilidad de que existan fechas anteriores y posteriores a las conseguidas.

7.6. Chusmiza Este sitio se emplaza sobre la meseta y laderas de un cerro de gran visibilidad ubicado en la confluencia de la quebrada de Chusmiza y otra quebrada local inactiva, en el curso alto de la Quebrada de Tarapacá. Las estructuras se agrupan en dos sectores: en el sector Noreste se distinguen 120 recintos, mientras que en el suroeste sólo 27, dando un total de 147 estructuras (Láminas 23 y 24). Corresponde a un asentamiento habitacional que forma parte

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de las ocupaciones serranas del Complejo Pica Tarapacá, manteniendo estrechas similitudes con otros asentamientos ubicados en el mismo piso ecológico como Jamajuga y Nama–1. El sector Noreste contiene la mayor cantidad de recintos, siendo el núcleo articulador de las actividades al interior del sitio. El sector Suroeste es de menor envergadura pero contiene la mayor cantidad de arte rupestre presente en el sitio junto a una acumulación de cistas, indicándonos la posibilidad de pensar el funcionamiento del asentamiento a través de una complementación funcional y simbólica entre ambos sectores. En la edificación de las estructuras, fue necesaria la construcción de terraplenes para contrarrestar la pendiente natural del cerro. Sobre éstos, se construyeron recintos con formas de planta rectangulares y subrectangulares seguidos por plantas circulares, subcirculares, elipsoidales y ovales, e irregulares. Los paramentos fueron construidos con hilada simple y doble con relleno, con un aparejo rústico en todos los casos. En términos generales, la tradición arquitectónica de Chusmiza se emparenta con Jamajuga y a su vez con el ámbito costero tarapaqueño y en forma más lejana con la arquitectura tardía de las Quebradas Altas de más al sur (Adán y Urbina 2006). La conservación de Chusmiza es regular por la acción del paso el tiempo que ha colapsado los paramentos en forma marginal, parcial y absoluta. Pese a este deterioro, el sitio no ha sido objeto de destrucción antrópica observable gracias a su ubicación distante al rango de acción de maquinaria pesada o caminos que faciliten el acceso a visitantes. Para este asentamiento la única fecha disponible proviene de las excavaciones desarrolladas por este proyecto y entrega un rango temporal desde el rasgo 1 del recinto 89, entre los años Cal 1.300 – 1.430 d.C. (650 a 520 AP)7.

7.7. Jamajuga Asentamiento prehispánico tardío ubicado en la sierra tarapaqueña próximo al pueblo de Mamiña. Es un poblado aglutinado con 135 recintos emplazado sobre un pequeño cerro con una inmejorable visibilidad a las tierras de cultivo, junto al cauce de la quebrada y a extensos andenes agrícolas encaramados en el talud sur de la quebrada (láminas 1, 25, 26 y 27). Junto a Camiña–1, el sitio destaca por presentar un número considerable de paneles de piedra con petroglifos grabados presentes tanto en los sectores domésticos como públicos (Vilches y Cabello 2004). Este sitio no presenta una diferenciación interna que permita dividirlo en sectores. La principal diferenciación se observa entre los recintos de cumbre que por su funcionalidad de espacios públicos se diferencian del resto del sitio. El conjunto arquitectónico se encuentra dominado por formas de plantas rectangulares y subrectangulares con una frecuencia del 48%, seguida por las formas irregulares, circulares, subcirculares, ovales y elipsoidales. Los muros se construyeron con técnica de hilada simple, doble y doble con relleno, presentando un aparejo mayoritariamente rústico. Para la construcción de todos los recintos ubicados en el talud, se recurrió a la construcción de un terraplén que se observa con claridad desde el exterior pero de difícil identificación en la excavación. La intensa actividad turística en la zona ha significado un fuerte impacto en el sitio. La regular afluencia de visitas al sitio ha generado cierto impacto por la recolección de materiales y el colapso de los paramentos, presentándose un deterioro generalizado en el sitio.

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La única datación existente para este asentamiento es resultado de nuestras excavaciones. Por lo discreto de la ocupación, se fechó una sola muestra que sirve como referencia general sobre el funcionamiento de la aldea, sin que hayamos podido fechar una etapa correspondiente al inicio y otra al término de la secuencia. La fecha conseguida en el nivel 1B del recinto 5A, entrega un rango temporal entre los años Cal 1.160 – 1.290 d.C. (790 a 660 AP)8.

7.8. Pukar Qollu El Pucara de Isluga o Pukar Qollu está ubicado en el altiplano tarapaqueño, en un cerro isla cercano al pueblo de Isluga (lámina 28). Para los períodos tardíos, la región estaba articulada con los grupos que ocupaban el territorio Carangas, no obstante mantuvo una intensa interacción con las tierras bajas tarapaqueñas, por lo que se le incluye como parte de éste complejo cultural. En la actualidad, las principales actividades productivas son el pastoreo de grandes tropas de alpacas y llamas que se complementa con el cultivo de quínoa dependiente exclusivamente de las lluvias estivales. Por las evidencias materiales recuperadas desde excavaciones y la observación del material superficial, inferimos que estas mismas actividades fueron el sustento de las poblaciones que ocuparon el asentamiento. Al igual que en los demás pukara, para la edificación de la mayoría de los 536 recintos fue prioritaria la construcción de un terraplén y muro de contención para disponer de espacios planos. Sobre la base de los materiales superficiales encontrados y el patrón constructivo, se definieron dos sectores principales separados por el acceso principal, vía de circulación flanqueada por muros a ambos lados pero de posible data subactual. El sector Norte contiene una gran concentración de recintos, ofreciendo mayor reparo a los intensos vientos altiplánicos. En el sector Sur se observó una menor extensión de unidades hacia los pies del cerro, tamaños relativamente mayores y menor aglutinamiento. Al parecer existen diferencias funcionales entre ambos sectores, delatadas por la variación del tamaño de las estructuras y los materiales depositados. Por ejemplo, en el sector Norte la presencia de palas es mucho mayor que en el Sur donde, en cambio, encontramos alta incidencia de torteras. Esta diferenciación es una observación preliminar que necesita ser evaluada a través de los respectivos análisis específicos, disponiendo de frecuencias absolutas que permitan una comparación más acuciosa. Como parte del patrón constructivo, se observa el predominio de plantas con forma irregular, subcircular, subrectangulares y elipsoidales en orden decreciente. Cerca de la mitad de los paramentos se edificaron con hilada simple y en menor proporción encontramos muros dobles y dobles con relleno, denotando su asociación a tiempos tardíos. Comparativamente, este asentamiento está emparentado con otras aldeas ubicadas en Quebradas Altas como Camiña–1, Nama–1, Chusmiza y Jamajuga (Adán et al. 2007a). Pese a la reutilización del sitio hasta la actualidad, la conservación es bastante buena. Los principales factores que actualmente impactan el sitio son los camélidos que transitan por el asentamiento en busca de pastos y las visitas al sitio para la realización de ceremonias y celebraciones por parte de las comunidades indígenas del sector. Sus consecuencias son la mayor fragmentación y erosión de los materiales en superficie y la aparición de basuras subactuales como botellas y latas. Durante momentos históricos, en el sitio se han construido a lo menos dos calvarios, uno en la cumbre y otro al inicio del sector con recintos, los que significan en cierta medida una disturbación de los contextos prehispánicos pero en definitiva habla de parte de la historia ocupacional del mismo.

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Anteriormente, Sanhueza y Olmos (Sanhueza 1981; Sanhueza y Olmos 1981) trabajaron este asentamiento, obteniendo desde un pozo de sondeo fechas particularmente tempranas considerando los contextos ergológicos de apariencia tardía. La fecha más temprana, de 180 años d.C. (1.770 +-50 AP)9, así como la más tardía, de 510 años d.C. (1.440 +- 50 AP)10 se enmarcan en el período Formativo, sembrando serias dudas sobre una posible contaminación que haya rejuvenecido las muestras. Luego, como resultado de las excavaciones del proyecto en que se enmarca esta práctica, se fecharon nuevas muestras de carbón extraídas de dos de los recintos excavados, las que entregaron un rango temporal entre los años Cal 1.010 –1.250 d.C. (940 a 700 AP)11, confirmándose la filiación tardía del asentamiento.

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8. RESULTADOS En esta sección presentamos los resultados del análisis estratigráfico de los ocho sitios excavados en forma sistemática por el proyecto. Primero presentamos una síntesis de los trabajos de excavación, identificándose las unidades excavadas y su emplazamiento al interior del asentamiento. Luego, presentamos una caracterización general de la secuencia estratigráfica de cada asentamiento a través de la descripción de los sedimentos, logrando identificar la presencia de macro estratos. Junto a esto, utilizamos la diversidad de materiales recuperados como indicador de intensidad de la ocupación de cada estrato, identificándose recurrencias gracias a su posición relativa en cada secuencia estratigráfica y su posicionamiento en el sitio. Luego, nos referimos a las recurrencias estratigráficas observables en sellos estratigráficos y hiatos utilizados para la reconstrucción de la historia ocupacional de cada recinto y del asentamiento. Lamentablemente, la calidad de información disponible sobre cada uno de los asentamientos es desigual, por lo que contamos con muchos vacíos debido a la intervención de alumnos de tercer año con escasa o nula experiencia en las campañas realizadas durante los tres primeros años del proyecto. Esta situación es particularmente observable en los diarios de campo de Pisagua B, Pisagua N y Nama–1, donde hay abundantes carencias de información que ejercen un efecto negativo para este análisis. En consecuencia, es esperable que los resultados presentados reflejen esta situación, la que estará presente también en la discusión final. AMBIENTE SITIO RECINTOS UNIDADES UE ESTRATOS RASGOS

Costa Pisagua B 5 5 48 35 13 Costa Pisagua N 25 4 53 37 16 Pampa Caserones–1 636 13 136 108 28

Qdas. Altas Camiña–1 588 17 132 115 17 Qdas. Altas Nama–1 558 13 80 65 15 Qdas. Altas Chusmiza 147 4 20 19 1 Qdas. Altas Jamajuga 135 5 28 26 2 Altiplano Pukar Qollu 586 7 59 50 9

Totales 2680 68 556 453 101 Tabla 1: Síntesis de la muestra en estudio.

Como parte de nuestra muestra de estudio se incluyen todos los asentamientos excavados durante el proyecto. Estos ocho sitios suman un total de 2.680 recintos, de los cuales se excavaron 68, repartidos en forma proporcional al total de unidades observadas en cada asentamiento. Las unidades estratigráficas (UE) encontradas a lo largo de estas excavaciones suman un total de 556, distribuidas entre 453 estratos y 101 rasgos que conforman la base del presente análisis.

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8.1. Pisagua B Por la menor envergadura de este asentamiento, se excavaron los cinco recintos lográndose muestrear un 100% del asentamiento. Como resultado de estas intervenciones estratigráficas se logró rescatar interesantes restos materiales desde 35 estratos y trece rasgos, lo que sumado entrega un total de 48 unidades estratigráficas que componen el presente análisis.

Recintos 5 UE 48 Estratos 35 Rasgos 13

Tabla 2: Estadísticas generales de las excavaciones en Pisagua B. Por lo acotado de las evidencias materiales presentes en el asentamiento, no es pertinente extraer inferencias respecto al emplazamiento de las estructuras, ya que todas las unidades conforman el pequeño aglutinamiento de recintos que constituye el sitio. Como se grafica en la lámina 12, las unidades excavadas se denominaron como sigue: D1, E1, F1, G1 y G3.

8.1.1. Estratigrafía general del sitio Este asentamiento se ubica sobre un extenso conchal resultado de una larga secuencia ocupacional, siendo posible observar su color blanquecino incluso desde una imagen satelital (Lámina 11). Como es esperable por su cercanía al mar, el sedimento predominante es arena, estando presente en forma continua desde la base de la ocupación hasta la superficie. Éste se presenta puro o combinado con conchas, bolones de río y restos vegetales, todos los cuales forman parte de basuras producto de la actividad humana en el asentamiento. No se observa asociación alguna particular entre los tipos de sedimento y la clase de contexto arqueológico presente, debido a la alta obstrusividad de la arena como componente principal en los procesos de depositación de sedimentos. A diferencia de la alta homogeneidad observada en el sedimento, la compactación aparece como un atributo muy sensible al cambio. Predominan los estratos sueltos, seguidos por compactos y semicompactos; estos últimos suelen presentarse en las capas intermedias por sobre y bajo estratos sueltos, característica que es propia de ambos sitios costeros. Otra particularidad observada en la Costa son ciertos estratos cuya compactación alcanza tal dureza que se asemeja a una costra calcárea. Ésta se observa en cuatro de los recintos trabajados generando un verdadero sello estratigráfico hacia los estratos intermedios. Los colores predominantes son el marrón y el gris, correspondientes a la presencia de componentes orgánicos en el sedimento y la coloración natural de la arena natural de la región. Nos interesa destacar que los estratos superficiales se presentan siempre de color gris y hacia los estratos inferiores es recurrente observar una alternancia entre estratos marrones y grises; cuya causa desconocemos pero puede ser consecuencia de oscilaciones en la ocupación del asentamiento distinguiéndose nuevos estratos marrón cuando aumenta en intensidad la ocupación del asentamiento. Los depósitos excavados presentan profundidades muy variables que oscilan entre los 25 y 112 cm., arrojando una media estadística de 52 cm. En dos de las unidades se interrumpió la excavación por la intrusión de entierros subactuales, lo que reduce la media; no obstante, una gran profundidad de los depósitos fue observada por Moragas (2005). Pese a estos obstáculos, se logró constatar la existencia de sendas secuencias estratigráficas que superaron el metro de profundidad, a lo largo de los cuales se constató la existencia de una

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ocupación posiblemente asociada a poblaciones de raigambre arcaica por la presencia de un anzuelo de espina vinculable al Complejo Quiani (Llagostera 1989; Moragas 1995). Sobre estas ocupaciones se encontró materiales de eventos tardíos de interés para el proyecto, las que incluso no muestran reocupaciones históricas. No es mucho lo que se registró sobre la funcionalidad de las unidades. Además de eventos ligados al ámbito mortuorio subactual, los recintos en tiempos prehispánicos presentan ocupaciones de carácter doméstico, lo que se observa principalmente a través en los restos óseos, malacológicos y micro lascas producto del reactivado de instrumentos de corte. Asimismo, en sucesivos niveles de la estructura E1 se encontró contextos de basuras secundarias y fogones, pertenecientes al conchal del sitio. Por la acumulación de guano, se logró identificar que en sus estratos superficiales el recinto F1 pudo ser utilizado como silo o más bien como corral de posible data prehispánica. Por lo irregular de la información disponible para este asentamiento, es aventurado y débil proponer una agrupación de estratos para asociarla a determinadas ocupaciones. Lo único posible de distinguir claramente es la existencia de un nivel postocupacional en los niveles superiores de los distintos recintos, el que se depositó con posterioridad al abandono del asentamiento.

Recinto Estratos Posición E1 4 y 9 IntermedioD1 2 Superior F1 2 Superior G1 1 Superior G3 1 y 2 Superior

Tabla 3: Posición de estratos con ocupación más intensa en Pisagua B. Los momentos de ocupación más intensa en este sitio tendieron a ubicarse en estratos cercanos a la superficie pero sin incluirla, de lo que se infiere que con posterioridad al abandono del asentamiento no se han producido reocupaciones significativas, salvo eventos discretos como pudo ser la inhumación en ataúdes. Los recintos F1, G1 y G3 presentan la ocupación más intensa en forma más bien tardía a lo largo de la secuencia ocupacional. La estructura que rompe esta tendencia es la E1, presentando el único caso de alta diversidad material en estratos más profundos y también por presentar dos de ocupación intensa a lo largo de su secuencia, hablándonos de una utilización particularmente intensiva de dicha unidad al interior del asentamiento. Observando el comportamiento estratigráfico general del asentamiento, particularmente de las unidades D1, E1 y F1 donde no había alteraciones subactuales, salta a la vista que durante su larga ocupación ocurre una modificación en la forma de habitar. Dejando aparte las implicancias cronológico-culturales de esto, este cambio se produce al pasar de ser un área de consumo de recursos marinos y su posterior descarte, a ser un área habitacional con presencia de arquitectura, lo que marca una intensificación en la ocupación asociada a una residencia más estable. Esto se observa claramente en la tabla 3 al considerar el aumento en la diversidad material encontrada producto de que se está registrando una gama más amplia de actividades que se suman a la extracción y consumo de recursos así como una reutilización como corral en F1 aunque no tenemos certeza de su data prehispánica, por lo que disponemos de depósitos domésticos de especial interés arqueológico pertenecientes al Intermedio Tardío según las dataciones conseguidas (tabla 22). Cabe mencionar que este

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cambio observado no se relaciona directamente con sellos o hiatos ocupacionales, detectándose principalmente a través de las descripciones y de la diversidad de los materiales recuperados.

8.1.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Por las particulares condiciones depositacionales presentes en la Costa, no encontramos evidencias sustantivas de sellos o recurrencias estratigráficas como las encontradas en pisos ecológicos más altos, lo que sumado al déficit de información de registro en estos sitios limita las posibilidades interpretativas. En este caso, presentamos una descripción un poco más acuciosa debido a que en sólo tres de las unidades disponemos de una visión clara de los depósitos arqueológicos, por lo que su presentación en extenso puede compensar la poca información en comparación con los otros sitios en estudio. Para el recinto D1 fue posible excavar la secuencia estratigráfica completa alcanzando el estrato 6, ocupación inicial superpuesta a la base estéril del asentamiento. Éste presenta una compactación tipo costra hacia la base de la estratigrafía, siendo el único caso donde ésta no se presenta hacia niveles intermedios. A lo largo de la excavación no se hace mención a la relación existente entre los paramentos del recinto y la estratigrafía, así que no podemos identificar la relación entre ambos. Por tanto, a lo largo de los seis estratos trabajados encontramos una ocupación en estrecha relación con los recursos marinos disponibles en el litoral. Estos conjuntos artefactuales no presentan cerámica, pero se mantienen los restos óseos, malacológicos y líticos a lo largo de la secuencia. El estratos superior con mayor diversidad artefactual, nos remite a una intensa ocupación posiblemente perteneciente al Intermedio Tardío.

Lámina 3. Dibujo de perfil (W) recinto E1. Es posible observar una extensa secuencia ocupacional con una sucesión continua de eventos ocupacionales de diferente magnitud.

Por su parte, el recinto E1 nos entrega uno de los depósitos más profundos, observándose dos momentos de ocupación intensa según la diversidad material recuperada. Dichos

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estratos son el 9 a una profundidad aproximada de 60 cm., y el 4 a sólo 20 cm. de la superficie. Al igual que en los otros casos, no se explicita la relación existente entre las fundaciones de los paramentos y la estratigrafía, pero esta situación se asemeja particularmente a la mencionada para la unidad D1. La principal divergencia entre ambos, estriba en la predominancia de basuras domésticas secundarias con tres fogones a lo largo de la secuencia. Se observó una ocupación clara en los niveles 7A y 8A (Lámina 3) que podría corresponder al período Arcaico tardío, por el empleo de anzuelos de espina tipo Quiani. El nivel 5, por su parte, presenta restos de papel que hacen pensar en la intrusión de materiales desde niveles superiores o bien en alguna posible disturbación de la unidad que no fue percibida durante la excavación. El recinto F1 contiene un depósito mucho menos profundo que los anteriores, con un máximo de 47 cm. y con escaso material cultural. En éste, se identificaron dos pisos ocupacionales, el primero (estrato 5) es claramente prehispánico en asociación con actividades de molienda y sin cerámica. Dos de los rasgos presentes son improntas de postes que sirvieron para sostener la sección aérea o techumbre del recinto sin presencia de desplome de los mismos, por la posible utilización de cueros como techumbre a diferencia de los materiales vegetales empleados en el interior. El segundo piso ocupacional (estrato 3) es parte de una ocupación tardía asociada a eventos de consumo de moluscos y descarte de conchas in situ. Este piso se sitúa en un estrato cuyos sedimentos presentan una compactación tipo costra que segrega este momento de los estratos inferiores y del primer piso ocupacional temprano. Sobre este piso encontramos el momento con mayor diversidad material en el estrato 2, sin presencia de cerámica y asociado a restos vegetales como maíz, Lagenaria sp. y abundante guano en un contexto de corral o posiblemente un silo de almacenaje, conformando la tercera y última ocupación. Finalmente, agrupamos los recintos G1 y G3 por haber sido objeto de procesos similares de reutilización para la inhumación de occisos durante momentos históricos, posiblemente habitantes de Pisagua Viejo. No tenemos certeza sobre el siglo o época en que sucedió esta intrusión de momentos históricos por el empleo de féretros de madera. Ésta disturbó los depósitos prehispánicos e impidió continuar las excavaciones. Por la disturbación de los contextos y lo limitado de las indagaciones, sería poco venturoso arrojarse a analizar estos recintos.

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3.2. Pisagua N En el desarrollo de las excavaciones del sitio, se decidió excavar cuatro de las veinticinco unidades correspondientes al 16% del total. Como resultado de estas excavaciones se logró recuperar una serie de contextos y conjuntos materiales provenientes de 37 estratos y 16 rasgos, los que suman 53 unidades estratigráficas.

Recintos 4 UE 53 Estratos 37 Rasgos 16

Tabla 4: Estadísticas generales de las excavaciones en Pisagua N. Como puede observarse en la lámina 15, éste asentamiento forma un único conglomerado de recintos al igual que Pisagua B. Producto del patrón aglutinado de la aldea y de su ubicación sobre una pequeña terraza, no es posible proponer la existencia de sectores sobre la base de diferencias relevantes entre las unidades.

3.2.1. Estratigrafía general del sitio En términos generales, este asentamiento guarda importantes semejanzas sedimentológicas con Pisagua B por su cercanía a la franja costera. En consecuencia, nuevamente el sedimento predominante es la arena, presente en forma aislada o combinada con cenizas, restos vegetales y conchas. La principal diferencia con Pisagua B es la ausencia de bolones de río, situación comprensible por la distancia a que se encuentra la desembocadura de la quebrada respecto a Punta Pichalo. Pese a las escasas descripciones disponibles sobre los sedimentos, en este asentamiento la compactación más recurrente pasa a ser compacta, en menor medida suelta y finalmente semicompacta. Asimismo, se presenta un notorio aumento en la compactación tipo costra en tres de las unidades, teniendo una incidencia considerable en el recinto 19. No tenemos antecedentes que nos permitan generar hipótesis sobre la formación de este estrato presente a lo largo del sitio. Desconocemos si es producto de una preparación intencional generada por la combinación de materiales a consecuencia del abandono o, en definitiva, es producto de factores estrictamente naturales derivados de una concentración de sales. El color preponderante es nuevamente gris seguido por marrón, presentándose ambos en distintas tonalidades y combinados. El primero corresponde a la coloración natural de la arena y la ceniza, y el marrón aparece gracias al aporte orgánico generado producto de la actividad humana. Los depósitos excavados presentan profundidades que oscilan entre los 22 y 150 cm. con una media de 80 cm. Los recintos 12 y 19 contienen depósitos muy potentes a causa de una extensa secuencia ocupacional, superando el metro de profundidad. El recinto 6 tiene un depósito medianamente potente y el recinto 1 un depósito más bien exiguo. Respecto a la funcionalidad de los recintos, no se hace mención alguna sobre el tema pero en términos generales corresponderían a espacios domésticos emplazados sobre un conchal. Los rasgos rescatados son improntas de poste, algunos fogones y bolsones de sedimento, pudiendo ser producto de actividades propias de espacios habitacionales. Al interior del asentamiento no fue posible correlacionar los estratos recuperados salvo en el nivel superficial, concerniente a la fase de abandono. Por la ausencia de interpretaciones

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de los contextos o descripciones de los aspectos relevantes de estos, nos es sumamente difícil plantear un marco explicativo general para la estratigrafía del sitio.

Recinto Estratos Posición 1 3 Inferior 6 3 Intermedio 12 4 y 6 Intermedio 19 5 Intermedio

Tabla 5: Posición de estratos con ocupación más intensa en Pisagua N. Los estratos con alta diversidad material nos permitieron identificar posibles ocupaciones intensas a lo largo de las secuencias. El recinto 1, pese a entregar escaso material cultural, arrojó alta diversidad de materiales en el rasgo 2 hacia la base de la secuencia, pero por lo discreto del depósito no es mucho lo que se puede agregar. Los demás presentaron la ocupación más intensa en los estratos intermedios, destacando el recinto 12 que muestra dos momentos con alta diversidad, pudiendo ser parte de una misma ocupación al no observarse una segregación de los estratos entre ambos hitos. La principal diferencia entre éste asentamiento y Pisagua B, estriba en que las ocupaciones intensas tienen una mayor profundidad estratigráfica posiblemente relacionada con una presencia anterior de arquitectura en el sitio como contenedora de la actividad humana. Lamentablemente por la inexistencia de menciones sobre la relación entre ambos elementos, por ahora solamente podemos plantear esta posibilidad a la vista que las ocupaciones más intensas aparecen desde los estratos profundos y no exclusivamente como parte de un cambio presente en los superiores. En consecuencia, Pisagua N es testigo de una ocupación intensa durante varios siglos por ser un espacio privilegiado para explotar los opíparos recursos marinos de Punta Pichalo. Por lo tanto, a modo de síntesis podemos plantear la existencia de un estrato ocupacional generalizado en el sitio que contiene los depósitos de basuras conchíferas producto de la habitación en el asentamiento de indudable data prehispánica, la que está avalada por nuestro fechado por RC14 proveniente del nivel 3A del recinto 1 que arrojó un rango temporal entre los años 1.030 y 1.250 d.C.

3.2.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Nuevamente, por la escasa presencia de sellos y recurrencias estratigráficas en el sitio al igual que en Pisagua B , decidimos presentar una descripción más detallada de cada una de las unidades para disponer de una visión un poco más completa de los cuatro recintos excavados en el asentamiento. En el recinto 1 se encontró una secuencia estratigráfica bastante breve. En un depósito de 22 cm. se formaron tres estratos, sin que podamos referenciarlo con ocupaciones específicas. No se encontraron recurrencias estratigráficas que permitan reconstruir la historia ocupacional de éste. Lo discreto del depósito puede ser resultado de un bajo índice de depositación de sedimentos o bien por efecto de la deflación de las unidades estratigráficas. Mientras tanto, en el recinto 6 se intervino un depósito más potente que contenía seis estratos y cuatro rasgos. La ocupación prehispánica inicial se asocia, al igual que en la unidad anterior, a sedimentos con compactación tipo costra que abren espacio a una impronta de poste medianamente compacta.

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A diferencia de los casos anteriores, en los recintos 12 y 19 los depósitos son profundos conteniendo una secuencia ocupacional más extensa. En el primero de éstos, los primeros eventos generaron sedimentos sueltos. La primera ocupación se muestra bastante consolidada en el estrato 6 con gran cantidad y diversidad material, sobre cuya funcionalidad no tenemos claridad; pero el estrato 5 corresponde a basuras secundarias asociadas a una intervención doméstica. Un segundo momento de gran diversidad material está presente en el estrato 4, encontrándose diversos restos óseos y malacológicos que registran el uso extendido de los recursos costeros incluyéndose pescados y mamíferos marinos. Esta secuencia está sellada por un derrumbe de paramentos. Posiblemente, luego de un tiempo de uso prolongado devino en abandono y, producto del mismo, en un deterioro generado por el pasar del tiempo que fue colapsando y formando posteriormente el estrato 1 donde se aprecia una reutilización tardía. Finalmente, el recinto 19 exhibe una extensa secuencia estratigráfica que posiblemente sirve como secuencia maestra del asentamiento (Lámina 4). Al igual que en los demás, no se hace mención en los diarios de campo a la asociación entre estratos y las bases o fundaciones de los paramentos, estando fuera de nuestro alcance distinguir entre la ocupación contemporánea a éste y una anterior como seguramente existe. Pese a lo valioso de esta secuencia, carecemos de una descripción que permita extraer conclusiones interesantes. En este sentido, una de las pocas apreciaciones que podemos plantear es que el estrato 5 contiene la ocupación más intensa de esta larga secuencia con cerámica del período Intermedio Tardío. Sumado a los contextos de consumo y descarte de moluscos, se encontró un contexto ceremonial (¿fundacional?) consistente en la depositación intencional de una cabeza de cánido (rasgo 2) contenida en el estrato 3 (Adán et al. 2007a). Por último, el estrato 1 registra el término de la ocupación de este espacio con elementos pertenecientes a la etapa postocupacional.

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Lámina 4. Dibujo de perfil (E) recinto 19. Dibujo de perfil (E) recinto 19. Secuencia maestra del sitio

que contiene ocupaciones seguramente desde el período Arcaico hasta el Intermedio Tardío.

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3.3. Caserones–1 Caserones–1, Camiña–1, Nama–1 y Pukar Qollu son las aldeas de mayor magnitud del Complejo Pica Tarapacá, superando los 500 recintos en cada asentamiento. En los tres primeros, fue posible desplegar ingentes esfuerzos para excavar una muestra estadísticamente representativa, a excepción de Pukar Qollu donde se excavó un porcentaje menor. En Caserones–1 se excavó el 2% de la aldea (trece recintos de un total de 636) abarcando una multiplicidad de unidades con diversos atributos arquitectónicos y emplazados en los distintos conglomerados definidos sobre la base del análisis arquitectónico. Se logró excavar un total de 108 estratos y 28 rasgos, los que sumaron 136 unidades estratigráficas que componen la muestra analizada en el presente informe.

Recintos 13 UE 136Estratos 108Rasgos 28

Tabla 6: Estadísticas generales de las excavaciones en Caserones–1. Con la intención de muestrear la totalidad del sitio, se decidió excavar una estructura en el conglomerado 1 ubicado en el sector Noreste y dos unidades en el conglomerado 2. El conglomerado 3, que es el más grande, fue subdividido en tres sectores, donde se repartió el resto de las unidades a excepción de una situada en el muro perimetral. Se intervinieron cuatro recintos en el sector 3A, dos en el sector adyacente hacia el sur (3B) y tres en el sector posterior (3C) luego de una formación de túmulos (para tener una noción más clara de los conglomerados y su posición al interior del sitio ver lámina 18).

Recinto Emplazamiento 7 Conglomerado 1

126 Conglomerado 2 168 Conglomerado 2 247 Cong. 3A (sector Centro) 280 Cong. 3A (sector Centro) 298 Cong. 3A (sector Centro) 314 Cong. 3A (sector Centro) 357 Cong. 3B (sector Centro) Sur 468 Cong. 3B (sector Centro) Sur 516 Cong. 3C (sector Sur) 526 Cong. 3C (sector Sur) 593 Cong. 3C (sector Sur) 600 Muro perimetral

Tabla 7: Recintos Excavados en Caserones–1 y su emplazamiento. Como Caserones–1 se sitúa en un plano, no hay alteraciones en la formación de los depósitos producto de atributos topográficos como pendientes, terrazas u hondonadas. En ausencia de estos factores, creemos que la cercanía a la quebrada incide en la habitación del asentamiento al haberse generado cambios en la sensación térmica al interior del asentamiento por la cercanía al agua, no obstante en la actualidad no se percibe ninguna diferencia por esta causa. La importancia del agua y sus variaciones cíclicas fue destacada anteriormente por True (1980), quien explica las oscilaciones de ocupación y desocupación

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del sitio en función de este factor. Como veremos a continuación, observamos una interesante variación temporal en la ocupación de los distintos conglomerados, los que estarían reflejando las oscilaciones mencionadas a lo largo del tiempo.

3.3.1. Estratigrafía general del sitio Los sedimentos de Caserones–1 se componen principalmente de arena y limo, no obstante existen variaciones producidas por la agregación de componentes orgánicos producto de la ocupación humana así como bloques de anhidrita y argamasa a causa del desplome de los paramentos de los recintos. Estratigráficamente el limo se asocia a los niveles ocupacionales del sitio, depositándose sobre la base calcárea natural y por debajo de la arena eólica postocupacional. Si bien observamos esta recurrencia general, los depósitos de arena también se asocian a estratos ocupacionales, presentándose en forma continua desde la superficie hasta la base, o sobre algún estrato limoso inicial que luego es cubierto por estratos sucesivos de arena y limo. Esta última situación puede referir a cambios estacionales en la forma de ocupar ciertos recintos o bien a hiatos de abandono entre niveles ocupacionales. No podemos omitir que a consecuencia de la explotación de los recursos de la Pampa, entre los que predomina la recolección de vainas de algarrobo, los restos vegetales se convierten en un componente altamente representado como inclusiones en el sedimento. Los estratos muestran en forma mayoritaria una compactación suelta, situándose en niveles inferiores, intermedios y superficiales. En menor proporción aparecen estratos compactos y semicompactos en porcentajes similares, tendiendo a presentarse al interior de ciertos recintos en forma recurrente, y en general hacia los niveles inferiores. No olvidemos que el calcáreo sobre el que se construyó el asentamiento es compacto, contribuyendo a endurecer ciertos estratos depositados sobre éste. El color de los sedimentos varía entre marrón y gris, presentando variadas tonalidades según la presencia de carbón, ceniza o componente vegetal. Este último contribuye a teñir los sedimentos de color marrón claro por la alta concentración de semillas y vainas de algarrobo así como maíz. Usualmente, la arena entrega la coloración gris y el limo la coloración marrón al sedimento, aunque también encontramos arenas que por el alto contenido vegetal entran en el rango de las tonalidades marrón. La profundidad de las cuadrículas nos entrega una media de 58 cm., reflejo de depósitos potentes que alcanzan un máximo de 110 cm. de profundidad, mientras el mínimo fue de 14 cm. En este asentamiento identificamos tres factores que convergen en la formación de los depósitos profundos. Por la excelente conservación, los abundantes restos vegetales van conformando capas densas que no se reducen por descomposición. Segundo, la existencia de pozos o silos subterráneos reutilizados como basureros al interior del ámbito residencial, permite que en recintos donde el depósito ronda los 60 cm., se alcance profundidades mucho mayores por la continuación de estratos subterráneos. Finalmente, la arena traída por el viento forma grandes acumulaciones sobre los depósitos ocupacionales. Diversas funcionalidades se registran a lo largo de las secuencias estratigráficas de los trece recintos excavados. Algunos casos presentan cambios a lo largo de la secuencia y en otros ésta es estable en independencia a la presencia de una o más ocupaciones. Por ejemplo, se registraron espacios utilizados como áreas residenciales, de cocina, basurales, corrales, espacios públicos o silos de almacenaje, reflejando la complejidad del sitio tanto en distintos momentos sincrónicos como a lo largo del tiempo.

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Según los cambios del comportamiento estratigráfico y las características de los materiales culturales recuperados, definimos una secuencia general que busca explicar mejor la estratigrafía general del sitio. Estrato Postocupacional. Actualmente el asentamiento está cubierto por un estrato extendido de arena de origen eólico, color gris y compactación suelta. Este nivel contiene gran cantidad de material prehispánico, destacando la cerámica que gracias a su resistencia y peso ha resistido el deterioro generado por la intemperización que afectó en mayor medida a las demás materialidades. Las evidencias superficiales abarcan un amplio rango temporal que va desde materiales prehispánicos formativos hasta el presente, incluyendo las reocupaciones históricas señaladas por Lautaro Núñez (1979). Asimismo, es posible apreciar el continuo deterioro de los paramentos de los recintos que contribuyen a sellar los depósitos arqueológicos. Uno de los últimos eventos contenidos en este estrato es la construcción de un precario sendero subactual en el sector nororiental erigido por los pobladores de las localidades aledañas. Estratos superiores. Esta categoría agrupa un conjunto de evidencias del proceso de abandono del asentamiento, marcado por el desplome de techumbres y paramentos, que cubrieron estratos prehispánicos sellándolos y mezclándose en parte con los mismos. Esta situación se observa en diversos recintos a pesar de las prácticas de curaduría que han afectado al sitio, como remoción de vigas de techumbre y pilares de muros. Este abandono no está exento de evidencias conspicuas como depósitos de facto que reflejan un abandono repentino por la presencia de alimentos y artefactos con vida útil remanente al interior de las viviendas. Estratos intermedios. Corresponden a un conjunto de estratos que dan cuenta de las ocupaciones bajo el sello antes mencionado. Se incluyen contextos con cerámicas del período Intermedio Tardío y Formativo Tardío, pertenecientes a las ocupaciones más potentes del asentamiento. Regularmente se encontraron ambos conjuntos cerámicos combinados, siendo reflejo de procesos de formación de sitio no evidentes, que mezclaron componentes temporalmente distintos. Este conjunto de estratos combina una amplia diversidad de ocupaciones y contextos que serán pormenorizados más adelante. Estratos Inferiores. Refieren a la ocupación inicial del asentamiento sin considerarse la base calcárea. En algunos casos dicha ocupación es contemporánea a la construcción de los paramentos del recinto, pero también se encontraron estructuras que fueron construidas sobre espacios anteriormente utilizados. Esta situación es comprensible atendiendo al contexto de un asentamiento intensamente ocupado, pero que fue creciendo a lo largo del tiempo a través de una secuencia ocupacional que se inicia en pleno período Formativo (Núñez 1979, 1982; True 1980). Al estudiar este sitio no hay espacio a la duda sobre la profundidad temporal de su ocupación. Para comprenderla es fundamental pensar hacer una lectura que combine la mirada diacrónica que permiten las excavaciones con una interpretación de estas evidencias en un sentido horizontal. De esta manera, es posible comprender de mejor forma la historia ocupacional de uno de los asentamientos de mayor envergadura del complejo Pica Tarapacá. Las ocupaciones más intensas se presentan en distintas posiciones estratigráficas. Haciendo un cruce entre esta información y la ubicación de los recintos en distintos conglomerados,

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conseguimos generar un modelo de ocupación del sitio que requiere ser contrastado más adelante con las evidencia materiales recuperadas.

Recinto Estratos Posición 7 5 y 6 Inferior

280 4 Inferior 298 7 Inferior 314 4 y 5 Inferior 357 3 Intermedio468 3 Intermedio516 3 y 5 Intermedio526 3 Intermedio126 1 y 2 Superior 168 2 Superior 593 1 Superior 600 1 y 2 Superior

Tabla 8: Posición de estratos con ocupación más intensa en Caserones–1. El conglomerado 1, donde excavamos el recinto 7, presenta la ocupación más intensa en un momento temprano, presumiblemente formativo. Si suponemos que la única estructura excavada es representativa del conglomerado, podemos plantear que ésta es más temprana en relación a los otros; o bien, si se confirma la coexistencia con los demás conglomerados, tuvo un lugar central en las dinámicas sociales durante la consolidación de los espacios públicos ubicados en el centro del sitio. En efecto, los otros que presentan la ocupación más intensa en los estratos inferiores son justamente el recinto 314 (plaza cuadrangular), 280 (silo de mayor tamaño del sitio) y 298 (habitacional). Por lo tanto, éstos nos permiten caracterizar este primer momento de intensa actividad y constitución del conglomerado 1 y del conglomerado 3A, donde se presenta el patrón de mayor aglutinamiento de estructuras en todo el sitio. Estos cuatro pertenecen a rangos de tamaño diferente y funcionalmente cubrieron necesidades diversas como residencia, almacenaje y reunión. No sabemos si todavía se construyó el muro perimetral, pero da la impresión que en el sector Sur del asentamiento todavía no se edificaban recintos habitacionales pese a que dicho espacio fue ocupado para otras actividades. El conglomerado 3B, reúne a los recintos con ocupaciones de los estratos intermedios (357, 468 y 516), sumándose el 526 que es parte del conglomerado 3C, ubicándose en el mero límite de ambos. Por lo tanto, con posterioridad al auge sostenido durante un primer momento, deviene un nuevo orden donde se populariza la ocupación del sector 3B, extendiéndose transversalmente hacia el este y oeste como resultado de este nuevo auge, edificándose estructuras hasta los lindes definidos por el muro perimetral. Los momentos finales de ocupación del asentamiento quedaron particularmente registrados en los recintos 126, 168, 593 y 600, donde las ocupaciones de mayor intensidad se ubican en los estratos superiores de la secuencia. Este sector corresponde a un espacio previamente periférico que logra concentrar intervenciones de gran intensidad antes del abandono del sitio. En consecuencia, el conglomerado 2, el muro perimetral y el conglomerado 3C son los protagonistas de este último momento, alcanzándose un último auge ocupacional del asentamiento12. Llama la atención que la única estructura excavada del muro perimetral presente su ocupación más intensa en los niveles superiores. Esta situación puede

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interpretarse como consecuencia de un aumento de la actividad en este sector a raíz del surgimiento de mayores tensiones sociales, reforzándose la actividad en los espacios entre muros.

3.3.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Entre todos los sitios trabajados, Caserones–1 es un caso privilegiado para aplicar un análisis estratigráfico gracias a la alta frecuencia de sellos, la potencia de sus depósitos y lo extenso de su historia ocupacional. Por la cantidad de recintos excavados, en esta sección presentaremos las unidades agrupadas según la semejanza en la composición de su estratigrafía. Los recintos 126, 168, 247, 314, 593 y 600, se asemejan por presentar secuencias estratigráficas relativamente sencillas. En los tres primeros casos observamos evidencias de un depósito que no supera los 30 cm. de profundidad compuestos por uno o dos estratos ocupacionales que posteriormente fueron tapados por restos de techumbre o simplemente por arena postocupacional. Esta semejanza es coherente con la regularidad observada anteriormente a través de los estratos con una ocupación más intensa, donde los dos primeros conforman una unidad, mientras que el 247 presenta un comportamiento anómalo al resto de su conglomerado. Los otros recintos agrupados en este primer conjunto tienen un comportamiento muy similar, con depósitos breves, sencillos y diferencias sutiles. Por ejemplo, el 314 se diferencia por la doble aparición de estratos con derrumbe posterior a su abandono. El 600 presenta un único estrato de derrumbe y el 593 no presenta evidencias claras de derrumbe. El segundo y tercer conjunto, contienen mayor diversidad por tratarse de las unidades de conformación más compleja. Los recintos 357 y 516, con posterioridad a la ocupación inicial depositada hacia la base de sus secuencias, presentan un hiato que marca un momento de desocupación. Durante éste, en el 357 se depositaron desechos de derrumbe y techumbre, para luego devenir una reocupación tardía que nuevamente es cubierta por restos de techumbre y finalmente depósitos postocupacionales. En el 516, en tanto, ocurre una situación similar. Como se aprecia en la lámina 5, la secuencia se inicia con la primera ocupación que quedó registrada en el estrato 6 por un piso ocupacional, todo lo cual es cubierto por un hiato ocupacional marcado por un desplome de techumbre seguido por un sello de barro (estratos 5 y 4). Encima, se depositó la segunda ocupación con evidencias de reutilización con basuras secundarias y guano que pueden corresponder a una utilización como corral (estrato 3). Nuevamente estos desechos son cubiertos por restos de techumbre y una potente capa de derrumbe que fue interpretada como la desocupación del sitio, posterior a lo cual se depositaron arenas por acción eólica que registran la etapa de abandono del asentamiento.

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Lámina 5. Dibujo de perfil recinto 516. Se observan dos ocupaciones (estratos 6 y 3) intercaladas por el desplome de techumbre (estrato 5) y cubiertas por derrumbe (estratos 1 y 2). Además hay un sello barroso

en capa 4. El otro recinto que comparte estas característica es el 298, con tres niveles ocupacionales intercalados por un hiato y evidencias de techumbre. Sobre los últimos depósitos ocupacionales se cubre la superficie del recinto con bloques de derrumbe y sedimentos postocupacionales que sellan la estratigrafía. En este último, fue posible dar cuenta de uno de los tres pozos-silos hallados en las excavaciones. Justamente, los recintos 7 y 526, que presentan los otros casos de pozos-silos, tienen la particularidad de contener hacia la base de su estratigrafía dos momentos ocupacionales sucesivos sin estar separados por sellos que los segreguen. La primera de éstas es contemporánea a la construcción de los paramentos y a la utilización y clausura de los pozos con basuras secundarias. En ambos casos, aparecen sellos hacia los niveles superiores correspondientes a derrumbes, así como techumbre y derrumbe en el 7. El último conjunto, está compuesto por dos casos donde se determinó que la construcción de los paramentos es posterior a la formación del primer estrato ocupacional. Esta situación ocurre en las unidades 280 y 468. Si bien ambos pertenecen a categorías de recinto y conglomerados diferentes, comparten este atributo vislumbrándose los procesos de expansión constructiva del asentamiento. En ambos, luego de las ocupaciones previa y contemporánea a la edificación de los paramentos, se produjo una desocupación momentánea que permitió el ingreso de bloques de derrumbe que segregan ambos momentos más tempranos de una ocupación final que nuevamente es cubierta por derrumbes con posterioridad al abandono.

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5.4. Camiña–1 En Camiña–1 se excavaron 17 recintos de un total de 588, lográndose una muestra del 2,8 % del sitio. Como resultado de los trabajos sistemáticos desarrollados en el sitio se rescataron 115 estratos y 17 rasgos permitiéndonos desarrollar el presente análisis sobre la base de 132 unidades estratigráficas.

Recintos 17 UE 132Estratos 115Rasgos 17

Tabla 9: Estadísticas generales de las excavaciones en Camiña–1. Como resultado del análisis de la arquitectura del sitio, se definió la existencia de dos sectores, Norte y Sur, separados por una vía de circulación construida en sentido este-oeste. No obstante la coherencia y solidez de esta propuesta, para el análisis estratigráfico subdividimos estas macro unidades para intentar observar particularidades que tengan relevancia para comprender el funcionamiento al interior de cada uno de éstos.

Recinto Emplazamiento52 Sur Bajo 61 Sur Bajo

119 Sur Bajo 126 Sur Bajo 139 Sur Alto 141 Sur Alto 200 Sur Alto 215 Sur Alto 221 Sur Alto 238 Cumbre 340 Norte A 352 Norte A 250 Norte B 281 Norte B 296 Norte B 308 Norte B 381 Norte C

Tabla 10: Recintos Excavados en Camiña–1 y su emplazamiento. Emprendemos este desafío por las posibilidades que se abren al enfrentar uno de los asentamientos más complejos de Pica Tarapacá. El criterio empleado para esta división combina variables topográficas y la presencia de una de las principales vías de circulación del sitio. Entonces, definimos un sector Sur bajo que incluye todas las estructuras del sector ubicadas en cotas más bajas, estando separado del sector Sur alto por una vía principal de circulación. El sector Norte fue separado definiéndose tres secciones: Norte Bajo (B) incluye los recintos construidos sobre una porción del sitio con menor pendiente; mientras que Norte Alto (A) corresponde a las estructuras construidas en un sector al oeste del anterior, sobre una pendiente más pronunciada. Un tercer sector es Norte C, donde los recintos presentan un patrón levemente más disperso que ocupan el extremo septentrional

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del asentamiento. Junto a lo anterior, creímos pertinente aislar el sector de Cumbre por las condiciones particulares que presenta respecto al asentamiento (Lámina 20).

5.4.1. Estratigrafía general del sitio Por la extensión y complejidad topográfica del terreno, los sedimentos presentan la mayor diversidad intra sitio de todo Pica Tarapacá. Pese a esta heterogeneidad interna, hay un marcado predominio de limo arenoso en todos los sectores del sitio y en diferentes posiciones de la secuencia estratigráfica. En proporción mucho menor aparece limo arcilloso seguido por limo, caracterizando los depósitos de recintos específicos pertenecientes al sector Sur alto y bajo respectivamente. A modo de inclusiones, aparece gran diversidad de elementos ligados a la ocupación antrópica del asentamiento como a las condiciones naturales del mismo. En forma recurrente se describe la presencia de rocas y bloques de derrumbe o de terraplén; ceniza, carbón y componentes orgánicos completan el conjunto de inclusiones antrópicas, sean intencionales o no intencionales; mientras que entre las inclusiones naturales se cuenta principalmente gravilla y guijarros, interpretados como componentes de la formación donde se edificó la aldea. La compactación es una de las variables más esquivas en los diarios de campo de Camiña–1. Sin embargo, entre los casos que describen esta variable, se presentan en igual proporción los estratos compactos y sueltos, seguidos por los semicompactos en similar cantidad. Por tanto, la compactación es una variable repartida en forma homogénea en el sitio. El color predominante es el marrón en diferentes tonalidades, y con una frecuencia muy baja el gris. La escasa presencia de este último se explica por la ausencia de estratos de arena que entrega esta coloración. Por la nula sistematicidad para describir esta variable, no podemos observar que su comportamiento responda a alguna lógica ligada a la ocupación de los recintos. La media estadística de profundidad de los depósitos es de 48 cm., presentándose casos que oscilan entre 12 y 83 cm., variando en forma correlativa al interior de cada sector definido. Calculando la profundidad media en cada sector, queda en evidencia que en torno a la vía de circulación que divide al sector Sur en dos, se encuentran dos de los depósitos más potentes; conformando una interesante concentración que puede relacionarse con una ocupación sostenida en el tiempo. Asimismo en la cumbre, el recinto excavado tiene depósitos muy potentes, correspondiendo a la mayor profundidad sondeada en todo el sitio. Considerando esta variable, toma sentido la división del sector Norte ya que la segregación de recintos según emplazamiento va acompañada de un cambio notable en el comportamiento estratigráfico. Mientras el sector Norte B presenta la media más elevada de todo el sitio (52 cm.), los sectores Norte A y C presentan medias de 23 y 14 cm. respectivamente; lo que nos habla de coeficientes de depositación muy diferentes en dichos sectores. Es relevante agregar que el recinto 381 no presentó materiales culturales en la excavación, salvo la presencia de un rasgo con carbón. La funcionalidad de las unidades excavadas no se registró en forma sistemática en los diarios de excavación, pero entre las menciones presentes se alude a ocupaciones domésticas con basuras primarias y secundarias, espacios públicos (recinto 238) y ceremoniales y (recinto 296), sumado a que fueron observadas en el sitio cistas empleadas como tumbas y depósitos-bodega.

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En este sitio es difícil definir un comportamiento estratigráfico general, pero sí es posible hablar de elementos recurrentes que permiten hilvanar una idea general de los procesos acaecidos en él. Al igual que en los otros asentamientos, un estrato postocupacional cubre todo el yacimiento conteniendo materiales culturales de data prehispánica y bloques de derrumbe. A diferencia de otros sitios, este estrato es bastante delgado, apareciendo el nivel ocupacional a pocos centímetros de la superficie. Luego, se distingue un estrato superior donde observamos el abandono de los recintos a través de los derrumbes de paramentos que sellaron los depósitos prehispánicos, generando una interfase donde se mezclan los últimos depósitos generados por la ocupación con los bloques de derrumbe. Los estratos intermedios no los pudimos subdividir por las reducidas descripciones de los contextos excavados y la ausencia casi total de interpretación de los eventos sistémicos que les dieron origen. Incluimos exclusivamente los niveles ocupacionales junto a un par de casos donde los aterrazamientos se superpusieron a momentos previos con evidencias de ocupación humana, derrumbes intermedios que refieren a posibles eventos de desocupación de los recintos, como también las ocupaciones que no fueron cubiertas por derrumbes, quedando inmediatamente debajo del estrato postocupacional. Los estratos inferiores son los aterrazamientos que en la mayor parte del sitio marcan el inicio de la ocupación. Éste es de naturaleza completamente antrópica, siendo construidos con el objetivo de generar superficies planas habitables. Generalmente, no contiene artefactos a menos que éstos hayan migrado desde niveles superiores. Junto a lo anterior, es fundamental mencionar la existencia de estratos ocupacionales iniciales que, como en la estructura 250, subyacen a estos aterrazamientos. Estas evidencias son cruciales para entender la historia ocupacional del asentamiento ya que estarían estrechamente relacionados con la ocupación más temprana del sitio detectada fundamentalmente en el sector Norte.

Recinto Emplazamiento Estratos Posición 52 Sur bajo 1 Única 61 Sur bajo 1 Única 126 Sur bajo 6 Inferior 200 Sur alto 4 Inferior 141 Sur alto 2 y 4 Superior e Inferior 215 Sur alto 2 y 3 Intermedio 221 Sur alto 3 Intermedio 238 Cumbre 3 Intermedio 139 Sur alto 2 y 4 Intermedio y Superior 119 Sur bajo 1 Superior 250 Norte B 1 y 2 Superior 281 Norte B 1 Superior 296 Norte B 1 Superior 308 Norte B Sup. Superior 352 Norte A Sup. y 1 Superior

Tabla 11: Posición estratigráfica de estrato con mayor diversidad en hallazgos13.

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Al analizar espacialmente los estratos con evidencias de la ocupación más intensa de cada estructura, se observan ciertas recurrencias. Los recintos pertenecientes al sector Sur contienen todos los casos ubicados hacia la base de las secuencias estratigráficas (recintos 141, 200 y 126). Considerando la subdivisión de los sectores antes propuesta, el sector Sur alto y la Cumbre presentan esta ocupación en los estratos intermedios (recintos 139, 215, 221, 238). Todos los recintos del sector Norte, presentan este estrato en niveles superiores o bien en superficie (recintos 250, 281, 296, 308, 352). Dos casos muestran dos momentos separados a lo largo de la secuencia con ocupaciones intensas. Ambos son parte del sector Sur alto y el segundo momento se aprecia en los niveles superiores, mientras que el anterior puede estar en los estratos intermedios o cercanos a la base (139 y 141). Observando estas evidencias, podemos comprender el cambio del asentamiento a lo largo del tiempo. Claramente, el centro del sitio, articulado por la vía de circulación que divide el sector Sur, los recintos alrededor de esta vía y la Cumbre, conforman el núcleo del asentamiento. Esta evidencia se combina con la profundidad de los depósitos que, coincidentemente, se sitúa en el mismo sector del sitio, permitiéndonos pensar un tipo de crecimiento radial para este asentamiento jugando un papel central la plaza ubicada en la cumbre del cerro isla. Luego de constituirse el núcleo, terminó por consolidarse el sector Sur alto como una ocupación afianzada en unidades previamente construidas. Posteriormente, la expansión del sitio se produce hacia el sur construyéndose los recintos del sector Sur bajo que contienen depósitos discretos con un solo estrato. Finalmente, se superan los límites del muro divisorio y se empieza a ocupar en forma más intensa el sector Norte del asentamiento, donde las ocupaciones más intensas se sitúan en estratos superiores. Posiblemente, dicho sector contenga una ocupación dilatada en el tiempo pero que previamente no logró generar depósitos con una alta diversidad artefactual, lo que sí sucede hacia el final de la ocupación del asentamiento. No olvidemos que en el sector Norte alto se encuentran los depósitos con una profundidad media más elevada, no obstante los más potentes estén en el núcleo. Podemos pensar este comportamiento como consecuencia de cambios en las estrategias de ocupación del sitio a lo largo del tiempo. Los resultados de los distintos analistas coinciden en plantear que efectivamente en el sector Norte se sitúa una ocupación más temprana que difiere del resto del sitio. Seguramente la ausencia de niveles profundos con alta diversidad material en dicho sector responde a una ocupación menos intensa y más esporádica en el tiempo a raíz de un patrón de residencia más móvil relacionado con un modo de vida más vinculado al pastoralismo asociado a un énfasis en la recolección conectado con los desarrollos de Pampa y Valles Bajos. En cambio, hacia tiempos más tardíos la agricultura intensiva exige una estabilización de la residencia, convirtiéndose poco a poco el modo de ocupar la aldea de Camiña–1 hacia formas más intensas y menos esporádicas que permiten la generación de depósitos potentes y con gran diversidad material.

5.4.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Por lo extenso de las excavaciones desarrolladas y las limitaciones de espacio, en este caso vamos a agrupar los casos para la descripción de sus historias ocupacionales. Un primer grupo lo forman los recintos 52, 296, 308, 340, 352 y 381, que comparten la ausencia de elementos como terraplén o derrumbe de muro. De los seis incluidos, cinco son parte del sector Norte, donde las ocupaciones se emplazaron sobre la superficie natural del cerro, depositándose uno o más estratos como resultado del empleo de las unidades habitacionales. Todos se caracterizan por contener secuencias ocupacionales simples, sin

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disrupciones o elementos singulares que hayan alterado la depositación. Carecemos de evidencias que permitan identificar si los estratos corresponden a una o más ocupaciones. Un segundo conjunto lo conforman los recintos que inician la ocupación sobre la superficie natural del sitio pero que hacia su abandono presenta el colapso de los paramentos que cubre su superficie sellando los depósitos ocupacionales. Esta situación la logramos identificar en las unidades 119, 139 y 200. El comportamiento de cada una de estas unidades es muy diferente, sin que logremos identificar regularidades mayores a la mencionada y su ubicación compartida en el sector nuclear del sitio. Destaca la extensa secuencia del 119, donde se encontraron sucesivos estratos con evidencias de una ocupación residencial asociada a sucesivos lentes de ceniza y carbón producto de las actividades de combustión presentes en su interior. Un tercer agrupamiento presenta en forma combinada terraplenes, estratos ocupacionales y finalmente derrumbe de los paramentos con posteridad a la desocupación del asentamiento, quedando sellados los depósitos. Esta situación se confirma en los recintos 141, 215 y 221. En éstos se desplegó una inversión de energía mayor para la construcción del terraplén y el muro de contención. El recinto 238 también presenta aterrazamiento seguido por una ocupación, pero sin bloques de derrumbe hacia los niveles superiores. Los demás casos presentan características únicas que impiden agruparlos en conjuntos de recintos. Por ejemplo, en el recinto 281 la parte basal de la estratigrafía corresponde al relleno intencional de una cista redonda subterránea, sobre la cual se depositó un estrato ceniciento como parte de una ocupación posterior al cese de las funciones de la cista. Finalmente, sobre los estratos ocupaciones devino el derrumbe de los paramentos que selló los depósitos. Los recintos 125 y 250 presentan configuraciones distintas pero emparentadas. El primero tiene un terraplén seguido por un estrato con evidencias de ocupación doméstica. Luego, devino un primer derrumbe que segregó los estratos intermedios en dos conjuntos discretos, pudiendo ser momentos separados en el tiempo con una desocupación intermedia. Al finalizar la segunda ocupación, un nuevo nivel de derrumbe marca su abandono final.

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Lámina 6. Dibujo de perfil (N) recinto 250. Se observa claramente la presencia

de dos pisos ocupacionales (Estratos 1 y 3) segregados por la terraza que nivela el recinto (Estrato 2).

Por su parte, y como puede verse en la lámina 6, el recinto 250 presenta una primera ocupación directamente encima del cerro (estrato 3), sobre la cual se construyó el terraplén (estrato 2) indicando un posible cambio en las lógicas de ocupación que, con posterioridad a los primeros momentos, requirió de condiciones que previamente fueron innecesarias como es la disposición de espacios planos para la habitabilidad del espacio doméstico. Sobre este aterrazamiento encontramos los restos de la segunda ocupación (estrato 1), que permiten emparentarla con la secuencia del recinto 125. Aunque este caso es único en el sitio es tremendamente significativo al contener el único caso donde claramente se observa una transformación en las formas de ocupar el espacio a lo largo de la secuencia.

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5.5. Nama–1 El Pucara de Nama es uno de los sitios trabajados con mayor cantidad de recintos, presentando un patrón constructivo con baja densidad relativa. Como resultado de esto, la aldea de Nama ocupa un amplio espacio con muchos vacíos en su interior, seleccionándose unidades que representasen la diversidad arquitectónica y los sectores de Cumbre y Talud. Entonces, se seleccionaron trece unidades correspondientes a un 2,2 % de un total de 588. En el sondeo aparecieron 65 estratos y 15 rasgos que constituyen una muestra de 80 unidades estratigráficas.

Recintos 13 UE 80 Estratos 65 Rasgos 15

Tabla 12: Estadísticas generales de las excavaciones en Nama–1. El sector de Talud contiene el 75% de los recintos del sitio, y en él se ubicaron once de las unidades excavadas. El recinto 344 corresponde a una de las Chullpas ubicadas entre los campos de cultivo, siendo la única unidad de excavación que no se ubica al interior de un recinto. Por su parte, en la cumbre se excavaron dos, los que en suma permiten tener una visión global del asentamiento.

Recintos Emplazamiento42 Talud 67 Talud 158 Talud 183 Talud 192 Talud 251 Talud 276 Talud 287 Talud 302 Talud

338A Talud 344 Chullpa 363 Cumbre 443 Cumbre

Tabla 13: Recintos Excavados en Nama–1 y su emplazamiento. 5.5.1. Estratigrafía general del sitio

Al igual que en buena parte de los asentamientos del Complejo Pica Tarapacá, en Nama–1 el limo arenoso es el sedimento característico de los depósitos estratigráficos. El limo también aparece solo y mezclado con arcilla. Las principales inclusiones son gravilla y piedras provenientes de la composición natural del talud. En un solo recinto se menciona la presencia de arena, pudiendo corresponder más a una diferencia de criterios que a una composición particular de la unidad. No observamos ninguna asociación entre tipos de sedimentos y momentos del asentamiento, por la homogeneidad que éstos presentan. La compactación predominante es suelta y en menor frecuencia semicompacta, siendo escasos los estratos compactos. Estos últimos están siempre ubicados hacia la base de la estratigrafía y nunca en posiciones intermedias o superiores.

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Los depósitos son poco potentes, con profundidades que oscilan entre los 4 y 71 cm., con la media estadística más baja junto a Jamajuga, alcanzando los 28 cm. Posiblemente incide la pronunciada pendiente y el bajo aglutinamiento que limitan la formación de depósitos profundos. Sobre la posible funcionalidad de las unidades, no hay registro en los diarios de campo, como tampoco disponemos de interpretaciones sobre las posibles ocupaciones presentes en las secuencias estratigráficas. La posición de la ocupación más intensa a través del sitio, no muestra algún ordenamiento que nos permita dar más dinamismo a la comprensión del sitio. Estos estratos se ubican en posiciones superiores, intermedias e inferiores en la zona de talud, mientras que en la cumbre, las dos unidades contienen un solo estrato. En cuanto al emplazamiento de los recintos excavados en los distintos sectores definidos para el sitio, el único comportamiento que merece mención es que las unidades de cumbre presentan depósitos con profundidades mínimas. En cambio, en la zona de talud se excavaron depósitos diversos, con profundidades y comportamientos variados.

5.5.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Los recintos 363 y 443 –emplazados en la Cumbre– poseen estratigrafías simples, con un promedio de 8 cm. de depósito y un único estrato que registra la ocupación desde su inicio hasta el abandono. En este sector del sitio no aparecieron elementos estratigráficos de interés. En el sector de Talud, los recintos 42, 183, 251, 302 y 338A presentan secuencias ocupacionales donde no es posible distinguir elementos como derrumbes, aterrazamientos, hiatos o pisos. El número de estratos varía entre uno y cuatro, denotando una ocupación más larga en el 251, sin que tengamos claridad si los contextos remiten a actividades residenciales en asociación a tierra quemada por la antigua presencia de un fogón. Con posterioridad al abandono, no se observan evidencias de derrumbe que hubieren sellado los depósitos. El recinto 67 presenta una interesante secuencia ocupacional donde se identificaron cinco estratos depositados directamente sobre la ladera del cerro. Luego de una primera ocupación, asociada a un rasgo no descrito y un fogón, se produjo un abandono momentáneo que permitió la agregación de bloques de derrumbe a los depósitos, logrando cubrirse el interior de la unidad. Dicho contexto que fue sellado por un derrumbe, entregó una fecha cercana al año 1.270 d.C. Posteriormente, se produjo una reocupación que generó un estrato con abundantes cenizas dispersas cubriendo el derrumbe. Finalmente, la unidad es abandonada sin que volviera a cubrirse su interior. Continuando con los recintos 158, 192 y 276, podemos ejemplificar con claridad la ocupación contemporánea a la construcción del terraplén y edificación de los paramentos. Si bien desde el exterior se observa que en la construcción de la mayoría de las estructuras se recurrió a esta tecnología para disponer de espacios planos, en las excavaciones no siempre es factible observarlo por la ubicación de la cuadrícula, la experticia del arqueólogo y la claridad de la estratigrafía. Éstos tienen depósitos heterogéneos, con pocos estratos en los dos segundos y con una estratigrafía más compleja en el primero, presentándose cinco estratos y un fogón asociado a los estratos 3 y 4. Durante el abandono sólo el recinto 192 se cubrió con bloques de derrumbe que sellaron los depósitos.

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Lámina 7. Dibujo de perfil (E) recinto 192. Es posible observar la presencia de claros niveles de

ocupación doméstica asociados a un fogón (estrato 3) que se depositó sobre un nivel de aterrazamiento (estrato 5). Finalmente, es cubierto por derrumbes (estrato Sup.)

El recinto 287 es otro de los casos con depósitos que presentan una mayor diferenciación de estratos a lo largo de la secuencia, incluyendo cinco rasgos como un hoyo de poste, fogón, concentraciones de material y bolsones de sedimento. Pareciera que esta ocupación tiene una extensión temporal importante, culminando en una fecha cercana a los 1.030 años d.C.; manteniéndose la posibilidad de conseguir fechas más tempranas desde la base de la secuencia. Como ya anticipamos, el recinto 344 no corresponde a un espacio doméstico sino al exterior de una de las chullpas situadas en los campos de cultivo. El resultado de las excavaciones fue una sucesión de estratos que se inicia sobre un montículo artificial construido bajo la chullpa.

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7.6. Chusmiza En Chusmiza, de un total de 147 recintos se excavaron cuatro, alcanzando una representatividad del 2,7%. Como resultado de las excavaciones sondeamos 19 estratos y un único rasgo, arrojando un total de veinte unidades estratigráficas que sirvieron de muestra para el presente análisis.

Recintos 4 UE 20Estratos 19Rasgos 1

Tabla 14: Estadísticas generales de las excavaciones en Chusmiza. Como reseñamos en la descripción del asentamiento, éste se emplaza sobre un cerro con dos pequeñas cumbres gemelas que permiten definir dos sectores (NE y SW). Con la intención de obtener una idea de los procesos sucedidos en ambos, se seleccionaron dos recintos en cada sector (tabla 15). En el sector NE, las unidades excavadas son muy cercanas a la plaza principal, conformando el segundo de los anillos concéntricos que se disponen alrededor del espacio público. De los recintos excavados en el sector SW, el 97 se ubica en una parte intermedia entre ambas cumbres, en un área periférica a las dos concentraciones de estructuras. En cambio, el 105 se ubica en un lugar privilegiado de la cumbre menor.

Recinto Emplazamiento28 Sector NE 89 Sector NE 97 Sector SW

105 Sector SW Tabla 15: Recintos Excavados en Chusmiza y su emplazamiento.

7.6.1. Estratigrafía general del sitio Los depósitos del asentamiento se componen únicamente de limo, asociado tanto a los niveles ocupacionales como post ocupacionales. La principal variación se presenta hacia la base del cerro, donde aparecen gravas y piedras provenientes de la formación natural sobre la que se construyó el asentamiento. La predominancia de limo se acompaña por un color marrón propio de este sedimento. Al igual que en otros asentamientos, aparecen variaciones en las tonalidades por la presencia de componentes orgánicos derivados de la ocupación antrópica del espacio. Las veces que aparecen piedras y gravas lo hacen en la interfase entre la estratigrafía cultural y los estratos naturales del cerro. La excepción de esta tendencia viene dada por los bloques de derrumbe que en uno de los recintos aparece en los estratos superiores, y en el único caso de aterrazamiento que incluye estos sedimentos cuyo origen es antrópico e intencional. La compactación predominante es compacta, apareciendo en estratos superiores, intermedios e inferiores. En menor proporción se encontró estratos sueltos y semicompactos en posiciones superficiales e intermedias. La profundidad de los depósitos permite caracterizar al sitio como un asentamiento con una ocupación moderada que no permitió la formación de una estratigrafía compleja. Las profundidades oscilan entre 24 y 55 cm., con una media de 37 cm. Al igual que en Jamajuga, la pendiente del sitio explica en parte de baja acumulación de sedimentos y

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materiales, por lo que el acarreo de materiales, sedimentos y materiales culturales debe considerarse entre los agentes erosivos durante la formación de los depósitos. Los contextos recuperados corresponden a basuras primarias producidas por la actividad doméstica, incluyéndose fragmentería cerámica, desechos de talla lítica y restos óseos quemados y no quemados. A diferencia de Jamajuga, en este asentamientos la ergología remite a una mayor variedad de actividades, reflejadas en la presencia de torteras, palas líticas, escoria y mineral de cobre, dando la impresión de que estamos ante una ocupación más potente, coherente con una mayor intensidad de los depósitos. Los estratos generales del sitio, coinciden con la formación observada en Jamajuga, presentándose básicamente un primer estrato postocupacional en la superficie que cubre los niveles prehispánicos y contiene materiales de arrastre y bloques de derrumbe. La principal diferencia con Jamajuga es que éste es mucho más delgado, encontrándose los niveles ocupacionales más cercanos a la superficie como en Camiña–1. Bajo el nivel anterior, aparece el estrato ocupacional que remite a una sola ocupación en todo el asentamiento. Ambos sectores presentan similares secuencias estratigráficas, encontrándose este estrato sobre un aterrazamiento intencional en un recinto de cada sector, y sobre el cerro en los otros dos, por lo que no pudimos observar una concentración de estas evidencias en alguno de los sectores en particular. Asimismo, se encontró un claro piso ocupacional formando parte de este estrato en el recinto 89, disponiéndose sobre basuras domésticas y un rasgo previamente depositados Los momentos ocupacionales de mayor intensidad son parte del único estrato ocupacional y aportan escasa información sobre la historia del sitio por lo reducido de las excavaciones y lo discreto de las ocupaciones. En recinto 28 presenta este momento hacia el centro del estrato 1, con posterioridad a la construcción del aterrazamiento. De esto podemos inferir que demoró cierto tiempo en consolidarse este espacio como escenario de un ritmo más intenso de actividades. Una situación similar sucede en el 97, donde la ocupación más intensa está en estratos intermedios y no hacia la base de ocupación, respondiendo a un patrón similar al del recinto anterior. En cambio, en el recinto 89 la ocupación más intensa ocurrió en forma contemporánea a su construcción, asociándose a un fogón con restos de escoria y un posible piso ocupacional que no fue percibido durante las excavaciones. Finalmente, el recinto 105 presenta escasos materiales repartidos en forma homogénea, por lo que quedó exento de esta sección.

7.6.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales Las secuencias estratigráficas de Chusmiza se emparentan con las de Jamajuga por el tipo de eventos que les dio vida, así como por las condiciones geográficas compartidas, dando la impresión que la principal diferencia entre ambos estriba en la intensidad de sus ocupaciones. Por la composición de las estratigrafías y la magnitud de los depósitos, posiblemente Chusmiza fue escenario de una ocupación más potente o más prolongada en el tiempo pese a que las fechas conseguidas aquí son más tardías en relación a Jamajuga. Los recintos 28 y 105, representantes de cada uno de los sectores del asentamiento, presentan evidencias de aterrazamientos que marcan el inicio de la ocupación, sobre la que se depositó un único estrato ocupacional y posteriormente el estrato postocupacional de superficie.

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Lámina 8. Dibujo de perfil (O) recinto 89, sitio Chusmiza. Se observa la densa capa de derrumbe

cubriendo y mezclándose con depósitos habitacionales (estratos 2 y 1). En cambio, el recinto 89 corresponde a una ocupación sobre el cerro, logrando depositarse tres estratos ocupaciones pertenecientes a un mismo momento (estrato 1, 2 y 3). A lo largo de esta secuencia no se observan variaciones relevantes más allá de la presencia de un piso ocupacional hacia los momentos finales en el estrato 1, perteneciente a un contexto de basuras domésticas contemporáneo al abandono del asentamiento y la parición evidente de bloques de derrumbe en los estratos 1 y 2. Finalmente, el recinto 97 comienza a ser ocupado sin que se aprecie la formación de un aterrazamiento intencional. El único nivel ocupacional es el estrato 2, quedando sellado por el colapso de los paramentos registrados en los estratos 2 y 1, lo que fue interpretado como sucesivos episodios de derrumbe, uno cercano al abandono y otro posterior.

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7.7. Jamajuga De un total de 135 recintos se decidió excavar cinco, correspondientes al 3,7% del total. Como resultado, se obtuvieron 26 estratos y dos rasgos con un total de 28 unidades estratigráficas que configuran la muestra utilizada en el presente análisis.

Recintos 5 UE 28Estratos 26Rasgos 2

Tabla 16: Estadísticas generales de las excavaciones en Jamajuga. Las unidades seleccionadas cubren distintas partes del sitio sin que se haya definido la existencia de sectores al interior del mismo. La principal diferencia arquitectónica relevante se observa en la cumbre, donde se excavó el recinto 5A para comparar los espacios habitacionales y públicos presentes en el asentamiento. Los recintos ubicados en las laderas del cerro son el 39, 76, 85 y 87.

7.7.1. Estratigrafía general del sitio El componente principal de los sedimentos presentes en los depósitos excavados corresponde a limo. Éste se presenta mayoritariamente acompañado por maicillo o gravilla, piedras y escasamente por arena. No se observan cambios que puedan correlacionarse con los niveles ocupacionales o de abandono. El color predominante es el marrón y sus tonalidades, seguido por gris que caracteriza los depósitos de una de las unidades. La compactación más observada es suelta, seguida por escasos estratos compactos y semicompactos en igual proporción. Los estratos más compactados tienden a aparecer en niveles intermedios e inferiores encontrándose agrupados en ciertos recintos. Los depósitos excavados son poco potentes, con profundidades que varían entre los 10 y 50 cm., y una media de 28. Por consiguiente, las condiciones de depositación no propician la formación de depósitos potentes, lo que se suma a una escasez general de materiales que puede referir bien a una ocupación de corta extensión en el tiempo o a un modo de ocupación durante momentos particulares en el año. Indudablemente la pendiente pronunciada del asentamiento genera un aumento en la erosión producida por el arrastre natural de materiales por efecto de la gravedad, explicando en parte la potencia de los depósitos y la densidad de materiales recuperados. En todas las cuadrículas se identificó una sola y clara ocupación que se sobrepuso al piso natural del cerro o a un aterrazamiento. Funcionalmente, las actividades registradas en los depósitos son de índole doméstica, como la preparación y consumo de alimentos con baja frecuencia de restos óseos. En términos generales la estratigrafía es muy simple. Un primer estrato postocupacional cubre todo el asentamiento. Compuesto por sedimentos transportados por acción eólica, contiene materiales culturales de arrastre y en algunos casos bloques de derrumbe. La magnitud de este estrato es variable, expresándose como una delgada capa superficial o abarcando parte importante de los depósitos. El estrato ocupacional se sobrepone a la base del cerro o al aterrazamiento, siendo contemporáneo a la construcción de los paramentos. Los sedimentos pueden contener un mayor porcentaje de carbón o ceniza y materiales orgánicos generados por acción

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antrópica. Por lo discreto de los depósitos y por no existir una clara diferenciación entre diferentes estratos ocupacionales, para este sitio no integramos el análisis de la ocupación más intensa por ser tautológico.

7.7.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales En Jamajuga se encontraron muy pocas recurrencias estratigráficas por la escasez de depósitos. En este contexto, los recintos 76 y 85 siguen la secuencia anteriormente mencionada. En un primer momento, se inició una ocupación discreta sin que fuese necesario construir un terraplén. Esta ocupación corresponde a una ocupación doméstica con basuras primarias. Luego de una corta ocupación, estos recintos fueron abandonados, permitiendo la formación paulatina del estrato postocupacional que contiene materiales de arrastre en escasa cantidad.

Lámina 9. Dibujo de perfil (E) recinto 76. La base de la secuencia corresponde a momentos previos a la construcción de los paramentos que se observan desde el estrato 3. Los estratos 1 y 2 son depósitos

postocupacionales que cubren los desechos domésticos.

El recinto 39 fue parte de la misma dinámica que los anteriores con la sola diferencia que, con posterioridad al abandono, el derrumbe de los paramentos cubrió su superficie sellando la ocupación sin utilizaciones posteriores. Finalmente, el recinto 5A presenta una historia ocupacional un poco más compleja. Su comportamiento estratigráfico es particularmente interesante por permitirnos identificar modificaciones llevadas a cabo en la plaza. Durante el inicio de la ocupación se invirtió cierta cantidad de trabajo para generar una superficie más plana en la cumbre y disponer así de una mayor superficie para la reunión y celebración de festividades al interior del asentamiento. El terraplén inferior corresponde al estrato 4, sobre el cual se desarrolló el primer momento de la ocupación del sitio. El estrato 3 contiene interesantes evidencias de ocupación, como eventos de quema y limpiezas de fogón y la posible presencia de un piso preparado. Este momento fue cubierto por el estrato 2 que fue interpretado como un abandono, con escasos materiales culturales y evidencias de derrumbe en planta. Entendiendo que dicha interpretación es plausible, deja una sensación de inconsistencia. Difícilmente podemos plantear un abandono y reocupación en la plaza si todos los demás

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recintos presentan evidencias que a todas luces remiten a un único momento ocupacional. Por lo tanto, más que un abandono con derrumbe de paramentos, el estrato 2 responde a una modificación en la plaza que pudo conllevar un nuevo esfuerzo por nivelar el piso o bien ampliar la superficie ocupable. Posteriormente, los últimos momentos de la ocupación quedaron plasmados en el estrato 1, donde se depositaron más basuras primarias asociadas a evidencias de combustión. El abandono de la plaza y posiblemente del sitio queda marcado por una capa con rocas de derrumbe que termina por cubrir parte de la estructura sellando los depósitos. Finalmente, el estrato superficial tapó dichos restos con materiales de arrastre y sedimentos postocupacionales.

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9.8. Pukar Qollu Las unidades seleccionadas para excavar presentan diversos emplazamientos para muestrear la totalidad del asentamiento. Se excavaron siete de un total de 586 recintos correspondiente a un 1,1% del sitio. A raíz de estas excavaciones, se rescataron cincuenta estratos y nueve rasgos, considerándose para el presente informe un total de 59 unidades estratigráficas.

Recintos 7 UE 59Estratos 50Rasgos 9

Tabla 17: Estadísticas generales de las excavaciones en Pukar Qollu.

En forma preliminar, el asentamiento fue separado en dos sectores principales definidos por la orientación de las laderas Norte y Sur, más el sector de Cumbre. La separación entre ambas laderas está marcada actualmente por un corredor central que permite el acceso a la cumbre desde el calvario que se encuentra a media altura del cerro isla hacia el sureste. Siguiendo esta separación, los siete recintos excavados permitieron muestrear los distintos sectores, enfatizándose en la ladera norte por congregar el mayor número y densidad de unidades domésticas.

Recinto Emplazamiento13 Cumbre 49 Sector Norte

106 Sector Norte 260 Sector Norte 317 Sector Norte 380 Sector Norte 499 Sector Sur

Tabla 18: Recintos Excavados en Pukar Qollu y su emplazamiento. 9.8.1. Estratigrafía general del sitio

Se observó un predominio de sedimentos de tipo limo y limo arenoso, presentes en forma recurrente en los estratos intermedios e inferiores, a diferencia de los estratos superiores donde se observa exclusivamente sedimentos de arena, ocasionalmente acompañada por clastos o bloques producto del derrumbe de los paramentos. En términos generales, el limo se correlaciona con los estratos correspondientes a los momentos de ocupación de los recintos, mientras que los estratos de arena se vinculan con los momentos post ocupacionales. Por su recurrencia, este comportamiento es una característica de los asentamientos humanos emplazados en el Altiplano como producto del patrón de depositación observado al interior de recintos habitados, quedando esta observación como una hipótesis a contrastar en otros casos de estudio. La compactación de los estratos es mayoritariamente suelta, observándose que algunos recintos presentan sólo este tipo de compactación. Los estratos semicompactos tienen una representación relativamente baja pero están presentes en la mitad de las unidades, mientras que no se observan estratos compactos en todo el sitio. El color es el atributo más variable y difícil de registrar, pese a lo cual fue se observó como tendencia general que los estratos

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superiores muestran distintas tonalidades de grises por el color de la arena predominante. Por su parte, el limo de los niveles de ocupación prehispánica se asocia a tonalidades marrón, presentándose reiteradas veces mezclado con gris. La profundidad de los depósitos excavados oscila entre los 26 y 80 cm. como máximo y mínimo, con una media de 48 cm. Considerando que no observamos grandes estratos de relleno, este asentamiento ofrece depósitos medianamente potentes para las excavaciones estratigráficas. Las unidades excavadas presentaron depósitos diversos relacionados con actividades domésticas como cocina, refacción del instrumental agrícola, elaboración de torteras para hilar, fogones y limpiezas de fogón, todo lo que se resume en contextos de basuras primarias y secundarias. El recinto 13, emplazado sobre la cumbre adyacente a la plaza principal del asentamiento y al calvario subactual, presenta un contexto que difiere del todo del resto de las estructuras, presentando escaso material cultural correspondiente a basuras que darían cuenta de un uso de éste como espacio no doméstico y posiblemente de uso público sujeto a limpieza. Sobre la base de las observaciones registradas durante las excavaciones respecto a los cambios en el comportamiento de la estratigrafía y las características generales de los materiales culturales recuperados, se definió la existencia de estratos que dan cuenta de ocupaciones que pudieron generar uno o más estratos según si hubo o no algún cambio en las condiciones de depositación. De esta manera se logró identificar una secuencia general de estratos. Un Estrato Postocupacional está presente en todos los recintos, con un sedimento de arena con o sin clastos, de compactación suelta y de color gris, depositada por acción eólica. En general, se encontró abundantes materiales culturales en superficie, debido a la reutilización del asentamiento hasta la actualidad con fines estrictamente ceremoniales y por la permanente circulación de llamas y alpacas que llegan a pastar al sitio. Estas actividades producen la introducción de materiales subactuales, la dispersión y fragmentación de los materiales prehispánicos. Estos depósitos corresponden a contextos de postabandono. Los Estratos Intermedios se ubican por debajo del depósito antes descrito, conteniendo los niveles ocupacionales de los recintos. Los estratos bajo la capa superficial varían, encontrándose casos con un único momento que se posiciona sobre la superficie del cerro (recinto 13), con dos (recintos 260 y 380) y hasta con tres momentos (recintos 49, 106, 317, 499). No estamos en condiciones de proponer hipótesis sobre la adscripción cronocultural de estos niveles intermedios por prescindir de los análisis específicos de las distintas materialidades, pero sí creemos que debiera considerarse esta posibilidad para ser contrastada a la luz de los resultados de dichos análisis por lo grueso que significa englobar en este nivel general casi la totalidad de los niveles del sitio. El Estrato Estéril pertenece a la base del cerro o a la acumulación de rocas que impidió continuar las excavaciones. En algunos casos dichas acumulaciones de piedra se describen como estériles por la ausencia de artefactos, pero en sentido estricto son aterrazamientos intencionales que tienen la categoría de ecofacto. No es fácil identificar estos aterrazamientos por lo restringido de las excavaciones, aunque contribuye a este fin la observación del recinto por el exterior ya que dichos terraplenes alcanzan alturas por sobre los dos metros.

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Asumiendo que una mayor diversidad artefactual y ecofactual es reflejo de una ocupación más intensa a lo largo de secuencia, logramos identificar los estratos con evidencias de una ocupación humana más potente. De esta forma, agrupamos los recintos en tres conjuntos según la posición en que se encontraba este momento. Por un lado, las unidades 13 y 260 presentan la ocupación más intensa en los estratos superficiales, explicándose en el primero por gran utilización por parte de poblaciones etnográficas de dicho espacio. Por otra parte, en los recintos 106, 317, 380 y 499 ésta aparece representada en los niveles intermedios, encontrándose este clímax en uno o más estratos ubicados por debajo del nivel superficial. Finalmente, el recinto 49 cuya función no está clara pero puede ser la parte superior de una cista, es el único que presenta dos momentos con mayor intensidad segregados por un estrato donde disminuyen las evidencias materiales, pudiendo vincularse a un hiato o desuso a lo largo de la secuencia. Ambos momentos donde aumenta la diversidad de materiales correspondería a los estratos 1 y 3, el último de los cuales se depositó sobre una posible lápida de piedra que impidió continuar con la excavación pero que podría contener nuevas evidencias más profundas.

Recinto Estratos Posición 106 1 y 2 Intermedia 317 1 y 2 Intermedia 380 1 Intermedia 499 1 y 2 Intermedia 49 1 y 3 Intermedia 13 Sup. Superficial 260 Sup., 1 y 2 Superficial

Tabla 19: Posición estratigráfica de estrato con mayor diversidad en hallazgos. Por lo acotado de las excavaciones en el sitio, consideramos que no existen evidencias materiales que permitan plantear que existen diferencias significativas entre los sectores del sitio como ocurre en Camiña–1 y Caserones–1. Nuestra intención era poder plantear un posible modelo de crecimiento del sitio como en aquellos sitios, pero en este caso es muy nos fue muy difícil aunar los comportamientos de los recintos excavados, siendo cada uno de estas secuencias propias, sin que respondan a un patrón evidente por sector.

9.8.2. Recurrencias Estratigráficas e Historias Ocupacionales En las excavaciones de Pukar Qollu logramos identificar sellos estratigráficos en cinco de los recintos, permitiéndonos extraer interesantes interpretaciones sobre la historia ocupacional de los mismos. En el recinto 13 es posible observar que en la cumbre, donde se ubica la plaza principal que centraliza las actividades del asentamiento, se desplegaron esfuerzos tendientes a generar una nivelación artificial para un mejor aprovechamiento de un espacio eminentemente público, situación que se emparenta con lo observado en Jamajuga. Si bien este recinto no corresponde a la plaza central, es una segunda plaza adosada a la principal y que, en cierta medida, da cuenta de las actividades realizadas en el espacio mayor adyacente (Recinto 2). Esta intención de generar un plano, forma parte del crecimiento del asentamiento y de la necesidad de disponer de espacios públicos que sirvieran para instancias de reunión como ceremonias y rituales. Esta intervención se observa tanto en el Rasgo 2 como en el estrato 2 que lo contiene. Rocas y arena fueron los sedimentos seleccionados para lograr nivelar este sector, los que se identificaron por presentar

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características de tamaño y angulosidad que los distinguían de los sedimentos circundantes. Otro caso donde encontramos un aterrazamiento hacia la base de la secuencia es en el recinto 260. El estrato 3 presenta una superficie irregular de clastos con escasos materiales culturales pertenecientes al momento donde posiblemente se erigió el recinto con posterioridad a la construcción del terraplén. Gracias a éste, se dispuso de cierta superficie llana cuya inclinación era compatible con los requerimientos para la habitación humana, de la cual se encontró evidencias como basuras domésticas. El recinto 106 es un caso interesante por presentar evidencias de aterrazamiento en su base y rastros de dos derrumbes, lo que marca hitos durante su historia ocupacional. Hacia la base, encontramos restos que posiblemente corresponden a la nivelación inicial. Esta evidencia concuerda con la observación externa de la unidad de un muro de contención que conforma el terraplén sobre el cual se encuentra la estructura. Encima de ésta, se fueron depositando basuras primarias y secundarias como resultado de una intervención que poco a poco logró aplanar el interior, siendo evidente su función doméstica. Luego de funcionar este espacio habitacional durante cierto tiempo, cesó la primera ocupación y sucedió el primer derrumbe de sus paramentos, sellándose los estratos 3 y 4 vinculados a la actividad recién aludida. Posterior a este abandono la estructura es reconstruida limpiándose parte de la acumulación de rocas, arena traída por viento y basuras, parte de los cuales se mantuvieron in situ como mudos testigos de su anterior ocupación. Esta reutilización permitió que los depósitos siguieran formándose a la par que el interior lograba quedar completamente aplanado, superponiéndose los estratos 1 y 2 sobre los restos de derrumbe. Finalmente, el recinto fue desocupado como parte del abandono general del asentamiento, permitiendo que un estrato postocupacional cubriera los depósitos prehispánicos con rocas de derrumbe y arenas.

Recinto Estratos Eventos 13 R2 y 2 Aterrazamiento260 3 Aterrazamiento106 R2 Aterrazamiento?106 Sup. y 3 Derrumbe 49 1, 2 y 3 Derrumbe 499 5 Derrumbe

Tabla 20: Posición estratigráfica de sellos estratigráficos en los recintos de Pukar Qollu. Respecto a la presencia de derrumbes como sellos estratigráficos, el recinto 499 nos sirve para ejemplificar este comportamiento y para describir uno de los depósitos excavados más profundos y complejos, conteniendo interesantes evidencias que permiten reconstruir parte de su historia ocupacional. La secuencia ocupacional se inicia en el estrato 7 donde encontramos los primeros restos humanos contemporáneos a la construcción de los paramentos, momento que fue fechado entre los años Cal 1.010 y 1.250 d.C. (940 a 700 AP). No creemos que en estos momentos se produjese una ocupación del espacio doméstico en forma continua durante el año por la exposición que genera condiciones hostiles para mantenerse durante la temporada fría. Asimismo, los restos materiales no son muy abundantes y generan la impresión de ocupaciones reiteradas, tal vez anualmente, pero no sostenidas en el tiempo. Una segunda ocupación se observa desde el estrato 6. En este momento se reconfiguró el espacio interno, construyéndose una cista rectangular junto al muro norte, que empezó a generar una

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diferenciación en la depositación al interior de ésta en relación al recinto. Poco tiempo después de su construcción, posiblemente por el deterioro natural de los paramentos, se produjo un derrumbe que quedó registrado en el estrato 5. Éste, generó un sello pero no logró marcar un cambio radical en la ocupación de este espacio. En este sentido, no interpretamos este derrumbe como un abandono sino simplemente como un evento a lo largo de la historia ocupacional de esta unidad. En este nivel se encuentra uno de los pocos pisos ocupacionales claramente identificado en todo el sitio. En este caso, es parte del mismo momento ocupacional iniciado anteriormente con la construcción de la cista, pero que posiblemente representa la consolidación de una nueva forma de habitar al interior de la estructura que perdurará por un largo tiempo. De esta manera, se mantuvo la ocupación que incluyó los estratos 3, 4, 5 y 6, sin que las diferencias depositacionales entre el interior y exterior de la cista sean muy marcados. El cambio significativo lo encontramos en el estrato 2. Se inicia la tercera ocupación, la más intensa de la secuencia. Al parecer la funcionalidad de la unidad siguió siendo doméstica, pero se incluyó un espectro mayor de actividades que permitió el aumento en la diversidad de materiales depositados. Este momento corresponde a un clímax ocupacional que puede relacionarse con que este sector del sitio se consolidó por un aumento demográfico general que hizo que los espacios no tan favorables fuesen ocupados en forma más intensiva; o bien, se logró desarrollar mecanismos que mitigaban los efectos negativos de las bajas temperaturas acentuadas por los fuertes vientos. Al igual que el resto del sitio, finalmente es abandonado en momentos prehispánicos y todo es cubierto por un estrato de arena con restos arqueológicos combinados con basuras subactuales producidas por las poblaciones que siguieron acudiendo al lugar. Otro caso de derrumbes se encuentra en el recinto 49, pequeña cista con evidencias de derrumbe a lo largo de toda la secuencia estratigráfica. No obstante, los bloques abatidos no se presentaron como un sello, dando la impresión de un derrumbe paulatino y que puede deberse a una utilización esporádica y con escasa mantención de los paramentos. Esta interpretación respalda la posibilidad de que esta cista haya mantenido una función funeraria. En esta unidad la excavación concluyó por alcanzar una roca de grandes dimensiones que no era posible retirar y que puede estar sellando parte del depósito, sin que podamos conocer en plenitud el proceso de construcción, utilización y abandono de la cista. Los siguientes recintos no presentas sellos estratigráficos, pese a lo cual agregamos una interpretación de sus secuencias ocupacionales para entregar una visión completa de este asentamiento. En el recinto 317, hacia la base de la secuencia se observó un primer momento marcado por un piso ocupacional preparado, correspondiente a un emplantillado contemporáneo a la construcción de los paramentos de la unidad, presente en el estrato 3. Por sobre esta primera ocupación, se observa un segundo momento donde la utilización del espacio se consolida reflejándose en la presencia de la mayor diversidad material de toda la secuencia, presente en el estrato 2 y en la base del estrato 1. Durante la formación del estrato 2 se depositaron restos de tortera, líticos y óseos propios de una ocupación doméstica donde se desarrollaron actividades productivas vinculadas al trabajo textil. Sobre este momento se deposita la ocupación final presente en el estrato 1, con cerámica tarapaqueña y mineral de cobre que pudo ser usado en un contexto de ceremonialismo marcando un cambio en la utilización del recinto o bien un cambio a nivel del asentamiento en que se acentuó su connotación sacra que perdura hasta tiempos actuales.

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En cuanto al recinto 380, se identificaron sólo dos momentos ocupacionales. El primero de éstos se inicia en el estrato 5, correspondiente a un fogón extendido que es la base de la secuencia estratigráfica. Junto a los estratos 3 y 4 se mantuvo esta primera ocupación con un marcado énfasis doméstico similar al presente en los niveles intermedios de las otras unidades; donde se realizaron no sólo actividades de preparación y consumo de alimentos, sino también tareas específicas como reparación de instrumentos agrícolas (palas líticas) que se descartaron en el interior y torteras utilizadas para la elaboración de lanas para confeccionar textiles. Al igual que en el recinto 317, la ocupación tardía que abarca el estrato 1, 2 y el único rasgo, muestra un giro hacia otro tipo de actividades. No se menciona la presencia de torteras pero aparecen en el nivel 1 restos de mineral de cobre y pigmento rojo. Con este segundo conjunto de evidencias comienza a tomar forma la posibilidad aludida recientemente sobre un acentuamiento de la connotación sacra del asentamiento, siendo necesario esgrimir nuevas evidencias para configurar una interpretación más sólida.

Lámina 10. Dibujo de perfil (N) recinto 380. Ejemplo de estratigrafía compleja presente en el

asentamiento. La presencia de una laja vertical determina la formación diferencial de depósitos a ambos lados. La secuencia se inicia con un fogón extendido.

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9. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES Con los resultados expuestos, estamos en buen pie para aportar con nuevos argumentos que contribuyan hacia una reevaluación del Complejo Pica Tarapacá desde los datos surgidos con este ejercicio, la revisión de antecedentes y nuestro marco de referencia. Esta información permite contrastar arqueológicamente modelos teóricos y etnohistóricos sobre las dinámicas sociales ocurridas durante el período, pudiendo generarse un relato innovador sobre la prehistoria de la zona ya que logramos alcanzar un nivel de resolución que permite acercarnos a procesos sociales específicos en un conjunto de sitios representativo de situaciones diversas en distintos pisos ecológicos de la región comprendida por el Complejo Pica Tarapacá. A su vez, la sistematización realizada sobre los contextos excavados es de utilidad para contrastar los resultados alcanzados por lo distintos analistas en forma aislada, permitiendo integrarlos a la historia ocupacional de los distintos recintos y sectores o conglomerados arquitectónicos, otorgando una perspectiva más amplia a los resultados emanados desde una cuadrícula particular. Algunos de los resultados llamativos de nuestro estudio fue la identificación de parte de los procesos de construcción, utilización, abandono y reutilización. Los sitios donde estas situaciones tuvieron mayor incidencia fueron Camiña–1 y Caserones–1, no obstante pudimos identificar marginalmente alguno de estos aspectos en los demás casos estudiados. Por consiguiente, uno de los potenciales destacables de esta práctica profesional es la presentación de un conjunto de datos de primera mano que revitalizan la discusión sobre el período Intermedio Tardío en el Norte Grande, siendo de gran utilidad para el trabajo de los distintos analistas que abordan las materialidades recuperadas. Nos interesa plasmar algunas observaciones sobre la utilidad de las diferentes variables empleadas en el registro de las excavaciones, contribuyendo así al mejoramiento de las fichas de registro y alcanzar una sistematización más óptima de las excavaciones. Para esto recogemos las potencialidades y errores observados a lo largo de dos años de aplicación de la ficha de excavación creada como parte de esta práctica (ver anexos). A su vez, quisimos plasmar toda esta experiencia en una ficha prototipo que condensa las variables empleadas por nosotros y una serie de ítems que se hacía necesario incluir, para así contribuir al mejor desempeño de las futuras investigaciones en la región. A continuación presentamos las categorías incluidas en nuestra ficha prototipo para ser consultadas por nuevos proyectos de investigación, pudiendo compararse con la ficha utilizada para esta investigación.

9.8. Preámbulo Metodológico Para lograr un correcto registro de las excavaciones, es imprescindible utilizar una ficha para cada unidad estratigráfica, debiendo separarse los rasgos en fichas independientes para evitar que estas evidencias queden en una nebulosa de información por estar contenido en un estrato y ser descritos junto a éste. Idealmente, la sistematización de esta información debiera encargarse a una persona especialmente dedicada al registro, lográndose así descripciones uniformes, posibles de comparar mutuamente y eliminándose las omisiones de información relevante. La descripción de la Matriz Sedimentológica es fundamental para el registro de la excavación, teniendo gran utilidad durante el avance de la excavación y en el análisis posterior. A las variables ya registradas como Sedimento, Color y Compactación, en la nueva ficha de excavación propuesta, hemos agregado un ítem de Inclusiones que permite

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pormenorizar los componentes que en la sola variable Sedimentos no alcanzan a describirse en forma suficiente. En esta nueva variable, puede detallarse la presencia de inclusiones orgánicas, gravilla, rocas, restos vegetales y carbones, entre otros. Asimismo, sería adecuado incluir un casillero que permita dar cuenta de la naturaleza de los Contextos Excavados, como basuras primarias, basuras secundarias, restos de combustión, (fogón, concentración de ceniza, limpieza de fogón, lente de ceniza), derrumbes, rellenos, pisos ocupacionales, etc., pudiendo marcarse una o más alternativas. Esta información actualmente es detallada en las observaciones generales sólo en contadas ocasiones, por lo que agregarla como variable fija permite su registro constante. El recuadro con el Inventario de materiales recuperados es tremendamente útil, pero guarda mayores potencialidades que las utilizadas durante nuestro trabajo. Por ejemplo, podría mejorarse incluyendo rangos de cantidad que permitan comprender las variaciones observadas en el campo sin hacer más engorroso el empleo de la ficha. En las excavaciones se intentó agregar esta variable consignándose las opciones Escaso, Medio y Abundante, pero no logramos desarrollar una forma de incorporar esta información a las planillas hechas con los diarios de campo de excavaciones previamente revisadas. De la puesta a prueba que alcanzamos a realizar, pudimos observar que debieran utilizarse categorías de cantidad claras que puedan ser entendidas y utilizadas en forma uniforme por distintos excavadores a lo largo de un proyecto. Para elegir concienzudamente las muestras a ser llevadas a análisis como RC14 o flotación, fue sumamente provechoso incluir un ítem de Muestras extraídas, donde se consignó el contexto de proveniencia, calidad de muestra y posición a lo largo de la secuencia estratigráfica. De esta manera, logramos disponer en forma fácil y ordenada del total de muestras disponibles para optar cuáles enviar a laboratorio desde una mirada global al interior de cada sitio. Al incluirse todas las categorías propuestas (Véase anexo, pág. 102), el registro estratigráfico mejora enormemente al identificarse con mayor claridad los cambios relevantes a lo largo de la estratigrafía. Al emplear un instrumento de registro riguroso se disminuyen al mínimo los errores y omisiones que a postetiori son imposibles de subsanar, por lo que es prioritario incluir en la planificación de proyectos de investigación fichas como la que estamos proponiendo, organizándose en cada caso las categorías a considerar a la luz de los objetivos que persigue cada equipo de investigación, ya que un registro acucioso debe estar dirigido a problemas de investigación que empleen esta información. Una vez sistematizada la información proveniente de excavaciones, estamos en buen pie para abordar la tarea del análisis de los datos, etapa en la cual es necesario tener presente las posibilidades y alcances que son posibles desde las evidencias estudiadas. Como ya señalamos, la estratigrafía arqueológica difiere de su contraparte geológica por la interferencia de agentes antrópicos en la formación natural de los estratos. Dicha intervención es específica y se vincula al tipo de actividades desarrolladas en superficie, las que en sitios habitacionales complejos presentan conformaciones particulares al interior de cada unidad constructiva. Por esta razón, el análisis estratigráfico no debe tener pretensiones generalizantes de gran escala, ya que la información de base con que trabaja remite a las actividades y procesos desarrollados en cada recinto, siendo falaz plantear que las regularidades dominan el comportamiento estratigráfico de sitios con un número elevado de estructuras que contienen sucesiones estratigráficas potentes. Dichas recurrencias se presentan normalmente en forma diferida entre unidades, a menos que

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durante la ocupación hayan sucedido eventos catastróficos que dejaren secuelas en la mayoría de éstos. Por lo tanto, las secuencias generales que proponemos para los asentamientos se plantean en un nivel de generalidad que no intenta pasar por alto el comportamiento particular de las unidades desde la que se plantean. Como señalamos en la formulación de la investigación, este análisis permite generar una visión de conjunto al disponer de las descripciones de los contextos y la conjunción de los distintos materiales en su estado y disposición original, siendo una información importantísima que necesita ser trabajada en forma sistemática independiente de los objetivos del proyecto donde se realicen las excavaciones. Existen limitaciones inherentes al análisis estratigráfico y otras que pueden subsanarse mediante la determinación de criterios claros de excavación, la conformación de equipos de excavación estables y la estandarización de algunos atributos que permitan desplegar comparaciones más expeditas. Las modificaciones en la ficha de registro son un primer paso, pero éste no puede funcionar correctamente sin que se resuelvan los otros aspectos problemáticos. Con el presente trabajo es posible dimensionar el potencial que conlleva emprender ésta empresa. Al igual que el análisis utilizando matrices de Harris, un estudio estratigráfico que siga el sendero definido por nuestro trabajo puede desplegar su mayor potencial sobre sitios en forma aislada o conjuntos de sitios que contengan depósitos potentes, existiendo una relación directa entre la complejidad de la estratigrafía y las posibilidades de generar un análisis más comprensivo. Por esta razón, la interpretación más acabada se desplegó en los sitios de Caserones–1, Camiña–1 y Pukar Qollu, donde no sólo la estratigrafía es compleja sino además la dimensión de los yacimientos nos permitió extraer muy buenos resultados, todo lo que fue acompañado por el empleo de la ficha de excavación que permitió estandarizar la información durante las excavaciones. La calidad desigual de los diarios de campo incide en la potencialidad del estudio, viéndose mermadas las posibilidades interpretativas en sitios y recintos con descripciones insuficientes o registros confusos como en los sitios de Nama–1 , Pisagua B y N, donde se presentaron los mayores problemas. Las limitaciones propias de este análisis se concentran en la imposibilidad de establecer un correlato histórico cultural con los depósitos excavados. Esta situación puede mitigarse con una descripción concisa y precisa de los atributos ergológicos en relación a su adscripción cronológica y cultural, que vincula los estratos con cronologías específicas. Creemos que es importante explicitar cómo procesamos la información de los inventarios de materiales. Utilizando un criterio de presencia-ausencia de materiales recuperados en las distintas Unidades de Excavación identificamos ocupaciones sobresalientes al interior de un recinto por el aumento en la diversidad de materiales culturales a lo largo de las secuencias estratigráficas. De esta manera, intentamos aprovechar una información que a través de los análisis específicos se pierde y que de esta manera nos permite individualizar momentos de mayor intensidad en las actividades al interior del recinto. El alcance de esta interpretación no puede superar el de la unidad de excavación ya que las diferencias funcionales entre recintos distorsionarían una comparación entre recintos.

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9.9. Síntesis por Piso Ecológico 9.9.1. Costa

En la Costa las secuencias estratigráficas varían en función de aspectos naturales, siendo el más significativo la cercanía a la desembocadura de la quebrada de Tana. Ésta influye no sólo en la disponibilidad de agua dulce, sino también en los materiales constructivos utilizados y la aparición de inclusiones fluviales en uno de los asentamientos. Desde un punto de vista depositacional, dos son los atributos destacables de los asentamientos costeros. El primero, es la abundancia de conchas descartadas durante labores de preparación y consumo de recursos malacológicos, estando representado el espectro completo de especies explotadas y consumidas (Valenzuela 2007). Este componente permite generar depósitos profundos por el gran volumen que se acumula en relación a la carne obtenida y por la resistencia que opone a la descomposición. El segundo, es la presencia de estratos con compactación tipo costra exclusivos de esta zona. En el ambiente costero, se observan formas de ocupar el espacio muy distintas al interior. Estos sitios son los únicos donde no existe una clara solución de continuidad entre las poblaciones arcaicas, formativas y tardías a raíz del alto grado de conservadurismo que mantienen por su vinculación con la explotación de recursos marítimos. No plateamos que estén ausentes las variaciones e innovaciones a través de estos períodos. Por el contrario, éstas se observan en distintos ámbitos de la cultura material, prácticas sociales y composición de estos grupos. Lo que se mantiene en forma estable es la relación con el ambiente, la apropiación de recursos marinos y el utillaje empleado para su extracción y preparación. Durante el Formativo e Intermedio Tardío, se integra la cerámica pero en forma muy marginal y como parte de relaciones de interacción con poblaciones asentadas en el interior (Adán et al. 2006). Lamentablemente, desconocemos cuáles estratos son contemporáneos a la construcción de los paramentos, lo que sería fundamental para poder discernir entre ocupaciones propias del Intermedio Tardío y anteriores. En ausencia de esta información, no observamos un cambio en las condiciones de depositación que permita determinar el cambio entre estos períodos. Por el contrario vuelve a quedar en evidencia la continuidad entre poblaciones formativas y tardías por la perduración de una misma tradición en el tiempo. En los sitios costeros hay una baja incidencia de derrumbes en la estratigrafía y ausencia total de aterrazamiento similares a los observados en el interior. Esto se explica por las diferentes lógicas de ocupación del espacio existentes en distintos pisos ecológicos y por las condiciones naturales sin ser prioritario aterrazar para erigir espacios residenciales sino elegir espacios planos como se hace en la Pampa desde el Formativo (Adán et al. 2005). El emplazamiento elegido para el establecimiento humano son terrazas, una fluviomarina y la otra en un acotado reparo dispuesto en el talud de los cerros que caen al mar. Es interesante el cambio de emplazamiento que observa Núñez (1971) para Caleta Huelén, distrito donde los sitios tardíos no dependen de los recursos disponibles en la zona de eficiencia de desembocadura, apareciendo alejados del río Loa y adosados a la línea de costa por su orientación a la explotación marítima, situación análoga a la que observamos en Pisagua N. En términos generales, la ocupación del espacio costero por poblaciones Pica Tarapacá prácticamente no genera un cambio en relación con los períodos anteriores, primando un conservadurismo en las ocupaciones costeras muy ligadas a la explotación de un medio marino con recursos estables en el tiempo. No obstante, la presencia recurrente de

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ocupaciones más intensas hacia los estratos superiores a lo largo de la estratigrafía están reflejando un cambio en la forma de habitar los asentamientos. Como ya mencionamos, es riesgoso asociar este cambio a un momento específico sin un apoyo cronológico sólido, por lo que nos limitamos a plantear que es altamente posible que con la edificación de las estructuras actualmente observables en los sitios de Pisagua, el rango de actividades que quedaron registradas en los depósitos arqueológicos sufrieron un aumento que está relacionado con una ocupación más estable que bien puede relacionarse con un aumento en el requerimiento de recursos desde el interior. Esto último bien puede relacionándose con nuevas dinámicas sociales de integración regional que han sido claramente identificadas en el cementerio C de Pisagua por Agüero (2007) y que en las excavaciones de los sitios domésticos se observan gracias al ingreso de nuevos tipos cerámicos del interior o de las subáreas de Valles Occidentales y Circumpuna. En consecuencia, en la Costa observamos ocupaciones caracterizadas por sostener un gran conservadurismo a lo largo del tiempo ligado a la explotación de recursos marinos, no obstante se integren innovaciones culturales de acuerdo al mantenimiento de relaciones particularmente intensas con poblaciones de Pampa y Valles Bajos. Este patrón se traduce, entre otros elementos, en una homogeneidad estratigráfica producida por la continuidad de las ocupaciones costeras, cuya movilidad vertical está representada por el intercambio de productos marinos, agrícolas (Zea Mays, Prosopis sp., Lagenaria sp. y Phaseolus sp.) y textiles que circularon en forma regular entre las localidades de Pisagua y el interior (Vidal et al. 2004; Agüero 2007; González 2007). La recolección de recursos costeros y de recursos pampinos junto a la agricultura de los Valles Bajos, respectivamente, delineó una movilidad relativamente restringida por la confinación de estos recursos a espacios acotados. No obstante, las fluctuaciones en la producción generaron oscilaciones en la ocupación, lo cual se observa claramente en Caserones–1 por la alternancia de ocupaciones, abandonos y reutilización de los espacios domésticos desde el período Formativo hasta el Intermedio Tardío (80-250 años d.C. al 890-1.020 d.C.). De esta manera, la Costa junto a la Pampa y Valles Bajos lograron constituirse como un ámbito tremendamente activo e imbricado que forma del Complejo Pica Tarapacá en autonomía de las tierras altas. Los tipos cerámicos encontrados son reflejo de esta situación al presentarse en porcentajes ínfimos el componente altiplánico, mientras que la cerámica de tierras bajas presenta un marcado predominio pese a su escasa cantidad.

9.9.2. Pampa y Valles Bajos En el curso bajo de la quebrada de Tarapacá, se sitúa uno de los principales asentamientos del Complejo Pica Tarapacá considerando su extensión, número de recintos y complejidad interna. En este espacio se desarrollaron parte importante de los procesos sociales que durante desde el Formativo hasta el Intermedio Tardío dieron vida al espacio entre Camiña y el Loa. El centro de atención de nuestro estudio en este piso ecológico es uno de los asentamientos más preminentes de las cuencas endorreicas que drenan sus aguas hacia la Pampa del Tamarugal: Caserones–1. Como ya hemos señalado, en un primer momento del Intermedio Tardío los mayores contingentes de población se localizaban hacia el curso bajo de la quebrada de Tarapacá, aprovechando los opíparos recursos derivados de la recolección del algarrobo, y posteriormente, en el curso medio de la quebrada de Camiña, donde una alta densidad poblacional obtenía su sustento gracias a una agricultura de tiempo completo, plenamente consolidada y de gran escala (Uribe et al. 2007a; García 2006).

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Estas ocupaciones son contemporáneas a los estables grupos costeros que alcanzaron cierto nivel de complejidad en Pisagua N. En este piso ecológico, la explotación de recursos de recolección y un fuerte énfasis agrícola posterior permitió el desarrollo de complejos sitios aldeanos que contenían alta diversidad funcional en su interior. En Caserones–1 como se empieza a invertir mayor trabajo en la edificación de los recintos que se puede apreciar a simple vista en la técnica constructiva de los paramentos, cuyo patrón incluye el uso de muros dobles y dobles con relleno con empleo de argamasa, aparejo sedimentario e incluso algunos revestimientos (Núñez 1982; Adán y Urbina 2006). En este sitio se encontraron los únicos casos de pozos-silos entre los recintos excavados14. Por la dureza del estrato calcáreo natural sobre el que se encuentra el sitio, el socavamiento de éstos debió significar una importante inversión de trabajo en los recintos sumada a la elaboración de los paramentos. El análogo funcional de estos pozos en las tierras altas lo constituyen las cistas, profusamente representadas en los sitios de Quebradas Altas como Nama–1, Camiña–1, Chusmiza, Jamajuga y Pukar Qollu . Los asentamientos de este piso presentan alta diversidad interna incluyendo recintos con depósitos culturales muy discretos y otros con estratigrafías que logran una profundidad de hasta 110 cm. Como parte de esta diversidad, encontramos distintos elementos estratigráficos de interés como desplome de techumbres, hiatos, derrumbes de paramentos y niveles ocupacionales diversos que confluyen en la formación de atractivas secuencias históricas en muchos de los recintos excavados. En Caserones–1, los estratos inferiores de las secuencias estratigráficas arrojan fechas RC14 entre los años 80 – 250 d.C. y 110 – 410 d.C. coincidentes con el pleno desarrollo del período Formativo. Estos niveles presentan contextos con predominio de cerámica formativa asociada a tipos del Intermedio Tardío, situación que no se entiende como el resultado de una disturbación generalizada del sitio, ya que la estratigrafía no muestra síntomas de remoción o de agentes que desplacen los materiales tardíos hacia niveles inferiores. Por el contrario, mediante el estudio de la cerámica corroboramos que no se observa una segregación entre los tipos formativos y tardíos, sino más bien existe una mezcla entre ambos componentes que no se explica por factores postdepositaciones sino por la continuación de una tradición formativa que sirve de base para la conformación del Complejo Pica Tarapacá durante momentos iniciales del Intermedio Tardío (Uribe y Adán 2005; Uribe 2006; Uribe et al. 2007a). Regularmente se encontraron ambos conjuntos cerámicos combinados, siendo reflejo de la continuación de una tradición formativa hacia tiempos tardíos, permitiéndonos entender el paso de un período a otro considerando la complejidad del fenómeno y superando visiones dicotómicas. Se excavaron recintos donde la ocupación se inició con la edificación de los paramentos, pero también dimos con otros que fueron edificados sobre depósitos que previamente correspondían a espacios entre recintos o exteriores, permitiéndonos observar un crecimiento paulatino y sectorizado del sitio. Como parte de esta larga secuencia ocupacional encontramos reocupaciones con posterioridad a eventos de derrumbe o luego de un lapso de tiempo que permitió la formación de hiatos donde la presencia de agua formó una costra que luego fue cubierta por nuevas ocupaciones. Estos casos permitieron dar cuenta de reutilizaciones de recintos, existiendo situaciones donde se mantuvo la funcionalidad original como otros donde ésta cambió; permitiendo, por ejemplo, la depositación de guano equino correspondiente a momentos históricos sobrepuestos a contextos prehispánicos.

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Esta serie de historias ocupacionales generan un modelo complejo de utilización del asentamiento, con momentos de ocupación y desocupación, derrumbe y reconstrucción, clausura de vanos y posiblemente apertura de otros nuevos. Todo esto tiene dos posibles explicaciones. Una es la ocupación estacional del asentamiento, la que pudo estar marcada por un énfasis durante la recolecta del algarrobo o bien evadiendo la habitación en este espacio durante algunos meses por la fuerte insolación y elevadas temperaturas reinantes. No olvidemos que la presencia de caudales de agua y verdaderos bosques al interior de la quebrada debieron generar un ambiente y condiciones microambientales que actualmente sólo se observan aguas arriba. La segunda posibilidad remite a ocupaciones fluctuantes según ciclos más largos marcados por las oscilaciones de la quebrada, donde es esperable que los abandonos fueran más largos y también más distantes en el tiempo. La alta movilidad de las poblaciones tarapaqueñas observable tanto a través de documentos etnohistóricos (Larraín 1975; Núñez 1979) como en la actualidad, debe ser parte de una forma arcaica de ocupar el desierto; estando imbricado grupos familiares numerosos asentados en diferentes pisos ocupacionales, por lo que es difícil pensar una ocupación establecida constantemente en Caserones–1 o en cualquiera otro de los asentamientos del interior. Recordemos que una de las particularidades de este piso ecológico es el rol central que ejerce al concentrar en torno a sí las dinámicas sociales del Intermedio Tardío. De esta forma, Caserones–1 funciona como núcleo del período en su primer momento articulándose en forma potente con las poblaciones costeras del litoral arreico tarapaqueño y en forma particularmente notoria con las entidades que poblaron las zonas de eficiencia de desembocadura (Núñez 1968, 1971) de Tana y el Loa (Agüero 2007). El principal modelo explicativo de la historia ocupacional del sitio Caserones–1 plantea la existencia de cuatro períodos que abarca entre el 300 a.C. hasta el período incaico donde se ubicaría una de las últimas reocupaciones del sitio (True 1980; Núñez 1982). Sin duda estos autores sostienen que las fluctucaciones en la ocupación del sitio están íntimamente relacionadas a los cambios en los niveles de agua disponible en la quebrada (True 1980:160), existiendo importantes momentos de desocupación como el sucedido entre los años 100 y 200 o 300 d.C. Siguiendo con su propuesta, sugieren la existencia de una misma tradición cultural que ocupa el asentamiento durante el Formativo (períodos 1 y 2) siendo “la manifestación interior de un complejo costero” (True 1980:149). Un cambio interesante es identificado hacia el 700 d.C., planteándose la existencia de un cambio cultural que posiblemente se asocia a la irrupción de un nuevo grupo estimulado por factores externos o la continuación paulatina del mismo desde el período anterior. Entre dicho momento y el 1.000 d.C., período definido recientemente como la fase Tarapacá por Uribe (2006), el sitio habría vivido su máximo esplendor, con la reocupación de estructuras y la construcción del muro perimetral seguramente cercano al 800 d.C. Finalmente, definen en forma poco clara un “difuso” período 4, asociado a cerámica Pica Tarapacá e una ocupación incaica, donde se subdividieron recintos con una construcción rápida y poco prolija especialmente hacia el sector central y NW (True 1980). Nuestra visión sobre la historia ocupacional del asentamiento tiene puntos de encuentro y diferencias con este autor. Algunas de éstas se explican porque ellos plantean su modelo basados en los resultados de las excavaciones de su Unidad I que se corresponde con nuestro conglomerado 3C en el sector NW del sitio.

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Sobre la base de la diversidad de materiales recuperados en cada secuencia estratigráfica y las apreciaciones desde la composición interna del sitio, planteamos que el momentos más temprano se encuentra hacia el conglomerado 1. Luego, en un momento posterior cuya data no estamos en condiciones de precisar, las principales actividades intra sitio se concentran en el conglomerado 3B, el sector más densamente edificado. Finalmente, las ocupaciones intensas se presentan tanto en el muro perimetral como en los conglomerado 2 y 3C. A lo largo de este proceso, igualmente identificamos la presencia de abandonos y derrumbes que son sucedidos por reconstrucciones. En este sentido, ambos coincidimos en que es en dicho sector donde se vivieron los momentos finales de la ocupación prehispánica del asentamiento posterior a la construcción del muro perimetral. Para los momentos previos, los autores no plantean una diferenciación horizontal de los procesos acaecidos, limitándose a describir sus principales características. Nuestros fechados radiocarbónicos ayudan a complejizar lo anterior, ya que entregan la fecha más temprana perteneciente al conglomerado 3C entre los años 80 y 250 d.C., para el 3B entre el 110 y 410 d.C. y finalmente para el conglomerado 1, extraída desde el último nivel ocupacional, entre los años 890 y 1.020 d.C., la que interpretamos como uno de los últimos momentos antes del abandono general de Caserones–1. Esto nos permite aclarar que nuestra propuesta no busca identificar los momentos diferenciales de construcción de los conglomerados sino más bien en qué momentos fueron escenario de una actividad m

9.9.3. Quebradas Altas La sierra tarapaqueña es escenario exclusivo de los procesos acaecidos durante la fase Camiña (1.200-1.450 d.C.), la que logra su mayor consistencia cronológica y material en este piso ecológico. Mientras en Camiña–1 se excavaron contextos muy diversos que incluyen depósitos profundos y complejos de hasta 83 cm., en Nama–1, Chusmiza y Jamajuga, se excavaron depósitos habitacionales en secuencias estratigráficas discretas, lo que permite confirmar que los pukaras quebradeños fueron poblados con ocupaciones residenciales relativamente estables y no meros refugios momentáneos ante escenarios de conflicto social como tradicionalmente se ha planteado (Núñez et al. 1975; Schiappacasse et al. 1989). Camiña–1 presenta una primera ocupación con algunos fragmentos de cerámica formativa que caracteriza un momento inicial donde se mantuvieron rasgos tempranos compartidos con Caserones–1 (González 2006; Vidal y García 2006; Valenzuela 2007; Uribe et al. 2007a), seguido por su ocupación más potente que abarca la segunda mitad del período Intermedio Tardío. Por tanto, este sitio fue escenario de ocupaciones intensas y prolongadas en el tiempo, siendo tremendamente significativo al engranar ambas fases propuestas que convergen, las que en términos generales se encuentran en los dos sectores definidos inicialmente: uno Norte más temprano y otro Sur más tardío, sobre la base de la evidencia cerámica, la existencia de un muro divisorio y dos fechados RC14. Si bien los procesos de reutilización son menos frecuentes que en los Valles Bajos y Pampa, éstos no dejan de conformar una interesante historia ocupacional propia de este espacio. A diferencia de los sitios de los otros pisos ecológicos, en éste encontramos alta frecuencia de aterrazamientos entre los que se incluye uno construido sobre una ocupación previa, marcando un cambio radical en las condiciones requeridas para ocupar dicho espacio a lo largo del tiempo. Las reocupaciones sobre niveles de derrumbe tienen una representación un poco mayor, respondiendo al abandono puntual de algunos recintos por cierto margen de tiempo pero en un contexto de ocupación más estable. La agricultura

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intensiva desarrollada en este sitio (García 2006) compelió a los antiguos camiñanos a tener vínculos más estrechos con la tierra y un domicilio posiblemente más estable como ocurre en poblaciones campesinas actuales, lo que explica alguno de los depósitos más potentes que se diferencian del resto de los sitios quebradeños. Si bien el sector Norte fue escenario de una ocupación inicial durante la fase Tarapacá, dicho sector presenta su ocupación más intensa en estratos intermedios, siendo el sector nuclear del sitio el que posiblemente concentró las actividades durante dicha fase. En este sentido, no podemos ser taxativos sobre el ordenamiento temporal de los sectores, entendiendo que dos dataciones son sólo una referencia general del sitio en ausencia de una batería de fechas provenientes desde los distintos sectores y en diferentes profundidades. La magnitud de estas reocupaciones no es comparable con la observada en Caserones–1, entendiendo que por su menor extensión temporal la incidencia de estos eventos también es menor y que dicho sitio fue habitado por lo menos durante mil años. Para Camiña–1 planteamos que su funcionamiento se articuló en torno a un núcleo que se ubica entre la cumbre del sitio y los recintos cercanos a la principal vía de circulación en el sector Sur Alto, representado por los recintos excavados 119, 139 y 141, con estratigrafías profundas y complejas. La presencia de una serie de paneles de arte rupestre en este sector (Vilches y Cabello 2007) puede ser un indicador complementario sobre la importancia que revistió el sector para el funcionamiento del sitio. Si efectivamente estos recintos permitieron una integración al interior del asentamiento, creemos que sus secuencias estratigráficas pueden utilizarse como posibles “secuencias maestras” del sitio si es que efectivamente sus estratos iniciales arrojan fechas tempranas contemporáneas a la conseguida para el sector norte. En cuanto a Nama–1, Chusmiza y Jamajuga, sus estratigrafías son muy similares y se emparentan con la observada en Camiña–1 por el tipo de sedimentos, uso de muros de contención y terraplén para la edificación de los recintos y el tipo de derrumbe que sella los estratos ocupacionales. Por el bajo número de unidades estratigráficas intervenidas en Jamajuga y Chusmiza, es poco lo que alcanzamos a apreciar sobre su funcionamiento intra sitio. La principal diferencia entre dichos casos es la ocupación en los espacios públicos de cumbre y el tipo de depositación predominante en cada uno de éstos. Mientras en Jamajuga encontramos un depósito breve pero interesante, es posible apreciar una modificación intencional de la cumbre posiblemente para allanar la superficie o bien para hacerla más extensa; en Nama–1, los dos recintos de cumbre contienen depósitos muy discretos que puede interpretarse como una ocupación menos intensa de este espacio. Esto puede entenderse por las diferencias de cada caso. Mientras Jamajuga es un sitio pequeño donde se precisa poco tiempo para recorrerlo, en Nama–1 las distancias internas son mayores, pudiendo ser ésta una limitante para un uso generalizado de la cumbre. Exceptuando el caso de Camiña–1, en el resto de los sitios de este piso ecológico, es difícil proponer diferencias temporales entre sectores al interior de los asentamientos, por lo breve de los depósitos y la distribución homogénea de los estratos con evidencias de actividades más intensas. Por su parte, la historias ocupacionales son bastante simples reflejándose en los sencillos depósitos excavados. Los elementos estratigráficos más recurrentes son los aterrazamientos y derrumbes, sin que se encontraran casos como en Camiña–1 donde el aterrazamiento se superponga a una ocupación previa. El caso sobresaliente entre estos sitios es Nama–1, donde hay incidencia de reocupaciones pero en baja frecuencia, observándose sólo en dos recintos que, coincidentemente, presentan depósitos más

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profundos que la media del sitio. Por el tipo de información disponible, no pudimos desplegar una lectura de los datos que permitiera generar una noción sobre la historia ocupacional de los recintos o algún modelo que explique el comportamiento del asentamiento en forma más precisa. Comparativamente, da la impresión que las ocupaciones más breves entre los distintos pisos ocupacionales se encuentran en las Quebradas Altas, noción que se apoya en la baja intensidad de los depósitos y el bajo número de unidades estratigráficas por recinto. En Chusmiza, posiblemente se verificó una ocupación más extensa a lo largo del tiempo que en los otros sitios, acorde con la presencia de mayores frecuencias de materiales culturales. No hay que olvidar que nuestra muestra de estudio en el ámbito de tierras altas se encuentra afectada a una mayor erosión producida por la pendiente natural de los espacios donde se construyeron los asentamientos, por lo que es esperable encontrarnos con depósitos relativamente menos potentes y con menor frecuencia de materiales por la acción de la gravedad que envía los materiales y sedimentos cuesta abajo. Además, el aumento en el nivel de precipitaciones afecta las condiciones de conservación, debiendo ponderarse esta variable a la hora de desplegar comparaciones entre asentamientos situados en ambientes diferentes. En síntesis, las Quebradas Altas conformaron otro ámbito que articuló al Complejo Pica Tarapacá con posterioridad al 1.200 d.C. En dicho contexto Camiña–1 sirvió como vínculo con los momentos previos al sostener una ocupación inclusiva de ambas fases, mostrando entre ambas interesantes cambios en la relación con los recursos y con los demás asentamientos de la región (González 2006, Valenzuela 2007, Uribe et al. 2007a), y convirtiéndose en un importante referente tarapaqueño hacia la segunda mitad del período. Aquí se produjo una primera ocupación relacionada con la Pampa y Valles Bajos, siendo más ligera que la posterior por no tener desarrollada todavía una orientación agrícola intensa. Esto ocurrirá posteriormente y en el contexto de una mayor interacción con Nama–1, Chusmiza, Jamajuga y Pukar Qollu. En este espacio la utilización de aterrazamientos pasa a ser un recurso conspicuo en la construcción de espacios domésticos y de eras agrícolas. Sin duda el manejo de ganadería camélida por parte de poblaciones serranas ayudó al fortalecimiento de las relaciones con el Altiplano, espacio que es propicio para la concentración de estas actividades gracias a su riqueza en forraje. Esta actividad debió potenciar una ocupación estacional de los sitios quebradeños, cuya ocupación posiblemente se concentró en los meses de frío cuando empeoran las condiciones de habitabilidad sobre los 4.000 metros de altitud.

9.9.4. Altiplano El único sitio excavado en este piso sostuvo una ocupación intensa, con alta densidad poblacional y una intensa actividad productiva en función de los recursos agroganaderos disponibles en el entorno. Nuevamente la diversidad al interior del asentamiento es notable, encontrándose contextos pertenecientes a la amplia gama de actividades desplegadas en su interior como espacios residenciales, de almacenaje, espacios públicos y posiblemente funerarios. Pukar Qollu guarda ciertas semejanzas con Camiña–1 por su tamaño, patrón constructivo y fundamentalmente por la disposición general del asentamiento donde se aprecia la conformación de dos sectores separados por una vía de circulación. Por corresponder a un pukara, además observamos similitudes con los asentamientos quebradeños. Si bien no es evidente la presencia de un muro perimetral, la incidencia de terraplenes para la

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construcción de los recintos es notable. Asimismo, encontramos niveles de derrumbes no sólo sobre los niveles ocupacionales como en los sitios quebradeños sino también segregando estratos ocupacionales como en Camiña–1 y Caserones–1. Los estratos con mayor diversidad material no aparecen hacia la base de las estratigrafías, por lo que planteamos que la consolidación de la ocupación de este asentamiento demoró cierto tiempo en alcanzarse. Por consiguiente, Pukar Qollu aparentemente tuvo una ocupación continua, no obstante encontramos dos recintos con reocupaciones posteriores a eventos de derrumbe; pero como la muestra de este sitio es menor, no alcanzamos a tener una visión mayor de su historia ocupacional. Otro caso de reutilización se observa en la cumbre, la que al igual que en Jamajuga fue objeto de remodelaciones observables a modo de aterrazamientos que se superponen a una ocupación previa. Ante esta situación, es posible plantear algunas respuestas que expliquen esta secuencia ocupacional. Por ejemplo, si las poblaciones que ocuparon este piso ecológico provenían de tierras bajas como parte del jalonamiento desde la Pampa, es plausible plantear un primer momento de acomodo a las condiciones ambientales. Si esta hipótesis es cierta, entonces toma sentido que la consolidación de la ocupación se presente en niveles intermedios y superiores, abarcándose así una larga secuencia. Por el contrario, si asumimos que culturalmente las poblaciones que ocuparon Pukar Qollu son parte de una esfera altiplánica más cercana a lo pertenecientes al Altiplano Carangas, la presencia de cerámica tarapaqueña debe ser entendida a la luz de un mayor contacto entre ambas entidades. Sin querer entrar en la discusión de si corresponde o no a una estrategia de acceso a recursos en espacios ecológicamente diferenciados de tipo vertical, nos interesa destacar que Pukar Qollu se encuentra en un espacio de encrucijada, permitiendo la articulación de distintos nichos ecológicos y de grupos con una alta movilidad entre las Quebradas Altas cercanas y el Altiplano de Isluga y los abundantes recursos asociados a la cubierta vegetacional de bofedales y su innegable potencial ganadero. De esta forma, una posibilidad es proponer que el desarrollo de este asentamiento y su capacidad de aglutinar una gran población a lo menos en forma estacional, se explica por la interrelación establecida con las poblaciones de las quebradas y valles que descienden hacia el occidente. De esta forma, si bien Pukar Qollu pertenece a un ámbito cultural diferente, ha establecido estrechos vínculos de parentesco, ceremoniales y económicos con las poblaciones tarapaqueñas que pasan a ser un referente importante en su funcionamiento. Según los fechados conseguidos desde nuestras excavaciones, esta secuencia comenzaría en el rango de años 1.010 a 1.260 d.C., no obstante exista una temprana fecha publicada por Sanhueza y Olmos (1981)15. Cuestionamos la consistencia de éstas principalmente por los contextos hallados en las excavaciones, cuya data tardía es indudable, combinándose tipos cerámicos que han sido fechados tardíamente en distintos contextos de los Valles Occidentales, Altiplano Meridional y la Circumpuna. La persistencia en el uso de terraplenes, entonces, es un atributo observable exclusivamente durante la fase Camiña, ya que la intervención de terrenos inclinados es una práctica extendida durante esta fase y debe enmarcarse en una nueva forma de relacionarse con el entorno, de manipularlo para lograr condiciones óptimas para el habitar. Dicha intervención trasciende el espacio privado, residencial y se instala con fuerza en el ámbito público. Los aterrazamientos permiten disponer de sendos espacios de reunión al interior de los sitios, escenario de las ceremonias y reuniones de congregación social.

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Así también, con los aterrazamientos se logró construir extensos andenes y terrazas de cultivo conspicuos de los cursos medios y alto de quebrada, alcanzando su máximo desarrollo y potencialidades en las Quebradas Altas tarapaqueña. Lamentablemente estas evidencias se han mantenido al margen de los trabajos sistemáticos en la región, encontrándose simples menciones en publicaciones de colegas por su asociación a sitios habitacionales, sin que siquiera se hayan establecido las dimensiones que alcanzaron estos campos de cultivo (Méndez-Quirós en prensa). Finalmente, Pukar Qollu constituye el tercer y último núcleo de población y actividad, permitiéndonos caracterizar un piso ecológico donde las interconexiones con el altiplano circundante se desarrollaron en forma fluida. Nuevamente nos encontramos con depósitos potentes pero que no alcanzan la magnitud de la Costa y Pampa por la mayor descomposición que reduce el volumen de los estratos. Aquí el intenso pastoreo se complementa por una agricultura de altura por secano que se sirve de las aguas lluvias estivales para una producción estacional. La combinación de ambas actividades generó una multiplicidad de roles entre unidades familiares abocadas a la agricultura y otras al pastoreo, existiendo una combinación de alta y baja movilidad en el seno de una sociedad que alcanzó altos niveles de complejidad social. La cerámica recuperada combina tipos altiplánicos predominantes con un componente tarapaqueño importante, confirmando la articulación de este ámbito con el resto de Pica Tarapacá. Este nuevo patrón se fortalece con certeza entre el 1.020 y 1.260 d.C., y está operando en forma complementaria con Camiña–1, asentamiento con el que sin duda existieron relaciones muy cercanas relacionada con poblaciones emparentadas y sistemas ceremoniales complementarios que nutrieron un calendario de festividades a lo largo del año articulado con el ir y venir de pastores en busca de espacios de pastoreo y de condiciones estacionales propicias tanta para sus tropas de animales como para ellos mismos.

9.10. Palabras Finales Gracias al conjunto de fechados disponibles, podemos establecer algunas observaciones temporales del Complejo Pica Tarapacá con el fin de agregar mayor dinámica a la explicación de un extenso período de la prehistoria tardía del Norte Grande. No cabe duda que la batería de fechados disponible es pequeña para la formulación de una secuencia fina más sólida. Idealmente para darle mayor contenido temporal a nuestro análisis sería ideal disponer de fechados diversos provenientes desde varios recintos y en uno de esos tener una columna de fechados que sirviera como eje vertebral de la historia ocupacional del asentamiento, expectativas que son difícil de satisfacer por los recursos limitados existentes y por los diversos sitios trabajados, entre los cuales deben distribuirse los esfuerzos en pos de un entendimiento regional del complejo Pica Tarapacá. Dejando de lado esta situación hipotética, nuestros medios nos permiten dirigir los esfuerzos en conseguir fechar el inicio y término de las ocupaciones de cada asentamiento por lo que nuestro planteamiento de las historias ocupacionales, de momento, deberá mantenerse al nivel de generalidad planteado. Las fechas obtenidas son coherentes con la reformulación general que durante las últimas investigaciones se ha venido dando para el complejo Pica Tarapacá (Uribe 2006; Adán et al. 2007b). En lo referente a nuestro problema de investigación, varios son los fechados que ahora se disponen para los sitios habitacionales de la costa, los que coinciden en forma consistente con la ocupación durante el Intermedio Tardío, obteniéndose un total de 7 fechas entre los años 960 y 1.470 d.C. exceptuando una que entrega un resultado anómalo (Tabla 22).

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Tabla 21: Resumen de fechados por RC14 del proyecto Fondecyt 1030923.

MUESTRA SITIO RECINTO NIVEL EDAD (años AP) FECHA Beta - 220919 Caserones–1 526 5C Cal 1.870 - 1.700 80 – 250 d.C. Beta - 220918 Caserones–1 468 3A Cal 1.840 - 1.540 110 – 410 d.C. Beta - 220917 Caserones–1 7 3 Cal 1.060 - 930 890 – 1.020 d.C. Beta - 210436 Nama–1 287 1 Cal 970 - 750 980 – 1.200 d.C. Beta - 227581 Pukar Qollu 499 6 R1 Cal 940 - 700 1.010 – 1.260 d.C. Beta - 210442 Camiña–1 296 2C Cal 930 - 740 1.020 – 1.210 d.C. Beta - 227580 Pukar Qollu 317 2A Cal 930 - 740 1.020 – 1.210 d.C. Beta - 210435 Pisagua N 1 3A Cal 920 - 700 1.030 – 1.250 d.C. Beta - 220921 Jamajuga 5A 1B Cal 790 - 660 1.160 – 1.290 d.C. Beta - 210437 Nama–1 67 4 Cal 790 - 570 1.160 – 1.380 d.C. Beta - 210441 Camiña–1 139 3/4 Cal 750 - 550 1.200 – 1.400 d.C. Beta - 220920 Chusmiza 89 R1 Cal 650 - 520 1.300 – 1.430 d.C.

MUESTRA SITIO RECINTO TIPO EDAD (años AP) FECHA UCTL 1638 Pisagua N 19, Estrato 7A PCH 1.710 ± 150 290 d.C. UCTL 1798 Caserones–1 7, Estrato 1 PCH 1.125 ± 110 880 d.C. UCTL 1799 Caserones–1 280, Estrato R1B PCH 1.115 ± 110 890 d.C. UCTL 1800 Caserones–1 516, Estrato 3B CNP 1.110 ± 110 895 d.C. UCTL 1639 Pisagua N 19, Estrato 14 DUP 1.040 ± 95 960 d.C. UCTL 1801 Caserones–1 516, Estrato 3B QTC 1.035 ± 100 970 d.C. UCTL 1634 Pisagua N 6, Estrato 4A IND 1 780 ± 80 1.220 d.C. UCTL 1802 Camiña–1 119, Estrato 1B ISL 675 ± 40 1.330 d.C. UCTL 1636 Pisagua N 12, Estrato 4A PCH 645 ± 50 1.355 d.C. UCTL 1633 Pisagua B F1, Estrato 1 PCZ 605 ± 60 1.395 d.C. UCTL 1632 Pisagua B E1, Estrato 2 PCH 555 ± 40 1.445 d.C. UCTL 1635 Pisagua N 12, Estrato 3A AND 545 ± 50 1.455 d.C. UCTL 1637 Pisagua N 19, Estrato 2A AND 530 ± 50 1.470 d.C. UCTL 1803 Camiña–1 250, Estrato 1 PCH 525 ± 50 1.480 d.C. UCTL 1804 Camiña–1 215, Estrato 3 R1 PGA 390 ± 40 1.615 d.C.

Tabla 22: Resumen de fechados por TL del proyecto Fondecyt 1030923.

Gracias al conjunto de fechados conseguidos, podemos validar la extensión temporal de algunas historias ocupacionales como es el caso de Caserones–1, donde previamente sólo se habían publicado fechas propias del Formativo Tardío, teniendo como límite tardío una datación de 780 años d.C. (Oakland 2000). Por consiguiente, ahora tenemos certeza de que la seguidilla de ocupaciones y reocupaciones de Caserones–1 no es un comportamiento que se restrinja al Formativo ya que logra proyectarse hacia un rango que va entre los años 890

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y 1020 d.C., entregándole continuidad a una historia ocupacional que previamente se planteaba con claridad hasta fines del primer milenio de nuestra era y que posteriormente era plateado como algo confuso y difuso (True 1980), situación que ha sido revertida. Ascendiendo por las Quebradas Altas, los fechados obtenidos reflejan una ocupación consistente entre los años 1.210 d.C. y 1.430 d.C., abarcando todo el segmento tardío del período Intermedio Tardío. El caso de Nama–1 merece ciertas precauciones porque la fecha más temprana podría desplazarse hacia momentos anteriores ya que desde los estratos superiores del recinto 287 se obtuvo una fecha de 1.160 años d.C. Esto pudo corresponder a un desplazamiento temprano de poblaciones hacia las Quebradas Altas, similar a lo observado en Camiña–1, siendo un antecedente importante al fenómeno observado en plenitud durante la fase Camiña. Asimismo, la fecha tardía de este sitio se ubica en la base de la secuencia del recinto 67, por lo que el término de la ocupación podría ser levemente más tardío, aumentando la extensión temporal de la ocupación. En cuanto a Jamajuga y Chusmiza, ambos entregan fechas coherentes tanto con el material recuperado como con el marco explicativo propuesto, aunque por tratarse de una sola muestra no es posible proponer variaciones al interior de los asentamientos. Finalmente, en el altiplano existe una situación interesante que retrata el complejo escenario cultural de esta localidad. Si siguiéramos un modelo teórico mecanicista, podríamos suponer que producto del jalonamiento de poblaciones hacia tierras altas, la ocupación del altiplano sería el último paso con posterioridad a la ocupación de las Quebradas Altas. Pero observando las características de los contextos materiales recuperados y los fechados previos y generados por nuestras investigaciones, es patente que las poblaciones del altilplano hay que entenderlas como una entidad cultural que no es una simple derivación de lo tarapaqueño. La alfarería de Pukar Qollu permite reflexionar sobre las formas de interacción que se sostuvieron con las poblaciones de las Quebradas Altas particularmente hacia momentos más tardíos. Los fechados coinciden en un rango temporal entre el 1.010 y el 1.260 d.C. (Tabla 21), lo que junto a las fechas publicadas por Sanhueza y recientemente calibrados nos permite suponer una profundidad temporal mayor para este asentamiento pese a que la cerámica es casi exclusivamente tardía salvo unos pocos fragmentos formativos provenientes de las excavaciones (Uribe et al. 2007b). No cabe duda que la zona altiplánica está recién comenzando a ser incorporada a un marco explicativo mayor, por lo que asumimos que falta mucho por estudiar, siendo la principal deuda su integración con los procesos sociales del altiplano circundante a uno y otro lado de las actuales fronteras políticas. De esta manera, creemos que hemos contribuido con nuevos elementos que ayudan a fortaleces un panorama cultural coherente del período Intermedio Tardío a la luz de un conjunto de nuevas evidencias sobre el Complejo Pica Tarapacá a lo largo del perfil Costa-Altiplano, integrándose la información sistemática recuperada desde un conjunto de sitios arqueológicos previamente trabajados y otros que carecían de intervenciones anteriores. No cabe duda que con la suma de nuestros esfuerzos hemos avanzado en forma sustantiva en la comprensión de un complejo cultural superando visiones tipologistas tradicionales al aportar con nuevos relatos emanados desde información de primera mano. Asimismo, la utilización de un marco de referencia postprocesual significa un intento por explicar las características de una sociedad prehistórica sin apelar a interpretaciones economicista de la cultura o imponer modelos teóricos como el de la verticalidad en forma apresurada.

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Para concluir, queremos plantear algunas ideas sobre la relación entre el patrón de asentamientos observado y la sociedad que les dio forma y sentido, el Complejo Pica Tarapacá. Hemos presentado nuestros resultados en forma minuciosa y sistemática sobre el comportamiento estratigráfico de todos los sitios trabajados a lo largo de cuatro años de investigación. Luego hemos destacado la presencia de recurrencias estratigráficas y cómo a través de éstas logramos acercarnos en forma más específica a los grupos que poblaron la región durante cierto período en la prehistoria. Pero nos falta todavía generar una reflexión de la sociedad tarapaqueña en su conjunto, completar el ejercicio analítico con una síntesis explicativa para así cerrar el círculo de la reflexión científica que hemos intentado ejercitar con mayor o menor éxito durante esta investigación. Los patrones de asentamiento son la expresión empírica de un sistema abstracto de asentamiento que corresponde a la forma más adecuada de relacionarse con un medio ambiente específico por parte de un grupo humano en particular. Por lo tanto, mediante el estudio de los asentamientos y la identificación de un patrón, estamos en buen pie para entender dicho sistema abstracto y por ende a la sociedad que lo generó. En este caso, al plantear que los tarapaqueños del Intermedio Tardío son los herederos de una fuerte tradición Formativa que luego se combina o recibe un importante influjo altiplánico que se plasma en las ocupaciones de las Quebradas Altas, estamos hablando de la forma en que una cultura logra, mediante la innovación, adaptarse a espacios que anteriormente no eran vistos como productivos, o bien, no se tenían los conocimientos para su utilización efectiva permitiendo el mantenimiento de un grupo humano. En este cambio cultural están imbricadas tanto la innovación en las tecnologías productivas como resultado del estrecho vínculo con una forma de vida que empieza a mutar por los cambiantes requerimientos de una sociedad, así como por la llegada de agentes externos que ya poseen los conocimientos para ocupar en forma efectiva espacios que otro grupo aún no logra incluir en su ámbito cotidiano. De esta manera, al referirnos al cambio en el patrón de asentamientos de una fase a otra, a la aparición de poblados en las Quebradas Altas y de un conjunto de conocimientos entre los que destaca el manejo de la técnica de aterrazamiento para usos domésticos y agrícolas, estamos hablando sobre un cambio radical en la propia sociedad tarapaqueña; todo esto significa una apertura mucho mayor ya que al ocuparse la franja de Quebradas Altas en forma intensa se produce una mayor cercanía con otros grupos que también están utilizando este espacio como los de los Valles Occidentales, con quienes se empiezan a observar un nexo inédito a lo menos desde la arquitectura (Adán y Urbina 2006). Como parte de esta apertura, se produce la radicalización de la complejidad social (Uribe 2006) al interior del complejo por el surgimiento de respuestas y cánones culturales propios de los distintos cursos existentes en las Quebradas Altas y que se expresan en una mayor diversidad cultural interna. Esto último es fácilmente aprehensible a través del análisis de distintas materialidades como los bienes de prestigio (Valenzuela 2007), y especialmente a través del arte rupestre (Vilches y Cabello 2007). Si bien se mantiene un repertorio iconográfico común, existen componentes visuales que están operando como elementos identitarios para diversos grupos locales (Vilches y Cabello 2007:14). Volviendo a los asentamientos, la velocidad diferencial de los cambios ambientales en los distintos pisos ecológicos pone a prueba en forma constante la capacidad adaptativa de cada grupo humano. Considerando nuestra área de estudio en forma global, vemos que cada espacio sostiene ritmos de cambio diferente por lo que los ajustes al interior de la sociedad

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tarapaqueña se empiezan a confinar, contribuyendo a la proliferación de la diferencia antes mencionada. Ya hemos mencionado innumerables veces el carácter estable y conservador de la costa, a lo que se suma la mayor permeabilidad producida por el tránsito costero que hacia tiempos tardíos se facilita por la utilización de embarcaciones de madera y cuero, permitiendo el ingreso de materiales cerámicos y textiles (Adán et al 2007a; Agüero 2007) que hacen patente esta diversidad que es invisible desde a los conchales y su contenido artefactual. La Pampa y los Valles Bajos son el espacio más sensible a los cambios ambientales. La fragilidad de la vida estable en el curso bajo de las quebradas y la Pampa depende directamente de los aportes hídricos provenientes aguas arriba. Esta situación que desde siempre marcó el pulso de los asentamientos, entre ocupaciones, desocupaciones y reocupaciones; terminó cubriendo con un velo de olvido a los asentamientos que desde el Formativo albergaron a grupos que subsistieron gracias a la recolecta de los bosques pampinos que luego dieron paso a las yermas extensiones de pampa y caliche, provocando el replegamiento hacia espacios más resguardados de los embates del desierto pero donde se hacía imperioso producir alimentos para mantener la prosperidad del grupo. Sin duda el manejo de la agricultura era conocido hace siglos, pero poco a poco empezó a tener una importancia relativa mayor que los cambiantes recursos de prosopis (Vidal y García 2007) que sin duda siguieron siendo consumidos pero en menor escala. El ritmo de estos cambios en el altiplano es una interrogante que persiste ya que es donde los estudios previos son más acotados y donde aún falta desplegar grandes esfuerzos para empezar a comprender cómo se articularon sus poblaciones con el ámbito tarapaqueño, entendiendo que la visión clásica de señoríos altiplánicos controlando los espacios hacia abajo, concentrando el poder político y las dinámicas identitarias de más abajo, no permite comprender a cabalidad los procesos sociales acaecidos en la región donde está primando un contexto mucho más complejo, propio y lejano a los modelos tradicionales propuestos para el período (Núñez 1979; Schiappacasse et al. 1989).

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10. REFERENCIAS CITADAS ADÁN, L., M. URIBE, J. SANHUEZA, S. URBINA, C. Ch. STANISH, 2007a. Nuevos antecedentes para las sociedades tardías en el ámbito del Altiplano Meridional: el caso del Pucara de Isluga o Pukarqollu en Tarapacá (Norte de Chile). Manuscrito en posesión de los autores. ADÁN, L., M. URIBE, S. URBINA, C. AGÜERO, C. CARRASCO, J. GONZÁLEZ, J. VALENZUELA y A. VIDAL, 2007b. Ocupaciones y aldeas costeras tardías en los Valles Occidentales: Los sitios Pisagua B y Pisagua en el contexto de Pica-Tarapacá (Norte de Chile). En Prensa, enviado a Latin American Antiquity. ADÁN, L., S. URBINA, y M., URIBE, 2005. Arquitectura Pública y doméstica en las quebradas de Pica-Tarapacá: Asentamientos y dinámica social en el Norte Grande de Chile (900-1450 DC). Ponencia presentada en el Taller de Procesos Sociales en los Andes Meridionales. Universidad de Buenos Aires, Tilcara. ADÁN, L. y S. URBINA, 2006. Arquitectura y asentamiento durante el Período Intermedio Tardío en las quebradas altas del complejo Pica-Tarapacá (900-1450 DC). Manuscrito en posesión de los autores. AGÜERO, C., 2007. Vestuario e identidad cultural durante el período Intermedio Tardío. Manuscrito en posesión de la autora. BOIVIN, N., 2000. Life rhythms and floor sequences: excavating time in rural Rajasthan and Neolithic Catalhöyük. World Archaeology 31 (3): 367-388 BRAUDEL, F., 1989 [1958]. La larga duración. En La Historia y las Ciencias Sociales, pp., 60-106. Alianza Editorial, Madrid. CHANG, K., 1967. Nuevas perspectivas en Arqueología. Siglo Veintiuno Editores, Barcelona. CLARKE, D., 1977. Spatial information in archaeology. En Spatial Archaeology, editado por D. Clarke, pp., 1-32. Academic Press. DAUELSBERG, P., 1983. Investigaciones en la sierra de Arica, sector Belén. Chungara 11: 63-93 GAMBLE, C., 1999. Las Sociedades Palelolíticas de Europa. Editorial Ariel, Barcelona. GARCÍA, M., 2006. De las plantas y los antiguos camiñanos. Análisis arqueobotánico de la aldea Camiña 1. Provincia de Tarapacá (I Región), durante el período Intermedio Tardío (1000-1450 d.C.). Informe Final de Práctica. Manuscrito en posesión de los autores. GONZÁLEZ, J., 2006. Arqueofauna del período Intermedio Tardío: complejo Pica Tarapacá. Ponencia presentada en el XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Valdivia. 2007. Arqueofauna de Pukar Qollu y su relación con los registros de fauna del Complejo Pica Tarapacá (Período Intermedio Tardío, I Región, Chile). Manuscrito en posesión de la autora. GLASSOW, M., 2005. Excavation. En Handbook of Archaeologial Methods, editado por H. Maschner y C. Chipindale, pp., 133-215. Altamira Press, Lanham/Oxford. HARRIS, E., 1991. Principios de estratigrafía arqueológica. Editorial Crítica, Barcelona.

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Asentamiento y Estratigrafía del Complejo Pica Tarapacá

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11. CRÉDITOS Lámina 2, Rolando Ajata L. Láminas 5 y 6, Paulina Chávez. Láminas 1, 3, 4, 7, 8, 9, 10 y 14, el autor. Láminas 11, 13, 16, 25 y 28, Google Earth. Láminas 12, Simón Urbina (coloreada por el autor) Láminas 18, 24, 27 y 29, Claudia Del Fierro (coloreadas por el autor) Láminas 15, 20 y 22, Eugenio Pavlovic (coloreadas por el autor) Láminas 17, 19, 21, 23, 26, Mauricio Uribe.

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Asentamiento y Estratigrafía del Complejo Pica Tarapacá

1 Beta – 210435 2 Cams – 10320 3 Beta – 210442 4 Beta – 210441 5 Beta – 210436 6 Beta – 210437 7 Beta – 220920 8 Beta – 220918 9 Gak – 8373 10 Gak – 8372 11 Beta – 227581 y Beta – 227580 12 Excluimos de este análisis al recinto 247 para evitar distorsiones, por no presentarse en este alguna predominancia clara y contextos exiguos. 13 Se excluyen los recintos 340 y 381 por la baja frecuencia de materiales que distorsionarían el presente análisis. 14 En la quebrada existen reportes de estos pozos en el sitio Tarapacá Viejo (Tr-49) (Núñez 1984). Por su parte, En Guatacondo–1 se encontraron hasta siete silos de almacenaje al interior de los recintos, excavados bajo la superficie pero adosándose una sobreestructura en forma de cúpula hecha con adobes cilíndricos (Mostny 1970). Posteriormente, con las investigaciones de Meighan se volvieron a encontrar estos “floor storage bins”, identificándose el mismo patrón de pozos silos que en Caserones–1 como el más representado en sus excavaciones entre 3 tipos definidos de pozos (Meighan 1980:109). Vivar nos ofrece una reseña del contexto de utilización de estos pozos: “Sabiendo los indios de Atacama la venida del general por aviso de los indios a que llaman caperuzones y de los de Guatacondor y de Pica pusiéronse en armas y escondieron las comidas debajo de tierra, que es maíz y algarroba chica blanca y chañares (…) y los que eran para la guerra tomaron sus armas ofensivas porque carecen de defensivas, que son arcos y flechas, hicieron una fuerza en un cerro agrio, solo y apartado, al cual llaman los indios pucarán, que quiere decir lugar colorado o sitio de sangre, y en esta fuerza metieron bastimento. (…) podían salir a pelear con los cristianos, y estorbarles no recogiesen de la provisión que ellos tenían enterrada y escondida cuando fuesen a buscar.” (Vivar 2001:55). 15 Estos fechados fueron recientemente calibrados usando el programa de Stuiver y Reimer, arrojando una temprana fecha de 209-431 años d.C. (1.440 ±50 años AP) y 563-718 años d.C. (1.770 ±50 años AP).

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