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Gustavo San Román La garra charrúa : fútbol, indios e identidad en el Uruguay contemporáneo In: Bulletin Hispanique. Tome 107, N°2, 2005. pp. 633-655. Citer ce document / Cite this document : San Román Gustavo. La garra charrúa : fútbol, indios e identidad en el Uruguay contemporáneo. In: Bulletin Hispanique. Tome 107, N°2, 2005. pp. 633-655. doi : 10.3406/hispa.2005.5245 http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-4640_2005_num_107_2_5245

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Gustavo San Román

La garra charrúa : fútbol, indios e identidad en el UruguaycontemporáneoIn: Bulletin Hispanique. Tome 107, N°2, 2005. pp. 633-655.

Citer ce document / Cite this document :

San Román Gustavo. La garra charrúa : fútbol, indios e identidad en el Uruguay contemporáneo. In: Bulletin Hispanique. Tome107, N°2, 2005. pp. 633-655.

doi : 10.3406/hispa.2005.5245

http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-4640_2005_num_107_2_5245

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RésuméA partir de la description d'un gigantesque drapeau déplié par un groupe de suppor- teurs pendant lapartie de football entre l'Uruguay et l'Australie en novembre 2001 à Montevideo, l'article s'appuie sur lapresse et sur les textes académiques pour explorer les avatars de l'expression «garra charrúa»,associée traditionnellement au courage et à la détermination de la sélection nationale. En plus defournir des précisions historiques sur l'extermination des Indiens charrúas et de la déportation enFrance de ses cinq deniers représentants en 1833, comme exemplaires exotiques humains, l'articlerelève une curieuse coïncidence: les événements simultanés, en juillet 2002, du rapatriement desrestes d'un des charmas exilés et l'inauguration d'un important monument à un joueur de football actuel.

ResumenA partir de la descripción de una bandera gigante desplegada por un grupo de aficionados durante elpartido de noviembre de 2001 entre Uruguay y Australia en Montevideo, el artículo explora en la prensay en textos académicos los avatares de la expresión «garra charrúa», tradicionalmente asociada con elcoraje y entereza de la selección nacional. Luego de proveer el fondo histórico sobre la exterminaciónde los indios charrúas y el destierro de sus últimos cinco representantes a Francia en 1833 en calidadde ejemplares exóticos de humanidad, el ensayo se concentra en una curiosa contingencia: lasimultánea ocurrencia, en julio de 2002, de la repatriación de los restos de uno de los trasterradoscharrúas y la inauguración de un importante monumento futbolístico a un jugador actual.

AbstractAfier the description of a giant flag which was displayed by a group offans during the match betweenUruguay and Australia in Montevideo in November 2001, the article draws on academic and journalistictexts to explore the fate of the expression «garra charrúa», traditionally associated with the courage anddetermination of the national team of Uruguay. As well as providing the necessary historical backgroundon the extermination of the Charma Indians and the banishment of their last five representatives toFrance in 1833 as examples ofexotic humanity, the essay focuses on a curious coincidence: thesimultaneous occurrence, in July 2002, of the repatriation of the remains of one of the exiled Charmasand the unveiling of an important football monument to a living player.

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La garra charma: fútbol, indios e identidad

en el Uruguay contemporáneo

Gustavo San Román University of St Andrews - Scotland, UK

A partir de la description d'un gigantesque drapeau déplié par un groupe de suppor- teurs pendant la partie de football entre l'Uruguay et l'Australie en novembre 2001 à Montevideo, l'article s'appuie sur la presse et sur les textes académiques pour explorer les avatars de l'expression «garra charrúa», associée traditionnellement au courage et à la détermination de la sélection nationale. En plus de fournir des précisions historiques sur l'extermination des Indiens charrúas et de la déportation en France de ses cinq deniers représentants en 1833, comme exemplaires exotiques humains, l'article relève une curieuse coïncidence: les événements simultanés, en juillet 2002, du rapatriement des restes d'un des charmas exilés et l'inauguration d'un important monument à un joueur de football actuel.

A partir de la descripción de una bandera gigante desplegada por un grupo de aficionados durante el partido de noviembre de 2001 entre Uruguay y Australia en Montevideo, el artículo explora en la prensa y en textos académicos los avatares de la expresión «garra charrúa», tradicionalmente asociada con el coraje y entereza de la selección nacional. Luego de proveer el fondo histórico sobre la exterminación de los indios charrúas y el destierro de sus últimos cinco representantes a Francia en 1833 en calidad de ejemplares exóticos de humanidad, el ensayo se concentra en una curiosa contingencia: la simultánea ocurrencia, en julio de 2002, de la repatriación de los restos de uno de los trasterrados charrúas y la inauguración de un importante monumento futbolístico a un jugador actual.

Afier the description ofa giantflag which toas displayed by a group offans during the match between Uruguay and Australia in Montevideo in November 2001, the article draws on académie and journalistic texts to explore the fate of the expression «garra

B. Hi., n° 2 - décembre 2005 - p. 633 à 655.

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charrúa», traditionally associated with the courage and détermination ofthe national team of Uruguay. As well as providing the necessary historical background on the extermination of the Charma Indians and the banishment of their last five représentatives to France in 1833 as examples ofexotic humanity, the essay focuses on a curious coincidence: the simultaneous occurrence, in July 2002, ofthe repatriation ofthe remains of one of the exiled Charmas and the unveiling of an important football monument to a living player.

Mots-clés : Uruguay - Vingtième siècle - Indiens charrúas - Football - «La garra charrúa» - Identité nationale.

Una bandera gigante

EL 25 de noviembre de 2001 Uruguay jugaba contra Australia en Montevideo, frente a 75.000 personas. Era su última oportunidad de

clasificarse para el mundial de Japón-Corea del año siguiente, y había perdido 0-1 contra Australia en ese país en el anterior encuentro. Para clasificarse el equipo local debía ganar por una diferencia de dos goles. El público estaba muy excitado, y emitió gritos, silbidos e insultos durante todo el partido, comenzando con la entrada de los dos equipos a la cancha, y recrudeciéndose, vergonzosamente, durante el canto del himno australiano; en un rincón de una de las tribunas más caras se veían unas pocas banderas del cuadro visitante. Para sorpresa de muchos, que habían seguido la débil actuación de la selección nacional en las eliminatorias, Uruguay ganó holgadamente, con un gol de Darío Silva en el primer tiempo, y otros dos de Richard «Chengue» Morales en el segundo (el primero a los 5 minutos de entrar al campo desde el banco de los suplentes). Luego del partido la gente se volcó a las calles, y la avenida céntrica 18 de julio y la rambla costanera, zonas tradicionales para celebraciones futboleras, se hicieron escenario de una fervorosa fiesta popular, donde se cantaban intermitentemente el moderno eslogan «Sooooooy celeesteee», y trozos del himno tradicional del fútbol nacional (creado por Ornar Odriozola en 1926) que comienza «Uruuuguayos campeooones / de Amééééérica y del muuuundooo / esforzados atleeetas / que vieeenen dee triunfaaaar», cuya tonada, como la letra, es poco sofisticada pero cautivante. Uruguay volvería al campeonato mundial 12 años después de que en Italia apenas llegase al puesto decimocuarto. Había sido una larga espera para los ex-campeones olímpicos de 1924 y 1928 y de las copas mundiales de 1930 y 1950.

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LA GARRA CHARRÚA

Durante el partido contra Australia una enorme bandera, de unos 50 metros de largo por 30 de ancho, momentáneamente desafió los reglamentos y quedó desplegada sobre varias filas de espectadores. Sobre un fondo celeste, como el del pabellón patrio y el de las camisetas de la selección, aparecían tres emblemas de la identidad nacional. El primero era la cifra 1950, referencia al año en que Uruguay sorprendió al mundo, y al más numeroso público de la historia del fútbol (unos 200.000 espectadores) al vencer a Brasil 2-1 en su flamante estadio de Maracaná. El resultado, que dejó pasmados a los brasileños, se convirtió en un permanente motivo de orgullo y nostalgia para los vencedores y de profunda depresión para el gigante vecino. Un estudioso inglés del fútbol brasileño, escribiendo en el cincuentenario de ese partido (o sea, antes del triunfo de Brasil en Japón- Corea), resumió así las duraderas consecuencias de esta derrota:

Never mind that Brazil became world champions eight years later, in Sweden; and again [...] in Chile in 1970 [...]; and again in the United States in 1994. The final of July 16, 1950, still weighs heavily on the Brazilian soûl. A football match has probably never had such a strong and enduring impact on the emotional soûl of a nation 1 .

El signo más rotundo de este impacto, que ha motivado varios libros y por lo menos una película, fue el terrible ostracismo que sufrió durante más de 50 años y hasta su muerte el golero Moacyr Barbosa por no haber atajado el gol de Alcides Ghiggia que definió la derrota. Cuenta Bellos la extraña y conmovedora anécdota del asado que organizó Barbosa para sus amigos en 1963, donde usó como leña los palos del arco que marcó su colapso como deportista y persona, en un acto que un periodista brasileño denominó «liturgia de purificación» y que el mismo Barbosa entendió como ejemplo del canibalismo cuya meta es adquirir los poderes del respetado y superior contrincante. Bellos termina el artículo relatando la «ironía» del poco interés que por su parte le otorgan los uruguayos hoy a ese triunfo, ya que su equipo no volvió a ganar otro mundial, «or even come close». Al preguntarle a un guía uruguayo cómo evaluaban hoy sus compatriotas ese lejano triunfo, recibió la respuesta de que a los jóvenes no les importa el pasado, y que no hablan de

1. Alex Bellos, «For 50 years this moment has haunted Brazil. Why?», The Guardian, Saturday Review, July 15, 2000, p. 3. La nota, que incluye la referencia a los 200 mil espectadores, «the largest crowd of any football match», acompaña una foto del gol de Ghiggia.

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Maracaná, pues «it happened too long ago» 2. Esta patética conclusión es confirmada en el libro del que el artículo citado era adelanto, en que Alex Bellos dedica todo un capítulo al tema de la derrota de Maracaná. Ese capítulo termina con el relato del encuentro que el autor tuvo en 1999 con un Ghiggia de 73 años en Las Piedras, ciudad al norte de Montevideo, donde el ex-goleador vive modestamente ganándose la vida como feriante. (Casualmente, de los modestos suburbios de Las Piedras es también otro gran goleador actual: el mencionado «Chengue» Morales.) Al final de la entrevista, Ghiggia declara que ese triunfo ya sólo pertenece a la historia 3.

La garra charrúa

El segundo emblema de la bandera gigante era el primer verso del himno nacional, «Orientales, la patria o la tumba», donde la denominación «orientales» refiere a los habitantes de la antigua Banda Oriental del Río Uruguay, parte del Virreinato del Río de la Plata, que primero se convirtió en la efímera Provincia Oriental, durante los años en que perteneció a las Provincias Unidas del Río de la Plata, futura Argentina, y por fin en la República Oriental del Uruguay, nombre oficial del país independiente. Aunque potencialmente interesante (por su autoría, su letra, sus dos versiones), dejaremos este elemento de lado por no incumbir estrictamente en la cuestión que nos concierne aquí. El tercer icono de la bandera es el más relevante: un gigante indio charrúa de pie sobre sendos pabellones de Colombia y Brasil, dos de los contrincantes de Uruguay en las eliminatorias. Esta imagen representa «la garra charrúa», o el espíritu de batalla personificado en los más rudos e intransigentes de los habitantes aborígenes de lo que es hoy Uruguay. La expresión es símbolo futbolero nacional por excelencia, y se ha aplicado a las mejores batallas en la cancha.

Los datos anotados hasta ahora marcan la dirección del presente ensayo, cuya meta es explorar la significación cultural contemporánea de la expresión «la garra charrúa». Partiendo de la condición popular y legendaria del

2. Ibidem. 3. Alex Bellos, Futebol: The Brazilian Way ofLife (Londres: Bloomsbury, 2002), pp. 73-76

(Bellos se equivoca sistemáticamente en la ortografía del goleador, llamándolo Gigghia). El simbolismo de Maracaná es comentado también por Chris Taylor en The Beautiful Game: A Journey Through Latin American Football (Londres: Victor Gollanz, 1998), pp. 90-94; el capítulo 1 de este libro, «One Hundred Years of Attitude» (pp. 19-43) es un recorrido por la historia del fútbol uruguayo.

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término, se considerarán en primer lugar algunas definiciones. En segundo lugar se presentarán datos básicos sobre la historia real de los charrúas y sobre su presencia tanto en la historiografía tradicional como en el movimiento reivindicatorio de los años que siguieron a la dictadura militar que padeció el país entre 1973 y 1984. El tercer paso será evaluar el relativo prestigio de cada uno de los dos elementos que se aunan en la expresión, a saber, el sustantivo denotador de vigor y convicción futbolísticos («garra») y el adjetivo que lo apoya o inspira mediante una referencia al pueblo originario y hoy extinto del territorio nacional («charrúa»). Para ello, se considerarán dos factores: la presencia de la expresión que nos interesa en algunos textos sobre la nación y el fútbol; y una curiosa y significativa contingencia reciente, a saber, la simultaneidad en el tiempo de un monumento futbolístico local y la repatriación de los restos del último charrúa desde París. El análisis de esta coincidencia nos llevará a la conclusión de que uno de los componentes en la expresión que nos interesa parece resaltar sobre el otro.

Definiciones

Entre varias acepciones de «garra», el Diccionario de la Real Academia Española (21a. edición) incluye dos de interés a la presente tarea. Una, de uso en Aragón y Navarra, refiere a «pierna, parte entre el pie y la rodilla o comprendiendo también el muslo»; la segunda es la expresión figurada y familiar «tener garra», que significa «Disponer una persona o cosa de cualidades de convicción, captación o persuasión», o «Ejercer una persona o cosa de un fuerte poder de atracción, convicción o persuasión.» Combinadas, estas acepciones serían aplicables a un equipo de fútbol confiado en su capacidad de ganar, lo que se acerca pero no captura perfectamente las connotaciones de esfuerzo y dramatismo asociadas con la garra charrúa. Por su parte, el Nuevo Diccionario de Uruguayismos da a «garra celeste» (versión que nos interesará más adelante) el significado «coloquial y humorístico» de «entusiasmo, fuerza o decisión con los que se defienden los intereses del país y que le permiten a una persona o un grupo de personas uruguayas, especialmente a un equipo deportivo, salir airosos». Agrega que es sinónima de «garra charrúa». Y la primera acepción de «charrúa» es adjetivo «coloquial» que atañe a «persona o conjunto de personas de nacionalidad uruguaya, especialmente un equipo deportivo» 4.

4. Nuevo Diccionario de Uruguayismos, dirigido por Úrsula Kühl de Mones ([Tomo III del

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Estas definiciones pueden complementarse mediante dos textos relacionados. El primero, la historia del fútbol nacional publicada por la Asociación Uruguaya de Fútbol, titulada 100 años de gloria, informa que la frase se acuñó durante la final del campeonato sudamericano de Lima en 1935, cuando Uruguay venció a Argentina en un intenso partido en que el equipo nacional daba señales de fuerte cansancio. La expresión habría tenido el significado de «la esperanza de que lo que se teme no poder alcanzar por la vía de la mejor condición técnica, se obtenga por la presencia de valores espirituales» 5. Por su parte, Daniel Vidart, un antropólogo estudioso de la identidad nacional, presenta una definición parecida, aunque hace hincapié en el sentido metafórico de la referencia a los indígenas, aspecto sobre el que retornaremos más adelante:

La garra futbolera, entre nosotros, es fuerza sacada de la flaqueza, poder masculino que brota de la «pierna fuerte», ansia de triunfar desencadenada por el «vamo' arriba» del contragolpe, vergüenza deportiva hecha coraje, ánimo que no se entrega y pelea sin cesar en las circunstancias más adversas. Pero esta garra, amanecida en los campitos de los barrios montevideanos, sólo era charrúa en cuanto que mito activo, que nostalgiosa metáfora6.

Según estas definiciones, sería entonces ilustrativo caso de «garra charrúa» el del triunfo de Maracaná, pues en ese partido de 1950 Brasil comenzó ganando con un gol de Friaza a los tres minutos del segundo tiempo. Luego del empate por gol de Schiaffino a los 22 minutos, todavía faltaba un segundo gol oriental para lograr el triunfo, que por fin llegó mediante Ghiggia 10 minutos antes del cierre. Y un reciente ejemplo sería la recuperación de Uruguay frente a Sénégal en el último partido de la copa de 2002, cuando luego de un primer tiempo perdiendo 0-3, el equipo celeste logró un empate al final, y hasta acarició la victoria cuando el delantero Morales (el responsable del triunfo frente a Australia, y autor del primer gol frente a Sénégal), desorientado luego de un tremendo salto para alcanzar la pelota dentro del área, malgastó una clara oportunidad de gol al cabecear el balón fuera del arco. La fuerza del contragolpe inspiró ecos de la expresión clásica

Nuevo Diccionario de Americanismos, dir. Günther Haensch y Reinhold Werner] Santafé de Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1993), pp. 180 & 94.

5. 100 años de gloria: la verdadera historia del fútbol uruguayo, por Atilio Garrido (Montevideo: El País &Tenfield: s/f [prob. 2000]), p. 125.

6. Daniel Vidart, «La garra charrúa» (1993), en La trama de la identidad nacional. Tomo I: Indios, negros, gauchos (Montevideo: Banda Oriental, 1997), p. 47.

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en los diarios, como El País del 1 1 de junio, donde, aunque sin usar la frase recibida, se opinó que la entrada de los futuros goleadores Diego Forlán y Richard Morales le dio «nuevos bríos al equipo charrúa». En cambio, darían poco pie a hablar de garra charrúa las dos actuaciones anteriores del equipo uruguayo en este mundial: empatando sin goles frente a Francia y perdiendo 0-1 frente a Dinamarca.

El significado halagüeño de «la garra charrúa» no es el único posible; existe también una connotación crítica del término, que remite a la agresividad del juego de los uruguayos, y que Chris Taylor llama «an ugly dependence on violence and intimidation to grind out results» 7. El ejemplo más famoso de la versión negativa de la «garra» ocurrió en México, en el partido del 13 de julio de 1986 en que Uruguay empató 0-0 contra Escocia, resultado que acarreó a ambos fuera del campeonato. El respetado periodista deportivo escocés Hugh Mcllvanney, escribiendo en The Observer dos días después del partido, admitió los logros históricos de Uruguay («Given their tiny population of around three millions, [their] achievement in producing so many players of high talent is perhaps the most extraordinary phenomenon in international football»), y la destreza del equipo que enviaron a México. Pero no les perdonó el lado oscuro de su «garra»:

But appréciation of their thrilling abilities is too often turned to bile by their contemptuous disregard not only for the laws of the game and the limbs of their opponents but for any remotely civilised code of conduct. [. . .] They really are an astonishing bunch and there should be a prize for anyone who can enlighten us about their national psyché. Does their conduct betray a deadly combination of a small nation's chip on the shoulder and Latin machismo, or is the grim mixture of poverty and political repression in the country the source? 8

Por su parte, los comentaristas uruguayos de este partido, y entre ellos el jugador del Chelsea Gustavo Poyet en entrevista con Chris Taylor, optaron por dar un papel fundamental a la exagerada decisión del juez francés Quiniou de expulsar al delantero José Batista por una falta a los 53 segundos del comienzo 9, y a una campaña de la prensa mexicana sobre la violencia uruguaya 10. En todo caso, no puede ser irrelevante el hecho de que, como

7. Op. cit., p. 37. 8. «Uruguay threatened with expulsion (The Observer, 15 June 1986)», en Mcllvanney

on Football (Edimburgo: Mainstream, 1996) pp. 248-49 Se 251. 9. Chris Taylor, op. cit., p. 41. 10. 100 años de gloria, p. 246.

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en parte apunta Mcllvanney aunque sin más detalles, la participación uruguaya en la copa de México tuvo lugar a poco de salir el país del período de gobierno más represivo de su historia, como lo fue la dictadura militar 1973-1985. Una conciencia de las circunstancias históricas es necesaria también para profundizar en el tema de la garra charrúa.

LOS CHARRÚAS EN LA HISTORIA

Los últimos charrúas, sumando a la sazón unos pocos cientos, fueron exterminados en su mayoría, y los sobrevivientes mujeres y niños hechos prisioneros y luego regalados como sirvientes a familias acomodadas, durante el primer gobierno del Uruguay independiente. La extinción de los charrúas fue resultado de una campaña dirigida personalmente por el presidente Fructuoso «Frutos» Rivera, que tuvo su golpe más rotundo el 1 1 de abril de 1831 en una masacre en las inmediaciones de los arroyos Salsipuedes Grande y Chico, en la frontera entre los actuales departamentos de Lavalleja y Tacuarembó, en el norte del país. La meta de Rivera al atacar a los charrúas era en parte pacificar y controlar el interior del país, sobre todo la zona norte del Río Negro que divide al Uruguay en dos mitades, y que se conocía en la época como el «desierto». Mediante esta campaña el gobierno obedecía las solicitudes de los terratenientes de la zona, entre ellos varios de origen inglés y brasileño, que se quejaban de «los malones» de indios que robaban su ganado y acosaban sus propiedades. Rivera decidió atraer a los principales caciques a una emboscada cerca de Salsipuedes, con la excusa de que necesitaba su apoyo para repeler una invasión brasileña. Su estrategia involucró emborracharlos con aguardiente, y atacarlos por sorpresa 1 1 .

Entre los pocos sobrevivientes de la emboscada de Salsipuedes hubo cuatro charrúas que fueron donados a un maestro francés con aspiraciones de empresario, François de Curel, que los llevó para su país para ser estudiados y exhibidos como ejemplares de humanidad exótica. El grupo de desterrados estaba compuesto por el cacique Vaimaca Perú, quien había peleado en las guerras de la independencia junto a José Gervasio Artigas (1764-1850), procer mayor de Uruguay, y luego junto al antedicho Rivera; el también veterano médico Senaqué; y la joven pareja de Laureano Tacuabé

1 1 . Ver Eduardo F. Acosta y Lara, La guerra de los charrúas en la Banda Oriental, Tomo II: Período patrio (Montevideo: Linardi y Risso, 1989), pp. 1-80. Esta obra, en dos partes, se publicó originalmente en 1961 (Período hispánico) y 1969-70 (Período patrio).

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y Micaela Guyunusa. Se sabe que Vaimaca Perú, Senaqué y Guyunusa murieron a los pocos meses de llegar, pero se perdió el rastro de Tacuabé y de la bebita que Guyunusa dio a luz nueve meses antes de su propia muerte. (Según una leyenda moderna, el ex-presidente francés François Miterrand, que tenía un cariño especial por Uruguay, habría reclamado descendencia de la hija de Guyunusa, lo que explicaría sus ojos achinados.) 12. El esqueleto de Vaimaca Perú terminó en el Musée de l'Homme de París; el gobierno uruguayo, respondiendo a la instigación de los nuevos grupos indigenistas, inició un proceso de repatriación de sus restos durante la década pasada 13.

Aunque ya en 1890 el gran novelista histórico Eduardo Acevedo Díaz había relatado la masacre de Salsipuedes, basándose en las memorias manuscritas de su abuelo, el general Antonio Díaz l4, la campaña de exterminación de los charrúas fue generalmente silenciada, o presentada sin cues- tionamiento, en los textos de historia nacional. Buen ejemplo de este proceso es la pasajera mención que merece el hecho en un libro de texto usado durante muchos años en la enseñanza primaria:

las sublevaciones y malones de las últimas guerras charrúas, obligaron al presidente a salir a campaña por varios meses y a dejar el gobierno en manos de sus ministros. [. . .] En esas luchas contra los indios - que fueron vencidos y abandonaron para siempre el territorio nacional —, perdió la vida Bernabé Rivera, hermano del presidente, quien se había destacado por su valor en las luchas de la independencia 15.

12. Ver Rodolfo Porley, El laberinto de Salsipuedes (Montevideo: La República, 1997), p. 133.

13. La versión del empresario francés se puede leer en François de Curel, Reseña sobre la tribu de los indios charrúas (Montevideo: Vintén, 1996), que contiene la edición facsimilar de la original de París, 1833; una visión crítica de las acciones de su compatriota, acompañada de valiosos anexos sobre los charrúas en París, que incluyen varios estudios antropológicos, aparece en Paul Rivet, «Les derniers Charrúas», en Revista de la Sociedad de Amigos de la Arqueología, Montevideo, vol. 4 (1930), pp. 5-117; hay versión española del artículo de Rivet en Los últimos charrúas, prólogo y traducción de Mónica Sans (Montevideo: Ediciones de la Plaza, 1996).

14. Eduardo Acevedo Díaz, «La boca del tigre» {La Época, 19 de agosto de 1890), luego recogido en su libro Épocas militares en los países del Plata (Buenos Aires: M. García, 1911).

15. M. Schurmann Pacheco & M. L. Coolighan Sanguinetti, Historia del Uruguay para uso escolar (Montevideo: Monteverde, 6a. edición, 1968), pp. 248-49. La primera edición de este libro es de 1958. Según la Gran Enciclopedia del Uruguay (Montevideo, El Observador, 2000-02), Bernabé era en realidad sobrino de Fructuoso, pues fue hijo natural de la hermana del futuro presidente y criado como hermano de éste. (Tomo IV, p. 1396).

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Los mismos autores, en un texto para estudiantes de secundaria, dedican un espacio mayor a estos hechos (unas 240 palabras, en un apartado subtitulado «Las sublevaciones de indios»), pero tampoco en este caso consideran una posible perspectiva indigenista. El primer párrafo explica que en esa época «todavía existían [...] numerosas tribus de indios charrúas», sumando en total unos 600 individuos, y que «vivían de la rapiña haciendo malones sobre estancias y pobladores.» La campaña del presidente aparece incuestionada, como tarea necesaria y llevada a cabo con suma eficacia:

Rivera salió a campaña en el año 1831 y en seis meses terminó con las correrías indígenas matando a los principales caciques, tomando prisioneros a una gran cantidad de indios, determinando que los restantes huyeran al Brasil.

El apartado pasa entonces a mencionar el destino de los indios «que fueron cedidos al francés Curel y llevados por éste a París; allí fueron exhibidos como los últimos exponentes de una valiente raza que se extinguía». Se mencionan los cuatro nombres que conocemos, y que «sus mascarillas y bustos» se conservan en el Museo de Historia Natural de París, aunque no se habla del esqueleto de Vaimaca. Acto seguido se relata la revancha de los charrúas, que en 1832, «en un contrataque sorpresivo lograron dar horrible muerte a Bernabé Rivera» 16.

Los hechos de Salsipuedes despertaron del sueño del olvido popular recién al terminar la dictadura militar de 1973-85, y el mayor aliciente de este renacimiento de interés fue la novela que pronto se convirtió en el mayor bestseller uruguayo de los últimos años: ¡Bernabé, Bernabé!, de Tomás de Mattos (1988; ed. revisada y definitiva, 2000). La novela se centra en la masacre de 1831 y en la mencionada venganza que los pocos charrúas que lograron escapar ejercieron sobre Bernabé Rivera en 1832 en la localidad de Yacaré Cururú, en el departamento de Artigas cerca de la frontera norte con Brasil. (En la zona existe hoy un pueblo con el nombre del muerto.) Además de revivir el interés de historiadores, la obra de de Mattos llevó a una ola inusitada de interés popular en la desaparición de los charrúas y en su valor real y simbólico para el entendimiento de la identidad cultural del país. Los

16. M. Schurmann Pacheco & M. L. Coolighan Sanguinetti, Historia del Uruguay: desde la época indígena a nuestros días (Montevideo: Monteverde, 4a. edición, 1965), p. 283. La primera edición de esta obra, «premiada por la Universidad de la República en el concurso nacional de obras educativas» en 1959, es de 1956.

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tiempos habían cambiado, y los episodios que en 1831 y 1832, y durante el siglo y medio que los siguió, habían sido interpretados como un mal necesario para el progreso del país, asumieron un nuevo significado. Para un pueblo que acababa de librarse de un régimen militar responsable de la tortura, desaparición y exilio de decenas de miles de sus ciudadanos, Salsipuedes se convirtió en un crudo signo de traición y genocidio. (La inspiración de la novela de Tomás de Mattos fue precisamente unas declaraciones de un ex-torturador, para quien su tarea era otro mal necesario en la campaña de las fuerzas armadas contra la guerrilla urbana de los Tupamaros que precedió a la dictadura.) 17.

Son buena ilustración del renacimiento que ocasionó ¡Bernabé, Bernabé! una serie de libros recientes sobre los charrúas, entre los que se destacan Uruguaypirí (1994), de Danilo Antón, y Nuestra raíz charrúa (2000), de Gonzalo Abellá 18. Se trata de obras que se mueven fuera de los criterios académicos recibidos, y que proponen radicales visiones del pasado uruguayo y de sus ecos en el presente. Aunque criticadas desde el ámbito universitario por su falta de metodología científica, en la voz de autoridades como Renzo Pi Hugarte, catedrático de antropología en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación 19, estos ensayos han captado un fuerte interés popular ( Uruguaypirí tuvo cuatro ediciones en dos años, y fue seguida por dos obras del autor en el mismo tenor). Asimismo, el diario de izquierda La República publicó una recopilación de materiales sobre la exterminación de los charrúas, El laberinto de Salsipuedes, en 1 997, que se agotó rápidamente 20. Además de renovada actividad editorial, el interés en los charrúas llevó a la creación de varios grupos indigenistas, entre ellos algunos que se presentan como descendientes de los charrúas y de otros grupos nativos.

Garra charrúa y garra celeste

¿Pero cuan importante, más allá de lo que parecerían ser manifestaciones marginales, ha sido el valor simbólico de los charrúas en la autoevaluación del país? Para acercarnos a una respuesta se pueden considerar dos

17. En conversación con el presente autor, en Tacuarembó en setiembre de 1997. 18. Danilo Antón, Uruguaypirí (Montevideo: Rosebud, 1994); Gonzalo Abellá, Nuestra

raíz charrúa (Montevideo: BetumSan, 2000). 19. Ver su Los indios de Uruguay (Madrid: Mapfre, 1993; Quito: Abya-Yala, 1995;

Montevideo: Banda Oriental, 1999). 20. Rodolfo Porley, op. cit.

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dimensiones de la cuestión. La primera es el grado de presencia de la expresión «garra charrúa» en textos sobre fútbol, y para ello tendremos en cuenta tanto algunos libros sobre la historia del deporte, como el periodismo deportivo reciente. Lo que parece suceder es que el uso de la frase no resulta tan común como sería de esperar. En la ya mencionada obra 100 años de gloria, el término no se merece un subtítulo y sección propia, y además de la citada breve mención sobre su origen sólo ocurre una vez más en un aviso de la compañía nacional de electricidad («Dicen que un uruguayo vale por cuatro. Y dicen que eso es la garra charrúa») 21. En otras fuentes donde sería de esperar, parecería como si el autor evitara la expresión conscientemente.

Aunque hubiera existido ya, la ideología cultural de la época no conducía a incluir la expresión en el monumental El libro del centenario del Uruguay 1825-1925, obra encargada por el gobierno para conmemorar los logros del país en una época que resultó ser de las más felices y prósperas de su historia (tan prósperas que en 1 930 el estado se hizo cargo de los gastos de todos los equipos que vinieron al primer mundial de fútbol, que tuvo lugar en Montevideo, disposición aprovechada y hasta abusada por algunas selecciones europeas, que exigieron además un cachetât 4.000 dólares para pagar a sus jugadores profesionales) 22. No hay mención de los charrúas en la sección sobre el fútbol, donde se dice de ese deporte que llevará a una «raza nueva [. . .] una estirpe nueva» 23. Pero esta meta no debe tomarse literalmente, pues no parecería cuadrar bien con la concepción de la época sobre la gente nativa; en la sección sobre demografía se dice:

Puebla el Uruguay la raza blanca, en su totalidad de origen europeo. La raza indígena que habitaba esa región de América cuando el descubrimiento y la conquista, ya no existe, siendo el único país del continente que no cuenta en toda la extensión de su territorio con tribus de indios, ni en estado salvaje, ni en estado de domesticidad 24.

Una nueva versión de este silencio sobre los indígenas se puede apreciar en la abarcadura, revisionista y muy seria (en todos sentidos) obra de la llamada generación del 45, cuya meta fue una puesta al día crítica del análisis de lo nacional. En tres de sus proyectos editoriales de gran enverga-

21. 100 años de gloria, p. 94. 22. Ibidem, p. 99. 23. El libro del centenario del Uruguay 1825-1925 (Montevideo, Capurro & Cía: 1925),

p. 553. 24. Ibidem, p. 43.

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dura, que fueron publicados en entregas periódicas a fines de los años sesenta, la tarea de presentar el tema del fútbol dentro de la evolución nacional cayó sobre el mismo autor, Franklin Morales. Pero en ninguno de estos ensayos aparece el adjetivo indigenista. El término «garra» no aparece para nada ni en «Literatura y fútbol», ni en «Fútbol: mito y realidad»; cuando sí ocurre en el correspondiente fascículo de la Enciclopedia Uruguaya, no está acompañado del adjetivo referido, sino del más general y patriótico «celeste»: así en el título y en un subtítulo, además de a menudo en el texto 25. Esta reticencia a referirse a los pobladores indígenas es coherente con la actitud de los textos escolares de historia nacional ya citados, lo que indicaría que el medio siglo veinte fue época de poco interés en el pasado indígena del país. También es señal de esta actitud el que la Enciclopedia Uruguaya sólo dedicase un fascículo, el primero (de 63), al tema de los indígenas. Como vimos antes, el adjetivo que acompaña a «garra» en primer lugar en el Nuevo Diccionario de Uruguayismos es «celeste», con «charrúa» relegado a sinónimo.

En cuanto al periodismo deportivo reciente, es de notar que aunque apareció alguna referencia a lo charrúa en los diarios con motivo de la clasificación y la actuación de la selección en el mundial, no fue con la regularidad que sería de esperar. Como vimos, no estuvo en su versión completa en El País del 1 1 de junio de 2002, aunque sí se mencionó el «equipo charrúa»; y no apareció ni sustantivo ni adjetivo en El Observador del 26 de noviembre de 200 1 , donde la noticia del triunfo contra Australia y la consecuente calificación de Uruguay para el mundial ocuparon 13 páginas. Un buen indicador de la frecuencia del uso de la expresión «garra charrúa» surge de su búsqueda en Internet: en los primeros 50 resultados brindados por el buscador Google en octubre de 2002 (de «unos 167 en total»), ninguno provenía de un diario uruguayo. Veremos más adelante cuáles eran las fuentes más comunes.

Un hecho reciente aportaría material para explorar una segunda dimensión de la relación entre lo indígena y lo fubolístico. Se trata de la repatriación de los restos de Vaimaca Perú, que luego de intensos meses de negociaciones intergubernamentales tuvo lugar en julio de 2002. La importancia simbólica de Vaimaca Perú es acrecentada por su papel durante la

25. Franklin Morales, «Literatura y fútbol», Capítulo oriental: la historia de la literatura uruguaya, vol. 42 (enero de 1969), pp. 657-72; «Fútbol: mito y realidad», Nuestra tierra, vol. 22 (setiembre de 1969); «La garra celeste», Enciclopedia uruguaya: historia ilustrada de la civilización uruguaya, vol. 42 (julio de 1969), pp. 22-39.

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masacre de Salsipuedes. Como había narrado tempranamente Eduardo Acevedo Díaz en el texto ya mencionado, fue este cacique quien amonestó a su atacante presidente y ex-compañero de guerra con unas palabras que resucitó Tomás de Mattos en su novela y que, sin duda por capturar sucintamente la impresión de traición asociada con la masacre, han circulado profusamente desde entonces: «—Mira Frutos: matando amigos» 26. Es difícil pensar en otro cadáver más cargado de significaciones positivas para los uruguayos defensores de los desheredados, y mejor inspirador de sentimientos de compasión y justicia no sólo frente a los hechos de los orígenes de la nación sino a los todavía frescos despojos de la dictadura: cacique de la tribu indígena más indómita de la zona y que ha quedado asociada con el orgullo de los que no se quebrantan frente a la adversidad; soldado de las guerras de la independencia junto a Artigas, el primer jefe de los orientales y el héroe máximo de la historia nacional; compañero de armas también de Rivera, el primer presidente del país y traicionero victimario de su gente, como el ahora cadáver se lo había dicho a la cara.

Los restos de Vaimaca arribaron en momentos de profunda crisis financiera en el país. Aunque la situación no era tan aguda como se hizo un par de semanas más tarde, en agosto, cuando el gobierno llegó a copiar al de Argentina y cortar el acceso del público a sus ahorros, los signos de la debacle eran claros. El avión con el féretro aterrizó el día 17 de julio, víspera de una de las dos fiestas nacionales de Uruguay, en que se conmemora la Jura de la Constitución de 1 830 (y que da nombre a la calle céntrica donde se suelen celebrar los éxitos fubolísticos; la otra fecha es el 25 de agosto de 1825, Declaratoria de la Independencia, y en cuyo primer centenario se publicó el mencionado Libro del Centenario del Uruguay). El primer dato interesante es que el entierro se pospuso por un día, para el 19, de manera que no coincidió con los usuales homenajes del 18; esto indicaría que el reconocimiento oficial del error de la masacre requería un cierto límite. Tampoco se optó por efectuar la inhumación el sábado 20 de julio, día en que se podría esperar una mayor concurrencia de público al cortejo y al

26. En «La boca del tigre», Eduardo Acevedo Díaz usa la frase «-Mira Frutos tus soldados, matando amigos» (op. cit., p. 220). Por su parte, Tomás de Mattos, en ¡Bernabé, Bernabé!, tiene «Mira Frutos, matando los amigos» en la edición de 1988 (Montevideo: Banda Oriental, 12a. reimpresión: 1992, p. 78), y «—¡Mira, Frutos! ¡Frutos matando los amigos!», en la «definitiva» (Montevideo: Alfaguara, 2000, p. 167). La frase aparece con el cuerpo de letra más grande en la tapa de El laberinto de Salsipuedes, la citada recopilación de material por Rodolfo Porley: «Vaimaca a Rivera en Salsipuedes: '¡Mira Frutos... matando amigos!'.»

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entierro. Estos serían datos que rebajarían el peso simbólico del retorno de Vaimaca al país del que tan ignominiosamente había sido desterrado.

Por otro lado, hay datos que aumentan su prestigio a nivel oficial. El primero es la decisión de sepultar los restos en el Panteón Nacional, donde pasó a integrar un grupo de figuras consagradas de la historia del país, entre los que se cuentan escritores como José Enrique Rodó y Delmira Agustini, y personajes políticos como los ex-presidentes Julio Herrera y Obes y Juan Idiarte Borda. Este hecho implicó que el cortejo recibiese honores de estado, y que hablasen en la ocasión dos ministros del actual gobierno de coalición: el canciller Didier Opertti y el ministro de Educación y Cultura Antonio Mercader. Esto ilustra una feliz coparticipación de partidos, pues Opertti pertenece al mayoritario partido Colorado (del que fue fundador Fructuoso Rivera), y el segundo al partido Blanco. La igualdad partidaria frente al acontecimiento también se hizo explícita en los elocuentes discursos que emitieron ambos dignatarios, y en sus sendos reconocimientos de la función del retorno del cacique como elemento aglutinador de la nación. Didier Opertti habló del proceso legal detrás del traslado de los restos desde Francia, e hizo hincapié en la misión asumida por los tres gobiernos que desde 1990 actuaron sobre los pedidos de grupos indigenistas, y en el valor simbólico para la nación del presente homenaje. Así recogió sus palabras el diario de izquierda La República del 20 de julio:

«Fue un proceso durante el cual sucesivos gobiernos, interpretando el sentimiento de nuestro pueblo, llevaron a cabo frente a las autoridades francesas las gestiones necesarias para que hoy, 19 de julio, como una especie de nuevo acto fundacional que se agrega al que evocáramos el 18 de julio, cierra una etapa, concluye un recorrido y da cuenta de una responsabilidad histórica de pueblo y gobierno oriental en torno a esta causa», manifestó Opertti. Sostuvo que, con la repatriación de los restos, finaliza una asignatura pendiente para la sociedad uruguaya, que es «la de tener en nuestra tierra, más allá del lugar físico preciso, pero sí bajo nuestra bandera y nuestro escudo patrio, los restos de un ser que participó en luchas enconadas y duras, propias de la época, y supo acompañar con su acción activa y vigilante a nuestro héroe máximo, don José Gervasio Artigas». «De esta manera», agregó el secretario de Estado, «concluye una suerte de búsqueda de nuestra identidad y se genera un nuevo vínculo de unidad como convocatoria a reconocernos con un pasado, con un presente, pero también asumir un futuro que está más allá de interpretaciones sectoriales».

En cuanto al ministro de Cultura, el mismo diario cita palabras que también apuntan a una intención de reparación histórica además de simbólica:

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Para el ministro de Educación, la inhumación de los restos trasciende el valor simbólico para transformarse en una reivindicación de carácter histórico. «Lo charrúa, aunque se pueda decir otra cosa y pueda haber documentación en otro sentido, ha estado siempre presente en nosotros como la raza fundadora, la raza primigenia de este país. Hay, además, una circunstancia histórica que justifica por sí sola, y con creces, que se lo entierre en el Panteón Nacional: luchó junto a Artigas y alcanza con eso», enfatizó Mercader.

Por su parte y en un informe más escueto, el diario El País, de tendencia Blanca, provee el útil dato de que la presencia del público en el Cementerio Central había alcanzado unas mil personas 27.

A nivel oficial, entonces, el acto inspiró un fuerte mensaje de consolidación nacional. Por otro lado, una medida interesante del interés popular y periodístico de la asociación entre charrúas y fútbol aparece en los diarios del día anterior, viernes. Ese día se anunciaba el cortejo para Vaimaca Perú, y también, en curiosa coincidencia, se informaba sobre la inauguración de un monumento futbolístico: la estatua de Pablo Bencoechea, goleador y actual capitán de Peñarol, equipo que, junto con Nacional, ha dominado la historia del fútbol uruguayo.

Una portada significativa

El País del viernes 19 de julio de 2002 tiene en la tapa fotos a color de los dos acontecimientos. En la parte superior hay una toma del féretro que contiene los restos de Vaimaca, cubierto por la bandera nacional, y rodeado por representantes de grupos indigenistas. Sobre la foto aparece la leyenda «Honra fúnebre. Gobierno y descendientes de charrúas convocan al cortejo fúnebre que hoy atravesará la ciudad para despedir al cacique.» Debajo de la foto, con el título «Llantos por Vaimaca», se describe, en unas cien palabras, la controversia sobre el lugar más apropiado para la inhumación de los restos (pues algunos grupos abogaban por un entierro «tradicional charrúa» en un paraje natural), y el itinerario del cortejo. En la parte inferior hay una foto algo más pequeña, en la que resaltan el jugador Pablo Bengoechea, flanqueado por el ex-presidente Julio María Sanguinetti, otrora en la comisión directiva del cuadro, y su esposa, la historiadora y también colaboradora de Peñarol, Marta Canessa. El titular sobre la foto reza: «Emotivo.

27. Las notas de La República y El País se pueden encontrar en Internet, en los sitios www. diariolarepublica. com y www.diarioelpais.com.uy.

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Contigo.

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Inauguraron el monumento a Bengoechea con el aporte de 10.000 peñaro- lenses», y en tipo más grande (que no tuvo equivalente en la foto anterior), «En la cancha y el bronce». En unas 130 palabras, se cita la presentación de la profesora Canessa, y se menciona que hubo 2.500 personas presentes en el evento, y que el bronce para el monumento fue donado por 10.000 hinchas. Hay por lo tanto una buena equivalencia de atención entre ambos acontecimientos: el retorno de un cacique charrúa luego de casi 170 años de ausencia lleva el primer plano, con una foto más grande, mientras que el homenaje a un jugador todavía activo en uno de los dos cuadros hegemónicos merece un número algo mayor de palabras y un titular más grande.

Ambas noticias de portada remiten a una cobertura más detallada dentro del diario, en la tercera sección, titulada Ciudades. Allí, en la página 4 hay una nueva foto, más pequeña y en blanco y negro, con la leyenda «Ingreso. El féretro custodiado por soldados. Dos ministros [Opertti y Mercader] observan.» Arriba, el mayor de dos titulares anuncia «exequias y desfile de honor para cacique Vaimaca». La nota, de unas 280 palabras anónimas, que comienza «En medio de controversias y una inesperada cuota de fervor social», da detalles del itinerario del cortejo, menciona la queja de INDIA, una de las asociaciones de descendientes de aborígenes, sobre lo inapropria- do del Panteón Nacional como destino del charrúa, y anuncia que hablarán los dos ministros. La página 14, contratapa y cabeza de la sección de Deportes, que ocupa retrospectivamente la segunda mitad del suplemento, está totalmente dedicada a la estatua del futbolista, con una gran fotografía en color en el centro, y otras dos más pequeñas, y también en color, más abajo. La nota principal lleva el título «Bengoechea es monumental» y está firmada por José María Bello. En ella se relata el homenaje, señalando la presencia de los 2.500 hinchas, y el hecho de que la ocasión tuvo lugar el día de la independencia nacional y se escucharon «las estrofas del Himno Nacional». Se citan luego palabras del presidente de Peñarol, José Damiani, de la profesora Canessa y del atleta homenajeado, y se da el nombre del escultor, Heber Riguetti.

La República también incluyó los dos eventos en su tapa de ese día, ocupando la parte superior los títulos: «Pablo tiene estatua: Ante la presencia de miles de hinchas, Peñarol inauguró ayer el monumento a Bengoechea», y «Regresó el cacique: El miércoles regresaron a Uruguay después de 1 69 años, los restos del último cacique charrúa Vaimaca Perú» (el titular principal, sin embargo, estaba dedicado al asesinato y desaparición de la nuera del poeta argentino Juan Gelman, del que habrían sido responsables

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efectivos policiales uruguayos). Ambos titulares están acompañados de foto a color, y remiten al desarrollo del material en páginas interiores. El primer tema ocupa toda una página (la p. 45), como en El País, aunque este diario es de formato más pequeño, tabloide; el segundo ocupa una página y media (24 y 25). Se incluyen dos fotos parecidas a las que aparecieron en la tapa y en la noticia interior de El País, y una nota más larga que la de este diario, dando noticias del itinerario del cortejo además de citas y comentarios de las palabras del embajador francés, del ministro Opertti y del presidente de la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa. Hay también otra nota sobre el debate en cuanto a si los restos deberían ser enterrados en el Panteón Nacional o en otro espacio más apropiado, y dos recuadros: sobre el itinerario del cortejo y una cronología de la vida de Vaimaca Perú. Esta mayor atención al tema, sobre las 1.000 palabras, es de esperar de un diario de oposición que también ha venido apoyando las reivindicaciones de los indigenistas durante varios años (y que ha publicado la recopilación de materiales por Rodolfo Porley ya mencionada). Pero como hemos visto, también dedica espacio importante al monumento futbolístico.

Esta simultaneidad de intereses, en dos diarios de ideología dispar, es indicio significativo de la combinación de intereses populares en los dos terrenos: fútbol y charrúas. Pero la información también parecería apuntar a la superioridad del primer tema sobre el segundo: la inauguración del monumento de un jugador actual de un cuadro específico (es decir, no como representante de la nación en general) acarreó más del doble de público, 2.500 personas, que el entierro de su último aborigen, con sólo 1.000. La diferencia parecería indicar la superior jerarquía de un hecho presente frente a un hecho histórico, aun cuando este último acarree una considerable densidad simbólica. Esta diferencia en jerarquía no parece sorprendente cuando se piensa en casos como las encuestas sobre la mejor música o los personajes más importantes de la historia, en que la memoria de los pueblos tiende a favorecer lo reciente sobre lo pasado. Parecería, entonces, que «la garra» a secas, o sea, el fútbol, tiene alguna supremacía sobre lo «charrúa» en la identidad nacional.

SÍMBOLO VERSUS REALIDAD

En efecto, resulta que la referencia a lo charrúa surge justamente en discursos que de alguna manera están desligados de la realidad, como ilustran, para el asunto que nos concierne, dos casos. El primero es una sección de opinión en tono jocoso en la edición de El País de los Domingos que

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siguió al entierro de Vaimaca, el 21 de julio. En «El ojo de la semana», por Miguel Alvarez Montero, vuelven a cohabitar los dos temas del viernes, esta vez relacionados por el columnista con la triste situación presente del país. Como en la tapa del viernes, las dos noticias ocupan el centro de la página, con Vaimaca en la parte superior, y Bencoechea en la inferior, ambos acompañados por fotos. La nota sobre el futbolista dice que aunque hay riesgos en dar un tal reconocimiento a alguien en vida, pues su actuación futura puede desacreditar el honor, y aunque quizás otros también lo merecerían, el mayor mérito del capitán aurinegro es «que nunca faltó a su trabajo». Por su parte, la nota dedicada a Vaimaca lleva como títulos: «¡Vamos indio, todavía!» y «Con Vaimaca, a lo mejor, vuelva la 'garra». El mensaje del texto está resumido en el subtítulo: «Volvió al país en un momento crítico, pero - ¡QUIÉN SABE! - TRAYÉNDONOS el ESPÍRITU de los viejos CHARRÚAS, que no lloraban, ni emigraban, ni hacían fraudes.» En un tono liviano pero estableciendo una relación explícita con los graves problemas del presente, el autor expresa su fe en el poder simbólico del retorno de Vaimaca para reavivar el país:

Con el regreso de Vaimaca (el nombre nos gusta más que Perú, que nos hace acordar a Fujimori), a lo mejor comienza una nueva era, a lo mejor van a regresar aquellos tiempos del Uruguay campeón del mundo y Suiza de América. Porque el espíritu de Vaimaca [...] quizás nos va a traer tiempos nuevos en donde volverá a aflorar la vieja y hoy devaluada «garra charrúa».

Y pasa a dar una lista de las mejoras deseables, que incluyen que «los gobernantes dejen de pelearse y de llorar» 28, que los banqueros «dejen de pensar en corralitos» 29, y que los futbolistas «dejen de hacerse brushing y pensar en Italia y en su lugar suden la camiseta».

Es significativo que el uso de la expresión que nos interesa, en su sentido clásico, que como hemos visto no es tan común en su más idóneo contexto futbolístico, aparezca en un texto burlesco. Es como si su sentido tradicional no pudiera sobrevivir en un discurso serio, pues chocaría con la autoridad de

28. Referencia a las lágrimas en los ojos del presidente Battle en unas declaraciones en la televisión argentina a principios de junio de 2002. El presidente pedía disculpas por haber dicho, luego de una entrevista y mientras pensaba que no se le estaba grabando, que los argentinos eran «una manga de ladrones, del primero hasta el último» (Semanario Brecha, No. 862, 7 de junio de 2002, p. 2).

29. El «corralito» es una intervención gubernamental que impide el acceso de los ahorristas a sus cuentas bancarias; comenzó en Argentina en 2001 y amenazó con extenderse a Uruguay al año siguiente.

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los hechos. Algo parecido sucede en un segundo contexto relativamente alejado de la realidad, como lo es el de los que miran a Uruguay desde fuera. Internet es un buen espacio para comprobar este fenómeno. Como queda dicho, la búsqueda del término «la garra charrúa» no brindó primeramente diarios uruguayos; pero en cambio apareció entre los resultados inmediatos una serie de sitios de prensa extranjera, como El Correo Gallego de Santiago de Compostela, Terra de México, y La tercera de Chile, que contenían artículos sobre la actuación de la selección uruguaya. Esto indicaría que la expresión se ha transformado en un signo fosilizado del fútbol uruguayo en el exterior, ilustrando un fenómeno parecido a la fama del triunfo de Maracaná, que como hemos visto, ha dejado de celebrarse dentro del país a causa de la dura realidad de los fracasos internacionales de los últimos tiempos.

Asimismo, otro grupo amador del mito indígena es el de los numerosos trasterrados uruguayos, que se han calculado en más de medio millón (frente a una población de unos tres millones residentes en el país). La fuerte corriente emigratoria que ha castigado al país desde la crisis económica de los años sesenta, y que en los últimos tiempos ha recrudecido, alcanzó las 40 mil personas en 2001 30, cifra que con seguridad fue superada en 2002. Búsquese en Internet el término «charrúa» o «charrúas» y se encontrará un buen número de sitios de uruguayos en el extranjero que han elegido el nombre para sus agrupaciones, sus restaurantes o sus radios. Estos datos nos traen, para terminar, de vuelta a la enorme bandera del partido Uruguay- Australia, pues resulta que sus principales hacedores son un grupo de uruguayos residentes desde hace años en Argentina. El dibujante del indio charrúa es el único extranjero del grupo, y es, significativamente, un brasileño - como su compatriota Barbosa, su trabajo parecería una nueva versión del exorcismo mediante la adoración del enemigo 31.

Conclusiones

Las observaciones que anteceden justificarían ciertas conclusiones. Como proposición general, resulta claro que la expresión «la garra charrúa», que nació en 1935 en momentos de júbilo futbolero, ha tenido una vida de avatares: habría acompañado los triunfos del equipo celeste en el ámbito

30. Brecha, No. 877, 20 setiembre 2002. 31. Información brindada por dos de los dueños de la bandera en entrevista con el

presente autor al final del encuentro. Agradezco en este sentido la colaboración de Paolo Cario, Paolo Fisichella, y Gabriela Viera.

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internacional, pero como éstos, su presencia ha venido decayendo en el último medio siglo. Más específicamente, parece que su existencia en el discurso escrito ha sido bastante menor de lo que su versión legendaria haría esperar, en un fenómeno que tendría dos caras. Una de ellas es la eventual sustitución del adjetivo indigenista por uno más abstracto y hegemónico, que brindó «la garra celeste»; esto ocurrió notablemente durante el período de intensa revisión de la cultura nacional de mediados del siglo veinte, y que quedó truncado por el arribo de la dictadura. Esta época no demostró mayor interés por el pasado indígena del país, como hemos notado en los textos de historia y en las publicaciones en fascículos de la generación del 45. Y hemos notado que la competencia de «garra celeste» ha continuado hasta el presente, como indica la citada entrada del diccionario de uruguayismos.

La otra cara del decaimiento se nota en la relativa ausencia de la expresión en la prensa deportiva reciente, hecho complementado por su confinamiento a discursos marginales como el humor de los de casa, la visión fosilizada del equipo nacional desde el extranjero, o la nostalgia de los exiliados. Este fenómeno de disminución de uso implicaría un buen grado de realismo en la percepción de los uruguayos sobre su capacidad y lugar en el mundo del fútbol internacional, lo que explica su falta de interés en mantener vivo un pasado glorioso que no tiene un obvio correlato actual. (Así se explicaría la de otra manera sorprendente indiferencia del veterano Ghiggia y del guía uruguayo frente a las citadas preguntas de Alex Bellos.)

Este realismo existe aun en el presente contexto de auge de interés sobre los charrúas, cuyo zenit fue la reciente vuelta de Vaimaca Perú. Sin duda este fenómeno ha servido tanto para la reparación definitiva de un momento clave del pasado del país, como para extender y profundizar la identidad nacional. Así lo demuestran la profusa actividad editorial sobre un tema silenciado durante tantos años, y la actitud del gobierno, que mediante los discursos de dos ministros claves durante el entierro del repatriado cacique reivindica por primera vez de manera oficial el papel de los charrúas en el entramado del ser nacional. Pero lo que parece suceder es que, más allá de las tribulaciones del fútbol a nivel internacional, el interés popular por el deporte dentro del país continúa incólume, aunque siempre en una modalidad realista más que jactanciosa. En este sentido, el poder simbólico de los charrúas no podría alcanzar la rotunda supremacía del entusiasmo por los azares presentes del fútbol, que sigue siendo la fuerza que más aglutina al país. Así lo indicaría la comparación de las simultáneas noticias en los diarios de la repatriación del último charrúa y del homenaje a un futbolista vivo de uno de los equipos mayores del país: ambas ocasiones atrajeron la

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presencia de políticos y motivaron el canto del himno nacional, pero la concurrencia pública fue más del doble en el segundo de los casos. En breve: lo actual e inmediato se impone sobre lo pasado o simbólico.

Esta jerarquía implícita de la «garra» sobre lo «charrúa» quedaría confirmada en la visión del actual presidente, Jorge Batlle, que no estuvo presente en la repatriación de Vaimaca Perú, y que como su predecesor en el puesto, Julio María Sanguinetti, es amante del fútbol. En el prólogo a la patriótica historia 100 años de gloria, libro como vimos algo reticente sobre la expresión que nos concierne, el presidente Batlle, también sin asociar explícitamente el deporte con los habitantes primigenios del país, reconoce la función del fútbol en la manifestación del ser nacional:

Con frecuencia he pensado en el asunto; y he llegado a la conclusión de que los uruguayos entendemos el fútbol como una expresión de nuestra naturaleza colectiva y como una de las formas preferentes de hacer visibles nuestro carácter y nuestros valores nacionales 32.

Esta concepción del fútbol como clave del pueblo uruguayo ilustra una ventaja inherente del deporte sobre los charrúas, y es que a pesar de los rudos golpes que, como el país mismo, ha sufrido desde Maracaná, el fútbol todavía puede permitirse la esperanza de una futura rehabilitación real. La reciente y saludable resucitación de los charrúas, lamentablemente, sólo podrá aspirar a ser simbólica para siempre 33.

32. Jorge Batlle, «La historia de nuestro fútbol es reflejo de nuestra personalidad», en 100 años de gloria, p. 2.

33. El presente trabajo tuvo su origen durante un período de estudio en Montevideo en el último trimestre de 2001, que fue generosamente auspiciado por la British Academy. Se agradecen también los útiles comentarios del lector anónimo asignado por el Bulletin- Hispanique.

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