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El arte en Hannah Arendt La Importancia de lo Inútil Por Pablo Andrés Colacrai Licenciado en Comunicación Social, UNR, Sumario: Este artículo recorre el pensamiento de Hannah Arendt acer- ca del arte y su relación con la política. Siguiendo la línea de Kant, la pensadora alemana sostiene la importancia del con- cepto de pluralidad en ambos campos: politica y arte están relacionados, ya Que ambos se producen en la esfera de lo público y ambos precisan de la palabra y la comunicación para poder existir, Kant se opone al dicho: "Sobre gusto no se discute" ya que esto limita la esfera de lo estético al plano individual. Su análisis filosófico sobre la apreciación de lo bello, demuestra Que la principal habilidad para formarjuicios no se encuentra en la subjetividad sino en la inevitable con- dición humana de vivir entre otros. Descriptores: arte - política - pluralidad - condición humana Summary: This article refers to Hannah Arendes possition about the relationship between Ar ts and Politics The german thinker, who foliows Kant in this matter, emphasizes the pertinence of the category of plurality in both fields: they eQually depend on the public sphere to develope and are necessarily rela- tad to discourse and communication, Kant refuses the com- mon statement: "There's no accounting for tastes" that leads to limit aesthetic to individual criteria. His philosophical analy- sis about the appreciation of beauty, show that principies concerning to the ability to form judgements about it are by no means subjective but inseparable of the human condition of living among others. Describers: art - politics - plurality - human condition Página 265 / COLACRAI, Pablo Andrés, 'El arte en Hannah Arendt. La Importancia de lo Inútil' en La Trama de la Comunicación, Volumen 11, Editorial UNR, Rosario, 2006

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  • El arte en Hannah Arendt La Importancia de lo Intil

    Por Pablo Andrs Colacrai

    Licenciado en Comunicacin Social, UNR,

    Sumario: Este artculo recorre el pensamiento de Hannah Arendt acer-ca del arte y su relacin con la poltica. Siguiendo la lnea de Kant, la pensadora alemana sostiene la importancia del con-cepto de pluralidad en ambos campos: politica y arte estn relacionados, ya Que ambos se producen en la esfera de lo pblico y ambos precisan de la palabra y la comunicacin para poder existir, Kant se opone al dicho: "Sobre gusto no se discute" ya que esto limita la esfera de lo esttico al plano individual. Su anlisis filosfico sobre la apreciacin de lo bello, demuestra Que la principal habilidad para formarjuicios no se encuentra en la subjetividad sino en la inevitable con-dicin humana de vivir entre otros.

    Descriptores: arte - poltica - pluralidad - condicin humana

    Summary: This article refers to Hannah Arendes possition about the relationship between Ar ts and Politics The german thinker, who foliows Kant in this matter, emphasizes the pertinence of the category of plurality in both fields: they eQually depend on the public sphere to develope and are necessarily rela-tad to discourse and communication, Kant refuses the com-mon statement: "There's no accounting for tastes" that leads to limit aesthetic to individual criteria. His philosophical analy-sis about the appreciation of beauty, show that principies concerning to the ability to form judgements about it are by no means subjective but inseparable of the human condition of living among others.

    Describers: art - politics - plurality - human condition

    Pgina 265 / COLACRAI, Pablo Andrs, 'El arte en Hannah Arendt. La Importancia de lo Intil' en La Trama de la Comunicacin,

    Volumen 11, Editorial UNR, Rosario, 2006

  • "El artista es el creador de cosas bellas," Oscar Wilde

    Para la reflexin terica el arte es una inquietud, una deuda, que lo abruma, lo desafa y lo enfrenta. La actividad artstica implica un sinfn de interrogantes Que parecen no tener solucin, o mejor dicho, que des-borda constantemente todas las que se han ofrecido. Siempre subsiste la sensacin de que hay algo que escapa cuando las palabras pretenden asir al fen-meno del arte. Que algo de lo inefable se escurre sutil entre las sombras y subyace oscuro, secreto. Actividad inslita y misteriosa pero comn a todos los tiempos y a todos lo pueblos. Las reflexiones sobre el arte enfrentan inexorablemente la ingente dificultad de pretender hablar de aquello a lo que los hombres se han expuesto, discutido, conversado, criticado desde los comienzos mismos de la historia y que, no obstante, nunca logran terminar de abarcar. Porque el arte siempre esquiva la ltima red y se pierden entre las henclas, an de la teora ms compacta.

    Qu motiva a los hombres a realizar actividades artsticas, a apreciarlas, a defenderlas, a amarlas? Qu se esconde detrs del arte? Qu recndita fibra ntima del alma moviliza? Qu cuerda vibra cuando nos encontramos frente a una obra de arte? Estas son algunas de las preguntas que suscitan las consideraciones acerca del arte. Las respuestas Que el hombre ha otorgado a estas cuestiones se multipli-can hasta el infinito y provienen de las ms variadas ramas de las ciencias. Aqu nos limitaremos a desarro-llar brevemente la posicin que adopt la terica poltica alemana Hannah Arendt. Pero dar cuenta del lugar del arte y de la cultura en el pensamiento de Hannah Arendt es absolutamente imposible sin primero boce-tar algunos de sus principales concepciones con res-pecto a la sociedad y a lo poltico. En ningn sistema de pensamiento puede el arte estar separado de las concepciones del mundo, y Arendt no es la excepcin. En ella, la posicin Que ocupa el arte y la cultura, est perfectamente encabalgada con su visin de lo pol-tico y lo social.

    Comencemos entonces por decir que Hannah Arendt expuso en "La condicin humana", uno de sus libros ms importantes, las tres actividades que con-dicionan la existencia humana. Ellas son: la labor, el trabajo y la accin. Sucintamente podramos afirmar que la labor son todas las actividades que el hombre realiza para asegurar su subsistencia, son aquellas acciones Que estn limitadas a las necesidades del cuerpo. El hombre, cuando se limita a estas activida-des, es considerado como un animal laboraras. El tra-bajo, por su parte, incluye los productos que el hom-bre elabora y que no se consumen con el uso, son obje-tos del trabajo las herramientas y los enseres. El tra-bajo amuebla el mundo, lo hace vivible y lo convierte en un hogar, porque tiene la facultad de generar obje-tos Que perduran en el tiempo. Al hombre que se encuentra restringido a esta esfera, Arendt lo deno-mina hommo faber. Por ltimo; la accin. sta, a dife-rencia de las anteriores actividades, no es absoluta-mente necesaria y est relacionada antes con la caracterstica de la pluralidad de los seres humanos que con sus condiciones de subsistencia. Por plurali-dad Arendt rescata la maravillosa propiedad de Que los hombres son todos distintos y Que es all donde radica su total igualdad. "Si los hombres no fueran igua-les, no podran entenderse ni plantar y prever para el futuro las necesidades de los Que llegarn despus. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser huma-no diferenciado de cualQuier otro Que exista, haya exis-tido o existir, no necesitaran de la accin y el discur-so para entenderse":

    Pero Arendt nos dice Que la accin sin la palabra deviene mero acto instrumental, en pura produccin, fabricacin. Llegamos as a un punto neurlgico del pensamiento Arendtiano, ya que el espacio donde es posible que la accin sea acompaada de la palabra es en la esfera de lo pblico, lugar Que Arendt deno-min.

    espacio de aparicin; al cual dedic gran parte de su trabajo.

    Es vlido precisar Que el modelo que Arendt tiene in mente a la hora de hacer estas diferencias es el modelo griego, en el cual slo accedan al mbito de

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  • lo pblico aquellas personas que tenan resuelto sus problemas privados. Privado entonces no tena el sig-nificado que hoy le asignamos, sino que remita a una verdadera privacin: la de no poder acceder a lo pbli-co, a lo comn. Encontrarse privado de participar en las decisiones que involucran a todos, que implican un nosotros. Daniel Mundo nos recuerda Que para Arendt el esclavo no representaba en el mundo griego una mano de obra barata (cmo signific para el mundo moderno), sino la posibilidad que tenan los ciudada-nos de librarse de los pormenores de la vida cotidia-na y domstica': ya que sostenan que nadie puede pensar en el bien comn si est mediado o atravesa-do por problemas individuales.

    Volviendo a la accin. Es insoslayable destacar la importancia de este concepto en la arquitectura te-rica arendtiana: sta es la actividad exclusiva de los hombres, del hombre qua hombre. El espacio pblico ser el espacio de aparicin de la accin, en el que se desarrolla. Pero, tal como veremos ms adelante, ser tambin el mbito donde Arendt ubicar al arte. O, mejor dicho, ser el mbito que posibilitar Que las obras de arte puedan ser apreciadas como tales. All donde dominan las palabras, los discursos y las opi-niones. Donde reina la seduccin de las ideas, las con-vicciones se imponen por sobre las seguridades, los verosmiles sobre las verdades. En ese terreno, donde florece la poltica, la autntica obra de arte debe diri-mirse.

    Esta relacin entre poltica y arte, entre el lugar de la poltica y el lugar del arte, es lo que intentaremos desarrollar en el siguiente trabajo. El Arte y la Cultura

    Para Arendt toda discusin sobre la cultura debe partir de los productos Que ella genera, es decir, de las obras de arte. Pero ambos trminos se prestan a mltiples interpretaciones, y hasta en repetidas oca-siones son pensados como una misma cosa. Para evi-tar esta confusin la autora diferencia claramente arte y cultura, definiendo cultura como: "el modo de rela-cin prescripto por las civilizaciones con la menos ti-

    les y ms mundana de las cosas, las obra de los artis-tas, poetas, msicos, filsofos y dems".3

    Desde esta perspectiva, la cultura es una forma de relacionarse con los objetos artsticos; el acento se coloca as sobre la construccin subjetiva que se pro-duce en la apreciacin. Lo caracterstico de la cultura radica en la mirada, en la manera en Que nos posicio-namos frente a los objetos y no en los objetos mismos. Esta relacin entre los objetos artsticos y los sujetos est signada a travs de los tiempos por distintos con-ceptos y reglas. Lo Que distingua a los griegos de los brbaros, sostiene Arendt, era una diferencia cultural, era la posibilidad de apreciar culturalmente los obje-tos, "una actitud diferente hacia la belleza y el saber". Esta forma de enfrentar el problema permite acercar-nos al fenmeno, Que desde otros planteos se pre-senta inasible, de la existencia de civilizaciones Que sostienen diferentes conceptos de arte; a veces hasta antagnicos. An ms, sugiere tambin una explica-cin al porqu expresiones artsticas de otros tiem-pos u otras latitudes muchas veces no logran provo-car en nosotros eso Que es propio de la obra de arte y que Arendt lo describe como "atraer nuestra aten-cin y movilizarnos".5

    Ahora bien, nos resta abordar el otro extremo de la dicotoma Qu son las obras de arte? O, dicho de otro modo, cundo un objeto se convierte en obra de arte? Con respecto a esto podramos afirmar simplemente que llamamos con ese nombre al fruto del trabajo de los artistas. Sin embargo, eso no es del todo cierto. Por obra de arte entendemos, en la mayora de los casos, objetos artsticos que han logrado un cierto reconocimiento, un resultado superior a los dems, con un extra de talento, de sensibilidad. Pero este no es el punto de vista de Arendt, no al menos totalmen-te. Ella sostiene que deben considerarse as slo aQuellos objetos Que trasciendan en el tiempo, dado Que es su inmortalidad, lo que las distingue por enci-ma de las otras cosas. nicamente las producciones que burlan a la muerte merecen ser llamadas obras de arte. Sin dudas, esto nos plantea un dilema, porque si es slo el transcurrir del tiempo el que puede inves-

    tir a los objetos con el rango de obra de arte, enton-ces cada etapa histrica elabora las creaciones que podrn ser disfrutadas, en tanto obra de arte, tan slo por las generaciones futuras. As, parece imposible Que una civilizacin cree sus propios objetos artsti-cos, porque slo el tiempo puede juzgarlos como tales.

    Una lectura rpida puede confundirnos y tentarnos a afirmar que Arendt no se detuvo en este tema, que podramos reducir y llamarlo "el proceso de produc-cin del objeto artstico". Sin embargo, no es as, Ella sostiene que el artista es foco de su atencin, pero no en tanto a su "individualismo subjetivo", sino como "autntico productor de aquellos objetos que toda civi-lizacin deja atrs como Quintaesencia y testimonio lti-mo del espritu Que la anima" .5 Vemos que Arendt tiene en claro el lugar Que el artista detenta dentro de la sociedad: no produce para sus contemporneos, sino para los Que vendrn. La frase "deja atrs como quin-taesencia" es contundente y no permite vacilaciones. Los artistas son los encargados de construir objetos que tienen por finalidad escurrrsele a Cronos y hablar-les a los hombres del futuro de nuestras vidas, de nues-tros gustos, de nuestro mundo. En realidad, lo que ter-minan logrando es Que todos vivamos en el mismo mundo, que sepamos compartirlo, porque las obras de arte estn antes dirigidas al mundo que a las per-sonas, antes deben sobrevivir que utilizarse. Entonces bien, son exclusivamente las generaciones venideras las que tienen la competencia para afirmar si tal o cual objeto es una obra de arte, ya que sern ellas las que las reciban y puedan juzgarlas a travs del velo de los aos.

    Esta es, sin dudas, una postura incmoda para gran parte del mundo del arte. El artista debe resignarse a no ser reconocido ms Que post mortem, y el trabajo de los crticos se parece ms a augurios de un adivi-nador que a una actividad intelectual. No podramos decir prcticamente nada de los creadores contem-porneos, ni a favor ni en contra, porque no estamos en condiciones de juzgarlos y mucho menos an a sus productos. No cabe duda Que la historia de la huma-

    nidad posee un largo catlogo de autores incompren-didos por su tiempo y que atravesaron airosamente la barrera del olvido; constituyndose como referentes para las generaciones siguientes. Es quiz Van Gogh el ejemplo ms acabado de stos, acaso el ms cono-cido, pero est lejos de ser el nico, Ms adelante, cuando analicemos la categora de gusto, segura-mente podremos arrojar alguna luz sobre este tema, empero vale anticipar que nunca Arendt dar una res-puesta final a este problema, siempre Quedaremos en la bruma, y predominar la incertidumbre acerca de la posibilidad de diferenciar, entre las cosas Que cons-truyen nuestro contemporneos, cules son verda-deras obras de arte y cules no. A modo de reflexin, quiz podramos afirmar que, debido al frenes con el que transcurre el tiempo en la actualidad, el lapso Que necesitemos para reconocer un objeto cultural sea mucho menor, y acaso pocos aos alcancen para per-cibir Que tal o cual objeto a logrado burlar al olvido y Que se ha convertido en una verdadera obra de arte.

    Sin embargo, Arendt no abandona el tema con tanta rapidez, sino que lo profundiza y ahonda. Se deja entrever Que la distancia entre cultura y arte se le mos-traba como piedra de toque de su fundamentacin. Para ahondar an ms el intersticio, para afianzarlo y exponerlo como irresoluble, recurre, como era su cos-tumbre, al mundo Griego y describe la desconfianza que los helenos presentaban ante los artistas. "El des-precio hacia los artistas", dice ella. "Pro venia de consi-deraciones politices. la

    fabricacin de cosas, que inclu-ia la produccin artstica, no alcanza el rango de activi-dad poltica incluso se sita en oposicin a ella": Esta declaracin, que puede sonar desatinada a nuestros odos, sirve a Arendt para dejar en claro las distancias existentes entre los artistas y sus obras. El artista, el que produce las obras de arte, est inmerso en el mbi-to de la fabricacin, en la esfera del trabajo del cual hablamos al comienzo. Elabora piezas artsticas y stas se encuentran regidas por las leyes de la nece-sidad, involucran medios y fines, y por esa razn nunca pueden ser totalmente desinteresadas. Los materia-les, las herramientas, las tcnicas, son los artilugios

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  • que el autor utiliza para lograr su propsito, que es el objeto artstico, pero este sistema de intenciones y metas hace inevitable que las cosas sean apreciadas en cuanto a su utilidad y esto es, segn Arendt, impo-sible dentro del mbito de la cultura, qu es el mbito de la poltica, donde no hay lugar para la necesidad.

    El desprecio hacia los artistas provena entonces de Que ellos vivan esclavos del campo de la fabrica-cin. No obstante, esto no imposibilitaba que sus obras puedan ser observadas y apreciadas culturalmente, porque lo que termina construyendo a un objeto en objeto de la cultura, como lo afirmamos al principio, es la apreciacin Que se haga de ellos, es la forma de mirarlos. Pero para que un objeto pueda ser aprecia-do de forma esttica por la cultura, debe prescindirse absolutamente de los mandatos de la utilidad, el tr-mino desinteresado introducido por Kant y retomado por Arendt, resume esta condicin, En suma: el pro-ducto debe perder totalmente las caractersticas inma-nentes al mbito en el Que fue creado, dado que se gest presa de un sistema de medios y fines, meca-nismos propios de la produccin, pero inadmisibles en el espacio pblico.

    El Arte y el Entretenimiento Cuando Arendt afronta la pregunta sobre cules

    son las posibilidades de Que una obra sea apreciada de forma cultural, se le presenta la necesidad de la conservacin de lo que ella llam "el hilo de tradicin". Este tendra la funcin de permitir a los hombres apre-ciar el mundo desde la visin de la cultura. La tradi-cin es un tema recurrente en Arendt; segn ella, es lo Que marca la forma en Que nos relacionamos con las cosas, nos brinda las herramientas para construir el mundo, para interpretarlo, para entenderlo. Sostena Que una de las caractersticas de los tiem-pos modernos es la prdida de la tradicin y que cuan-do esto sucede se corre el riesgo de ya no poder apre-ciar los objetos ms que por su utilidad, por su valor de uso. Si no existe una autoridad, una gua que nos indique cmo movernos por las cosas del mundo, stas carecen de valor, no logran conectarnos con un

    pasado, ni proyectarnos hacia un futuro, porque se vuelven puro devenir. Es la tradicin la que asegura la existencia de las cosas en el tiempo, y la forma de apreciarlas.

    Sin embargo, Arendt encuentra tambin una poten-cialidad en esta actual prdida de la tradicin y es Que "debemos descubrir el pasado por nosotros mismos"? En esta falta de referentes, en esta ausencia de hilo conductor entre el ayer y nuestro presente, se abre un hiato donde es posible una lectura distinta de las obras. Ya no una relectura, sino una lectura Que se vive como si fuera la primera, como si el pasado nos llegara direc-tamente de mano de sus autores, sin mediar el tiem-po, inocente a la historia, ignorantes de los cambios; porque el recuerdo de esos aos se ha perdido y las lecturas previas han desaparecido y se han desvane-cido junto con la tradicin. Sorprendentemente Arendt sostiene Que en esta empresa de leer el pasado como si fuera por primera vez, con los ojos libres de prejui-cios y dispuestos a construcciones nuevas y origina-les, la sociedad de consumo o sociedad de masa, es ms propicia Que la sociedad buena o educada. Esto se debe a que la buena sociedad hace del arte un obje-to de culto y lo utiliza en pos de afirmar su estatus o educarse, explota el arte en busca de su beneficio per-sonal y de su posicin social. Fenmeno concomitan-te a un snobismo referente a las obras de arte Que obtura la posibilidad de nuevas sensaciones, ya que la facultad de la apreciacin esttica se encuentra recu-bierta con todas las cosas Que se *ron sobre esa obra, con las apreciaciones Que otros ya han realiza-do y los juicios que ya la han encumbrado como obra de arte A este tipo de empleo del arte Arendt le llama filistesmo; son filisteos aquellos que hacen uso del arte para bienes propios. Los Que lo aprecian no en su condicin de objeto nico, inspirado, trascendente, sino en tanto medio para un fin, objeto til cuya pose-sin les permite el acceso a la admiracin de los dems, o incluso, recurso para lograr una mayor edu-cacin, una supuesta ilustracin. Afirma Arendt: "es tan til o legitimo contemplar una pintura con el objeto de adQuirir conocimiento acerca de algn periodo del

    pasado, cmo servirse de un cuadro para tapar un hueco en la pared"

    Arendt no duda en sostener Que el arte es la ms intil de las actividades humanas. Y la nica manera de apreciarlo en toda su magnitud, de gozarlo estti-camente, es decir, culturalmente, es recordando esta cualidad. Recuerdo Que obliga un olvido, el de uno mismo, el de sus necesidades y sus urgencias. El arte slo es apreciado en tanto arte cuando el juicio es des-interesado, este concepto kantiano, que habamos adelantado prrafos atrs es retomado por Arendt para remarcar la esfera especfica del arte, de donde no puede salir sin perder su principal condicin, la de proporcionar placer esttico por encima de las dems cosas. Es por esta razn Que la utilizacin del arte como medio para la instruccin, o para obtener posi-cin en una sociedad es una comprensin aberrante del objeto de arte, es una tergiversacin y destruccin del elemento artstico en s.

    Pero en la sociedad actual no es este tipo de rela-cin la que se establece con el arte, sino una muy dis-tinta. La moderna sociedad de masas "no Quiere cul-tura sino entretenimiento"", y la industria del entreteni-miento es una industria del consumo. Los artculos Que propaga son destruidos as como cualquier otro bien perecedero, de manera que nada Queda de ellos una vez que son utilizados. Pero el entretenimiento no es una particularidad de la sociedad de masa, existe desde siempre y es necesario, "como la labor y el sueo, es una parte inescindible del proceso biolgico de la vida".' El problema no surge cuando el hombre se entrega a la dispersin y los pasatiempos, sino cuando esta actividad domina la totalidad de su vida, hurtando espacio a las otras formas de ser.

    Como ya expusimos, las obras de arte son recono-cibles por su facultad de resistir al paso del tiempo. Es por esta razn Que cuando son modificadas para ser consumidas, se corre el riesgo de eliminarlas, de con-vertir en producto ftil y desechable un objeto que per-dur siglos; que nos sigue hablando de pasados remo-tos y cercanos a la vez. La industria del esparcimien-to no ofrece objetos culturales sino bienes de consu-

    mo, Que se extinguen y desaparecen dejando slo una ausencia de hambre, que pronto ser reemplazada por nuevos deseos de diversin. Porque es necesario que el entretenimiento no ceje y para ello la industria no debe detenerse nunca, fagocitando as obras Que haban permanecido inmaculadas por generaciones, destruyndolas y ponindolas al alcance de una socie-dad vida de consumir, digerir y volver a consumir.

    En la actualidad, poca an mucho ms mediatiza-da, o deberamos decir mass-mediatizada, que la que vivi Arendt, podemos apreciar con mayor facilidad este fenmeno, Ya no slo los objetos de arte son ree-laborados y puestos a disposicin del pblico para el convite de apetitos insaciables, sino que la realidad misma es preparada y presentada de manera de que sea devorada. La lgica del espectculo: divertir, des-lumbrar, sorprender; ha atravesado todo los espectros de la sociedad, incluyendo la poltica, cosa Que segu-ramente le dolera mucho a nuestra autora, teniendo en cuenta la alta estima que senta por esta actividad en general.

    El Arte y el Gusto Son, segn sostiene Arendt retomando a Cicern,

    los filsofos, los amantes de la sabidura, las perso-nas mejor calificadas para juzgar; ya que ellos se apro-ximan a los fenmenos como meros espectadores, sin querer obtener nada para s. El rol del espectador es muy importante para Arendt, all hace centro gran parte de su pensamiento. El espectador es aquel que no participa de los hechos, sino Que los mira desde afuera, y con esa distancia, y por esa distancia, est capacitado para juzgarlos, para apreciarlos en toda su dimensin. El olvido del Que hablamos previamen-te es el fundamento del espectador, se olvida de s mismo porque no est comprometido con lo Que est juzgando, o mejor dicho, dispone de mayores posibili-dades para encomendarse a este hueco de yo Que pro-pone Arendt a la hora de juzgar. Los actores, involu-crados en la accin, no pueden prever la influencia real de sus actos y sus decisiones. Sumergidos en el deve-nir del mundo, le es ajena la consecuencia final de sus

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  • acciones. La figura del espectador, tal como lo afirma Daniel Mundo, es la que emerge entre el pensar y el actuar. Confinar la problemtica a esta dicotoma es reducirla, existen matices, y entre ellos Arendt resca-ta el acto de espectar, de observar desinteresada-mente, de juzgar; y lo ubica en un lugar equidistante de la accin y del pensamiento. "Un mundo sin espec-tadores seria un desierto" afirma Arendt, y acenta la importancia de esta ocupacin. El observador es quien juzga el mundo y lo critica.

    Ahora bien, Arendt basar su teora de la cultura en el rol del espectador y por sobre todo en la posibilidad del juicio, ya que descubrir Que el juicio esttico posee condiciones de aparicin similares a las del juicio pol-tico, y Que ambos son imprescindibles para la vida del hombre Qua hombre. Pero la capacidad de juzgar no es una caracterstica sencilla ni transparente, las condi-ciones para Que un juicio surja son una combinacin sutil de acontecimientos y determinaciones. En primer lugar, es necesario aclarar que el juicio al Que nos refe-rimos no deviene del razonamiento, sino del gusto. Kant denota la diferencia otorgndoles nombres dis-tintos: el juicio determinante, es aquel que se rige por la razn; mientras que el juicio reflexionante es el Que remite al gusto Este ltimo es la modalidad de juicio Que alude antes a un valor esttico que a una lgica y Que es a la vez independiente de los designios de la voluntad (tema Que Kant desarroll es su segunda cr-tica). Los juicios reflexionantes tienen una funcin fun-damental en la filosofa kantiana, son los Que pueden interceder entre los dictmenes de la razn y los desig-nios de la voluntad, comprometen a la sensibilidad y realizan un acuerdo entre lo racional y lo sensible, entre la imaginacin y el intelecto.

    Analicemos un poco ms sobre este tipo de juicio al que Arendt le prest especial atencin, dado Que sostena Que era aqu donde radicaba la verdadera funcin poltica de los textos kantianos. El juicio refle-xionante se opone al juicio determinante, entre otras cosas, porque ste no permite la discusin, las ver-dades que sostiene son coactivas, la actividad Que predomina es la cognoscitiva. Pero la gran distancia

    entre uno y otro est dada por la forma de ejecucin del mismo. El juicio determinante parte del universal y luego estudia lo particular, le otorga una ley y lo encua-dra dentro de categoras pre-f adas. Por el contrario, el juicio reflexionante, parte del particular, en nuestro caso de la obra de arte, y luego intenta otorgarle algu-na categora que lo ayude a aprehenderla. Nunca conoce ni afirma, sino que conjetura, discierne, esti-ma. Vuelve al sujeto sobre s mismo, pero a la vez est absolutamente pendiente de lo Que piensen los dems. Y es en este punto donde Arendt hace hinca-pi: en este juicio prima el sentido comn, antes Que los sentidos particulares. No opinamos sobre cmo se ve o cmo se escucha una obra, sino que opinamos en relacin con lo Que pensamos que los otros van a opinar sobre las obras. Esto que Kant denomin "men-talidad ampliada" y Que Arendt lo retorna, es la posibi-lidad de poder "pensar desde el punto de vista de los dems", de anular el yo, de negar la discusin entre el yo y el mi mismo y relanzarla sobre el yo y un poten-cial nosotros. Una "comunicacin anticipada con otros" es la base de este juicio. Y si bien este concepto se presenta lbil y de difcil comprensin, si seguimos la lectura Que Arendt hace de Kant acaso podamos dilu-cidar un poco la cuestin.

    Veamos, si el juicio reflexionante, el Que habilita la facultad del gusto, slo puede existir en tanto y en cuanto exista la posibilidad de un acuerdo con otros, se decanta la importancia de los espacios pblicos para la aparicin de este tipo de juicios. Y si estos espacios son en donde los hombres discuten sus cosas, hablan y exponen sus pensamientos, son pues los mismos donde, para Arendt, se practica la polti-ca. Nos encontramos entonces con Que el juicio. est-tico Que posibilita el gusto es el mismo juicio Que habi-lita los debates polticos. Puede deducirse as, que una sociedad que obture sus espacios pblicos, matar a su vez la probabilidad de una cultura, entendida como la capacidad de apreciar los objetos desde la pers-pectiva de los otros. La potencialidad de la comuni-cacin es el suelo Que sostiene las condiciones para Que el gusto prevalezca. Finalmente, el espacio donde

    las opiniones aparecen, ser en el cual el gusto se mol-dee. All donde las ideas se enfrentan y se discuten, ser donde una sociedad decida sus preferencias estticas. Los juicios Que aqu se realizan no son de ninguna manera coactivos, en el sentido en que la ver-dad loes, sino Que se prestan a los debates. Innegable es Que siempre algunos se impondrn y sern esos los que marquen la tendencia de una poca. Pero esa predominancia se decidir en el lugar donde todos son iguales y donde nunca el otro es prescindible. Dice Arendt. "El juzgar es una de las actividades ms impor-tantes mediante las cuales se nos pone de manifiesto este compartir-el-mundo-con-otros". La relevancia de la relacin entre los hombres en este pensamiento es notoria, la comunicacin se muestra como sustento de las actividades ms nobles y enaltecedoras. Por esta razn, el sentido comn se le muestra a Arendt como funcin fundamental del actuar poltico, es la facultad de ponerse en el lugar de los otros, pero tam-bin es la posibilidad de escuchar y compartir con los otros.

    Hay un ejemplo muy claro que nos brinda la autora para ayudar a comprender el vnculo entre el gusto esttico y el actuar poltico. Recuerda ella, nueva-mente, palabras de Cicern: "Prefiero antes errar con Platn Que tener razn con sus adversarios"." Deja en claro aqu Que decidir entre el pensamiento de Platn, o el de sus contrarios, no se juegan dentro del terre-no de la credibilidad, no se disputa la ltima verdad, la definitiva; sino Que la eleccin se realiza por una cues-tin de gusto. "Es una cuestin de gusto el preferir la compaa de Platn y de sus ideas, incluso si esto nos aparta de la verdad'." Este es el ideal de percepcin desinteresada de la Que nos hablaba Kant y Que defiende Arendt, no se constrie ni ante la verdad, ni ante la necesidad, ni ante la voluntad. Se atreve a juz-gar libremente, con la sola condicin de saber Que su juicio ser expuesto en pblico, que deber escuchar los criterios de los dems y que ingresar en una esfe-ra en la que todo se decide de acuerdo a la posibilidad de apreciar las cosas estticamente, es decir, en su ms entera inutilidad. Este tipo de juicio es el Que ase-

    gura la existencia del mundo, porque prescinde de las cosas de la vida, Que Arendt la describe como un orga-nismo infernal Que destruye lo que toca, Que preten-de todo para s y Que lo Que obtiene lo consume, El gusto es la nica manera real de observar las obras de arte, de asegurarle la invulnerabilidad frente al tiem-po, de baarlas en la laguna Estigia y protegerlas para siempre. Porque el gusto juzga a las cosas en su ver-dadera dimensin: como objetos para el mundo y no para los hombres.

    Reflexiones Finales Luego de esta breve introduccin al enfoque Que

    Arendt realiza del arte, la cultura y la poltica, es acaso constructivo recordar algunas de las palabras con las que cierra el texto "Crisis en la Cultura". Dice ella: "Podremos elevarnos por encima de la especializacin y el filisteismo de todo tipo, en la medida en Que apren-damos de Qu modo ejercer libremente la facultad del gusto". Estas lneas parecen resumir lo paradjico de su pensamiento, Que por momentos coquetea con una refinada aristocracia yen otro nos sorprende con afir-maciones de un optimismo extrao, acaso forneo como ella misma, Que reconoca sin tapujos su condi-cin de paria. Cul es la relacin que debemos tener con el arte? Cmo se protege la cultura? Y por sobre todo qu significa proteger la cultura? Parecen ser las preguntas Que intenta responder Arendt. De todas ellas sta ltima es la que resume en esas palabras: proteger a la cultura es cuidar una forma de apreciar el arte, es salvaguardar la observacin esttica, des-provista de intereses y egosmos. Cuidarla de los filis-teos, que pretenden con el arte ganar posiciones sociales, y defenderla a su vez del intelectualismo, Que busca a travs del arte una supuesta ilustracin, un conocimiento.

    Pero en la sociedad actual aparece un nuevo ene-migo, acaso no tan daino, al menos para los ojos de Arendt, pero Que avanza con firmeza y constancia, que gana terreno y promete no retroceder: la cultura del espectculo. La apropiacin de las obras artsti-cas por la sociedad de masas para el deleite y con-

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  • sumo de holgazanes espectadores es el nuevo ries-go Que amenaza a la cultura. Porque el entretenimiento es una actividad necesaria, y por esa misma razn se encuentra dentro de la esfera de lo til y el arte, para ser tal, es obligatoriamente intil. Las palabras de Oscar Wilde resuenan en el discurso de Arendt: "Podernos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa til en tanto Que no la admire. La nica disculpa de haber hecho una cosa intil en admirarla intensamente. Todo arte es completamente intil','' El exacerbado esteticismo de Wilde, sumado a su ansia de provocar, lo llev muchas veces a este tipo de declaraciones. Sin embargo, desde el punto de vista de nuestra auto-ra, esta es la verdadera manera de entender el arte: juzgarlo desde su ms absoluta inutilidad. Huelga acla-rar Que la afirmacin suena estridente en nuestros odos, adoctrinados a entender las cosas como bue-nas en tanto tiles y deplorables en tanto intiles. Esta reivindicacin pues es llamativa, ms no original, ya Schopenhauer defenda la inutilidad del arte, o mejor dicho, la necesaria inutilidad del arte para lograr su cometido: reflejar las ideas'. Sin profundizar aqu en este autor slo afirmaremos que desde una ubicacin poltica, filosfica, hasta diramos, metafsica, diame-tralmente opuesta a la de nuestra autora, llega a la misma conclusin Que ella. El arte es arte en tanto se lo observe slo como una pieza esttica, con espritu esttico. Dice Simmel "(Schopenhauer) Perciba bien Que cuando nosotros nos colocamos estticamente frente a un objeto, nos lo representamos de muy otra manera Que cuando lo contemplamos cientfica o prc-ticamente"."Como podemos apreciar, aqu tambin es la posicin del espectador lo que denota la obra, lo Que la erige en artculo de cultura o en simple objeto de consumo, Y es esta forma de mirar lo que hay que cuidar cuando se habla de cuidar la cultura, es esta manera de apreciar las cosas lo que debemos resca-tar para Que el mundo en el que vivimos no se consu-ma, para Que las obras del pasado nos sigan hablan-do de los hechos que nos sucedieron, para que man-tengan esa maravillosa facultad de impresionarnos, de movilizarnos, de conmovernos.

    Pero Arendt lo afirma y nosotros no podemos esqui-varlo, para Que esto suceda, para Que el mirar desin-teresado pueda surgir, deben primero estar asegura-das las condiciones mnimas de subsistencia del hom-bre en tanto ser humano, en tanto animal laboraras. Porque slo aquel Que puede olvidarse de s mismo, al menos por unos instantes, est posibilitado de dis-frutar del goce esttico, y esto es imposible mientras la cotidianeidad abruma los sentidos, resiente el cuer-po y llena de alfileres el alma. Acaso la sociedad en la que escriba Arendt no es la nuestra, sin embargo, exis-ten rasgos de su pensamiento que podemos extrapo-lar, no sin adaptarlos, no sin repensarlos, pero sirven Quiz como base para un pensamiento sobre la cultu-ra y el arte en una sociedad donde ya a lo intil le Queda poco territorio, porque todo nuestro tiempo y nuestro espacio est signado por la bsqueda de lo necesa-rio, a lo cul nunca terminamos de acceder.

    Notas 1. ARENDT, Hannah. La condicin humana, Paidos, Barcelona, 1993. pag. 233 2, MUNDO, Daniel. Critica Apasionada, Prometeo, Buenos Aires, 2002, 3, ARENDT, Hannah, 'La Crisis en la Cultura: su Significacin Social y Poltica" en Entre el pasado y el futuro, Pennsula Barcelona, 1996. pag 179. 4. Idem. pag. 179 5. Idem pag. 171 6. Idem pag. 168 7. Idem pag.180 8. Este concepto de observacin desinteresada de Kant lo des-arrollaremos ms adelante. 9. Idem pag. 171 10. Idem pag. 170 11, Idem pag. 171 12, Idem pag. 172 13 Idem pag. 188 14. Idem pag. 188

    15. WILDE, Oscar El retrato de Corlan Gray. Planeta, Espaa, 2000. 16, En el sistema metafsico de Schopenhauer las ideas repre-sentan la primera objetivacin de la Voluntad y el arte es consi-derado autntico en tanto pueda transmitir esa idea. Para ms informacin ver. SCHOPENHAUER Arthur El mundo como volun-tad y representacin, y SIMMEL, Georg, Schopenhauer y Nietzsche. 17. SIMMEL, Georg, Schopenhauer y yietzsche Terramar Ediciones, Argentina, 2003, pag 103

    Bibliografa ARENDT, Hannah; La condicin Humana Barcelona, Seix Barral, 1974. ARENDT, Hannah; La Crisis en la Cultura. su Significacin Social y Politica, en Entre el pasado y el futuro. Barcelona, Pennsula, 1996. Prometeo, Buenos Aires, 2002, LAMANNA, E Paolo, Historia de la filosofa, Hachete, Buenos Aires, 1970, MUNDO, Daniel, Critica Apasionada, Prometen, Bs As. 2002. SKLAREVICH, Sergio Un recorrido por la obra de Hannah Arendt" en La Trama N' 7, Laborde Editor, Rosario, 2002. WILDE, Oscar; El retrato de Donan Gray. Espaa, Planeta, 2000 SCHOPENHAUER, Arthur; El mundo como voluntad y repre-sentacin, Hyspamerica, Espaa, 1985 SIMMEL, Georg; Schopenhauer y Nietzsche. Terramar Ediciones, Argentina, 2003.

    Registro Bibliogrfico COLACRAI, Pablo,

    'El arte en Hannah Arendt. La importancia de lo intil', en La Trama de la Comunicacin Vol, 11, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicacin. Facultad de Ciencia Politica y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario. Argentina. UNR Editora, 2006

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