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1 APUNTES EXEGÉTICOS Y TEOLÓGICOS SOBRE SAN JOSÉ Y SU CUSTODIA DE LA VIDA Y DEL AMOR Mons. Hermenegildo Ramírez, m.j., Obispo emérito de Huautla. San Mateo y san Lucas son los dos evangelistas que nos han dejado, aunque sea brevemente, los detalles importantes de la infancia y adolescencia de Jesús y en ellos lo concerniente a María y a José en ese período de la vida de Cristo Jesús. San Mateo apóstol escogido por Jesús y testigo de la vida pública de Jesús es el apóstol que nos ha dejado detalles más importantes de la vida de san José. Los dos primeros capítulos del evangelio de san Mateo están escritos desde la perspectiva de san José; así como los que describe san Lucas, sobre la infancia y adolescencia de Jesús, están escritos desde la perspectiva de María y, con toda probabilidad, narrados por ella misma como la única testigo para los dos evangelistas de lo acontecido en la encarnación del Hijo de Dios, en su nacimiento, infancia, adolescencia y juventud. Pocas cosas se escribieron sobre la vida de san José, pero suficientes para mostrarnos la riqueza de “una vida escondida con Cristo en Dios” (Col. 3,3), toda ella vivida al servicio de Jesús y de María, o dicho de otro modo, un José de Nazaret custodio de la vida y del amor. Los textos bíblicos sobre san José muestran una vida envuelta en un silencio lleno de Dios; de san José no se escribe en toda la Sagrada Escritura ni una sola palabra salida de su boca; todo en él es acción y cumplimiento de la voluntad de Dios en todo aquello que Él le pide. Conviene recordar que el hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega de sí mismo a los demás, de este modo se va realizando según los planes salvíficos de Dios, así fue la vida de José que se concreta en fidelidad a su misión, en la entrega como esposo de María y padre de Jesús, trabajando en el taller de Nazaret, desapareciendo para trasparentar a Cristo Jesús. José en toda su vida de silencio, oración y entrega, es una donación completa de sí mismo a Dios. “José guarda silencio para que la Palabra sea oída y escuchada en el mundo de hoy y siempre. Jesús es la única palabra en el silencio de José” 1 . La vida silenciosa de José de Nazaret forma parte del mismo misterio de Jesús nacido de María la virgen. La vida ordinaria, los acontecimientos, las cosas y especialmente la convivencia dentro y fuera de su familia, era mensaje evangélico vivido día a día. Todo era mensaje, porque en la vida de la Sagrada Familia se vivía en un silencio de donación. Jesús, encarnándose en el seno de María comenzó 1 Albino Navarro en “San José misterio de silencio”, Guadalajara, México pp. 29 s.

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APUNTES EXEGÉTICOS Y TEOLÓGICOS SOBRE SAN JOSÉ Y SU CUSTODIA DE LA VIDA Y DEL AMOR

Mons.  Hermenegildo  Ramírez,  m.j.,  Obispo  emérito  de  Huautla.  

San Mateo y san Lucas son los dos evangelistas que nos han dejado, aunque sea brevemente, los detalles importantes de la infancia y adolescencia de Jesús y en ellos lo concerniente a María y a José en ese período de la vida de Cristo Jesús. San Mateo apóstol escogido por Jesús y testigo de la vida pública de Jesús es el apóstol que nos ha dejado detalles más importantes de la vida de san José.

Los dos primeros capítulos del evangelio de san Mateo están escritos desde la perspectiva de san José; así como los que describe san Lucas, sobre la infancia y adolescencia de Jesús, están escritos desde la perspectiva de María y, con toda probabilidad, narrados por ella misma como la única testigo para los dos evangelistas de lo acontecido en la encarnación del Hijo de Dios, en su nacimiento, infancia, adolescencia y juventud.

Pocas cosas se escribieron sobre la vida de san José, pero suficientes para mostrarnos la riqueza de “una vida escondida con Cristo en Dios” (Col. 3,3), toda ella vivida al servicio de Jesús y de María, o dicho de otro modo, un José de Nazaret custodio de la vida y del amor.

Los textos bíblicos sobre san José muestran una vida envuelta en un silencio lleno de Dios; de san José no se escribe en toda la Sagrada Escritura ni una sola palabra salida de su boca; todo en él es acción y cumplimiento de la voluntad de Dios en todo aquello que Él le pide. Conviene recordar que el hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega de sí mismo a los demás, de este modo se va realizando según los planes salvíficos de Dios, así fue la vida de José que se concreta en fidelidad a su misión, en la entrega como esposo de María y padre de Jesús, trabajando en el taller de Nazaret, desapareciendo para trasparentar a Cristo Jesús. José en toda su vida de silencio, oración y entrega, es una donación completa de sí mismo a Dios. “José guarda silencio para que la Palabra sea oída y escuchada en el mundo de hoy y siempre. Jesús es la única palabra en el silencio de José”1.

La vida silenciosa de José de Nazaret forma parte del mismo misterio de Jesús nacido de María la virgen. La vida ordinaria, los acontecimientos, las cosas y especialmente la convivencia dentro y fuera de su familia, era mensaje evangélico vivido día a día. Todo era mensaje, porque en la vida de la Sagrada Familia se vivía en un silencio de donación. Jesús, encarnándose en el seno de María comenzó

                                                                                                                         

1  Albino  Navarro  en  “San  José  misterio  de  silencio”,  Guadalajara,  México  pp.  29  s.  

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a darnos señales evidentes de su amor por nosotros, pues se hizo hombre para nuestra salvación; José aceptando por amor a María, llevarla a su casa, la recibe como su verdadera esposa y con ella a Jesús encarnado en su purísimo seno. Dice san Mateo: “José despertó del sueño e hizo como el ángel del Señor le había mandado y tomó consigo a su esposa” (1,24); en ese momento comenzó José a ser, de una manera especial, el fidelísimo custodio del amor y de la vida que es Jesús y del amor nupcial hacia su esposa María.

Me parece importante hacer notar que en los textos del Nuevo Testamento donde se habla explícitamente de María, nunca se la presenta como joven soltera, sino como virgen casada con José, especialmente en los primeros capítulos de los evangelios de san Mateo y san Lucas. En efecto, san Mateo, al describir la genealogía descendente de Jesucristo, dice: “Genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham (…) y Jacob engendró a José, el esposo de María de la cual nació Jesús llamado Cristo” (1,1-16); y al hablar sobre el nacimiento de Jesús dice: “Su madre María estaba casada con José” (1,18). San Lucas, hablando por primera vez sobre María, dice: “al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen casada con un hombre llamado José, de la casa de David, el nombre de la virgen era María” (1,26-27).

San Marcos habla de María hasta el capítulo tercero y la llama madre: “llegan su madre y sus hermanos” (3,31). San Juan se refiere a ella hasta que se celebra una boda en Caná de Galilea” (2.1). En estas dos referencias de Marcos y Juan se sobrentiende que José ya había muerto.

Estos relatos sobre María esposa de José, escritos por inspiración del espíritu santo, me parece que están indicando a las personas y sus circunstancias que Dios tuvo presentes en el gran misterio de la encarnación de su Hijo y de su predestinación en el decreto eterno de su realización; o sea, que Dios, al decretar que su Hijo único se encarnara en el seno purísimo de una virgen casada, tuvo también muy presente a aquel hombre justo, esposo de esa virginal doncella cuyo matrimonio fue anterior, en el tiempo, a la Encarnación del divino Verbo . Esto significa que José entra de una manera especial en el decreto eterno de la Encarnación y Redención de Cristo Jesús junto con su esposa María en ese matrimonio singular, decretado también desde la eternidad.

Todo esto parece confirmarlo el beato Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos”2, al escribir que José participa en la economía de la salvación que tiene su fundamento en el misterio de la Encarnación, y participa, “como ninguna otra persona, a excepción de María la madre del Verbo Encarnado”, (R.C. 1), cuando conociendo lo que Dios quería de él, deja a un lado todo el proyecto de vida que él había pensado en su matrimonio, y toma consigo a María su mujer y con ella al Hijo que llevaba en su seno, demostrando así una gran disponibilidad de voluntad, semejante a la de su

                                                                                                                         

2  En  adelante:  R.C.  

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esposa María; ella había aceptado la voluntad de Dios con su “fiat” (hágase) y José lo expresa con “hechos”: “despertado del sueño hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y tomó consigo a su mujer” (Mt. 1,24).

El beato Juan Pablo II se esfuerza en demostrar cómo José se encuentra con la fe de María, en su peregrinación de fe, del modo que “en cierto sentido se puede aplicar la bienaventuranza a José (la que le dijo Isabel a María: “feliz la que ha creído”), porque él respondió afirmativamente a la Palabra de Dios, cuando le fue transmitida en aquel momento decisivo” (R.C. 4), así José se convierte en el depositario singular y primero, junto con María, del misterio “escondido desde siglos en Dios” (cfr. Ef. 3,9) en aquel momento especial que san Pablo llama: “la plenitud de los tiempos” (Gal. 4,4): José, pues, “participa en esta fase culminante de la auto-revelación de Dios en Cristo, y participa desde el primer instante (…); haciendo así sostiene a su esposa en la fe de la divina Anunciación. Él es, así mismo, el que ha sido puesto en primer lugar por Dios en la via de la peregrinación de la fe” (R.C. 3-5), de María su esposa. “San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús, mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención, y es verdaderamente ministro de la salvación. Su paternidad se ha expresado concretamente al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él” (R. C.8).

Por esto es muy importante defender que el matrimonio con María es el fundamento jurídico de la paternidad de José, pues de él se derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús. Al respecto dice el Papa León XIII: “Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la beatísima virgen y san José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda que aquella altísima dignidad, por la que la madre de Dios supera con mucho a todas las creaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad –al que de por sí va unida la comunión de bienes – se sigue que si Dios ha dado a José como esposo a la virgen se lo ha dado, no sólo como compañero de vida, testigo de su virginidad y tutor de su honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal en la excelsa grandeza de María”3.

“La familia de Nazaret, dice el beato Juan Pablo II, inserta directamente en el misterio de la encarnación, constituye un misterio especial. Y, al igual que en la encarnación, a este misterio pertenece también una verdadera paternidad: la forma humana de la familia del Hijo de Dios, verdadera familia humana formada por el misterio divino. En esta familia José es el padre; no es la suya una paternidad derivada de la generación; y, sin embargo no es “aparente”, o solamente “sustitutiva” sino que posee plenamente la autenticidad de la paternidad humana y de la misión paterna en la familia. En ello está

                                                                                                                         

3  Carta  Encíclica  (Quamquam  pluries)  del  15  de  agosto  de  1889,  página  177s.  

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contenida una consecuencia de la unión hipostática: la humanidad asumida en la unidad de la Persona divina del Verbo-Hijo Jesucristo. Junto con la asunción de la humanidad, en Cristo está también asumido todo lo que es humano, en particular la familia como primera dimensión de su existencia en la tierra. En este contexto, está también asumida la paternidad humana de José” (R.C. 21).

Para aclarar más la cuestión del matrimonio de José y María, es conveniente tener presente el modo como celebraban los judíos el matrimonio; cito otro texto del papa Juan Pablo II: “Según la costumbre del pueblo hebreo el matrimonio se realizaba en dos etapas: primero se celebraba el matrimonio legal (verdadero matrimonio), sólo después de un cierto periodo, el esposo introducía en su casa a la esposa. Antes de vivir con María, José era, por tanto, su esposo” (R.C. 18). Tan es así que si la joven esposa llegaba a unirse en esta primera fase a otro hombre, se la consideraba como adúltera; o si moría, el joven era tenido por viudo.

La razón de no vivir juntos (1ª etapa) se debía con frecuencia a la corta edad de la esposa; en efecto, a las jóvenes (o más bien adolescentes) en Israel sus padres las solían casar a los 13-14 años y los varones a los 18-20; debido también a que los esposos casi no se conocían; aunque en el caso de José y María probablemente sí se conocían, pues Nazaret era un pueblo pequeño y las familias se conocían y trataban entre sí. Es claro pues, que María quedó embarazada en esta primera etapa del matrimonio judío; pasado este tiempo, se realizaba la segunda etapa, en la que la joven esposa era conducida por el esposo a su casa y se hacía una gran fiesta que solía durar varios días, en que los esposos empezaban a convivir.

Me parece importante entrar ahora en una cuestión que tiene mucha relación con todo lo dicho anteriormente y lo explica; la introduzco con una cita del Papa Benedicto XVI, quién refiriéndose a lo que dice Mateo en el cap. 1,18, dice “… y antes de convivir se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”, dice el Papa: “Ahora bien, José constató que María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. Pero lo que Mateo anticipa aquí sobre el origen del niño, José aún no lo sabe. Ha de suponer que María había roto el compromiso y –según la ley- debía abandonarla4; el Papa concluye que José decide entregar a María una carta de repudio para no denunciarla” (cfr. Mt. 1,19).

A mí me parece que José nunca dudó de su esposa María, como si ella le hubiera sido infiel en su matrimonio; es necesario subrayar que José estaba completamente convencido de la virtud e inocencia de María. En mi opinión (y creo que es opinión de varios Josefólogos)5 José, antes de que el ángel le recordara y le confirmara expresamente que el fruto del vientre de María era obra del Espíritu Santo, ya

                                                                                                                         

4  Cfr.  La  Infancia  de  Jesús  2012,  ed.  Planeta,  Barcelona,  España  pag.  45  5  Cfr.  León  Dufour,  en  L’Annoce  a  Joseph,  dans  melanges  biblique  redigé  en  honneur  de  André  Robert,  Paris  1957,  pp.  390-­‐397;  Carrasco,  J.A.  ocd.  “En  San  José  en  el  misterio  de  Cristo  y  de  la  Iglesia”  Valladolid  1980  pp.  42  ss;  José  Antonio  del  Niño  Jesús  en  San  José,  su  misión,  su  tiempo,  su  vida,  Valladolid  1965,  pp.  117  ss.,  Paul  Gaechtel  S.J.  María  en  el  evangelio,  Bilbao  1959  pp.178  ss.  

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lo sabía por revelación del mismo Espíritu, como lo dice claramente San Mateo: “El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Su madre María estaba casada con José y antes de empezar a vivir juntos ellos fue encontrada (inventa est, en latín; εύρέϑη, en Griego) encinta por obra del Espíritu Santo” (1,18) ¿Por quién fue encontrada María encinta por obra del Espíritu Santo?, seguramente por José. A este respecto dice san Jerónimo: “nadie más advirtió tal misterio sino sólo José, a quién su condición de esposo daba derecho de observar la gravidez de su esposa cosa que no podía escapar a su atenta mirada6.

Entonces, ¿Cuándo fue que Dios reveló a san José este misterio? José conoció este misterio por revelación divina, antes que María volviera del pueblo de Ain karim, en las montañas de Judea con motivo de su visita a Isabel; pues al volver, constató en ella tan divina realidad. ¿Y no sería posible que la misma santísima virgen, como esposa suya y de un modo sencillo y natural, le haya comunicado la realidad de su divina maternidad?

Por otro lado no es de extrañar tal revelación del Espíritu Santo a san José, si tenemos en cuenta que este misterio le fue revelado también a Isabel en la visita que le hizo María; dice san Lucas: “En cuanto oyó Isabel el saludo de María… quedó llena del Espíritu Santo y exclamando dijo: bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (1,41-42); y lo mismo a Simeón y a la anciana mujer Ana en la presentación de Jesús en el templo: “Había en Jerusalén un hombre justo y piadoso… y estaba en él el Espíritu Santo…; había también una profetisa Ana que alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (Lc. 2,25-38). Aún Zacarías esposo de Isabel tuvo una revelación en el templo. (cfr. Lc. 1,11ss).

Pero volvamos al texto de Mateo: “… su esposo José, como era justo y no queriendo denunciarla, quiso dejarla en secreto” (1,20). En efecto en la ley de Moisés estaba escrito que si una mujer le era infiel a su marido, la apedrearan hasta que muriera7.

Ciertamente no era el caso de José, pues sabía que María era completamente inocente y pura; pero el Hijo que ella tenía en su seno, no era Hijo suyo sino de Dios, este era su problema; sin embargo, de ninguna manera intenta aplicar la ley del modo expresado, sino que piensa aplicarla del modo más justo y conveniente, con gran circunspección; por eso nunca piensa exponer públicamente a María a la ignominia, la ama con todo su corazón, como ningún esposo ha amado a su esposa; por eso decide dejarla en secreto; porque sabe de antemano que lo que lleva en su purísimo vientre es obra del Espíritu Santo; o sea, que Dios la ha escogido para Sí, para que sea la madre de su Hijo, y eso lo llena de un gozo inefable, pues sabe que Dios la ama y Él tendrá el más fino cuidado de su esposa y del Hijo que lleva en su seno, y los protegerá en todo; al dejarla en secreto asume, con gran generosidad toda la responsabilidad de sus actos, pero salva con profundo amor el honor de María su esposa. Esta es la                                                                                                                          

6  ML.  23,  185-­‐186.  7  Cfr.  Dt.  22,20-­‐21.  

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justicia de José. José es el custodio del amor de Dios, del amor hacia Jesús fruto del seno de María y del amor nupcial hacia su santísima esposa. José, pues, sabía perfectamente todo el misterio de María, antes de que el ángel se lo confirmara.

Volvamos al texto: José “pensaba en estas cosas” (Mt. 1,20) (haec autem eo cogitante, en latín; en griego: ταΰτα δε αʋτοΰ ενϑυµηϑεντος). ¿En qué cosas pensaba y reflexionaba José?, Desde luego, en que no quería, en modo alguno denunciar a María al conocer perfectamente su inocencia, y pensaba que el modo más asequible de resolver este asunto era: dejándola en secreto; pero también, en que era su legítima esposa y en que todavía no vivían juntos; y en que la gravidez de María era obra del Espíritu Santo (cfr. 1,19).

Prosigue san Mateo: José “pensaba en estas cosas, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños” (1,20). Me detengo en este detalle de los sueños de José, porque creo que es interesante resaltar que todo lo que Dios comunica a José es en sueños. Esto “muestra, dice Benedicto XVI, un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento. Sólo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de peculiar sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar el mensaje de Dios de esta manera. Y la capacidad de discernimiento era necesaria para reconocer si se trataba solo de un sueño o si verdaderamente había venido el mensajero de Dios y le había hablado” (La infancia de Jesús, l.c. pag. 47). Eso era precisamente lo que tenía san José: una fina sensibilidad para percibir la divina voluntad aun en sueños.

Sigue narrando Mateo, “y le dijo el ángel, no temas tomar contigo a María tu esposa porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo” (Mt. 1,20). Estas palabras del ángel descubren cual fue el motivo de querer dejar en secreto a María: el temor de no saber si Dios lo quería, o no, al lado de María su mujer, esa fue su única duda; Dios le hizo saber que sí: que esa era su voluntad: “No temas recibir a María tu esposa” (Mt. 1,20); José siempre buscó e hizo la voluntad de Dios.

Entonces ¿Por qué el ángel le dice a José: “No temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo” (Mt. 1,20), si él ya lo sabía? Muchos escritores (que no están de acuerdo con la opinión arriba expuesta) piensan lógicamente que la razón del mensaje angélico a José es revelarle que el fruto del seno de María es obra del Espíritu Santo y por eso el ángel le dice que no tema llevarse consigo a su esposa María.

Pero otros piensan que puede explicarse de diferente manera8; diciendo que las partículas enim, en latín; ϒαρ en griego, que están traducidas con “porque”, pueden traducirse por “supuesto que”, partícula que da por conocido lo que se expresa; y la partícula “δε” en el texto griego –que ordinariamente no la traducen- puede traducirse con “por eso”. Y todo esto sin traicionar para nada el texto. De este modo el                                                                                                                          

8  Cfr.  Nota  5  

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mensaje del ángel queda así: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, supuesto que lo concebido en ella, (como sabes) es obra del Espíritu Santo; por eso, dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, pues el salvará a su pueblo de sus pecados (cfr. Mt. 1,20-21). De modo que lo que Dios quiere expresamente de José es que no tema llevarse consigo a María y convivir con ella, y que le ponga nombre al niño; o sea que se sienta verdadero padre de Jesús y sea consciente del compromiso que lleva consigo esta misión y la cumpla como tal. Sabido es que para los judíos el poner el nombre a un niño era sentirse responsable de su paternidad, era indicar la identidad y la misión de una persona. En el caso de José es de suma importancia, porque José es el eslabón necesario para que Jesús quedara conectado con la dinastía del rey David como lo habían anunciado los profetas, y como lo conocían y proclamaban sus contemporáneos: Jesús hijo de David9.

Así comienza la lista de la genealogía descendente que menciona Mateo: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham… (y concluye así) Jacob engendró a José, el esposo de María de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (1,1-16). La genealogía ascendente de Lucas, dice así: “tenía Jesús, al comenzar (su predicación) unos treinta años, y era, según se creía, hijo de José, hijo de Helí… hijo de Natán, hijo de David… hijo de Abraham… (y termina diciendo) hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios” (3,23-38). De esta manera, la vida de José queda vinculada a la del Mesías como hijo de David. Esta es la razón por la que el ángel, al anunciarle a José la misión que Dios quería de él le dice: “José, hijo de David, no temas llevar contigo a María tu esposa… (Mt. 1,21) y el mismo ángel se encarga de explicar el significado concreto de ese nombre aplicado a Jesús diciendo: “porque Él salvara a su pueblo de sus pecados” (l.c.). En efecto, Jesús significa: Dios salva. De lo dicho podemos imaginar la emoción profunda de José en la circuncisión del divino niño al imponerle el nombre de Jesús, que Dios le había revelado y cuánto crecería su responsabilidad de custodiar la vida de aquel hijo que Dios le había confiado a sus cuidados.

La imagen de José pronunciando esta palabra: Jesús, aunque no se exprese que la haya dicho cuando, cumpliendo su misión de padre, le pone tal nombre al divino niño, me parece muy significativa; pues, reflexionando en todos los textos que a él se refieren, es la sola palabra que se supone proferida por José en todo el Nuevo Testamento; de ella se deduce que José sólo habló para eso: para decir “Jesús” al niño. Y no era necesario que dijera algo más, porque con esa palabra José nos dijo todo lo que tenía que decir. José es silencio, porque Jesús es la Palabra. Es lógico suponer que habló muchas palabras en sus conversaciones con Jesús y con María en la casa y en el taller de Nazaret; pero Jesús no es sólo la única sino toda la Palabra de Dios.

El acontecimiento en la vida de la Sagrada Familia donde se manifiesta de una manera más clara y evidente la custodia y protección de la vida, de parte de san José, fue cuando Herodes al ver que no

                                                                                                                         

9  2  S.7,1ss;  Lc.  1,32;  Hech.  2,30;  Rm.  1,3;  Mc.  12,35;  Jn.  7,42;  Mt.  1,1;  1,20;  12,23;  15,22;  20,30;  21,9-­‐15.  

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volvían los magos venidos de oriente se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de sus alrededores de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos; pero ya José, avisado en sueños por Dios, había tomado al niño y a su madre y en aquella misma noche había huido a Egipto según la orden de Dios y de permanecer allá hasta nuevo aviso (cfr. Mt. 13-18). De esta manera José salva la vida del Niño Jesús y de su madre María.

Cabe resaltar cómo Dios se dirige a José, como responsable de Jesús niño y de su madre para huir a Egipto; orden que José cumple rápidamente y con intenso dolor, pues no había tiempo que perder por lo peligroso de la situación; toma lo más imprescindible para un viaje tan largo y por un camino fatigoso por lo desconocido y precipitado y de grande sufrimiento en la travesía del desierto hasta llegar a lugares habitados en Egipto, país para él desconocido. Todos los relatos apócrifos de las cosas prodigiosas que acontecieron en este viaje, no son sino imaginaciones fuera de la realidad dolorosa de la Sagrada Familia cuya responsabilidad de protección y custodia tenía san José como cabeza de familia.

¿Cuánto tiempo estuvo la Sagrada Familia en Egipto? No lo sabemos. Sólo sabemos que cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le mando tomar al niño y a su madre y volver a su tierra, José obedece rápidamente y entra en tierra de Israel; pero, al enterarse que Arquelao reinaba en Judea y era tan cruel como su padre Herodes, tuvo miedo de ir a Belén, pues su responsabilidad era custodiar la vida del niño Jesús y de su madre; pero Dios, Padre bueno, le avisa en sueños que vaya sin temor a Galilea a una ciudad llamada Nazaret en donde José sigue siendo el custodio fiel y prudente de la vida y del amor que les tenía a Jesús como su hijo y a María su esposa. (cfr. Mt. 2,13-23).

Pero todavía le faltaba a José sufrir una prueba durísima en su responsabilidad de padre de familia como custodio de la vida y del amor a Jesús su hijo; fue cuando Jesús a los 12 años se dirigió a Jerusalén con sus padres con motivo de la fiesta de la Pascua judía, pues al volver a Nazaret después de aquellos días, Jesús adolescente, sin decir nada a José y a María, se quedó en Jerusalén y al notar ellos su ausencia en el descanso del primer día de regreso a Nazaret lo buscaron entre parientes y desconocidos y al no encontrarlo se volvieron a Jerusalén al día siguiente muy temprano en su búsqueda; lógicamente emplearon todo el día con una angustia cada vez más creciente y llegó la noche sin saber que le habría pasado a Jesús; ¿le habría sucedido algo doloroso e inesperado? Todo era posible, dadas las circunstancias de aquellos tiempos; sabían además María y José que Jesús iba a ser el redentor y salvador de su pueblo de una manera dolorosa, lo habían escuchado de labios del anciano Simeón en la presentación del niño en el templo de Jerusalén, hasta el punto de atravesar una espada de dolor el alma de María; e ignoraban el momento en que aquello habría de suceder.

Al tercer día, después de otra noche angustiosa, encuentran a Jesús en el templo de Jerusalén en medio de los doctores de la ley oyéndolos y preguntándoles, y notando cómo aquellos hombres sabios estaban admirados de la inteligencia y respuestas de aquel jovencito de Nazaret; fue un estallar de gozo en el corazón de sus padres y una muestra de su gran amor en la custodia de la vida de Cristo Jesús. Todo el

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amor del Padre celestial se hizo presente y visible en el corazón y en la vida de sus padres humanos María y José, cuyo único objetivo fue vivir de Jesús y para Jesús. (cfr. Lc. 2,41-52).

Casi es imposible terminar esta ponencia sin referirme a la homilía de S. S. Francisco del 19 de marzo de este año al inicio de su ministerio petrino, pues en ella se describe de una manera puntual y precisa lo que es ser custodio, cómo se ejerce la custodia y cómo vive san José esta custodia. El Papa se apoya en el texto de san Mateo: “José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer” (1,24). “En estas palabras, dice el Papa, se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser Custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y de Jesús: pero es una custodia que se alarga a la Iglesia como lo ha señalado el beato Juan Pablo II: “al igual que cuido amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia de la que la virgen santa es figura y modelo” (R. C. 1).

Prosigue el Papa Francisco: “¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total aun cuando no comprende”; más adelante pregunta: “¿cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto y no tanto al propio… y José es custodio, porque sabe escuchar a Dios se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aun a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él vemos como se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud, pero vemos también cual es el centro de la vocación cristiana: Cristo”. Ya casi para terminar dice el Papa: “en los evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles sino más bien todo lo contrario; denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro. No debemos tener miedo de la bondad y de la ternura”.

Termino con dos afirmaciones del Papa Francisco: “El verdadero poder es el servicio” y “sólo el que sirve con amor sabe custodiar”. Y esto fue lo que realizó san José en toda su vida. ¡Gracias!