aproximaciones a la literatura infantil y juvenil canaria
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Carlos Guillermo Domínguez Hernández Ángeles Perera SantanaTRANSCRIPT
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APROXIMACIONES A LA LITERATURA INFANTIL Y
JUVENIL CANARIA
Carlos Guillermo Domínguez Hernández Ángeles Perera Santana
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La gente cree que inventar es fácil, y se engaña. Es tan difícil que la mayoría somos incapaces
de forjar un cuento medianamente original para entretener a un chico, y si creemos haberlo
inventado, resulta que estaba inventado y escrito hace cientos de años.
PÍO BAROJA.
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Estimad@s bibliotecari@s,
Esta ponencia que tienes hoy en tus manos fue una de las
conferencias impartidas en la 21 edición de la celebración del Día de la
Biblioteca, que en el año 2009 tuvimos el gran honor de organizar en
Gran Canaria.
Con la publicación de esta ponencia no solo saldamos una deuda
adquirida en el día de la Biblioteca con el resto de las instituciones
organizadoras del evento y con Amigos del Libro, sino que queremos,
además, contribuir a la promoción y difusión de la literatura que para
niños y jóvenes se ha escrito y se escribe en Canarias, conocedores del
gran desconocimiento existente de la misma más allá de nuestro terri-
torio.
Ángeles Perera Santana, Profesora de Didáctica de la Lengua y la
Literatura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Carlos
Guillermo Domínguez, escritor y autor del pregón de ese año, hacen un
recorrido por la LIJ de Canarias en el que nos desvelan autores y títulos
de nuestra literatura.
Desde la narración oral (imaginada en nuestras cuevas, barrancos,
tagorors) pasando por los autores clásicos, hasta los libros más recientes,
lo que Carlos Guillermo denomina literatura intencional, o sea escrita
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para los niños y jóvenes, se nos van intercalando nombres y textos que
esperamos despierten tu interés.
Estamos convencidos de que los bibliotecari@s cumplen una
función fundamental en la en la difusión de la lectura entre los niños y
jóvenes y nos gustaría que esta ponencia les sirva de ayuda y estímulo y
que, poco a poco, los libros que se publican en Canarias formen parte
del catálogo de las bibliotecas más allá de nuestras islas.
Luz Caballero Rodríguez Cabrera
Consejera de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural
Cabildo de Gran Canaria
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A MODO DE PRÓLOGO
Hacer un estudio de la Literatura Infantil y Juvenil de las Islas
Canarias no es una tarea sencilla, como tampoco lo es hacer lo mismo en
el plano nacional e incluso, en el internacional. Comúnmente afirmamos
que este tipo de literatura no existía antes del siglo XVII donde surgen
los cuentos de Perrault, los hermanos Grimm y después los de Hans
Cristian Andersen. Cuentos que se han esparcido por el mundo
traduciéndose a cientos de lenguas.
Títulos, muchos de ellos vigentes aún, como Pulgarcito, el Gato
con Botas, La Cenicienta y un largo etcétera de lecturas de este tipo que
llenaron nuestra infancia y que aún alcanzan a nuestros hijos por medio
de la magia del ciberespacio, la televisión y el cine.
Si fuera cocinero antes que fraile… Perdón, quise decir que si
fuera cocinero y no escritor, emplearía aquí la receta de nuestro querido,
saboreado, y delicioso sancocho canario, es decir, añadir uno a uno los
productos a mi mano y olvidarme de añadir caviar del Volga, soja picante
o coles de Bruselas, por deliciosos que sean, a este plato tan nuestro. Sí,
sin duda dejaría de lado esos productos que están fuera de mi alcance y
que, además, le darían un sabor y consistencia totalmente foráneo.
Y eso es lo que voy a intentar, escribir un trabajo con los
productos que tengo a mi alcance, llamémosles biblioteca, Internet,
memoria y recuerdos, en lugar de chesne, papas, batatas y mojo picón
con guindilla de aquella… la de la madre.
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Antes que nada tengamos muy en cuenta que la literatura infantil o
juvenil puede provenir de fuentes muy diferentes, la literatura oral, la
espontánea o ganada por la infancia y la llamada literatura
intencional. Esta última son los libros escritos especialmente para ese
público infantil o juvenil.
El estudio de este delicado tema lo encontrará el lector en la
segunda parte de este libro. Un estudio que lleva la garantía de una firma
como es la de Ángeles Perera Santana, Profesora de Didáctica de la
Lengua y la Literatura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,
con un dilatado curriculum desarrollado día a día en su eficaz labor
docente. Habiendo publicado igualmente varios libros sobre tan
interesante y difícil tema, así como conferencias y artículos. Sus
conocimientos de la materia y capacidad de trabajo han sido claves en la
confección de esta obra.
Carlos Guillermo Domínguez
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I. LOS ORÍGENES DE LA LIJ: LA LITERATURA ORAL
Carlos Guillermo Domínguez
Vamos pues a hacer un rápido repaso aclaratorio de la literatura
oral y la espontánea.
En la literatura oral, proveniente de los más dispares países, y
que, lógicamente, se ha extendido por todo el mundo tomemos el
ejemplo de La Cenicienta del que es autor Charles Perrault. Pues bien, un
cuento hindú del Dekhan, del que se han recogido variantes en otros
puntos de la India, cuenta como la princesa Sodeva Bai, a la que su padre
ha regalado un par de chinelas de oro y pedrería, pierde una yendo de
paseo con sus damas.
Asimismo recordemos la fábula o cuento de La lechera. ¿La
Fontaine inventó esta fábula? La realidad es que en el Hitopadesa, que se
considera un derivado del Pantchatranta, figura la historia de un brahmán
que recibió un plato de arroz y se puso a pensar cuan rico sería
vendiendo esto por aquello. También, en el Libro de los Ejemplos, del
Infante don Juan Manuel, se narra “De lo que acontesció a una mujer que
decían doña Truhana” Pero en este caso era una vasija con miel.
A pesar de la transformación de la vasija de barro llena de miel
de doña Truhana o del brahmán en lechera, nadie pondrá en duda que
tenemos en los cuentos del Pantchatantra y del Hitopadesa los primeros
gérmenes de la fábula de La Fontaine. ¿Cómo viajó esta fábula de la india
a Francia? ¿Cómo el simple brahmán ha resucitado bajo la forma de la
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despierta lechera? Hay algo que sorprende en esto, su longevidad;
mientras que las lenguas han cambiado, imperios han surgido y han
perecido, este sencillo cuento de niños se ha mantenido vivo. Ningún
legislador ni ningún filósofo ha tenido una influencia tan grande tan
profunda ni tan perdurable como el autor de estas fábulas hechas para
los niños.
Pero ¿quién era? No lo sabemos. Su nombre se ha olvidado.
Sabemos solamente que era un hombre que vivió hace más de
dos mil años y al borde de un polvoriento camino de la inmensa India,
rodeado de niños, les narró el cuento del brahmán y su plato de arroz.
Ya, en la Prehistoria, es probable que el hombre que regresaba de
la caza narrase al calor de la hoguera la aventura pasada adornándola con
su primitiva fantasía, incluso ilustrando esto al grabar en las paredes las
escenas de su narración. ¿Fueron los primeros comics?
Aquí, en nuestras islas, el aborigen contaría como Magec, el sol,
doraba las espigas para que el Beñesmén fuera abundante o como en la
noche las tibicenas lo persiguieron por los barrancos de Aterura o
Tinamar, o como un día, empuñando su amodaga y embrazada su tarja
se había enfrentado a un grupo de extranjeros que intentaban pisar la
tierra sagrada de Tamarán. Sueños, fantasías y realidades que más tarde,
con una afilada tabona, grabaría en la piedra de Balos, en los riscos de
Texeda o en las cuevas de Agáldar.
Soy feliz al perderme por esos valles y montañas de la antigua
Tamarán, ver y sentir los amaneceres que ellos sintieron, dormir en las
cuevas que ellos habitaron, acariciar el barro de los gánigos que
moldearon con sus manos, rozar suavemente la madera labrada de una
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tarja, sentarme junto a los tres teniques de un fogal donde asaron en
leche el cabrito... Pasar una noche en lo alto del Monte Sagrado
Bentayga, ver a las sombras, al atardecer, ocupar los huecos dejados por
Majec, el sol, y presenciar la salida de Enac, la señora de la noche, desde
su Palacio Oscuro en las entrañas del Bentayga.
Cuando Magec se oculte tras las Grandes Aguas, y llegue el
Bellesmén, esa fiesta de los aborígenes canarios, que se adelantó a las
olimpiadas griegas, donde se ponían de manifiesto fuerza y habilidad, se
reunirán los diversos cantones de la isla y se encenderán cientos de
hogueras donde poco después se asarán el tihaga y la aridamán, se
preparará la maranona y el azamotán mientras se llenan los gánigos de
charcequén y aho. Y el anciano cuenta, junto a los teniques del fogal la
historia de los maxios, los espíritus de los valientes que velan en las
costas isleñas al atardecer, a un grupo de jóvenes, mientras un poco más
lejos un guerrero cuenta a los niños la leyenda de Atacayte, el del corazón
valiente, mientras en el aire suena la canción de una madre, acunando a
su hijo, en estrofas que hablan del amor y de la belleza. Es la Literatura
oral ¿verdad?
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II. LA LITERATURA ESPONTÁNEA O GANADA POR LA INFANCIA
Carlos Guillermo Domínguez
Hablemos ahora de la literatura espontánea, de los libros que
no fueron escritos para niños y jóvenes pero que estos hicieron suyos.
Son muchos, pero únicamente tomaremos un par de ejemplos y para ello
nos trasladamos en el tiempo.
Daniel Defoe, el autor del famoso Robinsón Crusoe no era en
modo alguno un escritor para niños, cosa que por otra parte, como
hemos indicado, no existía como tal en los siglos XVII y XVIII, en que
transcurrió su vida. Robinsón fue escrito por encargo en el corto tiempo
de dos meses, y constaba el original de 367 páginas. Apareció en 1710 y
su éxito fue tan rotundo que las ediciones, algunas de ellas piratas, se
sucedieron y empezó a traducirse a otras lenguas.
A raíz de este éxito se produce el curioso fenómeno del
nacimiento de las “robinsonadas”. En diversos países nacen libros con
esta base, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros tiempos,
incluso se han transformado en películas. Es más, también existe un
Robinson español. Tomás de Iriarte, el famoso fabulista tinerfeño,
nacido en 1750, traduce al castellano El joven Robinson, de Campe, que
alcanza varias ediciones. Iriarte añadió una curiosa documentación para
probar la veracidad del mismo introduciendo una cita de Garcilaso de la
Vega con la historia de Pedro Serrano en una isla del Caribe que luego se
llamó Serrana. Incluso hoy, abunda la literatura sobre la robinsonada.
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Destaquemos que siete años después de la aparición de Robinsón
Crusoe, se publica otra narración centrada en un personaje que naufraga
y se salva a nado, llegando no a una isla desierta sino a un singular país:
Liliput. El libro se llamaba “Viajes a varias naciones lejanas del mundo, en
cuatro partes, por Lemuel Gulliver, médico cirujano al principio y luego capitán de
varios navíos”. Obra que hoy conocemos como Los Viajes de Gulliver y cuyo
autor es Jonatan Swift.
Ingenioso, mordaz, de agrio carácter, será un enemigo
despiadado que empleará con ironía y amargura una prosa de las mejores
de su tiempo. Muchas fueron sus frustraciones sociales y personales y
todo ese fondo de sinsabores y descontento ante la sociedad de su época
va a salir, a través de su genial e inagotable inventiva, en forma de sátira y
sarcasmo, de desahogo y crítica, en la obra que le hizo famoso: Los Viajes
de Gulliver.
Esta ha sido la suerte de una obra escrita para mayores y que los
jóvenes hicieron suya.
También en nuestro país se ha dado este fenómeno, como
ejemplo “Platero y Yo” de Juan Ramón Jiménez. Una obra maravillosa
que alcanza plenamente mundos de la infancia y la juventud y admira y
hace soñar a los mayores.
En Canarias se ha producido el mismo fenómeno lector que
hemos descrito anteriormente y de autores canarios hay obras que entran
perfectamente en el mundo de la infancia y la juventud. Recordemos
“Benartemi o el último de los canarios”, de Agustín Millares Torres. Esta
obra se publicó en el folletín de “El Omnibus” del 2 de enero al 1 de
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mayo del año 1858, bajo el título de Benartemi. En 1875 se publica de
nuevo bajo el título de “El último de los canarios”.
Así nos habla de esta obra Juan Rodriguez Doreste
Su ingenua gracia de viejo cuento romántico, con sus heroicas peripecias a
lo Walter Scott, incluso lo Mayne Reid en donde los indómitos salvajes
fueran sustituidos por canarios aborígenes, realza más que menoscaba los
méritos de esta narración de don Agustín Millares Torres. Todavía en
aquella época los ecos del mundo llegaban a las islas, no sólo
amortiguados, sino con tardía y lenta asimilación. La inspiración y el
estilo pueden ser románticos, pero el impulso resulta original. Por primera
vez un legendario personaje indígena protagoniza una obra literaria en la
que, en torno a unos verídicos datos genealógicos, la fantasía del autor teje
asechanzas y lances que llegan a tener vislumbres rocambolescas Se trata,
pues, del primer intento de exaltar el heroísmo, la nobleza y valentía de
un aborigen, de mitificar a un canario primitivo, de iniciar la creación de
un Olimpo para nuestro uso privativo, al menos una especie de areópago
en el que viven y meditan eternamente aquellos seres que dan sustento y
savia, lustre y vigor a una de las muchas raíces étnicas, la de más hondo
calado sentimental, que nutren nuestro bien conocido y secular mestizaje.
Y ya que hablamos de recuerdos me viene a la memoria la obra:
"Recuerdos de un noventón” de Domingo José Navarro, es
igualmente una deliciosa obra en la que se nos presenta lo que fue la
ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a principios del siglo XIX y los
usos y costumbres de sus habitantes. Apareció en 1895. Muchísimos
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años después, en 1931, volvió a imprimirse el libro que se vendía al
precio de 75 céntimos. En 1971 la reeditó el Cabildo Insular de Gran
Canaria. De esta obra hizo un estudio, por desgracia inacabado, el ilustre
historiador y periodista Eduardo Benítez Inglot.
Al hablar de las escuelas, Domingo José Navarro nos dice: “Eran dos y
ninguna era buena. Una en Vegueta y otra en Triana. Regentaba esta
última el señor Laguna, anciano respetable y bondadoso; pero este buen
señor padecía tan atrozmente de jaqueca que muy rara vez asistía a la
escuela. Su pasante Cardona era el reverso de la medalla y nos
atormentaba a su sabor. Era el tal Cardona un hombrecillo flaco, de
color cetrino, cabeza apepinada, cabello lanoso, frente casi nula, cejas
erizadas, ojos plegados, nariz de pico de cernícalo y boca tan hendida que
la comisura de sus delgados labios casi acariciaban los pulpejos de sus
largas orejas. Sorbía tanto tabaco verdino que con el que caía sobre su
camisa, almilla y chaqueta se podía surtir una tercena. Su voz era
chillona y notablemente gangosa”.
Nos habla este autor con esa riqueza expresiva, de personas,
paisajes, costumbres que es una delicia revivir.
También hemos de mencionar a Víctor Doreste y su obra
Faycán.
Es la historia de un perro desarrollada igualmente en el entorno
de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Cicerón, Catalejo, Pluto,
Chicharro, Rebenque… casi humanos, con sentimientos, penas y
alegrías.
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"Un día, en las inmediaciones del mercado, lugar para nosotros
predilecto, me creí encontrar de pronto ante un charco de agua -narra el
perro Faycán-. Ante un charco, nos vemos a nosotros mismos -nos había
enseñado Cicerón-. Moví mi rabo, pero mi imagen lo mantuvo quieto.
Probé con las orejas: y cuando las bajaba, la imagen hacía lo contrario.
No estaba delante de un charco. Estaba delante de un perro. Pero un
perro que era yo mismo. Me acerqué a él y al olerle, le encontré un cierto
tufillo de familia. Iba pulcramente lavado, con un hermoso collar rojo y
un ridículo cascabel. Su actitud para conmigo fue de estúpida altanería.
Moví mi rabo en señal de amistad, pero él lo mantuvo quieto y disparó
sus orejas. Yo sentí desprecio por su collar de esclavo. Era yo entonces, y
lo fui durante mucho tiempo, un perro vagabundo e independiente.
Cuando me disponía a enseñarle los dientes, un fuerte silbido le hizo
acobardarse y desaparecer. Era... ¡el amo! Yo me fui contento al barra-
nco. Muy contento de mi mismo, de mi pobreza y de mi libertad”.
Confieso y declaro que me encanta profundizar en la historia de
nuestra tierra, perderme en las páginas que otros escribieron sobre
costumbres aborígenes o relativas a hombres y mujeres que vivieron y
escribieron la historia de sus vidas en nuestras rocas volcánicas, en
nuestros valles y costas. Voces que se funden con el viento y el humo de
las fogatas para narrar hechos reales y de imaginación que se cruzan y se
funden, formando momentos que fueron retazos de vida, de esperanza,
de lucha, de amistad y de nobleza; igual al fino entrelazado de juncos y
hojas de palma, teñidos con jugos de flores y hierbas, con los que los
aborígenes canarios confeccionaban sus vestidos, cestas y esteras.
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Y aquí surge la pregunta: ¿la literatura canaria está representada
por aquellas novelas y narraciones en las que se reconstruye la historia,
narrando las dichas y desdichas de la raza indígena, sus victorias y sus
derrotas, su forma de vivir y de amar, fijando en las páginas nombres de
guayres, faycanes, guanartemes o guayarminas? ¿O acaso lo canario son
aquellos otros escritos costumbristas que nos cuentan las andanzas de
roncotes y mauros, los que nos narran típicos tenderetes y noches de
taifas, como las refiere Juan del Río Ayala?
¡Taifa... que canta el mandón!
Mesa con vino y con ron
Y con mojo de pejines;
Sopaingenio y chicharrón.
Convite de obligación,
que pagan los bailarines.
Tengamos muy en cuenta que este mismo historiador y
costumbrista, Juan del Río Ayala, publicó, allá por los años 60 del pasado
siglo, Lecturas canarias para niños, patrocinada por el Ayuntamiento de Las
Palmas de Gran Canaria e ilustrada por el inolvidable Eduardo Millares
Sall “Chojuaá”. Estoy convencido que esta obra fue la primera semilla
fértil sembrada en el surco de la LIJ canaria. Juan del Río publicó
diariamente, y durante muchos años, una serie de artículos bajo el
nombre de El Gánigo de Papel en los que recogía y reflejaba ese
sentimiento canario. Su obra Tirma fue llevada al cine.
Al final he llegado a la conclusión de que la literatura infantil y
juvenil canaria es simplemente una forma de ser, una forma de sentir...Y
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el sentimiento puede expresarse de mil maneras diferentes sin dejar de
ser sentimiento.
El arrorró que una madre susurra en los oídos de su hijo; el
cuento que el abuelo narra sonriendo a su nieto: Érase una cucarachita que
estaba barriendo y se encontró un céntimo…; o el padre que a la sombra espesa
de una palmera canaria, narra a sus hijos adolescentes la leyenda del
Garoé, son también literatura porque llegan al alma, aunque esté escrita
en el aire con voces salidas del corazón. Por ello, al recorrer páginas y
páginas de muchos libros, algunos de ellos con dedicatorias de viejos
amigos que se fueron, he pensado que eso de “LIJ canaria” me viene un
poco holgado.
Como anuncié al principio, he preparado para ustedes este
sancocho literario puesto que...
Pa`cantar bien las folías
Hay que comer chesne y gofio
Hasta escaldarse los besos
Con la pimienta del mojo.
Escribía Orlando Hernández: Papas nuevas, las de pa fuera no sirven,
cherne, mojo con pimienta de la puta madre, batatas de yema güevo y una buena pella
con gofio de millo de aquí. Y en este sancocho que les ofrezco, los
condimentos son humildes, pero muy nuestros y no por ello menos
sabrosos, al contrario, son de primera calidad.
Al decir esto me refiero el dejar aparte nombres gloriosos de
nuestra literatura como pueden ser Cairasco de Figueroa, Viera y Clavijo,
Pérez Galdós… y un largo etc. de escritores, poetas e historiadores que
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precisarían de un exhaustivo estudio y que lo hiciera alguien más
preparado que yo. Lo que quiero resaltar es el sentido isleño de los
personajes creados por el autor, su forma de ver la vida que sigue latente
en el canario pese a los avances de la técnica y a los profundos cambios
habidos en ciudades y pueblos, convencido de que el alma isleña sigue
siendo, a pesar del ambiente que le rodea, socarrona, humorista y
ocurrente.
Ustedes comprenderán, en este caso, la imposibilidad de reflejar,
no ya al cien por cien, sino simplemente hacer un bosquejo de los
escritos de Pancho Guerra, en sus "Memorias, Aventuras y Cuentos de
Pepe Monagas"; el poeta Alonso Quesada, en las “Crónicas de la Ciudad
y de la Noche"; Víctor Doreste, en su "Faycán", "Ven Acá Vino
Tintillo"; los Hermanos Millares en las "Canariadas de Antaño”; Leandro
Perdomo en sus "Narraciones Breves y el Puerto de La Luz"; Eduardo
Millares Sall en su "Humor Isleño"; Juan Márquez en sus crónicas de
'Panchito y Pepito"; Orlando Hernández en su "Sancocho", “Catalina
Park”, “Decires Canarios” y tantas otras publicaciones de nuestros
escritores de ayer y de hoy muchas de ellas, triste es decirlo, aún no
publicadas y otras tan agotadas que sólo algún privilegiado tiene la
fortuna de tener ese ejemplar único en su biblioteca.
En primer lugar quiero traer aquí a Pancho Guerra, el padre de
ese Pepe Monagas que ha hecho reír y pensar a tantos canarios de todas
las edades. La obra de Francisco Guerra, se diría que busca el aire libre,
el gozoso encuentro de la menuda anécdota que provoca las delicias de
sus héroes populares y el regocijo del lector. Es el campo abierto, el cielo
soleado o la brisa del mar lo que airea o ambienta la vida despreocupada
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de sus personajes. Merced a Pancho Guerra se enriquece hoy la
personalidad del hombre canario, profunda y secreta a veces por su
timidez insular, presente otras, como en sus cuentos, por sus ocurrencias
de pasada, sus anécdotas características, los giros de su lenguaje peculiar.
Pepe Monagas, un personaje de ficción que ha llegado a ser tan
real como aquellos tipos populares que recorrieron nuestras calles y
plazas haciendo alarde de su zorroclonería isleña. Unos viven en el
recuerdo y la anécdota, otros, en las páginas de un libro, arrancando
siempre la sonrisa agridulce o la abierta carcajada: Roque Morera, Juanito
Argumento, Barbarita, Juan el Bobo, Abelardo, Baldomero, Pancho el
Bruto, Caña Dulce, Andrés el Ratón, Lolita Pluma... se añaden como
personajes a la literatura oral y a la espontánea y ya son inmortales.
Cuantos recuerdos de juventud me trae el nombre de Pepe
Castellano. Por aquel entonces, otro hombre inolvidable, Ramón Mariño,
gallego él de nacimiento, pero canario de corazón, dirigía la Revista
hablada “Palabras”. Esta revista la componían cinco o seis personas de
diferentes profesiones que se trasladaban a los más diversos lugares, para
hablar de sus especialidades y conocimientos. Lo mismo se realizaba en
el Gabinete Literario que en un pago o playa cualquiera de nuestra
geografía isleña. Fueron trece años de labor y más de 500 ediciones.
Entre estos hombres y mujeres que desinteresadamente llevaban
la cultura a cualquier rincón, recuerdo con cariño especial a Pepe
Castellano, con su cachorro canario y su gracejo isleño, manteniendo
vivo el sentir de esta tierra nuestra con sus cuentos y dichos, a Pinito del
Oro, Mari Sánchez y los Bandama, Fernando Díaz Cutillas, Juan Beltrán
Sierra, José María Casado Crespo, Tonono, Guedes y tantos y tantos más
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que supieron escribir páginas sonoras en el viento alisio impregnándolo
de sus sentimientos.
Perdónenme por haberme apartado un tanto de lo que es la
literatura... aunque, justo es reconocerlo, en aquella revista hablada oí,
escritas en el aire, muy bellas páginas literarias que llegaron a niños,
jóvenes y mayores en los más dispares lugares de nuestras islas. Bien,
estos son recuerdos, pero, como dijo Unamuno: Con maderas de
recuerdos armamos las esperanzas.
Alrededor de la brillante pantalla del ordenador se van alzando,
cada vez más altas, las columnas de libros que brotan incansables de los
estantes de mi biblioteca puestos al alcance de mi mano por mi musa
oficial. Las letras impresas se hacen voces que suenan en mis recuerdos:
No te olvides de mí... Fuimos amigos...
Pero es imposible traerlos a todos tal como se merecen. Ahora
bien, en este momento, y ante testigos que son ustedes, prometo, si Dios
me da vida, recopilar todas esas sensaciones, todos esos sentimientos,
todos esos nombres, en una obra en la que no faltará ninguno de esos
escritores que omito o que sólo menciono de pasada. Puesto que
hablamos de recuerdos, en este ingente montón de libros hay una obra
encantadora de la que es autor Carlos Ramírez Suárez, se titula En la Ruta
de mis Recuerdos.
El mismo autor dice de ella en la introducción: ...es un libro que
quiere seguir recogiendo -en una modesta recopilación de crónicas- los
sucesos, anécdotas y caracteres de nuestra tierra amada, sin otra
pretensión que la del recuerdo hacia las cosas y los perfiles espirituales de
esta Gran Canaria tan querida... Desfilan por las páginas del libro los más
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interesantes momentos de una época y los personajes que en ella
vivieron.
Don Chano Corvo es un libro de José Miguel Alzola que arranca de
la Montaña de Doramas, de aguas fresquísimas, cerros amenos y poblada
de árboles, dando sombra a los verdes prados. Es entonces cuando
aparece en tales parajes la figura de don Miguel González Corvo, abuelo
materno de don Chano, protagonista de la obra. Los padres de éste, don
Enoch y doña Rafaela Quintana y Cardoso, tenían instalada una tienda
en la calle de la Peregrina, que esta señora gobernó, con mano férrea,
desde lo alto de una tarima encristalada. En ella se vendían telas de
merino, alpacas, driles, crespones y también la Santa Bula... Pero José
Miguel Alzola, con su fino humor, nos dice: «Posiblemente don Enoch
interpretó mal el contenido de la Santa Bula, en lo que se refería a la
mitigación de la abstinencia de carne, porque comenzó a ser cliente
asiduo del Seis de Copas, la mala casa del honorable barrio de San
Antonio Abad, en la que traficaban con sus encantos las mozas ligeras de
la isla.»
De las columnas de libros que me rodean –que no son las
columnas de Hércules- surge un nuevo libro, un título y un nombre,
Cuentos de Médicos canarios, de Juan Bosch Millares, una de las eximias
figuras de nuestra tierra. Doctor en Medicina y Ciencias Naturales,
profesor y académico. Fue director del Museo Canario y del hospital de
San Martín. Premio Viera y Clavijo... y un largo etc. Pero, sobre todo, ha
sido un canario de pura cepa con todo lo que esto conlleva. En uno de
estos cuentos de médicos canarios, nos habla de un galeno de Moya que
era muy redicho.
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Seña Dolores, bastante sanana y singuangua.
Merceditas, de dieciocho años.
Apartes con el novio.
Pierde el apetito.
Se mudaron de ropa para ir al dotor.
¿Dónde está la medalla?
Me la tragué
La madre cuenta al dotor.
El facultativo la examina y se da cuenta de lo que ocurre.
Mi hija se tragó una medalla de la Virgen del Carmen.
¿Y cómo es?
La que tiene un niño en los brazos
Bueno la miraré por la pantalla a ver si se ve la medalla
¡Qué! ¿Se ve la Virgen, usted?
La Virgen señora, no se ve, el niño sí.
No podemos negar, ni renunciar a esa picaresca tan nuestra, tan
canaria, que se refleja en el cotidiano vivir de nuestra gente, en sus
coplas, sus dichos y, también, reconozcámoslo, en su literatura. ¿Puede
faltar en nuestro yantar diario, el mojo picón? ¿La ardiente guindilla o el
candente ron, aunque le añadamos un poco de miel? Rotundamente, ¡no!
Está muy claro que en este convite no puede faltar tampoco algo
tan elemental como es el gofio ya que el gofio es básico. Ya lo dijo
Unamuno: La gente de esta isla vive de gofio, papas y pescado seco. Gofio y sancocho
es su alimento.
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Y esta pella sabrosa, herencia de los que nos precedieron,
acompañante imprescindible del isleño, está formada, en este caso, por
los autores de las producciones populares canarias, las cuales nos llegan a
finales del siglo XIX de manos del médico tinerfeño Juan Bethencour
Alfonso, que nos legó: Costumbres populares canarias de nacimiento matrimonio
y muerte. Materiales para el Folklore Canario y La Historia del Pueblo Guanche.
De Víctor Grau-Bassas. Si bien nació y murió fuera de Canarias,
fue un canario más entre nosotros y uno de los paladines de la
investigación efectiva en las siendo uno de los fundadores del Museo
Canario.
Maximiano Trapero, que aún trabaja incansable en su meritoria
labor, autor de una completa antología del tema como es La Flor del
Oroval. Romances, cuentos y leyendas de San Bartolomé de Tirajana.
Luís Diego Cuscoy, autor de un profundo y muy interesante trabajo
titulado El folklore infantil.
Ellos son una muestra, el ejemplo de otros muchos en ese campo tan
nuestro como es la tradición popular, en adivinanzas, coplas y cuentos
que oímos de labios de nuestras abuelas y ellos han analizado y
mantenidos en toda su vigencia. Un estudio de su trabajo precisaría
tiempo y calidad, cosas que no tengo en mi zurrón. Pero, tengo en mi
biblioteca una obra que, al igual que un fresco manantial de nuestras
cumbres al bañarse en el sol, nos ofrece un maravilloso arco iris de esta
literatura popular canaria: Canarias Ayer y Hoy. Historia Cultura y
Tradiciones. En ella figuran mujeres y hombres que han dejado su huella
en este largo camino, unas veces llano y cómodo, otras duro y agreste,
pero siempre bello e interesante.
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En fin, ustedes, si han leído hasta aquí, recuerden que yo les
ofrecí un sancocho, pero al final, me pregunto si lo que les he ofrecido
no ha sido un frangollo. Pero, al fin y al cabo, el frangollo también tiene
identidad canaria.
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III. LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL CANARIA.
LA LITERATURA INTENCIONAL
Ángeles Perera Santana
“María Roger tenía el don especial y maravilloso de la palabra. Su boca, frutada de romances y coplas, podía estar desgranándose, como cuentas de un rosario, durante horas, cada día de la semana, cada semana del mes, cada mes del año y así año tras año.
Hombres y mujeres, mayores y niños, inclusive la poderosa Juana, la de Domingo Antonio, callábamos embelesados ante su voz, y a Chicho, de cuando en cuando, había que subirle la mandíbula inferior pues se quedaba boquiabierto como si estuviese hipnotizado”
(Félix Hormiga, La noche mágica)
El poder de las palabras, tal como indica este texto de Félix
Hormiga, puede hacer volar la imaginación, la capacidad de expresión
personal, sin olvidarnos, por ello, de la función social que desempeña, o
desempeñaba, en las sociedades en las que los relatos y los personajes,
corrían de voz en voz, apenas sin detenerse en un papel. Era entonces el
narrador el encantador de serpientes, pero también el que tenía la
responsabilidad de mantener la tradición y divulgar la historia, cierta o
ficticia, de su pueblo y sus pormenores. También la escritura encanta,
hipnotiza y cohesiona a la colectividad que la comparte. De este modo, la
frontera entre literatura infantil, juvenil y de adultos es territorio envuelto
29
en la bruma y la confusión, sobre todo cuando el criterio que utilizamos
para definirla y caracterizarla es la edad de los lectores. La edad es una
condición del ser humano que determina muchos de sus
comportamientos, sus gustos e intereses y, sobre todo, su nivel de
competencia lingüística y literaria; pero cuántas veces hemos
comprobado que la cronología no garantiza un patrón de conducta
homogéneo, y, muchos menos, idénticas expectativas ante la realidad. La
familia, la experiencia, la posición personal ante determinadas vivencias
son decisivas para entender el entorno, y, en el caso que nos ocupa, para
elegir un autor o una obra. Por este motivo, definir a un autor como
escritor para niños o jóvenes no deja de ser una etiqueta que, tal vez,
ayude al análisis y la catalogación de las obras (objetivo de estas
reflexiones), pero limita y constriñe la idea misma de la creación, de la
expresión artística libre e individual. Decía Barthes (2005: 21) que la
escritura nace entre la lengua y el estilo, este concepto de escritura alude
a “la elección general de un tono, de un ethos si se quiere, y es aquí donde
el escritor se individualiza claramente porque es donde se compromete”
y añade que la escritura es elección, no sólo de formas sino de lugar
(entendido como sector o grupo social e histórico) desde donde decide
escribir: “su elección es una elección de conciencia, no de eficacia. Su
escritura es un modo de pensar la Literatura, no de extenderla” (Barthes,
2005: 23).
En la literatura canaria encontramos escritores que, alcanzando
reconocimiento con libros para adultos, dedican, dentro de su
producción, textos a los lectores noveles, además de autores cuyas obras
van dirigidas específicamente a los niños y jóvenes, que cuentan con
30
fieles seguidores entre los que ya no son ni tan niños, ni tan jóvenes.
Conscientes de que nos encontramos en zona de arenas movedizas, y sin
pretender ser exhaustivos, asumimos la contradicción de proponer un
esquema de análisis necesariamente limitado y ceñido a dos apartados: 1.
Autores, ocasionalmente, de literatura infantil-juvenil y 2. Autores que
escriben para pequeños o jóvenes lectores preferentemente.
1. Autores, ocasionalmente, de literatura infantil-juvenil
Entre los autores que alguna vez han arribado a la literatura
infantil y juvenil destacan Pedro Lezcano, Rafael Arozarena, Luis León
Barreto, Emilio Gonzáles Déniz o Dolores Campos Herrero.
Pedro Lezcano nació en Madrid en 1920, pero desde los dos
años se trasladó a las Islas Canarias, a Las Palmas de Gran Canaria
concretamente, y siempre ha sido considerado como canario. Lezcano es
fundamentalmente un poeta aunque también escribió cuentos y teatro;
sus múltiples actividades le llevaron a ámbitos tan dispares como el
ajedrez y la política, fue presidente del Cabildo de Gran Canaria desde
1991 hasta 1995. Sus compañeros de generación fueron Agustín Millares
y José María Millares Sall, Carlos Pinto Grote o Ventura Doreste y
Víctor Doreste, con ellos formó una tertulia en la imprenta que tenía en
Las Palmas de Gran Canaria a finales de los 40 y junto a ellos propició la
aparición de Antología cercada, un poemario colectivo que se adelanta a lo
que después se catalogaría como poesía social en España. Según Joaquín
Artiles e Ignacio Quintana (1978: 24), Lezcano “es un poeta múltiple,
diverso, cambiante. Añadamos ahora que hay un tono sosegado que
señorea esta diversidad. Y que su voz, tan rica en modulaciones, no
31
envejece ni desmaya, porque su canto es intemporal”. Fue Premio
Canarias de Literatura en 1989. Dentro de su obra para jóvenes se
incluye Diario de una mosca y La rebelión de los vegetales (Viceconsejería de
Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1994).
Esta obra consta, como indica su título, de dos relatos cortos,
cuentos los llama su autor en el subtítulo, que demuestran la
imposibilidad de catalogar la edad de los lectores cuando estamos ante
textos bien construidos. En la solapa del libro puede leerse, en palabras
de Emilio González Déniz, que este libro son dos relatos donde, con
alevosa ingenuidad que al cabo es sofisticada ironía, Pedro Lezcano lanza
un reto a la imaginación, y utiliza la transgresión carrolliana para hacer
refracción de la realidad. Esto es así porque el Diario de una mosca
comienza con una introducción en la que un narrador desconocido nos
aclara que ha encontrado un “manuscrito” antiguo, al que se le había
borrado la tinta casi por completo y al que sólo quedaban algunas
palabras sueltas en latín. Este narrador continúa explicando que descubre
un código hecho con cacas de mosca, es decir, sobre documento de tan
loable fin, una mosca había escrito su diario utilizando para ello sus
excrementos y la misma lengua de los clérigos, el latín. Este diario no es
un diario íntimo, sino escrito para ser leído: el estilo imita el de los
tratados filosóficos, y el humor surge ante el contraste que supone que
tan curiosa narradora exprese sus reflexiones de mosca en el mismo tono
solemne que utiliza el ser humano para explicar lo inefable. Esta mosca
anónima se vale del ser humano para sobrevivir gracias a sus casas, su
comida y hasta sus cortinajes que le facilitan el descanso. A través de
Diario de una mosca, los papeles se invierten: las personas se colocan en el
32
microscopio y un ser inútil, ínfimo, es el encargado de realizar la
disección. El texto deja traslucir que, tal vez, no sea tan importante la
“manada humana” como ella misma cree.
En la rebelión de los vegetales, nos encontramos, de nuevo, con seres
inanimados que cobran vida en la ficción literaria. Un escritor es raptado,
mientras duerme, por un eucalipto que, con la fuerza de sus ramas, lo
arrastra hasta el jardín donde descubre que está ante una revolución
contra los hombres a los que los “vegetalistas” llaman caníbales.
Distintas especies lanzan discursos y arengas contra el ser humano,
enumerando los males que éste comete contra la naturaleza, y un
auténtico ejército de plantas promete cambiar la situación. Al final, el
escritor, narrador, despierta de su sueño aunque no de forma apacible
porque sus pies, llenos de barro, le obligan a mirar con recelo el jardín y
a dudar de la irrealidad de la experiencia nocturna.
La narración fluye embaucando al lector que, en ocasiones, no
puede menos que sonreír ante las ocurrencias de los personajes, o bien,
asombrado, procura seguir el hilo de los razonamientos de seres tan
“exóticos”.
Rafael Arozarena, poeta, narrador, ensayista, nació en 1923 en
Sta Cruz de Tenerife. Junto a varios amigos escritores e intelectuales
fundó el grupo fetasiano que planteaba una visón del mundo y del ser
humano profunda y anómala en relación al limitado ambiente social y
cultural de los años cincuenta y sesenta (entre esto amigos se encontraba
Isaac de Vega cuya novela más conocida se llama precisamente Fetasa).
Fetasa es un término inventado que pretendía romper los esquemas
rutinarios del comportamiento humano y su trascendencia. En 1988,
33
obtuvo, junto a Isaac de Vega, el Premio Canarias de Literatura. Para
jóvenes escribió La garza y la violeta (Alfaguara, 1997) y Fantasmas y
tulipanes (Editorial Afortunadas, 1998), El dueño del arco iris (Interseptem,
2003) y El barco de los sueños (Interseptem, 2004).
A propósito de Mararía, la novela más editada y leída de Rafael
Arozarena y, tal vez, de la literatura canaria de todos los tiempos, afirma
Francisco Quevedo (1997: 286): “Rafael Arozarena indaga, a través de
Mararía, en la pesadumbre que se instaura en unos personajes
desalentados, que se plantean como objetivo el dejar transcurrir los días;
con un pasado en sus espaldas que los azora como también lo hace la
sequedad de Lanzarote, implicada en la dinámica de destrucción
paulatina de estas ficciones. El novelista nos da una visión literaria de un
universo insular, nos lo aproxima para que veamos un ambiente
desgarrador que ayuda a conformar el conocimiento de la cultura
canaria”. Estas indicaciones nos sirven, no tanto porque en sus libros
para jóvenes, el autor llegue a extremos trágicos, sino porque la
influencia en los personajes del entorno geográfico y natural, el sentido
de lo fatídico y el poder del destino, unido a lo misterioso y mítico, se
mantienen plenamente vigentes. Por ejemplo, en La garza y la violeta, la
trama tiene como fondo majestuoso el Teide, no sólo porque los
personajes viven en el valle de Taoro, sino porque, además, el padre del
protagonista fue guía en la montaña. En este libro se entrecruzan temas y
situaciones engarzadas con agilidad narrativa. El protagonista, Víctor, es
un joven de familia campesina, enamorado de una rica inglesa que pasa
los inviernos en la isla y con cuya hija comparte curso. De niños, su
compañera de juegos lo reta a ir a buscar la violeta que se encuentra en
34
las entrañas del volcán rodeada de misterio y de historias de almas en
pena y monstruos terribles. En el último curso, cuando regresan las
inglesas, el joven descubre que su amiga se ha convertido en una mujer
que lo trata con desdén; decide entonces emprender el camino a las
alturas de la montaña, allí descubre a un personaje que se supone muerto
hace décadas, y sueña con un mundo de piedra. Pero, la novela no es
únicamente la historia de un joven sino de una forma de vida que va
desapareciendo poco a poco, según avanza el ladrillo y los edificios
arruinan las fincas de plataneras; el hormigón es la auténtica maldición
para estas personas cuya existencia está ligada íntimamente a la
naturaleza, con ellas acaba una forma de ser y de observar el mundo.
Luis León Barreto es periodista y escritor. Nació en La Palma
en 1949 y ha sido subdirector del periódico La Provincia en Las Palmas de
G.C. Forma parte de la conocida por la crítica como generación de los
70 formada por novelista entre los que se establecen lazos vitales y
literarios. Ha obtenido diversos premios literarios y periodísticos, entre
ellos figuran el Blasco Ibáñez y el Pérez Galdós de novela, así como el
Leoncio Rodríguez, el Víctor Zurita y el León y Castillo de artículos
periodísticos. Su obra más conocida es Las espiritistas de Telde, traducida a
diversos idiomas y ampliamente editada. En esta obra el autor trata
temas muchas veces ignorados, o desterrados al terreno de las
supersticiones, como son el de la brujería, la santería y su relación,
siempre conflictiva, con la iglesia católica. En Canarias, como en otros
pueblos de España, se conservan vestigios de estas creencias que
posiblemente llegaran a través de los emigrantes en el Caribe y Las
Antillas, zonas tradicionales de la emigración canaria. Su declarada
35
inclinación por el relato corto y la admiración que siente por los
maestros de este género, le han llevado a cultivar este formato de texto
también para los más jóvenes; su obra infantil y juvenil se compone de
los siguientes títulos: Vacaguaré (El Crotalón, 1985), Mamá, yo quiero un
piercing (Anroart, 2003 y Ediciones Idea, 2009), Los enanos danzones
(Interseven, 2005), Jessica, la caprichosa (Interseven, 2006) y El misterio del
Fausto (Cam-PDS, 2008).
En este libro, El misterio de Fausto, Luis León Barreto narra un
suceso acontecido en La Palma en 1968, la misteriosa desaparición de un
motopesquero, un barquito, con cuatro marineros a bordo. El Fausto,
nombre del barco, regresaba de El Hierro hacia el puerto de Tazacorte
desde donde había salido con un cargamento de plantones de plataneras
rumbo al Golfo en la vecina isla. Pero nunca recaló en el puerto. A lo
largo del relato, el autor-narrador describe las circunstancias que
rodearon la noticia: el testimonio de un buque inglés que se lo había
encontrado alejado de las costas de La Palma y que los aprovisionó con
gasoil y alimentos, las noticias de los radio aficionados, alguno de los
cuales aseguró que el barco había llegado a Venezuela y el trágico
desenlace, después de que un barco italiano lo encontrara a la deriva con
un cadáver a bordo, lo remolcara y lo perdiera durante la operación de
traslado a puerto. El Fausto se hundió sin dejar rastro lo que ha facilitado
toda suerte de hipótesis y rumores. En esta obra, se intercalan
disgresiones que no están directamente relacionadas con la trama, sino
con las circunstancias históricas de Canarias: la emigración, la vida de los
pueblos en una isla pequeña, el inicio del turismo como fuente de
riqueza, el suceso de los mártires de Tazacorte en el siglo XVI durante la
36
evangelización de América; y con leyendas como la del holandés errante,
el triángulo de las Bermudas o la del propio Fausto que da nombre al
barco. En este libro para jóvenes, en el que prevalece el interés
descriptivo, es decir, la enumeración lo más exacta posible de los
sucesos, sin abandonar por ello el halo de misterio e incertidumbre que
rodea la desaparición del Fausto, el escritor mantiene algunos de los
recursos que caracterizan a sus novelas (Francisco Quevedo, 1997: 89,
94-95): el narrador explícito que opina y se introduce en el texto: “En
aquellos años Canarias era un espacio desdichado”, el lenguaje poético
que describe de forma efectiva las emociones: “Con los ojos encendidos
de llanto, con una pena tan grande que no podía respirar”, el espacio
como pieza fundamental en el desarrollo de los hechos y la doble tensión
entre la necesidad del arraigo de los isleños y la sensación de ahogo que
produce vivir en una isla, sobre todo cuando las circunstancias
económicas o políticas son bastante duras.
Emilio González Déniz, profesor de Educación Primaria y
escritor, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1951. Su obra es
mayoritariamente narrativa, aunque también dramática. Colabora de
forma asidua en Canarias 7, periódico con sede en Las Palmas de G.C.
Ha ganado varios premios de novela. En el ámbito de la literatura infantil
y juvenil ha publicado textos de teatro: Yo soy el personaje (Magisterio
Español, 1993), ¡Todos a escena! (Magisterio Español, 1994) y también
narrativa: La nube transparente (Anaya, colección El Volcán, 1996), El
Garoé. Leyenda del árbol del agua. (Cabildo Insular de El Hierro y Centro de
la Cultura Popular Canaria, 1996) y La derrota de Nelson (Cam-PDS, 2009).
37
Posteriormente, publica de nuevo la leyenda del garoé en un volumen
titulado Leyendas Canarias (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2006).
En La nube transparente, Emilio González utiliza el tópico del
sueño (la fiebre hace que el protagonista sueñe historias increíbles) para
introducir al niño, Franscorro, en una realidad paralela a la suya, y para
hacer que lo acompañen Peter, un niño alemán pelirrojo y gordinflón,
Samo, un moreno y veloz africano, y Laura, una italiana morena que
quiere ser mayor para teñirse el pelo de rubio. De este modo, el autor
garantiza la universalidad del relato a pesar de que las aventuras de los
amigos se desarrollan en una isla, Bardinia, que se asemeja en su
descripción a Gran Canaria (además el lector cuenta con una ilustración
de las siete Islas Canarias en las primeras páginas del libro, para que no
haya lugar a dudas). El grupo de niños se encuentra a Dácil, princesa
mágica del antiguo pueblo achinec, que puede trasladarse a cualquier
tiempo. Ella les explica que, para regresar a su casa, deben esperar a las
nubes transparentes que vienen en primavera, aunque para viajar en ellas
necesitan ser sabios y realizar unas pruebas y acertar siete adivinanzas. El
libro se encarga entonces de llevarnos por distintos lugares de las Islas en
épocas diferentes, pasadas o futuras, y de presentarnos a diferentes
personajes, por ejemplo, visitan un poblado achinec en el siglo XV en el
que conocen al príncipe Raico y ayudan a repeler un ataque extranjero;
de vuelta al presente, liberan un cernícalo en un pinar en la zona más alta
de la Isla, participan en una luchada, disfrutan de los Carnavales, etc. En
cada una de estas visitas resuelven la incógnita planteada y cumplen
satisfactoriamente con lo que les encomiendan, por lo que el viaje
38
acabará tal como empezó: Frascorro se despierta en su cama ya sin
fiebre.
La derrota de Nelson, por su parte, se encuadra dentro de la
colección “Episodios Insulares” de la editorial Cam-PDS; esta colección,
cuyo nombre rememora a Benito Pérez Galdós, tiene como punto de
partida algunos momentos de la historia de las Islas Canarias que se
convierten, gracias a la habilidad y maestría de diferentes escritores, en
motivo literario. Emilio González Déniz se centra en la llegada (para ser
más precisos, el ataque) del almirante inglés Nelson al puerto de Santa
Cruz de Tenerife en el año 1797 con intención de saquear la fragata
Príncipe de Asturias, que regresaba de Filipinas cargada de riquezas.
Nelson se comporta como un pirata y, como tal, es derrotado por las
tropas que defendían la ciudad y se aleja de las Islas con las manos vacías.
El punto de vista de este relato es el de un viajero que vive los hechos
desde la fragata española.
Dolores Campos Herrero nació en Arona, Tenerife en 1954,
pero ha desarrollado toda su labor profesional y creativa en Las Palmas
de Gran Canaria. Periodista experimentada, desempeñó distintas tareas y
fue responsable de varios programas en el centro territorial de Televisión
Española en Canarias. Colaboradora en periódicos como Canarias 7,
Diario de Las Palmas y El País, participó también en revistas culturales
como Quimera, El Urogayo o La Plazuela de las Letras, entre otras.
Ganó el Premio Atlántico de Literatura Infantil en 1993 con su narración
Azalea (Editorial Idea, colección Tigotan, 2006). En una entrevista
concedida a Letras Canarias, un sitio de Internet dedicado a la literatura
canaria, en respuesta a la pregunta de si era verdad que la lectura de Las
39
aventuras de Tom Sawyer había sido la motivación para hacerse escritora,
afirma Dolores Campos que Las aventuras de Tom Sawyer y La isla del tesoro
fueron dos libros que la habían marcado a los diez años, a estos les
seguiría Sherlock Holmes. Pero esos dos primeros libros le descubrieron
el libro como algo total, no sólo lo que tenía dentro, sino el gusto por el
olor de las páginas, la textura. Esta intuición y amor por el oficio de
escribir le llevó a publicar relatos para niños y jóvenes, entre los que
destacan, además de Azalea, El viaje de Almamayé (Anaya, colección El
Volcán, 2007) y Rosaura y los autómatas (Anroart Ediciones, 2007). Este
último libro está compuesto de diferentes relatos cortos, alguno de los
cuales, como “Calabaza Hueca” o “Espantanubes aterriza en la red”,
recuperan la tradición cuentística (cuyo máximo exponente es Hans
Christian Andersen) de dotar de vida, e inteligencia, a los objetos
inanimados. Otros tienen por protagonista a seres diferentes, como
sucede en “Rosaura y lo autómatas” cuya protagonista es una niña con
un raro defecto, aunque “bueno, tal vez no debamos llamarlo defecto
sino rasgo, característica, detalle, singularidad”; por otro lado,
descubrimos a una Caperucita y una Cenicienta muy peculiares. El juego
con el lector, el surrealismo y la fantasía también podemos encontrarlos
en El viaje de Almamayé. En este texto Almamayé, o Alma como la conoce
su familia, se escapa de su isla, una isla turística, pequeña y pobre, y se va
a la ciudad donde “todas las casas son iguales”, también todas las caras.
Comienza a encontrar seres extravagantes como un girasol que le habla,
un lobo con un chico y una chica en su lomo que parecen huir de una
bruja, un jinete ruso llamado Iván y una niña que vive en el mundo de
los cuentos desde hace mucho, mucho tiempo. La atmósfera onírica de
40
la narración, incomprensible en algunos momentos, va adquiriendo
sentido cuando el lector descubre que Alma no transita por la realidad
sino por el mundo de la imaginación, es ella misma la que hace aparecer
o desaparecer escenarios y personajes; hasta que decide regresar de
nuevo a su isla, pequeña y pobre. La pequeña protagonista de El viaje de
Almamayé es lector, personaje y autor al mismo tiempo, técnica narrativa
arriesgada y valiente para un texto destinado a niños y jóvenes.
Otros autores que en algún momento, dentro de una producción
dirigida fundamentalmente a los adultos, han escrito para niños o
jóvenes son: Luis Junco con La cruz del inglés (Cam-PDS, 2007), Sabas
Martín, Premio Atlántico de Literatura Infantil en 1993 con La fuenteviva
(Ediciones Idea, colección Tigotan, 2005), Cecilia Domínguez,
vinculada al mundo de la literatura como poeta y narradora, ha escrito
para niños Fompi (Interseven, 2008), Lío y Fompi (Interseven, 2008) y Días
de abril (Interseven, 2008), Francisco Quevedo y José Luis Correa,
premios Benito Pérez Armas respectivamente, que han asentado su
producción en la novela, novela negra en el caso de José Luis Correa,
pero que también han escrito novelas para jóvenes con idéntica maestría:
en el caso de Francisco Quevedo nos referimos a La noche de fuego (Cam-
PDS, 2009); La verdadera historia de Helena-con-hache (Interseptem, 2004) y
¿Qué quieres que te diga? Y otros cuentos (Interseptem, 2004) en lo que
respecta a José Luis Correa. Queremos terminar este inventario con
Alexis Ravelo, autor también de novela negra, porque nos parece
interesante su aproximación a la literatura infantil-juvenil. Además de su
libro La historia del bufón Alegre Contador (Anaya, colección El volcán,
2008) que se inserta más en la línea del juego con los tópicos clásicos de
41
la literatura infantil: bufones feos, princesas desgraciadas, viaje iniciático
de superación y la transmisión oral de historias mágicas, nos parece
novedosa su obra Perros de Agosto (Anaya, colección El volcán, 2009) en
tanto que significa la construcción del género negro para jóvenes lectores
con las limitaciones, pero también con las nuevas perspectivas, que
aporta el hecho de contar con un lector cuyo conocimiento de la
sociedad y el lenguaje es limitado; esto tiene consecuencias directas en la
elección de las situaciones y del lenguaje, tal sucede, por ejemplo, con la
forma de utilizar el recurso de la ironía y la sátira que, en este caso, se
endulzan o, simplemente, se suavizan. Este es un género por explorar
que abrirá nuevas posibilidades temáticas y lingüísticas a la literatura
juvenil.
2. Autores que escriben preferentemente para pequeños o jóvenes lectores
Lo que conocemos como Literatura Infantil y Juvenil engloba
estilos y autores de personalidad diversa. Ya hemos tratado algunos de
ellos en el apartado anterior pero, en este momento, nos centraremos en
los que han dedicado la mayor parte de su producción a niños y jóvenes,
no tanto porque así lo hayan decidido de forma consciente, como porque
los lectores así lo han determinado.
Entre estos autores destaca Carlos Guillermo Domínguez, no
solamente por la calidad de sus textos sino porque es el referente para
muchos escritores que han publicado después. Carlos Guillermo nace en
Gran Canaria y desde 1952 participa de forma activa en la vida cultural
de las Islas Canarias. Sería imposible en este espacio detallar toda su
42
obra, así como los premios y galardones que ha recibido, entre los que
destaca haber sido premio Gran Angular de Novela Juvenil 1984, con la
novela Atacayte, incluida en la Lista de Honor de la C.C.E.I. el año 1986,
y premio Gran Angular de Novela Juvenil 1986, con la novela Sosala,
premio de la C.C.E.I. 1988, incluida en la lista de la Jugendbiblioteck, de
Múnich, en 1988, seleccionada entre obras de 47 países.
Carlos Guillermo ha sido un hombre de radio, periodista,
guionista y productor de programas infantiles, dramaturgo reconocido.
Escribió obras de teatro para niños que se representaron con éxito, y
aunque no nos detendremos en su faceta como dramaturgo por ser éste
un estudio breve y su obra muy extensa, es preciso destacar que ganó el
Primer Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud en el
año 1956 con la obra “El Duendecillo Pif-Paf”, estrenada en el Teatro
Goya de Madrid en 1958. De personalidad inquieta y preocupada por la
difusión de la cultura en general, y la cultura e historia canaria en
particular, Carlos Guillermo siempre ha cuidado el lenguaje y estilo de
sus textos, hecho éste que ha contribuido a dignificar lo que
denominamos literatura infantil y juvenil. Son muchos sus textos
narrativos, algunos de los cuales han logrado una gran difusión nacional
e internacional, entre ellos destacamos: Atacayte (SM, colección Gran
Angular,1985 o Ediciones Tegala, 2007), Sosala (SM, colección Gran
Angular,1987 o Ediciones Tegala, 2008), Bencomo (SM, colección Gran
Angular,1992 o Ediciones Tegala, 2008), El hombre de otra galaxia (SM,
Colección El Barco de Vapor, 1989), La casa del pánico (Edebé, 1995),
Shila, el humo de la guerra (Alfaguara, 1996), Abuelo Marcial (Edelvives,
1997) o Guan Tibicena (Anaya, colección El Volcán, 2001); más recientes
43
son Dos cuentos de Navidad (Tegala, 2008) o La leyenda del almendro en flor
(Tegala, 2009).
El nexo temático que une a varias de las obras de Carlos Guillermo
es, como hemos explicado, la historia de Canarias como materia literaria; en
este aspecto, la trilogía más conocida es la que conforman Atacayte, Sosala y
Bencomo. En Atacayte, la acción transcurre en la isla de Gran Canaria, en uno
de los cantones en los que se dividía ésta en la época prehispánica, el
cantón de Aquexata. Atacayte es el hijo del jefe Taguaro, y a través de la
narración, se describe la amistad del joven con un viejo sabio, que, entre
otras cosas, le cuenta la lucha entre su padre y el sol para lograr el amor de
su madre. Aparecen también en el relato los bardinos, perros de presa
canarios, nobles amigos del protagonista desde que éste rescató a los
cachorros de uno de ellos de las fauces de los tibicenas, que representaban
el mal en forma de perro. La narración se detiene en explicar la vida de la
aldea hasta que se produce la invasión de los vikingos, repelida por los
isleños. Éstos se reúnen agrupando a todos los cantones de la isla para
decidir sobre su futuro. Atacan de nuevo los vikingos y los aborígenes los
vencen definitivamente. Los días pasan tranquilos y, después de los juegos
de la recogida de la cosecha, Atacayte supera su prueba de madurez y se
convierte en un guerrero.
Sosala, en cambio, es un niño recogido por el jefe de uno de los
cantones de Tite- Roy- Gatra (Lanzarote) de entre la lava. Será el futuro
heredero del reino, hecho que no es del agrado del sacerdote del cantón
que aspira al poder. El libro comienza relatando el interés de un importante
mercader fenicio por conseguir el "múrice", molusco que se usaba para
extraer tintes color púrpura. Con este fin, equipa varios barcos para que se
44
dirijan a unas islas situadas más allá de Cádiz (Gadir), al mando de las cuales
estará el esclavo capitán de las naves y su propio hijo. Mientras tanto en
estas islas la vida se desarrolla con normalidad hasta que llegan los
comerciantes; las relaciones entre ambos pueblos son pacíficas en un
primer momento, pero, después, los fenicios recurren a la fuerza y la
esclavitud cuando descubren que no van a obtener grandes cantidades de
moluscos a través del intercambio. Sosala es rechazado como futuro jefe
por el consejo de la isla y se retira al Reino del Norte, espacio privilegiado
donde la naturaleza ha construido un fortín de cuevas de lava, pero que las
leyendas describen como una tierra inhóspita de la que nunca nadie regresó.
Allí, Sosala y unos pocos amigos van acostumbrándose al paisaje mientras
en su aldea los fenicios, sutilmente, se han ido haciendo los jefes de tierras y
personas. El Reino del Norte aumenta en número de habitantes porque
muchos huyen de los fenicios, gracias a esto y a la especial orografía del
terreno, los fenicios son derrotados definitivamente cuando pretenden
acabar con Sosala, que ya se ha convertido en todo un guerrero.
El protagonista de Bencomo no es un niño sino un rey adulto,
aunque joven aún. El relato nos cuenta su boda, su vida familiar, su
sabiduría como jefe de su pueblo; y nos muestra también sus relaciones con
los jefes de otros cantones. En las primeras páginas se narran también las
peripecias de los soldados castellanos que asedian Granada y el interés de
Alonso Fernández de Lugo por convencer a los Reyes Católicos para que
sufraguen los gastos de la conquista de Tenerife, una vez lograda ya la de la
isla de La Palma. La novela cuenta, pues, la invasión de los españoles y la
batalla de Acentejo en la que los guanches logran expulsarlos, al menos
momentáneamente, así como distintos encuentros entre los guanches y los
45
españoles en los que se destaca la caballerosidad, el valor y la sabiduría de
algunos personajes y la mezquindad y crueldad de otros, tanto entre los
guanches como entre los españoles.
La localización temporal en cada una de las obras es diferente, pero
todas se sitúan en la Canarias prehispánica Atacayte transcurre en la bruma
atemporal de la leyenda, Sosala nos señala ya, desde la primera línea, que
corría el año 950 a.C. Bencomo entra de lleno en la Historia conocida puesto
que las fechas son señaladas puntualmente, 1492: capitulaciones de Sta Fe,
6 de mayo de 1494: arriban las naves de Fernández de Lugo a Tenerife.
Otro de los aspectos en común de los tres textos es la descripción que en
ellos se hace de las costumbres, carácter y forma de vida de los aborígenes
isleños, esto nos lleva directamente a la idealización de los primitivos
habitantes de las Islas. Las diferentes invasiones del "extranjero" ayudan a
desencadenar la acción en los tres casos e igualmente en los tres se precisan
localizaciones geográficas identificables con las actuales. Estas
concomitancias ayudan a entender la relación del autor-narrador con su
escritura.
Otra de las obras de Carlos Guillermo Domínguez de temática
histórica es Guan Tibicena, en ella conviven personajes históricos,
personajes de leyenda y personajes de fantasía. La principal diferencia,
respecto a las tres anteriores, es que en la novela que nos ocupa el
protagonista no es uno de los primitivos habitantes de las Islas sino un
joven hidalgo español que, junto a otros supervivientes de una nave que
iba rumbo a Galicia, naufraga ante las costas de Gran Canaria y convive
durante años con los canarios a los que admira y entre los que se integra
convirtiéndose en uno más. La perspectiva es diferente pero la mirada es
46
la misma: el narrador enaltece las virtudes de los habitantes de una tierra
que describe bella y generosa. Es más, cuando los traficantes de esclavos
intentan desembarcar en la isla, todos, canarios y españoles, defienden
con enorme valor su libertad. La estructura ordenada del relato presenta
dos mundos diferentes que tendrán que aprender a convivir: los
capítulos I y III de Guan Tibicena presentan la trama perfectamente
ubicada en el espacio y el tiempo: Sanlúcar de Barrameda en el año 1382;
el capítulo II introduce al lector en un paisaje diferente y presenta unos
personajes que no se parecen a los que ya conoce; el capítulo IV, la
travesía y el naufragio, es el de la transición pues a partir del capítulo V
conviven ambos mundos, ambas culturas, aunque la predominante, la
que acoge, es la cultura prehispánica canaria. Guan Tibicena es un canto a
la tolerancia y la convivencia entre las razas, aspecto que nos interesa
resaltar; entre los náufragos que llegan a Tamarán hay un niño árabe, un
judío y un castellano viejo. En este sentido resulta esclarecedora la
declaración que hace Semuel: “Es curioso pensar que en este barco, al
igual que en esta tierra que va quedando a popa, vivimos cristianos,
mahometanos y judíos –quedó un momento pensativo, para añadir
después-. Espero que aquí no luchemos por imponer a los demás
nuestras ideas y convivamos bajo una palabra que también empieza por
A, esa palabra es amor”. Aún no se había producido la expulsión de los
judíos ni el Tribunal de la Inquisición repartía justicia. La esperanza de
que razas y religiones compartan en armonía el mismo espacio sigue
siendo hoy un sueño hermoso.
En La casa del pánico, sin embargo, Carlos Guillermo construye
una historia de grupo, de pandilla, que pudiera suceder en cualquier zona
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de España, incluso de otros países. El interés narrativo se centra en las
aventuras de los jóvenes, sus inquietudes y los lazos de amistad y
compañerismo que hay entre ellos, independientemente del entorno
geográfico en el que vivan. En Abuelo Marcial trata las relaciones de un
nieto y su abuelo, pero sin alejarse del paisaje y las costumbres de las
Islas puesto que la historia se desarrolla en Lanzarote y esto condiciona
claramente la vida de los protagonistas (el abuelo es pescador) y centra la
atención de los protagonistas.
Tal como sucede en la obra de Carlos Guillermo Domínguez,
podemos decir que, en la literatura infantil y juvenil canaria, la variedad
temática es una realidad, aunque la historia, las leyendas y la cultura
específica de estas Islas tienen un enorme protagonismo en los textos
que se dirigen a niños y jóvenes. Junto a esto, un rasgo que define esta
literatura, sobre todo en las dos últimas décadas, es la profusión de
autores, títulos y colecciones que amplía enormemente las posibilidades
de selección de textos y configura un panorama variopinto tanto desde el
punto de vista de las características literarias de los textos como de su
éxito editorial; con ello nos referimos tanto a las diferencias que existen
en la elaboración de los textos, como a la relación que se establece con el
lector: algunos autores son muy conocidos, otros menos.
Las costumbres y características propias de Canarias, y las
leyendas de las diferentes islas, tienen un eco importante en la obra de
dos autoras muy conocidas entre los escolares canarios, Isabel Medina
y Pepa Aurora. En el caso de Pepa Aurora, sus textos, dirigidos a los
más pequeños, se conforman a partir de cuentos breves cuyos
protagonistas son elementos de la naturaleza o el entorno de las Islas,
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aunque también los relatos de la tradición oral. Además es importante su
labor como “contadora” por lo que en 1993 recibió el premio Chamán
de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral escénica con
niños. Algunas de sus obras son Millo tierno, Papá Teide (Centro de la
Cultura Popular Canaria, 1985); Cuentos Canarios para los más jóvenes
(Centro de la Cultura Popular Canaria, 1998), La isla de las ardillas (Centro
de la Cultura Popular Canaria, 2001), Popó. El escarabajo de las Dunas
(Centro de la Cultura Popular Canaria, 2004), La playa de las Marañuelas
(Interseptem, 2004), Marichucena (Interseptem, 2004), Puipana,
(Interseptem, 2004), La morena Chipiripi (Centro de la Cultura Popular
Canaria, 2005), La caja de las palabras (Interseptem, 2005), Cuentos canarios
para chinijos (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2006), Un barranco
junto a tu casa (Canarias Cultura en Red, el Ayuntamiento de Las Palmas
de Gran Canaria y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 2008).
Para Isabel Medina, las leyendas canarias han sido una fuente
inagotable de inspiración, así lo demuestran libros como Viaje fantástico
por las islas Canarias (Anaya, colección El Volcán, 1996), Piel de luna
(Anaya, colección El Volcán, 1999), o Alizulh: el mundo mágico de las
leyendas canarias (Anaya, colección El Volcán, 2002). Es autora también de
textos en los que predomina otro tipo de temas: De parte de Don Quijote
(Anaya, 2000) , La hija de abril (Algaida, 2003), El corazón de la montaña roja
(Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003), Cuentos canarios para niños
(Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003), La sirenita Mary Paz
(Anaya, 2004), La libertad y tú (Ediciones Idea, 2008), El pirata Pata de Palo
(Cam-PDS, 2008), Las sandalias de la luna (Ediciones Idea, 2009) .
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Llegados a este punto, sabemos que nos quedaremos cortos al
mencionar obras y autores, pero intentaremos ofrecer una representación
de lo que se escribe y publica actualmente en las Islas, así tenemos que
hablar de Félix Hormiga y Lola Suárez. Félix Hormiga nace en
Lanzarote y, aunque es más conocida su obra literaria de cuentos cortos,
es un creador polifacético que también ha desarrollado actividad en el
teatro como autor, director y actor, participando en la fundación del
grupo "Regartija". En sus relatos hay aspectos de la cultura canaria como
la influencia del paisaje, las costumbres, el mar, la emigración, mezclados
con los sucesos inexplicables, con la ambigüedad. La poesía de las
descripciones y la certeza de que todo es posible se respira en La noche
mágica (Anaya, colección El Volcán, 1996); la ensoñación y la magia
también están presentes en El príncipe Tiqqlit (Benchomo, 1993). En esta
obra, en cambio, la temática no es específicamente canaria, el relato
transcurre en Marrakech y lo envuelve una atmósfera oriental y exótica.
En Descripción de una isla oceánica y sus habitantes (Interseven, 2005), Félix
Hormiga no habla de Canarias, aunque sí de una isla, y recrea toda una
forma de entender la vida.
También Lola Suárez nació en Lanzarote, aunque trabaja y vive
en Tenerife. Igual que Félix Hormiga, bebe de las fuentes de la tradición
oral de las Islas. Su tarea es contar historias, unas historias reales y
ficticias a la vez. Por ejemplo, en Relatos de fantasmas (Anaya, colección El
Volcán, 2004), junto a la aventura con una aparecida y al cuento de una
mano negra asesina, encontramos personajes y costumbres fácilmente
identificables en nuestra cultura. En ocasiones, estas tradiciones y
creencias se comparten con otras zonas del estado, e incluso de otros
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países, tal como sucede con los rituales de la noche de S. Juan. Otros
textos de la autora se destinan a niños más pequeños como Cleta y
Domitila (Anaya, colección El Volcán, 2004) o bien a jóvenes más
avezados en la lectura como El secreto de la foto (Anaya, colección El
Volcán, 2006).
En este apartado debemos incluir a otros autores como: Joaquín
Nieto, uno de los escritores más leído por los niños y más trabajado en
las escuelas, es además uno de los más publicados en las Islas, sus textos
tienen varias ediciones y reimpresiones, entre ellos destacamos: Entre
sueños, santos y ardillas (Anaya, colección El Volcán, 1999), Chicho (Anaya,
colección El Volcán, 1999), Jero aletas de mero (Anaya, colección El
Volcán, 2002),), Cleo, el caracol aventurero (Ediciones San Pablo, 2007), El
cabozo volador (Anroart Ediciones, 2008). Ernesto Rodríguez Abad,
profesor de la Universidad de la Laguna y hombre vinculado al teatro
como director y como autor; ha escrito para jóvenes, entre otros textos,
Cuando las palabras no habían nacido (Interseptem, 2003), El pirata sombra
(Interseven, 2003), Los inventores de cuentos (Alfaguara, 2006) o Leyendas de
agua (Interseven, 2008). Esta relación puede ser ampliada con Jaime
Quesada, Chema Hernández, Miguel Sánchez y otros muchos.
Una de los problemas que nos encontramos para leer y estudiar a
tantos autores es, por un lado, la gran cantidad de textos publicados en
pocos años, esto hace que falten estudios serenos y sistemáticos sobre
los mismos que nos ayude a llegar a conclusiones sobre el fenómeno
creativo en Canarias en este ámbito. Por otro lado, es preciso tener en
cuenta la escasa difusión de estas obras en el resto del Estado español
pues las editoriales regionales no tienen una implantación nacional, y
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aquellas que sí la tienen, como Anaya, limitan sus colecciones (el Volcán)
a autores canarios y no llegan fácilmente a las librerías del resto del
Estado. Por eso, es preciso destacar a autores que publican en editoriales
peninsulares como es el caso del álbum ilustrado El monstruo de Daniel
Martín (Lóguez, 2008), cuya obra anterior se ha editado
fundamentalmente en las Islas (ejemplo de ello son La cazadora de silbos,
Intersevem, 2005; El susurro de Tara, CAmp-PDS, 2007; Diario de un
visitante, Anroart Ediciones, 2008) o Mi abuelo Simón lo sabe de Nieves
Pérez Rivero publicado en Anaya Infantil y Juvenil, colección Sopa de
Libros. Este texto obtuvo el Primer Premio en el VII Certamen
Internacional de Álbum Ilustrado "Ciudad de Alicante" 2007.
En la literatura infantil y juvenil canaria los temas fundamentales
son la historia y costumbres de las Islas, la peculiaridad de su paisaje y
sus habitantes, el mar, la emigración, pero también el misterio, los
piratas, y las aventuras del grupo de amigos. Toda literatura local es
también universal y, aunque la temática pueda influir a la hora de que el
lector elija un libro con el que divertirse, creemos que la dificultad para la
divulgación de estos textos es empresarial o comercial.
Por último, nos gustaría destacar la importante labor que
desempeñan los mediadores entre libros y lectores, editoriales como
Centro de la Cultura Popular Canaria Benchomo, Interseven, antes
Interseptem, Afortunadas, Idea, Cam-PDS, Anaya, Anroart, Tegala,
libreros, bibliotecarios, maestros e instituciones; recordemos que la
Biblioteca Insular, la editorial Edelvives y el Cabildo de Gran Canaria
convocan anualmente el concurso Internacional Álbum Infantil Ilustrado
que va ya por su cuarta edición, además es el Cabildo de Gran Canaria el
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responsable y dinamizador del Plan Insular de Fomento a la Lectura. La
comunicación creador-lector sería impensable sin esta labor callada y
constante cuyo objetivo final es conseguir niños y jóvenes que disfruten
leyendo y que devoren aquellas historias que les hacen soñar e imaginar,
o sería mejor decir, que nos hacen soñar e imaginar, independientemente
de la fecha de nacimiento.
Referencias bibliográficas:
Artiles, J. y Quintana, I. (1997). Historia de la Literatura Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Excma Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas.
Barthes, R (2005, 1ª edición en España). El grado cero de la escritura. Madrid: Siglo XXI
Quevedo García, F.J. (1995). Constantes de la narrativa canaria de los setenta. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas de G.C.