“the blue hotel” «el hotel azul» · «el hotel azul» de stephen crane tr. de aurelio...

29
1 “The Blue Hotel” by Stephen Crane 1898 I The Palace Hotel at Fort Romper was painted a light blue, a shade* that is on the legs of a kind of heron*, causing the bird to declare* its position against any back- ground. The Palace Hotel, then, was always screaming* and howling* in a way that made the dazzling* winter landscape of Nebraska seem only a gray swampish* hush*. It stood alone on the prairie, and when the snow was falling the town two hundred yards* away was not visible. But when the traveler alighted* at the railway station he was obliged to pass the Palace Hotel before he could come upon the company of low clap-board* houses which composed* Fort Romper, and it was not to be thought that any traveler could pass the Palace hotel without looking at it. Pat Scully, the proprietor*, had proved* himself a master of strategy when he chose his paints. It is true that on clear days, when the great transcontinental expresses, long lines of swaying* Pullmans, swept* through Fort Romper, passengers were overcome* at the sight, and the cult* that knows the brown-reds and the subdivisions of the dark greens of the East expressed shame, pity, horror, in a laugh. But to the citizens of this prairie* town, and to the people who would naturally stop there, Pat Scully had performed a feat*. With this opulence and splendor, these creeds*, classes, egotisms*, that streamed* through Romper on the rails day after day, they had no color in common. As if the displayed* delights* of such a blue hotel were not sufficiently enticing*, it was Scully’s habit to go every morning and evening to meet the leisurely* trains that stopped at Romper and work his seductions upon any man that he might see wavering*, gripsack* in hand. One morning, when a snow-crusted engine dragged* its long string* of freight cars* and its one passenger coach to the station, Scully performed the marvel* of catching three men. One was a shaky* and quick-eyed* Swede, with a great shining cheap valise; one was a tall bronzed cowboy, who was on his way to a ranch near the Dakota line; one was a little silent man from the East, who didn’t look it, and didn’t announce it. Scully practically* made them prisoners. He was so nimble* and merry and kindly* that each probably felt it would be the height* of brutality* to try to escape. They trudged* off over the creaking* board sidewalks in the wake of the eager little Irishman. He wore a heavy* fur* cap* squeezed* tightly* down on his head. It caused his two red ears to stick out stiffly*, as if they were made of tin*. «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. en revisión por J.R. I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul claro, un color que se en- cuentra en las patas de una especie de garza y que hace que este pájaro se destaque clara- mente en cualquier paisaje. El Palace Hotel, en aquel entonces, estaba siempre chillando y ululando hasta tal punto que relegaba el pai- saje de invierno de Nebraska a la altura de un silencio gris y cenagoso. Se erguía solitario en la pradera. Cuando caía la nieve, la ciu- dad, que se encontraba a unos doscientos metros, no se podía divisar. Pero cuando el viajero se bajaba en la estación de ferrocarri- les tenía que pasar por delante del Palace Hotel antes de encontrarse con las casas de madera que componían Fort Romper, y no se podía pensar que cualquier viajero pudiese pasar de- lante del Palace Hotel sin mirarlo. Pat Scully, el propietario, había demostrado ser un maes- tro de la estrategia al elegir su color. Y está claro que cuando hacía buen tiempo, al pasar rápidamente por Fort Romper los expresos intercontinentales o las largas líneas de trenes tambaleantes, los pasajeros se quedaban pas- mados ante tal vista, y los entendidos que co- nocían los marrones rojizos y las subdivisiones de los verdes oscuros del Este expresaban ver- güenza, piedad y horror con una risa. Pero a los ojos de los ciudadanos de esta ciudad de la pradera y a los de la gente que se detenía natu- ralmente allí, Pat Scully había realizado una proeza. Las creencias, las clases, los ególatras que fluían cual río por Romper en la vía del tren día tras día no tenían color en común con esa opulencia y ese esplendor. Como si no fueran bastante tentadores los encantos desplegados por un hotel tan azul, era la costumbre de Scully ir cada mañana y cada noche al encuentro de los perezosos trenes que se detenían en Romper y emplear su seduc- ción en cualquier hombre vacilante con el bol- so de viaje en la mano. Una mañana, cuando una locomotora cubierta de nieve arrastraba su larga hilera de vagones de mercancías y su único vagón de pasajeros hacia la estación, Scully logró el prodigio de atrapar a tres hombres. Uno de ellos era un sueco tembloroso de mirada aguda con una brillante maleta barata; otro era un vaquero alto y moreno, que viajaba hacia un rancho cerca de la frontera con Dakota; el último era un hombrecillo calla- do venido del Este, que no lo parecía, y no lo proclamaba. Scully casi los hizo sus pri- sioneros. Era tan alegre, ágil y amable que cada uno sintió probablemente que sería el colmo de la grosería intentar escaparse. Ca- minaron con dificultad por los andenes de madera chirriante, a la zaga del animado y pequeño irlandés. Llevaba una gruesa go- rra de piel muy ajustada a la cabeza. Así, le sobresalían erguidas las dos rojas orejas, como si fueran hechas de hojalata. «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul claro, un color que se en- cuentra en las patas de una especie de garza y que hace que este pájaro se destaque clara- mente en cualquier paisaje. El Palace Hotel, en aquel entonces, estaba siempre chillando y ululando hasta tal punto que relegaba el pai- saje de invierno de Nebraska a la altura de un silencio gris y cenagoso. Se erguía solitario en la pradera. Cuando caía la nieve, la ciudad, que se encontraba a unos doscientos metros, no se podía divisar. Pero cuando el viajero se bajaba en la estación de ferrocarriles tenía que pasar por delante del Palace Hotel antes de encontrarse con las casas de madera que com- ponían Fort Romper, y no se podía pensar que cualquier viajero pudiese pasar delante del Palace Hotel sin mirarlo. Pat Scully, el propie- tario, había demostrado ser un maestro de la estrategia al elegir su color. Y está claro que cuando hacía buen tiempo, al pasar rápidamente por Fort Romper los expresos intercontinentales o las largas líneas de trenes tambaleantes, los pasajeros se quedaban pasmados ante tal vista, y los entendidos que conocían los marrones rojizos y las subdivisiones de los verdes oscu- ros del Este expresaban vergüenza, piedad y horror con una risa. Pero a los ojos de los ciu- dadanos de esta ciudad de la pradera y a los de la gente que se detenía naturalmente allí, Pat Scully había realizado una proeza. Las creen- cias, las clases, los ególatras que fluían cual río por Romper en la vía del tren día tras día no tenían color en común con esa opulencia y ese esplendor. Como si no fueran bastante tentadores los encantos desplegados por un hotel tan azul, era la costumbre de Scully ir cada mañana y cada noche al encuentro de los perezosos trenes que se detenían en Romper y emplear su seduc- ción en cualquier hombre vacilante con el bol- so de viaje en la mano. Una mañana, cuando una locomotora cubierta de nieve arrastraba su larga hilera de vagones de mercancías y su único vagón de pasajeros hacia la estación, Scully logró el prodigio de atrapar a tres hombres. Uno de ellos era un sueco tembloroso de mirada aguda con una brillante maleta barata; otro era un vaquero alto y moreno, que viajaba hacia un rancho cerca de la frontera con Dakota; el último era un hombrecillo calla- do venido del Este, que no lo parecía, y no lo proclamaba. Scully casi los hizo sus pri- sioneros. Era tan alegre, ágil y amable que cada uno sintió probablemente que sería el colmo de la grosería intentar escaparse. Ca- minaron con dificultad por los andenes de madera chirriante, a la zaga del animado y pequeño irlandés. Llevaba una gruesa go- rra de piel muy ajustada a la cabeza. Así, le sobresalían erguidas las dos rojas orejas, como si fueran hechas de hojalata. color (garza) (destacar) (chillando) / (ululando) bright (pantanoso) silence 1 yard=0,91 meter landed wooden constituted owner / corroborated moving, (tambaleantes) / traversed rapidly (pasmados) / (entendidos, cultos) (pradera) (proeza) beliefs / (egolatrías) flowed (desplegados) / (encantos) attractive, (tentadores) / (perezosos) trembling, shaking travelling bag (arrastraba) / (hilera) (vagones) prodigy trembling, (tembloroso) (mirada aguda) (casi) (ágil) / (amable) / (colmo) (grosería) marched with difficulty / (chirriantes) (gruesa) / (piel) / (gorra) (apretada) / (muy) rigidly / metal, (hojalata)

Upload: others

Post on 18-Jun-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

1

“The Blue Hotel” by Stephen Crane1898

IThe Palace Hotel at Fort Romper was

painted a light blue, a shade* that is on thelegs of a kind of heron*, causing the birdto declare* its position against any back-ground. The Palace Hotel, then, was alwaysscreaming* and howling* in a way thatmade the dazzling* winter landscape ofNebraska seem only a gray swampish*hush*. It stood alone on the prairie, andwhen the snow was falling the town twohundred yards* away was not visible. Butwhen the traveler alighted* at the railwaystation he was obliged to pass the PalaceHotel before he could come upon thecompany of low clap-board* houses whichcomposed* Fort Romper, and it was not tobe thought that any traveler could pass thePalace hotel without looking at it. PatScully, the proprietor*, had proved*himself a master of strategy when he chosehis paints. It is true that on clear days,when the great transcontinental expresses,long lines of swaying* Pullmans, swept*through Fort Romper, passengers wereovercome* at the sight, and the cult* thatknows the brown-reds and the subdivisionsof the dark greens of the East expressedshame, pity, horror, in a laugh. But to thecitizens of this prairie* town, and to thepeople who would naturally stop there, PatScully had performed a feat*. With thisopulence and splendor, these creeds*,classes, egotisms*, that streamed* throughRomper on the rails day after day, theyhad no color in common.

As if the displayed* delights* ofsuch a blue hotel were not sufficientlyenticing*, it was Scully’s habit to go everymorning and evening to meet the leisurely*trains that stopped at Romper and workhis seductions upon any man that he mightsee wavering*, gripsack* in hand.

One morning, when a snow-crustedengine dragged* its long string* of freightcars* and its one passenger coach to thestation, Scully performed the marvel* ofcatching three men. One was a shaky*and quick-eyed* Swede, with a greatshining cheap valise; one was a tallbronzed cowboy, who was on his way toa ranch near the Dakota line; one was alittle silent man from the East, who didn’tlook it, and didn’t announce it. Scullypractically* made them prisoners. He wasso nimble* and merry and kindly* thateach probably felt it would be the height*of brutality* to try to escape. Theytrudged* off over the creaking* boardsidewalks in the wake of the eager littleIrishman. He wore a heavy* fur* cap*squeezed* tightly* down on his head. Itcaused his two red ears to stick out stiffly*,as if they were made of tin*.

«El Hotel Azul» de Stephen Crane

tr. en revisión por J.R.I

El Palace Hotel en Fort Romper estabapintado de un azul claro, un color que se en-cuentra en las patas de una especie de garza yque hace que este pájaro se destaque clara-mente en cualquier paisaje. El Palace Hotel,en aquel entonces, estaba siempre chillandoy ululando hasta tal punto que relegaba el pai-saje de invierno de Nebraska a la altura de unsilencio gris y cenagoso. Se erguía solitarioen la pradera. Cuando caía la nieve, la ciu-dad, que se encontraba a unos doscientosmetros, no se podía divisar. Pero cuando elviajero se bajaba en la estación de ferrocarri-les tenía que pasar por delante del Palace Hotelantes de encontrarse con las casas de maderaque componían Fort Romper, y no se podíapensar que cualquier viajero pudiese pasar de-lante del Palace Hotel sin mirarlo. Pat Scully,el propietario, había demostrado ser un maes-tro de la estrategia al elegir su color. Y estáclaro que cuando hacía buen tiempo, al pasarrápidamente por Fort Romper los expresosintercontinentales o las largas líneas de trenestambaleantes, los pasajeros se quedaban pas-mados ante tal vista, y los entendidos que co-nocían los marrones rojizos y las subdivisionesde los verdes oscuros del Este expresaban ver-güenza, piedad y horror con una risa. Pero alos ojos de los ciudadanos de esta ciudad de lapradera y a los de la gente que se detenía natu-ralmente allí, Pat Scully había realizado unaproeza. Las creencias, las clases, los ególatrasque fluían cual río por Romper en la vía deltren día tras día no tenían color en común conesa opulencia y ese esplendor.

Como si no fueran bastante tentadores losencantos desplegados por un hotel tan azul, erala costumbre de Scully ir cada mañana y cadanoche al encuentro de los perezosos trenes quese detenían en Romper y emplear su seduc-ción en cualquier hombre vacilante con el bol-so de viaje en la mano.

Una mañana, cuando una locomotoracubierta de nieve arrastraba su larga hilerade vagones de mercancías y su único vagónde pasajeros hacia la estación, Scully logróel prodigio de atrapar a tres hombres. Unode ellos era un sueco tembloroso de miradaaguda con una brillante maleta barata; otroera un vaquero alto y moreno, que viajabahacia un rancho cerca de la frontera conDakota; el último era un hombrecillo calla-do venido del Este, que no lo parecía, y nolo proclamaba. Scully casi los hizo sus pri-sioneros. Era tan alegre, ágil y amable quecada uno sintió probablemente que sería elcolmo de la grosería intentar escaparse. Ca-minaron con dificultad por los andenes demadera chirriante, a la zaga del animado ypequeño irlandés. Llevaba una gruesa go-rra de piel muy ajustada a la cabeza. Así, lesobresalían erguidas las dos rojas orejas,como si fueran hechas de hojalata.

«El Hotel Azul» de Stephen Crane

tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002I

El Palace Hotel en Fort Romper estabapintado de un azul claro, un color que se en-cuentra en las patas de una especie de garza yque hace que este pájaro se destaque clara-mente en cualquier paisaje. El Palace Hotel,en aquel entonces, estaba siempre chillando yululando hasta tal punto que relegaba el pai-saje de invierno de Nebraska a la altura de unsilencio gris y cenagoso. Se erguía solitarioen la pradera. Cuando caía la nieve, la ciudad,que se encontraba a unos doscientos metros,no se podía divisar. Pero cuando el viajero sebajaba en la estación de ferrocarriles tenía quepasar por delante del Palace Hotel antes deencontrarse con las casas de madera que com-ponían Fort Romper, y no se podía pensar quecualquier viajero pudiese pasar delante delPalace Hotel sin mirarlo. Pat Scully, el propie-tario, había demostrado ser un maestro de laestrategia al elegir su color. Y está claro quecuando hacía buen tiempo, al pasar rápidamentepor Fort Romper los expresos intercontinentaleso las largas líneas de trenes tambaleantes, lospasajeros se quedaban pasmados ante tal vista,y los entendidos que conocían los marronesrojizos y las subdivisiones de los verdes oscu-ros del Este expresaban vergüenza, piedad yhorror con una risa. Pero a los ojos de los ciu-dadanos de esta ciudad de la pradera y a los dela gente que se detenía naturalmente allí, PatScully había realizado una proeza. Las creen-cias, las clases, los ególatras que fluían cual ríopor Romper en la vía del tren día tras día notenían color en común con esa opulencia y eseesplendor.

Como si no fueran bastante tentadores losencantos desplegados por un hotel tan azul, erala costumbre de Scully ir cada mañana y cadanoche al encuentro de los perezosos trenes quese detenían en Romper y emplear su seduc-ción en cualquier hombre vacilante con el bol-so de viaje en la mano.

Una mañana, cuando una locomotoracubierta de nieve arrastraba su larga hilerade vagones de mercancías y su único vagónde pasajeros hacia la estación, Scully logróel prodigio de atrapar a tres hombres. Unode ellos era un sueco tembloroso de miradaaguda con una brillante maleta barata; otroera un vaquero alto y moreno, que viajabahacia un rancho cerca de la frontera conDakota; el último era un hombrecillo calla-do venido del Este, que no lo parecía, y nolo proclamaba. Scully casi los hizo sus pri-sioneros. Era tan alegre, ágil y amable quecada uno sintió probablemente que sería elcolmo de la grosería intentar escaparse. Ca-minaron con dificultad por los andenes demadera chirriante, a la zaga del animado ypequeño irlandés. Llevaba una gruesa go-rra de piel muy ajustada a la cabeza. Así, lesobresalían erguidas las dos rojas orejas,como si fueran hechas de hojalata.

color

(garza)

(destacar)

(chillando) / (ululando)

bright

(pantanoso)

silence

1 yard=0,91 meter

landed

wooden

constituted

owner / corroborated

moving, (tambaleantes)/ traversed rapidly

(pasmados) / (entendidos, cultos)

(pradera)

(proeza)

beliefs /

(egolatrías)flowed

(desplegados) / (encantos)

attractive, (tentadores)

/ (perezosos)

trembling, shakingtravelling bag

(arrastraba) / (hilera)

(vagones)

prodigy

trembling, (tembloroso)

(mirada aguda)

(casi)

(ágil) / (amable) /

(colmo)

(grosería)

marched withdifficulty / (chirriantes)

(gruesa) / (piel) / (gorra)

(apretada) / (muy)

rigidly / metal,

(hojalata)

Page 2: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

2

At last, Scully, elaborately*, withboisterous* hospitality, conducted themthrough the portals* of the blue hotel. Theroom which they entered was small. Itseemed to he merely* a proper* temple foran enormous stove*, which, in the center,was humming* with god-like* violence.At various points of its surface the ironhad become luminous and glowed* yellowfrom the heat. Beside the stove Scully’sson Johnnie was playing High-Five withan old farmer who had whiskers* both grayand sandy. They were quarreling. Fre-quently the old farmer turned his facetoward a box of sawdust*—colored brownfrom tobacco juice—that was behind thestove, and spat* with an air of great impa-tience and irritation. With a loud flourish*of words Scully destroyed* the game ofcards, and bustled* his son upstairs withpart of the baggage of the new guests. Hehimself conducted them to three basins* ofthe coldest water in the world. The cowboyand the Easterner burnished* themselvesfiery* red with this water, until it seemedto be some kind of a metal polish*. TheSwede, however, merely dipped* hisfingers gingerly* and with trepidation*. Itwas notable that throughout* this series ofsmall ceremonies* the three travelers weremade to feel that Scully was verybenevolent. He was conferring* greatfavors* upon them. He handed the towelfrom one to the other with an air of philan-thropic* impulse.

Afterward they went to the firstroom, and, sitting about the stove, listenedto Scully’s officious* clamor at hisdaughters, who were preparing the mid-day meal. They reflected in the silenceof experienced men who tread carefullyamid* new people. Nevertheless, the oldfarmer, stationary, invincible in his chairnear the warmest part of the stove*,turned his face from the sawdust box fre-quently and addressed a glowing*commonplace to the strangers. Usually hewas answered in short but adequate sen-tences by either the cowboy or the Easterner.The Swede said nothing. He seemed to beoccupied in making furtive* estimates ofeach man in the room. One might havethought that he had the sense of silly*suspicion which comes to guilt. He re-sembled, a badly frightened man.

Later, at dinner, he spoke a little,addressing his conversation entirely toScully. He volunteered that he had comefrom New York where for ten years hehad worked as a tailor*. These factsseemed to strike Scully as fascinating, andafterward he volunteered that he had livedat Romper for fourteen years. The Swedeasked about the crops* and the price oflabor. He seemed barely* to listen toScully’s extended replies*. His eyes con-tinued to rove* from man to man.

Por fin, Scully, ampulosamente, conbulliciosa hospitalidad, los condujo a tra-vés del pórtico del hotel azul. La habita-ción a la que pasaron era pequeña. Pare-cía ser meramente un templo apropiadopara una enorme estufa que, situada enmedio de la habitación, zumbaba con unaviolencia endiosada. En varios puntos desu superficie, el metal se había puesto alrojo vivo por el calor y resplandecía conuna luz amaril la. Junto a la estufa,Johnnie, el hijo de Scully, jugaba a cartascon un viejo granjero de bigote gris y ru-bio. Discutían. El viejo granjero a menu-do volvía la cara hacia una caja de serrín-que el jugo de tabaco había teñido demarrón- detrás de la estufa, y escupía conaire de gran impaciencia e irritación. Conun floreo de palabras en voz alta, Scullypuso fin al juego de cartas, y mandó a suhijo arriba con parte del equipaje de losnuevos huéspedes. Él mismo los condujohacia tres barreños que contenían el aguamás fría del mundo. El vaquero y el delEste se abrillantaron enérgicamente coneste agua, hasta que pareció hacerles elefecto de un abrillantador para metales.El sueco, sin embargo, sólo mojó sus de-dos con cautela e inquietud. Era notableque a través de esta serie de pequeños ri-tuales a los tres viajeros se les hacía sen-tir la gran benevolencia de Scully. Lesotorgaba inmensos privilegios. Pasó latoalla del uno al otro con aire de impulsofilantrópico.

Después de esto, fueron al cuarto prin-cipal y, sentados alrededor de la estufa, es-cucharon el clamor ceremonioso de Scullyhacia sus hijas, que estaban preparando lacomida. Reflexionaron con el silencio dehombres expertos que caminan con cuida-do entre gente desconocida. Sin embargo,el viejo granjero, inmóvil, invulnerable ensu silla cerca de la parte más cálida de laestufa, volvía frecuentemente la cara de lacaja de serrín y dirigía unas refulgentestrivialidades a los forasteros. En general, lecontestaba o bien el vaquero o bien el tipodel Este con frases cortas pero adecuadas.El sueco no decía nada. Parecía ocuparsede estudiar sigilosamente a cada hombre dela habitación. Se podía haber pensado quecargaba con la sensación de absurda sospe-cha del que es culpable. Tenía el aspecto deser un hombre muy asustado.

Más tarde, a la hora de cenar, habló unpoco, dirigiéndole exclusivamente la pala-bra a Scully. Le informó que procedía deNueva York, en donde había trabajadocomo sastre durante diez años. Estos he-chos parecían despertar el agudo interés deScully, que entonces declaró que había vi-vido en Romper durante catorce años. Elsueco preguntó por las cosechas y cómopagaban el trabajo. Apenas pareció escu-char las extensas respuestas de Scully. Susojos inspecionaban uno y otro hombre.

Por fin, Scully, ampulosamente, conbulliciosa hospitalidad, los condujo a tra-vés del pórtico del hotel azul. La habita-ción a la que pasaron era pequeña. Pare-cía ser meramente un templo apropiadopara una enorme estufa que, situada enmedio de la habitación, zumbaba con unaviolencia endiosada. En varios puntos desu superficie, el metal se había puesto alrojo vivo por el calor y resplandecía conuna luz amarilla. Junto a la estufa,Johnnie, el hijo de Scully, jugaba a cartascon un viejo granjero de bigote gris y ru-bio. Discutían. El viejo granjero a menu-do volvía la cara hacia una caja de serrín-que el jugo de tabaco había teñido demarrón- detrás de la estufa, y escupía conaire de gran impaciencia e irritación. Conun floreo de palabras en voz alta, Scullypuso fin al juego de cartas, y mandó a suhijo arriba con parte del equipaje de losnuevos huéspedes. Él mismo los condujohacia tres barreños que contenían el aguamás fría del mundo. El vaquero y el delEste se abrillantaron enérgicamente coneste agua, hasta que pareció hacerles elefecto de un abrillantador para metales.El sueco, sin embargo, sólo mojó sus de-dos con cautela e inquietud. Era notableque a través de esta serie de pequeños ri-tuales a los tres viajeros se les hacía sen-tir la gran benevolencia de Scully. Lesotorgaba inmensos privilegios. Pasó latoalla del uno al otro con aire de impulsofilantrópico.

Después de esto, fueron al cuarto prin-cipal y, sentados alrededor de la estufa, es-cucharon el clamor ceremonioso de Scullyhacia sus hijas, que estaban preparando lacomida. Reflexionaron con el silencio dehombres expertos que caminan con cuida-do entre gente desconocida. Sin embargo,el viejo granjero, inmóvil, invulnerable ensu silla cerca de la parte más cálida de laestufa, volvía frecuentemente la cara de lacaja de serrín y dirigía unas refulgentestrivialidades a los forasteros. En general, lecontestaba o bien el vaquero o bien el tipodel Este con frases cortas pero adecuadas.El sueco no decía nada. Parecía ocuparsede estudiar sigilosamente a cada hombre dela habitación. Se podía haber pensado quecargaba con la sensación de absurda sospe-cha del que es culpable. Tenía el aspecto deser un hombre muy asustado.

Más tarde, a la hora de cenar, habló unpoco, dirigiéndole exclusivamente la pala-bra a Scully. Le informó que procedía deNueva York, en donde había trabajadocomo sastre durante diez años. Estos he-chos parecían despertar el agudo interés deScully, que entonces declaró que había vi-vido en Romper durante catorce años. Elsueco preguntó por las cosechas y cómopagaban el trabajo. Apenas pareció escu-char las extensas respuestas de Scully. Susojos inspecionaban uno y otro hombre.

minutely developed /

(ampulosa), pompous

(pórtico, soportales) /

justadequate

(estufa) /

(zumbando) /(endiosasa)

radiated, light and heat, (res-plandecía)

moustache

(serrín)

(escupió)

(floreo) / (puso fin) /

hurried, sent

bowl, (palanganas)

(pulieron), polished /

(al ardiente)

(abrillantador de)

(metió)

cautiously / (a-gitación, azoramiento)

from beginning to end

/ rituals

dispensing

(privilegios)

altruistic

ceremonial, ritualistic

among, within

(estufa)

vivid, radiant

secret

foolish, senseless,stupid

remarked

(sastre)

harvest

hardly

answers

inspect, scan

bustle 1. aje-treo, bullicio2. andar, tra-bajar conprisas: theyb u s t l e da b o u tcleaning thehouse , an-daban muya je t readoscon la l im-pieza de lacasa

Page 3: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

3

Finally, with a laugh and a wink*,he said that some of these Westerncommunities were very dangerous; andafter his statement he straightened hislegs under the table, tilted* his headand laughed again, loudly. It was plain*that the demonstration had no mean-ing to the others. They looked at himwondering* and in silence.

II

As the men trooped* heavily* backinto the front room, the two little windowspresented views of a turmoiling* sea ofsnow. The huge arms of the wind weremaking attempts—mighty, circular, fu-tile—to embrace the flakes as they sped*.A gate-post* like a still man with ablanched* face stood aghast* amid thisprofligate* fury. In a hearty voice Scullyannounced the presence of a blizzard*.The guests of the blue hotel, lighting theirpipes, assented with grunts* of lazymasculine contentment. No island of thesea could be exempt in the degree of thislittle room with its humming* stove.Johnnie, son of Scully, in a tone whichdefined his opinion of his ability as a card-player, challenged the old farmer of bothgray and sandy* whiskers to a game ofHigh-Five. The farmer agreed with acontemptuous* and bitter* scoff*. Theysat close to the stove, and squared* theirknees under a wide board*. The cowboyand the Easterner watched the game withinterest. The Swede remained near thewindow, aloof*, but with a countenance*that showed signs of an inexplicableexcitement*.

The play of Johnnie and the gray-beard was suddenly ended by anotherquarrel*. The old man arose while castinga look of heated scorn* at his adversary.He slowly buttoned his coat, and thenstalked* with fabulous* dignity from theroom. In the discreet silence of all othermen the Swede laughed. His laughter rang*somehow childish*. Men by this time hadbegun to look at him askance*, as if theywished to inquire what ailed* him.

A new game was formed jocosely*.The cowboy volunteered* to become thepartner of* Johnnie, and they all thenturned to ask the Swede to throw in hislot* with the little Easterner. He askedsome questions about the game, and learn-ing that it wore many names, and that hehad played it when it was under an alias*,he accepted the invitation. He strode* to-ward the men nervously, as if he expectedto be assaulted. Finally, seated, he gazed*from face to face and laughed shrilly*.This laugh was so strange that the East-erner looked up quickly, the cowboy satintent* and with his mouth open, and

Por fin, con una risa y un guiño, co-mentó que las comunidades del Oeste eranmuy peligrosas; y después de su declara-ción estiró las piernas por debajo de lamesa, inclinó la cabeza y volvió a carca-jearse estruendosamente. Era obvio que suintervención no había tenido ningún sen-tido para los demás. Le observaron concuriosidad, en silencio.

II

Al volver los hombres en tropel al cuar-to de enfrente, los dos ventanucos presen-taban vistas a un tormentoso mar de nieve.Los enormes brazos del viento estaban in-tentando -con círculos poderosos y fútilesabrazar a los impetuosos copos. Un postede la entrada que parecía un hombre inmó-vil con cara pálida se erguía atónito en me-dio de este desbordamiento de furia. Convoz animada, Scully anunció la presenciade una nevasca. Los huéspedes del hotelazul, encendiendo sus pipas, asintieron congruñidos de perezosa satisfacción masculi-na. Ninguna isla en el mar podía ser tan aje-na como esta pequeña habitación con elmurmullo de su estufa. Johnnie, el hijo deScully, en un tono de voz que definía la opi-nión que tenía de su propia talernto comojugador de cartas, retó el viejo granjero delbigote gris y rubio a otra partida. El granje-ro aceptó con una expresión de desprecio yamargura. Se sentaron cerca de la estufa,acomodando las rodillas bajo una ancha ta-bla. El vaquero y el tipo del Este mirabaninteresados la partida. El sueco permaneciócerca de la ventana, distante, pero con unaactitud que mostraba señales de una inex-plicable agitación.

La partida de Johnnie y el del la bar-ba gris finalizó repentinamente con otradiscusión. El anciano se levantó miran-do con profundo desprecio a su adver-sario. Se abotonó el abrigo, y salió fu-rioso pero con asombrosa dignidad. Enel discreto silencio del resto de hombres,el sueco rió. Su risa sonaba bastanteaniñada. Los hombres ya habían empeza-do a mirarlo con recelo, como si quisieranpreguntarle cuál era su problema.

Entre bromas se organizó una nuevapartida. El vaquero se ofreció para ser lapareja de juego de Johnnie, y todos se vol-vieron hacia el sueco para pedirle que par-ticipara también junto al tipo del Este. Hizovarias preguntas sobre el juego y, dándosecuenta que tenía múltiples nombres y queya lo había practicado bajo algún otro nom-bre, aceptó la invitación. Se dirigió hacialos hombres con nerviosismo, como si es-perara ser asaltado. Finalmente, sentado,miró a cada cara y rió con voz aguda. Esarisa era tan extraña que el tipo del Este le-vantó rápidamente la vista, el vaquero per-maneció sentado y atento, boquiabierto, y

Por fin, con una risa y un guiño, co-mentó que las comunidades del Oeste eranmuy peligrosas; y después de su declara-ción estiró las piernas por debajo de lamesa, inclinó la cabeza y volvió a carca-jearse estruendosamente. Era obvio que suintervención no había tenido ningún sen-tido para los demás. Le observaron concuriosidad, en silencio.

II

Al volver los hombres en tropel al cuartode enfrente, los dos ventanucos presenta-ban vistas a un tormentoso mar de nieve.Los enormes brazos del viento estaban in-tentando -con círculos poderosos y fútilesabrazar a los impetuosos copos. Un postede la entrada que parecía un hombre inmó-vil con cara pálida se erguía atónito en me-dio de este desbordamiento de furia. Convoz animada, Scully anunció la presenciade una nevasca. Los huéspedes del hotelazul, encendiendo sus pipas, asintieron congruñidos de perezosa satisfacción masculi-na. Ninguna isla en el mar podía ser tan aje-na como esta pequeña habitación con el mur-mullo de su estufa. Johnnie, el hijo de Scully,en un tono de voz que definía la opiniónque tenía de su propia habilidad como ju-gador de cartas, retó el viejo granjero delbigote gris y rubio a otra partida. El granje-ro aceptó con una expresión de desprecio yamargura. Se sentaron cerca de la estufa,acomodando las rodillas bajo una ancha ta-bla. El vaquero y el tipo del Este mirabaninteresados la partida. El sueco permaneciócerca de la ventana, distante, pero con unaactitud que mostraba señales de una inex-plicable agitación.

La partida de Johnnie y el del la bar-ba gris finalizó repentinamente con otradiscusión. El anciano se levantó miran-do con profundo desprecio a su adver-sario. Se abotonó el abrigo, y salió fu-rioso pero con asombrosa dignidad. Enel discreto silencio del resto de hombres,el sueco rió. Su risa sonaba bastanteaniñada. Los hombres ya habían empeza-do a mirarlo con recelo, como si quisieranpreguntarle cuál era su problema.

Entre bromas se organizó una nuevapartida. El vaquero se ofreció para ser la pa-reja de juego de Johnnie, y todos se volvie-ron hacia el sueco para pedirle que partici-para también junto al tipo del Este. Hizo va-rias preguntas sobre el juego y, dándosecuenta que tenía múltiples nombres y queya lo había practicado bajo algún otro nom-bre, aceptó la invitación. Se dirigió hacialos hombres con nerviosismo, como si es-perara ser asaltado. Finalmente, sentado,miró a cada cara y rió con voz aguda. Esarisa era tan extraña que el tipo del Este le-vantó rápidamente la vista, el vaquero per-maneció sentado y atento, boquiabierto, y

(guiño)

bent, inclined

(obvio, claro)

conjecturing, (con curiosidad)

marched all together /massively

turbulent

dashed by

(poste de la puerta de la cerca)

whitened / (atónito) /

profligate 1 licentious; dissolute. 2recklessly extravagant.

wildly wasteful

snow storm, drift,(ventisca)

ejaculations

buzzing, murmuring

(rubio)

scornful / (amarga) /mockery, sneer, (mofa)

gathered(tabla de la mesa)

apartaspect

(agitación)

dispute

disdain, contempt

walked haughtily /(asombrosa)

sounded

(aniñada)

suspiciously, (con recelo)

distressed

jokingly

(se ofreció)

/ (hacer pareja con)

(se uniese, participara)

other name

(dirigió)

looked fixedly

loudly, (con voz aguda)

Page 4: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

4

Johnnie paused, holding the cards withstill* fingers.

Afterward there was a short silence.Then Johnnie said: “Well, let’s get at it.Come on now!” They pulled their chairsforward until their knees were bunched*under the board*. They began to play, andtheir interest in the game caused the othersto forget the manner of the Swede.

The cowboy was a board-whacker*.Each time that he held superior cards hewhanged* them, one by one, withexceeding force*, down upon the impro-vised table, and took the tricks* with aglowing* air of prowess* and pride thatsent thrills* of indignation into the heartsof his opponents. A game with a board-whacker* in it is sure to become intense.The countenances of the Easterner and theSwede were miserable whenever the cow-boy thundered* down his aces* and kings,while Johnnie, his eyes gleaming* withjoy, chuckled* and chuckled.

Because of the absorbing play noneconsidered the strange ways* of theSwede. They paid strict heed* to thegame. Finally, during a lull* caused bya new deal*, the Swede suddenly ad-dressed Johnnie: “I suppose there havebeen a good many men killed in thisroom.” The jaws of the others dropped*and they looked at him.

“What in hell are you talking about?”said Johnnie.

The Swede laughed again hisblatant* laugh, full of a kind of falsecourage and defiance*. “Oh, you knowwhat I mean all right,” he answered.

“I’m a liar if I do!” Johnnieprotested. The card was halted*, and themen stared* at the Swede. Johnnie evi-dently felt that as the son of the proprietorhe should make a direct inquiry*. “Now,what might you be drivin’ at*, mister?”he asked. The Swede winked* at him. Itwas a wink full of cunning*. His fingersshook on the edge of the board. “Oh,maybe you think I have been to nowhere*.Maybe you think I’m a tenderfoot*?”

“I don’t know nothin’ about you,”answered Johnnie, “and I don’t give adamn where you’ve been. All I got to sayis that I don’t know what you’re drivingat*. There hain’t* never been nobodykilled in this room.”

The cowboy, who had been steadily*gazing* at the Swede, then spoke. “What’swrong with you*, mister?”

Apparently it seemed to the Swedethat he was formidably menaced. He

Johnnie se quedó quieto, con las cartas in-móviles entre sus dedos.

Entonces hubo un breve silencio. YJohnnie dijo:

-Pues ya podemos empezar. ¡Vamos!Adelantaron sus sillas hasta que sus rodi-

llas se juntaron bajo la tabla. Empezaron a ju-gar, y su interés el interés de todos en el juegoles hizo olvidar la conducta del sueco.

El vaquero tenía la costumbre de gol-pear la tabla. Cada vez que tenía buenascartas, las mostraba, una a una, con fuer-za excesiva, en la mesa improvisada, y co-gía las bazas con un fulgurante aire deproeza y soberbia que provocaba la indig-nación de sus contrincantes. Una partidaque cuenta con un jugador que golpea lamesa siempre acaba siendo intensa. Lasexpresiones del tipo del Este y del suecoeran de desánimo cada vez que el vaque-ro atronaba con sus ases y reyes, mientrasJohnnie, con los ojos radiantes de alegría,reía entre dientes una y otra vez.

Al ser la partida tan absorbente, ningunotenía en cuenta los extraños modales del sue-co. Sólo se interesaban por el juego. Al fin,durante un intervalo a causa de un nuevo re-parto, el sueco se dirigió a Johnnie.

-Supongo que un buen número de hom-bres han sido asesinados en este cuarto.

Las mandíbulas de todo el resto quedaronboquiabiertas mirándole.

-¿De qué rayos está hablando? -preguntóJohnnie.

El sueco volvió a soltar una carcajada, lle-na de una especie de falsa valentía y desafío.

-Oh, sabes perfectamente lo que quiero de-cir -contestó.

-¡Si lo sé, soy un mentiroso! -protestó Johnnie.La partida se detuvo, y los hombres mira-

ron fríamente al sueco. Johnnie obviamentesentía que como hijo del dueño tenía que haceruna pregunta directa.

-A ver, ¿a qué viene todo esto, amigo? -preguntó.El sueco le guiñó un ojo. Era un guiño lle-

no de malicia. Sus dedos temblaban al bordede la tabla.

-Ah, quizá crees que no he corrido mun-do. ¿Piensas tal vez que soy un novato?

-Yo no sé nada de us ted -contes-tó Johnnie- y me impor ta un b ledod ó n d e h a y a e s t a d o . To d o l o q u edigo es que no tengo n i idea de loque es tá hablando. Aquí nunca hanmatado a nadie .

El vaquero, que había estado observandoal sueco, habló entonces.

-¿Cuál es su problema, amigo?

Al sueco le pareció que le ame-nazaban seriamente. Se estremeció y

Johnnie se quedó quieto, con las cartas in-móviles entre sus dedos.

Entonces hubo un breve silencio. YJohnnie dijo:

-Pues ya podemos empezar. ¡Vamos!Adelantaron sus sillas hasta que sus rodi-

llas se juntaron bajo la tabla. Empezaron a ju-gar, y su interés el interés de todos en el juegoles hizo olvidar la conducta del sueco.

El vaquero tenía la costumbre de gol-pear la tabla. Cada vez que tenía buenascartas, las mostraba, una a una, con fuer-za excesiva, en la mesa improvisada, y co-gía las bazas con un fulgurante aire deproeza y soberbia que provocaba la indig-nación de sus contrincantes. Una partidaque cuenta con un jugador que golpea lamesa siempre acaba siendo intensa. Lasexpresiones del tipo del Este y del suecoeran de desánimo cada vez que el vaque-ro atronaba con sus ases y reyes, mien-tras Johnnie, con los ojos radiantes de ale-gría, reía entre dientes una y otra vez.

Al ser la partida tan absorbente, ningunotenía en cuenta los extraños modales del sue-co. Sólo se interesaban por el juego. Al fin,durante un intervalo a causa de un nuevo re-parto, el sueco se dirigió a Johnnie.

-Supongo que un buen número de hom-bres han sido asesinados en este cuarto.

Las mandíbulas de todo el resto quedaronboquiabiertas mirándole.

-¿De qué rayos está hablando? -preguntóJohnnie.

El sueco volvió a soltar una carcajada, lle-na de una especie de falsa valentía y desafío.

-Oh, sabes perfectamente lo que quiero de-cir -contestó.

-¡Si lo sé, soy un mentiroso! -protestó Johnnie.La partida se detuvo, y los hombres mira-

ron fríamente al sueco. Johnnie obviamentesentía que como hijo del dueño tenía que haceruna pregunta directa.

-A ver, ¿a qué viene todo esto, amigo? -preguntó.El sueco le guiñó un ojo. Era un guiño

lleno de malicia. Sus dedos temblaban al bor-de de la tabla.

-Ah, quizá crees que no he corrido mun-do. ¿Piensas tal vez que soy un novato?

-Yo no sé nada de usted -con-testó Johnnie- y me importa un ble-do dónde haya estado. Todo lo quedigo es que no tengo ni idea de loque está hablando. Aquí nunca hanmatado a nadie.

El vaquero, que había estado observandoal sueco, habló entonces.

-¿Cuál es su problema, amigo?

Al sueco le pareció que le ame-nazaban seriamente. Se estremeció y

fintention, resoluteness

motionless

gathered close

(tabla de la mesa)

(tenía la costimbre degolpear la mesa)

(a golpe limpio) /

________

(bazas)

(fulgurante)skill /

blasts

(golpeador de mesa)

(atronaba) / (ases)

shining

(se reía entre dientes)

(modales)

attention

(intervalo),

/ (reparto, mano)

fell down, (se queda-ron boquiabiertos)

flagrant, ostentatious

(desafío)

stopped

looked fixedly

question

(a qué viene todo esto)

/ (le guiñó un ojo)

astuteness, (malicia)

(que no he recorridomundo)

/ amateur, (novato)

(de lo que está ha-blando) / ‘has not’

directly, firmly

looking fixedly

(¿Cual es su problema)

trembled

Page 5: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

5

shivered* and turned white near the cor-ners* of his mouth. He sent an appealing*glance* in the direction of the littleEasterner. During these moments he didnot forget to wear his air of advanced pot-valor*. “They say they don’t know what Imean,” he remarked mockingly* to theEasterner.

The latter answered after prolongedand cautious reflection. “I don’t under-stand you,” he said, impassively*.

The Swede made a movement thenwhich announced that he thought he hadencountered treachery* from the onlyquarter* where he had expected sympathyif not help. “Oh, I see you are all againstme. I see ___”

The cowboy was in a state of deep stupefac-tion. “Say,” he cried, as he tumbled* thedeck* violently down upon the board.“Say, what are you gittin’* at, hey?”

The Swede sprang* up with the celerityof a man escaping from a snake on the floor.“I don’t want to fight!” he shouted. “Idon’t want to fight!”

The cowboy stretched* his long legsindolently and deliberately. His hands werein his pockets. He spat* into the sawdust*box. “Well, who the hell thought you did?”he inquired.

The Swede backed rapidly towarda corner of the room. His hands wereout protectingly in front of his chest,but he was making an obvious struggleto control his fright*. “Gentlemen,” hequavered*, “I suppose I am going tobe k i l led before I can leave th i shouse! I suppose I am going to bekilled before I can leave this house!”In his eyes was the dying swan look*.Through the windows could be seen thesnow turning blue in the shadow of dusk*.The wind tore at* the house and someloose thing beat regularly against the clap-boards* like a spirit tapping*.

A door opened, and Scully himselfentered. He paused in surprise as he notedthe tragic attitude of the Swede. Then hesaid: “What’s the matter here?”

The Swede answered him swiftly*and eagerly*: “These men are going tokill me.”

“Kill you!” ejaculated* Scully. “Killyou! What are you talkin’?”

The Swede made the gesture of a martyr.

Scully wheeled* sternly* upon hisson. “What is this, Johnnie?”

las comisuras de sus labios se vol-vieron blancas. Dirigió una miradaimploran te a l t ipo de l Es te . En e ltranscurso de esos momentos, no ol-vidó adoptar su aire bravucón.

-Dicen que no saben de qué estoyhablando -le comentó con ironía al tipodel Este.

El tipo del Este le contestó después de unaprolongada y cautelosa reflexión.

-No le entiendo -dijo, impasible.

El sueco entonces hizo un movimien-to que anunciaba que había encontradotraición en el único flanco en el que es-peraba simpatía, si no alguna ayuda.

-Vaya, veo que todos estáis contra mí. Yaveo...

El vaquero estaba completamente estupefacto.-Oiga -gritó al mismo tiempo que lanzaba

el juego de cartas violentamente sobre la ta-bla-, oiga, ¿qué es lo que está buscando, eh?

El sueco se levantó de golpe con la celeridadde un hombre al huir de una serpiente en el suelo.

-¡No quiero pelear! -gri tó-. ¡Noquiero pelear!

El vaquero estiró sus largas piernas con ges-tos indolentes y deliberados. Tenía las manos enlos bolsillos. Escupió en la caja de serrín.

-Vaya, ¿quién demonios pensaba que loquería? -preguntó.

El sueco retrocedió rápidamente ha-cia una esquina de la habitación. Teníalas manos levantadas como para prote-ger su pecho, pero era evidente que lu-chaba por controlar su espanto.

-Caballeros -tartamudeó-, ¡supongo que nopodré salir de esta casa sin que me maten! ¡Su-pongo que no podré salir de esta casa sin queme maten!

Sus ojos tenían la expresión del cisne mori-bundo. Por las ventanas se podía divisar la nievevolviéndose azul en la sombra del crepúsculo. Elviento se lanzaba contra la casa, y algo sueltorebotaba con regularidad contra la madera, comosi un espíritu estuviera golpeándola.

Se abrió una puerta, y entró Scully en per-sona. Se detuvo con sorpresa al notar la acti-tud trágica del sueco. Entonces dijo:

-¿Qué está pasando aquí?

El sueco le contestó con prontitud y vehe-mencia:

-Estos hombres tratan de matarme.

-¡Matarle! -exclamó Scully-. ¡Matarle!Pero ¿qué está diciendo?

El sueco hizo un ademán de mártir

Scully se volvió severamente hacia su hijo.-¿Qué es esto, Johnnie?

las comisuras de sus labios se vol-vieron blancas. Dirigió una miradaimplorante al t ipo del Este. En eltranscurso de esos momentos, no ol-vidó adoptar su aire bravucón.

-Dicen que no saben de qué estoyhablando -le comentó con ironía al tipodel Este.

El tipo del Este le contestó después de unaprolongada y cautelosa reflexión.

-No le entiendo -dijo, impasible.

El sueco entonces hizo un movimien-to que anunciaba que había encontradotraición en el único flanco en el que es-peraba simpatía, si no alguna ayuda.

-Vaya, veo que todos estáis contra mí. Yaveo...

El vaquero estaba completamente estupefacto.-Oiga -gritó al mismo tiempo que lanzaba

el juego de cartas violentamente sobre la tabla-,oiga, ¿qué es lo que está buscando, eh?

El sueco se levantó de golpe con la celeridadde un hombre al huir de una serpiente en el suelo.

-¡No quiero pelear! -gritó-. ¡Noquiero pelear!

El vaquero estiró sus largas piernas con ges-tos indolentes y deliberados. Tenía las manos enlos bolsillos. Escupió en la caja de serrín.

-Vaya, ¿quién demonios pensaba que loquería? -preguntó.

El sueco retrocedió rápidamente ha-cia una esquina de la habitación. Teníalas manos levantadas como para prote-ger su pecho, pero era evidente que lu-chaba por controlar su espanto.

-Caballeros -tartamudeó-, ¡supongo que nopodré salir de esta casa sin que me maten! ¡Su-pongo que no podré salir de esta casa sin queme maten!

Sus ojos tenían la expresión del cisne mori-bundo. Por las ventanas se podía divisar la nievevolviéndose azul en la sombra del crepúsculo. Elviento se lanzaba contra la casa, y algo suelto re-botaba con regularidad contra la madera, como siun espíritu estuviera golpeándola.

Se abrió una puerta, y entró Scully en per-sona. Se detuvo con sorpresa al notar la actitudtrágica del sueco. Entonces dijo:

-¿Qué está pasando aquí?

El sueco le contestó con prontitud y vehe-mencia:

-Estos hombres tratan de matarme.

-¡Matarle! -exclamó Scully-. ¡Matarle! Pero¿qué está diciendo?

El sueco hizo un ademán de mártir

Scully se volvió severamente hacia su hijo.-¿Qué es esto, Johnnie?

(comisuras) / implor-ing

look

drunken bravery

ironically, scornfully,ridiculing

(impasible)

treason, disloyalty /

side, team, party

(lanzaba)

cards

‘getting’, (buscando)

jumped

spread out, extended

(escupió) / (serrín)

panic, fear, awe

said with trembling voice

(expresión de cisnemoribundo)

nightfall, sunset

(se lanzaba contra)

wooden planks, (ta-blas) / (golpeándolas)

briskly, rapidly

vehemently

uttered, (profirió, ex-clamó)

turned / severely

Page 6: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

6

T h e l a d h a d g r o w n s u l l e n * .“ D a m n e d i f I k n o w , ” h e a n s w ered.“I can’t make no sense t o i t . ” Hebegan to shuffle* the cards, fluttering* themtogether with an angry snap*. “He says a goodmany men have been killed in this room, orsomething like that. And he says he’s goin’ to bekilled here too. I don’t know what ails* him.He’s crazy, I shouldn’t wonder.”

Scully then looked for explanationto the cowboy, but the cowboy simplyshrugged his shoulders.

“Kill you? ” said Scully again to theSwede. “Kill you? Man, you’re off yournut*.”

“Oh, I know,” burst out* the Swede.“I know what will happen Yes. I’mcrazy—yes. Yes, of course, I’m crazy—yes. But I know one thing ___” Therewas a sort of sweat of misery and terrorupon his face. “I know I won’t get out ofhere alive”

The cowboy drew* a deep breath, asif his mind was passing into the last stagesof dissolution. “Well, I’m dog-goned*,”he whispered to himself.

S c u l l y w h e e l e ds u d d e n l y a n d f a c e d h i s s o n .“You’ve been troublin’ this man!”

Johnnie’s voice was loud with itsburden of grievance*. “Why, good Gawd,I ain’t done nothin’ to ’im.”

The Swede broke in*. “Gentlemen,do not disturb* yourselves. I will leavethis house. I will go ’way because—” Heaccused them dramatically with hisglance*. “Because I do not want to bekilled.”

Scully was furious with his son.“Will you tell me what is the matter, youyoung divil*? What’s the matter, anyhow?Speak out!”

“Blame it*,” cried Johnnie indespair, “don’t I tell you I don’t know?He—he says we want to kill him, andthat’s all I know. I can’t tell what ails*him.”

The Swede continued to repeat:“Never mind, Mr Scully, never mind*. Iwill leave this house. I will go away,because I do not wish to be killed. Yes, ofcourse, I am crazy—yes. But I know onething! I will go away. I will leave thishouse. Never mind, Mr. Scully, nevermind. I will go away.”

“You will not go ’way,” said Scully.“You will not go ’way until I hear the reasonof this business. If anybody has troubled youI will take care of him*. This is my house.You are under my roof, and I will not allowany peaceable man to be troubled here.” He

El muchacho se había vuelto hosco.-Yo no tengo ni idea -contestó-. No en-

tiendo nada de nada.Empezó a barajar las cartas, juntándolas

con un golpe colérico.-Dice que unos cuantos hombres han sido

asesinados en este cuarto, o algo por el estilo.Y dice que él también va a ser asesinado aquí.No sé qué le pasa. Está loco, no me extrañaría.

Scully miró entonces al vaquero esperan-do una explicación, pero el vaquero sólo seencogió de hombros.

-¿Matarle? -le repitió Scully al sueco-.¿Matarle? Hombre, está usted como una ca-bra.

-Ya lo sé -soltó el sueco-. Sé lo que vaa pasar. Sí, estoy loco, sí. Sí, claro queestoy loco, sí. ________ ________ ____ ____ ____ Pero sé una co s a . . . - H a b í acomo un sudor de suf r imiento y te -r ror en su cara- . Sé que no sa ldrévivo de aquí .

El vaquero respiró profundamente, comosi su mente estuviera en las últimas.

-Pues esta sí que es buena -murmuró parasí mismo.

Scully dio una vuelta repentina y se en-frentó con su hijo.

-¡Has estado incomodando a este señor!

La voz de Johnnie se elevó muy alto antesemejante injusticia.

-Pero por Dios, ¡si no le he hecho nada!

El sueco los interrumpió.-Caballeros, no se preocupen. Me

voy a marchar de esta casa. Me iré,porque... -Les acusó dramáticamentecon la mirada- porque no quiero queme maten.

Scully estaba muy enfadado con su hijo.-¿Me vas a decir lo que está pasando, más

que granuja? ¿Qué ha pasado, entonces? ¡Ha-bla ya!

-¡Santo Dios! -gritó Johnnie des-esperado-, ¡si te digo que no lo sé!Dice.. . dice que le queremos matar, yno sé nada más. No entiendo lo quele pasa.

El sueco seguía repitiendo:-No se preocupe, señor Scully; no

se preocupe. me marcho. Me marcho,porque no quiero que me maten. Sí, cla-ro que estoy loco, sí. Pero sé una cosa:me marcho. Me voy de esta casa. No sepreocupe, señor Scully; no se preocu-pe. Me marcho.

-Usted no se marchará -dijo Scully-. Nose marchará hasta que sepa de qué se trata esteasunto. Si alguien le ha molestado, le ajustarélas cuentas. Ésta es mi casa. Está usted bajo mitecho y no permitiré que aquí sea molestadoningún hombre pacífico.

El muchacho se había vuelto hosco.-Yo no tengo ni idea -contestó-. No entien-

do nada de nada.Empezó a barajar las cartas, juntándolas con

un golpe colérico.-Dice que unos cuantos hombres han sido

asesinados en este cuarto, o algo por el estilo. Ydice que él también va a ser asesinado aquí. Nosé qué le pasa. Está loco, no me extrañaría.

Scully miró entonces al vaquero esperandouna explicación, pero el vaquero sólo se enco-gió de hombros.

-¿Matarle? -le repitió Scully al sueco-.¿Matarle? Hombre, está usted como unacabra.

-Ya lo sé -soltó el sueco-. Sé lo que vaa pasar. Sí, estoy loco, sí. Sí, claro queestoy loco, sí. ________ ________ ____ ____ ____ Pero sé una cosa... -Había comoun sudor de sufrimiento y terror ensu cara-. Sé que no saldré vivo deaquí.

El vaquero respiró profundamente, comosi su mente estuviera en las últimas.

-Pues esta sí que es buena -murmuró parasí mismo.

Scully dio una vuelta repentina y se enfren-tó con su hijo.

-¡Has estado incomodando a este señor!

La voz de Johnnie se elevó muy alto antesemejante injusticia.

-Pero por Dios, ¡si no le he hecho nada!

El sueco los interrumpió.-Caballeros, no se preocupen. Me

voy a marchar de esta casa. Me iré,porque... -Les acusó dramáticamentecon la mirada- porque no quiero queme maten.

Scully estaba muy enfadado con su hijo.-¿Me vas a decir lo que está pasando, más

que granuja? ¿Qué ha pasado, entonces? ¡Ha-bla ya!

-¡Santo Dios! -gritó Johnnie des-esperado-, ¡si te digo que no lo sé!Dice... dice que le queremos matar, yno sé nada más. No entiendo lo que lepasa.

El sueco seguía repitiendo:-No se preocupe, señor Scully; no se

preocupe. me marcho. Me marcho, por-que no quiero que me maten. Sí, claroque estoy loco, sí. Pero sé una cosa: memarcho. Me voy de esta casa. No se pre-ocupe, señor Scully; no se preocupe. Memarcho.

-Usted no se marchará -dijo Scully-. No semarchará hasta que sepa de qué se trata este asun-to. Si alguien le ha molestado, le ajustaré lascuentas. Ésta es mi casa. Está usted bajo mi te-cho y no permitiré que aquí sea molestado nin-gún hombre pacífico.

grim, (hosco)

mix, (barajar) / flapping

(chasquido)

disturbs

senses, mind

exploded

inhaled, sucked

damned, (ésta sí quees buena)

(agravio), injury,offense, injustice

interrupted /

get worried

brief look

‘devil’

(¡Santo cielo!)

pains, hurts, aches

damages,

do not worry

(le ajustaré las cuentas)

Page 7: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

7

cast* a terrible eye upon Johnnie, the cow-boy, and the Easterner.

“Never mind, Mr. Scully, nevermind. I will go ’way. I do not wish to bekilled.” The Swede moved toward thedoor, which opened upon the stairs. It wasevidently his intention to go at once forhis baggage.

“No, no,” shouted Scullyperemptorily*; but the white-facedman slid* by him and disappeared.“Now,” said Scully severely, “what doesthis mane*?”

Johnnie and the cowboy cried together*:“Why, we didn’t do nothin’ to ’im!”

S c u l l y ’ s e y e s w e r e c o l d .“No,” he said, “you didn’t.”

Johnnie swore a deep* oath*.“Why, this is the wildest loon* I eversee. We didn’t do nothin’ at all. Wewere jest sittin’ here playin’ cardsand he ___”

The father suddenly spoke to theEasterner. “Mr. Blanc,” he asked, “whathas these boys been doin’?”

The Easterner reflected again. “Ididn’t see anything wrong at all,” he saidat last slowly.

Scully began to howl*. “But whatdoes it mane*?” He stared ferociously athis son. “I have a mind to lather* you forthis, me boy.”

Johnnie was frantic*. “Well, whathave I done?” he bawled* at his father.

III

“I think you are tongue-tied*,” saidScully finally to his son, the cowboy andthe Easterner, and at the end of thisscornful* sentence he left the room.

Upstairs the Swede was swiftlyfastening the straps* of his great valise.Once his back happened to be half-turnedtoward the door, and hearing a noise there,he wheeled* and sprang up, uttering* aloud cry. Scully’s wrinkled visage showedgrimly* in the light of the small lamp hecarried. This yellow effulgence*,streaming* upward, colored only hisprominent features*, and left his eyes, forinstance, in mysterious shadow. He re-sembled a murderer.

“Man, man!” he exclaimed, “haveyou gone daffy*?”

Lanzó una terrible mirada a Johnnie, alvaquero y al tipo del Este.

-No se preocupe, señor Scully; no se pre-ocupe. Me marcho. No quiero que me maten.

El sueco se acercó a la puerta quedaba a las escaleras. Era obvio que te-nía la intención de ir en seguida a reco-ger el equipaje.

- N o , n o - g r i t ó S c u l l yperentoriamente, pero el hombre pá-lido se deslizó a su lado y se esfumó.

-A ver -preguntó Scully con severidad-,¿que significa esto?

Johnnie y el vaquero gritaron al unísono:-¡Pero si no le hemos hecho nada!

Los ojos de Scully eran fríos.-No -dijo-, ¿verdad que no?

Johnnie soltó una blasfemia abismal.-Vaya, jamás he visto a alguien más chala-

do y más perturbado. Si no le hemos hechonada. Si sólo estábamos sentados aquí jugan-do a cartas y ése...

De repente el padre le habló al tipo del Este.-Señor Blanc -le preguntó-, ¿qué han es-

tado haciendo estos chicos?

El tipo del Este reflexionó de nuevo.-No he visto nada anómalo -acabó dicien-

do, lentamente.

Scully empezó a aullar.-Pero ¿qué significa? -Miró con ferocidad

a su hijo-. Tengo ganas de darte con el látigopor esto, muchacho.

Johnnie estaba enfurecido.-Dime, ¿qué he hecho? -gritó con rabia a su padre.

III

-Parece que tenéis problemas para hablar-dijo finalmente Scully a su hijo, al vaquero yal tipo del Este; y después de pronunciardesdeñosamente esta frase, salió del cuarto.

Arriba estaba el sueco atando rápida-mente las cinchas de su gran maleta. Estan-do su espalda medio vuelta hacia la puerta,percibió un ruido que provenía de allí, en-tonces se volvió de un salto y dejó escaparun fuerte grito. La cara arrugada de Scullyse mostró siniestra a la luz de la pequeñalámpara que llevaba. Aquel resplandor ama-rillo, que iluminaba hacia arriba, sólo colo-reaba sus rasgos prominentes, y dejaba susojos, por ejemplo, en una sombra misterio-sa. Parecía un asesino.

-¡Pero hombre! -exclamó-, ¿se ha vueltoloco de remate?

Lanzó una terrible mirada a Johnnie, al va-quero y al tipo del Este.

-No se preocupe, señor Scully; no se pre-ocupe. Me marcho. No quiero que me maten.

El sueco se acercó a la puerta quedaba a las escaleras. Era obvio que teníala intención de ir en seguida a recoger elequipaje.

-No, no -gr i tó Scul lyperentoriamente, pero el hombre páli-do se deslizó a su lado y se esfumó.

-A ver -preguntó Scully con severidad-,¿que significa esto?

Johnnie y el vaquero gritaron al unísono:-¡Pero si no le hemos hecho nada!

Los ojos de Scully eran fríos.-No -dijo-, ¿verdad que no?

Johnnie soltó una blasfemia abismal.-Vaya, jamás he visto a alguien más chala-

do y más perturbado. Si no le hemos hecho nada.Si sólo estábamos sentados aquí jugando a car-tas y ése...

De repente el padre le habló al tipo del Este.-Señor Blanc -le preguntó-, ¿qué han esta-

do haciendo estos chicos?

El tipo del Este reflexionó de nuevo.-No he visto nada anómalo -acabó dicien-

do, lentamente.

Scully empezó a aullar.-Pero ¿qué significa? -Miró con ferocidad

a su hijo-. Tengo ganas de darte con el látigo poresto, muchacho.

Johnnie estaba enfurecido.-Dime, ¿qué he hecho? -gritó con rabia a su padre.

III

-Parece que tenéis problemas para hablar-dijo finalmente Scully a su hijo, al vaquero y altipo del Este; y después de pronunciardesdeñosamente esta frase, salió del cuarto.

Arriba estaba el sueco atando rápidamen-te las cinchas de su gran maleta. Estando suespalda medio vuelta hacia la puerta, perci-bió un ruido que provenía de allí, entoncesse volvió de un salto y dejó escapar un fuertegrito. La cara arrugada de Scully se mostrósiniestra a la luz de la pequeña lámpara quellevaba. Aquel resplandor amarillo, que ilu-minaba hacia arriba, sólo coloreaba sus ras-gos prominentes, y dejaba sus ojos, por ejem-plo, en una sombra misteriosa. Parecía unasesino.

-¡Pero hombre! -exclamó-, ¿se ha vueltoloco de remate?

(lanzó)

(bruscamente)

passed

‘mean’

(al unísono)

(violenta) / curse, (blasfemia)

fool, (chalado)

(aullar)

‘mean’

whip, beat, thrash

frenzied, hysterical

/ shouted

(atada)

disdainful

cords, belts, bands,(cinchas)

turned/ mitting

sinisterly

glow

(iluminando)

traits, (rasgos)

crazy

* perentory = conclusive, decisive, áspero, brusco, dictatorial, dogmático, indiscutible, final inapelable (law), irrebatible o autoritario, pero perentorio es urgente, concluyente, determinante, imperativo, pressing, apremiante, decisive, definite

Page 8: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

8

“Oh, no! Oh, no!” rejoined the other.“There are people in this world who knowpretty nearly as much as you do—understand?”

For a moment they stood gazing*a t each o ther . Upon the Swede’sdeathly pale cheeks were two spotsbrightly crimson and sharply edged*,as if they had been carefully painted.Scully placed the light on the tableand sat himself on the edge of thebed. He spoke ruminatively*. “Bycracky*, I never heard of such a thingin my life. It’s a complete muddle*. Ican’t for the soul of me think howyou ever got this idea into your head.”Presently* he lifted* his eyes and asked:“And did you sure think they weregoing to kill you?”

The Swede scanned* the old manas if he wished to see into his mind.“I did,” he said at last. He obviouslysuspected that this answer might pre-cipitate an outbreak*. As he pulled ona strap his whole arm shook, the elbowwavering* like a bit of paper.

Scully banged* his hand impressivelyon the foot-board of the bed. “Why,man, we’re goin’ to have a l ine ofilictric* street-cars in this town nextspring.”

“ ‘A line of electric street-cars,”’repeated the Swede stupidly.

“And,” said Scully, “there’s a newrailroad goin’ to be built down fromBroken Arm to here. Not to mintion* thefour churches and the smashin’* big brickschool-house. Then there’s the big factory,too. Why, in two years Romper’ll be amet-tro-pol-is.”

Having finished the preparation ofhis baggage, the Swede straightened*himself. “Mr. Scully,” he said with suddenhardihood*, “how much do I owe you?”

“You don’t owe me anythin’,” saidthe old man angrily.

“Yes, I do,” retorted* the Swede.He took seventy-five cents from his pocketand tendered* it to Scully; but the lattersnapped* his fingers in disdainful refusal.However, it happened that they both stoodgazing* in a strange fashion* at threesilver pieces on the Swede’s open palm.

“I’ll not take your money,” saidScully at last. “Not after what’s been goin’on here.” Then a plan seemed to strikehim*. “Here,” he cried, picking up hislamp and moving toward the door. “Here!Come with me a minute.”

- ¡Oh, no! ¡Oh, n o ! - r e p l i c ó e lotro-. Hay gente en este mundo quesabe casi tantas cosas como usted,¿me entiende?

Por un momento se quedaron observán-dose el uno al otro. En las mejillas del sue-co, de una palidez mortal, se veían dosmanchas de un brillante carmesí y con bor-des muy definidos, como si hubiesen sidopintadas con minuciosidad. Scully puso lalámpara sobre la mesa y se sentó en el bor-de de la cama. Habló pensativamente.

-Vaya vaya, nunca oí de algo semejanteen toda mi vida. Esto es un completo em-brollo. No puedo entender cómo se le me-tió esta idea en la cabeza, por mi alma.

Entonces levantó los ojos y preguntó:-¿Así que pensó que de verdad le iban a

matar?

El sueco examinó al anciano como si qui-siera leerle el pensamiento.

-Sí, lo pensaba -dijo por fin.Por lo visto pensaba que esta respuesta iba

a provocar una reacción violenta. Al tirar deuna cincha le tembló todo el brazo, agitandosu codo como un pedazo de papel.

Scully golpeó violentamente con la manoel tablero de la cama.

-Pues hombre, vamos a tener una línea detranvías eléctricos en esta ciudad la primaverapróxima.

-Una línea de tranvías eléctricos -repitióel sueco estúpidamente.

-Y se va a construir un nuevo ferro-carril desde Broken Ann hasta aquí-dijo Scully-. Y no le hablo de las cua-tro iglesias y de la fantástica escuela deladrillos. Y también tendremos la granfábrica. ¡Si en dos años Romper seráuna me-tró-po-lis!

Cuando acabó de preparar su equipaje, elsueco se enderezó.

-Señor Scully -dijo con repentina dureza-,¿cuánto le debo?

-Usted no me debe nada -dijo el ancianoenojado.

-Sí, le debo algo -replicó el sueco.Sacó setenta y cinco centavos de su bolsi-

llo y se los tendió a Scully; pero éste chasqueólos dedos rechazándolos desdeñosamente. Sinembargo, ambos se quedaron mirando de for-ma extraña las tres monedas de plata que relu-cían sobre la palma abierta del sueco.

-No pienso coger su dinero -dijo Scullyfinalmente-. No después de lo que ha pasadoaquí. -Entonces pareció ocurrírsele un plan-.Vamos -gritó cogiendo su lámpara y dirigién-dose a la puerta-. ¡Vamos! Venga conmigo unmomento.

-¡Oh, no! ¡Oh, no! -replicó el otro-.Hay gente en este mundo que sabecasi tantas cosas como usted, ¿me en-tiende?

Por un momento se quedaron observán-dose el uno al otro. En las mejillas del sue-co, de una palidez mortal, se veían dos man-chas de un brillante carmesí y con bordesmuy definidos, como si hubiesen sido pin-tadas con minuciosidad. Scully puso la lám-para sobre la mesa y se sentó en el borde dela cama. Habló pensativamente.

-Vaya vaya, nunca oí de algo semejanteen toda mi vida. Esto es un completo embro-llo. No puedo entender cómo se le metió estaidea en la cabeza, por mi alma.

Entonces levantó los ojos y preguntó:-¿Así que pensó que de verdad le iban a

matar?

El sueco examinó al anciano como si qui-siera leerle el pensamiento.

-Sí, lo pensaba -dijo por fin.Por lo visto pensaba que esta respuesta iba

a provocar una reacción violenta. Al tirar de unacincha le tembló todo el brazo, agitando su codocomo un pedazo de papel.

Scully golpeó violentamente con la manoel tablero de la cama.

-Pues hombre, vamos a tener una línea detranvías eléctricos en esta ciudad la primaverapróxima.

-Una línea de tranvías eléctricos -repitió elsueco estúpidamente.

-Y se va a construir un nuevo ferro-carril desde Broken Ann hasta aquí -dijoScully-. Y no le hablo de las cuatro igle-sias y de la fantástica escuela de ladri-llos. Y también tendremos la gran fábri-ca. ¡Si en dos años Romper será uname-tró-po-lis!

Cuando acabó de preparar su equipaje, elsueco se enderezó.

-Señor Scully -dijo con repentina dureza-,¿cuánto le debo?

-Usted no me debe nada -dijo el ancianoenojado.

-Sí, le debo algo -replicó el sueco.Sacó setenta y cinco centavos de su bolsillo

y se los tendió a Scully; pero éste chasqueó losdedos rechazándolos desdeñosamente. Sin em-bargo, ambos se quedaron mirando de formaextraña las tres monedas de plata que relucíansobre la palma abierta del sueco.

-No pienso coger su dinero -dijo Scullyfinalmente-. No después de lo que ha pasadoaquí. -Entonces pareció ocurrírsele un plan-.Vamos -gritó cogiendo su lámpara y dirigién-dose a la puerta-. ¡Vamos! Venga conmigo unmomento.

looking fixedly

borders

(pensativamente) /

(¡Vaya, vaya!)

disorder, confusion

(Entonces) / raised

glanced, inspected

(violenta reacción)

(agitando)

stroke, pounded

‘electric’

‘mention’

wonderful

(enderezó)

boldness, daring, (dureza)

(replicó)

offered / cracked,

sounded

looking fixedly / way,(forma)

(ocurrírsele)

Page 9: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

9

“No” said the Swede in overwhelming* alarm.

“Yes,” urged the old man. “Comeon! I want you to come and see a picter*—just across the hall—in my room.”

The Swede must have concludedtha t h is hour was come. His jawdropped and his teeth showed like adead man’s. He ultimately* followedScully across the corridor*, but he hadthe step of one hung in chains*.

Scully flashed* the light high on thewall of his own chamber. There wasrevealed a ridiculous photograph of a littlegirl. She was leaning* against a balustrade*of gorgeous* decoration, and the formida-ble bang* to her hair was prominent. Thefigure was as graceful as an upright* sled-stake*, and, withal, it was of the hue* oflead*. “There,” said Scully tenderly.“That’s the picter of my little girl thatdied. Her name was Carrie. She had thepurtiest* hair you ever saw! I was thatfond of her, she___”

Turning then he saw that the Swedewas not contemplating the picture at all*,but, instead, was keeping keen* watch*on the gloom* in the rear*.

“Look, man!” shouted Scullyheartily. “That’s the picter* of my littlegal* that died. Her name was Carrie. Andthen here’s the picter of my oldest boy,Michael. He’s a lawyer in Lincoln an’doin’ well. I gave that boy a grandeddycation*, and I’m glad for it now. He’sa fine boy. Look at ’im now. Ain’t hebold as blazes*, him there in Lincoln, anhonored an’ respicted gintleman. Anhonored an’ respicted gintleman,”concluded Scully with a flourish*. Andso saying, he smote* the Swede joviallyon the back.

The Swede faintly smiled.“ N o w , ” s a i d t h e o l d m a n ,

“ t h e r e ’ s o n l y o n e m o r e t h i n g . ”He dropped suddenly to the floor andthrust* his head beneath the bed. TheSwede could hear his muffled* voice. “I’dkeep it under me piller* if it wasn’t forthat boy Johnnie. Then there’s the oldwoman___ Where is it now? I never put ittwice in the same place. Ah, now comeout with you*!”

Present ly he backed c lumsi ly*from under the bed, dragging* wi thh im an o ld coa t ro l led in to a bun-d l e * . “ I ’ v e f e t c h e d * h i m , ” h emut te red . Knee l ing on the f loor heu n r o l l e d t h e c o a t a n d e x t r a c t e df r o m i t s h e a r t * a l a r g e y e l l o w -brown whisky bot t le .

-No -dijo el sueco muy alarmado.

-Sí -le increpó el anciano-. ¡Sígame! Quie-ro que vea una foto... justo al otro lado del pa-sillo... en mi cuarto.

El sueco debió de pensar que habíallegado su hora. Le cayó el alma a lospies y enseñó los dientes como los deun cadáver. Acabó siguiendo a Scullya través del pasil lo, pero caminabacomo si arrastrara cadenas.

Scully dirigió la luz a lo alto de lapared de su habitación. Apareció la gro-tesca fotografía de una niña. Estaba apo-yada en una barandilla suntuosamentedecorada y resaltaba su enorme flequi-llo. La silueta era tan elegante como lade un poste de un trineo plantado en elsuelo y además tenía el color del plomo.

-Mire -d i jo Scu l ly con t e rnura - ,é s t a e s l a fo to de mi n iña que mu-r i ó . S e l l a m a b a C a r r i e . ¡ Te n í a e lpe lo más he rmoso de l mundo! Laquer í a t an to , e l l a . . .

Dándose la vuelta en aquel momento, vioque el sueco no estaba contemplando la foto nimucho menos, sino que estaba vigilando an-siosamente la penumbra que había tras él.

- ¡ M i r e , h o m b r e ! - g r i t ó S c u l l yanimadamente-. Esta es la foto de miniña que murió. Se llamaba Carrie. Yaquí tiene la foto de mi hijo mayor,Michael. Es abogado en Lincoln, y leva muy bien. Le di una estupenda edu-cación a ese chico, y ahora me alegrode ello. Es un gran muchacho. Míreleahora. ¡Tan resuelto, allí en Lincoln,un caballero honorado y respetado!¡Un caballero honorado y respetado!-concluyó con énfasis Scully. Y al de-cir todo aquello, golpeó jocosamente, alsueco en la espalda.

El sueco sonrió levemente.- A h o r a - d i j o e l a n c i a n o - s ó l o

h a y u n a c o s a m á s .Se agachó repentinamente al suelo y es-

condió la cabeza bajo la cama. El sueco podíaoír su voz amortiguada.

-La guardaría debajo de mi almohada sino fuese por ese muchacho, Johnnie. Y tam-bién está la vieja... ¿Dónde la habré puesto?Nunca la pongo dos veces en el mismo sitio.¡Venga! ¡Sal de ahí!

En seguida salió torpemente de de-bajo de la cama arrastrando con él unavieja chaqueta envuelta como un hatillo.

-Ya lo tengo -murmuró.Arrodi l lándose en e l sue lo , des-

envolv ió e l abr igo y de su in te r iorex t ra jo una gran bote l la ocre l lenade whisky.

-No -dijo el sueco muy alarmado.

-Sí -le increpó el anciano-. ¡Sígame! Quieroque vea una foto... justo al otro lado del pasi-llo... en mi cuarto.

El sueco debió de pensar que ha-bía llegado su hora. Le cayó el alma alos pies y enseñó los dientes como losde un cadáver. Acabó siguiendo aScully a través del pasillo, pero cami-naba como si arrastrara cadenas.

Scully dirigió la luz a lo alto de lapared de su habitación. Apareció la gro-tesca fotografía de una niña. Estaba apo-yada en una barandilla suntuosamentedecorada y resaltaba su enorme flequi-llo. La silueta era tan elegante como lade un poste de un trineo plantado en elsuelo y además tenía el color del plomo.

-Mire -dijo Scully con ternura-,és ta es la foto de mi niña que mu-r ió . Se l lamaba Carr ie . ¡Tenía e lpelo más hermoso del mundo! Laquería tanto, e l la . . .

Dándose la vuelta en aquel momento, vioque el sueco no estaba contemplando la foto nimucho menos, sino que estaba vigilando an-siosamente la penumbra que había tras él.

- ¡Mire , hombre! -gr i tó Scul lyanimadamente-. Esta es la foto de miniña que murió. Se llamaba Carrie. Yaquí tiene la foto de mi hijo mayor,Michael. Es abogado en Lincoln, y leva muy bien. Le di una estupenda edu-cación a ese chico, y ahora me alegrode ello. Es un gran muchacho. Míreleahora. ¡Tan resuelto, allí en Lincoln,un caballero honorado y respetado!¡Un caballero honorado y respetado!-concluyó con énfasis Scully. Y al de-cir todo aquello, golpeó jocosamente, alsueco en la espalda.

El sueco sonrió levemente.-Ahora -d i jo e l anc iano- só lo

hay una cosa más .Se agachó repentinamente al suelo y escon-

dió la cabeza bajo la cama. El sueco podía oír suvoz amortiguada.

-La guardaría debajo de mi almohada si nofuese por ese muchacho, Johnnie. Y tambiénestá la vieja... ¿Dónde la habré puesto? Nuncala pongo dos veces en el mismo sitio. ¡Venga!¡Sal de ahí!

En seguida salió torpemente de de-bajo de la cama arrastrando con él unavieja chaqueta envuelta como un hatillo.

-Ya lo tengo -murmuró.Arrodillándose en el suelo, des-

envolvió el abrigo y de su interiorextrajo una gran botella ocre llenade whisky.

uncontrollable, (muy)

‘picture’, photograph

finally

(pasillo)

(que arrastrara cadenas)

(dirigió la luz)

resting / (balustrada)

(suntuoso)

(flequillo)

(derecha)

(como el poste de un trineo) /(color)

(plomizo)

‘prettiest’

in any way

avid / vigil

/ dark /background

‘picture’ /

‘girl’

‘education’

(resplandor)

embellishment

stroke

put, introduce

/ (amortiguada)

‘pillow’

(¡Sal de ahí!)

awkwardly

/ (arrastrando)

pack / (la tengo)

inside

Page 10: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

10

His first maneuver* was to hold thebottle up to the light. Reassured, appar-ently, that nobody had been tampering*with it, he thrust it with a generous move-ment toward the Swede.

The weak-kneed* Swede was aboutto eagerly clutch* this element of strength,but he suddenly jerked* his hand awayand cast a look of horror upon Scully.

“Drink,” said the old manaffectionately. He had arisen* to his feet,and now stood facing the Swede.

There was a silence. Then againScully said: “Drink!”

The Swede laughed wildly. Hegrabbed* the bottle, put it to his mouth,and as his lips curled* absurdly aroundthe opening and his throat worked, he kepthis glance burning with hatred* upon theold man’s face.

IV

After the departure of Scully thethree men, with the card-board still upontheir knees, preserved for a long time anastounded* silence. Then Johnnie said:“That’s the dod-dangedest* Swede I eversee.”

“He ain’t no Swede,” said the cowboyscornfully*.

“Well, what is he then?” criedJohnnie. “What is he then?”

“It’s my opinion,” replied thecowboy deliberately*, “he’s some kind ofa Dutchman.” It was a venerable customof the country to entitle* as Swedes alllight-haired men who spoke with a heavytongue. In consequence the idea of thecowboy was not without its daring*. “Yes,sir,” he repeated. “It’s my opinion thisfeller* is some kind of a Dutchman.”

“Well, he says he’s a Swede,anyhow,” muttered Johnnie sulkily*. Heturned to the Easterner: “What do youthink, Mr. Blanc?”

“Oh, I don’t know,” replied the Easterner.

“Well, what do you think makes himact that way?” asked the cowboy.

“Why*, he’s frightened!” The Easternerknocked his pipe against a rim* of the stove.“He’s clear frightened out of his boots*.”

“What at?” cried Johnnie and thecowboy together.

The Easterner reflected over hisanswer.

Su primera maniobra fue poner labotella al contraluz. Aparentemente ali-viado por el hecho de que nadie la ha-bía tocado, la extendió con ademán ge-neroso hacia el sueco.

El sueco, que apenas se sostenía, es-tuvo a punto de asir con ansia este ele-mento de fuerza, pero apartó bruscamen-te la mano y miró horrorizado a Scully.

-Beba -d i jo e l anc iano ca r iño -samen te . S e h a b í a l e v a n t a d o y e s -t a b a f r e n t e a l s u e c o .

Hubo un silencio. Una vez más Scully dijo:-¡Beba!El sueco rió salvajemente. Agarró la bo-

tella, la llevó a su boca y al mismo tiempoque sus labios se fruncían absurdamente entorno a la abertura y que su garganta ibatragando, mantuvo la mirada, que ardía decólera, fija en la cara del anciano.

IV

Después de que Scully saliera, los treshombres con la tabla de cartas aún sobresus rodillas guardaron durante largo ratoun silencio atónito. Entonces Johnnie dijo:

-Es el sueco más increíble que heconocido.

-No es sueco -dijo con desprecio el va-quero.

-Bueno, ¿entonces qué es? -gritó Johnnie-.¿Qué es entonces?

-En mi opinión -replicó el vaquero pausa-damente-, es una especie de holandés.

Era una antigua costumbre del paísbautizar como suecos a todos aquelloshombres de cabellos claros que hablabancon fuerte acento. En consecuencia, la ideadel vaquero no carecía de audacia.

-Sí, señor. En mi opinión este tipo es unaespecie de holandés -repitió.

-Bueno, de todas formas él dice que essueco -murmuró Johnnie resentido.

Se volvió hacia el tipo del Este:-¿A usted qué le parece, señor Blanc?

-Oh, no lo sé -repuso el tipo del Este.

-A ver, ¿qué creen ustedes que le hace ac-tuar así? -preguntó el vaquero.

-Está asustado. -El del Este golpeósu pipa contra el borde de la estufa-.Está claro que está muerto de miedo.

-¿Miedo a qué? -gritaron al unísonoJohnnie y el vaquero.

El tipo del Este reflexionó sobre su res-puesta.

Su primera maniobra fue poner labotella al contraluz. Aparentemente ali-viado por el hecho de que nadie la habíatocado, la extendió con ademán genero-so hacia el sueco.

El sueco, que apenas se sostenía, estu-vo a punto de asir con ansia este elementode fuerza, pero apartó bruscamente la manoy miró horrorizado a Scully.

-Beba -dijo el anciano cariñosa-mente. Se hab ía l evan tado y e s t a -ba f r en te a l sueco .

Hubo un silencio. Una vez más Scully dijo:-¡Beba!El sueco rió salvajemente. Agarró la bo-

tella, la llevó a su boca y al mismo tiempo quesus labios envolvían ridículamente la abertu-ra y que su garganta iba tragando, mantuvo lamirada, que ardía de cólera, fija en la cara delanciano.

IV

Después de que Scully saliera, los treshombres con la tabla de cartas aún sobresus rodillas guardaron durante largo rato unsilencio atónito. Entonces Johnnie dijo:

-Es el sueco más increíble que heconocido.

-No es sueco -dijo con desprecio el vaque-ro.

-Bueno, ¿entonces qué es? -gritó Johnnie-.¿Qué es entonces?

-En mi opinión -replicó el vaquero pausa-damente-, es una especie de holandés.

Era una antigua costumbre del paísbautizar como suecos a todos aquelloshombres de cabellos claros que hablabancon fuerte acento. En consecuencia, la ideadel vaquero no carecía de audacia.

-Sí, señor. En mi opinión este tipo es unaespecie de holandés -repitió.

-Bueno, de todas formas él dice que es sue-co -murmuró Johnnie resentido.

Se volvió hacia el tipo del Este:-¿A usted qué le parece, señor Blanc?

-Oh, no lo sé -repuso el tipo del Este.

-A ver, ¿qué creen ustedes que le hace ac-tuar así? -preguntó el vaquero.

-Está asustado. -El del Este golpeósu pipa contra el borde de la estufa-. Estáclaro que está muerto de miedo.

-¿Miedo a qué? -gritaron al unísono Johnniey el vaquero.

El tipo del Este reflexionó sobre su respues-ta.

move, action

messing, meddling

(que apenas se sos-tenía)

/ (asir), grasp

pulled away, (apartó)

stood up

took

abhorrence, (cólera)

(atónito)

god-damned, (másincreíble)

disdainfully, (condesprecio)

intentionally

name

audacity

fellow, companion

resentfully

(Pues)

/ border, edge

(tiene un miedo demuerte)

lips curled se arrugaron, se toriceron,tomaron una expresión o se fruncieron enseñal de desabrimiento, disgusto, desazón

Page 11: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

11

“What at?” cried the others again.

“Oh, I don’t know, but it seems tome this man has been reading dime-novels*, and he thinks he’s right out inthe middle of it—the shootin’ andstabbin’* and all.”

“But” said the cowboy, deeplyscandalized, “this ain’t Wyoming, ner*none of them places. This is Nebrasker.”

“Yes,” added Johnnie, “an’ whydon’t he wait till he gits* out West?”

The traveled Easterner laughed.“It isn’t different there even—not inthese days. But he thinks he’s right inthe middle of hell.”

Johnnie and the cowboy mused*long.

“It’s awful funny,” remarked Johnnieat last.

“Yes,” said the cowboy. “This is aqueer* game. I hope we don’t git snowedin, because then we’d have to stand thishere man bein’ around with us all the time.That wouldn’t be no good.”

“I wish pop* would throw him out,” said Johnnie.

Presently* they heard a loudstamping* on the stairs, accompanied byringing* jokes in the voice of old Scully,and laughter, evidently from the Swede.The men around the stove stared* va-cantly* at each other. “Gosh*,” said thecowboy. The door flew open, and oldScully, flushed* and anecdotal*, came intothe room. He was jabbering* at the Swede,who followed him, laughing bravely. Itwas the entry of two roysterers* from abanquet hall.

“Come now,” said Scully sharply tothe three seated men, “move up and giveus a chance at the stove.” The cowboyand the Easterner obediently sidled* theirchairs to make room for the newcomers.Johnnie, however, simply arranged himselfin a more indolent* attitude, and thenremained motionless.

“Come! Git* over, there,” said Scully.

“Plenty of room on the other side ofthe stove*,” said Johnnie.

“Do you think we want to sit in thedraught*?” roared the father.

But the Swede here interposedwith a grandeur* of confidence. “No,no, let the boy sit where he likes,” hecried in a bullying* voice to the father.

-¿Miedo a qué? -gritaron los demás de nuevo.

-Oh, no lo sé, pero a mí me pare-ce que este t ipo ha leído novelas ba-ra t a s y se c ree e s t a r en med io deuna. . . con los disparos, las puñala-das. . . y todo eso.

-Pero -dijo el vaquero, profundamente es-candalizado- esto no es Wyoming, ni ningunode esos sitios. Esto es Nebraska.

-Sí -añadió Johnnie-. ¿Y por qué no seespera a llegar al Oeste?

El tipo del Este, que había viajado mucho, se rió.-Allí tampoco es distinto, no en la época

actual. Pero se cree o se imagina que está justoen medio del infierno.

Johnnie y el vaquero se quedaron pensati-vos un largo rato.

-Todo esto es muy raro -acabó comentan-do Johnnie.

-Sí -dijo el vaquero-. Es un juego extraño.Espero que no nos encontremos atrapados porla nieve, porque entonces tendríamos queaguantar a este tipo con nosotros todo el tiem-po. Eso no me gustaría.

-Ojalá papá lo echara --dijo Johnnie.

En ese momento oyeron fuertes pisadasen las escaleras, acompañadas por la voz delviejo Scully, que explicaba sonoros chistes, ypor una risa, evidentemente la del sueco. Loshombres alrededor de la estufa se miraron losunos a los otros con expresión vacía.

-¡Vaya! -dijo el vaquero.La puerta se abrió de golpe y el viejo

Scully, rojo y animado, entró en la habitación.No dejaba de hablar al sueco, que le seguía yse reía valientemente. Era la entrada de doscalaveras llegados de una sala de fiestas.

-Vamos, correos y dejadnos un poco deespacio junto a la estufa -dijo Scully con aspe-reza a los tres hombres sentados.

El vaquero y el tipo del Este movieron obe-dientemente sus sillas para hacer sitio a los re-cién llegados. Johnnie, sin embargo, sólo seinstaló en una actitud aún más indolente, y en-tonces permaneció inmóvil.

-¡Venga, póngase aquí! -dijo Scully.

-Hay mucho sitio al otro lado de la estufa-dijo Johnnie.

-¿Te crees tú que queremos sentarnos enmedio de la corriente de aire? -rugió el padre.

Pero el sueco se interpuso con lamajestuosidad del que no duda.

-No, no. Deje que el muchacho se siente don-de le dé la gana -gritó agresivamente al padre.

-¿Miedo a qué? -gritaron los demás de nuevo.

-Oh, no lo sé, pero a mí me pare-ce que este tipo ha leído novelas ba-ratas y se cree estar en medio deuna... con los disparos, las puñala-das... y todo eso.

-Pero -dijo el vaquero, profundamente es-candalizado- esto no es Wyoming, ni ningunode esos sitios. Esto es Nebraska.

-Sí -añadió Johnnie-. ¿Y por qué no se es-pera a llegar al Oeste?

El tipo del Este, que había viajado mucho, se rió.-Allí tampoco es distinto, no en la época

actual. Pero se cree o se imagina que está justoen medio del infierno.

Johnnie y el vaquero se quedaron pensati-vos un largo rato.

-Todo esto es muy raro -acabó comentan-do Johnnie.

-Sí -dijo el vaquero-. Es un juego extraño.Espero que no nos encontremos atrapados porla nieve, porque entonces tendríamos que aguan-tar a este tipo con nosotros todo el tiempo. Esono me gustaría.

-Ojalá papá lo echara --dijo Johnnie.

En ese momento oyeron fuertes pisadas enlas escaleras, acompañadas por la voz del viejoScully, que explicaba sonoros chistes, y por unarisa, evidentemente la del sueco. Los hombresalrededor de la estufa se miraron los unos a losotros con expresión vacía.

-¡Vaya! -dijo el vaquero.La puerta se abrió de golpe y el viejo Scully,

rojo y animado, entró en la habitación. No deja-ba de hablar al sueco, que le seguía y se reíavalientemente. Era la entrada de dos calaverasllegados de una sala de fiestas.

-Vamos, correos y dejadnos un poco de es-pacio junto a la estufa -dijo Scully con asperezaa los tres hombres sentados.

El vaquero y el tipo del Este movieron obe-dientemente sus sillas para hacer sitio a los re-cién llegados. Johnnie, sin embargo, sólo se ins-taló en una actitud aún más indolente, y enton-ces permaneció inmóvil.

-¡Venga, póngase aquí! -dijo Scully.

-Hay mucho sitio al otro lado de la estufa-dijo Johnnie.

-¿Te crees tú que queremos sentarnos enmedio de la corriente de aire? -rugió el padre.

Pero el sueco se interpuso con lamajestuosidad del que no duda.

-No, no. Deje que el muchacho se siente dondele dé la gana -gritó agresivamente al padre.

bad novels, (noveluchas)

(apuñalamientos)

‘nor’

‘gets’

pondered, meditated,thought about for

odd, peculiar

(papa)

(En este instante)

/ (fuertes)/ footsteps /

loud

looked fixedly

(con expresión vacía)/ (Vaya)

/ (rojo)(animado)

/ speaking in ia rush amusing way

noisy and disorderlypeople under the

influence of alcohol

moved

lazy

‘Get’

(estufa), furnace

current of air

majesty

intimidating

Page 12: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

12

“All right! All right!” said Scullydeferentially*. The cowboy and theEasterner exchanged glances* of wonder*.

The five chairs were formed in acrescent* about one side of the stove. TheSwede began to talk; he talked arrogantly,profanely, angrily. Johnnie, the cowboyand the Easterner maintained a morose*silence, while old Scully appeared to bereceptive and eager, breaking in constantlywith sympathetic ejaculations*.

Finally the Swede announced thathe was thirsty. He moved in his chair, andsaid that he would go for a drink of water.

“I’ll git it for you,” cried Scully at once.

“No,” said the Swedecontemptuously. “I’ll get it for myself.”He arose and stalked* with the air of anowner of into the executive parts of thehotel.

As soon as the Swede was out ofhearing Scully sprang to his feet andwhispered intensely* to the others.“Upstairs he thought I was tryin’ to poison’im.”

“Say,” said Johnnie, “this makes me sick*.Why don’t you throw ’im out in the snow?”

“Why, he’s all right now,” declaredScully. “It was only that he was from theEast and he thought this was a tough*place. That’s all. He’s all right now.”

The cowboy looked with admirationupon the Easterner. “You were straight*,”he said. “You were on to that thereDutchman.”

“Well,” said Johnnie to his father,“he may be all right now, but I don’t seeit. Other time he was scared*, and nowhe’s too fresh*.”

Scully’s speech was always acombination of Irish brogue* and idiom,Western twang* and idiom, and scraps*of curiously formal diction taken fromthe storybooks and newspapers. He nowhurled* a strange mass of language atthe head of his son. “What do I keep?What do I keep? What do I keep?” hedemanded in a voice of thunder. Heslapped* his knee impressively, toindicate that he himself was going tomake reply, and that all should heed*.“I keep a hotel,” he shouted. “A hotel,do you mind? A guest under my roofhas sacred privileges. He is to be intimi-dated by none. Not one word shall hehear that would prijudice him in favorof goin’ away. I’ll not have it. There’sno place in this here town where theycan say they iver took in a guest of minebecause he was afraid to stay here.” He

-¡De acuerdo, de acuerdo! -dijo Scully condeferencia. El vaquero y el tipo del Esteintercambiaron miradas de sorpresa.

Las cinco sillas formaban una media lunaalrededor de uno de los lados de la estufa. El.sueco empezó a hablar. Hablaba de un modoblasfemo, arrogante y colérico. Johnnie, el va-quero y el tipo del Este mantenían un sombríosilencio, mientras el viejo Scully parecía alertay vivaz, interrumpiendo constantemente conexclamaciones de interés.

Al final el sueco anunció que tenía sed. Selevantó de la silla y dijo que iba a buscar unvaso de agua.

-Se lo traeré -gritó en seguida Scully.

-No -d i jo e l sueco con desp re -c io - . Lo t r ae ré yo mismo .

Se levantó y salió rápidamente, con airede propietario, hacia la zona de servicio delhotel.

En el momento en que el sueco ya no po-día oírles, Scully se levantó de un salto y mur-muró febrilmente a los demás:

-Arriba se pensó que quería envenenarle.

-Oye -dijo Johnnie-. Esto me pone enfer-mo. ¿Por qué no le echas fuera, a la nieve?

-Bueno, ahora está bien -declaróScully-. Lo que pasa es que es del Este,e imaginó que esto era un lugar vio-lento. Eso es todo. Ahora está bien.

El vaquero miró impresionado al tipo del Este.-Us ted t en í a r azón -d i jo - . A us -

t e d n o l e h a p o d i d o e n g a ñ a r e s eh o l a n d é s .

-Pues puede que ahora esté bien -le dijoJohnnie a su padre-, pero yo no lo noto. An-tes estaba asustado, pero ahora está dema-siado lanzado.

El lenguaje de Scully era una mezcla deacento irlandés y jerga, expresiones del Oes-te y más jerga, y fragmentos de palabras curio-samente formales sacadas de las novelas y delos periódicos. Entonces lanzó un extraño ba-tiburrillo de palabras a la cara de su hijo.

-¿Qué es lo que llevo? ¿Qué es lo que lle-vo? ¿Qué es lo que llevo? -preguntó con vozde trueno.

Dio un impresionante manotazo a su rodi-lla, para indicar que iba a contestar en persona,y que todos debían atenderle.

-Llevo un hotel -vociferó-. Un hotel, ¿lesimporta? Un invitado bajo mi techo tiene pri-vilegios sagrados. Nadie puede intimidarle, queno tenga que oír ni una palabra que puedaempujarle a irse. No lo permitiré. En esta ciu-dad no puede haber ningún sitio en el que di-gan que alguna vez han alojado a un invitadomío porque le daba miedo quedarse aquí.

De repente se dio la vuelta hacia el

-¡De acuerdo, de acuerdo! -dijo Scully condeferencia. El vaquero y el tipo del Esteintercambiaron miradas de sorpresa.

Las cinco sillas formaban una media lunaalrededor de uno de los lados de la estufa. El.sueco empezó a hablar. Hablaba de un modoblasfemo, arrogante y colérico. Johnnie, el va-quero y el tipo del Este mantenían un sombríosilencio, mientras el viejo Scully parecía alerta yvivaz, interrumpiendo constantemente con ex-clamaciones de interés.

Al final el sueco anunció que tenía sed. Selevantó de la silla y dijo que iba a buscar un vasode agua.

-Se lo traeré -gritó en seguida Scully.

-No -dijo el sueco con despre-cio-. Lo traeré yo mismo.

Se levantó y salió rápidamente, conaire de propietario, hacia la zona de servi-cio del hotel.

En el momento en que el sueco ya no podíaoírles, Scully se levantó de un salto y murmurófebrilmente a los demás:

-Arriba se pensó que quería envenenarle.

-Oye -dijo Johnnie-. Esto me pone enfer-mo. ¿Por qué no le echas fuera, a la nieve?

-Bueno, ahora está bien -declaróScully-. Lo que pasa es que es del Este,e imaginó que esto era un lugar violen-to. Eso es todo. Ahora está bien.

El vaquero miró impresionado al tipo del Este.-Usted tenía razón -di jo- . A us-

ted no le ha podido engañar ese ho-landés .

-Pues puede que ahora esté bien -le dijoJohnnie a su padre-, pero yo no lo noto. Antesestaba asustado, pero ahora está demasiadolanzado.

El lenguaje de Scully era una mezcla deacento irlandés y jerga, expresiones del Oestey más jerga, y fragmentos de palabras curiosa-mente formales sacadas de las novelas y de losperiódicos. Entonces lanzó un extraño batibu-rrillo de palabras a la cara de su hijo.

-¿Qué es lo que llevo? ¿Qué es lo que lle-vo? ¿Qué es lo que llevo? -preguntó con voz detrueno.

Dio un impresionante manotazo a su rodi-lla, para indicar que iba a contestar en persona, yque todos debían atenderle.

-Llevo un hotel -vociferó-. Un hotel, ¿lesimporta? Un invitado bajo mi techo tiene privi-legios sagrados. Nadie puede intimidarle, queno tenga que oír ni una palabra que puedaempujarle a irse. No lo permitiré. En esta ciudadno puede haber ningún sitio en el que digan quealguna vez han alojado a un invitado mío por-que le daba miedo quedarse aquí.

De repente se dio la vuelta hacia el va-

(respetuosamente)

looks / surprise

(en medialuna, enherradura)

sullen, ill-humored,somber

utterances

walked arrogantly

(febrilmente)

(me pone enfermo)

violent

right

frightened/ fearless, (confiado)

accent

/ (tono)pieces

uttered vehemently

(dio un manotazo)

pay attention

Page 13: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

13

wheeled* suddenly upon the cowboy andthe Easterner. “Am I right?”

“Yes, Mr. Scully,” said the cowboy,“I think you’re right.”

“Yes, Mr. Scully” said the Easterner,“I think you’re right”

V

At six-o’clock supper, the Swedefizzed* like a fire-wheel. He sometimesseemed on the point of bursting* intoriotous* song, and in all his madness hewas encouraged by old Scully. The East-erner was incased* in reserve; the cowboysat in wide-mouthed amazement, forget-ting to eat, while Johnnie wrathily* demol-ished* great plates of food. The daughtersof the house when they were obliged toreplenish* the biscuits approached aswarily* as Indians, and, having succeededin their purposes, fled* with ill-concealed*trepidation*. The Swede domineered* thewhole feast, and he gave it the appearanceof a cruel bacchanal. He seemed to havegrown suddenly taller; he gazed, brutallydisdainful, into every face. His voice rangthrough the room. Once when he jabbed*out harpoon-fashion with his forkto pinion* a biscuit the weapon nearlyimpaled* the hand of the Easterner whichhad been stretched quietly out for the samebiscuit.

After supper, as the men filed*toward the other room, the Swede smote*Scully ruthlessly* on the shoulder.“Well, old boy, that was a good square*meal.” Johnnie looked hopefully at hisfather; he knew that shoulder was tender*from an old fall; and indeed it appearedfor a moment as if Scully was going toflame out over the matter, but in the endhe smiled a sickly* smile and remainedsilent. The others understood from hismanner that he was admitting his respon-sibility for the Swede’s new viewpoint.

J o h n n i e , h o w e v e r ,a d d r e s s e d h i s p a r e n t i n a na s i d e * . “ W h y d o n ’ t y o ul i c e n s e * s o m e b o d y t o k i c k y o ud o w n s t a i r s ? ” S c u l l y s c o w l e d *d a r k l y b y w a y o f r e p l y .

When they were gathered about thestove, the Swede insisted on another gameof High-Five. Scully gently deprecated*the plan at first, but the Swede turned awolfish* glare upon him. The old mansubsided*, and the Swede canvassed* theothers. In his tone there was always agreat threat. The cowboy and the East-

vaquero y el tipo del Este.-¿Tengo razón?

-Sí, señor Scully -dijo el vaquero-, creoque tiene razón.

-Sí, señor Scully -dijo el tipo del Este-, creoque tiene razón.

V

Durante la cena de las seis, el sueco es-tuvo tan chispeante como unos juegos deartificio. A veces parecía a punto de ento-nar ruidosas canciones, y el viejo Scully leanimaba en su locura. El tipo del Este esta-ba encerrado en sí mismo; el vaquero esta-ba sentado boquiabierto por el asombro, ol-vidándose de comer, mientras Johnnie de-voraba airadamente grandes platos de co-mida. Cuando se veían obligadas a traer másgalletas, las hijas de la casa se acercabantan cautelosamente como si fueran indias y,después de cumplir con su propósito, huíancon una prisa mal disimulada. El sueco do-minaba todo el banquete y le daba la apa-riencia de una cruel bacanal. Parecía habercrecido de repente; miraba con fijación cadauna de las caras, con un desprecio brutal.Su voz resonaba a través de la habitación.En una ocasión, cuando lanzó su tenedorcomo un arpón para coger una de las galle-tas, estuvo a punto de clavarlo en la manodel tipo del Este, quien intentaba tranquila-mente coger la misma galleta.

Después de la cena, cuando los hombres sedirigían en fila hacia la otra habitación, el suecodio un fuerte golpe en el hombro de Scully.

-Bien, viejo, ha sido una cena de órdago.Johnnie miró esperanzado a su padre;

sabía que aquel hombro era frágil por culpade una vieja caída; y, en efecto, pareció porun momento que Scully iba a enfurecersepor ello, pero finalmente se limitó a esbo-zar una sonrisa dolida y permanecer silen-cioso. Los demás entendieron por su formade actuar que estaba admitiendo su respon-sabilidad por la nueva actitud del sueco.

Johnnie, sin embargo, se dirigiódisimuladamente a su padre.

-¿Por qué no contratas a alguien para quete tire por las escaleras?

Scully sólo le contestó con una oscuramirada.

Cuando se encontraron reunidos alre-dedor de la estufa, el sueco insistió en ju-gar a cartas. Scully se negó suavementeal principio, pero el sueco le dirigió unamirada de lobo. El anciano se resignó, yel sueco sondeó a los demás. En su tonopesaba siempre una gran amenaza. El va-quero y el tipo del Este declararon con in-

quero y el tipo del Este.-¿Tengo razón?

-Sí, señor Scully -dijo el vaquero-, creo quetiene razón.

-Sí, señor Scully -dijo el tipo del Este-, creoque tiene razón.

V

Durante la cena de las seis, el sueco es-tuvo tan chispeante como unos juegos de ar-tificio. A veces parecía a punto de entonarruidosas canciones, y el viejo Scully le ani-maba en su locura. El tipo del Este estabaencerrado en sí mismo; el vaquero estabasentado boquiabierto por el asombro, olvi-dándose de comer, mientras Johnnie devora-ba airadamente grandes platos de comida.Cuando se veían obligadas a traer más galle-tas, las hijas de la casa se acercaban tan cau-telosamente como si fueran indias y, despuésde cumplir con su propósito, huían con unaprisa mal disimulada. El sueco dominabatodo el banquete y le daba la apariencia deuna cruel bacanal. Parecía haber crecido derepente; miraba con fijación cada una de lascaras, con un desprecio brutal. Su voz reso-naba a través de la habitación. En una oca-sión, cuando lanzó su tenedor como un ar-pón para coger una de las galletas, estuvo apunto de clavarlo en la mano del tipo del Este,quien intentaba tranquilamente coger la mis-ma galleta.

Después de la cena, cuando los hombres sedirigían en fila hacia la otra habitación, el suecodio un fuerte golpe en el hombro de Scully.

-Bien, viejo, ha sido una cena de órdago.Johnnie miró esperanzado a su padre; sa-

bía que aquel hombro era frágil por culpa deuna vieja caída; y, en efecto, pareció por unmomento que Scully iba a enfurecerse porello, pero finalmente se limitó a esbozar unasonrisa dolida y permanecer silencioso. Losdemás entendieron por su forma de actuarque estaba admitiendo su responsabilidad porla nueva actitud del sueco.

Johnnie, sin embargo, se dirigiódisimuladamente a su padre.

-¿Por qué no contratas a alguien para que tetire por las escaleras?

Scully sólo le contestó con una oscura mi-rada.

Cuando se encontraron reunidos alre-dedor de la estufa, el sueco insistió en ju-gar a cartas. Scully se negó suavemente alprincipio, pero el sueco le dirigió una mi-rada de lobo. El anciano se resignó, y elsueco sondeó a los demás. En su tono pe-saba siempre una gran amenaza. El vaque-ro y el tipo del Este declararon con indife-

turned around

blazed, (chispeante)

(romper a entonar) /

boisterous, noisy

enclosed, confined

furiously /

(devoraba)

restock

/ cautiously

disappeared / (mal di-simulada)

/ (agitación)/ behaved in an arro gant and

overbearing way

poked, stabbed /

(atenazar)

pierced, pricked

went in file

/ stroke,patted

substantial and satis-fying, (de órdago)

delicate

weakly, gloomy

(con disimulo)

/ (da permiso)

grimaced

objected

lupine

calmed down /(sondeó)

fizz 1make a hissing or spluttering sound.2 (of a drink) make bubbles; effervesce.

1 effervescence. 2 colloq. an effervescentdrink, esp. champagne.

trepidation 1 a feeling of fear or alarm;perturbation of the mind. 2 tremulousagitation. 3 the trembling of limbs, e.g.in paralysis.

trepidación:gran temblor, acción de temblarfuertemente

Page 14: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

14

erner both remarked indifferently that theywould play. Scully said that he would pres-ently have to go to meet the 6.58 train,and so the Swede turned menacingly uponJohnnie. For a moment their glancescrossed like blades*, and then Johnniesmiled and said: “Yes, I’ll play.”

They formed a square with the littleboard on their knees. The Easterner andthe Swede were again partners. As theplay went on, it was noticeable that thecowboy was not board-whacking* asusual. Meanwhile, Scully, near the lamp,had put on his spectacles and, with anappearance curiously like an old priest,was reading a newspaper. In time he wentout to meet the 6.58 train, and, despite hisprecautions, a gust* of polar windwhirled* into the room as he opened thedoor. Besides scattering* the cards, itchilled* the players to the marrow*. TheSwede cursed* frightfully*. When Scullyreturned, his entrance disturbed a cozy*and friendly scene. The Swede againcursed. But presently they were once moreintent*, their heads bent* forward and theirhands moving swiftly. The Swede hadadopted the fashion of board-whacking.

Scully took up his paper and for along time remained immersed in matterswhich were extraordinarily remote fromhim. The lamp burned badly, and once hestopped to adjust the wick*. The newspa-per as he turned from page to page rustled*with a slow and comfortable sound. Thensuddenly he heard three terrible words:“You are cheatin’*!”

Such scenes often prove that therecan be little of dramatic import* in envi-ronment. Any room can present a tragicfront; any room can be comic. This littleden* was now hideous* as a torture-chamber. The new faces of the menthemselves had changed it upon theinstant. The Swede held a huge fist infront of Johnnie’s face, while the latterlooked steadily over it into the blazing*orbs of his accuser. The Easterner hadgrown pallid; the cowboy’s jaw haddropped* in that expression of bovineamazement* which was one of hisimportant mannerisms. After the threewords, the first sound in the room wasmade by Scully’s paper as it floatedforgotten to his feet. His spectacles hadalso fallen from his nose, but by aclutch* he had saved them in air. Hishand, grasping the spectacles, nowremained poised* awkwardly* and nearhis shoulder. He stared* at the card-players.

Probably the silence was while asecond elapsed*. Then, if the floor hadbeen suddenly twitched out* from underthe men they could not have moved

diferencia que iban a jugar. Scully dijo quemuy pronto tendría que ir al encuentro deltren de las 6.58, así que el sueco se volvióamenazador hacia Johnnie. Por un mo-mento sus miradas se cruzaron como na-vajas, y entonces Johnnie sonrió y dijo:

-Sí, jugaré.

Formaron un cuadrado con la pequeña ta-bla en sus rodillas. El tipo del Este y el suecoformaron pareja de juego otra vez. Conformela partida iba avanzando, era fácil notar que elvaquero no golpeaba la tabla como de costum-bre. Mientras tanto, Scully, cerca de la lámpa-ra, se había puesto las gafas y, con el curiosoaspecto de un viejo sacerdote, leía un periódi-co. Cuando llegó el momento, salió al encuen-tro del tren de las 6.58 y, a pesar de sus precau-ciones, cuando abrió la puerta, un torbellinode viento polar entró la habitación. Además dedesperdigar las cartas, heló a los jugadoreshasta la médula. El sueco blasfemó espantosa-mente. Cuando Scully volvió, su entrada inte-rrumpió una escena cómoda y amistosa. Elsueco volvió a blasfemar. Pero en seguida es-tuvieron de nuevo concentrados con sus cabe-zas inclinadas hacia delante y sus manos mo-viéndose con rapidez. El sueco había adopta-do la costumbre de golpear la tabla.

Scully recuperó su periódico y perma-neció por un largo rato inmerso en asun-tos que le eran totalmente ajenos. La lám-para ardía mal, y se levantó una vez paraajustar la mecha. El periódico, conformeScully lo iba hojeando, crujía con un so-nido lento y agradable. Entonces, de re-pente, escuchó unas terribles palabras:

-¡Haces trampas!

Semejantes escenas demuestran a menu-do que el entorno pocas veces es el que deter-mina una atmósfera. Cualquier habitación pue-de presentar un aspecto trágico; cualquier ha-bitación puede ser cómica. Esta pequeña gua-rida era ahora tan espantosa como una cámarade torturas. Eran las nuevas caras de los hom-bres las que la hablan transformado en un ins-tante. El sueco agitaba un puño enorme frentea la cara de Johnnie, mientras éste miraba im-pasible por encima del mismo a las órbitasllameantes de su acusador. El tipo del Este ha-bía palidecido; la mandíbula del vaquero sehabía desplomado con esa expresión de asom-bro bovino que era una de sus principales pe-culiaridades. Después de esas palabras, el pri-mer sonido en la habitación lo provocó el pe-riódico de Scully conforme caía flotando, ol-vidado, a sus pies. Sus gafas también habíancaído de su nariz pero en un acto reflejo lashabía salvado al vuelo. Su mano, sujetando lasgafas, permanecía torpemente suspendida ycerca de su hombro. Miraba fijamente a losjugadores de cartas.

El silencio tal vez duró un segundo. En-tonces los hombres se movieron tan rápi-damente que incluso si el suelo hubiera sidoapartado bajo sus pies, no hubiesen podi-

rencia que iban a jugar. Scully dijo que muypronto tendría que ir al encuentro del trende las 6.58, así que el sueco se volvió ame-nazador hacia Johnnie. Por un momento susmiradas se cruzaron como navajas, y en-tonces Johnnie sonrió y dijo:

-Sí, jugaré.

Formaron un cuadrado con la pequeña ta-bla en sus rodillas. El tipo del Este y el suecoformaron pareja de juego otra vez. Conforme lapartida iba avanzando, era fácil notar que el va-quero no golpeaba la tabla como de costumbre.Mientras tanto, Scully, cerca de la lámpara, sehabía puesto las gafas y, con el curioso aspectode un viejo sacerdote, leía un periódico. Cuan-do llegó el momento, salió al encuentro del trende las 6.58 y, a pesar de sus precauciones, cuan-do abrió la puerta, un torbellino de viento polarentró la habitación. Además de desperdigar lascartas, heló a los jugadores hasta la médula. Elsueco blasfemó espantosamente. Cuando Scullyvolvió, su entrada interrumpió una escena có-moda y amistosa. El sueco volvió a blasfemar.Pero en seguida estuvieron de nuevo concentra-dos con sus cabezas inclinadas hacia delante ysus manos moviéndose con rapidez. El suecohabía adoptado la costumbre de golpear la ta-bla.

Scully recuperó su periódico y perma-neció por un largo rato inmerso en asuntosque le eran totalmente ajenos. La lámparaardía mal, y se levantó una vez para ajustarla mecha. El periódico, conforme Scullylo iba hojeando, crujía con un sonido lentoy agradable. Entonces, de repente, escuchóunas terribles palabras:

-¡Haces trampas!

Semejantes escenas demuestran a menu-do que el entorno pocas veces es el que deter-mina una atmósfera. Cualquier habitación pue-de presentar un aspecto trágico; cualquier ha-bitación puede ser cómica. Esta pequeña gua-rida era ahora tan espantosa como una cáma-ra de torturas. Eran las nuevas caras de loshombres las que la hablan transformado enun instante. El sueco agitaba un puño enormefrente a la cara de Johnnie, mientras éste mi-raba impasible por encima del mismo a lasórbitas llameantes de su acusador. El tipo delEste había palidecido; la mandíbula del va-quero se había desplomado con esa expresiónde asombro bovino que era una de sus princi-pales peculiaridades. Después de esas pala-bras, el primer sonido en la habitación lo pro-vocó el periódico de Scully conforme caía flo-tando, olvidado, a sus pies. Sus gafas tambiénhabían caído de su nariz pero en un acto refle-jo las había salvado al vuelo. Su mano, suje-tando las gafas, permanecía torpemente sus-pendida y cerca de su hombro. Miraba fija-mente a los jugadores de cartas.

El silencio tal vez duró un segundo. En-tonces los hombres se movieron tan rápi-damente que incluso si el suelo hubiera sidoapartado bajo sus pies, no hubiesen podi-

cutting knives, (filos)

(golpeando la mesa)

draft

/ swung

dispersing

/ (heló) /(médula)

/ (blasfemó)/ (de forma espantosa)

/ comfortably

(al juego)/ (inclinadas)

(mecha)

/ (crujía)

(Haces trampa)

meaning

recreation room /repulsive

burning, (llameantes)

( desplomado) /

perplexity

grasp

(suspendida) / (tor-pemente)

looked fixedly, gazed

passed by

given a sharp pull, (apartado)

Page 15: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

15

quicker. The five had projected themselvesheadlong toward a common point. It hap-pened that Johnnie in rising to hurl* him-self upon the Swede had stumbled*slightly because of his curiously instinc-tive care for the cards and the board. Theloss of the moment allowed time for thearrival of Scully, and also allowed thecowboy time to give the Swede a greatpush which sent him staggering* back.The men found tongue together, andhoarse* shouts of rage, appeal or fear burstfrom every throat. The cowboy pushedand jostled* feverishly at the Swede, andthe Easterner and Scully clung* wildly toJohnnie; but, through the smoky air, abovethe swaying* bodies of the peace-compellers, the eyes of the two warriorsever sought* each other in glances of chal-lenge that were at once hot and steely*.

Of course the board had beenoverturned, and now the whole companyof cards was scattered* over the floor,where the boots of the men trampled*the fat and painted kings and queens asthey gazed with their silly eyes at thewar that was waging* above them.

Scully’s voice was dominating the yells*.“ S t o p n o w ! S t o p , I s a y !S t o p , n o w ! ”

J o h n n i e , a s h e s t r u g g l e d t oburst through the rank* formed byScully and the Easterner, was cry-ing: “Well , he says I cheated*! Hesays I cheated! I won’ t a l low noman to say I cheated! I f he says Icheated, he’s a ____!”

The cowboy was telling the Swede:“Quit, now! Quit, d’ye hear—”

The screams of the Swede neverceased. “He did cheat! I saw him! I sawhim____”

As for the Easterner, he wasimportuning* in a voice that was not heeded*.“Wait a moment, can’t you? Oh, wait amoment. What’s the good of a fight* overa game of cards? Wait a moment___”

In this tumult no complete sentenceswere clear. “Cheat”—“Quit*”—“Hesays”—These fragments pierced theuproar* and rang out sharply. It was re-markable that whereas Scully undoubtedlymade the most noise, he was the least*heard of any of the riotous* band*.

Then suddenly there was a greatcessation. It was as if each man had pausedfor breath, and although the room wasstill lighted* with the anger of men, itcould be seen that there was no danger ofimmediate conflict, and at once Johnnie,

do ir más deprisa. Los cinco se habían lan-zado de cabeza hacia el mismo punto. PeroJohnnie, al levantarse para lanzarse con-tra el sueco, había tropezado levemente acausa de su curiosa e instintiva preocupa-ción por las cartas. Aquel momento perdi-do proporcionó a Scully el tiempo sufi-ciente para llegar, y al vaquero para pro-pinar al sueco un gran empujón que lemandó hacia atrás, tambaleante. Los hom-bres empezaron a discutir y de sus gargan-tas salieron súplicas y ásperos gritos derabia o de miedo. El vaquero empujó ysacudió febrilmente al sueco mientras eltipo del Este y Scully se aferraban salva-jemente a Johnnie, pero a través del humo,por encima de los cuerpos convulsos delos pacificadores, los ojos de los dos gue-rreros se buscaban sin cesar con miradasde desafío, vehementes y aceradas.

Por supuesto, la tabla había volcado yahora toda la baraja de cartas estaba es-parcida por el suelo, donde las botas delos hombres pisaban a unos reyes y reinasdibujados mientras éstos observaban consus necias miradas la batalla que se libra-ba sobre sus obesos cuerpos.

La voz de Scully dominaba sobre los gritos.-¡Deténganse! ¡Deténganse, les digo! De-

ténganse de una vez...

Johnnie gr i taba mient ras lucha-ba po r t r a spasa r l a l í nea fo rmadapor Scu l ly y e l t i po de l Es t e .

-¡Dice que he hecho trampas! ¡Diceque he hecho trampas! ¡No permitiré quenadie me llame tramposo! ¡Si me llamatramposo es un...

El vaquero le decía al sueco:-¡Basta ya! ¡Basta le digo...

Los gritos del sueco no cesaban:-¡Ha hecho trampas! ¡Le he visto! Le he

visto...

Por su parte, el tipo del Este se estaba que-jando, pero nadie le atendía:

-Esperen un momento, ¿de acuerdo? Es-peren un momento. ¿Van a pelearse por unapartida de cartas? Esperen un momento...

Con tal alboroto no se oían frases com-pletas. «Tramposo...». «Déjelo...». «Dice...».Aquellos fragmentos perforaban aquel ba-rullo incisivamente. Era notable el hechode que, si bien Scully era el que sin lugara dudas hacía más ruido, era el que me-nos se oía en aquella algarabía.

Y de repente todo cesó en un instan-te. Era como si cada hombre se hubieradetenido para respirar; la ira de aquellospersonajes seguía inflamando la habita-ción, pero estaba claro que no había pe-ligro de conflicto inmediato. Johnnie se

do ir más deprisa. Los cinco se habían lan-zado de cabeza hacia el mismo punto. PeroJohnnie, al levantarse para lanzarse contrael sueco, había tropezado levemente a cau-sa de su curiosa e instintiva preocupaciónpor las cartas. Aquel momento perdido pro-porcionó a Scully el tiempo suficiente parallegar, y al vaquero para propinar al sue-co un gran empujón que le mandó haciaatrás, tambaleante. Los hombres empe-zaron a discutir y de sus gargantas salie-ron súplicas y ásperos gritos de rabia ode miedo. El vaquero empujó y sacudiófebrilmente al sueco mientras el tipo delEste y Scully se aferraban salvajementea Johnnie, pero a través del humo, porencima de los cuerpos convulsos de lospacificadores, los ojos de los dos guerre-ros se buscaban sin cesar con miradas dedesafío, vehementes y aceradas.

Por supuesto, la tabla había volcado yahora toda la baraja de cartas estaba espar-cida por el suelo, donde las botas de los hom-bres pisaban a unos reyes y reinas dibuja-dos mientras éstos observaban con sus ne-cias miradas la batalla que se libraba sobresus obesos cuerpos.

La voz de Scully dominaba sobre los gritos.-¡Deténganse! ¡Deténganse, les digo! De-

ténganse de una vez...

Johnnie gri taba mientras lucha-ba por t raspasar la l ínea formadapor Scully y el t ipo del Este.

-¡Dice que he hecho trampas! ¡Dice quehe hecho trampas! ¡No permitiré que nadieme llame tramposo! ¡Si me llama tramposoes un...

El vaquero le decía al sueco:-¡Basta ya! ¡Basta le digo...

Los gritos del sueco no cesaban:-¡Ha hecho trampas! ¡Le he visto! Le he

visto...

Por su parte, el tipo del Este se estaba que-jando, pero nadie le atendía:

-Esperen un momento, ¿de acuerdo? Espe-ren un momento. ¿Van a pelearse por una parti-da de cartas? Esperen un momento...

Con tal alboroto no se oían frases com-pletas. «Tramposo...». «Déjelo...». «Dice...».Aquellos fragmentos perforaban aquel ba-rullo incisivamente. Era notable el hechode que, si bien Scully era el que sin lugar adudas hacía más ruido, era el que menosse oía en aquella algarabía.

Y de repente todo cesó en un instan-te. Era como si cada hombre se hubieradetenido para respirar; la ira de aquellospersonajes seguía inflamando la habita-ción, pero estaba claro que no había peli-gro de conflicto inmediato. Johnnie se

throw

(tropezó),staggered

stumbling, (tamba-leándose)

(roncos)

shouldered, (sacudió)

(se aferraba)

leaning, swinging

looked at

/ (aceradas)

dispersed

/ crushed under their feet

(librándose), carrying on

(gritos)

row, file, line

(dice que he hechotrampa)

(quejándose) /listened to

(pelea)

(Déjelo)

disturbance

slightest /

unruly /(algarabía)

ignited, burning

headlong: rashlyrecklessly, hastily,i m p e t u o u s l y ,impetuously actingrashly or withsudden energy,moving forcefully orrapidly; rushinglyactingly violently inadvance or attack;swiftly

de cabeza, de bruces,precipitadamente

Page 16: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

16

shouldering* his way forward, almostsucceeded in confronting the Swede.“What did you say I cheated for? Whatdid you say I cheated for? I don’t cheatand I won’t let no man say I do!”

T h e S w e d e s a i d :“I saw you! I saw you!”

“Well,” cried Johnnie, “I’ll fight anyman that says I cheat!”

“No, you won’t,” said the cowboy.“Not here.”

“Ah, be still, can’t you?” said Scully,coming between them.

The quiet was sufficient to allow theEasterner’s voice to be heard. He wasrepeating: “Oh, wait a moment, can’t you?What’s the good of a fight over a game ofcards? Wait a moment.”

Johnnie, his red face appearing abovehis father’s shoulder, hailed* the Swedeagain. “Did you say I cheated?”

The Swede showed his teeth. “Yes.”

“Then,” said Johnnie, “we must fight.”

“Yes, fight,” roared* the Swede. Hewas like a demoniac. “Yes, fight! I’ll showyou what kind of a man I am! I’ll showyou who you want to fight! Maybe youthink I can’t fight! Maybe you think Ican’t! I’ll show you, you skin*, you card-sharp*! Yes, you cheated*! You cheated!You cheated!”

“Well, let’s git at it, then, mister,”said Johnnie coolly*.

T h e c o w b o y ’ s b r o w w a sbeaded* with sweat from his effortsin intercept ing a l l sor ts of ra ids*.H e t u r n e d i n d e s p a i r t o S c u l l y .“What are you goin’ to do now?”

A change had come over the Celticvisage of the old man. He now seemedall eagerness; his eyes glowed*.

“We’ll let them fight,” he answeredstalwartly*. “I can’t put up with it anylonger. I’ve stood this damned* Swedetill I’m sick. We’ll let them fight.”

abrió paso hacia adelante al momento ycasi logró enfrentarse con el sueco.

-¿Por qué ha dicho que hacía trampas?¿Por qué ha dicho que hacía trampas? ¡Yono hago trampas, y no dejaré que nadie mediga eso!

El sueco dijo:-¡Te he visto!, ¡Te he visto!

-¡El que diga que hago trampas tendrá quepelear conmigo! -gritó Johnnie.

-No, ni hablar -dijo el vaquero-.Aquí no.

-Vamos, estaos quietos, ¿de acuerdo? -dijoScully interponiéndose.

La calma era suficiente para que seoyera la voz del tipo del Este. Repetía:

-Esperen un momento, ¿de acuer-do? ¿Van a pelearse por una par t idacar tas? ¡Esperen un momento!

Johnnie, con su cara enrojecida tras el hom-bro de su padre, gritó otra vez al sueco:

-¿Ha dicho que hago trampas?

El sueco mostró los dientes.-Sí.-Pues debemos pelear -dijo Johnnie.

-¡Sí, pelear! -rugió el sueco.Parecía estar endemoniado.-¡Sí, pelear! ¡Te enseñaré qué clase de

hombre soy! ¡Te enseñaré con quién quierespelear! ¿Acaso crees que no sé pelear? ¿Aca-so crees que no sé? ¡Te enseñaré, pellejo,listillo! ¡Sí, eres un tramposo! ¡Tramposo!¡Tramposo!

-Pues vamos allá entonces, amigo -dijoJohnnie tranquilamente.

La frente del vaquero estaba cubierta desudor a causa de sus esfuerzos para interceptartoda clase de ataques. Se volvió desesperadohacia Scully.

-¿Y ahora qué piensa hacer?

Los rasgos célticos de la cara del venerablepatriarca se habían alterado. En aquel momentoparecía muy animado; sus ojos brillaban.

-Dejaremos que se peleen -contestó resuel-tamente-. Ya no lo puedo soportar. He aguan-tado a este maldito sueco hasta reventar. Deja-remos que se peleen.

abrió paso hacia adelante al momento ycasi logró enfrentarse con el sueco.

-¿Por qué ha dicho que hacía trampas?¿Por qué ha dicho que hacía trampas? ¡Yono hago trampas, y no dejaré que nadieme diga eso!

El sueco dijo:-¡Te he visto!, ¡Te he visto!

-¡El que diga que hago trampas tendrá quepelear conmigo! -gritó Johnnie.

-No, ni hablar -dijo el vaquero-.Aquí no.

-Vamos, estaos quietos, ¿de acuerdo? -dijoScully interponiéndose.

La calma era suficiente para que se oye-ra la voz del tipo del Este. Repetía:

-Esperen un momento, ¿de acuer-do? ¿Van a pelearse por una partidacartas? ¡Esperen un momento!

Johnnie, con su cara enrojecida tras el hom-bro de su padre, gritó otra vez al sueco:

-¿Ha dicho que hago trampas?

El sueco mostró los dientes.-Sí.-Pues debemos pelear -dijo Johnnie.

-¡Sí, pelear! -rugió el sueco.Parecía estar endemoniado.-¡Sí, pelear! ¡Te enseñaré qué clase de hom-

bre soy! ¡Te enseñaré con quién quieres pe-lear! ¿Acaso crees que no sé pelear? ¿Acasocrees que no sé? ¡Te enseñaré, pellejo, listillo!¡Sí, eres un tramposo! ¡Tramposo! ¡Trampo-so!

-Pues vamos allá entonces, amigo -dijoJohnnie tranquilamente.

La frente del vaquero estaba cubierta desudor a causa de sus esfuerzos para interceptartoda clase de ataques. Se volvió desesperadohacia Scully.

-¿Y ahora qué piensa hacer?

Los rasgos célticos de la cara del venerablepatriarca se habían alterado. En aquel momentoparecía muy animado; sus ojos brillaban.

-Dejaremos que se peleen -contestó resuel-tamente-. Ya no lo puedo soportar. He aguanta-do a este maldito sueco hasta reventar. Dejare-mos que se peleen.

jostling, elbowing

shouted

resounded

(pellejo) /

(listillo) /(hecho trampa),

unemotionally, (tran-quilamente)

(perlada, llena desudor)

attacks

radiated light andheat, (brillaban)

resolutely

condemned, infernal

Page 17: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

17

VI

The men prepared to go out of doors.The Easterner was so nervous that he hadgreat difficulty in getting his arms intothe sleeves of his new leather-coat. As thecowboy drew his fur-cap* down over hisears his hands trembled. In fact, Johnnieand old Scully were the only ones whodisplayed* no agitation. Thesepreliminaries were conducted withoutwords.

Scully threw open the door. “Well,come on,” he said. Instantly a terrific windcaused the flame of the lamp to struggle*at its wick*, while a puff* of black smokesprang from the chimney-top. The stovewas in mid-current of the blast*, and itsvoice swelled* to equal the roar* of thestorm. Some of the scarred* andbedabbled* cards were caught up fromthe floor and dashed* helplessly againstthe farther wall. The men lowered theirheads and plunged into the tempest as intoa sea.

No snow was falling, but greatwhirls* and clouds of flakes, swept* upfrom the ground by the frantic* winds,were streaming* southward with the speedof bullets. The covered land was blue withthe sheen* of an unearthly satin*, and therewas no other hue save* where at the lowblack railway station—which seemedincredibly distant—one light gleamed likea tiny jewel. As the men floundered* intoa thigh*-deep drift*, it was known thatthe Swede was bawling* out something.Scully went to him, put a hand on hisshoulder and projected an ear. “What’sthat you say?” he shouted.

“I say,” bawled* the Swede again,“I won’t stand much show against thisgang. I know you’ll all pitch on me*.”

Scully smote him reproachfully onthe arm. “Tut*, man,” he yelled. The windtore* the words from Scully’s lips andscattered them far alee*.

“You are all a gang of___” boomed*the Swede, but the storm also seized theremainder* of this sentence.

Immediately turning their backs uponthe wind, the men had swung* around acorner to the sheltered* side of the hotel.It was the function of the little house topreserve here, amid this great devastationof snow, an irregular V-shape of heavily-incrusted grass*, which crackled* beneaththe feet. One could imagine the greatdrifts* piled against the windward side.When the party reached the comparativepeace of this spot it was found that the

VI

Los hombres se prepararon para sa-lir. El tipo del Este estaba tan nerviosoque le costaba mucho pasar los brazospor las mangas de su nueva chaqueta decuero. Al vaquero le temblaban las ma-nos mientras se enfundaba su gorra depiel. De hecho, Johnnie y el viejo Scullyeran los únicos que no mostraban ner-viosismo. Estos preliminares se seguíansin palabras.

Scully abrió la puerta de golpe.-Bueno, vamos -dijo-.En seguida un terrible viento hizo resistir

la llama de la lámpara, mientras una nube dehumo negro escapaba de la chimenea. La es-tufa estaba a medio camino de la ráfaga deaire y su voz creció hasta igualar el rugido dela tormenta. Algunas de las maltratadas ymanchadas cartas fueron arrancadas delsuelo y proyectadas, indefensas, contra lapared del fondo. Los hombres inclinaronsus cabezas y se lanzaron a la tempestadcomo si fuese un océano.

No nevaba, pero grandes torbellinos y nu-bes se lanzaban ululando hacia el sur, rápidoscomo balas, llevándose la nieve arrancada delsuelo por vientos frenéticos. Aquella tierra neva-da tenía el azul lustroso de un satén sobrenatural,y no se veía otro color salvo el de la luz resplan-deciente como una joya pequeña, del lugar -queahora parecía terriblemente lejano- donde se en-contraba la baja y negra estación de ferrocarril.Mientras los hombres se desplazaban con difi-cultad entre la nieve que les alcanzaba a los mus-los, se percataron de que el sueco les estaba gri-tando algo. Scully fue hacia él, le puso la manoen el hombro y se le acercó y aguzó el oído.

-¿Qué es lo que está diciendo? -gritó.

-Digo -volvió a vociferar el sueco- que nopodré aguantar mucho contra esta camarilla.Sé que me vais a atacar todos a la vez.

Scully le dio una palmada en el brazo.-¿Pero qué dice, hombre? -prorrumpió.

El viento arrancó las palabras de los la-bios de Scully y las esparció a lo lejos.

-Sois todos una pandilla de... -bramó elsueco, pero la tormenta también se apoderó delfinal de aquella frase.

Dándole inmediatamente la espalda alviento, los hombres habían dado la vuel-ta a una esquina, hacia el lado protegidodel hotel. La función de la pequeña casaera la de preservar aquí, en medio deaquella gran desolación nevada, una for-ma de V irregular con hierba helada quecrujía bajo sus pies. No faltaban montí-culos de nieve en los lados azotados porel viento. Cuando todos habían alcanza-do la relativa tranquilidad de aquel lugar

VI

Los hombres se prepararon para sa-lir. El tipo del Este estaba tan nerviosoque le costaba mucho pasar los brazos porlas mangas de su nueva chaqueta de cue-ro. Al vaquero le temblaban las manosmientras se enfundaba su gorra de piel.De hecho, Johnnie y el viejo Scully eranlos únicos que no mostraban nerviosis-mo. Estos preliminares se seguían sin pa-labras.

Scully abrió la puerta de golpe.-Bueno, vamos -dijo-.En seguida un terrible viento hizo resistir

la llama de la lámpara, mientras una nube dehumo negro escapaba de la chimenea. La estu-fa estaba a medio camino de la ráfaga de aire ysu voz creció hasta igualar el rugido de la tor-menta. Algunas de las maltratadas y mancha-das cartas fueron arrancadas del suelo y pro-yectadas, indefensas, contra la pared delfondo. Los hombres inclinaron sus cabezasy se lanzaron a la tempestad como si fueseun océano.

No nevaba, pero grandes torbellinos y nubes selanzaban ululando hacia el sur, rápidos como balas,llevándose la nieve arrancada del suelo por vientosfrenéticos. Aquella tierra nevada tenía el azul lustrosode un satén sobrenatural, y no se veía otro colorsalvo el de la luz resplandeciente como unajoya pequeña, del lugar -que ahora parecía te-rriblemente lejano- donde se encontraba la bajay negra estación de ferrocarril. Mientras loshombres se desplazaban con dificultad entrela nieve que les alcanzaba a los muslos, sepercataron de que el sueco les estaba gritandoalgo. Scully fue hacia él, le puso la mano en elhombro y se le acercó y aguzó el oído.

-¿Qué es lo que está diciendo? -gritó.

-Digo -volvió a vociferar el sueco- queno podré aguantar mucho contra esta camari-lla. Sé que me vais a atacar todos a la vez.

Scully le dio una palmada en el brazo.-¿Pero qué dice, hombre? -prorrumpió.

El viento arrancó las palabras de los la-bios de Scully y las esparció a lo lejos.

-Sois todos una pandilla de... -bramóel sueco, pero la tormenta también se apo-deró del final de aquella frase.

Dándole inmediatamente la espalda alviento, los hombres habían dado la vuel-ta a una esquina, hacia el lado protegidodel hotel. La función de la pequeña casaera la de preservar aquí, en medio de aque-lla gran desolación nevada, una forma deV irregular con hierba helada que crujíabajo sus pies. No faltaban montículos denieve en los lados azotados por el viento.Cuando todos habían alcanzado la relati-va tranquilidad de aquel lugar vieron que

(gorra de piel)

showed

(resistir)

(mecha) /fume

gust of wind/ blew,

(creció)(rugido)

/ (maltratadas)

/ stained, dirty

hit, thrashed

(torbellinos) / made to spin

furious

/ blowing

radiance / glossy silk

/ except

launched /

(muslo) /move

shouting

shouted, screamed

(están contra me)

tut-tut : expressing rebuke,impatience, or contempt.

cut, (desgarraba)

on its direction

(bramó)

(lo que quedaba)

gone

(protegido)

(con hierba helada quecrujía bajo0 sus pies)

(crujía)

(ventiscas)

Page 18: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

18

Swede was still bellowing*.

“Oh, I know what kind of a thingthis is! I know you’ll all pitch on me. Ican’t lick* you all!”

Scully turned upon him panther-fashion. “You’ll not have to whip* all ofus. You’ll have to whip my son Johnnie.An’ the man what troubles you durin’ thattime will have me to dale* with.”

The arrangements* were swiftly*made. The two men faced each other,obedient to the harsh* commands ofScully, whose face, in the subtly lumi-nous gloom*, could be seen set* in theaustere impersonal lines that are picturedon the countenances of the Romanveterans. The Easterner’s teeth were chat-tering*, and he was hopping* up and downlike a mechanical toy. The cowboy stoodrock-like.

The contestants* had not stripped offany clothing. Each was in his ordinaryattire*. Their fists were up, and they eyedeach other in a calm that had the elementsof leonine* cruelty in it.

During this pause, the Easterner’smind, like a film, took lasting* impressionsof three men—the iron-nerved master ofthe ceremony; the Swede, pale, motionless,terrible; and Johnnie, serene yet ferocious,brutish yet heroic. The entire prelude hadin it a tragedy greater than the tragedy ofaction, and this aspect was accentuatedby the long mellow* cry of the blizzard,as it sped the tumbling and wailing* flakesinto the black abyss of the south.

“Now!” said Scully.

The two combatants leaped forwardand crashed together like bullocks*. Therewas heard the cushioned sound of blows,and of a curse* squeezing out from be-tween the tight teeth of one.

As for the spectators, the Easterner’spent-up* breath exploded from him with apop* of relief, absolute relief from thetension of the preliminaries. The cowboybounded* into the air with a yowl*. Scullywas immovable as from supreme amazementand fear at the fury of the fight which hehimself had permitted and arranged*.

For a time the encounter* in thedarkness was such a perplexity of flyingarms that it presented no more detail thanwould a swiftly-revolving wheel. Occa-sionally a face, as if illumined by a flashof light, would shine out, ghastly* andmarked with pink spots. A moment later,the men might have been known asshadows, if it were not for the involuntaryutterance of oaths* that came from them

vieron que el sueco seguía clamando.

-¡Oh, ya sé qué habéis pensado! Sé quesaltaréis todos sobre mí... ¡pero puedo con to-dos vosotros!

Scully se volvió hacia él cual pantera.-No tendrá que darnos una paliza a to-

dos. Sólo tendrá que dársela a mi hijo Johnnie.Y el listo que pretenda estorbarle mientras lohaga tendrá que vérselas conmigo.

Las disposiciones se decidieron en se-guida. Los dos hombres se enfrentaron,obedeciendo las ásperas órdenes de Scully,cuya cara, en la penumbra levementealumbrada, bien se podía comparar a lasausteras e impersonales líneas en las ca-ras de los veteranos romanos. Los dientesdel tipo del Este castañeteaban, a la parque él daba saltos como un juguete mecá-nico. El vaquero estaba inmóvil como unaroca.

Los oponentes no se habían quitado nin-guna prenda. Cada uno tenía su apariencia ha-bitual. Tenían los puños en alto, y se observa-ban con una calma en la que se entrelazabanelementos de crueldad leonina.

Durante esta pausa, la mente del tipo delEste, como en una película, memorizó unasimpresiones duraderas de los tres hombres: elmaestro de ceremonias con nervios de acero; elsueco, pálido, estático, terrible; y Johnnie, sere-no pero fiero, brutal pero heroico. Había en todoeste preludio más tragedia de la que hay en laacción, y este aspecto se veía acentuado por ellargo y suave ulular de la ventisca, conformeiba precipitando la rodante y quejumbrosa nie-ve hacia el negro abismo del sur.

-¡Ahora! -dijo Scully.

Los dos contrincantes se lanzaron haciaadelante y chocaron como novillos el uno con-tra el otro. Se oyó el sonido amortiguado degolpes y una blasfemia saliendo de entre losdientes apretados de uno de ellos.

En cuanto a los espectadores, el tipo delEste, aliviado, dejó escapar con violencia elaliento que había contenido a causa de la ten-sión de los preliminares. El vaquero dio un saltoen el aire profiriendo un alarido. Scully estabainmutable como si estuviera sumamente asom-brado y aterrado ante la furia del combate queél mismo había permitido y arreglado.

Por un momento, el encuentro en la os-curidad fue tal mezcla de brazos que vola-ban que no parecía verse más que cuando seve una rueda girando rápidamente. De vezen cuando brillaba una cara como iluminadapor un destello de luz, una cara espantosa ymarcada por manchas rosadas. Unos instan-tes después, los hombres hubiesen podido sersombras si no se oyeran las blasfemiasinvoluntariamente proferidas que llegaban de

el sueco seguía clamando.

-¡Oh, ya sé qué habéis pensado! Séque saltaréis todos sobre mí... ¡pero pue-do con todos vosotros!

Scully se volvió hacia él cual pantera.-No tendrá que darnos una paliza a todos.

Sólo tendrá que dársela a mi hijo Johnnie. Yel listo que pretenda estorbarle mientras lohaga tendrá que vérselas conmigo.

Las disposiciones se decidieron en se-guida. Los dos hombres se enfrentaron,obedeciendo las ásperas órdenes de Scully,cuya cara, en la penumbra levementealumbrada, bien se podía comparar a lasausteras e impersonales líneas en las ca-ras de los veteranos romanos. Los dientesdel tipo del Este castañeteaban, a la parque él daba saltos como un juguete mecá-nico. El vaquero estaba inmóvil como unaroca.

Los oponentes no se habían quitado nin-guna prenda. Cada uno tenía su apariencia ha-bitual. Tenían los puños en alto, y se observa-ban con una calma en la que se entrelazabanelementos de crueldad leonina.

Durante esta pausa, la mente del tipo delEste, como en una película, memorizó unas im-presiones duraderas de los tres hombres: el maes-tro de ceremonias con nervios de acero; el sue-co, pálido, estático, terrible; y Johnnie, serenopero fiero, brutal pero heroico. Había en todoeste preludio más tragedia de la que hay en laacción, y este aspecto se veía acentuado por ellargo y suave ulular de la ventisca, conforme ibaprecipitando la rodante y quejumbrosa nieve ha-cia el negro abismo del sur.

-¡Ahora! -dijo Scully.

Los dos contrincantes se lanzaron haciaadelante y chocaron como bueyes el uno con-tra el otro. Se oyó el sonido amortiguado de gol-pes y una blasfemia saliendo de entre los dien-tes apretados de uno de ellos.

En cuanto a los espectadores, el tipo del Este,aliviado, dejó escapar con violencia el alientoque había contenido a causa de la tensión de lospreliminares. El vaquero dio un salto en el aireprofiriendo un alarido. Scully estaba inmutablecomo si estuviera sumamente asombrado y ate-rrado ante la furia del combate que él mismohabía permitido y arreglado.

Por un momento, el encuentro en la os-curidad fue tal mezcla de brazos que volabanque no parecía verse más que cuando se veuna rueda girando rápidamente. De vez encuando brillaba una cara como iluminada porun destello de luz, una cara espantosa y mar-cada por manchas rosadas. Unos instantes des-pués, los hombres hubiesen podido ser som-bras si no se oyeran las blasfemiasinvoluntariamente proferidas que llegaban de

shouting, (clamando)

beat, (zurrar)

(zurrar)

‘deal’, (vérselas)

set-ups / quickly

(ásperas)

(penumbra) / placed

(castañeando) /jumping

(oponentes)

clothes

like a lion

(duraderas)

serene

moaning, whining

young bulls

blasphemy

repressed

burst,discharge

(dió un salto)(alarido)

organized

confrontation

dreadfully

blasphemies

Page 19: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

19

in whispers.

Suddenly a holocaust of warlike de-sire caught the cowboy, and he bolted for-ward with the speed of a broncho*. “Goit, Johnnie; go it! Kill him! Kill him!”

Scully confronted him “Kape*back,” he said; and by his glance thecowboy could tell that this man wasJohnnie’s father.

To the Easterner there was amonotony of unchangeable fighting thatwas an abomination. This confused min-gling* was eternal to his sense, which wasconcentrated in a longing for the end, thepriceless end. Once the fighters lurched*near him, and as he scrambled* hastilybackward, he heard them breathe like menon the rack*.

“Kill him, Johnnie! Kill him! Kill him! Kill him!”Th e c o w b o y ’ s f a c e w a s c o n t o r t e dl i k e o n e o f t h o s e a g o n y - m a s k si n m u s e u m s .

“Keep still,” said Scully icily*.

Then there was a sudden loudgrunt*, incomplete, cut-short , andJohnnie’s body swung away from theSwede and fell with sickening heavinessto the grass. The cowboy was barely intime to prevent the mad Swede fromflinging* himself upon his prone* adver-sary. “No, you don’t,” said the cowboy,interposing an arm. “Wait a second.”

Scully was at his son’s side.“Johnnie! Johnnie, me boy.” His voice hada quality of melancholy tenderness.“Johnnie? Can you go on* with it?” Helooked anxiously down into the bloodypulpy* face of his son.

There was a moment of silence, andthen Johnnie answered in his ordinaryvoice: “Yes, I—it—yes.”

Assisted by his father he struggled* tohis feet. “Wait a bit now till you git yourwind*,” said the old man.

A few paces* away the cowboy waslecturing the Swede. “No, you don’t! Waita second!”

The Easterner was plucking* atScully’s sleeve. “Oh, this is enough,” hepleaded*. “This is enough! Let it go as itstands. This is enough!”

“ B i l l , ” s a i d S c u l l y , “ g i to u t o f t h e r o a d . ” T h e c o w -b o y s t e p p e d a s i d e . “ N o w . ”The combatants were actuated* by anew caution as they advanced towardcollision. They glared at each other, and

ellos en murmullos.

De repente, un brutal deseo guerrero seapoderó del vaquero, y se echó hacia adelantecon la velocidad de un caballo salvaje.

-¡Animo, Johnnie! ¡Dale! ¡Mátale! ¡Mátale!

Scully se enfrentó a él.-Quédese atrás -dijo, y por su mirada el

vaquero podía estar seguro de que aquel hom-bre era el padre de Johnnie.

Al tipo del Este le parecía una luchamonótona e inmutable que abominaba.Esta amalgama confusa le parecía eter-na; se concentraba en desear el final, elinestimable final. En un momento dadolos combatientes se bambolearon hacia ély al precipitarse torpemente hacia atrás,les oyó respirar como hombres en el po-tro de tormento.

-¡Mátale, Johnnie! ¡Mátale! ¡Mátale! ¡Mátale!La cara del vaquero estaba torcida como la

de una de esas máscaras de sufrimiento que hayen los museos.

-Quédese quieto -dijo Scully con voz glacial.

Entonces se oyó un gruñido repentino yfuerte, incompleto, interrumpido de golpe, yel cuerpo de Johnnie fue apartado lejos del sue-co y se desplomó en la hierba con una pesadezespeluznante. El vaquero apenas llegó a tiem-po para impedir al sueco loco que se abalanza-ra sobre su postrado adversario.

-Nada de eso -dijo el vaquero, interponien-do un brazo entre ambos-. Espere un momento.

Scully estaba al lado de su hijo.-¡Johnnie! ¡Johnnie, hijo mío! -En su voz

se apreciaba una ternura melancólica-.¡Johnnie! ¿Crees que puedes seguir?

Miró ansiosamente hacia la cara sangran-te e informe de su hijo.

Hubo un momento de silencio, y entoncescontestó Johnnie con su voz de siempre:

-Sí, yo... es... Sí.

Ayudado por su padre luchó para ponerse en pie.-Ahora espera un rato hasta recobrar el

aliento -dijo el anciano.

Unos pasos más allá el vaquero estabasermoneando al sueco.

-¡Nada de eso! ¡Espere un momento!

El tipo del Este estaba tirando de la man-ga de Scully.

-Oh, ya basta, imploró. ¡Ya basta! Déjelotal y como está. ¡Ya basta!

-Bill -dijo Scully-. Sal de en medio.El vaquero se apartó.-Ahora.Los contrincantes actuaban ahora con más

cautela conforme iban avanzando hacia el em-bate. Se miraban fija y ferozmente, y entonces

ellos en murmullos.

De repente, un brutal deseo guerrero se apo-deró del vaquero, y se echó hacia adelante conla velocidad de un caballo salvaje.

-¡Animo, Johnnie! ¡Dale! ¡Mátale! ¡Mátale!

Scully se enfrentó a él.-Quédese atrás -dijo, y por su mirada el

vaquero podía estar seguro de que aquel hom-bre era el padre de Johnnie.

Al tipo del Este le parecía una luchamonótona e inmutable que abominaba.Esta amalgama confusa le parecía eterna;se concentraba en desear el final, el ines-timable final. En un momento dado loscombatientes se bambolearon hacia él yal precipitarse torpemente hacia atrás, lesoyó respirar como hombres en el potro detormento.

-¡Mátale, Johnnie! ¡Mátale! ¡Mátale! ¡Mátale!La cara del vaquero estaba torcida como la

de una de esas máscaras de sufrimiento que hayen los museos.

-Quédese quieto -dijo Scully con voz glacial.

Entonces se oyó un gruñido repentino yfuerte, incompleto, interrumpido de golpe, y elcuerpo de Johnnie fue apartado lejos del suecoy se desplomó en la hierba con una pesadez es-peluznante. El vaquero apenas llegó a tiempopara impedir al sueco loco que se abalanzarasobre su postrado adversario.

-Nada de eso -dijo el vaquero, interponiendoun brazo entre ambos-. Espere un momento.

Scully estaba al lado de su hijo.-¡Johnnie! ¡Johnnie, hijo mío! -En su voz

se apreciaba una ternura melancólica-. ¡Johnnie!¿Crees que puedes seguir?

Miró ansiosamente hacia la cara sangrantee informe de su hijo.

Hubo un momento de silencio, y entoncescontestó Johnnie con su voz de siempre:

-Sí, yo... es... Sí.

Ayudado por su padre luchó para ponerse en pie.-Ahora espera un rato hasta recobrar el alien-

to -dijo el anciano.

Unos pasos más allá el vaquero estabasermoneando al sueco.

-¡Nada de eso! ¡Espere un momento!

El tipo del Este estaba tirando de la mangade Scully.

-Oh, ya basta, imploró. ¡Ya basta! Déjelotal y como está. ¡Ya basta!

-Bill -dijo Scully-. Sal de en medio.El vaquero se apartó.-Ahora.Los contrincantes actuaban ahora con más

cautela conforme iban avanzando hacia el em-bate. Se miraban fija y ferozmente, y entonces

(potro)

‘Keep’

blending

staggered, (se bambolearon)

struggled

(potro de tortura)

glacially, coldly

groan, guttural cry

throwing / prostrated

continue

(pulposa, informe)

strived, (se esforzó) /(recobres el aliento)

steps

pulling

begged, implored

forced to act

Page 20: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

20

then the Swede aimed* a lightning*blow that carried with it his entireweight. Johnnie was evidently half-stu-pid from weakness, but he miraculouslydodged*, and his fist sent the over-bal-anced Swede sprawling*.

The cowboy, Scully and theEasterner burst* into a cheer that was likea chorus of triumphant soldiery, but beforeits conclusion the Swede had scuffled*agilely to his feet and come in berserk*abandon at his foe*. There was anotherperplexity of flying arms, and Johnnie’sbody again swung away and fell, even asa bundle* might fall from a roof. TheSwede instantly staggered* to a little wind-waved* tree and leaned* upon it, breathinglike an engine, while his savage and flame-lit eyes roamed from face to face as themen bent* over Johnnie. There was asplendor of isolation in his situation atthis time which the Easterner felt oncewhen, lifting his eyes from the man on theground, he beheld* that mysterious andlonely figure, waiting.

“Are you any good yet, Johnnie?”asked Scully in a broken voice.

The son gasped* and opened his eyeslanguidly*. After a moment he answered:“No—I ain’t—any good—any—more.”Then, from shame and bodily ill, hebegan to weep*, the tears furrowing*down through the blood-stains on hisface. “He was too—too—too heavy forme.”

S c u l l y s t r a i g h t e n e d a n da d d r e s s e d t h e w a i t i n g f i g u r e .“Stranger,” he said, evenly, “i t’s al lup* with our side.” Then his voicechanged into that vibrant huskiness*which is commonly the tone of themost simple and deadly announce-ments. “Johnnie is whipped*.”

Without replying, the victor moved offon the route to the front door of the hotel.

The cowboy was formulating newand unspellable* blasphemies. TheEasterner was startled* to find that theywere out in a wind that seemed to comedirect from the shadowed arctic floes*.He heard again the wail* of the snow as itwas flung* to its grave in the south. Heknew now that all this time the cold hadbeen sinking* into him deeper and deeper,and he wondered that he had not perished.He felt indifferent to the condition of thevanquished* man.

“Johnnie, can you walk?” askedScully.

“Did I hurt—hurt him any?” askedthe son.

el sueco lanzó un raudo golpe que llevaba conél todo su peso. Johnnie, claro está, estaba me-dio atontado por la debilidad, pero lo evitó mi-lagrosamente y como el sueco se había des-equilibrado, el puño de Johnnie lo dejó tendi-do en el suelo.

El vaquero, Scully y el tipo del Este, sol-taron vítores de alegría que recordaban un corode triunfantes soldados, pero, antes de que con-cluyeran, el sueco se había levantado ágilmen-te y se había lanzado con ímpetu feroz hacia suenemigo. Hubo otra amalgama de brazos quevolaban, y el cuerpo de Johnnie otra vez fueapartado bruscamente y cayó al suelo, igualcomo caería un paquete de un tejado. El suecoen seguida se tambaleó hacia un árbol azotadopor el viento y se apoyó en él, respirando comoun motor, mientras sus ojos, salvajes yllameantes, iban de una cara a otra mientraslos hombres se inclinaban sobre Johnnie. Susituación le daba un esplendor aislado en aquelmomento y el tipo del Este lo sintió una vezcuando, levantando la vista del hombre delsuelo, contempló la misteriosa y solitaria si-lueta que allí esperaba.

-¿Estás ya mejor, Johnnie? -preguntóScully con una voz rota.

El hijo resolló y abrió los ojos lánguidamente.Después de un momento contestó:

-No... no lo estoy.. nada mejor... ya... no.Entonces, a causa de la vergüenza y del mareo

que sentía, empezó a sollozar. Las lágrimas cava-ron surcos en las manchas de sangre de su cara.

-Era demasiado... demasiado... demasia-do pesado para mí.

Scully se enderezó y se dirigió a la siluetaque esperaba.

-Forastero -dijo con voz serena-, ya he-mos perdido.

Entonces su voz cambió y tomó la vibran-te ronquera que suele ser el tono empleado paradar las más sencillas y terribles noticias.

-Johnnie está vencido.

Sin replicar, el ganador salió en direc-ción a la puerta principal del hotel.

El vaquero estaba formulando nuevas eirrepetibles blasfemias. El tipo del Este seasustaba al descubrir que estaban en mediode una ventisca que parecía venir directa-mente de los sombríos témpanos árticos.Otra vez volvió a oír el alarido de la nieveconforme era arrastrada hacia su tumba enel sur. Entonces se dio cuenta de que todoese tiempo el frío le había penetrado cadavez más profundamente y se sorprendió deno haber perecido. Sentía indiferencia porla condición del perdedor.

-Johnnie, ¿puedes caminar? -preguntóScully

-¿Le he hecho... hecho daño? -preguntó elhijo.

el sueco lanzó un raudo golpe que llevaba conél todo su peso. Johnnie, claro está, estaba me-dio atontado por la debilidad, pero lo evitó mi-lagrosamente y como el sueco se había des-equilibrado, el puño de Johnnie lo dejó tendidoen el suelo.

El vaquero, Scully y el tipo del Este, solta-ron vítores de alegría que recordaban un coro detriunfantes soldados, pero, antes de que conclu-yeran, el sueco se había levantado ágilmente yse había lanzado con ímpetu feroz hacia suenemigo. Hubo otra amalgama de brazos quevolaban, y el cuerpo de Johnnie otra vez fueapartado bruscamente y cayó al suelo, igualcomo caería un paquete de un tejado. El sue-co en seguida se tambaleó hacia un árbol azo-tado por el viento y se apoyó en él, respirandocomo un motor, mientras sus ojos, salvajes yllameantes, iban de una cara a otra mientraslos hombres se inclinaban sobre Johnnie. Susituación le daba un esplendor aislado en aquelmomento y el tipo del Este lo sintió una vezcuando, levantando la vista del hombre delsuelo, contempló la misteriosa y solitaria si-lueta que allí esperaba.

-¿Estás ya mejor, Johnnie? -preguntó Scullycon una voz rota.

El hijo resolló y abrió los ojos lánguidamente.Después de un momento contestó:

-No... no lo estoy.. nada mejor... ya... no.Entonces, a causa de la vergüenza y del mareo

que sentía, empezó a sollozar. Las lágrimas cavaronsurcos en las manchas de sangre de su cara.

-Era demasiado... demasiado... demasiadopesado para mí.

Scully se enderezó y se dirigió a la siluetaque esperaba.

-Forastero -dijo con voz serena-, ya hemosperdido.

Entonces su voz cambió y tomó la vibranteronquera que suele ser el tono empleado paradar las más sencillas y terribles noticias.

-Johnnie está vencido.

Sin replicar, el ganador salió en direc-ción a la puerta principal del hotel.

El vaquero estaba formulando nuevas eirrepetibles blasfemias. El tipo del Este seasustaba al descubrir que estaban en mediode una ventisca que parecía venir directamen-te de los sombríos témpanos árticos. Otra vezvolvió a oír el alarido de la nieve conformeera arrastrada hacia su tumba en el sur. En-tonces se dio cuenta de que todo ese tiempoel frío le había penetrado cada vez más pro-fundamente y se sorprendió de no haber pe-recido. Sentía indiferencia por la condicióndel perdedor.

-Johnnie, ¿puedes caminar? -preguntóScully

-¿Le he hecho... hecho daño? -preguntó elhijo.

(lanzó) / (raudo)

avoided, (esquivó)

(al suelo)

blasted, broke

fought disorderly

(perder los estribos)

/ enemy

load, packet

(se tambaleó)

(azotado) / (se apoyó)

leaned,

(se inclinaban)

observed, saw

(resolló) / drowsily

(sollozar)ploughing, (surcando)

(se terminó, hemosperdido)

/ (ronquedad)

beaten

(irrepetibles)

surprised

(témpanos)

/ lament

/ (arrastrada)

(penetrado)

defeated

scuffle a confused struggle or disorderly fight at close quarters. Reyerta, revuelo, alboroto, move oround in a hurry and cofusion, engage in a scuffle.

Page 21: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

21

“Can you walk, boy? Can you walk?”

Johnnie’s voice was suddenly strong.There was a robust impatience in it. “Iasked you whether I hurt him any!”

“Yes, yes, Johnnie,” answered thecowboy consolingly; “he’s hurt a good deal*.”

They raised him from the ground,and as soon as he was on his feet he wenttottering* off, rebuffing* all attempts atassistance. When the party rounded thecorner they were fairly blinded by thepelting* of the snow. It burned their faceslike fire. The cowboy carried Johnniethrough the drift* to the door. As theyentered some cards again rose from thefloor and beat against the wall.

The Easterner rushed* to the stove.He was so profoundly chilled* that healmost dared* to embrace the glowing*iron*. The Swede was not in the room.Johnnie sank* into a chair, and folding*his arms on his knees, buried his face inthem. Scully, warming one foot and thenthe other at a rim* of the stove, mutteredto himself with Celtic mournfulness. Thecowboy had removed his fur-cap, and witha dazed* and rueful* air he was now run-ning one hand through his tousled* locks*.From overhead they could hear the creak-ing* of boards*, as the Swede tramped*here and there in his room.

The sad quiet was broken by thesudden flinging* open of a door that ledtoward the kitchen. It was instantly followedby an inrush* of women. They precipitatedthemselves upon Johnnie amid a chorus oflamentation. Before they carried their preyoff to the kitchen, there to be bathed andharangued* with that mixture of sympathyand abuse* which is a feat* of their sex, themother straightened herself and fixed oldScully with an eye of stern* reproach.“Shame be upon you, Patrick Scully!”she cried. “Your own son, too. Shamebe upon you*!”

“There, now! Be quiet, now!” saidthe old man weakly.

“Shame be upon you, Patrick Scully!”The girls, rallying* to this slogan*,sniffed* disdainfully* in the directionof these trembling accomplices, thecowboy and the Easterner. Presentlythey bore* Johnnie away, and left thethree men to dismal* reflection.

-¿Puedes caminar, hijo? ¿Puedes caminar?

La voz de Johnnie se alzó de súbito. Enella se percibía una gran impaciencia.

-¡Te he preguntado si le he hecho daño!

-Sí, sí, Johnnie -contestó el vaque-ro consolándole-. Está malherido.

Le levantaron del suelo y una vezen pie se alejó vacilante, rechazandotodos los intentos de ayuda. Cuandotodos dieron la vuelta a la esquina casiles cegó el azote de la nieve. Les que-maba la cara como fuego. El vaquerollevó a Johnnie a través de la ventiscahasta la puerta. A su entrada, algunascartas volvieron a volar desde el sue-lo y a golpear el muro.

El tipo del Este se precipitó hacia la es-tufa. Se había enfriado tanto que casi se atre-vió a abrazar el metal reluciente. El suecono se encontraba en la habitación, Johnniese dejó caer en una silla y doblando los bra-zos alrededor de sus rodillas, enterró su caraentre ellos. Scully, calentándose un pie y lue-go el otro en el borde de la estufa, murmura-ba para sí mismo con céltica pesadumbre. Elvaquero se había quitado la gorra de piel ycon aire atontado y desconsolado se pasabauna mano por sus desgreñados rizos. Por en-cima de sus cabezas podían oír el crujir de lamadera, conforme el sueco caminaba pesa-damente arriba y abajo de su cuarto.

La triste quietud fue interrumpidapor la súbita apertura de una puerta quedaba a la cocina. Fue seguida en el actopor una invasión de mujeres. Se preci-pitaron sobre Johnnie en medio de uncoro de lamentos antes de llevarse a supresa a la cocina, para allí ser bañada yarengada con esa mezcla de simpatía yreproche que es una hazaña de su sexo,la madre se enderezó y le clavó al viejoScully una mirada de duro reproche.

-¡Deberías avergonzarte, Patrick Scully!-gritó ella-. Y tu propio hijo. ¡Deberías aver-gonzarte!

-¡Basta ya! ¡Cálmate de una vez! -dijo dé-bilmente el anciano.

-¡Deberías avergonzarte, Patrick Scully!Las muchachas, adoptando esta consig-

na, arrugaron la nariz despectivamente ha-cia los temblorosos cómplices, el vaqueroy el tipo del Este. Y entonces se llevaron aJohnnie en brazos, dejando a los tres hom-bres hundidos en funestas reflexiones.

-¿Puedes caminar, hijo? ¿Puedes caminar?

La voz de Johnnie se alzó de súbito. En ellase percibía una gran impaciencia.

-¡Te he preguntado si le he hecho daño!

-Sí, sí, Johnnie -contestó el vaque-ro consolándole-. Está malherido.

Le levantaron del suelo y una vezen pie se alejó vacilante, rechazandotodos los intentos de ayuda. Cuandotodos dieron la vuelta a la esquina casiles cegó el azote de la nieve. Les que-maba la cara como fuego. El vaquerollevó a Johnnie a través de la ventiscahasta la puerta. A su entrada, algunascartas volvieron a volar desde el sueloy a golpear el muro.

El tipo del Este se precipitó hacia la estu-fa. Se había enfriado tanto que casi se atrevióa abrazar el metal reluciente. El sueco no seencontraba en la habitación, Johnnie se dejócaer en una silla y doblando los brazos alre-dedor de sus rodillas, enterró su cara entreellos. Scully, calentándose un pie y luego elotro en el borde de la estufa, murmuraba parasí mismo con céltica pesadumbre. El vaquerose había quitado la gorra de piel y con aireatontado y desconsolado se pasaba una manopor sus alborotados rizos. Por encima de suscabezas podían oír el crujir de la madera, con-forme el sueco caminaba pesadamente arribay abajo de su cuarto.

La triste quietud fue interrumpida porla súbita apertura de una puerta que dabaa la cocina. Fue seguida en el acto poruna invasión de mujeres. Se precipitaronsobre Johnnie en medio de un coro de la-mentos antes de llevarse a su presa a lacocina, para allí ser bañada y arengadacon esa mezcla de simpatía y reprocheque es una hazaña de su sexo, la madrese enderezó y le clavó al viejo Scully unamirada de duro reproche.

-¡Deberías avergonzarte, Patrick Scully!-gritó ella-. Y tu propio hijo. ¡Deberías avergon-zarte!

-¡Basta ya! ¡Cálmate de una vez! -dijo dé-bilmente el anciano.

-¡Deberías avergonzarte, Patrick Scully!Las muchachas, adoptando esta consig-

na, arrugaron la nariz despectivamente hacialos temblorosos cómplices, el vaquero y eltipo del Este. Y entonces se llevaron a Johnnieen brazos, dejando a los tres hombres hundi-dos en funestas reflexiones.

lot, quantity, much

staggeringrejecting

hurling, blowing, (azote)

(ventisca), blizzard,snowstorm, drift

went quickly

/ cold

/ venturedshining /

stove /

(se dejó caer)(doblando)

border /

(pesadumbre)

confused, (atontado) /sad, (desconsolado)

(alborotados) / (rizos)

/ (crujir) / (tablas) / walkedheavily, (caminaba)

throwing, swaying,swinging

irruption, (invasión)

talked to /

reproach /

noteworthy act

severe, (duro)

(Deberías avergonzarte)

(adoptando) / (consigna)

/ (arrugaron la nariz) /(despectivamente)

carried /

somber,(funestas)

make (esp. the hair) untidy; rumple

Page 22: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

22

VII“I’d like to fight this here Dutchman

myself.” said the cowboy, breaking a longsilence.

Scully wagged* his head sadly. “No,that wouldn’t do. It wouldn’t be right. Itwouldn’t be right.”

“Well, why wouldn’t it?” argued thecowboy. “I don’t see no harm in it.”

“No,” answered Scully withmournful* heroism. “It wouldn’t be right.It was Johnnie’s fight, and now we mustn’twhip the man just because he whipped*Johnnie.”

“Yes, that’s true enough,” said thecowboy: “but—he better not get fresh* withme, because I couldn’t stand no more of it.”

“You’ll not say a word to him,”commanded Scully, and even then theyheard the tread* of the Swede on the stairs.His entrance was made theatric. He sweptthe door back with a bang* and swag-gered* to the middle of the room. No onelooked at him. “Well,” he cried, insolently,at Scully, “I s’pose you’ll tell me nowhow much I owe you?”

The old man remained stolid* “Youdidn’t owe me nothin’.”

“Huh!” said the Swede, “huh! Don’towe ’im nothin’.”

The cowboy addressed the Swede.“Stranger, I don’t see how you come tobe so gay* around here.”

Old Scully was instantly alert.“Stop!” he shouted, holding his hand forth,fingers upward. “Bill, you shut up*!”

T h e c o w b o y s p a t *c a r e l e s s l y i n t o t h e s a w d u s tb o x . “ I d i d n ’ t s a y a w o r d ,d i d I ? ” h e a s k e d .

“Mr. Scully,” called the Swede,“how much do I owe you?” It was seenthat he was attired* for departure, and thathe had his valise in his hand.

“You don’t owe* me nothin’,” repeatedScully in his same imperturbable way.

“ H u h ! ” s a i d t h e S w e d e . “ Iguess you’ re r i gh t . I gues s i f i twas any way a t a l l , you’d owe mesometh in ’ . Tha t ’ s wha t I guess . ”He tu rned to the cowboy . “ ‘Ki l lh im! Ki l l h im! Ki l l h im!”’ he mim-icked* , and then gu f fawed* v ic to -r i o u s l y . “ ‘ K i l l h i m ! ” ’ H e w a sconvu l sed wi th i ron ica l humor* .

VII-Me gustaría pelear yo mismo con ese ho-

landés -dijo el vaquero, rompiendo un largosilencio.

Scully sacudió tristemente la cabeza.-No, eso no. No estaría bien, no estaría

bien.

-Bueno, ¿y por qué no? -razonó el vaque-ro-. No hay ningún mal en ello.

-No -contestó Scully con lúgubreheroísmo-. No estaría bien. Era el com-bate de Johnnie, y ahora no debemosacabar con ese tipo sólo porque acabócon Johnnie.

-Sí, eso es bastante cierto -dijo el va-quero-. Pero... que no se haga el listo con-migo porque quizá no pueda resistirlo.

-Tú no le dirás ni una palabra -ordenóScully, y en ese mismo momento oyeron lospasos del sueco en las escaleras.

Hizo una entrada teatral. Abrió la puertacon un fuerte golpe y dándose aires se colocóen el centro de la habitación. Nadie le miró.

-Bueno -gritó con insolencia a Scully-,supongo que ahora usted me dirá cuánto ledebo.

El anciano permaneció impasible.-Usted no me debe nada.

-¡Ja! -dijo el sueco-,. ¡Ja! No ledebo nada.

El vaquero se dirigió al sueco.-Forastero, no veo porqué viene por aquí tan

contento.

El viejo Scully en seguida se puso alerta.-¡Basta! -gritó, alzando la palma abierta

hacia ellos-. ¡Bill, cállate!

El vaquero escupió cautelosamente en lacaja de serrín.

-¿Yo? -preguntó-. ¡Si no he dicho ni unapalabra!

-Señor Scully -llamó el sueco-. ¿Cuántole debo?

Se le veía listo para salir y con la maletaen la mano.

-Usted no me debe nada -repitió Scullyigual de imperturbable.

-¡Ja! -dijo el sueco-. Me parece que tienerazón. Me parece que si alguien debe algo aalguien es usted a mí. Eso es lo que me parece.

Se volvió hacia el vaquero y le imitó iró-nicamente.

-¡Mátale! ¡Mátale! ¡Mátale!Entonces soltó una carcajada victoriosa.-¡Mátale!Se desternillaba el sueco con sorna.

VII-Me gustaría pelear yo mismo con ese ho-

landés -dijo el vaquero, rompiendo un largo si-lencio.

Scully sacudió tristemente la cabeza.-No, eso no. No estaría bien, no es-

taría bien.

-Bueno, ¿y por qué no? -razonó el vaque-ro-. No hay ningún mal en ello.

-No -contestó Scully con lúgubreheroísmo-. No estaría bien. Era el com-bate de Johnnie, y ahora no debemosacabar con ese tipo sólo porque acabócon Johnnie.

-Sí, eso es bastante cierto -dijo el vaque-ro-. Pero... que no se haga el listo conmigoporque quizá no pueda resistirlo.

-Tú no le dirás ni una palabra -ordenó Scully,y en ese mismo momento oyeron los pasos delsueco en las escaleras.

Hizo una entrada teatral. Abrió la puertacon un fuerte golpe y dándose aires se colocó enel centro de la habitación. Nadie le miró.

-Bueno -gritó con insolencia aScully-, supongo que ahora usted medirá cuánto le debo.

El anciano permaneció impasible.-Usted no me debe nada.

-¡Ja! -dijo el sueco-,. ¡Ja! No le debonada.

El vaquero se dirigió al sueco.-Forastero, no veo porqué viene por aquí tan

contento.

El viejo Scully en seguida se puso alerta.-¡Basta! -gritó, alzando la palma abierta

hacia ellos-. ¡Bill, cállate!

El vaquero escupió cautelosamente en lacaja de serrín.

-¿Yo? -preguntó-. ¡Si no he dicho ni unapalabra!

-Señor Scully -llamó el sueco-. ¿Cuánto ledebo?

Se le veía listo para salir y con la maleta enla mano.

-Usted no me debe nada -repitió Scully igualde imperturbable.

-¡Ja! -dijo el sueco-. Me parece que tienerazón. Me parece que si alguien debe algo a al-guien es usted a mí. Eso es lo que me parece.

Se volvió hacia el vaquero y le imitó iróni-camente.

-¡Mátale! ¡Mátale! ¡Mátale!Entonces soltó una carcajada victoriosa.-¡Mátale!Se desternillaba el sueco con sorna.

nodded, moved,(sacudió)

doleful, dad, dismal

(zurró)

(mejor que no sehaga el listo)

sound of walking

sharp blow, (portazo)

peacocked, (caminófanfarroneándose)

lacking emotion

cheerful

keep quiet

(escupió)

clothed, dressed

are not indebted to

parodied / roaredwith laughter

(sorna)

stolid impasible; imperturbable(pejorative) terco

stol·id Etymology: Latin stolidusdull, stupid : having orexpressing little or nosensibility : UNEMOTIONAL

synonym see IMPASSIVE

Page 23: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

23

But he might have been jeering* thedead. The three men were immovable andsilent, staring with glassy* eyes at thestove.

The Swede opened the door andpassed into the storm, giving one derisive*glance backward at the still group.

As soon as the door was closed,Scully and the cowboy leaped* to theirfeet and began to curse*. They trampled*to and fro, waving their arms andsmashing* into the air with their fists. “Oh,but that was a hard minute!” wailed Scully.“That was a hard minute! Him thereleerin’* and scoffin’*! One bang at hisnose was worth forty dollars to me thatminute! How did you stand* it, Bill?”

“How did I stand it?” cried thecowboy in a quivering* voice. “How did Istand it? Oh!”

The old man burst into suddenbrogue*. “I’d loike to take that Swade,”he wailed*, “and hould ’im down on ashtone flure* and bate* ’im to a jelly wida shtick!”

T h e c o w b o y g r o a n e d * i ns y m p a t h y . “ I ’ d l i k e t o g i t h i mb y t h e n e c k a n d h a - a m m e rh i m * ” — h e b r o u g h t h i s h a n d o na c h a i r w i t h a n o i s e l i k e ap i s t o l s h o t — “ h a m m e r t h a t t h e r eD u t c h m a n u n t i l h e c o u l d n ’ t t e l lh i m s e l f f r o m a d e a d c o y o t e ! ”

“I’d bate* ’im until he___”“I’d show him some things___”

And then together they raised ayearning* fanatic cry. “Oh-o-oh! if weonly could___”

“Yes!”“Yes!”“And then I’d___”“O-o-oh!”

Pero era como si se hubiese reído de losmuertos. Los tres hombres permanecían inmu-tables y silenciosos, fijando sus ojos vidriososen la estufa.

El sueco abrió la puerta y salió a la tor-menta, lanzando una mirada socarrona haciaatrás, hacia el grupo silencioso e inmóvil.

Apenas se cerró la puerta, Scully y elvaquero se levantaron de un salto y em-pezaron a blasfemar. Se pasearon pesada-mente por la habitación, agitando los bra-zos y golpeando el aire con sus puños

-Vaya, ¡ha sido un momento difícil! -bramóScully-. ¡Ha sido un momento difícil! ¡Con esetipo mofándose de esa manera! ¡Hubiera dadocuarenta dólares por aplastarle la nariz en esemomento! ¿Cómo pudiste soportarlo, Bill?

-¿Cómo lo he podido soportar? -gritó elvaquero con voz temblorosa-. ¿Cómo lo hepodido soportar? ¡Vaya!

El anciano explotó con su acento irlandés.-¡Me gustaría agarrar a ese sueco

- v o c i f e r ó - y e c h a r l o a ls u e l o y h a c e r l e p u r é ap a l o s !

El vaquero gruñó con aprobación.-¡Me gustaría cogerlo por el cuello y hacerle

picadillo!Golpeó su mano contra una silla haciendo

un ruido que parecía un disparo.- ¡Hacer picadillo a ese holandés hasta que

él mismo no se pudiera distinguir de un coyotemuerto!

-Lo apalearía hasta que...-Le enseñaría algunas cosas...

Y entonces los dos elevaron un grito ansiosoy fanático.

-¡Vaya! Ojalá pudiésemos...

-¡Sí!-¡Sí!-Y entonces yo-¡Oooh!

Pero era como si se hubiese reído de losmuertos. Los tres hombres permanecían inmu-tables y silenciosos, fijando sus ojos vidriososen la estufa.

El sueco abrió la puerta y salió a la tormen-ta, lanzando una mirada socarrona hacia atrás,hacia el grupo silencioso e inmóvil.

Apenas se cerró la puerta, Scully y elvaquero se levantaron de un salto y empe-zaron a blasfemar. Se pasearon pesadamen-te por la habitación, agitando los brazos ygolpeando el aire con sus puños

-Vaya, ¡ha sido un momento difícil! -bramóScully-. ¡Ha sido un momento difícil! ¡Con esetipo mofándose de esa manera! ¡Hubiera dadocuarenta dólares por aplastarle la nariz en ese mo-mento! ¿Cómo pudiste soportarlo, Bill?

-¿Cómo lo he podido soportar? -gritó elvaquero con voz temblorosa-. ¿Cómo lo he po-dido soportar? ¡Vaya!

El anciano explotó con su acento irlandés.-¡Me gustaría agarrar a ese sueco

-v o c i f e r ó - y e c h a r l o a ls u e l o y h a c e r l e p u r é ap a l o s !

El vaquero gruñó con aprobación.-¡Me gustaría cogerlo por el cuello y hacerle

picadillo!Golpeó su mano contra una silla haciendo

un ruido que parecía un disparo.- ¡Hacer picadillo a ese holandés hasta que

él mismo no se pudiera distinguir de un coyotemuerto!

-Lo apalearía hasta que...-Le enseñaría algunas cosas...

Y entonces los dos elevaron un grito ansioso yfanático.

-¡Vaya! Ojalá pudiésemos...

-¡Sí!-¡Sí!-Y entonces yo-¡Oooh!

mocking, ridiculing

fixed, glazed

(socarrona)

jumped, stood up

blaspheme / walkedheavily /

bursting

smiling wickedly/mocking

take, (soportarlo)

(temblorosa)

Irish accent /

(vociferó)

‘floor’ / ‘beat’

lamented

(hacerle picadillo)

‘beat’, (apalearía)

((ansioso)

Page 24: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

24

VIII

The Swede, tightly gripping hisvalise, tacked* across the face of the stormas if he carried sails. He was following aline of little naked gasping* trees, whichhe knew must mark the way of the road.His face, fresh from the pounding* ofJohnnie’s fists, felt more pleasure thanpain in the wind and the driving* snow. Anumber of square shapes loomed* uponhim finally, and he knew them as thehouses of the main body of the town. Hefound a street and made travel along it,leaning* heavily upon the wind whenever,at a corner, a terrific blast* caught him.

He might have been in a desertedvillage. We picture the world as thick*with conquering and elated* human-ity, but here, with the bugles* of thetempes t pea l ing* , i t was ha rd toimagine a peopled earth. One viewedthe existence of man then as a marvel,and conceded* a glamour of wonderto these lice* which were caused tocling* to a whirling*, fire-smote*, ice-locked, disease-stricken*, spacelostb u l b . T h e c o n c e i t * o f m a n w a sexplained by this storm to be the veryengine of life. One was a coxcomb*not to die in it. However, the Swedefound a saloon.

In front of it an indomitable redl ight was burning, and the snow-flakes were made blood-color as theyflew through the circumscribed terri-tory of the lamp’s shining. The Swedepushed open the door of the saloon andentered. A sanded* expanse* was be-fore him, and at the end of it four mensat about a table drinking. Down oneside of the room extended a radiant*bar, and its guardian was leaning* uponhis elbows listening to the talk of themen at the table. The Swede droppedhis valise upon the floor, and, smilingfraternally upon the barkeeper, said:“Gimme* some whisky, will you?”The man placed a bottle, a whisky-glass, and a glass of ice-thick waterupon the ba r . The Swede pouredh i m s e l f a n a b n o r m a l p o r t i o n o fwhisky and drank it in three gulps*.“Pre t ty bad n igh t , ” remarked thebar t end e r i n d i f f e r e n t l y . H e w a sm a k i n g t h e p r e t e n s i o n o f b l i n d -n e s s * , w h i c h i s u s u a l l y adis t inct ion of his c lass ; but i t couldh a v e b e e n s e e n t h a t h e w a sfur t ively studying the half-erased blood-stains* on the face of the Swede.“Bad night,” he said again.

“Oh, it’s good enough for me,”replied the Swede, hardily*, as he poured*himself some more whisky. The barkeeper

VIII

El sueco, asiendo con fuerza su maleta,se enfrentó cual velero a la tormenta. Esta-ba siguiendo una línea de pequeños y mise-rables árboles desnudos que él sabía debíanmarcar el camino de la carretera. Su cara,aún recientes los golpes de los puños deJohnnie, sintió más placer que dolor en elviento y la nieve que transportaba. Final-mente varias formas cuadradas se elevaronante él, y reconoció las casas de la parteprincipal de la ciudad. Encontró una calle yla recorrió, inclinándose pesadamente con-tra el viento cada vez que, en una esquina,le sorprendía una terrible ráfaga.

Aquello hubiese podido ser una aldeaabandonada. Nos figuramos el mundo comoun lugar ocupado por una humanidad conquis-tadora y exaltada, pero allí, con el sonar de lastrompetas de la tempestad, era difícil imagi-narse un planeta poblado. Entonces la existen-cia del hombre a uno le parece algo asombro-so y otorga un encanto especial a esos piojosque por alguna razón tuvieron que aferrarse aesa bola que da vueltas, perdida en el espacio,con su carga de violentos fuegos, de implaca-bles hielos y de pululantes enfermedades. Laarrogancia del hombre, según explicaba la tor-menta, era el verdadero motor de la vida. Nomorir en ello era fanfarronería. Sin embargo,el sueco encontró un saloon.

Frente a él ardía una indomable luzroja, y los copos de nieve tomaban el co-lor de la sangre al volar por el delimita-do territorio del brillo de la lámpara. Elsueco abrió la puerta del saloon de unempujón y entró. Había un gran espaciolleno de arena ante él, y al fondo cuatrohombres estaban sentados alrededor deuna mesa y bebían. Por un lado de la ha-bitación se extendía una rutilante barray su guardián se inclinaba sobre sus co-dos para escuchar lo que decían los hom-bres de la mesa. El sueco dejó caer sumaleta al suelo y, dirigiendo una sonri-sa fraternal al encargado, dijo:

-Sírvame whisky, por favor.El hombre puso una botel la , un

vaso de whisky y un vaso de espesaagua helada sobre la barra. El suecose sirvió una exagerada cantidad dewhisky y se lo bebió en tres tragos.

-Una mala noche --comentó el encargadocon indiferencia.

Es taba hac iendo la v is ta gorda ,lo que genera lmente e ra una espe-c i a l i dad de su p ro fe s ión ; pe ro enrea l idad es taba es tudiando fur t iva-mente las manchas de sangre medioborradas de la faz de l sueco .

-Una mala noche -volvió a decir.

-Bueno, para mí tampoco está tan mal -re-puso el sueco audazmente mientras se servíamás whisky. El encargado cogió su moneda y

VIII

El sueco, asiendo con fuerza su maleta,se enfrentó cual velero a la tormenta. Estabasiguiendo una línea de pequeños y misera-bles árboles desnudos que él sabía debíanmarcar el camino de la carretera. Su cara,aún recientes los golpes de los puños deJohnnie, sintió más placer que dolor en elviento y la nieve que transportaba. Finalmentevarias formas cuadradas se elevaron ante él,y reconoció las casas de la parte principal dela ciudad. Encontró una calle y la recorrió,inclinándose pesadamente contra el vientocada vez que, en una esquina, le sorprendíauna terrible ráfaga.

Aquello hubiese podido ser una aldea aban-donada. Nos figuramos el mundo como un lu-gar ocupado por una humanidad conquistadoray exaltada, pero allí, con el sonar de las trompe-tas de la tempestad, era difícil imaginarse un pla-neta poblado. Entonces la existencia del hom-bre a uno le parece algo asombroso y otorga unencanto especial a esos piojos que por algunarazón tuvieron que aferrarse a esa bola que davueltas, perdida en el espacio, con su carga deviolentos fuegos, de implacables hielos y depululantes enfermedades. La arrogancia delhombre, según explicaba la tormenta, era el ver-dadero motor de la vida. No morir en ello erafanfarronería. Sin embargo, el sueco encontróun saloon.

Frente a él ardía una indomable luzroja, y los copos de nieve tomaban el co-lor de la sangre al volar por el delimitadoterritorio del brillo de la lámpara. El sue-co abrió la puerta del saloon de un em-pujón y entró. Había un gran espacio lle-no de arena ante él, y al fondo cuatrohombres estaban sentados alrededor deuna mesa y bebían. Por un lado de la ha-bitación se extendía una rutilante barra ysu guardián se inclinaba sobre sus codospara escuchar lo que decían los hombresde la mesa. El sueco dejó caer su maletaal suelo y, dirigiendo una sonrisa frater-nal al encargado, dijo:

-Sírvame whisky, por favor.El hombre puso una botella, un

vaso de whisky y un vaso de espesaagua helada sobre la barra. El sueco sesirvió una exagerada cantidad de whis-ky y se lo bebió en tres tragos.

-Una mala noche --comentó el encargadocon indiferencia.

Estaba haciendo la vista gorda,lo que generalmente era una espe-cial idad de su profesión; pero enrealidad estaba estudiando furtiva-mente las manchas de sangre medioborradas de la faz del sueco.

-Una mala noche -volvió a decir.

-Bueno, para mí tampoco está tan mal -re-puso el sueco audazmente mientras se servía máswhisky. El encargado cogió su moneda y la des-

(viró), head the wind

(jadeantes)

beating

propelling

appeared

bending

blow, gust, (ráfaga)

broad, solid

happy

/ trumpets /

sounding

(otorgara)

(piojos)

/ turning / hit with fire

attacked personal

vanity, (arrogancia)

(fanfarronería)

((de arena) / space

(rutilante)

/ reclining

‘Give me’

large draught,(tragos)

(la vista gorda)

(manchas), smudges

boldly / served

Page 25: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

25

took his coin and maneuvered* it throughits reception by the highly-nickeled cash-machine. A bell rang; a card labeled “20cts.” had appeared.

“No,” continued the Swede, “thisisn’t too bad weather. It’s good enoughfor me.”

“So?” murmured the barkeeperlanguidly.

Th e c o p i o u s d r a m s * m a d et h e S w e d e ’ s e y e s s w i m * , a n dh e b r e a t h e d a t r i f l e * h e a v i e r“ Yes, I like this weather I like it. It suits*me.” It was apparently his design to imparta deep significance to these words.

“So?” murmured the bartender again.He turned to gaze* dreamily at thescroll*-like birds and bird-like scrollswhich had been drawn with soap uponthe mirrors back of the bar.

“Well, I guess I’ll take another drink,”said the Swede presently. “Have something?”

“No, thanks; I’m not drinkin’,”answered the bartender. Afterward heasked: “How did you hurt your face?”

The Swede immediately began toboast* loudly. “Why*, in a fight. Ithumped* the soul out of a man downhere at Scully’s hotel.”

The interest of the four men at thetable was at last aroused*.

“Who was it?” said one.

“Johnnie Scully,” blustered* theSwede. “Son of the man what runs it. Hewill be pretty near dead for some weeks, Ican tell you. I made a nice thing of him*,I did. He couldn’t get up. They carriedhim in the house. Have a drink?”

Instantly the men in some subtle wayincased themselves in reserve. “No,thanks,” said one. The group was ofcurious formation*. Two were prominentlocal business men; one was the district-attorney*; and one was a professionalgambler of the kind known as “square*.”But a scrutiny of the group would nothave enabled an observer to pick the gam-bler from the men of more reputable pur-suits*. He was, in fact, a man so delicatein manner, when among people of fair*class, and so judicious in his choice ofvictims, that in the strictly masculine partof the town’s life he had come to beexplicitly trusted and admired. Peoplecalled him a thoroughbred*. The fear andcontempt with which his craft* was re-garded was undoubtedly the reason thathis quiet dignity shone conspicuous above

la deslizó por el mostrador hacia sí hasta lamuy plateada y brillante caja registradora. Sonóuna campana; una etiqueta marcada con 20 cen-tavos había aparecido.

-No -prosiguió el sueco- este tiem-po no está tan mal. Para mí tampocoestá tan mal.

-¿Y? -murmuró lánguidamente el en-cargado.

L o s c o p i o s o s t r a g o s v o l v í a nacuosos los ojos del sueco, y su res-piración se hacía un tanto más pro-funda.

-Sí, me gusta este tiempo. Me gusta. A mí me va bien.Era aparentemente su propósito impartir

un significado importante a aquellas palabras.-¿Y? -murmuró de nuevo el encargado.Se volvió para contemplar vagamente a los

pájaros parecidos a espirales y a las espirales pa-recidas a pájaros que habían sido dibujados conjabón en los espejos que había tras la barra.

-Bueno, me parece que tomaré otra copa-dijo el sueco entonces-. ¿Le apetece algo?

-No, gracias; no bebo -contestó el encar-gado. Después preguntó:

-¿Qué le ha pasado a su cara?

El sueco empezó en seguida a jactarse envoz alta.

-Pues fue en una pelea. Le he dado una tre-menda paliza a un tipo allí, en el hotel de Scully.

El interés de los cuatro hombres de la mesapor fin se había despertado.

-¿Quién era? -dijo uno de ellos.

-Johnnie Scully -alardeó el sueco-. Elhijo del dueño. Estará medio muerto du-rante unas semanas, se lo digo yo. Desdeluego, le he zurrado de lo lindo. No se po-día levantar. Tuvieron que llevarle en bra-zos a casa. ¿Les apetece un trago?

Los hombres, de algún modo imperceptible,se volvieron instantáneamente más reservados.

-No, gracias -dijo uno de ellos.El grupo era una curiosa amalgama. Dos

de ellos eran prominentes hombres de nego-cios locales; el primero era el fiscal del distri-to; y el segundo un jugador profesional de laclase conocida como legal. Pero un examendel grupo no hubiese permitido a un observa-dor distinguir el jugador de los hombres conocupaciones más respetables. Era, de hecho,un hombre de modales tan delicados cuandose encontraba con gente educada, y tan juicio-so al elegir sus víctimas, que en la parte estric-tamente masculina de la vida de la ciudad ha-bía llegado a gozar de la confianza y la admi-ración de todos. La gente decía de él que teníaclase. Su arte era considerado con temor y des-precio y era sin duda por esa razón que su tran-quila dignidad sobresalía por encima de la tran-

lizó por el mostrador hacia sí hasta la muy pla-teada y brillante caja registradora. Sonó una cam-pana; una etiqueta marcada con 20 centavos ha-bía aparecido.

-No -prosiguió el sueco- este tiem-po no está tan mal. Para mí tampocoestá tan mal.

-¿Y? -murmuró lánguidamente el en-cargado.

L o s c o p i o s o s t r a g o s v o l v í a nacuosos los ojos del sueco, y su res-piración se hacía un tanto más pro-funda.

-Sí, me gusta este tiempo. Me gusta. A mí me va bien.Era aparentemente su propósito impartir un

significado importante a aquellas palabras.-¿Y? -murmuró de nuevo el encargado.Se volvió para contemplar vagamente a los

pájaros parecidos a espirales y a las espirales pare-cidas a pájaros que habían sido dibujados con ja-bón en los espejos que había tras la barra.

-Bueno, me parece que tomaré otra copa-dijo el sueco entonces-. ¿Le apetece algo?

-No, gracias; no bebo -contestó el encarga-do. Después preguntó:

-¿Qué le ha pasado a su cara?

El sueco empezó en seguida a jactarse envoz alta.

-Pues fue en una pelea. Le he dado una tremen-da paliza a un tipo allí, en el hotel de Scully.

El interés de los cuatro hombres de la mesapor fin se había despertado.

-¿Quién era? -dijo uno de ellos.

-Johnnie Scully -alardeó el sueco-. Elhijo del dueño. Estará medio muerto duran-te unas semanas, se lo digo yo. Desde lue-go, le he zurrado de lo lindo. No se podíalevantar. Tuvieron que llevarle en brazos acasa. ¿Les apetece un trago?

Los hombres, de algún modo imperceptible,se volvieron instantáneamente más reservados.

-No, gracias -dijo uno de ellos.El grupo era una curiosa amalgama. Dos

de ellos eran prominentes hombres de nego-cios locales; el primero era el fiscal del distrito;y el segundo un jugador profesional de la claseconocida como legal. Pero un examen del gru-po no hubiese permitido a un observador dis-tinguir el jugador de los hombres con ocupa-ciones más respetables. Era, de hecho, un hom-bre de modales tan delicados cuando se encon-traba con gente educada, y tan juicioso al ele-gir sus víctimas, que en la parte estrictamentemasculina de la vida de la ciudad había llegadoa gozar de la confianza y la admiración de to-dos. La gente decía de él que tenía clase. Suarte era considerado con temor y desprecio yera sin duda por esa razón que su tranquila dig-nidad sobresalía por encima de la tranquila dig-

manipulated

drinks, (tragos) /

(le hacían llorar)

/ a bit

satisfies, pleases

look /

(pergamino)

(jactarse), brag / (Pues)

/ stroke, beat, (partí)

awakened

boasted, (alardeó)

(Le zurré de lo lindo)

group, (amalgama)

(fiscal del distrito) /

‘respectable’, (legal)

occupations

refined

(La gente decía quetenía clase)

cunning

Page 26: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

26

the quiet dignity of men who might bemerely hatters*, billiard-markers or gro-cery clerks. Beyond an occasional un-wary* traveler, who came by rail, thisgambler was supposed to prey solely uponreckless* and senile farmers, who, whenflush* with good crops, drove into townin all the pride and confidence of anabsolutely invulnerable stupidity. Hearingat times in circuitous fashion of the de-spoilment* of such a farmer, the importantmen of Romper invariably laughed in con-tempt* of the victim, and if they thoughtof the wolf* at all, it was with a kind ofpride at the knowledge that he would neverdare* think of attacking their wisdom andcourage. Besides, it was popular that thisgambler had a real wife and two realchildren in a neat* cottage* in a suburb,where he led an exemplary home life, andwhen any one even suggested adiscrepancy in his character, the crowdimmediately vociferated descriptions ofthis virtuous family circle. Then men wholed* exemplary home lives, and men whodid not lead exemplary home lives, allsubsided* in a bunch*, remarking thatthere was nothing more to be said.

However, when a restriction wasplaced upon him—as, for instance, whena strong clique* of members of the newPollywog Club refused to permit him, evenas a spectator, to appear in the rooms ofthe organization—the candor and gentle-ness with which he accepted the judgmentdisarmed many of his foes and made hisfriends more desperately partisan*. He in-variably distinguished between himselfand a respectable Romper man so quicklyand frankly that his manner actually ap-peared to be a continual broadcast*compliment.

And one must not forget to declarethe fundamental fact of his entire positionin Romper. It is irrefutable that in allaffairs outside of his business, in allmatters that occur eternally and commonlybetween man and man, this thieving* card-player was so generous, so just, so moral,that, in a contest*, he could have put toflight* the consciences of nine-tenths ofthe citizens of Romper.

And so it happened that he wasseated in this saloon with the twoprominent local merchants and the district-attorney*.

The Swede cont inued to dr inkraw* whisky, meanwhile babbl inga t t h e b a r k e e p e r a n d t r y i n g t oinduce him to indulge in potations*.“Come on. Have a drink. Come on.What—no? Well a little one then. Bygawd*, I’ve whipped a man to-night, andI want to celebrate. I whipped him good,too. Gentlemen,” the Swede cried to the

quila dignidad de hombres que bien podían sersombrereros, marcadores de billares o emplea-dos de la tienda de comestibles. Aparte de al-gún ocasional viajero desprevenido que llega-ba con el tren, este jugador se suponía que sólocazaba a irresponsables y seniles granjeros,quienes, cuando la cosecha había sido buena,venían en coche a la ciudad con todo el orgulloy confianza de una estupidez absolutamenteinvulnerable. Cuando alguna vez se enterabanpor los rumores de que un granjero de esoshabía sido desplumado, los hombres importan-tes de Romper se burlaban invariablemente condesprecio de la víctima, y si pensaban en elpredador, era con una especie de orgullo al sa-ber que no se atrevería a pensar en atacar lasabiduría y el coraje de ellos. Además, se de-cía que este jugador tenía una mujer y dos ni-ños de verdad en una hermosa casita de lasafueras, en la que llevaba una vida de familiaejemplar; y cuando cualquiera apenas sugeríaalguna discrepancia sobre aquel personaje, lamultitud rápidamente vociferaba descripcionesde su virtuoso círculo familiar. Entonces loshombres que llevaban ejemplares vidas fami-liares, y los hombres que no llevaban ejempla-res vidas familiares se callaban en piña, co-mentando que no había nada más que decir.

Sin embargo, cuando se le imponíauna restricción -como, por ejemplo, cuan-do una camarilla de miembros del nuevoclub Pollywog se negaba a dejarle apare-cer en las salas de la organización, ni si-quiera como espectador- el candor y ladulzura con los que aceptaba la senten-cia, desarmaba a muchos de sus enemi-gos y animaba aún más a sus amigos paradefenderle. Se destacaba invariablementede un ciudadano respetable de Romper contanta velocidad y franqueza que sus mo-dales parecían ser un continuo cumplidopúblico.

Y no se debe olvidar el hecho fundamen-tal de su posición en Romper. Es irrefutableque en todos las asuntos, salvo por su ocu-pación, en todas las cuestiones que suelenocurrir sin cesar entre hombres, este jugadorde cartas, este embustero jugador de cartasera tan generoso, tan justo, tan moral, que enuna competición hubiese puesto en fuga lasconciencias de nueve de entre cada diez ciu-dadanos de Romper.

Y se daba el caso de que estaba sen-tado en aquel saloon con los dos princi-pales comerciantes locales y con el fis-cal del distrito.

El sueco siguió bebiendo whiskypuro, mientras escupía palabras al encar-gado del bar y le intentaba persuadir deque compartiera la botella con él.

-Venga. Tómese una copa. Venga. ¿Cómo?,¿no? Bueno, tómese una copita entonces. PorDios, he vencido a un hombre esta noche, y ten-go ganas de celebrarlo. Le he dado una buenapaliza, además. Caballeros -gritó el sueco a los

nidad de hombres que bien podían ser som-brereros, marcadores de billares o empleadosde la tienda de comestibles. Aparte de algúnocasional viajero desprevenido que llegaba conel tren, este jugador se suponía que sólo cazabaa irresponsables y seniles granjeros, quienes,cuando la cosecha había sido buena, venían encoche a la ciudad con todo el orgullo y con-fianza de una estupidez absolutamente invul-nerable. Cuando alguna vez se enteraban porlos rumores de que un granjero de esos habíasido desplumado, los hombres importantes deRomper se burlaban invariablemente con des-precio de la víctima, y si pensaban en elpredador, era con una especie de orgullo al sa-ber que no se atrevería a pensar en atacar lasabiduría y el coraje de ellos. Además, se decíaque este jugador tenía una mujer y dos niñosde verdad en una hermosa casita de las afue-ras, en la que llevaba una vida de familia ejem-plar; y cuando cualquiera apenas sugería algu-na discrepancia sobre aquel personaje, la mul-titud rápidamente vociferaba descripciones desu virtuoso círculo familiar. Entonces los hom-bres que llevaban ejemplares vidas familiares,y los hombres que no llevaban ejemplares vi-das familiares se callaban en piña, comentan-do que no había nada más que decir.

Sin embargo, cuando se le imponíauna restricción -como, por ejemplo, cuan-do una camarilla de miembros del nuevoclub Pollywog se negaba a dejarle apare-cer en las salas de la organización, ni si-quiera como espectador- el candor y ladulzura con los que aceptaba la sentencia,desarmaba a muchos de sus enemigos yanimaba aún más a sus amigos para de-fenderle. Se destacaba invariablemente deun ciudadano respetable de Romper contanta velocidad y franqueza que sus mo-dales parecían ser un continuo cumplidopúblico.

Y no se debe olvidar el hecho fundamen-tal de su posición en Romper. Es irrefutableque en todos las asuntos, salvo por su ocupa-ción, en todas las cuestiones que suelen ocu-rrir sin cesar entre hombres, este jugador decartas, este embustero jugador de cartas eratan generoso, tan justo, tan moral, que en unacompetición hubiese puesto en fuga las con-ciencias de nueve de entre cada diez ciudada-nos de Romper.

Y se daba el caso de que estaba senta-do en aquel saloon con los dos principa-les comerciantes locales y con el fiscal deldistrito.

El sueco siguió bebiendo whiskypuro, mientras escupía palabras al encar-gado del bar y le intentaba persuadir deque compartiera la botella con él.

-Venga. Tómese una copa. Venga. ¿Cómo?,¿no? Bueno, tómese una copita entonces. Por Dios,he vencido a un hombre esta noche, y tengo ganasde celebrarlo. Le he dado una buena paliza, ade-más. Caballeros -gritó el sueco a los hombres de la

(sombrereros)

incautious, (desprevenido)

(irresponsables)

having plenty of money

spoilment, (desplume)

hatred

lupine predator

venture, (atrevería)

first-class / countryhouse / outskirts

went through, lived

(se callaban)(en piña)

clan, faction

supporter

publicly proclaimed

swindling, stealing

dispute /

(puesto enfuga)

lawyer

(puro) /(escupía)

drinkings, toastings

‘god’

Page 27: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

27

men at the table, “have a drink?”“Ssh!” said the barkeeper.The group at the table, although

furtively attentive, had been pretending tobe deep in talk, but now a man lifted hiseyes toward the Swede and said shortly*:“Thanks. We don’t want any more.”

At this reply the Swede ruffled* outhis chest like a rooster*. “Well,” heexploded, “it seems I can’t get anybody todrink with me in this town. Seems so,don’t it? Well!”

“Ssh!” said the barkeeper.

“Say,” snarled* the Swede, “don’tyou try to shut me up*. I won’t have it.I’m a gentleman, and I want people todrink with me. And I want ’em to drinkwith me now. Now—do you understand?”He rapped* the bar* with his knuckles*.

Years of experience had calloused*the bartender. He merely grew sulky*. “Ihear you,” he answered.

“Well,” cried the Swede, “listen hardthen. See those men over there? Well,they’re going to drink with me, and don’tyou forget it. Now you watch.

“Hi!” yelled* the barkeeper, “thiswon’t do!”

“Why won’t i t?” demanded theS w e d e . H e s t a l k e d * o v e r t o t h etable, and by chance laid* his handupon the shoulder of the gambler.“How about this?” he asked, wrathfully*.“I asked you to drink with me.”

The gambler simply twisted* hishead and spoke over his shoulder. “Myfriend, I don’t know you.”

“Oh, hell!” answered the Swede,“come and have a drink.”

“Now, my boy,” advised the gamblerkindly, “take your hand off my shoulderand go ’way and mind your own business.”He was a little slim* man, and it seemedstrange to hear him use this tone of heroicpatronage to the burly* Swede. The othermen at the table said nothing.

“What? You won’t drink with me, youlittle dude*! I’ll make you then! I’ll make you!”The Swede had grasped* the gamblerfrenziedly at the throat*, and wasdragging* him from his chair. The othermen sprang up. The barkeeper dashed*around the corner of his bar. There was agreat tumult, and then was seen a longblade* in the hand of the gambler. It shot*forward, and a human body, this citadel ofvirtue, wisdom, power, was pierced* aseasily as if it had been a melon. The Swede

hombres de la mesa-. ¿Quieren una copa?-¡Chist! -dijo el encargado.El grupo de la mesa, a pesar de estar discre-

tamente atento, había fingido estar charlando ani-madamente, pero ahora uno de los hombres le-vantó la vista hacia el sueco y dijo, brevemente:

-Gracias. Ya no queremos más.

Oyendo esta respuesta el sueco hinchó supecho como un gallo.

-Vaya -explotó-. Parece que no puedo en-contrar a nadie en esta ciudad que beba con-migo. Así parece, ¿verdad que sí? ¡Vaya!

-¡Chist! -dijo el encargado.

-Oiga -ladró el sueco- no intentehacerme callar. No lo permitiré. Soy uncaballero y quiero que la gente bebaconmigo. Y quiero que beban conmigoahora. Ahora, ¿está claro?

Golpeó la barra con los nudillos.

Años de experiencia habían endurecido alencargado-. Sólo se volvió más mohíno.

-Ya le oigo -contestó.

-Bueno -dijo el sueco-, entonces escúche-me bien. ¿Ve a aquellos hombres allí? Puesvan a beber conmigo, y no se le olvide. Ahoraobserve bien.

-Oiga -dijo el encargado-. ¡De esonada!

-¿Y por qué? -preguntó el sueco.C a m i n ó c o n r a p i d e z h a c i a l a

m e s a , y p o r c a s u a l i d a d p u s o s um a n o e n e l h o m b r o d e l j u g a d o r.

-Bueno, ¿qué les pasa? -preguntó iracun-do-. Les he invitado a beber conmigo.

El jugador sólo volvió su cabeza y hablópor encima de su hombro.

-Amigo, no le conozco.

-¡Diablos! -contestó el sueco-. Tómese untrago conmigo.

-Oiga, muchacho -le avisó amablementeel jugador-, quite su mano de mi hombro y vayaa ocuparse de sus propios asuntos. Era un hom-bre pequeño y delgado, y parecía extraño oírledirigirse al corpulento sueco con aquel tonoheroicamente paternalista. Los demás hombresde la mesa no decían nada.

-¿Cómo? ¿No quiere beber conmigo, mi pe-queño amigo? ¡Pues le haré beber! ¡Le haré beber!

El sueco cogió al jugador furiosamente porla pechera, y lo estaba arrancando de su silla.Los otros hombres se levantaron de un salto.El encargado dio rápidamente la vuelta a labarra. Hubo una gran conmoción y entoncesse pudo ver una larga navaja en la mano deljugador. Hubo un movimiento fugaz y un cuer-po humano, esa ciudadela de virtud, sabiduría,poder, fue agujereado tan fácilmente como sise hubiera tratado de un melón. El sueco se

mesa-. ¿Quieren una copa?-¡Chist! -dijo el encargado.El grupo de la mesa, a pesar de estar discreta-

mente atento, había fingido estar charlando ani-madamente, pero ahora uno de los hombres le-vantó la vista hacia el sueco y dijo, brevemente:

-Gracias. Ya no queremos más.

Oyendo esta respuesta el sueco hinchó supecho como un gallo.

-Vaya -explotó-. Parece que no puedo en-contrar a nadie en esta ciudad que beba conmi-go. Así parece, ¿verdad que sí? ¡Vaya!

-¡Chist! -dijo el encargado.

-Oiga -ladró el sueco- no intente ha-cerme callar. No lo permitiré. Soy uncaballero y quiero que la gente bebaconmigo. Y quiero que beban conmigoahora. Ahora, ¿está claro?

Golpeó la barra con los nudillos.

Años de experiencia habían endurecido alencargado-. Sólo se volvió más mohíno.

-Ya le oigo -contestó.

-Bueno -dijo el sueco-, entonces escúche-me bien. ¿Ve a aquellos hombres allí? Pues vana beber conmigo, y no se le olvide. Ahora ob-serve bien.

-Oiga -dijo el encargado-. ¡De esonada!

-¿Y por qué? -preguntó el sueco.C a m i n ó c o n r a p i d e z h a c i a l a

m e s a , y p o r c a s u a l i d a d p u s o s umano en el hombro del jugador.

-Bueno, ¿qué les pasa? -preguntó iracun-do-. Les he invitado a beber conmigo.

El jugador sólo volvió su cabeza y hablópor encima de su hombro.

-Amigo, no le conozco.

-¡Diablos! -contestó el sueco-. Tómese untrago conmigo.

-Oiga, muchacho -le avisó amablemente eljugador-, quite su mano de mi hombro y vaya aocuparse de sus propios asuntos. Era un hom-bre pequeño y delgado, y parecía extraño oírledirigirse al corpulento sueco con aquel tonoheroicamente paternalista. Los demás hombresde la mesa no decían nada.

-¿Cómo? ¿No quiere beber conmigo, mi peque-ño amigo? ¡Pues le haré beber! ¡Le haré beber!

El sueco cogió al jugador furiosamente porla pechera, y lo estaba arrancando de su silla.Los otros hombres se levantaron de un salto. Elencargado dio rápidamente la vuelta a la barra.Hubo una gran conmoción y entonces se pudover una larga navaja en la mano del jugador.Hubo un movimiento fugaz y un cuerpo huma-no, esa ciudadela de virtud, sabiduría, poder, fueagujereado tan fácilmente como si se hubieratratado de un melón. El sueco se desplomó con

directly, immediately

inflated / domestic

cock

uttered fiercely, (ladró)

/ (hacerme callar)

knocked / (barra) /(nudillos)

(endurecido) /

(disgustado, mohíno)

cried

walked quickly

put

furiously

turned, rotated

thin

robust

dandy

(agarró) /

(cuello) /

(arrastrándolo)

went hastily

knife(asestó)

/ (atravesaba)

Page 28: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

28

fell with a cry of supreme astonishment*.

The prominent merchants and thedistrict-attorney must have at once tum-bled out* of the place backward. Thebartender found himself hanging limply*to the arm of a chair* and gazing* intothe eyes of a murderer.

“Henry,” said the latter, as he wipedhis knife on one of the towels that hung*beneath the bar-rail, “you tell ’em whereto find me. I’ll be home, waiting for ’em.”Then he vanished. A moment afterwardthe barkeeper was in the street dinning*through the storm for help, and, moreover,companionship.

The corpse of the Swede, alone inthe saloon, had its eyes fixed upon adreadful* legend* that dwelt* a-top of thecash-machine. “This registers the amount*of your purchase*.”

IX

Months later, the cowboy wasfrying* pork over the stove of a little ranchnear the Dakota line, when there was aquick thud* of hoofs* outside, and, pres-ently, the Easterner entered with the lettersand the papers.

“Well,” said the Easterner at once,“the chap* that killed the Swede has gotthree years. Wasn’t much, was it?”

“He has? Three years?” The cowboypoised* his pan* of pork, while he rumi-nated* upon the news. “Three years. Thatain’t much.”

“No. It was a light sentence,” repliedthe Easterner as he unbuckled his spurs*.“Seems there was a good deal of sympathyfor him in Romper.”

“If the bartender had been anygood*,” observed the cowboythoughtfully, “he would have gone in andcracked* that there Dutchman on the headwith a bottle in the beginnin’ of it andstopped all this here murderin’.”

“Yes, a thousand things might havehappened,” said the Easterner tartly*.

The cowboy returned his pan of porkto the fire, but his philosophy continued.“It’s funny, ain’t it? If he hadn’t saidJohnnie was cheatin’ he’d be alive thisminute. He was an awful fool. Gameplayed for fun, too. Not for money. I

desplomó con un grito de absoluta sorpresa.

Los importantes comerciantes y el fis-cal del distrito debieron retroceder comopudieron para esfumarse. El encargadose encontró agarrándose débilmente albrazo de un sillón y mirando en losojos de un asesino.

—Henry -dijo éste último, mientras se-caba su navaja en una de las toallas suspen-didas bajo la barra, diles dónde pueden en-contrarme. Los estaré esperando en casa.

Y desapareció. Un momento más tarde,el encargado estaba en la calle pidiendo agritos auxilio y también compañía en mediode la tormenta.

El cadáver del sueco, solitario en elsaloon, tenía los ojos fijos dirigidos hacíauna terrible frase que coronaba la caja re-gistradora: «Aqui se registra el importe desu adquisición».

IX

Meses más tarde, el vaquero estaba frien-do cerdo sobre una estufa en un pequeño ran-cho cerca de la frontera con Dakota, cuandofuera se oyó el rápido golpear de cascos, y enseguida entró el tipo del Este con las cartas ylos papeles.

-Bueno -dijo en seguida el tipo del Este-.Al hombre que mató al sueco le han caído tresaños. No es mucho, ¿verdad?

-¿Ah, sí? ¿Tres años? -El vaque-ro dejó la sartén con el cerdo mien-tras rumiaba la noticia-. ¡Tres años!No es mucho.

-No. Ha sido una sentencia leve -repu-so el tipo del Este mientras se desabrocha-ba las espuelas-. Parece que en Romper atodos les caía bien.

- S i e l e n c a rg a d o h u b i e r a s i d olisto-observó el vaquero pensativo-,hubiera roto una botella sobre la ca-beza de aquél holandés desde buenpr inc ip io y hub ie ra de ten ido todaaquella violencia.

-Sí, mil cosas hubiesen podido suceder-añadió con acritud el tipo del Este.

El vaquero volvió a poner su sartén con elcerdo al fuego, pero siguió especulando.

-Es raro, ¿verdad? Si no hubiese di-cho que Johnnie hacía trampas estaríavivo en este momento. Era terriblementeestúpido. Y en un juego de diversión. Sin

un grito de absoluta sorpresa.

Los importantes comerciantes y el fis-cal del distrito debieron retroceder comopudieron para esfumarse. El encargadose encontró agarrándose débilmente albrazo de un sillón y mirando en losojos de un asesino.

—Henry -dijo éste último, mientras se-caba su navaja en una de las toallas suspen-didas bajo la barra, diles dónde pueden en-contrarme. Los estaré esperando en casa.

Y desapareció. Un momento más tarde,el encargado estaba en la calle pidiendo a gri-tos auxilio y también compañía en medio dela tormenta.

El cadáver del sueco, solitario en elsaloon, tenía los ojos fijos dirigidos hacíauna terrible frase que coronaba la caja re-gistradora: «Aqui se registra el importe desu adquisición».

IX

Meses más tarde, el vaquero estaba frien-do cerdo sobre una estufa en un pequeño ran-cho cerca de la frontera con Dakota, cuandofuera se oyó el rápido golpear de cascos, yen seguida entró el tipo del Este con las car-tas y los papeles.

-Bueno -dijo en seguida el tipo del Este-.Al hombre que mató al sueco le han caído tresaños. No es mucho, ¿verdad?

-¿Ah, sí? ¿Tres años? -El vaquerodejó la sartén con el cerdo mientrasrumiaba la noticia-. ¡Tres años! No esmucho.

-No. Ha sido una sentencia leve -repu-so el tipo del Este mientras se desabrocha-ba las espuelas-. Parece que en Romper atodos les caía bien.

-S i e l encargado hubiera s idolisto-observó el vaquero pensativo-,hubiera roto una botella sobre la ca-beza de aquél holandés desde buenprincipio y hubiera detenido todaaquella violencia.

-Sí, mil cosas hubiesen podido suceder -aña-dió con acritud el tipo del Este.

El vaquero volvió a poner su sartén con elcerdo al fuego, pero siguió especulando.

-Es raro, ¿verdad? Si no hubiese di-cho que Johnnie hacía trampas estaría vivoen este momento. Era terriblemente estú-pido. Y en un juego de diversión. Sin di-

(incredulidad)

(salido en desorden)

easily bent

(sillón) / looking fixedly

placed

(clamando)

terrible / phrasestood /

(importe) /

(adquisición)

cooking

sound / (cascos)

man, fellow

(levantó, retiró del fuego) / (sartén) /

pondered, thought

(desató las espuelas)

(espabilado)

(roto, estrellado)

cuttingly, sharply,caustically

Page 29: “The Blue Hotel” «El Hotel Azul» · «El Hotel Azul» de Stephen Crane tr. de Aurelio Martínez Benito, GG/CL,2002 I El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un azul

29

believe he was crazy.”“I feel sorry for that gambler,” said

the Easterner.

“Oh, so do I,” said the cowboy. “Hedon’t deserve none of it for killin’ who hedid.”

“The Swede might not have beenkilled if everything had been square*.”

“Might not have been killed?”exclaimed the cowboy. “Everythin’square*? Why, when he sa id thatJohnnie was cheatin’ and acted likesuch a jackass*? And then in thesaloon he fairly walked up to git*hurt?” With these arguments the cowboybrow-beat* the Easterner and reduced himto rage.

“You’ re a foo l !” c r i ed theEasterner viciously . “You’re a biggerjackass* than the Swede by a millionmajority. Now let me tell you onething. Let me tel l you something.Listen! Johnnie was cheating!”

“ ‘ J o h n n i e , ’ ” s a i d t h ec o w b o y b l a n k l y * . T h e r e w a s am i n u t e o f s i l e n c e , a n d t h e n h es a i d r o b u s t l y : “ W h y , n o . T h eg a m e w a s o n l y f o r f u n . ”

“Fun or not,” said the Easterner,“Johnnie was cheating. I saw him. Iknow it. I saw him. And I refused tostand up* and be a man. I let the Swedefight it out alone. And you—you weresimply puffing around* the place andwanting to fight. And then old Scullyhimself! We are all in it*! This poorgambler isn’t even a noun. He is kind ofan adverb. Every sin is the result of acollaboration. We, five* of us, havecollaborated in the murder of this Swede.Usually there are from a dozen to fortywomen really involved in every murder,but in this case it seems to be only fivemen—you, I, Johnnie, old Scully, andthat fool of an unfortunate gambler camemerely* as a culmination, the apex* of ahuman movement, and gets all the pun-ishment.”

T h e c o w b o y , i n j u r e d a n drebe l l ious , c r ied ou t b l ind ly in tot h i s f o g o f m y s t e r i o u s t h e o r y * :“Well , I d idn’ t do anythin’ , d id I?”

dinero. Yo creo que estaba loco.-Lo siento por aquel jugador -dijo el tipo

del Este.

-Bueno, yo también -dijo el vaque-ro-. No se merece nada de esto por matara quien mató.

-El sueco no hubiese muerto si todo hubiesesido legal.

- ¿No hub iese muer to? - exc lamóe l vaque ro - . ¿Todo l ega l ? ¡Pe ro , s id i j o q u e J o h n n i e h a c í a t r a m p a s ys e c o m p o r t ó c o m o u n n e c i o ! Ydespués , en e l s a loon , ¡pe ro s i cas ip i d i ó q u e l e h i c i e r a n d a ñ o !

Con todos esos argumentos, el va-quero amedrentó al tipo del Este hacién-dole enfurecer.

- ¡ E r e s u n c r e t i n o ! - g r i t ócon fiereza el tipo del Este-. Eres unnecio un millón de veces mayor que elsueco. Ahora déjame decirte algo. Voy adecirte algo. ¡Escucha! ¡Johnnie estabarealmente haciendo trampas!

-¿Johnnie? -dijo el vaquero lívido.Hubo un minuto de silencio y enton-

ces dijo con seguridad:-Pero no. Aquella partida era sólo

para divertirnos.

-Diversión o no --dijo el tipo delEste-, Johnnie hacía trampas. Le vi. Losé. Le vi. Y me negué a levantarme y serun hombre. Dejé que el sueco se pelearasolo. Y tú... tú no estabas más que jadean-do en aquel sitio con ganas de pelea.¡Hasta el mismo Scully! ¡Todos fuimoscómplices! Este pobre jugador ni siquie-ra es un nombre. Es una especie de ad-verbio. Cada pecado es el resultado deuna colaboración. Nosotros cinco hemoscolaborado en el asesinato de aquel sue-co. En general hay entre doce y cuarentamujeres implicadas en cada asesinato.Pero en este caso parece haber tan sólocinco hombres: Tú, yo, Johnnie, el viejoScully; y aquel tonto de jugador con malapata, sólo llegó como la culminación, elclímax de un movimiento humano, y a élse le castiga.

E l v a q u e r o , o f e n d i d o , s e r e b e -l a b a y g r i t a b a c i e g a m e n t e e n l ab r u m a d e e s t a m i s t e r i o s a t e o r í a :

-Bueno, yo no tengo la culpa de nada, ¿verdad?

nero. Yo creo que estaba loco.-Lo siento por aquel jugador -dijo el tipo

del Este.

-Bueno, yo también -dijo el vaquero-.No se merece nada de esto por matar aquien mató.

-El sueco no hubiese muerto si todo hubiesesido legal.

-¿No hubiese muerto? -exclamóel vaquero- . ¿Todo legal? ¡Pero, s idi jo que Johnnie hacía t rampas yse comportó como un necio! Y des-pués, en el saloon, ¡pero s i casi pi-dió que le hic ieran daño!

Con todos esos argumentos, el va-quero amedrentó al tipo del Este hacién-dole enfurecer.

-¡ E r e s u n c r e t i n o ! - g r i t ófieramente el tipo del Este-. Eres unnecio un millón de veces mayor que elsueco. Ahora déjame decirte algo. Voy adecirte algo. ¡Escucha! ¡Johnnie estabarealmente haciendo trampas!

-¿Johnnie? -dijo el vaquero lívido.Hubo un minuto de silencio y en-

tonces dijo con seguridad:-Pero no. Aquella partida era sólo

para divertirnos.

-Diversión o no --dijo el tipo delEste-, Johnnie hacía trampas. Le vi. Losé. Le vi. Y me negué a levantarme yser un hombre. Dejé que el sueco se pe-leara solo. Y tú... tú no estabas más quejadeando en aquel sitio con ganas de pe-lea. ¡Hasta el mismo Scully! ¡Todos fui-mos cómplices! Este pobre jugador ni si-quiera es un nombre. Es una especie deadverbio. Cada pecado es el resultadode una colaboración. Nosotros cinco he-mos colaborado en el asesinato de aquelsueco. En general hay entre doce y cua-renta mujeres implicadas en cada asesi-nato. Pero en este caso parece haber tansólo cinco hombres: Tú, yo, Johnnie, elviejo Scully; y aquel tonto de jugadorcon mala pata, sólo llegó como la cul-minación, el clímax de un movimientohumano, y a él se le castiga.

El vaquero , ofendido , se rebe-l a b a y g r i t a b a c i e g a m e n t e e n l abruma de es ta mis te r iosa teor ía :

-Bueno, yo no tengo la culpa de nada, ¿verdad?

right, properly done

(legal), clean

fool

‘get’ /

scared, (amedrentó)

idiot

astonished, livid, (enblanco)

face the situation

(jadeando)

(Todos somos culpables)

[symbol of pentagonalsymmetry for mem-bers of a tightening

type of society]

simply / summit

design, fate