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“DISCIPULADO Y NUEVA EVANGELIZACIÓN” REUNIÓN EQUIPOS BÍBLICOS QUITO BETANIA: 4/5 DE SEPTIEMBRE DE 2017

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“DISCIPULADO Y NUEVA

EVANGELIZACIÓN”

REUNIÓN

EQUIPOS

BÍBLICOS QUITO

BETANIA: 4/5 DE

SEPTIEMBRE DE

2017

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REUNIÓN EQUIPOS BÍBLICOS QUITO BETANIA: 4/5 DE SEPTIEMBRE DE 2017 “DISCIPULADO Y NUEVA EVANGELIZACIÓN”

El pontificado de San Juan Pablo II podría ser netamente descrito como una llamada incansable a reconocer el desafío de la Iglesia a ser fiel a su misión ofrecida por Dios a una sociedad completamente secularizada y a contestar a este desafío mediante una nueva evangelización. Esta nueva evangelización consiste en la enseñanza de la Fe a través de la predicación, la catequesis y todas las formas de educación católica; en celebrar la Fe en los Sacramentos, y en su extensión a través de la oración y la devoción; en vivir la Fe mediante la práctica de las virtudes, a hacer todo esto como si fuera la primera vez, o sea con el compromiso y la energía de los primeros discípulos y de los primeros misioneros de nuestro país. En la Exhortación Apostólica postsinodal “Christifideles Laici”, en relación a la “vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”, San Juan Pablo II, describió la situación contemporánea de la Iglesia en el mundo con estas palabras: “Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la

religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a

comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba

e incluso alguna vez son radicalmente transformados por el continuo

difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en

concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el

bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con

espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una

existencia vivida «como si no hubiera Dios». Ahora bien, el indiferentismo

religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los

problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y

desoladores que el ateísmo declarado” (N° 34). Para enfrentar esta

situación el Santo Pontífice observó que era necesario y “urge en todas

partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana” (N° 34).

El Papa se apresuró a añadir que el remedio estará disponible solo cuando

la Iglesia misma sea evangelizada de nuevo.

Según su pensamiento, es fundamental para la comprensión de la

secularización radical de nuestra cultura también la comprensión de

cuando la secularización entró en la vida misma de la Iglesia.

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Según las palabras de San Juan Pablo II, “la condición es rehacer el

entramado cristiano de las mismas comunidades eclesiales que viven en

estos países y en estas naciones” (N° 34).

El Romano Pontífice, entonces, llamó a los fieles laicos a cumplir sus

responsabilidad, o sea, en concreto, “les corresponde testificar cómo la fe

cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por

todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y

expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad” (N°

34). En forma específica clarificó que el cumplimiento de la

responsabilidad de los fieles laicos requiere que ellos sepan “superar en

ellos mismos la ruptura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su

vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida

que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en

plenitud” (N° 34).

Frente a los desafíos en vivir la Fe Católica en nuestro tiempo, el Santo

Papa Juan Pablo II recordó el mandato (encargo) urgente de Cristo,

confiado a los primeros discípulos y dado también a los misioneros a lo

largo de los siglos cristianos y a nosotros hoy en día.

El afirma en el N° 33: “En verdad, el imperativo de Jesús: «Id y predicad

el Evangelio» mantiene siempre vivo su valor, y está cargado de una

urgencia que no puede decaer. Sin embargo, la actual situación, no sólo

del mundo, sino también de tantas partes de la Iglesia, exige

absolutamente que la palabra de Cristo reciba una obediencia más rápida

y generosa. Cada discípulo es llamado en primera persona; ningún

discípulo puede escamotear su propia respuesta: « ¡Ay de mí si no

predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16).

La obediencia que es fundamental y esencial a la nueva evangelización, es

también una virtud adquirida con gran dificultad en una cultura que exalta

el individualismo y que duda de cualquier autoridad, excepto del propio

“yo”, sin embargo, es indispensable, para que el Evangelio sea enseñado y

vivido en nuestro tiempo! Tenemos que mirar al ejemplo de los primeros

discípulos, de los primeros misioneros de nuestros países, y de las

muchedumbre de los Santos y de los beatos que se ofrecieron

completamente al Señor, implorando ayuda y guía al Espíritu Santo para

purificarnos nosotros mismos de cualquier rebelión frente a la voluntad

divina y a esforzarnos en hacer la voluntad de Dios en todas las cosas!

Una síntesis extraordinaria de la enseñanza de Papa Juan Pablo II en

relación a la nueva evangelización se encuentra en la Carta Apostólica

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“Novo Millennio Ineunte”, al término del gran Jubileo del 2000: frente a la

grave situación del mundo actual, estamos, recordó el Pontífice, como los

primeros discípulos que, luego de haber escuchado la predica de San Pedro

el día de Pentecostés, preguntaron a Él y a los otros apóstoles: “Que

podemos hacer, hermanos?” (He 2,37).

Exactamente, como los primeros discípulos enfrentaron un mundo pagano,

que nunca escuchó el nombre de nuestro Señor Jesucristo, así también

nosotros enfrentamos una cultura que se olvida de Dios y contraria a su ley

inscrita en cada corazón humano!

Frente al gran desafío de nuestro tiempo, San Juan Pablo II nos advierte

que nosotros no nos salvaremos a nosotros mismos ni a nuestro mundo

descubriendo como una fórmula mágica o inventando un nuevo programa.

En términos muy claros, el declaró: “No, no una fórmula nos salvará, sino

una Persona y la seguridad que ella nos infunde: Yo estaré con ustedes!”.

Él nos ha recordado que el programa mediante el cual podemos enfrentar

eficazmente los grandes desafíos espirituales de nuestro tiempo es, al final,

Jesucristo vivo para nosotros en la Iglesia.

Él explicó: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El

programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la

Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que

conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar

con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es

un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque

tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una

comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el

tercer milenio” (N° 29).

Prácticamente, el programa que nos conduce a la libertad y a la felicidad es

para cada uno de nosotros la santidad según nuestro estado de vida. De

hecho, este Papa concebía todo el plan pastoral para la Iglesia en términos

de Santidad.

Él explica en esta forma: “En realidad, poner la programación pastoral

bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias.

Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera

entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la

inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una

vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad

superficial. Preguntar a un catecúmeno, « ¿quieres recibir el Bautismo? »,

significa al mismo tiempo preguntarle, « ¿quieres ser santo? » Significa

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ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: « Sed perfectos como es

perfecto vuestro Padre celestial » “ (Mt 5,48).

San Juan Pablo II continuaba relacionándose con el Concilio Ecuménico

Vaticano II, recordando que “este ideal de perfección no tiene que ser

equivocado como si implicase una especie de vida extraordinaria,

practicable solo por unos “genios” de la santidad”; el, más bien, nos

enseñó la naturaleza extraordinaria de la vida ordinaria en cuanto vivida en

Cristo, entonces, produce en nosotros la belleza de la santidad.

El declaró: “Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la

vocación de cada uno. Doy gracias al Señor que me ha concedido

beatificar y canonizar durante estos años a tantos cristianos y, entre ellos

a muchos laicos que se han santificado en las circunstancias más

ordinarias de la vida. Es el momento de proponer de nuevo a todos con

convicción este «alto grado» de la vida cristiana ordinaria. La vida entera

de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta

dirección” (N° 29).

Nuestros hermanos y hermanas, mirando en nosotros la conversión

cotidiana de la vida mediante la cual buscamos alcanzar la medida alta de

la santidad, la medida alta de la vida cristiana ordinaria, descubrirán el

gran misterio de su propia vida ordinaria, mediante la cual Dios infunde

sobre ellos su amor incesante e inconmensurable, llamándolos a la

santidad de vida en Cristo, su Hijo unigénito.

Claramente, “el rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana”

puede darse solamente mediante el rehacer “el entramado cristiano de las

mismas comunidades eclesiales, empezando con el individuo en su

familia, o sea en casa!”.

El ex Papa Benedicto XVI reflexionó mucho sobre la ruptura en la Iglesia

en su primera alocución navideña al Colegio de los Cardenales y a la Curia

Romana, en diciembre de 2005, en relación a los 40 años de la clausura del

Concilio Ecuménico Vaticano II.

El describió como un conflicto entre dos interpretaciones el Concilio: “la

hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura” y “la hermenéutica de

la reforma”.

Sin entrar en un análisis particular del trato del conflicto entre las dos

hermenéuticas, es suficiente indicar que la hermenéutica de la ruptura,

arriesga terminar y culminar en una ruptura entre la Iglesia antes del

Concilio y la Iglesia después del Concilio, así que justificar una

interpretación del Concilio no fundamentada sobre textos aprobados por

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los Padres Conciliares, sino sobre el que se llama “el verdadero espíritu del

Concilio” que se puede descubrir “en los impulsos hacia el nuevo que

están bajo o adentro de los textos”.

El fruto de la hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura, es descrita

por el ex Papa Benedicto XVI con estas palabras: “con esto, se entiende

mal desde la raíz, la naturaleza del Concilio como tal. En esta forma, él es

considerado como una especie de constituyente, que elimina una

constitución vieja y crea una nueva. Pero la constituyente necesita de un

mandante, luego de una confirmación por parte del mandante, o sea, del

pueblo al cual la constitución debe servir. Los Padres no tenían este

mandato y nadie se lo había entregado a ellos; nadie, de hecho, habría

podido ofrecerlo en cuanto la constitución esencial de la Iglesia viene

desde el Señor y nos es dada para que nosotros podamos alcanzar la vida

eterna y, partiendo desde esta perspectiva, estamos en la capacidad de

iluminar también la vida en el tiempo y el tiempo mismo!”.

Su análisis indica la necesidad de una nueva evangelización que se centra

en el don de la vida de Cristo ofrecido a nosotros, como individuos y como

comunidad, mediante el cual tenemos que vivir y servir a nuestro prójimo.

En los años sucesivos al Concilio Vaticano II, pero no a causa del

Concilio, la ruptura se manifestaba, por ejemplo, en la erosión de la

fidelidad matrimonial, entonces, de la vida familiar, en la negación de la

procreación como corona del amor conyugal; se manifestaba también en la

traición de la reforma litúrgica querida por el Concilio a causa de una

instrumentalización de la acción divina de la Sagrada Liturgia con el

objetivo de expresar una personalidad individual del sacerdote celebrante y

de la asamblea, hasta llevar adelante proyectos humanos totalmente

diferentes por la acción divina de la Sagrada Liturgia.

Ya desde junio de 1972, el Beato Pablo VI tuvo el presentimiento que algo

alieno, entró en el “Santuario de la Iglesia” y se entiende porque también

el Beato Pablo VI propuso la urgencia de la evangelización en la Iglesia y

en el mundo!

El ex Papa Benedicto XVI, en la alocución navideña al Colegio de los

Cardenales y a la Curia Romana en 2010, habló clara y fuertemente en

relación a la situación moral profundamente desordenada en la cual el

mundo hoy en día se encuentra y también en sus efectos devastantes

dentro de la Iglesia. Habló de los graves males de nuestro tiempo, por

ejemplo, el abuso sexual de los menores por parte del clero, el mercado de

la pornografía de menores, el turismo sexual y el abuso letal de las drogas.

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Entre los más graves males morales de nuestro tiempo hay, por ejemplo, la

plaga del aborto procurado; las prácticas abominables de la procreación

artificial y de la destrucción de la vida en el estadio embrional de

desarrollo; la así dicha “matanza misericordiosa” de los propios hermanos

que tienen máxima atención por parte nuestra, aquellos que son débiles o

para la edad avanzada o para la enfermedad grave o por otros handicap;

también la siempre más agresiva agenda de aquellos que quieren definir

continuamente el matrimonio y la vida familiar para incluir la unión

sexual innatural de dos personas del mismo sexo con toda la problemática

de la ideología del genero!

Estos actos son intrínsecamente malos; siempre y en cualquier lugar o

circunstancia son malos, o sea, no pueden ser justificados bajo ninguna

razón

Por lo que se refiere a los graves males que atacan al mundo de hoy, el ex

Papa Benedicto XVI declaró que son todos signos de la “dictatura de

mammona que pervierte al hombre” y resulta en ellos “un fatal entender

mal la libertad, en que exactamente la libertad del hombre es minada y al

final definitivamente anulada”. Son ciertamente todas manifestaciones del

modo de vivir, según las palabras de San Juan Pablo II, de “como si Dios

no existiera!”.

Son una manifestación del pecado en su raíz que es la soberbia, la soberbia

del hombre que no quiere reconocer que todo lo que es y todo lo que tiene

viene desde la mano de Dios que lo creó y lo redimió después del pecado

de los primogénitos. Son una manifestación de la locura de la búsqueda de

nuestra libertad lejos de la voluntad de Dios, haciéndose, en esta forma,

esclavos de las realidades creadas.

Esta locura se manifiesta, en forma especialmente dolorosa en las personas

que son tóxicodependientes, una situación en la cual se busca la libertad y

la felicidad en algunas realidades creadas y, no encontrándola, como es

natural que no se encuentre, por soberbia, en vez de regresar a la

obediencia de Dios, nos hacemos siempre más esclavos de la misma

creatura, por ejemplo, el alcohol, las drogas, la comida, el abuso de poder,

la promiscuidad sexual, la pornografía, hasta que nos destruimos!

Las palabras del ex Papa Benedicto XVI en su alocución navideña de 2010

son un eco de la gran preocupación pastoral en relación al profundo influjo

de la secularización dentro de la Iglesia misma, que el expresó también en

la homilía durante la Misa para la elección del Romano Pontífice,

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celebrada antes del Conclave durante el cual el mismo fue elegido para la

sede de San Pedro.

Afirmaba, en esta ocasión, que el pensamiento de muchos cristianos esta

agitado en nuestro tiempo, por distintas corrientes ideológicas, observando

que somos testigos del engaño de los hombres, de la astucia que empuja al

error, de los cuales, San Pablo escribió en su carta a los Efesios 4,14.

El subrayaba como, en nuestro tiempo, los que viven según una Fe clara,

según la profesión de Fe de la Iglesia, son acusados de extremistas,

mientras que el relativismo, o sea el dejarse llevar por todos lados por

cualquier viento de doctrina, es alabado.

Por lo que se refiere a la fuente de los graves males morales de nuestro

tiempo, el concluía: “se va constituyendo una dictadura del relativismo que

no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el

propio yo y las propias ganas”.

En la alocución navideña del 2010, reflexionando sobre los graves males

que nos están destruyendo a nosotros mismos, como individuos y como

sociedad, y que han generado una cultura marcada en forma predominante

por la violencia y la muerte, el ex Papa nos recordó que para oponernos,

con la ayuda de la gracia de Dios, a los graves males de nuestro tiempo,

tenemos que mirar más detenidamente sobre sus fundamentos ideológicos.

El identificó inequivocablemente la ideología que favoreció estos males: la

perversión del ethos, la perversión de nuestra moral, que entró también en

el pensamiento de unos cuantos teólogos católicos.

Se trata del relativismo penetrado en la teología moral y que creó una

confusión profunda y graves errores acerca de las más fundamentales

verdades de la ley moral. Empujó a una situación tal en la cual la

moralidad misma terminó de existir.

Entonces, para que el orden moral, que es la vía de nuestra libertad y

felicidad, sea restaurado, tenemos que enfrentar con claridad y firmeza el

error del relativismo moral que va permeando toda nuestra cultura y

también logró entrar en la Iglesia misma.

Para enfrentar la ideología, el ex Papa Benedicto XVI nos exhortó a

estudiar nuevamente la enseñanza de su predecesor, San Juan Pablo II, en

su Carta Encíclica “Veritatis Splendor” en relación a unas cuantas

cuestiones fundamentales de la doctrina moral de la Iglesia recordándonos

que debemos formar nuestras conciencias según la enseñanza moral de la

Iglesia, subrayando nuestra responsabilidad de hacer nuevamente

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comprensibles entre los hombres estos criterios como caminos de

verdadera humanidad.

En la Exhortación del Papa escuchamos nuevamente la llamada del Santo

Juan Pablo II a “rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana

empezando por rehacer el entramado cristiano de las mismas comunidades

Ecclesiales”.

En Jesucristo, Dios Hijo hecho hombre, el cielo llegó a la tierra para

dispersar la obscuridad del error y del pecado y para llenar las almas con la

luz de la verdad y de la bondad.

Si los cristianos viven en Cristo, en la unión de sus corazones con su

Sacratísimo corazón, cuando sus hermanos, perdidos en el mundo irreal

del relativismo moral, entonces, tentados por la desesperación, los

encuentran, descubrirán y encontrarán la esperanza que están buscando!

Viviendo en Jesucristo, viendo según la verdad que El solo nos enseña en

la Iglesia, los cristianos se hacen luz para dispersar la confusión y el error

que condujeron a los muchos y tantos males graves de nuestro tiempo, e

inspiran a una vida vivida según la verdad, entonces, según la libertad y la

felicidad.

Las palabras del Santo Padre clarifican el dinamismo de la vida del

Espíritu Santo en el alma, conduciendo al cristiano a dar testimonio del

misterio del amor de Dios en su vida y así, empujándolo a convertir la

suya más plenamente a Cristo y a transformar el mundo.

Nosotros los sacerdotes, configurados a la persona de Cristo, amo y pastor

del rebaño en cada lugar y en cada tiempo, entonces, verdaderos maestros

en la Fe, sacerdotes de la sagrada Liturgia y seguros gobernantes en la

Iglesia y también ustedes catequistas, estamos llamados en forma especial

a ayudar a todos, laicos, casados y célibes, consagrados y consagradas y

nuestros hermanos en el sacerdocio, a cumplir y a actuar la misión de la

nueva evangelización.

La responsabilidad a rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana

mediante el restablecimiento del entramado cristiano de las mismas

comunidades eclesiales, en forma particular, la nuestra.

La forma con la cual realizaremos esta grave responsabilidad es la

dedición a ver todo en la Iglesia según la hermenéutica de la reforma y

continuidad. En esta forma rehacemos el entramado cristiano de la misma

Iglesia que proveerá a rehacer el entramado cristiano de la sociedad

humana.

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Frente al gran desafío de ser pastores de las almas y catequistas que

educan a la vida cristiana en el mundo actual, confiamos a la intercesión de

María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y estrella de la nueva

evangelización.

Atrayendo nuestros corazones a su corazón inmaculado, la Beata Virgen

María nos conducirá a ofrecer nuestros corazones, como ella siempre lo

hizo, al Sagrado corazón de Jesús. En el Sagrado corazón de Jesús

encontraremos la purificación y la fuerza de enseñar, de celebrar y vivir

nuestra Fe católica como si fuera la primera vez, con el compromiso, el

entusiasmo y la energía de los primeros discípulos y de los primeros

misioneros de nuestros países.

Nuestro programa es Jesucristo que conocemos y amamos en su Sagrado

corazón.

DIEZ PALABRAS CLAVES E IMPORTANTES DE LA

EXPERIENCIA CRISTIANA EN LA NUEVA EVANGELIZACION

Me gustaría reflexionar sobre el sentido y la importancia de diez palabras

claves de la experiencia cristiana en esta tarea y misión de la nueva

evangelización, relacionadas con los acontecimientos fundamentales que

vivimos en cuanto creyentes en Cristo.

Son estas, palabras importantes, alrededor de las cuales se relacionan

muchas más, pero siendo estas comúnmente repetidas, hay el riesgo que

van perdiendo de valor.

Escogí estas palabras desde el Evangelio de Marcos y les presento un

orden según las cuales son relacionadas y tendrían que ser vividas:

1. Evangelio

2. Conversión

3. Fe

4. Bautismo

5. Perdón

6. Curación

7. Cruz

8. Dios

9. Hijo del hombre

10. Resurrección

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No he citado una palabra importantísima, sea para un cristiano, sea para

cada creyente: la Oración! Pero toda nuestra reflexión no tendría ningún

valor si no fuera acompañada por la oración.

Al final de cada reflexión podremos leer unos textos de aquella antigua

recolección de oraciones del pueblo Judío y Cristiano que son los Salmos.

Hagamos nuestra la oración para poder entender mejor estas realidades

fundamentales de la vida cristiana y que son utilísimas para la nueva

evangelización.

Salmo 119 (118)

1. EVANGELIO

Marcos 1,15: “El tiempo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando.

Conviértanse y crean en el Evangelio!”.

La primera palabra clave de la experiencia cristiana es “Evangelio”. Que

significa este término al cual Jesús nos pide de creer? Usualmente

entendemos el libro que contiene los cuatros evangelios o uno de los

Evangelios. Muchas veces, cuando queremos hacer un regalo, por una

primera comunión o una confirmación, se dice: regalaré los Evangelios!

Los cuatros Evangelios, son en realidad parte de un libro mucho más

amplio, que es la Biblia que comprende las Escrituras sagradas del pueblo

Judío y las Escrituras sagradas cristianas!

Sin embargo, hablando del Evangelio como palabra fundamental de la

experiencia cristiana, no aludo a los libros de los Evangelios, si no en

cuanto estos libros contiene el Evangelio!

Me refiero, mientras tanto a una operación primaria, de importancia

singular, desde la cual no podemos prescindir!

Antes de todo, el termino Evangelio deriva desde la palabra “Euangélion”,

que significa “buena noticia”, “gozoso anuncio”. La experiencia cristiana,

la religión cristiana es, antes que todo, la experiencia de un gozoso

anuncio, de una noticia buena!

Tal vez, cuando pensamos en el cristianismo, nos imaginamos una lista de

deberes, de castigos, de amenazas, de preceptos, de remordimientos! Es un

error!

La experiencia cristiana es fundamentalmente la experiencia de una noticia

buena, del todo inesperada, casi increíble en su capacidad de decirnos

cosas nuevas y de transformarnos. Es una experiencia de gozo grande!

Cual es esta noticia? Es difícil decirlo en pocas palabras. Tratándose de un

anuncio de Dios al hombre, comprende evidentemente toda la realidad

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humana! Podríamos expresarla en esta forma: Dios se acerca al hombre

para ofrecerle su amistad. Si tenemos el verdadero concepto de Dios, de la

distancia que existe entre Él y el hombre, nos parece increíble que Dios se

acerque a cada persona de este mundo ofreciendo su amistad. Sin

embargo, este es el sentido maravilloso del Evangelio.

Es la amistad ofrecida por Dios al hombre sin tener en cuenta los méritos

del hombre, de su bondad o su maldad. A Dios no solo le interesan las

personas buenas y honestas.

Más bien, el Evangelio significa exactamente lo contrario: Dios se interesa

de los que más están alejados, de los que son más amargados, de los que se

sienten abandonados, perdidos, tristes, desconfiados, privados de un

futuro. Dios ofrece su amistad en forma especial a aquellos que están más

alejados de Él y de ellos mismos, a aquellos que más sufren en su vida.

La experiencia fundamental del cristianismo no depende de algo que

hacemos nosotros, esforzándonos por ser buenos, por mejorarnos, por ir al

encuentro con Dios.

La experiencia fundamental es la iniciativa de Dios que nos salva. De

hecho, la Biblia dice: “Dios se acordó de nosotros!”: en todas las

situaciones dolorosas y conflictivas del hombre se abre una palabra de

esperanza, o sea, Dios nos ofrece su salvación!

Cual es, entonces, la actitud que tenemos que tener frente al Evangelio? Es

el reconocimiento (agradecimiento): Salmo 136 (135).

Las palabras de este Salmo, son palabras que el hombre pronuncia

agradeciendo a Dios por el don que nos hace al acordarse de nosotros y

acercarse a nosotros en nuestras debilidades y en nuestros sufrimientos!

2. CONVERSION

He buscado decir con palabras sencillas, que Evangelio significa y se

refiere a la iniciativa divina de salvación: Dios se nos acerca ofreciéndonos

su misericordia y su potencia. Ahora tenemos que añadir una surayadura

importante que sacamos de la palabra con la cual se abre el Evangelio

según Marcos: “Comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de

Dios!”.

El Evangelio, desde donde empieza toda nuestra reflexión es, entonces,

una buena noticia que se refiere a Jesucristo, que es contenida en su vida,

en su muerte y en su resurrección.

Este es el punto de partida del mensaje cristiano: si el Evangelio es una

buena noticia de Dios que se nos acerca, el Evangelio especificadamente

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cristiano es la buena noticia que Dios se nos acerca ofreciéndonos su

misericordia y su potencia en Jesucristo!

Naturalmente podríamos preguntarnos: que significa esto? Es una fórmula

que nos parece abstracta, repetitiva. Mientras tanto significa que Dios se

manifestó a nosotros, se manifiesta a nosotros hoy, en la vida, en la muerte

y en la resurrección de Jesús.

Como vivió Jesús, la forma en la cual murió y su resurrección, nos revelan

el interés de Dios por nosotros, nos muestran que Dios nos ama, hacen

presente a cada uno de nosotros la salvación de Dios.

Esta potencia del Evangelio, que es en la potencia de la resurrección de

Jesús, alcanza a cada hombre, a cada mujer de este mundo, logra alcanzar

a todos aquellos que se abren en este mismo instante a la salvación de

Dios, que se nos ofrece en Jesús. Y cuando nos abrimos a la salvación,

sucede en nosotros aquella experiencia de la cual habla el Evangelio de

Marcos: “Conviértanse y crean al Evangelio”: la experiencia de la

conversión!

La palabra “conversión” seguramente puede espantar a algunos, podrá

hacer pensar aquellos grandes cambios en la vida de los santos, que

producen efectos extraordinarios! En realidad es la experiencia que cada

uno es llamado a hacer en cuanto “conversión” significa sencillamente

“vuelta”, significa cambio de ruta. El Evangelio provoca, en quien lo

escucha, un cambio de mentalidad y de horizontes!

Desde donde empieza esta vuelta? El punto de partida lo encontramos

expresado en el Evangelio de Marcos 7,21-23, allá, en donde se ofrece una

lista de todas aquellas cosas malas que se encuentran en el corazón del

hombre: “Porque es del corazón de los hombres, de donde salen los malos

pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias,

perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia y necedad.

Todas estas maldades salen de su interior y manchan al hombre!”.

La conversión empieza desde una situación de vida cerrada en sí, de

existencia egoísta. Nos preocupamos solo de nosotros mismos y, en un

determinado momento, queriendo ponernos al centro de todo y más allá de

todo, llegamos a aplastar a los demás, aunque si con palabras proclamamos

la buena voluntad. Desde aquí empieza la conversión cristiana.

A donde nos lleva la conversión? Nos lleva hacia lo que podría ser

expresado con otra palabra de Jesús que podemos leer desde el Evangelio

de Lucas 6,27-29: “Pero a ustedes que me están escuchando les digo:

amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los

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que los maldicen, oren por los que los calumnian. Al que te hiera en una

mejilla, ofrécele también la otra; y a quien te quite el manto, no le niegues

la túnica!”.

Nos damos cuenta enseguida de la enorme distancia que hay entre los dos

polos, entre el punto de partida y el de llegada y, tal vez, nos preguntamos

si de verdad sería posible cumplir un camino tan largo y difícil!

Sin embargo, no es nuestro esfuerzo que vale, no es nuestro intento

heróico de cumplirlo, más bien es el mismo Evangelio, que cambia nuestro

corazón!

Cada uno de nosotros, entonces, es invitado a hacerse una pregunta: que

tengo que cambiar en mí mismo ahora? Y que puedo pedir a Dios que

vaya cambiando en mi corazón?

Nos ayuda, haciéndola nuestra, la oración del Salmo 32 (31) que

manifiesta el gozo de aquel cuyo corazón fue cambiado!

3. FE

Empezamos por un texto del Evangelio según Marcos, allá donde se

expresa la palabra inicial de la predicación de Jesús 1,15: “Jesús se fue a

Galilea proclamando la buena noticia de Dios y decía: el tiempo se ha

cumplido, el Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el

Evangelio!”.

De este versículo ya hemos reflexionado la palabra “Evangelio” y la

palabra “Conversión”.

Ahora nos paramos en la palabra “Creer”. Fe, de hecho, es otra palabra

clave de la experiencia cristiana y la hemos escuchado repetir muchas

veces.

Queriendo ser más precisos, podríamos traducir el término griego usado

por Marcos con la siguiente expresión: “apóyense en el Evangelio, confíen

en el Evangelio”.

La palabra “Fe”, en su larga historia, en el Antiguo Testamento, en la

Biblia, en la versión hebraíca de la escritura, representa la situación de

quien confía, de quien se apoya sobre una roca, de quien se siente firme en

cuanto se apoya a alguien mucho más fuerte que él.

Puede parecer fácil, pero, al final es difícil confiar verdaderamente en

alguien. Tal vez, la experiencia que tenemos en la vida, las situaciones

difíciles en las cuales nos encontramos, la violencia que nos rodea, hacen

siempre menos experimentar la capacidad del hombre en confiar en otras

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personas. Estamos más seguros de lo que nosotros personalmente

cumplimos que de lo que nos viene de los demás!

La actitud que aquí nos es propuesta como fundamental es la de confiar en

el Evangelio. De apoyarnos en la fuerza de Dios que se nos acerca

mediante el Evangelio.

El confiar tiene todas las dimensiones que ya hemos expresado hablando

del sentido de la palabra “Evangelio”: confiarnos, abandonarnos,

apoyarnos a la iniciativa de Dios que se nos acerca en la persona de Jesús,

vivente hoy, resucitado, en la Iglesia y en la historia.

Al centro de todos estas actitudes descritas, hay lo que queremos decir con

la palabra “Fe”, y el Concilio Vaticano II explicó más ampliamente que

con la Fe el hombre confía en Dios enteramente, se dona a Dios

totalmente, creyendo las verdades propuesta por la Iglesia y confiando en

la potencia de Dios.

La Fe es extremadamente importante para la vida cristiana, no podemos

considerarla casi como un instrumento para obtener algo. Algunas veces

decimos: fulano tiene mucha Fe, tiene más Fe que nosotros! O, tal vez,

dichosos ustedes que tienen Fe! En realidad, la Fe no es una capacidad

personal, no la construye el hombre: más bien, es la actitud sencilla de

aquellos que se abandonan con confianza a la Palabra de Dios.

No se nos pide cumplir acciones heróicas, de hacer cosas grandes; en la

reflexión de antes, hemos dicho que la conversión equivale a pasar de una

situación en la cual nos centramos en nuestro propio egoísmo a una

situación en la cual nos abrimos a la vida fraterna y al servicio de los

demás.

Todo esto no tiene su origen en el esfuerzo nuestro, sino en la acogida de

la salvación ofrecida por Dios, entonces en dar confianza a Dios, en abrir

con gusto nuestro corazón y el espíritu.

Que tenemos que hacer para tener esta Fe que muchos desearían tener?

Tenemos sobre todo y principalmente estar frente a las palabras de Dios.

Es la misma escucha de la Palabra evangélica que, con su potencia, abre

nuestro corazón a la Fe; es la Palabra de Dios que produce, en quienes la

escucha, la Fe.

Escuchar el Evangelio, escuchar el mensaje que nos viene desde la vida, la

muerte y la resurrección de Cristo, abre nuestro corazón a la actitud

maravillosa del confiar en Dios y nos hace capaces, gradualmente de

confiar más en el prójimo y de crear alrededor de uno mismo una

15

atmosfera de confianza recíproca que es muy importante para superar

muchas dificultades en la vida.

Termino esta reflexión con una bellísima oración que expresa la paz y la

serenidad de quien, escuchando la Palabra de Dios, entró en la experiencia

de la Fe con el bellísimo Salmo 23.

4. BAUTISMO

Las palabras claves de la experiencia cristiana, sobre las cuales estamos

reflexionando, constituyen un cierto itinerario. Se pasa desde una palabra a

otra como por experiencias sucesivas: hemos puesto, por ejemplo, como

primera palabra “Evangelio”, que es el anuncio de la salvación de Dios en

Cristo Jesús. En quien acepta este Evangelio, se da un cambio que

llamamos “Conversión”, una forma nueva de ver a la realidad, las

situaciones y las personas. Esta forma nueva es caracterizada por una

actitud fundamental: la “Fe”, el creer.

Evangelio, Conversión, Fe son, en esta forma tres palabras importantes de

la experiencia cristiana.

Estas palabras, sin embargo, miran a un momento preciso, datado en el

tiempo y colocado en el espacio: la experiencia del Bautismo.

Escuchando la palabra “Bautismo” pensamos instintivamente en una

experiencia hecha de niños, lejana; para muchos cristianos, el Bautismo,

concretamente, es algo que aconteció en la primera infancia.

Sin embargo, nos equivocaríamos si pensáramos en el bautismo como algo

infantil o solo como algo de la experiencia cristiana, hecho una vez para

siempre y en el cual nunca pensamos.

El bautismo, en realidad, es la experiencia fundamental del cristiano; es el

acto mediante el cual públicamente se es aceptado y acogido en la Iglesia

sometiéndose a la potencia de la palabra del Evangelio que lo transforma y

lo salva.

Todo lo que acontece después en nuestra vida de cristianos tiene su raíz en

el bautismo, se injerta, se conecta en este acontecimiento Frontal de

nuestra vida. Como todos sabemos, el Bautismo es un gesto sencillo, que

se cumple en un instante mediante la inmersión o la aspersión con el agua

y con las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del

Espíritu Santo”, sin embargo representa el momento en el cual cada uno de

nosotros ha puesto su propia vida a disposición del Evangelio, dejándose

moldear y salvar por esta potente palabra de Dios.

16

Cuáles son los efectos que obra el Bautismo?: en el Evangelio de Marcos

hay un acontecimiento que, aunque no tratando directamente del bautismo,

era, con mucha probabilidad usado en la Iglesia primitiva para explicar a

los catecúmenos el efecto de la transformación bautismal; el episodio se

encuentra en el capítulo 10 de Marcos. Jesús se está acercando a Jericó, un

ciego se sienta a lo largo del camino y, oyendo que está para llegar Jesús,

grita: “Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!”.

El evangelista cuenta que muchos reprenden al ciego para obligarlo a

quedarse callado, pero “el gritaba más fuerte: Hijo de David, ten piedad de

mí!”.

Entonces, Jesús se para, ordena de llamar al ciego y este, escuchando:

“fuerza, levántate, te llama!”, tira el manto, se pone de pie, y corre donde

Jesús. Jesús le dice: que quieres que haga por ti? Y el ciego: Rabbuní: que

yo vea nuevamente! A este punto Jesús dice: vete! Tu Fe te ha salvado! El

ciego adquiere nuevamente la vista y sigue a Jesús a lo largo del camino

hacia Jerusalén!”.

Subrayamos los momentos de este acontecimiento que nos ayudan a

entender los efectos del Bautismo cristiano.

En el ciego hay un cambio fundamental: desde la ceguera a la capacidad

de ver; es un cambio que le abrió una nueva posibilidad de vida, aquella

apertura que hemos llamado “Conversión”.

Este cambio se dio no tanto por su esfuerzo, a su voluntad de

mejoramiento, sino mediante su repetida e insistente invocación: “Jesús,

Hijo de Dios, ten piedad de mí!”.

Reconoció en el Señor al Mesías que lleva en sí mismo la potencia de Dios

que lo puede salvar; reconoció esta potencia frente a todos, públicamente,

cogió posición frente a las prevenciones y hostilidades de quien lo

rodeaba.

La potencia de Dios produjo en el está iluminación (y es así como la

Iglesia antigua llamaba el Bautismo!).

Mediante la gracia bautismal que se posesiona en nosotros que nos

abandonamos a la acción del Señor, es ofrecida a quien se bautiza una

capacidad nueva de ver las cosas y de ponerse en relación con la realidad

de alrededor.

Esta capacidad, ofrecida a cada uno de nosotros, se quedó latente hasta

ahora, es una potencia que tenemos dentro y no la hemos desarrollada.

Cada día podría ser el día bueno para retomar conciencia de la profundidad

de la transformación bautismal.

17

Es importante que cada uno de nosotros, no pensando en la experiencia

bautismal como pasada y sepultada, sepa que vive en El, hoy, en este

momento y está a la raíz de nuestras decisiones y de nuestro modo de

vivir!

Depende de nosotros si aceptamos hacer revivir la experiencia bautismal y

dejarnos renovar por la potencia del Señor que siempre esta a nuestra

disposición y siempre está listo para ayudarnos.

La transformación de la sociedad, necesaria y urgente, nace para nosotros

los cristianos desde la transformación bautismal.

Quiero terminar con una oración que expresa el agradecimiento de quien

experimentó en sí la potencia transformadora de Dios: Salmo 118).

5. RECONCILIACION

La palabra el Evangelio, acogida en nosotros mediante la Fe, nos lleva a la

conversión que se expresa plenamente en el Bautismo!

Este es el itinerario cristiano que hemos seguido hasta ahora. El Bautismo

nos introduce en la comunidad de los bautizados, en la Iglesia. El cristiano,

de hecho, no es un investigador aislado de Dios: somos miembros de una

comunidad y esta pertenencia nos da derechos, pero también nos impone

deberes! La iglesia, entonces, no es un conglomerado genérico de buena

voluntad: es una comunidad estructurada en la cual hay una autoridad

establecida por Jesús mismo, en la cual hay también funciones y servicios!

Tratándose de una realidad compleja en la cual hay inevitablemente

también el aspecto conflictual de la existencia humana, es importante que

la experiencia de la comunidad renueve continuamente la disponibilidad a

la reconciliación y al perdón.

Que significa en la experiencia cristiana el perdón? Podemos empezar por

el Evangelio de Marcos allá donde dice en 11,25: “Y cuando oren,

perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre del

cielo les perdone sus culpas”.

Escuchando estas palabras nos sentimos llamados a referirnos a la oración

del Padre nuestro, que Jesús nos enseñó, en la cual pedimos que sean

perdonados nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos

ofenden “Perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a

los que nos ofenden”.

La relación estrecha que se da, sea en el texto de Marcos, sea en el Padre

nuestro entre reconciliación con los hombres y reconciliación con Dios,

18

muestra cuan fundamental es este aspecto de la vida cristiana que hemos

llamado “reconciliación y perdón”.

Tal vez no pensamos mucho en esto en cuanto estamos acostumbrados a

los aspectos conflictivos de la existencia, de los cuales nace la detestable

violencia que nos rodea. Pensamos fácilmente que la conflictualidad se

pueda vencer con las mismas fuerzas y con los mismos medios con la cual

ella obra.

En realidad, en la comunidad cristiana el medio principal para sanar el

conflicto no es la represión, sino la reconciliación y el perdón.

Por lo que se refiere al bautismo, nos parecía que para muchos podría

aparecer una experiencia lejanas, casi infantil.

Ahora tenemos un modo muy concreto para averiguar en qué manera la

realidad bautismal esta viva en nosotros. Es suficiente preguntarnos: cuál

es nuestra disponibilidad a perdonar, a entender, a tener gestos de

reconciliación?

Esta posibilidad está abierta y posible en cualquier momento y lugar, en

cuanto, alrededor nuestro suceden continuamente hechos que buscan dañar

el entramado comunitario. Si a este hecho nosotros oponemos solo la

exigencia que las cosas sigan a nuestro modo y forma, que los demás

vayan aceptando los métodos que nosotros hemos establecido, significa

que todavía no estamos en el espíritu bautismal.

La fuerza del bautismo en nosotros es la fuerza que produce capacidad de

reconciliación. Una capacidad que no viene de nuestra fuerza en cuanto

nuestra capacidad tiene una raíz más profunda y es el perdón de Dios

mismo ofrecido a nosotros.

La experiencia del bautismo es, de hecho, la experiencia de la misericordia

de Dios que la palabra del Evangelio nos ha anunciado y que viene

acogida por nosotros. El hombre bautizado se siente perdonado,

reconciliado por Dios, entonces, consigo mismo y con las tenciones que lo

dividen.

Partiendo desde esta reconciliación se hace, entonces, más fácil ofrecer a

los demás la misma experiencia de perdón de la cual nosotros, fuimos

gratificados.

La experiencia de perdón por parte de Dios es continuamente ofrecida a

nosotros en la Iglesia, por la potencia de la muerte y resurrección del

Señor, y es un Sacramento: el Sacramento de la Reconciliación, llamado

también de la “Confesión”.

19

Escuchando este último nombre, nos recordamos inmediatamente las

confesiones de las cuales hemos tenido experiencia, y tal vez nos viene a la

mente una lista o cola minuciosa de los pecados, que a veces creó en

nosotros un sentido de incomodidad, hasta de alejamiento y rechazo de

esta misma practica sacramental.

En realidad, el decir los pecados en el Sacramento de la Reconciliación es

para someterlos al perdón de Dios, a la fuerza reconciliadora que actúa en

el sacramento de la Iglesia.

Se trata, de hecho, de una experiencia maravillosa y transformante, capaz

de hacer revivir en nosotros cada día el gozo de la experiencia bautismal.

Partiendo de esta experiencia del perdón de Dios hecha en el Sacramento

de la Reconciliación, nosotros podemos hacernos operadores de paz,

capaces de hacer surgir y renacer alrededor nuestro reconciliación y

ofrecer perdón.

No hay nada de que nuestra sociedad actual y moderna tenga más

necesidad que de la paz y de operadores de paz!

Vamos notando, luego, de que el perdón del cual estamos hablando no es

un sencillo perdón, casi como un cerrar los ojos sobre lo que hemos hecho,

que manifiesta solo una cierta fácil condescendencia al mal: es toda otra

cosa!

El perdón es el reconocimiento de la amplitud del mal y la transformación

del mediante una acción creativa positiva.

Es lo que Dios cumple en nosotros cuando nos perdona, y lo que nosotros,

transformados por el perdón de Dios, nos esforzamos en hacer con los

demás en la vida cotidiana, haciéndonos, en esta forma, operadores de

reconciliación y de paz alrededor nuestro!

6. CURACION

Desde el comienzo, podemos darnos cuenta que las palabras claves de la

experiencia cristiana, que hemos reflexionado hasta ahora, son todas

positivas, podríamos decir y llamarlas palabras de liberación. No hemos

considerado palabras negativas, que también son parte del vocabulario

actual, como, por ejemplo, “tristeza, angustia, desesperación, crisis”!

También cuando se refieren a las realidades negativas, las palabras claves

del cristianismo son positivas en cuanto las realidades negativas se asumen

y se transforman por la buena noticia del Evangelio. Jesús es el Redentor

del hombre, es aquel que viene a salvar lo que hay en el hombre.

20

Positiva es la palabra “Evangelio” que nos dice: animo, hay una vía de

salida!. La palabra “Conversión” que cambia en forma mejor nuestra

existencia humana; la palabra “Fe” que significa confiar, tener confianza y

crear confianza; positiva es la palabra “Bautismo” en cuanto inmersión en

la potencia misericordiosa de Dios; positiva es la “Reconciliación” que

destruye las enemistades!

Parece que esta palabra que ahora vamos a reflexionar no haga parte del

vocabulario cristiano! De hecho, el término “Curación” y los verbos que

indican el curar, se encuentra muchas veces en los Evangelios.

En el Evangelio de Marcos, leemos que Jesús sanó muchos enfermos, con

diversas enfermedades (1,34); que había “sanado a muchos” (3,10). Y

también allá, en donde Jesús no pudo cumplir ningún milagro en Nazareth

a causa de la falta de Fe de la gente, se añade en 6,5: “ no pudo hacer allí

ningún milagro; tan solo sanó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las

manos!”.

Al termino del Evangelio de Marcos se dice que los mismos discípulos de

Jesús: “impondrán las manos a los enfermos y estos se curaban!” (16,18).

Una palabra relacionada con “Curación” es “salud”, el estar bien. En el

Evangelio de Marcos, Jesús dice a la mujer que desde hace muchos años

sufría de pérdidas de sangre: “Hija, tu Fe te ha salvado. Vete en paz. Estas

liberada de tu mal!” (5,34).

Podemos anotar dos particularidades:

La primera: Jesús no cura como doctor; sus curaciones se nombran

como “Milagros”, o sea, actos de poder misericordiosos de Dios!

La segunda: Jesús cura en relación a la Fe: alaba la Fe de la mujer

que padecía de pérdidas de sangre, en relación a la Fe que encuentra

o que quiere suscitar concretamente en relación a aquellas actitudes

positivas que se relacionan a la salvación integral del hombre.

Podemos preguntarnos: de que cosa cura Jesús?

En un texto del Evangelio de Marcos se habla de un paralítico que no

podía ser presentado a Jesús a causa de la gran muchedumbre. Levantaron

el tejado de la casa donde estaba Jesús, y por el boquete que abrieron

descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. A este punto, el

Evangelista cuenta que Jesús “viendo la Fe que tenían, dijo al paralitico:

hijo, tus pecados te son perdonados!”; la gente comienza a protestar, a

murmurar preguntándose porqué Jesús puede perdonar los pecados, acción

que compete solo a Dios!

21

“Y Jesús, se dio cuenta inmediatamente de lo que estaban pensando y les

dijo: porqué están pensando eso en su interior? Que es más fácil? Decir al

paralítico: tus pecados te son perdonados o decirle: levántate, toma tu

camilla y camina? Pues ahora sabrán que el Hijo del Hombre tiene poder

en la tierra para perdonar los pecados. Entonces, se dirigió al paralitico y

le dijo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El paralítico se puso en

pie, tomó enseguida la camilla y salió a la vista de todos. De modo que

todos se quedaron maravillados y daban gloria a Dios diciendo: jamás

habíamos visto una cosa semejante!” (Marcos 2,8-12).

Que hizo Jesús? Jesús cura entrando en la profundidad de los males del

hombre. Ofrece una curación que va a lo profundo, que parte desde la raíz

de la deshumanidad y de todo lo que es capaz de desfigurar el rostro del

hombre. La curación exterior obrada por Jesús es, entonces, un signo de

aquella curación fundamental interior que el conlleva.

Este lenguaje, podría, sin embargo parecer abstracto, dejándonos con la

pregunta sin respuesta que nos hemos hecho al comienzo: de que cosa cura

Jesús?

Para poner este lenguaje mucho más concreto, pienso que cada uno de

nosotros, se pregunte: de que curación o de cuales curaciones tenemos

necesidad nosotros en nuestro profundo. Subrayo el plural “Necesitamos o

tenemos”, en cuanto es una necesidad que se refiere también a la sociedad.

Y son muchas las pestes que urgen la curación: la violencia, la

desesperación, la huída de la responsabilidad, el desaliento, la depresión,

la soledad, etc…. de todos estos males necesitamos ser curados en nuestro

profundo.

Jesús nos ofrece la curación ofreciéndose a sí mismo como amigo,

presencia, apoyo, Hijo de Dios resucitado que en cada momento ofrece al

hombre la potencia de Dios como potencia de salvación.

La curación ofrecida por Jesús es el efecto que el Señor resucitado produce

encontrándose con cada uno de nosotros en el Bautismo y en la

Reconciliación cristiana.

7. CRUZ

Escogemos una palabra que, a primera mirada puede suscitar una cierta

reacción de incomodidad y repulsión: la cruz! Cuando se habla del

mensaje cristiano no hay palabra como esta que es repetida muchas veces:

el signo de la cruz, de hecho, es uno de los primeros gestos que se enseña a

los niños.

22

Probablemente el término cruz nos pone instintivamente en una actitud de

defensa hasta el punto que se siente decir: el mensaje cristiano sería bonito

y bello si no existiría la cruz.

Clarificamos, entonces que cosa en realidad significa, relacionándonos

siempre desde unos textos del Evangelio según Marcos.

Los distintos ejemplos de la palabra “Cruz” y del verbo “Crucificar”, se

pueden dividir en tres secciones:

1. Hay textos en los cuales se describe como Jesús fue crucificado: en

el cap. 15, por ejemplo, la gente “gritaba: crucifícalo!.... y gritaron

todavía más fuerte: crucifícalo! Y Pilato soltó a Barrabás y entregó a

Jesús para que lo azotaran y, después, lo crucificaron!” (vv. 13-15).

Y también los soldados “después de burlarse de Él, le quitaron el

manto rojo, lo vistieron con sus ropas y lo sacaron para crucificarlo”

(v. 20). “Y, a un tal Simón, natural de Cirene, el padre de Alejandro

y Rufo, que al regresar del campo, pasaba por allí, lo obligaron a

llevar la Cruz de Jesús” (v 21). Después de la muerte de Jesús lo

insultaban diciendo “Sálvate a ti mismo, bajando de la cruz… que

baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos!” (vv 30-32):

estamos frente a la compleja descripción de la pasión de Jesús, de la

tortura de la cual muere!

2. Un segundo uso de la palabra “Cruz” la encontramos en el capítulo 8

de Marcos y se refiere más directamente a nosotros: “si alguno

quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con

su cruz y que me siga!” (v 34): es uno de los textos que mayormente

nos espantan cuando queremos tomar en serio el mensaje cristiano:

cargarnos de la cruz!

3. Al final encontramos un último texto al término del Evangelio según

Marcos, allá donde se cuenta la proclamación de la resurrección de

Jesús por parte del Ángel. El Ángel dice en 16,6: “no se asusten!

Buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado! Ha resucitado: no está

aquí!”: es un grito de victoria!

Hemos, en esta forma, dividido tres casos en los cuales se usa la palabra

“Cruz” o “Crucificado” en el Evangelio de Marcos. Una serie de textos en

donde se habla de lo que Jesús sufrió; un texto en el cual estamos

obligados a seguir la vía de la cruz atrás de Jesús y otro que afirma el

triunfo de la cruz. Se trata de tres elementos que entran, cada uno a su

modo, en la experiencia cristiana. En la medida que prevalece uno u otro

23

de estos tres elementos, nosotros concebimos distintamente el

cristianismo.

Buscamos clarificar todo esto:

Hay la Cruz que es nuestra Cruz, en relación al texto de Marcos 8,34:

“Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que

cargue a su cruz y que me siga!”: si se mira solo este aspecto del

cristianismo tenemos aquella forma de religiosidad que, tal vez en

forma un poco irónica, podríamos llamar el “cristianismo de los

suspiros”: la experiencia cristiana aparecería como un gran peso que

tenemos que llevar, un peso moral y ascético, una lista de deberes

que pesan mucho y que tenemos que llevar con paciencia, con

resignación pasiva y con lamento. Evidentemente si nosotros

ofrecemos a la palabra “Cruz” solo este sentido, nos quedamos con

miedo y con espanto!

Hay un segundo elemento muy importante: el del cristianismo

“liberante”: es la proclamación de que la muerte de Jesús en la Cruz

fue vencida por la vida. Es este el Evangelio fundamental de la Cruz,

es el Evangelio que hace pasar desde la desesperación a la esperanza.

Desde la soledad a la amistad, desde la tristeza al gozo, desde la

debilidad a la potencia del Espíritu de Dios en nosotros. Este es el

verdadero sentido de la Cruz: es la fuerza de Dios que se manifiesta

en Jesús crucificado y resucitado. Aquí tenemos un nuevo rostro de

la Cruz: manifiesta el cristianismo del don! Pero, porqué esta

esperanza de la Cruz? Esta potencia de la Cruz? Porqué Jesús en la

Cruz nos ha amado primero hasta la muerte y en El, Dios nos ha

amado, se acordó de nosotros, se reveló a nosotros como don!

Entonces, toda la existencia humana nos aparece como don del amor

de Dios, que nos compromete a vivir nuestra existencia ofreciéndola.

Desde un cristianismo de los suspiros, se pasa a un cristianismo

liberante, luego a un cristianismo de fuerza, de valentía, de vida, de

resurrección, de don!

Esta es la verdadera forma de entender la Cruz en el mensaje

cristiano y es en esta forma que la aclaman los cánticos del Nuevo

Testamento, como, por ejemplo, el de Apocalipsis 4,11 y 5,9-10.

8. DIOS

Buscaré decir algo en relación a la palabra “Dios”. Ciertamente es difícil

en cuanto Dios se comprende en la adoración, en la conversión, en el don

24

de sí mismos antes de las distintas explicaciones verbales. Desde todo lo

que hemos dicho, debería resultarnos claro que no somos nosotros los que

a entendemos a Dios, sino es Dios que, con la palabra del Evangelio, se

hace comprender de nosotros y se nos acerca.

Entonces, es El que nos habla primero a nosotros! De hecho, como

cristianos, podemos hablar de Dios solo en respuesta a sus palabras.

Como siempre empiezo por el Evangelio de Marcos en donde nos es

propuesta una iniciación al misterio de Dios particularmente apta para los

catecúmenos, o sea, para aquellos que en la Iglesia se preparaban al

Bautismo.

En las alusiones que se encuentran en este Evangelio al misterio de Dios,

nosotros encontramos estos aspectos específicos del misterio de la

divinidad que es útil proponer al catecúmeno para que pueda pasar desde

su religiosidad todavía pagana a una recta concepción de aquel Dios que se

revela en el Evangelio y en la persona de Jesucristo.

Empezamos por unos textos fundamentales:

Cap. 1, versículo 2: hay una palabra divina: “Mira: envió mi

mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino” y en el

versículo siguiente se dice: “Preparen el camino al Señor!”. Dios es

presentado como aquel que está para tomar, en relación al hombre,

de cada hombre y de toda la humanidad, una iniciativa misteriosa!

Dios es el que se nos acerca.

No podemos, en primer lugar, definir abstractamente a Dios, sino

buscar aceptarlo como aquel que está para tomar posesión de nuestra

vida, que se nos acerca con una misteriosa iniciativa de salvación.

Estas indicaciones encuentran una ulterior profundización en Marcos

1,14-15: “Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea

proclamando la buena noticia de Dios! Decía: el tiempo se ha

cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en

el Evangelio!”: entonces, el Dios que nos presenta y ofrece la

revelación cristiana, el Dios proclamado por parte de Jesucristo es el

Dios del Evangelio. Es el que nos lleva la buena noticia. El que entra

en nuestra vida con un mensaje impresionante, lleno de Leticia

(alegría, gozo), que nos viene a reordenar (ordenar nuevamente) las

cosas de nuestra vida y las del mundo! No es un Dios que nosotros

buscamos, sino que El busca a nosotros y del cual tenemos que

dejarnos agarrar.

25

Hay, en esta forma, una virada (un giro) de la mentalidad pagana. En

ella Dios estaba, en algunas formas, a disposición del hombre. Se

podía hacercelo propicio, pidiendo y obteniendo de Él lo que se

quería. Era un Dios que muchas veces el hombre tenía la tentación de

manipular. Y tenemos que darnos cuenta que esta mentalidad pagana

todavía no ha desaparecido el día de hoy, ni tampoco en nosotros,

siempre está latente en el profundo de nosotros mismos y se

manifiesta clamorosamente con preguntas y esperas que se dicen

religiosas y que todavía no son cristianas!

El hombre que acoge la revelación Bíblica sabe que se encuentra

frente a Dios en una situación de espera, de escucha, de reverencia y

de respeto. Es Dios que instaura el Reino: nosotros, tenemos, antes

de todo, dejar espacio a su iniciativa!

Esta actitud podría parecer pasiva, mientras que en realidad, es la

más grande riqueza del hombre. Solo en esta forma, de hecho, es

posible acoger la Revelación también de nosotros mismos, de

nuestras debilidades, de nuestras posibilidades. Dios se nos acerca

porqué nos ama, porqué nos quiere enriquecer de su plenitud. Es

importante hacerle espacio. Si renunciamos por un momento a

nuestras pretensiones, seremos enriquecidos doblemente por su

potencia. Sin embargo, para la obra maestra que Dios quiere hacer de

nosotros, no necesariamente sigue nuestras ideas o líneas de

pensamiento que tenemos en nuestra cabeza.

Encontramos esto en las dos últimas dramáticas exclamaciones del

Evangelio según Marcos, que son palabras de Jesús referidas al

Padre, y que manifiestan la profundidad del misterio de Dios en el

Evangelio.

Jesús dice en la inminencia de su Pasión en 14,36: “Abba, Padre!

Todo te es posible. Aparta de mí este cáliz de amargura! Pero, no se

haga lo que yo quiero, sino como quieras tú!”.y desde la Cruz:

“Dios mío, Dios mío! Porqué me has abandonado?” (15,34).

Que revelación de Dios está atrás de estas palabras? Es el Dios para

el cual todo es posible, el Dios que puede alejar el cáliz del dolor y

del sufrimiento, pero, en realidad, en el caso de Jesús, no lo hará. O

sea, el Dios, al cual tenemos que entregarnos totalmente, en el cual

estamos llamados a entregar totalmente nuestra vida porqué El, como

Padre nos guía por vías misteriosas, como guió a su Hijo Jesucristo.

26

Este Dios, para el cual todo es posible, que quiere nuestro bien, no

está obligado a hacer lo que nosotros esperamos de Él.

Puede parecer que exteriormente nos abandone, como abandonó a

Jesús sobre la Cruz. Pero, también en este abandono, las palabras:

“Dios mío! Dios mío!” son palabras de esperanza. Dios se mantuvo

pendiente de su Hijo, aunque en el aparente abandono de la muerte.

Esto nos da la certeza que Dios se preocupa y cuida de nosotros, sus

hijos! Cualquier cosa que nos suceda y en cualquier lugar nos

encontramos!

El Dios del Evangelio que toma la iniciativa de nuestra salvación, no

nos asegura de llevarnos adelante de suceso en suceso, de triunfo en

triunfo. Nos pide ponernos en sus manos así como Cristo entregó a

Él su vida.

En este abandono, lleno de confianza está nuestra salvación, nuestra

liberación de los miedos y de las angustias, la capacidad de superar

el egoísmo que nos esclaviza y de obrar el bien alrededor nuestro.

Leemos, a conclusión de lo que hemos dicho, las palabras del Salmo

de abandono y de la esperanza: es el Salmo 22, cuyo primer

versículo fue rezado por Jesús desde lo alto de la Cruz!

9. HIJO DEL HOMBRE

Tenemos que reflexionar sobre una palabra que no se encuentra muchas

veces en el vocabulario cristiano actual, pero aparece bastantes veces en

los Evangelios!

Se trata del término “Hijo del hombre”: con esta expresión me quiero

referir a Jesucristo, no solo para indicar que El, Hijo de Dios, se hizo

plenamente participe de nuestra naturaleza humana, sino también para

hacer unos cuantas alusiones misteriosas a la misión de Jesús, a lo que su

vida y muerte significan para cada uno de nosotros y para cada hombre.

Empezamos para poder profundizar el tema, desde unos versículos del

Cap. 8 del Marcos, versículos 31-33: “Entonces, Jesús empezó a

enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, sería rechazado

por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley: que

lo matarían y a los tres días resucitaría. Les hablaba con toda claridad.

Entonces, Pedro lo tomó aparte y se puso a reprenderlo. Pero Jesús

dirigiéndose a Pedro lo reprendió en presencia de sus discípulos,

diciéndole: colocate detrás de mí, Satanás! Porqué tu no piensas como

Dios, sino como los hombres!”.

27

Que significa pensar según los hombres y no según Dios? En cuanto se nos

hace difícil aceptar el misterio del “Hijo del Hombre”, así como se nos

propone en estas palabras de Jesús.

El evangelista Marcos nos hace notar que Jesús empieza en este momento

de su vida, luego de un tiempo bastante largo de actividad, a enseñar algo

nuevo. El pronuncia una palabra que nunca dijo antes, con la cual nos

permite clarificar un poco su misterio; habla del “Hijo del hombre”,

sirviéndose de una designación misteriosa del Mesías ya en uso en los

escritos religiosos de aquel tiempo.

La novedad de Jesús en el uso de este término consiste en el hecho que no

habla del Hijo del Hombre como se hacía tradicionalmente en aquel

tiempo, en un contexto de gloria, de triunfo del Mesías, sino en un

contexto de humillación y de rechazo. “El Hijo del Hombre tiene que

sufrir mucho y ser rechazado!”.

Tiene que ser rechazado por la gente de cultura, por aquellas categorías

sociales que contaban en aquel tiempo, por aquellos que tenían en sus

manos el poder. Son palabras extremamente duras para los discípulos,

como aparecen muy duras para cada uno de nosotros cuando nos ponemos

en serio frente a ellas!

Pero, porqué Jesús, el hombre justo, tiene que ser puesto bajo este destino?

Todo esto, no significa también que la justicia no es capaz de afirmarse?

El justo, entonces, está destinado a ser pisoteado y atropellado?

La profecía de Jesús en relación al destino que lo espera, suscita en los

discípulos que lo están escuchando un sentido de consternación, de

confusión, que se expresa en la intervención de Pedro.

Esta intervención corresponde a la reacción del hombre común, de cada

uno de nosotros: todo esto no puede ser, no tiene sentido, no funciona, no

podemos aceptar una cosa de este tipo!

Esta reacción manifiesta también nuestra incapacidad de entender el

misterio de Dios así como se manifiesta en la persona de Jesucristo. Hasta

cuando la revelación de Dios en Jesús había sido una revelación de suceso,

que se manifestaba en la curación de los enfermos, todos estaban de

acuerdo. Cuando Jesús se manifiesta, mientras tanto en un hombre justo

que tiene que enfrentar la muerte, la consternación nos invade.

Por qué? Los discípulos entienden que si algo similar sucedería a su

maestro, también el futuro de ellos no podría ser tranquilo!

Comprometerse por la justicia no es fácil, no garantiza un suceso

inmediato, especialmente si el compromiso para la justicia se hace con las

28

armas de Jesús, o sea con el amor, la reconciliación, el perdón, la

confianza en la persuasión, la disponibilidad. Pero, Jesús no acepta ser

corregido en este punto. No acepta que se tenga del Hijo del hombre una

imagen gloriosa o fácil, de un camino sin tropiezos. Si Dios se hace

disponible al hombre con un amor hasta el final, este “hasta el final” tiene

que ser saboreado en todas sus consecuencias!

Las consecuencias pueden ser precisamente las de ser rechazado, de no ser

acogido, de ser negado y matado.

Y es exactamente en la disponibilidad hasta este punto que Jesús

manifiesta en su realidad humana la disponibilidad de Dios para el

hombre, la decisión incondicionada que Dios ha hecho de amar al hombre

hasta el final!

Por esta motivación, la palabra “Hijo del Hombre” se nos hace muy

querida.

Con esta palabra se afirma que cada hombre está destinado a ser penetrado

por el soplo de vida que brota desde Cristo. Por esta motivación la Iglesia

tiene que volver su mirada hacia el hombre, hacia sus reales problemas,

hacia sus sufrimientos y esperanzas, caídas y conquistas.

La unión de Cristo con el hombre es, en sí misma, un misterio, desde

donde nace el hombre nuevo, llamado a participar a la vida en Dios,

creado nuevamente en Cristo a la plenitud de la gracia y de la verdad.

La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza. Es la

fuerza que transforma interiormente al hombre, cual principio de una vida

nueva que no desvanece y no pasa, sino que dura para la vida eterna.

Jesús, aceptando el misterio de su muerte, yendo hasta el final, nos

manifiesta el amor de Dios que es vida. La muerte no es la última palabra.

La última palabra es la Resurrección y la vida.

Los discípulos que no pueden entender la muerte de Jesús, no pueden

entender tampoco la potencia de su vida!

Y cada uno de nosotros, cuando nos defendemos de la imagen de la

humildad, de Dios en Jesús, cuando no la acepta concretamente en nuestra

propia vida, se está defendiendo de la oferta de vida que Dios está

haciendo.

Es necesario, entonces, abrir los ojos y captar, en la reflexión de Cristo que

se acerca a la muerte la manifestación del amor y de la vida que se nos

vienen donadas por la potencia de Dios!

Esta buena noticia, este Evangelio, pretende ser acogido no solo con la

mente , sino también con la alabanza con el corazón y con la oración.

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Es cuanto buscamos hacer leyendo unos cuantos versículos del Salmo 16

en el cual se expresa la confianza que el Señor es aquel que nos indica el

camino de la vida!

10. LA RESURRECCIÓN

En esta última palabra que reflexionamos, quiero comentar unas cuantas

de las últimas palabras del Evangelio de Marcos, que contiene el anuncio

de la Resurrección de Jesús.

Marcos cuenta como Jesús, luego de su muerte, fue sepultado en una

tumba escavada en la roca. A esta tumba van, pasado el día del sábado,

unas cuantas mujeres que quieren embalsamar el cuerpo de Jesús. Llegan

al sepulcro a la primera hora de la mañana, pero se dan cuenta, con

sorpresa que la gran piedra puesta a la entrada de la tumba, ya la habían

sacada. Entran y ven a un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica

blanca que les dice a ellas: “No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el

crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo

pusieron. Vayan, pues a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de

Galilea; allí lo verán, tal como les dijo” (16,6-7).

Nos preguntamos: como estas palabras del Ángel siguen todavía

proponiendo hoy en día el anuncio de la Pascua?:

Antes de todo, se nos dice: “No tengan miedo (asusten)”: una

expresión que resume cuanto hemos buscado explicar en las

precedentes reflexiones empezando por el concepto de Evangelio

entendido como buena noticia. Lo que Jesús nos trae con su vida,

muerte y resurrección es un gozoso anuncio por parte de Dios,

anuncio que nos invita a superar nuestros miedos y nuestras

angustias. No saca la causa inmediata de estos miedos, pero nos

permite superarlas con un gozo muy grande!

La causa de este gozo se expresa claramente en las palabras

siguientes: “Buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado:

no está aquí”. La muerte de Jesús, el aparente abandono del justo, la

derrota de la verdad sencillamente fue solo un episodio. La situación

definitiva es la de la vida, del triunfo de la verdad. No hay futuro

para la injusticia y la mentira o la falsedad. Solo la verdad, la justicia

y el amor pueden mirar adelante, sin el miedo de ser decepcionadas.

Y cada uno de nosotros está llamado a esta vida desde ahora y por

siempre si nos dejemos invadir por la justicia, por el amor, por la

verdad que están en Cristo Jesús. Los discípulos son invitados a

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buscar el resucitado en Galilea, en la tierra donde Jesús se manifestó

visiblemente, en la cual había mostrado la plenitud de su bondad, de

su disponibilidad a curar a todos. Los apóstoles encontrarán la

presencia viva de aquel Señor bueno que han conocido, vida de cada

día; es en la cotidianidad que el resucitado reconstituirá su

comunidad, como el pastor reúne el rebaño disperso y se manifestará

en la comunidad.

Esta comunidad continúa en los siglos; es la asamblea de aquellos

que creen en Jesús y El continúa misteriosa, pero realmente,

manifestándose en la predicación del Evangelio, en la Eucaristía, en

el Sacramento de la Reconciliación, en las palabras que se dicen en

nombre suyo, de los sucesores de los apóstoles. Las palabras: “Allí lo

verán”, se refieren también a nosotros que estamos llamados a

reconocer al resucitado en nuestra experiencia cotidiana.

Cuando esta presente Jesús en nuestra experiencia? Todas las veces

que estamos en consonancia y en continuidad con la experiencia

descrita por el Evangelio.

Entonces, Jesús vive en los Apóstoles, en la Iglesia primitiva y en

todos aquellos que participan de la Fe de los apóstoles que están

unidos a sus sucesores para hacer unidad con Jesús; vive en la vida

de la Iglesia, en su santidad manifiesta, evidente y escondida, en sus

sacramentos, vive en los hermanos que se perdonan recíprocamente

las faltas; vive en los actos maravillosos de bondad, muchas veces

escondidos, que se cumplen en el mundo y que constituyen el

verdadero entramado de la salvación.

La palabra del Evangelio que se nos anuncia en la Pascua, nos pide

abrir los ojos, de dejarnos iluminar por la Fe, de convertirnos a la

bondad de Dios hacia nosotros, de atrapar o aferrar en nuestra

existencia y alrededor de nosotros los muchos reflejos del amor y de

la bondad de Dios.

Nuestra visión del mundo puede ser distinta; las realidades negativas

no son destruidas ni tampoco pueden ser olvidadas, pero tenemos la

posibilidad de enfrentarlas con valentía y no con resignación o con

una desesperación interior.

Jesús resucitado nos da la posibilidad de enfrentar el mal. La

injusticia, el sufrimiento y la muerte con la seguridad que la fuerza

de Dios que hemos recibido y que el misterio del Reino nos se ha

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manifestado. Ningún abandono exterior puede debilitar nuestra Fe y

nuestra esperanza.

Jesús vive y viene (está) todavía en medio de nosotros: es esta la

gran, estupenda realidad proclamada por el Evangelio. La llegada de

Jesús no es solo un acontecimiento del pasado, sino una realidad

misteriosa del presente. Cada uno de nosotros está invitado a hacer

experiencia, a entender que la palabra última, también frente a la

muerte, es la vida y la resurrección.

Entonces, la última palabra del hombre, frente a una tal

manifestación de Dios, no puede ser sencillamente la aceptación, la

confianza o la Fe. Tiene que transformarse en una palabra de

alabanza y es por eso que muchos Salmos son cantos de alabanza y

de agradecimiento como el Salmo 135 y 136.

A estas palabras hacen eco las proclamaciones de alabanza del

Nuevo Testamento, entre las cuales un texto de la primera carta de

Pedro 1,3-5 con las cuales concluímos nuestra reflexión.