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Antología de Spoon River. Edgar Lee Masters. Versión: Mónica María del Valle Idárraga, 1996 Traduje este libro íntegramente entre 1995 y 1997. De esta traducción se han publicado ocho poemas en algunas revistas colombianas, pero lastimosamente el proceso de publicación empezó cuando ya existía una versión española-íbera completa, inexistente para cuando empecé la traducción. Este trabajo lleva inscrito el nombre de Jaime Alberto Vélez y el de Orfelina Idárraga. LA COLINA ¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley, El de débil voluntad, el de fuerte brazo, el payaso, el bebedor, el picapleitos? Todos, todos duermen en la colina. Uno se fue en una fiebre, Otro se quemó en una mina, Uno fue muerto en una riña, Otro murió en una cárcel, Y el otro cayó de un puente mientras trabajaba para niños y esposa — Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina. ¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith, La tierna, la ingenua, la bulliciosa, la orgullosa, la feliz? Todas, todas duermen en la colina. Una murió en vergonzoso parto, Otra de amor contrariado, Una a manos de un bruto en un burdel, Otra de orgullo quebrantado, buscando lo que el corazón deseaba, Y la otra, tras vivir lejos, en Londres y París Fue traída a su lugarcito por Ella y Kate y Mag — Todas, todas duermen, duermen, duermen en la colina. ¿Dónde están el tío Isaac y la tía Emily, Y el viejo pueblerino Kincaid y Sevigne Houghton, Y el alcalde Walker que conversaron Con los venerables hombres de la revolución?— Todos, todos duermen en la colina. Les llevaron hijos caídos en la guerra, E hijas destruidas por la vida, Y sus huérfanos, gimientes— Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina.

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Page 1: Antología de Spoon River.pdf

Antología de Spoon River. Edgar Lee Masters. Versión: Mónica María del Valle Idárraga, 1996 Traduje este libro íntegramente entre 1995 y 1997. De esta traducción se han publicado ocho poemas en algunas revistas colombianas, pero lastimosamente el proceso de publicación empezó cuando ya existía una versión española-íbera completa, inexistente para cuando empecé la traducción. Este trabajo lleva inscrito el nombre de Jaime Alberto Vélez y el de Orfelina Idárraga. LA COLINA ¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley, El de débil voluntad, el de fuerte brazo, el payaso, el bebedor, el picapleitos? Todos, todos duermen en la colina. Uno se fue en una fiebre, Otro se quemó en una mina, Uno fue muerto en una riña, Otro murió en una cárcel, Y el otro cayó de un puente mientras trabajaba para niños y esposa — Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina. ¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith, La tierna, la ingenua, la bulliciosa, la orgullosa, la feliz? Todas, todas duermen en la colina. Una murió en vergonzoso parto, Otra de amor contrariado, Una a manos de un bruto en un burdel, Otra de orgullo quebrantado, buscando lo que el corazón deseaba, Y la otra, tras vivir lejos, en Londres y París Fue traída a su lugarcito por Ella y Kate y Mag — Todas, todas duermen, duermen, duermen en la colina. ¿Dónde están el tío Isaac y la tía Emily, Y el viejo pueblerino Kincaid y Sevigne Houghton, Y el alcalde Walker que conversaron Con los venerables hombres de la revolución?— Todos, todos duermen en la colina. Les llevaron hijos caídos en la guerra, E hijas destruidas por la vida, Y sus huérfanos, gimientes— Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina.

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¿Dónde está el viejo Jones “el Violinista” Que tocó con pasión durante sus noventa años, Desafiando la nieve con el pecho desnudo, Bebiendo, alborotando, sin pensar en esposa o prole, Ni en el oro ni en el amor ni en el cielo? ¡Vedlo! Chochea sobre las fruslerías de hace tiempo, Sobre las carreras de caballos de hace tiempo en el Bosque de Clary, Sobre lo que Abe Lincoln dijo Una vez en Springfield.

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HOD PUTT Yazgo aquí junto a la sepultura del viejo Bill Piersol, Que se hizo rico comerciando con los indios, y que Luego cayó en bancarrota Y emergió de ella más rico que nunca. Yo, cansado de las duras faenas y la pobreza Y viendo cómo el viejo Bill y otros Prosperaban, Atraqué a un viajero una noche por los lados del Bosque de Proctor, Y mientras esto hacía lo maté sin querer, Por lo cual me juzgaron y me ahorcaron. Esa fue mi manera de caer en bancarrota. Ahora nosotros que caímos en bancarrota cada uno A nuestro modo Dormimos tranquilamente lado a lado.

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OLLIE MCGEE ¿Has visto caminar por el pueblo A un hombre cabizbajo y de rostro macilento? Ese es mi esposo, que con secreta e indecible crueldad Me despojó de mi juventud y de mi belleza; Hasta que por último, arrugada y con los dientes amarillentos, Y con el orgullo doblegado y con vergonzosa humildad, Descendí a la tumba. Pero ¿qué crees que le remuerde el corazón a mi esposo? ¡El rostro de la que era, el rostro que él me forjó! Esos lo están conduciendo al lugar donde yazgo. En muerte, pues, soy vengada.

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FLETCHER MCGEE Me quitó el vigor por minutos, Me quitó la vida por horas, Me absorbió como una luna febril Succiona el mundo en remolino vertiginoso. Los días pasaron como sombras, Los minutos rodaron como estrellas. Sacó de mi corazón la piedad Y la convirtió en sonrisas. Ella fue el trozo de arcilla de un escultor, Mis pensamientos secretos fueron dedos: Volaron tras su semblante pensativo Y le imprimieron surcos profundos de pena. Dibujaron los labios y curvaron las mejillas, Y agobiaron de dolor los ojos. Mi alma había entrado a la arcilla, Y luchaba como siete demonios. No era mía, no era suya; Ella la sostenía, pero los forcejeos de la arcilla Moldearon un rostro que yo temía mirar. Golpeé las ventanas, sacudí los cerrojos, Me escondí en un rincón — Y luego ella murió y se me apareció a menudo, Y me persiguió hasta matarme.

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ROBERT FULTON TANNER Si un hombre pudiera morder la mano gigante Que lo atrapa y lo destruye, Al igual que una rata me mordió Ese día en que enseñaba yo en mi ferretería La trampa que había patentado… Pero un hombre no puede vengarse jamás Del monstruoso ogro Vida. Entras al cuarto… eso es nacer, Y después debes vivir… agotar tu alma. ¡Ajá!, la carnada por la que suspiras está a la vista: Una mujer adinerada con la que deseas casarte, Prestigio, posición o poder en el mundo. Pero hay trabajo qué hacer y cosas qué vencer… Oh, claro que sí, los alambres que sujetan la carnada. Al fin lo logras… pero oyes pasos: Vida, el ogro, entra al cuarto, (Te estaba esperando y oyó repercutir el resorte) Para verte roer el pasmoso queso, Y clava en ti sus ojos encendidos, Y se enfurruña, y se carcajea, Y se burla y te maldice, A ti que te agitas en la trampa, Hasta que tu miseria lo aburre.

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CASSIUS HUEFFER Han cincelado sobre mi lápida las palabras: “Su vida fue apacible, y los elementos se combinaron en él De tal forma Que la naturaleza podría ponerse de pie y gritarle al mundo: Este fue un hombre.” Los que me conocieron sonríen Cuando leen esa vacua retórica. Mi epitafio debió haber sido: “La vida no fue apacible para él Y los elementos se combinaron en él De tal forma Que le hizo la guerra a la vida Haciendo lo cual fue muerto.” En vida combatí sin tregua las lenguas Calumniadoras, Ahora que estoy muerto ¡Debo rendirme a un epitafio Grabado por un tonto!

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SEREPTA MASON La flor de mi vida pudo haber florecido en todos lados Salvo por un viento áspero que marchitó mis pétalos Del lado que ustedes, los del pueblo, veían. Desde el polvo elevo una voz de protesta: ¡Mi lado florecido nunca lo vieron! Vosotros los vivos, vosotros, sois en verdad unos tontos Que no conocen las costumbres del viento Ni las fuerzas invisibles Que gobiernan los procesos de la vida.

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AMANDA BARKER Henry me embarazó A sabiendas de que yo no podría dar vida Sin perder la mía. En plena juventud, pues, traspasé los portones de la tierra. Viajero: en el pueblo se cree que mientras viví Henry me amó con amor de esposo, Pero desde el polvo proclamo Que me dio muerte para satisfacer su odio.

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CONSTANCE HATELY Tú, Spoon River, alabaste mi sacrificio De criar a Irene y a Mary, Huérfanas de mi hermana mayor. Y censuraste a Irene y a Mary Por desdeñarme. Pero no alabes mi sacrificio Ni censures su desdén: Las crié, las cuidé, ¡muy cierto!… Pero emponzoñé mis buenas obras Recordándoles constantemente su dependencia.

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CHASE HENRY En vida fui el borracho del pueblo; Una vez muerto, el cura me negó sepultura En campo santo. Lo cual redundó en mi fortuna. Pues los Protestantes compraron este lote, Y enterraron mi cuerpo aquí, Cerca a la tumba de Nicholas, el banquero, Y de su esposa Priscilla. Tomad nota, vosotras, almas pías y prudentes, De los reveses de la vida Que dan honor al muerto cuya vida fue deshonrosa.

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HARRY CAREY GOODHUE Nunca se sorprendieron, estúpidos de Spoon River, Cuando Chase Henry votó en contra de los bares Para vengarse de que lo hubieran expulsado. Pero ninguno de ustedes fue asaz perspicaz Para seguir mis pasos, o descubrirme Hermano espiritual de Chase. ¿Se acuerdan cuando combatí El banco y la Corte Por embolsillarse el interés del Fondo Público? ¿Y cuando combatí a nuestros ciudadanos líderes Por hacer de los pobres los caballos de tiro de los impuestos? ¿Y cuando combatí los trabajos del acueducto Porque robaban calles y elevaban las tarifas? ¿Y cuando combatí a los hombres de negocios Que me combatieron en estas luchas? ¿Entonces recuerdan: Que bamboleándome por el naufragio de la derrota, Y el naufragio de una carrera arruinada, Saqué de la manga mi último ideal, Hasta entonces oculto a todos los ojos, Como querida quijada de asno, Y golpeé con el Prohibicionismo el banco Y los trabajos del acueducto, y a los hombres de negocios. E hice que Spoon River pagara el precio De las luchas que yo había perdido?

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JUEZ SOMERS ¿Cómo es que yo, explíquenme, El más erudito de los abogados, Que recitaba a Blackstone y a Coke Casi de memoria, que pronunció los mejores discursos Nunca antes oídos en la Corte, y escribió Un tratadillo que mereció el elogio de Su Señoría Breese— Cómo es que yo, explíquenme, Yazgo aquí, sin señales, olvidado, Mientras que Chase Henry, el borracho del pueblo, Tiene un bloque de mármol coronado por una urna Donde Natura, irónica, Sembró una maleza que florece?

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KINSEY KEENE Su atención, Thomas Rhodes, presidente del banco; Coolbaugh Whedon, editor del Argos; Reverendo Peet, pastor de la iglesia principal; A. D. Blood, varias veces alcalde de Spoon River; Y finalmente, todos ustedes, miembros del Club de Pureza Social— Su atención a las palabras postreras de Cambronne Parte del heroico remanente De la guardia de Napoleón en el Monte San Juan En el campo de batalla de Waterloo, Cuando Maitland, el inglés, les gritó: “¡ Rendíos, valientes franceses!”— Allí, al cerrar el día, con la batalla perdida sin remedio, Y con hordas de hombres que ya no eran el ejército Del gran Napoleón Y se derramaban por el campo como jirones De nubes en la tormenta. Bueno, lo que Cambronne le dijo a Maitland Antes de que el fuego inglés serenara el ceño de la colina Contra la luz mortecina del día Se los digo a ustedes, a todos ustedes, Y a ti, oh, mundo. Y les exijo que lo inscriban Sobre mi lápida.

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BENJAMIN PANTIER Juntos en esta tumba yacen Benjamin Pantier, Abogado, Y Nig, su perro, constante compañero, solaz Y amigo. Uno a uno, amigos, niños, hombres, Y mujeres, Salieron de la vida Por el camino gris de allá abajo Hasta que me quedé solo Con Nig por consorte, compañero de cama, camarada de bebida. En la juventud conocí la aspiración y la gloria. Luego ella, la que me sobrevive, enredó mi alma Con una soga que me desangró hasta matarme, Hasta que yo, alguna vez de fuerte voluntad, terminé debilitado, indiferente, Viviendo con Nig en el cuarto trasero de una renegrida oficina. Bajo mi quijada se abriga La huesuda nariz de Nig... Nuestra historia se pierde en el silencio. ¡Adelante, loco mundo!

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SRA. DE PANTIER Sé que dijo que enredé su alma Con una soga que lo desangró hasta matarlo. Y todos los hombres lo quisieron, Y las más de las mujeres lo compadecieron. Pero suponga que usted es en verdad una dama, Y tiene gustos delicados, Y detesta el olor a whisky y a cebolla. Y que el ritmo de la “Oda” de Wordsworth Vuela en sus oídos Mientras que él va por ahí de la mañana a la noche Repitiendo pedazos de esa cosa vulgar: “¿Oh, por qué habría de enorgullecerse El espíritu de un mortal?” Y suponga, además, Que usted es una mujer bien dotada, Y que el único hombre con el que la ley y la moral Le permiten sostener relaciones maritales Es el mismo hombre que la asquea Cada vez que lo imagina... y que usted lo imagina Cada vez que lo ve. Por eso lo eché de la casa Y lo mandé a vivir con su perro en un cuarto renegrido De la parte trasera de su oficina.

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REUBEN PANTIER Bueno, Emily Sparks, tus oraciones no se desperdiciaron, Tu amor no fue todo vano. Debo todo lo que fui en la vida A tu esperanza que nunca me abandonaría, A tu amor que me consideraba aún tan bueno. Querida Emily Sparks, déjame contarte la historia. Pasaré por alto el efecto de lo de mi padre y mi madre; La hija de la sombrerera me afligió Y salté al mundo, Donde pasé por todos los peligros conocidos Del vino y las mujeres y el placer de la vida. Una noche, en un cuarto de la Rue de Rivoli, Mientras bebía vino con una cocotte de ojos negros, Las lágrimas encharcaron mis ojos. Ella creyó que eran lágrimas de amor y sonrió Al pensar que me había conquistado. Pero mi alma estaba a kilómetros de distancia, En los días en que eras mi maestra en Spoon River. Y sólo porque ya no podías amarme más, Ni rezar por mí ni escribirme cartas, En lugar de ti habló tu eterno silencio. Y la cocotte de ojos negros se tomó las lágrimas para sí, Al igual que los besos engañeros que le daba. De algún modo, desde ese instante, vi de otra manera— ¡Querida Emily Sparks!

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EMILY SPARKS Mi niño, mi niño, ¿dónde está?— ¿En qué lugar del mundo? ¿El niño que más amé de toda la escuela?— Yo, la profesora, la beata, la de corazón casto, La que hizo de todos ellos sus propios hijos. ¿Aprecié con justeza a mi niño Creyéndolo espíritu enardecido, Activo, pleno de aspiraciones? ¡Oh! niñito, niñito, por quien rogué y rogué Durante mis muchas horas de vigilia, ¿Recuerdas la carta que te escribí Sobre el dulce amor de Cristo? Y bien sea que lo hayas seguido o no, Mi niño, donde quiera que estés, Trabaja por el bien de tu alma; Que todo tu fango, toda tu escoria, Sucumba ante tu fuego, ¡Hasta que el fuego sea pura luz!… ¡Pura luz!

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TRAINOR, EL BOTICARIO Sólo el químico puede decirlo, y no siempre puede hacerlo, Qué resultará de combinar fluidos o sólidos. ¿Y quién puede decir Cómo reaccionarán hombres y mujeres Entre ellos, o qué hijos resultarán? Ahí están Benjamin Pantier y su esposa, Buenos en sí mismos, pero dañinos para con el otro: Él, oxígeno; ella, hidrógeno; Su hijo, un fuego devastador. Yo, Trainor, el boticario, mezclador de elementos, Muerto mientras hacía un experimento, Viví soltero.

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DAISY FRASER ¿Alguna vez se oyó que el editor Whedon Donara al tesoro público algo del dinero Que recibía por apoyar a candidatos al poder? ¿O por encomiar la fábrica de conservas Para que la gente invirtiera en ella? ¿O por ignorar los hechos relativos al banco Cuando estaba corrupto y al borde de la quiebra? ¿Alguna vez se oyó que el juez del circuito Ayudara a alguien distinto al ferrocarril O a los banqueros? ¿O acaso dio el Rev. Peet O el Rev. Sibley, Para los trabajos del acueducto, Una parte del salario que se ganaban Por quedarse quietos O por decir lo que los líderes querían que dijeran? Pero yo, Daisy Fraser, que siempre pasaba por las calles Entre hileras de cabeceos y de risitas, De tosecitas y de frases como: “Allá va”, Nunca fui llevada ante el juez Arnett Sin que contribuyera diez dólares y costes Al fondo para escuelas de Spoon River.

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BENJAMIN FRASER Sus espíritus palpitaban sobre mí Como las alas de un millar de mariposas. Cerraba mis ojos y aun así sabía cuándo las pestañas De sus párpados perezosos orlaban sus mejillas, Y cuándo volteaban sus cabezas; Y cuándo sus vestiduras se pegaban a ellos O caían en exquisitos pliegues. Sus espíritus contemplaban mi éxtasis Con amplios ojos de rutilante displicencia. Sus espíritus apreciaban mi tortura; La apuraban como si fuera el agua de la vida; Con las mejillas inflamadas, los ojos chispeantes La llama incipiente de mi alma tornaba áureos sus espíritus, Como las alas de una mariposa que flota de súbito a la luz. Y me pedían vida, vida, vida. Pero tomando vida para mí mismo, Asiendo y estrujando sus almas, Cual un niño que estruja uvas y bebe De su mano el zumo purpúreo, Llegué a este vacío áptero, Donde no se conoce Ni el rojo ni el dorado, ni el vino tinto Ni el ritmo de la vida.

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MINERVA JONES Soy Minerva, la poetisa del pueblo, Blanco de las mofas y rechiflas de los Yahoos En las calles Por la pesadez de mi cuerpo, mi bizquera Y mi caminado ondulante. Fui siseada como nunca cuando Weldy, “el Carnicero”, Me dio caza después de una brutal persecución. Me dejó a mi suerte donde el doctor Meyers; Y me sumergí en la muerte entumeciéndome desde los pies, Como alguien que se hunde en un arroyo helado. ¿Irá alguien al periódico del pueblo, Y reunirá en un libro los versos que escribí?... ¡Tuve tanta sed de amor! ¡Tuve tanta hambre de vida!