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461 J.UNTERMANN Universität Köhln ANTIGUO EUROPEO EN HISPANIA * ABSTRACT: This article critises recents theories proposed by Francisco Villar and Blanca Prósper about the existence in the Iberian Peninsula of an stratum of an old european tongue. In the author’s opinion really the segments compared are ambigous and there isn’t prooves of any indoeuropean language than ones attested historicaly. KEY WORDS: Iberic Peninsula, Prerroman Languages, alteuröpaisch, toponimy, indoeuropean, Hispania. RESUMEN: Este artículo critica recientes hipótesis de Francisco Villar y Blanca Prosper sobre la existencia en la Península Ibérica de un estrato de una lengua antiguoeuropea. En opinión del autor los segmentos comparados de hecho son ambiguos y no hay pruebas de otra lengua indoeuropea distinta de las atestiguadas históricamente. PALABRAS CLAVE: Península Ibérica, Lenguas Paleohispánicas, antoguoeuropeo, toponimia, Hispania. * El presente trabajo fue publicado como <“Alteuropäisch” in Hispanien> en E. Eggers, J. Becker, J. Udolph y D. Weber (eds.): Florilegium Linguisticum. Festschrift für Wolfgang P. Schmid zum 70. Geburtstag, 1999, págs. 509-518. Agradecemos al autor y a la editorial el permiso para reproducirlo en versión española. La traducción ha corrido a cargo de Santiago Pérez Orozco. Se hizo cargo de las diligencias para esta versión Luis Silgo Gauche.

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J.UNTERMANNUniversität Köhln

ANTIGUO EUROPEO EN HISPANIA*

ABSTRACT: This article critises recents theories proposed by Francisco Villar and Blanca Prósper about the existence in the Iberian Peninsula of an stratum of an old european tongue. In the author’s opinion really the segments compared are ambigous and there isn’t prooves of any indoeuropean language than ones attested historicaly.

KEY WORDS: Iberic Peninsula, Prerroman Languages, alteuröpaisch, toponimy, indoeuropean, Hispania.

RESUMEN: Este artículo critica recientes hipótesis de Francisco Villar y Blanca Prosper sobre la existencia en la Península Ibérica de un estrato de una lengua antiguoeuropea. En opinión del autor los segmentos comparados de hecho son ambiguos y no hay pruebas de otra lengua indoeuropea distinta de las atestiguadas históricamente.

PALABRAS CLAVE: Península Ibérica, Lenguas Paleohispánicas, antoguoeuropeo, toponimia, Hispania.

* El presente trabajo fue publicado como <“Alteuropäisch” in Hispanien> en E. Eggers, J. Becker, J. Udolph y D. Weber (eds.): Florilegium Linguisticum. Festschrift für Wolfgang P. Schmid zum 70. Geburtstag, 1999, págs. 509-518. Agradecemos al autor y a la editorial el permiso para reproducirlo en versión española. La traducción ha corrido a cargo de Santiago Pérez Orozco. Se hizo cargo de las diligencias para esta versión Luis Silgo Gauche.

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IINVESTIGACIONES SOBRE EL ANTIGUO EUROPEO

En los últimos años los lingüistas españoles Francisco Villar y Blanca Prósper han iniciado un nuevo y muy intensivo examen de los topónimos en la Península Ibérica y, a través de ello, han resucitado el concepto dado por muerto desde hace tiempo de “antiguo europeo”: motivo suficiente, para ocuparse de qué relación hay entre lo que estos investigadores denominan así y lo que hace casi una generación (1) condujo a la puesta en marcha a las ideas asociadas a este término.

Hans Krahe forjó a lo largo de décadas de trabajo la imagen de una lengua indoeuropea denominable como “antiguo europeo”, que era más reciente que la protolengua y más antigua que las lenguas indoeuropeas atestiguadas más tarde en Europa, lenguas indoeuropeas que se forma-ron sin duda en el mismo espacio, pero que no derivan directamente de esta lengua antiguoeuropea. Testigos de excepción de este modelo eran, como es sabido, hidrónimos, que parecían indoeuropeos, pero no deri-vables del estrato lingüístico correspondiente a las lenguas posteriores, y que, por ello, se habían transmitido desde otro estrato, lógicamente anterior. Estos “hidrónimos antiguoeuropeos” se dejan entender como un léxico cerrado, estructurado en sí mismo, cuyo significado y valor fue revelado globalmente por vez primera por Hans Krahe y admitido a partir de este momento.

Hubo después dos consideraciones, que dieron motivo para repensar y revisar este modelo. La primera y más importante debemos agra-decerla a Wolfgang P. Schmid, alumno de Hans Krahe (2) y propia-mente el heredero de la investigación hidronímica de Krahe (3). En su conferencia del año 1968 “Antiguo europeo e indoeuropeo” (4) llega al resultado de que no hay una base suficiente para separar el léxico usado en la hidronimia antiguoeuropea de la que se puede atribuir de manera segura al protoindoeuropeo –en otras palabras, en la hidro-nímia antiguoeuropea aparece en superficie el uso de un subléxico de la lengua protoindoeuropea, que se había desarrollado en esta para la designación de los ríos, y que después fue reutilizado y reformado en mayor o menor medida por los hablantes de las lenguas individuales que se formaron más tarde.

Para el segundo punto de partida crítico hay varios defensores –puede bastar, como representantes de todos ellos, nombrar dos.

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A nton Scherer lanzó la cuestión en los años sesenta (5) de si se puede demostrar, pues, que todos los sufijos y todas las raíces que habían sido incluidos en el sistema de Krahe de la hidronímia antiguoeuropea son también efectivamente de origen indoeuropeo. Planteó la cuestión de si no muchos, tal vez un elevado número de estos elementos onomásticos podrían ser con igual o incluso con mayor probabilidad preindoeuropeos y, así pues, podrían ser adscritos a una o varias lenguas del substrato en el ámbito de la Indogermania posterior.

Después, Romano Lazzeroni, pocos años más tarde, demostró con argumentos muy dignos de consideración (6), que todos los componen-tes, especialmente las raíces, pero también los sufijos de los hidrónimos antiguoeuropeos también son identificables en el ámbito mediterráneo preindoeuropeo, donde –a menudo ya desde hace décadas, son regis-trados como componentes de un grupo lingüistico “mediterráneo” au-tóctono. Lazzeroni lo demuestra para los elementos ara-, alis-, alb(h)-, kar- , pal-, nava-, sala- y hace creíble que una tal comprobación tam-bién fuera posible en el caso de todas las otras raíces de hidrónimos antiguoeuropeos. Incluso si no se quiere estar de acuerdo con él en que ninguno de los nombres formados con estos componentes es de origen indoeuropeo, sin embargo, debemos aceptar sin restricción que hay que contar con una muy amplia homofonía de componentes onomásticos mediterráneos y antiguoeuropeos.

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IIANTIGUO EUROPEO O MEDITERRÁNEO

Esto significa entonces que estas raíces por sí mismas no permiten llegar a ninguna decisión sobre si tratamos con un nombre indoeuro-peo o no indoeuropeo. En la búsqueda de otros criterios se nos ofrecen en primer lugar los sufijos. Pero también estos se presentan en un elevado porcentaje en ambos dominios lingüísticos, a saber, los más característicos de ellos, que contienen la secuencia -nt-, son tratados de la misma manera como típicamente indoeuropeos o como típicamente mediterráneos – no obstante desgraciadamente la secuencia -a-nt-ia- parece ser más frecuente en el dominio indoeuropeo que fuera de él. Fundamentalmente debemos acordar en todo caso que no hay ningún indicio lingüistico infalible que nos permita distinguir inequívocamente un hidrónimo antiguoeuropeo de uno mediterráneo.

Lo que resta es el criterio de extensión geográfica. Ahora bien, sería una evidente petitio principii afirmar que los ahora elementos onomás-ticos antiguoeuropeo-mediterráneos de una manera sin esperanza e irremisiblemente mezclados entre si testimonian un sustrato medite-rráneo en un dominio lingüístico posteriormente indoeuropeo o deben adscribirse a un sustrato indoeuropeo en una parte no indoeuropea de la antigua Europa. Por ello es hasta el presente hasta que se demuestre lo contrario una exigencia de la razón partir de que allí donde podemos demostrar la existencia lenguas no indoeuropeas por medio de otras fuentes que los topónimos (por ejemplo, en Etruria o en Aquitania), los topónimos concernidos se pueden adscribir al léxico no indoeuropeo, mientras que allí donde se han hablado lenguas indoeuropeas por otra parte demostrablemente, podrían buscarse etimologías indoeuropeas. Dicho de otra manera: a causa de la muy amplia homofonía de los componentes onomásticos, especialmente en el caso de los hidrónimos, son estos insuficientes para pronunciarse autónomamente sobre la prehistoria lingüistica de los respectivos territorios; su clasificación depende más bien de indicios para la pertenencia lingüística de su entorno geográfico, que obtenemos de otras fuentes, la mayoría cono-cidas desde hace tiempo –inscripciones, topónimos con características inequívocas, testimonios de autores antiguos, continuidad hasta los tiempos medievales o modernos.

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IIIPROBLEMAS DEL ANTIGUO EUROPEO

EN HISPANIA

El éxito de las investigaciones españolas de los últimos años men-cionadas al principio no es puesta en cuestión por tales reflexiones en absoluto. Sin embargo, resultan algunos problemas de definición, nomenclatura y de la ordenación histórica que, en mi opinión, no son suficientemente tenidos en cuenta.

F. Villar y B. Prósper, en la medida en que me es conocido, han dis-cutido en parte con gran detalle, los elementos ab-, al-, albh-, ăp-, āp-, arg-, kat-, mar-, nav-, pal-, sar-, tal-, tam-, tar-, ter-, tur-, y war (7), todos ellos, como se ve, pertenecientes al pool homófono de las raíces nominales reclamables igualmente como mediterráneas que como in-doeuropeas. Los testimonios que son aportados se hallan en el conjunto de la Península, tanto en el norte y el oeste indoeuropeo como en el este y el sur ibérico.

Ahora bien, si se corresponde a la realidad histórica que todos estos elementos en la Península Ibérica se pueden asignar a una lengua indoeuropea o a un estrato lingüistico, entonces debe seguirse que en el territorio que en tiempos históricos fue ocupado por los hablantes de la no indoeuropea lengua ibérica, se asentó una población de ha-bla indoeuropea en una época precendente. A la vista de los modelos usuales sobre el origen y expansión de poblaciones que hablan len-guas indoeuropeas, debe entonces deducirse cuándo y por qué camino una tal población llegó a la zona mediterránea de Hispania, y cuándo y en qué circunstancias se le sobrepuso una población que hablaba ibérico, que es la que encontramos en esta franja de tierra en tiempos históricos (8). Independientemente de cómo puedan responderse estas preguntas, se podría llamar a la lengua de los portadores preibéricos de lenguas indoeuropeas “antiguoeuropeo” –una bien testimoniada designación étnica para un estrato postulado de esta manera no está de todos modos disponible– sin embargo, una relación con otras partes de la Indogermania no se puede establecer fácilmente, puesto que allí, como W.P. Schmid ha mostrado, la onomástica “antiguoeuropea” no es el testimonio de una determinada comunidad autónoma de hablantes, sino un subléxico de origen indoeuropeo disponible para las lenguas individuales en cada caso, que pudo ser aplicada a la designación de las masas de agua.

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Otros problemas se plantean allí donde se hablaron lenguas indoeu-ropeas en Hispania en tiempos históricos –en todo el Oeste, Norte y en el interior hasta el Ebro y la cordillera mediterránea, lo que se llama habi-tualmente la “Hispania indoeuropea” (9). Si se examina la ya actualmente existente cartografía de los topónimos e hidronímos que se suelen designar como “ antiguoeuropeos”, llama la atención que la Hispania indoeuropea muestra más ejemplos que el resto de la Península, así en el caso de al-, awe-, sal- y war-, cuya extensión Tovar mostró en primer lugar (10).

Especialmente interesante es que los nombres con la secuencia sufijal -antia y formas derivadas están casi totalmente restringidas al valle del Duero (11). Fueron, como ya se ha mencionado, recopilados prime-ramente por A. Tovar y después exhausivamente por Javier de Hoz, y en ambos casos relacionados con otros nombres que se dejan incluir en el repertorio morfológico de hidrónimos elaborado por Krahe. Es digno de remarcarse en los testimonios de Hispania que se encuentran junto a los hidrónimos de este tipo casi otros tantos topónimos. En contra de la opinión habitual, tengo por precipitado equiparar simplemente estos últimos a los nombres de los ríos junto a los cuales se hallan las correspondientes ciudades.

Ello es especialmente claro en el caso de la ciudad celtibérica de Pallantia: así se llamó en principio una importante y fuertemente for-tificada ciudad fundada en época preromana junto al río Arlanza (sin duda un antiguo *Arlantia). Inmediatamente despúes de su destrucción por los romanos en el siglo II a.C., se fundó 35 km. al oeste en la lla-nura del curso inferior del río Carrión una nueva ciudad bajo dominio romano, que tomó el nombre de la antigua (12) y no el del río junto al cual se halla (13). Ambos nombres permanecen por lo demás: la nueva es la actual capital de provincia Palencia, la antigua, hoy mucho menor, se llama ahora Palenzuela. Se infiere que en todo caso Pallantia no es ningún hidrónimo, sino muy probablemente un topónimo de un tipo que tal vez sea comparable con los nombres abstractos romanos como Valentia, Pollentia, Faventia (14). La formación participial subyacen-te reaparece en los teónimos vetones Palanticus y Toudopalandaiga (< *touto-palant-aikā) El sustantivo del cual se deriva la raíz verbal *palā-, aparece en el teónimo lusitano Trebopala-, su traducción podría buscarse en el campo semántico de “protección, defensa” (15).

Aparecen más de una vez continuadores de un antiguo nombre de ciudad *Bergantia (Berganza en Álava y Galicia, acaso también Bra-

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gança en el norte de Portugal): ellos contienen con cierta probabilidad el adjetivo *bhṛeghṇt “alto, grande”, una variante apofónica de *bhṛghṇt, que está en la base del topónimo Brigantia, hoy Bregenz junto al lago de Constanza. Son comparables con hidrónimos, aunque no de forma clara ni demostrable, los nombres de las ciudades celtíberas Numantia y Termantia (16), –en todo caso ni num- ni term- son elementos corrientes en los hidrónimos antiguoeuropeos.

Motivo para reflexiones de largo alcance da el río Pallantia, hoy Palancia (17), cuyo nombre coincide exactamente con el de la ciudad de la Celtiberia mencionada recientemente, cuya integración en la formación de topónimos indoeuropea se ha mencionado más arriba. El río Palancia nace y muere en el dominio lingüistico ibérico; en la ciudad de Sagunto, no lejos de su desembocadura está testimoniada la lengua ibérica como la única en uso desde el tercero hasta el último siglo antes de Cristo (18).

Acaso no sea ninguna casualidad que precisamente el elemento pal- también en la descripción de la llamada onomástica mediterránea juegue un gran papel –el Palatinus mons en Roma, la ciudad de Pallan-tion en Arcadia y otras más (19)– de manera que en el caso del nombre del río de Sagunto y de las ciudades a orillas del Arlanza y del Carrión estaríamos ante la homofonía mencionada más arriba de elementos mediterráneos y “antiguoeuropeos”, aquí concretamente ante la unión de una raíz homófona con un sufijo homófono. Además ya se ha inten-tado ocasionalmente, ganar el nombre de la ciudad de Saguntum para el “antiguoeuropeo” (20), aunque la vocal sufijal no cuenta con ningún respaldo, aunque el único topónimo comparable con mayor aproxima-ción en Hispania, Saguntia, en la provincia de Cádiz, aparece en todo caso en la parte no indoeuropea de la Península, y aunque sag- no es ningún elemento corriente de la hidronímia antiguoeuropea.

Un ejemplo adicional de que dentro de Hispania hay homonimia de elementos indoeuropeo-hispano-célticos y mediterráneos, lo ofrecen las formaciones con -nt derivadas de arg- (21). En el sector norte y oeste de la Península se encuentra sólo Argantia, esta vez además de en varios topónimos (Arganza, Arganzón, acaso también en Arganda), también en un caso en un hidrónimo, Arganza en Asturias. Ello sugiere contar en todos estos casos con el participio o adjetivo H2ergṇt “claro, brillan-te”, que se ha conservado también en los nombres latino y céltico para la plata. Los topónimos serían entonces abstractos con el significado

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“Brillo” (no demasiado diferente del latín Florentia “floración”), el hi-drónimo podría significar “el que brilla con claridad”. Igualmente en el dominio lingüistico ibérico la base nominal *argent- está restringida estrictamente a los topónimos Argentera, Argentona en Cataluña y probablemente también en aŕketurki = *argent-urki, testimoniado en una moneda ibérica, cuya ceca debe buscarse en el mismo territorio (22). El elemento aŕki- argi es un componente frecuente de antropónimos ibéricos (23). Una conexión mediterránea es respaldada en el terreno de lo hipotético por las Arginusai, islas junto a Lesbos, y el topónimo Argos testimoniado diversas veces en Grecia.

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IVINDOEUROPEOS PRECELTAS

Si se hubiera verificado que hidrónimos y topónimos en -antia y otros elementos de la capa onomástica antiguoeuropea aparecen sólo en el sector de la Península donde se han hablado lenguas indoeuropeas en tiempos históricos, y no en el este y el sur ibéricos, y si W.P. Schmid tiene razón en que estos nombres pertenecen al léxico común indoeu-ropeo y no a una lengua desarrollada posteriormente y después otra vez desaparecida, entonces para la Hispania indoeuropea el término “antiguoeuropeo” habría perdido su razón de ser: son nombres que han llegado al pais exactamente con las lenguas indoeuropeas que aparecen en las inscripciones, los antropónimos y en los demás modelos toponí-micos de tiempo prerromano.

Téngase en cuenta aún que en el N.O. de Hispania los portadores de la onomástica antiguoeuropea han sido identificados de manera ocasional inmediatamente con los “indoeuropeos preceltas”, un estrato posterior a la protolengua y previo a las lenguas individuales (24), que se ve testimoniado por las inscripciones lusitanas (25) y los topónimos, antropónimos y teónimos lusitano-galaicos. Esta lengua se adscribe a una primera oleada de las migraciones de pueblos que habían hablado una lengua propia, en todo caso no céltica, -una oleada que ha sido considerada tambien por los arqueólogos como un periodo histórico, y ha sido puesta en conexión con la cultura centroeuropea de los campos de urnas. Algunos lingüistas, sobre todo el romanista Joan Coromines, han llamado a este “precelta” “lengua de los campos de urnas”, o más cultamente, “sorotáptico” (26). Sin embargo, después de que la arquo-logía se ha alejado cada vez más claramente de las hipotésis migracio-nistas (27) y han contado cada vez más, en la Hispania noroccidental y central, con procesos etnogenéticos intrahispánicos (28), la ecuación “antiguoeuropeo” = “indoeuropeo precelta” ha perdido fundamento histórico. Un parentesco lingüistico estrecho, en sentido propio, de la hidronímia antiguoeuropea con los testimonios lingüísticos lusitano-galaicos no se ha dejado demostrar nunca de todos modos.

Los nombres antiguoeuropeos de la Hispania indoeuropea serían entonces en todo caso testimonios de otra tradición lingüistica, como lo son los nombres antiguoeuropeos que forman el sustrato de las regiones posteriormente no indoeuropeas a lo largo del litoral mediterráneo y del Prepirineo. Que nos falta aún la interpretación histórica de este

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sustrato, ya se ha remarcado antes. Si logrará alcanzarse, podemos esperarlo con interés, pero también con una pequeña dosis de escep-ticismo; pues es difícil que estos nombres puedan defenderse contra la reivindicación de la hipótesis mediterránea, contra la sospecha que podría tratarse de elementos que, según su forma externa, podrían pertenecer perfectamente a un componente léxico no indoeuropeo del Mediterráneo.

Los esfuerzos nuevamente florecientes para demostrar la existencia de una hidronimia antiguoeuropea en el Occidente europeo tienen aquí aún algunos problemas no resueltos hasta ahora.

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VNOTAS

(1) A este tiempo pertenecen las primeras, muy meritorias y útiles compilaciones de nombres hispánicos que corresponden a lo que entonces valía como “antiguoeu-ropeo”: TOVAR, A.: Zephyrus 8 (1957) 78 ss. y en: Proceedings... (of the) V Inter-national Congress of Toponymy and Anthroponymy . Salamanca 1958, 95-116, y HOz, J. DE: Emerita 31 (1963), 227-242.

(2) Como también el autor de estas líneas, cuya amistad con SCHMID, W. P. empezó hace 48 años, entre muy modestas relaciones gastronómicas, pero también con gran entusiasmo por el común campo de estudio.

(3) SCHMID, W. P. edita desde la muerte de KRAHE en 1965 la serie fundada por este a cargo de la Academia de Mainz (Maguncia) Hydronymia Germaniae y ha favorecido personalmente y a través de sus alumnos la investigación sobre los nombres de ríos de Europa de forma continuada y la ha enriquecido a través de valiosas investigaciones.

(4) Academia de las Ciencias y de la Literatura, Abh. der geistes- und sozialwiss. Klasse (Actas de la clase de ciencias humanas y sociales) 1968.6, recopilado dos décadas más tarde después de muchas observaciones adicionales más breves una vez más muy claramente en: NACEV SKOMAL-POLOMé (Eds.): Proto-indoeu-ropean. Studies in honor of Marija Gimbutas. Washington D.C. 1987, 322-338.

(5) En ISER-SCHABRAM (Eds.): Britannica. Festschrift für Hermann M. Flasdieck. Heidelberg 1960, 241-250; Atti e Memorie del VII Congresso Internazionale di Scienze Onomastiche. Florencia 1963, 405-417; Kratylos 10 (1965), 13.

(6) “Considerazioni sulla formazione del lessico indoeuropeo occidentale”. SSL 4 (1964), 1-86; para la hidronimia antiguoeuropea p. 14-42, de forma similarmente, pero no fijado en “mediterráneo” y menos consecuente en las conclusiones, TOVAR, A.: “Krahes alteuropäische Hydronymie und die westindogermanischen Sprachen”, S.-Ber. der Heidelberg Akademie der Wissenschaften , Phil.-Hist. Klasse 1977.2, 16-20, véase además la recensión de W.P. Schmid IF. 82 (1977), 314-317.

(7) VILLAR, F.: Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Madrid 1991, 75-84 (2ª. edición Madrid 1996, 94-105); BNF. 29 (1993), 301-339; en: Adiego-Siles-Velaza (eds.): Studia palaeohispanica el indogermanica J. Untermann ab amicis His-panicis oblata. Barcelona 1993, 287-296; Estudios de Celtibérico y de toponimia prerromana. Salamanca 1995, 1991-244; en ESKA-GRUFFyDD-JACOBS (eds.): Hispano-Gallo-Brittonica. Essays in honour of D. Elis Evans, Cardiff 1995, 260-277; IF. 102 (1997), 84-107; B. Prósper, Kalathos 15 (1996), 195-237; Ilu 2 (1997), 141-149; BNF. 32 (1997), 271-280.

(8) Primeras reflexiones al respecto, que a mí, sin embargo, no me parecen aún con-clusivas, en VILLAR, Indoeuropeos2 (véase nota 7) 508 ss.

(9) Menos habitualmente “Hispania celtica”: yo mismo estoy convencido (sin ha-ber encontrado sin embargo ninguna coincidencia por parte de los celtólogos

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españoles y centroeuropeos) que también los dialectos indoeuropeos en el norte y el oeste pertenecen al celta y sólo se distinguen del Este celtibérico por el hecho de que la desaparición de la p se extendió de este a oeste aún no había llegado hasta ellos en el período de sus primeros testimonios; para una argumentación exhaustiva al respecto, Untermann. Veleia 2-3 (1987) , 57-76; una crítica y refutación igualmente exhaustiva de mi hipótesis se encuentra –entre muchos otros– en SCMIDT, K. H. en: Actas del III Coloquio sobre Lenguas y Culturas Palaeohispánicas (Lisboa, 1980). Salamanca 1985, 319-341; GORROCHATEGUI, J. Veleia 2-3 (1987), 77-91; D. E. Evans en: Lengua y Cultura en la Hispania prerromana, Actas del V Coloquio...(Colonia, 1989). Salamanca 1993, 597 ss.; HOz, J. DE en: ALMAGRO-GORBEA, M. (Ed.): Los Celtas. Hispania y Europa.Madrid 1993, 384-387; VILLAR, F.: Indoeuropeos2 (véase nota 7) 498-503.

(10) En: “Krahes alteuropäische Hydronymie” (v. nota 6), mapas 2, 4, 5 y 6, parcial-mente copiados de nuevo en VILLAR, Indoeuropeos (v. nota 7); una imagen similar proporciona (aunque poco claramente inteligible a primera vista) el mapa en DE HOz l. c. (v. nota 1) p. 236.

(11) Mapa 15 en UNTERMANN, Sprachräume und Sprachbewegegungen im vorrö-mischen Hispanien, Wiesbaden 1961; cfr. también FAUST, M.-TOVAR, A., BNF 6 (1971), 247.

(12) CASTRO GARCíA, L. DE: Hispania Antiqua 3 (1973) 417-469; cfr . GARCíA MERINO, C. en: Tabula Imperii Romani, Hoja K-30: Madrid. Madrid 1993, 170 ss. (con abundante bibliografía); por antiguos itinerarios hay testimoniada otra Palantia (no es un río) al sudeste de León: GARCíA MERINO 170.

(13) Se ha aceptado reiteradamente de una manera incomprensible a pesar de esta circunstancia que Palantia es un antiguo nombre del Carrión, y que se traspasó después a la ciudad que está a sus orillas.

(14) Cfr. al respecto WOLF, H. J., BNF. 3 (1968), 190-198; están formados como sus-tantivos latinos del tipo patientia, ignorantia, así pues probablemente de modo distinto que los nombres de río homólogos, que tienen más bien la apariencia de participios (atributivos a un sustantivo como indoeuropeo occ. *aquā ? con un sufijo de moción femenino i.e. *y(e)H2 – ie.occ. -*yā.

(15) Testimonios, bibliografía y más observaciones en UNTERMANN, Veleia 2-3 (1987), 64.

(16) Cfr. al respecto CURCHIN, L., Emerita 65 (1997), 270, 274.

(17) Testimoniado en la Antigüedad: Ptol, 2,6,15.

(18) El título testimoniado en la monedas de Sagunto BiulakoJ, que antes era consi-derado celtíbero (incluso por mí mismo en Sprachräume und Sprachbewegegun-gen im vorrömischen Hispanien, Wiesbaden 1961, 17 y Monumenta Linguarum Hispanicarum I, 1, 83 (con reservas 232), es con seguridad ibérico: Monumenta Linguarum Hispanicarum III, 1, 219, 228. La ciudad de Segorbe, a 30 km. tierra adentro de Sagunto, a orillas del mismo río, usurpó en la Edad Media el nombre celtibérico Segobriga, para legitimar a su obispo como sucesor de la diócesis de

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Segóbriga, importante en la antigüedad tardía: BELTRÁN VILLAGRASA, P.: Archivo de Prehistoria Levatina 4 (1953) 231-251.

(19) Cfr. p. ej. BATTISTI, C.: Sostrati e Parastrati nell´Italia preistorica. Florencia 1959, 34, 135-139, 346.

(20) Cfr. TOVAR l.c (supra nota 19) 79.

(21) Al respecto Untermann exhaustivamente en: HELLER-PANAGL-TISCHLER (Edd.) Indogermanica Europea. Festschriftfür Wolgang Meid. Graz 1989, 437-441.

(22) Excepto Argenteola en Asturias (Ptol. 2,6,28), que muestra con su sufijo una conexión tan clara con el adjetivo latino argenteus, que se le puede considerar ciertamente como una creación léxica latina.

(23) Monumenta Linguarum Hispanicarum III.1, 211. Está abierta la cuestión aún (o una vez más) de a qué lengua pertenece el nombre del legendario rey de Tartessos, Argantonio: la convicción expresada en el Festschrift Meid (vid. supra nota 21) es ahora relativizada por la posibilidad –aún no confirmada– de que en el SO. Penisular pudieran haber habido muy tempranamente nombres personales de origen céltico. Cfr. al respecto CORREA, J. A.: Veleia 6 (1989), 243-251, UNTER-MANN en el Festschrift Evans (v. supra nota 7), 255 y Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, 167 ss.

(24) TOVAR, Proceedings of the Eighth International Congress of Linguistics, Oslo 1958 = TOVAR, Sprachen und Inschriften. Amsterdam 1973, 175, 194, cfr. también de HOz, Celtas Escorial (v. supra nota 9), 91 ss.

(25) Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, 725-758.

(26) Las ideas de COROMINAS las he tratado con cierto detalle en una ponencia que se encuentra en SOLÁ, J. (Ed.): L’obra de Joan Coromines, Barcelona, en prensa.

(27) La importancia de la cultura de los campos de urnas en la indoeuropeización de Hispania ya fue puesta en cuestión tempranamente por KIMMIG, W. en: Fests-chrift für Peter Goessler. Stuttgart 1954, 41-98 y, de parte española, fue privada de fundamento ante todo por RUIz zAPATERO, G.: Los campos de urnas en el NE. de la Península. Madrid 1985.

(28) Las investigaciones de ALMAGRO GORBEA, M. abren caminos al respecto; pro-porciona un buen resumen en: ALMAGRO-GORBEA (ed.) Los celtas (cfr. supra nota 9), 121-174.