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MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B. Año litúrgico patrístico (4) Tiempo Ordinario I-IX Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2002

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2 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.

Año litúrgicopatrístico

(4) Tiempo Ordinario I-IX

Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2002

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Tiempo Ordinario

1ª Semana

DomingoEn lugar del primer domingo del Tiem-

po Ordinario se celebra la fiesta del Bau-tismo del Señor. En todo caso, los ele-mentos propios de ese domingo prime-ro, que se emplean en las misas ferialesde esta semana, son los que siguen:

Entrada: «En un trono excelso vi sen-tado a un hombre, a quien adora muche-dumbre de ángeles, que cantan a una solavoz: “su imperio es eterno”».

Colecta (Gregoriano): «Muéstrate pro-picio, Señor, a los deseos y plegarias detu pueblo; danos luz para conocer tu vo-luntad y la fuerza necesaria para cum-plirla».

Ofertorio (Veronense): «Dígnate, Se-ñor, aceptar la ofrenda de tu pueblo; queella nos santifique y nos alcance lo queahora imploramos de tu misericordia».

Comunión: «Señor, en ti está la fuenteviva y tu luz nos hace ver la luz» (Sal35,10). «Yo he venido para que tenganvida y la tengan abundante, dice el Se-ñor» (Jn 10,10).

Postcomunión (Gregoriano): «Te supli-camos, Dios todopoderoso, que conce-das a quienes alimentas con tus sacra-mentos la gracia de poder servirte lle-vando una vida según tu voluntad».

LunesAños impares

–Hebreos 1,1-6: Dios nos ha habladopor su Hijo. La primera parte de esta Cartaestá destinada a proclamar la superiori-dad de Cristo sobre los profetas, y abarcauna rápida visión de la historia de la sal-vación, hasta la venida de Cristo en la ple-nitud de los tiempos. Observamos en ellatres antítesis: antiguamente-últimos tiem-pos; nuestros padres-nosotros; profetas-Cristo, el Hijo de Dios. En esa plenitud delos tiempos todo queda polarizado porCristo. Él es el centro de la historia. ¿Loes de nuestra vida? Dice Orígenes:

«¿Cuál es, pues, la imagen de Dios, a semejan-za de la cual ha sido hecho el hombre, sino nues-tro Salvador? Él es, en efecto, el primogénito detoda criatura (Col 1,15), de Él se ha escrito que esel resplandor de la luz eterna, la imagen clara de lasustancia de Dios (Heb 1,3). Y Él dice también deSí mismo: “Yo estoy en el Padre y el Padre está enMí” y “quien me ha visto a Mí, ha visto a miPadre” (Jn 14,10 y 9). En efecto, como el que vela imagen de alguien ve a aquel cuya imagen es,así también, quien ve al Verbo de Dios (Jn 1,1),que es la imagen de Dios, ve a Dios» (Homilíassobre el Génesis 1,13).

Y en otro lugar el mismo autor hacedecir a la Amada del Cantar bíblico:

«Yo soy aquella etíope, soy negra, ciertamente,por la condición plebeya de mi linaje, pero hermo-sa por la penitencia y por la fe, pues en mí heacogido al Hijo de Dios, he recibido al Verbo he-cho carne. Me llegué al que es imagen de Dios,primogénito de toda criatura (Col 1,15) y ademásresplandor de su gloria e impronta de su esencia(Heb 1,3), y me volví hermosa» (Comentario alCantar de los Cantares 2).

–A la Palabra de Dios, que nos ha ha-blado de la excelencia y grandeza de CristoJesús sobre todas las cosas, aun sobrelos ángeles, respondemos con el Salmo96, cantando a Cristo resucitado: «El Se-

1ª Semana del Tiempo Ordinario

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ñor reina, la tierra goza, se alegran las is-las innumerables; justicia y derecho sos-tienen su trono. Los cielos pregonan sujusticia y todos los pueblos contemplansu gloria. Ante Él se postran todos losdioses. Porque Tú eres Señor, Altísimosobre toda la tierra, encumbrado sobre to-dos los dioses».

Años pares–1 Samuel 1,1-8: Dios premia a los hu-

mildes y escucha su oración. Ana, esposaestéril de Elcaná, insultada por su rival,sufre, se humilla y ora al Señor, que escu-cha a los humildes de corazón. Son mu-chos los Santos Padres que hacen el elo-gio de la humildad. Recordamos aquí unbello párrafo de San Juan Crisóstomo:

«¡Cuál es –me preguntas– la cabeza de la vir-tud? La cabeza de la virtud es la humildad. De ahíque Cristo empezara por ella sus Bienaventuran-zas diciendo: “bienaventurados los pobres de es-píritu” (Mt 5,3). Esta cabeza no tiene ciertamentepreciosa cabellera ni trenzas; pero sí tal bellezaque enamora al mismo Dios... Esta cabeza, enlugar de cabellos y cabellera, ofrece a Dios sacri-ficios agradables. Ella es el altar de oro y el propi-ciatorio espiritual. Porque sacrificio es para Dios“un espíritu contrito” (Sal 50,19)...

«Tiene también la virtud sus pies y sus manos,que son las buenas obras; tiene un pecho de oro ymás duro que el diamante, que es la fortaleza.Todo es fácil vencerlo antes que romper ese pe-cho. El espíritu, en fin, que reside en el cerebro yen el corazón la caridad» (Homilías sobre SanMateo 47,3).

–Con el Salmo 115 cantamos al Señor:«Te ofreceré, Señor un sacrificio de ala-banza. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bienque me ha hecho? Alzaré la copa de lasalvación, invocando su nombre. Cumpliréal Señor mis votos en presencia de todoel pueblo. Te ofreceré un sacrificio de ala-banza, invocando tu nombre, Señor. Cum-pliré al Señor mis votos en presencia detodo el pueblo; en el atrio de la casa delSeñor, en medio de ti, Jerusalén».

Este salmo de agradecimiento recuerdael cántico de Ana, cuando por fin recibede Dios un hijo, Samuel (1 Sam 2).

–Marcos 1,14-20. Convertíos y creed labuena noticia. La presencia de Jesús, elSalvador, es la realización plena de la ac-ción salvífica del Padre. Él dice a todos:«convertíos y creed la Buena Noticia». SanMáximo de Turín comenta:

«Nada hay tan grato y querido por Dios, comoel hecho de que los hombres se conviertan a Élcon sincero arrepentimiento» (Carta 2).

Y San Clemente Romano: «Recorramos todas las etapas de la historia, y

veremos cómo en cualquier época el Señor haconcedido oportunidad de arrepentirse a todos losque han querido convertirse a Él» (1 Carta a losCorintios 7).

«Jesús les dijo: “venid conmigo y os harépescadores de hombres”» (Mc 1,17). ¡Fe-liz cambio de pesca! Jesús les pesca a ellospara que, a su vez, ellos pesquen a otrospescadores. Primero se hacen peces paraser pescados por Cristo; después ellosmismos pescarán a otros... Observa SanJerónimo:

«“Y le siguieron”. La fe verdadera no conoceintervalo; tan pronto oye, cree, sigue, y convierteal hombre en pescador... Yo pienso que dejandolas redes dejaron los pecados del mundo... Noera, en efecto, posible que, siguiendo a Jesús, con-servaran las redes» (Comentario al Evangelio deSan Marcos).

Martes Años impares

–Hebreos 2,5-12: Dios juzgó convenien-te perfeccionar y consagrar con sufrimien-tos al guía de su salvación. La condiciónde Cristo en su vida terrena es aparente-mente contradictoria. Comenta San Agus-tín:

«Considera como dicho de Él: “ha sido hechoun poco inferior a los ángeles” (Heb 2, 7). Y si yahas puesto tus ojos en su forma de siervo, no te

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quedes en ella, levántate por encima y confiesaque Cristo es igual al Padre. ¿Por qué oyes contanto agrado: “El Padre es mayor que yo”? Es-cucha con mayor satisfacción aún: “Yo y el Pa-dre somos una misma cosa” (Jn 10,30).

«Ésta es la fe católica, que navega como entreEscila y Caribdis, como se navega en el estrechoentre Sicilia e Italia: por una parte rocas queprovocan el naufragio; y por otra, remolinos quedevoran las naves. Si la nave va a dar contra lasrocas, se destrozan; si va a parar al remolino, esengullida» (Sermón 229 G,4).

El pensar en Cristo o en cualquier otropunto del campo de la fe, hay que tenercuidado de ir siempre por el buen cami-no, sin desviarse, sin caer ni en excesosni en defectos. Lo conseguiremos siem-pre si seguimos la doctrina de la Iglesia.Como dice el concilio Vaticano II,

«la Tradición, la Escritura y el Magisterio dela Iglesia, según el plan prudente de Dios, estánunidos y ligados de tal modo que ninguno puedesubsistir sin los otros. Los tres, cada uno segúnsu carácter, y bajo la acción del único EspírituSanto, contribuyen eficazmente a la salvaciónde las almas» (Dei Verbum 10).

–La grandeza del hombre adquiere suverdadera dimensión al contemplar la hu-manidad de Cristo, exaltada en la resu-rrección. La verdadera humanidad se al-canza al compartir la grandeza y la gloriade Jesús resucitado. Es la obra de Diosen Jesucristo y en nosotros, cantada porel Salmo 8: «¡Señor, Dueño nuestro, quéadmirable es tu nombre en toda la tierra!¿Qué es el hombre para que te acuerdesde él el ser humano para darle poder? Lohiciste poco inferior a los ángeles, lo co-ronaste de gloria y dignidad...» Diste atu Hijo «el mando sobre las obras de tusmanos. Todo lo sometiste bajo sus pies».

Años pares–1 Samuel 1,9-20: El Señor se acordó

de Ana, que vino a ser madre de Samuel.El Señor escucha la súplica de los humil-des y éstos glorifican a Dios. Siempre la

aflicción será una escuela de ferviente ora-ción; una oración no solo de palabras, sinonacida del corazón. Muchas veces losSantos Padres nos hablan bellamente dela oración. Oigamos a Tertuliano:

«En el pasado la oración alejaba las plagas, des-vanecía los ejércitos de los enemigos, hacía cesarla lluvia. Ahora, la verdadera oración aleja la ira deDios, implora en favor de los enemigos, suplicapor los perseguidores. Y ¿qué tiene de sorpren-dente que pueda hacer bajar del cielo el agua delbautismo, si pudo también impetrar las lenguas defuego? Solamente la oración vence a Dios; peroCristo la quiso incapaz del mal y poderosa para elbien...

«La oración fortaleció a los débiles, curó a losenfermos, liberó a los endemoniados, abrió lasmazmorras, soltó las ataduras de los inocentes. Laoración perdona los delitos, aparta las tentacio-nes, extingue las persecuciones, consuela a lospusilánimes, recrea a los magnánimos, conduce alos peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a losladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos,levanta a los caídos, sostiene a los que van a caer,apoya a los que están en pie... ¿Qué más decir enhonor de la oración? Incluso oró el mismo Señor,a quien corresponde el honor y la fortaleza por lossiglos de los siglos» (La oración 29,2).

–Dios manifiesta su fuerza en la debili-dad de las criaturas, como se ha visto enel caso de Ana. Ella viene a ser madre deSamuel por el poder misericordioso deDios, al que había implorado con una ora-ción salida de lo más íntimo de su cora-zón. Y nosotros mismos, que tenemos ex-periencia de los favores de Dios, canta-mos con júbilo el mismo cántico de Ana,anunciando a todos los hombres la mise-ricordia de Dios salvador:

«Mi corazón se regocija por el Señor,mi Salvador. Mi poder se exalta por Dios;mi boca se ríe de mis enemigos, porquegozo con tu salvación. Se rompen los ar-cos de los valientes, mientras los cobar-des se ciñen de valor. Los hartos se con-tratan por el pan, mientras los hambrien-tos engordan... El Señor da la muerte y lavida, hunde en el abismo y levanta; da la

1ª Semana del Tiempo Ordinario

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pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.Levanta del polvo al desvalido, alza de labasura al pobre, para hacer que se sienteentre príncipes y herede un trono de glo-ria».

–Marcos 1,21-28: Les enseñaba conautoridad. Jesús se manifiesta en la sina-goga, enseñando con autoridad y curan-do a un poseso. Los testigos de tales acon-tecimientos quedan estupefactos y la famade Jesús comienza a extenderse. Cristotiene todo el poder salvador del Padre, do-mina sobre todas las cosas, y puede co-municar a los hombres el amor del Pa-dre. Por eso una de las manifestacionesde este poder es su capacidad de expulsaral demonio, es decir, de dominar al «anti-poder», al enemigo del Padre, quitándoleel señorío que tiene sobre los hombres.

También nosotros estamos dominadoscon frecuencia por el poder enemigo, quees todo lo que ahoga en nosotros el amorde Dios. Y esa cautividad nuestra solo pue-de superarse dejándonos dominar por elpoder salvador de Cristo. Comenta SanAgustín:

«¿Qué dijeron los demonios?: “Sabemos quiéneres tú, el Hijo de Dios”. Y escucharon: “¡Ca-llad!”. ¿No dijeron ellos lo mismo que dijo Pedro,cuando [Jesús] les preguntó [a los discípulos]:“¿Quién dice la gente que soy yo?” Después deque escuchó lo que opinaban las gentes de fuera,volvió a interrogarles, diciendo: “Y vosotros,¿quién decís que soy yo?” Respondió Pedro: “Túeres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Lo que dije-ron los demonios, eso mismo lo dijo Pedro. Perolos demonios escucharon: “¡Callad!” Y en cam-bio a Pedro le dijo: “Dichoso eres tú”.

«Pues bien, distínganos a nosotros lo que lesdistinguía a ellos. ¿Qué movía a los demonios? Eltemor. ¿Y a Pedro? El amor. Elegid y amad. Es lafe también la que distingue a los cristianos de losdemonios... Pero si nos distinguimos en la fe,distingámonos de igual manera en las costumbresy en las obras, inflamándonos de la caridad de queestaban privados los demonios» (Sermón 234,3).

MiércolesAños impares

–Hebreos 2,14-18: Tenía que parecerseen todo a sus hermanos para ser compa-sivo y Pontífice fiel. El sacerdocio de Cris-to fue eficacísimo: venció al príncipe dela muerte y libró la humanidad. El plande salvación querido por Dios no era sal-var al hombre sin el hombre. Pero estosólo pudo hacerlo Cristo: Dios y hombreal mismo tiempo.

Es un sacerdocio el de Cristo muy di-verso al de los judíos y al de los paganos.Cristo tomó para Sí una naturaleza hu-mana. Comentando ese texto de los He-breos, dice San Juan Crisóstomo:

«¿Qué quiere decir “tiende una mano” [a loshijos de Abrahán]? ¿Por qué no dijo: asumió, sinoque utilizó esta expresión: tiende una mano? Por-que este verbo hace referencia a los que persiguena sus adversarios, y ponen todos los medios paracapturar a los fugitivos y apresar a los que seresistan. En efecto, la naturaleza humana habíahuido de Él y había huido muy lejos, porque dice[el Apóstol] que estábamos muy lejos de Dios y“sin Dios en el mundo” (Ef 2,12). Por eso Élmismo nos persiguió y nos tomó para Sí. El Após-tol hace ver que hizo todo esto por puro amor a loshombres, por caridad y por solicitud hacia noso-tros» (Homilía sobre Hebreos 2).

–En Jesucristo, que es el «sí» a todaslas promesas, Dios nos reconcilió consi-go mismo. En el realismo de su Encarna-ción y muerte, Dios mismo llevó la obraredentora a su perfección. Es la manifes-tación más definitiva y clara de la fideli-dad de Dios a sus promesas. Por eso can-tamos con el Salmo 104:

«El Señor se acuerda de su Alianza eter-namente. Dad gracias al Señor, invocadsu nombre, dad a conocer sus hazañas alos pueblos, cantadle al son de instrumen-tos, hablad de sus maravillas. Gloriaos de

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su nombre santo, que se alegren los quebuscan al Señor. Recurrid al Señor y a supoder, buscad continuamente su rostro».

Años pares–1 Samuel 3,1-10.19-20: Habla, Señor,

que tu siervo escucha. Samuel es llamadoal ministerio profético. Él fue fiel al Se-ñor. Es admirable y ejemplar la relaciónde Samuel y el sacerdote Elí. Jerarquía yprofetismo proceden de Dios y se com-pletan. El profetismo insumiso, descara-do y separado de la jerarquía no es deDios. Así lo enseña San Ignacio de An-tioquía:

«Es conveniente obedecer sin ningún género defingimiento, porque no es a éste o aquél obispoque vemos a quien se trataría de engañar, sino queel engaño iría dirigido contra el obispo invisible;es decir, en este caso ya no es contra un hombremortal, sino contra Dios, a quien aun lo escondi-do está patente» (Carta a los Magnesios 1).

Y San Bernardo: «¿Qué más da que Dios nos manifieste su vo-

luntad por Sí mismo o por sus ministros, ya seanángeles, ya sean hombres?» (De los preceptos ydisposiciones 9).

–La vocación de Samuel es modelo deprontitud en la respuesta. Éste es el me-jor sacrificio de alabanza que se puedeofrecer a Dios. Hay que ofrecer a Diosuna obediencia total y sincera, y tener enÉl plena confianza, total abandono en susmanos. Digamos, pues, con el Salmo 39:

«Yo esperaba con ansia al Señor: Él seinclinó y escuchó mi grito. Dichoso elhombre que ha puesto su confianza en elSeñor, y no acude a los idólatras, que seextravían con engaños. Tú no quieres sa-crificios ni ofrendas, y en cambio meabriste el oído. No pides sacrificio expia-torio, entonces yo digo: “Aquí estoy”,como está escrito en mi libro, “para ha-cer tu voluntad”. Dios mío, llevo tu leyen las entrañas. He proclamado tu salva-

ción ante la gran asamblea: no he cerradolos labios; Señor, Tú lo sabes».

–Marcos 1,29-39: Curó a muchos en-fermos de muchos males. Las curacionesmilagrosas son señales del poder salva-dor de Cristo. Con sus milagros manifiestaJesucristo que el reino mesiánico, anun-ciado por los profetas, está ya presente ensu persona. Así atrae la atención a Sí mis-mo y hacia la Buena Nueva del Reino queÉl encarna; y suscita una admiración yun temor religioso. Comenta San Jeróni-mo:

«¡Ojalá venga [Jesús] y entre en nuestra casa y,con un mandato suyo, cure la fiebre de nuestrospecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre.Tengo fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevarpor la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Porello, pidamos a los Apóstoles que intercedan anteJesús para que venga a nosotros y nos tome de lamano; pues si Él toma nuestra mano, la fiebrehuye al instante. Él es un médico egregio, el ver-dadero protomédico. Sabe tocar sabiamente lasvenas y escrutar los secretos de las enfermedades.No toca el oído, no toca la frente, no toca ningunaotra parte del cuerpo, sino la mano.

«Aquella mujer tenía la fiebre porque no poseíaobras buenas. Primero, por tanto, hay que sanarlas obras y luego quitar la fiebre. No puede huir lafiebre si no son sanadas las obras. Cuando nues-tra mano posee obras malas, yacemos en el lechosin podernos levantar, pues estamos sumidos to-talmente en la enfermedad» (Comentario a SanMarcos 3,5).

JuevesAños impares

–Hebreos 3,7-14: Animaos unos a otrosmientras dura este hoy. Este texto de lacarta a los Hebreos está centrado en elSalmo 94, por medio del cual el Señornos exhorta a la fidelidad. Hemos de es-cuchar la voz del Señor en el tiempo pre-sente, para que nuestros corazones no seendurezcan. Debemos mantener viva lafe, para anticipar la visión de las realida-des que nos han sido prometidas.

1ª Semana del Tiempo Ordinario

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8 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

La fe garantiza a los cristianos que sudispersión y su actual situación en el de-sierto del mundo es el preludio de unabienaventurada escatología real. Los fie-les han de servirse del mundo y vivir enél, sin sustraerse de él. Es decir, han devivir en el mundo, como si vivieran fuerade él.

Muchos Padres han tratado del valorinmenso de la fe. Escuchemos a San Cle-mente Romano:

«Procuremos hacernos dignos de la bendicióndivina y veamos cuáles son los caminos que nosconducen a ella. Consideremos aquellas cosas quesucedieron al principio. ¿Cómo obtuvo nuestroPadre Abrahán la bendición? ¿No fue acaso por-que practicó la justicia y la verdad por medio de lafe?...

«También nosotros, llamados por su beneplá-cito en Cristo Jesús, somos justificados no pornosotros mismos, ni por nuestra sabiduría o inte-ligencia, ni por nuestra piedad, ni por las obrasque hayamos practicado con santidad de corazón,sino por la fe, por la cual Dios todopoderoso jus-tificó a todos desde el principio. A Él sea la gloriapor los siglos de los siglos. Amén» (Carta a losCorintios 31-33).

–A la palabra de Dios recibida en la lec-tura anterior respondemos con el mismoSalmo 94. Oigamos la llamada: «Ojalá es-cuchéis hoy la voz del Señor. No endu-rezcáis el corazón». Ese «hoy» ha sidoya inaugurado por Jesucristo. Estamos vi-viendo los tiempos definitivos. Éste es eltiempo de la gracia y nosotros hemos deresponder con gran fe. Así entraremosen el descanso del Señor. Ese «hoy» esun grito de urgencia:

«Ojalá escuchéis la voz del Señor. Noendurezcáis el corazón. Entrad, postrémo-nos por tierra, bendiciendo al Señor, Crea-dor nuestro. Porque Él es nuestro Dios, ynosotros su pueblo, el rebaño que Él guía».Sólo teniendo un gran espíritu de fe po-demos poner en práctica cuanto se nos diceen este Salmo.

Años pares–1 Samuel 4,1-11: Derrotaron a los is-

raelitas, y el arca de Dios fue capturada.Nuestra vida en la tierra es un combatecontinuo. No basta, pues, para nuestra vidareligiosa un culto externo, como muchasveces advierten los profetas. Es necesariala práctica de las virtudes y la verdaderainterioridad en el culto, de modo que ésteproceda del corazón.

Cuando esto falta, Dios detesta el cultoy el pueblo es castigado. «No todo el quedice Señor, Señor»... (Mt 7,21) «Este pue-blo me honra con sus labios, pero su co-razón está muy lejos de Mí» (Mt 15,8; Is29,13). Por eso hemos de luchar con lasarmas de la fe y de la verdadera religiosi-dad, como dice San Gregorio de Nisa:

«El enemigo de nuestra alma tiende muchastrampas ante nuestros pasos, y la naturaleza hu-mana es, de por sí, demasiado débil para conse-guir la victoria sobre el enemigo... Por eso es ne-cesario que quien desprecia las grandezas de estemundo y renuncia a su gloria vana, renuncie tam-bién a su propia vida. Renunciar a la propia vidasignifica no buscar nunca la propia voluntad, sinola voluntad de Dios y hacer del querer divino lanorma única de la propia conducta; significa tam-bién renunciar al deseo de poseer cualquier cosaque no sea necesaria o común.

«Quien así obra se encontrará más libre y dis-puesto para hacer lo que le mandan los superio-res, podrá realizarlo prontamente con alegría ycon esperanza, como corresponde a un servidorde Cristo, redimido para el bien de sus hermanos»(Tratado de la conducta cristiana).

Quien es fiel en su vida a la voluntadde Dios es el que le da el culto que Él me-rece, y que Él no desprecia, pues ve queprocede de un corazón contrito y humi-llado.

–Los israelitas no obraron el bien y hu-bieron de sufrir por mano de los filisteosel castigo merecido. El Arca de Dios fue

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capturada, y así perdieron lo más sagra-do que ellos tenían. También nosotros he-mos pecado. También tenemos necesi-dad de la misericordia divina. Y la pedi-mos con el Salmo 43:

«Redímenos, Señor, por tu misericor-dia. Ahora nos rechazas y nos avergüen-zas, y ya no sales, Señor, con nuestrastropas; nos haces retroceder ante el ene-migo, y nuestro adversario nos saquea.Nos haces el escarnio de nuestros veci-nos, irrisión y burla de los que nos ro-dean. Nos has hecho el refrán de los gen-tiles, nos hacen muecas las naciones. Se-ñor, ten misericordia de nosotros, no ol-vides nuestra desgracia y opresión».

La muerte del pecado se realizó cierta-mente en el bautismo. Sin embargo aúnpermanecen en nosotros las secuelas delpecado con sus concupiscencias. Senti-mos viva la ley del pecado, que dominanuestros miembros (Rom 7,32). Tene-mos, pues, necesidad de conversión yde un culto sincero, que proceda de la fey de los más hondo del corazón, y quese refleje en nuestras obras.

–Marcos 1,40-45: Se le quitó la lepray quedó limpio. Este milagro es signo delpoder del Hijo de Dios. El hecho prodi-gioso se divulga, contra la voluntad delSalvador, y se enciende el entusiasmo delpueblo. Verdaderamente solo en Cristoestá nuestra salvación.

Los Santos Padres ven muchas vecesen la lepra un símbolo de la enfermedadprofunda del pecado. Así, por ejemplo,San Atanasio:

«Sin contentarse con haber encontrado el mal,el alma humana, poco a poco, se fue precipitan-do en lo peor... Así, desviada del bien y olvidan-do que ella es imagen del Dios bueno, el poderque obra en ella no le deja ver ya al Dios Verbo,la semejanza a la que ella fue hecha; y saliendode sí misma, no piensa ni imagina sino la nada.Ella ha escondido en los repliegues de los deseoscorporales el espejo que hay en ella; por el cual

solo podía ver la imagen del Padre. Y así ahora nove ya más aquello en lo que un alma debe pensar.Al contrario, vuelta hacia todos los lados, sólo veaquello que cae bajo los sentidos.

«Así, llena el alma de toda clase de deseos car-nales y ofuscada por la falsa opinión que de ellosse ha hecho, acaba por imaginarse como las cosascorporales y sensibles a Dios, de cuyo pensa-miento se ha olvidado, y da a las apariencias elnombre de Dios. Ella no aprecia más que aquelloque ve y contempla como algo agradable. Ello es,pues, el mal, la causa y el origen de la idolatría»(Tratado contra los paganos 2 y 8).

Solo el Salvador puede sanarnos de estalepra. «La lepra se le quitó inmediatamen-te y quedó limpio».

ViernesAños impares

–Hebreos 4,15.11: Esforcémonos en en-trar en el descanso del Señor. Para llegara ello es menester evitar los ejemplos deincredulidad del antiguo Israel. Es nece-sario adherirnos por la fe al mensaje desalvación que Cristo nos enseñó con supalabra, su vida, su muerte y resurrec-ción. Entrar en el «descanso» es entrar enla intimidad de Dios. La paz interior delhombre es don de la gracia de Dios reci-bida en una colaboración ascética fiel. Co-menta San Juan Crisóstomo:

«Pensemos que nuestra vida no es otra cosaque un combate, y nunca buscaremos el reposo.Nunca consideremos la aflicción como algo ex-traordinario. Hemos de parecemos al atleta, queno mira la lucha como algo inesperado. No estodavía tiempo de descansar; hace falta que nosperfeccione el sufrimiento» (Homilía sobre He-breos 5).

Así llegaremos a la unión con Dios. Porla cruz a la luz, por el combate a la pazeterna, al gozo espiritual.

–Todo el Antiguo Testamento se escri-bió para lección nuestra. La historia delpueblo de Israel fue la historia de su ne-gativa a los beneficios de Dios. Por eso,

1ª Semana del Tiempo Ordinario

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no entraron en su descanso. Se olvidaronde los preceptos del Señor. No cumplie-ron sus mandatos. Ahora nosotros tene-mos acceso a la íntima unión con Diosgracias a Cristo, siguiendo sus ejemplos,obedeciendo su doctrina.

Así lo confesamos en el Salmo 77: «Noolvidéis las acciones de Dios. Lo que oí-mos y aprendimos, lo que nuestros pa-dres nos contaron, lo contaremos a la fu-tura generación: las alabanzas del Señory su poder. Que lo cuenten a sus hijos,para que guarden Sus mandamientos. Paraque no imiten a sus padres, generaciónrebelde y pertinaz, generación de cora-zón inconstante, de espíritu infiel a Dios».

Años pares–1 Samuel 8,4-7.10-22: Gritaréis con-

tra el rey, pero Dios no os responderá. Elpueblo quiere tener un rey, pero Samuelve ese deseo con reticencia: Yavé es elúnico rey de Israel. De hecho, la monar-quía sólo se impuso y consolidó con Da-vid. También nosotros hemos de ponernuestra confianza en la autoridad del Se-ñor, ejercitada en las autoridades de laIglesia, evitando apoyar nuestra esperan-za en poderes humanos. Escuchemos laexhortación de San Ireneo:

«Siendo nuestros argumentos de tanto peso,no hay para qué ir a buscar de otros la verdad quetan fácilmente se encuentra en la Iglesia, ya quelos Apóstoles depositaron en ella, como en unadespensa opulenta, todo lo que pertenece a laverdad, a fin de que todo el que quiera puedatomar de ella la bebida de la vida. Y ésta es lapuerta de la vida; todos los demás son salteadoresy ladrones. Por esto hay que evitarlos, y en cam-bio hay que poner suma diligencia en amar lascosas de la Iglesia y en captar en ella la tradiciónde la verdad» (Tratado contra las herejías 3,4).

La misma doctrina viene dada por SanVicente de Lerin:

«El verdadero y auténtico católico es el queama la verdad de Dios y a la Iglesia, cuerpo de

Cristo; aquel que no antepone nada a la religióndivina y a la fe católica. No les antepone la auto-ridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni laelocuencia, ni la filosofía; sino que, despreciandotodas estas cosas y permaneciendo sólidamentefirme en la fe, está dispuesto a admitir y a creersolamente lo que la Iglesia siempre y universal-mente ha creído» (Conmonitorio 20).

–A pesar de la contumacia del pueblo,que exige un rey humano, Yavé será eter-namente el Rey de Israel. Ése es el granprivilegio del Pueblo elegido, por haberpactado una alianza con Dios. Pero Israelmuchas veces es infiel a la alianza conDios, y en la plenitud de los tiempos noacoge al Mesías, Cristo Jesús. Para el nuevoIsrael, la Iglesia, no hay mayor honor ybienaventuranza que tener a Cristo comoSeñor, pastor y guía. Así lo rezamos en elSalmo 88:

«Cantaré eternamente tus misericordias,Señor. Dichoso el pueblo que sabe acla-marte: caminará, oh Señor, a la luz de turostro. Tu nombre es su gozo cada día, tujusticia es su orgullo. Porque Tú eres suhonor y su fuerza, y con tu favor realzasnuestro poder. Porque el Señor es nues-tro escudo y el Santo de Israel, nuestroRey».

–Marcos 2,1-12: El Hijo del hombre tie-ne potestad para perdonar los pecados.Él es Dios. El vino para eso, para quitarel pecado del mundo. Por eso nosotrosnos presentamos ante el Señor como pe-cadores, como pobres paralíticos, carga-dos de pecados. Y Cristo nos sana y nosperdona. El establece en la Iglesia un sa-cramento: el de la penitencia o reconci-liación, para perdonar los pecados de to-dos los que con buena disposición se acer-quen al sacerdote. Comenta San Ambro-sio:

«El Señor es grande: a causa de unos perdona aotros, y mientras prueba a unos, a otros les per-dona sus faltas. ¿Por qué, oh hombre, tu compa-ñero no puede nada en ti, mientras que en cambio

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ante el Señor su siervo tiene un título para inter-ceder y un derecho para impetrar? Tú que juz-gas, aprende a perdonar; tú que estás enfermo,aprende a implorar. Si no esperas el perdón defaltas graves, recurre a los intercesores, recurre ala Iglesia, que ora por ti y, en atención a ella, elSeñor te otorgará lo que El ha podido negar.

«Hemos de creer que el cuerpo de este paralí-tico ha sido curado verdaderamente, y reconocertambién la curación del hombre interior, a quienle han sido perdonados sus pecados. Por su par-te, los judíos, afirmando que solo el Señor puedeperdonar los pecados, confesaron vigorosamen-te la divinidad del Señor, y con su juicio traicio-naron su mala fe, puesto que a la vez exaltan laobra y niegan la persona.

«Es, pues, gran locura que este pueblo infiel,habiendo conocido que sólo Dios puede perdo-nar los pecados, no crea en [Cristo] cuando per-dona los pecados. El Señor, que quiere salvar alos pecadores, demuestra claramente su divini-dad por su conocimiento de las cosas ocultas ypor sus acciones prodigiosas» (Comentario aSan Lucas lib. 5,11-12).

SábadoAños impares

–Hebreos 4,12-16: Acerquémonos contoda confianza al trono de la gracia. Lapalabra de Dios es viva y eficaz: juzga aquien la escucha. Llenos de la fuerza deJesús, Hijo de Dios y Sumo Sacerdote,en todo semejante a nosotros menos enel pecado, permanezcamos firmes en lafe para alcanzar la misericordia de Dios.Dos verdades preciosas se nos revelan enese texto: el valor de la Palabra de Diosy la condición de Cristo, Sumo y EternoSacerdote. Así contempla San GregorioNacianceno a Jesucristo, como Palabra ycomo Pontífice, al tiempo que le recono-ce otros altos títulos:

«Tú eres llamado Palabra y estás sobre todaslas palabras; tú, que estás sobre toda luz, eresllamado Luz (Jn 1,9; 8,12; 12,46). Tú eres lla-mado Fuego, pero no porque incides sobre lossentidos, sino porque purificas la materia ligeray viciosa (Dt 4,24; Heb 12,29). Tú eres Espada,

porque divides y separas el mal del bien (Ef 6,13;Heb 4,12); Bieldo, porque limpias y quitas aque-llo que es ligero y llevado por el viento, y guardaslo que está lleno en los graneros de arriba (Mt3,12; Lc 3,17); Hacha, porque, habiendo tenidopaciencia tanto tiempo, cortas la higuera estéril(Mt 3,10; Lc 3,9; Lc 13,6-9); Puerta, porque in-troduces (Jn 10,7-9); Camino, para que nosotrosandemos por el camino recto (Jn 14,6); Oveja,porque eres la víctima (Is 53, 7); Pontífice, queofreces tu Cuerpo (Heb 4,14; 8,1-9; 9,11); Hijo,porque lo eres del Padre (Mt 3,17; 17,5; Mc 1,11;9,7; Lc 2,22; 9,35)» (Sermón 37,4).

–Reconocemos la eficacia de la Palabrade Dios, que es espíritu y vida, descansoy alegría, luz y felicidad, con el Salmo 18:«La ley del Señor es perfecta y es descan-so del alma; el precepto del Señor es fiel einstruye al ignorante. Los mandatos del Se-ñor son rectos y alegran el corazón; lanorma del Señor es límpida y da luz a losojos; la voluntad del Señor es pura y eter-namente estable; los mandatos del Señorson verdaderos y enteramente justos».

Años pares–1 Samuel 9,1-4.17-19–10,1: Saúl re-

girá a su pueblo: Dios lo escogió. Peroesta elección exige de él un comportamien-to digno. De lo contrario le retirará su fa-vor, como así fue. Hay que corresponder,pues, a la gracia divina, a los dones delSeñor. Cuando no hay una corresponden-cia fiel, el corazón se endurece y la vida sehace triste y estéril. San Juan Crisóstomodice:

«Si eres obediente a la voz de Dios, ya sabesque te está llamando desde el cielo; pero si eresdesobediente y de voluntad torcida, aunque le oye-ras físicamente, no te bastaría. ¿Cuántas veces nole oyeron los judíos? A los ninivitas les bastó lapredicación de un profeta. Aquellos, en cambio,permanecieron más duros que piedras en mediode profetas y de milagros continuos. En la mismaCruz se convirtió un ladrón con sólo ver a Cristoy, junto a ella, los que habían visto resucitar muer-tos, le insultaban» (Homilía en honor de San Pa-blo 4).

1ª Semana del Tiempo Ordinario

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12 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

El Señor nos da constantemente gra-cias para ayudarnos en el cumplimientodel deber de cada momento. Al cristianole corresponde acoger fielmente esa gra-cia y así dar el fruto que Dios quiere dar-le.

–En todos los momentos de su historiasupo Israel, llevado por sus profetas, des-cubrir la presencia del Señor. Cuando co-menzó la monarquía, descubrieron en elrey la presencia protectora de Israel. Lasvictorias, los éxitos, la vida, las bendicio-nes que recaen sobre el rey son manifes-taciones del cuidado del Señor que dirigea su pueblo.

Así continúa hoy la historia de la Igle-sia, y con ella, los que reconocemos aCristo como Rey, rezamos el Salmo 20:«Señor, el rey se alegra por tu fuerza y¡cuánto goza con tu victoria! Te adelan-taste a bendecirlo con el éxito y has pues-to en su cabeza una corona de oro fino.Te pidió vida y se la has concedido, añosque se prolongan sin término. Tu victoriaha engrandecido su fama, lo has vestidode honor y de majestad. Le concedes ben-diciones incesantes, lo colmas de gozo entu presencia». El salmo, pues, se refiere aCristo, a su reino de santidad y de gracia,de justicia, de amor y de paz.

–Marcos 2,13-17: No he venido a lla-mar a los justos sino a los pecadores. A lavocación del Leví siguió un banquete enel que los puritanos se escandalizan por-que Cristo come con los pecadores: «Nonecesitan médico los sanos, sino los en-fermos». Cristo ofrece siempre a los pe-cadores la posibilidad de salvar sus vidas.Sólo quiere que acojan la gracia del arre-pentimiento. Que se adhieran a su perso-na y al Padre por la senda del amor. Co-menta San Agustín:

«Allí estaban [los fariseos], allí mostraban sucrueldad: ellos eran quienes le lanzaban reprochesy le decían: “Ved que come con publicanos y pe-

cadores”. Formaban parte del mismo pueblo quedaba muerte al médico, a aquel que con su sangreles preparaba el antídoto. Como el Señor no sóloderramó sus sangre, sino que hasta se sirvió de sumuerte para confeccionar el medicamento, delmismo modo resucitó para dar una prueba de laresurrección. Con paciencia padeció para ense-ñarnos la paciencia a nosotros, y en su resurrec-ción nos mostró el premio de esa virtud» (Sermón175,3).

La verdadera justicia se compadece delos pecadores, pero la falsa justicia se apar-ta de ellos. Por eso Cristo recibió con amo-rosa compasión al publicano y a la Mag-dalena, la pecadora. ¡Con qué magníficaplasticidad nos pinta Jesús su infinito amorhacia los pecadores en las parábolas delBuen Pastor y del hijo pródigo! ¿Dóndeestaríamos si el Señor no nos hubiera re-conciliado con su infinito amor?

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2ª Semana

DomingoEntrada: «Que se postre ante Ti, oh

Dios, la tierra entera; que toquen en tuhonor, que toquen para tu nombre» (Sal65,4).

Colecta (Gregoriano): «Dios todopo-deroso, que gobiernas a un tiempo cieloy tierra, escuche paternalmente la ora-ción de tu pueblo, y haz que los días denuestra vida se fundamenten en tu paz».

Ofertorio (Veronense): «Concédenos,Señor, participar dignamente de estos san-tos misterios, pues cada vez que celebra-mos este memorial del sacrificio de Cris-to, se realiza la obra de nuestra reden-ción».

Comunión: «Preparas una mesa ante míy mi copa rebosa» (Sal 22,5). «Nosotroshemos conocido el amor que Dios nostiene y hemos creído en Él» (1 Jn 4,16).

Postcomunión (como las dos oracio-nes anteriores, se encontraba en el Misalanterior, y ésta ha sido retocada según elVeronense): «Derrama, Señor, sobre no-sotros tu espíritu de caridad, para que,alimentados por el mismo pan del cielo,permanezcamos unidos en el mismoamor».

CICLO ALa finalidad de la Encarnación del Ver-

bo se manifiesta en el ansia profunda delCorazón de Cristo Redentor para llevar alos hombres, purificados de sus pecados,hasta la condición de hijos de Dios. Paraconseguirlo, los ilumina primero con supalabra y su vida, y los santifica, al fin,con su propio sacrificio, como Corderodestinado a expiar los pecados de todoslos hombres. Así lo vemos en las lecturassiguientes:

–Isaías 49,3.5-6: Te hago Luz de lasnaciones, para que seas mi salvación.Todo hombre, de cualquier condición yorigen, necesita de la salvación. Jesús esel Siervo de Dios, que tiene poder parailuminar y reconciliar a todos los hom-bres hasta el último confín de la tierra. ElSiervo, en su condición difícil, pero pre-ciosa, experimenta la dureza del corazóndel Pueblo elegido. Pero sufre paciente-mente, para que todos podamos ser comoÉl. Comenta San Gregorio Nacianceno:

«Vengamos a ser como Cristo, ya que Cristo escomo nosotros. Lleguemos a ser dioses por Él, yaque Él es hombre por nosotros. Él ha tomado loque es inferior para darnos lo que es superior. Seha hecho pobre para que su pobreza nos enriquez-ca (2 Cor 8,9); ha tomado forma de esclavo (Flp2,7) para que nosotros recobremos la libertad(Rom 8,1); se ha abajado para alzarnos a noso-tros; aceptó la tentación para hacernos vencedo-res; ha sido deshonrado para glorificarnos; muriópara salvarnos y subió al cielo para unirnos a suséquito, a nosotros que estábamos derribados acausa del pecado» (Sermón 1,5).

–Con el Salmo 39 unimos nuestra voza la de Cristo y cantamos: «“Aquí estoy,Señor, para hacer tu voluntad”. Yo espe-raba con ansia al Señor: Él se inclinó yescuchó mi grito; me puso en la boca un

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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14 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

cántico nuevo, un himno a nuestro Dios...He proclamado su salvación ante la granasamblea».

–1 Corintios 1,1-3: Gracia y paz os dénuestro Padre y Jesucristo, nuestro Señor.Es por Cristo, Salvador por quien el Pa-dre nos ofrece la gracia que nos reconci-lia y la paz que nos salva. En la Carta aDiog-neto leemos:

«Nadie jamás ha visto ni ha conocido a Dios,pero Él ha querido manifestarse a Sí mismo. Semanifestó a través de la fe, que es la única a la quese le concede ver a Dios. Porque Dios es Señor yCreador de todas las cosas, que todo lo hizo ytodo lo dispuso con orden, no sólo amó a loshombres, sino que también fue paciente con ellos.Siempre lo fue, lo es y lo será: bueno, benigno,exento de toda ira, veraz; más aún Él, es el únicobueno. Después de haber concebido un designiogrande e inefable se lo comunicó a su único Hijo.

«Mientras mantenía oculto su sabio designio ylo reservaba para Sí, parecía abandonarnos y olvi-darse de nosotros. Pero, cuando lo reveló pormedio de su amado Hijo y manifestó lo que habíaestablecido desde el principio, nos dio juntamentetodas las cosas: participar de sus beneficios y very comprender sus designios. ¿Quién de nosotroshubiera esperado jamás tanta generosidad?

«Dios, que todo lo había dispuesto junto con suHijo, permitió que hasta el tiempo anterior a lavenida del Salvador viviéramos desviados del ca-mino recto, atraídos por los deleites y concupis-cencias, y nos dejáramos arrastrar por nuestrosimpulsos desordenados... Nos dio a su propioHijo como precio de nuestra redención: entregó alque es santo para redimir a los impíos, al inocentepor los malos, al justo por los injustos, al inco-rruptible por los corruptibles, al inmortal por losmortales...

«¡Oh admirable intercambio, mediación incom-prensible, beneficios inesperados: que la impie-dad de muchos sea cubierta por un solo justo, yque la justicia de uno solo justifique a tantos im-píos!» (Diogneto 8).

–Juan 1,29-34: Éste es el Cordero deDios, que quita el pecado del mundo. Trasproclamar la necesidad de la penitencia yde la conversión, el Bautista coronó sumisión de Precursor, señalando en Jesús

la presencia santificadora del Cordero deDios. Unas ocho veces ha comentado SanAgustín este pasaje evangélico :

«Demuestra que tienes amor al Pastor amandoa las ovejas, pues también las ovejas son miem-bros del Pastor. Para que las ovejas se conviertanen miembros suyos, fue conducido al sacrificiocomo una oveja (Is 53, 7); para que las ovejas sehicieran miembros suyos, se dijo de Él: He aquí elCordero de Dios que quita el pecado del mundo(Jn 1, 29). Pero, grande es la fortaleza de esteCordero. ¿Quieres conocer cuánta fortaleza mos-tró tener? Fue crucificado el Cordero y resultóvencido el león. Ved y considerad con cuánto po-der rige el mundo Cristo, el Señor, si con su muertevenció al diablo. Amémosle, pues; nada tengamosen mayor aprecio» (Sermón 225,1-2).

Jesús es el único justo en medio deaquella muchedumbre que confesaba suspecados. Él es «el Cordero de Dios». ¿Aquién se refiere esta imagen?: ¿Al corderosacrificado en el templo?, ¿al corderopascual?, ¿al Siervo de Yahvé? A los tres almismo tiempo. Y esa imagen significa queÉl es inocente, lleno de mansedumbre, deperfección ritual y de santidad, y que serásacrificado en la Cruz para salvar a todoslos hombres de sus pecados, para irra-diar en todas partes la Luz sin ocaso consu palabra y con su vida.

CICLO BDios nos ha hablado con impresionante

realismo en la Encarnación de su Verboeterno, hecho hombre como nosotros,igual a nosotros en todo, menos en el pe-cado. Por eso todo diálogo auténtico en-tre el hombre y Dios se ha de hacer a tra-vés de Jesucristo. Quien rechaza a Cristo,rechaza a Dios y se coloca fuera de la sal-vación redentora.

–1 Samuel 3,3-10.19: Habla, Señor,que tu siervo escucha. El episodio de lavocación del profeta Samuel es un claroexponente del derecho de Dios a condi-cionar decisivamente la vida del hombre

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con su libre llamamiento. Y es tambiénun ejemplo de la auténtica respuesta hu-mana ante la vocación divina. Oigamos aCasiano:

«Hay tres géneros de llamamiento. Uno cuan-do nos llama Dios directamente; otro, cuandonos llama por medio de los hombres; y el tercero,cuando lo hace por medio de la necesidad» (Co-laciones 3).

«Muchos son los caminos que conducen aDios. Por eso, cada cual debe seguir con deci-sión irrevocable el modo de vida que primeroabrazó, manteniéndose fiel en su dirección pri-mera. Cualquiera que sea la vocación escogida,podrá llegar a ser perfecto en ella» (ib. 14).

«Aquí estoy, dice Samuel, porque mehas llamado». San Jerónimo escribe almonje Heliodoro:

«Recuerda el día en que entraste en filas, cuan-do sepultado con Cristo en el bautismo, jurastelas palabras del sacramento: que por el nombredel mismo Cristo, no tendrías cuenta con padreni madre. Mira que el enemigo tiene empeño enmatar a Cristo en tu pecho. Mira que el donativoo soldada que, al entrar en la milicia, recibiste escodiciado por los campamentos contrarios... Se-cos los ojos, vuela al estandarte de la cruz. Eneste caso, es verdadera piedad ser cruel» (Carta14).

–Con el Salmo 39 le decimos al Señoruna vez más: «“Aquí estoy, para hacertu voluntad”. Yo esperaba con ansia alSeñor; Él se inclinó y escuchó mi grito;me puso en la boca un cántico nuevo, unhimno a nuestro Dios... Dios mío, lo quie-ro, llevo tu ley en mis entrañas».

–1 Corintios 6,13-15.17-20: Vuestrosmiembros son miembros de Cristo. La vo-cación cristiana es integral. Afecta tam-bién a nuestro cuerpo para la santidad.No se es cristiano con sólo el pensamien-to y el alma. Dios llama al hombre ente-ro, le reclama hasta lo más íntimo de sucorazón. Así lo explica San Gregorio deNisa

«Considerando que Cristo es “la luz verdade-ra” (Jn 1,9), sin mezcla posible de error alguno,

nos damos cuenta de que también nuestra vida hade estar iluminada con los rayos de la luz verdade-ra. Los rayos del sol de justicia son las virtudesque de Él emanan para iluminarnos; para que “de-jemos las actividades de las tinieblas y nos con-duzcamos, como en pleno día, con dignidad” (Rom13, 1) y, apartando de nosotros las ignominias quese cometen a escondidas, obrando en todo a plenaluz, nos convirtamos también nosotros en luz y,como es propio de la luz, iluminemos a los demáscon nuestras obras.

«Y si tenemos en cuenta que “Cristo es nuestrasantificación” (1 Cor 1,10), nos abstendremos detoda obra y pensamiento malo e impuro, con locual demostraremos que llevamos con sinceridadsu mismo nombre, mostrando la eficacia de estasantificación, no con palabras, sino con los actosde nuestra vida.

«Además, cuando decimos que Cristo es nues-tra redención, lo consideramos como el precio quenos gana la inmortalidad y nos hace posesión suya,comprados a la muerte por su vida (1 Tim 2,6). Ysi somos de Aquel que nos redimió, sigamos entodo al Señor, de manera que ya no seamos dueñosde nosotros mismos, sino que el Señor es Aquelque nos compró (1 Cor 6,20) y nosotros somossus siervos. Su voluntad es, pues, para nosotrosley de vida» (Tratado sobre el perfecto modelo decristiano 4.6).

–Juan 1,35-42: Vieron donde vivía y sequedaron con El. En toda vocación cris-tiana Cristo es el centro, y es quien poneal hombre en sintonía garantizada con lavoluntad de Dios, que así le elige y le lla-ma. Jesús quiere que los dos discípulos veany contemplen personalmente. Lo que ellos«vieron» debió de ser algo impresionante,según deducimos de lo que después «hi-cieron». Estos apóstoles comunican a otrossu inmenso gozo, para ganarlos tambiénpara Jesucristo. Comenta San Agustín:

«Los dos discípulos, al oírle hablar así, van en posde Jesús. Se vuelve Jesús, ve que le siguen y lesdice: “¿qué buscáis?” Responden ellos: “Maestro,¿dónde moras?” Ellos todavía no le siguen, comopara quedarse a vivir con Él... Pero Él les muestradónde vive, y ellos están con El. ¡Qué día tan felizpasan y qué noche tan deliciosa! ¿Hay quien seacapaz de decirnos lo que oyeron de la boca del Se-ñor?

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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16 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«Edifiquemos también nosotros mismos y ha-gamos una casa en nuestro corazón, adonde vengaEl a enseñarnos y hablar con nosotros» (Sermón203,2).

CICLO CLa Iglesia nos invita en estos domingos

que hoy comienza a seguir al Corazón deCristo en los primeros pasos de su vidapública, y nos enseña a escuchar su pala-bra, asimilarla y seguirla; y también a re-cibir sus hechos, es decir, a aprender lec-ciones de vida y de santidad evangélica.Ser cristiano no consiste solamente en re-cordar unos hechos y conocer unas doc-trinas, sino en aprender a vivir una vidanueva, la misma vida de Jesús, según elEvangelio, identificándonos con Él.

–Isaías 62,1-5: El marido se alegrarácon su esposa. Este texto ha sido escogi-do en razón de la lectura evangélica: lasbodas de Caná. La obra de la salvación esfruto de una elección de Dios absoluta-mente libre y gratuita. El Señor se eligióun pueblo, como el esposo elige a su espo-sa en una alianza perpetua. Escribe Casia-no:

«“La alegría que encuentra el marido con suesposa, la encontrará Dios contigo”. Éste y otrostextos bíblicos, como los de Oseas y Jeremías,han sugerido a los místicos el matrimonio espiri-tual del alma con Dios. Es una doctrina elevada ala que todos estamos llamados. Es una intimidadperfecta con Dios.

«Éste ha de ser nuestro principal objetivo y eldesignio constante de nuestro corazón: que nues-tra alma esté continuamente unida a Dios y a lascosas divinas. Todo lo que le aparte de esto, porgrande que pueda parecernos, ha de tener en no-sotros un lugar puramente secundario o, por me-jor decir, el último de todos. Inclusive debemosconsiderarlo como un daño positivo» (Colacio-nes 1).

–Con el Salmo 95 proclamamos: «Con-tad a todos los pueblos las maravillas delSeñor. Cantad al Señor un cántico nuevo,cantad al Señor toda la tierra; cantad al

Señor, bendecid su nombre. Proclamaddía tras día su victoria, contad a los pue-blos su gloria, sus maravillas a todas lasnaciones. Familias de los pueblos, acla-mad al Señor, aclamad la gloria y el po-der del Señor, aclamad la gloria del nom-bre del Señor. Postraos ante el Señor enel atrio sagrado, tiemble en su presenciala tierra toda. Decid a los pueblos: “elSeñor es Rey, Él gobierna a los pueblosrectamente”».

–1 Corintios 12,4-11: El mismo y únicoEspíritu reparte a cada uno como a Él leparece. Dios mismo es quien, con la ri-queza de su Espíritu y con la variedad desus dones, trata de hacer de la Iglesia suEsposa santa, la madre única de todos losredimidos por Cristo. El Espíritu Santoha obrado siempre en la Iglesia de unmodo nuevo, intenso y creativo. Así lomuestra la historia de la Iglesia. Ministe-rios y carismas han sido siempre para ellaun don continuo, en medio de gozos ypenalidades. Oigamos a San Juan Crisós-tomo:

«El tiempo que ha precedido al bautismo era uncampo de entrenamiento y de ejercicios, donde lacaídas encontraban su perdón. A partir de hoy, laarena está abierta para vosotros, el combate tienelugar, estáis bajo la mirada pública, y no sólo loshombres, también innumerables ángeles contem-plan vuestros combates. Pablo confiesa en su Cartaa los Corintios: “nosotros hemos sido presenta-dos como espectáculo al mundo, a los ángeles y alos hombres” (1 Cor 4,9). En efecto, los ángelesnos contemplan y el Señor de los ángeles es el quepreside el combate. Para nosotros no sólo es unhonor, sino también una seguridad. Cuando eljuez de estos asaltos es precisamente Aquel queha entregado su vida por nosotros ¿qué honor yqué seguridad no habremos de tener?» (Ocho ca-tequesis bautismales 3,8).

–Juan 2,1-12: En Caná de Galilea Je-sús comenzó sus signos por intercesión dela Virgen María. Jesús eligió, como mar-co de su primera manifestación redento-ra, la ceremonia de unas bodas. Más tar-

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de elevaría el matrimonio cristiano a sig-no sacramental de la unión de Él mismocon su Iglesia. Éste es el primer milagropúblico de Jesús. Oigamos el comenta-rio de Fausto de Riez:

«Por obra de Cristo se produce en Galilea unvino nuevo, esto es, cesa la ley y sucede la gracia;es retirada la sombra y se hace presente la reali-dad; lo carnal viene a hacerse espiritual; la anti-gua observancia se transforma en el Nuevo Tes-tamento. Como dice el Apóstol: “lo antiguo hapasado, lo nuevo ha comenzado” (2 Cor 5,17). Ydel mismo modo que el agua contenida en lastinajas, sin mermar en su propio ser, adquiereuna nueva entidad, así también la ley no quedadestruida con la venida de Cristo, al contrario,queda clarificada y ennoblecida.

«Como faltase el vino, Cristo suministra unvino nuevo. Bueno es el vino del Antiguo Testa-mento, pero el del Nuevo es mejor. El AntiguoTestamento que observan los judíos se diluye enla materialidad de la letra; mientras que el Nuevo,al que pertenecemos nosotros, nos comunica elbuen sabor de la vida y de la gracia» (Sermón 5sobre la Epifanía).

LunesAños impares

–Hebreos 5,1-10: A pesar a ser Hijo,aprendió, sufriendo, a obedecer. La per-fecta humanidad de Cristo entre los hom-bres se subraya ahora con la definiciónde «sacerdote», que solo en Él se verifi-ca plenamente. En efecto, Jesucristo, ele-gido por Dios entre los hombres, los re-presenta en el culto a Dios, y ofrece do-nes y sacrificios por los pecados. El sa-crificio de Cristo fue en realidad el queconsiguió el perdón de los pecados, y Élno lo ofreció por Sí mismo, pues no te-nía pecado alguno. Oigamos a Orígenes:

«Fijémonos en nuestro verdadero y sumo sa-cerdote, el Señor Jesucristo. Él, habiendo toma-do la naturaleza humana, estaba con el pueblotodo el año, aquel año, a saber, del cual dice Élmismo: “Me envió a evangelizar a los pobres ya proclamar el año de gracia del Señor”. Y una

vez durante este año, el día de la expiación, “entróen el Santuario”; es decir, cumplida su misión,penetró en los cielos, y entró en la presencia delPadre, para hacerle propicio al género humano ypara interceder en favor de todos los que creenÉl...

«En el Antiguo Testamento se celebraba el ritode la propiciación ante Dios; pero tú, que has veni-do a Cristo, verdadero sumo sacerdote, que con susangre te hizo a Dios propicio y te reconcilió con elPadre, transciende con tu mirada la sangre de lasantiguas víctimas y considera más bien la sangrede Aquél que es la Palabra, escuchando lo que Élmismo te dice: “Esta es mi sangre, que será derra-mada por vosotros para el perdón de los pecados”.

«El hecho de rociar el lado oriental tiene tambiénsu significación. De Oriente nos viene la propicia-ción, pues de allí procede el varón cuyo nombre esOriente, el que ha sido constituido Mediador entreDios y los hombres. Ello te invita a que miressiempre hacia el Oriente, de donde sale para ti elsol de justicia, de donde te nace continuamente laLuz para que no camines nunca en tinieblas, ni tesorprenda en tinieblas aquel día último; para queno se apodere de ti la noche y la oscuridad de la ig-norancia, sino que vivas siempre en la Luz de laSabiduría, en el pleno día de la fe, bajo la Luz de lacaridad y de la paz» (Homilía 9 sobre el Levítico5,10).

–Con el Salmo 109 proclamamos el sa-cerdocio de Cristo. Constituido por DiosSumo y Eterno Sacerdote, Él ha realizadoen su vida, compartida con la de sus her-manos, los hombres, el puente de uniónentre el cielo y la tierra. Él, víctima de supropio ofrecimiento, se ha convertido paratodos en autor de la salvación eterna:

Dios le dice por eso: «“tú eres sacerdoteeterno según el rito de Melquisedec”. Des-de Sión extenderá el Señor el poder de sucetro: somete en la batalla a los enemigos.“Eres príncipe desde el día de tu nacimien-to; entre esplendores sagrados yo mismote engendré como rocío, antes de la auro-ra”», antes de la aurora del mundo, desdetoda la eternidad.

Cuanto más miserables seamos por no-sotros mismos, más debemos volvernos

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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18 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

hacia Él, más debemos unirnos a sus sú-plicas, a su alabanza, a su acción de gra-cias. Y el Señor, haciéndonos suyos, nosescuchará y nos librará. Depositemos todoen Él: nuestro yo, nuestra esperanza ynuestros temores, nuestro presente, nues-tro pasado y nuestro porvenir... Él es Sa-cerdote eterno.

Años pares–1 Samuel 15,16-23: Obedecer vale más

que un sacrificio. El Señor rechaza comorey a Saúl, que le ha sido infiel. San Agus-tín dice:

«La obediencia con toda verdad ha de decirse lavirtud propia de la criatura racional, que actúa bajola potestad de Dios. Y también ha de decirse queel primero y el mayor de todos los vicios es elorgullo, que lleva al hombre a querer más potes-tad para su ruina, y tiene el nombre de desobe-diencia» (Tratado sobre el Génesis 8).

El cristiano ha de rechazar la tentaciónde interpretar la obediencia como un so-metimiento indigno del hombre, propiode personas con escasa madurez. Quienespiensan así no han considerado que Cris-to «se hizo obediente hasta la muerte ymuerte de cruz» (Flp 2,8).

–La sinceridad de vida es el mejor sa-crificio. La Escritura y los Padres insis-ten una y otra vez en que el culto externosin interioridad de corazón no es por Diosquerido, sino rechazado. Por eso el Se-ñor nos dice en el Salmo 49: «No te re-procho tus sacrificios, pues siempre estántus holocaustos ante Mí. Pero no aceptaréun becerro de tu casa, ni un cabrito de tusrebaños. ¿Por qué recitas mis preceptos ytienes siempre mi alianza en tu boca, túque detestas mis enseñanzas y te echas ala espalda mis mandatos? Esto haces ¿yme voy a callar? ¿Crees que soy comotú? Te acusaré, te lo echaré en cara. Elque me ofrece acción de gracias ése mehonra; al que sigue el buen camino le haréver la salvación de Dios».

Es verdad que nuestra ofrenda, Cristo,es infinitamente más preciosa que todoslos costosos sacrificios del Antiguo Tes-tamento; pero no olvidemos aquellas pa-labras: «no todo el que dice: “Señor, Se-ñor”...» Hemos de sacrificar a Dios todolo que no sea compatible con Su volun-tad. Hemos de ofrecerle sacrificios quenos cuesten algo real y sensible. Hemosde morir a nosotros mismos, al pecado, yprocurar «tener los mismos sentimientosque tuvo Cristo Jesús» (Flp 2,5).

–Marcos 2,18-22: El novio está conellos. La observancia de la ley mosaicano está ya vigente para los discípulos deCristo, que son amigos del Esposo. El mi-nisterio salvador de Jesús proclama unosprincipios fundamentales de vida, que noencajan en el sistema religioso entoncesvigente entre los judíos.

La doctrina de Jesús tiene una gran fuer-za renovadora. Cristo declara aquí su di-vinidad y llama a sus discípulos «los ami-gos del Esposo», sus amigos. Están conÉl y por eso no necesitan ayunar. Sin em-bargo, cuando no esté Él presente visi-blemente, será necesario el ayuno y la mor-tificación para poder verle con los ojosdel alma. Dice San Agustín:

«La penitencia purifica el alma, eleva el pensa-miento, somete la propia carne al espíritu, hace alcorazón contrito y humillado, disipa las nebulosi-dades de la concupiscencia, apaga el fuego de laspasiones y enciende la verdadera Luz de la casti-dad» (Sermón 73).

Y San Basilio:«Al ser nocivo para el cuerpo el demasiado cui-

dado y un obstáculo para el alma, es locura mani-fiesta servirle y mostrarse sumiso con él» (Dis-curso a los jóvenes 3).

Con razón, pues, dice la Iglesia al Se-ñor en un prefacio de Cuaresma: «con elayuno corporal refrenas nuestras pasio-nes, elevas nuestro espíritu, nos das fuerzay recompensa».

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MartesAños impares

–Hebreos 6,10-20: La esperanza quese nos ha ofrecido es para nosotros unancla segura y firme. Hemos de llevaruna vida auténticamente cristiana, puesDios es fiel a sus promesas y nuestra es-peranza es como un ancla que nos aferraa él, Cristo Jesús, nuestro Sumo y Eter-no Sacerdote. El ancla siempre ha sidodesde los primeros siglos del cristianis-mo un signo de la firmeza y seguridadde la fe. Muchas veces aparece pintadaen las catacumbas. Los cristianos somoshombres que esperamos la futura gloriaque se revelará en nosotros. San Basiliodice:

«Un único motivo te queda para gloriarte, ohhombre, y el único motivo de esperanza consisteen hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futu-ra en Cristo» (Homilía 20, sobre la humildad).

San Agustín afirma que toda la espe-ranza del hombre «estriba solo en la granmisericordia de Dios» (Confesiones 10).Y San Juan Crisóstomo:

«No desesperéis nunca. Os lo diré en todosmis discursos, en todas mis conversaciones; y sime hacéis caso, sanaréis. Nuestra salvación tienedos enemigos mortales: la presunción, cuandolas cosas van bien, y la desesperación, despuésde la caída. Éste segundo enemigo es mucho másterrible» (Homilía sobre la penitencia).

–Dios es siempre fiel a sus promesassalvadoras. Él se ha comprometido y nomiente. Por eso, con gran ánimo y forta-leza, cantamos con el Salmo 110: «ElSeñor recuerda siempre su alianza. Doygracias al Señor de todo corazón, en com-pañía de los rectos, en la asamblea. Gran-des son las obras del Señor, dignas deestudio para los que las aman. El Señor

ha hecho maravillas memorables, es pia-doso y clemente; Él da alimento a sus fie-les, recordando siempre su alianza. Envióla redención a su pueblo, ratificó parasiempre su alianza; su nombre es sagradoy temible; la alabanza del Señor dura porsiempre».

Años pares–1 Samuel 16,1-13: David es ungido y

la acción del Espíritu le invade. Diosmuestra su benevolencia hacia David ysu pueblo. Los planes de Dios no son losde los hombres (Is 55,8), y así lo com-prueba Samuel, que se ve obligado a re-chazar uno a uno todos los hermanos ma-yores de David. El cumplimiento de lavoluntad del Señor es siempre la guía mássegura para el cristiano. Esta voluntad deDios, que se va manifestando a lo largode la vida, puede ser acogida con resig-nación, con generosidad o con pleno aban-dono en Él, que es lo más perfecto.

«Cualquier cosa que te suceda recíbela comoun bien, consciente de que nada pasa sin que Dioslo haya dispuesto» (Carta llamada de Bernabé9). Y San Agustín: «El Señor conoce mejor que elhombre lo que le conviene en cada momento»(Carta 138).

–Cantamos la elección y unción de Da-vid con el Salmo 88. En lo más pequeñose ha revelado el poder del Señor. Así seve más claro que es Dios el que da la fuer-za, el valor y la victoria a los que siguenplenamente su voluntad:

«He ceñido la corona a un héroe, helevantado a un soldado sobre el pueblo.Encontré a David, mi siervo, y lo he un-gido con óleo sagrado; para que mi manoesté siempre con él, y mi brazo lo hagavaleroso. Él me invocará: “Tú eres miPadre, mi Dios, mi Roca salvadora”, yyo lo nombraré mi primogénito, excelsoentre los reyes de la tierra».

Como es obvio, David es figura de Cris-to, y lo que dice el Señor de aquél lo dice

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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20 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

más plenamente de Cristo, Rey del uni-verso. Él es el cumplidor exacto de la vo-luntad del Padre, como lo confesó variasveces: «mi alimento es hacer la voluntaddel que me envió y acabar su obra» (Jn4,34). El camino que Él nos señaló es elcumplimiento de la voluntad divina: oír lapalabra de Dios y practicarla. Es ahí don-de se demuestra realmente el amor a Dios,y donde se expresa de verdad nuestro gra-do de unión con El: «no el que dice: “Se-ñor, Señor”..., sino el que hace la volun-tad de mi Padre» (Mt 7,21).

–Marcos 2,23-28: El sábado se hizopara el hombre, y no el hombre para elsábado. La salvación, tema central delmensaje de Jesús, no es cuestión de anti-guas observancias legales, sino de rela-ción personal con Dios, que sólo es posi-ble por el camino del amor. Cristo, comoHijo de Dios, es «Señor del sábado». A lanueva alianza entre Dios e Israel ha suce-dido una alianza nueva entre Dios y la hu-manidad. Esta alianza, nueva, perfecta ydefinitiva, está fundada en Cristo Jesús.Comenta San Ambrosio:

«No sólo por la ternura de sus palabras y porel ejemplo de su actos, el Señor Jesús comenzó adespojar al hombre de la observancia de la leyantigua y a revestirlo del nuevo vestido de la gra-cia. Así lo conduce ya en día de sábado por lossembrados, es decir, lo aplica a obras fructuosas.¿Qué quiere decir sábado, mies, espigas? No setrata de un misterio sin importancia. El campo estodo el mundo presente; la mies del campo es,por la semilla del género humano, la cosecha abun-dante de los santos; las espigas del campo son losfrutos de la Iglesia, que los apóstoles remuevenpor su actividad, nutriéndose y alimentándose denuestros progresos.

«Se levantaba ya la mies, fecunda de virtudes,con muchas espigas, a las cuales son comparadoslos frutos de nuestros méritos; pues, como a ellas,el mal tiempo los deteriora, o los quema el sol, olos humedecen las lluvias, o los destrozan lastempestades, o bien los segadores los amontonanen los depósitos de los graneros dichosos.

«La tierra ha recibido ya la palabra de Dios, ysembrada con la semilla celestial, ha producidoen el campo ubérrimo una mies abundante. Losdiscípulos tenían hambre de la salvación de loshombres, y [arrancando espigas] parecían extraerel alimento de las almas y atraer a la luz de la fepor los prodigios deslumbrantes que realizaban.Pero los judíos pensaban que “eso no estaba per-mitido en sábado”. Cristo, sin embargo, por unnuevo beneficio de su gracia, subraya la ociosi-dad de la ley y la acción de la gracia» (Comenta-rio al Evangelio de San Lucas 5, 28-29).

MiércolesAños impares

–Hebreos 7,1-3.15-17: Tú eres sacer-dote para siempre según el rito de Melqui-sedec. Quedan perfilados los rasgos delsacerdocio de Cristo: será el suyo un sa-cerdocio totalmente nuevo, cuya imagenpuede ser la figura misteriosa de Melqui-sedec. De éste no se conoció su ascen-dencia ni su descendencia (Gen 14,17-20). Por eso es tipo del sacerdocio eternode Cristo. Era rey de Salén, esto es, reyde paz. Abrahán lo considera superior.

Todo esto es propio de Cristo. Por Él,que es nuestro Mediador, nuestro Sumo yEterno Sacerdote, la Iglesia puede ofre-cer y ofrece al Padre una acción de gra-cias, una eucaristía, perfecta y digna deÉl. En la maravilla sagrada de la Euca-ristía se actualiza sacramentalmente el sa-crificio único de Cristo. Oigamos a SanLeón Magno:

«Está presente el Señor Jesucristo en medio delos creyentes. Por eso nuestra confianza no estemeraria, sino fiel. Pues, aunque Él está sentadoa la derecha de Dios Padre, hasta que ponga atodos sus enemigos por escabel de su pies (Sal109,1), sin embargo, no falta nunca el Sumo Pon-tífice de la asamblea de sus pontífices, y con razónse le canta por boca de toda la Iglesia y de todoslos sacerdotes: “Tú eres sacerdote para siempresegún el orden de Melquisedec”.

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«Él mismo es Aquel cuya figura presignificabael pontífice Melquisedec, que no ofrecía lasoblaciones judaicas, sino que inmoló el sacrificiode aquel sacramento que nuestro Redentor con-sagró en su Cuerpo y en su Sangre. Él mismo esaquel cuyo sacerdocio no había de pasar con eltiempo de la ley, como pasó el establecido segúnel orden de Aarón, sino que fue instituido con lafirmeza de un juramento indisoluble, que habíade celebrarse perennemente según el orden deMelquisedec. Pues, así como entre los hombresel juramento que se presenta con estas fórmulasqueda sancionado como pacto perpetuo, así tam-bién la declaración del juramento divino, que seencuentra en estas promesas, fijadas en decretosinconmovibles. Y puesto que el arrepentimientoindica el cambio de voluntad, Dios no se arre-piente en aquel en que, según el beneplácito eter-no, no puede querer otra cosa distinta de lo quequiso...

«Honramos, pues, el día en que fuimos consa-grado obispo, ya que piadosa y verdaderamenteconfesamos que, en todas las cosas que hacemosrectamente, Cristo es quien realiza la obra de nues-tro ministerio» (Sermón 5, 3-4).

–Volvemos a cantar el sacerdocio deCristo con el Salmo 109: «“Tú eres sa-cerdote eterno, según el rito de Melquise-dec”. Oráculo del Señor a mi Señor:“siéntate a mi derecha y haré de tus ene-migos estrado de tus pies”... El Señor loha jurado y no se arrepiente: “Tú eressacerdote eterno, según el rito de Melqui-sedec”».

El sacrificio de la Misa es una reactuali-zación sacramental del sacrificio reden-tor del Calvario. Jesús en él se da a Símismo y se entrega sin límites a los hom-bres, como Sacerdote y Víctima. Todasu vida ha sido una donación continua-da. Él «vino para dar su vida» (Mt, 20,28),y en la hora suprema consumó su dona-ción en el sacrificio de la Cruz.

Años pares–1 Samuel 17,32-33.37.40-51: David

venció al filisteo Goliat. Comenta SanAgustín:

«El enemigo te da la muerte con tu misma es-pada; con tus mismas armas te vence y te asesi-na. Acepta el precepto, sabiendo que no es unarma con la que el enemigo te da muerte, sino conla que tú se la das a tu enemigo. Pero no presumasde tus fuerzas. Contempla al joven David contraGoliat: contempla al pequeño contra el grande;pequeño pero presumiendo del nombre de Dios:“Tú con escudo y lanza; yo en nombre del Señoromnipotente”. Así, así y no de otra manera hasde luchar; no hay otra manera de derrotar al ene-migo. Quien presume de sus fuerzas, antes de lalucha ya está derrotado» (Sermón 153,11).

–David es pequeño e insignificante, perova hacia el enemigo «en el nombre del Se-ñor de los ejércitos». Dios que es Roca,Alcázar, Baluarte, Escudo y Refugio, esel único que da la victoria. Esto se cum-ple siempre, pero más en el Reino de Cris-to, en la Iglesia. Los que confían en elSeñor alcanzan la salvación. Pasan los per-seguidores, pasan los herejes, pasan losque niegan a Cristo, pero Él sigue reinan-do y reinará siempre, y con Él también suIglesia. Lo proclamamos con el Salmo143:

«Bendito el Señor, mi Roca, que adies-tra mis manos para el combate, mis de-dos para la pelea. Mi Bienhechor, mi Al-cázar, Baluarte donde me pongo a salvo,mi Escudo y mi Refugio, que me sometelos pueblos. Dios mío, te cantaré un cán-tico nuevo, tocaré para Ti el arpa de diezcuerdas; para Ti, que das la victoria a losreyes y salvas a David, tu siervo. Defién-deme de la espada cruel».

–Marcos 3,1-6: ¿Está permitido en sá-bado salvar a un hombre o dejarlo pere-cer? Sigue el problema de la legislaciónmosaica ante el mensaje de Cristo, queviene a salvar a todos los hombres. Loscontemporáneos de Jesús no quieren re-cibir la verdad, no aceptan el verdaderosentido de la ley, no reconocen la horadel amor supremo que Cristo viene a ins-taurar. No entienden que Jesucristo, consu doctrina y con su conducta, aunque apa-

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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22 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

rentemente rompe el orden religioso deMoisés, «no viene a abrogar la Ley, sinoa consumarla» en el amor (Mt 5,17). Esésta una de las características más autén-ticas de la vida cristiana. Dice San Ber-nardo:

«El amor basta por sí solo, satisface por sí soloy por causa de sí. Su mérito y su premio se iden-tifican con él mismo. El amor no requiere otromotivo fuera de él mismo, ni tampoco ningúnprovecho; su fruto consiste en su misma prácti-ca. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosaes el amor, con tal que se recurra a su principio yorigen, con tal que vuelva siempre a su fuente ysea una misma emanación de sí mismo» (Sermón83).

San Agustín decía: «cuanto más amo,me siento todavía más deudor» (Carta192).

JuevesAños impares

–Hebreos 7,25–8,6: Cristo, ofreciéndo-se a sí mismo, ofreció su sacrificio de unavez para siempre. En clara distinción res-pecto del sacerdocio del Antiguo Testa-mento, Jesús, único y eterno Sacerdote,que vive por siempre junto al Padre parainterceder en favor de nosotros, ofrecióun sacrificio único, la ofrenda que hizode sí mismo en el Calvario. San Fulgenciode Ruspe dice muy bellamente:

«Él es quien en Sí mismo hace lo que era nece-sario para que se efectuara nuestra redención. Esdecir, Él mismo es el sacerdote y el sacrificio; esDios y templo; es el sacerdote por cuyo medionos reconciliamos y el Dios con quien nos hemosreconciliado. Ten, pues, por absolutamente segu-ro y no dudes en modo alguno, que el mismoDios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció pornosotros a Dios en olor de suavidad, como sacri-ficio y hostia.

«El mismo, en cuyo honor, en unidad con elPadre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profe-tas y sacerdotes ofrecían en tiempos del AntiguoTestamento sacrificio de animales; Él mismo esaquél a quien ahora, en el tiempo del Nuevo Tes-

tamento, en unidad con el Padre y el EspírituSanto, con quienes comparte la misma y únicadivinidad, la santa Iglesia católica no deja nuncade ofrecer por todo el universo de la tierra, comosacrificio del pan y del vino, con fe y caridad»(De fide ad Petrum 22).

–Como en días anteriores, también hoyempleamos el Salmo 109: Oh Cristo, «túeres sacerdote eterno, según el orden deMelquisedec».

Años pares–1 Samuel 18,6-9; 19,1-7: Mi padre,

Saúl, te busca para matarte. Saúl sienteenvidia del éxito logrado por David entreel pueblo. Pero Jonatán, su hijo, que esamigo íntimo de David, le previene del pe-ligro. Sobre la amistad nos ofrece el Bea-to Elredo estas palabras:

«Esta es la verdadera, perfecta, la estable yconstante amistad: la que no se deja corromperpor la envidia; la que no se enfría por las sospe-chas; la que no se disuelve por la ambición; laque, puesta a prueba, no cede; la que a pesar detantos golpes, no cae; la que batida por tantasinjurias, se muestra inflexible» (Tratado sobre laamistad espiritual 3).

Y San León Magno:«Amándonos Dios, nos restituye a su imagen.

Y para que halle en nosotros la imagen de subondad, nos concede que podamos hacer lo queÉl hace, iluminando nuestras inteligencias e infla-mando nuestros corazones, a fin de que no sola-mente le amemos a Él, sino también a cuanto Élama. Si entre los hombres se da una firme amistadcuando los ha unido la semejanza de costumbres(aunque sucede muchas veces que la conformi-dad de costumbres y deseos conduce a malos afec-tos), ¡cuánto más debemos desear y esforzarnospor conformarnos con aquellas cosas que Diosama!» (Sermón 12, 1 sobre el ayuno del mes dediciembre).

–Por muy grande que sea la persecu-ción y por mucho que aumenten las difi-cultades, el alma piadosa confía siempreen Dios. Confesamos, por eso, con el Sal-mo 55: «En Dios confío y no temo. Mi-sericordia, Dios mío, que me hostigan,

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me atacan y me cercan todo el día; todoel día me hostigan mis enemigos, me ata-can en masa. Anota en tu libro mi vidaerrante, recoge mis lágrimas en tu odre,Dios mío... En Dios, cuya promesa ala-bo, en Dios confío y no temo. ¿Qué po-drá hacerme un hombre? Te debo, Diosmío, los votos que hice; los cumpliré conacción de gracias».

Esa confianza inalterable, aún en me-dio de las mayores angustias, se funda-menta en la amistad del alma con Dios.Así dice San Gregorio Magno:

«¡Qué grande es la misericordia de nuestroCreador! Ni siquiera somos siervos dignos su-yos, y nos llama amigos. ¡Qué grande es la dig-nidad del hombre al ser amigo de Dios! » (Homi-lía 27 sobre los Evangelios).

–Marcos 3,7-12: Los espíritus inmun-dos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios».Aquellos espíritus, reconociendo su de-rrota, manifestaban el poder salvífico deJesucristo. ¿Reconocen ese poder cuan-do nos tientan a nosotros? ¿Por qué per-mite Dios nuestras tentaciones? Porquenos son útiles. Oigamos a San Juan Cri-sóstomo:

Permite Dios que seas tentado, «primero, paraque te des cuenta de que ahora eres ya más fuer-te. Luego, para que tengas moderación y humil-dad y no te engrías por los dones recibidos, pueslas tentaciones pueden muy bien reprimir tu or-gullo. Además de eso, la malicia del demonio,que acaso duda de si realmente le has abandona-do, por las pruebas de las tentaciones puedetener certidumbre plena que te has apartado deél definitivamente. Hay un cuarto motivo: lastentaciones te hacen más fuerte que el hierromejor templado. Y un quinto: te hacen compro-bar mejor lo preciosos que son los tesoros quese te han confiado, porque si no viera el demonioque estás ahora constituido en más alto honor,no te hubiera atacado» (Homilía 13 sobre SanMateo).

El Pastor de Hermas dice que«el diablo no puede dominar a los siervos de

Dios que de todo corazón confían en El. Puede, sí,combatirlos, pero no derrotarlos» (Hermas 2).

Nosotros no confiemos en sus halagosy fascinaciones. A veces «el mismo Sa-tanás se disfraza de ángel de luz» (2 Cor11,14).

ViernesAños impares

–Hebreos 8,6-13: Cristo es Mediadorde una alianza mejor. El tema de la alian-za es central en la Carta a los Hebreos.Allí se encuentra esa palabra más vecesque en los demás libros del Nuevo Testa-mento. La comparación entre las dosalianzas, la Antigua, dada a Moisés y gra-bada en piedra, y la Nueva, dada por Cris-to y grabada en la inteligencia y en el co-razón de los fieles por el Espíritu Santo,desarrolla el texto de Jeremías (Jer 31,31-34), donde el profeta anuncia la alianzainterior de Yavé con su pueblo. Orígenescomenta:

«Todos los que hemos recibido la palabra delSeñor somos “linaje escogido, sacerdocio real, na-ción santa, pueblo adquirido” (1 Pe 2, 9). Si, pues,alguno de nosotros, que hemos sido constituidosen el orden de la estirpe real, ha sido llevado porel diablo cautivo, sin duda ha sido trasladado delcortejo real a Babilonia y hace alianza conNabucodonosor porque despreció la alianza conDios.

«Es imposible que el hombre viva sin una uotra alianza. Si mantienes en ti el testamento deDios, Nabucodonosor no puede hacer alianza con-tigo. Y si rechazaste el testamento de Dios, por laprevaricación de sus mandatos, has hecho pactocon Nabucodonosor. Pues está escrito: “hizo conél un pacto” (Ez 17,13), y “se vistió como untraje la maldición” (Sal 108,18)» (Homilía 12,17sobre Ezequiel).

–Lo que fue promesa se ha hecho aho-ra realidad en Jesucristo, y lo que fueanuncio de la constante misericordia deDios se ha manifestado plenamente enCristo con el carácter de lo definitivo. Éles al mismo tiempo misericordia y fideli-dad. Celebramos orantes ese misterio degracia con el Salmo 84:

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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24 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«Muéstranos, Señor, tu misericordia ydanos tu salvación. La salvación está yacerca de sus fieles y la gloria habitará ennuestra tierra... La justicia y la paz se be-san; la fidelidad brota de la tierra y la jus-ticia mira desde el cielo».

Años pares–1 Samuel 24 3-21: No extenderé la

mano contra él, porque es el ungido delSeñor. Saúl persigue a muerte a David. Ycuando éste lo encuentra solo y lo tiene asu merced, sin embargo, no levanta lamano contra él por respeto al ungido delSeñor. No se venga. Saúl conoce por estoy por otros signos que David es el elegi-do del Señor, pero no por eso cambia ha-cia él sus sentimientos. Pueden más en élla envidia y la soberbia. El perdón otorga-do por David a su mayor enemigo es unejemplo perfecto. Pudo vengarse y no lohizo, guardado del mal por temor de Dios.También San León Magno exhorta al per-dón:

«Amadísimos, acordándonos de nuestras de-bilidades, que nos han hecho caer en toda clase defaltas, guardémonos de descuidar este remedioprimordial [del perdón] y este medio tan eficaz enla curación de nuestras heridas. Perdonemos, paraque se nos perdone; concedamos la gracia quenosotros pedimos. No busquemos la venganza,ya que nosotros mismos suplicamos que se nosperdone. No nos hagamos el sordo a los gemidosde los pobres; otorguemos con diligente benigni-dad la misericordia a los indigentes, para que po-damos encontrar también nosotros misericordiael día del juicio» (Sermón 39,6).

–El ejemplo de David, acosado y sal-vado, nos mueve a elevar a Dios un cantode confianza con el Salmo 55. La fuerzaprotectora de Dios es más poderosa quela acción de los enemigos: «En Dios con-fío y no temo. Misericordia, Dios mío,que me hostigan, me atacan y me acosantodo el día; todo el día me hostigan misenemigos, me atacan en masa. Anota entu libro mi vida errante, recoge mis lágri-

mas en tu odre. Que retrocedan mis ene-migos cuando te invoco y así sabré queeres mi Dios. En Dios, cuya promesa ala-bo, en el Señor, cuya promesa alabo, enDios confío y no temo; ¿qué podrá ha-cerme un hombre? Te debo, Dios mío,los votos que hice; los cumpliré con ac-ción de gracias».

–Marcos 3,13-19: Llamó a los que qui-so y los hizo sus compañeros. Jesús eligea sus apóstoles para que estén siempre conÉl y para enviarlos a predicar. No es po-sible ser apóstol de Cristo si no se estáunido íntimamente a Él. Difícilmente sepodrá misionar si no estamos llenos deCristo por la oración. San Agustín insisteen ello con frecuencia:

«Antes de permitir a la lengua que hable, elapóstol debe elevar a Dios su alma sedienta, conel fin de dar lo que hubiese bebido y esparciraquello de que le haya llenado» (Doctrina Cris-tiana 1,4). El cristiano, «para que aprenda a amara su prójimo como a sí mismo, debe antes amar aDios como a sí mismo» (Comentario al Salmo118).

Y San Ambrosio:«Recibe a Cristo para que puedas hablar a los

demás. Acoge en ti el agua de Cristo... Llena, pues,de esta agua tu interior, para que la tierra de tucorazón quede humedecida y regada por sus pro-pias fuentes» (Carta 2,1-2).

En fin, San Gregorio:«San Juan Bautista escuchaba en su interior la

voz de la Verdad para manifestar al exterior lo queoía» (Homilía 20 sobre los Evangelios).

Ésta ha sido la doctrina constante de laIglesia: de la unión vital con Cristo de-pende la fecundidad de todo apostolado.Si no «estamos con Él», no podemos ser«enviados a predicar».

SábadoAños impares

–Hebreos 9,2-3.11-14: Entró una vezpara siempre en el Santuario con su san-

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gre. Gran diferencia entre el sacerdociode Cristo y el sacerdocio de Aarón: nohay en la Cruz sangre de cabritos, sino lasuya; no se ofrece muchas veces el sacri-ficio, sino una sola vez. Es la eficacia in-finita del sacerdocio y sacrificio de Cris-to. Comenta San León Magno:

«Oh admirable poder de la Cruz... En ella estáel tribunal del Señor, el juicio del mundo, el po-der del Crucificado. En ella “atrajiste a todos ha-cia Ti”, Señor, a fin de que el culto de todas lasnaciones del orbe, celebrara, mediante un sacrifi-cio pleno y manifiesto, lo que se realizaba en elTemplo de Judea como sombra y figura. Ahora,en efecto, es más ilustre el orden de los levitas,más alta la dignidad de los ancianos, más sagradala unción de los sacerdotes; porque tu Cruz es lafuente de toda bendición, el origen de toda gra-cia. Por ella, los creyentes reciben de la debilidadla fuerza, del oprobio la gloria y de la muerte lavida» (Sermón octavo sobre la Pasión 4).

–La lectura anterior nos mueve a can-tar con el Salmo 46 la exaltación de Cristoen la Cruz. Es el Misterio Pascual: Pa-sión, Muerte, Resurrección y Ascensióndel Señor a los cielos. Jesús se anonadóy Dios lo exaltó: «Dios asciende entreaclamaciones, al son de trompetas... Pue-blos todos, batid palmas, aclamad a Dioscon grito de júbilo; porque el Señor essublime y terrible, emperador de toda latierra..., porque el Señor es el Rey delmundo: tocad con maestría. Dios reinasobre las naciones. Dios se sienta en sutrono sagrado».

Años pares–2 Samuel 1,1-4.11-12.19.23-27:

Lealtad de David ante la muerte de Saúly Jonatán. Emotiva y bella elegía deDavid: «¡cómo cayeron los valientes!»...Saúl es y sigue siendo el ungido del Se-ñor, y es gravemente escandaloso que unhombre elegido por Dios tenga semejan-te destino. Serán necesarios todavía mu-chos siglos antes de que la humanidad

aprenda a unir en Jesucristo unción divi-na y muerte escandalosa. Pero, en reali-dad la muerte de Jesús no es vergonzosa,sino sublime. Reina Cristo desde la Cruz.Destruye en ella el pecado y la muerte.San Teodoro Estudita escribe:

«La Cruz es el madero al cual subió Cristo,como un Rey a su carro de combate, para desdeallí, vencer al demonio, que ostentaba el poder dela muerte, y librar al género humano de la esclavi-tud del tirano» (Sobre la Cruz).

–Israel entendió siempre sus desgraciascomo castigo de Dios por sus infidelida-des. La voz de los elegidos se alza enton-ces en un grito de socorro. El mismo pue-blo, aunque humillado y castigado, con-tinúa siendo el pueblo de Dios. La miseri-cordia de Dios prevalecerá sobre la mise-ria de su pueblo, y lo sacará de la desgra-cia. Su misericordia y fidelidad son eter-nas, como lo cantamos en el Salmo 79:

«Que brille tu rostro, Señor, y nos sal-ve. Pastor de Israel, escucha; Tú que guíasa José como a un rebaño; Tú que te sien-tas sobre querubines, resplandece, anteEfraín, Benjamín y Manasés. Despiertatu poder y ven a salvarnos. Señor, Diosde los Ejércitos ¿hasta cuándo estarás ai-rado mientras tu pueblo te suplica? Le distea comer llanto, a beber lágrimas a tragos:nos entregaste a las contiendas de nues-tros vecinos, nuestros enemigos se burlande nosotros».

Así oraba Israel. Pero nosotros sabemosque Cristo vence y que con Él vencere-mos también nosotros en todos nuestrospeligros.

–Marcos 3,20-21: Su familia decía queno estaba en sus cabales. Un grupo de fa-miliares de Jesús sale a su encuentro, por-que corría la voz de que estaba loco. Esamisma calumnia vuelve a ser aludida enese mismo Evangelio. Oigamos a San Gre-gorio Magno:

2ª Semana del Tiempo Ordinario

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26 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«Un sector del pueblo enjuicia peyorativamentela obra y el mensaje de Cristo. Al no aceptar consencillez su excelsa doctrina lo juzgan como a uniluso. Hasta allí llegó la humillación del Salvador,que se agrandará en la hora de la Pasión y Muer-te. Hemos de aprender de la entereza de Cristo alsufrir tan gran difamación y calumnia.

«¿Qué importa que los hombres nos deshon-ren, si nuestra conciencia nos defiende? Sin em-bargo, de la misma manera que no debemos exci-tar intencionadamente las lenguas de los que inju-rian para que no perezcan, debemos sufrir conánimo tranquilo las movidas por su propia mali-cia, para que crezca nuestro mérito. Por eso sedice: “gozaos y alegraos, porque vuestro galar-dón es muy grande en los cielos” (Mt 5,12)» (Ser-mones sobre el Evangelio 17).

3ª Semana

DomingoEntrada: «Cantad al Señor un cántico

nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Ho-nor y majestad le preceden, fuerza y es-plendor están en su templo» (Sal 96,1.6).

Colecta (del Misal anterior, y antes delGregoriano): «Dios todopoderoso y eter-no, ayúdanos a llevar una vida según tuvoluntad, para que podamos dar en abun-dancia frutos de buenas obras en nombrede tu Hijo predilecto».

Ofertorio (Veronense): «Señor, recibecon bondad nuestros dones, y haz quelleguen a ser para nosotros dones de sal-vación».

Comunión cantamos: «Contemplad alSeñor y quedaréis radiantes, vuestro ros-tro no se avergonzará» (Sal 33,6). O bien:«Yo soy la luz del mundo el que me sigueno camina vida» (Jn 8,12).

Postcomunión (del Misal anterior, y an-tes del Gelasiano): «Dios todopoderoso,que cuantos hemos alcanzado tu graciavivificadora, nos alegremos siempre deeste don admirable que nos haces».

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CICLO ANuestro Salvador comienza a evange-

lizar precisamente en Galilea, región me-nospreciada desde Judea y tenida por es-casamente religiosa.

–Isaías 9,1-4: En la Galilea de los Gen-tiles el pueblo vio una luz grande. Isaíasproclama la condición mesiánica delEmmanuel, como Luz divina destinada adisipar las tinieblas de la vida humana. Eltema de la luz es de gran importancia enla Sagrada Escritura. Aquí el tema de laluz anuncia la liberación ya próxima delas provincias caídas en manos de losasirios. Se trata de una liberación vincu-lada a la persona del futuro Rey, que noes otro que el Mesías.

La luz, elemento esencial de la felici-dad futura, significa a la vez salvación,liberación de la opresión y del pecado,participación en la gloria del personajemesiánico. Como veremos en la lecturaevangélica, esa profecía la ve cumplidaSan Mateo cuando comienza la predica-ción de Jesucristo en Galilea.

–Con razón, pues, cantamos con el Sal-mo 26: «El Señor es mi luz y mi salva-ción, ¿a quién temeré? El Señor es la de-fensa de mi vida, ¿quién me hará tem-blar? Una cosa pido al Señor, eso busca-ré: habitar en la Casa del Señor por todoslos días de mi vida; gozar de la dulzuradel Señor contemplando su templo. Es-pero gozar de la dicha del Señor en elpaís de la vida. Espera en el Señor, sévaliente, espera en el Señor».

–1 Corintios 1,10-13.17: Poneos deacuerdo y no andéis divididos. Jesús si-gue siendo en la Iglesia la única luz ver-dadera que ilumina y salva. Los valoreshumanos pueden deslumbrar las concien-cias, con el riesgo de oscurecer en ellas

la primacía absoluta de Cristo, la necesi-dad del Salvador. El gran principio que sur-ge de esta lectura paulina es el hecho de launidad de los cristianos en la única fe enCristo, ya que los ministros del Evangeliono son más que instrumentos de una úni-ca salvación, realizada por Jesucristo. SanGregorio de Nisa dice que

«si tenemos en cuenta que Cristo es nuestrasantificación (1 Cor 1,30), nos abstendremos detoda obra y pensamiento malo e impuro, con locual demostraremos que llevamos con sinceridadsu mismo nombre, mostrando la eficacia de estasantificación, no con palabras, sino con los actosde nuestra vida» (Tratado sobre el perfecto mode-lo cristiano).

–Mateo 4,12-23: Vino a Cafarnaún paraque se cumpliera lo que había dicho elprofeta Isaías. Al Corazón redentor deCristo se llega mediante una conversiónque nos disponga a ser iluminados por Él,y que nos permita seguirle con fidelidadde discípulos. Y no debe maravillarnos quela luz del Salvador llegue a veces a hom-bres que están muy lejos de Él. Así diceSan Juan Crisóstomo:

«“El pueblo sentado en las tinieblas vio una luzgrande”. Tinieblas llama aquí el profeta no a lastinieblas sensibles, sino al error y a la impiedad.De aquí que añade: “A los sentados en la región ysombras de la muerte una luz les ha salido”. Paraque os dierais cuenta de que ni la luz ni las tinieblasson aquí las tinieblas y la luz sensibles, hablandode luz, no la llamó así simplemente, sino “luz gran-de”, la misma que en otra parte llama la Escritura“luz verdadera” (Jn 1,9); y, explicando las tinie-blas, les dio el nombre de “sombras de muerte”.

«Luego, para hacer ver que no fueron ellos quie-nes, por haberle buscado, encontraron a Dios, sinoque fue éste quien del cielo se les apareció, dice:“una luz salió para ellos”, es decir, la luz mismasalió y brilló para ellos, no que ellos corrieran pri-mero hacia la luz. Y ésta es la verdad, pues antes dela venida de Cristo, la situación del género huma-no era extrema. Porque no solamente caminabanlos hombres en tinieblas, sino que estaban “senta-dos” en ellas, que es señal de no tener ni esperanzade salir de ellas. Como si no supieran por dónde

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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28 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

tenían que andar, envueltos por las tinieblas, sehabían sentado en ellas, pues ya no tenían fuerzani para mantenerse en pie» (Homilía sobre SanMateo 14,1).

CICLO BEl llamamiento a la salvación, garanti-

zado por la presencia de Jesús Redentoren medio de los hombres, no puede seracogido sin un profundo cambio perso-nal y colectivo. No podemos alcanzar lasalvación sin un cambio radical de nues-tra vida. El Hijo de Dios se ha hecho hom-bre para hacer de los hombres hijos deDios. Pero quiere una opción personal porparte de los hombres. Él no coacciona.Nos deja en el uso pleno de nuestra liber-tad, que ha de ejercitarse hacia el bien yno degenerar en el libertinaje. Se requiereuna decisión vital, un compromiso pro-fundo de fidelidad al Corazón de CristoRedentor, que cambia toda nuestra vidainterior y externamente. El encuentro conel Salvador ha de producir en nosotrosuna «conversión», un cambio de vida, dementalidad y de costumbres.

–Jonás 3,1-5.10: Los ninivitas se con-virtieron de su vida. El libro profético deJonás constituye todo él una parábola re-veladora. En él se manifiesta claramentela voluntad de Dios, que quiere que todoslos hombres se salven y lleguen al cono-cimiento de la verdad. Oigamos a SanIreneo:

«Dios toleró con paciencia que Jonás fuese en-gullido por el cetáceo, no para que fuese absorbi-do y destruido definitivamente, sino para que, unavez arrojado de nuevo, fuera más sumiso a Dios ydiese mayor gloria a aquél que le había otorgadouna salvación tan inesperada, induciendo a losninivitas a una firme penitencia y convirtiéndo-los al Señor, que los había de librar de la muerte,con el estupor que les causó aquel milagro deJonás. Porque así dice de ellos la Escritura: “to-dos se retractaron de sus malos caminos y de lainjusticia de sus manos, diciendo: ¿quién sabe siDios se arrepentirá y apartará de nosotros su ira,y así no pereceremos?”.

«De manera semejante, Dios toleró paciente-mente en los comienzos que el hombre fuese en-gullido por aquel gran cetáceo, que era el autor dela prevaricación, no para que fuese absorbido ypereciese definitivamente, sino estableciendo ypreparando de antemano un medio de salvación,que fue llevado a la práctica por el Verbo mediante“el signo de Jonás” (Lc 11,29-30), para aquellosque tienen con respecto al Señor los mismos sen-timientos que Jonás, confesándolo con sus mis-mas palabras: “siervo del Señor soy yo, y adoroal Dios Señor del cielo, que hizo el mar y la tierra”(Jon 1,9).

«De esta forma, el hombre, recibiendo de Diosuna salvación inesperada, resucita de entre losmuertos y glorifica a Dios y pronuncia las pala-bras proféticas de Jonás: “Grité al Señor mi Diosen mi tribulación y me oyó desde el seno del in-fierno” (Jon 2,2). Así el hombre permanece parasiempre glorificando a Dios y le da gracias sininterrupción por la salvación que obtuvo de Él»(Contra las herejías III,19,3ss).

–Con el Salmo 24 pedimos al Señor quenos instruya en sus sendas, para que ca-minemos con lealtad. La ternura y la mi-sericordia del Señor son eternas. Él esbueno y recto y enseña su camino a lospecadores. Él hace caminar a los humil-des con rectitud.

–1 Corintios 7,29-31: La apariencia deeste mundo se termina. Para el verdaderocreyente, la brevedad de la vida temporalno significa sino la oportunidad de acep-tar la gracia y llegar a esa salvación próxi-ma y definitiva que Cristo Jesús nos ofre-ce. Esa esperanza viva de los bienes eter-nos inminentes es lo que permite a losfieles actuar con total libertad de espíri-tu, y no como esclavos de las cosas tem-porales. Es verdad, sin embargo, que enel camino de la vida presente hay muchosenemigos y tentaciones. Escribe Casiano:

«Que estos enemigos se oponen a nuestro pro-greso lo decimos solamente en cuanto nos mue-ven al mal, no porque creamos que nos determi-nen efectivamente a él. Por lo demás, ningún hom-bre podría en absoluto evitar cualquier pecado, siesos enemigos tuvieran tanto poder para vencer-nos, como lo tienen para tentarnos. Si, por una

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parte, es verdad que tienen el poder para incitar-nos al mal, por otra, es también cierto que se nosha dado a nosotros la fuerza de rechazar sus su-gestiones y la libertad de no consentir en ellas.

«Y si su poder y su ataques engendran en no-sotros el temor, no perdamos de vista que conta-mos con la protección y la ayuda del Señor. Sugracia combate a nuestro favor con un poder in-comparablemente superior al de toda esa multi-tud de adversarios que nos acosan. Dios no selimita únicamente a inspirarnos el bien, sino quenos impulsa a cumplirlo... Es, pues, un hechocierto que el demonio no puede reducir a nadie, sino es a aquél que libremente le presta el consen-timiento de su voluntad» (Colaciones 7,8).

–Marcos 1,14-20: Convertíos y creed laBuena Noticia. El camino de salvación,que el Evangelio nos ofrece, exige una sin-cera renuncia personal a nuestra anteriorvida tarada o pagana, para seguir fielmentea Cristo Salvador. La conversión evangé-lica es la apertura decidida del corazóndel hombre al Corazón de Jesucristo. SanClemente Romano escribe:

«Fijémonos atentamente en la sangre de Cris-to, y démonos cuenta de cuán valiosa es a losojos de Dios y Padre suyo, ya que derramada pornuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gra-cia de la conversión.

«Recorramos todas las etapas de la historia, yveremos cómo en cualquier época el Señor haconcedido oportunidad de arrepentimiento a to-dos los que han querido convertirse a El. Noépredicó la penitencia, y los que le hicieron caso sesalvaron. Jonás anunció la destrucción a losninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de suspecados, aplacaron la ira de Dios con sus plega-rias y alcanzaron la salvación, a pesar de que nopertenecían al pueblo de Dios.

«Los ministros de la gracia divina, inspiradospor el Espíritu Santo, hablaron acerca de la con-versión. El mismo Señor de todas las cosas hablótambién de la conversión, avalando sus palabrascon un juramento: “por mi vida, dice el Señor, nome complazco en la muerte del pecador, sino enque cambien de conducta” [Ez 33,11]... Querien-do, pues, que todos los que Él ama se beneficiende la conversión, confirmó aquella sentencia consu voluntad omnipotente.

«Sometámonos, pues, a su espléndida y glo-riosa voluntad e, implorando humildemente sumisericordia y benignidad, refugiémonos en suclemencia, abandonando las obras vanas, las ri-ñas y las envidias, cosas que llevan a la muerte.Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu;abandonemos toda soberbia y altanería, toda in-sensatez [...] Recordemos las palabras del SeñorJesús con las que enseña la equidad y la bondad»(Carta a los Corintios VII,4–XIII,1).

CICLO CLa Iglesia, ante todo por su acción litúr-

gica, renueva y verifica la presencia vivade Jesús en medio de su pueblo. Cristo,después de treinta años de vida oculta enNazaret, se manifiesta públicamente paramostrar a los hombres el camino de lasalvación. Pero muchos no quisieron se-guirlo; más aún le contradijeron, le ca-lumniaron y, al final, le dieron muerte.

También a nosotros nos puede sucederlo mismo, si no queremos secundar lospreceptos del Señor y preferimos seguirnuestros caprichos y malos deseos. La Pa-labra de Dios proclamada en la liturgianos interpela hoy, y pide nuestro asenti-miento de fe y también nuestra corres-pondencia a ella con una conducta recta.

–Nehemías 2, 1-4.5-6.8-10: Leyeron ellibro de la ley, y todo el pueblo estabaatento. En la historia de la salvación Diosse sirvió de Esdras y de Nehemías parareafirmar la fe y renovar la vida religiosade su pueblo, preparándolo para una Alian-za nueva y definitiva, la perfecta Alianzade salvación y de santidad que Cristo se-lló con su Sangre. San Efrén afirma:

El Señor «escondió en su Palabra variedad detesoros, para que cada uno de nosotros pudieraenriquecerse. La Palabra de Dios es el árbol de lavida, que te ofrece el fruto bendito desde cual-quiera de sus ramas, como aquella roca que seabrió en el desierto y manó de todos sus ladosuna bebida espiritual» (Comentario sobre el Dia-teseron 1).

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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30 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

Y San Agustín dice:«No os descarriéis entre la niebla, escuchad

más bien la voz del Pastor. Retiraos a los montesde las Santas Escrituras; allí encontraréis las deli-cias de vuestro corazón, y nada hallaréis allí queos pueda envenenar o dañar, pues ricos son lospastizales que allí se encuentran» (Sermón 46sobre los Pastores).

–Con el Salmo 18 bendecimos a Dios,que con su Palabra luminosa nos revelólos caminos que llevan a la vida eterna:«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.La ley del Señor es perfecta y es descan-so del alma; el precepto del Señor es fiel einstruye al ignorante. Los mandatos delSeñor son rectos y alegran el corazón; lanorma del Señor es límpida y da luz a losojos. La voluntad del Señor es pura y eter-namente estable; los mandamientos delSeñor son verdaderos y enteramente jus-tos».

–1 Corintios12,12-30: Vosotros sois elCuerpo de Cristo, y cada uno es su miem-bro. Llegada la plenitud de los tiempos,Cristo mismo fue el autor y el consu-mador de la Nueva Alianza, santificandoa su Iglesia con los dones y gracias de suEspíritu. San Agustín ha comentado estetexto paulino en sus sermones unas die-cisiete veces. Escogemos aquí un párrafo:

«“Nadie sube al cielo, sino quien bajó del cielo,el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Pareceque estas palabras se refieren únicamente a El,como si ninguno de nosotros tuviese acceso a Él.Pero tales palabras se dijeron en atención a la uni-dad que formamos, según la cual Él es nuestraCabeza y nosotros su Cuerpo.

«Nadie, pues, sino Él, puesto que nosotros so-mos Él, en cuanto que Él es Hijo del Hombre pornosotros y nosotros hijos de Dios por Él. Asíhabla el Apóstol: “de igual manera que el Cuerpoes único y tiene muchos miembros, y todos losmiembros del Cuerpo, a pesar de ser muchos, sonun solo cuerpo, así también Cristo” (1 Cor 12,12).No dijo: “así Cristo”, sino “así también Cristo”. ACristo lo constituyen muchos miembros, que soncon Él un único Cuerpo» (Sermón 263,A,2).

–Lucas 1,1-4: 4,14-21: Hoy se cumpleesta Escritura. En la Nueva Alianza esJesús, personalmente, la última Palabraviva del Padre y la plenitud definitiva dela Revelación divina para los hombres.En la sinagoga de Nazaret nos da Jesúsun solemne testimonio del valor proféticode la Palabra de Dios. Comenta SanAmbrosio:

«Tomó después el libro para mostrar que Él esel que ha hablado en los profetas y atajar las blas-femias de los pérfidos, los que enseñan que hayun Dios del Antiguo Testamento y otro del Nue-vo, o bien que Cristo comenzó a partir de la Vir-gen. ¿Cómo Él toma origen de la Virgen si antesde la Virgen Él hablaba?

«“El Espíritu está sobre Mí”. Descubre, pues,aquí la Trinidad perfecta y coeterna. La Escrituranos afirma que Jesús es Dios y hombre, perfectoen lo uno y en lo otro. Él también nos habla delPadre y del Espíritu Santo... ¿Qué testimonio po-demos encontrar más grande que el de Él mismo,que afirma haber hablado por los profetas? El fueungido con un óleo espiritual y una fuerza eclesial,a fin de inundar la pobreza de la naturaleza huma-na con el tesoro eterno de la resurrección, paraeliminar la cautividad del alma, para iluminar laceguera espiritual, para proclamar el año del Se-ñor, que se extiende sobre los tiempos sin fin y noconoce las jornadas de trabajo, sino que concede alos hombres frutos y descanso continuos» (Co-mentario a San Lucas IV, 44-45).

LunesAños impares

–Hebreos 9,15,24-28: Él se ha ofreci-do una sola vez para quitar los pecados.La segunda vez se aparecerá a los que loesperan. La Nueva Alianza, de la que Cris-to es el Mediador, es una Alianza eterna,no sólo por ser interminable, sino porquepertenece a la eternidad del Santuario di-vino. En el sacrificio de la Nueva Alianza,se ofreció Cristo para nuestra salvación,y ahora quiere ofrecernos también a no-sotros, que somos los miembros de suCuerpo. Así lo explica Orígenes:

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«Si yo renuncio a todas las cosas que poseo ytomo mi cruz y sigo a Cristo, ofrezco el holo-causto en el altar de Dios. Si castigo mi cuerpo,de modo que esté encendido en el fuego de lacaridad, o si alcanzo la gloria del martirio, meofrezco a mí mismo como holocausto en el altarde Dios. Si amo a mis hermanos hasta entregarmi vida por ellos y lucho hasta morir en aras dela justicia y de la verdad, ofrezco un holocaustoen el altar de Dios. Si mortifico mis miembros detoda concupiscencia, y el mundo está crucifica-do para mí y yo para el mundo, ofrezco un sacri-ficio en el altar de Dios.

«Así es como yo me hago sacerdote de mipropia ofrenda. De este modo se ejerce el sa-cerdocio en la primera estancia y se ofrecen sa-crificios. Desde ella, el pontífice, revestido conlos ornamentos sagrados, se adelanta y entra enlo interior del velo, según las palabras de SanPablo citadas anteriormente: “pues no entró Je-sús en un santuario hecho de mano humana, sinoen el cielo mismo, para presentarse ahora en elacatamiento de Dios a favor nuestro” (Heb 9,24).Así es como los cielos y el trono mismo de Diosestán prefigurados por la imagen de la estanciainterior» (Homilía sobre el Levítico 16,9).

–Jesucristo resucitado, Mediador de to-dos los hombres, cancelando el pecadomediante su muerte, se ha constituido enel «ahora» de la salvación. Al librarlo porla resurrección de todo lo caduco, Diosen Él ha hecho a todos posible vencerlas ataduras del pecado y del tiempo, yabrirse así a la última venida gloriosa delSalvador, en la que se establecerá plena-mente una salvación en la que ya estarádefinitivamente ausente el pecado.

Por eso cantamos jubilosos con el Sal-mo 97: «Cantad al Señor un cántico nue-vo, porque ha hecho maravillas: su dies-tra le ha dado la victoria. El Señor da aconocer su victoria, revela a las nacio-nes su justicia; se acordó de su miseri-cordia y su fidelidad en favor de la casade Israel. Los confines de la tierra hancontemplado la victoria de nuestro Dios».

Años pares–2 Samuel 5,1-7.10: Tú serás el pastor

de mi pueblo Israel. David es proclama-do rey de Israel. Ya lo era de Judá. Nologró esa ampliación de su poder real sinderramamiento de sangre: Saúl, Jonatán,Isabael... Estas muertes favorecían a Da-vid, pero él no tuvo parte en ellas. Losplanes de Dios se cumplen, no obstantelas ignorancias y los errores de los hom-bres. Por eso nosotros hemos de estarsiempre dispuestos a cumplir la voluntadde Dios con todo amor y confianza. SanLeón Magno nos asegura que la voluntadde Dios es siempre buena, y no puede de-jar de serlo:

«Dios todopoderoso y clemente, cuya natura-leza es bondad, cuya voluntad es poder, cuyaacción es misericordia, desde el mismo instanteen que la malignidad del diablo nos hubo empon-zoñado con el veneno mortal de la envidia, señalaya los remedios con que su piedad se proponíasocorrer a los mortales. Esto lo hizo desde elprincipio del mundo...

«Ha sido, pues, amadísimos, el plan de un pro-fundo designio, en el que un Dios, que no semuda, y cuya voluntad no puede dejar de ser bue-na, ha cumplido, mediante un misterio aún másprofundo, la primera disposición de su bondad,de manera que el hombre, arrastrado hacia el malpor la astucia y malicia del demonio, no pereciese,trastornando el plan divino» (Sermón 22,1).

Y en otra ocasión añade: «El diablo y sus ánge-les dirigen sus insidias y se aplican a tentar deinnumerables maneras al hombre que tiende hacialas alturas, ya sea amedrentándole en lo adverso ocorrompiéndole en la prosperidad. Pero “el queestá con nosotros es mayor que el que está contranosotros” (1 Jn 4,4). A los que están en paz conDios y que continuamente dicen de todo corazóna su Padre: “hágase tu voluntad”, no podrá ven-cerlos ningún combate ni dañarlos ningún con-flicto» (Sermón 26,4).

–David ha comenzado a actuar, y lamano del Señor está con él. Pronto se

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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32 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

convierte en signo de la presencia de Diosen medio de su pueblo. Por eso, su victo-ria y su fuerza salvadora nos llevan a cantarcon el Salmo 88 la misericordia y la fide-lidad de Dios, que ha hecho maravillas connosotros por la salvación realizada en Cris-to, figurado siglos antes por David:

«Mi fidelidad y misericordia lo acom-pañarán. Un día hablaste en visión a tusamigos: “He ceñido la corona a un héroe,he levantado a un soldado sobre el pue-blo. Encontré a David, mi siervo, y lo heungido con óleo sagrado; para que mimano esté siempre con él y mi brazo lohaga valeroso... Por mi nombre crecerásu poder: extenderé su izquierda hasta elmar y su derecha hasta el Gran Río”».

La autoridad que el Señor confiere aciertos hombres ha de ser siempre un ser-vicio de amor, como San Agustín dice:

«En la casa del justo, que vive de la fe y peregri-na aún lejos de la ciudad celeste, sirven tambiénlos que mandan a aquellos a quienes parecen do-minar. Y es que no les mandan por deseo de domi-nio, sino por deber de caridad; no por orgullo dereinar, sino por bondad de ayudar» (Ciudad deDios 19,14).

–Marcos 3,22-30: El corazón endure-cido, bajo el influjo de Satanás, blasfe-ma contra el Espíritu Santo. San Agustínexplica en que consiste esa blasfemia:

«La caridad perfecta es el don del Espíritu San-to. Pero antes de todo está el perdón de los peca-dos. Por este beneficio somos sacados del poderde las tinieblas, y “el príncipe de este mundo esarrojado fuera” por la fe, pues en los hijos de lainfidelidad obra precisamente con la fuerza quetiene por la ligadura del pecado. Y en el poder deese Espíritu Santo, por el que el pueblo de Dios escongregado en la unidad, es arrojado el príncipede este mundo, que contra sí mismo se divide.

«Pues bien, contra este don gratuito, contraesta gracia de Dios, habla el corazón impenitente.Y esa misma impenitencia es el espíritu de blas-femia, que no se perdona ni en este siglo ni en elfuturo. Es así como pronuncia una palabra muymala, demasiado impía, contra el Espíritu Santo,

en el que son bautizados aquellos cuyos pecadosson perdonados. La Iglesia, en cambio, recibe eseEspíritu para que le sean perdonados los peca-dos a aquel a quien ella los perdona.

«Por el contrario, aunque la paciencia de Diosllama a penitencia, el pecador, por la dureza de sucorazón, por su corazón impenitente, atesora irapara el día de la cólera y de la revelación del justojuicio de Dios, el cual pagará a cada uno según susobras. Con este especial nombre de impenitenciapodemos designar de algún modo a la blasfemia ya la palabra contra el Espíritu Santo, que nuncaserá perdonada. Es la impenitencia final. El peca-dor no ha querido arrepentirse» (Sermón 71).

MartesAños impares

–Hebreos 10,1-10: Aquí estoy, oh Dios,para hacer tu voluntad. Desde la Encar-nación Cristo ha llevado a la práctica es-tas palabras del salmista (39,7-8), en lasque se anuncia que Él había de cumpliren todo la voluntad de Dios, en lo cualconsiste el sacrificio perfecto. Así esta-blece Jesucristo un nuevo y definitivoculto, en el que hay ofrenda de la volun-tad interna y oblación externa. Una vezmás, la Antigua Alianza aparece como fi-gura de la Nueva. Cristo es la Víctimaperfecta por la oblación total de su natu-raleza humana. San León Magno enseña:

«Para reconciliar a los hombres había de serofrecida una víctima que fuera de nuestra raza,pero ajena a nuestra corrupción. Por eso, el plande Dios, que era borrar el pecado del mundo, ha-bía de extenderse a todas las generaciones, a to-dos los siglos y a los misterios, según las diversasépocas» (Sermón 23,3).

«La sangre inocente vertida en favor de los cul-pables fue, en efecto, tan poderosa para conseguirla gracia, tan rica para pagar la deuda, que, sitodos los cautivos creyesen en su Redentor, nin-guno se vería retenido por las cadenas del tira-no... Digan ellos con qué sacrificio han sido re-conciliados, con qué sangre han sido redimidos...¿Qué sacrificio fue alguna vez más sagrado que

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aquel que el auténtico Pontífice realizó sobre elaltar de la cruz, inmolando sobre ella su propiacarne?... Podemos, pues, gloriarnos del poderdel que, en la debilidad de nuestra carne, se haenfrentado con un enemigo soberbio, y ha hechopartícipe de su victoria a aquellos en cuyo cuer-po ha triunfado» (Sermón 64,3).

–Oremos, pues, con Cristo las palabrasdel Salmo 39: «Yo esperaba con ansia alSeñor; Él se inclinó y escuchó mi grito:me puso en la boca un cántico nuevo, unhimno a nuestro Dios. Tú no quieres sa-crificios ni ofrendas, y en cambio meabriste el oído; no pides sacrificio expia-torio, entonces yo digo: “Aquí estoy”. Heproclamado tu salvación ante la granasamblea; no he cerrado los labios, Se-ñor, tú lo sabes. No he guardado en elpecho tu defensa, he contado tu fideli-dad y tu salvación, no he negado tu mise-ricordia y tu lealtad, ante la gran asam-blea. Aquí estoy, Señor, para hacer tu vo-luntad». Éste Salmo señala el que es tam-bién nuestro camino. Así seguimos a Cris-to en todo, para hacer en todo la volun-tad del Padre.

Años pares–2 Samuel 6,12-15.17-19: Iban llevan-

do los israelitas el arca del Señor entrevítores a la Ciudad de David. Por el ca-mino van ofreciendo muchos sacrificios.Y el mismo rey David danza ante el ar-ca... Si esto se hizo ante el arca, ¿qué nohemos de hacer ante la sagrada Eucaris-tía?... Dice Orígenes:

«Conocéis vosotros, los que soléis asistir alos misterios divinos, cómo cuando recibís elCuerpo del Señor lo guardáis con toda cautela yveneración, para que no caiga ni un poco de él, nidesaparezca algo del don consagrado. Pues oscreéis reos, y rectamente por cierto, si se pierdealgo de él por negligencia» (Homilía 13 sobre elExodo).

Lo mismo dicen también Tertuliano,San Gregorio de Nisa, San Cirilo de Je-rusalén, San Agustín y otros muchos Pa-

dres. Todos muestran gran veneración porel Cuerpo y la Sangre del Señor, por supresencia eucarística. ¿Y nosotros?

–Con el Salmo 23 cantamos la gloriosapresencia del Señor, que invade el Santua-rio. Si el arca era signo de esa presencia,mucho más aún lo es la sagrada Eucaris-tía: «¿Quién es ese Rey de la gloria? Es elSeñor en persona. ¡Portones! alzad los din-teles, que se alcen las antiguas compuer-tas: va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quiénes ese Rey de la gloria? El Señor, héroevaleroso, el Señor, héroe de la guerra. ¡Por-tones! Alzad los dinteles, que se alcen lasantiguas compuertas: va a entrar el Rey dela gloria. ¿Quién es ese Rey de la gloria? ElSeñor, Dios de los ejércitos: Él es el Reyde la gloria».

Esta devota veneración por lo sagrado,tan propia de Israel, hemos de tenerla no-sotros, cristianos, por todo lo sagrado, peromuy especialmente por la Eucaristía, lasuprema sacralidad cristiana, que contie-ne al Santo de los Santos, el mismo Jesu-cristo, nuestro Señor. San Juan Crisósto-mo decía:

«Los ángeles rodean al sacerdote. Todo el San-tuario y el espacio que circunda al altar están ocu-pados por las potencias celestes, para honrar aAquél que está presente en el altar» (Homilía 6sobre el sacerdocio).

–Marcos 3,31-35: El que cumple la vo-luntad de Dios ése es mi hermano y mihermana y mi madre. Éste fue un elogiogrande que Jesús hizo de la Virgen María,pues ninguna persona humana ha cumpli-do la voluntad de Dios como Ella. Su fiatfue sumamente meritorio y eficaz para lasalvación de los hombres. Dice San Ber-nardo:

«Ya que en Su voluntad está la vida, no pode-mos dudar lo más mínimo de que nada encontrare-mos que nos sea más útil y provechoso que aque-llo que concuerda con el querer divino. Por tanto,si en verdad queremos conservar la vida de nues-

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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tra alma, procuremos con solicitud no desviarnosen lo más mínimo de la voluntad de Dios» (Ser-món 5)

Y San Agustín afirma:«El Señor conoce mejor que el hombre lo que

conviene en cada momento, lo que ha de otorgar,añadir, quitar, aumentar, disminuir, y cuándo loha de hacer» (Carta 138).

El abandono en Dios lleva consigo unaconfianza en Él sin límites. Por él se ve aDios, como un Padre providente, en to-dos y en cada uno de los momentos de lapropia existencia, también en la cruz y enla tribulación. Eso es lo único que puedeguardar siempre nuestras vidas en unagran paz y alegría.

MiércolesAños impares

–Hebreos 10,11-18: Cristo ha perfec-cionado para siempre a los que van sien-do consagrados. El sacrificio único ofre-cido por Jesucristo, aceptado por el Pa-dre, que le glorifica en la resurrección,obtiene para los hombres el perdón de lospecados. En esto consiste la nueva y defi-nitiva Alianza. Nada entendemos de laCarta a los Hebreos si no tenemos unaconciencia muy profunda de la maliciadel pecado, como muerte que separa deDios, fuente de la vida. Dice San Agustín:

«Se ofrece al Padre un sacrificio nuevo y ver-dadero de reconciliación, no en el Templo, cuyadignidad ha ya terminado, ni dentro de los murosde la ciudad, que en castigo de su crimen ha de serdestruida, sino en el exterior, “fuera de las puertasde la ciudad” (Heb 13,12), para que, en lugar delmisterio abolido de las antiguas víctimas, fuesepresentada una nueva hostia sobre un nuevo altar,y fuese la cruz de Cristo no un altar del templo,sino del mundo» (Sermón 59,5).

Esta imagen bellísima indica bien la uni-versalidad del sacrificio redentor de Cris-to, expresado ya en la Escritura y muydifundido en la doctrina de los Santos

Padres, desde los Padres Apostólicos.Uno de los textos más elocuentes en estesentido es el de Mario Victorino:

«Fue asumido todo el hombre, asumido y libe-rado. Y en éste fueron liberadas todas las cosasuniversales, toda la carne, toda el alma, y en lacruz se quitaron y purificaron por Dios Salvador,Palabra Universal de todos los universales» (Con-tra Arrio 4).

–De nuevo nos trae la liturgia de hoy elSalmo 109: «Tú eres sacerdote según elrito de Melquisedec», que ya rezábamosen el miércoles de la semana segunda.

Años pares

–2 Samuel 7,4-17: Consolidaré tu rei-no. Es el oráculo del profeta Natán sobreel futuro Mesías. El reino del Mesías seráeterno. Cristo vino para fundar el Reino dela verdad y de la vida, el Reino de la graciay de la santidad, el Reino de la justicia, delamor y de la paz. Escribe San Juan Cri-sóstomo:

«Ya nos ha preparado el Señor para la guerracon el recuerdo de nuestro enemigo, ya ha elimi-nado de nosotros toda indolencia; ahora nos ani-ma y nuevamente levanta nuestros pensamientosal recordarnos al Rey bajo cuyas órdenes lucha-mos y al mostrarnos que Él es más potente quetodos. Porque, dice, “tuyo es el reino y el poder yla gloria”.

«Por tanto, si Suyo es el reino, a nadie hay quetemer, como quiera que nadie puede enfrentarsecon Él, ni interferir en el mando. Porque cuandose dice: “Tuyo es el reino”, ponemos de manifies-to que también el enemigo que nos hace la guerrale está sometido, por más que aparentemente se leenfrente, en cuanto así lo permite Dios temporal-mente. Pero en realidad, también él es uno de sussiervos, aunque de los deshonrados y reproba-dos, y no se atrevería él jamás a atacar a ningunode los que son siervos Suyos, como él lo es, de norecibir para ello potestad de lo alto» (Homilíassobre San Mateo 19,6).

–Cantamos con el Salmo 88 la alianzade Dios con David. La misericordia delSeñor jamás le retirará su favor. Pero esto

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se realiza plenamente en Cristo, y en losmiembros de su Cuerpo místico: «Lemantendré eternamente mi favor. Selléuna alianza con mi elegido, jurando a Da-vid, mi siervo. “Te fundaré un linaje per-petuo, edificaré tu trono para todas lasedades”. Él me invocará: “Tú eres mi Pa-dre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Y yolo nombraré mi primogénito, excelso en-tre los reyes de la tierra. Le mantendréeternamente mi favor; y mi alianza conél será estable, le daré un trono duraderocomo el cielo».

Nuestro Señor Jesucristo es Rey, «Reydel Universo». Él dirige y gobierna conpoder su reino, la santa Iglesia, nuestraalmas. Todo será finalmente sometido aÉl. Seamos fieles súbditos de este Rei-no, sirvamos a nuestro Rey, vivamos paraÉl. Reconozcamos con gozo que Jesús esnuestro Señor. Cristo vence, Cristo rei-na, Cristo impera.

–Marcos 4,1-20: Salió el sembrador asembrar. Todo cuanto se menciona en estaparábola es muy valioso: el Sembrador,la semilla que se siembra, que es la Pala-bra de Dios, y la forma y generosidadcon que es acogida en el corazón huma-no. Comenta San Agustín en un sermón,al comienzo de su episcopado:

«Ved cómo salió el sembrador a sembrar. Saleel sembrador y siembra sin pereza. Pero ¿cómoes que parte cae en el camino, parte en tierra pe-dregosa, parte entre las espinas? Si hubiera temi-do a esas tierras malas, no hubiera venido tampo-co a la tierra buena. Por lo que toca a nosotros, loúnico que nos atañe es no ser camino, no serpiedras, no ser espinas, sino tierra buena, paradar el treinta, el sesenta, el ciento, el mil por uno.Sea más, sea menos, pero siempre demos frutode trigo.

«No seamos camino, donde el enemigo, cualave, arrebata la semilla pisada por los transeún-tes; ni seamos pedregal, donde la escasez de tie-rra hace germinar pronto lo que luego no puedesoportar el calor del sol; ni seamos espinas, queson las ambiciones terrenas y los cuidados de

una vida viciosa y disoluta. ¿Y qué cosa peor quela preocupación por la vida no permita llegar a laVida? ¿Qué cosa más miserable que perder la Vidapor preocuparse por la vida? ¿Hay algo más des-dichado que caer, por temor a la muerte, en lamisma muerte?

«Estírpense las espinas, prepárese el campo,siémbrese la semilla, llegue la hora de la recolec-ción, suspírese por llegar al granero y desaparezcael temor del fuego» (Sermón 101,3).

JuevesAños impares

–Hebreos 10,19-25: Llenos de fe, man-tengámonos en la esperanza que profesa-mos. Ayudémonos los unos en los otros,para estimularnos a la caridad. Siguiendola ruta trazada por Cristo, Sumo y EternoSacerdote, acerquémonos a Dios por el ca-mino de la sinceridad y de la fe. San Cle-mente Romano nos invita a no apartarnosnunca de esa esperanza en las promesasdel Señor:

«Tomemos ejemplo de los frutos: ¿Cómo y enqué forma se hace la sementera? Sale el sembradory lanza a la tierra cada una de las semillas, lascuales, cayendo sobre la tierra seca y desnuda,empiezan a descomponerse; y una vez descom-puestas, la magnanimidad del Señor las hace resu-citar, de suerte que cada una se multiplica en mu-chas, dando así fruto...

«Si así obra Dios en la naturaleza, ¿vamos atener por cosa extraordinaria y maravillosa que elArtífice del universo resucite a los que le sirvieronsantamente, apoyando su esperanza en una fe au-téntica?... Apoyados, pues, en esa esperanza, únansenuestras almas a Aquel que es fiel en sus promesasy justo en su juicios. El que nos mandó no mentir,mucho menos será Él mismo mentiroso, ya quenada hay imposible para Dios excepto la mentira.Reavivemos en nosotros la fe en Él, y pensemosque todo está cerca de Él... Todo lo hará cuandoquiera y como quiera, y no hay peligro de que dejede cumplirse nada de lo que Él ha decretado...» (1Carta a los Corintios 24-27).

–El Sacerdocio de Cristo es en favor denosotros, y nos posibilita la entrada en elSantuario. La senda se inicia en el bautis-

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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mo. La gracia del Salvador nos va comu-nicando las cualidades requeridas para en-trar en el Templo y servir en su culto. Asílo cantamos en el Salmo 23: «Éstos sonlos que buscan al Señor. Del Señor es latierra y cuantos la llenan, el orbe y todossus habitantes. Él la fundó sobre los ma-res, Él la afianzó sobre los ríos. ¿Quiénpuede subir al monte del Señor? ¿Quiénpuede estar en el recinto sacro? El hom-bre de manos inocentes y puro corazón,que no confía en los ídolos. Ese recibirála bendición del Señor, le hará justicia elDios de salvación. Éste es el grupo quebusca al Señor, que viene a tu presencia,Dios de Jacob».

Años pares–2 Samuel 7,18-19.24-29: ¿Quién soy

yo, mi Señor, y qué es mi familia? Cierta-mente es un altísimo honor el que Dioshace a David al prometerle que su Casapermanecerá para siempre y que el Mesíasnacerá de su linaje. Estas promesas gran-diosas suscitan en David un acto de pro-funda humildad y acción de gracias.

Los santos Padres tratan muchas vecesde la humildad. Así lo hace en una expo-sición San Agustín:

«Son “pobres de espíritu” los humildes y teme-rosos de Dios, es decir, los que no tienen el espí-ritu inflado. No podían empezar de otro modo lasbienaventuranzas, porque ellas deben hacernos lle-gar a la suma sabiduría, pues “el principio de lasabiduría es el temor de Dios” (Eclo 21,16), mien-tras que, por el contrario, el primer origen delpecado es la soberbia (ib.10,13ss). Apetezcan,pues, y amen los soberbios el reino de la tierra;mas “bienaventurados son los pobres de espíritu,porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt5,3)» (Sermón de la Montaña 1,1,3).

–La elección de David, no obstante susmuchas miserias, fue una predilección porparte de Dios. También tuvo grandes vir-tudes, entre ellas la humildad, como lohemos visto, y una profunda devoción re-ligiosa. Con el Salmo 131 decimos: «Se-

ñor, tenle en cuenta a David todos susafanes, como juró el Señor e hizo voto alFuerte de Jacob. “No entraré bajo el te-cho de mi casa, no subiré al lecho de midescanso, no daré sueño a mis ojos, nireposo a mis párpados, hasta que encuen-tre un lugar para el Señor, una moradapara el Fuerte de Jacob”. El Señor ha ju-rado a David una promesa que no retrac-tará: “a uno de tu linaje pondré sobre tutrono. Si tus hijos guardan mi alianza ylos mandatos que les enseño, también sushijos por siempre se sentarán sobre su tro-no. Porque el Señor ha elegido a Sión, hadeseado vivir en ella. Ésta es mi mansiónpor siempre; aquí viviré porque lo de-seo”».

En realidad, algunos de los descendien-tes de David se apartaron del Señor. Apesar de eso, Dios fue fiel a su promesa,y Cristo nació en Belén de Judá, del lina-je de David.

–Marcos 4,21-25: La luz sobre el can-delero. La medida que usáreis la usaráncon vosotros. Dos ideas principales: el cris-tianismo ha de ser proclamado. Y no he-mos de hacer a los demás lo que no que-remos que se haga con nosotros. Las doscosas vienen impulsadas por la caridad.Sobre ella dice San Agustín:

«Vino el Señor mismo, como doctor de la cari-dad, rebosante de ella, llevando a plenitud la pala-bra divina sobre la tierra, y puso de manifiestoque tanto la ley como los profetas radican en losdos preceptos de la caridad. Así pues, hermanos,recordad conmigo aquellos dos preceptos. En efec-to, tienen que sernos en extremo familiares, y nohan de venirnos a la memoria solamente cuandoahora los recordamos, sino que deben permane-cer siempre grabados en nuestros corazones.Nunca olvidéis que hay que amar a Dios y alprójimo: a Dios con todo el corazón, con toda elalma, con todo el ser; y al prójimo como a unomismo.

«He aquí lo que hay que pensar y meditar, loque hay que mantener vivo en el pensamiento yen la acción, lo que hay que llevar hasta el fin. El

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amor a Dios es el primero en la jerarquía delprecepto, el primero en el rango de la acción.Pues el que te puso ese amor en dos preceptosno había de proponerte primero al prójimo yluego a Dios, sino al revés, a Dios primero y alprójimo después. Pero tú, que todavía no ves aDios, amando al prójimo haces mérito para ver-lo. Con el amor al prójimo aclaras tu pupila paramirar a Dios, como claramente dice San Juan:“quien no ama a su hermano, a quien ve, nopuede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20). Alamar al prójimo y cuidarte de él vas haciéndotecapaz de amar a quién tenemos que amar contodo el corazón, con toda el alma, con todo elser.

«Es verdad que no hemos llegado todavía has-ta nuestro Señor, pero sí que tenemos con noso-tros al prójimo. Ayuda, por tanto, a aquel conquien caminas, para que llegues hasta a Aquelcon quien deseas quedarte para siempre» (Trata-do sobre el Evangelio de San Juan 17,7-9).

ViernesAños impares

–Hebreos 10,32-39: Soportasteis múl-tiples combates con gran valentía. Nodesfallezcáis en ella. El motivo para per-severar en la lucha es la seguridad quetenemos de que la Promesa de Dios secumplirá, y se cumplirá pronto. Es laeternidad divina la que sostiene y dirigeel curso de los tiempos. Por tanto, va-lentía y confianza en el Señor. Dice Orí-genes

«Lo que falta a causa de la debilidad humana,lo completa Dios, que “hace concurrir todas lascosas para el bien de los que le aman” (Cf. Rom7,28) (Tratado sobre la oración 29,19).

Y San Bernardo:«Entre los éxitos y fracasos de los momentos

inestables, conservarás, como imagen de la eter-nidad, una sólida ecuanimidad. Bendecirás al Se-ñor en todas las ocasiones y así, en medio de unmundo vacilante, encontrarás la paz, una pazinquebrantable» (Sermones sobre el Cantar delos Cantares 21,4-6).

–Con el Salmo 36 proclamamos que todanuestra fuerza viene de Dios: «El Señor esquien salva a los justos. Confía en el Se-ñor y haz el bien, habita tu tierra y practi-ca la lealtad; sea el Señor tu delicia, y Él tedará lo que pide tu corazón. Encomiendatu camino al Señor, confía en Él y Él ac-tuará, hará tu justicia como el amanecer,tu derecho, como el mediodía. El Señorasegura los pasos del hombre, se compla-ce en sus caminos; si tropieza no caerá,porque el Señor lo tiene de la mano. ElSeñor es quien salva a los justos. Él es sualcázar en el peligro; el Señor los protegey los libra, los libra de los malvados y lossalva, porque se acogen a Él».

Años pares–2 Samuel 11,1-4.5-10,13-17: Te has

burlado de Mí casándote con la mujer deUrías. Ha pecado David gravemente. Ob-serva San Agustín:

«Todo lo que quieres y deseas es bueno. Noquieres tener una bestia mala, un siervo malo, unvestido malo, unos hijos malos. Pues si tú todo loquieres bueno, sé tú también bueno, que todo loquieres bueno. ¿Dónde has tropezado para que,entre todas las cosas buenas que quieres, tú soloquieres ser malo?» (Sermón 297).

Y San Basilio:«En esto consiste precisamente el pecado, en el

uso desviado y contrario a la voluntad de Dios delas facultades que Él nos ha dado para practicar elbien» (Regla monástica, resp. 2,1).

–Al pecado de David le siguió el arre-pentimiento, como veremos mañana. Peroya hoy, ante nuestros muchos pecados, pe-dimos perdón a Dios con el Salmo 50, queel mismo David compuso después de ha-ber pecado: «Misericordia, Dios mío, portu bondad, por tu inmensa compasión lim-pia mi pecado. Pues yo reconozco mi cul-pa, tengo siempre presente mi pecado.Contra Ti, contra Ti sólo pequé, cometí lamaldad que aborreces. En la sentencia ten-drás razón. Mira en la culpa nací, pecador

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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me concibió mi madre. Hazme oír el gozoy la alegría, que se alegren los huesos que-brantados. Aparta de mi pecado tu vista,borra en mí toda culpa».

El Señor nos devuelve en el sacramen-to de la penitencia todo lo que culpable-mente hemos perdido por el pecado: lagracia y la dignidad de hijos de Dios. Esun don inmenso el que ha hecho Jesu-cristo a su Iglesia: le ha dado poder deperdonar los pecados de los hombres.

–Marcos 4,26-34: De día y de noche,la semilla va creciendo sin que el sem-brador sepa cómo. La obra de Dios serealiza no obstante las limitaciones hu-manas. Tiene fuerza eficaz por sí misma.¿Cómo es posible que la Iglesia se ex-tienda rápidamente por todo el mundo através de medios personales e ins-trumentales tan pobres? ¿De dónde le vienesu fuerza para resistir y vencer tan gran-des persecuciones como las que en unprincipio sufre de los judíos, luego de losromanos y ahora de tantos enemigos delEvangelio de Cristo? Responde SanAmbrosio:

«Es cosa normal que, en medio de este mundotan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre lapiedra de los Apóstoles, permanezca estable y semantenga firme sobre esta base inquebrantablecontra los furiosos asaltos de la mar (Mt 16,18).Ella está rodeada por las olas, pero no se bambo-lea, y aunque los elementos de este mundo retum-ban con un inmenso clamor, ella, sin embargo,ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de unpuerto de salvación» (Carta 2,1-2).

Y San Juan Crisóstomo:«La nave de Jesús no puede hundirse... Las

olas no quebrantan la roca, sino que ellas mismasse convierten en espumas. Nada hay más fuerteque la Iglesia... Es inútil pelear contra el cielo.Dios es siempre el más fuerte» (Homilía antes delexilio).

SábadoAños impares

–Hebreos 11,1-2.8-19: Esperaba la ciu-dad cuyo arquitecto y constructor iba serDios. Abrahán y Sara permanecen en lafe y por ellos son recompensados. Perse-veremos en la fe a toda costa. San Ireneo,

«En Abrahán estaba prefigurada nuestra fe: élfue el patriarca y, por decirlo así, el profeta denuestra fe, como lo enseña claramente el Apóstolen su Carta a los Gálatas (3,5-9)... El Apóstol nosólo lo llama profeta de la fe, sino padre de aque-llos de entre los gentiles que creen en Cristo Je-sús. La razón es que su fe y la nuestra son lamisma y única fe: él, en virtud de la promesa deDios, creyó en las cosas futuras como si ya sehubieran realizado; y nosotros, de manera seme-jante, en virtud de la promesa de Dios, contempla-mos como en un espejo por la fe aquella herenciaque tendremos en el reino» (Contra las herejíasIV, 21,1).

–La fe de Abrahán, la promesa de Dios,el cumplimiento de todas las promesas enJesucristo..., son, con tantos otros, sig-nos formidables de la visita de Dios a suPueblo. Abrahán creyó a Dios y por su fefue justificado, y toda su descendenciasigue perseverando en la fe, ahora en laplena fe de Jesucristo. Recitamos por esoel Cántico del Benedictus (Lc 1,69-75):

«Bendito sea el Señor, Dios de Israel,porque ha visitado a su pueblo. Nos hasuscitado una fuerza de salvación en lacasa de David, su siervo; según lo habíapredicho desde antiguo por boca de sussantos profetas. Es la salvación que noslibra de nuestros enemigos y de la manode todos los que nos odian; realizando lamisericordia que tuvo con nuestros pa-dres, recordando su santa alianza. El ju-ramento que juró a nuestro padre Abra-hán, para concedernos que libres de te-mor, arrancados de la mano de los enemi-

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gos, le sirvamos con santidad y justicia,en su presencia, todos nuestros días».

Años pares–2 Samuel 12,1-7.10-17: Arrepenti-

miento de David: He pecado contra elSeñor. Tertuliano dice de la conversión yla penitencia:

El Señor «ha prometido que todos los peca-dos, ya fueren cometidos por la carne o por elespíritu, ya de obra o de intención, pueden al-canzar perdón por la penitencia. Lo ha prometi-do el mismo que fijó la pena por el juicio, puesdice al pueblo: “haz penitencia y te daré la sal-vación” (Ez 18,21). Por tanto, la penitencia esvida cuando antecede a la muerte. Tú, pecador,entrégate, pues, a la penitencia, abrázala como elnáufrago que pone su confianza en una tabla;ella te levantará cuando estés para ser hundidoen las olas de los pecados, y te llevará al puertode la divina clemencia... Arrepiéntete de tus erro-res, una vez que has descubierto la verdad. Arre-piéntete de haber amado aquello que Dios noama, cuando ni siquiera nosotros toleramos quenuestros esclavos no odien aquello que nos mo-lesta... Te preguntas: ¿me será útil la penitencia,o no? ¿Por qué le das vueltas a eso? Es el mismoDios quien manda que la hagamos...» (Sobre lapenitencia 4).

–Seguimos con el Salmo 50, en el queDavid confiesa su pecado y pide la mise-ricordia de Dios. Sin ese reconocimien-to de la culpa y esa vuelta suplicante a lamisericordia de Dios, no hay salvaciónpara el hombre. Pero si el hombre admi-te la gracia de la humilde contrición, en-tonces Dios le perdona, y el pecador vuel-ve a nacer. Triunfa en él así la miseri-cordia de Dios:

«Oh Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu fir-me: no me arrojes lejos de tu rostro, nome quites tu santo espíritu. Devuélvemela alegría de tu salvación, afiánzame conespíritu generoso. Enseñaré a los malva-dos tus caminos, los pecadores volverána Ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Sal-

vador mío, y cantará mi lengua tu justicia.Señor, me abrirás los labios y mi boca pro-clamará tu alabanza». San Agustín comen-ta:

«¡Qué cercano está Dios de quien se confiesa asu misericordia! Sí, Dios no anda lejos de los con-tritos de corazón» (Sermón 11).

Y San Gregorio Magno:«Consideremos cuán grandes son las entrañas

de Su misericordia, que no solo nos perdona nues-tras culpas, sino que promete el reino celestial alos que se arrepienten de ellas» (Homilías sobrelos Evangelios 19)

–Marcos 4,35-40: ¿Quién es éste? ¡Has-ta el viento y las aguas le obedecen! Eneste milagro los Padres han visto siemprefigurada la protección de Cristo sobre suIglesia. Las olas de la persecución tiendena hundirla, pero Cristo está con ella y nolo consiente. Es claro, pues, que la razónde la indestructibilidad de la Iglesia está ensu íntima y sustancial unión con Cristo,que es su fundamento primario.

Jesucristo edificó su Iglesia sobre rocaviva, y desde el principio prometió a suEsposa que los poderes del infierno no pre-valecerían contra ella (Mt 16,18). La fenos atestigua que esta firmeza en la cons-titución de la Iglesia y en la veracidad desu doctrina durará siempre. San León Mag-no dice:

«Sobre esta piedra firme edificaré un templo eter-no, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetraren el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe. Lospoderes del infierno no podrán impedir esta profe-sión de fe, los vínculos de la muerte no la sujeta-rán, porque estas palabras son palabras de vida.Ellas introducen en el cielo a los que la aceptan, yhunden en el infierno a los que la niegan» (Sermón4,2-3).

3ª Semana del Tiempo Ordinario

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40 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

4ª Semana

DomingoEntrada: «Sálvanos, Señor Dios nues-

tro, reúnenos de entre los gentiles: dare-mos gracias a tu santo nombre, y alabar-te será nuestra gloria» (Sal 105,17).

Colecta (Veronense): «Señor, concéde-nos amarte con todo el corazón y quenuestro amor se extienda, en consecuen-cia, a todos los hombres».

Ofertorio (Veronense): «Presentamos,Señor, estas ofrendas en tu altar comosigno de nuestra servidumbre; concéde-nos que, al ser aceptadas por ti, se con-viertan para tu pueblo en sacramento devida y redención».

Comunión: «Haz brillar tu rostro sobretu siervo, sálvame por tu misericordia, Se-ñor, que no me avergüence de haberte in-vocado» (Sal 30,17-18). «Dichosos lospobres de espíritu, porque de ellos es elreino de los cielos. Dichosos los sufri-dos, porque ellos heredarán la tierra» (Mt5,3-4).

Postcomunión (del Misal anterior, ins-pirada en el Veronense): «Reanimados porlos dones de nuestra salvación, te supli-camos, Señor, que el pan de vida eternanos haga crecer continuamente en la feverdadera».

CICLO ALas bienaventuranzas nos exhortan a

una profunda regeneración interior. Solosi las recibimos podremos «tener los mis-mos sentimientos que tuvo Cristo Jesús»(Flp 2,5).

–Sofonías 2,3; 3.12-13: Dejaré en me-dio de ti un resto pobre y humilde. Ya desdeel Antiguo Testamento, y a pesar de launiversalidad de la Redención prometida,los destinatarios directos de la salvaciónde Dios son los humildes de corazón.Ellos son ese «resto de Israel», que soloespera de Dios su salvación.

Todos los hombres estamos llamados aformar parte de ese pueblo de quienes sereconocen pobres ante el Señor, según esetexto de Sofonías. Muchas veces los San-tos Padres llaman a la humildad, presen-tándola como la condición primera de losque pertenecen a Cristo. Así lo hace SanJuan Crisóstomo:

«Puesta la humildad por fundamento, el arqui-tecto puede construir con seguridad sobre ella todoel edificio. Pero si ésta se pierde, por más que tusantidad parezca tocar el cielo, todo se vendráabajo y terminará catastróficamente. El ayuno, laoración, la limosna, la castidad, cualquier otrobien que juntes, si falta la humildad, todo se escu-rre como el agua y todo se pierde» (Homilía so-bre San Mateo 15, 2).

–Con el Salmo 145 proclamamos: «ElSeñor hace justicia a los oprimidos, dapan a los hambrientos, liberta a los cauti-vos, abre los ojos al ciego, ama a los jus-tos, guarda a los peregrinos, sustenta alhuérfano y le da vida... El Señor reina eter-namente».

Adoptando esta actitud de humildad yde disponibilidad radical, el creyente par-ticipa de la gloria de los tiempos nuevos.Cristo ha vivido esta realidad. Él ha di-

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cho: “aprended de Mí a ser mansos yhumildes” (Mt 11,29). Él es en la Cruz elrepresentante por antonomasia del pue-blo pobre y humilde. Resucitado, es elcentro vivificante para todo hombre ypara todo pueblo, a condición de que si-gamos su camino, que entremos en suescuela de santidad, en la que Él nos co-munica la difícil fortaleza de su manse-dumbre y la grandeza formidable de suhumildad.

–2 Corintios 1,26-31: Dios ha escogi-do lo débil del mundo. Los criterios deDios no son los criterios de los hombres(cf. Is 55,8). Unas diez veces ha comen-tado San Agustín este pasaje paulino:

«Hemos dicho, hermanos, que el Dios humil-de descendió hasta el hombre soberbio.Reconózcase el hombre como hombre y mani-fiéstese Dios al hombre. Si Cristo vino para queel hombre se humillara y a partir de esa humildadcreciera, convenía que cesara ya la gloria del hom-bre y se exaltara la de Dios, de modo que laesperanza del hombre radicase en la gloria deDios y no en la suya propia, según las palabrasdel Apóstol: “quien se gloríe que se gloríe en elSeñor” (1 Cor 1,31)...

«He aquí, hermanos, que la gloria de Dios esnuestra propia gloria, y cuanto más dulcementese glorifique a Dios tanto es mayor el provechoque obtendremos nosotros. Dios no ganará enexcelsitud por el hecho de que le honremos no-sotros. Humillémonos y ensalcémoslo a Él...Confiese, pues el hombre su condición de hom-bre; mengüe primero, para crecer después» (Ser-món 380,6).

–Mateo 5,1-12: Dichosos los pobres deespíritu. La carta magna de la autentici-dad cristiana ha quedado en el Evangeliocon el nombre de Bienaventuranzas. Ellasreflejan exactamente las maneras de serel Hijo de Dios, que se hace hombre parahacernos a los hombres hijos de Dios.San Juan Crisóstomo comenta:

«Escuchemos con toda diligencia Sus palabras.Fueron pronunciadas para los que las oyeronsobre el monte, pero se consignaron por escrito

para cuantos sin excepción habían de venir des-pués. De ahí justamente que mirara el Señor, alhablar, a sus discípulos, pero sin limitar a ellossus palabras. Las bienaventuranzas se dirigen, sinlimitación alguna a todos los hombres. No dijo enefecto: “bienaventurados vosotros, si sois pobres”,sino: “bienaventurados los pobres”. Cierto que aellos se lo dijo, pero el consejo tenía validez paratodos...

«Hay muchas maneras de ser humilde. Hay quie-nes son humildes moderadamente, y hay quienesllevan la humildad a su último extremo. Ésta es lahumildad que alaba el bienaventurado profeta cuan-do, describiéndonos un alma no contrita simple-mente, sino un alma hecha pedazos por el dolor,nos dice: “mi sacrificio es un espíritu quebrantado;un corazón quebrantado y humillado Tú no lo des-precias” (Sal 50,19). Ésta es la humildad que Cris-to proclama ahora bienaventurada» (Homilía 15,1).

También San Agustín ha comentadomuchas veces las bienaventuranzas:

«Escucha y compréndeme, a ver si con Su ayu-da consigo explicarme. Que Él nos ayude a com-prender los deberes y recompensas, de que hemoshablado, y a entender cómo se corresponden entresí. ¿Qué premio fue mencionado, en efecto, [encada bienaventuranza] que no vaya de acuerdo conla obligación respectiva? Ved cómo, una a una,todas tienen el complemento apropiado, y nada sepromete como premio que no se ajuste al precepto.

«El precepto es que seas pobre de espíritu; elpremio consiste en la posesión del reino de loscielos. El precepto es que seas manso, el premioconsiste en la posesión de la tierra. El preceptoordena que llores, el premio es ser consolado. Elprecepto es que tengas hambre y sed de justicia, elpremio es ser saciado. El precepto es que seasmisericordioso, el premio conseguir misericordia.Del mismo modo el precepto es que tengas el co-razón limpio, el premio es la visión de Dios» (Ser-món 53).

CICLO BEn este Domingo se considera a Cristo

como Profeta, y ciertamente lo fue demodo excepcional, verdadero, definitivo yúnico. Por eso su magisterio es de supre-mo valor para todos los hombres, de to-

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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42 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

dos los tiempos y de todas las naciones yculturas. El profetismo, como medio decomunicación de los designios divinos alos hombres, fue ya una institución que-rida por Dios en el Antiguo Testamento.Así lo quiso Dios, a pesar del riesgo ine-vitable de los falsos profetas, hijos de lapresunción y de la osadía humana, queson posibles en todos los tiempos.

Después del Concilio Vaticano II, con-cretamente, se ha utilizado mucho el ca-lificativo de «profeta», a veces exagera-damente y sin fundamento. Para ser pro-feta hace falta ser elegido, enseñado y en-viado por el mismo Dios; hay que saberinterpretar la situación presente a la luzde la Palabra divina, y es necesario tam-bién ser personalmente un ejemplo vivo yfidedigno de esa Palabra divina, que vieneya expuesta por la Tradición y el Magis-terio de la Iglesia. Son éstas las condicio-nes señaladas, por ejemplo, en el concilioVaticano II (Dei Verbum 10). Por eso, elque se dice profeta, pero no reúne todasy cada una de esas condiciones, se enga-ña a sí mismo y engaña a los demás. Esun falso profeta.

–Deutoronomio 18,15,20. Suscitaré unprofeta y pondré mis palabras en su boca.Es bueno tener presente lo que en el sigloprimero se decía ya en un documento ve-nerable, la Didajé:

«Al que viniendo a vosotros os enseñare todolo dicho, aceptadle. Pero si el maestro, extraviado,os enseña otra doctrina para vuestra disgregación,no le prestéis oído; si, en cambio os enseña paraaumentar vuestra justicia y conocimiento del Se-ñor, recibidle como al mismo Señor.

«Con los apóstoles y profetas, obrad de la si-guiente manera, de acuerdo con la enseñanza evan-gélica: todo apóstol que venga a vosotros, searecibido como el Señor. No se detendrá sino unsolo día, y, si fuere necesario, otro más. Si sequeda tres días, es un falso profeta. Cuando elapóstol se vaya, no tome nada consigo, si no espan hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, esun falso profeta.

«No pongáis a prueba ni a examen ningún pro-feta que habla en espíritu. Porque todo pecadoserá perdonado, pero este pecado no será perdo-nado. Con todo, no todo el que habla en espíritues profeta, sino el que tiene el modo de vida delSeñor. En efecto, por el modo de vida se distin-guirá el verdadero profeta del falso... Todo profe-ta que predica la verdad, si no cumple lo que ense-ña es un falso profeta...» (cp.11-12).

–A esta lectura conviene bien el Salmo94: «Venid, aclamemos al Señor, demosvítores a la Roca que nos salva; entremosa su presencia, dándole gracias, vitoreán-dolo al son de instrumentos. Entrad, pos-trémonos por tierra, bendiciendo al Se-ñor, Creador nuestro; porque Él es nues-tro Dios y nosotros su pueblo, el rebañoque Él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz:No endurezcáis el corazón como enMeribá, como el día de Masá en el de-sierto, cuando vuestros padres me pusie-ron a prueba y me tentaron, aunque ha-bían visto mis obras».

Dios nos sigue hablando por medio desu Palabra, proclamada en la celebraciónlitúrgica, en los documentos del Magiste-rio de la Iglesia, y comunicada tambiénpor sus inspiraciones en lo más íntimo denuestros corazones. Escuchemos siemprecon docilidad la voz del Señor.

–1 Corintios 7,32-35: El célibe se pre-ocupa de los asuntos del Señor. El donvocacional del celibato facilita en la Igle-sia una imitación más plena de Cristo,nuestro Salvador, y muestra un signo dela dedicación personal al servicio evangé-lico de los demás. Comenta San Agustín:

«No es Dios capaz de dar riquezas al hombreexterior y dejar en la miseria al interior; al invisi-ble hombre interior le dio riquezas invisibles y loenalteció de forma invisible. Suspirando por es-tas joyas, las hijas de Dios, las vírgenes santas,no desearon lo que les era lícito, ni dieron suconsentimiento a algo a lo que a veces se las obli-gaba. Muchas de ellas vencieron con el fuego deldivino amor los esfuerzos en dirección opuestade sus padres. El padre se llenó de ira y la madre

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lloraba; pero esto a ella no le hizo desistir, puestenía puestos sus ojos en el más hermoso de loshijos de los hombres: Cristo. Pensando en Él,deseaba verse embellecida para “preocuparse delas cosas del Señor” (cf. 1 Cor 7,34).

«Fijáos en lo que es el amor. No dice: “sepreocupa de que no la condene Dios”. Esto estodavía temor servil, que guarda sin duda a losmalos, para que se abstengan de obrar perversa-mente y, absteniéndose, se hagan dignos de ad-mitir en su interior la caridad. Pero ellas no pien-san en cómo evitar el castigo, sino en cómo agra-darle con la hermosura interior... con la bellezadel corazón. Sean las vírgenes quienes enseñen alos casados y casadas para no caer en el adulte-rio. ¡Al menos ellas! Si ellas sobrepasan lo lícito,ellos no se salgan de lo lícito» (Sermón 161,11-12).

–Marcos 1,21-28: Les enseñaba conautoridad. «Dios ha hablado a nuestrospadres muchas veces y de muchos mo-dos en el pasado por el ministerio de losprofetas. Ahora, en la plenitud de lostiempos, nos ha hablado por su Hijo»(Heb 1,2). El Corazón de Cristo es laplena revelación del Padre... Oigamos aOrígenes:

«Así, pues, quien investigue, y no de pasada,la naturaleza de las cosas, no podrá menos deadmirar profundamente a Jesús, que dejó atrás acuantos gloriosos en el mundo han sido. En efec-to, han sido muy pocos los hombres gloriososque fueron capaces de ganar renombre por másde un concepto al mismo tiempo. Unos han sidoadmirados y se han hecho gloriosos por su cien-cia; otros por el arte de la guerra; algunos bárba-ros, por los prodigios obrados en virtud de susfórmulas mágicas; otros, en fin, por otros moti-vos que nunca han sido muchos a la vez.

«Jesús, sin embargo, es admirado al mismotiempo por su sabiduría, por sus prodigios ypor su inmensa autoridad. Y es así que Él nopersuade a los suyos, como lo hace un tirano, aque, como él, se aparten de las leyes, ni como unforajido arma a sus bandas contra los hombres,ni como un ricachón provee a cuantos se le acer-can, ni es tampoco como alguno que, acusadospor todos, merecen reprobación. No. Jesús ha-bló como Maestro de la doctrina acerca del Diossupremo, del culto que se le debe y de toda lamateria moral, que puede unir con el Dios de

todas las cosas a cualquiera que viva como Él en-seña» (Contra Celso 1,30).

CICLO CCristo es el gran Profeta. En Él culmina

el profetismo del Antiguo Testamento.Hemos de escucharle con amor y humildeobediencia. Su palabra es vida para todoslos hombres. Muchos, sin embargo, per-manecen sordos a sus enseñanzas. No quie-ren oír su voz, que es la del Buen Pastor.Los que somos de su rebaño, oímos su voz,y así, dirigidos por Él, podemos caminarcon seguridad en medio de tantas dificul-tades y errores que nos acechan en el mun-do.

–Jeremías 1,4-5.17-19: Te nombré pro-feta de los gentiles. En el Antiguo Testa-mento el profeta es el prototipo perfectodel hombre elegido, por iniciativa divina,para transmitir a su pueblo los designiosde Dios. Por eso es figura simbólica delverdadero y definitivo profeta: Cristo Je-sús. La revelación del misterio de Cristoestá, pues, realizada en un contexto profé-tico. Como enseña el Vaticano II, todo elAntiguo Testamento es una revelaciónprofética que lleva a Cristo (Dei Verbum2,3,14-15). Dice San León Magno:

«Nada hay, amadísimos, en la religión cristianaque sea diverso de las antiguas promesas, y losjustos de los tiempos pasados no esperaron lasalvación más que en el Señor Jesucristo. La eco-nomía salvífica, cierto, ha variado, según lo ha dis-puesto la voluntad divina; mas sobre Él proyec-tan su luz los testimonios de la Ley, los oráculosde los profetas y los sacrificios de las víctimas.

«Convenía, pues, que estos pueblos fuesen ins-truidos de tal manera, que lo que ellos no podíanconseguir en su plena luz, lo recibiesen bajo elvelo de las figuras, y de este modo fuese aumenta-da la autoridad del Evangelio por el hecho de quelas páginas del Antiguo Testamento hubiesen pues-to a su servicio tantos símbolos y misterios» (Ser-món 66,2).

–Con el Salmo 70 proclamamos el ver-dadero profetismo querido por Dios: «Mi

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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boca anunciará tu salvación. A Ti, Señor,me acojo: no quede yo derrotado parasiempre; Tú, que eres justo, líbrame yponme a salvo, inclina a mí tu oído y sál-vame. Sé Tú mi roca de refugio, el alcá-zar donde me salve, porque mi peña y mialcázar eres Tú, Dios mío, líbrame de lamano perversa. Porque Tú, Dios mío,fuiste mi esperanza desde mi juventud...Mi boca cantará tu auxilio, y todo el díatu salvación. Dios mío, me instruiste des-de mi juventud, y hasta hoy relato tus ma-ravillas».

–2 Corintios 12,32-13-13: Quedan lafe, la esperanza y el amor; pero la másgrande es el amor. En el Nuevo Testa-mento el Corazón de Cristo, en su condi-ción de profeta, nos ha revelado la ley dela caridad como nunca se había hecho has-ta entonces, como plenitud de todos loscarismas y dones divinos. Comenta SanAgustín:

«Si de ti mismo te viene la caridad, ¡qué lejos tehallas de la divina dulzura! Te amarás a ti mismo,porque a la fuerza has de amar a la fuente de tuamor. Pero, en tal caso, yo te pruebo que no tienescaridad, y prueba de que no la tienes es que teatribuyes un bien de tanto valor. Si la tuviesesrealmente, sabrías de dónde la tienes. ¿Tan levecosa, tan de poco más o menos es la caridad, quela tienes de tu propia cosecha?...

«¡Qué valor el de la caridad, que sin ella nadavale nada! ¿No es empequeñecer a Dios pretenderque sea tuya esta caridad que sobresale por enci-ma de todo?... ¿“Qué tienes tú que no lo hayasrecibido” (cf. 1 Cor 4,7)? ¿Quién es mi dador y eltuyo? Dios. Reconócele dador, para que no ten-gas que sentirle condenador. Si damos fe a la Es-critura, es Dios quien te dio la caridad, don subli-me, superior a todo (cf. 1 Cor 13)» (Sermón145,4).

–Lucas 4,21-30: Jesús, como Elías yEliseo, no es enviado sólo a los judíos.Cristo es el Profeta definitivo del Padreante los hombres creyentes, y como yaprofetizó Simeón (Lc 2,34), es al mismotiempo «signo de contradicción» para

cuantos se niegan a aceptar su testimonioy su mensaje de salvación. Comenta SanAmbrosio:

«La envidia no se traiciona medianamente: ol-vidando el amor, convierte en odios crueles lascausas del amor. Tú esperas en vano el bien de lamisericordia celestial, si no quieres los frutos dela virtud en los demás; pues Dios desprecia a losenvidiosos y retira las maravillas de su poder a losque fustigan en otros los beneficios divinos. Losactos del Señor en su carne son la expresión de sudivinidad, y “lo que es invisible en Él nos lo mues-tra por las cosas visibles” (Rom 1,20).

«El Señor se disculpa de no haber hecho mila-gros en su patria, para que nadie piense que elamor a la patria ha de ser en nosotros poco estima-do: Él, amando a todos los hombres, no podíadejar de amar a sus compatriotas. Pero fueronellos los que, por su envidia, renunciaron al amorde su patria... Cuando distribuía sus beneficiosentre los hombres, ellos [los judíos] lo llenabande injurias. No es sorprendente que, habiendo per-dido ellos la salvación, quisieran desterrar de suterritorio al Salvador. El Señor se modera sobresu conducta: Él ha enseñado con su ejemplo a losapóstoles cómo hacerse todo a todos» (Comenta-rio a San Lucas IV,46 y 55).

LunesAños impares

–Hebreos 11,32-40: Por medio de la fesubyugaron reinos. Dios tiene preparadasmaravillas para nosotros. La historia delos jueces y profetas de Israel se proponecomo modelo para los cristianos, quieneshan obtenido el cumplimiento de la pro-mesa divina. De nuevo la Carta a los He-breos encarece el valor de la fe. Es lo queenseña San Ambrosio:

«Si el Señor se cuida de las aves, animales deescaso valor, y de los hombres malvados, hacien-do que les nazca el sol y la tierra les sea fructífera;y si reparte con largueza el don de su misericor-dia a todos, en modo alguno se puede dudar quetiene en una consideración muy presente los mé-ritos de sus fieles. Por eso admirablemente cons-truyó su doctrina, poniendo como cúspide la fe,al mismo tiempo que la colocó como fundamentode las virtudes; porque así como la fe es estímulo

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de la virtud, así también la virtud constituye lafirmeza de la fe» (Comentario a San LucasVII,118).

–La lectura anterior nos ha mostradolos frutos de la fe. Ha resaltado su gran-deza, capaz de las más grandes conquis-tas y de los más extremados sacrificios.Y en el Antiguo Testamento, toda esa vi-vencia de fe apunta a Cristo. Pensandoen Él cantamos el Salmo 30: «Los queesperáis en el Señor sed fuertes y valien-tes de corazón. Qué bondad tan grande,Señor, reservas para tus fieles y conce-des a los que a Ti se acogen a la vista detodos. En el asilo de tus presencia losescondes de las conjuras humanas; losocultas en tu tabernáculo, frente a las len-guas pendencieras. Bendito el Señor queha hecho por mí prodigios de misericor-dia en la ciudad amurallada... Amad alSeñor, fieles suyos; el Señor guarda a suleales».

Años pares–2 Samuel 15,13-14.30; 16,5-13: De-

jad que me maldiga. El brillante reinadode David se ensombrece con la insurrec-ción. Pero David es fuerte en la humil-dad: «dejad a Semeí, que me maldiga,porque quizá se lo mandado el Señor»...San Jerónimo escribe:

«Nada tengas por más excelente, nada por másamable que la humildad. Ella es la que principal-mente conserva las virtudes, pues es una espe-cie de guardiana de todas ellas. Nada hay quenos haga más gratos a los hombres y a Dioscomo ser grandes por el merecimiento de nues-tra vida, y hacernos pequeños por la humildad»(Carta 148,20).

Y Orígenes:«El humilde, según el profeta, no obstante ca-

minar en cosas grandes y maravillosas, que es-tán por encima de él, como son los dogmas ver-daderamente grandes y los maravillosos pensa-

mientos, “se humilla bajo la poderosa mano deDios” (1 Pe 5,6)... Y es tan grande esta doctrina dela humildad que por maestro de ella tenemos no acualquiera, sino a nuestro Salvador mismo, quedijo: “aprended de mí, que soy manso y humildede corazón, y hallaréis descanso para vuestras al-mas” (Mt 11, 29)» (Contra Celso 6,15).

–Ante los insultos, David no se ha to-mado la justicia por su cuenta. Con acti-tud humilde confía al Señor su defensa.Se mantiene humilde, confiando en Él.También nosotros, en medio de injurias ycontrariedades, hemos de rezar con esemismo espíritu el Salmo 3: «Levántate,Señor, sálvame, Señor. Cuántos son misenemigos, cuántos se levantan contra mí,cuántos dicen de mí: “ya no lo protegeDios”. Pero, Tú, Señor, eres mi escudo ymi gloria, Tú mantienes alta mi cabeza. Sigrito invocando al Señor, Él me escuchadesde su monte santo. Puedo acostarme ydormir y despertar: el Señor me sostiene.No temeré al pueblo innumerable queacampa a mi alrededor».

Tengamos en el Señor una confianza sinlímites. San Juan Crisóstomo, que en me-dio de muchos sufrimientos y persecucio-nes mantuvo esa confianza, afirma:

«Las oleadas son numerosas, y peligrosas lastempestades, pero no tememos el naufragio. Esta-mos consolidados sobre la Roca, y aunque el marse enfurezca, no demolerá la Roca. Aunque lasolas se agiten, no podrán hundir la barca de Jesús»(Homilía antes del exilio).

–Marcos 5,1-20: Espíritu inmundo, salde este hombre. La lepra, los demonios,todas las miserias que puedan oprimir alos hombres, todas son vencidas por CristoSalvador con suprema facilidad. San Máxi-mo el Confesor escribe:

«La fuerza de los demonios disminuye cuandola práctica de los mandamientos debilita en noso-tros las pasiones; y es eliminada cuando, por efec-to de la libertad interior, estas pasiones desapare-cen finalmente del alma; porque ellos no encuen-tran ya en ella las complicidades que sirven debase a sus ataques» (Centurias sobre la caridad 2,22).

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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46 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

Siempre estamos nosotros expuestos alas tentaciones del diablo. Por eso SanLeón Magno nos exhorta:

«Fundados, amadísimos, en esta esperanza [enel triunfo de Cristo], guardaos de todos los artifi-cios del diablo, que no sólo busca sorprender porlos placeres corporales, sino que también siembrala cizaña de la mentira en el buen trigo de la fe, eintenta profanar el campo de la verdad, para hacercaer por los errores malvados a los que no hapodido corromper por sus malas acciones... No-sotros, libertados de estos peligros por el SeñorJesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida,soportemos con una fe gozosa todas las pruebas ytodos los combates de la vida presente» (Homilía69,5).

MartesAños impares

–Hebreos 12,1-4: Corramos la carreraque nos toca, sin desfallecer. Con «losojos fijos en Jesús», corramos en el esta-dio de esta vida, sin retirarnos. Progrese-mos con la gracia divina cada día en nues-tra vida interior. San Cipriano dice:

«Pedimos y rogamos por nosotros, que fui-mos santificados en el bautismo, para que perse-veremos en esta santificación inicial. Y esto lopedimos cada día. Necesitamos, en efecto, estasantificación cotidiana, ya que todos los días de-linquimos, y por esto necesitamos cada día serpurificados mediante esta continua y renovadasantificación» (Tratado sobre la oración 11-12).

Y Casiano afirma:«Éste debe ser nuestro principal objetivo y el

designio constante de nuestro corazón: que nues-tra alma esté continuamente unida a Dios y a lascosas divinas. Todo lo que aparte de esto, porgrande que pueda parecernos, ha de tener en no-sotros un lugar puramente secundario o, por me-jor decir, el último de todos. Incluso debemosconsiderarlo como un daño positivo» (Colacio-nes 1).

–Animados por «la cantidad ingente detestigos» que nos contempla, nos vemosen el estadio muy estimulados en nuestra

carrera hacia la perfección cristiana. Co-rremos confiando plenamente en Dios, yasí lo proclamamos con el Salmo 21: «Tealabarán, Señor, los que te buscan. Cum-pliré mis votos delante de tus fieles. Losdesvalidos comerán hasta saciarse, ala-barán al Señor los que lo buscan: viva sucorazón por siempre. Lo recordarán y vol-verán al Señor hasta de los confines delorbe; en su presencia se postrarán las fa-milias de los pueblos... Me hará vivir paraÉl». Éste ha de ser nuestro deseo cons-tante.

Años pares–2 Samuel 18,9-10.14.24-25: ¡Hijo

mío, Absalón, ¡ojalá hubiera yo muertoen vez de ti!. Grande es el dolor de Davidpor la muerte de su hijo Absalón, que sehabía rebelado contra él. ¡Y grande es tam-bién la lección que nos da sobre el perdónde las injurias! San Cipriano dice:

«Es imposible alcanzar el perdón de los peca-dos si nosotros no actuamos de modo semejantecon los que nos han hecho alguna injuria. Por ellodice también el Señor en otro lugar: “con la medi-da que midáis se os medirá a vosotros” (Mt 7,2).Aquel siervo del Evangelio, a quien su amo habíaperdonado toda la deuda y que no quiso luegoperdonar a su compañero, fue arrojado a la cárcel.Por no haber querido ser indulgente con su com-pañero, perdió la indulgencia que había consegui-do de su amo» (Tratado sobre la oración 23-24).

–El drama del corazón de David, encuanto padre, pone en nuestros labios elSalmo 85, que es la oración de un des-graciado que pide la protección de Diosante una prueba extrema. El Señor, quees bueno y misericordioso, escucha la ora-ción de los humildes que lo invocan: «In-clina tu oído, Señor, escúchame, que soyun pobre desamparado, protege mi vidaque soy un fiel tuyo, salva a tu siervo queconfía en Ti. Tú eres mi Dios, piedad demí, Señor, que a ti estoy llamando todo eldía. Alegra el alma de tu siervo, pues le-

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vanto mi alma hacia Ti. Porque Tú, Se-ñor, eres bueno y clemente, rico en mi-sericordia con los que te invocan. Señor,escucha mi oración, atiende a la voz demi súplica». Sigue San Cipriano:

«“Perseveraban unánimes en la oración”(Hch 2,42), manifestando con esta asiduidady concordia de su oración que sólo Dios ad-mite en la Casa divina y eterna a los que oranunidos en un mismo espíritu» (Tratado sobrela oración 8-9).

–Marcos 5,21-43: Jesús resucita a lahija de Jairo y cura a la mujer enferma.Ninguno de los males del hombre puederesistirse al poder maravilloso de CristoSalvador. Los milagros que realiza sonlos signos de su mesianismo, de su bon-dad, de su misericordia, de su amor. Co-menta San Jerónimo:

El Señor «pregunta, mirando en derredor, paradescubrir a la que lo había tocado. ¿O sabía elSeñor quién lo había tocado? Entonces, ¿paraque preguntaba por ella? Lo hacía como quien losabe, pero queriendo ponerlo de manifiesto. Sino hubiese preguntado y hubiese dicho: “¿quiénme ha tocado?”, nadie hubiera sabido que se ha-bía realizado un signo. Habrían podido decir: “noha hecho ningún signo, sino que se jacta y hablapara gloriarse”. Por ello pregunta, para que aquellamujer confiese y Dios sea glorificado...

«Cristo es la Verdad. Y como había sido cura-da por la Verdad, la mujer confesó la verdad...Resucitó la Iglesia y murió la Sinagoga. Aunquela niña había muerto, le dice, no obstante, el Se-ñor, al jefe de la sinagoga: “no temas, ten sólofe”. Digamos también nosotros hoy a la Sinago-ga, digamos a los judíos: “ha muerto la hija deljefe de la Sinagoga, mas creed y resucitará”...

Dice el Maestro: «“la niña que ha muerto paravosotros, vive para Mí: para vosotros está muer-ta, para Mí duerme. Y el que duerme puede serdespertado”... He aquí que Cristo, cuando iba aresucitar a la hija del jefe de la sinagoga, echafuera a todos, para que no pareciera que lo hacíapor jactancia. Y “la niña se levantó inmediata-mente y echó a andar”. Que nos toque también anosotros Jesús y echaremos a andar. Aunqueseamos paralíticos, aunque poseamos malasobras y no podamos andar, aunque estemos acos-

tados en el lecho de nuestros pecados y de nues-tro cuerpo, si nos toca Jesús, al instante quedare-mos curados» (Comentario al Evangelio de SanMarcos 5,21).

Miércoles

Años impares

–Hebreos 12,4-7.11-15: Dios reprende alos que ama. El sufrimiento ha de ser con-siderado como una prueba pasajera, comouna corrección medicinal que Dios pro-cura a sus hijos buscando su bien. Noso-tros, imágenes Suyas, también en estodebemos imitar a nuestro Padre al procu-rar el bien de nuestros hermanos. Así loenseña San Agustín:

«Para que no se moleste el hijo pecador de sercorregido con azotes, también Él, el Hijo único sinpecado, quiso ser azotado. Por tanto aplica tú elcorrectivo, pero evitando la ira del corazón. El Se-ñor mismo, refiriéndose a aquel deudor al que exi-gió de nuevo toda la deuda por haber sido despia-dado con su consiervo, dice así: “del mismo modoobrará vuestro Padre celestial con vosotros, si cadauno no perdona de corazón a su hermano” (Mt.18,35)

«Por tanto, [...] sin perder la caridad, practicatú una saludable severidad. Ama y castiga, ama yazota. A veces acaricias, y actuando así te mues-tras cruel. ¿Cómo es que acaricias y te muestrascruel? Porque no recriminas los pecados, y esospecados han de dar muerte a aquel a quien amasperversamente, perdonándole. Pon atención al efec-to de tu palabra, a veces áspera, a veces dura y queha de herir. El pecado desola el corazón, destrozael interior, sofoca el alma y la hace perecer. Apiá-date, pues, y castiga» (Sermón 114,A,5).

–Con el Salmo 102 cantamos la miseri-cordia paternal del Dios, que dura siemprecon sus hijos, también en la corrección:«Bendice, alma mía, al Señor y todo miser a su santo nombre. Bendice, alma mía,al Señor y no olvides sus beneficios. Comoun padre siente ternura por sus hijos, sienteel Señor ternura por sus fieles; porque Él

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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conoce nuestra masa, se acuerda de quesomos barro».

Años pares–2 Samuel 24,2.9-17: Soy yo el que he

pecado, haciendo el censo de la pobla-ción. ¿Qué han hecho estas ovejas? Trasel pecado viene el castigo. En esta oca-sión, David, compadeciéndose de su pue-blo, quiere sufrir él solo el castigo por supecado, para expiarlo. Esta historia nosmuestra la misteriosa solidaridad de unoscon otros tanto en el pecado como en lagracia. El pecado de uno solo puede cau-sar la desgracia de muchos; pero tambiénla oración y la expiación de uno solo pue-de ser suficiente para evitar el castigo detodos. San Agustín dice:

«Padece enfermedad el género humano; no tan-to enfermedad de cuerpo, sino de pecados. Yaceen toda la redondez de la tierra, de oriente a occi-dente, el gran enfermo. Y para curar al gran enfer-mo descendió el Médico omnipotente. Se humi-lló hasta su carne mortal, o digamos, hasta el le-cho del enfermo» (Sermón 87).

Los cristianos somos solidarios conCristo Redentor, que se anonadó, se hizoobediente hasta la muerte y muerte decruz, para curarnos y para salvarnos.También nosotros hemos de ser solida-rios con el mal físico y moral de nuestroshermanos, procurando siempre su sana-ción o su alivio.

–Cuando existe el reconocimiento hu-milde del pecado, Dios da su perdón, yen seguida viene el gozo y la dicha de sen-tirse perdonado. Y a veces el arrepenti-miento procede de la experiencia de al-gún sufrimiento. Confesamos este miste-rio de gracia con el Salmo 31: «Perdona,Señor, mi culpa. Dichoso el que está ab-suelto de su culpa, a quien le han sepulta-do su pecado; dichoso el hombre a quienel Señor no le apunta el delito. Había pe-cado, lo reconocí, no te encubrí mi deli-to. Propuse: “confesaré al Señor mi cul-

pa”, y Tú perdonaste mi culpa y mi peca-do. Por eso, que todo fiel te suplique en elmomento de la desgracia: la crecida delas aguas caudalosas no lo alcanzará. Túeres mi refugio; me libras del peligro, merodeas de cantos de liberación».

–Marcos 6,1-6: No desprecian a un pro-feta más que en su tierra. La culpa prin-cipal de los nazarenos, entre otras, estáen que no reconocen el valor trascenden-te de la humanidad de Jesús. Esa actitudles hace imposible recibir al Salvador yentrar en su camino de salvación, que esÉl mismo. Así lo afirma San Agustín,

«Hombre verdadero y Dios verdadero... Éstaes la fe católica; quien ambos términos confiesa,es católico, que tiene [en Cristo] una patria y uncamino. Él es la patria a donde vamos. Y Él es elCamino por donde vamos. Vayamos por Él a Él,y no nos extraviaremos» (Sermón 93).

Jesús es la fuente de vida. Su santa Hu-manidad es instrumento, perfectamenteunido a su divinidad, para comunicarnosla vida sobrenatural. Incluso para comu-nicarnos su vida divina ha utilizado su santaHumanidad. Más aún, esa misma Huma-nidad santísima, unida al Verbo, es tam-bién para nosotros fuente de vida corpo-ral. El Evangelio, en efecto, nos dice quede Él salía una virtud que sanaba a todos(Lc 6,17-18). San Agustín dice:

«¿Qué felicidad más segura que la nuestra, sien-do así que el mismo que ora con nosotros es elque da lo que pide? Porque Cristo es Hombre yDios. Como hombre pide; como Dios otorga»(Sermón 217).

Hemos de tener hacia la Humanidad sa-grada de Jesucristo una gran fe y devo-ción. Así la tuvieron los santos, como SanBernardo, San Francisco de Asís o SantaTeresa.

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JuevesAños impares

–Hebreos 12,18-18.21-24: Os habéisacercado al monte Sión, ciudad del Diosvivo. Los creyentes de la Nueva Alianzano se acercan ya a la montaña humeantey terrible del Sinaí, sino a «la Jerusalénceleste», llamada «visión de paz», a laesplendorosa «ciudad del Dios vivo».

Oigamos a Orígenes que habla de laIglesia. Si la reina de Sabá buscaba laciencia en Salomón, la Iglesia la buscaen Cristo Maestro, nuevo Salomón:

«En realidad, cuando esta negra y hermosa(Cant 1,5) llegue a la Jerusalén celeste (Heb12,22), y entre en la visión de paz, contemplarámuchas más cosas y mucho más magníficas delas que ahora se le prometen. Pues ahora ve comoen un espejo y en enigma, pero entonces verácara a cara (1 Cor 13,12), cuando consiga aque-llo que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni logró entrar enel corazón del hombre” (1 Cor 2,9). Entoncesverá que lo que oyó mientras estaba en la tierrano llegaba a la mitad de la realidad» (Comentarioal Cantar de los Cantares 2).

– Con el Salmo 47 cantamos a la Jeru-salén del cielo, a la que nos dirigimos connuestros hermanos de la Iglesia terres-tre: «Oh Dios, meditamos tu misericor-dia en medio de tu templo. Grande es elSeñor y muy digno de alabanza en la ciu-dad de nuestro Dios. Su monte santo,una altura hermosa, alegría de toda la tie-rra. El monte Sión, vértice del cielo, ciu-dad del gran Rey. En tus palacios, Diosdescuella como un alcázar. Lo que ha-bíamos oído lo hemos visto en la ciudaddel Señor de los Ejércitos, en la ciudadde nuestro Dios, que Dios ha fundadopara siempre... Como tu renombre, ohDios, tu alabanza llega al confín de la tie-rra; tu diestra está llena de justicia».

Años pares

–1 Reyes 2,1-4.10-12: Yo emprendo elviaje definitivo. ¡Ánimo, Salomón, sé unhombre!. Son las últimas exhortaciones deDavid a su hijo Salomón antes de morir.Le recomendó sobre todo que permane-ciera fiel a la Ley de Moisés, observandoexactamente los mandatos del Señor. Asídice San León Magno:

«Sabéis, pues os lo enseña Dios, que la obser-vancia de los mandamientos os aprovechará parael gozo eterno. En el cumplimiento de los cuales, elSeñor, clemente y misericordioso, nos ha dado re-medio y ayuda para que podamos obtener el per-dón, ya que la fragilidad humana se cansa muchasveces y ofende en muchas cosas a causa de sudebilidad. ¿Quién podrá evadir tantos engaños delmundo, tantas insidias del diablo y tantos peligrosde su volubilidad, si la clemencia del Rey eterno noquisiese más bien socorrernos que perdernos?»(Sermón 15,1).

–Con el Libro I de las Crónicas confe-samos el poder soberano de Dios: «Tú eresSeñor del universo. Bendito eres, Señor,Dios de nuestro Padre Israel, por los si-glos de los siglos. Tuyos son, Señor, lagrandeza y el poder, la gloria, el esplendor,la majestad, porque tuyo es cuanto hay enel cielo y en la tierra. Tú eres el Rey sobera-no de todo; de Ti viene la riqueza y la glo-ria. Tú eres Señor del universo, en tu manoestá el poder y la fuerza, Tú engrandecesy confortas a todos».

Todo esto es verdad. Pertenecemos aDios con todo cuanto somos y poseemos.Nuestra vida está completamente en susmanos, y permanece siempre dulcementesometida a su omnipotente providencia. Éles nuestro Creador. Así dice Orígenes:

«De la misma manera que confesamos que Dioses incorpóreo, omnipotente, invisible, confesamostambién, como dogma seguro e incontrovertible,

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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que Él tiene cuidado de las cosas humanas, y queninguna se señala en el cielo ni en la tierra fueradel alcance de su providencia.

«Recuerda que hemos dicho que ninguna cosase cumple sin su providencia, no sin su voluntad.Ya que muchas cosas se hacen sin su voluntad,pero ninguna sin su providencia.

«En efecto, mediante la providencia que Él pro-cura, provee las cosas que se suceden; mientrasque, mediante su voluntad, quiere o no quierealguna cosa» (Homilía 3, 2 sobre el Génesis).

–Marcos 6,7-13: Jesús llama a los Docepara enviarlos de dos en dos. Ellos se de-dicarán a prolongar la actividad proféticade su Maestro. Todo lo van haciendo bajoel signo de la pobreza, de la que han dedar testimonio la Iglesia y todos y cadauno de sus hijos. Así dice San Ambrosio:

«Los preceptos del Evangelio indican qué debehacer el que anuncia el reino de Dios: “sin báculo,sin alforja, sin calzado, sin pan, sin dinero”, esdecir, no buscando la ayuda de los auxilios mun-danos, abandonado todo a la fe y pensando que,mientras menos anhelemos los bienes tempora-les, más podremos conseguirlos.

«Este pasaje parece tener por fin formar un es-tado de alma enteramente espiritual, que parece seha despojado del cuerpo como de un vestido, nosólo renunciando al poder y despreciando las ri-quezas, sino también apartando aun los atractivosde la carne» (Comentario a San Lucas VI,65).

Y San León Magno:«Que los falsos placeres de la vida presente no

frenen el empuje de aquellos que vienen por elcamino de la verdad, y que los fieles se conside-ren como viajeros en el itinerario que siguen haciasu patria; que comprendan que en el uso de losbienes temporales, si a veces hay algunos queagraden, no deben apegarse bajamente, sino con-tinuar valientemente la marcha» (Sermón 72).

Y San Beda:«Se equivoca quien se figura que podrá encon-

trar paz en el disfrute de los bienes de este mundoy en las riquezas» (Homilía 12, sobre la Vigilia dePentecostés).

ViernesAños impares

–Hebreos 13,1-8: Jesucristo es siempreel mismo, ayer, hoy y siempre. Los fieleshan de brillar en el amor, la pureza, el des-prendimiento de los bienes materiales, «sinansias de dinero», en la presencia de Je-sucristo, que vive para siempre. En efec-to, el Cristo histórico vive ya en un eter-no «hoy», y Él es al mismo tiempo el ob-jeto de la fe y el autor de la salvación. Asíescribe Clemente de Alejandría:

«Todos los poderes del Espíritu, unificados enun solo ser, se consuman en Él mismo, en el Hijo;pero Él es irreductible a un límite definido, si seintenta dar noción de cada uno de esos poderes.Por eso, el Hijo no es el Hijo sino en cuanto uno,no múltiple como partes, sino uno, como unión detodas las cosas. Por donde viene a ser tambiéntodas las cosas. En efecto, Él mismo es como uncírculo de todos los poderes, que se resuelven yunifican en uno.

«Con razón el Logos se dice “Alfa y Omega”(Ap 1,8). Por Él solo el fin viene a ser principio, yvuelve de nuevo al principio inicial, sin permitirninguna interrupción. Por eso creer en Él y por Élsignifica fundarse en la unidad, uniéndose en Él,sin distanciamiento alguno (1 Cor 7,35). Y nocreer significa estar en la ambigüedad, estar de-sunido y dividido» (Stromata 4,25, 156-157).

Difícilmente podemos encontrar un co-mentario más profundo y bello a la ex-presión: «Cristo, ayer, hoy y siempre».

–Todo nuestro auxilio y apoyo lo en-contramos en el Señor. Así lo confesa-mos en el Salmo 26: «El Señor es mi Luzy mi salvación, ¿a quién temeré? El Señores la defensa de mi vida, ¿quién me harátemblar? Si un ejército acampa contra mí,mi corazón no tiembla; si me declaran laguerra, me siento tranquilo. Él me prote-gerá en su tienda el día del peligro; meesconderá en lo escondido de su morada,

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me alzará sobre la roca. Tu rostro bus-caré, Señor, no me escondas tu rostro.No rechaces con ira a tu siervo, que Túeres mi auxilio; no me deseches».

Años pares–Eclesiástico 47,2-13. De todo cora-

zón amó David a su Creador, entonandosalmos cada día. Esta Escritura hace elelogio de David, y celebra sus grandeshazañas. En la tradición cristiana los Sal-mos se llaman «Salmos de David». Aun-que no los compuso todos, es cierto quecompuso algunos, y que los usaba paracantar al Señor. El mejor recuerdo quenos ha quedado de David son los Sal-mos. En ellos está la gloria de David, másque sus victorias guerreras. Escribe SanAmbro-sio:

«¿Qué cosa más hermosa que los salmos?Como dice bellamente el salmista: “Alabad alSeñor, que la música [los salmos] es buena: nues-tro Dios merece una alabanza armoniosa”. Y conrazón: Los salmos, en efecto, son la bendicióndel pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de losfieles, la aclamación de todos, el lenguaje univer-sal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosade nuestra fe, la expresión de nuestra entregatotal, el gozo de nuestra libertad, el clamor denuestra alegría desbordante.

«Los salmos calman nuestras iras, rechazannuestras preocupaciones, nos consuelan en nues-tras tristezas. De noche son un arma, de día unaenseñanza; en el peligro son nuestra defensa, enlas festividades nuestra alegría. Ellos expresan latranquilidad de nuestro espíritu, son prenda depaz y concordia, son como la cítara que aúna enun sólo canto las voces más diversas y dispares.Con los salmos celebramos el nacimiento del díay con los salmos celebramos su ocaso. En lossalmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a lavez un canto que deleita y un texto que instru-ye» (Comentario al Salmo 1,9-12).

–El Salmo 17 es como un canto delrey David por su liberación y su victoriasobre los enemigos. David, como en su

tiempo Abrahán, ha recibido una promesade Dios y vive de la fe en esa promesa. Ensu propia vida puede ir descubriendo elcumplimiento sucesivo de dicha promesapor caminos extraños y maravillosos. Suvida, iluminada por la promesa, se haceasí una «teofanía», es decir, una manifes-tación continua de Dios. Su camino es elcamino de Dios.

Pero la promesa desborda la persona his-tórica de David, avanza en la historia porla dinastía davídica, hasta que se cumplede modo desbordante en el descendientede David, nuestro Señor Jesucristo: «Seaensalzado mi Dios y Salvador. Perfecto esel camino de Dios, acendrada es la pro-mesa del Señor, Él es escudo para los quea Él se acogen. Viva el Señor, bendita seami Roca... Te daré gracias entre las nacio-nes, Señor, y tañeré en honor de tu nom-bre. Tú diste gran victoria a tu rey, tuvistemisericordia de tu Ungido, de David, y sulinaje por siempre».

El Mesías, Cristo, que nace del linaje deDavid, reza con frecuencia los Salmos, yda a su canto acentos nuevos y bellísimos.

–Marcos 6,14-29: Es Juan, a quien yodecapité, que ha resucitado. Eso es lo quellega a pensar el brutal rey Herodes. Co-menta San Agustín:

«La lectura del Santo Evangelio presentó antenuestros ojos un cruel espectáculo: la cabeza deJuan en una bandeja. Él, testimonio de la crueldadde una bestia, fue decapitado por el odio a la ver-dad. Danza una joven, su madre siente rebosarcrueldad, y entre los placeres y lascivias de loscomensales el rey jura tremendamente e impía-mente cumple lo jurado.

«Así vino a realizarse en Juan lo que él mismohabía predicho: “conviene que Él crezca y que yomengüe” (Jn 3,30). Juan menguó al ser decapitadoy Cristo creció levantado en la Cruz. La verdadsuscitó el odio. No podían soportarse con ánimosereno los reproches de aquel santo hombre deDios, que ciertamente buscaba la salvación de aque-

4ª Semana del Tiempo Ordinario

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llos a quienes los dirigía. Ellos le devolvieron malpor bien. ¿De qué podría hablar él sino de lo queestaba lleno? ¿Y qué podían responderle ellossino de lo que estaban llenos?» (Sermón 307,1).

«La boca mentirosa da muerte al alma»(Sab 1,11). El Bautista tenía que hablarrectamente y dar «testimonio de la ver-dad» (Jn 5,33), como Jesús (Jn 18,37),aunque tuviera que sufrir, aunque hubierade morir. Nada tiene que ver con esto, nisiquiera lo entiende, un espíritu frívolo yuna vida mundana.

SábadoAños impares

–Hebreos 13,15-17.20-21: Que el Diosde la paz, que hizo subir de entre los muer-tos al gran Pastor, os haga perfectos entodo bien. Comenta San Agustín:

«En todas mis palabras presento un espejo. Yno son palabras mías, sino que hablo por mandatodel Señor, por cuyo temor no callo. Pues, ¿quiénpreferiría callar y no dar cuenta de vosotros? No.Ya que aceptamos la carga, ni podemos ni debe-mos sacudirla de nuestros hombros.

«Escuchasteis, hermanos, cuando se leía la Cartaa los Hebreos (13,17)... ¿Cuándo velamos porvosotros con gozo? Cuando vemos a los hombresprogresar por el camino de la palabra de Dios.¿Cuándo trabaja con alegría el labrador en su cam-po? Cuando mira el árbol y ve sus frutos; cuandomira la cosecha y ve la abundancia cosechada enla era. No fue en vano su trabajo, no dobló losriñones en vano, no fue inútil el que sus manosestén encallecidas, no resultó inútil el frío y elcalor soportado...

«Pues a los superiores les conviene entristecer-se a causa de vuestras maldades. Esa misma tris-teza a ellos les resulta provechosa; pero a voso-tros no os conviene... No queremos nada que nosconvenga a nosotros, si no os conviene también avosotros. Por tanto, hermanos, hagamos el bien almismo tiempo en el campo del Señor, para quedisfrutemos juntos de la recompensa» (Sermón82,15).

–La vida cristiana, y concretamente elministerio pastoral, puede implicar nopocas penalidades. Pero todas las sobre-llevamos con buen ánimo, fiados en Cris-to, el Buen Pastor, y por eso cantamoscon el Salmo 22: «El Señor es mi Pastor,nada me puede faltar, en verdes praderasme hace recostar; me conduce hacia fuen-tes tranquilas y repara mis fuerzas. Meguía por sendero justo, por el honor de sunombre. Aunque camine por cañadas os-curas, nada temo, porque tú vas conmi-go... Preparas una mesa ante mí [la Eu-caristía]... Tu bondad y tu misericordiame acompañan todos los días de mi vida.Habitaré en la Casa del Señor por añossin términos».

Años pares–1 Reyes 3,4-13: Da a tu siervo un co-

razón dócil para gobernar a tu pueblo.En respuesta a la desinteresada oraciónde Salomón, Dios promete al nuevo reyla sabiduría, junto con la riqueza y la glo-ria. Una vez más se manifiesta el gran po-der de la oración. Así lo enseña San JuanCrisóstomo:

«La oración es luz del alma, verdadero conoci-miento de Dios, mediadora entre Dios y los hom-bres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta elcielo, abraza a Dios con abrazos inefables; porella nuestro espíritu espera el cumplimiento desus propios anhelos, y recibe unos bienes quesuperan todo lo material y visible» (Homilía 6sobre la oración).

Y Orígenes:«Quien siempre ora, es siempre escuchado»

(Tratado sobre la oración 13).–La oración del joven rey Salomón, pi-

diendo a Dios inteligencia y prudencia parasaber gobernar, nos hace cantar las ma-ravillas de la ley del Señor con el Salmo118,9-14: «Enséñame, Señor, tus leyes,¿Cómo podrá un joven andar honestamen-te? Cumpliendo tus palabras. Te busco detodo corazón, no consientas que me des-

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víe de tus mandamientos. En mi corazónescondo tus consignas, así no pecarécontra Ti. Bendito eres, Señor, enséña-me tus leyes. Mis labios van enumeran-do los mandamientos de tu boca. Mi ale-gría es el camino de tus preceptos, másque todas las riquezas». El cumplimientode la voluntad de Dios es la norma de lasabiduría y de la prudencia. Observar susmandatos es causa de alegría y fuente dela más alta riqueza.

–Marcos 6,30-34: Jesús sintió lástimade la muchedumbre, viendo que anda-ban como ovejas sin pastor. Esta visióntan angustiosa del Corazón de Cristo lelleva a hacerse Él mismo Buen Pastor,que da la vida por sus ovejas. Y el distin-tivo del Pastor bueno es su abnegada eincansable solicitud por el rebaño. Así es-cribe San Gregorio de Nisa:

«¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que car-gas sobre tus hombros a toda la grey? Toda lahumanidad que cargaste sobre tus hombros, es,en efecto, como una sola oveja. Muéstrame ellugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutriti-vo; llámame por mi nombre, para que yo escuchetu voz y tu voz me dé la vida eterna... Enséñame,pues –dice el sagrado texto–, dónde pastoreas,para que yo pueda hallar los pastos saludables ysaciarme del alimento celestial, que es necesariocomer para entrar en la vida eterna; para quepueda allí mismo acudir a la fuente y aplicar mislabios a la bebida divina que brota de tu costado,fuente de agua abierta por la lanza, que se haconvertido para todos los que de ella beben en“un surtidor de agua que salta hasta la vida eter-na” (Jn 4,14).

«Si de tal modo me pastoreas, me harás recos-tar al mediodía, sestearé en paz y descansarébajo la luz, sin mezcla de sombra... Enséñame,pues, cómo tengo que recostarme y pacer, ycuál es el camino del reposo a mediodía, no seaque, por ignorancia, me sustraiga de tu guía y mejunte a un rebaño que no sea el tuyo» (Homilía 2sobre el Cantar de los Cantares).

5ª Semana

DomingoEntrada: «Entrad, postrémonos por tie-

rra, bendiciendo al Señor, Creador nues-tro. Porque Él es nuestro Dios» (Sal 9,6-7).

Colecta (del Misal anterior, y antes delGregoriano): «Vela, Señor, con amor con-tinuo sobre tu familia; protégela y defién-dela siempre, ya que ella sólo en ti ha puestosu confianza».

Ofertorio (del Misal anterior, retocadacon textos del Veronense): «Señor, Diosnuestro, que has creado este pan y estevino para reparar nuestras fuerzas, con-cédenos que sean también para nosotrossacramento de eternidad».

Comunión: «Den gracias al Señor porsu misericordia, por las maravillas que hacecon los hombres. Calmó el ansia de lossedientos y a los hambrientos los colmóde bienes» (Sal 106,8-9). «Dichosos losque lloran porque ellos serán consolados.Dichosos los que tienen hambre y sed dejusticia, porque ellos quedarán saciados»(Mt 5,5-6).

Postcomunión (del propio de los domi-nicos, e inspirada en textos del Nuevo Tes-tamento: Rom 12,5; 1 Cor 10,16; Jn 15,16;17,11-21): «Oh Dios, que has querido ha-cernos partícipes de un mismo pan y de

5ª Semana del Tiempo Ordinario

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un mismo cáliz, concédenos vivir tan uni-dos a Cristo, que fructifiquemos con go-zo para la salvación del mundo».

CICLO APor el Bautismo pasamos de las tinie-

blas a la luz. Por eso siempre hemos deser luz para los demás, llevando una vidacristiana irreprochable.

–Isaías 58,7-10: Entonces nacerá tu luzcomo la aurora. El profeta Isaías anunciala regeneración mesiánica como una irrup-ción en la vida de los hombres de la luzdivina, que es capaz de transformar todasu existencia. Cristo también se presentacomo Luz, que ilumina las tinieblas delmundo. El tema de la luz es riquísimo enla Sagrada Escritura y en la doctrinapatrística. En el prólogo del Evangelio deSan Juan el Verbo eterno del Padre es laLuz verdadera que ilumina a todo hom-bre. Oigamos a San Agustín:

«El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría.Él ha sido enviado no porque sea desemejante alPadre, sino porque es una emanación de la clari-dad de Dios Omnipotente. El caudal y la fuenteson una misma sustancia. No es como agua quesalta de los veneros de la tierra o de las hendidu-ras de la roca, sino como “Luz de Luz”. Cuandose dice “esplendor de la Luz eterna”, ¿qué otracosa queremos significar sino que es Luz de Luzeterna? ¿Qué es el esplendor de la luz sino luz?

El Verbo encarnado es, «en consecuencia,coeterno a la Luz de la que es el esplendor. Se dice“esplendor de la Luz”, para que nadie crea másoscura la Luz que emana que la Luz de la cualemana» (Tratado sobre la Santísima Trinidad 4,20,27).

–El cristiano, viviendo en Cristo, viveen la Luz. Por eso con razón cantamos elSalmo 111: «El justo brilla en las tinieblascomo una luz. En las tinieblas brilla comouna luz el que es justo, clemente y com-pasivo. Dichoso el que se apiada y pres-ta, y administra rectamente sus asuntos.El justo jamás vacilará, su recuerdo será

perpetuo. No temerá las malas noticias,su corazón está firme en el Señor...»

Nadie más justo que el Señor Jesús, na-die tan clemente ni tan compasivo comoÉl. Por eso nadie brilla en las tinieblas conuna Luz tan esplendorosa como la Suya.

–2 Corintios 2,1-5: Os he anunciado aCristo crucificado. No es la filosofía hu-mana, ni la filosofía de los hombres la quepuede iluminar nuestra vida para la salva-ción, sino el misterio de Cristo crucifica-do y el poder renovador del Espíritu San-to, que nos transforma profundamente,iluminándonos en la fe. Comenta SanAgustín:

«Aunque sólo sepa esto [el misterio de la Cruz],nada le queda por saber. Cosa grande es el cono-cimiento de Cristo crucificado, pero es mostradoa los ojos de los pequeños como un tesoro encu-bierto... ¡Cuántas cosas encierra en su interiorese tesoro...! ¡Cristo crucificado! Tal es el tesoroescondido de la sabiduría y de la ciencia.

«Quieren engañarnos, pues, bajo el pretexto dela sabiduría... ¡Necio filósofo de este mundo, esoque buscas es nada! ¿Cuál es el precepto [delSeñor], sino que creamos en Él y nos amemosmutuamente? ¿Creer en quién? Creer en Cristocrucificado. Escuche, pues, la sabiduría lo que noquiere oír la soberbia... Es éste el mandato: quecreamos en Cristo crucificado. Pero el hombresoberbio, erguida su cerviz, hinchada la garganta,con lengua orgullosa y carrillos inflados, se burlade Cristo crucificado» (Sermón 160,3).

–Mateo 5,13-16: Vosotros sois la luz delmundo. Las lecturas de este día tienen unagran unidad temática. El Nuevo Testamen-to muestra al auténtico cristiano como unhombre iluminado por Cristo, esto es, co-mo un «hijo de la luz» (Lc 16,8; Jn 12,36;Ef 5,8; 1 Tes 5,5). Por tanto el cristiano,con su conducta, ha de purificar e iluminarel mundo, glorificando a Dios en mediode la humanidad. Comenta San Agustín:

«Cuando dije que vosotros erais luz, quise de-cir que erais lámparas. Pero no exultéis, llenos desoberbia, no sea que se os apague la llama. No os

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pongo bajo el celemín, sino en el candelabro,para que deis luz. ¿Y cuál es el candelabro parala lámpara? Escuchad cuál. La Cruz de Cristo esel gran candelabro. Quien quiera dar luz, que nose avergüence de ese candelabro de madera...

«Si no habéis podido encenderos vosotros parallegar a ser lámparas, tampoco habéis podidocolocaros sobre el candelabro; sea glorificadoquien os lo ha concedido... Dice el Apóstol: “le-jos de mí gloriarme, si no es en la Cruz de Nues-tro Señor Jesucristo” (Gal 6,14). Por tanto, “estécrucificado el mundo para vosotros, y vosotrospara el mundo” (ib.)... Pon tu gloria en estar en elcandelabro [de la Cruz]. Conserva siempre, ohlámpara, tu humildad en ese candelabro, paraque no pierdas tu resplandor. Y cuida de que lasoberbia no te apague» (Sermón 289,6).

CICLO BTodos tenemos profunda necesidad de

la redención de Cristo. Y esta necesidadtiene sus raíces en nuestra propia condi-ción humana: débil, limitada y siempreamenazada por el misterio del pecado, deldolor y del sufrimiento. Esto es un enig-ma, que sólo a la luz de la fe cristiana en-cuentra su interpretación exacta y sal-vífica.

Una concepción racionalista de la vidano hace más que aumentar el dolor y laangustia del hombre e, incluso, puede lle-varle hasta la desesperación. Por el con-trario, la Iglesia nos enseña, como hoylo hace en su liturgia, a iluminar el pro-blema del dolor a la luz de la revelacióndivina. El Vaticano II dice:

«Éste es el gran misterio del hombre que laRevelación cristiana esclarece a los fieles. PorCristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolory de la muerte, que fuera del Evangelio nos en-vuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucitó;con su muerte destruyó la muerte y nos dio lavida» (Gaudium et spes 22).

–Job 7,1-4.6-7: Me asignan noches defatiga y mis días se consumen sin espe-

ranza. El libro de Job proclama la trascen-dencia de Dios eterno sobre las limitacio-nes de la vida humana en el tiempo. El dolory el sufrimiento son, para el hombre, unsigno de sus limitaciones y de su debili-dad, y al mismo tiempo una llamada pro-videncial, para purificar su vida y buscaren Dios la salvación. Comenta San Agus-tín:

«... Viéndose en el padecimiento de tantos ma-les, dice Job: “¿acaso no es la vida humana unamilicia sobre la tierra?” (7,1). Hallándose, pues,Job en esta vida humana, se halla, sin duda, enmedio de la tentación. Y quiere verse libre de talprueba. Hasta él echa de menos la vida en que noexiste tentación. Si la echa de menos, eso significaque aún no es feliz.

«En consecuencia, tampoco es feliz ningún hom-bre que puedas imaginar, describir, diseñar o de-sear. No lo encontrarás. En esta tierra nadie puedeser feliz... Y qué gran bien hay en la paciencia...Resistimos en esta vida terrena gracias a ella. Quienno la tenga desfallecerá y quien desfallezca no lle-gará a la patria deseada» (Sermón 396 A, 6-7).

–El Señor es roca en nuestra debilidad yalegría en nuestras penas. Por eso en elSalmo 146 proclamamos: «Alabad al Se-ñor que sana los corazones quebrantados.Alabad al señor que la música es buena;nuestro Dios merece una alabanza armo-niosa. El Señor reconstruye Jerusalén, re-úne a los deportados de Israel. Él sana loscorazones destrozados, venda sus heridas.Cuenta el número de las estrellas, a cadauna la llama por su nombre. Nuestro Se-ñor es grande y poderoso, su sabiduría notiene medida. El Señor sostiene a los hu-mildes»...

–1 Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí,si no anuncio el Evangelio! La Iglesia, res-ponsable y depositaria de la obra redento-ra de Cristo, siente a diario hondamente lanecesidad que todos los hombres tienendel Evangelio de salvación. Y la evangeli-zación es misión de todos los cristianos,

5ª Semana del Tiempo Ordinario

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56 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

cada uno según su vocación y circuns-tancia. Dice San Gregorio Nacianceno:

«Jesús, que desde el principio acogió a los pe-cadores, va de un lugar a otro (Mt 19,1). ¿Conqué fin? No sólo para ganar un mayor número dehombres para el amor de Dios, frecuentando sutrato, sino también, a mi parecer, para santificarun mayor número de lugares. Se hizo judío para eljudío, para ganar a los judíos. Para rescatar a losque estaban bajo la Ley, se sujetó a la Ley. Con losdébiles se hizo débil, a fin de salvar a los débiles;se hizo, en fin, todo a todos, para ganar a todos (1Cor 9,19-23)» (Sermón 37,1).

Y San Gregorio de Nisa:«Considerando que Cristo es la Luz verdadera,

sin mezcla posible de error alguno, nos damoscuenta de que también nuestra vida ha de estariluminada con los rayos de la Luz verdadera. Losrayos del Sol de justicia son las virtudes que de Élemanan para iluminarnos... y para que, obrandoen todo a plena luz, nos convirtamos también no-sotros en luz y, según es propio de la luz, ilumine-mos a los demás con nuestras obras» (Tratadosobre la ejemplaridad cristiana).

–Marcos 1,29-30: Curó de diversosmales a muchos enfermos. Cristo Jesús,el Siervo de Dios, padeciendo por los pe-cados de los hombres (Is 52,13ss.), hatomado sobre su Corazón redentor nues-tras miserias y debilidades, y ha orienta-do eficazmente nuestras vidas hacia la sal-vación definitiva y eterna. San Cirilo deAlejandría escribe:

Jesús, «una vez vencido Satanás, y coronada lanaturaleza humana con la victoria conseguida so-bre él, volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu,utilizando su poder para obrar milagros varios ycausando gran admiración. Obraba milagros, reci-biendo la gracia no del exterior y dada por el Es-píritu, como ocurría en los otros santos, sinoporque es el Hijo natural y verdadero de DiosPadre, y heredero de todo lo que le es propio»(Comentario al Evangelio de San Lucas).

CICLO CLa liturgia de este Domingo, a través de

las tres lecturas propone un idéntico tema:los creyentes forman una comunidad deenviados, es decir, de apóstoles. Dios seha revelado a ellos. Ellos lo han conoci-do, han sido llamados y han sido envia-dos. Todo cristiano ha de transmitir antetodo lo que él mismo ha recibido. El bienes difusivo de sí mismo.

En la asamblea litúrgica de cada domin-go es donde el cristiano se ha de preparary encender para difundir después el men-saje de salvación por todas partes, segúnsus propias circunstancias y posibilidades,con su palabra, con su ejemplo y con suoración. «Salvado para salvar». Eso es elcreyente. Ésa es la vocación cristiana. Poriniciativa divina fuimos elegidos para in-jertarnos en el misterio de Cristo y servir,así, de testigos y de continuadores de laobra de la salvación sobre otros hombres.La vocación cristiana es por su naturale-za una vocación apostólica.

–Isaías 6,1-2.3-8: Aquí estoy, envíame.Toda vocación, aunque nace de iniciativadivina, supone en el elegido una actitudde disponibilidad generosa ante la volun-tad de Dios. Yavé tiene su trono en el cie-lo, pero también establece su sede enmedio de su pueblo. San Jerónimo dice:

«Hay cuatro clases de apóstoles: una que no espor los hombres ni por el hombre, sino por Jesu-cristo y Dios Padre; otra, que ciertamente es porDios, pero también por el hombre; la tercera quees por el hombre, no por Dios; la cuarta, ni porDios ni por el hombre, sino por sí mismo.

«Al primer grupo pueden pertenecer Isaías (Is6,8), los demás profetas y el mismo Pablo, quefue enviado no por los hombres ni por un hom-bre, sino por Dios Padre y por Cristo. Del segun-do grupo, Josué, hijo de Nun, que fue constituidoapóstol por Dios ciertamente, mas por medio de

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un hombre, Moisés (Dt 34,9). La tercera clase,cuando alguno se ordena por el favor o la astu-cia; como ahora vemos que muchos han venidoal sacerdocio no por voluntad de Dios, sino ha-biéndose ganado el favor del vulgo. El cuarto, esel gremio de los pseudoprofetas ypseudoapóstoles, de los que dice el Apóstol:“esos individuos son falsos apóstoles, obrerosfraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cris-to” (2 Cor 11,13)» (Comentario a la Carta delos Gálatas 2,43).

–Con el Salmo 137 proclamamos: «De-lante de los ángeles tañeré para Ti, Se-ñor. Te doy gracias, Señor, de todo co-razón; me postraré hacia tu santuario.Daré gracias a tu nombre por tu miseri-cordia y lealtad. Cuando te invoqué meescuchaste, acreciste el valor de mi al-ma... Señor, tu misericordia es eterna,no abandones la obra de tus manos».

–1 Corintios 15,1-11: Esto es lo quepredicamos; esto es lo que habéis creído.El verdadero cristiano es el hombre ele-gido por Dios para configurarse a la ima-gen del Hijo (Rom 8,29), de modo quevenga a ser así en medio de los hombrestestigo de la nueva vida pascual. SanAgustín predica en un sermón:

«Contempla a Pablo, una partecita de esa he-redad [del Señor}, míralo enflaquecido, dicien-do: “no soy digno de ser llamado apóstol, puesperseguí a la Iglesia de Dios”. ¿Por qué entoncesapóstol? “Por la gracia de Dios soy lo que soy”.Enflaqueció Pablo, pero Tú lo perfeccionaste. Ypues es lo que es por la gracia de Dios, mira loque sigue: “y su gracia en mí no fue vana, sinoque trabajé más que todos ellos”. ¿Comienzas aatribuir a ti mismo lo que antes atribuías a Dios?Atiende lo que sigue: “pero no yo, sino la graciade Dios conmigo”. Bien, hombre débil. Serás en-grandecido en la fortaleza, ya que eres agradeci-do. Tú eres Pablo, pequeño en ti, grande en elSeñor. Tú eres quien rogaste tres veces al Señorque retirase de ti el aguijón de la carne, el ángel deSatanás, que te abofeteaba. Y ¿qué se te dijo?¿Qué se te respondió cuando esto pedías? “Tebasta mi gracia, pues la fuerza se perfecciona enla debilidad” (2 Cor 12,7-9)» (Sermón 76,7).

–Lucas 5,1-11: Dejándolo todo, lo si-guieron. La vocación cristiana, como res-puesta fiel a la llamada de Cristo, exigesiempre un cambio de vida personal, queconvierta a quienes la reciben en auténti-cos testigos del Evangelio. Oigamos a SanAgustín:

«Recibieron de Él las redes de la palabra de Dios,las echaron al mundo, cual a un hondo mar, y cap-turaron la muchedumbre de cristianos que vemosy que nos causa admiración. Aquellas dos barcassimbolizaban los dos pueblos: el de los judíos y elde los gentiles, el de la Iglesia y el de la Sinagoga...

«¿Y qué hemos escuchado? Que entonces lasbarcas amenazaban hundirse por la muchedumbrede peces. Lo mismo sucede ahora: los muchos cris-tianos que viven mal oprimen a la Iglesia. Y esto espoco: también rompen las redes, pues si no se hu-biesen roto las redes no hubiesen existido cismas»(Sermón 248,2).

Lunes

–Génesis 1,1-19: Dijo Dios y así fue.Ninguna cuestión más fascinante que eldel origen del mundo y de la humanidad.Los hombres sin fe siguen torturados porél. Nosotros, los cristianos, tenemos la res-puesta en las primeras páginas de las Sa-gradas Escrituras. El Libro de los oríge-nes, al comienzo de la Biblia, presenta, den-tro de un magnífico poema litúrgico, elmisterio de la creación del mundo. Todocuanto existe es obra de la Palabra de Diosy expresión de su voluntad. San Agustínha comentado este pasaje bíblico muchasveces:

«Hermoso es el mundo, pero más hermoso Aquélpor quien el mundo fue hecho. Suave es el mundo,pero más suave es Aquél por quien fue hecho elmundo. ¿Cómo es que el mundo es malo, siendobueno quien hizo el mundo? ¿No hizo Dios todaslas cosas y “eran todas buenas”?... ¿Cómo, pues,es malo ahora el mundo y bueno quien hizo elmundo? Porque “el mundo fue hecho por Él, peroel mundo no le conoció” (Jn 1,10). Por Él fuehecho el mundo, es decir, el cielo y la tierra, y todo

5ª Semana del Tiempo Ordinario

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58 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

cuanto hay en ellos. Pero el mundo no lo conoció,es decir, los amantes del mundo, los que aman almundo y desprecian a Dios: éste es el mundo queno lo conoció. Por tanto, el mundo es malo, por-que son malos los que prefieren el mundo a Dios»(Sermón 96,4-5).

–Contemplando la creación, brota denuestros labios una gran alabanza a Dios,la del Salmo 103: «Bendice, alma mía, alSeñor. ¡Dios mío qué grande eres! Te vis-tes de belleza y majestad, la luz te envuel-ve como un manto. Asentaste la tierrasobre sus cimientos, y no vacilará jamás;la cubriste con el manto del océano, y lasaguas se posaron sobre las montañas. Delos manantiales sacas los ríos, para quefluyan entre los montes... ¡Cuántas sontus obras, Señor, y todas las hiciste consabiduría, la tierra está llena de tus criatu-ras! ¡Bendice, alma mía, al Señor!»

Años pares–1 Reyes 8,1-7.9-13: Llevaron el Arca

al Santuario, y la nube llenó el Templo.La gloria divina llena el templo del Se-ñor. La gloria es Dios mismo, en cuantoque se revela habitando entre los suyos.Cristo es el resplandor de la gloria del Pa-dre (Heb 1,3). Su presencia es, por tanto,protección y salud para los que a Él acu-den.

También hemos de considerar la digni-dad sublime del templo cristiano, dondese reactualiza sacramentalmente el sacri-ficio redentor del Calvario, donde se guar-da la Eucaristía y se administran los sa-cramentos... Y no hemos de olvidar tam-poco que el cristiano en gracia es templovivo de Dios. Por eso todo en él debe sersanto: santos los pensamientos, deseos,afectos, palabras, obras... santa toda suvida. Exhorta San León Magno:

«Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, pues par-ticipas de la naturaleza divina (2 Pe 1,4), y novuelvas a las antiguas vilezas con una vida depra-vada. Recuerda de qué Cabeza y de qué Cuerpo

eres miembro. Ten presente que, arrancado al po-der de las tinieblas, has sido trasladado al reinoluminoso de Dios (Col 1,13). Por el sacramentodel bautismo te convertiste en templo del EspírituSanto. No ahuyentes, pues, a tan excelso huéspedcon acciones pecaminosas; no te entregues otravez como esclavo al demonio, pues has costado lasangre de Cristo, quien te redimió según su mise-ricordia y te juzgará conforme a la verdad» (Ser-món 21,3).

–Desde Efrata el Arca es llevada y esta-blecida en una mansión definitiva. El Sal-mo 131 repite toda la liturgia de la entro-nización: gala de los sacerdotes, aclama-ción del pueblo, lugar prominente del rey,el Ungido, que viene en presencia de Yavéy del Arca: «Levántate, Señor, ven a tumansión. Oímos que estaba en Efrata, laencontramos en el Soto de Jaar: entre-mos en su morada, postrémonos ante elestrado de su pies... Ven con el arca de tupoder; que tus sacerdotes se vistan de gala,que tus fieles vitoreen. Por amor a tu siervoDavid, no niegues audiencia a tu Ungi-do».

Para nosotros el Ungido por antonoma-sia es Cristo. Dice San Ambrosio:

«Cristo es la luz eterna de las almas, ya quepara esto lo envió el Padre al mundo, para que,iluminados por su rostro, podamos esperar lascosas eternas y celestiales, nosotros que antesnos hallábamos impedidos por la oscuridad deeste mundo» (Comentario al Salmo 43).

–Marcos 6,53-56: Los que tocaban a Je-sús se ponían sanos. Después de la multi-plicación de los panes y de sosegar la tem-pestad, un nuevo resumen nos describela actividad de Jesús en una serie de mila-gros. En muchos de ellos se da un en-cuentro personal de Jesús con los hom-bres, y por parte de éstos, vemos unaaceptación de la persona de Jesús, el Sal-vador, a cuyo encuentro salen. San JuanCrisóstomo observa:

«Ya no se le acercan como al principio: no leobligan a que vaya a sus propias casas, ni a queimpongan las manos a los enfermos, ni a que lo

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mande de palabra. Ahora se ganan la curación demodo más elevado, más sabiamente por mediode una fe mayor. La mujer del flujo de sangre leshabía enseñado a todos esta sabiduría. Por lodemás, el mismo Evangelista nos da a entenderque, de mucho tiempo atrás, había estado el Se-ñor en aquellas partes... Sin embargo, no sólo nohabía el tiempo destruido la fe de aquella genteen el Señor, no sólo la había mantenido viva,sino que la había aumentado.

«Toquemos también nosotros la orla de suvestido; más aún, pues la verdad es que su Cuer-po mismo está ahora puesto delante de noso-tros. No toquemos solo su vestido, sino su Cuer-po. No solo está presente para tocarle, sino paracomerle y hartarnos de su carne. Acerquémo-nos, pues, a Él con viva fe, llevando cada unonuestra enfermedad» (Homilías sobre San Mateo50,2).

MartesAños impares

–Génesis 1,20–2,4: Hagamos al hom-bre a nuestra imagen y semejanza. La obrade Dios llega a su culmen en la creacióndel hombre. El Señor, por una decisiónespecial, lo hace a su imagen y lo esta-blece como rey de la creación. ComentaSan Agustín:

«Amadísimos, mucho nos insiste Dios en launidad entre todos. Fijáos bien en que al princi-pio de la creación, cuando hizo todas las cosas,los astros en el firmamento y en la tierra lashierbas y los árboles, Dios dijo: “produzca latierra, y aparecieron los árboles y cuantoverdea”... Pero llegó a la creación del hombre, ycreó solo uno, y de ese uno, todo el género huma-no. Y ni siquiera quiso hacer dos, varón y mujer,por separado, sino uno solo, y de ese primer hom-bre hizo una sola mujer.

«¿Por qué así? ¿Por qué el género humanotomó comienzo de un solo hombre, sino porqueasí se intima la unidad del género humano? Tam-bién Cristo, el Señor, nació de solo una mujer,pues la unidad es virginal: conserva la unidad yse mantiene incorruptible» (Sermón 268,3).

–Entre todas las obras de la creaciónsobresale el hombre. Así lo proclamamos

con el Salmo 8: «¡Señor, dueño nuestro,qué admirable es tu nombre en toda la tie-rra! Cuando contemplo el cielo, obra detus dedos, la luna y las estrellas que hascreado, ¿qué es el hombre, para que teacuerdes de él, el ser humano, para darlepoder? Lo hiciste poco inferior a los ánge-les, lo coronaste de gloria y dignidad; lediste el mando sobre las obras de tus ma-nos, todo lo sometiste bajo sus pies».

Años pares–1 Reyes 8,22-23.27-30: Dios no puede

ser encerrado en un lugar, por muy dignoque éste sea. Dios lo trasciende todo. Sa-lomón suplica al Señor que escuche be-nigno las súplicas y oraciones que le dirijasu pueblo en el Templo. Clemente deAlejandría escribe:

«Dice Juan el apóstol, refiriéndose al invisible einexpresable seno de Dios: “a Dios nadie le viojamás, pero el Dios unigénito, que está en el senodel Padre, éste lo manifestó” (Jn 1,18). Por esoalgunos lo llamaron Abismo, pues aunque abar-cando y conteniendo en su seno todas las cosas,es en sí mismo ininvestigable e interminable.

«Que Dios es sumamente difícil de aprehenderse muestra en el discurso siguiente: si la causaprimera de cualquier cosa es difícil de descubrir, lacausa absoluta y suprema y más originaria, siendola causa de la generación y de la continuada exis-tencia de todas las demás cosas, será muy difícilde describir. Porque, ¿cómo podrá ser expresablelo que no es ni género ni diferencia, ni especie, niindividuo, ni número, así como tampoco acciden-te o sujeto de accidentes?

«No se le puede llamar adecuadamente el Todo,porque el todo se aplica a lo extenso, y Él es másbien el Padre de todo. Ni se puede decir que tengapartes, porque lo Uno es indivisible, y por ello estambién infinito, no en el sentido de que seaininvestigable al pensamiento, sino en el de que notiene extensión o límites. Como consecuencia, notiene forma ni nombre. Y aunque a veces le demosnombres, estos no se aplican en el sentido estric-to: cuando le llamamos Uno, Bien, Inteligencia,Ser en sí, Padre, Dios, Creador, Señor, no le da-mos propiamente un nombre, sino que, no pu-diendo hacer otra cosa, hemos de usar esas apela-

5ª Semana del Tiempo Ordinario

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60 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

ciones honoríficas a fin de que nuestra mente pue-da fijarse en algo y no ande errante en cualquiercosa. Cada una de estas apelaciones no es capazde designar a Dios, aunque tomadas todas ellasen su conjunto muestran la potencia del Omni-potente.

«Las descripciones de una cosa se dicen conreferencia a las cualidades de la misma, o a lasrelaciones de ésta con otras; pero nada de estopuede aplicarse a Dios. Dios no puede ser apre-hendido por ciencia demostrativa, porque ésta sebasa en verdades previas y ya conocidas, peronada es previo al que es ingénito. Sólo resta que elDesconocido llegue a ser conocido por la graciadivina y por la Palabra que de Él procede»(Stromata 5,12,81).

–Dios, que no cabe en el cielo ni en latierra, ha querido manifestar algo de sugloria en el antiguo templo de Jerusalén,y de un modo más especial en nuestrasiglesias, con la Eucaristía. El Salmo 83nos ofrece ideas sublimes sobre esta rea-lidad: «¡Qué deseables son tus moradas,Señor de los ejércitos! Mi alma se consu-me y anhela los atrios del Señor; mi cora-zón y mi carne retozan por el Dios vivo.Hasta el gorrión ha encontrado una casay la golondrina un nido donde colocar suspolluelos: tus altares, Señor de los ejérci-tos, rey mío y Dios mío. Dichosos los queviven en tu casa, alabándote siempre. Fí-jate, oh Dios, en nuestro escudo, mira elrostro de tu Ungido. Vale más un día entus atrios que mil en mi casa, y prefiero elumbral de la casa de Dios a vivir con losmalvados».

Todo esto se realiza más exactamenteen nuestras iglesias, con la presencia realde Cristo Sacramentado, con la celebra-ción de la Eucaristía y los demás sacra-mentos, con la oración litúrgica y extrali-túrgica.

–Marcos 7,1-13: Dejáis a un lado elmandamiento de Dios para aferraros a latradición de los hombres. La base de lareligiosidad está en la limpieza del cora-zón, en el amor al Padre y en la expresión

de este amor en la convivencia humana.Dice San Juan Crisóstomo:

«Cuando escribas y fariseos quieren presentara los discípulos como transgresores de la ley, Élles demuestra que son ellos los verdaderos trans-gresores, mientras que sus discípulos están exen-tos de toda culpa. Porque no es ley lo que loshombres ordenan. De ahí que Él la llama “tradi-ción”, y tradición de hombres transgresores de“la ley”. Y como no lavarse las manos no erarealmente contrario a la ley, les saca a relucir otratradición de ellos que era francamente opuesta aella. De este modo viene a decirles que, bajo apa-riencia de religión, ellos enseñaban a los jóvenes adespreciar a sus padres...

«Habiendo, pues, demostrado el Señor a escri-bas y fariseos que estaban acusando sin razón [asus discípulos] de transgredir la tradición de losancianos –ellos, que pisoteaban la ley de Dios–,les demuestra ahora lo mismo por el testimoniodel profeta. Ya les había rebatido fuertemente, yahora prosigue adelante. Es lo que hace siempre,aduciendo también el testimonio de las Escrituras,y demostrando de este modo su perfecto acuerdocon Dios.

«¿Y qué es lo que dice el profeta? “Este pueblome honra con sus labios, pero su corazón estálejos de mí” (Is 29,13). ¡Mirad con qué precisiónconcuerda la profecía con las palabras del Señor,y cómo ya desde antiguo denuncia la maldad deescribas y fariseos!» (Homilías sobre San Mateo51, 2).

MiércolesAños impares

–Génesis 2,4-9.15-17: El Señor Diostomó al hombre y lo colocó en el jardíndel Edén. Situado en el jardín paradisía-co, el hombre es rey de todo. Así lo quisoel Señor; pero, al mismo tiempo, lo quisodependiente de Él, como no podía ser me-nos, pues era criatura suya. Dice SanGregorio Nacianceno:

«Dios puso al hombre en el paraíso, cualquieraque éste fuera, considerándolo digno del libre al-

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bedrío; para que el bien permaneciera en quien loelige, como quien ha puesto en él capacidad dehacerlo. Lo hizo hortelano de árboles inmorta-les, los pensamientos divinos, los más simplesy los más perfectos. Estaba desnudo por su sen-cillez y forma de vida sin artificio, lejos de todoencubrimiento y recelo. Pues así era convenien-te que fuera quien había sido creado en el princi-pio.

«Y le fue dada la ley, que es el objeto sobre elque ejercitar la libertad. Le dió, en efecto, el man-dato de “no comer del árbol de la ciencia del bieny del mal” (Gén 2,16); no porque éste hubierasido mal plantado, y tampoco porque se le pro-hibiera por envidia –no desaten aquí sus lenguaslos enemigos de Dios, imitando a la serpiente–,sino porque comer de él era bueno sólo en elmomento oportuno. Este árbol, creo yo, repre-sentaba la contemplación de Dios, cuya posesiónera solo conveniente para quienes tuvieran unaconveniente disposición...» (Sermón 38,12).

–La grandeza de la creación no se ago-ta en el acto creador, sino que se conti-núa en la conservación y en el cuidadoque Dios dispensa a sus criaturas. Estecuidado llegó a su más alta expresión enel hombre. Toda la narración de la colo-cación del hombre en el jardín del Edénes una imagen expresiva y fuerte del Dioscercano y amigo.

Ante este designio amoroso de Dios,brota la alabanza del Salmo 103: «Bendi-ce, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, quégrande eres! Te vistes de belleza y de ma-jestad, la luz te envuelve como un man-to. Todos ellos aguardan a que les echesla comida a su tiempo. Abres tu mano, yse sacian de bienes. Le retiras el aliento,y expiran y vuelven a ser polvo. Envíastu aliento, y los creas y repueblas la fazde la tierra».

Años pares–1 Reyes 10,1-10: La reina de Sabá vio

la sabiduría de Salomón. La crónica delreino de Salomón describe admirativa-mente la sabiduría, la magnificencia, la

justicia y la fama del rey. En realidad, loque se intenta mostrar es que es Dios quiense ha complacido en Salomón y, por amora su pueblo, le ha dado sabiduría y rique-zas. Y Cristo es más que Salomón (Mt12,42). Escribe San Am-brosio:

«Todo lo tenemos en Cristo; Cristo es todo paranosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médi-co; si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial; sitienes necesidad de ayuda, Él es fuerza; si temes lamuerte, Él es vida; si deseas el cielo, Él es el cami-no; si buscas refugio de las tinieblas, Él es Luz; sibuscas manjar, Él es alimento» (Sobre la virgini-dad 19,99).

–La proverbial sabiduría de Salomón serefleja bien en el Salmo 36: el fiel cumpli-miento de la alianza nos guarda en la ver-dadera sabiduría. La mayor prudencia seda en el cumplimiento de la voluntad delSeñor: «Encomienda tu camino al Señor yÉl actuará: hará tu justicia como el amane-cer, tu derecho, como el mediodía. La bo-ca del justo expone la sabiduría, su lenguaexplica el derecho; porque lleva en el co-razón la ley de su Dios, y sus pasos no va-cilan. El Señor es quien salva a los justos,El es su alcázar en el peligro; el Señor losprotege y los libra, los libra de los malva-dos y los salva, porque se acogen a El».

–Marcos 7,14-23: Lo que sale de dentroes lo que hace impuro al hombre. La ense-ñanza de Jesús sobre lo puro e impuro esuna aplicación de su principio general so-bre la verdadera religiosidad. San Juan Cri-sóstomo comenta:

«El Señor, tanto en lo que afirma, cuanto en loque legisla, se apoya en la verdad misma de lascosas. Por eso sus enemigos no se atreven a repli-carle, y no le arguyen: “¿pero qué es lo que dices?¿Dios nos manda tantas cosas acerca de la obser-vancia de los alimentos, y tú nos vienes ahora conesa ley?” Y es que el Señor los había enmudecidoeficazmente no sólo por sus argumentos, sino ha-ciendo patente su mentira, sacando a pública ver-güenza lo que ellos ocultamente habían hecho, yen fin, revelando los íntimos secretos de su alma.Por eso ellos, sin chistar, optan por la retirada.

5ª Semana del Tiempo Ordinario

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Pero considerad aquí, os ruego, por otra parte,cómo todavía el Señor no estima prudente rom-per abiertamente con la ley de los alimentos, y selimita a decir: “no es lo que entra en la boca lo quemancha al hombre”» (Homilía sobre San Mateo51,3).

De dentro del corazón salen los malospropósitos, las fornicaciones, robos, ho-micidios, adulterios, codicias, injusticias,fraudes, desenfrenos, envidia, difamación,orgullo, frivolidad... Todas las maldadessalen de dentro, y eso es lo que hace im-puro al hombre. Pero esto no querían verlolos fariseos, sino que se aferraban a sustradiciones, que miraban sobre todo a loexterior del hombre.

Jueves

Años impares–Génesis 2,18-25: Dios presentó la mu-

jer al hombre. Y serán los dos en una solacarne. El relato de la creación de la mujerpone de manifiesto su relación originariacon el hombre. La mujer es un don deDios al hombre, una criatura no idénticaa él, pero sí complementaria; y lo mismoel varón para la mujer. Fundándose Jesúsen este pasaje, proclamará la indisolubili-dad del matrimonio, establecida por Diosdesde el principio. Comenta San Agustín:

«“Serán dos en una sola carne”; no son ya dos,sino una sola carne, se entiende según esa reali-dad que se da en Cristo y en la Iglesia. Como sehabla de esposo y de esposa, así también de Cabe-za y de Cuerpo, puesto que el varón es la cabezade la mujer. Sea que yo hable de cabeza y cuerpo,sea que hable de esposo y de esposa, entendeduna misma cosa» (Sermón 341,12).

–La creación de la mujer nos lleva acantar la bienaventuranza de la vida fa-miliar, que expresa el designio de Dios so-bre la vida del hombre, y lo hacemos conel Salmo 127: «Dichoso el que teme alSeñor, y sigue sus caminos. Comerás del

fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irábien. Tu mujer, como parra fecunda, enmedio de tu casa; tus hijos, como renue-vos de olivo, alrededor de tu mesa. Éstaes la bendición del hombre que teme alSeñor. Que el Señor te bendiga desde Sión,que veas la prosperidad de Jerusalén to-dos los días de tu vida».

Es ocasión de orar por las familias delmundo, llamadas por Dios a un ideal tanalto y hermoso, y tan amenazadas por tan-tos peligros.

Años pares–1 Reyes 11,4-13: Por haber sido infiel

al pacto, voy a arrancar el reino de tusmanos; pero dejaré a tu hijo una tribu,en consideración a David. Es la tragediaconstante del Antiguo Testamento: laAlianza quebrantada tantas veces por lainfidelidad, y siempre renovada por la mi-sericordia de Dios. Por sus pecados, Salo-món se precipita en su ruina; pero el Se-ñor guarda su reino para un descendientesuyo, Jesucristo. Veamos lo que dice SanAtanasio sobre el pecado:

«El primer hombre, que se llama en hebreoAdán, al principio, según las Sagradas Escrituras,conservaba su espíritu vuelto hacia Dios, en lalibertad más limpia, y vivía con los santos en lacontemplación de las cosas inteligibles, de las quegozaba en el lugar que el santo Moisés ha llamadoen figura el paraíso. Porque la pureza del alma lehacía capaz de contemplar a Dios en ella misma,como en un espejo...

«Pero el alma humana, sin contentarse con ha-ber encontrado el mal, poco a poco se fue preci-pitando en lo peor... Así, desviada del bien y olvi-dando que ella es la imagen del Dios bueno, elpoder que hay en ella no ve ya al Dios Verbo, acuya semejanza ella misma fue hecha; y saliendode sí misma, no piensa ya ni imagina sino la nada.Porque ella ha escondido en los repliegues de losdeseos corporales el espejo que hay en ella, porel que sólo podía ver la imagen del Padre. Y así yano ve más aquello en que un alma debe pensar; alcontrario, vuelta hacia los lados, sólo ve aquelloque cae bajo los sentidos.

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«Así, llena de toda suerte de deseos carnales,y ofuscada por la falsa opinión que de ellos se hahecho, acaba por imaginarse al modo de las co-sas corporales y sensibles a Dios, de cuyo pen-samiento se ha olvidado, y da a las apariencias elnombre de Dios. Ella ahora no aprecia más queaquello que ve y contempla como algo agrada-ble. Ése es, pues, el mal, la causa y el origen de laidolatría» (Tratado contra los paganos 2 y 8).

–En el corazón de Salomón se introdu-jo la malicia y fue infiel al pacto, cami-nando tras otros dioses. Es el gran peca-do del pueblo, la idolatría: dar culto a dio-ses extraños, pero también dar culto aldinero, a la ambición, al poder, a la vio-lencia, al placer... Pero Dios misericor-dioso se compadece siempre de la mise-ria del hombre.

A Él acudimos, pues, con el Salmo105: «Acuérdate de mí, Señor, por amora tu pueblo. Dichosos los que respetan elderecho y practican siempre la justicia...Visítame con tu salvación. Emparentaroncon los gentiles, imitaron sus costum-bres; adoraron sus ídolos, y cayeron ensus lazos. Inmolaron a los demonios sushijos y sus hijas; la ira del Señor se en-cendió contra su pueblo, y aborreció suheredad».

Sin embargo, triunfa la misericordia delSeñor sobre nuestro pecado, pues secompadece de su pueblo, del hombre queÉl creó. Dios se acuerda siempre de no-sotros con bondad, pero nosotros tene-mos siempre necesidad de arrepentimien-to.

–Marcos 7,24-30: Los perros, debajo dela mesa, comen las migajas que tiran losniños. Jesús sana a la hija de la cananea,mujer de fe sumamente admirable. Co-menta San Agustín:

«Esta mujer cananea nos ofrece un ejemplo dehumildad y un camino de piedad. Nos enseña asubir desde la humildad hasta la altura. Al pare-cer, no pertenece al pueblo de Israel, al que per-tenecían los patriarcas, los profetas... y también

la Virgen María, que dio a luz a Cristo. La cananeano pertenece a este pueblo, sino a los gentiles...Ella gritaba, ansiosa de obtener el beneficio, y lla-maba con fuerza. Él disimulaba, pero no para ne-gar la misericordia, sino para estimular el deseo; yno sólo para acrecentar el deseo, sino también paratener ocasión de ensalzar la humildad.

«Clamaba, pues, ella al Señor, que no escucha-ba, pero que planeaba en silencio lo que iba a rea-lizar... Tengamos, pues, humildad, y si aún no latenemos, aprendámosla. Si la tenemos, no la per-damos. Si no la tenemos, adquirámosla, para serinjertados; si la tenemos, retengámosla, para noser amputados» (Sermón 77,2 y 15).

Oigamos el sumo elogio que de la hu-mildad hace Casiano:

«La humildad, maestra de todas las virtudes, es,a la par, el fundamento inconmovible del edificiosobrenatural, el don por antonomasia y la graciamás excelsa del Salvador» (Colaciones 15,7).

ViernesAños impares

–Génesis 3,1-8: Seréis como Dios en elconocimiento del bien y del mal. No tienepor qué Dios deciros qué es lo bueno yqué lo malo. Vosotros mismos tenéis ca-pacidad y autoridad para discernirlo. Ésta,la soberbia, es la tentación fundamental delos primeros padres, pero también de loshombres de todos los siglos. Comenta SanAgustín:

«La soberbia es gran malicia, la primera de to-das, el principio y el origen, la causa de todos lospecados. Ella arrojó a los ángeles del cielo e hizo aldiablo. Éste, arrojado de allí, dio a beber el cáliz dela soberbia al hombre, que aún se mantenía firme;elevó hasta la soberbia a quien había sido hecho aimagen y semejanza de Dios, que ahora ya se haceindigno, por la soberbia. El diablo sintió envidiade él, y lo convenció para que despreciara la ley deDios y disfrutara de su propio poder autónomo.¿Y cómo lo convenció? “Si coméis [de ese fruto],les dijo, seréis como dioses”. Ved, pues, si no lospersuadió por la soberbia.

«Dios hizo al hombre, y él quiso ser dios; to-mando lo que no era, perdió lo que era; no digo queperdiera la naturaleza humana, sino que quedó pri-

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vado de la felicidad presente y futura. Perdió aque-llo hacia lo que había de ser elevado, engañadopor quien de allí había sido expulsado» (Sermón340,A,1).

–Nuestra actitud después de pecar noha de ser como la de nuestros primerospadres, «escondernos» de Dios. Sería tanperjudicial como inútil. Por el contrario,con toda humildad y confianza, hemos dereconocer ante el Señor nuestra culpa. Deeste modo obtendremos Su perdón.

Así lo cantamos con el Salmo 31: «Di-choso el que está absuelto de su culpa, aquien le han sepultado su pecado; dicho-so el hombre a quien el Señor no le apun-ta el delito. Había pecado, lo reconocí;no te encubrí mi delito; propuse: “confe-saré al Señor mi culpa”, y Tú perdonastemi culpa y mi pecado. Por eso que todofiel te suplique en el momento de la des-gracia; la crecida de las aguas caudalosasno lo alcanzarán. Tú eres mi refugio; melibras del peligro, me rodeas de cantos deliberación».

Años pares–1 Reyes 11,29-32; 12,19: Se separó Is-

rael de la casa de David. Un profeta anun-cia a Jeroboán, de una manera pública, ladisolución del reino unificado por David.Las tribus del norte reivindicarán su au-tonomía. Pero aunque parezca derrum-barse la casa de David, la fidelidad de Diosa sus promesas permanecerá para siem-pre, y de esa casa y linaje nacerá el Salva-dor de los hombres. Él es la Luz del mun-do, el que iluminando a todos los pueblos,congrega a todos en un solo Reino. Es-cuchemos a Clemente de Alejandría:

«¡Salve, luz! Desde el cielo brilló una luz sobrenosotros, que estábamos sumidos en la oscuridady encerrados en la sombra de la muerte; luz máspura que el sol, más dulce que la vida de aquíabajo. Esta luz es la vida eterna, y todo lo que deella participa vive, mientras que la noche teme a laluz y, ocultándose por el miedo, deja el puesto aldía del Señor. El universo se ve iluminado por la

luz indefectible, y el ocaso se ha transformado enaurora... Cristo fue el que transformó el ocaso enamanecer, quien venció la muerte con la vida porla resurrección, quien arrancó al hombre de superdición y lo levantó al cielo... Él es quiendiviniza al hombre con una enseñanza celeste»(Exhortación a los paganos 11,114,1-5).

–La división del reino fue fruto de lainfidelidad. Ésta es la lectura sapiencialde la historia. La gran tentación de Israel,siendo la nación que Yavé se había esco-gido como heredad, fue siempre la de ase-mejarse a las demás naciones. Y enton-ces, cuando Israel se aparta del plan salví-fico de Dios, experimenta la ruina, el exi-lio, el desastre.

– Pero la fidelidad de Dios permanecepara siempre, como lo confiesa el Salmo80: «Yo soy el Señor, Dios tuyo: escuchami voz. No tendrás un dios extraño, noadorarás un dios extranjero; yo soy el Se-ñor, que te sacó de Egipto. Pero mi pue-blo no escuchó mi voz. Israel no quisoobedecer. Los entregué a su corazón obs-tinado, para que anduviesen según susantojos. Ojalá me escuchase mi pueblo ycaminase Israel por mi camino: en unmomento humillaría a sus enemigos yvolvería mi mano contra sus adversarios».

–Marcos 7,31-37: Hace oír a los sordosy hablar a los mudos. Jesús llega a la Decá-polis, donde cura a un sordomudo. Su fa-ma se difunde por doquier. La muchedum-bre lo glorifica. Este milagro de sanaciónnos hace recordar el rito sacramental dela iniciación cristiana: por él se nos abrenlos oídos para oír la palabra de Dios, y senos desata la lengua para proclamar sugloria.

La Escritura relaciona el mutismo conla falta de fe (Ex 4,10-17; Is 6; Mc 4,12).Y a esa luz se nos muestra la curación delmudo como un bien mesiánico. En efec-to, los últimos tiempos nos sitúan en unclima de relaciones filiales con Dios, nos

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capacitan para oír su palabra, para res-ponderla y también para hablar de Él alos demás.

El cristiano que vive estos últimostiempos se convierte así en profeta, ex-perto en la Palabra divina, apóstol, mi-sionero, catequista; más aún, en familiary amigo de Dios. Eso implica que puedeescuchar la Palabra, responderla y pro-clamarla a los hombres. Necesita, pues,los oídos y los labios de la fe. Y la fe,como dice San León Magno, es don deCristo:

«No es la sabiduría terrena quien descubre estafe, ni la opinión humana quien puede conseguir-la; el mismo Hijo único es quien la ha enseñado yel Espíritu quien la instruye» (Sermón 75).

Dios es la luz sobrenatural de los ojosdel alma, que sin ella permanece en tinie-blas.

SábadoAños impares

–Génesis 3,9-24: El Señor los expulsódel jardín del Edén para que labrasen elsuelo. Los progenitores de la humanidadse ven excluidos de la felicidad, a la queen su origen los había destinado el Crea-dor. Pero el Señor no los abandona. Yaentonces les anuncia una salvación porgracia: la que ofrece Cristo Jesús.

Las consecuencias del pecado tienensiempre forma de rupturas: ruptura delhombre con Dios, ruptura del hombreconsigo mismo, ruptura con la creación.Todo esto desbarata el estado anterior dela armonía primera. Todo queda dañado,menos el amor de Dios. Los descendien-tes de Adán nacemos con ese pecado,llamado original, y sufrimos todas susconsecuencias. Pero el amor de Dios, enla plenitud de los tiempos, resplandecióen Cristo, el nuevo Adán, el Redentor, el

Reconciliador, el Mediador y Pontífice.Dice San Agustín:

«Cuando vencemos en nosotros mismos las ape-tencias de los bienes temporales, vencemos en no-sotros a aquel que reina mediante esas apetenciasdel hombre. Cuando le dijeron al diablo: “tierracomerás”, le dijeron al pecador: “tierra eres y entierra te convertirás” (Gén 3,14-19). El pecadorfue hecho así alimento del diablo. No seamos, pues,tierra, si no queremos ser devorados por la ser-piente» (El combate cristiano 2).

–Hasta en el momento más ruinoso de lahistoria de la humanidad brilla la luz de lasalvación, la fidelidad de Dios, su amormisericordioso. Así lo proclamamos conel Salmo 89: «Señor, Tú has sido nuestrorefugio de generación en generación. An-tes que naciesen los montes o fuera engen-drado el orbe de la tierra, desde siempre ypor siempre Tú eres Dios. Tú reduces elhombre a polvo, diciendo: “retornad, hijosde Adán”. Mil años en tu presencia son unayer que pasó, una vela nocturna. Los siem-bras año por año, como hierba que se re-nueva: que florece y se renueva por lamañana, y por la tarde la siegan y se seca.Enséñanos a calcular nuestros años, paraque adquiramos un corazón sensato. Vuél-vete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compa-sión de tus siervos».

Años pares–1 Reyes 12,26-32–13,33-34: Jeroboán

hizo dos becerros de oro, y puso uno enBetel y otro en Dan. Pretende así asegurarla división entre los reinos de Israel y deJudá, no solo en lo político, sino tambiénen lo religioso. Otra vez, como había su-cedido en el Éxodo, las tribus del Norterepresentan a Yavé como un «becerro» deoro. Recayendo así en la idolatría, son in-fieles a la alianza, y se apartan de Yavé.

También ahora muchos miembros delPueblo de Dios se fabrican no pocos «be-cerros» de oro: el poder, la ambición, las

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66 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

riquezas, los placeres... La vida de mu-chos bautizados se cierra así a los desig-nios de Dios, queda sorda a la Palabra deDios, encarnada y escrita en Cristo. Losbautizados infieles se hacen dioses a sumedida. La fe de los cristianos, como diceSan León Magno, puede corromperse:

«En esta misericordia de Dios, cuya grandezano podemos explicar, los cristianos deben tenermucho cuidado de no dejarse atrapar por los la-zos del demonio y envolverse de nuevo en loserrores a los que han renunciado (cf. 2 Pe 2,20).En efecto, el antiguo enemigo, “transfigurándoseen ángel de luz” (2 Cor 11,14), no cesa de tenderpor todas partes las redes de sus engaños y tra-baja sin descanso para corromper de todas for-mas la fe de los creyentes... Sabe a quién contur-bar con la tristeza, a quién engañar con la alegría,a quién abatir con el temor, a quién seducir con laadulación...

«Engaña también a los que afirman mentirosa-mente que toda la vida humana depende de la in-fluencia de las estrellas, y a los que atribuyen auna inevitable fatalidad lo que solo ha sido hechopor voluntad de Dios o de la nuestra. Para causarmayor daño, promete que las circunstancias pue-den ser cambiadas mediante plegarias a los astrosadversos... Arrojen de sí los fieles la costumbrede esta condenable perversidad, y guárdense demezclar el honor debido solo a Dios con los ritosde los hombres, que son esclavos de las criatu-ras» (Sermón 27,4-5).

–El pecado de Jeroboán ha sido gran-de: ha incitado al pueblo a la infidelidady a violar su alianza con Él. Es un episo-dio más en la historia de la prevaricacióny del pecado, que se prolonga, ciertamen-te, en nuestros días. Volvámonos, pues, aDios, rezando el Salmo 105, perfectamen-te actual:

«Acuérdate de mí, Señor, por amor atu pueblo. Hemos pecado con nuestros pa-dres, hemos cometido maldades e iniqui-dades. Nuestros padres en Egipto no com-prendieron tus maravillas. En Horeb sehicieron un becerro de oro; adoraron unídolo de fundición; cambiaron su gloriapor la imagen de un toro que come hier-

ba. Se olvidaron de Dios, su salvador, quehabía hecho prodigios en Egipto, mara-villas en el país de Cam, portentos juntoal Mar Rojo».

Quien habiendo llegado a la fe en Jesu-cristo, se deja después dominar por la ava-ricia, se enaltece con los falsos honores,se abrasa con la envidia, se contamina conlos deleites inmundos, y se goza con lasprosperidades mundanas, renuncia a se-guir a Cristo, en quien creyó.

–Marcos 8,1-10: La gente comió hastaquedar satisfecha. Segunda multiplicaciónde los panes y peces. Muchos autores venen este prodigio un símbolo anticipadorde la Eucaristía. En el acto de la sagradacomunión se realiza una inefable, íntima,viva y fecunda unión del hombre con Cris-to Salvador. San Cirilo de Jerusalén des-cribe así esta maravillosa unión:

«Mezclad dos gotas de cera derretida y ambasse fundirán en una sola. De igual modo, cuandonosotros recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cris-to, se realiza entre Él y nosotros tal unión que Élse encuentra en nosotros y nosotros en Él» (Ca-tequesis 23,4).

Y San León Magno:«La comunión del Cuerpo y de la Sangre de

Cristo, es decir, la sagrada Comunión, no aspirasino a que nos transformemos en lo que recibi-mos, a que llevemos en el alma y en el cuerpo aAquél con quien hemos muerto, con quien fui-mos enterrados y con quien hemos resucitado»(Homilía 24,2).

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6ª Semana

DomingoEntrada: «Sé la roca de mi refugio, Se-

ñor, un baluarte donde me salve, tú, queeres mi roca y mi baluarte; por tu nom-bre dirígeme y guíame» (Sal 30,3-4).

Colecta (Gelasiano): «Señor, tú que tecomplaces en habitar en los limpios y sin-ceros de corazón, concédenos vivir, portu gracia, de tal manera que merezcamostenerte siempre con nosotros».

Ofertorio (del Misal anterior, con reto-ques tomados del Veronense): «Señor,que esta oración nos purifique y nos re-nueve, y sea causa de eterna recompen-sa para los que cumplen tu voluntad».

Comunión: «Comieron y se hartaron;así el Señor satisfizo su avidez» (Sal77,29-30). «Tanto amó Dios al mundo,que entregó a su Hijo único, para que noperezca ninguno de los que creen en Él,sino que tengan vida eterna» (Jn 3,16).

Postcomunión (del Misal anterior, conretoques tomados del Gelasiano): «Ali-mentados con el manjar del cielo, te pe-dimos, Señor, que busquemos siemprelas fuentes de donde brota la vida verda-dera».

CICLO ALa Encarnación del Verbo, con su pala-

bra y su vida, compromete toda nuestraconducta moral. Tiene fuerza para cam-biar radicalmente nuestra vida, renován-dola por el Evangelio, por obra del Espíri-tu Santo.

–Eclesiástico 15,16-21: Delante delhombre están la muerte y la vida. Y él,libremente, se orienta hacia lo que elige.La libertad del hombre fundamenta su res-ponsabilidad teológica ante Dios y ante supropia conciencia. Es una libertad que pue-de y debe ser sanada por la gracia divina,con la que puede y debe colaborar. Soloasí podrá ser una libertad perfecta.

Esta antigua lectura es uno de los testi-monios más claros de la libertad del hom-bre. Las consideraciones sapienciales quecontiene meditan sobre el misterio del bieny del mal. ¿Cuál es la responsabilidad delhombre en el bien y en la culpa? El mal noproviene de Dios, sino del hombre, que,siendo dueño de su destino, usa mal de sulibertad. Taciano enseña:

«No fuimos creados para la muerte, sino quemorimos por nuestra culpa. La libertad [el maluso de la libertad] nos perdió. Esclavos quedamoslos que éramos libres; por el pecado fuimos venci-dos. Nada malo fue hecho por Dios; fuimos noso-tros los que produjimos la maldad. Pero los mis-mos que la produjimos somos también capaces derechazarla» (Discurso contra los griegos 11).

– Con el Salmo 118 decimos: «Dicho-sos los que caminan en la voluntad delSeñor. Dichoso el que con vida intachablecamina en la voluntad del Señor. Dichosoel que, guardando sus preceptos, lo buscade todo corazón».

–1 Corintios 2,6-10: Dios predestinópara nuestra gloria una Sabiduría que no

6ª Semana del Tiempo Ordinario

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es de este siglo. Cristo es, personalmen-te, la Luz de la Sabiduría divina, e iluminaamorosamente toda nuestra existencia.Sin Cristo, la vida del hombre permaneceen las tinieblas, y corre el riesgo gravísimode degradarse en el tiempo y para la eter-nidad.

Las discordias en la comunidad de Co-rinto nacen de una mentalidad y de unasabiduría meramente humana, que estácontrapuesta a la Sabiduría de Dios, esdecir, que se opone a su misterioso desig-nio de salvación, fundamentado en la Cruzde Cristo. San Agustín comenta:

En Cristo «fue crucificada su humanidad. Diosno cambió ni murió y, sin embargo, en cuantohombre, sufrió la muerte. “Si lo hubieran recono-cido, dice el Apóstol, nunca hubiesen crucificadoal Señor de la gloria” (1 Cor 2,8). Afirma que[Cristo] es “el Señor de la gloria”, y al mismotiempo confiesa que fue crucificado... Él es el Se-ñor, es el Hijo único del Padre, es nuestro Salva-dor, es el Señor de la gloria, y no obstante, fuecrucificado, pero en la carne; y fue sepultado,pero en la carne» (Sermón 213,4).

La falsa sabiduría es la que pertenece aeste mundo, a «los príncipes de este si-glo», es decir, a los que en él están vigen-tes y prestigiados, y consecuentemente, alas oscuras fuerzas del mal y de la menti-ra.

–Mateo 5,17-37: Se dijo a los anti-guos..., pero yo os digo. Cristo se nosmanifiesta como expresión de la volun-tad definitiva del Padre. No ha venido aabrogar esa Voluntad divina, manifestadaen la Ley, sino para consumarla en la ver-dadera santidad y en el pleno amor deDios. San Juan Crisóstomo dice:

«Imposible quede nada sin cumplirse, pueshasta la más leve parte [de la Ley] ha de cumplir-se. Esto es exactamente lo que Él hizo, cumplién-dola con toda perfección. Pero aquí nos quieredar a entender el Señor que el mundo entero ha detransformarse. Aquí pretende levantar a su oyen-tes, haciéndoles ver que Él viene a introducir en elmundo una nueva manera de vida, que la creación

entera va a ser renovada, y que el género humanoes llamado a otra patria y a una vida más eleva-da...

«Habiendo, pues, amenazado a los que infrin-gen la ley, y propuesto grandes premios a los quela cumplen; habiendo además demostrado que conrazón nos exige más de lo que pedían las antiguasmedidas, pasa ya a establecer su propia ley, enparangón con la antigua. Con esto quiere hacer-nos ver dos cosas: primero, que no establece suspreceptos en pugna con los pasados, sino muyen consecuencia con ellos; y segundo, que muyrazonable y oportunamente añade los nuevos»(Homilías sobre San Mateo 16,3 y 5).

CICLO BLa realidad salvadora de Cristo se hace

luz para nosotros por el don de la fe. Ellaes la luz sobrenatural que nos infunde losmismos criterios y sentimientos propiosdel Corazón de Jesús, en su relación conel Padre y con los hombres. La santidadcristiana no depende, pues, del formalis-mo puritano de una fidelidad material aunos preceptos, sino de la fe y del amor aDios que, a través de la fidelidad a esospreceptos, aseguran nuestra conducta dehijos y nos impulsan a buscar en cadamomento su Voluntad amorosa, que estáempeñada en perfeccionar la vida nuestrade cada día.

–Levítico 13,1-2.44-46: El leproso vi-virá solo, y tendrá su morada fuera delcampamento. La ley mosaica, además deproclamar la santidad trascendente del Se-ñor, velaba también por el bien común delpueblo a Él consagrado. Ésta es la razónde sus preceptos sobre la pureza cultualy comunitaria. La lepra aquí aparece comosímbolo del pecado y de sus consecuen-cias.

En efecto, cuando el hombre peca gra-vemente, se arruina para sí mismo y paraDios. Anda perdido, sin sentido y sin di-rección, pues el pecado desorienta y ex-

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travía. El pecado es la mayor tragedia quepuede sucederle a un cristiano. En unospocos momentos de malicia ha negado aDios y se ha negado también a sí mismo.Su vida honrada, su vocación, las pro-mesas que un día hiciera él mismo o hi-cieron por él en el bautismo, las esperan-zas que Dios había puesto en él, su pasa-do, su futuro, todo se ha venido abajo...Queda como un leproso, solo, fuera delcampamento, sin participación en la vidade la Iglesia, de la que se ha excluído.Por eso dice San Juan Crisóstomo:

«El pecado no sólo es nocivo para el alma,sino también para el cuerpo, porque a causa deél el fuerte se hace débil, el sano enfermo, elligero pesado, el hermoso deforme y viejo» (Ho-milía sobre 1 Corintios 99).

Pero toda esa ruina podrá ser restaura-da, por la misericordia del Salvador, conel arrepentimiento y con el sacramentode la penitencia.

– Con el Salmo 31 proclamamos: «Tú,Señor, eres mi refugio; me rodeas de can-tos de liberación. Dichoso el que está ab-suelto de su culpa, a quien le han sepul-tado su pecado; dichoso el hombre aquien el Señor no le apunta su delito.Había pecado, lo reconocí, no te encu-brí mi delito. Propuse: “confesaré al Se-ñor mi culpa”, y Tú perdonaste mi culpay mi pecado».

El sacramento de la penitencia nos hacepasar de la muerte a la vida, de la enfer-medad a la salud espiritual.

–2 Corintios 10,31–11,1: Seguid miejemplo, como yo sigo el de Cristo. En laley nueva no basta la santidad legalista ocultual. La salvación evangélica es obrade la fe, que da siempre la primacía a lacaridad interior y exterior (Gál 5,6). Esla santidad de un corazón nuevo. La leyfundamental de la convivencia entre cris-tianos es la caridad. En la medida en quenos amamos, encontramos los puntos de

acuerdo y de fraternidad, sabiendo todosrenunciar a cualquier cosa en favor de loshermanos. El criterio último de nuestraconducta es siempre imitar a Cristo, queen todo ha buscado la gloria del Padre y elbien de los hombres. La vida cristiana hade ser en todas sus manifestaciones unafiel imitación de Cristo, abriéndose a laacción de su Espíritu. San Gregorio Mag-no afirma:

«Tanto los predicadores del Señor como los fie-les deben estar en la Iglesia de tal manera que com-padezcan al prójimo con caridad; pero sin sepa-rarse de la vía del Señor por una falsa compasión»(Homilía 37 sobre los Evangelios).

–Marcos 1,40-45: Le desapareció la le-pra y quedó limpio. Jesús ha venido a per-feccionar la ley. Él no desprecia la fideli-dad a los preceptos, pero supera el forma-lismo puritano con una caridad verdaderaante las necesidades de los hombres, sushermanos. Cristo tiene compasión del le-proso, no sólo por lo horrible de la enfer-medad, sino también por el estado de muer-te civil y religiosa que, según la ley, impli-caba.

Nosotros podemos ver en el leproso delEvangelio no solo una imagen del peca-dor, sino también un símbolo de todos losmarginados de la sociedad. A todos hemosde tender nuestra mano en una ayuda fra-ternal y verdadera. Pero hemos de tenersiempre conciencia de que no seremos so-lidarios con los demás, sino en la medidaen que seamos fieles al Padre. Nada frenatanto el buen desarrollo de la ciudad terrenacomo la pretensión del hombre de bastar-se a sí mismo en su búsqueda perso-nal ycomunitaria de la felicidad. Siempre llevaa Dios el amor que procede de Él mismo.San Pedro Crisólogo elogia la fuerzatransformadora de la verdadera caridad,aquella que participa de la fecundidad delamor divino:

«La fuerza del amor no mide las posibilidades,ignora las fronteras, no reflexiona, no conoce ra-

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zones. El amor no se resigna ante la imposibili-dad, no se intimida ante ninguna dificultad» (Ser-món 147).

CICLO CEl Corazón de Cristo Redentor procla-

mó un día las actitudes fundamentales delos corazones elegidos por el Padre pararealizar en ellos sus designios de salva-ción. No se trata de cumplir simplementelos mandamientos del decálogo, como enel Antiguo Testamento. Se requiere en elNuevo un modo de vivir y de obrar total-mente nuevo. Pero esto sólo es posiblecon la fuerza del Espíritu Santo, que noscomunica el espíritu evangélico de lasbienaventuranzas.

–Jeremías 17,5-8: Maldito quien con-fía en el hombre, y bendito aquel que con-fía en el Señor. Dos senderos se abrenante nuestra libertad: un camino de salva-ción divina, para cuantos confían en laPalabra y en el amor de Dios; y un cami-no de maldición, para cuantos ponen suconfianza idolátrica en los bienes de la tie-rra. Comenta San Agustín:

«¿Qué es “negarse a sí mismo”? No presuma elhombre de sí mismo; advierta que es hombre yescuche el dicho profético: “¡maldito todo el quepone su esperanza en el hombre!”. Así pues, seael hombre guía de sí mismo, pero no hacia abajo;sea guía de sí mismo, pero para adherirse a Dios.Cuanto tiene de bueno atribúyalo a Aquél porquien ha sido hecho; y entienda que cuanto tienede malo es de cosecha propia. No hizo Dios loque de malo existe en él.

«Por tanto, pierda el hombre lo que hizo, si fuealgo que le llevó a la ruina. “Niéguese a sí mismo,dice el Señor, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24).¿A dónde hay que seguir al Señor? Sabemos adón-de fue... Resucitó y subió al cielo; allí hay queseguirle. No hay motivo alguno para perder laesperanza; no porque el hombre pueda algo, sinopor la promesa de Dios. El cielo estaba lejos denosotros, antes de que nuestra Cabeza subiese aél. ¿Por qué perder ahora la esperanza, si somos

miembros de la Cabeza? Allí hemos de seguirle»(Sermón 96,2-3).

–Con el Salmo 1 proclamamos: «Dicho-so el hombre que ha puesto su confianzaen el Señor, y no sigue el consejo de losimpíos, ni entra por la senda de los peca-dores, ni se sienta en la reunión de loscínicos, sino que su gozo es la ley delSeñor, y medita su ley día y noche. Serácomo un árbol plantado al borde de laacequia. Da fruto en su sazón, y no semarchitan sus hojas; y cuanto emprendetiene buen fin. No así los impíos, no así;serán paja que arrebata el viento. Porqueel Señor protege el camino de los justos,pero el camino de los impíos acaba mal».

–1 Corintios 15,12.16-20: Si Cristo noha resucitado, vuestra fe no tiene senti-do. Las bienaventuranzas de Cristo tie-nen su garantía plena en su Resurrecciónredentora. Por el contrario, las bienaventu-ranzas humanas quedan todas ahogadasen el sepulcro. La resurrección de Cristoes el tema fundamental de la predicaciónde San Pablo y de toda la Iglesia. En nues-tro tiempo, en que todo se centra sobre elprogreso técnico y el bienestar materialdel hombre, es preciso acentuar lo queestá en el origen de nuestra fe: la Resu-rrección de Cristo y nuestra propia resu-rrección futura.

La revelación nos pone en guardia paraque no centremos nuestra atención en elmundo presente, porque esto podría per-dernos, al hacernos olvidar la meta a laque nos dirigimos, y al sofocar en noso-tros la esperanza de la patria celestial, laJerusalén celeste. Hagamos nuestra la ac-titud de los santos, como San Ignacio deAntioquía, que escribe camino de su mar-tirio:

«Mi amor está crucificado, y ya no queda en míel fuego de los deseos terrenos. Únicamente oigoen mí interior la voz de un agua viva, que me hablay me dice: “ven al Padre”» (Romanos 4, 1-2).

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Y San Cipriano:«¡Qué gran dignidad, salir glorioso en medio

de la aflicción y de la angustia, cerrar los ojos,con los que vemos a los hombres y el mundo,para volverlos a abrir en seguida y contemplar aDios!» (Tratado a Fortunato 13).

–Lucas 6,17.20-26: Dichosos los po-bres; y ay de vosotros, los ricos. Cristoes personalmente la clave necesaria parainterpretar sus bienaventuranzas. Sonellas un autorretrato fidelísimo de su Co-razón ante el Padre y ante los hombres.Las comenta San Ambrosio:

«San Lucas no ha consignado más que cuatrobienaventuranzas del Señor; San Mateo, ocho;pero en las ocho se encuentran las cuatro, y enlas cuatro las ocho... Ven, Señor Jesús, enséña-nos el orden de tus bienaventuranzas. Pues, nosin un orden, has dicho Tú primero: bienaventu-rados los pobres de espíritu; en segundo lugar,bienaventurados los mansos y en tercer lugar,bienaventurados los que lloran.

«Aunque conozco algo, no lo conozco másque en parte; pues, si San Pablo conoció en par-te (1 Cor 13,9), ¿qué puedo yo conocer, que soyinferior a él, tanto en la vida cuanto en las pala-bras?... ¡Cuánto es más sabio San Pablo que yo!Él se gloría en los peligros, yo en los buenosacontecimientos; él se gloría, porque no se exaltaen las revelaciones; yo, si tuviese revelaciones,me gloriaría en ellas. Mas, Dios, sin embargo,puede “suscitar hombres de la piedras” (Mt 3,9),sacar palabras de las bocas cerradas, hacer ha-blar a los mudos; y si abrió los ojos de la borriquillapara que viese al ángel (Num 22,27), Él tienepoder también para abrir nuestros ojos, a fin deque podamos ver el misterio de Dios...

«Aunque la abundancia de riquezas implicano pocas solicitaciones al mal, también en ellashay más de una invitación a la virtud. Sin dudaalguna, la virtud no tiene necesidad de ayudas, yla contribución de los pobres es más digna deelogios que la liberalidad de los ricos; sin embar-go, a los que Él condena por la autoridad de lasentencia celestial, no son aquéllos que tienenriquezas, sino aquéllos que no saben usarlas»(Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, lib.V,49,52 y 69).

LunesAños impares

–Génesis 4,1-15.25: Caín atacó a su her-mano Abel y lo mató. El mal se difundepor el mundo pecador y el primer homici-da es una muestra de esa progresión. Caínobra el mal, tiene «el pecado a su puerta»,envidia a su hermano, se enfurece y acabamatándolo. La ruptura del hombre conDios provoca necesariamente la rupturamutua entre los hombres. Y a la inversa,la reconciliación con Dios trae como con-secuencia necesaria la reconciliación mu-tua y fraternal entre los hombres. El peca-do de Caín comenzó por la envidia. Oiga-mos a San Juan Crisóstomo:

«La envidia es más lamentable que la guerra. Elque hace la guerra, una vez suprimida la causa,depone su enemistad; el envidioso nunca puedeser amigo; aquél se empeña en una guerra abierta;éste, en una oculta; aquél puede aducir muchas yprobables causas para emprender la guerra; éste,solo su ira y su satánica voluntad.

«¿A quién comparar un alma así? ¿A qué víbo-ra? ¿A qué áspid? ¿A qué gusano? ¿A qué pez?Nada es más dañino, nada peor que un alma así.Lo diré: es esto lo que perturba las Iglesias, lo queda a luz las herejías; lo que arma la mano fraterna,y hace que quede manchada con la sangre del jus-to; la que abre las puertas de la muerte, llevandohasta la ejecución su propósito maldito; no dejaque aquel desgraciado se acuerde de su nacimien-to, ni de sus padres, ni de nadie, movido con esedelirio de ira y de locura. Ni siquiera cede ante laexhortación de Dios: el pecado “acecha a la puer-ta” y tiende su lazo hacia ti, aunque podrás domi-narlo (Gén 4,7)» (Comentario a la Carta a losRomanos 6).

–Dios acepta el verdadero sacrificio dealabanza, el de Abel, pero rechaza el sacri-ficio de Caín porque es falso, porque suespíritu está enfermo de envidia fratrici-da. Oremos con el Salmo 49: «Ofrece aDios un sacrificio de alabanza. El Dios delos dioses, el Señor habla, convoca la tie-

6ª Semana del Tiempo Ordinario

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72 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

rra de Oriente a Occidente: “No te repro-cho tus sacrificios, pues siempre están tusholocaustos ante Mí ¿Por qué recitas mispreceptos, tú que detestas mis enseñan-zas, y te echas a la espalda mis manda-tos? Te sientas a hablar contra tu herma-no, deshonras al hijo de tu madre; estohaces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soycomo tú? Te acusaré, te lo echaré en ca-ra”».

Años pares

–Santiago 1,1-11: Al ponerse a pruebavuestra fe, os dará aguante, y así seréisperfectos. Comenta San Agustín:

«Si es verdad que no hemos de temer que nossobrevengan tentaciones, según dice el ApóstolSantiago (1,2), que eso sea porque nuestra espe-ranza está fundada en lo que dice el apóstol Pablo:“fiel es Dios, que no permite que seáis tentadospor encima de vuestras fuerzas” (1 Cor 10,13).

«Mantengámonos, pues, vigilantes, hermanos,y oremos para no que no vayamos a parar en unatentación que no seamos capaces de soportar; ypara que con cualquiera de ellas en que nos vea-mos se nos dé salida para resistir o resistenciapara poder salir, no sea que nos hallemos dentrosin salida, como los pies en un cepo, o como unafiera en la red, o como un pájaro en el lazo» (Ser-món 223,1).

–La exhortación del apóstol Santiago asoportar las pruebas con aguante nos hacemeditar en la función que tiene el sufri-miento en nuestra vida. En la escuela pro-videncial del dolor aprendemos a afirmar-nos en la voluntad de Dios y a guardarsus mandamientos. Estas penalidades pre-sentes se nos muestran entonces leves ybreves, comparadas con la felicidad eter-na que el Señor promete a sus fieles.

– Con el Salmo 118 decimos: «Cuandome alcance tu compasión viviré, Señor.Antes de sufrir, yo andaba extraviado; peroahora me ajusto a tus promesas. Tú eresbueno y haces el bien; instrúyeme en tus

leyes. Me estuvo bien el sufrir, así apren-dí tus mandamientos. Más estimo yo lospreceptos de tu boca que miles de mone-das de oro y plata. Reconozco, Señor, quetus mandamientos son justos, que con ra-zón me hiciste sufrir. Que tu bondad meconsuele, según la promesa hecha a tusiervo».

–Marcos 8,11-13: ¿Por qué esta gene-ración reclama un signo? Los fariseosexigen a Cristo un signo, cuando ya losestaba haciendo, y grandes. Es una excu-sa para no aceptar su palabra; un signoevidente de su falta de fe. San Jerónimodice que

«los milagros fueron precisos al principio, paraconfirmar con ellos la fe. Pero una vez que la fe dela Iglesia está confirmada, los milagros no sonnecesarios» (Comentario al Evangelio de SanMarcos 8,12).

Y San Agustín:«Aunque el Señor realizó muchos milagros, no

todos se escribieron, como atestigua el mismoevangelista Juan. Cristo dijo e hizo innumerablescosas que no se escribieron (Jn 20,30). Se eligie-ron para ser escritos aquellos que parecían bastarpara la salvación de los creyentes» (Tratado 49sobre el Evangelio de San Juan).

Jesús sabe que sus enemigos no estándispuestos a creer, aunque vieran muchossignos admirables. Los milagros tienen unvalor apologético indudable, pero puedenser ignorados o mal interpretados. Sinbuena voluntad, no se llega a la fe –«hom-bres de poca fe»–, no puede recibirse eldon de la fe. Pero cuando ésta existe –«¿Crees?... Ten fe»–, Cristo obra sus pro-digios. San Juan Crisóstomo dice:

«no se contenta el Señor con una fe solamenteinterna, sino que exige una confesión exterior deella, urgiendo así a una mayor confianza y a unmayor amor» (Homilía 35 sobre San Mateo).

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MartesAños impares

–Génesis 6,5-8; 7,1-5.10: Borraré de lasuperficie de la tierra al hombre que hecreado. Hay en Dios justicia y misericor-dia. El pecado exige una adecuada repa-ración. Su plena malicia nos es descono-cida, porque no abarcamos con nuestramente la dignidad infinita de Dios al queofendemos. Por los castigos de Dios alpecador podemos conocer algo de la per-versidad del pecado. Y en el último día loentenderemos mejor, cuando se manifies-te el Señor como juez de vivos y difun-tos.

Hay, sin embargo, un resto, que per-manece en Cristo Salvador, que guardasus mandatos y le sigue fielmente, y quecon Él será el origen de la renovación detoda la creación. Casiano escribe:

«En las cosas humanas lo único que merece sertenido por bueno, en el pleno sentido de la pala-bra, es la virtud... Y a la inversa, nada hay que sehaya de considerar malo en cuanto tal, es decir,intrínsecamente, más que el pecado. Es lo únicoque nos separa de Dios, que es el Bien supremo,y que nos une al demonio, que es el mal porantonomasia» (Colaciones 60).

–El dominio del Creador sobre todas lascriaturas hace de ellas instrumentos o mi-nistros para el cumplimiento de su vo-luntad. Las aguas del diluvio, por ejem-plo, fueron perdición de los pecadores ysalvación de los justos, de aquel pequeñoresto formado por la familia de Noé.

Por eso cantamos con el Salmo 28: «ElSeñor bendice a su pueblo con la paz.Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamadla gloria del nombre del Señor; postraosante el Señor en el atrio sagrado. La vozdel Señor sobre las aguas, el Señor sobrelas aguas torrenciales. La voz del Señores potente, la voz del Señor es magnífi-ca. El Señor de la gloria ha tronado; ensu templo un grito: “¡Gloria!” El Señor

se sienta por encima del aguacero, el Se-ñor se sienta como Rey eterno».

Años pares–Santiago 1,12-18: Dios no tienta a na-

die. No nos inclina al mal, que es lo propiode la tentación. Dios permite la tentación,y concede la vida eterna a los que, con laayuda de su gracia, la superan. Teodorode Mopsuestia dice:

«Ante todo, pedimos a Dios que la tentación nonos alcance; pero si entramos en ella, pedimosfuerza para soportarla heróicamente, y que termi-ne cuanto antes. No es un secreto que en estemundo muchas y variadas tribulaciones turbannuestros corazones. La misma enfermedad corpo-ral, en efecto, si se prolonga y agrava, turba pro-fundamente a los enfermos. También las pasionescorporales nos reducen a veces, sin quererlo, ynos desvían de nuestro deber...

El Señor «por eso dijo: “no nos induzcas en latentación”; y añadió: “mas líbranos del maligno”.Pues en todo esto nos procura un daño grande lamalicia de Satanás, quien pone en obra varias ynumerosas astucias para conseguir lo que –segúnél espera– le permitirá desviarnos del discerni-miento y de la elección de lo debido» (Homilía11,17).

–Dios nos educa de muchos modos,también a veces poniéndonos a prueba.Por eso con el Salmo 93 cantamos la di-cha del hombre que es educado por Dios.Aunque a veces su providencia nos parez-ca dura, sabemos que en su misericordiahallamos siempre nuestro apoyo firmísimo:«Dichoso el hombre a quien Tú educas,Señor, al que enseñas tu ley, dándole des-canso tras los años duros. Porque el Se-ñor no rechaza a su pueblo, ni abandonasu heredad; el justo obtendrá su derecho,un porvenir, los rectos de corazón. Cuan-do me parece que voy a tropezar, tu mise-ricordia, Señor, me sostiene; cuando semultiplican mis preocupaciones, tus con-suelos son mi delicia».

–Marcos 8,14-21: Tened cuidado con lalevadura de los fariseos y con la de

6ª Semana del Tiempo Ordinario

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Herodes. Los discípulos no han llevadoconsigo en la barca más que un pan, y seinquietan. Jesús conoce sus pensamien-tos, y los invita a reflexionar sobre la pa-sada multiplicación de los panes y de lospeces, y les llama a tener confianza, almismo tiempo que les recomienda la vigi-lancia para no contaminarse con el mal.La «levadura» aquí parece significar elprincipio radical de actuación. La leva-dura de los fariseos es el rechazo del men-saje salvífico de Cristo, y en Herodes, lacorrupción moral. Unos y otros se cie-rran al mensaje evangélico. San Juan Cri-sóstomo afirma:

«Si eres obediente a la voz de Dios, ya sabesque te está llamando desde el cielo; y si eres deso-bediente y de voluntad torcida, no te bastaríaaunque le oyeses físicamente. ¿Cuántas veces nooyeron Su voz los judíos? A los ninivitas lesbastó la predicación de un profeta. Aquellos encambio permanecieron más duros que piedras enmedio de profetas y de milagros continuos. En lamisma Cruz se convirtió un ladrón con solo ver aCristo (Lc 23,42) y, al lado de ella, le insultabanaquellos que le habían visto resucitar muertos»(Homilía en honor de San Pablo).

Y Casiano:«De nosotros depende corresponder o no al

impulso de la gracia. Según esto merecemos elpremio o el castigo en la medida en que hayamoscooperado al plan divino, que su paternal provi-dencia ha concebido sobre nosotros» (Colacio-nes 3).

Miércoles

Años impares–Génesis 8,6-13.20-22: Miró Noé y vio

que la superficie estaba ya seca. Así con-templa San Ambrosio el significado deese suceso simbólico:

«El ramo de olivo traído por la paloma es elsigno del final del castigo y el símbolo de la re-conciliación entre Dios y la humanidad. Dios ga-rantiza su protección a la nueva humanidad noobstante el pecado. El juicio de Dios tiene en la

Biblia un doble aspecto: juicio de condenaciónpara los impíos y de salvación para los justos.Toda carne había sido corrompida a causa de losvicios. “Mi espíritu, dijo Dios, no permaneceráen los hombres por siempre, porque ellos soncarne” (Gén 6, 3). Dios manifiesta de este modoque por la impureza de la carne y por la manchade un pecado tan grave se pierde la gracia espiri-tual. Por eso, queriendo Dios restaurar lo quehabía dado, hizo el diluvio y mandó al justo Noésubir al arca. Cuando cesó el diluvio, Noé soltóprimero un cuervo, que no volvió. Después soltóuna paloma que, según leemos, volvió con unramo de olivo (Gén 8, 6-11). ¿Ves tú el agua, vesla madera, miras la paloma y dudas del misterio?

«El agua es en la que se sumerge la carne, paraque se limpie todo pecado de la carne. En ella sesepulta toda la maldad. El madero es aquel en elque fue crucificado el Señor Jesús, cuando sufriópor nosotros. La paloma es aquella bajo cuya fi-gura descendió el Espíritu Santo, como has apren-dido en el Nuevo Testamento (Mt 3, 16), aquelque te inspira la paz del alma y la tranquilidad detu espíritu. El cuervo es la imagen del pecado,que sale y no vuelve, con tal de que perseveres enla observancia y en el ejemplo del justo» (De losMisterios 10-11).

–El salmista acude al Señor y es salva-do. Y compone el Salmo 115, que ahorarezamos nosotros: «¿Cómo pagaré al Se-ñor por el bien que me ha hecho? Alzaréla copa de la salvación, invocando su nom-bre. Cumpliré al Señor mis votos en pre-sencia de todo el pueblo. Mucho le cues-ta al Señor la muerte de sus fieles. Cum-pliré al Señor mis votos en presencia detodo el pueblo; en el atrio de la casa delSeñor, en medio de ti, Jerusalén».

Años pares–Santiago 1,19-27: Llevad a la práctica

la Palabra, y no os limitéis a escucharla.Escucha la Palabra de Dios con buenasdisposiciones aquel que la pone en prácti-ca. Este hombre, dice Cristo, tiene su casacimentada sobre roca firme (Mt 7,24-27).Oye la Palabra, clama a Cristo, pidiendosu gracia para cumplirla, y pone en ellotodo su empeño. Dice San Agustín:

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«¿Qué significa el clamar a Cristo, hermanosmíos, sino responder con buenas obras a la gra-cia de Cristo? Digo esto para que no seamos talvez gritones para invocar y mudos para obrar...¿Quién es el que clama a Cristo? Clama a Cristoel que desprecia al mundo, clama a Cristo el quedesprecia los placeres del siglo, clama a Cristo elque dice: “el mundo está crucificado para mí y yopara el mundo” (Gál 6,14); clama a Cristo quiendistribuye y da a los pobres, para que perma-nezca su justicia por los siglos de los siglos»(Sermón 82,13).

–La Palabra de Dios tiene que dar fru-to en nosotros, con el auxilio de su gra-cia. No es cuestión solo de escucharla.Así nos lo enseña el Salmo 14: «¿Quiénpuede habitar en tu monte santo, Señor?El que procede honradamente y practicala justicia, el que tiene intenciones lealesy no calumnia con su lengua, el que nohace mal al prójimo ni difama a su veci-no... el que honra al que teme al Señor, elque no presta dinero a usura, ni aceptasoborno contra el inocente. El que asíobra nunca fallará».

Jesús, al entregar su vida por amor atodos los hombres, da testimonio decisi-vo de la ley del Amor incondicional queviene a revelarnos. Esta caridad de Cris-to ha de inspirar toda la vida moral de loscristianos que, por medio de la Eucaris-tía, se disponen más y más a escuchar laPalabra divina con toda fidelidad y a cum-plirla en toda su vida.

–Marcos 8,22-26: El ciego quedó cu-rado, y veía con toda claridad. Una vezmás, hay que considerar el milagro de lacuración del ciego de Betsaida como unsigno de la gran misericordia de Cristoen favor de los miserables. San Jeróni-mo comenta la escena:

«El ciego es sacado de la casa de los judíos, dela aldea de los judíos, de la ley de los judíos, delas tradiciones de los judíos. El que no habíapodido ser sanado en la ley, es sanado en la gra-cia del Evangelio, y se le dice: “vuelve a tu casa,no a aquella de donde saliste, sino a la casa de

donde fue también Abrahán, ya que Abrahán es elpadre de los creyentes. Abrahán vio mi día y sealegró (Jn 8,56). Vuelve a tu casa, esto es, a laIglesia”.

«“Has de ver, dice San Pablo, cómo debes con-ducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia delDios vivo” (1 Tim 3,15). La casa de Dios, en efec-to, es la Iglesia. Por ello se le dice al ciego: “ve a tucasa”, es decir, a la casa de la fe, es decir, a laIglesia, y no vuelvas a la aldea de los judíos» (Co-mentario a San Marcos 8,24).

Jueves

Años impares

–Génesis 9,1-13: Pondré mi arco en el cie-lo, como señal de mi pacto con la tierra.Dios bendice a Noé y a su descendencia,como si en él hubiera creado por segundavez al hombre, y con él establece una alian-za de alcance universal y cósmico. El arcoiris queda establecido por Dios como unsigno más de su misericordia hacia loshombres, y como una llamada para queéstos aprendan de Él a obrar siempre lapaz en la misericordia. San León Magnoexhorta:

«Reconoce, oh cristiano, la dignidad de tu sabi-duría, y entiende cuál ha de ser tu conducta y aqué premios eres llamado. La misericordia quiereque seas misericordioso; la justicia, que seas jus-to, a fin de que en la misma criatura se manifiesteel Creador, y en el espejo del corazón humanoresplandezca expresada por la imitación la imagende Dios» (Sermón 95,7).

–Dios jamás se desentiende de los hom-bres. Él se ha fijado y continúa fijándoseen la tierra. Éste es el sentido del pactoque hace con Noé, cuya conducta debeser en adelante un reflejo continuo de lamisericordia del Omnipotente.

– Con el Salmo 101 proclamamos: «Losgentiles temerán su nombre, los reyes delmundo, su gloria... Quede esto escrito parala generación futura, y el pueblo que será

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creado alabará al Señor: que el Señor hamirado desde su excelso santuario, desdeel cielo se ha fijado en la tierra, para escu-char el gemido de los cautivos, y librar alos condenados a muerte».

Años pares–Santiago 2,1-9: ¿Acaso no ha elegi-

do Dios a los pobres? Vosotros, en cam-bio, habéis afrentado a los pobres. Diosha querido elegir lo pobre y lo pequeño. Yesa elección establece un camino para to-dos: pobres y ricos. Ninguno ha de estarapegado a los bienes de la tierra; todoshemos de ser siempre pobres de espíritu.San Gregorio Magno dice:

«Son engañosas las riquezas, porque no pue-den permanecer siempre con nosotros, y porqueno pueden satisfacer las necesidades del corazón.Las riquezas verdaderas son las que nos hacenricos en las virtudes» (Homilía 15 sobre los Evan-gelio).

Y San Basilio:«La virtud es la única de las riquezas que es

inamovible, y que persiste en vida y en muerte»(Discurso a los jóvenes)

La Iglesia siempre ha tenido un cuida-do especial de los pobres; siempre, yadesde su comienzo, cuando instituyó a losdiáconos. Innumerables son los testimo-nios de esto que encontramos en la histo-ria. Oigamos a San Agustín:

«No ocultaré a vuestra caridad por qué me viobligado a pronunciar este sermón. Desde queestamos aquí, al ir para la iglesia y al volver deella, los pobres vienen a mí para rogarme os digaque les deis algo. Ellos nos ruegan que os hable-mos; y cuando después nada se les da, piensanque con vosotros estamos perdiendo el tiempo.También esperan algo de mí, y yo les doy cuantotengo y puedo; con todo, ¿acaso puedo aliviar lasnecesidades de todos? No pudiendo, en conse-cuencia, subvenir a las necesidades de todos, mehago legado de ellos ante vosotros. ¿Qué menos?»(Sermón 61,13).

Leamos este magnífico texto de San Pe-dro Crisólogo:

«¿No es extraordinario y sublime escuchar queprecisamente Aquel que viste el cielo está desnu-do en el pobre? ¡La riqueza del universo tienehambre en el hambriento, la fuente de las fuentestiene sed en sediento! ¿ Cómo no nos hace dicho-sos el entender que sea tan pobre Aquel paraquien resulta tan angosto el cielo; que sea pobreen el pobre quien enriquece el mundo; que supli-que un pedazo de pan, un vaso de agua, Aquelque es dispensador de todos los bienes; que, poramor al pobre, Dios se humille hasta el punto deno socorrer al pobre, sino de ser pobre Él mis-mo?: “tuve hambre y me disteis de comer”, dice(Mt 25, 35). No dice: “tuvo hambre el pobre y ledisteis de comer”, sino “yo tuve hambre y medisteis de comer”. Declara como dado a Él lo querecibe el pobre; dice que es Él quien come lo queha comido el pobre, y afirma que lo que bebe elpobre se le ha dado a Él.

«¡De lo que es capaz el amor al pobre! Dios segloría en el cielo de aquello que hace sonrojarse alpobre en la tierra, considerándose honrado con loque es considerado como algo vergonzoso. Bas-taría haber dicho: “me disteis de comer y me dis-teis de beber”; pero dice más bien: “tuve hambre,tuve sed”. Hubiera sido menor el amor al pobresi, después de haberlo acogido, no hubiese acogi-do también los sufrimientos del pobre. Cierto: elverdadero amor no se demuestra sino sufriendo.Amor verdadero es haber hecho propias las an-gustias del que está angustiado.

«Es extraordinario que agrade a Dios la comidadel pobre. El que no tiene hambre de toda la crea-ción se declara saciado con la comida del pobre enel reino de los cielos, delante de todos los ángeles,en la asamblea de los bienaventurados... Lo pri-mero en el cielo es el cuidado al pobre, la limosnadada al pobre. Es lo primero que se trae a examen.Es la recompensa del pobre lo que, ante todo,está escrita en el Libro divino. ¡Dichoso aquelcuyo nombre es leído por Dios tantas veces cuan-tas en el cielo se respeta el derecho del pobre!»(Sermón 14).

–Afrentar al pobre es enfrentarse conDios, despreciarlo, pues en toda la histo-ria de la salvación ha mostrado su predi-lección por los pobres. Los pobres deYavé son los que heredarán el Reino delos cielos. Y la comunidad mesiánica esuna comunidad de pobres salvados porpura gracia de Dios.

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– Bien expresa todo esto el Salmo 33:«Bendigo al Señor en todo momento, sualabanza está siempre en mi boca; mi almase gloría en el Señor; que los humildes loescuchen y se alegren. Proclamad con-migo la grandeza del Señor, ensalcemosjuntos su nombre. Yo consulté al Señory me respondió, me libró de todas misansias. Contempladlo y quedaréis radian-tes, vuestro rostro no se avergonzará. Siel afligido invoca al Señor, Él lo escuchay lo salva de sus angustias».

No podemos afrentar a nadie. Con to-dos hemos de tener caridad y benevo-lencia, pero sobre todo con los más ne-cesitados. Y muchas veces éstos son losricos, pues, si están apegados a sus bie-nes, son unos verdaderos desgraciados.

–Marcos 8,27-33: Tú eres el Mesías.El Hijo del Hombre tiene que padecermucho. Después de que Pedro hace laprofesión de fe, Jesús habla por primeravez de su pasión. Pedro, entonces, mues-tra sus sentimientos de reprobación, y elSeñor le reprende con gran severidad.

El reconocimiento de la mesianidad deCristo implica aceptarle en toda su inte-gridad, también en la pasión que va a su-frir por voluntad del Padre. Esta volun-tad nos parece incomprensible, porqueincomprensible nos resulta el Amor deDios. San Juan Crisóstomo pone estaspalabras en labios de Jesús:

«Yo te serviré, porque vine a servir y no a serservido. Yo soy amigo, y miembro, y cabeza, yhermano, y hermana y madre. Todo lo soy, ysolo quiero contigo una amistad íntima. Yo, po-bre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti,sepultado por ti. En el cielo, por ti ante DiosPadre; y en la tierra, soy legado suyo ante ti.Todo lo eres para Mí, hermano y coheredero,amigo y miembro. ¿Qué más quieres?» (Homilía76 sobre San Mateo).

Y San Agustín:«Ningún pecador, en cuanto tal, es digno de

amor; pero todo hombre, en cuanto tal, es amablepor Dios» (Sobre la doctrina cristiana 1).

ViernesAños impares

–Génesis 11,1-9: Voy a bajar y a con-fundir su lengua. El pecado de orgullo traeconsigo en la Torre de Babel la confusiónde lenguas y la división de la humanidad.Solamente el Espíritu Santo de Pentecos-tés, con su fuerza divina, podrá restable-cer la unidad. Una vez más vemos que laruptura del hombre con Dios trae consigola ruptura con los demás hombres. SanAgustín comenta:

«Después del diluvio, la impía soberbia de loshombres construyó una torre muy alta contraDios. A consecuencia de lo cual, el género humanomereció la división por la diversificación de laslenguas, de forma que cada pueblo hablaba la suya,sin que la entendiesen los demás.

«De idéntica manera, la humilde piedad de losfieles aporta a la unidad de la Iglesia la diversidadde lenguas, de modo que la caridad reúne lo que ladiscordia había dispersado, y los miembros dis-persos del género humano, como si fuera un solocuerpo, son restituidos y unidos a Cristo, únicaCabeza, y se fusionan en la unidad del Cuerposanto gracias al fuego del Amor. De este don delEspíritu Santo están totalmente alejados los queodian la gracia de la paz, aquellos que no perseve-ran en la comunión de la unidad» (Sermón 27,Pentecostés).

–El plan de salvación querido por Diosculmina en Cristo. Dios tiene que desha-cer muchas veces los planes de los hom-bres, que intentan salvarse por sí mismos,y que solo son capaces de construir la to-rre de Babel. Así lo confesamos en el Sal-mo 32: «El Señor deshace los planes delas naciones, frustra los proyectos de lospueblos; pero el plan del Señor subsistepor siempre, los proyectos de su corazón,de edad en edad. Dichosa la nación cuyoDios es el Señor, el pueblo que Él se esco-gió como heredad».

6ª Semana del Tiempo Ordinario

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78 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

Años pares–Santiago 2,14-24.26: Así como un

cuerpo que no respira es un cadáver, tam-bién la fe sin obras. Comenta San Agustín:

«Lo que voy a decir se encuentra en la Cartadel apóstol Santiago: “tú crees que hay un soloDios y haces bien. También los demonios creen ytiemblan”. Quien esto escribió había dicho en lamisma Carta: “si uno tiene fe, pero no tiene obras,¿puede acaso salvarle la fe?”...

«Si nos distinguimos en la fe, distingámonosde igual manera en las costumbres y en las obras,inflamándonos de caridad, de la que están priva-dos los demonios. Ése es el fuego que hacía arderel corazón de aquellos dos en el camino [deEmaús]... Arded en el fuego de la caridad, paraque os distingáis de los demonios. Este ardor osempuja, os lleva hacia arriba, os levanta al cielo...Sea cualquiera que sea la dirección que tome laantorcha, la llama no conoce más que una: tiendehacia el cielo. Que el fuego de la caridad inflamevuestro espíritu y lo llene de ardor. Hervid enalabanzas a Dios y en santas costumbres» (Ser-món 234,3).

–La fe viva es «la fe operante por lacaridad» (Gál 5,6). Contra todo idealis-mo puramente teórico se ha alzado la vozdel apóstol Santiago. Y con el Salmo 111cantamos la dicha de la buena conducta,fundamentada en la unión con el Señor yen el amor a sus mandatos: «Dichosoquien teme al Señor y ama de corazónsus mandatos. Su linaje será poderoso enla tierra, la descendencia del justo serábendita. En su casa habrá riquezas y abun-dancia, su caridad es constante, sin falta.En las tinieblas brilla como una luz el quees justo, clemente y compasivo. Dichosoel que se apiada y presta, y administrarectamente sus asuntos. El justo jamás va-cilará, su recuerdo será perpetuo».

Así escribe San Juan Clímaco:«No se entiende el amor a Dios si no lleva

consigo el amor al prójimo. Es como si yo soñaseque estaba caminando. Sería sólo un sueño: nocaminaría. Quien no ama al prójimo no ama aDios» (Escala del paraíso 33).

Y San Gregorio Magno:«Así como todas las ramas de un árbol reciben

su vida de la raíz, así también las virtudes, siendomuchas, proceden todas de la caridad. Y no tieneverdor alguno la rama de las buenas obras, si noestán enraizadas en la caridad» (Homilía 27 so-bre los Evangelios).

–Marcos 8,34-39: El que pierde su vidapor Mí y por el Evangelio, la salvará. Eldiscípulo no es de mejor condición quesu Maestro. Le sigue de cerca, ha de imi-tarlo, y para eso es necesario tomar cadadía la propia cruz. Los apóstoles vieronen la Transfiguración un adelanto de lagloria futura. Aprendieron que por la Cruzse llega a la resurrección y a la vida. Co-menta San Agustín:

«Tal fue la determinación y el empeño comúnde todos los mártires: despreciar lo pasajero paraadquirir lo que permanece; morir para vivir, parano morir por vivir; vivir siempre a cambio de unasola muerte... Esto lo aprendieron de quien es, almismo tiempo, su Maestro, Redentor y Señor,puesto que a todos dijo: “quien ama su alma laperderá, pero quien la pierde por Mí la hallará enla vida eterna” (Mc 8,35).

«Así, pues, cuando se ama el alma, ella perece,y se la gana cuando se la pierde. Piérdala, pues, sila amas, para no perderla cuando la amas. Lodicho puede entenderse de dos maneras: “quienama a su alma en este mundo la perderá en elmundo futuro”. O también: “quien ama su almapara el mundo futuro la perderá en éste”. Según laprimera forma de entenderlo, quien ama su alma,temiendo morir por Cristo, la perderá y no vivirácon Cristo; y quien la ama para vivir en Cristo, laperderá, muriendo por Cristo... Y advierte quequien dijo “por Mí” es el Dios verdadero y lavida eterna» (Sermón 313,C,1).

SábadoAños impares

–Hebreos 11,1-7: Por la fe sabemos quela palabra de Dios configuró el univer-so. Las primeras páginas del Génesis soninterpretadas por el autor de la Carta a losHebreos desde el punto de vista de la fe.

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Solo la fe proporciona en este mundo elverdadero conocimiento de Dios. La feno es meramente un argumento racionalque afirma la vida futura, sino una ga-rantía absoluta, un posesión anticipada ysegura de la misma.

Ésa es la fe que guió la vida de los Pa-triarcas del Antiguo Testamento y por ellafueron agradables a Dios. El creyente estáconvencido de que Dios está presente enla historia, y que sus planes se van mani-festando en los acontecimientos de la mis-ma. Las Escrituras nos muestran que elantagonismo actual entre fe e increduli-dad es tan viejo como el hombre, y solotendrá fin al término de la historia huma-na. Entre tanto, al paso de los siglos, laIglesia se fundamenta sobre la roca de lafe. San Ireneo dice:

«Por diversos que sean los lugares, los miem-bros de la Iglesia profesan una misma y única fe:la que fue transmitida por los Apóstoles a susdiscípulos» (Tratado sobre las herejías 1,10).

– Las hazañas de Dios hay que contem-plarlas a la luz de la fe, pues de otro modopasan inadvertidas. El Autor de la Carta alos Hebreos contempla esas maravillas deDios en el Antiguo Testamento, que al-canzan su plenitud en el Nuevo. De esagozosa contemplación nace el Salmo 144:«Día tras día te bendeciré, y alabaré tunombre por siempre jamás. Grande es elSeñor y merece toda alabanza, es incal-culable su grandeza. Una generación pon-dera tus obras a la otra, y le cuenta tushazañas; alaban ellos la gloria de tu ma-jestad, y yo repito tus maravillas. Quetodas tus criaturas te den gracias, Señor,que te bendigan tus fieles; que procla-men la gloria de tu reinado, que hablende tus hazañas».

Años pares–Santiago 3,1-10: Ningún hombre es

capaz de domar la lengua. Ésta es capazde provocar grandes estragos. Debe ser-

vir para alabar a Dios, y no para maldecir-lo ni blasfemarlo; debe servir para hacer elbien a los hombres, y no para injuriarlos.La importancia de la lengua radica en elpoder grande que la palabra tiene, y en elsentido que se le da en la Biblia: expresa lomás íntimo y profundo de la persona. DiceSan Ambrosio:

«Recibe de Cristo para que puedas hablar a losdemás. Acoge en ti el agua de Cristo... Llena, pues,de esta agua tu interior, y tu razón quede humede-cida y regada por su propia fuente» (Carta 2,1-2).

–La verdad es de Dios, la mentira es delDiablo, padre de la mentira. El Salmo 11describe el poder maléfico de la lenguacuando dice la mentira. En contraste conesa posible mendacidad humana, la Pala-bra divina es siempre sincera y auténtica.Ella nos protege contra toda lengua mala yperversa: «Sálvanos, Señor, que se aca-ban los buenos, que desaparece la lealtadentre los hombres; no hacen más que men-tir a su prójimo, hablan con labios embus-teros y con doblez de corazón. Extirpe elSeñor los labios embusteros y la lenguafanfarrona de los que dicen: “la lengua esnuestra fuerza, nuestros labios nos defien-den, ¿quién será nuestro amo?” Las pala-bras del Señor son palabras auténticas,como plata limpia de ganga, refinada sieteveces. Tú nos guardarás, Señor, nos li-brarás para siempre de esa gente».

–Marcos 9,1-12: Se transfiguró anteellos. La Transfiguración es el anticipo delretorno glorioso de Cristo. De ella fuerontestigos de excepción Pedro, Santiago yJuan. La teofanía del Salvador en la sole-dad de la montaña no aparece con poder yfuerza, como en las teofanías del AntiguoTestamento, sino en una atmósfera de luzy de amor. San Jerónimo dice:

«Observad que Jesús no se transfigura mientrasestá abajo: sube, y entonces se transfigura. Y loslleva a ellos solos aparte, a un monte alto, y setransfigura delante de ellos, y sus vestidos se vuel-

6ª Semana del Tiempo Ordinario

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80 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

ven resplandecientes y blanquísimos (Mc 9,2-3). Incluso hoy en día Jesús está abajo para algu-nos, y arriba para otros. Los que están abajo tie-nen también abajo a Jesús, y son las turbas queno pueden subir al monte –al monte suben tansolo los discípulos, las turbas se quedan abajo–.Si alguien, por tanto, está abajo y es de la turba,no puede ver a Jesús en vestidos blancos, sino envestidos sucios»...

Y los tres apóstoles, «si no hubiesen visto aJesús transfigurado, si no hubiesen visto sus ves-tidos blancos, no hubieran podido ver a Elías yMoisés, que conversaban con Jesús. Mientraspensemos como los judíos y sigamos con la letraque mata, Moisés y Elías no hablan con Jesús ydesconocen el Evangelio. Ahora bien, si ellos [losjudíos] hubieran seguido a Jesús, hubieran mere-cido ver al Señor transfigurado y ver sus vestidosblancos, y entender espiritualmente todas las Es-crituras, y entonces hubieran venido inmediata-mente Moisés y Elías, esto es, la ley y los profe-tas, y hubieran conversado con el Evangelio...

«“Éste es mi hijo amadísimo, escuchadle”. Loque viene a decir el Evangelio es esto: “oh Pedro,que dices: os haré tres tiendas, una para ti, otrapara Moisés y otra para Elías, ¡no quiero que ha-gas tres tiendas! He aquí que yo os he dado latienda, que os protege. No hagas tiendas igual-mente para el Señor y para los siervos. Éste es miHijo amadísimo, escuchadle. Éste es mi Hijo. NoMoisés. No Elías. Ellos son siervos. Éste es Hijo,es decir de mi naturaleza, de mi sustancia, Hijo,que permanece en Mí y es totalmente lo que yosoy. Éste es mi hijo amadísimo. También aquéllosson amados, pero Éste es amadísimo: a Éste, portanto, escuchadle. Aquéllos lo anuncian, pero vo-sotros tenéis que escuchar a Éste: Él es el Señor,aquéllos son siervos, como vosotros. Moisés yElías hablan de Cristo, son siervos como voso-tros. Él es el Señor, escuchadle. No honréis a lossiervos del mismo modo que al Señor: escuchadsólo al Hijo de Dios”» (Comentario al Evangeliode San Marcos 9,7-8).

7ª Semana

DomingoEntrada: «Señor, yo confío en tu mise-

ricordia: alegra mi corazón con tu auxilioy cantaré al Señor por el bien que me hahecho» (Sal 12,6).

Colecta (del Misal anterior, retocada conel Gelasiano): «Dios todopoderoso y eter-no, concede a tu pueblo que la medita-ción de tu doctrina le enseñe a cumplirsiempre de palabra y de obra lo que a ti tecomplace».

Ofertorio (Veronense): «Al celebrar tusmisterios con culto reverente, te rogamos,Señor, que los dones ofrecidos paraglorificarte nos obtengan de ti la salva-ción».

Comunión: «Proclamo tus maravillas,me alegro y exulto contigo y toco en ho-nor de tu nombre, oh Altísimo» (Sal 9,2-3). «Señor, yo creo que tú eres el Me-sías, el Hijo de Dios, el que tenía que ve-nir al mundo» (Jn 11,27).

Postcomunión (del Misal anterior, y an-tes del Gregoriano): «Concédenos, Diostodopoderoso, alcanzar un día la salva-ción eterna, cuyas primicias nos ha en-tregado en estos sacramentos».

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CICLO ALa fe y la caridad cristiana se ejercitan

necesariamente en nuestra convivenciadiaria con los hombres. El amor, inclusoa los enemigos, el perdón sincero de todainjuria y el esfuerzo constante de pasarpor el mundo haciendo a todos el mayorbien posible, constituyen el gran signoque autentifica nuestra fe y que es al mis-mo tiempo la garantía cierta de nuestroamor real a Dios.

–Levítico 19,1-2.17-18: Amarás a tuprójimo como a ti mismo. El amor a Diosnos exige una actitud de fidelidad amo-rosa a su voluntad. Pero es también ur-gencia de amor fraterno entre quienesconviven con un mismo Dios y Padre.La lectura presente del Levítico está to-mada del llamado Código de Santidad.La exigencia de justicia, que en él se ma-nifiesta con respecto al prójimo, alcan-zará su perfección en los profetas, y so-bre todo en Cristo, en el Nuevo Testa-mento. Escribe Orígenes:

«Esto es lo que sucede cuando el hombre sehace “perfecto, como es perfecto el Padre celes-tial” (Mt 5,48), cuando obedece al mandamientoque dice: “sed santos, porque yo, el Señor Diosvuestro, soy santo” (Lev 19,2), y cuando prestaatención al que dice: “sed imitadores de Dios”(Ef 5,1). Sucede entonces que el alma virtuosadel hombre recibe los rasgos de Dios; y tambiénel cuerpo del que tiene tal alma se convierte entemplo del que, recibiendo los rasgos de Dios,ha llegado a ser imagen de Dios, y ha alcanzadoa tener en su alma, por razón de esta imagen, almismo Dios...» (Contra Celso 6,63).

Una persona así está dispuesta a amara Dios con todo su ser, con todas susfuerzas, con toda su alma, y al prójimo,sinceramente, como a sí mismo.

– Con el bellísimo Salmo 102 decimos:«El Señor es compasivo y misericordio-

so. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvi-des sus beneficios. Él perdona todas tusculpas y cura todas tus enfermedades».Todos esos beneficios proceden de que Éles bueno, y porque es bueno, nos ama.

–1 Corintios 3,16-23: Todo es vuestro,vosotros de Cristo y Cristo de Dios. En elCorazón de Cristo Jesús, que es Dios yHombre, la misma santidad divina se hahecho modelo y fuente para nosotros. Ysu caridad se ha constituido entre noso-tros vínculo de unidad y de perfección.San Agustín comenta:

«Tu mismo cuerpo es el templo del EspírituSanto en ti. Mira, pues, qué has de hacer en eltemplo de Dios. Si eligieses cometer un adulterioen la iglesia, dentro de estas paredes ¿quien habríamás criminal que tú? Ahora bien, tú mismo erestemplo de Dios. Cuando entras, cuando sales, cuan-do estás en tu casa, cuando te levantas, tú erestemplo. Mira lo que haces; procura no ofender alque mora en él, no sea que te abandone y te con-viertas en ruinas... Si desprecias tu cuerpo, consi-dera tu precio: “habéis sido comprados a gran pre-cio” (1 Cor 6,20)» (Sermón 82, 13).

Somos de Cristo, somos de Dios, y he-mos de actuar en consecuencia. Todossomos corresponsables en la edificaciónde la Iglesia. No podemos estar divididosentre nosotros.

–Mateo 5,38-48: Amad a vuestros ene-migos. Jesucristo, que nos ha garantizadocon su vida y su sacrificio la bondad delPadre para con nosotros, nos comunica anosotros por su Espíritu Santo la bondadhumilde y generosa para todos los hom-bres, incluso para quienes nos quieren mal.Así dice San Juan Crisóstomo:

«¡He aquí cómo pone el Señor el coronamientode todos los bienes! Porque, si nos enseña no sóloa sufrir pacientemente una bofetada, sino a volverla otra mejilla; no sólo a soltar el manto, sino aceder la túnica; no sólo a andar la milla a que nosesfuerzan, sino otra más por nuestra cuenta, todoello es porque quiere que recibas como la cosa másfácil algo muy superior a todo eso.

7ª Semana del Tiempo Ordinario

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82 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«“¿Y qué hay, me dices, superior a eso?” Quea quien cometa todos esos desafueros con noso-tros, ni siquiera le tengamos por enemigo. Y to-davía algo más, porque el Señor no dijo: “no leaborrecerás”, sino: “le amarás”. No dijo: “no leharás daño”, sino: “hazle el bien”.

«Y si examinamos atentamente las palabras delSeñor, aún descubrimos algo más subido que todolo dicho. Porque no nos mandó simplemente amara quienes nos aborrecen, sino también “rogar porellos”. ¡Mirad por cuantos escalones nos ha idosubiendo, y cómo ha terminado por colocarnosen la cúspide de la virtud!» (Homilías Sobre SanMateo 18,3-4).

CICLO BEl drama existencial del hombre, de todo

hombre, es el pecado. Por eso la misiónsalvífica más profunda del Corazón deCristo Redentor consiste en hacer posiblenuestra regeneración. La hace posible, enefecto, por su poder divino para perdo-nar nuestros pecados, por ser el Hijo muyamado del Padre, por haberse hecho Víc-tima reparadora por nuestras culpas (Is53). Por tanto, solo en Él y por Él ha sidoposible nuestra redención. Toda nuestravida ha de ser una correspondencia de gra-titud y de amor.

–Isaías 43,18-19.21-22.24-25: Yo soy elque borro tus crímenes. El Señor, aunqueabate el orgullo humano con castigos pro-videnciales, nunca renuncia a sus desig-nios de salvación. Más se complace ensalvar a los contritos de corazón, que enaniquilar a los obstinados en la culpa.Colaborando con la gracia del Salvador,nuestra conversión, nuestra lucha contrael pecado, ha de ser permanente, siempresostenidos por la esperanza. Tenemosconfianza en la misericordia de Dios, quees eterna, fiel a sí misma.

–Con el Salmo 40 decimos: «Sáname,Señor, que he pecado contra ti. Dichosoel que cuida del pobre y desvalido, en eldía aciago lo pondrá a salvo el Señor. El

Señor lo guarda y lo conserva en vida paraque sea dichoso en la tierra y no lo entre-ga a la saña de sus enemigos. El Señor losostendrá en el lecho del dolor, calmarálos dolores de su enfermedad. Yo dije: “Se-ñor, ten misericordia, sáname, porque hepecado contra Ti”. A mí, en cambio, meconservas la salud, me mantienes siem-pre en tu presencia. Bendito el Señor, Diosde Israel, ahora y por siempre. Amén.Amén».

–2 Corintios 1,18-22: Jesús no fue «síy no», sino «sí». Toda la historia de lasalvación es fruto de un designio inmuta-ble de redención. El Corazón de Jesucris-to es el «sí» y el «amén» (Ap 3,14) de lasalvación para los hombres. Dios ha cum-plido en Él sus promesas. Jesucristo es laúnica medicina de nuestros males. Escri-be San Agustín:

«Para eso el Hijo de Dios asumió al hombre yen él padeció los achaques humanos. Esta medi-cina de los hombres es tan alta, que no podemosni imaginarla. Porque ¿qué orgullo podrá curarse,si con la humildad del Hijo de Dios no se cura?¿Qué avaricia podrá curarse, si con la pobreza delHijo de Dios no se cura? ¿Qué iracundia podrásanarse, si con la paciencia del Hijo de Dios no secura? ¿Qué impiedad podrá curarse si con la cari-dad del Hijo de Dios no se cura? En fin, ¿quédebilidad podrá curarse, si con la resurrección delcuerpo del Hijo de Dios no se cura? Levante suesperanza el género humano, y reconozca su na-turaleza. Vea qué alto lugar ocupa entre las obrasde Dios» (El combate cristiano 11).

–Marcos 2,1-12: El Hijo del Hombretiene en la tierra potestad para perdonarlos pecados. Jesús entendió siempre quesu misión en este mundo era manifestarsus poderes redentores, hasta renovar alhombre por el perdón de los pecados. Enla medida en que el hombre moderno haperdido el sentido de Dios, ha sofocadoen sí mismo el sentido del pecado y, poreso mismo, se ha hecho incapaz de reci-bir a un Cristo Salvador, que viene comoCordero inmaculado, para quitar el peca-

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do del mundo con su muerte. Clementede Alejandría escribe:

«Nuestro buen Pedagogo, Él, que es la Sabi-duría y el Logos del Padre, y que ha creado alhombre, asume el cuidado de su criatura por en-tero. Él cuida a un mismo tiempo del cuerpo ydel alma, Él, el Médico de la humanidad, capazde curarlo todo. El Salvador dice al que está ten-dido: “levántate, toma tu camilla y vete a tucasa” (Mt. 9, 6; Mc. 2, 1-12). Y al que ya estádifunto le dice: “Lázaro, sal fuera”, y el muertosale del sepulcro, tal como estaba antes de expi-rar, obrando así su resurrección (Jn 11,43-44).Cierto, Él cura igualmente al alma, en sí misma,por sus preceptos y por sus gracias. Para seguirlos consejos, ella necesita tiempo; pero para re-cibir las gracias, Él es lo bastante rico para decira los pecadores, que somos nosotros: “tus peca-dos te son perdonados”» (El Pedagogo 1,2,2-4).

CICLO CSi por la fe reconocemos a Dios como

Padre nuestro; si por la esperanza con-fesamos la bondad de Dios, que nos haredimido a todos para una vida comúneterna; si por la caridad vivimos el man-dato de Cristo Jesús, de amarnos comoÉl mismo nos amó..., nuestra vida se haceun reflejo constante de la misma bondaddivina.

–1 Samuel 26,2.7-9.12-13.22-23: El Se-ñor te puso hoy en mis manos, pero yo nohe querido atentar contra ti. David figuraen la historia de la salvación como unsímbolo viviente de Cristo Rey. Su bon-dadosa magnanimidad ante su enemigoSaúl es solo una sombra de la infinita ca-ridad de Cristo para con nosotros. To-dos sabemos cómo es fácil caer en latentación de la venganza, del odio, de ha-cer la justicia por uno mismo, de res-ponder con dureza a los agravios recibi-dos. David, figura anti-cipadora de Je-sús, sabe compadecerse y perdonar. SanJuan Crisóstomo dice:

«El amor que se tiene, cuando su motivo esCristo, es un amor firme, inquebrantable e in-

destructible. Nada, ni las calumnias, ni los peli-gros, ni la muerte, ni cosa semejante, será capaz dearrancarlo del alma. Quien así ama, aun cuandotenga que sufrir cuanto se quiera, no dejará nuncade amar, si mira el motivo por el que ama. Encambio, al que ama por ser amado se le terminarásu amor apenas sufra algo desagradable. Pero quienestá unido a Cristo jamás se apartará de ese amor»(Homilía 60 sobre San Mateo).

–Con el Salmo 102 proclamamos: «ElSeñor es compasivo y misericordioso.Bendice, alma mía, al Señor, y no olvidessus beneficios. Él perdona todas tus cul-pas y cura todas tus enfermedades; Él res-cata tu vida de la fosa y te colma de graciay de ternura. El Señor es lento a la ira yrico en clemencia; no nos trata como me-recen nuestros pecados, ni nos paga se-gún nuestras culpas. Como dista el orien-te del ocaso, así aleja de nosotros nues-tros delitos; como un padre siente ternurapor su hijos, siente el Señor ternura porsus fieles».

–1 Corintios 15,45-49: Nosotros, que so-mos imagen del hombre terreno, seremostambién imagen del hombre celestial. Oi-gamos a San León Magno:

«Dice el Apóstol: “el primer hombre fue de latierra, terreno; el segundo fue del cielo. Cual es elterreno, tales son los terrenos; cual es el celestial,tales son los celestiales. Y como llevamos la ima-gen del terreno, llevaremos también la imagen delcelestial” (1 Cor 15,47-49). Debemos alegrarnosmucho de este cambio, que nos hace pasar de laoscuridad terrestre a la dignidad celeste, por unefecto de la inefable misericordia de aquel que,para elevarnos hasta sus dominios, ha descendidoal nuestro, pues no ha tomado sólo la sustancia,sino también la condición de la naturaleza pecado-ra, y ha permitido que su inefable divinidad sufratodo lo que, en su extrema miseria, experimenta lahumana mortalidad» (Sermón 71).

–Lucas 6,27-38: Sed compasivos comovuestro Padre es compasivo. La bondad yel amor, superando toda enemistad, odio oindiferencia ante nuestros hermanos loshombres, nos hacen realmente semejan-

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tes a nuestro Padre celestial. Nos hacen,como dice San Pablo, «hombres celestia-les». Enseña San Ambrosio:

«La virtud no sabe medir el beneficio que hace;en efecto, no se contenta con dar lo que ha recibi-do, quiere acumular sobre lo que se le ha dado,para no ser inferior en el beneficio, aunque seaigual en el servicio...

«El cristiano está formado en esta escuela, detal modo que, no contento con el derecho natural,busca la delicadeza [del amor]. Si todos, aun lospecadores, están de acuerdo en corresponder alafecto, aquél cuyas convicciones son de un ordenmás elevado, debe inclinarse más generosamentea la virtud, hasta llegar a amar también a aquellosque no le aman... Así como te avergonzaría nocorresponder al que te ama, y así como el deseode hacer un beneficio hace nacer en ti el amor delque antes no amabas, así también debes amar alque no te ama por amor a la virtud, de tal modoque, amando la virtud, comenzarás a amar al queno amabas.

«Débil y caduco es, por otra parte, el salariodel amor; y eterno el premio de la virtud... “Sedcompasivos, como vuestro Padre es compasivo»(Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, lib.V,74-75).

LunesAños impares

–Eclesiástico 1,1-10: La Sabiduría fuecreada antes que todo. La Escritura pre-senta y personifica a la Sabiduría junto aDios, como preexistente al mundo crea-do. La tradición cristiana ha visto en estetexto una revelación anticipada del Verbode Dios, que está en el seno del Padredesde toda la eternidad. San Agustín dice:

«El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría.¿Qué maravilla, pues, si ha sido enviado, no por-que sea desemejante al Padre, sino porque es unaemanación pura de la claridad del Dios omnipo-tente (Sal 7,26)? Allí el caudal y la fuente son unamisma sustancia... Nuestra ciencia es Cristo; ynuestra sabiduría es también Cristo. El plantó ennuestras almas la fe de las cosas temporales y, enlas eternas, nos manifiesta la verdad. Por Él cami-namos hacia Él, y por la ciencia nos dirigimos a la

Sabiduría, pero sin apartarnos de la unidad deCristo, “en quien se hallan escondidos todos lostesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2,3)»(Tratado sobre la Santísima Trinidad 4,20,27 y13,19,24).

–En el Salmo 92 se canta el dominiocósmico de Dios, que domina todas lasfuerzas hostiles y establece un orden jus-to por medio de sus mandatos. De estemodo la Sabiduría cósmica de que hablael Eclesiástico queda completada con laLey. El temor de Dios hace guardar suspreceptos y conduce a la suma sabiduría:«El Señor reina, vestido de majestad, elSeñor vestido y ceñido de poder; así estáfirme el orbe y no vacila. Tu trono estáfirme desde siempre y Tú eres eterno. Tusmandatos son fieles y seguros, la santi-dad es el adorno de tu casa, Señor, pordías sin término».

Años pares–Santiago 3,13-18: La Sabiduría que

viene de arriba es pura y amante de lapaz. Otra hay que es terrena, animal, dia-bólica. Los actos de cada uno muestranqué clase de sabiduría es la que los inspi-ran. Las disensiones surgen de una sabi-duría orgullosa, nacen del egoísmo y eldesprecio de los hermanos, e introducenla confusión y la desunión en la Iglesia.En cambio, la verdadera sabiduría se otor-ga a los pequeños y se adquiere por donde Dios, no por el esfuerzo humano. SanLeón Magno dice:

«La sabiduría cristiana no consiste en la abun-dancia de palabras, ni en la sutileza de los razona-mientos, ni en el deseo de alabanza y gloria, sinoen la verdadera y voluntaria humildad que nues-tro Señor Jesucristo, desde el seno de su Madrehasta el suplicio de la Cruz, eligió y enseñó comoplenitud de fuerza» (Sermón 37).

«La sabiduría que viene de arriba, ante todo espura y, además, amante de la paz, comprensiva,dócil, llena de misericordia»...

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–La mejor sabiduría es la buena con-ducta, aquella que se ajusta al cumpli-miento fiel de los mandatos de Dios. Ellaes alegría, luz y fuerza para el hombre.En su fidelidad sencilla y alegre refleja alhombre la sabiduría que le viene de arri-ba. Así lo cantamos en el Salmo 18: «Losmandatos del Señor son rectos y alegranel corazón del hombre. La ley del Señores perfecta y descanso del alma; el pre-cepto del Señor es fiel e instruye al igno-rante. Los mandatos del Señor son rec-tos y alegran el corazón; la norma delSeñor es límpida y da luz a los ojos. Lavoluntad del Señor es pura y eternamen-te estable; los mandamientos del Señorson verdaderos y enteramente justos. Quete agraden las palabras de mi boca y lle-gue a tu presencia el meditar de mi cora-zón, Señor, roca mía, redentor mío».

–Marcos 9,13-28: Tengo fe, pero dudo;ayúdame. Con ocasión del relato de lacuración de un niño epiléptico, Jesús re-crimina la falta de fe de los discípulos.Una oración de súplica, hecha con fe,consigue del Señor lo que pide. Tertulia-no exalta esta fuerza inmensa de la ora-ción:

«¡Hemos leído tantos testimonios ciertos dela eficacia de la oración! La oración antigua eracapaz de salvar del fuego, de las fieras, del ham-bre; y eso que aún no había recibido la forma quele dio Cristo. Y la eficacia de la oración cristianaes ahora mucho mayor. Ella no envía ángeles queapaguen las llamas, ni mantiene cerradas las fau-ces de los leones, ni trae pan a los hambrientos,ni suprime ninguna impresión de los sentidospor un don de la gracia. Ella concede la fe, quehace comprender lo que el Señor reserva a losque sufren por Su nombre» (Sobre la Oración28-29).

Y San Agustín:«Si la fe falla, la oración es inútil. Por eso,

cuando oremos, creamos y oremos para que nofalte la fe. La fe produce la oración, y la oraciónproduce a su vez la firmeza de la fe» (Sermón243,2).

Hasta el fin de los tiempos la Iglesia diri-girá ese clamor suplicante a Dios Padre,por medio de Jesucristo, en la unidad delEspíritu Santo, porque son muchos lospeligros y continuas las necesidades de sushijos. Éste es el primer oficio de la Iglesiay, por tanto, el primer deber de los sacer-dotes, religiosos y laicos.

Martes

Años impares–Eclesiástico 2,1-13: Prepárate para las

pruebas. En el momento de la tentación esnecesario ante todo desconfiar de uno mis-mo y confiar en el Señor, pidiendo y espe-rando su misericordia. Comenta SanAgustín.

«La paciencia no parece necesaria para las si-tuaciones prósperas, sino para las adversas. Na-die soporta pacientemente lo que le agrada. Por elcontrario, siempre que toleramos, que soporta-mos algo con paciencia, se trata de algo duro yamargo; por eso no es la felicidad, sino la infelici-dad lo que necesita la paciencia» (Sermón 359, A,2).

Y San Ignacio de Antioquía:«Mantente firme como un yunque golpeado por

el martillo. A un gran atleta corresponde vencer apesar de los golpes. Sobre todo soportándolospor Dios, para que Él también nos soporte» (Car-ta a San Policarpo).

–Con el Salmo 36 proclamamos: «En-comienda tu camino al Señor, y Él actua-rá. Confía en el Señor y haz el bien, habitatu tierra y practica la lealtad; sea el Señortu delicia, y Él te dará lo que pide tu cora-zón. El Señor vela por los días de los bue-nos, y su herencia durará siempre; no seagostarán en tiempo de sequía, en tiempode hambre se saciarán. Apártate del mal yhaz el bien, y siempre tendrás una casa;porque el Señor ama la justicia y no aban-dona a sus fieles. Los inicuos son exter-minados, la estirpe de los malvados se ex-

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86 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

tinguirá. El Señor es quien salva a los jus-tos. Él es su alcázar en el peligro. El Se-ñor los protege y los libra, los libra de losmalvados y los salva, porque se acogen aÉl»

Años pares–Santiago 4,1-10: Pedís y no recibís,

porque pedís mal. El Señor no escucha lasúplica que no está inspirada por su Espí-ritu, sino por el espíritu del mundo y porsus avideces. Comenta San Agustín:

«Como el hombre no puede servir a dos seño-res, así tampoco puede gozarse al mismo tiempoen el mundo y en el Señor. Estos dos gozos sonmuy diferentes y hasta totalmente contrarios.Cuando uno se goza en el mundo, no se goza en elSeñor, y cuando se goza en el Señor, no se gozaen el mundo. Venza el gozo en el Señor y dismi-nuya continuamente el gozo en el mundo, hastaque desaparezca» (Sermón 171,1).

Mala es la oración que va dominada porel egoísmo, y que no pretende sino satisfa-cer los deseos terrenales.

–Después de la lectura de Santiago, nosinvita el Salmo 54 a centrar en Dios nues-tros esperanza. Aunque las dificultadessean muchas y graves, y la tendencia almal sea fuerte en el corazón humano, elcristiano debe permanecer en una con-fianza serena en el Señor, que tiene sobreél una especial providencia: «Pienso,¿quién me diera alas para volar y posar-me? Emigraría lejos, habitaría en el de-sierto. Me pondría enseguida a salvo dela tormenta, del huracán que me devora,Señor, del torrente de sus lenguas. Veo enla ciudad violencia y discordia: día y no-che hacen la ronda sobre sus murallas.Encomienda a Dios tus afanes, que Él tesustentará; no permitirá jamás que el jus-to caiga».

«Cualquier cosa que te suceda, recíbela comoun bien, consciente de que nada pasa sin que Dioslo haya dispuesto» (Carta de Bernabé 19).

Cuando el cristiano vive de la fe —conuna fe que no sea mera palabra, sino rea-lidad de oración personal—, la seguridaddel amor de Dios se manifiesta en alegría,en libertad interior, en paz, en gozo espi-ritual, en confianza segura.

–Marcos 9,29-36: El Hijo del Hombreva a ser entregado y lo matarán. Quienquiera ser el primero, que sea el último.Jesús llega a Cafarnaúm, y después deanunciar su Pasión por segunda vez, en-seña a sus discípulos que el servicio a losdemás es la única grandeza verdadera. Eseservicio, además, ha de ser especialmen-te solícito con los pobres, con los meno-res, con los niños.

Por eso, en la comunidad cristiana elpuesto de mayor honor es el de mayorservicio a los demás. Mantener en ellapuestos honoríficos, basados en clases so-ciales, riquezas o cargos, daña directa-mente el corazón mismo de la comuni-dad. Como enseña San Gregorio Magno,nada agrada a Dios si no va hecho conhumildad:

«Aun las buenas acciones carecen de valor cuan-do no están sazonadas por la virtud de la humil-dad. Las más grandes, practicadas con soberbia,en vez de ensalzar, rebajan. El que acopia virtu-des sin humildad, arroja polvo al viento, y dondeparece que obra provechosamente, allí incurre enla más lastimosa ceguera. Por tanto, hermanosmíos, mantened en todas vuestras obras la humil-dad» (Homilía sobre los Evangelios 7).

Lo mismo dice Casiano:«Nadie puede alcanzar la santidad si no es a

través de una verdadera humildad» (Instituciones12,23).

Es el camino andado por Cristo, el quemismo que siguió la Virgen María y por elque han marchado los santos.

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MiércolesAños impares

–Eclesiástico 4,12-22: Dios ama a losque aman la sabiduría. Ella es manantialde vida y felicidad para los que la sirven.La Sabiduría, en lugares de la Escrituracomo éste, se muestra personificada,como un Maestro que llama hijos a susdiscípulos. Altísimos son los bienes queella ofrece: favor, bendición, amor delmismo Dios. Actúa como mediadorapara conducir y levantar al hombre haciaDios.

Ser sabio es aceptar los propios lími-tes, sin cegarse con falsas soluciones, nidormirse con seguridades falsas. En lu-gar de amilanarse en cada contratiempo,el sabio ejerce con humildad la pruden-cia. La Sabiduría es anterior a él, y nun-ca le faltará a aquél que le guarda fideli-dad. Más que en los libros y en los maes-tros de este mundo, el cristiano aprendela Sabiduría en su propia fuente, que esCristo Jesús, el Verbo divino encarnado,que nos ha dejado en los Evangelios unosmensajes de vida, y nos ha comunicadopalabras de vida eterna, que no pasan yque superan toda sabiduría mundana.

–Una vez más el Salmo 118, el máslargo de todo el Salterio, nos ofrece ver-sos preciosos para meditar en la Sabidu-ría. Aprendemos en él que la voluntad deDios, hecha Palabra, guía al hombre enel camino de la vida, es decir, en Cristo,pues Él es el Camino verdadero: «Mu-cha paz tienen los que aman tus leyes, ynada los hace tropezar. Guardo tus de-cretos, y Tú tienes presentes mis cami-nos. De mis labios brota la alabanza, por-que me enseñaste tus leyes. Mi lenguacanta tu fidelidad, porque todos tus pre-

ceptos son justos. Ansío tu salvación, Se-ñor; tu voluntad es mi delicia. Que mi almaviva para alabarte, que tus mandamientosme auxilien».

Años pares–Santiago 4,13-17: Debéis decir: «si el

Señor lo quiere». ¿Quiénes somos noso-tros para disponer de nuestra vida, comosi fuera nuestra propia, y no de Dios? Co-menta San Agustín:

«¿Qué consejo puedo daros?... ¿He depresentaros acaso libros para mostraros cómo lascosas son inciertas, pasajeras, casi nada y cuáncierto es lo que está escrito? “¿Qué es vuestravida? Un vapor, que aparece un instante, y pron-to se disipa” (Sant 4,15). Ayer vivía, hoy ya noexiste; hace poco que se le veía, pero ahora no haynadie a quien ver. Se conduce al sepulcro a unhombre; los acompañantes vuelven tristes, y enseguida se olvidan. Se dice: “¡Qué poca cosa es elhombre!” Y esto lo dice el hombre mismo, pero nose corrige, a fin de ser algo y dejar de ser nada»(Sermón 302,7).

–A esa lectura de Santiago le convienebien el Salmo 48, que en tono sapiencialmedita sobre la suerte de ricos y pobres ala luz del común destino: la muerte. Antelo provisional de la vida, lo más cuerdo esadherirnos a la voluntad de Dios con todaconfianza: «Oíd esto, todas las naciones,escuchadlo, habitantes del orbe; plebeyosy nobles, ricos y pobres. ¿Por qué habréde temer los días aciagos, cuando se acer-quen y acechen los malvados que confíanen su opulencia y se jactan de sus inmen-sas riquezas? ¿Si nadie puede salvarse nidar a Dios un rescate? Es tan caro el res-cate de la vida, que nunca bastará para vi-vir perpetuamente, sin bajar a la fosa. Mi-rad: los sabios mueren lo mismo que pere-cen los ignorantes y necios, y legan susriquezas a extraños».

–Marcos 9,37-39: El que no está contranosotros está a nuestro favor. El seguir aJesucristo y cumplir la misión que nos

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88 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

encomienda no da ningún derecho a pri-vilegio alguno. No podemos apropiarnosel Evangelio con criterios partidistas, nimirando propios intereses humanos.Nuestra entrega al mensaje salvífico deCristo ha de brotar de un amor puro a supersona, a su obra y a las almas, a las queprocuramos que llegue por todos los me-dios a nuestro alcance, buscando su ple-na incorporación a la Iglesia de Jesucris-to y su salvación.

Hemos de tener amplitud de miras entoda obra apostólica. Hemos de vivir fra-ternalmente unidos, y desear que sean mu-chos los que trabajen en el apostolado dela Iglesia. Sería absurdo tirar piedras alpropio tejado. Hemos de alegrarnos deléxito de todas las empresas apostólicas dela Iglesia. San Gregorio Magno dice:

«Examine cada uno lo que hace, y vea si trabajaen la viña del Sembrador. Porque el que en estavida procura el propio interés no ha entrado toda-vía en la viña del Señor. Pues para el Señor traba-jan quienes buscan no su propia ganancia, sino ladel Señor..., aquellos que se desvelan por ganaralmas, y se dan prisa por llevar a otros a la viñadel Señor» (Homilía sobre los Evangelios 19).

JuevesAños impares

–Eclesiástico 5, 1-10: No tardes en vol-ver al Señor. No hay que fiarse de las ri-quezas ni de las apariencias exteriores. Esnecesario por encima de todo dar de ladoa los razonamientos engañosos sobre lasconsecuencias del pecado.

Hay dos formas de presunción: la con-fianza arrogante del hombre en las rique-zas y el poder que acumula, y la presun-ción de apoyarse en la misericordia deDios para seguir pecando. Es algo increí-ble, pero hasta ahí llega la miseria del hom-bre. Comenta San Agustín:

«No queráis ahogar con las codicias y cuidadosseculares la buena semilla que nuestro ministerio

va sembrando en vosotros. Sed tierra buena...Hoy me dirijo a la cizaña; también hay ovejas queson cizaña. ¡Oh, cristianos malos! Con vuestronúmero y mala vida oprimís a la Iglesia. Corre-gíos antes de que llegue la siega. “No digáis: pe-qué, ¿y qué me ha sucedido?” (Eclo 5,4). Dios noha perdido su potencia, pero exige de ti la peni-tencia. Esto lo digo a los malos, aunque son cris-tianos» (Sermón 73,3).

–El Salmo 1 nos ofrece una meditaciónadecuada a la lectura anterior: «Dichosoel hombre que no sigue el consejo de losimpíos, ni entra por la senda de los peca-dores, ni se sienta en la reunión de loscínicos, sino que su gozo es la ley delSeñor, y medita su ley día y noche. Serácomo un árbol plantado al borde que laacequia; da fruto en su sazón y no semarchitan sus hojas; y cuanto emprendetiene buen fin. No así los impíos, no así;serán paja que arrebata el viento. Porqueel Señor protege el camino de los justos,pero el camino de los impíos acaba mal».

Años pares

–Santiago 5,1-6: El jornal defraudadoa los obreros está clamando contra voso-tros ante el Señor. El apóstol advierte a losricos sobre lo precario de sus bienes ma-teriales, y les pide que recuerden el juiciode Dios, ante el que han de dar cuenta.San León Magno dice:

«Amar la justicia no es otra cosa sino amar aDios. Y como este amor de Dios va siempre uni-do al amor que se interesa por el bien del prójimo,el hambre de justicia se ve acompañada de la vir-tud de la misericordia» (Sermón 95).

Y San Gregorio Magno:«Si queréis, dejáis lo que tenéis, aun retenién-

dolo, siempre que administréis lo temporal aspi-rando con toda vuestra alma hacia lo eterno»(Homilías sobre los Evangelios 36).

– Las apariencias engañan. Los que pa-rece que lo poseen todo y de todo disfru-tan, están muchas veces pobres, misera-

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bles y orientados a la propia destrucción.Es lo que medita el Salmo 48, exhortan-do a no poner la confianza en el dinero:«Éste es el camino de los confiados, eldestino de los hombres satisfechos: sonun rebaño para el abismo; se desvanecesu figura, y el abismo es su casa. Pero, amí Dios me salva, me saca de las garrasdel abismo y me lleva consigo. No te pre-ocupes si se enriquece un hombre y au-menta el fasto de su casa; cuando muerano se llevará nada, su fasto bajará con él.Aunque en vida se felicitaba: “ponderanlo bien que lo pasas”, irá a reunirse consus antepasados, que no volverán nuncaa la luz».

Oigamos a San Basilio:«Se ven gentes que arrojan sus fortunas a los

luchadores, a los comediantes, a repugnantesgladiadores, en los teatros, por la gloria de unmomento y por ruidoso aplauso del pueblo. Y ati ¿te preocuparán unos gastos con los que pue-des ganar una gloria tan grande? Será Dios el quete aplaudirá, serán los ángeles los que te aclama-rán, serán todos los hombres que han existidodesde la creación los que celebrarán tu dicha:recibirás una gloria imperecedera, una corona dejusticia: el Reino de los cielos, tal será el premioque tú recibirás por haber administrado bien tusbienes perecederos» (Homilía sobre la caridad).

–Marcos 9,40-49: Más te vale entrarmanco en la vida, que ir con las dos ma-nos al abismo. Cristo hace resaltar la gra-vedad del escándalo, que el discípulodebe evitar cueste lo que cueste. Estarcon Cristo supone estar con todos loshombres. Su amor lleva siempre a unasolidaridad humana. Todo amor al Señory al prójimo se han de traducir en un es-píritu de servicio a todos. Hay que sacri-ficar todo al Amor divino. Hay que hacerun sacrificio agradable a Dios. El discí-pulo de Cristo y candidato al Reino ha deser despiadado consigo mismo, si advier-te que existe en él un obstáculo que im-pide el fin para el que ha sido llamado

por Dios desde toda la eternidad. SanBasilio hablaba así a los jóvenes:

«No hay que buscar lo superfluo, ni se debemimar al cuerpo más de lo necesario, para quesirva al alma... Si un cuidado excesivo del cuerpoes nocivo y perjudicial para el alma, es una locuramanifiesta servirle y mostrarse sumiso a él» (Dis-curso a los jóvenes).

ViernesAños impares

–Eclesiástico 6,5-17: Un amigo fiel notiene precio. Es necesario guardarse de lafalsa amistad; pero ¡dichoso el que tieneun amigo fiel! Los Santos Padres han tra-tado muchas veces sobre la falsa y verda-dera amistad. El Beato Elredo tiene un Tra-tado sobre la amistad espiritual, en el quedice:

«Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable yconstante amistad: la que no se deja corromperpor la envidia, la que no se enfría por las sospe-chas, la que no se disuelve por la ambición; la que,puesta a prueba, no cede; la que, a pesar de mu-chos golpes, no cae; la que, batida por muchasinjurias, se muestra inflexible» (3).

Y San Juan Crisóstomo:«Si una desatención, un perjuicio en los intere-

ses, la vanagloria, la envidia o cualquier otra cosasemejante, bastan para deshacer la amistad, es queesa amistad no dio con la raíz sobrenatural» (Ho-milía 60 sobre San Mateo).

San León Magno:«Una amistad fundada en deseos pecaminosos,

en pactos que arrancan de la injusticia, y en elacuerdo que parte del vicio, nada tiene que ver conel logro de la paz» (Sermón 95).

–Una vez más el Salmo 118 nos señalaque el camino a seguir es la voluntad deDios: «Bendito eres, Señor, enséñame tusleyes. Tu voluntad es mi delicia, no olvi-daré tus palabras. Ábreme los ojos y con-templaré las maravillas de tu voluntad. Ins-trúyeme en el camino de tus decretos, ymeditaré tus maravillas. Enséñame a cum-

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90 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

plir tu voluntad, y a guardarla de todo co-razón. Guíame por las sendas de tus man-datos, porque ella es mi guía».

«Esforcémonos en guardar sus mandamientospara que su voluntad sea nuestra alegría» (Cartade Bernabé 2).

Años pares–Santiago 5,9-12: Mirad que el juez

está a la puerta. Ante la venida del Señor,que puede venir cuando menos lo pense-mos, Santiago exhorta al amor fraterno ya la paciencia. No es perfecto el amor sitodavía hay tensiones y conflictos entrelos hombres. El amor que Cristo quierecomunicarnos va mucho más allá que lamera simpatía de los paganos. Aviso se-mejante da San Gregorio Magno:

«Ved cómo va pasando todo cuanto hacéis cadadía. Queráis o no, os aproximáis más al juicio. Eltiempo no perdona. ¿Por qué, pues, amar lo quese ha de abandonar? ¿Por qué no prestar másatención al fin a donde se ha de llegar?» (Homilía15 sobre los Evangelios).

–Con el Salmo 102 entonamos un him-no a la misericordia de Dios: «Bendice,alma mía, al Señor y no olvides sus bene-ficios. Él perdona todas tus culpas, y curatodas tus enfermedades; Él rescata tu vidade la fosa y te colma de gracia y de ternu-ra. El Señor es compasivo y misericor-dioso, lento a la ira y rico en clemencia;no está siempre acusando, ni guarda ren-cor perpetuo. Como se levanta el cielosobre la tierra, se levanta su bondad so-bre su fieles; como dista el oriente delocaso, así aleja de nosotros nuestros de-litos». Dice San Agustín:

«Oye cómo fuiste amado, cuando no eras ama-ble; oye cómo fuiste amado, cuando eras torpe yfeo; cómo fuiste amado antes, en fin, de que hu-biera en ti cosa digna de amor. Fuiste amado pri-mero, para que te hicieses digno de ser amado»(Sermón 142). Y el mismo Doctor: «Ningún pe-cador, en cuanto tal, es digno de amor; pero todohombre, en cuanto tal, es amable» (Sobre la doc-trina cristiana 1).

–Marcos 10,1-12: Lo que Dios ha uni-do, que no lo separe el hombre. Jesús,respondiendo a una pregunta formuladapor los fariseos para tenderle una trampa,condena el divorcio. Jesucristo, por en-cima de las concesiones hechas por la leyde Moisés, restaura la pureza original dela ley conyugal: no se atreva el hombre aseparar lo que Dios ha unido. Atenágoras,apologista del siglo III, escribe:

«Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna,despreciamos las cosas de la vida presente y aunlos placeres del alma. Cada uno de nosotros tienepor mujer a la que tomó según las leyes que noso-tros hemos establecido, y aun ésta en vistas a laprocreación. Porque así como el labrador, unavez echada la semilla en la tierra, espera la siega yno sigue sembrando, así para nosotros la medidadel deseo es la procreación de los hijos. Y hastaes fácil hallar entre nosotros muchos hombres ymujeres que han llegado célibes hasta su vejez,con la esperanza de alcanzar así una mayor inti-midad con Dios» (Súplica en favor de los cristia-nos 33).

El texto de Atenágoras refleja una con-cepción muy ascética y espiritual del ma-trimonio, vigente en su tiempo. San Pa-blo, en 1 Corintios 7, da sobre estos temasuna doctrina más exacta y autorizada.

Sábado

Años impares–Eclesiástico 17,1-13: Dios hizo el hom-

bre a su imagen. El texto comenta la crea-ción del hombre, que es grande, comoimagen de Dios, y al mismo tiempo pe-queño, por la limitación de la vida, que esbreve y mortal. En todo caso, recibe deDios el hombre un poder sobre el mundovisible, y ha de rendir cuenta del ejerciciode su señorío al mismo Dios que le cons-tituyó señor, al Dios Creador de todocuanto existe y del mismo hombre. Elhombre, creado a imagen de Dios, está

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llamado a entrar en la amistad del Señor,y al mismo tiempo, ha de permanecer ensu obediencia. San Ireneo dice:

«Así como en nuestra creación original enAdán, el soplo vital de Dios, infundido sobre elmodelo de sus manos, dio la vida al hombre yapareció como viviente racional, así también enla consumación, el Verbo del Padre y el Espíritude Dios, unidos a la sustancia modelada en Adán,hicieron al hombre viviente y perfecto, capaz dealcanzar al Padre perfecto.

«De esta suerte, de la misma manera que to-dos sufrimos la muerte en el hombre animal, tam-bién hemos recibido la vida en el hombre espiri-tual. Porque no escapó Adán jamás de las manosde Dios, a las que el Padre decía: “hagamos alhombre a nuestra imagen y semejanza” (Gén1,26). Y por esta misma razón, en la consuma-ción, también sus manos vivificaron al hombre,haciéndolo perfecto, no por voluntad de la carneni por voluntad del hombre (Jn 1,3), para queAdán, el hombre, fuera hecho a imagen y seme-janza de Dios» (Contra las herejías 5,1,3).

–Con el Salmo 102 cantamos el amorinmenso de Dios, su paternal compren-sión respecto al hombre. Sin ella, la exis-tencia del hombre sería una gran trage-dia: «Como un padre siente ternura porsu hijos, siente el Señor ternura por susfieles; porque Él conoce nuestra masa,se acuerda de que somos barro. Los díasdel hombre duran lo que la hierba, flore-cen como flor del campo, que el vientola roza y ya no existe, su terreno no vol-verá a verla. Pero la misericordia del Se-ñor dura siempre, su justicia pasa de hi-jos a nietos: para los que guardan la alian-za».

Años pares–Santiago 5,13-20: Mucho puede ha-

cer la oración del justo. San Agustín es-cribe:

«Cuando hablamos con Dios en la oración, elHijo está unido a nosotros; y cuando ruega elCuerpo del Hijo, lo hace unido a la Cabeza. Deeste modo, el único Salvador, Nuestro Señor Je-

sucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora ennosotros, y al mismo tiempo es a Él a quien dirigi-mos la oración. Ora por nosotros como Sacerdotenuestro; ora en nosotros, como nuestra Cabeza;recibe nuestra oración, como nuestro Dios» (Co-mentario al Salmo 85).

De esa unión nuestra con Cristo proce-de el poder de nuestra oración. La oraciónque nace del altar sagrado de nuestro co-razón, se eleva con toda pureza, como elincienso, hasta el corazón de Dios.

–Es lo que oramos en el Salmo 140: «Se-ñor, te estoy llamando, ven deprisa, escu-cha mi voz cuando te llamo. Suba mi ora-ción como el incienso en tu presencia, elalzar de mis manos como ofrenda de latarde. Coloca, Señor, una guardia a miboca, un centinela a la puerta de mis la-bios. Señor, mis ojos están vueltos a Ti, enTi me refugio, no me dejes indefenso».

Dice San Juan Crisóstomo:«La oración es perfecta cuando reúne la fe y la

confianza. El leproso del Evangelio demostró sufe postrándose ante el Señor con sus palabras»(Homilía 25 sobre San Mateo).

Y San Cipriano:«Las palabras del que ora han de ser mesuradas

y llenas de sosiego y respeto. Pensemos que esta-mos en la presencia de Dios. Debemos agradecer aDios con la actitud corporal y con la moderaciónde nuestra voz. Porque así como es propio delfalto de educación hablar a gritos, así, por el con-trario, es propio del hombre respetuoso orar contono de voz moderado... Y cuando nos reunimoscon los hermanos para celebrar los sagrados mis-terios, presididos por el sacerdote de Dios, nodebemos olvidar este respeto y moderación» (Tra-tado sobre la oración 4-6).

–Marcos 10,13-16: El que no acepte elreino de Dios como un niño, no entrará enél. Hemos de aceptar el mensaje de Cristocon sencillez de corazón, con la docilidadpropia de un corazón humilde, pobre deespíritu, y como don que el Padre da a loshombres. Comenta San Agustín:

7ª Semana del Tiempo Ordinario

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92 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«La inocencia de vuestra santidad, puesto quees hija del amor..., es sencilla como la paloma yastuta como la serpiente, no la mueve el afán dedañar, sino de guardarse del que daña. A ella osexhorto, pues de los tales es el reino de los cielos,es decir, de los humildes, de los pequeños en elespíritu. No la despreciéis, no la aborrezcáis. Estasencillez es propia de los grandes; la soberbia, encambio, es la falsa grandeza de los débiles que,cuando se adueña de la mente, levantándola, laderriba; inflándola, la vacía; y de tanto extender-la, la rompe. El humilde no puede dañar; el sober-bio no puede no dañar. Hablo de aquella humil-dad que no quiere destacar entre las cosas perece-deras, sino que piensa en algo verdaderamenteeterno, a donde ha de llegar no con sus fuerzas,sino ayudada» (Sermón 353,1).

8ª Semana

DomingoEntrada: «El Señor fue mi apoyo; me

sacó de un lugar espacioso, me libró, por-que me amaba» (Sal 17,19-20).

Colecta (del Misal anterior, retocada conel Veronense): «Concédenos tu ayuda, Se-ñor, para que el mundo progrese segúntus designios, gocen las naciones de unapaz estable y tu Iglesia se alegre de poderservirle con una entrega confiada y pací-fica».

Ofertorio (Veronense): «Señor, Diosnuestro, tú mismo nos das lo que hemosde ofrecerte y miras esta ofrenda comoun gesto de nuestro devoto servicio; con-fiadamente suplicamos que lo que nosotorgas, para que redunde en mérito nues-tro, nos ayude también a alcanzar los pre-mios eternos».

Comunión: «Cantaré al Señor por el bienque me ha hecho, en-tonaré himnos al DiosAltísimo» (Sal 12,6). «Yo estoy con vo-sotros todos los días hasta el fin del mun-do» (Mt 28,20).

Postcomunión (Veronense): «Alimenta-dos con los dones de la salvación, te pe-dimos, Padre de misericordia, que por estesacramento con que ahora nos fortaleces,nos hagas un día partícipes de la vida eter-na».

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CICLO AHemos de utilizar los bienes tempora-

les de modo que no perdamos los eter-nos. Ése es el espíritu cristiano, que seopone a la mentalidad del mundo, mate-rialista, hedonista y consumista, y quesupera con la gracia divina.

–Isaías 49,14-15: Aunque tu madre teolvide, yo no te olvidaré. La providenciapermanente de Dios sobre nosotros esun gran misterio. Es el ejercicio de unamor entrañable, que supera infinitamentenuestra misma capacidad de compren-sión. El Señor jamás nos olvida. Israel,estando en el exilio, se sintió como olvi-dado y abandonado de Yahvé. Pero elSeñor, por sus profetas, le hace ver locontrario: es imposible que una madreolvide a su hijo; pero aunque ella seolvidare, yo no me olvidaré, dice el Se-ñor. A la luz de esa fe, Casiano ve quetodo es providencia amorosa de Dios:

«Conviene que creamos con una fe incondi-cional que nada acontece en el mundo sin la in-tervención de Dios. Debemos reconocer, en efec-to, que todo sucede o por su voluntad o por supermisión. El bien, por su voluntad, mediantesu ayuda; el mal por su permisión» (Colaciones3,20).

En la Carta de Bernabé leemos:«Cualquier cosa que te suceda recíbela como

un bien, consciente de que nada pasa sin queDios lo haya dispuesto» (19).

–Es lo que confesamos en el Salmo61: «Sólo en Dios descansa mi alma, por-que de Él viene mi salvación; sólo Él esmi Roca y mi salvación, mi alcázar. Novacilaré».

–2 Corintios 4,1-5: El Señor manifes-tará los designios de cada corazón. Elamor providente de Dios se ha servido

de otras criaturas para nuestra salvación;pero es siempre Él quien nos salva y nosjuzga. Él nos habla y nos guía por mediode sus enviados, que han de ser fieles almensaje recibido. San Jerónimo,

«Cuando el pueblo sea llevado al cautiverio,porque no tuvo ciencia, y perezca de hambre yarda de sed, y el infierno agrande su alma; cuandobajen los fuertes y los altos y gloriosos a lo pro-fundo, y sea humillado el hombre, y haya recibidoconforme a sus méritos, entonces el Señor seráexaltado en el juicio, que antes parecía injusto; yDios santo será santificado por todos en la justi-cia...

«Por eso debemos cuidar de no adelantarnos aljuicio de Dios, juicio grande e inescrutable, y delcual dice el Apóstol: “inestimables son sus juiciose imposibles de conocer sus caminos” (Rom 11,35). “Él iluminará las cosas ocultas en las tinieblasy abrirá los pensamientos de los corazones” (1Cor 4,5)» (Comentario sobre el profeta Isaías 3,6).

–Mateo 6,24-34: No os angustiéis por elmañana. El verdadero cristiano se distin-gue del pagano en que éste ignora el amorprovidente del Padre, y aquél en cambiovive confiado en su insondable providen-cia amorosa, solo empeñado en ser fiel alos planes divinos de salvación. ComentaSan Juan Crisóstomo:

«Una vez, pues, que por todos estos caminosnos ha mostrado el Señor la conveniencia de des-preciar la riqueza –para guardar la riqueza verda-dera, la felicidad del alma, para la adquisición de lasabiduría y para la seguridad de la piedad–, pasadespués a demostrarnos que es posible aquellomismo a que nos exhorta. Porque éste esseñaladamente oficio del buen legislador; no sóloordenar lo conveniente, sino hacerlo también po-sible.

«Por eso prosigue el Señor diciendo: “no ospreocupéis... sobre qué comeréis”. No quiso quenadie pudiera objetarle: “¡Muy bien! Si todo lotiramos, ¿cómo podremos vivir?” Contra seme-jante reparo va ahora el Señor a decir muy oportu-namente: “no os preocupéis”... Si de lo que fuecriado por amor nuestro tiene Dios tanta provi-dencia, mucho mayor la tendrá de nosotros mis-mos. Si así cuida de los criados, mucho más cuida-rá del señor... No dijo el Señor que no haya que

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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94 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

sembrar, sino que no hay que andar preocupa-dos; no que no haya que trabajar, sino que no hayque ser pusilánimes, ni dejarse abatir por las in-quietudes. Sí, nos mandó que nos alimentáramos,pero no que anduviéramos angustiados por el ali-mento» (Homilía 21,2 y 3).

CICLO BEl Verbo divino, encarnándose y unién-

donos a su Cuerpo místico, nos ha mos-trado un amor inmenso. San León Mag-no dice:

«El que es Dios verdadero nace como hombreverdadero, sin que falte nada a la integridad de lanaturaleza humana, conservando la totalidad dela esencia que le es propia, y asumiendo la totali-dad de nuestra esencia humana, la que fue plas-mada en nosotros por el Creador, y que Él asumepara restaurarla» (Carta 28,3-4).

Cristo, sin dejar de ser Dios, nos haamado con un corazón de hombre, y asínos sigue amando, de todo corazón. Elamor con que nos elige y nos toma es tanprofundo que halla su mejor imagen en launión del amor conyugal.

–Oseas 2,14.15.19-20: Me casaré con-tigo en matrimonio perpetuo. La AntiguaAlianza surge de un designio amoroso deDios, que quiere unirse a su Pueblo comoel esposo con su esposa. Las infidelida-des de Israel no impiden que el Señor con-sume su designio, estableciendo unaAlianza definitiva con su Pueblo en elCorazón de su Hijo muy amado.

La sugestiva imagen del amor esponsalde Dios aparece muchas veces en los pro-fetas. En realidad, es una expresión másde la verdad fundamental que atraviesatoda la Sagrada Escritura, que se afirmaen todas sus páginas: el amor que Diostiene a los hombres. Dice Orígenes:

«Hay aquí una enseñanza para las almas, quete instruye y te enseña a ir todos los días a lospozos de las Escrituras, a las aguas del EspírituSanto, para que saques siempre y te lleves a casa

una vasija llena, como hacía la santa Rebeca, lacual no se habría podido casar con tan gran pa-triarca como Isaac –el nacido de la promesa (Gál4,23)–, sino viniendo por agua y sacándola en tangran cantidad, que pudiera saciar no solo a los desu casa, sino al mozo de Abrahán; y no solo almozo, sino que hasta pudo abrevar a sus came-llos (Gén 24,19).

«Todo lo que está escrito son misterios: por-que Cristo quiere también desposarse contigo,ya que te habla por el profeta diciendo: “te des-posaré conmigo para siempre, te desposaré con-migo en la fe y en la misericordia, y conocerás alSeñor” (Os 2,19). Porque quiere desposarse con-tigo, te envía a este mozo. El mozo es la palabraprofética: si tú no la recibes primero, no podrásdesposarte con Cristo. Y has de saber que nadierecibe la palabra profética, si no se ejercita y tomaexperiencia de ella» (Homilías sobre el GénesisX).

–Con el Salmo 102 bendecimos al Se-ñor con toda nuestra alma y con todonuestro ser. Él ha perdonado todas nues-tras culpas, Él ha curado todas nuestrasenfermedades. Él nos ha rescatado de lafosa y nos ha colmado de gracia y de ter-nura. «El Señor es compasivo y miseri-cordioso, lento a la ira y rico en clemen-cia, no nos trata como merecen nuestrospecados, ni nos paga según nuestras cul-pas».

–2 Corintios 3,1-6: Sois una carta deCristo, redactada por nuestro ministerio.El Nuevo Pueblo de Dios no es fruto deuna obra humana, sino de una AlianzaNueva, vivificada por la gracia del Espíri-tu Santo. La Palabra divina ha sido escri-ta no solo en la Sagrada Escritura, sinotambién, por la Tradición, en las mismascomunidades fundadas por los apóstoles:ellas son realmente «cartas de Cristo». Poreso, para conocer la verdad de Cristo, hayque recurrir siempre a la tradición apos-tólica. San Ireneo escribe:

«Siendo nuestros argumentos de tanto peso,no hay para qué ir a buscar todavía de otros laverdad que tan fácilmente se encuentra en la Igle-

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sia, ya que los apóstoles depositaron en ella,como en un despensa opulenta, todo lo que per-tenece a la verdad, a fin de que todo el que quierapueda tomar de ella la bebida de la vida. Y ésta esla puerta de la vida: todos los demás sonsalteadores y ladrones...

«Si los apóstoles no nos hubieran dejado lasEscrituras ¿acaso no habríamos de seguir el or-den de la tradición, que ellos entregaron a aque-llos a quienes confiaban las Iglesias? Precisa-mente a este orden han dado su asentimientomuchos pueblos bárbaros, que creen en Cristo.Ellos poseen la salvación, escrita por el EspírituSanto sin tinta ni papel en sus propios corazo-nes (cf. 2 Cor 3,3) y conservan cuidadosamentela tradición antigua, creyendo en un solo Dios»(Contra las herejías III,4,1ss.).

–Marcos 2,18-22: El Esposo está connosotros. En Cristo, Dios mismo se havinculado a la humanidad, dando nuevavida a un pueblo nuevo, que es la Iglesia.Éste es el amor constante y salvífico delSeñor en toda la historia de la salvación,que llega a su plenitud en la historia de laIglesia. Cristo es el Esposo; lo veíamosen Oseas y lo vemos ahora en Marcos.San Gregorio de Elvira,

«Los buenos pechos del Señor son las fuentesde agua de los Evangelios, mejores que el vino delos profetas. Pues leemos en las Sagradas Escri-turas que hay dos clases de vino: uno el que faltóen las bodas de Caná de Galilea; otro, muchomejor, hecho del agua de la Palabra de Dios. Poreso decía el Salvador: “nadie echa vino nuevo encueros viejos... El vino nuevo se echa en cuerosnuevos” (Mc 2,22). Con eso se significa las nup-cias de Cristo y de la Iglesia, esto es, cuando elVerbo de Dios se unió con el alma humana. Ha-bía de cesar el vino antiguo, esto es la ley y losprofetas. Ya ahora hay vino evangélico, venidodel agua del bautismo» (Tratado sobre el Cantarde los Cantares 1).

CICLO CCada vez hemos de transformarnos

más y más en Cristo. Esto implica unaprogresiva configuración moral a Él, quela gracia va obrando en nosotros por las

virtudes y los dones del Espíritu Santo, yque en la Eucaristía actúa en nosotros conespecial eficacia. Partiendo de la transfor-mación interior del hombre en Cristo, todasu conducta personal, comunitaria y so-cial, irá evidenciando su condición de hom-bre nuevo (Col 3,10). Esta maravilla delamor de Dios se preparó en el AntiguoTestamento, y tiene su plena realizaciónen el Nuevo con la obra redentora de Je-sucristo.

–Eclesiástico 27,5-8: El fruto muestrala calidad de un árbol. Las palabras y lasapariencias del hombre engañan fácilmen-te. Sólo Dios penetra en el corazón del hom-bre. La verdad del hombre ha de medirsemás por sus obras que por sus palabras.Comenta San Agustín:

«Todo en este mundo es como un lagar, y deaquí se saca otra semejanza: como el oro y la platase acrisolan en el fuego, así la tribulación pone aprueba a los justos (Prov 17,21; Eclo 27,6). Coneso se acude a la imagen del horno del artífice. Enun pequeño crisol hay tres cosas: fuego, oro ypaja. En él contemplas la imagen del mundo ente-ro: dentro de él se encuentra paja, oro y fuego. Lapaja se quema, el fuego arde y el oro se acrisola.

«Pues bien, en este mundo existen los justos,los malvados y la tribulación. El mundo es comoel crisol del orífice, los justos como el oro, losmalvados como la paja, la tribulación como el fue-go. ¿Acaso se purificaría el oro sin que se queme lapaja? Acontece que los malvados se convierten encenizas; cuando blasfeman y murmuran contraDios, se convierten en ceniza. Pero allí mismo eloro purificado –los justos, que con paciencia so-portan todas las molestias de este mundo y alabana Dios en medio de las tribulaciones–, es oro puri-ficado que pasa a los tesoros de Dios.

«En efecto, Dios tiene tesoros a donde enviar eloro purificado; tiene también lugares sólidos a don-de envía la ceniza de la paja. Una y otra cosa salede este mundo. Tú considera qué eres, pues espreciso que venga el fuego. Si te hallare siendooro, te limpiará de las manchas; pero si teencontrare siendo paja te quemará y te reducirá acenizas. Elige lo que vas a ser, pues no podrás

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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96 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

decir: me libraré del fuego. Ya estás dentro delhorno del orífice, al que es preciso aplicar el fue-go. Es de todo punto necesario que estés allí,porque sin fuego de ninguna manera podrás es-tar» (Sermón 113, A,11).

–Con el Salmo 91 decimos: «Es buenodar gracias al Señor y tañer para tu nom-bre, oh Altísimo... El justo crecerá comola palmera, se alzará como el cedro delLíbano; plantado en la Casa del Señor; cre-cerá en los atrios de nuestro Dios».

–1 Corintios 15,54-58: Dios nos da lavictoria por nuestro Señor Jesucristo.Como fruto de la Resurrección de Cristo,el hombre, transformado en Él y renaci-do de su gracia (Jn 3,3.5), alcanza la vic-toria sobre el pecado y la muerte, sobre eldiablo y el mundo, y vence el combate dela vida en el tiempo y para la eternidad.Comenta San Agustín:

«Te consuela el Señor tu Dios, te consuela tuCreador, te consuela tu Redentor. Te consuela tuhermano, que no es avaro. En efecto, nuestro Se-ñor se dignó hacerse nuestro hermano. Es el úni-co hermano merecedor de toda confianza, sin duda,con quien has de vivir en concordia. Dije que noes avaro, pero tal vez lo encuentres avaro.

«Sí; es avaro, pero porque quiere poseernos anosotros, quiere adquirirnos a nosotros. Por no-sotros pagó precio tan grande, como grande es Élmismo; nada más se puede añadir. Se dio a Símismo como precio y se constituyó así en nues-tro Redentor... Se entregó a la muerte, dandomuerte a la muerte... Dando muerte a la muerte,nos libró de la muerte. La muerte vivía, gracias anuestra muerte, y morirá cuando vivamos noso-tros en el momento en que se le diga: “¿dóndeestá, oh muerte, tu aguijón?” (1 Cor 15,55)» (Ser-món 359,2).

–Lucas 6,39-45: Lo que rebosa del co-razón, lo habla la boca. En el Evangeliode Cristo es la santidad interior la que noshace auténticos ante el Padre, y verdade-ros creyentes en medio de los hombres.La hipocresía del fariseísmo nada tieneque ver con el Evangelio. Comenta SanAgustín:

«Entre los judíos, los escribas y fariseos eranzarzas y abrojos y, sin embargo, [dice el Señor:]“haced lo que dicen, pero no hagáis lo que elloshacen” (Mt 23,3)... A veces, en un seto de zar-zas, se entrelazan los sarmientos de la parra, yde la zarza penden los racimos. Al oír que sehabla de zarzas, quizá desprecias la uva. Perobusca la raíz de la zarza, y verás lo que encuen-tras. Sigue la raíz del racimo, y mira dónde laencuentras. Y entiende que lo uno pertenece alcorazón del fariseo, y lo otro a la cátedra de Moi-sés» (Sermón 74,4).

Muchos hombres aún no conocen aCristo ni lo aman tal vez porque nosotrosmismos, los cristianos, «velamos, másque revelamos», su vida y su evangeliocon nuestras palabras y obras.

LunesAños impares

–Eclesiástico 17,20-28: Retorna al Al-tísimo, y aléjate de la injusticia. Esta Es-critura nos invita a la conversión. Una vezmás nos trae la voz de Dios, lleno de mi-sericordia y de bondad, que nos llamaconstantemente a convertirnos y a pro-gresar en la vida de la perfección cristia-na. Es una voz que no cesa, pues el Se-ñor quiere superar todos los obstáculos,y lograr con nosotros una grande e ínti-ma amistad. San Agustín dice:

«¡Qué vergüenza apegarse a las cosas, porqueson buenas, y no amar el Bien que las hace bue-nas! El alma, por el hecho de ser alma, antes aúnde ser buena por la conversión al Bien inconmu-table; el alma, repito, cuando nos agrada, hastapreferirla a esta luz corpórea, si bien lo medita-mos, no nos agrada en sí misma, sino por la exce-lencia del arte con que fue creada. Se ama el almaen su fuente, de donde trae su origen. Y esta fuen-te es la Verdad y el Bien puro. No hay aquí sinobienes y, por consiguiente, es el Bien sumo. Elbien solo es capaz de aumento o disminucióncuando es bien que procede de otro bien.

«El alma, para ser buena, se convierte al Bien,de quien recibe el ser alma. Y entonces, cuando ala naturaleza se une la voluntad, para que el alma

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se perfeccione en el bien, es cuando se ama estebien mediante la conversión de la voluntad alBien de donde brota todo bien... En apartándo-se, en cambio, el alma del Bien sumo, deja de serbuena, pero no deja de ser alma» (Tratado de laSantísima Trinidad 8).

–El Salmo 31 nos recuerda la felicidadque en nosotros produce el perdón deDios y su misericordia: «Alegraos, jus-tos, y gozad en el Señor. Dichoso el queestá absuelto de su culpa, a quien le hansepultado su pecado; dicho el hombre aquien el Señor no le apunta su delito. Pro-puse: “confesaré al Señor mi culpa”, ytú perdonaste mi culpa y mi pecado. Poreso que todo fiel te suplique en el mo-mento de la desgracia; la crecida de lasaguas caudalosas no lo alcanzará. Tú eresmi refugio: me libras del peligro, me ro-deas de cantos de liberación».

Años pares–1 Pedro 1,3-9: No habéis visto a Cris-

to, y lo amáis; creéis en Él, y os alegráiscon un gozo inefable. Como San Pablo,San Pedro da gracias al Señor por la re-generación del bautismo y por la espe-ranza de la herencia celeste, cuyo funda-mento es la resurrección de Cristo. Enmedio de las pruebas presentes, hay queperseverar en la fe. San Beda escribe:

«Dice San Pedro que conviene ser afligidos,porque no se puede llegar a los gozos eternossino a través de aflicciones, y la tristeza de estemundo que pasa. “Durante algún tiempo”, dice,sin embargo, porque donde se retribuye con unpremio eterno, parece que es muy breve y levelo que en las tribulaciones de este mundo parecíapesado y amargo» (Comentario a la 1 de SanPedro 1,4).

San Agustín enseña cómo la aflicciónpone a prueba nuestra fe, y así la desa-rrolla:

«Se presenta el dolor, pero vendrá el descan-so. Se ofrece la tribulación, pero llegará la purifi-cación. ¿Acaso brilla el oro en el horno del orífi-

ce? Brillará en el collar, brillará en el adorno. Sinembargo, ahora soporta el fuego para que, purifi-cado de las escorias, adquiera brillo y esplendor»(Comentario al Salmo 61,11).

–Toda la Sagrada Escritura es una his-toria de salvación: la historia de las obrasde Dios en favor de los hombres. Fiel asus promesas, Dios actúa siempre para sal-var. Y con Cristo el cumplimiento de laspromesas llega a su plenitud. Meditamosestas maravillas con el Salmo 110: «El Se-ñor recuerda siempre su alianza. Doy gra-cias a Dios de todo corazón, en compañíade los rectos, en la asamblea. Grandes sonlas obras del Señor, dignas de estudio paralos que las aman. Él da alimento a sus fie-les, recordando siempre su alianza. Mos-tró a su pueblo la fuerza de su obrar, dán-dole la heredad de los gentiles. Envió laredención a su pueblo, ratificó para siem-pre su alianza, la alabanza del Señor durapor siempre».

La esperanza de los cristianos no es lade los judíos. La venida del Hijo del Hom-bre no se produjo en las formas previstaspor los judíos. Jesús predicó una BuenaNueva, que pocos acogieron, pues solopodía ser recibida con el corazón humildey bien dispuesto. La Palabra de Dios ma-dura lentamente, con la gracia, en el cora-zón de los hombres buenos. Este creci-miento de la Palabra divina en cada uno delos fieles, se produce en medio de muchaspruebas, les asegura la herencia gloriosa eincorruptible, y les garantiza la resurrec-ción bienaventurada.

–Marcos 10,17-27: Vende lo que tienesy sígueme. Para ser discípulo de Cristo, esnecesaria una renuncia total de cuanto seposee, una renuncia material, o al menosespiritual. El peligro de las riquezas es real,y no debe ser ignorado. Sin embargo, po-bres y ricos han de tender a la perfecciónevangélica, pues, como enseña Casiano,

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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98 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«muchos son los caminos que conducen a Dios.Por eso, cada cual debe seguir con decisión irre-vocable el modo de vida que primero abrazó, man-teniéndose fiel en su dirección primera (cf. 1 Cor7,17.20.24). Cualquiera que sea la vocación esco-gida, podrá llegar a ser perfecto en ella» (Colacio-nes 14).

El joven rico del Evangelio no siguió lallamada de Cristo, no tanto porque teníabienes, sino porque estaba apegado a ellos.En ese sentido dice San Juan Crisóstomo:

«Lo malo no es la riqueza, lo malo es la avari-cia, lo malo es el amor al dinero» (Homilía 2,5,8).Y en cuanto a la pobreza, «la pobreza parece amuchos un mal, y no lo es. Antes bien, si se miraserenamente e incluso filosóficamente, es un des-tructor de males» (Sobre los males de la vida 3y 4).

Y San Gregorio Magno:«Entregados a las cosas de este mundo, nos

vamos volviendo tanto más insensibles a las rea-lidades del espíritu, cuanto mayor empeño pone-mos en interesarnos por las cosas visibles» (Ho-milía 17 sobre los Evangelios).

MartesAños impares

–Eclesiástico 35,1-15: El que guardalos mandamientos ofrece un sacrificio deacción de gracias. La ofrenda del justo esaroma que asciende hasta el Altísimo,como un perfume precioso. Las obrasbuenas forman parte integrante del culto,y éste no agrada a Dios si no va perfuma-do por una vida conforme a sus manda-tos. Por eso, si queremos un culto litúrgi-co o extralitúrgico agradable al Señor, he-mos de comenzar por sacrificarnos a no-sotros mismos. San Gregorio de Nisa es-cribe:

«El olor de los perfumes se recuerda como ima-gen de la belleza, y no cualquier aroma describe labelleza de la esposa, sino el olor de la mirra y delincienso mezclados, para que sea uno el olor deambos. Otra alabanza de los aromas: la mirra sir-

ve para la sepultura de los difuntos, y el inciensoestá consagrado acertadamente al culto de Dios.Así, pues, el que desea dedicarse al culto de Diosno será buen incienso consagrado, si antes no fuemirra; es decir, si no mortifica los miembros queestán sobre la tierra, sepultado con Aquél queabrazó la muerte por nosotros, y recibe en supropia carne, para mortificar sus miembros, aque-lla mirra que se tomó para la sepultura del Señor.

«Cuando en el decurso de la vida se obra así,toda clase de aromas mezclados como en un mor-tero en partes sutiles, producen aquel perfumetan suave. Y quien lo recibe se hace oloroso, llenodel Espíritu, y derrama sus perfumes» (Homilía6 sobre el Cantar de los Cantares).

–El Salmo 49 es el comienzo de unaliturgia penitencial, y continúa el tema dela anterior lectura. Dios ha sellado un pactocon su pueblo, para salvarlo. «Al que si-gue el buen camino, le haré ver la salva-ción de Dios. Congregadme a mis fieles,que sellaron mi pacto con un sacrificio».La palabra acusadora de Dios es al mis-mo tiempo salvadora, porque hace que elhombre se vea como es y pueda iniciarsu reforma interior, que concluye con laexperiencia de la salvación. «El que meofrece acción de gracias, ése me honra;al que sigue buen camino, le haré ver lasalvación de Dios».

Años pares–1 Pedro 1,10-16: El Espíritu de Cris-

to les declaraba por anticipado los sufri-mientos de Cristo y la gloria que le se-guiría. En efecto, los profetas vati-cinaronla pasión y la gloria del Mesías. Por esolos fieles, asegurados por la Escritura, hande sentirse llenos de certeza en la fe y enla esperanza, y según recuerda San Pe-dro, han de imitar la santidad de Dios, por-que Dios es santo. San Ireneo escribe:

«Uno es el Hijo, que llevó a cumplimiento lavoluntad del Padre; y uno es el género humano,en el que tiene cumplimiento el designio miste-rioso de Dios; y “los ángeles desean contemplar-lo” (1 Pe 1,12).

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99

«Pero los ángeles no pueden llegar al cabo dela sabiduría de Dios, por la que su criatura alcan-za la perfección al conformarse con su Hijo y alincorporarse a Él; a saber, que el primogénitoque de Él procede, el Verbo, descienda a la crea-ción, que es obra de sus manos, y sea recibido enella, y a la vez, que la creación sea capaz derecibir al Verbo y de ponerse a su nivel, porencima de los ángeles, hasta llegar a ser a imageny semejanza de Dios» (Contra las herejías5,36,3).

–Dios fue desvelando poco a poco susdesignios salvíficos, hasta revelarlos ple-namente en Jesucristo. Todo ha sido fru-to de la fidelidad de Dios a sus prome-sas, a pesar de las rebeldías del hombre.Por eso, las maravillas que ha obrado elSeñor ponen en nuestros labios un cánti-co nuevo para alabarle, y lo hacemos aho-ra con el Salmo 97: «Cantad al Señor uncántico nuevo, porque ha hecho maravi-llas; su diestra le ha dado la victoria, susanto brazo. El Señor da a conocer suvictoria, revela a las naciones su justicia,se acordó de Israel. Los confines de latierra han contemplado la victoria denuestro Dios. Aclama al Señor, tierra en-tera, gritad, vitoread, tocad».

–Marcos 10,28-31: Recibiréis en estetiempo cien veces más, con persecucio-nes, y en la edad futura, la vida eterna.Así responde Cristo a Pedro, cuando éstele pregunta por la suerte que correspon-derá a aquellos que todo lo han dejadopor seguirle. Atengámonos a las palabrasde Jesús, y dispongamos toda nuestravida en función de los valores del Evan-gelio y del Reino de Cristo. Comence-mos, pues, como los apóstoles, por eldesprendimiento de los bienes materia-les, y ordenemos todas nuestras realida-des humanas en función del final sobre-natural y eterno que con toda certezaesperamos. Cada uno, según su voca-ción, ha de «dejarlo todo y seguir a Je-sús». Comenta San Juan Crisóstomo:

«¿Qué todo es ése, bienaventurado Pedro? ¿Lacaña, la red, la barca, el oficio? ¿Eso es lo que nosquieres decir con la palabra todo? Y él nos contes-ta: “Sí; pero no lo digo por vanagloria, sino que, enmi pregunta al Señor, quiero meter a toda la mu-chedumbre de los pobres”...

«Eso es lo que hizo aquí el Apóstol, al dirigirleal Señor su pregunta en favor de la tierra entera.Porque lo que a él personalmente le atañía bienclaramente lo sabía, como resulta evidente... puesquien, ya desde esta vida, había recibido las llavesdel reino de los cielos, mucha mayor confianzahabía de tener por lo que a la otra vida se refería.

«Pero mirad también qué exactamente respon-de Pedro a lo que Cristo había pedido. Dos cosas,en efecto, había pedido el Señor al joven rico: quediera lo que tenía a los pobres y que le siguiera.Por eso Pedro dice esas dos mismas cosas: “noso-tros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”»(Homilía 64,1 sobre San Mateo).

MiércolesAños impares

–Eclesiástico 36,1-2.5-6.13-19: Que se-pan las naciones que no hay Dios fuerade ti. Hemos de orar y trabajar en favor dela conversión de todos los hombres al úni-co y verdadero Dios. Él ha hecho maravi-llas en favor de todos los hombres por puroamor. El Señor, que comenzó a revelarselentamente como Salvador y Libertador,nos llena ahora de alegría con su presen-cia en la Persona de su Hijo bien amado,que todo lo realizó para gloria de su Padrey para la salvación de todos los hombres.Dice San Justino:

«El Padre inefable y Señor de todas las cosas niviaja a parte alguna, ni se pasea, ni duerme, ni selevanta, sino que permanece siempre en su sitio,con mirada penetrante y con oído agudo, pero nocon ojos ni orejas, sino con su poder inexpresable.Todo lo ve, todo lo conoce; ninguno de nosotrosse le escapa, sin que para ello haya de moverse elque no cabe en lugar alguno, ni en el mundo entero,el que existía antes de que el mundo fuera hecho.

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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100 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

«Siendo esto así, ¿cómo podrá ser visto de al-guien, o aparecerse en una mínima parte de latierra, cuando en realidad el pueblo no pudo so-portar la gloria de su enviado en el Sinaí, ni pudoel mismo Moisés entrar en la tienda que él habíahecho, pues estaba llena de la gloria de Dios, ni elsacerdote pudo aguantar de pie delante del tem-plo, cuando Salomón llevó el arca a la morada queél mismo había construido en Jerusalén?

«Por tanto, ni Abrahán, ni Isaac, ni Jacob, nihombre alguno vio al que es Padre y Señor inefa-ble absolutamente de todas las cosas y del mismoCristo, sino que vieron a Éste, que es Dios, porvoluntad del Padre, que es su Hijo, el Ángel quele sirve según sus designios» (Diálogo con Trifón127-128).

–Sufrimos por nuestros pecados, quenos alejan de Dios, y que nos manifiestannuestra gran ingratitud para con Él, a quientodo se lo debemos. Por eso cantamoscon el Salmo 78: «Muéstranos, Señor, laluz de tu misericordia. No recuerdes con-tra nosotros las culpas de nuestros pa-dres; que tu compasión nos alcance pron-to, pues estamos agotados. Socórrenos,Dios Salvador nuestro, por el honor de tunombre; líbranos y perdona nuestros pe-cados, a causa de tu nombre. Llegue a tupresencia el gemido del cautivo; con tubrazo poderoso salva a los condenados amuerte. Mientras, nosotros, pueblo tuyo,ovejas de tu rebaño, te damos graciassiempre, cantaremos tus alabanzas de ge-neración en generación».

Años pares–1 Pedro 1,18-15: Os rescataron al pre-

cio de la sangre de Cristo, el Cordero sindefecto. Hemos de corresponder al inmen-so amor que Cristo tuvo para con noso-tros que nos redimió con su pasión y sumuerte. Oigamos a San Ambrosio:

«El precio de nuestro rescate no se ha calcula-do en dinero, sino en sangre, pues Cristo muriópor nosotros. Él nos ha librado con su preciosasangre, como recuerda también San Pedro en suCarta (1 Pe 1,18). Preciosa, porque es la sangre

de un Cordero inmaculado, porque es la sangredel Hijo de Dios, que nos ha rescatado no sólo dela maldición de la ley, sino también de la muerteperpetua, a la que lleva la impiedad» (Tratadosobre el Evangelio de San Lucas, lib. VII,117).

–Con el Salmo 147 cantamos a Jerusa-lén, imagen de la Iglesia y del alma cris-tiana: «Glorifica al Señor, Jerusalén, ala-ba a tu Dios, Sión; que ha reforzado loscerrojos de tus puertas y ha bendecido atus hijos dentro de ti. Ha puesto paz entus fronteras, te sacia con flor de harina;Él envía su mensaje a la tierra, y su pala-bra corre veloz. Anuncia su palabra aJacob, sus decretos y mandatos a Israel;con ninguna nación obró así, ni les dio aentender sus mandatos».

Esta solicitud conmovedora de Dios conIsrael llega a su plenitud en la Iglesia conla Palabra divina, con la altísima doctrinarevelada, con la guía pastoral de los obis-pos, con los sacramentos y la liturgia.

–Marcos 10,32-45: Mirad, estamos su-biendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombreva a ser entregado. Cristo es el verdaderoSiervo de Yavé, anunciado por el profetaIsaías. Él vino para «dar su vida en res-cate por nosotros», todos los hombres.Parece increíble la torpeza de los hijos deZebedeo, que, ante tal anuncio, reaccio-nan preocupándose por obtener los pri-meros puestos en un Reino del que aúnapenas saben nada. Pero es igualmente la-mentable la indignación de los demás após-toles por esa petición.

La mayor aspiración que en realidad po-demos tener los cristianos es conseguir,según la expresión de San Pablo, «un ca-risma mejor», que es la caridad (1 Cor12,31). Entre tanto, en el camino de estavida, es necesario «beber el cáliz» del Se-ñor, para poder sentarse en el «trono»;«bautizarse» en la prueba del dolor, parajuzgar la tierra; y servir a todos, para rei-

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nar con Cristo. El sufrimiento entra conpleno derecho en la vida de los que si-guen a Cristo. Comenta San Agustín:

«Buscaba la altura, pero no veía el peldaño. ElSeñor se lo mostró: “¿podéis beber?... Los quebuscáis las cimas más altas, ¿podéis beber elcáliz de la humildad?” Por eso no dice simple-mente: “niéguese a sí mismo y sígame”, sino queañade: “tome su cruz y sígame”. ¿Qué significa“tome su cruz”? Soporte lo que le es molesto»(Sermón 96,3-4).

JuevesAños impares

–Eclesiástico 42,15-26: La gloria delSeñor se muestra en todas sus obras. Loscielos proclaman la gloria de Dios, diceel salmista. Toda la creación maravillosaes como una epifanía natural del Señor.Por eso los santos, que sabían leer en elLibro de la Creación, hallaban en las cria-turas una escala que les elevaba al Crea-dor. Así San Juan de la Cruz dice bella-mente:

«¡Oh bosques y espesuras - plantadas por lamano del Amado! - ¡Oh prado de verduras - deflores esmaltado! - Decid si por vosotros ha pa-sado. - Mil gracias derramando - pasó por estossotos con presura - e yéndolos mirando - consola su figura - vestidos los dejó de su hermosu-ra» (Canciones entre el alma y el Esposo 4).

El hombre se siente abrumado ante lariqueza de las cosas creadas, ante su va-riedad inmensa y su fascinante belleza...Y todo ha de elevarle a una alta y conti-nua contemplación, ha de levantarle ha-cia la trascendencia, conduciéndole aDios. La conversión de San Agustín seprodujo en buena parte ascendiendo alCreador por las criaturas, como él mis-mo declara:

«Y ¿qué es lo que yo amo cuando yo te amo?No belleza de cuerpo, ni hermosura de tiempo,ni blancura de luz, tan amable a estos ojos terre-nos, no fragancia de flores...

«Pregunté a la tierra y me dijo: “no soy yo”; ytodas las cosas que hay en ella me confesaron lomismo. Pregunté al mar y a los abismos y a losreptiles de alma viva, y me respondieron: “no so-mos tu Dios, búscale sobre nosotros”. Interroguéa las auras que respiramos, y el aire todo, con susmoradores, me dijo: “engáñase Anaxímenes; yono soy tu Dios”. Pregunté al cielo, al sol, a la lunay a las estrellas. “Tampoco somos nosotros elDios que buscas”, me respondieron.

«Dije entonces a todas las cosas que están fuerade las puertas de mi carne: “decidme algo de miDios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo deÉl”. Y exclamaron todas con grande voz: “Él nosha hecho”. Mi pregunta era su mirada y su res-puesta su apariencia.

«Entonces me dirigí a mí mismo y me dije; “¿tú,quién eres?”, y respondí: “un hombre”... Sí, laverdad me dice: “no es tu Dios el cielo, ni la tierra,ni cuerpo alguno”... “Por esta razón eres tú mejorque éstos: a ti te lo digo, oh alma, porque tú vivi-ficas la masa de mi cuerpo, prestándole vida, loque ningún cuerpo puede prestar a otro cuerpo.Pero, a su vez, tu Dios es para ti la vida de tuvida”» (Confesiones 10,6,9-10).

– Con el Salmo 32 cantamos la accióncreadora de Dios, que por ella se revela alhombre y le asombra con su grandeza:«Dad gracias al Señor con la cítara; tocaden su honor el arpa de diez cuerdas;cantadle un cántico nuevo, acompañandolos vítores con bordones. Que la palabradel Señor es sincera y todas sus accionesson leales. Él ama la justicia y el derecho,y su misericordia llena la tierra. La palabradel Señor hizo el cielo, el aliento de su bocasus ejércitos; encierra en un odre las aguasmarinas, mete en un depósito el océano.Tema al Señor la tierra entera, tiemblen anteÉl los habitantes del orbe; porque Él dijo yexistió; Él mandó y surgió».

Años pares–1 Pedro 2,2-5.9-12: Vosotros sois un

sacerdocio real, una nación consagrada,que ha de proclamar las hazañas del queos llamó. La Iglesia, formada de piedras

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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102 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

vivas, unidas en torno a la piedra funda-mental, que es Cristo resucitado, formaun templo espiritual, en el que se rinde aDios el culto perfecto. Orígenes dice:

«“Destruid este templo y en tres días lo reedifi-caré” (Jn 2,19). Ambas cosas, el templo y el cuer-po de Jesús, me parecen, según una de las inter-pretaciones recibidas, ser figura de la Iglesia, puesella está edificada con piedras vivientes, para seredificio espiritual y un sacerdocio santo (1 Pe2,5); construida sobre el fundamento del Após-toles y los profetas, tiene por piedra angular aCristo Jesús (Ef 2,20) y es reconocida como tem-plo» (Comentario al Evangelio de San Juan X,228).

Y San Agustín:«Uniéndonos a la piedra angular, encontramos

la paz; reposando sobre ella, conseguimos firme-za. Ella es, al mismo tiempo, fundamento, por-que nos sostiene, y piedra angular, porque nosune. Ella es la piedra sobre la que el hombre pru-dente edifica su casa, y así se mantiene firmecontra todas las tentaciones de este mundo, y nilos torrentes de lluvia la hacen caer, ni los ríosdesbordados la derrumban, ni la fuerza de losvientos la sacuden» (Sermón 337,1).

– Los cristianos somos Pueblo de Dios,ovejas de su rebaño, nación consagrada.Así lo cantamos en el Salmo 99: «Acla-ma al Señor, tierra entera, servid al Señorcon alegría, entrad en su presencia convítores. Sabed que el Señor es Dios; queÉl nos hizo y somos suyos, su pueblo yovejas de su rebaño. Entrad por sus puer-tas con acción de gracias, por su atrioscon himnos, dándole gracias, y bendicien-do su nombre. El Señor es bueno, su mi-sericordia es eterna, su fidelidad por to-das las edades».

–Marcos 10,46-52: Maestro, haz quepueda ver. El ciego de Jericó, una vezsanado por Jesús, «lo seguía por el cami-no»: de la curación al seguimiento. El cie-go pide la luz, signo de salvación. Grita alSeñor para que lo cure, mientras los otrosle regañan. Comenta San Agustín:

«¿Qué es, hermanos, gritar a Cristo, sino ade-cuarse a la gracia de Cristo con las buenas obras?Digo esto, hermanos, no sea que levantemos mu-cho la voz, pero callen nuestras costumbres.¿Quién es el que gritaba a Cristo para que expul-sase su ceguera interior al pasar Él, es decir, aldispensarnos los sacramentos temporales con losque nos invita a adquirir los eternos? ¿Quién es elque grita a Cristo? Aquel que desprecia los place-res del mundo, clama a Cristo; aquel que dice, nocon solo con la lengua, sino con la vida: “el mun-do está crucificado para mí, y yo para el mundo”(Gál 6,14). Éste es el que clama a Cristo.

«Grita a Cristo el que reparte y da a los po-bres, para que su justicia permanezca por lossiglos de los siglos. Quien escucha y no se hace elsordo a aquello de: “vended vuestras cosas ydadlas a los pobres” (Lc 12,23). Como si oyera elsonido de los pasos del Señor que pasa, grite elciego por estas cosas, es decir, hágalas realidad.Su voz sean sus hechos» (Sermón 88,12).

ViernesAños impares

–Eclesiástico 44,1,9-13: Nuestros ante-pasados fueron hombres de bien, y sufama vive por generaciones. La gloria deDios se manifiesta especialmente en la his-toria de la salvación del pueblo que Él seeligió para Sí, y de un modo particularbrilla en los hombres que escogió paraguiarlo.

Lo que mantiene en ese Pueblo la conti-nuidad de las generaciones es la fidelidada la alianza, ya que Dios es siempre fiel aella. Por eso, la razón máxima de su famano es la grandeza o la riqueza, sino la ca-ridad. En este sentido, algunos conside-ran la fidelidad como el atributo mayor deDios. Esta fidelidad de Dios va unida a subondad paternal para con el pueblo de laalianza. Estos dos atributos complemen-tarios, amor y fidelidad, indican que laalianza es a la vez un don gratuito y unvínculo cuya solidez resiste la prueba delos siglos.

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Como dice el salmista, «las sendas delSeñor son misericordia y lealtad» (Sal24,10). De esas dos actitudes debe él par-ticipar, configurándose a ellas. La piedadfilial, que debe a Dios, tendrá como prue-ba de su verdad la fidelidad para obser-var los preceptos de la alianza. A lo largode la historia de la salvación, la fidelidadde Dios se revela inmutable, frente a lasfrecuentes infidelidades del hombre. Porfin, en la plenitud de los tiempos, Cristo,testigo fiel de la Verdad, comunica a loshombres la gracia de que está lleno, y loshace capaces de merecer la corona de lavida, imitando su fidelidad hasta la muer-te.

–Con el Salmo 149 proclamamos lavictoria del amor de Dios sobre las infi-delidades del hombre: «Cantad al Señorun cántico nuevo, resuene su alabanzaen la asamblea de los fieles; que se alegreIsrael por su Creador, los hijos de Siónpor su Rey. Alabad su nombre con dan-zas, cantadle con tambores y cítaras; por-que el Señor ama a su pueblo, y adornacon la victoria a los humildes. Que losfieles festejen su gloria y canten jubilososen filas; con vítores a Dios en la boca; esun honor para todos sus fieles»

Años pares–1 Pedro 4,7-13: Sed buenos adminis-

tradores de la múltiple gracia de Dios.Con respecto a la escatología, se propo-nen a los cristianos varias recomenda-ciones: prudencia, vigilancia en la ora-ción, amor, hospitalidad, servicio a losdemás... Hay diversidad de carismas y,por lo mismo, son muchos los serviciosen la comunidad cristiana. Pero el donprimero es el mismo Espíritu Santo, quese infunde en nuestros corazones y poneen ellos el amor (Rom 5,5). Él es el almade todo servicio en la comunidad cristia-na y humana. San Agustín escribe:

«No se trata de saber cuánto amor se debe alhermano y cuánto a Dios; incomparablemente mása Dios que a nosotros mismos. Ahora bien, nopodemos amarnos mucho a nosotros si no ama-mos mucho a Dios. Es, pues, con un mismo amorcon el que amamos a Dios y al hermano; peroamamos a Dios por sí mismo, y a nosotros y alprójimo por Dios» (Tratado sobre la SantísimaTrinidad 8,16).

San León Magno dice:«Aunque es algo muy grande tener una fe recta

y una doctrina sana, y aunque sean muy dignas dealabanza la sobriedad, la dulzura, la pureza, todasestas virtudes, sin embargo, no valen nada sin lacaridad. Y ninguna conducta es fecunda, por muyexcelente que parezca, si no está engendrada porel amor» (Sermón 48,6).

–El Señor es Rey y tiene que reinar entodo y sobre todo por amor. Así, conamor, es como tenemos que correspon-derle. Con el Salmo 95 cantamos ese rei-nado de Cristo: «Decid a los pueblos: elSeñor es Rey. Él afianzó el orbe y no semoverá; Él gobierna a los pueblos recta-mente. Alégrese el cielo y goce la tierra,retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreenlos campos y cuanto hay en ellos, acla-men los árboles del bosque. Delante delSeñor, que ya llega, ya llega a regir la tie-rra; regirá el orbe con justicia y los pue-blos con fidelidad».

–Marcos 11,11-26: Mi Casa se llamaCasa de oración para todos los pueblos.Este evangelio muestra la profanación deltemplo, la falta de fe y de verdadera reli-giosidad en los que conducen a Israel; almismo tiempo que encarece la dignidad delculto. La santidad de la liturgia cristianacelebrada en nuestros templos ha de sercuidada como un valor supremo. Perotambién en la Iglesia hay profanaciones eindignidades. San Jerónimo dice:

«¡Oh, infelices de nosotros! ¡Somos dignos deser llorados con todas las lágrimas del mundo! Lacasa de Dios es una cueva de ladrones... Dondeestán los ladrones allí está también la contrata-ción. ¡Ojalá se leyera esto de los judíos y no tam-

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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bién de los cristianos! Lo sentiríamos ciertamen-te por ellos, pero nos alegraríamos por nosotros.Mas también en muchos sitios, la Casa de Dios,la Casa del Padre, se convierte en casa de contra-tación. Veis con qué temblor os hablo.

«La cosa es tan notoria, que no necesita expli-cación. Ojalá fuese algo oscuro, que no se enten-diera bien. En muchos sitios la Casa del Padre escasa de negociación. Yo mismo, que os estoy ha-blando, así como cualquiera de vosotros, sea pres-bítero, diácono, u obispo, que fuera pobre ayer,y hoy sea rico, rico en la casa de Dios, ¿no osparece que ha convertido la Casa del Padre encasa de negociación? De éstos dice el Apóstol:“tienen la piedad por materia de lucro” (1 Tim6,5). Así, pues, también el Apóstol habla de és-tos.

«Cristo es pobre; ruboricémonos. Cristo es hu-milde, avergoncémonos. Cristo fue crucificado,no reinó. Es más, fue crucificado para reinar. Ven-ció al mundo no con la soberbia, sino con la hu-mildad; venció al diablo no riendo, sino llorando;no azotó, sino que fue azotado; recibió bofeta-das, mas Él no golpeó. Por tanto, imitemos tam-bién nosotros a nuestro Señor» (Comentario alEvangelio de San Marcos 11.11).

Sábado

Años impares–Eclesiástico 51,17-27: Daré gracias al

que me enseñó. Ben Sirá, el autor del Ecle-siástico, termina su libro con este poema.En él da gracias al Señor por la búsqueday adquisición de la Sabiduría. La búsque-da de Dios no es el resultado de un simpleesfuerzo intelectual, sino que implica unaconversión moral y un estilo de vida co-rrecto. La Sabiduría no es un mero con-junto de doctrinas y pruebas, sino un donde Dios ofrecido, para establecer con Éluna comunión de vida, y que solo puedeser recibido en la humildad, haciéndoseSu discípulo. Esta Sabiduría que de Élprocede es para los hombres un tesorosuperior a todo. Escribe Lactancio:

«Ni la religión puede andar separada de la sabi-duría, ni la sabiduría de la religión, porque uno

mismo es el Dios, que debe ser conocido, lo cualpertenece a la sabiduría, y el que debe ser honra-do, que es cosa de la religión. Precede la sabidu-ría, le sigue la religión; lo primero es conocer aDios, y después darle culto.

«Así, en ambas cosas actúa una sola fuerza,aunque parezcan diversas. Una está en el pensa-miento, la otra en la actuación. Son semejantes ados ríos que brotan de una misma fuente. La fuen-te de la sabiduría y de la religión es Dios; del cual,si estos dos ríos se apartan, se secan necesaria-mente. Los que ignoran a Dios no pueden sersabios, ni religiosos» (Instituciones divinas 4,4).

–Con el Salmo 18 cantamos la ley delSeñor, expresión maravillosa de su Sabi-duría eterna: «La ley del Señor es perfec-ta y es descanso del alma; el precepto delSeñor es fiel e instruye al ignorante. Losmandamientos del Señor son rectos y ale-gran el corazón; la norma del Señor eslímpida y eternamente estable; los man-damientos del Señor son verdaderos y en-teramente justos. Más precioso que el oro,más que el oro fino; más dulce que la mielde un panal que destila».

Años pares–Judas 17.20-25: Dios puede preservar-

nos de tropiezos y guardarnos sin manchaante su gloria. Peligros siempre hay parala vida cristiana. Pero con la gracia deDios, estamos guardados en su amor, ysiempre podemos superarlos. Orígenesenseña:

«Dios nos libra de las tribulaciones no sola-mente cuando las hace desaparecer, ya que dice elApóstol “en mil maneras somos atribulados”,como si nunca nos hubiéramos de ver libres deellas, sino cuando por la ayuda de Dios no somosabatidos al sufrir la tribulación» (Tratado sobrela Oración 30,1).

Escribe Casiano:«Las ocasiones de contrariedad jamás nos fal-

tarán mientras estemos en contacto con los hom-bres. Las hace inevitables el constante roce conellos. Que no sean ocasión para evitar su compa-ñía» (Instituciones 9).

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Y San Pedro Damiano:«Son dignos ciertamente de alabanza los de-

signios de Dios, que inflige a los suyos castigostemporales para preservarlos de los eternos; quemanda para elevar; que corta para curar; que man-cha para ensalzar» (Carta 8,6).

San Ambrosio:«Muchas son las tribulaciones, muchas las

pruebas, y por tanto, muchas serán las coronas,ya que muchos son los combates. Te es benefi-cioso que haya muchos perseguidores, ya que,entre esta gran variedad de persecuciones, halla-rás más fácilmente el modo de ser coronado»(Comentario al Salmo 118).

Y San Cipriano:«Ésta es la diferencia entre nosotros y los que

no conocen a Dios; éstos, en la adversidad, sequejan y murmuran; a nosotros las cosas adver-sas no nos apartan de la virtud, sino que nosafianzan en ella» (Sobre la inmortalidad 13).

–Toda la vida del creyente está marca-da por una tensión de futuro. Vive en estemundo, pero su pensamiento está en lavida eterna, en el gozo pleno de Dios. Asínos lo recuerda el Salmo 62: «Oh Dios,tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi almaestá sedienta de ti, mi carne tiene ansiade ti, como tierra reseca, agostada, sinagua. ¡Cómo te contemplaba en el San-tuario, viendo tu fuerza y tu gloria! Tugracia vale más que la vida, te alabaránmis labios. Toda mi vida te bendeciré yalzaré las manos invocándote. Me sacia-ré como de enjundia y de manteca, y mislabios te alabarán jubilosos».

–Marcos 11,27-33: ¿Con qué autori-dad haces esto? Jesús responde a estapregunta de los jefes religiosos de Israelcon una cuestión análoga a propósito deJuan Bautista. No se admite la acciónsalvífica de Jesús, porque la autoridad nole viene de la jerarquía de Israel. La argu-mentación de Jesús pone de manifiestola irracionalidad de tal postura, llevando asus contrincantes al absurdo.

En efecto, si los judíos reconocían, antela pregunta de Jesús, que el bautismo deJuan era de Dios, se mostraban entoncespecadores, pues lo habían rechazado; perosi decían que era de los hombres, el pue-blo se les echaría encima, pues estimabamucho a Juan Bautista. Ante este dilema,optan por el silencio: «no lo sabemos».

Pero en este repliegue vergonzante semantienen cerrados a la verdad. Y la ver-dad es que la acción salvífica de Dios noestá a merced de la autoridad humana. Esde Dios y se manifiesta como Él elige, y aÉl debemos obedecer y someternos.

8ª Semana del Tiempo Ordinario

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9ª Semana

DomingoEntrada: «Mírame, oh Dios, y ten pie-

dad de mí, que estoy solo y afligido. Miramis trabajos y mis penas, y perdona to-dos mis pecados, Dios mío» (Sal 24,16-18).

Colecta (del Misal anterior, retocada contextos del Gelasiano): «Señor, nos acoge-mos confiadamente a tu providencia, quenunca se equivoca; y te suplicamos queapartes de nosotros todo mal y nos con-ceda aquellos beneficios que pueden ayu-darnos para la vida presente y la futura».

Ofertorio (Veronense): «Señor, llenos deconfianza en el amor que nos tienes, pre-sentamos en tu altar esta ofrenda, paraque tu gracia nos purifique por estos sa-cramentos que ahora celebramos».

Comunión: «Yo te invoco, porque tú merespondes, Dios mío; inclina tu oído y es-cucha mis palabras» (Sal 16,6). «Os loaseguro: cualquier cosa que pidáis en laoración, creed que os la han concedido yla obtendréis, dice el Señor» (Mc 11,23-24).

Postcomunión (Misal de París, de1738): «Guía, Señor, por medio de tu Es-píritu a los que has alimentado con el cuer-po y la sangre de tu Hijo, y haz que, con-

fesando tu nombre no solo de palabra ycon los labios, sino con las obras y el co-razón, merezcamos entrar en el Reino delos cielos».

CICLO ALa voluntad salvífica del Padre es uni-

versal, pero respeta nuestra libertad ynuestra decisión responsable, al mismotiempo que nos asiste con su gracia paraque nuestra respuesta pueda ser de fideli-dad y de amor. La obra redentora de Cristofue universal, expresando así la voluntaddel Padre; a ella hemos de abrirnos conresponsabilidad, humildad y amor, puespor amor y con amor se hizo, y tambiéncon dolor y sangre.

Tenemos que definirnos. ¡Qué pena quemuchos hombres, cerrándose a Cristo, re-chacen el amor salvífico de Dios! ¡Quépena también que los que hemos acepta-do la salvación nos preocupemos tan pocode irradiarla a todos los hombres!

–Deuteronomio 11,18.26-28: Mirad, ospongo delante maldición y bendición. Siescucháis... El mejor comentario es el deClemente de Alejandría, que dice:

«En el hombre, en efecto, está la elección, por-que es libre; pero en Dios, porque es el Señor,está dar lo que se le pide. Ahora bien, Dios da alos que quieren y se esfuerzan con toda el alma, ypiden, a fin de que su salvación resulte propia deellos. Porque Dios no fuerza a nadie –la violenciaes contraria a Dios–. Dios asiste a los que bus-can, da a los que piden y abre a los que llaman a lapuerta» (Sobre la salvación de los ricos 10).

–Con el Salmo 30 decimos: «A ti, Se-ñor, me acojo... Sé la Roca de mi refu-gio... Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,sálvame por tu misericordia».

–Romanos 3,21-25.28: El hombre esjustificado por la fe, sin las obras de laley. Todos los hombres necesitamos de la

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redención de Jesucristo, y solo por la fela aceptamos y la podemos vivir fielmen-te. Comenta San Agustín:

«Cristo vino a los enfermos; los halló a todosenfermos. Nadie presuma, pues, de su salud, nosea que el médico lo abandone. A todos los en-contró enfermos; es afirmación del Apóstol: “to-dos, en efecto, pecaron y están privados de lagloria” (Rom 3,23). Halló a todos enfermos, peroeran de dos clases de enfermos. Unos se acerca-ban al médico, se adherían a Cristo, le escucha-ban, le honraban, le seguían y se convertían. Élrecibía a todos, sin repugnancia, para sanarlos,porque los sanaba gratuitamente, los sanaba consu omnipotencia... En cambio el otro género deenfermos, que habían perdido ya la razón a cau-sa de su enfermedad e ignoraban que estabanenfermos, lo insultaron, porque recibía a los en-fermos y dijeron a sus discípulos: “ved, quémaestro tenéis, que come con pecadores ypublicanos» (Sermón 80,4).

–Mateo 7,21-27: La casa edificada so-bre roca y la casa edificada sobre arena.Ni la mera piedad subjetiva, ni la falsaconfianza en los dones de Dios, puedensustituir en nosotros la vida de fe y defidelidad responsable para alcanzar la sal-vación. Dice San Juan Crisóstomo:

«No sólo se derrumba lo que se edifica sobrela arena, sino que el derrumbe va acompañado degran desastre... No se trata aquí, en efecto, decosa de poco más o menos, sino de la salvacióndel alma, de la pérdida del cielo y de los bieneseternos. Más aún: el que siga el mal, aun antes deestas pérdidas eternas, llevará acá la vida másmiserable, entre continuas congojas, miedos, pre-ocupaciones y combates. Lo cual nos dio a en-tender ya aquel varón sabio que dijo: “el impíohuye, sin que nadie le persiga” (Prov 18,1). Songentes que temen de su sombra, sospechan deamigos y enemigos, de sus esclavos, de sus co-nocidos y desconocidos. Antes, sí, del castigoeterno, ya sufren aquí suplicio extremo.

«Todo eso quiso significar Cristo al decir: “yla ruina de aquella casa fue sobremanera grande”.Con lo que puso término conveniente a estosbellos preceptos suyos, persuadiendo aun a losmás incrédulos a huir de la maldad, siquiera mi-rando al provecho presente. Porque, si bien es

cierto que la razón de lo por venir es más alta, laotra es más eficaz para contener a los duros decorazón y apartarlos del mal» (Homilía 24 so-bre San Ma-teo 4).

CICLO BLa trascendencia cristiana del domingo

reclama una fuerte conciencia comunita-ria, que nuestra sociedad neopaganizadaestá muy lejos hoy de poseer. Poco a pocoamplios sectores cristianos están pagani-zando de nuevo el Día del Señor. Y esto,aunque muchos sean inconscientes de sugravedad, es en realidad inmoral y escan-daloso. Inmoral porque se trata de que-brantar un precepto grave; escandaloso,porque fomenta un ambiente mundano yconformista, suficiente para arrastrar a losdébiles de conciencia hacia la irreligiosi-dad masiva o la apostasía anti-cristiana.

–Deuteronomio 5,12-15: Guarda el díadel sábado, santificándolo, como el Señortu Dios te ha mandado. No es Dios quiennecesita de nuestro descanso o de nues-tra adoración. Lo necesitamos nosotros,para que no se ahogue nuestra fe y nues-tra condición de hijos de Dios en el mate-rialismo cotidiano de la vida. Escribe SanJustino a mediados del siglo II:

«Nos reunimos precisamente el día del Sol [Do-mingo], porque éste es el primer día de la creación,cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas yla materia, y también porque es el día en que Jesu-cristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muer-tos» (Apología I, 67).

Y en el siglo IV exhorta la Didascalia:«Ya que sois miembros de Cristo, no os queráis

separar de la Iglesia, faltando a la reunión. Tenien-do a Cristo Cabeza presente y en comunicacióncon vosotros, de acuerdo con su promesa, no ostengáis en poco a vosotros mismos, y no dividáis,ni separéis su Cuerpo. No habéis de preferir lasnecesidades de vuestra vida a la Palabra de Dios;por el contrario, el domingo dejadlo todo y acudida la Iglesia», esto es, a la asamblea litúrgica(Didascalia de los Apóstoles II, 59,2).

9ª Semana del Tiempo Ordinario

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108 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

–Con el Salmo 80 rendimos culto aDios: «Aclamad a Dios, nuestra fuerza.Acompañad, tocad los panderos, las cí-taras templadas y las arpas; tocad la trom-peta por la luna nueva, por la luna llena,que es nuestra fiesta. Porque es una leyde Israel, un precepto del Dios de Jacob,una norma establecida para José, al salirde la tierra de Egipto. Oigo un lenguajedesconocido: Retiré mis hombros de lacarga, y sus manos dejaron la espuerta;clamaste en la aflicción y te libré. No ten-drás un dios extraño, no adorarás un diosextranjero. Yo soy el Señor Dios tuyo, quete saqué del país de Egipto».

–2 Corintios 4,6-11: La vida de Jesússe manifiesta en nuestra carne mortal. Enmedio de un mundo pagano de increyen-tes, el genuino cristiano es siempre un serconsciente de su vinculación a Cristo yun testigo fiel de su vida. El verdaderoapóstol de Jesús, entregado por entero alos demás, participa de la agonía de Cris-to en su debilidad, pero al mismo tiemporecibe la fuerza y la luz del Resucitado dePascua. Escribe San Gregorio de Nisa:

«Considerando que Cristo es la Luz verdadera,sin mezcla posible de error alguno, nos damoscuenta de que también nuestra vida ha de estariluminada con los rayos de la Luz verdadera. Losrayos del Sol de justicia son las virtudes que de Élemanan para iluminarnos... Y para que obrandoen todo a plena luz, nos convirtamos tambiénnosotros en Luz, y, según es propio de la Luz,iluminemos a los demás con nuestras obras» (Tra-tado sobre la ejemplaridad de los cristianos 3).

San Agustín dice:«¿Quiénes son los que trabajan en la construc-

ción de la Casa [la Iglesia]? Los dispensadores delos misterios de Dios. Todos nos esforzamos,todos trabajamos, todos construimos ahora; ytambién antes de nosotros se esforzaron, trabaja-ron y construyeron otros; pero si el Señor noconstruye la casa, en vano se cansan los albañi-les» (Comentario al Salmo 126).

–Marcos 2,23-3,6: El Hijo del Hombrees Señor también del sábado. El día del

Señor ha sido instituido para la santifi-cación de los hijos de Dios. No podemosreducirlo a un mero formalismo moral oritualista, cifrado en la mera observanciamaterial de un precepto.

El concilio Vaticano II enseña:«La Iglesia, por una tradición apostólica que

trae su origen del mismo día de la resurrección deCristo, celebra el misterio pascual cada ocho días,en el día en que es llamado con razón “día delSeñor” o Domingo. En este día los fieles debenreunirse a fin de que, escuchando la palabra deDios y participando en la Eucaristía, recuerden lapasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús,y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la vivaesperanza por la resurrección de Jesucristo deentre los muertos (1 Pe 1,3). Por esto el Domingoes la fiesta primordial, que debe presentarse einculcarse a la piedad de los fieles de modo quesea también día de alegría y de liberación del tra-bajo. No se antepongan otras solemnidades, a noser que sean de suma importancia, puesto que elDomingo es el fundamento y el núcleo de todo elaño litúrgico» (Sacrosanctum Concilium 106).

CICLO CLa Iglesia orante nos invita a extender

nuestra mirada a todos los hombres, paraensanchar nuestro corazón de creyentesen Cristo, con la esperanza de una salva-ción sin fronteras.

–1 Reyes 8,41-43: Cuando venga, Se-ñor, un extranjero para rezar en este tem-plo, escúchale desde el cielo. Salomónconstruyó la Casa del Señor, el Templode Jerusalén, con un corazón abierto alamor universal de Dios, es decir, con laesperanza de que todos los hombres pu-dieran orar allí como hermanos. Esta uni-versalidad pretendida solo tendrá realiza-ción plena en Cristo y en su Iglesia cató-lica. San Agustín dice:

«Nosotros somos la santa Iglesia. Pero no hedicho “nosotros” como si me refiriera solo a losque estamos aquí, a los que ahora me habéis oído.Lo somos cuantos, por la gracia de Dios, somosfieles cristianos en esta Iglesia, en esta ciudad, en

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esta región, en esta provincia y aún más allá delmar, y hasta en todo el orbe de la tierra... Tal esla Iglesia católica, nuestra verdadera Madre» (Ser-món 213).

San Cirilo de Jerusalén enseña:«La Iglesia se llama católica o universal por-

que está esparcida por todo el orbe de la tierra,del uno a otro confín, y porque de un modouniversal y sin defecto enseña todas las verda-des de la fe que los hombres deben conocer, yase trate de las cosas visibles o invisibles, de lascelestiales o terrenas; también porque induce alverdadero culto a toda clase de hombres, a losgobernantes y a los simples ciudadanos, a losinstruidos y a los ignorantes; y, finalmente, por-que cura y sana toda clase de pecados sin excep-ción, tanto los internos como los externos. Ellaposee todo género de virtudes, cualquiera quesea su nombre, en hechos y palabras y en cual-quier clase de dones espirituales» (Catequesis18,23-25).

–Con el Salmo 116 cantamos la uni-versalidad del mensaje de Cristo, de suextensión a todos los hombres: «Alabadal Señor todas las naciones, aclamadlotodos los pueblos. Firme es su miseri-cordia con nosotros, su fidelidad dura porsiempre».

La catolicidad de la Iglesia se afirmatambién continuamente en la liturgia, queno se centra en el «yo», sino en el «no-sotros». Nosotros oramos, nosotros da-mos gracias al Señor y lo alabamos, no-sotros pedimos por todos los hombres.Si hemos de ser verdaderos hijos de Dios,todo en nosotros ha de ser universal, esdecir, católico. «Dios quiere que todoslos hombres se salven y lleguen al cono-cimiento de su verdad» (1 Tim 2,4).

–Gálatas 1,1-2.6-10: Si quisiera agra-dar a los hombres, no sería servidor deCristo. Para San Pablo, apóstol de losgentiles, un Evangelio que no sea uni-versal, que no ofrezca la salvación a to-dos los hombres, es «otro» evangelio,no el de Jesucristo. Así lo enseña el Va-ticano II:

«Todos los hombres están llamados a formarparte del nuevo pueblo de Dios. Por lo cual, estepueblo, sin dejar de ser uno y único, debe exten-derse en todo el mundo y en todos los tiempos,para así cumplir el designio de la voluntad de Dios,quien en un principio creó una sola naturalezahumana, y a sus hijos que estaban dispersos, de-terminó luego congregarlos (Jn 11,52). Para estoenvió Dios a su Hijo, a quien constituyó herederode todo (Heb 1,2), para que sea Maestro, Rey ySacerdote de todos, Cabeza del pueblo nuevo yuniversal de los hijos de Dios...

«Así, pues, el único Pueblo de Dios está pre-sente en todas las razas de la tierra, pues de todasellas reúne sus ciudadanos, y éstos lo son de unreino no terrestre, sino celestial... Este carácter deuniversalidad que distingue al Pueblo de Dios esun don del mismo Señor, con el que la Iglesia Ca-tólica tiende, eficaz y perpetuamente, a recapitu-lar toda la humanidad con todos sus bienes bajoCristo Cabeza, en la unidad del Espíritu» (LumenGentium 13).

–Lucas 7,1-10: Ni en Israel he encon-trado tanta fe. El Corazón del Redentorno aceptó fronteras, ni religiosas ni men-tales, ni sociales. La fe auténtica no es pa-trimonio de una institución, sino una acti-tud profunda del alma, que se eleva perso-nalmente al Misterio de Cristo. Esta fe esla que aparece hoy en la lectura evangéli-ca. San Ambrosio dice:

«Es hermoso que, después de haber dado suspreceptos, [Cristo] nos enseña cómo hemos deconformarnos con ellos. En efecto, inmediatamen-te, es presentado al Señor el siervo de un centuriónpagano para ser curado. Él es una figura del pue-blo gentil, que estaba retenido por las cadenas dela esclavitud del mundo, enfermo de pasiones mor-tales, y que el beneficio del Señor había de curar. Yal decir que “estaba a punto de morir”, no se equi-voca el evangelista; pues, efectivamente, estaba apunto de morir, si Cristo no lo hubiese curado. Hacumplido, pues, el precepto con su caridad celes-tial, amando a sus enemigos hasta arrancarlos de lamuerte e invitarlos a la esperanza de la salvacióneterna...

«Observa cómo la fe da un título para la cura-ción. Advierte también que, aun en el pueblo gen-til, hay penetración del misterio... “Ni siquiera enIsrael he encontrado una fe semejante”. La fe de

89ª Semana del Tiempo Ordinario

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110 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

este hombre la antepone a la de aquellos elegidosque ven a Dios (Israel se interpretaba “el que vea Dios”) » (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas, V, 83,85 y 87).

Lunes

Años impares–Tobías 1,1-2.2,1-9: Tobías temía a

Dios más que al rey. La Escritura presen-ta a Tobías, exilado en Nínive, lejos de supatria, como modelo de las grandes vir-tudes que ha de practicar un siervo deDios. En medio de un país hostil, Tobías,con gran caridad, arriesga su vida paraenterrar a sus compatriotas, víctimas dela persecución. La caridad , como Casianoenseña, da una gran fortaleza de ánimo:

«El alma fundada en la caridad perfecta, se ele-va necesariamente a una grado más excelente ymás sublime, al temor del amor. Y esto no derivadel pavor que causa el castigo, ni del deseo de larecompensa. Nace de la grandeza misma del amor.Es esa amalgama de respeto y afecto filial, en quese unen la reverencia y la benevolencia que unhijo tiene hacia un padre benigno, el hermano ha-cia su hermano, el amigo hacia su amigo, la espo-sa hacia su esposo. No recela los golpes ni repro-ches. Lo único que teme es herir el amor con elmás leve roce o herida. En toda acción, en todapalabra, se echa de ver la piedad y solicitud conque procede. Teme que el fervor del amor se en-fríe con lo más mínimo» (Colaciones 11).

–El Salmo 111 es un elogio del justo.Coincide perfectamente con la lectura an-terior sobre Tobías: «Dichoso quien temeal Señor y ama de corazón sus mandatos.Su linaje será poderoso en la tierra, la des-cendencia del justo será bendita. En sucasa habrá riquezas y abundancia, su ca-ridad es constante, sin falta. En las tinie-blas brilla como una luz el que es justo,clemente y compasivo. Dichoso el que seapiada y presta, y administra rectamentesus asuntos. El justo jamás vacilará; surecuerdo será perpetuo».

Años pares–2 Pedro 1,1-7: Nos ha dado Dios los

bienes prometidos, con los que podéis par-ticipar de su mismo ser. Los bienes reci-bidos de parte de Dios tienen como obje-to hacernos partícipes de la naturaleza di-vina. Por tanto, hemos de ser fieles a la fey a las virtudes cristianas, como dice SanLeón Magno:

«Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad, pues par-ticipas de la naturaleza divina (2 Pe 1,4), y novuelvas a la antigua vileza con una vida deprava-da. Recuerda de qué Cabeza y de qué Cuerpoeres miembro. Ten presente que, arrancado al poderde las tinieblas (Col 1,13), se te ha trasladado alreino y claridad de Dios. Por el sacramento delBautismo, te convertiste en templo del EspírituSanto. No ahuyentes a tan escogido huésped conacciones pecaminosas, no te entregues otra vezcomo esclavo al demonio, pues has costado lasangre de Cristo, que te redimió según su miseri-cordia, y te juzgará conforme a la verdad» (Ser-món 21,3).

–En Jesucristo se han hecho realidadlas promesas. En Él Dios se entregó to-talmente, constituyéndose para nosotrosen la causa de salvación. Éste es el moti-vo mayor de nuestra confianza: que Diosestá con nosotros y es nuestro refugio yfortaleza. Así lo proclamamos con el Sal-mo 90: «Tú que habitas al amparo del Al-tísimo, que vives a la sombra del Omni-potente, di al Señor: Refugio mío, Alcá-zar mío, Dios mío, confío en Ti. Se pusojunto a Mí, lo libraré; lo protegeré porqueconoce mi nombre, me invocará y loescucharé. Con él estaré en la tribulación.Lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré delargos días y le haré ver mi salvación».

–Marcos 12,1-12: Agarraron al hijo que-rido, lo mataron y lo arrojaron fuera dela viña. La parábola de los viñadores ho-micidas es una clara profecía de la Pa-sión del Señor. Bien lo dice San Ireneo:

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111

«Fue Dios quien plantó la viña del género hu-mano, cuando creó a Adán y cuando eligió a lospatriarcas. Después la confió a los viñadorespor medio de la legislación de Moisés. La rodeócon un seto, es decir, delimitó la tierra que teníanque cultivar. Edificó una torre, es decir, eligió aJerusalén. Cavó un lagar, cuando preparó el re-ceptáculo de la palabra profética; y así envióprofetas antes del exilio en Babilonia, y otrosdespués del exilio, más numerosos que los pri-meros, para recabar los frutos con las palabrassiguientes:

«Esto dice el Señor: “Enmendad vuestros ca-minos y vuestras costumbres; juzgad con juiciojusto; tened compasión y misericordia cada unocon su hermano; no oprimáis a la viuda, al huér-fano, al extranjero y al pobre; que nadie conser-ve en su corazón el recuerdo de la malicia de suhermano; no améis el juramento falso”...

«Cuando los profetas predicaban esto, recla-maban el fruto justo. Pero, como no les hacíancaso, al fin envió a su Hijo, nuestro Señor Jesu-cristo, al cual mataron los colonos malos y loarrojaron fuera de la viña –no ya cercada, sinoextendida por todo el mundo–, y la entregó aotros colonos que dieran sus frutos a sus tiem-pos. La torre de elección sobresale magnífica portodas partes, ya que en todas partes resplande-ce la Iglesia. En todas partes se ha cavado unlagar, pues en todas partes se encuentran quie-nes reciben el Espíritu. Y puesto que aquellosrechazaron al Hijo de Dios y lo echaron, cuandolo mataron, fuera de la viña, justamente los re-chazó Dios a ellos, confiando el cuidado de losfrutos a las gentes que estaban fuera de la viña...

«Uno y el mismo es Dios Padre, que plantó laviña, que sacó al pueblo, que envió a los profe-tas, que envió a su propio Hijo, que dio la viña aotros colonos para que le entregaran el fruto a sutiempo» (Contra las herejías IV, 36,2).

MartesAños impares

–Tobías 2,10-23: Tobías no se abatió acausa de la ceguera. La piedad de Tobíaspara con los difuntos le lleva a un grancansancio, y éste le ocasiona un acci-dente, por el que pierde la vista. Él per-severa en el temor de Dios durante la

prueba, lo mismo que Job, a pesar de lasdificultades. Grande es la fortaleza de lapaciencia. San Cipriano escribe:

«La paciencia es la que nos recomienda y guar-da para Dios; ella modera nuestra ira, frena la len-gua, dirige nuestro pensar, conserva la paz, ende-reza la conducta, doblega la rebeldía de la pasión,reprime el tono del orgullo, apaga el fuego de losenconos, contiene la prepotencia de los ricos, ali-via la necesidad de los pobres, protege la santavirginidad de las doncellas...

«La paciencia mantiene en humildad a los queprosperan, hace fuertes en la adversidad, y sufri-dos frente a las injusticias y afrentas. Enseña aperdonar enseguida a quienes nos ofenden, y arogar con constancia e insistencia cuando hemosofendido. Nos hace vencer en las tentaciones, noshace tolerar las persecuciones, nos hace consumarel martirio. Es la que fortifica sólidamente los ci-mientos de nuestra fe, levanta en alto nuestra es-peranza... Nos lleva a perseverar como hijos deDios, y a imitar al mismo Dios» (Sobre la pacien-cia 20).

–Hay momentos difíciles, en los que eljusto es especialmente probado. En Diostenemos nuestro apoyo entonces, comolo tuvo Tobías, y como lo afirma en ora-ción el Salmo 111: «Dichoso el que temeal Señor y ama de corazón sus mandatos.Su linaje será poderoso en la tierra, la des-cendencia del justo será bendita. No te-merá las malas noticias, su corazón estáfirme en el Señor; su corazón está seguro,sin temor, hasta ver derrotados a sus ene-migos. Reparte limosna a los pobres, sucaridad es constante, sin falta, y alzará lafrente con dignidad».

Años pares–2 Pedro 3,12-15.17-18: Esperamos un

cielo nuevo y una tierra nueva. Hay queaguardar con una vida santa el día de lavenida del Señor, cuando será renovada lacreación y reinará la justicia. Necesitamosde una fe profunda, que mantenga siem-pre viva la esperanza. Solo el pecado nossepara de Dios y nos mantiene alejados deldía del Señor. El amor, la justicia, la liber-

9ª Semana del Tiempo Ordinario

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112 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

tad, la igualdad... son valores que aporta-mos a un orden definitivo y eterno. Portanto, en medio de muchas dificultades,con la ayuda de la gracia, debemos ejer-citar el bien con toda esperanza. Así loexhorta San Juan Crisóstomo:

«No desesperéis nunca. Os lo diré en todosmis discursos, en todas mis conversaciones; y sime hacéis caso, sanaréis. Nuestra salvación tienedos enemigos mortales: la presunción, cuando lascosas van bien, y la desesperación después de lacaída; éste segundo es mucho más terrible» (Ho-milía sobre la penitencia).

Y San Gregorio Magno:«Estáis viendo en la Iglesia a muchos cuya vida

no debéis imitar; pero tampoco habéis de deses-perar de ellos. Hoy vemos lo que son, pero igno-ramos lo que será cada uno el día de mañana. Aveces, vemos que el que viene detrás de nosotros,llega por su industria y agilidad, ayudado por lagracia divina, a adelantarnos en las obras buenas,y apenas podemos seguir mañana al que nos pa-recía aventajar ayer. Cuando Esteban murió porla fe, Saulo guardaba los vestidos de los que loapedreaban» (Homilía 19 sobre los Evangelios).

–Ante la seguridad de la venida del Se-ñor meditamos la brevedad de la vida, conel Salmo 89: «Señor, Tú has sido nuestrorefugio de generación en generación. An-tes que naciesen los montes o fuera en-gendrado el orbe de la tierra, desde siem-pre y por siempre, tú eres Dios. Tú redu-ces al hombre a polvo, diciendo: “retor-nad, hijos de Adán”. Mil años en tu pre-sencia son un ayer que pasó, una velanocturna. Aunque uno viva setenta añosy el más robusto hasta ochenta, la mayorparte son fatiga inútil, porque pasan apri-sa y vuelan. Por la mañana sácianos de tumisericordia, y toda nuestra vida será ale-gría y júbilo; que tus siervos vean tu ac-ción y sus hijos, tu gloria».

–Marcos 12,13-17: Lo que es del Césarpagádselo al César, y lo que es de Dios, aDios. Los enemigos de Jesús le ponentrampas para cogerlo; pero Él hace caer

a sus adversarios en la misma trampa quele han tendido. El Maestro nos enseña quedebemos obedecer a los que nos gobier-nan, cuando lo hacen según la ley moral.

San Hilario de Poitiers comenta:«¡Oh respuesta verdaderamente admirable y

claridad absoluta de la palabra celestial! Todo estáallí medido, entre el desprecio del mundo y laofensa al César (Mt 22,21). Declarando que esnecesario “dar al César lo que es del César”, libraa los espíritus consagrados a Dios de toda pre-ocupación y deber humano. En efecto, si nada delo que pertenece al César se retiene en nuestrasmanos, nosotros no quedamos ligados por la obli-gación de devolverle las cosas que son suyas.

«Si, por el contrario, nos dedicamos a sus co-sas y nos sometemos al cuidado del patrimonioajeno, no es injusticia devolver al César lo que esdel César, y tener que dar a Dios las cosas queson suyas: el cuerpo, el alma, la voluntad.

«Es Dios, en efecto, quien da y acrecienta to-dos los bienes que tenemos y, por consiguiente,es completamente justo devolver todo esto a Él;a quien, según se nos recuerda, debemos su ori-gen y progreso» (Comentario al Evangelio deSan Mateo 23,2).

MiércolesAños impares

–Tobías 3,1-11.24-25: Llegaron las ora-ciones de los dos a la presencia del Altí-simo. El anciano Tobías ruega al Señorcon humildad y arrepentimiento, en tantoque en otro lugar, una de sus compatrio-tas, Sara, insultada por una criada, se en-trega al ayuno y a la oración. Dios atiendelas súplicas de ambos, y les envía al ar-cángel San Rafael. Grande es el poder dela oración. San Juan Crisóstomo dice:

«La oración es luz del alma, verdadero conoci-miento de Dios, mediadora entre Dios y los hom-bres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta elcielo, abraza a Dios con abrazos inefables; porella nuestro espíritu espera el cumplimiento desus propios anhelos, y recibe unos bienes quesuperan todo lo natural y visible... La oraciónviene a ser una venerable mensajera nuestra ante

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Dios; alegra nuestro espíritu, confirma nuestroánimo» (Homilía 6 sobre la Oración).

–Por encima de todo, sobre las maqui-naciones contra los justos, está la provi-dencia de Dios, que los cuida y dirige.Esta seguridad es la que provoca en ellosuna esperanza sólida, aun en medio demuchas y graves dificultades. No se vendefraudados jamás. Dios les guía.

Por eso hemos de abandonarnos en Élcon absoluta confianza. A esto nos ayu-da el Salmo 24: «A ti, Señor, levanto mialma, Dios mío, en ti confío, no quedeyo defraudado, que no triunfen de mí misenemigos; pues los que esperan en ti noquedan defraudados, mientras que el fra-caso malogra a los traidores. Señor, en-séñame tus caminos, instrúyeme en tussendas, haz que camine con lealtad; en-séñame, porque tú eres mi Dios y salva-dor. Recuerda, Señor, que tu ternura ymisericordia son eternas; acuérdate de mícon misericordia, por tu bondad, Señor.El Señor es bueno y recto, y enseña elcamino a los pecadores; hace caminar alos humildes con rectitud, enseña sus ca-mino a los humildes».

Años pares–2 Timoteo 1,1-3,6-12: Aviva el fuego

de la gracia de Dios, que recibiste cuandote impuse las manos. Nuestra vocaciónno depende de las propias obras buenas,sino de los designios eternos de Dios, ve-rificados en el misterio de Cristo. Elsacerdocio, concretamente, es una dig-nidad altísima, que sobrepasa los límitesde la naturaleza humana, y que solo pue-de ser recibido co-mo don de Dios. Es-cribe San Juan Crisós-tomo:

«El sacerdocio, si es cierto que se ejerce en latierra, sin embargo, pertenece al orden de la ins-tituciones celestes, y con mucha razón. Porqueno fue un hombre, ni un ángel o arcángel, ni otrapotestad creada, sino el Paráclito mismo quienconsagró este ministerio e hizo que hombres,

vestidos aún de carne, pudieran ejercer oficio deángeles. Por lo cual el sacerdote ha de ser tan puro,como si se hallase en los cielos en medio de aque-llas angélicas potestades.

«Cierto que lo que precedió a la economía de lagracia fueron cosas formidables... el humeral, latiara, el turbante, las vestiduras elegantes, la lámi-na de oro, el santo de los santos... Pero si conside-ramos los misterios de la gracia, veremos qué pocovale todo aquel aparato del temor y espanto, ycómo aquí también se cumple lo que de la leygeneral dijo el Apóstol San Pablo: “aquello quefue glorioso en cierto aspecto ya no sigue siéndolo,en comparación con esta gloria preeminente” (2Cor 3,10)» (Sobre el Sacerdocio 3,1-8).

– Desde lo más profundo de nuestra hu-mildad, en medio de este mundo grandio-so de la gracia, levantamos con el Salmo122 los ojos al Señor, de quien viene todoauxilio: «A ti, Señor, levanto mis ojos, a tique habitas en el cielo. Como están los ojosde los esclavos, fijos en las manos de susseñores; como están los ojos de la escla-va, fijos en las manos de su señora, asíestán nuestros ojos en el Señor, Dios nues-tro, esperando su misericordia».

–Marcos 12,18-27: Dios no es Dios demuertos, sino de vivos. Cristo siempre sa-lió victorioso de las dificultades que le po-nían sus enemigos. Ahora a los saduceosles da una gran lección sobre la resurrec-ción. La esperanza en la resurrección es laverdadera fuerza capaz de ordenar todaslas realidades humanas en una escala devalores eternos. San Juan Crisóstomo co-menta:

«“Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”.No es Dios –les dice– de quienes no existen, dequienes absolutamente han desaparecido y que nohan de levantarse más. Porque no dijo: “Yo era”,sino: “Yo soy”, es Dios de quienes existen y vi-ven. Porque a la manera que Adán, si bien estandovivo el día que come del árbol prohibido, muerepor sentencia divina, así éstos, aun cuando hanmuerto, viven por la promesa de la resurrección...Y aún sabe el Señor de otra clase de muertos, so-bre los que dice: “dejad que los muertos entierrena los muertos”.

9ª Semana del Tiempo Ordinario

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«Las gentes que lo oyeron quedaron maravilla-das de su doctrina. Los saduceos, entonces, seretiran derrotados. Las muchedumbres, ajenas atodo partidismo, sacan fruto. Por tanto, ya quetal es la resurrección, hagamos todo lo posible afin de obtener en ella los primeros puestos» (Ho-milía 70, 3, sobre San Mateo).

JuevesAños impares

–Tobías 6,10-11; 7,9-17; 8,4-10: Os hatraído Dios a mi casa para que mi hija secase contigo. La grandeza del matrimo-nio ya se muestra en el Antiguo Testa-mento; pero es en el Nuevo donde el Ver-bo encarnado, «nacido de mujer» (Gál4,4), va a darle la plenitud de su dignidad.Por su vida en Nazaret, en la sagrada Fa-milia, consagra la familia tal como habíasido preparada desde el comienzo delmundo. Pero nacido de Madre Virgen, yviviendo Él mismo en virginidad, da testi-monio de un valor todavía superior almatrimonio. Tertuliano, hacia el 200, veíaasí la dignidad del matrimonio cristiano:

«No hay palabras para expresar la felicidad deun matrimonio que la Iglesia une, que la oblacióndivina confirma, que la bendición consagra, quelos ángeles registran y que el Padre ratifica. En latierra no deben los hijos casarse sin el consenti-miento de sus padres.

«¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles enuna misma esperanza, en una misma ley, en unmismo servicio! Los dos son hermanos, los dossirven al mismo Señor, no hay entre ellos desave-nencia alguna, ni de carne ni de espíritu. Verdade-ramente “son dos en una misma carne”; y dondela carne es una, el espíritu es uno. Rezan juntos,adoran juntos, ayunan juntos, se enseñan el unoal otro, se animan el uno al otro, se soportanmutuamente.

«Son iguales en la Iglesia, iguales en el banque-te de Dios. Comparten por igual las penas, laspersecuciones, las consolaciones. No tienen se-cretos el uno para el otro; nunca rehuyen la com-pañía mutua; jamás son causa de tristeza el unopara el otro... Cantan juntos los salmos e himnos.

En lo único que rivalizan entre sí es en ver quiénde los dos lo hace mejor.

«Cristo se regocija viendo a una familia así, yles envía su paz. Donde están ellos, allí está tam-bién Él presente; y donde está Él, el maligno nopuede entrar» (Ad uxorem 2,8).

–A la lectura anterior conviene perfec-tamente el Salmo 127: «Dichoso el queteme al Señor y sigue sus caminos. Co-merás del fruto de tu trabajo, serás di-choso, te irá bien. Tu mujer como parrafecunda, en medio de tu casa; tus hijos,como renuevos de olivo alrededor de tumesa. Ésta es la bendición del hombre queteme al Señor. Que el Señor te bendigadesde Sión, que veas la prosperidad deJerusalén todos los días de tu vida».

Años pares–2 Timoteo 2,8-15: La palabra de Dios

no está encadenada. Si morimos con Él,viviremos con Él. San Pablo invita aTimoteo a recordar la Buena Nueva quede él mismo recibió, y a causa de la cualel Apóstol sufre cadenas. Hay que per-manecer fieles a la verdad, que es únicaen medio de innumerables errores. Estafidelidad no es posible sin cruz, como tam-poco es posible participar de la cruz sinparticipar de la resurrección. Comenta SanAgustín:

«Quienquiera que seas tú, que pones tu gloriamás en el poder que en la humildad, recibe esteconsuelo, aduéñate de este gozo: el que fue cruci-ficado en tiempos de Poncio Pilato y fue sepulta-do, resucitó al tercer día de entre los muertos.Quizá también aquí te entren dudas, quizá tiem-bles. Cuando se te dijo: “cree que ha nacido, quepadeció, que fue crucificado, muerto y sepulta-do”; como se trataba de un hombre, lo creíste másfácilmente. ¿Y dudas ahora, oh hombre, que se tedice: “resucitó de entre los muertos al tercer día”?

«Pongamos un ejemplo, entre tantos otros po-sibles. Piensa en Dios, considera que es todopo-deroso, y no dudes. Si pudo hacerte a ti de la nadacuando aún no existías, ¿por qué no iba a poderresucitar de entre los muertos a un hombre que

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ya había hecho? Creed, pues, hermanos. Cuan-do está de por medio la fe, no se precisan mu-chas palabras.

«Ésta es la única creencia que distingue y se-para a los cristianos de los demás hombres. Quemurió y fue sepultado, hasta los paganos lo creenahora; y a su tiempo lo presenciaron los judíos.En cambio, que resucitó de entre los muertos altercer día, eso no lo admite ni el judío ni el paga-no. Así, pues, la resurrección de los muertosdistingue la vida que es nuestra fe de los muertosincrédulos. También el Apóstol Pablo, escribiendoa Timoteo, le dice: “acuérdate de Jesucristo, queresucitó de entre los muertos (2 Tim 2,8).

«Creamos, pues, hermanos, y esperemos quese cumpla en nosotros cuanto creemos que tuvolugar en Jesucristo. Es Dios quien promete. Y Élno engaña» (Sermón 215).

–El Evangelio del Señor ha de trans-mitirse con toda fidelidad, gracias a laasistencia del Espíritu Santo. Pedimos estafidelidad con el Salmo 24: «Señor, ensé-ñame tus caminos, instrúyeme en tus sen-das, haz que camine con lealtad; enséña-me, porque tú eres mi Dios y Salvador.El Señor es bueno y es recto, y enseña elcamino a los pecadores; hace caminar alos humildes con rectitud, enseña su ca-mino a los humildes. Las sendas del Se-ñor son misericordia y lealtad para losque guardan su alianza y sus mandatos.El Señor se confía con sus fieles y les daa conocer su alianza».

–Marcos 12,28-34: Éste es el primermandamiento. Y el segundo es semejan-te a éste. Jesús responde a una consultaque le hacen, y afirma la primacía de laley del amor a Dios y al prójimo. El cum-plimiento de estos mandatos supera to-das las prácticas externas de religión. Esteamor a Dios y al prójimo es el impulsofundamental de la vida cristiana. San Ire-neo escribe:

«Que no era en la prolijidad de la ley, sino enla sencillez de la fe y el amor, como la humani-dad debía ser salvada, lo dice Isaías (10,22-23).Y también el apóstol San Pablo: “el amor es la

plenitud de la Ley” (Rom 13,10), porque el queama a Dios ha cumplido la Ley. Pero, sobre todoes enseñanza del Señor (Mc 12,30). Así pues,gracias a la fe en Él ha aumentado nuestro amor aDios y al prójimo, nos ha hecho piadosos, justosy buenos. Y así, en Él, se ha cumplido su palabraen el mundo» (Demostración de la predicaciónapostólica 87).

ViernesAños impares

–Tobías 11,5-17: Si antes me castigaste,ahora me has salvado y puedo ver a mihijo. Regresa el hijo de Tobías con su es-posa. Sanación del padre. Acción de gra-cias. El hombre justo, que vive siemprealabando a Dios, proclama que es el Señorquien castiga y quien salva, y permaneceen una continua acción de gracias. Escri-be Casiano:

«Cuando el alma recuerda los beneficios queantaño recibió de Dios, y considera aquellas gra-cias de que la colma en el presente, o cuando dirigesu mirada al porvenir, sobre la infinita recompen-sa que prepara el Señor a quienes le aman, le dagracias en medio de transportes de alegría» (Cola-ciones 9).

Y San León Magno:«El cielo y la tierra, el mar y todo cuanto hay en

ellos, nos hablan de la bondad y omnipotencia delque los ha creado, y la admirable belleza de loselementos puestos a nuestro servicio exige de lacriatura racional el justo tributo de la acción degracias» (Sermón 44,1).

En la Santa Misa es donde se da a Diospor sus beneficios una acción de graciasde valor infinito y que a Él le complace.

–Sentimos diariamente el cuidado amo-roso de Dios en nuestra vida. Esto des-pierta nuestra alma a una inefable alaban-za, que ahora hacemos con el Salmo 145:«Alaba, alma mía, al Señor; alabaré al Se-ñor mientras viva, tañeré para mi Diosmientras exista. Él mantiene su fidelidadperpetuamente, hace justicia a los oprimi-

9ª Semana del Tiempo Ordinario

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116 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

dos, da pan a los hambrientos. El Señorliberta a los cautivos, el Señor abre losojos al ciego, el Señor endereza los quese doblan, el Señor ama a los justos, elSeñor guarda a los peregrinos. Sustentaal huérfano y a la viuda, y trastorna elcamino de los malvados. El Señor reinaeternamente, tu Dios, Sión, de edad enedad».

Años pares–2 Timoteo 3,10-17: El que se propone

vivir como buen cristiano será persegui-do. San Pablo recuerda sus propios su-frimientos por Cristo, y exhorta una vezmás a guardar fidelidad, buscando fuerzaen la lectura de las Sagradas Escrituras.La vida cristiana ha de estar sellada con elsigno de la cruz, que es su mayor garan-tía de autenticidad. Una vida que caminahacia la perfección pasará necesariamen-te por el trance de la persecución. Pero elyugo del Señor es suave y su carga ligera(Mt 11,30). Comenta San Agustín:

«Observen que los que aceptaron ese yugo concerviz intrépida, y aceptaron esa carga con hom-bros magnánimos, se ven probados por tantasdificultades de este siglo, que no parecen llama-dos del trabajo al descanso, sino del descanso altrabajo. Por eso el Apóstol dice: “todos los quequieren vivir piadosamente en Cristo, padeceránpersecución” (2 Tim 3, 12). Dirá, pues, alguno:“¿y cómo entonces es suave el yugo y la cargaleve, puesto que el llevar ese yugo y esa carga noes otra cosa que vivir piadosamente en Cristo?...Bajo ese yugo suave y esa carga leve, oímos deciral Apóstol: “en todo nos comportamos como mi-nistros de Dios, con mucha paciencia, en tribula-ciones, necesidades, angustias, golpes” (2 Cor6,4).

«Pues bien, todas esas asperezas y quebrantosque cita las padeció con frecuencia y abundancia,pero le asistía el Espíritu Santo, y éste, en lacorrupción del hombre exterior, renovaba al inte-rior de día en día, y le daba a gustar el reposoespiritual en la abundancia de las delicias de Dios,suavizando todo lo presente en la esperanza de labienaventuranza futura y aligerando todo lo pe-sado. He ahí cómo llevaba el suave yugo de Cris-

to y la carga leve» (Sermón 70,1-2).

–El Salmo 118 nos enseña que los man-datos del Señor son motivo de paz y desosiego en medio de las tribulaciones:«Muchos son los enemigos que me per-siguen, pero yo no me aparto de tus pre-ceptos. El compendio de tu palabra es laverdad, y tus justos juicios son eternos.Los nobles me perseguían sin motivo, peromi corazón respetaba tus palabras. Mu-cha paz tienen los que aman tus leyes ynada los hace tropezar. Aguardo tu salva-ción, Señor, y cumplo tus mandatos.Guardo tus decretos y tú tienes presentesmis caminos».

–Marcos 12,35-37: ¿Cómo dicen queel Mesías es hijo de David? Si Cristo estásentado a la derecha del Padre, eso signi-fica que es divino, de la misma naturalezadel Padre. Y Cristo, en efecto, es Hijo deDios, pues David en el Salmo 109 lo lla-ma «su Señor». San León Magno dice:

El Verbo divino, «aunque hizo suya nuestramisma debilidad, no por esto se hizo partícipe denuestros pecados. Tomó la condición de esclavo,pero libre de la malicia del pecado, ennobleciendonuestra humanidad sin mermar su divinidad, por-que aquel anonadamiento suyo fue una dignaciónde su misericordia, no una falta de poder. Portanto, el mismo que, permaneciendo en su condi-ción divina, hizo al hombre, es el mismo que sehace hombre, tomando la condición de esclavo»(Carta 28, 3-4).

SábadoAños impares

–Tobías 12,1.5-15.20: Vuelvo al que meenvió. Vosotros bendecid al Señor. Antesde retornar a Dios, el ángel Rafael exhor-ta a toda la familia de Tobías a que sigansiendo fieles a la oración y perseveren enlas buenas obras. Finalmente, les da a co-nocer su propia identidad. Alabemos tam-bién nosotros al Señor, démosle gracias

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por el ministerio de sus ángeles, y pro-clamemos sus inmensas maravillas paracon nosotros. Dice San Juan Crisóstomo:

«“Lo primero, doy gracias a mi Dios por me-dio de Jesucristo” (Rom 1,8). Exordio propio deun alma dichosa, que puede ser útil a todos paraofrecer a Dios los comienzos de sus buenas obrasy palabras; y no sólo las suyas, sino también lasajenas hechas rectamente. Acción de gracias quehace el alma limpia y libre de toda envidia. Y queatrae mayor benevolencia para los que muestransu gratitud...

«Conviene que den gracias no sólo los ricos,sino también los pobres, no sólo los sanos, sinotambién los enfermos; no sólo los que tienenprosperidad, sino aquellos a quienes son adver-sas las cosas. Dar gracias a Dios cuando todomarcha bien no es de admirar, pero sí es admira-ble cuando peligra la nave y se levanta una tor-menta. Por eso fue premiado Job y tapó la bocaimprudente del diablo. Él mostró claramente que,cuando las cosas marchaban bien, no daba gra-cias a Dios por las riquezas, sino por el amor deDios. Y mira tú por qué da gracias Pablo: no porel poder, ni por el imperio, ni por la gloria, puestodo esto no es digno de aprecio, sino por aque-llas cosas que son realmente buenas: la fe, lalibertad en el hablar» (Comentario a la Carta alos Romanos).

–Alabamos al Señor por tantos benefi-cios recibidos con el mismo himno delanciano Tobías: «Bendito sea Dios, quevive eternamente. El azota y se compa-dece, hunde hasta el abismo y saca de él,y no hay quien escape de su mano. Ve-réis lo que hará con vosotros, le daréisgracias a boca llena, bendeciréis al Se-ñor de la justicia, y ensalzaréis al Rey delos siglos. Yo le doy gracias en mi cauti-verio, anuncio su grandeza y su poder aun pueblo pecador. Convertíos, pecado-res, obrad rectamente en su presencia:quizá os mostrará benevolencia y tendrácompasión»

Años pares–2 Timoteo 4,1-8: Proclama la Pala-

bra. Yo estoy a punto de ser sacrificado y

el Señor me premiará con la corona mereci-da. El Apóstol, ya anciano, quiere que sucolaborador sea fiel a su misión de evan-gelizador. Comenta San Agustín:

El Señor, «siendo justo, le dará como retribu-ción la corona merecida (2 Tim 4,8), cosa que nohizo antes. Pues, oh Pablo, antes Saulo, si, cuandoperseguías a los santos de Cristo, cuando guarda-bas los vestidos de los que lapidaron a Esteban,hubiera el Señor ejercitado sobre ti el juicio, ¿dón-de estarías? ¿Qué lugar podría encontrarse en lomás hondo del infierno, proporcionado a la mag-nitud de tu pecado? Pero entonces no te retribuyócomo merecías, para hacerlo ahora.

«En tu Carta hemos leído lo que dices acerca detus primeras acciones. Gracias a ti las conocemos.Tú dijiste: “yo soy el último de los apóstoles, yno soy digno de llamarme apóstol”. No eras dig-no, pero Él te hizo serlo. No te retribuyó comomerecías, puesto que concedió un honor a quienera indigno de Él, merecedor más bien del suplicio.“No soy digno, dice, de ser llamado apóstol”. ¿Porqué? “Porque perseguí a la Iglesia de Dios”. Y siperseguiste a la Iglesia de Dios, ¿cómo es que eresapóstol? “Por la gracia de Dios soy o que soy” (1Cor 15,10). Yo no soy nada. Lo que soy, lo soypor la gracia de Dios» (Sermón 298,4).

–En la lectura anterior, Pablo suplica parael futuro, da gracias por el pasado y poneen el presente su confianza en Dios. Lacorona merecida es el futuro, el recuerdodel auxilio del Señor es su historia pasada,toda ella pura gracia. También nosotros,que tantos beneficios hemos recibido deDios, le alabamos con el Salmo 70: «Lle-na estaba mi boca de tu alabanza y de tugloria todo el día. No me rechaces ahoraen la vejez; me van faltando las fuerzas,no me abandones. Yo seguiré esperando,redoblaré tus alabanzas, mi boca cantarátu auxilio y todo el día tu salvación. Can-taré tus proezas, Señor mío, narraré tu vic-toria toda entera. Dios mío, me instruistedesde mi juventud, y hasta hoy relato tusmaravillas. Yo te daré gracias, Dios mío,con el arpa, por tu lealtad; tocaré para ti lacítara, Santo de Israel».

9ª Semana del Tiempo Ordinario

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118 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (4)

–Marcos 12,38-44: Esa pobre viuda haechado más que nadie. De los mismosdones que el Señor nos ha dado, demosgenerosamente a Dios. Él es un buen pa-gador. Así nos lo asegura San Juan Cri-sóstomo:

«“El oro que piensas prestar, dámelo a Mí,que te pagaré con mayor rédito y más seguro. Elcuerpo que piensas alistar a la milicia de otro,alístalo a la mía, porque yo soy superior a todosen la retribución”...

«Su amor es grande. Si deseas prestarle, Él estádispuesto. Si quieres sembrar, Él vende la semi-lla; si construir, Él está diciendo: “edifica en missolares”. ¿Por qué corres tras los hombres, quenada pueden? Corre en pos de Dios que, porcosas pequeñas, te da otras que son grandes»(Homilía 76 sobre San Mateo).

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Indice

1ª Semana. –Domingo, 3. –Lunes, 3. –Martes, 4. –Miércoles, 6. –Jueves, 7. –Viernes, 9. –Sábado, 11.

2ª Semana. –Domingo, 13. –Lunes, 17. –Martes, 19. –Miércoles, 20.–Jueves, 22. –Viernes, 23. –Sábado, 24.

3ª Semana. –Domingo, 26. –Lunes, 30. –Martes, 32. –Miércoles, 34.–Jueves, 35. –Viernes, 37. –Sábado, 38.

4ª Semana. –Domingo, 40. –Lunes, 44. –Martes, 46. –Miércoles, 47.–Jueves, 48. –Viernes, 50. –Sábado, 52.

5ª Semana. –Domingo, 53. –Lunes, 57. –Martes, 59. –Miércoles, 60.–Jueves, 62. –Viernes, 63. –Sábado, 65.

6ª Semana. –Domingo, 67. –Lunes, 71. –Martes, 73. –Miércoles, 74.–Jueves, 75. –Viernes, 77. –Sábado, 79.

7ª Semana. –Domingo, 81. –Lunes, 84. –Martes, 86. –Miércoles, 87.–Jueves, 88. –Viernes, 90. –Sábado, 91.

8ª Semana. –Domingo, 93. –Lunes, 97. –Martes, 98. –Miércoles,100. –Jueves, 101. –Viernes, 103. –Sábado, 104.

9ª Semana. –Domingo, 106. –Lunes, 110. –Martes, 111. –Miércoles,113. –Jueves, 114. –Viernes, 116. –Sábado, 117.