andar en cuatro piernas

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ANDAR EN CUATRO PIERNAS Un intenso ulular hizo temblar los cuerpos arenosos por el movimiento interno de la tierra y resonó como un caracol agonizante; grandes círculos aparecían en la arena remolineando y bullente; de los espirales arenosos se abrió un gran agujero y de su fondo insondable, junto con el vapor del caliente sol de mediodía emergió la criatura con una abundante cabellera rojiza ondulada por el viento que oportuno azotaba su rostro color de barro, las facciones de aquél enorme basilisco eran en absoluto simétricas con tal perfección que su aspecto se asemejaba a una escultura egipcia; ojos agudos, rasgados de hechizantes mundos, de un negro impenetrable con destello de rojo fuego y sin embargo fríos y vacíos como una piedra, tal como el clima extremo de ese lugar; en temporada invernal con un frío que calaba los huesos y escarchaba el lugar y en tiempos calurosos, totalmente asfixiante. Seguido de la cabeza se asomaba milímetro a milimetro su estilizada estructura, casi tan escurrida como una víbora, sacó el largo cuello, luego la primera pierna que rascó como yegua para abrirse camino, la siguió la segunda y luego las demás, luciendo los músculos pesados de animal brioso, una crin suave y bruñida destellaba bajo la intensidad de los rayos solares. Tenía hambre porque esa herida que le atravesaba toda la parte interior era insaciable, el

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ANDAR EN CUATRO PIERNAS

Un intenso ulular hizo temblar los cuerpos arenosos por el movimiento interno de la tierra y reson como un caracol agonizante; grandes crculos aparecan en la arena remolineando y bullente; de los espirales arenosos se abri un gran agujero y de su fondo insondable, junto con el vapor del caliente sol de medioda emergi la criatura con una abundante cabellera rojiza ondulada por el viento que oportuno azotaba su rostro color de barro, las facciones de aqul enorme basilisco eran en absoluto simtricas con tal perfeccin que su aspecto se asemejaba a una escultura egipcia; ojos agudos, rasgados de hechizantes mundos, de un negro impenetrable con destello de rojo fuego y sin embargo fros y vacos como una piedra, tal como el clima extremo de ese lugar; en temporada invernal con un fro que calaba los huesos y escarchaba el lugar y en tiempos calurosos, totalmente asfixiante. Seguido de la cabeza se asomaba milmetro a milimetro su estilizada estructura, casi tan escurrida como una vbora, sac el largo cuello, luego la primera pierna que rasc como yegua para abrirse camino, la sigui la segunda y luego las dems, luciendo los msculos pesados de animal brioso, una crin suave y bruida destellaba bajo la intensidad de los rayos solares. Tena hambre porque esa herida que le atravesaba toda la parte interior era insaciable, el nacimiento de un surco que iniciaba entre las patas traseras y le atravesaba todo la parte hasta el cuello, una herida permanentemente hirviendo, de alta temperatura de la cual sala un mediano msculo rosado y carnoso. Emprendi el galope para buscar cualquier movimiento a su paso y poder mitigar la carpanta del agujero, -ha de saberse que la herida era demandante con su compacta contraparte- es decir, eran dos criaturas en una, la una demandando a la otra y la otra luchando para no quedar sin energa, pues una sin la otra eran inertes; el hoyo viviente, que tena entre las cuatro pierna, arrojaba una espuma espesa para cautivar a las plantas o cualquier ser viviente; la lucha entre ambas era que la cabeza de abundante cabello tena una gran necesidad de expresarse pero como lo nico que poda hacer era emitir agudos lamentos, evitaba ser molesta para consigo misma pues si se extenda por ms de cinco segundo el ruido poda darse muerte; slo cuando no soportaba las carcomidas que le daba el msculo del surco, se quejaba con gran dolor, pero era un dolor que a veces se confunda con aullidos de gatas en celo, o de animales pariendo, cualquier evento podra evocarse en ese chillido. Esas cuatro piernas tenan su misin terrenal, predestinadas a estar en disputa entre s, las delanteras eran las que dirigan: las derechas tena su dimensin en el ms all, en la oscuridad y alejada todo luz, movimiento o respiro, cargadas del poder para trastocarse en fuego o viento; las izquierdas eran torpes y dbiles, ellas padeca porque tenan la encomiendo ms difcil: permanecer en la tierra, pese a las graves intensiones de sus imprescindibles compaeras. Los humanos le teman pues saban de la letalidad que emerga de su lava hirviendo, disparada por el surco. Evitaban la negrura de sus ojos porque estos no tenan reflejo, no eran cristalinos, simplemente eran cautivantes y saban que una vez atrapados por la hermosura de su embeleso; seran devorados por la herida del centro de su ser; ya haba acabado con ms de la mitad de los habitantes que poblaban la periferia de su territorio. El peligro se agravaba en las noches, pues en cualquier descuido arrojaba su espumosa lava y dejaba atrapados a los ms dbiles que regularmente eran nios y mujeres; los hombres haban consultado a los ancianos sabios de la comunidad para acabar con ella; pues ya ms de medio siglo viviendo con esa amenaza se haba convertido en un infierno; porque por el miedo de encontrarla a su paso evitaban salir, lo que provoc que las pocas cosechas se secaran, los nios no salan a jugar dejndolos entumidos y medio tontos por no ver la luz del da ni respirar fuera de sus hogares; los hombres no dejaban salir a sus mujeres por el temor, ni sus mujeres a los hombres, as que los ms valientes se reunieron y decidieron ir a la caza de aquella bestia infernal; era increble que un ser de cuatro piernas con el tamao de cualquier ser humano, pudiera causar tanta destruccin; pues en apariencia no era tan poderosa como pareca; porque su proyeccin estaba en un efmero reflejo que no siempre se reencarnaba en la estructura, el detalle imprescindible era descubrir en qu momento tena cuerpo corpreo para acabarla, porque ella misma en el momento que comenzaba la disputa con el surco, se volva ms vulnerable y en ese momento era cuando se trastocaba en una llama de fuego o una rfaga de viento, eso era la imposibilidad para atinar a cazarla. Una vez que los involucrados siguieron con cautela sus pasos antes de ser viento o fuego, percibieron su aliento azufrado, y espiaron sus movimientos sagaces y felinos; descubrieron en qu parte se encontraba la debilidad; y sta se ubicaba justo ah en el intersticio, y ms que en la hendidura, digamos que era en el msculo demandante y voraz. As que sin ms, prepararon lanzas con veneno, y mujeres, ancianos, nios, jvenes se unieron para cercar a la criatura, arriesgando sus vidas que finalmente ya haban estado en peligro durante mucho tiempo, se les asign a cada uno, la tarea de cuidar los movimientos del animal; y tan pronto les llegaron las ideas juntaron trampas de montculos de tierra donde aquella cosa poda enterrarse como su guarida fresca que siempre buscaba bajo la tierra; despus de varios intentos, cay en una de las trampas, tan simple que fue atrapada con una red, dejando colgar a aquel extrao ser de cuatro piernas, la dejaron caer en un gran recipiente lleno de hielo que ya haban preparado con antelacin, y aquella mujer de cuatro piernas; chill ms de cinco minutos por la quemazn que le produjo el hielo y fue quedndose slo el esqueleto; pero cuando justo enmudeci su grito, el cielo encapuchado se abri y un estallido se hizo arrojando al msculo que era parte del surco fuera del esqueleto. Cay en la tierra y poco a poco asombrados vieron cmo iba tomando forma de una cra humana, cetrina y con la crin aterciopelada y oscura, con cabellera de intenso negro, larga y abundante, al igual que su antes compacta parte, tena cuatro piernas, pero algo haba diferente en ella, eso era la herida que atravesaba al otro ser; la que ahora mostraba ste ser se haba reducido a apenas una visible lnea de dos labios rosados semi cerrados como prestos para dar un beso, la otra diferencia fue notaria al observar su parpadeo que con sus enormes pestaas, dej ver el reflejo de sus pupilas, y eso hizo que los habitantes perdieran el temor a aquel ser raro, notaron su indefensin y lo adoptaron como uno de los suyos; lo cubrieron con tierra hmeda, dejando su rostro fuera y lo llamaron Aliento de Vida; al finalizar el proceso, se contentarse con la sonrisa de sus ojos y del cielo encapuchado se abri un similar surco crdeno por el que destellaron los mismos rayos quemantes.

Ante todo tengo que orme. Tanto en el soliloquio como en el dilogo, hablar es orse. Desde que soy odo, desde que me oigo, el yo que se oye, que me oye, se vuelve el yo que habla y que toma la palabra, sin cortrsela jams, a aquel que cree hablar y ser odo en su nombre.La Palabra Soplada. Jaques Derrid.