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La Analogía Etnográfica como . Heurística: Lógica Muestrea}, Dominios Ontológicos e Historicidad Resumen * Manuel Gándara La popularidad creciente de la etnoarqueología ha reabierto una polémica que tal vez debiera estar cerrada, sobre la legitimidad de la analogía etnográfica. Mostrar que la polémica es ociosa a estas alturas quizá permita apreciar problemas nuevos del uso de la analogía etnográfica en la arqueología; problemas que debe- rían preocupar, por ejemplo, a algunos colegas que, bajo una lectura restringida del materialismo histórico, consideran de en- trada inviables a la mayoría de dichas analogías, a partir de una dicotomía errónea entre la historicidad vs la universalidad de las leyes sociales. . En la primera sección se comenta la reapertura de la polémica como una anomalía típica del marasmo metodológico de las cien- cias sociales. En la segunda sección se intenta mostrar no sólo la legitimidad . ajno_ del.us() la analogía e_ nar7 En la tercera sección, bajo un análisis estándar de la ánalogía, se compara su lógica con la empleada en el muestreo: la solución al problema de la relevancia estadística es paralela a la de la importancia de la analogía; se centra la discusión sobre el problema de la relevancia y la causalidad, apoyando así una es- trategia nomológica. En la cuarta sección se exploran las conse- cuencias de este resultado sobre el problema de la historicidad de las leyes sociales, que supuestamente impediría el uso de la ª!1alogía_etnográfica afectando,_ por ejt;,mplo,.a la s_o- c1al; se d1srute brevemente la d1cotom1a . umversahdad vs h1s- Escuela Nacional de Antropología e Historia/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1989

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Page 1: Analogía Etnográfica como. Heurística: Lógica Muestrea}, Dominios Ontológicos e Historicidad

La Analogía Etnográfica como . Heurística: Lógica Muestrea}, Dominios Ontológicos e Historicidad

Resumen

* Manuel Gándara

La popularidad creciente de la etnoarqueología ha reabierto una polémica que tal vez debiera estar cerrada, sobre la legitimidad de la analogía etnográfica. Mostrar que la polémica es ociosa a estas alturas quizá permita apreciar problemas nuevos del uso de la analogía etnográfica en la arqueología; problemas que debe­rían preocupar, por ejemplo, a algunos colegas que, bajo una lectura restringida del materialismo histórico, consideran de en­trada inviables a la mayoría de dichas analogías, a partir de una dicotomía errónea entre la historicidad vs la universalidad de las leyes sociales. .

En la primera sección se comenta la reapertura de la polémica como una anomalía típica del marasmo metodológico de las cien­cias sociales. En la segunda sección se intenta mostrar no sólo la legitimidad . ajno_ la ~i.rr~yitabi.lidad del.us() d.~ la analogía e_nar7 CI!!~Q.!.Qg~é;l : En la tercera sección, bajo un análisis estándar de la ánalogía, se compara su lógica con la empleada en el muestreo: la solución al problema de la relevancia estadística es paralela a la de la importancia de la analogía; se centra la discusión sobre el problema de la relevancia y la causalidad, apoyando así una es­trategia nomológica. En la cuarta sección se exploran las conse­cuencias de este resultado sobre el problema de la historicidad de las leyes sociales, que supuestamente impediría el uso de la ª!1alogía_etnográfica afectando,_por ejt;,mplo,.a la ar9ue~!ogí1~ s_o­c1al; se d1srute brevemente la d1cotom1a . umversahdad vs h1s-

• Escuela Nacional de Antropología e Historia/Instituto Nacional de Antropología e Historia , 1989

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Etnoarqueología Colcx:¡uio Bosch-Glmpera

toricidad" de las leyes, para luego proponer, en la quinta sección, 1111 nuevo problema de la analogía; se examinan soluciones a partir de la noción de "grados de historicidad" de los ?ominios 011tológicos, y de la diferenciación entre te.oría sustant~va/teoría arqueológica. Finalmente, en la sexta sección se ~ecap1tulan los resultados parciales y se muestran _sus consecuen~1,as, tanto_so~re el uso de la analogía etnográfica bajo una concepoon matenahsta histórica, como sobre la pertinencia de los estudios tradicionales de etnoarqueología.

l. Introducción: la polémica en las ciencias sociales.

Las ciencias sociales son peculiares en muchos sentidos. .Estas pccularidadesse han traducido, por_des9racia, en una repu.tación no muy favorable en los círculos c1ent1ficos, y en una ev1?ente desventaja al momento d~ gestionar apoyos o fon?os para mves­t~gaeión social ante las instancias oficiales o finannadoras respec-uvas. .

Curiosamente, parte de las peculiaridades de la ciencia social son el resultado de decisiones conscientes, explícitas, por parte ele los propios científicos sociales. AJgu_nos ~oleg~s, por eje.mpl~>, tienen a. mucha honra sostener que la c1enc1a social es tan c1enc1a como la que más, sólo que es diferente eri cuánto a método y rig?r, por lo que se permiten ciertas excepciones en cuanto a lógica argumentativa o .claridad teórica. Así, el "método"! que algun~s piensan específico de las ciencias sociales, no req~1er~ de preci­siones que se considerarían indispensables en la c1enc1a e~ g~ne­ral. Además de los resultados en cuanto a prest1g10 o financiamiento, ya refe ridos, se producen una multiplicidad de e fectos como consecuencia de la posición separatista metodológi­ca que caracteriza a muchos científicos sociales. Uno de estos efectos, que resulta particularmente pertinent~ al tema d~ e~te trabajo, es la forma en que, aparentemente , nmguna polem1_ca puede darse por ce1:rada, n_i siquiera po~ el momento._ C_ualqu1er debate permanece 111defi111<lamente abierto, al no existir acuer­dos mínimos sobre la relevaricia o validez de argumentos y datos. A su vez, esto lleva a , muchos colegas a pensar que la discusión teórica es una.actividad inútil, que bien pued~ descargarse.sobre aquellos "pedantes" que supuestamente se 111egan a trabajar en

La Analogía Etnográfica como Heurística 45

Si bien en la ciencia resulta saludable que los debates se pue­dan reabrir (es decir, existe el derecho de "apelación"), normal­mente no es el caso que en problemas de interés general no exista cuando menos un consenso mínimo, aunque sea temporal. Sería inusitado que los argumentos ofrecidos en pro y en contra de una posición simplemente se ignoraran y que la polémica quedara permanentemente abierta, como asunto de opinión o gusto per­sonal. Sin embargo, esta situación es común, por ejemplo, en la arqueología. Quizá se trata de un respeto o una liberalidad bien intencionada pero insuficientemente entendida, que general­mente degenera en relativismo; pero el efecto es el mismo, pare­cería ser que la ciencia social no tiene manera de avanzar, y que todas las polémicas requieren ser reeditadas cada vez, para siem­pre condu¡r que "aún no es posible concluir". Tal parece ser el caso de la analogía etnográfica en arqueología.

2. Analogía etnográfica y etnoarqueología: su estatuto y contribuciones.

A pesar de las polémicas que caracterizaron el final de la década de los años sesenta e inicio de los setenta, permanece una gran confusión sobre el estatuto de la analogía etnográfica. Por ejem­plo, se ha llegado a proponer que la analogía etnográfica puede, por sí misma, ser el cimiento de una nueva disciplina, la llamada "etnoarqueología"; simultáneamente, otros colegas opinan que la analogía etnográfica debería desterrarse para siempre del re­pertorio teórico de la arqueología .

La etnoarqueología es sin duda uno de los desarrollos más interesantes en nuestra disciplina en los últimos años. Es claro que contribuye a nuestro conocimiento cuando menos de dos formas, cualquiera de las cuales sería suficiente como para justi­ficar la atención que se le ha dedicado en tiempos recientes. La primera de estas formas es, paradójicamente, una contribución a la etnología más que a la arqueología . La etnoarqueología rescató y perfeccionó procedimientos de trabajo etnográfico que prácti­camente habían sido abandonados por los etnólogos, en particu­lar hoy día en que está de moda concentrarse en los aspectos simbólicüs, obviándose a veces aspectos tan cruciales o rudimen­tarios como el tamaño del grupo estudiado, el registro de su

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Er.noarqueología Coloquio Bosch-Gimpera

rct crrorio tecnológico, etcétera. En este sentido, la preocupa­ción sempiterna de los arqueólogos por la "cultura material" ha estimulado nuevas formas de registro etnográfico, o el registro de datos que hubieran sido olvidados en otras condiciones, por ~jemplo, en lo que toca a procesos de abastecimiento, prepara­ción/manufactura, desecho o almacén de productos y herramien­tas. Así, se han aplicado ingeniosos procedimientos de ob­servación y medición que enriquecen el repertorio de técnicas etnográficas (veáse Kramer (ed:) 1979 o Binford 1978).

La segunda contribución de la etnoarqueología es la que ge­neralmente motiva la polémica y la que ubica el problema preci­samente en su conexión con la analogía etnográfica. Se espera o se asume que, de manera similar a lo que sucede con la arqueo­logía experimental, las observaciones realizadas sobre grupos ac~ tuales o ernohistóricamente documentados serán relevantes al estudio del pasado. Este supuesto conduce inevitablemente a reconocer que, en el fondo, ~~..':l:rgt~~)or analog~·o­~~bs~!~ado~-·~!.1. el presente deben "parecerse" de alguna 1~~:-ª_i~~.~~re~.'.l. 1~~e.. ~1 ?~~pr~~~i§.'S._<!:~ .!Ii~].l'.~Eª1el p~do, d.e otra man era _ _!!.9ie_J.!:!~Yfi~!-ª-~Lm.t.t!:f.~_Q~_lª_J:tnQargueo logía como ~p9y9 __ al trabajo arqueológk_o..,_ - ·-

AsC-poaei11os-decií:;5in detrimento de los esfuerzos de los etnoarqueólogos, que en realidad la etnoarqueología debe ser vista no como una ciencia diferente a la arqueología, sino como una de las técnicas o heurísticas que intentan facilitar la produc­ción y evaluación de inferencias sobre el pasado. _I.,.a et1.1()~!~q1JJ:Q.:.. 1_9.g!!Ly.la. ar:q.u~Ql9..g!.<t~~pJ:rimental sedan entonces her-ramie.n tas _(Wl~.~<;J]J~-~~D.§.~I~tf.SÜé.Q .. ~~ la.teoría arqueológica, y no sustituJ:.Q~ -ª-~ . .,~.~.~~:,.Se espera que puedan iluminar nuestro entendimiento de los factores y procesos involucrados en la formación y trans­formación de contextos arqueológicos. De ahí su interés y su con­tribución central a la arqueología. Pero ello supone, sin embargo, el reconocimiento de que para poder realizar esta contribución, tanto la etnoarqueología corno la arqueología experimental depen­den de la analogía etnográfica para poder ser relevantes. Y de ahí la dificultad, puesto que no faltan colegas que han pedido que la analogía etnográfica sea prácticamente abolida por ilegítima, inmoral o reaccionaria .

Es sorprendente que uno de los etnoarqueólogos más cono­cidos, Roben Gould , proponga que: "un tipo de enfoque directo

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para el uso de observaciones etnográficas como manera de 'ex­plicar' los hallazgos arqueológicos es el uso de la analogía . He aquí una idea a la que ya se le llegó la hora. En este libro hago el esfuerzo de trapear el naufragio intelectual que este concepto ha ocasionado en la etnoarqueología. Para algunos estudiosos, esto puede parecer innecesario, dado que el argumento por analogía ha caído ya en desgracia entre muchos si no es que en la mayor{a de los etnoarqueólogos .. . (Gould l 980:x).

... Si podemos hacer a un lado las analogías y las leyes, con sus supuestos uniformistas sobre cómo debwran comportarse los seres humanos, y en su lugar exploramos métodos que nos ayuden a encontrar cómo es que se comportan en realidad, tal vez desarmHa­remos explicaciones más amplias y satisfactorias ... " (Ibid.:39; su­brayados del autor).

De manera simultánea algunos proponen que la etnoarqueo­logía es una nueva ciencia, y otros (o peor aún, los mismos, como Gould) que la analogía etnográfica es ilegítima. Esta contradic­ción resultaría divertida, de no ser porque, desde nuestro punto de vista -que argumentaremos abajo- el debate sobre la analogía etnográfica debiera considerarse resuelto y cerrado desde cuan­do menos hace unos veinte años, y que desde hace ya alg(m tiem­po viene a ser más o menos claro que la analogía etnográfica no es sino constitutiva de la arqueología . ·

2.1 Polémica cerrada: los argumenios de Binford

Al considerar la polémica como cerrada, se asume que soste­nemos el derecho de apelación que caracteriza a Ja ciencia, por lo que debe entenderse la frase como la polémica "está cerrada al menos temporalmente, hasta que surjan argumentos nuevos y ,suficientemente fuertes como para reabrirla con justicia y prove­cho".

En nuestra opinión, la polémica la cerró Binford hace más de dos décadas . En una secuencia clásica de artículos, Binford mos­u~ó que ~l interés del2.~5~ntrar~~J!.n la.Jor1!1~ .. ~!1~q~~~~ .. ~v~J..µa_µ11.<t PJ_RÓtes1s,JD.áLJI.V.~ e1lJ~l9;..'E..~ .. _q~ ~ . s~ :g~l]~!:.~-~t_a ( B i nford 1967, 1968, l 972a). Las bJ.P-ótes1s_g_~Yill.!iauQ!L.~~~ct ..aJQ __ _ qu.e_alg.ún~autor..llamaba"eL'.'. .cqnJgto.~kJm.tifi.<=a.f;j.QIJ:i y no con · relación al "contexto de descubrimiento" en que son propuestas.

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·18 Etnoa rq ueología Coloquio Bosch-Gim pera

t•;j c rr~plificó su argumento con el caso del proceso de curtimiento ele pieles empleado por grupos indígenas de Norteamérica, en dondes~ ha~1an propuesto durante mucho tiempo explicaciones c:ontr~?1ctonas para agujeros en los que se apreciaban restos de ~a acc1~n del fue~o. Es~as ~r-re!acioD~S provenía..!L!~-~ de ;:t..!]alogL<uiJ!tno .. ·a(tf.~~5-~~l~-~e a~gumentaciones deriva-9.fs <k~EE9E0--?.~~~-~.9.é.Ü '!!:9~ológica~ S-i151e"í-icontar con dichas tnterpretac1on~s co~stituye urimrrce, t_odas perman~ ·~~ente especulat1va~ s1 ~n eval~adas mru.~s.is, con­tl astanoo las consecuencias que se derivan de cada una contra la e~.idencia dispo1_1ible y nuest~o conocimiento teórico previo. El p_1 ob~ema no e~ta en la mecánica por la que llegamos a la inferen­cia, sino la lógica _em pleada en _su evaluación empírica. Podemos pa~·afrasea1: esta idea en térmmos más familiares a los colegas latm?amencanos: desde un punto de vista materialista una de­~rm_mada hipótesis es verdadera o no, segtín refleje d~ manera precisa la realidad en cuestión; lo que la hace verdadera no es la forma en que la hipótesis se nos ocurrió, sino si co;-responde con el estado de cosas del mundo. En consecuencia si el mecanismo ~e P,;oposi~ión fué analóg~~o (también llamado; veces~d_uc.,. / ~), :o .s1 se nos ocurno en un suefio, como decía Hempel ( ~ ?66: 15-?), son _dato~ interesantes. s?bre el p_roceso de investiga­ºº~ seguido (e 1mpnmen probabilidades diferentes a nuestras c?n~eturas, ~om_o esp~1:0 m~strar adelante), pero no pueden, por s1m1~1_1_10s,111 v~ l1~ari_11111v~l1dar la hipótesis ; en tanto proposición emp~11ca, la hi¡~otes1s_sera evaluada, a fin de cuentas, por refe­ren c ia~ la propia 1 ~eal1da.d. De ahí e l dictwn binfordia.n.o de que I QS.!J_lQiLl_Ji~.®~LU!.12.QJ:C.sJ~_ no e~ la historia de su formación sino

J.;:i_dt::-Sl-1-COl.Ut:as.GuiQJJ. (Bin-foi-_d- f97'2af··-·------· .. -·-·· .... -•' p~ a hí ta1~1b_ién nuestras diferencias con Could: no ex iste pro­

ced1m1emo log1co que, de entrada, garanti-ce la ve1·dad de una hipótes is o la i1~1¡?osibilite por sí mismo. En la medida en que se tra~a de propos1c1ones empíricas -y asumiendo, por supuesto, que esta~1 adecuadamente formuladas- la prueba t'111ica de fuego es la re_altdad, a través ?e. la contrastación, proceso que constituye el nucleo del proced1m1ento de refutación mediante el cual avanza nuestro conocimiento.

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2.2 El PrincijJio Cortina .

El lector atento podrá, sin embargo, sefialar que hasta_ aquí sólo hemos mostrado que, por sí misma, la analogía no es tnhe­rentet'nente "verdadera" o "falsa", pero no hemos demostrado que sea indispensable para la práctica arqueológica. En c~1,anto a este segundo punto, de nuevo, la base de la argumentac1on es una observación binfordiana, esta vez retomada y desarrollada en un principio que hemos bautizado como _Principio Cor~ina ~n honor a Mario Cortina, matemático del Instituto de lnvesttgac10-nesAinropológicas, que fue el impulsor directo de su fonr~ulación en un seminario teórico llevado a cabo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1982.

La observación binfordiana en cuestión es expresada de ma­nera lapidaria en un artículo de 1975, comentando un libro sobre muestreo (Mueller, (ed.) 1975) que bien podría considerarse co­mo el anuncio del canto final del cisne de la arqueología tradicio­nal:

· "En la primera parte de este libro !Binfo~-d-se re~ere a la ~ección 'Un panorama general del muestr?, del libio editado poi Mue- . ller) muy poca discusión s.e ha de~hcaclo al mue,st~·eo. El clescon- · tento sobre los ·sesgos en el registro arqueolog1co es un tema no-mueslTeal comú~ a varios de los capículos. Tal discusión parece derivarse de la noción ingenua de que el registro arqueológico es directamente observable como información 'significativa' sobre el pas;ido; y no lo es, no lo ha siclo nunca, ni lo será. .

"El registro arqueológico es un fenómeno contemporáneo. Es ante todo un fenómeno estático. Es lo que ha quedado en forma es­tática de la dinámica que ocurrió en el pasado así como de la dinámica que ocurrió desde entonces hasta ~ue se llevan a cabo las observaciones en el presente ( .. . ) Aproximarse al pasado es entonces un proceso ei1 el que el arqueólogo da significado a los frnómenos estáticos en términos dinámicos. Este es un proceso cultural, la asignación que hace el arqueólogo de significados a la experiencia. Sefialar de manera continua que los datos no ha~lan por sí mismos y que los significados que el arqueólogo les _asigna pudieran estar equivocados no deberí~ sorprender a na~1e. _Los científicos en particular deberían apreciar que el método c1~~1t1~co fue clesarro llaclo precisamente para enfrentar este problema (Bm­ford 1975:25 l; subrayados míos).

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50 Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gimpcra

He subrayado la frase clave: "el registro arqueológico es un fenómeno contemporáneo", que si bien para algunos es una "ver­dad de perogrullo", parecen no recordar dicha verdad en su propia práctica arqueológica. Las consecuencias de esta afirma­ción son muchas, entre ellas la de que la arqueología tradicional, reducida normalmente a la descripción del registro arqueológico, no tendría que ver mucho con el pasado, salvo a costa de enfren­tar el riesgo calculado de explicar dicho registro en términos dinámicos -actividad que requiere tanto de leyes como de teo­rías-, supuestamt.11te prescindibles según el grueso de la arqueo­logía tradicional.

El problema central de la teoría arqueológica es precisamente ese; puesto en términos de Schiffer ( 1976), es el de la relación que puede existir entre conducta y cultura material, y en particular entre la conducta de los grupos del pasado y la cultura material que sobrevive hasta el presente como contexto arqueológico para ser recuperada por el arqueólogo. Para que la arqueología pueda tener sentido, asumimos que el registro arqueológico debe ser capaz de informarnos sobre el pasado, esto es, que deben existir relaciones de causalidad entre dicho pasado y el registro arqueo­lógico actual. De no cumplirse este supuesto, la arqueología se convierte en mero diletantismo, o en el mejor de los casos, hi~~9ria ck.IJ! te_~s..cui:i0sidades..d.~.1..pasw.

Sin embargo, ¿cuál es la fuente de este supuesto, sin el cual la arqueología pierde por completo su sentido? Es esta pregunta la que, "ingenuamente" (protegido por la inmunidad de pertenecer a otra disciplina y a otra comunidad científica), nos formuló a los integrantes del seminario de 1982 el matemático Mario Cortina, aunque una transcripción más literal sería algo así como: "¿y de dónde se sacan que existe tal relación entre conducta y cultura material?" (la transcripción exacta, mucho más colorida, no pue­de ser reproducida aquí). ·

La respuesta la aportó otra de las asistentes al seminario, que minutos antes había hecho un ataque furibundo contra la analo­gía etnográfica (y de paso -por razones inexplicables o al menos obscuras para nosotros en cuanto a la conexión con el tema dis­cutido- contra la matemática y los matemáticos). Señaló que di­cha relación era "obvia"; que cualquiera de nosotros podía acudir a su propia experiencia personal para encontrar ejemplos de que dicha relación se cumplía. Entre los que aportó estuvieron el de

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la forma, material y largo de las cortinas, desde las que ella habia tenido oportunidad de observar en casa de su abuela a las que actualmente adornaban su casa; o (seguramente parafraseand~ a Kroeber), sobre los cambios en la lon~itu~ de la~ faldas feI?em­nas, que eran equivalentes a los cambios npológi~os estudi~dos por el arqueólogo. Estos cambios en la for~a, estilo, mate~~ales y disposición de los bbjetos son los que, aún sm que se nos dijera, nos permitirían saber que estamos en la casa de la abu~la, creada y· decorada hace 60 años, y no en la casa de un m1;~bro de nuestra propia generació~, creada y ?ecorada en }os ulnmos 10 años. La reacción de Cortma no se hizo esperar: Ah, entonces, tu propones que una relación similar .entre conducta y cultura material debe haber operado en el pasado, y de ~echo debe ope­rar siempre". Ante la respuesta afirmativa de la interlocutora,. _la conclusión fué predecible : "O s_ea, que . lleg~s a esa concl~s10n mediante una analogía a tu propia expenenc1a; esto es, ~ediante una anal.QgJ_<;l_qµ_~ . ..!.~LY.~Z.-P~. llamarse ~tnqgr.áfii;ª, rn no se aplica el término a nuestra propia cultura? · .

Me parece que la anécdota viene a cuentoyorque 1l~stra algo que en ese momento se nos hizo a todos evidente: leJ?S de ser ilegítima, la analogía etnogr~fica (salvo qu~ seamos racistas o e_t­nocentristas y no estemos dispuestos a calificar ?ues_tra propia experiencia cultural como etnográfi~a), _no sólo es me;1table, smo que la analogía etnográfica es consntunva de la teona arqu:oló­gica (Principio Cortina). Elsupuesto de que podemos hacer 1~fe­rencias significativas sobre el pasado~,~-~_Q~bse~~.c;.!QIJ,r-

Í del r_~istro a~ológico con~por.á.~.Q ... s.e_Q..~g.lllA...eUJJ\tesn::a .... ~ ~J· J P.!2Eia~~encia d~ 9ue lo§~ artefagg.§7y,.g.§.P.;!:.lJ'..LQ.S-Q.U.e_µ.§~!QQ~-Y~·

1 en ~que..~ixi.IDQ.s_refl.~J.ªll.los.pr..ocesos..diuá.mLcos ~o;¡;¡li~os... ~ªfil~,t!;.i de ahí pas_amos-a prop~ner que, si la organiza­

ción del registro arqueológico no se ha d1stors10nado más ~llá de nuestra capacidad para reconoc.er y acotar las formas, c~nudad Y calidad de la distorsión producida por procesos post~nores a. la formación de los contextos, entonces podemos hacer inferencias sobre el pasado a partir de observaciones en el presente.

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Etnoarqueología Coloquio Hosch-Gimpera

3. Inferencia analógica: un análisis introductorio

3.1 El análisis de Coj>i

La analogía etnográfica no es sino una forma de argumenta­ción por analogía. Las propiedades de la analogía son bien co­nocidas, y existen diferentes análisis disponibles al respecto; para nuestra exposición utilizaremos el de Copi ( 1961 ). Lejos de ser una forma ilegítima o inherentemente desconfiable, como sugie­re por ejemplo Gould, es un pro~edimiento que subyace en la expansión del conocimiento que caracteriza incluso a aplicaciones

. del sentido común. A un nivel más profundo, es la aplicación básica del procedimiento de inferencia inductiva, de proyección de lo conocido a lo desconocido. Como tal, la analogía es entonces un llii_Q~Qll!filD!!!l~.DJQ..,beurístico un instru1!!_ento que incremen­t~cilita....IJ~~sibilidad de conoce_u

La inferencia analógica puede representarse de manera sim­ple (figura . l). Esto es, tenemos un caso a, que actúa como "con­texto fuente de la analogía'', algunas de cuyas propiedades, digamos P y (¿ también se encuentran presentes en el caso b que nos interesa, y que constituye el "contexto. objeto de la analogía". A partir de la observación de que tanto el contexto fuente como el objeto comparten propiedades conocidas, nos proponemos de­terminar si acaso no comparten una tercera propiedad, por ejem­plo R, que sabemos está presente en a y asumimos pudiera .estar presente en b . De ahí la forma básica del silogismo: la primera premisa establece que tanto el conjunto a como el conjunto b comparten las propiedades P y Q; en la segunda establecemos que a tiene además la propiedad R, por lo que proponemos que b también tiene la propiedad R . Nótese que el argumento de­pende de un supuesto básico, el principio mismo de la analogía, implícito en la argumentación, y que consiste en permitirnos in­ferir que si dos conjuntos comparten características conocidas, pueden compartir características conocidas en el contexto fuente y asumidas en el contexto objeto de la analogía.

Este principio se hace más evidente en las aplicaciones nor­males de la analogía en que, generalmente, ésta se hace con rela­ción a varios casos, bajo el criterio de que mientras más amplia sea la base de comparación, más apoyo tendrá la analogía. Esto

La Analogía Etnográfica como Heurísti9a 53

a b

P, Q;

P, .... , n

Contexto Fuente de la Analogía Contexto O~jeto de la Analogía

1: Los conjuntos a y b compart~n las propiedades P, Q

2: El conjunto a tiene, además .• la propiedad R

3: El conjunto b tiene la propiedad R

FIGURA l. Representación esquemática de un argumento por analogía .

implica que en realidad, el argumento tal como se usa en la arqueología'suele tener un.a premisa adicional implícita, tal como se aprecia en la figura 2: s1 muchos casos de al a ;i- N comparten cier~as propiedades con un caso b , ~ntonces es mas_ probable que compartan una propiedad R conocida para el con Junto de casos a y asumida para el caso b. · . . .

Así, por ejemplo, si sab:n~os que ~1erto grupo étnico compat te con sus ancestros arq11eolog1cos vanos element~s de su tecnolo­gía , entonces podemos prop~ner que un de.1ermmad? elemento, por ejemplo, agujeros en la .uerra que ~onuenen ce~1~zas, que no incluven restos de preparación de comida, y que ad1c1ona lmente mi.les'tran un patrón de agujeros más pequeños alrededor, sea el

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54 Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gim¡Sera

al

b

P, Q,

... , n

Contextos Fuente de la Analogía Contexto O~jeto de la Analogía

1: Los co~juntos al, a2 y a3 comparten las propiedades P, Q

2: Los co~juntos al, a2 y a3 tienen, además la propiedad R

(3: Muchos casos que tienen las propiedades también tienen la

propiedad R )

4: El co~junto b tiene (probablemente) la propiedad R

FIGURA 2. Argumento analógico ampliado.

equivalente arq~eológico a los agujeros en los que en tiempos etnográficos los indígenas ponían leña verde, cuyo humo serviría para curtir pieles que se habían colgado de una estructura de varas clavada en el piso alrededor del agujero argumento que, detalles más, detalles menos, es precisamente el de Binford en el artículo clásico al que nos hemos referido. Así, los elementos comui_1es compartidos y conocidos entre el caso etnográfico a (por ejemplo, tipos de casas, economía básica, etcétera, el equiva­lente a las propiedades P y Q del modele,) y el caso arqueológico b, son la base para proponer que un tercer elemento R , conocido en el grupo etnográfico, puede estar presente en el caso arqueo-

La Analogía Etnográfica como Heurística 55

lógico, lo que permite entonces su función, misma que por su­puesto no ha sido observada sino sólo inferida por analogía.

Esta representación de la mecánica de inferencia tiene, sin embargo, varios problemas; se trata primero, no sólo de compa~ rar propiedades comunes, sino que éstas sean mayores en núme­ro que las propiedades no compartidas; segundo, se trata de que las propiedades compartidas sean relevantes . Si reflexionamos un poco veremos por qué esto constituye un problema. Cual­quier objeto tiene un número potencialmente infinito de propie­dades; así, no queda claro cómo deben medirse las propie- dades para determinar si la proporción de propiedades compartidas a las no compartidas es significativa, por un lado, y por otro, si las propiedades compartidas, aún si fueran muchas, son propieda­des relevantes (véase figura 3).

De hecho, la situación es más bien como en la figura 4: sabe­mos que el contexto fuente y el contexto objeto de la analogía (llamémoslos a y b respectivamente), comparten algunas propie­dades. Nuestra pregunta es: fademás de las propiedades comu­nes conocidas, comparten la propiedad de interés? De ahí los problemas que generalmente se han señalado para el uso de la analogía etnográfica: con justicia se ha criticado el que se tomen propiedades aisladas como base para la analogía, haciendo caso o'miso de diferencias importantes. ·

Por ejemplo, se criticó durante algún tiempo el llamado "en­foque histórico directo'', utilizado por autores como Vogt: (por ~jemplo, en su artículo de 1963), proyectaba propiedades cono­cidas etl1ográficamente en los grupos mayas de lo~ altos de Chia­pas hacia grupos arqueológicos, sobre la supuesta conexión histórica directa entre unos y otros grupos; esta conexión se evi­denciaba en aspectos de ritual, por ejemplo, pero los críticos se­fialaban también que había diferencias cruciales y que afectaban la validez de la analogía, dado que los grupos actuales son parte de sociedades nacionales, y han pasado por tres siglos de domi­nación colonial que han afectado seriamente su estructura y or­ganización. Es decir, . que no se estaba considerando hasta qué púnto esas diferencias eran más cuantitativa o cualitativamente que las propiedades compartidas.

Problemas de este estilo han llevado a las sugerencias gene­ralmente proferidas con relación a que el uso de la analogía et­nográfica debe buscarse, preferiblemente, en grupos hist6ri-

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56

I

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Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gimpera

a b

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/ / ,

\ ' ' " " ...... ....... ~

~ propiedades específicas de a

ITIIII1 propiedades específicas de b

~ propiedades comunes

l'r-. I'

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V V

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FIGURA3. la füena de una analogía dependerá ele la proporción~trepropiedades companidas y propiedades no compartidas; pero en principio cualquier con­junto puede tener un número infinito de propiedades potenciales, pm· lo que l;i comp;mición es imposible en términos cuantitativos absolutos.

carnente conectados, dicen unos; otros están en desacuerdo, e insisten en que se compartan características básicas ambientales (o en las propuestas más lúcidas, de tecnología básica de subsis­tencia); final merite, otros descalificarían cualquier analogía si, no se hace ésta entre grupos del mismo nivel de desarrollo, dado que la homotaxialidad daría, supuestamente, mejores garantías. Es­tas dificultades ilustran el problema de cómo comparar y deter­minar el número de propiedades compartidas, y además cómo eliminar ciertas propiedades como irrelevantes (sean éstas com. partidas o no), o enfatizar otras, aunqne menores en cantidad,

La Analogía Etnográfica como Heurísti,ca

a b

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I

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R?

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' ' ' ' ....... '

~propiedades específicas de a

IIIIlIIIJ propiedades específicas de b

mftm propiedades comunes

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í'I\ ,, I'

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V J

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¡,;V

Problema: entre las propiedades compartidas, además de la~ que

conocemos ya - P, Q estará también R ?

57

FIGURA 4. El problema no es, entonces, el número en .sí de las prop.iedades compartidas, sino si el que dos conjuntos compartan prop1edades conoc1das nos autorice a proponer que comparten otras, no conoc1clas, que son las relevantes a nuestra investigación.

cuya relevancia es suficiente para anular el hecho ele que son m~nos que las propiedades no compartidas.

3.2 . La lógica muestrea[ y sus /Jara/e/os con la ~nalogía.

Nosotros propondríamos que lo que sucede en realidad, es que estamos proyectando de una muestra conocida (la que com­ponen en forma conjunta, nuestro conocimiento sobre a y las

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58 Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gimpera

propiedades. que de ante';11ano sabemos que comparte con b , sobr~ el conjunto de propiedades que no conocemos de b, y en p~trt1cular, para suponer que la propiedad de interés, R en el c.:icmplo, está presente en b. ·

Este procedimiento de proyección de una muestra no es sino u_n~ aplicación adicional de la lógica de inferencia estadística o log1ca muestrea!. Nuestro problema es estimar la probabilidad de que la proyección sea errónea, es decir, no sea correcta.

Las simi.litudes ent.re el proceso muestrea! y el de analogía son entonces evidentes: varios de los criterios normalmente seguidos para evaluar un~ analogía tienen su contraparte en la lógica m~estrea~: por ejemplo, se acepta normalmente que mientras mas amplia es la base de la proyección, menos posibilidad de error habrá; que mientras más independientes entre sí sean los datos so?re los que se pro~ecta, más fuerza tendrá la analogía; que mientras men.os propiedades sean distintas entre ambos conjun ­tos (esto es, mientras más homogéneas sean entre sí las poblacio­nes), más confiable será la analogía, etcétera.)

Los ~jemplos .son clá.sicos: podremos inferi1· mayor cantidad de propiedades s1 los sujetos ?e una muestra son más parecidos entre s1 que con los de otra u111dad muestrea! -un muestreo sobre orientaciones y prácticas sexuales será más útil si se comparan pe1~sonas con características sociales similares-, tales como la clase soCI~~, la edad, e_l grado de instrucción, etcétera, que en una po­blac10n heterogenea con respecto a esos parámetros. Como se verá, es exactamente el tipo de argumentos ofrecidos para justi-ficar analogías . .

Me imagino que no habrá dificultad en ver las similitudes que a cierto nivel pudieran considerarse casi triviales. Sin em~ ?argo, n~ í i11ter?s _de hacer .esta comparación entre analogía e inferencia estad1st1ca es a1Tojar la luz sobre la lógi-ca empleada en la analogía etnográfica; esta lógica resulta de una característica común a toda analogía a partir del criterio que se ha considerado, a final de .c~entas, el ~n~s ~mp.orta1~te al evaluar una analogía, y que se utiliza para dmmir d1scus1ones sobre si la cantidad de propiedades co1:npartidas es ~ufi.cient~ con relación a la de aque­llas no compartidas. ~ste cnteno básico es el de que las propie­dad~s comunes conoC1das deben ser relevantes; en palabras de Cop1:

La Analogía Etnográfica como Heurística 59

"El problema de la relevancia es crucial. Un argumento basa­do en una sola analogía relevante será más fuerte que uno que señala una docena de puntos en común entre el caso que ejem­plifica la conclusión y todos los casos que puedan apoyar las pre-misas" (Copi . t 961:347). ·

Esto es, el tipo de conexión (conexión relevante) entre las propiedades elegidas es crucial. El problema es ahora cómo dis­tinguir entre las propiedades relevantes y propiedades no rele­vantes, a partir del tipo de conexión citada en apoyo de la analogía .

Este problema tiene su contraparte en el problema estadístico que se presenta cuando se trata de determinar si una determina­da correlación estadística es espuria o no; e incluso en una corre­lación no espuria, sobre el sentido en que las variables están conectadas: es decir, si alguna es causa de la otra, o si simplemente concurren de manera fortuita. Los ejemplos clásicos son bien conocidos: sabemos que existe una correlación entre el abuso en el tabaco y el cáncer; durante mucho tiempo se discutió si lo que sucede es que las personas con propensión al cáncer tienden a fumar más, o si en efeCto el tabaquismo es causal del cáncer. La mera correlación no indica si existe una relación de causa-efecto, o el sentido en que dicha relación se da (cuál de los factores actúa como causa y cuál como .efecto). Por otro lado, existen correla­ciones que seguramente dependen de una tercera conexión, co­mún a las partes correlacionadas estadísticamente, como en el caso de que, en efecto, aumenta el número de nacimientos cuan­do llegan las cigüeñas, sin que por ello las cigüeñas sean respon­sables de los nacimientos . El problema es determinar cuando la concurrencia implica causalidad, y si la implica, en qué sentido lo hace. Si bien el desarrollo de la estadística actual permite sofisti­cadas pruebas para determinar el aporte de una variable entre muchas al resultado conjunto de un proceso, a fin de cuentas los especialistas en estadística reconocen que ningún procedimiento matemático o formal es capaz, por sí mismo, de distinguir entre relaciones causales y por tanto significativas y relevantes, de las meras concurrencias. La distinción queda fuera de la teoría for­mal, nos dicen, y dentro de las teorías empíricas (no estadísticas) capaces de darle significado a los valores obtenidos en las dife­rentes pruebas estadísticas. Léase, "el problema no es nuestro",

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()0 Etnoarq ueología Coloquio Bosch-Gimpera

dicen la mayoría de los estadísticos, sino de las teorías de la disci­plina que estudia el fenómeno estadísticamente correlacionado.

3 .3 Relevancia de causalidad, o de córno, una vez más, no podenws prescindir de las leyes

Si proyectamos este aprendizaje ahora de regreso sobre nues­tro problema original, el de la analogía, y en particular el de la analogía etnográfica, podemos v~r ahora que la solución es exac­tamente la misma: la polémica sobre si es preferible que los casos comparados tengan una conexión histórica directa o que com­partan un mismo medio ambiente, etcétera, es en realidad el reflejo de los principios, generalmente implícitos y por tanto in­munes a la crítica, que cada parte aporta como apoyo su criterio de relevancia. Lo que cada autor está haciendo. es decirnos qué propiedades son causalmente relevantes, por lo que, alin si son menores en número a las propiedades no compartidas, legitiman la analogía en cuestión . Para ello hay un segundo paso omitido en la argumentación: salvo que estemos platicando con un necio, normalmente nuestro interlocutor aportará, en apoyo a su crite­rio de relevancia, el hecho de que existen múltiples casos similares en que el criterio ha funcionado . Dicho de otra manera, que la conexión se señala como relevante y calisal, porque no es simple­mente un accidente específico a un caso, sino que se comparte por otros casos similares.

Esta primera conclusión puede ser de interés, porque, sor­presivamente, ilustra que la cuestión de la relevancia de los ele­mentos a c0mparar en una analogía etnográfica depende del tipo de relaciones causales que aceptan o asumen la teoría del que propone la analogía . Y que las relaciones se proponen como cau­sales en virtud de que no son fortuitas, son repetidas y no son arbitrarias. Lo sorpresivo es que estas son, precisamente, algunas de las características básica's de una ley; así, autores que han de­rramado ríos de tinta en contra de la búsqueda o el uso de leyes históricas (como el propio Gould), de repente se ven enfrentados a que los argumentos por analogía (o en el caso de Gould, los "argumentos por anomalía") y requieren, irremisiblemente, del usb de leyes si es que en efecto han de poder justificar su legiti­midad.

La Analogía Etnográfica como HeurístAca 61

De este esquemático análisis podemos obtener ya cuando me­nos dos conclusiones

a) primero, como señalamo~ a_rriba, la polém_ica entre enfo­ques nomológicos vs. no no.mo_lo_g1cos una vez ~as se resuelve a favor de la búsqueda de pnnc1p10s generales t~po ley, en un te­rreno normalmente no considerado como de disputa entre estas posiciones, que es el de la analogía etnográfica; , .

b) una segunda consecuencia es que es perfe.ctamente leg1,t11no preguntarse no sólo el papel q.ue t~~ia dete~mmada anal?g1a et­nográfica juega en una invest1gac1on. pa.rt~cular (es ?~cir, para qué se propone), sino cuáles son los pnnc1p1os nomolog1c?,s (cau­sales) involucrados por el autor. Esta segunda conclus10n 1.1os lleva , sin embargo, a un nuevo proble~a: el de la fuen.te y el upo de leyes que habrán de usarse en apoyo a una determmada ana-logía. . . ,

Para empezar, la dificultad est~díst1ca de pro~ec~1on de una muestra nos evidenció que se requiere el e~tablec~1rnen~o de co­nexiones más allá de la simple concurrencia o ex1stenc1a de va­ri<' oles. Esta conexión no es otra que la conexión causal ca .-acterística de las leyes o principios nomológicos. Aquí la N ue~a p rqueología, por ejemplo y a pesar de Binford, ca.e en desgra~1a, aado que se comprometió de entrada con u_na vanante reducuva del neopositivismo lógico, cuya.metodolog1a d,7scarta de en_t~a~~ la posibilidad de h~~l~r de relac10~1es c~usales; eso e.~ i:ie~af~s1c.~ , decían los neopos1t1v1stas . Y que decir del bando s1stem1co o procesual , que rechaza de entrada ~a búsqueda de leyes o l_a, rele­vancia que éstas puedan tener, e. mcluso rec~~aza la . noc10~1 de causalidad al asumir el aborto lógico llamado causalidad circu­lar" (véase Gándara L 983: 123- L 24 para una argum~ntación de­tallada sobre este punto). Finalmente, el grupo más triste de todos sería el d~ la arqueología tradicional •. que una v~z más tendr~a que reconocer que no puede operar sm .refer~n~1a a una teona cuyas hipótesis y leyes orienten su traba JO cot1d1an.?, .ª pes~r ~~ sus pretensiones de qu~ ~a te<;>ría es. su~~rflua, que d1stors1ona la realidad o que preJu1C1a la 111vest1gac1on. ·

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Etnoarqueología Coloquio Bosch-Giihpera

4. La viabilidad antecedente de las inferencias analógico-etnográficas

El entender el papel de las leyes en la determinación de la rele­vancia de .las propiedades señaladas por' una analogía etnográfica, nos permite ahora enfrentar el problema de la fuente y viabilidad de las leyes por emplear. De paso, intentaremos mostrar cómo las soluciones ofrecidas hasta ahora, si bien aciertan a determinar partes aisladas del problema, no ofrecen una solución de conjun­to.

4.1 Materialisrno histórico: historicidad vs. universalidad de las leyes

Po.r <;jempl?, ~s. común entre arqueólogos practicantes del matenal~smo h1stonco recl1.azar. d.e entrada la analogía etnográ­fica, o senalar que dada la h1stonc1dad de los fenómenos sociales sólo serán viables las analogías entre formaciones sociales co~ grados simil~res de desarrollo (por ejemplo, aquellas que com­par.tan un m1~mo modo de producción, independientemente de variables ambientales o de herencia écnica). Así, se descartaría de e~ltrada el uso de casos como el ele los esquimales actuales, por ejemplo, Pª'.ª entender a sociedades del musteriense europeo; esto es, le asignaría una baja probabilidad o "baja viabilidad an­tecedente" al uso de una analogía de este tipo. Si bien, como se ve1~á ade.lante~ hasta un cierto sentido en que comparto este cri­ten.o, e;<~sten importantes consideraciones sobre el rango de su aphcab1hdad . Para entenderlas, permítaseme ahora introducir la noción de "dominio ontológico".

Para los arqueólogos afines al materialismo histórico no nos es extraña la idea de "niveles de organización de la materia y la energía". Estos niveles (paradójicamente recuperados de Comte en su clasificación de las ciencias el siglo pasado), sirven como punto~ de corte para _entender la .dinámica de la materia y Ja e_r~erg1a, separ?ndo as1 lo que son diferentes formas de organiza­Cion de la realidad . De ahí la noción de "dominios ontológicos", de los cuales se reconocen generalmente, en orden ascendente, el fisicoquímico, el biológico y el social o histórico. Estos dominios, correspondientes a los niv~l~s ?e organización de la materia y la energ1a, son a veces subd1v1d1dos, para separar, por ejemplo,

La Analogía Etnográfica como Heurística 63

física de química, quími~o-?i?logía de biología y. ~a en el terreno de lo social, momentos h1stoncos cuyas caractensticas fundamen­tales ("ontológicas") dependerían del grado de desarrollo de la formación económicosocial en cuestión. . .

Esta manera de partir el continuo de la rea~1dad tiene conse­cuencias variadas, incluso a niveles metodológ1~0~, como s~c~de en el caso de la propuest~ ele que a est?s domm1os _ontolog'.cos deberían corresponder diferentes vers1o~es del .n:~todo. ~s ta propuesta lleva a algunos colegas a asumir la pos1c1on c?noc1da como "separatismo m~tod?lógic:o", al s~stener que, prec1s~1,11e_i.1_­te el método de la c1enc1a soC1al es diferente al de la c1e nc1a n~tural (en donde por cierto agrupan al do1:1in.io inene con el viviente). Esta separación, cuyas consecue1~c1as mcluyen efectos como los señalados al principio de este trabajo sobre la naturaleza de la polémica en la ciencia social, tiene c?mo base argun~entc:is variados, desde aquellos que ~ortan ayarur de qu~ en la Ciencia social el hombre es a la vez objeto y sujeto de estudio, ha~ta. aq~1,e­llos que, con menos fortuna, quisieran l~acer pasai~ I~ ~1st111c1~n por el criterio de que los ~e1~ómenos sociales son h1stoncos, p1 o-piedad ausente en el domm10 natural. .

No es este el lugar para enfrentar el pr.oblema completo del separatismo metodológico y_sus consecuenc.'~s_(gene~·~lmente cl~-11inas, incluso para el marxismo cc:imo pos1~1on polttica) . Me lt­mitaré por el momento a cuest10nar la id.ea de que lo , que distingue a los clominios' social y natural puchera ser el caracter histórico de sus procesos, y por tanto de las .ley~s que da_n c~t~nta de ellos, para luego ver el impacto de este cnteno en la viab1hdad antecedente de las analogías etnográficas. .

En mi experiencia como docente y conferencista me ha tocado en repetidas ocasiones oir protestas a l exp?ner el modelo_ d~ ex­plicación nomológica, c¡ue con todo y sus dificultades y muluples revisiones, sigue siendo una ele las mejores maneras de ~ntender l;i c'xplicación cientílica . <?enerali11ente las prote~tas_ V1enen __ de com pa 11eros que, in íl ue11c1ados por los manuales 1 ~1t1_0? ucto1 1os al materialismo histórico, confunden el carácter h1stonco de los procesos sociales con I~ ~~pu~sta imposibilidad ~e ~ropon~r leyes mismas que por defirnc1on tienen un r~ngo urnv~1 ~al_. Pa1 a_ ellos una ley puede ser al mismo tiempo_un1versal_e h1stonca; y gene­ralmente se cita como apoyo a una idea, prec1same~te a los cole­gas anglosajones al proponer analogías etnograf:icas que, al

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Et.noargueologfa Coloquio Boscl e· . 1- impera

dc~1wcciar diferencias en los mod d . , t.cnzanalasformacionessoc· ?s . e pro- duccwn que carac~ en graves errores de inte1· 1oe~o1~?m1cas involucradas, incurren carácter histórico de cada m pre aciodn. Los errores derivarían del las sociedades en cuestión ca~:;~n-~o. e desarrollo, que imprime en características centrales y caus cl e1 isticas ql ue de entrada, por ser las

·, a mente re evant · ·c1 paracwn a sociedades diferentes es, 1mp1 en la com-Se produciría así una cont1·~dic . ,

ble, entr~ la pretensión de las le ~1oá1, supues~amente insalva-observac1ón empírica el rinci . Y s, -~ ser urnve~sales, con la memos históricos tien~n !~yes ef~~ t,~oi ico de qu: diferentes mo­reconocen como ca1)aces d b l c1 JCas. Las un1cas leyes que se · e a arcar má d ·

n.co sedan lo que yo llamaría 1 " s e t!,n momento histó-h1stórico en su nivel más alto d~s a~sie_ta-J~yes del ~aterialismo <l:quellas que son las aplicacione d. . t1 acc1on, y pa.rt1.cularmente tlco. Por eiemplo es t111a 1 s. 11 ectas del matenalismo dialéc-

1 J ' ey universal que J -¡· , · · . es e producto de Ja coiiti·ad· . , a< 111am1ca histórica ICCIOll ent1· " 1 d

zas productivas y el ele las rel . e e ., esarrollo de las '.uer-frase que a pesar ele haber sid~c'.?~1es .sociales de producc1ó~1'', tantas veces ha estado a d penda de manera mecárnca 1 ' · punto eserm · a contradicción se ex resa d , . enosprec1ada. Dado que tóricos distintos las lepe ' e ,mo?o diferente en momentos his­

, · Y s que a ngen s .- 1 · , ·

'

Jecíficas Así se sen-al 1 . e1 ian i1stoncamente es-. ' a que a contrad · , " · leyes son inaplicables a n

1 iccion capnal-trabajo"ysus

omentos 1)re-ca · ¡· se dan en el origen del est d . . pita 1stas como los que razón de que dichas sucied:d o a1 caico~ entre .otr~s por la simple dos al estilo que caracteriza a 7s ~~o . ten1~~1 cap1~alistas ni asalaria-

Todo esto está muv bien ~ ~ 1 rnacion social capitalista. para corregir errores' a . 'e 11

11.c us? pue~e ser de gran utilidad Fried ( l 978) - , · veces _>•en mtencionados, como los ele

. y otros que, en un mtento P . , 1 , marxista sobre el ario-en d . 1 , • d 1 . o1 sa var teonas de corte para mostra~· que ha~e má: c1:s~ªooÓ 1 ~c~n esfu_crzos fo1:midables como asa lanados o c1·1·ct1l . , . anos .tal vez ya habia algo así · 1 ac1on mercantil 1 ·¡ . . incuso aportan eviden cia sob · . , _ 1. a .est1 o capitalista, e patético, ~n particular po1:qu; ~l~ev~e tas sociales . El ~sfuerzo es contradecir supuestas refut . _e~ otra cosa que el mtcnto de xisrno como la que l1ace S ~c1.ones, r~ual1~1ente erradas, del mar-. e1 vice quien p d · interlocutores ma1·x1ºs1·as q 1 ' . 1 e precisamente a sus

· ·' u e e regres 1 fi confianza perd1"da al 110 en en a e en el marxismo ' · contrar e 1 · · . · , . ' de l ucha de clases a¡ es ti lo ¡)r 1 , . . . ' n e ~ egisn o h 1stonco, casos

. . o eta110, previsto por el materialismo

La Analogía Etnográfica como Heurística 65

histórico, pero para el caso del capitalismo, evidentemente, y no para la Mesopotamia de hace 4000 años . Tanto uno como otros caen en el mismo error de proyección "transhistórica", es decir, ele la proyección de leyes a través de momentos caracterizados por modos de producción diferentes; por lo que tanto el ataque como la defensa son en realidad irrelevantes y, en efecto, la ana­logía empleada es ilegítima.

Sin embargo, existe una confusión de fondo, que estriba en que cuando se habla de la universalidad dt: las leyes, se entiende que éstas son universales (no admiten excepción, están "univer­salmente cuantificadas" en el sentido lógico), pero precisamente para la clase de fenómenos sobre los que habla la ley . Dicho de otra manera, si las leyes del feudalismo han sido correctamente formuladas, entonces deberán ser aplicables a todos los casos de foudalismo, tanto los conocidos como los que pudieran conocerse en el futuro (por ejemplo, si resulta1·a haber tal tipo de formacio­nes históricas hasta ahora ignoradas en lugares como Africa). La universalidad en cuestión relaciona causalmente propiedades, conjuntos o sistemas de propiedades, mismos que deberán ocu­rrir en todos aquellos casos en el se trate de un ejemplo de la clase de casos de la que habla la ley. Ello no implica que el número de casos debe ser empíricamente infinito o que debe ser empírica-1üente transternporal (que al formular una ley sobre el feudalismo ace¡~tamos que pudiera producirse en el futuro otra vez una for­mación con características exactamente iguales). Lo que se malin­terpreta es el carácter de universalidad, que es una expresión de nuestro compro miso en el sentido de que el principio nomológico propuesto será verdadero para todos los casos del tipo correcto. Lo mismo sucede con las leyes naturales, en donde nadie soñaría en aplicar una determinada ley a una clase de fenómenos para la que no fue originalmente propuesta o no tiene sentido su exten- . sión. Lo que se olvida es que, al proponer que ciertas caracterís­ticas son cruciales para cada formación socioeconómica, lo que estamos haciendo es crear clases (en el sentido lógico), o mejor aún, reconocerclasesqueexisten en la realidad proponiendo que sólo para ellas sean relevantes las leyes en cuestión. Para los casos que constituyen la clase (a veces llamada "clase de referencia"), más nos vale que las leyes sean verdaderas para todos los caso~ ele la clase. Es en este sentido en que debe entenderse su univer-

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66 Emoarqueología Coloquio Bosch-Gimpera

salidad, y no en el sentido de que son extensibles para miembros de o~ra cl~se de fenómenos (en este caso, formaciones socioeco­nóm~cas diferentes, caracterizadas por diferentes modos de pro­ducción) .

4.2 Historicidad y viabilidad antecedentes de las analogías

Toda esta. di~c.usión nos permite ahora aterrizar sobre el pro­blema de la viabilidad antecedente de las analogías etnográficas ~ecorda~em.os que la viab~l}dad de una analogía (y nuestra capa~ c1~ad de JUst1ficar la selecc10n de atributos compartidos) depende exa~tamente de que puedan es.tablecerse ciertas propiedades co­n:i? 1mportant.es. Y la rel~vanc1a, como hemos visto, está en fun­~10n de 9ue dichas prop1edad~s tengan una importancia causal 1 econoc1d~ e.n las leyes respectivas. Precisamente, será por el he­cho de existir leyes que ligan las propiedades conocidas en el conte~to fu~nte de la analog!a a aquellas que asumimos para el contex~o º .bJeto ele la analog1a, que la selección de propiedades puede justificarse.

. ~a solución marxista (derivada estrictamente de la teoría) di­f~rm~ ent?nces de la empleada por los defensores del "enfoque lmtónco direc~o",? de los. ec.o~ogistas, en el sentido de que mien­tras unos enfat1zanan la similitud étnica o ecológica como plata­forma para proyectar analogías, los marxistas dirían que de e1.1trada,. s~rán más viables aquellas analogías entre grupos de mveles s1mil~res de desarrollo. Esta es Ja conclusión de plantear q~e no habna ley.capaz de. dar relevancia transhistórica a analo­g1as entre formac10nes socioeconómicas diferentes.

El argumento es definitivamente plausible, y serviría como un~ manera.de evaluar la viabilidad antecedente de ciertas ana­log1as . Por .eJem plo, el criterio de que las condiciones ambientales del r:iuste~1ense, así como ciertos elementos en la tecnología de s~bsistenc1a, pued~n s~r comunes con ciertas situaciones subár­ticas, ~o sería ~n cnten.o aceptable para proyectar características de la adaptación esquimal" a la "adaptación musteriense" De h~cho, salta a la vista en textos como NunamiutArchaeology de Bmford (~978), ~I que se consideren irrelevantes para el anáÍisis datos tan mmed1atos como el hecho de que los nunamiutactuales

La Analogía Emográfica como Heurrstica 67

no sólo utilizan snowmobil y rifle de precisión, que quizá podamos obviar, sino que son ciudadanos de estados nacionales, con obli­gaciones tales como pagar impuestos y derecho a recibir "welfa­re", y que venden sus productos en los mercados regionales. Es decir, que elementos cruciales de la estructura social son drásti­camente diferentes a aquellos que podríamos asumir para el mo­mento musteriense, por lo que, bajo la argumentación presentada, la analogía tendría una baja viabilidad antecedente. Ello tal vez no le reste interés al trabajo de Binford como etnografia muy innovadora e ingeniosa; pero ciertai:nente le resta credibilidad y relevancia como una manera de aproximarse al pasado. ·

Las aplicaciones de este principio son múltiples y podrían cubrir casos aparentemente disímbolos, como el de la distinción entre estados arcaicos o primarios y estados secundarios (y en particular estados "primitivos" producto de la expansión del ca­pitalismo) . Cada uno de estos tipos respondería a leyes histó~icas diferentes, por lo que proyectar casos etnográficos o ethnoh1stó­ricos para promover o refutar hipótesis sobre casos arqueológicos tendría una baja viabilidad antecedente. Algo similar pueda de­cirse tal vez con relación a lo que Fried llamaba el proceso de "tribalización'', al cuestionar a la tribu como un momento evolu­tivo (Friecl 1967). Y quizá ha llegado el momento de revisar nues­tras ideas del cacicazgo como antecedente del estado, cuando tocia nuestra evidencia parece considerar a este tipo de sociedades como un momento evolutivo que viene de casos históricos o et­nográficos, milenios después del origen del estado arcáico. Pero nótese que digo "baja viabilidad antecedente" y no false.dad o ilegitimidad . Para un marxista tal vez no sea legítimo hacer pro­yecciones transhistóricas, pero para otro tal vez sí lo sea, y ·seflalar que los marxistas .no J~s aprobarían puede tenerle sin cuid~d.o. amplica ello que mev1tablemente hemos de caer en el relativis­mo? En absoluto: lo que interesa no es tanto la forma en que llegamos a la hipótesis sino la historia de su corroboración. A fin de cuentas, si somos materialistas, la palabra final la tiene la rea­lidad . Las hipótesis en controversia deberán ser evaluadas teórica y empíricamente.

Ello no significa que la aplicación de criterios como el marxista o el "enfoque histórico directo" para seleccionar propiedades y establecer la viabilidad antecedente de las analogías resulten inú­tiles. Es precisamente una de las tareas de la teoría (sea ésta mar-

\

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68 Etnoargueología Coloquio Bosch-Gimpera

xista o no) el ayud~r a eliminar las explicaciones osibles ara concentrar el trabajo y la atención en aquellas másp · P. D h h ¡ d b . promisorias.

e _ec '?,e e ate se ubica entonces ya no al nivel de la anal o , en s1 (mismo ¡ , g1a

gue se ~eso vera por referencia a los estados del mundo r~al) , .s1~0 al 111vel de la confrontación teórica.

En m1.0J?m1ón, en este caso el materialismo histórico tiene una v.entaJ~ 1 mpona~ue~ ~I contar con una teoría unificada ue ~ermne .sena lar la . v1ab1lidad antecedente de las analo ías ;or 1 ~f~renc~a a un. conjunto unificado, coherente y elegante ~e p;in­c1p1os so r_e la Je~a~·guía causal de ciertos elementos sociales. La a1 gu~olog1a trad1c_10nal, por definición, evita reconocer incluso que t1enle una teon~, por lo que en consecuencia no puede argu­n~e?tar a relevancia de s~s analogías y las posiciones antinomo­log_icas no pu~~~n recurrir a relaciones causales, i·ecisamcnte poi que su pos1c10n descarta que haya tales relacion~s o d~n se~ f~rmula~as de manera sis.temática en principios ~~~if~t;~~ g1c~s. ~1 ece se1 que este no es s1110 un ejemplo más de ue en la c~enc1a, los modelos .que cuentan con una jerarquiza¿ió1; de fenomenos y procesos tienen una ventaja heurística sobre a ue­~los q_ue,,co1~s1deran I? .que Harris llamaba una "dcmocl'aci~ de acto1es ~vease su critica al enfoque de "tíralo contra la · -d

para vers1 agarra" (1981:547-8) . \ paie

5. E11 n~evo .p~oblema de la analogía etnográfica: qué hacer

con a h1stor1c1dad de los procesos sociales.

5.1 Un nuevo dilema: ¿irrelevancia o inajJlicabilidad?

. ~I ~un~o de vista rnanista expuesto aniba introduce, de no inte1 p1 eta1 ~e~orrectamenre,_un nuevo problema para la analogía etnográfi~a, .s1 l~~mos de aplicar el marxismo consistentemente ento?ces a v1ab1lidad antecedente de nuestras analogías será un~ ~un,~1ón ~el grado de .semejai)za estructural (por niveles de desa-1 ro osfc1al homotax1ales) que presenten tanto el contexto fuente como e c~ncepto de }a analo~ía . Ello limita de entrada el número de analog1as que serian consideradas como antecedentes válidos J?uesto que los contexto~ de interés de Ja arqueología son ene~ Ja les (aunque no exclusivamente) provenientes de formacTones

La Analogía Etnográfica como Heurística 69

•conómico sociales para las que no existe hoy día contraparte. El resultado sería que sólo podríamos en realidad aplicar analogías históricas, más que etnográficas, entre grupos históricamente do­cumentados y sus contrapartes arqueológicos no documentados. Si tomamos al pie de la letra este principio, nos quedamos de inmediato sin análogos para la formación cazadora-recolectora, la formación tribal y la clasista inicial (según la terminología y periodización propuesta por Bate [ 1984] y utilizada por el llama­do "Grupo Oaxtepec" o de la arqueología social).

Esto es así puesto que si hemos de rechazar los intentos de los ctnoarqueólogos de utilizar grupos contemporáneos porgue son sociedades-parte, entonces no nos quedan muchos grupos para ayudarnos a entender contextos arqueológicos. Incluso los rela­tos de viajeros y cronistas tendrían que ser considerados con sos­pecha. Sin duda, esta aplicación del principio parece .exagerada: habría grados diferentes de distorsión en la estructura social, desde aquellos <lue resultan de apenas el contacto con grupos estatales o de la expansión del capitalismo, hasta otros totalmente moldeados o resultantes de dicho contacto (como los estados lla­mados primitivos, por ejemplo, el zulú o el malgache). El asunto es que no hemos desarrollado criterios explícitos para determinar cuándo la distorsión es suficientemente fuerte como para que las diferencias históricas confieran una baja viabilidad antecedente a la analogía.

En cierto sentido este problema es la otra cara de la moneda del problema originalmente planteado por Binford: si todo logue podemos aprender sobre el yasado está en el presente, en~onces no tiene mucho caso estudiar el pasado; por otro. lado, s1 para estudiar el pasado hemos de depender de la existencia de. casos "legítimos" (esto es, históricamente comparables, homotax1ales), entonces hemos de aceptar que no existen análogos para muchos problemas de interés central. La analogía etnográfica sería irre­leva1:ite para la arqueología, porque la arqueología misma ser~a irrelevante. Binford ejemplifica este predicamento con el estud10 del proceso de hominización: simple y sencillamente no existen grupos, ni siquiera aquellos más supuestamente "sencillos" o "pri­mitivos" que puedan servir de análogos. Una solución adoptada por algunos colegas fue la de recurrir, si era necesario, a a1?álogos en otras especies, solución que pareced udosa, dado <lue nrnguna de ellas tiene procesos de trabajo. No obstante, se ha propuesto

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70 Etnoarqueologfa ColoquioBosch e· - impera

que la conducta protohomínida tal v . tes en animales de ra iña ez tenga mejores contrapar-(Schaller, ~· y Lowthe~, G. (~~9).n grupos actuales o de simios

Para Bmford el problema a un b . la de reconocer que tendrem p · ~ a a otro tipo de solución: dad e ingenio para entend os ~ue .epender de nuestra habili­hemos de aprender sobre e~~o e registro arqueológico en sí, si análogos histórica o etnográfic::::~me~tos para los que no hay para un grupo importante de etno nte o~umentados. Para él y convierte entonces en buscar 1 arqueolog<?s, el problema se rango total de características d:SI ca:os más aplicables, si no ya al peciales de su repertorio cult 1 g upo en s1, sobre aspectos es-ura.

5.2 El mito de los pueblos sin historia

Esta solución se presenta gener 1 · . podemos llamar ~'el ¡¿unto cie d ~ mente, sm e?1bargo, a lo que que consiste en r~tidame~antrov.ologg h~gemónica'/, demasiado distorsionados p l g ora~ que l.os casos suelen estar rialista. El supuesto de f; ~r ªpropia acción colonial 0 impe­desarrollarse más lentam:~t o es q~e los grupo~ primitivos, al prácticamente sin historia E:~f.~e _en ser considerados como la antropología decimonó~ica de egreso al_p~nto de .Partida de reductos, especies de "eslabon~ ~~~ h~b1a supervivencias" 0

que no cambian sino hasta s per 1 os de organización social así se entiende el estudio d~~~ con.tactan con los ~uropeos. Sólo g~nes en Australia, ue son to sqmmanos en Afnca, o de aborí­drrectos de grupos ;ea , 1 mados c~mo re~erentes analógicos punto ciego impid~ ve~~1co ash como s1 no tuv1e.ran historia . Este que existen "pueblos sin h~tuc_. ~~colegas l?s n~sgos de asumir meritoria de estudio cuidad o11~. '1 o cuya !11stona es t~ivial y no de este proceso es el que p oso. ~ vez el ejemplo más ilustrativo lúa la: analogía que hizo Toropo;cwna ¡avre ( 1973), cuando eva~ originales. Este ejem lo (u~~eJe en.tre os !acan~ones y los mayas Tozzer creyó haber ~ncontrado m;s favontos), ilustra los riesgos: candona, los mayas prístin ª os protomayas en la selva la-

os, con una economía mixta recolec-"

1 Tozzer. A. A Comparative S ~: citado en Favre 1973 . ludyofThe Mayasand The Lacandones New y k , or .,

La Analogía Etnográfica como Heurfstica 71

·1611-caza-pesca-horticultura, que habrían vivido sin contamina-1611 durante todo este tiempo. Su estudio nos ilustraría los orí­·ncs de la civilización maya, por lo que se invirtió buena

antidad de tiempo y esfuerzo en documentar sus pautas cultu­ales. El trabajo fue de etnografia clásica, sin mucha preocupación

l><>r los antecedentes históricos del grupo; me imagino que los acandones, en la visión de Tozzer, se encargaron de permanecer

prístinos en espera de ser descubiertos por un antropólogo pro­veniente de una prestigiosa universidad americana. Este enfoque no es sino una forma más de etnocentrismo, que deja a los grupos no occidentales, cuando mucho, el privilegio de tener una "etno­historia" , mientras que la historia se reserva para países hegemó­nicos, únicos capaces de tenerla (Ibid.:8-10).

Favre muestra el error de esta posición: el estudio histórico de los lacandones permite rastrear su llegada a la selva en fechas relativamente recientes, e incluso como efecto lateral de conflictos de la guerra de castas. Se trata de miembros de otros grupos étnicos, que encuentran en la selva un refugio a la opresión co­lonial y luego a la capitalista; su economía es una simplificación y una adaptación a las nuevas condiciones de la selva, pero se trata de gentes, que antes formaron parte de grupos agrícolas tributarios, en soc iedades clasistas tanto mayas como coloniales. La supuesta no estratificación existente en un producto con una antigüedad menor a los 200 afios, dificilmente puede ser el ejem­plo de supervivencia ele la etapa protomaya clásica. Sin embargo, esto no lo sabríamos de no haberse tomado Favre y otros el trabajo de hacer la historia de los lacandones y no simplemente asumir que carecían de ella. Me pregunto hasta dónde muchos de los casos típicos de referentes analógicos para las sociedades cazadoras reco­lectoras (bosquimanos, aborígenes) son casos parecidos, en los que nos aguardan interesantes sorpresas en el momento en que la gente investigue su historia, cuando menos la reciente. ,, Parecería entonces que esta mos en un callejón siri salida, ne­gar la historicidad de los fenómenos sociales nos lleva tanto a hacer a la arqueología tota lmente irrelevante, injustificable y re­dundante (si todo lo que podemos aprender está en el presente, ¿para qué estudiar el pasado?, o bien a riesgos fuertes de distor­sión al no existir referentes analógicos homotaxiales o no tan distorsionados por efectos coloniales . Pero proponer entonces que no existen análogos nos conduce a reconocer que no tenemos

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72 Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gimpera

maneras de ayudarnos a proponer hipótesis que llenen los hu ecos del registro arqueológico. Por el Principio Cortina debemos acep­tar que la analogía es constituyente de la arqueología, lo que con­tradice buena parte la argumentación anterior. ¿Existe alguna solución a este nuevo problema de la analogía etnográfica?

5:3 Dominios ontol6gicos e historicidad

Tal vez la solución estriba en reconsiderar hasta dónde real­mente todas las analogías requerirían de leyes íntimamente liga­das a especificidades históricas y por la tanto, restringidas en su aplicabilidad. Aquí puede ser útil regresar a la idea de dominios ontológicos, para proponer que estos dominios ontológicos no sólo se caracterizarían por diferentes grados y niveles de organi­zación de la materia y la energía, sino por diferentes grados de historicidad en sus leyes.

Podemos sugerir, de manera aún tentativa y esquemática, ade­más de vaga, que tal vez la historicidad es una propiedad que afecta d~ manera progresiva a los dife1·entes dominios ontológicos a me­dida que progresamos en la sucesión clásica de niveles. Si bien, desde un punto de vista estrictamente dialéctico toda la realidad es dinámica y, por lo tanto. presentaría en una u otra medida elemen­tos históricos (es decir, cambios a lo largo del tiempo), también parece claro que la mayoría de las leyes en los niveles inertes tienen marc.os t~n~porales definitivamente mucho más amplios en los que esa h1stonc1dad se expresa. Es falso decir que los procesos naturales no tengan historia: basten ·los ejemplos de la astronomía o de la geología históricas; pero en general, podría aceptarse que las leyes de las. cien~ias ~sicas y químicas parecen verse menos limitadas pm· cambios históricos que las de la biología o de las ciencias sociales, en donde el cambio estructural es más rápido, por lo que la capaci­dad de formular leyes significativas transhistóricas parece reducirse comparativamente.

Si esto fuera así y para propósitos de una investigación parti­cula~, podemos asumir que ciertas leyes naturales operan para cubnr casos q.ue empíricamente con:esponden a lapsos tempora­les más amplios.' entonces estas leyes estarían disponibles para apoyar nuestra 111terp1·etación de ciertas facetas del registro ar-

La Analogía Etnográfica como Heurística 73

, ucoló ico cuya explicación depende, en buena medida,. de di­,!trns le:es, 0 de la interfase entre ~sas leyes y procesos soc1ale~: _

Así un primer paso sería revisar hasta dónde estamos is >uesto~ a sostener a toda costa la historicidad de los P1:"ºc~s?s

!ociales en todas sus facetas. Una adhesió~ ci7g~ a est.e pn~c1p1~ resulta incoherente, dado que niega el pnnc1p10 bás

11co so r7 _e

, ue ta inferencia arqueológica se basa, que es el de a conex~on c1ausal entre el registro arqueológico y la condu~ta (o tr~bªJ?},

principio derivado por analogía a nuestra propia expenenc1a, or tanto ligado a un momento histórico, per.o sm. duda (espera­

iiws) aplicable al conjunto completo ?e ~a. h1stona .recupera~e - ¡ arqueólogo. Es decir, este pnnc1p10 está siendo usa o

iJr~1

ns~1istóricamente, como lo son los princip,ios en losfi que ley,es naturales intervienen en procesos de formac1on y trans ormac1on de contextos. Proponer que la ?bsidiana se P,arte hoy de una forma cuando se le golpea con cierta fuerza y ~ngul<?, pero que esto no uede proyectarse al pasado, es estar d1c1endo mcoheren­cº as 0 bfen asumir que los procesos físicos que regulan la fractu~-a d~ ~ste material, 0 las características ?e du~eza, etcétera ~el .mis­mo han cambiado en forma significativa, digamos, e~ los ult1mos 2000 afios. Dudo que alguien quisiera sostener una idea de este

tipoEI segundo paso es preguntarnos si n~ existirán. proceso~ Y -as Jectos de la realidad social comunes a vanas formaciones so~1,a­te! ue tengan que ver con aspectos precisa mente de formacton , t;-~~sformación de contextos: por ejemplo lo~ ,que regulan la ~istancia y ubicación entre las fases de producc1on y dese~.ho de ciertos materiales, o la conducta que Bmford llamaba .de .cura­duría". Estos principios, por cierto ya no serían de la c1enc1a na­tural no tiene nada que ver con que la gente. er.efiera cargar artefactos hacia su cam'pamento cuando le es d1~1~tl repo~er.los. Pero tampoco parecen estar ligados a una formacton 7conom1co­~ocial en particular, e incluso a alguna teo~ía ~u.stanttva sobre I~ sociedad o la historia. Es este el rubro de pnnc1p1os q~1e.' aceptán dolo 0 no, los arqueólogos utilizan de manera cot1d1ana para realizar sus inferencias, y que, de tan comunes y supue~tamente de tan "obvios'', prefieren no pensar en el~o~ como precisamente los principios básicos de la teoría arqueolog1ca.

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7'1 Etnoarqueología Cologui'o B h e· ose - impera

5 ·4 Analogía Y niveles de teorización

En realidad a lo que esto t d d que he estado considerando l;a:eatan o , e !_legar es a una idea con problemas conectados con el r:t ~l~un t1eml?º• relacionada bilidad entre teorías sustant" d. fiat1v1smo y la mconmensura­propósito de la arqueolo ía ivas i/rentes (Gándara l 989). El quiere, en mi opinión degdoset~ expd1car el,pasado .. Para ello re­sí, pero distintas. El primer tip~~~ste~ -~eona~,.rel~c1onadas entre convenir nuestras observacione b ~ ia ~se i_nd1spensable para

(~st~tlb·co y el ontemporáneo, comos;~s~1~é~b;~:~7o~da)r~~1eol?dgico CJa so re e pasado. Este es el do . . d , ' ev1 en­Pero con él lo único que lo m11110 e _la teona ~rqu~ológica. el estudio de lo que realme~;t~mos ~s tene1 la materia phma para del pasado. Para esta segundan;s llHe_resa, q.ue es la explicación orden diferente· la teorías a_rea 'eql~enmos una teoría de la sociedad y de .su el º , · ustantiva, que incluye un modelo de 111am1ca.

He sugerido antes e insisto ahora , conocerestosdosniveles( 1 . por esta v1a, que el no re-y de Jo "sustantiv ") da os que he llamado "de la observación" . 0 , pro uce problemas que d d 1 .

v1smo teórico hasta Ja incona . el van es e e relat1-logía etnográfica. Entender brue~c1a e n_egar el papel de la ana-uno centrado en los proceso;~: t~ dos.t~pos de teoría en juego, contextos (y, en consecuencia sob1~ ;~:CJon y t~·a~sformación de c~1pe.-ación, registro y análisis confiabl proc~d1m1en_tos de su re­d1ferente sobre lo e) y ot1 o, relacionado pero

' que estos contextos signifi , . desarrollo histórico nos j) 1 . I . ~an en term111os de

r ' , uec e ta vez pennitir ent d eiecto, la historicidad de las le en _er qüe, en en la explicación sustantiv~ se;-~~1ª1:1~s- ~11e llan~cmos a mtervenir gos hisLóricos más resrrino-icJo . < s_ s~1scep11bles_cle .te_ner i·an­lucrados en el prilllcr tt')o d~n~ien~i ~:~,que _los pnnc1p1os invo­carácter transhistórico o !1 pe1 ac1on bien pueden ser de

, menos estar re¡)resentad , . mente, en un rango histórico , . ¡· . < ·.os, emp1nca-

H . _ . - mas amp 10. e apo1 tado antes argumentos 1

yar esta idea · el pro¡)i p .· . . Cqu~ son re evantes para apo-·b· . · 0 1111c1p10 on111a establee

pos1 ilidad de hacer arqueolo ía de )enel e que nuestra como en el presente la relació g . 1 de ele que, en el pasado . 1 ~ n ent1 e con u eta y cultur . 1 sea ta como para recuperar 1 •· . · . a materia hecho de que en los ¡xocesosª l' ~n_era ~ panir ele la segunda. El

e o1 rnac1on y transformación de

La Analogía Etnográfica como Heurística 75

ontextos intervienen muchos principios naturales, con rangos históricos mayores, es otro argumento. Y por último el que parece haber propiedades generales en la forma en que el hombre hace uso y dispone de sus artefactos, parecen todos apuntar a la idea de que existe un campo no sólo legítimo, sino indispensable, en 1 que la analogía etnográfica será nuestra única vía de acceso

para entender el material que ahora se nos presenta como con­temporáneo.

Es por ello que la arqueología experimentál y la simulación, .¡'unto con la etnoarqueología, son elementos fundamentales para a construcción de la teoría arqueológica. Nos permiten registrar,

reproducir o intentar modelar procesos actuales cuyas caracterís­ticas podemos asumir que no fueron muy diferentes en el pasado. Esto me lleva a una última propuesta: que, en realidad, para cada analogía ~t~Qg~Jg:a, el a u to!:_ ~eb<;_!J~!i.p,e.cifü:a.r.elas.peGt.e.e.áffla-­~obr~2.,_~~.b_<!S!.l!!~~i.fu..Y..rl. tiJ2.._q..9_<:..9owJ.uiQ.S....QJJJ.Ql6.g.kos./ mvolucrados Dicho C:le otra manera, me parece que no pude hab arse ya e analogías gl()bales, en que todas las características de un grupo arqueológico son homologadas a referentes etno­gráficos -práctica que, en cualquier caso, es cada vez más rara­sino que tendremos que concentrarnos en analogías parciales, particularmente en procesos que afectan la producción y la alte­ración de contextos arqueológicos. Esta propuesta, combinada con la propuesta original binfordiana, de que a fin de cuentas la analogía no puede ser sino.el punto de partida de una hipótesis que tiene que ser independientemente evaluada, son dos de los ejes sobre los que pudiera construirse una teoría sobre el uso de la analogía e'mográfica en arqueología. / ~ ................. _ ..................... - ......-... -~···"·"-~"''-· .. -~---· ~"~'

6. Observaciones finales

M~~ que presentar conclusiones finales, me gustaría recapitular algunos de los resultados parciales que se han expuesto a lo largo de este trabajo.

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7(l Er.noarc¡uc.:ologí;i Coloquio Bosch-Gimpera

6.1 Algunos resultados j1arciales.

l. La discusión sobre si la analogía etnográfica es legítima o no, o si es susceptible ele llevarnos a errores, debe considerarse como agotada cuando menos por tres argumentos.

l. l. La analogía etnográfica no es sino una heurística, esto es, un procedimiento para facilitar la producción de conocimiento y eu panicular, como una fuente para procluci r hipótesis. No es un sustituto, entonces, para el trabajo empírico, sino una ayuda en la investigación.

1.2. Como cualquier otra heurística, está por supuesto ex­puesta a conducirnos a errores, pero no podremos determinar si nuestrz: ~ hipótesis son verdaderas o no por un mero examen ele las fuentes ele la analogía: es indispensable que las hipótesis sean evaluadas teórica y empíricamente. De ahí la importancia del recordatorio que Binforcl hacía•clescle 1967, ele que lo que nos interesa es no tanto la fuente ele una hipótesis como la historia ele su contrastación.

l .3. La analogía etnográfica no es opcional en la arqueología : es constitutiva ele la teoría arqueológica (Principio Cortina). La base ele nuestras pretensiones de hacer explicaciones sobre el pasado, a panir del csluclio de un registro contemporáneo y es-1á1 ico, deriva precisamente ele una primera analogía etnográfica reCLora, que es la que hacemos al asumir que, en el pasado como en el presente, existe una relación significativa entre la actividad del hombre y los contextos materiales que esta actividad produce. Por lo tanto 1.a analogía u~s algo prescindi_!!le sino inclispf: nsabJ.e

J,l'!ra a iJ!f~~~J!L ueológica en su nivel más p~o/ 2. Sin embargo, no to as a'S'ai1aTogfa~ssol11g~ü'alñ1ente viables .

Los arqueólogos han intentado produci1· en repetidas ocasiones criterios para determinar ele manera antecedente cuáles analo­gías son más viables o confiables que otras. Afortunadamente, ex iste ya tocia una literatura sobre los argumentos por analogía en la filosofía cleJa ciencia, que nos permite apoyar la conclusión de que la viabilidad antecedente de una analogía está en función directa ele la relevancia ele las propiedades compartidas que ac­túan como base ele la proyección del contexto ele referencia hacia el contexto objeto, así como el grado de homogeneidad entre el contexto fuente y el objeto en otros parámetros de interés.

La Analogía Etnográfica como Heurística

oner que la lógica invol u-~ Esta observación nos lleva~ prop 1 e se utiliza en el · · 1 , 0 es muy diferente a a qu .

rada en la ana og1a n e t' a la l10mogeneidacl 11Herna d , t' 0 en que se en1a 1z . . , IUUCStreoesta IS IC' . J bJemadeJasign1ficac1on de las unidades muestreales'.y con~ p~~ son accidentales y cüan­dc las correlaciones (determn~ar cuan i·oblema paralelo al ele la

. ., ) ue no es smo un p , E do son e~puJ tas ' q . dades compartidas con la analog1a. ~1 relevancia de las prop1e 1 or referencia a la causal1-I blema se resue ve p , . ambos casos e pro 'bT d d de seleccionar caractenst1cas dad, dado que nuestra pos1 1 1 a 1 s ma's allá de tina muestra

1 Para proyectar a . c·omo re evantes o , . o11oc1ºdas estén li<Tadas no-d d . 1 s caractensncas c · n . depende e que ic 1a . . eda11 existir en el urnverso . 1 q 1e pensamos pu · mológ1camente a as t . d 1 log'1a· esto es se requiere 1 1 so ob•eto e a ana ' ' muestrea o en e ~a J 1 . , usa-efecto

0 ambas sean <¡ue entre ellas exista una re ac10n ca '

. ·a que actúa como causa . efectos de un~ te1 cei . dar un apoyo adicional a la

4. Este último argui;ientodv1enel a so de leyes en arqueología conclusión de que I~ b~s~~e a y ebl~ en este caso como elemen­es no sólo deseable smo !n is_pe~1s~as r~laciones causales expresa­to crucial para_po?~r as1~na\~ v1ala relevancia de los elementos das en los prmc1p1os tipo y, uél sobre el que nos interesa compartidos entre e~ caso fuent~ y~; eºemplo, que si dos grupos proyectar la an~_log1a. ~upone_i , ~ _ j confiere mayor viabilidad comparten med1osamb1ente~sd1m1111aa11e1e1·a indirecta un principio 1 , es propone1 e · a una ana og1a, . el d s grupos viven en ambientes ti¡)o ley que establece que ~uan o o . d des El no reconocer

b tir otras prop1e a . . parecidos, de en 7°~1 par ro uesta im )ide que se le pueda la materia nomolo~1c~ de. ~al ~ilirr del ar t~mento por analogía, evaluar como una hipotesisdau

1 . · mo g("cada quien su criterio . , d , 1 efecto e re at1v1s

produoen ose as1 e 11 e hace de la anafogía una forma de y todos son ~-~spetables_ ), ql~ en al unos círculos, o la fuente ~el argument~c1~n p~Ko ~1 e_1b blesse1~aladas al inicio oc este traba JO. tipo de polem1cas mte1 lm_ma ~cr el papel indispensable de las

·-5. Sin embarg~, e _1 _eco~~ol~ rel~vancia y viabilidad de una leyes en la detenrnnac1on bl a ue tiene que ver con el , 11 1 nuevo ¡xo em 'q

. analog1a nos eva a u1 .. se trata de leyes comunes tipo de l~yes _que llame_n;s; ~~1~~1~:-~:1 la analogía (y de hecho la a cua.lqu1er tipo d,e sooe ;is~i tina) pierden interés, dado deque propia arqueolog1a como . ~er sobre el pasado está en el pre­si todo lo que podenl10~ apfi1 e~~nte o superfluo estudiar el pasado. serite, entonces res u ta me ic1

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1

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78 EtnoarqueologíaColoquioBosch-Gimpera

Para bloquear esta dificultad, sin embargo se re uiere que hay procesos que so~ específicos a ciertos m¿mentEsr~h~~1~~ ~~!'f d}~~~;1~~~;~~~~c;:t~e~~~~ ~~~l!c~~~s [¡~~~~rae~ pa~r~cula-para c1c:rtas pos1C1ones como el materialismo histó . , enos

~~~~t=~~~ndl~~;eº;t:cc~~~ie leyesdde ~n mo~~nto hi~~~~d~~:;~ b d ' que ca a lOrmac1on eco,nómico social

i'.ns~~~fa~ ~~~~: ~~:a!~e.~~;,i~:;~~~~ª:i,~,t'~;~~~~:~c~~núl~;.'~ s1 e ? es as1, entonces ninguna analogía sería osible ent de d_1ferentes fon~1aciones precapitalistas de huerés ar~e ~t~~~ queologo qu~ n_o tienen contrapartes etnográficas ho ~- . ces, el materialismo histórico se ve en dific lt d y . ta~ enton-

~:--~Fi~~~~a;0~_e in_fe1;e~cia arqu~ólogica mecl~ai:t: :sn~~~~:a~s~~~~~ Conina" d ot1 o a o, e~ta dificultad contradice el "Principio de I~ arque:~~~~~ analog1a no sólo es legítima, sino constitutiva

6. _LJ~a f?Osibl~ solució? e~ proponer que en la inferen ~-ia -

lqueolog1ca intervienen pnnc1pios de diferente orden . ' ar ucran a su d' · d . . , que mvo-

. ~ez ISttn~o~ om1111os ontológicos. Si ace tamos ~~tos d~m1.n~os ontolo.g1cos (fisicoquímico, biológico :social) ~i~~

n pnnc1p1os con diferentes grados de historicidad ent ~~~=~11~se~al ve~ recoto:er que muchas de las analogí~s em~I~~~ la simul . ~oa1 queo og1~ y en la arqueología experimental o en

~~c;~~e~~~~;:if :~:~~~ ~~~f !~d:~~;;,i,7~~~~;~~!~,'~·~~\~;~~~ el . . . · ª a re at1vamente baja historicidad de di-) 1~s pnnc1p10s, su uso no hace ilegítimas o poco viables las ana-og1as en que aparecen. '

req~¡'::~i~~sn;;;e~1ne~ed~if:~:~~:~:¡~er7~ t=:·queól~go Lo.s .. p-i:ac.esQs sociales en sí t. 00 : · LV.O, so .r.e .lll .. '.'.tt:_o .. i:ía~~o~-;;) _Ybº- ~,01,~''" .s.e.f,Y.~-S.1-!?!1 aljal que llamamos fi . . ;···~d··"'I · . , .· . ,gJ.~.a, 'so 1 e os procesos e formación y trans-01 macton e contextos, tal vez podemos ace na. .

;?s prin~ipios de_ la teoría sustantiva serán genler~lt~~~t~1~~nu-~s icos a cienos lllveles de desarrollo lo .· . · -. d . pec1-

·1 . , I' . , ' s p1111c1p1os e la teoría '~ qu.c~ .º?'.~~ scran de una_ naturaleza comparativamente más t1 a~1sh1sto11ca . Esto es, los principios de la teoría arqueoló . u:'~ os ~n los pr?blemas de cómo se forma y se transformag:~~ ~~:~~ texlo a1 queolog1co, son compartidos o compartibles por un número

La Analogía Etnográfica como Heurístipl 79

mayor de formaciones socioeconómicas. Su proyección no invo­lucra necesariamente elementos estructurales históricamente es­pecíficos, por lo que su uso puede ser perfectamente legítimo.

6.2 Analogía, etnografía, materialismo histórico y etnoarqueología: al­gunas consecuencias de la argumentación presentada

Si la argumentación presentada hasta ahora es cuando menos moderadamente correcta, entonces la arqueología social (o "ma­terialista histórica") no tiene por qué caer en contradicciones con respecto al uso de la analogía, o preocuparse porque el empleo de este recurso heurístico contamine de elementos "ahistóricos" a la teoría sustantiva marxista. Por su parte, otras posiciones ten­drían que explicitar los principios nomológicos que garantizt1n su uso de la analogía y enfrentar el problema de la historicidad o transhistoricidad de dichos principios.

Es nuestra impresión que si estas cuestiones son consideradas como importantes, entonces podemos ubicar a la etnoarqueolo­gía en una perspectiva más modesta pero más interesante de la que ocupa hoy día: si bien no parece ser unan ueva ciencia, o una nueva posición teórica sustantiva, sí puede aportar interesantes reflexiones y principios para la teoría arqueológica. De hecho, una manera de medir el desarrollo de la etnoarqueología será la proporción en que pueda establecerse la importancia de los es­tudios realizados en relación con los problemas de formación y transformación de contextos, esto es, a los problemas generales ele la teoría arqueológica. De no ser así, la etnoarqueología corre el riesgo de convertirse eú una nueva forma de particularisn1o histórico, ahora llevado a cabo por los arqueólogos, haciendo sus pininos como etnógrafos aficionados. Si no podemos relacionar nuestro estudio ele la manufactura de la cestería de los bongo­bongo con sus efectos sobre el contexto arqueológico en general,

"conde1úfremos a dichos estudios a ser simplemente interesantes pero secundarios aportes a la etnografía de los bongo-bongo, e irrelevantes para la práctica arqueológica que se supone motivó originalmente a la etnoarqueología .

Podemos fácilmente imaginar el regreso a la interminable secuela de estudios monográfico-descriptivos que la etnografía rechazó hace tiempo por irrelevantes: "etnoarqueología de la ces-

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r.ería entre los Bongo-Bongo"; "et:noarqueología de la cosecha entTe los Bongo-Bongo'', etcétera,.seguidos por soporíferos estu­dios comparativos ahora con otros grupos: "etnoarqueología de la cestería de los Cuchumapanda comparada a etnoarqueología los Bongo-Bongo", "si111ilitudes y dite rencias en la etnoarqueolo­gía de la cosecha entre los Bongo-Bongo y los Cuchamapanda", "posibles iníluencias entre .. . ", etcétera, en una secuela intermi­n;lble de casos particulares de los que jamás saldrá, por mera acumulación, aprendizaje relevante al estudio general de la so­ciedad, y mucho menos sobre el pasado y los procesos de la diná­mica histórica que nos conducen al presente.

Agradecimientos

Este trabajo es una versión considerablemente ampliada de la ponencia presentada con el mismo título en el Coloquio Bosch­Gimpera 1988, al que gentilmente me invitara a participar la r,_. doctora Yoko Sugiura, del Instituto de Investigaciones Antropo­lógicas de la UNAM. Buena parte del material se debe al estímulo que la propia Yoko imprimió a la discusión de esta temática, durante un seminario teórico dirigido por ella en la Escuela Na­cional de Antropología e Historia (ENAI-1) en 1988; algunas de las ideas centrales expresadas en el trabajo se remontan a otro seminario teórico, en este caso sobre problemas de la observación en arqueología, talllbién en la ENAH, dirigido por el autor en 108'.~. El autor quiere agradecer a los participantes de ambos seminarios su entusiasmo y fraternal espíritu polémico . En par­tintlar, agradece a Mario Corrí na su inteligencia y espontaneidad para plantear problemas cruciales que noso tros, tal vez obnubi­lados por nuestra formación de arqueólogos, no detectamos de inmediato; a Felipe Bate, contínua fuente de enriquecedora dis­cusión, que con Fernando López y Jesús Mora siguen constitu­yendo un formidable campo de pruebas para cualquier idea; y finalmente , a la fundación Salazar e Hija, por su incansable apo­yo y tolerancia para las tareas eventuales emprendidas por quien esto escribe.

La Analogía Etnográfica como Heurística 81

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Interrelación entre la Historia, Etnología y Arqueología

Jorge Angulo Villaseñor *

Don Pedro Bosch Gimpera fue un investigador que dominaba las disciplinas de la arqueología, la etnología y la historia, como lo demuestran las varias publicaciones que hizo al respecto.

En uno de sus trabajos don Pedro escribe: "La etnografía ilustra las instituciones de la vida prehistórica y por modo sor­p1=endente, nos ensef1a el por qué de muchos puntos oscuros del principio de la historia de los pueblos antiguos" (Bosch Gimpera 194 7, t.I :2). Es decir, cori1 binaba estas diversas ramas de la antro­pología y la historia, con sus diferentes enfoques teóricos y meto­dológicos, sin permitir que se crearan problemas de interpolación interdisciplinaria que hicieran confusa su exposición, sino por el contrario, integrándolas plenamente dentro de la lógica de inter­pretación cultul'al que les daba.

El hecho de que este ejemplar investigador dominara la dis­ciplina de la etnología, como la arqueología y la historia, lo posi­bilitaba para realizar trabajos de antropología integral. Un tipo de trabajo qúe en la actualidad la grari mayoría de investigadores evitan, por considerar sólo ramas aisladas de una investigación que se han distanciado, debido a la profunda especia-lización que cada una ha sufrido en su campo.

Por esta razón es necesario hacer algunas observaciones sobre las relaciones que existen entre estas disciplinas, con el plan de desarrollar un estudio integral del ser humano, a través de dife­rentes contextos del desarrollo cultural que se ha venido suce­diendo a lo largo del tiempo y el espacio.

• lnstilllto Nacional de Antropología e Historia.