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Tema 9 Mitología Clásica e Iconografía cristiana. UNED
María Isabel Espiñeira Castelos Página 1
Tema 9. Ciclos iconográficos del Nuevo
Testamento.
1. Nacimiento e infancia de Jesucristo.
Al final de primer siglo antes de la era cristiana la esperanza de
la venida del Mesías era general, ya que todos los Profetas habían hablado de ello.
• La Natividad. Durante el reinado de Herodes el Grande, María, hija de Joaquín y Ana,
vivía en Nazaret con su esposo José, carpintero. Los dos eran de la tribu de David. El
emperador romano Augusto ordenó el
empadronamiento en el pueblo de donde era
originaria la familia de todos los súbditos del
imperio y por ello José y María tenían que
empadronarse en Belén, de donde procedía la
familia de David. Dada su pobreza, tuvieron que
alojarse en un establo y allí nació su hijo. En el arte
no se suele representar el camino hacia Belén o se
confunde con la Huida a Egipto. El tema de la
Natividad se trató de manera distinta por la
tradición bizantina y la occidental. En Bizancio la
Virgen aparece recostada después del parto y
asistida por comadronas, y en Occidente se
insistirá más en la relación materno-filial. A partir
del siglo XV la escena se convirtió en la adoración del Niño Jesús, con la madre orante
hacia el recién nacido que irradia luz. En ambas tradiciones la escena es intimista y la
presencia de Jesús casi anecdótica.
• Adoración de los pastores. Un ángel les
comunicó el nacimiento a unos pastores y les
tranquilizó hablándoles de quien ese niño, El Mesías,
el Salvador. Los pastores pusieron rumbo a Belén
para adorar al Niño en el pesebre y ofrecerle unos
presentes. Ya de vuelta contaron a todo el mundo lo
sucedido y se dedicaron a glorificar al Niño Jesús. La
Adoración de los pastores se divide en dos temas
iconográficos: el episodio de la anunciación del ángel
a los pastores será casi el único reproducido hasta el siglo XV. Los tres pastores a veces
se representan como músicos, deslumbrados por el ángel. Como en el Evangelio de
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San Lucas la escena no se relata con demasiados detalles, los artistas tuvieron libertad
para adornarla, basándose bastante en la de los Reyes Magos. El número de pastores
varía de dos a tres, y a partir del siglo XVII a veces aparecen también pastoras. Se
presentan arrodillados, ofreciendo sus presentes: un cordero, un cayado y una flauta,
y el Niño aparece desnudo o fajado. La escena suele ser nocturna y en ocasiones San
José aparece ofreciendo vino. El concilio de Trento la dotó de más austeridad y en
ocasiones incorpora la figura del Buen Pastor. En el cuadro de La Tour la escena es
recogida e intimista, con la iluminación de la vela sobre María y el Hijo.
• Adoración de los Reyes Magos. Unos reyes interpretaron la aparición de una estrella
en Oriente como el nacimiento del que habría de liberar Israel. Y se pusieron en
camino para rendirle homenaje. Cuando el rey Herodes se enteró de que preguntaban
por el rey de los judíos, les dirigió hacia Belén y les pidió que le buscaran y después se
lo comunicasen personalmente. Al llegar al pesebre le ofrecieron al Niño oro, incienso
y mirra, pero de regreso no pasaron por Jerusalén a ver a Herodes porque en sueños
Dios les advirtió que no lo hiciesen. Este
episodio aparece narrado en el Evangelio
de San Mateo y es representado en el arte
de las catacumbas. A partir del siglo XII se
consagró el número de tres reyes, asociado
a las tres partes del mundo conocidas
entonces (Europa, Asia y África), a la
Trinidad y a las tres edades del hombre.
Sus vestimentas evolucionan desde el traje
persa con gorro frigio a largas túnicas con coronas reales, y en el Renacimiento se
adaptan a la moda del momento, aunque luego Rubens vuelve a orientalizarlos. Estas
escenas aparecen en diversos ciclos, pero sobre todo en la Adoración del Niño. La
iconografía se toma del arte bizantino y coloca a la Virgen en majestad, presentado el
Niño a los reyes, que en procesión se arrodillan ante Él y entregan sus ofrendas,
después de besar uno de sus pies.
• Circuncisión. Ocho días después de su nacimiento, siguiendo la tradición judía, Jesús
fue circuncidado. El tema no se representó en la iconografía cristiana hasta el siglo XI.
Se representa en el interior de un templo, con el Niño sobre el altar, en presencia de
su Madre y del sacerdote, que en algunos casos lleva un cuchillo. Según las épocas la
escena es más o menos realista, y en el siglo XIX deja de representarse.
• Presentación en el Templo. Jesús es llevado al templo por sus padres para ser
presentado al Señor y para cumplir con la purificación de María, según
la ley mosaica. El sacerdote Simeón y la profetisa Ana le reconocieron
como al Mesías. En arte suele aparecer la Virgen presentando a su Hijo
al anciano Simeón, mientras Ana sostiene las Tablas de la Ley. José
ofrece al templo una pareja de templo una pareja de tórtolas y los
asistentes portan cirios encendidos.
• Degollación de los Inocentes y huida a Egipto. Al ver Herodes que no había noticias de
los Magos y temiendo al supuesto Niño rey de los judíos, ordenó degollar a todos los
niños nacidos en Belén y sus alrededores en los últimos dos años. José, advertido en
sueños por un ángel, huyó a Egipto con su familia, y allí se quedaron hasta la muerte
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de Herodes. El episodio de la Matanza de
los Inocentes suele representarse como
justificación de la huida a Egipto. La
iconografía que aparece en los marfiles
bizantinos del siglo V tiene gran difusión en
las artes por sus posiciones compositivas y
dramáticas, beneficiándose del culto
popular a los primeros mártires de la
Iglesia. El sueño de José abre el ciclo de la
huida a Egipto y en la mayoría de las
ocasiones José aparece tirando de la brida
de un asno blanco donde van montados la
Virgen con el Niño. El Descanso en la huida
a Egipto resulta muy reproducido a partir
del siglo XV. María y Jesús
reposan a la sombra de una
palmera. El tema se
interpreta como una escena
familiar aunque a partir del
concilio de Trento se le da
algo más de solemnidad,
incluyendo un cortejo de
ángeles y la desaparición del
asno, por considerarlo un
animal poco noble. Según las
escuelas, la palmera puede
ser sustituida por un naranjo, un pino o un cerezo.
• La Sagrada Familia en Nazaret.
Después de la muerte de Herodes la Sagrada
Familia regresa a Nazaret y allí pasa Jesús su
infancia y juventud. Los artistas en este ciclo
se dedican a captar los detalles cotidianos.
Murillo concede por primera vez un papel
importante a José en la educación del Hijo
mientras María, en segundo plano, hace
labores. En otras representaciones aparece el
padre enseñando el oficio de carpintero a
Jesús, como es el caso de George de la Tour.
• Jesús entre los doctores de la ley. Jesús va con doce años a Jerusalén con sus padres
para celebrar la Pascua, pero cuando éstos regresaron él se quedó allí sin que se
diesen cuenta. Al cabo de tres días de buscarlo lo hallaron en el templo, asombrando
con su sabiduría a los doctores de la ley. Esta escena suele ilustrarse como el Cristo
maestro, que nace ya en el arte de las catacumbas. Se representa a Jesús predicando
desde un púlpito, generalmente solo de medio cuerpo, entre los ancianos, que
aparecen sorprendidos. Y así, llevando el tema casi hasta la caricatura lo representa
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Durero.
2. Vida pública de Jesucristo. Desde los doce años hasta más o menos los treinta, hay
una laguna en la vida de Jesús y nada se sabe de esa época.
� El bautismo. Juan Bautista era hijo de Zacarías e Isabel, prima de la Virgen. Antes de
que Jesús empezase a predicar San Juan lo hacía ya en las orillas del Jordán, incitando
a la gente a hacer penitencia. Muchos judíos
recibían el Bautismo de sus manos y también
Jesús se acercó para ser bautizado, aunque San
Juan al principio se niega por considerarse
indigno, aunque al final le bautiza. En ese
momento el cielo se abre y desciende sobre Él el
espíritu santo en forma de paloma, a la par que se
oye una voz; Tú eres mi Hijo Amado, en ti me
complazco. El tema del Bautismo queda
configurado con la purificación en las aguas y el
descenso del espíritu santo. El rito de la
purificación puede llevarse a cabo por inmersión o
por infusión. Desde el arte paleocristiano se
representa a Jesús desnudo e inmerso en las
aguas del Jordán. San Juan, vestido con pieles,
posa su mano sobre la cabeza del Salvador y vierte agua sobre él. A partir del siglo XIII
la infusión sustituye al baño purificador y desde Andrea Pisano se representa a Cristo
cubierto con un paño de pureza y en actitud orante, inmerso solo hasta las rodillas en
el río, mientras San Juan vierte las aguas con una copa o una concha, en ocasiones con
un cántaro o con su propia mano, dependido a veces de la nacionalidad del artista. El
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Concilio de Trento despojó el tema de su concepción pagana y difundió la figura de
Cristo vestido con una túnica y arrodillado ante Juan. Generalmente este tema se
usaba como decoración en los baptisterios de las iglesias.
� Jesús y las tres tentaciones. Jesús se retiró al desierto y allí ayunó cuarenta días y
cuarenta noches y fue tentado tres veces por el demonio: primero le dijo que si era el
Hijo de Dios
transformara una
piedra en pan;
luego le llevó a
una montaña y le
enseñó todos los
reinos del mundo
ofreciéndoselos si
se postraba ante
él y luego le llevó
al pináculo del
templo de
Jerusalén y le dijo
que se arrojase
desde allí, que los ángeles le salvarían. Pero Jesús las tres veces le contestó: “No
tentarás al Señor, tu Dios”. El tema está inspirado en las dudas que acecharon al
pueblo de Israel durante el Éxodo y en los sufrimientos de Job, y se trasladará también
a las Tentaciones de San Antonio. La iconografía es bastante tardía; no aparece hasta
el siglo VIII aunque goza de gran divulgación en la Edad Media en la miniatura y la
decoración de capiteles. Algunos artistas imaginaron al demonio como un ser
terrorífico, y otros de forma humana, bajo la apariencia de un ángel o un monje.
Botticelli usa una fórmula intermedia para representar la malicia de Satán, que se
despoja de su hábito franciscano mostrando sus formas de monstruo al ser vencido
por Jesús.
� La elección de los apóstoles. La supremacía de San Pedro. Más tarde Jesús recorre
Palestina predicando en las sinagogas y le sigue una multitud atraída por sus milagros.
A los más constantes les considera
sus discípulos y entre ellos escoge
a doce apóstoles que más tarde
predicarían su doctrina. Simón
Pedro es el elegido como cabeza
de todos los apóstoles. La
vocación de los doce apóstoles,
cuyo número coincide con las
doce tribus de Israel, no es un
tema recurrente en el arte,
aunque en el paleocristiano se simboliza en Cristo pescador de almas. La más
representada es la de los primeros dos discípulos, los hermanos galileos Simón y
Andrés, en su barca de pesca. Jesús le dijo al primero “tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi iglesia”, entregándole la llave del reino de los cielos. La iconografía
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postridentina insiste en el mensaje que se de desprende de la imagen; la
incuestionable autoridad del Papa como sucesor de San Pedro y cabeza de la iglesia.
� Milagros de Jesús. Hay unos cuantos durante su vida pública. En las Bodas de Canaán,
a las que fue con su
madre, convirtió el
agua en vino, porque la
bebida no era
suficiente para todos
los invitados. Esta es
una clara prefiguración
de la Eucaristía y se
representa como una
cena en la que Cristo
ocupa el lugar de
honor, tocando las
jarras con un bastón.
En el arte renacentista se transformó en un banquete profano. Veronés traslada el
episodio a una boda veneciana del siglo XVI y sitúa en la misma a importantes
personajes bíblicos y otros contemporáneos del pintor. La multiplicación de los panes
y los peces tiene lugar cerca de Betsaida, en que la comida no llegaba para alimentar a
la multitud, porque solo había cinco panes y dos peces. Entonces Jesús empezó a
repartir los alimentos y todos quedaron saciados. El arte de las catacumbas a menudo
representa esta escena mediante el simbolismo de los panes y los peces en cestas. En
la catacumba Domitila aparece la figura de Jesús
bendiciendo los alimentos y durante la Edad Media y
ya en el Renacimiento se enriquece la composición
añadiendo figuras. En una ocasión Jesús mandó a sus
discípulos que cruzasen en una barca el lago Tiberíades
mientras Él despedía a la muchedumbre. Pero se
levantó una tormenta que afectó al lago y la barca
estaba en peligro. Al amanecer se les apareció Jesús caminando sobre las aguas y
todos se asustaron. Pedro le dijo que si era
verdaderamente Jesús que a él también le
hiciese andar sobre las aguas. Eso sucedió
aunque el viento era tan fuerte que Pedro
temió y empezó a hundirse, y pidió ayuda
al Señor. Este le contestó: Hombre de poca
fe, ¿por qué has dudado? Los dos entraron
en la barca y el viento se calmó. Las
curaciones de Jesús fueron muchas, tanto
mediante la palabra como con el contacto
de sus manos o tocando simplemente la
ropa del enfermo. Uno de los más grandes
milagros fue la resurrección de Lázaro, al que Jesús quería mucho. Vivía con sus dos
hermanas, Marta y María, en Betania. Ellas fueron quienes avisaron a Jesús de que su
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hermano estaba muy
enfermo, pero cuando llegó
a verle él ya había muerto,
aunque el Señor le devolvió
la vida. De las tres
resurrecciones que los
Evangelios atribuyen a Jesús,
la de Lázaro es la más
conocida y la que más
repercusión ha tenido en las
artes. En las primeras representaciones Lázaro aparecía embalsamado de pie, en una
gruta, pero desde la Edad Media se incorpora en el sepulcro al escuchar la voz de
Cristo, y suelen aparecer también sus hermanas.
� Las parábolas. Para enseñar a la gente Jesús usaba las parábolas. En la del pobre
Lázaro y el rico Epulón se cuenta como los dos mueren y el pobre es llevado por los
ángeles al seno de Abraham mientras el rico es arrojado a los infiernos. Esta parábola
se refiere al dicho de que “los últimos serán los primeros” y se vincula con el
ensalzamiento de las virtudes cristianas. El personaje de Lázaro parece coincidir con el
mismo Lázaro que Cristo resucitó. Durante la Edad Media el tema se esculpió en varias
portadas de iglesias, los lugares donde los mendigos piden limosna. Un ejemplo de ello
es un relieve en el pórtico de la abadía románica de Moissac. En la parábola de las
vírgenes sabias y las necias Jesús compara el reino de los cielos y diez vírgenes que
tomando sus lámparas salen al encuentro del esposo, ya que un cortejo de vírgenes
acompañaba a la novia de noche desde la casa de su padre hasta la del marido. Cinco
de ellas eran necias y las otras cinco prudentes. Como el esposo tardaba se quedaron
dormidas y cuando éste llegó dispusieron las lámparas, aunque las necias tuvieron que
pedir aceite a las prudentes, y al negarse éstas, no les quedó más remedio que salir a
comprarlo y luego a su regreso no se les permitió la entrada. Velad, porque no sabéis
el día ni la hora. El arte medieval vincula esta parábola con una parte del Juicio Final, la
necesidad de estar preparada ante la llegada de la muerte, y también con la Virgen
María como encarnación de la
prudencia, por lo cual en las
catedrales medievales las jambas se
suelen adornar con el tema de la
procesión de vírgenes. A partir de la
catedral de Estrasburgo en el siglo
XIII el tema se dota de
monumentalidad y las vírgenes
necias van con el pelo suelto,
provocativas, mientras que las
prudentes, situadas a la derecha del
Salvador, visten túnica y velo y son
acogidas en el paraíso. En la parábola del Buen Samaritano bajaba un hombre de
Jerusalén a Jericó cuando unos ladrones le dejaron medio muerto. Sólo le socorrió un
samaritano que le condujo a una posada. La parábola del hijo prodigo cuenta como un
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hombre tenía dos hijos y dividió entre ellos sus bienes. El menor lo gastó todo y
viéndose sin dinero se dedicó a cuidar los cerdos de un labriego. Cuando, arrepentido,
llegó a la casa de su padre, éste organizó un banquete para celebrarlo. La parábola del
buen samaritano y la del hijo pródigo destaca entre las parábolas morales. La primera
alude a la misericordia del Cristo sanador de almas. La segunda ensalza la clemencia
del padre hacia el hijo simbolizando el perdón de Dios. En las miniaturas se
representan parábolas y van pasando hasta llegar hasta el Renacimiento. Las escenas
más reproducidas se corresponden con las de vida disipada y propia del gusto burgués
del siglo XVI, mientras que en el arte barroco se incide en la vuelta del hijo extraviado,
por ejemplo.
� La Transfiguración. Jesús sube al monte Tabor para orar, acompañado de Pedro,
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Santiago y Juan. Entonces su aspecto cambia, su rostro se vuelve brillante como el sol y la
ropa blanca como la nieve. Su apariencia divina, la Teofanía, siempre fue un tema muy
atractivo para los artistas. Rafael lo plasmó en una tabla en el año 1520. En la parte
superior Cristo se transfigura para transformarse en el Espíritu Santo, en presencia de Elías
y Moisés. En la parte inferior se representa a los apóstoles.
� La Magdalena. Estando Jesús en la casa del fariseo Simón, allí se presenta una mujer
pecadora, María Magdalena,
llevando un vaso de alabastro con
ungüentos. Se acerca al Señor y
moja sus pies con lágrimas, al
tiempo que los besa y los enjuaga
con sus cabellos y los unge con
perfume. Simón piensa que si
Jesús fuese profeta reconocería
qué clase de mujer era. Jesús le
cuenta que un prestamista tenía
dos deudores: uno le debía
quinientos denarios y el otro
cincuenta. Como ninguno de ellos
tenía dinero, les perdonó la deuda. Pregunta entonces a Simón cual de ellos le amaría
más, y éste le responde que aquel
cuya deuda era mayor. Jesús le da
la razón y compara el
comportamiento de Magdalena
con la del fariseo, ya que éste no
le había dado agua para lavarse
los pies, ni le había ungido la
cabeza con el óleo. A
continuación le dice a María
Magdalena: Vete en paz, hija mía, tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado.
María Magdalena está muy presente en la vida de Jesús y en los evangelios. Puede que
se trate de una pecadora o de la hermana de Lázaro, María. Por eso en un intento de
conciliación entre ambas versiones, como en el episodio de la Unción de la Magdalena,
será representado siempre en casa de Simón con el fariseo, con los comensales a la
mesa, siendo habitual en la decoración de refectorios. El arte bizantino suele colocar a
la Magdalena de pie, aunque el arte occidental la coloca postrada a los pies de Jesús,
secándolos. Los artistas reservaron la casa de Marta y María en Betania para otro
episodio narrado en el Evangelio de Lucas. Durante una visita de Jesús, María
Magdalena escucha sus palabras sentada a sus pies, mientras Marta se afana en el
trabajo y le recrimina a ella que no haga nada. Este tema fue rescatado después de la
reforma de Trento y Velázquez recreará una decoración interior muy realista
colocando en primer término un bodegón en la cocina; con la escena religiosa como
otro cuadro dentro del cuadro.
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3. La Pasión. Este ciclo está integrado por los episodios que se refieren a los
padecimientos, humillaciones y muerte de Jesucristo, desde la entrada en Jerusalén
hasta su Resurrección.
� Entrada triunfal en Jerusalén. Jesús entra en la ciudad montado sobre un asno y el
pueblo sale a su encuentro a recibirle con palmas y
ramas de olivo en el domingo de Ramos. La escena fue
eliminada del arte alemán por la reforma protestante,
y suele representarse a Cristo a lomos de una borrica
blanca, seguido de los apóstoles y en actitud de
bendecir, generalmente con niños que tienden ropas
al paso del animal.
� Los mercaderes arrojados del templo. Al día siguiente de su entrada en la ciudad se
encuentra el templo invadido
por mercaderes, y Jesucristo
les expulsa. Este hecho tiene
gran repercusión entre los que
le veían como un agitador del
pueblo y sus enemigos
empiezan a plantearse como
se pueden deshacer de él. La
furia de Cristo en este episodio
se asemeja a la de Moisés
rompiendo las tablas de la ley
y el castigo del general
Heliodoro por pretender
saquear el templo. Los
teólogos de la reforma vieron
en Jesús una imagen de Lutero
limpiando la iglesia del tráfico
de influencias, mensaje contra
el cual reaccionó el concilio de Trento vinculando la escena con el castigo a los
protestantes y con el ciclo de la Pasión de Cristo. Es de destacar la Purificación del
Templo, obra de El Greco.
� La Última Cena. Para deshacerse de Jesús sus enemigos se sirven de Judas Iscariote,
uno de los discípulos, prometiéndole treinta monedas de plata a cambio de
entregarles a Jesús. Para celebrar la Pascua Cristo se reúne con sus discípulos para
comer el cordero pascual y es entonces cuando Jesús lava los pies de cada uno de
ellos. Luego bendijo el pan, lo partió y lo repartió entre los discípulos, distribuyendo
también el vino. Así se instituyó el sacramento de la Eucaristía. El episodio del
Lavatorio de pies se identifica con la penitencia, que es preludio de la Santa Cena o del
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Sacramento de la Comunión. La escena ha variado
a lo largo de la Historia. En el arte bizantino Jesús
realiza la acción de pie, y a partir del siglo XII se
arrodilla ante San Pedro. La Contrarreforma juzgó
excesiva la genuflexión de Jesús, e impone la
presencia de unos ángeles que le asisten en la
tarea. El resto de los apóstoles se descalzan y
esperan su turno. La iconografía de la Santa Cena
recoge la última comida de Jesús con los discípulos
y la institución del sacramento de
la Eucaristía. El arte bizantino
creó el tema de la doble
comunión en la que Cristo
aparece dos veces reproducido,
ofreciendo el pan y el vino, y fue
popularizado en mosaicos,
miniaturas y pinturas murales. La
iconografía bizantina derivó hacia
un segundo tema, la Divina
Liturgia, una misa que oficia Cristo asistido por unos ángeles que portan los
instrumentos litúrgicos. En Occidente se prefirió la narración de la Última Cena
evangélica y el anuncio de la traición de Judas. Ya se trata en el arte paleocristiano,
que sitúa a los comensales siguiendo la tradición del triclinium romano, y Jesús se
encuentra en un extremo. Con el tiempo los discípulos se disponen sentados en mesas
redondas o rectangulares, que preside Cristo. Entre todos se diferencia Juan, el apóstol
predilecto que recuesta la cabeza sobre el pecho de Jesús, y Judas, que suele situarse
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en primer plano y que carece de nimbo, come un trozo de pan o esconde la bolsa son
los treinta denarios. La traición provoca sorpresa en los apóstoles, según lo plasma
Leonardo en la Última Cena de Milán. El concilio de Trento prima la institución del
sacramento de la Eucaristía y proclama el dogma de la transustanción o conversión del
pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. El arte de la contrarreforma concibe e
tema como una comunión de los apóstoles, con los antecedentes renacentistas de Fra
Angelico, en una Cena del convento de San Marcos, en donde aparece la Virgen
orando y Judas, arrodillado y con un nimbo negro que lo diferencia del resto de los
apóstoles. Otro ejemplo sería la Última Cena de Juan de Juanes en el Museo del Prado.
El Antiguo Testamento contenía cuatro prefiguraciones
de la Eucaristía: la ofrenda del pan y el vino de
Melquisedec a Abraham, la Pascua de los judíos en el
Éxodo, la caída de Maná en el desierto y Elías alimentado
por un ángel. Todas estas escenas serán representadas
en el arte posterior al concilio de Trento como
antecedentes de la Última Cena, entendida como una
consagración del pan y del vino y una comunión
apostólica; y también usada como arma contra los protestantes que rechazan los
sacramentos. Rubens lo reproducirá en el Triunfo de la Eucaristía.
� La oración en el huerto de Getsemaní.
Al acabar la cena Jesús va al Huerto de los
Olivos con sus discípulos y se retira a orar con
Pedro, Santiago y Juan. Este episodio de la
Oración en el monte de los Olivos, antes del
Prendimiento, se suele representar con una
estructura vertical donde se desarrollan los
siguientes episodios: Jesús rezando
arrodillado para no sucumbir a su agonía y
confortado por un ángel que porta los
instrumentos de la Pasión, cruz y cáliz, y que
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despierta a los tres discípulos. El tema aparece en los mosaicos de San Apolinar de
Rávena y va perdiendo vigencia hasta el Renacimiento, cuando es recuperado por Fra
Angelico, Botticelli, Mantegna, Durero, El Greco, Tintoretto o Correggio, volviendo a
resurgir en el siglo XIX.
� El Prendimiento de Jesucristo. Judas Iscariote llega a Getsemaní con soldados y
después de besar a Jesús, como habían
pactado, lo prenden. Cuando vio las
consecuencias de su traición Judas se
arrepiente y después de arrojar en el
templo las treinta monedas de plata, se
ahorca. La traición de Jesús tiene su
antecedente en la de José por parte de
sus hermanos en el Antiguo
Testamento, o Sansón por Dalila. Se
suele representar a Judas vestido de
amarillo, pelirrojo y de menor estatura
que Cristo, besando al Maestro. Giotto
sitúa la escena por la noche, a la luz de
las antorchas, en una escenografía algo
teatral. El remordimiento y la restitución del dinero por parte de Judas no ha sido
atendida por demasiados artistas, aunque a Rembrandt si le interesó, y el tema del
suicidio se repite en los capiteles y tímpanos de las catedrales medievales.
� Jesús ante Caifás. Es llevado ante Caifás,
el sumo sacerdote, que presidía el Sanedrín y
tras el interrogatorio se le acusa de blasfemo y
se le condena a muerte por haber reconocido
ser Hijo de Dios. Los criados se burlaron de
Jesús, le escupen y le abofetean. El episodio no
está demasiado reproducido en el arte, debido
quizá a la similitud con la coronación de espinas.
Para distinguir, los artistas representan a Jesús
en este episodio con los ojos vendados, las
manos atadas, y ante verdugos judíos y no
romanos. El Bosco y luego la escuela alemana
gustarán del dramatismo y crueldad de la
escena.
� La negación de San Pedro. Pedro negó reconocer al Maestro tres veces y a
continuación cantó el gallo, confirmando lo que Jesús le había vaticinado, por lo cual el
discípulo se arrepintió y lloró amargamente. El episodio aparece ya en el arte
paleocristiano aunque la Iglesia no muestra interés en difundirlo hasta que el concilio
de Trento relacione las lágrimas de Pedro y las de María Magdalena con el sacramento
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de la Penitencia. El Greco representará al apóstol ennoblecido con los ojos llorosos
vueltos al cielo, mientras que La Tour le imagina apesadumbrado por la culpa ante el
símbolo del gallo.
� Cristo ante Poncio Pilato. Cristo es llevado ante el gobernador romano Poncio Pilato
para que le condene a ser crucificado, pero éste considera que es inocente y
aprovecha que Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande está en Jerusalén y le
manda a Cristo, alegando que al ser galileo estaba bajo su jurisdicción. Herodes le
desprecia, le viste de blanco y se burla de él antes de devolvérselo a Pilatos, quien al
ver que la gente pide su cabeza, acude a la costumbre de que el gobernador en Pascua
le da libertad a un preso. Al tener que elegir entre el bandido Barrabás y Jesús, los
judíos eligen a Barrabás. Apenas esta escena ha sido tratado en las artes.
� La Flagelación y la coronación de espinas. Jesús es despojado de sus vestiduras y le
atan a una columna para azotarle, le ponen un manto púrpura,
una corona de espinas y una caña en la mano a modo de cetro.
Al ver que los judíos quieren más, Pilato se lava las manos
afirmando que él es inocente de esa muerte. Ante la presión de
los judíos, entrega a Jesús para que sea crucificado. El Lavatorio
de manos de Pilato fue poco representado, y suele oponerse al
Lavatorio de pies de la Última Cena. Sin embargo la Flagelación
o Cristo atado a la columna si está muy representado y a Jesús
se le representa de pie, siendo azotado por los soldados del
procurador de Judea. Los pintores españoles del Siglo de Oro
consagran el tema de Cristo abandonado tras el ultraje, solo en
la columna o postrado en el suelo. En el episodio del segundo
escarnio se representa a Jesús coronado de espinas a modo de
Rey de los Judíos, vistiendo la túnica púrpura, y sentado sobre una piedra. Pilato
presenta a Jesús ante la multitud afirmando Ahí tenéis al Hombre (Ecce Homo). Esta
iconografía no aparece hasta el siglo XV, y luego es popularizada por Tiziano, quien
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destaca el patetismo del Redentor, y su repercusión llegará hasta los pintores del siglo
XIX.
� El camino del calvario. En el mediodía del Viernes Santo Jesús inicia el camino del
Calvario, en hebreo Gólgota, cargando la cruz sobre sus
hombros, hasta el punto de que se cayó por tres veces, a
pesar del auxilio del Cirineo. Durante el recorrido se
encuentra con su Madre y con las Santas Mujeres. La
Verónica le limpia el rostro con un lienzo en el que quedan
impresas sus facciones (Santa Faz). La representación de
Cristo con la cruz a cuestas ha sido muy difundida en el arte,
sobre todo en las interpretaciones realistas del Vía Crucis.
Los artistas tomaron de los Evangelios apócrifos los
encuentros de Jesús con su Madre y desde el siglo XV con la
Verónica, que viene a ser una mezcla de las leyendas de la
Antigüedad para explicar la presencia en Roma de una
imagen de Jesucristo de origen bizantino a la que se
atribuían virtudes milagrosas; la Vera Icon o verdadera
imagen. Los artistas convirtieron la leyenda en una figura
femenina y su iconografía se configuró a lo largo de la Edad
Media. Acabó siendo el personaje central de la cuarta
estación y se la representó sola o junto a Redentor abatido
por el peso de la cruz, sosteniendo entre sus manos la Santa Faz.
� Crucifixión. En la cima del Calvario Cristo es crucificado en medio de dos ladrones. Los
soldados se reparten sus vestiduras, menos la túnica, que fue sorteada. A los pies de la
cruz están María, la Madre de Jesús, María esposa de Cleofás, María Magdalena y San
Juan. Cuando Jesús expiró hay un eclipse solar, el velo del templo se rasgó en dos
partes, la tierra tembló y muchos muertos resucitaron. Los soldados rompieron las
piernas a los dos ladrones, pero al ver que Jesús había muerto, uno de ellos atravesó
su costado con una lanza y de la herida salió sangre y agua. En la iconografía de la
Crucifixión se plasman los momentos previos también. La imagen del crucificado es e
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símbolo de toda la iconografía cristiana, y el arte paleocristiano ya la representa
mediante el símbolo del cordero místico o evitando la imagen de Jesús mediante la
única presencia de la cruz vacía.
Desde el siglo VI el Salvador ya se
representará de forma humana,
vivo y con los ojos abiertos, y
esta imagen se prolongará hasta
el siglo XI. A partir de esta fecha
los artistas empiezan a ilustrar la
muerte de Cristo con e cuerpo
desplomado, la cabeza ladeada y
los ojos cerrados. Se viste con
una larga túnica sin mangas y un
paño de pureza, hasta que
algunos artistas de Renacimiento, como Miguel Ángel o Cellini se atreven a presentarle
desnudo. El cuerpo se fija a la cruz con tres o cuatro clavos, y puede variar la tipología
de la cruz, pudiendo Jesús estar vivo todavía o muerto, cuando recibe la lanzada de
Longinos. Toda la escena la rodea un simbolismo variado, relativa al sol y la luna, la
iglesia y la sinagoga, la calavera o el esqueleto de Adán, ángeles recogiendo la sangre
de Cristo, la presencia de San Juan Bautista y el rey David, además del pelícano,
emblema del redentor. El número de personajes en la crucifixión es variable, a veces le
acompaña la Virgen, San Juan o la Magdalena. El arte renacentista va eliminando
muchos de los símbolos anteriores y se concibe un escenario con muchos personajes.
El concilio de Trento devuelve la austeridad al episodio. Se diferencia el Buen y el Mal
Ladrón, atados con cuerdas a las cruces en forma de tau, con los brazos retorcidos o
las piernas partidas, además de diferencias físicas en el ladrón bueno, el de la derecha,
al que se representa más atractivo. En el Expolio se representa el despojo de las ropas
de Jesús y cuando los soldados echan a suerte su túnica. Hasta el siglo XII se colocan al
lado de Jesús la Virgen y San Juan y más adelante a veces aparece la figura de María
con una mano sobre la mejilla o ambas colocadas en el pecho, suplicando clemencia o
recibiendo la sangre derramada por su Hijo. San Juan simboliza con su presencia al
resto de los apóstoles, mientras la Magdalena aparece llorando al pie de la Cruz.
� Descendimiento de la cruz. La
tarde del Viernes Santo José de
Arimatea, miembro del consejo de
ancianos, obtiene el permiso de
Pilatos para bajar el cuerpo de Jesús,
ayudado por Nicodemo, un anciano
sacerdote. También están presentes la
Virgen, San Juan Evangelista y la
Magdalena. El Descendimiento inicia
un ciclo narrativo intermedio dentro
del de la Pasión, que se conoce como
de la Lamentación, y que se cierra con
el Entierro. El tema nace en la iconografía bizantina y representa a Jesús con José de
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Arimatea y Nicodemo subidos a escaleras y sosteniendo el cuerpo de Jesús. La Virgen
recibe y besa los brazos de su Hijo. A finales de la Edad Media se incorpora la imagen
de la Magdalena abrazada a los pies de Cristo. El número de personajes, sus posturas y
dramatismo evolucionan desde la simplicidad de las miniaturas y la emotividad
medieval, superando el equilibrio triangular y el virtuosismo técnico del Renacimiento
hasta alcanzar la composición en espiral con Volterra Y Rubens, aunque más tarde
Rembrandt recupera la intimidad de la espiritualidad perdida.
� La Piedad. Corresponde al momento en el que el cuerpo de Cristo es depositado en el
suelo y María le acoge en su regazo. La iconografía de la Virgen de la Piedad responde
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a la sensibilidad patética de finales de la Edad Media. María recibe a Cristo sobre su
regazo, o llora sobre el cuerpo de su Hijo, yacente a sus pies.
� El entierro de Cristo. Después de envolver el cuerpo de Cristo en una sábana lo
depositan en un sepulcro abierto en la roca, que es cerrado con una piedra y guardado
por soldados. El tema de Santo Entierro es muy popular desde la Edad Media, dotado
de una gran carga patética que se evidencia en los rostros de los asistentes, que
habitualmente suelen ser siete: la Virgen, San Juan, las Tres Marías, José de Arimatea y
Nicodemo. El Renacimiento italiano desarrolla una segunda iconografía, la del
Transporte de Cristo al Sepulcro, concebida como una emotiva procesión que precede
al Entierro, tema tratado por Rafael, por Rembrandt y Blake.
� Bajada al Limbo o Descenso a los Infiernos. Según la leyenda dorada Jesús descendió a
los infiernos y liberó del Limbo a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. En la
iconografía más difundida en la Edad Media a Cristo se le representa armado con la
cruz de la resurrección y pisando al demonio para liberar a Adán y Eva junto con otros
personajes. Luego en el Renacimiento se contaminó de personajes paganos y
desapareció definitivamente en el siglo XVI.
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4. La Resurrección. Al tercer día Cristo
resucitó y se sintió un gran temblor de tierra
mientras que un ángel vestido de blanco y
con el rostro resplandeciente dio la vuelta a
la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
Los soldados se desmayaron y al volver en sí
huyeron para contar lo sucedido a los
sacerdotes. Esta escena es evocada mediante
símbolos por el arte paleocristiano, como la
cruz con el monograma de Cristo. A finales
de la Edad Media Cristo surge envuelto en
luz o en un paisaje de sol naciente. La larga
tradición del tema desde el Renacimiento
explica el gran número de variantes, aunque
se suele mostrar a Jesús saliendo vencedor
de la tumba y bendiciendo con la mano
derecha, como en el cuadro de Piero Della Francesca. Existe la variante de Cristo de pie
pisando su tumba o delante de ella, como emblema de su triunfo sobre la muerte, que
pervivirá en el Barroco.
� Aparición de Jesús a las Santas Mujeres. El primer día de la semana María
Magdalena y otras mujeres fueron al
sepulcro para embalsamar el cuerpo de
Jesús y al encontrarlo vacío pensaron que lo
habían robado. Se les aparecieron entonces
dos ángeles para anunciarles la
Resurrección de Cristo y ordenarles que
comunicasen la nueva a los discípulos.
Cuando regresaban fue Jesús quien se les
apareció y la Magdalena se arrodilló para
abrazarle los pies, pero él lo impidió
diciéndole Noli me tangere, y al tiempo le
pidió que anunciasen su próxima Ascensión.
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Este episodio está tomado del Evangelio de San Juan. Dos ángeles interpelan a la Magdalena,
que al ver a Cristo le confunde con un hortelano. La iconografía más frecuente es aquella en la
que el redentor se da a conocer y le ordena que no le toque delante de la tumba vacía. Jesús
suele llevar túnica y el estandarte con la cruz, y desde el siglo XV se hace hincapié en el gesto
de retirada. En otras representaciones aparece disfrazado de hortelano o señalando con su
dedo al cielo.
� La Cena de
Emaús. También se
apareció a dos de sus
discípulos que iban hacia
Emaús, y que no le
reconocen. Viendo su poca
fe por los comentarios que
hacían, les explicó el
significado de algunos
pasajes de las escrituras.
Luego cenaron juntos en
Emaús y cuando partió el
pan, lo bendijo y lo repartió, fue cuando le reconocieron y entendieron que
había resucitado; aunque el Señor desapareció de su vista. Procede la escena
del evangelio de San Lucas. En una de las iconografías, iniciada en Rávena,
Cristo resucitado se une a ellos en su camino, aunque el tema perderá
importancia desde la Edad Media. El arte renacentista ilustra más
frecuentemente el segundo momento, el de la cena propiamente, ambientada
en un recogido ambiente de interior. Tiziano y Caravaggio son algunos de los
pintores que lo tratan. Se aplica una luz tenebrista y se da gestualidad y
dramatismo a los personajes.
� La aparición a los apóstoles y duda de Santo Tomás. También se apareció a los
apóstoles cuando instituyó el sacramento de la Penitencia, pero Tomás no
estaba presente. Cuando le contaron lo ocurrido no lo creyó y añadió que sólo
lo haría si metía el dedo en las llagas y la mano en la herida del costado. Se
aparece Jesús por segunda vez e invita a Tomás a salir de su duda. En esta
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icnografía Cristo guía la mano de su discípulo hacia la herida del costado, en
presencia de Pedro y Juan.
5. La Ascensión. Después de cuarenta días de la Resurrección Jesús va con los apóstoles
al Monte de los Olivos y mientras les bendice,
comienza su ascensión al cielo hasta que una
nube le oculta por completo. Esta
representación es ajena al arte de las
catacumbas y en el medieval constituye dos
iconografías: Cristo elevado a los cielos con la
ayuda de los ángeles y otra en solitario. El arte
bizantino reproduce a Cristo sentado o de pie
dentro de la mandorla portada por ángeles,
imagen que luego pasará a Italia. El modelo
occidental consagra la subida al cielo de Jesús
guiado por la Mano de Dios, lo cual recuerda
la Transfiguración, aunque a veces solo son
visibles sus piernas. Generalmente María y los
apóstoles presencian la escena. El tema será
eclipsado en el concilio de Trento por la
Asunción de la Virgen.
6. Pentecostés. Diez días después de la Ascensión la Virgen y los discípulos se reúnen en
una casa de Jerusalén para celebrar la fiesta judía de
Pentecostés, que conmemora el día que Dios entregó a
Moisés las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí. Entonces se
oye el ruido de un viento enorme y aparecen lenguas de
fuego sobre las cabezas de todos. Así los apóstoles reciben
al Espíritu Santo y el don de hablar varias lenguas. Las
representaciones de este milagro ilustran el momento en
que la Virgen y los apóstoles reciben sobre su cabeza la
venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego que
parten de una paloma o de la Mano de Dios. Se representó
muchas veces en la Edad Media y el Renacimiento coloca la
escena en el interior, situando en un principio a San Pedro
en el centro del grupo, aunque luego este lugar de honor lo
ocupará la Virgen, entronizada en Majestad. El tema se
vincula con el misterio de la Trinidad y con la predicación
apostólica de la palabra divina.
BIBLIOGRAFÍA:
Mitología clásica e iconografía cristiana (UNED)
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