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Revista Trabajo Social Publ icac ión trimestral Distribuido por: Escuela Nacional de Trabajo Social Ser. Circuito Exterior, Ciudad Universitaria, Méx ico , D.F., 04510, Tel. 56 22 87 66 revista_entsiiiyahoo.com.mx, www.trabaiosocial.i mam.mx
La Escuela Nacional de Trabajo Social agradece a los coordinadores, responsables y directores de las instituciones las facilidades otorgadas para la toma de fotograf ías que ilustran los interiores de este n ú m e r o d é l a Revista Trabajo Social en si i nueva é p o c a .
Directora: Mtra. Leticia Cano Soriano Editor: Mtro. Carlos Arteaga Basurto Editora responsable: Lic. Laura L i m ó n Rivas Coordinador de Consejo Editorial: Dr. Manuel Sánchez Rosado Coordinadora de este n ú m e r o : Mtro. Víctor Inzúa Canales Rev is ión: Erika H e r n á n d e z M. D i seño y f o r m a c i ó n : Ornar A. Guerrero L. Fotograf ía: Oscar Beniclo G u z m á n Arellanos y Mar t ín Valdéz Rodríguez
La ENTS brinda un reconocimiento a todos los a c a d é m i c o s , investigadores y especialistas que participaron en el proceso de arbitraje de los ar t ícu los que componen las secciones Academia e Invest igac ión que integran este n ú m e r o : Iñ igo Aguilar Medina, Carlos Ávila Romero, Liliana Lozada H e r n á n d e z , Dolores M u ñ o z c a n o Skidmore, Alfredo Nateras D o m í n g u e z , José Bor jón Nieto, Ricardo Fletes Corona, Erick G ó m e z Tagle López, Oscar Gut ié r rez Parada, Raúl Rojas Soriano y Margarita Terán Trillo.
Precio por ejemplar: S70.00 Suscr ipc ión anual: $200.00 El contenido de los ar t ícu los publicados en esta revista es responsabilidad del autor. Prohibida la r e p r o d u c c i ó n total o parcial de los ar t ícu los sin el permiso correspondiente. Certificado de licitud de t í tu lo n ú m . 3521 y de licitud de contenido n ú m . 4239 de la C o m i s i ó n Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaria de G o b e r n a c i ó n . Reserva de uso exclusivo de t í tu lo n ú m . 708-91, expedida por la Secretaría de Educac ión Públ ica.
Revista indizada en la base de datos CLASE de la DGB-UNAM.
ISSN 0188-1396
Revista editada en 2006 6 1 'niversidad Nacional A u t ó n o m a de Méx i co
r - : ,rl~> Nacional He Trabajo Social. Ciudad Universitaria, México, DF
— -vc^a '/.hecha en México, diciembre del 2006. Printodin México. ' - i . . - 1 ooo ejemplares.
' ' ~ ' A n Gráf ica. S.A. de C.V. ' . '" '•"•oros 112. Col. Raúl Romero
» ' V » í » h ' w ! c o y o H . 57630, Tel. 57 97 60 60
Universidad Nacional A u t ó n o m a de M é x i c o Dr. Juan R a m ó n de la Fuente
Rector Lic. Enrique del Val Blanco
Secretario General Mtro. Daniel Barrera Pérez
Secretario Administrativo Dra. Rosaura Ruiz Gut iér rez
Secretaria de Desarrollo Institucional Mtro. José Antonio Vela Capdevila
Secretario de Servicios a ía Comunidad Mtro. Jorge Islas López
Ahogado General Lic. Nés to r Mar t ínez Cristo
Director General de Comunicación Social Consejo Editorial
Lic. Laura L i m ó n Rivas Coordinadora de Comunicación Social
Lic. Ricardo Murillo Flores Secretario Administrativo
Escuela Nacional de Trabajo Social Mtro. Carlos Arteaga Basurto
Director
Dr. Guillermo Campos Covarrubias Secretario General
Oralia Acuña Davila, Iñ igo Aguilar Medina, Salvador Alvarado Garibaldi, Carlos Arteaga Basurto, Francisco Calzada Lemus, Guillermo Campos y Covarrubias, Leticia Cano Soriano, Javier Car reón Guillen, Daniel Cazés Menache, Julia del Carmen Chávez Carapia, Axel Didriksson Takayana-gui, Heinz Dieterich Steffan, Rene Drucker Colin, Jorge H e r n á n d e z Val-dés, Santiago Hurtado Mart ín, María Elena Juárez Hernández , José Narro Robles, Laura Ortega García, José Antonio de la Peña Mena, Fernando Pérez Correa, Juliana Ramírez Pacheco, Rosaura Ruiz Gut iérrez, Manuel Sánchez Rosado, Juan Francisco Sánchez Ruiz, Silvia Solís San Vicente, Felipe Torres Torres, Aída Valero Chávez y Carlos Welti Chañes .
* *» Erradicación del trabajo infantil: México y Brasil ana gilka carneiro
* ¿ I La pobreza y el menor marginado en el Distrito Federal víctor canales
2 $ Marco estructural para mejorar las condiciones de vida del niño "de " y "en" la calle julio herrera
' 3 ^ La reparación: Estrategia de atención a niños víct imas de explotación sexual paula díaz
Las repercusiones de la violencia familiar en los menores silvia san vicente
3* • Cuando los hechos superan los derechos: Una mirada a los niños en situación de calle perlro gonzález
6 0 Venancio cruz tenorio josé Javier alvararlo
6 6 Reintegra, IAP mónica escobar
70 Yoización: Una alternativa de atención para niñas, niños y jóvenes en situación y riesgo de calle alma marta garcía
7 * Políticas sociales y niños de la calle sandra • ^ garcía
8 4 Ley de Desarrollo Social del Distrito Federal: Alcances, limitaciones y perspectivas juventino rodrigues ramos
i í i i Diagnóstico social de los niños y niñas en situación de calle alfredo uateias domínguez
9 4 Una actividad informal callejera víctor ¡ruja canales
Menores de edad en situación de calle: Análisis cualitativo y mecanismos de protección erick gómez tagle lópez
- m ^ • I I 2 Mlenores expósitos o abandonados en los ámbi tos federal y del Distrito Federal: Un enfoque jurídico
parada osear
. 1 2 4 Los niños y niñas de la calle en el estado de Veraciuz: Un enfoque socio-jurídico josé ... ...... nieto
1 4 0 El reto de permanecer en la escuela josé íñigo ii mediría ma. sara molinari soriano
. 1 5 4 Desintegración familiar: Factor de ingreso a Alternativa Callejera verónica velasco ma. del rosario arciniega
« 1 6 2 Una propuesta metodo lóg ica de Artistas por la Calle, A. C. verónica e--.¡-¡
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í l U Dolores Muñozcano Skidmore laura rivas
Diagnóstico social de los niños y niñas en s i t u a c i ó n de calle1
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La versión original de este articulo fue publicada en las Memorias del Primer Foro Ciudadano sobre los Derechos de los Niños y Niñas en Situación de Calle, organizado por las Comisiones Unidas de Desarrollo Social y Atención a Grupos Vulnerables y llevado a cabo los días 12 y 13 de julio de 2004. III Legislatura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, 2005, pp. 97-105.
Ucendado en Psicología Social, por la Universidad Autónoma de México, campus Iztapalapa, cuenta con dos maestrías: en Ciencias Antropológicas, por la misma tns-titución, y eri Psicología Social por la UNAM. Asimismo, ha cursado dos diplomados en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en Antropología Social y en Antropología Visual; y una especialidad en Coordinación de Grupos Operativos en EIDAC. Ha participado como jefe de Proyectos Nacionales en Prevención de Drogas en los Centros de Integración Juvenil y actualmente es doctorante en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma de México y se desempeña como profesor investigador de tiempo completo y como coordinador general del Diplomado "Culturas Juveniles: Teoría e Investigación'', en la UAM, campus Iztapalapa. En su obra impresa destacan diversos artículos y capítulos editados en libros y revistas nacionales e internacionales; también partiripo como coordinador del libro: /arenes, identidades y culturo urbana, coeditado por Porrua y UAM.
Para comenzar, en cuanto al aspecto teórico, un umbral en el que nos movemos y manejamos (y que no es precisamente muy claro) es la diferencia entre quienes denominamos "niños" y "adolescentes", en términos de categoría de edad, y aquello que denominamos juventud.
Entonces, cuando hablamos de adolescencia nos referimos a una edad biológica. En este sentido, lo que nos interesa son los cambios a nivel de la corporalidad (por ejemplo, cuando en las niñas aparece la menstruación y, con ella, la capacidad de reproducción) que van asociados con otros cambios en el estado de ánimo y la conducta. En este artículo llamaremos "adolescencia" a todos estos procesos de cambio.
Entonces, consideramos la juventud como una edad social, como una categoría de análisis de lo social fundamental que está construida históricamente en un tiempo y espacio específicos. Esto nos lleva rápidamente a decir, en ese sentido, que la juventud de principios del siglo XXI no es igual a la de finales de los años sesenta.
Por lo tanto, nuestros sujetos y objetos de estudio de investigación y e intervención son diferentes, múltiples, diversos. Y es en este punto cuando entramos en la primera complejidad, pues trabajamos con una población que en algún momento va a dejar de ser joven. En otras palabras, en tanto que son heterogéneos, los jóvenes son múltiples y diversos, pues la juventud es una etapa pasajera de la vida, no un estatus permanente.
Si esto es así, entonces, en efecto, la juventud puede utilizarse como una metáfora o una imagen didáctica: los jóvenes se-parecen a los productos lácteos, al yogurt, al requesón, a la leche, en tanto que
tienen fecha de caducidad; es decir, en algún momento van a "agriarse" y en algún momento, también, dejarán de ser jóvenes, no solamente en términos de edad, sino también de sus prácticas sociales y expresiones culturales. Si bien vale la pena conservar el espíritu joven (el cual puede seguir en nosotros toda la vida), la factura social y corporal nos recordará en su momento que ya dejamos de ser jóvenes.
Se ha idealizado mucho el aspecto de lo juvenil, pero si los jóvenes son heterogéneos, múltiples y diversos, entonces, ¿cómo podemos pensar que son ellos quienes van a cambiar al país? Es decir, si pensamos que los jóvenes, por el simple hecho de serlo, son revolucionarios (como pensaba el Che Guevara), estamos equivocados. Si bien es cierto que hay jóvenes con sensibilidad social y política, también los hay reaccionarios, como quienes pasan a engrosar las filas de la ultraderecha de este país. Así, mientras hay unos jóvenes que son creativos y propositivos, también hay otros "gandallas" y de un machismo exacerbado.
Entonces, nos encontramos ante un grupo muy cohesionado, sobre el que ni nosotros, como investigadores, ni los que gestionan las políticas logramos ponernos de acuerdo. Por ejemplo, no concordamos en la edad a la cual termina la infancia para dar paso a la juventud.
Cuando revisamos los datos estadísticos (por ejemplo, los de la población con problemas de alcoholismo), algunos consideran como jóvenes a los niños de 12 años, mientras que otros sólo ubican en esa categoría a los de 14 a 29 años, cuando los 14 años marcan apenas un umbral entre la infancia y la adolescencia.
Todo ello significa que la edad no nos sirve mu-
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cho para ubicar a quién se considera "niño" y a quién "adolescente" o "joven". Por el contrario estas etiquetas dependen mucho más con sus prácticas sociales y con sus expresiones culturales. Es decir, hay niños que ya no son tan niños, sino jóvenes; o jóvenes que ya no son tan jóvenes, sino adultos, y sólo somos capaces de descubrirlo cuando trabajamos de cerca con ellos.
¿Cuál es el futuro de los niños de la calle?
Dado que ni siquiera podemos establecer con certeza lo que podría ser una tentativa "identidad juvenil", entonces los jóvenes no necesariamente son el futuro del país. Primero, porque país (lo que se dice país) casi no tenemos, y segundo, porque el futuro en términos de horizontes a largo plazo ya no corresponde a los requerimientos y a las necesidades de lo que hace la mayoría de los jóvenes y también 'de los niños.
Es decir, tanto a los jóvenes como a los niños les interesa el aquí y el ahora; no esa parafernalia en términos del discurso que maneja la mayoría de las instituciones y la política, las cuales tienden a situarlos en un lugar y un tiempo que no existen para ellos.
Por otra parte, los jóvenes también han cambiado sus prácticas sociales y sus expresiones políticas. De tal suerte, que no todos los jóvenes participarán en todas las convocatorias ni en todos los programas
que se diseñan para ellos, en el entendido de que para muchos de ellos esos programas y políticas carecen de sentido y significado en tanto que no les dicen nada, dada la gran diversidad y heterogeneidad a la que ahora tienen acceso.
Este problema resulta preocupante incluso para los políticos y los gestores, quienes no entienden porqué, cuando convocan a los jóvenes, éstos no asisten o acuden en cantidades y lapsos pobres e irregulares. La respuesta es simple: Sencillamente porque no tienen el menor interés en aquello a lo que se los convoca.
La otra cuestión que debemos tomar en consideración es la segunda imagen o premisa, en el sentido de que tanto la condición de los niños como la de los adolescentes y los jóvenes no se puede entender si no es a partir de los nuevos contextos en que se vive la juventud y la infancia, a partir de las nuevas prácticas de ser niño y adolescente o joven, las cuales conforman una realidad totalmente ajena a la de antaño.
Entonces, los niños y los jóvenes son producidos cultural, social, política y económicamente; y, a la inversa, ellos también producen esos contenidos. Por lo tanto, no se puede entender ninguna condición social si no es a través del eje de articulación entre lo global y lo individual.
En la década de 1980 las constantes crisis económicas e institucionales (la de la familia, la religión, la política, la educación, etc.) vaciaron de manera definitiva el sentido de muchas realidades que habían
prevalecido durante mucho tiempo. Por ejemplo, la política dejó de tener sentido; se vació de significado para la mayoría de los jóvenes. En cambio, el lugar de la política ha quedado vacante para la cultura, pero no para la cultura "culta" de los museos, sino para la cultura "práctica" (y también en ese sentido existe un gran descrédito de ia mayoría de las instituciones mexicanas). El lenguaje de las ciudades se ha convertido en el lenguaje del país, o, como decía recientemente Carlos Monsivais, se trata de un lengua[e que habla a través de la violencia.
El avance del crimen organizado resulta pavoroso (incluyendo las mafias del narcotráfico, las de la venta de armas, las del comercio de autos robados); la impunidad y la corrupción son el cáncer de las instituciones, especialmente de las que encargan de la procuración de justicia; la inseguridad pública galopante es atizada por la pauperización de la población en general y de los jóvenes y niños en particular, y también por la creciente desmovilización colectiva.
Ciertamente, estamos ante un déficit de ciudadanía política, social, civil y cultural, y también ante el nuevo reino de la economía informal: En plena posmodernidad, vivimos en un Estado premoderno, política y culturalmente hablando.
La otra cuestión es que nuestra sociedad mexicana es una sociedad muy conservadora (incluso demasiado) y evidencia de ello son los constantes signos de intolerancia, lo cual parece complacer profundamente a la tecnocracia, pero no ayuda en nada a la vinculación entre la sociedad en general y los nuevos jóvenes.
Un diagnóstico que refleja la realidad
Pareciera que la condición de ser niño o joven es sinónimo de vivir en la exclusión social. Para muestra, basten los siguientes datos estadísticos:
• 14 millones de jóvenes de entre 13 y 24 años carecían de escuela en el ciclo escolar 2002-2003, mientras que sólo 11 millones tenía lugar en alguna institución educativa.
• Hay un millón y medio de jóvenes desempleados de entre ios 12 y los 24 años; y los pocos que están empleados desempeñan trabajos inadecuados.
• 23.5 millones de jóvenes no tienen acceso a los servicios de salud, en contraste con los 14.5 millones de jóvenes que sí cuentan con algún tipo de servicio médico.
• La-mitad de las parejas no tiene posibilidad de disponer de una habitación independiente.
• Medio millón de jóvenes de entre 12 y 29 años emigra a otros estados de la República, a fin de encontrar fuentes de sobrevivencia, y 134 mil 692 de entre 12 y 24 años trabajan temporalmente en Estados Unidos.
• El consumo de alcohol y otras drogas sigue en aumento: En 1998, 27 por ciento de los varones adolescentes y 18 por ciento de las mujeres consumía algún tipo de estupefaciente.
• La mayoría de los jóvenes inicia su actividad sexual entre los 15 y los 19 años. Sin embargo, 64 por ciento de los jóvenes sexualmente activos no usa método de contracepción alguno. Cada año hay 450 mil embarazos en mu¡eres menores de 20 años.
• Las estadísticas de 2001 informan acerca de 3 mil 89 casos de suicidio, 43 por ciento de los cuales (13.30) tenía entre 15 y 29 años de edad.
Resulta impresionante que, en el caso de México y de América Latina en general, contemplemos el fracaso del proyecto económico neoliberal, el cual ha generado más pobres, más miseria. Y ¿dónde se agudizan los resultados de esta política neoliberal? En la violencia. Regularmente, es un lugar común decir que los jóvenes son violentos por el simple hecho de ser jóvenes. Aquí la pregunta seria: ¿Por el hecho de ser jóvenes, los jóvenes generan violencia o viven en un mundo de violencia? Mi respuesta provisoria es que los jóvenes y los niños, todos nosotros, vivimos en un mundo de violencia. Por lo tanto, lo grave es que se criminalicen prácticas sociales y expresiones culturales tanto de niños como de jóvenes, por eso es importante reflexionar acerca de la Ley de Convivencia.
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La Ley de Convivencia Cívica margina a los niños de la calle
En lugar de ser tal, la Ley de Convivencia Cívica penaliza la pobreza y la marginación, así como las adscripciones de identidad: a un grafitero se le trata como a un criminal, lo cual resulta demasiado temerario, en términos de criminalidad. Lo mismo podríamos decir del toque de queda implementado por el gobierno de la administración saliente en Tlalnepantla (que, por mucho que digan las autoridades que no se trata de
un toque de queda, técnicamente sí lo es). Sin embargo, y como muestra excelsa de la premodernidad política de nuestros políticos de derecha, hay quienes afirman (contra toda sensatez y sentido común) que los jóvenes son potencialmente delincuentes.
Entonces, para solucionar el problema de la violencia no basta con agregar más policías u operativos ni con incrementar el número de legisladores y políticos para que el país avance democráticamente. La lógica, en ese sentido, es que es preciso invertir en otros ámbitos.
Lo esencial es empezar a ciudadanizar no sólo los institutos que tengan que ver con los niños y las niñas, sino también a los institutos de la juventud, tanto en el ámbito federal como en el local: realizar una labor incluyente en la cual mostraríamos tanta democracia y tolerancia que incluso los políticos tendrían cabida ahí.
Además, es necesario incorporar, realmente y de inmediato, tanto a los niños como a los jóvenes en el diseño de las políticas y de los programas dirigidos a
ellos. Lo que más temen las autoridades es justamente ese imaginario de la gestión o la autogestión. En ello radica el gran temor que tienen al Ejército Zapa-tista de Liberación Nacional, por ejemplo.
Otra de las cuestiones prioritarias es dirigir las políticas de juventud no sólo a los jóvenes, sino también a las instituciones y al mundo de los adultos. Si alguien necesita sensibilizarse de lo que está pasando con los jóvenes, comprenderlos y entenderlos, es el maestro. Los docentes necesitan saber que cuando tiene ante sí una estética identitaria (un gótico, un "darketo") esa adopción de identidad es simplemente una manera de ser y de expresarse; en ese sentido, hay que variar la política y, ciertamente, no sólo es cuestión de profesionalizar a los políticos y a los legisladores, sino también de virar la política de juventud al sistema de salud, a los sistemas de procuración de justicia, al político, al familiar, al de los medios masivos de comunicación; para que los padres puedan comprender lo que sucede con sus hijos, tanto con los pequeños corno con los jóvenes, a fin de proceder en consecuencia.
Asimismo, no basta la legislación por sí sola, pero tampoco la ley de los jóvenes. No se trata sólo de un asunto de leyes; es preciso trabajar desde la construcción de ciudadanías, tanto del lado de los niños como del lado de los jóvenes. Hay autoridades que ni siquiera saben que existe un Instituto de Juventud del gobierno del Distrito Federal, y mucho menos que existe la Ley de los y las Jóvenes. Entonces, pareciera que la legislación no alcanza, que el camino a seguir debe basarse en la construcción de ciudadanías, con participación y responsabilidad colectivas.
Por otra parte, me parece que deben crearse espacios sociales de tolerancia, en función de las prácticas y las expresiones culturales de los jóvenes.
También resulta esencial la reconstrucción, en las comunidades, en los barrios, en las unidades habita-cionales, del tejido social que está roto, desdibujado en términos de la solidaridad, del compañerismo, de lo colectivo, de la lealtad. La ¡dea es que, si contamos con metodologías diversas y adecuadas (por ejemplo, las metodologías de intervención y de reacción rápida) es preciso aplicar las. Por ejemplo, en el caso de las drogas sería indispensable repensar todo el programa preventivo, pues la prevención resulta ya un tanto obsoleta: ¿Por qué no tratar con programas de reducción de daño y de riesgo y educar a los jóvenes para que tomen sus decisiones en términos del uso? En este sentido, la metodología del observatorio es una de las metodologías más importantes que se están aplicando.
Aún creo que es posible (a pesai del poco país que nos queda y de la precaria situación que vivimos) construir un mundo mejor donde todos podamos (con)vivir de una manera más digna, no importa si somos niños,.jóvenes o adultos.ts
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