la miseria del mundo - … · pierre bourdieu la miseria del mundo prefacio. la primera obra que...
Post on 02-Oct-2018
220 Views
Preview:
TRANSCRIPT
Pierre Bourdieu
La miseria del mundo
Prefacio.
La primera obra que leí de Bernard Shaw, hace como 40 años, fue la
comedia satírica “Ginevra”, publicada en su traducción italiana por la
editorial Biblioteca Moderna Mondadori. Ginevra muestra la atmósfera
de ambiciones, prejuicios, resentimientos, temores, demagogias y
estupideces que llevaron a Europa al desastre de la guerra. Lo primero
que me llamó la atención en éste pequeño libro es que el prefacio que
escribe Shaw es tanto o más extenso que la obra teatral en sí. Al leer la
obra y, varios años después, ver la representación teatral, comprendí
que la detallada explicación del entorno social, económico, ideológico y
político europeo era necesario presentarlo al lector para que éste
pudiese captar en toda su amplitud las sutilezas, las referencias
históricas, las paradojas, el “humour” y el sarcasmo del autor, en
contraposición de la imbecilidad, lo grotesco y de la infinidad de errores,
hipocresías y pequeñas ambiciones de todos los mediocres actores que
llevaron al mundo a la gran tragedia de la segunda guerra mundial.
Pierre Bourdieu dejó un abundante legado de investigaciones y
publicaciones sociológicas en su mayoría realizadas después de la
guerra, durante la segunda mitad del siglo XX. Retomar y difundir su
pensamiento es de gran utilidad para entender y actuar en los tiempos
que ahora estamos viviendo, sobre todo en países con extremas
desigualdades sociales como México. Conocer las propuestas de Pierre
Bourdieu implica para el lector el tener una visión, actualizada y
profunda, del angustiante pero a pesar de todo bello e interesante
mundo que tenemos. Sin importar las operaciones secretas y la continua
desinformación que proporcionan los medios, aun así es posible captar
con suficiente certeza no solo la amplitud de los problemas sociales y las
amenazas que se ciernen sobre el planeta sino también los recursos y
las posibilidades que tiene la humanidad para intentar salir adelante.
El Reporte de OXFAM International (Comité de Oxford de Ayuda contra
el Hambre) titulado “Gobernar para las élites”, presentado en Davos
ante el Foro Económico Mundial 2014, considera que la desigualdad
económica en el mundo supone un grave riesgo para el progreso de la
humanidad. Denuncia OXFAM que esta desigualdad económica extrema
aunada al secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites
mundiales, son demasiado a menudo totalmente interdependientes. La
falta de control social en las instituciones políticas produce su
debilitamiento, y los gobiernos pueden así servir en forma abrumadora y
corrupta a las dominantes élites económicas en detrimento de la
ciudadanía de a pie. La desigualdad extrema no es inevitable, y puede y
deberá revertirse lo antes posible. Vemos que, por el contrario, la
desigualdad económica crece rápidamente en la gran mayoría de los
países. A la hora actual, la riqueza mundial está dividida en dos: casi la
mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se
reparte entre el 99% restante. (Datos de OXFAM 2014). A pesar de los
impresionantes logros económicos, el neoliberalismo es en lo
fundamental un sistema económicamente ineficiente porque ni es capaz
ni pretende satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos, a
lo que hay que agregar su condición de depredador incansable de los
recursos del planeta.
Es indudable que hemos llegado al término de una época. Es vital por
consiguiente que analicemos nuestro entorno antes de seguir por la
misma vía que nos ha llevado a la encrucijada en que estamos. Es
inaceptable que, a más de dos siglos del arranque de la revolución
industrial, el número de personas que viven en la miseria, material
cultural y social, tanto en los países industrializados como en los menos
desarrollados, haya llegado a los extremos que muestran las cifras de
OXFAM. Es innegable que el mundo está agobiado por multitud de
problemas humanos, ecológicos, violencia e injusticia económica. Cierto.
Pero no hay que caer en la desesperación: vivimos también en un
mundo donde los progresos científicos y tecnológicos se aceleran,
donde se va cerrando la brecha entre ciencia y tecnología. Un mundo
donde la comunicación se vuelve más y más rápida y compleja y en el
cual la cultura científica y técnica es el motor del desarrollo económico.
En los últimos treinta años el mundo ( habrá que reconocérselo al
sistema neoliberal ) ha generado volúmenes inauditos de riqueza
material; riqueza que –como se ha señalado– en gran parte ha sido
obtenida a costa de la destrucción del hábitat humano; riqueza que se
ha concentrado en poquísimas personas en detrimento (como lo
muestra OXFAM) del 99 % de la humanidad.
Con los enormes volúmenes de riqueza material que existen
actualmente en el planeta, la pobreza extrema mundial puede quedar
atrás en unas cuantas décadas. Pensar que la pobreza y la miseria son
eternas ayuda tan solo a perpetuarlas. Pero no hay que confundir la
desigualdad con la pobreza extrema. La desigualdad también existe
entre los millonarios, y seguiría existiendo aunque toda la población
fuese millonaria. El intelectual y escritor mexicano Gabriel Zaid, señala
que, “mientras la pobreza es económica, la desigualdad es socio-cultural
y política. La desigualdad política nació con el Estado, la vida sedentaria
y la agricultura hace unos diez milenios. La desigualdad socio-cultural
parece venir de mucho más lejos: desde la vida animal”. En la
democracia moderna la desigualdad se cultiva con pasión: de todo se
hacen listas que muestren quién es mejor. Organizar concursos,
clasificar a las personas y distinguirse en alguna clasificación es algo que
entusiasma a la gran mayoría de la población. Buscar criterios nunca
vistos de jerarquización para Guinness se vuelve noticia mundial. La
desigualdad económica es una de tantas, pero facilita todas las otras, ya
que la riqueza ayuda a acumular distinciones. El dinero es un criterio
fácil de aplicar. Es más fácil jerarquizar a los artistas por su éxito
económico que por su arte. Y los números fascinan. Las cifras
millonarias de gastos, ingresos y patrimonio parecen fantasías más allá
de este mundo, como si la vida de Creso superara infinitamente a la de
Sócrates. Esto da a la pobreza una perspectiva sesgada: la llamada
pobreza relativa (tener menos, gastar menos, ganar menos), que
reduce la pobreza a desigualdad.
Dicho esto, hay que señalar alto y claro que muchas desigualdades son
tremendamente injustas y que debe hacerse un gran esfuerzo mundial
por acabar con ellas. Por ejemplo: las nuevas formas de esclavitud y de
discriminación racial. En cambio la desigualdad económica pura no tiene
esa importancia tan grande (no es injusta por sí misma), ni puede
impedirse. Lo importante es que todo ser humano disponga de
suficientes calorías, proteínas, medicamentos, agua potable, ropa,
techo, vacunas, vitaminas, educación de calidad, protección social. Y
todo esto es algo que – con las riquezas actuales- el mundo puede
lograr a corto plazo. Lo que no tiene importancia, ni se puede lograr,
(sería absurdo intentarlo) es que todos igualen a todos en cuanto a
propiedad de riquezas materiales. Esto último es lo que tanta gente
ignorante o con intenciones aviesas es lo que pretende achacar sea al
comunismo, al socialismo, al movimiento bolivariano o a cualquier
doctrina (inclusive la católica) que pretenda promover la justicia social.
Calomniez, calomniez, il en restera toujours quelque chose !.
Todo esto será el tema del siguiente extenso primer capítulo ( “Un
planeta en crisis” ) antes de entrar a la presentación en sí de la obra de
Pierre Bourdieu “ La miseria del mundo”.
1. Un planeta en crisis.
La crisis económica, financiera y social amarga nuestras vidas. No es la
primera vez en la historia que ocurre algo así. En el siglo XIX, desde la
primera convulsión del capitalismo allá por 1848, las crisis económicas
se sucedieron con una regularidad que impresiona hasta sumar cinco
episodios, uno por década. En el siglo XX el capitalismo generó otras
seis grandes crisis (1906, 1920, 1929, 1973, 1992 y 2000). En el
presente siglo XXI, que apenas lleva 15 años, padecemos otra crisis
especialmente virulenta y equiparable en parte a la crisis del 29: la crisis
que estalló desde los años 2007-2008 y que aún no termina. La crisis
capitalista de los años treinta, la Gran Depresión, desembocó en la
mayor carnicería de la historia de la humanidad bajo la forma de guerra
mundial, totalitarismos y la terrible Shoah, “la catástrofe”, que también
conocemos como el “holocausto”, es decir «El Sacrificio». En la
terminología nazi, «la solución final», impulsada por perversas
ideologías y verdugos europeos de civilización “cristiana”,
principalmente alemanes, significó el brutal genocidio en el que se
asesinaron aproximadamente seis millones de seres humanos. Jamás
se ha dado algo parecido en el mundo árabe. No hay que olvidar que “la
civilizada” Europa es el único continente que ha masacrado a los judíos.
(Y no solo a los judíos…). En el siglo XV español, cuando los judíos
fueron expulsados de España por los Reyes Católicos, una gran mayoría
de ellos se refugió en Turquía. A la fecha muchas familias judeo-turcas
conservan el idioma ladino y las canciones y costumbres de la España
medieval.
En éste siglo XXI, el balance general que nos brinda la historia del
sistema capitalista es, por desgracia, muy claro: doce crisis en poco más
de siglo y medio o, lo que es lo mismo, aproximadamente una crisis
económico-financiera cada catorce años. Todas estas crisis tienen
puntos en común y, sobre todo, un desenlace idéntico: sus
consecuencias inmediatas las pagaron siempre los más desfavorecidos.
Ahora, después de más de veinte siglos de historia, el pensamiento
filosófico actual ha desembocado en la conclusión de que la soberanía es
un asunto muy terrenal y que, por tanto, reside en los hombres, uno,
varios o todos.
Ha hecho falta una sucesión de crisis de una envergadura cada vez
mayor para que el asunto de la soberanía, esto es, determinar qué
sujeto tiene la última palabra sobre los asuntos públicos, trate de
recuperar una centralidad que nunca debió perder. Cuando las crisis
arrecian quedan al descubierto las relaciones de poder: quién manda y
quién obedece; cómo se manda y por qué se obedece; qué es la
obligación política, en qué consiste el orden y cómo se deteriora; a
quién beneficia la legalidad y cómo se reproducen las élites en el poder.
En pocas palabras, asoma la pregunta suprema sobre quién es el
soberano o – como lo diría Baruch Spinoza - cuál es la natura naturans
de la política.
En democracia esta pregunta sólo admite una respuesta: el pueblo. La
soberanía reside en los ciudadanos. No puede ser de otro modo. No hay
rey, ni delegado, ni representante, ni mandatario, ni comitente, ni poder
fáctico que se anteponga a la voluntad popular. Dígase alto: cuando el
representante se desliga del representado, bien por la mentira o bien
por ambicionar lo que no le corresponde, incurre en el delito político
supremo, que se llama traición.
Recuerdo aquí un pasaje de „La isla de los esclavos‟ del novelista Pierre
de Marivaux. Un libro y su autor ahora prácticamente olvidados. En
uno de los capítulos, Ificrates y su criado, Arlequín, naufragan y llegan a
tierras extranjeras donde dominadores y dominados han intercambiado
sus respectivas condiciones. Tras haber dado una lección a su amo
mostrándole cómo debía comportarse con su mucamo, Arlequín vuelve a
ponerse sus vestimentas de lacayo y todo entra al orden anterior.
Pero no solo los más desprotegidos, los pobres y las clases medias
pagan una y otra vez las crisis recurrentes del capitalismo, cuyo actual
avatar se denomina “el neoliberalismo”. También el planeta tierra día a
día viene sujeto por el neoliberalismo depredador a una inicua
explotación que está dando al traste con todos los delicados equilibrios
ambientales que la madre naturaleza ha venido estableciendo a través
de millones de años de evolución.
Pienso que, ¿y si ahora se estuvieran intercambiando los roles del
hombre y de la tierra?. En las últimas décadas, la tierra, nuestro
paciente planeta, que fuera objeto pasivo de todas las tropelías, usos y
abusos del hombre, se está convirtiendo más y más en un planeta
activo que parece querer quitarse de encima a estos 7 mil millones de
parásitos que pretenden destruirla. De amos y poseedores de la
naturaleza, con pleno derecho al uso y abuso de la misma, según la
fórmula de Descartes, el ser humano está ahora siendo obligado a
permanecer atento al sujeto que hasta hace poco tiempo le parecía
totalmente dominado. Nuestros actos y nuestras voces cubrían el
mundo. En cambio ahora se hace oír por todo el planeta, cada vez con
más fuerza, “el Grito de la Tierra”, según la vívida expresión de
Leonardo Boff. Y a éste grito de la tierra, el movimiento de izquierda
cristiano iniciado en Brasil “Teología de la Liberación” añade en América
latina el ya ensordecedor “Grito de los pobres”, de los desprotegidos, de
los inmigrantes, de los más humillados; en resumen, de los „homines
sacri ‟, de acuerdo al sentido que da Giorgio Agamben a éste término.
Pero la mayoría de nosotros somos duros de oído. Nos negamos a oír, o
fingimos no escuchar, o preferimos no querer entender las protestas del
planeta.
Abramos aquí un necesario paréntesis para recordar la teoría
denominada la “ Hipótesis Gaia” ( donde el término “Gaia” hace
referencia a la diosa griega de la tierra ) propuesta por James Lovelock,
un científico inglés, meteorólogo, escritor, químico atmosférico y
ambientalista, considerado desde hace muchas décadas como uno de los
principales líderes ideológicos en la historia del desarrollo de la
conciencia medio ambiental. La ahora “Teoría Gaia” es un conjunto de
modelos científicos de la biosfera en el cual se postula que la vida
fomenta y mantiene unas condiciones adecuadas para sí misma,
afectando al entorno. Según ésta hipótesis, la atmósfera y la parte
superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente
donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular
sus condiciones esenciales, tales como la temperatura, la composición
química y salinidad en el caso de los océanos. Gaia se comportaría así
como un sistema auto-regulador que tiende al equilibrio
Esta teoría se basa en la idea de que la biosfera autorregula las
condiciones del planeta para hacer su entorno físico (especialmente
temperatura y química atmosférica) más hospitalario con las especies
que conforman la «vida». Según la segunda ley de la termodinámica, un
sistema cerrado tiende a la máxima entropía. En el caso del planeta
Tierra su atmósfera debería hallarse en equilibrio químico, todas las
posibles reacciones químicas ya se habrían producido y su atmósfera se
compondría mayoritariamente de CO2 (Se estimó que la atmósfera
debería componerse de, aproximadamente, un 99 % de CO2) sin apenas
vestigios de oxígeno y nitrógeno. Según la teoría de Gaia, el hecho que
al día de hoy la atmósfera esté compuesta por un 78 % de nitrógeno,
21 % de oxígeno y apenas un 0,03 % de dióxido de carbono se debe a
que la vida, con su actividad y su reproducción, mantiene estas
condiciones que hacen habitable al planeta.
En resumen lo que propone ésta teoría es que, dadas unas condiciones
iniciales que hicieron posible el inicio de la vida en el planeta, ha sido la
propia vida la que las ha ido modificando y que por lo tanto las
condiciones resultantes son consecuencia y responsabilidad de la vida
que lo habita. Para explicar cómo la vida puede mantener las
condiciones químicas de Gaia, la eminente bióloga Lynn Margulis (ya
fallecida) ha destacado la gran capacidad de los microorganismos para
transformar gases que contienen nitrógeno, azufre y carbono.
En sus dos últimos libros, “La venganza de Gaia” y “A Rough Ride to the
Future” (Febrero 2015) Lovelock sostiene que la Tierra lucha por
defenderse y que, si ayudamos a salvarla, podemos aún salvar a la
humanidad. La sociedad humana actual, debido a las emisiones de
gases con efecto invernadero y a otras formas de degradación medio
ambiental, ha llevado a la naturaleza al borde de la crisis. Subirán las
temperaturas, habrá problemas con el suministro de agua potable, la
vida en los océanos se verá comprometida, disminuirá la producción de
alimentos, y habrá migraciones en masa a los lugares del planeta que
sigan siendo habitables.
Respecto a los combustibles fósiles, la fuente dominante de energía en
la actualidad, se considera vital hacer un cambio a gran escala hacia la
energía nuclear si se quieren asegurar los suministros eléctricos y
reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Si se dan éstas crisis ambientales es porque los hombres han olvidado al
mundo, ese interlocutor privilegiado con el que habrá que contar y
„dialogar‟ de ahora en adelante. Es lo que el escritor Michel Serres
denomina el final del “juego a dos”. ¿Qué significa esta expresión? Que
nuestra sociedad no puede perdurar en un sistema esencialmente
dualista. Es la tesis que desde Palo Alto, California, (EE.UU) planteaba
ya desde 1977 el reconocido antropólogo y científico social Gregory
Bateson (1904-1980) en su libro Hacia una ecología del espíritu. “Si
continuamos a operar según el dualismo cartesiano: espíritu contra
materia, seguiremos sin lugar a dudas percibiendo al mundo en forma
de otros dualismos: Dios contra el Hombre, „élite contra pueblo‟, […],
nación contra nación y, a lo que desde hace mucho tiempo que hemos
desafortunadamente ya llegado; al dualismo del „Sistema Capitalista
contra Medio Ambiente‟. Es dudoso que una especie pueda sobrevivir
poseyendo a la vez una tecnología muy avanzada y una muy destructiva
manera de concebir el mundo”.
En mi país, México, la evidente descomposición social en que vivimos,
generada por el sistema neoliberal que nos han impuesto las élites
dominantes, está nutrida por muchos procesos: la precariedad; la
masificación de la incertidumbre; la corrupción de los partidos políticos y
de los sindicatos, la emigración del campo a la ciudad o hacia los
Estados Unidos, la desconfianza y descreimiento en las formas
convencionales e institucionalizadas de democracia, la desintegración
familiar… por señalar tan solo algunos de los más importantes. El
filósofo, sociólogo y antropólogo Néstor García Canclini tiene publicados
ya diversos estudios recientes sobre la cultura en tiempos de
descomposición social. García Canclini defiende que la filosofía, nutrida
por las ciencias sociales, permite pasar de un saber ensimismado a un
saber polifónico. Lecturas importantes para quien se interese en México.
¿ Cómo debemos actuar para evitar otro posible desastre mundial ?
Nuestros “futuribles” (futuros posibles), según el feliz término francés
acuñado por Bertrand de Jouvenel son, a corto y mediano plazo muy
inquietantes. Un antiguo dicho español dice “A dios rogando y con el
mazo dando”. Desde mi personal punto de vista debemos ante todo
encomendarnos al dios de Baruch Spinoza, volver a tomar el “Amor Dei
Intellectualis” - o “amor intelectual de Dios”- para poder comprender la
unidad total de las cosas, y luego, con los mejores y más temibles
mazos de la ciencia, la tecnología, la cultura, la moral y la ética,
deshacernos de hábitos, instituciones, ideologías, aberrantes creencias y
supersticiones, políticos corruptos y egoísmos individuales que están
llevando la humanidad al precipicio. Investigaciones como las realizadas
por Bourdieu y colaboradores serán de gran utilidad en éste necesario
proceso de limpieza y purificación. ¿Tendremos la voluntad, la capacidad
y la fortaleza para llevarlo a cabo?
Me parece que debemos intentar éste resurgimiento; en nuestras
estructuras sociales, como lo señala Naomí Klein en su libro “This
changes everything”, hemos llegado ya a extremos insostenibles. Es el
término de una época. Vemos con temor que las sociedades desarrollan
nuevas formas de totalitarismos, nuevas forma de control del estado
que son mucho más perversas que las de los antiguos totalitarismos,
porque estas nuevas formas están en la lógica del mercado. Existe
ahora un totalitarismo de mercado disfrazado de libertades y sostenido
por una cosa que no es ideología y que se llama economía. “La
economía –dice nuestro admirable poeta Javier Sicilia – es terriblemente
perversa y absolutamente inmoral, pero se muestra como si fuera un
rostro neutro. Esta nueva forma de totalitarismo necesita ser pensada
con otras categorías y otros paradigmas, ya que es parte de una
profunda crisis civilizatoria con nuevos conceptos sobre el amor, la
alegría, la tristeza; la moral y la ética, el mal y el bien”. Octavio Paz,
nuestro premio Nobel de Literatura, advierte que si bien la modernidad
desacralizó el cuerpo, la sociedad capitalista neoliberal ha aplicado las
leyes impersonales del mercado y la técnica de la producción en masa a
la vida erótica. Esos poderes han hecho de la libertad de amar una
servidumbre, y en ello ya se asoma otro totalitarismo.
La anterior declaración del poeta Javier Sicilia, deja bien claro que
estamos ante un parteaguas histórico: una profunda crisis civilizatoria
aunada a una -cada vez más atemorizante- crisis ambiental. Estas crisis
han sucedido a lo largo de la historia y esta es una de ellas, con la
diferencia respecto a las anteriores de que ahora contamos con la
tecnología y los armamentos nucleares y biológicos para extinguir la
vida en el planeta. Estamos asistiendo a la muerte de los valores y de
los sistemas sociales consolidados a partir del Siglo de las Luces. Ese
sistema de valores, que fue todavía el de mi generación y el de la
generación de Pierre Bourdieu, se está desmoronando a ojos vista.
Necesitamos un nuevo pacto social, tal vez nuevos valores de
reemplazo, cosas que aún no tenemos en claro de qué tipo o de que
orden serán. La palabra “vate”, que utilizamos ahora como sinónimo de
poeta, tenía en su origen el sentido de profeta, de adivino. El lenguaje
poético, según Arthur Rimbaud, no es un estado de visión, es un estado
de clarividencia. La idea de reconocer en los poetas la capacidad de
clarividencia viene desde la antigua Grecia; el Renacimiento retoma la
idea y finalmente llega hasta Rimbaud a través de Montaigne. Lo que ve
Rimbaud es que la meta de la poesía debe ser “alcanzar lo desconocido,
escrutar lo invisible y escuchar lo inaudible”. ¡ Maravilloso Rimbaud !
Gente con la sensibilidad de Pierre Bourdieu, Octavio Paz, Arthur
Rimbaud o de Javier Sicilia, entre tantos otros, serían quienes pueden –
deben – señalar a nuestra atribulada sociedad mundial las acciones y el
camino a seguir. La educación humanista debe surgir desde las
universidades para contribuir a formar una sociedad mejor y más
igualitaria. Sin ésta educación humanista se repiten estructuras racistas,
discriminatorias, de injusticia social. La investigación social, sobre todo
en México, es fundamental para poder desmoronar el individualismo y el
etnocentrismo que nos agobia. En las universidades de nuestro país,
como en gran parte de las del mundo, se han venido eliminado las
materias de filosofía, literatura y ciencias humanas debido a la
relativamente poca demanda para estos temas. Esto es un producto de
la estructura de competitividad en el mercado, parte fundamental del
sistema social neoliberal. Pero sin humanidades no hay universidad
humana, en el sentido de construir solidaridad
Mucho antes de hablar, los seres humanos se pusieron a cantar. La
historiadora del arte, Ángeles Caso, siempre ha estado convencida de
que ésa fue nuestra evolución lógica: primero, antes de nada, cantar,
hacer música, y sólo más tarde, comunicarnos a través de la palabra.
Parece que los estudios paleo-antropológicos confirman esa creencia y
que la estructura ósea de la garganta de nuestros antepasados más
remotos fue en efecto más apta para lanzar notas al aire que para emitir
sonidos articulados en un tono monocorde. Me parece que, para
enfrentar con éxito al temible futuro que se aproxima, debemos ante
todo volver a aprender a cantar. A través del canto toda la humanidad
debe ir desarrollando pasiones alegres y lograr alejarnos de las pasiones
tristes que nos ahogan. Vitalidad y alegría son sinónimos. La alegría (el
Bien) coincide con el sentimiento de pertenencia a la especie y a la
naturaleza. Lo contrario, la tristeza, el odio a sí mismo y a los demás es
el Mal. Este es el mal en que están profundamente sumergidas las
sociedades depredadoras, las multinacionales, el neoliberalismo y las
estructuras religiosas, sociales, políticas y financieras actuales (Cf.
Baruch Spinoza)
La alegría en una sociedad se da cuando ésta sociedad está en armonía
con sí misma. La libertad es alegre y la alegría es libre…... Las guerras
no son alegres, las rapiñas tampoco: por ello, de acuerdo siempre con
Spinoza, es claro que el actual sistema capitalista neoliberal que
controla el mundo es altamente inmoral. Es, ¿por qué no decirlo?,
diabólico en el sentido de malvado. Hay que destruirlo y quedarnos tan
solo, en lo posible, con sentimientos positivos, alegres. Mientras que
hay grandes grupos sociales que viven un cristianismo hipócrita, falso,
basado en rituales externos carentes de significado; otros, como en
Europa, viven en la ilusión de ser un conjunto de sociedades laicas,
racionales y modernas que progresan en libertad. Pero detrás de toda
esa (aparente) satisfacción consigo mismos, hay una angustia
subterránea porque por primera vez una gran parte de ellos vive sin
ninguna creencia metafísica. Europa vive la crisis terminal del
catolicismo achacando sus problemas al islam.
Emmanuel Todd en su ensayo ¿Quién es Charlie? dice que, lo que
sucede es que “la gente no puede vivir sin una creencia colectiva. El
individuo es otra cosa. El neoliberalismo triunfó inicialmente porque era
una concepción religiosa, una fe total en la mano invisible del mercado.
El fracaso económico, el fracaso del mercado y (pudiese ser) el eventual
fracaso del euro está produciendo en Europa una crisis metafísica. El
mercado y la economía como religión no han funcionado. Tal parece
que, en vez de aceptar ésta realidad, muchos europeos han preferido
elegir al islam como chivo expiatorio objeto de todos sus males”. Solo
así podemos entender, desde México, que miles de personas en Francia
hayan sobre-reaccionado en defensa de Charlie Hebdo, una publicación
de bajo nivel que publicó una caricatura de muy mal gusto incitando al
odio religioso. ¿Qué ya nadie recuerda en Europa que las caricaturas
antisemitas en Alemania precedieron al nazismo?
Estos problemas metafísicos (todavía) no se viven en México porque,
aunque teóricamente somos una república laica, la sociedad mexicana
ha generado un sincretismo religioso muy sui generis debido al cual
aquí, como en Brasil, el catolicismo aún no llega a su etapa terminal.
Pero no cabe duda de que ésta religión también desaparecerá en dos o
tres generaciones. El catolicismo latinoamericano, impuesto inicialmente
a sangre y fuego por portugueses y españoles, y después
paulatinamente refinado por la conquista del imaginario indígena, está
siendo rápidamente erosionado por sectas protestantes y multitud de
esotéricas sectas nativas que se dicen “cristianas”, integradas por
sorprendentes mezclas de componentes pseudocientíficos; tradiciones
judeo-cristianas; ritos y supersticiones de origen africano o indígena.
Regresando al tema que nos ocupa: la música, que está presente en la
naturaleza desde el origen mismo del mundo, tendrá que ser parte muy
importante en la nueva orientación que se pretenda dar al mundo. Esto
ya está sucediendo en Venezuela donde hay ya miles de niños
rescatados de la miseria y la desesperación gracias a la enseñanza
musical y, a través de ella, a una muy exitosa reintegración social.
Melodía y ritmo son fundamentales. “La música aparece en el canto de
los pájaros, por supuesto, pero también en el murmullo del agua sobre
las piedras, en las gotas de lluvia cayendo sobre la tierra, en las hojas
de los árboles movidas por la brisa o el viento fuerte penetrando en una
oquedad”. (Eugenio Scalfari). Y ya, después del canto, podremos
recuperar los valores humanistas que recibimos en herencia del Siglo de
las Luces, que irresponsablemente hemos dejado perder y que tanta
falta nos hacen ahora para poder sortear los nuevos peligros que se
ciernen amenazantes. Los sueños guían la acción. Y las humanidades, el
arte, la cultura, podrían ser nuestras tablitas de salvación.
“El ruido, la furia de un mundo destemplado, egoísta, no nos permite oír
nuestra propia armonía interior. Una armonía que está conectada con
esa vibración de las esferas de la que hablaba Pitágoras, y que emite un
canto sereno, cálido, que proclama la reconciliación entre el pulso
trágico que late inevitable en todo ser humano y las fuerzas ocultas de
la naturaleza. Percibir esa música nos salva, nos proporciona el placer
inmenso de sentirnos parte de algo mucho más grande que nosotros
mismos, en donde todo está concordado por una cadencia general. Sólo
un mundo más solidario, más consciente de la necesidad de buscar al
otro, puede hacernos salir de la crisis global en la que nos encontramos.
No estamos solos. Desde la unión encontraremos respuestas. Desde la
defensa apasionada de la cultura; la cultura como medio de fomentar la
creatividad individual y colectiva, superaremos la actual situación de
estancamiento. La cultura es imprescindible en momentos difíciles y
nunca como ahora es más necesaria la unión del arte, la ciencia y el
pensamiento. Nuestra existencia tiene una explicación, un fin, y el
instrumento para desentrañar su secreto está, precisamente, en la
cultura”. (Eugenio Scalfari, escritor, polemista, fundador y presidente
del diario italiano La Repubblica).
Lamento haber centrado mis críticas en Europa y México. En toda gran
familia hay siempre algunos personajes con quienes nos identificamos
un poco más y a quienes dedicamos una mayor atención y cariño. En
mi caso son Europa y México. En este muy incompleto y subjetivo
panorama de la situación del mundo en el siglo XXI, visto desde un país
periférico- México- por un joven de una cierta edad (75 años), era
inevitable que en ésta rápida visión se reflejasen en gran medida mis
propios prejuicios, preocupaciones y anhelos. A pesar de ello espero que
el panorama que he intentado describir, sea objetivamente válido y que
el eventual lector sepa descartar la cizaña del trigo.
2. La miseria del mundo.
En 1993 Pierre Bourdieu dirigió y publicó una obra colectiva que iba a
despertar la atención del mundo académico y también de la sociedad
francesa en primer lugar y luego en el resto de los países. En La Miseria
del mundo, Bourdieu reunió testimonios de hombres y mujeres con
profundas dificultades sociales en sus vidas, en la sociedad francesa de
principios de los años 90. Pierre Bourdieu, dirigió un equipo de diez y
seis prestigiosos sociólogos quienes trabajaron durante tres años
haciendo entrevistas que se presentan acompañadas por análisis
teóricos y metodológicos. Hay también entrevistas y análisis realizados
por el propio Bourdieu. Son testimonios intensos que describen la
dificultad que presentan algunos grupos para vivir plenamente. Las
entrevistas, profundas, que llegan al núcleo del objeto de estudio,
permiten acercarse a los actores sociales, a la miseria de otros, cuyos
sentimientos devienen próximos.
El ensayo literario busca revelar el sentido oculto de la sociedad. El
tratado científico es un saber académico basado en la investigación,
racional y empírica, con el fin de controlar o promover el cambio social;
como es precisamente el caso de "La miseria del Mundo", que utiliza
entrevistas, estadísticas y trabajo de campo para la observación de
comportamientos. Los tratados eruditos, exclusivamente científicos, son
usualmente aburridos , con muchas citas y notas al pié de pégina. Este
no es el caso del libro escrito por Bourdieu y colaboradores , que se lee
como ameno e interesante ensayo humanístico. Bourdieu nos da aquí
nuevamente (como también lo hacía Roland Barthes) la prueba que
investigar, hacer ciencia tiene indudables complicidades con el placer.
Ambos científicos muestran que en varias de sus obras hay un vinculo
con el placer de la escritura, de la seducción. El ensayo de Bourdieu -
escrito en Francia en 1992 - es un modo de presentar el saber que lo
mantiene abierto, un tipo de conocimiento que incluye la rectificación y
la actualización para otros tiempos y otras sociedades, como la
mexicana del tercer lustro del siglo XXI
El exhaustivo trabajo del equipo de Bourdieu llegó a ser un best-seller
que vendió cien mil ejemplares en muy poco tiempo. La publicación de
Bourdieu y colaboradores pone en evidencia las negativas
consecuencias del neoliberalismo y cuestiona la idea de igualdad de
oportunidades. El objetivo de La miseria del Mundo es el de ofrecernos
una mirada, un enfoque comprensivo de los «nuevos problemas
sociales» –algunos nuevos desde el punto de vista de la forma, más no
del contenido; otros inéditos y de gran originalidad. En síntesis se
puede decir que son problemas relacionados con la pobreza, la
marginalidad y la exclusión surgidas en el contexto de lo que muchos
autores llaman el «nuevo capitalismo, o neoliberalismo. ».
Los análisis de Bourdieu y de sus colaboradores se colocan en la misma
línea de reflexión de muchos otros sociólogos que también buscaban
concentrar sus esfuerzos en lograr descifrar la sociedad que se estaba
formando, a fines del siglo XX, tanto en Francia como en los países
desarrollados. Su foco de atención lo fijaron en la lógica y en las
consecuencias de los cambios que se iban imponiendo a los ciudadanos;
sobre todo los cambios en el campo de las relaciones de trabajo. Muy
particularmente se estudiaron los cambios impuestos a partir de 1980
cuando se implanta con fuerza la ideología capitalista neoliberal,
impulsada principalmente por Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald
Reagan en los Estados Unidos de América y que tenía ya una fuerte
influencia (y un fuerte rechazo) en el resto de Europa. Sin embargo, las
investigaciones de Bourdieu y colaboradores se extendieron mucho más
allá del estricto campo de las relaciones de trabajo. Con justa razón,
Bourdieu concede a las relaciones laborales toda la centralidad que es
necesaria para entender la transformación de cualquier otro orden
(familiar, cultural, social, educativo, de salud…) que son inducidas por
las modificaciones en las condiciones de trabajo y de las relaciones
colaterales que lo envuelven. Esta evolución nos conduce a leer los
efectos de las políticas neoliberales en toda una serie de dimensiones
más trascendentes, más amplias, que afectan toda la vida de una
sociedad.
En una publicación de Pierre Bourdieu, denominada “Neoliberalismo: la
lucha de todos contra todos”, nuestro escritor escribe lo siguiente:
“Cabe preguntarse si el mundo económico es en verdad, como pretende
el discurso dominante, un orden puro y perfecto que despliega
implacablemente la lógica de sus consecuencias previsibles, dispuesto a
reprimir todos los incumplimientos mediante las sanciones que inflige,
ya sea de manera automática o, más excepcionalmente, por intermedio
de su brazos armados, el FMI, o la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), y sus políticas: baja del costo de mano
de obra, reducción de los gastos públicos y flexibilización laboral. ¿Y si,
en realidad, sólo fuera la implementación de una utopía, el
neoliberalismo, convertido así en programa político, una utopía que se
imagina como la descripción científica de lo real? Esta teoría tutelar es
pura ficción matemática basada en una abstracción formidable, que
consiste en poner entre paréntesis las condiciones y las estructuras
económicas y sociales que son la condición de su ejercicio. Basta con
pensar en el sistema de enseñanza, que nunca se tuvo en cuenta como
tal en un momento en que desempeña un rol determinante tanto en la
producción de bienes y servicios como en la producción de los
productores. De esta suerte de falla original, inscripta en el mito de la
teoría pura, derivan todas las faltas y todas los incumplimientos de la
disciplina económica y la obstinación fatal con la cual se aferra a la
oposición arbitraria que hace existir entre la lógica meramente
económica, basada en la competencia, y la lógica social, sometida a la
regla de la igualdad.” Esta utopía de todos contra todos, que impone
duras sanciones a todos los países para proteger los sistemas bancarios,
han provocado y siguen provocando dolorosas tragedias individuales y
sociales muy bien descritos en La miseria del mundo.
Señalábamos que las investigaciones realizadas en Francia en los años
90 siguen estando vigentes y son aplicables en países como México que
tienen enormes desigualdades sociales y muy altos niveles de pobreza y
de pobreza extrema… con unos cuantos multimillonarios que año con
año aparecen en las listas de Forbes como algunos de los personajes
más ricos del mundo. El libro, difícil de encontrar en México, es de
especial actualidad en nuestro país, donde el descontento y la violencia
social que tenemos son producto de transformaciones estructurales aún
vivas o en proceso. Transformaciones que se han venido estableciendo
o que los gobiernos neoliberales mexicanos, que no son solo corruptos
sino también están avasallados o cooptados por las grandes
corporaciones mundiales, pretenden seguir estableciendo. Se gobierna
así, como claramente lo señala OXFAM, “a favor de las élites dominantes
locales y trasnacionales”.
¿ Cómo actuar ?. Responde Bourdieu: “No lamentar, no reír, no
detestar, sino comprender. De nada serviría que el sociólogo hiciese
suyo el precepto Spinoziano si no fuese también capaz de brindar los
medios de respetarlo. Ahora bien, ¿cómo facilitar los medios de
comprender, es decir, de tomar a la gente como es, sino ofreciendo los
instrumentos necesarios para aprehenderla como necesaria, para
necesitarla, al relacionarla metódicamente con las causas y las razones
que tiene para ser lo que es? ¿Pero cómo explicar sin sujetar con
alfileres? Cómo evitar, por ejemplo, dar a la transcripción de la
entrevista, con su preámbulo analítico, el aspecto de un protocolo de
caso clínico precedido por un diagnóstico clasificatorio ?”.
Los ensayos y entrevistas realizados permitieron descubrir situaciones
que vuelven verdaderamente miserable la vida de estos hombres y
mujeres. Uno percibe que se trata de sujetos inmersos en estructuras
sociales que comprimen sus vidas y las hacen dramáticas. Con el
tiempo, el Estado se desentiende cada vez más; la alta burocracia
desarrolla una evidente forma de desprecio, de supina ignorancia y de
otras formas de racismo hacia “los perdedores” (utilizando inclusive la
traducción del odioso término americano the losers). Esta forma de
mirar los estratos sociales desde arriba hacia abajo con creciente
repugnancia, sucede también en nuestra triste y pestilente burocracia
mexicana. Aquí, hay que citar – de nuevo- a Giorgio Agamben; “Dios no
ha muerto, se transformó en dinero”. Y esta frase vale también para la
altas jerarquías religiosas mexicanas y del Vaticano, otro parasitario
centro de poder que explota el temor a la muerte ofreciendo
comercialmente otra vida en el más allá.
En fin, Bourdieu nos muestra en forma impactante que las vidas de los
más desprotegidos en la escala social ( en el caso mexicano los 18
millones de compatriotas indígenas ) son vidas que quizá podrían
haberse vivido de otro modo, más humano, con más “pasión alegre”
diría Spinoza, pero que sólo llegaron a ser tristes, grises, aplastadas.
¡Qué lejos estamos de las teorías de Emmanuel Levinas de
“responsabilidad hacia el Otro” !. De Rosa Luxemburgo ( “¡ Socialismo o
barbarie !” ) o de Simone Weil, quien siempre tuvo muy presente en su
pensamiento y en su actividad como militante que “el orden social no
puede ser más que un equilibrio de fuerzas”. No puede haber éste
necesario equilibrio cuando el 1% domina, avasalla, al 99 % de la
población restante.
El equipo de Bourdieu analiza cómo estas nuevas transformaciones
estructurales producen situaciones de sufrimiento social, de pobreza y
de extrema pobreza, en todos los órdenes, económico, cultural y social y
en amplísimas franjas de la población. No sólo en sectores marginales,
sino en muy distintas categorías. A través de este libro uno puede
acercarse a la miseria de una familia de inmigrantes argelinos en
Francia, a los vecinos de una comuna operaria en los suburbios de París,
a una mujer policía, un magistrado, un obrero comunista, una
secretaria, un obrero especializado delegado de la CGT ( Confederación
General de Trabajadores) … Y la lista sigue con ejecutivos desocupados,
estudiantes de los suburbios de París y una profesora de letras, entre
muchos otros.
Posiblemente lo que constituye el aspecto más original de ésta
publicación sea la forma de presentar los resultados. El libro se
encuentra organizado en nueve grandes temas, titulados de la siguiente
manera: «el espacio de los puntos de vista», «la visión mediática»,
«efectos de lugar», «la dimisión del Estado», «la visión del Estado»,
«permanentes y temporales», «el fin de un mundo», «los excluidos del
interior» y «las contradicciones de la herencia». Cada uno de éstos
nueve temas o problemas a los que se refiere la parte correspondiente
se va presentando junto con una reflexión teórica inicial, breve, a la que
se une enseguida una especie de ejemplificación de la situación
considerada a través de la transcripción de uno o de varios de los
testimonios recogidos en las 41 entrevistas realizadas entre 1990 y
1992. A su vez, cada entrevista se introduce con una presentación,
generalmente escrita por el investigador que la realizó, en la que se
describe el ambiente en que se llevó a cabo la entrevista, la cercanía
con la persona entrevistada, las dificultades encontradas para los
encuentros y para la realización de la «conversación», la disposición de
las personas «interrogadas» frente a la experiencia de entrevista que se
les proponía, algunos elementos notables para los fines de la
investigación en las trayectorias de vida de los interrogados
(características familiares, experiencias educativas y de trabajo) y hasta
algunos detalles sobre el vestuario y la imagen proyectada por los
entrevistados, en un estilo en apariencia descriptivo que pudiera hacer
pensar en un cuadro puramente pintoresco, pero que forma parte del
estilo mismo de la obra y que es sin lugar a dudas una fuente de
enriquecimiento del trabajo en sociología. Se trata de información
diversa pero significativa brindada al lector para que haga enseguida el
tránsito a los textos que a continuación se transcriben y que son los
testimonios a través de los que hombres y mujeres narran la manera
cómo viven, padecen y enfrentan ese mundo complejo y difícil que
supone el llamado «nuevo capitalismo», para aquella inmensa mayoría
que no son exactamente los que, dentro de éste sistema neoliberal, han
resultado victoriosos.
Las personas seleccionadas para las entrevistas lo fueron con toda
libertad, dentro de un grupo que presentaba la heterodoxa característica
de ser personas conocidas por los investigadores o presentados a ellos
por otro conocido. Esta decisión metodológica para realizar la
investigación con personas de proximidad social y con cierta familiaridad
trataba de asegurar lo que los autores llaman una comunicación „no
violenta‟, en un esfuerzo consciente por tratar de obviar este aspecto en
la entrevista que pocas veces se tiene en cuenta, pero que representaba
un acuerdo metodológico para los investigadores: existe una violencia
simbólica, en donde el encuestador es quien inicia el juego y quien
establece las reglas, además de que en la entrevista generalmente hay
siempre, por definición, una asimetría social, en especial en cuanto al
capital cultural, entre el entrevistador y el entrevistado. Es por ello que
este grupo se planteó establecer una relación activa pero metódica en
la entrevista. Se buscó que el entrevistador se situara en el lugar que el
entrevistado ocupa en el espacio social, para interrogarlo desde ese
punto, y ponerse, en cierta forma, de su lado.
En el libro nos encontramos con realidades sociales tensas,
enmarañadas, confusas, problemáticas, frustrantes, trágicas, complejas
y variadas, productoras permanentes de pobreza, pero no menos de
angustia y frustración, crueles con los seres humanos que llegaron tarde
a la meta o que no se empeñaron en correr, o que desconocían las
reglas del sistema, o que se enfrentaron simplemente con el hecho de
que el lugar de los victoriosos es muy estrecho, selecto y vigilado y que
exige sacrificios que pueden ser el camino mismo de la autodestrucción.
Uno de los problemas más complejos de los que se ocupa el libro –un
problema que hemos visto como se agudiza en forma dramática en el
«primer mundo» en años más recientes– es el de la inmigración, el de
esos nuevos pobladores localizados en su mayoría en las urbanizaciones
de las periferias de las ciudades más grandes, parte activa de la
sociedad (con la que continuamente se enfrentan) y presentes en los
más disímiles empleos (pero siempre en los más flexibilizados y de
peores salarios). Los inmigrantes entran a formar parte de una sociedad
de la que todo los separa, y en donde se encontrarán con ese fenómeno
de extrañeza y de pérdida de sentido que es producto de la
incomprensión mutua, vivida esa incomprensión en el conflicto latente o
explícito, con todos los sufrimientos que ésta situación acarrea para
cada uno de ellos. Lo trágico de la situación del inmigrante nace de esa
incomprensión. Se concreta particularmente en las pequeñas violencias
corrientes y permanentes en los lugares donde habitan y circulan. A su
situación de inmigrantes se suma la desigualdad urbana, la xenofobia de
los más afirmados patriotas (que son los peores ciudadanos), las
limitadas alternativas y posibilidades con que se encuentran. Y son los
jóvenes los que más sufren por éstas frustraciones y los que más
participan en las protestas y en los pequeños hechos violentos que van
apoderándose de la vida cotidiana de las grandes urbes a donde llegan y
en donde terminan confinados en barrios y viviendas en los que, como
en un microcosmos, se reproduce de manera multiplicada su difícil
supervivencia.
El nuevo sistema laboral impuesto por el nuevo capitalismo nos presenta
las tensiones que van apareciendo entre los trabajadores cerca de la
jubilación o jubilados contratados bajo un sistema de seguridad social y
los jóvenes dispuestos a someterse a cualquier vinculación laboral, a
cualquier jornada de trabajo, y en donde la beligerancia de la lucha
sindical se va progresivamente desvaneciendo. Las nuevas reglas
defraudan las expectativas de los „viejos‟, pero también las de los
jóvenes e imponen un nuevo sistema en el cual todavía son más
evidentes las tensiones, las incertidumbres y las ambigüedades que las
certezas o la tranquilidad que debería ofrecer el tener un empleo.
El sistema escolar, que se ha convertido en un pasaje obligatorio para
todos los ciudadanos en estas sociedades y que representa el símbolo
por excelencia de abrir posibilidades, debe reconocer que su acción no
puede ser más que limitada, porque las oportunidades de mejora y
cambio social se encuentran inscritas en condiciones familiares y
sociales anteriores y acumuladas, frente a las cuales es muy poco lo que
la escuela puede hacer. Así la educación, si bien puede brindar las
posibilidades de «promoción social» a algunos miembros de la sociedad,
termina convirtiéndose en una institución que produce grandes
frustraciones y decepciones, particularmente para los jóvenes,
multiplicando a su vez las tensiones en la familia, que es –en la mayoría
de los casos- el grupo que debe asimilar el fracaso escolar o el hecho de
que los títulos y certificados de la escuela no conduzcan a ninguna
parte. Los establecimientos de educación primaria y secundaria, sobre
todo los ubicados en las zonas de la periferia de las grandes ciudades en
donde viven las gentes pobres y los inmigrantes, han conocido con
frecuencia hechos de violencia y vandalismo, en el lugar mismo o en sus
alrededores, y donde la participación de sus estudiantes es habitual. La
sensación de inseguridad para los que trabajan en estos sitios y para los
que viven en sus alrededores se ha convertido en una realidad
cotidiana. La búsqueda de alternativas que motiven a los jóvenes se ha
convertido en una parte vital de la actividad docente, transformando por
completo en esos lugares el papel del maestro, que antes que enseñar
tiene que persuadir y controlar, en muchas ocasiones con el
indispensable auxilio de supervisores y policías.
Otro aspecto importante que ilustran estas investigaciones, es el que
tiene que ver con el funcionamiento del Estado, visto a través del ángulo
parcial de los funcionarios que por sus tareas se encuentran en contacto
directo con el común de las personas. Funcionarios medios, que reciben
unos programas o tareas a ejecutar y sometidos a los lineamientos del
programa para llevar a cabo sus responsabilidades. Figuras tristes cuya
complejidad y buena voluntad a veces se ha ignorado. En ellos
encontramos las contradicciones vividas entre los ideales de servicio o
de los objetivos planteados por los gobiernos, y las posibilidades reales
de llevar a cabo lo que se ha propuesto o lo que se quiere. Entre otras
cosas por el funcionamiento mismo de las estructuras burocráticas que
existían (y que quizá aún sobreviven) en Francia y porque la eficiencia
no es necesariamente el aspecto más presente y más premiado en el
funcionamiento del Estado moderno.
Dentro del funcionamiento del Estado y de la realización de sus
programas, la ineficiencia es un elemento distintivo, hasta el punto de
que parece que forma parte de su naturaleza, lo que produce el efecto
de que los funcionarios se sientan impotentes frentes a sus
responsabilidades. En los aparatos encargados de la administración y la
aplicación de la justicia, son particularmente evidentes las tensiones. La
delincuencia crece todos los años y alcanza la forma de un problema
social enorme y sin aparente solución, la «miseria de la justicia» hace
que el servicio público se encuentre con permanentes dificultades para
su más elemental funcionamiento. Como bien lo expresa una joven
inspectora de policía, «la gente no asume lo que hace». La desfachatez
de los delincuentes, el temor o la negligencia de las víctimas que no
denuncian, la poca firmeza y la frecuente corrupción de los magistrados,
el cinismo de los abogados y la apatía de algunos de sus colegas, son
mencionados como elementos distintivos del funcionamiento errático de
un sector básico de la administración estatal. El problema es imposible
de comprender, según los autores del libro, sin tener en cuenta el
contexto de la sumisión colectiva del Estado realizada en los años
ochenta, a las prácticas neoliberales, copiadas en aquel entonces de la
esfera anglosajona, principalmente Inglaterra y los Estados Unidos de
América. Esta conversión, que es definida en el libro como «dimisión del
Estado», nos recuerda de esta manera que «la miseria del mundo», más
allá de los testimonios de los que la padecen, y de una forma que
permite aun entender mucho mejor esos testimonios, conoce causas,
hechos que la han acelerado en estos años, procesos todos que pueden
ser explicados de una manera global y comprensiva, que vuelve de
nuevo a enriquecerse con testimonios como los que este libro aporta.
Pierre Bourdieu: “Estamos frente a una extraordinaria paradoja: por un
lado, los obstáculos en la realización del nuevo orden, el del individuo
solo pero libre, hoy son considerados imputables a rigideces y
arcaísmos, y toda intervención directa y consciente -al menos cuando
proviene del Estado- es desacreditada de antemano. Pero al mismo
tiempo, la permanencia o la supervivencia de las instituciones en vías de
desmantelamiento, el trabajo de todas las categorías de trabajadores
sociales y todas las solidaridades sociales y familiares son los que hacen
que el orden social no se sumerja en el caos. El paso al liberalismo se
logra de manera insensible, por tanto imperceptible, ocultando así sus
efectos más terribles a largo plazo. Efectos que disimulan,
paradójicamente, las resistencias que suscita de parte de quienes
defienden el orden antiguo, las solidaridades antiguas.
Pero estas mismas fuerzas de conservación pueden convertirse en
fuerzas subversivas. Si podemos conservar alguna esperanza razonable,
tiene por protagonista a lo que todavía queda de estas fuerzas, las
cuales -bajo la apariencia de defender simplemente un orden
desaparecido y los privilegios correspondientes- deben trabajar para
construir un orden social que no tenga por única ley la búsqueda del
interés egoísta y la pasión individual por la ganancia, y que dé lugar a
colectivos orientados hacia la búsqueda racional de fines colectivamente
elaborados y aprobados. Entre estos colectivos -asociaciones, sindicatos,
partidos- cómo no darle un lugar especial al Estado nacional o, mejor
aún, supranacional, capaz de controlar e imponer las ganancias
obtenidas en los mercados financieros y contrarrestar la acción
destructiva que estos últimos ejercen en el mercado del trabajo,
organizando la elaboración y la defensa del interés público que,
queramos o no, no saldrá jamás de la visión del contable que la nueva
creencia presenta como la forma suprema del logro humano”.
En resumen, el libro nos presenta un mundo complejo, mundo en donde
tanto los cambios de finales del siglo XX, como sus consecuencias,
todavía no parecen estar perfectamente claros ni definidos para la
sociedad. Es posible pues que una de las grandes enseñanzas de este
trabajo sea la de mostrarnos ese mundo en transición, ese mundo en
acelerado cambio hacia nuevas realidades sociales, que todavía no se
atisbaban claramente en los años 90, cambios profundos que en aquella
época no se alcanzaban aún a comprender de manera total, pero que
sin embargo eran ya, por muchos motivos, las nuevas realidades
sociales, contradictorias, de contornos difíciles de imaginar. La historia
reciente ha ido mostrando como las desigualdades sociales han ido
aumentando y como la marginalidad y la exclusión se manifiestan cada
vez más en diversos lugares, en diferentes momentos del ciclo vital y en
distintos contextos sociales, afectando íntimamente la vida de gentes de
la más diversa condición social y cultural, no solo en Francia y Europa
sino en prácticamente la mayor parte del mundo actual, acentuándose
en los países con relativamente menos desarrollo social, como es
precisamente el caso de México.
top related