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aaaalllliiiioooolllléééé //// trece en la docena

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rubén lagunas tello

aaaalllliiiioooolllléééé //// trece en la docena

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aliolé / treCe en la docena / Rubén Lagunas Tello / Zaragoza / 2014

38 p. : il ; 21,0 x 14,85 cm

© 2014 / De esta 1ª edición, textos e ilustraciones, Rubén Lagunas Tello / Todos los derechos reservados

ISBN:

Deósito Legal (DL):

IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA (UE) / PRINTED and MADE IN SPAIN – EUROPEAN UNION (EU)

____________________________________________________________

Impreso por Rubén Lagunas Tello

Contacto: [email protected]

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entro de una vieja lata de galletas; en una de las estanterías de la cocina, - la que quedaba al lado de la campana del fuego -, apilada junto a otros tantos libros y recuerdos aliñados con otras tantas especias, encontré un puñado de viejas fotos familiares en blanco y negro…

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De entre todas; al azar, cogí una de ellas, ésta, en la que se veía a mi madre, la Llina, - como le gustaba que la llamasen -, posando orgullosa en su ponedera favorita con tod@s nosotr@s; con toda la prole, poco después de aquella (su) primera puesta... Durante un tiempo fue la envidia de la corrala, con todos esos polluelos detrás, yendo de aquí para allá, de allá para aquí; sin dejar de revolotear ni parar quietos un segundo… De mi infancia; de aquella infancia, apenas conservo algunos retazos de algodón y una colección de cicatrices de cartón, un puñado de imágenes que recuerdo vagamente y que; por algún motivo, quedaron grabadas en mi memoria… Rescatar aquella fotografía de la lata quizás no fuera tan buena idea… Ya se sabe, como ya dijo aquel maestro de la vida y las letras… (…) al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver… – por si acaso; añadiría…-. Ya veis, a pesar de que mi padre me enseñara, siendo todavía un pollo, que los gallos no debían llorar, sigo peleándome conmigo mismo en una lucha constante que siempre acabo perdiendo; es lo que tiene ser tan pavo… Como él diría; manda huevos…

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Me llamo Pim; Pimpollo, y quisiera compartir una historia con vosotr@s; la mía, para que con un poquito de suerte, después de ser contada, sea un poquito menos mía y un poquito más vuestra para que; así, al menos, lo vivido no se pierda en el olvido del recuerdo.

Dicen que la soledad es un poquito menos soledad si se comparte… (…) En el lugar de donde yo vengo, una docena son 6+6 ó; dicho de otro modo, dos medias docenas… Ser el trece en la docena nunca fue sencillo, siempre tuve la sensación de haber llegado tarde a la fiesta… Por un motivo u otro no terminé de encontrar un lugar en aquel cartón de huevos; me llevó un tiempo aceptarlo pero al final lo logré, conseguí asimilar que mi sitio era otro. Hay lecciones que a uno no le enseñan en la escuela y aquélla fue; sin duda, una de ellas…

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Que un ave de culo inquieto como uno diga que el tiempo vuela; tiene guisa, pero, en cierto modo; es así, literal, - el tiempo vuela…-. Vuela tan alto y majestuoso que se hace imposible de alcanzar con la vista, de atrapar siquiera un segundo con la mirada; el tiempo se pierde entre las nubes, vaporoso, indómito, libre… Ahora que me he convertido en un viejo gallo viejo, echando la vista hacia atrás, creo que nunca tuve claro lo que quise ser sino; más bien, lo que no quería ser… No quería ser un gallo

de pelea, un gallito, uno de ésos que luchan espolón en mano contra el de enfrente sin motivo aparente alguno; no quería ser un huevo de pascua, uno de ésos que pasan las horas trabajando en el escaparate de alguna tienda, emperifollados, intentando atraer las miradas de l@s transeúntes, no quería terminar en el frigo de la cocina, - demasiado frío -, no me imaginaba en uno de aquellos puestos del mercadillo ni sentado en una de las baldas del súper esperando que alguien me rescatase del tedio de esa espera; ni tampoco pretendí nunca ser invitado a la mesa de aquel restaurante tan pichi del centro; sentía otras inquietudes, quería ir más lejos, viajar fuera, ver el mundo, conocer otras miradas, asomarme a aquella otra realidad que se dejaba entrever al otro lado de la valla, entre los píxeles infinitos de aquella tela de gallinero; de aquella herrumbrosa malla de alambre…

¿Lo que no quería ser…? Tiene guasa…, lo que no quería ser es lo que hoy soy, eso en lo que hoy me he convertido;

un pájaro encerrado en la jaula de sus propios miedos, un pájaro con las alas rotas, preso de un sueño con el que quizás hubiera sido mejor no soñar…

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(…) Nací en una pequeña granja, a las afueras de una gran ciudad, aquella urbe tan imponente cuyo perfil se elevaba por encima del de la línea donde el sol acostumbraba a perderse cada tarde, la misma por donde mi amiga Luna aparecía cada noche para hacerme, - hacernos -, compañía. Creo que a ella, - como a mí -, le gustaba pasar las horas contemplando las estrellas; el intermitente parpadeo de aquella bóveda de luceros…

Miraba al cielo y veía aquellos otros pájaros surcando las nubes, por encima de las copas de los árboles y pensaba que; quizás, con el tiempo y un poco de práctica, algún día, alguna noche de luna llena, - con hechizo o sin él -, podría alzar el vuelo, volar junto a ella hasta perderme en la penumbra infinita de los poros de su tez, en cualquiera de aquellos cráteres cubiertos de carmín que salpicaban la piel lechosa de su rostro…

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A pesar de que desde muy pequeño aprendí a agitar las alas con vigor, apenas alcanzaba a elevarme del suelo unos dedos, mis alas eran demasiado cortas…

Un día; - no sin esfuerzo -, con la ayuda de mis patas, conseguí llegar hasta el

“cantacucos”, la teja que remataba lateralmente el tejado de la casa contigua, ésa en la que; a veces, al punto de la mañana, acostumbraba a posarse algún petirrojo despistado. Me sitúe sobre el borde de su canto, miré hacia arriba, contuve la respiración por un segundo, conté hasta 3 y me lancé al vacío convencido, - como estaba…-, de que si agitaba las alas como

nunca lo había hecho podría volar también como nunca lo había hecho… Definitivamente, aquélla no fue una de mis mejores ideas… Tardaría poco tiempo en caer

en la cuenta de mi error; más concretamente, en caer… Me di de bruces con la realidad. Caí de costado, me fracturé un ala y el hueso de una pata; aunque no sentí ningún dolor. El encuentro con el suelo fue sonoro, un golpe seco y quedo que a punto estuvo de acabar conmigo. No sé cuánto tiempo permanecí allí; tirado, ausente, con la mirada fija en las nubes de un cielo esquivo que; por un momento, creí poder tocar…

(…) Seguía tiritando cuando Henny, la gallina recién llegada al corral; la más

trasnochadora del grupo, alertada por la nube de polvo que se levantó, acudió rauda para comprobar qué estaba sucediendo y; al verme tendido sobre la tierra, vino en mi auxilio, arropando mi torso con una de sus generosas alas, desafiando altiva y airosa la crudeza del frío de la oscuridad de la noche de aquel invierno, luchando para que el hielo no se hiciese con el calor de mi latido.

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Cuando recuperé la consciencia; aunque no recordaba nada de lo sucedido, de algún modo, sentí que por fin había encontrado mi lugar, sentí que mi lugar estaba allí, en aquel espacio tan recóndito y secreto, aquel Edén a medio camino entre su ala y su pecho…

Henny era una gallina un tanto especial; la gallina más directa que había conocido en todos

aquellos años de corral, huía de cualquier tipo de maquillaje en el lenguaje; en la conversación, pasaba de los cacareos y; en cambio, parecía tener respuesta para todo con sus silencios…

Su llegada había levantado un gran revuelo dentro del corral; trastocando su monótona monotonía. Era muy joven, lozana, pizpireta, desprejuiciada y tozuda, - muy tozuda -, algo que inquietaba mucho a las más mayores del lugar, que temían perder los privilegios de los que habían disfrutado hasta entonces; ésos que, según ellas, tanto esfuerzo y sacrificio les había costado conseguir…

Lo cierto es que nunca terminó de integrarse en el grupo, solía quedarse algo apartada, retirada; acostumbraba a ocupar un segundo plano permaneciendo; a menudo, al margen del resto… Parecía bastante tímida, algo retraída, distante pero también sensible, delicada… Era muy disciplinada e intentaba, - acertadamente o no…-, inculcar a los polluelos del corral buenas maneras; sus propios valores, ésos con los que ella misma había crecido, ésos que había aprendido de otras gallinas adultas.

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(…) Recuerdo cómo aquel día, - por algún motivo que todavía desconozco; que no quiso compartir conmigo, que tampoco alcanzo a intuir -, rompió a llorar... Se sentía desplazada, fuera de… Ahora, desde la distancia, desde lo mucho llovido, entiendo que ésa fue una de las cosas por las que llegué a quererla como la quise, su aparente fragilidad; ya digo, sólo aparente.

Yo; por mi parte, por primera vez en mucho tiempo, había aparcado mi prometedora carrera de bohemio, había dejado de mirar hacia el cielo para mirarla a ella, porque ella, sin pretenderlo, se convirtió en mi cielo. Os confesaré algo; mi último pensamiento del día, - como el primero -, era para ella.

Dormía en una jaula independiente, separado del resto… A veces, cuando la puerta

quedaba abierta conseguía escaparme y zafarme de aquel impuesto retiro. Aprovechaba las contadas ocasiones en las que eso sucedía para acercarme hasta el gallinero y poder verla, poder compartir algo más de tiempo junt@s... Eso sí; no sin antes pasar por la charca y pegarme un buen chapuzón, arreglarme el plumaje, empolvarme bien la cresta y ajustar la caída de la papada para la ocasión…

Cuando llegué, Henny estaba entretenida escarbando en el suelo, al otro lado de la

puertecilla que daba acceso al patio… Aquella noche nos fuimos de picoteo, paseamos por los alrededores, disfrutamos de la complicidad que había surgido entre ambos… Aprovechando la serenata que habían montado los grillos, me armé de valor y le pedí que bailara conmigo.

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Casi no me reconocía; a su lado me atrevía a hacer cosas que jamás antes hubiera imaginado. Yo siempre fui muy torpe para la danza, era como si tuviese dos pies izquierdos… La música parecía no tener fin, aquella canción parecía eterna... Estuvimos bailando toda la noche; - muy flamencos l@s 2 -, ajenos al paso del tiempo y las miradas del resto del mundo. Fue muy divertido, increíble, uno de esos recuerdos que todavía hoy siguen acompañándome…

Por un momento me sentí perdido, - sólo por un momento -, el tiempo que dura un tic-tac,

el tiempo que tardé en re-encontrarme con mi propia imagen reflejada en sus aceitunadas pupilas. Yo era, - soy -, muy despistado; en cambio, Henny parecía tener siempre claro dónde quedaba el norte o; mejor dicho, su norte, porque nuestros norte(s), el suyo y el mío, resultaron ser diferentes; el uno, geográfico, el otro; magnético…

Mi curiosidad por saber más sobre ella me llevó a preguntarle si desde el lugar del que

venía podía verse el mar… Por alguna razón que sólo ella conocía; que sólo a ella le pertenecía, no quería regresar

allí, al lugar que le había visto nacer y crecer, ni tan siquiera desde la lejanía y distancia que brinda el paso del tiempo; eso que los más duchos en la materia tildan de recuerdo…

De una forma inconsciente, inesperada, más bien improvisada, fui aprendiendo a quererla a

medida que fui compartiendo más y más tiempo con ella; conociendo sus manías, sus idas y

venidas, sus gestos, su desparpajo, su espontaneidad, su rebeldía…

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No sabría decir si ella era la gallina más bonita del mundo pero…; a mí me lo parecía… Su figura me recordaba a la de aquella despampanante actriz; con aquellas patas tan largas y el plumaje cobrizo; alborotado, que solía dejarse ver en uno de los laterales de la furgoneta que una vez a la semana venía a hacernos una visita para recoger los huevos de las ponederas…

(…) Llegó un momento en el que mis lunes empezaron a parecerse demasiado a un martes, los martes a los miércoles, los miércoles a los jueves... Llevaba semanas sin verla y echaba de menos sus abrazos, eso era lo único de lo que estaba seguro en aquel momento, por encima de cualquier otra duda, por encima de cualquier otra certeza; en aquel preciso instante, parado allí, frente a ese otro vacío que sentía cada vez que me acercaba a la valla, esa valla que tantas veces había querido dejar atrás, intentando retomar el pulso de mi propia vida...

Henny solía reírse de mí porque decía que tenía “pecho paloma”. Todavía recuerdo el día que intenté darle aquel primer piquito; poquito a poco… De casualidad, durante una de mis escapadas, camino de vuelta a casa, volvimos a coincidir. Se había hecho tarde; la noche era cerrada, apenas podía distinguirse el barro del piso, ni tan siquiera la hojarasca que lo cubría todo… Henny, muy amable, - siempre atenta a cualquier nimio detalle -, se percató de ello y me invitó a pasar la noche en su dormidera… Ya de regreso, mientras caminábamos, ingenuamente, llamé a la puerta antes de entrar; se me ocurrió preguntarle cómo serían sus besos; a qué sabían, qué sentiría al besar su pico…

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Entonces, ella se paró en seco, su gesto cambió por completo y; más que sorprendida, se mostró enfadada conmigo, me trató de loco; peor aún, empezó a mirarme como a un extraño, como si fuera un completo desconocido. Ella me veía como un buen amigo y… nada más.

Lo peor de todo es que tenía razón, había perdido la cordura y…; lo sabía, era consciente

de ello, para ser honestos, tampoco me importaba demasiado. Me sentía ridículo, desubicado, desnudo… Entre titubeos, como respuesta a su silencio, como respuesta a mi propia pregunta, le respondí que, aunque me hubiera gustado ser y seguir siendo eso que ella quería que fuera, eso que ella quería que siguiera siendo; su amigo, sólo su amigo…, no iba a poder ser…; no aquella noche, al menos no aquella noche…

El camino de vuelta a la jaula fue toda una odisea, pero ésa es una historia que os contaré en otra ocasión; ésa es otra historia…

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Entre las cosas que me gustaban de Henny, ésas que tanto me enamoraban, estaban ésas; su parquedad en palabras, la naturalidad con que se enfrentaba a cualquier situación por embarazosa que pudiera resultar, - incluida aquélla -; sin rodeos, sin sutilezas, sin reservas…

¿Cómo había podido meter la pata tanto…?

Creo que mi actitud estuvo de más; quise que contestara a una pregunta cuya respuesta ya

imaginaba o; al menos, ya intuía, - y no sé si también conocía… -, de antemano. Supongo que; de algún modo, lo que buscaba era que ella me diera un último empujón para

tomar una decisión que ya parecía no tener vuelta atrás, la de abandonar aquel lugar, la de luchar en otra parte por un futuro diferente, quién sabe si también mejor…

Supongo que; aferrarme a ella, buscar refugio bajo el calor de su ala, - desbordado como

me sentía -, fue la mejor forma que se me ocurrió para evitar afrontar y asumir que tenía que volar de allí, levantar el vuelo, empezar de cero en algún otro lugar al otro lado de la valla…

(…) Al cabo de un par de semanas tuve la oportunidad de regresar al corral… Henny

seguía liada con la mudanza; con su aterrizaje en el gallinero, en la granja. Pasaba las horas en el patio, le gustaba tenerlo todo en su sitio, ordenado y limpio; cuando volvía a casa, seguía con ello, sin tiempo para otras historias, tampoco para mí… Entendí pronto que aquel tiempo; su tiempo, era suyo y que; en su día a día, entre tanta actividad y frenesí, no quedaba espacio para mí…

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Me hubiera gustado despedirme de ella pero no fue posible, no encontré el momento… Así que, se me ocurrió escribirle una nota…

(…)

Qué suerte tienen los que se quedan al otro lado de la valla…

Un abrazo de esos tuyos

; )

Con cariño

Pim

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… y atarla a la valla, para que pudiese verla, la leyese y; con un poquito de suerte, la guardase en el cajón de su mesilla, cerquita de aquella almohada de plumón de oca, cerquita de sus sueños, por si todavía quedara un hueco para ella, - y para mí; para nosotr@s -, entre su pensamiento, desoyendo, - parar variar -, aquel sabio consejo que mi propia madre, siendo ya una gallina vieja, tomara de mi abuela Clara…

“(…) Nunca pongas todos tus huevos en la misma cesta…”

A propósito de esto; permitidme que abra un paréntesis… Me he preguntado muchas veces si tomarse las cosas que uno dice ó hace, si tomarse a uno mismo en serio, es algo serio… y; la verdad, no sé qué decir, todavía sigo buscando una respuesta que me pueda convencer. ¿Qué tontería, no…?

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(…) Cada mañana, al despertar, al alba, le cantaba al mundo lo mucho que la quería; lo

mucho que la seguía queriendo; mi mejor kikiriki, enamorado como estaba, como me sentía… Cuando conté lo que me había sucedido a los otros gallos con los que compartía patio; Vito y Llito, con los que había crecido, con los que tantas y tantas veces había hecho el ganso, mis compañeros de tantas aventuras y travesuras, se burlaron de mí; decían que estaba chapado a

la antigua, que las cosas no se hacían así…

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Al anochecer un zorro se coló en el gallinero aprovechando su aparente calma, sin

invitación previa. Al verlo allí reaccionamos saliendo volando cada uno por nuestro lado, buscando una rama segura a la que encaramarnos, donde poder refugiarnos hasta que amainara la tormenta… El miedo se reflejaba en nuestras miradas pero; aún con todo, conseguimos reagruparnos, formando una piña, manteniéndonos unidos, no dejando que el pánico se apoderase de nosotros, hasta llegar incluso a hacerle retroceder; derrotado, con el rabo entre las piernas…

Aprovechando el guirigai que se había montado, todavía con el susto en el cuerpo, no sin antes pensármelo dos veces, me decidí a abandonar el nido de una vez por todas, ese cobijo de barro y paja que había sido mi hogar durante tanto tiempo… Volviendo sobre mis propios pasos; aparcando mi orgullo y mis propios miedos, testarudos,- a cuál más…-, me dejé llevar por lo que mi corazón me indicaba y me lancé de nuevo a recorrer el camino que tantas veces había seguido…; si acaso, ésta, todavía más resuelto que en ocasiones anteriores…

Cuando por fin di con ella, me quedé mirándola y la invité a acompañarme en aquel viaje a

ninguna parte que estaba decidido a emprender. Ésta vez sí; con determinación, sin espacio para la duda… A ella no podía engañarla, de ella no podía esconderme; me quedé mirándola a los ojos y le dije que; aunque pensaba que no era importante, sólo por si lo fuera, quería compartir algo con ella…

Te quiero decir algo que ya te he dicho…; me gustan tus abrazos

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La canción era muy bonita pero el estribillo no terminaba de convencerla…; sencillamente, debió; - debimos-, de parecerle uno más…

Henny no me respondió ó; al menos, no me respondió como a mí me hubiera gustado. Callada por respuesta; aquella fue la contestación a aquella pregunta que tanto había

rondado mi cabeza y; a fin de cuentas, quizás fuera mejor así... Supongo que hay juegos a los que es mejor no jugar. Afortunada o desafortunadamente, - en lo que concierne a este relato -, la palabra “fin” no estaba invitada a la conversación…

Ella se quedó mirándome pensativa y; entonces, sin mediar palabra, se acercó a mí y me

abrazó; me abrazó como sólo ella sabía hacerlo; me abrazó con su mirada, con su pensamiento, con el cálamo de sus plumas, con el rímel corrido de sus pestañas, con el polvo graso; aceitoso, de su sombra de ojos…

Un abrazo; un puñado de aire sujeto con cuatro alas, dos corazones latiendo sin rumbo…

La verdad…, aquello no tenía muy buena pinta; no era un final, pero se le parecía demasiado y yo no veía el momento de zarpar, de abandonar aquel puerto que eran sus brazos, aquella isla infinita en la que tanto tiempo había permanecido varado…

De repente, el sonido de la sirena me hizo despertar de aquel sueño y el amarre se soltó.

Poco a poco me fui alejando hasta perder su imagen entre la densidad de la bruma…

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Un viaje de ida y vuelta; otro abrazo y su eco y; con él…, - con ellos -, otra de esas lecciones que tampoco le enseñan a uno en la escuela…

Alicaído, con la cabeza gacha, emprendí por última vez aquel camino de vuelta que en

nada se parecía al de la ida…

Anduve divagando durante horas hasta que; al fin, conseguí escaparme de allí; digo bien, - escapar -, por el mismo hueco que horas atrás, aquel avispado zorro había horadado en el suelo con tanto ahínco; con sus propias pezuñas, guiado por el impulso insaciable y atávico de su hocico, aprovechando que había llovido y se había formado algo de barro…

Me dije a mí mismo… no seas tímido, rompe con todo, lo que necesitas ahora es ver lo

que hay al otro lado de ese cascarón que todavía te acompaña, del que nunca terminaste de

salir; asomarte a lo que sucede ahí fuera…

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(…) Me desperté empapado en sudor. Por suerte, sólo había sido una pesadilla… Jamás había pasado tanto miedo; ni siquiera aquel día en el que aquella sibilina culebra de

lomo plateado casi me confunde con su desayuno de no haber sido por Puffy, el perro del vecino que; gracias a la insistencia de sus ladridos, consiguió ahuyentarla…

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(…) Años después, la diosa Fortuna quiso que volviéramos a encontrarnos, en otro lugar; una feria avícola bastante concurrida, muy lejos de aquella granja donde nos habíamos conocido o; mejor dicho, desconocido. Ella me vio primero y seguía mirándome, - de reojo -, cuando reparé en que estaba allí, hasta que nuestras miradas volvieron a cruzarse, en aquel no lugar, a medio camino entre la juventud y la vejez…

Estaba guapísima; tan coqueta y comedida en sus gestos como siempre. Era como si el tiempo no hubiera pasado por ella… Lucía radiante, llevaba una elegante y discreta pamela que le sentaba olé; que le daba un aire distinguido tan peculiar que rozaba casi lo cursi. En cuanto a mí…; aunque mi papada era ahora más marcada y mi plumaje se veía algo más desgastado; en cierto modo, seguía siendo aquel “spring chicken”, aquel pimpollo que buscaba y aprovechaba la menor excusa para ir en su busca… Y así lo hice de nuevo; - si acaso, ésta vez -, sin complejos, sin excusas, sin miedos, seguí aquel camino que me llevaría de vuelta hasta ella… para terminar escribiendo estas líneas sobre un papel mojado, como hiciera en aquella otra ocasión, cuando se me ocurrió dejar aquella nota escrita en la valla que; - a buen seguro -, el viento, celoso, se encargó de robar… Por lo visto; eso de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma

piedra…” no está tan claro…

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El tiempo vuela; sí, pero no tanto como para olvidar el calor de aquel abrazo; el calor de tu abrazo… Todavía se me pone la piel de gallina sólo de recordarlo; sólo de recordar_t, sólo de pensar_t…

(…) Si lo que viví junto a ti aquella tarde fue un sueño o no tampoco importa demasiado…

Me quedo con lo único de lo que estoy seguro; el calor, la emoción de aquel primer abrazo

que siguiera a aquel otro primer abrazo, porque aquella noche, después de todo aquel vino

b_vid_o y toda aquella tierra andada, todo aquel asfalto pisado, aprendí eso; que los abrazos

nunca se repiten, que son siempre únicos; que tienen vida más allá de nuestros propios

brazos, más allá del espacio que queda entre dos corazones; entre dos lati_2, el tuyo y el mío

-, que los abrazos no le pertenecen a uno, que son libres, que van y vienen, que aparecen y

desaparecen allí donde uno menos se lo espera…

(…) Y yo ya no lo esperaba allí; - de nuevo, aquel primer abrazo -, a los pies de aquella

valla, después de creer haber dejado atrás el vetusto portillo de aquel gallinero…

Y hoy llueve en mi habitación, está lloviendo… Sigo allí, abrazado a tu mirada, abrazado a

tus lati_2, abrazado a tu piel, abrazado a tus abrazos…

Lluvia y piel, piel y lluvia…

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¿ ¿ ¿ ¿ FFFFiiiinnnn… ? … ? … ? … ?

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