algunas reflexiones sobre el juego (2)

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Algunas reflexiones sobre el juego Cuando uno lee obras de teatro, en general, suele considerar lo que tiene entre manos como un objeto valorado culturalmente, canonizado, que posee ciertos méritos indiscutibles y cuyo proceso de generación se mitifica como lejano y, muchas veces (como pasa con los clásicos), como ‘milagroso’. Sin embargo, una pieza de teatro escrita no es más que un corte dentro de un largo proceso de juego, búsqueda y versiones diferentes que el autor debió atravesar. Lo que ha quedado fijo en el papel no es más que un ‘momento’ (tal vez el final) de una larga trayectoria de improvisación, de fluido juego en torno a una imagen generadora que lo impulsaba a contar algo. ► Nachmanovitch, Stephen; Free Play. La improvisación en la vida y en el arte. , Buenos Aires: Ed. Paidós, 2008. “El juego es siempre una cuestión de contexto. No es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. El juego no puede definirse porque en el juego todas las definiciones resbalan, bailan, se combinan, se hacen pedazos y se recombinan. La actitud de juego puede ser traviesa o extremadamente solemne. Cuando los trabajos más exigentes se acometen con un espíritu de trabajo festivo, son juego. En el juego manifestamos formas nuevas, interactivas, de relacionarnos con la gente, los animales, las cosas, las ideas, las imágenes, nosotros mismos. El juego vuela frente a las jerarquías sociales. Juntamos elementos que antes estaban separados. Nuestras acciones adoptan secuencias novedosas. Jugar es liberarnos de las restricciones arbitrarias y expandir nuestro campo de acción. Nuestro juego estimula la riqueza de respuesta y de flexibilidad de adaptación. Éste es el valor evolutivo del juego… el hecho de que nos hace flexibles. Al reinterpretar la realidad y producir algo nuevo, evita que permanezcamos rígidos. El juego nos permite reordenar nuestras capacidades y nuestra identidad misma para poder usarlas en formas imprevistas” [p. 58]. “La estructura enciende la espontaneidad. Un solo toque de una forma arbitraria puede introducirse en una improvisación para evitar que se salga de su curso, o actúe como catalizadora, como en el semillado de un cristal. No es necesario que las reglas dicten la forma de la pieza, aunque pueden hacerlo. Simplemente, a veces, prestan una situación definida, que puede provocar una reacción definida, aunque impredecible, en el artista” [p. 100]. (El subrayado es mío. M.S.) Brook, Peter, El espacio vacío. Arte y técnica del teatro, Barcelona: Ed. Península, 2000.

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Page 1: Algunas Reflexiones Sobre El Juego (2)

Algunas reflexiones sobre el juego

Cuando uno lee obras de teatro, en general, suele considerar lo que tiene entre manos como un objeto valorado culturalmente, canonizado, que posee ciertos méritos indiscutibles y cuyo proceso de generación se mitifica como lejano y, muchas veces (como pasa con los clásicos), como ‘milagroso’.

Sin embargo, una pieza de teatro escrita no es más que un corte dentro de un largo proceso de juego, búsqueda y versiones diferentes que el autor debió atravesar. Lo que ha quedado fijo en el papel no es más que un ‘momento’ (tal vez el final) de una larga trayectoria de improvisación, de fluido juego en torno a una imagen generadora que lo impulsaba a contar algo.

► Nachmanovitch, Stephen; Free Play. La improvisación en la vida y en el arte., Buenos Aires: Ed. Paidós, 2008.

“El juego es siempre una cuestión de contexto. No es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. El juego no puede definirse porque en el juego todas las definiciones resbalan, bailan, se combinan, se hacen pedazos y se recombinan. La actitud de juego puede ser traviesa o extremadamente solemne. Cuando los trabajos más exigentes se acometen con un espíritu de trabajo festivo, son juego. En el juego manifestamos formas nuevas, interactivas, de relacionarnos con la gente, los animales, las cosas, las ideas, las imágenes, nosotros mismos. El juego vuela frente a las jerarquías sociales. Juntamos elementos que antes estaban separados. Nuestras acciones adoptan secuencias novedosas. Jugar es liberarnos de las restricciones arbitrarias y expandir nuestro campo de acción. Nuestro juego estimula la riqueza de respuesta y de flexibilidad de adaptación. Éste es el valor evolutivo del juego… el hecho de que nos hace flexibles. Al reinterpretar la realidad y producir algo nuevo, evita que permanezcamos rígidos. El juego nos permite reordenar nuestras capacidades y nuestra identidad misma para poder usarlas en formas imprevistas” [p. 58].

“La estructura enciende la espontaneidad. Un solo toque de una forma arbitraria puede introducirse en una improvisación para evitar que se salga de su curso, o actúe como catalizadora, como en el semillado de un cristal. No es necesario que las reglas dicten la forma de la pieza, aunque pueden hacerlo. Simplemente, a veces, prestan una situación definida, que puede provocar una reacción definida, aunque impredecible, en el artista” [p. 100].

(El subrayado es mío. M.S.)

► Brook, Peter, El espacio vacío. Arte y técnica del teatro, Barcelona: Ed. Península, 2000.

“En la vida cotidiana, ‘si’ es una ficción; en el teatro, ‘si’ es un experimento.En la vida cotidiana, ‘si’ es una evasión; en el teatro, ‘si’ es la verdad.Cuando se nos induce a creer en esta verdad, entonces el teatro y la vida son uno.Se trata de un alto objetivo, que parece requerir duro trabajo.Interpretar requiere mucho esfuerzo. Pero en cuanto lo consideramos como juego, deja de ser trabajo.Una obra de teatro es juego” [p. 190].

Consigna : A) Pensar una situación donde un personaje habla frente a un auditorio ficcional. (¿Quién es él/ ella?

¿Quiénes constituyen ese auditorio ante el cual habla el personaje? ¿Para qué habla el personaje, qué necesita de esa gente, qué les explica?)

B) Escribir la acotación que se requiera para situar al personaje en la acción, y luego probar la elaboración de su monólogo hacia el auditorio ficcional.

Ejemplo: “Sobre el daño que hace el tabaco”, monólogo escrito por el dramaturgo ruso Antón Chéjov, en el cual un hombre sojuzgado por su mujer e hijas, da una conferencia sobre el mal que acarrea al tabaco, pero finalmente se lanza a hablar sobre la tragedia de su vida y el sometimiento que sufre. (El auditorio – los espectadores – funciona en el caso de esta pieza chejoviana como el grupo de gente que ha asistido a la Academia para escuchar la conferencia prometida sobre el tabaco y su mala influencia.)