alfredo bonanno - el placer armado.pdf

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Este libro se escribió en 1977 al mismo tiempo en que tenían lugar en Italia luchas revolucionarias, y aquella situación, ahora profundamente distinta, debería tenerse en cuenta al leerlo hoy.El movimiento revolucionario, incluyendo en anarquista, estaba en una fase de desarrollo y todo parecía posible, incluso una generalización del conflicto armado.Pero era necesario protegerse del peligro de especialización y militarización que una restringida minoría de militantes intentaban imponer a decenas de miles de compañeros que estaban luchando con todos los medios posibles contra la represión y contra los intentos del Estado –más bien débil a decir verdad- de reorganizar la gestión del capital.Esa era la situación en Italia, pero algo similar estaba teniendo lugar en Alemania, Francia, Reino Unido y otros sitios.

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  • EL PLACER ARMADO LA GIOIA ARMATAa. m. bonanno a. m. bonanno

    Nota: El concepto de gioia participa en italiano tanto del sentido de placer como degozo, alegra, juego, plenitud, desbordamiento de la vida.

    PRLOGO A LA EDICIN INGLESA DE 1993

    Este libro se escribi en 1977 al mismo tiempo en que tenan lugar en Italialuchas revolucionarias, y aquella situacin, ahora profundamente distinta, deberatenerse en cuenta al leerlo hoy.

    El movimiento revolucionario, incluyendo en anarquista, estaba en una fase dedesarrollo y todo pareca posible, incluso una generalizacin del conflicto armado.

    Pero era necesario protegerse del peligro de especializacin y militarizacinque una restringida minora de militantes intentaban imponer a decenas de miles decompaeros que estaban luchando con todos los medios posibles contra la represin ycontra los intentos del Estado ms bien dbil a decir verdad- de reorganizar la gestindel capital.

    Esa era la situacin en Italia, pero algo similar estaba teniendo lugar enAlemania, Francia, Reino Unido y otros sitios.

    Pareca esencial impedir que las muchas acciones llevadas a cabo cada da porlos compaeros contra los hombres y las estructuras de poder, fueran arrastradashacia la lgica planeada de un partido armado como las Brigadas Rojas en Italia.

    Este es el espritu del libro. Mostrar cmo una prctia de liberacin ydestruccin puede irrumpir desde una placentera lgica de lucha, en vez de una mortalrigidez esquemtica dentro de los cnones preestablecidos de un grupo dirigente.

    Algunos de estos problemas ya no existen. Han sido resueltos por las duraslecciones de la historia. El derrumbe del socialismo real de repente redimension parabien las ambiciones dirigentes de los marxistas de cualquier tendencia. Por otra parte,no se ha extinguido, sino posiblemente avivado, el deseo de libertad y comunismoanarquista que se est propagando por doquier, especialmente entre las generacionesjvenes, en muchos casos sin recurrir a los smbolos tradicionales del anarquismo, susslogans y teoras tambin consideradas con un comprensible pero no compartiblerechazo visceral.

    Este libro ha recobrado vigencia, pero de una manera diferente. No comocrtica a la pesada estructura monopolizante que ya no existe, sino porque puede hacernotar las potentes capacidades del individuo en su camino, con placer, hacia ladestruccin de todo lo que le oprime y le regula.

    Antes de terminar debera mencionar que se orden la destruccin de este libroen Italia. El tribunal supremo italiano orden que se quemara. Todas las libreras quetenan una copia recibieron una circular del Ministerio de Interior ordenando suincineracin. Ms de un librero se neg a quemar el libro, considerando tal prcticaequivalente a la de los nazis o la inquisicin, pero por ley el volumen no se puedeconsultar.

    Por la misma razn el libro no se puede distribuir legalmente en Italia y amuchos compaeros que tenan copias se las confiscaron durante una vasta oleada deredadas, llevadas a cabo con ese propsito.

  • Fui sentenciado a 18 meses de prisin por escribir este libro.

    Alfredo M. BonannoCatania, 14 julio 1998

    La giogia armata

    En Pars, 1848, la revolucin fue una fiesta sin un principio o finalBakunin

    I

    Por qu diablos estos benditos muchachos disparan a Montanelli en las piernas?No habra sedo mejor haberle disparado en la boca?

    Por supuesto que s. Pero adems habra sido ms grave. Ms vengativo ysombro. Dejar coja a una bestia como esa puede tener un lado ms significativo, msprofundo, que va ms all de la venganza, del castigo por la responsabilidad deMontanelli, periodista fascista y siervo de los amos.

    Lisiarle significa obligarle a claudicar, hacerle recordar. Por otra parte, es unadiversin ms agradable que dispararle en la boca, con pedazos de cerebro saliendo achorros por los ojos.

    El compaero que cada maana se levanta para ir a trabajar, que se pone encamino en la niebla y camina hacia la sofocante atmsfera de la fbrica, o la oficina,para volver a ver las mismas caras: el capataz, el cronometrador, el espa de turno, elestakhanovista-con-siete-nios-que-mantener, siente la necesidad de revolucin, delucha y de choque fsico, incluso mortal. Pero adems siente que todo eso le debeaportar algo de placer ahora, no despus. Y nutre este placer con sus fantasas, mientrascamina cabizbajo en la niebla, mientras pasa horas en trenes o tranvas, mientras seahoga bajo las intiles prcticas de la oficina o ante los intiles tornillos que sirven paramantener los intiles mecanismos del capital juntos.

    El placer remunerado, fines de semana libres o vacaciones pagadas por el jefe, escomo pagar para hacer el amor. Parece lo mismo, pero hay algo que falla.

    Cientos de discursos se apilan en libros, panfletos y peridicos revolucionarios.Es necesario hacer esto, es preciso hacer aquello, hay que ver las cosas as, como dijoste o como dijo aqul, porque ellos son los verdaderos intrpretes de estos o aquellosdel pasado, estos en letras maysculas que llenan los sofocantes volmenes de losclsicos.

    Tambin es necesario tener estos a mano. Forma parte de tu liturgia. El notenerlos podra ser un mal signo, sera sospechoso. De acuerdo que tenerlo a manopuede ser til, siendo volmenes pesados siempre se pueden usar para tirrselos a lacara a algn pelmazo. No una nueva, pero no obstante una agradable confirmacin de lavalidez de los textos revolucionarios del pasado (y del presente).

    Nunca hay nada sobre el placer en estos tomos. La austeridad del claustro notiene nada que envidiar de la atmsfera que uno respira en sus pginas. Sus autores,sacerdotes de la revolucin de la venganza y el castigo, pasan su tiempo pesando ycontabilizando culpas y penas.

  • Por otra parte, estos vestales en vaqueros han hecho voto de castidad, por tantolo esperan y lo imponen. Quieren ser recompensados por su sacrificio. Primeroabandonaron los cmodos ambientes de su clase de origen, despus pusieron sucapacidad al servicio de los desheredados, despus se han acostumbrado a utilizar unlenguaje que no es el suyo y a soportar sbanas sucias y camas sin hacer. Por tanto, queles escuchen, al menos.

    Suean con revoluciones ordenadas, principios pulcramente elaborados,anarqua sin turbulencias. Cuando la realidad toma un giro diferente empiezan a gritarprovocacin, vociferando hasta hacerse escuchar por la polica.

    Los revolucionarios son gente devota. La revolucin no.

    Llamo a un gato un gatoBoileau

    II

    Todos estamos preocupados con el problema revolucionario de cmo y quproducir, pero nadie habla del producir como problema revolucionario.

    Si la produccin es la base de la explotacin capitalista, cambiar el modo deproduccin significa cambiar el modo de explotacin, no eliminarla.

    Un gato, aunque lo pintes de rojo, es siempre un gato.El productor es sagrado. No se toca. Santifica, mejor, su sacrificio, en nombre de

    la revolucin, y el juego est hecho.Y qu comeremos?, se preguntan los ms preocupados. Pan y estopa,

    responden los realistas simplificadores, con un ojo en la olla y otro en el fusil. Ideas,responden los chapuceros idealistas, con un ojo en el libro de los sueos y otro en elgnero humano.

    Cualquiera que toca la productividad muere.El capitalismo y aquellos que luchan contra l, se sientan el uno junto al otro

    sobre el cadver del productor, con tal de que el mundo de la produccin contine.La crtica de la economa poltica es una racionalizacin del modo de produccin

    con el mnimo esfuerzo (de aquellos que disfrutan de los beneficios de la produccin).El resto, aquellos que sufren la explotacin,d eben tener cuidado de que nada falte. Sino, cmo viviramos?

    Cuando sale a la luz, el hijo de la oscuridad no ve nada, como cuando andaba atientas en la oscuridad. El placer le ciega. Le mata. As que dice que es una alucinaciny lo condena.

    Los burgueses, panzudos y mantecosos, gozan de su opulento no hacer nada.Gozar es, por tanto, pecaminoso. Eso significa compartir los mismos estmulos que laburguesa y traicionar a los del proletariado productor.

    No es verdad. Los burgueses hacen enormes esfuerzos para mantener el procesode explotacin en marcha. Tambin ellos estn estresados y nunca encuentran tiempopara el placer. Sus cruceros son ocasiones para nuevas inversiones, sus amantes sonquintas columnas para conseguir informacin de la competencia.

    La diosa productividad mata incluso a sus humildes servidores. Arranca suscabezas, nada ms que saldr un diluvio de inmundicia.

    El hambriento desgraciado abriga sentimientos de venganza cuando ve al ricorodeado de sus siervos. Destruir al enemigo antes que nada. Pero que el botn se salve.

  • La riqueza no se debe destruir, se debe utilizar. No importa lo que sea, qu forma tomao qu perspectivas de empleo permita. Lo que cuenta es arrancrsela al que actualmentela detenta, para disponer todos libremente de ella.

    Todos? Por supuesto, todos.Y cmo ocurrir eso?Con la violencia revolucionaria.Bonita respuesta. Pero, en concreto, qu haremos despus de haber cortado

    tantas cabezas que nos aburramos? Qu haremos cuando no encontremos ms patronesaunque los busquemos con linterna?

    Entonces ser el reino de la revolucin. A cada cual segn sus necesidades, decada cual segn sus posibilidades.

    Presta atencin, compaero. Aqu huele a contabilidad. Se habla de consumo yproduccin. Seguimos en la dimensin de la productividad. La aritmtica hace que nossintamos seguros. Dos y dos son cuatro. Nadie podr desmentir esta verdad. Losnmeros gobiernan el mundo. Si lo han hecho desde siempre, por qu no deberanhacerlo por siempre?

    Todos necesitamos algo slido y duro. Piedras sobre las que construir un murocontra los impulsos que empiezan a ahogarnos. Todos necesitamos objetividad. Elpatrn jura por su cartera, el campesino por su arado, el revolucionario por su pistola.Abre un respiradero crtico y todo el andamiaje objetivo caer.

    En su pesada objetividad, el mundo cotidiano nos condiciona y nos reproduce.Todos somos hijos de la banalidad diaria. Incluso cuando hablamos de cosasimportantes como la revolucin, nuestros ojos estn todava pegados al calendario. Elpatrn teme la revolucin porque le privara de su riqueza, el campesino har larevolucin para conseguir un pedazo de tierra, el revolucionario para verificar su teora.

    Si se ve el problema en estos trminos, no hay diferencia entre cartera, tierra yteora revolucionaria. Estos objetos son puramente imaginarios, meros espejos de lailusin humana.

    Slo la lucha es real.Distingue al patrn del campesino y establece la alianza entre ste y el

    revolucionario.Las formas organizativas de la produccin de objetos son los vehculos

    ideolgicos que cubren la sustancial ilusin de la identidad individual. Esta identidadviene proyectada en la imaginacin econmica del valor. Un cdigo establece suinterpretacin. Algunos elementos de este cdigo estn en manos de los patronos, comohemos aprendido con el consumismo. Tambin la tecnologa de la guerra psicolgica yla represin total son elementos de una interpretacin del ser hombres a condicin de serproductores.

    Otros elementos del cdigo estn disponibles para un uso modificativo. Norevolucionario, sino simplemente modificativo. Pensemos, por ejemplo, en elconsumismo de masas que ha sustituido al consumismo de lujo en los ltimos aos.

    Pero luego hay otras formas ms refinadas. El control autogestionado de laproduccin es otro elemento del cdigo de la explotacin.

    Y as sucesivamente. Si a alguien se le ocurre organizarme la vida, nunca podrser mi compaero. Si intentan justificar esto con la excusa de que alguien debeproducir o todos perderemos nuestra identidad de seres humanos y seremos vencidospor la salvaje naturaleza, contestamos que la relacin hombre-naturaleza es un

  • producto de la burguesa marxista iluminada. Por qu quieren convertir una espada enuna horca1? Por qu el hombre debe siempre procurar distinguirse de la naturaleza?

    Los hombres, si no alcanzan lo que es necesario,se fatigan por lo que es intil.

    Goethe

    III

    El hombre necesita muchas cosas.Esta afirmacin se interpreta normalmente en el sentido de que el hombre tiene

    necesidades, y que est obligado a satisfacerlas.Se tiene, de este modo, la transformacin del hombre de una unidad bien precisa

    histricamente en una dualidad (medio y fin al mismo tiempo). En efecto, se realiza enla satisfaccin de sus necesidades (es decir en el trabajo) y es, por tanto, el instrumentode su propia realizacin.

    Cualquiera puede ver cunta mitologa se oculta en estas afirmaciones. Si elhombre no se diferencia de la naturaleza sin el trabajo, cmo puede realizarse en lasatisfaccin de sus necesidades? Para hacer esto debera ser ya hombre, por tantodebera haber satisfecho sus necesidades, por tanto no debera tener necesidad detrabajar.

    La mercanca construye por s misma la profunda utilidad del smbolo. Seconvierte as en punto de referencia, en unidad de medida, en valor de cambio. Empiezael espectculo. Se asignan los papeles. Se reproducen. Hasta el infinito. Sinmodificaciones dignas de mencin, los actores se empean en recitar.

    La satisfaccin de las necesidades se convierte en efecto reflejo, marginal. Loms importante es la transformacin del hombre en cosa y con el hombre todo lodems. La naturaleza se convierte en cosa. Usada, es corrompida y los instintosvitales del hombre junto con ella. Un abismo se abre entre el hombre y la naturaleza,que se debe rellenar. La expansin del mercado mercantil se encarga de esto. Elespectculo se expande hasta el punto de devorarse a s mismo junto a suscontradicciones. El escenario y el pblico entran en una misma dimensin,proponindose a un nivel superior, ms amplio, del espectculo mismo, y as hasta elinfinito.

    Quienes escapan al cdigo mercantil no reciben su objetivacin y caen fueradel rea real del espectculo. A estos se les seala. Estn rodeados por alambres deespino. Si no aceptan la propuesta de englobarlos, si rechazan un nuevo nivel decodificacin, se los criminaliza.

    Su locura es evidente. No est permitido negar lo ilusorio en un mundo que habasado la realidad en la ilusin, lo concreto en lo ficticio.

    El capital gestiona el espectculo sobre la base de las leyes de la acumulacin.Pero nada se puede acumular indefinidamente. Ni siquiera el capital. Un procesocuantitativo absoluto es una ilusin, una ilusin cuantitativa. Los amos entienden estoperfectamente. La explotacin adopta diferentes formas y modelos ideolgicos,precisamente para garantizar, de un modo cualitativamente diferente, esta acumulacin,ya que no puede continuar indefinidamente en el aspecto cuantitativo.

    1 Horca: palo que remata en dos o ms puntas, muy utilizado en las faenas agrcolas. No la horca delahorcado.

  • El hecho de que el proceso entero sea paradjico e ilusorio es algo que no leimporta mucho al capital, porque es precisamente l quien lleva las riendas y fija lasreglas. Si tiene que vender ilusin por realidad y eso hace dinero, entonces vamos aseguir sin hacer demasiadas preguntas. Son los explotados los que pagan la cuenta. Asque depende de ellos advertir la ilusin y preocuparse de reconocer la realidad. Para elcapital las cosas estn bien como estn, aunque estn basadas en el mayor espectculodel mundo.

    Los explotados casi sienten nostalgia por esta ilusin. Han crecidoacostumbrados a sus cadenas y se han aficionado. De vez en cuando suean consublevaciones fascinantes y baos de sangre, pero luego se dejan engaar por losdiscursos de los nuevos lderes polticos. El partido revolucionario extiende laperspectiva ilusoria del capital a horizontes que nunca podra alcanzar por s mismo.

    Y entonces la ilusin cuantitativa hace estragos.Los explotados se unen, se cuentan, se suman, escriben sus conclusiones. Los

    fieros slogans hacen que los corazones burgueses se estremezcan. Cuanto mayor sea elnmero ms se pavonearn arrogantemente los lderes y ms exigentes se convertirn.Elaborarn programas de conquista. El nuevo poder se prepara para extenderse sobre losdespojos del viejo. El alma de Bonaparte sonre satisfecha.

    Por supuesto, se programan cambios profundos en el cdigo de las ilusiones.Pero todo se tiene que someter al smbolo de la acumulacin cuantitativa. Crecen lasfuerzas militantes, por tanto las pretensiones de la revolucin. De la misma manera, latasa de las ganancias sociales que est tomando el lugar de las ganancias privadas debecrecer. As el capital entra en una nueva fase ilusoria y espectacular. Las viejasnecesidades atacan bajo nuevas etiquetas. La diosa productividad sigue dominando sinrivales.

    Qu bonito es contarnos. Hace que nos creamos fuertes. Los sindicatos secuentan. Los partidos se cuentan. Los amos se cuentan. Contmonos tambin nosotros.El corro de la patata.

    Y cuando paremos de contarnos intentemos dejar las cosas como estaban. Si elcambio es necesario, hagmoslo sin molestar a nadie. Se penetra muy fcilmente en losfantasmas.

    La poltica reaparece peridicamente. A menudo el capital encuentra solucionesgeniales. Entonces la paz social nos golpea. El silencio del cementerio. La ilusin segeneraliza de un modo tal que el espectculo absorbe casi todas las fuerzas posibles.Todo enmudece. Despus se releen los defectos y la monotona de la puesta en escena.La cortina se levanta en situaciones imprevistas. La mquina capitalista acusa losgolpes. Entonces redescubrimos el empeo revolucionario. Ocurri en el sesenta y ocho.Todo el mundo con los ojos desorbitados. Todos ferocsimos. Octavillas por todaspartes. Montaas de octavillas y panfletos y papeles y libros. Viejos matices ideolgicosalineados como soldaditos de plomo. Tambin los anarquistas se redescubrieron a smismos. Y lo hicieron histricamente, de acuerdo con las necesidades del momento.Todos torpes. Los anarquistas tambin, torpes. Algunas personas se despertaron de suespectacular sueo, y buscando alrededor espacio y aire que respirar, viendo a losanarquistas dijeron: por fin! Aqu estn con los que quiero estar. Poco despus sedieron cuenta de su estupidez. Tampoco en esa direccin las cosas fueron como habrandebido ir. All tambin: estupidez y espectculo. Y entonces alguno hua. Se encerrabaen s mismo. Se apeaba. Aceptaba el juego del capital. Y si no lo aceptaba eradesterrado, incluso por los anarquistas.

    La mquina del 68 produjo los mejores sirvientes civiles del nuevo Estadotecnoburocrtico. Pero adems tambin produjo sus anticuerpos. Los procesos de la

  • ilusin cuantitativa se hicieron visibles. Por una parte recibieron nueva linfa paraconstruir una nueva visin del espectculo mercantil. Por otra sufrieronresquebrajaduras.

    Se ha vuelto evidente la inutilidad de la confrontacin al nivel de produccin.Tomad las fbricas, y los campos, y las escuelas, y los barrios, y autogestionadlos,decan los viejos anarquistas. Destruyamos el poder en todas sus formas, aadan justodespus. Pero sin penetrar ms a fondo, no mostraban la verdadera realidad de la lacra.Aunque conscientes de su gravedad y su extensin, prefirieron ignorarla, poniendo susesperanzas en la espontaneidad creadora de la revolucin. Slo que queran esperar losresultados de esta espontaneidad con las manos sobre los medios de produccin. Ocurralo que ocurra, sea cual sea la forma creativa que tome la revolucin, debemos tener losmedios de produccin. Y para hacer eso empezaron a aceptar todo tipo de compromisos.Para no alejarse demasiado del lugar de las decisiones espectaculares terminaroncreando otra forma de espectculo, algunas veces incluso ms macabro.

    La ilusin espectacular tiene sus reglas. Quien quiera gestionarla debe sometersea ellas. Debe conocerlas, imponerlas y jurar sobre ellas. Quien no produce no es unhombre, la revolucin no es para l. Por qu deberamos tolerar a parsitos?Deberamos ir a trabajar en su lugar quizs? Deberamos asegurar su supervivencia?Adems, toda esta gente sin ideas claras y con la pretensin de hacer lo que lesapetezca, no resultarn ser objetivamentetiles a la contrarrevolucin? Por tanto sermejor atacarles inmediatamente. Sabemos quienes son nuestros aliados, de qu ladoqueremos ponernos. Si queremos dar miedo, entonces vamos a hacerlo juntos,organizados y en perfecto orden, y que nadie ponga los pies en la mesa o se baje lospantalones.

    Organicemos nuestras organizaciones especficas. Formemos militantes queconozcan perfectamente las tcnicas de lucha en los sectores de produccin. Slo losque produzcan harn la revolucin, y nosotros estaremos all para impedir que haganbobadas.

    No, todo eso est equivocado. De qu modo podramos impedirles hacerbobadas? En el plano del espectculo ilusorio de la organizacin hay algunos que soncapaces de hacer ms ruido que nosotros. Y tienen aliento de sobra. Lucha en el lugar detrabajo. Lucha por la defensa del empleo. Lucha por la produccin.

    Cundo romperemos el cerco? Cundo pararemos de perseguirnos el rabo?

    El hombre deforme siempre encuentra espejos que le hacen ser bello.De Sade

    IV

    Qu locura es el amor al trabajo!Qu gran habilidad escnica la del capital, que ha sabido hacer que el explotado

    ame la explotacin, el ahorcado la cuerda y el esclavo las cadenas.Esta idealizacin del trabajo ha sido la muerte de la revolucin hasta ahora. El

    movimiento de los explotados ha sido corrompido por la penetracin de la moralidadburguesa de la produccin, la cual no es slo ajena al movimiento sino contraria a ste.No es una casualidad que los sindicatos fueran los primeros en ser corrompidos,precisamente por su mayor cercana a la gestin del espectculo de la produccin.

    Es necesario oponer la esttica del no trabajo a la tica del trabajo.

  • Debemos oponer a la satisfaccin de necesidades espectaculares impuestas porla sociedad mercantil la satisfaccin de las necesidades naturales del hombrerevalorizadas a la luz de la necesidad primaria y esencial: la necesidad de comunismo.

    De este modo la valoracin cuantitativa de la presin que las necesidades ejercensobre el hombre se desmorona. La necesidad de comunismo transforma todas las otrasnecesidades y su presin sobre el hombre.

    La miseria del hombre objeto de explotacin ha sido vista como la base de laredencin futura. El cristianismo y los movimientos revolucionarios se dan la mano atravs de la historia.

    Debemos sufrir para conquistar el paraso o para adquirir la conciencia de claseque nos llevar a la revolucin. Sin la tica del trabajo la nocin marxista deproletariado no tendra sentido. Pero la tica del trabajo es un producto del mismoracionalismo burgus que permiti a la burguesa conquistar el poder.

    El corporativismo vuelve a salir a la superficie, a travs de la malla delinternacionalismo proletario. Todos luchan dentro de su propio sector. Como muchoestablecen contactos con sectores similares de otros pases, a travs de los sindicatos. Alas monolticas multinacionales se oponen monolticos sindicatos internacionales.Hagamos la revolucin, pero salvemos la mquina, el instrumento de trabajo, ese objetomtico que reproduce la virtud histrica de la burguesa, ahora en manos delproletariado.

    El heredero de los destinos de la revolucin es el sujeto destinado a convertirseen el consumador y actor principal del espectculo futuro del capital. La claserevolucionaria, idealizada a nivel del conflicto de clase como beneficiaria de suresultado, se desvanece en el idealismo de la produccin. Cuando los explotados sonrecluidos dentro de una clase se han confirmado ya todos los elementos de la ilusinespectacular, los mismos de la clase burguesa.

    El nico camino que los explotados pueden tomar para escapar del proyectoglobalizador del capital es el que pasa por el rechazo del trabajo, de la produccin y dela economa poltica.

    Pero el rechazo del trabajo no se debe confundir con falta de trabajo en unasociedad basada en el trabajo. El marginado busca trabajo. No lo encuentra. Se leempuja a la guetizacin. Es criminalizado. Todo esto forma parte de la gestin delespectculo productivo como un todo. Tanto los que producen como los desempleadosson indispensables para el capital. Pero el equilibrio es delicado. Las contradiccionesestallan y producen varios tipos de crisis, en cuyo interior se produce la intervencinrevolucionaria.

    Por tanto, el rechazo del trabajo, la destruccin del trabajo, es la afirmacin de lanecesidad del no-trabajo. La afirmacin de que el hombre puede autoproducirse yautoobjetivarse a travs del no trabajo, a travs de los estmulos que la necesidad de notrabajo le procura. La idea de destruir el trabajo es absurda si se ve desde el punto devista de la tica del trabajo. Pero cmo? Tanta gente est buscando trabajo, tanta sinempleo, y t hablas de destruccin del trabajo? El fantasma luddista aparece y ponea todos los revolucionarios-que-han-ledo-todos-los-clsicos a temblar de miedo. Elesquema del ataque frontal y cuantitativo a las fuerzas del capital debe permanecerintacto. No importan los errores y sufrimientos del pasado, no importan las vergenzasy traiciones. Adelante, mejores das vendrn, de nuevo hacia delante!

    Para espantar a los proletarios y empujarles a la atmsfera estancada de lasorganizaciones de clase (partidos, sindicatos y movimientos parsitos), basta con hacerver dnde se anega hoy el concepto de tiempo libre, de la suspensin del trabajo. Elespectculo ofrecido por las organizaciones burocrticas del tiempo libre est hecho

  • aposta para deprimir incluso las imaginaciones ms frtiles. Pero este modo de actuar noes ms que una cubierta ideolgica, uno de los muchos instrumentos de la guerra totalque constituye la base del espectculo como un todo.

    La necesidad de comunismo transforma todo. A travs de la necesidad decomunismo la necesidad de no trabajo pasa del aspecto negativo (contraposicin altrabajo) al positivo: la completa disponibilidad del individuo ante s mismo, laposibilidad total de expresarse libremente, ruptura de todos los esquemas, incluso deaquellos considerados fundamentales e indispensables, como el esquema de laproduccin.

    Pero los revolucionarios son gente obediente y tienen miedo a romper todos osesquemas, incluido el de la revolucin si ste constituye en cuanto esquema- unobstculo a la plena realizacin de cuanto el concepto significa. Tienen miedo deencontrarse sin arte ni parte. Alguna vez te has encontrado con un revolucionario queno tenga un proyecto revolucionario? Un proyecto que est bien definido y presentadoclaramente a las masas? Qu raza de revolucionario sera aquella que pretendieradestruir el esquema, la envoltura, el fundamento de la revolucin? Golpeando losconceptos de cuantificacin, clase, proyecto, modelo, misin histrica y otrasantiguallas similares, uno podra correr el riesgo de no tener nada que hacer, de serobligado a actuar en la realidad, modestamente como cualquier otro. Como millones deotros que estn construyendo la revolucin da a da sin esperar el signo de un fatalvencimiento de plazos. Y para hacer esto se necesita coraje.

    Con los esquemas y los juegos cuantitativos se est en lo ficticio, esto es, en elproyecto ilusorio de la revolucin, una amplificacin del espectculo del capital; con laabolicin de la tica productiva se entra directamente en la realidad revolucionaria.

    Es difcil incluso hablar sobre tales cosas porque no tiene sentido hablar de ellasen las pginas de un tratado. Pero reducir estos problemas a un anlisis completo ydefinitivo sera perder el punto. Lo mejor sera una discusin informal capaz deocasionar esa sutil magia de los juegos de palabras.

    Hablar seriamente del placer es una verdadera contradiccin.

    Las noches de verano son pesadas.En las pequeas habitaciones se duerme mal.

    Es la Vigilia de la guillotina.Zo dxa

    V

    Los explotados tambin encuentran tiempo para jugar. Pero su juego no esplacer. Es una liturgia macabra. Una espera de la muerte. Una suspensin del trabajopara descargar la violencia acumulada en el curso de la produccin. En el ilusoriomundo de la mercanca, jugar es tambin ilusorio. Nos imaginamos que estamosjugando, mientras no se hace otra cosa que repetir montonamente los roles asignadospor el capital.

    Cuando nos hacemos conscientes del proceso de explotacin lo primero en quese piensa es en venganza, lo ltimo es el placer. La liberacin es vista comorecomposicin de un equilibrio roto por la perversidad del capitalismo, no como lallegada de un mundo de juego que sustituir al mundo del trabajo.

  • Es la primera fase del ataque a los amos, la fase de la consciencia inmediata. Loque nos golpea son las cadenas, el ltigo, los muros de las prisiones, las barrerassexuales y raciales. Todo eso debe caer. Por eso nos armamos y golpeamos aladversario, al responsable.

    En la noche de la guillotina yacen las bases de un nuevo espectculo, el capitalreconstruye sus fuerzas: primero caen las cabezas de los patronos, despus las de losrevolucionarios.

    Es imposible hacer la revolucin slo con la guillotina. La venganza es laantecmara del poder. Quien quiera vengarse necesita un jefe. Un jefe que le conduzca ala victoria y restaure la justicia herida. Y quien quiere venganza se ver llevado aenvidiar la posesin de lo que le han quitado. Hasta la abstraccin suprema, laexpropiacin de plusvala.

    El mundo del futuro debe ser un mundo en el que todos trabajen. Bien!Entonces habremos impuesto la esclavitud para todos excepto para aquellos que lahacen funcionar y que, precisamente por esto, sern los nuevos amos.

    Sea como sea, los amos deben pagar por sus culpas. Bien! Habremos llevadode este modo la tica cristiana del pecado, de la condena y de la expiacin al interior dela revolucin. Sin hablar de los conceptos de deuda y pago, de clara derivacinmercantil.

    Todo esto forma parte del espectculo. Cuando no se gestiona directamente porel poder, puede ser reanudado fcilmente. El cambio de papeles forma parte d lastcnicas dramatrgicas.

    Puede ser indispensable atacar con las armas de la venganza y el castigo en uncierto nivel del enfrentamiento de clases. El movimiento puede no tener otras. Es,entonces, el momento de la guillotina. Pero los revolucionarios deben ser conscientes delos lmites de estas armas. No pueden hacerse ilusiones ni ilusionar a los dems.

    En el cuadro paranoico de una mquina racionalizadora como el capital, elconcepto de revolucin de la venganza puede tambin entrar a formar parte de lascontinuas modificaciones del espectculo. El movimiento aparente de la produccin sedesenvuelve gracias a la bendicin de la ciencia econmica, pero en realidad se basa enla antropologa ilusoria de la separacin de tareas.

    No hay placer en el trabajo. Ni siquiera en el trabajo autogestionado. Larevolucin no puede reducirse a una simple modificacin de la organizacin del trabajo.No slo a eso.

    No hay placer en el sacrificio, en la muerte, en la venganza. Como no hay placeren contarse. La aritmtica es la negacin del placer.

    Quien desea vivir no produce la muerte. La transitoria aceptacin de la guillotinaconduce a su institucionalizacin. Pero al mismo tiempo, quien ama la vida no abraza asu explotador. En caso contrario odiara la vida y amara el sacrificio, el autocastigo, eltrabajo y la muerte.

    En el cementerio del trabajo siglos de explotacin han acumulado una montaade venganza. Los jefes del movimiento revolucionario se sientan impasibles en estamontaa. Estudian el mejor modo de beneficiarse de ella. La carga de violenciavengadora debe ser dirigida hacia los intereses de la nueva casta de poder. Smbolos ybanderas. Slogans y complicados anlisis. El aparato ideolgico se dispone a hacer loque sea necesario.

    La tica del trabajo hace posible esta instrumentalizacin. Quienes aman eltrabajo quieren apoderarse de los medios de produccin, no quieren que se avanceciegamente. Saben por experiencia que lso jefes han tenido una fuerte organizacin desu parte para hacer posible la explotacin. Piensan que slo una organizacin

  • igualmente fuerte y perfecta podr hacer posible la liberacin. Hagamos todo lo posible,la productividad debe salvarse.

    Qu inmenso engao. La tica del trabajo es la tica cristiana del sacrificio, latica de los amos, gracias a la cual las masacres de la historia se han sucedido conpreocupante regularidad.

    Esta gente no puede comprender que es posible no producir plusvalor, queincluso pudiendo producirlo se puede rechazar hacerlo. Que es posible afirmar contra eltrabajo una voluntad no productiva, capaz de luchar no slo contra las estructuraseconmicas de los patronos sino tambin contra las ideolgicas, que atraviesan todo elpensamiento occidental.

    Es indispensable entender que le tica del trabajo constituye tambin la base delproyecto revolucionario cuantitativo. No tendra fundamento un discurso en contra deltrabajo hecho por las organizaciones revolucionarias metidas en la lgica de crecimientocuantitativo.

    La sustitucin de la tica del trabajo por la esttica del placer no impide la vida,como tantos compaeros preocupados afirman. A la pregunta Qu comeremos? sepuede responder, con toda tranquilidad lo que produzcamos. Slo que la produccinno sera ya la dimensin en la que el hombre se autodetermina, la produccin pasara ala esfera del juego y del placer. Se podr producir, no como algo separado de lanaturaleza, que una vez realizado se rene con ella, sino como algo que es la naturalezamisma. Por lo cual ser posible parar la produccin en cualquier momento, cuando hayasuficiente. Slo el placer ser imparable. Una fuerza desconocida para las larvascivilizadas que pueblan nuestra era. Una fuerza que multiplicar por mil el impulsocreativo de la revolucin.

    La riqueza social del mundo comunista no se mide por la acumulacin deplusvala, aunque sea gestionada por una minora llamada partido del proletariado. Estasituacin reproduce el poder, negando el mismo fundamento de la anarqua. La riquezasocial comunista viene dada por la potencialidad de vida que se realiza tras larevolucin. La acumulacin cualitativa, no cuantitativa (aunque sea gestionada por unpartido), debe sustituir a la acumulacin capitalista. La revolucin de la vida sustituye ala mera revolucin econmica. La potencialidad productiva a la produccin cristalizada.El placer al espectculo.

    La negacin del mercado espectacular de la ilusin capitalista impondr otro tipode intercambio. Del ficticio cambio cuantitativo a uno real cualitativo. La circulacin nose basar en objetos ni por tanto en su ilusoria reificacin, sino en el sentido que losobjetos tienen para la vida. Y un sentido para la vida debe ser un sentido de vida, node muerte. Por tanto, estos objetos estarn limitados al momento en que seanintercambiados, y tendrn un significado diferente segn las situaciones que determinenel intercambio.

    El mismo objeto podr tener valores profundamente distintos. Sepersonificar. Nada que ver con la produccin tal y como la conocemos en la dimensindel capital. El propio intercambio tendr un sentido diferente visto a travs del rechazo ala produccin ilimitada.

    No existe el trabajo libre. No existe el trabajo integrado (manual-intelectual). Loque existe es la divisin del trabajo y la venta de la fuerza de trabajo, es decir, el mundocapitalista de la produccin. La revolucin ser siempre y solamente la negacin deltrabajo, la afirmacin del placer. Toda tentativa de imponer la idea del trabajo slotrabajo, sin explotacin, del trabajo autogestionado en el cual los explotados sereapropian de la totalidad de proceso productivo es una mistificacin.

  • El concepto de la autogestin de la produccin es vlido slo como esquema delucha contra el capital, de hecho no se puede separar del concepto de autogestin de lalucha. Si se extingue la lucha, la autogestin no es nada ms que la autogestin de laexplotacin. Realzada victoriosamente la lucha, la autogestin de la produccin sevuelve superflua, porque despus de la revolucin la organizacin de la produccin essuperflua y contrarrevolucionaria.

    En la medida en que te lanzas a timismo, todo es destreza y fcil victoria; slo si de

    repente te conviertes en quien coge la pelota que una eterna compaera de juegos te lanza, a tucentro, en todas sus fuerzas, en uno de esos gran-des y divinos arcos de constructores de puentes,slo entonces saber cogerla es una fuerza notuya, de un mundo.

    Rilke

    VI

    Todos creemos tener experiencia del placer. Cada uno de nosotros cree habergozado al menos una vez en la vida.

    Slo que esta experiencia de placer ha sido siempre pasiva. No ocurre quegozamos. No podemos desear nuestro placer ni tampoco obligar al placer apresentarse.

    Todo esto, esta separacin entre nosotros y el placer, depende de nuestro estarseparados de nosotros mismos, cortados en dos por el proceso de explotacin.

    Trabajamos durante todo el ao para obtener el placer de las vacaciones.Cuanto stas llegan nos sentimos obligados a divertirnos por el hecho de estar devacaciones. Una forma de tortura como cualquier otra. Lo mismo pasa con losdomingos. Un da espantoso. El enrarecimiento de la ilusin del tiempo libre nosmuestra el vaca del espectculo mercantil en el que vivimos.

    Buscar placer en las entraas de cualquiera de las variadas versiones delespectculo capitalista sera una locura. Pero eso es exactamente lo que el capital busca.La experiencia del tiempo libre programado por los explotadores es letal. Te hace desearir a trabajar. Uno acaba por preferir un muerte cierta a una vida aparente.

    Ningn placer real nos puede llegar a travs del mecanismo racional de laexplotacin capitalista. El placer no ha fijado reglas que lo categoricen. Aun as,debemos poder desear el placer. De otro modo estaramos perdidos.

    La bsqueda del placer es por esto un acto de voluntad. Un firme rechazo de lascondiciones fijadas por el capital, es decir, de sus valores. El primero de estos rechazoses el rechazo al trabajo. La bsqueda del placer slo puede venir a travs de la bsquedadel juego.

    As el juego asume un significado diferente del que estamos acostumbrados adarle en la dimensin del capital. Como ociosidad serena, el juego que se opone a lasresponsabilidades de la vida es una falsa y distorsionada imagen de lo que realmente es.En la realidad de la lucha contra el capital, en el presente periodo del enfrentamiento yen sus relativas contradicciones, el juego no es un pasatiempo, sino un arma de lucha.

  • Por una extraa irona, los papeles estn invertidos. Si la vida es algo serio, lamuerte es una ilusin, en cuanto que mientras estamos vivos la muerte no existe. Ahora,el reino de la muerte, es decir, el capital, que niega nuestra verdadera existencia comoseres humanos y nos reduce a cosas, es aparentemente muy serio, metdico,disciplinado. Pero su paroxismo posesivo, su rigurosidad tica, su obsesin por hacer,esconden una gran ilusin: el vaco total del espectculo de la mercanca, la inutilidadde la acumulacin indefinida, el absurdo de la explotacin. As la gran seriedad delmundo del trabajo y de la productividad oculta una total carencia de seriedad.

    Al contrario, la negacin de este mundo obtuso, la bsqueda del placer, delsueo, de la utopa, en su declarada falta de seriedad, oculta la cosa ms seria de lavida: la negacin de la muerte.

    Incluso en este lado de la barrera, en el enfrentamiento fsico con el capital, eljuego puede asumir formas diversas. Se pueden hacer muchas cosas juguetonamente,aunque muchas de las cosas que hacemos las hacemos seriamente, llevando lamscara de muerte que hemos tomado prestada del capital. El juego se caracteriza porun impulso vital, siempre nuevo, siempre en movimiento. Actuando como lo hacemoscuando jugamos cargamos nuestras acciones con este impulso. Nos liberamos de lamuerte. El juego nos hace sentir vivos. Nos da la emocin de la vida. De la otra formaasumimos todo como un deber, como algo que debemos hacer, como una obligacin.

    En esta emocin siempre nueva, totalmente opuesta a la alienacin y la locuradel capital, podemos identificar el placer.

    En el placer reside la posibilidad de ruptura con el viejo mundo y deidentificacin de nuevos objetivos, de necesidades y valores diferentes. Incluso aunqueel placer, en s mismo, no pueda considerarse el objetivo del hombre, es indudable sudimensin privilegiada, voluntariamente identificada, que hace diferente elenfrentamiento con el capital.

    La vida es tan aburrida que no tenemos otracosa que hacer que gastar nuestro sueldo en la

    ltima falda o camisa. Hermanos y hermanas,cules son vuestros deseos reales? estar sen-tados en un bar, la mirada distante y vaca,aburrido, bebiendo un inspido caf? O quizsVOLARLO O PEGARLE FUEGO.

    The angry brigade

    VII

    El gran espectculo del capital nos ha engullido hasta el cuello. Actores yespectadores de turno. Alternamos los papeles, cada uno se queda boquiabierto mirandoa los otros o hace que los otros se fijen en uno. Hemos subido todos a la carroza decristal, aun cuando sabemos que no es ms que una calabaza. Las ilusiones de lamadrina han anulado nuestra conciencia crtica. Ahora debemos jugar el juego. Almenos hasta medianoche.

    Miseria y hambre siguen siendo los elementos propulsivos de la revolucin. Peroel capital est extendiendo el espectculo. Pretende introducir nuevos actores en escena.El mayor espectculo del mundo contina sorprendindonos. Cada vez es ms

  • complicado y cada vez mejor organizado. Nuevos payasos estn listos para subir a latribuna. Nuevas fieras sern domadas.

    Los defensores de lo cuantitativo, los amantes de la aritmtica, entrarn losprimeros y sern cegados por los focos de las primeras filas. Llevarn detrs de si a lasmasas de la necesidad y las ideologas del chantaje.

    Pero lo que no podrn eliminar ser su seriedad. El mayor peligro al que harnfrente ser una sonrisa. En el interior del espectculo del capital el placer es mortal.Todo es lgubre y funeral, todo es serio y ordenado, todo es racional y programado,precisamente porque todo es falso e ilusorio.

    Adems de las crisis, adems de las contradicciones del subdesarrollo, ademsde la miseria y el hambre, el capital deber sostener la ltima batalla, la decisiva, contrael aburrimiento.

    Tambin el movimiento revolucionario deber librar sus batallas. No slo lastradicionales contra el capital, sino otras nuevas, contra s mismo. El aburrimiento loest atacando desde dentro, lo est rompiendo, hacindolo asfixiante, inhabitable.

    Dejemos solos a los que aman el espectculo del capital. Aquellos que estntranquilos y felices recitando hasta el final sus papeles. Esta gente piensa que realmentelas reformas pueden cambiar las cosas. Pero esto es ms una cubierta ideolgica queotra cosa. Saben muy bien que cambiar los papeles es una de las reglas del sistema.Ajustando las cosas un poco en el momento se obtiene el resultado de ser til al capital.

    Despus est el movimiento revolucionario donde no faltan aquellos que atacanverbalmente el poder del capital. Esta gente causa una gran confusin, recurren agrandes frases pero no impresionan a nadie, mucho menos al capital, que los usasocarronamente para la parte ms difcil de su espectculo. En los momentos en queprecisa un solista, hace salir a escena a uno de estos personajes. El resultado es penoso.

    La verdad es que es necesario romper el mecanismo espectacular de lamercanca, entrando en el dominio del capital, en los centros de coordinacin, en elncleo mismo de la produccin. Imagina qu maravillosa explosin de placer, qu gransalto creativo hacia delante, qu extraordinario objetivo sin objetivo.

    Solo que es muy difcil traspasar el mecanismo del capital placenteramente, conlos smbolos de la vida. La lucha armada es, a menudo, smbolo de muerte. No porqued muerte a los amos y a sus sirvientes, sino porque pretende imponer las estructuras deldominio de la muerte. Concebida de manera diferente, realmente sera placer en accin,cuando fuese capaz de romper las condiciones estructurales impuestas por el mismoespectculo de la mercanca como, por ejemplo, el partido militar, la conquista delpoder o la vanguardia.

    He aqu otro enemigo del movimiento revolucionario, la falta de comprensin.Cerrazn ante las nuevas condiciones del conflicto. La insistencia en imponer modelospasados que ya se han convertido en parte del espectculo de la mercanca.

    El desconocimiento de la nueva realidad revolucionaria alimenta undesconocimiento terico y estratgico de las capacidades revolucionarias delmovimiento mismo. Y no viene a cuento afirmar que hay enemigos tan cercanos comopara hacer necesaria una intervencin inmediata, ms all de las precisiones internas decarcter terico. Todo esto oculta la incapacidad de afrontar la nueva realidad delmovimiento, la incapacidad de superar errores del pasado que tienen gravesconsecuencias en el presente. Y esta cerrazn alimenta todo tipo de ilusiones polticasracionalistas.

    Las categoras de la venganza, del lder, del partido, de la vanguardia, delcrecimiento cuantitativo, tienen sentido slo en la dimensin de nuestra sociedad, y esun sentido que favorece la perpetuacin del poder. Si uno ve las cosas desde el punto de

  • vista revolucionario, es decir, de la eliminacin total y definitiva de todo poder, estascategoras dejan de tener sentido.

    Movindonos dentro del no-lugar de la utopa, trastocando la tica del trabajo enel aqu y ahora del placer realizado, nos encontramos en el interior de una estructura delmovimiento que est muy lejana de las formas histricas de organizacin.

    Esta estructura se modifica continuamente, escapando a toda tentativa decristalizacin. Se caracteriza por la autoorganizacin de los productores en el lugar detrabajo, y la simultnea autoorganizacin de las formas de lucha contra el trabajo. Notomar los medios de produccin a travs de las organizaciones histricas, sino rechazarde la produccin a travs del empuje de estructuras organizativas que se modificancontinuamente.

    Lo mismo ocurre en la realidad no garantizada (parados, trabajo temporal). Lasestructuras emergen sobre la base de la autoorganizacin, estimuladas por la huida delaburrimiento y la alienacin. La introduccin de objetivos programados e impuestos poruna organizacin ajena a estas estructuras matara al movimiento y lo relegara alespectculo de la mercanca.

    Muchos de nosotros estamos atados a esta visin de la organizacinrevolucionaria. Incluso los anarquistas, que rechazan la organizacin autoritaria, nodejan de reconocer validez a sus formaciones histricas. Sobre esta base aceptamos quela realidad contradictoria del capital puede ser atacada con medios similares. Lohacemos porque estamos convencidos de que estos medios son legtimos, emergentesdel mismo terreno del enfrentamiento con el capital. Rechazamos admitir que alguienpueda no ver las cosas como nosotros lo hacemos. Nuestra teora es idntica a laprctica y la estrategia de nuestras organizaciones.

    Hay muchas diferencias entre nosotros y los autoritarios. Pero todas se hundenante nuestra fe comn en la organizacin histrica. Se llegar a la anarqua a travs de laobra de estas organizaciones (las diferencias sustanciales- slo aparecen a travs demtodos aproximativos). Pero esta fe demuestra algo muy importante: la pretensin detoda nuestra cultura racionalista de explicar el movimiento de la realidad, y deexplicarlo de un modo progresivo. Esta cultura se basa en la idea de la irreversibilidadde la historia y en la capacidad analtica de la ciencia. Todo esto nos hace ver elmomento presente como el punto de confluencia de todos los esfuerzos del pasado,como el punto ms alto de la lucha contra el poder de las tinieblas (la explotacincapitalista). As nosotros estaramos, de un modo absoluto, ms avanzados que nuestrospredecesores, capaces de elaborar y poner en prctica teoras y estrategias organizativasque seran el resultado de la suma de todas las experiencias pasadas.

    Todos aquellos que rechazan esta interpretacin se encuentran automticamentefuera de la realidad, que es por definicin historia, progreso y ciencia. Quien rechaza esantihistrico, antiprogresista y anticientfico. Condenas sin apelacin.

    Reforzados con esta coraza ideolgica salimos a la calle. Aqu nos encontramoscon una realidad de lucha estructurada de modo diferente. Estas estructuras actan sobrela base de estmulos que no entran en el cuadro de nuestros anlisis. Una pacficamaana, durante una pacfica manifestacin autorizada, la polica empieza a disparar, laestructura reacciona, los compaeros tambin disparan, los policas caen Moraleja! Lamanifestacin era pacfica, para que haya degenerado en pequeas acciones de guerrilladebe haber habido provocacin. Nada puede salir del cuadro perfecto de nuestraorganizacin ideolgica, que no es slo una parte de la realidad, sino que es toda larealidad. Lo que vaya ms all es locura y provocacin.

    Se destruyen algunos supermercados, algunos negocios, se saquean almacenesde comida y armeras, se queman coches de gran cilindrada. Es un ataque al espectculo

  • mercantil, en sus formas ms conspicuas. Las nuevas estructuras se mueven en esadireccin. Toman forma de repente, con una mnima orientacin estratgica preventivaindispensable. Sin alardes, sin grandes premisas analticas, sin complejas teoras deapoyo. Atacan. Los compaeros se identifican con estas estructuras. Rechazan lasorganizaciones del equilibrio del poder, de la espera, de la muerte, su accin es unacrtica concreta de la posicin de espera, suicida, de estas organizaciones. Moraleja! Hatenido que haber provocacin.

    Se atacan los modelos tradicionales de hacer poltica. Se incide fuerte ycrticamente sobre el movimiento mismo. Se usan las armas de la irona. No limitada alestudio cerrado de un escritor, sino en masa, por las calles. No slo los siervos de losamos, los ya reconocidos, a nivel oficial, sino los guas revolucionarios de un pasadolejano y reciente, se encuentran en dificultades. La mentalidad del jefe de poca montalder de un grupo es puesta en crisis. Moraleja! La crtica slo es legtima contra losamos, y segn las reglas fijadas por la tradicin histrica de la lucha de clases. Quien sedesve del seminario es un provocador.

    A la gente le hastan las reuniones, la lectura de los clsicos, las manifestacionesintiles, las discusiones tericas, las infinitas distinciones, la monotona y la extremamiseria de ciertos anlisis polticos. Ante todo esto la gente prefiere hacer el amor,fumar, escuchar msica, caminar, dormir, rer, jugar, matar policas, lisiar periodistas,ajusticiar magistrados, volar comisaras. Moraleja! La lucha es legtima slo cuando escomprensible para los jefes de la revolucin. En caso contrario, existiendo el riesgo deque la situacin se escape a su control, tiene que haber habido provocacin.

    Date prisa, compaero, dispara pronto al polica, al juez, al jefe, antes de que unanueva polica te lo impida.

    Date prisa en decir no, antes de que una nueva represin te convenza de que esintil, loco, de que aceptes la hospitalidad del manicomio.

    Date prisa en atacar al capital, antes de que una nueva ideologa lo haga sagradopara ti.

    Date prisa en rechazar el trabajo, antes de que un nuevo sofista de diga, una vezms, que el trabajo te hace libre.

    Date prisa en jugar. Date prisa en armarte.

    No habr Revolucin hasta que no bajen los cosacos.Coeurderoy

    VIII

    Incluso el juego en la lgica del capital es enigmtico y contradictorio, que lousa como uno de los componentes del espectculo de la mercanca. Adquiere unaambigedad que no posee en s mismo. Esta ambigedad proviene de la estructurailusoria de la produccin capitalista. De esta forma, el juego deviene en suspensin de laproduccin, un parntesis de tranquilidad en la vida cotidiana. As el juego esprogramado y usado escnicamente.

    Fuera del dominio del capital el juego es armoniosamente estructurado por supropio impulso creativo. No est ligado a esta o aquello representacin deseada por lasfuerzas del mundo de la produccin, sino que se desarrolla autnomamente. Slo en estarealidad el juego es alegre, da placer. No suspende la tristeza del desgarro causado porla explotacin; al contrario, la realiza por completo, devolvindola participante en la

  • realidad de la vida. De esta forma se opone a los engaos puestos en accin por larealidad de la muerte incluso a travs del juego- para hacer la tristeza menos triste.

    Los destructores de la realidad de la muerte luchan contra el reino mtico de lailusin capitalista, un reino que, aspirando a la eternidad, rueda en el polvo de lacontingencia. El placer emerge del juego de la accin destructiva, del reconocimiento dela profunda tragedia que implica, de la conciencia del entusiasmo que es capaz de abatirlas telaraas de la muerte. No es cuestin de oponer horror al horror, tragedia a latragedia, muerte a la muerte. Es una confrontacin entre placer y horror, placer ytragedia, placer y muerte.

    Para matar a un polica no es necesario ponerse la toga de juez, apresurndose alimpiarla de la sangre de anteriores sentencias. Los tribunales y las sentencias sonsiempre parte del espectculo del capital, incluso cuando son revolucionarios quienesjuegan esos papeles. Cuando se mata a un polica no se pesa su responsabilidad, elenfrentamiento de clase no se convierte en una cuestin de aritmtica. Uno no programauna visin de la relacin entre el movimiento revolucionario y los explotadores. Seresponde al nivel inmediato de una exigencia que ha venido a ser estructurada en elmovimiento revolucionario, una necesidad que todos los anlisis y justificaciones delmundo nunca podran haber impuesto.

    Esta exigencia es el ataque al enemigo, al explotador y a sus siervos. Maduralentamente en las estructuras del movimiento. Slo cuando aparece, el movimiento pasade la defensa al ataque. El anlisis y la justificacin moral estn ro arriba, no en elvalle, a los pies de quienes salen a las calles para hacerlos tropezar. Se encuentran en lossiglos de violencia sistemtica que el capital ha ejercido sobre los explotados. Pero nose encuentran necesariamente de forma completa y lista para usar. Esta pretensin esuna ulterior forma de nuestras intenciones racionalizantes, de nuestro sueo de imponera la realidad un modelo que no se le ajusta.

    Hagamos descender a estos Cosacos. No apoyamos el papel de la reaccin, esono es para nosotros. No aceptamos la equvoca invitacin del capital. Mejor quedisparar a nuestros compaeros o a nosotros mismos, es disparar a los policas.

    Hay momentos en la historia en los que la ciencia existe en la conciencia deaquellos que luchan. En estos momentos no hay necesidad de intrpretes de la verdad.sta emerge de las cosas. La realidad de las luchas produce la teora del movimiento.

    El nacimiento del mercado marc la formacin del capital, el paso de un modelofeudal de produccin al modelo capitalista. Con la entrada de la produccin en su faseespectacular la mercanca se ha extendido a todo lo existente: amor, ciencia,sentimientos, consciencia, etc. el espectculo se ha ensanchado enormemente. Lasegunda fase no consitutuye, como mantienen los marxistas, una corrupcin de laprimera. Es una fase diferente. El capital lo devora todo, incluso la revolucin. Si estano rompe con el esquema de la produccin, si pretende imponer una produccinalternativa, el capitalismo la engullir en el espectculo mercantil.

    Slo la lucha en la realidad del enfrentamiento no puede ser engullida. Algunasde sus formas, cristalizndose en formas organizativas precisas, pueden terminar siendoarrastradas al espectculo. Pero cuando rompen con el significado fundamental que elcapital asigna a la produccin, se hace extremadamente difcil. En la segunda fase lascuestiones de la aritmtica y de la venganza no tienen sentido. Si son mencionadasadquieren un significado metafrico.

    El juego ilusorio del capital (el espectculo de la mercanca) debe ser sustituidopor el juego real del ataque armado contra el capital, por la destruccin de lo irreal y delespectculo.

  • Hazlo por ti mismo.Manual hazlo por ti mismo.

    IX

    El fcil, puedes hacerlo por ti mismo. Slo o con unos cuantos compaeros deconfianza. No se necesitan grandes medios. Ni siquiera grandes conocimientos tcnicos.

    El capital es vulnerable. Basta con estar decidido.Una inmensidad de chcharas nos ha hecho obtusos. No es una cuestin de

    miedo. No estamos asustados, slo estpidamente llenos de ideas prefabricadas. Nologramos librarnos de ellas.

    Quien est decidido a llevar a cabo sus actos no es una persona corajuda. Essimplemente alguien que ha clarificado sus ideas, que se ha dado cuenta de la futilidadde hacer esfuerzos por jugar bien el papel que le ha sido asignado por el capital en larepresentacin. Consciente, ataca con fra determinacin. Y al hacerlo se realiza comohombre. Se realiza a s mismo en el placer. El reino de la muerte desaparece ante l.Incluso si crea la destruccin y el terror de los amos, en su corazn, y en el corazn delos explotados, hay placer y calma.

    Las organizaciones revolucionarias tienen dificultades en comprender todo esto.Imponen un modelo que reproduce la simulacin de la realidad productiva. El destinocuantitativo les impide realizar cualquier movimiento cualitativo al nivel de la estticadel placer.

    Estas organizaciones tambin ven el ataque armado en clave cuantitativa. Losobjetivos se fijan sobre la base del choque frontal.

    De esta forma el capital es capaz de controlar cualquier emergencia. Puedeincluso permitirse el lujo de aceptar las contradicciones, sealar objetivosespectaculares, explotar los efectos negativos en los productores para agrandar elespectculo. El capital acepta el enfrentamiento en el campo cuantitativo porque allconoce todas las respuestas. Tiene el monopolio de las reglas y produce l mismo lassoluciones.

    Por el contrario, el placer del acto revolucionario es contagioso. Se expandecomo una mancha de aceite. El juego adquiere significado cuando acta en la realidad.Pero este significado no cristaliza en un modelo dirigido desde arriba. Se deshace en milsignificados, todos productivos e inestables. La conexin interna del juego mismo seconsume en la accin de ataque. Pero sobrevive el significado exterior, el significadoque tiene el juego para aquellos que estn fuera y quieren apropiarse de l. Lasconexiones entre quienes juegan primero y quienes observan las consecuenciasliberatorias del juego son esenciales para el juego mismo.

    Se estructura as la comunidad del placer. Una forma espontnea de entrar encontacto. Fundamental para la realizacin de los ms profundos significados del juego.Jugar es un acto comunitario. Raramente se presenta como accin aislada. Si lo hace, amenudo contiene los elementos negativos de la alienacin psicolgica. No es unaaceptacin positiva del juego como momento creativo en una realidad de lucha.

    Es el sentido comunitario del juego lo que impide la arbitrariedad en la eleccinde los significados del juego mismo. En ausencia de relaciones comunitarias elindividuo podra imponer sus propias reglas y significados, que podran serincomprensibles a los dems, haciendo del juego una suspensin temporal de las

  • consecuencias negativas de sus problemas individuales (problemas del trabajo, aalienacin y la explotacin).

    En el acuerdo comunitario el juego es enriquecido por un flujo de accionesrecprocas. La creatividad es mayor cuando proviene de fantasas liberadas y verificadasrecprocamente. Cada invencin, cada nueva posibilidad puede ser vividacolectivamente, sin modelos preconstituidos, y tener una influencia vital, incluso por sersimplemente un modelo creativo, incluso si encuentra mil dificultadas para surealizacin.

    Una organizacin revolucionaria tradicional termina imponiendo a sus tcnicos.No puede evitar el peligro tecnocrtico. La gran importancia asignada al momentoinstrumental de la accin la condena a este camino.

    La estructura revolucionaria que busca el momento del placer en la accindirigida a destruir el poder considera los instrumentos usados para llevar a cabo esadestruccin como instrumentos, como medios. Los que usan estos instrumentos nodeben convertirse en sus esclavos. As como quienes no saben usarlos no debenconvertirse en esclavos de los que s saben.

    La dictadura del instrumento es la peor de las dictaduras. El arma ms importante de los revolucionarios es su determinacin, su

    conciencia, su decisin para actuar, su individualidad. Las armas concretas soninstrumentos que deberan estar continuamente sometidas a evaluacin crtica. Esnecesario desarrollar una crtica de las armas. Hemos visto demasiadas sacralizacionesde la metralleta y de la eficiencia militar.

    La lucha armada no es algo que concierna slo a las armas. No puedenrepresentar, por s mismas, la dimensin revolucionaria. Es peligroso reducir lacompleja realidad a una sola cosa. De hecho, el juego envuelve este riesgo, el de reducirel experimento vital a juguete, hacindolo algo mgico y absoluto. No por casualidad lametralleta aparece en el simbolismo de muchas organizaciones revolucionariascombatientes.

    Debemos ir ms all para comprender el profundo significado de la lucharevolucionaria como placer, escapando a las ilusiones y a las trampas de unarepresentacin del espectculo mercantil a travs de objetos mticos o mitificados.

    El capital hace su ltimo esfuerzo cuando encara la lucha armada. Libra labatalla en su ltima frontera. Necesita el apoyo de la opinin pblica para actuar en unterreno en el que no est seguro de si mismo. De ah que desencadene una guerrapsicolgica que emplea las armas ms refinadas de la propaganda moderna.

    En sustancia el capital, en su actual organizacin fsica, es vulnerable ante unaestructura revolucionaria que decida los tiempos y los modos del ataque. Es conscientede esta debilidad y se apresura en contrarrestarla. La polica no basta. Ni siquiera elejrcito. Necesita vigilancia continua por parte de la misma gente. Incluso de la partems humilde del proletariado. Para hacer esto debe dividir el frente de clase. Debediseminar el mito de la peligrosidad de las organizaciones armadas entre los pobres, elmito de la bondad del Estado, de la ley, etc.

    Por tanto empuja a las organizaciones y a sus militantes a asumir un papel. Unavez en este papel el juego pierde todo sentido. Todo se vuelve serio, por tantoilusorio, espectacular y mercantil. El placer se transforma en mscara. El individuo sehace annimo, vive en su papel y ya no es capaz de distinguir entre apariencia yrealidad.

    Para romper el cerco mgico de la dramaturgia mercantil debemos rechazar losroles, incluido el de revolucionario profesional.

  • La lucha armada debe escapar a la caracterizacin de la profesionalidad, a laque la divisin de tareas que el aspecto externo de la produccin capitalista quiereimponerle.

    Hazlo por ti mismo. No rompas el aspecto global del juego para empobrecerlomediante roles. Defiende tu derecho a gozar de la vida. Obstruye el proyecto de muertedel capital. ste puede penetrar en el mundo de la creatividad del juego slo sitransforma al que juega en jugador, al viviente creador en el muerto que imagina estarvivo.

    No tiene sentido hablar del juego si el mundo del juego se centraliza.Proponiendo nuestro discurso sobre el placer armado debemos tambin prever laposibilidad de que el capital recoja la propuesta revolucionaria. Y este recoger puede serhecho a travs de la gestin externa del mundo del juego: fijando el rol del jugador, losroles de la reciprocidad de la comunidad del juego, la mitologa del juguete.

    Rompiendo las ataduras de la centralizacin, del partido militar, se obtiene elresultado de confundir las ideas del capital, ajustadas como lo estn dentro del cdigode la productividad espectacular del mercado cuantitativo. De este modo la accincoordinada por el placer es un enigma para el capital. No es nada, algo sin objetivo,desprovisto de realidad. Y esto porque el ser, el objetivo y la realidad del capital sonilusorios mientras que el ser, el objetivo y la realidad de la revolucin son concretos.

    El cdigo de la necesidad de comunismo sustituye al cdigo de la necesidad deproducir. A la luz de esta nueva necesidad las decisiones del individuo adquieren unsentido en la comunidad del juego. La ausencia de realidad y de consistencia de losmodelos de muerte del pasado es descubierta.

    La destruccin de los amos es la destruccin de la mercanca, y la destruccin dela mercanca es la destruccin de los amos.

    Que vuele la lechuza.Proverbio ateniense.

    X

    Que vuele la lechuza. Que las acciones mal empezadas lleguen a buen puerto.Que la revolucin, tanto tiempo aplazada por los revolucionarios, sea realizada a pesarde sus deseos residuales de paz social.

    El capital dar la ltima palabra a los batas blancas. Las prisiones no durarnmucho. Viejas fortalezas de un pasado que sobrevive slo en la fantasa exaltada dealgn reaccionario jubilado, caern con la ideologa basada en la ortopedia social. Nohabr ms presos. La criminalizacin, que el capital llevar a cabo en sus formas msracionales, pasar por los manicomios.

    Cuando toda la realidad es espectacular, rechazar el espectculo significa estarfuera de la realidad. Quien rechace doblegarse ante el cdigo de la mercanca est loco.Rechazar doblegarse ante el dios mercanca significar ser encerrado en un manicomio.

    Aqu la cura ser radical. No ms torturas inquisitoriales ni sangre en lasparedes: estas cosas impresionan a la opinin pblica, hacen intervenir a los burguesesbimpensantes, generan justificaciones y reparaciones y trastornan la armona delespectculo. La total aniquilacin de la personalidad, considerada como la nica curaradical para enfermos mentales, no molesta a nadie. Mientras el hombre de la calle sesienta rodeado por la atmsfera impenetrable del espectculo capitalista tendr la

  • impresin de que las puertas del manicomio no se cerrarn nunca a sus espaldas. Elmundo de la locura le ser extrao, incluso aunque haya siempre un manicomio junto acada fbrica, frente a cada escuela, en cada campo, en medio de cada barrio popular.

    Pongamos atencin a no allanarles el camino, con nuestro embotamiento crtico,a los funcionarios estatales de camisa blanca.

    El capital est programando un cdigo interpretativo para poner en circulacin anivel de masas. En base a este cdigo la opinin pblica se acostumbrar a ver aaquellos que atenten contra el orden de las cosas de los amos, a los revolucionarios,como locos. De ah la necesidad de meterlos en manicomios. Tambin las crcelesactuales, racionalizndose segn el modelo alemn, se estn transformando, primero encrceles especiales para revolucionarios, luego en crceles modelo, luego en verdaderoslaagers para la manipulacin del cerebro, finalmente en manicomios definitivos.

    Este comportamiento del capital no viene dado solamente por la necesidad dedefenderse de las luchas de los explotados. Es tambin la nica respuesta posible sobrela base de la lgica interna del cdigo de la produccin mercantil.

    Para el capital, el manicomio es un lugar donde la globalidad de la funcinespectacular se interrumpe. La crcel trata desesperadamente de llegar a estainterrupcin global, pero no puede lograrlo por estar bloqueado por las demandasbsicas de su ideologa ortopdica.

    El lugar del manicomio, en cambio, no tiene principio ni fin, no tiene historia,no es mutable como el espectculo. Es el lugar del silencio.

    Por el contrario, el otro lugar del silencio, el cementerio, tiene la capacidad dehablar en voz alta. Los muertos hablan. Y nuestros muertos hablan con voz altsima.Nuestros muertos pueden ser muy pesados. Por eso el capital tratar de usar loscementerios cada vez menos. Y aumentar a la vez, de manera correspondiente, elnmero de invitados a los manicomios. La patria del socialismo tiene mucho queensear en este campo.

    El manicomio es la racionalizacin ms perfecta del tiempo libre. La suspensindel trabajo sin traumas para la estructura mercantil. La ausencia de productividad sinnegacin de la productividad. El loco no necesita trabajar y, al no trabajar, confirma lasabidura del trabajo como contrario a la locura.

    Cuando decimos que no es el momento del ataque armado contra el Estado,estamos abriendo las puertas del manicomio a los compaeros que estn llevando a caboeste ataque; cuando decimos que no es el momento para la revolucin apretamos lascorreas de una camisa de fuerza; cuando decimos: estas acciones son objetivamente unaprovocacin, nos ponemos las camisas blancas de los torturadores.

    Cuando el nmero de oponentes era pequeo la pistola funcionaba bien. Diezmuertos son tolerables. Treinta mil, cien mil, doscientos mil podran marcar un puntofundamental en la historia, una referencia revolucionaria de tan deslumbranteluminosidad que perturbara durante tiempo la pacfica armona del espectculomercantil. Por otro lado el capital se ha hecho ms astuto. El frmaco tiene unaneutralidad que no poseen las balas. Tiene la coartada teraputica.

    Arrojemos a la cara del capital su propio estatuto dela locura. Pongamos al revslos trminos de la contraposicin.

    En la totalidad mercantilizada del capital la neutralizacin del individuo es unaprctica constante. La sociedad es toda ella un inmenso manicomio. El aplastamiento delas opiniones es un proceso teraputico, una mquina de muerte, la produccin no puedeverificarse en la forma espectacular del capitalismo sin este aplastamiento. Y si elrechazo de todo esto, la eleccin del placer frente a la muerte, es un signo de locura, es

  • el momento de que cada cual empiece a comprender la trampa que yace por debajo detodo esto.

    Toda la mquina de la tradicin cultural de Occidente es una mquina de muerte,una negacin de la realidad, el reino de lo ficticio que ha acumulado todo tipo deinfamias y vejaciones, de explotacin y genocidio. Si el rechazo de toda esta lgica deproduccin es condenada como locura, entonces debemos distinguir entre locura ylocura.

    El placer se arma. Su ataque es la superacin de la alucinacin mercantil, de lamquina y de la mercanca, de la venganza y del lder, del partido y de la cantidad. Sulucha rompe la lnea de la lgica del beneficio, la arquitectura del mercado, elsignificado programado de la vida, el ltimo documento del ltimo archivo. Su violentaexplosin derriba el orden de las dependencias, la nomenclatura de lo positivo y lonegativo, el cdigo de la ilusin mercantil.

    Pero todo esto se debe poder comunicar. No es fcil el paso de significados delmundo del placer al de la muerte. Los cdigos recprocos estn desfasados, terminan poranularse mutuamente. Lo que en el mundo del placer es considerado ilusin, en elmundo de la muerte es realidad, y viceversa. La misma muerte fsica, por la que tanto sellora en el mundo de la muerte, es menos mortal que la muerte que se vende como vida.

    De ah la gran facilidad del capital para mistificar los mensajes del placer.Incluso los revolucionarios, en una lgica cuantitativa, son incapaces de comprender lasexperiencias del placer en profundidad. A veces, vacilantes, hacen insignificantesaproximaciones. A veces lanzan condenas que no suenan muy diferentes a las condenaslanzadas por el capital.

    En el espectculo mercantil son las mercancas las consideradas significativas.El elemento activo de esta masa acumulada es el trabajo. Ms all de estos elementosdel cuadro productivo nada puede tener un significado positivo y negativo a la vez.Existe la posibilidad de afirmar el no trabajo, pero no como negacin del trabajo sinocomo su suspensin por un cierto perodo de tiempo.

    Del mismo modo es posible afirmar la no mercanca, es decir el objetopersonalizado, pero slo como reificacin del tiempo libre, cualquier cosa producidacomo hobby, en los retazos de tiempo que nos deja el ciclo productivo. Est claro queestos signos, el no trabajo y la no mercanca, entendidos de este modo, son funcionalesal modelo general de la produccin.

    Slo por la clarificacin de los significados del placer, y los correspondientessignificados de la muerte, como elementos de dos mundos contrapuestos que secombaten mutuamente, es posible comunicar algunos elementos de las acciones delplacer sin, por otro lado, ilusionarnos con poder comunicarlos todos. Quien empiece aexperimentar el placer, incluso en una perspectiva no directamente ligada al ataquecontra el capital, est ms disponible para atrapar el significado del ataque, al menosms que aquellos que se quedan atados a una anticuada visin del enfrentamientobasada en la ilusin cuantitativa.

    De este modo es todava posible que la lechuza alce el vuelo.

    Adelante todos!Y con el brazo y el corazn,

    La palabra y la pluma,El pual y el fusil,

    La irona y la blasfemia,El robo, el veneno y el incendio

  • Hagamos... la guerra a la sociedad!Djacque

    XI

    Dejemos de lado las esperas, los titubeos, los sueos de paz social, los pequeoscompromisos, la ingenuidad. Toda la basura metafrica que nos suministran en lastiendas del capital. Dejemos de lado los grandes anlisis que todo lo explican, hasta elms mnimo detalle. Los vastos volmenes llenos de cordura y miedo. Dejemos de ladola ilusin democrtica y burguesa de la discusin y el dilogo, del debate y la asamblea,de las ilustradas capacidades de los jefes mafiosos. Dejemos de lado la prudencia y lasabidura que la moral burguesa del trabajo ha cavado en nuestros corazones. Dejemosde lado los siglos de cristianismo que nos han educado en el sacrificio y la obediencia.Dejemos de lado a los curas de todo tipo y funcin, los patronos, los guasrevolucionarios, los menos revolucionarios y los nada revolucionarios. Dejemos de ladoel nmero, las ilusiones cuantitativas, las leyes del mercado, la oferta y la demanda.Sentmonos un instante sobre las ruinas de nuestra historia de perseguidos yreflexionemos.

    El mundo no nos pertenece. Si tiene un dueo que es tan estpido como paraquererlo tal como es, que se lo quede. Dejmosle contar ruinas en lugar de edificios,cementerios en lugar de ciudades, lodo en vez de ros y fango infecto en vez de mares.

    El mayor espectculo ilusionista del mundo ya no nos podr encantar.Estamos seguros de que las comunidades del placer emergern de nuestra lucha

    aqu y ahora.Y por primera vez, la vida triunfar sobre la muerte.