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Debates contemporáneos sobre la globalización.

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  • LA GLOBALIZACIN ILUSTRADA

    Ciudadana, derechos humanos y constitucionalismo

  • ALFONSO DE JULIOS-CAMPUZANO

    LA GLOBALIZACIN ILUSTRADA

    Ciudadana, derechos humanos y constitucionalismo

    INSTITUTO DE DERECHOS HUMANOSBARTOLOM DE LAS CASAS

    UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID

    DYKINSON, 2003

  • Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseo de lacubierta, puede reproducirse o transmitirse por ningn procedimiento electrnico o mecnico,incluyendo fotocopia, grabacin magntica o cualquier almacenamiento de informacin y siste-mas de recuperacin, sin permiso escrito del AUTOR y de la Editorial DYKINSON, S.L.

    Con la colaboracin dela Fundacin O.N.C.E.

    Copyright byAlfonso de Julios-CampuzanoMadrid, 2003

    Editorial DYKINSON, S.L. Melndez Valds, 61 - 28015 MadridTelfono (+34) 91 544 28 46 - (+34) 91 544 28 69 e-mail: [email protected]://www.dykinson.eshttp://www.dykinson.com

    ISBN: 84-9772-161-6

    Preimpresin por:iCubo S.L.http://www.icubo.com e-mail: [email protected] (91) 855 14 64

    Impreso por:

  • "El mundo agoniza. Agona tan penetrante y opresiva que nos senti-mos movidos a sealar las formas en que se muestra para poner demanifiesto lo hondo de nuestra zozobra.La paz nos da la espalda. El planeta est siendo destruido. Los ve-cinos viven en el temor mutuo. Hombres y mujeres se distancian en-tre s. Los nios mueren.(...) Esta agona debe cesar. Debe cesar, porque ya existe la base tica. Tal tica brinda la posi-bilidad de un mejor orden individual y global que aleje a los hom-bres de la desesperacin y a las sociedades del caos" (Parlamentode las religiones del mundo, Declaracin de una tica mundial, cit.en Kng, H. (ed.), Reivindicacin de una tica mundial, Trotta, Ma-drid, 2002, pp. 27-28).

  • NDICE

    Pg.

    INTRODUCCIN.............................................................................. 11

    CAPTULO ILA GLOBALIZACIN: UN FENMENO CONTROVERTIDO

    I. LAS TRANSFORMACIONES DE NUESTRO TIEMPO......... 17II. EL APOGEO DEL CAPITALISMO GLOBAL Y LA CRISIS

    DE LA MODERNIDAD............................................................. 20III. GLOBALIZACIN Y FRAGMENTACIN:

    COMPLEMENTARIEDAD O ANTAGONISMO?.................. 28IV. GLOBALIZACIN, JUSTICIA Y MODERNIDAD................. 32

    CAPTULO IILA CRISIS DE LA CIUDADANA EN LA ERA DE LA

    GLOBALIZACINI. LA CRISIS DEL ESTATUTO MONISTA DE LA

    CIUDADANA........................................................................... 37II. DE LA EROSIN A LA FRAGMENTACIN.......................... 43

    A. La creciente interdependencia de los mercados............. 45B. La paradoja de la "ciudadana estamental".................. 53

    III. DE LA SUPRAESTATALIDAD A LA GLOBALIZACIN..... 66A. Los movimientos antiglobalizacin................................. 67B. La ciudadana europea: un nuevo paradigma?........... 78

    XIMENA VARGASLpiz
  • ndice10

    CAPTULO IIILA GLOBALIZACIN ECONMICA Y LA TEORA DE LOS

    DERECHOS HUMANOSI. LA CRISIS DE LA CIUDADANA Y LOS DERECHOS

    HUMANOS................................................................................ 89II. LA PARADOJA DE LA VIOLENCIA....................................... 90III. LAS FALACIAS DE LA GLOBALIZACIN........................... 94IV. LA CRISIS DEL PARADIGMA ESPACIO-TEMPORAL DE

    LOS DERECHOS HUMANOS.................................................. 106A. La malversacin de los derechos humanos.................... 108B. La contradiccin entre universalizacin y

    globalizacin..................................................................... 111C. Por un nuevo paradigma espacio-temporal de los

    derechos humanos............................................................ 118

    CAPTULO IVCONSTITUCIONALISMO Y DEMOCRACIA COSMOPOLITA

    I. LA CRISIS DEL DERECHO REGULADOR Y DE LA CONSTITUCIN DIRIGENTE................................................. 127A. Mercado, desregulacin y Constitucin......................... 127B. La redefinicin del constitucionalismo........................... 130

    II. LA CONSTITUCIN COMO IDENTIDAD REFLEXIVA...... 135III. LA CONSTRUCCIN EUROPEA Y EL PROYECTO

    COSMOPOLITA........................................................................ 149IV. COMUNIDAD DE ESTADOS Y ORDEN COSMOPOLITA... 157V. EL PRINCIPIO ESPERANZA Y EL FIN DE LA HISTORIA.. 163

    BIBLIOGRAFA................................................................................ 169

    Pg.

  • INTRODUCCIN

    En el discurso terico contemporneo asistimos frecuentemente a lairrupcin de nuevos trminos cuya fortuna puede resultar discutible, peroque, en cualquier caso, consiguen consolidarse como referentes concep-tuales ineludibles. Frmulas muchas veces huecas, declamaciones pura-mente retricas o etiquetas exquisitamente frvolas que parecen revelarnosun nuevo horizonte sobre el cual proyectar los anlisis de las ciencias so-ciales. Y muy a menudo solemos dejarnos seducir por el encantamiento fa-ciln de palabras vacas, por la fuerza seductora y enigmtica de sus irre-sistibles y sugerentes significados indescifrables que nos transportan haciala "tierra prometida" de un saber evanescente.

    Con la frecuencia inexorablemente cclica de las mareas, el mundo delsaber suele verse asediado por alguna suerte de frmula mgica capaz de re-conducir a la unidad una extraordinaria diversidad de problemticas de laque dimanan tambin muchos y enjundiosos debates tericos. Son las mo-das. A las que no podemos hurtarnos, por mucho que, empecinados en nues-tras indagaciones, tratemos de mirar hacia otro lado. Modas que, con mejoro peor fortuna, irrumpen en un determinado mbito del saber y se erigen enel referente ineludible de una poca concreta. La virulencia con la que estas"etiquetas" consiguen imponer su marchamo tiene, sin duda, efectos perni-ciosos, sombras consecuencias que, con ms frecuencia de la deseable, tras-tornan severamente el sereno discurrir de la reflexin terica, convirtiendoel caudal tranquilo de las ideas slidamente construidas en un torrente en-maraado de argumentos incapaces de superar el tamiz de la crtica.

    No sera lcito ocultar que estas atractivas incitaciones temticas consti-tuyen tambin una excelente ocasin para la consideracin de todo un am-plio entramado de cuestiones interrelacionadas que suelen confluir en lacasa comn de una etiqueta hbilmente suscitada. Su enorme capacidad deconvocatoria, su rica variedad de implicaciones tericas y su impronta mar-

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    cadamente novedosa le confieren, justamente, ese carcter sugerente, seduc-tor, a veces irresistible, que propicia su hegemona en el debate terico deuna determinada poca. Son, en ese sentido, una invitacin al reencuentrocon posiciones slidamente consolidadas y a su consideracin crtica frentea nuevos reclamos de la comunidad cientfica. Pero junto a estos mritos, nopodemos dejar de constatar los riesgos que toda moda suscita: la falta de ri-gor, la simplificacin, los reduccionismos, la visiones unidimensionales, lasinterpretaciones sesgadas y la elaboracin de posiciones tericas a partir deuna "mitologa" de nuevos conceptos y de la mistificacin de la realidad.

    Las ciencias sociales en general, y la reflexin iusfilosfica y jurdico-poltica en particular, son un terreno especialmente proclive a la incursinde estos modismos. La propia naturaleza extraordinariamente verstil deestos saberes, sus perfiles cambiantes y su configuracin proteica coadyu-van de modo relevante a la existencia de una actitud terica sensible a lasnuevas demandas de nuestro tiempo. Personalmente, entiendo que la Filo-sofa del Derecho no puede rehuir el envite, permaneciendo ajena a la reali-dad que le circunda. Estoy persuadido de que estas modas que como todascorren el riesgo de ser efmeras constituyen una excelente oportunidadpara reencontrarse con cuestiones de ayer, de hoy y de maana. En esesentido, su propia vocacin le sita justamente en la encrucijada de losgrandes temas que no pueden ser eludidos. Por eso, todas estas cuestionesprecisan ser abordadas desde el horizonte de la justicia.

    Sobra decir que huelgan las frivolidades, los tratamientos superficia-les con marchamo de proclama y los discursos epidrmicos, tan habitualesen el lenguaje periodstico. Sucumbir a esta tentacin es, sencillamente,abdicar de nuestra responsabilidad. Por eso, precisamente, la Filosofa delDerecho se ve abocada de manera inevitable a la consideracin de este am-plio repertorio de cuestiones. Porque si su compromiso con la justicia ycon los valores es su propia razn de ser, difcilmente podr quedar reclui-da en la contemplacin estril de los iconos intelectuales de otras pocas.La delectacin infecunda del saber es un riesgo que hay que conjurar.

    La globalizacin es, sin resquicio a dudas, uno de esos grandes iconos de lahora presente que precisan ser contemplados desde el crisol de la indagacincientfica. Las cuestiones que suscita pueden y de hecho son objeto de anlisissuprfluos, por etreos y superficiales; pero eso no invalida en modo alguno laurgencia de una consideracin iusfilosfica. Son muchas las implicaciones deeste fenmeno y la Filosofa del Derecho no puede ignorarlas. Las transforma-ciones que nuestro mundo est experimentando requieren ser analizadas paradar respuesta a los grandes interrogantes que se ciernen sobre nosotros.

  • La Globalizacin Ilustrada 13

    Con ese talante, la obra que ahora se presenta al lector trata de ser unaaproximacin necesariamente incompleta, inequvocamente provisoria, aalgunas de las ms gruesas cuestiones que el fenmeno de la globalizacinplantea y que proyectan un panorama acelajado para el futuro de la justi-cia. Presumir que la globalizacin es irremediablemente perversa es unode los prejuicios que hay que combatir. No se nos antoja riguroso abordaruna investigacin estableciendo presunciones inquebrantables. Pero tam-poco podemos ignorar que la globalizacin genera inquietantes desequili-brios, graves disfunciones y tendencias torticeras. Sus consecuencias be-nefactoras corren el riesgo de quedar sepultadas bajo la avalancha de lasiniquidades que puede provocar. Cualquier tentativa de anlisis que ignoreesta realidad es, indiscutiblemente, una aproximacin precaria, insuficien-te y, probablemente, sesgada. Desconocer los beneficios es tan necio comoignorar los perjuicios que un fenmeno de esta naturaleza encierra. Poreso, nuestra perspectiva trata de ser ponderada en el justiprecio de cuantode positivo y de negativo hay en la globalizacin: una perspectiva crtica,que abomina de las actitudes ridculamente complacientes y que trata dedistanciarse de los remilgos trasnochados de los combatientes sin alterna-tiva. Oponer para destruir fue siempre una actitud nada deseable. Criticarpara corregir, denunciar para mejorar, reivindicar para ofrecer y proponersoluciones reflexivamente construidas es, en mi opinin, la mejor opcinque, desde las ciencias sociales en general, puede ser adoptada.

    Por todo ello, la perspectiva de este trabajo se centra en la constata-cin de las mltiples implicaciones de la globalizacin, cuya naturalezafctica no puede ser objeto de impugnacin. Abundan las actitudes reduc-cionistas que tratan de convertir la globalizacin en una ideologa que hayque combatir a toda costa, ignorando que las transformaciones que se es-tn produciendo vienen propiciadas por los avances de las nuevas tecnolo-gas y la reduccin espacial del mundo. En este sentido, parece necesarioenfatizar que la globalizacin es, esencialmente, un fenmeno y que, encuanto tal, constituye una tendencia inevitable de nuestro mundo. Por esoprecisamente la delimitacin conceptual constituye una necesidad apre-miante que ha sido objeto de un lcido anlisis por parte de Ulrich Beck.La "inevitabilidad" de la globalizacin, empero, no puede erigirse en ba-rricada frente a las pretensiones de la razn moderna. En la era del capita-lismo desorganizado en la que vivimos, expresivamente bautizada con talrtulo por Lash y Urry, los trazos gruesos ya no nos sirven. El rigor es ene-migo de la simplificacin y de las actitudes sesgadas. Por eso, urge adver-tir la necesidad de tamizar crticamente nuestros anlisis incorporando eltrazo fino y la variedad de tonalidades en la composicin del lienzo.

  • ALFONSO DE JULIOS-CAMPUZANO14

    En consecuencia, parece aconsejable huir de dos actitudes metodol-gicas sesgadas cuyas implicaciones se nos antojan perversas: la primera deellas trata de consagrar la inevitabilidad de la globalizacin para sacralizarel capitalismo desenfrenado de las corporaciones transnacionales, procla-mando el fin del derecho regulador y el primado de lo econmico sobre lopoltico; la segunda opone a la globalizacin la disolucin de los valores,la anomia, la exaltacin de la diferencia y el relativismo cultural. Ambasactitudes son particularmente peligrosas y ambas tienen en comn, de unao de otra forma, la impugnacin de las pretensiones universalistas del pro-yecto ilustrado y de la razn moderna.

    La posicin que sostengo trata de salvar los riesgos de una y de otra pos-tura, vislumbrando caminos de conciliacin entre modernidad y globaliza-cin, entre la configuracin de un nuevo orden socioeconmico y las preten-siones normativas de la razn. Es necesario explorar vas que permitanreconciliar estas nuevas tendencias con los ideales ilustrados de libertad eigualdad, desde un compromiso inequvoco con la universalidad de los dere-chos humanos y con su vigencia efectiva. Las ideologas globalistas, al en-salzar las bondades del mercado irrestricto, enervan esa posibilidad. Las po-siciones relativistas, con su predicamento de un derecho ilimitado a ladiferencia y su exaltacin del igual valor de tradiciones y culturas, incurrentambin en la negacin de la viabilidad del proyecto moderno.

    Entiendo, en suma, que la globalizacin es una tendencia irremedia-ble de nuestro tiempo y que no nos es lcito desconocer sus consecuenciaspositivas, acentuando sin ms los elementos negativos que le son propios.Pero hay diversos modelos de globalizacin posibles. No todos resultancoherentes con la reformulacin crtica y reflexiva del proyecto de la mo-dernidad. Y creo, sinceramente, que la posibilidad de un futuro ms pro-metedor para la humanidad depende del grado de realizacin de lo mspuro de ese modelo normativo, cuyo potencial emancipador est an pordescubrir. El reencuentro entre globalizacin y justicia es una de las gran-des tareas de nuestro tiempo y creo que ese desafo slo podr ser alcanza-do desde el compromiso por la construccin de un modelo de globaliza-cin compatible con el proyecto ilustrado. Ese es el sentido del ttulo deeste trabajo: La Globalizacin Ilustrada, una globalizacin capaz de des-plazar su centro de gravedad desde la proclamacin de la lgica capitalistadel mximo beneficio al compromiso cosmopolita por la realizacin uni-versal de los derechos humanos. La fraternidad universal entre todos losmiembros de la especie es, qu duda cabe, una hermosa utopa, pero su po-tencial transformador no debe ser menospreciado. Es el vigor del "princi-pio esperanza" de Bloch que vuelve ahora por sus fueros y que nos evoca

  • La Globalizacin Ilustrada 15

    un status mundialis hominis, una paz perptua entre los pueblos, evocandoel ttulo del clebre opsculo kantiano, cuya fuerza expresiva fue magis-tralmente captada por Schiller en su canto a la fraternidad humana; plas-mada posteriormente en una de las obras maestras de la msica de todoslos tiempos cuyos compases solemnes, enrgicos y triunfales parecenanunciar el amanecer vigoroso de un nuevo da:

    Alegra, hermoso destello de los dioses,Hija del Elseo, Ebrios de entusiasmo penetramos,diosa celestial, en tu santuario!Tus hechizos unen de nuevo lo que la rutina haba separado. Todos los hombres vuelven a ser hermanos all donde tus suaves alas se posan.

    Finalmente, es obligado advertir que algunos de los contenidos de estaobra han visto la luz en nmeros recientes del Anuario de Filosofa del Dere-cho, de los Anales de la Ctedra Francisco Surez y de la Revista de Estu-dios Polticos. Slo me resta ya agradecer a mis compaeros del Departa-mento de Filosofa del Derecho de la Universidad de Sevilla su aliento, suamistad, su colaboracin y su disponibilidad hacia mi persona. Ms all dela mera declaracin retrica, el espritu crtico, la capacidad de reflexin y lacordialidad que reina entre nosotros constituye un estmulo decisivo en eldesarrollo de nuestras investigaciones. No puedo omitir mi gratitud hacia losprofesores Luis Martnez Roldn, Rafael Gonzlez-Tablas, Elena BeltrnPedreira, y Ramn Martnez Tapia quienes integraron en febrero de 2002una comisin para la provisin de una plaza de profesor titular de Filosofadel Derecho, ante la cual present una versin inicial de este trabajo que hepodido enriquecer gracias a sus aportaciones. Mencin especial merece elprofesor Prez Luo, presidente de aquella comisin y autntico artfice deeste Departamento al cual me honro en pertenecer.

    Sevilla, abril de 2003.

  • CAPTULO ILA GLOBALIZACIN:

    UN FENMENO CONTROVERTIDO

    I. LAS TRANSFORMACIONES DE NUESTRO TIEMPO

    "Puede que globalizacin no sea una palabra particularmente atrac-tiva o elegante. Pero absolutamente nadie que quiera entender nuestrasperspectivas...puede ignorarla"1. Con estas palabras, Anthony Giddens, elclebre socilogo, director de la London School of Economics and Politi-cal Science, trata de poner de relieve el valor de la globalizacin como cla-ve explicativa de nuestro tiempo. A travs de ella va tomando forma unavariada y, en ocasiones, contradictoria red de fenmenos que estn trans-formando drsticamente nuestras sociedades.

    Desde hace ya algo ms de una dcada, la globalizacin se ha consolida-do como uno de los referentes caractersticos de nuestra era. En los mediosde comunicacin, en los anlisis macroeconmicos, en el discurso poltico,en el lenguaje cotidiano, en las charlas entre amigos y en los debates acad-micos, el trmino "globalizacin" ha ido ganando adeptos hasta convertirseen un vocablo de uso comn, una palabra de moda, un trmino verstil y pro-teico con el que se alude a un complejo entramado de fenmenos, de muy di-verso signo, cuya expansin permite intuir el inicio de una nueva era2. Su ge-

    1 Giddens, A., Un mundo desbocado. Los efectos de la globalizacin en nuestrasvidas, Taurus, Madrid, 2000, pp. 19-20.

    2 Su aceptacin, a pesar de todo, no es unnime. Algunos autores cuestionan la propianovedad del fenmeno e, incluso, su existencia: nuestra era se caracterizara en todo caso poruna fase de interdependencia global ya experimentada en otros periodos histricos. En esepropsito de impugnar el concepto de globalizacin ha de enmarcarse la obra de Paul Hirst yGrahame Thompson, Globalization in question: the international economy and the possibilities

  • ALFONSO DE JULIOS-CAMPUZANO18

    neralizacin, sin embargo, no parece que contribuya precisamente a suclaridad semntica; y es que, a medida que un trmino es utilizado con pro-fusin, sus contornos tienden a difuminarse bajo la presin de usos no siem-pre rigurosos. La globalizacin no constituye una excepcin a esta regla.

    La globalizacin no es, en absoluto, un fenmeno unidimensional.Ms que un fenmeno singular, la globalizacin comporta una red com-pleja de interacciones e influencias. Su estructura es reticular, su imagenes polidrica. Incluso quienes han insistido con cansina reiteracin en aco-tar sus contornos como un fenmeno fundamentalmente econmico, nodejan de reconocer que la globalizacin encubre una transformacin pro-funda que afecta a todos los mbitos vitales. Pocos autores negaran hoyesta realidad incontestable. Nuestro mundo se est viendo drsticamentetransformado merced a la irrupcin de nuevos procesos sociales desenca-denados por la integracin econmica y la revolucin de las nuevas tecno-logas. No hay mbito de la vida social que no se vea afectado de una uotra manera por el impacto de los nuevos procesos que se estn desencade-nando: desde el mbito cultural al econmico, desde la escena poltica a lamilitar, desde la esfera laboral a la tica, desde el derecho a la ciencia. Laglobalizacin es, sin duda, mucho ms que la simple aceleracin de losprocesos econmicos mediante la supresin de las coordenadas espacio-

    2

    of governance (Polity Press, Cambridge, 1997), citada aqu por la edicin portuguesa a laque he tenido acceso, Globalizaao en questao: a economia internacional e as possibilida-des de governabilidade, Vozes, Petrpolis, 1998. Los autores desafan la tesis de la globali-zacin y sus efectos culturales, sociales y polticos, ya que consideran que, efectivamente, noexisten indicios slidos para sostener la vigencia de un modelo de economa globalizada.Hirst y Thompson no pretenden negar que exista una tendencia creciente a la internacionali-zacin o que proliferen restricciones a las estrategias econmicas nacionales. Su objetivo esargumentar que estos fenmenos estn an muy lejos de disolver diferentes economasnacionales en los principales pases industrializados o de evitar el desarrollo de nuevas for-mas de gobernabilidad econmica en los niveles nacional e internacional (cfr. op. cit., pp. 17-18). Este tipo de argumentacin, sin embargo, no invalida los planteamientos sostenidos eneste trabajo por cuanto que el concepto de globalizacin no es adoptado en su versin"fuerte", sino en sentido descriptivo, en cuanto paradigma flexible y clave explicativa para elanlisis de un vasto conjunto de transformaciones que experimentamos en el mundo contem-porneo. Por otra parte, el trmino globalizacin no es tampoco unnimemente aceptado: sonmuchos los autores que acuden al vocablo "mundializacin" para aludir al complejo entra-mado de mutaciones, de ndole fundamentalmente econmica, derivado de la aceleracin delas coordenadas espacio/tiempo (a ttulo ejemplificativo puede acudirse al trabajo de Salva-dor Giner, "La naturaleza de la mundializacin", en Capella Hernndez, J.R. (coord.), Trans-formaciones del Derecho en la mundializacin, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,1999, pp. 13-81). Para una aproximacin conceptual a la globalizacin y a sus principalesconsecuencias jurdicas, sociales y polticas cfr. Farias Dulce, M.J., Globalizacin, Ciuda-dana y Derechos humanos, Universidad Carlos III-Dykinson, Madrid, 2000, pp. 5-33.

    XIMENA VARGASResaltar
  • La Globalizacin Ilustrada 19

    temporales. Entraa una transformacin ms profunda que apenas ha co-menzado a sentirse. Es una mutacin que se precipita sobre nosotros a ve-locidad de vrtigo casi sin habernos dado cuenta de su existencia. Y nada,nada, escapar a su influencia. Queramos o no, avanza imparable. Inexora-blemente va colmando los espacios de la vida social, estableciendo nuevasformas de relacin, reordenando los procesos sociales en funcin de suspropias demandas sistmicas. Tras esta palabra, que no resulta demasiadoelegante, se esconde todo un conjunto variado y pluriforme de complejastransformaciones sociales que anuncian un periodo crucial de transicinhistrica. Su alcance es difcil de prever, pero pocos dudan que la globali-zacin est alterando nuestra imagen del mundo y que comporta una trans-formacin sin precedentes que, tal como ha mostrado Giddens, no se redu-ce a una zona concreta del globo, sino que penetra todos los espaciosgeogrficos y todos los mbitos vitales: no hay sector de la vida social queno quede afectado por esta compleja red de fenmenos concatenados3.

    De este modo, la globalizacin entraa un complejo heterogneo detransformaciones cuyas consecuencias se prefiguran ya como irreversi-bles. Un mundo nuevo est emergiendo a partir del mundo existente. Y nose trata de un proceso exento de choques, de disfunciones y de conflictos.La globalizacin entraa quiebra, ruptura y discontinuidad. Es lo nuevoque pugna con fuerza por abrirse paso a travs del esquema consolidadode relaciones, conceptos y categoras. Vivimos, pues, una poca de confu-sin, de zozobra y de conflicto. Lo nuevo que rompe y lo viejo que se re-siste a ser desplazado. Es necesario comenzar a percibir esta realidad, por-que estamos ante una transformacin sin precedentes. Afrontarla exigeuna actitud decidida en la construccin del futuro, consciente de la respon-sabilidad que nos cumple en la realizacin de una sociedad ms humana,de un mundo menos inhspito.

    La globalizacin representa, como sostiene Octavio Ianni, un nuevociclo de expansin del capitalismo, como modo de produccin y procesocivilizatorio de alcance mundial4; un ciclo caracterizado por la integracinde los mercados de forma avasalladora y por la intensificacin de la circu-lacin de bienes, servicios, tecnologas, capitales e informaciones a nivelplanetario. De este modo, la globalizacin aparece concebida como la "in-tegracin sistmica de la economa a nivel supranacional, deflagrada por

    3 Cfr. Giddens, A., Un mundo desbocado. Los efectos de la globalizacin en nuestrasvidas, cit., p. 13.

    4 Cfr. Ianni, O., A era do globalismo, , 4 edic., Civilizaao Brasileira, Rio de Janeiro,1999, p. 11.

  • ALFONSO DE JULIOS-CAMPUZANO20

    la creciente diferenciacin estructural y funcional de los sistemas produc-tivos y por la subsiguiente ampliacin de las redes empresariales, comer-ciales y financieras a escala mundial, actuando de modo cada vez ms in-dependiente de los controles polticos y jurdicos a nivel nacional"5. Es loque Wallerstein ha denominado "economa mundial capitalista": un nuevomarco econmico mundial regido por el sistema capitalista cuya dinmicaexpansiva alcanza as su culminacin. De un extremo a otro del planeta, elcapitalismo se extiende y se ramifica en mltiples derivaciones locales, unnico sistema cuyos desdoblamientos crean una imagen de particularidad.La economa mundial capitalista aparece, entonces, como un marco de re-ferencia regido por tres elementos bsicos: el principio de maximizacinde los beneficios, la existencia de estructuras estatales que intervienen enlos procesos econmicos, en aras de la mxima productividad de determi-nados grupos, y la estratificacin del espacio internacional, en virtud delas condiciones de explotacin que imperan en las relaciones entre Estadoscomo consecuencia de un orden econmico internacional incuo6.

    II. EL APOGEO DEL CAPITALISMO GLOBAL Y LA CRISIS DE LA MODERNIDAD

    Estas alteraciones de la economa provocan un conjunto concatenadode reacciones que van desde la disminucin de la capacidad de reglamen-tacin de los gobiernos a la aparicin de nuevas configuraciones geopolti-cas con poder para controlar los flujos productivos, mercantiles, moneta-rios y migratorios7. La globalizacin genera una multiplicidad deconexiones y relaciones entre Estados y sociedades, multiplicidad quetrastoca y que quiebra los esquemas de un orden socio-poltico basado enla diferenciacin a travs de las estructuras propias de los mercados nacio-nales. La globalizacin es algo ms que un proceso de superacin de laseconomas parciales de los Estados y su suplantacin acelerada por un ni-co espacio de intercambio de carcter global. Implica, fundamentalmente,un salto cualitativo en la expansin del capitalismo, un capitalismo que, al

    5 Cfr. Faria, J.E., O Direito na economia globalizada, 1 reimpr., Malheiros, SaoPaulo, 2000, p. 52.

    6 Cfr. Wallerstein, I., The Capitalist World-Economy, Cambridge University Press,Cambridge, 1979. Del mismo autor puede consultarse tambin Geopolitics and Geoculture,Cambridge University Press, Cambridge, 1991.

    7 Cfr. Faria, J.E., O Direito na economia globalizada, cit., pp. 7-8. Para un anlisis delas implicaciones de la globalizacin en el mbito de la economa, cfr. De la Dehesa, G.,Comprender la globalizacin, Alianza, Madrid, 2000.

    XIMENA VARGASResaltar
  • La Globalizacin Ilustrada 21

    desvincularse del modelo econmico estatal, se convierte en aptrida, uncapitalismo sin races y sin territorio, que va de ac para all buscando elmximo beneficio. La interconexin, propiciada por las comunicaciones ypor las nuevas tecnologas, ha provocado la reduccin espacial del mundo,cuyos confines resultan ahora fcilmente abarcables8. No hay caminoinexplorado ni tierra ignota: lo desconocido ya no existe. Evocando la te-sis de Fukuyama sobre el fin de la historia, Richard OBrien ha proclama-do el "fin de la geografa": las distancias ya no importan y la idea de fron-tera geogrfica es cada vez ms insostenible en el mundo real. En efecto,la distancia no es un dato objetivo, sino que es, ante todo, un producto so-cial, una magnitud relativa asociada a la capacidad humana para salvarla9.En nuestro tiempo no hay nada demasiado lejano e inaccesible.

    En este sentido, nuestra era viene marcada por dos fenmenos funda-mentales: la reduccin del espacio geogrfico y la creacin del espacio ci-berntico. Una red de comunicaciones abraza el planeta de un extremo aotro: carreteras, rutas martimas y areas, satlites, fibra ptica, ondaselectromagnticas... Un manto tupido y enmaraado de comunicacionesque elimina los obstculos y diluye las fronteras10. Los lmites se difumi-nan y desaparecen, las puertas se abren, las dificultades se allanan. Es loque Castells ha denominado la sociedad red: una sociedad construida porla revolucin de las tecnologas de la informacin y la reorganizacin delcapitalismo. La sociedad red representa un nuevo modelo de organizacinsocioeconmica mediante la globalizacin de las actividades econmicasy el desarrollo de un sistema de medios de comunicacin omnipresentes,interconectados y diversificados. La accin combinada de estos elementosha provocado una "transformacin de los cimientos materiales de la vida,el espacio y el tiempo, mediante la constitucin de un espacio de flujos y

    8 Con indiscutible fuerza expresiva, Bauman ha reflejado esta situacin en lossiguientes trminos: "...el capital se ha hecho extraterritorial, ligero, sin estorbos y desin-crustado hasta un extremo sin precedentes, y el nivel de movilidad espacial que ya ha alcan-zado es suficiente para chantajear a los organismos polticos vinculados con el territoriopara que se sometan a sus exigencias. (...) Habiendo soltado el lastre de la maquinaria volu-minosa y las enormes dotaciones de las fbricas, el capital viaja ligero, slo con equipaje demano: una cartera, un ordenador porttil y un telfono celular" (Bauman, Z., La sociedadindividualizada, Ctedra, Madrid, 2001, pp. 36-37).

    9 Cfr. Bauman, Z., Globalizaao. As consequncias humanas, Zahar, Rio de Janeiro,1999, pp. 19 ss. El autor cita a Paul Virilio, "Un monde superexpos: fin de lhistoire, ou finde la gographie?", Le Monde Diplomatique, agosto de 1997, p. 17. Matiza, sin embargo,que el origen de la tesis del fin de la geografa debe localizarse en Richard OBrien, GlobalFinancial Integration: The End of Geography, Chatham House/Pinter, 1992.

    10 Cfr. Shawcross, W., Le Village Plantaire, Stock, Paris, 1993.

    XIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASLpizXIMENA VARGASLpizXIMENA VARGASLpizXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltarXIMENA VARGASResaltar
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    del tiempo atemporal"11. El capitalismo se expande a ritmo de vrtigo, losintercambios se multiplican, y el dinero se mueve por los circuitos virtua-les de la telemtica: nuevos flujos financieros que escapan a todo control.En este escenario, los Estados-nacin pierden de manera alarmante su pro-pia capacidad de direccin, de regulacin y de control sobre los procesossocio-econmicos. Estamos, como ha recordado Ianni, ante una "crisis ge-neralizada del estado-nacin"12: el capitalismo ha conseguido liberarse delos grilletes, zafarse de la guardia y esquivar los controles. Libre de trabas,sigue sus propios instintos, dicta sus reglas y ordena el mundo. Y mientrasel capital se frota las manos, la democracia se vaca de contenidos y el Es-tado se convierte en una especie de convidado de piedra del orden econ-mico internacional: sometido a las reglas del sistema econmico global,termina por ceder en la pugna y tirar la toalla. Convencido de que la victo-ria no es posible, el Estado renuncia a sus pretensiones y se pliega a las desu contricante. Y si la racionalidad econmica demanda concesiones, ha-br que satisfacer sus exigencias: no vaya a ser que desatemos las iras delfugitivo, convertido ahora en guardin. Que la paz tiene un precio eso na-die lo duda, pero nadie poda aventurar que ese precio pudiera ser tan alto:la conversin del Estado en aliado del capitalismo transnacional, el arrin-conamiento de los contenidos sociales del programa keynesiano, el vacia-miento de la democracia y la instrumentalizacin de los derechos huma-nos, cuya precariedad constituye una de las grandes incertidumbres denuestro tiempo. Y es que, como ha apuntado Capella, esos nuevos fenme-nos histricos sintetizados en el trmino globalizacin, "desgarran el teji-do conceptual de la "teora poltica" moderna"13. La teora poltica tradi-cional ha perdido capacidad explicativa ante el empuje de este vastoconjunto de fenmenos que limitan fcticamente el propio mbito de ac-tuacin del Estado como actor principal del orden jurdico-poltico: "Estoslmites son impuestos por la concentracin y la transnacionalizacin delpoder econmico, en el pasado enormemente fragmentario. La mundiali-zacin subvierte el mercado "nacional", uno de los fundamentos del poderdel Estado-Nacin"14.

    11 Cfr. Castells, M., La Era de la Informacin. Economa, Sociedad y Cultura, vol. 2:El Poder de la Identidad, Alianza, Madrid, 1998, p. 23.

    12 Ianni, O., "A poltica mudou de lugar", en Dowbor, L., Ianni, O., y Resende, P.E.A.(eds.), Desafios da globalizaao, 2 edic, Vozes, Petrpolis, 1999, p. 17.

    13 Capella, J.R., "Estado y Derecho ante la mundializacin: aspectos y problemticasgenerales", en Capella Hernndez, J.R. (coord.), Transformaciones del derecho en la mun-dializacin, cit., p. 104.

    14 Capella, J.R., "Estado y Derecho ante la mundializacin: aspectos y problemticasgenerales", cit., p. 106.

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    Sobra decir que este proceso est alimentado por una urdimbre ideo-lgica que ensalza las bondades del mercado, resucitando aquel viejo afo-rismo de Mandeville en La fbula de las abejas que converta los viciosprivados en virtudes pblicas. La ideologa del mercado proclama enfti-camente su adhesin a la democracia y a los derechos humanos, al tiempoque los convierte en instrumentos del sistema econmico: una suerte demito cuya imposible realizacin plena sostiene la expansin y desarrollodel capitalismo. Todos saben, sin embargo, que hay una especie de contra-diccin interna, que el sistema tiene aporas que no pueden ocultarse y quela lgica del capital entra en colisin con la lgica de la democracia y delos derechos humanos. La ideologa del capitalismo global acta justa-mente en esta direccin: la de ocultar la realidad, exaltando la propia capa-cidad del sistema para corregir sus desequilibrios, como si toda interven-cin constituyera una distorsin inadmisible. Retornamos as a la viejacreencia en la "mano invisible" y en el orden espontneo del mercado. Esnotorio que, desde estas posiciones tericas, los avances cientfico-tecno-lgicos constituyen un magnfico expediente para la expansin del capita-lismo, como tambin que el modelo de globalizacin que postulan se con-truye sobre la ausencia de control poltico sobre el poder econmico.

    Conviene, sin embargo, advertir, como ha apuntado Beck, que el siste-ma econmico desafa sus propias exigencias de legitimidad al erigirse enamenaza contra el sistema de libertades de la democracia capitalista. No esocioso recordar que el nuevo sistema de produccin escapa con facilidad,a travs de la desterritorializacin de los centros productivos, a las preten-siones recaudatorias de los Estados, que se ven abocados, como conse-cuencia de ello, a una crisis financiera que amenaza los niveles de bienes-tar social. La descentralizacin productiva provoca, entonces, una crisis dela sociedad del trabajo que alcanza de lleno a los sistemas de prevencinsocial, pues "cuando el capitalismo global de los pases ms desarrolla-dos destruye el nervio vital de la sociedad de trabajo, se resquebraja tam-bin la alianza histrica entre capitalismo, Estado asistencial y democra-cia"15. La amenaza a los contenidos sociales es, en definitiva, una amenazaa la libertad poltica y a la democracia, pues el capitalismo socialmente"amortiguado" no es una buena obra social, sino un hecho de Ilustracinaplicada: "Se sustenta en el razonamiento de que slo los hombres que tie-

    15 Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la globa-lizacin, Paids, Barcelona, 1998, p. 97. Sobre la fractura entre Estado social, democracia ycapitalismo cfr. tambin Martin, H.P. y Schumann, H., La trampa de la globalizacin. El ata-que contra la democracia y el bienestar, 3 edicin, Taurus, Madrid, 2001.

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    nen una vivienda y un puesto de trabajo seguro, y con ello un futuro mate-rial, son o llegan a ser ciudadanos que se apropian de la democracia y laconvierten en algo vivo. La verdad desnuda es sta: sin seguridad mate-rial no puede existir libertad poltica, ni por tanto democracia alguna"16.Estamos, como Lash y Urry han puesto de relieve, ante el fin del capitalis-mo organizado17.

    Desde esta perspectiva, la globalizacin se nos presenta como un retoal proceso de expansin de la racionalidad occidental que, durante siglos,pugn por domesticar el poder, la poltica y la economa a travs del dere-cho y que ahora se ve asediada por el proceso de autonomizacin de la ra-cionalidad econmica. La globalizacin se caracteriza, justamente, por laausencia de control, por la prdida de referentes, por la liberacin de un sis-tema econmico que repele toda tentativa de control desde el poder polti-co. Esta idea, como ha apuntado Bauman, subyace al fenmeno de la glo-balizacin: "El significado ms profundo transmitido por la idea de laglobalizacin es el del carcter indeterminado, indisciplinado y de auto-propulsin de los asuntos mundiales; la ausencia de un centro, de un panelde control, de una comisin directora, de un gabinete administrativo"18. Lanueva era que se abre ante nuestros ojos se distingue, justamente, por la au-sencia de control sobre el sistema econmico: la era del capitalismo desor-ganizado, un capitalismo incontrolado cuya desorganizacin es slo apa-rente, pues encubre todo un entramado normativo que se sobrepone a losordenamientos jurdicos estatales y que condiciona drsticamente la efecti-vidad y el alcance de las legislaciones estatales. Es el laissez faire a nivelinternacional, construido a partir de la fragilidad de los Estados para res-ponder a estos procesos econmicos globales. La globalizacin manifiesta,entonces, su rostro ms nauseabundo: el de un capitalismo depredador quepuede exhibirse sin disfraz. No precisa ya recurrir al engao de ocultarsebajo la apariencia tierna y conmovedora de una abuelita desvalida. Slo nosresta saber si Caperucita est an a tiempo de salvar la vida, conscientes deque el final del cuento es, en realidad, una mentira piadosa.

    Queda claro, a la luz de lo anterior, que la debilidad del Estado ante losprocesos socio-econmicos globales constituye un slido aliado para la ex-pansin frentica del capitalismo depredador. La brutalidad de la globaliza-cin est en relacin directamente proporcional a la fragilidad de las estruc-

    16 Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la globa-lizacin, cit., pp. 97-98.

    17 Cfr. Lash, S. y Urry, J., The end of organized capitalism, Polity Press, Cambridge,1987.

    18 Cfr. Bauman, Z., Globalizaao. As consequncias humanas, cit., p. 67.

    XIMENA VARGASLpiz
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    turas institucionales del modelo estatal que se ve forzado a ceder a la lgica,pretendidamente inexorable, de un sistema econmico que reclama la supre-sin de lmites y la remocin de obstculos a su desarrollo. Ello provoca unrepliegue de las funciones del Estado, que renuncia a la tradicional concep-cin reguladora propia del modelo social en beneficio de una concepcingerencial del sistema poltico. El Estado asistencial se debilita empujado porun modelo gerencial de la organizacin estatal, cuyo cometido principal esla gestin de las condiciones econmicas, laborales y productivas que per-mitan la maximizacin del beneficio y el desarrollo sin restricciones del sis-tema econmico. El Estado gerencial no renuncia a la regulacin, pero des-plaza los objetivos de sta: ahora no se trata de conseguir la justicia social,sino de potenciar la competitividad econmica. La incapacidad palmaria delEstado para articular respuestas eficaces ante los desafos del orden globalpropicia el desarrollo de un capitalismo salvaje, fuera de todo control, cuyasreglas consagran la ausencia de lmite a la racionalidad del clculo coste/be-neficio. Esta situacin evidencia un desajuste profundo entre el proceso deglobalizacin econmica y las instituciones jurdico-polticas.

    En efecto, la globalizacin de los mercados no ha ido acompaada deun proceso simultneo de carcter global en los mbitos jurdico y poltico.Esta situacin ha propiciado la emergencia de un capitalismo global cuyacapacidad de gestin se superpone a las propias estructuras estatales y limi-ta severamente los mbitos de decisin poltica a nivel interno. El impactode la crisis del Estado en el mbito jurdico se traduce en una creciente pr-dida de capacidad reguladora, en el debilitamiento del estatuto de las liber-tades y en amenazas para la garanta de los derechos humanos. El desajusteestructural entre la globalizacin del mercado y las instituciones locales delEstado-nacin resulta ya alarmante. Los desafos de nuestro mundo recla-man con premura un reajuste a partir del desarrollo de nuevos procesos ins-titucionales de carcter global en los mbitos jurdico y poltico. El dficitinstitucional que la globalizacin genera exige respuestas inmediatas paraneutralizar los efectos perversos de la expansin incontrolada de un capita-lismo depredador, pues, como dice Samir Amin, la globalizacin a travsdel mercado es una utopa reaccionaria que debemos contrarrestar median-te el desarrollo de "un proyecto humanista y alternativo de globalizacin",cuyo desarrollo requiere la articulacin de un sistema poltico de carcterglobal que no est al servicio del mercado19.

    Estamos, pues, ante un proceso de amplias proporciones, que implicaa naciones, regmenes polticos, proyectos nacionales, grupos y clases so-

    19 Amin, S., El capitalismo en la era de la globalizacin, Paids, Barcelona, 1999, p. 19.

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    ciales, culturas y civilizaciones, y que seala la emergencia de la sociedadglobal como una totalidad comprensiva, compleja y contradictoria; unarealidad cuyo impacto genera una redefinicin de los distintos mbitos dela vida social. La aceleracin de la economa provoca una mutacin pro-funda del modo de produccin capitalista y la transnacionalizacin de lasfuerzas productivas sobrepasa las fronteras geogrficas, histricas y cultu-rales, destruyendo o recreando otras formas sociales de vida o de trabajo20.

    Movidos por un decidicido empeo clarificador algunos autores hantratado de acotar el fenmeno al mbito de la economa, aunque, al hacer-lo, han incurrido en la actitud reduccionista de concebir la economa comoun compartimento estanco, completamente al margen de otros fenmenossociales. Me parece que una actitud de este tipo es demasiado simple, porcuanto prescinde de las interacciones que se producen en la vida social en-tre los mbitos de la economa, de la poltica, del derecho y de la cultura.No es lcito desconocer la implicacin mutua de los distintos mbitos de lavida social y, menos an, proyectar anlisis de esta naturaleza en el espa-cio de las ciencias sociales. Ciertamente, la globalizacin comporta unconjunto de transformaciones econmicas como consecuencia de la ac-cin combinada de las nuevas tecnologas y las fuerzas del libre mercado,pero sus implicaciones van mucho ms all del mbito restringido de laeconoma.

    En esta lnea, Ulrich Beck ha distinguido dimensiones diferentes de laglobalizacin: implicaciones de un fenmeno polidrico que alcanzan delleno a los mbitos informativo, cultural, ecolgico, econmico, labo-ral21... La complejidad del fenmeno exige una tarea previa de delimita-cin conceptual sobre su extensin, contenido y alcance. Por eso, el soci-logo germano se aplica con esmero a esta tarea de deslinde y acotacin delas distintas dinmicas del fenmeno, lo cual le lleva a distinguir entre glo-balismo, globalidad y globalizacin:

    a) El globalismo es la ideologa del mercado mundial, el sopor-te ideolgico de un capitalismo global indiscriminado que ensalza elorden espontneo del mercado y vitupera todo tentativa reguladora yredistributiva del Estado, al reputarla una distorsin inadmisible. Setrata, por tanto, de una ideologa que reduce la pluridimensionalidadde la globalizacin al fenmeno ecnomico como nica clave explica-

    20 Cfr. Ianni, O., A era do globalismo, cit., pp. 7-13.21 Cfr. Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la

    globalizacin, cit., pp. 37 ss. Para una acercamiento sinttico a las dimensiones de la globali-zacin cfr. Ferronato, J., Aproximaciones a la globalizacin, Macchi, Buenos Aires, 2000.

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    tiva, anulando la autonoma del resto de los espacios sociales que que-dan, por obra de esta exaltacin economicista, sumergidos en el mer-cado; una suerte de virus mental instalado en el imaginario colectivomerced al cual todo ha de supeditarse al primado de la economa. Elglobalismo suprime as la distincin clsica de la primera modernidadentre poltica y economa.

    b) Por globalidad ha de entenderse el complejo conjunto de lasrelaciones polticas, sociales y culturales que establece una continui-dad espacial a nivel planetario y que convierte a las fronteras en unaficcin inasumible. La globalidad traduce la realidad de la interdepen-dencia en los sistemas sociales, de su hibridacin y de su mezcolanza;una realidad plural cuya integracin no significa heterogeneidad.

    c) Finalmente, la globalizacin se concibe como el resultado dela interaccin de las distintas lgicas globales, un conjunto de proce-sos cuyo desarrollo altera la organizacin econmica, social y polticade los Estados en su relacin con actores transnacionales.

    Como consecuencia de la interaccin de esas dinmicas se genera unaglobalidad irrevisable que surge como uno de los elementos diferenciadoresentre la primera y la segunda modernidad; un conjunto de elementos caracte-rsticos de nuestro momento histrico que tornan irreversible el proceso deglobalizacin. Sus componentes principales son los siguientes: a) el ensancha-miento del campo geogrfico y la densidad de los flujos culturales, econmi-cos, financieros y migratorios a nivel transnacional; b) las innovaciones tecno-lgicas en el campo de las industrias de la informacin y la comunicacin; c)la exigencia de respetar los derechos humanos como uno de los principios dela democracia; d) la homogeneizacin cultural a travs de ciertos iconos difun-didos por corporaciones transnacionales de informacin y comunicacin; e)la aparicin de nuevos actores polticos a nivel transnacional que inauguran eldeclive definitivo del orden de Westfalia con la prdida de protagonismo delEstado-nacin; f) el problema de la pobreza global; e) la amenaza de daosecolgicos irreversibles a escala planetaria; y g) la aparicin de conflictos in-terculturales en sociedades anteriormente homogneas22.

    Esta mutua implicacin revela que el predominio del globalismo ejer-ce una influencia perversa y que debe ser juzgado como la principal fuerzanegativa de la globalizacin. El globalismo -la "ideologa del discurso do-minante" en palabras de Amin23- encubre una suerte de perversin ideol-

    22 Cfr. Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a laglobalizacin, cit., pp. 29-30.

    23 Amin, S., El capitalismo en la era de la globalizacin, cit., pp. 120-121.

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    gica que presenta como inexorable lo que no es ms que una opcin por undeterminado modelo de organizacin socioeconmica. En efecto, paraBeck no es la globalizacin (esto es, el ensanchamiento de espacios y vn-culos sociales transnacionales) la que produce efectos nocivos, sino questos deben atribuirse al globalismo (entendiendo por tal la ideologa queda soporte al imperialismo del mercado). Es necesario deshacer este equ-voco que algunos tratan de perpetuar estableciendo un nexo indisolubleentre globalizacin y exaltacin del capitalismo irrestricto. Por eso es ne-cesario, seala Beck, acudir al "mdico del lenguaje", pues con su ayudapodemos identificar la sintomatologa y advertir que "lo que parece unadegeneracin podra, si sale bien, superar las ortodoxias que han hechofracasar a la primera modernidad y auspiciar la irrupcin de una segun-da modernidad". Con estos propsitos, Beck trata de zafarse de la mitolo-ga del mercado, enfrentndose a la idea de un mercado mundial mundial-mente poderoso "con el tirachinas de una simple diferenciacin",justamente, la ya comentada entre globalismo, globalizacin y globali-dad24. La reciprocidad de estas dinmicas no nos puede inducir a confu-sin: la interdependencia es una realidad irreversible y no es necesaria-mente negativa. Nos recuerda que el mundo fraccionado del Estado-nacin est dejando de existir, que, en su configuracin tradicional, estprximo a exhalar su ltimo aliento, que la realidad no puede escindirse enespacios geogrficos aislados, pues las partes son, cada vez ms, piezas deuna totalidad en la cual se insertan.

    III. GLOBALIZACIN Y FRAGMENTACIN: COMPLEMENTARIEDAD O ANTAGONISMO?

    La globalizacin, sin embargo, no es un fenmeno lineal, una fuerzaunidireccional. Entraa tambin reacciones aparentemente contradicto-rias, opuestas y antagnicas: la globalizacin econmica convive estre-chamente con manifestaciones de reafirmacin de las identidades naciona-les. La oposicin aparente entre lo global y lo local encubre, en realidad,una tendencia de mutua implicacin que se condensa en la sntesis dialc-tica de la glocalizacin. Una y otra entraan riesgos nada deseables, perouna y otra, tambin, se consolidan y refuerzan mutuamente. El Informe delDesarrollo Mundial 1999/2000, publicado por el Banco Mundial, reflejabaesa implicacin mutua, de oposicin y reforzamiento, en los siguientes tr-minos: "Globalizacin y localizacin son trminos que provocan fuertes

    24 Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la globa-lizacin, cit., p. 26.

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    reacciones, positivas y negativas. Se alaba la globalizacin por las nuevasoportunidades que trae consigo, como el acceso a nuevos mercados y latransferencia de tecnologa, oportunidades que contienen la promesa deun aumento de la productividad y mayores niveles de vida. Pero la globa-lizacin tambin es temida y frecuentemente condenada, porque a vecesacarrea inestabilidad y cambios indeseables. Expone a los trabajadores ala competencia de las importaciones baratas que amenazan sus puestos detrabajo; socava la solidez de los bancos y a veces de economas enterascuando los flujos de capital los arrollan. La localizacin se alaba porqueeleva los niveles de participacin en la toma de decisiones y porque da alos pueblos mayor oportunidad de configurar el contexto de sus propiasvidas. A partir de la descentralizacin del gobierno, de manera que msdecisiones se tomen a niveles subestatales, ms prximos a los votantes, lalocalizacin fomenta un gobierno ms flexible y eficiente. Pero tambinpuede amenazar la estabilidad macroeconmica. Gobiernos locales quese han endeudado fuertemente y gastado imprudentemente, por ejemplo,tienen que ser salvados por el gobierno del Estado"25.

    Globalizacin y fragmentacin, en consecuencia, no son ms que ca-ras de una misma moneda: movimientos de sstole y distole, de dilataciny de contraccin, que constituyen momentos de una misma dinmica, porparadjico que pueda parecer. Lo global y lo local se precisan mutuamen-te, se refuerzan y se consolidan. En su expansin, lo global se particularizay se ramifica en mltiples derivaciones, y lo local se integra en lo globalcomo parte de un todo. Al horadar los cimientos del Estado y del modelode organizacin social que propicia, la globalizacin abre camino a la re-definicin de las identidades culturales en este nuevo contexto de la inter-dependencia. La globalizacin de los mercados provoca la aparicin de unejrcito de trabajadores y de un contingente de desempleados a escala glo-bal que se desplaza de un lugar a otro. Estos movimientos migratorios sus-citan problemas culturales, religiosos, polticos y econmicos que desen-cadenan a su vez reacciones fundamentalistas, xenfobas, racistas,radicales y violentas. La dinmica de la globalizacin no slo propiciaconvergencias e integraciones sino que tambin produce y reproduce des-igualdades y diversidades, diferenciaciones y fragmentaciones. La homo-geneidad es slo uno de las caras de la globalizacin: la diversidad no essu negacin, sino tan slo el reverso de la moneda: "Las mismas relacio-nes y fuerzas que promueven la integracin suscitan el antagonismo, ya

    25 Banco Mundial, Informe del Desarrollo mundial 1999/2000, cit. por Sebastin, L.de, "La globalizacin: es incontrolable? qu podemos hacer?, en AA.VV., ATTAC. Contrala dictadura de los mercados, Icaria, Barcelona, 2001, p. 27.

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    que stas siempre deparan diversidades, alteridades, desigualdades, ten-siones, contradicciones". La sociedad global es necesariamente mltiple,plural y caleidoscpica26.

    La erosin y la fragmentacin aparecen, entonces, como un efecto msde un complejo entramado de fenmenos. Bauman ha insistido en la mu-tua implicacin de estas dos tendencias. La fragmentacin poltica no esun "palo en la rueda" de la sociedad mundial emergente, unida por la librecirculacin de la informacin. Al contrario, existe una afinidad estrecha,profunda, entre la globalizacin de todos los aspectos de la economa y elrenovado nfasis en el principio territorial27. La globalizacin comporta elfin de las concepciones y de los sistemas monistas, el ocaso de las estruc-turas unitarias de poder. Un proceso simultneo de descentralizacinacompaa la expansin de esta nueva sociedad global, caracterizada porun orden policntrico en el que los nuevos actores ocupan, cada vez, ms

    26 Cfr. Ianni, O., A era do globalismo, pp. 21-32. La cita procede de la pgina 30. Estainterrelacin entre globalizacin y fragmentacin es resaltada por muchos autores. A prop-sito de ello Giddens sostiene que el fundamentalismo es hijo de la globalizacin: se desarro-lla a travs de los cauces que la globalizacin posibilita y nace como respuesta a lasinfluencias globalizadoras. Adopte la forma que adopte -religiosa, tnica o nacionalista-,prosigue Giddens, constituye una amenaza contra la modernidad, pues "contempla la posibi-lidad de la violencia y es enemigo de los valores cosmopolitas" (Cfr. Giddens, A., Un mundodesbocado. Los efectos de la globalizacin en nuestras vidas, cit., pp. 60-63). Sobre la rela-cin entre lo global y lo local son tambin interesantes las reflexiones de Beck, U., Qu esla globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la globalizacin, cit; y de Robert-son, R., Globalization. Social Theory and Global Culture, Sage, London, 1992, cap. XII. Lainterpenetracin entre lo global y lo local ha propiciado la aparicin del sustantivo "glocali-zacin" con el que se alude a esas estrategias de integracin entre ambas esferas: un mirarglobal adaptado a las condiciones locales. El trmino "glocalizacin" surge inicialmente enel mbito de lo que se denomina micromarketing correspondindose con la personalizacin ycomercializacin de productos de base global en mercados locales cada vez ms diferencia-dos. Se trata de crear consumidores "autctonos", particulares, con sus propios hbitos y tra-diciones, pues la diversidad vende. En el mbito de la teora social la "glocalizacin" sirvepara explicar esa suerte de relacin ntima, estrecha, profunda, entre lo global y lo local, cuyocorrelato filosfico es la polaridad entre lo universal y lo particular. Frente a las concepcio-nes homogeneizadoras que contemplan la globalizacin en oposicin a la particularizacin,Robertson entiende que la globalizacin envuelve a lo particular: es intrnsecamente plural yheterognea. La globalizacin, agrega nuestro autor, comprende la reconstruccin y, encierto modo, la produccin, del "hogar", de la "comunidad" y de la "localidad". En realidad,lo local debe ser entendido, con ciertas restricciones, como un aspecto de la globalizacin.Esta interpenetracin entre lo global y lo local coloca en primera fila la cuestin del multicul-turalismo, de las relaciones complejas en espacios compartidos de tradiciones culturalesdiversas y de los derechos que corresponden a los miembros de los diferentes grupos cultura-les en el desarrollo de su identidad colectiva.

    27 Cfr. Bauman, Z., Globalizaao. As consequncias humanas, cit., p. 75.

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    espacio en el escenario mundial. Por eso, la globalizacin es intrnseca-mente dialctica: implica tambin un proceso de erosin de esas estructu-ras cerradas y unitarias de poder, cuyo desgaste resulta cada vez ms alar-mante. Los nuevos centros de decisin recaban protagonismo y ello setraduce en una quiebra de los modelos tradicionales de organizacin so-cio-poltica y, particularmente, del Estado-nacin.

    Es intil tratar de permanecer ajeno a esta nueva configuracin de lasrelaciones sociales: el modelo tradicional del Estado-nacin precisa ser re-formulado, en estas coordenadas, como una pieza ms en el marco de unapoltica global, un actor ms en el reparto cuyo papel resulta insuficientepara reconstruir la escena. La globalidad, a tenor de ello, es en palabras deBeck, "una condicin impostergable de la actividad humana en las postri-meras de este siglo"28. Asumir esta situacin es algo prioritario: hay quecaer en la cuenta de que el mundo ya no volver a ser lo que era, que unnuevo orden comienza a emerger y que nos cumple la responsabilidad demodelarlo. Por eso, frente al conformismo de los apologistas del mercado,hay que reivindicar la capacidad del hombre para disear la ordenacin so-cial. Nuestra capacidad de respuesta reclama una conciencia decidida a fa-vor de la emergencia de un modelo conceptual e institucional que nos per-mita afrontar los desafos de este mundo que comienza a emerger.Recuperar la poltica en una dimensin global se antoja una necesidad ina-plazable: precisamos nuevas instituciones y organizaciones desde las queabordar los retos del presente. Nunca se ha sentido, como ahora, la insufi-ciencia de los modelos organizativos e institucionales inaugurados por laprimera modernidad: el agotamiento del Estado-nacin y la crisis del mo-delo internacional establecido a raz de la paz de Westfalia son indicadoresirrefutables de esta urgencia. Nuestra era est marcada por el retroceso dela capacidad del Estado para articular las relaciones sociales: su crisispone de manifiesto el declive de uno de los principios caractersticos de laprimera modernidad: el "nacionalismo metodolgico", que entenda la or-denacin social, poltica y econmica como una proyeccin del modeloinstitucional del Estado-nacin29. La globalizacin, subraya Ianni, ha tor-nado anacrnico el Estado-nacin y quimrica la soberana: el paradigmade las relaciones internacionales que otorga prioridad a la figura del Esta-do-nacin como actor principal ya no resulta suficiente30. Las nuevas rea-

    28 Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a la globa-lizacin, cit., p. 35.

    29 Cfr. Beck, U., Qu es la globalizacin? Falacias del globalismo, respuestas a laglobalizacin, cit., pp. 99 ss.

    30 Cfr. Ianni, O, A era do globalismo, cit., pp. 94-95.

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    lidades de la sociedad global requieren nuevos paradigmas institucionalesde aliento global. Esta prdida progresiva de protagonismo del Estado anteel empuje de un poder econmico transnacional precisa ser contrarrestada.La fragmentacin poltica y la globalizacin econmica son, como haapuntado Bauman, aliados ntimos y conspiradores afinados. La integra-cin y la divisin, la globalizacin y la territorializacin, son procesos mu-tuamente complementarios31. La globalizacin ha generado un desajuste,una disfuncin, entre el desarrollo del mercado y el de las instituciones po-lticas y jurdicas de carcter global, cuya precariedad es, justamente, lamejor baza para el avance de un capitalismo frentico, posesivo y desbo-cado.

    IV. GLOBALIZACIN, JUSTICIA Y MODERNIDAD

    En Mundializaao e Cultura, Renato Ortiz realiza una lcida exposi-cin de las interacciones socio-culturales en la poca de la globalizacin.Considera el profesor brasileo que la expansin cultural posibilitada porla intensificacin de los flujos comerciales, por la expansin de la indus-tria cultural y por la innovacin tecnolgica tendr efectos directos sobreel desarrollo de lo que l denomina "modernidad-mundo". Entiende Ortizque la mundializacin posibilita el avance de la modernidad que trascien-de por fin las fronteras nacionales. La nacin, que hasta ahora haba cons-tituido un primer paso en el proceso de modernizacin frente a la disgrega-cin y aislamiento de territorios y comunidades locales, se ve ahorasuperada por la expansin de la modernizacin ms all de los espaciosnacionales. De este modo, Ortiz contempla la articulacin de la nacin encuanto unidad mental y cultural de sus habitantes como una primera faseen el proceso de desarrollo histrico de la modernidad, entendindola aquno en su sentido filosfico-cultural sino como expresin concreta de unaorganizacin social a la cual corresponde un estilo de vida, una forma deser32. La modernidad inaugura un nuevo modelo de organizacin socialprivilegiando cualidades como la funcionalidad, la racionalidad y la movi-lidad. El nacimiento de la nacin se vincula, as, con el trnsito de la socie-

    31 Cfr. Bauman, Z., Globalizaao. As consequncias humanas, cit., p. 77. 32 Cfr. Ortiz., R., Mundializaao e Cultura, 3 reimpr., Brasiliense, Sao Paulo, 1998,

    pp. 35-69. Sobre la relacin entre globalizacin y modernidad puede verse tambin Pinheirodo Nascimento, E., "Globalizaao e exclusao social: fenmenos de uma nova crise damodernidade?", (en Dowbor, L., Ianni, O., y Resende, P.E.A. (eds.), Desafios da globali-zaao, cit. pp. 74-94), en el que el autor expone que la modernidad es intrnsecamente globalpor lo que el fenmeno de globalizacin no comporta una negacin de la modernidad pero sla creciente exclusin social que la expansin del mercado provoca.

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    dad agraria y estamental a la sociedad industrial y burguesa, y es consoli-dado gracias a los adelantos de la tcnica que permiten el establecimientode un sistema moderno de comunicacin (telgrafo, tren, peridicos, etc.)que posibilita la circulacin de personas, ideas e informaciones. En las so-ciedades modernas las relaciones sociales son desplazadas de sus contex-tos territoriales de interaccin y se reestructuran por medio de relacionesindefinidas de tiempo-espacio. Los hombres se desterritorializan, favore-ciendo una organizacin racional de sus vidas. Un cambio tan relevanteprecisa servirse de un sistema tcnico que permita el control del espacio ydel tiempo. El paradigma de la modernidad-nacin no debe contemplarsecomo algo opuesto a la mundializacin, sino que sta va implcita en lapropia modernidad. Nacin y mundializacin no son antagnicas, sino queambas deben entenderse como dos momentos del desarrollo histrico de lamodernidad. La modernidad-nacin conduce lgicamente a la moderni-dad-mundo: "contrariamente a lo que muchas veces se supone, la nacines una primera afirmacin de la mundialidad. Ella porta en su seno unamodernidad-mundo ... la modernidad encierra una vocacin mundial, yno puede ser contenida en el interior de las fronteras nacionales"33.

    Emerge, de esta forma, un nuevo patrn cultural, la "modernidad-mundo"que, inspirado por la vocacin universalista de la modernidad, trata de llevar asu plenitud la tendencia mundializadora ya iniciada. Un nuevo patrn culturalque no deroga modelos culturales particulares, sino que los remodela en fun-cin de una nueva forma de estar en el mundo, adecuada a la era de la globali-zacin. La mundializacin se nos antoja, entonces, un proceso deseable, unaforma de contrarrestar ciertas tendencias perversas de la modernidad que con-fluyen en el proceso de globalizacin y que se condensan la autonomizacindel subsistema econmico y en el predominio de la razn instrumental.

    Frente a ello, el patrn cultural de la "modernidad-mundo" recoloca losvalores ilustrados en el centro del debate tico-poltico y, en el mbito jurdico,rescata los derechos humanos de la espiral destructora de la racionalidad eco-nmica. La mundializacin se constituye entonces en la tabla de salvacin dela modernidad y, con ella, de los derechos humanos: all donde la globaliza-cin amenaza con devastar la pluralidad cultural mediante la estandarizacinde los productos de consumo, la mundializacin opone un paradigma culturalflexible que impide la asimilacin y la homogeneidad, un nuevo modelo cul-tural capaz de articular una respuesta frente a circunstancias tambin novedo-sas. En la perspectiva de la globalizacin, el desarrollo de un paradigma cultu-ral mundializado, acorde con las condiciones cambiantes de un mundo en

    33 Ortiz, R., Mundializaao e Cultura, cit., p. 50.

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    mutacin, permite reinsertar los procesos econmicos en el conjunto de inte-racciones sociales y polticas, reinvidicando as el protagonismo de la razn yde la cultura frente al imperio de las fuerzas incontrolables del mercado. Laglobalizacin no supone el fin de la modernidad sino una nueva fase de stacaracterizada por la radicalizacin de algunos de sus elementos, cuya polariza-cin puede provocar disfunciones importantes. Slo la emergencia de un pa-trn cultural adecuado a las nuevas coordenadas podr proporcionar un sopor-te slido a la continuidad del proyecto moderno.

    La transnacionalizacin de los modelos jurdico-polticos a nivel orga-nizativo e institucional es la nica respuesta al interrogante sobre la viabili-dad del proyecto ilustrado en la era de la globalizacin. La rplica al impe-rialismo del mercado que inaugura el globalismo exige un esfuerzoredoblado por colocar la poltica y el derecho por encima de los flujos eco-nmicos transnacionales. La globalizacin no tiene por qu traducirse, pesea quien pese, en un sometimiento servil a los dictados de un capitalismotransnacional autorregulado cuya lgica del mximo beneficio se traduce,finalmente, en un colapso del proyecto de la modernidad34. Urge desenmas-carar este mito de la globalizacin que hace inviable todo proyecto de reali-zacin de los ideales ilustrados y que quiebra la alianza entre sociedad demercado, democracia y Estado asistencial. En las coordenadas de la globali-zacin, el proyecto de la modernidad puede an rescatarse, reformulando,eso s, algunos de sus planteamientos, cuya redefinicin resulta imprescindi-ble en orden a la realizacin de lo ms puro y valioso de su mensaje: el pro-yecto universalista compendiado en los derechos humanos.

    Ante esta situacin novedosa, cuyos contornos comenzamos a entrever,es necesario replantearse los perfiles del derecho, de la poltica y de la justi-cia en las coordenadas de un mundo globalizado. Se trata de reflotar el pro-yecto de la modernidad? Seguramente. Se trata de reivindicar la causa delhumanismo y del universalismo, en tiempos de disolucin, de vrtigo y decongoja. Se trata de reformular los instrumentos tericos con los que el dere-cho y la poltica han venido trabajando para adaptarlos a una situacin hastaahora desconocida. Se trata, en suma, de "tomar la globalizacin en serio",

    34 Sobre la vigencia del proyecto de la modernidad, sus crticas y la conveniencia deuna reconstruccin de sus elementos tericos cfr., mi obra En las encrucijadas de la moder-nidad. Poltica, Derecho y Justicia, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2000. Acerca de lasrelaciones entre modernidad y globalizacin, Robertson ha mostrado que el problema de lamodernidad se expande y, en cierto sentido, se subordina al problema de la globalidad.Muchos de los temas especficos de la modernidad son exacerbados en el proceso de globali-zacin (Cfr. Robertson, R., Globalization. Social Theory and Global Culture, Sage, London,1992, especialmente cap. IX).

  • La Globalizacin Ilustrada 35

    como certeramente ha apuntado Giddens al parafrasear el ttulo de la clebreobra de Dworkin Taking Rights Seriously; y esto slo se consigue redoblan-do los esfuerzos por articular respuestas a nivel institucional a la globaliza-cin de los mercados, integrando las polticas nacionales en una perspectivamundial y estimulando la colaboracin internacional en ciertas reas bsicasque precisan el desarrollo de instituciones globales o la mejora de las exis-tentes35. Hay que reafirmar los contenidos bsicos del proyecto modernocuyo legado permanece an irrealizado36: slo as conseguiremos evitar lasinrazn narcisista del mercado salvaje, destructor e incuo. La crisis de lamodernidad es tan slo aparente: una crisis engaosa urdida en la sombrapor conspiradores diletantes y trasnochados, sedicentes progresistas que tra-tan de abrir una va de agua en el impresionante legado cultural de Occiden-te. Justamente en este momento no caben veleidades: definir nuestra posi-cin es una tarea acuciante, slo as podremos evitar el naufragio. La va delhumanismo y del cosmopolitismo sigue siendo, hoy ms que nunca, la nicaalternativa a la desazn de la disolucin, de la anomia, de la insolidaridad ydel instinto. En definitiva, en tiempos de incertidumbre y de cambios trepi-dantes se abre paso, con ms fuerza que nunca, la pregunta recurrente por lajusticia: por las condiciones que hacen posible que la existencia humana seadigna de ser vivida y por el papel que le cabe al hombre en el diseo y cons-truccin de las realidades humanas.

    Las alteraciones que la globalizacin est introduciendo en la ordena-cin geopoltica no pueden escapar a un anlisis iusfilosfico. Entre otrascosas, porque su influencia alcanza de lleno al mundo jurdico y se proyectaen formas especficas de juridicidad que estn redefiniendo las cuestionesms apremiantes de la justicia, de los derechos humanos y de la democra-cia. Y la Filosofa del Derecho no puede quedar al margen de cuanto sucedea su alrededor, encerrada en el palacio de cristal de sus cavilaciones imper-turbables. No es esa la Filosofa del Derecho que nuestro tiempo demanda,porque la realidad no puede ser mirada de soslayo, como si nada de cuantoacontece en derredor pudiera inquietar las certezas consolidadas de un sa-ber arrogante y autosuficiente. El derecho necesita respuestas a cuestionesnuevas y tambin a cuestiones de siempre. Las que hay no nos permiten

    35 Cfr. Giddens, A., "Tomar la globalizacin en serio", en La tercera va y sus crticos,Taurus, Madrid, 2001, pp. 133-173. El autor se refiere explcitamente a cinco grandes reasen las que resulta cada vez ms necesario un enfoque de carcter global, a saber: la goberna-cin de la economa mundial, la gestin ecolgica global, la regulacin del poder corpora-tivo, el control de las guerras y el fomento de la democracia transnacional.

    36 Cfr. "El debate sobre la justicia en las encrucijadas de la modernidad", en Julios-Campu-zano, A. de, En las encrucijadas de la modernidad. Poltica, Derecho y Justicia, cit., pp. 209-245.

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    afrontar con xito los desafos de nuestro tiempo, unas, porque son estri-les, porque nunca sirvieron; otras, porque son, sencillamente, caducas.

    Alguien dijo que a la Filosofa del Derecho le cumple una tarea funda-mental: anticipar las seales de lo nuevo. Y este fenmeno es, sin duda, no-vedoso, y tiene adems importantes consecuencias para la comprensin dela realidad jurdica en una sociedad cambiante. Efectivamente, la Filosofadel Derecho no puede rehuir este cometido, porque entonces estara negn-dose a s misma. Es hora ya de reivindicar una Filosofa del Derecho libera-da de falsos estereotipos escolsticos, una Filosofa del Derecho que acome-ta con audacia y decisin la tarea inexcusable de allanar el horizonte de lajusticia. Una Filosofa del Derecho que asuma sin remilgos el papel trascen-dental que le cabe en el conjunto de los saberes jurdicos: el de proporcionaruna visin omnicomprensiva de la juridicidad que permita la conciliacinentre el ser y el deber ser, entre el derecho positivamente establecido y losvalores que deben inspirarlo. Justamente en esa encrucijada, la Filosofa ju-rdica adquiere un valor incalculable porque es ah donde, desprendida dehueras pretensiones de cientificidad, deja de emular a otros saberes; es ahjustamente donde su misin es ineludible, donde su tarea no ser arrogadapor otras disciplinas. No impugno la vocacin servil de la Filosofa, tantasveces proclamada por diletantes pseudofilsofos, porque, ciertamente, nues-tra disciplina se debe a su seor, pero su condicin de esclava la dignifica:nuestro saber no es un saber esclavo de las ciencias (ancilla scientiarum),hora es ya de que se yerga y de que alce la frente con dignidad, despus detanto tiempo de postracin. La Filosofa del Derecho slo es esclava de lajusticia (ancilla iustitiae) y a este vasallaje ha de prestarse complaciente. Delo contrario habr renunciado a su responsabilidad como saber, abdicandode una misin que slo ella puede llevar a cabo.

    Y si el fenmeno es complejo, los anlisis unidimensionales deben repu-tarse superfluos. La comprensin de una realidad compleja exige que seaabordada desde una perspectiva interdisciplinar que no rechace las aportacio-nes de las ciencias sociales en la comprensin de un fenmeno polivalente ypluridimensional. La globalizacin es, sin lugar a dudas, la constatacin mspalmaria de la futilidad de los anlisis autopoiticos del fenmeno jurdico.En realidad, el debate sobre la globalizacin est preado de incertidumbres.Tantas que sera osado pretender disiparlas con aportaciones incuestionables.Nuestro objetivo en este trabajo es algo ms modesto: lejos del paraso de lascertezas, nos conformamos tan slo con apuntar algunas propuestas; unasuerte de aproximacin terica que nos permita descubrir la trascendencia dela cuestin y sus mltiples implicaciones en el debate sobre la justicia.

  • CAPTULO IILA CRISIS DE LA CIUDADANA EN LA

    ERA DE LA GLOBALIZACIN

    I. LA CRISIS DEL ESTATUTO MONISTA DE LA CIUDADANA

    Una de las categoras polticas centrales de la modernidad es, sin resqui-cio a dudas, la ciudadana. El ciudadano como centro de atribucin de facul-tades e imputacin de derechos es, ciertamente, el elemento nuclear de laarticulacin de las relaciones entre poltica y derecho en los Estados nacio-nales1. No en vano ese status de ciudadano vino a abrogar, definitivamente,la estratificacin estamental de las sociedades del antiguo rgimen en bene-

    1 Sobra decir que cuando hablamos de ciudadana nos estamos refiriendo a la ciudada-na democrtica que es tan slo una manifestacin especfica de ciudadana frente a otras for-mas histricas o contemporneas. En este sentido podemos seguir aqu la caracterizacin delconcepto de ciudadana propuesta por Steven Lukes y Soledad Garca a partir de tres elementosconstitutivos: a) la posesin de ciertos derechos y obligaciones en el marco de una determinadasociedad; b) la pertenencia a una comunidad poltica determinada (el Estado), vinculada hist-ricamente a la nocin de nacionalidad; c) un conjunto de facultades y derechos especficos quegarantizan la participacin del individuo en los procesos de toma de decisiones (Cfr. Garca, S.,y Lukes, S. (eds.), Ciudadana: justicia social, identidad y participacin, siglo XXI de Espaa,Madrid, 1999, p. 1). Sobre el contenido de la ciudadana puede consultarse tambin Balibar, E.,"Propositions sur la citoyannet", en Withol de Wenden, C. (ed.), La citoyannet, Edilig, Paris,1988. Sobre esta materia y sobre el estado actual del debate terico sobre la ciudadana resultatambin ilustrativo el trabajo de Prez Ledesma, M., "Ciudadanos y Ciudadana. Un anlisisintroductorio", en Prez Ledesma, M. (comp), Ciudadana y Democracia, Pablo Iglesias,Madrid, 2000, pp. 1-35. Para un estudio del despliegue histrico de la ciudadana en los Esta-dos modernos es referencia obligada la obra ya clsica de Marshall, T.H., Citizenship andSocial Class (Cambridge University Press, Cambridge, 1950), en la que se desarrolla la tesis dela progresiva ampliacin del contenido de la ciudadana, desde un primer momento en el queslo inclua derechos de carcter negativo pasando, tras la incorporacin de derechos polticos,a adquirir su forma definitiva con la aparicin de los derechos sociales.

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  • ALFONSO DE JULIOS-CAMPUZANO38

    ficio del reconocimiento de la igualdad jurdica de todos los individuos, conindependencia de su origen social o de su posicin econmica. Durante dos-cientos aos -que a ttulo orientativo podramos acotar bsicamente entre laRevolucin Francesa y la cada del muro de Berln- la ciudadana ha ejerci-do este papel de primer orden como elemento dirimente de la atribucin noslo de derechos polticos, sino tambin de otra naturaleza, en el seno de laestructura burocrtico-administrativa del Estado. La ciudadana definidacomo ciudana-institucin ha sido y contina siendo el elemento vertebradorde las relaciones interindividuales en el mbito de la vida poltica intraesta-tal y, a travs de ella, los derecho subjetivos han cobrado cuerpo como corre-lato jurdico del reconocimiento de la igualdad poltica de los individuos.

    Sin embargo, las profundas mutaciones a que se est viendo sometidoel mundo contemporneo en su ordenacin jurdico-poltica en virtud delimpacto transformador de la globalizacin, coloca un amplio espectro decuestiones hasta ahora desconocidas que hacen que el concepto de ciuda-dana se tambalee a la par que el modelo Estatal se redefine en las coorde-nadas de la economa global2. El modelo de ciudadana que tan eficaz ser-vicio prest a ese modelo de organizacin social est hoy en crisis. Comoha apuntado Jos Mara Gmez, los impactos transformadores de la globa-lizacin han alcanzado en profundidad a la ciudadana democrtica en sudoble naturaleza, como modo de legitimacin y como medio de integra-cin social "como status legal igualitario de derechos y deberes de losmiembros de la comunidad poltica frente al poder poltico y, simultnea-mente, como identidad colectiva basada en la pertenencia a la comunidadnacional de origen y destino"3.

    No poda ser de otra forma, porque muchos son los factores que inci-den sobre l. Huelga decir que la ciudadana no puede quedar al margen deeste vasto repertorio de transformaciones, porque es, sin duda, una de loselementos nucleares del modelo de organizacin jurdico-poltica de lamodernidad. Ya no son las cosas como antes: se acab el tiempo de las es-tructuras de poder unitarias y de los sistemas jurdicos plenos, completos yacabados. El formalismo jurdico sobre el que descans el dominio del Es-tado-nacin en su poca de apogeo es ya solo un recuerdo desledo de po-cas pretritas. Termin ya el imperio de la individualidad abstracta, des-personalizada, indiferenciada, cuyos correlatos jurdicos se cifraban en la

    2 Una aproximacin premonitoria y ya clsica al impacto que la interdependencia globaltendra sobre el modelo poltico estatal es la Rosenau, J.N., The Study of Global Interdepen-dence. Essays on the Transnationalisation of World Affairs, Frances Pinter, London, 1980.

    3 Gmez, J. M, Poltica e democracia em tempos de globalizaao, Vozes, Petrpolis,2000, p. 65.

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  • La Globalizacin Ilustrada 39

    igualdad meramente formal ante la ley y en un haz de derechos individua-les difcilmente tangibles en la vida real de la personas. Eso, ciertamente,es ya agua pasada. Tanto que algunos casi ni lo recuerdan (aunque en elfondo, no nos engaemos, todos sabemos que los rescoldos de esa lumbreno fueron an definitivamente sofocados).

    Sea como fuere, el Estado social de Derecho vino a poner las cosas en susitio, al recordarnos que el abstracto individuo del derecho liberal-burgus nienferma, ni come, ni duerme, ni padece. No envejece, no se muere. Quizspor eso, un individuo que slo exista en las leyes lo nico que precisaba eranderechos que, tambin, slo existan en las leyes. El hiperracionalismo de laindividualidad abstracta termin por cosificar los derechos pues, al desposeera los individuos de su propia incardinacin histrica, posibilit ciertos reduc-cionismos que conculcaban su propia pretensin de universalidad4. Como haapuntado De Lucas, la pretensin universalista del racionalismo ilustrado deconceptualizar los derechos mediante un proceso de abstraccin jug en sumomento un papel decisivo, pues, al desposeer a los individuos de todos susatributos, los coloc a todos en posicin de igualdad. Se haba acuado, as,un magnfico expediente terico para la abolicin de los privilegios de clasedel Antiguo Rgimen y para la implantacin definitiva de los derechos huma-nos. Sin embargo, un proceso de esta naturaleza entraaba riesgos nada des-deables que no tardaran en manifestarse con toda su virulencia, pues la ca-racterizacin del individuo sin atributos era, simultneamente, una va abiertapara la exclusin que se concretara en tres frentes: a) mediante la identifica-cin exclusiva del hombre con el individuo y del individuo con el burgus: latitularidad de los derechos quedaba de esta forma drsticamente restringida auna determinada clase social; b) la proyeccin del modelo de sociedad pa-triarcal en la atribucin de los derechos, con la consiguiente exclusin de g-nero que condenaba a la mujer a una permanente minora de edad, bajo la tu-tela del padre o del esposo; c) la ecuacin que identifica ciudadana ynacionalidad, restringiendo el alcance pretendidamente universal de los dere-chos a la previa adquisicin de la nacionalidad5.

    Desde entonces, sin embargo, las cosas han cambiado mucho, aunquecada vez resulta ms palmario que ni siquiera el maltrecho Estado social hapodido hacer frente a la cascada de transformaciones que se han producido enlas ltimas dcadas. El status jurdico de ciudadano est vindose redefinido,

    4 Cfr. Tarello, G., Cultura jurdica y poltica del derecho, F.C.E., Mxico, 1995, pp.39-56.

    5 Cfr. De Lucas, J., El desafo de las fronteras. Derechos humanos y xenofobia frentea una sociedad plural, Temas de Hoy, Madrid, 1994, pp. 43-45.

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    quizs porque el modelo sobre el que se haba cimentado resulta ya anacrni-co. No valen ya las frmulas abstractas ni las estructuras centralizadas de po-der, no sirven ya los derechos indiferenciados que mutilan las derivacionessociales de la individualidad. Es el derecho ciego el que est en crisis y con luna ciudadana invidente que parece por fin rebelarse. Ya no ser ni tan dcil,ni tan pnfila: reivindica su reconocimiento. Y el Estado no consigue satisfa-cer sus expectativas pues ni puede responder con celeridad a sus demandas,ni cuando lo hace sus respuestas resultan satisfactorias. La pluralidad y lacomplejidad de nuestras sociedades y de los procesos que desarrolla no sonya fcilmente reconducibles al esquema arquetpico de ese estatuto monistade la ciudadana que la conceba como una unidad orgnica, indiferenciada ysimtrica, una reduccin artificial a la igualdad que traduca discriminacin yapartamiento. Quizs por ello se produce un vaciamiento del Estado por aba-jo, esto es, a nivel infraestatal: sus estructuras no consiguen articular meca-nismos de respuesta en la cantidad y con la rapidez requerida por la compleji-dad de los procesos sociales. De esta suerte, el Estado se desmembra en unamirada indescifrable de organismos, instituciones y micropoderes que hacenque el propio concepto de ciudadana se erosione, se desgaste, se fragmente ose divida, siguiendo un proceso que, utilizando un smil, bien pudiera compa-rarse con la disgregacin del tomo en la fisin nuclear.

    No concluye aqu la relacin de alteraciones que afectan a la ciudada-na pues, si a nivel infraestatal constatamos un vaciamiento, a nivel su-praestatal se puede registrar un proceso de desbordamiento de esa concep-cin rgidamente vinculada al modelo poltico del Estado-nacin. Desdeesta perspectiva, el Estado carece de la posibilidad de articular respuestasconsistentes a problemas que trascienden con mucho sus propias fronteras,problemas de escala planetaria cuyo tratamiento slo puede abordarse conxito trascendiendo las estructuras de poder estatales. Se produce, enton-ces, un efecto de globalizacin de la ciudadana como tentativa de verte-brar vnculos sociales ms all de las reducidas dimensiones del Estado.La globalizacin de la ciudadana entraa una transnacionalizacin de lapoltica, en busca de soluciones eficaces a cuestiones que no pueden serresueltas siguiendo los cauces que proporciona el modelo estatal.

    El nuevo diseo de la relaciones humanas a nivel infraestatal y supraesta-tal que introduce el paradigma emergente de la globalizacin est comportan-do alteraciones significativas en la percepcin del status de ciudadana, en lamedida en que ste tiende a fragmentarse en el mbito infraestatal o a globali-zarse en el mbito transnacional. Se trata de aspectos interrelacionados: la glo-balizacin comporta, tambin, fragmentacin, ruptura y disolucin. Como haindicado Farias, ambos procesos son, en realidad, el anverso y el reverso de

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  • La Globalizacin Ilustrada 41

    la misma moneda y sin ellos no puede ser comprendida en su complejidad lascircunstancias que constrien en la hora presente la realizacin prctica de losderechos humanos. El actual contexto espacio-temporal de los derechos hu-manos se enmarca en un doble proceso definido, por una parte, por las tenden-cias globalizadoras de la economa y de la tcnica y, por otra, por la fragmenta-cin social y cultural de la ciudadana provocada por el nacimiento de nuevasidentidades o por la redefinicin de las existentes, con los consiguientes con-flictos multiculturales6. En este contexto, la oposicin entre lo global y lo localinaugura lo que podramos llamar una dialctica de la complementariedad:dos dimensiones cuyo antagonismo aparente constituyen, en verdad, aspectosmutuamente relacionados de un proceso complejo que ha merecido la apari-cin de un neologismo, acuado por Robertson, la glocalizacin.

    Estas tendencias introducen, as, cambios relevantes que permiten augu-rar una redefinicin del concepto de ciudadana en la medida en que la crisisdel Estado-nacin amenaza tambin a las categoras polticas nucleares sobrelas que ste ha descansado. Parece que, a la vista de lo anterior, podemos deli-near bsicamente dos tendencias que afectan al concepto de ciudadana y queya han sido enunciadas: 1) La fragmentacin de la ciudadana a nivel intraes-tatal comporta un progresivo proceso de diferenciacin y de ruptura del statusjurdico nico que la ciudadana vino a establecer en los albores de la moderni-dad. Apuntamos as a todo un conjunto heterogneo de fenmenos7 cuyo co-

    6 Cfr. Farias Dulce, M.J., Globalizacin, ciudadana y derechos humanos, cit., p. 1.7 Nuestra aproximacin a los fenmenos que desgastan o erosionan la ciudadana a nivel

    intraestatal se ceir, en lo que sigue, a algunas expresiones emblemticas de la globalizacin,cuales son: la configuracin "estamental" de la ciudadana y la interdependencia econmica. Nopodemos desconocer, empero, que existen otros fenmenos que inciden sobre el alcance de la ciu-dadana y que se relacionan directamente con la vigencia del principio de soberana popular y dela legitimidad de los procesos polticos y que han llevado a Habermas a referirse a un olvido de laidea de soberana popular en el horizonte poltico de nuestro tiempo. Son varios los factores queconvergen en este fenmeno, pero todos ellos pueden asociarse a la crisis del derecho regulador ydel Estado intervencionista para reducir la complejidad creciente de los procesos socioeconmi-cos. Con carcter aproximativo podemos cifrarlos en los siguientes:

    a) La tecnocracia o el poder de los expertos: La generalizacin de la frmula poltica delEstado social de Derecho tras la Segunda Guerra Mundial supuso un crecimiento espectacular delas funciones del Estado con el correspondiente aumento de las lites tecnocrticas en la estruc-tura burocrtica estatal. A medida que el Estado se expanda fue surgiendo una nueva lite socialde expertos y tecncratas cuyo poder decisorio en la adopcin de acuerdos y en la ejecucin depolticas pblicas fue erosionando paulatinamente el principio democrtico y mermando el espa-cio reservado a la legitimacin de las decisiones en la voluntad mayoritaria. Se trat, ciertamente,de uno de los efectos perversos del Estado benefactor que, en su afn por virtualizar los espaciosde libertad