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CAPÍTULO 2 CUESTIONES VOCÁLICAS: EL ESPEJISMO DE LA ESTABILIDAD Aunque las vocales no constituyen por lo general el núcleo de la variación fónica interesante en español —a diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre con el inglés—, existen varios fenómenos que afectan al vocalismo del español mexicano, algunos de los cuales no carecen de complejidad y que están todavía faltos de una explicación plenamente satisfactoria. De hecho, el punto de partida de este capítulo es la perspectiva de que sabemos en realidad muy poco acerca de la variación vocálica del español, y que en consecuencia es más prudente proceder a acopiar datos y a examinarlos minuciosamente antes de sacar conclusiones apresuradas. El empleo de datos geolingüísticos y sociolingüísticos mostrará que las cosas son bastante más complicadas de lo que parecen a primera vista y que el planteamiento de una fonología variable vocálica apenas puede empezar a ser esbozado. El capítulo se ordena de la siguiente forma. En primer término, se examina la distribución que surge del espacio vocálico al proyectar la interpretación por medio del Alfabeto Fonético Internacional de los signos correspondientes a las vocales en el Atlas Lingüístico de México. A continuación se ofrecen algunos ejemplos de vocales del español mexicano, para en seguida ofrecer una imagen de los parámetros acústicos fundamentales de las vocales en contexto, a partir de datos extraídos de entrevistas sociolingüísticas del Corpus sociolingüístico de la ciudad de México. La parte más extensa del capítulo se ocupa de examinar la distribución de las vocales átonas en varios mapas del Atlas Lingüístico de México, al tiempo que los datos se examinan a la luz de varios modelos geolingüísticos, en geografía aparente y en geografía real —conceptos que se discutirán más adelante— y sociolingüísticos 1 . 1 Se encuentran en proceso de publicación dos avances de este capítulo, uno en el Homenaje a Thomas Smith- Stark, editado por Esther Herrera y Rebeca Barriga, y otro en el volumen de Actas del XVI Congreso Internacional de la Alfal, celebrado en la Universidad de Alcalá en junio de 2011. Las páginas presentadas ahora corrigen e integran los materiales y, en especial, desarrollan mucho más los análisis, triplicando, aproximadamente, el número de páginas expuestas en los adelantos.

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CAPÍTULO 2

CUESTIONES VOCÁLICAS: EL ESPEJISMO DE LA ESTABILIDAD

Aunque las vocales no constituyen por lo general el núcleo de la variación fónica

interesante en español —a diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre con el inglés—, existen

varios fenómenos que afectan al vocalismo del español mexicano, algunos de los cuales no

carecen de complejidad y que están todavía faltos de una explicación plenamente

satisfactoria. De hecho, el punto de partida de este capítulo es la perspectiva de que

sabemos en realidad muy poco acerca de la variación vocálica del español, y que en

consecuencia es más prudente proceder a acopiar datos y a examinarlos minuciosamente

antes de sacar conclusiones apresuradas. El empleo de datos geolingüísticos y

sociolingüísticos mostrará que las cosas son bastante más complicadas de lo que parecen a

primera vista y que el planteamiento de una fonología variable vocálica apenas puede

empezar a ser esbozado.

El capítulo se ordena de la siguiente forma. En primer término, se examina la

distribución que surge del espacio vocálico al proyectar la interpretación por medio del

Alfabeto Fonético Internacional de los signos correspondientes a las vocales en el Atlas

Lingüístico de México. A continuación se ofrecen algunos ejemplos de vocales del español

mexicano, para en seguida ofrecer una imagen de los parámetros acústicos fundamentales

de las vocales en contexto, a partir de datos extraídos de entrevistas sociolingüísticas del

Corpus sociolingüístico de la ciudad de México. La parte más extensa del capítulo se ocupa

de examinar la distribución de las vocales átonas en varios mapas del Atlas Lingüístico de

México, al tiempo que los datos se examinan a la luz de varios modelos geolingüísticos, en

geografía aparente y en geografía real —conceptos que se discutirán más adelante— y

sociolingüísticos1.

1 Se encuentran en proceso de publicación dos avances de este capítulo, uno en el Homenaje a Thomas Smith-Stark, editado por Esther Herrera y Rebeca Barriga, y otro en el volumen de Actas del XVI Congreso Internacional de la Alfal, celebrado en la Universidad de Alcalá en junio de 2011. Las páginas presentadas ahora corrigen e integran los materiales y, en especial, desarrollan mucho más los análisis, triplicando, aproximadamente, el número de páginas expuestas en los adelantos.

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EL PROBLEMA DE LA TRANSCRIPCIÓN

La adaptación al Alfabeto Fonético Internacional de los signos vocálicos del Atlas

Lingüístico de México amerita algunos comentarios, que permitan hacerse una idea más

cabal de la concepción general del espacio vocálico. En mi opinión, el aprovechamiento

exhaustivo del material fónico incluido en los Atlas tradicionales (es decir, en

geolingüística perceptual) tiene sus limitaciones y hay que tomar con precaución ciertas

transcripciones y las descripciones articulatorias asociadas a ellas, sin que ello mengüe —es

importante asentarlo desde el primer momento— su valor documental e histórico: en la

inmensa mayoría de los casos son el único y mejor material disponible y no conviene en

absoluto regatear méritos a ciertos trabajos monumentales.

La precisión de las observaciones es, en cualquier caso, el punto de partida para

cualquier elaboración posterior. Cuando se ha hablado de, valga el caso, vocales

debilitadas, se entremezclan en realidad varios parámetros físicos, tanto articulatorios como

acústicos, que aunque tienen cierta relación entre sí son al tiempo independientes (es decir,

son autosegmentales). Entre estos parámetros se encuentran o se pueden encontrar la

hipoarticulación, que consiste en que los órganos articulatorios no completan a cabalidad

los objetivos gestuales más fieles a la conformación ideal del segmento (son las vocales

descritas como “poco definidas”); la desestructuración de los formantes vocálicos; el

descenso de la intensidad; el ensordecimiento (de una parte de la vocal) o la sordez (de toda

ella); la centralización de la articulación dentro del espacio vocálico; el sostenimiento o

reducción de la duración; la contaminación recibida por parte de sonidos consonánticos

contiguos; el papel de la acentuación y en general de los patrones acentuales léxicos; el

papel de los patrones postléxicos, es decir, de la entonación —quizá entre otros hechos

reseñables. Es claro que este conjunto de factores, u otro parecido, simplemente no se ha

medido de manera sistemática y representativa sobre un volumen interesante de datos

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mexicanos. Sin esa base, podría argumentarse, poco o nada se ha avanzado o se puede

avanzar. Ya hay proyectos en marcha en ese sentido2.

Más allá de esa visión pesimista, e injusta, sobre el trabajo ya realizado, me parece

que pueden seguirse dos o tres estrategias para sacar el máximo provecho de los materiales

ya recogidos, pensando ahora específicamente en el Atlas Lingüístico de México: a) el

reanálisis acústico de los materiales, una vez que se digitalicen las entrevistas grabadas.

Una primera cala en algunos registros sonoros no permite ser demasiado optimistas en este

sentido, en el caso específico de las vocales3, por deficiencias en la fuente de grabación; es

probable, sin embargo, que a la vista de todo el corpus, sumamente extenso, sea factible

seleccionar un subconjunto útil; b) reducir razonadamente las variantes distinguidas en las

transcripciones, bien sea agrupándolas en tipos no muy distintos (por ejemplo, sin tantas

distinciones en el lugar y la altura articulatorias), bien trabajando por rasgos (por ejemplo,

sonidos sonoros frente a variantes ensordecidas y sordas): tales estrategias se aplicarán la

mayor parte de las veces, por no decir siempre, que en este libro se trabaje con el Atlas; c)

aportar cierta claridad o explicitud en las repercusiones de la manera en que se conciben las

diferentes variantes, una vez que se estructuran a través del espacio vocálico: esta tercera

tarea es la que se intenta a continuación.

Si se acepta en líneas generales el traslado al Alfabeto Fonético Internacional

propuesto supra, el espacio vocálico queda más o menos como se ve en el cuadro 2.1;

conviene discutirlo un poco antes de seguir adelante.

2 Como el ya mencionado Corpus oral del español de México, en proceso de elaboración en el Laboratorio de Estudios Fónicos de El Colegio de México. 3 La situación puede ser muy diversa según los parámetros: quizá la duración de la vocal y la altura de los formantes en los centros vocálicos sea rescatable en ciertos casos; mucho más difícil es opinar de la validez de las trazas de sonoridad, de la intensidad, del papel de los sonidos contiguos. Para otros fenómenos fónicos, como la entonación, puede sentirse una mayor confianza, al menos a partir de las exploraciones realizadas hasta el momento.

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CUADRO 2.1. Proyección aproximada de los signos del Atlas establecidos según el AFI en

el espacio vocálico

[i] [u]

[i] [₍i ₎]

[i] [⁽ĩ⁾]

[ĩ] [ĩn]

[i] [i]

[i]

[ɪ][ɪ][y]

[ʊ] [ʊ]

[ʉ]

[u]

[u] [u] [₍u₎]

[u] [⁽ũ⁾]

[ũ] [ũn]

[u] [u]

[₍i ₎] [₍u₎]

[i] [u]

[e] [o]

[₍e₎] [₍o₎]

[e] [ø]

[ø] [ø]

[₍e₎] [e]

[⁽ẽ⁾] [ẽ]

[ẽn] [e]

[e]

[e] [ə] [ə] [ɵ] [o] [o] [o] [₍o₎]

[o] [⁽õ⁾]

[õ] [õn]

[o] [o]

[ɛ]

[ɐ] [ɐ]

[o]

[ɔ]

[ɛ]

[ɔ]

[æ]

[æ]

[a]

[a]

[a] [₍a₎]

[a] [₍ḁ₎]

[ḁ] [⁽ã⁾]

[ã] [ãn]

[a]

[a] [ɑ]

[₍a₎]

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[a]

Como puede verse, se ha procurado emular en lo posible la distribución general de

las vocales, dada la asimetría de las áreas, ordenadas de manera vertical en la región

posterior, pero de manera declinante en la zona anterior. El área (en sentido estricto, el

volumen), es diferente según las regiones, a lo que parece, y las acotaciones antero-

posteriores y de elevación no son las mismas según las diferentes regiones; otro tanto puede

decirse sobre la precisión esperada con respecto a otros rasgos. Vistas así las cosas, se

esperaría, por ejemplo, anotar en especial variantes “poco definidas” o hipoarticuladas con

respecto a las formas cardinales y también en referencia a parte de las vocales centrales. Por

otra parte, los alófonos con diferentes grados de ensordecimiento y nasalización, así como

los alófonos no silábicos aparecen como expectativas en principio sólo a la sombra de las

variantes cardinales. Parece esperarse, por otra parte, una gran cantidad de variación

asociada a la altura o grado de elevación de cada una de las vocales, disponiéndose de

numerosos pasos intermedios para establecer perceptualmente tal disposición. En cuanto a

la ubicación antero-posterior, es la /a/ la vocal dotada de mayor flexibilidad notacional en

la traslación AFI del ALM. Más modestas son las posibilidades para las vocales medias y

altas, aunque con posibilidades para asignar formas centralizadas y centrales.

Por supuesto, esto no quiere decir que el sistema notacional deba reducirse a este

repertorio. Puede matizarse, corregirse y detallarse cuanto haga falta, pero parece

importante tener cierta idea de qué es lo que se está haciendo exactamente en los catálogos

tradicionales, dado el papel que estos van a tener, cuando menos en este primer volumen de

la FVEM4.

4 Debe observarse, además, que en la (re)notación propuesta se ofrecen varias alternativas a las soluciones originales, algunas de ellas ciertamente discutibles. Por ejemplo, se deja de lado la posibilidad de un tercer grado perceptual de intensidad en la transcripción de la nasalización y en cambio se añade la posibilidad de variantes con soltura nasal y se apunta también la posible presencia de formas dotadas de diferentes grados de centralización. Se trata en realidad de discusiones provisionales en tanto se dispone de mediciones más precisas de parámetros físicos, simplemente para no dejar cancelada la interpretación atribuible a ciertas transcripciones tradicionales.

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DESCRIPCIÓN GENERAL

Conviene a continuación, sólo de manera ilustrativa y antes de iniciar el análisis de algunos

problemas específicos, ofrecer algunos ejemplos de vocales del español mexicano5. Se ha

empleado la proyección espectrógrafica de veinte vocales, las incluidas en las secuencias y

palabras aba, lava, eve, leve, ibi, civil, obo, lobo, ubu, tubular, de modo que se disponga de

ejemplos de formas iniciales e interconsonánticas, en general distribuidas en tónicas y

átonas6. Al final del apartado se intentará concluir algunas observaciones generales acerca

del comportamiento de la estructura formántica.

La figura 2.1 muestra los datos correspondientes a /a/, en sendos espectrogramas y

un cuadro con las mediciones correspondientes.

5 Los ejemplos ilustrativos de esta sección han sido grabados a partir de los datos de una joven de diecisiete años, del Distrito Federal, estudiante del último año de bachillerato. Los datos fueron leídos. En las figuras, la transcripción aparece en ortografía normal. La grabación se hizo con Praat 5.2.23 en una computadora Mac. 6 Con exepción de la /u/, para la que se promueven tres átonas y una sola tónica.

Time (s)0 0.43120

8000

a b a

Time (s)0 0.4312

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[ˈa] [a] [ˈa] [a]

F0 (centro) (Hz) 242 159 219 171

F0 (promedio) (Hz) 238 165 216 192

F1 (centro) (Hz) 1008 829 786 722

F2 (centro) (Hz) 1565 1670 1711 1647

F3 (centro) (Hz) 2907 2994 2866 2967

Intensidad (centro) (dB) 79.6 66.7 76.1 62.7

Intensidad (promedio) (dB) 78.6 66.9 75.1 64.5

Duración (ms) 136 87 138 121

FIGURA 2.1. Dos ejemplos de [a] tónica y dos ejemplos de [a] átona

En ambas realizaciones, la tonía intrínseca queda subsumida en la entonación léxica

(no postléxica, pues se trata de palabras aisladas) de cada una de las formas; de hecho, el F0

de las vocales de las primeras sílabas es claramente superior, tanto en el centro como en el

promedio, en los dos casos, tanto cuando la /a/ está en sílaba sin ataque como cuando sí lo

está. Como se ve infra en el cuadro 2.2, el F0 tiende a comportarse de una manera bastante

Time (s)0 0.62960

8000

l a v a

Time (s)0 0.6296

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estable. En cuanto a las mediciones de los primeros formantes, la informante ejemplo

presenta promedio de F1= 838 Hz, F2= 1648 Hz y F3= 2933 Hz, con desviaciones estándar

elevadas sobre todo para el primer formante (de 106) y francamente más reducidas para el

segundo y el tercero (53 y 50). Existen, por otra parte, claras divergencias entre la vocal en

sílaba tónica y átona en cuanto a la intensidad, claramente mayor en el material acentuado,

y en cuanto a la duración, obteniéndose soluciones mucho más largas en las sílabas dotadas

de acento.

Time (s)0 0.40870

8000

e b e

Time (s)0 0.4087

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[ˈe] [e] [ˈe] [e]

F0 (centro) (Hz) 238 175 227 ---

F0 (promedio) (Hz) 233 153 222 ---

F1 (centro) (Hz) 653 542 540 499

F2 (centro) (Hz) 2364 2296 2222 2145

F3 (centro) (Hz) 3107 3057 2906 2812

Intensidad (centro) (dB) 76.1 66.1 75.3 68.3

Intensidad (promedio) (dB) 74.8 68.7 74.9 69.4

Duración (ms) 152 119 166 110

FIGURA 2.2. Dos ejemplos de [e] tónica y dos ejemplos de [e] átona

Las observaciones que cabe hacer acerca de la /e/, como para las demás vocales, no

son demasiado diferentes. Se observa un claro mayor F0 cuando la vocal reside en sílaba

tónica que cuando se halla en átona, desde luego. Una particularidad en la realización de

leve, que a fin de cuentas ha parecido interesante por ilustrativa, es que la segunda sílaba se

ha pronunciado con voz quebrada, lo que ha impedido medir el F0; los otros formantes, sin

Time (s)0 0.52020

8000

l e v e

Time (s)0 0.5202

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embargo, parecen haberse podido recuperar sin problemas. Es esta una cuestión

metodológica que no carece de interés, dado que el planteamiento general de la FVEM es

que el dato esencial ha de aceptarse tal como se produjo en la secuencia grabada (dando

como método menos marcado la entrevista sociolingüística). Así, si se estudia la entonación

y se encuentra un fragmento ensordecido, en principio la estrategia es aceptar que así se

produjo en habla (relativamente) natural y como tal hay que analizarlo. Sobra decir que tal

modo de proceder no significa tomar juntos caso fonéticamente muy disímiles que podrían

alterar cualquier generalización cuantitativa o cualitativa: han, por supuesto, de separarse y

de considerarse como lo que son, sin que ello implique, salvo en caso absolutamente

extremos, descartarlos. Recuérdese que el realismo en el análisis de los datos implica

aceptar el principio de exhaustividad. Por lo demás, las desviaciones estándar de los

formantes primero, segundo y tercero han sido ahora moderadas (57, 82 y 118) y parecen

poder tomarse como representantes de la informante examinada. La intensidad y la

duración se mantienen fieles a la expectativa: son claramente mayores con las vocales

tónicas.

Time (s)0 0.52560

8000

i b i

Time (s)0 0.5256

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[ˈi] [i] [i] [ˈi]

F0 (centro) (Hz) 254 182 225 247

F0 (promedio) (Hz) 254 169 159 242

F1 (centro) (Hz) 445 367 410 462

F2 (centro) (Hz) 2739 2801 2654 2712

F3 (centro) (Hz) 3265 3316 3339 3373

Intensidad (centro) (dB) 72.8 68.1 73.2 77.3

Intensidad (promedio) (dB) 72.4 66.2 72.1 76.1

Duración (ms) 156 168 105 110

FIGURA 2.3. Dos ejemplos de [i] tónica y dos ejemplos de [i] átona

Los datos referentes a /i/ confirman la tendencia de lo expuesto: clara mayor altura

de la tonía intrínseca en los dos ejemplos acentuados, tanto en el centro como en el

promedio de los valores. Las desviaciones estándar de los tres siguientes formantes son

realmente reducidas (36, 53 y 39), por lo que parece que las medidas y su promedio

(considerado en la discusión infra) no presenta mayores problemas. Sí existen, sin

Time (s)0 0.5730

8000

c i v i l

Time (s)0 0.573

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embargo, algunas discordancias en cuanto a la intensidad y la duración. Con la intensidad,

es verdad que en cada par interno, en ibi y en civil, resulta más intensa la vocal de la sílaba

tónica, pero también es cierto que la primera /i/ de civil ha resultado más intensa, muy

probablemente por su carácter de vocal en sílaba inicial. En cuanto a las discordancias en

duración, no son tan fáciles de explicar. Por un lado, son pequeñas y probablemente poco

significativas; que las vocales de civil sean más breves puede deberse a que se trate de una

palabra real, y no de una secuencia pronunciada con mayor artificiosidad por parte de la

informante (pero este razonamiento es dudable, a la vista de lo ocurrido con otras vocales).

Time (s)0 0.39010

8000

o b o

Time (s)0 0.3901

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[ˈo] [o] [ˈo] [o]

F0 (centro) (Hz) 247 177 238 168

F0 (promedio) (Hz) 241 179 234 171

F1 (centro) (Hz) 658 545 697 511

F2 (centro) (Hz) 1251 976 1312 1011

F3 (centro) (Hz) 3142 3149 3096 3356

Intensidad (centro) (dB) 80.7 74.2 80.1 72.7

Intensidad (promedio) (dB) 79.6 74.3 78.8 69.4

Duración (ms) 150 126 146 135

FIGURA 2.4. Dos ejemplos de [o] tónica y dos ejemplos de [o] átona

Los datos de /o/, en cambio, se comportan según lo previsto. El F0 central y

promedio es claramente mayor en ambas realizaciones. La desviación estándar para los

formantes primero, segundo y tercero alcanza magnitdes un poco mayores a las vistas hasta

ahora (77, 146 y 100). La intensidad y la duración son mayores en el caso de las vocales

situadas en sílabas tónicas.

Time (s)0 0.49490

8000

l o b o

Time (s)0 0.4949

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[ˈu] [u] [u] [u]

F0 (centro) (Hz) 291 199 246 211

F0 (promedio) (Hz) 278 206 240 210

F1 (centro) (Hz) 356 379 473 422

Time (s)0 0.41780

8000

u b u

Time (s)0 0.4178

Time (s)0 0.73530

8000

t u b u l a r

Time (s)0 0.7353

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F2 (centro) (Hz) 864 809 1077 1064

F3 (centro) (Hz) 3233 3173 2966 2875

Intensidad (centro) (dB) 78.1 72.4 75.3 74.2

Intensidad (promedio) (dB) 76.9 75.2 74.1 73.6

Duración (ms) 193 156 140 69

FIGURA 2.5. Un ejemplo de [ˈu] tónica y tres ejemplos de [u] átona

La historia es, finalmente, muy parecida para el caso de /u/. Una vez más, puede

apreciarse una tonía intrínseca claramente mayor en el ejemplo tónico, tanto en la medición

central como en el promedio. Las desvicaciones estándar han sido de 45, 119 y 146.

También intensidad y duración se mantienen en la dirección esperada, con cantidades

menores cuando la vocal es átona. La pretónica de tubular resultó bastante reducida en

términos de duración, entre la tercera y la cuarta parte del tiempo desarrollado en la tónica

de ubu. Estas grandes diferencias serán de interés a la hora de discutir el comportamiento

del vocalismo átono, como se hará a lo largo de buena parte de este capítulo.

Por último, el cuadro 2.2 resume y compara los datos referentes a la tonía intrínseca

en el centro de las vocales; aunque se trata de datos muy limitados (pocos ejemplos de una

sola informante) y existe ya algún estudio sobre el vocalismo mexicano (Herrasti y

Meneses 2001), se han querido acotar por pensar que harán falta algunos materiales de este

tipo como sustento de algunas observaciones de tipo microprósodico acerca del

comportamiento de la entonación, que será abordada en el volumen 2 de esta obra. Por otra

parte, los resultados son básicamente los esperados: mayor F0 en las sílabas tónicas y un F0

promedio vinculado a la altura de las vocales, más bajo cuanto más baja es la vocal (caso de

la /a/), intermedio con las vocales medias /e/ y /o/, y desde luego más elevado con las

vocales altas, tal como ocurre con /i/ y sobre todo con /u/.

CUADRO 2.2. Tonía intrínseca promedio en una hablante femenina

(en el centro de la vocal)

/a/ /e/ /i/ /o/ /u/

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* * * * *

230 165 232 175 250 203 242 172 291 219

x= 198 x= 213 x= 227 x= 207 x= 237 Nota: Se marca con “*” el promedio de las vocales en sílabas tónicas en Hz, y sin él el de las átonas; en la última línea aparece el promedio general.

Quizá no carezca completamente de interés intentar algunas comparaciones para los

valores formánticos de la informante considerada.

CUADRO 2.3. Resumen de los datos promedio en el centro por F y por vocal

198 836 1648 2933 /a/

213 558 2257 2970 /e/

227 421 2726 3323 /i/

237 407 953 3062 /u/

207 603 1137 3186 /o/

F0 F1 F2 F3

Para intentar mostrar la inquietante combinación entre la variabilidad de los datos y

la estabilidad que parece de alguna manera condensarlos, se ha procedido a trazar varias

proyecciones. Como puede observarse, se ha situado la vocal central baja, /a/, en la punta

superior del pentágono, las vocales medias en el centro, las altas abajo, las anteriores a la

derecha y las posteriores a la izquierda7. El empleo de una proyección pentagonal tiene la

ventaja, en medio de su aspereza, de mostrar bajo una misma dimensión el comportamiento

de las frecuencias, pues éstas, al servicio de propósitos diferentes, están hechas de la misma

sustancia, ordenada de alguna manera concéntricamente.

7 Por supuesto, hubiera sido más intuitivo conservar las posiciones naturales, pero confío en que incluso así la figura no pierda la utilidad buscada.

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139

FIGURA 2.6. Proyección lineal (arriba) y logarítmica (abajo) de F1 y F2 sobre un espacio

pentagonal

0

1000

2000

3000

a

e

iu

oF1

F2

1

10

100

1000

10000

a

e

iu

oF1

F2

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140

Si observamos en primer lugar la figura expuesta sobre una escala lineal (2.6

arriba), se observará, tomando como referencia la vocal /a/, que el comportamiento del F1

es relativamente uniforme en cuanto a su distanciamiento del 0 ó centro de la figura en

prácticamente todas las vocales, con excepción precisamente de la propia central baja. Muy

diferente es el caso del F2, pues mostrándose la /a/ en una franja relativamente intermedia

entre los 1000 y los 2000 Hz, el resto de las vocales se salen de tal medianía, volcándose las

vocales posteriores hacia la franja inferior, de los 1000 Hz, y las anteriores superando

claramente la de los 2000, incluso por mucho, como ocurre con la /i/, de modo tal que el

pentágono irregular ha ganado mucho terreno por el lado de las vocales anteriores. La

proyección logarítmica (2.6 abajo), aunque no modifica los detalles, sí atempera en mucho

la impresión de desorden suscitada por la proyección lineal. Aunque la /a/ sigue siendo la

más extrapolar en su F1, en general las distancias con el F2 parecen mantenerse mucho más

estables, aun cuando es claro que éstas aumentan claramente del lado de la /i/ y en parte en

las vocales que comparten propiedades con ella, sea la anterioridad o la altura. Tal

panorama general persiste al proyectar junto con el F1 y el F2 también el F0 y el F3, como se

hace en la figura 2.7.

0

500

1000

1500

2000

2500

3000

3500

a

e

iu

oF0

F1

F2

F3

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141

FIGURA 2.7. Proyección lineal (arriba) y logarítmica (abajo) de F0, F1, F2 y F3 sobre un

espacio pentagonal

Quizá el interés mayor de la proyección lineal de todos los formantes sea mostrar a

las claras que, en contraste con la relativa estabilidad central del F0, y la relativa regularidad

del polígono del F3, aun contando con ciertos desfases (en especial en la /i/), los más libres

en su condicionamiento físico son el F1 y sobre todo el F2, pues modifican según sus

necesidades la conformación del espacio frecuencial. Por supuesto, esto es más que

perfectamente sabido, pues el timbre vocálico depende ante todo de estos dos formantes:

son los que rinden más utilidades lingüísticas. La proyección logarítmica pone las cosas un

poco más en su lugar; obsérvese la relativa proporcionalidad en las distancias entre cada

uno de los anillos. Además de lo ya dicho (la elongación del F1 por el lado de la /a/, el

desequilibro del F2 en las vocales anteriores), llama la atención cómo del lado de la /e/ y la

/i/, el F2 alcanza al F3. La estabilidad logarítmica del F3, por cierto, sugiere que éste no tiene

un papel de mucha importancia en la conformación de las distinciones entre las vocales que

han servido para desarrollar el ejemplo.

1

10

100

1000

10000

a

e

iu

o

F0

F1

F2

F3

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142

El siguiente apartado intentará extender estas primeras impresiones acerca de los

datos vocálicos a un conjunto de materiales un poco más representativos, tanto por su

origen como por el volumen de observaciones. Sin descartar hechos de cualquier origen, es

claro que una fonología variable tiene que descansar en cimientos lo más comunitarios,

contextualizados y generales posibles.

VOCALES EN CONTEXTO

Aunque ya se dispone de varios trabajos que caracterizan acústicamente algunas de las

dimensiones propias de las vocales del español mexicano, esta sección quiere enfatizar la

necesidad de estudiar los segmentos vocálicos en entornos dotados de cierta naturalidad, y

no sólo en el laboratorio, si es que se quiere proporcionar descripciones y explicaciones

realistas de los hechos lingüísticos8. Existen diferencias de cierto detalle entre las

producciones obtenidas a partir de palabras grabadas de manera aislada, en contextos

controlados, y los patrones propios del material surgido en entrevistas semiespontáneas.

Desde luego, unos datos no invalidan los otros, sino que cabe entenderlos como estilos de

habla diferentes en el sentido laboviano clásico, de manera que la representación de los

hechos queda precisamente enriquecida en la medida en que se consideran materiales

procedentes de diferentes fuentes.

El objetivo en este subapartado es ofrecer algunas medidas básicas del F1 y el F2 de

las vocales del español de la ciudad de México, en el marco de una caracterización acústica

un poco más general9, a partir de algunas entrevistas pertenecientes al Corpus

sociolingüístico de la ciudad de México (cf. Martín Butragueño y Lastra 2011), de modo

que se pueda observar a) su dispersión interna; b) las diferencias entre hablantes

8 Además de lo ya dicho en la sección de antecedentes, véase Martín Butragueño y Vázquez Laslop 2002 y Martín Butragueño 2011. 9 Además del F1 y el F2, se han medido el F0 y el F3, se ha calculado el F´2, y se ha establecido la duración de cada vocal. También se ha considerado la tonicidad, la estructura de la sílaba, el tipo de consonante en las sílabas trabadas y la posición en la palabra. Por motivos de espacio, sin embargo, no se incluye ahora la discusión relativa al efecto de todos estos factores.

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143

(específicamente, entre hombres y mujeres)10; y c) las diferencias con respecto a las

mediciones obtenidas con otros métodos.

Para ello, se ha tomado una muestra de cinco casos tónicos y cinco átonos de cada

una de las vocales en ocho informantes, obtenidas en el contexto de realización propio de

entrevistas semiinformales, de tal forma que se han seleccionado de manera lineal en el

texto de las grabaciones11, hasta ir cubriendo el total de las cuotas (5 vocales × 10 casos × 8

informantes= 400 casos). En cuanto a los informantes, se ha tenido en cuenta el género, al

tomar cuatro hombres y cuatro mujeres; la edad, al seleccionar cuatro jóvenes (es decir, del

grupo de 20 a 34 años) y cuatro personas mayores (esto es, del grupo de más de 55 años); y

el nivel de estudios (cuatro informantes del nivel bajo, con primaria o menos, y cuatro del

nivel alto, con estudios universitarios). Es decir, se dispone de 2 géneros × 2 edades × 2

niveles de estudio= 8 informantes. Las mediciones se han llevado a cabo por medio del

programa Praat (versión 5.2.01, de Boersma y Weenink 2010) y se han trasladado a una

base de datos en la que se ha anotado los promedios y dispersión del material. Por fin, las

cartas formánticas se han trazado por medio del programa PlotFormant (versión 4.0)12.

El trabajo se organiza de la siguiente manera. En primer término, se repasan los

principales antecedentes; a continuación, se presentan los resultados generales obtenidos a

través de la medición de los diferentes parámetros acústicos, primero para hombres y luego

para mujeres; por fin, se presentan unas breves conclusiones.

Antecedentes

No existen demasiados trabajos que caractericen la estructura formántica de las vocales del

español mexicano. Cabe destacar el análisis de Madrid Servín y Marín Rodríguez (2001),

quienes establecen las frecuencias típicas de los tres primeros formantes, considerando al

tiempo el tipo de sílaba, a partir del análisis de 120 casos (30 ejemplos × 2 hombres × 2

10 Se dispone también de información estructurada según la edad y el nivel de estudios de los informantes, y también se ha construido la carta formántica de cada uno de los individuos, de modo que pueda discutirse la dispersión asociada a cada persona. Al igual que con las variables lingüísticas mencionadas en la nota anterior, no se incluye ahora la discusión correspondiente de todos estos factores. 11 Una vez descartados los primeros minutos de la encuesta, de forma que se asegurara una cierta naturalidad en el desarrollo lingüístico de las entrevistas. 12 Agradezco a Esther Herrera la asesoría en el manejo de este programa.

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144

mujeres) procedentes de un cuestionario de palabras obtenidas en frases marco. Se trata, en

conjunto, de un corpus de tamaño relativamente reducido, que en cualquier caso les permite

obtener una serie de valores de referencia que, en líneas generales, ofrecen cantidades muy

semejantes a las obtenidas en su momento en el estudio clásico de Quilis y Esgueva (1983),

quienes presentaban valores promedio surgidos del estudio de hablantes de diferentes

regiones hispánicas, entre los que se contaban cuatro informantes mexicanos13. La figura

2.8, trazada a partir de la figura 6a (p. 49) y el cuadro 1 (p. 43) de Madrid Servín y Marín

Rodríguez (2001), permite comparar los datos de ese trabajo con los de Quilis y Esgueva

(1983), en lo que toca al F1 y al F2 de las realizaciones masculinas en sílaba abierta14.

13 Se trata de los informantes 1, 2, 3 y 4 de la lista de Quilis y Esgueva; trabajan con un total de 22 informantes, dieciséis hombres y seis mujeres, todos universitarios. 14 Quilis y Esgueva trabajan con una lista de treinta palabras, que graban desordenadas, en el seno de una frase portadora; las vocales se encuentran en posición fonética normal, es decir, entre consonantes labiales, que no afectan la articulación de las vocales, que son ante todo linguales: “pipa, viva, mima, Pepa, beba, mema, papa, baba, mama, popa, boba, momia, pupa, buba, mundo, pipero, vivero, mimito, pepona, beber, memita, papaya, babero, mamita, popita, bobita, momento, pupita, bubita, munícipe” (1983, p. 162), leídas con ritmo normal y con naturalidad. Algún ejemplo llama por cierto la atención, como mundo, que no sería estrictamente interlabial; tampoco permitiría la catalogación estricta como “sílabas abiertas”, como interpretan Madrid Servín y Marín Rodríguez, pero esto seguramente no altere los promedios de manera significativa.

0

500

1000

1500

2000

2500

F1 (QyE)

F1 (MyM)

F2 (QyE)

F2 (MyM)

F1 (QyE) 265 454 657 475 294

F1 (MyM) 272 426 648 461 321

F2 (QyE) 2318 1995 1215 888 669

F2 (MyM) 2258 1924 1468 930 725

i e a o u

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145

FIGURA 2.8. Comparación de los promedios de los dos primeros formantes entre los

trabajos de Quilis y Esqueva (QyE) —conjunto de tónicas y átonas— y Madrid Servín y

Marín Rodríguez (MyM), en sílabas abiertas y voz masculina

Como puede observarse, los valores se encuentran próximos; son, de hecho,

prácticamente coincidentes para el F1, y la única diferencia un poco más llamativa en el F2

se produce en el caso de la /a/, expuesta con 1215 Hz y 1468 Hz. El dato es interesante,

porque en el caso de las mujeres, aun presentándose un patrón general común entre ambos

trabajos, existen diferencias un poco mayores (véase figura 6b, p. 50), notorias en especial

precisamente en la misma vocal /a/15. Por otra parte, para Madrid Servín y Marín

Rodríguez, “la realización de los segmentos vocálicos en sílaba abierta no difiere mucho de

su realización en sílaba trabada, por lo que no se puede hablar propiamente de alófonos

abiertos y cerrados en dichos contextos” (p. 51)16.

Poch Olivé, Harmegnies y Martín Butragueño (2008) consideran, por otra parte, la

influencia del estilo de habla sobre las características de las vocales mexicanas, siguiendo

los planteamientos de Harmegnies y Poch (1992 y 2010), que señalan el efecto

desorganizador que el estilo de habla menos cuidado ejerce sobre el sistema vocálico,

provocando el surgimiento de numerosas realizaciones centralizadas. El trabajo, realizado

con un único informante, examina un corpus de 300 vocales. En primer término, se

consideraron 30 realizaciones de cada una de las cinco vocales extraídas de una

conversación semiinformal de una hora de duración17; después, se elaboró una lista con las

palabras que contienen esas realizaciones, y el mismo informante la leyó con naturalidad

pero aislando las palabras. Al primer estilo se le llamó “habla espontánea” y al segundo

“habla de laboratorio”, y los resultados se comparaban con materiales análogos de un 15 Si entre los hombres la diferencia en el F2 alcanzaba 250 Hz, en el caso de las mujeres era de casi 600 Hz, lo cual indicaría una articulación más anterior de /a/ en la ciudad de México (1755 Hz) que en el español general (1156 Hz); tal tendencia se observaría también en las mujeres en las otras vocales (menos en /i/) y en los hombres (salvo en /i/ y en /e/). Además, las mujeres presentan una diferencia de casi 250 Hz en el F1 con respecto a los resultados de Quilis y Esgueva: 910 Hz en México por 661 Hz en el trabajo general (cf. Madrid Servín y Marín Rodríguez 2001, p. 50). 16 Este hecho permite la comparación que se realiza infra entre sólo los datos de sílabas abiertas de Madrid y Marín con todos los datos de este trabajo, por motivos de simplificación en el análisis. 17 Entre las realizaciones escogidas, el 50% eran tónicas y el 50% átonas, todas ellas en sílaba abierta en posición interior de palabra.

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146

informante español (estudiado en Harmegnies y Poch 2010), tal como se muestra en las

figuras 2.9 y 2.10.

FIGURA 2.9. Cartas formánticas en habla de laboratorio del hablante español (izquierda) y

del hablante mexicano (derecha)

FIGURA 2.10. Cartas formánticas en habla espontánea del hablante español (izquierda) y

del hablante mexicano (derecha)

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Aunque el trabajo empleaba un índice cuantitativo estricto para medir la

centralización18, basta ahora con llamar la atención visual hacia la mayor cantidad de

realizaciones centrales, la mayor dispersión de las realizaciones y el mayor grado de

traslape en las cartas formánticas de la llamada “habla espontánea” con respecto al “habla

de laboratorio”. Podría apuntarse, de hecho, la aparición de un aparente desorden del que

sólo con mucho mayor trabajo puede emerger cierto sistema organizativo (también puede

apuntarse, en sentido contrario pero complementario, que la desorganización relativa es

posible gracias a la preexistencia de un sistema). El informe, de hecho, considera también

cuantativamente el grado de desorganización del sistema por medio de una simulación de

reconocimiento automático de las vocales a partir de funciones discriminantes aplicadas a

cada estilo: el estilo “espontáneo” fue mucho más desorganizado19.

Aunque planteado desde un enfoque diferente, el sociolingüístico, que busca

establecer cómo actúan los hablantes en situaciones de habla específicas, este trabajo

pretende retomar los lineamientos de estos antecedentes: contribuir a la caracterización

acústica de las vocales y considerar un marco más realista que tenga en cuenta los rasgos

fónicos de la espontaneidad, es decir, abordar el problema de la realización de las vocales

insertas en el contexto del habla.

ANÁLISIS DE RESULTADOS

Los resultados se presentan en dos secciones. Se describen en primer término los materiales

propios de los hombres y a continuación los relativos a mujeres; se procura comparar

algunas dimensiones propias de cada uno de los dos subconjuntos de datos.

18 El índice DELTA (δ) (Harmegnies y Poch 1992 y 2010) calcula la diferencia entre las distancias al centro del espacio vocálico entre las vocales en “habla de laboratorio” y las vocales del estilo propio del “habla espontánea”. Más adelante en este mismo trabajo se aplica a propósito del problema de la centralización en los datos recogidos. 19 También se consideró el centro de gravedad en el plano formántico de las áreas de dispersión, así como las variaciones de la varianza de las realizaciones vocálicas.

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148

Mediciones en hombres

El cuadro 2.4 muestra los valores promedio de F1 para los 200 casos correspondientes a los

valores vocálicos de los hablantes masculinos. Puede observarse que los valores relativos a

la altura no establecen grandes distancias entre las vocales medias y altas; de hecho, los

cuatro centros quedan en un margen de apenas 80 Hz, que es la distancia que media entre

/i/ y /e/, de forma que la altura queda un poco más abierta en la región anterior que en la

posterior (donde /u/ y /o/ sólo distan 43 Hz)20. Por otra parte, los promedios pueden

esconder una dispersión de resultados relativamente grande, con desviaciones estándar que,

salvo para la /a/, más estable, suponen más o menos un alejamiento de un 20% con respecto

al valor medio. Y aunque las medianas no se encuentran demasiado lejos de las medias, es

un hecho que los máximos y los mínimos ofrecen un amplio margen de variación, tal que

exhibe diferentes traslapes entre los valores formánticos.

CUADRO 2.4. Valores de F1 en hombres

/i/ /e/ /a/ /o/ /u/

Media 394 474 627 445 402

Desv. est. 84 78 101 117 98

Mínimo 266 232 469 210 247

Máximo 581 648 841 846 691

Mediana 368 468 591 441 396

Las distancias entre vocales ofrecen también algunos agrupamientos en el eje

antero-posterior, establecido por medio del F2; se ha calculado también el F’2, que permite

ponderar el efecto del tercer formante21. Al igual que en el caso del F1, también para el F2

las distancias son mayores en el caso de las vocales anteriores (separadas por 200 Hz) que

20 Esta concentración de valores de F1 para medias y altas quedó también patente en el informante mexicano de Poch Olivé, Harmegnies y Martín Butragueño (2008). 21 Para lo cual se emplea la fórmula clásica de Fant, de tal modo que F’2= F2 + (F3-F2) (F2-F1) / 2 (F3-F1) (1973, p. 52).

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149

en el de las posteriores, distantes apenas 27 Hz (aunque esta diferencia se encuentra en una

región más baja de la escala). La dispersión marcada por la desviación estándar parece ser

proporcionalmente un poco más reducida en líneas generales en el caso del F2, aunque en

todo caso tiende a amortiguarse más cuanto más baja es la vocal. Las magnitudes

alcanzadas en los míminos y en los máximos hablan, de cualquier manera, de una alta

proporción de traslape. Los valores de F’2 confirman estos comentarios, pues la distancia

entre las vocales anteriores sigue quedando igualmente bien marcada (2180 Hz la /i/ y 2001

la /e/), así como con respecto a la media (1752 Hz); las vocales posteriores, en cambio,

aunque bien diferenciadas de todas las demás, quedan apenas a 21 Hz de distancia (1353 la

/o/ y 1332 la /u/).

CUADRO 2.5. Valores de F2 y F’2 en hombres

/i/ /e/ /a/ /o/ /u/

F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2

Media 1972 2180 1772 2001 1521 1752 1134 1353 1107 1332

Desv. est. 319 296 210 230 125 150 158 189 247 284

Mínimo 1162 1392 1224 1423 1128 1305 813 959 724 895

Máximo 2473 2714 2122 2357 1920 2217 1541 1802 1690 1976

Mediana 2036 2212 1797 2014 1513 1764 1129 1333 1097 1312

La figura 2.11 proyecta parte de los datos pertinentes sobre la carta de los formantes

primero y segundo. Se ha tomado F2 como base de representación para poder comparar más

fácilmente con otros trabajos.

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FIGURA 2.11. Carta formántica de los promedios generales para hombres (en negrita) y de

los valores promedio para cada uno de los cuatro informantes varones

Como puede observarse, los valores promedio de /i/ y /e/, y especialmente de /u/ y

/o/ se encuentran bastante cercanos entre sí, y sólo la /a/ queda claramente apartada de los

otros centros de gravedad vocálicos. La figura 2.11 añade, además, los promedios referidos

a cada uno de los cuatro informantes varones. Como puede observarse, son las vocales altas

las que muestran un área de dispersión bastante mayor, especialmente la /i/, mientras que

las vocales medias y la baja muestran campos de realización promedio bastante más

concentrados22. Por otra parte, no deja de ser interesante que el conjunto de promedios de

cada una de las vocales medias, /e/ y /o/, corresponda básicamente a un subconjunto del

área de dispersión de sus correspondientes vocales altas, /i/ y /u/. Hasta cierto punto, puede 22 El hecho es en sí interesante, porque según Martínez Celdrán y Fernández Planas, “de todas las vocales, [i] es la que mayores requisitos articulatorios exige porque es la que envuelve mayor superficie de contacto lingual con los bordes de la zona palatina”; de hecho, sobre una escala de precisión articulatoria, de mayor a menor precisión, “Fernández Planas establece un valor 3 a [i, u], un valor 2 a las vocales medias y un valor 1 a la vocal centra [a] [...]. Cuanto mayor sea este índice mayor influencia ejercerán las vocales que lo posean sobre las consonantes adyacentes, y viceversa, por un lado, y, por otro, más resistentes serán a sus efectos” (2007, p. 173).

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hablarse de un proceso de fusión entre unas y otras vocales; sin embargo, el hecho debe

explorarse en más detalle con respecto a las variables que pueden entrar en juego

(tonicidad, estructura silábica, consonantes trabantes en las sílabas cerradas, etc.).

A continuación se comparan los resultados obtenidos con los expuestos en Madrid

Servín y Marín Rodríguez (2001), a partir de datos también mexicanos —en la figura

2.12— y Martínez Celdrán y Fernández Planas (2007), quienes se sirven de datos españoles

—en la figura 2.13—.

FIGURA 2.12. Comparación de los promedios de los dos primeros formantes entre este

trabajo (MB) —todos los datos— y Madrid Servín y Marín Rodríguez (2001) (MyM) —sólo

sílabas abiertas— en voz masculina

Un hecho que se va a mantener prácticamente constante en todas las comparaciones

es que las mediciones presentadas en este trabajo, obtenidas en el contexto de entrevistas

semiinformales, muestran resultados que separan menos a las diversas vocales entre sí, a

diferencia de lo que ocurre en estilos de habla (o procedimientos de obtención de datos) en

los que la atención de los hablantes ha sido más focalizada. La generalización es

0

500

1000

1500

2000

2500

F1 (MB)

F1 (MyM)

F2 (MB)

F2 (MyM)

F1 (MB) 394 474 627 445 402

F1 (MyM) 272 426 648 461 321

F2 (MB) 1972 1772 1521 1134 1107

F2 (MyM) 2258 1924 1468 930 725

i e a o u

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152

consistente con lo esperado: los objetivos fónicos de los hablantes son menos precisos

cuanto más espontáneas son las realizaciones.

Así, en la figura 2.12, los datos de MB para el F2 son bastante más estables que los

mostrados por MyM, esto es, la pendiente o línea de tendencia es bastante más inclinada

para los datos que fueron obtenidos en contextos que focalizaban la atención del hablante.

Lo mismo ocurre en el caso del F1, aunque en este caso las diferencias sean menores (debe

asimismo considerarse que la proyección muestra una escala lineal idéntica para ambos

formantes): las vocales altas de MyM muestran los valores más bajos y la vocal baja el

valor más alto, de manera que se extreman los vértices del espacio vocálico.

Lo mismo ocurre al comparar MB con los datos presentados en Martínez Celdrán y

Fernández Planas (2007), que a su vez retoman datos de Martínez Celdrán (1995), tal como

se aprecia en la siguiente figura23.

23 Con respecto a la metodología, en este caso los datos “corresponden a vocales pronunciadas en un contexto tónico, siempre el mismo, cuya única variación residía en la consonante que precedía a la vocal que siempre fue una oclusiva sorda o sonora; [... se tomó a ...] cinco hablantes masculinos y cinco femeninos universitarios hablantes de español estándar. Sus edades se situaban entre los 20 y los 30 años. Se les hizo pronunciar cinco veces unos logatomos [...]; cada hablante realizó 30 emisiones de cada vocal [...], lo que constituyó un total de 300 emisiones por vocal” (2007, p. 174).

0

500

1000

1500

2000

2500

F1 (MB)

F1 (MF)

F2 (MB)

F2 (MF)

F1 (MB) 394 474 627 445 402

F1 (MF) 313 457 699 495 349

F2 (MB) 1972 1772 1521 1134 1107

F2 (MF) 2200 1926 1471 1070 877

i e a o u

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153

FIGURA 2.13. Comparación de los promedios de los dos primeros formantes entre este

trabajo (MB) y Martínez Celdrán y Fernández Planas (2007) (MF) en voz masculina

El saldo de la comparación es muy semejante al del caso anterior. También ahora

las diferencias en F1 y en F2 muestran un patrón amortiguado en el caso de los datos

procedentes de MB, frente a los datos de MF, que como en los datos de MyM exhiben unos

objetivos fónicos promedio bastante más diferenciados, con una pendiente general más

marcada en el caso del segundo formante, y unas cotas respectivamente más bajas en las

vocales altas y más alta en la vocal baja en el caso del primer formante.

Desde el punto de vista del estudio de la variación lingüística, el hecho no carece de

interés, pues sugiere la necesidad de considerar estilos de habla diferenciados si se pretende

ofrecer una visión realista de los datos lingüísticos. Además, puede llevar a replantearse la

conveniencia del tipo de datos que conviene considerar como más centrales o relevantes a

la hora de estudiar una variedad de habla —es claro que bajo un enfoque sociolingüístico

los datos más valiosos son los más naturales—.

Para calcular de una manera más precisa si existe una efectiva diferencia en cuanto

al grado de centralización entre los datos de habla controlada obtenidos en Madrid Servín y

Marín Rodríguez (2001) y los de habla de entrevista presentados en este trabajo, se ha

adaptado el índice de centralización (δ), desarrollado en Harmegnies y Poch (1992), para

poder comparar los respectivos resultados. El coeficiente δ es igual a la diferencia de cada

vocal en cada estilo con respecto al centro del espacio formántico, es decir, en el caso

actual, δ= d(MyM) – d(MB). El cálculo de las distancias d(MyM) y d(MB) se lleva a cabo

por el siguiente procedimiento: d= [(F1 – 500)2 + (F2 – 1500)2]1/2, de tal manera que cuanto

menor es d, más pequeña es la distancia al centro y en consecuencia más centralizada está

la vocal. La diferencia δ, por fin, permite apreciar la diferencia de magnitudes en el grado

de centralización entre ambos estudios. Aquí el cálculo se ha realizado a partir de los

valores promedio, siguiendo los mismos criterios empleados en las tablas anteriores,

primero para los datos propios de los hombres y más abajo para los de mujeres.

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154

CUADRO 2.6. Diferencias entre los grados de centralización promedio entre Madrid Servín

y Marín Rodríguez (2001) y este trabajo en los datos de hombres

vocales δ d(MyM) d(MB)

/i/ 307.78 791.54 483.76

/e/ 157.17 430.41 273.24

/a/ 22.69 151.41 128.72

/o/ 201.22 571.33 370.11

/u/ 390.37 795.40 405.03

La lectura del cuadro 2.6 revela varios hechos interesantes. En primer lugar, que los

promedios vocálicos en el habla más espontánea propia de la entrevista sociolingüística

(MB) muestran siempre soluciones más centralizadas que en los materiales más controlados

(MyM). Las distancias (d) son, en efecto, siempre menores para cada una de las vocales.

Un segundo aspecto de interés es que las diferencias entre ambos conjuntos de datos son

mayores para las vocales altas (/i/ y /u/), se amortiguan para las vocales medias (/e/ y /o/) y

por fin son bastante reducidas en el caso de la vocal baja (/a/), que es la más estable; tal

hecho se desprende de las cantidades obtenidas para el coeficiente δ, más elevadas cuanto

más alta es la vocal24.

Mediciones en mujeres

Se presentan primero los materiales obtenidos para el habla femenina en este estudio y a

continuación, como en el caso de los hombres, los resultados se comparan con los

obtenidos en otros trabajos.

CUADRO 2.7. Valores de F1 en mujeres

/i/ /e/ /a/ /o/ /u/

Media 420 516 736 527 387

Desv. est. 54 96 102 124 82 24 Por otra parte, las vocales altas son en todos los casos las más distantes del centro, las medias ocupan una posición intermedia y la baja es la menos distante.

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155

Mínimo 303 312 524 248 197

Máximo 537 807 910 805 579

Mediana 409 518 732 538 393

En lo que toca al F1, la proporción de desviación estándar es un poco más moderada

que en el caso de los hombres, lo que sugiere una mayor concentración de los datos en

torno a los centros de gravedad definidos por los promedios. De todos modos, aunque las

medianas están muy cerca de las medias, los mínimos y máximos documentados en algunos

casos sugieren que la variabilidad interna es de todas formas bastante pronunciada. Si, por

ejemplo, las /a/ están relativamente concentradas, las /o/ llegan a documentar valores de

248 y 805 Hz. Como sea, y a diferencia de los hombres, los valores de F1 establecen una

diferenciación bastante nítida entre las cinco vocales, sin que se produzca el extremo

acercamiento que se da entre los promedios de vocales medias y altas en las voces

masculinas en habla espontánea.

El cuadro 2.8 presenta los valores correspondiente al F2.

CUADRO 2.8. Valores de F2 en mujeres

/i/ /e/ /a/ /o/ /u/

F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2 F2 F’2

Media 2275 2523 2058 2303 1719 1958 1261 1485 1114 1349

Desv. est. 239 254 267 261 172 190 211 240 212 241

Mínimo 1399 1693 1452 1751 1300 1474 783 989 782 911

Máximo 2681 2985 2738 2942 2054 2325 1704 2016 1593 1904

Mediana 2259 2528 2068 2324 1686 1930 1238 1466 1098 1356

Aunque con márgenes de seguridad un poco mayores a los presentados por los

hombres, las distancias internas entre las vocales anteriores y entre las vocales posteriores

son relativamente reducidas con respecto al F2. La desviación estándar absoluta es

semejante entre todas las vocales, pero si se considera que la altura en Hz es menor en las

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156

vocales posteriores, la desviación estándar es mayor entre éstas, de forma que documentan

una mayor dispersión. Como en los casos anteriores, los mínimos y los máximos vuelven a

sugerir dosis abundantes de variabilidad interna. Por su parte, el patrón proyectado por las

F’2 no difiere demasiado del esbozado para F2, aunque alrededor de unos 250 Hz por arriba.

La carta formántica presentada en la figura 2.14 es consistente con las

observaciones presentadas hasta ahora sobre las vocales en voz femenina.

FIGURA 2.14. Carta formántica de los promedios generales para mujeres (en negrita) y de

los valores promedio para cada una de las cuatro informantes mujeres

Los valores promedio de las cinco vocales, como se mencionaba supra, muestran

márgenes de seguridad relativamente amplios, y no hay una tendencia clara hacia la fusión

de vocales medias y altas como la que emergía en los datos de los hombres. En cuanto a los

promedios invididuales, representados por las letras más pequeñas, no se encuentran

demasiado dispersos, en especial en el caso de la /i/ y de la /a/, y los traslapes son

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157

realmente mínimos, incluso en los casos con mayor dispersión en las realizaciones, como

ocurre con la /o/. Ahora bien, aun contando con esta mayor nitidez en los objetivos

vocálicos realizados por las mujeres, éstas presentan diferencias muy semejantes a las

mostradas por los hombres al comparar los datos de MB con los expuestos en otros estudios

(figuras 2.15 y 2.16). Tal hecho sugiere la robustez del factor estilístico como generador de

diferencias en la ejecución vocálica.

FIGURA 2.15. Comparación de los promedios de los dos primeros formantes entre este

trabajo (MB) —todos los datos— y Madrid Servín y Marín Rodríguez (MyM) —sólo sílabas

abiertas— en voz femenina

De manera muy semejante al comportamiento de los hombres, también las mujeres

muestran un comportamiento claramente más estable para el F2 en los datos de MB, en

contraste con los de MyM, dotados de una pendiente mucho más inclinada y en

consecuencia con realizaciones que separan más claramente unas vocales de otras. Casi lo

mismo puede decirse de F1, con la vocal alta /i/ más baja en MyM, y la vocal baja /a/ más

alta. Hay sin embargo una excepción en los datos, pues la alta posterior, /u/, es ligeramente

0

500

1000

1500

2000

2500

3000

F1 (MB)

F1 (MyM)

F2 (MB)

F2 (MyM)

F1 (MB) 420 516 736 527 387

F1 (MyM) 322 520 910 525 394

F2 (MB) 2275 2058 1719 1261 1114

F2 (MyM) 2731 2407 1755 1178 818

i e a o u

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158

más alta en MyM; la diferencia de los promedios, en todo caso, es de tan sólo 7 Hz, por lo

que el hecho no parece afectar demasiado a la generalización sostenida hasta el momento:

que los datos más espontáneos definen menos las diferencias vocálicas.

FIGURA 2.16. Comparación de los promedios de los dos primeros formantes entre este

trabajo (MB) y Martínez Celdrán y Fernández Planas (2007) (MF) en voz femenina

De hecho, la comparación entre MB y MF para mujeres, presentada en la figura

2.16, revela una estructura semejante en todos los puntos. De nuevo el F2 es más inclinado

en los datos de MF, y más estable en los materiales de entrevistas sociolingüísticas

examinados en este trabajo. Y en cuanto al primer formante, MF marca de nuevo más las

distinciones en los vértices de /i/ y /a/, pero es ligeramente más alto en lo que toca a /u/, de

la misma manera que ocurría en la comparación con los materiales de MyM; de todos

modos, las diferencias son todavía más pequeñas, de sólo 3 Hz.

Por fin, se verifica también ahora el grado de centralización presente en los

materiales de MyM y en los de MB (cuadro 2.9).

0

500

1000

1500

2000

2500

3000

F1 (MB)

F1 (MF)

F2 (MB)

F2 (MF)

F1 (MB) 420 516 736 527 387

F1 (MF) 369 576 886 586 390

F2 (MB) 2275 2058 1719 1261 1114

F2 (MF) 2685 2367 1712 1201 937

i e a o u

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CUADRO 2.9. Diferencias entre los grados de centralización entre Madrid Servín y Marín

Rodríguez (2001) y este trabajo en los datos de mujeres

vocales δ d(MyM) d(MB)

/i/ 464.68 1243.80 779.12

/e/ 348.99 907.22 558.23

/a/ 160.87 482.83 321.96

/o/ 82.45 322.97 240.52

/u/ 287.99 690.19 402.20

Como puede observarse, las vocales medidas en MB siempre guardan una distancia

menor con respecto al centro formántico —en los términos mostrados por la fórmula de

Harmegnies y Poch (1992) mencionada supra— que las vocales de MyM, lo que avala la

idea de la centralización en los materiales espontáneos. La vocal más distante del centro en

MB y en MyM es la /i/, y la más cercana, también en ambos casos, es la /o/. Por otra parte,

el índice δ sugiere que la mayor diferencia entre ambos trabajos —y métodos de

recolección— se concentra en las vocales anteriores, especialmente en la anterior alta,

mientras que las menores se dan con la central baja y en especial con la posterior media.

Resulta también de cierto interés comparar la centralización vocálica de hombres y

mujeres. Aunque ambos subgrupos por género coinciden en centralizar más en MB que en

los subgrupos de MyM, las distancias (d) al centro son claramente mayores para las

mujeres de MB en lo que respecta a las vocales anteriores, /e/ y sobre todo /i/, así como a la

central baja /a/, que los hombres de MB. En cuanto a las vocales posteriores, la /u/ muestra

una distancia prácticamente idéntica (405 en hombres y 402 en mujeres), y sólo la /o/ está

menos centralizada entre los hombres. Aunque habría que explorar más el patrón, parece

confirmarse con estos datos que a) los datos espontáneos están más centralizados, con

independencia del género y que b) los datos de los hombres están en general todavía más

centralizados. Lo que no es claro, por cierto, es si los hombres y las mujeres tienen

motivaciones estilísticas semejantes o no. El índice δ podría ser revelador en ese sentido,

pero las tendencias no son claras; las mujeres presentan un índice mayor para /i/, /e/ y /a/,

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160

pero menor para /o/ y /u/, por lo que no es evidente si realizan un cambio estilístico de

mayor envergadura.

CONCLUSIONES PARCIALES

a) Con respecto a la variación interna de los materiales, aunque es posible establecer

promedios que dejan a los datos no demasiado lejos de los resultados obtenidos en

otros estudios, también es claro que existe una fuerte dispersión entre las diferentes

realizaciones en cada una de las palabras particulares, así como una relativa

dispersión entre los promedios de los hablantes considerados de manera individual.

b) Existen algunas diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la ejecución

vocálica en los materiales de entrevista, aunque pueda de todas maneras hablarse de

muchos elementos en común. En líneas generales, los hombres tienden a agrupar

más las vocales que las mujeres, de manera que establecen en promedio menos

diferencias entre las vocales medias y las vocales altas.

c) Las diferencias con otras mediciones vocálicas, obtenidas a partir de la

consideración de materiales etiquetables como “habla de laboratorio”, frente a los

materiales más espontánes considerados ahora, se manifiestan en términos de la

centralización y el traslape de las soluciones formánticas25. Todo ello sugiere que

las discrepancias entre estilos de habla no carecen de notoriedad y que es necesario

plantear un enfoque de corte variacionista para ofrecer una imagen más realista de

los hechos lingüísticos y de los objetivos fónicos alcanzados a partir de las

necesidades ejercidas por los hablantes.

25 Es cierto que, desde un punto de vista técnico, a veces hay que elegir entre la mayor calidad acústica de los datos grabados en laboratorio y la mayor naturalidad de los datos grabados en campo. De manera ideal, sería deseable disponer de ambas fuentes de datos. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que ciertos fenómenos sólo se pueden medir con la calidad suficiente en el laboratorio, mientras que algunos procesos simplemente no se presentan en situaciones controladas, como el habla de laboratorio, y es necesario acudir a técnicas de recolección que permitan obtener los datos buscados.

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161

Hasta ahora se ha considerado el comportamiento del vocalismo en un puñado de

informantes de la ciudad de México, y se han discutido diferentes cuestiones que afectan a

la mayor o menor dispersión y centralización de las variantes según los estilos de habla en

que se producen. Es hora de referirse a la proyección mucho más general de uno de los

fenómenos más llamativos del español mexicano, relacionado en parte con lo expuesto

hasta ahora, el llamado debilitamiento vocálico, tal como se manifiesta en el ALM.

DISTRIBUCIÓN DIALECTAL Y SOCIOLINGÜÍSTICA DEL DEBILITAMIENTO VOCÁLICO EN DATOS

DEL ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO

El propósito de esta sección es analizar los datos presentes en varios mapas del Atlas

Lingüístico de México acerca del debilitamiento vocálico, tanto en términos cualitativos

como cuantitativos. Se trata de un problema clásico (cf. Lope Blanch 1983, Moreno de

Alba 1994), pero que seguramente necesita reconsiderarse en algunos aspectos (véase

Delforge 2008 para el español andino y Serrano en preparación para el mexicano). Se

pretende reexaminar la distribución geolectal de las variantes, así como considerar su

proyección social. Para ello, se correlacionará el material fónico con las principales

características sociales de los informantes, tal como se desprenden de las grabaciones. De

hecho, aunque la dimensión sociolingüística del Atlas fue considerada en su momento una

de las principales novedades en su concepción (cf. la “Tabla de informantes” del Atlas),

hasta ahora prácticamente no ha sido explorada (véase ahora la base de datos presentada en

Gil 2010).

Antecedentes: historia de un problema clásico

El debilitamiento vocálico ya había sido mencionado por Henríquez Ureña (véase 1921 y

especialmente 1938) y abordado en algunos artículos (Boyd-Bowman 1952 y el

controvertido trabajo de Canellada y Zamora Vicente 1960), pero hay que esperar a la

investigación de Lope Blanch, publicada originalmente en 1963-1964 (aunque citada aquí

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162

por la reedición de 1983) para encontrar un trabajo basado realmente en fundamentos

sólidos. Lope analiza el habla de cien personas de diferentes niveles sociales, estudios,

edades y géneros residentes en la ciudad de México26. Sólo se grabó, por otra parte, a 52 de

esos informantes, que son el núcleo del trabajo, sumándose al examen unas 20 horas de

grabación. Lope no encuentra “sistematización social de ninguna clase” (p. 60) —en

referencia al nivel sociocultural y a la edad—; tampoco hay sistematicidad en el habla

individual, que puede ofrecer muy diferentes soluciones en un mismo individuo (id., n. 9).

No es, en todo caso, fenómeno rústico o propio de personas sin cultura y además los

materiales “apuntan vagamente hacia las personas jóvenes de cultura media o superior” (p.

60). Lope distingue cuatro grados de debilitamiento: a) una simple relajación intensiva; b)

una vocal debilitada pero fácilmente perceptible; c) un leve elemento vocálico o vocal

mínima o reducida, con frecuencia de timbre impreciso; d) pérdida aparentemente

completa. Es frecuente que cuando persisten elementos vocálicos, éstos se muestren

ensordecidos por las consonantes sordas cercanas.

Por otra parte, el debilitamiento es relativamente acusado en el 42.2% de las 52

personas grabadas, pero ocasional o poco frecuente en el 57.8%. Existe un componente

léxico en el proceso, pues la reducción es más común en voces de uso frecuente: antes,

pesos, gracias, entonces, nosotros, tardes, precisamente, pues, casas, otros, en el morfema

verbal –mos, en los sintagmas que está, que es, entre otros27. Entre los factores fónicos,

cuenta el hecho de tratarse de sílaba átona (las tónicas son más resistentes y si llegan a

debilitarse nunca se eliden), pero no importa su posición en la palabra, sino el entorno

consonántico de la vocal.

Aparecen 2 284 casos de reducción en unas 30 000 palabras; de ellas, sólo 44

corresponden a vocales tónicas (menos del 2%). La consonante que más favorece la

reducción es la /s/: 2 036 de los casos presentan contacto anterior o posterior con ella (casi

el 90%). De hecho, la mayoría de las vocales reducidas se encuentran ante la sibilante,

especialmente cuando ésta constituye la coda silábica; en sólo 140 casos (el 7%) la /s/

26 Pues se incluyen algunas personas procedentes de otras zonas del país, así como hijos de extranjeros e incluso tres españoles. 27 Estas son las voces con reducción casi exclusivas en los hablantes con poco debilitamiento (p. 63, n. 18).

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precede a la vocal (1 372 casos, el 67.3% tienen sibilante trabante y 524, el 25.8%,

presentan /s/ delante y detrás). Tal realidad pide apelar al carácter de la /s/ en busca de una

explicación satisfactoria: “La /s/ mexicana, de timbre muy agudo y peculiarmente larga en

su duración, cubre a la vocal próxima, embebiéndola en sí misma y ensordeciéndola en no

pocos casos” (ibid., p. 66).

En los casos de vocal más /s/, además de la propia sibilante, cualquier consonante

puede preceder a la vocal. El orden de favorecimiento, en esta posición previa, parece ser

/s/ > /p/, /t/, /k/ > /d/ > /m/, /n/; /r/ y /g/ no parecen favorecer la pérdida. Es decir, el

contexto previo [–sonoro] es especialmente promisorio para el debilitamiento. La /s/ puede

transmitir su sordez incluso a otros fonemas consonánticos sonoros próximos,

especialmente ante pausa, como en nosotros o en bailas. El ensordecimiento de la vocal es

frecuente (más o menos en uno de cada tres casos), en especial entre consonantes sordas; es

menos frecuente cuando va precedida por una consonante sonora. La debilitación mayor o

la pérdida se refuerzan notoriamente en presencia de consonantes sordas.

Salvo alguna excepción léxica (tipo entóns o tons por entonces), las pérdidas no se

resuelven en, valga el caso una [sː] larga, sino que existe una transición más cercana a la de

una geminada, [s.s], de modo que “en casos de pérdida vocálica total, la /s/ parecer ser una

verdadera consonante silábica” (ibid., p. 71).

Sólo el 10.9% de los casos de debilitamiento o pérdida no están en contacto con /s/;

en esta situación, la pérdida absoluta se vuelve muy rara. El debilitamiento se reduce

prácticamente a ejemplos precedidos por /t/, /k/, / tʃ/ y en contacto anterior o posterior con

nasal.

En conjunto, Lope Blanch encuentra pérdida completa de vocales en 400 casos (el

17.5%), de los cuales 119 son de pues y 63 de entonces. En el 90.5% del total de elisiones

está involucrada la /s/, especialmente la pospuesta. La debilitación máxima aparece en 868

ocasiones (38%; también aquí el 91.6% de casos están en contacto con la sibilante). El

44.5% restante muestra una vocal claramente perceptible, aunque esté más o menos

ensordecida. El relajamiento es más frecuente con /e/ (42%) y con /o/ (24%) que con /i/

(5.6%) y con /a/ (7%); ésta última sería bastante resistente al debilitamiento. También se

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producen reducciones de diptongos e hiatos. Una última anotación es que el proceso de

debilitamiento parece ser más frecuente ante pausa, especialmente final. El fenómeno, por

otra parte, se ha registrado también en El Salvador, Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina y

Colombia.

La aportación de Moreno de Alba (1994) consiste en considerar los datos presentes

en el mapa 5 del Atlas Lingüístico de México, que expone los resultados propios de la

vocal, casi siempre átona, trabada por /s/, que es el contexto que más favorece el

relajamiento. El mapa de la figura 2.17 presenta los puntos con relajaciones superiores al

10%, subdividos en dos niveles, de 20 a 30% (■), y de 10 a 20% (▲).

FIGURA 2.17. Debilitamiento vocálico algo frecuente (entre 20 y 30% de las vocales y poco

frecuente (entre 10 y 20%)

Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 35, mapa 2)

El mapa destaca poco más de 50 localidades, de entre un total de 193. La barrera del

20% de reducción sólo es superada por Tetela (Puebla), México (Distrito Federal), Tlazala

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(México), Lagos de Moreno (Jalisco), Apan (Hidalgo) y Jalpan (Zacatecas). Los estados

más debilitadores son el Distrito Federal, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Estado de México y

Aguascalientes, seguidos por San Luis Potosí, Querétaro, Guanajuato, Zacatecas,

Tamaulipas, parte de Jalisco y de Michoacán. Por fin, cabe mencionar el norte de Veracruz,

el sur de Nuevo León y puntos aislados de Chiapas, Oaxaca, Durango y Coahuila. La figura

2.18, por su parte, que reproduce el mapa 3 del libro de Moreno de Alba, sombrea las zonas

debilitadoras, constituyéndose en una propuesta de zonificación del debilitamiento (1994,

p. 39).

FIGURA 2.18. Debilitamiento vocálico poco frecuente.

Fuente: Moreno de Alba (1994, p. 40, mapa 3)

A la vista del mapa, Moreno de Alba lleva a cabo varias precisiones. En primer

lugar, que no puede decirse que el debilitamiento afecte a la mayor parte del país. En

segundo término, que los datos del Atlas sugieren reducir los porcentajes de debilitamiento

y pérdida, frente a los datos presentados en algunos trabajos sobre puntos específicos. Por

fin, la zona sombreada no corresponde al altiplano, sino a la Mesa Central o de Anáhuac y a

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parte de los estados de Puebla, Veracruz, San Luis Potosí y Tamaulipas, en una zona

oriental que corresponde más bien a la Sierra Madre Oriental y a la llanura costera del

Golfo. La Mesa del Norte —parte del altiplano— no es parte del área. “Las fronteras de la

altiplanicie que mejor parecen corresponder a isoglosas de debilitación vocálica son la sur,

establecida por el Eje Volcánico, y la occidental, para la que también intervienen ese

mismo eje y la parte en que se unen la Sierra Madre del Sur con la Sierra Madre

Occidental” (ibid., p. 41).

Quizá el trabajo fonético más detallado sobre el problema de vocales átonas sea el

llevado a cabo por Delforge (2008) para el español andino, variedad que presentaría

básicamente las mismas características fónicas —en lo que toca a este proceso— que el

español mexicano: gradualidad y variabilidad, afección de vocales medias adyacentes a /s/

y asociación con finales de palabra. Delforge trabaja con datos de Cusco (Andes peruanos

meridionales) y delinea su análisis a partir del análisis espectrográfico y de los contextos de

aparición de la reducción (término con que abarca las dimensiones de acortamiento,

ensordecimiento y elisión), y explora una explicación en el marco de la fonología

articulatoria (Browman y Goldstein 1989, 1990).

Un primer problema es establecer en qué consiste la reducción, sea relajamiento,

ensordecimiento o centralización (para esto, véase Lipski 1990), y si la elisión deja o no

algún tipo de compensación. Es claro, por otra parte, que existe una gran cantidad de

variación, tanto inter- como intrapersonal. Habiendo acuerdo en que las vocales medias son

los principales objetivos de la reducción, sólo algún autor (Lipski) ha señalado diferencias

entre vocales según la posición en la palabra, de modo que /e/ y las vocales altas se

reducirían más comúnmente dentro de la palabra, mientras que /e/ sería la más afectada en

posición final. El contexto más proclive para la reducción es la contigüidad con

consonantes sordas, especialmente con /s/; puede haber ciertas diferencias en los pesos

concedidos a la /s/ precedente o subsecuente, quizá en parte debidos a si se incluye o no a

los marcadores pues y entonces en los recuentos. Con respecto a la proclividad de la

posición final de palabra con coda en /s/, podrían entrar en juego varios factores más, aparte

de la propia presencia de la sibilante, como el carácter postónico predominante de esa

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sílaba por motivos léxicos, o la predictibilidad de los morfemas plurales y de ciertas formas

verbales. Desde el punto de vista estilístico, el habla rápida parece favorecer la reducción.

En su trabajo analiza las vocales átonas incluidas en muestras de diez minutos de

conversación grabada de los 16 hablantes más reductores de entre una muestra de 180

residentes en Cusco. En este grupo sólo hay dos mujeres, lo que subraya el carácter

masculino de la reducción28; predominan asimismo las personas de más de 50 años29; y la

mitad de los 16 informantes hablaban también quechua, aunque se cuidó que el español

fuera lengua primera30.

Se eligió diez minutos de cada grabación y el material se sometió a análisis

espectrográfico. De las 16 581 vocales átonas de la muestra, 1 648 (el 9.9%) eran

reducidas. Las palabras frecuentes pues, entonces y digamos no se incluyeron para no

sobrestimar el papel de los contextos en cuestión; de hecho, sólo se tuvieron en cuenta las

tres primeras muestras de cualquier palabra en un individuo. Queda claro que la reducción

es un fenómeno variable y gradual, pero convencionalmente se consideró “parcialmente

ensordecida/acortada” la vocal cuya barra de sonoridad fuera menor a 30 ms (como la /u/

en la parte derecha de la figura 2.19); cuando la barra es un poco más larga, pero tenue y no

se presenta una estructura formántica clara, se clasificó como “débilmente sonora” (como la

/e/ también en el lado derecho de la figura 2.19). En el caso de que no se presenten pulsos

glóticos, pero se puede observar cierta energía en los dos primeros formantes, sin que exista

reducción temporal de la sílaba, se habla de “completamente ensordecida” (como ocurre

con la /i/ a la izquierda de la figura 2.19).

28 Como se verá más adelante a lo largo del análisis, los datos dialectales fruto del examen del Atlas Lingüístico de México muestran también la importancia de la variable género y el carácter masculino de la reducción. 29 Aunque los datos del Atlas no mostraron que la edad fuera un factor significativo, los datos de Serrano comentados supra, en tiempo real, sugieren la existencia de un cambio en curso, en el sentido de una retracción de la reducción. 30 Los materiales referidos a los líderes de la reducción en los datos del Atlas no revelaron ninguna asociación en especial con el hecho de ser hablante de una lengua indígena.

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168

FIGURA 2.19. Izquierda: ensordecimiento completo de /i/ en suficiente; derecha: sonoridad

debilitada de /e/ y acortamiento y ensordecimiento parcial de /u/ en los escuchaba.

Fuente: Delforge (2008, p. 111, figura 1)

Por otra parte, si no aparecen ni formantes ni barra de sonoridad, y la sílaba parece

haberse acortado, se habla de “aparentemente elidida” (véase la /e/ de la sílaba final en el

lado izquierdo de la figura 2.20)31. El lado derecho de la figura 2.20 muestra la variabilidad

en dos pronunciaciones de esos.

FIGURA 2.20. Izquierda: elisión aparente de /e/ en pacientes; derecha: ensordecimiento de

/e/ en la primera muestra de esos y ensordecimiento de /o/ en la segunda producción de la

misma palabra.

Fuente: Delforge (2008, p. 111, figura 2)

31 Delforge señala que sería necesario disponer de información sobre los movimientos de los articuladores, que permitirían distinguir entre “a combination of severe shortening of articulatory trajectories and devoicing versus actual deletion of vocalic segments” (2008, p. 112).

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169

La investigación de Delforge considera, por otra parte, que la reducción vocálica es

ante todo un proceso de ensordecimiento, y que aunque sería necesario llevar a cabo una

investigación más detallada, no hay pruebas por el momento que permitan enfatizar la idea

de cambios cualitativos en el sentido de producirse una centralización de las vocales. El

trabajo considera asimismo los timbres vocálicos que más favorecen la reducción (/e/, /o/,

/i/), la posición en la palabra (más reducción al final), el contexto consonántico (no sólo la

/s/ tiene un papel importante), el papel de los factores prosódicos y la velocidad de habla.

Un aspecto muy interesante del trabajo de Delforge es que va más allá de la

propuesta asimilatoria formulable como [+sonoro] → [−sonoro], según las especificaciones

del sonido adyacente. En el marco de la fonología articulatoria, puede atribuirse el

ensordecimiento a un traslape de gestos articulatorios, de resultas de que en habla rápida

decrece la distancia “between gestures that causes the glottal abductions of voiceless

segments to impinge upon adjoining vowels” (p. 118). Según Delforge, la fonología

articulatoria explica las principales características del ensordecimiento vocálico: la

gradualidad y variabilidad del proceso, la restricción de sus efectos a las vocales breves

altas, la aparición cerca de consonantes “with large or late occurring glottal opening

gestures” (id.) y la vinculación con habla ágil. En español andino, sin embargo, el

ensordecimiento vocálico aparece también en habla lenta y afecta asimismo a vocales no

altas no especialmente cortas.

La figura 2.21a muestra las relaciones de fase CV y VC para el inglés. Las vocales

andinas pueden modelarse mostrando mayor proximidad entre V y Cs, de modo que se

incremente la probabilidad de que los gestos de apertura glotal de las consonantes sordas

afecten los gestos de aducción glotal de las vocales adyacentes. El carácter gradiente y

variable del fenómeno sugiere emplear ventanas de fase, que alinean los gestos según una

serie de puntos y no con dos momentos discretos. La representación permite así incluir los

puntos de coordinación canónica (vocal sonora) y los puntos con traslape que autorice el

ensordecimiento (figura 2.21b). Por otra parte, las posiciones linguales semejantes en la /e/

y en las frecuentes consonantes coronales sordas permitiría una mayor proximidad temporal

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170

que con /o/ y /a/, de modo que con /e/ se incrementaría la posibilidad de ensordecimiento

cuando la consonante es sorda (figura 2.21c). El ensordecimiento en sílabas prepausales

abiertas podría atribuirse a factores aerodinámicos sin necesidad de explicación

articulatoria adicional, por la caída en la presión subglotal (con todo, parece que no en

todas las lenguas funcionaría necesariamente como contexto ensordecedor). Entre las

causas del ensordecimiento con /s/ en coda en sílabas finales de palabra, muchas veces

postónicas y morfemas de plural pueden citarse “their location in word-final position, the

articulatory properties of /s/, morphological conditioning and proximity to primary word

stress” (p. 121). En posición de coda, diferentes consonantes muestran organizaciones

articulatorias diferentes; quizá el gesto de apertura glotal de la /s/ andina se adelante a la

constricción oral, lo que podría favorecer el ensordecimiento de la vocal previa (figura

2.21d, izquierda). Si la sílaba con /s/ está al final de un ámbito prosódico mayor, la tasa de

ensordecimiento decrece, lo que podría deberse al alargamiento y separación de los gestos

en tal posición, lo que permite aumentar la duración de las vocales y apartarlas de la coda

(figura 2.21d, derecha). Las vocales, por otro lado, suelen ser más breves en sílabas

trabadas (es un hecho común, pero no universal); hace falta en cualquier caso más

investigación sobre la duración en diferentes variedades del español. Tampoco es evidente

el papel del efecto morfológico. El ensordecimiento es elevado con /s/ en coda tanto dentro

como al final de palabra, lo que sugiere una preponderancia de la causa fonética. Con todo,

la redundancia del sufijo plural y su frecuente aparición pueden contribuir al

ensordecimiento.

FIGURA 2.21a. Fases canónicas en las relaciones CV y VC en inglés

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171

FIGURA 2.21b. Fases CV y VC con más traslape, incorporando ventanas de fase

FIGURA 2.21c. Traslape en secuencias CV homorgánicas y heterorgánicas

FIGURA 2.21d. Vocal sorda más [s] final de palabra (izquierda); vocal más [s] final de

frase entonativa (derecha)

Fuente: Delforge (2008, pp. 119-121).

Serrano (en preparación), después de repasar los condicionamientos fónicos del

debilitamiento (contexto, ensordecimiento, abreviamento, posibles fenómenos

compensatorios labiales y moraicos), plantea un modelo de tres variantes (vocales

relajadas, sordas y elididas) en un contexto muy determinado (prepausal). Tres restricciones

de carácter optimal regularían a los correspondientes candidatos:

(1)

a. IDENT-IO [µ] — El valor moraico del input debe ser idéntico al del output.

b. *PCO(LARÍNGEO) # — Se prohíbe aplicar el Principio de Contorno Obligatorio

para rasgos en el ámbito del nodo LARÍNGEO en final de emisión.

c. MAX-IO — Todo elemento en el input debe tener uno correspondiente en el

output.

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172

La restricción IDENT-IO [µ] penaliza la reducción temporal propia del primer tipo de

formas, las vocales relajadas; *PCO(LARÍNGEO) # sanciona, por su parte, sílabas finales del

tipo –sas o –sa, que preserven la sonoridad en un contexto sordo; MAX-IO restringe las

elisiones.

Serrano transcribe 1 403 casos de debilitamiento en una muestra de 24 horas

procedentes de 48 informantes, la mitad de los cuales se grabaron hace 30 años y la otra

mitad en la actualidad. Encuentra en el total una pequeña cantidad de variantes relajadas

(sólo el 3.8%), una gran cantidad de sordas (el 73.6%) y una cantidad no despreciable de

elisiones (22.6%). La probabilidad logística escalonada hace emerger el hecho de que en

los datos de hacia el 2000 hay menos relajadas (0.306) que en los años setenta (0.722); las

sordas, en cambio, han aumentado significativamente (0.549 en el material contemporáneo

frente a 0.443 en los datos antiguos); no hay diferencias significativas entre las elisiones.

Las restricciones se jerarquizan de la misma manera en ambas etapas, sin embargo:

CUADRO 2.10. Jerarquía de restricciones para el debilitamiento

en el español de la ciudad de México

/(C)V(C)/# IDENT-IO [µ] MAX-IO *PCO(LARÍNGEO) #

☞ [V] !

[Ø] *!

[V] *!

En la perspectiva de Serrano, las restricciones de fidelidad (IDENT-IO [µ] y MAX-IO)

se encuentran por encima de la única restricción de marcación propuesta, *PCO(LARÍNGEO)

#. Con todo, la incorporación del factor de frecuencia léxica, que ocupa un papel

importante en las reflexiones de Serrano, modifica esta perspectiva general, siguiendo a

Coetzee (véase por ejemplo 2006 y 2009a), quien propone que aunque las restricciones

fónicas sean comunes a todo el lexicón, cada palabra tendría una función de frecuencia con

indicaciones de detalle fonético. Palabras tan frecuentes como pues o entonces

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173

privilegiarían el menor esfuerzo y tendrían en consecuencia un comportamiento diferente al

esperable. De hecho, en el recuento de Serrano las palabras frecuentes presentan un 42.7%

de sordas y un 54.8% de elisiones, por un 89.2% de sordas y apenas un 6.5% de elisiones

en las voces no frecuentes. En las palabras frecuentes se asistiría entonces a una

reorganización de la jerarquía de restricciones, de forma que IDENT-IO [µ] »

*PCO(LARÍNGEO) # » MAX-IO, con un intercambio en las posiciones jerárquicas de las dos

últimas restricciones32.

En términos sociolingüísticos, la variante sorda estaría ascendiendo en los datos más

contemporáneos en respuesta a un proceso de retracción más general que tiende a disminuir

el peso de las formas más marcadas (las elisiones, en este caso). Para las variantes sordas,

los datos centrados en 1970 muestran como significativos la presencia de pausa, el no

tratarse de una palabra frecuente y tener los mayores estudios. Para el año 2000, se repiten

estos factores, pero se añaden a ellos el género (las mujeres) y la edad (más los jóvenes y

los mayores). Los datos de Serrano muestran, por otra parte, un aumento claro de los casos

de ensordecimiento (en comparación con las otras variantes debilitadas) en el tramo que va

de los nacidos hacia 1945 a los nacidos hacia 1970.

Las elisiones, a su vez, eran favorecidas en 1970 por una sorda previa, una /s/

posterior, la frecuencia elevada de la palabra y por los hablantes con pocos estudios. A

estos mismos factores, se añade en 2000 el género, pues los hombres favorecen

significativamente la elisión más que las mujeres (recuérdese que las mujeres suelen evitar

las formas más estigmatizadas). El tramo de informantes nacidos entre 1945 y 1970

muestra ahora, como contraparte del ensordecimiento, una disminución clara en el caso de

las elisiones.

Por último, Serrano esboza el perfil de los líderes del debilitamiento por medio de

un cálculo de frecuencia relativa acumulativa. Siete hablantes concentran la mitad de los

datos de debilitamiento en 1970; de ellos, cinco son hombres, cinco son de bajos estudios y

sólo uno es del grupo de más edad. Las tres personas líderes tienen sólo primaria: Rosa (23

32 Con respecto al análisis de la reducción vocálica en diferentes lenguas, también en un marco optimal, véase Crosswhite (2004).

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174

años, ama de casa), Agustín (46 años, carpintero) y Roberto (24 años, obrero). Los seis

informantes más debilitadores de 2000 son hombres, pero varios de ellos pertenecen al

grupo de mayor edad (lo que sugiere que el proceso fue popular en su juventud); además,

varios de los más debilitadores ahora pertenecen a primeras generaciones de universitarios

en sus respectivas familias:

Algunos de los líderes del debilitamiento vocálico en el año 2000 son hombres que

en su juventud se asentaron en la Zona Metropolitana de la ciudad de México:

Felipe, residente en Ciudad Nezahualcóyotl; Guillermo, quien vive en Tlalnepantla;

y Rodolfo, en la región boscosa rural de la Delegación Álvaro Obregón […]. Quizá

las hablas caracterizadas como populares en los años setenta (y sus rasgos

característicos, como la elisión vocálica) pervivieron entre los grupos sociales con

menos recursos económicos […] en las zonas más alejadas del núcleo urbano y en

las zonas conurbadas (Serrano en preparación).

La explicación de Serrano tiene bastantes puntos en común con la de Delforge, no

sólo en cuanto a las condiciones fonéticas en las que aparece el debilitamiento vocálico. El

protagonismo concedido a las variantes sordas está en la base de las coincidencias, aunque

se haya apelado a marcos fonológicos relativamente diferentes (aunque no incompatibles).

EL PROBLEMA FÓNICO: ASPECTOS ACÚSTICOS

Aún sigue faltando un estudio acústico detallado del problema del debilitamiento vocálico

mexicano, que permita entender a plena cabalidad la sustancia fónica de los hechos. Me

parece que los ejes de la descripción tienen que ver al menos con tres cuestiones: la

centralización de las vocales átonas; el ensordecimiento en que se ven involucradas; y el

acortamiento de su duración, quizá proyectada sobre los sonidos contiguos. Es posible que

exista una cuarta cuestión, no fácil de estudiar: la relación entre la realización de los

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núcleos silábicos, los patrones acentuales y la ejecución del ritmo de habla (aspectos todos

que apelarían a una explicación más prosódica que segmental).

Respecto a la centralización de las vocales átonas en general, ya se ha visto en la

primera parte de este capítulo que es un hecho relativamente claro en los datos mexicanos.

En aquellos materiales, ciertamente, no se ha considerado el debilitamiento en especial,

pero a falta de datos más específicos, podría decirse por el momento que es esperable que

exista todavía un mayor grado de centralización. Dado el papel predominante del

ensordecimiento (a la vista de los datos de Delforge y de Serrano comentados supra), éste

dificulta la apreciación acústica de la posible centralización; además, puede pensarse que el

ensordecimiento mismo es el rasgo más notorio en el proceso de debilitamiento. También la

cuestión de la duración necesita de mucha más investigación. En un trabajo de 2002,

mostraba algunos datos muy preliminares en ese sentido33. Los materiales provenían de una

entrevista llevada a cabo con un informante joven, varón, de edad adolescente, de nivel de

instrucción bajo, de la ciudad de México. Ciertamente, algunos ejemplos presentaban una

estructura como la que se muestra en la figura 2.22.

33 Se mencionaban allí, por cierto, algunas posibilidades representacionales de varias de las dimensiones acústicas: emplear [−RLA] o bien [−perifericidad] para los casos de centralización o laxitud; ajustes en la grada moraica para dar cuenta de la duración variable, tal como se expone en texto; asimilación del rasgo [−sonoro] para el ensordecimiento (2002, pp. 72-81).

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FIGURA 2.22. Espectrograma, F0 y partición segmental de la secuencia dos escobas

en voz de un informante varón, adolescente, de nivel de estudios bajo, de la ciudad de

México

Es decir, dos escobas muestra una /e/ que conserva la sonoridad, pero posee una

duración muy reducida, de apenas 19 ms. Por contraste, la /s/ extiende su duración por 156

ms. Se trata de un caso interesante, pues la vocal no da muestras de estar ensordecida

(frente a lo que parece ser la pista más común de las vocales reducidas o debilitadas, a

juzgar por los planteamientos de Delforge y de Serrano, supra), y el factor principal que

promueve la percepción de debilitamiento es la duración —sería, en todo caso una

“parcialmente ensordecida/acortada”. Es tentador, en casos como éste, pensar en un reparto

de la doble mora propia de la sílaba trabada, de forma que si en origen se pensaría en una µ

para la V y en otra para la C, podría repartirse yµ para la V y (2-y)µ para la C. El hecho más

evidente, con todo, al analizar al informante, era la enorme variabilidad presente en los

datos, de manera que convivían vocales estables, fieles al patrón esperable, con otras

reducidas inestables en centralización, duración y ensordecimiento. Sobra decir que, como

Time (s)0 0.83730

5000

d o s e s c o b a s

Time (s)0 0.8373

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se viene apuntando, será necesario un estudio acústico muy detallado de las características

de cada variante y de cada uno de los parámetros fónicos involucrados.

A continuación se presentan algunos ejemplos adicionales simplemente con el

propósito de mostrar algunas de estas dimensiones implicadas en la discusión.

Las figuras 2.23 y 2.24 muestran dos realizaciones de la palabra pesos en boca de

un mismo informante. Cada uno de ellos presenta una vocal [o] con características

contrastantes, asociadas a la expresión de un significado diferente.

p e s o s

F0 (centro) (Hz) 138 169

F0 (promedio) (Hz) 137 162

F1 (centro) (Hz) 383 256

F2 (centro) (Hz) 1750 1120

F3 (centro) (Hz) 2768 2510

Intensidad (centro) (dB) 59.2 51.0

Intensidad (promedio) (dB) 58.4 49.8

Duración (ms) 79 82 67 114 113

Time (s)0 0.4586

300

8000

p e s o s

Time (s)0 0.4586

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FIGURA 2.23. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de [e] y [o] en el enunciado pesos, de un informante de nivel bajo, mayor, hombre

(del CSCM, 2007)

p e s o s

F0 (centro) (Hz) 180 147

F0 (promedio) (Hz) 165 141

F1 (centro) (Hz) 483 231

F2 (centro) (Hz) 1917 1278

F3 (centro) (Hz) 3042 2615

Intensidad (centro) (dB) 62.7 53.2

Intensidad (promedio) (dB) 63.2 51.9

Duración (ms) 58 157 100 77 163

Time (s)0 0.5566

300

8000

p e s o s

Time (s)0 0.5566

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FIGURA 2.24. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de [e] y [o] en otra realización de pesos, de un informante de nivel bajo, mayor,

hombre (del CSCM, 2007)

Las dos realizaciones no son melódicamente iguales. La secuencia completa es la

siguiente:

(2) no hombre que nomás ganaba uno/ si ganaba uno diez o veinte pesos/ ¡uh! era

mucho/ era mucho ganar/ diez pesos (Entrevista 102, ME-314-13H-07).

Aunque los dos ejemplos funcionan como parte de secuencias focales contrastivas, el

primero forma parte de una sección contra-presupositiva restrictiva (¡sólo X!), y el segundo

parece establecer un movimiento discursivo en paralelo que refuerza más, si cabe, el primer

enunciado. La prueba más clara de tal diferencia discursiva se encuentra en la altura

alcanzada por el F0 en la [e], de 138 Hz en la realización inicial, y de 180 en la subsiguiente

(alturas por cierto un poco amortiguadas en el promedio de la sílaba). De hecho, en la

primera ejecución la cima tonal se alcanza sobre la [o] (169 Hz), mientras que en la

segunda la vocal media posterior es parte de una rápida declinación del enunciado. Tales

movimientos tonales están asociados a las duraciones necesarias para la proyección

melódica. Cuando el tono sube (primero de los ejemplos), la duración es mayor (114 ms), y

de hecho virtualmente igual a la de la [s] (113 ms); además, la [s] en ataque es

relativamente breve (67 ms). Cuando el tono baja, la duración de la vocal es menor (77 ms)

y las consonantes en ataque (100 ms) y en coda (163 ms) adquieren mayor preponderancia.

Obsérvese que estos hechos no son independientes del comportamiento del acento tonal

asignado sobre la [e] de la primera sílaba, la sílaba tónica: la del segundo ejemplo, que

asciende a 180 Hz, es más del doble de larga que la primera. Hasta aquí, los hechos de

interés han sido de naturaleza prosódica.

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180

En cuanto al comportamiento segmental, ninguna de las soluciones fue sorda. La

primera de las dos [o] es un poco más baja que la segunda (256 Hz frente a 231 en el F1), y

también un poco más posterior que la segunda (1 120 Hz por 1278 en el F2). De hecho, las

dos son en realidad realizaciones muy elevadas (el promedio de F1 para [o] expresado al

comienzo de este capítulo es de 445 Hz); es más, las realizaciones correspondientes de [e],

en cada caso de pesos, son mucho más bajas (383 y 483). En cuanto al eje antero-posterior,

sin embargo, se mantienen muy cerca del promedio de F2= 1 134 para hombres, a pesar de

la pequeña diferencia entre ambas. La estructura formántica, por otro lado, es más evidente

en la primera de las dos realizaciones, aunque las diferencias de energía, en el centro y en el

promedio son pequeñas entre ambas [o] (en contraste claro con las cotas mayores

alcanzadas por las medias anteriores).

Desde el punto de vista perceptual, la segunda de las dos [o] se oye más debilitada o

reducida que la primera, absorbida en parte por las [s] contiguas. Dado que se trata de un

par mínimo, en boca de un mismo informante, y que la estructura segmental de ambas es

muy semejante, la solución lógica es que la diferencia es prosódica (dejando aparte que tal

diferencia suprasegmental tenga un reflejo sobre la secuencia de gestos articulatorios).

Además, los recursos empleados para el hablante no parecen ejercerse al servicio de un

mismo propósito discursivo; la diferencia tendría, pues, un sentido determinado.

A continuación se revisa otro par mínimo, en boca del mismo hablante, ahora con la

vocal media situada en una sílaba abierta.

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m u ch o

F0 (centro) (Hz) 135 ---

F0 (promedio) (Hz) 127 ---

F1 (centro) (Hz) 291 ---

F2 (centro) (Hz) 1129 ---

F3 (centro) (Hz) 3070 ---

Intensidad (centro) (dB) 56.5 43.4

Intensidad (promedio) (dB) 56.7 44.4

Duración (ms) 95 173 140 67

FIGURA 2.25. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3 intensidad y

duración de los segmentos en el enunciado mucho, de un informante de nivel bajo, mayor,

hombre (del CSCM, 2007)

En el ejemplo, la última [o] de la palabra mucho se presenta ejecutada de forma

breve (sólo dura 67 ms), con una baja intensidad (40 y pocos dB) y completamente

ensordecida. Ciertamente, el contexto en que se encuentra, a final de palabra y con la

Time (s)0 0.4897

300

8000

m u ch o

Time (s)0 0.4897

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182

africada sorda en el ataque, favorece claramente el ensordecimiento. Podría decirse que en

este caso todos los diferentes parámetros segmentales contribuyen a la expresión de la

vocal reducida.

m u ch o

F0 (centro) (Hz) 179 156

F0 (promedio) (Hz) 173 156

F1 (centro) (Hz) 454 365

F2 (centro) (Hz) 1117 1600

F3 (centro) (Hz) 3004 2642

Intensidad (centro) (dB) 62.5 57.2

Intensidad (promedio) (dB) 62.7 56.9

Duración (ms) 81 127 85 59

FIGURA 2.26. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3 intensidad y

duración de los segmentos en otro enunciado mucho, de un informante de nivel bajo,

mayor, hombre (del CSCM, 2007)

Time (s)0 0.3608

300

8000

m u ch o

Time (s)0 0.3608

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183

En contraste con el ejemplo anterior, la segunda realización de mucho exhibe una

vocal media que se escucha sólo ligeramente reducida, pero no tanto como la anterior. La

razón es que el único parámetro que apoya la percepción reducida es la breve duración, de

59 ms, pero la intensidad es mucho más firme (57.2 en el centro), y la [o] es sonora, al

tiempo que muestra una estructura formántica sólida: 365 Hz en el F1, lo que deja la

variante relativamente cerca del promedio (445 Hz), aunque más elevada, y claramente más

central que la media, al mostrar 1600 Hz en el F2, frente a los 1134 medios (aspecto este

último, por cierto, que concuerda con la idea de la relativa normalidad de las soluciones

centralizadas para las vocales átonas).

Es decir, aunque es posible, y quizá necesario, jerarquizar los grados de

debilitamiento de cada una de las resoluciones vocálicas, quizá el aspecto más interesante

desde el punto de vista acústico es que los diferentes parámetros involucrados, segmentales

o suprasegmentales, colaboran de diferente manera para producir las soluciones reducidas.

c o s a s

F0 (centro) (Hz) 77

Time (s)0 0.83520

8000

c o s a s

Time (s)0 0.8352

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184

F0 (promedio) (Hz) 77

F1 (centro) (Hz) 300

F2 (centro) (Hz) 1688

F3 (centro) (Hz) 2446

Intensidad (centro) (dB) 56.2 55.1

Intensidad (promedio) (dB) 55.5 51.6

Duración (ms) 67 115 203 182 176

FIGURA 2.27. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de los segmentos en el enunciado cosas, de un informante de nivel bajo, joven,

hombre (del CSCM, 2007)

El ejemplo de cosas, procedente de un informante joven con pocos estudios,

presenta el interés de mostrar una vocál [o] tónica ensordecida que, a pesar de no ser su

duración tan reducida, contrasta con la mayor longitud y estabilidad de la [a] atona. El

parámetro de intensidad es, sin embargo, mayor en la tónica.

Time (s)0 0.7612

300

8000

g r a n d o t a s

Time (s)0 0.7612

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185

g r a n d o t a s

F0 (centro) (Hz) 118 173 133

F0 (promedio) (Hz) 119 159 127

F1 (centro) (Hz) 607 550 548

F2 (centro) (Hz) 1510 1033 1397

F3 (centro) (Hz) 2709 2798 2652

Intensidad (centro) (dB) 63.8 64.0 63.9

Intensidad (promedio) (dB) 62.2 61.2 61.7

Duración (ms) 16 86 107 80 41 176 87 94 71

FIGURA 2.28. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de grandotas, con [o] alargada y rearticulada, en voz de un informante de nivel

bajo, mayor, hombre (del CSCM, 2007)

No deja de ser interesante comparar el ejemplo anterior con el que aparece al

ejecutarse este caso de la voz grandotas. La enfatización del tamaño lleva a una vocal

media bastante larga (176 ms), intensa (64 dB en el centro) y tonalmente elevada

(constituye el pico tonal de la palabra). Los dos casos de [a], por su parte, son bastante

estables y confirman la gran variedad presente tanto en la realización de cada uno de los

parámetros por separado como en la estela de rasgos que da lugar a cada variante

específica.

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186

l o s a g a ch a d o s

F0 (centro) (Hz) 120 115 111 135 121

F0 (promedio) (Hz) 120 114 111 131 121

F1 (centro) (Hz) 380 534 637 687 427

F2 (centro) (Hz) 1096 1602 1666 1534 1197

F3 (centro) (Hz) 2704 2442 2474 2447 2600

Intensidad (centro) (dB) 59.0 61.5 64.3 69.5 57.4

Intensidad (promedio) (dB) 58.8 60.6 62.6 68.4 56.6

Duración (ms) 42 99 109 74 63 109 124 126 24 113 174

FIGURA 2.29. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de los agachados, en voz de un informante de nivel bajo, mayor, hombre (del

CSCM, 2007)

Time (s)0 1.078

300

8000

l o s a g a ch a d o s

Time (s)0 1.078

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187

En el caso de los agachados, la última sílaba experimenta una disminución de la

intensidad con respecto al resto de la frase. La aproximante aparece muy reducida, pero la

[o], aun presentando una estructura formántica tenue, se sostiene como sonora, no se reduce

temporalmente y muestra unas alturas de F1 y F2 muy cercanas a los promedios generales.

Puede que se trate de un caso donde la percepción sugiere cierta reducción de la vocal,

sumida en el debilitado ataque de la sílaba y en especial en el alargamiento de la [s] final,

pero las mediciones segmentales estrictas sobre la [o] no confirman en absoluto que se trate

de una vocal reducida.

c e n t a v o s

F0 (centro) (Hz) 119 171 146

F0 (promedio) (Hz) 120 167 145

F1 (centro) (Hz) 446 615 353

F2 (centro) (Hz) 1683 1409 988

F3 (centro) (Hz) 2808 2355 2903

Intensidad (centro) (dB) 60.4 64.1 62.5

Time (s)0 1.012

300

8000

v ei n t c e n t a v o s

Time (s)0 1.012

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188

Intensidad (promedio) (dB) 59.0 63.7 60.3

Duración (ms) 152 53 75 39 112 49 106 123

FIGURA 2.30. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2 y F3, intensidad y

duración de veinte centavos, en voz de un informante de nivel bajo, mayor, hombre (del

CSCM, 2007)

El ejemplo de veinte centavos muestra uno de los no tan numerosos ejemplos de

elisión plena de la vocal, en este caso de la [e] final de la palabra veinte. Sin duda, la elisión

ha sido favorecida por el contexto previo —una oclusiva sorda— y posterior —la fricativa

sorda [s]—. Perceptualmente, la [e] de centavos se escucha reducida, a diferencia de lo que

ocurre con las otras dos vocales subsiguientes. La [e] es de hecho sonora; sus valores

formánticos, de 446 y 1683 Hz, se muestran cerca del promedio (474 y 1772 Hz); su

intensidad no es muy distante a la de las dos vocales que le siguen. La diferencia más clara

que compromete la audición reducida es, como en algunos otros casos, la duración, de sólo

53 ms.

Time (s)0 0.9499

300

8000

a s í l e s d e c i m o s

Time (s)0 0.9499

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189

a s í l e s d e c i m o s

F0 (centro) (Hz) 115 111 80 99 93

F0 (promedio) (Hz) 113 109 80 96 91

F1 (centro) (Hz) 416 364 419 466 456

F2 (centro) (Hz) 2101 1873 1645 2232 1089

F3 (centro) (Hz) 2142 2522 2270 3593 2522

Intensidad (centro) (dB) 68.7 75.4 69.6 65.9 70.1 68.0

Intensidad (promedio)

(dB)

67.0 74.0 68.9 65.3 69.5 66.8

Duración (ms) 67 83 67 43 82 76 33 46 98 66 63 61 83

FIGURA 2.31. Espectrograma, transcripción segmental, F0, F1, F2, F3, intensidad y

duración de varios segmentos en así les decimos, realizada por un informante de nivel alto,

mayor, hombre (del CSCM, 2007)

Dejando aparte el caso de la [a], que se ha pronunciado con voz quebrada, las dos

vocales que se escuchan más reducidas (aunque quizá apenas etiquetables dentro de las

tradicionalmente conocidas como debilitadas) son la [e] y la [o] de decimos. Aunque la

altura melódica es modesta, las dos son sonoras, muestran una estructura formántica sólida

y presentan intensidades no muy alejadas de las del resto de la emisión, siendo sin embargo

las menores. Son, eso sí, las dos formas más breves, aun cuando deba aclararse que todos

los segmentos del enunciado se han manifestado como de poca duración.

La complejidad y las diferencias entre cada uno de los ejemplos parecen argumentos

para, en el futuro, considerar las correlaciones del debilitamiento vocálico a partir de

diferentes parámetros acústicos independientes (además de por medio de la estructura

prosódica), y no a partir de variantes “empaquetadas” y obtenidas por medio de métodos

perceptuales. Otra de las preguntas fundamentales es si el fenómeno del debilitamiento es

ante todo segmental o ante todo prosódico. Aunque normalmente se trata de sílabas átonas,

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190

y su colaboración en la portación del tono sea modesta, también la hipoarticulación puede

impedir que se cumplan con claridad todos los objetivos tonales.

METODOLOGÍA. VARIANTES PRESENTES EN LOS DATOS

Datos en los mapas sintéticos

El núcleo del análisis presentado ahora se centra en la consideración de los mapas 5, 6 y 7

del Atlas Lingüístico de México, los tres sintéticos, referidos a tres contextos vocálicos

ubicados en la sílaba final de la palabra:

(3) mapa 5: Vs# (vocal trabada por /s/ en sílaba final).

mapa 6: sV# (vocal final de palabra precedida por /s/).

mapa 7: C(no s)V# (vocal final de palabra precedida por consonante diferente

de /s/).

Estos son los únicos mapas sintéticos que proporcionan información sobre el

debilitamiento vocálico. Como puede observarse, se concentran en una de las posiciones

más favorecedores (el final de palabra, que es átono en una gran cantidad de casos), y

presentan contextos más o menos complentarios: vocal seguida y precedida de /s/, que es a

fin de cuentas el segmento que más condiciona el debilitamiento, y vocal precedida por otra

consonante. Los mapas sintéticos, ciertamente, presentan algunas desventajas. Al tratarse

de una síntesis, no permiten establecer las probabilidades de aparición de variantes a partir

de la consideración de cada una de las formas individuales, sino que hay que trabajar con

las estimaciones efectuadas por el analista. Estas estimaciones no pretendían ser

estrictamente cuantitativas, por lo que los atributos de frecuencia fueron establecidos por

medio de letras que ponderaban aproximadamente el volumen de apariciones. Sin embargo,

para poder establecer cálculos cuantitativos de algún rigor y esbozar algunas

generalizaciones geolingüísticas y sociolingüísticas, es necesario regresar a las cantidades

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191

de referencia que establecían los límites entre índices, aun a sabiendas de que el

procedimiento es artificioso y puede esconder algunas inexactitudes. El siguiente cuadro

contiene las equivalencias entre la notación de los mapas sintéticos del Atlas y las

cantidades a que aproximadamente corresponden.

CUADRO 2.11. Equivalencias numéricas de las ponderaciones

de los mapas sintéticos del Atlas

Atlas f

General G 100% prácticamente 1.000

G– 95% aproximadamente 0.950

Frecuente F+ 90% aprox. 0.900

F 80% aprox. 0.800

F– 70% aprox. 0.700

Medio M+ 60% aprox. 0.600

M 50% aprox. 0.500

M– 40% aprox. 0.400

Poco P+ 30% aprox. 0.300

P 20% aprox. 0.200

P– 10% aprox. 0.100

Esporádico E+ 7.5% aprox. 0.075

E 5% aprox. 0.050

E– 2.5% aprox. 0.025

Un problema de mayor envergadura, con todo, es que los mapas sintéticos

proporcionan una información lingüística poco detallada. No es posible establecer

diferenciaciones según el timbre de la vocal, el carácter acentual de la sílaba, los detalles

segmentales del contexto, el tipo de palabra, etc.

Los mapas analíticos normales, por otra parte, que transcriben las respuestas palabra

por palabra de cada uno de los informantes entrevistados, subsanarían estos dos problemas.

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192

Sin embargo, un rápido acercamiento a algunos de los mapas planeados para ofrecer

información sobre las vocales debilitadas revela en seguida una muy escasa proporción de

debilitamiento, como es de esperar al obtenerse por medio de los cuestionarios palabras

aisladas sobre las que sin duda se proyecta la atención del informante. Es posible, entonces,

que su utilidad sea muy relativa al considerar el problema examinado en este momento y

parece que el único camino para trabajar con el material ya cartografiado es emplear los

mapas sintéticos (otra cosa sería, ciertamente, trabajar directamente con las grabaciones

efectuadas en cada punto).

Lo que se ha hecho, en un primer paso, es construir una base de datos en las que se

anota para cada localidad la frecuencia de cada una de las variantes en cada uno de los

mapas. De hecho, los tres mapas considerados describen sólo cuatro variantes diferentes,

escalonadas según el grado de debilitamiento de la vocal34:

(4) [V] — vocal plena.

[V] — vocal levemente debilitada.

[(V)] — vocal fuertemente debilitada.

[Ø] — vocal elidida.

Los resultados expuestos en las páginas siguientes parten de esta clasificación del

fenómeno, obviamente, pues son los datos proporcionados por el propio Atlas.

RESULTADOS TOTALES Y POR MAPAS

34 Dado el carácter sintetizador de estas transcripciones, no es posible saber, como se ha dicho, el detalle fonético a que corresponde cada una. Resulta tentador, aunque arriesgado, reducir las tres formas debilitadas al mismo esquema presentado por Serrano (supra) a propósito de los datos en tiempo real en la ciudad de México. La cuestión más polémica, desde luego, es si las formas llamadas “fuertemente debilitadas” pueden equipararse con las sordas o ensordecidas de Serrano. A grandes rasgos, es probable que en muchos casos el fuerte debilitamiento corresponda a soluciones ensordecidas. Aunque la idea no sería seguramente válida caso a caso, es posible que, asumiendo cierto grado de error, sea factible, a efectos cuantitativos y fonológicos, tomar este grado intermedio como material comparable. Esta apuesta permitiría relacionar con mayor facilidad los datos sociales e históricos de la capital con el material geolingüístico.

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193

El cuadro 2.12 presenta el resumen de los datos considerados fraccionándolos por mapas,

después de llevar a cabo la interpretación descrita; también se presenta el promedio general

de debilitamiento35.

CUADRO 2.12. Promedios de frecuencias relativas por mapas (contextos)

y promedio general

Plena Levemente

debilitada

Fuertemente

debilitada

Elidida

Mapa 5 [Vs#] 0.880 0.080 0.024 0.017

Mapa 6 [sV#] 0.925 0.052 0.010 0.003

Mapa 7 [C(no s)V#] 0.920 0.054 0.016 0.008

Promedio (x= ) 0.909 0.062 0.017 0.010

Como puede observarse, el promedio de debilitamiento supera el 0.900 de

frecuencia relativa (es decir, 9 de cada 10 casos se han etiquetado como vocales plenas, el

90.9%); las levemente debilitadas van siendo poco más de 6%, las fuertemente debilitadas

no llegan al 2% y las elisiones suponen apenas un 1%. Vistas así, las cifras totales de

relajación resultan bastante discretas. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que lo

interesante es la concentración del debilitamiento en ciertas zonas, en ciertos grupos

sociales y en ciertos estilos de habla; además, aunque la frecuencia pueda no ser tan

elevada, la prominencia perceptual puede ser bastante notoria (aspecto, por cierto, que no

parece haber sido examinado con respecto al vocalismo mexicano y que sin duda sería

interesante examinar).

Se efectuó por otra parte un cálculo de ANOVA univariante que resultó significativo

(F= 3.183, sign.= 0.000; R2= 0.200, R2 corregida= 0.137), en el sentido de que existe un

condicionamiento entre el tipo de mapa (y obviamente el tipo de contexto que cartografía) y

35 Obtenido directamente sobre el promedio de los totales de los 193 puntos considerados a la vez, no a partir de los promedios por mapas presentado en el cuadro.

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194

los resultados obtenidos36. El contexto [Vs#], correspondiente al mapa 5, es el que más

propicia el debilitamiento; exhibe sólo 0.880 de plenas, las debilitadas suman 0.104 y las

elisiones alcanzan un 0.017. A cierta distancia, aunque no excesiva, se encuentran los

contextos [sV#] y [C(no s)V#]; la presencia de la sibilante en el ataque silábico parece el

contexto que aporta un peso menor al debilitamiento (también es el contexto que aporta

menos elisiones). Con todo, las diferencias son reducidas entre los mapas 6 y 7 y parece

poder afirmarse que las distancias entre ellos son menores que con respecto al mapa 5. La

conjunción de los tres mapas permite, en todo caso, ofrecer una imagen más completa y

matizada de la variación vocálica.

ESBOZO DE LOS PATRONES GEOLINGÜÍSTICOS

Hacia un índice del debilitamiento vocálico

El mapa 5 del Atlas es el que seguramente propociona los resultadados más pertinentes para

la consideración del debilitamiento vocálico, en especial si se considera de manera

individual. Ya fue analizado en el libro de Moreno de Alba de 1994. Un aspecto interesante

del análisis de Moreno de Alba es la manera en que implícitamente construye un índice

cuantitativo. En apariencia, lo que se ha hecho en el análisis de 1994 para obtener el índice

de debilitamiento es sumar las frecuencias de aparición de cada una de las tres variantes

debilitadas transcritas en los mapas, seguramente llevando a cabo un traslado semejante al

que aquí se propone por medio del cuadro 2.11. Este procedimiento tiene la ventaja de ser

muy transparente, y en sentido estricto lo que hace es reducir toda la variación a dos

variantes: formas conservadas plenas frente a formas debilitadas de alguna manera. La

estrategia es, desde luego, completamente válida. Supone, en todo caso, una cierta

idealización sobre los datos disponibles, al dejar de lado las diferencias marcadas a través

de la transcripción de tres variantes debilitadas. En ese sentido, aquí se va a seguir una

36 La significación general de 0.000 se mantiene siempre para la ANOVA univariante calculada de manera general para todas las variantes: plenas (F= 16.241), levemente debilitadas (F= 10.639), fuertemente debilitadas (F= 7.053) y elididas (F= 15.904).

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195

disposición un poco diferente, que intente captar la idea de que, a fin de cuentas, el grado

de debilitamiento de cada una de estas tres variantes no es exactamente el mismo, pues

parecen oscilar entre el leve debilitamiento —quizá una ligera hipoarticulación— y la

elisión plena. Si esta distinción no se mantiene en el análisis se corre el riesgo de perder

finura en la interpretaión y de hacer equivalentes situaciones que en realidad pueden distar

de ser iguales. Por ejemplo, si uno considera el caso de Lagos de Moreno (Jalisco), una vez

hecha la traslación de letras a frecuencias relativas aproximadas, resulta tener una

frecuencia relativamente baja de formas vocálicas plenas en el mapa 5, sólo 0.700, al

tiempo que las vocales debilitadas suman 0.325 (0.325 y no 0.300 debido al traslado por el

procedimiento aproximativo descrito); si se tiene en cuenta, posteriormente, el caso de

Tlazala (Estado de México), también allí las variantes plenas alcanzan un 0.700, al tiempo

que las debilitadas suman 0.275. Parecería entonces que se trata de dos datos muy

semejantes, más allá de la diferencia entre 0.325 y 0.275, nacida del procedimiento

ponderativo empleado en primer término para cartografiar el mapa y en segundo término

para el traslado cuantitativo actual; esta diferencia residual no es, de hecho, muy

importante. Hay, sin embargo, una diferencia trascendental en la distribución de datos en

los dos puntos. En Lagos de Moreno casi todos los ejemplos debilitados lo fueron del

primer grado de debilitamiento (0.300) y apenas hubo algún caso del segundo grado de

debilitamiento (0.025) y ninguno de elisión. En Tlazala, en cambio, los hechos estuvieron

mucho más repartidos: hubo 0.100 del primer grado de debilitamiento, 0.100 del segundo

grado y 0.075 de elisión. Si reducimos la variación a sólo dos grados, resulta que Lagos de

Moreno y Tlazala figurarían como ejemplos de lo mismo; si trabajamos, por el contrario,

con una escala más detallada, resulta que en realidad su comportamiento es bastante

diferente. Teniendo en cuenta, además, que el primer grado de debilitamiento puede

documentarse probablemente en cualquier variedad del español, hay que tener en cuenta

que lo más prominente o característico de las variedades mexicanas es el debilitamiento

más extremo y desde luego la elisión. Es necesario, pues, disponer de un procedimiento

sencillo, pero menos idealizado, que permita captar esa realidad.

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196

Para ello, se propone establecer aquí un índice de debilitamiento geolingüístico que

se pueda aplicar, en primer término, a cada uno de los puntos de encuesta, para poder

establecer generalizaciones espaciales y, en segundo término, a todos y cada uno de los

informantes grabados en el Atlas, de modo que se puedan emprender discusiones

sociolingüísticas detalladas sobre el perfil de los hablantes debilitadores. El índice

propuesto es el siguiente:

(5)

Índice de debilitamiento=

(elisiones × 3) + (fuertemente debilitadas × 2) + (levemente debilitadas × 1)

Aunque sin duda podría pensarse en índices más elaborados, me parece que el aquí

propuesto tiene la ventaja de su sencillez y transparencia. Es decir, se otorga un valor triple

a las elisiones, un valor doble a las formas debilitadas en segundo grado, y un valor simple

a las debilitadas en primer grado. Construido el índice de debilitamiento según tal escala, y

aplicado a los totales por variante en cada uno de los 193 puntos del Atlas, se obtiene una

escala que oscila entre 0 y 0.550, cuando se aplica únicamente al mapa 5. El índice oscila

entre entre 0 y 0.900 al considerar directamente a los poco más de 750 individuos

encuestados (como se puede ver, la variación entre individuos es mayor que la variación

entre puntos de encuesta).

Un aspecto adicional es que parece conveniente acumular el conjunto de

información proporcionado por el Atlas acerca del debilitamiento vocálico, por lo menos en

lo que concierne a los mapas sintéticos, de modo que se considere no sólo el mapa 5, sino

también los mapas 6 y 7. Se ha procedido, pues, a obtener el índice de debilitamiento en

cada uno de los mapas, y luego a establecer el promedio de la suma de los resultados

alcanzados para cada uno de ellos. Es decir, el índice global se calcula del siguiente modo:

(6) Índice global de debilitamiento vocálico= Suma de los índices parciales / 3

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De esta manera, se obtiene una escala que oscila ahora entre 0 y 0.350 cuando se

aplica a los totales por localidad. A continuación, para poder ordenar el resumen de

resultados en cada uno de los puntos, se ha procedido a segmentar la escala en 10 tramos o

rangos, de la siguiente manera:

CUADRO 2.13. Rangos de debilitamiento global de los 193 puntos del Atlas

Índice de debilitamiento Rango de debilitamiento Número de puntos en cada rango

0.000 a 0.035 1 15

0.036 a 0.070 2 35

0.071 a 0.105 3 33

0.106 a 0.140 4 34

0.141 a 0.175 5 37

0.176 a 0.210 6 18

0.211 a 0.245 7 11

0.246 a 0.280 8 5

0.281 a 0.305 9 2

0.306 a 0.350 10 3

Es decir, lo que se ha hecho para obtener los rangos es dividir en diez partes los

extremos de las puntuaciones alcanzadas en el índice de debilitamiento global. De esa

manera, el rango 1, correspondiente al menor debilitamiento, incluye a las 15 localidades

que alcanzaron sólo una puntuación de entre 0.000 y 0.035; el rango 2, por su parte, acoge

los 35 puntos de encuesta que obtuvieron entre 0.036 y 0.070, y así sucesivamente. La

utilidad de los rangos se verá en un momento, pues al ofrecer diez cortes en la muestra

permite proyectar otros tantos mapas. La figura 2.32 permite tener una visión gráfica de la

distribución por rangos.

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198

FIGURA 2.32. Distribución del número de localidades según el rango alcanzado

Aunque el número de puntos de encuesta que exhibe el grado menor de

debilitamiento (rango 1) es relativamente pequeño, el pico de concentración se presenta en

forma de una mesa que recoge los debilitamientos bajos y medio-bajos (rangos 2 a 5); por

fin, se observa un descenso casi paulatino en la concentración de los rangos medio-altos y

altos (rangos 6 a 10).

Más en concreto, el cuadro 2.14 muestra la frecuencia relativa promedio de los tres

mapas considerados, para cada una de las cuatro variantes fónicas establecidas a propósito

en el Atlas, así como la puntuación obtenida en la medida resumen (el índice de

debilitamiento), según el procedimiento descrito, así como el rango en que queda cada una

de las localidades encuestadas según la puntuación alcanzada en el índice.

CUADRO 2.14. Estimación de la frecuencia relativa de las variantes, índice de

debilitamiento y rango para los mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México punto localidad plena levemente

debilitada

fuertemente debilitada

elidida

Índice de debilitamiento

rango

1 Chetumal 0.950 0.025 0.008 0.025 0.117 4 2 Felipe Carrillo Puerto 0.950 0.033 0.008 0.025 0.125 4 3 Valladolid 0.933 0.042 0.008 0.008 0.083 3 4 Tizimín 0.933 0.033 0.025 0.017 0.133 4 5 Mérida 0.917 0.042 0.033 0.033 0.208 6 6 Ticul 0.917 0.067 0.025 0.025 0.192 6 7 Campeche 0.933 0.050 0.000 0.008 0.075 3 8 Champotón 0.917 0.042 0.017 0.017 0.125 4

0

10

20

30

40

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Número de localidades por rango

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199

9 Mamantel 0.917 0.033 0.025 0.025 0.158 5 10 Ciudad del Carmen 0.933 0.033 0.008 0.008 0.075 3 11 Emiliano Zapata 0.933 0.025 0.017 0.025 0.133 4 12 Frontera 0.933 0.050 0.008 0.000 0.067 2 13 Villahermosa 0.967 0.017 0.000 0.000 0.017 1 14 Huimanguillo 0.950 0.025 0.000 0.000 0.025 1 15 Cintalapa 0.867 0.075 0.025 0.017 0.175 5 17 Chiapa de Corzo 0.917 0.058 0.008 0.008 0.100 3 17 Chiapa de Corzo 0.933 0.058 0.017 0.008 0.117 4 18 San Cristóbal de Las Casas 0.867 0.083 0.025 0.033 0.233 7 19 Comitán 0.883 0.075 0.033 0.025 0.217 7 20 Tapachula 0.900 0.050 0.025 0.025 0.175 5 21 Escuintla 0.950 0.033 0.000 0.000 0.033 1 22 Pijijiapan 0.900 0.075 0.025 0.008 0.150 5 23 Tonalá 0.950 0.025 0.017 0.000 0.058 2 24 Tapanatepec 0.933 0.033 0.008 0.000 0.050 2 25 Zanatepec 0.950 0.033 0.008 0.008 0.075 3 26 Juchitán 0.883 0.075 0.025 0.025 0.200 6 27 Tehuantepec 0.867 0.067 0.033 0.017 0.183 6 28 Totolapan 0.917 0.067 0.025 0.008 0.142 5 29 Oaxaca 0.933 0.058 0.008 0.000 0.075 3 30 Sola de Vega 0.883 0.075 0.000 0.017 0.125 4 31 Miahuatlán 0.867 0.067 0.017 0.033 0.200 6 32 Pochutla 0.900 0.050 0.033 0.025 0.192 6 33 San Pedro Mixtepec 0.933 0.033 0.017 0.008 0.092 3 34 Pinotepa Nacional 0.917 0.050 0.025 0.017 0.150 5 35 Tlaxiaco 0.917 0.042 0.025 0.017 0.142 5 36 Tuxtepec 0.900 0.092 0.017 0.008 0.150 5 37 Matías Romero 0.933 0.042 0.008 0.008 0.083 3 38 Minatitlán 0.933 0.042 0.008 0.000 0.058 2 39 San Juan Evangelista 0.933 0.042 0.025 0.017 0.142 5 40 San Andrés Tuxtla 0.933 0.033 0.033 0.008 0.125 4 41 Tlacotalpan 1.000 0.000 0.000 0.000 0.000 1 42 Otatitlán 0.933 0.033 0.025 0.008 0.108 4 43 Veracruz 0.950 0.025 0.017 0.008 0.083 3 44 Córdoba 0.967 0.017 0.017 0.008 0.075 3 45 Orizaba 0.933 0.050 0.025 0.017 0.150 5 46 Huatusco 0.933 0.042 0.017 0.008 0.100 3 47 Jalapa 0.917 0.058 0.025 0.017 0.158 5 48 Perote 0.933 0.050 0.000 0.008 0.075 3 49 Misantla 0.883 0.058 0.017 0.025 0.167 5 50 Papantla 0.917 0.050 0.025 0.017 0.150 5 51 Tuxpan 0.867 0.108 0.025 0.008 0.183 6 52 Amatlán 0.950 0.033 0.017 0.017 0.117 4 53 Tempoal 0.917 0.058 0.017 0.017 0.142 5 54 Metlaltoyuca 0.833 0.150 0.025 0.025 0.275 8 55 Huauchinango 0.933 0.050 0.017 0.008 0.108 4 56 Tetela 0.817 0.083 0.058 0.033 0.300 9 57 Teziutlán 0.867 0.067 0.033 0.033 0.233 7

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200

58 Ciudad Serdán 0.867 0.075 0.025 0.025 0.200 6 59 Tehuacán 0.917 0.050 0.017 0.017 0.133 4 60 Acatlán 0.900 0.092 0.017 0.008 0.150 5 61 Tepeaca 0.800 0.150 0.050 0.033 0.350 10 62 Puebla 0.867 0.083 0.033 0.017 0.200 6 63 San Martín Texmelucan 0.850 0.075 0.033 0.025 0.217 7 64 Tlaxcala 0.867 0.100 0.042 0.008 0.208 6 65 México 0.850 0.092 0.033 0.008 0.183 6 66 Amecameca 0.883 0.058 0.025 0.008 0.133 4 67 Tlazala 0.800 0.092 0.075 0.033 0.342 10 68 Ixtlahuaca 0.867 0.083 0.033 0.017 0.200 6 69 Toluca 0.883 0.067 0.033 0.008 0.158 5 70 Tenancingo 0.867 0.075 0.033 0.017 0.192 6 71 Temascaltepec 0.833 0.092 0.042 0.033 0.275 8 72 Cuernavaca 0.867 0.083 0.025 0.025 0.208 6 73 Jojutla 0.917 0.067 0.025 0.025 0.192 6 74 Iguala 0.933 0.033 0.008 0.000 0.050 2 75 Chilpancingo 0.933 0.042 0.008 0.008 0.083 3 76 Tixtla 0.983 0.017 0.000 0.000 0.017 1 77 Ometepec 0.917 0.050 0.025 0.000 0.100 3 78 Cruz Grande 0.950 0.033 0.008 0.000 0.050 2 79 Tres Palos 0.950 0.033 0.008 0.000 0.050 2 80 Tecpan de Galeana 0.933 0.033 0.008 0.000 0.050 2 81 Petatlán 0.933 0.042 0.000 0.000 0.042 2 82 La Unión 0.900 0.050 0.025 0.017 0.150 5 83 Ciudad Altamirano 0.900 0.058 0.025 0.008 0.133 4 84 Tiquicheo 0.883 0.075 0.017 0.008 0.133 4 85 Zitácuaro 0.833 0.092 0.050 0.017 0.242 7 86 Zinapécuaro 0.900 0.058 0.025 0.017 0.158 5 87 Morelia 0.950 0.042 0.000 0.000 0.042 2 88 Zacapu 0.967 0.025 0.000 0.000 0.025 1 89 Zamora 0.867 0.075 0.025 0.008 0.150 5 90 Huarachita 0.917 0.042 0.017 0.017 0.125 4 91 Uruapan 0.933 0.033 0.025 0.008 0.108 4 92 Tacámbaro 0.917 0.058 0.017 0.008 0.117 4 93 La Huacana 0.933 0.042 0.008 0.000 0.058 2 94 Apatzingán 0.967 0.033 0.000 0.000 0.033 1 95 Cerro de Ortega 0.950 0.033 0.008 0.000 0.050 2 96 Colima 0.933 0.050 0.008 0.017 0.117 4 97 Cihuatlán 0.900 0.083 0.000 0.000 0.083 3 98 Villa Purificación 0.917 0.058 0.017 0.008 0.117 4 99 Tecalitlán 0.950 0.033 0.000 0.000 0.033 1

100 Sayula 0.917 0.083 0.008 0.008 0.125 4 101 Tecolotlán 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 102 Ocotlán 0.917 0.058 0.008 0.008 0.100 3 103 San Pedro Tlaquepaque 0.933 0.050 0.000 0.000 0.050 2 104 Guadalajara 0.967 0.025 0.000 0.000 0.025 1 105 Tequila 0.933 0.050 0.000 0.000 0.050 2 106 Tepatitlán 0.867 0.067 0.033 0.033 0.233 7

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201

107 Jalostotitlán 0.933 0.042 0.017 0.008 0.100 3 108 Lagos de Moreno 0.767 0.233 0.017 0.000 0.267 8 109 Ojuelos 0.933 0.067 0.008 0.000 0.083 3 110 Aguascalientes 0.867 0.075 0.025 0.017 0.175 5 111 Calvillo 0.867 0.092 0.025 0.017 0.192 6 112 San Felipe 0.933 0.050 0.008 0.008 0.092 3 113 San Luis de la Paz 0.933 0.050 0.008 0.000 0.067 2 114 Guanajuato 0.917 0.067 0.008 0.008 0.108 4 115 León 0.883 0.067 0.008 0.025 0.158 5 116 Pénjamo 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 117 Irapuato 0.883 0.058 0.025 0.017 0.158 5 118 Yuriria 0.900 0.075 0.025 0.008 0.150 5 119 Jerécuaro 0.933 0.050 0.008 0.008 0.092 3 120 Querétaro 0.917 0.058 0.008 0.008 0.100 3 121 San Juan del Río 0.917 0.067 0.017 0.008 0.125 4 122 Jalpan 0.833 0.125 0.033 0.017 0.242 7 123 Tepeji del Río 0.933 0.050 0.008 0.000 0.067 2 124 Apan 0.833 0.125 0.042 0.017 0.258 8 125 Pachuca 0.900 0.092 0.025 0.008 0.167 5 126 Huasca 0.867 0.067 0.033 0.017 0.183 6 127 Molango 0.883 0.058 0.017 0.008 0.117 4 128 Tamazunchale 0.883 0.058 0.017 0.025 0.167 5 129 Río Verde 0.917 0.050 0.017 0.017 0.133 4 130 San Luis Potosí 0.867 0.083 0.033 0.008 0.175 5 131 Salinas 0.900 0.083 0.000 0.000 0.083 3 132 Charcas 0.867 0.125 0.017 0.025 0.233 7 133 Matehuala 0.867 0.133 0.000 0.000 0.133 4 134 Cerritos 0.917 0.067 0.017 0.000 0.100 3 135 Ciudad Valles 0.917 0.075 0.008 0.000 0.092 3 136 Tampico 0.900 0.067 0.017 0.017 0.150 5 137 Ciudad Mante 0.883 0.075 0.008 0.008 0.117 4 138 Tula 0.883 0.117 0.017 0.000 0.150 5 139 Ciudad Victoria 0.867 0.133 0.017 0.017 0.217 7 140 Soto la Marina 0.867 0.100 0.025 0.008 0.175 5 141 Santa Teresa 0.867 0.092 0.033 0.008 0.183 6 142 Nuevo Laredo 0.900 0.058 0.008 0.008 0.100 3 143 Sabinas Hidalgo 0.900 0.083 0.017 0.008 0.142 5 144 Monterrey 0.917 0.067 0.000 0.000 0.067 2 145 Linares 0.917 0.058 0.017 0.000 0.092 3 146 Aramberri 0.867 0.117 0.025 0.000 0.167 5 147 Doctor Arroyo 0.867 0.117 0.017 0.008 0.175 5 148 Río Grande 0.867 0.075 0.042 0.000 0.158 5 149 Fresnillo 0.900 0.083 0.025 0.008 0.158 5 150 Zacatecas 0.800 0.100 0.067 0.017 0.283 9 151 Valparaíso 0.833 0.100 0.050 0.017 0.250 8 152 Jalpa 0.733 0.167 0.067 0.017 0.350 10 153 Jala 0.900 0.092 0.017 0.008 0.150 5 154 Valle de Banderas 0.900 0.075 0.025 0.000 0.125 4 155 Tepic 0.867 0.075 0.025 0.008 0.150 5

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202

156 Tuxpan 0.900 0.083 0.025 0.000 0.133 4 157 Acaponeta 0.917 0.067 0.008 0.008 0.108 4 158 El Salto 0.867 0.133 0.033 0.008 0.225 7 159 Durango 0.917 0.058 0.025 0.000 0.108 4 160 San Juan del Río 0.900 0.058 0.025 0.008 0.133 4 161 El Palmito 0.900 0.075 0.008 0.000 0.092 3 162 Mapimí 0.950 0.033 0.008 0.000 0.050 2 163 Torreón 0.933 0.058 0.008 0.000 0.075 3 164 Parras 0.833 0.092 0.050 0.008 0.217 7 165 Saltillo 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 166 Monclova 0.917 0.075 0.000 0.000 0.075 3 167 Sabinas 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 168 Múzquiz 0.900 0.092 0.017 0.000 0.125 4 169 Valle de Allende 0.983 0.008 0.000 0.000 0.008 1 170 Delicias 0.950 0.033 0.000 0.000 0.033 1 171 Chihuahua 0.933 0.033 0.008 0.025 0.125 4 172 Ciudad Juárez 0.933 0.050 0.000 0.000 0.050 2 173 Flores Magón 0.950 0.042 0.000 0.000 0.042 2 174 Ciudad Guerrero 0.950 0.042 0.000 0.000 0.042 2 175 Mazatlán 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 176 La Cruz 0.917 0.067 0.000 0.000 0.067 2 177 Culiacán 0.933 0.058 0.000 0.000 0.058 2 178 Guamúchil 0.933 0.042 0.008 0.008 0.083 3 179 Los Mochis 0.917 0.050 0.000 0.008 0.075 3 180 Álamos 0.900 0.075 0.017 0.000 0.108 4 181 Navojoa 0.933 0.058 0.008 0.008 0.100 3 182 Ciudad Obregón 0.933 0.050 0.008 0.000 0.067 2 183 Guaymas 0.950 0.050 0.000 0.000 0.050 2 184 Bahía Kino 0.950 0.050 0.000 0.000 0.050 2 185 Hermosillo 0.933 0.042 0.008 0.008 0.083 3 186 Baviácora 0.950 0.025 0.000 0.000 0.025 1 187 Magdalena de Kino 0.967 0.017 0.000 0.000 0.017 1 188 San José del Cabo 0.950 0.033 0.000 0.000 0.033 1 189 La Paz 0.933 0.042 0.008 0.000 0.058 2 190 Mulegé 0.950 0.033 0.000 0.000 0.033 1 191 San Felipe 0.967 0.017 0.000 0.008 0.042 2 192 Guadalupe Victoria 0.950 0.042 0.000 0.000 0.042 2 193 Tijuana 0.933 0.050 0.000 0.008 0.075 3

Proyección en mapas

A continuación se proyectan los datos presentados en la tabla anterior sobre una serie de

mapas, mostrando el aspecto de la geografía fónica según va quedando constituida al

dibujar sobre ella los diferentes rangos de debilitamiento, empezando por los puntos que

muestran una mayor relajación y añadiendo posteriormente aquellos con menor rango.

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FIGURA 2.33. Rango 10 de debilitamiento

El rango máximo de debilitamiento sólo es alcanzado por tres puntos de entre los

considerados en el Atlas. Se trata de Tepeaca (Puebla), Tlazala (México) y Jalpa

(Zacatecas). Tepeaca es también el punto que alcanza el valor máximo en el índice de

debilitamiento referido al mapa 5, 0.550. Tlazala —y también Tetela (Puebla), en el rango 9

con respecto al índice global— obtenían un valor de 0.525 como debilitamiento en la

misma carta número 5. Jalpa, sin embargo, ofrecía una medida ligeramente más modesta

con respecto al mapa más específico (0.425). Como puede verse, se trata básicamente de

puntos localizados en el llamado México Central, aunque Jalpa queda ya fuera de esta zona.

La suma del siguiente rango inferior confirma este primer hecho, como se ve en la figura

siguiente.

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FIGURA 2.34. Rangos 9 y 10 de debilitamiento

El mapa que añade el rango 9 al ya expuesto rango 10 incluye dos localidades más,

Tetela (Puebla) y Zacatecas (Zacatecas). De alguna manera, subraya las zonas ya

apuntadas, tanto en el México Central como en el estado de Zacatecas. Tetela había

obtenido de hecho una puntuación muy elevada en el índice de debilitamiento en el mapa 5

del Atlas, de 0.525, con sólo 0.700 (un 70%) de formas plenas, un 0.100 de formas

levemente debilitadas, otro 0.100 de variantes notablemente debilitadas, y un 0.075 de

elisiones. Los datos son bastante más atemperados en el mapa 6 (con 0.950 de preservación

y sólo 0.050 de debilitamiento leve), mientras que el mapa 7 ofrece resultados intermedios

(0.800 de preservación). Más uniforme en los tres mapas es Zacatecas, pues proyecta un

0.800 de conservación en todos los contextos, con elisiones modestas, de 0.025 en los

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mapas 5 y 7 (y sin elisiones en el mapa 6). Tales tendencias se ven ampliadas en el

siguiente corte de frecuencias.

FIGURA 2.35. Rangos 8, 9 y 10 de debilitamiento

La figura 2.35 añade cinco localidades más a la configuración del debilitamiento de

las vocales del español de México. Se trata de Metlaltoyuca (Puebla), Temascaltepec

(México), Lagos de Moreno (Jalisco), Apan (Hidalgo) y Valparaíso (Zacatecas). Como

puede apreciarse fácilmente, el rango 8 se suma muy claramente a las zonas ya esbozadas

en los dos mapas previos: un área situada en el México Central y otra en el sur de

Zacatecas, con el añadido ahora de un punto en el norte de Jalisco. Esta proyección, que

sumas los rangos 8, 9 y 10 del cálculo establecido ahora, quedaría cercana a la que Moreno

de Alba (1994, p. 36) considera propia de los puntos con relajaciones catalogadas como

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algo frecuentes, es decir, relajamientos de entre el 20 y el 30% de las vocales ante /s/ (p.

34): es la lista formada por Tetela (Puebla), México (Distrito Federal), Tlazala (México),

Lagos de Moreno (Jalisco), Apan (Hidalgo) y Jalpa (Zacatecas). Hay, desde luego,

diferencias, pues en la clasificación actual el Distrito Federal no aparece sino hasta el rango

6, al tiempo que ya se han anotado varios puntos de encuesta no presentes en la lista de

Moreno de Alba (como Tepeaca, Zacatecas, Metlaltoyuca, Temascaltepec y Valparaíso).

Por otra parte, el sistema de rangos, al establecer un número mayor de cortes, permite

matizar más la distribución de las variantes.

FIGURA 2.36. Rangos 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

La añadidura del rango 7 cambia parcialmente el panorama. La adición de San

Cristóbal de Las Casas y Comitán (Chiapas), Teziutlán y San Martín Texmelucan (Puebla),

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Zitácuaro (Michoacán), Tepatitlán (Jalisco), Jalpan (Querétaro), Charcas (San Luis Potosí),

Ciudad Victoria (Tamaulipas), El Salto (Durango) y Parras (Coahuila) refuerza,

ciertamente, las dos zonas emergentes (el México Central y el área zacatecana, bordeada

por el norte de Jalisco e incluso por un punto en San Luis Potosí). Pero también es verdad

que se asiste a una primera dispersión de las referencias, con puntos aislados relativamente

debilitadores al sur del país, en Chiapas, así como en varias ubicaciones aisladas en estados

septentrionales. Podría quizá pensarse que estamos en los primeros bordes de la frontera del

debilitamiento.

FIGURA 2.37. Rangos 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

De hecho, la adición del rango 6, tal como se observa en la figura 2.37, termina de

configurar lo que podría llamarse las áreas con cierto grado de debilitamiento. La lista del

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nuevo rango incluye ahora los siguientes lugares: Mérida y Ticul (Yucatán), Juchitán,

Tehuantepec, Miahuatlán y Pochutla (Oaxaca), Tuxpan (Veracruz), Ciudad Serdán y

Puebla (Puebla), Tlaxcala (Tlaxcala), ciudad de México (Distrito Federal), Ixtlahuaca y

Tenancingo (México), Cuernavaca y Jojutla (Morelos), Calvillo (Aguascalientes), Huasca

(Hidalgo) y Santa Teresa (Tamaulipas). Al tiempo que se refuerza el núcleo zacatecano,

con la añadidura de un punto en Aguascalientes, el área central adquiere plena relevancia,

con una amplia cobertura del debilitamiento en el Distrito Federal y los estados de México,

Puebla, Morenos, Tlaxcala, Hidalgo, y puntos específicos en Michoacán, Querétaro y

Veracruz. En cuanto a la periferia, llama la atención la presencia de puntos en la costa sur

de Oaxaca, en Yucatán e incluso en Tamaulipas.

Quizá esta proyección que llega hasta el rango 6 de debilitamiento sea la más

parecida a los mapas 2 y 3 de Moreno de Alba (1994, pp. 35 y 40, véase supra), elaborados

a partir de la consideración de sólo el mapa 5 del Atlas. Los mapas del libro de 1994, como

se ha dicho, incluyen los puntos de debilitamiento algo frecuente (entre 20 y 30% de

relajación) y poco frecuente (entre 10 y 20%), y la comparación entre el sombreado de

aquellos mapas y el que podría llevarse a cabo con el de la figura 2.37 guarda grandes

parecidos. No obstante, una consideración cuidadosa de los detalles revela también no

pocas diferencias. Así, en la figura actual aparecen marcados varios puntos del estado de

Yucatán, ausentes en los mapas de 1994; en aquellos, por otra parte, surgían más puntos en

el área septentrional de los que quedan marcados ahora. Además, aun coincidiendo algunas

zonas en líneas generales, seguramente no coinciden con toda exactitud todos los puntos

incluidas en ellas.

Aun refrendando en lo general las observaciones efectuadas por Moreno de Alba,

cabe reflexionar en la necesidad de considerar todos los datos útiles disponibles, y no sólo

algunos, pues obviamente los matices del análisis podrán ser más apurados. Por otra parte,

quisiera defender también la utilidad de aproximaciones cuantitativas más precisas,

ponderando de diferente forma el peso de cada una de las variantes, como se está

intentando hacer ahora. Más allá de estas consideraciones, es obvio también que

necesitamos muchos más estudios locales, tanto areales como sociolingüísticos, para

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establecer con mayor precisión el alcance de los hechos lingüísticos actuales y las

acotaciones que puedan derivarse de las circunstancias históricas peculiares de cada región

y de cada comarca.

FIGURA 2.38. Rangos 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

El rango 5 aportado en la figura 2.38 llena de alguna manera los huecos existentes

entre las áreas esbozadas en el mapa anterior, produciendo, ahora sí, la sensación de

continuidades más claras. Quedan abarcados en este momento Mamantel (Campeche),

Cintalapa, Chiapa de Corzo, Tapachula y Pijijiapan (Chiapas), Totolapan, Pinotepa

Nacional, Tlaxiaco y Tuxtepec (Oaxaca), San Juan Evangelista, Orizaba, Jalapa, Misantla,

Papantla y Tempoal (Oaxaca), Acatlán (Puebla), Toluca (México), La Unión (Guerrero),

Zinapécuaro y Zamora (Michoacán), Aguascalientes (Aguascalientes), León, Irapuato y

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Yuriria (Guanajuato), Pachuca (Hidalgo), Tamazunchale y San Luis Potosí (San Luis

Potosí), Tampico, Tula y Soto la Marina (Tamaulipas), Sabinas Hidalgo, Aramberri y

Doctor Arroyo (Nuevo León), Río Grande y Fresnillo (Zacatecas) y Jala y Tepic (Nayarit).

Así, el México Central se ha unido a la primitiva región zacatecana, y a su vez toda esta

sección se expande por el noreste del país. Y por el sur, se suman a las zonas marcadas ya

la mayor parte de Chiapas y de Oaxaca.

Igual de llamativas son las secciones que quedan excluidas hasta el momento:

prácticamente todo el noroeste y el centro-norte; la mayor parte de las áreas costeras de

Jalisco, Colima, Michoacán y Guerrero (lo que podríamos llamar el Pacífico medio); y el

sur de Veracruz, Tabasco y el oriente de la Península de Yucatán.

FIGURA 2.39. Rangos 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

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La adición del rango 4, ya en la dirección del no debilitamiento vocálico, muestra

una distribución no muy diferente a la expuesta en el mapa anterior, con tendencia a

adensar la red de puntos en las áreas marcadas hasta el momento. Se suman entonces

Chetumal y Felipe Carrillo Puerto (Quintana Roo), Tizimín (Yucatán), Champotón

(Campeche), Emiliano Zapata (Tabasco), Sola de Vega (Oaxaca), San Andrés Tuxtla,

Otatitlán y Amatlán (Veracruz), Huauchinango y Tehuacán (Puebla), Amecameca

(México), Ciudad Altamirano (Guerrero), Tiquicheo, Huarachita, Uruapan y Tacámbaro

(Michoacán), Colima (Colima), Villa Purificación y Sayula (Jalisco), Guanajuato

(Guanajuato), San Juan del Río (Querétaro), Molango (Hidalgo), Río Verde y Matehuala

(San Luis Potosí), Ciudad Mante (Tamaulipas), Valle de Banderas, Tuxpan y Acaponeta

(Nayarit), Durango y San Juan del Río (Durango), Múzquiz (Coahuila), Chihuahua

(Chihuahua) y Álamos (Sonora).

Pueden observarse, en todo caso, casi las mismas ausencias que en el mapa anterior,

con un noroeste todavía muy poco marcado; otro tanto ocurre al sur del Pacífico medio, así

como en la parte más meridional del estado de Veracruz y en Tabasco.

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212

FIGURA 2.40. Rangos 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

Como era de esperarse, el retrato mostrado por los rangos más bajos empieza a

cubrir de todos modos el espacio general de la malla de puntos del Atlas, aun cuando la red

es todavía bastante difusa en el noroeste y en el sur del Pacífico medio y del Golfo. Los

puntos alineados con el rango 3 son Valladolid (Yucatán), Campeche y Ciudad del Carmen

(Campeche), Zanatepec, Oaxaca, San Pedro y Matías Romero (Oaxaca), Veracruz,

Córdoba, Huatusco y Perote (Veracruz), Chilpancingo y Ometepec (Guerrero), Cihuatlán,

Ocotlán, Jalostotitlán y Ojuelos (Jalisco), San Felipe y Jerécuaro (Guanajuato), Querétaro

(Querétaro), Salinas, Cerritos y Ciudad Valles (San Luis Potosí), Nuevo Laredo

(Tamaulipas), Linares (Nuevo León), El Palmito (Durango), Torreón y Monclova

(Coahuila), Guamúchil y Los Mochis (Sinaloa), Navojoa y Hermosillo (Sonora) y Tijuana

(Baja California).

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FIGURA 2.41. Rangos 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

No hay grandes diferencias entre el mapa que resulta de la adición del modo 2 y el

siguiente y último, que añade el rango 1, pues el efecto básico es cubrir las últimas zonas

que todavía no habían sido marcadas al establecer las áreas de debilitamiento, y que

corresponden, en consecuencia, a los puntos que mostraron un patrón más conservador. Se

trata de Frontera (Tabasco), Tuxtla Gutiérrez y Tonalá (Chiapas), Tapanatepec (Oaxaca),

Minatitlán (Veracruz), Iguala, Cruz Grande, Tres Palos, Tecpan de Galeana y Petatlán

(Guerrero), Morelia y La Huacana (Michoacán), Cerro de Ortega (Colima), Tecolotlán, San

Pedro y Tequila (Jalisco), San Luis de la Paz y Pénjamo (Guanajuato), Tepeji del Río

(Hidalgo), Monterrey (Nuevo León), Mapimí (Durango), Saltillo y Sabinas (Coahuila),

Ciudad Juárez, Flores Magón y Ciudad Guerrero (Chihuahua), Mazatlán, La Cruz y

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Culiacán (Sinaloa), Ciudad Obregón, Guaymas y Bahía Kino (Sonora), La Paz (Baja

California Sur) y San Felipe y Guadalupe Victoria (Baja California).

FIGURA 2.42. Rangos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de debilitamiento

El último mapa de la serie incorpora, obviamente, los puntos faltantes en las

selecciones anteriores, terminando de cubrir las áreas septentrionales y meridionales más

resistentes al debilitamiento vocálico: Villahermosa y Huimanguillo (Tabasco), Escuintla

(Chiapas), Tlacotalpan (Veracruz), Tixtla (Guerrero), Zacapu y Apatzingán (Michoacán),

Tecalitlán y Guadalajara (Jalisco), Valle de Allende y Delicias (Chihuahua), Baviácora y

Magdalena de Kino (Sonora) y San José del Cabo y Mulegé (Baja California Sur).

Sobre esta base, es posible empezar a buscar el trazo de una posible zonificación del

debilitamiento. Es claro, de entrada, que no pueden trazarse isoglosas simples que separen

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con total nitidez unas zonas de otras. Existen, eso sí, tendencias geográficas que es posible

captar de algún modo. La siguiente sección está dedicada a intentar depurar los datos en ese

sentido, con el apoyo de la clasificación en rangos, entre otras consideraciones.

HACIA UN MODELO EN GEOGRAFÍA APARENTE

Concentración de puntos en tres zonas

Si se proyecta el índice de debilitamiento global, tal como se ha establecido punto por

punto, en una sola figura, se obtiene una especie de representación en geografía aparente

del proceso de debilitamiento (figura 2.43).

FIGURA 2.43. Distribución global de puntos (mapas 5, 6 y 7) según el índice de

debilitamiento (variación fónica en geografía aparente)

Como puede observarse, en el extremo izquierdo quedan situados los puntos (por

ejemplo, el 41 o el 170, entre otros) con menor debilitamiento vocálico en cualquier

y = 0.0012x + 0.0077R2 = 0.9296

0.000

0.050

0.100

0.150

0.200

0.250

0.300

0.350

0.400

41 170

191

103 93 25 43 33 46 1

168

129 35 153

115 15 6 64 57 67

Zona no debilitadora

Zona fuertemente debilitadora

Zona levemente debilitadora

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posición. A la derecha, de manera complementaria, se ubican los puntos con una

concentración mucho más elevada de relajamiento vocálico (como es el caso de los puntos

64, 57 y 67, entre varios otros). Por fin, en el centro de la gráfica quedan las localidades con

puntuaciones intermedias (la 168, la 129, etc.). La curva de debilitamiento trazada, que

corresponde a un promedio de debilitamiento de 0.123 (y una desviación estándar de

0.071), presenta un crecimiento gradual casi lineal en buena parte de su recorrido. De

hecho, la ecuación de tendencia lineal muestra una R2 muy elevada, de 0.929, lo que

sugiere que la mayor parte de los puntos se han ido apegando a un patrón unitario, bastante

uniforme en su gradualidad, más que a un modelo con saltos abruptos entre puntos, quizá

con la excepción de los últimos puntos del extremo derecho, que adoptan una forma

convexa; también es observable una pequeña concavidad en el extremo izquierdo.

Si viéramos la línea, por otra parte, como un fragmento de una función cuyo

resultado es una curva en forma de “S”, bien podría interpretarse como una fotografía del

momento en que se encontraba la situación de la variable fónica referida al debilitamiento

vocálico. Tal interpretación, por otra parte, suele asociarse a patrones en cambio aparente,

donde las personas de más edad mantienen soluciones variantes más propias de un estado

pretérito de lengua, mientras que los más jóvenes exhiben patrones asociados a las

innovaciones en curso. Lo que muestra la figura, sin embargo, no es una proyección en

tiempo aparente de una comunidad de habla, sino una geografía aparente de todo un país.

Habría, pues, que tomar con cuidado la interpretación de los datos como algún tipo de

cambio sólo a partir de esta proyección, aunque ciertamente sugiere un camino posible. El

principal interés ahora, en todo caso, es emplear esta representación para buscar cómo

agrupar posibles zonas dialectales del país a partir de la expansión o contracción del índice.

Podría haberse empleado un procedimiento de acumulación de cantidades y de

fragmentación a partir de percentiles; sin embargo, ha parecido preferible servirse de los

rangos mismos que han sido útiles para la construcción de los mapas revisados en la

sección anterior. El regarupamiento que se propone toma como zona no debilitadora la que

agrupa los puntos con rangos 1 a 3 (es decir, hasta la puntuación 0.105 en el índice de

debilitamiento); como zona levemente debilitadora los rangos 4 a 6 (con índice máximo en

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0.210); y como áreas fuertemente debilitadoras las representadas por los puntos con rangos

7 a 10 (índice máximo en 0.350). Tal propuesta corresponde aproximadamente con los

puntos de inflexión más notorios expuestos en la figura 2.43: el trazo cóncavo inicial es la

llamada zona no debilitadora, la marcada inflexión final es la zona fuertemente

debilitadora, y el espacio intermedio es la zona levemente debilitadora.

La figura 2.44 muestra la proyección del índice de debilitamiento referido sólo al

mapa 5; como puede apreciarse, el aspecto general es semejante, con promedio de 0.181 (y

desviación estándar de 0.110), sobre una escala que llega a 0.550. Existen diferencias en los

detalles, ciertamente, empezando por el patrón en terrazas debido a la coincidencia entre las

puntuaciones alcanzadas entre diferentes localidades —es una representación menos

matizada, podría decirse.

FIGURA 2.44. Distribución de puntos sólo en el mapa 5 según el índice de debilitamiento

De todos modos, existen grandes analogías en la distribución de los datos. La r de

Pearson entre la serie de datos del índice global de debilitamiento y entre la serie de datos

del índice de debilitamiento aplicado sólo al mapa 5 es de 0.897, lo que sugiere una elevada

correlación entre ambos conjuntos de datos. En otras palabras, aunque seguramente existen

y = 0.0019x - 0.0042R2 = 0.9287

-0.100

0.000

0.100

0.200

0.300

0.400

0.500

0.600

41 24 192

172

161

166

179

135 75 136

181

160

127

138

140 18 150 65

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diferencias significativas entre los mapas debidas a los contextos lingüísticos que

cartografían, el correlato es consistente y, en términos geolingüísticos, puede decirse que

miden básicamente la misma distribución, pues el comportamiento de cada punto de

encuesta es semejante con respecto al mapa 5 y al conjunto de los mapas. Además, las

líneas de tendencia expuestas en las figuras anteriores presentan una pendiente no

demasiado diferente, y el porcentaje de datos modelados, tal como se expresan a través de

la R2, es en realidad muy parecido (el 92.9% con el índice de debilitamiento global, y el

92.8% con el índice de sólo el mapa 5)37.

Conviene ahora trazar los mapas con las zonas derivadas del conjunto completo de

los datos, a la luz de la propuesta expresada en la figura 2.43.

37 Podría objetarse que dadas estas semejanzas bastaba tomar como testigo solamente el mapa 5. Aunque es cierto, cabe argumentar 1) que el hecho sólo se atestigua a posteriori; 2) que el modelo global es factualmente más extensivo y matizado, como se revela en la mayor variedad en los resultados del índice; y 3) que la inclusión de varios mapas permite, precisamente, la exploración del efecto de varios contextos fónicos sobre el debilitamiento vocálico.

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FIGURA 2.45. Zona no debilitadora (rangos 1 a 3)

El primer mapa de esta nueva serie corresponde a lo que podría llamarse entonces

“zona no debilitadora”. Esta zona se presenta en términos bastante definidos. Por un lado,

buena parte de las localidades encuestadas en el norte del país, especialmente en el

noroeste, quedan encuadradas en la estabilidad vocálica. Por otro lado, cabe mencionar una

segunda región, característica de lo que puede calificarse de costas del Pacífico medio,

aunque extendida también hacia el interior a lo largo de un eje que atraviesa parte de los

estados de Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí. Por fin, podría hablarse de una tercera

región, o región ístmica grosso modo, conformada por puntos en el Pacífico sur y en la

cuenca meridional del Golfo de México. Ciertamente, el traslape de algunas de estas

regiones con áreas debilitadoras (infra) deja en suspenso la medida en que puede hablarse

de “zonas” en el sentido tradicional. Más adelante, a lo largo de este mismo capítulo, se

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intentará desagregar el sentido de estas zonas en geografía aparente por medio de tres tipos

de análisis: 1) un modelo lingüístico idealizado que subdivide el territorio mexicano en

cinco sectores (este modelo se emplea, como se irá viendo, a propósito de cierto número de

las variables fónicas discutidas a lo largo del libro); 2) la correlación de variantes con un

modelo de regiones derivado de las propuestas de los geógrafos; 3) el examen de los

factores sociolingüísticos involucrados.

FIGURA 2.46. Zona levemente debilitadora (rangos 4 a 6)

El segundo mapa, correspondiente a los rangos intermedios es, en contraste,

bastante más difuso. Es cierto, de todos modos, que el norte, y sobre todo el noroeste,

aparecen bastante despoblados, y que también es posible encontrar vacíos en otras zonas: la

mayor parte de las costas del Pacífico medio, Tabasco y el sur de Veracruz, el interior de

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Chiapas, etc. Con todo, es también clara la presencia de traslapes con los mapas previo y

posterior, lo que sugiere el carácter poco definido de la distribución de estos rasgos medios.

Podría pensarse, incluso, que si quisiera exponerse en líneas muy generales el

comportamiento del vocalismo del español de México, este mapa podría ser el más

representativo para defender la idea de que, en general, las vocales se debilitan levemente.

Con todo, quizá la idea más útil al propósito surja del ayuntamiento de los datos vocálicos

con la idea clásica de difusión y focalización de rasgos lingüísticos (véase al respecto Le

Page 1978 y Le Page y Tabouret-Keller 1985), de forma tal que los mapas de zonas no

debilitadoras y de zonas fuertemente debilitadoras ofrecen versiones focalizadas de una

variable, típicas de los extremos de un proceso de cambio —recuérdese la geografía

aparente desde la que se presenta esta parte de la exposición—, mientras que las zonas de

leve debilitamiento muestran patrones difusos de la misma variable, propias del curso

medio de un cambio lingüístico.

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FIGURA 2.47. Zona fuertemente debilitadora (rangos 7 a 10)

El último mapa de la serie exhibe, entonces, los focos principales del debilitamiento

en geografía aparente. La zona más característica se extiende por parte de las comarcas del

México Central, aunque ya se ha expuesto el traslape con otras versiones de la variable, en

especial en este caso con las localidades levemente debilitadoras. Un segundo foco irradia

el debilitamiento en lo que podría caracterizarse de alguna forma como la frontera entre el

centro y el norte del país, aunque hay que sumar algunos puntos dispersos sobre todo por el

noreste de la geografía, dando a la sección un aire de ángulo con el vértice en el sur de

Zacatecas y el norte de Jalisco. Por fin, un tercer foco corresponde a zonas interiores de

Chiapas.

Conviene ahora detenerse en los patrones expuestos por cada una de las cuatro

variantes fónicas distinguidas en los mapas del Atlas Lingüístico de México a la luz de las

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tres zonas surgidas por medio de la clasificación derivada del índice de debilitamiento y de

los rangos correspondientes.

Dispersión de las variantes según zonas

El cuadro 2.15 es un resumen de los promedios obtenidos para cada una de las cuatro

variantes distinguidas en los mapas 5, 6 y 7, es decir, las vocales plenas, las levemente

debilitadas, las fuertemente debilitadas y las elisiones.

CUADRO 2.15. Promedios por variantes en cada una de las tres zonas, y promedio del

índice de debilitamiento global Plena Levement

e debilitada

Fuertemente debilitada

Elidida Índice de debilitamiento

Zona no debilitadora 0.939 0.044 0.005 0.002 0.061 Zona levemente debilitadora

0.899 0.067 0.022 0.013 0.151

Zona fuertemente debilitadora

0.833 0.112 0.040 0.022 0.260

Todos los datos del cuadro son promedios, después de reagrupar los puntos de

encuesta conforme a los subconjuntos de rangos asignados a cada una de las tres zonas en

geografía aparente esbozadas en el apartado anterior. Aunque siempre hay un predominio

amplio de las vocales plenas, la proporción de éstas va disminuyendo conforme aumenta el

carácter relajador de la zona. En ese sentido, el índice de debilitamiento parece un buen

testigo del proceso, pues entre las llamadas zonas no debilitadora y levemente debilitadora

el índice aumenta más del doble, y está luego cerca de volver a duplicarse al considerar el

paso a la zona de fuerte debilitamiento. Las variantes debilitadoras y la elisión se

comportan de manera completamente regular. Por una parte, de más a menos frecuencia,

siempre se documenta debilitamiento leve > fuerte > elisión. Por otra, para las tres

variantes, la frecuencia de aparición siempre aumenta de manera vertical.

Los hechos quedan proyectados en la figura 2.48.

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FIGURA 2.48. Proyección de los promedios de variantes por zonas y del promedio de

debilitamiento global (las variantes plenas se ordenan por la escala de la derecha)

Como puede apreciarse, hay un claro sentido inverso entre la distribución de las

vocales plenas y el índice de debilitamiento38. También es nítido el crecimiento de cada una

de las variantes debilitadoras: la variante leve crece más del doble de un extremo a otro, la

variante fuerte aumenta ocho veces de la izquierda a la derecha de la figura y las elisiones

suben once veces. Tales cifras sugieren la prominencia del fenómeno en algunos casos.

En líneas generales, la geografía aparente ha proporcionado un modelo de tres zonas

que resulta ser bastante eficiente a la hora de poner orden en los datos. Los hechos se

someten a continuación a dos exámenes en geografía real.

EL PAPEL DE LA GEOGRAFÍA REAL EN LA DISTRIBUCIÓN DEL DEBILITAMIENTO VOCÁLICO

38 Que en realidad no se cortan; las vocales plenas siempre se mueven en una escala de orden superior que ha quedado representada del lado derecho de la gráfica.

0.000

0.050

0.100

0.150

0.200

0.250

0.300

Zona no debilitadora Zona levementedebilitadora

Zona fuertementedebilitadora

0.780

0.800

0.820

0.840

0.860

0.880

0.900

0.920

0.940

0.960

Levemente debilitada Fuertemente debilitada

Elidida Índice de debilitamiento

Plena (escala por la derecha)

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Por supuesto, la ausencia de isoglosas cualitativas claras dificulta la posibilidad de generar

un modelo completamente nítido en geografía real. Como he discutido en otro lugar (en

prensa a), ello no significa necesariamente renunciar a una zonificación de las áreas

dialectales según cierto tipo de líneas correlacionadas con realidades extralingüísticas: por

ejemplo, con modelos geográficos, con distribuciones de poblamiento o con flujos de

comunicación históricos o actuales. La estrategia aplicable (sin duda entre otras posibles)

consiste precisamente en poner a prueba los datos mediante modelos preexistentes y

establecer el grado de confianza que cabe atribuir a esos modelos. En el transcurso de la

investigación, tales modelos pueden irse afinando e introducir cada vez mayores matices,

por ejemplo, decidiendo la ubicación exacta de puntos fronterizos, reagrupando o

escindiendo las zonas y, sobre todo, aumentando el número de variables lingüísticas que se

van añadiendo al modelo. La tarea, ha de reconocerse, no es precisamente poco laboriosa,

pero me parece que a pesar de los volúmenes de trabajo y de manipulación de datos que

apareja, puede a la larga rendir frutos satisfactorios.

Se prueban a continuación dos tipos de proyecciones. En primer lugar, un modelo

simple de cinco zonas que corresponde prácticamente a una división geométrica del país,

respetando además los límites estatales en la ubicación de puntos. En segundo término, se

considera el posible papel del modelo de regiones expuesto en García Martínez (2008), que

resulta obviamente más matizado en cuanto a las realidades espaciales de México.

Un modelo idealizado de cinco zonas

Como se acaba de decir, se trabaja primero con un modelo casi exclusivamente basado en

la distribución geométrica del país. Este modelo se ha aplicado también con algunas de las

otras variables examinadas a lo largo de este libro, de modo que a pesar de su simplicidad

permite hacerse una primera idea tanto de la distribución geolingüística como de la forma

en que puede diseñarse una aproximación dialectométrica útil para acercarse a la variación

y el cambio en los llamados nuevos mundos (2011b).

Se han distinguido entonces las siguientes cinco zonas: sureste (Campeche, Chiapas,

Quintana Roo, Tabasco, Yucatán); centro-este (Distrito Federal, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala,

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226

Veracruz); centro-oeste (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco,

México, Michoacán, Morelos, Querétaro); noreste (Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí,

Tamaulipas); noroeste (Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Nayarit,

Sinaloa, Sonora, Zacatecas).

El cuadro 2.16 resume los resultados encontrados al proyectar el modelo sobre la

base de datos, a partir de los resúmenes por punto encuestado en el Atlas (que a su vez es

una síntesis del conjunto de informantes encuestados en esa localidad).

CUADRO 2.16. Distribución de las variantes de debilitamiento vocálico e índice de

debilitamiento en los mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México con respecto a un

modelo geográfico de cinco zonas

Plena Levemente

debilitada

Fuertemente

debilitada

Elidida Índice de

debilitamiento

Sureste 0.924 0.046 0.016 0.015 0.121

Centro-este 0.905 0.061 0.022 0.015 0.149

Centro-oeste 0.906 0.062 0.017 0.009 0.123

Noreste 0.893 0.084 0.015 0.006 0.133

Noroeste 0.917 0.059 0.013 0.004 0.098

Las cantidades asignadas a cada una de las variantes son las frecuencias, tal como se

derivan del catálogo de letras anotado en los mapas del Atlas, por el procedimiento

explicado supra39. Como puede observarse, el mayor debilitamiento es alcanzado por el

centro-este del país, seguido por el noreste; un poco por atrás se encuentran el centro-oeste

y el sureste y, por fin y a mayor distancia, el noroeste. Por otra parte, resulta interesante

prestar cierta atención a las dos variantes más prominentes o marcadas, es decir, a la

fuertemente debilitada y a la elisión. De hecho, los índices de elisión más notorios aparecen

en el centro-este y en el sureste, pero en el resto de los sectores las cantidades se ven

39 Recuérdese que hay ligeras alteraciones en la suma de totales (que debería ser de 1), debido al procedimiento de etiquetado más cualitativo del Atlas y a su reinterpretación cuantitativa.

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227

bastante disminuidas. Si se consideran las elisiones junto con el debilitamiento fuerte, de

nuevo aparecen por arriba de las demás áreas el centro-este (con 0.037) y el sureste (0.031);

el noreste alcanza apenas un 0.021 de debilitamiento marcado, lo que sugiere pensar que la

responsabilidad del índice relativamente alto de debilitamiento se debe más bien a la

abundancia de debilitamientos leves. No obstante, debe considerarse que el índice de

debilitamiento mismo pondera de diferente manera cada una de las variantes, concediendo

mayor importancia a las más marcadas, por lo que ya de por sí es un resumen de los datos

que ha considerado estas diferencias y puede —pienso— tomarse como un resumen

apropiado del comportamiento de la variable. Por otra parte, se realizó un cálculo de

ANOVA univariante que resultó significativo (F= 3.004, sign.= 0.020; R2= 0.060 y R2

corregida= 0.040), por lo que puede decirse que el modelo, aun considerando su carácter

elemental, demuestra diferencias llamativas y no despreciables sobre los datos

considerados. La figura 2.49 proyecta lo expresado hasta el momento.

FIGURA 2.49. Distribución de las variantes de debilitamiento vocálico e índice de

debilitamiento en los mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México con respecto a un

modelo geográfico de cinco zonas

0.000

0.020

0.040

0.060

0.080

0.100

0.120

0.140

0.160

Sureste Centro-este Centro-oeste Noreste Noroeste0.8750.8800.8850.8900.8950.9000.9050.9100.9150.9200.9250.930

Levemente debilitada Fuertemente debilitada

Elidida Índice de debilitamiento

Plena

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228

Como en otras figuras de este capítulo, la figura presenta dos escalas, de modo que

la del lado izquierdo sirve para casi todos los coeficientes, incluido el índice de

debilitamiento, mientras que la del lado derecho mide el comportamiento de la forma plena,

que se mueve en cotas muy superiores al resto de los parámetros.

La figura supone una lectura geográfica sobre un eje sureste-noroeste (el más largo

del país). Hay una cierta tendencia a que el conjunto de formas plenas disminuya a lo largo

del eje, aunque tal transcurso queda claramente alterado al llegar al noroeste, donde

muestran un claro repunte. Tal ordenamiento no se cumple exactamente con el índice de

debilitamiento, pues alcanza su pico en el centro-este, seguido por el noreste, pero sí en las

elisiones, la variante más prominente, que tienden a disminuir según se avanza de izquierda

a derecha a lo largo de la figura. Resulta tentador establecer que las formas elididas tienden

a decrecer, en líneas generales, según se avanza a lo largo del eje sureste-noroeste.

Se examina a continuación el efecto lingüístico de un modelo más comprometido

con la existencia de realidades regionales diferenciadas por motivos geográficos, históricos

y sociales.

Proyección de un modelo de regiones

El libro de García Martínez (2008) resume una serie de planteamientos acerca de la

organización regional de México, atendiendo a realidades geográficas, históricas y sociales,

así como, en líneas generales, a los flujos comerciales y de comunicación. Por su parte, el

artículo de Lara (2008) tomaba en cuenta las propuestas de diversos trabajos anteriores de

García Martínez para esbozar algunos aspectos de la historia del español mexicano; de

hecho, comparaba tal propuesta geográfica con los mapas expuestos en el libro de Moreno

de Alba de 1994. La comparación, en todo caso, es de orden general y no se ha realizado

todavía —hasta donde me es posible saber— un análisis preciso del grado de correlación

entre la división regional de base geográfica y alguna variable lingüística específica. Las

líneas siguientes van encaminadas a tal propósito.

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229

CUADRO 2.17. Distribución de las variantes de debilitamiento vocálico e índice de

debilitamiento en los mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México con respecto a un

modelo geográfico de nueve zonas

Plena Levemente

debilitada

Fuertemente

debilitada

Elidida Índice de

debilitamiento

Baja California 0.942 0.040 0.002 0.002 0.050

Cadena Caribeña 0.934 0.038 0.013 0.014 0.107

Cadena Centroamericana 0.908 0.057 0.019 0.013 0.136

Golfo 0.908 0.060 0.021 0.014 0.144

México Central 0.890 0.074 0.022 0.011 0.151

Noreste 0.894 0.084 0.014 0.005 0.126

Noroeste 0.936 0.048 0.004 0.003 0.065

Norte Central 0.902 0.073 0.018 0.006 0.125

Pacífico 0.912 0.057 0.016 0.009 0.117

La propuesta de García Martínez sugiere la existencia de nueve grandes regiones

geográficas: el llamado México Central, que abarca desde el norte de Jalisco y sur de

Zacatecas hasta los valles centrales de Oaxaca; dos cadenas, la Cadena Caribeña, que

enlaza el sureste mexicano con la historia del Caribe, y la Cadena Centroamericana, que

vincula básicamente a Chiapas con Centroamérica; y tres vertientes, la del Golfo, la del

Pacífico, y la del Norte, vertiente que a su vez se subdivide en cuatro subzonas: Noreste,

Norte Central, Noroeste y Baja California.

Aunque he discutido ésta y otras propuestas dialectales en otro escrito (en prensa a),

quisiera mencionar tres peculiaridades en el modelo que moderan mucho, me parece, las

expectativas que pueden derivarse de él, por lo menos en el momento actual. Esto, espero,

sin entrar en contradicción con el procedimiento de trabajo que he venido defendiendo

desde hace varios años: que es necesario poner a prueba (cuantitativa detallada) diferentes

modelos sobre los datos lingüísticos geográficos y sociales y evaluar las diferencias entre

ellos. Las tres peculiaridades son las siguientes: 1) el modelo no es en sí demasiado

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230

novedoso con respecto a las propuestas dialectológicas tradicionales (lo cual en sí no es

necesariamente malo); 2) es evidente que el modelo tiene problemas en diferentes detalles,

pues hay algunos puntos fronterizos que quedan incorporados en regiones “geográficas”

que no corresponden a las regiones “lingüísticas” en que cualquier dialectólogo las ubicaría

(un ejemplo, entre otros, es el de Xalapa, que queda en el Golfo); 3) la cuestión más grave

es que llega un punto en que los datos, a pesar del gran volumen de ellos contenidos en el

Atlas, son simplemente insuficientes para establecer las correlaciones significativas que

andamos buscando.

A estas tres peculiaridades corresponden tres comentarios: 1) sería necesario, en

realidad, poner a prueba todos los modelos conocidos —en este apartado y en el anterior se

evalúan dos de esos modelos, lo cual sin duda no es suficiente, sino sólo lo que es posible

llevar a cabo en este ensayo—; 2) sería necesario retocar la propuesta “geográfica”,

reubicando algunos puntos, lo cual no se ha hecho ahora, debido a que tal acción la

convertiría en “otra” propuesta, especialmente porque, además, y es el punto 3), con los

datos actuales todo apunta a que habría que reestructurar fuertemente algunas de las

regiones propuestas, por ejemplo integrando algunas de ellas en otras, como Baja

California, que a partir del modelo “geográfico” dispone de todavía menos puntos de los

que el Atlas le otorga sobre un modelo “estatal”, en el Noroeste. Y podría añadirse un

comentario 4), relativo a que ningún modelo geolectal convincente puede elaborarse con

una sola variable lingüística, sino que es necesario poner varias a prueba. En otro trabajo

(2011b) he considerado el modelo de cinco regiones con tres variables, y es posible

encontrar cierto grado de significatividad, pero es sin duda demasiado pronto para dar nada

por demasiado seguro. Y aunque en este mismo libro se desarrollan diferentes reflexiones

geolingüísticas sobre cierto número de variables fónicas, es también evidente que hace falta

mucho más trabajo al respecto, y que ha existido ya por demasiado tiempo una brecha

demasiado grande entre la dialectología clásica y las posibilidades modernas de incorporar

los datos lingüísticos espaciales a modelos serios de cambio y variación.

Lo que se ha hecho ahora es lo siguiente. Se ha adscrito cada uno de los 193 puntos

del Atlas a las nueve regiones delimitadas en el libro de García Martínez (2008); muchos de

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231

ellos, la mayoría, aparecen citados en el propio libro, lo cual sugiere un mecanismo de

selección en el Atlas según la importancia comarcal. Se ha acudido a otras fuentes para

adscribir las localidades restantes a las comarcas y a las regiones correspondientes40. Una

vez completada la base de datos original con esta nueva información, se ha procedido a los

cálculos que aparecen en forma numérica en el cuadro 2.17 y en forma gráfica en la figura

2.50.

Si se dividieran las nueve regiones en tres tercios, las tres que muestran un mayor

índice de debilitamiento son el México Central (0.151), el Golfo (0.144) y la Cadena

Centroamericana (0.136). El tercio intermedio está formado por el Noreste (0.126), el

Norte Central (0.125) y el Pacífico (0.117). Por fin, el tercer tercio, el menos debilitador,

incluye la Cadena Caribeña (0.107), el Noroeste (0.065) y Baja California (0.050). Con

respecto a cada una de las variantes en particular, llama la atención que el México Central

no es la región con mayor proporción de elisiones —llegan a 0.011—, sino que es superada

por la Cadena Caribeña, el Golfo y la Cadena Centroamericana; las cuatro regiones que

conforman el norte del país, por otra parte, son las que muestran frecuencias más reducidas

de elisión. Los debilitamientos fuertes de mayor envergadura se producen en las tres

regiones más debilitadoras, mientras que los debilitamientos débiles muestran un patrón

algo más disperso.

40 Ha sido especialmente útil la recopilación del INAFED, consultada en 2011.

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232

FIGURA 2.50. Distribución de las variantes de debilitamiento vocálico e índice de

debilitamiento en los mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México con respecto a un

modelo geográfico de nueve zonas

Se realizó un cálculo de ANOVA univariante que resultó significativo (F= 3.666, sign.=

0.001; R2= 0.137 y R2 corregida= 0.100). El modelo mejora el anterior de cinco regiones

(dotado aquél con R2= 0.060 y R2 corregida= 0.040), pero obsérvese que la R2 sigue siendo

de todos modos bastante baja, lo que concuerda con la distancia observable entre este tipo

de modelos y los que surgen a partir de la geografía en tiempo aparente, más apoyados

estos últimos en el examen directo de los datos. Como se ha comentado, será necesario

depurar los modelos extralingüísticos y medir su eficacia al comparar cierto número de

variables lingüísticas, y no una sola.

Por otra parte, es también claro que la elevada variación presente en los datos se

debe no sólo a hechos geográficos, sino que también hay que considerar la variación social

presente en cada punto y en el conjunto de los puntos. La siguiente sección desbroza

algunos de los hechos sociolingüísticos esenciales, aun sin agotar los muchos cruces

posibles entre el espacio y la dimensión social de los hablantes.

0.0000.0200.0400.0600.0800.1000.1200.1400.160

Baja

Cal

iforn

ia

Cad

ena

Car

ibeñ

a

Cad

ena

Cen

troam

eric

ana

Gol

fo

Méx

ico C

entra

l

Nor

este

Nor

oest

e

Nor

te C

entra

l

Pací

fico

0.8600.8700.8800.8900.9000.9100.9200.9300.9400.950

Levemente debilitada Fuertemente debilitadaElidida Índice de debilitamientoPlena

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233

HACIA UN MODELO SOCIOLINGÜÍSTICO

La organización de la variabilidad del debilitamiento vocálico no reside sólo en los hechos

geográficos. Es claro que la situación puede ser muy diferente en el seno de una localidad

según se considere a las personas de más o menos estudios, a los jóvenes frente a los

mayores, etc. De hecho, está dentro de lo posible que las estrategias de acercamiento

espacial pudieran mostrar un aspecto muy diferente si se comparara, por ejemplo, el perfil

geolingüístico de los jóvenes frente al de personas de mayor edad, introduciendo la

dimensión de tiempo aparente en los datos dialectológicos. Esto se ha hecho ya en otros

ámbitos (cf. Chambers y Trudgill 1994) y es perfectamente realizable con los datos del

Atlas Lingüístico de México, en la medida en que se dispone de las caracterizaciones

sociolingüísticas de los informantes. Tal posibilidad, sin embargo, va más allá de los límites

trazados para este libro, y el análisis planteado en las líneas siguientes se limita a dar una

visión global de los principales hechos contextuales y sociolingüísticos, y a ofrecer una

imagen general de los líderes de la variación y el cambio en relación con el debilitamiento

vocálico.

Variables lingüísticas

La única variable lingüística que es posible considerar a partir de los mapas analizados es el

contexto, diferente para cada uno de los tres mapas. El cuadro 2.18 resume los resultados

obtenidos para cada contexto, en lo que concierne a la frecuencia de cada variante (aspecto

ya comentado supra) y al índice de debilitamiento según contexto (o según mapa).

CUADRO 2.18. Promedios de frecuencias relativas por mapas (contextos) e índice de

debilitamiento

Plena Levemente

debilitada

Fuertemente

debilitada

Elidida Índice de

debilitamiento

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234

Mapa 5 [Vs#] 0.880 0.080 0.024 0.017 0.181

Mapa 6 [sV#] 0.925 0.052 0.010 0.003 0.083

Mapa 7 [C(no s)V#] 0.920 0.054 0.016 0.008 0.110

El cálculo de ANOVA univariante llevado a cabo sobre los resultados obtenidos en

cada uno de los 193 puntos × 3 mapas resultó significativo (F= 131.013, sign.= 0.000; R2=

0.104, R2 corregida= 0.103). De esta forma, queda claro que el contexto más debilitador es

[Vs#], es decir, la vocal seguida por /s/ a final de palabra; resultaría más dudoso, por otra

parte, jerarquizar plenamente los otros dos contextos, que quedan a cierta distancia, aunque

puede apuntarse que [sV#] es el que menos motiva el debilitamiento —se trata del entorno

con menor proporción de elisión y de debilitamiento fuerte—. Así las cosas, podría

pensarse en conceder cierto protagonismo a la rima y al reparto de atributos moraicos entre

núcleo y coda, aunque ya se comentó supra otras posibles explicaciones.

Variables sociolingüísticas

Las tres variables sociolingüísticas consideradas de manera global son el nivel de estudios,

la edad y el género de los informantes. De entre ellas, sólo el género ha resultado

significativo. Hay que insistir en que se trata únicamente de los datos globales, y en que no

es imposible que en áreas particulares todas o algunas de estas variables resulten

significativas.

1) Nivel de estudios

El nivel de estudios anotados en las bases de datos de los informantes del Atlas se redujo a

sólo tres niveles, bajo, medio y alto, de modo que el nivel bajo corresponde a las personas

que tienen estudios de primaria o menos, el nivel medio a los informantes con educación

media (secundaria, bachillerato, ciertas carreras técnicas) y el alto a los hablantes con

estudios universtarios; el cuadro 2.19 resume algunos de los datos pertinentes41.

41 De hecho, para reordenar las variables que caracterizan el nivel de estudios y la edad, se acudió a los parámetros manejados en el “Proyecto para el estudio sociolingüístico del español de España y América” (PRESEEA), considerando que ello puede permitir ciertas comparaciones.

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235

CUADRO 2.19. Resumen de datos por nivel de estudios en tres mapas del Atlas Lingüístico

de México; número de datos disponibles y promedio del índice de debilitamiento

bajo medio alto

F (f) 1525 (0.674) 561 (0.248) 177 (0.078)

promedio de debilitamiento 0.109 0.098 0.114

Como puede verse, el número de datos es tanto más amplio cuanto más bajo es el

nivel de estudios de los informantes (oscila entre 1525 y 177)42; aunque la consideración

cuantitativa es posible, debe considerarse que en especial para el nivel de estudios más

elevado la base factual es bastante exigua. En cuanto a los promedios establecidos para los

índices de debilitamiento de cada informante individual en cada mapa, las diferencias son

más bien pequeñas y no adoptan un patrón evidente. De hecho, el cálculo de ANOVA

univariante efectuado sobre la serie completa de datos (no sobre este resumen) muestra que

la variable referida al nivel de estudios no es significativa (F= 2.016, sign.= 0.133; R2=

0.002, R2 corregida= 0.001), por lo menos tal como queda expuesta en esta consideración

global.

2) Edad

Tampoco la edad resultó significativa, cuando menos al reducir el conjunto de los datos a

cuatro grandes segmentos; el cuadro 2.20 ofrece un resumen que incluye el

comportamiento particular de cada variante.

CUADRO 2.20. Resumen de datos según cuatro grupos de edad en tres mapas del Atlas

Lingüístico de México; promedios de frecuencia por variante y promedio del índice de

debilitamiento

42 Hubo algunos casos específicos, muy esporádicos en realidad, en que la información correspondiente al informante parece no estar disponible, de modo que en esa circunstancia no se consideró de ninguna manera el dato para caracterizar la variable; lo mismo cabe decir con respecto a otros parámetros, como la edad o el género.

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236

Plena Levemente

debilitada

Fuertemente

debilitada

Elidida Índice de

debilitamiento

14-19 años 0.923 0.059 0.012 0.005 0.099

20-34 0.919 0.062 0.013 0.007 0.108

35-54 0.921 0.059 0.014 0.007 0.106

55- 0.921 0.060 0.012 0.006 0.104

Parece bastante claro que las diferencias son bastante pequeñas entre todos los

grupos, y aunque resultaría tentador apuntar que los más jóvenes muestran tanto un índice

de debilitamiento como unos niveles de elisión más bajos que los otros grupos, las

diferencias parecen ser demasiado reducidas como para asentar el hecho con ninguna

firmeza. De hecho, el cálculo de ANOVA univariante aplicado a la serie completa muestra

que el índice de debilitamiento dista de ser significativo (F= 0.423, sign.= 0.736; R2=

0.001, R2 corregida= -0.001).

3) Género

Por fin, y a diferencia de las dos variables anteriores, la consideración del género en el

conjunto de los materiales sí exhibe diferencias significativas entre hombres y mujeres.

CUADRO 2.21. Resumen de datos por nivel de estudios en tres mapas del Atlas Lingüístico

de México; número de datos disponibles y promedio del índice de debilitamiento

hombres mujeres

F (f) 1296 (f= 0.576) 954 (f= 0.424)

promedio de

debilitamiento

0.117 0.090

Los hombres muestran, en efecto, un promedio en el índice de debilitamiento casi

treinta puntos superior al de las mujeres. El cálculo de ANOVA univariante llevado a cabo

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237

sobre la serie completa muestra que el debilitamiento según el género de los informantes sí

es significativo (F= 28.570, sign.= 0.000; R2= 0.013, R2 corregida= 0.012).

Los líderes del debilitamiento

Hasta ahora, los resultados han arrojado una imagen relativamente magra del perfil

sociolingüístico variable de los datos sobre el debilitamiento vocálico incluidos en los

mapas 5, 6 y 7 del Atlas Lingüístico de México. En este apartado se intentará una estrategia

un poco diferente. En vez de trabajar con variables macrosociales que tienden a presentar

una imagen difusa, en parte por referirse al conjunto de los datos y no a unas áreas

determinadas, se considerará el perfil social de los individuos que ofrecen tasas más

elevadas de debilitamiento —de hecho, para continuar el análisis macrosocial hubiera sido

necesario tener en cuenta por separado los diferentes rangos variables o al menos las tres

agrupaciones de rangos surgidos de la proyección en espacio aparente (por cierto que tal

enfoque se emplea en este libro en el capítulo 4, en relación a la /x/).

Los individuos que van por delante en la tasa de debilitamiento vocálico pueden

considerarse como los líderes del proceso, en el sentido de que son quienes acumulan una

mayor cantidad de capital debilitador. Suele sorprender en este tipo de cálculos descubrir

cómo una proporción importantísima de la variante marcada llega a concentrarse en manos

de una lista relativamente reducida de personas. De esa manera, si estos individuos adoptan

un rumbo diferente en cuanto al sentido de sus opciones —por seguir con la metáfora

económica, si deciden reinvertir sus acciones lingüísticas de otra manera—, la repercusión

cuantitativa sobre la imagen lingüística de una comunidad puede ser realmente drástica. Por

otra parte, lo que ahora sólo se puede hacer muy vagamente, a partir de los perfiles sociales

extractados de los materiales del Atlas Lingüístico de México, es decidir si existe algún tipo

de correlación entre ese liderazgo en el uso de una variable y una posición social específica,

en especial si ésta es precisamente de liderazgo social, pues se trata de una información de

carácter reticular que no está disponible para estos datos. Tampoco es posible precisar con

demasiada claridad cuál es la utilidad del recurso, es decir, establecer el para qué de la

variante o, por decirlo en otros términos, aclarar el significado social de los patrones de

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238

uso. Pero aun con todas estas limitaciones, me parece que la consideración de los líderes, en

el sentido expuesto, sí arroja ciertas luces que contribuyen a entender la dimensión del

fenómeno.

Se ha procedido entonces a ordenar la base de datos de los informantes, referida,

como se viene exponiendo, a tres mapas, de menos a más según el índice de debilitamiento;

a partir de esa ordenación se obtiene la figura 2.51. Es importante aclarar que el número de

2 263 corresponde al total de registros (es decir, a la suma de informantes documentados en

cada mapa: 754 en el mapa 5, otros 754 en el mapa 6 y 755 en el mapa 7). La figura 2.51

proyecta el conjunto de los datos; en el eje horizontal quedan situados los 2 263 registros,

uno por uno en orden jerárquico, y en el eje vertical las cantidades alcanzadas a través del

índice de debilitamiento.

FIGURA 2.51. Proyección del índice de debilitamiento vocálico y línea de tendencia lineal

(sobre 2 263 registros en 3 mapas)

Como puede observarse, el índice de debilitamiento va creciendo muy lentamente

de izquierda a derecha, y sólo al final de la gráfica se dispara hacia arriba y alcanza cotas

muy marcadas con respecto al conjunto de la muestra. Tal impresión queda confirmada por

la línea de tendencia, que corre muy próxima a la mayor parte de la gráfica, hasta llegar a

un punto de corte por el lado derecho donde los datos se alejan francamente de esa

y = 0.0002x - 0.0719R2 = 0.7165

-0.200

0.000

0.200

0.400

0.600

0.800

1.000

1 177 353 529 705 881 1057 1233 1409 1585 1761 1937 2113

Índice de debilitamiento Lineal (Índice de debilitamiento)

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239

tendencia apuntada en general. La línea muestra, por otra parte, una R2 de 0.7165, lo cual

sugiere que un 71.65% de la variación queda engarzada en su transcurso.

Se va a llamar líderes del debilitamiento a aquellos informantes que en alguno de

los registros sobre los mapas sobrepasan la mitad del índice alcanzado. Es ésta una decisión

convencional y cuantitativa, pero es una forma de poner orden en los datos. De hecho, en

63 ocasiones se obtuvo un índice de 0.450 de debilitamiento o más (el registro de

debilitamiento máximo alcanzado fue de 0.900). Obsérvese que en 2 200 ocasiones se

quedó por abajo del umbral de 0.450, es decir, en una proporción enormemente mayor. Esto

quiere decir que son muy pocas las personas que concentran, en realidad, el capital de

debilitamiento, y que es su efecto el que está causando una distorsión sobre los promedios.

Por otro lado, la consideración de esas personas permitirá hacerse una idea aproximada de

qué contextos lingüísticos, qué regiones del país y qué rasgos sociales están asociados a

estos registros prominentes. El capítulo 5, dedicado en parte al problema de la asibilación

de las róticas, ofrecerá una imagen más detallada, tanto cualitativa como cuantitativa, del

carácter de los líderes de la variación y el cambio, pero por el momento los datos actuales

son más que suficientes para poder establecer varios hechos llamativos.

Los hechos más sobresalientes acerca de los 63 registros superiores son los

siguientes:

1) Existe una clara diferencia contextual (vinculada a los mapas). De los 63 registros,

49 corresponden al mapa 5, siete al mapa 6 y siete al mapa 7. Es decir, aunque las

diferencias entre los contextos [sV#] y [C(no s)V#] son mínimas, la concentración

de liderazgo a partir del contexto [Vs#] es mucho mayor. La generalización podría

plasmarse en una jerarquía del tipo [Vs#] > [sV#], [C(no s)V#].

2) Por otra parte, aunque no hay informantes que aparezcan simultáneamente en los

registros superiores de los mapas 6 y 7 (y en consecuencia en los contextos que

acarrean), sí hay mayores coincidencias con el mapa 5: cuatro de los siete

informantes del mapa 6, y uno de los siete del mapa 7 ya aparecían como líderes en

el mapa 5. En otras palabras, los 63 registros corresponden a 58 informantes; es

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decir, el 7.7% del total de los informantes inscritos en los llamados mapas

sintéticos.

3) Los líderes se concentran en 44 localidades de 18 estados. Se trata de Calvillo

(Aguascalientes), San Cristóbal de Las Casas, Comitán y Cintalapa (Chiapas), la

ciudad de México (Distrito Federal), El Salto (Durango), León e Irapuato

(Guanajuato), Apan y Huasca (Hidalgo), Lagos de Moreno y Tepatitlán (Jalisco),

Amecameca, Temascaltepec, Tenancingo, Tlazala y Toluca (México), Tiquicheo y

Zitácuaro (Michoacán), Cuernavaca (Morelos), Tepic (Nayarit), Juchitán y

Tehuantepec (Oaxaca), Acatlán, Ciudad Serdán, Puebla, San Martín Texmelucan,

Tehuacán, Tepeaca, Tetela y Teziutlán (Puebla), Tamazunchale y Charcas (San Luis

Potosí), Santa Teresa y Soto la Marina (Tamaulipas), Jalapa, Misantla, Orizaba y

San Andrés Tuxtla (Veracruz), Mérida (Yucatán), y Fresnillo, Jalpa, Valparaíso y

Zacatecas (Zacatecas). Es decir, aunque existe una cierta dispersión geográfica del

liderazgo, también es cierto que ciertas zonas concentran un número mayor de

localidades con líderes. De hecho, existen cinco entidades con más de dos puntos:

se trata de Chiapas, el estado de México, Puebla, Veracruz y Zacatecas. Si se

recuerda el mapa de la figura 2.47, la concentración de los líderes coincide bastante

bien con las tres áreas que emergían a partir de la consideración de los rangos.

4) Por otra parte, algunas localidades concentran más de un registro líder, lo que les

concede especial relevancia. Se trata de Apan (Hidalgo, informantes 2 y 3), Calvillo

(Aguascalientes, infs. 2 y 4), Jalpa (Zacatecas, infs. 2 y 3), Juchitán (Oaxaca, dos

veces el inf. 2 y una el 3), ciudad de México (Distrito Federal, infs. 2 y 3), Puebla

(Puebla, infs. 2 y 4), Temascaltepec (México, infs. 2 y 3), Tepeaca (Puebla, con seis

registros: dos del inf. 1, uno del 2, dos del 3 y uno del 4), Tetela (Puebla, infs. 1, 3 y

4), Tlazala (México, infs. 2 y 3), Toluca (infs. 1 y 2), Zacatecas (Zacatecas, dos

veces el inf. 3) y Zitácuaro (Michoacán, dos veces el inf. 1). Existen, sin duda,

numerosas coincidencias entre esta lista y los catálogos que van surgiendo en los

mapas de las figuras 2.33 a 2.36, es decir, con aquellas que presentan los rangos

más elevados de debilitamiento.

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5) Los líderes del debilitamiento tienen por lo general un nivel de estudios bajo. De

hecho, 49 de los 63 registros corresponden a personas de nivel 1, esto es, con

primaria o menos; 10 a personas de nivel 2 —estudios medios—; y sólo 4 a estudios

superiores. Más allá del dato descriptivo, es necesario considerar si la distribución

es significativa con respecto al conjunto del Atlas. Como se vio supra, en los tres

mapas hay 1 525 registros de nivel bajo (es decir, una frecuencia relativa de 0.674),

561 de nivel medio (f= 0.248) y 177 de nivel alto (f= 0.078). En el caso de los

líderes, el nivel bajo supone una proporción mayor (0.778), y los niveles medio y

alto muestran cantidades menores (0.159 y 0.063, respectivamente). Aunque tal

distribución sugiere que el nivel de estudios tiene con respecto al segmento de

líderes un papel significativo, debe tomarse con ciertas reservas. De hecho, los

promedios del índice de debilitamiento, que no parecían establecer en la muestra

global una relación significativa (nivel bajo= 0.109; medio=0.098; alto= 0.114),

tampoco parecen establecerla entre los líderes (nivel bajo= 0.535; medio= 0.565;

alto= 0.538). Otra prueba en contra de una estratificación del nivel de estudios con

respecto al debilitamiento es que si se consideran los diez registros con un mayor

nivel de debilitamiento (esto es, con un índice que va de 0.625 a 0.900), resulta que

aparecen seis personas del nivel 1, tres del nivel 2 y una del nivel 3; es decir,

aunque con pequeñas variantes, las proporciones vuelven a repetirse incluso en la

parte más alta de la escala, la correspondiente al sector más vertical en la figura

2.51.

6) En cuanto a la edad, 7 de los líderes se encuentran en el grupo de 14-19 años (f=

0.115, con promedio de debilitamiento de 0.550); 21 personas se ubican entre los 20

y los 34 años (f= 0.344, con debilitamiento medio de 0.567); otras 21 quedan en el

tramo de 35 a 54 años (f= 0.344, debilitamiento de 0.520); y, por fin, 12 más tienen

más de 55 años (f= 0.197, debilitamiento= 0.513)43. Como puede verse, las

diferencias en los promedios de debilitamiento son pequeñas, quizá sólo apuntando

43 En los materiales del Atlas no se han podido confirmar los datos acerca de la edad de dos de los informantes.

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una ligera mayor tendencia al debilitamiento entre los dos grupos más jóvenes. Por

otra parte, las proporciones por generaciones son semejantes a las del conjunto de

todos los registros (que ostentaban frecuencias relativas de 0.128, 0.336, 0.349 y

0.185, de menos a más edad). Por fin, entre los diez líderes más destacados aparecen

dos registros de entre 14 y 19 años, seis de entre 20 y 34, y sólo uno de cada uno de

los dos grupos de mayor edad. Este último dato parecería avalar la tendencia a una

cierta mayor documentación del debilitamiento en el momento del corte sincrónico

del Atlas, aunque el dato no parece contundente.

7) La variable género, en cambio, muestra un comportamiento bastante más claro.

Dejando aparte dos casos no especificados, 47 de 61 registros (f= 0.770) son de

hombres, por sólo 14 registros de mujeres (f= 0.230). Estas proporciones van

bastante más allá de las frecuencias de registros por géneros en el total de los datos

(f= 0.576 para los hombres y 0.424 para las mujeres). Es decir, no sólo el género

resultó ya una variable significativa en el conjunto de los datos, sino que al

considerar el perfil de los líderes puede decirse que la tendencia se acentúa, pues los

hombres son mayoritariamente los líderes. Por si todo esto fuera poco, ocho de entre

los diez líderes más destacados son hombres. En apariencia, el género es la variable

social más importante y el debilitamiento vocálico sería un rasgo básicamente

masculino. La no transmisión por parte de las mujeres podría explicar el relativo

estancamiento de la variable fónica.

8) Las ocupaciones desempeñadas por las personas que lideran el debilitamiento son

muy variadas, aunque parecen predominar los oficios manuales: hay acomodadores

de mercancía, afanadores, albañiles, amas de casa, barrenderos, campesinos,

cocineras, comerciantes, jardineros, jornaleros, lecheros, mecánicos, obreros,

policías, soldadores y vigilantes (como puede verse, muchas de ellas son

ocupaciones típicamente masculinas). No faltan, sin embargo, algunos casos de

trabajos no manuales: hay abogados, administradores, dentistas, estudiantes,

notarios, oficinistas y algún profesor.

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9) La evaluación global del nivel sociocultural incluida en las bases de datos del Atlas,

aunque no disponible en nueve de los casos, dibuja un retrato en el que el

debilitamiento se asocia ante todo a los niveles más bajos, aun cuando puedan

encontrarse registros de líderes en otros grupos. Los 16 casos de analfabetas

suponen una frecuencia de 0.296 (16/54), y las personas de nivel medio bajo

alcanzan una f= 0.389 (21/54), así que juntos suman una f de 0.685, es decir, casi el

70% de los registros. Hubo de todos modos 11 registros de nivel medio (0.204), 2

de nivel medio alto (0.037) y 4 cultos (0.074).

10) No parece que el bilingüismo con alguna lengua indígena sea particularmente

relevante en los registros líderes, aunque sí se documentan algunos casos: una mujer

(cocinera, analfabeta, de Mérida) con conocimiento parcial de maya; un hombre

(jornalero, analfabeta, de Teziutlán) hablante de náhuatl como lengua materna; otro

hombre (trabajador social, culto, de Tetela) con “poco” conocimiento de náhuatl;

una mujer, con registros destacados en dos mapas (ama de casa, nivel sociocultural

medio, de Juchitán), con el zapoteco como lengua materna; y un hombre

(comerciante, nivel medio, también de Juchitán), hablante de zapoteco en un grado

no especificado. No parece, en definitiva, que estos datos proporcionen argumentos

en especial para atribuir al debilitamiento un origen debido al contacto lingüístico

actual44.

11) El examen del debilitamiento necesitará de la comparación de diferentes estudios

locales; el Atlas sólo permite acceder muy parcialmente a tal tipo de análisis.

Algunos casos, sin embargo, pueden ser especialmente ilustrativos, como ocurre

con Tepeaca (Puebla). Tepeaca aporta seis registros al total de 63 registros líderes.

De hecho, los cuatro informantes del punto son líderes del debilitamiento (en dos

mapas el 1 y el 3). Los cuatro son hombres, tres de ellos son jóvenes (16, 18 y 25

años) y sólo uno es bastante mayor (75 años); los cuatro tienen un nivel de estudios

bajo, sus ocupaciones son modestas (boleros, obreros) y no tienen contacto con

44 Otra cuestión es si puede discutirse un origen histórico que hubiera asentado en el pasado variedades locales fruto del contacto.

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ninguna lengua indígena. Como puede verse, aunque a través del Atlas puede

descenderse hasta numerosos detalles cualitativos, y ofrecerse un retrato más vivo

de lo que suele ser común en este tipo de estudios, retrato por otra parte coherente

con los datos generales del país, el hecho es que simplemente no hay suficiente

variedad social en los datos como para saber con claridad quiénes debilitan las

vocales en Tepeaca y quiénes no. Se trata, por lo demás, de una paradoja común en

las pesquisas espaciales: los Atlas, que se basan en información obtenida en

diferentes puntos, difícilmente permiten realizar afirmaciones sobre los puntos

específicos.

12) ¿Quiénes son, entonces (o eran hace una generación), los líderes del debilitamiento

vocálico? Se trata ante todo de hombres que viven en especial en diferentes

localidades situadas en las tierras del interior del centro y del sur del país, sin un

patrón claro de edad, con cierta tendencia a no tener ni demasiados estudios ni en

general un nivel sociocultural muy alto, mayoritariamente con oficios manuales, sin

contacto en especial con lenguas indígenas. Además del condicionamiento

geográfico, el rasgo social más claro es, sin ninguna duda, el género. Este carácter

masculino de la variable sugiere explorar en el futuro el posible papel del

debilitamiento vocálico como material útil en la construcción de imágenes sociales

y la posible indización de peculiares significados asociados a las redes sociales

fundamentadas en hombres. Además, la relativa indiferencia de las mujeres ante el

rasgo sugiere asimismo un particular comportamiento de la variable, en términos de

su falta de transmisión (en el sentido de Labov 2010).

A MODO DE CONCLUSIÓN

La principal conclusión que se desprende de este capítulo es la importancia de considerar

de manera conjunta los datos geolingüísticos y los datos sociolingüísticos. Ciertamente, el

retrato se vuelve o se volvería todavía más completo en la medida en que se incorporen

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datos históricos y datos individuales. Los datos históricos irán surgiendo a lo largo de este

libro sobre todo en términos de comparaciones en tiempo real y en tiempo aparente, en

referencia sobre todo a la segunda mitad del siglo XX y a los primeros años del siglo XXI;

las cercanías del año 1970 del siglo pasado parecen funcionar, en particular, como annus

mirabilis en el que se asiste a la inflexión de numerosas variables lingüísticas, en el sentido

de que los patrones tienden a acercarse a la norma estándar del centro del país. Una

segunda estrategia, ya empleada en este capítulo, pero que se recuperará en alguno de los

posteriores, implica la consideración de los datos espaciales tanto en geografía real como en

geografía aparente. Por otra parte, los datos individuales, tanto en términos de repertorios

estilísticos, de pertenencia a redes, de estrategias individuales y de liderazgo, irán

emergiendo, al menos en parte, en la medida en que se descienda a la consideración de

hablantes individuales, con historias, circunstancias y motivaciones propias.

Otra cuestión relevante es la utilidad de emplear modelos de diferente tipo para

poner orden en conjuntos de datos sumamente intrincados. Estos modelos proceden de tres

ámbitos parcialmente diferentes: a) modelos extralingüísticos, históricos, geográficos o

sociales, que proponen hipótesis que puede merecer la pena explorar en la distribuión con

que se manifiestan los datos lingüísticos; b) modelos cuantitativos de cambio y variación,

no sólo para establecer el grado de significación estadística, sino para poner a prueba

diversas proyecciones sobre el comportamiento de los hechos lingüísticos en la medida en

que puedan estar involucrados en procesos variables; c) modelos lingüísticos (básicamente

fonológicos, en este libro) que sean compatibles con los datos variables y que promuevan

una iluminación mutua, tanto de los datos como del modelo, ante los hechos de variación.

La pintura que surge después de considerar ciertos aspectos del debilitamiento

vocálico en términos dialectales y sociales sugiere la importancia de volver a considerar

con nuevos métodos, con nuevas herramientas y con nuevos datos ciertos problemas

clásicos, que al parecer tienen todavía mucho que decirnos sobre la variación lingüística,

sobre la historia de la forma en que las comunidades de habla gestionan sus recursos

lingüísticos y, desde luego, sobre el español de México.

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En apariencia, son los hombres de nivel de estudios predominantemente bajo, de

oficios manuales, procedentes de ciertas áreas geógraficas (tres zonas interiores, en

particular), quienes más sostienen el debilitamiento vocálico. Las cosas, por supuesto, son

bastante más complejas y, como se ha visto en las páginas anteriores, simplemente la

proyección de los datos del Atlas puede abordarse desde ángulos muy diferentes. Los datos

cartográficos del Atlas Lingüístico de México, por otra parte, corresponden ya a otra

generación, y el cruce de estos materiales pretéritos con los que puedan irse obteniendo en

el momento actual, junto con la consideración sociolingüística más detallada de

comunidades de habla que puedan compararse entre sí, podría decirnos bastante acerca del

involucramiento de la variable fónica en procesos de cambio y variación lingüística.

Lo más importante, con todo, es establecer con mayor claridad el significado social

de cada variable lingüística, como punto de partida para explicar, y no sólo describir, los

hechos lingüísticos. En otras palabras, se trataría de establecer la utilidad que cierto recurso

lingüístico brinda a cada hablante en particular, y cómo tales rendimientos sumados

producen tendencias y modificaciones sobre los balances comunitarios, dando lugar, en

consecuencia, a cambios lingüísticos. En las páginas anteriores se ha sugerido el importante

potencial que el debilitamiento vocálico puede tener, en ciertas regiones del país, para

construir cierto tipo de identidad de género. Con los datos disponibles, parece prematuro

aventurar valores asociados al prestigio encubierto de la variable y a posibles cimientos de

solidaridad grupal y reticular por medio de su empleo, pero me parece un camino

interesante de explorar.