albin lesky historia de la literatura griega (gredos, 1989, madrid)

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  • 1. H I S T O R I ADE LAL I T E R A T U R A G R I E G A

2. ALBN LESKYHISTORIADE LALITERATURA GRIEGAVERSIN ESPAOLA DEJOS M.aDAZ REGANBEATRIZ ROMEROE D I T O R I A L GREDOS, S. A.M A D R I D 3. EDITORIAL GREDOS, S. A., Snch^ Pacheco, 81, Madrid, 1989, para la versinespaola.Ttulo original: GESCHICHTE DER GRlPCHISCHENLITERATUR, 2. edicin, A. FJ^NCKEAG VERLAO, Bern, 1963.PRIMERA EDICIN, enero de 1969.1.* reimpresin, abril de 1976.2." reimpresin, febrero de 19833." reimpresin, abril de 1985.Impreso en Espaa. Printed in Spain.Grficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1989. - 6288. 4. A la memoria deRUDOLF HEBERDEY 5. I N T R O D U C C I N *"El verdadero mediador es el arte. Hablarde arte significa querer servir de mediadoral mediador, y a pesar de ello, muchas co-sas maravillosas nos son deparadas de estemodo".(GOETHE, Maximen und Refle-xionen ber Kunst)"Los rganos del conocimiento, sin loscuales no es posible una lectura fecunda, sellaman respeto y amor. Tampoco la inves-tigacin puede prescindir de ellos; pues slocomprende y clasifica lo que es posedo porel amor; y sin amor quedar vaca".(EMIL STAIGER, Melsterwerkedeutscher Sprache)En la actualidad hay personas que consideran que escribir historia de la litera-tura es poco oportuno, mientras que otras lo creen imposible. La segunda de lasopiniones citadas tiene algo a su favor, pero la consecuencia de semejante posturapesimista constituye un estado de cosas poco satisfactorio. Sobre el tema conta-mos con escuetas visiones de conjunto, entre las cuales se distingue con mucho lapequea obra maestra de WALTHER KRANZ, y por otra parte contamos con los cincotomos que nos ha deparado la infatigable laboriosidad de WILHELM SCHMID, cuyoltimo tomo alcanza hasta finales del siglo v a. de C. El centro entre ambos ex-tremos se halla vaco. No existe en lengua alemana la obra de fcil manejo quepresente de tal modo nuestros conocimientos sobre el tema, que le sirva de funda-mento al estudioso, de primera aproximacin al investigador y de mediador de unconocimiento rpido y al mismo tiempo satisfactorio a todo interesado en la litera-tura griega.* La traduccin de esta obra ha sido realizada, hasta la pg. 484, por Beatriz Ro-mero; el resto del libro, por. Jos M.aDaz Regan, a cuyo cargo ha corrido ademsla revisin y unificacin del vocabulario cientfico y la traduccin de las adiciones dela 2.aedicin alemana. 6. 10 Historia de la literatura griegaEste vaco lo pretende llenar nuestra obra. En ella, el tratamiento de un asun-to tan extenso en un espacio prefijado slo ha sido posible sobre la base de ciertasrestricciones, que exigen una breve fundamentacin.La primera se refiere a la literatura greco-cristiana, que hubiera excedido el mar-co de este volumen y que, debido a su significado, exige un tratamiento por separa-do. No ha sido precisamente sencillo excluir partes de la literatura judo-helenstica,pero slo pudieron merecer nuestra atencin en una posicin marginal con respectoal tema principal. Por otra parte, no se exigir de ninguna historia de la literaturaque al mismo tiempo presente una exposicin del pensamiento filosfico y cientficoen el terreno estudiado. Ahora bien, estas cosas son particularmente difciles deseparar, en especial entre los griegos de la poca arcaica. Por consiguiente, estostemas han sido tratados, pero, por otra parte, esta historia de la literatura nopuede ni pretende ser al mismo tiempo una historia de la filosofa y de la cien-cia griegas.Mientras que todo esto se sobreentiende en gran medida, na^ otio pvsnto querequiere comentario. Esta obra coloca en forma consciente en un primer planolas grandes obras decisivas para el desarrollo de Occidente. El evitar aqu una bre-vedad esquemtica slo ha sido posible abstenindose de acentuar de manera com-pletamente pareja todos los fenmenos o, para utilizar otra imagen, empleandodistinta escala en las diversas partes de una misma obra cartogrfica. No es nues-tro propsito consignar los nombres de los aproximadamente 2.000 escritores grie-gos que conocemos ni enumerar todas aquellas obras de las que, aparte del ttulo,nada sabemos. Tampoco las diferentes pocas han sido tratadas con idntico dete-nimiento. Mientras que a la poca arcaica y clsica se le ha concedido el m-ximo espacio disponible dentro del marco del libro y a los fenmenos funda-mentales del helenismo tambin ha de prestrseles la debida atencin, se ha tratadoen forma considerablemente ms sucinta el nmero casi inabarcable de productosliterarios de la poca imperial. Creemos poder hacer concordar esto satisfactoria-mente con los propsitos sealados al principio. La ciencia de la Antigedad nopuede, por cierto, renegar de su historicismo, que hizo saltar la imagen helena cla-sicista, demasiado estrecha, y dedic a cada fenmeno todo el inters cientfico. Porotra parte, nos hemos vuelto an ms conscientes, a partir de la primera posgue-rra, del derecho y del deber de valorar en su significacin lo histricamente captado.Una obra que pretenda abarcarlo todo puede tratar con el mismo detenimiento aun Casio Din y a un Tucdides, a un Museo y a un Homero, pero esto sera ab-surdo en una exposicin que se propone presentar lo esencial.Gracias a renuncias del tipo sealado, nos proponamos crear, para las grandesobras de la literatura griega que han ejercido un influjo duradero, el espacio nece-sario para su tratamiento de acuerdo con determinados principios. El autor no sepropona prescindir aqu de ciertos detalles. Nuestra poca se ha vuelto perezosafrente a lo histrico, y detrs de todos los ingeniosos subjetivismos y populariza-ciones, a menudo bastante incorrectas, se observa el temor a un enfrentamientohonesto y una escasez de conocimientos efectivos, que nos recuerda de maneraalarmante procesos anlogos de la decadencia de la Antigedad. En su modestamedida, este libro se propone hacer frente a desarrollos de esta especie, al no elu-dir en los momentos decisivos la presencia mltiple de lo real y al presentar asi-mismo la problemtica cientfica. Lo que en cierta oportunidad escribi WERNER 7. Introduccin IIJAEGER (Gnomon, 1951, 247) nos sirve de lema: "Lo verdaderamente importanteson... los problemas, y lo mejor que podemos hacer es dejarlos pendientes y ha-crselos llegar vivos a las generaciones venideras". El derecho del autor a mantenersu propia posicin puede hacerse concordar satisfactoriamente con la valoracinde otros puntos de vista, y a menudo la confesin de nuestro desconocimiento ode dudas no resueltas se convierte en nuestro deber cientfico.La historia de la literatura he aqu por qu tantos la eluden ahora ms quenunca debe hacer frente a antinomias difciles. Desarrollo gentico y contempla-cin de los fenmenos en lo que tienen de autnomos, condicionamiento por partedel mundo circundante y configuracin de lo individual, inclusin en un gneroy superacin de sus fronteras, proximidad con respecto a las obras sobre la base deun fundamento humano universal (pero Nietzsche nos advirti ya con respecto alos peligros de una familiaridad impertinente), y distancia frente a los griegos, comoseres alejados en muchos aspectos de nuestra manera de pensar: con ello se hannombrado algunos de los puntos de vista contrapuestos que deben tenerse en cuen-ta. Eludimos un largo enfrentamiento terico, pero expresamos nuestra conviccinde que aqu se nos presentan antinomias efectivas y que a cada una de las posi-ciones mencionadas le corresponde una parte de razn. Un enfrentamiento fecundocon ellas slo es posible a travs de la exposicin misma.La tarea ms difcil, y, en cierto sentido, menos grata, es la estructuracin enpocas y la subdivisin de stas, ya que en esta empresa se seccionan en cada casoconexiones vivas. Es cierto que, en lo que respecta a la literatura griega, las gran-des pocas se nos presentan claramente, pero la divisin es difcil y peligrosa. Nospareci conveniente no forzar aqu una sistemtica rgida, sino cambiar el principiodivisorio de acuerdo con la naturaleza de las cosas. En la poca arcaica, la granpoca de la gestacin, parece recomendable colocar en un primer plano una divi-sin de acuerdo con los gneros; la poca de la polis exige una subdivisin tem-poral, mientras que en el helenismo, al menos al principio, el desarrollo tuvo lugarpresentando una divisin marcadamente espacial. En todos los casos nos pareceimportante ya se trate de esta u otra subdivisin no detener con una presa lasaguas de un ro que Aman con mayor o menor rapidez, pero que nunca dejaronde correr.Con el deseo de mantener en pie la problemtica se relaciona el hecho de queeste libro no renuncie a las referencias bibliogrficas. Naturalmente, slo fue po-sible presentar una seleccin, lo cual necesariamente supone una intervencin sub-jetiva. Por lo general, nos guiaba el propsito de presentar, en la medida de loposible, los testimonios ms recientes del debate cientfico y, junto al significadode cada obra, tomar asimismo en consideracin la medida en que aqulla posibi-litaba el acceso a otras obras. Sin pretensiones de presentar, aunque slo fuerapara los ltimos aos, una visin ntegra, las referencias bibliogrficas se proponensuministrar al investigador los hitos para un acceso ulterior. Las obras que se men-cionan frecuentemente se encuentran en la nmina de abreviaturas, mientras queslo hemos presentado el ominoso op. cit. cuando el lector no tiene que retrocedermucho, y frecuentemente, con ello y con un "vase ms arriba", se remite en lasnotas a una referencia bibliogrfica inmediatamente anterior.No es ste el lugar para enumerar los abundantes auxiliares bibliogrficos de lafilologa clsica, pero, adems de Lanne philologique, mencionaremos, como bas 8. 12 Historia de la literatura griegaimprescindible, a J. A. NAIRN, Classical Hand-List (Oxford, 1953), y como obramuy til, Fifty Years of Classical Scholarship (Oxford, 1954).Aparte de las citas que se hacen en el curso de la exposicin, quisiramos re-cordar dos obras que han fomentado nuestra comprensin de extensos sectores dela literatura griega: nos referimos a Paideia, de WERNER JAEGER, y a Dichtungund Philosophie des frhen Griechentums, de HERMANN FRNKEL. Precisamenteporque no se trata de una obra perteneciente a la esfera de la tradicin filolgica,pero que vuelve a plantear muchos problemas de una manera original y sorpren-dente, quisiramos mencionar finalmente el libro de ALEXANDER RSTOW, Ortsbe-stimmung der Gegenwart, Zurich, 1950.VienaAlbin Lesky 9. PRLOGO A LA SEGUNDA EDICINEl propsito de una reedicin de este libro naci en la mente del autor a causadel juicio benvolo de algunos especialistas que declararon que haban encontradoen l una til ayuda en sus trabajos. Todava en mayor medida que en la primeraedicin, debamos prestar atencin a problemas planteados y a adquisiciones lo-gradas. El cumplimiento de esta tarea ha supuesto muchos esfuerzos compensadostambin con satisfacciones: la calidad y la cantidad de las obras publicadas enlos ltimos aos proclama una pujante vitalidad de la ciencia, que quiere trasmi-tir a nuestra poca el legado antiguo. Slo que es preciso aclarar que la seleccinimpone necesariamente limitaciones y que el deseo de aprehender lo verdadera-mente aprovechable entraa un elemento de subjetivismo. En esta disposicin denimo se impuso el deseo de seleccionar la bibliografa ofrecida, de tal maneraque abriese el camino de los problemas histricos a la investigacin futura.No me ha sido fcil acceder al deseo de crticos y amigos (con los que enmuchos casos mantengo estrechas relaciones), y renunciando a una impresin con-tinuada, he puesto las notas al pie de pgina. El v. infra de ellas significa regu-larmente que se remite a las indicaciones bibliogrficas que cierran cada captulo.Pocas pginas de este libro han quedado inalteradas, algunos captulos, comolos referentes a Homero y Platn, exigan un tratamiento ms extenso y se haaadido otro sobre la literatura pseudo-pitagrica. Si alguna de las adiciones im-plica una mejora, se lo debo en no pequea parte a la ayuda de los dems. Crti-cos escrupulosos y casi siempre exigentes han sealado atinadamente errores ysugerido importantes advertencias. No debe achacrseme a ingratitud hacia losno mencionados aqu el que yo d especialmente las gracias a J. C. KRAMERBEEKy FR. ZUCKER por la forma en qu se me hicieron acreedores a tal sentimiento.Pero no slo me animaron las crticas impresas: un copioso nmero de cartas mebrind ayuda espontnea en cantidad que a la vez haca mi felicidad y me abru-maba. He de mencionar aqu, sobre todo, a WOLFGANG BACHWALD y FRANZ DOLL-N7G, que se brindaron a corregir las pruebas y han puesto en la obra ms empeodel que yo pueda en rigor merecer.En dos cuestiones de importancia para el conjunto he seguido manteniendolos principios que informaron mi primera edicin.Yo he sido siempre escptico frente a recapitulaciones que al final de unapartado pretenden encerrar en un par de frases la obra y la fisonoma de un 10. M Historia de la literatura griegagran autor. El ejercicio de la sntesis goza de mucho crdito, pero yo creo quebasta al autor una exposicin que trate de encerrar en torno a un ncleo fijo iapluralidad de las manifestaciones literarias o, cuando sea necesario, hacerlas vi-sibles destacndolas en el curso de una evolucin.La diferente medida en que estn expuestas las distintas pocas ha tenido queser mantenida, en primer lugar, por un motivo puramente externo. De otra ma-nera no hubiera sido posible mantener esta historia de la Literatura con el ta^mao (puede que lo tenga todava) de tomo manejable. Pero, ahora como antes,creo yo poder justificar esta distribucin desigual apelando a aquellos principiosque fueron expuestos en el prlogo a la primera edicin. En una crtica tan inte-ligente como benvola, me fueron espetadas las palabras con las cuales ERNSTROBERT CURTIUS, en su Kritischen Essays zur europaischen Literatur (2.aed.Bern, 1954, 318) celebraba a la poca tarda como la poca de plenitud frutaly de dulcedumbre otoal, de universalidad y de libertad de opcin. Y es cierto:Quin se atrevera a negar la belleza y sustancia literaria existente en y entreTecrito y Plotino? Pero tampoco puede existir duda alguna sobre aquello queconstituye el fundamento de la cultura europea, y si es un error considerar uninfortunio el predominio de la retrica en la poca tarda, tiene que declararseenteramente culpable el autor de este libro. Quiz tambin podamos preguntar silas palabras de E. R. CURTIUS no indican algo as como un hito del camino, enel cual l lleg a aquellas conclusiones sobre la moribunda luz de la Hlade quemuchos hubieran deseado que el gran sabio no hubiera escrito.Tambin en nuestra poca miramos esperanzados a la luz de la Hlade yojal este libro en su nueva forma pudiera contribuir un poco a que no llegue aser realidad lo que como amenazadora posibilidad encierra la frase de JACOBBURCKHARDT en los Fragmentos Histricos:Wir werden das Altertum nie los, solange wir nicht wieder Barbaren werden.VienaAlbin Lesky 11. NMINA DE ABREVIATURASAfdAAm. Journ. Arch.Am. Journ. Phil.Ann. Br. School Ath.Ant. Class.Arch. f. Rw.Arch. Jahrb.Ath. Mitt.B.BKTBull. Corr. Hell.Class. Journ.Class. Phil.Class. Quart.Oass. Rev.Cofl. des Un. de Fr.D.DLZE.F Gr HistFrankelGGNGnom.Gymn.HarshHarv. Stud.Herm. (E)Anzeiger fr die Altertumswissenschaft.American Journal of Archaeology.American Journal of Philology.Annual of the British School at Athens.LAntiquit Classique.Archiv fr Religionswissenschaft.Jahrbuch des Deutschen Archolog. Institus.Mitteilungen des Deutschen Archolog. Instituts zu Athen.Poetae Lyrici Graeci. Rec. Th. Bergk., tomos 2 y 3 (el tomo 1contiene a Pndaro), Leipzig, 1882. (Nueva edicin con ndi-ces de H. Rubenbauer, 1914-15).Berliner Klassikertexte, editado por la Generalverwaltung derK. Museen de Berln.Bulletin de Correspondance Hellnique.Classical Journal.Classical Philology.Classical Quarterly.Classical Review.Collection des Universits de France, publie sous le patronagede lAssociatin Guillaume Bud, Pars, Socit dedition "LesBelles Lettres" (edicin bilinge),Ernst Diehl, Anthologia Lyrica Graeca, 3.aed.: fase, r, Leipzig,1949; 2, 1950; 3, 1952. El resto en la 2.aed.: fase. 4, 1936,fase. 5 y 6, 1942, con suplem.Deutsche Literaturzeitung.J. M. Edmonds, The Fragments of Attic Comedy, Leiden, 1957-1961.Flix Jacoby, Die Fragmente der griech. Historiker, 1 ss., Ber-ln, 1923 ss. (Por lo general, citados por el nm.).Hermann Frankel, Dchtung und Philosophie des friihen Grie-chentums, Nueva York, 1951; 2.aed. aument., Munich, 1961.Gottinger Gelehrte Nachrichten.Gnomon.Gymnasium.Philip Whaley Harsh, A Handbook of Classical Drama, Stanfordy Londres, 1948.Harvard Studies in Classical Philology.Hefmes (monografas). 12. 16 Historia de la literatura griegaJaegerJourn. Hell. Stud.K.KittoLeskyLPMnem.Mus. Helv.N.N. Jahrb.Ost. Jahrh.Ox. Pap.P.Pap. Soc. It.Par. del Pass.Pf.Phil.PohlenzRERev. t. Gr.Rev. Phil.Rhein. Mus.Riv. Fil.SchmidSchw. Beitr.SeverynsStud. It.SudaSymb. Osl.Tebt. Pap.Trans. Am. Phil. Ass.VSWien. Stud.Zet.Werner Jaeger, Paideia, i, 4.aed.; 2 y 3, 2.a(3.*) ed., Berln,1959.Journal of Hellenic Studies.Comicorum Atticorum Fragmenta, ed. Kock, 1880-88.H. D. F. Kitto, Greek Tragedy, 3.aed., Londres, 1961.Albn Lesky, Die tragische Dichtung der Hellenen, Gotinga, 1956.Edgar Lobel-Denys Page, Poetarum Lesbiorum Fragmenta, Ox-ford, 1955.Mnemosyne.Museum Helveticum.Tragicorum Graecorum Fragmenta, ed. A. Nauck, 2.aed., Leip-zig, 1889.Neue Jahrbcher fr das klassische Altertum.Jahreshefte des sterr. Archolog. Institutes in Wien.B. P. Grenfell, A. S. Hunt, H. J. Bell, E. Lobel y otros, TheOxyrhynchus Papyri, 1 ss., Londres, 1898 ss.Roger A. Pack, The Greek and Latin Literary Texts from Greco-Roman Egypt. Ann Arbor. Univ. of Michigan Press, 1952.G. Vitelli, M. Norsa y otros, Pubblicazioni della Societa Italianaper la Ricerca dei Papiri Greci e Latini in Egitto, 1 ss., Flo-rencia, 1912 ss.Parola di Passato.Rudolf Pfeiffer, Callimachus, 2 tomos, Oxford, 1949-53.Philologus.Max Pohlenz, Die griech. Tragdie, 2 tomos, 2.aed., Gotin-ga, 1954.Pauly-Wissowa, Realencyclopadie der classischen Altertumswis-senschaft.Revue des tudes Grecques.Revue de Philologie.Rheiniscb.es Museum.Rivista di Filologia e di Istruzione Classica.Wilhelm Schmid, Geschichte der griech. Literatur. I. MllersHandbuch der Altertumswiss. VII: 1, Munich, 1929. 2, 1934.3, 1940. 4, I946- 5, 1948.Schweizerische Beitrge zur Altertumswissenschaft.A. Severyns, Homre. 1, 2.aed., Bruselas, 1944. 2, 1946. 3, 1948.Studi Italiani di filologia classica.Suidae Lexicn, ed. A. Adler, 5 tomos, Leipzig, 1928-38.Symbolae Osloenses.B. P. Grenfell, A. S. Hunt, J. G. Smyly, E. J. Goodspeed, TheTebtunis Papyri, 1 ss., Londres, 1902 ss.Transactions and Proceedings of the American Philological As-sociation.H. Diels-W. Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker, 10.aedi-cin, Berln, 1961. (Los autores son citados de acuerdo conlas cifras de esta edicin.)Wiener Studien.Zetemata. Monographien zur klass. Altertumswiss., publicada porErich Burck y Hans Diller. 13. ILA TRANSMISIN DE LA LITERATURA GRIEGAEl nmero de los escritos griegos llegados hasta nosotros, as como el estadoen que se encuentran, son el resultado de procesos histricos que se extienden alo largo de milenios y que fueron determinados por factores polticos y culturalesde muy diversa ndolel. Como en pginas subsiguientes nos referiremos a menudoa testimonios individuales en esta historia de la transmisin, describiremos breve-mente sus principales perodos a manera de introduccin.Hasta muy avanzada la Antigedad tarda escribieron los griegos sobre papiro.Egipto conoca este material desde el tercer milenio y posea en el mundo antiguoel monopolio de su abastecimiento, ya que el papiro slo creca en este pas. El msvalioso de sus mltiples usos lo constitua la fabricacin de las hojas de papiro apartir de los tallos de la planta, que se cortaban en delgadas capas. Dos de stas,superpuestas y prensadas de manera que las ensambladuras de una de ellas seencontraban en sentido horizontal (recto), las de la otra en sentido vertical (verso),componan la hoja, y varias hojas pegadas constituan la forma normal del libro dela Antigedad, el "rollo". En tales papiros han esbozado sus obras los autores dela Antigedad, y en ellos han redactado la versin definitiva, a menos que prefi-rieran para la primera de estas operaciones el bloque para apuntes compuesto detablas de madera cuya superficie interior ahondada se hallaba rellena de cera em-breada. Todo este material tan perecedero nos explica el hecho de que, a diferen-cia de lo que ocurre a los fillogos modernos, no podamos acceder nunca al ori-ginal del autor. Es verdad que en ocasiones nos es lcito sospechar que un frag-mento papirceo representa el original, pero esto no obsta para que el caso delarzobispo Eustacio de Tesalnica (siglo xn), cuyos comentarios autgrafos a un1A. DAIN, Les manuscrits, Pars, 1949. G. PASQUALI, Storia della tradizione e cri-ca del testo, 2.aed., Florencia, 1952. D., Gnom., 23, 1951, 233. H. HUNGER, O. STEG-JEXLER, H. ERBSE, M. IMHOF, K. BCHNER, H. G. BECK, H. RDIGER, Geschichte derTactberlieferung der antiken und mittelalterlichen Literatur. Tomo I : Antikes und mit-vtlkerliches Euch- und Schriftwesen. Zurich, 1961._ TT ? ATURA GRIEGA. 2 14. i8 Historia de la literatura griegamanuscrito de Homero se guardan en la Biblioteca Marciana, no tenga paralelo enel mbito de los autores antiguos. En cambio es posible averiguar bastante respectoa la manera en que, por ejemplo, los grandes poetas clsicos escriban sus manus-critos 2. Empleaban siempre letras maysculas, que se sucedan sin mediar divisinpor palabras. Como tambin faltaban los acentos y los signos de aspiracin, untexto de stos resultaba de una lectura mucho ms difcil que nuestras edicionesactuales. Tambin la puntuacin era muy deficiente. Sabemos que en unos textosticos en prosa, de la poca de Iscrates (cf. Antdosis, 59), se marcaba el final delperodo mediante una seal al margen de la columna. Para la transmisin de lostextos dramticos constituy un peligro la parca indicacin del cambio de perso-naje por medio del pargrafo, o sea de una lnea horizontal, y la costumbre de es-cribir los trozos ricos en forma de textos continuos ha planteado ms tarde gravesproblemas a los gramticos. Se comprende que las peculiaridades sealadas conten-gan numerosas fuentes de error.Slo son lcitas suposiciones acerca de la poca en que las obras literarias lle-garon a las manos de sus lectores bajo la forma de libros3. Si Aristteles poda leera su Hercto, si Hecateo da comienzo a sus Genealogas con palabras orgullosasque evidentemente se dirigen a un pblico, esto, as como otros hechos, pareceindicarnos que hemos de buscar el origen del libro griego en el mbito de la jovenciencia jnica. Con los dos autores mencionados nos remontamos aproximadamen-te a las postrimeras del siglo vi y comienzos del v, y debemos dejar indecisa lacuestin de cul es la fecha ms remota en que podemos encontrar la obra escritabajo forma de libro. Es muy comprensible que llegara a Atenas al convertirse staen el siglo v en el centro de la vida cultural griega, y es posible tambin que elfilsofo Anaxgoras, procedente de Clazmenas de Jonia y que ejerci en Atenasuna influencia tan profunda, haya intervenido en ello. Sea como fuere, desde me-diados del siglo v, aproximadamente, podemos encontrar en Atenas una litera-tura tcnica, que comprenda campos diversos y que, imaginamos, se difun-da bajo la forma de libro. Igualmente, la manera en que Aristfanes, a travs desus parodias, presupone en su pblico el conocimiento de los grandes poetas tr-gicos slo resulta comprensible si los atenienses los lean con frecuencia. Los poe-tas de la Comedia Antigua se refieren4al librero (|3i|3ioit>T]q) en forma tal queconfirma la veracidad de lo dicho.El libro griego ms antiguo que conocemos es Los Persas de Timoteo (nm.1206 P.)j procedente de una tumba de Abusir en el Bajo Egipto. Como este poetadel nuevo ditirambo vivi aproximadamente en 450-360 y el rollo de papiro perte-2A. BOMER-W. MENN, "Die Schrift und irire Entwicklung", Handb. d. Bibliotheks-wiss., 2.aed., 1/1, Stuttgart, 1950. Tambin en las partes no indicadas este compendio(2.aed. a partir de 1950) resulta valioso para los temas que aqu se tratan.3TH. BIRT, Das antike Buchwesen in seinem Verhaltnis zur Literatur, Berln, 1882.Reimpr. Aalen / Wrttb., 1959. W. SCHUBART, Das Buch bei den Griechen und Rmern,2.aed., Berln, 1921. F. G. KENYON, Books and Readers in Ancient Greece and Rome,2.aedicin, Oxford, 1951. E. G. TURNER, Athenin Books in the fifth and fourth centuriesB. C, Londres, 1952. T. C. SKEAT, "The use of dictation in ancient book-production",Proc. Brit. Acad., 42, 1956 (Oxford, 1957), 179- H. L. PINNER, The World of Books inClassical Antiquity, Leiden, 1958. En el tomo I de la obra mencionada en. la nota i.aofrece H. HUNGER una excelente introduccin con bibliografa.4Teopompo fr. 77 K. 77 E. Nicofonte 19 K. 9 E. Aristmenes 9 K. 9 E. 15. La transmisin 19nece al siglo iv y es probablemente anterior a Alejandro, con esta redaccin nosacercamos a la poca en que vivi su autor en una mayor medida de lo que ocurreen todos los otros casos de poesa tan antigua. Es cierto que TURNER recientementeha puesto en duda, y con razn, el que este papiro, con sus columnas excesiva-mente anchas y su letra torpe, represente la imagen normal de un libro griego deesta poca.En el siglo iv el libro se haba extendido ampliamente, de tal modo quePlatn en el Fedro (274 c ss.) se refiere a las deficiencias de la transmisin escritadel saber. Al no existir la proteccin de la propiedad intelectual, la consecuencianecesaria fue el empeoramiento de ios textos que se difundan ampliamente. Essignificativo ei hecho de que el orador y poltico Licurgo tratara de proteger a losgrandes trgicos mediante la implantacin de un ejemplar oficial; naturalmente, lasinterpolaciones de los actores desempeaban un papel importante. An habremosde referirnos a la degeneracin del texto homrico en esta poca.Es necesario reflexionar sobre todo esto para apreciar en lo justo la labor de-cisiva de la investigacin alejandrina en favor de la literatura griega. Ya Ptolomeo Ifund en los ltimos aos de su reinado el Museo de Alejandra como centro detrabajo cientfico, que habra de contar con una biblioteca magnficamente surti-da 5. Influy en el plan el ejemplo del Perpato y Demetrio Falreo, que residi enAlejandra en calidad de refugiado aproximadamente a partir del ao 297. Ptolo-meo II Filadelfo pens reunir en la biblioteca la totalidad de la literatura griega.Unos 500.000 volmenes, que hasta la catstrofe del ao 47 a. de C. habran deascender a 700.000, fueron el resultado de un afn coleccionista, en el que se au-naban el entusiasmo, el tino y la falta de escrpulos. El inmenso catlogo de Ca-limaco, los Pnakes, se convirti de este modo en inventario de los escritos griegosque se conservaban en aquella poca. Durante el reinado de Ptolomeo II se agreguna segunda biblioteca ms pequea en el Serapeo, que deba estar a disposi-cin de crculos ms amplios. El Museo, en cambio, se convirti en el lugar enque, gracias a las ediciones crticas, se fijaba el texto de los grandes autores demanera decisiva. Ms adelante hablaremos de la fecunda tarea exegtica de estoseruditos.Es fcil apreciar lo que signific el incendio de la Biblioteca en el ao 47 antesde Cristo. Si es cierto lo que afirma la propaganda contra Antonio (Plut., Ant., 58),ste, evidentemente para sustituir la desaparecida, habra trasladado la bibliotecade Prgamo a Alejandra. Es de suponer que se instal en el Serapeo. ste proba-blemente fue destruido en el ao 391 d. de C. en el curso de la actuacin del pa-triarca Tefilo. Despus de la catstrofe del ao 47 desempe una funcin im-portante para la tradicin la biblioteca del Gimnasio Ptolemaico ateniense, cuyosfondos se incorporaron probablemente a la Biblioteca de Adriano, construida enAtenas en los aos 131-132.5C. WENDEL, "Geschichte der Bibliotheken im griech.-rm. Altertum", Handb. d.Bibliothekswiss., 3, 1940, 1 (en el mismo tomo, K. CHRIST estudia las bibliotecas medie-vales). D., en el Reallex. f. Ant. u. Christent., bajo el ttulo de "Bibliothek". E. A. PAR-SONS, The Alexandrian Library, Amsterdam, 1952. C. A. VAN ROOY, "Die probleem vandie oorsprong van die groot Alexandrynse biblioteek", Romn lije and letters. Studiespresented to T. J. Haarhoff, Pretoria, 1959, 147. 16. 2 0 Historia de la literatura griegaEn el fondo, todo esto no poda sustituir lo perdido. Con la ciencia helensticafue decayendo tambin considerablemente el inters por los libros, y a partir delsiglo i a. de C. debemos contar con una prdida creciente del material transmitido.Pronto se sumarn a esto dos factores que influyeron de manera decisiva. El ati-cismo, con su cultivo de las formas clasicistas, y el florecimiento de la segunda so-fstica en la poca de los Antoninos indudablemente volvieron a avivar el interspor los grandes autores del pasado. Pero la vida espiritual se haba retirado en granmedida al mbito escolar, y esto signific el predominio de antologas, seleccionesy extractos. Fue en esta poca tambin cuando se decidi qu obras de los trgi-cos ticos habran de llegar hasta nosotros.Una segunda causa de las numerosas prdidas radica en la transformacin dela forma del libro iniciada en la segunda mitad del siglo i d. de C. y generalizadaen el siglo IV. El rollo fue reemplazado por el cdice, es decir, la forma del libroque nosotros conocemos. Consistente en varias capas de hojas a la manera de uncuaderno, resultaba ms fcil su escritura y su manejo. La tendencia de muchosautores antiguos a citar de memoria se explica teniendo en cuenta el trabajo quecostaba encontrar un pasaje determinado en el rollo. C. H. ROBERTS6ha explicadola evolucin constante y condicionada por diversos factores del rollo al cdice,aportando numerosos datos convincentes. Mientras que el cdice est representadoen la literatura pagana de Egipto del siglo n con el 2,31 por ciento, en el 111 conel 16,8 y slo en el iv con el 73,95, los fragmentos de la Biblia aparecen desde fe-cha remota casi exclusivamente en forma de cdice. La explicacin que de estadiferencia da ROBERTS es sugestiva; segn ella, san Marcos, cuando en el siglo 1copi en Roma su Evangelio, habra conocido entre los cristianos de baja condi-cin social el libro de apuntes en pergamino, adoptndolo como forma manual.Pero fue sobre todo la Iglesia la que en el siglo iv, junto al poder legislativo, dioal cdice la forma dominante de libro. Tambin se transform el material sobre elque se escriba. Es cierto que durante algn tiempo sigui emplendose el papirotambin para los cdices, pero iba siendo sustituido en forma creciente por el per-gamino, como material ms apropiado para la nueva forma del libro. La palabrapergamino evoca la de Prgamo por la mera razn de que este material, conocidoya haca tiempo, fue perfeccionado all en una poca en que Egipto impeda celo-samente la exportacin del papiro (Plinio, Nat. hist., 13, 70).Una vez que la nueva forma del libro haba desplazado a la antigua, se fueperdiendo todo lo que no participaba en esta transformacin. A fines del siglo ivy comienzos del v pudo advertirse todava un resurgir de los intereses filolgicos,pero volvi a desaparecer muy pronto cediendo al triunfo de un ideal de culturasuperficial y enciclopdico. Los momentos de mayor depresin en nuestra historiade la transmisin literaria corresponden a los siglos "oscuros", vil y vin. Estohabra tenido como consecuencia una prdida casi total de la literatura griega sino hubiera surgido en el siglo ix aquel movimiento, inspirado por el patriarcaFocio, que a menudo se considera como una especie de Renacimiento, mientrasque los bizantinos mismos hablaban del Ssrspoq kXX^via^c,. Un feliz hallazgoha contribuido hace muy poco a darnos una idea un poco ms completa del sabio6"The Codex", Proc. Brit. Acad., 40, 1954 (Oxford, 1955), 169 (la indicacin de losnmeros, en la pg. 184). 17. ha transmisin 21amigo y protector de la literatura antigua7. En el otoo de 1959, LINOS POLITISdescubri en el monasterio Osio Nicanor, en Zaworda (sur de Kozane, Macedonia)un cdice bombicino del siglo xni, que contiene, entre otras cosas, el Lxico com-pleto de Focio. Realizaron la publicacin del hallazgo los fillogos de la Universi-dad de Tesalnica. Fue de suma importancia el que este movimiento coincidieracon una modificacin radical de la escritura. La letra uncial, con sus maysculasque se escriban por separado, fue reemplazada por la cursiva minscula, muchoms fluida. El Evangeliario Uspensky (Leninopolitanus 219) del ao 835 es el ejem-plo ms antiguo de la nueva escritura, que muy pronto lleg a generalizarse. Enaquella poca se transcribi lo que se consideraba digno de ser conservado de lasobras de los autores antiguos. Cmo en algunas ocasiones llega a salvarse una trans-misin amenazada ya con desaparecer nos lo muestra el caso del arzobispo Aretasde Cesrea, discpulo erudito de Focio. A principios del siglo x nos relata cmomand transcribir un ejemplar viejo y ya muy estropeado de las Meditaciones deAtareo Aurelio. Esta transcripcin es el punto de partida de nuestros textos. Unaactividad de este tipo, que, en la realizacin de la divisin de palabras, signos de as-piracin y acentos, exiga conocimiento y perseverancia, por lo general slo se apli-caba una vez a cada autor. Segn una suposicin de Dain que tiene mucho a sufavor, el ejemplar transcrito se conservaba en una gran biblioteca, donde comoparalelo a los textos corregidos de los alejandrinos serva como modelo para nue-vas copias. As se explica el hecho de que la transmisin de las obras de muchosautores que han llegado hasta nosotros se remonte a un nico ejemplar. Cuando,a pesar de ello, esta transmisin presenta abundantes variantes, existe la posibili-dad de que stas ya se encontraran en el arquetipo y fueran el fruto de un trabajode erudicin de la Antigedad; por otra parte, ciertos manuscritos bizantinos nosmuestran cmo su texto va modificndose constantemente por obra de nuevas co-laciones, modificaciones y agregados. Es natural que la etapa de la transcripcinse hallara vinculada a nuevas prdidas, que siguieron registrndose tambin en laspocas subsiguientes. Particularmente grave en este sentido result la ocupacinde Constantinopla por los Cruzados en el ao 1204. De este modo hemos perdidoa autores que llegaron hasta Focio: Hiponacte, mucho de Calimaco, Gorgias eHiprides, y gran parte de la obra de los historiadores.Durante la ocupacin de Constantinopla, Tesalnica y otras ciudades prosi-guieron en parte las tareas filolgicas, y alrededor del ao 1280 se reanudaron asi-mismo las actividades en la capital. Hombres como Mximo Planudes y ManuelMoscpulo dirigan este movimiento; Tesalnica contribuy en la persona deToms Magister, cuyo discpulo Demetrio Triclinio se dedic a estudios de mtrica.Ya en el siglo xm se haban fortalecido las relaciones culturales entre Bizancioe Italia; Palermo, Mesina y aples eran importantes puntos de contacto. Erudi-tos como Manuel Crisloras trajeron a Occidente manuscritos griegos; ya a me-diados del siglo xv la Biblioteca Vaticana posea 350 de ellos. Se ha dado comien-zo a una evolucin que con la cada de Constantinopla en 1453 se convertir engran movimiento cultural. La transmisin se traslada ahora definitivamente a Oc-7Podemos leer ya la "Biblioteca" del patriarca Focio, testimonio sin segundo delafn recopilador, en la edicin bilinge de RENE HENRY en la Col. Biz. 1: "Cdices"1-84, Pars, 1959. 2: "Cdices" 84-185, Pars, 1960. 18. 22 Historia de la literatura griegacidente. All, entre los aos 1450 y 1600, en todos los centros donde florece lavida espiritual se copian con ahnco los manuscritos griegos, y en las grandes bi-bliotecas 8, la Biblioteca Vaticana, la Laurenciana de Florencia, la Ambrosiana deMiln, la Marciana de Venecia, se van acumulando los tesoros, y muy pronto latradicin antigua cuenta con la proteccin del libro impreso. Aldo en Venecia yFroben en Basilea comienzan en las postrimeras del siglo xv con una tarea quepor de pronto es la tarea del impresor que con su letra de imprenta imita la letramanuscrita.No habremos de tratar aqu los grandes logros gracias a los cuales pudo des-arrollarse en pocas subsiguientes la tcnica moderna de la edicin cientfica, perohabremos de referirnos sucintamente al enriquecimiento que significaron los pa-piros9para nuestro conocimiento de la literatura griega. Si prescindimos de losrestos carbonizados de una biblioteca en Herculano, slo la clida arena del desier-to egipcio, al cubrir antiguas poblaciones, nos ha deparado^ textos de este tipo.Los hallazgos de la segunda mitad del siglo xix que fueron producto de la casuali-dad fueron seguidos a partir de la ltima dcada del siglo por excavaciones siste-mticas. E. G. TURNER10ha explicado con gran claridad por qu Oxirrinco fue tanextraordinariamente fecundo en textos literarios. En l residieron escritores y sa-bios del crculo alejandrino como Stiro o Ten. Podemos imaginarnos la inten-sidad del trfico con las bibliotecas de la capital. El cuidado que el escriba delOx. Pap. 2192 emplea en la confeccin de libros eruditos es sumamente instruc-tivo para las relaciones de este tipo. Algunos de los papiros encontrados pertene-cen evidentemente a ejemplares manuales de los que se servan para su trabajotales hombres, que favorecieron notablemente todos los dominios de la arqueo-loga. Nos encontraremos con autores que slo han llegado hasta nosotros por esteconducto, mientras que las obras de otros se vieron considerablemente aumenta-das. Pero tambin nos resultan valiosos aquellos textos que podemos comparar conuna tradicin manuscrita. Al hablar de Homero habremos de referirnos a ello. Porregla general y gracias a los papiros hemos llegado a cerciorarnos de que la tra-dicin medieval ha conservado con alta fidelidad nuestros textos. El que manus-critos medievales del Fedn de Platn, all donde podemos compararlos con unpapiro del siglo 111 a. de C. (nm. 1083 P.), nos presenten un texto considerable-mente ms correcto es un caso extremo pero no por eso menos sugestivo.8W. WEINBERGER, Wegweiser durch die Sammlungen ltphilologischer Handschriften,Acad., Viena, 1930. E. C. RICHARDSON, A Union World Catalogue of Manuscript Books.Preliminary Studies in Method, Nueva York, 1933-37. (III: A List of Printed Catalo-gues of Manuscript Books.) M. RICHARD, Rpertoire des Bibliothques et des Cataloguesde Manuscrits Grecs, Pars, 1948. L. Bn^LER, "Les Catalogues de Manuscrits, premiersupplment aux listes de Weinberger et de Richardson", Scriptorium, 3, 1948, 303.9K. PREISENDANZ, "Papyruskunde", Handb. d. Bibliothekswiss., 2.aed., 1/3, Stutt-gart, 1950. R. A. PACK, The Greek and Latn Literary Texts from Greco-Romn Egypt,Univ. of Michigan Press, 1952, con una rica bibliografa para cada uno de los textos.R. STARK, "Textgeschichtliche und literarkritische Folgerungen aus neuen Papyri", An-nales Univ. Saraviensis. Philos.-Lettres 8, 1/2, 1959, 31. Para la cuestin paleogrfica:C. H. ROBERTS, Greek literary Hands 350 B. C.-400 A. D., Oxford, 1955. La comisinbizantina de la Acad. austraca de C. trabaja bajo la direccin de H. GERSTINGER y H.HUNGER en una coleccin de papiros y manuscritos de fecha conocida.10Journ. Eg. Arch., 38, 1952, 78, y Mitt. aus d. Papyrussamml. d. st. Nat. Bibl.N. S. 5. Folge, Viena, 1956, 141. 19. IILOS COMIENZOSLa literatura griega comienza para nosotros en las epopeyas homricas con obrasque presentan ya una gran madurez y perfeccin. Las investigaciones de estos l-timos cincuenta aos, que tienen su origen en las excavaciones de SCHLIEMANN, noshan mostrado, detrs de la luz radiante de estos poemas, aproximadamente un mi-lenio de historia griega de contornos indecisos 1.No puede determinarse con precisin la poca en que las primeras oleadas mi-gratorias de tribus griegas procedentes del norte penetraron en la Pennsula Bal-cnica meridional, pero a grandes rasgos corresponde 2a los comienzos del segundomilenio. Las tribus que avanzaban hacia el sur se encontraron con una regin ala que procesos profundos ocurridos en una poca geolgica relativamente tardaconferan una estructuracin de una riqueza poco comn3. Los pliegues y hundi-mientos del terreno han dado origen a esta riqueza de territorios separados a ma-nera de compartimientos .estancos, que resultaron4tan propicios al desarrollo deana vida propia muy acentuada y, por lo general, dominada por otra poblacinmayor. Pero en las ensenadas profundas el mar penetraba por doquier hasta latierra firme e incitaba a la exploracin de tierras lejanas, ya que en el interior de:Una amplia bibliografa se encuentra en la cauta exposicin de H. BENGTSON, Griech.Geschichte, 2. e., "Prahistorische Kulturen Griechenlands", RE, 22, 1954, 1350, y Die altesten Kultu-vtn Griechenlands, Stuttgart, 1955. Griech. Geschichte, Stuttgart, 1960.:F. HAMPL, en "Die Chronologie der Einwanderung der griech. Stamme und dasProblem der Trager der mykenischen Kultur", Mus. Helv., 17, 1960, 57, intent retro-traer algunos siglos la poca de las migraciones decisivas.3A. PHILIPPSON, Beitrge zur Morphologie Griechenlands, Stuttgart, 1930; DiesriecMschen Landschaften, tomo I "El noreste de la pennsula helnica", Parte 1-3,Francfort del Main, 1950-52. Tomo II, "El noroeste de la pennsula griega", Parte 1 y 2,1956/58. Tomo III, "El Peloponeso", Parte r y 2, 1959. Tomo IV, "El mar Egeo y susislas", 1959.4A. R. BURN, en The Lyric Age of Greece, Londres, 1960, 15, expone bien las rela-ciones entre el campo y la Polis. 20. 24 Historia de la literatura griegala pennsula el paso se hallaba obstruido por elevadas cadenas montaosas. Estefraccionamiento es particularmente rico en la costa oriental, a partir de la cual nu-merosas islas se extienden a manera de puente hasta la costa occidental del AsiaMenor, igualmente abierta hacia el mar. Aqu nos encontramos con rutas prefi-jadas, que habran de ser importantes para el desarrollo de la cultura griega.Los griegos no fueron los primeros colonos en estas tierras. Los hallazgos efec-tuados nos indican que los inmigrantes se encontraron con culturas antiguas queya haban alcanzado un nivel bastante elevado. La investigacin se ocupa en cla-sificar los diferentes estratos y en reconocer las influencias de signo diverso; paranosotros es importante saber que los griegos encontraron aqu unos pueblos perte-necientes a grupos tnicos completamente diferentes. Ellos mismos tuvieron noti-cias de pueblos extranjeros, tales como los pelasgos, carios y lleges; modernamentese acostumbra a hablar5de un estrato egeo. El contacto de los inmigran-tes indogermnicos con la poblacin verncula ha determinado el carcter del pue-blo griego. Al evaluar este proceso se ha tratado de acentuar la importancia deuno u otro de ambos elementos; sera ms correcto advertir, en el contacto y com-penetracin de ambas partes, lo decisivo de un proceso que cre los supuestos dela cultura occidental. A partir de esto comprendemos tambin la abundancia detensiones antinmicas que determinaron la vida espiritual de los griegos. Este en-frentamiento, que dur mucho tiempo, habr tenido lugar bajo diversas formas,pacficas y guerreras, del mismo modo que la inmigracin misma se extendi a lolargo de dilatados perodos.Bajo una luz cuyo resplandor ha aumentado considerablemente en los ltimostiempos se nos presenta a partir de mediados del siglo xvi la cultura que solemosllamar micnica, y que se nos manifiesta a travs de las poderosas fortalezas de laArglida, el Peloponeso occidental y la cuenca beocia. Los hallazgos nos muestranhasta qu punto se hallaba este helenismo temprano bajo la influencia de estacultura, rica y extraa, que en la primera mitad del segundo milenio floreca enla potencia martima que era Creta. Alrededor del ao 1400 decay su podero,pero ya antes de esta fecha los griegos haban conquistado importantes posicionesen la isla. Dos siglos ms tarde le lleg la hora a la cultura micnica. Por muchotiempo se ha tenido a los dorios como autores de esta catstrofe, y todava hoysuele designarse el gran movimiento migratorio, en el curso del cual llegaron hastael Sur, con su nombre. Pero de da en da gana terreno la hiptesis de que losdorios penetraron en su posterior asentamiento como rezagados de aquellos pueblosbrbaros que reacia el ao 1200 irrumpieron desde el Norte en el mundo mediterr-neo oriental y llevaron6el temor y la destruccin hasta las fronteras de Egipto yMesopotamia. Estos "pueblos del Norte y del mar", ante cuyo empuje sucumbien el Este el imperio hitita, arruinaron tambin, probablemente, los centros de lavida griega en el segundo milenio. Los dorios penetraron en la pennsula en elcurso de una importante migracin de pueblos (quiz junto con o a continuacin5Un estudio sobre los restos lingsticos pregriegos en F. SCHACHERMEYR, RE, 22,1954, 1494-6Un enrgico ataque en este sentido emprendi P. KRETSCHMER, "Die phrygischeEpisode in der Geschichte von Helias", Miscellnea Acad. Berolinensia, 1950, 173; com-prese ahora F. SCHACHERMEYR, Griech. Gesch., Stuttgart, 1960, 69. Para la problemtica,tambin D. GRAY en J. L. MYRES, Homer and his Crines, Londres, 1958, 278. 21. Los comienzos 25de otros pueblos). La aniquilacin que sufri el mundo micnico fue tan brutal quele siguieron unos siglos oscuros, acerca de los cuales sabemos menos que con res-pecto a cualquier otra poca de la historia griega. Pero al mismo tiempo la incor-poracin de nuevas tribus griegas fue la condicin previa para aquel poderoso re-surgimiento que trajo consigo en el siglo VII la perfeccin del estilo geomtricoy la culminacin de la poesa pica.La vinculacin que algunos gneros literarios griegos guardan con las diferen-tes tribus, o al menos con los dialectos, nos obliga a echar una mirada a la sub-divisin del pueblo griego.Prescindimos de las numerosas diferencias locales y describimos a grandes ras-gos. Encontramos en poca histrica una ancha franja de colonias jnicas exten-didas desde Eubea hasta la costa occidental del centro y del sur de Asia Menor,pasando por las Cicladas. Una parte de esta cinta la forma tambin el tica, apesar de toda su individualidad, la cual se convirti con el decurso del tiempo en centro de a. vida cultural griega. Por lo general los pueblos clicos se asentaronal norte de esta ancha banda. Su territorio se circunscribe a Beocia, Tesalia, lacosta minorasitica occidental en su parte norte y Lesbos. Al gran movimiento depueblos de hacia 1200 se incorpor en el nuevo espacio de la colonizacin el driconoroccidental. En l los dorios tomaron firme posesin del Peloponeso oriental ymeridional, pero se asentaron tambin en las islas, Creta y Rodas sobre todo, yen la parte suroccidental de la costa de Asia Menor. Los griegos noroccidentalesllevan en su mayor parte la denominacin de su territorio, pero contribuyeron tam-bin como elemento de fuerte fusin a la estructuracin de la poblacin tesalia ybeocia. En el norte y oeste del Peloponeso sometieron a su dominacin la Acaya yla Elide. De esta manera, los griegos noroccidentales y los dorios rodearon portodos lados la Arcadia separada del mar como a regin considerada como vestigiode la poblacin predrica. En escasos y a veces problemticos restos nos es dadoconocer la existencia, en este pas, de un vetusto dialecto que se relaciona con elde Chipre, el cual nos es bien conocido y denuncia su parentesco con la lengua dela Panfilia surminorasitica.Mientras que la reparticin de los dialectos en la poca histrica es, en general,clara y se puede trazar sin trabajo en un mapa, como el de SCHWYZER, por ejem-plo, en su Gramtica (I, 83), mientras que tambin sin gran esfuerzo se puedenreconocer en posteriores circunstancias suplementos y desplazamientos producidospor la migracin "drica", la prehistoria de los dialectos griegos suscita una seriede problemas que en poca muy reciente han vuelto a ponerse7en efervescencia.He aqu las cuestiones capitales: a partir de qu tiempo podemos hablar de gru-pos de pueblos y dialectos en el sentido que prevaleci ms tarde? En qu re-7F. R. ADRADOS, "La dialectologa griega cono fuente para el estudio de las migra-ciones indoeuropeas en Grecia", Acta Salmanticerisia, V/3, Salamanca, 1952. M. S. Rui-PREZ, "Sobre la prehistoria de los dialectos gfiegos", Emrita, 21, 1953 (1954) 253.W. PORZIG, "Sprachgeographische Untersuchungen zu den altgriechischen Dialekten",Idg. Forsch., 61, 1954, 147. E. RISCH, "Die Gliederung der griechischen Dialekte in neuerSicht", Mus. Helv., 12, 1955, 61. J. CHADWICK, "The Greek Dialects and Greek pre-history", Greece and Rome, 3, 1956, 38. V. PiSANr, Storia delta lingua Greca, en Encicl.Class., 2/5/1. Turn, 1960, 3. Cf. GEORGIEV, "Das Problem der homerischen Sprache imLichte der kretisch-mykenischen Texte", Minoica v.nd Homer, Berln, 1961, 10. 22. 26 Historia de la literatura griegalacin est el griego micnico de las tablillas escritas en lineal B, de las que ha-blaremos inmediatamente, con los dialectos que nos son conocidos? Cmo hayque enjuiciar la relacin del arcadio-chipriota con stos?La mayora de los investigadores dan por seguro que en la primera mitad delsegundo milenio tuvieron lugar dos grandes oleadas migratorias y que, a conse-cuencia de ellas, llegaron al sur de la Pennsula Balcnica grupos de pueblos dediversa ndole. Con qu derecho y en qu medida, sin embargo, se puede hablar8,en lo referente a estas dos oleadas, de una oleada jnica ms antigua y de otra e-lica ms reciente, como hace PAUL KRETSCHMER?Ante todo hay que decir que la teora de la Stammbaum, por largo tiempodominante, ha sido puesta recientemente en tela de juicio. Ni las lenguas particu-lares proceden directamente de una unidad originaria indogermnica, ni se puedeaplicar una concepcin semejante a la relacin de los dialectos con un griego pri-mitivo comn. En lugar de una hipottica unidad, se admite una pluralidad de iso-glosas, cuyas zonas de difusin revelan grandes diversidades. La medida en queesto es aplicable al griego se deduce especialmente de las investigaciones de ERNSTRISCH, que pudo demostrar que las caractersticas se extienden9siempre sobrepa-sando las diversas fronteras dialectales. En un principio hubo, no unidad, sino unapluralidad muy diferenciada. De acuerdo con esto, ve RISCH formas relativamentejvenes en dos importantes dialectos griegos: el jnico y el drico habran adquiri-do la fisonoma que les es propia slo en las migraciones y transformaciones subsi-guientes a la poca micnica. A este respecto hay que notar tambin que, natural-mente, cuando KRETSCHMER supona que los jonios eran el estrato ms antiguo, nose refera a los jonios del Asia Menor, sino a formaciones anteriores. Sin embargo,l precisamente nos ha hecho considerar la homogeneidad y la diferenciacin comolas fuerzas que estn incesantemente actuando y originando perpetuamente la trans-formacin. Cuando, adems, RISCH admite en el segundo milenio un antiguo grupogriego meridional, cuyo representante ms puro para nosotros es el arcadio-chi-priota y del cual se distingue otro grupo griego con pursima representacin en eltesalio oriental, llegamos tambin ahora a las dos primitivas oleadas migratoriasy vemos la posibilidad de cohonestar estos hechos con el cuadro trazado por KRET-SCHMER. Pero en ningn caso debe olvidarse la importancia del sustrato y delmedio ambiente vecino en la formacin de los dialectos.No parece fcil el acoplamiento de la lengua griega, que deducimos de las ta-blillas del lineal B. Esto depende, en parte, de la forma de estos monumentosgrficos (sobre ellos hablaremos luego), en parte de que revelan, al lado de clarasrelaciones con el arcadio-chipriota, otras con otros dialectos. Aqu existen dos ex-plicaciones enfrentadas. RISCH 10, de acuerdo con su opinin sobre la formacin8Adems de GEORGIEV, op. cit., ha defendido esta tesis de KRETSCHMER (cf. entreotros el eptome "Sprache" en Einleitung in die Altertumswiss., I, 3.*" ed., Leipzig, 1927,75, de GERCKE-NORDEN) A. TOVAR en Mv^riq x&Plv> Gedenkschrift P. Kretschmer, II,Viena, 1957, 188. Ms tarde se demostrar que hoy apenas tiene importancia la dife-rencia que entraa el que KRETSCHMER hable de una inmigracin aquea en vez de elica.9Una tablilla interesante, en op. cit., 75.10"Frhgeschichte der griech. Sprache", Mus. Helv., 16, 1959, 215. GEORGrEV, op.cit. Cf. tambin E. VILBORG, A tentative Grammar of Mycenaean Greek, "Stud. Gr. etLat.", 9, 1960. Afirma con energa una cierta posicin especial del micnico A. HEUBECK,"Zur dialektologischen Einordnung des Mykenischen", Glotta, 39, 1960/61, 159- 23. Los comienzos 27de los dialectos, ve en la lengua micnica un poco de la prehistoria del griego, queno ha alcanzado todava, sobre todo en la fontica y en la declinacin, su moda-lidad caracterstica; por el contrario, GEORGIEV considera la forma lingstica encuestin como el resultado de la superposicin a elementos jnicos antiguos deotros posteriores elicos. De esta manera se origin una lengua mixta eco-jnica,el "aqueo", de la que naci la Koin crtico-micnica de las tablillas. Como GEOR-GIEV, naturalmente, se refiere al protojnico y al protoelico, se reduce un pocola distancia de su teora respecto de la teora mencionada. La cuestin est toda-va sin resolver, pero parece vislumbrarse una solucin por el camino indicadopor RISCH.Finalmente, en lo referente al arcadio-chipriota, mantiene casi completamenteperdida su posicin especial de forma dialectal propia, que todava le asigna ensu Gramtica (88) EDUARD SCHWYZER, pero conservando su rango especial demanera que se aprecia nen l la conservacin de importantes restos de la pre-historia del griego.Todava hay que deeir unas palabras sobre la colonizacin de la costa occiden-tal de Asia Menor, que desempe un papel tan importante en la vida cultural delos griegos, y, por lo tanto, en su literatura. Al radical y tardo impulso de asignaral siglo VIII12este movimiento colonizador orientado hacia el Este sigui el in-tento 13contrario de situar la colonizacin decisiva ya en la poca micnica. Ahorabien, si es cierto que puede asegurarse en poca micnica la existencia de tempra-nas colonias griegas en la costa occidental de Asia Menor, en Rodas y en Miletosobre todo, tambin lo es que habr que poner en relacin la gran corriente decolonizadores jonios anteriores y posteriores con las consecuencias de la migracin"doria" y hacer depender la fecha14de sta. Con toda la inseguridad de los argu-mentos deducidos del mito, queda la ligera posibilidad de que, como pretendaROLAND HAMPE15, el tica desempease un importante papel cmo lugar de con-centracin y partida de los colonizadores procedentes del territorio de Pilos.Dos fenmenos que corresponden a la poca anterior a Homero han creadounas condiciones decisivas para la literatura griega: la invencin de la escrituragriega y el origen del mito griego16.11Sin embargo, C. J. RUIJGH, en "Le traitement de sonantes voyelles dans les dia-lectes grecs et la position du mycnien", Mnem., 4, 14, 1961, 193, pretende sostenerla triparticin del dialecto predrico.nG. M. A. HANFMANN, "Archeology in Homeric Asia Minor", Am. Journ. Arch.,52, 1948, 135. "Ionia, leader or follower?", Harv. Stud. in Class. Phil., 61, 1953, 1.uF. CASSOLA, La Jonia nel mondo Miceneo, aples, 1947.14F. SCHACHERMEYR, Griech. Geschichte, Stuttgart, 1960, 78, y Gnom., 32, 1960, 207.15"Die hom. Welt im Lichte der neuen Ausgrabungen: Nstor". En: Vermachtnisder antiken Kunst, Heidelberg, 1950, n . Adems de CASSOLA, se pronuncia en contratambin M. B. SAKELLARIOU, La migration grecque en Jome, Atenas, 1958. Cf., sin em-bargo, T. B. L. WEBSTER, Die Nachfahren Nestors. Mykene und die Anfange der griech,Kultur, Janus-Bcher 19, Munich, 1961, 32." A. REHM, Handb. d. Archdologie, 1, 1939, 182. R. HARDER, "Die Meisterung derSchrift duren die Griechen", Das Neue Bd der Antike, I, Leipzig, 1942, 91. La biblio-grafa para el lineal B es ya considerable. Marca un hito la primera noticia circunstan-ciada de M. VENTRIS-J. CHADWICK, "Evidence for Greek Dialect in the Mycenaean Ar-chives", Journ. Hell. Stud., 73, 1953, 84. Los dos autores han hecho una exposicin resu-mida en Documents in Mycenaean Greek, Cambridge, 1956. La historia del descifra- 24. 28 Historia de la literatura griegaCon respecto al arte de la escritura correspondiente al segundo milenio, noshemos encontrado recientemente con una sorpresa enorme. En Cnosos, Creta, y enlas fortalezas continentales de Pilos y Micenas se han encontrado muchos centena-res de tablillas de arcilla que se hallaban inscritas con la misma escritura silbica^llamada lineal B, y que se remontan I7en parte a la poca aproximada del 1400 y enparte a la del 1200. Gracias a los logros geniales de MICHAEL VENTRIS sabemosactualmente que se utilizaba aqu un sistema de signos silbicos desarrollado a par-tir del ms antiguo lineal A cretense, con el que se reproducan muy dificultosa-mente las palabras griegas. No es posible calcular lo que esto significa como aportepara la historia de la lengua griega y para el conocimiento de la situacin polticay econmica del mundo micnico, mientras que, con respecto a la literatura griega,este gran descubrimiento no reviste una significacin particular. Estos inventarios,rendiciones de cuentas y acuses de recibo nos muestran que aqu desarrollaba susactividades una clase de escribas que prestaban servicios en la administracin,y no es probable que sus seores dominaran el arte de la escritura. Si se piensaque estos escribas no eran quiz libres y procedan de las diversas partes del mun-do micnico o de los territorios limtrofes de ste, y si se considera adems el ca-rcter puramente utilitario de esta escritura, se advertir inmediatamente una pe-nosa antinomia: estas tablillas en griego del segundo milenio son de un valorinestimable para la historia de esta lengua, pero su aprovechamiento por las cir-cunstancias anotadas es difcil y muchas veces problemtico. El conocimiento de estesistema de escritura bastante deficiente para el griego se habr perdido 18al ocurrirla catstrofe de la migracin drica. Tambin en este campo los griegos tuvieronque comenzar de nuevo. Un annimo genial modific la escritura consonanticanorsemtica de tal manera que posibilit asimismo la escritura de las vocales y deeste modo la transform en la escritura griega alfabtica. Su monumento ms an-tiguo lo constituye un vaso tico de la primera mitad del siglo vin, al que en lamiento, en J. CHADWICK, The Decipherment of Linear B, Cambridge, 1958; alem., Gott.,1959. Una cmoda compilacin de las publicaciones hechas sobre cada grupo de hallaz-gos, en E. RISCH, Mus. Helv., 16, 1959, 216, 3- Hay que hacer resaltar el informe cir-cunstanciado sobre la investigacin correspondiente al perodo 1952-58 de F. SCHACHER-MEYR, AfdA, 11, 1958, 193. Bibliografa ofrecen corrientemente la revista Minos, Revistade filologa egea, Salamanca, 1951 ss., y los Studies in Mycenaean Inscriptions and Dia-lect, del Institute of Class. Stud. de la Univ. de Londres. Nstor, dirigida por BENNETTy redactada en forma de hojas, da abundantes y breves noticias de los ltimos hallazgosy de la bibliografa. J. A. DAVISON da buena informacin e indicaciones bibliogrficas en"The Decipherment of Linear B: The Present Position", Phoenix, 14, 1960, 14. El l-timo trabajo extenso: L. R. PALMER, Mycenaeans and Minoans. Aegean Prehistory inthe Light of the Linear B Tablets, Londres, 1961- M. P. NILSSON, The Mycenaean Ori-gin of Greek Mythology, Berkeley, 1932. L. RADERMACHER, Myihos und Sage bei denGriechen, 2* ed., Viena, 1943. H. J. ROSE, Handbook of Greek Mythology, Londres,1928. Trad. alemana: Griech. Mythologie, Munich, 1955.17La fecha de las tablillas de Cnosos, que se suponen de alrededor del ao 1400,y que depende de la valoracin de los hallazgos de las excavaciones, fue recientementecalificada por L. R. PALMER de demasiado temprana y sometida a discusin. F. SCHA-CHERMEYR, en "Aufregung um Arthur Evans", Wiener human. Bltter, 4, 1961, 27, traebreve informacin sobre lo esencial.18A. J. B. WACE piensa en el mantenimiento. Cf. el prefacio a los Docutnents (v.supra) XXVIII de Ventris-Chadwick. De modo distinto STERLING Dow, "Minoan Wri-ting", Am. Journ. Arch., 58, 1954, 77. 25. Los comienzos 29actualidad debemos agregar el vaso de Isquia, que -tambin cuenta con una ins-cripcin mtrica (Acc. Lincei, 1955)- Como en el caso del vaso de Dipiln nosencontramos ya con una escritura diferenciada y fluida, se supone que la inven-cin de la escritura alfabtica antecede en por lo menos cien aos a la poca deeste monumento19.Gracias a los estudios de NILSSON sabemos que la configuracin del mito griegotuvo sus comienzos en la poca micnica. Ahora bien, es imposible concebir lacaballeresca sociedad de Micenas sin leyendas y cantos referentes a los grandes he-chos. Sin embargo, resulta muy dudoso que muchos de los mitos conocidos por nos-otros tuviesen ya su origen en aquella poca. Mucho ms verosmil es que la epope-ya griega adquiriese los rasgos que nos son familiares en los llamados siglos oscuros,es decir entre los siglos xn y vni. Naturalmente, la leyenda se consolid y NILS-SON lo ha demostrado sin lugar a dudas sobre todo en los grandes centros de lacultura micnica, pues stos, por medio de la tradicin de toda ndole, y ms tardepor medio de sus formidables ruinas, hablaron con mucha elocuencia a los siglosvenideros de su derrumbamiento. En expresin algo drstica y simplista podra de-cirse: la leyenda presupone ruinas. Es sintomtico para el planteamiento del pro-blema el que la aparicin de numerosos nombres conocidos por el mito en el li-neal B como yax, Aquiles, Hctor, Teseo, se saludase como confirmacin de latesis de NILSSON, pero pronto se reconoci que se trataba20de nombres de la vidacotidiana. Slo despus, cuando dejaron de usarse casi enteramente para designarai hombre ordinario, se hicieron apropiados para designar a los grandes hroes delpasado. No por eso habr de quitarse su importancia a los aportes de la poca si-guiente. En los mitos de los helenos confluyeron todos los rayos para configuraraquel reflejo del mundo con su riqueza infinita que determin en gran medida lapoesa griega, tanto en sus temas como en su postura espiritual. Se han equivocadotodos los que han tratado de comprender el origen de estos mitos a partir de unaraz nica. Hemos aprendido a separar los diferentes colores en la urdimbre deltejido, y sabemos que en los mitos griegos una multiplicidad de elementos hetero-gneos se ha unido para configurar una imagen duradera: recuerdos histricos enelaboracin librrima se encuentran junto a la antigua historia de los dioses; laetiologa del culto se vincula a motivos de fbulas antiqusimas o ficciones queresponden al mero goce de inventar. Muy pocas veces hallamos un simbolismo na-tural en estas estructuras.Igual que el pueblo griego, su mito es tambin resultado de una combinacinde elementos indogermnicos y mediterrneos. La mera observacin de que grannmero de dioses y hroes llevan nombres que no son griegos nos abre una ampliaperspectiva sobre la problemtica mencionada. sta se complica por el hecho deque debemos contar con un tercer componente, es decir con el influjo de las an-19La adscripcin a las postrimeras del siglo VIH que hace RHYS CARPENTER, Am.Jurn. Arch., 37, r933, 8, apenas encontrar ya partidarios. G. KLAFFENBACH, "Schrift-probleme der gis", Forsch. u. Fortschr., 1948, 195, atribuye la adopcin de las letrassemticas al siglo x. C. tambin la bibl. aducida en la pg. 27, nota 16. Las ms anti-guas inscripciones, en T. B. L. WEBSTER, "Notes on the writing of early Greek poetry",Glotta, 38, r96o, 253, 1; all tambin para la lectura del vaso de Isquia. Para ste,W. SCHADEWALDT, Von Homers Welt una Werk, 3.aed., Stuttgart, 1959, 413.20C. A. HEUBECK, Gnom., 29, 1957, 43; 33, 1961, 118. 26. 3o Historia de la literatura griegatiguas culturas orientales. Estas ltimas debemos tenerlas en cuenta particularmen-te para aquella poca en la que, despus del derrumbamiento de Creta y, mstarde, de Micenas, los fenicios dominaban el comercio y fueron21los mediadoresapropiados.Nuestra opinin de que no es lcito remontar a poca anterior a Homero la lite-ratura como testimonio escrito no significa de ninguna manera que en esta pocano haya existido poesa. Puede suponerse que los mitos se transmitieron ocasional-mente bajo la forma de una sencilla narracin en prosa, pero su expresin autn-tica la constitua la poesa heroica. La prctica de sta se remonta sin lugar adudas a la poca micnica; Homero muy pronto nos dar ocasin de referirnosa ello. Homero nos ofrece asimismo testimonios22de que en las bodas y funerales,en las fiestas triunfales y en las danzas en rueda, en el culto a los dioses, as comopara acompaar el trabajo diario, se cantaban canciones semejantes a las que cono-cemos de pocas posteriores. Todo esto ha desaparecido por completo. Algo dife-rente ocurre cuando ciertas sectas pretendan ensalzar a sus arquegetas, como Or-feo o Museo, trasladndolos a una poca anterior a Homero. Aqu advertimos elpropsito y no damos crdito a sus afirmaciones.21Para los siglos vm y vil, T. J. DUNBABIN, "The Greeks and their eastern neigh-bours", Society for the Promotion of Hell. Stud. Suppl. Paper, 8, 1957.22W. ScHADEWALDT, Von Homers Welt und Werk, 3.aed., Stuttgart, 1959> 62. 27. IIILA EPOPEYA HOMRICAA. LA ILADA Y LA ODISEAi. POESA PICA ANTERIOR A HOMEROLa manera de desarrollarse la investigacin * ha tenido como consecuencia elque no se pueda hablar de Homero sin incluir la cuestin homrica. Slo nos re-feriremos a ella cuando hayamos examinado dos aspectos que son los nicos quepueden ofrecernos un fundamento seguro. Se trata de nuestro conocimiento de lapoesa pica anterior a Homero y de la estructura de la Ilada, tal como ha llegadohasta nosotros. Como la problemtica de la poesa homrica se ha desarrollado antetodo a partir de la ms antigua de ambas epopeyas, es recomendable tratar dichaproblemtica a continuacin del estudio de esta obra; luego podr aplicarse a laOdisea parte de los resultados, mientras que en otros aspectos plantea problemaspropios. El clasicismo alemn, bajo el influjo del redescubrimiento d Homero en Ingla-terra, se sinti atrado por la frescura matinal y la naturalidad espontnea del poeta.Segn la opinin de ROBERT WOOD (An Essay on the Original Genius of Homer,1769), pareca contener dentro de s mismo las leyes de su actividad creadora.Nosotros, en cambio, hemos aprendido a comprender de otro modo la naturalezay posicin de esta poesa. Homero es indudablemente un comienzo, y no slo paranuestro enfoque. El siglo de Homero, que (tenemos razones para creerlo) era elsiglo VIII, dio libre curso a las fuerzas que se haban estancado en los siglos oscu-1Para la inmensa bibliografa moderna referente a los diferentes problemas homri-cos remito a mis informes cientficos en AfdA. Tres informes de los tomos 4, 1951, y 5)1952, se hallan reunidos en la obra Die Homerforschung in der Gegenwart, Viena, 1952.Una continuacin se encuentra en AfdA, 6, 1953, 129; 8, 1955, 129; 12, 1959, 129;13, 1960, 1. H. J. METTE, "Homer 1930-1956", Lustrum, 1956/1, Gott., 1957. Anota-ciones suplementarias, en Lustrum, 1959/4, Gott., 1960. A. HEUBECK, "Fachbericht zurneueren Homerforschung", Gymn., 66, 1959, 380. 28. 32 Epopeya homricaros para un desarrolio que favoreci por doquier el florecimiento de-una nuevavida. Y si bien ya en la poca arcaica este desarrollo se fue alejando del mundoespiritual de la epopeya, Homero sigui siendo en muchas esferas fundamentales dela vida espiritual griega el origen que los griegos en toda poca han percibidocomo tal. Pero, desde otro ngulo, esta poesa, con su influjo poderoso, no es uncomienzo, sino ms bien la madura conclusin de un largo desarrollo. El hecho deque no se haya conservado nada de la poesa pica anterior a Homero se compren-der cuando conozcamos su naturaleza. La misma poesa homrica nos sirve deprimer acceso al conocimiento de sta.En ambas epopeyas se habla de la glora del hroe a travs de la cancin, peroocurre de manera muy diversa. Los enviados que se proponen reconciliar a Aqui-ies lo encuentran taendo la lira y cantando las proezas de los hombres (9, 186).Patroclo, que se halla sentado a su lado, continuar la cancin cuando Aquiles dejede cantar. La Odisea, en cambio, nos presenta a cantores profesionales: a Dem-doco lo encontramos en la corte de los feacios, y Femo debe cantar para los pre-tendientes durante el banquete. Se ha sacado la conclusin de que la llada nospermite reconocer una etapa ms temprana, en la que los hroes mismos cantaban.Es mucho ms probable que la diferencia se deba al medio ambiente distinto enque se desarrolla la accin de ambos poemas. El cantor tiene su puesto en el ban-quete pacfico, mientras que permanece alejado del ejrcito en el campo de batalla.Pero el hecho de que la llada, igual que la Odisea, conoca el poder de la cancinque llega hasta los odos de las personas alejadas, como la necesidad de contar conuna clase de aedos para ejercer este influjo, lo atestigua aquel pasaje (6, 357) enel que escuchamos los lamentos de Helena a Hctor de que Paris y ella se con-vertirn en cancin para las generaciones futuras. En esta relacin hay que colo-car llada 20, 204: Eneas dice a Aquiles que ambos conocan su estirpe y que seapoyaban en upKUTa enea. Est en la naturaleza del canto pico que informasobre grandes hechos el conceder gran espacio a la genealoga. La llada lo con-firma en gran medida.La Odisea nos permite conocer muchos aspectos acerca de la posicin que ocu-paba el cantor2y la naturaleza de su exposicin. All nos encontramos con Eumeo(17, 381) que se defiende frente a la imputacin de que ha llamado a su casa aun mendigo intil. No, no se manda llamar a tales hombres; aquel a quien se mandallamar debe ser un "trabajador del pueblo" (6r)uiopyq), alguien que sea capazde hacer algo: un adivino, un mdico, un constructor o un cantor, que alegra alos hombres con sus dones divinos. Vemos al aedo vinculado a una corporacin.Por lo general se trasladara de una poblacin a otra, como nos lo presentan a Ho-mero en relatos posteriores. Pero poda vincularse asimismo a la corte de un prn-cipe y adquirir all un prestigio considerable. Al partir, Agamenn dej a su es-posa bajo la proteccin de un cantor (3, 267), a quien Egisto hizo expiar este pues-to honorfico. Entre los feacios se manda llamar al palacio a Demdoco cuando setrata de amenizar por medio del canto la reunin festiva (8, 44). El cantor ciego,cuyo nombre implica que se halla protegido por la comunidad, es conducido por2W. SCHADEWALDT, "Die Gestalt des hom. Sngers", en Von Homers Welt undWerk, 2.aed., Stuttgart, 1959, 54. R. SEALEY, "From Phemios to Ion", Rev. Et. Gr.,70, 1957, 312. 29. ,-a y Odisea 33 heraldo. Recordemos al ciego de Quos, que en el himno a Apolo delio se en-comienda al recuerdo de las doncellas (166). Seguramente, el cantor era frecuente-mente ciego en la realidad, y tambin a Homero se le ha presentado de este modoy se ha pretendido interpretar interpretacin errnea su nombre como el delciego ( if] pcov).Entre los feacios, Demdoco es honrado con un sitio de honor sobre un asien-to guarnecido de plata, junto a una de las columnas que sostienen el techo de lasais: encima de l cuelga su lira, y las bebidas y los alimentos le son presentadossobre una mesa hermosa. Cuando todos han terminado de comer, l comienza acantar. Tambin en otras ocasiones nos encontramos a Demdoco cantando o to-cando la lira en las escenas feacias (8, 261, 471; 13, 28). Es extrao lo que seaos dice en la primera de las escenas indicadas. Demdoco canta, acompaado porm lira, la cancin del amor secreto de Afrodita y Ares, frustrado por la interven-cien del marido engaado, Hefesto. Alrededor del cantor, los jvenes se muevenrealizando un baile artstico. Acaso ste ofreca una ilustracin mmica de lo can-tado? No lo sabemos, y slo podemos compararlo en general con aquella escenasobre el escudo de Aquiles (II, 18, 590) que nos muestra al cantor con su lira enmedio de la danza en rueda de jvenes y doncellas.Para nuestra indagacin de las formas tempranas de la poesa pica resulta im-portante la primera aparicin de Demdoco en el canto 8 (72). En este pasaje eligesu tema de entre el rico material que supone la Guerra de Troya, y relata la peleaque surgi entre Ulises y Aquiles en el banquete festivo. En un pasaje posterior487) Ulises mismo seala el tema: desea escuchar algo sobre el caballo de madera.Sigue a esto la cancin que le hace derramar lgrimas ardientes y lleva a su re-conocimiento.Resulta significativo el elogio que Ulises hace de Demdoco. La musa, o Apolomismo, han sido sus maestros, ya que la inspiracin divina es la condicin previade una cancin bien lograda. Dice, adems, que Demdoco sabe cantar "de acuer-do con un orden" (xai KOUOV). Aqu radica la pretensin de Verdad que os-tentan tales canciones picas, pero cuenta asimismo la habilidad del cantor quesabe cmo deben ensamblarse los elementos.La pregunta decisiva es si debemos imaginarnos a Demdoco y otros cantoressimilares cantando de acuerdo con un texto fijo, o bien improvisando. Enfocare-mos con provecho est interrogante desde un campo que queda fuera de la can-cin pica anterior a Homero. Sabemos que la Ilada y la Odisea, aun en la pocaen que el libro ya se haba desarrollado plenamente, se conservaban vivas principal-mente gracias a la exposicin oral de los rapsodos3en la fiesta de los dioses. El Ionde Platn nos presenta la imagen de un representante de este gremio conscientede su valor en una poca de virtuosismo. Estos rapsodos ya hace tiempo que notaen la lira, sino que sostienen un bastn en la mano; no cantan, sino que recitanlevantando la voz. Tienen una memoria extraordinaria y se hallan atados a untexto determinado, que en pocas antiguas imaginamos constitua el valioso patri-monio de algunas familias y gremios. Indudablemente, esta dependencia del texto3La explicacin de la palabra rapsodo a partir de p|36ot; "bastn" no es defen-dible; H. PATZER, Herm., 80, 1952, 314, parte de pirteiv y el concepto de "poner enfila".LITERATURA GRIEGA. 3 30. 34 Epopeya homricano es absoluta, ya que precisamente esta ferma de la tradicin ha expuesto el textohomrico a no pocas confusiones. Pero resulta decisivo para nuestra indagacin elsaber que estos rapsodos recitaban de memoria un texto ya concluido.Si volvemos a remontarnos a los aedos prehomricos a la manera de Demdo-co, advertimos sin ms una diferencia: al recitador con el bastn se le enfrentael cantor con su lira. Pero de dnde toma el aedo el contenido de su canto?En su primera intervencin (8, 74), Demdoco se basa en un "ciclo de canciones"(oEu-n) "cuya fama en aquella poca era extraordinaria", es decir, la ria entre Usesy Aquiles, Esto se vincula al requerimiento que el poeta hace a la musa al prin-cipio de la Odisea (1, 10): comenzar "en cualquier parte" de los mltiples aconte-cimientos en torno a Uses, aunque este comienzo en realidad ha sido escogidocon un criterio artstico. Demdoco tambin se halla en condiciones de configuraren la cancin, atendiendo a un requerimiento, cualquier tema que ataa a losacontecimientos en torno a Troya, por ejemplo el ardid del caballo de madera.No cabe duda, pues, de que detrs del aedo se encontraba un conjunto de le-yendas configuradas en todos sus pormenores. Ahora bien, les estara ya prefi-jado el texto a estos cantores, o surga cada vez de nuevo en el momento decantarlo? Acaso se habrn diferenciado precisamente en esto de los rapsodos depocas posteriores? No podramos alcanzar la certidumbre si un estudio compara-tivo de la literatura no nos hubiera presentado una visin fidedigna y rica enpormenores de semejante pica oral.Fueron orientadores los estudios del eslavista MATHIAS MURKO, que hace cua-renta aos seal rasgos distintivos de la pica sudeslava superviviente queadquieren una significacin decisiva para la comprensin de la temprana poesapica griega. Murko no aplic sus hallazgos a la literatura griega ya que en lapoca del florecimiento del anlisis homrico no haba lugar para el reconoci-miento de opiniones de este tipo. Esto ha cambiado en los pases anglosajonesa partir de los estudios de MILMAN PARRY4y sus colaboradores. En tres aos(1933-35) de trabajo sobre el terreno en la regin serbocroata con instrumentosmodernos, se obtuvieron aproximadamente 12.500 grabaciones, que bajo el nom-bre de Milman Parry Collection of Southslavic Texis se hallan recogidas en la4Acerca de las investigaciones de PARRY y bibliografa: ALBERT B. LORD, "Homer,Parry and Huso", Am. Journ. Arch., 52, 1948, 34. "Composition by Theme in Homerand Southslavic Epos", Trans. Am. Phil. Ass., 82, 1951, 71. The Singer of Tales, Har-vard Stud. in Comp. Lit., 24. Harv. Un. Pr., Cambridge, Mass., 1960. JAMES A. NOTO-PULOS, "The Generic and Oral Composition", Trans. Am. Phil. Ass., 81, 1950, 28; "Con-tinuity and Interconnexion in Homeric Oral Composition", Ibid., 82, 1951, 81; "Homerand Cretan Heroic Poetry", Am. Journ. Phil., 73, 1952, 225 con interesantes referenciasacerca del origen y redaccin de un poema sobre la revuelta cretense de 1770. ModernGreek Heroic Oral Poetry, Nueva York, 1959. "Homer, Hesiod and the Achaean Heri-tage of Oral Poetry", Hesperia, 29, 1960, 177. C. M. BOWRA, Heroic Poetry, Londres, 1952.D., Homer and his Forerunners, Edimburgo, 1955. S. J. SUYS-REITSMA, Het Homerisch.epos ais rale schepping van een dichterhetairie, Amsterd., 1955. G. S. KIRK, "Homerand Modern Oral Poetry: some confusions", Class. Quart. 54, 1960, 271. "Dark Age and .Oral Poet.", Proc. of the Cambr. Philol. Soc. N. 187, 1961, 34. MILMAN PARRY andALBERT LORD, Serbocroatian Heroic Songs. Nov Pazar, 2 vols., Cambridge, Mass., y Bel-grado, 1954. Los dos tomos son el comienzo de una serie que ha de hacer accesible enms de 20 vols. el material reunido por PARRY y LORD. El prximo vol. traer el cantodel Avdo Mededovi sobre la boda de SmailagiC Meho, que tiene unos 12.000 versos. 31. Ilada y Odisea 35Widener Library de la Universidad de Harvard. Junto a la lrica popular se en-cuentra aqu un gran nmero de canciones picas. Actualmente se est proce-diendo a su evaluacin. Su temprana muerte arranc a PARRY de su trabajo, perono le faltaron continuadores. ALBERT B. LORD sobre todo, que haba acompaa-do a PARRY en calidad de ayudante, realiz en los aos 1937, 1950 y 1951, enYugoslavia, nuevas grabaciones y pruebas del material ya recogido. Su libro TheSinger of Tales ofrece una imagen completa de las formas de la pica populareslava transmitida oralmente y contiene el intento de esclarecer la poesa homricaa partir de las metas logradas. La base de estas investigaciones se vio notable-mente ampliada por el libro de MAURICE BOWRA, Heroic Foetry (1952), que partede un estudio de la poesa pica de todas partes del mundo como base de unainvestigacin que se propone conocer los rasgos distintivos de la poesa pica oral.Una poesa de este tipo se encuentra en la mayora de los pueblos de la tierray en no pocos hasta ei da de hoy. .Entre boinas rusas, epopeyas nrdicas y can-ciones de Sumatra se observan naturalmente grandes diferencias en los detalles,pero se advierten asimismo muchos elementos comunes. Siempre encontramos enel ncleo de tales canciones al hroe, que se destaca frente a los dems por suvalor y fuerza fsica. Sus acciones se nallan determinadas nicamente por ei con-cepto, an no problematizado, del honor. Tambin puede sobresahr en la amis-tad. Esta poesa tiene su origen y cultivo por lo general en una clase alta de ca-balleros, que pasan la vida dedicados a la lucha, la caza y los placeres de la mesa,entre los cuales se cuenta asimismo la cancin del cantor. Lo que se canta entales crculos se convierte ms tarde por lo general en patrimonio de la comuni-dad. Ei fondo de semejante poesa heroica lo constituye una poca heroica, quese considera como un pasado que supera a la poca presente. A un goce ingenuode la realidad, que se expresa en una descripcin prolongada de carros, naves,armas y vestimenta, responde una exclusin considerable de elementos mgicos.s dudoso que esto signifique un desarrollo que va desde un estrato mgico-cha-mnico hasta un estrato heroico, y acaso sea ms acertada la suposicin de quese trata de esferas yuxtapuestas, entre las que han tenido lugarcontactos di-versos. En todos los casos, esta poesa heroica tiene la pretensin de narrar he-chos verdaderos, y los fundamenta en la venerabilidad de la tradicin o en lainspiracin divina.En cuanto a la forma, domina la narracin en verso, cuya unidad no est cons-tituida por la estrofa, sino por el verso. Los discursos desempean un papel im-portante en el relato. Sin embargo, el rasgo principal lo constituye el papel do-minante de elementos tpicos. Entre ellos se cuenta el adjetivo tpico, la frmula5K. MEULI, en "Scythica", Herm., 70, 1935, 121, se refiere a lo chamnico; BOWRAen la obra ya mencionada (pg. 8) considera una evolucin de la leyenda heroica que,partiendo de una concepcin mgica del mundo, desemboca en otra ms antropomrfica.K. MART pretende, sin la menor vacilacin, derivar la poesa pica del terreno de lamagia, por ejemplo del anciano hechicero que narra y de las narraciones compuestas amanera de letanas, precursoras de los catlogos. De la obra A Grog Irodalom Kezdetei(1956) se encuentra corrientemente la primera parte, Die Anfange der griech. Literatur.Vorfragen, Budapest, 1960, en traduccin alemana, en la que se encuentran citados tam-bin otros trabajos del autor sobre el tema. Si embargo, las numerosas conclusiones dela obra se apoyan en argumentos dbiles, cf. Gnom., 33, 1961, 529. 32. 36 Epopeya homricams extensa, que se repite una y otra vez, y las escenas caractersticas, tales comolos preparativos, la partida, la boda y los funerales.El ltimo de los rasgos nombrados se vincula ntimamente a la forma de exis-tencia de esta poesa heroica. Se trata de un arte de artesano, que el maestrotransmite al discpulo o, como ocurre con frecuencia, el padre al hijo. Gracias alos estudios mencionados, contamos con una magnfica informacin acerca de lamanera como se origin esta poesa. El cantor debe estar provisto de dos cosas:del conocimiento del tesoro de leyendas de su pueblo, y del aparato de frmulasque acabamos de mencionar. Pero esto es todo; no cuenta con un texto prefijadoy crea su cancin de nuevo en cada oportunidad. Naturalmente, para ello se basapor lo general en lo que l y otros han cantado, pero nunca se halla atado a untexto que simplemente tendra que reproducir. Va variando constantemente sutexto, y, por lo general, esto supone la ampliacin de lo anteriormente cantado.Esta poesa responde por completo a un carcter oral los norteamericanos ha-blan de oral composition, y ello incluso en el caso de que se conozca la escri-tura en amplios crculos. La redaccin de tales canciones o la grabacin en cintamagnetofnica es en el fondo algo antinatural: un ro ha sido contenido e inmo-vilizado en un punto de su curso.De semejante oral composition hay tantas lneas que nos llevan hacia la poe-sa homrica, que podemos imaginar confiadamente sus antecedentes de acuerdocon esta imagen. Con ello se ha respondido tambin a la pregunta anteriormenteformulada: lo que exponan cantores como Demdoco y Femio no era una poe-sa prefijada de una vez para siempre, sino un relato oral que cada vez volva a con-figurarse de nuevo y que, con el auxilio de numerosas frmulas, elaboraba lostemas tomados de entre un conjunto de leyendas muy desarrollado, tomando laforma de una tradicin artesana.Un material abundante de comparacin e indicaciones de las epopeyas nospresentan una imagen satisfactoria de aquellas formas que precedieron a los poe-mas homricos, que podemos imaginar que se conservaban vivas siglos antes dela creacin de la Ilada y la Odisea en Grecia y posteriormente en la costa deAsia Menor colonizada por los griegos. Aunque no existieran estos hallazgos, ad-mitiramos lo que testimonian los fragmentos de lira del panten cupuliforme deMenidi" en tica y el fresco de Pilos, ya sea un cantor mortal o, lo que es msprobable,.su divino protector6, el citarista. No nos es posible7alcanzar una idea.cabal del contenido y forma de esta poesa micnica. Es muy verosmil que setrate de una poesa pica transmitida oralmente. Por este motivo, no podemosexigir a las tablillas micnicas una ampliacin de nuestro conocimiento en estacuestin.Pero ahora se nos impone una nueva pregunta: qu relacin guardan lospoemas homricos mismos con este mundo de oral composition? Con ello se ha6Pruebas en T. B. L. WEBSTER, From Mycenae to Homer, Londres, 1958, 47, No-tas 1 y 130, Nota 2 (83, Nota 107 y 184, Nota 180 de la edicin alemana, Munich, 1960);cf. el mismo, Die Nachfahren Nestors, Janus-Bcher 19, Munich, 1961, 57.7Una vivaz discusin de las posibilidades, en el ya mencionado libro de WEBSTER.Es mera hiptesis lo que dice sobre las formas de la poesa prehomrica W. KULLMANNen el trabajo, en otros aspectos muy acertado, Das Wirken der Gtter in der Ilias, Ber-ln, r956. 33. Riada y Odisea 37formulado la cuestin homrica de nuestro tiempo, que no puede prescindir yade los resultados de la literatura comparada. Volveremos a referirnos a ello en elcaptulo que trata los problemas del origen de la llada, pero antes nos ocupare-mos de su asunto y estructura. 2. ASUNTO Y ESTRUCTURA DE LA "ILADA"La pregunta acerca de la naturaleza del asunto es, en parte, en la pica uninterrogante acerca del fondo histrico de lo narrado. Tambin en este aspectoresulta instructivo el conocimiento de la literatura comparada. La poesa picagermnica nos permite reconocer muy claramente8lo que en otras partes hallasu confirmacin a travs de mltiples variantes: detrs de la leyenda heroica seencuentra generalmente un suceso histrico, pero ha sido elaborado con la mayorlibertad imaginable en lo que concierne a la poca, personajes y accin. Teodori-co y Atila constituyen ejemplos convincentes de ello. A estos ejemplos paradig-mticos de grande alcance aade J. TH. KAKRIDIS9otro del siglo pasado, que,como en un tubo de ensayo, hace patentes las fuerzas que intervienen en la forma-cin de las leyendas. Una buena muchacha de Zacinto ofreci a la reina Olga unpauelo bien tejido y adornado con motivos tradicionales. Diez aos ms tarde,un aguador cantaba en la isla el suceso y la pequea obra de arte. El hecho per-manece en su individualidad, pero los detalles del relato no tienen ninguna rela-cin con la realidad, o, en el mejor de los casos, dicha relacin se percibe slodespus de grandes esfuerzos.La investigacin homrica est todava muy lejos de sacar de hallazgos deesta ndole consecuencias provechosas y de reconocer sus lmites; se mueve entrelos extremos. Mientras que RHYS CARPENTER niega casi por completo en su libroFolk Tale, Fiction and Sage in the Homeric Epics I0un ncleo histrico en laepopeya, y le atribuye apenas un vago teln de fondo, y, en consecuencia, reducefe guerra contra Troya a una "fiction", DENYS L. PAGE, en su nuevo libro His-lory and the Homeric Iliad11(ya el ttulo es un esbozo programtico), trata dedescubrir en los textos hetitas un gran nmero de hechos que demuestren el con-Benido histrico de la epopeya. Segn l, la Ilada refleja la lucha de los aqueos,sD. v. KRALIK, "Die geschichtlichen Zge der deutschen Heldendichtung", Alma-wcch Ak. Wien, 89, 1939, 299.9En una conferencia pronunciada en Viena, cuya publicacin esperamos que aparez-zz prximamente en Wien. Stud.;:Sather Class. Lectures, 20, 2.aed., Univ. of Calif. Press, 1956.11Sather Class. Lectures, 31, Univ. of Calif. Press, 1959. Precisamente FRANZ HAMPL,ai un agresivo artculo, "Die Ilias ist kein Geschichtsbuch", Sera Philologica Aenipon-tmta, Innsbr., 1961, 37, examina crtica y, en general, correctamente nuestra esperanzadaopinin de penetrar a travs de la epopeya en la historia. Sin embargo, habr que atri-buir a la leyenda heroica griega la misma relacin con la historia que a la alemana, yhabr que ser cautos en la vuelta a las hiptesis de Usener sobre los hroes consideradosjomo dioses cados. Es de agradecer la resea que HAMPL hace de los diversos intentosde valorar histricamente la epopeya. Con estas cuestiones se enfrenta tambin L. PARETIaa Omero e la realt storicd, Miln, 1959. 34. 38 Epopeya homricaque tienen su centro en Rodas contra la liga de Assuwa, que perteneca a Trui-sa-Troya en tiempo del abatimiento del podero herir.La investigacin no deja su tarea, nuestro conocimiento de la historia del se-gundo milenio se acrece de da en da, y, en todo caso, ah estn las ruinas deTroya descubiertas por SCHLIEMANN, interpretadas por DORPFELD e investigadasrecientemente por BLEGEN, testimonios demasiado slidos para que podamos dejarde plantearnos las relaciones existentes entre la leyenda de la Gran Guerra y di-chos testimonios. Tambin los restos micnicos atestiguan muy a las claras lasrelaciones de la ciudad con la Grecia continental. Estas relaciones no han sido,por cierto, siempre pacficas. La riqueza de Micenas en oro y el derrumbamientodel podero martimo cretense nos hablan de grandes expediciones martimas enbusca de botn. Como la poblacin del sexto estrato (contado desde abajo) en elmonte de Hissarlik fue finalmente destruida, casi todos estaban de acuerdo enque una empresa conjunta de caballeros del continente contra Troya, bajo la au-toridad ms o menos centralizada del soberano de Micenas, constitua el ncleohistrico de la leyenda. Pero las investigaciones de BLEGEN han planteado nuevosinterrogantes. Troya VI, como se pudo comprobar ahora, haba quedado reduci-da a ruinas, no por obra de una potencia enemiga, sino por causa de un terremo-to alrededor del ao 1300. Fue ahora la poblacin VII.ala que reclam el derechode ser la Troya homrica, cuya destruccin ocurri alrededor del 1200 n. La coin-cidencia con dataciones antiguas de la destruccin de la ciudad (entre otras, 1184)es sorprendente. Sin embargo, en esta poca es mucho ms probable que los con-quistadores hayan sido los brbaros, que en el curso de la gran migracin atrave-saron los estrechos en direccin Este, antes que los griegos continentales, que enaquella poca se hallaban ante el derrumbamiento de su podero. SCHACHERMEYRtrata de hacer frente a esta grave dificultad valindose de la suposicin de queTroya VI deba seguir siendo considerada como la ciudad de la litada, y que de-trs de la historia del caballo de madera se hallaba el recuerdo muy dil