akutagawa-el biombo del infierno
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El Biombo Del Infierno
Ryunosuke Akutagawa
CAPTULO PRIMERO
Difcilmente habr existido otra persona como el seor de Horikawa, ni existir en el
futuro. De l se deca que antes de su nacimiento, en los sueos de su seora madre haba
aparecido el Matatejas , lo que prueba que desde el comienzo de su vida le estuvo
concedido ser muy diferente al comn de las personas. Cada uno de sus actos conquistaba
de inmediato la admiracin de todos. Por ejemplo, la arquitectura del palacio; no s si
llamarla imponente o suntuosa, pero tiene algo, realmente extraordinario, que escapa al
criterio de gentes comunes como nosotros. Como es de suponer, hay quienes lo calumnian,
calificando de deplorable la conducta del seor, y llegan a compararlo con el emperador de
Ch'in, Shih Huang Ti o con Yang Kuang , de Sui; pero tales calumnias estn muy lejos de
la verdad.
1 Uno de los cinco Rajs, mensajero de la esotrica secta budista Shingon. Tiene seis
cabezas, seis manos y seis piernas; destruye el mal y protege el bien.
2 259- 210a. C. Primer emperador de China. Orden la construccin de la famosa muralla e
hizo quemar todos los libros anteriores a l.
3 569- 618d. C. Emperador de Sui, derrocado y muerto por el pueblo sublevado.
Las intenciones del seor de Horikawa nunca fueron egostas, ni tampoco aspir a la gloria
o a la fama. Se preocupaba por las cosas ms insignificantes, y siendo hombre de gran
carcter deseaba que todos pudieran gozar de la vida en la medida en que l la disfrutaba.
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As, cuando sostuvo un incidente con los malhechores que merodeaban por el Tempo Nij,
no dio muestras de alterarse en lo ms mnimo. Se dice que el espritu de Tru-no- Sadaijin
, que se apareca por las noches en el Templo Kawahara (situado en la Avenida Higashi
Sanj y famoso por el mural del paisaje Shiogama de la provincia de Michinoku),
desapareci repentinamente al ser ahuyentado por el propio seor de Horikawa. Tales eran
el carcter y el poder del hombre que gozaba de enorme popularidad en toda la capital,
donde se lo veneraba como a la reencarnacin de un santo.
Cierta vez, de regreso de la fiesta del ciruelo, soltse un toro de su carroza y embisti y
derrib a un anciano que pasaba por el lugar; el anciano, lejos de protestar, junt las manos
y bendijo la gracia del haber sido alcanzado por un toro de seor tan principal. Tan cierto es
esto como otros muchos hechos que acontecieron a lo largo de su vida, dignos de perdurar
en el recuerdo de la posteridad. Otro da, en ocasin de una gran fiesta realizada en la corte,
el seor obsequi treinta caballos blancos; en otra ocasin se hizo extirpar una pstula del
muslo por un sacerdote de Shintan . Referir todas sus ancdotas sera tarea interminable.
Pero de todos los episodios, ninguno tan terrible como aquel que se refiere al" Biombo del
Infierno", hoy uno de los tesoros artsticos que posea la secreta tcnica del Gatha ... En
fin, noble familia. El seor de Horikawa, que de ordinario se mostraba imperturbable,
pareci profundamente afectado por aquel incidente. Se explica, entonces, que quienes
estbamos a su lado nos hayamos conmovido de verdad. Sobre todo yo, que le haba
servido durante veinte aos, en los que nunca me haba tocado presenciar una escena
parecida.
Pero para narrar debidamente esta historia, es preciso que antes os haga conocer algunos
detalles acerca del carcter de su protagonista, el pintor Yoshihide, autor del biombo que
representa el Infierno.
4 Personaje de la obra de teatro Noh, Tru, original de Zeami; Tru, noble de la Corte
Imperial, hace reconstruir un famoso paisaje de la provincia Te Michinoku en Kyoto para
gozar de l. Despus de su muerte, en las noches de luna llena apareca su fantasma y se
repetan fiestas como en aos anteriores.
5 Denominacin con que en el antiguo Japn se aluda a China.
6 Poema budista que se refiere a la grandeza y poder del Buda e indica el camino del
creyente. Kada, en japons.
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CAPTULO SEGUNDO
Al nombrarlo, es posible que algunos de vosotros lo recordis. Fue un clebre artista que en
su tiempo no tuvo rival. Cuando ocurri el episodio que os voy a narrar, tendra ya unos
cincuenta aos. Era un hombre bajo, delgado, con toda la apariencia de un ser perverso. Se
presentaba en palacio vistiendo kariginu , estampado en color jirofl y tocado con el
momieboshi ; pero todo su aspecto despeda cierto aire de bajeza, y los labios rosados y
hmedos, en contraste con su edad, hacan que su presencia resultase particularmente
desagradable. Algunos deducan que el color de los labios provena de tanto mojar los
pinceles en la boca; pero personas peor intencionadas le bautizaron con el nombre de
Saruhide , por su parecido con este animal.
A propsito de este apodo hay una ancdota. Por ese entonces, la hija nica de Yoshihide,
de quince aos, serva en palacio como konyobo ; era una joven muy afable que en nada
se pareca a su padre. Como haba perdido a su madre siendo muy pequea, era una nia
precoz, gentil y muy inteligente, que a pesar de su juventud cuidaba de su trabajo hasta en
los ms mnimos detalles. Estas cualidades no tardaron en conquistar la simpata de la
seora de Horkawa y de las dems nyobo .
Cierto da, alguien obsequi al seor de Horikawa un mono amaestrado de la provincia de
Tamba; el hijo del seor, que estaba en la edad de las travesuras, lo llam Yoshihide. Era
un animal muy gracioso. Y al llevar tal nombre no faltaron en palacio quienes empezaron a
burlarse del mono con doble intencin. Pero lo malo era que no contentos con burlarse,
inventaban cargos contra l, acusndolo, por ejemplo, de haber subido al pino del jardn, o
de haber ensuciado el piso de la habitacin de las doncellas, y se divertan maltratndolo.
Un da en que la hija de Yoshihide, llevando una espuela en una rama de ciruelo, caminaba
por un largo pasillo, se le apareci el mono por una de las puertas corredizas. Vena
huyendo en direccin a ella, y al parecer lastimado, pues en lugar de trepar velozmente a las
columnas como era su costumbre, se le acerc cojeando. Detrs del animal vena el hijo del
seor de Horikawa, blandiendo una delgada rama y amenazndolo.
7 Kimono antiguo que en su origen se us para la caza y luego se llev en la corte.
8 Antiguo sombrero japons.
9 "Saru" significa mono. Juego de palabras en lugar de Yoshi- hide, el "Mono- hide".
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10 Doncella de la corte.
11 Doncella de la corte. Categora superior akonyobo.
- Ladrn de naranjas! Te castigar, te castigar!
Y lo persegua por el corredor. La joven observaba indecisa, cuando en un instante el
animal se prendi de su amplia falda, al tiempo que chillaba lastimosamente... Ella no pudo
menos que compadecerse, y sosteniendo en una mano la rama de ciruelo, con la otra abri
rpidamente la manga del uchigi de color violeta y lo acogi con cario; luego salud al
nio con una profunda reverencia, a la vez que le deca con su voz suave y fresca:
- Seor, es un pobre animal; os ruego le tengis compasin.
Pero el nio, que estaba excitado y de mal humor, al or estas palabras se enardeci an
ms y pate el suelo repetidas veces.
- Por qu lo protegis?- protest-. Es un mono ladrn de naranjas.
- Puesto que es un pobre animal... -repiti la muchacha, y agreg con sonrisa triste- y como
lleva el nombre de Yoshihide, mi padre, me parece que lo castigis a l; no puedo
soportarlo.
Pronunci estas palabras con cierta dureza. El joven seor pareci ceder y dijo:
- Bien, ya que lo peds en nombre de vuestro padre, lo perdono.
Hizo esta concesin con visible contrariedad, y arrojando la rama al suelo volvi sobre sus
pasos en direccin a la puerta corrediza.
12 Especie de sacn que las damas de la corte llevaban sobre el kimono.
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CAPTULO TERCERO
Despus de este incidente, la hija de Yoshihide y el mono fueron grandes compaeros. La
muchacha le colg al cuello un cascabel de oro atado con una cinta roja, y l no se apartaba
por nada de su lado. Una vez en que ella se resfri y se vio obligada a guardar cama, el
mono permaneci a su lado con cara compungida, mordindose las uas continuamente.
Ante esta situacin, y aunque pueda parecer extrao, ya nadie se atrevi a maltratar al
animal; por el contrario, todos empezaron a quererlo, y hasta el joven hijo del seor de
Horikawa, no slo empez a darle kakis y castaas, sino que lleg a enfurecerse cuando
supo que un samurai le haba hecho dao.
Se cuenta tambin que el seor de Horikawa hizo comparecer a la joven juntamente con el
mono, cuando tuvo conocimiento de la conducta de su hijo. Desde luego, no ignoraba la
amistad que exista entre ella y el mono.
- Sois fiel a vuestro padre- dijo el seor-; os recompensar.
La muchacha recibi del seor de Horikawa un akome de color rojo vivo, en premio a su
buen corazn.
El propio mono puso una nota graciosa en esta escena cuando se adelant reverente a
recibir la recompensa de su ama, hecho que dibuj el buen humor en el rostro del seor.
Desde aquel da, el seor de Horikawa comenz a sentir una viva simpata por la
muchacha, tanto por su actitud con el mono como por el amor filial que implicaba la
defensa del animal, y nunca por motivos inconfesables, como murmuraba la gente. Aunque
debo admitir que en realidad hubo ciertas cosas oscuras que pudieron dar lugar a tales
murmuraciones; de ello me ocupar ms adelante. Aqu slo quiero aclarar que, por
hermosa que ella fuera, un seor como mi amo no poda soar en correr ninguna aventura
con la que era hija de un simple pintor a su servicio.
Despus de haber sido honrada con esta audiencia, la muchacha, que era inteligente y
modesta, no fue objeto de envidia por parte de las otras doncellas de la corte. Tanto ella
como el mono, fueron desde entonces queridos por todos y en particular por la hija del
seor, quien hizo de ella su compaera de todos los momentos, y la llevaba consigo
siempre que sala en su carroza.
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13 Ropa interior que llevaban las cortesanas, muy lujosa y profusamente bordada que se
usaba para las fiestas.
Pero dejar un poco a la hija para seguir ocupndome del padre. Todos simpatizaban con el
mono, mas a Yoshihide, que era un ser humano, seguan desprecindolo, y no cesaban de
burlarse de l y de llamarlo" Saruhide". Y esto no slo ocurra en palacio. El Szu de
Yokawa lo detestaba con tanta vehemencia que a la sola mencin de su nombre se
horrorizaba como si se tratase del mismo demonio.
Aqu conviene sealar que esta aversin se atribua al hecho de que cierta vez Yoshihide
haba hecho unas caricaturas alusivas a la conducta del sacerdote; pero, como
comprenderis, son habladuras de la gente de la calle y no conviene otorgarles mayor
crdito. Sea como fuere, la antipata que inspiraba Yoshihide era compartida en todas las
castas sociales. Slo uno que otro pintor amigo y algunas personas ms, que lo conocan
por su obra y no personalmente, se eximan de hablar mal de l.
Pues aparte de su aspecto repulsivo, Yoshihide reuna otros defectos no menos importantes,
de manera que el ser tenido como persona ingrata obedeca a su misma naturaleza.
14 Categora de sacerdotes budistas que sigue al Shosci, el de ms alto cargo.
CAPTULO CUARTO
Era desvergonzado, haragn, avaro y codicioso, pero lo que ms irritaba en l eran su
prepotencia y ese enfermizo orgullo de considerarse el mejor pintor del Japn, conviccin
que l pregonaba como si llevase un cartel colgado de la nariz. Y como si esto fuera poco,
se crea superior tambin en otros aspectos, y as se burlaba, por ejemplo, de las buenas
costumbres y de la rectitud de los dems.
Cierto da- as lo refiri un discpulo que trabaj varios aos en su taller-, cuando en el
palacio de un noble un espritu vengativo que haba posedo a la famosa mdium de Higaki
anunci que por intermedio de ella transmitira su terrible mensaje, Yoshihide tom
tranquilamente el pincel y la tinta china que estaban a su alcance y empez a dibujar el
rostro espantosamente transfigurado de la mdium, desentendindose por completo del
mensaje. La venganza del espritu era para l una puerilidad.
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A tal punto era perverso que a la sagrada Mahsri la pintaba con el rostro de una vulgar
prostituta, y al Acalanatha lo mostraba como a un villano infame. Siempre adoptaba
actitudes insolentes, y si alguien se lo reprochaba, l responda con sorna: "Dificulto que
los dioses que pinto quieran vengarse de m".
Al escuchar tales herejas de boca del maestro, los mismos discpulos quedaban pasmados,
y algunos, temiendo un castigo divino, abandonaban el taller para siempre. En una palabra,
se podra decir que era un hombre soberbio en extremo, que viva convencido de ser el ms
genial pintor del universo.
Dicho todo esto, se comprende fcilmente lo que Yoshihide pensaba de su posicin en el
mundo pictrico. Su pintura era personalsima, tanto por el empleo del pincel como por la
combinacin de los colores, y por esa causa sus colegas lo consideraban farsante. Ellos
aducan que mientras se hablara de un Kawanari o un Kanaoka , u otro pintor clsico, se
poda decir, por ejemplo, que en una noche de luna pareca percibirse el exquisito aroma de
las flores de ciruelo junto a las persianas de madera, o escucharse las dulces melodas de la
flauta del cortesano,
15 Kitsush ten, en japons. Diosa de la fortuna. En Japn generalmente es representada
como una hermosa mujer vestida ceremoniosamente, con una flor de loto en la mano
izquierda.
16 Acalanatha o Aryacalanatha. Fudo Myoo, en japons. El principal de los Cinco Reyes
Iluminados( myoo), reverenciado especialmente por el budismo esotrico japons como
protector de la fe.
17 Kawanari y Kanaoka, famosos pintores de la poca Heian.
en fin, que sugeran hermosas ideas y saban traducir bellos motivos; pero la obra de
Yoshihide slo hablaba de cosas desagradables y sombras. En la poca en que ilustr el
prtico del Templo Ryugaiji con el Crculo de los Cinco Destinos , se deca que quien
pasaba a medianoche cerca del lugar poda escuchar los llantos y los lamentos de las figuras
pintadas. Se contaba tambin que cuando ejecut por encargo del seor de Horikawa los
retratos de varias cortesanas, las retratadas fallecieron en menos de tres aos vctimas de
una extraa enfermedad. En opinin de personas malignas, esto se deba a que la pintura de
Yoshihide era como l: irreverente y demonaca.
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Como os iba diciendo, Yoshihide era un hombre poco comn, de modo que lejos de
afligirse se jactaba de suscitar estos rumores. En cierta oportunidad, el mismo seor de
Horikawa, bromeando, le dijo:
- Entiendo que a vos slo os agradan las cosas feas. No es as, Yoshihide?
A lo que l contest con inaudito descaro, y con una sonrisa sarcstica en sus labios
colorados:
- Exactamente. La belleza de lo feo es lo que no pueden comprender esos pintores
ordinarios.
Aunque fuese el primer pintor del Japn, no se justificaba la insolencia que haba gastado
con el seor. El discpulo que os mencion antes, le puso el apodo de Chira Eiju para
satirizar su insolencia y su vanidad; como sabris, Chira Eiju es un tengu que en una
poca pasada vino desde la China. Pero este Yoshihide, este descarado Yoshihide tena, a
pesar de todo, una virtud: la capacidad de amar humanamente.
18 Motivo de origen budista en el que se representan en crculo los destinos que aguardan
al hombre despus de su muerte segn la conducta observada en vida; son: el Paraso, el
Hombre, el Infierno, la Bestia y el Demonio. En los templos budistas de la India se pintaba
este crculo en los prticos.
19 Genio mitolgico del Extremo Oriente, de larga nariz y famoso por su soberbia.
CAPTULO QUINTO
Yoshihide senta un cario entraable por su nica hija, joven bondadosa de temperamento
sensible, que corresponda a ese amor de padre. Pero este cario del pintor por su hija
exceda los lmites normales. Os parecer increble, pero cuando se trataba de comprarle
kimonos o accesorios para su peinado, Yoshihide, que siempre haba negado hasta el ms
pequeo bolo a los templos, gastaba su dinero con largueza.
Quera y cuidaba celosamente de su hija, mas sin ningn propsito definido, como el de
tener un buen yerno, por ejemplo, cosa en que no haba pensado ni en sueos. Si alguien
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hubiese pretendido acercarse a ella con propsitos deshonestos, no habra vacilado en
reunir a unos cuantos forajidos para que lo apalearan cualquier noche. Este desdn por el
porvenir de la muchacha se puso de manifiesto cuando sta fue requerida por el seor de
Horikawa para servir en palacio. El pintor no ocult su contrariedad, y aun despus de
transcurrido un tiempo, cuando compareca ante el seor no poda disimular su disgusto. Al
difundirse el rumor de que el seor de Horikawa haba llamado a la joven sugestionado por
su belleza, y la haba llevado a pesar de la disconformidad del padre, la actitud de
Yoshihide hacia el seor se torn ms suspicaz y desconfiada.
Aunque el rumor careca de todo fundamento, lo cierto era que el pintor deseaba que su hija
volviera a su lado cuanto antes. Por encargo de nuestro seor, Yoshihide pint el Majusri
, atribuyndole el rostro de un joven favorito de aqul.
Como el retrato resultara excelente, el seor de Horikawa le anunci:
- Os recompensar por vuestro magnfico trabajo. Pedid lo que deseis.
Qu os pensis que respondi el atrevido a tamaa generosidad? He aqu sus palabras:
- Deseo que me devolvis a mi hija.
Este deseo hubiera podido ser satisfecho de servir su hija en otro palacio que no fuera el del
seor Horikawa; pero estando donde estaba, semejante irreverencia resultaba imperdonable.
Ante este pedido, al buen seor, que era asimismo sumamente generoso, le asalt un acceso
de mal humor, y despus de mirarlo un instante con expresin severa, le dijo secamente:
20 Monju, en japons. Uno de los Bodhisattva, simboliza la Inteligencia.
- Eso jams.
Se levant y se retir disgustado. Hechos de esta naturaleza se produjeron repetidas veces.
Recordndolo ahora, me viene a la memoria que a partir de entonces el seor empez a
mirar a Yoshihide con creciente frialdad. Y conforme esta actitud se iba acentuando,
aumentaba la afliccin de la hija, que pensaba en la suerte que poda correr su padre, y
cuando se retiraba a su habitacin a menudo se la vea llorar, conteniendo los sollozos con
la manga del kimono. Entonces empez a crecer el rumor de que el seor se haba
enamorado de la joven. Algunos opinaran que la tragedia relacionada con el Biombo del
Infierno habra ocurrido por negarse la hija del pintor a acceder a los requerimientos del
seor. Pero es absurdo suponer que haya podido suceder tal cosa.
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A nuestro parecer, el motivo de que el seor de Horikawa no quisiera restituir la joven a su
hogar era justamente la conveniencia para ella de vivir en palacio sin ninguna
preocupacin, en lugar de hacerlo al lado de un hombre tan siniestro. Por supuesto, nadie
niega que el seor sintiera simpata Por esa muchacha de virtudes tan sealadas; mas os
repito: no era porque la desease, como muchas personas mal intencionadas se empearon
en sostener. Lo sensato es afirmar que fueron invenciones de las malas lenguas. Pero
dejemos de lado estas habladuras y pasemos a referir lo que sucedi en el momento en que
el seor se encontraba muy disgustado con Yoshihide. Repentinamente mand llamar al
pintor a palacio, y le encomend la ejecucin de un biombo que representase el Infierno.
CAPITULO SEXTO
Al mencionar el Biombo del Infierno, vuelve a mis pupilas el violento colorido del cuadro
tal como si lo tuviera delante de mis ojos.
Aun tratndose del mismo motivo, el haber sido pintado por Yoshihide ya indica un trabajo
totalmente distinto al de cualquier otro pintor. En uno de los ngulos del biombo
hallbanse, en pequea escala, los Diez Reyes y los guardianes, y el resto del cuadro
apareca cubierto en su totalidad por una hoguera infernal con llamaradas en remolino.
Fuera de los puntos amarillos y azules de los kimonos al estilo T'ang de los mykan ,
dominaba el rojo agresivo de las llamas, y mezcladas entre el vivo color resaltaban las
manchas de la tinta china, del negro humo y del oro de las chispas, en un fuego que pareca
danzar alocadamente.
Slo esta furia del pincel habra bastado para asombrar a los espectadores, sin contar los
condenados que sufran al ser pasto de las llamas, muy diferentes a los de los cuadros que
uno sola ver. Eso se explicaba, ya que los condenados, desde los nobles ms eminentes
hasta los ms mseros mendigos, haban sido tomados de la realidad. Nobles de la corte con
sus kimonos de ceremonia, atrayentes cortesanas con sus itsutsu- ginu , sacerdotes orando
con sus rosarios budistas, samuris, estudiantes en alta geta , doncellas ataviadas
lujosamente, hechiceros con sus equipos mgicos... Enumerar los motivos pintados sera
interminable. Personajes fustigados por carceleros con cabezas de toro o de caballo huan
en desorden en medio de las llamas y del humo sofocante; la mujer a quien le arrancaba la
cabellera con el sasumata podra ser una kamunagi ; en el hombre que tena atravesado
el pecho por un tehoko y se precipita cabeza abajo como un murcilago, se reconocera a
un joven funcionario del gobierno; adems los haba que eran azotados con ltigos de hierro
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o aplastados por enormes piedras; algunos eran picoteados por extraas aves de rapia y
otros mordidos por dragones venenosos... Se hallaba
21 En el Ms All budista estn los Diez Reyes que interrogan a los espritus acerca de la
conducta que han observado durante su vida; al sptimo da deben responder ante el
primero, luego a los 27, 37, 47, y as sucesivamente hasta concluir con los diez, quienes
determinan el lugar del infierno a donde deben ir.
22 Dinasta china, 618- 906 d. C.
23 Funcionarios del infierno.
24 Kimono que usaban las seoras jvenes y que constaba de cinco atavos superpuestos.
25 Calzado de madera similar a la sandalia.
26 Arma antigua en forma de rastrillo para derribar o rapar al enemigo.
27 Hombres o mujeres que servan en las ceremonias del shintosmo; siendo hombre,
okamunagi, siendo mujer, mekamunagi.
28 Arma antigua que en el extremo de un cabo de hierro llevaba una espada.
tanta variedad en las formas de castigo como en las clases de condenados all registradas...
Pero en medio de este heterogneo mundo de tortura, el cuadro ms impresionante y
terrible era el que representaba un carruaje tirado por bueyes que caa del cielo, atravesando
un extrao rbol cuyas ramas semejaban espadas, y en cuya copa se amontonaban los
espritus condenados, todos con el cuerpo atravesado. La cortina de la carroza era agitada
por el viento infernal, y en su interior se vea a una cortesana ataviada con un lujo propio de
las nygo o de las ki , debatindose desesperadamente, con sus negros cabellos
revueltos y un cuello de impresionante blancura entre el rojo de las llamas. Tanto la
doncella como la carroza envuelta en ese denso fuego, reflejaban el atroz padecimiento y la
terrorfica visin del Infierno. Me atrevo a deciros que todo el horror del cuadro estaba
simbolizado en esa sola persona. Era tan magistral la ejecucin del Biombo que el que lo
vea crea or las desgarradas voces de los condenados.
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Pero temo haber alterado el orden de la historia en mi apresuramiento por hablaros del
Biombo del Infierno. Seguir con Yoshihide, a partir del momento en que el seor de
Horikawa le encarg la ejecucin de la referida obra.
29 Doncellas de la categora ms elevada que servan en la corte.
30 Doncella que serva en la corte, y que segua en jerarqua a las mygo.
CAPTULO SPTIMO
Durante cinco o seis meses consecutivos Yoshihide vivi encerrado en su taller sin visitar
el palacio. Conducta extraa en aquel hombre que tanto amaba a su hija, cuando empez a
trabajar se olvid inclusive de ella. El discpulo de quien os habl refera que, cuando
Yoshhide empezaba a pintar, se abstraa totalmente y pareca iluminado por algn espritu
superior o imbuido de algn encantamiento. Lo cierto es que en ese tiempo se comentaba
que e1 secreto de su xito estaba en sus plegarias al Fukutok-no-karni con quien haba
sellado un pacto. Esto sostenan quienes decan haberlo espiado mientras pintaba y haban
visto a los fantasmas de varios zorros rondndolo. Segn he odo decir, cuando empezaba a
pintar se olvidaba de todo; se encerraba en el taller da y noche y muy raramente lo
abandonaba. Particularmente en el caso que nos ocupa pudo verse que su inspiracin y
fervor artstico cobraban especial intensidad.
Su aislamiento de todos lo llev a bajar las persianas en pleno da, preparar a la luz de la
lmpara de aceite los colores que eran su secreto y vestir a los discpulos con diversos trajes
para posar. Pero su febril inspiracin no se detena all. Aun sin tratarse del Biombo del
Infierno, el solo hecho de pintar era suficiente para inspirarle rarezas, que l consideraba lo
ms natural del mundo. Por ejemplo, cuando ejecut el Crculo de los Cinco Destinos del
Templo Ryugai-ji, se coloc tranquilamente frente a los cadveres que encontr en el
camino, de los que las personas comunes apartaban la vista horrorizadas y se dedic a
dibujar detenidamente esos rostros y cuerpos putrefactos.
Qu os quise decir cuando afirm que su fervor haba cobrado especial intensidad?
Seguramente muchos lo encontrarn inexplicable. Pero aunque me faltara aqu el espacio
para detallar todos los sucesos, os narrar los puntos principales. Los hechos fueron ms o
menos los siguientes:
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Cierto da el discpulo de quien ya os habl, estaba atareado en mezclar los colores, cuando
se le present inesperadamente el maestro:
- Pensaba hacer una siesta- dijo-, pero esto das duermo muy mal.
Como no le pareci extrao que el maestro no pudiera dormir, el discpulo contest
indiferentemente, sin interrumpir su labor:
31 Dios de la Suerte y de la Fortuna.
- De modo que no puede conciliar el sueo?
Mas, cosa inslita, el maestro mostrse entristecido y continu:
- Quiero pedirle que se quede a mi lado mientras yo est acostado.
Pronunci estas palabras con visible timidez. Al discpulo le pareci extrao que el maestro
se afligiera por los sueos, pero como nada le costaba complacerlo acept, diciendo que no
tena ningn inconveniente, a lo que Yoshihide, an preocupado, le dijo titubeando:
- Bueno; quiero que me acompae al cuarto interior. Y cuando vengan los dems
discpulos, no les permita pasar.
Esa habitacin era el estudio de Yoshihide. Como de costumbre, las persianas estaban
cerradas, y a la dbil claridad de una lmpara poda verse el boceto del biombo hecho con
yakifude y colocado en posicin vertical. El maestro se acost, y poco despus dormitaba
con la cabeza apoyada sobre un brazo. Antes de una hora, el discpulo fue sorprendido por
extraas e incomprensibles voces que provenan de la cabecera del lecho junto a la que se
hallaba sentado velando el sueo de Yoshihide.
32 Especie de carbonilla para dibujar en forma de pincel.
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CAPITULO OCTAVO
Al principio eran slo sonidos, pero al rato lleg a percibir palabras entrecortadas, como de
alguien que se estuviera ahogando y pidiera auxilio dentro del agua. Finalmente
comprendi algunas frases.
- Qu? Que vaya yo?... Adnde?... Que vaya adnde? Al fin del mundo?... Que vaya
al Infierno? Quin habla? Quin dice semejante cosa? Quin es? Ah! Con que eres t...
El discpulo detuvo la mano que revolva la pintura y escrut el rostro del maestro, plido y
cubierto por gruesas gotas de sudor, la boca abierta desdentada y los labios trmulos y
arrugados. Dentro esa boca algo se mova como manejado por un hilo: era la lengua; de ella
salan las palabras delirantes.
- Con que eres t... T. Desde un principio supe que eras t. Qu? Que viniste a
buscarme? Por eso quieres que vaya al Infierno, a ese Infierno... Qu? Que mi hija me
espera all?
En este punto el discpulo fue presa de tal terror que crey ver bajar una sombra misteriosa
rozando la superficie del cuadro. Tom por la mano al Maestro. Y lo sacudi con fuerza,
pero no consigui arrancarlo de su postracin y continu oyendo frases incoherentes. Le
arroj entonces al rostro el agua que tena al lado para lavar los pinceles.
- Que me ests esperando, y que suba a la carroza?... En esta carroza?... Al Infierno?...-
prosegua delirante.
Al decir estas ltimas palabras su voz se convirti en un lamento agudo, estrangulado. Por
fin abri los ojos y se levant sobresaltado. Tena la mirada perdida y el semblante
demudado, como si en el fondo de los ojos continuase viendo los fantasmas del sueo.
Volvi en s, se levant y dijo speramente al discpulo:
- Puede retirarse.
ste se retir sin protestar porque saba que las rdenes del maestro no se discutan. Cuando
vio la luz del da se pregunt si no acababa de vivir una pesadilla. Luego se tranquiliz.
Pero puedo deciros que esto no fue nada. Un mes ms tarde, otro discpulo fue llamado al
taller. El maestro lo recibi con la punta del pincel en la boca y orden:
- Lo siento, pero tendr que desnudarse como la vez pasada.
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Como ya anteriormente le haba pedido que posara desnudo, no le asombr la orden y se
apresur a cumplirla. Cuando termin de desvestirse, Yoshihide le dirigi una mirada
extraa y agreg:
- Pero, esta vez quiero dibujarlo con cadenas de modo que aunque lo lamento mucho,
tendr que hacer lo que le mando.
Hablaba framente; no pareca lamentarlo mucho. El discpulo era un hombre robusto que
se dira nacido para manejar la espada y no el pincel, pero las palabras del maestro lo
dejaron tieso. Comentaba luego cada vez que recordaba ese momento: " Cre que haba
enloquecido y que me matara".
Un poco fastidiado por el aire irresoluto del discpulo, Yoshihide extrajo de no se sabe
dnde una fina cadena de hierro, y hacindola sonar, se le abalanz por la espalda y lo
maniat en un momento; rode su cuerpo con varias vueltas oprimindolo con brutalidad, y
ajust con tanta violencia la punta de la cadena que el discpulo perdi el equilibrio
cayendo ruidosamente sobre el piso.
CAPTULO NOVENO
Podra agregar que en tal estado el pobre discpulo tena la apariencia de un tonel,
estrechamente atado de pies y manos. La nica parte del cuerpo que poda mover era el
cuello. Adems, tratndose de un hombre robusto y sanguneo, el rostro, el torso y los
muslos se le iban enrojeciendo por la intensa y persistente presin de las cadenas. A
Yoshihide pareca importarle poco la situacin del discpulo, y no cesaba de dar vueltas en
torno de l, dibujndolo detenidamente. No creo necesario describiros el suplicio del
discpulo durante ese tiempo.
Sin embargo, ese sufrimiento sera slo el comienzo. Por fortuna (aunque ms adecuado
sera decir por desgracia) un momento despus, desde una tinaja colocada en un rincn del
taller, parti serpenteando una mancha larga y angosta, como de aceite negro. Al principio
se mova lentamente, como si fuera algo pegajoso, pero luego se desliz con suavidad,
brillando con intermitencias, hasta llegar a las propias narices del discpulo. ste, al verla,
grit, aterrado:
- Una serpiente, una serpiente!
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Como l mismo dira despus, sinti que se le helaba la sangre, y con sobrada razn.
En ese momento la serpiente tendi la fra punta de su lengua haca la blanca piel del cuello
que la cadena cea dolorosamente. Ante esta eventualidad, el mismo Yoshihide se
precipit. Arroj el pincel, se agach y rpidamente tom el reptil por la cola y lo
suspendi en el aire. La serpiente, retorciendo el cuerpo y alzando la cabeza, trataba en
vano de alcanzar la mano que la aprisionaba.
Diablos! -grit Yoshihide-. Me arruinaste un dibujo! Enfurecido, arroj la serpiente en la
tinaja, desencaden de mala gana al discpulo y ni siquiera le dio las gracias ni lo consol,
Era evidente que le preocupaba ms el dibujo fracasado que el peligro corrido por su
discpulo. Debo deciros que la serpiente que haba aparecido tan importunamente era uno
de los elementos de trabajo que el maestro acostumbraba manejar; de eso habra de
enterarme tiempo despus.
Con la sola mencin de estas locuras habris comprendido a qu grado de desenfreno
llegaba el entusiasmo pictrico de Yoshihide. Pero antes de terminar, tengo que contaros
una ancdota ms. Se refiere esta vez a un muchacho de trece o catorce aos, que por causa
del Biombo sufri un accidente que casi le cuesta la vida.
Una noche este discpulo, que tena cutis blanco como una mujer, fue llamado al taller del
maestro. Yoshihide estaba junto a una lmpara, y en la palma de la mano tena un trozo de
carne o algo parecido, que daba a comer a un ave rara, nunca vista por el muchacho. Su
tamao poda ser el de un gato comn. Semejante a un gato? S; mirando con atencin, las
plumas de la cabeza sobresalan como orejas y los ojos blancos, grandes y redondos eran
como los de un gato.
CAPTULO DCIMO
Yoshihide era un hombre al que no le agradaba ver mezclados a los dems en sus asuntos.
Entre otras cosas, nunca mostraba a sus discpulos lo que tena en el taller, un cmulo de
objetos entre los que figuraba la serpiente que ya os mencion. A veces apareca una
calavera sobre la mesa, o bien eran bolas de plata o algn takatsuki adornado con motivos
demaki- e , que formaban parte de la extensa variedad de objetos extravagantes que,
segn lo exiga el cuadro que pintaba, iban sirviendo como modelo. Lo raro era que no se
supiera dnde guardaba todo ese arsenal de rarezas cuando no lo utilizaba. Es probable que
la creencia de que Yoshihide tena un pacto con el Dios de la Suerte y de la Fortuna tuviera
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su origen en misterios como ste. El discpulo observaba con temor el ave de orejas de gato,
mientras tomaba el alimento, y pens que se la utilizara en la ilustracin del Biombo.
Pregunt respetuosamente si deseaba algo, pero Yoshihide, como si no lo oyera, se lami
los rojos labios y sealndole el ave con el mentn, le dijo: - Qu le parece? Verdad que
est domesticado? - Qu clase de ave es?- pregunt el discpulo-. Es la primera vez que
veo un pjaro semejante. El discpulo observaba con temor el ave de orejas de gato. Con
sonrisa burlona, Yoshihide replic: - Cmo, dice que nunca lo vio? La gente de la ciudad
no sabe nada. Esta ave se llama mimizuku ; me la trajo un cazador hace tres das de
Kurama. Pero amaestrada como sta no debe haber muchas. Y diciendo esto, al ver que
haba terminado de comer la carne, levant la mano lentamente y acarici el lomo del ave
de abajo hacia arriba. Como si esto fuera una orden, el ave lanz un graznido corto y agudo,
y alzando vuelo atac sorpresivamente al discpulo en el rostro. Si en ese momento el
muchacho no se hubiese cubierto con la manga del kimono, es seguro que habra recibido
ms de dos rasguos. Intent espantarla, pero sta, revoloteando y lanzando chillidos
siniestros, renov el ataque... Olvidado de la presencia del maestro y atento tan slo a
defenderse, el discpulo, levantando o agachando el cuerpo, corra despavorido por la
pequea habitacin.
El ave segua todos sus movimientos, acechndolo para atacarlo directamente a los ojos. En
cada embestida bata las alas furiosamente; aquello tena algo de macabro que produca un
malestar indefinible, como el olor de las hojas muertas o las salpicaduras de las cascadas, o
como el agrio aroma del sarusake . Al decir del discpulo, crea hallarse sumergido en un
valle solitario, y hasta la luz mortecina de la lmpara le pareci el plido reflejo de la luna.
33 Especie de bandeja con cuatro patas cortas.
34 Pintura sobre objetos de laca, que se realiza empleando polvo de oro y plata.
35 Buho con cuernos.
36 Licor que se produce por las frutas que guardan los monos en los huecos de los rboles.
Pero, aunque horrorizado por el ataque del ave, lo que estremeci al muchacho fue ver
cmo el maestro, con pasmosa tranquilidad, se deleitaba reproduciendo el terrible
momento. Por un instante crey que morira en manos de Yoshihide.
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CAPTULO DECIMOPRIMERO
Era lgico suponer que el maestro podra ocasionar la muerte de su discpulo, puesto que lo
haba llamado con la expresa intencin de pintar una escena framente planeada por l,
adiestrando de antemano al pajarraco. Esto lo vio claramente el joven cuando comprendi
su situacin, y volvi a cubrirse el rostro con las mangas del kimono para defenderse del
asedio. Grit algo ininteligible y se acurruc en un rincn del cuarto al lado de la puerta
corrediza. En ese momento, Yoshihide grit a su vez y pareci que se haba levantado,
mientras el batir de alas se haca ms intenso, seguido de un estrpito de objetos rotos.
Volvi a alarmarse el discpulo, y cuando trat de ver se encontr con el taller a oscuras y
el maestro llamando furiosamente a los otros discpulos.
Instantes despus se oy una voz y apareci alguien con una lmpara en la mano. A la luz
intensa se vio un cuadro desastroso; el aceite de la otra lmpara se haba derramado por el
piso, y el ave, con las plumas empapadas en el lquido, se debata afanosamente. Yoshihide
contemplaba la escena con espanto desde el lado opuesto de la mesa, mientras mascullaba
frases ininteligibles. No era para menos; una vbora negra se haba enroscado al ave,
apresndole el cuello y una de las alas. Posiblemente el discpulo, al agacharse, haba
volcado la tinaja donde estaba la serpiente, y cuando el ave quiso atraparla se haban
trabado en lucha. Los dos discpulos se miraron estupefactos, y por un instante
contemplaron asombrados el extrao espectculo, pero se apresuraron a saludar al maestro
y a retirarse del taller. De cmo termin el duelo entre el ave y la serpiente, nadie supo
decir nunca nada.
Incidentes de esta especie continuaron sucedindose. Haba olvidado deciros que cuando
fue encargada a Yoshihide la ejecucin del cuadro estbamos a principios de otoo, y como
la extraa conducta del maestro dur hasta finalizar el invierno, durante este perodo los
discpulos vivieron en un temor constante. Al fin del invierno, algo pareci dificultar la
labor de Yoshihide. Se torn ms sombro y cada da hablaba con mayor irritacin. Al
mismo tiempo, y cuando pareca concluido, el cuadro qued paralizado. No slo no haba
adelantado el trabajo, sino que hasta pareca haber borrado algunas partes.
Pero nadie saba qu parte de la obra era la que no poda terminar, ni nadie se preocup por
saberlo. Los discpulos, hastiados ya de la conducta del maestro, no quisieron acercrsele;
era como compartir la jaula con un tigre o un lobo.
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CAPTULO DECIMOSEGUNDO
En realidad, nada especial puedo contaros sobre lo que aconteci durante ese tiempo.
Podra agregar, eso s, que el caprichoso anciano se haba vuelto muy sentimental, y cuando
estaba solo lloraba silenciosamente. Cierto da, un discpulo deba llegar hasta el jardn, y
all encontr al maestro con los ojos llenos de lgrimas, contemplando distradamente el
cielo primaveral. Al verlo as, el discpulo se sinti inexplicablemente avergonzado y se
alej rpidamente. No os parece sugestivo que ese arrogante artista, que para pintar el
Crculo de los Cinco Destinos haba dibujado tranquilamente los cadveres del camino,
empezara de pronto a llorar como un nio porque no consegua un efecto para el Biombo
del Infierno?
Mientras Yoshihide se entregaba con ardor a la creacin del Biombo, la hija se volva cada
vez ms taciturna, a tal punto que nosotras mismas llegamos a ver huellas de lgrimas en
sus ojos. En esa muchacha de rostro lnguido, de tez blanca y de aire modesto, el estar triste
pareca tornar sus pestaas ms espesas sombrendole los ojos y acentuando aun ms su
abatimiento. Al principio se pens que obedecera a una lgica preocupacin por su padre,
a quien profesaba tanto cario, o bien que estara enamorada; pero con el tiempo la gente lo
atribuy a que el seor de Horikawa le habra exigido que se le entregase. Cuando esta
versin se generaliz, ya nadie habl ms de ella.
En ese tiempo ocurri algo que pasar a referiros.
Una noche, a hora muy avanzada iba yo por un corredor, cuando de algn lado salt
sorpresivamente el mono Yoshihide, y empez a tirarme de la falda del kimono. Era una
tibia noche de luna, en la que empezaba a insinuarse el aroma de los ciruelos en flor.
Bajo la luz de la luna me asombr ver al mono chillar como enloquecido, arrugando la
nariz y mostrando sus blancos dientes. Confieso que en ese momento sent algn miedo, y
temerosa de que me rasgara el kimono nuevo, al principio pens darle un puntapi, pero me
acord de aquel samurai que lo haba maltratado; por otra parte, la actitud del mono era
bien extraa y me dej conducir unos pasos sin pensar en nada preciso.
Al llegar a un ngulo del corredor desde donde se dominaba el amplio jardn con su fuente
resplandeciente bajo la luz de la luna, vinieron a mis odos unos ruidos ligeros como de
personas que lucharan en silencio. Hall inslito este ruido repentino en medio de aquella
quietud, quebrada slo por el chasquido de los peces en la fuente. Me detuve, y al
acercarme a la puerta corrediza de donde provena, escuch con atencin para ver si se
trataba de ladrones, en cuyo caso pensaba enfrentarlos decididamente.
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CAPTULO DECIMOTERCERO
Al mono pareca resultarle demasiado lento mi proceder, y comenz a dar saltos a mi
alrededor lanzando sus agudos chillidos. De pronto, se encaram en mis hombros. Quise
evitarlo y apart instintivamente el cuello para eludir sus uas, pero l se me aferr a la
manga del kimono para evitar su cada. Perd el equilibrio, y al trastabillar golpe con la
espalda en la puerta corrediza. No quedaba otro recurso: me puse en accin.
Abr rpidamente la puerta y me dispuse a penetrar en el oscuro recinto hasta donde no
llegaba la luz de la luna. Pero en ese instante algo obstaculiz mi visin... Mejor dicho, me
sorprendi una mujer que sala corriendo del cuarto y que en su precipitacin tropez con
algo y cay de rodillas. Jadeante, me mir atemorizada, como si encontrara terrible mi
presencia.
Que esa persona era la hija de Yoshihide no creo necesario aclararlo; aunque esa noche la
encontr totalmente distinta y convertida en una mujer atractiva. Tena un brillo particular
en los ojos y el rostro se adivinaba encendido. El desorden en las faldas del kimono le
confera una voluptuosidad contraria, a su modalidad casi infantil. Era sta la modesta y
frgil muchacha de siempre?... Apoyndome en la puerta corrediza, y oyendo an los pasos
nerviosos de alguien que se alejaba, observ a la hermosa muchacha a la claridad de la
luna; mis ojos, al mirarla, le preguntaban quin era esa persona.
La hija del pintor apret los labios y sacudi la cabeza en un gesto lleno de angustia. No me
quedaba duda de que era presa de una gran contrariedad.
Me acerqu a su odo y le pregunt en voz baja:
- Quin es?
Mas la joven hizo un signo negativo con la cabeza y no habl. Las lgrimas le humedecan
las pestaas y un rictus de amargura se dibujaba en su boca.
Comprenderis que soy de esas personas que nada comprenden fuera de lo que ven, de
modo que tampoco en este caso pude deducir exactamente lo que haba sucedido. Nada
poda decir a la joven puesto que ella callaba; por un largo rato permanec de pie, a su lado,
como para escuchar mejor el acelerado latir de su corazn. Al mismo tiempo, tuve una
sensacin de culpa y me arrepent de mi insistencia.
No recuerdo exactamente el tiempo que haba transcurrido cuando atin a cerrar la puerta.
Entonces me dirig con amabilidad a la muchacha, que ya estaba ms tranquila, y la inst a
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que volviese a su habitacin. Regres por el corredor un poco avergonzada y con un peso
en mi conciencia, al saber que haba sido testigo de algo que no me concerna, y me asalt
un temor irracional. No haba andado diez pasos cuando sent que alguien tiraba
tmidamente de mis faldas. Quin pensis que era? Nada menos que el mono, que
haciendo gestos como si fuera una persona, inclinaba la cabeza repetidas veces haciendo
sonar el cascabel de oro que llevaba al cuello.
CAPITULO DECIMOCUARTO
Unos quince das despus de aquella noche, Yoshihide se present en palacio y solicit una
audiencia al seor de Horikawa. A pesar de pertenecer Yoshihide a una casta muy inferior,
en razn de las circunstancias especiales que ya conocemos, el seor le concedi
gustosamente una entrevista, si bien no tena por costumbre hacerlo, cualquiera fuese la
persona que lo solicitara.
El pintor vesta el kimono de siempre y un gastado sombrero; era evidente que estaba
preocupado y de mal humor. Salud al seor con reverencia y dijo:
- El Biombo del Infierno que me habis encargado ya se encuentra casi concluido pues he
trabajado con sostenido empeo por espacio de muchos das.
- Os congratulo por vuestro esfuerzo. Me siento satisfecho.
No s por qu, la voz del seor me pareci dbil y poco entusiasta.
- No merezco ninguna felicitacin- dijo el pintor, con la cabeza inclinada y gesto hosco-.
Falta poco para que est terminado, pero hay una sola parte que no consigo lograr.
- Cmo? Hay algo que no consegus pintar?
- Os lo digo. En general me es difcil pintar lo que no veo. Y aunque llegase a pintarlo,
nunca resultara bueno, lo cual equivale a decir que no lo puedo pintar.
Al escuchar estas explicaciones, el seor de Horikawa sonri irnicamente.
- Queris decir que para pintar el Infierno tendrais que estar viendo el mismo Infierno?
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- Exactamente. El ao pasado pude presenciar un voraz incendio, cuyas violentas llamas
eran comparables a las del Infierno; por eso me fue posible pintar el Yojiri-Fud . Vos ya
conocis esa obra.
- Pero cmo representaris las almas condenadas y los guardianes del Infierno?
37 Uno de los Acalanatha, deidad budista especialmente reverenciada en el budismo
esotrico japons como protectora de la fe.
- Ya he visto, seor, a hombres atados con cadenas. Tambin tuve ocasin de pintar a una
persona defendindose del ataque de un ave de rapia. Os puedo decir que ya conozco los
tormentos de los condenados. Respecto de los guardianes... Yoshihide sonri
maliciosamente -, a los guardianes los he visto varias veces en mis sueos. Algunos con
cabeza de toro otros de caballo; los haba con tres cabezas, seis brazos y seis piernas. Esos
demonios golpeaban las manos sin hacer ruido, abran la boca sin emitir sonido alguno y
aparecan casi todas las noches para torturarme. Pero lo que yo deseo y no consigo es
independiente de todo esto.
El seor pareca sorprendido. Por un instante mir el rostro de Yoshihide con irritacin, y
frunciendo el ceo le pregunt secamente:
- Entonces, cul es el motivo que no podis pintar? CAPTULO DECIMOQUINTO
- Tengo pensado, seor, pintar en el centro del biombo un biroge cayendo del cielo.
Dicho esto, levant los ojos por primera vez y los detuvo en el seor. Se haba hablado con
harta insistencia de que cuando se trataba de su arte los ojos de Yoshihide adquiran un
brillo especial.
En esa ocasin pude confirmarlo: su mirada era diablica. Prosigui:
- En el interior de la carroza, habr una noble dama, con los cabellos revueltos y
debatindose entre las llamas infernales. Tendr una expresin de terror, mirando el techo y
procurando protegerse con la cortina para que no la alcancen las chispas. Alrededor de ella
me gustara hacer revolotear diez o veinte pjaros fantsticos. Ay! Esta es la escena que
no puedo lograr!...
-
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Por algn motivo que no alcanc a comprender, el seor pareci entusiasmarse. Su
enigmtica sonrisa incitaba al pintor a extenderse en sus visiones.
Y ya con los labios temblorosos y como dominado por un fuego interior, prosigui
ensimismado:
- No puedo pintar eso...
Repiti de nuevo lo que ya haba dicho y, sbitamente, exclam con vehemencia:
- Os ruego, seor, hagis que se queme una carroza delante de mis ojos. Y si fuera posible,
dentro de la carroza... - se interrumpi bruscamente.
El seor de Horikawa sinti un estremecimiento y su noble rostro se ensombreci. De
pronto estall en una carcajada, y sin dejar de rer, respondi:
- Seris complacido en todos vuestros deseos. No os aflijis ms, os lo ruego.
Al or estas palabras en boca del seor tuve el vago presentimiento de que algo funesto
habra de ocurrir. Pareca haberse contagiado de la locura de Yoshihide. As lo cre al ver
sus labios
38 Carroza antigua que usaban en la corte los nobles de las ms altas jerarquas. Se
adornaba con hojas de palmera.
Tras un breve silencio, el seor lanz de nuevo una siniestra carcajada, como si algo le
hubiera estallado adentro:
- Pondr fuego a la carroza; tendris tambin a la bella dama vestida lujosamente en su
interior; no dudo de que solamente siendo el mejor pintor del pas pudisteis pensar en pintar
a esa mujer sufriendo entre llamas voraces y asfixiada por el negro humo... Os felicito, os
felicito...
Yoshihide empalideci sbitamente y comenz a mover los labios con nerviosidad; pero
eso slo dur un instante. Luego inclin el rostro, y como si sus msculos se hubieran
relajado repentinamente, dijo respetuoso y con voz apagada:
- Os agradezco la merced.
-
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Quiz Yoshihide comprendi lo horrible de su idea a travs de las palabras del seor, y eso
habra hecho cambiar su actitud. Aquella fue la nica vez que sent alguna compasin por
Yoshihide.
CAPTULO DECIMOSEXTO
Pasados tres das, el seor de Horikawa llam por la noche a Yoshihide y, fiel a su
promesa, incendi una carroza en su presencia. Naturalmente, esto no poda hacerse en el
palacio de los Horikawa; se eligi como escenario una antigua residencia que haba
pertenecido a la hermana del seor, situada en las afueras de la ciudad.
Hacia mucho tiempo que la vieja residencia haba sido abandonada, y era en el inmenso
jardn donde resultaban ms visibles los estragos del tiempo. El aspecto abandonado haba
dado origen a rumores sobre la aparicin del espritu de la difunta hermana del seor, y se
deca que en las noches sin luna, vistiendo una extraa falda de color rojo encima del
kimono, recorra los largos corredores sin rozar el piso...
Os puedo asegurar que este rumor no era del todo inverosmil si se piensa que aun en pleno
da el sitio es de los ms desolados de la regin, y cuando se pone el sol, el agua de la
fuente suena lgubremente y las garzas que cruzan el espacio estrellado se parecen a
sombras monstruosas.
Era una noche oscura sin luna. A la luz de los faroles el seor, vistiendo el atavo de color
amarillo plido que usa la alta nobleza, con el escudo violeta grabado en relieve sobre el
kimono, ocupaba en la terraza un asiento especial, del que se destacaban los bordes del
almohadn forrado en seda blanca. Creo innecesario aadir que en torno de l haba unas
seis personas destinadas a su custodia. De un modo especial se destacaba la figura de un
samurai, que despus de la batalla de Michinoku, en la que a causa del hambre se haba
visto forzado a comer carne humana, haba adquirido tal fortaleza que poda quebrar las
astas de un ciervo vivo. Tenla puesto al parecer el haramaki y llevaba la katana al modo
kamomejiri, o sea con la punta hacia arriba. Permaneca sentado gravemente al lado del
amo. Los circunstantes formaban un cuadro fantasmagrico, entrevisto slo fugazmente a
la luz movediza de los faroles agitados por el viento.
-
25
La parte superior de la carroza que se encontraba en el jardn se perda en la oscuridad,
tena las varas apoyadas en una especie de mesa, y sus ornamentos de oro refulgan como
estrellas. El hecho de ser primavera no evitaba el escalofro que provocaba la escena.
El carruaje luca una pesada cortina azul profusamente adornada, que no dejaba ver su
interior, y prximos se hallaban, estratgicamente situados, los sirvientes con las antorchas
39 Tela que envolva por debajo de las ropas la regin abdominal.
Un poco ms apartado, sentado delante de la residencia, se vea a Yoshihide; vesta las
ropas de costumbre, probablemente de color ocre, ajadas.
Pareca ms pequeo e insignificante que nunca, como aplastado por el inmenso cielo
estrellado.
Detrs haba otro hombre tocado con momieboshi, sin duda un discpulo. Como ambos se
hallaban en la penumbra y distantes de la terraza en que yo me encontraba, no poda
distinguir el color de sus vestidos.
CAPTULO DECIMOSPTIMO
Se acercaba la medianoche. Las sombras que envolvan el jardn se hacan cada vez ms
espesas y parecan sofocar la respiracin; oase el leve murmullo del viento trayendo el olor
de la resina de las antorchas. El seor de Horikawa observ un instante ms el extrao
cuadro y luego, adelantndose, grit con voz sonora:
- Yoshihide!
Este contest algo, pero slo fue una exclamacin.
- Yoshihide! Esta noche incendiar la carroza, como me lo habis pedido.
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Y mir de soslayo a los guardianes. Pudo ser una ilusin, pero me pareci ver que el seor
y esos hombres cambiaban sonrisas de inteligencia.
- Observad bien. Esta carroza, como sabis, es la que siempre acostumbro usar. Dentro de
un instante ordenar que le prendan fuego, y os mostrar las llamas del Infierno.
Dicho esto el seor mir de nuevo a los guardianes, y prosigui en tono spero.
- Dentro de la carroza se ha atado a una mujer.
Al arder el carruaje, esa mujer perecer, sufriendo los tormentos del Infierno. Se quemarn
su carne y sus huesos: ser el modelo exacto que necesitis para terminar el Biombo. No
perdis detalle cuando se derrita su carne, blanca como la nieve. Tampoco dejis de ver
cmo los negros cabellos se transforman en chispas y se elevan hacia el cielo.
El seor se interrumpi; una sonrisa silenciosa le sacuda los hombros.
- Ser un espectculo nunca visto -dijo-. Yo tambin estar presente. Vosotros, apartad la
cortina para que pueda verse a la mujer.
Uno de los sirvientes se acerc a la carroza, y mientras con una mano sostena la antorcha
levant con la otra la cortina. La antorcha, crepitando, pareci arder con ms fuerza en ese
instante; y cuando ilumin el reducido interior de la carroza, se vio a una mujer que pareca
atada en forma brutal. Esa mujer... Quin no la reconocera? Sobre el lujoso kimono de
ceremonia de las damas de la corte, bordado con motivos de cerezos, caan sus largos
brazos y negros cabellos adornados con sashi de oro que despeda intensos destellos. Esa
mujer, que aquella noche luca atavos tan distinguidos y haba sido atada y amordazada,
esa pequea mujer de perfil modesto y triste, era la hija de Yoshihide. Al reconocerla
ahogu un grito.
En ese momento, el samurai que tena adelante de m se levant rpidamente, y con la
mano en la katana mir a Yoshihide. Sorprendida, mir a mi vez en esa direccin y vi cmo
Yoshihide, seguramente sobrecogido de espanto por lo que acababa de ver, se haba
levantado de un salto y agitando los brazos intentaba correr hacia el carruaje. No le vi
ninguna expresin, debido a la oscuridad y a la distancia.
Esta escena dur contados segundos. Un violento resplandor ilumin a Yoshihide -que
pareca flotar atrado por una fuerza invisible-, y mostr la palidez mortal de su rostro.
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La carroza ya era presa de las llamas cuando Yoshihide quiso correr en auxilio de su hija.
El seor haba dado la orden, y los sirvientes haban arrojado las antorchas dentro de la
carroza.
40 Adorno de metal para el peinado.
CAPTULO DECIMOOCTAVO
El fuego se propag rpidamente. Los flecos violceos que bajaban del techo ardieron de
un solo golpe, y por debajo de ellos sala un humo blanquecino, mientras las cortinas, las
mangas del kimono y los adornos metlicos del cielorraso se consuman con increble
rapidez. El espectculo era alucinante. Las llamas se alzaban al cielo y lo tean de rojo,
semejantes a una bola de fuego que al caer estallara en mil fragmentos. Yo haba gritado un
momento antes, pero viendo ahora el irreparable siniestro no hall otro consuelo que
contemplarlo, aturdida y desconcertada.
Pero ese padre, Yoshihide... No podr olvidar la expresin de su rostro. Su primer impulso
fue precipitarse a la carroza, y al estallar el fuego qued paralizado, con las manos en alto.
Con ojos despavoridos escrut la carroza en llamas; al resplandor del fuego pude ver hasta
la raz de la barba en aquel rostro apergaminado y sombro. Los ojos desorbitados, los
labios apretados y los msculos de la cara contrayndosele nerviosamente reflejaban su
miedo, su infinita angustia y un inmenso estupor ante la espeluznante escena. Ni el reo
cuando es decapitado, ni el asesino cuando comparece ante los Reyes del Infierno
mostraran tanto horror y padecimiento. Hasta el famoso samurai que ya os cit, palideci a
la vista de aquel hombre, y dirigi una tmida mirada al amo.
Pero ste, a su vez con los labios apretados y sonriendo a intervalos con sarcasmo, no
apartaba la vista del carruaje. Y en medio de las llamas... Ay! No tengo fuerzas para daros
los detalles del suplicio. La blancura de su rostro ahogado por el humo, los largos cabellos
en desorden arrebatados por las llamas y sus hermosas ropas ardiendo como una tea...
Imposible concebir una visin ms despiadada. Sobre todo, cuando el viento ces por un
instante, el humo se desplaz hacia el lado opuesto a donde nos hallbamos, y pudimos ver
con verdadero horror cmo en medio de esa hoguera, que pareca despedir chispas de oro,
agonizaba una bella criatura forcejeando dolorosamente por quitarse las cadenas de su
cuerpo. El espectculo mostraba con elocuencia los tormentos del Infierno. Un
estremecimiento nos sacudi a todos.
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En ese momento, como si el viento hubiese renovado su intensidad, vimos un remolino en
las copas de los rboles agitados de pronto por una rfaga o un ruido extrao. Sbitamente,
una bola negra se desprendi del techo y volando, o corriendo, pero sin tocar el suelo, se
arroj al carruaje en llamas. Salt por entre las rejas ardientes a los hombros de la joven,
lanzando un agudo grito de desesperacin, y su eco dolorido se prolong como un lamento
detrs de la humareda. Una exclamacin de espanto brot de todas las gargantas: era el
mono, que haba quedado atado en el palacio de los Horikawa y que acaba de cruzar el
cerco de fuego para prenderse a los hombros de la infeliz muchacha.
CAPTULO DECIMONOVENO
Pero slo fugazmente pudo verse el animal. El fuego estall en sonora lluvia de chispas, y
el mono y la muchacha se perdieron en el seno de una negra nube. En medio del jardn, la
carroza refulga devorada por las llamas crepitantes. Ms que una carroza ardiendo pareca
una espiral de fuego evolucionando con estrpito hacia el cielo oscuro.
Yoshihide se hallaba de pie ante la columna ardiente. Qu caso tan extrao! El mismo que
momentos antes viramos sufrir como arrojado en el mismo Infierno, daba ahora muestras
de un jbilo incontenible. Estaba fascinado, y sin reparar en la presencia del seor,
contemplaba extasiado la macabra escena, ajeno al tormento de su hija. Pareca enajenado
por la violenta llamarada y el suplicio de la desdichada.
Pero lo extrao no resida en esta brbara actitud; por encima de ella se notaba que ese
hombre insignificante haba adquirido un aire de soberbia y de poder semejante al que
simbolizan los leones de los sueos . Quiz por eso las numerosas aves ahuyentadas por el
fuego parecan evitar el sombrero de Yoshihide. Probablemente hasta los pjaros haban
presentido esa extraa majestad que pareca ceirlo como en una aureola de inmortalidad, y
se mostraban sobrecogidos por su actitud.
Todos nosotros, conteniendo el aliento, sentamos el irresistible hechizo de esa alegra
incontenible, y creamos estar en presencia de un Buda milagroso. No podamos dejar de
mirarlo. Las llamas tiendo de rojo la negra espesura de la noche, Yoshihide en arrobada
contemplacin. Era un cuadro solemne y excitante.
El seor de Horikawa se haba transformado: intensamente plido, despeda espuma por la
boca, apretaba fuertemente las rodillas bajo el vestido violeta, jadeaba como una bestia
sedienta.
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29
41 El len era considerado animal mitolgico por los antiguos japoneses. En los sueos
simbolizaba el poder invencible.
CAPTULO VIGSIMO
Ignoro quin pudo lanzarla, lo cierto es que la noticia de que el seor haba quemado su
carroza en los jardines de Yukige, se propag por toda la ciudad y dio origen a las ms
variadas conjeturas. Lo primero que se preguntaban era el por qu de esa muerte tan
horrible para la hija del pintor.
La mayora opinaba que poda ser en venganza por no haber podido conquistar su amor.
Creo, no obstante, que si el seor de Horikawa lleg a cometer esa enormidad, lo hizo con
la expresa intencin de que sirviera a Yoshihide de ejemplar castigo. Esto lo escuch una
vez de los propios labios del seor.
Tambin se le criticaba a Yoshihide su alma endurecida, ya que pretenda continuar el
Biombo pese a haber causado la muerte de su propia hija. No faltaban quienes lo
maldecan, y no lo distinguan de una bestia, por haber confundido los alcances de su amor
de padre. El Szu Yokawa se contaba entre los que as pensaban, y sola decir al respecto: "
Aunque sea un gran artista, desde que olvida los cinco deberes del hombre, no merece otro
destino que el Infierno eterno"
Un mes despus el Biombo estuvo terminado. Yoshihide lo llev a palacio para someterlo
al juicio del seor. Se hallaba presente el Szu Yokawa, quien al ver la obra qued
estupefacto; todo el horror de una tempestad de fuego vibraba en la superficie con increble
fidelidad. El Szu, que habitualmente menospreciaba a Yoshihide, frente al Biombo no
pudo menos que exclamar: "Magnfico!" Estaba maravillado. Recuerdo tambin la amarga
sonrisa del seor al escuchar el elogio.
Desde que concluy el cuadro nadie, por lo menos en palacio, se atrevi a hablar mal de
Yoshihide. Era comprensible que cuantos vean el Biombo, aunque sintieran aversin por el
autor, se impresionaran por tan extremado realismo.
Pero cuando su obra comenzaba a ser la admiracin de todos, Yoshihide dej de pertenecer
a este mundo. A la noche siguiente de terminar el biombo se suicid en su propia
habitacin, ahorcndose con una cuerda. Acaso le result insoportable sobrevivir a la hija
que tanto haba amado.
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42 Los cinco deberes consisten en respetar las relaciones entre soberano y sbdito, padre e
hijo, marido y mujer, joven y anciano, y por ltimo, entre amigos. Tambin las cinco
virtudes: caridad, honradez, gratitud, inteligencia y confianza.
El cuerpo del pintor fue sepultado en los fondos de su casa. De la pequea tumba, azotada
por el viento y las lluvias, ha de quedar una lpida borrosa sobre las piedras cubiertas de
musgo.
( ESCRITO EN ABRIL DE 1918.)